LOS DESIERTOS QUE NOS PUEBLAN


LOS DESIERTOS QUE NOS PUEBLAN











Y he visto náufragos y solitarios en todos los desiertos

de los bosques y también sombras vivas que galopaban

como águilas marinas y delfines acosados.

Y una mano ha venido a mí semejante a las mareas de arena

que las fiebres levantaban en la infancia.

Las lunas del mar arrimaban sus vientres suaves a la orilla

de los sueños y no sabía si despertar o abandonarme


(Ricardo Vírhuez)


La Cuaresma es el tiempo del desierto, de los desiertos que nos pueblan. Hay que atravesar esos desiertos y llegar al oasis de la Pascua, en el que el Señor Jesús nos espera para aliviar nuestra sed, confortar nuestra vida, y seguir alimentando nuestra esperanza en medio de nuestras actividades, en medio de nuestro capítulo con la esperanza de poder seguir dando nuevas respuestas y mejores respuestas a los jóvenes con quienes compartimos nuestra vida.












  1. Retiro ………………….……….......... 3 - 19

  2. Formación…………….……….........20 - 28

  3. Comunicación.….…................ 28 - 35

  4. El anaquel……….……............ ...36 - 51







Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Las Infantas, 3

09001 Burgos

Tfno. 947275017 Fax: 947 275036

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordinan: José Luis Guzón y Eusebio Martínez

Redacción: Raimundo Gonçalves

Maquetación: Xabi Camino

Asesoramiento: Segundo Cousido y Mateo González


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681








La comunicación camino que lleva al encuentro,

a la amistad-fraterna, a la misión compartida”

Juan Manuel Ruano, sdb


ENFOQUE DEL TEMA


Vuelve de nuevo con fuerza el tema de la comunicación. Es la única forma de resolver conflictos, problemas, diferencias, distanciamientos que se dan en nuestras fraternidades. Es necesario afrontar el tema de la comunicación, del diálogo, de la escucha de calidad. Comunicarse pasa por “mojarse”, por asumir historias personales o grupales, por hacerse vulnerables pero es la única forma que lleva a la vida.


La comunicación es el camino para hacer experiencia del Dios Trinitario. Toda la revelación cristiana es una opción amorosa de Dios por comunicarse con los hombres. Manifestar que Dios es amor es lo mismo que decir Dios es comunicación. El amor verdadero lleva a la comunicación.


Hoy la calidad de la vida comunitaria pasa por revisar el nivel de comunicación que tenemos con Dios, entre nosotros, nuestros destinatarios y colaboradores. La nuestra es una comunicación profunda, sincera, amigable, fraterna. Sin esta

comunicación no hay comunidad. En tiempos pasados la comunidad se centraba en la vida común: horarios, labores, estar juntos. Hoy la comunidad ha recuperado una dimensión imprescindible, la comunidad es comunicación, diálogo; el amor se mide por la capacidad de comunicar. La comunidad nace de una espiritualidad de comunión, es decir, de la comunicación.


Saber comunicarnos desde dentro es donde hoy la comunidad encuentra sus raíces.


Hoy predomina entre nosotros una comunicación profesional, ésta tiene que darse, pero la comunicación que construye una comunidad religiosa es ante todo la que comunica los bienes espirituales. Sólo esta comunicación llena plenamente cada uno de nuestros corazones.


La calidad de nuestra comunicación será la medida de nuestra fidelidad y fecundidad vocacional; más aún, en la comunicación profunda está la continuidad de nuestro carisma al servicio de los jóvenes. Se dará una renovación vocacional si nos esforzamos por crecer en la comunicación. Nuestro futuro dependerá de la calidad de nuestra comunicación ya que esta

es la clave de la vida comunitaria.


No basta con los momentos establecidos por la comunidad para comunicarnos, se nos pide hoy una comunicación interpersonal, comunicación cordial, afectiva. Debemos comunicar nuestra riqueza interior. La comunidad nace de la experiencia personal de cada miembro. En una sociedad globalizada, de los medios de comunicación es imprescindible caminar por la comunicación personal y comunitaria.


Entre las imágenes que nos regala la Sagrada Escritura para hablar de los seguidores de Jesús, es sentirnos Pueblo de Dios.


Pueblo que camina, que marcha hacia una meta, en ese camino hacia la meta la comunicación con Él es importante, en ese comunicarnos con Él se hace presente la comunicación con los otros, fruto de hacer juntos el camino nace la comunicación.


La comunicación es camino en la vida consagrada para el encuentro, en la conversación del camino de Emaús sale el Señor Resucitado y ahonda con su presencia y su Palabra nuestros interrogantes y nuestras vivencias; caminar juntos lleva a la convivencia, a la comunicación de nuestras esperanzas y desalientos dando como fruto la amistad; caminar juntos es sentirnos llamados a compartir la misma misión que nos hace más fraternos, más amigos.


Don Vecchi nos dice: “La comunicación es la disposición y la capacidad de comunicar y de comunicarse. Es la comunicación de cada día, por la que ofrecemos con facilidad nuestra experiencia y recibimos la de los que viven con nosotros. Valorarla en su justa medida, conocer sus leyes y sus dificultades, sin caer en tecnicismos, es importante para todos, pero, de modo particular, para los que deben crearle una plataforma adecuada. Ésta requiere: trazar las direcciones según las cuales debe fluir la comunicación circular y multidireccional, es decir, entre todos; asegurar una generosa distribución de las «funciones» activas en la comunicación: que no sean todos los que elaboran la comunicación; en caminar hacia un nivel satisfactorio de comunicación: ¿qué argumentos comunicamos?, ¿hasta qué punto comprometemos nuestra persona en la comunicación?


Forman parte de la comunicación el diálogo abierto, la confrontación libre y serena en momentos establecidos, la comunicación espontánea de sentimientos, ideas, proyectos y preferencias, la coordinación fluida de las corresponsabilidades, las evaluaciones comunes, el coloquio personal buscado, el diálogo espiritual.


Se advierte en seguida que los niveles de la comunicación son diversos.


+ Hay un nivel que es de valor negativo, es decir bajo cero: es la ausencia, la incomunicación que puede llegar a una agresividad silenciosa: consiste en el olvido de la existencia del otro, aunque viva bajo el mismo techo y coma en la misma mesa: «¡Tú para mí como si no existieses!»..


+ Hay, luego, un nivel de mínima positividad, sobre cero: es la comunicación superficial. Se habla de las cosas más banales, indiferentes o lejanas, como para no permanecer callados; es siempre mejor que el silencio y la incomunicación, porque al menos se quiere estar juntos, en paz, no ser «descorteses», mantener alegre la compañía: se comentan el tiempo, los

acontecimientos difundidos por la TV, personajes, deportes.

+ Entre nosotros se da, y podemos a veces no ir más allá, una comunicación funcional del trabajo: cómo lo hacemos, cómo conviene mejorarlo, distribuir tiempos, funciones, deberes. Es signo de corresponsabilidad y, en general, reviste una forma correcta. Pero hay el peligro de que acabe ahí nuestra relación con los hermanos y los jóvenes. Una de las correcciones más

recurrentes sugeridas a las comunidades es que no se consideren a sí mismas, ni se dejen ver desde fuera, sólo como «equipos de trabajo».


+ En el nivel más alto se coloca la comunicación personal, en la que compartimos la experiencia de nuestra vocación. Nos intercambiamos valoraciones, exigencias, intuiciones que se refieren a nuestra vida en Cristo y a nuestra forma de comprender el carisma. Es a lo que nos llama tantas veces la revisión de vida, la evaluación de nuestra comunidad, el intercambio en la oración, el discernimiento sobre proyectos o sucesos.


La actualidad ha hecho más necesaria la comunicación en las comunidades religiosas y ha modificado los criterios y las modalidades. La complejidad de la vida requiere que nos confrontemos sobre tendencias, criterios y sucesos de familia y sobre hechos externos a ella: o logramos comprenderlos e interpretarlos, o nos quedamos para siempre fuera de la vida y del movimiento del mundo.


Por esto, hace falta crear la costumbre de valorar y de elaborar criterios comunes de valoración. A menudo esto requiere un camino que comporta ensayos y pruebas. Debemos estar dispuestos a expresarnos con sencillez, a mostrarnos siempre prontos a modificar juicios y posturas, aunque sólo sea en función de la convergencia fraterna y operativa: el hecho de aceptar un punto medio equilibrado es siempre una ayuda para la comunidad, mientras no queden perjudicados valores esenciales.


La comunicación requiere aprendizaje, práctica y también animación. Decimos aprendizaje espiritual más que técnico. Cuando se comunica a ciertos niveles nos exponemos. No todos tienen el valor de exponerse. Piensan: «¡Quién sabe si yo hablo bien, si mis ideas serán aceptadas, si quedaré bien o mal, si me etiquetarán para siempre!». Hace falta aprendizaje también para recibir la comunicación, sin prejuzgar a la persona, sin colocarla en una posición definitiva sobre la base de lo que ha expresado.


Hay, además, un cierto pudor que superar, por el que no queremos hablar de nosotros; hay también la confianza en el otro que debe ser consolidada, que me asegura que él acogerá con madurez y positivamente lo que yo digo.


Además del aprendizaje se requiere práctica. La capacidad de comunicación, descuidada, se oxida. Se pierde el gusto y el entrenamiento. La práctica lleva a la comprensión de los diversos lenguajes adecuados a las situaciones, que van desde el silencio y los gestos, hasta la palabra escrita. Y todo ello inspirado en la caridad y no en el cálculo técnico. Recordad a Don Bosco, poniendo la mano sobre la cabeza, sonriendo, mirando, diciendo una palabra al oído, dando unas «buenas noches», discutiendo. Hasta la cara se modifica. «A una cierta edad somos responsables de ello», decía un humorista. «Aprende a sonreír», aconsejaban algunos de nuestros directores. Es el esfuerzo, tan típico del Sistema Preventivo, para hacer expresivo el afecto, liberarlo de una actitud genérica, o encerrada en una fría interioridad.


Hace falta, por tanto, aprendizaje y práctica por parte de cada uno, pero se requiere también animación por parte de quien dirige para crear el clima adecuado a una comunicación serena y desenvuelta. Dar oportunidad de comunicar; tener un estilo de dirección por el que es fácil expresar opiniones, pedir y provocar tales opiniones, gozar de la multiplicidad de las aportaciones, hacer comprender que la persona no será juzgada por lo que dice en un momento de confrontación. Que no haya el temor de que si se manifiesta una idea o se expresa un parecer no grato sobre el trabajo o sobre la comunidad, o sobre la Congregación, resulte que esto se recuerde después, mientras con frecuencia es sencillamente un paso en el diálogo, una impresión que se quiere revisar”.


1 FUNDAMENTACIÓN

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2 CAMINO QUE LLEVA AL ENCUENTRO

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3 CAMINO QUE LLEVA A LA AMISTAD

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4 CONCLUSIÓN

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5 FAMILIARIZADO con las insólitas costumbres de Dios

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6 Habitado por una extraña alegría

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7 Para terminar

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