0.- INTRODUCCIÓN


0.- INTRODUCCIÓN









PADRE Y MAESTRO DE LOS JÓVENES












  1. Retiro.......................................3-8

  2. Formación..............................9- 13

  3. Comunicación........................14-23

  4. El anaquel.............................24-51







Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Las Infantas, 3

09001 Burgos

Tfno. 947275017 Fax: 947 275036

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordinan: José Luis Guzón y Eusebio Martínez

Redacción: Raimundo Gonçalves

Maquetación: Xabi Camino

Asesoramiento: Segundo Cousido y Mateo González


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681






LA UNIÓN CON DIOS en el salesiano




Desde siempre, las religiones han buscado la unión con Dios. Es claro en las religiones místicas, que lo consideran uno de sus fines. Las religiones históricas, por su parte, pretenden el cumplimiento de una ética particular y la posibilidad de que un Dios personal irrumpa en la historia del hombre; es el modo de hacer posible la unión con Dios. Las religiones del Libro también pretenden esa inquietud de unión con Dios por medio de las pautas que establecen los libros sagrados.

Esto también es claro en nuestra religión cristiana. Jesucristo es modelo de hombre comprometido en la historia de su tiempo desde su vivencia de unión con el Padre. Entre los seguidores de Jesús, y a lo largo de toda la historia del cristianismo, encontramos místicos que viven la unión con Dios en múltiples situaciones diversas. También místicos en la acción, sobre todo en las últimas etapas de la historia.

Entre nosotros es posible encontrar a personas unidas a Dios en la más desbordante actividad. Místicos en el trabajo, trabajadores en la contemplación. Y, particularmente, se puede ver que la acción evangelizadora se sustenta en la mística, que el esfuerzo exterior se mantiene en virtud de la unión con Dios. Esto es así porque sólo puede anunciar a Dios quien lo ha encontrado en su propia vida, quien lo ha experimentado como la clave de su existencia.

Aquí debemos encuadrar a D. Bosco. La “unión con Dios” es una expresión de espiritualidad que define su persona. Basta pensar en D. Ceria y su libro clásico, “D. Bosco con Dios”, reeditado en los últimos años.

D. Bosco es un hombre que ha fundado una familia religiosa que vive del Reino y para el Reino. Una familia religiosa que ha producido místicos y santos camino de los altares. Pero una familia que trabaja siempre, y que en estos momentos parece ser que sufre una crisis en lo que al trabajo se refiere. Da la impresión de que el mucho trabajo impide la dedicación suficiente y adecuada a la oración.

Es posible que nos falten maestros de vida que nos enseñen a vivir unidos a Dios, mientras nos metemos de lleno en la acción educativo-pastoral que demandan las obras concretas en que nos encontramos. Juanito Bosco, desde el sueño de los nueve años, tuvo una “Maestra”; fue Élla, llena de Espíritu, la que pudo comunicar y enseñar vida espiritual.

La “unión con Dios” en clave salesiana no supone contraponer trabajo y oración, como dos elementos separados de la vida. En espiritualidad salesiana hay que hablar de “unión con Dios en el trabajo”.



1 1.- UNIDOS A DIOS POR LA ORACIÓN

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Muchos movimientos eclesiales han creído que sólo se hacía oración cuando la mente se concentraba en Dios únicamente, cuando se pensaba en Dios. Y suponían, además, que cuando la mente se concentra en una cosa no puede prestar atención a otra. Según esto, cuando la actividad de la mente se concentraba en una cosa no podía atender a otra; de este modo no se podía orar y trabajar al tiempo. Así, ni siquiera eran posibles las jaculatorias o dardos de amor a Dios, pues la persona metida en un trabajo ‘profano’ no podía salir de su ocupación para dedicarse a algo sagrado.

Sin embargo, también en la historia de la espiritualidad cristiana tenemos testimonios que hacen compatible la oración con otras actividades, pues la persona humana puede conjugar su múltiples capacidades en la unidad de su persona. Así, Santa Teresa nos recuerda cómo, cuando se apaga la luz podemos mantener en la mente a los compañeros que teníamos a pesar de que estemos a oscuras; por su parte, Carlo Carretto nos cuenta cómo un conductor de coche, que va pendiente de conducir, puede también atender a su amigo copiloto aunque no le esté siempre mirando.

En el Cantar de los Cantares encontramos la explicación de este rasgo de la espiritualidad cristiana: “Yo duermo, pero mi corazón vela”. Y es que la unidad de la persona hace posible que el corazón del que duerme pueda estar unido a Dios mientras duerme. Santa Teresa lo expresó de otro modo: “orar no es pensar mucho, sino mucho amar”, o en expresión más completa: “orar es pensar en Dios amándole”. De este modo, amor y pensar de la persona no se oponen sino que se complementan.

La persona que sabe centrar su vida es capaz de este estilo de oración, que piensa en Dios y trabaja desde él al mismo tiempo. D. Bosco lo vivió de modo eminente y nos lo deja como herencia. Acojámosla agradecidos.



2 2.- UNIDOS A DIOS POR EL AMOR

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La primera carta de S. Juan ofrece algunas expresiones que fundamentan bien lo que queremos decir: “el que ama (al hombre) conoce a Dios, porque Dios es Amor”. Es decir, que quien ama conoce a Dios, que para conocer y unirse a Dios basta amar, sin necesidad de dedicarse a elucubraciones extraordinarias del entendimiento. El hombre que ama, en el mismo momento en que ama, no necesita de otros actos de su mente para conocer a Dios.

D. Bosco estaba unido a Dios hasta cuando dormía. En sus sueños veía los corazones de sus hijos y luego les comunicaba todo lo que de ellos había visto. D. Bosco, cuando oraba, pasaba los nombres de sus hijos con mucho amor delante de Dios. Don Bosco pedía por sus hijos en la oración, porque les amaba inmensamente Eso era orar de verdad.

Y estos actos de oración y de amor le hacían permanecer en Dios y a Dios en él. D. Bosco se sentía unido a Dios cuando amaba a sus ‘biricchini’, cuando trabajaba por ellos, cuando se sentía unido a ellos. Y D. Bosco se sentía unido a Dios cuando oraba por sus chiquillos y cuando se entregaba totalmente a ellos con su intensa actividad .

D. Bosco no podía separar a Dios de los jóvenes. Cuando vivía por y para los jóvenes, se sentía unido a Dios, como cuando oraba directamente por ellos. La vida de D. Bosco fue un acto de amor a Dios y, en el mismo acto, conocía a Dios y se unía a los jóvenes.

D. Bosco estaba unido a Dios cuando estaba con sus jóvenes. Se pudiera decir que los jóvenes eran, para D. Bosco, su Dios. D. Bosco veía en sus chicos al Dios que se le presentaba para ser amado.

En D.Bosco, por tanto, la unión con Dios se realiza en un amor muy específico, los jóvenes.



3 3.- UNIDOS A DIOS POR LA LIBERTAD

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Estamos orgullosos de este rasgo que poseemos, la libertad. Sin embargo, no es sólo un atributo humano, es expresión del Dios que nos ha creado y salvado. El Dios bíblico es el gran liberador y la libertad.

Así, del mismo modo que cuando uno ama se deja llevar hasta el Dios Amor, también cuando uno ejerce su libertad llega hasta el Dios Libertad.

Por ello, la educación en la libertad es un modo de facilitar la unión con Dios. D. Bosco sabía que educar a los jóvenes en auténtica libertad suponía acercarles a Cristo, hombre libre y Dios liberador. Además, la educación a la que D. Bosco educaba procedía de Dios y llevaba hasta Dios.

Si Cristo es libertad, siempre que eduquemos en la libertad educaremos en Cristo. No se puede romper a Cristo, ni se puede temer la educación en la libertad. Cuando educo a un joven en la libertad, lo estoy educando en la unión con Dios, porque Cristo es Dios y Dios es libertad.

Posiblemente pensamos que, al educar, se puedan separar estos valores del evangelio: oración, amor, libertad; y que, además, hay que educar en la unión con Dios. Sin embargo, en salesiano, las cosas no son así; en salesiano, todo esto se realiza simultáneamente y en unidad, a través de las acciones concretas con que se va tejiendo la vida del joven. Al mismo tiempo que, con adecuada programación, educo en valores, estoy educando en la unión con Dios a la que conducen dichos valores.


4 4.- UNIDOS A DIOS POR LA ALEGRÍA

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En otras ocasiones hemos hecho notar la sutil diferencia entre felicidad y alegría, que, por otra parte, no se pueden separar. La felicidad se viviría en lo más hondo de la conciencia, mientras que la alegría sería más externa y bulliciosa. Pero, en este momento, vamos a considerar unidas estas dos realidades humano-cristianas-salesianas.

El discurso del Monte, las Bienaventuranzas, nos ofrece el fundamento para lo que queremos decir. “Felices...”, “Dichosos...”, “Bienaventurados...” son expresiones de la alegría y de la felicidad. Son felices-alegres los pobres, los que trabajan por la paz, los misericordiosos, los limpios de corazón, los perseguidos por causa de la justicia,.... La vivencia de esas realidades producen la felicidad sólo porque expresan la vida de personas unidas a Dios y al Reino de Dios por el que están comprometidos.

Si D. Bosco y Madre Mazzarello hicieron desembocar la santidad en el estar alegres, es porque copiaron su santidad del discurso del Monte. La persona alegre-feliz está unida a Dios en la práctica de las virtudes humano-cristianas señaladas por Jesús y que D. Bosco actualizó en el Oratorio.

Se suele hablar del Oratorio de Valdocco como ‘parábola’ o ‘icono’ al que hacer referencia. En el Oratorio los jóvenes vivían la felicidad-alegría, hasta el punto que alguno llegó a decir: “lo más bonito que yo he visto en mi vida es a D. Bosco”. El modo de estar de los jóvenes y de D. Bosco en el Oratorio era, al mismo tiempo, alegre y ‘extática’; la vivencia concreta de las virtudes producía en los jóvenes y en D. Bosco la alegría y la unión con Dios. Sin estos dos elementos unidos se hubiera perdido la quintaesencia del Oratorio, de la santidad salesiana.

Animémonos a ser santos salesianos. Animémonos a ser felices en el trabajo salesiano. La alegría no nos separa de Dios, sino que nos une a Dios.


5 5.- UNIDOS A DIOS POR LA CRUZ

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No es fácil mantener la unión con Dios cuando las cosas se ponen cuesta arriba, cuando las dificultades parecen ahogarnos. D. Bosco tuvo que asumir muchas veces la cruz concreta que le iba llegando y, de esta manera, mantener la unión con Dios.

La lista de adversidades, dificultades, problemas... por las que pasó D. Bosco es inmensa; pudiera haberle abrumado y alejado de Dios. Él mismo dice: “nadie puede imaginar las repugnancias internas, descorazonamientos, oscuridades, desilusiones, amarguras, ingratitudes que afligieron al Oratorio durante 20 años”.

No obstante, D. Bosco también en estas circunstancias vivía la unión con Dios. De hecho, D. Bosco enseña a sus hijos a hacer mensualmente el “ejercicio de la Buena Muerte”, a experimentar con serenidad en sus vidas la ‘buena muerte’, la extrema de las negatividades que se pueden tener. Morir cada mes para vivir siempre unido a Dios podría ser el significado de este ejercicio mensual de bien morir.

Es cierto que D. Bosco supo gozar de las alegrías que trae la vida en múltiples ocasiones; D. Bosco, pobre de solemnidad, sabía gozar de los pequeños placeres de la vida y valorar lo que tenía: el vino que compartía se convertía en el mejor vino del mundo, la amistad concreta con las personas era motivo de gozo en los encuentros.

Y también es cierto que este campesino y sacerdote piamontés sabía calibrar el alcance de tantas luchas y fatigas que trae la vida. El realismo de su personalidad nos ofrece un testimonio fuerte de vida unida a Dios también en las penas; el ejercicio del “bien morir” le favorecía la unión con el Dios creador y salvador. Esa experiencia es otro rasgo de la espiritualidad salesiana que nos ha legado.


6 6.-UNIDOS A DIOS POR EL TRABAJO

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Resulta sabido, en la espiritualidad salesiana, que “el trabajo es oración”, que el trabajo salesiano es uno de los modos de estar unido a Dios y de orar.

Pero no sólo el trabajo es oración, ni éste separado del resto de los cauces de la unión con Dios (amor, libertad, alegría, cruz). No idolatremos el trabajo. El salesiano no sólo es un gran trabajador; también es un gran amante, y un gran orante, y un hombre alegre y una persona moderada en todos los aspectos de su vida y un gran crucificado. Todo ello unido, manteniéndose en un difícil equilibrio de estos componentes.

Precisamente la dificultad por alcanzar el equilibrio necesita un guía o maestro espiritual, el Espíritu Santo. Vivir en armonía estos elementos de la espiritualidad salesiana necesita un esfuerzo casi sobrehumano, que el Espíritu vivificador y unificador puede ofrecer.

Es cierto que el Nuevo Testamento nos ofrece varios elencos de los dones del Espíritu Santo. Pero también es cierto que cada santo es un lector original del Evangelio, que revive algunos de sus rasgos con especial fuerza. En D. Bosco se expresan con especial claridad algunos de esos dones, entre los que sobresalen el trabajo y la unión con Dios integrados en una misma persona salesiana. Y el mismo trabajo tiene múltiples expresiones, como aquella, comentada por D. Vecchi de “yo, por vosotros estudio...”.

Es importante que descubramos cómo el Espíritu se une a nosotros por medio del trabajo; y desde el trabajo nos impulsa a vivir con armonía el resto de los ingredientes del carisma salesiano. En ellos, vividos con sentido cristiano y salesiano, logramos la unión con Dios indicada por D. Bosco.



7 7.- UNIDOS A DIOS POR LA AUSTERIDAD DE VIDA

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Es terminología acuñada en la espiritualidad salesiana: “trabajo y templanza”. La templanza a la que se refiere D. Bosco se puede traducir en sobriedad, moderación, austeridad... En el Occidente actual, necesitado con más urgencia de esto, podría tener también otras traducciones como: superar el consumismo, compartir, ofrecer posibilidades de vida al que las ha perdido, ganarse la vida honradamente con el trabajo, ser feliz con ‘la pobreza y sus amigos’.

Sólo es posible entender este rasgo de la unión con Dios si contemplamos a Cristo humilde, pobre, sobrio,... unido al Padre.

Don Bosco no dejaba disciplinarse, ni ponerse cilicios, ni comer excesivamente poco, ni privarse del sueño adecuado; D. Bosco pedía una vida moderada en todo: comida, sueño, trabajo, diversión, piedad. La moderación era una gran arma ascética y, al tiempo, un arma educativa contra el consumismo y el afán de poseer.

La moderación unía al oratoriano con un Jesús austero, que nunca dejaría que dominasen las cosas a su corazón. Ese dominio que vivía Jesús le mantenía unido a la voluntad del Padre y a la misión por el Reino. Así lo podría vivir el salesiano y el joven, ayudado por el Espíritu, pues no es fácil mantener este equilibrio sin la fuerza de lo alto.

Pero, igual que sucedía con el resto de dones o cauces para la unión con Dios, la templanza o austeridad no puede vivirse en salesiano desligándola de la alegría, las dificultades, el amor y la libertad. Todos estos dones y rasgos de la espiritualidad salesiana hacen posible la unión con Dios, tanto en salesianos como en jóvenes. En particular la austeridad de vida, vivida con fe, facilita el encuentro con Dios, mediante el desasimiento de tantas realidades que nos alejan de Él.


8 PROPUESTAS DE TRABAJO

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1.- Personalmente, ¿qué pasos-objetivos concretos me pide cada uno de estos rasgos de la espiritualidad salesiana: oración, amor, libertad, alegría, cruz, trabajo, templanza, austeridad de vida?

2.- ¿Qué entienden los jóvenes y los educadores seglares de nuestra obra si les hablamos de estos rasgos de nuestra espiritualidad?

3.- ¿Con que rasgos nos identificamos mejor?, ¿cuáles necesitan mayor compromiso por nuestra parte?

4.- ¿Cómo pienso que vivió D. Bosco la “unión con Dios”?, ¿con qué acciones concretas puede vivirla el salesiano en nuestra obra actual?





ECOS Y PREGUNTAS DE LOS RELIGIOSOS

JÓVENES A LA VIDA RELIGIOSA

Yo el Señor estoy haciendo algo nuevo” 1


Juani Ródenas




Es una alegría para mí al igual que una gran responsabilidad cada palabra que voy a escribir. Comienzo con la cita del profeta Isaías o podía comenzar con experiencias de muchos profetas que tenemos hoy en la vida religiosa o fuera de ella, que nos alientan y nos vivifican. “Algo nuevo estoy haciendo”; sí, nuestra vida religiosa está cambiando. Quiero ante todo poner palabras a lo que queremos vivir. Sí, digo queremos, pues es una reflexión hecha por varios religiosos y religiosas jóvenes. Para mí ha sido momento de Gracia, de
esperanza y de soñar juntos lo que queremos hacer realidad. Parto
de la pregunta ¿Hacia dónde va la vida religiosa y a qué? Descubrir
lo nuevo que nos esta diciendo Dios desde nuestra cultura, dentro de
un mundo globalizado...


No quiero hablar de crisis, ni decir que me siento desilusionada,
ni hablar de escasez de números, sino todo lo contrario, quiero
hablar de lo que mueve mi vida, de lo que me sustenta, del entusiasmo
que me produce la Vida Religiosa, la Vida Consagrada. Lo que vivimos
y soñamos tiene sentido si lo vivimos con encanto e ilusionados. Pues en realidad “tenemos este tesoro en vasijas de barro, para que esa fuerza extraordinaria se vea que es de Dios y no proviene de nosotros” (2 Cor 4,7).



1. Desafíos que nos llevan a abrir puertas a nuevas oportunidades


Miramos la realidad en la que encontramos:


Un mundo y una sociedad cambiante. Un lugar en el que cada día está más presente la globalización, y con ella sus consecuencias buenas y malas.

Multiculturalidad que nos enriquece y a veces nos bloquea. A la que queremos dar respuesta desde ser voz de los sin voz. “Los profetas anteriores no callaron”. Pensar y orar en diálogo con la realidad actual. ¿No es hora de hacernos presentes y dialogar con la cultura de hoy? ¿Son los tiempos de Dios los que nos mueven o nos dejamos mover por otros? Son preguntas que me hago cuando siento que todo va muy deprisa, que las cosas cambian antes de darnos cuenta, pero en realidad siento que esto me llama a arriesgarme.


Poca significatividad de la vida religiosa en la vida social y en la vida eclesial. A veces estamos en penumbra, nos mostramos al mundo sin claridad, nuestras iglesias vacías, nuestros noviciados, pero en realidad no me asusta la escasez de número, sino que creo en la riqueza de tantos carismas. Creo que la riqueza esta también en frascos pequeños que desde nuestra debilidad, unidos en comunión, podemos lograrlo. Abrirnos al Espíritu, no como espectadores sino abiertos a que algo nos esta diciendo en la debilidad. Es tener valor para soñar, no para quedarse en el derrotismo.


Situaciones sociales urgentes que nacen de una experiencia real de sufrimiento y dolor en el mundo, en España. No se trata de irnos todos al desierto, a misiones. Sino que es nuestra fe, nuestra oración, nuestra implicación aquí donde uno está, la que nos hace más sensibles a la realidad, a dar respuestas. Sentir, oír, ver.., la historia de salvación en los hermanos, “no venimos a escuchar a los sabios, sino a buscar la sabiduría de un pueblo sufriente”.



2. Pedir a Dios nuestro Señor lo que queremos y deseamos


Sed de lo trascendente... una sociedad ansiosa por encontrar el agua viva, la luz que les ilumine. Es en la aventura del encuentro con nuestro Dios cuando comprendemos: Qué hacer sino mirar la realidad con ojos nuevos, esperanzados. En los márgenes del sentido, en el vacío, la soledad.... la mujer samaritana nos guía a la fuente, sigámosle y contagiemos a los demás como ella.


Gracia para seguir respondiendo generosamente y con audacia, aunque sea con intervenciones obligadamente exiguas, a las nuevas pobrezas, sobretodo en los lugares más abandonados” (VC 63).



3. Bloqueos: “Ahondar en la palabra no en las palabras”


Vivir los retos de hoy y de mañana con respuestas y signos de ayer. No podemos seguir utilizando los mismos hilos para tejer el tapiz nuevo, se envejecen, hay que cambiar el colorido todo es distinto; también nuestro estar, nuestra presencia. Tenemos que ser creativos, buscar otros caminos que abran nuevas puertas a la realidad. Acoger todo aquello que nos ayude a caminar, experiencias de nuestros hermanos y hermanas que ya se han puesto en camino. Desde aquí miro los tapices de los que nos han precedido que han ido dando color a la realidad y necesidades de su tiempo. Les miro con respeto, con mis ojos bien abiertos a lo mucho que me aportan, con espíritu critico, pero sobretodo con mucho cariño y con fe. No podemos pensar que todo se arreglará si nosotros nos quedamos parados, si no comenzamos a tejer. Creo que es momento de ser “Testigos de Esperanza” y no quedarnos anclados en el dolor, en el derrotismo, en el sinsentido, esperando que todo se arreglará con el tiempo. “Si hubieras estado aquí” (Jn 11, 21).


Vivir las instituciones como una herencia ingobernable. Muchas estructuras, misiones, para un menor número de personas. Reestructurar esa palabra tan utilizada, pero a la vez tan necesaria, no nos puede paralizar, cuando estamos llamados a descubrir la novedad de cada día, de lo cotidiano. Juntos tenemos que caminar. No sólo los jóvenes traerán cambios. No nos dejéis para mañana lo que hoy podemos hacer unidos. Una nueva Vida religiosa se está tejiendo, proyectos intercongragacionales, comunidades pluriculturales... pues “Nadie echa vino nuevo en odres nuevos” (Mc 2,22).


Vivir incapaces de relacionarnos con la realidad social de hoy en día, especialmente con los jóvenes. Enganchar con la realidad nos cuesta y un poco más con la de los jóvenes. ¡Son tan raros! Nosotros tenemos lenguajes poco cercanos a su vida, a sus necesidades. Necesitan ser escuchados, acercarnos a ellos, abrir las puertas de las comunidades, que vean que somos ... Dejad que los niños se acerquen a mí porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos (Mt 19, 14).


Vivir amenazados por la desilusión y la desconfianza. Lentitud en nuestros discernimientos y respuestas a la realidad. Pues en realidad nos falta confianza en aquél que nos sustenta y alienta. Si estamos en lugares de frontera por qué nos acomodamos, por qué no aprovechamos esa gran oportunidad que se nos brinda a estar con los más pobres, ser uno más, fundidos como levadura en la masa ¿Por qué tenéis miedo? (Mc 8,40).


Vivir más lo que nos distingue que lo que nos une, nuestras relaciones con los laicos, con la iglesia local, con nuestras comunidades, paréntesis abiertos que nos interrogan. Vivir compitiendo con la iglesia local, en lugar de experimentarnos como la vid y los sarmientos, la iglesia de hoy, nuestra iglesia con ella y en ella. Dificultades en las relaciones comunitarias. Distintas generaciones, distintas culturas... A veces nos cuesta un poco ver que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Si nuestras comunidades no hablan de amor de poco nos sirve querer llevarlo fuera. Nos quedamos en apariencia y nos falta vida. Algo nuevo está naciendo, ¿no lo veis? Tengo una sorpresa guardada para vosotras y vosotros en lo pequeño de cada día, os regalo el don de la fraternidad en cada hermano y hermana de comunidad, mirarles y mirarlas con ternura, con el amor que yo os miro a vosotros y a vosotras. Creo que nuestras comunidades hablan por sí solas y dicen que todo está cambiando, un signo de esperanza, de vida, de testimonio. “Permaneced unidos a mí” (Jn 15, 4).


Vivir el servicio y la misión como una sobrecarga. Es la saturación de trabajo, somos pocos y pocas y demasiadas obras, recaen varias responsabilidades sobre la misma persona. No ayuda el vacío generacional, el vivir superficialmente sin hondura y sin actitud de discernimiento (con responder y sacar lo de cada día tenemos bastante). Es una llamada a construir desde la realidad que somos, desde nuestras posibilidades reales como personas consagradas, y desde las posibilidades reales de nuestras Congregaciones. Se podría hacer un análisis de todas las dimensiones a las que esto afecta, pero en teoría sería que pudiéramos vivir desde ese “jugarnos la vida para perder el control en la misericordia”, (como diría Sánchez Orantos) desde la experiencia profunda de Dios que nos posibilita el servicio y la donación apasionados por el Reino. Nuevas formas que nos ayudan, no que nos paralizan.. Que esto vaya siendo realidad (en comunión, colaboración con otras y otros). “Se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó.. .“ (Jn 13,4).





4. Ver cómo Dios nos habla: nuestros deseos


Confianza, agilidad, realidad, fragilidad, unidad, riesgo, esperanza, entrega, frontera....


Nos llama desde un mundo sufriente en realidades concretas y en situaciones de frontera.


Nos ilusiona, sin importarle el número, sino el amor entregado. Nos fortalece en la fragilidad.


Nos entusiasma con los retos y nos quita el miedo. Hay que arriesgarse.


Nos anima a salir, a escuchar y a des-vivirnos hasta entregar la vida entera.

Nos llama juntos. A aunar esfuerzos, tejer redes y no juntarnos como sogas.

Nos da la confianza que no estamos solos. Él siempre estará con nosotros.



5. Respuestas


La respuesta es la tan de moda característica profética de la vida Religiosa. Seámoslo verdaderamente:


Apasionados por Cristo: Personas que habiendo contemplado el dolor y el sufrimiento humano no podemos más que responder con agilidad a la llamada.


Desde una diversidad de carismas: Necesidad de unión de ánimos y de fuerzas. Somos una gran familia.

Momento de decisiones: oportunidades, trabajo silencioso, consuelo profundo, transmisión de esperanza, de servicio y no sobrecarga, de agilidad y disponibilidad, de ser portadores del sueño de Dios, ser presencia y mediación.



6. Preguntándonos el cómo


Ser semilla, misión compartida, estructuras ágiles, comunidad, utopía, ser iglesia, realidad habitada.


¿Vivimos el momento como un tiempo de Adviento, habitado por Dios o como un momento de abatimiento?


¿En dónde ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza?


¿Estamos dispuestos a reavivarnos desde los carismas originales y desde la unión de ánimos y fuerzas?


¿Queremos responder, con la misma pasión que respondimos ayer a los retos de ayer, hoy a los retos de hoy?


¿Deseamos que Dios lleve a cabo su sueño sobre el mundo siendo portadores de su sueño?


¿Deseamos ser semilla y fermento en la masa?


¿Qué obstáculos encuentra Dios en nuestro mundo para hacerse presente?



7. Futuro:


Amados profundamente por Dios, amamos profundamente al mundo y por eso sentimos pasión por el Reino. Y experimentamos que no solo no estamos muertos, sino que el futuro de la vida religiosa en España pasa por seguir ilusionándonos en la misión, misión compartida, y apoyándonos en el Dios de la vida y la esperanza que nos alimenta, nos sustenta y nos alienta.


Hoy nos preguntamos ¿Qué queremos decir cuando decimos “nosotros”? ¿El nosotros, qué dice a nuestras vidas? Os proponemos discernir juntos lo nuevo.


Oramos, miramos, buscamos... en la Palabra: “la mujer que derrama el frasco de perfume de nardos a los pies de Jesús” (por eso del encuentro, de la esencia, del derramar, de vivir con pasión... de romper el frasco de nuestra vida para ponerlo a los pies de Jesús, junto a él, como él, desde él...). “Con la semilla de mostaza y la levadura” (pequeña pero con mucha vida dentro, capaz de albergarla, y ofrecerla; levadura capaz de fermentar y cambiar la realidad que le rodea dándole otro sabor, forma... aunque la harina sea tres medidas mayor que ella...) y “el lavatorio de los pies” (abajamiento, amor humilde, proyecto compartido...).


Dios tiene hoy un sueño con nosotros realicémoslo apasionados por su Reino.











¿Qué es diálogo?

Veinte tesis para comenzar a dialogar2


F. Javier DE LA TORRE DÍAZ



9 Más allá de la ingenuidad. Los mercaderes del diálogo

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En estos tiempos de confrontación y concentración de poder, los retóricos y los sofistas, que son legión entre las élites de nuestras instituciones políticas y económicas, suelen tener un vocabulario muy limitado, fruto de su pobre concepción del mundo. Lo predominante para ellos son la eficacia, la rentabilidad, el interés siempre mensurable, comparable y siempre aditivo. Entre sus escasos vocablos, cuentan con una serie de palabras mágicas como «democracia», «tolerancia», «libertad», «respeto» e «igualdad» que, a pesar del inmenso valor que contienen y el dolor y sangre que ha supuesto su conquista a lo largo de la historia, son utilizadas como instrumentos para sus intereses. En el cenit de tal olimpo intelectual descuella una palabra:
diálogo. Estos «profesionales del diálogo» son los más opuestos defensores de un verdadero diálogo en nuestra sociedad.


Nuestro mundo liberal parece no tener una forma de discernir entre los desacuerdos de grupos en conflicto. Los debates son necesariamente infructuosos e interminables, y la persuasión no racional (retórica) sustituye a la argumentación racional. Los juicios de valor parecen ser sólo expresiones de intereses y sentimientos.


Pero no hay que preocuparse en exceso. Siempre han existido sofistas y retóricos; siempre ha habido diálogos ficticios, monólogos artificiales, diálogos fingidos y mascaradas. Entonces, ¿qué es un verdadero diálogo?



Definir un concepto que rompe los límites

Etimológicamente, «diálogo» significa atravesar y horadar un muro. Por eso es, ante todo, negación de las murallas, franqueamiento de las opacidades, abolición de las distancias. Implica a la vez distancia y atravesar el espacio que separa a través del lenguaje, del logos.


La palabra «diálogo» procede de dia y logos. «Día», prefijo griego, significa «a través de». Es, por tanto, un a través de palabras. «Dia» contiene tanto la idea de separación como la de franquear el paso, superar la distancia y el obstáculo. «Día» es la actividad esencial que desgarra, divide, atraviesa, derriba.




La dialéctica del diálogo: cercanía y distancia


El diálogo es una marea de idas y venidas, preguntas y respuestas, afirmación y negación, tesis y antítesis. El diálogo supone dos movimientos: distancia y relación, aislamiento y confluencia, conexión y límites, autonomía e interacción, compromiso y reflexión, identidad y diferencia, comprensión y explicación.


Las preguntas, sobre todo si son últimas, radicales y urgentes, dan lugar a una profunda comunicación. Las preguntas anhelan dialogar entre silencios y palabras, entre la intimidad y la confidencia, el secreto y la confesión, las salidas y los regresos.



Más allá de dogmatismos y relativismos. El dinamismo del diálogo


Ya desde Sócrates y Platón, el diálogo caminó entre las posturas dogmáticas de quienes pretendían tener toda la verdad y el relativismo de los sofistas, con sus opiniones subjetivas y creencias convencionales. El arte del diálogo, hacerse dialogantes, supone negar que poseemos toda la verdad y que no tenemos ninguna verdad. Tenemos alguna verdad. Pero esa verdad parcial que poseemos tenemos que exponerla ante el otro, abrirla al encuentro con la verdad del otro. Por eso el diálogo es aprender ese raro arte de poder no tener la razón3, implica sinceridad para reconocer los propios errores y defectos, apertura, autocrítica, poner a prueba las propias convicciones4. El diálogo siempre expone su verdad provisional para poder alcanzar otra más amplia.


El diálogo nos lleva más allá de nuestras fronteras y horizontes y nos conduce a tierras nuevas, nos ayuda a superar nuestras limitaciones y a crear un orden menos limitado no sólo de ideas (Hegel), sino de condiciones materiales-laborales (Marx). Diálogo, por tanto, es abrir horizontes y romper límites, es abatir y luchar contra la limitación. Nuestro saber es provisional, temporal, mundano y sujeto a precomprensiones, pero no deja de aspirar y caminar hacia la totalidad y la plenitud. Por eso, el diálogo nunca se acaba, es eterno, siempre está renaciendo, reformulándose, ampliándose. Este esencial dinamismo le lleva a no reconocer ningún statu quo (político o social) como intocable, ninguna seguridad como paz.


No hay que ser ingenuos. El diálogo es una enfermedad muy rara y poco frecuente. No quieren dialogar el liberalismo ni la modernidad. Lo secular no quiere dialogar con lo religioso, y lo religioso tiene dificultades para dialogar con lo secular. No hay demasiados diálogos de Oriente con Occidente, del Islam con el Cristianismo, del Norte con el Sur. Muchos diálogos están encasquillados. Más allá de la retórica, lo más evidente hoy es la negación, la ruptura y el fracaso del diálogo.


Un a priori del diálogo es la voluntad de entenderse, querer entender al otro, querer entender la realidad. Esa voluntad no siempre es clara y sincera. Se requiere una cierta ascética para dialogar, para ser sincero y recto. Esta actitud implica, en concreto:


La voluntad de dialogar. Rectitud, veracidad y coherencia

  • Querer aportar la información que tenemos y que es necesaria.

  • Expresar las ideas, sentimientos y argumentos que tengan que ver con lo que se habla.

  • No tratar otros temas o irse por las ramas.

  • Reflejar y no deformar u oscurecer lo que sentimos.

  • No tener la intención de mentir, engañar o confundir sobre el tema.

  • No poner la palabra al servicio de la subjetividad o la utilidad (retórica).

  • Evitar las dobles intenciones y las pretensiones ocultas, para dialogar confiadamente.

  • Coherencia entre lo dicho anteriormente y lo que ahora decimos.

  • Coherencia entre las palabras y el lenguaje no-verbal (comportamiento).



Diálogo: comunicación y verdad


La verdad se descubre en el diálogo, está inseparablemente unida a la comunicación. El movimiento de la comunicación es conservar y buscar-ampliar la verdad. El hombre posee la verdad sólo como viator. No la poseemos absolutamente. No estamos instalados inmediatamente en la verdad. Vivimos en la temporalidad. La verdad es nuestra tarea. La comunicación nos hace trascender en el tiempo la verdad parcial que se nos da hacia la verdad total que nos sobrepasa5.


Hay una posibilidad de verdad en el hombre. Por eso pregunta, responde y busca. El hombre tiene una vocación de «conservar y buscar» la verdad. Verdad en la que habita y verdad que amplía y profundiza en su contacto con la realidad. El diálogo presupone una «voluntad de verdad», un deseo de buscarla; conlleva que el contenido de lo que decimos es verdadero, es decir, que expresamos hechos y experiencias verdaderas que ocurren en realidad.


Por eso el diálogo es lo opuesto al consenso o los pactos que sólo buscan el acuerdo sin preocuparse por la verdad. Para el consenso lo importante es la transacción, acabar la negociación, más que una voluntad de verdad y justicia. El diálogo está en las antípodas de la racionalidad estratégica, las transacciones y el mercadeo del do ut des, que considera el diálogo y a los interlocutores como un mero medio para sus fines.



Diálogo de libertades y en libertad.

Comunicación libre sin coacciones


La comunicación que busca la verdad exige un diálogo sin violencia, conflicto y coacción El diálogo presupone evitar los conflictos interpersonales; controlar las emociones que puedan herir o hacer daño; evitar comportamientos que pretendan simplemente llamar la atención o convertirse en el centro de la discusión; renunciar a respuestas agresivas o polémicas innecesarias; suprimir animadversiones inútiles...


El diálogo se caracteriza por excluir toda presión, dominio, amenaza, promesa, recompensa... para alcanzar un resultado. El diálogo conlleva, en la medida de lo posible, la participación de todos los afectados en un plano de igualdad6. Esto supone un respeto mutuo y evitar toda prepotencia, autoritarismo o coerción. La libertad es la condición de la moralidad, y nada impuesto es moral ni bueno. Por eso la libertad de expresión y de pensamiento son esenciales en el diálogo que busca.



Diálogo desde el compromiso con una tradición: fidelidad y compromiso


No es posible dudar de todo. No cabe hacer tabula rasa de todo nuestro pasado. No hay un lugar imparcial desde el cual podamos contemplar el mundo. El diálogo no es algo turístico, de espectadores desenraizados, viajes al extranjero o juegos mentales.


Todos estamos situados, encarnados en un lugar y una comunidad, en una historia y una tradición. El diálogo es reconocerse instalado y comprometido en una perspectiva, en unas creencias, para desde ahí mezclarse y diluirse. Sólo dialogan en un profundo sentido los sujetos que creen en algo, que defienden algo, que buscan, conservan y exponen una verdad. Sólo dialogan los que tienen algo que perder7.


Dialogar es participar y no observar; es depender y defender una tradición y no independizarse de un contexto; es comprometerse con unos valores y no vivir en la neutralidad axiológica. Por eso el diálogo no significa poner entre paréntesis (no es una epoche), sino una búsqueda de la verdad desde la integridad y la coherencia. Por eso el diálogo es lo opuesto a la duda metódica o la reserva mental. En toda creencia hay ciertas convicciones no negociables, ciertos principios incuestionables, que expresan su identidad central. No hay cristianismo sin Trinidad, ni islam sin Corán, ni liberalismo sin primacía de la libertad.


Por eso el diálogo no se basa en una mercancía que se pueda intercambiar. La integridad prohíbe cualquier compromiso o reducción, pacto o mezcla ecléctica. Esconder las diferencias y las posibles contradicciones sería un fraude que terminaría privando al diálogo de su objeto. No se trata de evitar las diferencias y contradicciones ni de intentar lograr la simpatía del interlocutor. Es tomar en serio el pluralismo y las diferencias desde el compromiso con la verdad y la propia tradición.






La erótica del diálogo.

Deseos de integración, de globalidad, unidad


El espíritu del diálogo es un deseo o eros que busca, explora y pregunta, porque se siente necesitado del otro y limitado. El diálogo expresa el deseo de infinito, de apertura, de búsqueda, de integración última de la persona. Tiene una vocación de integración y superación de las diferencias, de fusión de horizontes.


Esto supone un nuevo cogito: en el principio fue el diálogo y la relación. Casi todos los hombres desean habitar en los pronombres, en la relación, en la vida de la trinidad, en la fusión con el amado. La relación es el origen y el principio. La esencia de cada uno toca la de otro. Vivimos en relación con la naturaleza, con los otros hombres y con lo divino. Tenemos el corazón religado a esas relaciones originarias de amor y de origen, pero también de destino y de finalidad. Nazco de otros y crezco con otros, pues el otro es parte de mí mismo. Por eso el diálogo es vocación humana, deseo radicalmente humano.



La posibilidad del diálogo. La traducibilidad parcial


El diálogo parece haberse convertido hoy en una palabra mágica para casi todo: diálogo de culturas, diálogo de pareja, diálogo Norte-Sur, diálogo en la empresa, diálogo en el cine, diálogo filosófico, diálogo didáctico (entre maestro y discípulo), etc.


Pero ¿es posible el diálogo? Ni todos los fenómenos son potencialmente traslúcidos, ni todos los textos y palabras son traducibles automáticamente. Si los diálogos fueran fáciles y la traducibilidad total, no podríamos pensar concepciones alternativas, y el mundo sería muy uniforme y limitado. Que de golpe no podamos entender al otro, implica hablar de procesos de diálogo, de tiempo, de riquezas desconocidas. Pero entre la imposibilidad del diálogo y la traducibilidad total tenemos que reconocer que por encima de todas las culturas y todas las personas hay unos mínimos lógico-racionales y morales que permiten entendernos (no contradicción, coherencia, valores básicos, etc.). Ya en Grecia se pensaba que el dios Hermes repartía por igual sentido moral y justicia entre todos los humanos «para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras acordes a la amistad»8. Esto permitía convivir en la plaza pública, fundaba la democracia y construía la ciudad. La razón moral y la justicia repartida entre todos hacían posible esos «mínimos» para vivir en la ciudad.



Diálogo de personas: el tú como presencia y gracia


El diálogo no es comparación de ideas, sino encuentro de personas. Pero esas personas llevan detrás sus comunidades, su tradición y su historia cuando hablan. Cuando se encuentran dos personas, se encuentran dos mundos, dos historias, dos galaxias en un universo que se autoexpande.


El diálogo reconoce que nos construimos a través de la mediación de los otros, del espejo de los otros. No hay autodesarrollo ni autorrealización completos. Pero no se trata de ver al otro como simple análogo, proyección, otro-yo. El diálogo considera la diferencia o alteridad como riqueza, a la vez que esa apertura al otro diferente e irreductible revela nuestro yo y cuestiona nuestra suficiencia.


Buber9 nos enseñó cómo el aparece como una presencia inmediata, una totalidad, alguien irreductible. El diálogo, por eso, está abierto a la sorpresa y a la gracia del presente más allá de las proyecciones y neurosis del pasado. No sabemos adónde nos lleva; es inesperado, no programado, sorprendente, imprevisible.



Las formas son también el fondo y el mensaje: organización y procedimiento


El diálogo es una actividad moral. Es importante cuidar las formas. El diálogo respeta la libertad de cada uno, evita discriminaciones, se desarrolla gradualmente, busca la claridad y la mansedumbre, se realiza en un clima de amistad y confianza, excluye toda condenación a priori, polémica o conversación inútil, requiere ausencia de tácticas, capacidad de escucha y recepción, comprensión del otro, disponibilidad al aprendizaje, pasión por la verdad, paciencia ante la lentitud o falta de resultados, ánimo ante los múltiples condicionamientos de culturas y lenguas ajenas, conciencia de la disimetría de los planteamientos en el diálogo, apertura, hablar con simplicidad y franqueza, desinterés sincero que acoge con respeto el sentimiento de los otros.


El diálogo implica una cierta organización externa: quién participa; número de participantes (no es posible un diálogo a fondo con muchos); en qué grado; quién inicia o zanja una discusión; cuál es el orden y la frecuencia de expresión o de intervención; la continuación del diálogo; tipo de tema que se discute; orden de contenidos y aparición de los temas; precisión; relaciones; temas que no se pueden tratar... Es necesaria una cuidadosa planificación, atender a las sensibilidades de los otros, evitar que algún grupo controle el encuentro, seleccionar bien a los participantes, utilizar una terminología compartida por todos, previsión y seguimiento de las consecuencias que se hayan de seguir del intercambio, etc.



Búsqueda común


El diálogo excluye la competitividad o la búsqueda de prestigio, pues implica una búsqueda fraternal. El diálogo se establece porque se busca algo que es de interés, algo valioso para todos los participantes.






Dialogar tras la modernidad en la era «glo-cal»


Muchos de los problemas del diálogo son fruto de encontrarnos personas que estamos viviendo en diversos paradigmas, cosmovisiones, contextos, horizontes, tradiciones. No todos vivimos a la altura de los tiempos. Sigue habiendo ilustrados, modernos, medievales, románticos10. Por eso, a pesar de tanta información en la aldea global, hay que reconocer que se dan pocos entrecruzamientos hondos, y seguimos viviendo en un provincialismo bastante estrecho, en mundos raquíticos y muy sedentarios, en paradigmas y tradiciones diversas.


Pero hoy, tras el derribo del muro de Berlín, el cambio climático, la donación, la informática e Internet, la genética, el 11-S y el 11-M, a la vez que hay que aprender a dialogar entre diversos paradigmas, es necesario dialogar urgentemente para construir un nuevo paradigma para nuestra casa común, la tierra. Hoy estamos tomando conciencia de que «todo va unido»: cosmos, naturaleza, hombre. Estamos entre lo global y lo local (glo-cal), entre el world y el home, entre la sociedad y la comunidad, el cosmos y la patria11.



Diálogos a ras de tierra:

sensibilidad a los contextos y problemas sociales


Necesitamos diálogos concretos y no abstractos. El diálogo presupone formar una sensibilidad para percibir los problemas y conflictos morales, la importancia vital de los hechos morales, las circunstancias que hay en juego, las personas y relaciones afectadas y las responsabilidades de las personas. El diálogo conlleva ser consciente de los intereses, sentimientos, valores, razones, opiniones, puntos de vista, condiciones y consecuencias de una situación. El diálogo supone cercanía a los modos de vida, a las prácticas y a los contextos. No es una ciencia, sino prudencia y atención a lo concreto, conocimiento probable, inacabado, que no desemboca en una esencia.


El diálogo presupone un cierto autoconocimiento, el cual, a su vez, supone ser consciente de lo que uno piensa, siente y actúa, así como de los propios límites, los obstáculos y las dificultades, junto con una cierta habilidad para el conocimiento de los demás, de su punto de vista, observándolos, escuchándolos, imaginando sus sentimientos, evitando juicios, comprendiendo desde dentro sin distorsionar.


Dimensión racional y lingüística


El diálogo es un intercambio verbal basado en una cierta confianza en la razón. Por eso presupone un querer entenderse y un querer solucionar los problemas con los otros, un intercambio de ideas y el análisis critico de las razones de los otros. El diálogo se aprende dialogando y elaborando las experiencias que se van teniendo, escuchando los puntos de vista y las razones del otro hasta entenderlos. Muchas veces tendré que pedir que los repitan o los amplíen si no los comprendo. Supone una escucha que pasa por alto los defectos expresivos o argumentativos del otro para fijarse solamente en lo que se quiere expresar. El diálogo se caracteriza por considerar despacio lo que dice el otro, hacer pausas, deliberar y no responder inmediatamente de forma compulsiva.


El diálogo presupone querer ser inteligible. Para ello es necesario, muchas veces, aclarar los significados y conceptos, formalizar bien los enunciados, explicitar los presupuestos del lenguaje ordinario, respetar las reglas del lenguaje, renunciar a los lenguajes privados, observar una corrección sintáctica, dominar la lengua que se emplea, utilizar una sintaxis adecuada, no expresar oraciones ininteligibles, no hablar sin saber, expresar los contenidos de forma clara y ordenada, no alargarse demasiado innecesariamente, aprender las estructuras del lenguaje, atender a los contextos de actuación y comprender la finalidad práctica de las palabras.



Tipos y sujetos de diálogo


Es importante descubrir que los diálogos varían según las personas que los sostengan (intelectuales, políticos, científicos, clérigos, etc.), según el lenguaje que predomine (argumentativo, testimonial, intuitivo, confesional, práctico, etc.), según la finalidad que se tenga (colaboración, coexistencia, comprensión, comunicación) y según el horizonte en el que se establezca (mundial, nacional, comunidad, grupo, iglesia...). Hay diferencias entre los diálogos locales e internacionales, bilaterales y multilaterales, restringidos y ampliados, espontáneos y estructurados, etc. Estos distintos tipos condicionan el lenguaje, el tiempo, las estructuras y las actitudes del diálogo12.


Espiritualidad del diálogo


En un contexto de injusticia y de violación de derechos humanos, el diálogo significa impotencia y vulnerabilidad. Desde una posición de fuerza sólo se puede negociar. Desde una posición de debilidad, uno puede comunicar verdaderamente la propia confianza en el otro. Esta confianza es aún más real cuando se entrevé la posibilidad de ser traicionado. Dialogar significa, en este caso, abrir el propio corazón y expresar el propio pensamiento con ánimo y respeto13. Pero, como ha demostrado la experiencia, la impotencia y la vulnerabilidad son las que han logrado muchas veces la reconciliación y la paz entre individuos, familias y comunidades. Es la fuerza de los pacíficos, de quienes aceptan con humildad que nadie agota la experiencia humana, que somos simples ventanas abiertas al todo, más allá de todo cronocentrismo y etnocentrismo.






10 El proceso del diálogo

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De manera sintética, podemos esquematizar este proceso en las siguientes fases
14:


* Entrar en la experiencia del otro. La apertura al otro en su diferencia supone entrar en la experiencia del otro, captarla desde dentro, un esfuerzo de comprensión y empatía, meterse en su piel, ver el mundo como el otro, plantearse sus cuestiones.


* Diferentes preguntas y perspectivas culturales. Hay que comprender que no hay respuestas diferentes a las mismas preguntas, sino cuestiones diferentes desde perspectivas, culturas, cosmovisiones diferentes. Se trata de observar el mundo a la luz de las preguntas del otro.


* Deferentes conceptos. Puesto que cada tradición es un todo no aislable fácilmente en diversos elementos, tenemos que comprender que no hay equivalencia estricta entre los conceptos básicos de cada tradición. Todos los conceptos están vinculados a una cosmovisión particular, que difícilmente puede expresarse y ser formulada en otra tradición.


* Reconocer el pluralismo. El auténtico diálogo no reducirá al otro a un análogo del yo o a una parte del yo. Hay que reconocer beneficios complementarios, adicionales y autónomos, y la necesidad de percibir más claramente la verdad.


* Discernimiento. Discernir los elementos que pueden ser combinados e integrados y sirven para enriquecernos y esos otros elementos que no pueden asimilarse, pues contradicen frontalmente nuestra identidad.


* Aprendizaje de la cultura del otro y reinterpretación de la propia
cultura.
El aprendizaje de la cultura y el lenguaje del otro posibilitará una reinterpretación de la creencia propia en un marco cultural distinto (inculturación). Esta comprensión del otro llevará, casi inevitablemente, a reformular lo propio, a descubrir limitaciones y errores en la propia tradición, desafíos e incoherencias. Hay que estar dispuestos a recibir de los otros valores positivos, a revisar y purificar las propias ideas y opciones.

* Crisis epistemológica y existencial. Este proceso normalmente provocará incertidumbres, inseguridades, miedos y dudas que conducirán a una profunda crisis epistemológica y existencial, pero que abrirán a nuevas dimensiones.



11 Los frutos del diálogo: profundización y purificación

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El diálogo produce una complementariedad de las tradiciones incompletas; descubre complementariedades recíprocas (la verdad tiene dos ojos); produce una corrección, una «transformación mutua», una «fecundación cruzada», una renovación de las tradiciones limitadas que rompe las identidades estáticas15. Fruto de esa transformación-corrección-fecundación se produce una «autocomprensión más profunda» de la propia tradición y la propia identidad. Se gana en un «enriquecimiento» de lo propio, en una mayor «profundización». Esta «purificación» se produce al tener que revisar los supuestos gratuitos, destruir los prejuicios arraigados o las concepciones estrechas. Por eso el diálogo no pretende convencer al interlocutor, sino un acercamiento más profundo de los dos a la verdad siempre mayor y siempre nueva.








LOS JÓVENES Y LA FELICIDAD

¿DÓNDE LA BUSCAN? ¿DÓNDE LA ENCUENTRAN?

12 JAVIER ELZO

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Ángel Téllez Sánchez


1. El autor


Javier Elzo es catedrático de Sociología en la Universidad de Deusto, presidente del Forum Deusto y principal investigador para España del «European Values Study». Asimismo es investigador social en las áreas de «Sistemas de valores y de la religión», «Sociología de la juventud, de la violencia juvenil y de la drogadicción» y, recientemente, también de «Sociología de la familia».


Ha dirigido cerca de cincuenta estudios sociológicos de carácter empírico, de los que más de la mitad se han publicado en libros, y ha participado como coautor en otros veinticinco. Colabora habitualmente con la Fundación SM en sus estudios e informes sobre la juventud española desde al año 1989. Conferenciante habitual en universidades y congresos científicos (el curso 2005-2006 inauguró o clausuró varios de ellos), busca compaginarlo, como contraste con los protagonistas en los temas que aborda, con otros ámbitos no académicos. Es natural de Beasain. Está casado y es padre de un hijo y una hija.


12.1 2. La génesis del libro

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El tema de la felicidad ha sido objeto de análisis, según Elzo, “solo de forma muy parcial y fragmentaria en los estudios sobre jóvenes que se han editado hasta ahora en España”. A raíz de la publicación del Informe de la Fundación SM Jóvenes españoles 2005, del que Elzo también es autor, le surgió la oportunidad de profundidad en este punto “en un Curso de Verano del año 2005 de la Universidad Menéndez Pelayo, en Valencia. Presentó algunos esbozos e inmediatamente después se puso a trabajar en este libro de “Los jóvenes y la felicidad”.


Recorrió, en detalle, lo publicado en los últimos seis años y, de forma especial, profundizó mediante nuevos análisis (en especial una Tipología inédita) en el estudio Jóvenes Españoles 2005”.


Elzo ha realizado una importante labor de recopilación de datos de diversos estudios y encuestas realizadas durante los últimos seis años, y ha llevado a cabo un análisis en profundidad del significado de estos datos con el hilo conductor de la felicidad.





12.2 3. El libro

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Las páginas de este libro están atentas a lo que dicen los propios jóvenes que les proporciona la felicidad.

  • ¿Se sienten felices los jóvenes?

  • ¿Qué es para ellos la felicidad?

  • ¿Quienes son los más felices?

  • ¿Qué responden los jóvenes cuando se les pregunta si se sienten felices, contentos en la vida?


Pero va más allá. Parece normal pensar que, salvo masoquismo colectivo, las personas anhelan la felicidad, luego debe haber correlación entre lo que a los jóvenes les parece más importante en su vida, los objetivos que quieren alcanzar en ella, el tiempo que dedican a esto y aquello, especialmente el tiempo libre, y la felicidad.


Es difícil que quien deteste el fútbol vaya todos los domingos a un estadio. Asimismo, quien solo piense en sí mismo y en su bienestar, difícilmente se comprometerá a ir los fines de semana a colaborar en una ONG.


Estos dos simples ejemplos nos indican que también hay una forma indirecta de abordar el tema de la felicidad de los jóvenes: analizar cuáles son sus prioridades, en qué emplean su tiempo y su dinero, cuáles son los comportamientos que consideran aceptables y cuáles rechazables, qué esperan de la familia, de la amistad, si su mundo se reduce a lo empíricamente contrastable o hay una apertura a lo “meta empírico”(apertura a la trascendencia, se diría en lenguaje religioso) y también qué lectura hacen de la trascendencia, y cotejar todo esto con el sentido de la felicidad, con la percepción que tienen ellos de su felicidad.


En esta obra se analiza “hasta donde los jóvenes están contentos con su vida, qué es lo que más les agrada, si se aburren o no, en una palabra, si son o no son felices”.


En este nuevo libro presenta un Índice Subjetivo de Felicidad Juvenil, que le permite decir quiénes se dicen más felices y qué factores son los que, en mayor grado, les acarrean la felicidad. Ha buscado indicadores subjetivos de felicidad para que sean los propios jóvenes, y no el autor, quienes digan si son más o menos felices.



12.2.1 4. A modo de síntesis / conclusiones

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El sociólogo y catedrático de la Universidad de Deusto afirma que los jóvenes españoles del siglo XXI relacionan la felicidad “con la adopción de valores altruistas y con el rechazo a los comportamientos incívicos”, según se desprende del estudio y análisis realizado para la elaboración del libro “Los jóvenes y la felicidad”.


Entre las conclusiones del estudio, el autor destaca que “los jóvenes que solamente piensan en la fiesta, beben y consumen drogas hasta que el cuerpo o el bolsillo aguanten están manifiestamente menos contentos con sus vidas que los jóvenes que saben aliar la fiesta (consumiendo con moderación o no consumiendo) con el trabajo, el estudio, el deporte o, simplemente, la vida cotidiana del día siguiente”.


En este sentido hay que subrayar que “se aburren menos porque el sentido de su vida está más allá de la mera juerga sin límites. Pero, ¡cuidado!, un joven que no se relacione con amigos, viva retraído y encerrado en su mundo, aunque no fume, ni beba, ni tome droga alguna no es tampoco un joven feliz, en absoluto”.


Además —añade—, hay factores que también se correlacionan positivamente con la felicidad; así:


  • pensar en el futuro y prepararse para ello,

  • tener controlado el dinero del bolsillo,

  • buenas relaciones en casa,

  • buenos amigos (no solamente compañeros) y

  • no tener necesidad de los chats para quedar con desconocidos,

  • una aceptación crítica de las instituciones.

  • También, el hecho de ser mujer”.


Concluye el libro sosteniendo que “la idea socrática de felicidad aliada a la virtud y a la justicia, y la quintaesencia del cristianismo como caridad…, al final, resulta ser, incluso empíricamente hablando, lo más certero, lo que, en mayor grado explica que unos sean más felices que otros”.


Para definir a los jóvenes españoles de hoy, Javier Elzo subraya que éstos, “especialmente los de menor edad, tienen más recursos que nunca juventud alguna ha tenido pero les falta, en muchos casos (aunque afortunadamente no se pueda ni deba generalizar) lo esencial: unos padres que tengan tiempo para estar con ellos”.


En este sentido, hace hincapié en que éste ha de ser “un tiempo de calidad” ya que en su opinión “la acumulación de normas y prohibiciones a los hábitos de los jóvenes” no es la solución a sus conflictos, sino que es “la ayuda a la educación en el seno de la familia (no a las guarderías o a los asistentes del hogar), que debe ser potenciada para que educar a los hijos no suponga una discriminación laboral a los padres lo que, seamos claros, quiere decir discriminación a las madres”.


Por último, Elzo aconseja a los jóvenes españoles “que sean libres, que piensen. Que sepan aliar la diversión a tope (solo se es joven una vez en la vida) con el mundo que les rodea y el futuro que tienen por delante. Se lo pasarán mejor, también las noches de los fines de semana, se sentirán más llenos, más contentos consigo mismos, más felices”.


Y les sugiere que para ello “se abran a sus compañeros y busquen, entre ellos, a amigos con los que entablar momentos de comunicación verbal. Los compañeros son para los momentos divertidos. Los amigos también para los otros. En fin, que miren alrededor que seguro encuentra algo (un proyecto, una ilusión, una utopía…) por lo que vale la pena meter unas horas (y quien sabe si una vida) y alguien, con experiencia y gratuidad, con quien vale la pena compartir las propias ilusiones, experiencias, proyectos...”.


Si eres educador o amante de la educación este libro de la editorial PPC es un buen libro para regalarte con motivo del nuevo año.


Reelaborado a partir del extracto de Gabinete de Prensa Grupo SM- www.grupo-sm.com / comunicacion@grupo-sm.com




13 Creación, Gracia y Salvación

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13.1 Juan Luis Ruiz de la Peña

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Ángel Téllez Sánchez


He releído varias veces este librito y siempre me resulta novedoso. Es uno de esos libros “breves”, pero de larga duración. Me he preguntado ¿lo conocerán los amantes de una teología seria y al alcance de muchos? Por eso me he decidido a presentarlo aquí, en la segunda etapa de Forum.com, revista a la que deseo, al menos, otro sexenio brillante.


Creación, Gracia y Salvación” es una síntesis de Antropología teológica realizada por el autor del libro pocos años antes de su partida al Padre, demasiado pronto, por otra parte, porque estaba en plenitud de facultades teológicas y era uno de nuestros mejores teólogos, de reconocido prestigio, incluso internacional.


El teólogo asturiano, con buena base filosófica, tiene tres libros en la editorial Sal Terrae a partir de los cuales ha realizado este librito. Los citados libros son: Teología de la creación, Imagen de Dios y El don de Dios.


El librito en cuestión es una síntesis, es decir algo que se realiza al final de un proceso. Pero es también una presentación de tres conceptos y categorías básicas en la Antropología teológica (reflexión sobre el hombre desde la fe cristiana), de forma que quien quiere profundizar puede ir haciendo una lectura paralela entre el librito y cualquiera de los otros tres libros.


La síntesis es clara y precisa:


Creación: un amor –el de Dios- que da el ser al mundo. Dios crea: cuando llama... sostiene... conduce hacia la plenitud. Creación: Hacer posible la “realidad que no es” para que llegue a la plenitud de vida y sentido. Y Dios crea para salvar. Y lo hace por amor, gratuitamente, movido exclusivamente por la voluntad de comunicarse. Porque es bueno. Ahí se descubre el sentido profundo de la realidad y se esclarecen tantos malosentendidos al no relacionar adecuadamente el mensaje bíblico con los valores de la modernidad. Juan Luis se presenta dialogante con la modernidad desde unos planteamientos serios. Y todo esto de la creación adquiere su sentido pleno desde el misterio cristiano de la Encarnación. Es preciso releer el prólogo de Juan y las cartas de Pablo y discípulos para tener una noción teológica de creación clara y precisa.


Desde este misterio de fe que es la creación podemos entender quienes somos y quiénes estamos llamados a ser como “imágenes de Dios”, como personas libres en el mundo, compartiendo inquietudes y compromisos con quienes no tienen fe.


Gracia y Salvación: De la mano de este primer concepto / misterio / categoría de salvación nos encamina hacia ese “diálogo histórico – salvífico” que el ser humano está llamado a mantener con Dios, a ese “intercambio vital en el seno de una relación interpersonal”.


Hablar de Gracia no es hablar de una cosa sublime, sino de una persona que se nos da, de Cristo, que nos hace “hijos en el Hijo”. La libertad humana –finita y limitada por ser humana-, en interacción con el Don de Dios, se ve potenciada desde la libertad originaria que es Dios.


El ser de Dios “dándosenos” (Gracia) “libera nuestra libertad desatándola, sosteniéndola y cumpliéndola acabadamente”. El hombre, desde Cristo, llega a adquirir la plenitud a la que aspira, siempre desbordando nuestra imagen...


Dios ama y salva al ser humano (¡síntesis del misterio de la Encarnación! El Padre, al hacernos partícipes de la vida de Jesús con el don de su mismo Espíritu, que nos habita, nos ha agraciado. Y vivimos en esta situación de nueva de Gracia creada por Jesús, el Salvador, nuestro Salvador. Hacer creíble hoy nuestra fe en Jesús, el entregado y resucitado, nos lleva a ser solidarios con Jesús y descubrir a los hombres y mujeres de hoy qué es la felicidad, dónde está el sentido de la vida, en qué consiste la plenitud de vida a la que el nos llama. Dios es futuro para el ser humano. Podemos apostar por la esperanza, podemos creer en la utopía y crear utopías porque Jesús, en su Resurrección, ha hecho posible “lo que no que no era posible” (ou-topos) al vencer a la muerte y ser el Señor de la Vida.


El librito nos lleva desde la historia de amor... al compromiso de la esperanza. No se puede creer en Dios sin abandonarse confiadamente al Amor que Dios es, por quien nos sabemos amados infinitamente. El hombre que ha acogido el Don de dios es nueva creación, existencia agraciada.


Merece la pena leer este librito, si no lo has leído. Te abrirá caminos nuevos para seguir profundizando los libros del mismo autor o, incluso, el de José Luis Moral, “Creado creador” en la CCS.



25 AÑOS DE TEOLOGIA. BALANCE Y PERSPECTIVAS


No pretendo hacer una recensión de este libro, recientemente publicado por la editorial PPC y Fundación Santa María. En el caso de este libro me resulta imposible, dada la orientación y estructura del libro. Lo que sí quiero es hacer una presentación con el fin de animar a la lectura de alguno de sus capítulos.


Al principio de la década de los ochenta del siglo XX la Fundación Santa María, de la editorial SM, a través de la Cátedra de Teología del Colegio Mayor Chaminade (PP Marianistas) inició unos cursos de teología, bastante asequibles para mucha gente interesada en leer y estar al día. Primero fueron Cursos de Cristología, luego de eclesiología y más tarde otras materias. La colección de libritos o folletos en los que se publicaban los cursos son dignos de aparecer en muchas bibliotecas al alcance de muchos de nuestros destinatarios para ir cultivando su formación.


Esta Cátedra de Teología ha ejercido un influjo considerable en mucha gente. Y el presente libro (en formato distinto a los citados anteriormente) presenta una panorámica bastante amplia sobre la teología a lo largo de los 25 últimos años.

Es cierto que ya otras revistas, como ejemplo valga Vida Nueva, nos han ido presentando las evoluciones de la teología y las aportaciones de teólogos en el ámbito Mundial, Europeo y Español. En estos casos siempre presentaba el Dossier algún teólogo de reconocido prestigio, como por ejemplo Olegario González.


Este libro nos presenta en sus 24 artículos las aportaciones de otros 24 teólogos y teólogas, cada cual desde su materia de estudio o especialidad: Biblia, Teología fundamental, Fe, Cristología, Eclesiología, Liturgia y Sacramentos, Moral, Espiritualidad, Vida religiosa, Antropología /Escatología, Diálogo interreligioso…


Es posible que a unos les interese un campo de la teología y a otros, otro. Es una de las riquezas que ofrece este libro, de lectura no tan asequible como las publicaciones de los cursos anteriormente citados, que también abarcaron las distintas ramas de la teología.


Por otra parte, todos y todas son teólogos de reconocido prestigio y en línea con la renovación pedida por el Concilio Vaticano II. Su biografía y aportación literaria aparecen al final del libro


Este libro que recoge las conferencias pronunciadas en la Cátedra de Teología Contemporánea del Colegio Mayor Chaminade, patrocinado por la Fundación Santa María merece estar presente en todas nuestras bibliotecas. A la vez es justo reconocer el servicio que desde esta Cátedra se ha hecho a la Iglesia Española y Latinoamericana y dar las gracias a la Fundación Santa María. También, felicitarla como comienza haciendo Rafael Aguirre, a quien, por otra parte, deseamos la recuperación de su salud para poder seguir aportando cosas sobre el Jesús histórico y los primeros años de la Comunidad cristiana.













LAICO Y LAICISTA, LAICIDAD, Y LAICISMO:

NO SÓLO CUESTIÓN DE PALABRAS16.

Teófilo González Vila, catedrático de filosofía

(proporcionado por Félix Domínguez)


Con frecuencia, entre nosotros, figuras de la Política o de la Cultura, “intelectuales” y personajes de entre los que se conocen como “famosos” tercian en determinadas polémicas con la inicial y enfática declaración de que el “Estado español es laico”. Algunas veces, alguien puntualiza: “El Estado español no es laico, sino aconfesional”. Y pocos advertirán que ni el término laico ni el de aconfesional aparecen como calificativos del Estado en la Constitución, aunque el segundo --aconfesional-- tiene un claro e inmediato soporte literal en el artículo 16.3 de ésta, donde se establece: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Con lo cual, podemos, a la inversa, afirmar que, según la Constitución, “el Estado no tendrá carácter confesional” o, más sencillamente, que es aconfesional. Advertir que el Estado es aconfesional y no laico resultará pertinente frente a quien, como ocurre en la mayoría de los casos a los que aludimos, por “laico” se entiende “laicista”, que no es lo mismo. Pero, ¿acaso no hay una recta acepción de laico en la que este término resulte tan aceptable como el de aconfesional? ¿Qué diferencia hay entre laico y laicista, entre laicidad y laicismo? Laicidad, laicismo, laico, laicista se utilizan con sentidos fluctuantes que se intercomunican y oscurecen. Precisar los términos y clarificar los conceptos es en este caso, más que en cualquier otro, la misma tarea. No estamos ante una mera quaestio de terminis, sobre cuáles fueran los más adecuados para expresar conceptos que fueran ya claros, distintos y compartidos por todos los litigantes. Lo que aquí se plantea es una verdadera quaestio de rebus17. No podemos, por eso, dejar de hablar de la cosa misma, aunque hayamos de limitarnos a establecer algunas afirmaciones sin entrar en su desarrollo.


Por laicidad entendemos la autonomía de la esfera civil y política respecto de la esfera religiosa y eclesiástica – nunca de la esfera moral –. Es ésta la concepción de la laicidad que la Iglesia misma reconoce como “un valor adquirido” que “pertenece al patrimonio de civilización alcanzado”18. Es importante advertir que, en efecto, la laicidad no es autonomía respecto del orden moral. Para determinados medios --que en muy amplia medida parecen señorear el espacio público español-- el carácter laico o aconfesional del Estado situaría el entero orden estatal o, más ampliamente, civil al margen de exigencias morales que, en cuanto proclamadas también desde instancias religiosas, eclesiales, quedarían, sólo por eso, marcadas como específica y exclusivamente religiosas, de tal modo que la pretensión de hacerlas valer y aun el mero proclamarlas públicamente constituiría una falta de respeto, cuando no un grave atentado a la laicidad del Estado. Pero el que también las iglesias hagan objeto de su enseñanza exigencias morales que de suyo son válidas para todos no las convierte en exigencia religiosas que fueran válidas sólo para los creyentes (No debiera resultar difícil entender esto).


La laicidad es una nota esencial al Estado. Adviértase que, en efecto, el Estado es “entitativamente laico, en cuanto, por exigencia de su propia naturaleza, la cosa-Estado no es sujeto posible de acto religioso alguno, es incompetente en cuestiones formalmente religiosas; y es laico también, por eso, en el sentido de “lego”, que ni entiende de, ni está, por lo mismo, legitimado para entender en asuntos (doctrinales, institucionales, etc.) específicamente religiosos. El Estado es religiosamente neutro, como lo es cromáticamente el agua. Cabría hablar antes y más radicalmente de neutridad que de neutralidad religiosa. Pero esto no quiere decir que el Estado haya de desentenderse de lo religioso por completo. Al Estado le corresponde una indiscutible competencia sobre las manifestaciones sociales, en cuanto tales, de lo religioso en atención a las exigencias del orden público y, en general, del bien común. Sobre todo incumbe al Estado garantizar la libertad religiosa y, en general, la de conciencia. Hasta tal punto es esto así que, en efecto, la laicidad ha de entenderse ante todo como condición y garantía del efectivo ejercicio de la libertad religiosa por parte de todos los ciudadanos en pie de igualdad. Para asegurar esta igualdad, la laicidad, que es respeto a la pluralidad de opciones ante lo religioso, se traduce necesariamente en neutralidad (de cuantos ejercen el poder público) respecto de todas ellas, neutralidad que, a su vez, exige y supone la aconfesionalidad. Pero el Estado ha de ser neutral no ante la libertad religiosa misma --en cuya defensa y promoción, al igual que en el caso de las demás libertades públicas, ha de estar positivamente comprometido-- sino respecto de las diversas opciones particulares que ante lo religioso, y en uso de esa libertad, pueden los ciudadanos adoptar. Entre esas opciones está la negativa de quienes sostienen que lo religioso debe desaparecer absolutamente o, en todo caso, quedar expulsado del ámbito público…Es ésta la opción a la que convendría reservar en exclusiva el término de laicista [...] La opción laicista no, por ser negativa, deja de ser particular ni puede, por tanto, identificarse con la postura general propia de la neutralidad por la que el Estado ha de abstenerse de hacer suya, oficial o estatal, cualquiera de las particulares opciones ante lo religioso (incluida, por supuesto, la particular opción laicista). La neutralidad religiosa del Estado supone una negatividad por abstención ante cualquier opción particular respecto de lo religioso. La negatividad propia de la opción laicista es, en cambio, la negatividad por positiva negación de cualquier opción religiosa positiva. El sofisma o, como se ha dicho, el “truco” del laicista supone presentar la negatividad propia de su particular opción – negación, en todo caso, de la legitimidad de la presencia pública de todas las opciones religiosamente positivas-- como si fuera la propia de la actitud general de neutralidad religiosa que debe guardar el Estado. Pero, evidentemente, no es lo mismo abstenerse de asumir como propia cualquiera de las opciones particulares ante lo religioso que estar contra todas las religiosamente positivas” No es lo mismo no-profesar-religión-alguna que profesar-el-no-a-la-religión. “Un Estado que asuma como propia la opción particular laicista, la convierte en confesión estatal, con lo cual pierde su aconfesionalidad, su neutralidad y su laicidad. Paradójicamente el Estado laicista no es un Estado laico, puesto que no sería aconfesional, no sería religiosamente neutral”19.


La laicidad, entendida, en el sentido dicho, como una nota esencial del Estado, puede ser objeto de una consideración teórica en la que se haga abstracción del proceso histórico que ha llevado a su actual generalizado reconocimiento en mundo occidental cristiano. Pero no cabe olvidar que ése ha sido un proceso largo, conflictivo, doloroso, sangriento, a partir de inadecuadas relaciones (fusiones y confusiones) entre lo religioso y lo civil, entre la Iglesia y el Estado. Ese proceso ha sido el de la secularización, entendida en sentido positivo, como proceso mediante el cual, en el mundo occidental cristiano, el orden temporal recupera la autonomía que le es propia (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 36). Pero, en su reverso, obviamente, ese proceso lo ha sido también de emancipación y conquista frente y contra el orden de lo religioso y eclesiástico20. Con lo cual, a su vez, vivencias e instituciones religiosas se ven purificadas, en cuanto purgadas de, a veces pecaminosas, adherencias ajenas a su naturaleza. En todo caso, son las connotaciones negativas de esa larga historia las que todavía parecen tener presentes tanto los que no han llegado a aceptar la laicidad (y recelan, por lo mismo, de este término), como quienes la afirman ante todo precisamente como expresión de un rechazo a lo religioso y eclesiástico.


Así como la secularización tiene una derivación negativa en el secularismo (que más allá de la autonomía afirma la total independencia del orden temporal respecto de lo divino creador), la defensa de la laicidad ha derivado en posiciones laicistas que no se conforman con poner al Estado y a la Iglesia en sus propios sitios, sino que pretende negar a lo religioso sitio alguno, de modo absoluto, o al menos en el ámbito de lo público. Excluida la postura extrema de quienes propugnaran la erradicación absoluta de todo lo religioso, lo definitorio de la posición laicista más usual, según las propias manifestaciones de quienes la sostienen, se sitúa en la pretensión de recluir lo religioso en el ámbito de lo estrictamente privado. No nos oponemos a la religión, vienen a decir, con tal de que se mantenga en su sitio, la esfera de lo privado, y se abstenga de pretender ocupar el espacio público. Y como ciertamente la Iglesia, lo religioso, no puede ocupar el espacio del Estado y éste ocupa todo lo público, lo religioso tiene que quedar relegado, si no desaparece en absoluto, al ámbito estrictamente privado. El laicista comete así un grave error de partida. Es evidente que lo público no se agota en lo estatal. Son múltiples las realidades públicas que no son estatales. Negar esa distinción es negar la distinción misma entre sociedad y Estado, es asumir una concepción totalitaria del Estado. Laicistas hay, sin embargo, justo es reconocerlo, que admiten como plenamente legitima la presencia de las diversas particulares opciones de sentido, entre ellas las religiosas, en el espacio público-social. Donde lo religioso no podrá tener cabida en absoluto es en la esfera de lo público-común. Lo común a todos, los valores compartidos por todos, las exigencias asumidas por todos, susceptibles de ser impuestas a todos y cada uno de los integrantes del pueblo (laos, en griego), eso es, por definición, lo público-común y es con eso con lo que el Estado laico se identifica. La laicidad no sería sino justamente la garantía de respeto a lo común. Y entre las exigencias integradas en lo común está justamente la del respeto a las diversas opciones particulares, a la presencia de éstas en el espacio público-social y al cultivo de cada una de ellas, siempre que no pretendan erigirse en elemento de lo común y no impida el cultivo de otras opciones particulares legítimas. A esta versión más avanzada y conciliadora de la posición laicista no cabría oponer, por cierto, otro reparo que el la pretensión de acaparar bajo su nombre principios, valores y exigencias que lo son, sin más, de la democracia, en cuya aceptación coincidimos quienes, sin embargo, aunque defensores de la laicidad, rehusaríamos ser tenidos por laicistas21. Pero ese laicista más suave vuelve por sus fueros y muestra sus verdaderas señas de identidad cuando excluye tajantemente cualquier opción particular del ámbito escolar. Toda la bella teoría general de la laicidad como garantía de libertad y pluralismo hace aguas en la teoría restringida de la laicidad escolar, según la cual la formación ciudadana en lo común es –el laicista lo da por supuesto, le falta probarlo-- incompatible con cualquier inspiración particular. El único garante de la formación ciudadana en lo común, al margen y aun contra la sociedad y las familias, si fuere menester, será el Estado. Para este laicista, la Escuela es una institución constitutiva de la república, el Estado es el maestro universal de ciudadanía. El laicismo resulta así inseparable de un estatismo educativo difícilmente compatible con un sistema de libertades públicas.


Podría desearse que el término laicista quedara reservado para designar esa posición, esa pretensión de mantener lo religioso fuera del ámbito de lo público, aunque, en su versión más moderna, terminara por limitarse al espacio público escolar. Laicismo podría asimismo reservarse para significar la doctrina que expone, fundamenta y defiende -y la actitud de quien sostiene- esa pretensión. Sin embargo, laicismo va a estar todavía cargado de ambigüedad, ya que con frecuencia el contexto le confiere un sentido que equivale al más positivo de laicidad. La preferencia generalizada de la que es hoy objeto en Francia el término laicïté frente a laicisme reflejaría, por una parte, la actitud de quienes pueden dar en su contexto por ya realizado en gran medida el ideal laico, y obedecería, por otra, al deseo de alejar de éste las resonancias polémicas que gravan al término laicisme. Los dos términos, con todo, estarían justificados y “habrán de entenderse como complementarios laicidad, para el ideal ya realizado; laicismo, para la movilización militante y la conquista histórica de la emancipación laica [cursivas nuestras] 22.


Aunque laicidad es término cada vez más frecuentemente utilizado en español y se encuentra registrado en los correspondientes bancos de datos de la Real Academia, aún no ha sido objeto de acogida oficial en el Diccionario de ésta (el DRAE)23, en el que sólo encontramos precisamente laicismo. Esto sin duda explica que sea este término -laicismo- el que todavía más se utiliza para significar también esa nota positiva del Estado que aquí consideramos mejor expresada con el término laicidad. Y por la ambigüedad que envuelve a ambos sustantivos –laicidad y laicismo- se ven también inevitablemente afectados los usos que se hacen de los adjetivos laico y laicista. Los borrosos y permeables contornos significativos de de laicidad y laicismo los exponen a unos usos pegajosamente sinonímicos, fuente de equívocos y alimento de sofismas. Se explica así, por una parte, la habilidad con que unos trasladan a laicismo (como si éste fuera el único que le correspondiera) el sentido positivo que puede y debe atribuirse a laicidad y la facilidad con que otros transfieran al término laicidad las connotaciones negativas de las que laicismo no consigue desprenderse24.


En el DRAE, laicismo (de laico) aparece definido como “doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa”25. Y el adjetivo laico, a su vez, en su segunda acepción, significará “independiente de cualquier organización o confesión religiosa”, donde confesión, a su vez, ha de entenderse en la acepción que el mismo DRAE le atribuye, a saber, la de credo religioso. La nota definitoria de la cualidad o condición de laico (lo que sería la laicidad) se sitúa así en la independencia respecto tanto de instituciones como de creencias religiosas. Y los ejemplos que el propio DRAE ofrece del uso de laico en la segunda acepción dicha son, por cierto, justamente Estado laico o enseñanza laica, sumamente significativos ya que, como hemos visto, las pretensiones laicistas sobre la Escuela vienen a hacer de ésta un órgano del propio Estado. Laicista, por su parte, según el mismo DRAE, será el “partidario del laicismo” o, en general, lo “perteneciente al laicismo” 26. (Y no olvidemos tampoco que laico es originariamente término de uso eclesial en el que significa, tal como se recoge en la primera acepción que le atribuye el DRAE , “que no tiene órdenes clericales”. Laico se contrapone aquí a clérigo y es, en ese sentido, también el lego, en cuanto quien no ha recibido órdenes y no ha accedido a la condición de clérigo, dentro de la comunidad a la que se hace referencia, tampoco -se entiende- está en posesión de los conocimientos propios de éste27. (Ya dijimos que también en este sentido de lego, es laico el Estado).


Un término en -ismo puede simplemente designar una doctrina, que toma su nombre de un autor (darwinismo, marxismo) o de su objeto (evolucionismo, socialismo) o de características o circunstancias significativas que rodean a éste (protestantismo). Pero, de hecho, esos términos en –ismo, con carácter general y salva alguna excepción contextual, no designan propiamente una doctrina con la que simplemente se expone, explica o enseña, sino una doctrina con la que, además, se defiende o propugna, una determinada realidad, teoría o práctica. Así también laicismo es, como señala la definición, antes transcrita, que ofrece el del DRAE, la doctrina que “defiende” la independencia del hombre o de la sociedad respecto de cualquier organización o confesión religiosa. El laicismo no es, pues, pura laicilogía o laicología. Por otra parte, con el término en –ismo no se designa sólo ese tipo de doctrina apologética sino la actitud de quien la asume y propaga. A quien se sitúa en esa actitud y asume esa postura apologética, militante, de defensa de una doctrina que, por esto mismo, puede decirse, profesa, se le designa con un término de la misma raíz pero terminado en –ista. El defensor del laicismo será el laicista. Esa posición militante en la defensa de una doctrina parece, además, llevar en su reverso una actitud hostil a las doctrinas contrarias y a quienes defiendan éstas. Por su propia génesis, en sus usos habituales e incluso con carácter general, los términos en –ismo del tipo que consideramos, se presentan marcados por connotaciones polémicas. Y en este caso, efectivamente, laicismo y laicista parecen atraer sobre sí de modo preferente e inevitable las connotaciones negativas del conflictivo proceso histórico con el que están vinculados. Siendo todo esto así, parecería que a estos términos habrían de reservárseles en exclusiva esas connotaciones negativas, en tanto habríamos de hacer de laicidad y laico términos limpiamente positivos, receptores exclusivos del sentido que corresponde a la realidad a la que con ellos nos remitimos, entendida en el sentido antes expuesto.


En cualquier caso, no parece que sea laicidad el término positivo que hubiera de contraponerse a laicismo. Si laicismo, conforme a su estructura, designa una doctrina y una actitud, laicidad, conforme a la suya, al igual que otros términos semejantes, designará la cualidad o condición de laico. Ésa habría de ser la primera acepción que el Diccionario le reconociera a laicidad: “cualidad o condición de laico”. Esa condición, la laicidad, será, en el sentido positivo que aquí le damos, la de “autónomo respecto de la esfera religiosa y eclesiástica”, en tanto que, según la definición de laico en el DRAE, consistirá en la “independencia de cualquier organización o confesión religiosa”. Ahora bien: la condición de laico --la laicidad (cualquiera sea la definición que de ella se dé-- es la realidad misma, la cosa, a la que se referirá la doctrina y /o actitud que la enseña y defiende. Y el nombre que se designara esa doctrina y/o actitud –sobre y en defensa de la laicidad-- habría de ser, si hubiéramos de construirlo ahora, de acuerdo con reglas puramente formales, el de laicidadismo (sit venia verbo). Pero, en este momento, ya lo sabemos, es laicismo el sustantivo al que los más acuden para designar tanto la doctrina y actitud que ya hemos caracterizado, como la cosa misma, a la que esa doctrina y esa actitud se refieren, esto es, la condición de laico28.


Una vez que se establezca una definición adecuada de laicidad, éste sería el término que designara la cosa a la que laicismo se refiriera. Y laicismo podría entonces decirse que es la que defiende la laicidad (con independencia, ahora, de cómo se la entienda), así como la posición de quien sostiene tal doctrina. El término laicismo nos valdría en ese caso para esa doctrina y posición de defensa de la laicidad, en cuanto, aunque no derivado de este mismo término, sí del correspondiente concreto: laico. No habría que inventar laicidadismo. La razón, en todo caso, para ese extraño neologismo no sería tanto de índole teórica, estructural, como histórica y práctica, en cuanto laicismo resultara, en la estimación más generalizada, definitivamente inservible para asumir una acepción asépticamente positiva. Lo cierto es que, en este momento, cuando todavía laicidad no ha alcanzado una estable, generalizada y oficial posición como término al que hubiera quedado reservado el significar la condición de laico, nos encontramos con que laicismo es el término que se emplea también para designar esa condición. Laicismo, pues, salta de uno a otro de esos dos planos. Y tanto significa -según sugiere la semejanza morfológica de dicho término con los demás en –ismo- la doctrina y / o actitud de defensa y promoción, etc. de una realidad, principio, propuesta, etc, como la realidad misma que se esa doctrina enseña o desde esa posición se defiende, propugna, etc. Así, por ejemplo, se hablar, en este momento, del laicismo del Estado o del laicismo de la enseñanza para designar no ya la doctrina que expone y defiende la condición de laico y laica de uno y otra sino la realidad misma o en sí de esa condición real de laico y laica que se atribuye al Estado y a la Enseñanza de que se trata. Podría considerarse deseable que el término laicidad acaparara el sentido positivo con que aquí se concibe la realidad por él mentada, sin ninguna connotación anti- y laicismo, por su parte, quedara reservado, como ya se ha dicho, para hacer referencia a la posición que propugna eliminar lo religioso totalmente o, al menos, relegarlo a la esfera de lo privado. ¿Sería entonces inevitable utilizar laicidadismo para referirnos a la doctrina y defensa de la laicidad sin más?


Las precedentes consideraciones ponen de manifiesto, sin duda alguna, la necesidad de dar cabida con una adecuada definición al término laicidad en el DRAE y establecer así para laicidad y laicismo sentidos claramente distintos y mutuamente incomunicables. De este modo se reorganizaría, en el mismo sentido clarificador, la correspondencia de laico y laicista con laicidad y laicismo. No sería fácil un acuerdo sobre la asignación fija de esos significados a los indicados términos. En esta materia ninguna propuesta obedecería a una inocua cuestión técnica, sino a una posición respecto de las realidades que se mientan. En todo caso, obviamente serán los usuarios expertos de estos términos los que con su efectivo uso puedan establecer esos significados nítidos que, por su parte, puedan luego, una vez consolidados, recoger los diccionarios y la Real Academia en el suyo. Pero el uso que hagan los expertos de estos términos sólo conducirá a esa deseable precisión terminológica en cuanto esté respaldado por un amplio acuerdo en la correspondiente clarificación conceptual, fruto de la reflexión y el debate. A esa tarea pretenden servir, en la modesta medida en que puedan ser capaz de ello, consideraciones como las precedentes, de las que pueden extraerse, a modo de conclusión, las siguientes proposiciones.


Laico es lo autónomo respecto de la esfera religiosa y eclesiástica. Laico, en este sentido, puede y debe predicarse del Estado y, en general, del entero orden temporal (entendida su autonomía según el Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 36). Laicidad es la condición de laico, es, pues, la autonomía antes señalada. La laicidad del Estado, que es entitativa neutridad religiosa, lleva consigo la exigencia de neutralidad del poder público respecto de las opciones particulares ante lo religioso que, en uso de su libertad religiosa, adopten los ciudadanos. Y esa neutralidad religiosa del poder público exige la aconfesionalidad, condición y garantía del ejercicio de la libertad religiosa por parte de todos en pie de igualdad. Laicismo es la doctrina que defiende, así como la actitud de quien defiende y propugna, la total independencia de todo lo público respecto de lo religioso y la reclusión de todo lo religioso en la esfera de lo privado o, en la versión más suave, la consideración de todo lo religioso como opción particular que puede legítimamente hacerse presente en el espacio público-social, excluido el escolar (que de este modo aparece como ámbito de excepción en el que no es posible el ejercicio de la libertad y / o que se integra -¿en razón de qué?- en el espacio público-estatal). Laicista será el defensor del laicismo en el sentido inmediatamente antes dicho. Pero laicismo todavía, en español, se utiliza con frecuencia en un sentido contextualmente positivo29 que sería el propio, si existiera, del término laicidadismo. Laicidadista sería el defensor del laicidadismo.


Y, en cuanto a la realidad misma a la que estas consideraciones terminológico-conceptuales se refieren, valga dejar sentada una afirmación básica: La laicidad, la neutralidad religiosa, la aconfesionalidad del Estado -términos con que designamos, bajo distintos aspectos, una misma realidad y exigencia- han de entenderse como condición y garantía del ejercicio de la libertad de conciencia y religiosa por parte de todos los ciudadanos en pie de igualdad. Con lo cual podemos, a sensu contrario, establecer un criterio seguro para juzgar las distintas posiciones y pretensiones existentes respecto de la laicidad: no es válida ninguna concepción de la laicidad de la que se deriven obstáculos o restricciones para el legítimo ejercicio de la libertad de conciencia y religiosa de los ciudadanos.


14 PARÁBOLA DECIMOTERCERA

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15 PARÁBOLA DE RAHAB, LA POSADERA

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En la Asamblea se iban tratando con parsimonia eterna los diversos temas que Dios Padre quería precisar. Esos asuntos llegaban tarde a la tierra; desde siempre mandaba Dios algún profeta nuevo para que los explicara según la versión del Padre..


Sucedió que su Unigénito – el NOMBRESOBRE TODONOMBRE no terminaba de ser entendido por algunos.


El enviaba en cada tiempo nuevos mensajes. En tiempos de crisis, mártires; en tiempo de perturbaciones, pastores; de desorientación evangélica, doctores.


Así fueron orientando en los tiempos de crisis, Agustín, León Magno, Francisco, Ignacio, Tomás, Domingo, Teresa, Juan de la Cruz, Sales, Bosco, nuevas Teresas..


Eran glosadores del Evangelio Nuevo y perpetuo que dejó claro su Unigénito y que trasmitieron fielmente los cuatro vivientes.


Juan el Discípulo cuando salía este tema de la desorientación, recordaba machaconamente lo del amor: que si el que no ama..; que si Dios es Amor, que basta el amor....


Solía ser Francisco el de Sales quien le comentaba que la vida de los humanos no era un éxtasis; que los humanos gustan de entretenerse en mil juegos familiares, sociales, políticos y religiosos.. Y que los problemas de los hombres eran a ras de la vida: comer, buscar la felicidad, divertirse, amar, jugar, sembrar y vendimiar; correr y pararse4; defenderse y disparar; hacer la guerra y buscar la paz; leer el Evangelio y discutir con Dios:.. Decía que ahora habían surgido nuevas situaciones: globalización, migraciones, xenofobias, nacionalismos excluyentes, feminismos..


El mítico creced y multiplicaos era desatendido; la familia dividida; la religión cuestionada.


Nuevos sacrificios humanos se ofrecían a los dioses del placer, del dinero y de la comodidad.


Y entre todos los humanos, como siempre, los niños y las mujeres eran objeto de negocio, explotación y escarnio: abortos, venta de niños, niños de la guerra, niños de la calle, niños para venta de órganos humanos; niños y mujeres para el disfrute de los que piden igualdad de sexos, derechos de la mujer y del niño.


Quedó el buen Juan de la Revelación entristecido de cielo al saber cómo su predicación del amor al hermano estaba tan distante de su sueño.


Que no se entere Dios Padre, decía, porque va a sentir dolor de corazón al ver tal desastre.


Dios no se arrepiente de haber creado al hombre a su semejanza; lo ama demasiado para que piense en destruirlo. Sufre porque es el hombre quien busca con ahinco métodos de destrucción; es él quien se autodestruye incesantemente; Dios Padre sigue buscando modos de defenderlo de sí mismo. Crea lazos de amor, medicinas de portento, investigadores, hombres y mujeres para la paz.



15.1 Empieza la asamblea

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Con gran atención escuchaban los que se iban concentrando en el gran salón de las llanuras eternas. Allí estaba Magdalena, Cecilia, María, Rut, Noemí, y Rahab la hospitalaria dueña de Jericó.


Estaba también la prostituta madre del niño del juicio de Salomón, de nombre Salomé, cortesana de segunda del jeque rico, Ben-Acabi, cuya preferida no tenía inconveniente en que el niño no fuera de nadie ya que no podía ser suyo. Ya entonces las pasiones de los padres dividían a los hijos.


Pero la protagonista en la asamblea era hoy Rahab, modelo de mujer extramuros de las ciudades, en cuyas casas junto a los cubos amurallados de las ciudades encuentran sosiego los hombres tristes y perseguidos.


Eran las grandes perdonadas de la historia de la salvación, las que amaron tanto que Dios se sintió conmovido. Eran las que eran acusadas por los buenos del mundo, echadas al corro de la indiferencia y utilizadas como esclavas, acusadas en las plazas de los fariseos; a cuyo recinto se asomaba Dios Padre para decir a los acusadores que tiraran la primera piedra ellos, porque El no las acusaba.



15.2 Rahab la hospitalaria

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Josué, empezó diciendo Rahab, había enviado dos hombres a explorar la ciudad de Jericó. Entraron en mi casa. Hacía tiempo que no había actividad humana en ella; sabíamos que estaba cerca el pueblo que desde Egipto venía deshaciendo reinos y asolando ciudades; un pueblo iluminado que se creía con mandato divino para asentarse en los territorios de Canán.


Los hombres temían acudir a mis doncellas; así que mi familia tuvo que dedicarse al cultivo de lino para sobrevivir. Al verlos entrar, me di cuenta que no venían por placer, buscaban espiar la ciudad, investigar las puertas , las murallas más débiles para su conquista. Querían buscar cómplices que , al oír las trompetas de Josué, abrieran las puertas a sus huestes. Como así fue, por cierto.


Así que tuve una corazonada para salvar a mi familia y amigos que eran muchos, la verdad; los escondí en el terrado bajo unos tascos de lino. Hicimos un pacto: yo debía poner una señal roja en la muralla para que entraran por allí cuando la conquista. Aceptaron y yo los descolgué por la ventana. Con otros muchos ciudadanos de Jericó que temían el asalto, hicimos una quinta columna que facilitó a Josué la conquista de la ciudad. Tocaron tan fuerte las trompetas al entrar, que todas las puertas se abrieron y la muralla se llenó de cuerdas por donde saltaron los soldados.



15.3 Muchas amigas tenía Rahab en el cielo

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Mateo tenía cierto pudor en reconocer que había escrito las palabras de Jesús que parecieron exageradas a muchos judíos legales. Pero se dirigió a Rahab para recordarla que en el Reino de los cielos, él, publicano, había precedido en méritos a muchos que se creían justos. Y que lo mismo había dicho el Señor sobre las cortesanas o prostitutas.


Que muchas de las que servían en la corte de reyes y magnates, y muchas que se ofrecían en los caminos, entrarían más fácilmente en el Reino de los cielos que los ricos, los leguleyos, los creídos santos, los que se creían primeros.


Quisieron otras unirse a la experiencia que contaba la hospedera RAHAB; así que Pedro, que llegaba de despachar con los ex jerarcas algunos asuntos de la Iglesia peregrinante, se unió bonachón a la interesante narración.


Echó primero una mirada a Lucrecia Borja, que en hermoso silencio, estaba también en la asamblea. Teresa de Jesús, siempre interesada en estos asuntos, charlaba con la Princesa de Eboli, que emulaba a la Borja en hermosura. Porque Dios Padre quiso que conservaran en la gloria esas dotes de hermosura y perfección humanas que les diera.



15.4 Entre todas las mujeres

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Es cierto que María brillaba sobre todas, pero estaba encantada de la paulatina importancia que en el mundo y en la Iglesia de su Hijo iba tomando la mujer. La mujer , no como objeto, sino como caricia, beso, amor. Desde los tiempos de esclava, madre y ama de casa, hasta los de doctora, líder, liberada y liberadora. No hace falta tener hijos para ser grande; tendrán hijos las vírgenes; no hace falta ser grande en el mundo; Dios escogió una esclava para encarnarse.


Al lado de Rahab, la posadera de Jericó, María escuchaba, alentaba, sonreía; ella, la bendita entre todas. Después de que le hicieron sitio privilegiado, fue saludando a sus amigas. Marta, su amiga Marta de Betania, María de Magdala, Se paró ante Rahab, habló con Antígona y Medea; saludó a María , La Celestina, rejuvenecida, bienoliente y sin arrugas, que hablaba con Melibea; abrazó a Aldonza Lorenzo, que ya era, desencantada y limpia, engalanada y perfumada, Dulcinea del Toboso , princesa de alta elegancia y hermosura, ojos celestes, mirada de estrella.


Mientras se entretenía escuchando a todas, fueron relatando otras situaciones de mujeres famosas por sus gestas.


Se hizo notar Risfa, hija de Aya concubina de Saúl que cubrió piadosamente los cuerpos de los nietos de Saúl, que habían sido ejecutados para calmar a los gabaonitas, hasta que pudieran ser sepultados dignamente. Y la mujer de Bujarín que escondió a los dos emisarios de David, en guerra con Absalón, tapándolos con un saco sobre el cual había puesto grano trillado colocado sobre el brocal de su pozo.


También estaba Tamar hija de David, violentada por Amón, y las mujeres de David, profanadas por Absalón; y las diez concubinas que David encerró en su palacio cuando la revuelta de Seba. Un clamor de gloria resonó cuando se juntaron, liberadas, esa muchedumbre de mujeres maltratadas por la vida y por la historia.


A ellas se unieron la caravana de doncellas vírgenes con palmas en sus manos. Pues en el cielo ya nadie distinguía a las vírgenes de las casadas, a las madres de las estériles; nadie sabía si eran santas, adúlteras, pecadoras o cortesanas. Las mujeres, como el hombre, en el cielo, eran como ángeles de Dios.



15.5 La mujer como problema

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Desde antiguo el hombre ha querido dominar a la mujer. Una de las formas ha sido hablar sobre ella.


Rahab explicaba que los dos espías fueron a su casa, y gracias a eso, pudo salvar a su familia. Nadie podía conocer el país que se espiaba sin entrar en los fondos donde se explotaba a la mujer. Encontraron, además, calor humano y un refugio.


Desde el pecado con que cargó Eva, a pesar de haber sido cometido en concurso del varón, fue la mujer castigada por el hombre y el historiador a buscar con ardor al varón y a parir hijos con dolor.


Y el hombre, comentó uno que escuchaba en silencio, mata lo que más ama como dijo ya un pecador ilustre. El ansia del varón se reduce a veces hoy en la tierra, a la apetencia de un abrigo de pieles o un vestido de alta costura.


También comentaba Rahab que tenía su casa en la muralla; es necesario estar lejos de los buenos ciudadanos para evitar el rubor del comercio: son casas discretamente adosadas a almenas saeteras y no raramente a muros sagrados.


El hombre abusa del ansia de varón para vender su cuerpo, sus productos y sus coches. Y Eva fue cortesana de Adán y fue el hombre labrador de su propia arcilla. Se perdió el amor, y quedó el ansia; con el tiempo el ansia se hizo contrato comercial en el que se estipulaban los hijos, los bienes, el alma y el cuerpo.


Y al que rompe las estipulaciones se le condena al desamor, y en extremos no infrecuentes, a la muerte.


Tal vez por eso Job, en su estoico pesimismo, hizo concierto con sus ojos para no mirar figura de doncella; tal vez por eso, Alonso Quijano el Bueno, idealizó a Dulcinea como el amor salvador del caballero andante que son los hombres. Y que pudo guiar a Dante por los vericuetos del infierno como lo hizo Beatriz o salvar el ánima de Don Juan en el último trance.


La mujer, cuando se convierte en problema, el problema es del hombre. David con sus veleidades, Salomón con sus extranjeras, hasta el mismo Moisés que tomó esposa a una mujer cusita contra el parecer de su casa, crean la situación equivocada.



15.6 Todo cambio en la nueva tierra

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Era entonces un oprobio para la mujer en Israel , no tener descendencia. Los hijos eran la bendición de Yavé; la mujer como parra fecunda se rodeaba de hijos; el hombre se pertrechaba de hijos como el guerrero llena de flechas su aljaba.


En este momento intervino María de Magdala. Todo eso cambió en las tierras nuevas: cuando Dios Padre hizo más dichosa a la estéril que a la madre de muchos hijos; cuando el ansia del varón se cambió en ansia del Reino.


Dios escogió a Betsabé, a Rahab, para su plan divino. Me envió a mí, dijo, a anunciar la resurrección; perdonó a la adúltera, se encontró con la Samaritana ...; se enamoró de María de Nazaret.



15.7 Los hijos de Dios

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Grandes tribulaciones sufrió la Humanidad cuando los hijos de Dios se enamoraron de las hijas de los hombres que eran muy hermosas. De ese encuentro nacieron gigantes, titanes, demiurgos, diosecillos que robaban a los dioses el fuego , la ambrosía y el placer; el poder y el viento; los valles nemorosos e incluso las cimas del Sinaí o el Olimpo donde moran las estrellas. De esos encuentros nacieron Prometeo, Mercuro y las cincuenta hijas de Nereo que pueblan de ninfas, nereidas y duendes , sílfides y momos en los caminos de la humanidad .


Ese desmadre de los elegidos provocó el diluvio que anegó a todo viviente que no se refugió en el Arca de Noé.


Notable fue el ansia de varón en las hijas de Lot, que deseosas de procrear emborracharon a su mismo padre para tener descendencia.


Tal vez por eso sentencias, proverbios y sabiduría que constan en el Libro, aconseja a no fiarse de la mujer.


Y Pablo le dirá que calle en la Iglesia y que esté sometida al varón porque fue ella quien le indujo a pecar.


Y Cohelet ya dice que la mujer callada es un don de Dios, pero la mujer buena es como resplandor del sol en los cielos.



15.8 El problema es la solución

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Rahab, que seguía dirigiendo la conversación, se preguntaba cómo la mujer era para algunos un problema cuando ella fue la solución.


Dios Padre se la concedió a Adán porque estaba solo, no tenía a quien amar. Se la extrajo de su propia carne. Fue el inicio de un desvío. El destino de la mujer es ser una carne con el marido; su identificación les hace creadores a los dos, al tiempo que calma el ansia de varón en la mujer.


David y sus hombres se abstuvieron de contacto con mujeres antes de comer los panes de la proposición que ofrecía Samuel a los soldados hambrientos.


¿ Por qué los libros de sentencias establecen impureza para quien toque a mujer en purificación.? ¿ Por qué tiene que purificarse la mujer madre?¿ Por qué tanta insistencia en no contaminarse con cortesanas?

Limpieza legal y corazón vacío.


Dios Padre escogió a la mujer para encarnar su Palabra. ¿ Por qué la mujer que se entregó a los que pasaban por su camino es el símbolo de Israel idólatra? . Arranca de un prejuicio que considera a la mujer una cosa, una posesión del marido.



15.9 Dios ama a la mujer

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La mujer es objeto de deseo, de culto. Es la razón de muchos que pierden por ella la razón. Suscita esperanzas que no puede cumplir; promete goces que se difuminan con el tiempo.


Dios ama a la mujer fuerte, premio del varón, guardián de su casa; que carda la lana, cierra los postigos por la noche, cuida los criados; cuyo marido es alabado por ella cuando se para en la plaza.


La mujer es el ser importante que necesita el hombre para ser importante; es el ámbito donde el varón se encuentra; el espejo donde ve su imagen; la casa donde entra y se pacifica.


Dios Padre, queriendo venir al mundo, no encontró otro estrado más hermoso que el vientre de una mujer.


Y sucede que el hombre mata aquello que más ama. Unas veces con un beso, otras con una mentira; algunos con espada, bastantes con la palabra. La mata para no perderla; es el desenlace del “ serán una misma carne” cuando se quiere separar; pero la mujer es a veces objeto intercambiable de deseo. Sabe el hombre que es carne de su carne, intransferible, personal. No hay feminismos que cambien la naturaleza , el premio y castigo de la mujer: ser para el hombre; ella tiene el secreto genético de la Humanidad; pero la llave la tiene el hombre. Su independentismo es su mismo fracaso; su liberación, su orfandad nostálgica.


Cuando Job maldice el día en que atravesó el vientre de su madre y vio la luz; y aunque deseara haber sido un aborto y no haber sido bañado en agua y sal, Dios le colmó de bienes y multiplicó su descendencia; y eso, aunque pactó con sus ojos no mirar a virgen ni dejarse seducir por mujer.


Porque Dios Padre necesita a la mujer como modelo de amor y fidelidad.


Como el esposo siente el gozo de su esposa, así Dios disfruta con sus criaturas; ; no encontraron los místicos figura más cercana al éxtasis del alma con Dios, que el arrobamiento del hombre con la mujer.; así sale el sol de brillante por la mañana como el varón sale de la alcoba de su amada.



15.10 Rahab saca conclusiones

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El hombre necesita procrear, necesita multiplicarse, prolongarse en el tiempo; necesita los hijos que le da su mujer. Vender y comprar no entra en los cálculos del Creador.


Puede que la mujer sea el árbol del bien y del mal. Y a Abrahm le dio Dios Padre la promesa de que multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo; si Sara no le da hijos, entrará en la esclava de su mujer , Agar.


Así se explicaba la buena hacendera de Jericó, huésped de los espías extranjeros, decía a las oyentes, secretos de hombres y ciudades; ha espiado a los amigos y enemigos; cambió regímenes, guardó silencios comprometidos , dulcificó a guerreros; pecó mucho, pero amó más; por eso alcanzó indulgencia del Dios Amor.


+++

En el entretanto, en el cielo llegaban millares de hombres que no habían necesitado a mujeres para ser felices y servir a Dios; que no se mancharon con mujeres, que fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero.: en su boca no se halló mentira: son inmaculados.


Y estos cantaban un cántico que nadie podía aprender. Era un canto como voz de grandes aguas, como de citaristas que tocaran sus cítaras. Era un canto de amor sempiterno; canto difícil de aprender por quien no haya aceptado el riesgo de amar.

Espiritualidad de la paz30


Ante el juego de intereses económicos y políticos im­plicados en las guerras presentes y ante la magnitud del armamentismo, son encomiables tanto las presiones del movimiento pacifista como los candados del derecho in­ternacional humanitario para hacer menos crueles las gue­rras. Sin embargo, esto no basta. La UNESCO declaro en 1997 que “la Paz verdadera, por ser obra de toda la co­lectividad, no es un tema de gobierno sino de Estado; no de unos mandatarios, sino de la sociedad en su conjunto (civil, militar, eclesiástica). Ésta sólo provendrá de la gestación de una "cultura de paz"31. A esta convicción llego el mundo cuando la ONU, en su resolución del 10 de no­viembre 199832, proclamó la Década Internacional para una cultura de paz y la no violencia para los Niños del Mun­do del año 2000 al 2009


Entendemos por "cultura" determinada forma de vi­vir, de pensar y de sentir que posee las características de lo incuestionable; que se expresa mediante un sistema de símbolos, representaciones y significados, y que se con­creta en hábitos, actitudes, instituciones y productos, etc. Ahora bien, gestar una "cultura de paz" no es tarea fácil. Requiere del trabajo intenso y concertado de un buen nú­mero de "constructores de paz" -es decir, aquellos "bien­aventurados" a quienes Jesús llamo "hijos de Dios"- que emprendan concertadamente acciones eficaces para con­trarrestar la cultura dominante de violencia y de muerte, lo cual implica el impulso de un espíritu pacifista. "Espí­ritu"; en este caso, connota una fuerza que sale del inte­rior y que impulsa hacia la vida, la acción y la libertad. Requiere de cierto talante en las motivaciones para reali­zar esperanzadoramente los ideales y las utopias.



La cultura de muerte


Para conocer la "cultura de la Paz" podemos comen­zar por la via negativa: detectar las motivaciones y los me­canismos de la "cultura de la Violencia", para desmontarlos o para neutralizarlos. Desde aquel fatidico 11 de sep­tiembre de 2001 se respira una enrarecida atmósfera bé­lica que ha producido ya dos guerras. Curiosamente, a pesar de lo desproporcionado de la reacción al atentado y de la oposición mundial a la guerra, el 75% de la población es­tadounidense, sorprendentemente, apoyó esta politica. ¿A qué se debe este fenómeno? Indagar sus motivaciones nos revelará ciertas actitudes correspondientes a la "cul­tura de la Violencia" que también podrian estar en nues­tros corazones y que, si no las desenmascaramos -en nosotros mismos antes que en la población estadouni­dense- estaremos propiciando nuevas guerras futuras. Enumero diez de estas motivaciones:


  1. El miedo y la inseguridad.- Al reponerse, incrédu­los, de la sorpresa inicial, Estados Unidos se sintió por vez primera vulnerable: el ataque no había si­do perpetrado desde fuera, como imaginaba Bush al demandar un costoso escudo antimisiles, sino des­de el interior y con recursos propios. Aparecía un nuevo enemigo, gelatinoso, invisible y ubicuo: te­rrorismo mundial. El miedo se apoderó entonces de la sociedad, azuzado desde el Gobierno, y la gente reaccionó como haría cualquier animal aco­rralado: atacando. Franklin D. Roosvelt había ad­vertido: "Debemos tener más miedo a nuestros propios miedos”; y en el mismo sentido, Doris Day acon­sejaba: "Supera el miedo, que es una emoción peligrosa que precipita la violencia". Cuando nosotros nos de­jamos llevar por el miedo, o bien propiciamos agre­sividades desesperadas, o bien nos paralizamos y dejamos el campo a los violentos, convirtiéndonos así en sus cómplices. Tenemos que aprender a en­frentar el miedo y abordarlo con amor, no princi­palmente con valor.


  1. El nacionalismo. -Aquel ataque terrorista despertó inmediatamente el sentimiento patriotico. La bandera se volvió ubicua, al punto que el director de la fábrica china de banderas Mei Li Hua Flags, de Shangai, declaró: "Todos nuestros obreros estan haciendo horas extra, pero no damos abasto ". Quie­nes no ponían su bandera, en aquel contexto, fue­ron vistos con sospecha o tildados de antipatriotas. Los nacionalismos son siempre fáciles de manipular para la violencia. Hemos de recelar de este senti­miento, muchas veces provocado, para desviar la atencion de las fallas de las autoridades. Es legíti­mo el amor al suelo natal, con tal de que no olvi­demos que antes somos "ciudadanos del mundo", de ese mundo que visto desde la estratosfera, ca­rece de fronteras.


  1. Deformación de la verdad.- Todo conflicto arma­do implica también una guerra comunicativa, pues, como decía Rudyard Kipling, "cuando llega la gue­rra, la primera en morir es la verdad". En la guerra actual contra el terrorismo, el gobierno estadouni­dense amonestó a la prensa para una comunicación "responsable", exigiéndole "no divulgar demasia­do". Donald H. Rumsfeld, titular de Defensa, advirtió expresamente que el despliegue militar podría tener entre sus primeras "bajas" a la verdad, y un oficial del Pentágono revelo cínicamente a The Was­hington Post que en la "guerra informativa de gran intensidad" en curso se iba a "mentir" a la prensa. Los mass-media obtuvieron de la población el con­senso para la guerra mediante la transmisión de de­claraciones sesgadas, la criminalización de las victimas, la dosificación de la información o, por el contrario, haciéndola profusa y reiterada en al­gunos aspectos, magnificaron al adversario para in­fundir miedo, se hicieron eco de las mentiras oficiales -los analistas contabilizaron 237 mentiras del Go­bierno- y censuraron las opiniones en contra. Pe­ro el público acepto de buen grado la mentira. Mientras sigamos prestando una credibilidad inge­nua a los media, nos prestaremos a ser utilizados. La Cultura de la Paz comienza con el deber de es­tar bien informados, de ser críticos, de buscar información alternativa fiable, de preferir los análisis serios a las simples notas periodísticas.


  1. Intolerancia y fanatismo.- El descubrimiento de que los autores del atentado provenían de países mahometanos -los del eje del mal-, se tradujo en “islamofobia”, expresada en el hostigamiento a los emigrantes islámicos -muchos de ellos, encerrados en la tenebrosa base militar de Guantánamo-, en los vejados y humillados prisioneros en las canceles de Irak, en el sufrido pueblo palestino o en los rebeldes chechenos. También existió intole­rancia por parte del fundamentalismo talibán afgano, que poco antes había destruido los gigantescos bu­das y obligado a los hindús a usar una señal amari­lla. Es un prejuicio cultural o racial el considerar a los "diferentes" como potencialmente peligrosos. Tenemos que renunciar al dualismo maniqueo, a la idea del "nosotros/ellos", que es lo que nos divi­de en "gente buena/gente mala". Este dualismo es la raíz de la conducta autoritaria y excluyente, es lo que nos lleva a satanizar al adversario, genera ra­cismo y posibilita los conflictos y las guerras.


  1. Deseo de venganza. - Los ciudadanos de Estados Uni­dos, humillados, reclamaron un castigo vindicati­vo. Con la misma actitud, los irakíes decapitan prisioneros en venganza por la humillación sufri­da por los suyos. Pero la ley del Talión (“ojo por ojo, diente por diente”) fácilmente desemboca en la Ley de Lamek ("siete veces más'). La violencia engen­dra violencia y crece en espiral. Por supuesto, no se trata del llamado "perdón y olvido", que hace el juego a la impunidad -todo delito debe ser casti­gado y las victimas, desagraviadas, para que pueda venir el perdón-; también hay que tomar en cuen­ta lo dicho por el papa Juan Pablo II: "sin perdón no habrá justicia, y sin justicia no habrá paz"33.


  1. Legitimación religiosa de la violencia. -Alá es un Dios vindicativo; pero también lo es el “Dios lo quiere” de los modernos "cruzados" norteamericanos. El conflicto podría haber tornado el cariz del "cho­que de civilizaciones" vaticinado por Huntington y desembocar fácilmente en una "guerra de reli­giones" si el papa no se mostrara tan firme en con­tra de la guerra, alentando al "dialogo de religiones". Una contribución a este diálogo sería desenmascarar los discursos que revisten cierta legitimacion reli­giosa de la violencia:


    1. La "Guerra Santa" .- Con la legitimación religio­sa de la violencia los conflictos adquieren con­notaciones apocalipticas y revisten la intensidad e intolerancia de los fanatismos fundamentalis­tas: el islámico, que convoca a la Jihad contra los infieles; el hebráico, que reclama Jerusalen, la Ciu­dad Santa, como exclusiva herencia divina; el cristiano, "Dios de mi lado" del presidente Bush. Recordamos a este proposito aquella famosa canción de Bob Dylan -With God on Our Side-, en la que, después de repasar todos los críme­nes cometidos por los cristianos en el nombre de Dios, se preguntaba si cuando Judas besó a Jesús no habría pensado tambien que Dios es­taba de su lado.


    1. La "Guerra justa". -Esta es otra modalidad de le­gitimación religiosa, revestida de teoría moral. Se inspira en la doctrina agustiniana y retorno des­pues del atentado en EE.UU. denominando la ac­tual operacion militar como "Justicia Infinita". La diplomacia norteamericana pudo contar con sus teólogos neoconservadores enviados al Va­ticano para disuadir al papa de su valiente opo­sición. En abstracto, la doctrina sigue siendo válida; sin embargo, ante el poder de destrucción actual y ante el número de civiles que son vícti­mas de las actuales guerras, aquellas luchas tra­dicionales, realizadas en legítima defensa o con­tra una tiranía cruel y prolongada, que entonces eran proporcionadas y conforme a las normas del derecho internacional humanitario, pierden ahora su justificacion ética y obligan a buscar es­trategias alternativas al uso de las armas.


    1. La "Guerra de los Pobres". - Siguen aún cautivan­do el imaginario colectivo mundial aquellas re­beliones románticas, conducidas con más ingenio que armamento, por una guerrilla apoyada por la población civil: de los "partigiani" italianos con­tra los nazis, pasando por los guerrilleros cubanos de Fidel, los bolivianos del "Che", los sandinis­tas centroamericanos, hasta llegar a los zapatistas del "subcomandante Marcos". La historia ense­ña que, si no se acompaña la rebelión con un pro­ceso de educación política en toda la población, cuando estos grupos armados toman el poder, se olvidan fácilmente de los ideales altruistas y se co­rrompen. Pero lo decisivo es que en nuestros dí­as este tipo de insurgencia no será tolerado por Estados Unidos. Además, requiere de fuerte ar­mamento que sólo puede conseguirse en el mer­cado negro de armas, controlado por el crimen organizado a nivel mundial34. Aunque en algunos casos la defensa armada pudiera parecer justifi­carse moralmente, se evidencia ahora ineficaz y cau­sante de mucho sufrimiento de inocentes.


      1. Ambición. - Dada la dependencia que tiene la tec­nologia actual respecto del petróleo, no pasaron desa­percibidos los ricos pozos del mar Caspio, tercera reserva de energéticos del mundo, calculada en 200 mil millones de barriles de petróleo (sólo inferior a la de Arabia Saudita, con 260 mil millones). Existían proyectos de gasoductos y oleoductos que pasarían por Afganistán y hasta entonces no pudieron atraer inversiones suficientes. En Irak son conocidas sus reservas de la cuenca petrolera más rica del mundo. La guerra benefició a las compañías petroleras, a la industria de la guerra (el consorcio Halliburton) y a la industria de la construcciónh (empresas de reconstrucción). Pero no fue sólo el gran capital el que tenía expectativas de ganancia. La guerra también garantizaba el “american-way-of-life”, que depende de que en buena medida el flujo de petróleo siga llegando. Como dice el apóstol Santiago: “ambicionan lo que no tienen y terminan asesinando” (Sant 4, 1-4). Mientras no estemos dispuestos a modificar nuestros estilos consumistas de vida, terminamos haciéndoles el juego a los señores de la guerra, que son los mismos que los señores del dinero.


      1. Ansia de Poder.- Es decir, la indiscutible hegemonía universal. Conforme al "destino manifiesto", co­rrespondería a los Estados Unidos ser los policías del mundo y arrogarse el derecho de calificar a los "malos" de turno. Esto nos lleva a reconocer esa ansia de poder que tenemos cada uno. Experimentar el ejercicio impune de la violencia sobre un ser in­defenso nos da la mayor sensación de poder. Es­tructuralmente esta sensación es fomentada por el modelo de dominación verticalista, propia del pa­triarcado, que también tenemos inyectado en nues­tros corazones: reprimir a cualquiera que se nos oponga, en lugar de dialogar con quienes no pien­san como nosotros.


  1. Dureza de corazón. Aquel 11 de septiembre no hu­bo un solo ataque terrorista, sino dos: el de las To­rres Gemelas, que causó la muerte de unas 3.000 personas, y también otro terrorismo que ese mis­mo día ocasiono en el mundo la muerte de unas 24.000 personas por hambre, unos 6.020 niños muertos de diarrea y otros 2.700 niños muertos por sarampión. Estas muertes hubiesen sido fácilmente evitables con los adelantos médicos actuales; pe­ro la cerrazón nos empuja a presionar en favor de nuestras seguridades egoístas e invertir en armas lo que podría remediar la pobreza. Las invasiones de Afganistán y de Irak han ocasionado cerca de 20 mil "bajas colaterales" y la campaña antiterrorista esta produciendo resultados contraproducentes, afectando los derechos humanos de la población estadounidense misma y el incremento de arma­mentismo en algunas partes del mundo (como Chi­na y Rusia). En cambio, bastaría el 7% del presupuesto del Pentágono para remediar el pro­blema del hambre en el mundo, con lo que tendríamos un mundo más seguro y pacífico. Cuando no se tiene ya nada que perder, ni siquiera la pro­pia vida -por estar en una situación demasiado pre­caria- y anidando, además, el resentimiento por tener varios miembros de la familia muertos injus­tamente, nada frenará a un kamikaze. El amor a to­do ser vivo, la compasión y la ternura nos ayuda a com-padecernos, es decir, a sufrir en nosotros mis­mos cuando sufre el hermano, no importa su raza y su color. La genuina compasión puede extender­se, incluso, hacia los enemigos, como acaba de de­cir el Dalai Lama: "El reconocimiento de que otra persona desea dañarnos y herirnos no puede minar la genuina compasión -una compasión basada en el reconocimiento claro de esa persona como alguien que está sufriendo, alguien que tiene el deseo natu­ral e instintivo de buscar la felicidad y superarlo su­friendo, igual que uno mismo-".


  1. La indiferencia y pasividad.- Los violentos avan­zan gracias a la pasividad y la indiferencia. No que­remos molestarnos; nos sentimos impotentes, y nos quedamos con los brazos cruzados, a lo más quejándonos de lo que hacen nuestros gobernan­tes... mientras tanto los violentos avanzan. La pa­sividad de gran parte del pueblo estadounidense permitió volver al clima de la "guerra fría": con­troles en los aeropuertos, espionaje telefónico, censura periodística, etc. La cultura de la Paz re­quiere, por tanto, emprender acciones positivas.



La no violencia activa


Ante la magnitud del armamentismo estadounidense -que suma ya la mitad del gasto militar mundial y que muy pronto logrará el monopolio real del poderío bélico mun­dial- queda patente lo inviable de cualquier oposición mi­litar a su imperialismo, como proponen algunos para neutralizar aquella potencia, pues se correría el riesgo de volver al nefasto equilibrio armamentista. Las cifras mis­mas podrían desalentar cualquier intento de resistencia que no fuese el terrorismo suicida y desesperado de los ka­mikaze (de ahí la intensidad con que se le esta combatiendo). Este parece ser el principal efecto que se trata de inducir: la pérdida de la esperanza; pareciera que al descartar la re­sistencia armada no quedase sino la aceptación del so­metimiento. Esto seria cierto de no existir una estrategia alterna que haga inviable el uso de las armas, y que es jus­tamente lo que propone la espiritualidad pacifista.


Frente a tal intimidación nos queda, o bien la sumisión, o bien la "no violencia activa". Este método ha sido pro­bado exitosamente en muchas luchas: las más conocidas son la independencia de la India respecto al Imperio Británico, el reconocimiento de los derechos civiles de la población negra norteamericana y, recientemente, la resistencia a los bombardeos en ejercicios de entrenamiento de la ar­mada naval norteamericana en la isla de Viecques, Puer­to Rico. Sus protagonistas están convencidos de su eficacia: “La no violencia-dijo Mahatma Gandhi- es la fuerza más grande a disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma más poderosa de destrucción"35; y Martin Lu­ther King Jr. añade: “La no violencia es un arma podero­sa y justa que corta sin herir y ennoblece al que la maneja. Es una espada que sana”36. Su principal fuente de inspiración que ellos reconocen explícitamente es el Jesús del evan­gelio, como lo dijo Doris Day: "Nosotros creemos que Cristo fue más allá de las éticas naturales... y enseñó la no vio­lencia como un estilo de vida". Es curioso que para Jesús, sean los "mansos", y no los violentos emprendedores de conquistas y dominación, quienes finalmente “poseerán la tierra". Este espíritu de no violencia, antes de ser apli­cado en los grandes conflictos, debió haberse probado y ensayado en lo cotidiano, en el ámbito doméstico o de la comunidad.

Un primer paso de esta actitud es renunciar a la violencia en todas sus formas: física, sexual, psicológica, económica y social, en particular hacia los más débiles y vulnera­bles. Buda afirmo: “La ira se conquista por medio del amor. El mal, por medio del bien... En este mundo el odio nunca se acaba con el odio; éste exclusivamente se acaba con el amor. Esta es una ley esencial37. Para ello, hay que reco­nocer y comenzar a renunciar a la propia violencia, la cual se hace evidente cuando yo reexamino mis palabras, mis gestos y mis reacciones. Para que pueda darse este ámbito amoroso que alcance al enemigo es preciso comenzar por el amor a uno mismo, por la propia aceptación y autoafirmación: aceptarme a mi mismo profundamente, con todos mis dones y riquezas, con todas mis limitaciones, mis errores, fallas o debilidades, y darme cuenta de que soy aceptado por Dios. Esto nos lleva a la humildad: vi­vir en la verdad de nosotros mismos, sin excesivo orgu­llo, con menos delirio de grandeza y protagonismos, sin falsas expectativas. De este modo podemos mirar al ad­versario de manera mas objetiva, al reconocer que aque­llo por lo que siento resentimiento y quizás hasta detesto, en otro, viene de mi dificultad de admitir que esta misma realidad vive también en mí. Entonces se trata de mirar con otros ojos al adversario, sin perder de vista la nece­sidad de reconocer y respetar "lo sagrado" en cada per­sona, incluyéndonos a nosotros mismos.


Sin embargo, esta actitud meramente pasiva no basta. El perdón surgido de la impotencia hace el juego a la im­punidad y alienta nuevos agravios. Quienes recurren a es­te método no se quedan en una no violencia pasiva, sino que saben resistir activamente al agresor, pero sin res­ponderle con violencia. "Solo puedes protestar con efecti­vidad cuando amas a tu enemigo como te amas a ti". Se trata de ofrecer al agresor el propio cuerpo -vulnerable e indefenso- dispuesto a soportar la represalia, sin mostrarle miedo alguno; pero al mismo tiempo atacar su concien­cia mediante argumentos convincentes, con firmeza y con amor. Es verdad que Jesús dijo: "si tu hermano te hiere en la mejilla derecha, preséntale la izquierda"(Lc. 6,29); pe­ro también nos mostró cómo entender esto cuando de­lante de Caifás mismo corrigió al que lo abofeteo, y no le devolvió otra bofetada, sino que bajo la cabeza. El agre­sor esta preparado para encontrarse o bien con una re­sistencia violenta, o bien con el sometimiento temeroso. Cuando ve que el agredido no se deja intimidar y responde con valor y serenidad, desenmascarando las racionaliza­ciones con que se suele justificar la agresión (v.gr., crimi­nalizando a la víctima o presentando la violencia como único medio para supuestos fines nobles); cuando se des­baratan esas justificaciones, el agresor se descontrola y se provoca entonces una situación favorable al diálogo y a la negociación.



El diálogo


Los intereses encontrados, la diversidad de opiniones y, en general, los conflictos son inevitables en toda con­vivencia humana. La manera espontánea de solucionar­los es mediante la derrota del adversario y la imposición de la propia propuesta -los clásicos "juegos de suma ce­ro" en los que uno gana lo que el otro pierde-; sin em­bargo, denotan mayor madurez aquellas soluciones en las que ambos salen ganando, mediante acuerdos en los que ambas partes ceden algo con tal de llegar a un acuerdo. Para situaciones conflictivas, los no violentos recomien­dan los cuatro pasos del diálogo:


  1. Escuchar. - Que no es el mero "dejar hablar". Se tra­ta de conocer lo mejor posible la posición del in­terlocutor.


  1. Examinarse.- A la luz de lo que se escuchó, uno re­conoce en sí mismo la parte de falla que casi siem­pre existe. Esto no humilla, sino que calma los ánimos.


  1. Hablar.- Entonces es momento de proponer la pro­pia posición. Procurando hacerlo en el momento oportuno y con claridad.


  1. Corregir.- Es sólo el último paso, solamente después de haber recorrido los tres pasos anteriores. Es el momento de mostrar al otro su injusticia. Jesús di­jo: "si tu hermano peca contra ti, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo" (Lc.17, 3): el perdón está con­dicionado al arrepentimiento; pero éste depende, en buena medida, de una adecuada corrección, es de­cir, la que se realiza con ideas (no con impulsos emotivos), con serenidad, tal vez con firmeza; pe­ro siempre con amor.

1 45 (173) CONFER (2006) 105-111.

2 ST 94 (2006) 55-67.

3 DOMINGO MORATALLA, A., El arte de poder no tener razón. La hermenéutica dialógica de H.G. Gadamer, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1991.

4 Protágoras, 348 a.

5 JASPERS, K., Von der Wahrheit, Piper, München 1947.

6 HABERMAS, J., Conciencia moral y acción comunicativa, Península, Barcelona 1996.

7 MAcINTYRE, A., Whose .Justice? Which Rationality?, Duckworth, London 1988 (traducido al castellano por Alejo J. Sison: Justicia y Racionalidad, EUNSA, Barcelona, 1994).

8 Protágoras, 322c.

9 BUBER, M., Yo y tú, Nueva Visión, Buenos Aires 1984.

10 KÜNG, H., Teología para la postmodernidad, Alianza, Madrid 1989.

11 NUSSBAUM, M., «Patriotismo y cosmopolitismo», en (Nussbaum, M. [ed.]) Los límites del patriotismo, Paidós, Barcelona 1999, 13-29.

12 BASSET, J.B., El diálogo interreligioso, Desclée de Brouwer, Bilbao 1999, 314-331.

13 MASSON, J, «L’esprit de dialogue»: Studia Missionalia 15 (1966) 139.

14 He desarrollado más ampliamente este proceso en varios lugares: DE LA TORRE, F.J., Derribar fronteras. Ética mundial y diálogo interreligioso, Desclée de Brouwer — U.P. Comillas, Bilbao/Madrid 2004; ID, El modelo de diálogo intercultural en Alasdair Macintyre, Dykinson, Madrid 2001; ID., «De la integración al diálogo», en MILÁNS, L — MADRAZO, E. — DE LA TORRE, EJ., Migraciones y desarrollo humano, Dykinson, Madrid 2003.


15 Muy sugerentes son las aportaciones en este punto de dos obras de R. PANIKKAR: El diálogo indispensable (Península, Barcelona 2003) y Sobre el diálogo intercultural (San Esteban, Salamanca 1990).

16 En la elaboración de este artículo se han utilizado consideraciones y expresiones que figuran en el trabajo del autor publicado en A. PÉREZ DE LABORDA, (ed.), Existir en Libertad, Facultad de Teología San Dámaso, Madrid, 204, 190-246, así como en el estudio que con el título del presente figura en la revista Acontecimiento, n. 71, 2004 /, Año XX, 43-49, dirigida por Carlos Díaz y a quienes agradezco la autorización para el uso de los correspondientes citados textos..

17 Las cuestiones que aquí entran en juego no se circunscriben a un sereno espacio académico, sino que ocupan el centro de apasionados debates que se libran hoy, con estruendo a veces, en la plaza de la opinión pública española, como, p.e., sobre la legitimidad de la enseñanza religiosa escolar en los centros educativos públicos o sobre la incidencia de determinadas exigencias morales en la regulación de ciertas materias, desde las llamadas “parejas de hecho” homosexuales al tratamiento de embriones humanos congelados, la clonación humana, etc.

18 “Para la doctrina moral católica, la laicidad, entendida como autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica – nunca de la esfera moral –, es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia, y pertenece al patrimonio de civilización alcanzado”. (Nota Doctrinal, de noviembre de 2002, de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, n. 6). La laicidad de lo civil y político o del Estado es, pues, autonomía tanto doctrinal como organizativa respecto del orden religioso-eclesial. No deja de ser significativo que es “autonomía” el término con que en inglés –lengua a la que significativamente le es extraño un término perfectamente correspondiente con laicidad-- se significa la nota a la que nos referimos con el término laicidad. En la versión inglesa de la Nota Doctrinal antes citada el término correspondiente a laicidad --laïcité, Laizität, laicità, laicidade — es precisamente “the rightful autonomy”.

19 T. González Vila, “El laicista, contra la laicidad”, en Alfa y Omega, n.º 388, 5-II-2004, 3-5.

20 Es más: la autonomía del Estado respecto de la esfera específicamente religiosa y eclesial no habría recibido el nombre de laicidad si su afirmación no hubiera tenido que hacerse en frente y contra indebidas pretensiones confesionalizadoras.

21 Parece como si cuanto más democráticamente avanzado se encuentra un laicista, tanto más “expuesto” está a dejar de serlo (dicho sea con todo respeto).

22 H. Peña-Ruiz, La emancipación laica. Filosofía de la laicidad, Madrid, Ediciones. del Laberinto, 2001 (Versión española de Dieu et Marianne. Philosophie de la laïcité, PUF, Paris, 1999), 36. Esa complementariedad es la de matices subrayados por uno y otro término que no impiden afirmar que en español funcionan sinónimos, atendido el uso que de uno y otro se hace en numerosos contextos.

23 Si se busca el significado de laicidad en el DRAE a través de internet (todavía el 16.02.05, cuando se prepara el presente texto) se obtiene esta respuesta: “Aviso. La palabra “laicidad” no está en el Diccionario”. En la edición de 1927 y en la de 1950, se lee: “Laicidad. F. Neologismo inútil por laicismo”. En la misma fecha de consulta antes indicada (16.02.05), el banco de datos CORDE (Corpus diacrónico del español) de la RAE registra dos casos de uso de laicidad: uno en 1928 y otro en 1929; y el CREA (Corpus de referencia del español actual) de la misma RAE recoge ya 46 casos en 28 documentos.

24 Un buen ejemplo del ambiguo uso actual del término laico nos lo brinda Vargas Llosa (“El velo islámico”, El País, 22-06.03) a quien aquí citamos exclusivamente en su condición de eximio usuario de la lengua española.

25 En M. MOLINER, Diccionario de uso del español, 2ª edición (Madrid, Editorial Gredos, 1998), vol. 2º, 144, el término “ausencia” el que aparece, en vez de independencia: “Laicismo” será, según una de las acepciones registradas. “Ausencia de influencia religiosa o eclesiástica en alguna institución; particularmente, en el Estado”, así como, en otra acepción: Doctrina favorable a esa ausencia de influencia. Aunque para lo que pretendemos en estas consideraciones, no hemos estimado necesario extendernos en un recorrido por los diccionarios de uso del español más acreditados, una vez que hemos accedido al antes citado, señalemos que en él se registra, junto a laicismo, los términos de laicado, laical, laicalizar, laicidad, laicista, laicización y laicizar.

26 En que el DRAE defina el laicismo por referencia a la “independencia del hombre o de la sociedad respecto de cualquier organización o confesión religiosa” habrá quien vea la intención antilaicista de reducirlo a una mera postura negativa, como ausencia de creencias, en lugar de buscar una definición que dé cabida positivamente al laicismo como opción positiva por determinados valores e ideas. “La definición de laicismo en nuestros diccionarios entraña una tergiversación consciente y malévola promovida por las iglesias. No hay que caer en el garlito” (G. PUENTE OJEA, http://www.audinex.es). Para H. PEÑA-RUIZ, en cambio: “En el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra ´laicismo´ no tiene connotación peyorativa” (o.c., 37 s.). Quien quiera reservar al término laicismo un sentido negativo no sólo no pondrá esos reparos a la definición del DRAE, sino que considerará adecuado el recurso al concepto de independencia en lo que tiene de negativo (por contraste con la idea de autonomía, en el sentido del C. Vaticano II, GS 36).

27 Con laico en el sentido ahora considerado se relacionan términos y conceptos como los de laical y laicado. Laicidad sería la condición de laico, en ese mismo sentido, pero difícilmente se utilizará para designar al conjunto de los fieles laicos que constituyen lo que propiamente se dirá el laicado. Hoy con frecuencia es el término seglar el que se utiliza, en lugar de laico, para designar al no-clérigo o al no-religioso (en sentido juríridicocanónico), sin que, en cambio, este término, seglar, incluya, afortunadamente, referencia alguna a la posible ignorancia religiosa de quien tiene el estatuto canónico de tal.

28 Para M. MOLINER, o.c., l.c., laicismo significa, en la primera acepción que ofrece, lo mismo que laicidad en la única acepción que le asigna: “cualidad de laico”.

29 Un ejemplo de uso contextualmente positivo de laicismo nos lo ofrece alguien en quien concurren el historiador, el escritor y el religioso, F. GARCÍA DE CORTÁZAR,Pluralidad y ciudadanía”, El País, 32 de enero de 2004). Una consideración crítica, negativa, del laicismo como una opción simplista ante lo religioso es, en cambio, la que encontramos en el clarificador artículo de A. CORTINA, “Confesionalismo, laicismo, pluralismo”, ABC , 4 de enero de 2004.

30 E. MARROQUÍN, Otro mundo es posible. Publicaciones Claret 2006

31 "El derecho humano a la Paz", declaración del director general de la UNESCO, Paris, Francia, enero de 1997.

32 La LIII Asamblea General de la ONU, realizada el 13 de septiembre de 1999, adopto la declaración 'Para una Cultura de Paz", en la que desemboca­ban los eventos realizados durante el ano 2000, proclamado como Ano In­ternacional para la Cultura de Paz, así como la antedicha resolución de 1998.

33 Mensaje de paz del 2001.


34 Un ejemplo: el diario colombiano El Tiempo publico hace tiempo una nota acerca de un cargamento de armas, comprado por las FARC con dine­ro del narcotrafico y del secuestro a los talibanes afganos, por mediacion de Fujimori/ Montesinos.

35 El 20 de Julio de 1925.

36 Why We Can't Wait.

37 El Dhammapada.

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Inspectoria Salesiana “Santiago el Mayor”