MAMÁ MARGARITA, MUJER


MAMÁ MARGARITA, MUJER














FELIZ NAVIDAD, DE LA BUENA


La Navidad es un período que genera en muchas personas sensaciones contrapuestas, contradictorias. Es la Navidad de la familia, del reencuentro, del cariño, pero al mismo tiempo es la Navidad de la diversión, del consumismo, de las ausencias. Hace años había una campaña del Corte Inglés que causó sensación: Ya es primavera en el Corte Inglés. Parodiando dicha campaña, podemos decir que “Ya es Navidad en las grandes superficies”. Pero la auténtica Navidad, la de un Jesús que viene, como viene siempre, esa nos va a costar un poquito más el prepararla, realizarla y vivirla. Pero las cosas grandes cuestan un poquito. Feliz Navidad, de la buena.









  1. Retiro ………………….……….......... 3-11

  2. Formación…………….……….........12-20

  3. Comunicación.….…................ 21-26

  4. El anaquel……….……............ ...27-43







Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Las Infantas, 3

09001 Burgos

Tfno. 947275017 Fax: 947 275036

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordinan: José Luis Guzón y Eusebio Martínez

Redacción: Raimundo Gonçalves

Maquetación: Xabi Camino

Asesoramiento: Segundo Cousido y Mateo González


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681






Mamá Margarita, madre de la familia educativa creada por D. Bosco en Valdocco1


El 150 aniversario de la muerte de mamá Margarita ha sugerido el aguinaldo del Rector Mayor para el año 2006. Mamá Margarita, madre de la familia educativa creada por D. Bosco en Valdocco, nos anima a prestar especial atención a la familia, cuna de la vida y del amor, lugar privilegiado de humanización.


Se puede abordar la figura de mamá Margarita desde muchos frentes: como mujer, como madre, como madre de D. Bosco y de sus muchachos. Dejemos a los historiadores que hagan su particular trabajo. Este año nos conviene contemplarla como mujer que se hace madre de la familia creada por D. Bosco.




1. La mujer de hoy


Basta sentarse un rato delante del televisor con un poco de sentido observador para percatarse del amplio repertorio de modelos femeninos con los que nos encontramos. Consideraciones estéticas, valoraciones morales de actos y actitudes, circunstancias laborales, modelos de relaciones con las personas, vivencia de la sexualidad, pretensiones de ocupar lugares en la sociedad, manipulación del cuerpo femenino como reclamo publicitario... Pero, para conocer a la auténtica mujer de hoy, conviene dialogar con las mujeres, más o menos jóvenes, de nuestras obras; podemos percibir la multitud de circunstancias que les toca vivir y de problemas que afrontan.


Quizás conviene separarnos un poco de la ‘realidad virtual’ que nos imponen los medios y fijarnos más en las mujeres reales de carne y hueso: las que enseñan a rezar a sus hijos, las que estudian con ellos para estimularles en sus tareas, las que velan por sus sueños y sus enfermedades, las que asisten a las reuniones de padres en la parroquia o en el colegio, las que sufren con sus hijos los fracasos de la vida, las que enseñan a sus hijos compartir tiempo y dinero con los más necesitados, las que superan sus dudas de fe en un voluntariado social o parroquial, las que acompañan a sus maridos donde no les apetece con tal de fortalecer el amor de pareja, las que comprenden y perdonan las debilidades de los miembros de su amada familia,...


Esta es la mujer de hoy; esa mujer es más cercana a la imagen de mujer que experimentó D. Bosco y que percibieron los jóvenes del Oratorio con la persona de Mamá Margarita.




2. Mujer o rostro femenino-materno de Dios


La mujer, como persona humana, integra cuerpo y alma, proyectos y valores, ideales y vivencias. No es sólo cuerpo o alma, inteligencia o voluntad.... Es unidad de persona que, en lo más íntimo de su ser, se puede denominar “espíritu”. Esto es lo que la hace más imagen de Dios; no su cuerpo ni su inteligencia, no su psicología o su voluntad.


Por su espíritu, la mujer se siente abierta a Dios, se siente morada de Dios, se experimenta protegida de Dios y llamada a plenitud de vida. Y de ahí se puede intuir la sintonía con Dios. El Espíritu, tercera persona de la Trinidad, la ‘ruaj’ de Dios, es el rostro femenino de Dios.


Sin este principio femenino de Dios, reflejado en el espíritu de la mujer, no es posible comprender el surgir de la historia de la salvación. La mujer ayuda a entender este rasgo de Dios, en el cual se muestra su fecundidad, su amabilidad, sus proyectos de familia,... Esto tan característico de la mujer, reflejo de la vida de Dios, también tomó forma en mamá Margarita y pudieron tocarlo los muchachos de D. Bosco. Quizás la formulación teórica y teológica la hayamos inventado más tarde, pero ellos se adelantaron a vivirla y experimentarla. En el encuentro con la madre del Oratorio, los muchachos pudieron experimentar la amabilidad de Dios, su providencia, la fuente de vida, los sueños de un futuro mejor para todos, la fortaleza por conseguir nuevas metas en la construcción de una sociedad más acorde con los criterios de Jesús.



3. Mamá Margarita que se realiza compartiendo la misión del hijo


El punto de partida de la vida de Mamá Margarita no fue el nacimiento de Juan Bosco, su hijo santo, sino la marcha desde el pueblo a la ciudad de Turín, acompañando a su hijo embarcada en una aventura cuyo fin era impredecible.


Juan Bosco llevaba años dedicando todas sus energías al Oratorio, hasta caer extenuado en una enfermedad “que difícilmente se cura” (en expresión de la marquesa de Barolo). Juan Bosco se recupera durante una temporada en la casa materna y vuelve a Turín acompañado de su madre. Cuando se acercaban a la ciudad encuentran a un sacerdote amigo de Juan, que le apoya donándoles su reloj de bolsillo para hacer frente a las primeras necesidades; ese es el panorama con el que Margarita se encuentra. Panorama escorazonador para cualquier mujer sin fe en Dios y en su hijo. Otro motivo para quedarse con su hijo lo proporcionaba el ambiente en que tenía que vivir: barrio conflictivo, junto a una casa “dove si commettevano dei nefandi”.


D. Bosco sabía que necesitaba una madre para su obra; y Margarita comprendió también la necesidad por ello la opción arriesgada y valiente de consagrarse también ella a la obra de su hijo. La figura de mamá Margarita es fácil imaginarse, a pesar de que no existan muchas fotografías suyas. Mujer campesina de su tiempo. Recia, fuerte, capaz de desempeñar labores de un campesino, pues se las arregló, siendo viuda, para sacar adelante una familia de tres hijos y una abuela. Con intuición femenina comprendía el estado de ánimo de los miembros de la familia y adivinaba el posible futuro de su hijo: sacerdote.


El “hazte robusto” del sueño no estaría lejos de la fortaleza que veía en su madre; sin necesidad de preocuparse de ‘guardar la línea’, sin controles de peso, sin masajes ni gimnasios, sin terapias ni preocupaciones de fitness... Margarita comprendía que la salud es don de Dios, que cuidar la salud es un deber moral, que lo que daña al cuerpo no es bueno para el espíritu, que la naturaleza es sabia y creada por Dios por lo cual merece respeto.


Mamá Margarita enseñará a su hijo a contemplar el cielo y la naturaleza, como don de Dios y ámbito en el que desarrollar la vida. Don Bosco lo transmitió también a sus chavales, aunque sin la organización ecologista que posteriormente se ha desarrollado.


Como mujer, también Margarita se preocuparía de la estética; pero no con el afán que prima en nuestros tiempos (forma externa, figura,...) sino con la inquietud de armonía con la naturaleza. Estética que la ayuda a comprender la auténtica belleza del cuerpo del Crucificado. Es una escena sobradamente conocida cuando, cansada por los destrozos que producen los biricchini, decide volverse al pueblo; D. Bosco la señala el crucifijo. Margarita comprende que el cuerpo tiene un mensaje de salvación, en cuanto que es cuerpo entregado donado. La enfermedad, así como la muerte de su marido, también la ayudan a comprender que es necesario cuidar el cuerpo. Es cierto que no tratará ‘delicadamente’ su cuerpo, pero sí con las elementales reglas de prudencia en el contexto rural de su época, que la permitan desarrollar con salud las tareas de su condición. Así, en armonía con la naturaleza, mamá Margarita afrontará las dificultades que la vida va poniendo en el camino.



1 MADRE DE DON BOSCO Y DE SU PRIMERA COMUNIDAD

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1. Madre del sacerdocio de D. Bosco


Cuando D. Bosco empezó su apostolado con su primer Oratorio para niños y ancianos de su pueblo, Margarita fue ya su consejera y animadora. Desgraciadamente Juanito Bosco no contó con la ayuda del párroco del pueblo.


La ternura de la madre sabía compaginarse con la exigencia ante las situaciones (pensemos en la necesidad de enviar a Juan con los Moglia ante las dificultades con el hermanastro Antonio). Y se vio obligada a cumplir con los hijos los dos papeles, el de padre y el de madre. Nunca se quejó D. Bosco de haber crecido en una familia monoparental; mamá Margarita tuvo la fortaleza de ánimo suficiente para que sus hijos no echaran en falta la figura del padre.


Cuando D. Bosco fue al seminario, su madre le dio consejos que quedaron grabados en el corazón del hijo. La consagración que hizo de él en su nacimiento, los consejos sobre la vida sacrificada del sacerdote, las indicaciones sobre la elección de los amigos... calaron de tal manera en el alma de D. Bosco que le quedaron firmes para siempre.


Mamá Margarita fue dura e inflexible: “prefiero tener un hijo campesino que tener un sacerdote descuidado de sus deberes sacerdotales”, “nunca te visitaré si te haces rico”. Así fue configurándose la imagen de sacerdote que aprendió D. Bosco y que después vivió en su compañía, al tenerla presente como madre de familia en la nueva comunidad de Valdocco.



2. Mamá Margarita, madre de la primera comunidad de D. Bosco


Cuando Margarita moría, llamó a su hijo y le indicó los jóvenes en los que podría confiar para fundar su congregación. Efectivamente Rua, Cagliero...eran los indicados por el sexto sentido de la madre que conoce a los jóvenes.


Esa intuición materna se manifestaba al comprender las andanzas de su hijo, sus proyectos y avatares, sus cansancios y sus alegrías. Ciertamente Margarita entendía la espiritualidad de D. Bosco. No en vano se la había enseñado ella.


La formulación de dicha espiritualidad se la dejaba al hijo. Y esto no es una ‘boutad’: D. Bosco le daba a corregir sus escritos a su madre, para que diera sus sugerencias acerca de la forma y del contenido. No quería escribir nada que su madre no entendiese o no practicase. Si su madre no lo vivía, ¿cómo iba a entenderlo y vivirlo el pueblo sencillo. Así, la santidad de Margarita se iba sugiriendo como un modelo peculiar de santidad.


A Juan Bosco le tocaba escribirlo, pero quien modelaba la santidad popular en el alma de Margarita era el Espíritu; Juan Bosco lo formulaba, pero la madre lo vivía y lo irradiaba. Y la comunidad de D. Bosco se enriquecía con esa santidad de un miembro tan integrado.


Como María es madre e hija de la iglesia, así también Mamá Margarita es la madre y la principal discípula de la comunidad de D. Bosco. No podía existir la comunidad de D. Bosco sin su madre; y cuando murió Margarita fue la madre de Rua quien ocupó su lugar. Y siempre, pero de modo especial al morir mamá Margarita, Don Bosco suplicó a María que fuera Ella la madre de sus hijos. D. Bosco había comprendido el lugar insustituible de una madre en la educación de los muchachos.


La inventora de las ‘buenas noches’ había sido su madre; y el modelo de mujer y de madre que veían los muchachos era Margarita. Y a falta de otra mujer y madre, sólo la mujer-madre de Jesús podía suplirla, la Virgen María.


El aspecto femenino y materno de Dios, el Espíritu, se hacía presente en el Oratorio con la persona de mamá Margarita. Eran aspectos insustituibles en la vida de sus jóvenes y de la comunidad iniciada por D. Bosco.


2 MAMÁ MARGARITA EN EL AGUINALDO PARA EL 2006

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Con esta figura de fondo y en este escenario analizamos el aguinaldo del Rector Mayor. El texto se formula así: “Prestar especial atención a la familia, cuna de la vida y del amor, y lugar primordial de animación”. Y la misma formulación es sugestiva en algunos de sus términos.



1. Ante todo la palabra “cuna”


Es una palabra que sugiere adormecer o entretener a los pequeños. Ya los místicos la usaban. “Acunar al Espíritu en el corazón” quiere decir darle lugar de descanso y de paz dentro de nosotros; es una invitación al amor y al sosiego dentro de uno mismo.


También señala la acción propia de la madre y mujer, que reconciliándose consigo misma es capaz de acunar al hijo que pasa de sus entrañas al nuevo ámbito familiar y a la cuna de sus desvelos.


Acunar al hijo o acunar al Espíritu son tares parecidas para la mujer que es madre o para la persona humana que siente dentro de sí que un hijo o el Espíritu se han despertado. Sin acunamiento no hay madre, y sin acunar no hay Espíritu. Por tanto, acunar supone una vida que nace y renace cada mañana, y supone un amor que se hace servicio, entrega sacrificada.



2. Vida y amor


Ambas palabras forman parte de la definición de matrimonio dada por el Concilio Vaticano II: “comunidad de vida y amor”. La vida es el don más grande que podemos tener antes de poseerla; y es un don que nos abre a otros muchos dones. Y también un don para ofrecer, como signo de amor: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.


Es clara esta ley de vida (aunque muchos elementos de nuestra sociedad traten de ocultarlo): la vida tiene sentido en la medida en que se ofrece. Y la familia sabe que su vida es de calidad si está construida sobre la donación y el amor.


Son muchos los testimonios que nos ayudan a comprender esta gran realidad, en la que la vida familiar sólo nos satisface realmente si se respira amor en ella. Una familia sin vida y sin amor, no puede ser lugar en el que pueda construirse una persona; una familia que no prodiga amor no es una familia humana.


Recuerdo siempre aquel niño que me decía que quería irse a vivir con sus abuelos porque en su familia no se sentía querido. Un hogar sin amor es un lugar de tortura y de martirio. El amor y la vida humanizan al hombre y a la mujer.



3. La familia “lugar primordial de humanización”


La experiencia de auténtico amor contribuye a que las personas se realicen de verdad, cobren el carácter humano propio de nuestro ser personas. Esta experiencia se aprende y se consolida en la familia.


La persona de Jesús también fue configurándose en este ámbito familiar marcado por el amor. Consideramos a Jesús como “el hombre perfecto”, ideal al que tiende toda intervención educativa. Por ello habremos de asegurar las raíces que alimentaron su auténtica realidad humana, la experiencia de amor en la familia. Efectivamente, Jesús vivió en una familia, como los demás. Él santificó durante treinta años el hogar de José y de María, y se humanizó en ese hogar de Nazaret.


No fue tarea sencilla en aquel tiempo, como no lo es en esta época del siglo XXI; sin embargo es paso obligado para que el amor y la vida construyan la identidad de cada uno de los jóvenes de nuestras obras. La familia es ámbito imprescindible, espacio estratégico, ‘lugar primordial de humanización’ de nuestros adolescentes y jóvenes. Tengámoslo presente en nuestros proyectos educativo-pastorales.



4. “Prestar especial atención a la familia”


Así empieza el aguinaldo del Rector Mayor. Realmente, sin familia no puede haber vida, ni amor, ni humanización. Muchas cosas y valores van cambiando con el paso del tiempo; la familia permanece con elemento imprescindible.


Quizás puede dar la impresión de que hay atentados que ponen en entredicho a la institución familiar; no obstante, la familia sigue siendo un valor en alza. Para muchos jóvenes sigue siendo punto de referencia y, a veces, de residencia. Es cierto que hay muchas situaciones adversas: divorcios, separaciones, trabajo fuera de casa, estrechez del espacio físico en el hogar, libertad sexual, tiempo escaso dedicado a la familia, dificultades económicas para mantener la familia, diferencias generacionales para la convivencia..., sin embargo se tiende a mantener la familia como punto de referencia.


Se dice con frecuencia: “si educas a un hombre has educado a una persona, si educas a una mujer estás educando a una familia”. Esta expresión de sabiduría nos señala el lugar primordial de la mujer en la familia, su mismo corazón. Y “prestar atención a la familia” sugiere cuidar con especial esmero a la mujer que la anima.


Es necesario detenerse un poco para apreciar el papel de la madre-mujer en el seno de la familia y en la personalidad de sus miembros. Influencia de orden psicológico y moral, incidencia también en la educación religiosa. Basta pensar en las madres cristianas que han enseñado a rezar en familia, que han hecho surgir los primeros sentimientos religiosos en los hijos. Se suele decir que actualmente estamos ante una generación de chavales a los que sus mamás no enseñaron a rezar. Por paradojas del destino, otras madres-mujeres son las que están cumpliendo esa función; las abuelas. Ellas enseñan a orar a sus nietos; y, ¡claro está! las mamás no pueden impedírselo porque la ayuda que aportan a las familias es impagable.

2.1 CONCLUSIÓN

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Don Bosco fundó una gran Familia, que hoy se denomina Familia Salesiana. Esta familia, con buen número de sus miembros camino de los altares, tuvo su primer hogar en la casa de Valdocco. Pero su origen venía de más atrás; hay que remontarse al Juanito del oratorio iniciado en I Becchi, donde se compaginaba el rosario con los juegos y la repetición del sermón dominical del párroco.


Esta actividad de la Familia Salesiana en ciernes tenía a mamá Margarita como aliento materno; a medida que fue ampliándose la vida de la Familia Salesiana también fue haciéndose presente el elemento femenino en la persona de Margarita, para que no faltara la vida y el amor.


Esta experiencia de comunidad-familia en el Oratorio de Valdocco, con la presencia decisiva de mamá Margarita, se prolongará en múltiples obras salesianas. Es cierto que cobrarán formas distintas en cada circunstancia, pero siempre tendrán algo en común: se llamarán “casa”, habrán de vivir el “espíritu de familia”, tendrán un corazón común calificado de “oratoriano”. Don Bosco siempre deseó para sus obras un rasgo imprescindible: familiaridad; porque es el rasgo con el que se fraguaron las relaciones de quienes vivieron en el Oratorio, gracias a la extraordinaria aportación de Mamá Margarita. Así lo declaran algunos testigos en los procesos de canonización: “yo... que gocé de la familiaridad de D. Bosco durante años...”


En el vocabulario domboscano había amistad, familiaridad, casa, corazón, padres e hijos, hermanos mayores, desorden aparente, reglamentos hechos a tenor de las circunstancias, germen de una comunidad religiosa, pequeñas asociaciones intermedias, contratos de trabajo, cooperadores, teatro, música... todo lo necesario para que una comunidad juvenil pudiera desarrollarse educativamente.


Y no podía faltar en la comunidad de Valdocco una señora un poco mayor, a la que era preciso respetar en su dignidad de madre de D. Bosco y madre de la primera comunidad, porque sin ella no hubiera habido fecundidad en los esfuerzos de D. Bosco.


La aportación de Margarita a la comunidad de Valdocco se hace presente también en la entrega, en el amor, en la ternura, en el cariño... es el reflejo de lo que expresa la voz hebrea y bíblica: “hesed” (amor a fuerza de las entrañas, no a la fuerza). “No a fuerza de brazos” decía santa Teresa, sino con el impulso del corazón. La Familia Salesiana, la que cada uno de los seguidores de D. Bosco ha de seguir fundando, debe estar llena de corazón.


Un último detalle de amor auténtico. La madre sabe intuir los movimientos del corazón de los hijos y las maravillas que el Espíritu va obrando en ellos. Ella educó responsablemente a sus hijos, muy distintos unos de otros; Antonio no parecía tan fácil de abordar, pero también a él le miro con amor de madre hasta el final de sus días. Corazón de madre necesita todo educador para percibir en el corazón de los más difíciles los deseos inmensos de vida nueva y de familia en la que crecer armónicamente.


Mamá Margarita nos queda como modelo de mujer y madre, que supo animar la familia educativa impulsada por D. Bosco. A ella miramos este año, para aprender los rasgos que imprimió en la obra que continúa siendo criterio permanente de renovación: el Oratorio.


D. Pascual Chávez sugiere muchos datos y propuestas pastorales que sugiere el tema del aguinaldo: para la Familia Salesiana, para la educación de jóvenes y animadores o educadores, para la intervención en las familias de los jóvenes, para... También tiene para el clima que hemos de crear en las relaciones dentro de la comunidad y de la comunidad educativo-pastoral: el espíritu de familia.


Dice así una de sus propuestas, que nos interpela directamente: “Promover y cualificar el estilo de familia salesiano en la propia familia, en la comunidad salesiana, en la comunidad educativo-pastoral. Este espíritu de familia constituye una característica de nuestra espiritualidad (Cfr. CG24, 91-93) y se expresa: en la escucha incondicional del otro, en la acogida gratuita de las personas, en la presencia animadora del educador entre los jóvenes, en el diálogo y en la comunicación interpersonal e institucional, en la corresponsabilidad en relación con un proyecto educativo compartido”.



2.1.1 PARA LA REFLEXIÓN

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1. El Papa Juan XXIII dijo que “la promoción femenina es un signo de los tiempos”. Esto tiene sus exigencias y sus aportaciones. ¿De qué modo está presente este principio femenino en nuestra comunidad?


2. ¿Cómo vamos viviendo estas exigencias de familia apuntadas por el Rector

Mayor para nuestra comunidad y obra?


3. María Auxiliadora es otra figura de madre imprescindible en la obra de D. Bosco, ¿también en nuestra espiritualidad y en nuestra obra?


4. Repasando algunos rasgos de la personalidad de Mamá Margarita, podemos tomarla como intercesora para: para que nos ayude a comprender mejor a su hijo Juan Bosco, para que asista a los chavales más difíciles de nuestra obra, para que avive el sentido auténtico de madre en las madres de nuestros jóvenes, para que guíe a las familias en sus dificultades actuales para que inspire a las madres en la entrega de sus hijos al servicio del Reino, para que sostenga a las educadoras de nuestras obras, para que a todos nos ayude a mirar a Jesús que entrega su vida hasta el final, para que ...









Dios no se rebaja, se abaja2

Toni CATALÁ, sj


2.2 Hay que rebajar a Dios

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Cuando decimos u oímos la palabra «Dios», a la mayoría de hombres y mujeres occidentales, creyentes o no, la imagen espontánea que nos viene a la conciencia es la de «algo o alguien arriba, por encima de no- solios, y todopoderoso». La modernidad ha sido una larga marcha cultural para liberarse de dioses opresores y asfixiantes, pero en esa marcha no hemos conseguido adentramos del todo en la novedad del Dios que se manifiesta en cuanto aconteció en Jesús de Nazaret.


Dioses que siguen merodeando por dentro, provocando ruido y malestar, aunque queramos reprimirlos, saltan cuando menos lo esperamos. «Dios» como el «Gran Ojo» que lo escruta todo, lo pasado, lo presente y lo futuro, hasta nuestros más ocultos pensamientos; da la impresión de que, a su lado, el «Gran Hermano» se queda corto. Un «dios» que no nos deja en paz, violador de intimidades, molesto. «Dios» invocado como «El Todopoderoso». Sólo oír está expresión apabulla; a mí, sinceramente, me da miedo, me inquieta profundamente, no dejo de ver a los poderosos y prepotentes: lo bien que se sienten con este dios. «Dios» percibido como el Arquitecto del Universo, el Relojero... ¡Pues mal diseño parece ser que hizo!, porque da la impresión de que su obra está al borde del «colapso estructural», como las casas a punto de derrumbarse. El Gran Contable que lo anota absolutamente todo en el libro, que no deja pasar una y que, tarde o temprano, te pasará factura.


Imágenes de Dios que los poderosos han manejado y manejan muy bien, porque han sido fabricadas interesadamente para dominar y someter; son imágenes de ellos, y sólo de ellos, que han conseguido introyectar en la gente. Son dioses imperiales y castradores que reducen a las criaturas a pura masa biológica que puede ser eliminada cuando molesta. Es terrible seguir viendo cómo se puede invocar a «Dios» al mismo tiempo que se construyen Guantánamos y se hacen masacres que son consideradas puros «daños colaterales». Imágenes de Dios que se invocan para ceñirse una carga explosiva y hacer volar a sus criaturas por los aires. «Dioses» crueles y violentos, «dioses» sacrificiales, «Dioses» indignos de las criaturas sufrientes, indignos de los Santos Inocentes, «dioses» delirantes que amargan la existencia.


Funcionaban, y funcionan, tantas imágenes «duras» que parecía necesario rebajarlas, «ablandarlas», para poder colocarlas en el mercado, para poder digerirlas. Hoy «lo religioso» vuelve a estar en una sección del gran supermercado muy cerca de los estantes de «autoayuda». Normalmente, también cerca de los de cuidar animalitos, plantas y jardines (cosa santa y buena), y muy cerca de las estanterías de «literatura» esotérica, neognóstica y demás historias alucinantes de conspiraciones, templarios, griales y sectas de todo tipo y condición; y muy cerca, también, de la cantidad de libros empeñados en casar a Jesús con la Magdalena y rastrear su descendencia hasta nuestros días.


La «gran superficie comercial», refleja el lugar de Dios en el gran
shopping en que hemos convertido parte de nuestro mundo. Una gran superficie no admite estridencias; todas las secciones están perfectamente medidas y diseñadas en su ubicación dentro de ella; los productos no están colocados al azar; y hasta los colores tienen su gradación. El «dios» que hay que colocar no puede desentonar; tiene que ser útil o atractivo para comprarlo, aunque después ya no se sepa muy bien qué hacer con él. Y cuando ya está consumido, esperar a que a la «gran superficie» llegue una temporada de productos exóticos, para ir a ver qué «dioses» nos venden de otras partes.


Rebajar a Dios supone querer colocarlo a un precio asequible y con cierta calidad en la «gran superficie». Posiblemente el Dios cristiano no se encuentre en el
shopping, sino que es un Dios que está más cerca de las mujeres que todas las semanas tienen que ir al «mercadillo», porque, con rebajas o sin rebajas, no les da la vida ni el bolsillo para ir a los centros comerciales. O, si van, es para buscarse la vida en contenedores de desechos o en sacarse algún céntimo de euro recogiendo carritos para llevarlos a su sitio.


Dioses «duros» y dioses «blandos», para el fastidio o para el consumo, para machacar o para aturdir y narcotizar, para destruir o para
esconderse en una intimidad blindada y egoísta... Tenemos que hacer un esfuerzo para volver a las «viejas» doctrinas cristianas sobre Dios, en las que hay mucha sabiduría, experiencia y santidad acumuladas. Posiblemente nos encontremos, paradójicamente, con auténticas y genuinas novedades. Martin Buber nos recuerda que «la tradición es la más bella de las libertades para la generación que la asume con la conciencia clara de su significación, pero también es la esclavitud más miserable para quien recoge su herencia con simple pereza de espíritu»
3.


La Tradición abordada sin pereza, con la humildad de no tener en menos a quienes nos han precedido, de saber que hay mucha sabiduría acumulada en ella, que la comunidad cristiana pasó por tensiones y procesos de los que podemos aprender..., es fuente de vida y de libertad. Si queremos evitar fundamentalismos de cualquier tipo, «la esclavitud más miserable», es necesario aprender de la tradición. ¡Cuántas perezas intelectuales se enmascaran en el fundamentalismo o en la pura y llana negación de la tradición, considerada como puro fardo pesado...!

¡Qué bien nos viene aquello de Harnack de quitar la «cáscara» para ir al «núcleo» de lo cristiano, que consiste en «el palacio ideal formado por la bondad de Dios y la grandeza del alma humana»4...! La teología liberal, al negar la posibilidad de una «cristología», nos ahorra el tener que entrar en la historia del dogma, pura «cáscara» helénica, dolorosa y gozosa como toda historia humana, para quedamos instalados en el «palacio» teológico ideal, palacio burgués centroeuropeo de principios del siglo xx. «Palacio» sin cruz, sin abatidos y excluidos y que, por lo tanto, niega de antemano la posibilidad de preguntarse: ¿y si la historia del dogma fuera una «memoria subversiva» (J. B. Metz)?; ¿y si Dios, en pura locura de amor, se hubiera hecho en Jesús amor solidario con las víctimas (J. Sobrino)?


Esta herencia de la teología liberal sigue teniendo una consecuencia triste: podemos llenamos la boca hablando de inculturación y, al mismo tiempo, negamos a entrar con hondura en el gran proceso de inculturación que supuso el asentamiento de lo cristiano en suelo helénico, proceso que sigue siendo considerado por muchos como pérdida de un ideal inicial. La historia de la reflexión trinitaria y cristológica nos sigue dando los grandes criterios de discernimiento eclesial para todo proceso de inculturación y de respuesta creativa.


Los padres de los primeros concilios no eran gente ociosa dedicada a elucubraciones abstractas (aunque de todo hubo y hay en la viña del Señor), sino que querían mantener la experiencia de salvación acontecida en Jesús. Dice González Faus que hay que lograr una «comunión verdadera con aquellos hombres que creyeron antes que nosotros. Esta comunión nos parece fundamental como creyentes de hoy, porque es absurda la pretensión inconsciente que late en muchas liquidaciones progresistas de la tradición: como si uno mismo o la propia época fuesen los primeros en haber aprendido a creer rectamente. Pero, a la vez, toda verdadera comunión con los creyentes del pasado no anula la libertad y la capacidad creadora a que también estamos obligados»
5.


En nuestra cultura, sin horizonte ni futuro de redención, nos gustaría «rebobinar» la historia. Pero no esa posible, pues somos historia, y no podemos saltar el «horrendo foso de la historia» (G. E. Lessing); tenemos que asumir con coraje la grandeza y la miseria del pasado; y la historia de nuestra «fe creída» es una historia de grandezas y miserias, de atinos y desatinos. Pero en ella aleteaba y sigue aleteando el Espíritu.
Una gran rebaja en el tema de Dios es el haber pasado de unos dioses opresores a un dios «bonachón», abuelo consentidor de los nietos, al que todo le parece bien y que siempre ríe «nuestras gracias», que muchas veces lo Único que generan son desgracias. Pongamos los ojos en Jesús, en su vida, muerte y resurrección, y en lo que todo ello generó, para percibir un Dios digno de sus criaturas.


El abajamiento de Dios: locura y necedad


Poco tiene que ver ese «Dios» a la venta y asequible, ese «Dios» que se encuentra en el «palacio ideal», con lo que vivieron los que estuvieron con Jesús de Nazaret. Los cristianos, para «aclaramos» con lo de Dios, para no perdernos tenemos que poner los ojos en Jesús, el exegeta de Dios («Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer»: Jn 1,18). Dejemos que el Hijo nos lo revele, pues los «dioses» que salen de nosotros son o muy peligrosos o muy narcotizantes; y el que nos revela el Hijo siempre genera espacio de alivio (Mt 11,25-30).


Cuando los seguidores y seguidoras de Jesús empiezan a narrar todo lo vivido con él, la palabra «Dios» les estalla en el corazón, en la boca y en las manos. Jesús se ha vivido desde el Dios de Israel, percibido como «Padre, Señor de cielo y tierra». Una percepción que le llevó por los caminos de Galilea a situarse compasiva, libre y gratuitamente; percepción de un Dios que le llevaba a sentir compasión por los abatidos, a liberar a los oprimidos, agobiados y desquiciados, a compartir mesa con pecadores y descreídos. Un Dios que se acerca a los pequeños y pecadores, en comunidad de mesa, abrazándolos y rehabilitándolos; un Dios que da paga a los últimos y fiesta a los pequeños. Jesús genera respiro a su alrededor... Este Jesús se vivía invadido por el Espíritu, se encontraba en el ámbito de la «Divina Presencia», se sentía invadido por el Poder de lo alto; el Nombre lo tenía en su boca y en su corazón. Para Jesús, Dios era Presencia vivificante; no estaba atado al Templo ni a la Ley; derrochaba pasión por sus criaturas.


Para Jesús, Dios es una Buena Noticia. Pero Jesús tiene que sufrir por ello, pues hay gentes que no quieren que Dios sea una Buena Noticia, sino el Todopoderoso legitimador de sus endiosamientos. Jesús se les atraganta, no lo soportan: Dios no puede implicarse con la «chusma maldita»; Dios está en Templo, bien guardado y controlado; Jesús tiene que desparecer. Hay gentes que no quieren entender que el comportamiento de Dios no depende de nuestro comportamiento; lo cual es pretencioso y significa no considerar a Dios en lo que es; significa pretender atar a Dios, decirle cómo tiene que actuar. Y todo ello produce dolor, porque esa gente desprecia a los que no pueden «portarse bien». Desprecian a aquellos a quienes se dice que están manchados, que son impuros, que no se hagan a la idea de que Dios es de ellos, aunque es él mismo quien ha decidido mostrarnos su incondicionalidad. Jesús tiene que sufrir por esto.


Jesús sufre porque ama hasta el extremo, ha trabado su vida compasivamente con los abatidos y achacosos; Jesús no puede generar violencia y sufrimiento en nombre de un Dios que es Fuente de la Vida, que prefiere dar la vida antes que generar muerte. Jesús va experimentando que el Compasivo no le evita el vivir, sino que lo sumerge en el mar de la vida. El que alivió soledades se siente solo; el que acompañó a los abatidos experimenta abatimiento; el que convocó compañeros se siente abandonado; el que dio esperanza a los fracasados se siente fracasado... Pero no se retira, se traga la vida con todas sus consecuencias, y al final es tratado como un cacharro inútil, tachado de blasfemo, torturado, machacado e ignominiosamente ejecutado.

Después de todo esto, ya no pueden hablar de Dios de la misma manera. Además, quienes lo han ejecutado han utilizado a Dios para justificar su muerte. Dios no puede ser el de los verdugos, no puede ser el de la gente de la Ley y el Templo, no puede ser el de los puros. La experiencia de la Pascua les lleva a celebrar a un Dios que se expresa como Padre, Hijo y Espíritu; la palabra Dios, «a secas» (A. Gesché)6 no expresa todo lo vivido y acontecido en Jesús. Dios se empieza a decir de varias maneras: no es el inmutable apático ni el solitario del cielo.


La palabra «Dios» les estalla en el corazón, porque se sienten reconstruidos por dentro, queridos por Dios en lo más nuclear de su condición de criaturas, llamados y llamadas por el nombre. En el resucitado no hay palabras de reproche ni afeamiento de conducta, sino que al que negó le pregunta: «,me quieres?»; a quienes lo abandonaron les pregunta: «muchachos, ¿tenéis algo para comer?». Y les preparó la mesa. El encuentro con el Resucitado y Exaltado a la derecha del trono de Dios les hace caer en la cuenta de que todo lo acontecido en Jesús es pura manifestación del amor incondicional de Dios, la Alianza definitiva. Esto les lleva a percibir que si Dios es Amor, tiene que ser Comunidad de Amor; y que Jesús, el que pasó haciendo el bien, es puro don y regalo de Dios experimentado como Donación, como «Padre-Madre».


Les estalla en la boca, porque no hay palabras para expresar tanta compasión de Dios para con los suyos. Tienen que forzar el lenguaje, pelear con él. Lo nuevo no se puede decir con lo de siempre, la palabra «Dios, a secas» está ya entonces muy gastada, es vieja y también caduca; tienen que arriesgarse a confesar que este Jesús, el de carne y hueso, aquel con quien han compartido camino y mesa y que ha sido triturado, es de Dios, es el Hijo, es regalo de Padre, es la visita de Dios a su pueblo. Visita compasiva, tierna, sanante, «dulce locura de misericordia, los dos de carne y hueso»
7. Arriesgan mucho, pues tienen el coraje de afirmar que ese Jesús tuvo la osadía de involucrar a Dios con los pobres y ninguneados, las viudas indefensas, los leprosos, ciegos, tullidos, epilépticos, posesos y desquiciados. Jesús tenía que saber de las entrañas compasivas de Dios; en esas entrañas está el origen de Jesús, no en otro sitio. La humanidad, la profunda humanidad de Jesús, surge de la entrañas del Dios Comunidad de Amor.


Es de locos percibir la Presencia en un blasfemo Crucificado, y de necios confesar que lo de Dios tenga que ver con lo feo («no hay parecer ni belleza ni hermosura que agrade»), y menos aún con las pasiones y debilidades humanas. «Ni judíos ni griegos» pueden entender una unidad que es comunicación, unidad no monolítica ni cerrada en sí misma; no pueden entender un abajamiento de Dios que es implicación con la vida, con la carne y la sangre de los hombres y mujeres. Esta es la clave para leer la historia del dogma trinitario y cristológico. Es verdad que en el pensamiento helénico se da una reducción de lo histórico, pero es indudable que quisieron salvaguardar la experiencia salvífica y sanante de Jesús en su cultura.


Desde luego, los primeros no cayeron en la trampa de rebajar a Dios para hacerlo asequible; los «herejes» querían colocar a Dios y a Jesús de un modo más suave y plausible; la «razón cultural» siempre está de parte de la «herejía». La gran Iglesia quiere ser fiel a un Dios abajado en Jesús; abajado, que no rebajado. Y esto siempre será contracultural, porque es un Dios de la «chusma maldita», un Dios de los «mercadillos», un Dios siempre en los márgenes
8 de las «grandes superficies», a quien, para encontrarlo, «hay que salir a buscarlo», como dice tan hondamente la Carta a los Hebreos.



Si Dios está «solo en el cielo», aquí abajo otros pueden ocupar su lugar


A modo de ejemplo, podemos ver en el problema del arrianismo un caso de «rebaja» para que lo cristiano funcione en el Imperio. Decir que en Jesús ha visitado Dios a su pueblo, va tomando fuerza y consistencia en el corazón de la comunidad. Llegan a percibir que este Jesús es de Dios, es «carne de Dios» (Ireneo de Lyon). Esta es una afirmación fuerte, contraculturalmente muy fuerte. Pero lo acontecido en Jesús es sorprendente y novedoso. No sólo es que Dios ama a su criatura, sino que se ha abajado y se ha hecho uno de tantos en Jesús: la carne es digna de Dios, el mundo es digno de Dios, la en-carnación es la expresión más honda de que somos de Dios. ¡En qué poco nos tenemos a nosotros mismos para afirmar que la creación y el cuerpo no son dignos de Dios...!; ¡qué orgullosos somos al creer que el Dios Fuente de la Vida y Comunidad de Amor nos puede hacer sombra, cuando es nuestro Manantial y Fuente de humanidad compasiva...!


Se entiende que algunos digan que Jesús es pura apariencia humana, que propiamente no es humano, que sólo parece y aparece como humano, pero que en el fondo de su ser no lo es (docetismo). ¡Cuánto nos cuesta, incluso hoy, aceptar la plena humanidad de Jesús...! Lo de Dios, lo espiritual, sigue siendo percibido como más sublime que lo corporal y lo material. Es curioso ver cómo se disparan todas las alarmas de la «ortodoxia» cuando creen que afirmar la plena y total humanidad de Jesús —menos en el pecado, que es precisamente lo que nos deshumaniza— conlleva negar la plena divinidad de Jesús. Se trata de miedo al cuerpo, miedo a lo humano, miedo a la sexualidad, miedo al mundo, miedo a sentir y experimentar la condición humana, con su grandeza y su falibilidad... ¡ Qué bien, que los primeros y las primeras no cedieron en afirmar la plena humanidad de Jesús...! Ellos nos hacen posible vivir nuestro seguimiento con gozo, pues no tenemos que escaparnos del mundo para encontrar al Dios de la Vida, porque es su fuente.


Es verdad que otros no dudaban de la plena humanidad de Jesús (ebionitas), pero no podían entender que Dios se hubiese implicado totalmente en la pobreza y la humildad de Jesús. Eso era imposible para el Uno y Único. Tenían en mucho a Dios: ésta es su grandeza; pero no podían creer en un Dios que no tiene a bien hacerse uno con el pobre, el humillado, el abatido... «Caridad que viniste a mí, indigencia que bien sabes hablar mi dialecto»
9. Un Dios apático es un dios increíble, es un dios frío. En el fondo, Creador y criatura en colisión. Parece que no es posible que el Creador no sea rival, sino amigo; que no sea exigencia, sino sustento; que no sea amenaza, sino alivio; que no sea disminución, sino plenitud; que no sea coacción, sino fuente de libertad...

En virtud de la experiencia sanante y salvífica de Jesús, Los primeros y primeras mantienen la incondicionalidad del Amor del Dios Padre, Hijo y Espíritu, la confesión de la Divinidad y la Humanidad. Al mismo tiempo, no recortan por ningún lado, no mutilan ni lo divino ni lo humano. Pero eso es muy peligroso. Si en Jesús se abrazan los considerados «contrarios», resulta que se establecen relaciones distintas con Dios. Se ha roto algo importantísimo para los poderosos y los señores del mundo: Dios ya no es el «Señor de los señores» sino el «Siervo de los siervos». Esta inversión del orden es tremendamente peligrosa, es subversiva, es demoledora. Si resulta que, en último término, la instancia legitimadora de toda verticalidad esclavizante se ha abajado, ello pone en cuestión el «orden presente», el «Imperio» y a todo «Kyrios-Kaiser».


Este es el problema del arrianismo. Arrio suscita muchas simpatías, sospecho que porque fue condenado por Nicea; pero es que Nicea tenía razón. Dar paso al arrianismo era dar paso a un Jesús como un ser intermedio entre Dios y el mundo, entre Dios y nosotros, y así volver a la verticalidad: Dios — Cristo — nosotros. Arrio se niega a aceptar la plena divinidad de Jesús tal como la confiesa Nicea («Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre...»).


En la historia de la teología se dan y se siguen dando contradicciones muy curiosas: podemos llenarnos la boca con la palabra «inculturación» y, al mismo tiempo, desdeñar, cuando no despreciar, el primer proceso de inculturación por el que tuvo que pasar la comunidad cristiana al asentarse en suelo griego. ¡Qué bien nos viene cuando nos interesa —como ya hemos dicho— la teología burguesa centroeuropea de corte liberal para desautorizar ese apasionante proceso del que tanto tenemos que seguir aprendiendo con su grandeza y sus límites, como tiene todo proceso de inculturación...! Pero es que Arrio, como dice san Agustín
10, es menos conocido por negar la plena humanidad de Jesús. Al negar el «alma humana de Jesús» lo convierte en un ser intermedio: es la primera de las criaturas, no es totalmente de Dios, pero tampoco es totalmente humano, queda entre Dios y nosotros; por eso los emperadores tendieron al arrianismo: Un Dios, Un Cristo, la primera de las criaturas por encima de nosotros... porque no es del todo como nosotros. Después, es muy fácil que se cuele en la cadena el «Kyrios-Kaiser», y después los siguientes mandos intermedios11.


En el lavatorio de los pies el «Maestro y el Señor» está abajo, sirviendo; se ha roto la verticalidad, y no cabe otra relación que la horizontal, convocada y sustentada por aquel que no ha venido a ser servido, sino a servir.


Toda la reflexión que se desencadena, sobre todo a partir de Nicea, no es en absoluto ociosa; la comunidad cristiana quiere mantener la experiencia de salvación acontecida en Jesús. Afirmar la plena humanidad de Jesús como humanidad de Dios es dar una profunda densidad a lo humano. Se ha rasgado el velo del Templo para siempre, aunque muchos quieran recoserlo continuamente para volver a separar a Dios de la victimas y de los abatidos; separarlo de la humanidad doliente encerrándolo en el «sancta sanctorum» para controlarlo; alejarlo para poder ocupar instancias intermedias... El dogma es un «recuerdo peligroso», porque, si Dios nos ha visitado, para muchos resulta una visita incomoda. Es una incomodidad un Dios abajado y en-carnado.

Adentrarse en la historia del dogma no es fácil: hay que vencer muchas perezas y resistencias, pues no siempre se trata de una historia edificante, sino que en ella se cruzan intenciones nobles con otras muy «humanas, demasiado humanas». A veces es una laberinto en el que, si no eres acompañado, te pierdes. Griegos y latinos no se entienden; las palabras no significan lo mismo; se dan muchos intereses en juego, fundamentalismos de todo tipo, ingerencias del Imperio consentidas... Esa es la grandeza y la miseria de nuestra historia.


No podemos caer en planteamientos gnósticos; nos sigue costando aceptar la En-carnación. Un Dios y una comunidad cristiana viviendo en la algarabía de la historia: esto es in-culturación. Toda in-culturación es una en-carnación, a no ser que nos quedemos cornos meros observadores. Sigo diciendo que la herencia de la Teología Liberal pesa más de lo que creemos, la reducción del evangelio a la pura bondad de Dios y la grandeza del alma humana, que lleva consigo la consideración del asentamiento de la fe en la cultura griega como pérdida. ¿No será que nos aterra en «tiempos blandos» aprender de un proceso apasionante como fue el deseo de los primeros de dar razón de la esperanza en una cultura que no era la de origen del hecho cristiano?


Los dogmas siguen siendo criterio y norma de la correcta confesión de fe. Lo cual no tiene que asustar, sino todo lo contrario. Nuestra fe es una fe en el
Christus traditus, en el Cristo que se nos ha entregado; nosotros somos cristianos «de segunda mano» (S. Kierkegaard) y tenemos que responder creativamente en nuestro momento a la pregunta «¿quién decís vosotros que soy yo?». Pero es un orgullo insufrible, propio de nuestra cultura, creer que somos los primeros y primeras en contestar. Tenemos mucho que aprender de la Tradición, aprender qué caminos son fecundos y qué caminos son impracticables porque son un viaje a ninguna parte. El abajamiento de Dios pone en cuestión todo intento de abaratar y rebajar lo cristiano. No creo que sea tanto problema de pensamiento fuerte o débil, de modernidad o posmodernidad, cuanto de si los pobres de nuestra tierra siguen siendo los pobres de Jesucristo o son residuos de la «gran superficie»; aquí está el problema. La historia de la fe confesada no vende en ella, pero es irrenunciable si no queremos desvirtuar nuestra fe en el Señor y Cristo y reducirla a un producto más en el supermercado de las creencias religiosas. Aprender de la Tradición y percibir los grandes criterios eclesiales de discernimiento en la confesión de fe hoy sigue siendo tarea imprescindible. Además, vale la pena el esfuerzo, como todo lo valioso.










3 La cultura musical como fuente de diálogo12

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Maite López


Los jóvenes han sido y serán siempre una prioridad para la Iglesia. No siempre es fácil llegar a ellos, entender su mentalidad y, mucho menos, hablar su lenguaje. La música, como parte significativa de su vida, puede contribuir a entablar un diálogo con ellos.


En números anteriores nos hemos adentrado en el mundo de los jóvenes a través de la música, una de las claves prioritarias de acceso a ellos. Primero se expusieron algunas —las principales— formas que los jóvenes tienen de disfrutar y «apropiarse» de la música, que no son sino distintas expresiones de un fenómeno comunicativo vinculado al ámbito emocional (no 129). Después, atravesando la barrera de lo aparente y lo superficial, se analizaron las causas por las que ¡a música es tan importante para ellos, llegando a descubrir que, en el fondo, se trata de una cuestión de sentido y significado (nº 131).


El panorama actual de la música juvenil es muy rico y, me atrevería a decir, también ignorado en muchos ambientes educativos y pastorales. Por eso, el objetivo de este artículo es ofrecer algunos elementos de reflexión acerca de la riqueza de la cultura juvenil, sobre todo de la música como parte muy significativa de su vida. Quisiera con estas breves líneas contribuir al diálogo —siempre delicado pero apasionante— con los jóvenes, para acercarnos a su realidad y al modo en el que se experimentan a sí mismos y se sitúan ante la sociedad.



Cultura musical en sentido amplio


Existen diversas maneras de entender la cultura, pero, forzando un poco los extremos, podemos situarlas entre dos polos fundamentales: la de quienes la consideran estática, aislada y patrimonio de unos pocos (por tanto, habría que preservarla de cualquier tipo de contaminación) y la de quienes la consideran una realidad dinámica, omnipresente y patrimonio de todos (sujeta a cambios sociales que la modifican y recrean constantemente). Es la disputa clásica entre lo que se ha dado en llamar cultura alta (
high culture) y cultura popular (popular culture). En realidad habría que decir que ambos conceptos son estereotipos y que, lejos de ayudar a un entendimiento, dicha tensión a menudo ha conllevado dificultades, conflictos y hasta exclusiones de tipo social.


El ámbito de la música «sufre» particularmente de esta especie de dicotomía excluyente. Es frecuente escuchar frases despectivas de muchos padres, educadores o pastoralistas hacia la música juvenil, así como de no pocos jóvenes hacia las clásicas formas musicales amadas y admiradas por los adultos. Y, sin embargo, conviene no olvidar que son también muchos los jóvenes que aprecian y escuchan música clásica y las personas ya maduras que valoran y consumen otro tipo de música.


Nuestros jóvenes, dentro de los primeros años del plan educativo escolar, tienen como materia obligatoria la música, lo cual les proporciona, sin duda, un grado no despreciable de cultura musical. Cuando terminan los estudios de enseñanza obligatoria conocen las grandes épocas y los más famosos autores clásicos, además de haber escuchado el correspondiente y variado repertorio. Se trata de un tipo de saber que convendría siempre potenciar más y al que no debemos renunciar jamás.


Pero además de esta cultura musical (que, lo queramos o no, se concentra más en la dimensión racional, conceptual y teórica que en la vital, experimental y práctica), los jóvenes se van haciendo con un amplísimo bagaje que, a veces, ni siquiera podemos imaginar: una cultura musical que responde mejor a sus inquietudes, que refleja más sus vivencias, que acompaña de cerca sus experiencias cotidianas, que les une e identifica con su grupo de amigos y que les ayuda a «sobre-vivir» en medio de una sociedad que no siempre entienden. Y de esta cultura musical —que también lo es y en toda regla— ellos son nuestros maestros. Haríamos mal en negarla, ignorarla, infra-valorarla y, sobre todo, en rechazarla o condenarla.


Recuerdo una frase de mi profesora de literatura del colegio que, a pesar de los años que han pasado, nunca he olvidado: «Persona culta —decía— es aquella que sabe cambiar de registro idiomático», O sea, una persona que sabe utilizar el registro —el código— apropiado para cada situación y adaptarse al lenguaje y nivel comunicativo de su interlocutor. ¿Por qué no hacer referencia a esta especie de definición hablando de música? Esta música es un auténtico lenguaje, a veces otro «idioma», fascinante y maravilloso, que forma parte de la vida de todos nosotros, pero sobre todo de los jóvenes. Visto así, una persona culta —musicalmente hablando— sería la que cambia de «registro idiomático». Personas capaces de conocer, interesarse y valorar —más allá de los gustos personales— la cultura musical juvenil para acompañar de cerca, dialogar y aprender de y con los y las jóvenes de hoy. Esto es lo que nos disponemos a hacer.



Estilos musicales para todos los gustos


Estamos acostumbrados a decir que la música es hoy una de las dimensiones más importantes de la vida de los jóvenes. Pero convendría hacer memoria del ayer y de la propia historia personal, para caer en la cuenta de que este protagonismo de la música pertenece a la vida de todos nosotros, independientemente de nuestra edad o nivel socio-cultural. La música, a menudo maestra y siempre compañera de camino, es importante para todos.


Quizás las funciones que le atribuimos y las prácticas a las que la asociamos varían, pero lo fundamental en la experiencia musical —común a todos— es la cuestión de sentido.


La música es una forma de explorar el mundo y de elaborar las experiencias personales y colectivas. Como dice Stefani, un gran teórico de la música, la experiencia sonora es el intercambio entre sonido y sentido. Precisamente una de las críticas más frecuentes a la música de los jóvenes (especialmente al rock y a los géneros derivados de su rama más dura) es denominarla despectivamente como «ruido» por el simple hecho de no entenderla y hasta cuestionarse si «eso» puede considerase música. Pero la música es una experiencia personal y difícilmente comunicable que está determinada por factores como el interés, la educación, el aprendizaje, la cultura y la personalidad. Esa es la razón por la que un estilo musical o incluso piezas dentro de un mismo estilo evocan sentimientos y emociones en ciertas personas y dejan a otras totalmente indiferentes. Y esa es la razón por la que todo género musical merece respeto, porque detrás de él hay una experiencia (personal y colectiva) que le da sentido.


Porque la música y su sentido es experiencia común a todos, no hace falta ser un experto en música para identificarse con un estilo u otro. No se requieren conocimientos previos para hacer de la música una experiencia. Basta escucharla para sintonizar (o no) con ella. iCuánta gente se considera «ignorante» en cuestión de música... y sin embargo, esto no les impide disfrutar de ella en distintas ocasiones! No hace falta ser expertos en música, pero tampoco hay que conformarse con la ignorancia, ya que una de sus más graves consecuencias suele ser generar actitudes poco recomendables, como la intolerancia. ¿Qué tal si probamos a hacer una sencilla tipología, aunque sea un poco de «andar por casa»? Ante la música podemos encontrar tres tipos de personas: aficionados, o gente a la que le gusta escuchar un cierto estilo o grupo pero que lee y sabe poco, lo justo; expertos, personas que leen y conocen mucho pero sólo de la música que les apasiona; y estudiosos, que son quienes conocen, leen y están al día de los distintos estilos (incluidos los que no les gustan).


Aficionados somos todos, porque la música no deja a nadie indiferente y siempre tenemos un estilo —o varios- que no sólo nos gusta, sino que nos identifica y define. Entre los jóvenes encontramos no pocos expertos y hasta especialistas en sus grupos, cantantes y estilos favoritos. Y lo son gracias al grupo de amigos, los ambientes que frecuentan, los programas de radio y canales temáticos de televisión, las revistas especializadas, los sitios en Internet, los CD, los CD-Rom, los DVD, los vídeos y los conciertos a los que asisten. Estudiosos podríamos —y hasta deberíamos— ser todos un poco, aunque requiera algo más de esfuerzo, sobre todo si andamos inmersos en tareas educativas y pastorales entre los jóvenes. Hay distintas razones para pasar de un tipo a otro: una puede ser la intensidad de nuestra experiencia musical, pero también el interés educativo o las convicciones pastorales nos pueden llevar a tomar una postura activa hacia la cultura musical actual y a generar un acercamiento a los jóvenes. Si nos dedicamos a ello con interés y buena voluntad.., la lo mejor no es tan difícil!



Los jóvenes y su música; creatividad y diversidad


Como decíamos al principio, la cultura no es patrimonio de una élite de privilegiados. Se genera dentro de una sociedad a través del intercambio de prácticas y significados que hacemos todas las personas. Y parece que los jóvenes son el sector que con mayor intensidad y creatividad sabe generar culturas y subculturas propias, que los identifican y distinguen de la «masa» y la cultura dominante. Su música, fiel reflejo de lo que son, los convoca y con- figura, aunque —y esto es muy importante— no los encasilla. Bastaría recordar la proliferación de formas musicales, modas, estilos, actividades lúdicas, bailes y lenguajes asociados a los jóvenes que surgió a partir de los años 50 y que se extiende y multiplica en progresión, casi geométrica, hasta nuestros días.


Antes de seguir adelante, conviene precisar que cuando hablamos de «los jóvenes», inconscientemente tendemos a delimitar un grupo homogéneo determinado por la edad y, sin embargo, no todos los jóvenes son iguales, aun perteneciendo a una misma sociedad o país. Se diferencian unos de otros por su personalidad, valores y convicciones expresados a través de distintos estilos, modos de vida, formas de vestir o tipo de música. Esta diversidad se manifiesta incluso dentro de una misma subcultura. La creatividad de los jóvenes se manifiesta no sólo en la creación de culturas de «resistencia» y oposición, sino también en la diversidad de estilos que los diferencian a unos de otros. Si preguntáramos a un gótico, un rasta o un heavy qué tienen en común, seguramente nos dirían que nada en absoluto.


En un encuentro de formación de jóvenes monitores, hablando de las experiencias de comunicación, una de las participantes dijo: «Yo... es que no podría vivir sin música». Se trata de una frase paradigmática. Seguramente cualquier joven la firmaría sin pensárselo mucho. Ellos no pueden vivir sin música porque, de alguna manera, es una forma privilegiada de participación que los constituye como grupo. La música potencia, entre otras, tres de las dimensiones constitutivas de los jóvenes: la corporeidad, la intersubjetividad y la historicidad; por eso su música es:


• Participativa, porque posibilita manifestarse y encontrarse con los demás a través del cuerpo, del movimiento y del ritmo haciendo posible de alguna manera la expresión de todo lo que ellos son, en un ambiente que da gran importancia a lo afectivo y lo emotivo.


• Comunicativa, porque facilita el intercambio de experiencias y emociones, la identificación y la pertenencia al grupo de amigos, en definitiva: el encuentro con los demás con sus límites y valores.


• Vital, porque refleja lo que viven, sus temores, ilusiones y esperanzas, tal como ellos los perciben. Su música habla de sus experiencias cotidianas: el amor, la amistad, la monotonía, la soledad, la incertidumbre, la solidaridad, la paz, etc.


El deseo de conocer y amar más a los jóvenes puede llevarnos a tomar en serio sus intereses y a ir más allá de las apariencias. La música que ellos compran, escuchan, ven, bailan, graban, interpretan y disfrutan es una puerta abierta al diálogo, una oportunidad para vibrar con ellos. No se nos pide renunciar a nuestros gustos y criterios propios. Bastaría, por lo menos de momento, con valorar y apreciar un poco más los suyos.



Propuestas para el diálogo


La música es una de las realidades que más definen el estilo, la personalidad e incluso las convicciones. Nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia personal y familiar. A menudo asociamos lugares, ambientes, acontecimientos y relaciones con melodías y canciones pertenecientes a estilos tan diversos como la música clásica, popular, folclórica, comercial o religiosa. Y muchas veces seguimos teniendo en la mente y en el corazón esa canción que jamás hemos vuelto a escuchar, pero que nos trae recuerdos inolvidables: la del programa infantil de televisión o el anuncio de la radio, la que tocaban en las fiestas del pueblo o la de la primera vez que fuimos a una discoteca o a un concierto en un teatro. Las propuestas que hago a continuación son una invitación a recuperar esas vivencias asociadas a la música, a valorarlas, a aprender a conocernos y a comunicarnos a través de ella.


Invita a un grupo (catequesis, clase, comunidad, amigos, familia) a pasar un rato conociéndoos a través de la música.


Compartid 3 ó 4 canciones que hayan acompañado vuestra historia, la de cada uno, explicando por qué las habéis elegido.


Compartid algunas canciones con las que presentéis tres o cuatro rasgos fuertes de vuestra personalidad. Si el grupo es conocido, se puede entablar un diálogo que va mucho más allá de lo puramente estético.


• Elegid un cantante o grupo y contad al resto por qué os gustan, cuándo los empezasteis a escuchar...


Hablad de las personas que más queréis y presentádselas al grupo haciéndoles escuchar una canción dedicada a ellos.


• Compartid vuestros temores y heridas a través de una canción significativa (o varias).


Compartid vuestras ilusiones y momentos felices a través de una canción significativa (o varias).


Decid, sólo a través de música, quién es Dios para vosotros.


• Traed al grupo la canción que escucháis cuando estáis bajos de moral y la que os apetece escuchar cuando os encontráis bien.


• Dedica tiempo a recordar las melodías y la música que te han acompañado y las que llevas dentro. Elabora tu propia biografía musical. Puede ser un momento de re-descubrimiento de tus propias raíces (personales, culturales, sociales, familiares...). Si quieres, la puedes compartir con algún amigo o amiga, o incluso sorprender a tu familia con tus hallazgos.








BUSCAR Y HALLAR A DIOS EN TODAS LAS COSAS,

Y A TODA EN ÉL”(*)


José Antonio García, s.j.



INTRODUCCIÓN


La charla va a girar en torno a este tema:


Buscar y hallar a Dios en todas las cosas, y a todas en él”, como el horizonte de la mística ignaciana, como la originalidad de la mística ignaciana. Esta era la gran pasión de Ignacio.


En esta introducción voy a hacer tres constataciones:


a) La primera constatación es que toda espiritualidad, para que sea cristiana, tiene que dar respuesta a dos cuestiones:


• “amar a Dios y

amar al prójimo”


pero no como dos caminos paralelos, sino como un único horizonte integrado; y quizá lo nuevo o lo difícil, no está en que lo cristiano consista en amar a Dios y amar al prójimo, sino hacer de las dos cosas un horizonte único que esté interrelacionado.


Que unir adoración y compromiso no es fácil, se demuestra de muchas maneras en nuestra propia vida. Por ejemplo, en la historia de la espiritualidad nos encontramos con fórmulas que pretenden sintetizar diversas espiritualidades; una de ellas es la síntesis benedictina que sucintamente afirma “ora et labora”, pero aunque esa espiritualidad ha producido muchísimos santos y, por lo tanto, no hay nada en contra de ella, la expresión “ora et labora” es dicotómica, no está integrada.


Cuando después del Concilio, a muchos grupos les dio por cambiar la expresión “labora et ora”, -invirtiendo el orden de los factores, decían- comprométete, lucha por la justicia, etc. a nivel de formulación sigue siendo también dicotómica y desbalanceada, porque el acento se pone de una manera fortísima en el primer término y el otro se queda sin implicar, sin saber qué espiritualidad tiene.


La fórmula que se atribuye a Ignacio y que como sabéis no es de él, sino de Nadal: contemplativo en la acción, tampoco está bien lograda; porque hace suponer que, así como ha habido santos especialistas en ser contemplativos en la oración, Ignacio sería un especialista en ser contemplativo en la vida; pero eso no resume bien la experiencia de Ignacio, porque él fue un gran orante también, un gran contemplativo en la oración.


A nivel práctico, esta dificultad se nota también en un escoramiento que se da con facilidad hacia el compromiso vacío de contemplación; hay como una dificultad en dirigirse a Dios como el padre del mundo y, por lo tanto, de encontrarle profundamente implicado con sus hijos, de tal manera que la relación con Dios no pueda estar separada de lo que pasa a sus hijos. Y existe también la dificultad de relacionarnos con los hombres como hijos, es decir, viendo en el fondo de todo el mundo y de todo lo que sucede en los acontecimientos históricos, el rostro de Dios.


A nivel simbólico pasa lo mismo, porque “amarás al Señor con todo tu corazón”, sugiere templos, sugiere oración, sugiere retiro y “amarás al prójimo como a ti mismo”, está sugiriendo el grito que dan los hombres en busca de ayuda ...; y yo tengo la impresión, aunque quizá sea solamente mi propia experiencia, de que nos han entrenado mucho mejor para encontrar a Dios en unos lugares que en otros, por ejemplo: estamos bien entrenados para encontrar a Dios en la oración, en el propio corazón, en los sacramentos de la Iglesia; pero apenas tenemos entrenamiento para encontrar a Dios en la historia, en los acontecimientos históricos y es clarísimo que: Dios está tan presente en un lugar como en otro, y aquí nos falta rodaje espiritual.


b) La segunda constatación es que hay hoy en muchos grupos de Iglesia un deseo muy extendido de una espiritualidad integrada. Y esto es clarísimo; estamos ya hartos de las polarizaciones, tanto por vía espiritualista, como por vía de un compromiso desarraigado de la experiencia de Dios. Dicho como un juego de palabras: se anda a la búsqueda de una contemplación activa, es decir, de un encuentro con Dios, en el cual encuentro con Dios esté todo el mundo integrado; y de una activa contemplación, es decir, de un encuentro con el mundo, en el fondo del cual se puede leer el rostro de Dios y encontrarse con Él. Esa es como una especie de meta que se nota hoy; se siente hoy en muchos grupos cristianos.


En la década que fue de los 50 a los 65/70, el acento recayó mucho en la praxis, hacer lo que hizo Jesús era como la meta espiritual de aquellos años. A partir de los setenta y tantos se nota un interés por recuperar en la praxis de Jesús, el espíritu de Jesús. No basta con hacer lo que hizo Jesús, es necesario hacerlo con el espíritu de Jesús. Jon Sobrino ha escrito que la santidad es eficaz históricamente, es decir, que hacer las cosas desde el espíritu de Jesucristo no es neutro con respecto a la historia, sino que eso es históricamente eficaz también y, por lo tanto, hay que intentarlo.


c ) Tercera constatación. Parece que la gracia particular de Ignacio va por ahí; parece que para Ignacio la vida espiritual no es una cuestión, ni de oración, ni de acción, sino de una fidelidad y obediencia a Dios, que se ejerce por igual orando que actuando y que, por lo tanto, polarizar la vida espiritual en los sacramentos y en la vida de oración, no entraría como perspectiva dentro de Ignacio; esa polarización no es ignaciana. Como si toda nuestra vida espiritual nos la jugáramos en lo que sucede en nuestra vida sacramental y en nuestra vida de oración y no en lo que trabajamos y cómo trabajamos. Para Ignacio todo es vida espiritual.


Ignacio, en este sentido, resultó moderno en el siglo XVI; resultó una especie de hereje cultural, porque en el siglo XVI la santidad estaba muy vinculada a la contemplación y al retiro. En ese sentido introduce un aliento nuevo, una mística nueva..., pero yo tengo la impresión de que Ignacio resulta moderno incluso para nosotros, en el sentido que decía antes: casi espontáneamente tendemos a vincular vida espiritual con vida sacramental y oración, y no llevamos el análisis de la vida espiritual a nuestro trabajo, o lo llevamos con menos intensidad; es como si fuera que la vida sacramental y la oración tuvieran espiritualidad, pero el trabajo y el cómo del trabajo no la tuvieran apenas, como si fueran neutros. Esta sería la gracia particular de Ignacio y aquello en lo que Ignacio puede resultar moderno y modernísimo. Fijémonos que la mayor parte de la gente, incluidos nosotros, no somos gente que gastemos horas y horas del día en orar. Encontrar la espiritualidad de la mayor parte de las horas del día dedicadas al trabajo y compromiso, parece una cosa importantísima.


Al número 288 de las Constituciones se le ha llamado “La Perla de las Constituciones”, y ese numero termina así: “A él en todas amando, y a todas en él conforme a su Santísima Voluntad”.


Que dicho gráficamente, me parece que significaría esto: “Cuando te relacionas en horizontalidad con las cosas, con las personas, con la historia, la meta es que las atravieses hasta encontrar en ellas el rostro de Dios y la voluntad de Dios y el amor de Dios; y este es el movimiento de ida, pero Ignacio añade el movimiento dialéctico de vuelta, que es: “Que cuando te encuentres en verticalidad con Dios, en Dios encuentres al mundo, en Dios encuentres a todas las cosas; de tal manera que un encuentro ignaciano con Dios no sería bueno, si a largos plazos, al encontrar a Dios no encontrases los problemas de Dios en el mundo, si en Dios no encontraras el mundo de Dios, los hijos de Dios. Y por ahí estaría la síntesis de “ida y vuelta”. Esto si que es, a mi modo de ver, mucho más dialéctico y completo que cualquiera de las otras explicaciones del “ora et labora”: “A él en todas amando, y a todas en él, conforme a su Santísima voluntad”.



1. EXPERIENCIA EVOLUTIVA DE IGNACIO


Parece que la experiencia evolutiva de Ignacio va por aquí. De Loyola a Manresa, el lugar privilegiado y, por lo tanto, polarizado del encuentro de Ignacio con Dios está en la oración y en el sacrificio, en la mortificación. Dice la autobiografía, que empleaba siete horas de oración diarias y el resto en conversaciones piadosas y lo que le sobraba, en pensar cosas de Dios. Es evidente entonces que en ese período de la vida, Ignacio privilegia la oración y la penitencia como lugares casi exclusivos del encuentro con Dios y de la manifestación de Dios en su vida. Pero, en Manresa se va produciendo, poco a poco, una gran transformación de esa mística del comienzo y el eje se le va desplazando poco a poco a Ignacio, de la mística de las siete horas, a la mística de ayudar a las almas. Esta nueva mística va a modificar no sólo la conducta, sino la teología de Ignacio.


En lo que respecta a la conducta ese cambio se ve claro: empieza a arreglarse las uñas, a vestirse mejor, etc., para no espantar a la gente.


Y esa mística va a provocar en Ignacio la necesidad de estudios, de marcharse a París, Salamanca, etc. Esa mística va a transformar su concepto de pobreza, porque se da cuenta que el estudio le es necesario para ayudar a las ánimas, pero que no le es posible estudiar y pedir todos los días, y por eso se marcha en verano a Inglaterra, a atesorar un poco de dinero, para poder estudiar en invierno. Ahí se ha producido un cambio fortísimo hasta llegar a expresar tiempo después “enderezándolo todo al divino servicio, todo es oración”. Este es el asunto, “enderezándolo todo al divino servicio, todo es oración”. No quería que los de la Compañía hallasen a Dios solamente en la oración, sino en todas sus acciones y que ellas fuesen oración. Esa es la transformación que en él se ha dado. Y en ese empeño y devoción dice el padre Nadal que fue creciendo Ignacio hasta su muerte.


Pero la pregunta es ésta: ¿Qué provocó en Ignacio este cambio de mística? De una mística estrechamente vinculada a la oración y la penitencia, a una mística que se va corriendo hacia el ayudar a las animas. En Manresa, a lo que él llama en París su iglesia primitiva y en Roma su noviciado, se le produce esta transformación a través de la visión del Cardoner. Y esa visión consiste en ver al mundo y a la creación fluyendo de Dios. ¡Ahí está! En ver que hay unidad entre Dios y la creación. Dicho en la teología moderna, seria: “en ver o intuir..., o experimentar que Dios es inseparable del reino de Dios. Y por lo tanto, sirviendo al reino de Dios y comprometiendo tu vida en el sueño de Dios en la historia, estás amando y sirviendo, y estás orando a Dios”. Esa fue la gran revolución mística que se operó en Ignacio. Esa es la novedad, en un siglo XVI, donde santidad está vinculada a contemplación y a retiro del mundo y muy poco a entroncamiento en las cosas del mundo, para mejorar el mundo.


Allí dice que le sucedió como si hubiese visto el fundamento y el origen de todas las cosas, como si el fundamento de las cosas le hubiese sido revelado. En esa visión, Ignacio capta la unión entre Dios y el mundo. Y ahí está el origen del “buscar y hallar a Dios en todas las cosas” y no sólo en la oración.


A partir de aquí se le hace claro a Ignacio, que el amor a Dios se dirige no sólo, ni unilateralmente, ni principalmente a través de la oración, sino exactamente igual, por el entroncamiento de tu vida y de tu acción, en eso que constituye “el gran sueño de Dios sobre el mundo, que es: la familia humana”. Crear familia humana. Entroncar tu vida ahí y tu acción ahí, es una posibilidad de amar y servir a Dios, exactamente igual que pueda ser esa actividad realizada en la oración.


Por lo tanto, la oración para Ignacio no es algo que había ido funcionando mucho en nosotros, o al menos en mí, la idea de que “en la oración me cargo” porque “en la acción me descargo”. ¡Y no es cierto! Ignacianamente no tendría que ser cierto. En la oración me cargo de Dios pero en la acción me tengo que seguir cargando de Dios. Y, si no nos sucede así, que no suele sucedernos con frecuencia, es porque la acción la vivimos mal; no la vivimos como un entroncamiento en la voluntad y en los planes de Dios. De ahí entonces, veis la importancia de que la pesquisa y toda la revisión de tipo de nuestra vida espiritual, no se dirija solamente a la oración, sino sobre qué hacemos y cómo lo hacernos. Porque ahí nos estamos jugando la calidad de la vida espiritual, la calidad del amor y del servicio.


Orar y actuar tienden a fundirse en un único horizonte.


Somos unos viñadores que han sido mandados por el Señor a la viña, y mientras estamos en la viña, estamos como con la añoranza de que llegue la tarde para encontrarnos con el Señor, porque el trabajo en la viña no tiene calidad de encuentro con el Señor.


No señor, la viña es lugar de cita. La viña es medio divino; y por lo tanto, trabajar en ella tiene que convertirse en medio divino para nosotros, en liturgia, si toda la vida no puede ser oración, si llamamos oración a la plegaria, toda la vida tiene que ser liturgia, ofrecida y dirigida a Dios y a su reino.


Buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, no se identifica, por lo tanto, con dos asuntos que hemos manejado con frecuencia. En primer lugar se ve que no equivale a aquello que antiguamente llamábamos “hacer actos de presencia de Dios”; no equivale a eso que consistía en parar la acción para decir: “Dios mío, creo que estás aquí, te adoro y te ofrezco toda mi vida.” No hay nada en contra de eso, yo creo que es bueno ese ejercicio, pero no es lo que dice Ignacio. Y, en segundo lugar, mucho menos consiste en una esquizofrenia que nos llevaría a que, a la vez que estás actuando y, en una acción que te requiere toda la inteligencia y toda la atención, te tengas que estar acordando de Dios, porque una manera para volverte loco más fácilmente no la habría. No es ninguna de esas dos cosas; se trata del entroncamiento de tu vida y de tu acción en el plan salvador de Dios. Eso sería buscar y hallar a Dios en todas las cosas y experimentarle, aunque no sea posible en absoluto hacer eso y a la vez estar acordándote de Dios y adorándole. Aquí también hay una especie de revolución, hay una especie de cambio..., lo que pasa es que tal vez no está suficientemente crecida en nosotros la conciencia y la experiencia de que con ese entroncamiento... te sitúas ya en el corazón de Dios y, por lo tanto, es espiritualidad y es vida de unión con Dios. Tal vez esa experiencia esté baja en nosotros.





2. ENDEREZAR LOS CAMINOS PARA RECIBIR LA GRACIA


Una espiritualidad así tiene costos, e Ignacio los señala. Yo quisiera aludir a alguno de ellos:


a) Primer costo: Sin huir del mundo, no se puede ayudar al mundo, y esto ya se entiende, para nosotros jesuitas, que no es en un sentido material, porque nosotros no estamos llamados a vivir en los conventos, sino en la densidad del mundo y de la historia, pero sigue siendo verdadero en un sentido teologal; sin huir del mundo, no se puede ayudar al mundo.


Aquí entra el tema ignaciano, teológico, del seguimiento de Cristo pobre y humilde. Entra el tema del vestirse de su librea y desvestirse de todo lo que el mundo ama y abraza. Sin esa liberación, sin esa desmundanización, no podemos ayudar al mundo, porque, terminamos haciendo y repitiendo lo que el mundo en el sentido joaneo ya tiene y practica.


Yo creo que Jesús, nos ha revelado una cosa clarísima: “no se puede empujar el mundo hacia Dios de cualquier manera”, sólo se le puede empujar desde las actitudes que Él tuvo ante el mundo, sólo desde ahí se conduce el mundo hacia Dios, y por lo tanto, sin huir del mundo, en el sentido joaneo, no se puede ayudar al mundo, ni se le puede empujar hacia Dios, ni hacer un mundo más fraterno y más justo; no se puede.


Solamente, cuando te has liberado del mundo, puedes volver al mundo para ayudarle. Y ahí está más geográficamente el éxodo de Ignacio de Loyola a Manresa, que es una especie de fuga mundi, pero no sólo una fuga-mundi de tipo físico, sino también teológico, porque ahí se escribieron pasajes fundamentales de los Ejercicios, y sólo después, cuando Ignacio se ha liberado del mundo, puede convertirse al mundo y ayudarle.


Yo creo que esta es una llamada de atención a nosotros, contra el peligro constante de mundanización: en las actitudes, en los deseos, en las conductas, en todo. Sin huir del mundo, no se puede ayudar al mundo. Y este es un precio de la gracia.


b) Segundo costo: Un ejercicio continuado de dejarse afectar por la realidad, como realidad de Dios, y de hacerse, desde dentro de ese proceso, la pregunta: ¡Dios mío!, ¿Qué quieres de mí, y de nosotros?. Esto es ignaciano. Es el tema de la contemplación de la encarnación y de la contemplación para alcanzar amor; es meterse en la Trinidad, una Trinidad que no es apática con respecto al mundo, que se deja impactar por lo que sucede en el mundo y que, viendo lo que sucede en el mundo, reacciona, para salvar eso que sucede en el mundo. Este es un dato ignaciano, de tal manera que el, “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, no será posible sin una actitud previa o una actitud paralela de un hombre o de una comunidad que se deje afectar profundamente por las tragedias y los gozos del mundo, no sería posible. ¡Qué vas a encontrar! ¡Qué Dios vas a encontrar!, si antes tu corazón no se ha hecho sensible a eso?! Va a ser el Dios de Jesucristo?; ¿va a ser la Trinidad de Ignacio?, o ¿va a ser un Dios a tu medida, un Dios inventado por ti o proyectado por ti?


Por tanto, este paso parece también importante: ver las cosas por la óptica de Dios, por los ojos de Dios y, dejarse afectar por ellas. Y, desde dentro de esa afectación hacerse la pregunta: Entonces, ¡Dios mío!, ¿qué quieres de nosotros?. La elección de los ejercicios: “Buscar y hallar la voluntad de Dios”.


Hay un libro por ahí, precioso, que es absolutamente recomendable, yo creo, que se llama: “La imaginación profética”. Y creo que Ignacio en esto, repite el proceso de los profetas, Dice ese libro: que los profetas no arrancan de la crítica social y de la dinamización histórica, sino que arrancan de la capacidad de aflicción por el dolor del mundo como dolor de Dios, Esto es precioso. Habría que decir también “por el gozo del mundo, como gozo de Dios”. Ese es el lugar de arranque de los profetas, y ese es el lugar de arranque, seguramente ignaciano también. La capacidad de sintonizar con lo que está pasando en el mundo como algo que le atañe a Dios es lo que distingue a un creyente o a un profeta, de un activista social, y de lo que le identifica con él. Lo que le distingue es que el creyente o el profeta conecta con el dolor del mundo, pero conecta con ese dolor, como un dolor de Dios, no sólo de los hombres. Es a partir de ahí que instaura la crítica social y los proyectos dinamizadores cambiantes de la historia. Entonces se identifica con el activista social en el segundo y tercer punto, pero se diferencia en el primero y, para nosotros, creo que esa diferencia es importantísima, el punto de arranque no ha de ser ni ideológico, ni sociológico, ni psicológico, sino siempre teologal. Es decir, arranque siempre del corazón y de los ojos de Dios. Y eso no es neutro para la historia. Eso es eficaz para la historia.


c) Tercer costo. La tercera gracia que hay que pagar es salir del propio amor, querer e interés: “Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas las cosas espirituales, quanto saliere de su propio amor, querer e interesse” (EE 189).


Es el viejo tema de la abnegación y la mortificación. Como palabras están muy gastadas. Y seguramente, una tarea nuestra es recrear el lenguaje espiritual y teológico, porque si las palabras están muy gastadas dejan de impresionar y la gente cierra los ojos y los oídos. Y quizá palabras gastadas son: abnegación y mortificación. Pero lo que están diciendo por abajo, eso no está gastado; eso es antiguo y nuevo. Y lo que están diciendo por abajo esas palabras, dicho en otro lenguaje más moderno, es autoliberación para lo fundamental. Y eso nunca se ha hecho sin sacrificio, sin abnegación de uno mismo.


Ignacio es un sospechoso de toda acción y de toda oración que no incluyan este movimiento de salir del propio amor, querer e interés. No se fía nada, mas bien, temía mucho a los hombres de mucha oración si les veía cabezotas y duros de mollera y cerrados, porque entonces la mucha oración no hace más que reforzar esta actitud.


Entonces yo creo que aquí hay una llamada tremenda a que confrontemos siempre nuestra vida espiritual, tanto en la oración como en la acción, con lo que está sucediendo en nuestro corazón.


¿Eres cada vez más duro, más cerrado?; ¿más interesado en ti mismo, más narcisista, etc.? Entonces, seguramente no funciona la vida espiritual, ni en la oración, ni en la acción. Puedes decir que, con la gracia del Señor, ¿cada vez estás más vaciado de ti mismo? , ¿más desposeído?, ¿más entregado?, etc. Entonces, seguramente la vida espiritual, tanto en la oración como en la acción están funcionando.


El final de la segunda semana es drástico. Convénzase el hombre, que tanto aprovechará en la vida espiritual de oración y de acción, cuanto saliere del propio amor, querer e interés.


Y la vida confirma que esta es la regla de oro. Y que la vida espiritual, ni en la oración, ni en la acción, se pueden medir apenas desde dentro de ellas mismas, sino desde la entrega; desde los efectos que va produciendo en nosotros. Pablo esto lo expresó de una manera terrible en 1ª Corintios 13. “Ya podría yo hacer cosas tan sublimes como:


dejarme quemar vivo por una causa o

dar todo lo que tengo en limosnas.


Si no tengo caridad, es decir, si esas acciones son autobúsquedas narcisistas, no sirven de nada. Que es, dicho de una manera más bruta, más hiriente, lo mismo que Ignacio expresa con las otras palabras.


Y por fin, tengamos en cuenta que nosotros no somos gente de primera semana, nosotros somos gente de segunda semana, es decir, gente que ha decidido seguir a Jesús.


El gran descubrimiento de Ignacio en la segunda semana es que los hombres son tentados siempre bajo capa de bien, o sea, la tentación nuestra es tentación más sutil. ¿Qué significa eso?, que actitudes, acciones, pensamientos, que empiezan bien y que objetivamente son buenos, a lo largo del proceso se curvan y se convierten en procesos de autobúsqueda, no de puro servicio a Dios y de pureza de intención; esa es nuestra tentación.


De ahí que uno de los temas ignacianos más fuertes y más actuales, siga siendo el viejo tema de la pureza de intención que, dicho con otras palabras, significa que: ni en lo que piensas, ni en lo que sientes, ni en lo que haces, se produzca curvación, hacia ti mismo, hacia procesos de autobúsqueda, sino que se conviertan en: entroncamientos en Dios y su plan sobre el mundo. Esta es la tercera gracia.


Entonces, qué pasa con la oración en la mística ignaciana: ¿Queda excluida? No queda excluida en absoluto. Ignacio siguió siendo, aunque sospechaba mucho, siguió siendo un gran orante. Y, tal vez, la razón esté en que como frecuentemente nos sucede a todos, la acción, en vez de entroncarnos en el querer de Dios, se hace un proceso narcisista, y entonces una de las finalidades potentísimas de la oración sería: examinar delante de Dios la acción, para ver qué calidad tiene, y pedirle a Dios, dentro de ella, que nos conceda la pureza de intención. La acción se tiene que volver a la oración, para ver hacia dónde se dirige la acción, o hacia dónde se tiene que dirigir, porque si no fácilmente se marcha por otros caminos.


Por tanto, aunque nos duela, uno que haya perdido la oración no puede consolarse diciendo: “no, no, si es que en la mística ignaciana la acción ya es oración”. ¡Narices!, eso es lo que se trata de probar. No se puede dar por supuesto en matemáticas, hay que probarlo. No se puede dar por supuesto algo que hay que probar. Lo que está claro es que no toda acción es oración. Eso es clarísimo. Y por lo tanto, eso no todos lo pueden decir. Algunos sí, pero todos no. Por lo tanto, una pérdida facilona de la oración no puede acudir al consuelo facilón de que toda acción es ya oración. Cuando la acción no tiene ese entroncamiento pierde calidad y ya no es medio divino y por tanto no es liturgia hacia Dios, es liturgia de incensario hacia ti mismo. Y, seguramente, una de las finalidades fortísimas de la oración es intentar que no se produzca esto. Repasando un poco en lo que Ignacio busca en la oración, vemos cosas tan preciosas como la que indica en la oración preparatoria que recorre todos los ejercicios, lo que está buscando y pidiendo Ignacio es eso: “Que toda mi vida se articule en la libertad de Dios, en el proyecto de Dios, no en mis proyectos”. Por lo tanto, para Ignacio, orar es importante en esa dirección: “Para que toda mi vida se articule en el proyecto de Dios”. La oración de la segunda semana está diciendo: “orar es importante para conocer, amar y seguir mejor”. De tal manera que sin la oración, tal vez eso se degrade o no se produzca.


En el paso de la 1ª a la 2ª semana y de la contemplación para alcanzar amor, Ignacio está suponiendo que, el seguimiento es fruto del agradecimiento, Ese paso es precioso. El ejercitante al fin de la 1ª semana, queda tan impresionado del Crucificado que dice: Te sigo, te sigo.


Entonces, seguir la pista a ese proceso del agradecimiento por el don de Dios, para que produzca mayor seguimiento, es una función de la oración ignaciana. Y, finalmente, ¡ser puestos! con el Hijo, en la 3ª y en la 4ª semana es un dato importante de la oración.


¿Se puede dar por supuesto facilonamente que todos estos resultados se producen sin oración? El que pueda constatarlo honradamente, que lo constate, pero que no se engañe, que no se engañe. Y, los que no podamos constatarlo, porque no nos sucede, entonces tendremos que ver, en el ámbito de una oración fielmente querida y practicada, cómo en el ámbito del encuentro con Dios se generan todas esas cosas sin las cuales la acción no es medio divino, sino puro incensario congregacional, institucional o personal, es igual.



3.1

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3.1.1 CONCLUSIÓN

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En primer lugar, podemos decir que a Ignacio le costó mucho mantener su convicción porque fue contra-cultural en el siglo XVI. En segundo lugar, porque dicen los que vivieron con él que se tenía que hacer ¡una gran violencia! ya que su tendencia natural le llevaba hacia la liturgia y hacia la oración. Hacía muchas horas de liturgia y de oración, pero había visto con tal claridad la otra mística, que le costaba violencia separarse de una, para aliarse con la otra. Le costó mucho mantener esa perspectiva fundamental porque tuvo que defenderla de muchos embates: el embate cultural de su época, el embate de su propia tendencia personal y el embate institucional, porque ya en su vida (si no me equivoco), en España y en Portugal, empezaron a nacer tendencias conventuales en la Compañía. Y él lucha contra ellas, porque eso no responde a la mística de Ignacio. Pero Nadal dice, y aquí es el final, que esta gracia de Ignacio “el encontrar a Dios en todas las cosas”, es gracia para la Compañía. Es decir, que no fue una gracia particular de Dios a Ignacio, sino que a través de él se la concedió a toda la Compañía.


Quizá hoy, lo más que podamos pedir sea esto: “que la devoción de Ignacio, se convierta también en nuestra devoción”.

4 PARÁBOLA DUODÉCIMA

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5 Parábola del libro de Dios

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El ritual de todos los días en el cielo era la apertura del Libro. Dios Padre inscribía en él las entradas; era el libro de los pueblos. Dios dictaba: Este ha nacido allí . Y anotaba los que habían nacido en Sión, ciudad de Dios. Y este y el otro y el de más allá: todos han nacido en la ciudad de Dios: Rahab, Babilonia, Etiopía, Tiro, Filistea.. Todos los pueblos han nacido allí..


En ese momento todos los pueblos, todas las tribus de Dios cantaban saltando con júbilo: En ti están mis fuentes todas.



6 Libros sagrados abiertos

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En el cielo había una amplia biblioteca de libros de la vida donde estaban inscritos los signados.


Se abrían cada día millones de libros donde estaban apuntados los muertos, donde estaban reseñadas sus obras.


Era el universo mundo de la conciencia; espejo donde las almas medían sus conductas.


Era el libro de Dios.



7 La palabra hace el libro

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Hoy la Asamblea después de haber dado la bienvenida los registrados nuevamente en el Libro de la vida, quería tratar el tema de la Palabra de Dios escrita en el gran libro de Dios: todo era interesante para Dios Padre: las penas y los gozos, los triunfos y las derrotas de cada ser humano; El, que conocía a las estrellas por su nombre, tenía también contados los cabellos de sus cabezas. Y si los gorriones eran importantes para Dios, cuánto más lo serían los vivientes.



8 Los secretarios de las Iglesias

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En la reunión que se iba organizando estaban numerosos escritores, escribas, secretarios y reporteros de la vida. Fue Ezequiel quien presentó a los secretarios de la primera Iglesia.


Le gustaba a Juan el Discípulo escuchar el relato de los cuatro vivientes. Juan era poeta y visionario como Ezequiel. Asintieron Mateo, Marcos y Lucas. Así que el profeta empezó a narrar para los oyentes su visión. Su lenguaje era alegórico, simbólico; más poético que profético; porque sus imágenes eran de un simbolismo oriental indescifrable. Veía la gloria de Dios. Todo eran alas, fulgor de relámpagos, seres vivientes; reflejaban los querubines que veía en los frescos de los templos asirios.


Empezó Ezequiel a describir su visón: Vi la gloria del Señor. Vi un viento huracanado del septentrión, una nube densa y el fuego como bronce en ignición. En el centro contemplé cuatro seres vivientes: todos tenían semejanza de hombre; pero cada uno tenía cuatro aspectos. Y cuatro alas que se tocaban la del uno con la del otro. Su semblante era este: de hombre y de león a la derecha los cuatro; de toro a la izquierda los cuatro y de águila los cuatro.. Todos caminaban de frente a donde les impulsaba el espíritu, sin volverse para atrás.


Muy contentos quedaron los cuatro evangelistas que se sentían reflejados en esa descripción alegórica. Ellos en efecto, habían seguido el impulso del espíritu para recoger la doctrina de Jesús en las primera cristiandad.


Le agradó mucho a un sacerdote de Osiris, de nombre Tumesec, que entraba en la asamblea; se atrevió a aclarar a Ezequiel que también los paganos tuvieron sus libros sagrados depositarios de mensajes del Dios Único para otros pueblos. Hizo notar a Ezequiel que era demasiado nacionalista. Su Santidad sabe, continuó, que en Babilonia donde estaba exiliado el profeta, regía un Código que el rey Hammurabi había decretado más de mil años antes de que llegara Ezequiel a la ciudad asiria.


Los dioses designaron a Hammurabi, príncipe piadoso y temeroso de Dios para que proclamara en el País el orden justo..; para evitar que el fuerte oprimiera al débil..; y como hace Shamash, señor del sol, asegure el bienestar de las gentes.


En el Código del rey piadoso se señalan los delitos y penas que corresponden a cada delito; se regula el comercio, el trabajo, los préstamos, las herencias, los divorcios, la propiedad..


Si un hombre ha reventado el ojo a otro hombre libre, se le reventará el ojo.. “.


Si un hijo ha golpeado a su padre, se le cortará la mano”.


Era la ley del talión también, pero había un substrato de la ley natural que manda no hacer a nadie lo que no quiere que se haga con él.


Y continuó diciendo Tumasec que en su patria de las pirámides, el Dios del cielo había dictado un libro de conducta y juicio, llamado “Libro de los Muertos”.


Eran una colección de sortilegios que se incluían en las tumbas para ayudar a los difuntos en el camino del Más Allá; el conservar el cuerpo en buenas condiciones facilitaba ese renacer Embalsamarlos para facilitar su paso al otro mundo era el motivo de las grandes mastabas y pirámides.


En el “ Libro de los Muertos” se le daban fórmulas al difunto para pasar el juicio de Osiris, y para reconocer a los dioses que les facilitaran el paso a la eternidad. Uno de los más propicios era Anubis, el dios- cánido..


El egipcio creía en el renacimiento de la vida, creía en el Más Allá



9 El libro es la Palabra

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Intervino luego Juan que seguía describiendo a los recién llegados la Jerusalén celestial, la nueva tierra, el nuevo cielo. Seguía atestiguando a todo el que escuchaba las palabras del libro de la Revelación, las palabras del libro de la última profecía.


Se entretenía en recordar lo que escribió en Patmos. En el cielo tenía fama de que seguía en éxtasis contemplativo; así que cuando hablaba de cosas concretas le escuchaban con placer.


Al principio era el Verbo –la Palabra- y la Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre los hombres.


Allí era nada, decía Juan de la Cruz, hábil menestral de la palabra, Dios se hace carne, se hace palabra de hombre. Añadía comentando la maravilla con Santa Teresa, que ya El había dicho todas las palabras, no había que esperar más mensajes; de sobra tenían los hombres para conocer a Dios Padre. Yo, decía Teresa, envidiaba a Pablo de cuya boca no se caía el nombre de Jesús.



10 Las palabras sagradas

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Los libros sagrados contienen las palabras sagradas; las palabras se guardan en el libro de la vida. Dios tiene copia de todas las listas humanas, conserva la letra de todas las generaciones; los apellidos de todas las gentes. Su libro está lleno de topónimos, de geneologías; porque Dios ama a su gente, ama a sus tierras.


Siguió la Asamblea convertida ahora en encuentro lingüístico. Se acercaron Jerónimo, Fray Luis, Crisóstomo y varios poetas conceptuales. Empezaron a nombrar palabras cuyo contenido era un deleite. Dios, decía Juan; Hombre, replicaba Sócrates; Cristo contestaba Juan, Amor respondía Platón..


Juan seguía pronunciando el Alfa, la Omega, el Principio y el Fin.


María, dijo Lucas; Evangelio, replicó Mateo.


Pastor, Viñador, Cordero, Vencedor de la Muerte, Redentor, Ayer, Hoy y Siempre, Príncipe de la Paz, Adonai, Llave de David, Renuevo del tronco de Jesé, Puerta, Trono, Voz, Palabra, Verbo.. Era Fray Luis quien alternaba con Juan de la Cruz en nombrar a Cristo.


Poder, Majestad, Gloria, Honor..., Kirios, Señor de los Ejércitos de Dios; Justo, Salvador; Rey de las Naciones ... y resonaba este concierto verbal en los cielos angélicos..



11 Las otras palabras

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Fue Sócrates quien aludió a las “ otras palabras”, las palabras de maldición. Ya sé que no hay entre nosotros palabras de maldición. Dicen que los creyentes levantan su voz contra Dios mismo. Ensucian su nombre pronunciándolo vanamente; urgiéndole a que les enmiende sus yerros; retan su poder; le dicen que está muerto, tal vez, dicen , esté dormido.


Le echan la culpa de sus negligencias, egoísmos y descuidos. A veces le abruman con sus muchas palabras. Un bla bla interminable del que está lejos del corazón. Enseña su Palabra en sus plazas, comían con El, pero su corazón está en otra parte.


Otros se dirigen a Dios Padre como si expresaran un abracadabra mágico, utilizando su poder para remediar sus descuidos. Otros se dirigen a Dios Padre como las bacantes gritaban a Dionisos su evohé báquico, ebrios de gozo terrenal y vapores de ensueño.


Words, words –palabras, palabras- repetía Shakespeare que escuchaba atento.


No obstante, intervino Lope, hay palabras maravillosas que se dicen a Dios ¡Aleluya, Salve, Bendito, Gloria, Honor, Poder.!. dijo Lope.. ¡Ven, Señor, Jesús suspiraba Teresa. Amén, Amén, Amén.!. repitieron todos los presentes..



12 Dios habla sin cesar

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Dieciocho siglos antes de que Dios Padre pronunciara su Palabra definitiva encarnándose el Hijo en una mujer, Él había hablado con el mundo. Cuando deje de hablar Dios, habrá llegado otra vez el caos inicial. El mundo existe porque Dios habla, habla sin cesar...


Pretender, apuntaba de nuevo Sócrates, que solo habló la Divinidad por los profetas hebreos, es un error egoísta. El pueblo de Israel era un pueblo fundamentalista y nacionalista, como dicen ahora en la tierra. Es decir, excluyente y xenófobo. Nada que ver con la bondad de Dios.


Moisés intervino para aclarar que, durante su juventud en el palacio del Faraón, tuvo noticia de una piedra que llaman ahora Rosetta donde estaban escritos ciertos ritos mágicos en caracteres jeroglíficos. Era la conciencia del hombre que respondía a la palabra íntima de Dios.


También Juan Diego el indio santo apuntó que conocía el lenguaje de los mayas, que tenían sus dioses cercanos, con sus cultos mágicos. Seguían los dictados del dios Sol, componían sus calendarios, conocían las estrellas, como consta en los caracteres jeroglíficos de las estelas y códigos encontrados y en las pirámides de cuatro lados; figura coincidente con las de Egipto por llegar hasta el cielo donde mora el Dios Poderoso de todos los pueblos.


La conciencia de los pueblos era palabra de Dios que no tenía abandonados a su suerte a ningún pueblo de la tierra, comentó de nuevo Sócrates, que, según dijo, llegó a conocer los caracteres griegos de la piedra Rosetta.



13 La palabra de cada día

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La existencia es la palabra de cada día de Dios Padre. Creced y multiplicaos sigue diciendo a toda criatura. El día envía su mensaje al día, la noche se lo susurra a la noche. Las estrellas, a los astros, el firmamento, a las nubes; las nubes, al sol; el sol, a la luna; la luna se lo comunica a las olas de los mares; los mares hablan de Dios a las costas, las costas murmuran su nombre a las islas remotas. Las naves de Tarsis anuncian su existencia a la reina de Saba.


En el Paraíso los ojos de los justos se adelantan a la aurora esperando las palabras de Dios. Y los justos, desde María de Nazaret a los santos patronos, los ángeles y arcángeles la difunden la proclaman a quien la quiera oír.


Y toda la creación, al romper la aurora, mira a las manos de Dios Padre como el criado mira a las manos de su señor esperando su misericordia.


Envía Dios Creador mensajes en el viento, en las aguas y en los abismos: avisa, corrige, ama. Deshace con su lluvia los terrones, llena los valles de bestias que aclaman y cantan; brotan mil semillas, cuando sopla su aliento corren los corderos, los montes saltan como carneros; salen de sus cuevas los animales feroces en busca de sus presas; se alegran los cedros del Líbano, los enebros de la colina, las sabinas del montejo; y el hombre, por la tarde, entra en su descanso sudoroso de trabajo y esperanza cantando; llenas tiene sus manos de doradas espigas.


Es la palabra de Dios Padre, palabra fecunda que no vuelve a su trono vacía. Su palabra es eficaz como espada de doble filo: anuncia, cura, crea, fecunda, ama.




14 El libro se pierde, pero se encuentra siempre

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Miles de papiros de Grecia y de Roma que yo conocía, apuntó Sócrates, se encuentran solo en la Biblioteca del cielo. Los hombres olvidaron la palabra, quemaron los libros, destruyeron biblioteca santas. Pero siempre hubo diligentes del saber que guardaron dramas, comedias, epopeyas, romances y tragedias. Todo eso es también palabra de Dios que hablaba por autores inspirados.


Allí estaban escuchando Homero, Virgilio, Horacio, Sófocles, Eurípides, Catón.., Cervantes, Shakespeare, Lope y Tirso. En silencio mostraban sus pergaminos, palimpsestos, incunables y grabados.


El libro de la segunda Ley, señalaba Moisés, se había perdido con el trasiego y exilio del pueblo. Lo encontró el rey Josías el año 621 a.C, quien lo leyó de pie delante de todo el pueblo Los sacerdotes de todos los templos son los guardianes de los libros sagrados; pero a veces lo guardan tan personalmente que el pueblo los olvida. Lo ocultan en lenguas que no entiende el pueblo llano; en reservas para su lectura por creerla perniciosa; terminan apropiándose de la palabra como suya, y hurtan a las gentes la palabra de Dios.


Sudores ha costado a nuestro pueblo, señaló Cisneros, acceder al Libro, guardado celosamente por escribas y fariseos. Sudores, escisiones y protestas. Guerras incluso, dijo un desconocido allí presente.


Es la imagen del pueblo de Dios Padre disperso, que anda por la vida como ovejas sin pastor.


El sagrado legado de Dios durante la ausencia del Verbo hecho carne, se guardaba en el Arca de la Alianza. La palabra de Dios es siempre un pacto de amor con sus hijos.: El es su Dios, ellos son sus hijos.



15 La palabra moderna

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Dios Padre sigue hablando. El no está mudo, El no se muda al paso de los siglos terrestres; es el mismo hoy, ayer y para siempre.


El Desconocido antedicho – así lo conocían todos en el cielo – protestaba de vez en cuando. Los justos lo escuchaban con interés; sobre todos, algunos ex-jerarcas: habían llegado al Más Allá con complejo de perros mudos y de sordos pertinaces. Así que algunos cuya frente señalaba aún el peso de tiaras, pidieron al crítico que expusiera sus pensamientos.


Dijo el aludido que en el Libro no todo era palabra de Dios, como decían algunos en la tierra. Eran más bien palabras del hombre; por eso necesitaban glosa.


Dios no era el de Sinaí de los truenos y relámpagos, de la muerte de Oza hijo de Aminadab por tocar el Arca; ni era palabra de Dios el sacrificio de trescientos profetas de Baal en tiempos de Elías; ni el vencedor de los reyes Og, de los reyes de Sijón , de Carmelo, de Jericó...y de todos los reyes de Canán


¿Qué dios es el de Jael decapitando a Sísara; de Judit degollando a Holofernes; de David adúltero, de Salomón idólatra?





16 La permanente Palabra de Dios

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La palabra de Dios hoy y ayer es la palabra de los mártires y ascetas; de los místicos y apóstoles; la palabra de los pobres, mansos y pacíficos; de las vírgenes por amor; de los “anawin” del resto de Israel. De cada árbol tronchado surge un tocón vigoroso que prolonga el testimonio profético.


Son los hijos de Abraham de la fe, más numerosos siempre- más que las arenas del mar y las estrellas del cielo - que los hijo de la esclava.


Palabras de Dios son, intervino Antonio Gaudí, los templos góticos, las ermitas románicas, las basílicas barrocas, los monumentos bizantinos y paleocristianos; palabra de Dios son los caminos del mundo signados de cruceros.


Palabra de Dios, dijo Don Pedro Calderón, son los autos sacramentales, los versos líricos, las procesiones, los desfiles religiosos, las imágenes terrestres del Dios con ellos.


En las plazas del mundo resuena también la palabra de Dios; en ellas se relacionan las razas, se mezclan las lenguas, se contrastan las diferencias de los hombres.


Palabra de Dios son los templos, universidades y hospitales. Lo son también los hábitos humildes, los servicios callados, los voluntarios portadores del amor de Dios a los pobres.


Dios habla también en el amor silencioso con que conserva las criaturas; en el silencio de Dios, su espera inquietante, en su paciencia benigna.



17 Llega la Palabra

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El Unigénito, que volvía de su presencia en la tierra, entró en la Asamblea santa. Todos se pusieron en pie, incluso el santo desconocido.Todos escucharon con oídos atentos su Palabra


He aquí que vuelvo pronto; yo hago nuevas todas las cosas. Venid todos a mi, vosotros los que tenéis vestiduras blancas, vosotros que sois las columnas del templo de Dios; ya no saldréis jamás fuera de él. Sobre vosotros he escrito el nombre de Dios. Vosotros sois palabra, libro de las palabras de Dios.


Yo, que estoy sentado a la derecha de mi Padre, he sido considerado digno de abrir el Libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos


Y cuando hubo abierto el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos seguidos de todas las tribus del cielo, cayeron postrados delante del Cordero, teniendo cada uno su cítara y copas de oro llenas de perfumes, que eran las oraciones de los santos. Y cantaron el cántico nuevo que decía: ¡Digno es el Cordero de abrir los sellos!


1 Volvemos a traer aquí un retiro que ya pusimos en Forum.com nº. 48, por su oportunidad.

2 ST 94 (2006) 17-27.

3 Citado por Lluís Duch en Estaciones del laberinto. Ensayos de antropología, Herder, Barcelona 2004, p. 102.

4 A. VON HARNACK, La esencia del Cristianismo, Barcelona 1904.


5 José I. GONZÁLEZ FAUS, La Humanidad Nueva. Ensayo de Cristología, pp. 350-
351, Sal Terrae, Santander 1994, 8ª ed.


6 Tengo muy presente la obra de Adolphe GESCHÉ, Jesucristo, Salamanca 2004.

7 Himno de Laudes del Viernes de la I semana.

8 «Ser en la historia un margen operativo, la herida en el flanco de toda sociedad, tanto de la que ya afirma su sacralidad como de la que goza de su inocencia contingente: tal es el destino del mesianismo. El es el ésjaton dinámico en el tiempo. Jesús lo ancló definitivamente en el margen al encarnar al excluido... Sólo manifestándose en el margen, habita Dios nuestra historia, del mismo modo que Jesús, crucificado fuera de la ciudad, es el interrogante permanente, capaz de asediar a todas las culturas y sociedades. Su dios (y nuestro dios) es un dios oculto, no un dios ausente»: Christian DUQUOC, Mesianismo de Jesús y discreción de Dios. Los límites de la Cristología, Madrid 1985, p. 97


9 Himno citado.

10 «In eo autem quod Christum sine anima solam carnem suscepisse arbitrantur, minus noii sunt: nec adversus eos ab aliquo inveni de hac re aliquando fuisse certatum»: SAN AGUSTÍN, De Haeresibus 1, 49 (PL 42,39).

11 «El motivo tradicional de la unión indisoluble entre política y religión proporcionaba fundamento a los príncipes para intervenir en la controversia arriana. Y lo hicieron con decisión desde Constantino en nombre de la unidad política, que identificaron desde el principio de la querella con la unanimidad teológica. Sólo que el monoteísmo radical que defendía el arrianismo se avenía mejor con la concepción monarquizada del poder imperial que el perturbador principio de la consubstancialidad del Padre y del Hijo que había salido triunfador en Nicea. En consecuencia, desde Constantino, los emperadores, en particular Constancio 11 y Valente, reconocieron en el arrianismo un sostén ideológico más capaz de garantizar la unidad y continuidad del Imperio y lo apoyaron con resolución»: M Victoria ESCRIBANO PAÑO, en El Cristianismo marginado. Historia del Cristianismo / El mundo antiguo, Madrid 2003.


12 CP 132 (2006) 32-37.

(*) Artículo tomado del Cuaderno “Aportes Ignacianos”, nº 10, 1992, editado por la Compañía de Jesús de Uruguay.

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Inspectoria Salesiana “Santiago el Mayor”