LA PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN, MOMENTO PRIVILEGIADO


LA PRÁCTICA DE LA MEDITACIÓN, MOMENTO PRIVILEGIADO




Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 marzo de 2004 nº 34









Pascua florida



Así llamaba el lenguaje popular a las fiestas pascuales. El antiguo catecismo había  recogido la expresión cuando prescribía a los creyentes "comulgar por Pascua florida". Es  un nombre plenamente justificado, porque la Pascua coincide con la estación en la que tras  el letargo invernal, la naturaleza vive, de forma repentina y casi inesperada, la explosión de  color, formas, perfumes, vida y belleza que denominamos primavera. "Pascua florida" une en  perfecta armonía la fiesta cristiana, litúrgica, y la experiencia natural, profana, que subyace  a ella. A mi me sugiere un problema que el clima de secularización de la cultura impone de  forma cada vez más aguda a las comunidades cristianas y una pista -lo confieso, sólo  incierta y germinal- para encontrarle respuesta. 

El problema es la tensión cada vez mayor entre el ideal litúrgico (¡la fiesta de las fiestas!);  y la cruda realidad que la reduce para la mayor parte de sus miembros, por presión social,  por necesidad real, o por las dos cosas a la vez, a unas breves vacaciones de primavera (Juan Martín Velasco).























ÍNDICE



  1. Retiro ……………………....3-9

  2. Formación……………….10-16

  3. Comunicación.…….......17-20

  4. El anaquel……………....21-44

  5. Técnicas ……..………….21-33

  6. Jornada Mundial CS….34-37

  7. Necrologio ………….......38-44



Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

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Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO





1 PARA MOTIVAR EL DINAMISMO DE LA INTERIORIDAD APOSTÓLICA

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Eugenio Alburquerque



Nuestra vida salesiana tiene siempre ante sí el reto de la interioridad apostólica. Este compromiso motiva la reflexión de este retiro. El objetivo concreto, situándonos en este amplio marco de referencia, se concentra en la práctica de la meditación, para ver en ella un momento de capital importancia en la vivencia y desarrollo de la interioridad apostólica.


  1. Dimensión contemplativa de la consagración apostólica


La vida consagrada se concentra en Dios. A Él nos consagramos. Él se convierte, para nosotros, en la opción y en el centro de nuestra existencia. Por ello, toda vida consagrada es vivificada y alimentada por la dimensión contemplativa.


Nuestra vida consagrada apostólica encuentra su rasgo de identidad en la misión: “La misión da a toda nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica nuestra función en la Iglesia y determina el lugar que ocupamos entre las familias religiosas” (C 3). Y, como la misión se realiza en una continua actividad al servicio especialmente de los jóvenes, le corresponde entonces un tipo y un estilo de contemplación capaz de transformar la actividad en interioridad, capaz de hacernos, de verdad, contemplativos en la acción y activos en la contemplación.


Necesariamente, en esta experiencia espiritual que surge de la misión, de la vivencia de la caridad pastoral, hemos de referirnos a Jesús, misionero del Padre. Nuestra misión de apóstoles de los jóvenes puede formularse también desde los mismos gestos y palabras de Jesús en el evangelio. Según el evangelio de Marcos: “Llamó a los que él quiso... para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios” (3, 13-15).


La elección de Jesús abarca, pues, dos aspectos: “estar con Él” y “ser enviados”. Refleja la misma misión de Cristo. En Él no existe dualismo, sino integración plena. Jesús mantiene una profunda comunicación con Dios Padre, ora insistentemente. Pero, a la vez, la vida de Jesús está inmersa en la misión que el Padre le ha encomendado. Jesús se define a sí mismo como “el enviado”; e interpreta su existencia desde el cumplimiento de la voluntad del Padre.


Como apóstoles de Cristo, elegidos y enviados a “anunciar la Buena Noticia”, a “ser portadores del amor de Dios a los jóvenes”, tenemos necesidad de vivir la experiencia del encuentro con Dios. Tenemos necesidad de orar; y, mças aún, de sentir incluso esta necesidad: de desear experimentar a Dios (Sal 42: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo podré ir a ver el rostro de Dios?”). Este es el sentido y la fuerza de esa invitación que Jesús nos hace de “estar con Él”.


Naturalmente, no basta mantener vivo el deseo de llegar a este encuentro. Hay que preparar el camino de ese deseo; es decir, hay que buscar los medios para que se pueda hacer realidad la experiencia de Dios. Y es aquí donde hemos de situar hoy la importancia y la necesidad de la meditación, y donde la meditación puede ser comprendida como momento prvilegiado para vivir la interioridad apostólica.


Una primera actitud para hacer posible el encuentro con Dios y el diálogo interpersonal es saber volver sobre mi interior. Se trata, ante todo, de recuperar la capacidad de ensimismarse. En la cultura contemporánea, se pierde y se diluye nuestra personalidad porque disminuye la capacidad de hondura y de percibir incluso las propias sensaciones y sentimientos. Con frecuencia nos situamos en la superficie de nuestro yo. Abandonamos su interioridad, unas veces, porque nos dejamos llevar por las visiones horizontales e intrascendentes, por las lecturas planas de la realidad, por las modas ideológicas, porque nos sumergimos en la acción o nos concentramos casi exclusivamente en los aspectos organizativos; otras veces, hasta por miedo a la soledad y al silencio.


K. Rahner ha escrito: “El hombre ya casi no soporta la callada soledad ante Dios y trata de refugiarse en una especie de colectividad eclesial cuando, en realidad, dicha colectividad ha de edificarse sobre la base de hombres espirituales que hayan tenido un encuentro directo con Dios”. Es decir, de hombres que hayan experimentado la plenitud de la soledad.


Hay un pozo dentro de cada uno de nosotros, y tenemos sed, pero vamos a buscar el agua a estanques agrietados (cf Jn 2,13) de agua encharcada. Nos resistimos a quedarnos en nosotros mismos y recuperar la dimensión de la silenciosa soledad. Sin esta capacidad de gustar y saborear la soledad y el silencio difícilmente podremos experimentar el misterio de nuestro ser donde Dios habita.


Es aquí donde hemos de situar la meditación, en cuanto forma de oración, momento de encuentro con Dios en la intimidad y en el silencio, momento de interiorización. El artículo 96 de las Constituciones dice: “Una forma indispensable de oración es para nosotros la oración mental. Esta refuerza nuestra intimidad con Dios, salva la rutina, conserva libre el corazón y sostiene la entrega al prójimo. Para Don Bosco es garantía de gozosa perseverancia en la vocación”.


Me detengo a explicar más ampliamente su naturaleza y elementos esenciales, para ver así su fuerza en la realización de nuestra actividad apostólica.






  1. La meditación, momento de contemplación


    1. ¿Qué es meditar?


El término meditar significa aplicar con atención el pensamiento a la consideración de algo. La meditación cristiana implica siempre la consideración o razonamiento sobre el misterio de Cristo, sobre su voluntad y su plan de salvación.


En sentido estricto llamamos meditación a la oración en que prevalece este sentido intelectual y discursivo. Así la describe, por ejemplo Santa Teresa: “Llamo yo meditación al discurrir mucho con el entendimiento”. Pero la misma santa advierte que no se puede convertir la oración en discurso. Porque la sustancia de la oración “no está en pensar mucho, sino en amar mucho”. Por eso, ella misma recomiendas cuidar no caer en el vértigo del discurso, dar paso a la palabra cordial y al silencio amoroso, nacidos de la contemplación: “Se representen –dice- delante de Cristo y sin cansancio del entendimiento, se estén hablando y regalando con Él, sin cansarse en componer razones...”


Es decir, meditar es pensar; pensar en la persona y en la vida de Jesús, en la historia de la salvación. Pero a través de este camino discursivo vamos penetrando en el misterio de Jesús, dejándonos llenar por Él y gozando de su riqueza salvadora. Y entonces el proceso se invierte: más que pensar, somos pensados. Descubrimos que hay alguien que vive en nosotros y nos lanza a la vida y a la misión; descubrimos el misterio de Dios en quien y por quien vivimos, que alumbra nuestra existencia y nuestra acción. La meditación, pues, conduce y orienta a la contemplación, al encuentro con el Señor.


No se reduce, por tanto, a una función intelectual. Entran en juego también otras potencias. Como veremos, desempeñan un papel importante la voluntad y afectividad. Y, de algún modo, se podría decir que en la vida espiritual, el significado de la meditación es mucho más amplio que el acto mismo de la meditación. En la meditación queda englobada la totalidad de la vida. Porque, para saber encontrarse con Dios en la meditación, es necesario ser capaz de mantenerse en Dios a lo largo del día. Es decir, cuando falta la familiaridad con Dios en el trabajo y en las ocupaciones, difícilmente se llega a ello en el breve momento de la meditación. Difícilmente se llega a hacer meditación si todo el día es dispersión, vaciamiento y ruido.



    1. Tipos de meditación


Dentro de la oración mental es posible distinguir tres tipos de meditación: reflexiva, dialogal y simplificada.


La meditación reflexiva consiste, como indica su nombre, en reflexionar sobre algo. La podríamos comparar con la observación atenta de un cuadro para llegar a percibir todos los detalles y descubrir toda su belleza. Por ejemplo, tomamos un texto de la Sagrada Escritura, y la inteligencia y el corazón lo desmenuzan y analizan para descubrir su sentido espiritual y para sacar conclusiones para la vida espiritual. Este ejercicio se realiza en la presencia de Dios para subrayar que no es un simple ejercicio de análisis literario o exegético, sino una reflexión que aviva la fe y lleva a vivirla.


La meditación dialogal no se contenta con la reflexión; se habla con alguien. El contenido puede ser el mismo de la meditación reflexiva; pero la forma cambia. Es una oración dialogal. Quien sigue esta modalidad, no se limita a pensar en lo que ha hecho Jesús; habla con Él. Resulta evidente que ambas pueden fundirse y llegar a ser una.


La meditación simplificada es la de quien se limita a pasar el tiempo en recogimiento. Quien está acostumbrado a la reflexión, quien ha aprendido a amar la meditación, termina por ver las cosas de una manera más simple. Llega ano tener necesidad de reflexionar sobre muchos detalles. Puede bastar al orante simplemente una frase o una expresión que él repite de vez en cuando. Por ejemplo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Explícitamente no se consideran más detalles ni reflexiones; pero están presentes de una manera más profunda y más simple.


En relación con las dos formas anteriores, la meditación simplificada significa el punto de llegada. Ahora bien, la posibilidad de integrar las tres, nos dice que las modalidades para realizar la meditación son muchas y que lo mejor es adaptarlas a las condiciones del individuo.



    1. Elementos esenciales


De la descripción presentada de la meditación y de los tipos principales, es posible llegar a los elementos esenciales de esta forma de oración cristiana. La tradición ha resaltado: la reflexión que realiza el sujeto, los afectos que surgen de él, y la resolución que orienta la vida de acuerdo con los aspectos anteriores.


Ciertamente el primer paso lo realiza la inteligencia que piensa o discurre sobre un valor o un acontecimiento, a través de un texto; el segundo, la voluntad, que se abre a la atracción que suscita y se deja impregnar por ella; y el tercero corresponde también a la voluntad que orienta la acción de la persona en la dirección del valor. La reflexión está en función del afecto y ambos desembocan en la praxis mediante la resolución. Meditar es siempre buscar el encuentro con Dios, abrirse a su influjo, que conduce a la acción.


Pero el motor de la meditación está en los afectos. Al hablar de la meditación todos los autores se refieren a lo que llaman “moción de los afectos”, es decir, al estímulo y movimiento interior de amor, a la resonancia del espíritu frente a un valor. Es aquí donde se sitúa el corazón de la meditación. Por ello, la intención principal de la meditación es suscitar la atracción y el amor de los valores de la fe, o bien, la repulsa al pecado.


En este sentido, el valor de la meditación no se mide por la intensidad o complejidad de la reflexión, sino por la fuerza con que se ve envuelto el espíritu. Santa Teresa lo expresa muy bien: “para aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y ansí lo que más os dispertare a amar, eso haced”.


Si la intención fundamental de la meditación consiste en acrecentar el amor personal a Dios y llegar a adherirse a su voluntad, esto implica que no puede confundirse con otras prácticas semejantes. De modo particular habría que indicar la diferencia de la meditación con el estudio, la lectura espiritual, la preparación de la predicación o catequesis, la escucha de homilías, los encuentros espirituales, la reflexión grupal, etc. Hago solo algunas anotaciones muy sencillas sobre ello, con el fin de percibir todavía mejor su naturaleza.


La meditación se distingue, ante todo, del estudio. Mientras el estudio se mueve en el plano de la dimensión perceptiva y del aprendizaje, la meditación se sitúa en la dimensión afectiva de la comunión con un valor. En el estudio no se mira a los afectos, sino al enriquecimiento de la mente. Se puede llegar a comprender un valor y no aceptarlo. Aunque la meditación tiene necesidad de reflexión, no busca la ciencia sino la inteligencia del corazón. Por ello, la meditación no se realiza normalmente sobre un libro científico teológico o de difícil comprensión. Y en este4 sentido, tampoco se puede convertir la meditación en un tiempo para preparar la catequesis o la predicación, o para intentar combinar ambas cosas.


Por otra parte, la meditación se distingue también de la lectura espiritual o de escuchar una homilía o una conferencia. Estas prácticas implican una sucesión obligada de pensamientos que no deja al individuo la posibilidad de pararse, ponderar o rumiar. Y, por otra parte, son siempre menos personales y más pasivas que la meditación.


Finalmente, tampoco puede reemplazar a meditación la reflexión comunitaria, grupal. No se puede privar al individuo del tú a tú personal con Dios, que es lo que define la oración mental.



    1. Métodos


Buscando la eficacia de la oración mental se ha llegado a distintos métodos de oración. Han alcanzado un significado especial en la espiritualidad cristiana: el ignaciano, salesiano y sulpiziano. No me detengo en la descripción de cada uno de ellos. Señalo simplemente los datos esenciales que están presentes en todos. Todos destacan que hay que cuidar la preparación remota y próxima. Es decir, sobre todo, hay que ponerse en la presencia de Dios y pedirle incluso que nos ayude a hacer oración. Hay que fijar después la atención sobre algunos puntos concretos, que son el objeto y contenido de la meditación. Y es indispensable aprender a hablar familiarmente con Dios. Todo esto debe terminar en un compromiso concreto, porque de lo contrario nos quedamos en puro sentimentalismo, que puede ser útil, pero que es insuficiente. Y durante el día hay que tener delante los aspectos más relevantes de la meditación. Ello ayudará a mantener la unión con Dios y a ser contemplativos en la acción.


En general, con respecto a los métodos, hay que evitar tanto la excesiva rigidez como el excesivo abandono. Todos los autores insisten en que al principio de la vida espiritual es casi indispensable atenerse a un método concreto. Solo cuando se va creciendo, se sentirá menos su necesidad.



    1. Meditación y vida salesiana


Nosotros no podemos hablar de meditación sin referirnos a la palabra y experiencia de Don Bosco. Desde él se comprende su importancia en la tradición salesiana.


La meditación era un práctica muy recomendada en el ambiente religioso del siglo XIX. Don Bosco propone a los muchachos del Oratorio la meditación entre las prácticas de piedad y escribe en El joven cristiano, algunas breves consideraciones para cada día de la semana. Aunque no se trata de la meditación en sentido estricto, sí constituyen un ejercicio práctico de reflexión y oración mental, adaptada pedagógicamente a la capacidad de los muchachos.


En relación a los salesianos, a primera vista podría parecer que Don bosco habla poco de la meditación. Incluso en la primera redacción de las Constituciones proponía solamente media hora de oración diaria “entre mental y vocal”. La media hora de meditación se introdujo después de las observaciones de la Curia romana. Sin embargo, hay que anotar que las observaciones de la Santa Sede a este artículo de las Constituciones sobre la oración, a diferencia de otras, fueron acogidas por Don Bosco con mucho agrado y se empieza a practicar la modificación introducida incluso antes de haber sido comunicada.


Don Bosco habla enseguida de la importancia de la meditación y la recomienda encarecidamente. Habla de ella incluso en las tandas de Ejercicios Espirituales, como puede comprobarse por algunos apuntes y esquemas de sus charlas. Por ejemplo, en los Ejercicios de 1869 a los salesianos y novicios que tienen lugar en Trofarello, Don Bosco dice en una plática: “Se entiende por oración todo lo que eleva nuestros afectos a Dios. La meditación de la mañana es la primera. Hacedla todos siempre, pero descendiendo a la práctica, acabadla siempre con la resolución de sacar fruto de ella, de evitar un defecto, de practicar alguna virtud” (Mbe IX 632).El mismo hecho de que Don Bosco escoja el tema de la meditación para una plática de Ejercicios Espirituales, indica la importancia que le concedía.


Sobre el modo de realizarla, Don Bosco lo explica así: “Escoger el tema sobre el que se quiere meditar, poniéndose antes en la presencia de Dios. Después reflexionar atentamente sobre lo que meditamos y aplicárnoslo a nosotros. Sacar la conclusión de dejar ciertos defectos y ejercitarnos en ciertas virtudes, y después poner en práctica a lo largo del día, las resoluciones tomadas por la mañana. Debemos también excitar en nosotros afectos de amor, de reconocimiento y de humildad ante Dios, pedirle las gracias que necesitamos y rogarle, arrepentidos, el perdón de nuestros pecados. Recordemos siempre que Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos (MBe IX, 330).


En realidad, las características de la meditación que propone Don Bosco, son los rasgos comunes a todas sus prácticas de piedad: sencillez, espontaneidad, simplicidad. Todas ellas se orientan a una vida centrada en Dios; a dirigir toda la actividad del día hacia el Señor, a crear en el salesiano una actitud y un espíritu de oración, a vivir la interioridad apostólica.



  1. Desde la contemplación a la vida


La meditación puede centrar toda nuestra vida en Dios, si realmente la sabemos prolongar en la vida. Puede dirigir nuestra actividad hacia Dios; y puede llevar también a Dios a la actividad.


La meditación es momento íntimo de encuentro con Dios, encuentro a solas, de tú a tú. En este encuentro, cada día, cada mañana, puede producirse la confesión fundamental que da sentido a lo que somos y hacemos: “Tú eres mi único Señor. A ti consagro toda mi vida”. Y al ser nuestra consagración, consagración apostólica y misionera, el sentido auténtico de nuestra confesión es éste: “A Ti y a tu causa en el mundo, al Reino, consagro toda mi vida: a Ti y a los jóvenes a los que me envías”.


Pero me parece que hemos de sentir la convicción de que lo que configura nuestro ir al mundo y a los jóvenes es la calidad del encuentro con quien es nuestro Señor. “Solo entra de verdad en comunión con sus hermanos, dice Le Seaux, aquel que ha penetrado dentro de sí, más allá de sí, hasta el lugar de su origen, hasta el mismo Dios”.


Cuando Jesús explica a sus discípulos cómo ha sido su amor hacia ellos no encuentra expresión mejor ni más verdadera que ésta: “Como el Padre me amó, así os he amado yo” (Jn 15,9). Lo que ha sucedido entre el Padre y Jesús, eso es lo que fluye de Jesús a los discípulos. Es para ellos, portador del amor del Padre.


Así también, lo que impulsa nuestra ida al mundo y a los jóvenes es la contemplación de Dios. No es la voluntad, ni la atracción, ni el gusto, ni el esfuerzo ascético. Es, más bien, la experiencia de lo que Dios , lo que Jesús de Nazaret ha sido para nosotros. Primero hay que encontrar a Dios, hay que sentir su amor. Solo así seremos signos de su presencia y portadores de su amor.


Esta es la auténtica espiritualidad salesiana. Este es el sentido de la interioridad apostólica. Y en este sentido, la meditación es un momento privilegiado: realiza el encuentro con Dios y nos lanza al trabaja misionero entre los jóvenes.





FORMACIÓN



De la victoria de la pascua a la victoria de la fe1


Pablo Largo Domínguez, cmf2


Estas páginas despegan con una afirmación netamente pascual: "vuestra fe es la victoria que vence al mundo" (1 Jn 5,4). A partir aquí, el autor desarrolla una reflexión que aclara el significado del término 'mundo', y explica en qué consiste el triunfo que reporta una fe viva. Concluye invitando a descubrir los muchos signos de Resurrección presentes en nuestra realidad.



Sobre el fondo de una declaración de Jesús en el Libro de la Pasión-Gloria ("yo he vencido al mundo": Jn 16,33), nos acercamos al combate y la victoria de su comunidad y sus discípu­los. Para esta reflexión tomamos como motivo inspirador unas palabras de la Primera Carta de Juan: "Esta es la victo­ria que vence al mundo: vuestra fe" (1 Jn 5,4).


Haremos una reflexión libre, más allá de toda exégesis exacta y ceñida al sig­nificado originario de la frase. Señala­mos primero un posible significado del término "mundo"; referimos luego las actitudes opuestas que la experiencia del mundo ha suscitado; presentamos la vic­toria que Cristo y los creyentes reportan sobre él; por último, detallamos algunas de las conquistas alcanzadas por la fe de cristianos y religiosos (mujeres y varo­nes) y registradas en los últimos o penúl­timos anales de la historia de esa tenaz combatiente.



El mundo


El mundo, según el texto y el contexto de 1 Jn 5,4, está formado por las realida­des separadas de Dios y las fuerzas hosti­les a Dios. Se condensa en dos talantes y perspectivas. Representan la primera los pesimismos radicales, que no simplemen­te dicen, sino que más a fondo sienten, piensan y actúan desde una convicción básica formulada en frase fatalista: "esto no hay Dios que lo remedie". O declaran con un poeta: "no digo que sí o que no. / Digo que, si Dios existe, / no tiene perdón de Dios".


La otra forma que cobra el mundo es el optimismo impenitente del progreso indefectible. Vamos dando tumbos, pero el visionario dirá que damos saltos cuali­tativos. Estamos a punto de agonizar, y al que se interesa por nuestra salud le res­pondemos: "estupendamente". Nos afe­rramos al refrán de que las apariencias engañan y profesamos enfáticamente que el mundo sigue una marcha triunfal en un proceso evolutivo ascendente e irrefrena­ble. Si acaso, las resistencias que aparecen en esa ruta no son sino formas histó­ricas marginales, anquilosadas y petrifi­cadas, que acabarán rindiéndose al em­puje de la evolución. No hay ningún Dios que mueva este avance, ninguna re­alidad trascendente que aliente esa as­censión. Todo marcha indefectiblemente bien.


Pero lo cierto es el drama a cuya esce­na estamos lanzados: somos limitados, mortales y pecadores. En efecto, tropeza­mos continuamente con nuestros límites: el de nuestras fuerzas físicas, bastante menguadas, que se acusa en la fatiga; el margen de nuestra energía psíquica, que se manifiesta en el estrés; la pobreza de recursos personales; la lentitud y torpeza en los aprendizajes, con los miedos y re­sistencias interiores que esto genera; las inadvertencias y los olvidos, los errores y los malos cálculos. Uno da de sí lo que da de sí. No hay más cera que la que ar­de. Somos muy conscientes de que la eficacia de nuestra acción es muy reduci­da. La muerte se anticipa ya en el can­sancio y en la fragilidad de nuestro cuer­po, en el envejecimiento del organismo y de la mente, en la pérdida de la creativi­dad y, en general, el proceso de deterio­ro. Esto es válido para los individuos, pa­ra los grupos y para las culturas. Los grandes imperios son caducos y su gloria es como hierba que se renueva por la mañana y por la tarde se seca. Lo recuer­da el libro de Daniel o cualquier manual de historia.


En fin, nuestra condición pecadora tiene mil manifestaciones. Un no creyen­te no hablaría de pecado, sino, por ejem­plo, de "separación", como es el caso de E. Fromm. Pero el no creyente puede coincidir con nosotros en la identifica­ción de muchas manifestaciones: la indi­ferencia, el odio, el egoísmo depredador, la injusticia, la perversión, la mentira, la opresión sistemática. Y añadiría esos otros síntomas de la vida diaria: mez­quindad, fastidio, avaricia, arrebatos de ira, envidia, deslealtad, incumplimiento de la palabra dada.



¿A qué carta quedarnos?


Si se tienen en cuenta estos datos, pa­rece que el pesimismo tiene toda clase de razones para salir triunfante en la con­tienda con el optimismo. Los males no son menudos, sino bien graves; no son circunscritos y locales, sino pandémicos y universales; no son pasajeros, sino es­tructurales; no son fácilmente maneja­bles, sino esquivos, mutantes y resisten­tes. ¿Hace falta poner más pesas en el platillo de los pesimistas para reconocer que tienen razón?


Hay posiciones que intentan algunos arreglos. Voltaire, por ejemplo, era adver­sario de dos grandes espíritus: de Pascal, que propendía a una visión más bien trá­gica de la condición y situación del hom­bre; y de Leibniz, para quien el mundo en que vivimos es el mejor de los mundos posibles. Quizá estos tipos de pesimismo o de optimismo no se den en estado puro, salvo en los ramalazos de algunos poetas; quizá no sean actitudes estables, sino justamente eso: ramalazos, reacciones momentáneas ante situaciones agudas o in­cluso extremas. Pero es fácil que se den como tendencias. Y estas nos tientan tam­bién a nosotros.



La victoria del Cristo Pascual sobre el mundo


En el discurso de despedida, Jesús de­clara a los discípulos: "Cobrad ánimo. Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). Ya el prólogo de Juan nos había adelantado: "La luz brilla en las tinieblas, porque las tinieblas no la han vencido" (1,5). La vic­toria del Señor se despliega en la Pascua con toda su fuerza. Jesús culmina en ella una historia en que no ha cedido al Tenta­dor (sinópticos), ni a los "poderes de se­paración, ha preservado su unidad con el Padre, no se ha plegado a las presiones de las masas y los discípulos", no ha subor­dinado la singular afirmación de la ver­dad de Dios introducida por él en la his­toria a la afirmación de su propia particu­laridad histórica (P. Sequeri), ha hecho efectivamente presente y manifiesto el amor de Dios a los hombres a través de su propio amor de entrega hasta el final, ha sido el cordero de Dios que inmolado en la tarde pascual ha quitado el pecado del mundo, el que, elevado, lo atrae todo ha­cia sí y hacia el Padre. El Padre lo ha glo­rificado (Jn 12,22ss) y él ostenta ahora en su estandarte el título de Christus Víctor (Cristo Vencedor).


La fe, apoyada en la Pascua, participa del triunfo de Cristo. La fe vence los bro­tes de mundo que quieren asomar dentro de nosotros y el asedio de las fuerzas hostiles a Dios que pretenden enseñorearse de nuestras conciencias y vidas. La fe es una victoria sobre el pesimismo ra­dical y sus secuelas de resignación amar­gada y capitulación temprana. Su apoyo no está, pues, en los meros poderes de una razón que expulsa la ignorancia, do­mestica las pasiones y se apodera de las voluntades.


No es que desdeñe la razón, al igual que la gracia no destruye, sino que per­fecciona a la naturaleza. Pero el creyente se alimenta en una fuente de conoci­miento y esperanza que trasciende los datos de la experiencia común y las ca­balas de la mera razón. Desde esa nueva perspectiva, formula una tenaz y confia­da afirmación de que esto sí hay Dios que lo remedie. Justamente la divinidad de Dios se caracteriza por ser Él el Dios creador, el Dios que justifica al impío y el Dios que resucita a los muertos, como proclaman las lecturas de la Vigilia Pas­cual, que arraciman la gesta de Dios en una única sinfonía.


Esos tres grandes títulos de Dios nos hablan de su poder para vencer lo negati­vo y borrar el fondo o franja de tiniebla que nosotros designamos con los nom­bres de "nada", "pecado" y "muerte". La creación es así una victoria sobre la na­da; la justificación, sobre el pecado; la resurrección, sobre la muerte. Dios ins­taurará verticalmente su Reino, el "Reino de Dios", que es los cielos nuevos y la tierra nueva en que habita la justicia, es decir, la relación de alianza y comunión universal.





El canto de la fe


La fe canta esas victorias. Canta la vic­toria del creador sobre la nada, el caos primordial, el vacío absoluto del no-ser. Estas fórmulas parecen mitológicas, co­mo si eso que llamamos "la nada" fuera algo, y algo poderoso, que sólo puede ser derrotado por otro brazo más fuerte. Pero percibimos en ellas un sentido: hace falta un poder muy especial, auténticamente divino, para dar origen primero a las co­sas y mantenerlas en el ser. Estamos tan acostumbrados a movernos entre ellas que no nos maravillamos de su existencia ni de la nuestra, hasta que acaso un filó­sofo, un poeta o un místico nos despierten de nuestra modorra cotidiana. Sí, que las cosas sean, y que sean con ese raro esplendor y magnificencia que Jesús des­cubría en los humildes lirios; que sean tan pasmosamente complejas que dejan he­chizados a los científicos; que el milagro de la vida se afirme una y otra vez inven­ciblemente en este improbable universo; que nosotros seamos y tengamos tanta maravilla en la estructura anatómica y el funcionamiento fisiológico, en el pensa­miento y la creatividad, en el sentimiento y el querer: todo eso es un éxito o con­quista inconmensurable.


Un filósofo no creyente, E. Savater, ha escrito: "Todos hemos derrotado ya a la muerte una vez, la decisiva. ¿Cómo? Na­ciendo". Con más razón se puede decir que la obra creadora de Dios es una derrota de la nada, aunque admitimos sin re­paros que estas expresiones son simbólicas, y no llanamente descriptivas. Es una primera gran Pascua, finalizada ya a la del Resucitado.


La fe canta, además, la justificación como victoria sobre el pecado. Todo el acontecimiento salvador emerge como una derrota de la culpa. En la Pascua del que fue semejante en todo a nosotros me­nos en el pecado, Dios ejerce su amor re­dentor; en el Espíritu, el Padre ejerce su amor reconciliador. El pecado es la ruptu­ra con Dios, la opción por un camino de servidumbre y muerte, fa entrega de no­sotros mismos a esos poderes esclavizadores y destructivos a que nos hemos referido al hablar de la injusticia y toda su comitiva. Por el pecado llevamos en no­sotros unos gérmenes de muerte, que se traducen luego en una "cultura de muer­te" o, más bien, en una "anticultura de muerte".


Prolonguemos la lista propuesta al ha­blar de las manifestaciones del pecado, enumerando varias más: el armamentis­mo como ideología y práctica destructi­vas; la violencia y la violación de mujeres, niños, adolescentes; la supresión de vidas humanas a través del aborto provo­cado; la deformación de la verdad; una agresividad que asesta golpe tras golpe de forma inmisericorde; la explotación labo­ral de los trabajadores inmigrantes; la in­diferencia hacia la suerte de quien pasa hambre y vive en situaciones infrahumanas... Otras formas son: la reducción de lo cualitativo a cuantitativo, la manipulabilidad de todo, la conversión del arte en di­nero, el temor a tener hijos, el miedo en­fermizo al dolor, la destrucción de espe­cies, el hastío, la sordera e insensibilidad para los grandes símbolos de la tradición religiosa, el aplastamiento de lo más sa­grado.


Por la justificación, Dios arranca de nosotros el corazón de piedra e implanta en nuestra humanidad un corazón de car­ne. Lo muestran tantas historias de con­versión de personas en que se ha desmantelado el mundo de sinsentidos y de anti­valores que regían sus vidas y se ha ins­talado un mundo nuevo. Dios, a través del perdón y la acción de su Espíritu, nos reviste de una condición nueva. Pablo, en Calatas, compara los frutos de la carne y el fruto del hombre nuevo recreado por la acción íntima del Espíritu de Dios. Son frutos de vida y santidad en nosotros, po­bres pecadores. Son frutos nuestros, de estos pecadores de los que Dios ha tenido misericordia y en los que ha realizado una obra primorosa. La ha realizado en ellos, con ellos y también "contra" ellos: ha vencido las resistencias a su amor, y con este amor ha conquistado para sí mis­mas y para un futuro nuevo esas humani­dades reacias, que han acabado rindién­dose al asedio divino y al rayo de la gra­cia del Espíritu.


En fin, la fe canta la victoria sobre la muerte, que es "el último enemigo" y el que, retroactivamente, puede ensombrecer el vivir. Entre las "definiciones" y títulos de Dios figuran justamente éstos: "Dios de vivos", "el que resucitó a Jesús de en­tre los muertos", "salteador de tumbas", "Dios de la esperanza". Morir se acaba —decía Martín Descalzo— y la muerte será vencida. Se cumplirá así la "Pascua de la [nueva] creación" (Ruiz de la Peña).



La victoria sobre el mundo y los trabajos de la fe


Además de cantar, la fe trabaja, cola­bora con el Dios de la vida. Es la fe que obra por el amor: una praxis confiada, hu­milde y porfiada por abrir paso a la vida, a la verdad, al bien, a la justicia, y servir así al Reino de Dios. Es la fe que se tra­duce y detalla en obras de misericordia. Es la fe que configura una "religión abierta" y una "moral abierta", por las que rompe el estrecho círculo de intereses y simpatías o afinidades (mi familia, mi grupo, mi pueblo, mi partido, mi confe­sión religiosa) y mueve a acercarse a los que están en los márgenes.


Señalamos unos cuantos ejemplos. En primer lugar, los que han trabajado y tra­bajan por la cultura de la paz. Tres políti­cos y gobernantes cristianos Schumann, de Gasperi y Adenauer han sido los fun­dadores del proyecto de Unidad Europea, vía fundamental para dejar atrás los secu­lares enfrentamientos entre las naciones del viejo continente. Son también varias las personalidades cristianas y católicas que han recibido el premio Nobel de la paz: D. Hammarskjold (1961), M.L. King (1964), Madre Teresa de Calcuta (1979), A. Pérez Esquivel (1980), L. Walesa (1983), D. Tutu (1984), R. Menchú (1992), Mons. C.F. Ximenes Belo (1996). Reconocimientos internacionales ha ob­tenido últimamente La comunidad de Sant'Egidio por su contribución a la paz en Mozambique y en Guatemala. En los años noventa del siglo XX, Mons. Petrus Canisius Mandagi, obispo de Amboina (Nueva Guinea Holandesa) intervenía co­mo intermediario entre las comunidades protestantes y las musulmanas en las Molucas. Mons. Giorgío Biguzzi, en la mis­ma década, contribuyó con su actuación negociadora a la superación de la guerra civil de Sierra Leona. El comboniano Tarsicio Pazzaglia fue propuesto por el gobierno ugandés para mediar en el con­flicto entre el propio Gobierno y el grupo guerrillero Ejército de Resistencia del Señor. En el mismo país vasco, hay gru­pos de raíz eclesial que trabajan por ese objetivo, siendo "Gesto por la paz" quizá el más veterano. En fin, no podemos de­jar de mencionar el santuario de Asís, que Juan Pablo II ha convertido en lugar físi­co y simbólico de cita para los dirigentes de las grandes religiones mundiales.


Mencionemos, en segundo lugar, a quienes se dedican al fomento de una cultura de la vida: jóvenes pro-vida; servi­cios y establecimientos de ayuda a chicas embarazadas, a madres solteras, a niños expósitos; comunidades volcadas en la atención a los enfermos terminales de SI­DA; religiosas, religiosos, capellanes y laicos que acompañan a los enfermos en hospitales, en residencias de ancianos y en sus propios domicilios; organizaciones dedicadas a mejorar las condiciones de los que sufren escasez de alimentos, enfermedades perfectamente erradicables, falta de instalaciones sanitarias mínimas, falta de equipamientos y formación técni­ca y humana... Ahí están las labores desa­rrolladas por instituciones como Caritas, Manos Unidas, Intermón (originariamen­te jesuítica), Procuras de Desarrollo de tantas Congregaciones religiosas.


Un tercer grupo está integrado por cuantos están al servicio de una cultura de la verdad en escuelas y centros de ini­ciativa social promovidos y dirigidos por religiosos, facultades y universidades de inspiración cristiana, no pocas también creadas por consagrados. Estaremos en­vueltos, como decía X. Zubiri, por una oleada de sofística y nos arrastrarán inundatoriamente el discurso y la propaganda; pero en todos estos ámbitos (sin querer canonizarlos a priori), y en tantos más, se afirma la capacidad de los seres humanos para conocer la verdad, aunque sea mo­destamente; se favorece al paso de una sociedad de la información a una socie­dad del conocimiento; se educa en un pensamiento crítico; se construyen filo­sofías humanistas que no reducen al hom­bre a un nudo de instintos, o a simple ani­mal hábil, y que señalan la tensión entre su frágil material de arcilla y su condi­ción de imagen de Dios; se declara que todo pensamiento que no se decapita a sí mismo desemboca en la trascendencia; se dialoga con las culturas y las religiones.


Un cuarto contingente lo componen quienes trabajan por una economía del amor y de la donación. Escribía hace dos años L. Racionero, hablando sobre todo de los misioneros/as: estas gentes que entregan su vida para ayudar a los necesita­dos en los países pobres, son personajes posmodernos, pues van por delante de su tiempo y prefiguran instituciones que co­brarán mayor auge en el futuro: las ONG dedicadas a apoyar a los países en vías de desarrollo, y a la economía del amor y la donación. Lo que no pasa por el mercado ni tiene precio, pues se hace por aprecio, es el campo de la economía del don. Los utilitaristas ingleses creyeron que la eco­nomía sólo funciona si la mueven el in­terés personal y la competencia entre em­presas, pero las Hermanas de la Caridad y otros muchos lo han desmentido. Hay quien se mueve por altruismo y demues­tra que el desinterés es tan remunerador como el egoísmo. Esa gente ha estado siempre entre los misioneros.



La fe y las falsas ilusiones


Por otro lado, la fe, al remitirse a la cruz de Jesús y a las promesas y la acción del Dios vivo, sabe que la historia de la esperanza no es una historia de éxitos según los criterios humanos, un camino triunfal en que, al estilo de nuevos Césa­res, decimos: veni, vidi, vici (llegué, vi, vencí); sabe que el optimismo ingenuo, "beato", autosatisfecho, deforma la reali­dad. Las cosas no marchan por sí solas hacía un final glorioso. La vida no es una comedia en que todo son situaciones em­briagadoras, salvo breves y menudos daños colaterales, ni una autopista expe­dita y recorrida con euforia tras pagar un mínimo peaje. Hay muchas resistencias interiores y exteriores que son emisarios de lo negativo. Y así, sabemos que cada año, con una regularidad casi matemáti­ca, las congregaciones religiosas sufren la baja, por asesinato, de unos treinta mi­sioneros/as en los peligrosos barrios ca­lientes de esta aldea global.


La fe brotada de la Pascua no sustituye la providencia por la astucia de la razón, o por ese concurso de los hechos de los que afirman que los vicios de los individuos redundan en beneficio de la sociedad. Tal es a veces la apariencia, pero sospechamos que un examen más a fondo mostraría que ese desorden individual genera caos e in­justicia social. Sin duda, victorias como las señaladas no son patrimonio exclusivo de quienes viven dentro de las fronteras visibles de la Iglesia y de quienes han pro­fesado alguna forma de especial consagra­ción. Pero esta vez nos hemos reducido a señalar manifestaciones que se dan en la vida y misión de las Iglesias, en particular de aquella a que pertenecemos.






COMUNICACIÓN


Padre nuestro que estás en el chat3



Ana Clara Valle y Darío Rivarossa


Actualmente las nuevas genera­ciones cambian impresiones en Internet, y habían absolutamente de todo... hasta de religión. Pero ¿cuál es su Dios? Puede aparecer como una energía cósmica, estilo «Nueva Era», o bien como un Jesús de rasgos acentuadamente devocionales. De los mensajes espigados en el «chat», emer­gen certezas, dudas y necesi­dades comunes.



Luisa entra en la sala, y dice: «Me gustaría aclarar las ideas sobre las distin­tas religiones: ¿quién tie­ne la razón?... Pero no me di­gas que quieres hablar de sexo, como hacen todos». La conversación se desarrolla en Internet, en una de las infinitas chat Une que permiten entrar en una «sala» virtual a charlar (chat, precisamen­te) con quien esté conectado en ese momento.


Sabemos que los chat se utili­zan con frecuencia para fines muy distintos que el de hablar de reli­gión. Pero existen también «ha­bitaciones» dedicadas a temas de fe, ya estén promovidas por or­ganizaciones católicas, o «laicas». Y sin embargo las ambigüeda­des de Internet se dan también en este caso: quien entra en chat para debatir sobre Dios —igual que quien lo hace para hablar de te­mas eróticos— se presenta a me­nudo con un nombre ficticio y permanece protegido por el se­creto. ¿Quiénes son los jóvenes que recurren a este medio pos­moderno para comunicar sus pro­pias ideas religiosas? ¿Qué bus­can? ¿Qué encuentran?


Las respuestas hay que espi­garlas entre las frases que se inter­cambian los usuarios de los chat. Tarea nada fácil, porque Internet exige mensajes breves, rápidos, llenos de errores y ambigüedades. Y, apenas parece que va a aso­mar un tema interesante, entra en la «sala» un amigo, comienzan los saludos, y el tema se va por otros derroteros.


Luisa dice que tiene fe: «Creo en Algo superior». Después espe­cifica que podría tratarse de un «Dios extraterrestre evolucionado, que nos ha dado la vida».


Francisco, por el contrario, se declara ateo, y «cuanto más tiem­po pasa, más me alejo de Dios, si es que alguna vez he estado cer­ca de él». ¿Por qué tendría que existir un Dios que crea a los hom­bres?, se pregunta. «¿Para hacer qué? ¿Para obligarlos a adorarlo? "¡Si no te portas bien, te mando al infierno!" Me lo imagino con una voz cavernosa...».


Mario tiene fe, «pero no estoy de acuerdo con muchas cosas. Soy católico pero no ñoño. No creo en absoluto en los curas: pre­dican mucho, pero dan poco tri­go. Yo me relaciono con Dios, a mi modo». «Yo también», inter­viene otro. «La fe debería elevar al hombre de la condición animal, y no difundir el odio, como es­tán haciendo los integristas islá­micos». Y comienza una retahila de insultos contra los inmigrantes musulmanes.


Un aire distinto se respira en los chat abiertamente católicos, casi siempre pertenecientes a alguna parroquia o grupo eclesial. Aquí puede ocurrir que un per­sonaje, cuyo nickname (apodo) es Abrahán, escribe un mensaje así: «Nosotros podemos dejarnos ilu­minar, abandonándonos a Dios incondicionalmente. Y él no se hace esperar: no exige cita pre­via, sino sólo confianza, incluso ante una realidad humanamente contrastante con nuestros criterios. Él nos ama, y esta es nuestra cer­teza». No siempre los temas tocan la mística, pero el clima es fami­liar, se establece un diálogo vi­brante entre personas que se co­nocen o intentan conocerse, o por lo menos participan del mismo tipo de encuentros y manifesta­ciones.


Si se les pregunta por qué fre­cuentan este género de chat y no otros, responden: «Aquí no hay vulgaridades», «Encuentras gen­te más correcta», «Te haces amigos de verdad». Algunos de estos foros organizan momentos de ora­ción on line. A menudo defien­den el catolicismo más tradicio­nal.


«Hay una diferencia neta en­tre los jóvenes que pertenecen a grupos eclesiales y los demás — sostiene Mario Pollo, profesor de Pedagogía social—. La fe en el Dios trinitario aparece explícita­mente sólo dentro de los grupos eclesiales, y se trata de un redes­cubrimiento, porque hace unos años, incluso ellos tenían una ima­gen de Cristo bastante desvaída; la catequesis del Papa y las Jor­nadas mundiales de la juventud han contribuido a poner de nue­vo a Jesús en el centro. Por eso estamos asistiendo a una división, por la que la fe cristiana la viven los de «dentro» de !a Iglesia y una minoría de los de «fuera». Mien­tras que la mayoría de estos jóvenes tienen una religiosidad muy genérica, a pesar de afirmar que creen en Dios. Forman par­te de la sociedad que podemos llamar poscristiana: a pesar de estar bautizados no se sienten miembros de la Iglesia».


¿Qué diferencias se dan entre ambas clases de jóvenes? «Por ejemplo —dice Pollo—, a nivel de proyectos. Entre los 'no pertene­cientes' tenemos dos tipos: los que viven al día, sin pensar en el fu­turo, y quienes quieren determi­narlo con un intento casi prometeico. También entre los 'pertene­cientes' hay quienes viven al día, pero aquí hay un número muy notable de jóvenes con nueva capacidad de proyectar, tratando de leer en el presente los signos de la voluntad de Dios sobre ellos. Entre ellos están mucho más difundidas las ex­periencias de gratuidad, amor a los últimos, compromiso activo en lo social y en el voluntariado».


Y ¿cómo influyen los chat, en la fe de ambos grupos? «Para los 'perte­necientes' —responde Pollo— el momento funda­mental es el del encuen­tro personal con los otros miembros del grupo. Esto falta en los 'no pertenecientes'; al contrario, muchos de ellos han tenido en el pasado experiencias negativas con la Iglesia. Un joven que vive en un grupo donde hay solidaridad, que mantiene buenas relaciones con religiosos o sacerdotes, no se pone ante todo a buscar en Web, sino que habla de Dios con las per­sonas que conoce. El chat es com­plementario. Para los otros, en cambio, se convierte en la única experiencia, en un sucedáneo. Pero pienso que por sí solo no es capaz de influir en la vida de fe».


Quien chatea, ¿está plantean­do tal vez un interrogante de fe que no encuentra respuesta en otras partes? «No es un interro­gante real —dice Pollo—. Estos jó­venes normalmente no tienden a compartir esa experiencia. Su fe es sincretista, subjetiva: se dirigen a Dios tal vez por la noche, en lo escondido de su habitación, sin cotejarse con nadie. Incluso el chateo sigue siendo una experien­cia individual, porque no se dan cuestiones de relación. Creen en Dios, pero eso no cambia su modo de vivir, que es idéntico al de los que no creen».


Luego ¿Internet muestra una línea divisoria entre los «chicos de Iglesia» y los que no lo son? ¿Tes­timonio cristiano por una parte, y falta de compromiso por la otra? No todos los observadores son tan drásticos.


El sociólogo Franco Garelli ve perfiles más difuminados: «Se da una notable osmosis entre lo que los jóvenes viven y su expresión religiosa. Incluso los más 'compro­metidos' desde el punto de vista religioso, son ante todo jóvenes, y en su modo de pensar y de com­portarse reflejan los rasgos culturales reinantes. No podemos de­cir que las nuevas generaciones tengan una 'religiosidad spot'; se traía de algo mucho más comple­jo. Los jóvenes de hoy son bus­cadores de sentido: menos anclados en certezas, valoran más la dimensión del camino».


Entre los jóvenes católicos y los no católicos, ¿son más los elemen­tos comunes o los diversificadores? «Se dan ambos. Los elemen­tos comunes se pueden descubrir en el interés por la dimensión existencial, con el deseo de hacer experiencias positivas que demues­tren la bondad de las propias op­ciones. Encontrar respuesta a los problemas de la inseguridad, la necesidad de replantear la iden­tidad en el presente, de vivir mo­mentos de fuerte implicación emo­tiva. En cuanto a la diversidad, los jóvenes católicos dan realce a la experiencia, pero dentro de una jerarquía de valores. Están abiertos a una dimensión trascendente y al compromiso por los demás.


¿Qué es lo que mueve a los jóvenes a creer? «También aquí, distinguiría entre los jóvenes comprometidos y los demás. Los pri­meros conciben la fe como testi­monio, es decir, como esfuerzo por traducir en estilo de vida las cosas en las que creen. Tales obras se ven como señal de la bondad de la fe que las motiva, una fe más existencia! y emotiva que dogmá­tica. No tienen dificultad en ma­nifestarla públicamente porque, dentro de un pluralismo acepta­do, ya no constituye un proble­ma para sus coetáneos. Ven la fe como una opción, tal vez entre otras muchas, pero que puede enriquecer su propia escala de va­lores y las perspectivas de su vida».


¿Cómo es su relación con la jerarquía de la Iglesia? «Por un lado —matiza Garelli— se da un gran aprecio por la figura del Papa» y por otros personajes carismáticos o por quien es capaz de testimoniar la fe con el ejem­plo o la reflexión espiritual. Se trata de una generación posideológica, que ya no está contra las institu­ciones, sino que aprecia a quien sabe hacer propuestas significati­vas y comprometidas en un len­guaje actual. Por otro lado, no está dicho que se acepten todas las directrices del Magisterio. Hay un buen porcentaje de jóvenes que adopta una postura selectiva, que otorga a la Iglesia cierta confian­za de fondo, y al mismo tiempo sigue siendo, al menos en parte, autónoma en algunas decisiones.


¿Y en cuanto a los coetáneos menos «comprometidos»? «Actual­mente la fe goza de bastante acep­tación —dice Garelli—. Son muy pocos los jóvenes que se decla­ran ateos o agnósticos. La mayoría confiesan tener cierta referencia religiosa, quizá poco «meditada», pero que les permite mantener un anclaje étnico—cultural. Es mejor tener raíces que no tenerías. Acaso no se cultiva esa fe, pero a cierto punto puede convertirse en una oportunidad que conviene tener a mano. Porque nunca se sabe, la vida es muy compleja, en cual­quier rincón acecha el dolor, la inquietud; y siempre es mejor contar con ese recurso, que cuando menos se piensa aparece y se ex­plícita. Aunque sea entre incohe­rencias. O mejor; entre eso que parecen incoherencias a los que tienen una formación más adul­ta, pero no a estos jóvenes, ya que es una fe que responde a las cues­tiones que no encuentran respues­ta en otra parte».


En resumidas cuentas, incluso el veinteañero que no va a la pa­rroquia pero habla de Dios en In­ternet, aunque de forma confusa {«Hasta el año 480 d.C. la Iglesia creía en la reencarnación», afir­ma rotundamente un usuario de chat), tiene idéntica «maestra de la fe» que los jóvenes comprome­tidos: la vida. El flujo de ideas religiosas que pasan por la Red, no nace de la Red, sino de las expe­riencias que afectan a la vida de todos. «Los jóvenes —concluye Garelli— construyen su fe con elementos muy diversos, pero es una adhesión que responde a cuestio­nes fundamentales como el sufri­miento, el mal, el sentido de la vida. Y esto es un principio de enriquecimiento».



El ANAQUEL




Técnicas de venta


Declaración de principios



La ética en el mundo de los negocios y su implicación en la acción de venta


1 Vender es una acción de intercambio de valores.


2 Vender es hacer algo para alguien, no "con alguien".


3 Cualquier intento de venta pasa por comprender las necesidades del otro.


4 La venta se fundamenta en la confianza mutua.


5 Las técnicas de venta deben estar organizadas por principios.


6 La honradez y el alto concepto de la ética es el éxito de la venta contemplada a largo plazo.


7 La ética y los valores morales del vendedor contribuyen al éxito en las ventas, junto con las técnicas, estrategias o tácticas.


8 La presión, si es ejercida, que lo sea por el comprador, no por el vendedor, y por una evidente necesidad.


9 Negociar no es manipular, sino resolver problemas, cuando el cliente quiere resolver problemas.


10 El cierre no es una victoria para el vendedor, sino más bien un buen camino diseñado por los dos negociadores.


Yo gano, tu ganas


INTRODUCCIÓN

CONCEPTO DE LIDERAZGO


Liderar es conducir, hacerse seguir por alguien para garantizar algo a quien decide actuar así. El líder proyecta una determinada garantía sobre algo que es de valor para aquellos que optan por tomar al líder como punto de referencia.


Aquél que decide libremente ejercer el liderazgo adopta una conducta de compromiso con el otro, y con el grupo de pertenencia. Esto significa que deberá estar alerta con todo lo que significa la creación y el mantenimiento de la confianza.


El vendedor debe tender a convertirse en un "facilitador",

un "socio " para el cliente,

cuando este compra convencido.



EL LIDERAZGO EN LA VENTA


El concepto del liderazgo en la venta tiene su referencia en el comportamiento del vendedor frente a sus clientes. El vendedor debe ser algo más que una mera referencia para el cliente en el proceso de intercambio.


Cuando se ejercita el papel de líder en el proceso de venta, el vendedor, es bastante más que un buen consejero, supera al papel arquetípico del "vendedor" que tradicionalmente ha sido dibujado por más de un teórico de la venta. Es un "facilitador":


* Mantiene actualizada la información necesaria para el cliente.

* Se preocupa y atiende a los clientes de sus clientes.

* Resuelve problemas.

* Crea y mantiene un elevado nivel de confianza.



ALGUNOS CONDICIONANTES DEL LIDERAZGO


Para que el vendedor pueda ejercer el liderazgo es imprescindible disponer de un determinado grado de autoridad suficiente, proporcional con el compromiso exigible para el desarrollo de su función.


Las características personales más comúnmente aceptadas para el ejercicio del liderazgo por parte del vendedor son las siguientes:


* Capacidad para organizar y planificar.

* Sentido y aptitud para la escucha activa.

* Voluntad para motivar.

* Inspirar confianza.

* Poseer habilidades personales y formación suficiente.

* Capacidad para establecer relaciones organizacionales.



CAPACIDAD PARA ORGANIZAR Y PLANIFICAR


El vendedor debe actuar con un control total sobre el entorno y las circunstancias que rodean al cliente. Además, ha de saber transmitir esta capacidad al propio cliente; en otro caso, en cliente no podría percibir el alcance del vendedor como "facilitador".


Las tareas de seguimiento han de ser llevadas a cabo con procedimientos eficaces, contrastados y duraderos en el tiempo.


La información se "estimula " cuando

se pasa a través de un "paquete positivo"

de entorno -comunicación total-.



SENTIDO Y APTITUD PARA LA ESCUCHA ACTIVA


Toda persona que precisa ejercitar de manera continuada las relaciones interpersonales está obligado a mostrarse como un eficaz "escuchador". La escucha activa es una actitud empalica. No sólo es preciso escuchar y asimilar el mensaje, es necesario reflejarlo en el comportamiento:


* Mantener la mirada (y controlarla).

* Frases y ruidos animadores.

-Aja ¡¡.

- Uhm ¡¡.

- Ya entiendo....

- Ha querido decir....

- Muy interesante, siga...

* Reformulación, (paráfrasis).

* Efectuar resúmenes.

* Procurar comodidad en el entorno.

* Pedir "feedback".

* No desconectar.

* Ser empalico, mejor que simpático.

* No discutir ni criticar.

* Usar convenientemente las preguntas.


Escuchar es dejar de hablar,

invitando al otro a que diga lo que desee.



El lenguaje a de ser adaptado a cada uno de los cuentes, lenguaje a medida.


* No usar palabras "sesquipedales".

* Demostrar que estamos mejor preparados que nuestro cliente pone a este en evidencia, y a nosotros..... En la calle.


El buen vendedor permite que el cliente "descubra" que tiene unas necesidades concretas y que pueden ser cubiertas por tos productos que le propone. El proceso es el siguiente:


BUSCAR LA NECESIDAD

DETECTAR EL PROBLEMA

PROPONER LA SOLUCIÓN


Se debe perseguir el provocar en el cliente el deseo.

De escuchar con ansiedad lo que se quiere decir.

Aunque.....

También se vende por comprender al cliente,

(y no sólo por entender sus necesidades).



VOLUNTAD PARA MOTIVAR


La motivación en el cliente es imprescindible, sobre todo, cuando se refiere a tareas de mantenimiento. En el proceso de persuasión, (venta), el vendedor debe permanecer atento y poder analizar y describir los "canales activos" -nivel de motivación activado en el transcurso de la negociación-. De este modo, podrá actuar positivamente en estos canales a través de mensajes adaptados y específicos, estos, han de contener y perseguir:


* Seguridad material.

* Estabilidad de las relaciones.

* Prestigio e imagen corporativa.

* Referencias históricas de refuerzo.



INSPIRAR CONFIANZA


Esto sólo será posible si las actitudes son coherentes con las promesas. La confianza se inspira a través de cuatro elementos:


* Credibilidad, fíabilidad. Hacer lo que prometemos.

* Aceptación y respeto hacia los demás.

* Ser abierto, informar adecuadamente.

* Congruencia.



HABILIDADES Y FORMACIÓN SUFICIENTE


Crear y sostener una determinada imagen de líder no es posible si no se está suficientemente preparado para ello. El líder ha de gozar de elevadas dotes de comunicado! Eficaz, "saber estar", ser empalico, (mejor que simpático), y a su vez, estar formado es aquello sobre lo cual se presume que debe estar preparado para ejercitar el papel asesor con el cliente, -aunque esto sólo lo manifestará cuando sea utilizado para apoyar al cliente-, no para abrumar a este.



CAPACIDAD PARA ESTABLECER RELACIONES ORGANIZACIONALES


El vendedor y el comprador entran en relación para cubrir, cada uno de ellos, determinados objetivos organizacionales. Esto debe estar presente en los procesos de intercambio.


* El vendedor debe tender a optimizar las relaciones organizacionales.

* El vendedor ha de controlar las relaciones corporativas.

* El vendedor debe efectuar las gestiones de mantenimiento.



UNIDAD 1: PSICOLOGÍA Y VENTA


La psicología es la ciencia que orienta sobre el comportamiento de las personas.


El comportamiento humano, J. L. Pinillos


Puede definirse como, lo que hacemos para mantener y desarrollar la propia existencia.


Se manifiesta en dos dimensiones:

Una pública, Lo observable LA CONDUCTA

Una privada, no accesible a los demás LA CONCIENCIA o vida íntima.


En los procesos en los que están implicadas las relaciones interpersonales, es el elemento conducta el que tiene importancia para las partes implicadas, lo que es percibido por los demás, esto es lo que realmente interesa en estos procesos. A veces, coloquialmente, no se hace distinción entre comportamiento y conducta, ya que la primera incluye a la segunda.



PERSONALIDAD Y CONDUCTA


Personalidad, comportamiento, carácter, etc. Son sinónimos. En todo caso, lo que si es importante destacar es la reacción individual cuando una persona interactúa con otra.


Se constata una determinada tendencia hacia el comportamiento variable entre los individuos, condicionado por la aproximación afectiva, en función de la confluencia o discrepancia no voluntaria. Esto no significa, forzosamente, que este comportamiento vaya a garantizar mejores relaciones personales. Lo que si es evidente es que las personas más próximas desde el punto de vista del carácter, se suelen comportar de forma parecida en sus reacciones.


La exigencia más elemental y primaria, para aquellas personas que deban hacer uso del contacto personal con frecuencia, y más cuando esto se realice de manera profesional, es la de contar con un modelo que permita la identificación de rasgos generales, a través de los cuales sea posible prever conductas, así como hacer posible describir las nuestras. Este modelo debería hacer posible conocer de antemano las reacciones posibles entre nosotros y un determinado interlocutor: Teoría de Leary y Osgood, Análisis Transaccional de Eric Berae, o cualquier otro.


La importancia del autoconocimiento y de la exploración sobre las conductas ajenas radica en la virtualidad para articular convenientemente las actividades sociales, y sobre todo, los procesos persuasivos -el convencimiento-. Si esto es así, lo es porque ha de permitir la adecuación de la conducta del sujeto hacia el interlocutor, adaptando esta.


La primera conveniencia consiste en:


ANALIZAR LAS ÁREAS CRÍTICAS


Zonas de conflicto potencial, para habilitar soluciones o estrategias comunicativas aplicables a cada caso.


El segundo pasa consiste en prever las zonas contrarias, las que dan lugar a reacciones favorables.


ANALIZAR LAS ÁREAS CONGRUENTES



ÁREAS CRÍTICAS


* Provocadoras de tensión/rotura.

* Elementos conductuales más sensibles en las relaciones.

* Localizaciones de zonas de conflicto potencial larvado.

* Prevención de reforzadores necesarios.

* Consideraciones sobre apatía-antipatía.

* Evitar el ambiente emocional desafectivo.



ZONAS CONGRUENTES


* Características que coadyuvan al acuerdo.

* Consideraciones sobre simpatía o empatía.

* Valorar el riesgo de dispersión por la distensión.

* Permite orientar hacia la tarea, evitando la tendencia personal.

* Provoca y facilita el ambiente emocional afectivo.


Este análisis debe ser orientado hacia la estructuración del contacto personal, estrategia negociadora. Acercarse al conocimiento de los demás no tiene ninguna utilidad cuando se orienta hacia:


Argumentar las razones de los efectos negativos

En nuestras relaciones con los demás




EL PROCESO DE PERSUASIÓN


Persuadir es hacer que los demás

piensen como yo pienso

para que actúen como yo quiero que actúen

Esto puede hacerse tomando en consideración los intereses del otro o hacerlo de acuerdo con los intereses de cada uno.


La comunicación puede efectuarse a través de varios canales, el más eficaz es el canal intrapersonal. Cuando se opta por este se abren dos opciones: el razonamiento o la sugestión.


RAZONAMIENTO

Cuando se opta por el razonamiento se hace por la información, por los datos demostrables, lo que explicaría la necesidad de una preparación previa exhaustiva, concienzuda y profunda.


El soporte es el argumento. Cada mensaje debe ser susceptible de ser contrastado y, sobre todo, replicado: más información, contraste, negación, etc.

El proceso razonado es más lento, frágil y arriesgado, Pero sin duda, sus efectos son mucho más duraderos.


La respuesta es formulada por símbolos, de carácter demorado.



SUGESTIÓN

La sugestión apela al descontrol de los sentimientos a través de la emoción, que es fuertemente desestabilizadora.


Sus efectos son inmediatos, pero de corta duración. La respuesta se produce por medio de señales, más inmediatos.


La sugestión trata de pasar por alto la facultad crítica de los individuos.


El Individuo opta libremente por un canal u otro, en función de sus intereses, pero conviene no pasar por alto los efectos de cada uno de estos canales.



EMOCIÓN Y SENTIMIENTOS


La emoción es el "color" qué pone el individuo a los sentimientos. Es un proceso personal que no puede ser explicado. Hay determinados sentimientos sin emoción: Patriotismo, patemalismo, etc.


Las percepciones externas e internas son "sentidas" de una determinada manera, pasan por el sistema límbíco donde toman este determinado "tinte". Este color e intensidad son las emociones: alegría, miedo, placer, dolor.


El camino que siguen las percepciones es el siguiente:


RINENCÉFALO, (cerebro reptil)

SISTEMA LÍMBICO

TÁLAMO, (Diencéfalo)


Durante el proceso de persuasión, además del canal de comunicación evidente dispuesto y convenido, hay otro que está presenta y que tiene gran importancia y transcendencia, se trata del CANAL AFECTIVO, teoría de resonancia de Vester.


Este canal complementario tiene también su correspondiente estructura, incluyendo el "feedback". Este canal es el que da lugar a la "cadena simpática".


Es muy importante tomar en consideración los efectos e importancia de los sentimientos y de las emociones. Unas relaciones soportadas por las emociones desembocan frecuentemente en unas relaciones tóxicas.



LA COMUNICACIÓN EN LA VENTA


El profesional de la venta debe conocer perfectamente los mecanismos de la comunicación, la importancia de los elementos transformadores, (filtros, bañeras, frenos), el valor de la retroinformación, el peso de la codificación etc.


La comunicación ha sido interpretada como un circuito cerrado y limitado, teoría de Shannon. Desde hace algún tiempo, esto, se ha visto ampliado por las teorías de Palo Alto, que preconizan la COMUNICACIÓN TOTAL. No ya sólo considerando el canal afectivo como complementario, sino incluyendo cuanto se refiere a las personas que forman parte del proceso: Comunicación no verbal, administración del espacio, control visual, etc.


Además, se debe hablar de "identificación comunicativa", reconocimiento voluntario hacia quien informa, que es un condicionante del aprendizaje. Aunque puede existir una aceptación voluntaria para evitar convulsiones en el grupo, pero sólo tiene vigencia en la memoria inmediata.


También forma parte de la COMUNICACIÓN TOTAL, el lenguaje, la voz y el método. Considerando como condicionantes: La inteligencia y las motivaciones



LA NEGOCIACIÓN


Cuando dos personas deciden mantener relaciones comunicativas estabilizadas lo hacen porque cada uno de ellos entiende que tiene algo que puede ser útil para el otro. La discrepancia puede aparecer cuando uno de ellos evalúa su posesión de manera no proporcional a como la hace el otro. En este caso, nos encontramos ante un proceso negociador, donde se crean dos papeles diferenciados:


OFERENTE

Obligado a "crear valor".

DEMANDANTE

Situado frente a la "demanda de valor".


Estos dos papeles, perfectamente diferenciados son los que dan paso a las respectivas estrategias negociadoras



PRINCIPIOS BÁSICOS


La negociación se soporta en una serie de principios que han de ser tenidos en cuenta.


POSICIONES ANTAGÓNICAS

Dos personas luchan por ganar a la otra, lo que da lugar al conflicto.


POSICIONES COOPERADORAS

Cada uno tiene que manifestar y evidenciar su interés. Cuando se encuadra así, debe ser entendido dentro de la filosofía cooperadora de YO GANO TU GANAS.


Esta posición puede ser de dos tipos:


Negociación cerrada

* El resultado previsto es absoluto.

* El resultado se deberá distribuir en dos partes.


Negociación abierta

* El resultado final es sinérgico, de mayor valor que la suma individualizada de ambas partes.

* Cada uno obtendrá lo que corresponda a su esfuerzo negociador.



ELEMENTOS ESTRATÉGICOS


Hay determinados elementos en los procesos negociadores que deben ser entendidos y considerados.


Árbol de decisiones

Durante el proceso negociador, ambas partes, estructuran su estrategia en tomo a un "árbol de decisiones" activo. De manera reactiva, cada uno de los negociadores, pasan revista a las reacciones derivadas de una determinada acción.


Precios límites

El comprador conoce el precio por encima del cual no negociará, y el vendedor aquél que se encuentre por debajo de la opción de intercambio.


En este último caso, ambas partes articulan la negociación de la siguiente forma:


Vendedor: Sitúa el precio inicial por encima del precio de referencia, reservándose una "zona de negociación".


Comprador: Ofrece un precio por encima del cuál estaría dispuesto a comprar.


Estos dos precios tienen una zona común, "ZOPA", zona de posible acuerdo.


Es importante plantearse "quien debe jugar primero"



LA ENTREVISTA DE NEGOCIACIÓN


La entrevista de negociación en la "prueba reina", donde el vendedor pone en evidencia sus aptitudes y alcance profesional, así como la capacidad de conciliar actitudes de conducta.


La entrevista de negociación en una carrera de obstáculos, donde el orden se estos se presenta siempre inalterable, pero con características y "distancias" diferentes y variables.



FASES DE LA ENTREVISTA


PLANIFICACIÓN

* Prever conductas, pensar en el otro: entorno, características, antecedentes, etc.

* Buscar referencias.

* Conocer el alcance de la entrevista.


TOMA DE CONTACTO

* Su fin: "romper el hielo".

* Importancia de la primera impresión, los 4 x 20

- 20 primeros pasos.

- 20 primeros segundos.

- 20 primeras palabras.

- 20 primeros centímetros.

* Contacto visual.

* Actitud física.

* Lenguaje no verbal.

* Preguntas cerradas.


EXPLORACIÓN O SONDEO -FASE FUNDAMENTAL-

* Descubrir necesidades.

* Preguntas abiertas.

* Uso del argumentarlo.

* Tratamiento de las objeciones.


PRESENTACIÓN - ARGUMENTACIÓN

* Somos invitados a hacerlo.

* El momento viene precedido por señales.

* Se basa en la escucha activa.

* Es el proceso de persuasión.

* Si hemos optado por el razonamiento, debemos conocer las exigencias de este canal.


CIERRE - ACCIÓN - ACUERDO

* No debe ser manipulativa.

* No es un acto defensivo.

* Es un momento "convenido" y conveniente.

* Si no es el momento oportuno, no pasa nada.


REAFIRMACIÓN - DESPEDIDA

* Sirve para formular: "estamos juntos".

* Asegura la continuidad.

* Debe proporcionar seguridad, (evitando el síndrome del "comprador arrepentido").


AUTOANÁLISIS

* Como elemento de motivación.

* Para efectuar posibles correcciones.


INFORME

* Como elemento de control.

* Para mantenimiento de las bases de datos.


SEGUIMIENTO

Para apoyar los compromisos contraídos.



TRATAMIENTO DE LAS OBJECIONES


Las objeciones no se combaten, se tratan.


Si entramos a discutir las objeciones tendremos siempre las de perder. Habremos ganado la objeción, pero hemos perdido al cliente.


Las objeciones suelen estar disfrazadas de intenciones más o menos evidentes:


* Necesidad de más información.

* Incapacidad para decidir.

* Imposibilidad de compra.

* Falta de necesidad.

* Desinterés.


Ante las objeciones la conducta ha de ser la siguiente:


* Respeto hacia la objeción.

* Evitar la discusión.

* Dejar expresarse libremente.

* Continuar la argumentación, aislando la objeción real.

* Rebatir con seguridad la objeción falsa.

* Responder brevemente.

* Formular otra pregunta apoyada en las fortalezas.


Cuanto más tarde se presente el precio,

más tiempo tardará en presentarse

la "objeción pesadilla"


Las objeciones pueden presentarse en cualquier momento de la venta.


La excusa o pretexto no es una objeción, suele ser el freno o cortina que sitúa el cliente para evitar entrar en contacto con el vendedor, con el fin de que este desista de su intención persuasora.


Las objeciones deben ser tratadas dentro de un ambiente de cordialidad, respeto y simpatía.


Las objeciones deben tener respuesta, de la forma como se ha señalado. El clima simpático debe ser mantenido a toda costa.


Normalmente, después de una objeción verdadera y transcendente, que ha sido correctamente tratada, puede aventurarse el cierre.


Responder y tratar las objeciones significa e implica argumentos sólidos y estructurados que ponen de manifiesto "nuestra realidad" frente a la objeción.


En definitiva, cuando el cliente quiere comprar lo hace. Este coloca en su balanza los "pros" y los "contras", y actúa en consecuencia. Por ello, la objeción precio es el elemento que tendrá que valorar el cliente en función de los diferentes contrapesos presentados y exhibidos por el vendedor.



LOS BENEFICIOS Y EL LENGUAJE


La objeción precio puede ser neutralizada a través de los beneficios. Los beneficios sólo pueden ser expresados si el lenguaje aplicado es el correcto y se hace dentro del contexto conveniente, en la fase de sondeo.


LENGUAJE DESCRIPTIVO

Sólo tiene valor como referencia de las características o dotaciones. Ya bien acreditado por la información técnica.


LENGUAJE EVALUATIVO

Señala el alcance del producto y su equivalencia con la competencia, lo cual es muy peligroso, por propiciar la comparación.


LENGUAJE PERSUASIVO

Es la personalización de los argumentos. Es enfocar los productos hacia las necesidades específicas del cliente:...... Lo que significa que.......... Lo cual quiere decir....



TÉCNICAS TIPO PARA EL TRATAMIENTO DE LAS OBJECIONES


Respuestas directas


APOYO

Aprovechar la objeción para presentar un punto fuerte:

"Es precisamente por esto por lo que..."


BALANZA Compensar

"Es de menor peso, pero eso permite...."

"SI... PERO..."


NEGATIVA Negar directamente


PREVENTIVA Salir al encuentro

"Acaso Vd, fuera a decirme..."


DESACTIVACIÓN Relativizar, minimizar.

"Más bien podría ser..."


ESPEJO Reformular

"Sí he entendido bien..."


Respuestas indirectas


INTERROGATIVA

"Lapregunta que Vd. Me hace es la siguiente..."


DEMOSTRATIVA Hacer una prueba.


TESTIFICAL

Aportar la opinión de terceros.


SELECTIVA

Seleccionar entre varias la más conveniente.


Respuestas demoradas


SILENCIOS

Aplicación de los silencios reflexivos. "La pelota en su tejado".


DESVIACIÓN

"Acaso, lo que Vd. Quiere indicar..."


PANTALLA Pedir la disociación

"Si me permite, antes de responder a eso...".

 

 

 

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA:

UNA RIQUEZA Y UN RIESGO

 

Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II

para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2004

 




Queridos hermanos y hermanas:


1. El extraordinario crecimiento de los medios de comunicación social y su mayor disponibilidad han brindado oportunidades excepcionales para enriquecer la vida no sólo de los individuos, sino también de las familias. Al mismo tiempo, las familias afrontan hoy nuevos desafíos, que brotan de los diversos mensajes, a menudo contradictorios, que transmiten los medios de comunicación social. El tema elegido para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 2004, es decir, «Los medios en la familia: un riesgo y una riqueza», es muy oportuno, puesto que invita a una sobria reflexión sobre el uso que hacen las familias de los medios de comunicación, y también sobre el modo en que los medios de comunicación tratan a la familia y las cuestiones que afectan a la familia.

El tema de este año sirve, además, para recordar a todos, tanto a los agentes de la comunicación como a las personas a las que se dirigen, que toda comunicación tiene una dimensión moral. Como dijo el Señor mismo, de la abundancia del corazón habla la boca (Cf. Mt 12, 34-35). La estatura moral de las personas crece o disminuye según las palabras que pronuncian y los mensajes que eligen oír. En consecuencia, los agentes de la comunicación, los padres y los educadores, tienen especial necesidad de sabiduría y discernimiento en el uso de los medios de comunicación social, pues sus decisiones influyen en gran medida en los niños y en los jóvenes de los que son responsables y que, en definitiva, son el futuro de la sociedad.

2. Gracias a la expansión sin precedentes del mercado de las comunicaciones sociales en las últimas décadas, muchas familias en todo el mundo, incluso las que disponen de medios más bien modestos, ahora tienen acceso desde su casa a los inmensos y variados recursos de los medios de comunicación social. En consecuencia, gozan de oportunidades prácticamente ilimitadas de información, educación, enriquecimiento cultural e incluso crecimiento espiritual, oportunidades muy superiores a las que tenían en el pasado reciente la mayoría de las familias.

Con todo, estos mismos medios de comunicación tienen la capacidad de producir gran daño a las familias, presentándoles una visión inadecuada o incluso deformada de la vida, de la familia, de la religión y de la moralidad. El Concilio Vaticano II captó muy bien esta capacidad de fortalecer o minar valores tradicionales como la religión, la cultura y la familia; por eso, enseñó que «para el recto uso de estos medios es absolutamente necesario que todos los que los utilizan conozcan las normas del orden moral en este campo y las lleven fielmente a la práctica» (Inter mirifica, 4). La comunicación, en todas sus formas, debe inspirarse siempre en el criterio ético del respeto a la verdad y a la dignidad de la persona humana.

3. Estas consideraciones se aplican especialmente al modo en que los medios de comunicación tratan a la familia. Por una parte, el matrimonio y la vida familiar se presentan a menudo de un modo sensible, realista pero también benévolo, que exalta virtudes como el amor, la fidelidad, el perdón y la entrega generosa a los demás. Esto vale también para los programas de los medios de comunicación social que reconocen los fracasos y las decepciones que sufren inevitablemente los matrimonios y las familias -tensiones, conflictos, contrariedades, decisiones equivocadas y hechos dolorosos-, pero al mismo tiempo se esfuerzan por discernir lo correcto de lo incorrecto, distinguir el amor auténtico de sus falsificaciones, y mostrar la importancia insustituible de la familia como unidad fundamental de la sociedad.

Por otra parte, con demasiada frecuencia los medios de comunicación presentan a la familia y la vida familiar de modo inadecuado. La infidelidad, la vida sexual fuera del matrimonio y la ausencia de una visión moral y espiritual del pacto matrimonial se presentan de modo acrítico, y a veces, al mismo tiempo, apoyan el divorcio, la anticoncepción, el aborto y la homosexualidad. Esas presentaciones, al promover causas contrarias al matrimonio y a la familia, perjudican al bien común de la sociedad.

4. Una reflexión atenta sobre la dimensión ética de las comunicaciones debe desembocar en iniciativas prácticas orientadas a eliminar los peligros para el bienestar de la familia planteados por los medios de comunicación social, y asegurar que esos poderosos medios de comunicación sigan siendo auténticas fuentes de enriquecimiento. A este respecto, tienen una responsabilidad especial los agentes de la comunicación, las autoridades públicas y los padres.

El Papa Pablo VI subrayó que los agentes de la comunicación «deben conocer y respetar las exigencias de la familia. Esto supone en ellos a veces una gran valentía y siempre un hondo sentido de responsabilidad» (Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1969; L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de mayo de 1969, p. 2). No es tan fácil resistir a las presiones comerciales o a las exigencias de adecuarse a las ideologías seculares, pero eso es precisamente lo que los agentes de la comunicación responsables deben hacer. Es mucho lo que está en juego, pues cualquier ataque al valor fundamental de la familia es un ataque al bien auténtico de la humanidad.

Las autoridades públicas tienen el grave deber de apoyar el matrimonio y la familia en beneficio de la sociedad misma. En cambio, muchos ahora aceptan y actúan basándose en argumentos libertarios infundados de algunos grupos que defienden prácticas que contribuyen al grave fenómeno de la crisis de la familia y al debilitamiento del concepto auténtico de familia. Sin recurrir a la censura, es necesario que las autoridades públicas pongan en práctica políticas y procedimientos de reglamentación para asegurar que los medios de comunicación social no actúen contra el bien de la familia. Los representantes de las familias deben participar en la elaboración de esas políticas.

Los que elaboran las políticas en los medios de comunicación y en el sector público deben favorecer también una distribución equitativa de los recursos de los medios de comunicación tanto a nivel nacional como internacional, respetando la integridad de las culturas tradicionales. Los medios de comunicación no deben dar la impresión de que tienen un programa hostil a los sanos valores familiares de las culturas tradicionales, o de que buscan sustituir esos valores, como parte de un proceso de globalización, con los valores secularizados de la sociedad consumista.

5. Los padres, como primeros y principales educadores de sus hijos, son también los primeros en explicarles cómo usar los medios de comunicación. Están llamados a formar a sus hijos «en el uso moderado, crítico, vigilante y prudente de tales medios» en el hogar (Familiaris consortio, 76). Cuando los padres lo hacen bien y con continuidad, la vida familiar se enriquece mucho. Incluso a los niños pequeños se les pueden dar importantes explicaciones sobre los medios de comunicación social: que son producidos por personas interesadas en transmitir mensajes; que esos mensajes a menudo inducen a hacer algo -a comprar un producto, a tener una conducta discutible- que no beneficia al niño o no corresponde a la verdad moral; que los niños no deben aceptar o imitar de modo acrítico lo que encuentran en los medios de comunicación social.

Los padres también deben reglamentar el uso de los medios de comunicación en el hogar. Esto implica planificar y programar el uso de dichos medios, limitando estrictamente el tiempo que los niños les dedican, haciendo del entretenimiento una experiencia familiar, prohibiendo algunos medios de comunicación y excluyéndolos periódicamente todos para dejar espacio a otras actividades familiares. Sobre todo, los padres deben dar buen ejemplo a los niños, haciendo un uso ponderado y selectivo de dichos medios. A menudo les podría resultar útil unirse a otras familias para estudiar y discutir los problemas y las oportunidades que plantea el uso de los medios de comunicación. Las familias deberían manifestar claramente a los productores, a los que hacen publicidad y a las autoridades públicas lo que les agrada y lo que les desagrada.

6. Los medios de comunicación social poseen un inmenso potencial positivo para promover sanos valores humanos y familiares, contribuyendo así a la renovación de la sociedad. Conscientes de su gran fuerza para modelar las ideas e influir en la conducta de las personas, los agentes de la comunicación social deben reconocer que no sólo tienen la responsabilidad de brindar a las familias todo el estímulo, la ayuda y el apoyo que les sea posible con vistas a ese fin, sino también de practicar la sabiduría, el buen juicio y la honradez al presentar las cuestiones que atañen a la sexualidad, al matrimonio y a la vida familiar.

Los medios de comunicación cada día son acogidos como huéspedes habituales en muchos hogares y familias. En esta Jornada mundial de las comunicaciones sociales, exhorto tanto a los agentes de la comunicación como a las familias a reconocer este privilegio único, así como la responsabilidad que implica. Ojalá que todos los que están comprometidos en el ámbito de las comunicaciones sociales sean conscientes de que son los auténticos «dispensadores y administradores de un inmenso poder espiritual que pertenece al patrimonio de la humanidad y está destinado al enriquecimiento de toda la comunidad humana» «Discurso a las personas comprometidas en el campo de las comunicaciones sociales, Los Ángeles, 15 de septiembre de 1987, n. 8: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de octubre de 1987, p. 14). Y ojalá que las familias logren encontrar siempre en los medios de comunicación una fuente de apoyo, estímulo e inspiración al tratar de vivir como comunidades de vida y amor, educar a los jóvenes en los sanos valores morales y promover una cultura de solidaridad, libertad y paz.

Desde el Vaticano, 24 de enero de 2004, Fiesta de San Francisco de Sales.

 









NECROLOGIO SALESIANO DE LA INSPECTORÍA DE SANTIAGO EL MAYOR-LEÓN


ABRIL


PRESENTACIÓN

«Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe...» (1Cor 15,14)


La fe cristiana empieza a cobrar sentido desde la experiencia de muerte y resurrección de Cristo. Los misterios pascuales llevan constituyen la mayor muestra de la divinidad de Jesús, y rubrican su predicación y cuantos signos realizó a lo largo de su vida. El Hijo, Verbo de Dios encarnado, ha llevado a término las antiguas profecías. Ha pasado por el mundo haciendo el bien, ha sufrido al lado de los que sufren, ha probado la desazón humana, ha llegado a experimentar la agonía de la muerte… y todo ello porque tenía una misión que cumplir.


La Resurrección se presenta en los primeros momentos del cristianismo, también hoy para el creyente, como una experiencia personal y reveladora.


La muerte y la resurrección de Cristo se convierten para sus seguidores en la clave de lectura de sus actitudes vitales. La Pascua abre a los discípulos nuevas formas de mirar a quien tanto habían amado. La Pascua y la resurrección prometida inspiran nuestra oración por quienes nos han precedido.


En este volumen de nuestro necrologio inspectorial presentamos la selección que hemos preparado de entre los salesianos difuntos fallecidos en el mes de abril. De todos los hermanos que aquí constan, queda consignado su nombre completo, el lugar de su fallecimiento, el año y la edad de defunción. Para abreviar la presentación de nuestro trabajo hemos empleado las siguientes abreviaturas:

  • Sac.: Salesiano presbítero.

  • Coad.: Salesiano coadjutor.

  • Mons.: Salesiano obispo o arzobispo.

  • Card.: Salesiano cardenal.

  • Diác.: Salesiano diácono.

  • Est.: Salesiano estudiante (clérigo o seminarista)



1

Sac. Gaudencio Manachino. Fue inspector durante 32 años: once en la Patagonia, tres en Perú-Bolivia, doce en Chile y seis en Colombia. Murió en Buenos Aires (Argentina), en 1960, a los 76 años.

Sac. Jozef Bokor. Murió en Bratislava (Eslovaquia), en 1968, a los 71 años. Fue inspector durante ocho años.

Sac. Máximo Palao Zafrilla. Murió en Burriana (Castellón), en 1975, a los 68 años.

Coad. Rafael Sánchez Martín. Murió en Sevilla, en 1977, a los 87 años.

Sac. José Boira Plumet. Murió en Elche (Alicante), en 1978, a los 78 años.

Sac. Pedro Prade. Murió en Ponte Nova (Brasil), en 1984, a los 75 años. Fue inspector durante seis años.


2

Sac. Girolamo Paolo Valle. Murió en Turín, en 1963, a los 77 años. Fue inspector durante seis años.


3

Sac. Giovanni Giuseppe Ronchail (Challier). Murió en París (Francia), en 1898, a los 48 años. Fue inspector durante dos años.

Sac. Isaac Pascual. Murió en Aguilar de Bureba (Burgos), en 1988, a los 51 años.

Sac. Ricardo Recalde Garde. Murió en Barcelona, en 1999, a los 77 años.

Sac. Ángel Carretero Ballesteros. Murió en Granada, en 2000, a los 89 años.


4

Sac. Marcelino Rodríguez Suárez. Murió en Santander, en 1917, a los 37 años.

Sac. Miguel Riera Elías. Inició la obra salesiana en Zaragoza y la SEI en Madrid. Murió inesperadamente en Turín, en 1952, a los 55 años.

Sac. Florencio Sánchez García. Después de ser inspector de la Bética y en la Tarraconense pasó a las Antillas como primer inspector. Murió, en accidente de carretera, en La Habana (Cuba), en 1957, a los 56 años.

Mons. Manuel Bars Geli. Este catalán fue administrador apostólico de la diócesis de Krishnagar y después vicario general en Shillong donde murió, en 1974, a los 85 años.

Sac. Domingo Gasulla del Amo. Murió en Valencia, en 1976, a los 63 años.

Coad. Francisco Ruiz Gálvez. Murió en Sevilla, en 1977, a los 38 años.

Mons. Mathew Baroi. Murió en Krisnagar, de donde fue obispo durante diez años, en 1983, a los 57 años.


5

Sac. Francesco Scaloni. Murió en Lumbashi (Zaire), en 1926, a los 65 años. Fue inspector durante 24 años.

Est. Vicente Cortina del Toro. Murió en Córdoba, en 1934, a los 24 años.

Est. Julio Alamán Ruiz. Murió en Martí-Codolar (Barcelona), en 1958, a los 24 años.

Sac. José Fernández Alonso. Murió en Sanlúcar la Mayor (Sevilla), en 1975, a los 89 años.

Sac. Marcello Abele Joyeusaz. Murió en el Colle Don Bosco, en 1981, a los 78 años. Fue inspector durante cinco años.


6

Sac. José Robles. Murió en Vigo, en 1921 a los 70 años. Este malagueño entró en la Congregación tras acabar sus estudios y dedicarse a la instrucción de los niños más necesitados. Se dedicó con amor y entrega a la actividad sacerdotal salesiana, pastoral y pedagógica en los colegios de Utrera, de Sevilla, de Béjar y, finalmente, hasta su muerte, en el Colegio de San Matías de Vigo. En todos estos sitios dejó constancia de su buen espíritu, de sus bondades y de su buen hacer.

Coad. Esteban Giarola. De Valdocco, don Rinaldi le propuso venirse a Sarrià (Barcelona) y ésta fue su casa hasta que murió en 1945, a los 74 años.

Sac. Fedele Giraudi. Durante 39 años fue ecónomo general, en los rectorados de don Rinaldi, don Ricaldone y don Ziggiotti. Dirigió la ampliación de la Basílica de maría Auxiliadora y la reconstrucción de Valdocco, los templos de Don Bosco en el Colle y en Roma, y otras muchas grandes obras. Murió en Turín, en 1964, a los 89 años.

Card. Esteban Trochta. En 1972, moría a los 69 años en Litomerice (República Checa). Fue 26 años obispo de Litomerice y cinco años cardenal, cuatro de ellos in pectore.

Sac. Gabino Sánchez García. Murió en Sevilla, en 1991, a los 78 años.

Sac. Juan Canals i Pujol. Inspector de Barcelona durante seis años, su trabajo en la preparación de la causa de nuestros mártires fue decisivo. Murió repentinamente en Martí‑Codolar (Barcelona), en 1995, a los 65 años.


7

Est. Francisco Montasell Casellos. Murió en Ciudadela (Menorca), en 1911, a los 21 años.

Coad. Asensio Albizuri Sudupe. Murió en Rentaría (Guipúzcoa), en 1967, a los 81 años.

Sac. Celedonio Macías Pascual. Falleció en 1985, en Barcelona, a los 85 años.

Sac. Emilio Hernando. Murió en La Plata (Argentina), en 1991, a los 78 años. Fue inspector durante un sexenio.

Sac. Mario Bava. Murió en Turín, en 1993, a los 73 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. José Díaz Cotán. Murió en Córdoba, en 2000, a los 79 años.


8

Sac. Maggiorino Olivazzo. Murió en Barcelona, en 1948, a los 84 años.

Sac. Thomas William Hall. Murió en Chertsey (Gran Bretaña), en 1987, a los 85 años. Fue inspector durante doce años.

Sac. José Luis Bastarrica Celaya. Murió en Logroño, en 1998, a los 84 años.


9

Coad. José Recasens Ribas. Murió en Madrid en 1946, a los 75 años.

Sac. Giuseppe Bertola. Murió en Santiago de Chile, en 1970, a los 85 años. Fue inspector durante 33 años y Delegado del Rector Mayor para seis inspectorías de Suramérica durante cinco.

Sac. Benedito Nunes. Murió en Lisboa (Portugal), en 1976, a los 61 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Juan Piles Navarro. Murió en Martí-Codolar (Barcelona), en 1989, a los 87 años.

Sac. Celso Morán González. Murió en Salamanca, en 1992, a los 75 años.

Card. Raúl Silva Henríquez. Murió en Santiago de Chile, en 1999, a los 92 años. Fue obispo de Valparaíso durante tres años, arzobispo de Santiago de Chile durante once y cardenal durante 22 años.

Sac. Wilhelm Diebold. Murió en Bonn (Alemania), en 2001, a los 92 años. Fue inspector durante seis años.


10

Sac. Eduardo Caprani. Murió en Baracaldo, en 1947, a los 60 años.

Sac. Georges Gustave Serié. Siendo inspector de Buenos Aires, pasó al Consejo Superior. Durante 29 años impulsó los Oratorios y los Antiguos Alumnos. Murió en Piossasco (Italia), en 1965, a los 83 años.

Coad. José María Gironés Vallès. Murió en Sevilla, en 1995, a los 86 años.


11

Coad. Pablo Pedrosa Montes. Murió en Santander, en 1947, a los 60 años.

Sac. Francisco Fernández García. Murió en Sevilla, en 1965, a los 64 años.


12

Est. Ángel Bernal Martín. Murió en Sevilla, en 1917, a los 25 años.


13

Sac. Francesco Provera. Murió en Turín, en 1874, a los 38 años. Fue inspector durante cuatro años.

Sac. Luigi Calcagno (Piccardo). Durante dos años fue miembro del Consejo Superior y murió en Santa Tecla (El Salvador), en 1899, a los 42 años.

Est. Teodoro Sonsalla Leschowitz. Murió en Sarriá (Barcelona), a los 20 años, en 1896.

Sac. Luis Torreño Illán. Murió en Logroño, en 1975, a los 55 años.

Sac. Arturo González Conde. Murió en Orense, en 1977, a los 71 años. Natural de Allariz, pasó por muchas casas de la España Salesiana. Se sirvió de todos los medios para hacer llegar a los jóvenes el mensaje evangélico: la pluma, la palabra, la confesión, el trabajo sacrificado, la delicadeza en el trato, el ejemplo de obediencia a los superiores, la piedad mariana…

Sac. José Isidro Vaccaro. Murió en La Plata (Argentina), en 1984, a los 72 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Joaquín Santás Paredes. De la comunidad de Orense, murió, tras una larga enfermedad, en La Coruña, en 1991, a los 64 años. Fue a lo largo de su vida un hombre sencillo y trabajador, a pasar de las dificultades que le tocaron vivir. Muchos recuerdan su profundo sentido de gratitud y su amor y entrega a los jóvenes.


14

Sac. Antonio Luque Castro. Murió en Sanlúcar la Mayor (Sevilla), en 1992, a los 67 años.


15

Est. Severo Vide. Murió en Teruel, en 1938 (no consta la edad).

Sac. Pedro Iglesias Bosch. Murió en Huesca, en 1951, a los 69 años.

Est. Félix Riba Riera. Murió en Sentmenat (Barcelona), en 1966, a los 19 años.

Sac. Franciszek Pinkowski. Murió en Juázeiro do Norte (Brasil), en 1979, a los 97 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Luis Fernández Conde. Murió en Granada, en 1992, a los 54 años.


16

Est. Rodrigo Martín Martín. Murió en Arcos de la Frontera (Cádiz), en 1924, a los 19 años.

Coad. Santiago Gisbert Martí. Murió en Huesca, en 1943, a los 52 años.

Sac. Giovanni Tacito Colla. Murió en Córdoba, en 1952, a los 81 años.

Sac. Giovanni Maria Aliberti. Murió en Punta Arenas (Chile), en 1953, a los 72 años.

Mons. Joâo Batista Costa. Murió en Porto Velho (Brasil), en 1996, a los 94 años. Fue obispo de Porto Velho durante 27 años.


17

Est. Francisco Martín Hernández. Murió en Arcos de la Frontera (Cádiz), en 1949, a los 20 años.


18

Sac. José Molina González. Murió en Madrid, en 1959, a los 57 años.

Sac. Feliks Zolnowski. Murió en Bayreuth (Alemania), en 1989, alos 71 años. Fue inspector durante un sexenio.

Sac. Martín McPake. Elegido Consejero para la Regional anglófona en 1984, lo fue hasta su muerte en Roma, en 1995, a los 70 años de edad.

Sac. Mariano Valle Rodríguez. Al ser ordenado sacerdote es destinado a Salamanca. Después de más de veinte años en enviado a La Coruña, donde permanecerá hasta su muerte, en 1998, a los 93 años. Será recordado por su calidad humana y elegancia existencial: por su sabiduría y sus cualidades al servicio de la educación; por su capacidad de trabajo, serenidad, optimismo y sencillez; por su entrega radical, constante, creativa y eficaz a la Congregación; por su profunda religiosidad y amor a María Auxiliadora.


19

Coad. José Marcos Guiu. En la guerra, durante trece meses, estuvo penosamente emparedado. Murió en Campillo (Alicante), en 1955, a los 67 años.

Sac. Renato Ziggiotti. Quinto sucesor de Don Bosco. Fue durante siete años inspector en la Central y en Sicilia; durante trece, Consejero Escolástico; durante dos, Prefecto General y, durante trece, Rector Mayor (1952‑1965). En el XIX Capítulo General, pidió ser exonerado y, siendo el primer Rector Mayor emérito, se retiró al Colle Don Bosco y, después, a Albaré (Italia), donde murió, a los 90 años, en 1983.


20


21

Est. Joaquín Azor Carcasona. Natural de Huesca, murió en Orense, en 1939, a los 25 años. Los trabajos a los que fue sometido durante la Guerra provocaron en él una enfermedad que hizo que fuese evacuado a Orense. Su personalidad religiosa, humana, cultural y artística era muy destacada; era muy piadoso, cumplidor de sus deberes, buen compañero, servicial, inteligente, tocaba discretamente el violín y componía algún que otro motete.

Sac. José Antônio Romano. Murió en Queluz (Brasil), en 1976, a los 55 años. Fue inspector durante cuatro años.

Sac. Ramón García Santos. Murió en Bangkok (Tailandia), en 1998, a los 67 años. Fue inspector durante seis años.


22

Coad. Segundo García Arranz. Murió en Sevilla, en 1959, a los 28 años.

Sac. Jesús Burgos Sanz. Murió en Bilbao, en 1999, a los 53 años.

Sac. Giuseppe Bertolli. Murió en Bergamo (Italia), en 2001, a los 84 años. Fue inspector durante cinco años.


23

Sac. Carlo Baratta. Fue inspector tres años. Murió en 1910, a los 49 años.

Sac. Domingo Astudillo Astudillo. Murió en La Coruña, en 1922, a los 47 años. Entró en la Congregación siendo a sacerdote en Salamanca. Su vida salesiana transcurrió entre Santander, Vigo y La Coruña, donde muere tras una complica intervención quirúrgica intestinal. Como buen sacerdote, aceptó consciente y explícitamente la última llamada de Dios, la llamada a su suprema función sacerdotal, la de unir su muerte a la muerte de Cristo.

Coad. Francisco Iglesias Solé. Murió en Gerona, en 1934, a los 33 años.

Sac. Manuel Lino Cabada y Cabada. Murió en la finca de Lóngora (La Coruña), donde se había retirado, en 1951, a los 77 años. Protagonista del los inicios de la obra salesiana en la ciudad de La Coruña, donde dirigió las “Escuelas Populares Gratuitas”, ingresó en la Congregación siendo sacerdote. Fue tal su don de gente que con esmero se preocupó de las relaciones con cooperadores y bienhechores.

Sac. Francisco González Bellver. Murió en Madrid, en 1987, a los 87 años.

Sac. Ángel del Barrio Orte. Murió en Valencia, a 56 años, en 1989.


24

Sac. José Alvira Javierre. Murió en Gerona, en 1952, a los 73 años.

Sac. Leandro Ayuso Madejón. Murió en Salamanca, en 1973. a los 80 años.

Sac. Juan Manuel Cereceda Pascual. Murió en Linares (Jaén), en 1983, a los 69 años.


25

Coad. José Salazar. Murió en Valencia, en 1943, a los 55 años.

Mons. Helvecio Gómez de Oliveira. Arzobispo de Mariana (Brasil), durante 38 años, murió allí, en 1960, a los 84 años.

Sac. Francisco Serrats Font. Murió en Valencia, en 1966, a los 80 años.

Mons. Leahens Fraus. Murió en Bonheiden (Bélgica), en 1993, a los 85 años. Fue inspector durante seis años y, durante 34, obispo de Sakania.


26

Sac. Luigi Terrone. Gran maestro de novicios durante 30 años. ­Murió en Turín, en 1968, a los 92 años.

Coad. Anastasio Luque García. Murió en San José del Valle, en 1979, a los 69 años.

Sac. Rinaldo Vallino. Murió en Roma, en 1993, a los 67 años. Fue inspector durante seis años.

Diác. Miguel Redondo Díez. Murió, repentinamente, en Orense, en 2002, a los 31 años. Preparándose para la ordenación sacerdotal, su entrega a la misión salesiana era plena. Miguel ha sido una persona con un gran corazón que ha cautivado a la gente por su sencillez y por su espontaneidad.


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Sac. Luis Ramasso. Murió en San Isidro (Argentina), en 1995, a los 93 años. Fue inspector durante once años.

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Sac. Józef Strus. Murió en Lodz (Polonia), en 1973, a los 68 años. Fue inspector durante siete años.

Sac. José Luis del Amo Prieto. Murió en Blanes (Gerona), en 1990, a los 54 años.

Sac. Luis Pereña. Murió en Alcalá de la Ribera (Valencia), en 1998, a los 63 años.


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Sac. Luigi Nai. Murió en Turín, en 1932, a los 77 años. Fue inspector durante 22 años.

Mons. Abraham Aguilera Bravo. Murió en Ancud (Chile), en 1933, a los 49 años. Fue Delegado Apostólico de Magallanes durante cinco años y siete, obispo de Ancud.

Sac. Carlos Vázquez de Aldama García. Murió, aquejado de un mal de corazón, en Zamora, en 1964, a los 35 años. Tenía un espíritu apostólico extraordinario, se distinguió siempre por la escrupulosidad en el cumplimiento del deber. Todo ello sazonado con su inteligencia despejada y claridad de mente, que lo llevó a encargarse de los más delicados asuntos.

Est. Juan Amarilla Solís. Murió en Almonte (Huelva), en 1966, a los 22 años.

Coad. Ignacio Urtasun Ivoz. A los 92 años, moría en Madrid, en 1968.







1 En Vida Religiosa, Vol. 95, mayo 2003.

2 Claretiano. Profesor de Teología Fundamental.

3 En Cooperador Palino, mayo-abril 2003, nº 118.

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