Cristo sigue llamando


Cristo sigue llamando




Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 febrero de 2004 nº 33









No perdamos el Sur



Estamos en tiempo de Cuaresma. Tiempo de cercanía de Dios. Es un momento privilegiado para dar una mirada en profundidad a nuestra vida y ver por dónde está pasando Dios en este momento, o por dónde debería pasar. Al mirar nuestra vida uno contempla determinados rincones donde no está Dios presente. Experimentamos la ausencia de Dios. Es tiempo también para tener presente a los demás, sobre todo a aquellos que tienen menos, a aquellos que no cuentan, a los jóvenes más pobres y abandonados. La X Asamblea de CONFER nos ha presentado un lema muy interesante que puede ayudarnos a vivir esta Cuaresma, como camino hacia la Pascua, con la mirada puesta en los más pobres: “Practica la justicia, ama con ternura, camina humildemente con tu Dios”. Lo dicho, que es importante no perder el Sur.



















ÍNDICE



  1. Retiro ……………………3-11

  2. Formación……………..12-19

  3. Comunicación.…….....20-24

  4. El anaquel……………..25-42

  5. Técnicas ……..…………25-35

  6. Necrologio ………….....36-42



Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

Avda. de Antibióticos, 126

Apdo. 425

24080 LEÓN

Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254


Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO





Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II para la
CUARESMA DE 2004

El que reciba a un niño como éste
en mi nombre, a mí me recibe”
(Mt 18,5)


Queridos hermanos y hermanas:

  1. Con el sugestivo rito de la imposición de la Ceniza, inicia el tiempo de la Cuaresma, durante el cual la liturgia renueva en los creyentes el llamamiento a una conversión radical, confiando en la misericordia divina.

  El tema de este año - “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5) - ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la condición de los niños, que también hoy en día el Señor llama a estar a su lado y los presenta como ejemplo a todos aquellos que quieren ser sus discípulos. Las palabras de Jesús son una exhortación a examinar cómo son tratados los niños en nuestras familias, en la sociedad civil y en la Iglesia. Asimismo, son un estímulo para descubrir la sencillez y la confianza que el creyente debe desarrollar, imitando al Hijo de Dios, el cual ha compartido la misma suerte de los pequeños y de los pobres. A este propósito, Santa Clara de Asís solía decir que Jesús, “pobre fue acostado en un pesebre, pobre vivió en el siglo y desnudo permaneció en el patíbulo” (Testamento, Fuentes Franciscanas, n. 2841).

  Jesús amó a los niños y fueron sus predilectos “por su sencillez, su alegría de vivir, su espontaneidad y su fe llena de asombro” (Ángelus, 18.12.1994). Ésta es la razón por la cual el Señor quiere que la comunidad les abra el corazón y los acoja como si fueran Él mismo: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5). Junto a los niños, el Señor sitúa a los “hermanos más pequeños”, esto es, los pobres, los necesitados, los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, los enfermos y los encarcelados. Acogerlos y amarlos, o bien tratarlos con indiferencia y rechazarlos, es como si se hiciera lo mismo con Él, ya que Él se hace presente de manera singular en ellos.

  2. El Evangelio narra la infancia de Jesús en la humilde casa de Nazareth, en la que, sujeto a sus padres, “progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52). Al hacerse niño, quiso compartir la experiencia humana. “Se despojó de sí mismo - escribe el Apóstol San Pablo -, tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,7-8). Cuando a la edad de doce años se quedó en el templo de Jerusalén, mientras sus padres le buscaban angustiados, les dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2,49). Ciertamente, toda su existencia estuvo marcada por una fiel y filial sumisión al Padre celestial. “Mi alimento - decía - es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).

  En los años de su vida pública, repitió con insistencia que solamente aquellos que se hubiesen hecho como niños podrían entrar en el Reino de los Cielos (cf. Mt 18,3; Mc 10,15; Lc 18,17; Jn 3,3). En sus palabras, el niño se convierte en la imagen elocuente del discípulo llamado a seguir al Maestro divino con la docilidad de un niño: “Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos” (Mt 18,4).

  “Convertirse” en pequeños y “acoger” a los pequeños son dos aspectos de una única enseñanza, que el Señor renueva a sus discípulos en nuestro tiempo. Sólo aquél que se hace “pequeño” es capaz de acoger con amor a los hermanos más “pequeños”.

  3. Muchos son los creyentes que buscan seguir con fidelidad estas enseñanzas del Señor. Quisiera recordar a los padres que no dudan en tener una familia numerosa, a las madres y padres que en vez de considerar prioritaria la búsqueda del éxito profesional y la carrera, se preocupan por transmitir a los hijos aquellos valores humanos y religiosos que dan el verdadero sentido a la existencia.

  Pienso con grata admiración en todos los que se hacen cargo de la formación de la infancia en dificultad, y alivian los sufrimientos de los niños y de sus familiares causados por los conflictos y la violencia, por la falta de alimentos y de agua, por la emigración forzada y por tantas injusticias existentes en el mundo.

  Junto a toda esta generosidad, debemos señalar también el egoísmo de quienes no “acogen” a los niños. Hay menores profundamente heridos por la violencia de los adultos: abusos sexuales, instigación a la prostitución, al tráfico y uso de drogas, niños obligados a trabajar, enrolados para combatir, inocentes marcados para siempre por la disgregación familiar, niños pequeños víctimas del infame tráfico de órganos y personas. ¿Y qué decir de la tragedia del SIDA, con sus terribles repercusiones en África? De hecho, se habla de millones de personas azotadas por este flagelo, y de éstas, tantísimas contagiadas desde el nacimiento. La humanidad no puede cerrar los ojos ante un drama tan alarmante.

  4. ¿Qué mal han cometido estos niños para merecer tanta desdicha? Desde una perspectiva humana no es sencillo, es más, resulta imposible responder a esta pregunta inquietante. Solamente la fe nos ayuda a penetrar en este profundo abismo de dolor.

  Haciéndose “obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,8), Jesús ha asumido el sufrimiento humano y lo ha iluminado con la luz esplendorosa de la resurrección. Con su muerte, ha vencido para siempre la muerte.

  Durante la Cuaresma nos preparamos a revivir el Misterio Pascual, que inunda de esperanza toda nuestra vida, incluso en sus aspectos más complejos y dolorosos. La Semana Santa nos presentará nuevamente este misterio de la salvación a través de los sugestivos ritos del Triduo Pascual.

  Queridos hermanos y hermanas, iniciemos con confianza el itinerario cuaresmal, animados por una más intensa oración, penitencia y atención a los necesitados. Que la Cuaresma sea ocasión útil para dedicar mayores cuidados a los niños en el propio ambiente familiar y social: ellos son el futuro de la humanidad.

  5. Con la sencillez típica de los niños nos dirigimos a Dios llamándolo, como Jesús nos ha enseñado, “Abbá”, Padre, en la oración del Padrenuestro ¡Padre nuestro! Repitamos con frecuencia a lo largo de la Cuaresma esta oración; repitámosla con profunda devoción. Llamando a Dios Padre nuestro, nos daremos cuenta de que somos hijos suyos y nos sentiremos hermanos entre nosotros. De esta manera, nos resultará más fácil abrir el corazón a los pequeños, siguiendo la invitación de Jesús: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5).

  Con estos deseos, invoco sobre cada uno de vosotros la bendición de Dios por intercesión de María, Madre del Verbo de Dios hecho hombre y Madre de toda la humanidad.

Vaticano, 8 de diciembre de 2003

1 LA EXPERIENCIA DE LA RECONCILIACIÓN PARA CRECER EN SANTIDAD

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1. Nuestras Constituciones nos recuerdan: “Comunidad en continua conversión” (art. 90)


La Palabra de Dios nos llama a una conversión continua. Conscientes de nuestra fragilidad, respondemos con la vigilancia y el arrepentimiento sincero, la corrección fraterna, el perdón recíproco y la aceptación serena de la cruz de cada día.


El sacramento de la reconciliación lleva a su plenitud el esfuerzo penitencial de cada uno y de toda la comunidad. Preparado con el examen de conciencia diario y recibido frecuentemente, según las indicaciones de la Iglesia, nos proporciona el gozo del perdón del Padre, reconstruye la comunión fraterna y purifica las intenciones apostólicas.

2 2. LLAMADOS A LA SANTIDAD EN LA VIDA COTIDIANA

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Todos somos llamados a ser santos puesto que la voluntad de Dios es que seamos santos, Tenemos una nube de testigos en nuestra Iglesia y les llamamos santos porque ellos han vivido sus vidas de acuerdo al Evangelio [Hebreos 12:1]. Muchos de nosotros perdemos el entusiasmo de vivir una vida de santidad porque nos parece que es algo imposible  [Lucas 5:8]. Si esto fuera imposible, el Señor no nos llamaría a la santidad, por eso es nuestro deber responderle a su llamado.

E n la medida que vamos creciendo y madurando vamos adquiriendo una serie de responsabilidades en la vida, cosas importantes por las cuales debemos velar como son nuestra comunidad de hermanos, nuestros proyectos personales, estudios, nuestro trabajo, etc., sin embargo, la mayor parte de las veces nuestras responsabilidades nos desplazan del objetivo primero, nos olvidamos de aquello que debe ser la prioridad número uno de todo cristiano: nuestra santidad.

Somos invitados por el Señor a vivir la santidad de la vida cotidiana, a esforzarnos según el máximo de nuestra capacidad y el máximo de nuestras posibilidades en todas las cosas que hacemos a lo largo de nuestro día, buscando siempre en todo ser testimonio vivo del amor de Dios. Es el vivir la maravillosa aventura de volver nuestro quehacer ordinario algo extraordinario. El ideal de la santidad exige de nosotros el hacer de nuestro día una alabanza continua al Señor. Que cada cosa que hagamos desde que nos despertarnos hasta que nos acostamos, la hagamos, con amor, ofreciéndosela generosamente al Señor. Incluso aquellas cosas que nos causan enojo, flojera o incomodidad.

En la medida que nos vamos esforzando por alcanzar la santidad, nos damos cuenta que este ideal no está exento de obstáculos, tanto al exterior como al interior de nosotros mismos, y que se hace necesario enfrentar y superar. Por un lado, nos encontramos inmersos en un mundo que nos bombardea de anti-valores y que se vale de todo tipo de medios para hacernos creer que la santidad es algo pasado de moda, y por otro lado está nuestra propia debilidad y pecado que nos hacen caer en nuestro esfuerzo por ser santos. Frente a estos obstáculos nuestra actitud no puede ser la desesperanza. Nuestra esperanza debe estar puesta en el Señor, quien ya venció. Él nos acompaña en cada paso que damos y derrama sobre nosotros su gracia para fortalecernos y consolarnos en los momentos de angustia y dolor. Entre los medios con que cuenta el fiel cristiano para avanzar en el camino de la santidad está el sacramento de la reconciliación, que no sólo es instrumento de perdón sino medio de prevención contra el pecado (Cfr.RP31).

 
 3.
LA EXPERIENCIA DEL GOZO DEL PERDON DE DIOS DESDE UN ICONO DEL HIJO PRÓDIGO

Hace unos años un amigo me regaló una reproducción del cuadro célebre de Rembrandt "EL REGRESO DEL HIJO PRODIGO." El fondo del cuadro está oscuro, pero al lado izquierdo se ve dos figuras iluminadas – un hombre viejo con ropa elegante y un joven vestido de trapos. Se arrodilla con la cabeza pelada en el pecho del anciano. El padre extiende las dos manos un poco bajo los hombros de su hijo. Al derecho dos hombres miren incrédulos. Detrás de ellos vemos la cara de una persona que está al punto de desaparecerse. Nuestra atención vuelve automáticamente al padre e hijo.

P asé un buen rato con el cuadro y luego decidí que el lugar más apropiado para él era la sala de reconciliación (el confesionario) de nuestro templo. Mientras espero a los penitentes y también durante las confesiones lo miro seguido. Ruego que en alguna manera pueda ser como el padre representado por Rembrandt. Los que entran el confesionario buscan tal padre. Sin embargo tengo que confesar que a veces me identifico con los dos siervos asombrados que no pueden entender esa ternura. O aun como el hermano mayor, tan pegado a su "auto-estima" que no es capaz de ver la otra persona.


En mis momentos mejores deseo ser como el hijo pródigo. El padre Enrique Nouwen (1932-1996) ha escrito un libro con el título, Regreso del Hijo Pródigo. Al contemplar el cuadro, el padre Nouwen no sabía con quien identificarse. No podía entender como ser el hijo pródigo, es decir, ser abrazado, amado, descansar su cabeza sobre el pecho del Padre. “Por años dí instrucciones a mis alumnos sobre la vida espiritual…pero yo mismo no me atreví ponerme en el centro, arrodillarme, y dejarme ser abrazado por un Dios que perdona.”


Nouwen cuenta como resistió ser abrazado por el Padre, a veces tratando de huir de El, escaparse de su mirada. Finalmente vió la verdad – que no podía volver al Padre con su propia fuerza. Jesús el Hijo eterno, se hizo hombre precisamente para que participáramos en aquel abrazo. En la segunda lectura San Pablo dice, “Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo ‘pecado’ por nosotros, para que unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.” (2 Cor 5:21).


El hombre moderno no quiere ver su propio pecado. Es más fácil atacar a otras personas, los “hipócritas.” Pero detrás de las acusaciones podemos detectar un cierto miedo. A veces pensamos que el hijo pródigo era un “oportunista” hasta el final. Pero recuerde cuando Vd. Haya caído profundamente. ¿No era más fácil quedarse allá, incluso querer morir no más? A parte de humildad, el hijo tuvo valentía en ponerse la cara a la casa de su padre.


Pido que mantengan en la mente la imagen del muchacho arrodillado ante su padre, cabeza descansando en su corazón. Rembrandt pinto el padre con dos manos diferentes, la izquierda fuerte y agarrando, la derecha delicada como una mamá joven. Quería mostrar el poder y la ternura de Dios. Y ahora tenemos acceso a Él, por medio del Hijo que “estaba muerto y ha vuelto a la vida.” (Lc 15: 24, 32)”.



4. DON BOSCO Y EL RECURSO PEDAGÓGICO DE LA RECONCILIACIÓN

Uno de los aspectos más sorprendentes del acercamiento de Don Bosco a la juventud fue su convencimiento de que todo joven era capaz de ser santo. Con frecuencia y regularidad compartió esta idea con sus chiquillos. La santidad la vivió y propuso en la vida diaria, no sólo en las ocasiones de fiesta o en los días que le pudieran resultar más fáciles. Inculcaba a sus jóvenes que cumplieran con diligencia con sus deberes de estudio o de trabajo, que fueran responsables, alegres, perseverantes, que se divirtieran, que cantaran o participaran en los juegos del patio o en las excursiones bulliciosas que se organizaban: todo podía acercar a Dios. A esta santidad invita a educadores y jóvenes como norte de sus vidas.

Esta presencia constante de Jesucristo la vive Don Bosco, de manera privilegiada, en la EUCARISTÍA y en el sacramento de la RECONCILIACIÓN. Estos sacramentos se viven dentro de la IGLESIA, ámbito en el que se desarrolla la acción de evangelización y creación de una nueva humanidad. La Eucaristía y la experiencia del perdón, a través de los sacramentos, Don Bosco los va a presentar como medio privilegiado, también, de “pedagogía” y de crecimiento y progreso del joven, llegando a proponer, porque él así lo creía, la meta de la santidad a jóvenes muy normales que desearan hacer esta experiencia.

El sacramento de la Reconciliación, que celebra el amor de Dios más fuerte que el pecado, Don Bosco lo presentaba a sus jóvenes como uno de los pilares fundamentales del edificio educativo. Por ello, en Valdocco se celebraba con frecuencia y se le prestaban atenciones particulares. Se cuidaban, ante todo, su preparación en un ambiente acogedor, rico de amistad y fraternidad. Así se ayudaba a los jóvenes a superar la natural renuencia a manifestar los secretos del propio corazón.

Se procuraba orientarlo hacia la vida, es decir, tenía que mejorar las relaciones interpersonales; crear las condiciones para un esfuerzo más evidente en el cumplimiento de los deberes personales; sostener la conversión y renovación del corazón, para que el joven pudiera darse a Dios con un propósito eficaz.

Por último, se prolongaba en la dirección espiritual, para reforzar la adhesión al Señor, y en el encuentro fraterno con el educador compartiendo gozosamente la vida. Los frutos educativos del sacramento de la Reconciliación son muchos:

-Los jóvenes, sostenidos por un amor que comprende y perdona, encuentran la fuerza para reconocer su pecado y su debilidad, necesitada de apoyo y acompañamiento;
-aprenden a resistir la tentación de la autosuficiencia;
-ofrecen el perdón, para intercambiar la reconciliación recibida;
-se educan en el respeto a las personas;
-se forman una conciencia recta y coherente.

5. ANÉCDOTA PASTORAL

Un día estaba confesando a un niño de unos 7 ú 8 años. El niño tan formalito y con aire de buena persona estaba de rodillas dispuesto a recibir el Sacramento de la Reconciliación. Al final le dije: "rezas en penitencia un Padrenuestro o dos Padrenuestros...reza el Señor mío Jesús Cristo"

C omencé simultáneamente a recitar la oración de la Absolución imponiendo mis manos en forma potestativa sobre su cabeza. El niño debió de parar su oración y cuando quité las manos, que me impedían verle, aquel niño me estaba mirando con ojos de desconcierto. Su expresión inocente me produjo impacto, y más cuando me dijo. "Ese no es el Padrenuestro que yo sé". Superé la risa, que me produjo en el primer momento, y disimulé delante de él.

Aquellos ojos y aquella mirada inocente, pero llena de poder me indujo a la reflexión. Yo había caído en la pobreza de no tener tiempo para Dios y haber seguido la inercia de la producción en cadena. El niño y yo rezábamos cada uno a nuestro aire. Estaba enviciando la Acción Misericordiosa de Dios. El niño tenía que haber expresado su contrición. Yo tenía que haberla recogido escuchándole. Y después haberle dado la solución a su dolor: la Absolución. Tuve que confesarme y arrepentirme de haber atropellado los dones de Dios. Había empobrecido rito que llevan lo divino!”



PISTAS PARA LA REFLEXIÓN.

  1. Relee el artículo 90 de nuestras Constituciones.

  2. ¿Te crees de verdad que Dios te llama a la santidad? ¿Cómo entiendes tú esa llamada divina a ser santos? ¿qué cosas de la comunidad nos ayudan a ello?

  3. ¿Cuál es tu ritmo de celebración de la reconciliación? ¿Tienes un confesor fijo? ¿Tu dirección espiritual?

  4. Mira el dibujo del hijo pródigo, y sitúate tú en su lugar. Intenta experimentar en ti, el abrazo de Dios Padre, que te ha elegido, que te ha llamado, que te ha consagrado.

  5. SI eres sacerdote, ¿cómo celebras y presides este sacramento?



CELEBRACIÓN PENITENCIAL


MONICION: Conscientes de nuestra fragilidad, respondemos con la vigilancia y el arrepentimiento sincero, la corrección fraterna, el perdón recíproco y la aceptación serena de la cruz de cada día.


El sacramento de la reconciliación lleva a su plenitud el esfuerzo penitencial de cada uno y de toda la comunidad. Preparado con el examen de conciencia diario y recibido frecuentemente, según las indicaciones de la Iglesia, nos proporciona el gozo del perdón del Padre, reconstruye la comunión fraterna y purifica las intenciones apostólicas.

Queremos reconocer que hay cosas en nuestra vida que pueden mejorar. Hoy queremos pedirnos mutuamente unos a otros perdón y pedírselo también al Señor.


CANTO: SALMO DE LA COMUNIDAD


SALUDO: El Señor Jesús que nos llama a la santidad y que nos quiere a todos unidos, como hijos y como hermanos, esté con todos vosotros.


Pedimos perdón al Señor con humildad de todos nuestros pecados y limitaciones:


  • Por nuestro egoísmo... PERDON SEÑOR, PERDÓN.

  • Por nuestra comodidad...

  • Por criticar del otro...

  • ...(espontáneas)



ORACIÓN. Míranos Señor en nuestro camino hacia la santidad tropezamos y caemos. Hoy nos arrepentimos sinceramente de nuestros errores, de las veces que te hemos fallado, de las veces que nos hemos fallado entre nosotros. Sal amoroso a nuestro encuentro, repara nuestras heridas y sánalas con el aceite del perdón y despierta en nosotros el deseo ardiente de ser santos. PJNS.


MONITOR: La parábola de la higuera, expresa muy bien lo que es nuestra vida de consagrados. Somos llamados a ser signos de Cristo, somos llamados a dar frutos de santidad, pero no siempre estamos a la altura, nuestras limitaciones, nuestros pecados nos acercan a la estirilidad, a la infecundidad.


Lc 13, 6-9.


Jesús les propuso esta parábola: Un hombre tenía una higuera que había plantado hace ya tiempo en su viña. Cuando fue a buscar fruto en la higuera, no lo encontró.


Entonces dijo al viñador: Hace ya tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. ¿Córtala! ¿por qué a de ocupar terreno inútilmente?


El viñador le respondió al dueño: Señor, déjala todavía este año; yo la cavaré y le echaré abono, a ver si da fruto en lo sucesivo; si no lo da, entonces la cortarás”.


ANIMADOR: REFLEXIÓN:


I magínate Dentro de esta escena. Imagina la higuera seca, sin fruto, ocupando espacio inútilmente.


¡ERES TÚ ESA HIGUERA!. Tantos años de salesiano..., ¿para qué? ¿en qué se nota? ¡Han puesto tanto abono en ti! (cursillos, reuniones, grupos, Pascuas, campamentos , oraciones, misas...).


Si tú fueses el dueño de la viña, que harías con la higuera? ¿la cortarías? Fíjate en la actitud del viñador. ¿qué te llama la atención?. Si tú fueses la higuera, ¿cómo es tu fruto?


3 HOMILIA

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3.1 RITO DE LA RECONCILIACIÓN

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ORACIÓN COMÚN: No sabemos, no podemos dar fruto en nuestras vidas, en medio de nuestra comunidad. Ten paciencia con nosotros Señor. Toca con suavidad, con tu misericordia nuestro corazón, y ayúdanos Señor a que nuestra vida sea fecunda para bien nuestro y de los demás


Confesión y absolución individual.


MONITOR: Ahora revisamos nuestra vida, nos arrepentimos de nuestros pecados, y con humildad vamos al sacerdote y él en su nombre nos reconciliará con Dios y con los hermanos.


CANTO: DIOS ES TU AMIGO EL VIÑADOR.


3.2 PADRE NUESTRO

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3.3 Gesto de la paz

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ORACIÓN FINAL: Señor hoy nos has hecho un gran regalo a todos, nos has acogido incondicionalmente, a cada uno, como somos, y nos has amado, y nos has dado tu perdón. Danos tu fuerza para mantenernos firmes en tu Gracia y seguir por los caminos de la santidad. Te lo pedimos PJNS.





FORMACIÓN



La familia, lugar de transmisión de la fe1




Asusta el silencio y asusta la celebración


Vivimos tiempos de poco silencio, asusta la espiritualidad, y anda­mos siempre en la superficialidad de las cosas y de las relaciones. Se reflexiona poco, se vive el presente para disfrutarlo, y también se vive mucho para tener, en vez de ser. Los nuevos ídolos como el trabajo, el dinero y el éxito han apagado esa necesidad del ser huma­no de construir la propia historia personal, y eso nos distrae también del encuentro sosegado con Dios. Se dejan las cosas religiosas para momentos puntuales en los que la gente celebra una boda, asiste a un bautizo o a un funeral, y luego comenta la celebración o la litur­gia de la misma manera que se puede comentar la película al salir del cine.


Pero, si uno sabe abrirse al silencio, acaba por recibir una res­puesta. Ésta sobreviene como un estado interior distinto del que se tiene habitualmente. Se trata de una alegría interior, una paz pro­funda y una gran libertad que le hace a uno sentir que hay Alguien que acompaña su vida.


Igualmente necesitamos espacios para compartir nuestros pro­yectos personales y celebrar juntos lo cotidiano y lo especial. Hay que buscar momentos de familia, fechas especiales, crear hábitos o tradiciones de ocio, espirituales o solidarias. Contar las dudas y ten­taciones que se tienen de abandonar el propio proyecto personal y las ofertas seductoras que se reciben. La familia se fortalece y se hace bloque común al compartir los mismos valores y estilo de vida. Las alegrías y las dificultades que conlleva la vida de toda persona se hacen más fáciles cuando son compartidas y celebradas, es contando con la presencia de Dios en nosotros en los buenos v en los malos momentos.


Ahí es donde creo yo que hay que utilizar toda la capacidad pas­toral creativa, cercana y contagiosa, para aprovechar esa asistencia social a una celebración o la preparación de una liturgia, para entusiasmar con la vivencia de Dios y ofrecerla como proyecto de libe­ración ilusionante que ayude a borrar imágenes caducas y renovar el encuentro con el Señor o el deseo de buscarlo.


He asistido a celebraciones vivas, cálidas, proféticas, que han tocado el corazón de los alejados, que quizá acudían sólo por cum­plir. Aplaudo a tanta gente que se toma mucho interés en preparar la celebración y los símbolos que faciliten la participación, que pre­sentan a un Dios cercano y liberador. Creo que el reclamo de los jóvenes va por ahí.


Hemos de actualizarnos en estos tiempos que corren y saber uti­lizar los avances de la técnica y los medios de comunicación de forma agradable y atrayente. Y como los hijos de las tinieblas son más sagaces que los de la luz, a la hora de utilizar los medios de comunicación hemos de ser profetas del siglo XXI e inventar formas nuevas de responder a la pregunta quién es Dios y anunciarla y anunciarlo, de celebrar y compartir la experiencia de Dios que llena de sentido al que la vive.


No es que se me haya escapado el tema de que es la familia la que transmite la fe, sino que estoy dando marcha atrás para ver quién forma a esa familia, quién le aporta recursos para que lo haga bien, quién la ayuda a hacerse adulta, a vivir una fe viva, pues en el fondo también la familia está tocada del cambio de valores de la sociedad.



La familia, primera comunidad creyente


Creer es adoptar una forma de vivir; y como a vivir se aprende en los primeros años y en familia, es ahí donde la persona vive la pri­mera comunidad creyente. En ella se transmite a los hijos que Dios está con ellos, en su rincón secreto, en el trabajo y en el cansancio, en la alegría, en el dolor, en los éxitos y en los fracasos. Se les con­tagia la capacidad de encontrarlo en soledad y entre la multitud y se les impulsa a comprometerse en facilitar la vida a los otros y en construir el Reino de Dios, ese estilo de vida en el que todos sea­mos felices.


En la familia es donde se adquiere el hábito de los pequeños gestos de amor y de ternura, los sacrificios que benefician al otro, las generosidades y el compartir. También en la vida familiar se aprende a cuidar, ya desde muy niño, a reír, a trabajar y a descan­sar. Tienen que saber los niños que Dios es el impulso que nos lanza hacia los demás y nos convierte en un permanente regalo.


La base de la familia es el amor; se vive en familia para ayudar a que todos cumplan, a que cada uno sea él mismo y pueda cubrir sus necesidades básicas. Cuando todos tienen cubiertas sus necesi­dades físicas, de vivienda, vestido, alimento y descanso, hay que ocuparse también de las necesidades mentales de cada persona que son:


Amar y ser amado: Que se sienta querido y aprenda a decir el cariño. También la comunicación con Dios es una historia afectiva que, cuando se expresa y se celebra, alegra el corazón y dinamiza la vida de la familia. Hablar a los niños del amor de Dios les da segu­ridad; rezar por otras personas les contagia fraternidad; compartir les enseña solidaridad y justicia; acostarles explicándoles que Dios está dentro de ellos y les envuelve con su amor les sana de todos sus miedos y les alegra el corazón, al sentirse personas habitadas. Dar gracias a Dios por ellos aumenta su autoestima y seguridad para la vida. Saberse amados por Dios les ayuda a gozar del abandono en Él. A los adultos nos ocurre lo mismo que a los niños en relación con Dios: cuando lo compartimos con otros, nos fortalecemos en la fe y en la lucha por la justicia y la construcción del Reino de Dios, y la familia posee en sí misma capacidades para sanar a todos.


Ser válidos: Valorar unos y otros el trabajo de los demás, agra­decer los detalles, expresarlo con frecuencia y, desde muy niños, enseñarles que todos somos valiosos en la vida familiar, ya que todos aportamos algo, sea material, afectivo, relacional... Cada cual tiene su papel en ese engranaje que es la familia, y hay que explici­tarlo para que unos y otros, en las diferentes edades que se compar­ten en el hogar, saquen lo mejor de sí mismos para aportar a la vida familiar y, desde allí, al mundo exterior. La vida familiar es una fuente de seguridad y autoestima o puede llegar a ser todo lo con­trario, si no se valora lo que cada uno es en sí mismo y aporta al común. Y como estamos en el tema religioso, hay que agradecer al que ha provocado una oración o una participación en algún acto solidario, o bien ha hecho que todos recordáramos en la oración algo o a alguien. Muchos compromisos sociales familiares han lle­gado a la familia por unos hijos a los que el evangelio ha impulsa­do a comprometerse. Eso hace sentirse válidos a unos y a otros, al vivir la justicia y la construcción del Reino de Dios.


Ser autónomos: El valor de la autonomía, es decir, el que la fami­lia promueva la independencia de sus miembros, es una cualidad importante que sana a los individuos. Somos seres en relación, hemos nacido para el encuentro; pero también cada cual es un ser único e irrepetible, que la familia tiene que potenciar. Cuando «de un clan salen clones», es mala señal. La familia debe impulsar la dife­rencia y vivirla como enriquecimiento. Cada uno nace con unas cua­lidades, unos carismas o unos valores. La familia ayudará a que ese miembro crezca y se desarrolle, y también a que viva su propio pro­ceso vital y espiritual, que no tiene porqué ser igual al de los demás.


Pertenecer: Necesitamos sentir que pertenecemos a los nues­tros, que nos echan de menos, que somos parte de su vida, de una cultura y de una forma de vivir. Pero también la vida familiar nos ayuda a pertenecer a grupos que nos relacionan con otras personas, nos socializan y nos complementan. La pertenencia a la iglesia, al grupo de amigos, al colegio o a la parroquia nos enriquece como personas. Rezando junta, la familia construye un entramado sutil de relación que hace sentir un impulso de vida y cercanía, así como de envío a ser buena noticia, a vivir cada uno su misión, a salir a con­tarlo a otros. Cuando en la vida espiritual la familia se pide perdón, se sanean las relaciones y se fortalecen los vínculos. Se me olvida el humor. El reírse juntos en la vida familiar es de las cosas que más sanan. Hay que tomarse a uno mismo menos en serio, bromear con los propios defectos e incongruencias y, así, dejarse cuestionar por los otros, sin susceptibilidades ni malos humores.


Y otro sentido de pertenencia que tenemos los creyentes es que formamos parte de la iglesia, la gran familia de los hijos de Dios, y que, además, no podemos vivir en comunión íntima con Jesús sin ser enviados a nuestros hermanos que pertenecen a esa misma humanidad, a esa familia que Jesús aceptó como suya y que es obli­gación de todos hacerla mensajera de liberación para el ser humano y oferta de compromiso por la justicia para todos los cristianos.


Sin duda, cuando una pareja siente que Dios forma parte de su amor, se les nota, lo expresan y lo transmiten a los hijos, y éstos sienten que viven siempre acompañados, que se reza, se bendice, se comenta, se cuestiona y se celebra la vida. Y en muchos casos estos padres jóvenes han tenido un encuentro con Dios ya en su niñez, en una familia religiosa. Además, el vivir la fe les mantiene en unos valores y un talante solidario, comunicativo y fraterno, que les impulsa a crear el reino de Dios aquí y ahora, viviendo en solidari­dad y justicia. Y si también tienen la suerte de tener una comunidad con la que compartir su vida, su fe y su compromiso posterior, será un impulso para crecer juntos, aun conservando cada cual su propio estilo personal y único.




Otra manera de vivir


Cuando una familia vive una auténtica relación con Dios, una fe que impulsa su vida, se siente invitada a otro estilo de vida que se le irá notando en su libertad. No necesitarán tantas cosas como las demás personas, y su talante será más desprendido. Su casa estará más abierta, estarán más dispuestos a compartir todo lo que tienen y son. Su manera de invitar será sencilla y acogedora. A la hora de elegir su ropa, se sentirán menos manejados por las modas y más libres para reutilizar y cuidar lo que usan, para que les sirva a otros. Y lo mismo ocurrirá con sus libros y material escolar, que lo cuidarán para compartirlo y llegue a otros en el mejor estado posible. No se estancarán en la rutina de la vida, de las relaciones ni de su relación con Dios, sino que unos a otros se mantendrán despiertos e ilusio­nados, abiertos y atentos a Dios y a los hermanos.


Y como saben que Dios nos ha creado para la felicidad y la ple­nitud, y su deseo es que seamos ese ser único que estamos llamados a ser, que desarrollemos todas nuestras capacidades, se ayudan unos a otros a «cumplirse», a ser lo mejor posibles. Así se dinamizarán hacia la plenitud y la felicidad, que es Dios. Al tener una escala de valores diferente, cubrirán sus necesidades básicas, pero desearán menos cosas y podrán trabajar menos horas para tener más tiempo para «hacer familia» y para comprometerse en la mejora de la socie­dad. En estas familias impulsadas a amar al estilo de Jesús, se dirán el cariño entre unos y otros, lo que favorecerá su salud mental, ya que en muchas familias se quieren, pero no saben verbalizarlo.


También las dificultades como la enfermedad, la muerte, el desempleo y otras, vividas y compartidas en la familia, fortalecen la fe y la madurez de todos y cada uno de ellos. Todos ellos se ven diferentes desde una dimensión religiosa, que ayuda, no a pedir a Dios que cambien las cosas, sino a que su compañía facilité el vivir­las o anime a una mayor generosidad, sensibilidad y fortaleza.


De estas familias que tienen valores comunes y que hablan la vida brotará la risa y la carcajada, que es el síntoma de la gente feliz; disfrutarán al estar juntos y tendrán cuidado de que todos ellos tengan también tiempo y espacio para su intimidad. La oración será un alimento fuerte para todos y cada uno de ellos, lo que les envia­rá a ser buena noticia allá donde estén. Y toda esa fuerza vital que Dios pone en cada uno de nosotros, sumada así en familia, parece que, en vez de sumarse, lo que hace es multiplicarse... Quizás estoy siendo demasiado optimista... ¿o serán mis sueños los que me hacen escribir todo esto?



Despertar la fe en mis hijos


Si al término de mis días hubiera conseguido que mis hijos vivieran con su fe despierta, es decir, gozando de una relación habitual con Dios, podría decir que habría logrado la mayor ilusión de mi vida. Pero he de reconocer que esto no es nada fácil.


Y esta preocupación la he compartido con cantidad de madres y padres (bueno, más bien madres, ya que, no sé por qué demonios, siempre somos las madres las que ponemos un mayor énfasis en los temas de Dios).


A los hijos intenta uno darles una buena alimentación, pone cui­dado en que se tomen el zumo mañanero; del mismo modo, pone interés en transmitirle hábitos de higiene y de orden, y tantas otras cosas necesarias para su mejor calidad de vida. Para mí, de todas las cosas que he intentado dejar a mis hijos como herencia, la primera y principal sería el contagiarles la experiencia de Dios, el que vivie­ran sabiéndose profundamente amados por Dios y gozaran de esta relación.


Sólo quien tiene hijos puede entender cuánto duele verles aleja­dos de Dios. Después de haber puesto sumo cuidado en presentar­les a Dios, en enseñarles que les ha soñado felices, en hacerle com­pañero de su vida, en su catequesis, en sus celebraciones, llega un día en que tus hijos, esos bandidos que parece que al principio acep­tan tus valores, comparten tu oración y sienten, como tú, que Dios Padre los tiene abrazados por detrás y por delante, de pronto se cuestionan a ese Dios, les parece una teoría anticuada, una relación infantil o algo caduco y trasnochado. Da igual que lo digan o no, da igual que expresen lo que sienten o pongan cara de indiferencia escéptica... El caso es que, más tarde o más temprano, los hijos «se borran» de la fe de los padres para encontrar la suya. Y mientras no han abandonado la nuestra, aquella que aceptaron por hábito o por cariño a nosotros, no pueden reelegirla por ello mismos. Y para apuntarse a algo, primero hay que borrarse. Aunque duela, aunque a los padres nos sangre el alma ver que nuestro hijo vive una tem­porada de «orfandad espiritual», hay que respetarle su decisión de abandonar nuestra fe para encontrar la suya, ya que su vida no nos pertenece.


La labor catequética de los primeros años creo que es la más importante; a partir de la adolescencia sólo les sirve nuestro hacer, más que nuestra palabra. Esperemos que aquella semilla que plan­tamos florezca algún día. Yo confieso haber puesto un enorme cui­dado en contagiar la fe a nuestros hijos, haber dado mil vueltas hasta encontrar los libros más apetecibles, haber preparado la cate­quesis con todos los adultos de la comunidad, haber cuidado las celebraciones y mil cosas más. Estoy realmente contenta de algunas de ellas que me gusta compartir, como son el haber vivido convi­vencias en las que nuestras celebraciones familiares eran algo real­mente vital y profundo, de las que salíamos todos fortalecidos en la fe, unidos y comprometidos. Los adultos nos bajábamos a la altura de los pequeños, en momentos, y los pequeños tiraban de nosotros hacia una mayor coherencia y autenticidad. Recuerdo como espe­ciales las celebraciones penitenciales en las que compartíamos nuestros fallos personales y familiares y de las que más de una vez nosotros, los padres, salíamos «trasquilados», pues los hijos se daban perfecta cuenta de nuestras incoherencias o fallos repetidos una y mil veces. El pedirnos perdón unos a otros nos ayudaba a mejorar y a disculparnos mutuamente.


El rezar juntos en momentos especiales o el bendecir la mesa hace que Dios sea una presencia constante en nuestra vida familiar. El poner cuidado en que nadie comience a comer mientras no haya­mos rezado, incluso cuando viene alguien invitado y nota el gesto de esperar hasta agradecer a Dios y recordar a los hermanos. También es un momento bonito que nos universaliza el corazón, pues entre unos y otros siempre se trae a la mesa a los hermanos queridos, a los de la última noticia de televisión, a los cercanos y a los lejanos. Y lo que a uno se le olvida se le ocurre al otro, y así la familia nos empuja a todos a la solidaridad, a la fraternidad, a estar al día en lo que pasa cerca y no tan cerca. Hoy nos hace reír ver a un nieto pequeño que dice varias veces amén cuando nos ve reco­gidos en actitud de recogimiento, para que terminemos de bendecir y empecemos pronto a comer.


Estamos suscritos a una hoja dominical que nos trae cada domingo las lecturas y reflexiones. Es algo que «anda por casa» y ha creado el hábito de su lectura, como la prensa del fin de semana (bueno, algo menos de lo que a mí me gustaría). Nos acerca los tex­tos del domingo, nos ayuda a la reflexión, y cualquiera la puede uti­lizar con su grupo o sus amigos. Cuando salimos al campo, a mí me encanta «invitarnos» a las reflexiones evangélicas, igual que nos gusta parar en un pueblo cercano a tomar unos torreznos (queda un poco mal la comparación, ¿no?; demasiado prosaica quizás...). De todas formas, cuando los hijos se emancipan y cambian de hogar, les regalamos una suscripción vitalicia a la citada hoja dominical, por si acaso les da amnesia espiritual, y queremos que las cosas de Dios anden por ahí en medio, recordándoles lo esencial de la vida.


Algo que creo que también puede despertar en los hijos el deseo de vivir cerca de Dios es que nos vean orar y que descubran la importancia que tiene en nuestra vida la oración. Me gusta cuando un hijo entra en mi cuarto y ve, o simplemente nota, que estoy en oración, y dice: «Perdón... sigue, que no es importante»; o «te inte­rrumpo un momento...». Saben ellos que mi fuente de energía es Dios, y lo respetan y valoran. De paso, yo siento que estoy com­partiendo con ellos lo que más valor tiene en mi vida, mi gran teso­ro, el secreto de mi felicidad, lo que me produce el gozo completo.


Estoy convencida de que la fe, como las enfermedades, no las contagia el que más sabe de ellas, sino el que tiene el virus. En las cosas de Dios, no contagia la fe el que más ha estudiado, sino el que tiene la experiencia de comunicación con Él. Por eso hay que con­tar a los hijos, al tiempo que vivirla, nuestra amistad con Dios, para que ellos la valoren, la descubran y la saboreen.


A veces somos demasiado pudorosos para compartir nuestra amistad con Dios. Hablamos poco de ella, la guardamos en el últi­mo hondón del alma, y lo que se manifiesta es poco apetecible. Yo me acuso de ser osada en estos temas, atrevida, incluso poco pudo­rosa, pues me gusta ir a despertar a un hijo y decirle: «Te invito a la lectura de hoy...», y leerle un poco o compartir con él la idea prin­cipal del evangelio. Pero también se lo grito tras la puerta del baño, o lo leemos cuando vamos juntos de camino a algún sitio.


Bueno, no creáis que soy una pesada con estos temas; siempre van mezclados de otras carcajadas, risas y confidencias. Creo que la comunicación es algo que cuidamos, y por eso es más fácil com­partir las cosas de Dios. También es necesario hablar del Dios en el que no creemos, para fortalecer y aclarar nuestra fe, para ser unos cristianos adultos y para tener recursos y respuestas ante las situa­ciones de la vida y ante otras ofertas y otros dioses.


Tenemos que encontrar la mejor forma de transmitir la fe a los hijos; tenemos que buscar la manera de que les acerque a lo mejor de la vida. Que logren hacer suyo ese encuentro y esa forma de vivir que debe caracterizar a un cristiano. Y ser padres nos hace dar vuel­tas y vueltas a la cabeza hasta encontrar respuestas para todo. Su ropa, su habitación, su salud, sus estudios, su aspecto, su... su todo, y gastamos mucho tiempo y mucha energía en cantidad de temas, y a veces los temas de Dios los dejamos en manos de otros y no le ponemos la ilusión ni la creatividad necesaria para vendérselo como algo nuestro, apetecible y fantástico.


Yo le doy mucha importancia a este asunto. He cometido canti­dad de aciertos y errores, y los resultados han sido... de todo tipo. Al final sólo me queda ponerlos en manos de Dios, como la mujer del Zebedeo, y decirle una y mil veces: «Señor, Tú tienes más inte­rés en ellos que yo misma, así que métete en su corazón, sé su amigo principal, ocúpate Tú de que vivan la vida contigo y... per­dona que sea pesada, pero mañana te lo volveré a recordar».



Para concluir: algunas orientaciones prácticas


Para compartir más experiencias personales y a título anecdótico, por si a alguien le sirven, en Navidad fabricamos una especie de barajita, con una frase del evangelio en cada carta; le pusimos por detrás el dibujo de un regalo y la plastificamos. Fue un regalo de navidad que preparamos para nuestros hijos. Más tarde, cuando des­cubrimos lo «apostólica» que era, la hemos seguido repartiendo. La utilizamos para ver qué regalo nos dice Dios a cada uno en ese momento. Y nos ayuda a hacer una reflexión o un comentario evan­gélico, lo mismo en la vida familiar que visitando a un enfermo, en una juerga o en un paseo por el campo.


También en Navidad les., envío a mis nietos una carta navideña, donde les cuento quién es el niño que nace y cuánto nos ama. Otra tradición familiar consiste en añadir entre los regalos de Navidad un ejemplar del evangelio diario anual, el cual va acom­pañado de un folleto de instrucciones, como si se tratara de una medicina. Es otra forma de decirles más de lo mismo. Por si os sirve, ahí va:




EVANGELIO DIARIO

(grageas)


COMPOSICION: Extracto de evangelio para tomar en pequeñas dosis diarias.


INDICACIONES: Tratamiento de la vida, estados carenciales de opti­mismo, salud mental, claridad de ideas y solidez interior fuerte. Le pone a uno en contacto con lo mejor de sí mismo. Potencia el esta­do de plenitud, armonía y felicidad.


CONTRAINDICACIONES: No se conocen, salvo en ateos alérgicos.


POSOLOGIA Y MODO DE EMPLEO: Se recomienda una dosis diaria mínima, aunque fortalece el usarlo habitualmente en mayor medida. No basta con ingerirlo. Debe saborearse, profundizarse, dejarse cuestionar la propia vida y dinamizarse.

ADULTOS: nunca menos de una toma diaria.

NIÑOS: conviene ayudarles a digerirla.

JÓVENES: Una vez entusiasmados con la dosis, son más constan­tes que los adultos.

ANCIANOS: Facilita la autorreflexión, la calma, la ilusión, la vita­lidad y el encuentro reposado y amoroso con la enfermedad y con el Padre.


SOBREDOSIS: En caso de ingerir una dosis excesiva, puede ocurrir que no se digiera y saboree, por lo que no es recomendable. Apenas produce intoxicación, únicamente la pérdida de su intenso valor.


ADVERTENCIAS: Este producto es conocido desde la antigüedad, pero pocos conocen su enorme valor energético y su ilimitada capa­cidad multiplicadora y profética. No dude en recomendarlo.


CADUCIDAD Y CONSERVACION: No precisa condiciones especiales de conservación, pues está siempre de plena actualidad y es adaptable a cualquier momento, situación y lugar.


RECUERDE QUE ESTE MEDICAMENTO DEBE MANTENERSE AL ALCAN­CE DE LOS NIÑOS, LOS ANCIANOS, LOS VECINOS, LOS AMIGOS...



¡Ah! Y como esto de transmitir la fe a los hijos nos resulta tan difícil hacerlo, además de esforzarnos con mucha paz interior, pon­gámoslos muy a menudo en manos de Dios, que les quiere mucho más que nosotros, aunque no esté levantado la madrugada del vier­nes, esperando su regreso a casa, pero que les tiene abrazados por delante y por detrás y tiene su nombre tatuado en la palma de su mano.







COMUNICACIÓN




Nueva evangelización

en la cultura de la comunicación2



Llevan la fecha del 22 de febrero de 2002, fiesta de la Cátedra de san Pedro, los dos documentos del Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales «La Iglesia e Internet» y «Ética en Internet». ¿Por qué dos documentos sobre el mismo tema? Presentando cada uno de los textos veremos el peculiar punto de vista que los caracteriza. Cuando uno de los documentos remite al otro, se recurre en ambos casos a la formulación «documento adjunto a este»: son, pues, complementarios pero autónomos; al no haber en ellos una continuidad interna, se puede leer indiferentemente antes uno u otro.



Lo específico de la Iglesia e Internet es la consideración de las “implicaciones que tiene Internet para la religión y especialmente para la Iglesia católica” (n.2). La reflexión se plantea en la Introducción (nn. 1-4): el interés de la Iglesia por Internet es un aspecto particular de su preocupación por todo los medios de comunicación, que son considerados en forma positiva y como verdaderos dones de Dios; el conjunto de los medios de comunicación son factores culturales que corren al progreso del Reino de Dios en la historia; Internet introduce cambios que influyen “no sólo en el modo como la gente se comunica, sino también en el modo comprende su vida” (n. 2).


La Iglesia, al considerar los medios de comunicación, tiene un doble objetivo. El primero: “fomentar su correcto desarrollo y uso con vistas al progreso humano” (n.3). El segundo: la Iglesia se preocupa también “de la comunicación en y por la Iglesia misma” (n. 3) ya que la comunicación eclesial no se reduce a cuestiones técnicas, sino que, fundándose en la comunicación de la Trinidad, llega a ser una cualidad esencial tanto en la evangelización como en la práctica eclesial interna (cf. nn. 3-4). Los católicos están invitados a no “tener miedo a abrir las puertas de los medios de comunicación social a Cristo” (n. 4).


En el capítulo 2 oportunidades y desafíos (nn. 5-9), se afronta el fenómeno de los medios y de Internet en relación a la misión de la Iglesia. Dado que anunciar a Jesucristo “a la gente formada por una cultura de los medios de comunicación requiere considerar atentamente las características especiales de los medios mismos, la Iglesia necesita ahora comprender Internet.”


Internet debe servir también para la comunicación interna de la Iglesia y subrayando la diferencia entre el actual modelo de comunicación en red y el del pasado, «en una única dirección, de arriba abajo» (n.6).


Para un uso correcto de la co­municación en la Iglesia, el texto recuerda la necesidad de la forma­ción: «La educación y la formación relativas a Internet pueden integrar programas globales de educación en los medios de comunicación accesibles a los miembros de la Igle­sia. En la medida de lo posible la planificación pastoral de los medios de comunicación debería prever esta formación para los seminaristas, los sacerdotes, los religiosos y el per­sonal pastoral laico como maestros, padres y estudiantes» (n. 7).


La comunicación de Internet plantea a la Iglesia algunos proble­mas especiales, que ponen en evi­dencia algunos aspectos negativos. En general, la cultura de los me­dios de comunicación y de Inter­net está impregnada «de una men­talidad típicamente posmoderna»(n. 8); en particular, Internet incluye sitios que atacan y difaman a algunos grupos religiosos y étnicos, sitios pornográficos y violentos, sitios que abusan de la religión cristiana, aplicándole incluso interpretaciones excéntricas de la fe y prác­ticas devocionales extravagantes.


Además, «la realidad virtual del ciberespacio tiene algunas implica­ciones preocupantes tanto para la religión como para otras áreas de la vida. La realidad virtual no sus­tituye la presencia real de Cristo en la Eucaristía, ni la realidad sacra­menta? de los otros sacramentos, ni tampoco el culto compartido en una comunidad humana de carne y hueso. No existen los sacramentos en Internet” (n. 9).


En las Recomendaciones y conclusión (nn. 10-12) el texto contiene una exhortación a la gente que está presente en todos los sectores de la Iglesia, a que use Internet, ya que aceptable quedarse atrás tímidamente por miedo a la tecnología o por cualquier otra razón” (n. 10). Hay una invitación dirigida “ a todas las personas de buena voluntad» para que vivan el fenómeno Internet bajo la guía de algunas vir­tudes: prudencia, justicia. fortale­za y valentía. templanza (cf n. 12).


El texto Ética en Internet se ha redactado con el deseo de «expo­ner el punto de vista católico so­bre Internet, como un punto de par­tida para la participación de la Iglesia en el diálogo con otros sectores de la sociedad, especialmente otros grupos religiosos, con respecto al desarrollo y al uso de este admirable instrumento tecnológico! (n. 2).


La Introducción (nn. 1-6) plantea la reflexión llamando la atención sobre la diagnosis en torno a la comunicación actual, que supone “más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa” (n. 1). La aparición y el desarrollo de Internet confirma que «tiene enormes consecuencias para las personas, para las naciones y para el mundo» (n. 2). El interro­gante ético se formula a partir de esta explosión de la comunicación y de sus influjos: como consecuen­cia de todo esto, ¿las personas son mejores y más felices? (n. 1).


«El principio ético fundamental es el siguiente: la persona humana y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social; la comunica­ción debería realizarse de persona a persona, con vistas al desarrollo integral de las mismas» (n. 3).


El segundo principio fundamental para una ética de la comunicación es el bien común integral persegui­do con la solidaridad.


El fenómeno de la comunicación, sobre todo con la consolidación de Internet, se ve involucrado en dos consecuencias importantes: la glo­balización, que pone en evidencia una diversidad entre las naciones con respecto al desarrollo de la co­municación (cf n. 4), y la descen­tralización, que ha permitido el paso del poder sobre la comunicación de los estados nacionales a compañías privadas (cf n. 5).


El capítulo 2, sobre Internet (nn. 7-9), presenta la reflexión ética en igualitario, en el sentido de que cual­quiera, con el equipo necesario y modestos conocimientos técnicos, puede ser una presencia activa en el ciberespacio, anunciar su mensaje al mundo y pedir ser oído. Per­mite a las personas permanecer en el anonimato, desempeñar un pa­pel, fantasear y también entrar en contacto con otros y compartir.


Las posibilidades tecnológicas se fundan en una ideología en la que confluyen: la descentralización de la red, el libre intercambio, la in­dependencia de toda reglamenta­ción, la exaltación plena del indi­viduo, la libertad de expresión, las oportunidades de desarrollo de todo tipo de comercio.


Los aportes positivos de Internet para la persona y la sociedad son múltiples si se basan en principios éticos que conducen a «construir la civilización del amor» (n. 9), pero al mismo tiempo esta comunica­ción puede favorecer la alienación, el egocentrismo y ponerse al servi­cio de un comportamiento agresi­vo, «del ciber-terrorismo» (n. 9).


Las posibilidades de comunica­ción con Internet ponen en eviden­cia también algunos motivos de pre­ocupación (nn. 10-14) para la re­flexión eclesial.


Una injusticia que hay que su­perar es la brecha digital, la discri­minación entre países ricos y po­bres también con respecto a la co­municación en red: «la Iglesia de­sea una globalización que esté al servicio de toda la persona y de todas las personas» (n. 10).


Los contenidos que Internet pone a disposición constituyen un pro­blema para la Iglesia: los medios de comunicación social e Internet «transmiten y ayudan a inculcar un conjunto de valores culturales -mo­do de pensar sobre las relaciones sociales, la familia, la religión y la condición humana-., cuya nove­dad y fascinación pueden cuestio­nar y destruir las culturas tradicio­nales» (n. 11).


La libertad de expresión en In­ternet corresponde a las exigencias del derecho humano de buscar la verdad y de la libre expresión de la opinión publica: son inadmisibles «las tentativas de las autoridades públicas de bloquear el acceso a la información, considerándola amenazadora o molesta, manipu­lar al público con la propaganda y la desinformación, o impedir la legítima libertad de expresión y opinión» (n. 12).


Una particular atención merece la información periodística on-line, ya que Internet es «un instrumento muy eficaz para transmitir rápi­damente noticias e información a la gente. Pero la competitividad económica y la índole del perio­dismo de Internet de funcionar las veinticuatro horas del día también han contribuido al sensacionalis­mo y a la circulación de rumores, a una mezcla de noticias, publi­cidad y espectáculo, y a una apa­rente disminución de los reporta­jes y comentarios serios» (n. 13). En la información on-line, el perio­dismo se inspira en la ideología de la libertad radical: todo puede de­cirse (cf n. 14).


En las Recomendaciones y con­clusión (nn.15-18) se propone de - nuevo la virtud de la solidaridad como medida del servicio que In­ternet presta al bien común recor­dando que «muchas personas y grupos comparten la responsabilidad en esta materia»: todos los usuarios de Internet, los padres, las escuelas, los centros y programas educativos (cf n. 15).


También la comunicación de Internet debe someterse al respeto de algunas leyes; sin embargo «de­bería evitarse la censura previa de los gobiernos» (n.16), recurriendo a la formulación de nuevos regla­mentos para problemas específicos (por ejemplo la difusión de virus).


Teniendo presente el carácter transnacional de Internet, el docu­mento subraya la necesidad de «la cooperación internacional con vistas a la formación de criterios y al es­tablecimiento de mecanismos para promover y proteger el bien común internacional» (n. 17).


La última reflexión se dedica a llamar la atención «sobre el uso de Internet por par­te de la Iglesia y sobre el papel de Internet en la vida de la Iglesia» (n. 18): «La Iglesia no puede impo­ner sus respues­tas, pero puede y debe proclamar al mundo las respuestas que posee” (n. 18) en cuyo centro está siempre la perso­na de Cristo y la certeza de fe de que también Internet actúa dentro de los límites del Reino de Dios.


El mérito principal que aportan estos dos textos es la visión positi­va que inspira la reflexión de la Iglesia en los tres ámbitos': colaboración, especialmente en la consideración ética, con todos los que se ocupan de Internet, uso de la comunicación en red en la evangelización y recurso a Internet para la comunicación dentro de la Iglesia. Los que son siempre solícitos en reclamar con insistencia la obediencia al magisterio, están invitados a descubrir que existe un magisterio también para la comunicación medial y en red: lo que se exige en otros campos no debería ignorarse en el de la comu­nicación. Merece la pena, además, poner en evidencia la enunciación metodológica de fondo de ambos documentos: primero es necesario estudiar a fondo el fenómeno de la comunicación mediática y de In­ternet para elaborar después pro­puestas significativas tanto desde un punto de vista de estudio e in­vestigación (sobre todo en campo ético) como en referencia a la vida y a la misión de la Iglesia. A ve­ces, sobre todo en ambientes ecle­siales, se trata de la comunicación con una especie de deformación profesional: el constante punto de observación sigue siendo una visión preocupada del aspecto moral que, bien mirado, asume luego las ca­racterísticas de un moralismo apre­surado, pero omnisciente.


Se insiste, en varios puntos de ambos documentos, en el intento de los contenidos expresados: te­niendo en cuenta la complejidad del fenómeno comunicativo en general y del rápido y permanente desarrollo de Internet, no se quiere decir una palabra definitiva, que corre el riesgo de ser superada en poco tiempo, sino movilizar a la Iglesia en un esfuerzo de reflexión y de prác­tica partiendo de un reconocimien­to general de los problemas tal como están en este momento. Po­dríamos decir que se trata de tex­tos «abiertos» que exigen genero­sidad por parte de todos aquellos que quieran profundizar y mejorar su estudio.


La elección temática y el plan­teamiento argumentativo de am­bos documentos se apoya en el es­quema consolidado de «aspectos negativos y positivos»; es hora de dejar «a orilla» para ir «mar aden­tro», también en la reflexión sobre la comunicación para plantear un diálogo de fondo entre nueva evan­gelización y cultura de la comuni­cación, adoptando la inculturación. Se necesita, tal vez, un salto epis­temológico para un nuevo modo de pensar.







El ANAQUEL




La conducta humana: comunicación no consciente. Los gestos



Estudio de los gestos dentro de la comunicación no consciente.

Entre las formas de comunicación no consciente, destaca por su trascendencia, el grupo de gestos.

Entre las formas de comunicación no consciente, destaca por su trascendencia, el grupo de gestos.


Gestos con las palmas de las manos


Las manos y los brazos son el "escudo" que nos protegen de las zonas vulnerables: garganta, pecho y zona genital. Sus posiciones, en el cuerpo, se corresponden con el grado de seguridad de cada momento en la relación social.


Palmas abiertas

Su origen atávico viene dado por la exhibición de las manos libres, la incapacidad de atacar. Sin más explicación se ve como un hecho positivo y favorecedor de las relaciones.


Las palmas enseñadas, abiertas, son gestos de franqueza, sinceridad y sumisión. Los dos brazos extendidos son un gesto muy significativo.


La palma invertida, abierta, es postura dominante. Cuando se ofrece así en el saludo, quien lo hace, está pretendiendo dominar al otro, (que se verá forzado a entregar la suya hacia arriba).


El saludo en algunos deportes (baloncesto) con las manos hacia arriba y de forma alternativa, es un gesto de franqueza, sinceridad y amistad.

El intentar calmar a alguien mostrando la palma de la mano y efectuando el gesto de "frenar", se puede interpretar como un gesto de petición franca y sincera.


Estrechar las manos

Siguiendo con la explicación anterior, se relaciona con la mutua constatación de demostración de buena voluntad y "manos limpias". Esta forma de demostrar una actitud positiva tiene varias lecturas:

Con el brazo rígido, tratamos de mantener las distancias (burbuja personal), también puede ser un símbolo de "status" social o consecuencia cultural.

Tirar del brazo, en sentido contrario a lo anterior, es un gesto de desear mayor proximidad de la otra persona. Intento de incorporar a una zona más confortable al otro.

Cuando se ofrece la palma hacia abajo, si se desea, se pude hacer desistir de la actitud de dominio, bien girando el cuerpo o en determinadas circunstancias (de confianza), tomar la muñeca. Es entendido y aceptado este asunto de forma muy negativa. Se corresponde con un gesto de superioridad y soberbia.

La "mano de pez" es un signo de debilidad física y moral así como un socialización baja.

Estrechar la punta de los dedos, es una forma exagerada de marcar las distancias y hace las funciones de barrera comunicativa.

El uso de las dos manos en el saludo, haciendo presa con la otra mano en la propia del otro en el brazo, debe de interpretarse como necesidad de afecto, deseo de comunicación, sensibilidad. Cuanto más alta sea la presa, hasta llegar incluso al hombro, más notables son los rasgos que se han señalado para este tipo de saludo. Puede llegarse a unirse el saludo con el abrazo.



Gestos con las palmas de las manos y brazos


Frotarse las manos

Hacerlo rápidamente es una forma de señalar la proximidad de un acontecimiento positivo e importante para quien lo hace. Este gesto más lento, equivale a una necesidad de repartir la acumulación de energía

Manos con los dedos enlazados y codos apoyados

Es un gesto de actitud defensiva, el grado de tensión o de ansiedad vendrá indicado por la energía con que estén unidos los dedos.


Manos enlazadas sobre la mesa

Menor tensión, actitud que muestra la posibilidad y el interés de una comunicación efectiva.


Manos enlazadas en posición baja

Postura de incipiente apertura, la hostilidad ha desaparecido prácticamente y la actitud es de evolución positiva.


Manos en ojiva alta

Cuando se confrontan los dedos y esto se hace en la parte superior del cuerpo, se señala una cierta superioridad, dominio de la situación y conocimiento de la materia que se esté tratando. Esta postura se suele adoptar cuando se está opinando. Se suele apoyar el gesto con el que se corresponde a la cabeza alta y erguida. Mayor arrogancia y superioridad.


Manos en ojiva baja

Es el mismo gesto anterior, pero generalmente adoptado cuando se escucha.


Postura real (manos en la espalda)

Propio de personas con gran dominio sobre sí mismos, seguros y valientes. Muy aceptados socialmente.

Esta posición deja al descubierto todas las zonas vulnerables. Además, esta postura colabora positivamente en la relación y autocontrol.


La mano tomando la muñeca en la espalda

A pesar de la apariencias, no tiene ninguna similitud con el anterior gesto. Denota agresividad contenida y necesidad de relajarse. A medida que asciende la presa, esta actitud será más negativa y manifiesta.


Los pulgares

Como parte de la mano se estudia muy extensamente en quirología y tiene una lectura muy precisa. Está relacionado con la voluntad y el sentimiento del logro.


Cuando asoman por los bolsillos o por la solapa de la chaqueta simbolizan superiori­dad y dominio, arrogancia, vanidad, etc. Tiene una lectura de deseo o agresión sexual cuando se encuentran las dos manos en los bolsillos de los pantalones y los pulgares están fuera.


Gestos con las manos en la cara


El uso de las manos en las cara, tiene una lectura que lo relaciona con la duda, el engaño, el deseo de no participar o, en determinados casos de evaluar un mensaje. Algo que no deberíamos decir, escuchar o ver. Atención y evaluación de aquello que estamos entendiendo.


Tocarse la nariz

Frotarse suavemente un lado de la nariz se debe interpretar como duda que lo que oímos o mentira nuestra. En este último caso, se suele producir en la parte baja de la nariz.


Frotarse el ojo

Significa el aislamiento de quien lo hace, de la comunicación. Desmarque; viene a ser un deseo de no querer participar.


Frotarse la oreja

Bloqueo en la escucha. "No quiero oír lo que está diciendo".


Rascarse el cuello

Cuando se hace en la parte posterior, próximo a la oreja y por unas cinco veces, indica serias dudas sobre el contenido de lo que se está diciendo.


Tirarse del cuello de la camisa

Gesto de aflojarse el cuello, estirando a su vez este. ¡¡Descubierto!!, pillado en una mentira.


Dedos en la boca

Tanto los dedos en la boca, como cualquier otro objeto: una pipa, la patilla de las gafas, etc., expresan desilusión, inseguridad y escasa fiabilidad del mensaje. Este gesto viene a señalar la necesidad de dar más garantías e información a quien escucha. Cuando se hace que el dedo meñique entre los dientes o 'en la mandíbula inferior, es más firme la inseguridad.


Soportar la cabeza

Cuando la palma recibe el peso de la cabeza sobre la mandíbula y cualquier ogro gesto parecido, de apoyo, es señal inequívoca de aburrimiento, desconexión. Cuando se mantiene así, pero con el índice por la mejilla, se corresponde con una incipiente evaluación crítica negativa.


Acariciarse el mentón

Si el pulgar "sujeta" la barbilla, y el resto de la mano se mantiene fuera de esta, sin contacto en su mayor parte, con algún dedo próximo a la boca, son signos de aceptación, positivos. Se, está a punto de tomar una decisión positiva respecto al mensaje.


Frotarse la nuca

Viene a ser un gesto de "lanzar" la cabeza al otro. Es una señal hostil y agresiva, si a la vez se desvía la mirada y se desconecta, se está mintiendo.


Palmadas en la frente

Se reconoce sinceramente, aunque no se diga, que el error es propio.


Palmadas en la nuca

Es el mismo anterior, pero con la diferencia de que aquí, internamente estamos achacando la culpa al otro.


Gestos con los brazos

Estos funcionan como escudo, defensa, frente a los demás. Protegemos, generalmente, como se ha dicho, las zonas más vulnerables.


Cruce estándar (brazo sobre brazo)

Discrepancia, cierre, desacuerdo, con el que está hablando. O bien postura defensiva. Temor a ser sorprendido o forzado a manifestarse.


Cruce reforzado

Este refuerzo viene cuando se mantienen los puños cerrados. De esta forma se acentúa la postura ostil, la agresividad. Se aproxima la explosión.


Cruce con sujeción de brazos

Reserva, desacuerdo, y terquedad. El progreso se presenta difícil, haciendo variar las posiciones alcanzadas hasta entonces.


Cruce con exposición de pulgares

La defensa sigue existiendo, pero menor. Se deja ver un aumento en la confianza, así como una buena posibilidad de progresar hacia posiciones constructivas en la comunicación.


Barreras parciales con los brazos

Hay determinadas posturas corporales que también señalan cierre, aunque más suavizado, y sobre todo más defensiva que ofensiva.


Cogerse las manos a la altura de los genitales

Sujetarse un brazo con el otro

Arreglarse los puños o los gemelos

Usar un bolso o cartera próximo al pecho



Las piernas como defensa


La menor movilidad de las piernas limitan mucho su uso como defensa, pero viene a tener el mismo significado que los brazos. Aunque no puede interpretarse aisladamente, como ningún otro gesto; el que se corresponda con una postura cómoda se debe de aceptar como propio de personalidades introvertidas. También la propia fisonomía del individuo condiciona este gesto.


Posición de cuatro (figura americana)

El tobillo se apoya en la rodilla, se interpreta como deseo de establecer competencia y aceptar la discusión. Se puede ver reforzado cuando se sujeta el pie apoyado con una o dos manos, o con las manos en la nuca e inclinados hacia atrás. También, en esta última opción, se aprecia una invasión territorial.


Cruce de piernas en posición de pie

Aparentemente presenta una actitud de relajación y tranquilidad, pero indica precisamente todo lo contrario; a la vez, deja ver cierta incomodidad social.

Se puede ver reforzado con el cruce de brazos. Puede progresar hacia posiciones abiertas y constructivas, exponiendo el cuerpo de manera frontal.


Cruce de tobillos

Sentado, este cruce representa el deseo de control frente a una situación difícil. Se oculta una emoción o una actitud.


Doble cruce de piernas (rosca)

Cierre particularmente femenino. Propio de personas tímidas y reservadas. Su significación es de dificultades sociales y de comunicación por el sujeto.







Otros gestos corporales


Montar la silla

Sentarse, (en determinadas sillas), de manera que el poyo sea en el respaldo, se interpreta como uso del respaldo a modo de escudo. Desde esta "montura" se intenta dominar la situación. La forma de "desmontado" es atacar la retaguardia, colocarse de pie a la espalda del sujeto, mirándole desde arriba.


Cogerse pelusa

Recogerse pelusa del pantalón o falda, de manera pausada, concentrándose en esta tarea, es una forma sutil de disimular el desacuerdo, o bien el deseo de posicionarse e implicarse.


Inclinación lateral de la cabeza

Cuando se inclina la cabeza hacia uno de los lados manifestamos "escucha activa" hacia la persona. Estamos realmente pendientes de lo que sucede y de quién habla.

Este gesto, también es propio de algunos animales cuando están atentos.


Manos en la nuca

Este gesto, en cualquier posición, es una señal hostil y agresiva. Denota autoconfianza y dominio de la situación por el individuo que así se comporta.

Esta situación de "choque", se agudiza cuando, eventualmente, se mantiene la chaqueta abierta.



Señales visuales


La mirada, fijación de esta, forma de dirigirla, tamaño de la pupila, etc., revelan actitudes, estados de ánimo, detención, interés, etc.

Las pupilas se dilatan al margen de la intensidad lumínica del entorno. Esta evidencia puede constatarse con la costumbre de usar gafas oscuras o mirar hacia abajo de algunos negociantes o culturas.


Fijación de la mirada

El movimiento de los ojos, en una suerte de circuito cerrado, tiene un significado social. Cada forma de uso y control tiene su lectura:


Mirada de negocios

Los ojos se mantienen en un triángulo del rostro del otro, en los dos y en el entrecejo o parte inferior de la frente. Esta mirada refuerza la escucha y la atención.


Mirada social

El triángulo anterior se invierte, y la parte inferior de la frente pasa a los labios, nariz o barbilla; en función del interés social y su significado.


Mirada íntima

Se corresponde con la manera de conducir la mirada del caso anterior, pero el triángulo se amplia, la zona inferior pasa a ser la boca y los genitales.


Bloqueo visual

Cuando se entornan los ojos, lentamente; el sentido es contrario al que aparentemente se le da, de atención e interés. Se trata, en realidad, de un bloqueo en la comunicación, es decir: interpretación de postura negativa.


El barrido visual

Es el recorrer visualmente y de forma lenta, incluso de manera sucesiva, el cuerpo del otro, Es una señal intimidatoria, despreciativa y de suficiencia; se está "midiendo" al contrario.


El control de la mirada

Cuando deseamos aumentar la atención del interlocutor, en posición de sentado, hacia un lugar concreto, puede hacerse de la siguiente forma: servirse de un lápiz o bolígrafo, situarlo entre las dos miradas, y después dirigir lentamente el útil hacia el objeto o parte interesada.



Complementos gestuales


Algunos de los complementos de uso común, elementos del entorno, pertenencias o instrumentos accidentales sirven para significar, igualmente, deseos, estados emocionales, situaciones puntuales, etc.


Fumar

La forma de expulsar el humo puede interpretar así: hacerlo hacia arriba o a un lado es una señal inequívoca de respeto y aceptación al otro, a su vez denota alta moral. Hacerlo hacia abajo equivale a hostilidad o agresividad, en cualquier caso, desconfian­za, por este gesto.


Las gafas

Mirar por encima de las gafas, cuando no se trata de "medias gafas", se debe interpretar como signo de desconfianza y agresividad.


Signos de posesión

Se suele marcar el territorio por medio de determinados gestos en relación con el entorno.


Apoyo en el canto de la puerta:

Cuando esto se hace, normalmente en territorio propio, estamos anunciando eso, que el otro se encuentra en zona extraña.


Apoyo en el paragolpes del coche:

El pie apoyado en el paragolpes del coche, propio o ajeno tiene la misma lectura anterior.


Poner la pierna en el brazo de la silla:

En general, este gesto solo se utiliza en un ambiente distendido y familiar. Su lectura es de posesión y dominio de la situación.


Poner los pies sobre la mesa:

Este gesto esta limitado socialmente, en general, no es aceptado y se ve como descortesía y malas maneras. No obstante, es el más posesivo, agresivo y de dominio.



Posturas congruentes


Se entiende por posturas congruentes la posición física adoptada entre dos personas. Esta forma de expresión, llamada también acción espejo, se verifica cuando se va progresando en la comunicación. Se producen una serie de posturas simultáneas con los brazos, piernas, manos, etc., de forma que se llevan a cabo estos movimientos con el lado simétrico. El efecto "apoya libros" se produce cruzando a la vez los pies, pasar el brazo al respaldo, tomar la copa, cuando se hace uso del cenicero.

Esta actitud muestra un interés común, afecto y simpatía y muestra un desarrollo positivo y acuerdo en el sentido de la comunicación que se está produciendo.



Administración del espacio


Posiciones estáticas

Analizamos ahora el significado del cuerpo, respecto al otro o al grupo, la manera de situarnos en compañía de los demás, como articulamos o situamos brazos y pies.


La forma de permanecer estáticos va a significar la intención, preferencia, grado de acuerdo, etc.


Posición de los pies

El pie significativo es el contrario al que sirve de apoyo (cuando gravitamos sobre uno solo).

El cuerpo frente a frente, pero con un pie indicando la puerta de salida, puede ser una señal de deseo de abrir la puerta, de salir, está invitando a acabar la conversación, de que el interlocutor salga.


Posición de los brazos

Cuando uno de la pareja apoya el brazo dejando dentro al otro está cortando el paso a posibles contrincantes. Se amplia el espacio personal.



Posiciones del grupo (erguido)

El interés del grupo, el nivel de integración y cohesión, el deseo de permanecer, se manifiesta así:


Posición triangular abierta

Esta forma de situar los pies indica la invitación a la eventual incorporación de una tercera persona. También indica igualdad de "status".


Posición cerrada

En contraposición con la anterior, esta postura delata el interés en que no se incorpore nadie; al menos, hasta que no cambie la postura.


Posición triangular abierta con aceptación

Cualquier miembro del grupo puede salir o entrar en él, no hay compromiso, y sí, en cambio, abierta comunicación.


Centro de interés

Aparentemente, puede confundirse con las posturas abiertas, parece existir, incluso dispersión de intereses. No obstante, los tres miembros del grupo homogéneos tienen la atención centrada en la persona dispar.


Posiciones del grupo (sentado)

En la forma de sentados, se analizan dos de las posiciones más comunes:


Triangular positiva abierta x

Indica la armonía y distensión, a su vez, facilita el que puede ser interrumpida la comunica­ción en cualquier momento y por cualquiera de los dos. O bien, la incorporación de un tercero.


Frontal positiva cerrada

Igual a la anterior, pero en este caso, la comunicación está transcurriendo por cauces muy coherentes, de mutuo interés, y no será aceptada una tercera persona.


Posiciones de a dos (con mesa)


Conversación amistosa informal

Se encuentra en ángulo recto, sin tensiones y con una participación relativa. No existe compromiso alguno.


Negociación

Hay enfrentamiento, tanto espacial como argumental. Cada uno defiende una determinada posición.


Colaboración

Postura de compromiso mutuo. Se comparte la posición y la situación. Cada uno de ellos está recibiendo apoyo y dándole.


Competición

Las posturas de negociación se marcan claramente. Aquí, el espacio de la mesa es el objeto que marca el dominio. La forma de usar la propia zona y la del adversario dará las pistas para definir el ganador.



El espacio común


Como se ha señalado, en posiciones competitivas (y aún en otras), se puede observar la "lucha" por definir con precisión el espacio de cada uno.

Cada uno defiende su espacio como puede.


En el restaurante se puede observar el empeño por "colocar" útiles de uso común y otros objetos en el lado del otro: vino, cesta de pan, vinagreras, etc.


También el espacio es manipulable. Al ser los huecos de las habitaciones las zonas más vulnerables se puede utilizar esta circunstancia para situar al oponente, de manera psicológica, como lugar intimidatorio. La persona en cuestión se verá con la espalda descubierta por el hueco de la ventana o la puerta.


Esta circunstancia es de origen atávico, cuando en la caverna el lugar más seguro se encontraba al fondo, y lejos de la puerta, para no ser cazado.



Significadores del status


Hay determinados ambientes, provocados de forma voluntaria, que quieren señalar el status, nivel o grado social y que, a su vez, marca el entorno de la negociación. También en este caso, se puede hablar de espacio manipulado.


Algunos de estos significadores son:

Sillón principal con el respaldo más alto que los confidentes.

Los ceniceros son lujosos y, además, están situados fuera del área de uso.

Trofeos, diplomas, títulos, fotografías más o menos significativas.

Carpetas, cajas de cigarros o detalles más o menos lujosos.


Todos estos significadores vienen a funcionar, también, a modo de barreras. Estos, pueden ser más evidentes. Libros, lámparas, luces indirectas, etc., situadas en la trayectoria visual son las barreras físicas reales.



Ejercicios


A continuación, sometemos a análisis, una serie de instantáneas, donde se pueden apreciar determinados gestos y posturas.


Estas fotografías han sido extraídas de diarios de tirada y, en general, se corresponden con personajes populares.


Deberán de estudiarse, una por una, el gesto o la postura (o ambos), y señalar sus significados. En algunos casos, podemos encontrarnos con varios gestos atribuibles a un mismo individuo.


Para recordar


  • Comunicamos más con el cuerpo que a través del lenguaje.

  • Diferencias culturales en la Comunicación no Consciente.

  • La composición de los M.Q.E.

  • El uso de las distintas zonas de la burbuja personal.

  • Diferencias entre señales, símbolos y gestos.

  • La mano abierta y expuesta vs. la cerrada y oculta.

  • Los gestos de evaluación, crítica y aproximación, con la mano y el rostro.

  • Los brazos como protectores o escudo de las zonas vulnerables.

  • Los diferentes modos de comunicar con la distribución de la mirada.

  • Las posturas congruentes o acción espejo como señal de aceptación.

  • Las indicaciones con los pies, referido a el individuo y el grupo.

  • El espacio común se reparte escrupulosamente a partes iguales.

  • Los significadores pueden ser utilizados como elementos manipuladores.





NECROLOGIO SALESIANO DE LA INSPECTORÍA DE SANTIAGO EL MAYOR-LEÓN


MARZO


PRESENTACIÓN

«Después de que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios, yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán» (Jb 19,26-27).


Este es uno de los desgarradores versículos del libro de Job. Job ha descubierto en medio de su desgracia, en medio de la muerte, la presencia callada y silenciosa de Dios. Después de la rebelión, Job ha decidido finalmente poner toda su confianza en Dios, a pesar de que Dios calla, a pesar de que parece que no hay respuesta a la injusticia del sufrimiento y del dolor, Job acepta y confía.


Job vivió antes que Jesús, y en cierta medida Job no tuvo la suerte de conocer la respuesta de Dios a la muerte. Nosotros sí la hemos conocido en Cristo. Nosotros hemos descubierto en Él, algo mejor que la respuesta a la muerte, algo más importante y más decisivo para nuestra vida: el sentido que tiene el sufrimiento y la muerte.


Nosotros somos de los que «hemos visto al Señor» (cf. Jn 20,25), hemos comprobado como la vida entregada al amor y al servicio de los demás, tiene futuro, tiene continuidad. Nosotros sabemos por Jesús, que el amor y el servicio a los demás es lo único que en este mundo tiene capacidad para superar la muerte. Sólo muriendo como el grano de trigo se puede dar fruto (cf. Jn 12,24). Éste es el ejemplo de los salesianos, hombres que han hecho de su vida una acción de gracias a Dios por su Hijo, Jesús, que muriendo por nosotros nos ha abierto las puertas de la felicidad eterna.


Al recuerdo agradecido por quienes nos han hecho más cercana la misma salvación de Cristo, quiere contribuir este subsidio. En este volumen presentamos la selección que hemos preparado de entre los salesianos difuntos fallecidos en el mes de marzo. De todos los hermanos que aquí constan, queda consignado su nombre completo, el lugar de su fallecimiento, el año y la edad de defunción. Para abreviar la presentación de nuestro trabajo hemos empleado una serie de abreviaturas:

  • Sac.: Salesiano presbítero.

  • Coad.: Salesiano coadjutor.

  • Mons.: Salesiano obispo o arzobispo.

  • Diác.: Salesiano diácono.

  • Est.: Salesiano estudiante (clérigo o seminarista)



1

Coad. Luigi Bagatti. Murió en Sevilla, en 1913, a los 30 años de edad.

Mons. Octavio Ortiz Arrieta. Sería el primer sacerdote salesiano peruano y después obispo de Chachapoyas durante 36 años. Murió allí, a los 78 años, en 1958. Tiene introducida la causa de beatificación.

Sac. Leonardo Jacuzzi. Murió en Araçatuba (Brasil), en 1993, a los 84 años. Fue inspector durante tres años.


2

Sac. Pío Conde Conde. Murió en Madrid, en 1937, a los 50 años. Está introducida su causa de martirio.

Sac. Fabián Iñigo Pilari. Murió en Pamplona, en 1938, a los 76 años.

Mons. Víctor Álvarez Huapaya. Peruano, fue durante diecisiete años obispo de Ayacucho. Murió en Ica (Perú), en 1958, a los 71 años.

Sac. Salvador Benenati. Murió en Mendoza (Argentina), en 1961, a los 51 años. Fue inspector durante un mes.


3

Sac. Giuseppe Scappini. Murió en Portici (Italia), en 1918, a los 73 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Antonio Orto. Murió en Catania (Italia), en 1965, a los 91 años. Fue inspector durante seis años.


4

Est. Constancio Mata Hernández. Murió en San José del Valle (Cádiz), en 1940, a los 18 años de edad.

Sac. Giuseppe Giovanni Corso. Murió en Guayaquil (Ecuador), en 1948, a los 46 años. Fue inspector durante diez años.

Mons. Mathai Kochuparambil. Murió en Nueva Delhi (India), en 1932, a los 53 años. Había sido inspector cinco años y ocho, obispo de Diphu.


5

Sac. Pietro Cardano. Murió en Turín, en 1911, a los 45 años. Fue inspector durante cinco años.

Sac. Antonio Giovanni Ragazzini. Murió en Managua (Nicaragua), en 1959, a los 52 años. Fue inspector durante nueve años.

Sac. Ivan Span. Murió en Celje, en la antigua Yugoslavia, en 1976, a los 76 años. Fue inspector durante ocho años.

Sac. Agustin Jakob. Murió en Verzej, en la antigua Yugoslavia, en 1990, a los 78 años. Fue inspector durante diez años.

Sac. Francisco González Fernández. Muere en Guadalajara, en 1996, a los 60 años.


6

Coad. Narciso Gratacós Ventós. Murió en un sanatorio de Fuencarral (Madrid), en 1947, a los 61 años.

Sac. Santiago Sánchez Regalado. Murió, durante su quinto año como inspector de Sevilla, en 1982, a los 59 años.

Sac. Guillermo Quiroz Lara. Murió en Urnieta (Guipúzcoa), en 1993, a los 93 años.

Sac. Agustín Benito Pérez. Murió en León, en 1996, a los 89 años. Tras ser director durante varios años en Santander y La Coruña, es llamado como Inspector a la Córdoba, donde permanecerá seis años dando el empujón a la fundación de nuevas casas y a la cualificación de los salesianos. Al terminar su mandato vuelva a la Inspectoría, pasando por muchas casas hasta su muerte en la casa inspectorial. Demostró hasta el final un profundo sentido del tra­bajo, de fidelidad a las Constituciones, de capacidad de reflexión sobre sus propios actos, de pre­ocupación por el cuidado de las vocaciones, unido a sus rasgos tem­peramentales que le hacían una persona activa y enérgica.


7

Est. Karol Melich. Murió en Sevilla, en 1906, a los 25 años.

Sac. Giuseppe Lazzero. Fue uno de los catorce primeros profesos de la Congregación. Fue Consejero general durante 25 años. Murió en 1910, en Mathi (Italia), a los 72 años.

Sac. Carlo Farina (Farina). Murió en Turín, en 1936, a los 84 años. Fue inspector durante doce años.

Coad. José Cajaraville Prado. Murió en Vigo, en 1956, a los 55 años. Su vocación salesiana se fragua en Buenos Aires, donde vive con su familia hasta que ésta se traslada a Barcelona. Desarrollará sus dotes por los talleres de escuelas salesianas de media España. En Vigo, en el momento de su muerte se le recordó no sólo como un artista de la carpintería, sino también de la formación cristiana, profesional y social que de él muchos recibieron.

Coad. Lisardo Herrero Sánchez. Murió en Villena (Alicante), en 1968, a los 70 años.

Sac. Jan Kanty Korbas. Murió en Valencia, en 1976, a los 83 años.

Sac. Domingo Gasulla del Amo. Murió en Valencia, en 1976, a los 65 años.

Sac. Vicente Ríos Serrano. Murió en Madrid, a los 81 años, en 1987.

3.4 Coad. Francisco Carrasco Moreno. Murió en un accidente de tráfico en Burgos, en 1990, a los 56 años. En todos los momentos de su vida —ya sea en sus primeros pasos como encargado de distintas residencias o, posteriormente, con la preparación de un importante número de los inmuebles de nuestra inspectoría— amó con profundo afecto a cuantas personas se relacionaron con él, trabajó generosamente con creatividad, disponibilidad y eficacia y vivió una piedad sencilla y profunda, con tierna y filial devoción a María Auxiliadora.

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8

Coad. Luis María Andueza Galdáraz. Profesó, in articulo mortis, y murió en la Residencia Sanitaria del Valle Hebrón de Barcelona, en 1967, a los 17 años.

Sac. Ramón Cambó Torras. Murió en El Tibidado de Barcelona, en 1978, a los 85 años.

Sac. Eusebio Hernández Zoco. Murió en Valencia, en 1995, a los 62 años.

Sac. Rafael Botí Pascual. Murió en Barcelonba, en 2002, a los 84 años.


9

Est. Rafael Graña González. Murió en Santander, en 1910, a los 26 años.

Sac. José Córdoba Requena. Murió en Ronda (Málaga), en 1940, a los 50 años.

Sac. Manuel Fraile Hernández. Murió en Campano (Cádiz), en 1980, a los 80 años.

Sac. Luigi Maximino. Murió en Hong Kong (China), en 1991, a los 84 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Faustino Díaz Rivas. Murió en Madrid, en 1992, a los 86 años­.

Sac. Ricardo Arias Gómez. Murió, tras haber sido inspector de Bilbao durante seis años, en Urnieta (Guipúzcoa), en 1996, a los 54 años.


10

Sac. Francisco Dalmazzo. Testigo de la multiplicación de las “pagnotte” de 1960, se quedó con Don Bosco. Fue el primer Procurador General, encargo que cumplió durante siete años. El Papa lo tenía en gran estima y pidió a los superiores que se lo dejaran para dirigir el seminario de la diócesis de Catanzaro, donde había graves problemas. Allí, un seminarista a quien había habido que negarle las órdenes, lo asesinó de un disparo. Murió en Catanzaro (Italia), en 1895, a los 49 años.

Sac. Julián Sánchez Fraile. Murió en Ronda (Málaga), en 1945, a los 88 años.

Sac. Alejandro Battaini. Murió en ­Valencia, en 1953, a los 71 años.

Est. Julián Roldán Mariscal. Jugando al fútbol con sus chicos, en Alcoy (Alicante), un paro cardíaco puso fin a su vida, a los 31 años, en 1979.

Sac. José María Peciña Iriarte. Murió en Martí‑Codolar (Barcelona), en 1994, a los 62 años.


11

Sac. Federico Abadía Huesa. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1955, a los 56 años.

Coad. Ignacio Serra Vilaró. Murió, en Martí-Codolar (Barcelona), en 1961, a los 70 años.

Coad. Manuel Jurado del Moral. Murió en Ronda (Málaga), en 1980, a los 83 años.

Coad. Jacob Opaka. Murió en Cádiz, en 1985, a los 89 años.

Mons. Miguel Ángel Alemán. Murió en Buenos Aires, en 1992, a los 69 años. Fue durante siete años administrador apostólico de Viedma y, durante diecisiete, obispo de Río Gallegos.

Sac. Remigi Pallejà i Ripoll. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1995, a los 69 años.


12

Sac. Giuseppe Gamba. Murió en Salto (Uruguay), en 1939, a los 79 años. Fue inspector durante 20 años.

Coad. Eriberto González Díez. Murió en Bilbao, en 1945, a los 30 años.

Sac. Ildefonso Gil Quintero. Murió en Rionegro (Colombia), en 1982, a los 65 años. Fue inspector durante doce años.

Sac. Luis Hernández Casado. Murió en Las Palmas de Gran canaria, en 2002, a los 94 años.


13

Sac. Guillermo Viñas Pérez. Fue inspector de la Bética durante seis años. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1956, a los 77 años. Fue pionero de la devoción a Domingo Savio y de la Asociación de AA. AA.

Sac. Ildefonso Gómez Calama. Murió en Sevilla, en 2001, a los 78 años.


14

Sac. Ángelo Lago. Fue ayudante de don Rúa y murió en Valdocco, en 1914, a los 80 años.

Coad. Victoriano López García. Murió en Gerona, en 1955, a los 69 años.

Sac. Ernesto Giovannini. Murió en Watsonville (Estados Unidos), en 1993, a los 89 años. Fue inspector durante 14 años y, durante 13, consejero del capítulo superior.


15

Mons. Josef Sak. Vicario apostólico de Sakania durante siete años, murió en Lubumbashi (Zaire), en 1946, a los 71 años.

Sac. Félix Solanes Bitrián. Murió en Barcelona, en 1984, a los 85 años.

Diác. Ramón Gutiérrez González. Falleció en Madrid, en 1988, a los 68 años. Pasó, a lo largo de su vida, por distintas casas de la inspectoría: Calvo Sotelo, Tudela de Veguín, Zamora o la Casa Inspectorial. En Madrid pasará los últimos once años de su vida, marcada por una serie de trastornos psicológicos.


16

Sac. Efrén Holgado. Falleció en Ronda (Málaga), en 1934, a los 38 años.

Coad. José Coll Oliva. Murió en El Tibidabo barcelonés, en 1979, a los 69 años.

Sac. Jacobus Meter Errath. Murió en Cochabamba (Bolivia), en 1993, a los 78 años. Fue inspector durante dos años.

Coad. Germán Yáñez Moya. Murió en Barcelona, en 1998, a los 78 años.


17



18

Coad. Juan Comas Nonell. Murió en Gerona, a los 26 años, en 1902.

Sac. Esteban Capra. Murió en El Campello (Alicante), en 1922, a los 49 años.

Sac. Manuel Pérez Fernandez. Murió en Valencia, en 1979, a los 92 años.


19

Est. Giovanni Borla. Murió en Santa Cruz de Tenerife, en 1907, a los 26 años.

Sac. Sixto Santolino Casado. Murió en Morón de la Frontera (Sevilla), en 1945, a los 30 años.

Sac. Auguste Joseph Arribat. Murió en La Crau La Navarre (Francia), en 1963, a los 84 años. Fue inspector durante seis años. Actualmente está introducida la causa de canonización.

Sac. Virginio Fistarol. Murió en Brasilia (Brasil), en 1991, a los 82 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Ricardo Nácher Lluesa. Murió en Valencia, en 1993, a los 90 años.


20

Diác. José Azpiazu Sudupe. Murió en Pamplona, a los 25 años, en 1953.


21

Sac. Juan Alonso Reyes. Murió en Villa Colón (Uruguay), en 1948, a los 71 años. Fue inspector durante 71 años.

Est. Carmelo Berzosa Navarro. Murió en Hontoria del Pinar (Burgos), en 1971, a los 27 años.

Sac. Enrique Ramón Sánchez. A los 44 años, murió en Sabadell (Barcelona), también en 1971.

Coad. Jordi Rey Adua. Murió en Rocafort (Barcelona), en 1991, a los 61 años.

Sac. Antonio Garrido Melgar. Murió en Sevilla, en 2001, a los 78 años.


22

Coad. Juan Costas Costas. Murió en Vigo, donde pasó la mayor parte de su vida salesiana, en 1919, a los 74 años. El director, en el momento de su muerte lo describía como verdadero hombre de bien, modesto, trabajador y de costumbres que son modelo de educación y de virtud.

Mons. Francisco de Aquino Correa. Murió en Sâo Paulo (Brasil) en 1956, a los 71 años. Fue obispo auxiliar y después arzobispo de Cuiabá durante 41 años y, al mismo tiempo, durante cuatro, Presidente del Estado de Mato Grosso.

Mons. René Vanheusden. Murió en Lubumbashi (Zaire), en 1958, a los 70 años. Durante once años fue vicario apostólico de Sakania.

Coad. José Luis Menéndez Bravo. Murió a los 29 años, en Zamora, donde desarrolló toda su vida religiosa, en 1962. José Luis fue un hombre que tomó muy en serio su vivencia religiosa, impregnada de un tono de sobrenaturalidad, de ejemplaridad y de fervor, tal fue su contribución a la reflexión sobre el salesiano coadjutor en España.

Coad. Antonio Vega Gómez. Murió en Sevilla, a los 85, años en 1981.

Sac. Michael Hiks. Murió en Limerick (Irlanda), en 1997, a los 80 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Antonio Carrasco Moscoso. Murió en Córdoba, en 2002, a los 75 años.


23

Sac. Bartolo Fedrigotti. Murió en Melbourne (Australia), en 1964, a los 65 años. Fue encargado de la visitaduría durante cuatro años y, durante seis, inspector.

Coad. Francisco Martínez González. Murió en Sevilla, a los 81 años, en 1978.

Coad. Luis Aguilera Rus. Murió en Campano (Cádiz), en 1982, a los 72 años.

Sac. José Sánchez Martín. Murió en Sevilla, en 1988, a los 81 años.

Coad. Marcelo Rey Pallarés. Murió en San Vicenç dels Horts (Barcelona), a los 75 años, en 1993.


24

Sac. Salvador Acuña Acuña. Murió en Jerez de la Frontera (Cádiz), en 1956, a los 62 años.

Mons. Emilio Sosa Gaona. Murió en Ypacaraí (Paraguay), en 1970, a los 86 años. Durante 39 años fue obispo de Concepción.


25

Sac. Francesco Cerruti. Amigo de Domingo Savio, fue uno de los diecisiete primeros profesos en 1959 y uno de los cuatro primeros inspectores. Durante 32 años, fue Consejero Escolástico General, murió en Alassio (Italia), en 1917, a los 73 años.

Est. Luis González Díaz. Murió, aquejado de una enfermedad, en su casa familiar en Allariz (Orense), en 1931, a los 23 años. Imprecisos son los recuerdos de este clérigo que se encontraba en la etapa del trienio en Santander, si bien éstos aseguran que era muy bueno, bondadoso y servicial y de muy buen carácter.

Sac. Isidoro Hernández Parra. Murió en Utrera (Sevilla), en 1961, a los 39 años.

Mons. Carlos Pérez Estava. Murió en Fortín Mercedes (Argentina) en 1985, a los 77 años. Seis años fue inspector, cinco obispo de Comodoro Rivadavia y 22, arzobispo de Salta.

Sac. Antonio Gándara Alonso. Murió en Jerez de la Frontera (Cádiz), en 1995, a los 93 años.


26

Sac. Eladio Egaña Beloqui. Murió en Ronda (Málaga), en 1926, a los 47 años.

Coad. David Martín Martínez. Murió en Castellón, en 1938, a los 34 años.

Coad. Leonardo González Doval. Murió en Valencia, en 1948, a los 55 años.

Est. Santiago Carnicero Subero. Murió en 1951 en Gerona. Tenía 18 años.

Sac. Ambrosio Rossi. Murió en San Salvador (El Salvador), en 1964, a los 71 años. Fue inspector durante ocho años.

Sac. Jerónimo Hernández Hurtado. Murió en Valencia, en 1989, a los 77 años.

Sac. Heliodoro Bello Marco. Falleció en Barcelona, en 1992, a los 52 años.


27

Sac. Celestino Durando. Uno de los diecisiete primeros profesos del 15 de diciembre de 1859. Consejero general durante 40 años, murió en Turín, en 1907, a los 67 años.

Coad. Marcello Rossi. Provisionalmente destinado a la portería, fue, durante 48 años, atento portero del Oratorio. Murió en Valdocco, en 1923, a los 76 años.

Coad. Edelmiro López Nieto. Murió en Santa Cruz de Tenerife, en 1968, a los 75 años.

Coad. Blas Gallo Robredo. Murió en Madrid, en 1978, a los 33 años.

Sac. Fernando Iglesias Rodríguez. Murió en San Boi (Barcelona), a los 70 años, en la Pascua de 1978.


28

Sac. Luigi Novarino Gramaglia. Murió en Madrid, en 1924, cuando tenía 58 años.

Sac. Justiniano Septién. Murió, víctima de un derrame cerebral, en Lugo, en 1990, a los 64 años. Por las diferentes casas por las que pasó mostró su cuidada vida de piedad como alimento vital de su vida religiosa y sa­cerdotal y la caridad, paciencia y prudencia en el desempeño de los cargos de administrador y director.

Sac. Gérad Balbo. Murió en Grentheville (Francia), en 1998, a los 67 saños. Fue inspector durante seis años.


29

Sac. Roque Fiorentino Cresta. Murió en Huesca, en 1919, a los 42 años.

Est. Enrique Serrano Albors. Fue fusilado en Cuerva (Toledo), a los 24 años en 1939.

Mons. Enrique Mourao. Murió en Sâo Paulo (Brasil), en 1945, a los 68 años. Había sido once años obispo de Campos y nueve de Cefalandia.

Mons. Mario Picchi. Murió en San Isidro (Argentina), en 1997, a los 82 años. Fue inspector durante cinco años, durante cinco obispo auxiliar de Comodoro Rivadavia, durante tres obispo de La Plata y uno de Venado Tuerto.

Coad. Silvano Ordóñez Pablos. Murió en Arévalo (Ávila), en 2002, a los 64 años.


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Coad. Felipe Alonso Coll. Murió en Santander, en 1985, a los 87 años.


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1 Mari Patxi AYERRA, en Sal Terrae, mayo 2003.

2 En Cooperador Paulino, nº 114, mayo-agosto de 2003.

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