I.- EXPLICACIÓN DEL TÉRMINO


I.- EXPLICACIÓN DEL TÉRMINO




Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 enero de 2004 nº 32









En capítulo



Siempre me gustó un fragmento de un texto capitular que tiene ya la solera de los años. Se escribió en 1972, en el XX Capítulo General Especial Salesiano. En su mensaje final a todos los hermanos de la Congregación se decía: “Quizá nosotros nos sentimos como asustados ante el cúmulo de problemas que llegan hasta las mismas raíces de la Fe, de la Congregación, de la Iglesia. Pero no por ello ha de desvanecerse nuestra esperanza. Antes bien, es la hora de la verdadera esperanza. Lo cual no quiere decir que cerremos los ojos a las dificultades, sino que abramos el corazón a la Palabra de Dios, que no pasa, y bajemos al mundo con la seguridad de su presencia. Unidos pongamos esperanza y valor” (XXCGES, nº 770).


Mi invitación a cada uno de vosotros, hermanos, en los 50 años de vida como Inspectoría, es la de ser portadores de esperanza –porque nuestra esperanza se fundamente en la Fe- y es también invitación, si ante el Señor lo creemos necesario, a convertirnos en lo que tengamos del: escepticismo que mata cualquier sueño ilusionante, horizontalismo que nos hace vivir lo que no somos como consagrados, laicismo, que es bien diferente del diálogo y del encuentro con el mundo y los jóvenes de hoy, desde lo que somos y vivimos, de la desesperanza, que es pérdida de lo que un día nos llenó, nos movió y nos trajo hasta aquí.


Si once seguidores de Jesús, pescadores o gentes de oficios, sin la filosofía, teología y estudios técnicos que nosotros tenemos hoy, temerosos de su entorno y con mensajes totalmente contraculturales a los de su momento y tiempo... fueron capaces de transmitir una experiencia de Fe que incluso ha prendido en nosotros, ¿qué no podremos hacer nosotros a la hora de despertar ilusión, esperanza, ganas de vivir, a la hora de acompañar a quien no tiene perspectiva alguna en su vida, a la hora de ayudar a crecer a ese adolescente o joven que incluso siente que no tenemos nada o casi nada que pueda interesarle...?” (Inspector, Fragmento de la homilía de clausura de la primera fase del CI 2004).




















ÍNDICE



  1. Retiro …………………..3-10

  2. Formación……………..11-16

  3. Comunicación.…….....17-19

  4. El anaquel……………..20-35

  5. Técnicas ……..…………20-27

  6. Reseña…………………..28-29

  7. Necrologio ………….....30-35



Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

Avda. de Antibióticos, 126

Apdo. 425

24080 LEÓN

Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254


Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO





ASISTENCIA SALESIANA:

Encuentro con los jóvenes y “experiencia de patio”




Trabajando en una parroquia o en un ambiente no salesiana me he visto en dificultades para expresar lo que significa la palabra “asistencia”. Es algo que hemos asimilado vivencialmente en el proceso formativo, pero que es difícil de definir en categorías fuera de nuestro ambiente –aunque se pueda aplicar el mismo contenido de la palabra a ambientes no salesianos-.


Quizás hemos ampliado el concepto, utilizando el término “presencia animadora”. Está bien esta terminología, siempre que no se diluya la experiencia de la ‘clásica’ asistencia. El CG’25 recoge muy bien esta ampliación terminológica, refiriéndola a red de relaciones, a proyectos a procesos...1.


Sin embargo, es el mismo CG’25, en el mismo módulo sobre la “presencia animadora entre los jóvenes”, quien nos describe el ‘criterio oratoriano’ para los ‘salesianos del tercer milenio’ sobre nuestra presencia entre los jóvenes: “una presencia hecha de cercanía afectiva, de participación, de acompañamiento, de animación, de testimonio, de propuesta vocacional con el estilo de la asistencia salesiana” (CG’25, 37).


En este tema nos referimos, por tanto, a este estilo de presencia salesiana como “asistencia”, como presencia real y concreta del educador salesiano junto a los educandos, en espacios y tiempos no reglados, en los ‘tiempos muertos’ de las programaciones de la obra salesiana, en el “recreo”, “a pie de patio” (tiempos y espacios con otros esquemas distintos de lo reglado por programaciones, con el tono relacional particular que esto tiene).




1 II.- MOTIVACIÓN DEL TEMA:

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1.-DON BOSCO: La experiencia genuinamente salesiana, desde sus orígenes, nos señala con toda claridad este rasgo de la acción educativo-pastoral. No es necesario repasar la historia, ni añorar los momentos en que esto se vivía con más inquietud (como hace D. Bosco en la carta de Roma –10 de mayo de 1884- en su doble versión: a los salesianos y a los jóvenes)2.


2.- La TRADICIÓN SALESIANA ha continuado la inquietud de estar realmente presentes entre los jóvenes como clave de la educación salesiana. Y esto ha ido dando sus frutos educativos en la diversidad de ambientes educativos y de culturas en que se ha practicado. Será necesario continuar en esta línea, con las debidas adecuaciones a nuevos ambientes y estructuras.


3.- Las CONSTITUCIONES3 insisten en este rasgo. Incluso el artículo 39 se dedica exclusivamente a la asistencia salesiana. Bastaría meditar las sugerencias de algunos artículos de las Constituciones para replantearnos muchas actitudes y esquemas concretos de acción en cada una de nuestras obras.


4.- El CG23, clave en la historia salesiana para ofrecer orientaciones de educar a los jóvenes en la fe, nos dice con fuerza y claridad: “Creemos que Dios nos está esperando en los jóvenes para ofrecernos la gracia del encuentro con Él” (CG23, 95). A raíz de este dato surgieron muchas reflexiones en el curso 1999-2000. Entre otras cosas, nos recordaron que el joven es ‘lugar teológico’ y ‘Sinaí’ donde el salesiano tiene su especial encuentro con Dios.


5.- El CAPÍTULO GENERAL 25 dedica todo un módulo para animarnos a reavivar “La presencia animadora entre los jóvenes”. Aunque apunta una ampliación del sentido de la presencia salesiana, parte de la asistencia como criterio salesiano. En todas las comunidades hemos dialogado sobre ello y hemos buscado algunas líneas de acción específica para nuestra obra concreta. Este tema de Formación permanente puede ayudarnos a especificar todavía más, con las líneas que extraigo del CG25 y con el esquema de análisis un poco más adelante.


6.- En algunos ANÁLISIS DE NUESTRA ACCIÓN EDUCATIVO-PASTORAL y de su calidad aparece, con cierta fuerza, una carencia importante en este rasgo salesiano. Los motivos pueden ser múltiples: la gestión de las obras exige mucho tiempo a burocracia y a organización, los chavales son distintos y parece que no aprecian la presencia del educador, la sectorialización de los trabajos (yo trabajo en el Colegio y sólo me implico en la Parroquia o en el Centro Juvenil si me solicitan alguna intervención puntual....), la edad del educador parece que impide conectar con los chavales, los jóvenes tienden a vivir fuera de las estructuras educativas, he tenido alguna dificultad con algún ambiente de jóvenes o con algunos responsables de ese ambiente,....(incluso el CG’25 señala motivos de comodidad y proyectos individuales como causa de nuestro alejamiento de los jóvenes). Por encima de esas dificultades reales conviene ver la demanda de una educación de calidad que proporciona la obra salesiana. Y deberíamos esforzarnos por satisfacer indicadores de calidad en el estilo salesiano de presencia del educador entre los educandos.


7.- Los FRUTOS EDUCATIVOS que obtienen los chavales y jóvenes. Esto es evidente, en la historia salesiana y en la actualidad. Aunque no necesitemos de la autoridad del CG25, éste también nos recuerda los resultados o frutos de este estar entre los jóvenes, de “la presencia salesiana”, animada y promovida por la comunidad:

-presencia que acoge y construye comunión;

-presencia que educa y evangeliza;

-presencia que acompaña y se hace propuesta vocacional.


Pudiera darse que, por falta de presencia real entre los jóvenes, no provoquemos más vocaciones, mejor evangelización, más educación, mayores cotas de comunión y solidaridad en los jóvenes en los que nos está esperando el Señor.

Basta analizar la experiencia ordinaria de “estar” en el patio, en la entrada y salida del Oratorio, en los momentos de acogida o despedida de las actividades de la parroquia, en las celebraciones, en las fiestas, en la sala de juegos-encuentro del Centro Juvenil, en las excursiones y campamentos,....

Experimentamos que el clima de relaciones se fortalece, la incidencia educativa se consolida y se abren campos insospechados de reacción positiva en la vida de los educandos (sin excluir el interrogante vocacional ante el testimonio de vida del educador). La presencia y cercanía del salesiano –aunque marcado por sus circunstancias de edad, carácter,....- aporta algo específico que no aporta el educador seglar. Y todos somos responsables de esta aportación al ambiente de la obra que anima la comunidad.

Aunque no lo diga, el joven se interroga ante el educador que se hace presente con buen talante en el “tiempo no reglado”, cuando no es su obligación, sencillamente porque está disponible y vive con gratuidad.


8.- Los FRUTOS DE REANIMACIÓN VOCACIONAL EN EL PROPIO SALESIANO.

También el salesiano se enriquece al estar entre los jóvenes, pues reaviva su entrega vocacional en esta experiencia de cercanía al joven, en el “ambiente de patio”. Nos lo confirman los hechos y testimonios reales de hoy (sin necesidad de recurrir al clásico testimonio de aquel salesiano que recupera la vocación educadora cuando D. Bosco le dice que durante los recreos esté junto a la fuente, donde los chavales necesariamente tenían que ir a beber y a mojar el pan y donde, en consecuencia, se podían dar los encuentros con el joven en su ambiente natural). El salesiano que se esfuerza por estar entre los chavales y jóvenes va contagiándose también de su juventud; no es utopía. Hay testimonios claros de salesianos que han revitalizado su vocación cuando han reanudado su trabajo pastoral, después de años embarcados en tareas burocráticas o de desencuentro con los que gestionaban la presencia entre los jóvenes.


Hay, también, una explicación humana de este fenómeno de reanimación vocacional: al iniciar la vida salesiana teníamos gran inquietud por aportar algo a los jóvenes en el encuentro con ellos, y si recuperamos esa inquietud nos encontraremos más realizados y satisfechos. Quizás la explicación más fuerte venga de la vivencia religiosa o caridad pastoral; ya se nos recordó en otros temas de formación permanente y de salesianidad que el punto de encuentro entre Dios y el salesiano son los jóvenes, que ‘para el salesiano no hay salvación fuera de los jóvenes’.


En el encuentro con los jóvenes, en primer lugar, nos encontramos a nosotros mismos (lo más genuino de nuestra persona salesiana), en segundo lugar, encontramos al Dios que nos ha llamado a ser portadores de su amor a los jóvenes (con el estilo de “que noten que son amados”) y, en tercer lugar, los jóvenes se encuentran con el Dios de Jesús (a través del sacramento en que quedamos convertidos por la consagración salesiana).




2 III.- ORIENTACIÓN DEL TEMA

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Hoy no necesitamos desarrollar más la fundamentación doctrinal de la presencia-asistencia. Está bastante estudiada desde el punto de vista pedagógico y salesiano. Sería bueno que, en nuestra formación permanente personal, refresquemos algunas de estas cosas que ya sabemos.

El tema pretende suscitar, más bien, el análisis concreto de nuestra obra y la reflexión comunitaria, con el fin de sacar líneas operativas realistas. Por tanto, no elaboraremos un documento que sintetice la reflexión o que señale las líneas de acción para todos.

Señalaremos, en primer lugar, el marco de referencia general, indicando algunos rasgos importantes que resaltan en la reflexión actual, seguidos de unas sugerencias operativas entresacadas del CG’25 que podemos aplicar-adaptar a nuestra obra de algún modo. Después, proporcionaremos un esquema para el análisis y para la elaboración de propuestas concretas en nuestra situación particular.







3 IV.- MARCO DE REFERENCIA

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La expresión asistencia-presencia “a pie de patio” quiere significar lo que siempre hemos dicho en las obras salesianas: presencia física-real entre los jóvenes, dedicar tiempo a estar con ellos –en aulas, pasillos, despacho, sala de juegos, patio, calle,... – donde se desarrolla su vida, estar dialogando y compartiendo las cosas de la vida ordinaria, mostrar cercanía, ofrecer sugerencias, hacer propuestas, interesarse por sus vidas y sus cosas, corregir también, emplear los ‘tiempos muertos’ para estar ‘a pie de patio’.... Y todo esto en los diversos ambientes educativos salesianos: Centro Juvenil, Escuela, Parroquia,...


Este rasgo de las obras salesianas, tan afín a la animación, va logrando en cada obra un ambiente y un estilo de relaciones. Este ambiente de obra y este estilo de relaciones se construyen con la acción concreta de cada día, no con la presencia esporádica o por compromiso. Se construye “estando a pie de obra”, cuidando los detalles todos los días, creando la imagen-realidad de que el educador está presente.


El estilo de presencia también es importante. Sabemos que son insuficientes las imágenes de “guardia de seguridad”, “policía”, “semáforo”, “controlador”.... Es más adecuada la imagen de educador-animador, que no excluye las tareas de corregir, orientar, llamar a la responsabilidad... Don Bosco nos proponía la imagen de “padre”, “hermano mayor” y “educador”. Y son imágenes que mantienen total actualidad.


La presencia-asistencia en una obra salesiana brota espontánea en las personas con vocación educadora; y difícilmente se asimila por quienes no viven el proyecto educativo en el que colaboran. Es necesario, por tanto, reavivar la vocación educadora de salesianos y seglares y no sólo asegurar horarios de asistencia o turnos de guardia en el patio. La presencia salesiana, según el CG’25, brota de la caridad pastoral.


Es evidente que algunas edades de adolescentes/jóvenes y que algunos grupos no facilitan, e incluso rechazan, la presencia del educador. En esas situaciones, la respuesta adecuada del educador consiste en buscar otros cauces y tipos de presencia. Algunas reacciones no son salidas adecuada de un educador auténtico: alejarse del ambiente educativo, cobijarse en otras actividades más gratificantes, aislarse del equipo de educadores, amargarse interiormente por el ‘presunto’ fracaso educativo...


Aunque la edad y las circunstancias personales del pueden influir, aunque en cada caso la presencia tiene que adecuarse a la situación concreta, sólo su presencia ya es una aportación al ambiente y provoca más beneficios educativos de los que podemos imaginar. Dedicar tiempo a esta asistencia-presencia no es perder tiempo, aunque, en ocasiones, no sea demandada por los jóvenes o la desestimen. Por otra parte, además de beneficiar a los jóvenes, reaviva el entusiasmo vocacional en el mismo salesiano.


El artículo 39 de la Constituciones supone en el salesiano una actitud de fondo: la voluntad de entrar en contacto con los jóvenes. Además, señala el modo de estar presente entre los jóvenes, con una presencia física, fraterna, amistosa, activa, alentadora, testimonial, que promueve iniciativas positivas de maduración.


Las modalidades concretas en cada obra y las capacidades reales de cada educador pueden variar, por muchas circunstancias. Pero siempre tendremos que esforzarnos en mantener esos rasgos fundamentales. Y siempre tendremos que estar buscando los modos concretos más adecuados en nuestra obra o ambiente de trabajo, rehaciendo tendencias o modos de hacer si fueran alejándose del criterio salesiano. Por ello es imposible elencar un repertorio completo de iniciativas. En cada obra hay que reflexionar y poner en práctica las oportunas iniciativas.



4 V.- ALGUNAS SUGERENCIAS INSINUADAS POR EL CG’25

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Leyendo con tranquilidad el módulo 3 del CG’25, encontramos algunas expresiones que pueden sugerir acciones concretas a las personas, a la comunidad y a la obra:

  1. Formar al educador seglar de las obras en el estilo salesiano de presencia: la asistencia.

  2. Privilegiar tareas propias de nuestra responsabilidad carismática (léase: asumir tareas de orientación, acompañamiento personal, tutorías, catequesis, animación, coordinación de acciones....)

  3. Formarse e interesarse por el lenguaje y la cultura de los jóvenes.

  4. Aprender a trabajar en equipo.

  5. Cada salesiano cuida su estilo de relaciones personales y en comunidad.

  6. Revisar horarios de vida y de oración de la comunidad, para crear un ambiente que atraiga y facilite el contacto con los jóvenes.

  7. Abrir la comunidad a la acogida y a la convivencia para cuantos deseen conocer más cerca nuestra vida.

  8. Programar iniciativas para ir al encuentro de los jóvenes más necesitados.

  9. Implicación con los jóvenes en proyectos de voluntariado.

10.Coordinar el trabajo de los educadores.

  1. Asegurar, en el proyecto comunitario y en el proyecto educativo, la presencia del educador entre los jóvenes.

  2. Participar en las instituciones donde se deciden aspectos de la vida de los jóvenes con quienes trabajamos.

  3. Asegurar espacios y tiempos para las relaciones personales con los jóvenes.

  4. Profundizar con los educadores en la espiritualidad salesiana.

  5. Cuidar la pedagogía del ambiente.

  6. Atender a los nuevos lugares de encuentro con los jóvenes.

  7. Proponer y promover momentos de experiencia espiritual con los jóvenes.

  8. Valorar la comunicación social como espacio vital de convocatoria y de encuentro con los jóvenes.

  9. Prepararse en la metodología del acompañamiento y de la propuesta vocacional.

  10. Dar testimonio de vivencia gozosa de la vocación salesiana.

  11. Compartir con los jóvenes algunos momentos de la vida de comunidad: fiesta, amistad, mesa, oración, proyectos, compromiso misionero.

  12. Diseñar un plan explícito de acompañamiento y de propuesta vocacional.

  13. Crear en la obra un clima de familia y acogida.

  14. Promover iniciativas que favorezcan la continuidad en los procesos educativos: diálogo con los educadores, acompañamiento, discernimiento vocacional, celebraciones, ...

  15. Asegurar la relación con la familia de los jóvenes y cuidar la pastoral familiar.

  16. Animar a los jóvenes a elaborar su proyecto personal de vida.


5 VI.- ESQUEMA DE ANÁLISIS-PROPUESTAS

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Este esquema puede servirnos de pauta para analizar cómo estamos haciendo en nuestra obra esto de la “asistencia”. Es un esquema sencillo que podemos adaptar. Trabajándolo podemos provocar un diálogo y nos puede sugerir líneas de acción concreta.


A.-RASGOS POSITIVOS Y ACCIONES QUE FAVORECEN LA “ASISTENCIA” EN NUESTRA OBRA


*En la persona de los salesianos en general (y de cada uno en particular):


*En la comunidad salesiana:


*En los educadores no salesianos y comunidad educativa:


*En la estructura física de la obra:


*En el ambiente de relaciones de la obra:



B.-LÍMITES Y DIFICULTADES QUE VEMOS PARA LA “ASISTENCIA” EN NUESTRA OBRA.


*En la persona de los salesianos en general (y de cada uno en particular):


*En la comunidad salesiana:


*En los educadores no salesianos y comunidad educativa:


*En la estructura física de la obra:


*En el ambiente de relaciones de la obra:




C.- PROPUESTAS Y SUGERENCIAS OPERATIVAS QUE PODEMOS INTENTAR EN NUESTRA OBRA:


*Para la persona de los salesianos en general (y de cada uno en particular):


*Para la comunidad salesiana:


*Para los educadores no salesianos y comunidad educativa:


*Para la estructura física de la obra:


*Para el ambiente de relaciones en la obra:





Luis Onrubia





FORMACIÓN



Entrevista con Monseñor Pittau:

vida consagrada y educación4



Más de 40 millones de niños y jóvenes de todo el mundo se forman en escuelas católicas. Más de 400 millones carecen hoy de la educación más elemental. No pocas personas consagradas sirven el Evangelio en la escuela. La Iglesia acaba de dirigirse a ellos. Oímos la acreditada voz del Secretario de la Congregación para la Educación Católica, Padre Giuseppe Pittau sj.



El 28 de octubre de 1965 veía la luz la declaración conciliar Gravissimum edu­cationis. En la misma fecha, pero treinta y siete años más tarde, se ha promulgado un nuevo documento que lleva por título: Las personas consagradas y su misión en la escuela. Esta vez ha sido la Congrega­ción para la Educación Católica. Pocas voces más autorizadas que la del jesuita P. Pittau, dedicado durante muchos años de modo directo a trabajar en el mundo de la educación, para reflexionar sobre quienes —como dice el nuevo documen­to— "educando, colaboran en la evangeli­zación, y desempeñan una misión eclesial de vital importancia". Con enorme ama­bilidad nos recibe en su despacho, muy cerca de la tumba de San Pedro.



Monseñor, ¿cuál ha sido la razón de la pu­blicación en estos momentos del documento dirigido a las personas consagradas?


El documento completa la publicación de otros documentos anteriores en la mis­ma línea. El Santo Padre veía importante decir algo a las personas que entregan to­da su vida a la misión de la educación. Hemos tenido el jubileo, ha habido una renovación de la vida del pueblo de Dios; y para las personas que dedican la fuerza más grande de toda la Iglesia a la educa­ción no habíamos dicho nada.


Entonces, ante todo, el Papa y la Con­gregación querían dar las gracias a las personas consagradas por todo el trabajo que han hecho y que están haciendo. Es un reconocimiento al compromiso de la vida consagrada con la escue­la. Es una manera de decir a las personas consagradas: gra­cias y continuad.


El título usa "Misión" por­que la Iglesia reconoce que la enseñanza es parte, y muy im­portante, de su misión. En el corazón de la misión de la Igle­sia está el enseñar. Ser maestra es una de las características irrenunciables de la Iglesia.


Ese es el motivo de la carta: animar a continuar en esa mi­sión de enseñar. En los últi­mos años se ha hecho mucho hincapié en el compromiso so­cial. Muchas congregaciones pensaron que había que dejar las escuelas para dedicarse di­rectamente a la obra social. La Congregación considera que lo social es muy importante, pero cree que también lo social se puede realizar con mucha entre­ga y con un sentido muy profundo desde la escuela. Dedicarse a lo social no tiene por qué implicar dejar las escuelas. El re­to sería trabajar el sentido social en las escuelas. Así, esa dimensión social tendrá un sentido más profundo, más duradero.


La Congregación, por tanto, quiere animar a los consagrados y, al tiempo, ofrecer unas reflexiones y orientaciones sobre el sentido de lo que es la verdadera escuela católica. Ofrecer un instrumento que ayude a tomar conciencia de cuál es el sentido de una verdadera escuela cató­lica dirigida por personas consagradas y animar a la renovación en esta entrega.



¿Cuáles son los retos y las prioridades más importantes que tienen hoy las personas consagradas en el mundo de la educación?


El reto fundamental sería el volver al sentido fundamental de lo que significa la escuela católica. Son importantes tanto el sustantivo como el adjetivo. Si uno está enfermo, busca un buen médico y quiere que sea un buen profesional y que le cu­re. Así, una escuela ha de dotar de una buena preparación académica. La cali­dad, la preparación técnica y pedagógica son muy importantes. Una escuela católi­ca ha de tener un nivel muy alto y muy especializado en estos aspectos.


Pero eso es algo común que tenemos con las demás escuelas. Una buena es­cuela, sí; pero para nosotros lo más im­portante ha de ser el adjetivo. Esto es lo que nos distingue. Una escuela que apueste por el evangelio, con un sentir propio, con un carisma propio. Si no hay ese compromiso, no tenemos ninguna razón de ser, ni de estar en la escuela. Si no podemos añadir el adjetivo, no esta­mos cumpliendo con nuestra misión.



¿Estamos preparados los consagrados para afrontar los retos de la nueva cultura?


El elemento cultural es importante, muy importante. Estamos introduciendo a los niños y a las generaciones jóvenes en la cultura de un país, en la de un con­tinente, en la de un mundo global. Es ne­cesario conocer bien los elementos de es­ta cultura, bien para hacerlos más fuertes o bien para corregirlos. Preparar bien profesionalmente a las generaciones es importante, pero la pregunta es el para qué. ¿Para hacer dinero, y cuanto más rá­pido mejor? ¿Es esa la educación que queremos dar? ¿No habría que cambiar el sentido?


Ofreceremos los mismos cursos, por supuesto, pero la orientación ha de ser distinta. En la cultura actual preparar ciu­dadanos es importante. Ciudadanos que conozcan los desafíos, los retos de la cul­tura, pero eso no basta. Preparación a la cultura, sí, pero para poderla evangelizar, para poder inculturar la fe y los valores cristianos en esa cultura.



El documento habla del importante papel que juegan las personas consagradas en la ta­rea de "acompañar hacia el Otro". ¿Podría profundizar un poco en esa expresión?


Quisiera que tuviéramos en cuenta siempre que hay signos necesarios. La Iglesia y la fe son realidades sacramenta­les. Es importante que en las familias y en las escuelas haya signos visibles, que nuestra fe se haga de alguna manera pal­pable. La fe se comunica a través de sig­nos visibles. Así, en nuestros colegios, me gustaría que nos diésemos cuenta de que la capilla tiene un valor y un papel fundamental.


¡Si los niños vieran que su director, que sus profesores, que toda la escuela va a rezar! Si los niños y los jóvenes vieran que la capilla es el centro, el punto central de todo el centro educativo, sería algo maravilloso. Esa es nuestra mejor manera de hacerles respirar la fe y de acompañar­les a la oración. Más que hablar mucho, ser ante ellos un signo de que en nuestra vida, en la vida de sus maestros, esa di­mensión está en el centro. También de­bería ocurrir algo parecido en las fami­lias. Hablar de todo con ellos pero, sobre todo, que vean. Que vean que Dios está en el centro de nuestras vidas. No muchas palabras. Por eso, me parece que la capi­lla es muy importante. Que todo hable y gire en torno a esto. Decía Pablo VI que hoy más que profesores o maestros se ne­cesitan testigos.


En japonés Maestro se dice Sen-Sei. Se escribe con dos ideogramas. Uno signifi­ca antes, el otro, nacimiento. Uno que ha nacido antes, se podría traducir. Ahí está la experiencia del que hace antes el cami­no. Pero también cabe traducirlo de otra manera. Más que nacido antes sería uno que guía con el ejemplo de su vida, uno que habla con el signo de su vida.


Cada maestro, cada administrador, ca­da uno de los que participan en la vida es­colar tendría que ser un testigo de una manera diferente de vivir, de hablar... y eso algunas veces lo olvidamos. Los maestros que quedan en nuestro recuerdo no son los que nos dieron muchos cono­cimientos intelectuales, sino los que fue­ron testigos de algo para nosotros. Los que nos enseñaron que había cosas que había que hacerlas de esta manera y no de esta otra. Son los que tenían esa convic­ción en el corazón. Y la fe se transmite así, de esa forma sacramental. Esa es nuestra mejor manera de acompañar ha­cia el Otro.



La situación vocacional, sobre todo en occi­dente, ha hecho que los religiosos hoy valore­mos más la misión de los laicos y la necesaria colaboración. ¿Qué diría usted de esa expre­sión actual, "Misión Compartida"?


Hoy, sobre todo en algunas naciones donde las vocaciones no son tan numero­sas, las personas consagradas nos hemos convencido de que el carisma que tene­mos puede ser también un don del Señor para los laicos y para la educación.


Quizá cuando teníamos muchas voca­ciones, no sentíamos la necesidad de cola­borar. La teología del Vaticano II nos dice que todos somos pequeñas piedras que construimos el edificio común. En la es­cuela también somos todos piedras. Hay consagrados, pero no lo somos todo. Tam­bién están los otros profesores, los emple­ados laicos que comparten la tarea. La clave está en hallar los caminos y medios concretos para formarles y acompañarles hasta que adquieran esa mentalidad.


Hay que dar gracias al Señor porque en estos últimos años las personas consagra­das han hecho un esfuerzo maravilloso para compartir con los laicos su carisma propio. Nosotros no lo podemos hacer to­do. Tenemos este don del Señor y hay que dárselo a los estudiantes, pero antes de dárselo, toda la comunidad educadora, re­ligiosos, profesores, todo el personal, has­ta el portero y el servicio de limpieza te­nemos que dar sentido a nuestra misión educadora. Todos educan en un centro. A veces, el servicio de limpieza educa más que los profesores. Eso lo comprobé en mis años de profesor en Tokio. Ellos y ellas podían decir a los alumnos cosas que nosotros no podíamos. Es necesario el es­fuerzo combinado de todos. Hacer sentir a los alumnos que la escuela es de ellos. Es cierto que hay una escasez vocacio­nal en algunos lugares. Hay que tener cre­atividad para afrontar esa crisis. Lo im­portante no es el número de religiosos en una escuela, sino si los consagrados que allí están y trabajan son signos. Nuestra Iglesia es sacramental. Esos signos son necesarios. Si esos cimientos no están, entonces sí sería muy difícil poder conti­nuar con un carisma de una congregación religiosa.



¿Cree Ud. que las iglesias locales valoran su­ficientemente el esfuerzo que las personas consagradas están haciendo en la educación y en la evangelización?


Esto es algo que atañe a la eclesio­logía y a las mutuas relaciones. Habría que empezar por adquirir todos una men­talidad más amplia de que en la Iglesia hay muchos elementos. Decía Cayetano, comentador de Sto. Tomás de Aquino, que el carisma más grande de la Iglesia Católica es el carisma de sentirse parte. Para mí esta es una de las frases que me ha consolado más y que siempre me ha resultado un reto. ¿Cómo sentirse parte? Es necesario sentirse parte de la Iglesia universal, parte de la Iglesia diocesana... parte de la parroquia. La colaboración es todo un reto. Nadie es todo. Algunos creen ser todo, pero no es posible. Todos somos piedras vivas de este edificio que es la Iglesia.


El director de una escuela lo primero que debería hacer cuando lo nombran di­rector sería ir a ver al párroco, al obispo y presentarse como un colaborador. Des­pués, discutir con ellos el plan de forma­ción, de evangelización, etc. En algunas cosas habrá que ceder el uno al otro por el bien sobre todo de los destinatarios. Lo importante es la colaboración. Que haya divisiones y que la escuela no se sienta parte de la diócesis o de la parroquia no es bueno. Pero también el párroco, el obispo, tiene que saber, tiene que cono­cer, y sobre todo reconocer que la escue­la tiene también una misión propia, un es­tilo propio. Que hoy las escuelas son el lugar donde los niños pasan más horas al día y el lugar donde se educan principal­mente, más incluso que en la familia.


Es necesario encontrar caminos y me­dios para colaborar. Nosotros, los religio­sos, sólo mediante nuestra presencia en la escuela no podemos dar la educación in­tegral al cristiano. Necesitamos también a la parroquia y al señor obispo. El obispo y el párroco necesitan de la escuela más que nunca. Han de ver las necesidades y particularidades de la escuela, la no suficiencia de las parroquias para la educa­ción integral. Y que se haga un programa conjunto. Hay que dialogar y ceder mu­tuamente. En pocos años haríamos muchísimo.


Y si trabajamos en ambientes ricos, tendríamos que tener siempre una visión de cómo ayudar a los pobres. No es fácil. Los ricos quieren ser más ricos, pero ¡si pudiéramos cambiar su mentalidad! Hay naciones en las que hay poca pobreza ma­terial. En ese caso, hay que educar para esta mentalidad solidaria. Trabajar para los pobres y donde no es así, teniendo siempre en cuenta a los pobres.



A la Iglesia se le acusa muchas veces de es­tar con las élites en la enseñanza católica. ¿Qué podríamos decir de eso?


Ha habido colegios que antes tenían como misión formar a una élite social. Quizás en ciertos momentos de la historia ha sido incluso necesario. Ahora, y vien­do también que muchos estados ayudan a la educación privada, que la educación es más universal, si hay una opción que ha­cer, no única opción, pero sí preferencial, tendríamos que dirigirnos a los más des­favorecidos, a los más abandonados de la educación. Sin dejar por ello a los demás, pero si ha de haber una preferencia, ésta ha de ser la de los pobres. Todo el exa­men que tendremos al final de nuestra vi­da será sobre los pobres, sobre el amor. Así nos lo dice el Evangelio. Quizá algu­nas veces nos hemos descuidado en esto. América Latina, en esto, nos da una lec­ción. Las escuelas de los pobres son las de la Iglesia.





En definitiva, ¿qué tienes que ser una perso­na consagrada en la escuela? ¿Cuál es su mi­sión en ella?


Aunque repita lo dicho, quisiera volver a decir que la persona consagrada debería ser en la escuela como una gran interrogación: ¿por qué este hombre, esta mujer está completamente entregada a mi, siempre dispuesta a recibirme, a jugar conmigo?


Recuerdo mis años de maestro en una escuela en Japón. Todavía era seminaris­ta, pero los muchachos veían que yo iba a misa todos los días. Muchos se asomaban a aquella capilla. Tenían curiosidad por ver lo que pasaba allí, y por ver al profe­sor que rezaba. Les impresionaba mucho. Al mismo tiempo, yo lo compartía todo con ellos, comía con ellos, jugaba con ellos y estaba con ellos. Este estar con ellos es hacerles participar de nuestra vi­da. Es importante que nos conozcan, que vean cómo vivimos y por qué o por quién vivimos. Cuando más tarde fui rector de la universidad de Sofía en Tokio, durante la revolución estudiantil del 68, tuve la ocasión de charlar con un joven periodis­ta. Charlamos mucho sobre la violencia, su justificación, la democracia... Des­pués, él me dijo que quería ver dónde vivía. Le acompañé a mi cuarto. Era una habitación pequeña, sencilla. Una cama, unos pocos libros... se quedó impresiona­do. ¿Cómo el rector de una universidad vive así? Yo le dije: sí, vivo así, porque soy religioso. La pobreza de los religio­sos puede ser también un signo para los demás. Hacerles ver que este desprendi­miento es nuestro talante, porque vivimos centrados en Él. Esa es nuestra misión: ser testigos dentro de una buena escuela católica. Una escuela mala no es una es­cuela católica. Pero también hay que te­ner presente que una buena escuela, por el mero hecho de serlo, tampoco lo es.





COMUNICACIÓN




La imagen mediática de la Iglesia5


Si tenemos la convicción de que el rol eclesial es hacer­se presente en el corazón de la realidad mediante el conjunto de elementos de todo tipo que la historia nos regala, está más cla­ro que el agua que la Iglesia espa­ñola aparece en tales medios de forma sesgada, oportunista, un tanto catastrofista, y sobre todo, desprovista de su dimensión tras­cendente que le es absolutamen­te connatural.


Es una imagen que restringe siempre, que impide casi siempre, que, en una palabra, retrocede sistemáticamente. Las cosas es­tán así por mucho que repugne que estén así.


Gracias a Dios, personas como el padre Alberione y en unos ins­tantes en absoluto propicios para la presencia eclesial en los medios de comunicación social, supieron dar el salto hasta este terreno del todo punto sustancial para la evan­gelización, antigua y nueva, de la palabra de Dios manifestada en el Cristo Jesús de la Revelación.


Al cabo del tiempo, la relevan­cia evangelizadora de este hom­bre, sencillo pero eficaz, aumen­ta, y somos muchos los que, des­de el entorno de su familia religio­sa, pensamos que haría bien la Iglesia en reconocerle el mérito his­tórico adquirido y refrendado por una vida penetrada del misterio de Dios y de los hombres.



6 La cuestión de fondo

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Pero no dilatemos más el traba­jo que se nos ha solicitado, y con­sigamos situar la cuestión titular de este texto en su más exacta rele­vancia.


Hablar de si la Iglesia españo­la, en nuestro caso, está en los me­dios de comunicativos con ésta o aquélla presencia, solamente de­penderá de la perspectiva encar­nacionista que el escritor aplique al conjunto del problema. Si la perspectiva es estricta, entonces debemos afirmar que la imagen es francamente negativa, pero si po­nemos en práctica otra de natura­leza más amplia, será cuestión de optar por cierto optimismo postmo­derno, es decir, frágil, débil y frag­mentario. A tal encarnacionismo, tal imaginación mediática de la Iglesia española en los medios de comunicación españoles.


Para tales medios, la Iglesia es uti­lizada como instrumento de agresión contra la misma Iglesia, al propo­nerse ésta unos fines y resultar evi­denciada en la práctica histórica mediante otros perfectamente con­tradictorios. Y podrían aducirse ejemplos muy recientes y actuales en el campo de la pobreza evan­gélica, del celibato sacerdotal, de la libertad de expresión...


La imagen es, casi siempre, con­vertida en fantasma agresivo de lo que parece significar en su natura­leza, consiguiéndose un resultado negativo, contundente y, especial­mente demoledor de la buena fe de tantos receptores normales del medio. Sea radiofónico, televisivo, periodístico, cinematográfico, musi­cal (a no olvidar), ciberespacial y puede que hasta publicitario, suele imaginarse el hecho eclesial como un fenómeno represivo de las liber­tades y de las costumbres caracte­rísticas del libre albedrío moderno y de los avances científicos/tecno­lógicos avanzados. Es una imagen que restringe siempre, que impide casi siempre, que, en una palabra, retrocede sistemáticamente. Para acabar por añadir, cada vez con mayor insistencia: «pero es lógico en una institución como la Iglesia, anclada en una dogmática inalterable, ahistórica y por lo tanto re­accionaria». Las cosas están así, por mucho que repugne que estén así.


Destacamos El País, carente de orientación eclesial medianamente asesorada, como el órgano mediático en que este estilo de imagina­ción eclesial es más frecuente, pero no puede olvidarse que solamente el mismo El País es capaz, en momentos determinantes, de pu­blicar artículos de opinión de gran calado y relevancia desde el pun­to de vista religioso, en el sentido más amplio. El Mundo depende del material que tenga entre manos, puesto que su vinculación al Opus Dei es amplia; La Razón y ABC se inscriben en una línea progresiva­mente más sensata, aunque el pe­riódico ahora del Grupo Correo, mantiene esa revista Alfa y Omega que representa el sentido del cato­licismo más conservador de la Igle­sia española. Y se trata solamente de los casos que pueden interesar más al lector, por mucho que desde ta­les diarios se afirmen otras cosas: todos, salvo los idiotas, justificamos nuestras opciones. Sin excepción.


7 Sugerencias de futuro

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Está claro que la primera suge­rencia es de naturaleza teológica: o modificamos, en tantos casos, la perspectiva encarnacionista de la teología aplicada, para hacer de ella un duro y crudo compromiso con la realidad histórica, más allá de mie­dos y peligrosismos infantiles, o la imagen permanecerá integérrima. Esto significa varias cosas muy con­cretas, que paso a enunciar:


1. Apertura informativa eclesial, para la que no basta un sistema de información oficialista, como existe el SIC (Servicio de Información de la Conferencia Episcopal Españo­la), que no deja de estar bien lle­vado para la tarea intraeclesial que pretende, sino que se hace nece­sario un gabinete mediático espe­cializado, al servicio del conjunto de la Iglesia Española mediante algún órgano consultor objetiva­mente representativo, y con verda­dera independencia a la hora de emitir comunicados tanto informa­tivos como opinativos. Sin resol­ver esta cuestión, nada se puede conseguir, porque carecemos, y cada vez más, de un sistema pro­fesional y no oficialista, capaz de interesar a los complejos ideologi­zados y previamente intencionados medios en lizas. No crear este ga­binete mediático significará aceptar que las cosas permanezcan como están. Sin excusas.


2. Reforma de los medios pro­pios ya existentes, como puedan ser la COPE, Alfa y Omega, Radio María, Radio Santa María; y en menor medida Radio Este] (Barce­lona), junto a la reciente nacida TMT televisiva, además del cúmulo de publicaciones, casi todas ellas en manos de congregaciones reli­giosas, auténtico centón sin relación alguna, que insisten en los mismos temas, que no se plantean un mar­keting colectivo, y que son incapa­ces de organizarse en común para dar a luz algunos proyectos de alcan­ce e impacto nacionales, profesional­mente óptimos desde la praxis de un esperado ecumenismo católico es­pañol. Entre otras razones, echamos en falta un seminario de inspiración cristiana, bien montado materialmente, pluralista en su orientación ideológica, y cercano, muy cercano, a la vida de la gente de la calle, que se mueva en el filo de la navaja y deje de repetir lo que a nadie in­teresa y además fatiga al ciudadano medio. Esta es la asignatura me­diática pendiente de la Iglesia es­pañola en su conjunto. Y no parece que llevemos camino de intentar lo necesario...


Retorno al comienzo, porque lo juzgo necesario. Una persona como el padre Alberione, auténtico pro­feta eclesial mediático y sumamen­te vinculado al cuerpo de la Igle­sia, ¿qué medidas tomaría ahora mismo y al cabo de los años, man­teniendo el carisma que le inspiró? Tengo la seguridad de que nos daría un auténtico revolcón, por­que sentiría en sus propias carnes la crueldad del bisturí mediático que hinca su acerada punta en la corporalidad eclesial española y mundial. Puede que, todos sin ex­cepción, debamos volver nuestra mirada hacia él para inspirarnos en su hondura religiosa y en su deter­minación encarnacionista.


Otra vez, son los hombres con­cretos los que hacen la historia y la Iglesia. Otra vez.







El anaquel





Comunicación no consciente "la otra comunicación"



8 Capítulo I

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8.1 Introducción

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Uno de los elementos que más he contribuido a la civilización y al desarrollo y diferenciación del hombre, como ser humano, ha sido, sin duda, su capacidad de comunicación.

El hombre hace uso de sus medios para transmitir sus emociones, una idea o una posición determinada. Cuando se comunica de este modo, el mensaje, viene siendo elaborado y adaptado para que sea percibido de una determinada forma; es decir, adapta el mensaje a su voluntad.


No siempre es así de fácil. Sabemos, que sin necesidad de transmitir de forma voluntaria un mensaje, el grupo entiende, percibe y "ve" algunas cosas que el sujeto no desea transmitir. De esta forma, nos encontramos frente aun buen número de información involuntaria y percibida. Para complicar más las cosas, frecuentemente, también son percibidas inconscientemente.


Todo esto hace que nos encontremos frente a una serie de transacciones —unidades de comunicación—, con su propio seguimiento y desarrollo que son enviados y recibidos de forma involuntaria.


Teniendo en cuenta esta posibilidad comunicativa, se ha podido concluir que casi el 95 % de la comunicación, es decir, percepciones e impulsos, son consecuencia de la comunicación no consciente (C.N.C.).


Dentro de las múltiples posibilidades de comunicar por C.N.C. se encuentran las siguientes:


GESTOSSímbolos, contracciones o movimientos musculares involunta­rios.

POSTURASPosiciones del cuerpo en el espacio

EXPRESIONESConfiguraciones musculares de la cara (y los ojos)

DISTANCIAAdministración del espacio

CONTACTOFormas de efectuar las aproximaciones personales


Todo lo anterior, independientemente o acompañando a otras formas de comunicación consciente, es utilizado para transmitir tanto mensajes como intensidad emocional. Buena parte de este tipo de comunicación es también usado por determinadas especies de animales inferiores.


8.1.1 Origen de la comunicación no consciente

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Hay diversas causas que originan la aparición de estos mecanismos autónomos. Entre ellos, los más importantes son:


TRANSMISION GENETICA

Viene establecido en el código genético. Se corresponde con lo que vendría a ser la conciencia colectiva. Es también la depuración de actitudes de origen atávico.


CULTURA

Cada grupo social establece una serie de señales que forman un auténtico lenguaje. En la mayor parte de los casos, sólo son válidos de forma intergrupal, y su invalidez se incrementa en función de la distancia.


"STATUS"

El papel que cada individuo ocupa en la sociedad, y su forma de asumir este "roll" determina una buena parte de elementos de este lenguaje, así como su uso.

EDUCACION

El grado de calidad de su educación también informa el modo de comunicar por las otras formas señaladas. En este caso, entendida la educación de forma amplia; es decir, formación y culturización unido a su implicación en las formas sociales del grupo.


Mensajeros químicos externos (m.q.e.)

En el cerebro primario también conocido como "cerebro reptil", en su base, y dentro del "rinencéfalo", todos los mamíferos poseen un órgano capaz de detectar ciertas substancias emitidas de manera involuntaria y con capacidad, en virtud de su composición, de transmitir un determinado estado anímico, una emoción o una postura receptiva.


Los M.Q.E. están compuestos por:

Aminoácidos

Hormonas

Esteróides


Para verificar la existencia de estos M.Q.E. sería suficiente observar las reacciones que se experimentan en el grupo. La proximidad de una persona hace que, frecuentemente, experimentemos una sensación emocional poco racionalizable. Estos "olores que no se huelen", vendrían a explicar actitudes y comportamientos aparentemente incomprensibles.


Por lo tanto, finalmente, esto vendría a explicar las incompatibilidades de tipo "químico" que dan origen a algunas relaciones defectuosas, tóxicas y difíciles.


En sentido contrario, una complementariedad evidente, de tipo químico, sería la consecuencia de la simpatía, empatía, o "el caer bien" en determinadas relaciones sociales.


Esta teoría, desarrollada por Harry Wiener, también atribuye a los M.Q.E. las sensaciones de percepción cuando nos están mirando de espaldas, o cuando sentimos que estamos acompañados, a pesar de la evidente soledad.


8.1.2 La burbuja personal

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Con el nombre de PROXEMIA, R Birdwistle ha definido las reacciones y el comporta­miento en función del grado de proximidad de los seres humanos.


El origen de la proxemia hay que buscarlo en las formas ancestrales de organizarse en sociedad. Las necesidades de defensa mutua, el valor del grupo, las posiciones de autodefensa, vienen a dar sentido a esta manera de administrar el espacio.


Por ello, la necesidad de defensa del territorio, las marcas de las zonas de influencia y la significación del grupo determinan la ley que indica que a mayor proximidad, mas inseguridad.


La invasión del territorio origina la movilización automática de recursos orgánicos que preparan para este evento. Estos cambios fisiológicos que preparan para la huida o el ataque son:


  • Generación automática de adrenalina para preparar al corazón ante una eventual necesidad de máximo esfuerzo.


  • Aumento de la sudoración para liberar toxinas, acomodando el organismo a una nueva situación.


  • Aumento del ritmo cardíaco para facilitar un mayor aporte de oxígeno a los músculos.


  • Incremento del riego sanguíneo. Todo el organismo recibe una dosis extra de sangre.


  • Tensión muscular; para propiciar una reacción rápida.



Las "no personas"


Las "no personas" son como parias, seres que no entran en el juego social y no cuentan para nadie: El que reparte el correo, el que vacía las papeleras y ceniceros o la persona que limpia puede entrar en cualquier sitio sin llamar, pero no se las mira ni se las habla, no pueden mezclarse en la conversación.


Se trata de "no personas", como los camareros de un restaurante, los empleados de un hotel o los lacayos de épocas pasadas. Están cubiertos por la función.



EL ESPACIO


La administración del espacio es, como ya se ha dicho, variable de unas culturas a otras. En la cultura mediterránea, se viene aceptando, con ciertas diferencias, el siguiente reparto:


ZONA INTIMA (DE 15 A 45 CMS.)

Reservada para la familia y para aquellos que guardan una reconocida relación con el sujeto. Su invasión produce un extraordinario malestar y situaciones agresivas­defensivas. Dentro de esta zona, se puede considerar una sub-zona privada, (DE O A 15 CMS.), solo puede ser invadida por los médicos, enfermeras y en las relaciones sexuales.


ZONA PERSONAL (DE 46 A 125 CMS.)

Es la zona de la comunicación personal efectiva por naturaleza. Aquí se verifican las relaciones interpersonales y se aprecia la calidad de ellas, podemos escuchar y ser escuchados.


ZONA SOCIAL (DE 126 A 350 CMS.)

Las distancias preferibles para comunicar en grupo. Existe la sensación de pertenencia, pero conservando la identidad. Las transacciones se hacen y se reciben para y por el grupo­


ZONA PUBLICA (DE 351 EN ADELANTE)

En esta distancia, no se aprecia al grupo, se puede entrar en el y salir cuando se desee, sin percibir conscientemente este movimiento. No es la zona ideal para la comunica­ción, aunque pueda emplearse.



DESARROLLO DE LAS ZONAS


ZONA INTIMA (y sub-zona privada)

Zona reservada a la familia, amante, cónyuge y amigos íntimos. El hecho de abrazar, tocar, pasar el brazo por el hombro, etc. a otra persona será aceptado en tanto el supuesto social se cumpla. En caso contrario, estos hechos tendrán la equivalencia de una invasión del espacio personal, con las reacciones sociales que se correspondan.


En casos de "invasión forzada", como por ejemplo, el ascensor, las butacas de un lugar de encuentro, las reacciones son típicas y significativas. En el ascensor, corresponde el poner "cara de pocker", apretar los músculos y mirar a un lugar fijo, generalmente la botonera. En los asientos de apoyos compartidos, durante los primeros instantes, se establece un tanteo que termina, cuando, de forma tácita se ha "repartido" la zona del brazo que le corresponde a cada uno.


En los tumultos, donde las zonas han sido invadidas, las reacciones del grupo pueden, en cualquier momento, pasar a ser agresivas e incontrolables. Si esas mismas aglomeraciones, en momentos de tensión, se pudieran holgar de forma notable, todos los potencionales efectos agresivos desaparecerían.


Schopenhauer lo ilustró muy felizmente en su "fábula de los puerco espines ateridos". Estos, se vieron forzados a realizar numerosos ensayos hasta conseguir un buen grado de confort para el grupo sin llegar a lastimarse.


ZONA PERSONAL


Esta zona se corresponde con el ambiente afectivo y de interés personal, donde es preciso una elevada respuesta receptiva. Es la zona donde se dan las mejores condiciones de comunicación personal e íntima.


Es la zona considerada de comunicación positiva. Es precisamente en esta zona donde más se pone de manifiesto la importancia de los M.Q.E., que en determinadas ocasiones va a determinar la calidad de las relaciones.


ZONA SOCIAL


Es la zona de comunicación no transcendente, donde puede existir desconexión entre el emisor y el receptor y el efecto "feedback" no suele producirse de manera general.


Es empleada para la comunicación grupal y el envío de mensajes indiscrinados. En esta zona, la sensación de alerta prácticamente es inexistente. Existe la sensación de libertad y la desconexión voluntaria.


ZONA PÚBLICA


Esta zona es la que podría definirse como de "uso común". Se puede comunicar, pero cuando exista intencionalidad por parte del receptor y del emisor. Desde esta zona es desde donde definimos y seleccionamos aquella que más se ajusta o muestra necesidades de comunicación y a la calidad y transcendencia de los mensajes.


Los efectos de la burbuja personal se extienden a la familia y al grupo, a la propia casa y a las propiedades. Cuando somos sorprendidos por un coche, "demasiado" próximo al nuestro se producen los mismos efectos de posiciones de defensa, aumento de la agresividad, desconfianza, etc. Es decir, no está condicionado el espacio abierto.


Como se ha señalado, hay diferencias culturales en la administración del espacio. Hay culturas de contacto, como la árabe-mediterránea, japonesa, sudamericana, etc. donde los espacios se acortan, y otras que se reconocen como de amplio espacio, tal como es el caso de la norteamericana.


El tiempo entre llamar a una puerta cerrada y la respuesta "pase" es tanto más largo cuanto más importante sea el que recibe y tanto más corto cuanto más importante sea el visitante.


Si la puerta está cerrada, el visitante inferior permanece en el umbral, sin osar entrar. Se queda a mitad de camino cuando se trata de un igual y se dirige directamente a la mesa si se trata de un superior.


La distancia entre la puerta y la mesa está en razón directa a la categoría.


Si el que recibe la visita está telefoneando, el inferior se disculpa y dice que volverá más tarde; el de rango igual espera de pie o se sienta; si es un superior el que llega, el visitado dice inmediatamente: "te llamaré más tarde", y cuelga.



8.1.3 Símbolos no verbales

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Dentro de la simbología del espacio y el cuerpo cabe distinguir:


SEÑALES


Las señales son movimientos corporales preestablecidos y posiciones habituales que señalan actitudes, ideas o sentimientos. Se manifiestan de forma consciente o automática y su origen suele ser cultural, genético o incierto, como sucede con la afirmación o negación con la cabeza. Contra lo que pueda suponerse, esta señal no es universal.


La capacidad y el instinto de succionar, podría ser el origen de la afirmación y negación, equivalente al hecho de aceptar el alimento, tomando el pezón o el deseo de soltarlo cuando se ha cubierto la necesidad.


El caso de la sonrisa es muy incierto. Parece, que este atavismo podría provenir de una señal agresiva, culturalmente modificada.


Se trata de actos no conscientes, el uso de las señales, como lo demuestra el hecho de que desconocemos el brazo que introducimos primero al ponernos una chaqueta, o "saber" que brazo cruza al otro. También lo podemos observar en nuestro comporta­miento cuando estamos con una persona de distinto sexo.


Inequívocamente, cuando la gente se siente feliz, generalmente, ríe o sonríe y cuando está triste frunce el ceño.


Hay multitud de señales que las empleamos de manera permanente en nuestras relaciones sociales y que apenas somos conscientes de su aplicación, pero que transmiten una emoción. Saltamos, nos erguimos para mostrar un estado anímico positivo; que contrasta con el encorvamiento que se corresponde con una sensación negativa.


Hay una serie de señales culturales, algunas de ámbito "quasi" universal, que se emplean de manera consciente y que se denominan "emblemas". Estos movimientos, en algunos casos, pueden ser reflejos o inconscientes, pero siempre son de origen cultural.


EMBLEMAS


Estas señales culturales, en algunos casos, tienen distintos significados según el origen del sujeto. Hay algunos que pueden estar incorporados al mundo de los gestos, pero se consideran emblemas por su aplicación generalmente consciente.


Golpear repetidamente, y de forma enérgica, con el dedo índice sobre la mesa. Señal de agresividad y autoarirmación.


Señalar con el dedo, o con cualquier otro instrumento, a otra persona. Presunto índice de violencia.


El movimiento del pulgar para hacer "auto-stop".


Pasarse el índice por el cuello. Decapitar(se).


La señal de hambre con los dedos juntos.


La señal de hambre frotándose el estómago


La mano plana sobre la mejilla en señal de sueño.


La "V" de la victoria con dos dedos. Con la palma hacia dentro, en Grecia, significa "vete a la m...".


La "O" con el índice y el pulgar. "Todo OK". En algunos países de latinoamérica es indicativo de homosexualidad.


El pulgar hacia arriba también es indicativo de "todo bien", pero en ciertos países es "Yo en el tuyo".


Las señales y los emblemas, tienen en común su culturalización, es decir, el empleo de estos, muy frecuentemente, de manera consciente y como complementos de la comunicación.


GESTOS


Los gestos son movimientos, posiciones o reacciones corporales que transmiten información, reacción o complemento de las otras formas de comunicación.


Elemento indispensable en la retroalimentación ("feedback"), que controla el nivel de efectividad en las relaciones sociales en orden a la comunicación.


Los gestos se deben de interpretar como "frases completas", se deben de "leer" con continuidad y dentro de un determinado contexto para ser interpretados con precisión. Es decir, ha de ser una lectura interrelacionada. Por ejemplo: rascarse la cabeza puede significar duda, olvido, etc. pero también nos puede estar indicando que esa persona tiene caspa o que simplemente le pica al cabeza.


La "lectura" de los gestos se va a desarrollar en función de la parte del cuerpo que está en juego. También en este caso es importante la eventual comprobación de las apreciaciones por vías complementarias.





Reseña



José Gimeno Sacristán.

El alumno como invención

Ediciones Morata, Colección Pedagogía, Madrid - 2003 - 255 págs.



Como es habitual, siempre que sale una obra de Gimeno Sacristán, pedagogo aragonés, busco un tiempo para leerla y dialogar con ella. Hasta la fecha, ninguna de sus lecturas me ha defraudado. De modo particular, pienso que esta libro, plantea muchos, interesantes y necesarios desafíos para la “escuela salesiana” de hoy.

La inmensa mayoría de las investigaciones y publicaciones educativas de las tres últimas décadas se han centrado en el profesor. El alumno, esa categoría inventada por los adultos, apenas cuenta. Este libro tiene la saludable y original idea de volver la vista hacia el alumno, el “sujeto paciente” del hecho educativo. Sólo si se entiende a los alumnos, se les puede ayudar a que sean ellos mismos quienes vayan construyendo su personalidad, el objetivo central de la educación. Ahí está la “calidad”(repárese que digo “alumno” y no “cliente”). Éste es un libro denso, pero muy interesante. El aragonés, Gimeno Sacristán, baraja de nuevo las cartas de la educación para colocar en el centro de la escena al alumno, el “destinatario” de la enseñanza.

La obra, como comentamos, pretende rescatar el valor del sujeto escolarizado como un referente esencial para proyectar, desarrollar y evaluar la calidad de la educación. El autor ofrece datos y argumentos para resistir el envite de las corrientes dominantes del pensamiento (el pensamiento neolibereal, el discurso tecnocrático y gerencialista de la enseñanza gestionado a través de los llamados “proyectos de calidad”, las políticas utilitarias y el academicismo que ha sacralizado los contenidos de la enseñanza. Gimeno, considera que cuando la preocupación por la calidad de la enseñanza inunda los discursos acerca del presente y futuro de los sistemas educativos, es preciso recordar que la calidad de la educación exige mirar y dirigirse al alumno, quien, al mejorar como persona, aprendiz y ciudadano, perfecciona a la sociedad.

Esta obra, además, es atrevida en el planteamiento metodológico ya que, rastrea con un enfoque interdisciplinario, los rasgos más sobresalientes de la trayectoria que han seguido los menores para convertirse en escolares bajo la mirada vigilante, disciplinante, protectora y amorosa (a veces ruda y poco amistosa) de los adultos y, más específicamente, de los padres, madres, profesores y profesoras.

La infancia, los menores en general o el alumno, son categorías elaboradas por los adultos en el seno de la cultura y de las prácticas sociales. Una vez que la educación se ha universalizado, se es menor en tanto se es alumno, y se vive la experiencia en este último papel en tanto se es visto y tratado como menor.
Cuando la preocupación por la calidad de la enseñanza inunda los discursos acerca del presente y futuro de los sistemas educativos, es preciso recordar- como hace el autor- que la calidad de la educación —que no es necesariamente lo mismo— exige mirar y dirigirse al alumno.

Un buen libro, sin duda alguna, para hacer memoria y proyectar el futuro en los nuevos contextos educativos actuales. Las personas que lo lean de forma detenida no quedarán defraudadas.

Me permito finalizar este breve comentario, añadiendo cuatro anexos: el índice del libro, un párrafo de la Propuesta educativa salesiana referido al alumno como protagonista de la educación y dos párrafos del libro de Gimeno Sacristán.



José Pérez Gándara. Oviedo, 2004


NECROLOGIO SALESIANO DE LA INSPECTORÍA DE SANTIAGO EL MAYOR-LEÓN


FEBRERO


PRESENTACIÓN

«Mientras lo apedreaban, Esteban invocó: Señor Jesús, acoge mi espíritu» (Hch 7,59).


Desde la muerte de Esteban, primer mártir de la fe, hasta nuestros días, muchos han dado su vida por el nombre de Jesús. Ya desde los primeros siglos del cristianismo, las distintas comunidades sentían el deber de comunicar mediante una carta la muerte de sus «testigos», de sus «mártires». La muerte de Esteban, como la de Santiago (cf. Hch 12,1-19), se nos narran en el libro de los Hechos de los Apóstoles, pronto se extendería la necesidad de transmitir el testimonio de hermanos muertos de entre los cristianos de las siguientes generaciones. Así surgió la primera recopilación de estas cartas entre comunidades: Las actas de los mártires —la edición más extendida es la de Daniel Ruiz Bueno, publicada por la BAC, Madrid 52003—.


En las actas, como en nuestro necrologio, aparecen muchos personajes. Mientras unos personajes son conocidos por todos, otras menciones son escuetas y simples de cristianos casi anónimos.


Para la Iglesia de los primeros siglos, el recuerdo —incluso el culto— a los mártires supone un estímulo para todos los cristianos, especialmente para quienes se encontraban en una situación difícil. San Justino, ejecutado en Roma en el siglo II, escribió como «la sangre de los mártires es semilla de cristianos».


También para nosotros, hoy, el recuerdo agradecido de los salesianos difuntos puede ser semilla de nuevas historias en las propias vidas o en las que están por venir.


Para que este recuerdo sea más cercano y contribuya a éste propósito, en este volumen presentamos la selección que hemos preparado de entre los salesianos difuntos fallecidos en el mes de febrero. De todos los hermanos que aquí constan queda consignado su nombre completo, el lugar de su fallecimiento, el año y la edad de defunción. Para abreviar nuestro trabajo hemos empleado las siguientes abreviaturas:

  • Sac.: Salesiano presbítero.

  • Coad.: Salesiano coadjutor.

  • Mons.: Salesiano obispo o arzobispo.

  • Card.: Salesiano cardenal.

  • Est.: Salesiano estudiante (clérigo o seminarista)



1

Coad. Carlos Sicard Melendro. Murió en Sarriá (Barcelona) en 1930, a los 52 años.

Sac. José María Baquero Benítez. Es recordada su singular confesión y autodefensa el año 1937, ante el Tribunal Popular. Murió en Villena, en 1979, a los 69 años.

Sac. David Churio Baquedano. Murió, en accidente de tráfico, en La Puebla de Valverde (Teruel), en 2000, a los 65 años. Fue inspector de Valencia durante cuatro años.


2

Sac. Angelo Lovisolo. Murió en San Gregorio (Italia), en 1934, a los 72 años. Fue inspector durante tres años.

Sac. Ludovico Costa. Murió en Bollengo (Italia), en 1944, a los 73 años. Fue inspector durante seis años.

Coad. Fidel Badosa Cuatrocasas. Murió en Horta (Barcelona), en 1947, a los 65 años.

Sac. José González del Pino Franguelo. Murió en Córdoba (Argentina), en 1971, a los 72 años. Fue inspector durante once años.


3

Est. Ignacio Epelde Aramendi. Murió en 1909, en Madrid, a los 21 años.

Sac. Mosé Veronesi. Murió en Verona (Italia), en 1930, a los 79 años. Fue inspector durante 14 años.

Sac. Sebastián Arnau Prat. Murió en Alcoy (Alicante), en 1994, a los 76 años.

Sac. Maurits Quartier. Murió en Kortrijk (Bélgica), en 2000, a los 87 años. Fue inspector durante seis años.


4

Sac. Pedro Olivazzo Delu. Italiano, de la región de Monferrato, en 1885, con 14 años, entra en el Oratorio de Valdocco. Después de recibir el diaconado, lo destinan al colegio de Viñas (Santander). Desde entonces, prácticamente, su vida salesiana se desarrollará en España. Fue cuarenta años director. La fidelidad a Don Bosco, el celo por las almas, la preocupación por las vocaciones —sobre todo en su etapa de director en Astudillo—, el amor y propagación de la devoción a María Auxiliadora, fueron centro y motor de su apostolado. Murió en Arévalo (Ávila), con fuertes secuelas de una trombosis cerebral, en 1958, a los 80 años.

Sac. José Saborido. Fue director en varias casas españolas. Buen matemático, artista y pintor, fungió también de arquitecto —a él se debe la construcción de la casa de Deusto y la supervisión de otras grandes obras—. Murió en Orense, en 1960, a los 78 años siendo un gran testimonio de pobreza, fidelidad y trabajo.

Sac. Giuseppe Pietro Tirone. Fue durante 15 años inspector en Oswiecin, después fue catequista general durante 25 años. Murió en Turín, en 1962, a los 86 años.

Sac. Antonio Prieto Rodríguez. Murió en Córdoba, en 1975, a los 65 años.

Sac. Bonifacio Rollizo López. Murió en Mataró (Barcelona), a los 79 años, en 1984.

Sac. Antonio Martín Gómez. Murió en La Coruña, en 1990, a los 78 años. La eucaristía, la oración continua y la devoción a María Auxiliadora no faltaron en su vida entregada a la misión y llena de sacrificio por una larga enfermedad cardiaca.


5

Sac. Rafael Conde Hernández. Murió en Cádiz, en 1976, a los 62 años.

Sac. Javier Asurmendi. Murió en San Vicente (Barcelona), en 1991, a los 50 años.


6

Sac. Luis Amadeo Rojas Muñoz. Murió en Santiago de Chile, en 1943, a los 67 años. Fue administrador apostólico de Magallanes.

Sac. Manuel Haro Pellón. Murió en Orejo (Cantabria), en 1944, a los 77 años.

Coad. Ernesto Carletti. Murió en Castellammare (Italia), en 1949, a los 61 años. Fue inspector durante 15 años.

Coad. Francisco Taibo Milo. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1949, a los 68 años.

Sac. Maximino Isidoro Rodríguez Sierra. Murió en Sevilla, en 1950, a los 78 años.

Sac. Roberto Fanara. Llamado por Don Ricaldone como Consejero escolástico, falleció al cabo de un año, en 1951, a los 57 años.

Sac. Vicente Schiralli. Murió en Barcelona, en 1957, a los 89 años.

Sac. Pedro Robles Díaz. Murió en Madrid, en 1964, a los 32 años de edad.

Sac. Clemente Gimeno Alonso. Murió en Martí‑Codolar (Barcelona), en 1995, a los 78 años.

Sac. Jozef Peerlinkck. Murió en Vilvoorde (Bélgica), en 1996, a los 83 años. Fue inspector durante ocho años.


7

Coad. Narciso Pinernat Marqués Murió en 1933, a los 65 años, en Valencia.

Sac. Annibale Bortoluzzi. Murió en Monteortone (Italia), en 1982, a los 92 años.


8

Coad. Ignacio Pla Faura. Murió en Sevilla, en 1950, a los 72 años.

Sac. Giacomo Mezzacasa. Murió en la Crocetta de Turín en el año 1955, a los 84 años.

Sac. Luigi Pedemonte Solari. Fue inspector en Patagonia, Perú-Bolivia y Antillas-Méjico. Fue también postulador de las causas de Zeferino Namuncurá y Laura Vicuña. Murió el año 1962, en Bernal (Argentina), a los 86 años.


9

Sac. Antonio do Muiño Casal. Murió en Montilla (Córdoba), en 1965, a los 77 años.

Sac. Eduardo Benar Rodríguez. Murió en Alcalá de Guadaira (Sevilla), en 1990, a los 57 años.


10

Coad. Ángel Vidal. Murió en Madrid, en 1917, a los 19 años.

Mons. Arturo Jara Márquez. Vicario Apostólico de Magallanes y las Malvinas durante doce años. Murió en Santiago de Chile, en 1939, a los 58 años.

Sac. Francisco de la Hoz Cavielles. Murió en Sevilla, en 1970, a los 68 años.


11

Coad. Bernardo Belmonte Duarte. Murió en Mataró (Barcelona), a los 71 años, en 1975.

Sac. Francesco Convertini. Murió en Krishnagar (India), en 1976, a los 78 años. Está introducida la causa de canonización.


12

Coad. Rafael Bellver Crespo. Murió en Alicante, en 1984, a los 63 años.

Sac. Luigi di Fiore. Murió en Brunswick (Australia), en 1989, a los 68 años. Fue, durante siete años, inspector.

Mons. Ernesto Álvarez. Murió en Quito en 1991, a los 65 años. Fue auxiliar de Guayaquil y durante catorce años arzobispo de Cuenca.


13

Est. José Aizpuru Aranguren. Murió en Madrid en 1914, a los 26 años.

Sac. Teodosio de la Fuente de la Fuente. Murió en León, en 1999, a los 84 años. Desde el aspirantado muestra su orientación misionera, lo que le lleva a tierras de Ecuador y Chile. Será posteriormente cuando regrese a España, donde mantiene su infatigable entusiasmo misionero; dando muestras de su carácter paternal, bondadoso, acogedor y optimista y lleno de buen humor.

Sac. José Pérez Rosales. Murió en Palma del Río (Córdoba), en 2000, a los 75 años.


14

Sac. Franc Walland. Murió en Recco (Italia), en 1975, a los 88 años. Fue inspector durante siete años.

Coad. José Lizarralde Uría. Murió en Urnieta (Guipúzcoa), en 1989, a los 77 años.


15

Coad. José Caballero Arroyo. Murió en Sevilla, en 1943, a los 69 años.

Coad. Ubaldo Carrera Fernández. Murió en Ávila, en 2002, a los 76 años.


16

Est. Filomeno Notario Vicente. Murió en Villasbuenas (Salamanca), en 1939, a los 25 años.

Sac. Baldomero Berlanga Jiménez. Murió en Córdoba, en 1992, a los 80 años.

Sac. Ricardo Santos Sánchez. Murió en Valsalabroso (Salamanca), en 1998, a los 66 años.


17

Est. Ricardo Fernández Gutiérrez. Murió en Madrid, en 1921, a los 19 años.

Coad. Francisco Mo Rufat. Murió, en Sarriá (Barcelona), a los 35 años, en 1972.

Coad. Evaristo Rivera Herrero. Murió en Algeciras (Cádiz), en 1983, a los 83 años.

Sac. Joseph Aubry. Teólogo de la Vida Consagrada. Formidable trabajador durante veintidós años en los dicasterios de la Formación y de la Familia Salesiana. Antes, había sido profesor de teología en Lyon y en el Zaire. Murió en Roma, en 1994, a los 78 años.


18

Sac. Domenico Belmonte. Fue durante quince años Prefecto General, cuando don Rúa pasó a Vicario. Murió en Turín, en 1901, a los 57 años.

Coad. Saturnino Martín Blanco. Murió en La Cuesta (Soria), en 1982, a los 61 años.

Coad. Benito Gil González. Murió en Utrera (Sevilla), en 1983, a los 65 años.

Sac. Mariano Uguet. De Barcelona, murió en Calcuta, a los 91 años, en 1989. Fue inspector durante nueve años.

Mons Miguel Raspanti. Murió en Córdoba (Argentina), en 1991, a los 86 años. Durante dieciséis años fue inspector y durante 23 obispo de Morón.

Sac. Tomás Utrilla García. Murió en Campillo (Alicante), en 2000, a los 79 años.


19

Sac. Andrés Valentín Diego Arias. Murió en Ronda (Málaga), en 1944, a los 51 años.

Sac. Luigi Sutera. Murió en Cuiabá (Brasil), en 1948, a los 79 años. Fue inspector durante 14 años.

Sac. Baldomero Pagan Bergadà. Murió en Pozoblanco (Córdoba), en 1951, a los 72 años.

Sac. Rafael Moreno Márquez. Murió en Córdoba, en 1990, a los 62 años.

Sac. Andrej Swida. Murió en Warszwa (Polonia), en 1995, a los 90 años. Fue inspector durante seis años.


20

Est. Alfonso Oliva Coll. Murió en Gerona, en 1934, a los 19 años.

Sac. José Castells Malló. Murió en Huesca, a los 77 años, en 1962.

Sac. John Jocelyn Maden. Murió en Perth (Australia), en 1987, a los 53 años. Fue prefecto apostólico de Lashio durante diez años.

Sac. Antonín Dvorak. Murió en Maravské (República Checa), en 1999, a los 92 años. Fue inspector durante 20 años.


21

Sac. Gioacchino Berto. Fue durante veinte años secretario de Don Bosco. Murió en Turín, en 1914, a los 67 años.

Coad. Julián Cabré Llisas. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1918, a los 22 años.

Sac. Frederick Couche. Murió en Londres (Gran Bretaña), en 1957, a los 71 años. Fue inspector durante doce años.

Coad. Alejandro Morido Matas. Murió en Pamplona, en 1965, a los 73 años.

Sac. Angelo Guglielmo Cabrini. Murió en Ramos Mejía (Argentina), en 1957, a los 71 años. Fue inspector durante 14 años.

Sac. Pierre Gimbert. Murió en Petion-Ville (Haití), en 1980, a los 99 años. Fue superior de la visitaduría durante dos años.

Sac. Luis Cutillas García. Murió en Barcelona, Martí-Codolar, en 1989, a los 94 años.


22

Sac. Gregorio Velasco de la Fuente. Murió por una enfermedad que arrastraba desde años atrás en Vigo, en 1940, a los 32 años. Fallecía consciente estar cumpliendo la voluntad de Dios, como vivió durante su intensa vida.

Sac. Lorenzo Nigra. Murió en Turín, en 1951, a los 72 años. Fue inspector durante tres años.

Sac. Felipe Díaz Fernández. Murió en Madrid, a los 76 años, en 1974.

Sac. Francesco rastello. Murió en Turín, en 1977, a los 95 años. Fue inspector durante nueve años.

Coad. Enrique Porras Benítez. Era sobrino de Santa Rafaela Porras, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón. Murió en Sevilla, en 1995, a los 79 años.


23

Coad. Teófilo Jáuregui Epelde. Murió en Bilbao, en 1998, a los 71 años.


24

Sac. Pietro Perrot. Murió en la Navarre (Francia), en 1928, a los 75 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. Georg Wagner (Rach). Murió en Fulpmes (Austria), en 1964, a los 78 años. Fue inspector durante 14 años.

Sac. Santiago Francia Rebollo. Murió en Madrid, en 1974, a los 61 años.

Sac. Angelo Garbarino. Murió en Génova (Italia), en 1977, a los 83 años. Fue inspector durante nueve años.

Sac. Elio Scotti. Murió en Alassio (Italia), en 1996, a los 74 años. Fue inspector durante seis años.


25

Sac. Clemente Bretto. Fue ecónomo general durante ocho años. Murió en Turín, en 1919, a los 63 años.

Sac. Francisco Perramón Nofre. Murió en Baracaldo, en 1922, a los 58 años.

Coad. Francisco Díez Rodríguez. Murió en Santander, en 1994, a los 57 años.


26

Sac. Enea Tozzi. Murió en Sherfield (Gran Bretaña) a los 82 años, en 1958. Fue 25 años inspector y, durante la segunda guerra mundial, delegado del Rector Mayor para Inglaterra y América del Norte y Centro.

Sac. Gregorio Aranda Crespo. Murió en Madrid, en 1992. Tras ocho años de grave enfermedad, a sus 58 años dejaba un recuerdo de paz, entrega, serenidad, delicadeza y dedicación sin igual, tanto por sus años en la casa general de Roma, como por los desarrollados en España.

Sac. Andrea Toti. Murió en Lugano (Suiza), en 1999, a los 82 años. Fue inspector durante seis años.

Sac. José Fuentes Fuentes. Murió en Sevilla, en 2000, a los 77 años.

Sac. Antonio Sánchez Romo. Murió en Madrid, en 2002, a los 69 años.


27

Sac. Manuel Hermida Pérez. Murió en Sarriá (Barcelona), en 1928, a los 78 años. Fue inspector durante cuatro años.

Mons. José Domitrovitsch. Murió en Humaitá (Brasil), en 1962, a los 68 años. Fue obispo durante 29 años.

Sac. Pedro Escursell Marsà. Murió en Rocafort (Barcelona), en 1982, a los 85 años.


28

Est. Andrés Galán Torras. Murió en Pedro Abad (Córdoba), en 1911, a los 20 años.

Sac. Carlos Ghivarello. Murió en San Benigno Canavese, en 1913, a los 77 años. Durante ocho años fue miembro del Consejo Superior.

Card. Giovanni Cagliero. Desde sus trece años estuvo con Bosco. Fue uno de los cuatro jóvenes que aceptaron ensayar con él un ejercicio práctico de caridad y se llamaron salesianos. Fue el Primer director espiritual de la Congregación y quien dirigió, en 1875, la primera expedición misionera. También fue el primer obispo y el primer cardenal salesiano. Se le recordará como el «apóstol de la Patagonia» Murió en Roma, en 1926, a los 88 años.

Sac Francisco Escapa Puyuelo. Murió en Ronda (Málaga), en 1944, a los 72 años.

Sac. Rufino Encinas Hernández. Murió en Bilbao, en 1974, a los 64 años.

Coad. Miguel Moreno Mancilla. Murió en Cádiz, en 1991, a los 90 años.


29

Coad. Manuel Cárdenas Hidalgo. Murió en San José del Valle (Cádiz), en 1936, a los 74 años.




1 “La presencia salesiana es una realidad dinámica de relaciones, un conjunto de proyectos y de procesos, puestos en marcha por la caridad pastoral y realizados con los jóvenes, los seglares y la Familia Salesiana” (CG’25, 42) .


2 Encontramos una versión del texto en el apéndice de las Constituciones. En torno al año 1984 se hicieron bastantes comentarios. Una exposición crítica se puede estudiar en el libro de D. Braido D. Bosco educatore. Scritti e testimonianze, Roma, LAS 1997 . Además de los textos tradicionales de Pedagogía salesiana, se pueden consultar, ricos y abundantes documentos en: PRELLEZO J.M., (coord.), Valdocco en el XIX entre lo real y lo ideal. Documentos y testimonios sobre una experiencia pedagógica, Madrid: CCS 2000 (colección: Fuentes y Documentos de Pedagogía). Hay otros muchos textos en esta colección y en la literatura salesiana sobre educación y Sistema Preventivo.


3 No sólo se trata de experiencia específica del tirocinio (C 115). Otros artículos, para todos los salesianos, señalan el patio como el lugar donde se comparte la alegría y la amistad (C40), y proponen datos sobre el estilo salesiano de relación, sobre los rasgos propios del Sistema Preventivo (C 38) y sobre el Oratorio como criterio permanente (C 40).

También encontramos un artículo específico sobre “La asistencia como actitud y método”: “La práctica del sistema preventivo requiere en nosotros una actitud de fondo: la simpatía y la voluntad de entrar en contacto con los jóvenes. Aquí con vosotros me encuentro bien; mi vida es precisamente estar con vosotros. Estamos en medio de los jóvenes como hermanos, con una presencia activa y amistosa, que favorece todas sus iniciativas para crecer en el bien y los estimula a liberarse de toda esclavitud, a fin de que el mal no domine su fragilidad. Esta presencia nos abre al conocimiento vital del mundo juvenil y a la solidaridad con todos los aspectos auténticos de su dinamismo” (C 40).

4 Fernando Prado y Pedro M. Sarmiento en Vida Religiosa, febrero 2003, num. 2, vol. 95

5 Norberto Alcover, en Cooperador Paulino, nº 112, enero/febrero 2003.

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