Cristo sigue llamando


Cristo sigue llamando




Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 octubre de 2003 nº 29














UNA SANTIDAD SENCILLA. Elogio de la Beata Madre Teresa de Calcuta


Es muy bonito escuchar de una pluma como la de Juan Manuel de Prada lo siguiente: “Mientras retiraba una venda purulenta, mientras limpiaba una pústula, mientras posaba la mirada en unos ojos febriles, esmaltados de agonía, veía camuflado el rostro de Jesucristo; y la certeza de que su Esposo viigilaba su labor y la aprobaba, le infundía una trepidación gozosa, una suerte de entusiamo que no admitía desmayo ni claudicación. Con perplejidad, descubrió que ese entusiasmo era insomne, que no se agotaba nunca, que día tras día se renovaba como el ave Fénix; con alborozo descubrió que era, además, contagioso” (ABC, 20.10.2003, p.7). ¡Feliz mes de todos los Santos!
























ÍNDICE



  1. Retiro ………………….3-14

  2. Formación……………15-20

  3. Comunicación.……...21-26

  4. El anaquel……………27-36

  5. El coach………………27-29

  6. Necrologio Salesiano30-36



Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

Avda. de Antibióticos, 126

Apdo. 425

24080 LEÓN

Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254


Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO





LA COMUNIDAD, CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN

AGUSTÍN IGLESIAS


Motivación y objetivos del tema.


Un dato constitutivo del hombre es que es un ser social y hermano. Ser persona le exige convivir, asociarse, formar comunidad. Hoy se ha desvanecido la ilusión de que aisladamente se puede ser más y mejor que en comunidad. “Estamos asistiendo a un proceso de búsqueda de la unidad, de comunión, de integración. es un signo de los tiempos. Basta observar los diversos grupos de países que tratan de crear una casa común.” (Aguinaldo 2003). De hecho hoy son muchas las colectividades que usan la palabra comunidad, (comunidad de vecinos, comunidad autónoma, comunidad europea, comunidad de naciones....) aunque la usen indebidamente, porque:


-no hay comunidad lograda sin sentido de pertenencia, sin relaciones verdaderamente fraternas, sin comunión

-no hay ni comunidad ni es posible la comunión sin una misión común.


*Al comienzo del milenio Juan Pablo II manifestaba el deseo de hacer de la Iglesia “casa y escuela de comunión”, y proponía un programa con las líneas básicas que vertebran la espiritualidad de comunión. (NMI 43)

También la Instrucción “Caminar desde Cristo”, ha propuesto a las comunidades religiosas “la tarea de fomentar la espiritualidad de la comunión: en su interior, en la comunidad eclesial y en el mundo”. (cfr. CdC n. 28; VC 51)


En sintonía con los fenómenos socioculturales y las orientaciones eclesiales este trabajo pretende:

-sensibilizar a las comunidades sobre el programa de la Iglesia propuesto en la carta NMI,

-continuar la reflexión sobre “la comunidad salesiana hoy”, (CGXXV)

-asumir el reto que le llega a la comunidad de ser “casa y escuela de comunión promoviendo la

espiritualidad de comunión”, (CdC; Ag. 2003)

-y contribuir a iluminar el Objetivo General del PAI 2003/04: “Hacer que cada comunidad sea casa y

escuela de comunión”.

1º- Comunidad y comunión


En contraste con la Eclesiología del pasado que presentaba a la Iglesia como sociedad jerárquica, la nueva eclesiología subraya con fuerza el aspecto de la Iglesia-comunión y se inspira en el misterio de comunión de la Trinidad (LG).

Este nuevo modelo de Iglesia y su referencia a la Trinidad comprometen a la comunidad religiosa

-a “ser en la Iglesia y ante el mundo signo elocuente de comunión”

-y a “aparecer como célula de intensa comunión fraterna, estímulo para todos los bautizados”, testimonio cualificado, expresión viva y realización privilegiada de la comunión eclesial y de la gran “koinonía” trinitaria” (VFC 2; cfr. VC 41, 42).


Esto pone de relieve dos cosas:

1ª- el aspecto teologal de la comunidad religiosa que “no puede comprenderse sin partir de que es un misterio que hunde sus raíces en el corazón mismo de la Trinidad que la quiere como parte del misterio de la Iglesia para la vida del mundo” (VFC 8).

2ª- el aspecto humano patente en la imposibilidad de lograr plenamente la comunión con medios humanos; porque, en una comunidad religiosa, ni la presencia física, ni la elección selectiva, ni la mejor programación, ni la disciplina, ni las buenas relaciones, ni el proyecto comunitario son la comunión. Son sólo estructuras de apoyo que pueden darse sin la comunión; pueden, incluso, invocarse para probar la comunión sin que en realidad lo sean.


*La comunión es conversión permanente a Dios y a los hermanos, “una tarea fascinante que exige

-personas espirituales forjadas interiormente por el Dios de la comunión benigna y misericordiosa,

-y comunidades maduras donde la espiritualidad de comunión sea ley de vida” (Ag 2.3; CdC 28).

2º. La comunidad: casa de comunión.


-Tener casa es una de las aspiraciones y necesidades del ser humano.

-Por otra parte, “La vida común en una casa es esencial a la vida religiosa”. (VFC 65, CIC c.

608).


Si la comunidad es casa de comunión, ¿qué es una casa y qué tiene que ver con la comunión?


  • 1-Una casa es:


-un espacio físico donde se satisfacen las necesidades humanas básicas:


-necesidades orgánicas: hambre, sed, sueño, distracciones saludables, tiempo libre.

-necesidades psíquicas: seguridad emocional, participación, aceptación, estima.

-necesidades existenciales: dar sentido a la propia vida.

Esas necesidades responden a la imagen que Dios ha querido para el hombre.

*Dios, que da el ser, es la razón última del deber y el derecho a procurar la satisfacción de lo que el ser necesita para crecer hacia la plenitud, no aisladamente, sino en convivencia, en familia, en casa.


a) El hombre, por naturaleza constructor, maneja en su propia utilidad diferentes elementos naturales, inventa herramientas, planifica y construye la casa con el fin de que, dentro de ella, pueda encontrarse con otros semejantes en un ámbito de intimidad compartida, de interrelación, de comunión.


Tres relaciones fundamentales definen la casa que el hombre edifica:

-en relación con el mundo, la casa es cobijo, lugar de protección y seguridad

-en relación con los hombres, es lugar de familia, ámbito de comunicación y comunión

-en relación con lo existencial es lugar de responsabilidad y de apertura al misterio.

*La casa construida por el hombre queda jurídicamente reconocida en propiedad para siempre.

Sin embargo, la urdimbre del universo relacional que se da en su interior debe ser retejida y cuidada con mimo cada día.


b) De acuerdo con las necesidades elementales, la casa religiosa es:

-lugar de protección frente a “lo que hay en el mundo de avidez de los ojos, concupiscencia de la carne y soberbia de la vida”.(1Jn 2,15-16).

-espacio que permite hacer realidad la familia querida por Jesús, (cfr. Mc 3,35) y el ideal cristiano de comunidad plasmado en Hch 2,42.

-y ámbito privilegiado de comunión con Dios y con los hermanos.


*Por eso y para eso la disposición del CIC: “No se erigirá ninguna casa religiosa si no se prevé prudentemente que podrá atenderse de manera adecuada a las necesidades de sus miembros”. (c. 610).


*Como la casa construida por el hombre, una casa religiosa también se erige jurídicamente de una vez.

Pero la comunión fraterna está en continua construcción, porque no es fácil tejer una red de relaciones sanas entre hermanos de diferentes generaciones y mentalidades, de distintas ideas y sentimientos, de diversas culturas, sin tener bien presente que la comunidad es, ante todo, don de Dios, y que, por tanto, “ha de ser acogida con agradecimiento y con abierta disponibilidad a la conversión de las actitudes que ofenden, desgastan y destruyen la comunión”. (Ag 2.3)


*La comunidad contruye la comunión en la medida en que acepta con realismo:

a) que los hermanos no se eligen, se reciben, (cfr. C 50) y

b) que la diversidad es querida por Dios para enriquecer a la comunidad y potenciar su acción. “Formamos un solo cuerpo, y, respecto a los demás, cada uno es un miembro con dones diferentes”. (cfr. Rm 12, 5-6). “Cada uno recibe de Dios su propio don”. (Ef 4, 7).

*Importa ver a los hermanos bajo la perspectiva de la complementariedad.

c) que, como realidad humana, la comunidad cuenta con valores que estimulan y con defectos que provocan a hacer realidad la comunión. Por eso los hermanos “evitan fáciles culpabilizaciones propias o ajenas cuando la comunidad no alcanza las cotas de perfección que son siempre una meta” (Ag 2.3)


  • 2- Una casa es:

-un espacio ordenado que necesita estructuras y lugares comunes donde expresar la comunión de sus moradores. Por eso,


a) Como lugar ordenado, una casa tiene:

-una sala de estar, lugar de recreo, y espacio donde se tratan los asuntos familiares y se comparten las alegrías y las penas.

-un comedor: lugar donde se parte, se reparte y se comparte el pan familiar.

-ventanas abiertas al entorno, por las que entran en la casa la luz y el aire necesarios para la vida. Las ventanas no permiten ver el mundo en su inmensidad, lo trocean, lo enmarcan, sitúan la casa.

-puertas para salir al mundo exterior, lugar de los compromisos sociales, y para entrar que piden al que llega contribuir a la vida de los que allí moran y dejar fuera lo que podría herir su sensibilidad.

*En la casa tiene que haber un orden respetado y fomentado por todos por ser necesario para el bien común.“Compartir el lugar donde se convive significa aceptar una disciplina, tener algunas atenciones sólo aparentemente poco importantes como, por ejemplo, la puntualidad y el orden”.


b) La comunión no existe en abstracto; necesita lugares y estructuras para expresarse. Por eso, la comunidad, como lugar ordenado, tiene:

-un salón de encuentro: lugar donde se tratan los temas de la vida comunitaria, se planifican las tareas, se evalúan los logros, se estudian comunitariamente los problemas...

-un comedor y una mesa común, expresión de la comunión de bienes y de la celebración de la vida

-habitaciones individuales: lugares de descanso, de estudio, de reflexión, de decisiones íntimas.

-una capilla, espacio que da sentido a la comunidad, lugar donde, al comienzo y al final de la jornada, se hace experiencia de filiación y fraternidad, se reafirma el sentido de pertenencia, se evalúan los proyectos personales, se disciernen las exigencias apostólicas a la luz de la Palabra, y se evalúa el talante cristiano de cada hermano ante el Cristo que se entrega por todos en la Eucaristía

-ventanas, punto de mira necesario que abre la comunidad al mundo para, sabiéndose agraciada, sentirse estimulada, comprometida, agradecida, responsable. Las ventanas recogen sólo aquel espacio de mundo que permite a la comunidad ser lo que es y le recuerda aquello por lo que es y para lo que es.

-puertas abiertas hacia dentro para acoger cordialmente a los que llegan a la comunidad; y puertas abiertas hacia fuera porque, cerrada sobre sí misma, la comunidad se neurotiza; replegada sobre sí, olvidaría el compromiso con una cultura incapaz de trascenderse


*La comunidad religiosa como lugar ordenado necesita unas estructuras de apoyo para expresar la comunión. Para lograrlo la comunidad tiene que ser ámbito de libertad y de holgura, ese lujo en la vida de la comunidad sólo posible si las personas aceptan una disciplina considerada obligatoria por ser necesaria para el crecimiento armónico de cada hermano y para la vida de la comunidad.


  • 3- Una casa es:


a)-un hogar donde se conjugan el dar, el recibir y el compartir.

-El hogar es el ámbito de donación por excelencia, el espacio donde se recibe aún más de lo que se da, el lugar donde a nadie falta lo necesario porque todo se comparte.

-En un hogar se respira el calor de la acogida, de la comprensión, del afecto, del cuidado mutuo, del apoyo estimulante.

-En un hogar se vive en compañía, al abrigo de la soledad, la indiferencia, la competencia, el odio.

-En un hogar las personas no valen por lo que tienen, ni por lo que saben, ni por lo que producen, sino por lo que son: miembros de la familia.


b)-La comunidad hogar es el lugar que permite satisfacer las necesidades psíquicas y espirituales de los hermanos a través de momentos, palabras, gestos, tiempos y actitudes que sacramentalizan la comunión:

-momentos de distensión y de fiesta, intercambio de palabras y gestos de aprecio, de aprobación, de aliento, de reconocimiento incondicionado, momentos de oración compartida cuyo centro es la Eucaristía que afianza la seguridad de que los hermanos no sólo están, sino que están con El, y no para guardar su vida, sino para entregarla, tiempos de silencio, de reflexión, de oración personal que fortalecen la identidad recibida como gracia frente a un modelo de hombre a la contra.

*“La comunidad-hogar sugiere un modelo relacional que se inspira en la confianza, no en el miedo; en la estima del otro, no en la desconfianza; en la capacidad de gozar de su riqueza, no en la envidia; en el deseo de caminar unidos, no en solitario; en la aceptación humilde de sentirse necesitado de los otros, no en la pretensión de autosuficiencia.”

3º. La comunidad, escuela de comunión (Espiritualidad de comunión)

a) Una escuela es un edificio donde se dan o se adquieren conocimientos, un lugar para aprender o enseñar, un espacio que alecciona, y que comunica experiencia. La finalidad de la escuela se sitúa en esa dialéctica del dar y del recibir.

b) El aprender y enseñar, hacer y comunicar experiencia es un dinamismo tan definidor de la comunidad religiosa que implica compromisos hacia dentro y hacia fuera: en la vivencia de la comunión en el ámbito de la comunidad, y en el testimonio de la comunión hacia fuera. Cuando el aprendizaje y la enseñanza no emergen de la comunión -con Dios y con los hermanos-, la comunidad-escuela-de-comunión pierde su finalidad, y la tarea material su proyección apostólica.


  • En primer lugar, la comunidad es escuela donde se aprende y se vive la comunión con Dios. Es Dios quien convoca para vivir en comunión con Él. Esta realidad ha de tener una comprobación muy clara:


-Dios como explicación convincente y última de la vida en comunidad,


-Dios como fuerza inspiradora y coagulante del vivir en comunión.

Dios está en el origen como fuente y fundamento de nuestra misión salesiana” (ACG 382, p. 8)

-Esto significa que una comunidad religiosa, comunidad de vida y misión, no encuentra justificación plena en el plano humano; se explica únicamente por ser iniciativa, deseo y gracia de Dios.


-Si se descubrieran explicaciones últimas a un nivel inferior, más al alcance de la mentalidad común, -motivaciones económicas, intelectuales, psicológicas, o de conveniencia-, si la explicación de la comunidad hubiera que buscarla en otra parte que no fuera Dios, la comunidad habría dejado de existir en cuanto realidad de gracia, casa y escuela de comunión.


La comunidad no es un ideal humano; es una realidad divina, una realidad pneumática, no psíquica. En esto se distingue de las demás comunidades. Fundamento de la realidad pneumática es el deseo de Dios de con-vocación en Cristo. Fundamento de la realidad humana es el deseo del hombre de convivir”. (Bonhoeffer). Partir del ideal humano de comunidad, o de las necesidades psicológicas de compensación o de las necesidades afectivas, es partir del polo opuesto a la realidad de fe. Porque:“antes de ser construcción humana la comunidad religiosa es un don del Espíritu. No se la puede comprender sin partir de que es don de Dios”. (Cfr. VFC 8; Ag 2.3). Por eso, si se doblara la línea vertical para configurarse con un prudente horizonte terreno, sociológico o psicológico, habría en el mundo una fácil explicación más y un signo de Dios menos.

*”Hacer experiencia de Dios no es para nosotros una ocupación intermitente, ni tarea secundaria, sino nuestra razón de ser en la Iglesia y nuestra primera misión” (ACG 382, p.22).


No es extraño, pues, que se hable de la primacía de Dios que ha entrado en nuestras vidas, nos ha conquistado, y nos ha puesto al servicio de su Reino como signos y portadores de su amor” (Ib. p. 34).


  • En segundo lugar, la comunidad-escuela se entiende a sí misma como servidora del Reino de Dios. Servir al Reino es su misión.


-Hay una intelección reduccionista de la misión que considera que se sirve mejor al Reino trabajando hasta la extenuación “ad extra” que invirtiendo en la vida comunitaria.

-Hoy, sin embargo, ante la fuerza del lenguaje icónico de la cultura, las comunidades se van entendiendo a sí mismas como llamadas a configurarse con un modo de vida que las haga avanzadillas y signo de la presencia del Reino de Dios. (cfr. LG 44; VFC 58). Para lograrlo, una comunidad-escuela de comunión debe afrontar dos retos:


-1. mostrar cómo el Reino se hace presente en la forma de una familia de hermanos, no nacida de la carne ni de la sangre, sino del querer de Dios,

-2. mostrar cómo el Reino se hará realidad plena en la forma de un banquete de fiesta al que todos son invitados.

Significa que la comunidad, signo del Reino ya presente y profecía del Reino futuro, tiene una potencia evangelizadora indudable. “De la unión fraterna deriva un gran vigor apostólico” (PC 15),.


Comprender esto en profundidad podría ayudar:

1º-a revisar nuestra distribución del tiempo, pues con frecuencia damos a la comunidad las migajas que quedan una vez que se han atendido las tareas “ad extra”.


*-Se pueden hacer signos, sin ser signo.-


2º-a entender que la comunión convierte a la comunidad en foco de irradiación evangelizadora, en *“perfume que de Cristo sube a Dios y que perciben tanto los que se salvan como los que se pierden... Pero, ¿quién está capacitado para una misión así?” (2 Cor 2, 15-16).

*”La vida de comunión representa el primer anuncio de la vida consagrada. La comunión se hace ella misma misión” (ACG 382, p. 24)

3º-a aceptar que la comunión, al tiempo que multiplica las energías de los hermanos, tiene el poder de indicar dónde y cómo se realiza lo que anuncia.

No es admisible proponer y exigir a los demás lo que la comunidad no vive.

* “La misión de la vida religiosa es la de ser signo de la presencia y de la primacía de Dios en el mundo. Es, pues, necesario que demos a Dios la primacía que le corresponde como valor absoluto de nuestra vida personal y comunitaria” (ACG 382, p. 22)


  • En tercer lugar, la comunidad-escuela tiene la misión específica de aleccionar, de hablar de Dios, de proporcionar indicaciones acerca de Dios: ha de hacer catequesis. Todas las informaciones y lecciones se reducen a un doble mensaje fundamental vivido en la comunidad:

1º- *Dios es comunión y quiere para los hombres, creados a su imagen, la comunión como medio definitivo para alcanzar la plenitud.

2º- *Dios es amor que hermana.


1º- “Creado a imagen de Diosque es Amor, es Familia, es Comunidad, es Trinidad- el hombre está llamado a ser semejante a Él, amando, creando familia y construyendo comunidad”. (Ag). Por desgracia, la imagen de un Dios-comunión choca con la realidad humana, ( cfr. Ag 1.2), porque:

a) en las relaciones humanas la comunión aparece con frecuencia negada:

-hay demasiadas divisiones, discriminaciones, enfrentamientos

-suele acentuarse lo que separa y excluye.

-Se niega en la práctica la igualdad fundamental de los seres humanos.

-Se establecen diferencias sustantivas por raza, cultura, sexo, religión.

-Con frecuencia se pisotea la dignidad de las personas.

-Se prefiere el bienestar individual al bien común.

-O, en el polo opuesto, los intereses de grupo se anteponen a las personas.

-El poder fácilmente se torna manipulador, despótico, injusto.

b) Ante esa realidad “atea”, la comunidad-escuela de comunión:

-aparece integrada por personas de edades, extracciones sociales y culturales distintas.

-No es excluyente, respeta a cada uno en su singularidad.

-Fomenta lo que aproxima y hermana.

-Rechaza toda forma de discriminación .

-Reconoce la dignidad y los derechos de todos.

-En ella todos se saben corresponsables.

-El poder se ejerce como servicio.


*Y es que el Dios-comunión quiere la comunidad como gracia y no desgracia para el mundo.


2º. La comunidad-escuela instruye a los hombres acerca de un Dios-que-hermana.

Y comunica esta noticia no con palabras, con explicaciones teóricas, sino a través del comportamiento de los hermanos de la comunidad. Viendo cómo vivimos, el mundo debe poder entender quién es Dios y qué es lo que la comunión con El produce.

-Poder decirle a cualquiera: “Ven a nuestra casa. Tenemos algo estupendo que enseñarte; no son las instalaciones, ni los medios materiales. Es algo mucho más interesante; es nuestra especialidad. Ven a ver cómo vivimos, cómo nos tratamos, cómo nos queremos. Así entenderás mejor quién es Dios y cuál es su proyecto sobre la humanidad”. (cfr. NMI 43; CdC 29). “Esta es precisamente la misión salesiana: hacer visible el amor de Dios”. (Ag 3.2)

-En esta perspectiva, hay que decir que una comunidad-escuela de comunión, funciona, no cuando funcionan sus obras, ni cuando se multiplican y prosperan sus actividades, sino cuando funciona y es visible la fraternidad.

-En cambio, si falta la fraternidad, la comunidad fracasa ad intra y ad extra, aún cuando la vida prosiga ordenadamente, aún cuando tenga la ilusión de hacer mucho. Faltando la fraternidad, la comunidad no tiene nada que ofrecer, nada que enseñar. Sin el Amor-que-hermana, la comunidad se reduce a un espejo en el que el mundo ve reflejada su propia imagen.


La relación con Dios no puede ser ni inmediata, ni intimista:

-porque “el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20), y

-porque “el mandato recibido de Dios es que el que ama a Dios, ame también a su hermano” (ib. v.21)


Esta perspectiva es mucho más exigente que la perspectiva humana horizontal, y explica gestos tan anormales como: el beso de Francisco al leproso, la desmesura del amor de D. Bosco a los jóvenes, el arrodillarse de Jesús, ante los discípulos al llegar la hora de manifestar el amor hasta el extremo.


*”La aportación específica que los consagrados ofrecen a la evangelización está, ante todo, en el testimonio de una vida totalmente entregada a Dios ya los hermanos” (ACG 382, p.24)


Si la vida consagrada no forma hombres de comunión que ven al hermano como uno que me pertenece, no tiene razón de existir, porque la comunión es uno de los elementos que la hacen significativa, luminosa y evangélica” (Ib. p. 30)

___________

Hacer de la comunidad casa-y-escuela de comunión no es nada fácil. Por eso:

-la invitación tan repetida de VFC (23) a “ser constructores, no consumidores de comunidad”,

-y la frase feliz que cierra el Aguinaldo 2003: “La vida de comunidad no se funda sobre la utopía de una comunión perfecta, sino sobre el realismo de una situación de pobreza y, a veces, hasta de escándalo”, revelan que la comunidad-casa-y-escuela de comunión no es una realidad lograda, sino una realidad dinámica, como vida la misma.


*También en esta tensión hacia la comunión la comunidad alecciona y comunica experiencia


4º. La comunidad abierta a la comunión


-1. Comunión con la Iglesia. “Sensus Ecclesiae” (cfr. VC 46-50; CdC 32)


Uno de los frutos de la comprensión de la Iglesia como misterio de comunión, es la toma de conciencia de que los diversos estados que integran el pueblo de Dios deben aunar esfuerzos, en actitud de colaboración e intercambio de dones. La búsqueda de la comunión obliga a la Vida Religiosa a establecer un nuevo tipo de relación con los pastores y con los laicos basado en el mutuo aprecio, el diálogo, la ayuda recíproca y, sobre todo en la preocupación por servir al Reino de Dios.


*Sin negar la contraparte diocesana, se puede afirmar que, en general, a las comunidades religiosas les falta todavía sensibilidad eclesial.


-2. Comunión entre los Institutos religiosos. (cfr. VC 52, 53; CdC 30)


Las diversas formas de Vida Religiosa, están dejando de ser autosuficientes, se les está haciendo muy difícil proveer con sus propios medios, estructuras y efectivos a la formación de sus miembros y a la evangelización. Y, sin embargo, en las relaciones entre los Institutos religiosos se camina de manera dispersa a pesar de los organismos colegiales en funcionamiento: CONFER..., UCESM..., USG, UISG...


*Se va viendo con claridad que el futuro ha de ser de colaboración entre los diversos institutos.


-3. Comunión con los seglares. (cfr. VC 54-56; CdC 31)


La tentación de la Vida Religiosa es a contar con los laicos sin respetar la especificidad de la vocación laical, simplemente porque contribuyen a llevar adelante las obras que las comunidades no pueden atender por la escasez de vocaciones y el envejecimiento de sus miembros.


Los Religiosos deben imaginar un nuevo modo de ser Iglesia y aceptar como signo de los tiempos que la misión compartida con los seglares ofrece un rostro eclesial más fraterno, potencia la labor pastoral y estimula la creatividad que surge de la diversidad de carismas. (Cfr. CG XXIV)


*Son tres grandes desafíos para las comunidades religiosas, al comienzo del tercer milenio.


Agustín Iglesias Agosto 2003

SIGLAS


ACG Actas del Consejo General, 382. (Carta del Rector Mayor: “Tú eres mi Dios...”)

Ag Aguinaldo del Rector Mayor, 2003

CdC Caminar desde Cristo.

CIC Código de Derecho Canónico.

EE Elementos Esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la Vida Religiosa

LG Lumen Gentium

NMI Novo Millenio Ineunte

RPH Religiosos y Promoción Humana

UCESM Unión de Conferencias Europeas de Superiores Mayores

USG Unión de Superiores Generales

UISG Unión Internacional de Superioras Generales.

VC Vita Consecrata.

VFC Vida Fraterna en Comunidad.


BIBLIOGRAFÍA


CENCINI, A., Vida en Comunidad: reto y maravilla. (Madrid: Atenas, 1997)

Relacionarse para compartir. (Santander: Sal Terrae, 2003).

GARCIA, J. Aº., Hogar y Taller. (Santander: Sal terrae, 1985)

LISBOA M. DE OLIVEIRA, J., Vivir los votos en tiempos de posmodernidad. (Madrid. San Pablo, 2003)



PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL


(De la carta del Rector Mayor: “Tú eres mi Dios, fuera de Ti no tengo ningún bien,” ACG 382)


1.“Ya en mi primera carta manifestaba el deseo de querer hacer de la santidad un programa de

vida, una opción de gobierno, una propuesta educativa... Aquella primera carta no era una

entre tantas, sino el texto programático para el sexenio” (p. 7),


2.“Dios está en el origen, como fuente y fundamento de nuestra misión salesiana” (p.8).


3.“Visitando la Congregación me ha sucedido encontrar hermanos cargados de energías y de valor apostólico, que trabajan en obras estupendas en favor de los muchachos, pero que no parecen estar sostenidos y apoyados por una pasión semejante por Dios”(p.8).


4.“Puede resultar heroico testimoniar a Dios donde Él no es sentido o donde Él ha sido puesto en silencio” (p. 11).


5.“La misión de la Vida Religiosa es la de ser signo de la presencia y de la primacía de Dios en el mundo. Es, pues, necesario que demos verdaderamente a Dios la primacía que le corresponde, como valor absoluto de nuestra vida personal y comunitaria” (p. 22).


6.“Hacer experiencia de Dios no es para nosotros una ocupación intermitente, ni tarea secundaria, sino nuestra razón de ser en la Iglesia y nuestra primera misión” (p. 22).


7.“La misma vida consagrada se hace misión: misión peculiar es, en efecto, ‘mantener viva en los bautizados la conciencia de los valores fundamentales del Evangelio’” (p. 23).


8.“La aportación específica que los consagrados y consagradas ofrecen a la evangelización ‘está, ante todo, en el testimonio de una vida totalmente entregada a Dios y a los hermanos’” (VC 76; CdC 34) (p. 24).


9. “La vida de comunión representa el primer anuncio de la vida consagrada. La comunión se hace ella misma misión” (p. 24)


10.“Si la vida consagrada cuenta sólo con profesionales de la sanidad, de la educación, de la marginación, se debe admitir que se ha equivocado, cambiando trágicamente el fin por el medio... ¿Es justo privilegiar el trabajo de nuestras manos, más que la voluntad de Dios sobre nosotros?” (p. 24).


  1. El Evangelio nos des-centra, poniendo en el centro a Dios y al prójimo” (p. 28).


12. “Es un contrasentido que la vida consagrada se aleje de Dios porque no lo frecuenta. ¿Cómo explicar que para un salesiano haya ocupaciones más importantes que Dios? ¿Para qué sirve la sal si se vuelve insípida (Mt 5,13)? (p.29).


13. “Si la vida consagrada no forma hombres de comunión que ven al hermano como ‘uno que me pertenece’ (NMI 43), no tiene razón de existir, porque la comunión es uno de los elementos que la hacen significativa, luminosa y evangélica” (p. 30)

14. “Refundar la vida religiosa no quiere decir otra cosa que volver a lo esencial: lo absoluto de Dios, el Evangelio, las bienaventuranzas, la fuerza de la comunidad, la presencia en medio de los muchachos, como nos exhortaba D. Bosco en la carta de Roma” (p.31)..


15.“No es extraño, pues, que se hable de la primacía de Dios, “que ha entrado en nuestras

vidas, nos ha conquistado y nos ha puesto al servicio de su Reino, como signos y

portadores de su amor” (CG 25, 22) (p.34).




FORMACIÓN



Las Bienaventuranzas

Bienaventurados los misericordiosos1


Ana Rodríguez Laiz2


Hay algo en el conjunto de las bienaventuranzas que llama la atención a primera vista: invitan a adentrarse por «extraños» caminos en los que está latente la plenitud de la dicha del Reino que trae Jesús. La tensión subyace en el fondo de cada expresión que no opone felicidad a sufrimiento ni a conflicto, y sí a cualquier satisfacción con el sistema de este mundo. Por un lado, nos recuerdan que tener este deseo de felicidad o plenitud es condición indispensable para entender en qué consiste el Reino; por otro, no resulta fácil entender la vinculación que existe entre las situaciones que en ellas se describen con el presente/futuro que aguarda a quienes las viven. Por tanto, situarnos ante ellas nos lleva en primer lugar a desmontar el empeño que tenemos en que la felicidad se dé en un inexistente mundo de realidades sin conflictos. Comprenderlo es esencial para poder vivenciar el sentido profundo de lo que ahí se proclama.


Al mismo tiempo, atrevemos a comprometer activamente nuestra esperanza, anticipando un Reino que así se expresa como futuro de plenitud, sólo puede tener un punto de apoyo y una garantía: Jesús. Una a una, cada bienaventuranza está expresando cuál fue su propia dicha: la que experimentó de manera personal en su existencia humana, la que no excluyó la cruz, la que nacía de no haber conocido al Padre «de oídas» y permitir, con todo ello, que se manifestara su rostro más auténtico. Las bienaventuranzas evocan un modo de situarse ante la vida profundamente contracultural, tanto en el tiempo de Jesús como en el nuestro, y es preciso resituarlas continuamente en el marco del Reino de Dios y su justicia para no caer en interpretaciones erróneas que conduzcan a proclamar lo contrario.


En este contexto, no sorprende encontrarse con una bienaventuranza que llama dichosos a los que practican la misericordia. Que esta actitud aparezca presentada como una realidad profundamente vinculada al Reino, como signo de un gozo llamado a mostrarse y a manifestarse, nos ayuda a evitar convertirla en un ideal abstracto y a permitir que cuestione nuestra concepción del Reino y de los signos que le acompañan.


«Bienaventurados los que tienen un corazón sensible a la miseria»


Pobres de espíritu, afligidos, mansos, hambrientos y sedientos de justicia...: tales son los destinatarios de cada bienaventuranza, que nos remiten al don gratuito y libre de Dios previo a cualquier acción humana. Junto a ellos, el evangelio de Mateo nos invita también a dirigir nuestra mirada a los misericordiosos. Con la inclusión de esta bienaventuranza, el evangelista no solo pretende señalar quién es dichoso sino mostrar también
«cómo hay que obrar para participar de esta dicha»3, es decir, qué consecuencias tiene entrar en esta dinámica de gratuidad que conlleva una manera «alternativa» de experimentar la vida. Este Reino, que llega sin que nadie lo haya merecido de antemano, nos sitúa directamente ante el amor al prójimo. Su práctica se hace «condición» para participar de la promesa.


La bienaventuranza que proclama dichosos a los misericordiosos encuentra un fuerte sentido en el contexto del evangelio de Mateo, donde ocupa un lugar central el tema de la justicia referida a los deberes para con el prójimo, tal como compromete la fidelidad a la Alianza. Encontramos referida explícitamente la misericordia al perdón en Mt 18,2
1-35. Allí se pone en boca de Jesús una parábola que pretende contestar a la pregunta de Pedro acerca de cuántas veces debe perdonar las reiteradas ofensas de un hermano. En dicha parábola aparece un rey que «tuvo compasión» y perdonó una deuda a un siervo suyo incapaz, más tarde, de perdonar una deuda menor a un compañero. La sentencia final de la parábola es clara: «No debías haber tenido compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?». Y la propia conclusión de Jesús suena aún mucho más radical: «Lo mismo hará con vosotros mi Padre». Se señala aquí que la práctica de la misericordia es condición para alcanzarla del Padre, pues a la necesidad de perdonar por haber experimentado un perdón previo se añade la certeza de que éste será dado en la medida en que lo hayamos mostrado a los demás.


Especialmente significativo resulta también en Mateo la claridad con la que busca concretar la expresión de la misericordia en obras y cómo hace depender de ello el juicio final: «
“Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino heredado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber era forastero y me alojasteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme” Entonces le responderán los justos: “Señor ¿cuándo te vimos así?” Y el rey les contestará: “Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis... Os aseguro que cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”» (Mt 25, 31-46).


Otras expresiones puestas en boca de Jesús y que de igual manera acentúan la importancia del tema se encuentran en Mt 9,13:
«Entended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios», donde Jesús, parafraseando al profeta Oseas, afirma la centralidad del amor sobre cualquier otra prescripción de la ley; y en Mt 23,23 «¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe!». En esta última se vinculan tres términos fundamentales que no se pueden entender por separado y que remiten a una única forma de ser y de actuar.


Además del trasfondo que nos ofrece el evangelio de Mateo, es importante tener en cuenta otros aspectos que también nos ayudan a evitar caer en malas interpretaciones de la palabra «misericordia». En muchas ocasiones se ha unido excesivamente al simple sentimentalismo descomprometido o a un cierto paternalismo estéril. Por el contrario, los términos utilizados en los evangelios sinópticos para referirse a los misericordiosos subrayan especialmente una
«disposición objetiva a aliviar el desamparo de otros», es decir, no se refieren tanto al sentimiento como a la traducción del mismo en gestos expresos de piedad y de bondad, de «inclinación hacia» los que se encuentran en la miseria, y todo ello por fidelidad a la Alianza4. La misericordia tiene su fuente en las entrañas de cada hombre y mujer capaz de compasión, y desde ellas surge un sentimiento íntimo, profundo y amoroso que no está separado de la acción, sino que se traduce en una reacción consciente ante el sufrimiento ajeno y en el perdón.


Además, la intensidad de lo que esto supone nos remite directamente al Dios «rico en misericordia»
5 cuya imagen recorre toda la tradición bíblica y nos evoca un modo de actuar que no es solo instintivo, pasional o impetuoso, sino lento, paciente y constante. Jesús es la imagen más nítida de este Dios. Su vida pública es un despliegue de misericordia frente a todas las formas de miseria humana: se conmueve ante las necesidades ajenas, y desde esa experiencia vivida en su profunda interioridad genera vida, aporta sentido, denuncia los sistemas que crean miseria y anuncia el amor entrañable del Padre, que se revela en la inclusión de todos y de todas en el banquete del Reino.


Las comidas con publicanos y pecadores y las controversias que ello genera manifiestan también un signo de la misericordia traída por Jesús:
«Muchos publicanos y pecadores se sentaron con él y sus discípulos a la mesa. Los maestros de la ley, al ver que Jesús comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: “4Por qué come con publicanos y pecadores?” Jesús les oyó y les dijo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”» (Mc 2,15-17)



Ocultar la mirada


Cuando el evangelista pone en boca de Jesús el anuncio de felicidad que aguarda a los que practican la misericordia, está resaltando un aspecto esencial de la manera de situarse Jesús ante la realidad sufriente y de «hacerse cargo» de ella. La misericordia se convierte entonces en «buena noticia» desde la cual se define la verdad de Dios. Mantenida hasta el final y entretejida por la fidelidad a lo real, fue también grito profético desde el corazón de la miseria socioeconómica de la época; gesto salvador para quienes esperaban una palabra de Yahvé cuando ya no quedaban voces que clamaran, y a denuncia clara ante minorías que tenían demasiada voz. Jesús se sostuvo en ella, convencido de su fuerza y sin preocuparle adónde le llevaría.


Cuando nosotros/as contemplamos la realidad de nuestro muna do, lo primero que quizá se nos ocurre pensar es que éste no está para muchos anuncios de felicidad ni de buena noticia, y que más vale asumirlo así, pactar con lo posible y quitarnos de la cabeza cualquier otra idea que suene a utopía ingenua. Sabemos que no podemos justificar desconocimiento ante las realidades de miseria y dolor que atenazan a tantas personas e incluso a pueblos enteros. Sin embargo, el mensaje concreto de esta bienaventuranza se opone a nuestros intentos de ocultar la mirada y no estar dispuestos a complicarnos la vida más allá de nosotros mismos y de nuestros intereses.


Cualquier mínimo signo de satisfacción paralizante ante la realidad presente y de preocupación casi exclusiva por lo propio, supone alejarnos de la posibilidad de experimentar lo que significa vivir desde un corazón misericordioso. La felicidad a que se refieren las
bienaventuranzas sólo puede ser entendida por quienes desean un mundo diferente del actual. Acomodamos a la realidad, desentendernos de ella en lo que tiene de compleja y evitar acercarnos a los umbrales donde se encuentran «los últimos», las víctimas que hoy demandan misericordia, nos lleva a acrecentar un sentido latente de inhumanidad que nos impedirá escuchar en nuestro interior el reclamo de justicia que surge cuando se conmueven las entrañas.


Junto a ello, la tentación del «rodeo» suele llamar a nuestra puerta cuando sentimos, al igual que el levita de la parábola del samaritano, que practicar la misericordia puede suponer también enfrentamiento con los «salteadores», con los que han provocado las heridas o las mantienen. Tememos las reacciones que a veces se te despiertan al defender la dignidad de cada persona, sobre todo de los que menos cuentan, y empeñamos en crear relaciones fraternas de comunión que desestabilizan otras relaciones de poder. Cuando permitimos que anide el miedo en nosotros de esta manera, lo más fácil será que terminemos optando por mirar la miseria de lejos, dar un rodeo y seguir nuestro camino.


Y existe otra tentación igual de peligrosa que las anteriores y que nos lleva también lentamente a desentendernos de lo esencial: consiste en confundir la misericordia con las «prácticas de misericordia». Si bien es cierto que el amor se concreta, éste no se justifica con gestos aislados de piedad que no llevan a cuestionar el porqué de las realidades de miseria que fomentan la exclusión social de muchos y muchas. Y es preciso que todo ello se realice al modo «de Jesús»: desde abajo, caminando al lado de quienes viven situaciones de necesidad extrema, con la conciencia de ser todos hermanos y hermanas, sin superioridades ni condescendencias. Si no, puede suceder que aquello que consideramos signo se convierta en lo contrario: en paternalismo, en autojustificación, en tranquilidad de conciencia.



El descentramiento como paradoja cristiana


Por el contrario, los signos del Reino que trae esta bienaventuranza comienzan cuando nos atrevemos a experimentar que «perder la vida es ganarla». Sobre este principio se asienta la práctica de la misericordia que encontramos reflejada en muchas realidades cotidianas que no suelen ser noticias que interesen a los grandes medios de comunicación:


— En aquellos y aquellas capaces de perdonar y, de este modo, manifestar un amor que ha sido sometido a prueba y que hace posible el milagro de la reconciliación.


— En todo intento de romper dinámicas de exclusión y de discriminación; en el reconocimiento de que toda persona tiene un valor inalienable, y nadie puede quedar al margen de la historia; en el compromiso en proyectos alternativos que poco a poco ponen en evidencia los mecanismos que generan miseria.


— En el despertar de conciencias solidarias que, con creatividad, inviten al compromiso concreto a todos aquellos que deseen comprometerse en la construcción de un mundo más acorde con el sentir de Dios.


— En cualquier gesto que nos saque del ensimismamiento en nosotros mismos y nuestros pequeños o grandes sufrimientos y nos conduzca a compartir hasta el fondo el dolor del otro; en la capacidad de establecer relaciones profundas sin miedo a tocar heridas abiertas; en la decisión de no permitir que el estrés y las prisas nos hagan pasar de largo ante el dolor de los más cercanos.


Son algunos de los muchos modos de hacer de la misericordia buena noticia hoy también en medio de tantas realidades que reclaman una mirada humana y misericordiosa.



«Porque alcanzarán misericordia»


Pero no podemos olvidar que solo Dios es auténticamente misericordioso y que la compasión cristiana encuentra su fuente en Aquel sobre cuya misericordia se asienta toda la tradición de Israel, y que encuentra su más radical manifestación en la Encarnación de su Hijo. Y es especialmente en contacto con el mal cuando su amor se expresa de manera indiscutible como misericordia. Trasciende cualquier modelo humano con el que se le compare:
«Puede acaso una mujer olvidarse de su hijo, no tener compasión del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti» (Is 49,15). Sólo de él se dice que es eterno6, que no tiene fronteras de espacio ni de tiempo: «El Señor Dios, clemente y misericordioso, lento a la ira y rico en lealtad y fidelidad, que conserva su fidelidad a mil generaciones y perdona la iniquidad, la infidelidad y el pecado» (Ex 34,6-7). La historia de Israel no es más que la expresión del despliegue de esta misericordia, ofrecida sobre todo en situaciones de pecado o de dolor necesitado de consolación: «Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; gritadle que se ha cumplido su condena y que está perdonada su culpa» (Is 40,1-2); «Yo el Seño, tu Dios, soy un dios celoso, que castigo la maldad de los que me aborrecen en sus hijos hasta la tercera o cuarta generación, pero soy misericordioso por mil generaciones con los que me aman y guardan mi mandatos» (Ex 20,5b-6).


En Jesús, esta misericordia parece estar destinada principalmente a aquellos sobre quienes la mentalidad de la época hacía recaer las consecuencias del pecado y eran a menudo excluidos de la salvación: las multitudes formadas por gentes «sencillas», consideradas ignorantes y torpes por los maestros de la ley:
«Al ver a la gente, se compadeció de ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor» (Mt 9,36), leprosos, ciegos, viudas, enfermos... Ellos y ellas son los destinatarios preferentes de su misericordia, a la cual apelan para que sea reconocida su necesidad: Al salir Jesús de allí lo siguieron dos ciegos gritando: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!”» (Mt 9,27); «Seño, ten compasión de mi hijo, que tiene ataques y está muy mal» (Mt 17,15)...


Sin embargo, la bienaventuranza aparece expresamente unida a la misericordia que alcanzarán quienes la practican. Ello nos abre un camino que nos permite situarnos también como receptores de esta profunda compasión al adentramos en los mismos sentimientos de Dios y experimentar así la felicidad de compartir el Reino anunciado por Jesús. Su seguimiento se hace llamada al compromiso por sostener la fragilidad de una humanidad continuamente necesitada de recreación desde la compasión.




COMUNICACIÓN



Educamos con los «medios»


1 La solidaridad se educa con los medios7

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2 Lunes al sol

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3 No es cosa del otro jueves

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4 Viernes de dolores

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5 Sábado de gloria, Domingo fiesta

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