Los que creen en el cielo y los que ya no creen


Los que creen en el cielo y los que ya no creen








Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 29 de abril de 2002 nº 17



COMUNIDADES POR EL REINO AL SERVICIO DE LOS JÓVENES


Acabamos de terminar el CG 25. Como todo capítulo, ha sido un momento del Espíritu para nuestra Congregación. Dice el art. 146: "El CG es el signo principal de la unidad de la Congregación dentro de su diversidad. Es la reunión fraterna donde los salesianos reflexionan comunitariamente para mantenerse fieles al Evangelio y al carisma del Fundador, y sensibles a las necesidades de los tiempos y los lugares. Por medio del CG, toda la Sociedad, dejándose guiar por el Espíritu del Señor, se esfuerza por conocer en un determinado momento de la historia la voluntad de Dios, para servir mejor a la Iglesia".


Son muchas las cosas vividas y aprendidas, pero sobre todo nos queda el fuerte deseo de hacer vida lo que hemos reflexionado y pensado: que nuestras comunidades sean cada día más fraternas, más evangélicas y estén más al servicio de los jóvenes más necesitados. Sólo así, rehaciendo el camino, reapropiándonos de nuestro carisma podremos ser significativos y nuestras comunidades salesianas podrán convertirse en testimonio vocacional para jóvenes que -también hoy, sí- se preguntan por el sentido de su vida y cómo hacerla lo más útil posible para los demás.


Realmente hemos vivido una experiencia de salesianidad muy significativa, muy auténtica y genuina. Ahora nos toca a todos tomar con ilusión las deliberaciones de este Capítulo para que realmente nuestras comunidades sean cada día más y mejor comunidades por el Reino al servicio de la misión juvenil.









ÍNDICE



  1. Retiro……………3-10.

  2. Formación……...11-16.

  3. Comunicación.…17-26.

  4. El anaquel……...27-29.

  • Dándole vueltas.27-29.


Maqueta y coordina: José Luis Guzón.



RETIRO




La Obediencia, una llamada a la corresponsabilidad comunitaria




Juan Manuel Ruano, sdb



Por la profesión de la Obediencia, los religiosos...se unen... a la voluntad salvífica de Dios..., por moción del Espíritu Santo, a ejemplo de Jesucristo...”.

(PC 14)



El voto de obediencia es una llamada a la corresponsabilidad comunitaria.


La oración es el medio verdadero de entender la obediencia como capacidad de “escucha”: de la Palabra de Dios, de los acontecimientos diarios, de las personas como mediación,....de los signos de los tiempos.


El mundo contemporáneo se caracteriza por un conjunto de fenómenos que repercuten fuertemente, aún en el terreno religioso, sobre el concepto de la obediencia y de la libertad.


Se afirma enérgicamente el valor de la persona, a ello contribuye el Evangelio que ve al hombre como imagen de Dios, su dignidad viene refrendado de esta forma desde la Palabra de Dios. Este don es vivamente reivindicado y sentido por los hombres y creyentes de hoy. El hombre reclama su madurez y quiere ser sujeto y protagonista de la Historia. Pide el reconocimiento de su libertad, de su derecho a tomar iniciativas y a ejercer la creatividad porque la verdadera libertad implica en el amor verdadero.


La interdependencia, cada vez mayor, entre los hombres los impulsa a unirse, a sentir la corresponsabilidad de las personas y del grupo.


La obediencia y la autoridad son, con frecuencia, consideradas principalmente como instrumentos de eficacia y utilidad; deben favorecer y armonizar la iniciativa y la creatividad de la comunidad y de las personas, reconociendo y valorizando la capacidad de cada uno.



1.La obediencia en y desde Cristo


La obediencia religiosa es expresión concreta de nuestra fe cristiana. Esto supone una actitud profunda de fe, es una verdadera vocación de discípulo comprometido a la imitación y sobre todo a la participación de la misión salvadora de Jesús ( ACG XX, 73)

La dignidad de la vida humana que Jesús nos ha revelado haciéndose uno de nosotros, es la de una criatura amada por el Padre, llamada por gracia a vivir en comunión con Él, en relación filial. Dios, comunión Trinitaria de amor, nos abre a nosotros, en su Hijo Unigénito, el acceso a la filiación divina y en consecuencia a la fraternidad humana universal, regulada por la ley fundamental del amor. Obedecer a esta ley es dejarse conformar con el Hijo unigénito, ser como Él libres para amar y servir, cumpliendo así la voluntad del Padre. La obediencia de Jesús al Padre fundamenta y constituye un nuevo orden (Heb. 5,8-9). En este nuevo orden, se vive todo en una relación filial que cualifica la obediencia como libre adhesión.


En” Jesús, la obediencia al Padre es la síntesis de su vida y de su misterio pascual de muerte y resurrección. Ella revela su identidad de Hijo y, al mismo tiempo, de Siervo, mostrándolo unido de modo indecible y absolutamente único al Padre, y, por tanto, totalmente dócil a Él. Nuestra obediencia tiene su verdadera originalidad en nuestra inserción bautismal en Cristo y en el amor que lo une al Padre y a los hermanos.


La Iglesia, que es en Cristo como un Sacramento, o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”.(L.G.1), en su camino por la Tierra, está siempre a la escucha del Espíritu. La obediencia, en su significado etimológico: ob-audire, significa escuchar atentamente y denota la dimensión relacional de la existencia humana que se estructura en el juego de la calidad liberadora o dominante de las relaciones interpersonales. Ella continúa la obediencia de Cristo fiel a su misión de “instaurar el Reino en todos los pueblo”.(L.G.5).


Si en verdad has escuchado la Palabra, la pondrás en práctica, realizando en el mundo, entre los hombres, lo que Dios te ha comunicado. Escuchar es obedecer, dejando siempre que la Palabra tenga el primado y la centralidad en tu vida.


Comprométete a realizar la Palabra de Dios, para no ser condenado por quien te juzgará no sobre lo que has oído, sino por cuánto hayas vivido. La obra que te espera es creer y por la fe demostrar en ti el fruto del Espíritu.” Amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, humildad, dominio de sí” (Gal 5,22). Y conocerás la enorme alegría del amor, la misericordia.


Para nosotros la obediencia es el resultado práctico de la aceptación de Jesús como Señor: una obediencia que no es sujeción, sino semejanza. La obediencia de la fe es el sello de la vida nueva “desde” el Hijo de Dios. Como todo don de Dios es gratuidad ofrecida a nuestra libre aceptación para que sea expresión humana consciente y fecunda. En este diálogo de amor obsequioso y de confiada adhesión madura la libertad humana abierta al don de sí en el servicio a la vida, contra toda seducción de poder y de dominio ¡ Cuánta libertad y cuánta humanidad, cuánto valor y cuánto amor puede poseer una persona cuando acoge el Amor y se abandona a él en la obediencia evangélica, dejando que su vida esté edificada sobre el fundamento que es Jesús!. Entonces descubre, en el mandamiento del amor, la verdad que hace libres y la solidaridad que nos hace prójimos de cada persona en la familia de los hijos de Dios. En la fe la obediencia se confunde con el amor. Se hace don de sí en el seguimiento de Jesús para que se realice el gran designio del amor del Padre. Para D. Bosco en el sueño de los diamantes la obediencia aparece en la parte posterior del manto a la altura del corazón. Caridad y obediencia dos polos dinámicas que caracterizan nuestro rostro y que expresan mejor el estilo salesiano del seguimiento de Jesús como consagrados. ( Circ. 803). La obediencia está estrechamente relacionada con la misión y con la vida de comunidad. (Const. 32).


La comunidad de los salesianos, como comunidad religiosa inserta en la Iglesia, participa de su vida (P.C.2), y, animada por el Espíritu Santo, anhela vivir intensamente la actitud de escucha y obediencia salvífica de Cristo.


El salesiano, entrando en la Congregación, con la profesión del voto de obediencia, hace totalmente suya la voluntad de Dios y se compromete, con Cristo, a estar disponible para su servicio, viviendo en una comunidad de hermanos, según las Constituciones libremente aceptadas.


La obediencia religiosa es, como elemento vital en la Iglesia, “misterio de salvación”, una actitud - signo al servicio de la filiación bautismal, para hacernos vivir en plena docilidad al Padre. Las religiosos prestan acatamiento a hombres, no por sí mismos, sino en cuanto éstos les ayudan a seguir a Cristo y concurren a manifestarles la voluntad concreta de Dios: para asemejarse más a Cristo(L.G. 42). La autoridad humana se acredita cuando expresa en la vida concreta la actitud fundamental de la obediencia a Dios.


La voluntad de Dios la encontramos en los múltiples “signos” en que se manifiesta. Entre éstos, son de gran importancia los acontecimientos o las situaciones concretas del momento, ya sea de alcance general como los “signos de los tiempos”, ya sean de alcance particular como las necesidades, las urgencias, las exigencias y los problemas de cada tiempo, lugar, comunidades y personas. Estos signos deben descubrirse su significado desde una actitud de fe, iluminados por el EVANGELIO: regla suprema y el primer instrumento de búsqueda.


Las CONSTITUCIONES son para nosotros otro instrumento específico: constituyen nuestro punto de vista evangélico para profundizar en la realidad. Ellas nos trazan un camino evangélico y nos unen a la obediencia de la Iglesia.


Un signo de especial valor es para nosotros el espíritu y la misión de la Congregación. El proyecto del Padre implica el que nuestra vida se desarrolle en un ámbito bien definido. Que deja un margen amplio de búsqueda, aunque indica lo que Dios nos pide: cuanto se opone a la misión y al espíritu de la Congregación no puede ser voluntad de Dios.


Un signo muy concreto de la voluntad divina es la comunidad a todos los niveles y el servicio de autoridad como medios para cumplir la Voluntad de Dios.



2.La obediencia, una llamada a la búsqueda común de la voluntad de Dios


La búsqueda de la voluntad de Dios ha de ser ante todo, comunitaria. Las relaciones entre los hermanos con distintas actividades están animadas por el espíritu de familia, que caracteriza la comunidad de los salesianos y hace de ella un solo corazón y una sola alma. Todos cumplen su cometido en espíritu humilde de servicio, conscientes de la propia limitación y debilidad humana, procurando realizar juntos, en el don alegre y generoso de sí, la propia consagración en el cumplimiento de la misión en común, la misión de Cristo, confiada a la Iglesia.


La escucha de Dios no puede reducirse o aventura personal: el pueblo de Dios nace de la Palabra escuchada. La Lectura es, pues, una experiencia de fraternidad. El Discernimiento común lleva más fácilmente al consenso unánime: la búsqueda de Dios se hace más segura y el discernimiento de su querer menos aleatorio, porque nace de la común escucha y de la búsqueda común de Dios.


Por tanto, la autoridad y la obediencia se ejercen al servicio del bien común, como dos aspectos complementarios de la misma participación en la oblación de Cristo: aquellos que actúan constituídos en autoridad, deben servir a los hermanos el designio amoroso del Padre; mientras, con la aceptación de sus mandatos, los religiosos siguen el ejemplo de nuestro Maestro y colaboran a la obra de la salvación(ET 25)


Cristo ha dirigido a la Congregación y a cada hermano la invitación para que se comprometan a realizar su Reino y llevar a cabo una misión de salvación entre los hombres. Cada uno, en unión con los demás, es responsable de la práctica de la caridad, dentro de la comunidad, de la misión común en el mundo y de la misión personal en la propia vocación.


El Vaticano II ha puesto de relieve el principio de corresponsabilidad en la Iglesia y en todo instituto religioso. En la vida y en la acción, la corresponsabilidad se ejerce, sobre todo, en tres momentos: la búsqueda, la decisión y la ejecución.

1 2.1 En la búsqueda

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2 2.2 En la decisión

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3 2.3 En la ejecución

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4 MARÍA, MUJER ÍNTIMAMENTE UNIDA A DIOS Y A SU OBRA

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5 Maximiano ESCALERA

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