Memorias Biográficas de San Juan Bosco vol 18
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CAPITULO I 

LA VIDA DE DON BOSCO EN EL 

ORATORIO DURANTE LOS DOS PRIMEROS 

MESES Y MEDIO DEL 1886 

DURANTE los dos primeros meses y medio del año 1886 nuestro Santo no se movió del Oratorio. Cuando los muchachos le veían, a las 
horas de recreo, pasar por la galería del segundo piso, porque salía de su habitación o entraba en ella, interrumpían inmediatamente sus 
juegos, corrían allí abajo y le aplaudían con mucha alegría. Entonces él se paraba un instante, se agarraba a la barandilla y les dirigía alguna 
buena palabra, que escuchaban con reverente atención y a la que correspondían con otro clamoroso aplauso. Una noche, al dar don Juan 
Bautista Francesia las «buenas noches», dijo que no hacía falta repetir los aplausos cada vez que veían a don Bosco; que ya sabían los 
superiores lo mucho que le querían. Pero el aviso no sirvió para nada; siguieron aplaudiendo cada vez que tenían la fortuna de verlo. 

En cuanto a sus condiciones de salud, escribía don José Lazzero a don Juan Cagliero el día diez de enero: «Don Bosco se queja de que su 
cabeza no resiste; por poco que haga, siente en seguida muy fuerte dolor. Paciencia, si no puede hacer nada, con tal de que viva, de pie o 
sentado, da lo mismo; eso nos basta, él lo es todo para nosotros». Y don Miguel Rúa, en una de las circulares que mensualmente 
acostumbraba enviar, daba el día veintisiete de enero esta noticia: «La salud ((16)) de nuestro Padre, gracias a Dios, no empeora, mas, por 
desgracia, tampoco alcanza una mejoría considerable; las piernas se niegan a sostenerlo, la vista es siempre débil y su estómago sigue muy 
cansado. Sin embargo, todavía confiesa, da audiencias cuando puede y no sabe descansar nunca». 

Confesaba a los Salesianos que iban a su habitación y, allí, confesaba también a los alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato a lo 
que reunía de vez en cuando para darles una charla familiar, especialmente sobre el tema de la vocación. Algunas de estas reuniones fueron 
inolvidables, según nos refieren los supervivientes y se deduce de las memorias de aquel tiempo. 
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Una fue la del día tres de enero. Ya el 13 de diciembre de 1885, cuando acabó su plática, regaló avellanas a los muchachos; pero aquel dí 
querer repartir las sobrantes, se obró un prodigio igual a otros ya narrados en estas Memorias. Hizo que le llevaran el saquito, empezó a 
repartir con mucha abundancia. El clérigo Festa, al ver que había muchas menos que la vez anterior, le advirtió: 

-No les dé tantas, que no van a llegar para todos. 

-Déjame hacer a mí, replicó don Bosco. 

También el que sostenía el saquito le dijo que, si continuaba así, la mayor parte se quedaría sin nada. 

-Tú calla, le dijo. »Tienes miedo de quedarte sin ninguna? 

Era éste José Grossani, al que ya hemos nombrado 1, el cual estaba durante ciertas horas del día en la antecámara para atender a los que i 
a visitar a don Bosco y recuerda que las avellanas las había regalado la señora Nicolini; él nos informa además de otros detalles. 

Según él, eran sesenta y cuatro los presentes; como daba a cada uno un buen puñado y después con las dos manos a propósito, las avellan 
se debieron haber acabado en seguida. Pero, he aquí que llamó la atención de los muchachos una novedad del todo singular. Al observar la 
cantidad de avellanas que había sacado y las que ((17)) aún quedaban, advirtieron maravillados que el nivel del saquito no disminuía y que 
por más que seguía sacando, la cantidad de dentro no disminuía; parecía que una mano misteriosa metía dentro tantas cuantas él sacaba. 

La maravilla subió al colmo cuando, al término del reparto, se pudo comprobar que el saquito pesaba lo mismo que al principio. Entonce 
los muchachos no se pudieron contener y manifestaron a don Bosco su gran extrañeza, preguntándole cómo se las había arreglado. 

-íOh! Yo no lo sé, respondió sonriendo con toda sencillez. Pero puedo haceros a vosotros, que sois amigos míos, algunas confidencias. O 
contaré lo que sucedió una vez en el Oratorio hace muchos años. 

Y les contó la prodigiosa multiplicación de las castañas y la de las hostias consagradas. 

Antes de que se fueran, apareció don Juan Bautista Francesia y, al oír la desacostumbrada bulla, se acercó diciendo: 

-íHola! »Qué sucede, qué pasa? 

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Y los muchachos a coro respondieron: 

-Don Bosco nos ha dado avellanas. 

1 Véase Vol. XVII, pág. 447. 
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Y dijo don Juan Bautista Francesia a don Bosco: 

-Entonces déme también a mí un puñado. 

Y don Bosco le replicó: 

-Tú no puedes comerlas porque no tienes dientes. 

En esto se oyó un gran rumor procedente del patio. Eran los cantores que volvían de Valsálice, a donde habían ido para actuar en una fies 
Don Juan Bautista Francesia dijo a don Bosco que aquéllos eran los mayores y no convenía dejarlos sin avellanas. 

-Hazlos subir, respondió don Bosco, mientras despedía a los presentes. 

Dijo después a Grossani que mirara en el cajón, a ver si quedaban todavía algunas. El joven, que antes había recogido todas las del cajón 
quedóse admirado al encontrar todavía una buena cantidad. Las recogió, las metió en el saquito y se las llevó a don Bosco, el cual, siempre 
manos llenas, fue dando a unos cuarenta muchachos y aún sobró un puñado para el que sostenía el saquito. 

Uno de los profesores del bachillerato superior era don Lorenzo Saluzzo. El Santo quería que estuviera siempre presente en las conferenc 
que daba a los alumnos; pero aquella vez faltó. Poco después ((18)) se lo encontró en la biblioteca y le dijo: 

-Has hecho mal, faltando esta tarde a la conferencia. 

-»Por qué, don Bosco? 

-Que te cuente Festa lo que ha ocurrido. 

-No, cuéntemelo usted; déme ese gusto. 

Y, atraídos por la curiosidad, se acercaron los reverendos Finco, Luchelli y algún otro más, y don Bosco contó la cosa con toda sencillez, 
como si no hubiese sido más que un espectador. 

Se esparció la noticia por la casa, y por todas partes se iba a la caza de aquellas avellanas. «Yo, cuenta Lemoyne, pregunté a los muchach 
y observé que todos afirmaban haberlo visto con sus propios ojos y estaban persuadidos de que se trataba de un milagro». 

Once días después, llamó de nuevo don Bosco en torno a sí a los mismos alumnos. En sus mentes perduraba vivo el recuerdo de algunas 
palabras que les dijo, al darles el aguinaldo para 1886, y, con filial confianza, le rogaron que les explicara más claramente ciertas 
predicciones. 

El día catorce de enero, pues, teniéndolos en su habitación, les habló así y, mientras hablaba, el clérigo Festa tomaba apuntes de su charla 

Nuevamente nos encontramos aquí para hablar un poquito entre nosotros. Diréis: »y por qué don Bosco sólo nos llama a nosotros y no lla 
también a los sacerdotes, a 
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los clérigos, a los aprendices o, al menos, a todos los estudiantes? Naturalmente que esto incita un poco a la envidia de vuestros compañero 
de los demás que ven esta preferencia. Pero debéis saber que, antes, don Bosco estaba siempre en medio de los muchachos y siempre rodea 
por ellos. Iba a dar misiones a Chieri, a Castelnuovo, a Ivrea, a Biella y los muchachos de la ciudad de Turín, no los internos del Oratorio, 
reunían en grupos de a diez, veinte, treinta, en una ocasión se juntaron hasta ciento treinta, y se iban a pie a donde se encontraba don Bosco 
para confesarse con él. Y don Bosco disfrutaba, estando siempre en medio de los muchachos. Pero ahora ya no puedo moverme, no tengo 

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fuerzas para hablar a toda la casa. Con todo, ya que no puedo hablar a todo el Oratorio, ni a todos los estudiantes reunidos, al menos deseo 
dirigirme a un sector: al menos, a los del cuarto y quinto curso. 

Pero vosotros me habéis pedido algo en particular: que os explicase las recomendaciones del aguinaldo y que os dijera algo sobre esos se 
compañeros vuestros. 

((19)) Mirad: no conviene decir que uno de los aquí presentes va a morir, pero sí os diré que de los seis, casi todos están bien preparados 
si debieran presentarse ahora mismo ante el tribunal de Dios, esperamos que estarían tranquilos y harían las cosas bien. Los otros también s 
irán preparando poquito a poco. Porque debéis saber que, sin que ellos lo adviertan, hay uno que les sigue siempre con mucho cuidado para 
preparándolos. Así que, cuando les toque su turno, se puede esperar que también a ellos les irán las cosas bien. Vosotros, pues, estad 
tranquilos, pero procurad estar bien preparados y no confiéis en vuestra salud, aunque fuereis los más robustos del Oratorio. 

Un día, ya hace años, había avisado don Bosco que, dentro de un tiempo determinado, moriría uno de los jóvenes del Oratorio. Don Bosc 
seguía sus pasos, sin decirle nada, le ayudó a hacer una buena confesión general, a poner en orden los asuntos de su alma y, además, 
encomendó a un superior de la casa que estuviese atento. Por otra parte, debo decir que era un buen muchacho, que estaba bien preparado y 
por tanto, supo hacer bien las cosas. 

Con todo, si había uno robusto en el Oratorio, ése era Milane. Por añadidura, llegó el último día del tiempo señalado y ya decían los 
compañeros: -íBah! Esta vez estamos libres... Cuando hete aquí que el último día, a las nueve de la mañana, sintió él una pequeña 
indisposición; estaba sentado en la cama, rodeado de varios compañeros con su panecillo en la mano, y de repente, Milane se vuelve a un l 
y se apoya sobre la almohada. Los compañeros lo llaman y no responde. Lo sacuden y no da señales de enterarse de nada. Era cadáver. 

Os he nombrado ahora sólo a Milane, pero podría citaros varios más, tan fuertes y sanos como él y que, sin embargo, tuvieron suerte 
parecida. Por consiguiente, estad preparados y no confiéis en vuestra salud. Sed muy devotos de María Santísima, rezad y estad alegres, mu 
alegres. 

También me habéis pedido que os explique lo que dije sobre los desastres públicos que asolarán este año a nuestra patria. Os lo digo con 
gusto; y casi, casi lo diría en público, desde el púlpito. El Señor nos mandará calamidades, a saber, pestes, sequías e inundaciones. Y vosot 
preguntaréis: -»Por qué manda el Señor estos castigos? 

El porqué debe haberlo y, sin duda, lo hay. El vicio de la deshonestidad atrae sobre el mundo las calamidades y castigos del Señor. 
Comprended que es una cosa delicada y, por eso, no me ha parecido oportuno decirlo en público. Los limpios de corazón verán la gloria de 
Dios. Y, por limpios de corazón, se entiende los que no tuvieron la desgracia de caer en el pecado feo y que si cayeron, se levantaron en 
seguida. 
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Oiréis decir que, en tal lugar, hay cólera; más allá, inundaciones, etc. Responded que son calamidades que el Señor envía a los hombres p 
castigar sus pecados. Pero vosotros no temáis, estad alegres, muy alegres. Si lleváis al cuello la medalla de María Auxiliadora y sois muy 
((20)) devotos de Ella, quiero esperar que lo mismo que otras veces en la ciudad de Turín y precisamente alrededor del Oratorio hubo el có 
y nuestros jóvenes se vieron libres de él, así también os veréis libres vosotros. 

Os digo esto a vosotros, en particular, pero que sea para vosotros; y no penséis en escribir a casa a vuestros parientes o amigos: -Don Bos 
nos ha dicho que va a suceder esto o aquello-. No, quédese en vosotros y sacad de mi aviso el mayor fruto que podáis, pero no digáis nada 
los otros. 

Aún quiero deciros otra cosa. He visto que esta mañana han venido muchos aquí para confesarse, comulgar y hacer el ejercicio de la buen 
muerte. Estoy muy contento: pero naturalmente esto suscita en los demás un poco de envidia. Los pequeñitos pueden decir: 

-»Acaso no tenemos también nosotros pecados que confesar con don Bosco? 

Pues sí, es verdad; pero como ya os dije, don Bosco no puede atender a todos. Por eso, se limita a los del cuarto y quinto curso, porque es 
en el último año en el que deben deliberar sobre su vocación, de la que casi siempre depende la salvación eterna de un joven. El es el confe 
ordinario de los del cuarto y quinto curso, aunque esto no quiere decir que hagan mal los que vayan a otro confesor. íLo que importa es que 
joven frecuente y haga bien su confesión y comunión! 

Os repito que sólo me interesa saber vuestro pensamiento sobre la vocación, sea eclesiástica o no, porque deseo vuestra felicidad tempora 
eterna. En cuanto a los que vienen a comulgar aquí en la misa de don Bosco, estoy contento, mas deseo que lo hagan libremente. El que qu 
comulgar en la iglesia hace muy bien y el que quiera hacerlo en la misa de don Bosco que lo haga; pero quede bien entendido que nadie lo 
haga como si fuera un mandato. íNo! 

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Nos volveremos a ver; cuando vosotros no tengáis nada que hacer y don Bosco tampoco; y siempre os diré lo que me parezca que puede 
haceros más bien. 

Los detallados registros del Oratorio, señalan, al lado de los nombres, la fecha de seis muertos, desde marzo a septiembre del 1886 1. 

Por la tarde del día treinta y uno del mismo mes, se reunieron los jóvenes por tercera vez. 

-Cuéntenos algún sueño que se relacione con nosotros, dijéronle a don Bosco. 

Y él respondió: 

-Sí que os lo contaré. 

((21)) Hace algunos años soñé que después de la misa de la comunidad 

1 Son los siguientes: 1.°, Carlos Brunet, de Bardonecchia, del primer curso superior (9 de marzo). 2.°, Carlos Ranzani, de Borgo Castano 
Primo, del segundo curso (13 de abril). 3.°, Antonio Enría, de Turín, calcógrafo (4 de mayo). 4.°, Antonio Trogu, de Carloforte, 
encuadernador (28 de mayo). 5.°, Juan Ferrari, de Vigevano, encuadernador (5 de julio). 6.°, Santiago Alladio, de Busca, cerrajero (21 de 
septiembre). En enero murió en su casa Carlos Gonino, de Druent, sastre; pero se había ido por enfermo el día veintisiete de diciembre, así 
que no se encontraba presente cuando dieron el aguinaldo. 
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estaba paseando entre los jóvenes. Todos me rodeaban y me miraban escuchando mis palabras. Pero había uno que estaba delante de mí 
volviéndome las espaldas. (Cuando don Bosco paseaba en el patio con los alumnos, los que iban andando delante de él haciéndole corona, 
hacían de espaldas dándole siempre la cara.) El tal llevaba en la mano un hermoso ramillete de flores de variados colores, blancas, rojas, 
amarillas, verdes, violetas... Yo le dije que se diese la vuelta y me mirase; se volvió durante un momento pero seguidamente me tornó a dar 
espaldas. Yo le afeé esta manera de proceder y él me contestó: 

-Dux aliorum hic similis campanae, quae vocat alios ad templum Domini, ipsa autem non intrat in ecclesiam Dei. (El que hace de guía de 
los demás es como la campana, que llama a los otros a la casa del Señor, pero ella no entra en la iglesia). 

Al oír estas palabras todo desapareció y yo me olvidé pronto de lo que había soñado. 

Pero, hace unos días, vi entre vosotros al joven con el que había soñado; es bastante mayor, pero es el mismo. 

Los jóvenes preguntaron inmediatamente: 

-»Está aquí entre nosotros? »Quién es? 

-Sí, replicó don Bosco; está aquí entre vosotros, pero no es conveniente decir quién es; tanto más, que yo mismo no sabría qué 
interpretación dar al sueño. 

Dicho esto, se hizo traer el saquito de avellanas de la otra vez. Las avellanas habían disminuido bastante en aquellos días porque más de u 
mano, piadosamente furtiva, debía haber sustraído algunas. Como era natural, durante la distribución, los jóvenes permanecían con los ojos 
muy abiertos para observar bien lo que sucedía; pero en aquella ocasión el saquito se vaciaba, se vaciaba... Con todo, hubo para todos, a 
excepción de uno de los dos que sostenían el saco; uno sostenía el saquito y el otro mantenía la boca del mismo abierta 1. Don Bosco, 
metiendo la mano bien adentro y rebuscando, exclamó: 

((22)) -íAh!, todavía hay una aquí. 

Después siguió buscando y con aire sonriente sacó un puñado que dio al muchacho, diciendo: 

-Tómalas, son riquísimas. 

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1 Eran Tito Tomassetti, que murió sacerdote salesiano, y el otro Juan Franchini que todavía vive, y es también sacerdote salesiano. El dia 
de Carlos Viglietti nombra también a Garassino, que se había quedado en el salón de estudio; pero tampoco el cronista estuvo presente en e 
suceso. 
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Después llamó al catequista, don Esteban Trione, que estaba detrás de los muchachos y también le dio a él; seguidamente a don Celestino 
Durando, Prefecto general que tenía su despacho allí cerca y también para él encontró. 

-También quiero darles a Mazzola y a Bassignana, dijo. 

Y entrambos recibieron un puñado cada uno. Los jóvenes, más que admirados, contemplaban la escena llenos de sagrado terror. 

Al fin, introduciendo nuevamente la mano en el saquito, sacó de él otras cinco avellanas y, enseñándoselas a todos, manifestó su 
contrariedad porque faltaban allí algunos jóvenes. En efecto, no estaban precisamente cinco, tres de los cuales habían ido a Valsálice y dos 
habían quedado en el salón de estudio. Es cierto que en aquella semioscuridad y dada la mala vista del Siervo de Dios, él no había podido 
advertir con sus propios ojos aquellas ausencias. 

Mientras salían, el alumno Barassi, acercóse a don Bosco y le preguntó: 

-Aquel del ramo de flores hará un cisma, »verdad? 

-Sí, sí, dará mucho que pensar, respondió el Santo. 

Pero no sabemos más de él. 

Antes de pasar de la antesala a su habitación, se detuvo y tomó de la mano a Calzinari, jovencito piadoso, pero que no se dejaba ver nunc 
de don Bosco, y le habló al oído. El muchacho palideció y le dijo: 

-Esta bien. 

Al quedarse solo con sus secretarios, el Santo les dijo: 

-Al joven del ramo de flores lo he invitado y lo he llamado y me prometió que vendría, pero aún no lo ha hecho. Y con todo es necesario 
que yo hable con él. 

íCuánto provecho para sus almas recavaban todos aquellos que se acercaban con toda confianza a don Bosco, especialmente en el 
sacramento de la Confesión! 

El año 1888, después de la muerte del Santo, recibió don Miguel Rúa una carta de carácter muy íntimo cuyo autor le autorizaba para que 
hiciera de ella el uso que quisiera; por eso se conservó ((23)) y trasladaremos aquí el párrafo que habla de don Bosco como confesor. 

Aquel pobrecito, arrastrado al mal desde muy pronto, había contraído pésimas costumbres, que lo llevaban a la perdición; mas, por la div 
misericordia, fue aceptado como estudiante en el Oratorio, donde se echó en brazos de don Bosco, manifestándole con sinceridad sus faltas 
todas las semanas. La constancia en la práctica de la confesión semanal es un gran medio para enderezarse y conseguir la libertad 
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de hijos de Dios; sin embargo, en el caso del que hablamos, no hubiera sido suficiente sin la caridad paciente, dulce y benigna de don Bosc 
Escuchémoslo del mismo penitente: 

«Sólo la calma, siempre serena y tranquila de don Bosco, y estoy por decir, una como indiferencia a cualquier cosa que se le dijere; sólo 
aquel modo parco de hablar, pero condimentado con las finezas de un amor santo, de una compasión viva y, al mismo tiempo, suave como 
bálsamo; y finalmente aquel oír, sin descomponerse jamás, las mismas faltas, siempre repetidas, fueron los medios saludables, los lazos 
amorosos, con que el hombre de Dios logró infundir en mi alma muy pronto no sólo odio al pecado, sino la resolución, la confianza firmísi 
de que lograría, de una vez para siempre, romper las duras cadenas de la esclavitud (...) íOh, cuántas veces, al recordar la caridad de don 
Bosco, el inmenso bien que me ha hecho, pienso en la deplorable condición de muchas almas que, aunque esclavizadas por el vicio, se 
reharían y tornarían al camino de la salvación, si encontraran siempre en el confesor aquella amabilidad, aquella alegre y consoladora acogi 
tan característica del buen Padre!». 

Dos días antes de la reunión que hemos referido, se había introducido en el apartamiento de don Bosco una novedad. Hasta entonces, 

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cuando don Bosco no podía bajar a la iglesia, celebraba misa en la antesala, en un altarcito disimulado con unas maderas, a modo de armar 
El clérigo Viglietti había logrado obtener, aunque con dificultad, que la sala contigua a la de espera se transformara en capilla, ((24)) con u 
bonito altar. El día de San Francisco, por la tarde, fue el cardenal Alimonda a visitar al Siervo de Dios y el secretario expuso a Su Eminenc 
lo mucho que gustaría a toda la casa que se dignase bendecir el altar y la capilla. El Cardenal se prestó a ello de muy buen grado.Llegados d 
improviso el Obispo de Ivrea, algunos canónigos y otros insignes personajes, asistieron todos con don Bosco a la ceremonia. 

El Cardenal se puso la estola, recitó con el ritual en la mano las preces litúrgicas y bendijo el altar, iluminado como en día de fiesta, y la 
estancia. Los presentes recitaron a coro el Miserere y otros salmos.Fue una agradable función familiar, cuya oportunidad se aprecia hoy; 
porque, habiendo llegado a ser las habitaciones de don Bosco un verdadero pequeño santuario, la capillita donde celebró sus últimas misas 
viene a ser como el sancta sanctorum. 

Hemos aludido a la fiesta de San Francisco y es preciso que digamos algo de ella. La precedió una conferencia a los Cooperadores, que p 
mayor comodidad, como se decía en la carta de invitación, tuvo lugar en la iglesia de San Juan Evangelista. La presidió don Bosco. El 
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público esperaba oír su palabra y él deseaba hablar; pero los médicos no se lo permitieron. Encargó de ello a don Juan Bonetti y hasta le 
señaló los puntos que debería tratar. Fueron estos tres: 1.°, algunos efectos consoladores de la Obra Salesiana, gracias a la caridad de los 
cooperadores; 2.°, necesidad de continuar y aumentar estos resultados, mediante otras obras importantes; 3.°, medios para realizar tales 
proyectos 1. 

Monseñor Bertagna debería haber dado la bendición, mas, por tener que presidir otro acto, no pudo acudir y la dio el mismo don Bosco, d 
cual escribía don José Lazzero a monseñor Cagliero el día tres de febrero: «Ciertamente que el ver a don Bosco en el altar es algo que por u 
parte, alegra a todos; pero, después por otra, causa pena a todos verlo subir y bajar los escalones con tanta dificultad; mas él lo hace con 
gusto». 

((25)) Para completar la alegría de don Bosco, aquella misma tarde llegaron, sanos y salvos del Uruguay, don Luis Calcagno y don Pedro 
Rota y don Miguel Borghino del Brasil. Desembarcaron en Burdeos y fueron recibidos y tratados exquisitamente por el señor Obispo, en 
cuanto supo que eran hijos de don Bosco. 

Nunca se había celebrado con tanta pompa la fiesta de San Francisco. Monseñor Valfré, que era Obispo de Cúneo hacía poco tiempo, 
celebró la misa de comunión; el Cardenal asistió pontificalmente a la misa cantada; el elocuente obispo de Ivrea, monseñor Riccardi, predic 
el panegírico, por la tarde, resumiendo la vida del Santo en el programa de amar a Dios y hacerlo amar; el maestro Dogliani interpretó la m 
imperial de Haydn; impartió la bendición el Cardenal y fue mayordomo de la fiesta el doctor Fissore. A la comida honraron la mesa de don 
Bosco cuarenta invitados, entre los cuales estaban Su Eminencia, cuatro Obispos y los condes de Franqueville, de París. Al atardecer, 
representaron los alumnos un nuevo drama de Lemoyne, titulado Vibio Sereno, de argumento romano y cristiano del primer siglo. Su 
Eminencia quiso asistir. «Don Bosco, escribe don José Lazzero en la carta del día tres de febrero, pasó muy bien la jornada y participó en 
todos los actos». 

La noche anterior había dormido mal; despertó con sus gritos a Viglietti, quien le preguntó la razón de los mismos por la mañana. 

-Veía, respondió él, a un muchacho gordo, con la cabeza grande, que se iba encogiendo hacia la frente, pequeño, fornido y que daba 

1 La conferencia fue publicada en los artículos aparecidos en el Boletín Salesiano de marzo y de abril. 
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vueltas alrededor de mi cama. Yo procuraba alejarlo de mil formas;
pero cuando lo echaba de un lado, escapaba al otro y continuaba su molesta maniobra. Yo le reprendía, quería darle un golpe; pero no
conseguía quitármelo de encima. Por fin le dije: -Mira, que si no me dejas, me vas a obligar a que te diga una palabra que nunca he dicho. 
Y
como el muchacho seguía dando vueltas, le grité con todas mis ganas: íAsqueroso! 1. Y me desperté.


Concluyó su descripción, ruborizándose y añadiendo: 

-Jamás he dicho esta palabra en mi vida »y ahora he de decirla soñando: 

Y sonrió. 

((26)) Dos sueños que, por su carácter, se pueden clasificar con el precedente, fueron éstos, que se entretuvo en contar a sus secretarios el 
día veinticinco de febrero. El primero fue éste: 

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Entraba él en la catedral de San Juan, en Turín, cuando vio a dos sacerdotes, uno de los cuales estaba apoyado en la pila del agua bendita 
el otro en una columna; los dos llevaban puesto el sombrero con indiferencia. Hubiera querido reprenderles, pero quedó indeciso al ver la 
expresión de cínico desprecio que ambos tenían. No obstante hizo un esfuerzo y dijo al primero: 

-Perdone, »de qué pueblo es usted? 

-»A usted qué le importa?, le respondió bruscamente. 

-Es que quería decirle una cosa. 

-Yo no tengo nada que ver con usted. 

-Pues entonces, escuche: no quiero reprocharle; pero si no tiene respeto al lugar santo, ni le importa la gente que se escandaliza y se ríe d 

usted, tenga al menos atención a sí mismo. íQuítese el sombrero! 

-Es verdad, lleva usted razón, contestó el sacerdote; y se quitó el sombrero. 

Entonces don Bosco, riéndose con gusto, se despertó. 

Y he aquí el segundo sueño. 

Le pareció encontrarse con un individuo que le instaba a que se presentase al público y predicase sobre el Via Crucis. 

-»Predicar sobre el Via Crucis?, replicó el siervo de Dios. Querrá decir sobre la Pasión del Señor. 

-No, no, repetía el otro, sobre el Via Crucis. 

1 íAsqueroso! Así traducimos libremente el típico insulto italiano de Carogna! que dedican despreciativamente a una persona vil y pérfid 

(N. del T.). 
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Y así diciendo lo condujo por una larga calle, que llevaba a una plaza inmensa, y lo hizo subir sobre un pedestal. La plaza estaba desierta 
por lo que don Bosco objetó: 

-Pero »a quién voy a predicar, si aquí no hay nadie? 

Mas he aquí que, de pronto, la plaza se vio abarrotada de gente. El entonces habló del Via Crucis, explicó el significado de la palabra, 
enumeró ((27)) las ventajas de esta práctica piadosa y, cuando hubo terminado de hablar, todos le suplicaban que continuase explicando ca 
una de las estaciones. Don Bosco se excusaba afirmando que no sabía qué más decir, pero ante las insistencias de la multitud hubo de toma 
nuevamente la palabra y siguió hablando sin interrupción, diciendo que el Via Crucis es la vía del Calvario, el camino de los padecimientos 
que Jesucristo fue el primero en recorrer y que nos propone a nosotros imitarle con estas palabras: Qui vult post me venire, abneget 
semetipsum, tollat crucem suam quotidie et sequatur me. Finalmente, en el ardor de la plática, se despertó. 

Sobre el Via Crucis había contado otro sueño el dieciséis de noviembre del año anterior. Le pareció estar rodeado de una muchedumbre d 
gente que le decía: 

-íHaga un Via Crucis con ejemplos! íHágalo, hágalo! 

-Pero »qué ejemplos queréis que os cuente?, respondió él. El Via Crucis es en sí mismo un continuo ejemplo de los padecimientos de 
Nuestro Señor. 

-No, no; queremos un nuevo trabajo. 

Don Bosco se encontró inmediatamente con la obra compuesta; incluso tenía ya las pruebas de la imprenta en la mano y buscaba a don Ju 
Bonetti y a don Juan B.ta Lemoyne o don Juan B.ª Francesia, para que las corrigiesen, pues él se encontraba muy cansado. 

Mientras los buscaba afanosamente, se despertó. 

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El Santo debía, en realidad, reproducir en sí el ejemplo de la pasión de Jesucristo, soportando en unión del Señor las dolorosas 
enfermedades que le acompañarían hasta la muerte y ofreciéndose a sí como modelo de paciencia a sus hijos. 

Hagamos ahora un hueco para un sueño que parece contener algún elemento profético. El siervo de Dios se lo contó a Lemoyne y al cléri 
Festa el día 1.° de marzo de 1886. 

Le pareció estar en I Becchi. Su madre, con una vasija en la mano, estaba junto a la fuente y sacaba el agua sucia echándola en un barreñ 
Aquella fuente había dado siempre agua purísima; por tanto, se sentía llena de admiración, no sabiendo explicar aquel fenómeno. 

((28)) -Aquam nostram pretio bibimus, dijo entonces Margarita. 
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-íSiempre con vuestro latín!, le replicó don Bosco. Ese no es un texto de la Escritura. 

-No importa; di tú otras palabras si te sientes capaz de hacerlo. En éstas está comprendido todo; basta estudiarlas bien. Iniquitates eorum 
porta... Ahora puedes añadir lo que quieras. 

-Portavimus? portamus? 

-Lo que quieras: portavimus, portamus, portabimus. Piensa bien en estas palabras, estúdialas y hazlas estudiar a tus sacerdotes y te darás 
cuenta de todo lo que tiene que suceder. 

Después lo condujo detrás de la fuente a un lugar elevado, desde donde se distinguía Capriglio con sus caseríos, los caseríos de Buttiglier 
también Buttigliera y otros diseminados acá y allá, y señalándolos le dijo: 

-»Qué diferencia hay entre estos pueblos y los de Patagonia? 

-Pero es que, le respondí, yo querría hacer el bien aquí y allá. 

-Si es así, conforme, replicó mamá Margarita. 

Entonces le pareció que su madre se iba a marchar y, como su fantasía estuviese muy cansada, se despertó. 

Después del relato hizo esta observación: 

-El lugar al cual me condujo mi madre es muy a propósito para levantar alguna obra, pues es como el centro de muchos caseríos que no 
tienen iglesia. 

Don Miguel Rúa, en la circular que hemos citado más arriba, aludía a las audiencias, que le ocupaban, además de las confesiones. La 
fatigosa atención de las audiencias duraba siempre varias horas al día; pero sólo se conserva memoria de dos visitas muy diferentes entre sí 

El día tres de enero fue a visitarlo un abogado francés; lo enviaban, como él decía, los Borbones. Hizo a don Bosco una larga exposición 
para decirle que se trataba de restaurar en toda Europa las antiguas dinastías borbónicas, empezando por España, y que, en nombre de los 
príncipes de dichas Casas, le pedía su consejo y su bendición. 

((29)) Don Bosco le dejó hablar cuanto quiso. Por último, para arrancarle una palabra, le preguntó el forastero: 

-»Cuál sería el parecer de don Bosco en este asunto? 

-No soy juez competente en estas cuestiones, respondió. Apenas si conozco el nombre de algunos pretendientes. Por otra parte, yo me sie 
muy deudor de Francia; allí hemos levantado varios hospicios, sostenidos por la caridad de los franceses. Y no debo abusar de la hospitalid 
que me han dispensado. Por tanto, no sabría dar ningún consejo. Con todo observaré que no sería prudente determinarse por una empresa, s 
no se cuenta con medios seguros para una probable victoria. 
35 

-Si se uniesen todos los Borbones, contestó el abogado, los medios existen. 

-Pero tengan presente que, si no hay probabilidad, o mejor, certeza de triunfo, los males que sobrevendrían a Francia serían inmensos. 

Fin de Página: 36 


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-»Y cuál sería su juicio sobre la suerte de la empresa?
-Que se haga en todo la voluntad de Dios.
-»Daría usted su bendición a los príncipes borbónicos?
-»Y por qué no? Pero sólo en el sentido de que se haga la voluntad de Dios en todo; y nada más.
-»Me autoriza a referir sus palabras?
-No tengo ninguna dificultad.
Después de este diálogo, el abogado dijo que le habían mandado a Venecia para recibir órdenes de don Carlos. Alguien sospechó que fue


un agente investigador de la policía francesa, enviado para averiguar cuáles eran las ideas políticas de don Bosco. De todos modos, las 
respuestas del Santo no podían despertar sospechas ni dar pie a acusaciones de ningún tipo. Su sistema había sido siempre el de no entrar 
jamás en política. 

La otra visita a que nos referíamos, tenía por objeto obtener una curación. 
Un señor, que se había hecho nombrar caballero por medio de don Bosco, le había prometido una cantidad para sus obras, pero, aunque 
tenía posibilidades, no había cumplido su promesa. ((30)) Y ocurrió que un hijo suyo, afortunado factótum de los asuntos de la casa, cayó 
gravemente enfermo. 
Al darse cuenta del peligro, corrió su padre para rogar a don Bosco con fervor que pidiera e hiciese pedir al Señor su curación. Era el día 
diecinueve de enero. 
-Yo he prometido de buen grado que pediría, dijo después don Bosco a uno que estaba a su lado, pero su hijo ha sido llamado por Dios. 
Hubiera sido menester que el caballero hubiese dicho a don Bosco: -Mire, don Bosco, aquí tengo quince mil liras para dárselas a usted y de 
obtenerme esta gracia de María Auxiliadora. Entonces, sí; pero ahora no puedo hacer más que rezar al Señor para que lleve a su hijo en 

seguida al cielo, cuando muera. 
De acuerdo con la doctrina del Santo, el que no es generoso con Dios tiene pocas esperanzas de recibir de El gracias extraordinarias. 
Muy distinta fue la experiencia que hizo una insigne bienhechora de don Bosco, la condesa Vanda Grocholska, princesa de Radziwill. En 

mes de marzo de 1886, un día antes de que don Bosco saliera 

36 
para España, sufrió en Cracovia un ataque de pleuropulmonía con diversas complicaciones que la redujo al último extremo. Su hermana 
telegrafió al Santo, rogándole que pidiera por la enferma. Un médico, llamado expresamente a París, hacía cuanto podía para salvarla; mas 
poco, la enferma entró en agonía. Pero de pronto, mientras le tomaba el pulso, dio un grito exclamando: 

-íSe ha salvado!
Transcurrieron unas semanas y don Miguel Rúa escribió a una amiga de la Condesa para saber noticias, pero ésta no pudo responder y, 
p


tanto, se dio por muerta a la señora. Don Bosco estaba ya en Barcelona, cuando un día le dijo don Miguel Rúa que le acompañaba: 
-Seguramente que la señora Grocholska ha muerto. 
-No, no, respondió él sonriendo. Está curada y, en este momento, está desayunando. 
-»Quién le ha dado la noticia? 
-Me ha llegado un telegrama del cielo. 
Las cosas eran efectivamente, como él decía 1. 
((31)) Pertenece a estas mismas fechas un caso sobre el conocimiento de cosas lejanas. 
La Superiora de un convento le había escrito, desde Munich, para recomendarle una señorita epiléptica, que se había convertido del 

Fin de Página: 37 


VOLUMEN XVIII Página: 37 

protestantismo. El respondió: «Que sea fiel a las promesas hechas. Mientras lo sea, gozará de la protección de la Santísima Virgen». La 
señorita gozó de buena salud mientras se mantuvo fiel; pero después, cuando falló, le volvió a asaltar el mal. Ahora bien, cuando le dieron 
respuesta, don Bosco escribió: 

-«»No tiene en casa a una tal así y asá? Diga a esa hija pródiga que vuelva a su casa para cuidar a su madre ciega y a sus hijos». 

La Superiora, sorprendida, se preguntaba cómo don Bosco podría saber una cosa que nadie le podía haber dicho; tanto más que ella ya te 
alguna sospecha. 

Una pobre desgraciada había fingido que era mulata y pagana, pero que tenía vivos deseos de conocer y abrazar la religión de Jesucristo. 
padre jesuita, informado por una confidente suya, habló de ella al Obispo y rogó a la Superiora que la admitiese en la comunidad para 
prepararla al bautismo. La infeliz criatura se mostraba impaciente por recibirlo; pero todo era comedia, como se descubrió en seguida; 

1 Ap., Doc. núm. 1. 
37 

nuestro Santo les había puesto en alerta a tiempo, porque sólo faltaban dos días para la sagrada ceremonia 1. 

Le llegaba a don Bosco de Francia, por aquellos días, una simpática condecoración. Recordaran los lectores la conferencia que dio en la 
Sociedad Geografica de Lyon el año 1883 sobre la Patagonia. A continuación les envió una memoria sobre el mismo tema, que fue juzgada 
como trabajo de mérito. El Consejo Directivo de la Sociedad no tuvo en verdad demasiada prisa en calificarla, ya que, hasta enero de 1886 
le comunicó que se le había otorgado una medalla de plata por sus méritos en el campo de la ciencia geográfica «tal como se entiende en 
nuestros días», esto es «como contribución al estudio y al ((32)) progreso de los hombres y de las cosas en los países extranjeros». 

La entrega de esta condecoración sólo podía efectuarse en una sesión solemne, que no se podría celebrar, sino mucho tiempo después. Un 
cara de la medalla debía llevar esta inscripción: Don Bosco-Sacerdote Salesiano-Civilización de la Patagonia; y se le pidió qué fecha debía 
ponerse. Se respondió que se pusiera el 24 de mayo de 1879, día en que entraron los Salesianos en la Patagonia y que al nombre de don Bo 
se hiciera seguir «fundador de los Salesianos» 2. 

La entrega no podía hacerse hasta una sesión general solemne que se celebraría a fin del año. Llegó el mes de diciembre y la Presidencia 
avisó para el domingo diecinueve. «Sería para nosotros un honor y una fortuna, le escribieron entonces 3, que usted pudiera asistir; los 
habitantes de Lyon se sentirían también felices de poderle ver y aclamarlo». Fueron elegidos para representar a don Bosco, don Julio Barbe 
y don Pablo Albera. El Presidente Desgrands los introdujo en el aula magna de la Universidad, donde la Sociedad solía celebrar sus sesione 
les hizo ocupar un lugar distinguido al lado del sillón presidencial. Después de hacer la relación de los progresos y trabajos de la Sociedad, 
tomó la palabra el Presidente. Recordó en términos elogiosos el discurso de don Bosco sobre la punta extrema de América Meridional; dijo 
que el orador había dado noticias precisas e interesantes sobre aquellas inhóspitas regiones, noticias recabadas de autores acreditados y de l 
relaciones de sus Misioneros, a los que acompañaba con su mente y con su amor, y concluyó diciendo que don 

1 Ap., Doc. núm. 2. 

2 Ap., noc. núm. 3. 

3 Ap., noc. núm. 4. 
38 

Bosco había merecido una medalla de plata. Don Pablo Albera se adelantó entonces a recibir la medalla entre los más vivos aplausos de la 
numerosa asamblea. 

Los periódicos del extranjero publicaron también grandes elogios a don Bosco. La Palavra de Oporto presentó los ((33)) días quince y 
dieciséis de enero un largo y entusiasta artículo, que encomiaba a nuestro Santo como al hombre más benemérito de la humanidad en los 
últimos tiempos. Otro periódico lo elogiaba desde las orillas del Támesis. Era el Merry England, el cual, después de presentar su espléndid 
biografía, expresaba así su juicio sobre los sacerdotes de don Bosco: «Los Salesianos de don Bosco son hombres de ciencia; pero lo que m 
importa es que, además, están dotados de celo apostólico y verdadera piedad; son, en fin, buenos y celosos pastores, que darían gustosos su 
vida por la salvación de sus ovejas». El nuevo y popularísimo Eco d'Italia, órgano de los católicos genoveses, en su número del día veintici 
de enero, justificaba el artículo manifestando a su vez el gran aprecio y veneración que sentía por la Congregación Salesiana y por su 
Fundador y terminaba con esta entusiasta evocación: «Sí, ayudemos, propaguemos, favorezcamos, por cuando esté a nuestro alcance, esta o 
santa del nuevo Apóstol de la juventud abandonada; con ello prestaremos uno de los más grandes servicios a la santa causa de Dios y de su 

Fin de Página: 39 


VOLUMEN XVIII Página: 39 

Iglesia». 

Una voz fuera de tono se oyó en Faenza. El radical Lamone volvía a gritar contra los hijos de don Bosco y, en su número del día diecisiet 
de enero, denunciaba a las autoridades la «Educación Salesiana», porque los Salesianos, enemigos de la patria, infundían sus sentimientos 
el alma de los muchachos. Pero qué clase de educación era realmente la salesiana, que ellos querían calumniar, lo proclamaba por aquellos 
días el nuevo Consejero Escolástico general, don Francisco Cerruti, que se estrenó en el cargo publicando, con ocasión de la apertura del 
curso un opúsculo titulado: Las ideas de don Bosco sobre la educación y sobre la enseñanza y la misión actual de la escuela. La educación 
salesiana estaba informada precisamente de tales ideas, «las mismas, escribía Cerruti, que han guiado a los más grandes pedagogos y 
educadores modernos», indignados a la vista de la irreligión y la inmoralidad que amenazaba destruir pueblos y naciones. 

((34)) Quien veía a don Bosco tan decaído, no podía imaginar qué estaba planeando en su corazón durante los meses de febrero y marzo: 
estaba proyectando un viaje a España. Como se daba cuenta de que debía actuar rápidamente, pues, de otro modo, no tendría tiempo para 
efectuar su gran deseo, estudiaba la manera de vencer la oposición 
39 

de sus queridos hijos, preocupados por su preciosa salud. A decir verdad, ya había estado en España, pero a la manera de los santos, y no p 
caminos ordinarios. Narraremos aquí un acontecimiento del que tenemos varias relaciones y cuya narración escuchamos muchas veces de 
boca del mismo que recibió una visita tan inesperada. Puede parecer extraño que éste, cuando más tarde hablaba del suceso, no recordase e 
sus narraciones si la noche de la primera aparición fue la anterior o la siguiente a la fiesta de san Francisco de Sales; pero es un defecto de 
memoria, que no afecta a la veracidad del hecho, sobre el que hizo su deposición en los Procesos apostólicos. 

Don Juan Branda, director de la casa de Sarriá, dormía tranquilo en su alcoba, cuando sintió que le llamaban. Despertóse y distinguió 
claramente la voz de don Bosco, que decía: 

-Don Branda, levántate y ven conmigo. 

Don Juan Branda pensó: -íNo estoy yo para sueños! íNecesito dormir!... 

Y, para liberarse de lo que creía una ilusión, dio media vuelta y se echó de la otra parte. En seguida se quedó profundamente dormido y 
durmió hasta la hora de la llamada para levantarse. Por la mañana recordaba la voz oída durante la noche, pero no hizo caso y se quedó 
tranquilo hasta la octava de san Francisco, El día seis de febrero por la noche, durante el sueño, volvió a oír otra llamada: 

-íDon Branda! íDon Branda! 

Era de nuevo la voz de don Bosco. Se estremeció, abrió los ojos y vio con estupor la alcoba iluminada como en pleno día; más aún, como 
cama estaba tras unas cortinas, vio en ellas delineada la figura de un sacerdote, que era precisamente don Bosco. La voz continuó: 

-íYa no estás dormido! Levántate, pues. 

-Voy en seguida, respondió. 

Se levanto, se vistió y, al descorrer ((35)) la cortina, vio en medio de la habitación a don Bosco que lo esperaba. 

De su rostro y su mirada emanaba un afecto paternal y confiado. 

Don Juan Branda se acercó a él, tomó su mano para besársela y en aquel instante don Bosco le dijo: 

-Ven conmigo y acompáñame a visitar la casa. Te haré ver cosas de las que no tienes la menor idea. Y son cosas tremendas. 

Tomó don Juan Branda las llaves de los dormitorios, salió con don Bosco de su habitación, subió la escalera y entró con él en los 
dormitorios. Todos los muchachos dormían en sus camas. Don Bosco 
40 

le señaló tres muy reconocibles, aunque tenían sus caras muy desfiguradas. 

-»Ves estos tres desgraciados? Los ha corrompido uno que tú no creerías, si no hubiera venido yo a decírtelo. Y he venido porque era 
necesario que te descubriese este misterio de iniquidad. Tú te fias de él, crees que es bueno y así lo parece exteriormente. Es el coadjutor... 
(y dijo nombre y apellido). Ese es el asesino del alma de estos jóvenes. 
Mira en qué estado se encuentran. 

Fin de Página: 41 


VOLUMEN XVIII Página: 41 

Al oír don Juan Branda aquel nombre se quedó frío. Jamás hubiera sospechado tanta iniquidad en él. Pasaba efectivamente por bueno y te 
exteriormente una conducta intachable. Don Bosco continuó: 

-Mándalo en seguida fuera de casa. No toleres que permanezca en medio de los jóvenes. Sería capaz de corromper a otros. 

Entre tanto seguían andando, pasando de un dormitorio al otro y contemplando uno a uno a todos los que dormían. Don Bosco le señaló a 
varios que tenían la cara descompuesta y deforme. Salieron de los dormitorios, recorrieron toda la casa. Escaleras, habitaciones, patios esta 
inundados de luz, como si fuera de día. Don Bosco andaba expeditamente, como si apenas hubiera cumplido cuarenta años. Volvieron a la 
habitación de don Juan Branda. Allí, en un rincón, junto a una estantería, aparecieron los tres pobres muchachos en actitud de quererse 
esconder para escapar a la mirada de don Bosco; tenían ((36)) la cara repugnante. Junto a ellos estaba también el coadjutor, inmóvil, con la 
cabeza baja, temblando y dispuesto como un condenado a muerte camino del patíbulo. La fisonomía de don Bosco tomó un semblante 
terriblemente severo y, señalándolo, dijo a don Juan Branda: 

-íEste es el que pervierte a los jóvenes! 

Y, volviéndose después al reo, le gritó con un tono de voz aplastante: 

-íPerverso! Tú eres el que roba las almas al Señor! íTú el que traiciona de este modo a sus superiores! íEres indigno del nombre que lleva 

Y, con este acento amenazador, continuó apostrofándolo, haciéndole ver la enormidad de su culpa, mantenida y callada meses y meses en 
confesión. Aparecía también un clérigo junto a aquellas figuras; estaba en actitud de humillado, pero no descompuesto como el coadjutor. 
Don Bosco miróle también a él, aunque no tan severamente, y dijo a don Juan Branda: 

-Aleja también a éste de casa; porque, si se queda, causará graves caídas. 
41 

-Pero yo no sé cómo cumplir esas órdenes, observó don Juan Branda. No sé qué motivo aducir para llegar a estas conclusiones; no tengo 
pruebas y el asunto es espinoso. No podría usted encargar a otro para cumplirlo? 

Mientras así hablaba le pareció entrever a don Miguel Rúa, de pie junto a don Bosco, que, con el dedo índice sobre los labios, le indicaba 
que callara. Don Juan Branda se calló y don Bosco se movió para salir de la habitación. 

En aquel punto desapareció la luz. Don Juan Branda, totalmente a oscuras, buscó a tientas la palmatoria sobre la mesita de noche, la 
encendió y se encontró solo. Faltaban aún dos horas para levantarse la comunidad. Tomó entonces el breviario y comenzó a rezar el oficio 
divino. Cuando sonó la campana, bajó a celebrar la misa víctima de una viva conmoción. 

Le turbaba el pensamiento de expulsar de la Congregación a aquellos dos. »Cómo llamarlos y entrar en conversación? »Qué argumentos 
presentar para hacerles confesar su culpa? Los vigilaba continuamente, mas no descubría en ellos nada que mereciera un reproche. Pero sen 
una voz interior que le repetía sin cesar: 

-íDecídete! íActúa! 

((37)) Llamó al prefecto y a los asistentes y les recomendó que abrieran bien los ojos para descubrir a los muchachos menos buenos; 
esperaba vislumbrar así algún indicio menos encubierto. Resuelto a no hablar, creyó que podría tener tranquila la conciencia con estas 
diligencias. Le pareció que así acallaba aquella voz interior que, en efecto, lo dejó en paz algunos días. Con todo, siempre que se disponía a 
celebrar la misa se sentía invadido por un horror que le hacía temblar. 

Se encontraba en tal estado de ánimo cuando recibió una carta de don Miguel Rúa desde Turín, que conservó durante mucho tiempo e hiz 
leer a muchos 1; en ella decía: «Paseaba yo esta noche con don Bosco y me dijo que te había hecho una visita. Pero, a aquella hora, quizás 
estabas durmiendo». 

1 Se la enseñó a don Antonio Aime, el prefecto; la leyó en una conferencia a los clérigos, como lo recordaba don Celestino Pirola; la dio 
leer a los misioneros que pasaron por allí, poco antes de la llegada de don Bosco y, pasado algún tiempo, se le perdió. Don Miguel Rúa 
depuso en los Procesos: «Yo estaba en Turín por aquel tiempo y el día después de aquella aparición, hablando don Bosco conmigo, me dijo 
que durante la noche había hecho una visita a don Juan Branda y me pareció que me ordenaba le preguntara por carta si había cumplido sus 
órdenes. 
En aquel momento no di demasiada importancia a sus palabras, cumplí el encargo recibido y no pensé más en ello. Cuando, unos meses 

Fin de Página: 42 


VOLUMEN XVIII Página: 42 

después, acompañé a don Bosco a España, don Juan Branda, que acudió a la frontera para recibirnos, me contó claramente lo ocurrido y 
entonces comprendí qué visita le había hecho don Bosco». 
42 

Cuatro o cinco días después de la aparición fue a celebrar misa en casa de Doña Dorotea Chopitea y oyó decir a la mamá de los Salesiano 

-He soñado con don Bosco, »sabe? Esta noche he soñado con él. 

-Perdóneme, la interrumpió don Juan Branda; esta mañana tengo que celebrar en seguida, en seguida. 

Las palabras de la santa mujer le habían sobresaltado y no quiso escuchar más. Fuese derecho a la capilla, se revistió y comenzó la misa. 

Pero, después de recitar el Introibo y subir los escalones, al inclinarse para besar el altar, le invadió un gran terror y temblor y oyó en su 
interior una voz que le decía: 

-Cumple en seguida lo que te ordenó don Bosco; si no, ésta es la última misa que celebras. 

((38)) Volvió a casa resuelto a actuar. Hubiera querido pedir consejo, pero no sabía a quién; no dijo nada al confesor, temiendo que no 
interpretase la cuestión en buen sentido. Sin embargo, se decidió. Llamó a don Antonio Aime y, pidiéndole que guardara riguroso secreto d 
cuanto iba a decir, le contó, sólo en parte, lo que había visto la noche de la octava de san Francisco, le descubrió el nombre de los tres 
muchachos y le dio las oportunas instrucciones. Que los llamase por separado, sin que nada supiera el uno del otro; que les hiciera saber 
claramente que lo conocía todo, que les impusiera la obligación de decirle el nombre del escandaloso. Que si se negaran o rehusaran hablar 
les levantara la mano. Que, después de preguntar a uno, lo encerrase en determinada habitación donde nadie pudiera hablarle. Que llamara 
luego al segundo y lo tratara como al primero y lo llevara a continuación a tal clase y lo encerrara allí. Que interrogara, finalmente, al terce 
lo dejara en su oficina y volviera a él, para referirle el resultado de sus indagaciones. 

-Aquí en esta hoja, terminó don Juan Branda, escribo el nombre del que yo he visto como autor del escandalo y, cuando tú vuelvas del 
interrogatorio, confrontaremos este nombre con el que te hayan dicho los muchachos. 

Y dicho esto, tomó la pluma, escribió un nombre y dobló el pliego. 

El prefecto cumplió al pie de la letra lo que le habían ordenado. El primer muchacho, desconcertado, empezó negando, mas al ver que el 
superior estaba seguro y resuelto, lo declaró. El segundo y el tercero, al verse en el aprieto, dieron la misma respuesta. 

Don Antonio Aime volvió al Director y le comunicó el resultado de sus indagaciones. Entonces don Juan Branda desdobló el papel y se l 
mostró. Era el nombre del coadjutor denunciado por los muchachos. 
43 
No existía, pues, ningún motivo de prudencia que obligara al superior a disimular; por tanto, hizo llamar inmediatamente al culpable. 

Vivía éste desde hacía algunos días con una agitación interior espantosa. Cuando lo tuvo delante don Juan Branda lo increpó diciéndole: 

-»Eres tú el que envenena el alma de los jóvenes? 

-»Yo?... »Y cómo?, balbuceó desconcertado. 

((39)) -Sí, tú; así y así. 

El desgraciado cayó de rodillas implorando piedad y exclamó: 

-»Se lo ha escrito don Bosco? 

Ha venido en persona a decírmelo. 

Y, al oír que saliera inmediatamente de la casa, lloró, pidió que lo quitaran de aquella ocupación que era la ocasión del peligro: que lo 

pusieran aunque fuera a barrer, pero que le concedieran siquiera dos meses de tiempo para buscarse un porvenir. Fue escuchado. 

Cuando llegó después don Bosco a la frontera de España, don Juan Branda que había salido a su encuentro, lo llevó aparte a una sala de 
espera y le dijo: 

Fin de Página: 44 


VOLUMEN XVIII Página: 44 

-Quizás no encuentre las cosas en Sarriá como usted desea. 

-»Qué has hecho? 

-Mandé a los tres muchachos a su casa con algunos días de intervalo de su partida; pero el coadjutor está todavía en el Colegio. He cedid 
sus lágrimas y a su petición y le he dado unos meses de espera. 

-Está bien. Cuando llegue, ya veré qué debemos hacer. 

Unas semanas después, también se mandó definitivamente a su casa al coadjutor. 
44 
((40)) 

CAPITULO II 

CAMINO DE ESPAÑA 
A
TRAVES DE LIGURIA Y FRANCIA


LOS Cooperadores Salesianos no eran todavía numerosos en España, pero sí muy influyentes; altas personalidades del clero y del laicado 
tenían la gloria de serlo, ya que periódicos y revistas reclamaban la atención del público sobre la persona de don Bosco y sus obras en Utre 
en Sarriá. Los bienhechores más insignes, y sobre todo doña Dorotea, se hubieran considerado muy felices de poderle ver; por eso, le rogab 
de vez en cuando, que llegara hasta su patria. Don Bosco hacía tiempo que quería ir, y hasta prometió formalmente una visita. A fines de 
febrero, tomó la resolución en firme y empezaron los preparativos. 

Cuando, dentro y fuera del Oratorio, se corrió la voz de que iba a aventurarse a un viaje tan largo, Salesianos y amigos quedaron 
asombrados, temiendo, y con razón, que pudiera morir por el camino. El tranquilizaba a todos recordándoles la experiencia de viajes 
anteriores que, lejos de malograr su salud, le habían mejorado. Agregaba, además, que haría la prueba de su resistencia, recorriendo poco a 
poco la costa de Liguria y la de Francia: si le iba bien proseguiría; y si no, daría vuelta atrás. 

((41)) La noticia de que don Bosco se disponía a visitar España, se difundió muy pronto por allá, suscitando una inmensa expectación; 
pero el ansia de ver a don Bosco, oír su palabra, gozar de su compañía, no podía ser mayor en nadie que en doña Dorotea, porque ninguno 
tenía tanta afinidad de espíritu con don Bosco como ella y, por tanto, tanta capacidad para comprender la grandeza de su misión. 

El viernes día doce de marzo, a las dos y media de la tarde, salió don Bosco del Oratorio de Valdocco, llevándose como compañeros de 
viaje para la primera etapa, a más del clérigo Viglietti, su secretario, a don Francisco Cerruti y a don Antonio Sala. Tenía bastante buen 
aspecto, pero se movía con dificultad y necesitaba apoyo. En la estación de Puerta Nueva, le saludó el corresponsal de un periódico de 
45 

Toscana 1, y mostró su compasión, al verlo partir para un viaje tan largo. Le respondió que lo hacía empujado por la necesidad de proveer 
pan a sus muchachos. 

-íBusque la protección de Depretis!, se apresuró a decir el periodista. 

-íSí, sí, de él! íSi supiese cuánto pago de impuestos solamente por las casas que tengo en Italia! 

Sin mostrar incomodidad, más aún, en alegre conversación llegó a Sampierdarena. Allí se encontró con dos buenos trabajadores de 
Arenzano que lo estaban esperando para hacerle un donativo en reconocimiento a las gracias obtenidas por intercesión de María Auxiliador 
y le dijeron que toda la gente de su pueblo tenía una fe ilimitada en María Auxiliadora. 

Pasó mal la noche, por lo que, al día siguiente, se vio obligado a celebrar la santa misa en su habitación. Asistieron a ella los alumnos del 
cuarto y quinto curso de bachillerato. Una vez terminada la acción de gracias, desayunó y comenzó a recibir visitar sin interrupción hasta e 
mediodía. Casi todos, como él decía, iban a dar gracias a María Auxiliadora por favores recibidos después de su bendición. 

Los Cooperadores genoveses habían dispuesto todo ((42)) para celebrar una conferencia en la ciudad en la iglesia de San Siro; y allá se 
encaminó en las primeras horas de la tarde. El arzobispo monseñor Magnasco quiso asistir. Habló don Francisco Cerruti, durante media ho 
al desbordante auditorio que había acudido a ver a don Bosco. A su paso se agolpaba la gente alrededor para besarle la mano: en algún 
momento se temió que lo aplastaran. Antes y después de la conferencia, oyó en la sacristía a los que querían consultarle. El Arzobispo iba 
diciendo a los que se le acercaban a besarle el anillo: 

Fin de Página: 46 


VOLUMEN XVIII Página: 46 

-Id a don Bosco. 

El coadjutor Pedro Enría oyó a muchos que se consideraban felices por haber recibido la bendición de un santo. Don José Lazzero escrib 
monseñor Cagliero el día veintiocho de marzo: «La persona de nuestro padre don Bosco, a medida que envejece se hace cada vez más 
preciosa. En Génova, a donde fue para la conferencia de los Cooperadores, no se vio nunca tanto entusiasmo por don Bosco como en esta 
ocasión, y tampoco se habían mostrado nunca tan generosos, como lo prueba la abundantísima colecta». 

1 L'Amico del popolo, de Prato, 20 de marzo de 1886. 
46 

Y, sobre el mismo argumento, escribía también a don Miguel Rúa un cooperador de Voltri 1: 

«He pasado casi una hora de verdadero paraíso. Parecía que cooperadores y cooperadoras, perdóneme la frase, quisieran comerse al amad 
Padre. Todos querían verle, hablarle, besarle la mano; y él, amable y sonriente, escuchaba a todos y les decía una buena palabra, una de esa 
palabras que ejercen una incomprensible influencia en el corazon». 

Al atardecer, fue acompañado al palacio de la señora Ghiglini, donde cenó. Volvio a Sampierdarena tarde y cansado. Se le oyó decir a un 
señor: 

-Yo vivo con una sopa de maíz; pero tengo muchos hijitos a quienes dar de comer... y como la caridad de los buenos no tiene término, yo 
necesito de todos 2. 

Viglietti cerraba así la jornada de su diario: «Hoy estaba alegre don Bosco, contaba ocurrencias y tenía la mente clarísima». 

((43)) Don Domingo Belmonte, director de la casa de Sampierdarena, atestiguó que en San Siro ocurrió un hecho maravilloso. Don Bosc 
distribuía medallas de María Auxiliadora en la sacristía pero, cuando se le acabaron se dirigió a él y le preguntó si había llevado más. El 
director le dio unas cuarenta o quizá menos. Entonces el santo siguió repartiendo. El lugar estaba atestado de gente y daba sin cesar a cuent 
alargaban la mano. Don Domingo Belmonte y el señor Dufour, que estaba al lado, no podían creer a sus propios ojos; se repartieron 
ciertamente varios centenares de medallas, quizás mil. Sin una multiplicación milagrosa aquello no hubiera sido posible. 

Al día siguiente se sucedieron las audiencias durante largas horas sin descanso. Hacia el mediodía llegó acompañada por su padre y por s 
madre, una joven, que no quería saber nada de iglesia y parecía enteramente loca. Ante don Bosco, dejó de lado su loco orgullo, se puso de 
rodillas también ella para recibir la bendición y, rompiendo a llorar, dijo: 

-Reconozco mi error. El demonio me ha tenido hasta ahora engañada. Mañana iré a confesarme y a comulgar. 

Los padres conmovidos no se levantaban del suelo y hubieran deseado quedarse. La escena duró un rato; finalmente entregaron una 
cuantiosa limosna y se marcharon. 

Aquella tarde se bendijeron solemnemente las campanas destinadas 

1 El señor Primo Arona, Voltri, 21 de marzo de 1886. 

2 L'Eco d'Italia, 15 de marzo de 1886. 
47 

al nuevo campanario de San Cayetano; el coadjutor Quirino, venido expresamente del Oratorio, las inauguró con su incomparable maestría 
Acabada la ceremonia, don Bosco reanudó las audiencias que prolongó hasta las ocho. «Está cansado, volvemos a leer en el diario, pero 
parece que está bien; se muestra tranquilo y alegre». 

Pese a las molestias de toda clase que no le dejaban sosegar, no perdía de vista el Oratorio; en efecto, terminó la jornada encargando al 
secretario que escribiese a don Miguel Rúa y sugiriéndole lo que debía decirle. Viglietti escribió en seguida: «Don Bosco me encarga decir 
que salude de su parte a los muchachos, ((44)) y les diga que en Sampierdarena ha encontrado muchachos de muy buena voluntad; que, lo 
mismo que en el Oratorio, ayer por la mañana, los alumnos de cuarto y quinto curso asistieron en la habitación de don Bosco a misa y todo 
recibieron con mucha devoción la comunión de sus manos. Me encarga que salude efusivamente a don Juan Bautista Lemoyne, don Angel 
Lago, Suttil, Festa y Gastaldi». Después agregaba el secretario por su cuenta: «Por favor, querido Padre, encomiende a don Bosco a las 
oraciones de todos, pues su salud deja mucho que desear». 

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Se presentó en la casa un escultor que, sin haber visto nunca a don Bosco, valiéndose de una fotografía, había esbozado la cabeza y el bu 
esperando una ocasión oportuna para verle de cerca y dar los últimos retoques. Lleváronle a él, le expresó su deseo y tanto le importunó qu 
Siervo de Dios se resignó a posar ante él. Subió a la tarima preparada por el escultor y reía y decía: 

-Ea, subo al suplicio. 

Y al ver cómo el artista iba poniendo tierra amasada sobre la figura para quitar defectos, susurró al secretario: 

-íMira, Viglietti, qué bien me empasta! 

Pero, al cuartito de hora, le acometió el sueño y se durmió. Al despertar se dio cuenta de que había posado una hora; y bajó en seguida 
porque le esperaba mucha gente que quería hablarle. 

Así pasó la mañana del día quince. Por la tarde, le cansaron bastante las audiencias; pero aún contó algunas anécdotas graciosas. Y habie 
recaído la conversación sobre la sensibilidad de corazón, dijo que no podía encomendar en la santa misa a los misioneros por la gran emoci 
que le venía y temía quedar sofocado. 

-Entonces, añadió don Bosco, me veo obligado a pensar en Gianduia y distraerme totalmente. 

El día dieciséis por la mañana, día de la partida, hubo un gran vaivén de visitantes. En el último momento se presentó el marqués de Spín 
para fotografiarle. El Santo quiso complacerlo y condescendió, 
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pero esto le hizo perder tiempo y tuvo que apresurarse para tomar el tren de Varazze. ((45)) Ya se había avisado a la estación y el jefe tuvo 
amabilidad de aguardar. 

La parada en la estación de Arenzano debería haber sido de varias horas, en vez de unos minutos, para poder contentar a la enorme cantid 
de gente que había invadido la estación. La multitud irrumpió en ella llevando o acompañando enfermos. Rodearon el tren, se agarraban a l 
vagones y subían a ellos. Se hacía tarde, el Jefe dio repetidas veces la señal de salida; pero el maquinista no se atrevía a iniciar la marcha po 
miedo a causar desgracias. 

Una mujer enferma, llevada hasta el vagón donde estaba don Bosco, bendecida por él, sanó instantáneamente y tornó a casa caminando p 
su propio pie. 

»Qué decir, después, de lo que pasó en Varazze? Los empleados ni siquiera pudieron recoger los billetes de los viajeros, porque los que 
bajaron del tren se confundieron con la multitud que, desbordada, había invadido hasta las vías. El párroco de la iglesia principal, muy ami 
de los Salesianos, había anunciado desde el púlpito la llegada de don Bosco y, además, había distribuido por la ciudad y los pueblos cercan 
una circular con el aviso de una conferencia para los Cooperadores. El resultado fue que acudió gente de Savona, de Sestri, de Voltri y de 
Arenzano; decían los viejos que nunca se había visto en Varazze tal afluencia de forasteros, tal entusiasmo y tal espectáculo de fe. 

La subida de la cuesta que lleva al Colegio requiere sólo unos minutos; pero don Bosco empleó tres cuartos de hora, por la multitud que s 
agolpaba para besarle la mano. Los alumnos que lo esperaban en formación, a uno y otro lado del camino, quedaron desordenados y 
dispersados por la gente. 

Después de la comida, las calles que rodeaban el Colegio estaban ocupadas por una gran muchedumbre. En vano se la quiso contener fue 
de la puerta. Sin saber cómo, abrióse el portón de par en par y la multitud invadió el patio, las clases, los pasillos y las escaleras. »Quién po 
detener aquella invasión? Se temió por la vida de don Bosco, si hubiera salido. Don Carlos Viglietti, firme delante de la habitación, hablab 
en vano; algunos se arrodillaron a sus pies, ((46)) pidiéndole por favor que les dejara ver a don Bosco. La conferencia estaba anunciada par 
las cuatro, pero eran ya las cinco y don Bosco seguía en su habitación, sentado y asediado por todas partes. 

Y, sin embargo, había que buscar una solución. A grandes males, grandes remedios: se acudió a los pescadores que, con sus robustos 
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brazos, rodearon a don Bosco y a su secretario y lo escoltaron hasta la casa parroquial. Para acortar el camino lo hicieron pasar por una pue 
que no se abría casi nunca, en la parte posterior del edificio. y después lo condujeron por un camino privado que daba a la plaza. Trabajo 
costó abrirle paso entre la multitud que se agolpaba a la puerta de la iglesia. El pobre don Bosco no caminaba, sino que era llevado en 
volandas por la multitud. Viglietti, para no separarse de él, se agarró a su sotana. Grupos de curiosos abarrotaban ventanas, puertas y azotea 
Hasta las seis, no pudo alcanzar la puerta de la iglesia y, siempre respaldado por aquellos hombres forzudos, logró llegar con el secretario a 

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presbiterio, donde por fin pudo sentarse. 

Los cantores del colegio ejecutaron el Quasi arcus y don Francisco Cerruti habló de la caridad, la caridad de la oración y la caridad de las 
obras. Después subió al púlpito el párroco que, emocionado y conmovido como estaba, arrancó las lágrimas. Naturalmente, en aquella 
aglomeración, se desmayaron varias personas, que fueron sacadas fuera. Dióse después la bendición, pero la iglesia no se vaciaba. La plaza 
seguía abarrotada. Mientras se estudiaba la manera de salir, se acercó a don Bosco un campesino, con un brazo en cabestrillo, y le dijo: 

-Rece por mí. Me he hecho mal, no puedo trabajar y la familia pasa apuros. 

-»Cuál es el brazo enfermo?, preguntó don Bosco. 

-íAy... no sé... estoy curado! 

Don Bosco le recomendó que guardara el pañuelo y que callara; pero eran muchos los que lo habían presenciado; corrióse la voz y creció 
entusiasmo. 

Cerca de la verja se acercó un campesino, abriéndose paso a fuerza de codazos, como si tuviera que decirle un gran secreto. Hablaba en 
dialecto y don Bosco ((47)) no le entendía, por lo que inclinó la cabeza para escucharlo más de cerca; pero aquél, confuso, no sabiendo qué 
hacer estampó sobre las mejillas de don Bosco un sonoro beso y se fue. 

Don Bosco se dirigía hacia la puerta a paso de tortuga. Oíanse de vez en cuando los gritos de personas que corrían riesgo de ser aplastada 
El, siempre sonriente y tranquilo, tenía una palabra, un saludo para todos, especialmente para los niños. Como Dios quiso, a fuerza de 
empujones, llegaron a la cancela de la casa parroquial. Desde allí, ascendiendo unos escalones, se estaba en el rellano de la entrada. Los su 
el Santo y se volvió hacia la muchedumbre. Aquello bastó para que se hiciera en la plaza un silencio sepulcral. Emocionado, dijo que 
agradecía a todos la demostración de afecto; agradeció al párroco su 
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benevolencia y, después, se puso en actitud de dar la bendición. íMagnífico espectáculo! Ya anochecía. Don Bosco seguía allí... de pie, y m 
recogido; levantó la diestra para trazar la cruz sobre la muchedumbre postrada a sus pies. Al amén estalló un grito inmenso de Viva don 
Bosco, cuyos ecos se iban repitiendo a lo lejos. Las campanas repicaban a fiesta y las olas del mar, que se agitaban delante, parecía que 
mugían ante el claror de las estrellas. Los ancianos no han olvidado todavía aquel momento de emoción. 

En la casa del párroco, dio audiencia hasta las nueve. 

-Toda esa gente, dijo después al secretario, ni siquiera sabe qué es lo que quiere de mí. Viene uno y me dice que tiene a su mujer enferma 
otro a su hermano, aquélla a su marido y todos quisieran su curación. Y añaden: -Dígame cúanto vale. -Miren, les digo yo: las gracias no se 
venden; digan tres avemarías a María Auxiliadora durante tres días -»Y todo queda arreglado con las avemarías?, replica alguno; dígame si 
rodeos cuánto vale todo esto. Y don Bosco necesita explicar que es preciso tener fe, rezar y dar limosnas para obtener las gracias del Señor 

Y fe verdaderamente la había. Llovieron los donativos, no sólo en dinero, sino, además, en anillos, zarcillos y otras alhajas. 

((48)) Entre los muchos que se presentaron a don Bosco, hubo una mujer muy afligida que llevaba a su hijita con las piernas tan endebles 
que peligraban de quedársele encorvadas. 

La raquitis la iba deformando cada día más. Don Bosco la bendijo y dijo después a su madre. 

-Vaya usted con Dios, señora; no se apene, su hija se pondrá bien. 

En efecto, la niña empezó a mejorar, creció robusta y todavía vive: 
se llama Carmela Gracchi. 

Poseemos también la relación detallada de una gracia de carácter espiritual. La señora María Bruzzone, natural de Rossiglione y residente 
Varazze, tenía un hijo llamado José, el cual perdió su docilidad y afectuosidad y comenzó a alternar con compañías sospechosas e ir a los 
bailes. La pobre madre no podía vivir en paz. Si le amonestaba, el muchacho callaba, sonreía y seguía igual. Se había asociado, además, a u 
pandilla de gente juerguista que no pensaba más que en divertirse. La angustiada señora lloraba y rezaba. La llegada de don Bosco consoló 
corazón. Fue al colegio a desahogarse con él; pero »cómo arreglárselas en medio de aquel maremágnum? Pensó irse a la estación y hablarle 
allí cuando llegara; pero se encontró con que la plaza, la entrada y la sala de espera eran un hormiguero de gente. 
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Perdida toda esperanza, se acurrucó en un rincón, transida de pena.
Mientras esta allí, profundamente afligida, se le acercó uno de los sacerdotes que acompañaban a don Bosco y le dijo:


-Señora, venga conmigo. 

La señora Bruzzone le siguió maquinalmente y se encontró ante el Santo, que la había mandado llamar. Estupefacta y confundida por una 
llamada tan misteriosa, cayó de rodillas a sus pies y comenzó a llorar. Después de un instante, le preguntó don Bosco: 

-»Que desea, buena señora? 

-Padre, tendría tantas cosas que decirle... Pero estoy aturdida y no me vienen las palabras. Tengo una familia numerosa, pero un hijo... 

-Pobre madre, le interrumpió don Bosco, posándole la mano sobre la cabeza. En lo que usted piensa ((49)) no hay nada nuevo. Pediré por 
usted en el santo sacrificio de la misa y todo se arreglará pronto. Serénese. 

La bendijo y se retiró. La mujer vivía en un continuo martirio, pensando que su hijo se hubiera enviciado en relaciones deshonestas; 
pero don Bosco le había dado seguridad sobre este punto y las cosas eran así en realidad. Vino después lo mejor, como él había anunciado. 
último domingo de carnaval, cuando la madre tenía más razón para temer, díjole el joven la noche anterior: 

-Madre, vamos a dormir. 

-Tú me quieres engañar para quedar más libre, respondió ella. Haz lo que quieras, pero yo iré a dormir cuando me plazca. 

-No, madre, no te engaño; me voy a dormir. 

Y se fue. No se sabe qué cambio se había efectuado en él, porque, además, el joven era de pocas palabras; pero es lo cierto que, a partir d 
aquel día, dejó de ir con las compañías de antes, aunque había abonado su cuota de socio. Se hizo más serio, atendió a su negocios, comerc 
algunos años en América; volvió a la familia y ya no se le vio cometer ninguna clase de ligerezas. 

El día diecisiete de marzo, a las once de la noche, llegó don Bosco a Alassio. Durante una buena media hora de camino, no había hablado 
con don Francisco Cerruti más que de los misioneros y de las misiones, detallando los lugares de América, de Africa y de Asia, a donde irí 
sus hijos en el transcurso del tiempo. 

-Dirás, observaba, que ya hay allí religiosos de otras Congregaciones. Es verdad; pero nosotros vamos a ayudarles y no a suplantarlos, 
írecuérdalo bien! Generalmente ellos se dedican a los adultos; nosotros debemos dedicarnos especialmente a la juventud, sobre todo a la m 
pobre y abandonada. 
52 

No nos han llegado noticias sobre su estancia en Alassio. De la carta que don Carlos Viglietti escribió a don Miguel Rúa la tarde del día 
dieciocho, solamente se desprende que nada podía quitar de su mente el recuerdo del Oratorio. ((50)) Decía, en efecto, el secretario: «Me 
encarga don Bosco que dé muchos saludos a usted y al Capítulo y me encarga también que dé noticias suyas a los del cuarto y quinto curso 
bachillerato y les diga que don Bosco los recuerda continuamente y que todas las mañanas, después de su comunión, siempre le parece que 
distribuye a ellos el pan de los ángeles». 

El día veinte estaba en Niza, donde pensaba permanecer hasta fin de mes. Pronto empezaron las visitas. A la conferencia del día veinticua 
asistió la flor y nata de la ciudad, a la que se añadieron muchos nobles señores que se encontraban en Cannes. 

El conferenciante, que fue el abate Bonetti, hijo de Niza, pronunció un discurso genial. Dijo: «Hubo un día en el Paraíso un ángel que 
disfrutaba de la presencia de Dios y de sus cosas; al contemplar tantas miserias en la tierra y ver a la sociedad en ruina y a la infancia 
abandonada, se sintió profundamente conmovido, y, dirigiéndose a Dios, le dijo: 

»-Yo disfruto aquí de todo bien, pero he visto que vuestras criaturas en la tierra gimen e imploran vuestra ayuda. Dios mío, yo sacrifico c 
gusto todo el bien del cielo para acudir en su auxilio. 

»-Conforme, respondió el Señor. 

»Y entonces aquel ángel del cielo, bajó con sus alas doradas a Italia; voló a Francia, a España; derramó por toda Europa sus eficaces 
bendiciones; voló hasta las partes más lejanas de América y las colmó de sus dones y, sin cansarse de hacer el bien, este ángel de paz 
quebrantado ya por los años y por la fatiga, pasa todavía por todas partes bendiciendo y consolando a los hombres. Señores oyentes, conocé 

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a este ángel, está entre vosotros: es don Bosco». 

También habló don Bosco; habló conmovido, atribuyendo a los Cooperadores todo el bien que hacen los Salesianos. «Estuvo lucidísimo 
mente», comenta el cronista. 

A la comida asistieron numerosos invitados, entre los que se encontraban los imprescindibles y apreciadísimos señores Levrot, D'Espiney 
Michel. Don Bosco había aguardado aquella festiva ocasión para honrar especialmente al doctor D'Espiney. Por su mediación, el Papa ((51 
lo había nombrado caballero de la Orden de San Gregorio Magno, y encargó al ingeniero Levrot, que ya había sido condecorado con la mis 
distinción, que dijera unas palabras para anunciar a todos el nombramiento. 
53 

A los postres, el ingeniero pronunció un bellísimo discurso en el que se fundían la dignidad de conceptos y la exquisitez de forma 1. 

Queremos recordar aquí una sola afirmación que sobrepasa los términos de una simple cortesía de sobremesa. Levrot conocía muy bien a 
nuestro Santo por su trato habitual con él, y podía medir mejor que nadie el alcance de sus palabras, cuando dijo: «Don Bosco hace bien to 
lo que hace y termina por llevar siempre la razón». 

Era así realmente. No pocas veces, en efecto, se enjuiciaba primeramente a don Bosco de un modo desfavorable y hasta malintencionado 
pero, al fin de cuentas, se salía con la suya, ganándose la aprobación y la alabanza. Por citar un caso, que propiamente fue un conjunto de 
casos, la incomprensión perduró largo tiempo y hasta después de su muerte; pero, en el momento predispuesto por la Providencia, la 
justificación del Siervo de Dios brilló con luz refulgente ante la faz de toda la Iglesia. 

Entre los aplausos de los comensales, don Bosco prendió la cruz en el pecho del nuevo Caballero; habló después el abate Bonetti, habló 
también don Bosco y el abogado Michel. «Fue una hermosa fiesta de familia», anota don Carlos Viglietti. 

Más tarde y acompañado por el director don José Ronchail y Viglietti, fue don Bosco a visitar a la condesa Braniska, en cuya casa encon 
al Duque de Rívoli y otros nobles señores. Desde allí se dirigió a casa de la Señora de Montorme. Al volver a casa, tenía el gabán hecho 
jirones, producidos por las tijeras de las personas devotas. 

Al día siguiente se multiplicaron las visitas, de modo que no le quedó a don Bosco un momento de respiro. Pero, con las visitas, se 
multiplicaba también la caridad. Por la tarde se presentó una condesa inglesa, ((52)) dispuesta a hacer donación de una vasta propiedad suy 
en Inglaterra, para que fundase allí una casa salesiana. Movíale a tanta generosidad el deber del reconocimiento. Hacía pocos días, 
encontrándose muy enferma, sin poder moverse de la cama, había escrito a don Bosco implorando su bendición y, apenas recibió la respues 
se había sentido bien y, sin ninguna incomodidad, había ido por su pie a visitarle. 

Fue notable el caso de la señora Mercier, oriunda de Inglaterra, pero domiciliada en Francia desde hacía mucho tiempo. Aunque era 
protestante, había escrito a don Bosco desde Niza el día 7 de diciembre de 1885. Estaba enferma desde hacía diez años e imploraba el 

1 Ap., Doc. núm. 5. 
54 
socorro de sus oraciones para su alma y para su cuerpo 1. Don Bosco había hecho responder a don José Ronchail, que hacia el día veinte de 
febrero, estaría él en Niza, donde podría hablar con él en persona. El día veintiséis por la tarde se dirigió don Bosco a su casa, acompañado 
por don Pablo Albera y su secretario. Le habló con fervor y entusiasmo de religión; también ella discurría sobre el tema de tal modo que se 
hubiera dicho al oírla que era católica. Quiso que don Bosco la bendijera, y hasta recibió con gusto el regalo de El Católico en el siglo, 
diciendo que esperaba abrazar el catolicismo. Don Bosco le aconsejaba diciendo: 

-Somos viejos, señora: »qué vamos a contestar al Señor? íNo tarde! 

Pero no se convirtió. 

De allí pasó a visitar a dos señoras enfermas. Al volver a casa se encontró una doble y agradable sorpresa preparada por los muchachos. L 
presentaron una corona de comuniones que harían para él y una lista de doscientos nombres de alumnos que, habiéndose esmerado en porta 
bien para agradarle a él, habían obtenido la calificación de sobresaliente en el semestre. 

Moraba en Niza la Reina del Würtemberg, esposa del rey Carlos I y hermana del zar Alejandro II, asesinado por los nihilistas el año 1881 
Se llamaba Olga Nicolaiewna. Aunque pertenecía a la iglesia cismática rusa, ((53)) tenía muchos deseos de ver a don Bosco, porque oía de 
que era un santo. Mandó, pues, una dama de su corte a rogarle que se dignara condescender a sus instancias; que sólo podría recibirle de la 
tres y media a las cuatro de aquel día veintisiete. 

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Don Bosco respondió afirmativamente. Pero, al acercarse a la puerta de la habitación, donde daba audiencia vio algunas personas que 
esperaban ser recibidas y, entre ellas, a la condesa Michel y al barón Héraud; con toda tranquilidad volvió a entrar. Don José Ronchail y 
Viglietti que habían subido para acompañarlo se pusieron a pasear por la sala de espera, impacientes por la tardanza. Cuando finalmente le 
vieron salir, urgiéronle a que se diera prisa; pero él, que vio allí a don Francisco Cerruti y sabía que quería confesarse, metióle dentro y le d 

-La reina del Würtemberg puede esperar todavía un poco más y, entre tanto, nosotros podemos arreglar nuestras cosas. 

Y, después de confesarle, le dijo: 

-Ahora ten la bondad de confesarme a mí. 

1 Ap., Doc. núm. 6. 
55 

Los otros dos estaban afuera sobre ascuas. Apenas llegó a ellos se lamentaron de que había pasado la hora y le dijeron: 

-Vamos de prisa, que no llegamos a tiempo. Quizá ya es demasiado tarde. 

-Entonces, ciau! les respondió en piamontés sonriendo; turnuma a ca (Paciencia, volvámonos a casa). 

Entre tanto iba saludando y acariciando a los jóvenes del colegio que encontraba y a alguno le daba además un buen recuerdo. Ya en la ca 
subió al coche que le había enviado la marquesa de Constantin. El barón Héraud con su buen humor, se empeñó en hacerle de lacayo y salt 
coche. A las cuatro debía celebrarse en palacio una recepción de gala; por ello damas y caballeros rondaban por las salas, curiosos por ver a 
don Bosco, a quien contemplaban con veneración. 

Al llegar a la antecámara un paje anunció a la Reina la presencia de don Bosco. Fue introducido inmediatamente. La Reina salió a su 
encuentro con demostraciones de cortesía y hablándole con la ((54)) mayor afabilidad. Le hizo sentar, le pidió noticias de sus casas, de sus 
muchachos, de su método de educación y de cómo hacía frente a los gastos; le rogó, además, que se quisiera ocupar de Würtemberg. Mient 
le hablaba y escuchaba, lo contemplaba reverentemente, hasta que, por último, le preguntó si en aquel momento necesitaba ayuda. Don Bos 
le respondió que, por ser la primera vez que tenía el honor de ver a su Majestad, no quería hablar de aquel tema. Pero como la Reina 
insistiese, deseosa de hacer cualquier cosa por él, le explicó qué eran los Cooperadores Salesianos. 

-Precisamente, respondió la Reina, esto es lo que quería de usted: hágame Cooperadora Salesiana. 

La conversación duró tres cuartos de hora. Cuando don Bosco le dijo que se disponía a partir para España, la Reina respondió que no que 
entretenerle, pero le rogaba que volviera por Niza y, en el momento de despedirse, le dijo conmovida: 

-Le agradezco la bendición que ha traído a mi familia; daré noticias de este encuentro a mis parientes y les referiré cuanto me ha dicho. 
Tomo nota en seguida del día y de la hora de una visita tan preciosa. 

Para retirarse de la presencia de un soberano hay que esperar a que él haga la señal de despedida; pero la Reina daba la impresión de que 
se determinaba a dejar irse a don Bosco. Por fin, sin llamar a ningún servidor, como hubiera pedido la etiqueta, le acompañó personalmente 
hasta la puerta. Al ver a don José Ronchail y a Viglietti, preguntó quiénes eran, qué cargo desempeñaban y les presentó sus 
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respetos. Recomendó encarecidamente al secretario la persona de don Bosco y, después de saludarlos, se retiró. Al atravesar las salas, don 
Bosco era objeto de compasión de las distintas damas, que lo veían caminar con esfuerzo y evidentes muestras de sufrimiento. 

Debía partir para Cannes; mas, como aún tenía tiempo, fue a hacer una visita a las Agustinas, casa de retiro para señoras ricas y allí dio 
audiencia particular a algunas de ellas. Después ((55)) se dirigió a la estación, donde le esperaban muchos señores y señoras para despedirl 

Tomó el tren acompañado solamente por Viglietti. A la llegada a Cannes, les ofreció su coche el marqués de Gaudemaris y los llevó a cen 
a su finca. Despidióse de aquella buena familia y fue a dormir en el pensionado de Montplaisir, que las damas Auxiliadoras tenían en una 
lujosa villa al lado de la estación; pero las religiosas habitaban en una casa cercana. 

En su capilla celebró la misa el día siguiente y después dio audiencia hasta mediodía. Comió con la Condesa de Villeroi, en su villa llama 
El Gran Pino, y también allí concedió audiencias. Cuando volvió a las Auxiliadoras, se encontró el patio lleno a rebosar de gente que se 

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arrodillaba en tierra al paso de don Bosco e imploraba su bendición. Repartió medallas y recibió hasta la noche. Don Carlos Viglietti 
informaba a don Miguel Rúa a la mañana siguiente: «Necesito darle noticias de don Bosco; duerme en una habitación contigua a la mía en 
gran villa de las Auxiliadoras (...). Está cansado pero, gracias a Dios y a las oraciones de los muchachos del Oratorio, se encuentra bastante 
bien de salud. Dice que venga pronto a Marsella, el primero o segundo día de abril, porque urge la partida para Barcelona». 

El día veintinueve celebró la misa en la capilla del hospital, donde se reunieron muchas personas, después se retiró a casa del capellán 
monseñor Guigou. El celoso Cooperador se encontro en verdaderos apuros, porque vio frustrado el placer de hospedar a don Bosco, ya que 
muchos de los que seguían al Santo por todas partes invadieron su casa sin ningún miramiento. También fue allí la Princesa de Caserta, 
hermana de Francisco V, último Rey de Nápoles. Allí le llevaron a una joven en camilla y atada a ella, porque sufría ataques de epilepsia c 
mucha facilidad. Los padres, llenos de aflicción, le rogaban que la bendijera. Don Bosco la bendijo y después preguntó. 

-»Desde cuándo guarda cama esta muchacha? 

-Hace cinco años, contestó el padre. 

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((56)) -»Tenéis fe en María Auxiladora? 

-Sí señor, respondió el padre. 

-Si tenéis fe, desatad a la muchacha, que se vista en esa habitación y veréis cómo se levantará y andará por sí sola. 

-Eso es imposible, prorrumpió al instante la madre. Los médicos no quieren que se la toque. Es imposible, y, además, no puede moverse 

nada. 

-Hagan lo que les digo, repitió don Bosco. 

Y entonces, la misma enferma dijo: 

-Tenga fe, papá; crea a don Bosco; haga la prueba de obedecerle; 

quíteme las ataduras y yo curaré. 
Después de algún titubeo, el padre la desató. Tomó ella entonces los vestidos que estaban sobre la camilla, se los puso ella sola, se levant 

empezó a caminar diciendo: 

-Mire, papá, mire, mamá, qué bien ando; íestoy curada! 

La madre casi se desmayó por la emoción y el padre lloraba. La muchacha, en cambio, les rogaba que le ayudasen a llevar a casa la camil 

porque quería ir por su propio pie. El padre intentaba disuadirla y le decía que se acostara para llevarla ellos. 

-Don Bosco, »qué debemos hacer?, preguntó la joven. 

-Pues mira, respondió el Santo; vete a casa con tu padre y con tu madre y dad gracias a María Auxiliadora. 

Es fácil imaginar lo que sucedió afuera, al ver salir de la habitación la camilla vacía y a la muchacha caminando detrás a paso firme. En 

seguida le llevaron otros enfermos, pero don Bosco dijo: 

-íYa basta por hoy! 

Y empezó a prescribir determinadas oraciones que debían recitarse por largo espacio de tiempo para obtener la gracia. 

Una señora, que había presenciado la escena anterior, mandó a buscar a su hijo, que yacía en cama, para que lo llevaran a la presencia de 
don Bosco; pero él lo bendijo deprisa, le prescribió unas oraciones a recitar durante un determinado número de días y, dando buenas 
esperanzas de que curaría, se alejó. 

((57)) Al mediodía aceptó la invitación para ir a comer en casa del señor Potron, desde donde hubo de volver a casa de monseñor Guigou 
para atender los deseos de infinidad de personas. Entraban por grupos en su habitación, recibían la bendición y una medalla y salían en 
seguida. Finalmente fue a visitar a su Alteza Real la princesa de Hohenzollern Antonia de Braganza, esposa del Príncipe Leopoldo y fervie 
católica, que aceptó encantada el nombramiento de Cooperadora Salesiana. Desde allí se dirigió a la estación, donde le 

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esperaban muchos señores, entre los que se destacaban el Príncipe y la Princesa de Caserta, que besaron con veneración su mano. La carida 
de Cannes fue aún más abundante en limosnas que la de Niza. 

Desde Niza había escrito el viernes veintiséis a los Condes Colle: «El lunes por la tarde, si Dios quiere, estaré con ustedes y podremos 
hablar cómodamente de nuestras cosas. Si pueden prepararme un altar en su casa, celebraré ahí la santa misa, con mucho gusto; si no, me 
pondré a sus órdenes». El día señalado por la tarde llegó a Tolón. Cenó con aquellos buenos señores, los cuales entretenidos, como de 
costumbre, con su amena conversación, no se separaron de él hasta medianoche. 

En la carta citada había escrito además: «El martes irán de Hyères a Tolón el Conde Du Boys y su hija. Son católicos generosos y buenos 
no ocasionan molestias». Llegaron, en efecto, y el Conde los invitó a comer, junto con el Párroco de San Luis y otros amigos. El señor Du 
Boys pidió a don Bosco que le diera algunas medallas de María Auxiliadora y, cuando las tuvo, contó cómo él debía la vida a una medalla 
María Auxiliadora. Tres años antes, se había caído desde una altura de varios metros y debiera haberse estrellado, con el peso de sus setent 
nueve años a las espaldas; pero, al llegar al suelo, no sintió más que el aturdimiento causado por la caída. El atribuía el portentoso caso a q 
llevaba puesta la medalla de María Auxiliadora. 

En la conversación con los Colle se había hablado mucho ((58)) de la biografía de mamá Margarita, que estaba escribiendo don Juan 
Bautista Lemoyne. El Conde tenía tal impaciencia por leerla, que deseaba verla publicada cuanto antes; y estaba dispuesto a cubrir los gast 
de la impresión, pero quería que se imprimiera rápidamente. Por eso, don Carlos Viglietti escribió en seguida al autor: «Don Bosco me man 
que le comunique lo que le pongo en carta aparte y obedezco». Y, después de manifestar la voluntad del Conde, continuaba: «Don Bosco d 
que: esté como se desea, corregida o no, lo mismo si se habla mucho o poco de él, no importa; que lo que quiere es tener cuanto antes esa 
satisfacción. Si no basta un mandato, dice que lo suplica como un favor; que deje toda otra ocupación y cumpla la voluntad del padre, que 
quiere más que a todos los salesianos. Esto es lo que don Bosco desea que le diga». 

Un deseo de don Bosco valía más que diez mandatos. En efecto, en una carta del día veintitrés de abril, decía Lemoyne a monseñor 
Cagliero: «Estoy acabando a toda prisa una biografía de mamá Margarita 
59 

que pienso presentar a don Bosco el día de San Juan». Y aquel día se la presentó 1. 

El escritor presenta a la madre de don Bosco de esta forma: «No era rica, pero poseía un corazón de reina; no estaba instruida en las cienc 
humanas, pero sí educada en el santo temor de Dios; quedó privada muy pronto del que debía ser su sostén, pero como contaba con la ener 
de su voluntad, que se apoyaba en el auxilio del cielo, supo llevar a término la misión que el Señor le había confiado». El libro fue muy bie 
recibido, satisfizo, en efecto, la legítima curiosidad de cuantos deseaban saber quién y cómo había formado de niño a don Bosco. 

La biografía agradó mucho a don Bosco que, de vez en cuando, leía algunas de sus páginas con lágrimas en los ojos, como ((59)) un día d 
él mismo al autor. Y habiéndole éste respondido que le complacía mucho haber causado aquellas lágrimas de consuelo y de cariñoso recue 
el buen Padre estrechóle la mano y le dijo: 

-íGracias! 

Y no añadió más. 

Desde Tolón partió don Bosco aquella tarde hacia Marsella. En su departamento viajaba un pobre hombre que gemía por el dolor y daba 
lástima. Cuando reconoció a don Bosco se echó a sus pies implorando su bendición. Después de recibirla se sintió mejor, entregó a don Bo 
cien francos y luego se puso a rezar el rosario entero, cosa que, decía él, no había podido hacer desde hacía mucho tiempo. El Siervo de Di 
le aseguró que continuaría la mejoría. 

En la estación de Marsella le esperaban la familia Olive y el párroco Guiol. Fue indescriptible el entusiasmo que despertó su recibimiento 
el oratorio de San León. Al caer de la tarde toda la casa se reunió en torno a él para celebrar su llegada con una alegre velada 2. 

Un bonito detalle de la misma fue la entrega de mil francos, reunidos con los ahorrillos que se impusieron los alumnos de Marsella, París 
Lille y La Navarre, para ayudarle a levantar la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. La iniciativa de la colecta había nacido de lo 
alumnos de San León. 

Los periódicos de la ciudad anunciaron la llegada de don Bosco, por lo que la afluencia de la gente al Oratorio de San León fue 
extraordinaria: 

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1 Escenas morales de familia en la vida de Margarita Bosco, Turín, 1886. Tipografía Salesiana. El día 19 de abril escribía Viglietti, desde 
Sarriá, a don Juan Bautista Lemoyne: «Dice don Bosco respecto a los detalles de la muerte de mamá Margarita, que será mejor se los pregu 
a don Juan Francisco Giacomelli». 

2 Ap., Doc. núm. 7. 
60 

parecía que tomaban la casa por asalto. El Siervo de Dios, aunque se sentía cansado, no quería disgustar a nadie; más aún, para no alarmar 
los de casa, disimulaba su cansancio, contando escenas agradables de su vida durante la comida 1. 

Para reanudar el viaje, esperaba a don Miguel Rúa, el cual llegó bastante entrada la noche del día dos de abril. De acuerdo con él decidió 
salir ((60)) para Barcelona el día siete, con billete en un vagón de literas.Durante aquellos días de espera, don Miguel Rúa estudiaba el espa 
y usaba como libro de lectura el opúsculo del Obispo de Milo, que hemos citado en el prefacio del volumen precedente 2. 

Digamos también algo sobre esta obrita. »Quién es don Bosco? »En qué se apoya su fama de hombre extraordinario? »Qué se debe pensa 
de la Obra Salesiana y de su autor? Estas eran las preguntas que se hacían los españoles, desde que dos casas de don Bosco hacían hablar d 
en su patria; a estas preguntas se propuso responder el autor en tres largos capítulos que tienen la forma y la traza de tres verdaderas 
conferencias. El denso opúsculo se cierra con la reproducción de tres artículos, publicados por Monseñor en la Revista Popular de Barcelon 
en el 1880, con el título de Don Bosco y los Talleres Salesianos. Dice él que ha hecho un atento estudio sobre la Institución salesiana y está 
persuadido de que, con su trabajo, presta un señalado servicio a la Iglesia «a quien pertenece la gloria de un sacerdote tan ilustre», y un 
servicio no inferior a la sociedad, «en cuyo favor redunda todo lo que contribuye a divulgar y favorecer las santas empresas de un hombre t 
insigne, auténtico representante de la caridad cristiana». La amenidad de estas páginas hace que se lean todavía hoy con agrado 3. 

Don Bosco no alardeaba de conocer estas y otras publicaciones, sino que las miraba desde mucha altura. Don Evasio Rabagliati, una de l 
veces que volvía de América, dijo al Siervo de Dios que había leído este libro y que le había gustado mucho. 

-Bien, le contestó don Bosco, tradúcelo. ((61)) Ahora, sólo tú y 

1 Fue entonces cuando contó el episodio de los cubiertos de plata en Aix, en casa del barón Martini, como se refiere en el Vol. XIV, pág. 
35, de las Memorias Biográficas. 

2 Monseñor Spínola, primeramente obispo titular de Milo y auxiliar de Sevilla, fue después obispo de Coria, de Málaga, luego arzobispo 
Sevilla y, finalmente, cardenal. Era un prelado de vida tan santa que está en curso el proceso de su beatificación y canonización. Con la 
intuición de los santos, calibró plenamente la santidad de don Bosco y la grandeza de su misión, como puede apreciarse en su libro Don Bo 
y su Obra. (Mons. Marcelo Spínola fue beatificado el día 29 de marzo de 1987). 

3 Presentamos una nuestra en el Ap., Doc. núm. 8. 
61 

don Luis Lasagna sois los únicos Misioneros, capaces de escribir con corrección en italiano. Así lo haremos imprimir. 

-Pero »cómo, don Bosco? observó con toda confianza don Evasio Rabagliati, »publicar nuestra alabanza nosotros mismos? »No le parece 
que eso no está bien? 

-íEh! no; mira: si no lo imprimimos nosotros, lo imprimirán otros y el resultado es el mismo. No se trata de una persona; se trata de 
glorificar la obra de Dios y no la del hombre, porque obra suya es lo que se ha hecho y lo que se está haciendo. 

La señora Elisa Blanch, aquejada de enajenación mental, fue presentada el día tres de abril a don Bosco y, tan pronto como la bendijo, 
recuperó el uso de la razón. 

Tampoco en Marsella faltó en esta ocasión algún caso de curación. Presentóse un día a don Bosco una buena mujer que hacía varios años 
padecía fuertes dolores de cabeza y le suplicaba que la bendijese y se los quitase. 

Antes de darle la bendición, le sugirió que recitara tres avemarías durante un tiempo determinado. Y, al momento, le desapareció el dolor 
por lo que la mujer, feliz y contenta, prometió llevarle aquel mismo día una limosna de cien francos como prenda de agradecimiento. Pero, 
llegar a casa, con la alegría, se olvidó del rezo y de la promesa. Mas tuvo que acordarse muy pronto; porque se le reprodujo el mal y vióse l 
mano de Dios por no haber cumplido su palabra. Por eso, algún día después volvió a don Bosco, para cumplir su promesa y de nuevo salió 

Fin de Página: 62 


VOLUMEN XVIII Página: 62 

curada. 

La señorita de Gabriac se hallaba gravemente enferma por agotamiento. Cuando supo que don Bosco estaba en Marsella, como había oíd 
hablar de las muchas curaciones que él hacía, mandóle a decir que tendría mucho gusto en verle. Vivía en la calle Santa Filomena, hoy del 
doctor Escat, en la casa ocupada hoy por la clínica Blanchard. Por darle gusto, fue el santo a visitarla. Ella le ((62)) pidió a boca jarro que l 
sanara. 

-No soy ningún curandero, respondió él. Y añadió: 

-Con todo, invocaremos a María Auxiliadora y, en su nombre, le daré la bendición. 

Hizo que se rezaran tres avemarías, la bendijo y se retiró. Cuatro días más tarde, mientras decía la santa misa por la enferma, tal y como s 
lo había prometido, la enfermedad cesó y la señorita quedó tan curada que se casó y tuvo dos hijos sanísimos. 

Los santos poseen el maravilloso secreto de apaciguar los corazones divididos. La señora Broquier, devota cooperadora, tenía una hija 
62 

que, por causa de su esposo, se había enemistado con ella y con su padre y hacía mucho tiempo que no existían relaciones cordiales entre la 
dos familias. Cuando vio don Bosco la pena de los padres por aquella discordia, se ofreció a servir de intermediario. Los esposos Broquier, 
contentísimos, dieron una comida en su honor y, por indicación suya, invitaron solamente a su hija y al yerno. Estos, con el deseo de sentar 
a la mesa con don Bosco, aceptaron de buen grado la invitación. Era ya un buen paso. Durante la comida don Bosco no dijo nada que aludi 
a los asuntos familiares, sino que, siempre alegre, entretenía a todos con sus joviales ocurrencias. 

Pero, al llegar a los postres, alzó su vaso y brindó por la paz, la concordia y el cariño en la familia; pero lo hizo de un modo tan delicado 
insinuante que todos se emocionaron y arrebatados, se abrazaron y se hizo la paz. 

El lunes, día cinco de abril, el señor Obispo administró el sacramento de la Confimación a unos treinta muchachos en la capilla del Orato 
y, después de la función, se entretuvo un rato con don Bosco. Aquel día se celebraba en casa la fiesta de san José, ocasión propicia para inv 
a comer con don Bosco a los principales bienhechores y celebrar una conferencia con los Cooperadores. Un selecto grupo de señores y 
señoras escuchó al conferenciante, y quedó vivamente emocionado con las palabras finales que quiso dirigirles el Santo, el cual, al recordar 
caridad de los marselleses, se emocionó tanto que los sollozos le impedían hablar. 

Dedicó el día seis a las señoras de la Junta. Celebró ((63)) la misa por ellas y, por vez primera, no las reunió en la casa rectoral de San Jo 
sino en el salón del Oratorio, «más accesible, dicen las actas, que la casa rectoral, para las doloridas piernas del santo fundador». En la Junt 
tratóse, en primer término, de la compra de un terreno cercano, por la imperiosa necesidad de ampliar la construcción y no tener que negar 
tantas solicitudes de entrada en el Oratorio. 

-Por el momento no es posible, dijo don Bosco. Hay que pensar primero en pagar las deudas. Yo conozco también las dificultades de los 
tiempos; hay muchos que quisieran hacer caridad, pero no pueden. Agradezcamos a la divina Providencia la ayuda que hasta ahora nos ha 
proporcionado. He hablado con don Pablo Albera y he visto que la casa debe todavía setenta mil francos por las construcciones ya hechas. 
Una vez saldada esta deuda, se podrá, con los auxilios de la caridad, hacer frente a los gastos ordinarios. Yo voy a Barcelona y espero 
encontrar dinero allí. 

Entonces el abate Guiol le interrumpió y, recordando que don 
63 

Bosco había dicho en la conferencia que desearía tender no las dos manos sino tres, para pedir limosna, le preguntó si una de aquellas tres 
manos la reservaría para el oratorio de San León. 

-Las tres, respondió rápidamente don Bosco, mostrando su confianza en el buen resultado de su viaje. 

En efecto, desde Barcelona, mandó de una vez diez mil francos a don Pablo Albera. 

Para justificar su confianza narró un hecho providencial. 

-Este invierno, dijo, me insistía don Pablo Albera en que le mandara dinero. Recogí cuanto pude y no encontré más que mil quinientos 
francos, la mitad de los tres mil que me pedía. En esto que llegó el correo con cartas de Rusia, de Austria y hasta del Africa Central. Las ab 
aparecieron unos garabatos de imposible lectura que se hubieran dicho escrituras diabólicas. Ninguno de nosotros sabía descifrarlas. Por 
fortuna se pudo hallar un intérprete. Una señora pagana escribía diciendo que había oído hablar de cierta señora que concedía gracias muy 

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grandes y se llamaba la Santísima Virgen; ((64)) que ella sabía que se necesitaba dinero y que don Bosco no podía ir a su tierra; pero que 
mandara a uno de sus compañeros, para bautizarla a ella y a otras personas más; que se le pagaría el viaje; y que, entre tanto, le enviaba un 
donativo. Fue difícil lograr el cambio, porque se ignoraba el valor de aquella moneda; pero, cuando se hizo y se efectuó la suma de los 
distintos donativos de procedencias tan distintas, nos encontramos con los mil quinientos francos que se necesitaban; y lo más consolador e 
que todos los mandaban en agradecimiento a gracias obtenidas por mediación de María Auxiliadora. Ella es la que protege nuestra Obra. 

Y, dicho esto, pasó a dar noticias sobre el progreso de las misiones salesianas en Patagonia y la marcha del oratorio de San León, para 
concluir con su habitual amabilidad: 

-Desde ahora os invito a todas para ir a Turín a mis bodas de oro sacerdotales en el 1891. Se prevén para aquella fecha cosas extraordinar 
Habrá dos mil cantores, vendrá monseñor Cagliero, el primer Obispo salesiano, al frente de un coro de patagones. 

Sin embargo, se añade en las actas, que don Bosco dejó entrever que él no podría asistir a la fiesta. Antes de levantarse la sesión, el abate 
Guiol le entregó un donativo de mil francos. 

Aquel día don Bosco fue a comer en casa del señor Olive. Al abrirse la puerta del salón, donde se había preparado la mesa, brotó 
espontáneamente de todos los que acompañaban al Santo un «íOh!» de maravilla: aparecieron allí, silenciosos y sonrientes, los novicios de 
64 

La Providencia. El señor Olive, el mismo del medio pollo para cada uno de los muchachos del Oratorio, había preparado la sorpresa. Los h 
del dueño sirvieron a los convidados 1. 

((65)) Al correrse por la ciudad la noticia de que don Bosco partiría el día siete, aumentó la afluencia de gente al oratorio; en el momento 
la partida, se acumuló una masa compacta en el patio del colegio. Le abrieron calle, para pasar, los alumnos internos visiblemente 
entristecidos. Aumentaron su pena las palabras que don Bosco les dijo: 

-Hasta volver a vernos en el cielo. 

Don Carlos Viglietti escribe que aquellos buenos muchachos lloraron al oírle y tenían por qué, pues ya no verían más en la tierra al amad 
Padre. Había dejado a los Salesianos un recuerdo inolvidable, diciéndoles al partir en italiano: 

-Rammentatevi che siete fratelli (Acordaos de que sois hermanos). 

En la estación se habían reunido los amigos más íntimos con sus familias. El jefe de estación, que había reservado un hermoso departame 
para él y sus dos acompañantes, salió a su encuentro con los principales empleados del ferrocarril para saludarlo y augurarle un buen viaje; 
su señora le ofreció un hermoso ramo de flores. Al silbar la locomotora, se oyeron aplausos y vivas a don Bosco. 

El bueno de don Pablo Albera, que estaba allí absorto con la preocupación de los achaques del Padre y con el temor de que el viaje le hic 
mal, sintió el corazón oprimido y rodaron por sus mejillas gruesas lágrimas. 

1 El abate Guiol había celebrado la fiesta de san Francisco de Sales en La Providencia (noviciado de Sta. Margarita-Marsella), y refirió 
después a las señoras de la Junta sus impresiones en la sesión del día cinco de febrero. Lo que dijo es muy interesante: «Aquellos jóvenes s 
verdaderamente admirables, porque están penetrados del espíritu de don Bosco, que es un espíritu especial. Don Bosco ha querido servirse 
la juventud para formar a la juventud, y una juventud piadosa; o de sacerdotes formados por él y criados según su espíritu; los jóvenes 
crecidos en esta atmósfera, penetrados de esas ideas, están admirablemente dispuestos para el apostolado. Están formados para la penitenci 
la oración, el renunciamiento, virtudes eminentemente requeridas para ser un buen sacerdote y preparar a la juventud al cumplimiento del 
deber y a una vida cristiana. Esta es la obra que nuestra Junta tiene la misión y la satisfacción de sostener y a la cual ha ofrecido entregarse» 
65 
((66)) 

CAPITULO III 

DIARIO BARCELONES 

EN el Oratorio seguíase dudando que la salud permitiese a don Bosco llegar más allá de los Pirineos. «Si llega a ser cierto, escribía don Jos 
Lazzero a monseñor Cagliero el día veintiocho de marzo, se podría decir con razón que ha sido un verdadero milagro, ya que, humanament 
hablando, dado su estado físico, era algo que ni soñado». Sin embargo, expresando el pensamiento común, concluía: «Es el hombre de la 

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Providencia y eso basta». 

Pero, a pesar de todos los temores, no se quedó en el camino. 

Port-Bou es la primera estación española que el viajero encuentra al cruzar la frontera francesa por la parte que mira al golfo de León. El 
tren de don Bosco empleó once horas para hacer el trayecto desde Marsella; salió a las cinco de la tarde del día siete de abril y llegó a las 
cuatro de la mañana del día siguiente. Allí le esperaban para darle la bienvenida afectuosamente, don Juan Branda y el señor Sunyer. Este 
señor era el administrador de una familia riquísima de Barcelona que esperaba de don Bosco una gracia señaladísima, como a su tiempo 
diremos. Había éste reservado un vagón-salón entero para don Bosco y sus dos acompañantes, donde encontraron toda suerte de comodidad 
para descansar y restaurar las fuerzas. Don Bosco sentía una gran debilidad y se vio obligado a romper el ayuno; don Miguel Rúa, por el 
contrario, no probó bocado ni bebida alguna, porque deseaba celebrar Misa aunque fuera muy tarde. 

((67)) La línea férrea costea un poco el Mediterráneo, se interna después por un buen espacio de tiempo y vuelve de nuevo a la costa. En 
estación secundaria 1, subió don Narciso Pascual, yerno de doña Dorotea, con un hijo suyo. Tanto el padre como el hijo conocían a don 
Bosco, porque habían estado en Turín el año 1884. 

Al cambiar de tren en Port-Bou, habíase unido a don Bosco un pasajero, que también procedía de Marsella. Faltaba poco para la salida de 
tren en Marsella y estaba ya ocupando su plaza cuando le 

1 Fue la de Mataró. El tren de la frontera seguía entonces la línea del litoral. (N. del T.). 
66 

llamó la atención un gran alboroto; se asomó a la ventanilla y supo que viajaba allí don Bosco. Ya había oído contar muchas cosas de él, y 
estaba deseoso de acercársele. 

En Port-Bou lo logró. El señor Sunyer, que lo conocía, se ofreció a presentárselo y lo hizo en francés; pero el presentado completó la 
presentación hablando italiano. Entonces don Bosco le dijo: 

-No se separe usted de mí; iremos juntos el resto del viaje. 

Y aquél, más contento que unas pascuas, ya no se separó de su lado. Después de un tiempo de amena conversación, don Bosco se adorme 
hasta despuntar el alba. Aquel atento señor vio que llevaba suelto el cordón de un zapato y se inclinó para acordonárselo, con gran 
satisfacción, a pesar de la oposición del Santo. En Barcelona descendió don Bosco del tren, apoyándose en su brazo y le dijo al despedirse: 

-Mañana por la mañana le espero en Sarriá. Deseo darle la comunión. 

No es preciso que yo diga, escribe él, que antes de la hora señalada fui a la casa salesiana de Sarriá 1. 

Con aquel pequeño estado mayor, anteriormente descrito, hizo don Bosco su entrada en la capital de Cataluña. Ya hacía algunas semanas 
que los periódicos habían anunciado su llegada y habían dado informaciones sobre su persona y sus obras; cuando por fin se supo el día de 
((68)) su llegada, acudieron hasta de Madrid, de Sevilla y de otras capitales, nobles personajes e importantes representaciones del clero y d 
laicado para presentarle los saludos de bienvenida. Los barceloneses, ufanos de tener el honor de recibirlo en su ciudad, le dispensaron una 
recepción como se la hubieran tributado a un rey. Millares de personas del señorío y del pueblo se reunieron en la estación mezclados sin 
distinción. En lugar reservado y ordenadamente colocados, esperaban los presidentes de las asociaciones católicas y personalidades 
representantes del mundo científico, civil, político y religioso. Estaba el Gobernador en representación de la reina María Cristina, regente d 
Alfonso XIII que aún no había nacido. El señor Obispo, ausente de la diócesis, había encargado de hacer sus veces al Vicario General, que 
presentó acompañado de un imponente cortejo de eclesiásticos. Al adelantarse don Bosco, quedó sorprendido ante aquel espectáculo de tan 
extraordinaria grandiosidad. La grandiosidad 

1 Relación del señor Juan Bautista Montobbio Villavecchia al Inspector don José Calasanz, Barcelona, 6 de junio de 1934. El señor 
Montobbio vive aún, es oriundo de Génova, y es el viajero a quien nos referimos. 
67 

adquiría un carácter totalmente nuevo por el singular contraste entre la solemnidad de la recepción y la humildad del recibido que, con talan 
modesto, decrépito en su persona y casi asustado ante tan enorme multitud, avanzaba con rostro sereno, revelando, con todo, en el centelleo 
sus ojos el alma grande que se escondía en aquel cuerpo frágil. 

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Olvidado del cansancio que oprimía sus miembros, se adelantaba con calma y cortesía a cuantos se esforzaban por acercársele para salud 

o dirigirle una súplica. Según los casos, respondía a cada uno con una inclinación de cabeza, con una amable mirada, o una palabra cortés, 
mientras florecía en sus labios una agradable sonrisa. Pero, a aquel paso, no hubiera llegado nunca hasta una de las más de cincuenta carroz 
que se disputaban el honor de llevarlo a la ciudad, a través de aquel mar de gente. Con la intervención de algunos voluntarios se logró, al ca 
de casi una hora, llegar a la carroza elegida con pleno derecho, por ser de la mamá de los Salesianos, que se quedó muy satisfecha ((69)) y 
complacida desde las primeras palabras que don Bosco le dirigió, apenas verla: 
-íOh, señora Dorotea! Cada día he estado pidiendo a Dios que me concediera la gracia de poderla conocer antes de morir. 

Al llegar al palacio de la noble dama, se retiró a la habitación que le habían preparado, pues sentía extrema necesidad de descansar. Mien 
tanto, don Miguel Rúa celebró la misa en el oratorio privado, con asistencia de los que habían hecho hasta allí escolta de honor a don Bosc 
El Siervo de Dios se presentó después en el salón, donde muchas ilustres familias querían ofrecerle sus respetos. Comió con aquella familia 
patriarcal y, después de atender algunas visitas, tomó el coche para ir al colegio de Sarriá. 

Su nombre era bendecido en Sarriá, junto con el de María Auxiliadora, por un hecho que se tenía como prodigioso, y no solamente por la 
gente del pueblo. El año anterior, Barcelona se vio azotada por el cólera, mientras Sarriá, distante sólo pocos kilómetros y frecuentada cada 
día por miles de personas procedentes del lugar infectado, se había salvado. 

Don Bosco llegaba al colegio como el Mesías esperado. El año anterior habíanle enviado los alumnos, para el día de san Juan, un dibujo 
realizado por ellos con la figura de una locomotora en marcha y con la inscripción: «De Turín a Barcelona». Su sueño se había convertido e 
realidad. íCuántas novenas, cuántas mortificaciones habían hecho, para obtener del Señor la gracia de que don Bosco llegara sano y salvo 
hasta ellos! Así que, apenas oyeron que estaba a 
68 

punto de concedérseles la gracia, se entregaron a porfía a prepararle un digno recibimiento. 

El patio estaba magníficamente adornado. Pero más que las flores y los adornos, ((70)) lo que llamó más la atención de don Bosco fueron 
las caras abiertas y serenas de aquellos muchachos, cuyos ojos, clavados en él, no dejaban de mirarlo. Tenían delante al padre, al santo, al q 
hacía milagros, a aquél de quien habían oído y leído tantas cosas. Un himno vibrante, acompañado por la banda de música, enardeció los 
ánimos llenos de alegría y gratitud. Un gentío inmenso llenaba la casa y los alrededores. 

Los primeros pasos del Santo se dirigieron a la capilla para dar gracias a Dios por el feliz viaje alcanzado con tantas súplicas. Se ejecutó 
motete expresamente preparado sobre las palabras Ego sum pastor bonus; y, después, don Bosco impartió la bendición de María Auxiliado 
los jóvenes y a todos los presentes. A continuación, don Miguel Rúa dio la bendición con el Santísimo Sacramento, asistido por el Vicario 
General de la diócesis y un profesor del seminario mayor. 

La emoción de aquel día y el ajetreo del viaje hubieran acabado por extenuarlo, si Viglietti, siempre lleno de atenciones y delicadezas, no 
hubiese sacado de allí, después de algunas breves audiencias, y llevado a su habitación. Los aposentos destinados a don Bosco y a sus 
acompañantes habían sido barridos, fregados, amueblados y arreglados por la misma doña Dorotea, ayudada de sus propias hijas. 

El Correo Catalán de aquella tarde, después de describir la llegada, decía: «Barcelona entera, representada por todas las clases sociales, h 
recibido con alegría la visita de un sacerdote cargado de méritos, al que damos nuestra cordial bienvenida y, si fuese posible, deseamos que 
permanencia entre nosotros se prolongue por mucho tiempo». 

El mal tiempo, que duró toda la mañana del día siguiente, contrarió a los barceloneses, pero favoreció a don Bosco, porque, al no haber 
afluencia de visitantes, pudo descansar un poco. No sucedió lo mismo por la tarde. La antesala se llenó de señores y señoras, de la más ranc 
nobleza. La diversidad de la lengua no era ninguna dificultad; en efecto, escribe Viglietti en su diario: «Don Bosco habla en ((71)) italiano 
todos le comprenden a las mil maravillas; él, a su vez, entiende bastante bien el español». Don Miguel Rúa, por el contrario, desde que pus 
pie en España no habló más que en español y manejaba la lengua, con tal soltura, que dejaba maravillados a los que 
69 

sabían que la había aprendido en pocos días y con una gramatiquilla de quince céntimos, editaba por Sonzogno en Milán 1. 

El pensamiento de don Bosco seguía viviendo las cosas del Oratorio: no se lo impedían la lejanía, ni el sucederse de los acontecimientos. 
aquí lo que, de su parte, escribió Viglietti al anochecer a don Juan Bautista Lemoyne: «Gracias a Dios, don Bosco está bien y me encarga le 
diga que, aunque está en otras tierras y entre otras gentes, su mente y su corazón están siempre en el amado nido del Oratorio». 

De aquí en adelante, procederemos en nuestra descripción narrando los hechos al compás de las fechas. Será el diario barcelonés del viaje 
don Bosco a España. Es cierto que él se alojó en Sarriá; pero, aunque esta población no estaba todavía absorbida por la capital, como hoy, 

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todo ya se la consideraba como un verdadero suburbio de ella. 

SABADO, 10 DE ABRIL 

Durante la noche del día nueve al diez de abril, tuvo don Bosco otro sueño sobre las misiones, que después contó a don Miguel Rúa, a do 
Juan Branda y a Carlos Viglietti, con voz ahogada a veces por los sollozos. Viglietti lo escribió inmediatamente después y, por orden suya, 
envió una copia a don Juan Bautista Lemoyne, ((72)) para que la leyese a todos los Superiores del Oratorio y sirviese de aliento general. 

«La copia adjunta, advertía el secretario, no es más que el esbozo de una magnífica y amplísima visión». 

El texto que damos a la publicidad es el de Viglietti, un poco retocado por Lemoyne, en cuanto a la forma y estilo. 

1 Aquel día nueve de abril escribía a don Juan Bonetti y comenzaba su carta (Copiamos al pie de la letra del original, sin alterar 
absolutamente nada): 

«Muy querido don Bonetti: 

En el viaje yo pude leer al amado Padre nuestro la historia del Oratorio. El ha sido mucho severo, y me sugirió varias modificaciones com 
tú encontrarás en las estampas; entre otras la de suprimir el nombre y hasta la inicial del Profesor, que vino a visitarnos, y la historia de la 
muerte de Farini y de Cavour». Eran pruebas de imprenta de la Storia del'Oratorio di San Francesco di Sales, parte II, cap. XVI, que se 
publicó después en el Boletín de agosto. Como se ve, la publicación de don Juan Bonetti era vigilada por don Bosco y por don Miguel Rúa 
nombre del profesor se puede leer en LEMOYNE M.B. Vol. VII, pág. 381. Del final de los dos hombres políticos se habla en el Vol. VI, p 
517 y pág. 728. 
70 

Don Bosco se encontraba en las proximidades de Castelnuovo, sobre el cerro denominado Bricco del Pino, cerca del valle Sbarnau. Dirig 
todas partes su mirada, pero lo único que distinguía era una densa espesura de bosque, que lo cubría todo, recubierta, al mismo tiempo, de u 
cantidad innumerable de hongos. 

-Este, decía don Bosco, debe ser el Condado de José Rossi, o al menos merecería serlo. 

(Don Bosco, para despertar la hilaridad entre los alumnos, había nombrado conde de aquellas tierras al coadjutor José Rossi.) 

Y en efecto, después de algún tiempo descubrió a Rossi que, muy serio, contemplaba desde un cerro los valles que se extendían a sus pie 
El siervo de Dios lo llamó, pero él no respondió más que con una mirada, como quien está preocupado. 

Don Bosco, volviéndose hacia otra parte, vio a don Miguel Rúa, el cual de la misma manera que Rossi, permanecía con toda seriedad 
sentado, descansando. 

Don Bosco llamó a entrambos, pero ellos continuaron silenciosos y no respondieron ni con un ademán. 

Entonces descendió de aquel montículo y, después de caminar un rato, llegó a otro desde cuya altura descubrió una selva, pero cultivada 
atravesada por caminos y senderos. Desde allí dirigió su mirada alrededor, proyectándola hasta el horizonte, pero, antes que la retina, quedó 
impresionado su oído por el alboroto que hacía una turba incontable de niños. 

A pesar de cuanto hacía por descubrir de dónde procedía aquel ruido, no veía nada; después, a aquel rumor sucedió un griterío como el q 
estalla al producirse una catástrofe. Finalmente vio una inmensa cantidad de jovencitos, los cuales, corriendo a su alrededor, le decían: 

-íTe hemos esperado, te hemos esperado mucho tiempo, pero finalmente estás aquí; ahora estás entre nosotros y no te dejaremos escapar! 

Don Bosco no comprendía nada y pensaba qué querrían de él aquellos niños; pero mientras permanecía como atónito en medio de ellos, v 
un inmenso rebaño de corderos conducidos por una pastorcilla, la cual, una vez que hubo separado los jóvenes y las ovejas y colocado a los 
unos en una parte y a las ovejas en otra, se detuvo junto a él y le dijo: 

-»Ves todo lo que tienes delante? 

-Sí que lo veo, replicó el siervo de Dios. 

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((73)) -Pues bien, »te acuerdas del sueño que tuviste a la edad de diez años?
-íOh, es muy difícil recordarlo! Tengo la mente cansada, no lo recuerdo bien ahora.
-Bien, bien; reflexiona y lo recordarás.
Después, haciendo que los muchachos se acercasen a Don Bosco, le dijo:
-Mira ahora hacia esa parte, dirige allá tu mirada; haced vosotros lo mismo y leed lo que veáis escrito... Y bien, »qué veis?
-Veo, contestó el siervo de Dios, montañas, colinas, y más allá más montañas y mares.
Un niño dijo:
-Yo leo: Valparaíso.
-Yo, Santiago, dijo otro.
-Yo, añadió un tercero, leo las dos cosas.
-Pues bien, continuó la pastorcilla, parte ahora desde aquel punto y sabrás la norma que han de seguir los Salesianos en el porvenir.


Vuélvete ahora hacia esta parte, tira una línea visual y mira. 
71 
-Veo montañas, colinas, mares... 
Y los jóvenes afinaban la vista exclamando a coro: 
-Leemos Pekín. 
Don Bosco vio entonces una gran ciudad. Estaba atravesada por un río muy ancho sobre el cual había construidos algunos puentes muy 
grandes. 
-Bien, dijo la doncella que parecía su Maestra, ahora tira una línea desde una extremidad a la otra, desde Pekín a Santiago, haz centro en 
corazón de Africa y tendrás una idea exacta de cuanto deben hacer los Salesianos. 
-Pero »cómo hacer todo esto?, exclamó don Bosco. Las distancias son inmensas, los lugares difíciles y los Salesianos pocos. 
-No te preocupes. »No ves allá cincuenta misioneros preparados? »Y más allá no ves más y muchos más aún? Traza una línea desde 
Santiago al Africa Central. »Qué ves? 
-Diez centros de misión. 

-Bien; estos centros que ves serán casas de estudio y de noviciado que se dedicarán a la formación de los misioneros que han de trabajar e 
estas regiones. Y ahora vuélvete hacia esta parte. Aquí verás otros diez centros desde el corazón del Africa a Pekín. También estas casas 
proporcionarán misioneros a todas estas otras regiones. Allá está Hong-Kong, allí Calcuta, más allá Madagascar. En todas estas ciudades y 
otras más habrá numerosas casas, colegios y noviciados. 

Don Bosco escuchaba mientras observaba detenidamente todo aquello, después dijo: 
-»Y dónde encontrar tanta gente y cómo enviar misioneros a esos lugares? En esos países existen salvajes que se alimentan de carne 
humana; hay herejes y perseguidores de la Iglesia: »cómo hacer? 
((74)) -Mira, replicó la pastorcilla, es menester que emplees toda tu buena voluntad. Sólo tienes que hacer una cosa: recomendar que mis 
hijos cultiven constantemente la virtud de María. 
-Bien, sí; me parece haber entendido. Repetiré a todos tus palabras. 

Fin de Página: 72 


VOLUMEN XVIII Página: 72 

-Y guárdate del error actual, o sea el de mezclar a los que estudian las artes humanas con los que se dedican al estudio de las artes divinas 
pues la ciencia del cielo no quiere estar unida a las cosas de la tierra. 

Don Bosco quería continuar hablando, pero la visión desapareció; el sueño había terminado. 

Mientras don Bosco contaba este sueño, sus tres oyentes exclamaron repetidas veces:
-íOh, María, María!
Cuando el Santo hubo terminado, dijo:
-íCuánto nos ama María!
Hablando después de este mismo sueño en Turín con Lemoyne, comenzó a decir con acento sereno y persuasivo:
-Cuando los Salesianos estén en China y se encuentren en las dos orillas del río que pasa por la cercanías de Pekín.. Unos se establecerán


la orilla izquierda correspondiente al Celeste Imperio y los otros en la derecha, perteneciente a la Tartaria. íOh, cuando los unos 

72 
vayan al encuentro de los otros para estrecharse las manos!... íQué gloria para nuestra Congregación!... íPero el tiempo está en las manos d 
Dios! 

El mismo Lemoyne, al enviar una copia del sueño a monseñor Cagliero, escribía el veintitrés de abril a propósito de la parte en él 
representada por don Miguel Rúa, Vicario de don Bossco y por José Rossi, proveedor general: «Yo, como intérprete, haré notar: don Migu 
Rúa es la parte espiritual, la más importante; José Rossi es la parte material un tanto embrollada. El porvenir ha de poner de acuerdo la una 
con la otra». Y así fue en realidad. 

Un buen comentario sobre aquel pasaje del sueño en el que se habla de Chile, se destaca de cuanto se refiere en el Boletín de septiembre 
1887. En la crónica de un viaje realizado por monseñor Cagliero, en compañía de monseñor Fagnano a la república trasandina, se cuenta qu 
en Santiago, el senador Valledor rogaba a los Salesianos que aceptasen la dirección del orfanato del gobierno, constituyéndose en padres de 
tantos niños de los seis a los diez años, y que, habiendo ido dichos señores a visitar el ((75)) instituto, oyeron leer a un huerfanito estas 
palabras en una veladita: 

-Hace dos años que lloramos y rezamos para que don Bosco nos dé un padre.
No sólo esto. Monseñor Fagnano, entreteniéndose con los niños, les oyó decir a algunos más sencillos:
-Las niñas tienen madre (aludiendo a las Hermanas), pero nosotros no podemos tener un padre. Nuestro padre es don Bosco, pero hasta


ahora no ha llegado. 
Además, en Valparaíso, en el día de su llegada, más de doscientos niños corrieron detrás de ellos gritando: 
-íFinalmente han llegado nuestros padres! Mañana podremos ir al colegio. íOh, qué placer! 
Al ver y al oír estas cosas, los dos pensaban en cuanto habían leído en el sueño, pues de tal forma correspondían los hechos a la predicció 

1. 
Durante los primeros días los alumnos de Sarriá hicieron gran fiesta 2. 
La primera vez que la banda de música interpretó unas piezas después de la comida, don Bosco entregó personalmente a cada uno de los 
músicos un dulce. «Estos muchachos, escribía Viglietti, están 

1 Carta de don Evasio Rabagliati a don Bosco, Concepción de Chile, 14 de mayo de 1887.
2 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, Barcelona, 10 de mayo de 1887.


Fin de Página: 73 


VOLUMEN XVIII Página: 73 

73 

fuera de sí por la alegría de la presencia de don Bosco, el cual se encuentra bien y está muy contento». 

Dado que el ir y venir de visitantes era continuo, no repetiremos siempre lo mismo. A veces pasaban en fila sin interrupción y, con 
frecuencia, en tropel. La religiosidad enraizada en el alma española se exaltaba ante un sacerdote que gozaba tanta fama de santidad. 

También en Barcelona, lo mismo que en Marsella, las Cooperadoras Salesianas habían organizado una Junta de casi treinta señoras; toda 
eran muy caritativas y de noble alcurnia y ayudaban con celo a la casa de Sarriá. Presidía la Junta doña Dorotea. Regularmente se reunían c 
quince días para examinar las necesidades y remediarlas; ellas mismas se ocupaban de coser y preparar la ropa blanca con sus propias mano 
Don Bosco las reunió y les habló en italiano, agradeciéndoles la caridad que prodigaban ((76)) a su obra; y les predijo que dentro de poco 
tiempo la casa de Sarriá, ampliada de acuerdo con la necesidad, albergaría quinientos muchachos, a los que ellas extenderían su benévola y 
benéfica protección. 

Doña Dorotea, como una verdadera madre, pensaba en todo lo que pudieran necesitar don Bosco y don Miguel Rúa y el secretario Viglie 
Ella misma les preparaba la ropa blanca personal; visitaba sus habitaciones y procuraba que todo estuviera limpio y ordenado, y había 
destinado para estos servicios a una de sus criadas; enviaba, además, una de sus cocineras para hacer la comida y ella misma preparaba algú 
plato. 

Acudió a visitar a don Bosco el marqués Brusi, director del Diario de Barcelona, periódico muy difundido, y salió emocionado de la 
habitación. En el número de aquel día, publicó un artículo con la narración exacta y detallada de la llegada de don Bosco a Sarriá. 

DOMINGO, 11 DE ARRIL 

Por aquel entonces, como ya hemos dicho, Sarriá era municipio independiente, con una población fluctuante que, en determinadas 
estaciones, llegaba a los veinticinco mil habitantes. El alcalde, con los concejales y las primeras autoridades, se presentó oficialmente a 
saludar a don Bosco, por quien todos manifestaron la veneración más grande. El alcalde declaró especialmente que daba gracias al Cielo po 
haber deparado a Sarriá una casa salesiana y prometió que el municipio la protejería siempre con todas sus fuerzas. El Santo entregó a 
74 

aquellos señores una medalla de María Auxiliadora y dioles después su bendición. 

Poco más tarde, resultó interesante contemplar el interés con que escucharon sus palabras el Director de El Correo Catalán y un numeros 
grupo de estudiantes universitarios y representantes de las escuelas nocturnas de Barcelona. Y, cuando éstos salieron, entró el Provincial de 
los Jesuitas con algunos padres. 

((77)) Al anochecer, dio la banda un concierto en el patio, todo él iluminado, y se clausuró la jornada con fuegos artificiales. Ante la 
avalancha de gente que acudió, hubo que dejar las puertas abiertas para contentar a todos. También don Bosco quiso gozar del espectáculo; 
pero, en atención a sus ojos, casi no los abrió más que para mirar un hermoso globo que se elevó a los aires, llevando escrito con grandes 
caracteres su venerado nombre y que voló después majestuosamente sobre la ciudad de Barcelona. 

LUNES, 12 DE ABRIL 

En el Diario de Barcelona, citado, apareció un segundo artículo, tejiendo un magnífico elogio a don Bosco, a su obra mundial y a los 
Talleres de Sarriá. El Director del diario había admirado, en su visita del día anterior, la fisonomía de don Bosco con destellos de santidad, 
inteligencia superior y una voluntad indómita. 

íCómo gozaba siempre don Bosco con los encuentros de antiguos alumnos del Oratorio! Uno de ellos, un tal Santiago Gherna, domiciliad 
en Barcelona, se apresuró a ir a verle y besar efusivamente su mano. Hacía años que padecía dolores en las piernas y sufría tanto que le cos 
mucho llegar hasta Sarriá. Cuando estuvo ante su bienhechor, le contó la historia de sus padecimientos y le dijo don Bosco: 

-No le des importancia, estáte tranquilo. 

Al decir esto le tocó las rodillas y después empezaron a evocar escenas de los primeros tiempos del Oratorio, recordando personas y 
episodios. Gherna se acordaba muy bien de que le había dicho a don Bosco el año 1860, cuando se despidió de él: 

Fin de Página: 75 


VOLUMEN XVIII Página: 75 

-íVenga un día a Barcelona! 

A lo que don Bosco le había contestado con un tono, que él siempre consideró como la afirmación de algo seguro: 

-»Y quién lo sabe? 

-Y ahora, exclamaba, se ha cumplido aquel quién sabe. 
75 

De una a otra cosa pasaron por la mente del antiguo discípulo tantos recuerdos agradables, que después se volvió expeditamente a Barcel 
sin ni siquiera darse cuenta de que estaba curado; tan absorto iba con los dulces recuerdos ((78)) de los tiempos pasados bajo la dirección 
paternal de don Bosco. Advirtió que estaba libre de sus dolores cuando ya estaba en la ciudad; desde el momento en que don Bosco había 
colocado la mano en sus rodillas, no había experimentado ningún dolor, ni tampoco sufrió después ninguna de aquellas molestias. Otras 
enfermedades le sobrevinieron en el transcurso de su vida, pero de aquélla estuvo siempre inmune. Así lo aseguraba don Felipe Rinaldi. 

MARTES, 13 DE ABRIL 

Una circular, redactada por don Juan Bautista Lemoyne y firmada por el prefecto general don Celestino Durando, comunicaba a todas las 
casas de la Congregación las noticias más importantes del viaje de don Bosco hasta su llegada al colegio de Sarriá. El día cinco de mayo se 
enviaría otra circular del mismo género. 

El día trece visitó a don Bosco el doctor Sardá y Salvany, director de la Revista Popular, y el Santo lo invitó a comer. Desde las tres de la 
tarde hasta las seis, pasaron, según cálculos hechos, unas dos mil personas. Una jovencita de unos quince años, que tenía el brazo y la piern 
derecha baldados, presentóse con su madre pidiendo la bendición a don Bosco. El la bendijo y después le preguntó: 

-»Dónde siente el mal? 

-Aquí, en la mano, respondió la joven; no la puedo abrir. 

Y, mientras lo estaba diciendo, no se daba cuenta de que enseñaba su mano abierta a unos treinta visitantes que la contemplaban. Don Bo 
se sonreía y ella, desconcertada, creía que aún no la tenía flexible; pero el Santo le dijo que juntara ambas manos y dijera con él: 

-íOh María, curadme! 

Después le prescribió que rezara cada día, hasta el Corpus Christi, tres padrenuestros, avemarías y glorias; mas, no para obtener la curaci 
sino en agradecimiento de la curación obtenida. En efecto, también debía tener curada la pierna, puesto que la jovencita salió andando sin 
cojear. 

Aquel administrador, el señor Sunyer, que había ido con don Juan Branda para recibir ((79)) a don Bosco en la frontera, llevóle una carta 
76 
de don Joaquín Jovert, marqués de Gelida, su señor, en la que muy humildemente se encomendaba a sus oraciones 1. 

El Santo le respondió, de su puño y letra, asegurándole que rezaría y sugiriéndole que eligiese un día para recibir la comunión y se lo 
indicase, porque, de ese modo, él aplicaría la misa de ese día por su intención. 

Cuando los de la familia conocieron la carta del Marqués, recibieron una viva impresión por los sentimientos religiosos que manifestaba 
ella, ya que hacía mucho tiempo que no se confesaba. Pero había algo más. Aquel señor, totalmente dedicado al comercio marítimo, poseía 
una inmensa fortuna; pero le obsesionaba una manía, causa de su desdicha. Se la podía llamar «coprofobia», puesto que fácilmente se 
imaginaba que las cosas estaban contaminadas de estiércol. No comía con la familia. Habiendo sabido que la madre de su esposa había esta 
una vez en Sarriá, lugar que, según él, estaba lleno de inmundicias, no quería ni verla, y íay de ella si se atrevía a tocar a su hija! De tanto e 
tanto, reconocía abiertamente su extraña obsesión, al extremo de que había prometido un millón para la construcción de un hospital, si obte 
la gracia de verse libre de tan morbosa locura. El mal había empezado con motivo de una caída. Años atrás, yendo con su esposa a Lourdes 
de repente se encabritó el caballo, se lanzó a toda carrera, y se precipitó por fin en un barranco. El animal es estrelló, pero el Marqués apen 
si sintió una ligera contusión en el costado. Y, como la sima de la caída no medía menos de doscientos cincuenta metros de profundidad, la 
gente supersticiosa lo creyó endemoniado. En esta ocasión, sus familiares habían puesto toda su confianza en don Bosco; él, sin embargo, s 
negaba a recibirlo porque había leído en los periódicos que el Santo moraba en la abominable Sarriá. Su esposa, en cambio, en compañía d 

Fin de Página: 77 


VOLUMEN XVIII Página: 77 

administrador, ya había ((80)) ido a escondidas a visitar a don Bosco y volvió a casa muy consolada, después de un largo coloquio tenido c 
él. Le parecía, pues, haber obtenido la mitad de la gracia por el hecho de que su marido hubiera escrito espontánea y piadosamente al Sierv 
de Dios. 

Un veterano coronel, en el ímpetu de su piedad, se empeñó en besar los pies a don Bosco. Después entró una familia compuesta de veinti 
personas. Y, cuando todos ellos se arrodillaban para recibir su bendición, él, dirigiéndose a una señora que estaba en medio del grupo, le di 

1 Ap., Doc. núm. 9. 
77 

-Usted no se arrodille. 

Una molestia en las piernas no le hubiera permitido arrodillarse, sino con esfuerzo extraordinario; pero »quién se lo había dicho? El hech 
no dejó de producir sorpresa y emoción. 

MIERCOLES, 15 DE ABRIL 

En la mañana de hoy, hubo muchísima gente en la misa de don Bosco, que distribuyó la comunión a unas doscientas personas. Al mediod 
doña Dorotea le proporcionó una tranquilizadora distracción en su magnífica villa, rodeada de un extenso parque, y con un jardín hermosea 
con variadas especies de animales exóticos. Al subir la escalera que llevaba a las dependencias de la casa, pasó ante un gran espejo en el 
primer rellano. Don Bosco, dirigiéndose a los que habían salido a su encuentro, dijo: 

-Habrá que acordarse después de invitar también a la comida a estos otros señores. 

Y señalaba a los que se reflejaban en el espejo. 

Riose la ocurrencia, que le dio ocasión de referir amenamente la anécdota que le ocurrió en Marsella, unos años antes, en una tienda de 
ropas. Había él llevado consigo al abate Martín, cura de la parroquia de la que dependía la casa de La Navarre. Era un hombre de la más 
sincera sencillez; al encontrarse frente a un gran espejo, confundido y distraído, quitóse el sombrero para saludar al sacerdote que creía 
haberse encontrado enfrente, cuando no era más que su propia figura. A su vez, el imaginado forastero le había correspondido al saludo. El 
buen sacerdote volvíase ((81)) hacia la puerta y seguía el ceremonial: 

-Pase usted, decíale gesticulando. 

Y el otro repetía los mismos gestos sin hablar. 

-No, no, insistía el sacerdote; por favor, pase usted primero. 

La escena duró un ratito, mientras don Bosco se había colocado, de modo que el espejo no pudiera reflejar su persona, y reía con gusto. 
Rieron también aquellos señores, oyéndole el gracioso relato. 

Cerca de la villa había un colegio de niñas de la aristocracia, dirigido por las Religiosas del Sagrado Corazón. Y, como se lo pidieran, fue 
visitarlas. Toda la comunidad bajó a recibirlo en la portería, mientras las alumnas esperaban en la terraza delante del salón de estudio. Se 
habían reunido, además, bastantes eclesiásticos y otras personas para verlo de cerca y recibir su bendición. Avanzaba él a paso lento, 
78 

mientras don Miguel Rúa y Carlos Viglietti le sostenían por el brazo, y conversando afablemente con la Superiora, Madre de Bofarull. La 
sección de las alumnas externas, que le esperaba en el jardín, le obsequió con una bonita improvisación, cantando con mucho gusto la canc 
popular turinesa a Nuestra Señora de la Consolación. 

Al entrar en el colegio, tomó asiento para descansar un poco. 

Estaba allí, entre los presentes, la madre de una alumna que, en el breve espacio de dos semanas, había perdido dos hijos. Aprovechando 
aquel momento, postróse a los pies del Santo, contóle sus desventuras y le suplicó que curase a su hija mayor, retrasada mental que, a pesa 
sus catorce años cumplidos, no podía ser admitida a la primera comunión. Don Bosco, enternecido ante el dolor de la pobre señora, llamó a 
niña, diole una medalla y, después, extendiendo la mano sobre su cabeza, pronunció en alta voz la fórmula de la bendición y prometió que 

Fin de Página: 79 


VOLUMEN XVIII Página: 79 

pediría al Señor la gracia deseada, si hubiera de ser para la mayor gloria de Dios. Volviéndose después a la madre, que se deshacía en 
lágrimas, le dijo: 

-Tenga confianza; su hija hará la comunión. 

Y no añadió más. La predicción se verificó; en efecto, la niña pudo acercarse por fin a la sagrada mesa y, pocos meses después, Dios la 
llamba a sí. 

((82)) En medio de la emoción de todos los presentes prosiguió don Bosco su camino hacia la terraza. En el momento de pasar el umbral 
oyeron los acordes de la banda salesiana que alegraba la escena desde el jardín. Acabada la pieza musical, se adelantaron dos alumnas. Una 
en nombre de sus compañeras, presentó a don Bosco un generoso donativo en una elegante cartera; la otra le leyó un saludo 1. 

A continuación, habló don Bosco a todas recomendando la frecuencia de los sacramentos. Después desfilaron, una por una, para recibir l 
medalla de María Auxiliadora de manos de don Bosco. 

Entre las internas se encontraba la niña Mercedes S., de ocho años, una linda chiquita, pero coja de nacimiento. Era hija única y íqué no 
habría dado su padre para que le desapareciera aquel defecto físico! El esperaba este milagro y ella se había preparado con una novena de 
oraciones. Presentáronsela al Santo para que la bendijera y, cuando supo de qué se trataba, respondió: 

-No, esto no sería para su bien 2. 

1 Viglietti pidió el original y se lo llevó a Turín; pero sólo hemos visto la traducción italiana. (Ap., Doc. núm. 10). 

2 Para un caso semejante, ver Vol. XVI, pág. 176. 
79 

En el salón de estudio, le esperaban casi ochenta hermanas, que le hicieron entrega de una artística custodia. También ellas recibieron la 
medalla y la bendición. Una de las presentes, que llevaba mucho tiempo enferma y sin esperanzas de curar, había dejado la enfermería con 
esfuerzo sobrehumano y se había arrastrado hasta don Bosco para que la bendijera. Pensaba para sí: 

-»Quién sabe? A veces la hora que menos se piensa es la hora de Dios. 

El Santo, como si leyera su pensamiento, le dijo: 

-Hija, debemos amar la cruz que Jesús pone sobre nuestros hombros. 

La enferma comprendió, cobró ánimos y se abandonó completamente en las manos de Dios. 

La Superiora no cesaba de agradecerle su preciosa visita. El año anterior le había escrito cuatro veces a Turín para obtener gracias especia 
de María Auxiliadora y siempre había sido escuchada. 

Después, al marchar, cuando se disponía a atravesar ((83)) el jardín, hubo que permitir a las internas que salieran del estudio y se situaran 
filas por donde debía pasar y cuando ya estuvo lejos, corrieron todas a las azoteas y a las barandillas, desde donde agitaban sus pañuelos y 
velos, gritando: 

-íViva, viva don Bosco! 

Apareció un tercer artículo en el Diario de Barcelona enalteciendo a don Bosco y sus obras, especialmente las escuelas de artes y oficios. 
«Una aureola de santidad, decía y resplandece en su figura, como expresión de sus cristianas virtudes y de su acendrada fe, con las cuales h 
llevado a feliz término y sigue dirigiendo con próspera fortuna su religiosa y civilizadora empresa» 1. 

JUEVES, 15 DE ABRIL 

Además de la Junta de señoras, pertenecientes a la nobleza, existía otra de Cooperadoras, cuya misión era la de hacer cuestaciones para la 
obra salesiana de Sarriá. El Santo quiso darles también a ellas una conferencia, en la que les explicó en qué consistía el cooperar con don 
Bosco. 

Fin de Página: 80 


VOLUMEN XVIII Página: 80 

En las horas de la tarde se celebró una asamblea de diverso carácter. Florecía en Barcelona una Sociedad Católica, cuyos miembros 

1 Ap., Doc. núm. 11. 
80 

pertenecían a la alta sociedad. Su Presidente había estado en la estación en el momento de la llegada de don Bosco; después, el día diez por 
tarde, había ido a verle con un grupo de los socios más eminentes, que sostuvieron con el Santo una audiencia larga y cordial, y finalmente 
acordó celebrar una reunión solemne en su honor. Se envió una tarjeta personal de invitación a cada uno de los socios para la reunión del d 
quince 2. El día catorce por la mañana, asistieron en corporación a la misa de don Bosco, a la que ayudaron el presidente y el secretario; y 
volvieron por la tarde al salón de teatro para una reunión ((84)) privada o conferencia religiosa, con la asistencia de don Bosco. Pero la 
asamblea general del día quince fue muy distinta. 

El Presidente fue a Sarriá con la junta directiva, para recoger a don Bosco y acompañarlo a la sede social. Todos vestían traje de etiqueta 
lucían al pecho las insignias de la Sociedad. Tres coches esperaban a la puerta. Subieron al primero don Bosco, don Miguel Rúa, el Vicario 
la Diócesis y el Provicario; al segundo, el Presidente y el clérigo Viglietti; al tercero, los demás. Las reuniones de la Sociedad se habían ten 
hasta entonces en un local viejo que ya resultaba estrecho para el creciente número de socios, y por eso, se inauguraba otro nuevo, suntuoso 
que quiso inaugurarse precisamente aquel día con la visita de don Bosco. Apenas si cabían los muchos que acudieron, algunos con sus 
esposas, en tres grandes salas. 

Al aparecer don Bosco, todos se pusieron en pie, mientras la orquesta interpretaba una marcha triunfal. Cuando subió al estrado preparad 
para él, se escuchó el canto de la Salve Regina, magistralmente interpretada por unos veinte jovencitos, dirigidos por el autor de la misma e 
maestro Frigola, cuyo nombre gozaba entonces de prestigio, aun fuera de España. A continuación, el Presidente, profesor universitario, 
pronunció un discurso excelente y elevado. Después de un número de música por la orquesta, leyó el secretario el acta en la que se declarab 
que la Asociación reunida en consejo había deliberado condecorar a don Bosco con las insignias sociales. Adelantáronse entonces dos 
distinguidos caballeros que le pusieron al cuello una gran medalla de oro con las figuras de San Jorge y de San José. Cuando brilló sobre su 
pecho la reluciente insignia, una entusiasta ovación saludó al nuevo socio. También allí contrastaba más que nunca la pompa del ambiente 
humildad de don Bosco en su porte. 

Sintió éste la obligación de decir unas palabras. Habló con voz 

2 Ap., Doc. núm. 12. 
81 

robusta y palabra vibrante; aunque se expresó en italiano su pensamiento fue captado con facilidad. Dijo así: 

((85)) Señores: 

Quisiera poseer vuestra lengua patria para expresar con ella mis ideas. No sé deciros lo que en estos momentos siente mi corazón; estoy m 
conmovido, al considerar lo que esta reunión significa y, especialmente, por la condecoración con que me habéis honrado. 

Prometo conservar esta medalla como distintivo honorífico y glorioso; al verla, recordaré a la noble Asociación de Católicos y a los 
católicos de Barcelona; cuando llegue a Turín, la enseñaré con orgullo a mis queridos hijos y les recomendaré que imiten las virtudes de lo 
católicos barceloneses; y, cuando vaya a Roma y vea al Padre Santo le diré lo mucho que le quiere en Barcelona la Asociación de Católicos 
todo lo que ella hace en favor de la buena doctrina. 

Doy las más expresivas gracias al señor Presidente por las frases de inmerecido elogio que me ha dirigido en su discurso, cuyo tema 
principal ha sido el gran fruto que reporta a la sociedad moderna la institución de los Talleres Salesianos. 

Tengo un concepto muy elevado del entusiasmo católico que aquí reina y me congratulo con la ciudad de Barcelona, que fue en todo tiem 
una ciudad eminentemente piadosa, y gozo al creer que será siempre así en lo porvenir, mereciendo por ello días gloriosos. 

Como población industrial, Barcelona ha de tener más empeño que otra alguna en proteger los Talleres Salesianos. De estas casas salen c 
año cincuenta mil jóvenes útiles a la sociedad, que entran en talleres y oficinas para difundir buenas doctrinas; de esta forma, están lejos de 
cárceles y de las galeras y se convierten en ejemplos vivientes de saludables principios. 

Fin de Página: 82 


VOLUMEN XVIII Página: 82 

El joven que crece en vuestras calles, os pedirá, primero, una limosna; después, la exigirá; y, por último os obligará a dársela con el revól 
en la mano. 

Como resultado de la misión civilizadora de los Talleres, puedo citar el fruto que obtienen las Misiones Salesianas en Patagonia, donde l 
religión de Jesucristo ya es conocida y practicada por más de catorce mil indígenas. 

Termino suplicando a esta honorable asamblea la ayuda de sus oraciones, a fin de que Dios bendiga los Talleres establecidos en la villa d 
Sarriá, destinados, sin duda, a mejorar la condición de los huérfanos pobres y abandonados. 

Tres veces le interrumpieron los aplausos; y fueron muy frecuentes las señales de viva emoción. Se hizo una colecta en favor de la obra 
salesiana, bendijo a los presentes y se disolvió la asamblea. Entonces empezó para él la más dura tarea, porque la asamblea entera se dirigió 
él y lo tomó por asalto. 

((86)) No se trataba de una aglomeración de personas del pueblo, sino de la aristocracia que sabía respetar las formas; pero eran tantos qu 
se cansó mucho, porque, para contentar a todos, daba a besar la mano a uno, a otro le daba una bendición especial, a otro le decía una palab 
de consuelo. 

Volvió a Sarriá con las mismas personas que le acompañaron a la 
82 

ida. No podía más, pero se mostraba de buen humor. Le dijo a Viglietti que, mientras lo colmaban de honores, él rumiaba para sus adentros 
célebre frase: Quam parva sapientia regitur mundus! 1. 

La memoria del acontecimiento se conserva en un opúsculo elegante, que contiene, además del informe de la sesión extraordinaria, el 
discurso del presidente y la breve charla de don Bosco traducida al español 2. Los periódicos se encargaron de dar a conocer el hecho. 

VIERNES, 16 DE ABRIL 

Presentaron a don Bosco un chiquillo con el brazo en cabestrillo que no podía levantarlo ni moverlo; así lo tenía desde la infancia. Los 
padres suplicaban a don Bosco que bendijera a su hijo. Don Bosco lo bendijo; después le mandó que moviera el brazo y juntara las manos 
diciendo: 

-íMaría, ayúdame! 

El chiquillo obedeció. Era el principio de su completa curación. 

Por tercera vez volvía el capellán de las Hermanas de Loreto a pedir a don Bosco que fuera a consolar a la Superiora del monasterio, 
aquejada de un cáncer, y que no deseaba más ((87)) que verlo antes de morir. Ya le había hecho responder que pasaría a verla, si podía, y q 
mientras tanto, le enviaba una medalla de María Auxiliadora. 

El muchacho Medina, barcelonés y pobre, tenía un dedo gangrenoso y los médicos se disponían a amputárselo. Le presentaron a don Bos 
y éste lo bendijo. De momento no experimentó ningún cambio; pero, durante la noche, se le secó la llaga y el dedo curó del todo. Poco tiem 
después, lo aceptó don Juan Branda en el colegio, donde permaneció sólo unos meses, porque pasó luego a los Maristas y, en el 1890, cuan 
el Director contó el hecho a Lemoyne, estudiaba teología. 

1 El canciller sueco Oxenstiern dijo a su hijo que no quería aceptar por timidez el cargo de primer plenipotenciario de Suecia en el Congr 
de Münster (1648) (Capital de Renania del Norte-Westfalia): Videbis, fili mi, quam parva sapientia regitur mundus (verás, hijo mío con qu 
poca sabiduría se rige el mundo). 

2 Acta de la Sesión solemne celebrada el 15 de abril de 1886 por la Asociación de Católicos de Barcelona para imponer la insignia de la 
Corporación al ilustre y venerable presbítero, señor don Juan Bosco, Fundador de los Talleres Salesianos, Barcelona. Tipografía Católica, 
1886. 
83 

Fin de Página: 84 


VOLUMEN XVIII Página: 84 

SABADO, 17 DE ABRIL


Gran banquete en honor de don Bosco en casa de don Narciso Pascual. Todos los convidados eran parientes. Un tío del señor de la casa l 
leyó un soneto que había compuesto en su honor 1. 

A su vuelta a Sarriá se encontró con una gran multitud de gente que le esperaba. 

DOMINGO, 18 DE ABRIL 

Miles de personas abarrotaban la calle, el patio, la sala de espera y las habitaciones contiguas. Hubo que colocar en la puerta de la iglesia 
cartel diciendo las horas en que don Bosco daría simplemente la bendición. «Don Bosco está agotado y no muy bien de salud», escribe 
Viglietti en su diario. 

LUNES, 19 DE ABRIL 

Don Bosco pensaba en la casa de San Benigno, vivero de la Congregación, y quiso que se escribiera a sus clérigos, diciéndoles que rezab 
por ellos y esperaba verlos pronto. 

Audiencias desde la mañana hasta la noche. Telegrafió a Rossi para que le enviara medallas en abundancia y a gran velocidad. 

((88)) MARTES, 20 DE ABRIL 

«Don Bosco está agotado y sin fuerzas, escribe el cronista, de tanto dar bendiciones y de decir: Dios os bendiga» 2. Se vio precisado a 
impartir bendiciones al pueblo en conjunto. Cada mañana, después de celebrar la misa, bendecía a la gente que llenaba la iglesia y, cuando 
unos salían, entraban otros tantos en busca de lo mismo. A continuación, en cuanto llegaba con trabajo a su habitación, en seguida se ponía 
recibir audiencias. La administración del ferrocarril Barcelona-Sarriá hubo de multiplicar enormemente el número de trenes desde Barcelon 
viceversa. 

1 Ap., Doc. núm. 13. 

2 Así, en castellano, se lee en la crónica original de C. Viglietti (N. del T.). 
84 

Por la mañana llegó el Obispo de Vich, monseñor Morgades y Gili, que acudía expresamente para hablar con don Bosco. Fue recibido al 
de la marcha real española y se quedó a comer con los dos canónigos que le acompañaban. 

Desfilaron muchas familias ilustres de Barcelona, entre las cuales la del Gobernador de la provincia. También llegó el Obispo de la dióce 
monseñor Catalá y Albosa. Dada la mentalidad del tiempo, esto se consideró como un acto de gran dignación, el haberse adelantado a visit 
don Bosco, que no se había anticipado por saber que se encontraba fuera de su residencia. Monseñor le demostró grandísimo afecto y estuv 
hablando con él más de una hora. En su presencia se leyó la carta de la que era portador el secretario del ministro Silvela, por el asunto de u 
centro en Madrid, como ya se narró en el volumen anterior. Las atenciones que tantos personajes tributaban a don Bosco aumentaban la 
veneración del pueblo que lo contemplaba. 

Cuando describíamos el viaje de don Bosco a París, tuvimos ocasión de mencionar a la señora de Cessac, ensusiasta admiradora y genero 
bienhechora de don Bosco. Pues bien, el día veinte de abril recibía éste un telegrama desde París, que decía: Vizcondesa de Cessac muy 
enferma. Vizconde de Cessac. Afligido por la noticia encargó a don Miguel Rúa que respondiera prometiendo oraciones. Pero, antes de que 
saliera la carta, llegaba un segundo telegrama que decía: ((89)) Ayer, al atardecer, quedé curada instantáneamente; como y bebo; gracias po 
sus oraciones. Vizcondesa de Cessac. En una carta confidencial del día treinta de abril, describe el marido a don Miguel Rúa la enfermedad 
su esposa y su curación, que se realizó, al parecer, durante el tiempo en que don Bosco rezaba por la enferma. Pero no fue cosa duradera. E 
cuadernito donde don Bosco redactó en 1884 las cartas que se debían escribir y enviar a los principales bienhechores, después de su muerte 
aparece también una para la señora Cessac; pero el mismo Santo escribió al pie esta nota precedida de una cruz: «Requiescat in pace, 1886 

Fin de Página: 85 


VOLUMEN XVIII Página: 85 

En efecto, la señora murió en otoño de aquel año. 

MIERCOLES, 21 DE ABRIL 

Salía don Bosco a celebrar la misa en casa de la marquesa de Comillas cuando, al bajar la escalera, le presentaron una endemoniada, la cu 
apenas lo vio, se echó por tierra, y se desmayó, echando 
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espumarajos por la boca y retorciéndose como una serpiente. El le decía que invocara a María y ella, en cambio, gritaba: 

-íNo, no! 

Y después proseguía el espíritu maligno por su boca: 

-íNo, no quiero salir, no me quiero ir! 

Y como la pobre joven se llamaba María, don Bosco la repetía: 

-María, toma esta medalla. 

Pero ella no daba señales de entender. Por fin, don Bosco la bendijo. Entonces se levantó la joven, tomó la medalla, la besó, entró en la 
iglesia y oyó misa. Parecía que estaba curada: en efecto, desayunó tranquilamente en presencia de muchas personas que le acompañaban y 
decían que no la habían visto tan tranquila hacía mucho tiempo y estaban admirados. Por entonces se volvió a casa consolada. 

A la puerta le esperaban dos coches dispuestos para llevar al Santo a casa de la Marquesa, que le honró como si fuera un Cardenal. Cedem 
la pluma a Viglietti, que escribe: ((90)) «Llegamos al palacio de la Marquesa, que de veras puede llamarse un palacio real. Contiene grande 
riquezas especialmente en obras maestras de arte y salones inmensos. Así se explica que, siempre que un príncipe o un rey viene a Barcelon 
es huésped de la Marquesa. El servicio del altar privado era espléndido; el misal estaba todo él recubierto de oro y plata con incrustaciones 
perlas preciosas; el cáliz y el copón eran de oro macizo, adornados con diamantes y esmeraldas». 

Durante el oficio divino hubo cantos, acompañados por el armonio y el piano; toda la música fue italiana. Asistieron cerca de doscientos 
invitados entre parientes y amigos de la Marquesa. Don Bosco estuvo hasta las once en esta casa y fue presentado a cada uno de los reunido 
en particular o en pequeños grupos. 

Desde allí, fue a visitar al Obispo, que le recibió con gran afecto. 
Don Bosco proyectaba fundar en Barcelona lo mismo que en Marsella un noviciado o, mejor, un colegio misionero nacional y habló de ello 
Monseñor, el cual prometió protección y ayuda, mostrándose de acuerdo con él en que se diera principio en Sarriá con un bachillerato que 
sirviera para cultivar las vocaciones eclesiásticas. Parecía que no quisiera dejarle retirarse. Lo acompañó, cosa nunca vista, hasta la escalina 
del palacio. Don Bosco fue a comer en casa de la marquesa de Moragas, suegra del señor Jover. 

Al salir de allí se detuvo en el convento de las, así llamadas, Monjas de Loreto, para visitar, como lo había prometido, a la superiora que 
estaba enferma de muerte. Dirigióle unas palabras de consuelo y la 
86 
bendijo. Después las hermanas y el mismo capellán le presentaron una religiosa, que desde hacía mucho tiempo se veía obligada a permane 
con las piernas cruzadas una sobre otra, sin poder caminar ni moverse. Al enterarse, el día anterior, que don Bosco pasaría ante la puerta de 
convento que da al camino que lleva de Barcelona a Sarriá se había hecho llevar afuera sobre unas parihuelas, para que la pudiera bendecir 
con aquella bendición tan de pasada, se había sentido curada, de forma que se levantó y empezó a andar por sí misma, con ((91)) gran 
admiración de todas las hermanas. Ahora, en presencia de don Bosco empezó a correr y a dar saltos con asombro de todas, acostumbradas 
durante tanto tiempo a verla inmóvil. Sor Cándida, tal es el nombre de la agraciada, vive todavía (1935) en un pueblecito cerca de San 
Sebastián, enclavada en el lecho a causa de los achaques de la vejez. 

Al volver al colegio, se encontraron la calle y el patio invadidos por la gente y los coches. Dentro le esperaban doscientos cincuenta seño 
de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Don Bosco se presentó en seguida a ellos y los saludó afectuosamente, congratulándose de su fe y s 
piedad. Habló de la Obra Salesiana y de la de ellos, poniendo de relieve lo bien que se armonizaban una y otra. En la sesión se hizo una 
colecta, como es costumbre en cada una de las sesiones de los socios que forman las distintas Conferencias. Por fin, don Bosco los bendijo 
dio a cada uno la medalla de María Auxiliadora y se retiró a sus habitaciones para recibir a cuantos pudiera de los muchos que estaban 
impacientes por poder hablar con él. 

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VOLUMEN XVIII Página: 87 

«Son muchísimas las gracias, escribe Viglietti, que cada día se reciben con la bendición de María Auxiliadora impartida por don Bosco y 
cada día vienen a contarnos sus benéficos efectos; pero, a causa de la multitud y de la confusión de cosas resulta imposible anotarlo todo». 

JUEVES SANTO, 22 DE ABRIL 

Los tres últimos días de Semana Santa estaban en España íntegramente consagrados a obras de piedad y, sobre todo, a la conmemoración 
los misterios de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Se suspendía cualquier otra ocupación: no se hacían visitas, a no ser por un 
grave necesidad; la circulación de trenes y tranvías quedaba reducida a lo mínimo, cerraban comercios y oficinas; y las iglesias estaban 
concurridísimas. Fueron, pues, tres días de tranquilidad 
87 

para el cansancio de don Bosco, que pudo gozar un poco de paz y entretenerse con sus hijos de Sarriá. 

Pero toda regla tiene su excepción. En efecto, a pesar de la ((92)) suspensión de las visitas, recibió la del señor Mas con su esposa y su hi 
Dirigía este señor una fábrica de tejidos, la más importante de Barcelona, en el lugar donde hoy tiene su sede la Escuela Industrial. 
Era un hombre muy apreciado, católico practicante y quería una bendición especial de don Bosco para sí y para los suyos. Aunque obtuvo l 
audiencia con alguna dificultad, permaneció con él más de una hora y, al despedirse, don Bosco le abrazó con fuerza unos segundos y le di 
al oído unas palabras que nunca reveló del todo a nadie. Solamente dos años después, encontrándose a punto de muerte, llamó a su esposa 
dijo que se preparara también ella porque, dentro de poco, los dos se encontrarían en la eternidad, como se lo había dicho don Bosco. La 
mujer, en efecto, murió un mes más tarde. 

El difunto había dejado a su hijo José un gran crucifijo, regalo del siervo de Dios. Este hijo, que ahora (1935) tiene setenta y tres años, 
cuando en el 1934 le asaltó una pulmonía fulminante, de la que no sabían los médicos cómo librarlo, se puso al cuello aquel crucifijo y en 
pocos días, con gran asombro de los médicos, quedó perfectamente curado. 

El jueves santo por la tarde acompañó don Narciso Pascual a don Miguel Rúa y a Viglietti a visitar las siete iglesias. Como testimonio de 
piedad española, tan viva entonces, reproducimos una página de la carta de Viglietti a don Juan Bautista Lemoyne. «Cuando volvimos a 
Sarriá, escribía él, teníamos un cúmulo de cosas que contar a don Bosco, porque verdaderamente nosotros no creíamos que en España hubi 
tanta religiosidad. Habíamos visto a toda la tropa de soldados, con uniforme de gala, ir ordenadamente, con los oficiales al frente, a visitar 
monumentos: habíamos visto las banderas de la ciudad en los edificios a media asta; ni un coche, ni un ruido; en cambio las iglesias y las 
calles abarrotadas de gente que, con edificante piedad, con el rosario y los libros de devoción en la mano, se dirigían a las iglesias. Durante 
estos tres días no circulan en Barcelona coches ((93)) ni trenes; en el día de hoy, no se reparte el correo y todas las fábricas y tiendas están 
cerradas. Hasta el mediodía del sábado, no se rompe este silencioso encanto. El soldado español tiene obligación de oír la santa misa todos 
domingos». 

Reapareció la obsesa del día veintiuno. Se agitaba como un demonio; 
pero, apenas recibió la bendición de don Bosco, se recuperó, abrazó y besó repetidas veces la medalla de la Virgen, dando gracias a don 
Bosco. 
88 

VIERNES SANTO, 23 DE ABRIL 

Don Bosco pasó el día en la intimidad con sus hijos. Los muchachos estuvieron fuera toda la mañana; mas, por la tarde, acompañaron 
durante mucho tiempo a don Bosco, que bromeaba y paseaba con ellos por el patio. Fue después a los dos huertos contiguos y los recorrió 
largo y a lo ancho. Visitó, además, todo el colegio, siempre rodeado de los alumnos, Se informó así de todo e hizo varios proyectos de 
construcciones, proponiendo la adquisición de un nuevo terreno adyacente. 

SABADO SANTO, 24 DE ABRIL 

Don Bosco celebró en el oratorio privado de don Narciso. Estando en su casa, oyó los cañonazos que anunciaban el aleluya pascual. Fue 
casi la señal de la reanudación del agolpamiento de la muchedumbre. Centenares de personas le esperaban a su vuelta y ya no dejó de recib 
gente hasta la una y media. 

Vino después a hablar con él una junta de señores, que se ocupaban de los preparativos para una conferencia salesiana. Habló largo rato c 

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VOLUMEN XVIII Página: 89 

ellos sobre su Obra y el modo de sostenerla. También deseaba verlo la junta de señoras, reunidas en otra sala: el Santo fue a hablarlas y les 
animó a que perseveraran en su caritativa actividad. Entre tanto, la riada de gente había invadido ((94)) el recinto y los alrededores del 
colegio: habría allí varios millares de personas aglomeradas. El reposo de los días anteriores permitió prolongar las audiencias hasta bastan 
tarde. 

PASCUA, 25 DE ABRIL 

Una fiestecita simpática aumentó la alegría de la misa pascual de don Bosco: hacía la primera Comunión una nietecita de don Narciso, hi 
de don Manuel Pascual. Este otro, rico señor y fervoroso cristiano, apreciaba mucho a los Salesianos y gozaba dedicándoles su gran influen 
y ayudándoles generosamente. Contento de que hubiese sido don Bosco quien diera a su hija la primera Comunión, quiso que los muchach 
participaran también de la alegría, regalándoles los dulces del día. 

Entre los convidados que asistieron a la ceremonia estaba el señor 
89 

Montobbio, aquel señor que había viajado con don Bosco. Después de la misa también él tomó parte en el desayuno. Don Bosco ocupaba e 
puesto de honor. En cierto momento sacó el pañuelo del bolsillo. El señor Montobbio, aprovechando la confianza que el Santo le daba, pid 
que se lo regalara. Y respondió: 

-Sí, pero a condición de que me dé un papel. 

El otro comprendió de qué papel se trataba; pero como no llevaba en el bolsillo la cantidad que deseaba entregarle, prometió que otro día 
volvería con el papel; pero que, en tanto, le dejara el pañuelo. Don Bosco satisfizo su gusto. El pañuelo se conserva hoy como una reliquia. 

Don Bosco vivía en el Oratorio de Turín hasta en sueños. 

En la noche del veinticinco de abril le pareció estar presente a una conferencia dada por Lemoyne a los alumnos de cuarto y quinto curso 
notando cómo faltaban muchos a ella; habiendo bajado después a la iglesia de María Auxiliadora durante la Misa de comunidad, observó q 
habían disminuido notablemente las comuniones; seguidamente, al recibir a dichos jóvenes, también se percató de que muchos de ellos no 
habían presentado. 

((95)) Inmediatamente dio orden de que se comunicasen estas cosas a Turín, haciendo saber, al mismo tiempo, que, a su regreso, 
manifestaría a cada uno la posición que ocupaba en el sueño. 

LUNES, 26 DE ABRIL 

Durante la misa, don Bosco distribuyó gran número de comuniones, hasta que, no pudiendo aguantar más el cansancio, entregó el copón 
otro sacerdote, que hubo de salir del comulgatorio y adentrarse en la iglesia entre la multitud de fieles, ya que resultaba imposible hacerles 
circular para acercarse al comulgatorio. Después hubo una verdadera invasión. Baste decir que, en menos de una hora, vació siete gruesos 
paquetes de medallas, dando nada más que una a cada uno. 

Hasta que llegó el crítico momento de subir a su habitación: una barrera humana cerraba el paso. Los de casa se miraban asombrados sin 
saber cómo auxiliarle. Sin embargo, él parecía la tranquilidad en persona. El único remedio que encontraron fue cerrar el portón, para que, 
menos, no entrara nadie más; después, entre varios lograron con trabajo abrirle paso. Fue preciso batallar desde las diez hasta las once. 
Metiéronle luego en la habitación y entraban por grupos de 
90 

cuarenta y cincuenta personas cada vez. El bendecía a todos, daba a cada uno una medalla y se retiraban para dar paso a otro grupo igual. 
Doce veces se repitió esta operación hasta poder pasar los que se encontraban en el colegio; pero fuera se oía el rumor de una multitud toda 
mayor, cuyo ingreso se reguló después por grupos hasta que llegó la noche. En la capilla daba don Miguel Rúa a los muchachos su primera 
plática en castellano. 

MARTES, 27 DE ABRIL 

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VOLUMEN XVIII Página: 91 

Un fuerte resfriado interrumpió bruscamente el bienestar relativo de don Bosco; pero la indisposición no le impidió recibir a los 
seminaristas de Barcelona. ((96)) No tenemos ninguna otra cosa especial que anotar en este día, si no es la firma que puso a la circular, 
invitando a una conferencia a los Cooperadores y amigos para el día treinta en la parroquia de Belén 1. 

MIERCOLES, 28 DE ABRIL 

A donde quiera que fuere, no le faltaba a don Bosco la ocasión para convertirse en consuelo de los afligidos. El señor Ramón de Ponsich 
anciano venerando, de inmensas riquezas y sin hijos, había perdido en los primeros días del mes a su esposa, a la que lloraba sin consuelo. 
quería comer ni dormir y se temía mucho que sucumbiera ante tan gran dolor. Esperaba él, más que sus parientes, que la visita de don Bosc 
le devolviera la paz. Y fue don Bosco a visitarlo en su magnífico palacio, no muy distante del colegio de Sarriá, a las siete y media de la 
mañana. Cuando llegó, confesó al buen hombre, dijo por él la santa misa y le dio la comunión. Después estuvo charlando con él, durante ca 
tres horas, y comió allí en compañía de sus familiares. No volvió el señor Ponsich a llorar durante el día y, en adelante, su aflicción era 
tranquila y resignada. Don Bosco le escribió después, desde San Benigno, el día treinta y uno de agosto, felicitándole por su santo y 
recordándole su propósito de ayudar a los misioneros de Patagonia. Se conserva todavía el autógrafo muy gastado y casi ilegible, por haber 
usado como reliquia muchos enfermos. 

Hemos de recordar también un encuentro algo sui géneris. Unos 

1 Ap., Doc. núm. 14. 
91 

días antes había estado con don Bosco un sacerdote para decirle de manera muy confidencial que, durante la noche siguiente, quizás morirí 
párroco de Santa María del Pino; que ya había recibido el viático y se encontraba in extremis. Que su parroquia era la más rica de todas y la 
mejor, bajo todos los aspectos. Venía a pedirle la bendición para que recayera sobre él el nombramiento en las oposiciones. Don Bosco le 
respondió: 

-Y sin embargo, este párroco ((97)) me ha enviado varias personas para decirme que, si yo le hiciera una visita, curaría. He oído decir que 
un excelente sacerdote, uno de los que al presente necesita grandemente la Iglesia. Yo he rezado por él y, hace un momento, le he enviado 
medalla de María Auxiliadora. De modo que lo que usted puede hacer es unir sus oraciones a las mías, para que Dios haga de usted y del 
párroco lo que sea mejor para su gloria. 

Para el concurso a la parroquia se habían inscrito muchos sacerdotes y párrocos: pero todos quedaron desilusionados, porque el día 
veintiocho de abril se supo que, apenas tocó la medalla las úlceras del enfermo, a pesar de que estaba desahuciado por los médicos y tenía l 
minutos contados, había salido de peligro y mejoraba sensiblemente. 

Por las indagaciones hechas en el archivo parroquial de la iglesia del Pino, resulta que aquel párroco se llamaba Francisco de Paula Estev 
Nadal. Además, en los periódicos de abril del 1886 se lee que al párroco del Pino, don Francisco Esteve, se le había llevado el viático; y en 
registro de defunciones de la misma parroquia aparece su nombre el día 11 de abril del 1889. Vivió por tanto, todavía tres años más, despu 
de la milagrosa curación. 

Aquella tarde ocurrió un sorprendente golpe de escena. Hallábanse en la habitación de don Bosco cuarenta personas, que habían recibido 
bendición y desfilaban para ir recibiendo la medalla de su mano, cuando todos dieron un grito. Una mujer entraba dando risotadas, como si 
estuviera loca, y decía: 

-Que digan éstas lo que me ha ocurrido, porque la emoción no me deja hablar. 

Las dos señoras a las que señalaba, la habían llevado desde Barcelona a Sarriá para que don Bosco la bendijera. Se había caído por la 
escalera de su casa y se había roto un pie y los médicos habían perdido la esperanza de poderla sanar. Y ahora, por el contrario, después de 
bendecirla el Santo, mientras subía él a su habitación, ella se había puesto en pie pocos minutos después, derecha, sin que nadie le ayudase 
Pasado el primer estupor, loca de alegría entraba gesticulando y gritando de aquella manera, entre las voces de sorpresa y admiración, 
92 

de cuantos la habían compadecido poco antes. ((98)) Corrió Viglietti a llamar a don Miguel Rúa y a otros para que fueran testigos del hech 
Se llamaba Rosa Tarragona y Doret, era hija de José y Serafina, natural de Pons, del obispado de Urgel. Se fue a pie, y volvió a la mañana 
siguiente para oír la misa de don Bosco, manteniéndose perfectamente, como si no hubiera tenido anteriormente ningún mal 1. 

Fin de Página: 93 


VOLUMEN XVIII Página: 93 

JUEVES, 29 DE ABRIL 

Don Bosco fue con don Miguel Rúa y Viglietti a visitar al presidente del Banco de Barcelona, señor Oscar Pascual. Mientras estaba en 
aquella casa, fue introducida una señora para recibir su bendición.Hacía mucho tiempo que se le habían quedado rígidas las piernas, al 
extremo de no poder dar un paso. Don Bosco le señaló una oración que debía rezar hasta enero. Ella obedeció y, al comenzar el nuevo año, 
empezó a caminar y a salir de casa. Así se lo escribió a don Carlos Viglietti la señora Consuelo Pascual de Martí 2. 

Ya de vuelta, decía: 

-Si yo quisiera abrir, no sólo los corazones sino también los bolsillos y tener todo el dinero que quiero, bastaría que pronunciara ni más n 
menos estas palabras: Si queréis gracias de María Auxiliadora, dad y ciertamente recibiréis; y quien más da, más recibe. Pero no lo digo pa 
no asustar y no enfrentarme con las autoridades civiles y eclesiásticas. 

Los alrededores del colegio parecían un gran campo de feria. «Llegan a Sarriá, escribía Viglietti a don Juan Bautista Lemoyne, vienen al 
colegio y, no encontrando sitio en él, se sientan a lo largo de la carretera; desayunan y comen allí y esperan días enteros para ver a don Bos 
Y digo ver, porque, introducidos en grupos de cincuenta o ((99)) sesenta a la vez en la habitación de don Bosco para ser bendecidos y recib 
la medalla, después no quieren salir. Yo trabajo y me desgañito para hacerles comprender que se vayan y dejen el sitio a otros. 

1 Presenta el original un pequeño lío al dar la filiación de la tal Rosa: dice, que es hija de José y Serafina; y añade «de Pons de Orbyod, y 
nacida ésta en Urgel». Creemos haberlo arreglado escribiendo, «natural de Pons del obispado de Urgel», pues el «Orbyod» del texto a 
continuación de Pons, y la siguiente añadidura complican nuestros conocimientos sobre la villa leridana de Pons (diócesis de la Seo de Urg 
y el apellido Obiols relativamente abundante por aquella región (N. del T.). 

2 Decía en la carta: «Mas de pronto, diga eso a don Bosco, esa señora hacía muchísimos años que no podía dar un paso y ahora sale ya de 
casa». (Sic, en el original). 
93 

»-»Qué hacen aquí?, les pregunto. 

»-íOh!, me responden, queremos verlo, íes un santo! 

»Lo contemplan, y, mientras tanto, sólo al besarle los hábitos o recibir su bendición obtienen muchas gracias de curaciones. Ya no puedo 
llevar cuenta de todo». 

«Ayer vino una señora que se quejaba de un cáncer que los médicos le aconsejaban intentara una operación. Recibió la bendición de don 
Bosco, y, sometida al día siguiente a una nueva observación, declararon los médicos que estaba fuera de peligro, porque se cicatrizaba la 
úlcera. Casos como éste se divulgan como un relámpago». «Los diarios lo comentan en sus columnas, continuaba Viglietti; el Obispo con l 
que le visitan, el clero con los fieles, las familias con sus parientes; hablan de él los empleados, los militares, los obreros. De cualquier asun 
que se trate, la conversación acaba por recaer en lo mismo». Muchos le sacan fotografías, sentado en su habitación, al bajar sostenido por l 
escaleras o, en el altar, en el momento de distribuir la comunión. No causó extrañeza que el obispo, nada fácil a entusiasmos en demasía, 
demostrase una admiración extraordinaria por la Obra de don Bosco. En una conferencia a su clero, se declaró incondicional de don Bosco 

Este estado de ánimos era el mejor preparativo que se pudiera desear para la conferencia que estaban organizando los señores de la Junta. 
Divididos en comisiones, visitaban las familias, recogían donativos, inscribían nuevos cooperadores e invitaban a todos a la reunión. Don 
Manuel Pascual había dado a todos una consigna con la que se saludaban entre sí al encontrase por la calle. Uno decía: A solis ortu usque a 
occasum. Y el otro respondía: Salesiani sumus (Desde la aurora al ocaso, somos salesianos). 

((100)) VIERNES, 30 DE ABRIL 

Los quince días de tan intensa preparación surtieron su efecto; fue, además, una espléndida manifestación de fe precisamente al comenza 
mes mariano. 

Aunque la conferencia estaba anunciada para las cuatro de la tarde, el párroco de Belén hubo de abrir las puertas a la una, para que no se 
echaran abajo, y, a las dos y media se tuvieron que cerrar para evitar desgracias. Millares de personas alborotaban en la plaza y calles 

Fin de Página: 94 


VOLUMEN XVIII Página: 94 

adyacentes. En la iglesia, bastante amplia y dotada, además, de treinta amplias tribunas, la gente estaba apiñada hasta lo imposible de 
imaginar. 
94 

Don Bosco, que había comido en casa de doña Dorotea, fue a la iglesia en su carroza. Como no era posible entrar por el centro de la igles 
se le abrió paso por la parte de la sacristía. Sentóse en el presbiterio al lado del evangelio, a la derecha del Obispo, que tenía a su izquierda 
don Cándido, abad de la Trapa de Santa María del Desierto, en Toulouse 1. 

A su alrededor se sentaban las dignidades eclesiásticas. En el lado de la epístola, estaban las autoridades civiles y militares, con varios 
Directores de Sociedades y de periódicos. Las juntas de señoras y de señores ocupaban en la iglesia los primeros asientos. La guardia civil 
caballo no pudo resistir el empuje exterior y una avalancha de público rompió una cancela, mas no la puerta que era de bronce. 

La ceremonia se desarrolló según costumbre, comprendida la previa lectura de un capítulo de la vida de San Francisco de Sales. El 
conferenciante, doctor José Julia, al pedir la bendición del Obispo, le preguntó: 

-»Qué pensamiento deberé exponer con preferencia? 

((101)) Hable, respondió el Obispo, de la gran Obra de este hombre de Dios, y haga que todos comprendan su misión. 

-»Qué le parece, don Bosco?, preguntó después al Santo. 

-Yo, respondió él, no puedo decir más que: íDeo gratias! 

El orador presentó a don Bosco como al hombre de la Providencia, enviado a la Iglesia para cubrir las necesidades especiales del tiempo, 
exaltó la institución de los Talleres Salesianos e ilustró el bien que hacían los Talleres de Sarriá. 

Se cantó seguidamente la Caridad de Rossini; después quiso don Bosco dejar oír su voz. Se acercó a la balaustrada y dijo que hubiera 
deseado tener la voz de las trompetas, de las que se habla en la sagrada Escritura, para agradecer a los barceloneses las demostraciones de f 
de religiosidad, de caridad y de simpatía; anunció que la mañana siguiente celebraría la misa en aquella misma iglesia por todos los present 
comunicó que había recibido aquel día telegráficamente de Roma una bendición especial del Padre Santo para todos lo bienhechores de su 
Obra y para los asistentes a la conferencia. Por último, descendió el Obispo de su cátedra, y colocándose al lado de don Bosco, repitió con 
poderosa voz y en castellano lo que don Bosco había dicho en su propia lengua. Doña Dorotea, presidenta de la junta de 

1 Había venido a España para hacer la visita canónica a su casa filial; lo acompañaba como secretario don Andrés Malet, recientemente 
ordenado sacerdote y hoy abad de santa María del Desierto. 
95 

señoras y doña Antoñita de Oscar Pascual, tesorera, estaban ante una mesa recogiendo todas las limosnas que los jóvenes de la Sociedad 
Católica y las Cooperadoras, con orden admirable, habían reunido en los varios sectores de la iglesia que les habían sido asignados. 

Cuando todo hubo terminado, se abrieron las puertas. Viglietti cuenta que la gente, en vez de salir, se volcó casi furiosamente sobre don 
Bosco. Todos querían verlo, tocarlo, recibir una mirada, oír una palabra suya; hubo quien se echó por tierra alargando el brazo, con peligro 
que lo pisotearan; pero, con ayuda de robustos brazos, se logró arrancar a don Bosco de la casi indiscreta piedad de los presentes, que, de o 
modo, quién sabe lo que hubieran hecho. Subió al coche con los suyos y, para satisfacer ((102)) el deseo de la gente, pasó por delante de la 
iglesia, donde una inmensa multitud, con la cabeza descubierta esperaba su paso. íY pensar que llovía a cántaros! 1. 

SABADO, 1.° DE MAYO 

La afluencia de público a la misa de don Bosco en Belén no fue menor que la de la Conferencia. A la puerta de la iglesia, doña Dorotea y 
otras señoras vendían libros y objetos de devoción en favor de don Bosco y recogían limosnas. Después de la misa, se efectuó una colecta y 
luego bendijo don Bosco a los presentes agradeciendo, emocionado, a los barceloneses cuanto habían hecho por él y alabando su edificante 
piedad. 

El Párroco intentó decir unas palabras, pero, cuando profirió las primeras frases, se dejó vencer por la emoción y, haciendo un gran esfue 
se limitó a exclamar: 

Fin de Página: 96 


VOLUMEN XVIII Página: 96 

-íTenemos aquí entre nosotros a un santo, a un enviado del Cielo! 

La gente se entusiasmó hasta el delirio y empujando el cancel de la balaustrada, invadió el presbiterio entre gritos y suspiros que parecían 
rumor de las olas del mar en tempestad. Se puso a salvo a don Bosco con gran trabajo y se le retiró a la sacristía. 

Para el mediodía, aceptó la invitación de don Manuel Pascual. Durante el banquete, que no podía ser más suntuoso, le hizo el ofrecimien 
de dedicar una campana de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma al recuerdo de la primera comunión que, el día de 

1 El Diario de Barcelona del día 1.° de mayo, después de la reseña de la ceremonia, hablaba de los buenos efectos que había producido en 
Sarriá la presencia de don Bosco. 
96 

Pascua, recibió su hijita. Con este objeto, ya tenía él preparada la inscripción que él mismo había compuesto 1. 

Allí, como en otras casas de la nobleza, todo lo que don Bosco ((103)) usaba o tocaba era considerado como una preciosa reliquia; por es 
se ponían aparte y se guardaban religiosamente vasos, cubiertos, servilletas y cosas semejantes. 

DOMINGO, 2 DE MAYO 

Era incalculable la multitud que se agolpaba ante los Talleres Salesianos. Empezó a llegar la gente a las tres de la mañana y continuó has 
las ocho de la tarde; muchos permanecieron en ayunas todo el día. Los patios y la casa estaban llenos. Fue imposible dar audiencias 
particulares en seguida; por consiguiente, don Bosco se asomaba a los balcones de las habitaciones contiguas a la suya y bendecía a los 
millares de fieles allí presentes. Era un espectáculo que resulta imposible describirlo; había que verlo. íAcudían, aun sin quererlo, las lágrim 
a los ojos al ver tanta fe, tanta caridad y tanta religión! A donde quiera que iba don Bosco, ya había preparado una lápida o una lámina de 
bronce, donde esculpir la fecha de su estancia para perpetua memoria del hecho. 

Para andar el breve espacio de su habitación a la iglesia, al ir a celebrar la misa, hubo de emplear su buena media hora. Y, cuando bajó de 
altar, no podía ni quitarse la casulla porque la gente que atestaba el presbiterio, se abalanzó sobre él, empujándole en todas direcciones para 
besar su mano o los santos ornamentos. «Lo malo es, escribe Viglietti en su diario, que, con la confusión y el entusiasmo, don Bosco queda 
veces mal parado: tiran de él, lo arañan, se lo llevan en vilo; es algo indescriptible. Don Bosco, con todo, conserva la calma; es más, sonríe 
ver este entusiasmo y dice a veces: 

1 Hac die magna Paschatis nobilis puella María de la Soledad Pascual y de Slanza, scientia et virtute precoci, aetatis annorum novem, pri 
vice ad coenam angelorum in ecclesia asceterii Salesiani Barcelonensis accessit. Parentes D. Manuel M. Pascual de Boffarull y María de la 
Soledad de Slanza de Pascual gaudentes et benedicentes Dominum ad perennem rei memoriam gratulanti animo posuerunt, 1886. 

(En este gran día de la Pascua, la ilustre niña María de la Soledad Pascual y de Slanza, por su precoz inteligencia y comportamiento, se 
acercó por vez primera a la mesa de los ángeles a los nueve años de edad, en la iglesia del Seminario Salesiano de Barcelona. Sus padres, 
Manuel M. 
Pascual de Boffarull y María de la Soledad de Slanza de Pascual, con gozo y bendiciendo al Señor (costearon esta campana) con sumo agra 
y para perpetuo recuerdo del acontecimiento. 1886). 
97 

»-Me hacen daño, pero no importa; el trozo más grande siempre queda pegado» 1. 

No suspendió las audiencias hasta el mediodía, cuando el Obispo y unos cuarenta invitados ilustres le aguardaban para un ágape familiar. 
Las mesas estaban preparadas en el salón del teatro. Durante la tarde, tuvo que asomarse repetidas veces a la galería del nuevo pabellón par 
bendecir a la multitud que se agolpaba a su alrededor. ((104)) Al caer de la noche, asistió a los fuegos artificiales. Entre otras geniales 
sorpresas, apareció la silueta de don Bosco revestido a la española. 

LUNES, 3 DE MAYO 

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El día 3 de mayo por la mañana don Bosco aceptó, con aquella su inagotable bondad que siempre lo llevaba a dar gusto a cualquiera, una 
invitación que debió costarle alguna incomodidad. El señor Sunyer, el administrador de la marquesa de Moragas, en otro tiempo músico de 
cámara en la corte de Napoleón III, era autor de varias composiciones musicales religiosas y profanas y las hacía interpretar por una schola 
cantorum que él mismo había formado y dirigía. Quería que don Bosco honrase con su presencia el ensayo de una misa que había compues 
El Santo no supo negarse, bajó a la capilla y estuvo presente durante toda la ejecución. Escribe Viglietti en su diario que el éxito fue 
grandísimo; pero se puede afirmar que don Bosco tenía su pensamiento en algo muy distinto de las melodías del canto. 

Aquel día don Luis Martí-Codolar dio un banquete en su finca para celebrar y honrar a don Bosco. Fue personalmente a buscarlo a eso de 
las once, en un coche tirado por seis espléndidos caballos y con cocheros vestidos de librea. Durante el trayecto hubo una incesante ovación 

La finca era algo magnífico. La visitaban los forasteros para admirar su belleza y había en ella diversas inscripciones que recordaban el p 
de príncipes y reyes. Los muchachos del colegio habían sido invitados. Sobre las torres, pues el edificio tenía el aire de un gran castillo, 
ondeaban banderas con las insignias de la familia. 

A su llegada salieron al encuentro la numerosa familia y los parientes. Los muchachos estaban agrupados en torno a la banda de 

1 Parece que con esta frase quería decir: «así se consigue lo principal» (N. del T.). 
98 
música, que tocaba la marcha real italiana. Sobre la puerta de entrada había un gran letrero, hecho con flores, que decía: Viva don Bosco. 
Pero el Santo iba con la cabeza baja y no veía la aparatosidad del conjunto. 

-Mire, mire, don Bosco, lo que han preparado ((105)) para usted, le dijeron. 

Levantó los ojos, miró, se sonrió y volvió a reconcentrarse en sí mismo. 

Entraron en el salón de música, en el cual las hijas de don Luis, y una prima suya dieron a don Bosco un concierto de violín, violoncelo y 
piano. Los muchachos, presididos por los hijos de don Luis y sus primos, se sentaron en las mesas preparadas en el jardín. Los demás toma 
asiento en el salón-comedor, en una mesa con cincuenta cubiertos. Reinó tal cordialidad que don Bosco y los suyos tenían la impresión de 
encontrarse en familia. 

Uno de los comensales dijo a don Bosco: 

-Don Bosco, es preciso que rece para que nos encontremos todos reunidos en el cielo, como nos encontramos aquí. 

El Santo tomó una actitud seria y pronunció estas palabras, en medio del silencio general: 

-Es lo que yo quisiera, mas no será así. 

Estas palabras causaron en todos una visible contrariedad. Pero don Bosco, para serenar los ánimos, volvió a su habitual sonrisa y dijo: 

-Bueno, rezaremos a la Virgen, que es tan buena, y Ella lo arreglará todo 1. 

Después de la comida, se retiró don Bosco a una habitación para descansar. Más tarde, fueron recibidos en audiencia los parientes de don 
Luis. Por último, entraron don Luis y su esposa. Lo que allí pasó nadie lo supo; pero cuando los dos esposos salieron de la habitación, pare 
que no sabían explicarse lo que les había pasado y tenían los ojos hinchados de lágrimas. Viglietti les oyó que decían: 

-íEs un Santo! íEs un Santo! 

A las cuatro don Bosco bajó al jardín, en el cual don Joaquín Pascual, sobrino de don Luis, dispuso un bello grupo de todos juntos, para u 
fotografía, recuerdo de aquel felicísimo día. En pocos minutos se hicieron diez fotografías diferentes. 

((106)) Los retratos de don Bosco forman hoy una rica y variada 

1 Carta de don Roberto Vidal, monje de la Abadía del Desierto, a la dirección del Boletín Salesiano francés, Bellegarde (Haute-Garonne) 
20 de noviembre de 1936. 
99 

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colección. Los hay de todas las edades de su sacerdocio y en diversas posturas. 

Pero se ha hecho observar, y con justicia, que en ninguno de ellos se adivina el menor indicio de orgullo y ni siquiera un aire de suficienc 

o de simple vanidad 1. 
Su rostro «cuadrado, enérgico, rudo, franco y profundo», aparece en los últimos años «purificado por el sufrimiento»; pero, aun en su ple 
vigor, transparenta siempre «una bondad sencilla y suave». Y además, «íqué autoridad, qué inteligencia, qué fascinación secreta la suya!». 

Cuando se acabó la operación de la fotografía, se desarrolló una escenita interesante. El abad mitrado de los Trapenses, que habíamos 
encontrado en la conferencia de la iglesia de Belén, era por aquellos días huésped de la familia de don Narciso Pascual y estuvo entre los 
invitados; en el grupo fotográfico, aparece sentado a la derecha del Santo. Se levantó, pues, y habló con tal entusiasmo de don Bosco y de s 
misión que arrancó lágrimas a todos los presentes. Quitóse después el anillo del dedo y la cruz abacial del cuello y exclamó: 

-Ante este hombre de Dios, no hay autoridad que valga. 

Y, arrodillándose a sus pies, imploró para sí y para los presentes su bendición. Todos se arrodillaron y recibieron la bendición. 

Finalmente el abad, como atestigua don Miguel Rúa en los procesos, hizo tantas y tales instancias para conseguir el solideo que llevaba e 
Siervo de Dios, que, vencida toda resistencia, logró arrancárselo. Se había él quedado tres días en Barcelona para gozar expresamente de la 
presencia de don Bosco. El que había sido su secretario, don Andrés Malet, huésped también de aquella noble familia, escribía al canónigo 
Tournier de Toulouse, el año de la beatificación 2: «Fueron días preciosos en los que pude ver al Santo, hablar con él, comer en su mesa. 
Paseando por el jardín, tuve la satisfacción de ((107)) ofrecerle mi brazo, lo que me trajo muchas bendiciones, sin contar la bendición que m 
dio don Bosco mientras estuve de rodillas a sus pies». 

Don Bosco quiso también ver y visitar la tan celebrada finca. Y, acompañado por aquellos señores, seguido por los muchachos de Sarriá 
sostenido por don Luis, recorrió gran parte del jardín, parándose a contemplar la magnífica colección de pájaros terrestres y acuáticos y los 
camellos, ciervos, osos, elefantes, cocodrilos y otros animales exóticos... 

1 HENRI GHEON, Saint Jean Bosco. Colección «Les grands coeurs». París, Flammarion, página 186. 

2 CLEMENT TOURNIER. Le bienheureux Don Bosco à Toulouse. Toulouse, Imp. Berthumieu, 1929, pág. 87. 
100 

Hacia el atardecer se despidió. «Parecerá cosa singular, escribe Viglietti en su diario, y, sin embargo, creo no exagerar si digo que en ning 
lugar hemos encontrado tanto afecto y tanta veneración por don Bosco, como en esta familia. El mismo don Bosco me lo decía». Antes de 
partir tuvo que asistir al descubrimiento de una lápida, destinada a recordar el honor de esta visita 1. 

Era muy previsible que, durante el día, habría ido mucha gente a ver a don Bosco en el colegio; por lo que se acordó por la mañana que s 
entregase a los que fueran un papel donde estampar su firma y se les dijera que don Bosco, al volver, bendeciría aquellas firmas entendiend 
bendecir a los firmantes, a sus parientes y a sus intenciones particulares. 

Cuando volvió a casa, le presentaron un voluminoso fajo de pliegos con siete mil firmas por lo menos 2. 

Pero ello no le eximió de salir al balcón para bendecir a la multitud que había permanecido esperando. 

Para transportar a Sarriá a tantos barceloneses como allí acudían, ciertamente no eran suficientes los trenes del horario. En los últimos día 
se triplicaron las salidas y hubo necesidad de poner en ocasiones dos máquinas, ante la mucha gente que acudía. 

((108)) SIN FECHA 

Hay algunos hechos extraordinarios que no sabemos dónde colocarlos, porque se conocieron en fecha muy posterior: los presentaremos a 
todos seguidos. 

Primero, tres curaciones. Una pobre madre llevó a don Bosco a su hijita, que padecía de corea, enfermedad vulgarmente llamada baile de 
San Vito, y le suplicó que la curara. 

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-Yo no curo, respondió el Santo.
Miró después a la enferma y le dijo:
-Sé muy devota de la Santísima Virgen, reza cada día una avemaría y no sufrirás más este mal.
Una señora, que estaba presente, dijo a la madre al salir que, si la niña curaba, se lo dijera. Pasado algún tiempo, fue la madre en persona


decir a aquella señora que, desde aquel momento, la niña estaba muy bien. 

1 Ap., Doc. núm. 16. 

2 Viglietti escribe que aquel fajo y otros de días sucesivos se los llevó a Turín; pero ignoramos dónde pudieron ir a parar. 
101 

La misma señora, al volver aquel día a su domicilio visitó a la familia Figueras, en cuya casa sabía que una de las hijas se encontraba 
gravemente enferma con frecuentísimas hemorragias. Contó lo que había visto y oído de don Bosco y entregó a la madre de la enferma una 
medalla que le había regalado el Siervo de Dios, recomendando que tuviera fe y se la colocara al cuello de la enferma. Pues bien, desde aqu 
momento, cesaron para siempre las hemorragias. 

Una prima de dicha señora sufría también, desde hacía varios años, abundantes perdidas de sangre. Al oír la maravillas de don Bosco, dij 

un día llena de fe, a quien le hablaba: 

-Yo no necesito presentarme a él, me bastaría oír su misa. 

Y, en efecto, en cuanto pudo oírla, quedó completamante curada 1. 

Otros dos hechos se los refirió a Lemoyne don Felipe Rinaldi, que los había oído a personas dignas de crédito, ((109)) cuando él era 

Inspector en España. 

Una señora, muy afligida por continuos abortos, confió su pena a don Bosco. El Santo la consoló y le dijo: 

-Esté tranquila. De hoy en adelante, no será así. 

Cosa singular: tuvo aún siete hijos, todos ellos llenos de vigor y vida. 

El profesor Dalmau se presentó a don Bosco acompañado de su esposa y sus hijos. La señora llevaba en brazos un niño de uno o dos año 

Padre y madre le pidieron la bendición y encomendaron a sus oraciones a los hijos para que fueran buenos cristianos. Don Bosco alzó sus o 
al cielo, estuvo un minuto en recogimiento y, después, señalando a los más grandecitos, dijo sonriendo: 

-A todos estos los haremos religiosos. 

Y después, volviéndose al pequeñito, continuó: 

-Y éste para don Bosco.. 

Los esposos no contaron a nadie aquellas palabras, pero seguían atentamente el desenvolvimiento de los acontecimientos: uno tras otro lo 
hijos mayores se fueron haciendo religiosos en distintos Institutos, uno de ellos entró en la Compañía de Jesús, y el más pequeño se hizo 
salesiano. 

También se cumplió exactamente otra predicción de don Bosco. Se experimentaba en Sarriá la necesidad de que fueran las Hijas de Marí 
Auxiliadora; él mismo reconoció, sobre el lugar, todas las conveniencias y un día vio que, cerca de la casa, había una quinta bien cercada y 
dijo a don Juan Branda: 

1 Relación de la testigo Josefa Ferrea, viuda de Pons, Barcelona, 18 de julio de 1909. 
102 

-Este es el sitio que deberá servir para nuestras Hermanas. 

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Pero todo parecía conjurarse en sentido contrario. Las pretensiones de los dueños eran tan exorbitantes que, después de varios intentos pa 
ver de reducirlas, se renunció a la idea y se pensaba buscar otra solución. Don Bosco seguía insistiendo al Director para que las Hermanas 
fueran pronto a Sarriá. Parecía desvanecida toda esperanza, cuando murió el propietario de repente, y su hijo, único heredero, decidido a 
abandonar aquel lugar cuya vista renovaba continuamente su acerbo dolor, ofreció por su propia voluntad la casa a un precio muy reducido 
encontró, además, en seguida la persona que tomó a su cargo costear los gastos de la adquisición, y las Hermanas no tardaron mucho en tom 
posesión. 

((110)) Un día recibió a un grupo de señores desconocidos, a los cuales distribuyó una medalla al terminar la audiencia. Había tomado un 
puñado al azar y no le llegaron para el último. Rogóle éste que no lo privara de ella, y don Bosco le dijo: 

-Usted ha abandonado la vida religiosa. 

Y, efectivamente, había salido de la Compañía de Jesús. 

MARTES, 4 DE MAYO 

Se acercaba el día de la partida y los amigos de don Bosco ya empezaban a sentir la pena de la separación. Una simpática demostración 
conmovió a cuantos se encontraron presentes. Los nietos de doña Dorotea y los hijos de don Luis Martí-Codolar, unos cuarenta entre todos 
llevaron sus ahorrillos y los depositaron en manos de don Bosco: unos cien pesetas, otros doscientas y algunos más. El las iba recibiendo 
sonriente y diciendo a cada uno una palabrita; y, por fin, invocó sobre ellos la bendición del Señor. 

Celebró la misa en casa de los señores Pons, donde también comió al mediodía; después visitó a las religiosas Auxiliadoras y el Colegio 
los Jesuitas. Se entretuvo con los Padres más de media hora «edificando a todos con su santa conversación, su dulzura y su humildad», nos 
escribía el padre Antonio Viladevall desde San Miguel (Argentina), el día 25 de junio de 1933. Y, cuando se disponía a retirarse, todos 
aquellos religiosos le besaron la mano. 

El venerando padre Viladevall tiene un motivo especial para no olvidarse nunca de aquella visita. Enseñaba en el Colegio matemáticas; 
pero una obstinada laringitis le había dejado disfónico desde hacía unos meses de modo que, en vez de dar clase, se veía obligado a hacer 
103 

repasar las cosas ya explicadas o a valerse de un alumno inteligente que, estando junto a él en la cátedra, repetía en alta voz a sus 
condiscípulos cuanto el profesor le susurraba al oído. Todos los remedios habían resultado inútiles; pero el referido alumno fue el instrume 
de la Providencia. Se llamaba José de Salas y era hijo de una noble familia. Habló del ((111)) maestro a su madre y ésta expuso el caso a do 
Bosco, implorando ayuda. Don Bosco le dio una medalla de María Auxiliadora, para que se la llevara y le dijese que la introdujera en un p 
de agua y después se la bebiera rogando a la Virgen que lo curase: 

-Espero que se pondrá bien, concluyó. 

El Padre siguió el consejo, aunque sin gran fe, confiesa hoy. Y con todo le volvió de repente la voz y no volvió a tener residuo alguno o 
síntoma del mal. Por eso, conserva todavía la medalla como oro en paño. 

Al salir del colegio de los Jesuitas, fue a consolar a una condesa enferma y, después, visitó el hospital fundado por doña Dorotea. En Sarr 
estaba esperando mucha gente desde muy temprano. Al llegar en el coche, vio a muchos encaramados a los tejados, a las tapias y a los árbo 
de la calle. Como de costumbre, se asomó al balcón y dirigió unas palabras a la muchedumbre que aplaudía, gritaba Viva don Bosco y se 
arrodillaba en el suelo para recibir la bendición. La puerta de casa se mantenía fuertemente cerrada, porque hubiera sido imposible regular 
concurrencia y evitar piadosos vandalismos. No se pudo evitar, sin embargo, alguna sustracción por parte de ciertos privilegiados, a quiene 
concedió pasar por debidas consideraciones a visitar a don Bosco. íCuántas veces le tocó al secretario, en aquellos últimos días, renovar la 
pluma en el tintero o reponer en la cama nuevas prendas! 

MIERCOLES, 5 DE MAYO 

Hoy don Bosco celebró la misa en casa de doña Dorotea, donde se quedó hasta el mediodía con la familia; visitó después a la marquesa d 
Comillas. Allí fue don Luis Martí para acompañarlo a la iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Este es un célebre santuario de la Virgen, 
muy querido por los barceloneses y meta de frecuentes peregrinaciones. Cualquier forastero, que sea creyente y pase por Barcelona, no se v 
sin pasar a saludar a Nuestra Señora de la Merced. ((112)) Por esto también don Bosco, la víspera de su despedida de Barcelona, quiso ir 

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104 

allí a rezar y a dar gracias a la Santísima Virgen. Conocida su intención, fueron muchos los que se agolparon en los balcones, en las aceras 
en la iglesia. Le recibió a la puerta un nutrido grupo de nobles señores, que le acompañaron hasta el presbiterio, donde fue invitado a sentar 
en un puesto especial. Frente a él había un coro de muchachos, que cantó, con acompañamiento de orquesta, la Salve Regina; después se 
realizó un acto, que bien podemos calificar de histórico. Pero, antes, hay que exponer los antecedentes. 

Barcelona, la metrópoli catalana, está coronada por amenas y fertilísimas (sic, en el original) colinas; entre ellas hay una, la más alta de 
todas, que domina la ciudad, los valles y llanuras colindantes y las ciudades vecinas. No sería fácil imaginar un paisaje más encantador que 
que se divisa desde allí; por eso, fue siempre lugar de reuniones para los ciudadanos y para los forasteros. La colina tiene un nombre muy 
original, porque se llama monte Tibidabo. Por su altura y por la amenidad del entorno, la imaginación popular ha localizado allí la tercera 
tentación de Jesús, dando curso a la leyenda de que el demonio trasladó allí al Salvador y, mostrándole todos los reinos del mundo, le dijo, 
precisamente desde aquella cima: Haec omnia TIBI DABO, si cadens adoraveris me (Todo esto te daré, si me adoras) (Mt. 4, 9). 

Hacía pocos años que la cumbre de aquella colina había caído en manos de hombres desaprensivos, que querían convertir aquel lugar en 
sitio de diversiones malsanas moralmente o también favorecer la erección de un templo protestante. Ante tal amenaza, siete buenos señores 
pusieron de acuerdo y, en el 1885, la compraron, para impedir que un sitio tan hermoso cayera en manos del demonio; una vez adquirido, y 
se pensaría cuál podría ser el mejor destino que se le podría dar. Mientras tanto, provisionalmente, habían levantado allí una capilla dedicad 
al Sagrado Corazón de Jesús. 

((113)) Y henos ahora aquí con don Bosco. Su presencia en Barcelona había hecho nacer en aquellos señores el pensamiento de entregárs 
a don Bosco a fin de que pudiera responder a cualquier mal intencionado con las palabras del Señor: Vade retro, Satana (Apártate, Satanás) 
(Mc. 8, 35). Uno de los copropietarios se había opuesto, diciendo que ni siquiera sabía quién era el tal don Bosco; pero don Manuel Pascua 
habló de él con tanta fuerza de persuasión que el pobrecillo, presa de un temor arcano, se puso a llorar a lágrima viva y hubo que consolarlo 
confortarlo. 

Y mientras don Bosco estaba allí en oración, se adelantaron hacia él los señores propietarios del monte Tibidabo y se leyó una acta 
105 

notarial por la cual le concedían la propiedad de la montaña y ponían en sus manos los documentos concernientes. El documento de cesión 
había sido escrito y adornado por un calígrafo de fama 1. Se lo presentó, en nombre de la comisión, el Presidente de la Sociedad de San 
Vicente de Paúl con estas palabras: 

-Para perpetuar el recuerdo de vuestra venida a esta ciudad, se han reunido los señores aquí presentes y, de común acuerdo, han determin 
cederos la propiedad del monte Tibidabo, a fin de que en su cima, que amenazaba convertirse en un semillero de irreligión, se levante un 
santuario al Sagrado Corazón de Jesús, para mantener firme e indestructible la religión que, con tanto celo y ejemplo, nos habéis predicado 
que es noble herencia de nuestros padres. 

Entonces don Bosco, profundamente conmovido, respondió: 

-Estoy confundido ante la nueva e inesperada prueba que me dais de vuestra religiosidad y piedad. Os lo agradezco; pero sabed que en es 
instante, sois instrumentos de la divina Providencia. Al salir de Turín para venir a España, iba pensando en mi interior: Ahora que está casi 
terminada la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, hay que estudiar la manera de promover cada vez más la devoción al Sagrado 
Corazón de Jesús. Y una voz interior me tranquilizaba asegurándome que encontraría los medios ((114)) para cumplir mi deseo. Esta voz m 
repetía: Tibi dabo, tibi dabo! (Te daré, te daré). Sí, señores; vosotros sois los instrumentos de la divina Providencia. Con vuestra ayuda, 
surgirá pronto sobre este monte un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús; en él tendrán todos comodidad para acercarse a los san 
sacramentos y se recordará por siempre vuestra caridad y la fe, de la que me habéis dado tantas y tan hermosas pruebas. 

Aquellas palabras estaban llenas de emoción y conmovieron a todos los que las oyeron. Después de bendecir a la multitud, acompañáronl 
la sacristía, donde firmó en el registro destinado a recoger las firmas de los renombrados visitantes del Santuario 2. 

Salió del sagrado lugar, consciente de haberse comprometido a una empresa cuya ejecución no podría ver ni siquiera en sus principios; p 
en la primera reunión capitular, que se convocó a la vuelta de su viaje el día veintiséis de mayo, dio a entender cuánto empeño tenía en ella 

1 Ap., Doc. núm. 17. 

2 En la iglesia de la Merced, a la izquierda del altar dedicado a Santa ría de Cervelló, erigido en la nave derecha del crucero, hay una lápi 
de mármol con una inscripción latina que recuerda el hecho de la donación allí ocurrido. 

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106 

Despues de recordar varios compromisos aceptados en España, prosiguió: 

-Sobre el monte Tibidabo se podría instalar el noviciado de los jóvenes españoles destinados a las misiones. Los Obispos lo aprueban y 
están entusiasmados con el proyecto. Y mientras las cosas se van sucediendo, nos ha sido dado el monte. 

Sus sucesores recogieron religiosamente el voto del Fundador. Entre tanto, antes de que acabase el mes de mayo, en la cumbre del Tibida 
bajo la dirección de los Salesianos y con la ayuda de personas devotas, se levantaba una capilla gótica, con la cual empezaba el Corazón de 
Jesús a tomar posesión del lugar 1. 

Desde Barcelona, don Luis lo acompañó a Sarriá en su coche. Y, como siempre, mucha gente al partir, mucha gente por el camino, much 
gente a la llegada, escenas conmovedoras por doquier, gritos y aplausos ((115)) por todas partes. La calma imperturbable del Siervo de Dio 
animaba el entusiasmo de la multitud, que sometía a dura prueba la buena voluntad y los bríos de los que le acompañaban. 

Después de la cena, llegaron al colegio los diversos matrimonios de la familia Pascual. Eran cuatro y parecía que iban a porfía para 
manifestar su entusiasmo por don Bosco. Les había llevado allí el pensamiento de su inminente partida. «Toda la familia se deshacía en 
lágrimas», escribe Viglietti en su diario. 

JUEVES, 6 DE MAYO 

Era el último día. Don Bosco celebró la misa en el nuevo altar erigido en la capilla del colegio. Después de la misa, volvió a su habitació 
salió al balcón para bendecir a la multitud que lo requería a voces. Hizo señal de querer hablar, y se produjo un movimiento general de 
empujones y apretujones para llegar a oír lo que diría. Y dijo: 

-Espero volver a veros a todos en el Paraíso... donde tendréis audiencia, no de un pobre sacerdote, sino de la Santísima Virgen en persona 
de su divino Hijo Jesús..., y no por pocos minutos, sino por toda la eternidad. 

La última audiencia fue para las familias Pascual, que, no obstante la despedida de la tarde anterior, no pudieron resistir el deseo de goza 
todavía una vez más de su amable conversación. «Conmovía de veras, dice el cronista, ver a aquellos pobres señores y señoras dar vueltas 

1 Diario de Barcelona, 30 de mayo de 1886 (Ap., Doc. núm. 18). 
107 

por las habitaciones..., saludarnos sollozando y no saber cómo marcharse... Llegaban hasta la puerta, y después se volvían atrás...; 
volvían a entrar para besar la cama de don Bosco; nos volvíamos a saludar; los pobres no conseguían darse cuenta de lo que les pasaba». 

Don Bosco no había podido nunca hablar a todos los alumnos juntos; por eso, después de la comida, en el último momento, fue a la igles 
donde estaban reunidos para recibir sus recuerdos y les dijo unas palabras, los bendijo y se despidió. Los muchachos se enjugaban las 
lágrimas. 

((116)) Los empleados del ferrocarril de Sarriá a Barcelona quisieron tener el honor de llevarlo en su tren, ya que siempre había hecho el 
viaje en coche; por ello, le prepararon un vagón especial, y, junto con sus señoras, le colmaron de atenciones al llegar, subieron con él las 
principales autoridades de la población y, además, varios Cooperadores y amigos. No estaban allí don Luis y don Oscar Pascual. Como sab 
que en la estación de Barcelona se había aglomerado mucha gente, salieron a su encuentro con sus coches en la penúltima estación, recibie 
a don Bosco y a sus compañeros y los acompañaron al tren de Francia por otro camino más solitario, ahorrándole así molestias y emocione 

Junto al tren de Francia, se encontró don Bosco con doña Dorotea a quien acompañaba un grupo de señoras y señores, que iban a darle el 
último y conmovido adiós. Algunos subieron con él al tren para descender en otra estación, después de dos horas de recorrido. 

Doña Dorotea, al volver a su casa, iba recordando las santas palabras oídas y las cosas santas vistas en aquellas semanas, durante las cual 
había hecho verdaderamente de María y de Marta. Siempre que le había sido posible, había oído con seráfica piedad la misa del Siervo de 
Dios y había prestado, con sus propias manos, los servicios referentes a su persona. Hasta había llamado a pintores para adornar la sala de s 
palacio donde pensaba hospedar a tan venerando personaje; y, cuando don Bosco se marchó de allí, la conservó como una reliquia, 
convirtiéndola después en capilla y recogiendo en grandes armarios los muebles y objetos que él había usado. Había sido algo edificantísim 
ver cómo la buena señora, a quien toda Barcelona admiraba y veneraba por el heroísmo de su caridad, permaneciese ante don Bosco humild 
como una niña que no supiese hablar. 

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Dos veces durante el mes de mayo, don Celestino Durando, como Prefecto General, envió a las casas salesianas sencillas relaciones del 
108 

viaje de don Bosco a España. Escribía sobre la primera ((117)) monseñor Cagliero 1: 

«La carta de don Celestino Durando fue leída y devorada con atención por todos y, aunque hacía un viento helado, en todos se encendió u 
santo entusiasmo de noble orgullo por ser hijos de un padre tan grande». 

Don Bosco, por su parte, »qué pensamientos llevaría en su mente, cuando se vio solo, al recordar aquellas veintinueve jornadas tan densa 
de tanto triunfo? Es lícito deducirlo de dos palabras que se escaparon de sus labios 2. 

Cierto día comentaba uno de los comensales ante él aquel continuo repetirse de aglomeraciones públicas y él, con toda calma y sencillez, 
susurró por toda respuesta: 

-Yo no sé por qué viene a verme toda esa multitud de personas. 

Cuando, después en el curso de la conversación se vino a hablar de la obra salesiana en Sarriá, afirmó sin dar ninguna importancia: 

-Los Talleres Salesianos darán instrucción y educación a quinientos alumnos. 

Olvidarse de sí mismo y preocuparse con gran fe de las obras queridas por Dios, son los pensamientos habituales de los Santos. 

1 Carta a don José Lazzero, Patagones, 26 de mayo de 1886. 

2 Diario de Barcelona, día 1.° de mayo de 1886. 
109 
((118)) 

CAPITULO IV 

SALIDA DE ESPAÑA
Y VUELTA A TURIN


MAS de un lector salesiano se habrá preguntado al terminar la lectura del capítulo precedente: »cómo se entiende que en la narración de lo 
acaecido durante la permanencia de don Bosco en Barcelona, lo mismo que durante su estancia en París, casi no se ha mencionado a don 
Miguel Rúa, que ciertamente no permanecería ocioso al lado del Siervo de Dios? 

Ello obedece en gran parte a nuestras fuentes, que apenas hacen referencia a él. Hay que advertir, además, que era su costumbre eclipsars 
desaparecer junto a don Bosco, para no distraer la atención de nadie sobre la persona del santo fundador. Nosotros, con toda razón, podemo 
dar por descontado que era él quien atendía al despacho de su extraordinariamente abundante correspondencia; que lo representaba en todo 
los actos de cortesía y en las cuestiones importantes, pero siempre como el más humilde secretario; que, en su condición de Vicario en el 
gobierno de la Pía Sociedad, mantenía diaria relación de los asuntos con los miembros del Capítulo Superior, actividad que realizaba 
naturalmente en la sombra, sin que nada se trasluciera al exterior; que ejercía el sagrado ministerio en favor de los hermanos y de los 
muchachos de la casa de Sarriá, especialmente confesando; pero es la verdad que no poseemos datos concretos de ningún género y tampoco 
sabremos nada respecto al viaje de vuelta. 

Sin embargo, ocurrió en los últimos días en Sarriá un hecho, cuyo recuerdo, cuando don Miguel Rúa asumió la sucesión de don Bosco, 
((119)) sirvió para ganarse la veneración de los Cooperadores españoles. 

Un niño, desahuciado por los médicos, estaba próximo a dar el último suspiro. En un arranque de amor y de fe, lleváronle sus padres a do 
Bosco. El Santo que, en aquel momento, no podía absolutamente atenderlos, les mandó a decir que se lo presentaran a don Miguel Rúa. Es 
lo bendijo, y el moribundo curó al instante. En aquel momento, se opinó que la bendición de don Miguel Rúa había sido dada en nombre d 
don Bosco, al cual se atribuía, por consiguiente, la 
110 

eficacia de la intercesión; pero después, al difundirse la noticia y comentar el caso, se creyó justo reconocer también en don Miguel Rúa su 
parte de mérito. 

Fin de Página: 111 


VOLUMEN XVIII Página: 111 

Nuestros viajeros no pasaron de Gerona la tarde del día seis de mayo. Don Bosco necesitaba absolutamente quietud y reposo antes de 
exponerse a nuevos ajetreos y encontró un nido de paz en casa del magnífico señor don Joaquín de Carles, que salió a recibirlo a la estación 
en compañía de sus hijos. Una inmensa multitud rodeaba el edificio de la estación ferroviaria; pero el Santo, después de saludar a las 
autoridades religiosas y civiles que le presentaron apenas bajó del tren, se vio obligado a subir rápidamente a un coche para librarlo del asa 
de la multitud. En el palacio donde le recibieron se habían hospedado catorce reyes, entre los cuales Amadeo de Saboya, durante su breve 
reinado en España. La familia, admiradora de don Bosco, estimó como un gran don del cielo tenerlo en su casa, aunque fuera por poco 
tiempo. La habitación que le destinaron es tenida, todavía hoy, en gran veneración, aunque el palacio haya cambiado de dueño. Fue regalad 
al Obispo de Gerona y quedó convertido en suntuosa sede de la Acción Católica. »Cómo pudo don Bosco gozar de tan aristocrática 
hospitalidad lejos de Barcelona? Responde a esta pregunta un testimonio viviente (1936), el veterano párroco de Lloret de Mar, reverendo 
Juan Ferrés y Puntones, que moraba entonces con aquella noble familia 1. 

((120)) Don Joaquín Carles, primogénito de la familia, cuando supo que había llegado a Barcelona un religioso en concepto de santo, se 
propropuso ir a visitarlo. El día veinticuatro de abril tomó consigo al joven Ferrés y se dirigió a la casa salesiana de Sarriá, donde obtuvo 
enseguida audiencia con don Bosco. Su conversación fue muy larga. No se sabe qué se dijeron; pero se vio salir al señor Carles la mar de 
contento. A la mañana siguiente, oyó la misa de don Bosco en la capilla del colegio y recibió la comunión de sus manos. Tuvo después una 
segunda audiencia y partió radiante de alegría, porque don Bosco le había dado esperanzas de que haría una parada en su casa, durante el v 
de vuelta. La esperanza se convirtió en realidad. Cuando los señores Carles recibieron una cartita en la que les anunciaban que el Santo 
llegaría a Gerona el día seis de mayo por la tarde, toda la familia se 

1 Relación de don Eugenio Magni, director de la Casa de Gerona, del día 5 de mayo de 1936. Véase también El mensajerito de María 
Auxiliadora, de Gerona, 1.° de mayo de 1936. Las fechas que aparecen aquí y en otro lugar indican que ciertas noticias se han añadido cuan 
ya estaba este volumen en la imprenta. 
111 

alegró más que si se hubiera tratado de un rey de España. En consecuencia, engalanaron el palacio, prepararon un gran banquete en el salón 
principal y la mejor habitación para el huésped. Don Juan Ferrés describe así su impresión de entonces: 

«Don Bosco tenía estatura media, ojos vivísimos, mirada penetrante, la sonrisa siempre en los labios y un extraordinario atractivo. Poseía 
don de gentes. Bastaba verlo para decir que era un santo. El efecto que experimenté ante él fue que, al mirarlo, me sentí obligado a encerrar 
en mí mismo y a examinar el estado de mi alma». 

A su salida, quisieron acompañarle hasta Cerbère los señores Joaquín de Carles padre e hijo con los dos hijos menores Emilio y Eduardo 
visita fue breve, pero muy duradera la correspondencia epistolar. 

Dada la brevedad de la demora, no pudo hacer ni recibir muchas visitas. Recibió, entre otros, al Obispo, monseñor Tomás Sivilla, que fue 
día siguiente muy de mañana porque tenía gran deseo de verle. Al observar el suntuoso alojamiento que le habían preparado, dijo al señor 
Carles, que le acompañaba: 

-»Cómo, esta habitación para don Bosco? 

A lo que él respondió: 

-Excelencia, si hubiera tenido otra mejor, se la habría preparado. 

Se marchó a las ocho y media de la mañana. Toda la ((121)) familia del señor Carles quiso acompañarle hasta Port-Bou, despidiéndose d 
con las más exquisitas demostraciones de reverencia y afecto. Cuando se quedó solo con don Miguel Rúa y Viglietti (don Juan Branda que 
había acompañado hasta allí también debió volverse), aceptó de buena gana la comida que allí le había preparado una buena señora, y tomó 
después en las horas de la tarde el tren para Montpellier, desde donde tenía intención de dirigirse a Italia, por la línea más corta. Le urgía 
llegar pronto a Turín, pues se aproximaba la novena de María Auxiliadora; pero se había decidido que hiciera el viaje por etapas, como lo 
aconsejaban sus condiciones físicas. 

Después de una hora de espera en Cette, que aprovechó para saludar a una rica familia, siguió a las seis y media el itinerario de la jornada 
cuya meta era Montpellier. Allí le esperaban, con los brazos abiertos, el Rector del Seminario Mayor y los demás superiores, que lo 
acompañaron a cenar con los seminaristas. 

La mañana siguiente, ocho de mayo, celebró la misa de la comunidad; después dio audiencia a numerosas personas que esperaban desde 
muy de mañana a la puerta del Seminario. 

Fin de Página: 112 


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Hacia las once, invitado por la Superiora, fue a visitar a las religiosas 
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del Sagrado Corazón, que le esperaban impacientes. «Reinaba allí aquel día la alegría: iban a ver a un Santo», nos escribía el día 25 de febr 
de 1934 una de las supervivientes, la cual continuaba: «Habíamos rezado mucho para conseguir aquella visita, considerada como una graci 
muy grande. Y tal era en verdad el ver y oír a aquel venerando anciano, cuya fisonomía y cuya palabra daban la impresión de una alma 
íntimamente unida a Dios». Estuvo allí un cuarto de hora, sentado en un sillón y rodeado de la comunidad, de las educandas y de un grupo 
señoras. Habló unos minutos; después empezaron a acercársele varias personas que le confiaban una a una sus penas o le pedían oraciones. 
escuchaba a todas con ((122)) bondad. Se le acercó una chiquita que, con las manos juntas y las lágrimas en los ojos, le suplicó diciendo: 

-íPadre, haga que vuelva mi mamá! 

-»Y dónde está?, le preguntó el Santo. 

-Se ha muerto, respondió el angelito. 

-Deja que esté con el Señor, le dijo don Bosco. Allí está muy bien. 

Como se hacía tarde, dijo en alta voz de modo que todos se enteraran: 

-No puedo escuchar a todos. Les daré la bendición y pediré al Señor que les conceda las gracias que desean. 

La religiosa que nos dio estas noticias, era todavía seglar. Sentía algo de vocación, pero de una manera abstracta y llevada por la fe más q 
por sentir inclinación. Se encontraba pasando unos días en el convento, pero no estaba decidida a quedarse allí; la Superiora, por el contrar 
para tenerla más al seguro, hubiera querido que aquella misma tarde marchara al noviciado. Pero alejarse así de repente de la familia, sin 
habérselo hecho saber antes a sus padres y sin despedirse siquiera y sin poder disfrutar un día más de la vida de soltera que tanto le halagab 
era algo que le desconcertaba. En tal estado de ánimo, cuando don Bosco pasó a su lado y la contempló, ella permaneció indiferente. La 
Superiora le hizo señas de que la siguiera. Obedeció, bajó las escaleras lentamente detrás del Santo y cuando llegaron al jardín, la madre qu 
que pasara delante de don Bosco y le indicó que se arrodillara para recibir una bendición que ella no había pedido ni deseaba. Sin embargo 
obedeció. El puso paternalmente su mano sobre aquella cabeza hirviente y, apretándole fuertemente, le dijo: 

-Pobre hija mía, tenga confianza; tendrá que luchar mucho, sí; 
mucho... pero... 
113 

La turbación que le asaltó en aquel instante no le permitió oír las palabras que siguieron al pero... Y, efectivamente, todo se cumplió al pi 
de la letra: luchas, contrariedades, dificultades personales y ajenas se conjuraron para arrancarle la vocación; pero, a la distancia de cuarent 
siete años de aquel encuentro, considerándose feliz en su vida religiosa, atribuía ((123)) esta felicidad a la eficacia de la bendición y de las 
oraciones de don Bosco. 

L'Eclair, periódico católico de la ciudad, en el número del día ocho, recordaba las impresiones que suscitaron en Montpellier las cosas qu 
en 1883 se narraban cuando don Bosco visitó París, y daba a sus lectores la noticia de que «Le célèbre prÛtre italien» se encontraba en su 
ciudad y que, a la mañana del día siguiente celebraría la misa de las ocho en la catedral. Este anuncio puso en movimiento a la ciudad y una 
multitud jamás vista llenó el amplio templo mucho antes de la celebración. A su llegada, salió a recibirle el Cabildo en pleno y el clero. Al 
evangelio habló el Vicario General desde el púlpito, recomendando la limosna en favor de las obras salesianas. Don Miguel Rúa y Viglietti 
recorrieron la iglesia con la bandeja y daban las gracias a los donantes con la frase ritual de don Bosco: Que Dieu vous le rende (Que Dios 
lo pague). Terminada la misa, el Siervo de Dios dirigió unas palabras a la multitud. «Su voz pausada y débil, escribe el citado periódico en 
número del día diez, no domina al auditorio; su acento extranjero lo predispone ante nosotros, parece titubeante en su expresión; pero, bast 
verlo para sentir como una emanación sobrenatural que irradia de toda su persona». 

Después de un ligero desayuno en la casa rectoral, fue al monasterio de la Visitación, donde se entretuvo un rato con las hermanas, reunid 
en una sala. Estaba gravemente enferma una hermana muy querida de toda la comunidad por sus muchas virtudes. Rogáronle las religiosas 
que la visitara, esperando un milagro. El Santo fue a verla; pero, recogiéndose unos instantes, como quien consulta la voluntad de Dios, 
levantó el dedo y señalando el cielo a la enferma exclamó: 

-íAl cielo, al cielo! 

Y, en efecto, poco después entregó su alma a Dios 1. 

Fin de Página: 114 


VOLUMEN XVIII Página: 114 

Antes de retirarse concedió el Santo allí mismo muchas audiencias. Al mediodía volvió al Seminario. Lo dirigían los hijos de San Vicent 
de Paúl y habían elegido aquel día ((124)) para celebrar la fiesta de su santo Patrono, considerando la presencia de don Bosco como el núm 
mejor del programa. 

1 Ap., Doc. núm. 19. 
114 

Después del mediodía, empezó la procesión de los visitantes; eran tantos que no fue posible contentar a todos y, además, no se podía 
estorbar el horario de la comunidad. Sucedió un prodigio del que hubo muchos testigos. Una señora enferma, llevada casi en peso ante don 
Bosco, recibió la bendición y curó al instante, de forma que ella misma recorrió el camino de vuelta sin recibir ayuda de nadie. Pasó de la s 
de audiencias a su habitación; lo primero que hizo fue sacar las monedas de oro y plata que rompían sus bolsillos, y dijo bromeando: 

-En Montpellier, si no aceptábamos el dinero, nos lo echaban por detrás y consideraban como un favor que nosotros lo aceptáramos. 

Volvió a encontrarse en Montpellier con un antiguo y querido amigo, el doctor Combal, que tenía allí su residencia 1. 

Apenas supo éste la llegada de don Bosco, se apresuró para ir a saludarlo aquella misma tarde y repitió, además, su visita en las dos tarde 
sucesivas. La última vez llevó consigo a su familia y no quiso separarse de él, sin antes hacer un examen detenido del estado de su salud. A 
salir de la habitación, se encontró con don Miguel Rúa y Viglietti y les confirmó el diagnóstico de dos años antes. 

-Don Bosco, repitió él, no tiene más enfermedad que una extrema postración de fuerzas. Si don Bosco no hubiese hecho nunca ningún 
milagro, yo creería que el mayor de todos es su propia existencia. Es un organismo deshecho. Es un hombre muerto de fatiga y sigue 
trabajando todos los días, come poco y vive. Este es para mí el mayor de los milagros. 

Los seminaristas manifestaban una afectuosa admiración por don Bosco; para poderle escuchar, habrían dejado vacío el seminario por co 
tras él. Después de la cena, se presentó ante ellos en un salón. No se podía mantener en pie. Tenía deseos de hablar; pero era tal su cansanc 
que debió renunciar a ello ((125)) y se limitó a darles la bendición a todos juntos. Sin embargo, su simple presencia fue más elocuente y efi 
que cualquier discurso. 

Vivía en Montpellier una pariente suya, pero quizás ni él mismo lo sabía, o tal vez no lo recordaba. Francisco Bosco, hijo de Juan, tío 
paterno del Santo, había emigrado de Italia, no sabemos por qué motivo, con su mujer, una tal Zagna; terminó su vida prematuramente en 
Marsella el año 1870, y dejó dos hijas muy niñas todavía. Estas se educaron en Montpellier, en el orfanato de las Hermanas de Nazaret, 

1 Véase Vol. XVII, pág. 58. 
115 

donde precisamente se encontraban, cuando llegó su ilustre tío. La mayor, nacida en 1867, estaba en edad de decidir su porvenir. Visitó a d 
Bosco en el seminario. No era la primera vez que lo veía; porque cuando tenía ella ocho años fue con su madre a Castelnuovo y ésta la llev 
Turín 1. Recibióla él con conmovedora bondad y preguntóle qué pensaba, a lo que respondió que quería ser religiosa. 

-Muy bien, le dijo mirándola con sus ojos penetrantes; me interesaré por ti. 

Luego añadió a la religiosa que la acompañaba: 

-Yo asistí en sus últimos instantes a su abuelo, hermano de mi padre. Si todos vivieran como él, la muerte sería siempre hermosa como lo 
fue la suya. 

La joven entró en las Benedictinas de Sembel, junto a Miols, departamento de Hérault, en donde profesó en el 1893 y cambió su nombre 
Paula por el de María Leonor 2. Llegó a ser superiora del convento y actualmente se encuentra en la abadía de Pradines, departamento de L 
Loire 3. 

((126)) La multitud de gente aumentaba de hora en hora, perturbando seriamente la tranquilidad del piadoso lugar, por lo que el Santo 
decidió no prolongar más en él su estancia. Por eso, el día diez por la mañana, después de desayunar en las Hijas de la Caridad, atención qu 
le dispensaron por mediación de sus Hermanos, partió para Valence. 

La hospitalidad que tan cordialmente le brindaron en el Seminario de Montpellier, hizo que se mantuviera una relación que no podemos 

Fin de Página: 116 


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olvidar. 

Don Bosco envió desde Turín al señor Dupuy, superior del Seminario, junto con su agradecimiento, algunas de sus publicaciones y entre 
ellas la Vida de San Vicente de Paúl. Y aquél le respondió el dos de julio y tras darle las gracias, le decía: 

«El Seminario de Montpellier conserva todavía la más grata impresión de su visita; los buenos habitantes de la ciudad, que le tributaron 

1 En una carta a su pariente, la madre Eulalia Bosco, hija de María Auxiliadora, escribía desde Pradines el día 21 de noviembre de 1929 
refiriéndose a aquel viaje y a su propio padre: «Debía ser muy apreciado; pues yo noté que las personas mayores que le habían conocido en 
Castelnuovo, cuando se les decía: -Esta es hija de Francisco Bosco, juntaban las manos y decían: -íOh, oh!; mirándome con respetuosa 
ternura. 

2 Se interesó para ingresarla en el convento el abate Gervais, Vicario General de Montpellier, que profesaba gran afecto a don Bosco. 

3 Debemos estos informes, en parte a sor María José de la Trapa de La spire de L'Agly, en los Pirineos Orientales, que los envió a Lemoy 
el día 5 de abril de 1899, y en parte a la misma madre María Leonor a través de una relación, enviada a la madre Eulalia con la citada carta 
116 

tan festiva acogida, estarían dispuestos a renovarla y yo me ofrecería nuevamente a sostenerle y librarle del asalto de las gentes. Porque tuv 
que sudar un poco para contener el ímpetu del pueblo, que quería besar la mano de un sacerdote pobre entre los pobres y lleno de achaques 

Pero se había quedado con una gran pena: la de haberle dejado a disposición de los demás, sin haber tenido la oportunidad de hablar con 
solas cuando habría deseado mucho interrogarle sobre el método que empleaba para llevar las almas a Dios. Sí que le había preguntado cóm 
se las arreglaba para gobernar a tantos jóvenes con tan escaso personal, y don Bosco le había respondido que el secreto consistía en infundi 
el santo temor de Dios; pero el Superior no había quedado satisfecho con esta respuesta. «El temor de Dios, observaba en la misma carta, e 
solamente el principio de la sabiduría; yo, en cambio, querría saber cuál es su método para llevar las almas a la cumbre de la sabiduría que 
el amor de Dios». 

Cuando se le leyó la carta 1, don Bosco exclamó: 

((127)) -Quieren que exponga mi método. íPero... si yo mismo no lo sé! Siempre he ido adelante según me lo inspiraba el Señor y las 
circunstancias lo exigían 2. 

No se sabe qué fue lo que le respondió o le hizo responder; pero ciertamente estas palabras quieren decir mucho en su sencillez. No 
significan, como nota don Bartolomé Fascie 3, que iba sin saber a dónde, sino que no se había enquistado dentro de un método estereotipad 
que «le quitase la libertad de movimientos frente a nuevas iniciativas o nuevas exigencias». Efectivamente, su eminente espíritu práctico hu 
de las abstracciones. En realidad don Bosco hizo suyo un método preventivo, estudio hecho sobre el ánimo de los jóvenes, lejos, por 
consiguiente, del campo de la Pedagogía teórica. 

En la línea férrea de Montpellier a Valence, se encuentra Tarascón, donde es preciso cambiar de tren. Durante la espera de casi media hor 
se esparció la voz por el ambiente que el sacerdote vestido a la italiana era don Bosco, y la sala de espera se llenó de gente. Se veía que uno 
iban atraídos por la pura curiosidad y otros, por el contrario, acudían a pedirle devotamente su bendición. 

Llegó a Valence hacia las cuatro de la tarde. El párroco de la catedral, que quería mucho a don Bosco y a los Salesianos, le esperaba 

1 Ap., Doc. núm. 20. 

2 LEMOYNE, Vida del Venerable don Bosco, Vol. II, pág. 311. 

3 B. FASCIE, El método educativo de don Bosco, S.E.I., págs. 20-22. 
117 

en la estación y lo llevó a su casa. Estuvo también presente a la cena el Ecónomo de la gran Cartuja de Grenoble, que habló extensamente c 
el Siervo de Dios. Aquel buen monje sabía muy poco de don Bosco y menos aún de sus obras; pero Viglietti logró catequizarlo tan bien en 
poco rato que, al despedirse, prometió que se recordaría y abrazó a todos con la más sincera cordialidad. Con su recuerdo quería decir que, 
la considerable beneficencia que cada año hacía aquel hacendado monasterio, habría algún margen ((128)) para don Bosco, y no fueron 

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palabras al aire, pues, el día treinta y uno de mayo, se presentó en el Oratorio un monje de aquella abadía, el cual llevaba a don Bosco, en 
nombre de su Prior, cincuenta mil francos, con una carta impregnada de benevolencia para con él, en la que el Superior se ofrecía para 
prestarle cualquier servicio y suministrarle todo socorro. 

Al día siguiente, dio al Párroco un banquete en su honor, convidando a muchos señores de la ciudad, entre los cuales citaremos a Du Boy 
biógrafo de don Bosco, a quien ya hemos encontrado en Tolón 1. 

A continuación visitó a las religiosas de la Visitación, a las Trinitarias y a las señoras que trabajaban para los misioneros, repartiendo por 
doquier consejos, consuelos y bendiciones. A las ocho de la tarde, se celebró una conferencia en la Catedral, que se abarrotó de público, pe 
a sus amplias proporciones. Don Bosco cedió la palabra a don Miguel Rúa, quien expuso la historia del Oratorio y pasó después con Viglie 
por toda la iglesia recogiendo limosnas. 

El día doce, lo mismo que el anterior, celebró en la Catedral. Después del Evangelio, se sentó y habló a un público muy numeroso, sobre 
iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma; y después se repitió la cuestación, mientras don Miguel Rúa distribuía, desde la balaustrada 
una gran cantidad de medallas de María Auxiliadora. Concedió las audiencias que fueron posibles, y don Bosco se retiró porque era inmine 
la hora de partir. Daban las doce cuando salía de Valence, camino de Grenoble, última etapa de don Bosco por tierras de Francia; no 
solamente última en el largo viaje descrito hasta aquí, sino también para el resto de su vida. 

La fama le había precedido en Grenoble. Los sacerdotes y señores que salieron a recibirlo, en vista de la expectación del público, habían 
determinado llevarle desde la estación a la iglesia de San Luis. Las calles y plazas cercanas estaban rebosando de gente y el templo ((129)) 

1 Vol XVII, pág. 197. 
118 
estaba repleto hasta los rincones. El párroco, revestido de sobrepelliz, salió a recibirlo con todo su clero hasta la puerta, donde le invitó en a 
voz a que bendijera a sus parroquianos y dijera una oración por ellos. 

Don Bosco condescendió. Y ya no hubo dique de contención posible: la multitud, llevada por una especie de frenesí, se acercó de tal form 
a él que fue preciso rodearlo para que no lo aplastaran y pudiera llegar hasta el presbiterio. Y como no podían tocarle las manos o la sotana 
golpeaban desde lejos con el rosario, en las espaldas, en el cuello, en la cabeza, en los brazos: de tal modo que, lo mismo al entrar que al sa 
lo sometieron a una «piadosa flagelación», como se expresa en los procesos don Miguel Rúa, que estaba junto a él 1. 

Y efectivamente, por la noche, tenía las manos teñidas de sangre, le dolía la cara y sentía dolor en el brazo derecho. 

Con calma y paciencia se logró subirlo al coche y llevarlo al Seminario Mayor, con un séquito de eclesiásticos y seglares. Los vehículos 
entraron por la puerta cochera, mientras todos los seminaristas estaban asomados a las ventanas, ansiosos de ver al Santo. El Superior, 
rodeado de su personal, lo recibió al pie de la escalera y, al verlo fatigado y jadeante, le dijo: 

-Reverendo Padre, parece que sufre mucho... Pero nadie mejor que usted sabe cuánto santifica el sufrimiento. 

-No, no, señor Rector, respondió rápidamente don Bosco; lo que santifica no es el sufrimiento, sino la paciencia. 

Tocaron poco después para cenar y entró con todos los superiores en el refectorio de los seminaristas, que se pusieron en pie y aplaudiero 
con entusiasmo. Al llegar él a su puesto, dijo en italiano y en alta voz: 

-íBuen provecho! 

E hizo lo mismo las otras veces. 

Servían a la mesa por turno cuatro seminaristas. Los cuatro ((130)) de aquella noche se confabularon para hacer desaparecer, y repartirse 
después entre ellos, la servilleta y los cubiertos que usara don Bosco; 
mas, para cohonestar el pequeño hurto, aportó cada uno su cuota para comprar un servicio nuevo igual al que habían escamoteado. Así, en 
momento oportuno, se echaron sobre la presa y se repartieron lo hurtado. 

La primera jornada en Grenoble, la del día trece de mayo, fue muy laboriosa. En la misa, que celebró en la catedral con asistencia del 

1 Summ. de los Procesos diocesanos, núm. XVIII, & 185. 
119 

Fin de Página: 120 


VOLUMEN XVIII Página: 120 

Capítulo, que lo recibió en corporación con la solemnidad del ceremonial episcopal, don Bosco habló, y fue más bien largo, al numeroso 
auditorio, mostrando cómo su obra respondía a la necesidad de los tiempos. A continuación, se hizo la colecta de costumbre. 

Después de la misa, cuando cruzaba a pie la plaza llena de gente y se dirigía a la casa rectoral, he aquí que un anciano encanecido se abri 
paso entre la multitud, se acercó a él, cayó de rodillas y le suplicó que lo bendijera. Toda la ciudad le conocía y veneraba: era el señor Pabl 
Lamache, uno de los siete que instituyeron con Ozanam, en París el año 1833, la sociedad de San Vicente de Paúl, más conocida con el 
nombre de Conferencias. Se había establecido en su vejez en Grenoble y tenía a su mujer gravemente enferma; la pobre ya no podía ingerir 
ninguna clase de alimento y los médicos no daban ninguna esperanza. El marido, hombre de fe, al saber que don Bosco estaba allí, iba a 
intentar la última prueba. Don Bosco, después de oír su descorazonada súplica, se recogió un instante en sí mismo, como si consultase con 
Dios, y le dijo: 

-Haga por los pobres algo que le cueste sacrificio. »No tienen sus hijas alhajas de familia de las que estén enamoradas? 

-Sí que las tienen, respondió. 

-Pues que las ofrezcan, siguió diciendo don Bosco, a María Auxiliadora en favor de las obras salesianas. 

La privación era muy dura; sin embargo, pocos días después aquellos tesoros familiares emprendían el camino de Turín. Cuando don Bos 
los recibió, le hizo telegrafiar: «Obtendrá curación, ((131)) si es útil a la salvación eterna». El resultado fue que la señora Lamache curó y 
vivió todavía veinte años más. 

Acudieron a la casa del párroco los miembros de la Sociedad de San Vicente para saludarle y recibir su bendición. Fue después a visitar a 
una bienhechora y se quedó allí para dar audiencia a muchas personas. Fue a comer con los seminaristas, a la casa de campo del seminario, 
fuera de la ciudad. A la vuelta, pasó por las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús; después, retiróse a su residencia y siguió recibiendo, 
hasta muy tarde, a los que quisieron hablar con él. A la hora de la lectura espiritual que precedía a la cena, como ya no se permitía la entrad 
de personas extrañas, unióse a los seminaristas para participar en el piadoso ejercicio; pero aquel día quedó suplida la lectura por una 
exhortación de don Miguel Rúa. Este habló sobre el amor que Dios nos tiene. Escribe uno de los presentes: «Sus ardorosas palabras revelab 
en él una alma abrasada de amor divino. Más que una meditación aquello resultó una contemplación y para el Santo un 
120 

éxtasis. Corrían gruesas lágrimas por sus mejillas, y como se diera cuenta de ello el Superior, dijo fuerte con su voz dulce y simpática: 

»-Don Bosco está llorando. 

»Es imposible describir la emoción que produjo en nuestras almas aquella simple expresión. Las lágrimas del Santo fueron todavía más 
elocuentes que los inflamados suspiros de don Miguel Rúa. Nos sentimos profundamente emocionados y reconocimos la santidad ante la 
señal del amor y ya no necesitábamos milagros para manifestar al Santo nuestra veneración, mientras íbamos desde allí al comedor». 

Y he aquí lo que hicieron. Los seminaristas, que eran ciento veinte, quisieron besar la mano a don Bosco. En un abrir y cerrar de ojos se 
pusieron de acuerdo. Dos se colocaron a su lado, le tomaron los brazos para sostenerle y así, mientras recorrían el pórtico hasta el refectorio 
pasaron todos de dos en dos besándole las manos. Y téngase en cuenta que, en Francia, no es costumbre besar la mano a los sacerdotes com 
hacemos en Italia; allí es un acto que supone una alta veneración personal. 

Empezó entonces una porfía por hablarle en privado. 

((132)) He aquí un episodio. A la mañana siguiente, temprano, el seminarista Eduardo Jourdan se escurrió, no se sabe cómo, de la fila, 
corrió a la habitación de don Bosco y llamó a su puerta. Nadie respondió, pero salió Viglietti, el cual le dijo que don Bosco se encontraba e 
la sala de lectura. Sin decir palabra, el seminarista se dirigió allí, seguido de un compañero que se le había añadido no se sabe cómo. En aq 
momento, se abrió la puerta de la sala y apareció don Bosco. Dieron los dos un salto y se arrodillaron ante él. Habló primero Jourdan y dijo 

-Padre, estoy indeciso sobre mi vocación, dígame qué debo hacer. 

-Usted, amigo mío, necesita venirse conmigo, le dijo don Bosco. Usted será salesiano. 

También el otro le preguntó sobre el camino a seguir y, por toda respuesta, recibió un gesto negativo con la mano derecha, que quería 
significar: 

-A usted no le quiero. 

Fin de Página: 121 


VOLUMEN XVIII Página: 121 

Lo mismo al decir que sí, al primero, que al decir que no al segundo, lo hizo en tono categórico. 

Otra ocurrencia tuvieron aquellos buenos seminaristas; fue la de cortarle pedacitos de la sotana o mechoncitos del cabello. Realizaron su 
intento, mientras el Superior enseñaba a don Bosco las distintas dependencias de la casa. Algunos iban provistos de tijeras y se disponían 
121 

a efectuar su proyecto, pero, al llegar el momento, no se atrevían. 

Alguno, sin embargo, se arriesgó; pero una mirada fulmínea del Santo infundía temor. Hubo uno, más afortunado que los otros, el cual lo 
su intento; pero don Bosco se dio cuenta y dijo sonriendo al Superior: 

-Señor Rector, usted tiene ladrones en casa. 

El Rector enarcó las cejas con sorpresa; pero fue cosa de un instante. Resulta atinada la observación de aquel que hemos citado poco ante 
propósito de las lágrimas de don Bosco: él concebia ingeniosamente dos cosas tan diferentes como la severidad de aquella mirada y la 
amabilidad de esta sonrisa. «La mirada severa, escribe, ante factum y la sonrisa post factum. En los Santos, como en Dios, la justicia y la 
misericordia se dan un beso inefable». 

((133)) El autor de este comentario es el seminarista que recibió el no de don Bosco, después del sí que dio a su compañero. A este últim 
repitió la invitación en la audiencia privada y no fue en balde; en efecto fue a Marsella para hacer el noviciado, llegó al sacerdocio y vivió 
como un salesiano ejemplar hasta su muerte en el año 1923. El otro, después de haber ejercido el ministerio pastoral en la diócesis, entró en 
gran Cartuja de Grenoble, donde permaneció hasta la expulsión de los religiosos de Francia. Es el padre Pedro Mouton, hoy vicario de la 
Cartuja de Motta Grossa, en Pinerolo; su relación sobre la estancia de don Bosco en el seminario de Grenoble, cuenta muchas cositas que 
pueden leerse en el apéndice de este volumen 1. 

Pero se calla un detalle que contó en nuestro noviciado de Monte Oliveto 2. 

Cuando estaba en el Seminario, corría peligro de perder la vista o, al menos, no tener la suficiente para seguir los estudios. Y la primera v 
que pudo tener entre sus manos la del Santo, se la llevó a sus ojos con gran confianza y, en el instante, se le curaron y desapareció para 
siempre aquella preocupación. 

La tercera jornada de don Bosco en Grenoble transcurrió poco más o menos como la primera, con la diferencia de que llovió; pero, aunqu 
caía el agua a cántaros, no detuvo a la muchedumbre en 

1 Ap. Doc. núm. 21. En el reparto del botín de la mesa de don Bosco tocóle a él el vaso, que entregó a su familia, al hacerse monje, y ella 
conserva religiosamente. En las fiestas de la beatificación y canonización, lo llevaron al banquete y todos tomaron en él un sorbito de vino. 

2 La Voce di Monte Oliveto, marzo-abril de 1932. 
122 

marcha, que invadió la iglesia de San Luis a donde fue a celebrar la misa y después la plaza y las calles adyacentes. Fue recibido, como de 
costumbre, por el párroco y el clero en la puerta; y, al evangelio, explicó un poco la historia de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma. 
Después de la misa, dio audiencias en la casa rectoral, en la iglesia de San Lorenzo que visitó y en el Seminario. A las ocho de la tarde fue 
San Andrés para participar en el piadoso ejercicio del mes de María. Ya había oscurecido y una multitud de gente esperaba en la plaza, por 
en la iglesia no se podía entrar. Temiendo ((134)) una desgracia, ante tanta confusión, don Bosco bajó del coche y algunos señores en 
compañía del hercúleo Graziano, un coadjutor que había venido a su encuentro desde Italia, le rodearon y lo mejor que pudieron le abrieron 
paso. El Siervo de Dios estaba tan cansado que no podía más; con todo, quiso decir unas palabras al pueblo, se acercó a la balaustrada y dio 
bendición. 

Si la entrada en la iglesia fue peligrosa, la salida fue una empresa de miedo: con aquella multitud de gente impaciente, podía suceder 
cualquier cosa. «Tanto don Bosco como nosotros, que estábamos a su lado, cuenta Viglietti, no olvidaremos nunca aquella noche. Yo lleva 
los pies machacados y hasta me sangraban; para que no me separaran de él, tuve que agarrarme a su sotana. Nuestro pobre padre, a más de 
estar cansado, magullado y maltrecho por la indiscreta piedad de los fieles tiene la manos lívidas. Le han tocado y restregado sobre la cara 
las manos rosarios, crucifijos y medallas». Y con todo, para el que se encontrara lejos del alboroto aquel, debióle parecer un conmovedor 
espectáculo de fe. 

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El último día, quince de mayo, no salió del seminario hasta el momento de la partida. Celebró la misa de la comunidad y se despidió de l 
seminaristas. No vio al Obispo de la diócesis, monseñor Fava, por encontrarse ausente de la ciudad; don Bosco, sin embargo, había ido a su 
palacio, apenas llegó, por considerar que era un deber suyo visitarlo, en señal de respeto. Finalmente, a las nueve, dejó Grenoble y salió pa 
Italia en el tren directo, dando el adiós definitivo a Francia, cuya benevolencia y generosidad había experimentado de tantas formas. 

Lemoyne recogió la noticia de un hecho prodigioso que sucedió en Grenoble, antes de que llegase don Bosco. Un tal Darberio tenía un h 
enfermo de mal incurable y, lo que más afligía a aquella piadosa familia, se oponía a recibir los sacramentos; por ello el padre se había 
dirigido a don Bosco por carta, suplicándole que rezara a Dios para que al menos tocara el corazón de aquel desgraciado. 
123 

Don Bosco le contestó que su hijo curaría y que, ((135)) cuando él pasara por Grenoble, le ayudaría a misa. Y así sucedió. 

Se refieren también a este paso por Grenoble, dos cartas escritas a don Bosco en enero de 1888 por quien debía ignorar el estado en que 
entonces se encontraba el Siervo de Dios. En la primera, que es del día dieciséis, la señora Susana de la Brosse pide un favor espiritual; per 
antes de empezar su petición, le recuerda un favor temporal que ya había conseguido de él. «Cuando usted, escribe la señora peticionaria, p 
por Grenoble hace dos años, mi padre estaba gravemente enfermo de los ojos. Usted se dignó rezar por él a María Auxiliadora y aquel mism 
día quedaron sanos los ojos de mi padre». 

La segunda carta está fechada el día veinticinco y es de un joven muy pobre que se llama Mario Faure: le envía como oferta el óbolo de u 
franco y veinticinco céntimos y le dice que, habiendo salido de una enfermedad, se encomienda a sus oraciones para que pueda encontrar 
trabajo. Y, para que caiga en la cuenta de quién es él, le recuerda algunas circunstancias de la audiencia que le concedió en Grenoble, a sab 
que él es aquel pobre muchacho jorobado al que recibió en su habitación en el Seminario, antes de ir a celebrar la misa en la iglesia de San 
Luis, y que tenía a su madre enferma y que el Siervo de Dios le regaló una medalla para ella, recomendándole que dijera todos los días has 
el final del año esta oración al Sagrado Corazón de Jesús: «Gloria al Sagrado Corazón de Jesús, ahora y siempre, por todos los siglos de los 
siglos. Amén». Jaculatoria muy fácil de recordar, recomendada quizá al ver los pocos alcances de la persona. El asegura que hizo siempre l 
oración, pero no dice nada sobre su madre. Nosotros entendemos que su deseo era poner de manifiesto el rasgo de bondad, con que don Bo 
lo recibió en un momento tan intempestivo, lo escuchó y lo consoló, siendo tan pobrecito, como si se tratara de un gran personaje. 

Y ahora vengamos al epílogo. El día once de mayo, Viglietti había escrito a don Juan Bautista Lemoyne desde Valence: «Don Bosco, a c 
lado me encuentro en este momento, me encarga que le salude cordialmente ((136)) y que salude a los demás superiores del Oratorio y a to 
los muchachos y que les diga que el sábado, a las seis de la tarde, espera verlos a todos gozando de buena salud». 

Esta noticia, después de tan prolongada ausencia y de haber pasado tanta inquietud por su preciosa salud, durante un viaje tan ajetreado, 
llenó de gran alegría a todos en el Oratorio. Llegó cuando faltaba poco para las siete. Imposible describir el entusiasmo general cuando lo 
vieron aparecer en la portería. Pero aquel primer entusiasmo se 
124 

cambió en seguida en cariñosa compasión, al ver que, cada vez, se iba encorvando más 1. 

Mientras iba atravesando a paso lento el patio entre dos grupos compactos de muchachos que se agolpaban para besarle la mano, uno de 
secretarios, viéndolo tan fatigado, quiso acabar con aquella aglomeración, apartando a los muchachos; pero don Bosco, que advirtió la pena 
con que reaccionaron los más cercanos, le dio una cariñosa palmada en la mejilla diciéndole: 

-»Por qué no quieres que vengan a besarme la mano? Déjales que vengan. 

Así todos tuvieron aquella satisfacción, acompañándolo después con gritos de júbilo y aplausos, mientras recorría la galería que llevaba a 
habitación. Después de la cena, hubo regocijo general con una espléndida iluminación y las oportunas inscripciones que adornaban el patio 

La fiesta del Patrocinio de san José que, en el Oratorio la celebraban especialmente los aprendices, caía en el día dieciséis de mayo. Don 
Bosco, para dar gracias a María Santísima por los favores recibidos durante el viaje, quiso celebrar la misa, aunque con mucho trabajo, en l 
iglesia de María Auxiliadora y, según su costumbre, en el altar de San Pedro, durante la misa de la comunidad, así que todos tuvieron la 
satisfacción de verlo a sus anchas. Al mediodía, bajó a comer con los Hermanos y, tanto los alumnos como los superiores, le leyeron algun 
composiciones en prosa y en verso, dándole la bienvenida. Y como don Bosco hablaba muy bien el piamontés y le gustaba mucho, don Jua 
Bautista Francesia director de los estudiantes, lo saludó alegremente en dicho dialecto 2. 

Al final don José Lazzero, director de los aprendices, anunció que, después de las funciones de la tarde, los de su sección harían ((137)) u 
veladita que podría titularse: San José y don Bosco, e invitaba a todos los presentes a que la honraran con su presencia; pero que no se atrev 
a invitar a don Bosco porque la velada se celebraría en el patio; aunque sería un regalo precioso para sus aprendices que pudiera estar en 
medio de ellos al menos unos instantes. Don Bosco respondió: 

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-Si hace buen tiempo y el aire no es frío, iré. 

Y en efecto fue. Viglietti tuvo la idea de colocarle al cuello la medalla que le había dado en Barcelona la Sociedad Católica, la cual 

1 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín 17 de mayo de 1886. 

2 Ap., Doc núm. 22. 
125 

llamó la atención de todos e hizo que la celebraran con demostraciones de gran alegría. Con las alabanzas a san José se fueron intercalando 
alusiones a los viajes de don Bosco, al bien que él había conseguido realizar, a la condecoración de Barcelona y a tantas otras cosas que le 
conmovieron hasta las lágrimas. Los obreros católicos del Borgo Dora, de los que don Bosco era presidente honorario, habían enviado una 
representación con un afectuoso saludo para leerlo en público 1. 

El Santo quedó tan contento que mandó sacar copia de las cosas leídas, escribirlas con letra caligráfica, formar un elegante folleto y envia 
a España a la noble familia Martí Codolar. «Así terminaba, escribió en la carta citada don José Lazzero al día siguiente, la hermosa jornada 
ayer; día feliz por la llegada de don Bosco, feliz por ser el Patrocinio de San José, feliz porque estábamos en la novena de nuestra fiesta de 
María Auxiliadora, feliz también por el cielo limpio y claro, que teníamos después de tanto tiempo en que no se había visto un día apacible 

Quien más que nadie gozaba de la llegada de don Bosco a Turín era el cardenal Alimonda. Después de unos días, cuando creyó que don 
Bosco se habría repuesto del ajetreo de aquel viaje, que algunos calificaron de «piadosa y sorprendente temeridad» 2, el dieciocho de mayo 
por la mañana, fue de improviso al Oratorio para verlo. No fue una visita de mero cumplimiento, sino de cordial ((138)) amistad, como lo 
prueba que la prolongase por más de una hora. Por desdicha encontró al Siervo de Dios en el estado lastimoso con que lo describe el día 
veinte de mayo don José Lazzero al Vicario Apostólico de la Patagonia: «Me preguntarás que cómo se encuentra don Bosco: no está mal; p 
cada día está más cansado; se le debilitan las piernas cada vez más y parece que su cuerpo pese el triple, al no poderle sostener sus piernas; 
apenas si se arrastra a paso de hormiga. De cabeza sigue bien; el estómago pasable; sólo que le va disminuyendo cada día el deseo de habla 
disfruta cuando alguien le está hablando, sobre todo cuando trata de las misiones; entonces presta mucha atención y, generalmente en este 
tema, toma también la palabra. Por lo demás, hacemos votos para que pueda seguir así ad multos annos». 

Por consiguiente también esta vez, aunque parecía que, en aquel estado, don Bosco no podría llegar a la meta prefijada, sin embargo, 
secundando una idea que duraba hacía tiempo en él, sin consultar sus propias fuerzas, sin tener en cuenta la ordinaria prudencia humana, 

1 Ap., Doc. núm. 23. 

2 Actas de la junta de señoras de Marsella, sesión del 13 de mayo de 1886. 
126 

se había arriesgado a viajar tan lejos y la Providencia le había asistido visiblemente, haciéndole vencer obstáculos considerados por todos 
como insuperables. íCuánto bien espiritual obró en las almas con la eficacia de su palabra! Pero prescindiendo de esto, lo mismo que de la 
ayuda material que tanto necesitaba y de la grandiosa oferta del Tibidabo, destinado a ser el voto nacional de España al Sagrado Corazón d 
Jesús, su presencia en la caballerosa nación, contribuyó eficazmente, como en Francia, a que su obra fuera universalmente conocida, aclam 
y deseada y a que tomara, en breve tiempo, tan amplio y sólido desarrollo, que hasta pudo salir incólume de los truculentos furores de la 
revolución comunista que en el 1934 desconcertó y regó con sangre todo el país 1. 

1 Mientras estamos corrigiendo las pruebas de imprenta (4 de diciembre de 1936) Satanás, encarnado en el bolchevismo ruso, después de 
haber destruido centenares de iglesias y de haber asesinado a siete mil sacerdotes y religiosos, amenaza reconcentrar en España sus fuerzas 
infernales para aniquilar a la Europa cristiana y civilizada... si el Arcángel San Miguel no lo encierra antes en los abismos de donde ha salid 

(Muchas casas salesianas fueron incendiadas; otras las convirtieron en hospitales, cárceles o les dieron usos profanos; se salvaron 
milagrosamente algunas iglesias. Noventa y cuatro salesianos, entre sacerdotes, coadjutores y clérigos, fueron sacrificados por odio a la fe ( 
del T.). 
127 
((139)) 

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CAPITULO V 

DESDE MARIA AUXILIADORA HASTA
LA ASUNCION:
DON BOSCO EN EL ORATORIO
Y EN PINEROLO


LA fiesta de María Auxiliadora adquiría cada año mayor popularidad y se extendía más. El año 1886 hubo gran concurso de fieles durante 
novena, muy grande, en la vigilia y, extraordinario, en el día de la solemnidad. Y, con el número, crecía también la verdadera devoción. 
Predicó el mes de María y la novena el salernitano reverendo D'Antuono, y dijo que había predicado en iglesias mayores y ante mayor 
aglomeración de fieles, pero que no había visto nunca tanto recogimiento y tanta piedad. 

La presencia en Turín de varios Obispos, recientemente consagrados, favoreció el esplendor de las distintas funciones religiosas, que se 
desarrollaron durante todo el día veintitrés con tanta solemnidad que daba la impresión de que era el día de la fiesta; los pontificales de la 
mañana y de la tarde contribuyeron a dar aquella impresión, dado que, además, era domingo. Don Bosco celebró en el altar de san Pedro. 
Asistió a su misa una compacta multitud de personas y le ayudaron el Presidente general de la Unión Católica Obrera y el Presidente de la 
sección de San Joaquín. Los socios de esta última habían acudido en corporación para dar gracias a María Auxiliadora por el viaje feliz de 
Presidente honorario. Por la tarde se celebró, dos horas antes de las vísperas, la conferencia salesiana. Don Bosco había dejado correr la ide 
de que hablaría él; ((140)) pero a última hora le faltaron las fuerzas y encargó de ello a don Juan Bonetti. El se quedó en el presbiterio, 
contemplado sin parar con emoción por los asistentes, en aquella su postura de recogimiento y postración. Al hacer la colecta, ocurrió un 
episodio verdaderamente singular. Un obrero que, a fuerza de codazos, había logrado acercarse a él, depositó en sus manos diez escudos, 
diciéndole: 

-Hace seis meses que estoy juntando estos ahorrillos; recíbalos para sus muchachos pobres. 
128 

Cuando el Siervo de Dios salió al patio del Oratorio, los Cooperadores le rodearon en gran número con un afecto indecible. «Quien no ha 
visto a don Bosco entre los suyos, no puede formarse idea de lo que es entusiasmo» escribía el Boletín Salesiano de julio del 1886. Con to 
decían unos y otros, al verle moverse con tanta lentitud y tan encorvado: 

-íCómo ha envejecido! 

Viglietti escribe en su diario: «Don Bosco empleó unos tres cuartos de hora para subir a su habitación. íCuánta gente! Casi todos son 
forasteros que vienen a dar gracias a María Auxiliadora por favores obtenidos. Dos veces dio don Bosco la bendición con lágrimas en sus o 
a la multitud. Pobrecito, está cansado y sin aliento, se cae de puro agotamiento; y, sin embargo, quiere contentar a todos, hablar con todos, 
preguntar noticias a todos. Es un mártir». 

En la fiesta, aunque era día laborable, hubo tanto concurso de gente como jamás se había visto en el oratorio. El Cardenal Alimonda asist 
pontificalmente a la misa cantada por un Obispo y volvió por la tarde para la bendición eucarística. En el Oratorio se reunieron sucesivame 
centenares de sacerdotes y de seglares, amigos de don Bosco, para alegrarse con él y hacerle agradable compañía. Le acompañaron a la mes 
por un lado, el Cardenal y varios Obispos; y, por el otro, los condes Colle y varios Cooperadores italianos. Desde por la mañana estaban en 
Oratorio y tomaron parte en las funciones todos los novicios de San Benigno, que acudieron para visitar a don Bosco en un día tan hermoso 
El quiso verlos a todos juntos y, al despedirse ((141)) de ellos, les dijo: 

-Ya sois muchos; pero el noviciado será aún más numeroso. Os regalo dos medallas, una para vosotros y otra para quien queráis. Os la do 
pequeña para que, si la mandáis por correo no sobrepase el peso. También os doy la bendición para que, como clérigos y como sacerdotes, 
podáis hacer mucho bien; y os la doy, además, para todos los de vuestra familia. Yo me acordaré siempre de vosotros. 

Muy avanzada ya la tarde, el Santo se emocionó mucho al oír desde su habitación el grito atronador de íViva María Auxiliadora! que mil 
de voces repitieron, desde la plaza del Santuario, ante el espectáculo de la cúpula iluminada. Dos días después de la fiesta de María 
Auxiliadora, presidió el Santo una reunión capitular importante, a la que también asistió el Procurador General, don Francisco Dalmazzo. 
Este, en nombre del Ministro de Asuntos Exteriores, el conde de Robilant, que había tratado con él confidencialmente por medio del 
comendador Malvano, propuso a don Bosco la fundación 
129 

de una casa salesiana en El Cairo. El Vicario Apostólico, monseñor Sogaro, y el Delegado Apostólico, monseñor Chicaro, habían escrito al 
Ministro, pidiéndole que fueran los Salesianos; el Gobierno italiano ya había pensado anteriormente en don Bosco para este objeto, por 
conocer muy bien lo que él hacía y saber por experiencia que, cualquier empresa que él asumiera, la llevaba a cabo hasta el final; el Gobier 

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daría, en mano, una cantidad importante a título personal, conservando el más riguroso silencio sobre todo ello y dejando a los Salesianos 
plena libertad de acción, sin que tuviesen que depender de nadie; el Ministro solicitaba la apertura de una escuela lo antes posible; esto es, 
principio del próximo curso o, a más tardar, en febrero del 1887. 

Pero don Bosco, tras hacer constar que el Gobierno, cuando se hicieron las gestiones para Patagonia, no había cumplido sus promesas, 
concluyó: 

-Ahora se dice que es cosa segura; pero »no hay peligro de que Di Robilant cese en el Ministerio? Si esto sucediere, todo se iría a tierra. 

Don Francisco Dalmazzo respondió que no había probabilidad de cambio respecto a aquel proyecto; que había la seguridad de que Malva 
((142)) continuaría como Director General de Asuntos Exteriores, aunque cambiara el Ministro; que, además, se trataba de algo conforme a 
las miras del Gobierno, y no de un solo Ministro. 

Don Bosco dijo: 

-Me inclino a aceptar y enviaré a El Cairo algunos Salesianos, en cuanto pueda. Por consiguiente, hay que buscar un «trapisondista» 1, qu 
vaya a El Cairo, vea y haga las gestiones pertinentes. Dígase que procuraremos abreviar el tiempo de nuestra ida; pero que no debemos cho 
con Propaganda Fide, de la que no podemos desentendernos. Mientras tanto, no hablemos de la ayuda que el Gobierno nos prestaría. Os di 
sinceramente que esta misión es uno de mis planes, es uno de mis sueños. Si yo fuera joven, tomaría a don Miguel Rúa y le diría: «Ea, ven, 
vamos a El Cabo de Buena Esperanza, a Nigeria, a Jartum, al Congo; o mejor a Suakin, como sugiere monseñor Sogaro, porque allí hay bu 
aire». Con tal motivo se podría poner un noviciado en la parte del Mar Rojo. Pero es necesario que Propaganda no se oponga a los Salesian 
Don Francisco Dalmazzo tiene que hacer saber al comendador Malvano, hablando como por pasatiempo con él, cuántos italianos, 
abandonados a la ventura, hay en América del 

1 Quería decir, en forma alegre, un hombre hábil que supiera actuar con acierto. 
130 

Sur, en Patagonia, en las Pampas, en Argentina, en Chile, en las islas de Ancud 1, y esto para demostrar lo que allí hacemos y, por tanto, la 
necesidad de ayuda. 

El Capítulo aceptó la propuesta de Di Robilant, mas no sin discutirla, y a condición de que todo se hiciera poquito a poco y cuando se 
pudiera. 

El cardenal Simeoni, nuevo Prefecto de Propaganda, parecía haber heredado de su predecesor, el cardenal Franchi, la desconfianza sobre 
capacidad misionera de los Salesianos. Besaba la mano a don Bosco y hasta le tuteaba familiarmente; pero el haberse opuesto al deseo de 
monseñor Sogaro de hacerse salesiano, le parecía a don Bosco un ((143)) indicio de aquella su escasa confianza. Sin embargo, estaba 
monseñor Domingo Jacobini, secretario de dicha Congregación, que era «un verdadero amigo totalmente nuestro», como se expresó entonc 
don Bosco, y a él se debe que el Cardenal Prefecto escribiese el día 26 de febrero de 1887 a don Bosco: «Con mucho gusto he oído decir qu 

V. S. está dispuesto a enviar a Egipto sacerdotes de su Instituto para abrir una escuela que atienda a la instrucción y educación católica de l 
juventud de la colonia italiana. Y deseando que el proyecto se realice lo más pronto posible, intereso a V. S. que se ponga directamente en 
relación con monseñor Anacleto Chicaro, el cual ha tenido siempre gran interés por esta escuela para apartar a la juventud italiana del ocio 
del peligro de corrupción, que allí encuentra a cada paso». 
Resultó así que las dos Autoridades, una por extender la influencia italiana en el extranjero y, la otra, por dilatar el reino de Dios, se 
encontraron favoreciendo la misma obra buena; pero, dada la división existente entre los dos poderes, todo se había desarrollado sin un 
entendimiento recíproco y, por la parte italiana, no por iniciativa del Gobierno, hostil a la Iglesia, sino por el iluminado deseo del buen 
Ministro piamontés. Este guardaba, de los fondos secretos, un millón de liras para ayuda misionera; pero como se supo más tarde por fuent 
segura de la familia Di Robilant, Crispi hizo caer al Ministro y dispuso de aquella cantidad. 

Don Miguel Rúa envió a Egipto a los Salesianos diez años más tarde, y fundaron el colegio de Alejandría: para El Cairo hubo que espera 
hasta 1925. 

Otra circunstancia nos lleva a Roma a fines de mayo. Mientras 

1 Se refiere a la isla de Chiloé (región de Los Lagos-Chile) donde está Ancud, que es el puerto de más movimiento del sur de Chile. 
131 

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estuvo don Bosco ausente de Turín, recibieron los Salesianos una agradable noticia. Con la muerte del cardenal Nina, acaecida el día 25 de 
julio de 1885, la Congregación se había quedado sin Cardenal Protector. Don Bosco presentó una instancia al Padre Santo para que se dign 
confiar este cargo al cardenal Laurenzi, a quien dio a conocer su deseo y su petición. Pero el Cardenal, después de manifestar al Papa su 
decisión de no aceptar, envió al ((144)) Santo una carta llena de humildad por su persona y de aprecio a él y a su Congregación 1. 
Finalmente,después de ocho meses, el Padre Santo con un despacho sellado de la Secretaría de Estado, fechado el día diecisiete de abril, 
nombraba para aquel cargo al cardenal Parocchi, su Vicario en Roma. Ante la fausta noticia, el prefecto general, don Celestino Durando, 
telegrafió en nombre de don Bosco a Su Eminencia con palabras de ofrecimiento y gratitud. El Cardenal le respondió telegráficamente que 
«correspondería con solicitud digna de don Bosco a los sentimientos nobilísimos que le había expresado». El Santo, a su vez, apenas recibi 
noticia, escribió desde Barcelona a Su Eminencia, manifestándole su gratitud personal y su complacencia, y recibió esta respuesta: 

Revmo. P. Superior General: 

A la caridad de V. R. y de sus hijos atribuyo su satisfacción por mi nombramiento de Protector de la Congregación Salesiana y se lo 
agradezco. 

En realidad el suceder a un Cardenal, adornado de tantas prendas como el llorado cardenal Nina, y sucederle estando, como estoy, abrum 
con tantos otros cargos, es algo muy serio que acobardaría como a mí a muchos otros. 

Pero las oraciones del Venerando don Bosco y las de los ejemplarísimos sacerdotes reunidos por él, en torno al estandarte de san Francis 
de Sales, me ayudan a confiar en que la debilidad del Protector no entorpecerá la causa, ni comprometerá la utilidad de los protegidos. 

Y con esta confianza, repito que me someto alegremente al cargo, encomendándome a las oraciones del Superior y de sus súbditos, y me 
profeso. 

Roma, 29 de abril de 1886. 

Su humilde servidor, 

L. M. PAROCCHI, Card. Protector 2 
Al Rvdo. Sup. Gral. de los Salesianos don Juan Bosco, Barcelona, Sarriá (España) 

1 Véase Ap., Doc. núm. 24. 

2 Lucio María Parocchi nació en Mantua el día 13 de agosto de 1833, cursó los primeros estudios en el seminario diocesano y la teología 
la Universidad Gregoriana de Roma. Volvió a Mantua y fue profesor de teología moral, derecho canónico e historia en el seminario. Fue 
132 

((145)) Cuando don Bosco volvió a Turín, el cardenal Alimonda tuvo ocasión de escribir una carta al cardenal Parocchi sobre esta cuestió 
éste le contestó muy amablemente el día veintinueve de mayo: «Estoy muy contento de este protectorado, porque me hace en cierto modo 
partícipe del precioso apostolado de ese hombre, verdaderamente apostólico, de ese portento de caridad, que es don Bosco, el Superior de l 
Salesianos». Aquel mismo mes demostró públicamente el nuevo protector cuáles eran sus sentimientos para con don Bosco y los Salesiano 
en la conferencia que dio a los Cooperadores de Roma, en las nobles Oblatas de Tor de'Specchi por la fiesta de María Auxiliadora. Despué 
de lamentar la ausencia en la asamblea de la más brillante joya, que solía refulgir en otras ocasiones y dar esplendor a la Conferencia 
Salesiana; que no estuviera presente la «persona veneranda del apóstol de la caridad moderna», «el óptimo e infatigable don Bosco», que 
habría respondido a muchas preguntas «con su amable sonrisa de hermano y apóstol, con su voz de amigo y de padre, siempre a disposició 
de todos», estudió a fondo la Obra salesiana, demostrando cómo había que atribuir su nacimiento y desarrollo a la fe y a la caridad del 
Hombre de Dios. Una vez tratados estos dos puntos, dirigióse a las madres de familia, para que con su caridad, inspirada por la fe, coopera 
a un bien tan grande, contribuyendo especialmente a la construcción del hospicio del Sagrado Corazón en Roma y al sostenimiento de los 
muchachos que iban creciendo en él y constituían la esperanza de la religión y del Cielo 1. 

La delicada salud de don Bosco no le hacía desistir de uno de sus objetivos preferidos, como era el aumento de la cooperación salesiana. 
Uno ((146)) de los pensamientos dominantes, durante el último decenio de su vida, fue el de multiplicar los Cooperadores y afianzar la pía 
Unión, llevando a ella a autorizados personajes. Así, en el mes de marzo, hizo llegar a manos de todos los Obispos de Italia, que aún no lo 
tuvieran, el diploma de Cooperador Salesiano, acompañándolo con la colección del Boletín Salesiano. Pareció aquello como su postrer salu 
al Episcopado Italiano, por el que tanto se había preocupado 

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párroco de San Gervasio y Protasio. El año 1871 fue nombrado Obispo de Pavía por Pío IX y el año 1877, Arzobispo de Bolonia; pero en u 
y otra sede el Gobierno le negó el exequátur, por lo que debió vivir en el Seminario, recibiendo de la Santa Sede la asistencia económica qu 
le debía el Estado. Pío IX lo nombró Cardenal en el Consistorio del 22 de julio de 1877 y León XIII lo llamó a Roma en el 1882; en el 188 
lo eligió su Vicario General para Roma. En el 1889 pasó del Orden de los Presbíteros al de los Obispos y ocupó la sede suburbicaria de 
Albano. 
Obligado por la enfermedad, dejó en el 1896 el Vicariato y pasó a ocupar el rgo más tranquiio de Vicecanciller de la Santa Iglesia Romana 
Murió en diciembre del año 1902. 

1 Véase Ap., Doc. núm. 25. 
133 

en momentos críticos y al que quería mantener siempre indisolublemente unida su Congregación. Del catorce de mayo al diecinueve de jul 
se recibieron cincuenta respuestas, tres de las cuales procedían de los cardenales Melchers, Ludovico Jacobini y Capecelatro. El piadoso 
Obispo de Capua y docto Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, consideraba «no sólo como un honor, sino como un verdadero favor 
espiritual» el haber sido inscrito entre los Cooperadores Salesianos. Los venerables Pastores dábanle gracias, encomendábanse a sus oracio 
y muchos manifestaban su deseo de que fueran a trabajar en su diócesis los hijos de don Bosco y describían la lamentable situación religios 
en que se encontraban 1. 

El dos de julio tratóse en el Capítulo Superior cómo mejorar el envío del Boletín y cómo organizar los Cooperadores y nuestro Santo hab 
así: 

-El Boletín no sólo es el medio principal para la Congregación. Los Cooperadores son para nosotros un puntal inquebrantable. Por tanto, 
hay que pensar en organizarlos. Pero despacio, en estas cosas hay que tener paciencia. No es lo mismo nombrar decuriones que poner en 
marcha toda la organización. Hay que ir despacio. Si se promueven ordenadamente y con regularidad el Boletín y la Asociación de los 
Cooperadores, nuestra Congregación no carecerá de bienes materiales. El Boletín tenía entonces una tirada de cuarenta mil ejemplares, los 
gastos anuales de imprenta y correo y sin contar el mantenimiento del personal, llegaban a veinticinco mil liras. En aquel decenio, ((147)) 
habían entrado, a través del Boletín, novecientas mil liras. El primer paso para la organización de los Cooperadores debía consistir en 
constituir las Decurias en cada parroquia, rogando a los párrocos que indicaran la persona que podía ser nombrada decurión y, en las grand 
ciudades, donde hubiera varias decurias, elegir un Director, que fuera un canónigo delegado por el Obispo. Y, al hacer todo esto, había que 
evitar dos escollos: aparecer como avasalladores y distorsionar la caridad local; por eso, recomendaba don Bosco actuar con calma y 
prudencia. 

Los Prelados a que hemos hecho referencia, pertenecían casi todos a diócesis muy distantes de Turín y escribían a don Bosco convencido 
de que gozaba todavía de buena salud y que, por consiguiente, continuaba actuando con toda la eficiencia de su actividad personal; pero 
nosotros sabemos cómo se iban debilitando sus fuerzas. En ciertos momentos, sentía tal opresión, que no podía articular palabra. Sin 

1 Publicamos algunas respuestas en el Apéndice, (Doc. núm. 26 A-B-C-D). 
134 

embargo, no perdía nunca su presencia de espíritu. Una vez que respiraba muy afanosamente, dijo sonriendo: 

-»No se podría encontrar en Turín un buen fabricante de fuelles? Los necesitaría para respirar. 

El día de María Auxiliadora, en un momento en que estaba oprimido por la multitud, casi sin aliento y con mucha dificultad para tenerse 
pie, volvióse al secretario y le susurró al oído, con afectado aire de misterio: 

-»Quién sabe si se podrían dar dos buenos puñetazos con devoción? 

Una noche le acompañaba Viglietti a su habitación para el descanso y le manifestó su miedo de haber aligerado demasiado la ropa de la 
cama y que pudiera pasar frío durante la noche. 

-Bueno, le respondió; puedes ponerme los zapatos como cubrepies. 

Son naderías, si se quiere, pero que revelan aquella su habitual tranquilidad interior, que no perdió jamás con los sufrimientos físicos o 
molestias exteriores. 

Fin de Página: 135 


VOLUMEN XVIII Página: 135 

El día siete de junio por la tarde, dijo a Viglietti que hiciera preparar el coche, porque quería reanudar los paseos diarios, que le habían 
prescrito los médicos. 

Se dirigieron aquella tarde a la avenida de Rívoli y, una vez pasado el fielato, se apeó ((148)) para caminar un poco. Habló de varias cosa 
entre otras, de aquellos que tienen en las Congregaciones el cargo de tesoreros, que hacen, como él dijo, el papel de Judas en el colegio 
apostólico, y advirtió cómo éstos muy a menudo acaban prevaricando. Por aquellos días se comentaba el escándalo dado por el Ecónomo d 
los Hermanos de las Escuelas Cristianas. 

-Y, por esto, siguió diciendo, es por lo que desde el principio de mi carrera hice voto de no llevar jamás dinero en el bolsillo; apenas va 
llegando, ya sé en qué emplearlo. Siempre estoy cargado de deudas y, sin embargo, tiramos adelante. 

Otra tarde, volviendo a hablar de administración material, hizo esta observación: 

-Cuando entran en nuestras casas señores que antes fueron ricos, que proceden de alta estirpe, que han desempeñado algún cargo o emple 
en la sociedad, pero que han decaído de su anterior situación, no hay que dedicarlos nunca a administradores de lo nuestro sino a sirvientes 
simples secretarios. 

También se dan en la vida de don Bosco casos de criaturas irracionales que se amansaban con el Santo. En uno de aquellos paseos, 
135 

caminando con don Juan Bautista Lemoyne, se acercó un pajarillo y empezó a volar delante de él y a dar saltitos en el suelo. Después dio u 
vuelo y se posó sobre su hombro derecho. Dio luego otro vuelo, giró por el aire y descendió para colocarse sobre su hombro izquierdo. Por 
fin, se elevó a lo alto y desapareció. 

También él, como se lee de otros santos, miraba con ojos bondadosos las criaturas de Dios. En el mes de noviembre de 1887, un día, dura 
la comida, se sintió el zumbido de un moscardón. Don Bosco preguntó qué era aquello. Algunos se acercaron a la ventana para enterarse y 
dijeron que una araña había atrapado una mosca y la envolvía entre sus hilos. 

-íLibrad a esa pobrecita!, exclamó con viva ansiedad. 

-Espere que veamós cómo termina, repuso uno. 

((149)) -No, no; no me gusta eso, si no la libráis vosotros, voy yo, me causa mucha pena. 

Y aunque estaba sin fuerzas y necesitaba de alguien para ponerse en pie, hizo ademán de quererse levantar. Mas, para darle gusto, se libe 
en seguida a la mosca. 

Padecía molestias también durante el sueño. Algunas noches soñaba con monstruos que lo atacaban: veía gatos que se convertían en leon 
y serpientes que se cambiaban en demonios. Una noche empezó a gritar y llamar constantemente a Viglietti. Este, que dormía pared por 
medio, no se atrevía en principio a despertarlo; pero después, temiendo que aquellos gritos y agitación pudieran perjudicarle, entró en su 
habitación y lo despertó. 

-Gracias, querido Viglietti, le dijo entonces; me has hecho un gran favor. íTengo unos sueños que me espantan y me cansan mucho! 

El día veintiuno de junio le hicieron una agradable visita los doscientos treinta alumnos del colegio de Borgo San Martino, acompañados 
por sus superiores, como premio a la buena conducta que habían observado durante el curso escolar. Atravesaron las calles de la ciudad, 
formados en fila de a cuatro en fondo, y admiraron a todos por su orden y buen porte. En el Oratorio llamó la atención su docilidad y buena 
educación. Don Bosco los vio a todos reunidos en el salón de estudio, donde escuchó la lectura de algunos saludos. Y respondió a sus 
demostraciones de cariño con mucha ternura, diciendo que él quería mucho a aquella casa, su segunda hija. Don José Lazzero escribía, 
aludiendo a esta visita 1: «El Colegio de Borgo San Martino sigue siempre floreciente». 

1 Carta a monseñor Cagliero, Turín (»5 de julio?), 1886. 
136 

De no haberse celebrado el Corpus Christi el jueves siguiente, veinticuatro, el Colegio de Borgo hubiese elegido aquel día para su paseo; 
por otra parte, aquella fiesta no impidió que el Oratorio celebrara el día onomástico de don Bosco. Les había parecido a los Superiores que 
don Bosco deseaba que aquel año se hiciera la fiesta de san Juan más lucida que de costumbre. Alguno de los motivos lo intuyeron ellos; 

Fin de Página: 137 


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((150)) otros los comprendieron después. El Oratorio, desde que se había puesto en vigor el nuevo sistema de la doble dirección, no marcha 
tan bien como se hubiera deseado, sobre todo en la sección de estudiantes; para levantar de nuevo debidamente la vida de familia habría 
contribuido ciertamente una bonita fiesta. que acercara más aún los muchachos a don Bosco y a sus superiores. Otro motivo era la presenci 
de personajes extranjeros que habían asegurado a don Bosco que estarían presentes para participar en ella; convenía, por tanto, dar a la fies 
una solemnidad que satisficiera a los huéspedes, llamara su atención y les diese una demostración práctica de una característica de la vida 
salesiana, que es una alegre vida de familia. Conociendo, pues, la intención del Santo, no se ahorró nada para secundarla debidamente y, 
según dijeron los presentes, todo resultó a las mil maravillas y satisfizo plenamente a todos. 

De improviso presentóse en el Oratorio, hacia las dos de la tarde de la víspera, un personaje que nadie esperaba, cuando la casa presentab 
ya el alegre aspecto de las circunstancias: era el Presidente de la república peruana con su hijo. Iba de viaje a París y quiso aprovechar el br 
tiempo de una parada en Turín para visitar a don Bosco y el Oratorio. El clérigo Viglietti que hablaba con desparpajo el español, les hizo d 
cicerone. Padre e hijo se entusiasmaron y mostraron su deseo de volver para poder observarlo todo con más calma; entre tanto, rogaron 
piadosamente a don Bosco que pensase en una fundación en su país. Nuestro Santo era conocido en Perú por la biografía de D'Espiney, 
traducida en el 1884 por el padre Luis Torra. La expectación general del Perú, lo mismo que la de todas las repúblicas americanas, se debía 
especialmente a las escuelas profesionales para los hijos del pueblo. Los Salesianos fueron a Lima tres años después de la muerte del Santo 

Se marcharon los peruanos y llegaban otros dos huéspedes, a quienes se esperaba con verdadero deseo; eran don Joaquín de Font, secreta 
de la Asociación de los Católicos de Barcelona, y ((151)) el conde de Villeneuve Flayosc, presidente de las Asociaciones agrícolas del sur 
Francia. Los dos señores se sentaron a ambos lados de don Bosco en la acostumbrada velada de la víspera, como representantes 
137 

de sus naciones. El número más notable del programa fue la presentación de una biografía de Mamá Margarita, escrita por Lemoyne. El au 
acompañó la entrega con un soneto en el que definía el libro como el más hermoso ramo de flores formado con las siempre fragantes virtud 
de su santa madre 1. 

El día veinticuatro celebró la misa en el altar de san Pedro. Por la mañana recibió una representación de los antiguos alumnos, que le 
ofrecieron un terno eclesiástico rojo brocado en plata. Fue intérprete de los sentimientos de todos el topógrafo Santiago Belmonte. En su 
discursito, que se imprimió 2, evocó el grato recuerdo de tiempos lejanos, con estos párrafos: 

«Cada uno de los antiguos alumnos conserva muy grata memoria de los días transcurridos bajo la paternal dirección de nuestro amadísim 
don Bosco. Y ya adultos, cuando en sus múltiples ocupaciones se encuentran a veces agobiados por las dificultades, contrariados por las 
circunstancias, viene en su ayuda el bendito recuerdo de don Bosco que supo enseñarles con la palabra y el ejemplo la constancia en el 
trabajo, en los propósitos y en la magnanimidad cristiana. íCuántos, por no decir todos, consideran los días pasados en aquella atmósfera d 
paz y de religiosidad, de estudio y de trabajo, como los más hermosos de su vida! El recuerdo de su juventud va siempre unido a la figura d 
Superior afectuoso que marcó en ellos una huella imborrable para toda su vida. Y el número de los que, ya adultos, sentirán la nostalgia de 
días felices pasados bajo la custodia de tan buen Padre, va siempre en aumento. Son muchos los alumnos que cada año, terminan sus estud 

o el aprendizaje de su arte y se extienden por el mundo; de tal modo que ((152)) no hay pueblo donde no se oiga hablar de don Bosco». 
Don Bosco respondió con mucho cariño y con lágrimas de paternal correspondencia. 

Acompañado de los huéspedes y de los miembros del Capítulo Superior, bajó a comer al refectorio de la comunidad. La última 
demostración, la segunda velada ante un público numeroso, resultó muy amena, con sus cantos, músicas y discursos. La Unión Católica 
Obrera de Turín proclamó socios de honor a los señores de Villeneuve y de Font 3. 

1 Véase Ap., Doc. núm. 27, y más arriba la pág. 59. 

2 En el día onomástico del reverendísimo don Juan Bosco los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales: Turín, 1886, Tip. Sal., pá 
6-7. 

3 El Consejo de la Asociación de Barcelona dirigió a don Bosco una carta afectuosa y agradecida por las finas atenciones dispensadas a s 
secretario (Ap., Doc. núm. 28). 
138 

Causó admiración el trabajo en papel transparente de una enorme corona de laurel, fantásticamente iluminada, en la que aparecían 
entrelazados en sus ramas los nombres de todas las casas de don Bosco. Al final don Bosco hubo de limitarse a demostrar su agradecimient 
con un amplio gesto de brazos y una sonrisa de inefable ternura. 

El Cardenal no pudo asistir en esta ocasión porque tenía que presidir las ceremonias del Corpus Christi; pero, a las cinco de la tarde, quis 
visitar a don Bosco y estuvo dos horas con él. 

Fin de Página: 139 


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Los Hermanos de América calcularon bien su tiempo y pudieron llegar en el momento oportuno con sus cartas. Resulta conmovedor leer 
aquellas expresiones verdaderamente filiales; como testimonio de ello deberemos repetir lo ya dicho en otro lugar. íSe ve claramente que el 
recuerdo de don Bosco vivía perenne en sus corazones y ello bastaba para mantenerlos unidos, animarlos en las dificultades y suscitar en el 
una santa porfía de apostolado! A ciertos hombres providenciales Dios los hizo poderosos, no sólo en obras y en palabras, sino que, ademá 
les dotó de atractivos para ganarse el amor de sus ayudantes y subordinados. 

Parece que hasta María Auxiliadora se complaciera desde el cielo en alegrar todavía más tan fausto día. Don Faustino Confortóla, que ha 
sido Director de la Casa de Florencia y se encontraba destinado en Roma, estaba a la muerte, víctima de oclusión intestinal. Llegó el día 
veintitrés un telegrama pidiendo una bendición y oraciones para el enfermo. ((153)) Don Bosco respondió telegráficamente que rezaba y ha 
rezar. El día veinticuatro por la mañana llegaba otro telegrama de don Francisco Dalmazzo que decía: «Viva san Juan, don Faustino 
Confortóla como resucitado con su bendición. Felicidades». El médico que ya lo creía muerto, cuando lo vio de pie junto a su lecho, exclam 

-He aquí un fenómeno que la ciencia no sabe explicar. 

Por aquellos mismos días se informó a don Bosco de otro hecho en el que se vio la intervención de María Auxiliadora. Una espantosa 
erupción del Etna había sembrado el terror en las muchas poblaciones que vivían tranquilamente asentadas en las laderas del famoso volcán 
El pueblo más amenazado fue Nicolosi, municipio con casi cuatro mil habitantes. Se calculaba que la lava corría por aquella vertiente entre 
cincuenta y sesenta metros por hora. Invadía pinares, castañares y terrenos cultivados y los dejaba abrasados y destruidos. Los habitantes 
habían abandonado sus casas. 

En tan terrible situación, las Hijas de María Auxiliadora de Catania y Agira escribieron a don Bosco, rogándole les sugiriera algún 
139 

medio para conjurar el peligro. Don Bosco respondió que, sin pérdida de tiempo, esparcieran por el lugar medallas de María Auxiliadora y, 
tanto, que él las bendecía y rezaba por ellas. 

Cuando el párroco recibió las medallas de las Hermanas fue a esparcirlas acá y allá lo más arriba que pudo. íFue algo admirable! Se hubi 
dicho que las medallas pusieron límites a la ardiente lava que detuvo su avance. Cuando las Hermanas comunicaron algo más tarde el suces 
don Bosco, ya se había leído en los periódicos un telegrama de la agencia Stefani que decía: «La lava ha llegado a trescientos metros del 
pueblo y allí ha quedado detenida en la pendiente que domina el pueblo». Y es de advertir que la corriente de fuego «detenida en la pendien 
seguía, por así decirlo, en su estado líquido y la erupción continuaba aumentándola. Los hombres de ciencia decían que la población de 
Nicolosi estaba irremisiblemente perdida. Hasta la anticlericalísima Gazzetta di Catania publicó la noticia, precisando el punto donde se ha 
detenido la lava y, designando el fenómeno por su verdadero nombre, ((154)) se expresaba así: «En Altarelli se bifurcó la lava dejándolo 
incólume. Milagro». Todavía hoy se ve aquella masa acumulada sobre sí misma y petrificada como para atestiguar la perenne memoria del 
prodigio 1. 

Los amigos de Barcelona no olvidaban a don Bosco: buena prueba de ello se tuvo unos días después de la fiesta onomástica. Entre las 
familias, que se habían encariñado con don Bosco, estaban las de los hermanos Pascual. Policarpo, el más joven de ellos, había contraído 
matrimonio después de la partida del Santo y había emprendido su viaje de bodas. Al regreso pasó por Turín y, el día veintiséis de junio, di 
don Bosco la grata sorpresa de una visita en compañía de su esposa. 

Y, como al día siguiente se celebraba en el Oratorio la fiesta de san Luis, participó en la comida junto con otros señores. Se le hizo oír un 
poco la banda de música del Oratorio, que repitió el himno compuesto para el día onomástico por Lemoyne y puesto en música por el maes 
Dogliani. Salió de Turín el día veintinueve y fueron a despedirle en la estación Viglietti y don Miguel Rúa, en nombre de don Bosco. Por 
aquellos días recibía don Bosco de ocho a quince cartas diarias de España. 

Para no dejar descontentos a ciento cincuenta honrados trabajadores, se sometió el día veintinueve a una gran incomodidad, dados 

1 Los dos telegramas fueron también publicados por la Unità Cattolica del día 18 de junio. 
140 

los trastornos que sufría. La sección de San Segundo de la Unión Católica Obrera de Turín celebraba el décimo aniversario de su fundación 
obtuvo que el convite fraterno se hiciera en el Oratorio. Naturalmente invitaron a don Bosco a presidir la mesa. Y, aunque el calor aumenta 
sus achaques, no supo decir que no; más aún, disimulando su malestar dejó en los comensales la impresión de que se encontraba muy bien. 
fin llegaron los brindis; don Bosco escuchó sereno, pero no tuvo fuerzas para responder en público; con todo, terminado el banquete, los 
socios se le acercaron y pudieron recibir individualmente alguna buena palabra. 

Fin de Página: 141 


VOLUMEN XVIII Página: 141 

En el año de la canonización se discutió por algunos si don Bosco había sido Terciario franciscano o no. ((155)) Ciertamente su nombre 
aparecía en una lista antigua, pero no en los registros oficiales, omitido quizás por inadvertencia; por eso, el año 1886, los Franciscanos de 
San Antonio, en Turín, creyeron oportuno remediar la omisión, mandándole el diploma de inscripción con fecha del día primero de julio y 
calificándole de Patriarca de los Salesianos. El documento iba acompañado de una carta, fechada el día veintiocho de junio, en la que el pa 
Cándido, director de la Sagrada Tercera Orden, le decía: «Aquí tiene el documento que le declara formalmente hermano Terciario Francisc 
de la Congregación de Santo Tomás. Me imagino que usted recordará que realmente tomó el hábito e hizo la profesión normal, aunque no 
recuerde exactamente la fecha; pero, en el caso de que no estuviere seguro, convendría hacerla ahora, ya que la toma de hábito y la profesió 
son indispensables para gozar de todos los favores espirituales. En este caso, basta una indicación de V. S. Rvma. y pasaría yo por su 
habitación para este fin». 

El Padre hubo de tener anteriormente algún coloquio con don Bosco sobre el asunto, porque añadía: «Entre tanto le agradezco de corazón 
paternal acogida que me ha dispensado y su adhesión a nuestra seráfica hermandad». Está claro que él había afirmado su pertenencia a la 
Orden ab immemorabili (desde tiempo inmemorable) 1. 

El día cinco de julio por la tarde, recibió una visita muy importante. Anunciaron aquel mismo día su llegada a Turín los príncipes 
Czartoryski, padre e hijo, que se presentaron a don Bosco y aceptaron la invitación para la comida del día siguiente. Para honrar a los 
huéspedes 

1 También se sabe de Pío X que se hizo terciario franciscano, cuando era párroco en Salzano, pero no se saben más detalles, porque falta 
documentos. (FACCHINETTI, L'Anima de Pío decimo, Milán, Soc. Ed. «Vita e Pensiero», 1935, pág. 371.) 
141 

invitó don Bosco también a algunos señores de la aristocracia turinesa, entre ellos al conde Próspero Balbo. Rehusaba éste su asistencia, 
alegando su dureza de oído, que le impedía tomar parte en la conversación. Insistió don Bosco diciendo: 

-Le necesito para que haga compañía a los príncipes Czartoryski. 

((156)) Al oír este nombre, despertóse en el viejo Conde el recuerdo del antiguo compañero de armas. El año 1848, en el asedio de 
Peschiera (Verona -Italia), combatía junto a los piamonteses una legión de voluntarios polacos a cuyo mando iba el príncipe Ladislao 
Czartoryski, padre de Augusto. Allí se habían encontrado los dos con el grado de tenientes de artillería. El deseo de volver a encontrarse co 
un tan distinguido camarada, hizo olvidar al Conde su sordera. Y el encuentro no pudo ser más cordial y expansivo. Los recuerdos y la 
evocación de hechos gloriosos animaron durante mucho rato la conversación general de la mesa. Don Bosco estuvo escuchando hasta que, 
llegado el momento oportuno, tomó pie para hablar él también de las luchas sostenidas contra los adversarios de sus obras, esto es, contra e 
enemigo de las almas y con los acredores. Augusto, que le escuchaba con interés, preguntóle si pensaba enviar Salesianos a Polonia. 

-Hay que hacer algo, observó el Príncipe Ladislao, para impedir la corrupción de la juventud. Con la moralidad se va también el espíritu 
nacional. 

-Cierto, repuso el hijo; don Bosco quedará muy contento de Polonia y encontrará allí muchas vocaciones. 

-Iremos, iremos también hasta vosotros, afirmó don Bosco con acento de seguridad, después de haberse quedado un momento pensativo. 

-»Pero cuándo?, le preguntaron. 

-Cuando tengamos personal preparado, respondió. La dificultad de la lengua no será pequeña; pero también esto se arreglará. 

Después de un momento de silencio, dijo don Juan Bautista Francesia al Príncipe Augusto con su típica sencillez y fino gracejo: 

-Mire, señor Príncipe, hágase usted salesiano y don Bosco abrirá en seguida una casa en Polonia. 

Hubo sonrisas, intercambiáronse todavía algunas palabras sobre el tema y se pasó a otra cosa. Pero tres comensales continuaron pensando 
ello: don Bosco, el Príncipe Ladislao y su hijo. El padre había conocido a don Bosco en París, en el palacio ((157)) Lambert, como ya hem 
dicho; pero no había visto nunca una casa salesiana y tenía la idea de que la Congregación Salesiana era una institución muy modesta. 
142 

Firme en su decisión de negar al hijo el consentimiento que le había pedido para hacerse salesiano, había accedido a su deseo de ir con él a 
Turín para conferenciar con don Bosco y observar de cerca sus obras, mas no ciertamente para tratar sobre la vocación. 

Fin de Página: 143 


VOLUMEN XVIII Página: 143 

Después de la comida, se retiraron los tres y se reunieron en íntimo coloquio. 

Expuso el padre los planes de la familia sobre el porvenir de Augusto y rogó al Santo que le diera su iluminado parecer. Don Bosco, aunq 
no tenía dudas sobre la vocación del joven señor, no hizo más que repetir lo que en otras ocasiones le había manifestado por escrito: que se 
preparara para el porvenir de manera que respondiera a las legítimas esperanzas de su familia y de Polonia. Pero añadió: 

-Sin embargo, creo que, si la voluntad de Dios se manifestara, de modo evidente, contraria a los proyectos de Su Excelencia, usted no 
debería oponerse. 

-Sin duda, dijo el padre; más aún, sería una dicha para mí tener un hijo en el estado eclesiástico. 

-Sería algo excelente, concluyó don Bosco. Un miembro de familia tan influyente podría hacer mucho bien a la Iglesia y a la patria. De 
todos modos, hágase siempre en todo la santa voluntad de Dios. 

Padre e hijo se separaron de don Bosco muy contentos. El padre se había formado un alto concepto de él y estaba seguro de que finalmen 
Augusto se acomodaría a los designios paternos; el hijo estaba satisfecho de que su padre hubiese cambiado de opinión respecto a don Bos 
y se marchó dispuesto a seguir los consejos del Santo. En efecto, ya en Sienjawa y dedicado a los negocios, realizó operaciones financieras 
gran valor, representando maravillosamente al padre y manteniendo dignamente las tradiciones de su Casa. El príncipe Ladislao estaba en e 
colmo de la alegría. Pero ícuántas veces en este mundo, respecto al porvenir de sus hijos, el padre propone y Dios dispone! 

((158)) Los calores del estío debilitaban cada día más a don Bosco: un principio de disentería le molestaba bastante. Aceptó, pues, el 
consejo de ir a Valsálice, donde, salvo a las horas del mediodía, la temperatura se mantiene fresca, hasta en el rigor del verano. Fue allí con 
Viglietti el siete de julio. En realidad se hubiera deseado que volviese a Pinerolo, como dos años antes, y el Obispo se consideraba feliz de 
cederle su finca; pero, primero dudaba un poco y, después, cuando se decidió a salir 1 determinó ir a Valsálice hasta el día quince, porque 

1 Véase Ap., Doc. núm. 29. 
143 

sentía estar ausente durante las dos asambleas anuales de los exalumnos. 

En Valsálice recibió dos cartas muy interesantes de dos Prelados franceses. Aquel año había publicado la tipografía salesiana de Niza su 
Cattolico nel secolo, traducido al francés 1. 

Una carta era de monseñor Dabert, obispo de Périgueux y de Sarlat, que había recibido el obsequio de un ejemplar y respondía diciendo q 
lo había encontrado excelente bajo todos los aspectos: lo mismo por la solidez de su doctrina y la seguridad histórica que por la sencillez y 
familiaridad de estilo con que reforzaba el valor de las pruebas y la solidez de la doctrina. La otra carta procedía de Rennes. Su arzobispo, 
monseñor Place, obispo de Marsella cuando llegaron allí los Salesianos, había escrito una carta de felicitación. Su Eminencia respondía, 
llamando amigo a nuestro Santo, excusándose por haber tardado en responder y decía: «Usted conoce bastante mis antiguos sentimientos, q 
son siempre los mismos respecto a su persona y a la familia salesiana y, por tanto, no olvide que, entre todas las demostraciones de simpatí 
que he tenido la satisfacción de recibir, la suya me ha resultado singularmente agradable». Se encomendaba, por último, a sus oraciones co 
términos de mucho aprecio 2. 

((159)) Durante su breve estancia en Valsálice, tuvo lugar un suceso prodigioso, cuya auténtica relación se conserva en nuestros archivos 
Un acaudalado agricultor de Rosignano Monferrato, Jorge Caprioglio, tenía una hija que estaba internada en el manicomio de Alessandria 
hacía unos meses. El día diez de julio se presentó a don Bosco en el colegio de Valsálice, le expuso el caso y pidióle su ayuda. Don Bosco 
prescribió unas oraciones para que las recitaran en familia todos los días hasta la fiesta de Todos Los Santos. El buen hombre lo hizo así y 
repetía a todos: 

-Don Bosco ha prometido que se obtendrá la gracia. 

A pesar de su gran confianza, impaciente por saber el éxito de tantas oraciones, el día veintidós de octubre fue a Alessandria para tener 
noticias seguras de su hija; pero volvió muy apenado porque no pudo conseguir del médico una palabra de seguridad. Sin embargo, 
convencido de que don Bosco decía siempre la verdad, siguió rezando como antes. Y he aquí que, el día veintinueve de octubre, recibía una 
carta en la que se le comunicaba la completa curación de la enferma y 

1 Le Catholique dans le Monde. Niza, Patronato de San Pedro, 1886. 

Fin de Página: 144 


VOLUMEN XVIII Página: 144 

2 Véase Ap., Doc. núms. 30 y 31. 
144 

le invitaban a que se presentara en seguida para acompañarla de nuevo a casa. 

El padre acudió y la encontró en perfecto estado de salud, tanto que la víspera de Todos los Santos quiso ella recibir los Sacramentos en 
Alessandria para dar gracias al Señor por su salud recuperada. 

El cambio de ambiente produjo en seguida sus benéficos efectos; tanto que el Siervo de Dios bajó al Oratorio el día once y el quince de j 
para encontrarse con los exalumnos y pudo hablarles una y otra vez al término de la comida. Por fortuna se han conservado sus breves 
alocuciones, que constituyen el único recuerdo de las dos fiestas. A la comida de los exalumnos seglares asistieron también algunos señore 
franceses. Don Bosco habló así: 

Deseo dirigiros unas palabras, porque no estoy seguro de si podré estar todavía otro año con vosotros. Mucho me gustaría poder pasar un 
más veces este día en vuestra compañía; pero los achaques de la vejez me advierten que no me haga ilusiones. Os agradezco, pues, que hay 
venido a almorzar conmigo; y, con vosotros, a estos señores, cuya amistad les ha traído aquí desde ((160)) Francia. No han venido hoy todo 
mis buenos amigos y queridos hijos, ya que no les ha sido posible, por la mucha distancia y sus quehaceres. Pero decidles, cuando los 
encontréis, que en vosotros los vi también a ellos; y que, en vosotros, les agradecí el afecto que me siguen teniendo: decidles que don Bosc 
siempre está dispuesto a partir con ellos su pan, porque no es el pan de don Bosco, sino el pan de la divina Providencia. Don Bosco os quie 
a todos en Jesucristo, porque vosotros le queréis y espero que Nuestro Señor nos dé la gracia de ver tiempos mejores. 

Don Bosco rezará siempre por vosotros y vosotros ayudadme con vuestras oraciones para que podamos realizar nuevas obras y continuar 
ya empezadas. íMirad qué buena ha sido la Providencia con nosotros! Hoy son miles y miles los que moran en nuestras casas, y ciertament 
no viven papando vientos y flores; y, sin embargo, desde los principios del Oratorio hasta nuestros días, no nos faltó el pan ni un solo día; a 
contrario, crecieron las necesidades y aumentaron también los medios. Y yo os aseguro que nuestras cosas seguirán creciendo bajo las alas 
la divina y amable Providencia. Vosotros y vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos lo veréis y gozaréis tomando parte en nuestra suerte, 
nuestra fortuna. Seamos fieles a nuestra santa religión y todos se verán obligados a apreciarnos y amarnos; nadie podra aborrecernos, porqu 
la caridad es el vínculo que une los corazones. Os prometo que seguiré queriéndoos como hermano, como padre, hasta que nuestro amor se 
encuentre coronado el día en que oigamos estas suaves palabras: -Entrad en el gozo del Señor, porque habéis observado mi santa Ley. 

A los antiguos alumnos sacerdotes, se unieron también unos veinte seglares que no habían podido asistir el domingo anterior. Por las 
palabras de don Bosco es fácil deducir los temas que se tocaron en los brindis que precedieron al suyo. Las ideas que expresó son muy 
notables. 
145 

He escuchado con gozo las palabras que se han dicho. He entendido y saboreado vuestras expresiones y vuestras promesas. 

Ha dicho el señor Cura de la Gran Madre de Dios que nadie aventaja a los muchachos de los primeros tiempos del Oratorio en su amor a 
don Bosco. El Señor ingeniero Buffa asegura que los amigos cooperadores no van en zaga a nadie en el afecto que me tienen y que, este afe 
de miles y miles, no tiene límites. Me toca ahora a mí decir a quiénes quiero más. Mirad, he aquí mi mano: »a cuál de estos cinco dedos 
quiero más? »De cuál de ellos prescindiría? Ciertamente que de ninguno, porque los quiero a todos y los necesito a todos igualmente. Pues 
bien, os digo que os quiero a todos y a todos igualmente y sin medida. Quisiera deciros en estos momentos muchas cosas referentes a mis 
hijos y a los Cooperadores Salesianos. 

La propuesta del señor Cura de la Gran Madre de Dios de animar a cada uno de los presentes a incrementar la Obra de los Cooperadores 
Salesianos es una ((161)) propuesta de las más bonitas, porque los Cooperadores son el puntal de las obras de Dios por medio de los 
Salesianos... El Sumo Pontífice León XIII no sólo es el primer Cooperador, sino el primer operador. Os basta observar la fachada de la igle 
del Sagrado Corazón. Ella os dice que la obra de los Cooperadores, la obra del Papa, se ha instituido para sacudir a muchos cristianos del 
letargo en que yacen y difundir la energía de la caridad. Esta es la obra que, en estos momentos, parece de excepcional oportunidad, según 
dicho el mismo Sumo Pontífice. »Podría un hombre hacer lo que hemos hecho nosotros? »Podría un hombre llevar la luz del Evangelio a 
tantos lugares y a tanta distancia? De ninguna manera hubiera podido hacerlo un hombre. No es don Bosco, íes la mano de Dios que se sirv 
de los Cooperadores! Escuchad: 
habéis dicho, en este momento, que la Obra de los Cooperadores es querida por muchos. Y yo añado que esta Obra se extenderá por todos 
países y se difundirá por toda la cristiandad. íVendrá un tiempo en que el nombre de Cooperador querrá decir verdadero cristiano! íLa man 
de Dios la sostiene! Los Cooperadores serán los que ayudarán a promover el espíritu católico. Será una utopía mía, pero la sostengo. Cuant 
más combatida sea la Santa Sede, más exaltada será por los Cooperadores; cuanto más vaya creciendo la incredulidad por todas partes, más 

Fin de Página: 146 


VOLUMEN XVIII Página: 146 

levantarán los Cooperadores la antorcha luminosa de su fe activa. 

Después de despedirse de sus queridos amigos, salió aquella tarde para Pinerolo con Lemoyne y Viglietti. Había llegado de Pinerolo, par 
recogerlo, el Rector del Seminario. A su llegada, lo estaba esperando el Obispo con un coche propiedad de un señor de la ciudad, que se lo 
había cedido. Monseñor lleno de alegría, por tener de nuevo consigo al Siervo de Dios, había hecho preparar en su villa episcopal de San 
Mauricio, alojamiento para él y para sus dos secretarios. 

Con el repentino traslado a aquella altura, don Bosco se encontró un poco agitado la primera noche. Tuvo un largo sueño del cual, sin 
embargo, sólo recordaba al día siguiente que lo habían llamado con mucha prisa para ir a la estación y que apenas si había llegado a tiempo 
para tomar el tren; que pasó, luego, por un lugar donde se libraba una gran batalla y que, de improviso, se encontró en medio de la refriega. 
146 

Un sueño de otro género, no tenido por él, pero en el que él figuraba, produjo saludables efectos en una alma buena, según nos contaba su 
digno párroco. La señora Jerónima Verdona, de Gavi, antigua bienhechora, había albergado en su casa durante muchos años con maternal 
solicitud a Salesianos e ((162)) Hijas de María Auxiliadora, cuando pasaban por allí camino de Mornese. Como presintiera que se acercaba 
fin de sus días, rogó a don Bosco que le enviase un Salesiano para darle a conocer su última voluntad. Y fue designado don Francisco Cerr 
Pero, de allí a poco, cayó ella enferma del cuerpo y del espíritu. Los médicos declararon que estaba maniática. Ni siquiera quería comulgar 
Tornóse taciturna y, las pocas palabras que profería, eran de dolor y abatimiento. Además, no permanecía cinco minutos quieta o sentada e 
un sitio. Hacía ya dos meses que se encontraba en tan triste situación, cuando personas amigas la encomendaron a las oraciones de don Bos 
Y he aquí que el día diecinueve de julio se acostó plácidamente, se durmió, como no ocurría desde hacía mucho tiempo, y soñó que veía 
acercársele a María Auxiliadora y a don Bosco para consolarla. Apenas se despertó, mandó a su sirvienta que llamara al sacerdote, porque 
quería recibir la comunión. Pasó unos días mejorada en su estado físico y moral, atendiendo devotamente a sus prácticas religiosas, hasta q 
expiró serenamente y fue a recibir el premio de sus buenas obras. 

Las cartas, a veces larguitas, que escribió en la casa de campo del Obispo, demuestran claramente lo bien que le iba para su salud el clim 
Pinerolo. Hay una dirigida a los bienhechores de San Nicolás de los Arroyos, cuyo original se conserva religiosamente allí, en casa de los 
bonísimos señores Montaldo. 

A mis beneméritos y caritativos cooperadores y cooperadoras, a todos sus parientes y amigos que viven en la ciudad y en los pueblos de 
alrededor de San Nicolás de los Arroyos, en América. 

Vuestra religiosidad y vuestra caridad, benévolos amigos, cooperadores y cooperadoras, es muy conocida en América y especialmente en 
Europa por la continua protección que dispensáis a nuestros queridos hijos, que viven ahí con vosotros. 

Ellos dejaron estas nuestras tierras con gusto para trasladarse ahí y dedicarse al sagrado ministerio para gloria de Dios y bien espiritual de 
vuestras almas, y particularmente de la juventud. ((163)) Esto es lo que les fue muy recomendado antes de partir por el que tanto los amaba 

N. S. J. C. 
Sé que les habéis ayudado y que lo poco que ya han conseguido se debe a vuestra caridad. Continuad vuestra obra y yo continuaré rezand 
por vosotros al Señor, a fin de que multiplique sus gracias sobre todos vuestros trabajos y vuestras familias. Las buenas obras que hacéis ya 
han sido referidas al Padre Santo León XIII, el cual experimentó una gran satisfacción cuando se enteró. «Usted, me dijo, comuníqueles 
147 

mi especial benevolencia, dígales que bendigo a todos de corazón y que les concedo una indulgencia plenaria especial, que pueden lucrarla 
todos los cooperadores, sus familias y sus parientes difuntos que necesiten sufragios en las penas del Purgatorio». 

Vosotros sabéis que mis Salesianos no poseen bienes materiales; todo su capital es vuestra piedad y vuestra caridad. Vuestro veneradísim 
Arzobispo monseñor Aneyros y monseñor Pedro Ceccarelli, párroco y vicario de San Nicolás, son los que nos animaron a ir hasta vosotros 
nuestra confianza está puesta por entero en ellos y en vosotros. 

Si Dios me conserva la vida, espero escribiros otra carta, pero no os lo aseguro porque estoy muy envejecido; apenas puedo escribir y con 
dificultad se entiende lo que escribo. Tengo, sin embargo, mucha esperanza en vuestras oraciones y en las buenas noticias que espero recib 
de vosotros a quienes amo en J. C. y por quienes todos los días tengo un recuerdo especial en el altar del Señor. Que Dios nos bendiga y la 
Santísima Virgen Auxilidadora nos guíe a todos seguros por el camino del Cielo. 

Fin de Página: 148 


VOLUMEN XVIII Página: 148 

Turín, 25 de julio de 1886. 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

El día de san Vicente recordó al arquitecto Levrot, el generoso bienhechor de Niza, y le envió sus augurios de un feliz día onomástico. 

Muy querido señor caballero Vicente Levrot: 

Que la Santísima Virgen Auxiliadora le otorgue, en este su día onomástico, una bendición especial para usted, para toda su familia y todo 
sus trabajos. Que Ella recompense con largueza la caridad que usted ya ha hecho y sigue haciendo a los Salesianos. 

Sea María Santísima guía segura para todos hasta el cielo. 

Recen también por este pobre, siempre suyo. 

Turín (Pinerolo), 19 de julio de 1886. 

Afmo. in J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

((164)) El señor Levrot, al responderle, le comunicó que tenía a su disposición mil francos, ofrecidos por la viuda de Montbrun 1 para su 
obras. 

Don Bosco le escribió, esta vez en francés, rogándole diera las gracias a la señora y le autorizó para que enviara aquella cantidad a don 
Nicolás Cibrario, porque la casa de Vallecrosia, en pequeña escala, necesitaba de todo, al igual que las demás casas salesianas, que, 

1 Véase Vol. XVII, pág. 587. 
148 
según él decía, no abundaban más que en deudas y acredores. Dábale, después, noticias de sí mismo y añadía: «Mi salud va un poco mejor, 
gracias a Dios, pero acompañada de muchos achaques» 1. 

Desde Pinerolo escribió al cardenal Parocchi, dándole noticias de su salud y rogándole le alcanzase una bendición especial del Padre San 
al mismo tiempo le consultaba, dado el respeto que le merecía el Eminentísimo Protector, si para otras cartas podía todavía escribirle con s 
difícil caligrafía o si debería recurrir al servicio del secretario. Y recibió esta contestación, que sin duda le satisfizo mucho. 

Reverendísimo don Bosco: 

He comunicado al Padre Santo las buenas noticias de V. R. y Su Santidad se alegró mucho de ellas y me encargó le enviara una bendició 
especialísima. 

Al cumplir el encargo Apostólico, me complazco en añadir la expresión de mis sentimientos, ya conocidos hace mucho tiempo por V. 
Rvma. P. y que, repetirlos ahora, sería como llevar leña al monte. 

Ruégole, Rvmo. P., si no le sirve de mucha molestia, me escriba usted mismo, pues entiendo perfectamente su letra, lo mismo que usted 
comprende al corazón del que se profesa con reverente afecto, implorando la gracia de sus mementos. 

Roma, 27 de julio de 1886. 

Muy atto. y afmo. s. s. en J. C., L. M. Cardenal Vicario. 

Fin de Página: 149 


VOLUMEN XVIII Página: 149 

Todavía más afectuosa fue la carta de su Cardenal Arzobispo. Don Bosco había encargado a Lemoyne que ((165)) escribiera una bonita 
carta a Su Eminencia, con ocasión de su día onomástico y recibió de él esta afable respuesta: 

Reverendísimo y carísimo don Juan: 

íQué gratos me han sido los augurios que usted, bonísimo don Juan, me ha hecho llegar con ocasión de mi día onomástico! El reverendo 
excelente sacerdote don Juan Bautista Lemoyne, que tan bien supo interpretar el afecto que los Salesianos sienten por mi pobre persona, añ 
una cosa que me ha llenado de satisfacción: dice que, en todas las casas de los Salesianos, se reza siempre por el anciano Arzobispo de Tur 
Esto da fuerzas y es prenda de un sonriente porvenir. 

Con la ayuda de las oraciones de los buenos confío que, a pesar de mi poquedad, puedo esperar que no será totalmente infructuosa mi lab 

También yo pido por usted, venerando don Bosco, todos los días, para que su preciosísima existencia se conserve largo tiempo y la 
Congregación Salesiana pueda experimentar todavía por mucho tiempo el influjo de la caridad, laboriosidad y sacrificio que inflaman el 
corazón de su benemérito y providencial fundador. 

1 Véase Ap., Doc. núm. 32. 
149 

Le deseo que sean muy provechosos para su salud los balsámicos aires de los Alpes que corren por San Mauricio, mientras bendigo con 
todo el corazón a usted y a los sacerdotes que están a su lado y me profeso, 

De V. S. Ilma. y Rvma., 

Turín 7 de agosto de 1886. 

Afmo. en J. C., CAYETANO Card. Arz. 

A primeros de junio se cernía por toda Italia una nueva nube de tristeza. Mientras la erupción del Etna angustiaba a la provincia de Catan 
iba el cólera arrebatando sus víctimas por las regiones del Piamonte, Véneto, Apulia, Emilia y Toscana. Era menos fuerte que en las 
invasiones precedentes, pero duró más tiempo. Ahora se sabía que, dos años antes, don Bosco había recomendado como antídoto llevar al 
cuello la medalla de María Auxiliadora y hacer determinadas prácticas de piedad; por ello llovían sobre el Oratorio las demandas de medal 
y fueron innumerables los testimonios de gracias recibidas. La siguiente carta, escrita desde Pinerolo a la señora Maggi Fannio, de Santa 
María Iconia, ((166)) provincia de Padua, es un testimonio de los consejos que don Bosco daba a los Cooperadores durante el peligro. 

Ilma. Señora: 

Recibí su apreciada carta del día veinticinco del corriente mes con su donativo, que agradezco muy de veras y me apresuro a manifestarle 
que rezo fervorosamente con todos mis muchachos por usted, por sus seres queridos y por toda esa buena ciudad. Sí, que María Auxiliador 
extienda su manto sobre todos, les bendiga y guarde de todo mal en el tiempo y en la eternidad. 

He dado órdenes para que le envíen en seguida las medallas; si no las recibe dentro de unos días, haga el favor de manifestármelo. 

Reciba mis saludos, mientras la bendigo con todos los suyos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 

De V. S. Ilma., 

Pinerolo, a 27 de julio de 1886. 

Atto. y s. s., JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 150 


VOLUMEN XVIII Página: 150 

P.D. Para estar libres del cólera es necesario: 
1) Llevar siempre la medalla al cuello o bien consigo. 

2) Invocar frecuentemente a María Auxiliadora (María Auxiliadora, ruega por nosotros). 

3) Recibir con frecuencia los Santos Sacramentos de la confesión y de la comunión. 
150 

Como en las otras ocasiones la medalla de María Auxiliadora obraba prodigios. Un día en Rímini, en el mes de septiembre, llegó a casa d 
una Cooperadora su hijo atacado por el terrible mal. La madre recurrió en seguida con su pensamiento a María Auxiliadora y, antes de 
acostarle, sin decir nada, colocó bajo la almohada una medalla bendecida por don Bosco. Pues bien, apenas el pobre atacado por el cólera 
posó la cabeza sobre la almohada, exclamó lleno de alegría: 

-íQué bien, me encuentro! Me parece volver de la muerte a la vida. 

En efecto, se levantó de la cama y, así como momentos antes no se tenía en pie, empezó a andar tranquilamente por la estancia, sin 
experimentar ningún síntoma del mal 1. 

((167)) Las Hijas de María Auxiliadora debían celebrar, en el mes de agosto de 1886, el Capítulo General para la elección de las Superio 
Como estaba él impedido para presidirlo, delegó en don Miguel Rúa, el cual, después de la elección de don Juan Bonetti como Catequista 
general, había asumido nuevamente la dirección general de las Hermanas. Don Bosco le transmitió todas las facultades necesarias con esta 
bonita carta: 

Carísimo Rúa: 

Solamente por motivo de mi quebrantada salud, no puedo ir a Nizza para la elección de la Superiora General y las demás Superioras; por 
tanto, te concedo todas las facultades necesarias para esta y cualquiera otra deliberación que se debe tomar con este fin por el Instituto de la 

Hijas de María Auxiliadora. Ya he rezado y seguiré rezando para que todo resulte a mayor gloria de Dios. 

Animo: Dios está con nosotros. Os espero a todos en el Paraíso, con el auxilio de Dios y su infinita misericordia. 

Animo, repito; el Señor nos ha preparado muchas cosas; industriémonos para realizarlas. 

Estoy medio ciego y achacoso; rezad también por mí, que seré siempre para todos y para todas en J. C. 

Pinerolo, Villa episcopal, 8 de agosto de 1886. 

Afmo. amigo y padre, JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Juan Bonetti escribía el día veintiséis del mismo mes a monseñor Cagliero sobre las Hermanas: «Don Bosco desea que se propaguen 
mucho, porque tuvo aviso de ello ex alto (del cielo)». Su Capítulo 

1 Boletín Salesiano, febrero de 1887. 
151 

General reeligió a todas las Superioras que terminaban su mandato 1. 

El día ocho de agosto celebraba el Círculo Católico Obrero de Bérgamo su décimo aniversario de existencia. La Presidencia comunicó a 
Bosco la noticia y le pidió una bendición especial: él escribió al Presidente esta bonita carta que junto con otras de insignes personajes fue 
publicada en un número único titulado CARITA. 

Fin de Página: 152 


VOLUMEN XVIII Página: 152 

((168)) Doy gracias y bendigo de todo corazón la bondad del Señor que en estos tan difíciles tiempos haya hecho nacer esa pía Sociedad 
Católica Obrera. 

Los consoladores frutos que ha reportado a la ciudad de Bérgamo son un luminoso ejemplo y nos animan a promoverla. 

Rezaré de corazón a Dios N. S. para que bendiga y proteja a todos los que de alguna manera toman parte en esa sociedad y la promueven 

En esta preciosa ocasión, me animo a rogar a usted y a todos los asociados que, con su gran caridad, quieran rezar también por mí y por m 
huérfanos, que en este momento pasan de los doscientos diez mil. 

María nos proteja a todos y sea en todos los peligros nuestra guía segura por el camino del Paraíso. Así sea. 

Turín (Pinerolo) 22 de julio de 1886. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Soy viejo y estoy medio ciego; tenga por tanto paciencia para leer estas mis pobres líneas. 
Ya hemos narrado varias veces en este y en otros volúmenes cómo algunas Asociaciones Obreras Católicas dirigían sus ojos a don Bosco 
considerándole un gran apóstol de la actividad en favor de la clase obrera. Por eso sucedía que, donde había una casa salesiana, las mismas 
asociaciones la consideraban como lugar a propósito para celebrar sus reuniones. Así, el día tres de junio, la Sociedad Católica Obrera de L 
Spezia acudió a celebrar la fiesta de la bendición de su bandera en el Instituto de San Pablo con asistencia del conocido cooperador genové 
Mauricio Dufour. Durante el banquete social, preparado en el patio, después de los vítores al Papa, al Rey, a la Reina, al Obispo, se vitoreó 
también a don Bosco. Su nombre entusiasmó de tal modo a los presentes que lo repitieron varias veces con frenesí. Ante aquellos vivas, los 
muchachos, que estaban en el salón de estudio, salieron fuera corriendo y gritando también sin cesar: íViva don Bosco! 2. 

1 Las noticias referentes a las Hijas de María Auxiliadora se leen en una carta de don Juan Bonetti a monseñor Cagliero, que publicamos 
el Apéndice, Doc. núm. 33. 

2 L'Eco d'Italia, 6 de junio de 1886. 
152 

Al mes siguiente, se honraba a don Bosco en La Spezia, no por el pueblo de dicha ciudad, sino por el mismo Rey de Italia. Se dirigía el R 
Humberto a Génova para asistir el día diecisiete de julio a la ((169)) inauguración del monumento a Víctor Manuel II, su augusto padre, y s 
detuvo un par de horas en la ciudad marinera. La autoridad municipal invitó también al Colegio para el recibimiento y el Rey agradeció la 
presencia de una representación del Instituto rindiéndole honores. Al llegar, ya había reparado en aquel grupo de muchachos dispuestos en 
filas delante del hotel y había preguntado quiénes eran. Don Angel Caimo, consejero escolástico, estaba encargado de leerle un saludo, per 
brevedad del tiempo no se lo permimitió. Su Majestad le pidió algunas informaciones; después, dirigiéndose al Gobernador de la provincia 
los oficiales que le rodeaban, dijo: 

-Verdaderamente es algo sorprendente. Este don Bosco tiene una actividad extraordinaria; sus obras ya están extendidas por muchas part 
del mundo. íY cuánto bien hace! En Turín ha levantado un Instituto modelo, que puede compararse con los mejores. 

Manifestó a continuación deseos de volver a ver a todos los muchachos a la hora de partir. Entonces el general Pasi, su primer ayudante d 
campo, ordenó que se formaran, a la salida, delante de la tropa y que, en aquel momento, solamente sonara su banda. El Rey pasó ante ello 
mirándolos constantemente y saludando con una inclinación a los superiores. 

Al día siguiente, enviaba el Alcalde al Director del Colegio el caritativo donativo del Rey de cuatrocientas liras. 

De ahora en adelante no tendremos sueños importantes que narrar. El sueño de Barcelona fue el último de los grandes sueños de don Bos 
Posteriormente contó otros, pero de orden meramente natural y como por pasatiempo. He aquí uno que expuso a sus oyentes el día nueve d 
agosto. 

Vio a numerosos labradores que subían a un henar, mirando por una y otra parte si había heno, pero sin hallarlo. Bajaron a la cuadra, 

Fin de Página: 153 


VOLUMEN XVIII Página: 153 

registraron los pesebres y encontraron algunos residuos. 

-Pero »cómo arreglárnoslas? se decían entre sí. La primavera toca a su fin y estamos sin heno. 

-No nos queda más solución, murmuraba uno de ellos, que matar las vacas y comernos la carne. 

((170)) -»Y después?, replicó otro. Haremos como las vacas de Faraón, que se comieron entre sí. 

Vio después muchas maletas muy bonitas, cerradas, que nadie 

153 

podía abrir. Abriólas él y vio que estaban llenas de monedas de cobre. 

-»Qué quiere decir esto?, preguntó el siervo de Dios a su guía. 

-Los ricos, le contestó éste, tendrán estas monedas, y los diamantes, el oro, la plata, las piedras preciosas, todo pasará a manos de los pob 

Los ricos perderán su poder y serán expoliados. 

De cuando en cuando, don Bosco salía del chalet del Obispo para ir al Santuario de San Mauricio, en compañía del secretario episcopal. 
Una mañana, desde lo alto del collado denominado también de San Mauricio, se detuvo a contemplar el espléndido panorama y viendo en 

frente, sobre un otero aislado, un gran edificio, dijo: 

-íQué bonito y encantador resulta ese montículo con ese magnífico edificio! íQué a propósito sería para un colegio salesiano! 

Era Monte Oliveto, donde se levantaba un edificio que había pertenecido a los jesuitas y, más tarde, a los cartujos y, entonces, al patrimo 
nacional. Don Pablo Albera abrió allí el año 1915 un asilo para huérfanos de la guerra europea y su sucesor, una vez cumplida ya su primer 
finalidad, instaló allí un noviciado salesiano 1. 

Como se encontraba discretamente recuperado, quiso volver a Valdocco para asistir al reparto de premios del final de curso. Partió, pues, 
día trece de agosto por la mañana. Quiso dar una propina al personal de servicio, que con tanta delicadeza le había atendido; pero ellos no 
quisieron recibir nada y le rogaron, en cambio, que aceptara una pequeña cantidad recogida entre ellos para sus niños pobres. Enternecido, 
aseguró que los tendría siempre presentes en sus oraciones. 

-No podría hacernos mejor regalo, le respondieron. Es un honor para nosotros poderle servir. íOjalá pudiéramos darle un poco más de sal 

El Obispo lo acompañó hasta la estación. »Quién hubiera ((171)) dicho que no se verían más en este mundo? La Santa Sede había 
transferido a monseñor Chiesa a Casale, en donde había fallecido monseñor Ferré: a un amigo de don Bosco le sucedía otro amigo. Pero D 
lo llamó a sí repentinamente el día cuatro de noviembre. 

Aunque la ausencia no había sido muy larga ni había ido lejos, sin embargo, sus hijos, pequeños y grandes, celebraron su vuelta, a la hora 
la comida. Y sabiendo lo mucho que le agradaban las noticias 

1 El piadoso deseo de don Bosco lo cuenta monseñor Cesano, que era precisamente secretario del Obispo, en un Número único que se 
publicó con motivo de la inauguración del agua y de la luz en Monte Oliveto. (Turín, Soc. Ed. Intern. 1923, pág. 6.) 
154 

de las misiones, le leyeron en la mesa algunas cartas de monseñor Cagliero. Decía el Vicario Apostólico que muy pronto se adentraría hast 
centro de Patagonia, en donde había sabido se encontraba un número considerable de salvajes. Don Bosco escuchaba llorando. Años atrás, 
cuando había propuesto abrir Misiones en Patagonia, había habido alguien en Roma que hasta se rió, puesto que las estadísticas de la 
población daban por desiertas aquellas regiones. 

-íDon Bosco quiere ir a evangelizar las hierbas! decían algunos. 

Y he aquí que Monseñor confirmaba ahora lo que don Bosco había visto en sueños. Ese era el motivo de su emoción. 

Diríase que hasta la Providencia quiso darle de algún modo la bienvenida. A la mañana siguiente, había entregado al prefecto general, do 
Celestino Durando, todo el dinero que había recibido en aquellos días para que pudiera satisfacer las necesidades urgentes. Apenas salió do 

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VOLUMEN XVIII Página: 155 

Celestino, cuando entró en su habitación un señor que esperaba hacía rato en la antesala. Don Bosco, como implorando su caridad, le dijo: 
-Disculpe si le he hecho esperar. El Prefecto de la Congregación ha venido a llevarse todo el dinero que tenía y aquí tiene a don Bosco 

pobre, sin un céntimo: 

-Pero, don Bosco, le respondió el otro; si en este momento necesitara urgentemente dinero »cómo se las arreglaría? 

-íOh, la Providencia... la Providencia!, exclamó don Bosco. 

((172)) -Sí, Providencia... Providencia... eso está muy bien; pero ahora mismo usted no tiene dinero y, si de pronto lo necesitara, no sabrí 

cómo arreglárselas. 

-En tal caso le diría a usted, amigo mío, que saliera a la antesala donde encontraría una persona que trae una limosna a don Bosco. 

-»Cómo? »Lo dice de veras? Allí no había nadie cuando yo entré. »Quién se lo ha dicho? 

-Nadie me lo ha dicho. Lo sé yo y lo sabe María Auxiliadora. 

Aquel señor salió a la antesala, donde efectivamente había un señor y le dijo: 

-Señor, »viene usted a ver a don Bosco? 

-Sí, le respondió aquél, vengo a traerle una limosna. 

E, invitado a entrar, entregó a don Bosco trescientas liras. 

El día de la Asunción, presidió la distribución de premios de aprendices y estudiantes que, al día siguiente, salían de vacaciones. En lo m 
entretenido de la velada, hubo un golpe teatral que alborotó a los presentes: apareció de improviso don Luis Lasagna, que venía del Urugua 
Dirigióse al amado Padre y lo abrazó con todo el cariño de 
155 

un hijo y, después, se sentó a su lado. Terminada la velada tomó la palabra y, a pesar de la impaciencia que, en tales momentos suele 
apoderarse de los muchachos, su manera de hablar, llena de entusiasmo, atrajo la atención de todos. Una cosa agradó especialmente a don 
Bosco. Un día del mes de mayo don Luis Lasagna había recibido una llamada telefónica desde Montevideo. El Superior de los padres Jesui 
le comunicaba que una gran señora de Santiago de Chile quería que los Salesianos fueran a su capital, y se ofrecía a pagarles el viaje desde 
Europa y proveerles de todo lo necesario. De momento, don Luis Lasagna no había hecho mucho caso de aquella comunicación, pues eran 
muy frecuentes ofertas semejantes; pero, cinco minutos después, recibió de Turín una copia del sueño de Barcelona, en el que precisamente 
hablaba de una casa en Santiago de Chile. 

((173)) El día quince de agosto se había celebrado, según costumbre, el cumpleaños de don Bosco. El Cardenal Alimonda quiso ir 
personalmente a felicitarle y pasó de nuevo un par de horas de charla con él. 

La condesa Balbo, que le había felicitado por carta, pudo alegrarse al recibir su respuesta. 

Ilustrísima señora Condesa:
Recibí su muy apreciable carta del día catorce de los corrientes y me es grato contestarle.
Le agradezco los augurios que me hace con ocasión de mi cumpleaños y se los retorno centuplicados. Celebré la misa ese día en el altar 
d


San Pedro y puede imaginar con cuanto esfuerzo y fatiga; y recé, recé mucho por todos los que me dieron su mano y me la siguen dando pa 
cumplir la misión que, en su bondad, me confió el Cielo: recordé singularmente en mis oraciones a V. S. y a todos sus seres queridos, 
deseando para todos abundancia de gracias y favores espirituales y temporales. 

Ilustrísima señora Condesa, reciba mis más sinceros saludos y créame siempre, como me complazco en profesarme en N. S. J. C. 

De V. S. Ilma., 

Fin de Página: 156 


VOLUMEN XVIII Página: 156 

Turín, 18 de agosto de 1886. 

Su muy atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Hoy sabemos todos que don Bosco nació el día dieciséis de agosto y no el quince del mismo; pero, entonces, hasta él mismo lo ignoraba. 
Resulta bonita la observación que a este propósito hace un reciente biógrafo del Santo 1. 

1 HENRI GHEON, Saint Jean Bosco. Flammarion, París, pág. 22. 
156 

Después de imaginar que mamá Margarita pasara la fiesta de la Asunción en beatífica unión con la Madre de Dios, a la que ofrecía el hijo 
que iba a nacer, escribe: «Don Bosco tiene razón cuando escribe: Nací el día quince de agosto. Sí, espiritualmente, porque tuvo dos madres 
una en el cielo y otra en la tierra, y honró a las dos». 
157 
((174)) 

CAPITULO VI 

CUARTO CAPITULO GENERAL 

LA vida de don Bosco, obligado ya por el peso de los años y los achaques, a pasar la jornada sentado en su habitación sin más recreo que 
algún paseíto vespertino en coche, tenía que resultar, humanamente hablando, monótona, máxime para él, acostumbrado a una incesante 
actividad. Cuatro sucesos vinieron a romper aquella pesada uniformidad en los últimos meses del 1886 los cuales, aunque le ocasionaron 
inevitables molestias, sin embargo, le proporcionaron verdadera satisfacción. Nos referimos al cuarto Capítulo General, a un viaje a Milán, 
una expedición misionera y a la inauguración de la nueva sede para el noviciado en Foglizzo. 

El cuarto Capítulo General era el último que se desenvolvería bajo la presidencia del santo Fundador. La circular que lo convocó está 
fechada el día treinta y uno de mayo. En ella se notificaba que, al cumplirse un sexenio desde la última elección del Capítulo Superior, se 
renovaría en esa circunstancia la elección. El lugar para la asamblea sería el Colegio de Valsálice; el tiempo, desde el día primero de 
septiembre. Según las Constituciones 1 tenían derecho a tomar parte en él, además de los miembros del Capítulo Superior, de los Inspector 
y del Procurador general, todos los Directores de las Casas; según las mismas Constituciones 2, puesto que había elecciones, ((175)) cada 
Director debía ir acompañado por un socio profeso perpetuo, elegido para tal fin por los socios de la propia casa. 

Contemporáneamente se envió a cada Director el esquema de los asuntos a tratar, para que lo pusieran en conocimiento de sus subordinad 
los cuales eran invitados a estudiarlos seriamente y a comunicar por escrito las observaciones y propuestas que creyeran oportunas, 
enviándolas con tiempo al Consejero escolástico, don Francisco Cerruti, nombrado Regulador del Capítulo General. El referido esquema 
estaba concebido en estos breves términos. 

1 Nota al art. 3, cap. VI. 

2 Cap. IX art. 10. 
158 

ASUNTOS A TRATAR EN EL CAPITULO GENERAL
EN EL MES DE SEPTIEMBRE DE 1886


Se repasarán brevemente los asuntos tratados en el último Capítulo General, y especialmente: 

I. El número III del esquema propuesto entonces, a saber, el Reglamento para las parroquias, dirigidas o que se deberán dirigir por los 
Salesianos. 
II. El número V: dirección que se debería dar a la parte profesional de las casas salesianas y medios para fomentar las vocaciones entre lo 
alumnos aprendices. 
Fin de Página: 159 


VOLUMEN XVIII Página: 159 

Se proponen además al estudio de los hermanos estos nuevos asuntos: 

III. Cómo llevar a la práctica el decreto de la F. M. de S.S. Pío IX Regulari disciplinae. 
IV. Qué sistema debe seguirse para la promoción a las sagradas órdenes. 
V. Modo y medios para elegir casas de estudios para los clérigos en las distintas inspectorías. 
VI. Cómo conseguir la exención del servicio militar. 
VII. Modificaciones a introducir en el Catálogo de nuestra Sociedad. Propuestas que hacen los Hermanos. 
Se encargaba finalmente, a los Directores y a los Hermanos delegados para las elecciones, que se reunieran el día veinticinco de agosto en 
San Benigno Canavese, para hacer allí los ejercicios espirituales de preparación. Estuvo también presente a estos ejercicios don Bosco; se 
encontraba allí desde el día veintiuno, durante los ejercicios de los aspirantes 1. 

((176)) Nunca se había visto una reunión de Salesianos tan imponente. Hacían corona a don Bosco el Capítulo Superior, tres Inspectores, 
veintinueve Directores 2 y el mismo número de elegidos en las distintas casas, más algunos otros sacerdotes ajenos al Capítulo General. Lo 
predicadores fueron don José Bertello, de quien escribía don José Lazzero «predica unas meditaciones verdaderamente clásicas», y don Lui 
Lasagna «que da unas instrucciones con verdadero celo misionero y espíritu salesiano», añade el mismo 3. 

Por motivos económicos, de América sólo asistió don Luis Lasagna, 

1 Antes de salir de Turín había escrito al Papa, enviándole su afectuosa felicitación por san Joaquín, día onomástico de León XIII. El día 
veinticuatro recibió de Roma el siguiente telegrama: «Sacerdote Bosco. S. Benigno, Agradeciéndole felicitaciones e invocando plenitud de 
dones celestiales sobre huérfanos dirigidos por beneméritos Salesianos. Santo Padre imparte a todos Apostólica bendición. L. Cardenal 
JACOBINI». 

2 Ap., Doc. 34. Los Inspectores eran cinco; pero el de Liguria, don Francisco Cerruti, era a la vez Consejero del Capítulo Superior desde 
1885; y el de Argentina, don Santiago Costamagna, no pudo estar presente. 

3 Carta a monseñor Cagliero. San Benigno, 28 de agosto de 1886. 
159 

lo cual desagradó; porque, a pesar de todo, se hubiera deseado una representación mayor de aquellas apartadas regiones 1. 

Monseñor Cagliero quiso hacerse presente con algunas propuestas, a desarrollar en una conferencia especial a los Directores; las enviaba 
además, en nombre de aquellos Hermanos 2. 

((177)) Durante los ejercicios de don Bosco se sentía cada día peor, a causa del calor, por lo que se limitaba a conceder alguna audiencia 
los Directores y no podía hacer otra cosa. Pero decía en general: 

-Si queréis hablarme del alma, venid, y siempre encontraréis a don Bosco dispuesto a escucharos. Me queda poco tiempo y lo dedico con 
gusto al bien de mis hijos. 

Al ver después que, en las horas de recreo, todos los ejercitantes se agolpaban a su alrededor para escucharlo, mezclados superiores e 
inferiores, decía con alegría: 

1 L. c. «Desagrada, y lo digo de parte de don Miguel Rúa, que no haya venido de América más que don Luis Lasagna. Se esperaba con 
ilusión, además, a don Santiago Costamagna, a don José Fagnano y a alguno más». El mismo don Miguel Rúa había escrito el día once de 
agosto a don Antonio Riccardi, secretario de monseñor Cagliero: «Estamos muy contrariados porque ha venido solamente don Luis Lasagn 
de los superiores de América, al Capítulo General. Esperábamos al menos a dos. Paciencia». Y don Luis Lasagna decía a monseñor Caglier 
(San Benigno, veintiséis de agosto): «Don Bosco ha sentido mucho que no hayan venido don José Fagnano y don Santiago Costamagna». 

2 Propuestas para una conferencia a los Directores. 

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1.° Insistir en la observancia del voto de pobreza, especialmente en el vestir, en los viajes y en las reparaciones y construcciones material 

2.° Recomendar ejemplaridad en la vida común, especialmente en las comidas, bebidas tomadas aparte, etc. 

3.° Respondan con prontitud e integridad a las circulares del Inspector. 

4.° Hágase bien y regularmente el ejercicio de la Buena Muerte, pero precisamente por los Hermanos y no sólo por los muchachos. 

5.° Dígase lo mismo del coloquio mensual o cuenta de conciencia. 

6.° Recuerden que, ante todo, deben asistir, amar y ayudar a los propios hermanos y después, a los muchachos. 

7.° Y, sobre todo, a los clérigos jóvenes procedentes de san Benigno, los cuales necesitan que se continúe con ellos la asistencia paternal 
la gran caridad que se tiene con ellos allí en las prácticas de piedad y de la Congregación; instrúyaseles para que sean buenos maestros y 
asistentes con el Sistema preventivo de educación, leyéndolo y explicándolo; y aliénteseles en las dificultades que encuentren en el 
desempeño de sus incumbencias, que son, a veces, la causa primera de su abandono. 

8.° Las deliberaciones Capitulares léanse en su totalidad al principio del año; después un poco cada día. Las reglas, un capítulo cada mes 
el ejercicio de la Buena muerte. 

Don Francisco Cerruti (Turín, 12 de octubre de 1886) les escribirá: «Vuestras propuestas llegaron aquí dos días después de la clausura de 
Capítulo General, es decir, el día nueve de septiembre por la tarde. Pero veo al leerlas que, en sus dos terceras partes, son las mismas que la 
de la mayoría de los hermanos y que han sido adoptadas por el Capítulo General. La otra tercera parte, la tendré muy en cuenta en la revisió 
e impresión de las deliberaciones hechas, por su valor intrínseco y porque vienen de los que, como son los misioneros, constituyen la gloria 
el apoyo principal de la Congregación». 
160 

-En esto os considero a todos como hijos míos. Estad siempre así, sin porfía de preferencias. Veo aquí a directores, predicadores de 
ejercicios, miembros del Capítulo Superior, todos reunidos como en una sola familia. Quisiera deciros muchas cosas; pero mis pulmones y 
no quieren soplar. Se las diré a don Miguel Rúa y él os las repetirá. 
Mientras tanto, rezad por don Bosco. 

Y, así diciendo, se alejaba, en tanto que los presentes conmovidos le rodeaban para besarle la mano 1. 

Por fin, muy debilitado y lleno de dolores, dejó aquella casa el día treinta y uno por la mañana. Quedóse en el Oratorio el resto del día y 
salió para Valsálice el día siguiente a las diez. Al pasar por delante de las Hijas de María Auxiliadora, donde se habían reunido muchas 
Hermanas para sus ejercicios espirituales, quiso pararse. Entró, dio a todas reunidas en la capilla unos recuerdos, las bendijo y tomando de 
nuevo el coche, prosiguó su camino. 

Le esperaban en Valsálice todos los miembros del Capítulo General. Por la tarde hubo una reunión en la iglesia. Don Bosco ((178)) se se 
en el presbiterio, con los miembros del Capítulo Superior que concluían su mandato. Después del canto del Veni Creator, don Miguel Rúa 
declaró abierto el Capítulo General, en nombre de don Bosco y leyó los artículos del Reglamento que se refieren a tal objeto. Después, 
invocada la protección de la Santísima Virgen con el canto del Ave Maris Stella y recibida la bendición de Jesús Sacramentado, se pasó a l 
sala de reuniones para celebrar la sesión preparatoria. 

Hízose una sucinta relación de las incumbencias que se confiaban a los que iban a ser elegidos, se estableció que se hiciera la elección al 
siguiente, por la mañana, y que se tuviese, por la tarde, la primera sesión para tratar del quinto y séptimo tema, referentes a los centros de 
estudios para los clérigos en las distintas inspectorías y la redacción del Catálogo de nuestra Sociedad: eran dos asuntos poco importantes p 
que, según pensaba el regulador, servirían para mayor armonía de los capitulares y para facilitar las discusiones. 

Era la primera vez que el Capítulo Superior se presentaba ante el Capítulo General con su secretario en la persona de don Juan Bautista 
Lemoyne. El secretario no es propiamente uno de los Superiores del Capítulo, a cuyas órdenes simplemente está; no podía, pues, ser 
comprendido entre los electores, ni en fuerza de la Regla que atribuía el derecho de elección al Capítulo Superior, ni en fuerza del derecho 
común; por tanto, la asamblea, valiéndose de sus poderes, antes de 

1 J. B. FRANCESIA, Vida popular del Beato don Juan Bosco. Turín, S. E. I., pág. 216. 
161 

Fin de Página: 162 


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disolver la reunión preliminar, deliberó, por unanimidad, que el secretario general del Capítulo Superior fuese elector. 

Distribuyóse, después, una lista de los socios elegibles, incluidos los que terminaban su cargo. Sumaban setenta y uno, sin contar al Rect 
Mayor, que lo era de por vida, su Vicario que estaba ad nutum Rectoris (a la voluntad del Rector) y los monseñores Cagliero y Fagnano, qu 
tenían un destino especial de la Santa Sede. En aquel tiempo, era preciso también hacer la elección del Maestro de Novicios, dado que la 
Regla decía ((179)) taxativamente: Novitiorum Magister eligatur in Capitulo Generali (El maestro de Novicios sea elegido en el Capítulo 
General) 1. La elección, que se desarrolló sin incidentes 2 el día dos por la mañana, dio los siguientes resultados. 

Prefecto: Don DOMINGO BELMONTE.
Director espiritual: Don JUAN BONETTI.
Ecónomo: Don ANTONIO SALA.
Consejero escolástico: Don FRANCISCO CERRUTI.
Consejero profesional: Don JOSE LAZZERO.
Consejero: Don CELESTINO DURANDO.
Maestro de novicios: Don JULIO BARBERIS.


Monseñor Cagliero fue proclamado Catequista honorario. 

Y, todo concluido, se leyó una comunicación a don Bosco en la que todos los presentes declaraban que, respecto a la elección, podía él 
hacer como mejor lo creyere ante el Señor, confirmándola o cambiándola. Don Bosco agradeció a los congregados aquella demostración de 
confianza, expresó su satisfacción e invitó a dar gracias al Señor. Como conclusión anunció, con palabras llenas de caridad y de dolor, la 
pérdida sufrida aquella misma mañana del carísimo hermano don Juan Nespoli, augurando a la Congregación Salesiana muchos buenos 
salesianos como lo había sido el recientemente fallecido. 

Don Juan Nespoli merecía efectivamente aquella honrosa conmemoración. 

1 Cap. X, art. 9. En el décimo Capítulo General del 1904, se deliberó que «Los Maestros de Novicios serán elegidos por el Rector Mayor 
con el consentimiento de su Capítulo, oído el parecer del Consejo Inspectorial». Véase: Deliberaciones del IV Capítulo General. San Benig 
Canavese, 1905. 

2 Escribía don José Lazzero a monseñor Cagliero (3 de septiembre de 1886): «Antes de cada votación, se leía en alta voz el cargo que de 
ocupar el elegido: al llegar a los Consejeros, se expuso que uno sería encargado de los estudios, otro de la enseñanza profesional y el tercer 
de las relaciones con las misiones». Don Francisco Cerruti escribía también al mismo (12 de octubre de 1886): «Una cosa que satisface es e 
buen orden con que se hizo la elección del Capítulo Superior y se celebró el Capítulo General». 
162 

Su prematura desaparición hacía lamentar más dolorosamente la pérdida de un hermano de ingenio tan perspicaz y tan gran virtud, lograda 
costa de heroicos sacrificios, ((180)) dado su carácter naturalmente irritable y esquivo. Huérfano de padre a los nueve años, vivió todavía d 
años con sus parientes hasta que una piadosa señora, a quien el padre moribundo había confiado su familia, se interesó para que fuera 
admitido en el Oratorio. Allí cursó los cinco cursos del gimnasio (bachillerato); pero, en el gimnasio superior, engolfado en la lectura de lo 
clásicos y no encontrando en la escuela alguien que comprendiese las ansias de su espíritu y lo iluminase suficientemente en las cuestiones 
la fe, se enfrió mucho en la piedad. Para su suerte, la evidente santidad de don Bosco y de don Miguel Rúa, que claramente pudo apreciar, 
actuó en él como un doble imán que lo atrajo y lo retuvo. El año 1876 pasó al noviciado, que entonces constituía una sección independiente 
el Oratorio. Aquel año, bajo la dirección de don Julio Barberis, comenzó la labor de su formación espiritual, que descuidó un poco durante 
tres años que siguieron a la profesión temporal, hasta que fue destinado a Alassio, donde encontró en don Francisco Cerruti al Director que 
necesitaba. Desde aquel momento, ya no tuvo ningún retroceso su ascensión espiritual. El estudio y la piedad, las clases y la asistencia eran 
vida cotidiana. 

Era profesor del curso preuniversitario y quería que se le reservase la clase semanal de religión, a la que se preparaba con todo empeño y 
la que obtenía excelentes resultados. Desde Alassio se matriculó en la universidad de Génova; pero, poco después de haber conseguido la 
licenciatura en letras, cayó enfermo de muerte. Tenía veintiséis años de edad. 

Su nombre perdura con una obra suya póstuma, fruto de su entrega al estudio de los Santos Padres 1. 

Don Bartolomé Fascie, su amigo y compañero en la enseñanza, seglar entonces y hoy Consejero escolástico general, hizo un prólogo 
interesante sobre la biografía del traductor. Escribe sobre su carácter: «Daba la impresión de un perfecto equilibrio, de un ademán 

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intensamente constante, que yo, ante cualquier actitud con que él se me presentase o ((181)) yo me cruzara con él, siempre podía reconocer 
y decirme: es él. Pero había un sitio, donde esta característica por la cual se le reconocía, destacaba inconfundible, y era en la clase. Allí 

1 SAN AURELIO AGUSTIN, XXXIII Cartas. Traducción y comentarios del sacerdote Juan Nespoli. Turín, Tip. Sal., 1887 
163 

aparecía don Juan Nespoli como él era, con toda su única personalidad». 

Y observaba lo siguiente sobre su actividad intelectual: «El saber era sólo un medio para él; su finalidad no era ser docto, sino bueno para 
ayudar a los demás a serlo». 

Don Juan Nespoli prestaba esta ayuda, empeñándose por ser buen maestro; y su panegirista hace notar cómo quería ser maestro cuando 
celebraba la misa o recitaba el breviario, en los recreos, al acompañar a los muchachos de paseo y, naturalmente, al dar clase. «Aquel temp 
tan fuerte, dice don Bartolomé Fascie, era manso como un cordero con los muchachos, se hacía todo para todos, sabía compadecerlos, toma 
en serio todas sus dificultades y objeciones, las resolvía y hasta se amoldaba a su carácter, Pero era siempre serio: y, además, había para él 
categoría con la que se mostraba inexorable y a la que nunca concedió tregua alguna; aquella su enérgica voluntad no pudo jamás inclinarse 
compadecer, ni aguantar a los holgazanes en clase». La energía de la voluntad le acompañó y le sostuvo toda su vida. Era tan decidido para 
todo, recuerda don B. Fascie, que no podía comprender cómo el Director, le preguntara si había tenido alguna vez dudas sobre su vocación 
No podía entender ni cabía en su cabeza que hubiese gente que, después de tomar una decisión de tal envergadura, pudiese pensar en tener 
dudas; y necesité Dios y ayuda para convencerle». 

Quería a la familia, a los amigos, a los alumnos; pero, es siempre don Bartolomé Fascie quien habla, «más que a nadie, a don Bosco que 
había ocupado en su corazón el lugar de su padre y que, al manifestarle su amor, demostraba lo mucho que estimaba este puesto» 1. 

Volvemos a tomar el hilo de la narración del Capítulo General. La sesión de la tarde del día dos de septiembre, en la que, como ya hemos 
((182)) dicho, se trató del catálogo y de los centros de estudio para los clérigos, no presenta nada notable, salvo alguna observación de don 
Bosco. Aprobó la proposición de enviar, a las escuelas superiores pontificias de Roma, los clérigos más aventajados para completar allí sus 
estudios; sólo hizo observar que todavía le parecía demasiado pronto, dada la necesidad de personal para las obras en marcha. Los dos 
primeros clérigos salesianos que fueron enviados a la Universidad 

1 Entre los papeles de don Juan Nespoli se encontró un cuaderno, con sus recuerdos autobiográficos y que la muerte le impidió completa 
Lo conserva don Bartolomé Fascie. Una parte, especialmente, es tan instructiva, que la publicamos en el Apéndice, porque además hay en 
algunos datos útiles para nuestra historia (Doc. 35). 
164 

Gregoriana, para estudiar teología fueron Angel Festa y Santiago Giuganino. El Santo recomendó, además, que se mantuvieran algunas 
denominaciones de costumbres, como adscritos y año de prueba, en vez de novicios y noviciado. 

-Esto, dijo él, no es necesario, ni útil. 

Más adelante haremos notar una tercera observación, cuando hablemos de Foglizzo. La sesión no dio lugar a deliberaciones formales. 

El día tres, por la mañana, se discutió, en primer lugar, la manera de conseguir la exención del servicio militar para los clérigos. Existían 
todavía por aquellos años algunas puertas de escape que, en años sucesivos, se fueron cerrando. 

-En todo esto, notó don Bosco, es muy importante que haya un conocedor de las leyes y de las personas, que sea buen amigo y quiera 
ayudarnos. Y, si no se tiene ninguno, conviene recurrir con confianza a quien pueda ocuparse de ello, invitándole y rogándole que nos ayud 
hacer valer los derechos que puedan corresponder al recluta a la hora de alistarse y en la del reconocimiento médico. Generalmente aceptan 
se consideran como obligados en favor de los demás. 

Es muy notable lo que pronosticó después de haberse referido a las leyes de Francia y España sobre la cuestión del servicio militar. 
Dijo: 

-En cuanto a Italia, me han dicho que se está estudiando la manera de eximir a los que quieren ir a las Misiones en el extranjero. Y ello 
favorecerá mucho la exención de los nuestros. No tardará mucho en llegar el día en que todo el clero quedará exento en Italia con alguna 
restricción. Pero, entre tanto, mientras esto no sea una realidad, procúrese la exención por todos los medios razonables y legales 1. 

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VOLUMEN XVIII Página: 165 

((183)) No había entonces ningún indicio que hiciera esperar la exención general del clero; más bien el espíritu del Gobierno hacía temer 
contrario. En cambio hoy, después del Pacto Lateranense, es una realidad. La restricción tiene en cuenta el caso de una movilización genera 
en la cual, los que hubieren recibido las órdenes sagradas, deberán ser destinados a funciones sacerdotales o sanitarias. 

Concluido este tema, se examinaron los trámites a seguir para promover a los clérigos a las sagradas órdenes. Nada dicen las actas sobre 
marcha de la discusión, que se continuó por la tarde; pero el estudio debió hacerse muy a fondo, y dan fe de ello los quince artículos 
deliberados 2. 

1 Las deliberaciones en el Ap., Doc. núm. 36. 

2 Ap., Doc. núm. 37. 
165 

En la sesión de la tarde, se elaboró un reglamento para las parroquias. El relator, don Luis Lasagna se sirvió de los trabajos del tercer 
Capítulo General relativos a este asunto. Expuso antes algunas consideraciones que parecían desaconsejar la fácil aceptación del cuidado d 
las parroquias. Se presentaron muchas dificultades sobre el modo de conciliar entre sí las dos autoridades, allí donde se agregara a la parroq 
un colegio. Después de una fuerte discusión, se cortó la cuestión remitiendo al Rector Mayor la determinación, vez por vez, de si el Directo 
del colegio debía serlo también de toda la casa o si el Párroco debía llevar la dirección. Pero quedó decidido en firme que las dos 
administraciones fueran totalmente distintas. Hacía todavía muy poco tiempo que los Salesianos regían parroquias para poder apelar a la 
experiencia y regular esta materia; sin embargo, el segundo ensayo ya señaló un progreso sobre el primero, dando lugar a la formulación de 
conjunto de normas, dignas de nuestra consideración, aunque no fueran más que como punto de partida para las definitivas deliberaciones 
posteriores y, además, porque fueron discutidas en vida de don Bosco 1. 

Don Bosco entró en el aula y asumió la presidencia, que hasta entonces había llevado don Miguel Rua, cuando se estaba estudiando la 
manera de que el nombramiento ((184)) del párroco fuera amovible ad nutum Superioris, y, después de informarse sumariamente de los 
asuntos tratados, empezó a hablar así: 

-Es mi parecer que, encontrándonos en tiempos calamitosos, por la división entre los poderes civil y eclesiástico, conviene seguir adelant 
como mejor se pueda, regulándose según las circunstancias en cuanto a las parroquias ya existentes. En cuanto a las que se pudieren acepta 
ya el Capítulo Superior estudiará la mejor manera para conseguir la inamovilidad. 

Otro asunto interesante fue el de conseguir una mayor disciplina en las escuelas profesionales. El párrafo segundo del esquema repartido 
los Hermanos, presentaba un doble objeto, a saber: la dirección que se debía dar a los aprendices y los medios para desarrollar entre ellos la 
vocación religiosa. Participó también en la discusión el coadjutor José Rossi. Las deliberaciones que se tomaron no pueden quedar sepultad 
en los archivos, porque reflejan el pensamiento de don Bosco, quien ciertamente las hizo suyas, y porque señalan el primer paso de un perí 
basado en la tradición a otro regulado por leyes 

1 Ap., Doc. núm. 38. 
166 

escritas sobre la dirección intelectual, técnica y religiosa de nuestras Escuelas profesionales. 

Era el fruto de una experiencia de treinta años 1. 

El día cinco de septiembre, que era domingo, solamente se celebró la sesión de la tarde, en la que el Capítulo determinó la manera de 
cumplir los decretos sobre la aceptación de los adscritos y el método que debería seguirse para admitir a los votos. 

-Con estos decretos, dijo don Bosco, Pío IX quiso sobre todo dar a las órdenes religiosas una arma para rechazar a los que piden entrar en 
religión y no son dignos de ello. Esa es también la razón por la que esta disposición quedó restringida solamente a Italia. Tal es el espíritu d 
los decretos. 

Digamos algo sobre el origen y la naturaleza de estos decretos. 

Pío IX, un año después de su subida a la cátedra de Pedro, el diecisiete de junio de 1847, envió a los Superiores generales, Abades, 
Provinciales y otros Superiores regulares la Encíclica Ubi primum arcano, ((185)) en la cual declaraba que, apenas elegido para el pontifica 
había concebido el proyecto de defender, robustecer y embellecer las ordenes religiosas. Después les prometía que quería interesarse 
especialmente para que «la santidad de costumbres, la formación espiritural y la disciplina regular, conforme a los estatutos de cada una, 

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revivieran y florecieran cada vez más en ellas». Añadía, por fin, que, para promover y sostener tal reforma, había constituido la Congregaci 
de statu regularium (sobre el estado de los regulares) y estimulaba a los Superiores religiosos a que vigilaran atentamente a sus súbditos y a 
que se mantuvieran siempre de acuerdo entre ellos y con los Obispos y el clero secular, para contribuir todos, viribus unitis (unidas las 
fuerzas), a la edificación del cuerpo de Cristo, esto es, de la santa Iglesia. Para completar la obra de la reforma publicó después, el día 25 d 
enero de 1848, por medio de dicha Congregación, el decreto Regulari disciplinae instaurandae, en el que se impartían saludables 
prescripciones sobre la admisión de los novicios a la toma de hábito y a la profesión religiosa. 

De acuerdo con la ordenanza pontificia, se debía elegir una Comisión ejecutora general y siete examinadores provinciales. Procedióse a l 
elección y resultaron elegidos para la primera los miembros y el secretario del Capítulo Superior y para examinadores provinciales don Jua 
Bautista Francesia, don Juan Marenco, don Eugenio Bianchi, 

1 Ap., Doc. núm. 39. 
167 

don Luis Nai, don Felipe Rinaldi 1, don Juan Bautista Tamietti y don Pedro Guidazio 2. 

Las diversas proposiciones de los Hermanos se presentaron a la asamblea en las dos sesiones del día seis. La discusión de mayor 
importancia para nosotros es la que versó sobre el Boletín Salesiano. Se afirmó en estos términos el concepto general: «El Boletín Salesian 
tiene la finalidad de mantener vivo el espíritu de caridad entre los Cooperadores, de darles a conocer las obras ya realizadas o proyectadas p 
nuestra pía ((186)) Sociedad y animarlos a prestar oportuna ayuda. Por tanto, debe ser tenido como el órgano de la misma Sociedad» 1. 

Y, para que la revista se mantuviese fiel a la finalidad para la que don Bosco había comenzado su publicación, el Capítulo General 
determinó cuanto sigue: 

1. El Boletín sea redactado e impreso bajo la inmediata vigilancia del Capítulo Superior, el cual hará que sea traducido a las diversas 
lenguas, y pondrá al frente un Director-Redactor, que se encargue de revisar y ordenar artículos y las noticias procedentes de los diversos 
países y de procurar su solícita publicación y envío. 
2. Para que el Boletín esté de acuerdo con las necesidades locales, dejando siempre intacto el texto de las distintas traducciones, se reserv 
las últimas páginas para publicar las noticias particulares de las casas, que se encuentran en distintas naciones. 
Si en América se debiera publicar algún artículo con urgencia, podrán los Inspectores hacer imprimir su suplemento extraordinario, del c 
se dará un resumen en el número siguiente. 

3. Cada Inspector encargará a uno de su Inspectoría, apto para ello y con comodida para hacer un resumen mensual de las noticias más 
importantes de la Inspectoría, y las enviará al Director del Boletín antes del día quince del mes, para que pueda incluirlas en el próximo 
número. 
4. Los donativos hechos por los Cooperadores para ayudar a las obras salesianas, correspondientes al Boletín, sean contabilizados aparte 
enviados por cada casa, al Rector Mayor. 
Se pueden retener en las Casas las limosnas que se hagan determinadamente para ellas, con tal de que se dé noticia de las mismas al Rect 
Mayor. En todos los casos, cúmplanse las intenciones de los donantes. 

Don Bosco tomó varias veces la palabra en las dos sesiones. En una aprovechó la ocasión para recomendar a todos que conocieran 

1 Don Felipe Rinaldi había participado solamente en la sesión de las elecciones, como delegado de la casa de san Juan Evangelista, y hab 
asistido con don Juan Marenco, vicedirector de la misma. 

2 Los nombres se citan por el orden del número de votos obtenidos. 

1 Así dicen las Deliberaciones, en el Cap. V. 

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168 

bien la Obra de los Hijos de María Auxiliadora y que favorecieran las vocaciones de los adultos; después añadió: 

-Cuando el Cardenal Berardi habló al Padre Santo sobre esta Obra dijo el Papa: «Si los frailes quieren encontrar frailes, deberán recurrir 
este medio; y también los Obispos, si quieren tener sacerdotes». La razón es que, a veces, los muchachos naufragan en la adolescencia, per 
después se rehacen a los dieciséis o dieciocho años y también a los veinte. 

((187)) Al tratar de las recomendaciones dadas por León XIII para proteger a los jóvenes de la influencia de la masonería, observó don 
Bosco: 

-Bastará recomendar a los muchachos mayores que no se inscriban en ninguna sociedad sin consentimiento de sus padres y del párroco; p 
no se les hable de propósito en casa ni por la prensa. Sería avivar la ira de los enemigos sin ningún provecho. 

Sobre las visitas de los Inspectores y de los Superiores mayores a las casas, don Bosco recomendó que se fuera siempre en nombre del 
Superior y que se recomendase a los Hermanos la observancia de las Constituciones, no en fuerza de la autoridad, de quien manda (Yo 
quiero), sino en fuerza de la obligación impuesta por las reglas. 

-Ese yo quiero lo echa todo a perder, concluyó. 

Para reforzar esta recomendación vienen aquí a propósito unas palabras que él pronunció, el día catorce de febrero de 1887, en el Capítul 
Superior. Al proponer que se diera mayor amplitud a ciertos artículos del Reglamento, dijo: 

-No se busque hacer demasiado prolijos y detallados nuestros Reglamentos, cuando parezcan algo concisos. Donde no sea necesaria una 
regla, procédase con bondad paternal y ayuden los súbditos a los Superiores a la buena marcha de la casa. 

Y he aquí un rasgo de aquella bondad de la que él era ejemplo viviente. Ordenó repentinamente don Francisco Cerruti a don Herminio Bo 
trasladarse desde Lanzo a Randazzo. Al buen piamontés le pareció que ir a Sicilia era confinarle al fin del mundo, lo que le supo mal; y así 
lo manifestó por carta a don Bosco, el cual le respondió paternalmente: 

Querido Borio: 

Vete tranquilo. Mi afecto y mi bendición te acompañarán a donde quiera que vayas. Armate de prudencia y de paciencia. Sé luz para tus 
compañeros. Dios hará que nos podamos ver quizá dentro de muy poco tiempo. 
169 

Que María nos guíe en los peligros y sea para todos los Salesianos guía verdadera hasta el cielo. 

Sigue pidiendo por este amigo tuyo, que siempre te sera en J. C. 

Turín, 6 de febrero de 1886, 

Afmo.
,
JUAN BOSCO, Pbro.


((188)) Cuando se habló sobre el Sistema Preventivo, comunicó que había empezado a escribir un opúsculo sobre tal tema y que esperaba 
acabarlo por sí mismo o por medio de otros. Desgraciadamente ese trabajo no lo terminó, más aún, ni siquiera ha quedado traza entre los 
papeles del Santo, de haberlo comenzado 1. 

El día siete por la mañana se reunió el Capítulo por última vez. Don Juan Bonetti leyó una relación sobre cinco cosas que debían tenerse 
cuenta al tratar con las Hijas de María Auxiliadora, a saber: 1.° No acompañar al médico cuando visita a las enfermas. 2.° Conformarse con 
servicio en la cocina y en el refectorio. 3.° No oponerse al traslado de ninguna hermana. 4.° No tutearlas nunca y evitar toda muestra de 
confianza. 5.° A la pregunta de si había que permitir a las hermanas escribir libremente al Director local, a los antiguos directores y al 
confesor, lo mismo que al Papa, al Rector Mayor y a la Madre General, el relator manifestó su parecer contrario; solamente a las que estaba 
en América se les podría conceder que, en razón de la distancia, escribieran al Inspector. 

Finalmente, don Miguel Rúa recordó algunas partes de la Regla, cuya importancia era conveniente inculcar. 1.° Responder con prontitud 

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diligencia las cartas mensuales de los Inspectores; y que también los Inspectores hicieran lo mismo con las consultas a ellos dirigidas por e 
Capítulo Superior. 2.° Ponerse de acuerdo Inspectores y Directores sobre la observancia de la pobreza. 3. ° Que los Directores no tuvieran 
su habitación bebidas o licores, ni para sí, ni para convidar a otros. 4.° Que los Directores se atuvieran a lo que prescribe el Reglamento ace 
de la calidad y cantidad de la comida. 5.° Que la ropa se mantuviese limpia, pero que no se tuviese prisa por cambiarla 

1 En el volumen XVI (págs. 367-373), hemos publicado un verdadero tratadito sobre los castigos. Con toda seguridad el manuscrito es de 
don Miguel Rúa, como también lo es su estilo; pero quien habla es don Bosco. Creemos que don Miguel Rúa dio forma de circular a un 
esbozo de don Bosco sobre este tema, que sólo estaba destinado a preparar el anunciado opúsculo. La circular, que no se publicó, la 
encontramos por pura fortuna el año 1934. Sin duda que don Miguel Rúa no se hubiera atrevido a hacer hablar así a don Bosco, si él no 
hubiese realmente hablado de ese modo. 
170 

más de lo prescrito por las Reglas; igualmente el calzado. 6.° No ((189)) viajar por placer, ni hacerlo en segunda clase sin necesidad. 7.° Ha 
el ejercicio de la buena muerte, conforme a lo establecido y separadamente de los alumnos. 8.° Que se tuviera regularmente el coloquio 
espiritual: porque el hacerlo con diligencia influye en la buena marcha de las casas. 9.° Que el director se ocupe, primero, de los hermanos 
después, de los alumnos. Que se diera la clase de teología y la de ceremonias, ya que ambas sirven para conservar el espíritu religioso. 10.° 
Ayudar a los jóvenes clérigos procedentes del noviciado. Fomentar en ellos el espíritu de piedad y formarlos en el trabajo práctico. Que se 
avisara especialmente de que no gritaran cuando empezaban a dar clase, informarse de su comportamiento en la escuela. Avisarles con 
sinceridad y caridad. 11.° Leer, al principio del curso, el sistema preventivo y explicarlo, como ya se había determinado. 12.° Tener cuidad 
los principios y, cuando alguno tuviese dificultad, ayudarle oportunamente. 

Después de esto, el Regulador leyó el acta de clausura del Capítulo General, que fue firmada en seguida por todos. El documento termina 
con la siguiente declaración: «Como nuestras Reglas dan al Rector Mayor la más amplia facultad en todo lo que mira al bienestar y 
prosperidad de la Pía Sociedad Salesiana, los miembros del Capítulo General, antes de separarse, a la par que agradecen a su amadísimo do 
Bosco la paternal bondad, que ha demostrado asistiendo a las sesiones, y hacen ardientes votos por la conservación de su preciosa salud, 
declaran unánimemente que le dejan plenos poderes para ampliar todo lo que fuese conveniente añadir o modificar para el bien y el progres 
de la Pía Sociedad Salesiana y en conformidad con nuestras Constituciones». 

Hemos referido acá y allá cosas dichas por don Bosco en distintas sesiones, pero, a juzgar por lo que escribió don Pablo Albera, no se 
recogieron todas sus palabras por los secretarios del Capítulo don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Marenco. Dice, en efecto, el segundo 
((190)) sucesor del Santo 1: 

«Cada uno exponía con calma y delicadeza su propia manera de ver y, terminada la discusión, se esperaba a que don Bosco resolviese las 
dificultades, decidiera las cuestiones e indicara con precisión y seguridad el camino a seguir. Aquellas asambleas eran otras tantas clases en 
las que el venerado Maestro, sintiendo próximo el día en que 

1 Sac. PABLO ALBERA, Mons. Luis Lasagna. Memorias biográficas. San Benigno Canavese, Esc. Tip. Sal 1900, pág. 214. 
171 

debería dejar a sus amados discípulos parecía querer condensar en pocas palabras sus enseñanzas y toda su larga experiencia». 

Al comienzo del curso escolar, cuando el personal de las distintas casas se encontraba ya en su respectivo puesto y todo había empezado 
marcha regular, don Bosco comunicó a los Salesianos de una manera oficial el resultado de las elecciones con una circular del veintiuno de 
noviembre que redactó don Juan Bautista Lemoyne, y a la que añadió las siguientes recomendaciones: 

Ya no queda más que prestar por vuestra parte plena obediencia al nuevo Capítulo, que el Señor estableció por vuestro medio. Que esta 
obediencia sea pronta, humilde y alegre, como prescriben las Reglas. Consideremos a nuestros Superiores como hermanos; más aún, como 
padres amorosos que no desean más que la gloria de Dios, la salvación de las almas, nuestro bien y la buena marcha de nuestra Sociedad. 
Reconozcamos en ellos a los representantes del mismo Dios, acostumbrándonos a considerar sus disposiciones como manifestaciones de la 
voluntad divina. Y, si alguna vez sucediere que dan órdenes no conformes a nuestros deseos, no les neguemos la obediencia, pensemos que 
también a ellos les resulta penoso mandar cosas graves y desagradables; y lo hacen sólo porque consideran tales órdenes como necesarias p 
la buena marcha de las cosas, la gloria de Dios y el bien del prójimo. Por tanto, hágase de buena gana el sacrificio de los propios gustos y d 
las propias comodidades, pensando en tan noble fin; y considérese que tanto mayor mérito tendrá nuestra obediencia ante Dios, cuanto may 
es el sacrificio que hacemos al cumplirla. 

Procuremos, además, queridos hijos míos, no caer en el grave defecto de la murmuración que es tan contraria a la caridad, tan aborrecible 

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por Dios y tan perjudicial para la comunidad. Huyamos de la murmuración contra cualquiera que sea, especialmente contra nuestros 
hermanos, sobre todo si son superiores. El murmurador, como dice el Espíritu Santo, siembra la discordia y lleva el mal humor y la tristeza 
donde antes reinaba la alegría junto con la paz. Procuremos por tanto, con la obediencia, ((191)) respeto y amor, portarnos de tal modo que 
como dice san Pablo I, los Superiores cum gaudio hoc faciant et non gementes, cumplan eso con alegría y no gimiendo. 

Pero no es únicamente la obediencia y la caridad lo que os quiero recomendar en esta ocasión; me apremia deciros, además, otra cosa y e 
observancia perseverante del voto de pobreza. Recordémonos, carísimos hijos, que, de esta observancia, depende en gran parte el bienestar 
nuestra Sociedad y el provecho de nuestra alma. La divina Providencia, es verdad, nos ha ayudado hasta ahora y, digámoslo también, de mo 
extraordinario en todas nuestras necesidades. Estamos seguros de que querrá continuar ayudándonos en el porvenir, por intercesión de Mar 
Santísima Auxiliadora, que siempre nos ha hecho de Madre. Pero esto no quita que nosotros, por nuestra parte, debamos emplear toda nues 
diligencia, disminuyendo los gastos, siempre que se pueda y ahorrando en el abastecimiento, en los viajes, en las construcciones y, en gene 
en todo lo que no es necesario. Creo que nosotros tenemos un deber especial de ello ante la divina Providencia y ante nuestros mismos 
bienhechores. 

1 Heb. XVII, 17. 
172 

Por tanto, queridos hijos, os recomiendo encarecidamente la observancia de cuando se ha establecido en nuestras deliberaciones (Dist. V 
respecto a la economía, sobre todo en los trabajos, en las construcciones, en los viajes y en el abastecimiento. 

El Señor, estad persuadidos, no dejará de bendecir con larqueza nuestra fidelidad y exactitud en la observancia de estos tres puntos de tan 
importancia, como son la obediencia, la caridad y la pobreza. 

Las Deliberaciones aparecieron impresas el año 1887. No se había publicado nada del tercer Capítulo General; por tanto, revisadas que 
fueron las cosas deliberadas anteriormente, se fundieron con las deliberadas últimamente 1. 

Totalmente nuevo, es decir, no tratado en el 1886, es el capítulo cuarto sobre los oratorios festivos 2. 

Don Bosco hubiera deseado presentar en un solo volumen todas las Deliberaciones de los cuatro Capítulos Generales; pero, como se 
requería cierto espacio de tiempo para ello, prefirió presentar sin demora las Deliberaciones de los dos últimos solamente. La publicación, 
él deseada, vio la luz el año 1902 con un pequeño volumen, en el que las Deliberaciones de los primeros seis Capítulos Generales acompañ 
a las Reglas. 

1 Deliberaciones del tercero y cuarto Capítulo General de la Pía Sociedad Salesiana, tenidos en Valsálice en septiembre de 1883-1886. S 
Benigno Canavese, Tip. Sal., 1887. 

2 Véase Ap., Doc. núm. 40. 
173 
((192)) 

CAPITULO VII 

SAN JUAN BOSCO EN MILAN.
ULTIMA IMPOSICION DE SOTANAS
A LOS CLERIGOS DE SAN BENIGNO


MIENTRAS se celebraba el Capítulo General en Valsálice, los cantores del Oratorio, dirigidos por el maestro Dogliani, salían hacia Bresci 
Era allí la víspera de las solemnes fiestas para la coronación de la venerada Virgen María en el santuario de las Gracias, donde ellos debían 
interpretar una parte considerable del grandioso programa musical. Por mediación del Rvdo. Elena, elocuente predicador, hijo de Brescia y 
celoso cooperador, don Bosco había concedido con gusto que fueran sus jóvenes a ayudar a aquellos fervorosos católicos. Uniéronse a los 
habitantes de la Ciudad, millares de fieles de todas las diócesis lombardas; acudieron también varios obispos, entre ellos monseñor Sarto, 
obispo de Mantua y el cardenal Canossa, obispo de Verona. El autorizado maestro Remondi emitía este juicio sobre las actuaciones musica 

1. 
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«Una alabanza especial merece el coro de los alumnos del instituto salesiano de don Bosco y su ilustre maestro Dogliani que, con intelige 
paciencia, supo amaestrar a aquel grupo de simpáticos muchachos, hasta alcanzar una armonía admirable». Otro personaje de consideración 
tomaba pie de las alabanzas por «su admirable interpretación» en la actuación final para ensalzar el método y los efectos de la ((193)) 
educación impartida en los institutos de don Bosco. «Uno de los méritos, escribía 2, y aun diré de los secretos de las casas de educación de 
este hombre prodigioso y providencial, es educar a los jóvenes para el bien sin imponérselo, sino de modo que los mismos niños lo quieran 
busquen, lo sigan espontáneamente. Como resultado de este dificilísimo sistema, ayer por la mañana todos los jóvenes cantores sin la más 
simple insinuación de nadie, con naturalidad se acercaron a los santos sacramentos. Sí, don Bosco sabe dar buenos 

1 Il Cittadino di Brescia, 7-8 de septiembre de 1886. 

2 L. c., 9-10 septiembre. 
174 

cristianos a la Iglesia, lo mismo que óptimos ciudadanos y expertos cultivadores de las artes y de las ciencias a la patria». 

La presencia de los cantores en Brescia produjo tal satisfacción en la ciudad que la Comisión de Fiestas escribió a don Bosco: «Hemos vi 
y admirado desde los primeros días no sólo la maestría de sus simpáticos muchachos en el arte del canto, sino también su comportamiento 
edificante y laudable sobre toda ponderación: y plenamente convencidos del más vivo agradecimiento por el generoso regalo que ha hecho 
nuestra ciudad y a nuestra Virgen al enviárnoslos, nos vemos obligados a rendirle, con la mayor prontitud, las más expresivas gracias, en 
nombre también de nuestro veneradísimo Obispo 1. Don Bosco es efectivamente una bendición de Dios en todo y para todos» 2. Y, como 
aquellos señores creían que don Bosco se encontraba ya en Milán, añadían: «Con todo, en esta ocasión, podría serlo aún más si, 
encontrándose en Milán, como nos dicen, honrase también con una breve visita a nuestra querida Madre de las Gracias y rematase así nues 
fiesta. Dénos, reverendísimo don Bosco, esta agradable sorpresa y se verá rodeado de un pueblo ((194)) lleno de fe y de devoción, que 
satisfará suavemente su piadosísimo corazón». 

Don Bosco debía llegar a Milán dentro de poco. La metrópoli de Lombardía contaba con un grupo de Cooperadores numeroso, selecto y 
diligente. Era el alma de la asociación don Pascual Morganti, antiguo alumno del Oratorio, elevado después a la sede arzobispal de Rávena 
Aquellos buenos amigos instaban constantemente de palabra y por escrito, para que se celebrara en su ciudad una conferencia pública, que 
sirviese para divulgar más y más el conocimiento de las obras salesianas; pero se quería la presencia de don Bosco. Constituía un eficaz 
sostenedor de la propuesta, don Angel Rígoli, exalumno también de los más antiguos, que esperaba después la visita de don Bosco a su 
parroquia de Casale Litta. Don Bosco se decidió a aceptar la invitación y encargó de la conferencia a don Luis Lasagna. 

Se prorrogó por mucho tiempo la posibilidad y la conveniencia de aquella visita, ya que don Miguel Rúa y los demás superiores temían p 
la vida de don Bosco. »Podría aguantar las incomodidades del viaje? »No serían fatales para su precaria salud las previsibles molestias? »Y 
dada su extrema debilidad, le sobreviniera un repentino 

1 Era monseñor Santiago Corna Pellegrini. 

2 Estas impresiones quedaron confirmadas en una carta de don José Lazzero que les acompañaba. Escribía, en efecto, a monseñor Caglie 
el día 16 de septiembre de 1886 desde Casale Litta: «Nuestros muchachos se ganaron la simpatía de los maestros y de toda suerte de person 
en una palabra de toda Brescia; eran la alegría de aquellas solemnes fiestas». 
175 

malestar fuera del Oratorio? Finalmente, después de tantas vueltas y revueltas, fue el mismo don Bosco quien en un suplemento del Boletín 
del mes de septiembre, anunciando a los Cooperadores lombardos la conferencia de Milán para el domingo doce del mes, decía 1: «Pese a 
incomodidades de la vida, abrigo la más viva confianza de poder intervenir todavía en la conferencia, porque deseo iniciar o renovar el 
conocimiento de un buen número de personas del clero y del mundo seglar lombardo, que, en distintas ocasiones, dieron prueba de su 
generosa caridad en favor de las obras que la divina Providencia ha puesto en mis pobres manos» 2. 

((195)) En esta determinación tuvo mucha influencia un motivo personal. Sabía la gran deuda de gratitud que tenía con el arzobispo 
Calabiana por los beneficios recibidos del mismo durante su epíscopado en Casale y se alegraba de tener una ocasión para darle testimonio 
público de su agradecimiento antes de dejar esta tierra. 

El día once de septiembre por la mañana, salió en compañía de Viglietti y de don Luis Rocca, director del Colegio de Alassio, que era 
milanés. Fue a buscarlo al Oratorio y le llevó a la estación, en un coche magnífico, un señor de Barcelona, don Leandro Sunyer, administra 
del marqués de Jover 3. Había llegado el día antes de Alemania, con la marquesa Jover y su dama de compañía y fueron en seguida a 
Valsálice para visitar a don Bosco; oyeron su misa y aceptaron amablemente tomar el café con él. Al despedirse, la Marquesa le dio una 

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limosna de mil liras. 

Llegó a Milán una hora después del mediodía. Fue un viaje feliz. 

Le aguardaba el coche del Arzobispo para acompañarle al palacio, donde quería su Excelencia que se hospedara. Muchos señores y señor 
y numerosos sacerdotes diéronle en la estación la bienvenida con cordialidad milanesa. Don Luis Lasagna que lo había precedido el día ant 
estaba allí con don Moisés Veronesi, director del Colegio de Mogliano Véneto. En la plaza se había reunido una gran muchedumbre, que, a 
verlo caminar con dificultad y algo encorvado, mas sin perder su sonrisa, se conmovió y empezó a exclamar: 

-íEs un santo! íUn gran santo! íEl santo de Turín! 

Muchos se ponían de rodillas a su paso, para recibir la bendición. 

En el atrio del palacio arzobispal encontró a los sacerdotes de la 

1 Don Juan Bonetti redactó la carta en nombre de don Bosco. 

2 Don Luis Lasagna había escrito a monseñor Cagliero (San Benigno, 26 de agosto): «Don Bosco está de salud como siempre: débil, floj 
casi acabado. A pesar de todo eso, irá a Milán». 

3 Véase más atrás, la pág. 66. 
176 

Curia arzobispal, que le escoltaron honoríficamente hasta el Arzobispo. Subió la escalinata con mucho trabajo, sostenido y llevado ((196)) 
casi en volandas por brazos vigorosos; pero todos comentaban la vivacidad de sus ojos y la lucidez de su mente. El Venerando Prelado, ya 
casi octogenario, salió a su encuentro, le abrazó con cariño y le recibió con las mayores demostraciones de aprecio y cordial amistad. 

-Excelencia, se apresuró a decirle don Bosco: antes de morir, quería recibir una vez más su bendición. 

Monseñor se mostró también afabilísimo con los Salesianos que acompañaban a don Bosco y en seguida empezó a hablar en su dialecto, 
recordando su tierra piamontesa de nacimiento y las relaciones personales que había tenido con don Bosco y con sus hijos. 

El Siervo de Dios parecía cansado, por lo cual, tras un breve refrigerio, lleváronle a descansar a la habitación que le habían preparado. A 
cinco y media, hora de la comida, ya se había repuesto un tanto, así que sostuvo una animada conversación con los invitados. Después recib 
algunas visitas. Cuando, ya cerca de las diez, se dispusieron a ir a descansar, el Arzobispo quiso que don Bosco le diera su bendición; y, 
previendo su resistencia, hincóse de rodillas ante él en actitud muy devota y después lo abrazó con mucho afecto y lo acompañó hasta su 
habitación. 

El pensamiento de don Bosco volaba hasta Valsálice, donde se estaban haciendo unos ejercicios espirituales; y así, aquel día por la tarde, 
Viglietti había escrito a don Miguel Rúa por orden suya: «Me encarga don Bosco ruegue a usted que diga a todos los que están ahí haciend 
ejercicios lo mucho que siente estar lejos de ellos y que es ésta la pena mayor que experimenta; pero que tiene a todos muy presentes en su 
oraciones. Manda muchos saludos y abundantes bendiciones para todos». 

La conferencia salesiana había sido muy bien preparada. Se celebró, el día doce por la mañana, en la iglesia de Nuestra Señora de las 
Gracias. Sentía el Arzobispo que no fuera aquella la mejor época, pues se hallaban ausentes las familias pudientes, que ordinariamente no 
volvían de sus vacaciones hasta Todos los Santos; sin embargo, la concurrencia fue grandiosa. Los muchachos del Oratorio, que habían ido 
allí desde Brescia, cantaron magistralmente algunas ((197)) partes de la misa; el Sancta Maria, succurre miseris de Cagliero emocionó a los 
mismos periodistas profanos, como se ve por sus artículos. Terminada la Misa, entró el Arzobispo en la iglesia, adelantándose algunos 
minutos a don Bosco, el cual llegó acompañado de don Luis Lasagna y don Carlos Viglietti. Por el camino lo saludó la gente con gran 
177 

reverencia y apenas pisó los umbrales del templo se agolparon los asistentes a su alrededor, de forma que se necesitó tiempo y trabajo para 
transportarlo (ésta es la palabra) hasta el presbiterio, al lado del Arzobispo. La multitud, que llenaba el amplio santuario, le contemplaba co 
devoción y en silencio. Hasta el mismo César Cantú se acercó a él y le acompañó un rato 1. 

Cantaron los muchachos un motete, recibió don Luis Lasagna la bendición del Arzobispo y subió al púlpito. Su aparición causó una grav 
desilusión en todos, que esperaban oír hablar a don Bosco; pero el conferenciante se captó, desde el exordio, la atención y la simpatía del 

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público, que casi alcanzaba las ocho mil personas y que estuvo pendiente de sus labios durante más de una hora. Quienes le escucharon 
predicar alguna vez, no encontraron exagerado el juicio que, sobre su elocuencia, dejó escrito su biógrafo. «Poseía, escribe don Pablo Albe 
el finísimo arte de insinuarse en el ánimo de sus oyentes 2 y poseía además tal abundancia de ejemplos y razonamientos que, junto con su 
eficaz palabra comunicaba a todos sus ideas y su entusiasmo». 

Empezó entonando un himno de agradecimiento al Arzobispo que, veinte años atrás, le había impuesto la sotana en Casale aquel mismo 
Hizo después una reseña de toda la Obra de don Bosco en ambos mundos, extendiéndose un poco en describir pintorescamente la vida de l 
misioneros salesianos y, en particular, su actuación en favor de los emigrantes italianos. El corresponsal de un periódico ((198)) de Turín 3 
escribía que, si aquella conferencia se hubiera dado en un lugar privado y no en una iglesia, los aplausos del público hubieran interrumpido 
muchas veces al orador, especialmente cuando demostró que la labor de los misioneros no es solamente una obra de religión, sino también 
patriotismo; y que, por tanto, los gobiernos deberían favorecer a los clérigos destinados a las misiones, eximiéndolos del servicio militar. H 
vibrar de entusiasmo al auditorio cuando, con el ardor de su elocuencia, presentó al Papado como la gloria más pura y refulgente que Italia 
tenía. Esta digresión, buscada sin duda con buen fin, resultó muy oportuna por varios motivos 4. 

1 Véase: Vol XIII, pág. 525. 

2 L. c. pág. 216. 

3 Il Corriere di Torino, 13 de septiembre de 1886. 

4 Albera, L. c., pág. 217 (Ap., Doc. núm. 41). Dio después en San Marcos una segunda conferencia. En efecto, don Pascual Morganti 
escribió a don Miguel Rúa el día 16 de noviembre de 1895: «Puede decirse que ha sido monseñor Lasagna el primero que avivó en esta ciu 
el fuego del movimiento salesiano con sus dos conferencias, una en las Gracias y otra en San Marcos» (L. c. pág. 219). 
178 

Cuando todo acabó, don Bosco condescendió a los ruegos de personas de autoridad y atravesó la larga nave de la iglesia. Los milaneses, 
como lo habían hecho los habitantes de París y Barcelona, se apretujaban ante él y uno besaba su mano, otro tocaba sus hábitos 
reverentemente, éste hacía la señal de la cruz, aquél pedía su bendición. Los que no se podían acercar, le miraban desde lejos con ternura, a 
contemplarlo paciente y sonriente, y crecía la emoción al ver que el venerando Arzobispo iba sosteniéndole. Fuera de la iglesia, la multitud 
que llenaba la plaza y calles adyacentes, prorrumpió en vítores a don Bosco y a Monseñor. Al pasar la carroza, que conducía a los dos 
personajes, se repetían de vez en cuando las aclamaciones con todo el fervor del entusiasmo popular. 

Don Bosco se apeó en el seminario de San Carlos, donde se hospedaban los cantores del Oratorio. Allí se había congregado mucha gente 
para ver a don Bosco y hablarle. Los muchachos manifestaron su alegría de mil modos. El Santo pasó por entre ellos repartiendo sonrisas, 
((199)) palabritas y ocurrencias. Los espectadores comentaban la escena y admiraban aquella paternal y filial manifestación de cariño. 

Después de saludar a los muchachos, don Bosco se retiró a una habitación para dar audiencias. Pero »cómo escuchar personalmente a tan 
visitantes? Además, en un instante se llenó la sala de personas y era imposible conversar. Un hecho providencial reclamó la atención de tod 
y fue la solución del conflicto. 

En medio de la confusión se encontraba una señora, que acompañaba a una hija suya sorda. Con gran trabajo logró la señora acercarse al 
Santo, el cual bendijo a la muchacha y le propuso que rezara una oración. Ella, como quien oye y entiende, se retiró a un rincón, rezó como 
le había indicado y, volviendo a él, le dijo: 

-»Lo ve usted, don Bosco? Estoy curada del todo. Ya oigo. 

La admiración de los presentes llegó al colmo y, en un abrir y cerrar de ojos, corrió la noticia de la curación por toda la ciudad 1. 

Durante aquella batahola sacaron a don Bosco de allí; cuando salió después del seminario para dirigirse al palacio arzobispal, la gente qu 
veía se paraba, saludaba y a veces se agrupaba para aplaudir. 

1 La Palavra, de Lisboa, publicó el hecho en un articulito, del día veintidós, titulado «Cura milagrosa» escribiendo: «La fuente de donde 
hemos sacado esta noticia es una carta particular del reverendo Juan Marqués Simôes, que reside en Italia desde hace un año». 
179 

Una vez más se vio la generosidad de los milaneses lo mismo en la conferencia que después de ella. 

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Los párrocos de la ciudad abrieron una suscripción en favor de los misioneros, para dar ocasión de satisfacer la caridad de los que no hab 
podido asistir a la Virgen de las Gracias o que, habiendo asistido, no habían podido depositar su óbolo a causa del gentío. 

Aquel día quiso el señor Arzobispo honrar a don Bosco invitando a comer a algunos párrocos y a varios distinguidos señores. Apenas se 
levantó de la mesa, empezó el Santo a recibir visitas y siguió así hasta la noche. Después organizó el Arzobispo, a manera de distracción, u 
tertulia antes de la cena, proporcionándole una amena y alegre conversación. Y, llegaba la hora del reposo, el Siervo de Dios encargó a ((20 
don Carlos Viglietti que organizara todo, para poder marcharse al día siguiente por la tarde. Durante los dos últimos años de su vida 
sumáronse, a los antiguos achaques del pobre don Bosco, nuevos desarreglos funcionales, que le hacían muy molestos los viajes y, aun más 
permanecer fuera de casa por largo tiempo. 

El día trece por la mañana celebró la misa en la capilla arzobispal, repleta de asistentes. Le ayudaron a misa el presidente del Círculo de l 
Santos Ambrosio y Carlos y un miembro del Consejo Superior de la juventud católica. Dio la comunión a los muchachos del Oratorio y a 
muchos de los presentes. El resto del tiempo lo invirtió en las audiencias, que comenzaron después del desayuno y duraron hasta las cuatro 
acercarse la hora de la partida, Monseñor se arrodilló de nuevo ante él para recibir su bendición y, al despedirse, le abrazó llorando, besand 
con cariño su mano y agradeciéndole cordialmente una visita tan querida e inolvidable. Muchos señores, que se enteraron por los periódico 
de que don Bosco estaba en Milán, habían acudido apresuradamente desde sus fincas; pero él debía partir y no los pudo recibir. El mismo 
duque Scotti, gran amigo y bienhechor suyo, llegó demasiado tarde para entretenerse con él a su gusto y hubo de contentarse con saludarlo 
la estación junto con otros señores 1. 

Partió de Milán sin más compañía que la de don Carlos Viglietti. 
Estaba agotado. A su llegada, el borriquillo del Oratorio lo llevó en su humilde tartana desde Porta Susa a Valsálice, donde el Santo dio un 
simpática sorpresa a los ejercitantes, ya que, sin esperarlo nadie, entró sin más en el comedor cuando estaba a punto de terminar la cena. En 

1 Las pobres muchachas del instituto de los ciegos le habían escrito una carta conmovedora, pidiéndole que les diera o les mandara su 
bendición (Ap., Doc. núm. 42). 
180 

la tranquilidad de aquel ambiente se rehizo discretamente poquito a poco. 

Don Luis Lasagna no hizo con don Bosco su viaje de vuelta, porque tenía que ir a hablar a los Cooperadores ((201)) de Busto Arsizio y 
Casale Litta. Le acompañaron los treinta cantores del Oratorio. El arcipreste, reverendo Tettamanti, y el párroco reverendo Rigoli, dos 
nombres muy queridos por los Salesianos, no hubieran podido hacer más, de haber tenido que recibir a don Bosco en persona 1; les 
secundaron ampliamente sus respectivos feligreses y también el clero y los fieles de los pueblos vecinos 2. 

Los periódicos de todos los colores se ocuparon de don Bosco antes de su llegada a Milán, durante su permanencia y después de su partid 
El máximo órgano del liberalismo italiano se limitó con anticipación a anunciar su visita, lo cual era algo extraordinario para aquellos 
tiempos. Después publicó un extenso artículo «con la relación imparcial de aquel acontecimiento ciudadano», burlándose de la comisaría 
general de policía que, demasiado crédula ante los rumores de una imaginaria manifestación anticlerical, había sobrepasado la línea de las 
medidas preventivas. Hablando de la música, escribía: «Verdaderamente no creíamos fuera posible conseguir de unos muchachos mayor 
entonación, mejor acoplamiento y matices más delicados que los que ayer disfrutamos». Después se extendía hablando de la conferencia y 
conferenciante, con su pizquita de discutible humorismo, de acuerdo con el estilo del periódico y del tiempo, siempre que los liberales 
hablaban de la Iglesia o del Papa. Por fin, después de dar felizmente en pocas líneas una idea sobre don Bosco y sus méritos, terminaba así 
«Un amigo nuestro, el profesor Rayneri de Montevideo, nos decía un día que el mejor colegio femenino de allí es el fundado por don Bosc 
que en él se educan hasta las hijas del Presidente de la República» 3. 

La moderada revista Perseveranza describió con simpatía toda la ceremonia del día doce. El liberalísimo Caffé anunció en un primer núm 
la llegada de don Bosco, «uno de los más ilustrados de los jefes influyentes del partido clerical», y volvió ((202)) a hablar de la conferencia 
el número siguiente. Y he aquí la impresión que produjo al redactor la visión del Siervo de Dios: «Don Bosco es un viejo simpático, de 
facciones marcadas y sonriente. Su aspecto no acusaría 

1 Boletín Salesiano, noviembre de 1886. 

2 Ap., Doc. núm. 43. 

3 Corriere della sera, 12-13 y 13-14 de septiembre. 
181 

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su mucha edad que, por desgracia, queda manifiesta con sus fuerzas casi reducidas a la nada». Y enjuiciaba así después sus obras y su vida 
«La obra benéfica de don Bosco adquiere cada día mayor extensión y, aunque su palabra en demanda de ayuda encuentra correspondencia 
siempre y por doquier, él, no obstante su avanzada edad, lleva una vida de privaciones, preocupado por el único pensamiento de ''humanida 
religión'' y mostrándose enemigo acérrimo de la prepotencia de los clericales empedernidos. Es un verdadero ministro de la religión de Cris 
desgraciadamente muy poco imitado». 

La revista Italia, muy liberal también, mostraba su alegría porque don Luis Lasagna había hablado bien «sin insultar a las personas ni a la 
instituciones de siempre», hacía un resumen de la conferencia y ponía de relieve la muchedumbre que había asistido y la multitud que 
asediaba a don Bosco a la salida. El Pungolo, también liberalote, alabó la música y refirió por extenso la conferencia. La católica y 
conciliadora Lega Lombarda comentó en dos artículos la vida y las instituciones del Santo 1. 

La Settimana religiosa de Milán salió el día dieciséis de septiembre con un extenso y ecomiástico artículo. También el Eco d'Italia en 
Génova y el Corriere di Torino publicaron, con la misma fecha, noticias de Milán sobre el acontecimiento. 

Hubo tres periódicos que no quisieron desmentir de ningún modo su programa anticlerical a ultranza. El Secolo, después de anunciar por 
vez primera la presencia en Milán de «uno de los jefes influyentes del partido clerical de Italia, don Juan Bosco», añadía: «Este es uno de lo 
más activos propagandistas de las doctrinas clericales y de los más inteligentes, porque no se limita a predicar, sino que trabaja sin descans 
fundando institutos de toda suerte, talleres, misiones, recogiendo a los pobres y haciendo todo lo que deberían hacer los liberales. Nosotros 
consideramos como un ejemplo para todos los partidos, porque nuestros tiempos no quieren ((203)) palabrería sino hechos, y don Bosco 
presenta hechos». 

Pero la segunda vez comentaba la conferencia, se mantenía dentro de límites corteses, se mostraba objetivo con el conferenciante y elogia 
a los jóvenes cantores. La Lombardia, bajo el título batallador de «La conferencia clerical de ayer», no salió de tono hasta que, incitando al 
Gobierno a dirigir y proteger liberalmente la emigración, ponía ante sus ojos, a modo de fantasma, «el extremado poderío de 

1 Perseveranza, 13; Caffé, 13-14; Italia, 13-14; Pungolo, 13-14; Lega Lombarda, 12-13 y 13. 
182 

los misioneros católicos, cuya actuación, aunque puede ser beneficiosa para la civilización en sus principios, después resulta enemiga de la 
instituciones liberales de la madre patria». Por otro lado, al tocar el punto más caliente entonces, constituido por las relaciones entre Iglesia 
Estado, afirmó: «Con toda verdad debemos decir que el orador fue muy prudente y comedido en las alusiones políticas». 

No fue tan mesurada en Roma la Riforma de Crispi, que dio cabida a una reseña milanesa llena de veneno contra la «caridad clerical» de 
don Bosco, contra sus «escuelas clericales», contra la competencia en los trabajos de sus hospicios clericales y el de aquellos «que se cansa 
en balde en medio de una vida real». Mas, a pesar de todo, aun rindiendo homenaje a las altas dotes personales del hombre, deploraba que 
atrevieran a llamarle, en una ciudad moderna, el ángel de la caridad», como se leía en la carta de invitación para la conferencia 1. 

El informe cabal apareció naturalmente en las columnas del batallador Osservatore Cattolico de Milán, que se leía entonces por toda la 
península. En el segundo de sus dos artículos, decía 2: «La venida de don Bosco a Milán ha tomado las proporciones de un verdadero 
acontecimiento, debido a la veneración en que se tiene aquí a este Apóstol de la caridad, y gracias también un poquito a la intemperancia d 
ciertos periódicos liberales que, manifestando en estos días sus antiguos odios anticlericales, quieren presentar la venida de don Bosco com 
una provocación clerical y procuraron, por todos los medios a su alcance, inferir algún desdén. 

»Nosotros hemos ((204)) visto algo de esos intentos en las citas precedentes, tomadas de diarios más o menos hostiles a la Iglesia; pero 
afortunadamente los milaneses no hicieron caso de estos cantos de sirena, convirtiendo el poco piadoso deseo de los politicastros en un a 
solemne derrota». 

El articulista que presenció la entrada de don Bosco en el arzobispado, manifestaba así su impresión: «El venerando don Bosco movía a 
compasión, al verle subir la escalinata del palacio, con las piernas tan achacosas que casi no podían sostenerlo. Y con todo conserva todaví 
su despejada mente, su límpida mirada y su tenaz memoria». Narra a continuación la escena del encuentro con Monseñor: 

«Cuando se encontró ante el Arzobispo, éste con un acto de humildad y con el exquisito espíritu que le caracteriza, valiéndose de 

1 Secolo, 13-14; Lombardia, 13; Riforma, 17. 

2 Números del 12 y el 15 de septiembre de 1886. 

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183 

una piadosa estratagema, se arrodilló a los pies de don Bosco y quiso ser bendecido por él». Después de hacer un comentario sobre la 
conferencia, describe así su salida del templo: 

«Se produjo una escena piadosa y conmovedora. Don Bosco debía atravesar nuestro templo atestado de gente y era para preocupar que 
hubiera de trasladarse hasta la puerta por medio de tanta gente, que quería ver de cerca su cara. Entonces el venerando Arzobispo tomó del 
brazo a don Bosco y, ayudado por otras personas, se dispuso a la empresa de cruzar la nave, que me parece duró una hora, en medio de las 
más piadosas demostraciones y de la veneración a los dos ancianos, unidos en aquel abrazo fraterno». Entre las personas que se consideraro 
afortunadas por ayudar al Arzobispo a abrir paso a don Bosco, estaba el célebre historiador César Cantú que, en 1878, había recibido el 
diploma de cooperador salesiano que le había enviado el Santo 1. 

Aunque los tiempos que corrían no permitían a las autoridades civiles y políticas secundar el sentimiento popular, asistiendo a tan solemn 
manifestación, sin embargo, se sabe que miraban con buenos ojos aquel movimiento ((205)) de la muchedumbre, tan desacostumbrado 
entonces en torno a un sacerdote. La corrección habitual de don Bosco con las autoridades del Estado fue siempre debidamente apreciada, 
tanto que, alguna vez, dio lugar a sospechas y malignas interpretaciones por parte de los que no conocían bien su espíritu sacerdotal 
irreprensible. Ya se ha visto en muchas ocasiones el carácter que tenían aquellas demostraciones y no sería menester volver a insistir en ell 
si no fuera por narrar un hecho más entre tantos otros. Se celebraba en el mes de septiembre en el Nichelino 1, cerca de Turín, la distribució 
de premios en las escuelas de las Hijas de María Auxiliadora y asistía al acto el conde de Robilant, Ministro del Exterior. Acercóse a salud 
don Juan Bautista Tamietti, en nombre de don Bosco y exclamó, con vivo sentimiento, el Ministro: 

-íAh, don Bosco! Déle las gracias de mi parte y dígale que quiero servirle y estoy a su entera disposición. Pero, dígaselo »sabe? Dígaselo 
veras. 

Al final del acto le volvió a repetir: 

-No se olvide, diga a don Bosco que quiero ayudarle. 

1 Véase Vol. XIII, pág. 525. 

1 Nichelino: Se pronuncia «niquelino» y tal se llamaba la moneda de níquel que valía veinte céntimos. Ignoro el porqué del nombre de la 
escuelas a que se refiere el texto y pienso en el «Colegio del Recuerdo», el «Colegio de los mondas» y tantos otros, así designados por el 
lugar, la advocación, el apodo con que se conocen (N. del T.). 
184 

El Santo no tardó en agradecer al Arzobispo de Milán la extraordinaria bondad con que se había dignado tratarlo. Monseñor le respondió 
día veintinco de septiembre con una tarjeta de visita en la que escribió estas palabras: «Con mucho y sincero agradecimiento al venerado y 
amado don Juan Bosco por su carta autógrafa y el libro que la acompañaba. Todos recuerdan su visita a Milán con agradecido reconocimie 
y particularmente el que escribe, que se augura poder ofrecerle hospitalidad más veces. Ruege, ruegue por el arzobispo de Milán. 

Se encontraba todavía en Valsálice, cuando el día veintiuno de septiembre, llegó al Oratorio un telegrama de La Croix de París, dirigido a 
«Superior de la Congregación Salesiana», en el que decía el Director del diario: «Participo desgracia sufrida. Rogamos telegrafíe rápidamen 
noticias de don Bosco». Fue muy grande la sorpresa en todos, pero pronto se comprendió que se podía haber publicado en Francia la muert 
de ((206)) don Bosco. El mismo don Bosco contesto: 

«Estoy bien. No me explico su ansiedad. Con todo, agradezco atención». 

En efecto, se encontraba tan bien que recibió inmediatamente después al conde y a la condesa Donato y se entretuvo largo rato con ellos, 
que iban a despedirse antes de partir para Constantinopla a hacerse cargo de la embajada del Rey de Italia ante el soberano de Turquía. 

A pesar de todo, también algunos periódicos italianos publicaron, al día siguiente, la noticia de una grave enfermedad del Santo. El teólo 
Margotti, alarmado por tales noticias, voló a Valsálice para cerciorarse y se lo encontró sentado ante su escritorio, con óptimo aspecto y su 
habitual hilaridad. Al preguntarle por su salud, contestó que, aparte el peso de los años y los achaques de sus piernas, no sentía dolor algun 
por lo que bendecía a la divina Providencia. Sostuvo después una larga conversación sobre la Patagonia. Y, al preguntarle Margotti acerca 
las minas de oro que se decía habían descubierto allí, don Bosco cortó por lo sano diciendo que él había mandado a los Salesianos para gan 
almas a Jesucristo y no para buscar minas de oro o de plata. La Unità Cattolica, en el número del día veinticuatro, desmentía las falsas voce 
sobre la salud de don Bosco. 

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Volvió al Oratorio el día veintisiete por la tarde; y permaneció allí poco tiempo, porque, el día veintinueve, salió para San Benigno, dond 
hacían ejercicios espirituales los novicios que se preparaban para la emisión de los votos. El día tres de octubre, fiesta del Rosario, celebró 
misa de comunidad, y, como se sentía muy cansado, sólo pudo distribuir 
185 

la comunión a los que ayudaban a misa. Más tarde recibió la profesión de cincuenta y tres novicios. Después del sagrado rito, quiso dirigir 
palabra a todos y para que no se cansara demasiado, le colocaron en un sillón en medio de la capilla y los clérigos se situaron a su alrededo 
La crónica de la casa conserva un resumen fiel de su discurso, que nosotros también escuchamos. El Santo manifestó, ante todo, la alegría 
experimentaba en aquel instante; una alegría, dijo, tan grande como no se puede tener en esta tierra. Después pasó a recomendar la caridad. 
Caridad con ((207)) los Superiores, obedeciéndoles siempre, de modo que no tengan que gemir ni suspirar. 

-Es un sacrilegio, exclamó, hacer el voto de obediencia y, después, conducirse como algunos, que obedecen sólo cuando les agrada. 

Caridad con los hermanos, no criticándose jamás los unos a los otros en nada, ni tampoco en lo referente a nuestras publicaciones. Expre 
su desaprobación para los criticones, profiriendo esta palabra con enérgico ardor. E insistió mucho en ello repitiendo varias veces la senten 
de que «del prójimo se debe hablar bien o callar». Manifestaba un deseo tan grande de ser entendido y obedecido y acompañaba sus palabr 
con tal expresión de dolor que se echó a llorar y su voz, temblorosa y enronquecida, adquirió un tono tan fuerte y severo que parecía querer 
maldecir las lenguas infernales, que sólo se mueven para criticar. En cierto momento, habló en estos términos: 

-Y si don Bosco tuvo disgustos... fue por falta de caridad entre los hermanos. 

Al pasar de la primera a la segunda frase, asaltóle una repentina emoción, llenáronse sus ojos de lágrimas y continuó con un sollozo 
reprimido. 

En seguida cambió de tema. Aseguró, para común aliento, que la Sociedad Salesiana se encontraba entonces en óptimas condiciones 
respecto a las finanzas y que la Congregación se iría extendiendo de modo maravilloso y que no les faltaría nunca nada a los Salesianos, 
mientras se limitaran a la educación de la juventud pobre, que era la misión que la Virgen les ha confiado. 

-Si todos vosotros, dijo, estuvieseis ya capacitados para actuar como Directores, yo sabría dónde colocaros inmediatamente del primero a 
último. 

Por fin, se encomendó a nuestras oraciones, protestando repetidamente que él, mientras le quedara un hilo de vida, rezaría y se sacrificarí 
por sus queridísimos hijos. 

Mientras don Bosco acogía así las nuevas esperanzas de su familia religiosa y procuraba formar en ellos el espíritu de apostolado, otros 
186 

«apóstoles» se reunían a su vez en asamblea el mismo día en Turín «para combatir y conjurar los peligros que, en el vigoroso despertar del 
clericalismo intransigente ((208)) y del jesuitismo, se preparaban para mal de la patria», como proclamaba un diputado liberal 1. 

Don Bosco, a quien se le comunicó aquella noticia, contestó que aquella asamblea era un ensayo de la Masonería, para dar publicidad a s 
impía institución y acostumbrar a la gente a considerarla como una asociación respetable y benemérita. 

Lo que más exacerbaba a la secta era el florecimiento de las escuelas privadas. En un opúsculo que se distribuía al salir de la Asamblea, 
Turín estaba señalada como la ciudad que presentaba una más hábil estrategia en el nuevo movimiento clerical, máxime por medio de la 
instrucción. Y se señalaba a don Bosco como el máximo animador de esta obra conducida con tanto éxito. «Alma de esta gran conjuración, 
leía en él 2, es el iluminado Santo de Valdocco, don Bosco, hombre singular por su inteligencia y audacia, jesuita como san Ignacio de 
Loyola, fino diplomático, humilde en la propia grandeza, omnipotente por su propio valor y la debilidad de los demás, dispuesto a todo, 
activísmo, capaz de todo, de fundar en un instante colegios por todas las partes del mundo, de crear talleres industriales, de fabricar iglesias 
de escribir librejos hipócritas. Don Bosco es una potencia que actúa, quizás, con la ayuda de otros, con el apoyo de una sociedad que esper 
de él más que del Papa negro 3, es una potencia que reina y gobierna sin apariencias y sin fastuosidad, con aspecto de sórdida humildad, co 
astuta compunción, con una alma en la que ruge ímpetu de odio implacable contra todo lo que signifique luz, verdad y progreso. Don Bosc 
es la encarnación del nuevo clericalismo turinés, porque es el alma, la mente y la fuerza». 

He ahí una caricatura de don Bosco, a través de la lente anticlerical de la época. Mas para nosotros, hoy, esta deformación ((209)) volunta 
encierra un testimonio indirecto de cuán providencial y eficaz fue su obra preservadora en Italia. Los enemigos de la Iglesia lo sentían y se 
enfurecían; pero, como él se movía dentro del ámbito de la ley, no podían hacer mucho en su contra. Esta su deferencia a las instituciones d 
Estado fue mal interpretada, en algunas ocasiones, hasta por hombres bien intencionados; pero él sabía muy bien el límite 

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1 Unità Cattolica, 2 de octubre de 1886. 

2 El opúsculo de diez paginitas sin pie de imprenta, llevaba por título: Quid agendum? (Advertencias al partido liberal). 

3 Los liberales llamaban Papa negro al General de los Jesuitas. 
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a donde le permitía llegar su conciencia de católico y nunca se apartó ni una pulgada del camino recto. »No le pareció a alguno que se 
mostraba demasiado adicto a la Casa de Saboya casi olvidando los agravios hechos a la Iglesia por la monarquía saboyana? Había quien lo 
pensaba así en Milán; pero don Bosco miraba más alto y más lejos. El día 29 de noviembre de 1881 había pronunciado Bismarck en el 
Reichstag las siguientes palabras: «»Qué garantías podéis presentar para el porvenir de Italia, especialmente si Dios no conservase la dinast 
que se levanta con pocos vástagos?». Pues bien, oyendo leer don Bosco estas palabras, que citaba la Unità Cattolica en su número del día 1 
de octubre de 1886, dijo: 

-Hace ya años que estoy repitiendo la misma idea, hablando de las cosas de Italia. 

En medio de tanta división de partidos él percibía en la histórica Monarquía el punto de apoyo del orden y la garantía de un porvenir mej 
La historia confirma la exactitud de sus cálculos 1. 

1 El diputado de entonces Alejandro Guiccioli escribía el 22 de agosto en su Diario del 1880, editado en 1936 por la Nueva Antología: « 
dinastía de Saboya es lo único bueno que todavía nos queda; y ellos (los subversivos) a ella dirigen sus tiros» (N. A. 16 de junio del 1936, 
pág. 
427). 
188 
((210)) 

CAPITULO VIII 

EXPEDICION MISIONERA DEL 1886.
UNA MIRADA A LAS CASAS
Y A LAS MISIONES DE AMERICA


LAS casas y las Misiones Salesianas de América pasaban grandes apuros económicos y no se encontraban en el lugar medios para 
remediarlos; por eso, monseñor Cagliero recurría insistentemente a Turín, exponiendo sus necesidades y pidiendo recursos. Don Bosco hab 
dicho el día 18 de septiembre de 1885 en el Capítulo: 

-Estoy pensando en una circular para socorrer a los misioneros, pero aún no está bien concebida. Necesito rezar y después hablaré. 

La circular, redactada según un esbozo del Santo y revisada por él, estaba ya preparada en octubre de 1886. En ella se daba a conocer el 
estado de las misiones, los planes y las necesidades más perentorias del momento; después se anunciaba una próxima expedición misionera 
finalmente, ya fuera para sostener las obras comenzadas y comenzar otras nuevas, ya fuera también para reunir los muchos medios 
indispensables para la proyectada expedición de otros obreros evangélicos, se imploraba la caridad de los Cooperadores y Cooperadoras. 

Pero la circular no se dirigía solamente a los miembros de la Pía Unión. Se tradujo al francés, al español, al inglés y al alemán y se envió 
todas partes de Europa, a Príncipes y a Ministros y a la Dirección de periódicos de cualquier color. Hasta se envió una copia al Emperador 
China y al Sha de Persia. Hubo que escribir más de cien mil ((211)) direcciones; trabajaron en ello muchos alumnos del Oratorio, un grupo 
clérigos a los que se hizo ir desde San Benigno y una docena de Hermanas, llamadas a Nizza Monferrato. La intención de don Bosco no só 
era recoger limosnas, sino, además, dar a conocer su obra universalmente en el mundo. Lo decía él mismo: 

-No espero solamente el fruto presente, sino que miro el fruto del porvenir. El que no hace nada por nosotros ahora, más adelante se 
acordará de nuestra petición y hará algo. Por tanto, aun pasados años 
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y años, nos vendrán legados, herencias y limosnas, debidos a estas circulares 1. 

La prensa dio amplia publicidad a la circular, reproduciéndola por entero, resumiéndola o comentándola. También en esta ocasión se 

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manifestó la mentalidad de ciertos liberales italianos, cerrados, como siempre, en su mezquino y rencoroso anticlericalismo. Aquellos 
hombres eran tan refractarios a cuanto supiese a cristiano que, cuando trataban de ello, perdían el buen sentido y hasta el sentido común; el 
odio contra la Iglesia que anidaba en su alma ni siquiera les dejaba comprender la sólida utilidad, apreciada sin reserva por otros gobiernos 
laicos, que los misioneros procuraban a la madre patria. A pesar de las publicaciones inspiradas en este odio, puede repetirse lo mismo que 
decía un diario católico de Génova, a propósito del venenoso charlatanismo desencadenado en Roma, por la Reforma de Crispi, a saber; qu 
«el mejor medio para incitar a los buenos a ayudar cada vez más al venerando fundador de la Congregación Salesiana» era la lectura de 
aquella nefasta prosa 2. 

Y las limosnas llegaban abundantemente y algunas muy generosas. ((212)) Una prueba evidente de ello nos la presenta el mismo don Bos 
En efecto, estudiándose en una reunión capitular, tenida el día dos de noviembre, cuál sería la manera más eficaz para mandar dinero a las 
casas de América que imploraban ayuda, dijo él: 

-Ahora tenemos que pagar cantidades enormes. Hemos enviado la circular para las Misiones. La Providencia no falta; caminemos, pues, c 
pie seguro. Para regular las deudas de nuestras casas al otro lado del Océano, lleve allí don Luis Lasagna la orden de reunir un Consejo 
Americano, compuesto por los Directores y los Inspectores; estudie este Consejo la manera de arreglar el pasado y su déficit, recuerde ciert 
formalidades, sin las cuales ningún Director pueda contraer nuevas deudas. Antes de partir don Luis Lasagna estudie un sistema de econom 
En estos momentos, la Providencia nos da para nosotros y para América. Don José Fagnano sea solamente encargado de la parte espiritual 
un ecónomo administre temporalmente la 

1 Ap., Doc. núm. 44. 

2 L'Eco d'Italia, 31 de octubre de 1886. Hemos creído oportuno exhumar ese escrito como documento de los tiempos de don Bosco. (Ap. 
Doc. 45). Lo reprodujo también La Gazzetta di Catania, que se valió entonces de él en su guerra contra los Salesianos. En cambio en Sicili 
las Letture Domenicali de Palermo (28 de noviembre) no sólo publicaron «la estupenda circular», sino que abrieron una suscripción para la 
Misiones salesianas. También en Francia la Semaine anticléricale de Nevers (11 de noviembre) publicó un suelto desvergonzado con el títu 
de «A caza de dinero». 
190 

misión. En América no tengan miedo a las deudas; sean éstas transferidas al Capítulo Superior, pero esfuércense por regularizar las cosas. 

A los donantes ordinarios se les respondía con una cartita de agradecimiento litografiada sobre un original de don Bosco; pero en ciertos 
casos respondía personalmente el Siervo de Dios, lo mismo para agradecer las grandes limosnas que las pequeñas, como se ve por las dos 
cartas, cuya copia tenemos. La primera es para el canónigo Blas Rumiano de Susa, que había sido su compañero en la Residencia Sacerdot 

Muy querido Canónigo: 

Quiero escribirte yo mismo para asegurarte que agradecí mucho tu carta y tu limosna. Si no tienes el mérito de los perturbadores, tienes e 
de los donantes, como tú haces. »Por qué no vienes nunca a ver a este tu pobre amigo? 

Presenta mis saludos a nuestro común amigo el canónigo Bermond. Saluda in Domino a tu hermana, si Dios no la ha colocado todavía en 
sitio que María la había preparado ya en el paraíso. 

Que Dios nos bendiga y, tú, créeme siempre en J. C. 

Turín, 30 de noviembre de 1886. 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


((213)) Un Cooperador que nunca se hacía el sordo a las llamadas de don Bosco era el muy caritativo conde Eugenio De Maistre, el cual, 
también esta vez, echó su mano generosa a la bolsa, y obtuvo la siguiente respuesta: 

Carísimo señor conde Eugenio De Maistre: 

Estaba escribiéndole una carta en la que le aseguraba que, en estos días, haríamos en el Oratorio oraciones especiales por usted y por toda 

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familia, cuando oportunamente llegó el señor Vergan, trayéndome la generosa limosna de dos mil liras de su parte. 

Bendito sea siempre el Señor y mi agradecimiento eterno para usted. Tengo firme esperanza de que María Santísima Auxiliadora 
recompensará generosamente su caridad. Pido al Cielo que sean muy abundantes las cosechas de sus campos, buena la salud de toda su 
familia y grande la satisfacción de verlos a todos avanzar de virtud en virtud, hasta que pueda verlos a todos reunidos a su alrededor en el 
Paraíso. Nosotros demostraremos nuestro agradecimiento de la mejor manera que podamos. Por esto, nuestros huérfanos, en estos tres últim 
días del año, harán comuniones y oraciones especiales por estas tres intenciones: el día veintinueve de diciembre por el papá, conde De 
Maistre; el día treinta por la señora Condesa, su madre; y el día treinta y uno en sufragio de la señora Condesa, su difunta esposa. 

Ruégole presente mis saludos a toda su familia y se digne rezar también por mí y por esta mi familia de doscientos cuarenta mil huérfano 
que le profesan, todos, la 
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más sincera gratitud, mientras, en nombre de todos los Salesianos, tengo el alto honor de poderme profesar ahora y siempre de usted. 

(falta la fecha) 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

En el 1886 se efectuó una pequeña expedición misionera y otra grande. Ya hemos contado en el volumen anterior cómo en el 1885 vinier 
a Italia don Miguel Gorghino, procedente del Brasil, y don Luis Calcagno y don Pedro Rota del Uruguay. Estos tres se embarcaron para 
América sin aguardar al grupo más numeroso, en el mes de abril, llevándose consigo a los tres clérigos Fia, Giudici y Zanchetta, apellidos q 
adquirieron mucho renombre con los años. No eran más que unos sencillos clérigos; pero habían adquirido el vigor de las fuerzas y de la ed 
pues procedían de los Hijos de María. Tocaron Barcelona, con la esperanza de ver todavía otra ((214)) vez a don Bosco, pero sólo 
contemplaron los preparativos de los Salesianos y de los Cooperadores para recibirle, dos días después. De los tres sacerdotes, cuyo grato 
recuerdo pervive entre nosotros, renovaba don José Lazzero, al salir ellos de Italia, el testimonio que ya había dado a su llegada de América 
escribir 1: «Tanto don Miguel Borghino como los otros dos merecen un certificado de óptima conducta del tiempo que permanecieron entre 
nosotros; y, como ya dije en otra ocasión, demostraron manifiestamente buen espíritu y adhesión a don Bosco y a nuestra Sociedad. 
Esperamos que el Señor los conserve siempre así y, como están en la flor de la edad, tendrán tiempo para hacer mucho bien». 

Cuando se acercaba el tiempo de la gran expedición, don Bosco distribuyó, como suplemento del Boletín de noviembre, una circular de 
cuatro mil ejemplares, a los cooperadores de Turín y sus alrededores, invitándolos a la ceremonia del adiós. Una circular parecida en francé 
había sido repartida, junto con la llamada de octubre, pero solamente para enviarla a las personas notoriamente amigas 2. 

Veintiséis Salesianos y seis Hijas de María Auxiliadora debían 

1 Carta a monseñor Cagliero, 28 de marzo de 1886. 

2 Ap., Doc. núm. 46 A-B. La circular de octubre y las noticias de la expedición misionera inspiraron a ciertos estafadores la idea de 
aprovechar la buena fe del prójimo. Sirvió de instrumento la Staffetta, noticiero semanal de Nápoles. Cayó en la trampa la Sicilia Cattolica 
Palermo. Don Bosco y don Miguel Rúa actuaron con una prudencia que parecería excesiva, si la conducta de los santos no estuviera siemp 
guiada por sobrehumana caridad. Quien desee conocer este audaz intento de estafa, lea los documentos que hablan por sí mismos (Ap., Doc 
núm. 47 A-B-C-D-E-F). 
192 

atravesar el Atlántico, con don Luis Lasagna a la cabeza. En la primera mitad de noviembre fue éste a Roma. Allí obtuvo del conde de 
Robilant, ministro de Asuntos Exteriores, una promesa de protección y una ayuda de mil quinientas liras. Ganóse tanto su confianza que lle 
a asegurarle que no era masón, como se decía por todas partes. Fue recibido en audiencia privada por el Padre Santo, que quiso le informas 
en seguida sobre la salud de don Bosco y le preguntó muchas cosas sobre las misiones. Cuando oyó las necesidades de Brasil y supo que d 
Bosco, ((215)) movido únicamente por la caridad de Jesucristo, había preparado una verdadera falange de misioneros, el Papa prorrumpió e 
estas palabras: 

-Publicadlo para honra de Turín y gloria de la Congregación Salesiana. Esto me llena el corazón de alegría y de esperanza. Yo espero 
grandes cosas de la Congregación Salesiana para la Iglesia y para la sociedad. 

Fue después don Luis Lasagna a Casale, para saludar a un hermano suyo que estaba en el Seminario y a otros parientes y amigos. Y estuv 
en un tris de tener que renunciar para siempre a sus empresas misioneras, porque algunos distinguidos eclesiásticos y seglares, admirados d 

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sus excelentes dotes, tuvieron la idea de pedirlo a la Santa Sede para Obispo, ya que la diócesis se encontraba sin Pastor por la reciente mu 
de monseñor Ferré. De la idea se pasó a los hechos y hubo dos canónigos que llevaron a don Bosco una súplica en tal sentido, rogándole qu 
él mismo la presentara al Padre Santo con unas palabras suyas de recomendación. «Así nuestro queridísimo don Bosco, le escribían dos de 
promotores 1, añadirá un nuevo título a los muchos que ya tiene, para la benevolencia y reconocimiento de la Diócesis de Casale». Don Bo 
remitió la súplica al cardenal Alimonda, a fin de que él hiciera lo que mejor creyere en el Señor. El Cardenal le preguntó cuál era su 
pensamiento. Don Bosco respondió que no quería intervenir de ningún modo en semejante asunto, sino que deseaba estar completamente a 
margen. La súplica se puso en marcha; pero era demasiado tarde, porque León XIII ya había designado a otro. La Providencia había dispue 
que don Luis Lasagna llegara a obispo sin dejar de ser misionero. 

Cuando se realizó este designio de la Providencia, y fue en el 1893, tuvo cumplimiento una tácita predicción que don Bosco hizo a don L 
Lasagna el día del adiós. Aquel día, dos de diciembre, en la hora que precedió a la sagrada ceremonia, don Luis, al terminar su último 

1 El canónigo Romagnoli y don Luis Calcagno, Casale 26 de noviembre de 1886. 
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coloquio con el amado padre, pidióle medallas bendecidas por él para regalarlas a los amigos; y ((216)) cuando las consiguió, se despidió. 
Bajaba las escaleras para ir a la iglesia a dar la conferencia, cuando lo alcanzó el clérigo Festa, que le seguía corriendo y le entregó una caji 
diciéndole: 

-Don Bosco le manda esta caja y dice que las otras cosas son para los demás, pero que esta caja es para usted, precisamente para usted. 

Por el sonido le parecieron medallas. Se la metió en el bolso, corrió a la iglesia y no pensó más en ella. Estaba ya en alta mar cuando se 
acordó de la caja; la abrió y se encontró con una cadena de oro afiligranada, acolchada sobre un poco de algodón. Quedóse sorprendido al 
verla y, no comprendiendo nada, volvió a tapar la cajita y la guardó. Al llegar a su destino, la puso sin más en un cajón de su mesa de 
escritorio y no la sacó hasta el día en que el telégrafo llevó la triste noticia de la muerte de don Bosco. Entonces, en medio de la desolación 
general, todos los de casa empezaron a buscar objetos que recordaran a su padre extinto: escritos, medallas, regalos y cosas semejantes. En 
esta búsqueda, el secretario de don Luis Lasagna encontró la cajita. Sacó la cadena, levantó el algodón y apareció debajo un papelito en el q 
un cooperador de Chiávari decía que enviaba aquella cadena a don Bosco para que sirviese al segundo Obispo salesiano misionero en 
América. 

-Quiere decir, pensó don Luis Lasagna, que la entregue al segundo Obispo salesiano, de parte de don Bosco. 

No se imaginaba entonces que cinco años después, aquel obispo sería él mismo 1. 

El día dos de diciembre por la mañana en su capilla privada recibió por última vez profesiones religiosas. Eramos un grupo de clérigos 
jóvenes que, por falta de edad o por no tener completo el año del noviciado, no habíamos podido hacer la profesión con los demás 
compañeros por octubre en San Benigno. La exhortación del Santo, después de la profesión, versó sobre la obediencia. 

Durante la función de despedida de la tarde en la iglesia de María Auxiliadora, ni la elocuencia fascinadora de don Luis Lasagna, ni la 
sugestión propia del rito, ni la alada palabra del cardenal Alimonda pudieron apartar la atención de los fieles que tenían los ojos fijos en do 
Bosco. ((217)) Estaba el Santo anciano, humilde y recogido in cornu 

1 L'Italia Reale de Turín, el 3 de abril de 1893 dio la noticia del hecho con las palabras de monseñor Lasagna, quien había hecho público 
caso. 
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evangelii, entre monseñor Manacorda, obispo de Fossano, y monseñor Leto, obispo titular de Samaría. Todos tenían el presentimiento de q 
aquella gran vida estaba en su ocaso. Después de abrazar al último de los que partían y que desfilaban hacia la salida por la nave central de 
iglesia, él, sostenido por los brazos de dos Prelados, se arrastraba hacia la sacristía, donde el Cardenal se había dignado esperarle y, yendo 
encuentro, le expresó sus sentimientos de sincero afecto. 

Una de las ventajas que se derivaban de revestir aquellas despedidas con tanta solemnidad era que la prensa las aprovechaba para exaltar, 
difundir y hacer cada vez más popular en Italia la idea misionera. En aquel entonces la idea misionera no gozaba, ni siquiera en ciudades 
como Turín, donde se hacían durante el año varias llamadas de atención en favor de las misiones, de la notoriedad y simpatía que hoy tiene 
todas partes. En aquella ocasión los periódicos y revistas de muchos centros de la península, publicaron informes detallados del 
acontecimiento de Turín. En el Osservatore Cattolico de Milán apareció un comunicado del día dos que decía: «El Instituto Salesiano ha 
escrito hoy la página más hermosa de su historia». Y confesaba después el corresponsal: «Hoy, al ver a aquel venerando sacerdote, de rostr 

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bondadoso y modesto, circundado por la veneración filial de las más conspicuas autoridades eclesiásticas, he sentido que mi corazón se 
conmovía y mi alma se prendaba de él». En la Unità Cattolica del día cuatro de diciembre, un señor anónimo a quien el periódico calificaba 
«alma hermosa y devota» y el Boletín de enero de 1887 llamaba «altísimo personaje», terminaba su amplia relación, tejiendo a don Bosco y 
su congregación un himno, lleno de amor y de fe. «A ti, escribía, venerando don Bosco, gracias. Sí, gracias sinceras por haberme invitado a 
una reunión tan emocionante y amable. En la vasta iglesia de Valdocco, he apreciado toda la belleza de la religión cristiana que hermana lo 
pueblos. Tu Oratorio me dio la impresión de una Propaganda Fide. Nunca como el jueves pasado me parecieron tus ochocientos muchacho 
((218)) tan simpáticos y piadosos: yo los vi de rodillas, rezando por sus hermanos misioneros, que quizás no volverán a ver más. Nunca com 
la tarde del jueves se me presentaron tan venerables tus Hermanas Auxiliadoras, que rezaban y asistían desde varias tribunas a la piadosa 
ceremonia. Y nunca, me atrevo a decirlo, nunca me hizo gustar el numeroso coro de tus cantores armonías tan poéticas y solemnes. íQué 
espíritu más exquisitamente musical el de monseñor Cagliero! Ojalá puedas levantar con tus armonías religiosas la mente y el corazón de lo 
pobres salvajes de las 
195 

Pampas hasta la luz de lo sobrenatural como elevas los de tus compatriotas: que puedan los alumnos de los colegios americanos, bautizado 
la fe de Jesucristo, multiplicarse rápidamente y formar un coro inmenso para dar alabanza y gloria al Señor». 

Los misioneros fueron a embarcarse en Marsella. Los acompañaban don José Lazzero y don Julio Barberis. Desde allí uno de los veintisé 
el reverendo Gastaldi, daba noticias del viaje a don Bosco y le manifestaba sus sentimientos y los de los demás, con estas palabras 1: 
«Experimento gran consuelo y una verdadera satisfacción al dirigirle estas palabras, supliendo de algún modo con ellas la distancia que ya 
separa de usted, amadísimo Padre. No puede imaginarse cuánto nos costó y qué doloroso fue el adiós y la separación. Lo único que nos hac 
menos duro este adiós es el pensamiento de que usted reza por nosotros, nos bendice, y el motivo por el que hemos partido, amado Padre. 
Todos sabíamos lo mucho que le queríamos, pero ahora nos damos más cuenta de ello, sobre todo cuando pienso en aquellos días felices en 
que podía, por su bondad verle y oír su voz paternal. íQuiera el Señor que podamos disfrutar otras veces de esa fortuna!». 

Subieron en peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Guardia y, después de haber celebrado y cumplido allí sus devociones, se 
acercó un peregrino que les preguntó si eran los Misioneros de don Bosco. Y cuando oyó que sí, el desconocido puso en manos de uno de 
ellos una ((219)) bonita limosna y dio después al guardián del santuario una cantidad razonable por las molestias. Sólo supieron de él que e 
miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl. 

Celebraron la fiesta de la Inmaculada en el noviciado de santa Margarita. Don José Lazzero se lo refirió a don Bosco en estos términos, q 
resulta agradable recordar 2: 

«Resultó una agradable fiesta de familia, una verdadera reunión, fusión o, como dicen los franceses, un acto de fraternidad de espíritus 
franceses e italianos, que intentaban manifestar un solo espíritu, una sola familia, la de su padre don Bosco. Se leyeron composiciones 
alusivas a la partida de los misioneros, con la que se enlazaba el nombre de don Bosco para dar a entender los bonísimos principios con los 
que son educados aquellos buenos jóvenes novicios». 

Don Luis Lasagna tuvo tiempo para visitar a los condes Colle. Desde la habitación que aquellos señores llamaban de don Bosco, escribió 
buen Padre el día doce: «Qué felices se consideran los dos 

1 Marsella, 7 de diciembre de 1886. 

2 Carta a don Bosco, Marsella, día 12 de diciembre de 1886. 
196 

por conocer a don Bosco, ser apreciados y queridos por él; cómo disfrutan poniendo en sus manos toda su fortuna, para que la emplee a ma 
gloria de Dios y bien de las almas. Ellos mismos confiesan que son instrumentos bendecidos por la divina Providencia en manos de don 
Bosco». Y, más adelante, continuaba: «Y ahora, »qué le diré a usted, veneradísimo Padre, la víspera de la partida? Mañana por la tarde o, a 
más tardar, pasado mañana, martes, estaremos todos nosotros a bordo del Tibet, que nos llevará lejos, lejos de usted. íCuánto lo siente nues 
corazón y cuánto se entristece en ciertos momentos! Pero nos consuela el pensamiento de que usted nos acompaña con sus oraciones y sus 
bendiciones; que nos acompaña con todo su afecto paternal. Nosotros no tenemos más deseo ni ambición que la de mostrarnos dignos hijos 
un padre tan bueno y tan santo. Si el Señor nos ayuda a mantener nuestros propósitos, ya verá, veneradísimo Padre, que, aun a costa de 
cualquier esfuerzo y sacrificio, le daremos consuelos, muchos consuelos». 

((220)) Zarparon el día catorce por la tarde. La travesía fue trágicamente borrascosa. «íPobres compañeros míos de Misión!», exclamaba 
Luis Lasagna en una carta a don Bosco 1. Seguramente no olvidarán jamás lo mucho que sufrieron en los dos terribles días, del día diecinu 
al veinte de diciembre de este año» 2. Y decía de las Hermanas: «Verdaderamente nunca me hubiera creído poder encontrar en estas jóvene 
en estas pobres Hermanas, tanta serenidad e intrepidez. Bendito sea Dios y dense las gracias a usted, amado Padre, que ha sabido transfund 

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tan excelente espíritu entre sus hijos». 

Llegaron sanos y salvos al puerto de Montevideo el día seis de enero; 
pero aún no habían terminado las dolorosas peripecias. La ciudad estaba invadida por el cólera, que también hacía estragos en Buenos Aire 

El cólera había visitado Italia: todo esto ya había creado dificultades e impedimentos a la hora del embarque. Lo peor fue a la llegada. 
Aunque no se había dado el más mínimo caso a bordo, sin embargo, no hubo forma de que se concediera el permiso de desembarque: no hu 
más remedio que virar hacia la isla de Flores para hacer allí 

1 A bordo del Tibet, 23 de diciembre de 1886. 

2 La realista descripción de la infernal borrasca puede leerse en el Boletín de marzo de 1887. 

3 Cuatro salesianos, dos de la Boca, don Esteban Bourlot, director y párroco y el coadjutor Fabrizi, y dos de San Nicolás, don Luis 
Galbusera y don Fabricio O'Grady, se contagiaron; pero, don Santiago Costamagna escribía a don Bosco el día veinticuatro de noviembre: 
«provistos de la medalla de don Bosco, vencieron la fuerza del mal». 
197 

cuarentena. Por fortuna, la cuarentena apenas duró cinco días, aunque con no pocos gastos; finalmente el día catorce estaban todos en Villa 
Colón, atendidísimos por aquellos Hermanos. 

Aunque parecía en Turín un buen número el de los que partían, en el lugar del destino se vio que eran muy poca cosa frente a la necesida 
se hubiera querido al menos el doble, sólo para reforzar de forma eficiente las tres casas del Uruguay: Villa Colón, Las Piedras y Paysandú 
pesar de todo, hubo que ceder unos cuantos a la Inspectoría Argentina, cuyas obras se multiplicaban y obligaban a mayor intensidad de 
acción. 

((221)) Al ir don Luis Lasagna a Italia había llevado a don Bosco una carta del Obispo de Montevideo recomendando a sus oraciones su 
atribulada diócesis y pidiéndole una escuela de artes y oficios para Las Piedras. Don Bosco encargó a don Luis Lasagna que le respondiera 
1.°, agradeciendo su benevolencia con los Salesianos y las Hermanas de Uruguay; 2.°, prometiéndole oraciones por su hostigada diócesis y 
por todas sus tribulaciones; 3.°, diciéndole que era imposible abrir una escuela para aprendices en Las Piedras; 4.°, prometiéndoselo para 
Montevideo, con la esperanza de su licencia y la del señor Jackson a quien ya había escrito sobre el asunto; 5.°, que don Luis Lasagna volv 
con buenos compañeros para la ejecución de este plan de don Bosco, que además estaba muy en conformidad, con los deseos del Corazón 
Jesús y de María; 6.°, que él preveía que debía nacer de aquella obra mucho bien para las almas y para la religión en toda la republica del 
Uruguay y, quizás, en toda América del Sur; y que interesaba para esta obra el celo de Monseñor y de las personas adictas. Con estos punto 
más lacónicamente expresados en el original, redactó don Luis Lasagna su respuesta, de la que conservamos copia 1. 

La Inspectoría de don Luis Lasagna comprendía también las dos casas del Brasil. Aquí se presentaba un porvenir alegre y esperanzador, 
pero el presente era muy duro. La casa de Niterói luchaba con los protestantes y las deudas; con todo ensanchaba su campo de acción.La 
incipiente de Sao Paulo estaba muy falta de operarios. Los obispos de todas partes suplicaban que fueran Salesianos a sus diócesis 2. 

Don Bosco, previendo los progresos que la Congregación haría entre la población civil y entre las tribus salvajes de aquel inmenso 

1 Ap., Doc. núm. 48 A-B. La carta al señor Jackson, de la que también conservamos copia, debe haber sido igualmente firmada por don 
Bosco (Ap., Doc. núm. 49). 

2 Carta de don Antonio Riccardi a don Bosco, Almagro (Buenos Aires), febrero 1886. 
198 
Estado, había escrito a don Miguel Borghino y sus tres acompañantes: 
«Quiero que seáis luz. Cuando vayáis a Brasil y encontréis a vuestros ((222)) hermanos, decidles que habéis ido a llevar luz, no porque hay 
allí tinieblas, sino para añadir luz a la luz, de manera que los rayos resplandezcan hasta en los salvajes y en los negritos». 

Al mismo don Miguel Borghino le entregó una carta para que llegase a manos de la princesa Isabel de Orleans-Braganza, hija del último 
emperador don Pedro II y casada con el conde de Eu 1. 

Alteza Imperial: 

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La divina Providencia quiso que se establecieran dos casas salesianas en Brasil; una en Niterói y otra en Sao-Paulo, ambas destinadas a la 
atención de los muchachos más pobres y abandonados. 

Algunos de estos mis religiosos que volvieron temporalmente a Italia, me han hablado mucho de la bondad y caridad de V. A. Imperial y 
por eso recomiendo, a V. A. y a su Majestad el Emperador, a todos mis Salesianos de ahí, que no desean más que conquistar almas para el 
cielo y disminuir el número de los rebeldes. Ellos, además, rezan y hacen rezar a sus alumnos por la salud y prosperidad de toda su familia 
de su Majestad Imperial, su augusto Padre. 

Que María Santísima proteja a esa memorable dinastía por la que nuestros huérfanos, cuyo número pasa de doscientos mil, hacen oracion 
especiales a Dios. 

Por mi parte, me impongo como un deber invocar en la santa misa bendiciones especiales sobre todos los súbditos brasileños, mientras, c 
el máximo agradecimiento, me cabe el alto honor de poderme profesar humildemente, 

Turín, marzo de 1886. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

La recomendación de don Bosco no fue letra muerta. El día quince de noviembre, el Emperador y la Emperatriz, acompañados del Minis 
de Agricultura y de otros personajes visitaron detenidamente la casa de Sao-Paulo y pidieron al Director informes sobre los muchachos y e 
método de enseñanza. 

El Emperador dijo que apreciaba mucho la obra y que conocía a don Bosco y a su Congregación. Un alumno recitó con mucha gracia un 
saludo, presentando a sus Majestades un volumen con los datos meteorológicos de Villa Colón, preparado expresamente para la ocasión, co 
la fotografía de los alumnos de ((223)) aquel colegio y se cantó un himno sencillo, pero de agradable efecto. 

1 El autógrafo está en París en poder del príncipe Pedro de Orleans Braganza, hijo de la destinataria. 
199 

El Director ofreció después a los Soberanos el diploma de Cooperadores, que ellos recibieron agradecidos. Se retiraron dejando indudabl 
prueba de su simpatía con una gran limosna. 

En noviembre del año siguiente se hallaba el Emperador de paso por Cannes. Don Luis Cartier, director de la casa de Niza, fue allí a 
presentarle los saludos de don Bosco. Fue recibido con mucha afabilidad. El Emperador estrechó su mano y le preguntó inmediatamente po 
don Bosco. 

-»Cómo está don Bosco? »Está en Niza? Es un gran hombre... un santo... Hace mucho bien. Me gustan mucho sus obras, especialmente l 
casa de Sao-Paulo, donde se hace muchísimo bien. 

Don Luis Cartier se hizo intérprete de la contrariedad de don Bosco, al no poder recomendar personalmente a Su Majestad sus hijos del 
Brasil y de Niza. El manifestó su pesar, ya que no podía visitar la casa de Niza, pues debía partir en seguida de Cannes. La Emperatriz le tr 
también con amabilidad, manifestándole su gran veneración por don Bosco y su alta admiración por sus Obras; y le recomendó de un modo 
particular que dijera a don Bosco que rezara por el Emperador y por ella. 

Al día siguiente, envió don Luis Cartier a Cannes al prefecto, don César Fasani, con una carta de agradecimiento y unos regalos para 
presentar al Soberano. Eran dos ejemplares de Don Bosco de D'Espiney, tres grandes fotografías del Santo y un ejemplar del opúsculo de d 
Francisco Cerruti, Le idee di don Bosco sull'insegnamento. El Emperador del Brasil cultivaba mucho la literatura italiana y tenía preferenci 
por las obras de Manzoni, con quien había tenido mucha amistad. Mostró su agradecimiento por todo y contemplando el retrato de don Bos 
dijo: 

-No me conformo con verlo en fotografía; quiero verle en persona... Sí, iré a verlo. 

Así decía el día veintiséis de noviembre; dos meses más tarde don Bosco estaba a las puertas de la eternidad 1. 

((224)) Hablando del desarrollo que, a pesar de todo, tenía la obra salesiana en Brasil, Uruguay, Argentina y las misiones patagónicas, do 
Luis Lasagna había escrito ya el día ocho de enero a don Miguel Rúa: «»Qué quiere? Son los acontecimientos los que nos llevan; o, por me 
decir, es la divina Providencia la que nos conduce y hay que seguirla». Era la misma Providencia la que había hecho crecer en torno a don 

Fin de Página: 200 


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Bosco un monseñor Cagliero, un monseñor Fagnano, un 

1 Ap., Doc. núm. 50. 
200 

monseñor Lasagna y una pléyade de espíritus activos y abiertos a las grandes iniciativas. Así debían ser los hombres que iban a la vanguard 
y no cobardes ni mezquinos, sino atrevidos y de amplia visión. 

Tenemos una carta de monseñor Cagliero sobre Argentina con todo un cúmulo de informaciones, que ponen al vivo el estado de las cosas 
locales durante el período de los meses de verano, es decir, desde diciembre hasta marzo. Monseñor se ausentó de Patagonia el día cinco de 
enero y estuvo fuera de su residencia hasta el día ocho de mayo. El día veintidós de febrero se encontraba en San Nicolás, desde donde 
escribió a don Bosco. 

Rvmo. y querido Padre en J. C. 

Es hora de que le escriba personalmente para darle cuenta exacta de todo lo que pasa en nuestras casas en las que estuve para predicar los 
santos ejercicios espirituales. 

Se celebraron en Patagones, en Buenos Aires, en Colón y en San Nicolás. Contemporáneamente a los de los Salesianos, se hicieron los 
ejercicios de las Hermanas, en tres sitios, y tuve tres compañeros. Cambiaba el centinela, pero era siempre el mismo cabo quien conducía, 
guiaba y mandaba la patrulla. 

Constituyeron para mí un trabajo notable, pero pensando en el, todavía más fuertes soportado por don Bosco en estas ocasiones y en la 
necesidad de estar al corriente de todo y de todos, lo consideré de poca importancia y lo sobrellevé con facilidad. 

En todas las casas he encontrado una volundad firme, resuelta y decidida de ser buenos y santos Salesianos. Se estimuló a los demasiado 
lentos, se frenó a los demasiado rápidos y se sacudió a los somnolientos. Don Bosco, el Oratorio y sus primeros tiempos entraban en todas 
pláticas; y lo digo francamente, aquellos afortunados recuerdos, producían mucho bien a todos, al predicador y a los oyentes, dándonos una 
idea clara y una guía segura del espíritu salesiano. 

En los coloquios íntimos (cuentas de conciencia) y en las conferencias particulares pude hablar, con mucho provecho, no sólo del espíritu 
pobreza, sino también de la economía, tan necesaria para pagar las deudas, de las que no está libre ninguna ((225)) de nuestras casas. Del 
mismo modo se ha impuesto del todo, donde era necesarios el Sistema Preventivo y el gran resorte de la dulzura y de la caridad en la 
educación de nuestros alumnos. 

Y la confianza, el amor fraterno, paternal y filial entre superiores e inferiores reinan en toda la línea, de modo que tuve que hacer pocos 
cambios de personal o ninguno. 

Se ha trabajado y se trabajará aún más en adelante por las vocaciones; pero éstas son escasas porque el terreno es estéril. Hemos impuesto 
sotana a seis clérigos novicios, entre los cuales se encuentra Caprioglio, que es un veterano y bravo salesiano. Profesaron diez, unos los vot 
perpetuos y otros los trienales y casi todos americanos. 

Las Hermanas han tenido diez imposiciones de hábito y otras tantas profesiones, casi todas de italianas o hijas de italianos; esto es, de 
familias con las que estamos más relacionados. 
201 

En San Nicolás me ilusiona pensar que nos espera un porvenir consolador. Los numerosos cooperadores que allí tenemos tratan de 
confiarnos la numerosa cantidad de muchachos y muchachas para educarlos y para, si tal fuera su vocación, consagrarlos al Señor. En estas 
familias reina el primitivo espíritu cristiano y están muy encariñadas con los Salesianos. He visitado a casi todos en sus ricas chacras (granj 
y he invitado a los más relevantes a una modesta comida ayer, día en el que celebrábamos la fiesta de san Francisco de Sales y la Conferenc 
de los Cooperadores. Estaba entre ellos monseñor Ceccarelli, que siempre se ha mostrado muy adicto a los Salesianos y es buen amigo mío 

Recibieron las sagradas órdenes del presbiterado José Solari y Giovannini en Villa Colón; Rinaldi, Patrizio O'Gradi y Guido Zaninetti en 
San Nicolás, más tres minoristas; y, entre tanto, se preparan muchos otros con el estudio y la virtud para recibir la misma gracia en los años 
venideros. 

Estas son, veneradísimo Padre, las noticias u operaciones ad intra (de orden interior): paso ahora a comunicarle las que son ad extra (haci 

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fuera). Se disiparon los siniestros nubarrones que oscurecían el horizonte patagónico. El señor Gobernador, general Winter, quiso que, con 
motivo del bautizo de una hijita suya, tomaran parte en una comida familiar cuatro de nuestros sacerdotes salesianos, entre ellos don José 
Fagnano contra quien especialmente se dirigía su colérica adversidad. Y la reconciliación se ha efectuado por obra y gracia de María 
Auxiliadora, a quien encomendé de especial manera la Patagonia y sus intereses, apenas desembarqué en Río Negro. 

Las Misiones, que estaban paralizadas desde hacía un año, reemprendieron su marcha y don Domingo Milanesio, que antes se encontraba 
frenado por los soldados, ahora son ellos los que le guían y ayudan, en caso de necesidad, en sus excursiones a las Cordilleras. Y espero qu 
Gobierno nos ayude, concediendo el sueldo de capellanes a varios de nosotros. Don Angel Savio percibe en Santa Cruz el sueldo de 
agrimensor de cincuenta y cuatro escudos al mes. Don José María Beauvoir, el de capellán militar de sesenta y cuatro escudos mensuales. Y 
yo necesito que también consigan esos recursos algunos de nosotros en Patagonia, donde tenemos grandes deudas, por las dos iglesias que 
hemos construido. 

((226)) En Buenos Aires hemos conseguido un intermediario para llegar hasta el Presidente; pero preveo que la política lo derribe dentro 
pocos meses y que suba un presidente nuevo y mejor, mejor para nosotros. Esperamos, pues, los acontecimientos. 

En cambio, en Montevideo, se desencadenó una terrible tempestad. Que Dios nos depare mejores tiempos. El Gobierno, con su President 
la cabeza, se ha ganado el desprecio universal. Y todos los mejores ciudadanos se han unido a los mejores generales y capitanes del ejército 
para echarlo fuera con la pólvora del cañón. 

Nuestro Colegio de Paysandú está en peligro de ser convertido en cuartel general de las tropas del Gobierno, por su posición y sólida 
construcción. Pero esperemos: la reclamación del Embajador italiano y los barcos acorazados que tiene a su disposición en aguas de 
Montevideo lo harán desistir de tales propósitos; entre tanto, los muchachos no van a clase hasta que todo termine 1. 

Ruegue, pues, carísimo don Bosco, por estos desventurados países, siempre en revolución y unos contra otros, con las armas en la mano. 
Nuestra condición de extranjeros nos alivia, en estos terribles enfrentamientos; pero más aún el ser extranjeros 

1 La revolución estalló el día veintiocho de marzo; duró unos días y fue ahogada en sangre. 
202 

en esta tierra de tribulaciones y espinas. Confiamos en sus oraciones y en las de nuestros queridos hermanos y cooperadores. 

Sí, rece porque lo necesitamos en estos momentos. 

Desde el Brasil hasta la Tierra del Fuego le saludan sus hijos y piden por su preciosa salud. Desde los Alpes al Lilibeo sabemos que hay 
hermanos nuestros que le quieren; pero no son menos que ellos los que le quieren muchísimo desde los dos grandes Océanos del Pacífico y 
Atlántico, con los que no pueden compararse el Mediterráneo y el Adriático. 

Reciba los saludos de todos y bendíganos en el Señor. 

Al venerando Capítulo y a sus no menos venerandos sujetos (miembros), el testimonio de nuestra humilde sumisión y mi pastoral bendic 
Amén. 

San Nicolás, 22 de febrero de 1886. 

Afectísimo hijo en J. C., JUAN, Obispo de Mágida 

P.D. He recibido de Roma, junto con la facultad para autorizar los Matrimonii misti cum cautelis (matrimonios mixtos, con cautela), una 
carta laudatoria del Cardenal Simeoni, respondiendo a la primera relación que envié a Propaganda. Ahora estoy preparando la segunda, que 
mandaré a don Francisco Dalmazzo con un duplicado para Turín. 
Preparo también una relación semejante para la Propagación de la Fe y la Santa Infancia 1. 

((227)) Monseñor Cagliero, a causa de las deudas que pesaban sobre la Inspectoría Argentina, había decidido no abrir más casas, al meno 
por un año; pero circunstancias providenciales le hicieron desistir de su propósito. En 1885 el Gobierno de La Plata había prometido a los 
Salesianos un precioso terreno, a condición, sin embargo, de que no tendría efecto el contrato estipulado, si no se erigía allí un colegio. Los 
Salesianos tenían muchos deseos de establecerse en La Plata, en razón de que la mayor parte de la población era italiana. Pero, teniendo tan 

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deudas, »cómo arriesgarse a construir? Se abandonó, pues, la idea. Acudieron en seguida los protestantes, que estaban al acecho y obtuvier 
las mismas facilidades gubernativas. Pero, después de edificar allí su templo y construir dos casas tuvieron que marcharse, sin que nunca se 
supiera por qué. Enconces el canónigo Carranza, párroco en la ciudad, adquirió los edificios y el terreno y después, con apremiantes 
recomendaciones del Arzobispo y de otras personalidades influyentes, se presentó a los Salesianos y se los ofreció. Después de lo acaecido 
consideró que no se podía rechazar. Así comenzó 

1 Pueden servir, de complemento a estas noticias, las que su secretario don Antonio Riccardi, envió a don Bosco el doce de marzo (Ap., 
Doc. núm. 51). 
203 

una obra, que floreció muy en breve y está todavía floreciente 1. 

Hay una segunda relación de monseñor Cagliero con tanta abundancia de detalles, que, aunque un poco larga, viene muy a propósito en e 
sitio: 

Muy querido Padre don Bosco: 

Estoy en vísperas de volver a mi querida Patagonia. He debido emplear dos meses predicando los santos ejercicios espirituales en nuestra 
diversas casas, y he disfrutado un mes aquí en Buenos Aires. Era necesario este pequeño descanso para visitar y recibir visitas, entablar 
nuevas relaciones y buscar dinero. 

A través del Capellán mayor del Ejército, he podido relacionarme con el Ministro de la Guerra, que se mostró muy a favor de nuestras 
Misiones, en lo tocante al bien de los soldados que están de guarnición a lo largo del Río Negro. He podido obtener de él ocho pasajes grat 
de Buenos Aires a Patagones. Esto me ahorró ((228)) quinientos escudos; y, como solemos decir nosotros, lo que mucho vale mucho cuesta 
a caballo regalado no le mires el diente. 

Mientras tanto, los trescientos escudos mensuales que el Gobierno nos entregaba para nuestras Misiones, hace dos años que nos los 
suspendieron y nosotros tiramos adelante como Dios nos da a entender. Entre limosnas para misas y otros donativos he podido juntar mil 
escudos. Poca cosa, teniendo en cuenta el poco valor del dinero en estas regiones. 

En las visitas a los colegios he preparado el ambiente para una especie de pequeños cooperadores salesianos (para que no se confunda est 
obra con la de la Santa Infancia) y espero que produzca algunos miles de escudos al año, mas sin hacer mucha publicidad. 

He entregado al Arzobispo una relación de nuestras misiones durante el año 1885 para que la transmita, como era costumbre años pasado 
al Gobierno, el cual nos dará o no nos dará alguna subvención. 

También he pedido ayuda a algunas sociedades de beneficencia y me han prometido hacer algo. 

Se dice que lobo hambriento no tiene asiento; y eso me ha pasado a mí; me han obligado a ello las deudas contraídas con el Banco para 
levantar las dos iglesias que sabe. 

Paso ahora a darle noticias sobre los créditos que tenemos con el Padre Eterno, si quiere dedicarnos parte de su bondad y de su infinita 
misericordia. 

Don Angel Savio y don José María Beauvoir, junto con un coadjutor (Fossati) se han establecido a orillas del río Santa Cruz, a cinco días 
navegación de nosotros. Están en muy buenas relaciones con el Gobernador, con quien he hablado antes de que saliera para aquellas tierras 
es probable que se trasladen más allá, hasta el Cabo de las Vírgenes, donde, como habrá sabido por los periódicos, se dice que hay un 
riachuelo que, en vez de arena, lleva al mar ípepitas de oro! Y mientras nosotros bromeamos con esta nueva California, los ingleses trabaja 
en serio a más no poder, para dar con su Dios que no es el nuestro. 

Don Domingo Milanesio y don Bartolomé Panaro, con un catequista y un mozo 

1 En julio don Santiago Costamagna envió a don Miguel Rúa una interesante relación sobre esta casa (Ap., Doc. núm. 52). 
204 

de mulas, están de misión desde el mes de diciembre y, por una carta suya que he recibido, deduzco que, a finales de abril, dejarán la 

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Cordillera cubierta de nieve y se vendrán a Patagones, donde haremos una relación de sus excursiones. Estos esforzados Salesianos han 
recorrido la friolera de trescientas leguas en la ida y superando, con ayuda de la divina Providencia, un gran peligro, porque el pobre don 
Domingo Milanesio, víctima del solazo, cayó enfermo con diarrea, en medio del desierto. A más de cuarenta leguas de todo ser viviente y s 
provisiones, quedáronse sin alimento. Entonces el arriero de los caballos se echó a correr por aquellos alrededores en busca de caza y encon 
una vaca perdida por el desierto; diole alcance y tuvieron con qué comer durante los ocho días, que fueron necesarios para que el pobre don 
Domingo Milanesio pudiese proseguir el viaje a caballo. 

((229)) En las faldas de la Cordillera sucedió que un caballo, como a menudo acontece, se encabritó, dejó caer la carga y se rompió la pie 
del ara del altar. De acuerdo con las facultades concedidas por la Santa Sede, habría podido continuar celebrando con el ara rota, y hasta sin 
ella; pero prefirió atravesar a caballo toda la cadena de montañas y pasar a Chile él solo. Empleó dos días, a través de los desfiladeros de 
aquellas rocas y llegó a la primera población con vistas al Pacífico, llamada Los Angeles. 

Fue bien recibido por los Padres Franciscanos que hasta le prestaron ayuda económica. 

Ellos conocen por la fama a don Bosco y a los Salesianos y están deseosos de vernos por aquellas tierras. En un segundo viaje, o mejor, e 
un segundo atravesar los Andes a caballo y descabalgado, llegó a Chillán y a Concepción junto a la playa del mar. Allí fue recibido con 
indecible júbilo por el Vicario Capitular, don Domingo Cruz, y por su secretario, y le enseñaron la casa que están edificando para nosotros. 
Desde allí se enviaría a los Salesianos por la inmensa región de los Araucanos, faltos todavía de sacerdotes y en extrema necesidad de auxi 
espirituales. 

Querido don Bosco, tenemos las casas con muy poco personal y si, como desea su paternidad y lo deseo yo y lo deseamos todos, nos vam 
a establecer en Chile, prepare una buena caravana de Misioneros y mándemela a Patagonia. Desde aquí hemos encontrado el paso que, en u 
«paseo» a caballo de mil quinientos kilómetros, nos lleva a la Cordillera y, con otros doscientos kilómetros por caminos de cabras, nos deja 
terreno chileno. 

La mies recogida en esta Misión por nuestros esforzados Misioneros fue de doscientas comuniones, veinticinco o treinta matrimonios y 
cerca de ochocientos bautizos; seiscientos de los cuales son de indios. Los misioneros están bien de salud, a pesar de las incomodidades, la 
fatigas y la vida arrastrada que les toca llevar por las inmensas soledades, transitadas por indios araucanos que han pasado al territorio 
argentino. 

Cuando yo llegue a Patagones, sabré si emprenderán el camino de regreso, o si piensan quedarse a mitad de camino, donde se han puesto 
acuerdo con el Cacique Namuncurá y con Sayuheque para instruir a sus dos tribus (unos dos mil quinientos) en nuestra Santa Religión y 
bautizarlos. Veremos si llegan a tiempo, porque el Ministro de la Guerra me dijo que quisiera hacerlos ir a Buenos Aires. La razón está en 
como no han sido preparados con tiempo para los trabajos agrícolas y ellos prefieren el ocio al trabajo, teme que se subleven. Por tanto, va 
ser de ellos lo que disponga la divina Providencia. 

Como ya le habrán escrito, son nueve los sacerdotes Salesianos que se ordenaron extra tempora. Y como si fueran guindas o miel se los 
repartieron las diversas casas, 
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que aún siguen lamentándose de que son muy pocos. Pero no será siempre así, porque, teniendo en casa la fábrica y los fabricantes, se hará 
con más frecuencia. 

Pero usted, amadísimo don Bosco, debe mandarme desde San Benigno la tela, tela buena y de larga duración. San José nos ha regalado u 
nueva casa unos días antes de su fiesta, ((230)) en la moderna y hermosa ciudad de La Plata. 

No queríamos, no podíamos aceptarla y con todo nos cayó sobre las espaldas, porque así lo quisieron el Arzobispo, el Vicario Foráneo y 
multitud de italianos, que viven allí sin ningún socorro espiritual ni instrucción religiosa. El terreno, la casa de madera y la acogedora igles 
(de este mismo mármol suave) que ha llegado de Suiza, nos la da el Gobierno de la Provincia. Y, aunque nosotros habíamos hecho el 
propósito de no abrir más casas en Argentina y dirigíamos nuestra mirada a Chile, aquí nos tiene asentados ahora víctimas de la educación 
recibida de no decir jamás que no, cuando otros quieren que digamos sí. Pero, si don Celestino Durando se mantiene firme, ciertamente no 
abriremos ninguna más por estas tierras, no; íde veras, de veras! íSerá verdad! Así lo espero y es mi deseo. 

En todas las otras casas se goza de buena salud y hay gran voluntad de trabajo y de hacerse santos 1. 

Ayúdenos su Paternidad con sus santas oraciones y reciba toda la felicidad y la bendición de su afectísimo hijo. 

Buenos Aires, 10 de abril de 1886. 

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JUAN, Obispo de Mágida 

Precisamente mientras llevaban esta carta al correo, anunciaron por teléfono a Monseñor que el presidente de la República, Roca, a quien 
había pedido audiencia, lo recibiría con mucho gusto. Sin pérdida de tiempo, fue el Vicario Apostólico aquella misma tarde a casa del 
General. Le acompañaba don Santiago Costamagna. Era su finalidad agradecerle la recomendación del año anterior para el Gobernador de 
Negro. Después del saludo y las palabras de agradecimiento, el General Roca, con aspereza militar, puso ex abrupto sobre el tapete la cuest 
jurisdiccional. 

-Usted es Obispo, le dijo, y no es argentino. No puede ejercer en 

1 Como comentario de estas palabras sirva la siguiente estadística enviada por don Santiago Costamagna a don Miguel Rúa (12 de abril): 
«Hay sesenta alumnas internas y cien externas en el Colegio de las Hijas de María Auxiliadora, frente al nuestro. Hay trescientos treinta y 
cinco muchachos en San Carlos, doscientos cincuenta de los cuales son internos y los otros mediopensionistas y externos. Hay doscientas 
cincuenta muchachas en La Boca; ciento en San Isidro, ciento en Morón; hay ciento cincuenta muchachos en La Boca y cien en Santa 
Catalina. Todos asisten a clase. Además, están los de los oratorios... íQué felicidad! íY nosotros chupados y secos... y cargados de deudas! 
otra parte, hay que pensar en la casa de La Plata (aceptada por Monseñor, obligado por San José). Pero no hay personal; Ubi non ce n'é, qu 
conturbas me? (donde no hay con qué; »por qué me inquietas?). Encomiéndenos al Señor para que mantengamos derecho el timón y... 
ítrabajar sólo por Dios o a morir todos hoy mismo! Bese la mano a nuestro Papá». 
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la República. El Papa no tiene aquí derecho a arbitrar sin permiso del Gobierno. 

((231)) Monseñor esquivó con habilidad el golpe, respondiendo que no tenía jurisdicción ordinaria y que sólo era obispo misionero, 
visitador de las casas salesianas, especialmente las de Patagonia; y que, en las cuestiones que pudieran interesar al Gobierno, él se dirigíria 
autoridad del Arzobispo de Buenos Aires. 

La evasiva respuesta valió por toda una explicación y el Presidente quedó satisfecho. Siguió después exponiendo los progresos hechos en 
Misión, las escuelas creadas y las dos iglesias construidas, las últimas expediciones realizadas por Monseñor y por los misioneros Salesian 
las muchas conversiones, los millares de bautismos administrados desde su llegada a indios adultos y a niños. Se habló sobre todo de las 
muchas deudas contraídas para construir las dos iglesias, las casas y escuelas en Patagonia. Diole el Obispo las gracias por los ochocientos 
escudos que le había enviado por medio del Arzobispo, rogóle que no olvidara las misiones y que ayudara siembre a los misioneros. Prome 
él que así lo haría. Quiso después que le informara sobre la Congregación Salesiana y su organización frente a las leyes y alabó la sabiduría 
don Bosco. 

Monseñor encontró la manera de lamentar la ruptura que se había producido entre la República y la Santa Sede. 

-No existe ruptura alguna, rebatió el Presidente; es solamente una cuestión personal con monseñor Matera. Es mi intención reanudar cuan 
antes las relaciones. Más aún, haga uso de cuanto le digo; puede dar a conocer estas mis disposiciones, oficiosamente se entiende, al 
Secretario de Estado y al Papa. 

Monseñor Matera, arzobispo de Irenópolis, Delegado Apostólico y enviado extraordinario para Argentina, Uruguay y Paraguay, con quie 
monseñor Cagliero, como ya vimos, se encontró el año 1885 en Montevideo, como no gozaba de la confianza del Gobierno argentino, se 
había visto obligado a salir del territorio de la República, sin previo acuerdo con la Santa Sede; por eso la ruptura con Roma. Puesta ahora 
cuestión en los términos expresados por el Presidente, se simplificaba mucho; así que no fue difícil llegar a una solución. ((232)) Aquella 
conversación señaló el punto de partida para reanudar las relaciones diplomáticas, puesto que Monseñor envió una relación del asunto al 
Procurador general don Francisco Dalmazzo, para que informara del mismo al cardenal Ludovico Jacobini, secretario de Estado. 

Monseñor Cagliero supo ganar para su causa a las más altas autoridades 
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gubernativas, lo que le valió para consolidar la propia autoridad en su sede de Patagones, como se vio a su regreso, después de la larga 
ausencia. A su llegada, no solamente acudieron a recibirle los Salesianos y las Hermanas con los alumnos de ambas partes del Río Negro; s 
que llenaba la playa un pueblo variado y numeroso: señores y señoras, marineros y militares, indios y gauchos lo aguardaban con verdadero 
entusiasmo. Las principales autoridades subieron a bordo para saludarle. El Gobernador, enfermo desde hacía algunos días, aunque era 
anticlerical y personalmente hostil, no pudo excusarse de enviar en seguida un oficial superior para que lo representase, manifestando su 
satisfacción por la llegada de Monseñor. 

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Todo esto colmó de alegría al Vicario Apostólico, persuadido de que aquel gran cambio de ánimos, en el centro del Vicariato, le allanaría 
camino para un ejercicio más fructuoso en su ministerio. Es cierto que su manera de obrar contribuía a conquistarse la estima y confianza. « 
persona, escribía don Angel Piccono 1, difunde a su alrededor serenidad y alegría; en su actuación van unidas la sencillez y la prudencia, la 
dulzura y la energía de un verdadero primogénito de don Bosco». Apenas desembarcó, se dirigió a la iglesia, donde, hecha una breve oració 
agradeció a todos el espléndido recibimiento que le habían tributado. Pero aquel agradecimiento colectivo no era suficiente; la cortesía ped 
que fuera visitando a las personas de mayor relieve, lo cual le dio ocasión para conocer de cerca a las familias principales, tan necesitadas d 
instrucción religiosa. 

Por aquellas remotas latitudes, no se enfriaba en los corazones el cariñoso recuerdo de don Bosco con la inmensa distancia, ni con las fat 
agotadoras. ((233)) Hablaban de él entre ellos; hablaban de él a los niños; no había fecha memorable que pasara inadvertida. Así, el día 
diecinueve de mayo, los alumnos del colegio de Patagones le escribieron cada uno su cartita, para el próximo día onomástico. 
«Simpatiquísima, dice don Carlos Viglietti en su diario, resultó la del amable muchacho Luis Villanueva, aprendiz indio de pura raza, que 
llevaba ya dos años en el colegio». Cuánto gozó don Bosco al leer aquellas cartas, pueden todos imaginarlo 2. 

Se conservan, sin embargo, muchas cartas escritas en idéntica circunstancia por los mismos Salesianos. Pedimos perdón a los lectores, si 
nuevo buscamos en ellas los sentimientos que los antiguos Salesianos 

1 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, Carmen de Patagones, 14 de mayo de 1886. 

2 No hemos podido encontrar la carta de aquel indio; solamente otras dos (Ap., Doc. núm. 53 A-B). 
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nutrían por don Bosco. Nos parece que la figura de nuestro Santo recibe un relieve especial, al ver el vivo afecto que suscitaba en los suyos 
cuánto les confortaba en sus trabajos y cómo estimulaba a todos a bien obrar aquella disposición de ánimo. Sin duda, don Bosco poseyó en 
grado sobrehumano el don de hacerse amar, con aquel amor sincero, constante y operativo que es el amor filial. 

Comencemos nuestra revisión por Uruguay. El clérigo Grando le abría así su corazón, desde Paysandú: «Le aseguro, amado Padre de mi 
alma, que sólo con mi vida cesará en mí la oración inspirada en el agradecimiento hacia aquel que, para darme la vida, me apartó del peligr 
de perderla. Le aseguro, además, que nuestras santas Reglas y sus santos avisos, que conservo escritos en una estampa de María Auxiliador 
que usted me dio con su firma, serán la norma de mi conducta. Veo que hasta ahora, solamente obrando así, encuentro la tranquilidad, sin 
experimentar melancolía o mal humor nada más que cuando me aparto de esa norma». El clérigo Soldano desahogaba así sus sentimientos, 
desde el mismo colegio: «Es ésta una ocasión más que se me presenta para manifestarle mis sentimientos ((234)) de gratitud, de fidelidad, d 
amor; es ésta una nueva ocasión que nos concede el Señor para honrar, por cuanto sea posible en esta mísera tierra, su mérito, sus heroicas 
virtudes; es ésta una nueva ocasión que se nos presenta para honrar a quien lo merece por encima de todo (...). Os doy gracias, gracias 
infinitas, Dios mío, porque me disteis tal Padre. Sí, muy amado don Bosco, usted es mi Padre, porque me dio la vida, no la material, sino la 
moral y espiritual. Usted es el más insigne bienhechor, que pueda haber en la tierra (...). Usted es, después de Jesús, mi Salvador (...). Usted 
mi Maestro, que me predica con la palabra y me mueve con el ejemplo». 

Desde el colegio Pío de Villa Colón escribe humilde y sencillamente don Pedro Rota: «El último, entre tantos hijos, me presento también 
y quiero unir mi Viva don Bosco a los millares de vítores que se oirán estos días dentro de los muros del Oratorio. Quizás no llegue el mío 
hasta allá, pero su delicado corazón lo oirá igualmente, porque brota precisamente de un corazón que le ama con amor filial». 

Desde Villa Colón don Luis Calcagno, que siente cómo va perdiendo la vida con su mala salud, se consuela con el pensamiento de una v 
mejor siempre con don Bosco. «Temo, dice, que no le llegue mi carta en su día onomástico. Pero procuraré acompañar, con todos los afect 
de mi corazón, las expresiones de amor y de reverencia que, en ese día, le dedicarán mis queridos hermanos del Oratorio (... ). 
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Querido padre, acuérdese de este su pobre hijito de América, que no volverá a verle más en esta tierra. Ruegue mucho por mí, a fin de que 
día, después de haber practicado con todas mis fuerzas las Reglas salesianas, pueda arrojarme a sus pies allá arriba en el paraíso». 

Desde allí también dos hijos americanos, los clérigos Echeverry y Canessa, empleando ambos su propia lengua, se lamentan de no haberl 
visto nunca y dicen que le conocen a través de las narraciones de los Superiores y se encomiendan a sus oraciones. 

Y, bajando después a Buenos Aires, he aquí a don Víctor Durando, director de la reciente casa de Santa Catalina, que une a los filiales 
augurios ((235)) para su «querido Padre don Bosco» una bonita relación sobre la marcha del nuevo colegio; he aquí a don Santiago 
Costamagna que, en una carta firmada por todos los Hermanos, dice enfáticamente en nombre de todos: «íOh, don Bosco, nuestro queridísi 
don Bosco! Todos los hermanos de las casas de San Carlos, de la Misericordia, de La Boca, de Santa Catalina y de La Plata, que conocemo 
cada día mejor el gran favor que Dios nos hizo cuando nos dio a don Bosco por Padre, locos de alegría, porque también este año vemos lleg 
el espléndido día onomástico del queridísimo Papá, enviamos un Viva don Bosco, al unísono, que traspase el Océano y llegue al patio de e 

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feliz Oratorio para alegrar el más hermoso día del Padre de la juventud de dos mundos; deseamos que nuestro bendito Patriarca se convenz 
cada día más de lo muchísimo que le quieren todos sus hijos de la Inspectoría Argentina y que pretenden sin excepción ser todos hijos dign 
de un Padre tan grande». 

Dos hijos enamorados manifiestan desde San Nicolás su afecto en largas cartas, narrando entusiasmados los episodios de bien en que han 
participado. Don Evasio Rabagliati, que será el primer Inspector Salesiano en Colombia, confiesa: «Ya sea que la obediencia me mantenga 
aquí o me envíe a otra parte, llevaré conmigo la imagen del queridísimo Padre don Bosco y ella me servirá de estímulo para trabajar sin 
descanso en el campo que la obediencia me señale, a fin de mostrarme digno hijo de un Padre tan grande y asegurarme un puesto a su lado 
el paraíso. íQue hermoso día será aquel, mi carísimo Padre!». 

El colegio de San Nicolás tenía muchos alumnos irlandeses, procedentes de una poblada colonia de aquella nación, que se encontraba mu 
cerca. Eran atendidos, lo mismo dentro que fuera, por don Evasio Rabagliati, que hablaba un poco de inglés y, especialmente, por don Patr 
O'Grady, que fue al Oratorio desde Irlanda. Escribía éste a don Bosco en francés: «Su fiesta, queridísimo Padre, tan hermosa y 
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tan querida, aunque yo no haya tenido la fortuna de asistir a ella más que una sola vez, dejó en mi corazón una deliciosa y verdadera 
impresión y todavía ((236)) ahora, sólo al pensar en ella, me hace saltar de alegría (...). Si usted, querido Padre, aprecia a estos buenos 
irlandeses, también ellos le aprecian a usted. Muchos de ellos conocen ya el amor que tiene a las almas y sus muchas obras santas; le admir 
le bendicen y los que supieron que yo le iba a escribir para enviarle mis felicitaciones con motivo de su fiesta, se unen de todo corazón a m 
para hacer otro tanto». 

Y ahora volvamos a Patagonia, de donde habíamos partido. El Secretario de Monseñor, pensando en la fiesta de san Juan, quería enviar u 
regalo a don Bosco, si no para el día onomástico, al menos para el día del cumpleaños. Manifestó su idea a don José Lazzero. Había, entre 
muchachos aprendices de Patagones, un indio, zapatero, de quince años, capaz de hacer un buen trabajo. Pedía, por consiguiente, don Anto 
Riccardi las medidas para hacer un par de zapatos y enviarlos a don Bosco, el cual recibiría con mucho gusto un regalo semejante del prime 
indio aceptado en Patagonia por sus hijos. Pero él también escribió directamente una larga carta a don Bosco, el día cinco de junio, diciénd 
con todo cariño: «Sepa que todos nosotros le queremos muchísimo en el Señor y, en todas nuestras acciones, lo mismo religiosas que 
profanas, siempre y en todas partes, tenemos presente en la mente, y más en el corazón, la amada persona de nuestro queridísimo Padre. íQ 
gran fiesta haremos también nosotros el próximo día veinticuatro! Ese día nuestro espíritu estará ahí en el Oratorio, rondando en torno a es 
habitación que guarda a nuestro tesoro, a nuestro padre. íTodavía seremos más atrevidos! Nos acercaremos a usted espiritualmente, 
queridísimo Padre, y le diremos: -íPadre, don Bosco! íCuánto te quieren tus hijos de Patagonia! Bendícelos. Y usted nos bendecirá de cora 
y nosotros volveremos con nuevo aliento y más vivo ardor a nuestros trabajos en favor de estos queridos muchachos que son también sus 
hijos, queridísimo don Bosco». 

Finalmente, también Monseñor manifestó sus propios sentimientos, a don José Lazzero, primero, y, después, a don Bosco. A don José 
Lazzero le decía el día veintiséis de mayo: «Con la presente te envío todo un mundo de augurios para ((237)) nuestro querido don Bosco, a 
quien saludamos muy cariñosamente, muy cordialmente y del modo más inexplicable que se pueda imagina. Dominus custodiat eum et 
vivificet eum et beatum faciat eum in terra. Amen, amen, amen». A don Bosco le había presentado con los augurios un bonito regalo, al 
ofrecerle el 
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resumen de todo lo hecho durante un año por sus hijos en el nuevo campo evangélico de Patagonia, que era: mil trescientos bautismos de 
indios y de indígenas en el Río Negro, mil comuniones de neófitos, tres mil comuniones de personas devotas, doscientas comuniones 
mensuales de los muchachos y de las muchachas, alumnos de las escuelas. «Son, explicaba él, los frutos recogidos, desde mi llegada, hasta 
ahora en este aridísimo desierto. Formando con ellos una corona de preciosísimos lirios, entrelazada con olorosas flores y adornada con 
riquísimos brillantes, la coloco sobre su cabeza diciendo: «Gloria de los hijos son sus padres. Gloria filiorum pater eorum 1 ». 

No podemos dejar de recoger la voz que parte de Santa Cruz. Dada la lejanía y las pocas comunicaciones marítimas con otras partes del 
continente sudamericano, don José María Beauvoir, había pensado ya escribirle el veintiocho de abril. Escogemos unas pocas frases que 
vienen al caso de su extensa exposición. «Este último, inútil, por no decir molesto entre sus hijos, no se olvida jamás de su Padre, por muy 
lejos de él que transcurran los días de su vida y por lejanas que se encuentren las regiones que le separan del objeto de su más vivo afecto. 
para mí una gran satisfacción pensar que don Bosco se acuerda de mí, pero no lo es todo. Al meditar a veces en los años de mi juventud, 
pasados a su lado, una lágrima resbala por mis mejillas. »Y por qué no poder verle otra vez, hablarle, besar la mano que tantas veces me 
bendijo? Ojalá pueda gozar todavía de su amable presencia un breve momento, ver una sola vez su rostro sonriente, alegrarme con su mirad 
expresiva y amable, y después morir contento en el voluntario, lejano ((238)) y desierto destierro. Sí, lo espero, el Señor me concederá toda 
esta deseada fortuna». Don Bosco le respondió. En efecto el día siete de septiembre don José María Beauvoir escribió a don Miguel Rúa: 
«Tuve una alegría inefable al recibir la carta de nuestro venerando y queridísimo padre don Bosco. Al leerla, regresé con el espíritu a aquel 
tiempos y a aquellos felices lugares en los que pasé los hermosos días de mi niñez y de mi juventud». 

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»Quién no ve la potencia de aquella poderosa palanca en las manos expertas de don Bosco en un cariño tan profundo y tenaz como el de 
aquellos primeros salesianos a su persona? 

En la carta de don José María Beauvoir había, además, una noticia menos grata. Un pobre coadjutor daba indicios de perdición. Don Bos 
ordenó que se escribiera inmediatamente para que aquel coadjutor 

1 Prov., XVII, 6. 
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fuese enviado a Europa. Se le hizo notar la esperanza que se tenía de su enmienda y la cuantía de los gastos del viaje. 

-No importa, exclamó muy dolorido el Santo. Cueste lo que cueste, que lo manden en seguida. Es una alma que se pierde y hay que salva 

Por desgracia ya era tarde. El pobre desgraciado tuvo, poco después, en Santa Cruz una muerte muy infeliz. 

Monseñor Cagliero había compilado una relación general sobre el estado de la Misión en Patagonia, enviando tres copias, una para el Pad 
Santo a presentar por medio del Cardenal Protector 1, otra para Propaganda ((239)) Fide 2 y la tercera para la Obra de Propagación de la Fe 
su secretario hizo un resumen, que fue enviado a don Bosco 3. 

Para tener una idea completa en torno a este primer período de la actividad misionera salesiana bajo la iluminada guía de monseñor 
Cagliero, nos parece bien presentar todavía una carta suya, rica en importantes noticias y llena de vida. 

Rvmo. y amadísimo Padre: 

He tardado algo en escribirle porque esperaba la llegada de nuestros misioneros que, desde hace siete meses, se encontraban en la faldas d 
las Cordilleras. 

Ya han llegado felizmente, asistidos providencialmente por el Señor y bendecidos por El en sus excursiones apostólicas. 

Nuestro don Domingo Milanesio es una verdadera suerte para todos los habitantes del Rio Negro: acompañado de nuestro valiente don 
Bartolome Panaro, del coadjutor 

1 El cardenal Parocchi le respondió así: 

Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor: 

Haciéndome cargo de los muchos deseos de V. S. Rvma., cumplí solícitamente el agradable encargo de presentar al Padre Santo los felic 
progresos de esas misiones de los buenos Salesianos. El corazón del Sumo Pontífice se conmovió visiblemente y tuvo palabras de elogio pa 

V. S. Rvma. y todos los que con celo verdaderamente apostólico le ayudan a propagar el reino de Jesucristo, mientras les impartía la 
implorada bendición. 
Yo, por mi parte, al comunicarle los sentimientos del Soberano Pontífice, me congratulo con V. S. por todo lo realizado y, dispuesto a 
cuanto se pueda esperar de mi cargo de Protector, auguro a esas misiones un siempre mayor incremento, mientras, con profunda y afectuos 
estima, beso reverentemente las manos de V. S. Rvma. 

Roma 23 de agosto de 1886. 

Muy atento y s. s. en J. C., L. M. Card. Vic. 
Protector de los Salesianos 

2 Por vez primera rellenó el módulo que había recibido de Propaganda (Ap., Doc. núm. 54). 

3 Ap., Doc. núm. 55. 
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catequista Forcina y de dos hombres para los caballos, han recorrido la inmensa distancia de quinientas cincuenta y cinco leguas, o sea, dos 
mil quinientos kilómetros. Ha cruzado los Andes dos veces, a lomo de los mulos; llegó a las llanuras de Chile y tocó Antuco, Angeles, 
Concepción y Chillán donde recogió limosnas y otras ayudas para la misión de Malbarco, que se encuentra en la vertiente oriental de los 
montes en donde nace el Río Neuquén, afluente del Río Negro. 

Dieron la misión en treinta estaciones o centros de población más o menos numerosa. Bautizaron a mil ciento diecisiete entre indígenas e 
hijos de familias cristianas, bendijeron sesenta matrimonios y prepararon para la primera comunión a mil ochocientos treinta y seis neófitos 

Con esta misión queda explorado todo el valle del Río Negro hasta los afluentes Limay y Neuquén y toda la parte derecha e izquierda del 
Neuquén con sus diez o doce afluentes, hasta los confines de Chile y de la provincia de Mendoza. Por tanto, la parte de Patagonia 
septentrional más importante y más poblada queda ya conocida, visitada y se puede decir que catequizada, si se exceptúan cuatro o cinco 
tribus, cuyos Caciques se han declarado dispuestos a su conversión 1. 

Estamos preparando un mapa etnográfico de la zona comprendida entre el Río Negro y el Río Colorado, señalando las estaciones y centro 
de ((240)) población, colonias y tribus, anotando la distancia de una estación a otra, señalando los ríos principales y los lugares por donde s 
puede pasar a nado con caballos e indicando los valles y montes más importantes 2. Desde aquí se enviará un borrador, lo más completo qu 
se pueda y ya ahí nuestro geógrafo turinés hará correr las aguas por los ríos, brotar las plantas en los montes, crecer la hierba en los prados 
poblados de caballos, ovejas, vacas, guanacos, avestruces e infinitos seres carnívoros y herbívoros. 

También envío a Su Paternidad un plano detallado de los lugares por donde pasaron nuestros misioneros, con su nombre y una detalladís 
estadística de los bautismos, comuniones y matrimonios celebrados. 

Aquí, en Patagones y en Viedma, seguimos cultivando con fruto las tiernas plantitas que crecen vigorosas y cargadas de flores y frutos. 

Hemos hecho una predicación extraordinaria para el santo Jubileo 3, aprovechando la novena de la Virgen del Carmen, patrona del Puebl 
y predicando tres veces al día. Hubo muchas comuniones de las señoras y de todos los muchachos y muchachas de nuestros colegios... pero 
los hombres... ícero! 

Mucho espero de la Asociación del Apostolado de la oración, inaugurada con éxito y formada por quince celadoras de las principales 
señoras del país, las cuales han hecho prodigios para atraer a todas las madres de familia, y lo han conseguido. 

Así, mediante la devoción, el amor y el apoyo del Sagrado Corazón de Jesús, he podido obtener que muchas familias cumpliesen con el 
precepto pascual y se uniformase 

1 Toda esta misión narrada y descrita por don Domingo Milanesio puede leerse en el Boletín de diciembre de 1886. La visita que hizo a 
Monseñor el hijo de Sayuhueque y que narra don Angel Piccono es un documento sobre las buenas disposiciones de los Caciques. (Ap., Do 
núm. 56). 

2 En este trabajo actuó principalmente don Alejandro Stefenelli, con la colaboración de don Domingo Milanesio y don Angel Savio y baj 
la supervisión de Monseñor. Fue enviado a don Bosco el día veinte de agosto. No se trató de hacer un trabajo científico, sino una guía para 
uso y utilidad de los misioneros y para dar una idea de las Misiones a los que se encontraban lejos. No hemos podido encontrarlo. 

3 León XIII había promulgado un Jubileo extraordinario para el año 1886. 

al espíritu cristiano. Naturalmente este movimiento de piedad y devoción suscitó indignación en los malos, los cuales ya chillan con rabia 
satánica. Pero nosotros callados, tranquilos y prudentes, vamos adelante, esperando que algún santo nos ayude a conquistar también a los 
hombres, esclavos unos del respeto humano, otros de los intereses y los demás de las pasiones. 

Hace un mes que está con nosotros don Angel Savio, el cual nos da muchas y buenas noticias de su misión por la Patagonia central y 
meridional. Se ha enterado por los indios tehuelches que existen muchas tolderías, diseminadas por la inmensa llanura de desierto central y 
lo largo de las orillas de los ríos. En cuanto pase el invierno, volverá a Santa Cruz e intentará realizar una importante excursión por aquello 
contornos. En esta excursión lo acompañarán algunos indios tehuelches, que él ha catequizado y bautizado, uno de los cuales es el que apar 
en la fotografía de aquí, de Patagones, y que su paternidad puede ver a la izquierda del barbudo misionero. 

((241)) Don José María Beauvoir atiende a la misión con Fossati, hasta que llegue don Angel Savio. 

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Don José Fagnano hace algún tiempo que está en Buenos Aires buscando dinero del gobierno y de los particulares, pero, según me escrib 
con poca fortuna: y es una cuestión capital porque no puede partir para su prefectura hasta que no haya satisfecho al banco los préstamos 
hechos para levantar la iglesia. 

Las casas de San Carlos, Colón y Paysandú están también muy cargadas de deudas por las construcciones efectuadas y no pueden, a pesa 
de sus buenos deseos, ayudarnos los pobres habitantes del desierto. Y lo que más me apena es que nuestros sudores apenas llegan para pag 
los intereses de las deudas. 

Estoy acosado por las cartas que me llegan de Chile: de Santiago, de Valparaíso, de Talca y de Concepción y respondo con buenas prome 
y diciéndoles que tengan paciencia. Pero, con el personal que tengo, no puedo apenas dar un paso más y sólo don Evasio Rabagliati, que aú 
me lo disputa el colegio de San Nicolás, me podrá ser útil para empezar alguna cosa en Chile. 

Muy pronto deberé pensar en establecer al menos dos centros a lo largo del Río Negro; pero, sin personal y sin medios, no puedo lanzarm 
tal empresa y espero una oportunidad. Mientras tanto, preparo una extensa relación para enviarla a Propaganda y una carta para Lyon y Par 

íAy, si nos llovieran luises de oro! 

Nos hemos enterado de su viaje a Barcelona y de que commota fuit tota civitas (se conmovió toda la ciudad). Y más aún, que le fueron 
ofrecidos omnia regna mundi (todos los reinos del mundo) y que su Paternidad los aceptó todos juntos con el mismo monte Tibi dabo, para 
ofrecerlos a su verdadero dueño, el Señor. 

Con este viaje, habrá contentado a los catalanes, pero no a los andaluces, que quedaron desilusionados y menos a los americanos los cual 
hubieran querido inventar un ferrocarril aéreo para tener el honor de una visita suya. 

Con las autoridades civiles y militares vamos siempre bien, porque siempre llevo puestos los guantes en las manos. Pero no me fío de ello 
ni confío en ellos. El pobre don Domingo Milanesio no hizo más que llegar de su penosísima misión y el General le hizo secuestrar todos l 
caballos, so pretexto de que eran del Gobierno. El probó, con documentos claros y escritos, que eran suyos, esto es, de la misión. No valió 
para nada. Acudí yo inmediatamente, fui a visitarle y en seguida echó la culpa a los vigilantes, que habían corrido demasiado. Aparenté 
creerle, aunque en Viedma no se mueve una hoja sin que él lo quiera, y añadió que ya había dado orden de que fueran 
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restituidos nuestros caballos. Estaba conmigo don Angel Piccono, y, mientras nos hizo servir el té, le recordaba yo la protección que Inglat 
prestó a los misioneros y otras cositas del caso que él ha comprendido bien. Pero son militares y eso basta. Ya hace seis años que los 
Salesianos tomaron posesión de Patagonia y fueron seis años de lucha, de calumnias y de victorias conseguidas, mas a costa de disgustos y 
sacrificios. ((242)) Pero, de no haber sido así, tampoco nuestra vida sería la de los misioneros. En cuanto a mí, estoy, después de la visita a 
Presidente, lleno de temores y de esperanzas y Aquel, que me ha mandado aquí, ya pensará en sostenerme. Con la llegada del nuevo 
Presidente vendrán desdichas sobre desdichas para la Iglesia, en este desgraciado país. 

Yo, sin embargo, tengo la palabra del presidente Roca. Pero como le falta una c para ser rocca (es la forma italiana para indicar roca o pie 
dura) nada espero de él. Y vamos adelante a merced de Dios. Y si no me estorban, continúa el milagro, como dicen los buenos argentinos. 
Pero íay! si hablo de Vicariato o de Vicario: me «premiarían» inmediatamente con el destierro. Por esto, soy siempre el obispo Salesiano y 
Misionero apostólico, es decir, un misterio que ellos no comprenden y que no conviene explicar a ninguno. Vamos así adelante y, mientras 
tanto, se hace el bien en las barbas de gualicho, como dicen los indios. 

Necesito, por tanto, oraciones y, como es su Paternidad quien me metió en el baile, enséñeme a bailar porque yo ísólo sé tocar la música! 
Entre los hermanos sacerdotes, clérigos y coadjutores hay mucho esmero por observar las santas Reglas y progresar en las virtudes propias 
un salesiano. Cada jueves nos reunimos las dos casas para una Conferencia en la que se trata un punto de casuística moral, de ascética o de 
disciplina para la buena marcha de nuestra misión. 

Se atienden mucho los oratorios festivos de los muchachos y de las niñas, y, de algún tiempo a esta parte, son muy frecuentados. Estamos 
también recogiendo las espigas perdidas, esto es, a los jóvenes y adultos indios e indias repartidos entre las familias cristianas. Y, a fuerza d 
insistir con solicitud y recomendaciones, logramos que nos los manden para instruirlos y bautizarlos: y, una vez bautizados, prepararlos par 
la primera Comunión. 

Sin embargo, a una buena parte de ellos, que viven mal con los cristianos, no se les puede conducir al bien; son espigas pisoteadas por las 
caballos y por los mulos quibus non est intellectus (que no pueden comprenderlo). 

Nuestro misionero de la Patagonia central, don José María Beauvoir, ha hecho una excursión hasta el Cabo Vírgenes, donde se va reunien 

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gente de todas partes, atraída por el resplandor del oro 1. 

Y verdaderamente aquella arena es riquísima por la cantidad de oro que arrastra; y dicen los exploradores que en ciertos lugares resulta m 
rico y abundante que en California. íOh, si fuera cierto que nos encontrásemos en la edad de oro! Y, sin embargo, ni las gallinas lo miran, 
prefieren un insecto a las pepitas de oro. 

Reciba, amadísimo Padre, los saludos, los corazones y el afecto de todos sus ((243)) hijos de la Patagonia. Rece por nosotros y pida para 
nuestra misión, la protección y las bendiciones de María Santísima Auxiliadora. 

1 El Cabo de las Virgenes se encuentra en la embocadura del estrecho de Magallanes. Don José María Beauvoir había partido para esta 
excursión desde Santa Cruz, donde estaba con don Angel Savio desde el mes de marzo. Este, como ya dijimos, había podido ir allí debido 
calificación de agrimensor; don José María Beauvoir había ido como capellán del Gobierno. 
216 

Las hermanas, celosísimas también ellas, piden conmigo su paternal bendición. 

Patagones, 28 de julio de 1886. 

Afmo. hijo en J. C., JUAN, Obispo. 

No debe escapar a la atención del lector la diligencia con que Monseñor quiso trasplantar hasta allí la Asociación del Apostolado de la 
oración y la confianza que él ponía en la eficacia de esta institución para el éxito de su ardiente e incansable celo. Es de creer que le diera 
buen resultado, mas no sin dificultad; el hecho de haberlo intentado, sería un indicio seguro de que su celo era de buena ley. Los discípulos 
don Bosco habían aprendido de su incomparable Maestro no sólo a trabajar, sino también a rezar. 

Quiso el Padre enviar a su querido y lejano primogénito un aguinaldo para el nuevo año, que debió agradarle mucho. Sí, mucho por la ay 
financiera paternalmente generosa; por el afecto que se manifestaba en la carta o con que se lo comunicaba, y por la misma carta que ocupa 
dos buenas páginas y descubría en cada línea el esfuerzo de quien escribía. Pero in eo quod amatur, aut non laboratur aut et labor amatur (e 
aquello que se ama, o no cuesta trabajar o si cuesta, se hace con gusto) 1. 

Muy querido monseñor Cagliero: 

Don Luis Lasagna parte de aquí y te dará noticias nuestras. Tu letra de cambio se recibió y será pagada por quince mil francos el día 
diecinueve del corriente diciembre. Don Luis Lasagna no va con las manos vacías. Los pasajes y todas las deudas existentes del pasado, de 
casi doscientos mil francos, quedan pagados por don Bosco. íViva la abundancia! Espero que serás eficazmente ayudado por los nuevos 
hermanos. Haz de modo que lleguen relaciones precisas a Propaganda, al Capítulo, a la propagación de la Fe y la santa infancia: 1.° Sobre 
desarrollo de nuestras Misiones. 2.° La concesión de Chile. 3.° Si el paso de Río Negro a Ancud está ya abierto al público. 

((244)) En este momento he tenido un notable aumento de sacerdotes, aspirantes, clérigos, y novicios. 

No ahorres nada en la difusión del Evangelio al occidente de la Patagonia, en la Tierra del Fuego y de San Diego. 

Presenta mis humildes saludos a nuestro querido Arzobispo Aneyros y un millón de respetos. Tú, además, »preparas el coro de paganos p 
venir a cantar la misa de mi quincuagésimo aniversario? 

Está atento esta noche porque, desde el sitio de la antigua montañita, haré un discursito Deo dante (Si Dios quiere) a nuestros Salesianos. 

No olvides al señor conde Colle y a la condesa Sofía su esposa. 

1 SAN AGUSTIN, De bono viduitatis, 26. 
217 

Una cordialísima bendición para todos mis hijos. Recomienda a todos: mucho cuidado de la salud, trabajo, templanza y todo resultará bie 
Amén. 

Fin de Página: 218 


VOLUMEN XVIII Página: 218 

Que María nos guíe al cielo. 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


1.° Domine, retribue nobis bona facientibus in vitam aeternam (Señor, restitúyenos el bien que hacemos en la vida eterna). 

2.° Cuando lo precises, recurre al provisor del Buen Pastor de Valparaíso o de Santiaqo. Me prometieron suministrar el dinero que se 
necesitara. 

Ultimo día del año 1886. 

La alusión a las letras de cambio requiere una explicación. Por las cartas de los misioneros vemos que ellos, en momentos críticos, se hac 
librar, por los Bancos Americanos, letras de cambio a nombre de don Bosco y que los Bancos se las entregaban sin pedir nunca el 
consentimiento de Turín. Más aún, estas letras vencidas y no protestadas por descuido, eran aceptadas por los banqueros, con gran extrañez 
de los que las poseían, oyéndoles decir que valían mucho oro. Don Antonio Sala asegura en los procesos que se hacía así en toda Europa; y 
lo depone para demostrar cuán grande era el crédito que generalmente gozaba don Bosco. 

Hay una circular de don Miguel Rúa, con fecha del treinta y uno de diciembre y dirigida a todos los Directores de las casas de América, c 
un punto que ilustra la actuación paternal de don Bosco. Escribía: «A partir del día primero de enero, esto es, desde mañana, se abrirá en el 
Oratorio una cuenta nueva para todas las Casas de América, dando por saldadas todas las deudas pasadas. Aunque ((245)) los donativos 
recibidos, después de la circular de don Bosco en el mes de octubre, no hayan alcanzado el total de vuestras deudas, don Bosco desea que s 
haga cuenta nueva y así se hará. Sirva esto para aumentar en todos el reconocimiento a nuestro amado Padre y de estímulo para ser cada ve 
más cuidadosos en la economía, según el vivo deseo tantas veces manifestado por él mismo». 

Por cuanto hemos narrado sucintamente hasta aquí, habrá podido convencerse el lector de que la misión de Patagonia, suspiro del corazó 
apostólico de don Bosco, podía considerarse ya organizada y capacitada para concebir las más lisonjeras. esperanzas sobre su porvenir. 
218 
((246)) 

CAPITULO IX 

TRASLADO DEL NOVICIADO A FOGLIZZO 

EL creciente número de clérigos ya aconsejaba la separación. En el Capítulo General, en la sesión de la tarde del dos de septiembre, había 
recordado don Bosco que, cuando Pío IX y el Secretario de los Obispos y Regulares trataban de la aprobación de las Reglas, se había habla 
de la necesidad de separar a los novicios de los estudiantes y a los estudiantes de los socios. Y que, en aquella circunstancia, él se había 
limitado a observar que necesitaba todavía casas, personas, novicios y todo; a lo que le contestó el Papa: 

-Id y haced lo que podáis. 

Y el Santo acabó diciendo: 

-Ahora, conforme se vaya pudiendo, procédase a estas divisiones que se consideran útiles y necesarias. 

Hubiera él querido añadir algo más, a saber: que, en vista de tal separación, se estaba preparando un edificio a propósito. Efectivamente 
había comprado a los condes Ceresa di Bonvillaret, en Foglizzo, importante municipio rural, a seis kilómetros de San Benigno, una quinta 
sus dependencias, donde, con algunas adaptaciones se podía colocar, aunque con pocas comodidades y muchas molestias, un centenar de 
personas; pero no le pareció conveniente en aquel momento hablar de ello; probablemente porque aún no había decidido si mandar allí a lo 
clérigos profesos o a los novicios. Lo deducimos de lo que había ((247)) dicho en agosto a quien, por la urgencia de conocer el destino de l 
nueva casa, para tener comodidad de ahorrar lo posible en los materiales que hacían falta para las modificaciones que se proyectaban, le ha 
respondido: 

-Dejémoslo por ahora; esperemos hasta la fiesta de la Presentación de María Santísima en el templo. El Señor y la Virgen nos inspirarán 
entonces lo que debemos hacer. 

Fin de Página: 219 


VOLUMEN XVIII Página: 219 

Esta fiesta es el día veintiuno de noviembre. Quizás tenía por costumbre esperar luces especiales del cielo en las fiestas de la Virgen. Con 
todo, no aguardó hasta aquella fecha para decidirse, puesto que don Julio Barberis acompañó a los novicios a la nueva sede el día catorce d 
219 

octubre. Para casa de estudios filosóficos de los clérigos, la Providencia destinaba, como veremos, el colegio de Valsálice. 

Cuando los novicios tomaron posesión, la casa no había recibido todavía su denominación ni su santo protector. Sólo el día veinte de 
octubre acordó el Capítulo Superior, a propuesta de don Julio Barberis, dedicarla a San Miguel Arcángel. Las actas no añaden nada más; pe 
aquel acuerdo debió ser inspirado por el deseo de honrar así al Vicario de don Bosco, dedicando a su Santo la primera casa, y de tanta 
importancia, abierta en Italia después de su designación para el alto cargo. 

La ceremonia de la inauguración, fijada para el día cuatro de noviembre, se celebró con asistencia de don Bosco. Salió del Oratorio en 
compañía de don Miguel Rúa y de don Carlos Viglietti. Viajó en tren hasta Montanaro, cuya estación dista casi cinco kilómetros de Fogliz 
Le esperaba allí toda la población en masa, precedida del clero local y de los alrededores. Un enjambre de muchachos se agolpó a su alrede 
y él bromeaba con ellos, invitándoles a ir al oratorio. Cuando subió al coche y empezó a trotar el caballo, los muchachos, con los zapatos e 
mano o bajo el brazo, echaron a correr detrás y siguieron corriendo hasta que aguantaron sus fuerzas. 

A mitad del camino aparecieron los muchachos de Foglizzo, que lo esperaban agrupados en los ribazos del camino; ellos también ((248)) 
siguieron, a pies descalzos, tras el coche hasta la entrada del pueblo, sin preocuparse de los guijarros que formaban el suelo y pisaban sus 
delicados pies. Los habitantes del pueblo estaban agrupados acá y allá desde donde comenzaban las casas hasta la iglesia parroquial. 

El coche se paró al llegar a las primeras casas. Acercóse en seguida el Alcalde con la Junta municipal y leyó, con la cabeza descubierta, s 
discursito en el que se complacía por la fortuna de poder recibir a un personaje tan grande en su pueblo tan pequeño. Cuando acabó la lectu 
don Bosco le invitó a ponerse a su lado; y se continuó la marcha a paso lento por la calle mayor, precedidos por la banda de música y entre 
aplausos de toda la población. El alegre repicar de las campanas y el estampido fragoroso de los cohetes proporcionaban al ambiente ese 
entusiasmo que, en las grandes ocasiones, enardece a los buenos campesinos. 

«Resulta imposible describir, decía el Eporediese del día diez, la alegría que la presencia de don Bosco despertó en los ochenta jóvenes q 
ya habitaban en esta casa y en sus dignos superiores. Quien escribe estas líneas vio con sus propios ojos a personajes respetables, apresurar 
a besar la mano del Hombre de Dios. Movía a piedad en 
220 

efecto, ver a don Bosco sostenido y casi llevado en vilo por sus Salesianos, mientras se dirigía desde su establecimiento a la casa parroquia 
respondiendo en todo momento a quien quería hablarle, ya fuera un niño o una persona mayor, un pobre o un señor, al menos con una mira 
y una sonrisa. El buen sacerdote no se sostiene sobre sus piernas; y, por tanto, naturalmente parece algo cansado; pero en todo lo demás se 
mantiene joven: su semblante sonriente, su frente serena, sus ojos brillantes y vivaces, su mente clara, su memoria tenaz, y su conversación 
amena; es amabilísimo. Apenas si empiezan a platearse un poco sus cabellos». 

El reverendo párroco Ottino ofreció la comida en la casa parroquial, invitando a las autoridades municipales y a los párrocos de los puebl 
vecinos. Don Bosco respondió a los brindis de los comensales, ((249)) y declaró, entre otras cosas, que iba a fundar una casa en Foglizzo, 
animado por las más sinceras intenciones de hacer a los muchachos del lugar el mayor bien posible. Y dijo esto, respondiendo a las palabra 
de un sacerdote que había recordado cómo le había visto, muchos años antes, rodeado de unas docenas de muchachos y sin más ayudante q 
su propia madre, que hacía de cocinera, de camarera, de portera, un poco de todo, mientras ahora aquellos muchachos se habían convertido 
legión y sus colaboradores se multiplicaban cada año más en el antiguo y en el nuevo continente. 

Por la tarde pasó don Bosco un par de horas con sus novicios. Bendijo primero su capilla; una capilla decente, pero pobre; baste decir qu 
era la antigua cochera. Después impuso la sotana a un centenar de jóvenes, entre los que destacaba, con su habitual y humilde porte, el Sier 
de Dios Andrés Beltrami. 

Al terminar la función, se produjo una escena curiosa. Todos los nuevos clérigos, al salir de la capilla, atravesaban el patio llevando cada 
uno su silla. Don Bosco quedó sorprendido y preguntó al Director, don Eugenio Bianchi, qué significaba aquello. Este le respondió que no 
había en la casa más que una silla para cada uno y, por eso, los clérigos tenían que llevarla consigo de un sitio para otro, a la capilla, al 
estudio, al comedor y al dormitorio. Y dijo el Santo sonriendo: 

-íAsí me gusta! Esta casa empieza bien. 

El Siervo de Dios, como ya hemos referido, había dicho un día: 

-Don Julio Barberis ha comprendido bien a don Bosco. 

Fin de Página: 221 


VOLUMEN XVIII Página: 221 

Por este motivo, puso él mismo a don Julio Barberis al frente de los novicios en el Oratorio y en San Benigno, de modo que se convirtió 
el Maestro ideal de los novicios salesianos. Y, por tanto, para que el nuevo noviciado continuase con una formación religiosa en 
221 

regla, quiso don Bosco que don Julio Barberis llevara la alta direción.
La casa fue confiada a don Eugenio Bianchi, que había sido durante algunos años en San Benigno un fiel ayudante del Maestro y merecía 
t
la confianza; mas, para mantener íntegro el espíritu del Fundador, ((250)) íba allí don Julio Barberis lo más frecuentemente posible y, sobre
todo, no faltaba en los ejercicios mensuales de la buena muerte.


El Santo se volvió al Oratorio el día cinco por la tarde, en medio de las demostraciones más cordiales de aprecio de la gente de Foglizzo y 
de Montanaro y dio la bendición a estos últimos, que se habían reunido en la plaza. Apenas llegó al Oratorio, notificó a la señora Teodolind 
Pilati, de Bolonia, la imposición de sotanas hecha aquel día, cumpliendo la promesa que le había hecho antes de partir 1. 

Ilma Señora: 

Estoy de vuelta de la función de Foglizzo. He bendecido la sotana de ciento diez levitas, que se unen al escuadrón de casi otros quiniento 
que se preparan para ir a trabajar en medio de los salvajes. Encomiendo a todos a su caridad y a la de su señora hermana, a fin de que crezc 
en ciencia y santidad y puedan llevar muchas almas al cielo. 

No sólo hago la novena que piadosamente me pide, sino que es mi deseo y firme intención tener cada mañana un recuerdo especial en la 
santa misa según su intención y por todo lo que forma el objeto de su caridad, que va dirigido a las diversas necesidades de la Santa Iglesia 

Dios les bendiga, a ustedes, a sus parientes y amistades y compadezca a este pobre viejo y casi ciego, que siempre será en Jesús y María. 

(Falta la fecha) 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 En efecto, le había escrito: 

Muy apreciada Señora: 

Me ha llegado normalmente su giro de quinientas liras y es la ayuda más eficaz para nuestros misioneros en su partida para Patagonia. En 
este momento, tengo que ir a Foglizzo para imponer la sotana a un centenar de clérigos, futuros misioneros. 

Dentro de dos días estaré de vuelta y le escribiré de nuevo. 

Bendiga el señor a usted, a su hermana, a sus parientes y amistades. 

Que María nos guíe a todos por el camino del Cielo. Amén 

Turín, 4 de noviembre de 1886. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
222 

((251)) Pareció que el Cielo quiso demostrar con los hechos que la casa de Foglizzo era objeto de una especial providencia. El día seis de 
diciembre, el mismo don Bosco, hablando con don Juan Marenco y don Carlos Viglietti que lo acompañaban durante el acostumbrado pase 
de la tarde, les contó un hecho singular de la divina Bondad con aquel noviciado. 

Como necesitara absolutamente el Director una cantidad de dinero, fue a llamar a la puerta de don Celestino Durando. 

Abramos aquí un paréntesis. »Por qué fue a don Celestino Durando y no a don Domingo Belmonte? Fracasado el experimento de la dobl 
dirección, no tanto por defecto del sistema, cuanto porque don Juan Bautista Francesia mostró su incapacidad para el caso 1, urgía reorgani 
los asuntos del Oratorio de otro modo 2. 

Fin de Página: 223 


VOLUMEN XVIII Página: 223 

Volvióse, pues, a la dirección única, que se confió a la autoridad de don Domingo Belmonte. Pero esto suponía tal peso de responsabilida 
que el nuevo Prefecto General hubiera necesitado poderse bilocar para atender contemporáneamente los dos cargos; por eso, quiso don Bos 
que don Celestino Durando siguiese de hecho rigiendo la prefectura general; lo cual permitió a don Domingo Belmonte dedicar durante dos 
años la mayor parte de su actividad al Oratorio 3. 

Por eso don Eugenio Bianchi, se presentó a don Celestino Durando y le dijo que necesitaba mil novecientas sesenta liras para poder paga 
una deuda muy urgente. 

-»Qué quieres?, le respondió. Vengo ahora mismo de hablar con don Bosco, el cual me ha dado todo el dinero que había en casa. No que 
más. 

Entonces don Eugenio Bianchi, entre la espada y la pared, acudió a don Bosco quien, después de oírle el caso, respondió: 

-No sé qué hacer para contentarte. Mira, acabo de dar todo lo que había a don Celestino Durando. Pero debe haber llegado ((252)) algo 
después que él se marchó, mas no creo que sea suficiente. 

Se acercó a la mesa, tiró del cajoncito y sacó el dinero. Lo contaron y íhabía mil novecientas sesenta liras exactamente! 

1 Esto queda documentado en la correspondencia entre don José Lazzero y monseñor Cagliero durante el curso de 1885 a 1886. 

2 Don Francisco Cerruti escribía a monseñor Cagliero el día 12 de octubre de 1886: «Ciertamente la dirección del Oratorio es algo 
importantísimo en la Congregación y, tal como estamos ahora, no se puede seguir adelante de ningún modo». 

3 En los anuarios de 1887 y 1888, junto al nombre del Prefecto general, don Domingo Belmonte, se lee: «Director del Oratorio de San 
Francisco de Sales»; y, junto al del Consejero general, don Celestino Durando, «Encargado de la Prefectura». 
223 

Muy diferente, sí, pero más sorprendente todavía es un segundo hecho sucedido un mes después. En la imposición de sotanas que hizo do 
Bosco, también la recibió el joven marsellés Ludovico Olive, a quien ya conocen los lectores 1. 

Pues bien, en diciembre enfermó gravemente de tifus. Como el mal despertaba seria inquietud, fue advertido don Pablo Albera que acudi 
en seguida desde Marsella y, para mayor seguridad, hizo trasladar al enfermo al Oratorio. La víspera de Navidad don Bosco fue a visitar al 
paciente y, en presencia del padre salesiano Roussin, le dijo: 

-Te aseguro que la Virgen te sanará. 

Los médicos, por su parte, daban pocas esperanzas de curación. 

El día veintiocho llegó el padre de Olive, que edificó a todos con su ejemplo de resignación a la voluntad de Dios y con su plena confianz 
en la bondad divina. De la bondad divina había tenido una prueba reciente en su familia. Una hijita parecía encontrarse al borde del sepulcr 
El nueve de diciembre, la muchachita, sintiendo que las fuerzas le abandonaban, pidió que se le pusiese un bonete de don Bosco que se 
conservaba en casa. Colocáronselo sobre la cabeza. Pocos minutos después, la niña decía a la madre, que se encontraba mejor, que ya se lo 
podía quitar. En efecto: se quedó dormida, descansando algunas horas, cosa que no había logrado desde que guardaba cama. El día diecioch 
el padre telegrafiaba a don Bosco para darle las gracias por las oraciones hechas, añadiendo: «Clara, desde hace algunos días, se encuentra 
mucho mejor. Pedimos oraciones para que tenga una buena convalecencia». Cuando el padre de la enferma salía para Turín, la niña hacía c 
su vida normal. ((253)) Ya en el Oratorio, almorzando con don Bosco, al fin le repitió unas palabras de agradecimiento a las que el Santo 
contestó con estas otras: 

-Brindaremos en Marsella, cuando tengamos con nosotros sentado a la mesa sano y fuerte a Ludovico. 

No es para decir el consuelo que estas palabras proporcionaron al corazón del padre del enfermo. Con todo, los doctores Vignolo, Gallen 
Fissore, Albertotti y otros declararon a su hijo desahuciado. Pero lo que no podían los médicos, lo pudo Aquella que es salus infirmorum. E 
la noche del tres al cuatro de enero don Bosco tuvo un sueño que fue contado por él mismo de la forma siguiente: 

1 Véase más atrás pág. 64. Hubiera podido hacer ei noviciado en su patria; pero no quiso, porque allí le conocían todos y le hubieran teni 
más miramientos; y a él, decía, le gustaba más ajustarse del todo a la vida común. 

Fin de Página: 224 


VOLUMEN XVIII Página: 224 

224 

No sé si fue soñando o despierto, ni tampoco pude darme cuenta en qué habitación me encontraba, cuando una luz ordinaria comenzó a 
iluminar aquel lugar. 

Después se dejó oír una especie de ruido prolongado y apareció una persona rodeada de muchas otras que se iban acercando. Aquellas 
personas llevaban adornos tan luminosos que toda la luz anterior quedó como convertida en tinieblas, siendo imposible mantener la vista fi 
en los presentes. 

Entonces la persona, que parecía servir a las demás de guía, se adelantó un poco y comenzó a hablar en latín de esta manera: 

-Ego sum humilis ancilla quam Dominus misit ad sanandum Ludovicum, tuum infirmum. Ad requiem ille iam erat vocatus; nunc vero, ut 
gloria Dei manifestetur in eo, ipse animae suae et suorum curam adhuc habebit. Ego sum ancilla cui fecit magna qui potens est et sanctum 
nomen eius. Hoc diligenter perpende et, quod futurum est, intelliges. Amen. 

(Yo soy la humilde esclava mandada por el Señor para curar a tu enfermo Ludovico. Estaba ya llamado al descanso; pero ahora, en camb 
a fin de que se manifieste en él la gloria de Dios, tendrá que pensar aún en su alma y en las de los suyos. Yo soy la esclava, con la cual ha 
hecho cosas grandes Aquel que es poderoso y su nombre es santo. Reflexiona atentamente sobre esto y comprenderás lo que debe suceder. 
Amén.) 

Dichas esta palabras volvió a quedar la habitación oscura como antes y yo pasé la noche medio despierto y medio dormido, pero sin fuerz 
y como privado de conocimiento. Por la mañana, me apresuré a pedir noticias de la salud de Ludovico Olive y me aseguraron que había 
entrado en franca mejoría. Amén. 

Turín, 4-1887. 

La noche siguiente vio la misma aparición que le dio en latín algunos avisos para bien de los jóvenes y de la Congregación. 

Helos aquí: 

((254)) -Continuatio verborum illius, quae se dixerat ancillam Domini: -Ego in altissimis habito ut ditem filios diligentes me et thesauros 
eorum repleam. Thesauri adolescentiae sunt castimoniae sermonum et actionum. Ideo, vos ministri Dei, clamate nec unquam cessate clama 
Fugite partes adversas, sive malas conversationes. Corrumpunt bonos mores colloquia prava. Stulta et lubrica dicentes difficillime corrigun 
Si vultis mihi rem pergratam facere, custodite bonos sermones inter vos et praebete ad invicem exemplum bonorum operum. Multi ex vobi 
promittunt flores et porrigunt spinas mihi et Filio meo. 

Cur saepissime confitemini peccata vestra et cor vestrum semper longe est a me? Dicite et operamini iustitiam et non iniquitatem. Ego su 
mater quae diligo filios meos et eorum iniquitates detestor. Iterum veniam ad vos ut nonnullos ad veran requiem mecum deducam. Curam 
eorum geram uti gallina custodit pullos suos. 

Vos autem, opifices, estote operarii bonorum operum et non iniquitatis. Colloquia prava sunt pestis quae serpit inter vos. Vos qui in sorte 
Domini vocati estis, clamate, ne cessetis clamare, donec veniat qui vocabit vos ad reddendam rationem villicationis vestrae. Deliciae meae 
esse cum filiis hominum, sed omne tempus breve est: agite ergo viriliter dum tempus habetis, etc. 1. 

Día 5 de enero de 1887. 

1 Continuación de las palabras de Aquella que se llamó a sí misma esclava del Señor: Yo 
225 

En la mañana del día cinco, hizo llamar a don Juan Bautista Lemoyne y se lo manifestó todo, dando lugar a un diálogo del cual nos dejó 
memoria su interlocutor. 

Cuando el Siervo de Dios hubo expuesto cuanto había visto y oído, prosiguió: 

((255)) -Y ahora te he llamado para que me aconsejes. »Debo decir a la familia Olive lo que he soñado? 

Fin de Página: 226 


VOLUMEN XVIII Página: 226 

-Usted sabe mejor que yo, replicó Lemoyne, que la Virgen se ha mostrado siempre muy buena con don Bosco.
-íOh, sí, es cierto!
-Y que muchos de estos sueños se han cumplido a la letra.
-Así es.
-Y por tanto, si me lo permite y para dar gloria a Dios, los llamaré visiones, porque son tales.
-Tienes razón.
-Por consiguiente, tenemos toda la razón para creer que también este sueño es una cosa sobrenatural que se realizará y que Olive, aunque


esté desahuciado por los médicos, curará. 
-»Cuál sería, pues, tu consejo? 
-Para emplear un poco de prudencia humana, si a usted le parece bien, yo comenzaría haciendo correr la voz de que don Bosco ha soñado 

con Olive y que, en el sueño, le pareció haber concebido algunas ligeras esperanzas. 
-Pues bien, vamos a hacerlo así. 
-Pero usted, don Bosco, por favor, escriba este sueño. Sé que se cansa mucho, pero se trata de la Virgen. Si el hecho se realiza, tendremo 

un documento de la maternal bondad de María. 

tengo mi morada en lo más alto de los cielos para hacer ricos a los que me aman y llenar sus tesoros. Tesoros de los jóvenes son las palabra 
castas y las acciones puras. Por eso, vosotros, ministros de Dios, levantad la voz y no os canséis jamás de gritar: Huid de las cosas contraria 

o sea de las malas conversaciones. Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Los que hablan insensatamente y de maner 
obscena, difícilmente se corregirán. Si queréis hacer algo muy agradable para mí, procurad tener buenas conversaciones entre vosotros y da 
mutuamente ejemplo de bien obrar. Muchos de vosotros prometen flores y sólo nos dan espinas a mí y a mi Hijo. 
»Por qué haciendo confesiones tan frecuentes vuestro corazón está tan distante de mí? Decid y haced el bien y no el mal. Yo soy una mad 
que amo a mis hijos y detesto sus culpas. Volveré entre vosotros para llevar a algunos al verdadero reposo. Me cuidaré de ellos como la 
gallina cuida a sus polluelos. 

Y vosotros, aprendices, sed artífices de obras buenas y no de iniquidad. Las malas conversaciones son como una peste que se infiltra entr 
vosotros. Vosotros, los llamados a administrar la heredad del Señor, levantad la voz, no os canséis de gritar hasta que venga Aquel que os 
llamará a dar cuenta de vuestra administración. Mi delicia estriba en estar con los hijos de los hombres. Pero el tiempo es breve; por tanto, 
mientras tenéis tiempo, trabajad con ánimo esforzado. 
226 

-Pues bien, lo escribiré. 

Y en efecto, escribió cuanto más arriba hemos referido. 

Creemos que no hemos de callar otra circunstancia. Una de aquellas noches, el clérigo Olive, estando malísimo, soñó que don Bosco hab 
entrado en su habitación a visitarlo, diciéndole: 

-Quédate tranquilo, dentro de diez días vendrás a verme a mi habitación. 

La viveza del sueño dejó en el enfermo la persuasión de que don Bosco en persona había estado con él, negándose a prestar fe a quien 
aseguraba lo contrario. 

El diez de enero las cosas iban tan bien que el padre regresó a Francia. El doce se levantó Ludovico; el veinticuatro compareció en el 
comedor del Capítulo ((256)) durante el almuerzo, siendo recibido por los Superiores con grandes muestras de alegría. Restablecido 
completamente en su salud, no volvió más a Foglizzo, sino que, por voluntad de don Bosco, regresó a su patria para continuar su noviciado 

Fin de Página: 227 


VOLUMEN XVIII Página: 227 

Su salud se mantuvo en tal estado que le permitió en 1906 tomar parte en la primera expedición de Misioneros Salesianos que salía para la 
China, donde hasta el 1921, año de su muerte, ejerció un fecundo apostolado. 

1 La Semaine religieuse de Niza publicó en el primer número de noviembre un artículo sobre el noviciado salesiano de Santa Margarita e 
Marselia, que la señora Quisard mostró a don Juan Baustista Lemoyne, diciéndole que era don Bosco quien lo había escrito (Ap., Doc. núm 
57). 
227 
((257)) 

CAPITULO X 

ULTIMOS SUCESOS DEL AÑO 1886 

ADELANTADO el otoño, cuando ha terminado la vendimia, resulta agradable ir a a la rebusca de los racimillos que escaparon al ojo de lo 
vendimiadores y, al encontrarlos, comerse las uvas una a una con singular deleite. Así vamos a hacer nosotros rebuscando y espigando por 
últimos meses del año 1886 los hechos y dichos de don Bosco, que no encontraron lugar en las páginas precedentes, pero que tienen cierta 
importancia. 

En octubre se reanudaron los paseos de la tarde en coche. Al llegar a campo abierto, don Bosco descendía y, sostenido por don Carlos 
Viglietti o sin apoyo alguno, paseaba poco a poco, hablando de muchas cosas. Era esto para él un verdadero reposo. Una tarde, al volver, se 
encontró con el coche del Cardenal, quien, al reconocerlo, hizo parar, saltó a tierra y se acercó a don Bosco, preguntándole en seguida por s 
salud y dirigiéndole palabras afectuosas. Cuando él se alejó, siguió don Bosco la vuelta a casa, ponderando la bondad del eminente Prelado 

Otra vez, también de vuelta, visitó a las Hermanas del Buen Pastor, en cuya casa había ejercido durante los primeros años de su estancia 
Turín, el sagrado ministerio. Tuvo la satisfacción de conversar familiarmente una horita con las religiosas, recordando aquellos tiempos 
lejanos y las vicisitudes para la fundación del Oratorio. Por fin bendijo a las Hermanas y a las alumnas, dejando de esta su última visita un 
cariñoso e imperecedero recuerdo. 

((258)) Reanudó también sus conferencias semanales a los alumnos de los cursos superiores, teniéndolos a veces a su alrededor hasta una 
hora entera. Primero les dirigía una buena palabra y después confesaba al que quería. En ciertas ocasiones le costaba mucho oír aquellas 
confesiones, debido a la postración de sus fuerzas. Un día, por consejo del médico, le sugirió don Carlos Viglietti que desistiera de aquel 
trabajo. 

-íYa, ya! Entiendo. Has hecho alguna gorda y no quieres venir a confesarte, »verdad? 
228 

Después tomándolo de la mano, continuó diciendo: 

-Querido Viglietti, si no confieso, al menos a los jóvenes, »qué otra cosa puedo hacer aún por ellos? He prometido al Señor que hasta mi 
último aliento, estaré al servicio de mis pobres muchachos. 

En estas reuniones buscaba expresamente iluminarlos en la elección de estado. Para ellos y para todos los muchachos que se encontraban 
las mismas condiciones, había hecho imprimir un opusculito traducido del francés que se titulaba: Pensamientos de Santo Tomás de Aquin 
San Alfonso María de Ligorio sobre la entrada en religión 1. 

Se enviaron millares de ejemplares a los párrocos de las diócesis piamontesas y a los Cooperadores salesianos, con el fin de que, cuantos 
ignoraban la importancia del estado religioso, aprendieran en él a no poner obstáculos a las vocaciones 2. 

Para consultar a don Bosco sobre su vocación, llegó una joven francesa, que sería con el tiempo una columna del Instituto fundado en Af 
por el cardenal Lavigerie. 

Estaba ella dudosa en si hacerse religiosa en las Misiones del Cardenal, ingresar en un convento en Francia o en las Hijas de María 
Auxiliadora. Sabiendo que era riquísima, el Santo empleó con ella mucha cautela en el lenguaje; no convenía dar motivo para que le acusas 
de que él pretendiera captar ((259)) herencias o dotes. De todas formas eran ciertas dos cosas: que la joven se hubiera hecho religiosa de M 
Auxiliadora, si don Bosco se lo hubiese aconsejado, y que don Bosco se lo hubiera aconsejado, si le hubiese parecido que era aquélla la 
voluntad de Dios. Hablóle, pues, así: 

-Si le agrada conservar algo del género de vida que ha llevado hasta ahora con sus padres, entre en una Comunidad de Francia donde hay 

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muchas y muy buenas. En cambio, si busca únicamente a Jesús y su cruz, si verdaderamente quiere sufrir con Jesús, vaya a las misiones. 

Con estas últimas palabras comprendió ella en dónde estaba su vocación. En la plática de la imposición de hábito, el cardenal Lavigerie 
aludió al hecho que, en otra ocasión, recordó de nuevo, en una conferencia sobre la trata de esclavos, que dio en la iglesia de San José, en 
Marsella; porque, en aquella conferencia, habló también de 

1 San Benigno Canavese, 1886. La traducción era del conde Próspero Balbo. 

2 Para que el envío surtiera más efecto se incluía, por expreso deseo de don Bosco, una cartita impresa en la que se decía que «con la 
confianza de hacer algo útil, el traductor se tomaba la libertad de enviar un ejemplar del librito, con el ruego de que rezaran una avemaría 
según su intención». 
229 

la necesidad de contar con religiosas y anunció su fundación. La primera vez aludió de una manera general a un «gran hombre de Dios 
consultado en Turín» 1; pero la segunda vez, tal y como lo oyeron nuestros Hermanos, pronunció el nombre de don Bosco y añadió nuevos 
detalles. 

La señorita se había dirigido primero al Cardenal en demanda de consejo. El había encontrado en ella la tela para hacer una religiosa, com 
él soñaba encontrar para la buena marcha de su reciente fundación africana. 

Pero la madre se oponía resueltamente a la vocación de la hija; y la oposición se fundaba en razones no despreciables. El Cardenal, no 
sabiendo qué decir, creyó oportuno no fiarse de su propio juicio, antes de decir la última palabra, y determinó someter la decisión de la 
vocación al juicio de un tercero. «Me remití, dijo él, a uno que no está en Francia, sino fuera; a un sacerdote, cuya vida está totalmente 
consagrada al bien de las almas, que arde en devoción a María Santísima, por la que está continuamente protegido de un modo evidente, 
fundador de una Congregación religiosa, que ya se extiende por todas las partes de la tierra, ((260)) docto, humilde y cuya larga experiencia 
el conocimiento de los corazones garantiza la rectitud de sus consejos, y cuyos milagros no se cuentan porque son continuos». Aconsejó, p 
tanto, a la madre y a la hija que se presentaran a él para que decidiese. Ellas, obedientes, se presentaron a don Bosco; quien las escuchó por 
separado y después les dijo. 

-»No se podría encontrar un arreglo? 

-»Y cuál sería?, respondieron ellas. 

-íQue la madre se haga también religiosa con la hija! 

A la madre le pareció que aquella voz bajaba del cielo. Volvió al Cardenal y se ofreció por entero para que la consagrara al Señor. Entonc 
se encontraba en Africa con su hija 2. 

También acudió a don Bosco en busca de consejo un párroco de Turín, el teólogo Domingo Muriana, párroco de Santa Teresa y exalumn 
del Oratorio. Pasaba grandes apuros por las muchas deudas dejadas por su predecesor. Apenas recibió el nombramiento, había ido al Santo 
para que le orientara sobre el modo de desempeñar su cometido y le había dado los tres consejos que acostumbraba dar en casos semejantes 
atender a los niños, a los ancianos y a los enfermos. Preguntóle entonces el Santo si los había practicado. Don Domingo 

1 Monseñor BAUNARD, Le Cardinal Lavigerie. Vol. II, pág. 398. 

2 Fue don José Ronchail quien comunicó a Lemoyne la relación del discurso de Marsella. 
230 

Muriana le respondió que sí y que estaba muy contento de ello, pues se veía rodeado del cariño de sus feligreses. 

-Pues bien, replicó don Bosco, hay un remedio sencillísimo para las deudas. 

-»Y cuál es ese remedio? 

-Juega a la lotería. 

-Pero »me tocará? 

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-Seguramente te tocará. 

-Si es así, acabe la cuestión y dígame los números. 

-Helos aquí. Son tres; pero escucha y entiende. Fe, Esperanza, Caridad. Mas no hagas lo que hizo uno que, después de sonsacarme las tre 
palabras, fue a un adivino para que le diera los números correspondientes. 

((261))-»Y salieron después aquellos números? 

-íNi uno siquiera! Pero tú juega bien estas tres virtudes y pagarás todas tus deudas. 

El joven párroco contaba el año 1891 la conversación en la comida del día de la Inmaculada en el Oratorio y dijo que, en un tiempo 
relativamente corto, había pagado todas sus deudas. Sólo don Bosco había podido dar semejante consejo, puesto que durante su larga vida 
tenía una feliz experiencia de ello. 

»Acaso no alcanzaba milagros su fe? Añadimos aquí, a las muchas gracias extraordinarias referidas hasta ahora, estas dos atribuidas a sus 
oraciones. La comunidad de Ursulinas, que tenía a su cargo el colegio de Piacenza, se encontró en una grave angustia, e invocó las oracion 
la bendición del Santo. El les respondió: «El Señor concederá la gracia, pero de la manera que resulte más provechosa para las almas» 1. 

La otra gracia la obtuvo el francés Jerónimo Suttil, que vivía hacía tiempo en el Oratorio, dedicado a los trabajos de la librería. Hacía var 
meses que sufría mucho de una pierna, por lo que hubo que llevarle al hospital; padecía una infección producida por el cambio de una 
medicina por otra y parecía que se debería proceder a la amputación. Una mañana, con sorpresa suya y de los médicos, la pierna estaba en 
perfecto estado. Cuando calculaba el enfermo cómo se había podido presentar aquella mudanza, se presentó el clérigo Festa para anunciarle 
curación, de parte de don Bosco. La mejoría se había realizado entre las siete y media y las ocho, hora en que el Santo celebraba la misa. L 
curación fue completa 2. 

1 Ap., Doc. núm. 58. 

2 Ap., Doc. núm. 59. 
231 

A propósito de milagros, es digno de recuerdo lo que le sucedió a don Esteban Trione. Era, entonces, este celosísimo salesiano catequista 
los estudiantes en el Oratorio; al volver de una breve misión, refirió a don Bosco los frutos admirables de su predicación. ((262)) El Santo l 

respondió sonriendo: 

-Quiero obtenerte de Dios el don de los milagros. 

Y él, espontáneo como siempre, dentro de su sencillez, respondió: 

-íNada mejor! Así podré convertir más fácilmente a los pecadores. 

Entonces don Bosco, con el rostro muy serio, continuó diciendo con gravedad: 

-Si tuvieses este don, muy pronto pedirías llorando al Señor que te lo quitase. 

Seguramente que el Siervo de Dios pensaba en aquel momento en la tremenda responsabilidad que tiene ante el Señor quien recibe de él 

dones tan extraordinarios. 
Entre los milagros de don Bosco será preciso contar también la heroica fortaleza, con que sostuvo largas y feroces contradicciones, y su 

invencible paciencia en aguantar penosas y persistentes enfermedades. 

íCuántas y qué grandes vicisitudes para obtener la comunicación de los privilegios! 

Concluidos los trámites, encargó a don Joaquín Berto que reuniera y ordenara todos los privilegios obtenidos, trabajo largo y difícil, que 
guardan nuestros archivos en una carpeta muy voluminosa. Cuando la compilación tocaba a su fin, el compilador se lo notificó a don Bosco 
agregando que había motivo para estar contentos por la comunicación de los mismos, pues se evitarían muchas dificultades en lo porvenir. 
Santo le respondió con profundo sentimiento: 

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-Mas, para llegar a este punto, hemos debido cruzar el mar Rojo. 

Don Francisco Cerruti depuso en el proceso informativo sobre su estado de salud en los dos últimos años 1: 

«Cuando el dolor de cabeza, la fatiga del pecho y los ojos medio apagados no le permitían ocuparse en nada, era doloroso y edificante ve 
pasar largas horas sentado en su pobre sofá, en un sitio a veces casi obscuro, porque sus ojos no resistían la fuerza de la luz, y, a pesar de to 
siempre tranquilo y sonriente, con el rosario en la mano, los labios musitando jaculatorias y elevando las manos de vez en cuando 

1 Summarium núm. X & 39. 
232 

para manifestar, en su mudo. lenguaje, la unión y entera conformidad con la ((263)) voluntad de Dios que, por su extrema debilidad, no po 
ya manifestar con palabras. Por mi parte, estoy íntimamente persuadido de que su vida, particularmente en estos últimos años, fue una pleg 
continua a Dios. Así opinan también los demás. Tanto es así que, cuando entrábamos en su habitación para verle y hablarle, lo encontrábam 
siempre como uno que está ensimismado en profunda meditación, mas sin dar ninguna señal exterior, pues su rostro estaba constantemente 
risueño y las palabras que proferían sus labios eran expresión de paz, de caridad y de fe». 

Así se expresó don Francisco Cerruti. 

Una tarde de aquel otoño, fue don Joaquín Berto a ver a don Bosco, a eso de las cinco, y lo encontró paseando por su galería, pero 
arrastrando los pies con gran trabajo. Al verlo, díjole el Santo varias veces: Iam delibor, iam delibor 1. 

Después, mirándole fijamente a la cara, añadió triste y conmovido: Tempus resolutionis meae instat. Cursum consummavi 2. 

Entonces el secretario insistió: 

-Pero san Pablo dice también: Bonum certamen certavi, fidem servavi. In reliquo reposita est mihi corona justitiae, quam reddet mihi 
Dominus in illa die justus judex 3. 

El Siervo de Dios cambió de conversación. 

Hemos mencionado a don Francisco Cerruti. Como Consejero escolástico que era de la Congregación, confióle don Bosco un encargo 
importante y urgente, diciendo en el Capítulo del día diecinueve de noviembre: 

-Hay que pensar, para el año que viene, en conseguir maestros titulados y matricular en la Universidad una decena de nuestros clérigos. E 
verdad que está establecido que no se mande a la Universidad más que a los sacerdotes, por el daño que esos centros producen en almas 
inexpertas y por las bajas que ocasionan; pero, si entre estos clérigos hubiese algún sacerdote ((264)) respetable, es de esperar que les servi 
de antídoto y de defensa. Estúdiese el modo, pero es necesario 

1 SAN PABLO, 2 Tim. IV, 6. El apóstol quiere decir que siente minente su fin. Mirando su muerte como inmolación y, aludiendo a la 
libación con vino antes del sacrificio, dice: Mi sangre será derramada pronto como libación. Literalmente: Yo estoy ya ofrecido en libación 

2 Ibid. 5 y 6. Es inminente la hora de mi descomposición. He terminado la carrera. Esto es, mi carrera ha terminado. Alusión a las carrera 
en el estadio. 

3 Ibid. 7 y 8. He combatido el buen combate (aludiendo a los juegos griegos). He mantenido la fe (la fidelidad en las pruebas del torneo). 
Por lo demás, me está reservada la corona merecida, que, aquel día, me otorgará el Señor, justo juez. 
233 

que nos ingeniemos y nos proveamos de profesorado conforme a la ley. Actualmente hay que acometer al enemigo con el escudo más que c 
las armas. 

Ante esta apremiante instigación de don Bosco, la palabra estimulante de don Francisco Cerruti consiguió que numerosos hermanos, aun 
cuando ya había pasado el tiempo más adecuado para ellos, se entregaran a laboriosos estudios para ponerse en condiciones de conseguir lo 
títulos legales indispensables para poder dar clase en los centros privados. 

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Se le debe una merecida alabanza por haber organizado los estudios y las clases de nuestra Sociedad. No porque hasta entonces no se 
hubiera hecho nada en este sentido. «Se había hecho mucho, muchísimo, escribe don Alejandro Luchelli, testigo fidedigno de los tiempos 
anteriores» 1, y el nombre de don Celestino Durando quedará impreso con caracteres de oro en nuestros anales. Pero todavía era aquél el 
período heroico de nuestra historia. Nuestra Pía Sociedad contaba pocos años de vida. El campo que se abría a nuestra actividad era vasto y 
sin confín; el número de los operarios era exiguo, reducidísimo y desproporcionado para las necesidades que se debían atender.Apenas si 
llegaba el tiempo para el trabajo del día, puesto que cada uno se veía obligado a multiplicarse, cubriendo las ocupaciones de varios. Y, en 
tanto, Dios miraba complacido y bendecía los trabajos de aquellos hombres denodados que, llenos de buena voluntad e inflamados por el c 
que adquirían al contacto con don Bosco, afrontaban los trabajos del apostolado con el santo ardimiento con que el pastorcillo David, arma 
con una honda salió al encuentro del gigante Goliat; y quizás nunca hubo un trabajo más abundante en frutos». 

Pero no se podía continuar siempre así; todos deseaban que se organizara una formación normal de los maestros y educadores salesianos. 
Don Francisco Cerruti dedicó a tan noble empresa todas sus energías 2. 

((265)) Don Francisco Cerruti fue uno de aquellos hombres providenciales, 

1 Sac. A. LUCHELLI: Don Francesco Cerruti. Elogio fúnebre, Turín, Tip. SAID «Buona Stampa» 1917. 

2 Ya antes de que una unánime votación le confirmara en el cargo que don Bosco le había confiado pocos meses antes, era muy reconoci 
la importancia de su actuación. El año 1886 se cumplía el décimo quinto centenario de la conversión de san Agustín. Y él ideó conmemora 
tal acontecimiento con una velada que se celebró en san Juan Evangelista el día diez de junio. El programa revela la mentalidad de aquel 
hombre. La carta de invitación, con la firma de don bosco, debió ser escrita por él (Ap., Doc. núm. 60). 
234 

que don Bosco fue formando, desde pequeños, en el Oratorio, y se los encontró a su lado en la hora oportuna cuando, en el ocaso de su vid 
necesitaba poderosos auxiliares para dirigir con firmeza su obra, organizarla sólidamente y facilitar su expansión. Dotado como estaba de 
espíritu metódico, fuerte voluntad y sentido práctico, demostró en el desempeño de su cargo, durante treinta años, su prudencia, calma y 
constancia. Su cargo se extendía también al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y a la dirección de la prensa salesiana. En todos los 
campos de su actividad, fue siempre un suscitador de energías, puesto que poseía en alto grado el arte de animar a la acción. En todas sus 
actividades tuvo siempre por mira mantener vivo entre sus hermanos el espíritu del Fundador. Al celebrarse el vigésimo quinto aniversario 
su elección como Director general de los estudios, dio públicamente las gracias a todos los Socios, escribiendo: «Cada día que pasa, más m 
convenzo de la necesidad, que resulta un deber para nosotros, de estar aferrados a las enseñanzas de don Bosco, aun en el campo de la 
instrucción y de la educación; y no apartarnos jamás de estas normas, ni siquiera un punto. íLejos de nosotros los innovadores!». 

Fue una hermosa jornada la que transcurrió en torno a don Bosco el día treinta de noviembre en el colegio de Valsálice. Se celebraba en é 
distribución de premios a sus alumnos distinguidos. El cardenal Alimonda y el teólogo Margotti pasaron algunas horas de la mañana y de l 
tarde con el Santo. En la velada el cardenal Alimonda hizo una de sus fascinadoras improvisaciones sobre el valor y la eficacia de la 
disciplina. Hacia las seis de la tarde, don osco volvió al Oratorio 1. 

Aquella tarde escribió el Cardenal a monseñor Cagliero: «He pasado casi toda la jornada en el Colegio de Valsálice, donde se celebraba l 
distribución de premios. ((266)) Resultó una fiesta hermosa e interesante como todas las salesianas. Pero nada más interesante que el 
amadísimo don Bosco que nos acompañaba, siempre jovial, siempre tranquilo y contento, sin desmejoramiento de la salud, aunque sujeto a 
los achaques de siempre. Quiera el Señor guardarlo todavía para muchas santas empresas, entre las cuales no hay que perder de vista la sali 
de un buen grupo de misioneros que se prepara para pasado mañana. No quiero privarme de la satisfacción de asistir al adiós e implorar tod 
las bendiciones del cielo sobre el selecto escuadrón» 1. 

Con cuánta razón había escrito don Francisco Cerruti a Monseñor 1: 

1 Véase Unità Cattolica, 2 de diciembre de 1886. 

1 Ap., Doc. núm. 61. 
235 

«El cardenal Alimonda sigue siendo nuestro afectísimo protector y ciertamente uno de los mayores consuelos y apoyos para el queridísimo 
don Bosco». 

A principios de año, don Bosco había hecho litografíar los recuerdos confidenciales que él había escrito y enviado a los directores de las 
casas el año 1871, poniendo con su firma la fecha: «Turín, 1886, fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima, cuadragésimo 

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quinto aniversario de la fundación del Oratorio». Envió un ejemplar a todos los Directores, anteponiendo por título: «Aguinaldo navideño» 

Dos salesianos que él había mandado a predicar unas misiones a la parroquia de San Antonio, en Bra, donde era Vicario su antiguo alum 
don Luis Pautasso, volvieron contando maravillas de aquellos buenos cristianos. Cuando el Santo les oyó, escribió al Vicario esta cartita: 

Carísimo señor Vicario: 

He recibido con gran satisfacción la noticia del éxito obtenido con los Ejercicios que han predicado nuestros sacerdotes en esa tu parroqu 
Que Dios sea siempre bendito en todo y María Auxiliadora nos ayude y nos proteja siempre para conservar el fruto. Con todo el ((267)) 
corazón os bendigo a ti y a todos tus feligreses y que la divina misericordia nos ayude siempre a todos a vivir y morir en su santa gracia. 
Rezad también por mí, que siempre seré en J. C. 

Turín, 19 de diciembre de 1886. 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


El día 20 de diciembre acabó sus días en Turín el venerando barón Manuel, de edad muy avanzada. Era un noble caballero, muy dadivoso 
hubiera querido, en la ancianidad, retirarse de la Sociedad de San Vicente de Paúl y de otras obras benéficas. Pero antes de hacerlo, quiso 
consultar a don Bosco. 

-Continúe, le respondió el Santo. Trabajemos hasta el final de la vida, haciendo todo el bien posible. 

1 Turín, 12 de octubre de 1886. 

2 Eran los recuerdos que se leen en LEMOYNE, M. B. VII, pág. 447 y siguientes. Don Miguel Rúa dice en su carta del día veintinueve d 
noviembre a monseñor Cagliero: «Don Luis Lasagna lleva a los Directores un aguinaldo que consiste en una serie de consejos confidencial 
que don Bosco recogió para ellos, valiéndose de su larga experiencia. Que todos sepan sacar de ellos el mayor fruto». 
236 

«Y así he decidido hacer», dejó escrito él en sus memorias. 

Hubo aquel día una sesión capitular, en la que don Bosco tomó la palabra varias veces y dijo cosas útiles e interesantes, que entresacamo 
de las actas de la reunión. Asistía también don Pablo Albera, porque se debía tratar de varios cambios del personal en las casas de Francia; 
entre otros, el de don Luis Cartier, director en Santa Margarita, que debería pasar a Niza como vicedirector, para sustituir, después, al direc 
don José Ronchail, destinado a París para el año siguiente. Pero surgió una dificultad. 

-Niza, observó alguno, es un centro de Cooperadores no sólo de Francia, sino de toda Europa y América, porque, a esta ciudad, acuden 
forasteros de todo el mundo y, precisamente allí, se inscriben, se mantiene relación con ellos y se procura que hagan prosélitos en sus 
respectivos países. Ahora bien, no parece que el carácter de don Luis Cartier y su poca aptitud para limosnear sean lo que más pueda ayuda 
nuestra Pía Sociedad. 

Don Bosco respondió: 

-Para que el carácter reservado de don Luis Cartier no obstaculice las relaciones con los Cooperadores, acompáñele don José Ronchail, 
preséntelo en todas las casas de los bienhechores. Es verdad que el saber pedir no es ((268)) un don que todos tengan. Se requiere franquez 
humildad, prontitud para acomodarse a los sacrificios, saber hablar ganándose las simpatías. Para dar a conocer al nuevo director, valerse d 
Boletín dando en él la noticia 1. Publicar una circular, en la que se diga: «Se ha creído conveniente que don José Ronchail sea trasladado 
como director a la Casa de París. Los Superiores han juzgado que yo, Luis Cartier, viniera a hacer sus veces. Mientras tengo el honor de 
comunicarle mi nombramiento, me encomiendo a su caridad y a sus buenos consejos etc. etc.». El mismo don José Ronchail, cuando llegue 
París, escriba otra circular por el estilo a los Cooperadores de aquella metrópoli. 

Al cabo del tiempo, cuantos conocieron a don Luis Cartier, saben que se convirtió en Niza en un limosnero insuperable; por eso, en los 
últimos años de crisis económica general, logró levantar en poco tiempo una iglesia a María Auxiliadora, en la que se gastaron varios 
millones. 

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VOLUMEN XVIII Página: 237 

1 El Boletín francés de junio de 1887, aprovechó la ocasión de anunciar la muerte de la señora Levrot para dar a conocer el nombre de do 
Luis Cartier, como director de la casa de Niza; y, en el número siguiente, publicó los datos biográficos de la piadosa Cooperadora. 
237 

A propósito de París, dijo don Miguel Rúa que don Carlos Bellamy, después de pasar todo un día recorriendo la ciudad, no había recogid 
más que siete francos. Don Bosco replicó: 

-En estos casos de necesidad, el Director haga litografiar un centenar de cartas que digan: «La casa de Ménilmontant se encuentra en grav 
necesidad; necesita tal cosa y tal otra. Tal día pasaré para recibir el óbolo de su caridad etc. etc.». De este modo, se recogerá algún dinero; d 
otra forma, si se va a hacer una visita inesperada, de improviso, sin ser conocido, sin presentar el propio título y autorización, no se consigu 
nada. Podríase, además, imprimir una tarjeta de visita, en la que, debajo del propio nombre, se pusiera: Recomiendo al Señor... 
(dejando espacio en blanco, para escribir después el nombre a mano) a los pobres muchachos de la casa tal, de la que soy Director, rogándo 
me tenga presente en su caridad. Estas tarjetas de visita ((269)) se podrían imprimir para todos los directores de las casas que viven de 
beneficencia. Hasta se podría poner en ella la frase: El que da a los pobres será recompensado con largueza por el Señor. 

Don Pablo Albera pidió que se le autorizara para comprar un terreno que encuadraba el patio de la casa de San León; se deberían pagar 
veinte mil francos ante notario. El Capítulo lo aprobó y dijo don Bosco: 

-También, en este caso, se podría repartir una circular, después de firmado el compromiso con el propietario, en la que se dijera: «Tenem 
en casa tantos muchachos; se necesitaría hacer nuevas construcciones para poder aumentar el número de muchachos en cincuenta, ochenta, 
cien, etc. Se necesitaría tal cantidad. Se ruega a Su Señoría que firme la cantidad que crea conveniente, para que podamos saber con cuánto 
capital podemos contar». Y se visita hoy a un Cooperador, mañana a otro, llevando un cuaderno en el que se van recogiendo las firmas. 

Rióse el Capítulo al ver con qué facilidad encontraba don Bosco soluciones prácticas para obtener limosnas y siguió diciendo: 

-Antes, yo podía trabajar, yendo de acá para allá en busca de dinero; pero ahora me limito a trabajar continuamente con la imaginación. 
Trazo un proyecto, examino el pro y el contra, lo determino, lo establezco... Ahora se trata de la compra de ese terreno. Pues bien, que me 
mande don Pablo Albera una lista de los señores más influyentes de Marsella; yo les escribiré y alguna gracia de María Auxiliadora hará lo 
demás. 

En otra ocasión ya se había tratado de la compra de una tipografía, que el señor Mingardón, marsellés, quería ceder en condiciones 
238 

muy favorables; pero no se había acordado nada. Don Pablo Albera renovó la propuesta. Don Bosco dijo: 

-Se requerirá un administrador, para que nosotros podamos aprovechar ese contrato; pero todo lo que tiene la sombra de negocio, fue 
siempre fatal para las Ordenes religiosas. 

Por Navidad se inauguró el nuevo comedor del Capítulo Superior, en la segunda planta, junto a la biblioteca, y muy cerca de las 
habitaciones de don Bosco, que así se ((270)) podría trasladar sin dificultad 1. En esta misma ocasión, se celebró la primera misa de don 
Carlos Viglietti. 

Después de Navidad hubo una novedad en el Oratorio. El día de San Juan Evangelista se pusieron de acuerdo todos los aprendices para 
celebrar por vez primera el verdadero día onomástico de don Bosco. Cada taller le mandó su felicitación, firmada por todos los aprendices 
sus respectivos maestros y asistentes. Cada uno prometía comuniones, visitas a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y otras oracione 

Rezaban, además, por don Bosco muchos obispos de Italia, como lo aseguraban al responder a su circular de octubre. Uno de ellos que, 
desde cuando era canónigo en Vercelli, había venerado con ternura y ayudado al Santo durante muchos años, monseñor Degaudenzi, obisp 
de Vigévano, escribía a don Miguel Rúa el día 4 de enero de 1887: «Incluyo en la mía una pequeña oferta para las misiones de los Salesian 
de don Bosco 3. 

»íCuánto siento no poder mandar más! Hago también esta pequeñísima limosna para obtener del Señor que nos conserve al Hombre de 
Dios, que es don Bosco. Anímele de mi parte. Hágale saber que aquí se reza por su salud, en el seminario y en las casas religiosas. Y en el 
triduo que se hizo durante los dos últimos días del año y el primero del presente, en todas las iglesias de la diócesis, por el Padre Santo y en 
honor del Sagrado Corazón de Jesús. Yo mismo, en la Bendición con S. D. M. que impartí en la Catedral, hice rezar públicamente por el 
querido y venerado don Bosco. Bendigo al hombre admirable que pasa su vida haciendo el bien». 

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VOLUMEN XVIII Página: 239 

La mención que acabamos de hacer de los aprendices nos lleva a recordar un hecho que se relaciona con ellos. El año 1886 don Bosco ha 
hecho construir tres grandes salas de veinticinco metros de largo 

1 No mucho después de la muerte de don Bosco, su sucesor volvió al comedor común. 

2 Ap., Doc. núm. 62 A-B-C-D-E-F. 

3 Mandaba cuarenta liras. 
239 

por siete de ancho, ((271)) en el ángulo del primer patio, ocupado hoy por la casa capitular, para poder atender mayor número de peticiones 
El nuevo local no estaba aún bien seco, cuando los Superiores del Oratorio colocaron allí unos cincuenta alumnos. El catequista, don Anac 
Ghione, que los visitaba por la mañana y por la noche, a la hora de levantarse y acostarse, veía sus camas humedecidas con las gotas que ca 
de las vigas del techo; y temiendo, por esto, que todos cayeran enfermos, expuso el caso a don Bosco. El buen Padre le preguntó si era posi 
trasladar las camas a otra parte; don Anacleto Ghione contestó que se había pensado en ello, pero que no había otro sitio en la casa. Entonc 
se recogió un instante en silencio y dijo: 

-íEa!... Déjalos donde están. 

-Pero este invierno van a caer enfermos todos, replicó el catequista; más aún, el asistente ya está enfermo hace tres días. 

-Pierde cuidado, replicó el Santo; ni un solo muchacho caerá enfermo. 

Y así fue: en todo el invierno no cayó enfermo ninguno y el asistente se puso bien a los pocos días 1. Mientras tanto, se había llegado al f 
del año. Nadie se atrevía a pensar que don Bosco bajara a la iglesia de María Auxiliadora, después de las oraciones de la noche. »Qué se hi 
entonces? Todos, estudiantes, aprendices y Salesianos se reunieron, poco antes del anochecer, bajo sus ventanas y allí cantaron, con afecto 
arrebatador la conocida canción: 

Andiamo, compagni, Marchemos, compañeros, 

don Bosco ci aspetta: don Bosco nos espera: 

La gioia perfetta la dicha verdadera 

si desta nel cuor salta en el corazón. 

El venerando anciano, sostenido por dos sacerdotes, se asomó conmovido, se apoyó en la barandilla y, adelantándose cuanto podía, dio la 
gracias y auguró a todos un buen fin y buen principio de año, con la bendición del Señor y de María Auxiliadora. 

1 Relación de don Anacleto Ghione, Boletín Salesiano, octubre 1925. 
240 
((272)) 

CAPITULO XI 

VIDA RETIRADA 

EL invierno, y más el invierno piamontés, pesado por sí mismo para todos los ancianos, acarreaba a don Bosco un sinfín de molestias, que 
obligaban a una vida totalmente retirada en su modesto apartamiento; de modo que los muchachos ya no le veían, salvo los afortunados 
alumnos del cuarto curso, a quienes, de vez en cuando, se les permitía ir a visitarle y confesarse con él. Recuérdese que, apartir del 1886, se 
había suprimido el quinto curso. El día veintidós de enero, les estuvo confesando durante más de dos horas. Se confesaron todos menos uno 
que no se dejó ver; pero no se notó su ausencia, porque hacía algún tiempo que muchos de ellos, ya fuera que habían elegido otro confesor, 
fuera que se veían impedidos de asistir a aquella hora, a causa de sus estudios o por otros motivos, no iban nunca o sólo de tarde en tarde a 
confesarse con don Bosco. 

Pero, aquella vez, el Santo se dio cuenta de ello; y, por la tarde, lo mandó llamar. Hizo que se sentara junto a él y, después de haber 
discurrido sobre varias cosas, le preguntó: 

Fin de Página: 241 


VOLUMEN XVIII Página: 241 

-»Por qué hace varios meses que no te acercas a los sacramentos?
El muchacho bajó la cabeza y no se atrevió a responder. Entonces don Bosco, rompiendo el silencio, le interrogó:
-»Quieres que te diga yo por qué?
-Sí, dígamelo, respondió.
-Mira, es por esto y por aquello.
Y, como quien no quiere, le descubrió paternalmente los pecados que, por darle vergüenza, no se atrevía a confesar. El muchacho,


asombrado, ((273)) lo miraba sin saber cómo coordinar sus ideas, hasta que cayó de rodillas y se confesó. Al salir de la habitación, se 
encontró con don Carlos Viglietti y le dijo con la confianza que todos los muchachos tenían con él: 
-Don Bosco me lo ha dicho todo y ha adivinado todos mis pecados. 
En otra ocasión, se hablaba de las gracias que la Virgen dispensaba al Oratorio y dijo don Bosco al mismo secretario: 
241 
-María nos quiere mucho. Es inútil que los muchachos intenten ocultar lo que tienen en sus corazones; yo lo veo y se lo comunico. 

Las audiencias con la gente continuaban, pero mucho menos que antes, porque los secretarios tenían orden de los médicos y de los 
superiores de limitar el número y su duración. El dos de enero fue a visitarle el cardenal Alimonda y se entretuvo con él por espacio de una 
hora. El día cinco fue monseñor Ordóñez, obispo de Quito, para pedirle, en nombre del Presidente de la República ecuatoriana, cuatro 
salesianos al menos; de allí se dirigió a Roma, volvió a visitarle al regreso y obtuvo promesa formal. Pero, ya el primero de enero, había dic 
don Bosco a don Carlos Viglietti, el cual lo refiere en su crónica: 

-Me rueda ahora por la cabeza la obsesión de preparar cuanto antes una expedición de misioneros para Quito y la República del Ecuador. 
aquello un centro de Misión, donde también se pueden encontrar vocaciones. 

Fue también a verle, entre otros, don Luis Guanella. Después de haber salido del Oratorio el año 1878, no se había atrevido a presentarse 
nuevo; hasta que, el día 22 de enero de 1887, se animó y fue a visitar a don Bosco. Después de la muerte del Santo, escribiendo sobre esta 
visita, contaba así la impresión que le produjo don Bosco: 

«Me pareció transformado. En la transparencia de aquel rostro me parecía descubrir un rayo de la divina gracia. De rodillas a sus pies, me 
bendijo cordialmente a mí y mis más pequeñas obras». 

Llegó, desde Niza, el joven sacerdote don Ramón Jara, más tarde obispo de Ancud, en Chile. Estaba de viaje por Francia en busca de 
medios para fundar una Universidad católica ((274)) en Santiago. Presentó a don Bosco, para que las bendijera, medallas y estampas, y ent 
éstas el retrato de mamá Margarita. Cuando la vio el Santo, se estremeció, quedóse contemplándola unos instantes y después, mostrándola 
visitante, le dijo: 

-íQueredla!
Atravesaba con don Bosco el pasillo de delante de las oficinas, y al verlo tan estrecho, le dijo respetuosamente:
-Si no fuera atrevimiento el mío, quisiera pedirle una explicación.
-Diga, diga.
-Si hubiera en su Congregación un padre algo corpulento, »cómo se las arreglaría para pasar por este corredor? »Por qué lo ha hecho tan


estrecho? 
-Para... para... ípara combatir las tentaciones! 
242 
Don Ramón Jara comprendió. Regresó a Chile y construyó un gran edificio con muchos apartamientos para acoger en él a ciento ochenta 
estudiantes universitarios de la provincia; recordando durante la construcción las palabras de don Bosco, quiso que los corredores fueran m 
estrechos y las puertas muy bajas. Pues bien, durante la guerra civil, provocada por el presidente José Manuel Balmaceda, fue secuestrada l 

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VOLUMEN XVIII Página: 243 

casa y puesta a subasta. Como estaba situada en el centro de la ciudad, varios tuvieron el deseo de adquirirla; pero aquellos corredores y 
aquellas puertas desencantaban a cuantos la visitaban y «combatían la tentación», de modo que finalmente volvió al uso primitivo, con 
satisfacción de los profesores que vieron el cielo abierto. 

En la quietud de su cuartito, dedicaba mucho tiempo al despacho de la correspondencia. Llegaba al Oratorio cada día una cantidad increíb 
de cartas, por asuntos, por gracias de María Auxiliadora, por las Lecturas Católicas, por el Boletín, como respuesta a las circulares; y 
procedían de Italia, de Francia, de Suiza, de Bélgica, de Polonia, de Rusia, del Asia Menor, de la India, de las Américas. Muchas de estas 
cartas iban dirigidas a don Bosco. Hecha la distribución, el Santo se hacía leer por persona de su confianza las cartas dirigidas a él 
personalmente. Y como, entonces, no podía responder siempre por sí mismo, ((275)) frecuentemente encargaba a otros la contestación. 
Veamos algún intercambio epistolar, del que nos ha quedado copia. 

Llegáronle de Francia dos cartas sui generis que pueden sumarse a las muchas pruebas de la extraordinaria opinión de santidad en que era 
tenido universalmente don Bosco. 

Cierto sujeto, que ya le había consultado varias veces sobre cosas de conciencia y, especialmente, acerca de un determinado partido 
matrimonial, la víspera de la boda, suplicaba que le dijera si, como buen cristiano, hacía bien al casarse con cierta señorita. El Santo le 
respondió: «Puede usted casarse tranquilamente con esa persona, que le hará feliz, si los dos frecuentan la santa Comunión. Recomiendo m 
huérfanos a su caridad. Ruegue por mí; que Dios le bendiga y la Santísima Virgen sea siempre su guía». 

El otro no conocía en nada a don Bosco; pero, habiendo oído a uno que lo vio en París que era un hombre de mucha fe, se determinó a 
exponerle su propio caso. Hacía años que pensaba casarse con cierta joven; pero había llegado a romper las relaciones por cuestión de 
intereses. A pesar de todo, deseaba reanudar las relaciones; y, por eso, le rogaba que examinara el caso ante Dios y le comunicara después 
resultado de su piadosa y caritativa meditación. «»Y encontraré, le 
243 

decía, en esta proyectada unión, los elementos de una felicidad terrena y celestial? »El rompimiento de mis esperanzas, no será indicio de q 
el Señor me llama por otro camino?». Y he aquí la respuesta de don Bosco: «Oiga el parecer de su director espiritual. Si es afirmativo, proc 
solamente que la joven de la que me escribe, frecuente la santa comunión. Por lo demás, esté tranquilo. Yo rezo por usted y le recomiendo 
mis huérfanos. Que Dios le recompense con largueza su caridad». Aquel señor había incluido en su carta un caritativo donativo 1. 

Las cartitas o tarjetas de agradecimiento por limosnas recibidas debían ser muy frecuentes. 

((276)) El príncipe Augusto Czartoryski le había enviado un donativo por año nuevo, manifestándole además lo mucho que los 
Cooperadores polacos apreciaban al fundador de los Salesianos. Al agradecer su caridad y la buena noticia, no mentó el asunto de la vocac 
en atención al padre; y se contentó con escribir: «De todos modos, tenga por seguro que nosotros no dejaremos de pedir al Señor por usted 
por todos sus intereses» 2. 

Escribía a la Condesa Alejandra de Camburzano: 

Benemérita señora Condesa: 

Siento mucho que usted esté padeciendo. Rezaré y haré rezar por su salud. Comprendo muy bien que tiene sus cruces, porque todos tenem 
alguna, salvo don Bosco, que no tiene ninguna. 

Las cosas de este mundo parece que se acercan a su crisis; pero Dios es Padre infinitamente bueno y, además, infinitamente poderoso; po 
tanto, dejémosle hacer. 

Le agradezco el aguinaldo que manda para nuestros huérfanos. Mañana comulgarán por usted; y yo, por la gracia de Dios, celebraré la sa 
misa. 

Que María Santísima sea nuestra guía para el cielo. 

Turín, 9-1887. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 244 


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El día de san Francisco de Sales mandó una estampa a la baronesa Acelia Ricci, hija de los De Maistre, a la que conocía desde pequeñita 
una estampa en la que había escrito: «Señora baronesa Ricci. Dios la bendiga y recompense abundantemente su caridad. Nuestros sacerdote 

1 Ap., Doc. núm. 63. 

2 Ap., Doc. núm. 64. 
244 

misioneros y huérfanos se unen a mí para pedir a Dios cada día por usted» 1. 

No dejaba pasar por alto los aniversarios, nombramientos y acontecimientos agradables de aquellas personas a las que ((277)) estaba unid 
con vínculos de dependencia o de gratitud. 

El año 1887 celebraba el mundo católico el jubileo sacerdotal de León XIII. Preparábase en su honor una publicación, en Bassano 
Vicentino, titulada Exultemus, y los compiladores pedían a los personajes más destacados del campo católico algún escrito que aludiera a l 
ocasión. No podían olvidar a don Bosco. El día dieciocho de enero, después de manifestar la imposibilidad en que se encontraba de escribi 
artículo, formulaba la siguiente declaración: 

«Sin embargo, lo que aún puedo hacer es manifestar con toda mi alma, que hago míos todos los sentimientos de fe, de aprecio, de respeto 
de veneración y de amor inconmovible de san Francisco de Sales al Sumo Pontífice. Hago míos todos los gloriosos títulos que él recoge de 
Santos Padres y de los Concilios, con los cuales forma como una corona de preciosísimas joyas para adornar las sienes del Papa; y son entr 
otros, el de Abel por el Primado, el de Abrahám por el Patriarcado, el de Melquisedec por el orden, el de Aarón por la dignidad, el de Mois 
por la autoridad, el de Samuel por la magistratura, el de Pedro por la potestad, el de Cristo por la unción, el de Pastor de todos los pastores 
cuarenta más o menos espléndidos y apropiados. Creo que los socios de la humilde Congregación de San Francisco de Sales no se apartará 
jamás de los sentimientos de este gran Santo, nuestro Patrono, para con la Sede Apostólica; que acogerán pronta y respetuosamente y con 
sencillez de mente y de corazón, no sólo las decisiones del Papa respecto al dogma y la disciplina, sino que, hasta en las mismas materias 
discutibles, abrazarán siempre la opinión por él sostenida, aun como doctor privado, mejor que la de cualquier otro doctor o teólogo del 
mundo. Considero, además, que esta actitud debiera tomarse no sólo por los Salesianos y sus Cooperadores, sino por todos los fieles, 
especialmente por el clero; porque, además del deber que tienen los cristianos de venerar al Vicario de Jesucristo, el Papa merece toda clas 
atenciones, ((278)) porque ha sido elegido entre los hombres más eminentes por sabiduría, más 

1 Ya le había escrito el Santo a principios de año, en una tarjeta de visita, en francés: «El reverendo JUAN BOSCO le presenta sus 
respetuosos saludos, reza y hace rezar a sus huérfanos por usted y por todas sus intenciones; pide para usted y los suyos las mejores 
bendiciones del cielo. 1-1887». 
245 

notables por prudencia, más insignes por virtud, y porque está asistido de modo particular por el Espíritu Santo para el gobierno de la Igles 

El cardenal Di Canossa, obispo de Verona, le escribía el día veintiséis de diciembre recomendándole a su hermano Octavio y le decía: 
«Bendígale a él, a mí y a toda mi familia. Me encomiendo de nuevo a sus fervorosas oraciones, especialmente por un asunto que hace tiemp 
estoy pidiendo al Señor. Mándeme en lo que pueda servirle». Por fin, le declaraba su «ilimitada estima y devoción». Don Bosco le contesta 
tres semanas después. 

Eminencia Reverendísima: 

He recibido con grandísima satisfacción los saludos y la bendición de V. E. Rvma. y he tenido el gusto de saludar a su señor hermano, el 
conde de Canossa. Al presente todas nuestras oraciones se dirigen a la Santísima Virgen Auxiliadora, a fin de que conserve todavía ad mul 
iubilares dies a V. E, para gloria de la Iglesia y amparo de los necesitados, especialmente de los pobres Salesianos que humilde, pero 
encarecidamente, se encomiendan a la caridad de las plegarias de V. E. 

Bendíganos a todos y dígnese considerarnos como sus pobres, pero afectísimos hijos y servidores. 

Turín, 14, 1887. 

Por todos,
JUAN BOSCO, Pbro.


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VOLUMEN XVIII Página: 246 

Tenga compasión de esta mi mala letra. 

A vuelta de correo, le manifestó el Cardenal con estas líneas su inmensa alegría. Es esta carta un precioso documento que manifiesta el 
elevado concepto que tenía de don Bosco y de su Obra una lumbrera tan alta de la Iglesia. Verona se preparaba precisamente por aquellos d 
para celebrar las bodas de plata episcopales de su Obispo. León XIII se había adelantado a los diocesanos con una carta de felicitación, a la 
que aquí se alude. 

((279)) Venerabilísimo y carísimo don Bosco: 

Después de la admirable carta de nuestro Santo Padre León XIII, ninguna otra de las recibidas en estos días me ha proporcionado más 
alegría y satisfacción que la suya, tan afectuosa, que he recibido esta mañana. íMil y mil gracias! Porque, en medio de tantas y tan santas 
ocupaciones como las suyas, no sólo se ha acordado de mi pobre persona, sino que hasta se ha tomado la molestia de escribirme por su pro 
mano... Le estoy reconocido de corazón, y ya que no puedo hacer otra cosa, pediré al Señor, más que de costumbre, que bendiga a usted y a 
sus provechosas empresas. Dije más que de costumbre, porque aprecio y quiero a sus Salesianos y, aunque indignamente, 
246 

todas las mañanas tengo un memento en la santa misa por las misiones, y especialmente por las de Africa, las de Patagonia y las de China, 
donde las Canosianas 1 hacen mucho bien. 

íPobre Africa! Tenga la caridad de rogar primero por mí, que lo necesito mucho, bien lo sé yo, y después por esa desventurada misión. Se 
que un día dije a los Superiores de este Seminario menor para el Africa central: -Si nos lo permiten, pasemos todos con armas y bagajes a 
depender de don Bosco y vayámonos a América, que es otro País. 

Pero a ellos les pareció que debía respetarse la memoria y la obra del llorado monseñor Comboni y que se debía esperar a que quiera el 
Señor abrir el camino entre los negros. Y no quise insistir. 

Entre tanto, le doy gracias de corazón por todo y por su medio se las doy también a sus bonísimos Salesianos, cuyas oraciones me prome 
son el mejor regalo para mí. 

Ruégole me bendiga y me considere siempre de todo corazón. 

15 de 1887. 

Su afmo. y seguro servidor, L. Card. Di Canossa, Obispo 

El Siervo de Dios, conmovido, acusó recibo con la cordialidad y sencillez de los Santos, enviándole una estampa de María Auxiliadora e 
cuyo dorso había escrito una tierna invocación: «Eminentísimo cardenal Canossa. Oh, María, conducid a este vuestro querido y celoso hijo 
todas sus empresas, constantemente, por el camino del cielo. 23 de enero de 1887. Juan Bosco, Pbro.». 

Si la ciudad de Verona tenía por Obispo un Purpurado, debía agradecérselo a don Bosco. Trasladado por León XIII a Bolonia, el piadoso 
humilde Prelado fue a suplicar al Pontífice que lo dejase en Verona. Quiso la casualidad que se encontrase en Roma ((280)) con don Bosco 
quien pidió, con lágrimas en los ojos, que dijese una palabra en su favor. El Santo, durante la audiencia, llevó la conversación al asunto y, 
cuando comprendió que el Pontífice estaba dispuesto a complacer el deseo del Obispo, halló el modo de sugerirle una idea. Puesto que 
Bolonia era sede cardenalicia, »no se podría aceptar la renuncia al Arzobispado, y reservar el cardenalato para el que renunciaba? Aceptó e 
Papa la sugerencia, por lo que, cuando don Bosco volvió a ver a Monseñor, le dijo: 

-íArzobispo no, pero Cardenal sí! 

También le llegaron benévolas manifestaciones de otro alto Prelado. En los primeros días de febrero había sido preconizado para la 

1 Canosianas. Son las monjas de la orden fundada por Magdalena de Canosa (Verona 1818) (N. del T.) 
247 

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púrpura cardenalicia monseñor Camilo Siciliano de Rende, arzobispo de Benevento y Nuncio Apostólico en París. Don Bosco lo había 
encontrado cuatro años atrás en la capital francesa y había recibido de él y de su madre manifestaciones de profunda reverencia. Consideró 
pues, como un deber congratularse en seguida con él por la nueva dignidad, al tiempo que le recomendaba la reciente fundación de 
Ménilmontant. El Cardenal esperó, según costumbre, a la celebración del Consistorio y, después, le respondió desde París, el día veinticuat 
de marzo: «Le estoy muy agradecido por las afectuosas felicitaciones que, con tanta gentileza, ha querido V.S. darme por mi elevación a la 
púrpura romana. Se lo agradezco de todo corazón y espero que, con sus oraciones, quiera obtenerme del Cielo los auxilios necesarios para 
cumplir los deberes que la nueva dignidad me impone. No conozco la casa Salesiana de aquí, pero, puedo asegurarle que me sentiré muy 
afortunado de poder prestar algún servicio a su Congregación». 

Otro nuevo cardenal era el Nuncio Apostólico de Madrid, que había mantenido relaciones epistolares con don Bosco, cuando se trataba d 
fundación del Colegio de Santa Rita en Madrid 1. 

También a éste envió don Bosco sus felicitaciones, a las que monseñor Rampolla ((281)) respondió con verdaderas muestras de 
agradecimiento y con estas expresiones especiales 2: 

«Me es grato confirmar en esta ocasión mi especial afecto a la Congregación Salesiana, congratulándome con usted por el mucho bien qu 
hacen sus hijos en las diócesis de España donde se han establecido; no es extraño que hagan grandes elogios de ella varios insignes prelado 
Quiera Dios que puedan multiplicarse en esta nación, tan necesitada hoy de tener alguien que la preserve de los engaños de los malvados». 

En el mes de marzo fue elegido alcalde de Turín el abogado Melchor Voli, y don Bosco le envió una carta de felicitación. Diole éste las 
gracias más expresivas y, a la par que le rogaba admitiera su reverente saludo, decía el primer magistrado de la ciudad que recordaba con 
alegría los días de su juventud primera, cuando había tenido «la fortuna de conocer al reverendo y muy benemérito don Bosco en casa de lo 
Roasenda». En casa de esta noble familia el señor Voli había ayudado a don Bosco a transcribir su Historia de Italia. 

Don Bosco no estaba en condiciones de sostener conversaciones 

1 Véase Vol. XVII, pág. 515 y siguientes. 

2 Madrid, 11 de abril de 1887. 
248 
propiamente dichas; pero le gustaba mucho oír hablar de las misiones y gozaba inmensamente cuando le leían cartas de sus misioneros. Su 
hablar consistía de ordinario en frases breves, salpicadas casi siempre de gracia. Observando un día una moneda con la efigie de Napoleón 
exclamó: -Sic transit gloria mundi. Ya nadie habla de él..., si no es para hablar mal. 

Preguntóle una vez el señor Olive si podía decir a su esposa, cuando le escribiera, que don Bosco estaba bien, y él respondió: 

-Dígale que don Bosco se ha dado a la vida regalada. 

Riose Olive, protestando que era todo lo contrario. Pero don Bosco añadió: 

-Sólo la bondad del señor Olive pone en duda la verdad dicha por don Bosco. 

Un día recibió de la señora Quisard, de Lyon, una estampa que tenía escrita esta frase en francés: «Pórtate con Dios como el pájaro que 
advierte cómo se mece la rama donde se posa y sigue cantando, porque sabe que tiene alas». 

((282)) Leyó él atentamente y dijo después que se la llevaran a don Joaquín Berto, observando: 

-»Qué pensará don Joaquín Berto al recibir esta estampa? 

Don Joaquín Berto pensó en la realidad. Comprendió que era un aviso paternal, para cuando, dentro de poco, le llegara a faltar don Bosco 
su único sostén en el mundo. En la mesa rompía el silencio raras veces, parecía que estaba en continua meditación. Un día, echando agua a 
vino, dijo: 

-También Jesús en la cruz quiso que su sangre se mezclara con agua. 

Una vez le hizo una profecía a su gran confidente don Juan Bautista Lemoyne, que le hacía compañía en las horas del atardecer, para 
aliviarle en su forzosa e inactiva soledad, puesto que la luz artificial le molestaba la vista. De pronto, sin que se hubiera hablado de nada qu 

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hiciera referencia a ello, prorrumpió en estas palabras: 

-Tú llegarás a una edad muy avanzada. 

Otra tarde, mientras Lemoyne le seguía en silencio escaleras arriba, se paró de repente don Bosco y, como quien revela un secreto, le mus 

en voz baja: 

-Te espera un porvenir muy glorioso. 

Y, tras breve silencio, prosiguió: 

-Lo que has sufrido hasta ahora es nada en comparación con lo que te queda por sufrir. Pero no tengas miedo, todo pasa en este mundo... 
después... después el Paraíso. 
249 

Don Juan Bautista Lemoyne llegó a cumplir los setenta y siete años. Su recuerdo pervive y vivirá bendecido en la Congregación; y su 
nombre se repite, aun fuera de nuestra Congregación, especialmente por lo que escribió sobre don Bosco. Durante el último período de su v 
sufrió, en efecto, muchas incomodidades físicas, y, más aún, pesares de espíritu, que procedían de distintas causas, dado su sensibilísimo 
corazón y su viva imaginación. Es probable que sufriera bajo el peso de aflicciones espirituales, puesto que una vez, encontrándose ante un 
joven sacerdote salesiano, profirió estas palabras: 

-En otro tiempo, en el Oratorio se comía polenta, pero íteníamos a don Bosco! 

Algunas veces contaba los sueños que había tenido durante la noche a los secretarios más jóvenes, que habitualmente le rodeaban; sueños 

((283)) que, a excepción de dos, uno de los cuales se refería al clérigo Olive, que ya hemos narrado, y que nada tenían de extraordinario. 

El trece de febrero por la tarde, dijo a don Carlos Viglietti, el cual tomó nota en su crónica: 

-Quiero escribir muchas cosas importantes, que me fueron reveladas en sueños al principio del año; me propongo siempre hacerlo y desp 

me olvido. Haz tú por recordarlo y dímelo, que yo te las daré luego para tu croniquilla: 

Pero quizás, por ahorrarle la molesta tarea de escribir, Viglietti no se preocupó de recordárselo. 

Frecuentemente soñaba en voz alta y emitía gritos, que despertaban y espantaban a don Carlos Viglietti, el cual iba corriendo desde su 
habitación contigua. Así ocurrió la noche del dos al tres de marzo. Preguntóle al secretario, a la mañana siguiente, qué había soñado. 
Respondió que era un lío al que no daba ninguna importancia y del que no recordaba más que un detalle. Le pareció que paseaba por un 
terreno sin cultivar y que una persona le decía: 

-Tú te preocupas por cultivar terrenos a orillas del Río Negro, cuando tienes aquí campos abandonados. 

-íOh!, respondió don Bosco, dejaré crecer aquí la hierba, convirtiendo en prados estas tierras para dar de comer al ganado. 

Y, entre tanto, veía un hermoso cerezo, cargado de fruta, y pedía al agricultor que la recogiera. Aquel obedeció, pero, al arrancar las cerez 

aparecían secas y estropeadas. 

Otra noche, la del día veinticuatro de marzo, soñó que se encontraba en medio de una viña en la cual se vendimiaba. 

-»Cómo es esto?, decía don Bosco. »Estamos en primavera y ya 

250
están vendimiando? íY cuántos racimos! íQué buena uva! íEste año tendremos una buena cosecha!


-Sí, sí, le respondían su hermano José y Buzzetti, que se encontraban entre los vendimiadores. Es necesario recoger mucho ahora que lo h 

porque, a este año de abundancia, sucederán años de carestía. 

((284)) -»Y por qué habrá carestía?, preguntó don Bosco. 

-Porque el Señor quiere castigar a los hombres, por el abuso que hacen del vino. 

Fin de Página: 251 


VOLUMEN XVIII Página: 251 

-Es necesario, continuó don Bosco, hacer abundante provisión para nuestros muchachos. 

Tampoco dio importancia al contar este sueño y concluyó diciendo: 

-Es un sueño. 

En la mañana del día tres de abril, dijo don Bosco, a Viglietti que la noche precedente no había podido descansar, pensando en un sueño 
espantoso que había tenido durante la noche del día dos. Todo ello produjo en su organismo un verdadero agotamiento de fuerzas. 

-Si los jóvenes, le decía, oyesen el relato de lo que vi, se darían a una vida santa o huirían espantados para no escucharlo hasta el fin. Por 
demás, no me es posible describirlo todo, pues sería muy difícil representar en su realidad los castigos reservados a los pecadores en la otra 
vida. 

El Siervo de Dios vio las penas del infierno. Oyó primero un gran ruido, como de un terremoto. Por el momento no hizo caso, pero el rum 
fue creciendo gradualmente, hasta que oyó un estruendo horroroso y prolongadísimo, mezclado con gritos de horror y espanto, con voces 
humanas inarticuladas que, confundidas con el fragor general, producían un estrépito espantoso. 

Desconcertado, observó alrededor para averiguar cuál pudiera ser la causa de aquella catástrofe, pero no vio nada de particular. El rumor, 
cada vez más ensordecedor, se iba acercando y, ni con los ojos ni con los oídos, se podía precisar qué sucedía. 

Don Bosco continuó así su relato: 

-Vi primeramente una masa informe que poco a poco fue tomando la figura de una cuba de fabulosas dimensiones: de ella salían los grito 
de dolor. Pregunté, espantado, qué era aquello y qué significaba lo que estaba viendo. Entonces los gritos, hasta allí inarticulados, se 
intensificaron más, haciéndose más precisos, de forma que pude oír estas palabras: 

-Multi gloriantur in terris et cremantur in igne (Muchos alardean en la tierra, pero arderán en el fuego). 
251 

((285)) Después vi dentro de aquella inmensa cuba personas indescriptiblemente deformes. Los ojos se les salían de las órbitas; las orejas 
casi separadas de la cabeza, colgaban hacia abajo; los brazos y las piernas estaban dislocados de un modo fantástico. A los gemidos human 
se unían angustiosos maullidos de gatos, rugidos de leones, aullidos de lobos y alaridos de tigres, osos y otros animales. Observé mejor y e 
aquellos desventurados reconocí a algunos. Entonces, cada vez más aterrado, pregunté nuevamente qué significaba tan extraordinario 
espectáculo. Se me respondió: 

-Gemitibus inenarrabilibus famem patientur ut canes (Con gemidos horripilantes sufrirán hambre canina). 

Entretanto, con el aumento del ruido, se hacía ante él más viva y más precisa la vista de las cosas; conocía mejor a aquellos infelices, le 
llegaban más claramente sus gritos, y su terror era cada vez más opresor. Entonces preguntó en alta voz: 

-Pero »no será posible poner remedio o aliviar tanta desventura? »Todos estos horrores y estos castigos están preparados para nosotros? 
»Qué debo hacer yo? 

-Sí, replico una voz, hay un remedio; sólo un remedio. Apresurarse a pagar las propias deudas con oro o con plata. 

-Pero éstas son cosas materiales. 

-No, aurum et thus (oro e incienso). Con la oración incesante y con la frecuente comunión se podrá remediar tanto mal. 

Durante este diálogo los gritos se hicieron más estridentes y el aspecto de los que los emitían era más monstruoso, de forma que, presa de 
mortal terror, se despertó. 

Eran las tres de la mañana y no le fue posible volver a cerrar los ojos. 

En el curso del relato, un temblor agitaba todos sus miembros, su respiración era afanosa y sus ojos derramaban abundantes lágrimas 
. 

Don Bosco no dejaba de presidir las reuniones capitulares, que se celebraban ordinariamente en su habitación. Durante el tiempo de que 
tratamos sólo hubo cuatro. Espigaremos en las actas para sacar de ellas cuanto pueda referirse al Siervo de Dios. 

Fin de Página: 252 


VOLUMEN XVIII Página: 252 

En la primera reunión, que fue el día catorce de febrero, se trató del importante tema de cómo debían regularse ((286)) las relaciones entr 
Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y la Pía Sociedad Salesiana. Ya se había tratado la cuestión en una antigua sesión, mas sin llega 
una conclusión por estar ausentes algunos capitulares. Urgía, entretanto, tomar una decisión, a fin de que las Hermanas supiesen a 
252 

quién dirigirse en las diversas circunstancias y no tuvieran que sufrir ningún perjuicio el Instituto y la regular observancia. Por eso, ya habí 
encargado don Bosco a don Juan Bautista Lemoyne que estudiara la cuestión a fondo, para dar cuenta después. 

Lemoyne estudió, preguntó y, el catorce de febrero, leyó su informe. 
Exponía en él separadamente las distintas opiniones que al respecto habían expuesto, en distintas ocasiones, los miembros del Capítulo 
Superior. Bastará recordar tres cosas para nuestra historia: el fundamento de la cuestión, una opinión radical sobre la manera de resolverla y 
deliberación tomada por don Bosco, con asentimiento del Capítulo. 

El Superior del Instituto era entonces el Rector Mayor y, por consiguiente, su Vicario. En efecto, las Reglas escritas por don Bosco e 
impresas decían en el título II, artículo I: «El Instituto está bajo la inmediata y alta dependencia del Superior General de la Sociedad de San 
Francisco de Sales, al que dan el nombre de Superior Mayor. En cada una de las Casas, podrá él hacerse representar por un sacerdote con e 
título de Director de las Hermanas. Director General será un miembro del Capítulo Superior de la Congregación Salesiana». Por tanto, no 
versaba la cuestión sobre la Superioridad autónoma del Instituto, sino sobre la Dirección general dependiente del Rector Mayor y de su 
Vicario. Esta dirección fue ejercida, en un principio, por don Domingo Pestarino y, después, por don Santiago Costamagna, director en 
Mornese. Cuando el Instituto tomó mayor desarrollo, pareció bien dejar la dirección al Director local de la primera casa madre, en Mornese 
después, en Nizza Monferrato; pero, contemporáneamente, empezó a ejercer el cuidado y vigilancia general don Juan Cagliero, catequista 
general de los Salesianos, el cual lo realizó hasta 1884, cuando fue nombrado Vicario Apostólico en Patagonia. Después de su partida, ((28 
la dirección general de las Hermanas pasó a don Juan Bonetti, consejero del Capítulo Superior. Y, al ser éste elegido Catequista en el Capít 
General del 1886, nació la cuestión de quién debía en adelante ejercer la dirección de las Hermanas. Por eso ya se había tratado de esto, co 
decíamos, en un capítulo habido en Valsálice; mas sin llegar a ninguna solución. Ahora le urgía a don Bosco que se resolviese. 

»No hubiera sido el mejor partido hacer de modo que las Hermanas se acostumbrasen a valérselas por sí mismas, sin obligar al Superior a 
intervenir en las deliberaciones ordinarias, en la dirección y en la administración? Esto habría simplificado muchísimo las ocupaciones del 
que estuviera encargado de dirigirlas. Y tal fue la quinta opinión 
253 

recogida, presentada y discutida por el relator 1, que la rebatió a la par de las demás. Reproducimos su razonamiento: 

«La mujer, dijo, necesita continua ayuda, aun en muchas cosas que parecen de poca importancia y ha de experimentar de hecho la necesi 
de este apoyo. Si se la deja independiente, buscará esta ayuda en personas extrañas, y el confesor local, interesado en corresponder a sus 
confidencias, irá infundiendo en ellas su espíritu particular. Además, la mujer dentro de la Congregación, tiende a eximirse de una 
dependencia que le impone la voluntad del Superior, cuando esta voluntad fuese contraria al parecer de una superiora influyente. La histori 
eclesiástica nos ofrece mil ejemplos de ello. A nuestras Hermanas no les faltan medios materiales y es natural que prefieran sus superioras 
los superiores salesianos, y de ahí, la necesidad de llegar a ellas con visitas, conferencias, cartas y para cada una de las casas. 

((288)) «La mujer olvidada, o que cree serlo, siempre sabe hallar la manera de recuperar su puesto o se abandona a un desaliento fatal. 
Quien estuvo con ellas durante seis años, sabe por experiencia que no es la Regla, sino el afecto y la confianza lo que liga a las Hermanas a 
nuestra Congregación. No carece de sentido aquel dicho: ''no cantan bien dos gallos en un gallinero''. Ya don Esteban Chicco antes de dejar 
dirección de Nizza, don Juan Cagliero antes de partir para América, sor María Mazzarello, antes de morir, insistieron sobre este punto de 
estrechar cada vez más las relaciones y la dirección. Basta haber recordado esta quinta opinión, para que se rechace como totalmente erróne 

Descartadas, pues, las cinco opiniones, el relator expuso su opinión en los siguientes términos: «Encomiéndese la dirección general del 
Instituto de las Hermanas al Vicario y al Catequista, de modo que, al primero, se transfiera preferentemente la parte material y financiera y 
segundo, la parte moral y espiritual». Esta opinión se apoyaba en los siguientes puntos: 1.° Más facilidad de entendimiento para conservar 
unidad de dirección. 2.° Posibilidad de mutua ayuda, al depender de dos, en la actuación de la dirección, sin perjuicio del propio cargo con 
Salesianos. 3.° Al ser superiores los dos tendrían más peso las propias disposiciones, mayor autoridad y respeto y, al mismo 

1 Las otras cuatro eran: 1.ª Confiar la dirección de las Hermanas a uno de los tres Consejeros del Capítulo Superior de los Salesianos. 2.ª 
Confiarla al Director local de la casa de Nizza. 3.ª Siempre bajo la dependencia del Rector Mayor y de su Vicario, que fuese ejercida la 
dirección general por el Capítulo Superior Salesiano, esto es, por cada miembro del Capítulo en lo referente a la parte que correspondía a c 
uno para con los Salesianos. 4.ª Que fuera el Catequista general quien llevara esta dirección. 
254 

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tiempo, permitiría al uno y al otro valerse en muchos casos de los otros miembros del Capítulo y del Director local de Nizza. 4.° Se cumpli 
la regla que prescribe que dependa del Vicario la decisión, siendo prerrogativa del Superior el decidir en un caso dado. Entonces don Migu 
Rúa nombró a don Juan Bonetti, catequista de la Congregación, Director general juntamente con él. Y así quedó establecido. 

En todo el mes, hasta el día catorce de marzo, no hubo ninguna otra reunión. En ella se trató del destino a dar a la casa de Valsálice, tema 
sobre el que se volvió a tratar en la cuarta reunión del día diecinueve de abril. Hablaremos de ello más adelante. Don Bosco asistió a la terc 
del día veintiocho de marzo, escuchó, intercaló algún parecer suyo, pero sin decir ((289)) nada relevante, salvo sus deseos de que se 
presentase una oportunidad para la apertura de una casa salesiana en la ciudad de Cúneo. 

A pesar de las incomodidades que desaconsejaban las salidas de casa, quiso hacerlo varias veces durante el mes de febrero. 

El día tres fue a la iglesia de San Juan Evangelista, donde se dio a los Cooperadores la conferencia de San Francisco. En una comunicació 
a un periódico de Venecia 1, se leía: «Se esperaba que hablase el santo varón, como sucedía en otro tiempo, pero los años, las fatigas y las 
pruebas durísimas han agotado aquella fibra vigorosa. Don Bosco ya no se sostiene sobre sus piernas; padece una opresión al pecho que le 
impide hablar en público y siente el peso de una vida extraordinariamente activa. Conserva, sin embargo, la mente lúcida como a sus treint 
años. Mantiene siempre en su corazón los entusiasmos juveniles por las obras de Dios y profesa a los muchachos un amor que parece una 
especie de culto, porque ve y busca en ellos las esperanzas religiosas del porvenir». Habló en su lugar el Rector de la iglesia, don Juan 
Marenco. Después de la función, los Cooperadores rodearon a don Bosco, ávidos, como siempre, de verlo de cerca, saludarlo y oír una bue 
palabra de sus labios. 

Pocos días después se ocupó también de don Bosco un semanario de Milán dirigido por don Albertario 2. En primera página, con un retra 
que tenía mucho parecido, se leía un extenso artículo que rebosaba admiración. «El nombre de don Bosco, decía, resume una verdadera 
epopeya cristiana. No hay nadie en Italia que no le conozca y millones de bocas lo repiten con acento de emoción, veneración, confianza y 
agradecimiento. Trazaba, a continuación, una galante 

1 La Difesa, lunes-martes, 7-8 de febrero de 1887. 

2 Leonardo da Vinci, 13 de febrero de 1887. 
255 

semblanza del ''hombre milagro'', del ''verdadero héroe del sacerdocio'' y terminaba así: ''Es una verdadera potencia, aunque se muestra 
siempre humildísimo y afabilísimo; es un gigante de la caridad y del apostolado, y todo encomio resulta inferior a su mérito''». 

((290)) Se encontraba gravemente enferma la piadosa señora María Pelissero, gran bienhechora de las obras salesianas. Empujado por su 
agradecimiento, quiso don Bosco hacerle una visita. Le acompañó don Carlos Viglietti, el día doce de febrero. Su numerosa familia salió a 
recibirlo llorando y suplicando que les conservara a la querida enferma. Una sobrina de la señora, que le iba presentando los parientes, díjo 

-Mire, esta joven era como un cuerpo muerto de la cintura a los pies, la bendijo usted hace ya unos años y vea ahora qué bien está. Esta o 
pequeñita estaba totalmente ciega y ya ve perfectamente. íCure también a nuestra tía! 

Don Bosco estuvo un rato con ellos, les habló del cielo y de la resignación a la voluntad divina, los bendijo después y les entregó una 
medalla de María Auxiliadora. Entró, por fin, en la habitación de la enferma. Aquella mujer debía ser verdaderamente una santa, porque 
hablaba muy bien del cielo y de la resignación cristiana. Recibió con verdadera emoción la bendición de don Bosco, quien le dijo que, si se 
iba al paraíso, presentara sus saludos a la Virgen Santísima y que, entre tanto, él y sus muchachos pedirían al Señor le concediera lo que fu 
mejor para su alma. No pasaron muchos días y la señora acabó con una santa muerte su prolongada y virtuosa existencia. 

El día ocho de abril murió una de aquellas bienhechoras que se consideraban felices cuando oían a don Bosco que les llamaba su mamá y 
mamá de sus muchachos, la condesa Gabriela Corsi. La había visitado el Santo en los primeros días de su enfermedad y le había dicho: 

-íAy, señora Condesa, usted falta a su palabra! Me había prometido que regalaría dos becerros a los muchachos del Oratorio, para que 
pudieran celebrar con alegría el día de mi jubileo sacerdotal, pero usted falta a su palabra y yo también faltaré. 

Más tarde, por san Gabriel, día de su santo, le había mandado una estampa con esta invocación a la Virgen, escrita de su puño y letra: 

«Condesa Gabriela Corsi. Oh María, conceded un feliz día onomástico a vuestra hija, guardadla de todos los peligros. Guiadla a ella y a t 
su familia por el camino ((291)) de cielo y haced que todos, después de una santa vida, vayan a hacernos compañía eternamente en el cielo. 
Amén». 

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Otra de las mamás, a quien él hubiera deseado mucho visitar y 
256 

bendecir, había muerto en Génova el día trece de febrero: era la noble señora Ghiglini, a la que hemos nombrado varias veces. Su multiform 
caridad la experimentaron, sobre todo, en la casa de Sampierdarena. 

La desaparición de estas almas buenas, que habían tenido tanta importancia en las obras del Santo, parecía preludiar su próximo fin. 
257 
((292)) 

CAPITULO XII 

EN EL TERREMOTO DEL MES
DE FEBRERO DE 1887


EL día veintidós de febrero, último del carnaval, quiso don Bosco presenciar, desde su mirador, los juegos que, según costumbre, hacían lo 
muchachos en el patio; y, todavía más; antes de retirarse a su habitación, empezó a lanzar puñados de avellanas, que los muchachos corrían 
recoger con avidez, olvidándose de sus juegos, porque eran avellanas de don Bosco. Más tarde, reunió a los alumnos del cuarto curso y 
entregó a cada uno una medalla, de una manera algo misteriosa, recomendándoles que la tuvieran en aprecio, porque los protegería en 
cualquier calamidad. 

Y, al día siguiente, sobrevino la primera; un espantoso terremoto sacudió furiosamente la zona de Liguria y repercutió también en el 
Piamonte. »Había hablado así don Bosco por casualidad o presagiaba algo? Don Carlos Viglietti escribe que don Bosco le había dicho el 
cuatro de marzo que había repartido aquellas medallas por el desastre del terremoto, pues sabía que sobrevendría al día siguiente. Creyóse q 
estas palabras suyas pudieran relacionarse con otras que dijo el día cinco de enero. Al preguntarle por qué, al comienzo del año nuevo, hab 
callado los futuros acontecimientos para el 1887, respondió: 

-Es mejor que me calle, porque sería alarmar demasiado a la gente. Se espantarían todos y vivirían con inquietud. 

En Turín hubo una violenta sacudida. Los muchachos del Oratorio, ((293)) que se habían levantado hacía escasamente un cuarto de hora, 
bajaron atropelladamente de los dormitorios al patio. Los que estaban en la iglesia corrieron fuera. Llenos de pánico, levantaban los brazos 
hacia la estatua de María Auxiliadora que corona la cúpula. En aquel momento entraba Viglietti en la habitación de don Bosco. Se lo encon 
riendo y decía: 

-Es un baile a la fuerza. Estaba levantándome; pero, esperando que teminase el vaivén, sentí frío en la espalda y me he acostado de nuevo 

Hubo escenas de terror en los colegios de la costa ligurina, donde 
258 

se repetían las sacudidas a intervalos más o menos largos. Durante algunas noches los muchachos durmieron en tiendas de campaña al sere 
El Director del colegio de Varazze, después de algunos días, preguntó a don Bosco qué se debía hacer, si era el caso de entrar en casa o no. 
Santo encargó que le contestaran: 

-Entrad en casa. El terremoto no os causará ningún daño. 

Y así fue. 

El centro de la máxima actividad había sido en el golfo de Génova, a lo largo de la línea que va desde Savona hasta Mentón. Huvo varios 
millares de víctimas. Por todas partes se veían casas en ruinas o a punto de derrumbarse; algunas iglesias hundidas; inmensos desastres por 
toda la región. Aquella desgracia conmovió los corazones italianos. Las subscripciones abiertas por los periódicos demuestran que aquella 
catástrofe se consideró como una desgracia nacional. Don Bosco, al darse cuenta de la importancia del mal, mandó escribir a los Directores 
las casas salesianas de Liguria que se ofrecieran para prestar socorro con todos los medios posibles, materiales, personales y morales. 
Después, por encargo suyo, don Francisco Cerruti escribió a los Obispos de Savona, Albenga y Ventimiglia 1: «Mi querido superior, don 
Bosco, profundamente conmovido por el desastre que asoló gran parte de esa Diócesis, desearía acudir también en su ayuda para aliviar de 
algún modo las terribles consecuencias del terremoto. Por eso, aunque ya ha recomendado al Director de la Casa Salesiana de Varazze que 
preste, con ((294)) todos los medios posibles, para auxiliar a los afectados por la desgracia, me encarga comunique a Vuestra Excelencia qu 
él recibirá con mucho gusto y gratuitamente, aquí en Turín, y, si se precisa en Sampierdarena, a cuatro muchachos de los más necesitados q 
hayan quedado abandonados por causa del terremoto». Eran, pues, doce los muchachos que don Bosco se proponía educar y mantener. 

Fin de Página: 259 


VOLUMEN XVIII Página: 259 

Pareció una gracia singular de la Virgen que los Salesianos y sus alumnos quedaran libres de desgracias personales, pues no hubo muerto 
ni heridos, ni lesionados; pero los daños materiales fueron importantes. Los edificios del Piamonte sufrieron desperfectos fácilmente 
reparables; pero no así los de Liguria, donde hubo alguna de nuestras casas que quedó en mal estado, sobre todo la de Vallecrosia, que fue 
preciso desalojar del todo; por consiguiente, se cerraron las clases externas, se envió a las alumnas internas a sus casas y se llevó a 

1 Turín, 28 de febrero de 1887. 
259 

Nizza Monferrato a las que quedaron huérfanas o sin posible alojamiento. 

Cuando don Bosco recibió los informes de los Directores de las distintas casas, envió en seguida dos circulares. Una, ordenando a los 
Salesianos que destinasen un día en cada casa para elevar plegarias al Señor en sufragio de las víctimas y que se celebrara una función 
religiosa de agradecimiento por la protección dispensada a todos los moradores de las casas salesianas; además, para poder atender a las 
necesidades imprevistas, recomendaba que durante un año no se emprendiera ninguna obra de albañilería, ni se hicieran adquisiciones que 
fueran dictadas por una verdadera necesidad y que se soportaran con gusto los sacrificios y privaciones impuestas por las circunstancias. La 
otra informaba a los Cooperadores de los daños sufridos y de los gastos consiguientes y les pedía humildemente la caridad 1. 

De todas las casas damnificadas la que más preocupaba a don Bosco era la de Vallecrosia, no sólo porque era la más perjudicada, sino 
también porque la forzosa suspensión de la actividad salesiana favorecía a los protestantes. En consecuencia, envió inmediatamente allí al 
empresario ((295)) Josué Buzzetti, para que estudiase qué se debía hacer y calculase el importe de los gastos. Este, después de un diligente 
examen, escribió a don Bosco diciendo que, para dejar el edificio provisionalmente habitable, bastaban unas seis mil liras; mas, para realiz 
otros trabajos indispensables, se requerían bastantes más. Leyéronle la carta a don Bosco durante la comida, y él dijo: 

-El Señor proveerá, estemos tranquilos. 

Tomó la carta y la puso junto al plato. Al terminar la comida entró el conde Eugenio de Maistre quien, después de saludar a todos, pregun 
a don Bosco: 

-Querido don Bosco, »necesita dinero? 

-A don Bosco no se le puede hacer esa pregunta, respondió. Piense un poco: tengo que acabar la iglesia del Sagrado Corazón en Roma; 
tengo muchos jóvenes a quienes mantener y muchos otros gastos a los que debo atender. 

-Pues bien, replicó el Conde; sepa que una tía mía, ya anciana, quería dejarle en testamento una cantidad; pero después, pensando que má 
vale pájaro en mano que ciento volando, me ha encargado que le entregue sin más este sobre. 

Y así diciendo, se lo entregó a don Bosco, rogándole que examinara el contenido. Don Bosco se lo pasó a don Miguel Rúa, invitándole 

1 Ap., Doc. núm. 65 A-B. 
260 

a mirarlo. Sacó don Miguel Rúa el contenido y contó seis billetes de a mil. 

El mismo don Miguel Rúa contó el hecho a don Juan Bautista Lemoyne, quien tomó nota en seguida y su apunte se conserva todavía en 
nuestros archivos. Del contenido no se desprende que don Bosco dijera al Conde qué destino iba a dar a aquel dinero; más aún, es algo a 
descartar, como lo pone de manifiesto la siguiente carta, destinada a servir de recibo, en atención a la donante. 

Muy querido señor Conde Eugenio: 

A su paso por Turín, tuvo a bien venir a hacernos una visita, visita de verdadera caridad. 

Nos encontrábamos frente a una letra vencida, de seis mil liras, que nos habían entregado pocos minutos antes, y era precisamente una de 
deudas que los Misioneros habían dejado antes de partir para Patagonia; ayer, a las diez de la mañana, se pagó la deuda, con admiración de 
acreedor y con maravilla de mí mismo, que no creía podérsela pagar tan pronto. 

((296)) Que Dios le bendiga, querido señor Eugenio, a usted, que fue el benemérito portador; y bendiga también a su caritativa tía, que fu 

Fin de Página: 261 


VOLUMEN XVIII Página: 261 

la generosa donante. 

Todos nuestros misioneros y nuestros doscientos cincuenta mil huérfanos pedirán al Señor que se digne recompensarle en el tiempo y en 
eternidad. 

Aprovecho esta misma ocasión y cumplo mi deber de agradecerle el mucho bien que ha hecho a toda la Congregación Salesiana y a sus 
alumnos, en repetidas circunstancias. Valoramos ahora la importancia de sus favores, por los apuros que estamos pasando y por la multitud 
huérfanos de todas partes que piden incesantemente ayuda. 

Que Dios le bendiga, señor conde Eugenio, y la Santísima Virgen les proteja a usted y a toda su familia y conduzca siempre a todos por e 
camino de la virtud hasta el Paraíso; pero con usted y también con este pobre que escribe. 

Hace ya bastante tiempo que no he escrito ni una carta; le ruego, por tanto, que disculpe la mala letra y el poco orden de mis pensamiento 
Esto me sirvió de grato entretenimiento con aquél a quien tanto aprecio en el Señor y por quien todos los días tengo un recuerdo especial en 
santa misa. 

Contentos siempre de poderle ver y servir en todo, tengo el honor y la satisfacción de profesarme, 

De V. S. carísima. 

Turín, 6 de marzo de 1887. 

Su seguro servidor,
.
JUAN BOSCO, Pbro.


El donativo resultó, pues, doblemente providencial, porque sirvió para saldar una deuda urgente, que era precisamente de seis mil liras y 
posibilitó el disponer de una cantidad igual para los primeros trabajos de Vallecrosia. En un apuro de tal importancia, no podía don Bosco 
dejar de solicitar la caridad de las personas más capaces de comprenderlo 
261 

y más dispuestas a ayudarle. He aquí, en efecto , algunas de las cartas que entonces dirigió a bienhechores y bienhechoras. 

Escribió a la marquesa Enriqueta Nerli, de Florencia, que era también una de las mamás. 

Ilma. señora Marquesa y querida como Madre: 

He recibido en buen estado la grande y valiosa caja de botellas del singularísimo y excelente vino. Estoy un poco acobardado porque, com 
hijo afectuoso suyo que quiero ser, debería ofrecérselo yo a mi caritativa mamá. Es del mejor gusto y de óptima calidad. ((297)) La vida, qu 
este precioso licor me prolonga, es sin duda, un regalo más que me hace. Bendito sea Dios en todo y bendita su caridad, especialmente en 
estos tristes momentos en los que no me hubiera atrevido a hacer ningún gasto. Las casas de Liguria y algunos huerfanitos y huerfanitas 
dispersos con nuestras Hermanas, me obligan a rigores que nunca he tenido. Pero el Señor nos ha sostenido siempre, María nos ha protegid 
por tanto nuestra confianza no disminuirá jamás. Dígnese ayudarnos con sus santas oraciones; y así le profesamos en todas las cosas la más 
sincera gratitud y, con la esperanza de poderle saludar personalmente, considero preciosa la ocasión de profesarme ahora y siempre. 

Turín, 3 de marzo de 1887. 

Su obediente hijo, JUAN BOSCO, Pbro. 

La Marquesa le envió como respuesta quinientas liras. El Santo, al acusar recibo, le avisó que procurase hacer pronto su testamento: que 
tardase un solo día, porque de otro modo quedaría como Job y moriría abandonada de todos, sin poder disponer de nada. La señora no tomó 
consejo a la letra; y sucedió que, habiendo caído enferma a finales de marzo, los criados y el médico la aislaron totalmente de toda suerte d 
personas. Hasta al Director de la casa de Florencia, que quiso visitarla, se le negó la entrada. Cuando murió, la abandonaron totalmente, de 
modo que don Esteban Febbraro tuvo que hacer el velatorio del cadáver. No se encontraron valores o mejor no se supo nada de ellos; la 
abundante herencia con la que ella quería beneficiar a las obras de caridad, fue a parar a manos de parientes remotísimos. 

Un bienhechor constante y generoso era siempre el genovés Antonio Oneto Dufour. También a él le escribió con su acostumbrada sencill 

Fin de Página: 262 


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Muy apreciado señor Oneto Dufour: 

No se extrañe de que este pobre cura recurra todavía a su caridad, que me es tan conocida. Me encuentro en grave necesidad. Todas nuest 
casas de Liguria han sido, más o menos, damnificadas, por el desastre del terremoto; pero las escuelas, la 
262 

casa y la iglesia del Instituto para huerfanitas de Vallecrosia, junto a Ventimiglia, han quedado ((298)) en ruinas y exigen que se reparen y 
vuelvan a levantarse prontamente. En estos momentos estoy falto de medios económicos; y, si usted puede ayudarme, le pido que lo haga p 
amor de Dios. Ciertamente María le recompensará con gracias especiales, que derramará abundantemente sobre todos sus hijos y demás 
familiares. 

Que el Señor le bendiga y conserve con buena salud, mientras tengo el honor de profesarme con agradecimiento. 

DeV. S. 

(Sin fecha)
Atto. y s. s., JUAN BOSCO, Pbro.


P.D. Soy viejo y estoy casi ciego; compadezca mi mala escritura. 
Estaba también en Génova el señor Rafael Cataldi, rico banquero y caritativo cristiano. Habiendo sido Liguria teatro del desastre, vio el 
Santo en esta circunstancia un motivo más para implorar su socorro 1. 

Queridísimo señor Rafael Cataldi, banquero: 

Ha pasado ya bastante tiempo desde que tuve el honor de poderle saludar personalmente; pero no me he olvidado de rogar a Dios por uste 
y su familia todos los días. Un motivo muy grave hace que hoy me acuerde de usted y de su caridad. El reciente desastre sufrido con el 
terremoto ha afectado, más o menos, a todas nuestras casas de Liguria; pero, sobre todo, al hospicio, iglesia y escuelas de Valle Crosia, jun 
Ventimiglia, que han quedado destruidas. Reclaman inmediata reparación y nuevas construcciones. Y yo no puedo proveer a estas necesida 
en un momento de tanta escasez. »Podría usted ayudarme? Se lo suplico, por amor de Dios, que ciertamente se lo pagará con creces. 

Ya estoy viejo y medio ciego; tenga compasión por tanto de mi mala letra. 

Me acuerdo de su familia y de su santo padre. Rogaré de corazón a la Santísima Virgen para que proteja a todos y los guíe siempre por el 
camino del cielo. Amén. 

Con suma gratitud, siempre suyo en J. C. 

(Sin fecha) 

Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((299)) El reverendo Varettoni, párroco de Río San Martino, en el vecindario de Mirano, provincia de Venecia, le había enviado 
espontáneamente una buena limosna; y don Bosco se lo agradecía así: 

1 Vol. XVII, pág. 765. 
263 

Carísimo señor Párroco: 

No tengo palabras como se merecen su caridad y el desprendimiento con que lo hace. 

Fin de Página: 264 


VOLUMEN XVIII Página: 264 

En las graves y urgentes necesidades en que me encuentro, su donativo será especialmente recompensado. Su nombre queda registrado co 
el de los insignes bienhechores de nuestros huérfanos. Bendigo a usted y su caridad; pero alabo, sobre todo, su valor, porque usted hace las 
obras por sí mismo, sin aguardar a que las hagan otros después, como algunos, que generalmente quedan engañados. 

Rezaremos mucho por usted, y quiérame por Jesús y por María. 

»No tendremos el gusto de verle al menos una vez entre nosotros? 

María nos guíe a todos hasta el Cielo. 

(Sin fecha) 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Hizo también una humilde petición de socorro a la marquesa Taliacarne, Hija de la Caridad, en el Hospital turinés de San Juan. Por el 
contexto se ve que ella tenía posibilidad y buena voluntad de hacer beneficencia. 

(Falta el encabezamiento) 

Permitirá, señora Marquesa, que también este pobre cura recurra a su caridad en favor de mis huérfanos. El desastre, recientemente sufrid 
con el terremoto, ha afectado, más o menos, a nuestras casas; pero las de Valle Crosia, cerca de Ventimiglia, quedaron destruidas. Está cerr 
la iglesia, suspendidas las escuelas, dispersas las huerfanitas del hospicio y nuestras Hermanas enviadas a otros pueblos. Se necesita una 
rápida reparación o una construcción nueva. En este momento, estoy carente de todo recurso pecuniario. »Podría con su gran bondad acudi 
mi ayuda, por amor de Dios? Rogaré de todo corazón por usted y haré que también estos mis huérfanos recen para que el Señor le recompe 
con largueza y María Santísima la guíe segura por el camino del cielo. 

Con suma gratitud, me cabe el honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 30 de marzo de 1887. 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((300)) La religiosa le envió, algunos días después, una limosna de cien liras. Don Bosco le respondió con esta carta de agradecimiento: 

Ilma. y benemérita señora Marquesa: 

He recibido con verdadera gratitud el generoso donativo de cien liras que V. S., en su gran caridad, se dignó hacer para nuestros huérfano 
264 

Le quedo muy agradecido y rogaré siempre al Señor por V. S. y según todas sus piadosas intenciones. Mientras tanto, estos nuestros 
huérfanos, socorridos por V. S. en estos críticos momentos, han empezado a hacer plegarias especiales y fervorosas comuniones en el 
Santuario de María Auxiliadora según sus deseos. Tengo plena confianza de que seremos escuchados. Dios le bendiga, benemérita señora 

Marquesa, y recompense con largueza cuanto hace por nuestros huérfanos. 

Me encomiendo también a la caridad de sus santas oraciones, mientras, con el más vivo reconocimiento, me profeso, 

DeV. S. 

A 4 de abril de 1887. 

Atento y s. s., JUAN BOSCO, Pbro. 

Tras un cataclismo tan reciente, naturalmente disminuyeron mucho las limosnas en el Oratorio. Ya no llegaba ninguna de Liguria; y de o 

Fin de Página: 265 


VOLUMEN XVIII Página: 265 

partes en la Península llegaban pocas, pues la caridad pública estaba orientada a mitigar las necesidades de los damnificados. Meditando do 
Bosco cómo encontrar medios para sostener sus obras, dio a conocer a todos los superiores de la casa su deseo de que cada uno se ingenias 
para obtener algún socorro de sus amigos, bienhechores y conocidos, dándoles a conocer los apuros en que se encontraba don Bosco. 

Con todo, esto no le había impedido, como ya hemos dicho, abrir sus casas para una docena de muchachos pobres y abandonados. Tambi 
entonces hubo que admirar rasgos especiales de la Providencia. El día cuatro de marzo dijo don Bosco a don Carlos Viglietti: 

-Esta mañana necesitábamos dos mil liras. y he aquí que me llega un cheque de mil, de una persona desconocida; las otras mil llegarán an 
de que sea de noche. 

Y, efectivamente, llegaron hacia el atardecer. 

Aquel día el señor Martinengo, natural de Savona, sacerdote paúl, se presentó a él para consultarle si podría ir, ((301)) sin peligro, a visit 
su familia. Don Bosco le respondió que fuera tranquilamente, con tal de que llevara consigo medallas de María Auxiliadora para distribuirl 
entre los parientes, con la recomendación de que frecuentasen los santos sacramentos; con esta condición, no sufrirían ningún daño por el 
terremoto. Lo mismo hizo recomendar a los colegios de Liguria. 

Con tantas preocupaciones, no nos debe extrañar que, al mejorar el clima con la nueva estación, en vez de sentirse aliviado de sus dolenc 
parecía que se le habían agudizado. Pasó muy mal la tarde del día cinco de abril. Quedóse sin palabra, respiraba afanosamente, no 
265 

podía moverse. Hubo que desnudarlo y ponerle en cama, como a un niño. Al día siguiente, no pudo celebrar la santa misa. Se levantó tarde 
desayunó un poquito, pero no lo retuvo. Hacía el mediodía recuperó algo las fuerzas, de modo que, cobrando ánimos y diciendo que se sen 
mejor, fue a comer con los demás; pero se vio obligado a acostarse muy temprano. El día siete, jueves santo, celebró la misa en su capilla 
privada, donde, después de dar la comunión a los secretarios, reservó las sagradas especies, porque quería comulgar al día siguiente. 

A mediados de abril, se encontraba en Turín el príncipe Augusto Czartoryski. Enterado de que la salud de don Bosco declinaba cada vez 
más, había decidido hacer un retiro espiritual bajo su dirección, para poder decidir definitivamente su porvenir. En los numerosos coloquio 
que con él tuvo, multiplicó las insistencias para ser aceptado en seguida entre los Salesianos. Don Bosco, alabando siempre su propósito de 
abandonar el mundo para abrazar la vida religiosa, lo invitaba a que recapacitase si no le convenía más entrar en la Compañía de Jesús o en 
Orden Carmelitana; pero el noble señor, que había visitado muchas comunidades religiosas, decía que en ninguna parte, fuera de la 
Congregación Salesiana, le parecía que podría encontrar la paz por tanto tiempo suspirada. 

-La Congregación Salesiana no está hecha para usted, le repetía el Santo. 

Era la última prueba ((302)) a la que Dios sometía a aquella alma elegida. Fiel a la gracia y sostenido por una confianza inquebrantable e 
auxilio divino, volvía siempre en todos los coloquios al mismo punto. 

Finalmente, imploró su bendición y partió para Roma, precediendo en algunos días a la llegada del Siervo de Dios, junto al cual lo 
encontramos de nuevo; porque don Bosco estaba absolutamente resuelto a afrontar aquel viaje para asistir a la consagración de la iglesia de 
Sagrado Corazón. 
266 
((303)) 

CAPITULO XIII 

ULTIMO VIAJE DEL SANTO
A ROMA


NO es del todo inverosímil que don Bosco, ya tan enfermizo, contase con un auxilio especial de la Divina Providencia, al exponerse a las 
molestias de un viaje tan largo; nos confirma en esta hipótesis el ver que no pretendía realizar el trayecto en el más breve tiempo, sino que 
proyectaba multiplicar las paradas para aprovecharlas, de acuerdo con las necesidades de su Obra. En efecto, aún antes de salir de Turín, 
convocó a los Cooperadores de Liguria para una conferencia en Sampierdarena, invitándoles a reunirse allí con una circular que les envió 
desde el Oratorio el día dieciocho de abril 1. 

La partida de Turín fue el día veinte por la mañana. «Salió de casa, escribía don José Lazzero 2, en tal estado que parecía no iba a poder 
resistir el viaje, ni siquiera hasta Moncalieri». Iba acompañado por don Miguel Rúa y don Carlos Viglietti y se dejó acomodar en un vagón 
primera clase. Y aún hizo más el Jefe de estación, que lo llevó a un departamento reservado y encargó al personal de servicio que le prestar 
toda clase de atenciones. Toda aquella cortesía se debía al comendador Stanzani, director general de ferrocarriles, que lo había recomendad 

Fin de Página: 267 


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encarecidamente. 

Llegó felizmente a Sampierdarena. Los muchachos de la casa, que lo esperaban ansiosos, le recibieron con filiales demostracíones de afe 
El buen Padre no sólo no aparentaba ((304)) estar cansado de las tres horas y media de viaje, sino que hasta parecía fortalecido, de tal form 
que atravesó alegre y sonriente por medio de los alumnos, fue al comedor, comió con apetito y manifestó muy buen humor. Fue una verdad 
alegría para todos. 

Pero, al día siguiente, cambiaron algo las cosas, como se vio durante la celebración de la santa misa, que le costó mucho; sin embargo, di 
audiencia, hasta que pudo, a las personas que llenaban la casa. 

1 Ap., Doc. núm. 66. 

2 Carta a don Antonio Riccardi, Turín, 30 de abril de 1887. 
267 

Por la tarde fue a Génova, en un lujoso coche de dos caballos, que le envió el señor De Amicis, cooperador salesiano. Una gran multitud se 
había agolpado a lo largo de la calle que baja a la iglesia de San Siro, elegida también esta vez para la reunión. El amplio templo resultó 
pequeño para contener a tanta gente como anduvo a porfía para conseguir un puesto. 

Cuando el Siervo de Dios apareció en el presbiterio, entre gran número de distinguidos personajes, un ligero murmullo corrió por las nav 
del templo y todas las miradas se clavaron donde él se sentó para escuchar la conferencia. Pasaron unos minutos y apareció el Arzobispo co 
las primeras dignidades del clero diocesano. El encuentro de los dos hombres venerandos despertó en los asistentes una honda emoción. 

En seguida empezó la ceremonia. Un alumno de las escuelas de Sampierdarena leyó un trozo de la vida de San Francisco de Sales; despu 
subió al púlpito monseñor Homodei Zorini, uno de los más elocuentes oradores sagrados de entonces. Profesaba éste mucho cariño a don 
Bosco y desplegó toda su facundia para describir y enaltecer su obra. No podía dejar de referirse a la reciente catástrofe sufrida en Liguria, 
que tanto daño había ocasionado a las escuelas salesianas de la costa. 

La colecta efectuada por los jóvenes católicos del Círculo Beato Carlos Spínola alcanzó mil trescientas liras, además de las recogidas a la 
puerta de la iglesia antes de la conferencia o entregadas después al mismo don Bosco por personas piadosas. Terminada la conferencia, tard 
((305)) casi una hora para llegar a la sacristía, por la enorme cantidad de devotos que se agolpaba en torno a él. «»Quién no fue ayer a ver a 
caro don Bosco, escribía el Eco d'Italia el día veintidós de abril, con aquel su bondadoso rostro y su sonrisa de santo? Está envejecido, llen 
de achaques y no puede caminar si no le sostienen; pero cuánta juventud hay en su mente, que parece preocupada por tener que pensar en 
muchas cosas y que debe remontarse a lo alto para divisar en lontananza lo más que le sea posible (...). Todos querían oír una palabra suya, 
besar su mano o al menos su sotana y él se esforzaba por contentar a todos sonriendo tranquilamente. -íEs un santo!, repetía todo el mundo 

Prorrogó todavía su permanencia en Sampierdarena un día y medio y concedió audiencia durante horas y horas. «El pobrecito, exclama 
Viglietti en su diario el día veintidós, está cansado. Hubo momentos en que se quedó casi sin respiración». Dos veces sucedió que la multit 
impaciente abrió la puerta de su habitación e irrumpió sobre él, 
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cayendo después de rodillas. Las personas de casa se situaban en uno y otro sitio por las escaleras y por los corredores para conseguir verle 

El entusiasmo popular aumentaba por las voces que referían gracias extraordinarias, temporales y espirituales. 

Una enferma recibió su bendición y se recobró de golpe proclamando su curación. Un tal Pittaluga, hijo del difunto José, de Sampierdare 
llevaba treinta años sin acercarse a los sacramentos. Aunque se encontraba entonces en trance de muerte, no daba señales de arrepentimient 
Sus familiares lo encomendaron a don Bosco, el cual prometió que rezaría por su intención. Y resultó que el enfermo depuso su obstinació 
se confesó y recibió la santa comunión. Don Carrlos Viglietti había visto el año anterior cómo presentaron a don Bosco un niño en muy ma 
condiciones de salud; y volvió a verlo entonces, que iba por sí mismo, rebosando salud, a agradecérselo. Una señora le presentó a su hijo, 
diciendo que era muy revoltoso, que constituía la desesperación de la familia y no quería que le hablaran de religión ni de prácticas religios 
Don Bosco lo bendijo ((306)) y -ícosa admirable!-el joven salió de allí como un corderito y volvió al día siguiente con el rostro sereno y 
alegre, después de haberse confesado y recibido la comunión. La madre pidió para él una segunda bendición, que le obtuviese el don de la 
perseverancia. 

Narramos, a continuación, una curiosa profecía, cuya fecha no hemos podido encontrar, pero que se refiere a Sampierdarena. Una cuñada 
del salesiano don Herminio Borio se encontró una vez con don Bosco y éste le dijo: 

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-Cuando usted sea vieja, irá a vivir en nuestra casa de Sampierdarena, donde tendrá por compañera una Capra (cabra)... Pero, no de las qu 
comen hierba, sino una Capra con dos piernas... Se harán compañía hasta en la muerte. 

La señora, que fue siempre bienhechora de los Salesianos, cuando llegó a la vejez, quedóse sola en el mundo y obtuvo fácilmente retirars 
vivir allí en compañía de las Hijas de María Auxiliadora, con las cuales pasó los últimos diez años de su vida. Su compañera predilecta era 
Olimpia, cuyo apellido nunca sintió necesidad de saber ya que siempre la llamaba por su nombre, hasta su muerte. Pues bien, sucedió que l 
monjita y la señora cayeron enfermas a primeros de enero del corriente año de 1936; agraváronse las dos en un abrir y cerrar de ojos y amb 
fallecieron el día de la Epifanía, con sólo cuatro horas de diferencia. Sor Olimpia se llamaba Capra de apellido. 

El día veintidós, por la tarde, fue en coche, acompañado por don 
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Domingo Belmonte y don Carlos Viglietti, a Sestri Ponente para visitar a la bienhechora Luisa Cataldi. En el momento de despedirse, 
preguntóle la señora: 

-Dígame, don Bosco, »qué tengo que hacer para asegurar mi salvación eterna? 

Es muy probable que ella se esperase un consejo espiritual de vida ascética o quizás también una palabra aseguradora; pero don Bosco, c 
cara seria, le respondió: 

-Usted, para salvarse, tendrá que llegar a ser pobre como Job. 

En forma hiperbólica repetía su ya conocido concepto sobre la medida de la limosna que los ricos están obligados a hacer, si no quieren 
faltar ((307)) a la misión social que la divina Providencia les ha confiado. 

La buena señora quedó desconcertada ante aquella respuesta, tanto que, de momento, quedóse sin saber qué hacer ni qué decir. Cuando 
estuvieron fuera de casa, don Domingo Belmonte, que había estado en la antesala y había percibido las últimas palabras de don Bosco al 
abrirse la puerta, preguntóle cómo había tenido valor para emplear aquel lenguaje con una persona que daba tantas limosnas. 

-Mira, le respondió don Bosco; nadie se atreve a decir la verdad a los pudientes. 

Para remachar y aclarar más el pensamiento de don Bosco sobre la cuestión de la limosna no estará fuera de propósito tomar nota aquí de 
una manifestación suya, recordada recientemente en Marsella. En el discurso que allí pronunció en la distribución de premios a los alumno 
del Oratorio de San León, el señor Abeille, Presidente de la Sociedad Marsellesa para la defensa del comercio, contó un episodio, del que 
había sido testigo de niño. Una de las veces que don Bosco visitaba la casa de La Navarre, se trasladó a la vecina ciudad de Hyères, donde 
aceptó la hospitalidad que le ofreció el señor Abeille, su padre. El buen señor se maravillaba de la «pesca milagrosa», hecha por el Santo en 
iglesia parroquial, después de su sermoncito a los fieles; pues, al pasar él mismo entre el auditorio con el cepillo en mano, los señores 
vaciaban su cartera y muchas señoras, no teniendo otra cosa que dar, metían alhajas preciosas. Don Bosco, en vez de participar de su 
admiración, encontraba la cosa naturalísima, puesto que lo sobrante debía darse íntegramente para caridad. Y hasta llegó a decir: 

-Mire, señor Abeille, cuando usted haya ahorrado cien francos al mes, y cien francos al mes son mucho, lo restante debe dárselo a Dios. 
270 

-Con mil doscientos francos al año de ahorro, respondió aquél, no se puede tirar adelante cuando hay ocho hijos que criar. 

-Yo tengo millares, añadió don Bosco. 

-íOh!, de ese modo, replicó el otro, el Papa tiene muchos más que usted; no los cuenta por miles, sino por millones. 

((308)) -Es verdad, confirmó don Bosco; pero el Papa no los mantiene 1. 

A alguien podrá parecerle rigurosa la doctrina del Santo sobre las riquezas 2; pero hay sobre ello una doctrina evangélica, que no da pábu 
a fáciles acomodaciones. Dice el Señor 3: En verdad os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos. De nuevo os digo: m 
fácilmente entrará un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de los cielos. Y comenta Curci, siguiendo a San Juan 
Crisóstomo: «Aquí Jesús ha querido revelar a los suyos el tremendo, el insuperable obstáculo, que interponen ante la salvación, las riqueza 
en sí mismas, por su naturaleza, sin tener en cuenta las peculiares disposiciones de los que las poseen». Don Bosco, que miraba, en todo y 
sobre todo, la salvación de las almas, intercambiaba santamente los beneficios, ayudando a sus bienhechores ricos a vencer el tremendo 
obstáculo. 

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Hacia la una de la tarde dejaba Sampierdarena, sin haber podido comer nada por su excesivo cansancio. Atravesó el patio lleno de 
forasteros, que se arrodillaron con los muchachos para recibir su bendición. Muchos otros lo esperaban en la estación. También aquí, gracia 
las atenciones de los empleados del ferrocarril, pudo disfrutar con sus dos compañeros de un departamento reservado en la primera clase. 

Era un tren directo a La Spezia. Una vez allí, aunque estaba todavía en ayunas, accedió con su inalterable amabilidad a las afables 
manifestaciones de la gente que había acudido a recibirle y, después, a los alegres agasajos de los muchachos. Aquella misma tarde le visitó 
Comandante del arsenal marítimo. Al día siguiente, le visitó el Obispo de Sarzana, monseñor Rossi, de la Orden de Predicadores. Después 
pasaron sin interrupción a presentarle sus saludos sacerdotes y ((309)) seglares, entre los cuales se vio a muchos oficiales de la marina. El 
Director dio un espléndido almuerzo, en el que participaron autoridades de todas las categorías, eclesiásticas, civiles y militares. «Fue un d 

1 Le petit Nouvelliste de l'Oratoire Saint-Léon. Boletín trimestral, noviembre de 1935. 

2 Véase Vol. XV, págs. 455-56. 

3 MAT. 19 23-4. 
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verdaderamente hermoso, escribe Viglietti. Todas las autoridades de La Spezia acudieron a presentarle sus respetos y comieron con él. Eran 
verdaderamente entusiastas de don Bosco, hablaban de él con veneración y (...) se marcharon más tarde con pena, profesándose humildes 
servidores en todo lo que estuviera a su alcance, y la mayor parte de ellos regresó a hacerle una visita». Durante la comida, estuvo hablando 
estupendamente, dejando admirados a los comensales, que lo proclamaron hombre verdaderamente grande. 

La mañana del día veinticinco la dedicó a los Cooperadores, que no acudieron solos a escuchar la palabra de don Miguel Rúa, sino 
acompañados de distinguidos señores y de graduados de la marina militar. Terminada la conferencia, don Bosco impartió la bendición de 
María Auxiliadora; después tomó asiento para dar gusto a la gente que deseaba acercarse a él, besarle la mano y decirle una palabra. Se le 
acercaron, entre otros, el comandante Polino, comandante general del arsenal, y los coroneles Castellaro y Scapparo; era un acontecimiento 
del todo inaudito, en aquellos tiempos en Italia, que oficiales de alta graduación y funcionarios del Gobierno honrasen públicamente a un 
sacerdote. 

Hacia las cuatro de la tarde, fue la partida hacia Pisa. El arzobispo, monseñor Capponi, envió a la estación a su secretario para que lo 
acompañara directamente al palacio episcopal, donde quería que se hospedase; pero don Bosco se excusó en razón de la prisa que tenía por 
llegar aquel día a Florencia. También estuvieron allí los Salesianos de Lucca, que apenas si pudieron saludarle. En el nuevo tren encontró a 
obispo de Arezzo, monseñor José Giusti, que le acompañó hasta Florencia, donde, al despedirse, le arrancó la promesa de que se detendría 
su ciudad, cuando prosiguiera el viaje a Roma. 

En Florencia pensaban los Salesianos llevarlo directamente a su casa; pero no tuvieron más remedio que tomar en cuenta a la mamá 
florentina, la condesa Uguccioni, la cual, impedida de todo movimiento, ((310)) había enviado a la estación a unos parientes con orden de 
acompañarlo a su palacio, en la calle de los Avelli. Tenía paralizadas las piernas y no podía dar un paso; estaba, además, atormentada con 
angustias de espíritu y recibía siempre un alivio muy grande con las cartas de don Bosco; pero mucho más con su palabra. 

Los tres días que pasó allí, celebró la misa en su capilla privada. 
Iban cada día a ayudarle la misa dos muchachos del Colegio, acompañados por don Juan Filippa quien, por tanto, se encontraba presente 
cuando las dos venerandas personas se veían por la mañana y se daban los buenos días a la puerta del pequeño santuario de la casa, el 
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uno sostenido por don Carlos Viglietti y la otra llevada en un carrito.
La primera vez la Condesa parecia una alma en pena; se leía en su rostro la melancolía.


-Buenos días tenga usted, señora Condesa, le dijo alegremente don Bosco. »Se siente con ánimos para echar un bailecito? 

-íAh, don Bosco! respondió ella. Como está usted viendo... ípobrecita de mí...! 

-Bien, bien, siguió diciendo el Santo, no pierda su ánimo, señora Condesa. Todo se arreglará en el paraíso. 

Por fortuna, durante los días que don Bosco estuvo en Florencia, no sufrió extraordinarias molestias, lo que le permitió recibir muchas 
audiencias. El Director había combinado muy bien las cosas, escribiendo cartas de anuncio a las principales familias de la ciudad; por lo qu 
lo mismo en la casa donde se hospedaba que en el colegio de la calle Fray Angélico, se veían llegar de continuo coches que conducían a 
señores y señoras de la aristocracia y a prelados ilustres. El Arzobispo, monseñor Cecconi, tuvo la gran bondad de anticiparse, acudiendo 

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presurosamente a verle en el colegio. Monseñor Velluti-Zati, duque de San Clemente y obispo titular de Orope, puso a su disposición el 
propio coche, para todo el tiempo que estuviera en Florencia. 

El último día, veintiocho de abril, don Bosco no almorzó, como de costumbre, en el colegio de la Inmaculada, sino en casa de la Condesa 
por estar más cerca de la estación. En la mesa recordó ella, con todos ((311)) los pormenores, a los comensales el hecho de su ahijado, 
devuelto a la vida por don Bosco hacía veinte años. Mientras ella hablaba, don Bosco se mantuvo con la frente baja, en silencio y ruborizad 
La caritativa señora, persuadida de que no lo volvería a ver, hizo todo lo posible por retenerlo en Florencia, llegando a ofrecerle mil liras po 
cada día que retrasara su partida. 

-Usted conoce mi pobreza, le contestó él, y las muchas necesidades de mis muchachos. Le agradezco las buenas disposiciones de su 
caritativo corazón. Pero el pobre don Bosco no puede obrar, en este momento, como él quisiera. Tiene una cita que no admite dilación, la 
consagración de nuestra iglesia en Roma; debo encontrarme necesariamente allí unos días antes. 

Generosa como siempre, la Condesa hizo un gran acto de resignación, convirtiéndolo en más meritorio aún con un buen donativo 1. 

La invitación del Obispo de Arezzo le resultaba a don Bosco doblemente 

1 Véase: LUIS MORI, Don Bosco a Firenze. Florencia, Librería editorial Salesiana, 1930, págs. 138-40. 
273 

provechosa. Primero, le daba oportunidad para no hacer el resto del viaje de un tirón, lo que le habría cansado demasiado; y, después, al no 
apenas conocido en aquella ciudad, esperaba tomarse algún descanso antes de llegar a Roma, donde preveía que no tendría un día de liberta 
Por esas razones hizo aquella parada con mucho gusto. 

En la estación de Arezzo tuvo un conmovedor encuentro. El Jefe de estación, apenas lo vio y lo reconoció, corrió a él, lo abrazó y despué 
llorando de alegría, dijo a los que le rodeaban: 

-Era yo un jovencito y andaba por las calles de Turín sin padre ni madre. Este santo sacerdote me recogió, me educó y me instruyó de mo 
que he podido alcanzar el puesto que actualmente ocupo y, después de Dios, sólo a él debo el poder comer el pan honradamente. 

Todos los que oyeron sus palabras quedaron tan impresionados, que quisieron besar la mano del Santo 1. 

((312)) El Obispo, un hombre totalmente de Dios, que murió pobre, aunque poseía una mesa abundantemente provista, colmó a don Bosc 
de honores y atenciones. Mandó a recibirle con un espléndido coche, prestado por una noble familia de la ciudad. Reunió en el obispado a 
todo el Seminario para darle la bienvenida. Cenó con él y sus acompañantes y, hacia la media noche, lo acompañó él mismo a la habitación 
llamada de Pío VII y siempre cerrada desde que el gran Pontífice, a su vuelta triunfal a la Ciudad eterna, pasó allí la noche. Un sacerdote 
joven, sorprendido por tal agasajo, dijo a Monseñor: 

-»Por qué tantos honores? Si fuese obispo o cardenal, transeat; pero un simple sacerdote... 

-Es más que un obispo, más que un cardenal, le respondió; es un santo. 

Aquel sacerdote, que se llamaba Angel Zipoli, no podía imaginar entonces que, quince años después, movido por el recuerdo del antiguo 
Santo, huésped de su Obispo, renunciaría a puestos honoríficos para formar parte de su familia religiosa. 

Don Bosco pasó en Arezzo en perfecta tranquilidad todo el día veintinueve de abril, dio al atardecer un paseíto con el Obispo por la risue 
campiña cercana, andando un poco a pie y otro poco en coche, y le produjo notable alivio. Cuando volvió a casa, su pensamiento voló al 
Oratorio. Como estaba encima el mes de mayo, quiso que Viglietti escribiera a don Juan Bautista Lemoyne, manifestándole su deseo de qu 
reuniese en conferencia a los alumnos del cuarto curso y les dijera 

1 Rassegna Nazionale, día primero de febrero de 1915, pág. 366. 
274 
que don Bosco pensaba en ellos, que los saludaba y los animaba a hacer bien el mes de María y que añadiese todo lo bueno que supiese hal 
aquel tan fiel intérprete del corazón de don Bosco. 

Fueron a saludarlo cuatro representantes del clero diocesano. Terminados los saludos, don Bosco los invitó a inscribirse como 
Cooperadores, de cuya existencia ellos no tenían noticia. Les explicó qué eran, llamó ((313)) a don Miguel Rúa y le dio los nombres de los 

Fin de Página: 275 


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presentes 1. 

Uno de ellos, cuando tomó alguna confianza, preguntóle por qué, estando tan delicado como parecía, se había atrevido a hacer un viaje ta 
largo. Y respondió: 

-»Qué quiere? Es una orden del Papa y al Papa no se le puede decir que no. Dentro de pocos días, tendremos la consagración de la iglesia 

del Sagrado Corazón en el Castro Pretorio. Cuando el Papa lo supo, dijo a nuestro Superior local: 

-«»Viene don Bosco a la consagración?». Y al responderle que las condiciones de mi salud no me lo permitirían, añadió el Papa: 

«-Eso no; quiero que venga. Escribidle que, si no viene, no le firmo el pasaporte para el Paraíso». Ya ve usted que es algo que me interes 

a recibir un documento tan precioso, que ciertamente necesitaré y a no tardar. 

El Arcipreste de Capannole, que nos describe esta visita, afirma que las palabras de don Bosco que él refiere son las «textuales». Así que 
cosa que no hubiéramos sabido por otra fuente, el penoso viaje fue en sustancia un acto de obediencia de don Bosco al Papa. 

Salió para Roma el día treinta por la mañana y llegó a la estación de Términi poco después de las tres de la tarde. Mientras iba caminando 
sostenido con mucho trabajo, hacia la salida, dirigía atentas y a veces ocurrentes palabras a los que habían acudido a recibirlo. 

Se le presentaron también dos religiosas a las que don Bosco reconoció y le dijeron que, si lo permitía, irían a hacerle una visita. Don Bo 

les respondió sonriendo: 

-Para hacer una visita a don Bosco en Roma, se requieren de diez a doce mil liras. 

Pero en seguida añadió: 

-Sin embargo, a ustedes les daré audiencia gratuitamente. 

1 Eran don Angel Zipoli, rector del seminario, profesor de ciencias y más tarde canónigo; don José Clacchi, preboste de Bibbiena; don 
Domingo Pallotti, profesor en el seminario; el diácono Angel Rossi, maestro en el colegio Piano. A este último, hoy arcipreste de Capanno 
debemos algunas de estas noticias. 
275 

Entró en la casa por vía Magenta. La puerta estaba adornada con guirnaldas y las columnas del atrio cubiertas de flores; y, en la parte 
exterior del ábside, colgaba un letrero que decía: Roma se alegra y se entusiasma al acoger entre sus muros al nuevo Felipe 1, ((314)) don J 
Bosco. Bajo los soportales, le esperaban los alumnos y los superiores. El, sentado en un humilde sillón, permitió que todos le besaran la 
mano; después, escuchó amablemente cánticos y declamaciones. Al final del entretenimiento, mientras subía los primeros escalones para ir 
la planta superior, dijo en tono festivo a los que le acompañaban: 

-Me habéis leído composiciones, hablándome de muchas cosas, pero de la comida, todavía no me habéis dicho nada. 

Riéronse todos y se le respondió que el almuerzo estaba preparado. Sentáronse a la mesa con él algunos señores, entre los cuales destacab 
la esbelta figura del príncipe Augusto Czartoryski. 

Don Francisco Dalmazzo le presentó también un antiguo alumno del Oratorio festivo de Turín que se llamaba D'Archino, el cual se hizo 
más tarde coadjutor y murió a los noventa años en el hospicio del Sagrado Corazón. El presentado le dijo: 

-Hace dieciocho años que no tenía la suerte de verlo. La última vez fue el día 28 de diciembre de 1869, fiesta de San Juan Evangelista: 
entonces me confesé con usted en la iglesia de María Auxiliadora. 

-Y, desde entonces, le preguntó súbitamente don Bosco »no te has vuelto a confesar? 

-Sí, señor, y muchas veces; pero no con usted, porque estaba muy lejos. 

Entonces, a propósito de confesión, narró don Bosco un suceso que ya conocemos 2, pero que fue puesto en duda por algunos y rechazad 
por otros como inverosímil. Conviene, pues, que refiramos sus propias palabras en la forma en que las oíamos repetir a D'Archino y tal com 
las recogió de sus labios y las escribió don Juan Bautista Lemoyne. Don Bosco dijo así: 

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-Mira, la misma pregunta le hice a Su Excelencia el Ministro Crispi. Un día en que, por algunos asuntos, tuve que visitarlo, apenas llegué 
la antesala, los conserjes me preguntaron el nombre y le pasaron recado. Y el Ministro, apenas oyó mi nombre, salió a la puerta del despach 
((315)) diciendo: 

1 Se refiere a san Felipe Neri (1515-95), fundador de la Congregación del Oratorio. Conocido por el Apóstol de Roma, es el Santo Patrón 
la Ciudad Eterna (N. del T.). 

2 Véase: Vol. IV, pág. 325, y XIII, pág. 415. 
276 

-Pase, querido don Bosco, pase adelante; para usted no hay antesala. 

Y apenas estuve en el despacho, continuó: 

-»No se acuerda de cuando yo, en Turín, iba a visitarlo en aquel cuchitril para confesarme? Entonces, usted no me hacía esperar nunca». 

Y yo le contesté: 

-Disculpe, Excelencia, »y desde entonces no se ha vuelto a confesar más? 

Don Bosco naturalmente no refirió la respuesta que le dio el Ministro en aquel momento. Se creyó inverosímil que Crispi hubiera proferi 
la palabra «confesarme»; y se quiso interpretar que su frase fuera la de «confiarse» (confidarmi), no pudiéndose creer que el célebre desterr 
político pensara entonces en confesarse; pero el testimonio que hemos referido no se puede refutar razonablemente. 

Humanamente hablando, era de esperar que, esta vez, don Bosco hubiera de permanecer en Roma entre cuatro paredes, sin hacer ni recib 
visitas, limitándose a animar a los suyos con su presencia; pero la Providencia dispuso las cosas muy de otro modo. Pareció que los achaqu 
de don Bosco hubieran pasado a don Miguel Rúa, cuyo estado empezaba a inquietar, porque le acometió un lumbago atroz y se veía 
atormentado por otros males. 

«El que mejor está de todos nosotros, escribía Viglietti 1, es don Bosco, que anda siempre atareado con cosas para bien de sus hijos. Escr 
cartas, concede audiencias y está lleno de vida». Admitamos, sin embargo, que, en este optimismo del secretario, haya un tanto de 
exageración, pero es cierto que, en seguida, desde los primeros días, pudo recibir a ilustres visitantes, como su gran amigo el arzobispo Kir 
el arzobispo Dusmet de Catania, la marquesa Vitelleschi, el conde Antonelli, el sobrino del Papa conde Pecci, los cardenales Ricci, 
Parracciani, Mazzella, Aloisi-Masella, Rampolla, Bartolini, Laurenzi y Verga. El futuro Cardenal monseñor Cagiano de Azevedo le entreg 
tres mil liras para el altar de María Auxiliadora que debía levantarse en la iglesia del Sagrado Corazón. Todos estos personajes no se limita 
a rápidas visitas de cumplimiento; sino que, al ser recibidos con tanta cordialidad, disfrutaban entreteniéndose con él, a veces hasta más de 
((316)) una hora. Después llegaron grupos de seminaristas y de religiosos. 

1 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, día primero de mayo de 1887. 
277 

Junto a don Bosco estaba asiduamente el Príncipe Czartoryski que esperaba encontrar en Roma el camino para llegar a conseguir su ideal 
vida religiosa. 

Como salió de Turín, sin haber obtenido una palabra decisiva y firme en su propósito de no dejar Italia sin resolver su asunto, pensaba po 
su suerte en manos del Papa. Con esta idea no le pareció demasiado prolongada la espera de un mes para conseguir la oportunidad y el hon 
de una audiencia pontificia. 

No fue recibido hasta después de la consagración de la iglesia, cuando don Bosco ya estaba en Valdocco. 

También León XIII, teniendo en cuenta su alta alcurnia, le insinuó que eligiera la Compañía de Jesús, como más adaptada; pero, cuando 
escuchó que ninguna orden colmaba tanto sus deseos como la Sociedad Salesiana, no sólo no insistió, sino que aprobó sus designios. Y, al 
oírle decir que don Bosco dudaba en admitirlo, reflexionó un momento y le dijo: 

-Volved a Turín, presentaos a don Bosco, llevadle la bendición del Papa y decidle que es deseo del Papa que os acepte entre los Salesiano 
Sed perseverante y rezad. 

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Como el Príncipe hiciera referencia a las dificultades procedentes de su familia, el Papa le interrumpió y dijo: 

-Ante todo, hágase la voluntad de Dios. 

Confortado con las palabras del Vicario de Cristo, voló a Turín, volvió a entrevistarse con don Bosco quien, más que otra cosa, había 
querido poner a prueba su vocación y en seguida partió para París, donde le esperaba una prueba bastante más difícil por parte del padre. 

Antes de poner fin a la narración del viaje de don Bosco y de su llegada a Roma, nos llama momentáneamente a Turín la dolorosa noticia 
la muerte de una persona muy querida. Faltaban pocos días para este viaje, cuando, presintiendo que la ausencia de don Bosco no sería de 
corta duración, había ido a visitarle y desearle un buen viaje el teólogo Margotti el cual, después de una larga y cordial entrevista, le entreg 
un buen donativo, para la iglesia del Sagrado Corazón. »Quién hubiera imaginado ((317)) que no volverían a verse en esta tierra? Una 
enfermedad fulminante llevó a la tumba a Margotti el día seis de mayo, entre el dolor de muchos amigos y el respeto y consideración de no 
pocos adversarios. Es justo dejar en estas Memorias una breve noticia de un amigo tan sincero y de un constante bienhechor, que mantenga 
recuerdo entre los Salesianos de las generaciones futuras; y más aún, porque un olvido general ha rodeado el recuerdo 
278 

de su nombre, de forma que los jóvenes de hoy lo desconocen o lo conocen mal. 

Margotti había nacido en San Remo (Liguria). Periodista por naturaleza, fundó en Turín en el año 1848, juntamente con otros eclesiástico 
seglares, la revista Armonia, de la que más tarde se separó para fundar, en 1863, L'Unità Cattolica que, bajo su dirección, se mantuvo por 
mucho tiempo en el campo de la lucha para defensa de la Iglesia y del Papa, contra los liberales de distintos matices, hostiles todos ellos, u 
más y otros menos, a la una y al otro. Poseía una biblioteca bien provista y ordenada, con ficheros, índices y anotaciones; pero lo que mayo 
servicio le prestaba era una formidable memoria, con un arsenal de anécdotas e historias, que se clavaban como dardos, y, gracias a la cual, 
polémica no admitía titubeos o términos medios, sino que descargaba golpes sin piedad allí donde anidara la insidia o contra cualquiera que 
atreviera a atacar la fe y la moral cristiana o la jerarquía católica. Hoy puede mover a risa aquella forma impetuosa de escribir; mas, para 
juzgar acertadamente, hay que trasladarse a sus tiempos. En un período histórico, en el que las aspiraciones más generosas quedaban furios 
engañosamente frenadas o mal interpretadas y el anticlericalismo sectario parecía la etiqueta indispensable del patriotismo, la desbandada d 
los católicos hubiera sido todavía más desastrosa sin la enérgica actuación de una prensa diaria que, sin miedo y sin miramientos, levantara 
alto la idea papal, agrupando en torno a ella grupos de hombres valientes, dispuestos a todo para defender la libertad religiosa. Es natural, p 
tanto, que fuera muy apreciado por los Pontífices Pío IX y León XIII y que el Episcopado italiano lo considerase como su mejor paladín. 

((318)) Sus antagonistas solían presentarlo como el enemigo más acérrimo del resurgimiento italiano, y sus imitadores u otros mal 
informados repiten aún, de vez en cuando, una condena tan sumaria; pero sus genuinos sentimientos quedan expresados en tres párrafos de 
una carta, escrita por él a un amigo banquero, el día 12 de abril de 1876 y que está en poder del senador Alfredo Baccelli 1: 

«Hace siete siglos enarbolaban nuestros Padres la Cruz sobre el carroccio (carro militar) de las repúblicas italianas y con eso eran grandes 
victoriosos. Hoy se combate, en nombre de Italia y de la libertad, al mismo Jesucristo y a su Vicario. Nosotros, verdaderos 

1 El Senador publicó una parte de la misma en la Stampa della Sera (11 de diciembre de 1935) y nos comunicó que el destinatario era el 
«caballero Resapieri, banquero y administrador, muy relacionado con elementos del Vaticano y otros eclesiásticos de aquel tiempo». 
279 

italianos, nos levantamos en defensa del uno y del otro, continuando las antiguas tradiciones». Indudablemente si hubiere vivido hasta 1929 
hubiera visto reconocida por la Italia oficial la soberanía del Pontífice de la manera más apropiada a los tiempos nuevos, habría bendecido 
luchas mantenidas para conservar viva en la conciencia de los católicos la idea de esta soberanía, en cuyo resurgir habría saludado los 
auspicios del verdadero resurgimiento italiano. Su último artículo precisamente se titulaba: La conversión de San Agustín y la Conciliación 

El robusto atleta, cuando sintió que se acercaba su fin, hizo a Dios el ofrecimiento de su vida con una fe y piedad que conmovieron a 
cuantos lo presenciaron y con la misma serena sencillez con que había consagrado a Dios su talento, sus fuerzas y su trabajo, desde los año 
de su juventud. Don Celestino Durando telegrafió a don Bosco la triste noticia, con estas palabras: «Teólogo Margotti falleció a las cuatro 
cuarto. Estuve presente, íUna muerte santa! íQué gran pérdida!». 

Aquella pérdida fue grande también para don Bosco. Ordenó en seguida que en Roma y en Turín se hicieran oraciones especiales. Despu 
manifestó públicamente, por dos veces, con voz conmovida su pesar, como veremos en el capítulo siguiente. Por fin, el dieciocho de junio, 
hizo ((319)) celebrar en María Auxiliadora un solemne funeral en sufragio de su alma, pontificando monseñor Leto y con asistencia de 
monseñor Manacorda, que pronunció la oración fúnebre 1. En la esquela de invitación decía: «El periodismo católico ha perdido, con la 
muerte del teólogo S. Margotti, su más denodado campeón y el clero un sacerdote ejemplar; pero nuestro Oratorio ha perdido, además, un 

Fin de Página: 280 


VOLUMEN XVIII Página: 280 

consejero, un amigo y un bienhechor». 

En sus cuarenta años de vida periodística, Margotti miró siempre a don Bosco con creciente aprecio y veneración, ayudándole cuanto pod 
con su periódico y su dinero; también se acordó de él en las disposiciones testamentarias, asignándole un legado de doce mil liras. Era una 
satisfacción para aquel bravo luchador gozar de su amable compañía; por eso, cuando creía que podía proporcionarle un agradable 
esparcimiento, iba a hacerle una visita. Le agradaba mucho que le invitara a su mesa y se consideraba a su vez dichoso, cuando podía tener 
en su compañía participando de alegrías familiares. En el mes de febrero del 1886, participando el Santo en una fiesta íntima del amigo, 
ocupaba el puesto de honor entre los invitados, y, durante el 

1 Boletín de julio de 1887. 

banquete, introdujo varias veces la conversación sobre el paraíso. A cierto punto le dijo: 

-íAh, señor teólogo, cuándo estaremos allí? 

Uno de los comensales era el padre Reffo, más tarde superior General de los Josefinos, y, al recordar esta circunstancia, solía referir que, 
ante la insistencia de don Bosco en volver al mismo tema, él había pensado para sí mismo que el Santo preveía que era la última vez que se 
celebraba aquella fiesta de familia; es más, había quedado en el alma la impresión de que los días de Margotti estuvieran contados 1. 

1 Véase Unità Cattolica del 1.° de febrero de 1888. Cuando se celebró el funeral de don Santiago Margotti en la iglesia de San Segundo, 
Turín, se leía en la puerta principal esta inscripción escultórica, original del célebre literato, padre Mauro Ricci: 

A SANTIAGO MARGOTTI,
CONTRA OCULTAS INSIDIAS Y BATALLAS ABIERTAS,
CON ELOCUENTE PALABRA Y ESCOGIDA DOCTRINA,
DEFENSOR MAGNANIMO
DE LA IGLESIA Y DEL ROMANO PONTIFICE
AL SACERDOTE INTEGERRIMO,
BLANCO, DURANTE CUARENTA AÑOS,
DE LA IRRISION DE LOS DISIDENTES,
DE LOS REPROCHES DE LOS ENGAÑOSAMENTE PRUDENTES,
AUGURAD QUE SEA PERPETUA EN EL CIELO
LA PAZ TAN BREVE QUE GOZO AQUI EN LA TIERRA
PARA EL QUE NUNCA SE DOBLEGO
ANTE NINGUN TRIUNFO DE ENGAÑOSA MENTIRA


Después del año 1870, su famosa frase Ni elegidos ni electores, suscitó, durante muchos años, miles de polémicas en Italia. Hablando co 
Director del Cittadino de Génova (Cittadino, 10 de mayo de 1887), le dijo: «Soy un soldado de la Iglesia y nunca he obrado por propia 
iniciativa. Cuando el que podía jerárquicamente ordenarme me dijo que hablara de aquel modo, lo hice; cuando se me dijo que retirara mis 
palabras, las retiré; cuando se me ordenó de nuevo que no debía cambiarse nada y que había que volver al antiguo programa, volví a él. »Q 
me importa a mí, que soy un soldado, si después cae sobre mi cabeza el odio o el aplauso? Sé que cumplo mi deber ante Dios y esto le bast 
mi conciencia». 

Entre los autógrafos de don Bosco (n.° 664) hay un borrador para un Album de honor, en el que se lee: «Dados los vínculos de amistad, q 
hace varios lustros me unen con el T. Margotti; en homenaje a los sólidos principios católicos por él defendidos con intrepidez; uniéndome 
tantos doctos y píos personajes como le aplauden; en prenda de humilde, pero profunda e imborrable gratitud por los beneficios que me ha 
hecho a mí y a las casas que la divina Providencia me confió y a los muchachos atendidos en las mismas; deseo al teólogo Margotti largos 
años de vida feliz en el presente y el premio de los fuertes en la eterna bienaventuranza. Amén». 

Entre las cartas preparadas por don Bosco para que fueran enviadas después de su muerte, estaba la siguiente: «Carísimo señor teólogo 
Margotti: Le agradezco la caridad que ha tenido con nuestros huérfanos, y la protección y apoyo dispensados a nuestras obras. Que Dios se 
pague generosamente. Le recomiendo que continúe dispensándonos su ayuda después de mi muerte. íOh, María!, proteged a vuestro siervo 
guiadlo hasta el cielo. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro.» 

Fin de Página: 281 


VOLUMEN XVIII Página: 281 

Esta carta fue publicada en la Unità Cattolica el día 2 de febrero de 1888 (2.ª edición). 
281 

También don Bosco sentía, en el 1887, que sus días estaban contados. El había determinado que la consagración de la iglesia se hiciera e 
abril; pero quedaba todavía tanto ((320)) por hacer que, ni con otros seis meses, se podrían concluir los trabajos. Por eso intentaban 
persuadirlo de que convenía dejara la inauguración para diciembre; pero él no quería darse a razones: era absolutamente necesario no pasar 
más allá de la mitad de mayo. 

-Vete a Roma, dijo un día al ecónomo, don Antonio Sala, y procura que esté todo arreglado para el día catorce de mayo. Contrata obreros 
págales lo que pidan, dóblales, si es preciso, su ((321)) paga ordinaria, con tal de que la iglesia se pueda abrir al culto para esa fecha. 

-»Pero dónde encontrar los medios?, objetó don Antonio Sala. 

-No te preocupes de eso, gasta cuando sea necesario. 

-»Y si no están terminadas las pinturas? 

-No importa; quédense como estén. 

-»Y si no está concluido el altar mayor? 

-Hágase uno provisional de madera. 

Don Antono Sala obedeció. En Roma pareció a todos que se quería un imposible. A la llegada de don Bosco, se trabajó todavía más 
febrilmente. En los doce días que siguieron, aquello era un continuo ir y venir de obreros de toda clase. Unos desarmaban los andamios, otr 
ultimaban los pavimentos de marmol, quién preparaba los altares, quién remataba los zócalos, quién ornamentaba con colgaduras el 
presbiterio, donde sólo se había conseguido colocar la mesa y sus escalones; como no bastaba el día, se trabajaba también durante la noche 
para los últimos preparativos. De haber esperado a diciembre, don Bosco ciertamente no hubiera podido ir a Roma, como ya lo había dicho 
claramente. 
282 
((322)) 

CAPITULO XIV 

CONSAGRACION DE LA IGLESIA DEL
SAGRADO CORAZON


UNA publicación de Roma anunciaba la próxima consagración de la iglesia del Sagrado Corazón y concluía así su artículo 1: 

«Ese día estarán satisfechos estos curas de haber levantado un monumento como éste; ese día será más que una fiesta religiosa, una 
verdadera fiesta del arte». Es una manera de expresarse que da a entender lo bastante que el cariz de aquella publicación no era muy católic 
Nosotros, post factum, podemos rectificar y decir con todo derecho que el día catorce de mayo fue a la vez una fiesta de la religión y una 
fiesta del arte. 

Y empezando primero por la fiesta del arte, hay que decir que se vio el gran empeño de los organizadores en que la música tuviese un pue 
de honor. 

Se había pensado en Turín enviar a Roma la schola cantorum del Oratorio. Aquel grupo de cantores, bajo la dirección del maestro Doglia 
interpretaba de modo irreprochable las partituras más difíciles por lo que no eran de temer las comparaciones; parecía además algo muy 
hermoso que se inaugurase la iglesia con el canto de los muchachos tan queridos por don Bosco. A las consideraciones idealistas se sumab 
cuestión económica, puesto que se hubiera requerido una gran cantidad para pagar durante los cinco días de fiesta, a un conjunto respetable 
buenos cantores romanos. Pero don Bosco se hallaba perplejo ((323)) frente al pensamiento de los gastos del viaje de ida y vuelta para más 
ochenta personas. Mas la divina Providencia acudio en su ayuda de modo inesperado, y con medida más que suficiente. 

Los genoveses se preparaban para celebrar a primeros de mayo con magnificencia el tercer cincuentenario de la canonización de Santa 
Catalina Fieschi Adorno. La comisión de festejos, deseando dar a las funciones de la catedral el mayor lustre posible, quería que las 

Fin de Página: 283 


VOLUMEN XVIII Página: 283 

1 El Cicerone, 8 de mayo de 1887. Se publicaba los jueves y domingos. 
283 

acompañase música muy selecta; reclamó su atención el coro de los muchachos de Valdocco y se dirigió a don Bosco, comprometiéndose 
naturalmente a pagar todos los gastos y entregar la debida recompensa. Era lo más oportuno que se podía desear, y no surgieron dificultade 
que entorpecieran el proyecto. 

El numeroso grupo convenientemente dispuesto salió de Turín el día cinco de mayo, acompañado por varios superiores y dirigido por 
Dogliani. La escolanía se componía de treinta sopranos, veintidós contraltos, nueve tenores y siete bajos; y los acompañaban tres maestros 
insignes: Petrali de Bérgamo, Galli de Milán y Bersano de Turín. Los ensayos despertaron en Génova extraordinaria expectación. El Cittad 
del día ocho escribía: «Los que asistieron ayer a los ensayos de la misa, que se interpretará hoy, quedaron totalmente encantados». Las fies 
duraron tres días, durante los cuales los cantores del Oratorio admiraron a la población y a los forasteros, no sólo por su maestría en el cant 
sino también por su edificante comportamiento en la iglesia y fuera de ella 1. 

((324)) Había el inconveniente de tener que ir después de la misa a Sampierdarena para la comida y volver en seguida a la ciudad para las 
vísperas. Un rico fabricante de pianos, el señor Juan Ferrari, que 

1 El Cittadino del día nueve decía: «Suscitó verdadera admiración oír aquellas voces infantiles, entonadas, aterciopeladas, cristalinas y 
agudas, tales como no se podía creer en Génova que pudieran encontrarse. 

»Muchos sostenían que, en aquella ocasión, se habían permitido voces femeninas, cuando no eran más que las de los alumnos salesianos 
que resonaban por las amplias bóvedas de San Lorenzo. El maestro Dogliani, también él del Colegio de don Bosco, era quien dirigía los co 
y los había ensayado; a él se debe, por tanto, la máxima parte del mérito. Quien pudo asistir de cerca a la ejecución, quedó maravillado del 
orden, el comportamiento y la atención que reinaba entre tantos cantores, que también influían en los profesores de la orquesta. y cómo cad 
uno cumplía su parte a conciencia, sin esfuerzo, sin visajes y sin aquella actitud teatral que, en otras circunstancias, pudo considerarse com 
un mérito, pero que está fuera de lugar en la casa de oración. Aquellas vocecitas ingenuas, finas, delicadas, sin esa articulación nasal o gutu 
que estamos acostumbrados a oír en los cantores jóvenes, que alguien llamó voces sin carácter, porque no eran de mujer ni de niño. Son vo 
de ángeles, le respondió otro, y nosotros con menos poesía decimos: son voces de muchachos buenos, bien instruidos y educados en la 
ejecución del canto sagrado, como saben instruirlos y educarlos los Salesianos». Y en el número del día once: «Nos satisface que Génova h 
podido, por fin, apreciar qué pretendemos al decir: eduquemos para la música sagrada a los muchachos, y estamos contentísimos de que no 
haya presentado el ejemplo ese dechado de toda obra buena, enviado por la divina Providencia para hacer florecer de nuevo en todos sus 
aspectos el espíritu de la Iglesia de Dios, que es el venerando don Bosco». Y, volviendo al asunto el día veintitrés, enjuiciaba así la ejecuci 
de las misas: «Las tres misas agradaron a todos; la que quizás gustó más al pueblo fue la de Haydn. Gustaron sobre todo los sopranos y los 
contraltos, que sorprendieron con la extensión de su voz, su entonación, su dulzura, la precisión en las entradas, la unión y el equilibrio de 
voces, en una palabra, su método de canto. Por fin se ha logrado oír una ejecución artística en la iglesia, en la que apareció la pirámide 
musical en toda su plenitud, desde la base a la cúspide». 
284 

había llevado años atrás a Valsálice a un hijo suyo para educarlo, quiso que corriera a su cargo durante los tres días la preparación de la me
para todos, en su propio jardín y con espléndida abundancia;
más aún, su misma señora entregó a don José Lazzero un sobre, rogándole se lo diera a don Bosco: al abrirlo, vieron que contenía el dinero
necesario para pagar el viaje de ida y vuelta de todo el grupo.


El triunfo de Génova fue un magnífico preludio de las fiestas romanas. Partieron el día 11 por la mañana para la gran ciudad hacia donde 
dejaremos ir, para volver a encontrar a don Bosco en la iglesia del Sagrado Corazón. 

El domingo, día ocho de mayo, se le tributó una recepción invitando a comer a señores y monseñores romanos y extranjeros, que se senta 
a la mesa con don Bosco en una verdadera fiesta de familia. Preocupaba a don Bosco dar a las fiestas, ya inminentes, un carácter, digámosl 
así, internacional, para dar a entender que su Congregación debería abrazar a todo el mundo y porque todo el mundo había contribuido a la 
construcción de la nueva iglesia. Hacia el final del banquete tomó la palabra ((325)) casi solamente para recordar a Margotti. Tras él hablar 
otros varios en italiano, español, francés, alemán e inglés. 

Junto a él, hubo uno que tuvo la curiosidad de saber qué lengua le gustaba más. El, sonriendo, respondió: 

-La lengua que más me gusta es la que me enseñó mi madre, porque me costó poco trabajo aprenderla y porque encuentro en ella más 
facilidad para expresar mis ideas; además, no la olvido tan fácilmente, como las otras lenguas... 

Su respuesta se acogió con hilaridad general y un aplauso 1. 

Fin de Página: 285 


VOLUMEN XVIII Página: 285 

Nótese, además, la delicadeza del Santo. El ocho de mayo era la fiesta de la Aparición de San Miguel Arcángel, día onomástico de don 
Miguel Rúa. Había querido el Santo que aquella ocasión sirviese para presentar en el ambiente romano a su Vicario, el cual recibió 
felicitaciones y elogios en los diversos brindis. Y no fue eso todo. En un momento dado, se abrieron las puertas de la sala, entraron los 
muchachos cantores de la casa y cantaron un himno a don Miguel Rúa, compuesto expresamente para aquella ocasión. Don Miguel Rúa dio 
las gracias con una afectuosa sencillez de lenguaje, que gustó a todos los comensales, y terminó pidiendo permiso para poder distribuir un 
dulce a cada uno de los cantores. 

Seguía sin parar la concurrencia de visitas. El día once por la mañana 

1 Conviene recordar aquí un detalle narrado en el volumen XIV, pág. 491, nota 2. 
285 

recibió don Bosco a la Junta de señoras cooperadoras entre las que figuraban los nombres más famosos de la aristocracia romana. Oyeron 
primero su misa, lo acompañaron después al comedor, donde se sirvió el desayuno. Tras una breve conversación, las bendijo y les entregó 
unas medallas de plata. Don Carlos Viglietti hace mención en su diario de esta recepción, pone los nombres de muchas de las que asistieron 
escribe: «Don Bosco está cansadísimo, postrado de fuerzas y dice que no hace más que esperar el feliz momento de volver a estar en Turín, 
medio de sus jóvenes, y confía ir allá el día diecisiete haciendo una sola parada en Pisa». Pero aún le quedaba mucho por hacer. 

((326)) A las ceremonias de la consagración precedió la prueba del órgano. 

El órgano del Sagrado Corazón había sido fabricado, después de otros ciento veinte, por el organero Bernasconi de Varese, cuya fama en 
este genero de trabajo había traspasado ya las fronteras de Italia y de Europa. Los encargados de probarlo fueron Petrali, antiguo director de 
liceo musical de Pesaro; Renzi, primer organista de la Basílica Vaticana, y Bersano, antiguo alumno de don Bosco y organista de la Catedr 
de Turín. Aceptaron también la invitación a participar Capocci, organista en San Juan de Letrán, Moriconi, director de orquesta en Santa 
María la Mayor, y otros renombrados maestros. Las pruebas se repitieron mañana y tarde durante los días doce y trece, con la ejecución de 
más variadas y difíciles melodías sinfónicas. El público accedía mediante invitación personal, en cuyo pie se leía: «Se ruega una limosna al 
entrar, para costear los gastos de este órgano». 

La concurrencia fue muy numerosa desde el principio al fin. 

Y, cuando todo terminó, los tres organistas concertantes dieron sus propias impresiones: «Es un órgano que honra totalmente al famoso 
fabricante (...). El lleno es grandioso y majestuoso; su bien calculada potencia, guarda proporción con el hermosísimo templo; el acoplamie 
a una batería de veintisiete pedales cromáticos, produce ese efecto misterioso e imponente que constituye el verdadero carácter del rey de lo 
instrumentos. Es estupenda la imitación de los registros de concierto, extendidos a todo el teclado y que corresponden perfectamente a los 
instrumentos del nombre que llevan. El mecanismo es sencillo, sólido y exacto; la armonía y la afinación de los sonidos, perfectas, y 
rapidísima la ejecución. La obra, en fin, ha resultado un éxito en cada una de sus partes, hasta las más insignificantes, y es una prueba más 
los progresos alcanzados en estos últimos años por el insigne fabricante, quien, mirando más al perfecto acabado de sus 
286 

trabajos que a la ganancia, no ahorra fatigas ni sacrificios, con tal de conseguir su intento y lograr nuevos pasos en el camino del progreso; 
con lo que da prueba, además, de un verdadero y bien entendido patriotismo, ((327)) manteniéndose fiel a la tradición y a la escuela italian 
aceptando a la par las innovaciones modernas, vengan de donde vinieren». 

Asistió varias veces a las pruebas don Bosco, acompañado por don Miguel Rúa y una ilustre dama francesa, pero desde un lugar apartado 
esto es, desde el coro simulado que hace simetría con el verdadero a los lados del presbiterio. 

Por último felicitó al constructor y le invitó para sus bodas de oro sacerdotales el año 1891 y añadió: 

-Y después, terminadas las fiestas, nos encontraremos juntos en el paraíso para el 1892. 

El señor Bernasconi volvió a Varese y contó a los operarios las alabanzas que se habían ganado con el órgano; pero también les habló de 
doble invitación, mostrando su contrariedad por la segunda, que sospechó era la fecha exacta de su defunción. Murió, en efecto, en el mes d 
enero de 1892. No es una fantástica hipótesis suponer que la primera invitación, puramente imaginaria, sirviera a don Bosco para tomar pie 
la predicción de la dura realidad, cuyo oportuno anuncio es para el cristiano voz amiga del cielo. El artista se había mostrado espléndido co 
don Bosco en la factura de los gastos; y se lo recompensaba a su modo espiritualmente haciéndole bien a su alma, reavivando en su corazón 
saludable repercusión del estote parati (estad preparados). 

Fin de Página: 287 


VOLUMEN XVIII Página: 287 

Se atribuyeron dos gracias extraordinarias a la bendición de don Bosco. A las tres de la tarde del día doce, mientras se hacía la segunda 
prueba del órgano, dos personas distinguidas, marido y mujer, presentáronse a su puerta pidiendo entrar. Díjoles el secretario que, en aquel 
momento, estaba descansando. Pero ellos, con lágrimas en los ojos, le suplicaban que les anunciase porque venían de muy lejos y necesitab 
hablar con él en seguida. Entonces don Carlos Viglietti se decidió a pasar el recado. El Siervo de Dios condescendió a recibirlos. Apenas 
estuvieron ante él, cayeron de rodillas y la señora le pidió que la curase un brazo que tenía paralizado hacía mucho tiempo. Don Bosco le 
respondió que se las entendiera con el Sagrado Corazón, haciendo una limosna para su iglesia. 

-Marido mío, preguntó la señora: »cuánto dinero tenemos aquí todavía? 

((328)) -Un billete de quinientas liras, respondió. »Bastará esto, don Bosco? 
287 

-Yo no regateo con las limosnas, dijo el Santo; sólo digo que hagan un donativo proporcionado a sus alcances. 

El señor colocó entonces sobre la mesa un billete de quinientas liras. Don Bosco hizo una breve oración y bendijo a la enferma, la cual se 
sintió inmediatamente curada; movía el brazo en todas direcciones y no cabía en sí de gozo 1. 

No habían hecho más que salir los esposos, cuando se presentó un grupo de seminaristas del seminario Pío, que iban a dar gracias a don 
Bosco por un gran favor. El día diez le habían llevado un compañero sordo desde hacía dos años, para que lo bendijera. Don Bosco, confor 
su costumbre, se había recogido un poquito en oración, lo había bendecido y le había susurrado una jaculatoria al oído. Por el momento no 
advirtió ninguna novedad; tanto es así que en seguida se despidieron los seminaristas. Pero, cuando se encontraron fuera, se dieron cuenta d 
que el sordo oía perfectamente todo lo que ellos decían; y él, por su parte repitió la jaculatoria que don Bosco le había susurrado al oído 
minutos antes. 

Su primer pensamiento fue correr a casa para comunicar a todos la sorprendente noticia; y los superiores los mandaron después a darle la 
gracias. 

Un jueves fueron a visitarle los alumnos de un curso del Seminario Lombardo, entre los cuales se encontraba el que hoy es arzobispo de 
Perugia, monseñor Juan Bautista Rosa. «Nos postramos de rodillas, escribe monseñor Rosa, ante él, que estaba sentado, encorvado y agota 
en un modesto diván de un saloncito más modesto aún». 

-»Qué deseáis?, les preguntó 

-Don Bosco, queríamos verle. 

-Ya, añadió, íverme! Seguramente por lo que dicen de mí las gentes. Pero »qué dirá de mí el Señor? 

((329)) Y, al decir estas palabras, alzó los ojos al cielo, dirigiéndolos después a los seminaristas con ternura y arrasados de lágrimas. 

-Don Bosco, insistieron ellos; díganos una palabra de recuerdo que nos guíe en nuestra futura vida sacerdotal; y bendíganos, don Bosco. 

El Santo alzó su mano temblorosa y los bendijo. Después, con el pensamiento siempre fijo en el juicio de Dios, les dio este aviso: 

1 Otro señor parece que no pensaba de la misma suerte. Visitó allí a don Bosco y le prometió una limosna de cien mil liras si le obtenía u 
gracia de la Virgen. 

-Me contentaría con una taza de café, le respondió el santo. 

-Y »cómo es posible? 

-Porque es mejor una taza de café hoy que cien mil liras mañana. 
288 

-Tened siempre cuidado de lo que podrá decir de vosotros el Señor, no de lo que digan los hombres, en bien o en mal. 

Y observaba Monseñor 1: «Desde aquel momento no me ha llamado la atención ninguna de las muchas obras prodigiosas del gran Santo. 
Pero todas se quedaban explicadas claramente con aquel su granítico origen: el juicio que Dios haría de ellas». 

Fin de Página: 289 


VOLUMEN XVIII Página: 289 

El deseo y la necesidad de abreviar lo más posible su permanencia en Roma aconsejaban a don Bosco que solicitara la audiencia pontific 
cuando he aquí que, el día once por la tarde, el mismo maestro de cámara, monseñor Della Volpe, acompañado por monseñor Volpini, 
secretario de la correspondencia en latín, le llevaba la invitación. Fue para don Bosco una gran satisfacción conocer al primero y ver de nue 
al segundo, porque quería recomendarles que obtuvieran del Padre Santo una audiencia para los muchachos cantores del Oratorio. 

Su audiencia estaba fijada para la víspera de la consagración, a las seis de la tarde. 

-Por la tarde recibo yo a mis amigos, dijo una vez Pío XI a un prelado francés, queriendo darle evidentemente una prueba de benevolenci 
Pero también sus últimos antecesores tenían la misma costumbre de recibir al atardecer a las personas de su confianza. 

El día y la hora establecida, esperaba don Bosco en la antecámara del Papa. Mientras estaba silencioso y recogido, oyóse un leve rumor d 
pasos sobre el pavimento de la sala contigua; era la llegada de León XIII ((330)) que, acompañado de su séquito, volvía del paseo por los 
jardines de Vaticano y entraba en su biblioteca particular. Pocos minutos después era introducido don Bosco. 

El Papa lo recibió con alegría y no permitió que se arrodillara para el beso del pie, sino que indicó a monseñor Della Volpe que le acerca 
un silloncito. Y, habiéndolo colocado a cierta distancia, el Papa lo acercó más hacia sí, hizo que don Bosco se sentara, tomó su mano derec 
y estrechándola cariñosamente entre las suyas, repetía: 

-Querido don Bosco, »cómo está? »Cómo se encuentra?... 

Después se levantó y añadió: 

-Don Bosco, quizás siente un poco de frío, »no es verdad? 

Y, así diciendo, fue a tomar una gran capa de piel y, volviendo a él, le dijo con mucha confianza: 

-»Ve usted esta preciosa capa de piel de armiño que me han regalado hoy por mi jubileo sacerdotal? Quiero que sea usted quien la estren 

1 Sagre Cuneesi a don Bosco Santo. Gros Monti. Turín, 1935, pág. 2. 
289 

Y se la colocó sobre las rodillas. Volvió a sentarse, tomóle de nuevo la mano y le preguntó con interés sus noticias. 

Don Bosco, que había permanecido mudo hasta entonces y estaba muy conmovido, ante aquellos detalles de paternal dignación por parte 
Vicario de Jesucristo, le respondió: 

-Ya soy viejo, Santidad, tengo setenta y dos años; éste es mi último viaje y la conclusión de todas mis cosas. Quería ver todavía una vez a 
Vuestra Santidad antes de morir y recibir vuestra bendición. He sido escuchado. Ya sólo me resta entonar el Nunc dimittis servum tuum 
Domine, secundum verbum tuum, in pace, quia viderunt oculi mei salutare tuum: LUMEN ad revelationem gentium et GLORIAM plebis t 
Israel (Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a la 
naciones y gloria de tu pueblo Israel). 

Dio especial intensidad a las palabras lumen y gloriam, aplicándolas a León XIII a quien se acostumbraba a saludar con el lumen in coelo 
la seudoprofecía de San Malaquías. 

El Padre Santo le hizo observar que su edad de setenta y dos años era menor que la suya de setenta y ocho; y albergaba esperanzas de vol 
a ver a su querido don Bosco. 

-Hágase cuenta de vivir todavía. Hasta que no oiga que León XIII ha muerto, esté tranquilo. 

((331)) -Padre Santo, replicó don Bosco; vuestra palabra es infalible en ciertos casos y yo quisiera aceptar su augurio; pero créalo, me 
encuentro al final de mis días. 

El Padre Santo le pidió noticias de sus hijos, de sus muchachos, de sus casas, interesándose mucho por las misiones; preguntóle también 
necesitaba algo. Don Bosco le habló de todo, especialmente de la iglesia del Sagrado Corazón, que se debía consagrar a la mañana siguient 
Finalmente, le recomendó a los muchachos cantores llegados de Turín, que tenían muchos deseos de verlo y de que los bendijera. 

Fin de Página: 290 


VOLUMEN XVIII Página: 290 

El Papa manifestó su satisfacción por cuanto había oído; dijo que sí, que deseaba ver a los muchachos de don Bosco y hablar con ellos, e 
insistió vivamente en que se procurase conservar su espíritu en toda la Congregación. 

-Recomiende especialmente a los Salesianos la obediencia y dígales que conserven sus máximas y las tradiciones que les dejará. Sé que h 
obtenido maravillosos resultados con la frecuente confesión y comunión entre sus muchachos. Continúe y haga que los Salesianos, a su vez 
sigan y recomienden a los jóvenes, que se les confíen, esta saludable práctica. A usted y a su Vicario me urge recomendarles que 
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atiendan con esmero, tanto al número de Salesianos, como a la santidad de los que ya tienen. No es el número lo que aumenta la gloria de 
Dios, sino la virtud, la santidad de los socios. Por tanto, sean cautos y rigurosos en la aceptación de nuevos socios en la Congregación; mir 
sobre todo, que sean de una moralidad a toda prueba. 

Después, tomando a don Bosco nuevamente de la mano, díjole que en confianza le manifestara qué pensaba acerca de los futuros 
acontecimientos de la Iglesia. Don Bosco se excusaba diciendo que el Padre Santo conocía mejor que él la marcha de todos los sucesos. Pe 
el Papa insistió: 

-No le pregunto por el presente, que también yo lo sé; le pregunto por el porvenir. 

-Pero yo no soy profeta, repuso don Bosco sonriendo. 

((332)) Con todo, como él dijo después a don Juan Bautista Lemoyne refiriéndole el coloquio, tuvo que ceder y manifestarle sus opinione 
cuanto conocía. Pero no dijo a nadie qué entendía con aquello de cuanto conocía. 

El Padre Santo hubiera querido entretenerlo más tiempo, de no haber advertido su estado de sufrimiento. Al notar don Bosco que se 
disponía a despedirse, le dijo que llevaba consigo a su Vicario y a su secretario y que, si Su Santidad se dignaba concedérselo, deseaban 
recibir su bendición. El Papa accedió, sonó la campanilla e introdujeron a los dos. Don Bosco presentó a don Miguel Rúa. 

-Ah, usted es don Miguel Rúa, dijo el Papa, es el Vicario de la Congregación. Muy bien, he oído que desde niño ha estado con don Bosco 
Continúe, continúe la obra comenzada y mantenga el espíritu de su fundador. 

-íAh, sí! Padre Santo, respondió don Miguel Rúa; con vuestra bendición esperamos poder emplear hasta el último aliento por la Obra a la 
que nos hemos consagrado desde niños. 

Don Bosco presentó también a don Carlos Viglietti, como secretario suyo. 

-»Qué ha hecho usted, preguntó el Papa, del secretario que le acompañó la última vez? 

-Padre Santo, respondió don Bosco, se ha quedado en Turín para despachar los asuntos que le he encargado. Hay mucho que hacer, pero 
necesito insinuar a mis hijos que trabajen. Más bien les debo recomendar la moderación. Hay muchos que desgastan su salud por tanto 
trabajo. No contentos con trabajar sin descanso durante el día, siguen su tarea durante la noche. 

-íAh, sí!, respondió el Papa, en todo se requiere moderación: el 
291 

cuerpo exige su debido reposo para poderlo emplear en obras que son de la mayor gloria de Dios. 

-Santo Padre, dijo entonces don Miguel Rúa; nosotros estamos dispuestos a obedecerle; pero es don Bosco quien nos da mal ejemplo en 
esto. 

Sonriéronse un poco; después don Miguel Rúa pidió y obtuvo que le permitiera solicitar una gracia. Explicó al Padre Santo ((333)) el gra 
entorpecimiento que resultaba para el desarrollo de nuestra Pía Sociedad el decreto de la Sagrada Congregación de Ritos que prescribía el 
examen de dos o tres comisiones para los aspirantes de la Sociedad Salesiana, mientras que resultaría mucho más fácil, de acuerdo con las 
concesiones de Pío IX, confiar este examen al Capítulo local de cada casa, que, a continuación, enviaría su votación al Capítulo Superior p 
el juicio definitivo. El Papa le respondió que estimaba en mucho las razones expuestas; que se presentara por escrito la súplica y por el 
camino más seguro, esto es, por medio de monseñor Della Volpe, para que se la hiciera llegar a él mismo, que con gusto haría lo demás. La 
dispensa de la observancia de los decretos para la admisión y aceptación a los votos se concedió después para cinco años 1. 

Diole, por fin, una amplia bendición y se despidió de don Bosco con mucho cariño haciendo que le acompañasen hasta la escalinata. A su 
paso, los guardias suizos se cuadraron en su honor. Don Bosco, sonriendo, les dijo: 

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-íNo soy ningún rey! Soy un pobre cura jorobado y no valgo nada. Estad tranquilos. 

Y aquellos guardias se acercaron a él y besaron reverentemente su mano. Algún día antes de la audiencia, habiéndose presentado al Santo 
Padre su propio sobrino, el conde Pecci, para que lo bendijera junto con su familia, el Papa le había dicho que fuera a don Bosco a pedir la 
bendición; y así lo hizo el día trece por la mañana 2. 

Poco tiempo después, encontrándose la Madre Daghero, Superiora General de las Hijas de María Auxiliadora, en presencia de Su Santida 
dijo el Pontífice: 

-íOh! Aquí tenemos una religiosa de don Bosco. 

Y volviéndose después a los prelados y Cardenales que le rodeaban, añadió: 

-Esta es una de las hijas afortunadas del Santo don Bosco 3. 

1 Actas del Cap. Sup., 12 de septiembre de 1887. 

2 Summ. sup. virt. De fama sanctitatis, núm. XIX, & 6 (testigo don Francisco Dalmazzo). 

2 Esto lo supo monseñor Cagliero por el cardenal Guarino, arzobispo de Mesina, y por la misma Madre Superiora, y lo atestiguó en los 
procesos (Ib., & 10). 
292 

Mientras don Bosco estaba en el Vaticano, habían llegado desde el ((334)) Vicariato a la iglesia del Sagrado Corazón las reliquias que se 
debían colocar en el ara del altar mayor. El relicario, herméticamente cerrado y sellado, contenía un trocito de la cuna del Niño Jesús y 
reliquias de los santos apóstoles Pedro y Pablo, del apóstol Santiago, del mártir san Lorenzo y del patrono san Francisco de Sales. Se 
colocaron en una urna dorada y se expusieron a la veneración en la capilla antigua; a las nueve de la noche, se cantó el himno de los Mártir 
y prosiguieron después los oficios del rito en el silencio de la noche. 

Don Bosco había indicado que se pidieran a la Sagrada Congregación de Ritos algunos favores espirituales, como el de poder celebrar la 
misa del Sagrado Corazón en los tres primeros días después de la consagración y la indulgencia plenaria desde el día catorce al diecinueve, 
la forma acostumbrada, a más de la indulgencia de siete años y siete cuarentenas cada vez que, al menos con el corazón contrito, se hiciese 
solamente una visita a la iglesia 1. 

Un Oficio Sacro del Cardenal Vicario, con fecha del día dos de mayo, comunicaba a los fieles la próxima consagración y el horario de las 
funciones sagradas en los días sucesivos. En él se decía que era un «Santuario universal», a cuya construcción había concurrido «el orbe 
católico con sus donativos». De donde se deducía: «Debe ser, por tanto, motivo de santa alegría para todos los católicos, y en particular par 
los romanos, el ver que, después de diez años de trabajo, de penas y grandes dificultades, se haya logrado finalmente acabar este gran edific 
deseo de muchas almas piadosas y muy devotas de este Corazón adorable. Es cierto que aún quedan por terminar algunos altares y varias 
pinturas, pero la población siempre en aumento de las nuevas barriadas en esta zona exigía que, sin más retraso, se suspendiera cualquier o 
trabajo que pueda dar al sagrado templo ornato y esplendor, pero que no sea absolutamente necesario, para dar comodidad a los fieles de 
cumplir sus deberes religiosos en una iglesia más amplia. Y, aunque continuarán algunos trabajos, los buenos romanos y ((335)) cuantos 
sienten celo por la gloria de Dios, encontrarán en su fervor un nuevo incentivo para concurrir, con sus limosnas, a que el sagrado templo es 
pronto dotado de todo lo necesario para el culto, y sea menos indigno del Dios que está para venir y habitar en él con su amorosa presencia 

Al hablar de penas y trabajos, el documento del Vicariato decía una gran verdad. Fueron efectivamente siete años de penas y trabajos 

1 Ap., Doc. núm. 67. 
293 

inauditos, heroicos, si se entiende, como es debido, referirlos a don Bosco; ya que los trabajos eventualmente realizados por otros antes de 
él se hiciera cargo de la empresa, no fueron en comparación más que un «quítame allí esas pajas». Lo saben los lectores. Y ni la suspirada 
aurora del día catorce de mayo puso fin a sus afanes, ya que las preocupaciones por el templo pusieron a prueba su paciencia, hasta en el le 
de muerte, y las legó en herencia a su sucesor 1. 

Todo estaba previsto para la ceremonia de la consagración y para las solemnes funciones de los días siguientes. A eso de las siete llegó el 

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consagrante, cardenal Lúcido María Parocchi, Vicario de Su Santidad y protector de la Congregación Salesiana, acompañado de todo su 
séquito, como en las más grandiosas ocasiones, y fue recibido por los Superiores, numeroso clero, muchos Salesianos de otras casas, los 
muchachos de Valdocco y sus compañeros del hospicio. El rito, siguiendo el ceremonial, se hizo a puertas cerradas. Cuando se abrieron las 
puertas al público, habían pasado cinco horas. Don Bosco asistió en santo recogimiento; asistieron también con él varios ilustres personaje 
Al final, monseñor Domingo Jacobini, arzobispo de Tiro y secretario de Propaganda, acercóse al Siervo de Dios, lo tomó del brazo y lo 
acompañó poquito a poco, hasta su habitación, satisfecho después de haberle prestado aquel servicio. 

Al mediodía celebró el primero don Francisco Dalmazzo, mientras el nuevo órgano llenaba el templo con sus armonías. Había centenares 
devotos y curiosos. La voz común consideró ((336)) la iglesia digna de Roma y de las buenas tradiciones del arte cristiano. 

Debemos, con todo, dejar constancia de que, tanto la consagración, como la iglesia no tuvieron en general en Roma lo que se dice una bu 
prensa. El entonces periódico masónico Tribuna anunciaba la ceremonia el día diez de mayo, hacía historia del origen del templo, y hablab 
de su estilo arquitectónico y de la ornamentación en un artículejo bastante atento. El ya citado Cicerone, aunque de mal espíritu, había hech 
en su número del día ocho una descripción algo más detallada del templo, presentando a don Bosco «como un cura incansable, inquieto y 
trabajador». Y seguía el articulista: «He ido a visitar esta iglesia que, en fin de cuentas, importará la friolera de tres millones. Se puede 
perdonar a don Bosco este despilfarro, porque ha hecho verdaderamente un monumento digno de Roma». Y el liberalote Fanfulla, del día 
quince, tras señalar rápidamente las dificultades y contrariedades y los enormes gastos, proseguía: «Pero ha entrado por allí 

1 Véase Vol. XVII, pág. 452. 
294 

dentro el soplo vivificador de don Bosco, el Victorino de Feltre del siglo XIX, y ya se levanta junto a la iglesia un hospicio con capacidad 
para cincuenta huérfanos, funcionan unas escuelas populares para trescientos muchachos que son educados en la moral, el trabajo, la honra 
y reciben la instrucción elemental. El grande e iluminado espíritu de San Francisco de Sales, debe haber gozado con esta obra que ha brotad 
en el terreno roturado por su espíritu y la inagotable caridad de una alma piadosísima» 1. 

L'Osservatore Romano, del día quince salió con un artículo de pocas líneas y muy frío, equivocando hasta la fecha de la consagración y e 
fue todo. 

No podemos callar que la Civiltà Cattolica, que apareció necesariamente tarde 2; y, en la crónica de Asuntos Romanos, dedicó en el mes 
junio media página, señalando ((337)) la gran importancia del hecho. «Esta consagración, decía, es un acontecimiento. Era conveniente, en 
efecto, que, en medio del fango de la nueva Roma, donde la herejía ha ido a plantar sus tiendas, se levantara para purificar el ambiente el 
Sagrado Corazón de Aquel que murió en la cruz para purificar al mundo con su adorable y preciosísima Sangre (...). El celo incansable de d 
Bosco y de sus beneméritos cooperadores, estamos seguros que convertirán el templo del Castro Pretorio en un hogar de fe y de amor al 
amantísimo Corazón de Jesús». 

Fue un buen principio para estos deseos de actuación apostólica el programa de los festejos que, como diremos, coronaron la solemne 
consagración. 

Más tarde aún se publicó en Brescia un artículo escrito por la célebre condesa Lara, seudónimo de la poetisa Evelina Cattermole Mancini 
Se inspiró para el artículo en el armonioso sonido de las campanas de la nueva iglesia, que ella escuchaba desde su casa, porque vivía muy 
cerca. Después de un poético exordio y una breve descripción del templo, habla de don Bosco, diciendo entre otras cosas: «Esta iglesia resu 
en este momento demasiado brillante, con sus colores y dorados, ya que, con su claridad, su novedad y su alegría causa en quien entra allí a 
rezar una profunda emoción, al pensar que 

1 Don Francisco Dalmazzo publicó en aquella ocasión un folleto titulado El Santuario del Sagrado Corazón de Jesús en el Castro Pretorio 
de Roma, monumento de reconocimiento a la memoria del Pontífice Pío IX. Roma, Tip. Sal., 1887. 

2 Número del día primero de junio, pág. 620. 

3 Il Cittadino di Brescia, jueves y viernes 11-12 de agosto de 1887. El artículo se titulaba: Las obras de don Bosco. 
295 

es un nuevo milagro de un hombre que representa al Francisco de Sales de nuestro tiempo. Todo le sale bien a este humilde y, sin embargo 
tan poderoso siervo de Dios: porque las obras por él emprendidas son bendecidas por el Cielo (...). Don Bosco es uno de esos seres 
privilegiados que hacen surgir todo de la nada; se allanan las mayores dificultades y se disipan como niebla, ante su férrea voluntad, hecha 
fe y de oración; es tal que ya hoy puede preverse que un día, Dios sabe cuándo, esa hermosa cabeza de clásica regularidad que trae al recue 

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el perfil de Napoleón, tendrá en las ((338)) efigies del recuerdo una luminosa franja de oro en torno a su frente: la aureola de los Santos». 

El Cardenal Vicario, después de descansar un poco de la fatigosa ceremonia, subió a ver a don Bosco, le abrazó con todo afecto y se qued 
con él para almorzar, entre los numerosos e ilustres visitantes. 
Al final de la comida se levantó don Bosco para agradecer públicamente al Cardenal todo lo que había hecho como Protector de los 
Salesianos, hablando de su persona con veneración y reconocimiento. Por lo pronto, «hemos comenzado bien, Excelencia», prosiguió 
diciendo y narró con la máxima sencillez la curación instantánea del día anterior. Dijo después que, en cualquier circunstancia que se le 
presentaran personas deseosas de alguna gracia, él emplearía el mismo método de siempre, esto es, inducir a los peticionarios a hacer una 
limosna en honor de Jesús, de la Virgen o de cualquier Santo, como medio para obtener favores de Dios y afirmó que, en la iglesia de Marí 
Auxiliadora y en la de San Juan Evangelista, no había un solo ladrillo que no estuviese señalado con una gracia. 

También el Cardenal se levantó a hablar. Se congratuló con don Bosco de que, aunque no estuviesen acabados los trabajos, hubiese abier 
la iglesia, demostrando así que antes quería entregarla al Sagrado Corazón que a los adornos y filigranas de los artistas. Habló muy bien de 
Congregación Salesiana, que no le había proporcionado hasta entonces ninguna clase de disgustos, penas y trabajos y sí toda suerte de 
satisfacciones; que estaba, por tanto, dispuesto a aceptar protectorados semejantes uno cada día. Don Bosco sonriendo le respondió: 

-Espere, espere, Eminencia; también le llegará el tiempo de los disgustos, por culpa nuestra. 

-Bien, siguió diciendo el Cardenal, aquí en vuestra iglesia del Sagrado Corazón de Jesús habéis reservado una capilla para dedicarla a San 
Francisco de Sales, »no es cierto? 

-Precisamente es así, Eminencia. 
296 

-Pues bien; yo quiero pagar los gastos de ese altar y espero del Protector de la Congregación que tenéis en el cielo, la ayuda necesaria par 
momento de las penas y disgustos reservados al protector terreno de esta pía Sociedad. 

((339)) La simpática y generosa ocurrencia fue ovacionada con aplausos y aclamaciones. 

Los muchachos del Oratorio dieron aquella tarde las primeras pruebas de su competencia, interpretando las vísperas, expresamente 
compuestas para la ocasión por el maestro Galli. Pontificó monseñor Julio Lenti, arzobispo de Side y vicegerente de Roma. 

En los intervalos, don Bosco recibía muchas visitas ilustres de Obispos y Cardenales. 

Las fiestas propiamente dichas duraron cinco días, con un incremento continuo de público y de verdadera piedad por parte de los fieles. 

Todas las mañanas había una misa rezada celebrada por un Cardenal y misa solemne pontifical; todas las tardes, conferencia salesiana, en 
distinta lengua, y vísperas con música y plática. 

El primer día, que era domingo, fue solemnísimo. A las siete celebró el cardenal alemán Melchers; a las diez pontificó monseñor Jacobin 
con asistencia de un obispo norteamericano. Los muchachos de Turín ejecutaron impecablemente la partitura de la misa llamada de la 
Coronación, original de Cherubini. Entre tanto, don Bosco concedía continuas audiencias, y le visitaron además tres obispos y el cardenal D 
Canossa. 

Durante la comida tuvo a su derecha a monseñor Kirby y a su izquierda al príncipe Czartoryski, que pasaba la mayor parte del tiempo en 
casa; muchos otros personajes tomaron parte en el ágape familiar. En el momento oportuno, rogóle don Miguel Rúa que dijera unas palabra 
Levantóse trabajosamente y, apoyando las manos sobre la mesa, dijo con voz apagada: 

-Brindo a la memoria de nuestro gran amigo el teólogo Margotti que acaba de morir; el defensor de los sagrados derechos de la Iglesia, el 
que tanto nos quiso siempre y que, antes de partir nosotros para Roma, vino a visitarnos con tanto cariño que puso a nuestra disposición su 
acreditado periódico para narrar las fiestas que estamos celebrando nosotros. Brindo con la firme esperanza de que mis celosos Cooperador 
y Cooperadoras se dignarán ayudarnos a acabar este hospicio del Sagrado Corazón, para que podamos albergar, instruir y educar a quinient 
muchachos del pueblo, en el santo temor de Dios a fin de que después den frutos de buenas obras ((340)) para sí mismos 
297 

y para la sociedad. Brindo en honor de monseñor Kirby, con quien me une imperecedera amistad. 

Monseñor Kirby respondió, en nombre de todos los Cooperadores y Cooperadoras, diciendo que él y sus amigos tendrían en cuenta sus 
palabras, como si fueran un testamento, y le aseguraba que harían cuanto estuviera a su alcance para realizar fielmente su inspirada volunta 

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que el hospicio se llevara a cabo como era su deseo. 

A las tres y media, dio su conferencia en francés monseñor Carlos Murrey de Lyon, auditor de la Rota en Francia. Manifestó la oportunid 
de la obra de don Bosco, en favor de la juventud pobre y abandonada y los consoladores frutos ya obtenidos 1. 

A las cinco, predicó sobre el Sagrado Corazón de Jesús el elocuente orador sagrado monseñor Homodei Zorini, misionero apostólico. 
Después, los cantores de Valdocco interpretaron las vísperas de Aldega. Y, al anochecer, se iluminaron profusamente la fachada, el 
campanario, la iglesia y el hospicio, según el plano diseñado con buen gusto por un clérigo salesiano: ello atrajo durante varias horas la 
atención de mucha gente que acudía hasta de barriadas apartadas de la ciudad. 

El cardenal Plácido Schiaffino, de los olivetanos, celebró el segundo día la misa de comunión general. Aquella mañana quiso don Bosco 
bajar a la iglesia para celebrar la misa en el altar de María Auxiliadora. Durante el divino sacrificio se paró por lo menos quince veces, víct 
de una gran emoción y llorando. Don Carlos Viglietti, que le acompañaba, tuvo que ayudarlo de vez en cuando para que pudiera continuar. 
acabar, cuando se alejaba del altar para dirigirse a la sacristía, la gente conmovida se agolpó a su alrededor, besándole los ornamentos y la 
mano que llevaba libre del cáliz, y siguiéndole hasta la sacristía. Allí le pidieron todos a una voz que les diera la bendición. 

-Sí, sí, respondió. 

Y subió los tres escalones de la puerta que comunica la primera con la segunda sacristía, se volvió hacia atrás, levantó la mano derecha, p 
((341)) rompió a llorar de repente y, cubriéndose el rostro con ambas manos, repetía con voz ahogada sin poder terminar la frase: 

-Bendigo... bendigo... 

Hubo que tomarlo suavemente por el brazo y llevarlo adelante. 

1 La conferencia aparece, ampliamente resumida, en el Boletín francés de julio de 1887. Las noticias relativas a la permanencia de don 
Bosco en el Sagrado Corazón, fueron proporcionadas por el coadjutor D'Archino que fue testigo ocular. 
298 

Los fieles impresionados se disponían a seguir tras él; pero se cerró la puerta. 

»Quién no habría deseado saber cuál había sido la causa de tanta emoción? Cuando don Carlos Viglietti vio que había recobrado su calm 
habitual, se lo preguntó y él respondió: 

-Tenía viva ante mis ojos la escena de cuando soñé a los diez años con la Congregación. Veía y oía realmente a la mamá y a los hermano 
opinar sobre el sueño... 

Entonces le había dicho la Virgen: 

-A su tiempo lo comprenderás todo. 

Pasaron ya desde aquel día sesenta y dos años de trabajos, sacrificios y luchas, cuando una especie de relámpago repentino le había revel 
en la erección de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma, la conclusión de la misión que misteriosamente se le había trazado en los albore 
de su vida. íQué largo y arduo había sido el camino desde I Becchi de Castelnuovo, hasta la Sede del Vicario de Jesucristo. Sintió en aquel 
momento que su obra personal tocaba a su fin, bendijo con lágrimas en los ojos a la divina Providencia y remontó su mirada confiada a la 
mansión de la paz eterna en el seno de Dios. 

A la hora señalada se celebró la misa pontifical por monseñor Cassetta, obispo de Amiata y presidente de las escuelas nocturnas de religi 

1. 
El coro del Oratorio interpretó la misa de Haydn. Por la tarde dio la conferencia el obispo chileno monseñor Jara, en lengua española, y 
predicó monseñor Gottardo Scotton sobre la devoción al Sagrado Corazón. Monseñor Kirby pontificó en las Vísperas en las que se cantaro 
orquestalmente salmos de varios autores. El Cardenal Vicario, sabiendo que don Bosco se disponía a dejar Roma, le renovó por escrito ((34 
«los augurios de un feliz viaje, la enhorabuena por su obra llevada a cabo hasta el fin fauste et feliciter (felizmente)». 

Durante los tres días siguientes actuaron, para la misa rezada, los cardenales Mazzella, de la Compañía de Jesús, Aloisi-Masella y Zigliar 
de la Orden de Predicadores; y para los pontificales de los días diecisiete y dieciocho los monseñores Sallua, dominico, arzobispo de 
Calcedonia, y Grasselli, arzobispo de Colosas; para la conferencia de los Cooperadores monseñor Meurin, jesuita, obispo de Ascalón, que 

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1 Cuando don Bosco murió, tenía el cargo de Limosnero Apostólico. Escribió entonces en su diario: «Con don Bosco ha pasado a la 
eternidad un verdadero hombre de Dios, un apóstol como el que se precisaba para las necesidades de las almas de estos nuestros tiempos» 
(Monseñor VESTALLI, Il Cardinale Francesco di Paola Cassetta, pág. 467, Bérgamo, Soc. Ed. San Alejandro, 1933). 
299 

había sido vicario apostólico de Bombay, en alemán; monseñor Fortina, delegado apostólico de Australia, en inglés; monseñor Homodei 
Zorini, en italiano; los sermones corrieron a cargo de los monseñores Andrés y Santiago Scotton, los días diecisiete y dieciocho. Las vísper 
fueron solemnes cada día. 

El quinto día, Ascensión del Señor, hubo algunas novedades por ser el de la clausura de las fiestas. A las diez pontificó, nomine Pontifici 
el Cardenal Vicario con imponente asistencia de clero. Después del Evangelio, el Eminentísimo Cardenal pronunció la homilía final, en la 
encomió «el espíritu laborioso del humilde sacerdote», al cual liberalmente sonrió la grandeza de dos Pontífices», y pronosticó que, «como 
reflejo del magnífico aspecto del templo», brillaría «el triunfo del divino Corazón» 1. 

El cardenal Aloisi-Masella volvió para las vísperas y entonó después el solemne Te Deum de acción de gracias, que fue cantado a toda 
orquesta, y dio la bendición con el Santísimo Sacramento. 

Una vez más dejaron oír sus voces los cantores del Oratorio en el solemne funeral que se celebró el día veinte en favor de los bienhechor 
del templo. Por la tarde, los fotografiaron en grupo para que, cuando fueran mayores, pudieran reconocerse y recordar los días de su estanc 
en Roma. 

Terminadas las grandes fiestas, los tres hermanos Scotton empezaron a predicar a los feligreses de la parroquia una misión, que duró hast 
Pentecostés. 

Los muchachos del Oratorio no podían decir, al volver a Turín, que habían estado en Roma y no habían visto al Papa. Lo vieron, en efect 
((343)) el día veinte por la tarde. Estuvieron esperando en la sala de los tapices: íqué ansiedad, qué palpitación del corazón de aquellos 
muchachos, que no se atrevían a respirar! Entró el Padre Santo, majestuosamente rodeado de un cortejo imponente. Los muchachos de rodi 
estaban tímidamente al principio con la cabeza inclinada. 

-»Estos son los hijos de don Bosco? preguntó afablemente el Papa al Procurador de los Salesianos, que hacía la presentación. 

-Sí, Santidad, respondió. Son los cantores que han venido desde Turín para las fiestas de la consagración de la nueva iglesia, dedicada al 
Sagrado Corazón de Jesús, fiestas que han resultado a satisfacción de todos. 

-»A satisfacción de todos? 

-Sí, Beatísimo Padre, y con mucha concurrencia. 

1 Ap., Doc. núm. 68. 
300 

-Bien. íBendito sea el Señor! Don Bosco ya ha salido para Turín. Nos ha llenado de consuelo su visita. Pero lo hemos encontrado muy 
quebrantado de salud. Necesitamos que Dios nos lo conserve todavía para bien de la sociedad y de la Iglesia; y, sobre todo, en los difíciles 
tiempos que corremos. Nos habló, además, de estos buenos muchachos. »Están todos bajo su inmediata dirección en el Instituto de Turín? 

-Sí, Padre Santo. Ahora han venido aquí para recibir vuestra bendición y besar vuestro sagrado pie. 

-Con gusto daremos a todos la bendición; a ellos y a todos los objetos devotos, que vemos llevan en abundancia. 

Y, situándose en medio de la sala, pronunció el Sit nomen Domini benedictum, invocó sobre todos el auxilio del Señor y los bendijo. Fue 
momento emocionante. Después comenzó a hablar, pidiendo noticias de don Bosco, mientras sus ojos observaban a aquellos muchachos, 
cuyos rostros alegres y vivarachos, le hicieron exclamar: 

-íQué guapos están! íY qué alegres! »Son todos cantores? 

-Sí, Santidad, respondió don Francisco Dalmazzo. Son los que, por su mejor comportamiento y esmero en el canto, se han hecho 

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merecedores de este viaje a Roma. 

((344)) -Una de las cosas que más nos satisficieron, siguió diciendo el Papa, fue oír a don Bosco que él pide a menudo a sus muchachos q 
recen por las necesidades del Padre Santo. 

Para que todos pudieran besarle el pie, se dignó dar una vuelta comenzando por algunos señores que se habían unido a los muchachos. El 
Procurador le acompañaba y le decía los méritos y condición de cada uno y respondía solícitamente a sus preguntas; así le presentó a los 
maestros Galli y Bersano y al caballero Bernasconi. 

-El órgano, dijo el Papa a este último, es un gran adorno de la iglesia. Las iglesias, sin las armonías del órgano, son como cuerpos sin alm 

Encontró muy joven a Dogliani y, al enterarse de su gran maestría, lo felicitó efusivamente. Y, al ver a varios sacerdotes, preguntó por su 
condición y tuvo palabras de ánimo para don Juan Bautista Grosso y para los demás. 

Y, volviendo a encontrarse de nuevo entre los muchachos, los acariciaba con bondad paternal y dirigía palabras amables y graciosas, ya a 
uno ya a otro. El más bajo de estatura, por estar detrás de los otros, en vano había intentado besar el pie del Papa. El Padre Santo, que ya ha 
pasado y lo advirtió, se acercó a él. 

-Qué alegres están estos muchachos, volvió a decir; »han visitado 
301 

ya Roma? Conviene que la visiten. Que vean las iglesias, los monumentos sagrados, las catacumbas, para que conozcan esta ciudad y cuen 
después sus bellezas. 

Terminada la vuelta, los bendijo con el simple gesto de la mano y diciendo las palabras: -«El Señor esté siempre con vosotros», se separó 
ellos, que inmóviles contemplaban su figura, hasta que desapareció. Después de un momento de silencio, empezaron a comunicarse 
mutuamente la alegría que llenaba sus corazones y se formó un bullicio insólito en aquellos salones silenciosos. Salieron del Vaticano para 
dirigirse a toda prisa al Sagrado Corazón, a donde llegaron a tiempo para cantar las vísperas y el himno de acción de gracias. 

Salieron de Roma el sábado veintiuno por la mañana. Habían amistado con los alumnos del Hospicio, durante la semana, y naturalmente, 
separarse hubo por ambas partes ((345)) sencillas demostraciones de afecto. Unos y otros se intercambiaron sus direcciones para escribirse 
manifestarse su alegría por haberse conocido, la pena por tenerse que separar tan pronto, y los augurios de un buen viaje, una buena 
permanencia y la esperanza de volverse a ver. Por fin, saludándose fraternalmente, se separaron al grito de íViva don Bosco! 

Los viajeros tenían en Pisa una parada de dos horas. En la estación les esperaban algunas personas del Seminario, que los condujeron a 
almorzar, conforme había dispuesto el Arzobispo. El Rector, los sacerdotes y maestros con los seminaristas y colegiales tributaron a los 
muchachos de don Bosco el más cordial recibimiento. Todos se prestaban para servirles, y manifestaban su satisfacción por haber tenido, 
pocos días antes, la visita de don Bosco. De improviso apareció el mismo Arzobispo. 

-El otro día, dijo, tuve la satisfacción de hospedar al Padre y hoy la de ver a los hijos. 

Se congratuló con ellos por las funciones de Génova y de Roma, se encomendó a sus oraciones ante el altar de María Auxiliadora, les 
exhortó a ser cada día más dóciles a las enseñanzas de su querido padre don Bosco a quien llamó hombre santo y les impartió su bendición 

Después de estos entusiastas saludos, fueron casi a la carrera a visitar la Catedral y monumentos más cercanos y volaron al tren. Tras una 
segunda parada en La Spezia y una tercera en Sampierdarena, el día veintidós por la noche entraron triunfalmente en el Oratorio. 
302 
((346)) 

CAPITULO XV 

DESCRIPCION DE LA IGLESIA Y PARTIDA
DE DON BOSCO DE ROMA


AHORA debemos volver de nuevo a Roma, donde quedan todavía algunas cosas que dar a conocer a nuestros lectores. 

El que más espléndido se había mostrado a la hora de dar dinero para la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón, era, como ya se d 
a su tiempo, el conde Colle. Se dijo también 1 que el mismo don Bosco había redactado tres inscripciones en latín para las tres campanas 
mayores, dedicadas, una al Conde, otra a la señora Condesa y la tercera a la memoria del hijo. Cuando llegó el momento de la fundición, el 

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Santo entregó sus inscripciones a don Juan Bautista Francesia para que les diera forma definitiva, encargándole que compusiera otras dos, 
para la cuarta y la quinta campana, en recuerdo de las dos primeras comuniones que él administró en dos de las principales familias 
barcelonesas, las cuales habían querido reservarse el honor de sufragar los gastos de dichas campanas 2. 

La torre del campanario, desde donde estas campanas dejan oír sus notas graves y profundas o agudas y argentinas, es de mármol traverti 
3 y supera en hermosura a todas las demás de Roma. 

Después de estar más de cincuenta años sin el chapitel, que debía rematarla, fue por fin coronada ((347)) como mejor no podía soñarse, c 
una estatua dorada del Sagrado Corazón, de proporciones gigantescas, que se ve hasta desde la plaza de San Pedro. 

El templo del Sagrado Corazón le costó demasiado a don Bosco, en todos los sentidos, para que pasemos de largo sin describirlo. Desde 
principio se vio al hombre de la amplia mirada cuando, tan falto de medios como se encontraba y llevando entre manos tantas otras obras q 
ultimar o sostener, se embarcó en esta empresa por obedecer al querer de León XIII. 

1 Vol. XV, pág. 116. 

2 Eran las familias de don Manuel Pascual y de doña Dorotea. Ap., Doc. núm. 69. 

3 Travertino: así se llama a una toba calcárea, de color blanco lechoso y amarillo pálido Veteado, muy estimada como piedra de 
construcción (N. del T.). 
303 

Según el primitivo proyecto, la iglesia debería haber medido cuarenta metros de larga; él añadió veintiocho, imponiéndose al arquitecto, e 
cual protestaba 1. Mide treinta metros de ancha. Tiene planta de cruz latina. La clásica majestad y elegancia del estilo de Bramante, que la 
caracteriza, hacen de ella un edificio digno de figurar allí donde la arquitectura sagrada ha creado milagros de arte a través de los siglos. 

La fachada es de travertino puro de Tívoli. La adornan cuatro estatuas de mármol muy bien esculpidas: san Francisco de Sales, san Agust 
y dos ángeles adorando la Cruz, que extiende soberanamente sus brazos a lo alto. En la parte baja se abren tres puertas, meritoria labor de l 
aprendices del Oratorio. En el centro hay tres espléndidos mosaicos, que representan al Sagrado Corazón de Jesús, a san José y a san 
Francisco de Sales. Completan la decoración unas columnas de granito negro de Balma y otras finísimas labores de cincel. 

El interior tiene tres naves, divididas por columnas de granito pulido y sólidas pilastras. Todo el espacio presenta un conjunto tan armóni 
que embelesa inmediatamente la mirada del visitante y arrebata el espíritu elevando la mente a Dios. 

Omitimos hablar del decorado de segundo orden, grabados, ménsulas y molduras acoplados a la arquitectura con perfección y gracia; sólo 
nos detendremos en la decoración pictórica. Se trata de ciento cincuenta cuadros entre grandes y pequeños, ((348)) a más de las pinturas de 
cúpula. Esta es obra del delicado pincel de Virginio Monti, que también pintó los majestuosos cuadros de la bóveda, los cuatro Evangelista 
en los arcos de la nave transversal y los noventa cuadros más pequeños que adornan las dos naves laterales. 

Pero su obra maestra es la cúpula, donde representó la glorificación del Sagrado Corazón. El Salvador, preciosa figura por su delicadeza, 
su aspecto y por la realidad de su movimiento, muestra su corazón inflamado a las dos santas Vírgenes Margarita Alacoque y Catalina de 
Racconigi, que le contemplan estáticas. Rodean el grupo numerosos ángeles, que llevan los emblemas de la Pasión, las azucenas de la pure 

o se inclinan en actitud de adoración, y serafines que entonan himnos al Sagrado Corazón con instrumentos musicales. Alrededor, absortos 
contemplación, se ve a san Francisco de Sales, a quien unos ángeles presentan las obras que él escribió; a santa Teresa, 
1 A esta prolongación se debe el amplio coro, querido por don Bosco, para que, si con el andar de los tiempos y en fuerza de los 
acontecimientos, se hubiera privado a los Salesianos de la parroquia, se habría podido aislar esta parte y convertirla en una capilla de orden 
interior. Esto sería siempre posible porque es un cuerpo de edificación levantado sobre terreno perteneciente a la Congregación. 
304 

con el rostro envuelto en llamas; a san Bernardo, que muestra el oficio del Sagrado Corazón, compuesto por él; a san Bernardino de Siena q 
sostiene la plancha con el nombre de Jesús; a san Agustín, a san Francisco de Asís, a san Luis Gonzaga. Todo el conjunto respira una aura 
celestial, que mueve a devoción. 

Dada la amplitud del trabajo y la premura del tiempo, el maestro Monti tuvo que asociar a otros dos expertos artistas, a los que confió va 
partes. El pintor Caroselli pintó las cuatro pechinas de la cúpula y algunos cuadros de las dos naves principales, en los que pintó al fresco l 
cuatro Profetas mayores, los doce menores, los doce Apóstoles y las sibilas Eritrea y Cumana. Zuffoli, discípulo del maestro Seitz, pintó a 

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Jesús con los niños, a Jesús buen Pastor y a Jesús instituyendo la Eucaristía; es también el autor de los dibujos para los tres mosaicos de la 
fachada. 

La bóveda de las dos naves mayores es de tipo basilical, esto es, un techo formado con artesones enriquecidos con dorados y sirviendo de 
fondo a hermosos dibujos. El pavimento, muy decorativo, está formado por distintos mármoles entrelazados, de acuerdo con un dibujo de 
aspecto muy digno. 

Hay seis altares laterales. Son más pequeños que los otros y están colocados: dos, en la nave de la izquierda del que entra, ((349)) dedica 
uno a Cristo crucificado y otro a santa Ana; y, en la de la derecha, los de san Miguel Arcángel y san Francisco de Sales. Otros dos más 
grandes se hacen frente desde los extremos de la nave transversal, uno in cornu evangelii, dedicado a María Auxiliadora 1, con el cuadro de 
Rollini, y el otro in cornu epistolae dedicado a san José, también con un cuadro de Rollini 2. Las paredes y las bóvedas de estas seis capilla 
están adornadas con pinturas alusivas a sus respectivos titulares. En los cuatro intercolumnios que separan los altares han sido colocados ot 
tantos confesonarios, rodeados de cuadros murales que simbolizan el sacramento de la penitencia. En el fondo de la iglesia, en los dos huec 
entre las últimas pilastras y la pared de la fachada, están colocados, a la izquierda del que entra, el baptisterio con catorce cuadritos que 
ilustran el misterio de la regeneración, costeado en su totalidad por la ciudad de Trento, y, a la derecha, una estatua majestuosa de Pío IX, a 
quien está dedicada la iglesia, como monumento perenne. Fue esculpida por el artista lombardo Confalonieri. El Papa 

1 Donativo del príncipe Torlonia, que lo hizo llevar desde una iglesia que había en su quinta de la vía Nomentana. 

2 Sustituyó a otro que era del marqués Vitelleschi. 
305 

está revestido pontificalmente, levanta una mano en actitud de bendecir, mientras presenta con la otra el decreto de aprobación de la Socied 
Salesiana. 

La mirada del que pone el pie en el templo se dirige inmediatamente al gran cuadro del altar mayor, donde aparece el Sagrado Corazón 
rodeado de un coro de querubines y serafines; lo pintó el maestro Francisco de Rodhen. Tiene por marco una construcción monumental de 
dieciséis metros de alta, con seis columnas de alabastro de seis metros. Ricos adornos y piedras escogidas embellecen por todas partes la m 
del divino sacrificio y la morada de Jesús Sacramentado. 

Este bosquejo descriptivo da una idea de la iglesia, como pudo admirarse acabados los trabajos, ya que, en mayo de 1887, todavía quedab 
muchas cosas por concluir. Lo podemos deducir también de la carta de despedida que don Bosco escribió a León XIII la víspera de su salid 
de Roma. 

((350)) Beatísimo Padre: 

Me voy de Roma muy satisfecho de la caritativa y verdaderamente paternal acogida de Vuestra Santidad. La iglesia y las escuelas del 
Sagrado Corazón están abiertas al público y los habitantes de esta populosa barriada pueden cumplir cómodamente sus deberes religiosos. 
Queda todavía por terminar el hospicio para los pobres huérfanos y, si Dios me da vida, esperamos acabarlo. Aún nos queda por pagar la 
fachada de la iglesia. Si Vuestra Santidad pudiera ayudarnos, en todo o en parte, a pagar el resto de cincuenta y una mil liras, quedarían 
liquidadas nuestras cuentas 1. 

Todos nuestros doscientos cincuenta mil huérfanos rezan cada día por la conservación en buena salud de Vuestra Santidad, por quien tod 
trabajamos de corazón. 

Perdone esta mala escritura; humildemente postrado a sus pies, pido a Su Santidad la bendición para todos los Salesianos. 

Roma, 17 de mayo de 1887. 

Su muy agradecido hijo, JUAN BOSCO, Pbro. Rector 

1 El Papa había aprobado la siguiente inscripción que había de grabarse en la fachada: 

TEMPLUM SACROSANTI CORDIS IESU Templo del Sagrado Corazón de Jesús
A PIO IX PONT. MAX. empezado por el Papa Pío IX,


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SOLO EMPTO INCHOATUM como único aportante. 

SODALES SALESIANI Los socios salesianos, 

CULTORUM EIUSDEM SS. CORDIS contando con la generosidad de León XIII. 

STUDIO ET CONLATIONE y con renovados donativos de personas piadosas, 

ERIGENDUM lo han levantado 

MUNIFICENTIA LEONIS XIII para la meditación y la promoción 

ET NOVIS PIORUM SUBSIDIIS de los cultos del mismo Sagrado Corazón 

FRONTE ADSTRUCTA CULTUQUE ADDITO y se preocuparon de culminar, 

PERFICIENDUM CURARUNT una vez construidos los muros y asegurado dicho culto, 
ANNO CHRISTI MDCCCLXXXVII el año del Señor 1887. 
306 

Los gastos de la iglesia del Sagrado Corazón continuaron pesando sobre la Congregación Salesiana por mucho tiempo. El Prefecto Gener 
apremiado con la demanda de socorros de los misioneros, en el mes de junio escribía 1: 

«Lo que ahora nos agobia es la enorme deuda de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma. Cuando hayamos saldado todas estas deudas, 
podremos respirar». 

Don Antonio Sala, que fue enviado a Roma para examinar de cerca la situación, refirió el día veintiocho de abril al Capítulo, estando 
presente don Bosco, que había suspendido todos los trabajos de la iglesia, excepto los del altar mayor y el altar del Cardenal ((351)) Vicari 
que había encontrado un montón de deudas de casi trescientas cincuenta mil liras; propuso que para seguir adelante se gestionase un présta 
No se quiso hacerlo y se resolvió vender algunas propiedades heredadas por la Congregación. En noviembre el mismo don Bosco se decidi 
escribir a monseñor Della Volpe, secretario particular de León XIII: 

Excelencia Reverendísima y Carísima: 

La última vez que tuve el gran honor de saludar en Roma al Padre Santo, tuvo V. E. la dignación de decirme que en los momentos graves 
acudiese a V. E. para resolver más expeditamente mis asuntos. 

Me encuentro en semejante ocasión, ya que debo atender al pago de los gastos hechos en la construcción de la fachada del Sagrado Coraz 
de Jesús. Contaba entonces con la cantidad de cincuenta y una mil liras que la caridad del Santo Padre me hizo confiar que pagaría él mism 
Me encuentro en grandes apuros; por ello si, en su inagotable caridad, puede acudir en mi ayuda, el momento no puede ser más oportuno. 

Nuestro Ecónomo va a Roma precisamente a organizar los gastos de esa construcción y se presentará a V. E. para recoger la mejor respue 
que pueda ofrecerle. 

Nuestros huérfanos, que pasan de trescientos mil, rezan todos los días por Su Santidad y no se olvidan de Vuestra E. Rvma. 

Disculpe esta mi pobre y mala letra. No puedo escribir más. Déme su bendición y créame en J. C. 

Turín, 6 de noviembre de 1887. 

Su muy atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Carta de don Celestino Durando a don Antonio Riccardi, Turín, 30 de junio de 1887. 
307 

Hemos hablado en otra ocasión de una carta enviada por el Santo, dos semanas antes de morir, al Duque de Norfolk sobre el mismo tema 

Una carta autógrafa de don Bosco a don Francisco Dalmazzo, poco antes de salir de Roma, deja entender claramente las muchas y graves 
dificultades que había que sortear para seguir adelante 2. Decía así: ((352)) «Hay que vigilar los materiales que entran y no se reciben. -Vig 
los precios. -»Quién se cuida de los materiales que salen fuera? -Se trabaja poco. Se roba en casa y fuera de ella. Se desperdician materiales 
especialmente madera. -Se puede remediar poniendo a León 3 para vigilar, colocando a otro en su lugar en la cocina o llamando a un exper 
para que lo haga». 

En la misma carta desciende también a las necesidades del personal, recomendando al Director que haga «las provisiones necesarias de 
hábitos y ropa interior para los Salesianos». Impresiona aún más esta solicitud paternal para sus hijos, cuando se sabe que él tenía para sí ta 

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delicadeza que temía molestar en casa al recibir las atenciones que se le debían tener en la mesa y en el servicio del aposento. En efecto, un 
día dijo a don Francisco Dalmazzo: 

-Pobre Dalmazzo, que tiene que gastar para don Bosco. Pero espero que venga alguien y me dé una lismosna con la que pagar todo 4. 

Y efectivamente encontró quien le dio una limosna. 

Un día, por ejemplo, se presentó un buen hombre humildemente vestido, que no quiso identificarse. Quería ver a don Bosco. Don Migue 
Rúa le insinuó que le dijera de qué se trataba; pero contestó que sólo se lo diría a don Bosco. Y él, con su perpetua caridad, fue a rogar a do 
Bosco que recibiera a aquel pobrecito. Después de la audiencia, dijo don Bosco: 

-Este buen hombre me ha entregado una limosna como ningún príncipe romano me la ha dado hasta ahora. 

El día diecisiete por la tarde, después de atender a algunas personas que habían ido a visitarlo, manifestó con su gracejo acostumbrado 

1 Vol. XVII, pág. 451. 

2 En las actas de la Junta femenina de Marsella del día veinte de mayo de 1887, se lee: «La iglesia ya terminada ha sido consagrada hace 
unos días y esta maravilla del poder de don Bosco llena de confianza en sus obras, cuando se piensa en las dificultades que se le han 
presentado en Roma, adonde llegan donativos pero él no los recibe: con razón dice don Bosco que esta iglesia la ha construido con dinero 
francés». 

3 El coadjutor León Lidovani. 

4 Summ. super virtut. núm. XI, De fortitudine, & 119 (testigo don Francisco Dalmazzo). 
308 

las necesidades en que se encontraba, mostrando su confianza en que la Providencia le ayudaría. A la mañana siguiente, dos señores, que n 
sabían el uno del otro y sin ponerse previamente de acuerdo, le entregaron la cantidad que necesitaba para el viaje. Después, cuando se diri 
a la estación, he aquí que se le acercó otro señor y le entregó un sobre diciéndole: 

((353)) -Es el dinero para el viaje. 

Eran cien liras más, que se sumaban a las otras ciento que le habían dado cada uno de los otros dos. Cayó del cielo a sus manos lo que él 
sus dos acompañantes necesitaban. 

»Qué pensaría al oír el silbido de la locomotora y ver que el tren lo alejaba de Roma y, sobre todo, cuando el ritmo de la marcha se 
aceleraba y entendió que ya estaba fuera de los muros aurelianos y que avanzaba por la inmensa soledad del campo, más solitario entonces 
que en la actualidad? 

Había ido a Roma veinte veces. Es casi imposible salir de Roma sin prometerse o al menos desear que se repita la vuelta; pero esta vez no 
pasaba por su mente el deseo de volver. Al despedirse de las personas de su confianza, les había dado el adiós definitivo, citándolas para un 
encuentro en el paraíso. Le respondían que abrigaban todavía la esperanza de volverlo a ver, pero él insistía: 

-Sí, espero que nos volveremos a ver en el Paraíso 1. 

Su primer viaje en 1858 fue memorable. Italia estaba todavía en cierne y ni siquiera existía el tren de Génova a Roma. Necesitó pasaporte 
hizo testamento ante notario y testigos y tuvo que embarcarse hasta Civitavecchia. íQué tortura el mareo! Al saltar de la diligencia, puso su 
pies sobre el suelo romano con la emoción de los antiguos peregrinos. Fue aquélla la única vez que visitó la ciudad. 

Bajó a las Catacumbas de San Calixto, que se empezaban a explorar, y subió hasta lo alto de la cúpula de San Pedro. El conde De Maistr 
en cuya casa se hospedó, lo presentó a cuantos personajes pudo y lo acompañó a los palacios cardenalicios. Pío IX lo recibió dos veces en e 
Quirinal y otra en el Vaticano; en aquellas audiencias le dio algunas sugerencias para poner buenas bases a la Pía Sociedad, firmó con su 
propia mano el borrador de las Reglas y le dijo que escribiera sus sueños. El joven clérigo, que entonces seguía como la sombra al Siervo d 
Dios, lo tenía ahora sentado a su lado, como Vicario suyo. 

Desde el primer viaje hasta el segundo, pasaron cerca de nueve 

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1 Loc. cit. núm. XIX. De pretioso obitu, & 161 (testigo don Miguel Rúa). 
309 

años. ((354)) Salió de Turín en enero del 1867 con don Juan Bautista Francesia, el cual narró después aquel viaje en un grueso volumen.
Durante dos meses ejerció un verdadero apostolado, desde el púlpito, en el confesonario, junto al lecho de los enfermos, en visitas hechas 
y
recibidas; pero estaba allí para arreglar graves divergencias sobre el nombramiento de los Obispos. Casi toda Italia había quedado unificada
bajo el cetro de Víctor Manuel II; el Gobierno residía en Florencia.
No se encontraba un camino de entendimiento para proveer a tantas sedes episcopales vacantes en los territorios anexionados al Piamonte:
don Bosco lo consiguió con su política del Pater Noster. Encarriló las diligencias necesarias para la aprobación de la Sociedad Salesiana.
Los nobles romanos se lo disputaban para celebrar la misa en sus oratorios privados, ante lo mucho que se iba difundiendo su santidad.
Con la libertad de los Santos, dijo duras verdades al ex-rey de Napoles.


Volvió a Roma el año 1869. Tuvo que ingeniarse para lograr que se mirara con buenos ojos a su nueva Sociedad. Pero necesitó los milag 
de María Auxiliadora: un moribundo sanado, un enfermo gotoso curado, una pulmonía detenida. El Papa no se le podía mostrar más padre. 
Cuando marchó, llevaba consigo la suspirada aprobación. 

El Concilio Vaticano lo reclamó a Roma el 1870. En la vigilia de la Epifanía «la voz del cielo» se hizo oír por su medio «al pastor de los 
pastores». 

Influyó mucho en el ánimo de muy autorizados Padres en favor de la definición dogmática de la infalibilidad pontificia. El Papa lo llamó 
su presencia y le dijo: 

-Sus opositores son también los míos. 

Después de la ocupación de Roma, sus cuatro primeros viajes, requeridos por el Papa y por el Gobierno, tuvieron por móvil allanar las 
dificultades para proveer de obispos a las numerosas diócesis que no lo tenían. Al mismo tiempo, proseguía sin descanso las laboriosas 
diligencias para conseguir la aprobación de las Reglas. En el cuarto de estos últimos viajes parecía ya logrado el intento, pero faltó un voto 
la comisión cardenalicia. Por la tarde del día 3 de abril de 1874, que era viernes santo, dijo el Papa al relator: 

-El voto que falta lo pongo yo. 

Y así quedó extendido el decreto. 

((355)) Desde 1875 a 1882 volvió a Roma diez veces, principalmente para asuntos de la Congregación, que quería dejar completamente 
asegurada antes de su partida de este mundo. El año 1876 accedió a 
310 

dar lectura al discurso acostumbrado del viernes santo en la academia de la Arcadia; el año 1877 acompañó en su visita ad límina, a monse 
Aneyros, arzobispo de Buenos Aires; el 1878 hizo delicados e importantes servicios a la Iglesia durante el Cónclave y predijo la tiara al 
cardenal Pecci; el 1880 León XIII le confió la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón en el Castro Pretorio. La persuasión de que d 
Bosco era un santo se había abierto camino en todos los ambientes romanos. 

La penúltima vez que se volvió a poner en camino hacia Roma, el año 1884, fue para deshacer el cúmulo de resistencias que se oponían a 
concesión de los privilegios. Hacía ya diez años que los imploraba. Finalmente la intervención directa de León XIII venció todas las 
dificultades. 

-Vuestra vida pertenece a la Iglesia, le dijo el Papa en aquella ocasión. 

Todo este conjunto de recuerdos debió pasar y repasar por la mente de don Bosco, a medida que se iba alejando de Roma aquel día 
dieciocho de mayo de 1887, con la convicción de no poder volver más a verla. 

Con el cuerpo quebrantado, pero con el espíritu lleno de vida, repetiría para sus adentros: cursum consummavi, disponiendo su alma para 
supremo viaje hacia la cumbre Di quella Roma onde Cristo è Romano 1. 

1 DANTE, La Divina Comedia, Purg., XXXII, 102. Dante quiere significar la Roma celestial, en donde Cristo es ciudadano, y por tanto 
paraíso. 
311 

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((356)) 

CAPITULO XVI 

LA ULTIMA FIESTA DE MARIA AUXILIADORA 

CELEBRADA CON DON BOSCO. 

DOS SEMANAS EN VALSALICE. 

EL ULTIMO DIA ONOMASTICO 

DON Bosco tenía prisa por llegar al Oratorio porque se aproximaba la fiesta de María Auxiliadora. Pero se temía que le hubieran faltado la 
fuerzas para hacer de un tirón los seiscientos setenta y siete kilómetros que separan a Roma de Turín. Se había, por tanto, dispuesto una 
discreta parada en Pisa, con el amabilísimo monseñor Capponi. No perdonó nada el Arzobispo para demostrar lo honrado y feliz que se sen 
teniendo a tal huésped. Le asignó la habitación donde había dormido Pío VII. 

En aquella pacífica morada pasó un día entero y dos noches, que le sirvieron de verdadero alivio. El día veinte por la mañana, quiso 
Monseñor, contrariado por verse privado de él tan pronto, que le bendijera; tomóle después las manos y se las besó enternecido. Don Bosco 
humillado y confuso, le manifestó, como él sabía hacerlo, su reconocimiento por las bondades que con él había tenido. 

Era ya el sexto día de la novena. Nuestros viajeros llegaron a Turín, cuando toda la comunidad estaba reunida a los pies de María 
Auxiliadora, para la función de la tarde. Don Miguel Rúa llegó a tiempo para dar la bendición, que don Bosco recibió desde el coro. Pero 
después se retiró en seguida a sus habitaciones para evitar el asalto que ((357)) le hubieran dado los de casa a su salida. Saludó desde la 
galería a todos, agrupados y aplaudiendo en el patio. Sus ventanas, iluminadas por la noche, atraían las miradas y alegraban los corazones q 
sentían de nuevo la presencia del Padre. 

Faltaba todavía por designar los mayordomos de la fiesta, cuando apareció el barcelonés don Manuel Pascual Bofarull con su esposa y su 
tres hijos. Don Bosco rogó sin más a los dos esposos que aceptaran el cargo, que ellos recibieron como un insigne favor, a la vez que rogar 
a don Bosco que fuera él quien administrara a su hija la primera comunión. 
312 

El último día de la novena, dio don Miguel Rúa la acostumbrada conferencia a los Cooperadores. Don Bosco le escuchó desde el 
presbiterio, junto a monseñor Leto. La muchedumbre, que no había cesado de contemplarlo, se volcó después en las sacristías y lo cercó de 
forma, que empleó más de media hora para atravesarlas y no menos de una hora para llegar desde allí a las escaleras. Estaba de buen humo 
hablaba, sonreía, saludaba con su habitual amabilidad; sin embargo, no podía disimular un agotamiento general que se advertía en su paso 
lento y su rostro demacrado; su vista producía en los que le rodeaban el sentimiento de pena que se experimenta ante una persona muy 
querida, cuya existencia tiene los días contados. 

Nunca en años anteriores se había quedado tan pequeña la iglesia de María Auxiliadora; fue verdaderamente extraordinaria la afluencia d 
ciudadanos y forasteros, llegados de lugares muy lejanos. 

El fervor religioso de la multitud fue creciendo a medida que se oían o se contemplaban las gracias extraordinarias concedidas por la Virg 
La víspera, estando don Bosco en la sacristía rodeado de fieles, le presentaron una niña, que llevaba el signo de la muerte en su rostro. A 
instancia de sus padres, la bendijo, exhortándoles a que confiaran en María Auxiliadora. Y cuando llegaron al umbral de la segunda sacrist 
volviéronse los afortunados padres, empujados por la multitud, radiantes de alegría hacia él, porque su ((358)) niña había abierto los ojos y 
volvía a la vida. El día de la fiesta por la mañana entró un joven en la iglesia, andando con muletas y salió de ella, llevándolas al hombro. 

Otra bendición de don Bosco fue acompañada de un verdadero prodigio. En el mes de enero una joven de quince años había sufrido un su 
muy grande en Turín, porque su padre había sido insultado y maltratado en una reunión pública por asuntos de comercio. Ante los graves 
insultos, quedó la muchacha tan desconcertada, que corrió peligro de perder la vida. De nada valieron cinco meses de cuidados médicos; 
guardaba cama siempre y no reconocía, a veces, a su padre ni a su madre. Después de muchas oraciones, hicieron sus padres una promesa a 
María Auxiliadora y, tras la novena, llevaron a su hija hasta don Bosco para que le diera su bendición. Don Bosco la bendijo y la enferma 
recuperó en breve su salud. Todos los que la habían visto antes, tenían que reconocer el milagro 1. 

También tuvo lugar otro hecho singular en la habitación de don 

1 Relación del padre, señor Mayorino Giorcelli, fabricante. Turín, veintiuno de agosto de 1887. 
313 

Bosco. Entraron en el Oratorio tres señoras, acompañando a una pobre jovencita enferma, que a duras penas se sostenía con las muletas. 

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Con el deseo de que don Bosco la bendijera, le ayudaron a subir a la galería del segundo piso, hasta llegar a la antecámara de don Bosco. E 
secretario don Carlos Viglietti, que cuenta el hecho en su diario, pasó varias veces ante ellas, sin poder hacer caso a sus súplicas de que las 
dejara entrar a ver a don Bosco; el Santo estaba entretenido con muchos ilustres forasteros y no era posible verle aquel día. Cansado por fin 
tantas súplicas y compadecido, las introdujo, y él se quedó fuera, esperando que salieran para dar paso a otros señores que esperaban. Pasar 
unos minutos y apareció de nuevo la muchacha, apoyada todavía en las muletas. Don Carlos Viglietti no supo jamás explicarse cómo le cru 
por la mente la idea de ir a su encuentro ((359)) y con cierto aire familiar muy suyo, que más bien parecía de reprensión, le dijo: 

-»Pero cómo? »Qué fe es ésta? íVenís a recibir la bendición de don Bosco precisamente en el día de María Auxiliadora y os marcháis lo 
mismo que habéis venido! Fuera en seguida esas muletas, caminad sin ellas e id a dejarlas en la sacristía. Don Bosco no da sus bendiciones 
inútilmente. 

La joven se quedó como aturdida, entregó las muletas a su madre y bajó, aunque con trabajo, a la sacristía, donde se encontró perfectame 
curada. 

Dieciséis días después, tuvo este episodio una segunda parte. Cierto canónigo de Torrione Canavese, pueblo natal de la joven, fue el día 
nueve de junio al Oratorio, acompañado del canónigo Forcheri, secretario arzobispal, y ambos narraron a don Bosco que el pueblo entero 
estaba desconcertado. »Qué había sucedido? La joven había sido destinada por los médicos a una amputación por gangrena; pero, al 
presentarse éstos en el día establecido para proceder a la operación, se la habían encontrado, con indecible maravilla de todos, sin ningún 
indicio de mal. Los dos sacerdotes, además, deseaban conocer a toda costa al curita que, en la antesala de don Bosco, había echado a la 
enferma un sermón tan eficaz, que ella lo iba repitiendo a todos los vecinos. 

Se lo preguntaron a don Bosco, quien respondió que no podía ser otro más que don Carlos Viglietti. Este, que no sabía nada, entró despu 
de la cena en el refectorio del Capítulo, para acompañar a don Bosco a descansar y vio que le recibían con alegría general. Don Bosco, que 
había contado el caso a los Superiores, le dijo entonces sonriendo: 
314 

-He adivinado en seguida que habías sido tú, porque no conozco a ningún otro mas que a ti que tenga la cara d'tola 1 que tú tienes y que 
fuese un craqueur (un embustero) de tu calaña. Poquito a poco te tomas la sartén por el mango, y don Bosco... ía freír esparragos! 

((360)) De estos hechos celestiales, y otros que no hemos expuesto con tanta precisión, los peregrinos se hacían lenguas por todas partes, 
propagaban de este modo la devoción a la Virgen de don Bosco, como empezó a llamarse a María Auxiliadora. El culto a la Virgen con est 
título ya se había promocionado universalmente hacia el santuario de Valdocco, de modo que, aun cuando desapareció el apóstol, no 
disminuyó la piedad de los fieles ni el número y la intensidad de las manifestaciones públicas y privadas. 

Desde la fiesta de María Auxiliadora hasta la de san Juan pasó don Bosco sus días sin mas notable variación que la de su traslado a 
Valsalice durante casi dos semanas. Lo que mas preocupaba en cuanto a su salud era la hinchazón de sus piernas, que le hacía cada vez ma 
difícil y penoso el caminar. Se le sugirió, como un buen remedio, dejárselas frotar con cierto ungüento, extracto de hierbas. En principio no 
quiso. 

-Mi condición, decía, es la que quiere el Señor. 

Pero como vio que sus hijos estaban esperanzados de verlo caminar de nuevo con este medio, mas facilmente y sin dificultad se rindió a s 
deseos y aún mas por complacerlos que con la esperanza de obtener sensibles resultados. 

-Así nosotros dos, dijo a Viglietti, ejercitaremos la paciencia; tú frotando y yo dejandome frotar. Desde este momento, te nombro mi 
médico. 

Pero el medicamento no daba el resultado apetecido y realmente sólo servía para hacerle padecer más. Cuando lo supieron los médicos, l 
aconsejaron que dejara aquellas dolorosas curas. Por fortuna, aunque estaba mal de las piernas, estaba muy bien de la cabeza; se ajustaba a 
realidad el corresponsal de Parma de un periódico liberal de Turín al escribir un artículo titulado Don Bosco cammina 2: «Ya hace muchos 
años oí decir que don Bosco esta aquejado de gruesas varices en las piernas y que camina con dificultad. Si Dios no le favoreció con las 
piernas, en cambio le dotó ((361)) de una voluntad férrea, que no se arredra ante ningún obstaculo sino que camina impertérrita hasta 

1 Propiamente, di latta (de hojalata). Frase piamontesa equivalente al «descarado», que se dice de quien no tiene vergüenza de nada. 

2 Gazzetta di Torino, catorce de julio de 1887. 
315 

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alcanzar las metas». Con este exordio se abría camino para hablar de los nuevos pasos con que abrir un colegio en Parma. 

A principios de junio, contó un sueño. 

Hacía varios años que insistía sobre la necesidad de escribir un opusculito sobre el empleo que los ricos deben hacer de sus riquezas. Ya 
hemos manifestado varias veces su rigor en esta materia. Incluso algunos Salesianos tachaban de atrevido su lenguaje en ciertos casos en qu 
hablaba sobre esta materia con personas dotadas de medios; se expresaba de manera que parecía descartar las opiniones más benignas de lo 
teólogos sobre el uso de los bienes superfluos. Al comprobar que no secundaban sus ideas, cesó de insistir sobre la publicación de dicho 
librito, pero el pensamiento permanecía fijo en su mente sin querer abandonarle. 

Y así el día cuatro de junio contó lo siguiente: 

-Hace unas noches, soñé que veía a la Virgen y que reprochaba mi silencio sobre la obligación de la limosna. Me dijo que muchos 
sacerdotes se condenaban, porque faltaban a los deberes impuestos por el sexto y el séptimo mandamiento, pero insistió de una manera 
especial sobre el mal uso de las riquezas. 

-Si superfluum daretur orphanis, decía, maior esset numerus electorum; sed multi venenose conservant, etc. (Si se diera lo superfluo a los 
huérfanos, sería mayor el número de los elegidos; pero muchos lo conservan como un veneno.) 

Y se lamentaba de que el sacerdote tuviese miedo de hablar desde el púlpito sobre la necesidad de dar lo superfluo a los pobres y de que 
ricos acumulen el oro en sus arcas. 

Un testigo tan autorizado como don Juan Bautista Lemoyne nos presenta a don Bosco de este modo en su habitación durante las horas de 
tarde: «Al atardecer cuando don Bosco se encontraba a solas en su cuarto, se abandonaba a sus pensamientos y proyectos y se pasaba inmó 
largas horas con ellos. Si preveía dificultades en sus distintas empresas, buscaba la manera de resolverlas. Recordaba una a una todas las ca 
y pensaba en su consolidación y mejoramiento. Se imaginaba a sus Salesianos, en cualquier parte del mundo que se encontrasen, y se 
entretenía con ellos, porque el amor era el móvil de todo lo suyo». Como confirmación de esto, ((362)) presenta Lemoyne una carta que el 
mismo Santo le dictó el día treinta de junio y firmó a continuación, para enviarla al clérigo Jorge Tomatis, que se encontraba en el colegio 
Randazzo y que seguramente le había escrito el día de su santo, manifestándole el temor de que le hubiera olvidado. 
316 

Muy querido Tomatis: 

Tú piensas en mí, te imaginas que me hablas y que recibes mi bendición. Mi querido hijo, »cómo te diré que también yo pienso en ti? Mi 
cuando me encuentro solo, en la quietud y el silencio del atardecer, os veo a todos mis queridos hijos y os paso revista uno a uno; pienso en 
todas vuestras necesidades y en el modo de atenderos de la mejor manera posible, conforme al temperamento y al carácter de cada uno de 
vosotros y, después, os bendigo. 

Si pudieseis conocer el cariño que os tengo a cada uno de vosotros, mis queridos hijos, creo que hasta sufriríais. Piensa por tanto, querido 
Tomatis, si no rezaré por ti. Ten por seguro que don Bosco, mientras tenga vida, no dejará pasar un solo día, sin haber rezado fervorosamen 
por vosotros y sin haberos bendecido. 

Me gusta saber que estás contento; continúa con santa energía, lucha con denuedo las batallas del Señor contra su eterno enemigo y nuest 
Encomiéndate a María Auxiliadora, sé muy devoto del Sagrado Corazón de Jesús y no temas por nada. Adelante, pues, siempre adelante en 
perfección, haz de manera que cada día subas un peldaño en la alta escalera de la santidad. 

Que Dios te bendiga en unión de todos esos mis queridos hijos de Randazzo, sigue rezando por mí y créeme siempre tuyo en J. y M. 

Turín, 30 de junio de 1887. 

Afectisimo, JUAN BOSCO, Pbro. 

A continuación prosigue don Juan Bautista Lemoyne: «Estamos en los últimos días de la vida de don Bosco. Todo se acabó, dejará de se 
teatro de sus santas actuaciones aquel humilde aposento, adonde muchos centenares de miles de personas fueron a recibir gracias, consuelo 
consejos; aquella salita a la que llegaron millones de cartas procedentes de todas las partes del mundo, de todas las ciudades y, diría, de cas 
todas las aldeas de Europa, exponiendo toda clase de miserias, dolores, angustias, nobles propósitos, palabras de aflicción, de esperanza, de 
alegría, de caridad, a las cuales respondía don Bosco sin cansarse o dejaba el encargo de responder a sus hijos de mayor confianza; aquel 

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cuartito donde ((363)) pasaban por sus manos enormes cantidades de dinero, enviadas por la divina Providencia para sostenimiento de sus 
obras, y que arrancaban de su corazón un himno incesante de agradecimiento; aquella estancia donde se idearon tantas empresas para la glo 
de Dios; donde quedaron cubiertas tantas virtudes naturales y sobrenaturales con el velo de la humildad y donde las oraciones del Santo se 
elevaban hasta Dios y María Auxiliadora e impetraban infinitas gracias». 

Entre los meses de junio y julio, sucedió en Calliano, cerca de Penango, que un perro mordió a un muchacho. Temiendo los padres que e 
perro estuviera rabioso, enviaron al muchacho a Turín a casa 
317 

de un tío para la cura antirrábica. Cuando el doctor examinó al muchacho, opinó que primero se debía proceder al examen del perro, para 
cerciorarse si era hidrófobo; pero no fue posible encontrarlo. Entonces llevaron el muchacho a don Bosco. Y cuando se informó del asunto 
dijo el Santo: 

-Que se comience una novena; y, entre tanto, que el muchacho se confiese y comulgue en la iglesia de María Auxiliadora. No lo pongan 
nuevo en manos de los médicos; el perro volverá. 

En efecto, en el momento preciso en que él estaba profiriendo estas palabras, volvió el perro y se comprobó que no era rabioso. El médic 
de Calliano, maravillado, publicó el hecho de tal manera que, muchos años después todavía, se hablaba de él. 

Algunos días, tempranamente calurosos, lo postraban de tal modo, que el cuatro de julio se dejó trasladar a Valsálice. Mientras bajaba al 
patio para tomar el coche que lo esperaba, se paró ante la puerta de la enfermería. Estaba en ella gravemente enfermo de los pulmones el 
coadjutor Carlos Fontana. 

-Iré a hacerle una visita, había dicho él cuando supo que estaba en las últimas, y después no fue. 

Pero no se había olvidado de la promesa. Con todo, todavía no entró, sino que encargó le dijeran estas palabras: 

-Don Bosco no ha venido para no cerrarte los ojos. Te espero en Valsálice, ven allí a verme. 

En efecto, Fontana se curó tan deprisa que aún pudo visitarlo en Valsálice y se restableció tan bien que vivió hasta 1912. 

En Valsálice don Bosco experimentó una sensible mejoría inmediatamente, como lo daba a entender la alegría que manifestaba ((364)) en 
las conversaciones, en las que participaba escuchando más que hablando. Gozaba especialmente oyendo referir las vicisitudes antiguas del 
Oratorio. Y, al notar que con ello experimentaba don Bosco tanto gusto, los más antiguos de sus hijos iban a porfía en recordar una tras otr 
las peripecias de los principios. Una noche durante la cena, don Juan Garino le divirtió mucho contando cómo, en el tiempo de los registros 
la policía en el Oratorio, se vendía por las calles una hoja, al grito de: «íDon Bosco en la cárcel! íA cinco céntimos la hoja!», y que don 
Bosco, yendo aquel día con él por las calles de la ciudad, le entregó una moneda para que comprase la hoja. Era aquél un año de vulgares 
dicterios contra los curas. Otro día pasaba don Bosco, con el mismo don Juan Garino, por la plaza de Saboya y se cruzó con dos mujerzuel 
que dijeron: 

-A todos estos curas había que colgarlos. 
318 

Y don Bosco respondió en seguida: 

-Cuando tengamos vuestros méritos. 

En otra ocasión el mismo don Bosco empezó a referir su facilidad, cuando era joven, para retener el contenido de un libro, después de un 
sola lectura, enriqueciendo así su memoria con obras de distinto género, lo que después le proporcionó un precioso caudal de conocimiento 
muy apreciables. Pero se interrumpió de pronto exclamando: 

-íCuánto mejor hubiera hecho don Bosco leyendo y aprendiendo un solo capítulo de la Imitación de Cristo, para ponerlo después en 
práctica! 

Estaban oyéndole varios sacerdotes, entre ellos don Ludovico Tallandini, de Faenza, que había ido a Turín para su día onomástico. 

En Valsálice recibió una carta del príncipe Czartoryski informándole de la marcha de sus cosas 1. El padre, aunque más accesible, despué 
de la vuelta de Augusto de Roma no quería dejarlo marchar hasta que él no concluyese las diligencias para la constitución del mayorazgo, q 
había comenzado tres años antes. Hasta entonces había hecho testamento, en favor del hijo, de las fincas e inmuebles paternos; se trataba 

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ahora de añadir nuevos capitales y obtener finalmente la autorización del Emperador de Austria. Naturalmente se habría reservado el joven 
señor ((365)) un patrimonio personal que se pudiera reivindicar cuando, al hacerse religioso, renunciase al mayorazgo en favor de su herma 
El escribía desde París, pero se preparaba para ir con su padre a Viena y desde allí a Cracovia, donde, a fines del mes, los Czartoryski debía 
recibir la visita del príncipe imperial. «Estaré quizás expuesto a muchas distracciones, escribía el Príncipe a don Bosco. Le comunico todas 
estas molestias como a mi director espiritual que es. Estoy siempre resuelto a hacer la voluntad de Dios, siguiendo mi vocación. Quiero vol 
a Turín apenas me sea posible. Me encomiendo, Padre, a sus oraciones». Don Bosco le respondió inmediatamente: 

Mi querido príncipe Augusto: 

Su vocación se encuentra ahora sometida a una prueba; pero yo considero que también esto es bueno y bendigo al Señor que continúa 
concediéndole esta buena voluntad que está de acuerdo con el parecer del Padre Santo. 

Yo sigo siempre con la misma opinión y, por tanto, con el mismo modo de ver. 

La Congregación Salesiana siempre está abierta para que pueda venir, como me dice, a pasar con nosotros todo el tiempo que quiera. 

1 Ap., Doc. núm. 70. 
319 

Mientras tanto, rezo y rece usted conmigo, para que el Señor nos mantenga firmes en el camino que mejor nos conduzca al Paraíso. 

Reciba los más cordiales saludos de sus amigos Salesianos y que la Santísima Virgen nos guíe hasta el cielo. Así sea. 

Mis respetos para su señor Padre y toda su familia. 

Turín, a 15 de junio de 1887. 

Su afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Salió de Valsálice el día veintitrés de junio por la tarde para asistir a las dos veladitas de su día onomástico. Los números de ambas, cánti 
y músicas, poesías y discursos y diversos regalos evidenciaron al numeroso público que asistía el cariño de los hijos a su buen Padre 1. 

El teólogo Piano, exalumno de la primera hora y párroco de la Gran Madre de Dios, aseguraba ((366)) en su discursito 2: 

«íCuántas veces nos sirve de estímulo, en las dificultades de nuestro ministerio, el recuerdo de vuestras palabras! íCuántas veces, al verno 
rodeados de un grupo numeroso de niños, acude a nuestra mente la memoria de vuestro amable rostro, vuestra mirada penetrante, vuestros 
paternales consejos y hacemos cuanto está a nuestro alcance para reproducirlos! íCuántas veces he oído decir, con infinita satisfacción de m 
parte, a vuestros hijos: cómo se conoce que éstos han sido educados por don Bosco (...)! Aunque lejos de este querido Oratorio, lo 
consideramos siempre como nuestra propia casa. Aquí viene frecuentemente el pensamiento y en seguida se nos presenta vuestra persona, 
Padre. Y, cuando nos es posible volver por aquí y hablaros, nos parece más amable la vida, más fácil la práctica del bien y más segura la 
protección divina». 

Recordando, a continuación el recíproco amor que entonces unía al padre con sus hijos y a los hijos con el padre, concluía con estas 
palabras. 

«El amor, que entonces os profesábamos, lo conservamos todavía. Y este amor es el que nos hace considerar, como nuestras, vuestras 
glorias y aumentar el número de vuestros hijos y cooperadores. Es el recuerdo de los beneficios recibidos quien nos impone el amor. »Acas 
no fue aquí en el Oratorio donde la mayor parte de nosotros encontramos 

1 Don César Fasani, prefecto de la Casa de Niza, llevó de Francia un hermoso regalo con una artística dedicatoria, de parte de los amigos 
de los muchachos de allí (Ap., Doc. 71). 

2 En la fausta ocasión del día onomástico del mejor de los padres, don Juan Bosco, sus antiguos hijos, en testimonio de su agradecimient 
Turín, Tipografía Salesiana, 1887. 

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el pan y los vestidos de que carecíamos? La mayor parte de nosotros debe al Oratorio la posición social que hoy disfruta. En el Oratorio 
aprendimos los buenos principios, las santas máximas y la sana educación que ahora nos mantienen constantes en la práctica del bien. Todo 
esto os lo debemos a vos, y »queréis que os olvidemos? 

»Cesará de moverse nuestra lengua, antes que dejemos de publicar vuestras alabanzas; dejará de latir nuestro corazón antes que dejemos 
amaros. Quereros a vos es para nosotros una prenda del amor de Dios». 

Estaba en la mente de todos el triste presentimiento de que fuera aquélla la última fiesta de don Bosco. El himno original de Lemoyne y c 
música de Dogliani, que unía un canto primitivo ((367)) con el que debía ser el último, suscitó en los más antiguos una nostálgica emoción 
que el mismo don Bosco compartió; porque, después de cada cuatro estrofas que cantaba el primer coro, otro repetía, a modo de estribillo, 
dos estrofas que los muchachos del Oratorio cantaron la primera vez que celebraban el día onomástico de don Bosco: 

Andiamo, compagni, Vamos, compañeros, 

don Bosco ci aspetta; don Bosco os espera; 

la gioia perfetta de gozo se llena 

si desta nel cuor. vuestro corazón. 

Il tempo è gradito, El tiempo agradable, 

c'invita a goder; invita a gozar; 

corriamo all'invito corramos amables, 

di festa e piacer reíd y cantad 1. 

Y así concluía todo un ciclo de suaves manifestaciones, en las que especialmente los muchachos participaban con verdadero júbilo y cuy 
recuerdo perduraba de un modo saludable en sus almas por toda la vida, como es todavía posible ver aún en muchos antiguos superviviente 
«La fiesta de aquel año fue espléndida, simpática y cordial», escribe el cronista. 

1 Véase: Memorias Biográficas, III Vol., pág. 413. 
321 
((368)) 

CAPITULO XVII 

UN MES EN LANZO.
EL ULTIMO CUMPLEAÑOS.
LA ULTIMA ESTANCIA EN VALSALICE


DESPUES de las fiestas, don Bosco invitó por medio de Gastini, según costumbre, a los antiguos alumnos sacerdotes para el once de agost 
a los seglares para el catorce; pero él no pudo estar con ellos por encontrarse en Lanzo, y sus condiciones de salud no le permitían bajar a 
Turín. Telegrafió desde allí a los primeros: «Sintiendo ausencia, auguro cordialísima convivencia y alegría». Y a los segundos: «Amados 
hijos, me alegro, auguro buen apetito, felicidad, santidad, temor de Dios». En las dos ocasiones fue sustituido por don Miguel Rúa. Por otra 
parte se trasladó a Lanzo una comisión de eclesiásticos y seglares para presentarle los saludos de todos. Don Bosco no los recibió dentro de 
casa, sino en el jardín junto al Colegio. El jefe de la comitiva, reverendo Griva, párroco de Cunico d'Asti 1, escribe en su relación: «Don 
Bosco se conmovió tanto que, de momento no podía articular palabra. Se quedó contemplándonos con aquella su mirada bondadosa y saga 
con la que tantas veces nos miró. Sus ojos eran los de siempre, pero su aspecto íay, qué debilucho nos pareció! 

El les recordó que, así como los recibía en aquel prado, así había recibido a sus muchachos en los prados de Valdocco. Se habló de la 
Patagonia y de sus bodas de oro sacerdotales, para las que quería que viniera a Turín un coro de dos mil patagones. Y, después de pasar un 
hora ((369)) de verdadera alegría, los bendijo y les dijo: 

-Rezad por mí, para que pueda salvar mi alma. 

Por fin les encargó dijeran en el Oratorio que no se preocuparan por su salud. 

Don Bosco se encontraba en Lanzo desde el día cuatro de julio. Los médicos y los Superiores le habían convencido para que fuera allí a 

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respirar aquel aire fresco y oxigenado y librarle así de los calores de Turín. No había estado allí desde la fiesta de san Luis del 1884, aunqu 
siempre había querido mucho a aquel colegio. 

1 Boletín Salesiano de octubre de 1887. 
322 

El colegio se levanta en parte sobre una ladera y en parte sobre la cima de una colina, totalmente limpia de otros edificios, a orillas de un 
ancha y amplia pradera cubierta de hierba a levante, cruzada en su parte superior por una cómoda carretera que termina bajo una pérgola. P 
el fondo del valle pasa murmurando el río Stura, en cuya ribera opuesta empiezan las primeras laderas de los Alpes, y, a la izquierda del qu 
mira, se extiende una inmensa llanura: en el fondo del horizonte aparece Turín. Todas las tardes daba don Bosco su paseo hasta allí, y se 
detenía un rato en aquel punto tan pintoresco. Raras veces y poco tiempo hacía el camino a pie. Le llevaban sentado en una silla de ruedas 
modo de cochecito; casi siempre la empujaba Viglietti u otro de la casa; a veces, algún forastero de confianza. 

Mientras se sentaba, dijo a la comitiva de los exalumnos: 

-Yo, que desafiaba a saltar a los más ágiles, ahora tengo que andar en coche con los pies de otro. 

Bajo la pérgola conversaba a menudo con algunos amigos íntimos. Una vez, estando a solas con el coadjutor Enría, miraba pensativo hac 
Turín; después exclamó suspirando: 

-Allí están mis muchachos. 

Un día le preguntó si se acordaba de un antiguo Tantum ergo, que él había esto y se puso a cantarlo con voz débil y vivo sentimiento. 
Algunas tardes don Carlos Viglietti bajaba hasta el río, cruzaba el clásico puente romano, de un solo y atrevido ojo, trepaba por la pendient 
opuesta hasta llegar a una de las cumbres y, desde allí, lo saludaba con el pañuelo, y él, la mar de contento, le respondía del mismo modo. E 
fin, ((370)) se hacía lo posible por distraerle y proporcionarle un poco de bienestar. 

Todas las autoridades de Lanzo se apresuraron para ir a saludarlo. 
Acudió también el diputado Palberti. Muchos señores y señoras veraneantes, movidos por el deseo de verlo, asistieron al reparto de premio 

Hay cuatro cartas suyas correspondientes al mes de julio, cuya copia se conserva en nuestros archivos. 

La primera está dirigida a la muy benemérita señora Magliano. 

Benemérita señora Magliano: 

Pensaba haber tenido tiempo, el domingo pasado, para hablar de nosotros y de la mayor gloria de Dios; pero no pudo ser. Si no le sirviera 
mucha molestia darse una vuelta por aquí, sería algo muy oportuno. Damos varios paseos al día y podríamos hablar cómodamente; usted 
podría pasar el tiempo libre con nuestras Hermanas, 
323 

donde comería y tendría cuanto fuere necesario. »Qué me dice? Es un clima estupendo; yo pienso pasar aquí todo el mes. Que Dios nos 
bendiga y María nos guíe al Cielo. 

Lanzo, a 6 de julio de 1887. 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Con la segunda carta responde don Bosco a la petición de un adulto, que deseaba ser coadjutor salesiano. Este profesó después de muerto 
Santo y partió de esta vida el año 1893. 

Muy querido señor Juan Jacobo Dalmasso: 

Con gran satisfacción de mi corazón, he recibido su carta llena de afecto filial hacia mí. Bendito sea Dios. Tendré un Salesiano más para 
trabajar conmigo, para llevar almas al cielo y asegurar más la suya y la mía. 

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En cuanto a sus ocupaciones, lo trataremos personalmente; nuestros esfuerzos económicos se dirigen actualmente a ayudar a nuestros 
misioneros de América. 

Ellos dan la vida por las almas y nosotros daremos gustosos la bolsa para ayudarlos. 

((371)) No Puedo escribir más. María nos guíe a todos por el camino del cielo. Amén. 

Lanzo, 18 de julio de 1887. 

Afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Venga, cuando guste, con nosotros. Le esperamos con los brazos abiertos. 
La tercera carta iba dirigida a la baronesa Acelia Fassati, de Ricci des Ferres. 

Benemérita señora Acelia: 

Dios nos quiere en el Cielo, pero a través de las tribulaciones. Estábamos contentísimos con la mejoría del hijo del señor conde Francisco 
De Maistre y he aquí una nueva desgracia, o mejor, nuevos méritos a ganar ante el Señor. Esperemos y recemos. Las espinas punzarán, per 
se cambiarán en rosas para la eternidad. Yo rezaré y nuestros huérfanos ofrecerán comuniones para esta nueva necesidad; acompáñenos ust 
con el fervor de siempre. 

»Y cómo está su mamá, la señora Marquesa? Nosotros la recordamos todos los días ante el Señor, por un motivo o por otro. Ella debe ir 
usted al Paraíso, bien entendido que también con el señor Carlos en nuestra compañía. 

Yo me encuentro aquí en Lanzo medio ciego, medio o casi totalmente cojo y casi mudo. Pero esto me viene bien, en penitencia de lo muc 
que he hablado fuera de tiempo. 

La mano no me responde para seguir escribiendo. María nos guíe a Dios y nos bendiga en todo. Amén. 

Lanzo, 24 de julio de 1887. 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. En este momento recibo la noticia de que el conde Colle de Tolón, nuestro insigne bienhechor, está gravemente enfemo. Lo 
encomiendo encarecidamente a la caridad de sus santas oraciones. 
El hijo del conde Francisco De Maistre continuó empeorando hasta otoño, cuando el padre, perdida toda esperanza de salvarlo, telegrafió 
don Bosco desde Saboya: «Mi primogénito Andrés, gravemente enfermo; pido bendición». Se le había declarado una pulmonía. La fiebre e 
muy alta, la tos obstinada, la repetida auscultación acusaba que sobre todo un pulmón estaba obstruido ((372)) y corría peligro la vida del 
pobre niño. Cuando el médico declaró que él sólo no podía hacerse responsable de la enfermedad, el padre preparó un telegrama para envia 
a un especialista de París; pero, antes de mandarlo, quiso implorar las oraciones de don Bosco. El Santo respondió telegráficamente 
bendiciéndolo, prometiendo rezar con sus muchachos a María Auxiliadora y recomendando que estuvieran tranquilos. Se envió la respuesta 
anochecer. Se supo en seguida que el niño había pasado bien la noche y que, a la mañana siguiente, le habían encontrado totalmente curado 
sin fiebre, sin tos, y, sin poder distinguir, a la auscultación, qué pulmón había sido el afectado. El médico de París solamente comprobó con 
mayor seguridad la perfecta e instantánea curación. Pasado el invierno, el padre llevó a Andrés a visitar la tumba de su bienhechor y, para q 
no se le borrase el recuerdo del favor recibido y su agradecimiento al Siervo de Dios, hizo que él mismo enviara a don Miguel Rúa una cart 
con dos billetes de mil liras. El muchacho continuó manteniéndose sano y robusto 1. 

La cuarta carta requiere algunas explicaciones. La señora Teodolinda Pilati, viuda de Donini, de Bolonia, conocida ya por nuestros lector 
como una generosa cooperadora, había comunicado a don Bosco en el mes de junio su intención de emplear en obras de beneficencia el 
patrimonio que le había dejado su marido. Don Bosco le había respondido, manifestándole, ante todo, su pensamiento de que al presente no 

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había necesidad más apremiante que la de ayudar a la juventud masculina pobre y abandonada, para educarla cristianamente, formar bueno 
ciudadanos, obreros y padres de familia y preparar buenos sacerdotes y religiosos, cuidando las vocaciones, como precisamente se hacía en 
casas salesianas de Europa y de América. 

En el caso, pues, de que la señora tuviera la intención de favorecer 

1 Summ. sup. vir. núm. XVII, De donis supernis et miraculis in vita, & 28 (testigo don Miguel Rúa). 
325 

las obras salesianas, le aconsejaba vender aquellos inmuebles de los que pudiera deshacerse y entregarle a él o a sus representantes el diner 
percibido. Ella le explicó los motivos que se oponían a la ejecución de aquel plan, pero diciéndole que, no obstante, pasaría a él sus crédito 
Don Bosco, que desconocía tales circunstancias, encontró justas sus observaciones 1. 

La bienhechora no dudó en demostrar su buena voluntad, ya que en julio le envió la cantidad de quince mil liras, que el Santo le agradeci 
con esta carta. 

Lanzo, 26 de julio de 1887 

En este momento recibo su generoso donativo para nuestros huérfanos y nuestros misioneros que consumen su vida por ellos. Hacía cuat 
días que debía empezar a preparar la expedición para Quito y Chile y esperaba como maná del Cielo un socorro especial, que fue el suyo. D 
la bendiga. Sólo El sabe las almas que con su donativo se salvarán; y estas almas, que por su gran caridad irán a gozar de la gloria del Paraí 
pedirán muy especialmente por usted y sus parientes vivos y difuntos. 

Bendito sea Dios que le inspira hacer obras buenas durante su vida; así está cierta de haberlas asegurado. 

Dispongo que todos nuestros huérfanos hagan al menos una santa Comunión según su piadosa intención. Hoy son más de trescientos mil 

Me cuesta mucho trabajo escribir; mis días corren velozmente a su fin; espero una visita suya a nuestros queridos muchachos de Turín, o 
los de otra casa; pero espero estar absolutamente seguro de verla, un día, gloriosa en la eterna bienaventuranza. 

Que Dios nos bendiga y María sea nuestra guía hasta el cielo. Amén. 

Turín, 26 de julio de 1887. 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

A mediados de enero de 1888, habiéndose enterado de que mejoraba la salud de don Bosco, escribió a don Miguel Rúa: «íBendito sea el 
Señor mil y mil veces por habernos conservado, esperamos que para mucho tiempo, una tan preciosa existencia! Don Bosco es para mí com 
un segundo padre y ((374)) puede fácilmente imaginarse cómo temblaba al llegar el periódico; mi corazón palpitaba con violentos latidos, 
buscando noticias del querido enfermo. María Auxiliadora ha escuchado las muchas súplicas a Ella dirigidas, bendita sea por siempre». 

Por san Cayetano, don Bosco había escrito al cardenal Alimonda, manifestándole su felicitación y prometiendo sus oraciones y las de 

1 Ap., Doc. núm. 72. A-B. Son dos cartas que don Bosco solamente firmó. 
326 

toda la Congregación. El Arzobispo, siempre tan bueno con él, le decía en su respuesta 1: 

«Reciba, mi afectuoso agradecimiento por su gran bondad y crea a la par que mi pobre corazón mantiene siempre los mismos sentimiento 
de aprecio, admiración y agradecimiento a usted y a los celosos miembros de su Congregación, cuyo progreso quisiera ver por largos años 
bajo la santa dirección de su fundador». Cerraba la carta profesándose «afectísimo hermano en J. C.». 

De allí a poco fue su cumpleaños, que no resultó muy placentero. Don Bosco padecía ciertos achaques que lo postraban mucho. «Da pena 
verlo, leemos en el diario del día quince de agosto: no habla y respira afanosamente». Llegaron algunos Superiores de Turín y varios 
muchachos en representación del Oratorio. Llovieron telegramas de las casas salesianas y de los cooperadores. La señora Pilati, anteriorme 

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mencionada, le envió en tal ocasión un segundo donativo de veinte mil liras. El le respondió: 

Benemérita Señora: 

Bendita y agradecida sea la Santísima Virgen María que, por medio de su caritativa persona, me pagó generosamente la fiesta de su 
Asunción al Cielo y de mi pobre nacimiento. 

Dios le tenga preparado un puesto junto a El digno de usted, su hija, y de María su protectora. 

Bendito sea Dios y disculpe la mala letra. 

Turín, 15 de agosto de 1887. 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((375)) En la comida le leyeron varias composiciones, que él escuchó con su bondad característica en tales circunstancias. También don 
Pedro Guidazio ensayó su musa latina, declamando una elegante elegía. Agradó mucho la intervención de don Carlos Ghivarello, director e 
Mathi, el cual le ofreció unos racimos, primicias de su huerto, y conmovió a todos con una evocación y una simbólica fantasía. 

«Nosotros, dijo, al mirar estas uvas, volamos con el pensamiento a las feraces colinas de Monferrato, en aquellos días felices en que tú, 
lleno de alegría, corrías de una a otra colina, especialmente en los días consagrados a María Santísima, Asunta al cielo, y, arrancando de la 
los primeros racimos maduros, gustabas las primeras dulzuras de 

1 Turín, diez de agosto de 1887. 
327 

la vida. Nosotros, al ver estas uvas, nos trasladamos con el pensamiento a aquellas colinas, sobre las cuales, hace hoy setenta y dos años, la 
mística viña de Francisco y Margarita Bosco, bajo la protección de la Virgen elevada al cielo, producía aquel maravilloso racimo de uvas q 
debía endulzar la vida de muchos millones de almas. Ese racimo eres tú y, entre estos millones de almas que han participado de esta dulzur 
en este septuagésimo segundo año de tu nacimiento, estamos nosotros, que en esta roca, que puede llamarse la mística viña salesiana o mej 
diré el lagar donde Tú, en los años más hermosos de tu actuación, casi extrajiste en los santos días de ejercicios y en los primeros Capítulos 
jugo y la vida de tu mística viña salesiana, gozamos hoy al poder obsequiarte, con todo el respeto y cariño, de que es capaz el corazón de 
hijos, y de los hijos que ven en Ti un rayo de la benignidad de la que es su Madre, y tuya, María elevada al Cielo, rayo que apareció mil 
setecientos setenta años después de su Ascensión al cielo, es decir en 1815, y que todavía hoy brilla en esta roca y, como esperamos, seguir 
brillando muchos años». 

El párrafo es largo, pero de un lirismo que, en un hombre como don Carlos Ghivarello, entregado por completo a las ciencias, responde 
exactamente a un deseo vehemente de su corazón y da a entender más y más cuánto era el aprecio de aquellos primeros hijos a su gran Pad 

Por la tarde se hizo en el Oratorio la solemne distribución de premios con la acostumbrada fiesta final. Presidía don Miguel Rúa, ((376)) 
pero el pensamiento dominante de todo el programa fue don Bosco y su cumpleaños. 

Desdichadamente no pudo pasar la jornada sin una cruel espina. Una carta del Cardenal Vicario ordenaba, de parte del Sumo Pontífice, e 
cese de don Francisco Dalmazzo, procurador general de la Congregación ante la Santa Sede y párroco del Sagrado Corazón. Don Bosco 
mandó ir inmediatamente a Roma a don Francisco Cerruti con la esperanza de detener el golpe; pero éste encontró al Sumo Pontífice 
inflexible en la determinación tomada y esperando que la Congregación Salesiana estuviera dispuesta a obedecer 1. 

Entonces, sin la menor tardanza, se apartó a don Francisco Dalmazzo de su doble cargo; y, con la misma presteza, se procedió al 
nombramiento de don César Cagliero, como procurador, y don Francisco Cagnoli, como párroco. 

»Cuál fue la causa por la que se vino el cielo abajo? Una red de 

1 Actas del Capítulo Superior, veintinueve de agosto de 1887. 
328 

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intrigas mujeriles, organizada alrededor del confesonario, había levantado contra don Francisco Dalmazzo acusaciones que determinaron a 
Autoridad Eclesiástica a adoptar aquella grave disposición. Podríamos nosotros imaginarnos a don Bosco angustiado con una gran tristeza 
ante un caso, tanto más doloroso cuanto menos esperado. En cambio, como le viera el coadjutor Enría en el paseo de la tarde, más alegre q 
en días anteriores, díjole con la confianza que le inspiraba su gran bondad. 

-Don Bosco, hoy está más contento que de costumbre. 

A lo que él respondió: 

-Y, sin embargo, hoy he recibido el mayor disgusto de toda mi vida 1. 

Este testimonio del coadjutor, prestado como los precedentes en el proceso ordinario 2, fue confirmado por don Julio Barberis, quien 
atestiguó ante el mismo tribunal 3: 

-«Don Bosco me dijo, que aquélla era una de las aflicciones más grandes de su vida». 

También él admiró su tranquila resignación ante un dolor tan grande. 

((377)) Aquella calma tan serena, que nunca lo abandonaba en medio de sus penas físicas y morales, veníale de lo alto. En Lanzo se abrió 
portillo que permitió descubrir el manantial sobrehumano de aquella su mística paz. 

Sor Felicidad Torretta, hija de María Auxiliadora, fue nombrada directora del asilo del Lingotto en Turín; y, antes de partir para su 
residencia, pasó por Lanzo para recibir la bendición del Siervo de Dios. Eran las dos de la tarde de un día de agosto, cuando entró en la 
antesala, para esperar ser recibida. Como no encontró a don Carlos Viglietti, se dirigió directamente a la habitación de don Bosco. La puert 
estaba abierta de par en par... íY nunca lo hubiera dicho! Vio a don Bosco en éxtasis, en la actitud de una persona que escucha. La fisonom 
absorta, una sonrisa suave y tranquila, los brazos levantados hacia arriba y el repetido ademán de afirmación con la cabeza, decían clarame 
que sostenía algún coloquio con un ser sobrenatural. Parecía más alto que de costumbre. Ante aquella situación, sor Felididad se adelantó y 
llegar a dos pasos de él, le dijo: 

-íViva Jesús! Padre, »da usted su permiso? 

1 Summ. sup. virt., XI, & 36 (testigo don Luis Piscetta). 

2 Summ. Véase también Summ. del proceso apostólico, pág. 790 (testigo don Luis Piscetta). 

3 Núm. XIV, De heroica fortitudine, pág. 664. 
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No obtuvo respuesta. Repitió las mismas palabras varias veces, alzando cada vez más la voz; pero él no se daba por enterado. Entonces e 
se quedó quieta, contemplándolo durante casi diez minutos, hasta que le vio santiguarse y hacer una inclinación de cabeza tan reverente com 
no puede describirse. Colocó entonces las manos sobre la mesa, con expresión de alegría, se percató de la presencia de la Hermana, hizo co 
un gesto de sobresalto y dijo: 

-íOh, sor Felicidad, me ha asustado! 

-Padre, respondió ella, he pedido permiso varias veces, pero usted no me oía. 

-Cabalmente, observa la Hermana en su relación, en aquel tiempo don Bosco no podía mantenerse en pie, si alguien no lo sostenía; pero 
durante aquel coloquio celestial, se mantenía en pie sin ningún esfuerzo. 

Cuando don Juan Bautista Lemoyne escuchó la relación de la Hermana, después de la muerte de don Bosco, demostró una complacencia 
cada vez más viva, y al fin exclamó: 

«-»Sabe usted, sor Felicidad, que también yo vi algo igual en la casa de Foglizzo? La misma postura de brazos en alto, el rostro sonriente 
aspecto celestial, radiante de luz blanca, ((378)) en actitud de quien escucha, afirmando con la cabeza de vez en cuando, precisamente com 
usted dice y después retirarse con una inclinación reverente de cabeza y haciendo la señal de la cruz. íHemos sido afortunados los dos!». 

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En una carta que nos escribió la Hermana, el día 18 de julio de 1930, decía que don Juan Bautista Lemoyne le precisó el día y las 
circunstancias, pero que ella no se recordaba. Es probable, por no decir cierto, que ello sucedió el día veinte de octubre siguiente. 

Un día en que hablaba con don Felipe Rinaldi, director entonces de San Juan Evangelista, salieron de sus labios graves palabras. Cuando 
entró en su habitación estaba el Santo observando un mapa. Y, señalando Australia con el dedo, dijo que también allí irían los Salesianos. 

-íPero pasará tiempo!, respondió don Felipe Rinaldi. 

-Irán, ciertamente irán, replicó don Bosco. 

Después, señalando España, añadió: 

-Este será tu campo de acción. 

Ello se cumplió dos años después; pero no se verificó, hasta ahora (marzo 1936), aunque los acontecimientos parece que lo hacen temer, 
que después de unos instantes de pausa agregó. Habló él de tres revoluciones pavorosas, de las que sería teatro y víctima aquella católica 
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nación, especificando que en la última se derramaría mucha sangre y también salesiana 1. 

Hay un testimonio de profundo aprecio y sincera veneración que le tributó un hombre que honraba a la ciencia y era muy considerado en 
Italia y en el extranjero, a pesar de vestir el hábito religioso; nos referimos al Padre Denza, de quien ya hablamos con motivo de la instalaci 
de observatorios meteorológicos en América. Quizás por las cartas que frecuentemente recibía entonces de los misioneros, quiso don Bosco 
que fuera a Lanzo el docto barnabita. Le escribió el Director del Colegio, invitándolo, y recibió esta contestación, desde Montaldo Torinese 
día diecisiete de agosto: «El afecto y la veneración que profeso al amadísimo don Bosco ((379)) es grandísimo y bien sabe Dios con cuánto 
gusto iría ahí para estar unos días con él. Pero ahora me encuentro pasando una temporada en el campo, donde, gracias a Dios, va mejorand 
sensiblemente mi salud; y, además, es muy posible que, a fines de mes, tenga que salir de aquí unos días para asistir a una reunión de nuest 
sociedad meteorológica en Aquila. Por estos motivos me es imposible, por ahora, trasladarme a Lanzo. Más tarde, en cambio, ello sería má 
fácil; pero yo no sé cuánto tiempo permanecerá don Bosco ahí. Mientras tanto, déle las gracias más sinceras de mi parte y dígale que tampo 
yo me olvido jamás de él; y que espero poder verle pronto, si Dios quiere. Dígale, además, que he recibido muy buenas noticias de 
Montevideo y parece que el mismo Gobierno ha tomado a pechos aquel Observatorio». 

Don Bosco siguió en Lanzo hasta el día diecinueve de agosto. Como comenzaran en Valsálice los ejercicios espirituales para los aspirant 
quiso asistir a ellos. Salió, pues, a las cuatro de la tarde, y fue directamente a aquel colegio. 

A su llegada le esperaba una noticia desagradable: un telegrama de Alassio anunciaba que don Alejandro Vignola estaba moribundo. Don 
Bosco rezó por él en compañía del Director, don Luis Rocca, y le envió su bendición. Estas oraciones se hacían a las siete y media de la tar 
y he aquí que un segundo telegrama, puesto a las ocho, comunicaba que el enfermo había vencido la crisis y manifestaba sensible mejoría. 
Pero ello solamente valió para retardar quince días el fin y permitir al enfermo que recuperara el conocimiento perdido y se preparara al gra 
paso. Entregó su alma a Dios el día tres de septiembre. 

1 Esto lo refirió don Felipe Rinaldi a una persona muy respetable y seria de Turín, a quien don Felipe solía hablar con la confianza de un 
padre, ya que la dirigía espiritualmente. 
331 

Don Alejandro Vignola había cursado el bachillerato en el Oratorio y se confesaba habitualmente con don Bosco. En el momento de deci 
su porvenir, consultó al Santo, el cual le dijo: 

-«Estáte tranquilo. Dios te quiere salesiano». 

Al oír estas palabras, como él solía repetir, sintió en su corazón un gran consuelo, junto a un firme propósito de obedecerlo. Fue uno de 
aquellos salesianos humildes y trabajadores, que pasan la vida casi ignorados, mientras son el sostén de las casas donde se ((380)) encuentr 
Dado que actuó como asistente muchos años en Alassio, primero del bachillerato, después de la sección de preuniversitario, y como maestr 
de griego en el bachillerato superior, sentía casi la necesidad de estar siempre con los muchachos, para tenerlos alegres y animar el recreo. 
conocida su espontaneidad para ofrecerse a los superiores, cuando los veía en apuro. íCuente conmigo!, decía sin más. Por eso alguno le 
llamaba Don Cuente Conmigo. 

No perdía don Bosco ninguna ocasión para manifestar su adhesión a la Santa Sede. Al acercarse la fiesta de san Joaquín, que entonces se 

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celebraba el día veintiuno de agosto, envió desde Valsálice a León XIII sus reverentes augurios de un feliz día onomástico. 

Recibió esta contestación telegráfica del cardenal Rampolla, nuevo secretario de Estado: «Santo Padre agradeciendo Salesianos su 
felicitación, bendice de corazón; pide al Señor gracias especiales propósitos formulados ejercicios espirituales». 

También recordaba paternalmente don Bosco el día onomástico de sus sacerdotes, clérigos y alumnos, enviándoles una cartita o una estam 
con su palabra autógrafa. El día veintiuno de agosto, por ejemplo, envió a don Joaquín Berto una estampa del cuadro de san José que se 
venera en María Auxiliadora, escribiendo en el sobre: «Viva don Berto, viva san Joaquín 1887», y al dorso de la estampa:«Querido don 
Joaquín Berto, sea María tu guía para el cielo. JUAN BOSCO, Pbro». 

Desde el día veinticinco de mayo, no había presidido ninguna reunión del Capítulo Superior, delegando la presidencia a su Vicario. Presi 
en Valsálice la sesión de la tarde del día doce de septiembre, en la que se nombraba el personal directivo para el Oratorio. Hizo en ella esta 
cuatro declaraciones: «1.° Entiendo que deben abolirse los paseos en el Oratorio festivo. -2.° Sólo en las fiestas solemnísimas se dé vino a 
músicos que tocan en los pórticos, de acuerdo con la antigua tradición. -3.° No se dé café con leche o caramelos a los cantores, todas las ve 
que canten. -4.° El Prefecto interno de la casa no haga ninguna compra o venta, sin expresa voluntad del Director, 
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el único a quien ((381)) compete este derecho». Y después mandó al secretario que dejara constancia de esta su voluntad en las actas del 
Capítulo ad perpetuam observantiam et rei memoriam. 

Prolongó su permanencia en Valsálice, hasta que terminaron los ejercicios espirituales. Pero, en la última década de septiembre, no estab 
bien de salud. Le asaltaba con frecuencia un fuerte dolor de cabeza acompañado de fiebre; en una semana no pudo tener la satisfacción de 
celebrar misa hasta tres veces. «Y, a pesar de todo, anota Viglietti en su diario, está siempre alegre, trabaja, escribe, recibe audiencias y, 
mientras es él quien necesitaría consuelo, va consolando a los demás». 

De estas audiencias concedidas en Valsálice, es muy poco o nada lo que Viglietti da a conocer. Sólo menciona la ida de dos obispos de 
Estados Unidos, sin dar su nombre, y la llegada de la familia barcelonesa de don Luis Martí-Codolar. Si sabemos algo más, lo debemos a o 
fuentes. 

El Director de la casa de Faenza, para premiar a los tres mejores alumnos, los acompañó en septiembre al Oratorio, desde donde subió a 
Valsálice para presentarlos a don Bosco. El Santo los saludó con benevolencia, dándoles a besar la mano; pero al más pequeño, un muchac 
de doce años, que hacía el segundo curso de bachiller, se la retiró y, mirándole a la cara muy seriamente, le dijo: 

-íNosotros no somos amigos! 

El pobrecillo salió con el corazón deshecho. Apenas estuvo fuera, rompió a llorar. Por más que le dijo don Juan Bautista Rinaldi que se 
trataba de una broma, él no se calmaba. Rezó, hizo comuniones, hasta que le pareció oír una voz interna que le sugería romper cierta prome 

Precisa saber que su madre, viuda hacía varios años, no había autorizado en principio al hijo para tal viaje, porque temía que don Bosco l 
conquistara para hacerse salesiano; pero, al fin, cuando el muchacho le aseguró que no se dejaría cazar por él, le dio permiso para ir. 

Movido, pues, por aquella inspiración secreta, se retractó del primer propósito disponiéndose a hacer en todo la voluntad de Dios. Admit 
poco después, a la presencia de don Bosco, ((382)) díjole éste sonriendo: 

-Ahora sí somos amigos. 

Y, poniéndole la mano sobre los hombros, añadió: 

-Y tú ya no te separarás de don Bosco. 

Tomó después tres medallas y, dándoselas una a una, prosiguió: 
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-Esta es para tu madre, ésta para tu hermana y ésta para ti. 

Cómo pudo saber don Bosco la composición de su familia fue un misterio para el muchacho. Volvió a Faenza, terminó el bachillerato, 
venció algunas dificultades y en octubre del año 1891 entró en el noviciado en Foglizzo. Esta es en síntesis la historia de la vocación de do 
Eneas Tozzi, hoy (1936) Inspector de las casas salesianas de Inglaterra. 

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Fue singular también lo que pasó con don Juan Bautista Tamietti, director del colegio de Este. Al terminar los ejercicios espirituales, ante 
de separarse del Santo, le preguntó si tenía algo que decirle. Paseaban por el corredor de la primera planta y él le iba sosteniendo. 
Don Bosco le respondió: 

-Sí, ven a mi habitación.
Cuando estuvieron dentro, preguntóle don Juan Bautista Tamietti qué iba a decirle.
-Muchas cosas; pero..
.
Y después de quedarse un poco pensativo, exclamó:
-íAh!
Después empezó a respirar afanosamente, se puso colorado y no podía articular palabra, pero repitió varias veces suspirando:
-íAh! íAh! íAh!
Al ver esto don Juan Bautista Tamietti, le rogó que no se preocupara, que ya se lo diría en otro momento.
Esto ocurría como a las cuatro; y más tarde, al despedirse de él, en el mismo corredor, le dijo:
-Me voy mañana, si tiene algo que decirme, estoy aquí para lo que mande.
Don Bosco lo llevó de nuevo a su habitación, se sentó como quien está oprimido por la tristeza, le miró afectuosamente a la cara; quería


hablar, pero no pudo; sólo dijo: 
-íAh! íAh!... No puedo. 
Y entonces don Juan Bautista Tamietti repitió: 
-No se canse, don Bosco; ya me hablará en otra ocasión o me escribirá. Ahora, déme su bendición. 
Es de imaginar lo preocupado que se iría. Comprendió que don Bosco tenía algo muy grave que decirle; sólo le contrariaba no saber si se 

refería ((383)) a su propia persona o al colegio; si era para el presente o para el futuro. Cuando supo que había empeorado, fue a Turín por 
Navidad. Apenas se acercó a su cabecera, díjole don Bosco: 
-Mi querido Tamietti, te agradezco que hayas venido a verme. 
Después lo tomó por la mano y lo miró fijamente largo rato, sin 
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decir palabra, dejando traslucir una secreta ternura; pero tampoco entonces se pudo comprender de qué se trataba. 
Era misterioso, en efecto, aquel querer hablar y no lograrlo. 
No parece improbable que el secreto de aquellos silencios guardara relación con una predicción y su correspondiente confirmación. Un d 
había dicho don Bosco a don Juan Bautista Tamietti: 
-Trabajarás hasta los cincuenta años y llegarás hasta los setenta y dos. 

Don Juan Bautista Tamietti nació el año 1848 y el 1898 fue atacado por una violenta fiebre tifoidea, de la que se libró, pero le quedó una 
profunda lesión en las facultades mentales. Vivió así, incapacitado para toda ocupación, hasta 1920. Todo exactamente como don Bosco ha 
predicho. 

En sus coloquios, especialmente con los Superiores, eran muy frecuentes las alusiones a su próximo fin. Una tarde de septiembre, mientr 
cenaba en su habitación, se entretenía de silla a silla con don Moisés Veronesi, director de la colonia agrícola de Mogliano Véneto. Y, com 
competente en economía que era, le dijo: 

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-A mí me queda ya poco tiempo de vida. Los Superiores de la Congregación no se convencen de ello y creen que don Bosco vivirá todav 
muchos años más. Yo no siento morir; pero me preocupan las deudas del Sagrado Corazón. Don Francisco Dalmazzo es bueno, mas no es 
administrador... Pensar que se ha recogido tanto dinero... »Qué dirán mis hijos al encontrarse con tantas deudas?... Ruega por mi alma; el a 
que viene ya no estaré para los ejercicios 1. 

Y pasando luego a otra cosa, don Moisés Veronesi le recordó que, algunos ((384)) años antes, le había pronosticado la edad a que llegaría 
con tal de que fuera bueno; y esa condición le tenía preocupado. 

-Pues bien, quitemos la condición, dijo don Bosco. Yo me voy pronto al paraíso para prepararte un sitio; tú vendrás también allí, 
acompañado de muchos más. 

Don Moisés Veronesi, nacido en el 1851, concluyó su carrera mortal a la veneranda edad de setenta y nueve años. 

Don Pablo Albera, inspector de las casas de Francia, tuvo también con don Bosco un último encuentro lleno de emoción. Presentóse a él 
para despedirse y quiso el Santo que se sentara a su lado. Hízole muchas preguntas sobre su casa de Marsella y sus hermanos y concluyó 

1 Respecto a las deudas del Sagrado Corazón, el Ecónomo, don Antonio Sala, enviado a Roma para examinar de cerca la situación, 
descubrió que la deuda llegaba a trescientas cincuenta mil liras (Actas del Cap. Sup., veintiséis de octubre de 1887). 
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diciendo que hubiera deseado darle algo de dinero para el noviciado francés, pero que la Providencia no se lo había enviado. 

-Pero quiero pagarte el viaje, al menos. Toma estas cincuenta liras en oro; es todo lo que tengo. 

Después lo miró con mucho cariño y le dijo: 

-También tú te marchas. Todos me abandonan. Sé que don Juan Bonetti se irá esta tarde. Don Miguel Rúa también se va. Me dejan solo. 

Y, al decir estas palabras, llenáronse sus ojos de lágrimas. Se conmovió todavía más, diciendo: 

-Don Bosco tiene aún muchas cosas que comunicar a sus hijos y no le va a llegar el tiempo para decírselas. 

Y como también don Pablo Albera se pusiera a llorar, don Bosco se hizo un poco de violencia y dijo: 

-No te hago ningún reproche; cumple tu deber y vete. Que Dios te acompañe; pediré por ti. Te bendigo de todo corazón. 

Más interesante aún fue la conversación que tuvo con don Julio Barberis el día trece de septiembre 1. Se había determinado cambiar el 
destino del colegio de Valsálice, sustituyendo sus alumnos de familias distinguidas por los clérigos estudiantes de filosofía. Acabada la ses 
capitular, don Julio Barberis se quedó solo con él y le preguntó con toda confianza cómo se entendía que, habiéndose opuesto siempre a aq 
cambio, hubiera cambiado de parecer. Respondió: 

((385)) -De ahora en adelante estaré yo custodiando esta casa. 

Y, mientras decía esto, no apartaba sus ojos de la escalinata que va del jardín superior al pórtico del gran patio inferior. Después de unos 

instantes añadió: 

-Haz preparar el plano. 

Y, como el colegio no estaba totalmente acabado, don Julio Barberis creyó que don Bosco quería decir que se terminara el edificio, y le 

respondió: 

-Bueno, haré que lo preparen y se lo presentaré este invierno. 

Pero él añadió: 

-Este invierno no, sino en la próxima primavera y no has de presentármelo a mí, sino al Capítulo. 

Y seguía mirando siempre hacia la escalinata. 

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Solamente cinco meses después cayó don Julio Barberis en la cuenta del pensamiento del Santo. 

Cuando lo vio sepultado en Valsálice y precisamente en la parte 

1 Summ. sup. virt., núm. XVIII, De pretioso obitu (testigo don Julio Barberis). 
336 

central de aquella escalinata; y lo comprendió finalmente del todo, cuando, preparado el proyecto del monumento que se erigiría sobre su 
tumba, fue presentado para su aprobación en la primavera, sin que hubiera dicho nada a nadie sobre la conversación tenida en septiembre. 

Volvió al Oratorio el día dos de octubre por la tarde. Tomó asiento también en el coche don Luis Martí Codolar. Cuando llegaron a la 
cancela del parque que rodea el internado dirigido por las Damas del Sagrado Corazón, hizo parar, porque quería saludar una vez más a 
aquellas religiosas. Los detalles de esta visita ya los conocemos 1. En el Oratorio lo esperaban los muchachos. Una salva de aplausos 
entusiastas le saludó a su entrada; subió después las escaleras y se asomó desde la galería; un coro universal cantó el antiguo himno: Venite 
compagni, don Bosco ci aspetta (Venid compañeros, don Bosco nos espera). Eran cientos de muchachos que cantaban con los ojos fijos en 
Aquel espectáculo conmovió hasta las lágrimas a la familia de don Luis y dijeron, después, que nunca habían asistido a una escena tan 
conmovedora. 

Mientras escuchaba el canto, iba él despacito hacia su habitación, en la que, por desgracia, poco tiempo más podría todavía aconsejar y 
alentar, tanto a sus hijos como a los extraños. 

1 Vol. XV, pág. 572. 
337 
((386)) 

CAPITULO XVIII 

LA PREFECTURA APOSTOLICA
DE MONSEÑOR FAGNANO


EL hecho de mayor relieve durante este bienio, en la América Salesiana, fue la entrada de los hijos de don Bosco en la Tierra del Fuego. D 
Bosco insistía al Prefecto Apostólico que se diera prisa; pero dificultades de distinta naturaleza impidieron la ida inmediata, de tal forma qu 
hasta el año 1887 no pudo el intrépido monseñor Fagnano fijar su residencia en el punto central de la Misión que León XIII le había confia 

El que examina en un mapa el cono sur de América meridional, recibe la impresión de que una inmensa losa de hielo flotante se hubiera 
disgregado en cien pedazos y direcciones y que continúa dividida así, para darnos una idea de su forma primitiva 1. 

Aquel singular archipiélago, compuesto por infinitas islas de todo tamaño, que en su origen fue un solo macizo unido al continente, es la 
Tierra del Fuego. La bautizó con este nombre en 1520 el portugués Fernando de Magalhaes o más comúnmente Magallanes, porque durant 
su navegación veía levantarse por muchos puntos columnas de humo, indicio de fogatas encendidas por los indígenas en sus florestas para 
defenderse del frío austral. La temperatura, sin embargo, no es tan rígida como en el polo ártico, porque la latitud ((387)) de la Tierra del 
Fuego corresponde, más o menos, a la de los Países Bajos y Dinamarca. Estas tierras pueden dividirse en tres zonas. Se destaca ante todo la 
Isla Grande, que es la Tierra del Fuego propiamente dicha, con una superficie de cuarenta y ocho mil kilómetros cuadrados. Vienen despué 
al sudoeste, las islas que bordean el mar desde el canal de Beagle hasta el cabo de Hornos: y son las principales Londonderry, Gordon, Hos 
y Navarino. 

Por último, se encuentra al noroeste un tercer grupo formado por 

1 Para entender bien cuanto aquí describimos, nada mejor que tener delante el mapa de la Tierra del Fuego, trazado por nuestro don Albe 
de Agostini para la Sociedad Editora Internacional. 
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un cordón de islas que se prolonga desde el cabo Pilar hasta la península Breknock; las más notables son: Desolación, en la desembocadura 
occidental del estrecho de Magallanes, Santa Inés, Clarence y Dawson. Entre estas islas mayores que forman como la osamenta del 
archipiélago fueguino, se encuentran diseminadas innumerables islas menores y pequeñísimas, separadas entre sí por una red complicadísim 

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de canales tortuosos que constituyen un verdadero laberinto. 

Todo el territorio mide cerca de setenta y dos mil kilómetros cuadrados de superficie. Políticamente fue considerado durante mucho tiem 
como res nullius, a lo que contribuyeron los fracasados intentos de poblar el estrecho de Magallanes, los terroríficos relatos de los naufragi 
y la prevención de que aquellas tierras eran improductivas y el clima insoportable por su rigidez. Pero cuando el estrecho de Magallanes 
empezó a tomar importancia, como vía marítima del Atlántico al Pacífico, y algunos capitalistas inteligentes empezaron a desarrollar la 
industria del pastoreo, entonces los dos estados limítrofes, Chile y Argentina, empezaron a preocuparse por la posesión de aquellas tierras 
lejanas. Las mutuas pretensiones terminaron en el año 1881; bajo los auspicios de la reina de Inglaterra 1, se firmó el tratado de los límites 
mediante una línea divisoria desde el Norte al Sur de la Isla Grande a saber desde el cabo del Espíritu Santo a la entrada oriental del estrech 
de Magallanes, hasta el canal de Beagle. Así cincuenta mil kilómetros cuadrados al oeste están bajo el dominio chileno y veintidós mil al e 
bajo el argentino. Se adjudicó además a Argentina la Isla de los Estados, frente al Cabo San Diego. ((388)) Los indígenas que habitan el 
archipiélago pertenecen a tres estirpes diferentes que se llaman alacalufes, yaganes y onas. Las dos primeras viven en las islas occidentales 
australes; los alacalufes se extienden desde la península de Breknock hasta los canales occidentales de la Patagonia, al norte del estrecho de 
Magallanes; y los yaganes ocupan el canal de Beagle y las numerosas islas diseminadas al sur del mismo. Los onas habitan todos en la Isla 
Grande. 

Los exploradores que, durante casi tres siglos, navegaron a través del archipiélago fueguino, están de acuerdo al presentar el miserable 
estado de aquellos salvajes; pero todos quedaron sin advertir la condición de los onas, residentes en la parte oriental de la Isla Grande, 
físicamente superiores a los demás y muy semejantes a los indios patagones. El célebre naturalista Darwin, que visitó gran parte de las cost 
del sur de Tierra del Fuego, cayó en el error de creer que sus 

1 Reinaba, a la sazón, la reina Victoria (1837-1901) (N. del T.). 
339 

habitantes eran antropófagos y sin la menor idea de Dios ni de la inmortalidad. 

Siempre ha sido difícil calcular el número de fueguinos. Los yaganes, después de un censo meticuloso hecho por el misionero protestante 
inglés Bridges, llegaban a novecientos cuarenta y cinco. El mismo Bridges, el año 1880, había hecho subir a tres mil el número de los 
alacalufes. El núcleo mayor lo formaban los onas, que Bridges calculaba en tres mil seiscientos. 

Estas son, pues, las tierras y las gentes a las que don Bosco, movido por un impulso superior, dedicó su laborioso pensamiento cuando só 
unos poquitos en el mundo dedicaban a ellos su atención y cuando rarísimamente se oía hablar en Europa a alguien que tuviera al menos un 
noticia superficial de la zona. 

El motivo por el que don Bosco impelía a monseñor Fagnano para que rompiera toda dilación, era el saber que, desde hacía tiempo, 
trabajaban allí los ministros protestantes 1. 

Desde 1863 la misión evangélica inglesa mantenía en el canal de Beagle, al sur de la Isla Grande, tres misioneros, que tenían a su 
disposición un vaporcito y un barco a vela. Ellos recorrieron toda ((389)) la costa de la isla sin dejar un fondeadero, un cabo sin visitar de 
norte a sur y de este a oeste, dando pruebas de su inteligencia y de su buen gusto en la elección de sus residencias. La sociedad bíblica de 
Londres no regateaba dinero ni ningún otro medio que fuese útil para su finalidad. Infaliblemente todos los meses hacía su vaporcito el via 
de ida y vuelta a las islas Malvinas, donde residía un obispo anglicano y desde donde se atendían las relaciones ordinarias con la madre pat 
Pero, a pesar de todo, el resultado religioso de la misión era muy mezquino; baste decir que, después de casi cuatro lustros, no contaban má 
de un centenar de cristianos. íY en qué estado los tenían! Nuestro don José Beauvoir, que los vio, los describe así 2: 

íQué pobres chiquitas las nueve o diez que vimos en el orfanato! Con un frío de doce grados bajo cero y todos los alrededores cubiertos c 
medio metro de nieve, estaban las pobrecitas niñas, de ocho a quince años, descalzas, a pesar de que dos o tres de ellas eran raquíticas y 
estaban enfermizas. Y advierta que se habían puesto lo mejor que tenían, pues les habíamos avisado que, si no tenían inconveniente, iríamo 
visitarlas. Casi no vimos ningún niño. A saber dónde los tienen. Vimos solamente unos pocos hombres y jóvenes, mayores de quince años, 
que estaban míseramente vestidos; nuestros mendigos tendrían lástima de los andrajos con que éstos se cubrían. 

1 Nuestra fuente principal de noticias es la correspondencia de los Misioneros salesianos. 

2 Carta a don Miguel Rúa, veintitrés y veinticuatro de agosto de 1887. 
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Y les hacen trabajar de firme, por los pocos alimentos, harapos y enseñanza que les dan, si es verdad que se lo dan. 

Además del orfanato, visitamos la iglesia, que no es más que un gran salón con dos bancos a los lados, una mesita, una especie de cátedra 
una estufa en medio. Colgados de las paredes había unos cartelones con unas inscripciones en grandes letras, en algunos de los cuales se le 

W. the Queen! (íViva la Reina!) W. the Republic! Nos dijeron que también servía para escuela de los indios. 
Visitamos, además, dos casas de familias indígenas, íAy!, se quiebra el corazón sólo al recordarlas. Unas mujeres andrajosas en derredor 
una estufa, una especie de camastros con tablas y hojarasca en los rincones, unos pocos guiñapos colgando de las paredes, algún cacharro d 
lata y algunas botellas formaban todo el ajuar de aquellas familias, amontonadas en aquellas insalubres chozas. Y sabe Dios cuánto les hab 
costado aquel sombrajo y aquellos enseres. 

Mas no crea que sea lo mismo para el reverendo misionero, su esposa y su ((390)) familia. íAh, no! Ellos viven en un cómodo y buen cha 
provisto de todo cuanto puede hacer agradable la vida, no sólo en un desierto a cincuenta y cinco y más grados de latitud sur, sino hasta en 
mismo Buenos Aires: es un bonito palacete ricamente amueblado y tapizado, con ventanas de doble cristal, con postigos y persianas dentro 
fuera. Y no hablemos de manjares y licores, de conservas y dulces, de salsas de toda clase que los fastuosos ingleses han sabido inventar, 
porque el mejor gastrónomo quedaría desconcertado. 

»Y qué puedo decir yo, ignorante y profano como soy en esa ciencia? Si tuviera que describir los lunchs y los banquetes que el exmisione 
Bridges, actualmente rico negociante y propietario, daba a los comandantes de los barcos argentinos, me encontraría muy apurado para 
encontrar términos adecuados y suficientes. Bástele saber que, a más de lo dicho, tiene siempre huevos y pollos, y también chuletas en 
abundancia; carne de caza y de pesca, no se diga; los indios que son buenos cazadores y buenos pescadores le proveen de cuanto desea; en 
cuanto a la leche fresca y en conserva no tiene que envidiar a nadie. Posee en distintos puntos de la isla abundantes vacadas y vende carne, 
veces, a cinco escudos, veinticinco francos la arroba 1, 

Verdaderamente el capitán Bove, que guió una expedición a la Tierra del Fuego el año 1882, hizo los más lisonjeros elogios del reverend 
Bridges, a quien antes mencionamos, y resulta fácil adivinar el porqué. Al principio, el señor Bridges lo miró con prevención; pero después 
trató espléndidamente durante varios días, poniendo a su disposición sus dos barcos, tras el conocido naufragio; por este motivo y porque 
pensaba volver por allí, el explorador italiano hizo tantas alabanzas de su huésped. Y con todo es muy extraño que, llevando ya tantos años 
Argentina en tiempos de monseñor Fagnano, los misioneros ingleses no conocieran el español; y que no enseñasen a los que convertían má 
que a chapurrear el inglés. Cuando don José 

1 Lo de los lunchs y los banquetes, lo he sabido por algunas relaciones con los comandantes de los barcos (nota de don José María 
Beauvoir). 
341 

María Beauvoir estuvo con él y con otros ministros protestantes, necesitó siempre un intérprete, pues no conocía su lengua. 

A medida que el Gobierno argentino iba dando mayor importancia a la Tierra del Fuego, la influencia de estos herejes amenazaba hacerse 
cada vez más difícil. 

En vista de tal peligro don Miguel Rúa, el día 29 de mayo de 1886, había enviado a monseñor Cagliero ((391)) la copia de una carta que 
había escrito a don Bosco monseñor Poyet, protonotario apostólico en Jerusalén, el cual estaba muy bien informado de la situación de aque 
tierras y, entre otras cosas, le decía: 

«Es una verdadera desgracia que los ministros protestantes hayan penetrado allí antes que los misioneros católicos; pero esta desgracia se 
mayor aún, si se les deja aprovecharse de la presencia del Gobernador General, que allí se ha puesto, para hacer ver a los indígenas lo grand 
que es la protección que les dispensa el Gobierno Argentino». 

El Gobierno Argentino no era tan ciego como para no advertir el interés nacional de favorecer al nuevo Prefecto Apostólico, que haría de 
aquellos pobres salvajes útiles ciudadanos de la República, acostumbrándoles a una residencia estable y enseñándoles, junto con la verdade 
religión, la agricultura y los oficios de la vida civilizada; 
tanto más que había una ley disponiendo que se orientara hacia la Religión Católica a los indígenas que se convirtieran. 

Pero desgraciadamente la suerte del Estado estaba entonces en manos de la masonería, de la que supo sacar partido el señor Bridges. 
Porque, apenas oyó hablar de la Prefectura Apostólica, voló a Buenos Aires, donde, con la ayuda de sus correligionarios y de los masones, 
presentó en el Congreso Argentino una solicitud para obtener ocho leguas cuadradas, como propiedad de su misión 1, en recompensa a los 

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servicios por él prestados a la sociedad y a la República Argentina en aquellas remotísimas tierras. 

Los diputados católicos se opusieron esgrimiendo tres argumentos: la Constitución vigente que prescribía se orientara al catolicismo y no 
protestantismo, a los indios incorporados a la civilización; la intención de especulación mal disimulada en la actividad del misionero 
anglicano, que solamente buscaba enriquecerse él y su familia; y el empeño del mismo para consolidar allí la influencia inglesa 2. 

1 Una legua cuadrada corresponde a cinco mil ciento cincuenta y cuatro metros cuadrados. 

2 Para no llamar la atención, izaba sobre su residencia la bandera argentina, cuando pasaban por allí barcos argentinos y la bandera chilen 
cuando pasaban barcos chilenos; pero fuera de estos casos, mantenía enarbolada la bandera inglesa. Cuando el Gobierno Argentino estable 
342 

Los dos diputados católicos, Estrada y Goyena ((392)) expusieron en el Congreso éstas y otras razones; pero la prensa sectaria movió tan 
la opinión pública, que le fueron concedidas las ocho leguas de terreno. 

íQué diferencia de trato con las misiones católicas de la Patagonia! 
En sólo seis años los pobres hijos de don Bosco habían levantado allí dos bonitas iglesias, habían abierto dos colegios, para niños y dos par 
niñas, habían fundado varias asociaciones piadosas, habían recorrido el territorio varias veces en busca de los indios, por los desiertos 
patagónicos, hasta el Río Colorado por un lado y hasta el entonces misterioso lago Nahuel-Huapí por otro y la cumbre de los Andes, lo que 
significa una superficie de mil quinientos kilómetros desde Carmen de Patagones; y, sin embargo, parecía que las autoridades locales los 
ignorasen cuando no les acosaban, como hicieron frecuentemente, apresando, por ejemplo, a don Domingo Milanesio el año 1887, sin más 
culpa que la de su verdadero celo apostólico. 

Con todo, en los comienzos del 1886, habiendo cambiado el Presidente de la República hubo un hombre de buen sentido, el señor Dosse 
que sustituyó en el Ministerio del Culto al nefasto Wilde, que habría querido acabar con todo vestigio de religiosidad; por esto escribía 
monseñor Cagliero 1: 

«Alborea una esperanza de mejor porvenir para nosotros y para nuestra Misión». En efecto, el nuevo Ministro parecía dispuesto a 
concederle siete mil escudos para la iglesia que se estaba construyendo en Patagones. 

El inspector don Santiago Costamagna, con el propósito de confirmarlo en sus buenos propósitos fue a visitarle el día veintisiete de 
noviembre, para presentarle sus saludos en nombre de los Salesianos y de su padre don Bosco. Y resultó que el Ministro, sin que se le 
preguntara nada, dijo espontáneamente que su primer pensamiento era ayudar a la Misión de Tierra del Fuego y que se empeñaría de veras 
para ayudar a don José Fagnano y para que se establecieran allí los Salesianos ((393)) con toda libertad y suficientes subsidios. El Inspecto 
verlo animado con tan buenos sentimientos, le insinuó que, de aquel modo, sería un brazo de la divina Providencia, la cual había sugerido 
hasta entonces el pensamiento de las misiones al Sumo Pontífice y a don Bosco; pero, a falta de un brazo que diera un impulso 

en la Tierra del Fuego un Gobernador del territorio, éste, queriendo de intento sorprender al misionero, llegó cuando izaba la bandera britán 
y le intimó a que la arriara. 

1 Carta a don Bosco, Patagones, doce de noviembre de 1886. 
343 

eficaz, quería el Señor que este brazo fuera el señor Ministro Dosse 1. 

Cuando se mantenía este coloquio, estaba ya monseñor Fagnano explorando la zona argentina de la Tierra del Fuego. El Gobierno, decid 
a organizar allí la administración civil, no hubiera llegado a un resultado definitivo, sin un estudio previo del país. Encargó, pues, al señor 
Ramón Lista que hiciera en noviembre de 1886 un viaje de exploración en la costa oriental de la Isla Grande. La expedición, guiada por dic 
señor, oficial superior del Ministerio de la Guerra, se componía del doctor Polidoro Segers, cirujano del ejército, y de veinticinco soldados, 
mando de un capitán. El Prefecto Apostólico, aprovechando la favorable ocasión, pidió y obtuvo ser agregado a la expedición en calidad de 
capellán. 

Embarcáronse en Buenos Aires el día treinta y uno de octubre en el Villarino y llegaron el día tres de noviembre a Patagones, donde se 
quedaron ocho días para hacer los últimos preparativos. La partida se inició con un banquete en el campo, al que también fue invitado 
monseñor Cagliero, que escribió después a don Juan Bautista Lemoyne 2: «Como ves, también las misiones se inauguran con banquetes ba 
cuatro corpulentos nogales, cuya sombra no hace aquí ningún daño, y con la suave brisa de nuestra primavera». El Vicario y el Prefecto 

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apostólico miraron aquella misión gubernativa como el principio de la nueva misión salesiana. 

Levaron anclas el día doce de noviembre. En ruta tocaron Santa Cruz, en donde monseñor Fagnano pudo ver a los dos salesianos ((394)) 
don Angel Savio y don José María Beauvoir, que, como ya hemos dicho, trabajaban hacía más de un año en los confines de su jurisdicción 
día veintiuno arribaron felizmente a la Bahía de San Sebastián, que se abre ancha y profunda al nordeste de la isla, meta de su viaje. 

Las operaciones de desembarque costaron tiempo y trabajo: había que poner en tierra cuarenta mulas, destinadas al transporte del persona 
equipajes, cincuenta ovejas y comestibles en conserva o secados al sol, suficientes para seis meses. Finalmente, hacia las diez del día 
veinticuatro, todos los miembros de la expedición se encontraban reunidos en un vallecito al sudeste de la Bahía, al pie de una amena colin 
la orilla de un arroyuelo cristalino que brotaba a casi cien metros de distancia y dividía la pequeña llanura regando el suelo, 

1 Carta de don Santiago Costamagna a don Bosco, Buenos Aires, diecinueve de noviembre de 1886. 

2 Patagones, doce de noviembre de 1886. 
344 

cubierto de exuberante vegetación. Allí acamparon. Se había elegido el lugar con cuidado para resguardarse del viento y poderse defender a 
un eventual ataque de los indígenas. Cuando vio Monseñor todo en orden, dispuso su altar portátil en el que celebró la santa misa, imploran 
la bendición del Cielo, sobre su incipiente misión. 

Por desgracia muy pronto ocurrió un trágico episodio. Al oscurecer apareció un gran fuego en la costa del norte que señalaba la presencia 
los indios. Al alba del día veinticinco, el jefe de la expedición, escoltado por quince soldados, quiso hacer un reconocimiento. Hacia el 
mediodía se encontró con una tribu de onas, los cuales, al ver el pelotón de soldados, abandonaron sus míseras cabañas y huyeron. Los 
soldados les siguieron, cortáronles la retirada, los cercaron y quedaron a la espera de órdenes. El señor Lista intentó invitarles a rendirse co 
amigable mímica; pero ellos, que no comprendían nada, al ver la actitud hostil de los soldados, dispararon unas flechas contra ellos, mas si 
herir a ninguno. Viendo que resultaban inútiles todos los esfuerzos de entendimiento, el jefe ordenó primero hacer fuego y después atacar a 
bayoneta. Y en esto el capitán, que guiaba la expedición, fue alcanzado en la sien izquierda por una ((395)) flecha leñosa y cayó por tierra s 
sentido y sangrando por la herida. Entonces sus hombres se enfurecieron y se lanzaron rabiosamente contra los indios, matando a cuantos 
oponían resistencia. Veintiocho quedaron muertos. Hicieron trece prisioneros, entre los cuales había dos niños de pecho con sus madres, un 
niña de unos diez años herida, que murió poco después, y algunos niños y niñas más. Sólo pudieron escapar dos hombres, aunque heridos y 
perseguidos a balazos 1. 

Ocultóse a don Bosco la inútil barbarie de la soldadesca. 

El lamentable suceso hubiera causado una inmensa pena a su corazón de apóstol; puede fácilmente deducirse por la impresión que le cau 
una relación de monseñor Fagnano que le narraba sucesos posteriores, como la captura de varios indios, que les sirviesen de guía y les 
ayudasen a llevar los equipajes, y cómo en la lucha había muerto un indio. Cuando don Bosco oyó la lectura del hecho, empezó a quejarse 
amargamente de que los Salesianos tuvieran que ir en compañía de soldados que mataban a los indios. 

-íQuiero, exclamó, que los misioneros vayan solos, sin ser escoltados por las armas! Si no es así, será infructuosa su predicación. Sería 
mejor no ir que hacerlo de esta manera. 

1 RAMON LISTA, Viaje al país de los Onas, pág. 74. 
345 

Fácilmente pueden todos imaginar la actitud de monseñor Fagnano, hombre fogoso y de agallas, al enterarse de lo sucedido. Así refiere e 
hecho el Padre Lino Carbajal, según se lo contó un honorable comandante, que perteneció al estado mayor del Villarino 1. 

«Nos encontrábamos, dice él, en la Tierra del Fuego, en una expedición científico-militar y era jefe de la expedición el señor Lista. Este 
hombre, de carácter duro y violento, había mandado abrir fuego contra un grupo de pobres indios, algunos de los cuales cayeron para no 
levantarse más. El sacerdote Fagnano, que era capellán de la expedición, al oír los disparos, acudió al lugar. 

»Allí ((396)) se encontró con el jefe, veinticinco soldados y algunos salvajes heridos que gritaban y se quejaban. Entonces el sacerdote 
Fagnano, convertido en héroe, se acercó con valentía al jefe de la expedición y, sin ambages, le hizo comprender su delito. Temíamos noso 
por su vida, porque el jefe lo mismo se encendía en cólera que palidecía de ira ante el hombre de Dios el cual, en medio de aquella soledad 
levantaba como profeta para condenar la crueldad del soldado. Había allí veinticinco fusiles dispuestos a disparar a la menor señal sobre el 
pecho de aquel valiente. Desde entonces comprendí que monseñor Fagnano es un verdadero héroe, digno de toda admiración». 

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También el médico, mientras curaba a los heridos, manifestaba su enfado ante aquel modo de proceder con personas inermes y 
semidesnudas, que huían sin haber intentado nada contra la expedición. El incidente resulta tanto más lamentable, cuanto que los indios on 
se dieron a conocer después como gente de carácter dulce y manso. En los sucesivos encuentros, los nativos de la isla, lejos de molestar a l 
blancos, huían en seguida atemorizados apenas los divisaban. 

El día veinte por la tarde, se levantaron las tiendas y la expedición se puso en marcha hacia el sur. Tras muchas peripecias, llegaron el día 
veinticuatro de diciembre a Bahía Tethys, en la extremidad meridional de la isla, en la embocadura del estrecho Lemaire. Habían recorrido 
isla en toda su longitud. Acamparon en un lugar a propósito y disfrutaron de algunos días de reposo, que monseñor Fagnano aprovechó par 
escribir a don Bosco una detallada relación entresacada de su diario 2. 

Allí bautizó solemnemente a algunos indígenas que les acompañaban 

1 L. CARBAJAL, Las Misiones Salesianas, San Benigno Canavese, 1900, pág. 111. 

2 Esta relación lleva fecha del dos de enero y aparece en tres artículos en el Boletín de noviembre y diciembre del 1887 y en el de febrero 
del 1888. 
346 
y estaban destinados a ser distribuidos entre familias cristianas de Buenos Aires, donde podían completar la instrucción religiosa que él les 
había dado sumariamente. Se interesó, además, por una numerosa tribu, que iba y venía cada día al campamento. Dos veces al día reunía en 
tienda a los niños y a las niñas ((397)) para enseñarles a rezar. En la segunda relación que enviaba también a don Bosco 1, escribía sobre lo 
Onas: «Con cuánta facilidad podría el Gobierno nacional civilizar a estas pobres gentes salvajes, proporcionándoles algunos víveres y 
poniendo entre ellos una escuela para los muchachos y otra para las muchachas, como centro de la Misión. 

»En dos o tres años se podría adiestrar a esta pobre gente, a mi parecer, y emplearlos en la agricultura como jornaleros y como marineros 
siempre serían una esperanza y un refugio para los náufragos de la Tierra del Fuego». 

Los naufragios se repetían con frecuencia por aquellos mares azotados por vientos violentísimos; don José María Beauvoir estuvo dos ve 
a punto de perecer navegando en barcos envueltos por las tempestades. Este proyecto fue una realidad después de la muerte de don Bosco, 
llevado a cabo en toda su intensidad por el intrépido misionero con medios audaces, conducidos a buen término. 

El día dieciséis de enero debió abandonar a aquellas pobres almas porque la expedición emprendía la operación de regreso; desembarcó e 
día veinticinco en Patagones, su residencia. Fue un milagro que, durante el trayecto, no se hundiera el barco en una tremenda tempestad. D 
aquella expedición reportó tres ventajas principales: un discreto conocimiento del lugar, una idea aproximada de las condiciones en que viv 
aquellos indios y la importante comprobación de que convenía colocar la sede en Punta Arenas, que era un punto céntrico para comunicars 
con Chile, Tierra del Fuego y las islas Malvinas; porque su Prefectura se extendía también a la parte chilena del archipiélago y a dichas isla 
además de la Patagonia meridional, esto es, hasta la Gobernación de Santa Cruz, donde ya trabajaban don Angel Savio y don José María 
Beauvoir. 

Desde Patagones volvió a Buenos Aires, a fines de febrero, con la intención de remover cielos y tierra hasta conseguir protección, subsid 
y personal para comenzar seriamente la ((398)) empresa. Mientras tanto consolaba a don Bosco, escribiéndole el día primero de marzo: 
«Alégrese, don Bosco, porque uno de sus hijos ha llegado hasta el 

1 Patagones, veintiséis de enero de 1887. Fue publicada en el Boletín del mes de febrero de 1887. 
347 

grado 55 de latitud sur, donde el día veinticuatro de diciembre comienza a las dos de la madrugada y termina a las diez y media y ha podido 
vestir a doscientos salvajes, predicar la religión católica y bautizar ya a algunos». 

En la islas Malvinas, llamadas también Falkland por los ingleses que son los dueños 1, había estado un misionero católico, el sacerdote 
irlandés Santiago Foran, que solía pasar allí los meses del buen tiempo y volvía a la patria al comenzar los fríos. Cuando se confió a los 
Salesianos esta Misión se retiró, pues ya se encontraba viejo y enfermo; pero les había preparado una iglesia y allanado el camino, 
recomendándolos a las autoridades locales británicas. A finales del año 1886, como se desprende de una carta de don Jorge Tomatis a don 
Bosco 2, pensaba el padre Foran, al repatriarse, pasar por Turín, visitar el Oratorio y defender la causa de los católicos de las Malvinas; per 
parece que se encaminó directamente a esto, como se deduce de su carta en latín a don Bosco, desde Inglaterra, el día 14 de noviembre del 
1887. Después de presentar allí las necesidades y el deseo de aquellos católicos, quería que los Salesianos actuasen en seguida o renunciase 
ello cuanto antes 3. 

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También monseñor Fagnano había escrito 4: 

«Envíenme un sacerdote que sepa bien el inglés para colocarlo en las Malvinas. Los pobres católicos de estas islas, ya hace dos años que 
ven un sacerdote y son objeto de burlas por parte de los protestantes». Es conmovedora también otra carta en latín de un capellán militar 
inglés, que escribe a don Bosco el día trece de octubre del mismo año sobre el tema; porque una buena señora le había hecho llegar los trist 
lamentos de aquellos correligionarios, faltos de toda asistencia religiosa 5. 

((399)) Estas lamentaciones habían llegado también al cardenal Simeoni, prefecto de Propaganda, el cual pidió a don Bosco explicacione 
por la tardanza de los Salesianos en llegar hasta allí. Don Miguel Rúa le respondió, el día tres de enero 6: que no había un sacerdote salesia 
que hablara el inglés; pero que, en las témporas de diciembre, 

1 El gobierno argentino presenta periódicamente protesta pública por la ocupación de un territorio que considera perteneciente a la 
República. 

2 San Nicolás de los Arroyos, doce de octubre de 1886. 

3 Ap., Doc. núm. 73. 

4 Punta Arenas, siete de agosto de 1887. 

5 Ap., Doc. núm. 74. 

6 Ap., Doc. núm. 75. 
348 

había sido ordenado en Buenos Aires y enviado a las Malvinas el irlandés don Patricio Diamond 1. 

Monseñor Fagnano no encontró en Viedma a monseñor Cagliero; lo vería unos meses más tarde, pero no se hubiese imaginado de ningún 
modo dónde y cómo, aunque la vida del misionero esté expuesta a todas las sorpresas. El Vicario Apostólico estaba efectuando una misión 
mucha trascendencia y duración. Subía por el valle del Río Negro con intención de cruzar la Cordillera y bajar a Chile, hasta Concepción, e 
compañía de don Domingo Milanesio, don Bartolomé Panaro y el coadjutor Marcos Zanchetta 2; era un recorrido de casi mil quinientos 
kilómetros. Constituye una página histórica de las misiones salesianas en Patagonia la relación que él envió a don Bosco desde Roca el día 
diecisiete de enero. La transcribimos por entero en el Apéndice del volumen 3. 

Pero, a este exordio esperanzador, siguióle un doloroso epílogo. 

En medio de privaciones y fatigas todo había transcurrido sin graves incidentes, después de haber recorrido cerca de mil trescientos 
kilómetros y ya en el corazón de los Andes. Había bautizado novecientos noventa y siete indios, casi todos adultos, y setenta y cinco niños, 
hijos de padres cristianos; había bendecido ciento un matrimonios, y confesado centenares de pecadores; había distribuido la eucaristía a 
ochocientas quince personas y administrado la confirmación a mil quinientos trece individuos en los desiertos patagónicos y a otros mil 
quinientos en terreno chileno. Pero después llegó lo imprevisto. Era el día tres de marzo por la mañana. Dejaron Malbarco, a orillas del 
Neuquén, subían las pendientes escarpadas ((400)) de los Andes, cuando, en un lugar denominado Aguas Calientes y sobre una sierra llama 
Mala Cohuello, se encabritó de pronto el caballo del Obispo, empezó a corcovear y cocear, se le puso la silla de través y, sin obedecer al fr 
del jinete, se lanzó a la carrera por un sendero en pendiente, flanqueado por grandes peñascos, al borde de un precipicio sin fondo. Fueron 
momentos de angustia para los que le seguían, que no podían prestarle auxilio de ningún modo. 

Monseñor, que conservó su presencia de espíritu, sacó los pies de los estribos y, como viera un espacio de menos peligro, se arrojó a él. 

1 Había nacido en Kibea, diócesis de Derry. Había hecho el noviciado en San Benigno de 1882 a 1883. Fueron con él el sacerdote Del 
Turco y el coadjutor Tarable. 

2 Más tarde tomó el hábito clerical y fue ordenado sacerdote, estado en que murió en Viedma (18-VI-1935) (N. del T.). 

3 Ap., Doc. núm. 76. 
349 

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Si no hubiera hecho aquella repentina y atrevida maniobra, se hubiera despeñado hasta el abismo, desde donde un sordo rumor indicaba, 
poco después, que el caballo se había precipitado al fondo en su loca huida. 

Los compañeros volaron hacia la víctima, lo levantaron del suelo, le preguntaban consternados qué le dolía; pero él no podía hablar, apen 
respiraba. Cuando se rehizo un poco y les vio llorar, díjoles: 

-íNo seáis niños! De tantas costillas como tengo, creo que sólo se han roto dos. Hágase la voluntad de Dios. También esto pasará. 

No había agua, ni se encontraba una sombra: no pudieron reanimarlo más que con unos sorbos de vino de misa. Y, como allí no podían 
permanecer, lo montaron sobre el caballo y con todo el cuidado del mundo, empezaron a bajar hacia el Neuquén. Después de unas horas de 
camino, de martirio para el paciente, lo pusieron al abrigo del sol en una cabaña abandonada, para que descansase un poco. Reanudaron el 
camino, difícil y sobre manera peligroso en el momento de vadear los ríos de lecho pedregoso: cada paso del animal le producía dolorosos 
espasmos. Finalmente, al clarear de la luna, llegaron a casa del señor Lucas Becerra, quien, al alba de aquel día, después de haber hospedad 
Monseñor durante cuatro jornadas de misión, lo había despedido con la más exquisita y cristiana cortesía. Y, al verlo llegar en tan lamentab 
estado, le prodigó todos los cuidados posibles y aplicóle remedios caseros de una manera tan inteligente, que produjeron buen efecto; ((401 
al mismo tiempo mandó a buscar medicamentos a los Franciscanos de Chillán, en Chile. 

Un atento examen dio a conocer que se le habían dislocado dos costillas del lado izquierdo, con roturas musculares y lesiones pulmonare 
Tenía contuso el fémur izquierdo, desde la cadera hasta la rodilla. La cara y el brazo presentaban cardenales causados por los muchos 
guijarros que había en el lugar donde cayó. Durante cuatro días sufrió una fiebre altísima, acompañada de agudos dolores pulmonares; 
después tomaron las cosas mejor cariz. Los buenos cristianos de Malbarco acudían en hilera llevándole huevos, gallinas, fruta, verdura, con 
una cordialidad conmovedora; pero los que se ganaron imperecedero recuerdo fueron el señor Lucas y su esposa, los cuales le prodigaron, 
durante veinticinco días, las atenciones más solícitas y delicadas. 

El día doce de marzo pudo levantarse de la cama el enfermo por vez primera; pero, hasta el día veinticinco, día de la Anunciación, no pud 
celebrar la santa misa. Los Franciscanos de Chillán dieron noticias 
350 

inmediatamente a los Salesianos de Concepción, cuyo director, don Evasio Rabagliati, acudió 1. 

El día veintiocho por la mañana, en compañía de hombres fuertes que había puesto a su disposición el señor Lucas, salió Monseñor de 
aquella casa y de aquella población en la que no cesaban de manifestarle su afecto. Se dirigieron a Concepción, a donde llegaron el día tres 
abril, Domingo de Ramos. Allí llegó también monseñor Fagnano, que se había lanzado tras las huellas de los misioneros, apenas se enteró 
fatal accidente. 

Tan pronto como el Gobierno Argentino tuvo noticias de la desgracia, aunque sin conocer exactamente la localidad donde había ocurrido 
había telegrafiado a todas las autoridades de los alrededores encomendando que prestaran toda posible asistencia a Monseñor y su comitiva 
((402)) pero ignoramos qué efectos produjo aquella cortés intervención. 

Cuando se supo en Italia la noticia de lo ocurrido, don Bosco se encontraba en Roma. Los detalles se publicaron en el Boletín que se edit 
en Buenos Aires 3. 

Don Santiago Costamagna envió a Turín, como anticipo, el número de abril y escribió a don Miguel Rúa el día veintinueve de marzo: «H 
tres días que le envié el Boletín de abril, para que se informase de la terrible caída del caballo de nuestro queridísimo Monseñor. Supongo q 
sabrán dorar la píldora a don Bosco, para que no se alarme y enferme». 

Desde Roma, el día cuatro de mayo, contestó don Miguel Rúa a don Celestino Durando que le había mandado la revista: «He visto en el 
Boletín de América la descripción de la desgracia de monseñor Cagliero y hemos procurado dar la noticia del suceso a don Bosco sin 
alarmarlo». 

Pero la noticia había llegado antes que el Boletín. En efecto, hacía dos días que don Miguel Rúa había escrito al mismo don Celestino 
Durando: «Haz el favor de decir a don Juan Bautista Lemoyne que he comunicado a don Bosco la noticia de la caída de monseñor Cagliero 
me parece que no se alarmó». Pero una cosa es no alarmarse y otra 

1 Le acompañaba un médico cirujano; pero éste, al llegar a Chillán, en ferrocarril, no se sintió con fuerzas para emprender el peligroso vi 
a través de la Cordillera. 

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VOLUMEN XVIII Página: 351 

2 Correspondencia de Buenos Aires, ocho de julio de 1887 en el Corriere di Torino del día ocho de agosto. 

3 Desde octubre de 1886 el Boletín en español se imprimía en Turín. El de Buenos Aires, reducido desde el principio a un modesto núme 
de páginas, dejó de salir en septiembre de 1887. 
351 

no sentir pena. Don Bosco no perdía su calma ante ningún infortunio, contrariedad o amenaza; pero los sufrimientos de sus hijos repercutía 
en su corazón de padre. Lo demuestran estas palabras escritas por don Miguel Rúa al mismo Monseñor, el día veintiocho de mayo: «íMi 
querido Monseñor! Hemos procurado dorar la píldora de tu caída a Papá; con todo, estuvo en continua ansiedad hasta que no recibió notici 
de tu restablecimiento». 

Monseñor se restableció bastante en Concepción; tanto que, durante un mes, recorrió toda la República, dedicándose con todas las fuerza 
de su buena voluntad a las obras del sagrado ministerio, acompañado casi siempre ((403)) por monseñor Fagnano 1. 

Suspiraba éste, sin embargo, por el momento de recobrar su libertad de acción para poder volver con sus Fueguinos. Entre tanto hizo una 
escapada el día diecinueve de abril a Ancud, para ponerse de acuerdo con el Obispo, monseñor Juan Agustín Lucero, de quien dependía Pu 
Arenas con la parte chilena de Tierra del Fuego. Le inspiró tanta confianza que, sin dificultad, le dio cartas de recomendación para las 
autoridades civiles de allí. 

Llegado el momento de la partida, dispuso la Providencia que el Vicario y el Prefecto hicieran juntos el viaje y con un itinerario 
insospechado. Por amor a la pobreza religiosa, monseñor Cagliero tenía el proyecto de ir por tierra a Buenos Aires, atravesando la cordiller 
en dirección a Mendoza. Este plan despertó fuerte oposición por parte de los amigos y bienhechores de Chile; según ellos, un Obispo no de 
exponerse a un viaje tan largo y penoso, a través de montañas altísimas y cubiertas de nieve, y, sobre todo, después de lo que le había pasad 
la ida. 

-Si soy obispo, respondió él, también soy salesiano; debo buscar, por tanto, el camino más económico. 

Pero hubo un señor que, al oír estas palabras, fue a buscarle dos pasajes de primera clase en un barco, que hacía el trayecto de Valparaíso 
Montevideo; así los dos monseñores zarparon el día dieciséis de mayo de Valparaíso hacia la capital del Uruguay, pasando por el estrecho 
Magallanes y, por tanto, delante de Puntarenas. 

Entraban en la bahía de Puntarenas, precisamente el día veinticuatro de mayo. Por ser un día tan señalado para ellos, hubieran deseado ba 
a tierra, celebrar la santa misa y visitar su futura residencia; pero el mal tiempo no permitió echar anclas y ellos tuvieron 

1 Lemoyne publicó en forma de «narración amena y edificante» Las aventuras de los Misioneros Salesianos en un viaje por Chile (Turín, 
Tip. Sal., 1887). 
352 

que contentarse con tomar posesión de la misión, bendiciéndola desde lejos y poniéndola bajo la protección de María Auxiliadora. Monseñ 
Cagliero fechó allí, en Punta Arenas, ((404)) una carta para don Bosco que comenzaba así: «La última carta que le envié llevaba fecha de 
enero y la remitía desde el desierto patagónico 1. Desde entonces no he podido escribirle, porque me faltaban las fuerzas y el tiempo. Pero 
otros le han escrito por mí; y yo ahora me duelo por lo que su corazón de padre ha tenido que sufrir por mi causa, con la desgracia sufrida e 
la Cordillera. Mi salud continúa siendo buena y ya casi no siento las consecuencias de la caída, aunque el fuelle izquierdo no sopla a veces 
como soplaba antes. Pero los médicos consultados me han asegurado que no hay lesión alguna en el pulmón». 

Y después de referir el viaje hecho y el que tendría que hacer, proseguía: 

«Y para que no se sorprenda ante la tardanza o falta de tiempo, quiero desde ahora presentarle mi felicitación para san Juan, el día de su 
santo. Y lo hago, deseando a su paternidad todas las bendiciones del Cielo y todos los consuelos de la tierra: que ellos aumenten y crezcan 
para usted, para nosotros y para la Congregación hasta el fin de los siglos. Quiéranos y bendíganos siempre y cada día, para que podamos 
cumplir santamente nuestra misión en estos últimos confines de la tierra y para que podamos salvar nuestra pobre alma». 

El día cuatro de junio llegaron a Montevideo, desde donde siguieron el viaje hasta Buenos Aires. Monseñor Cagliero presidió allí una 
conferencia inspectorial, que él mismo convocó y que resultó más digna de nota por la casual y afortunada presencia de los siete salesianos 
sobrevivientes de la primera expedición misionera de doce años antes 2. 

Monseñor Fagnano ardía en deseos de comenzar de una vez la evangelización de sus pobres salvajes fueguinos. Se dice que el dinero es e 
sostén de una guerra, pero sin dinero tampoco se fundan ni se sostienen las misiones católicas. Nuestro Prefecto Apostólico no se atrevía a 

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esperar nada de los salesianos de Argentina, ((405)) cargados de deudas. Se las arregló, pues, como pudo y agudizó aquel su sagaz y hasta 
temerario ingenio, que tenía para los asuntos económicos. Consiguió finalmente del Inspector de Buenos Aires un sacerdote, un clérigo y u 
coadjutor 3, y se abandonó en manos de la Providencia. 

1 Es la carta publicada en el Ap., Doc. núm. 76. 

2 Los dos monseñores Cagliero y Fagnano; don Santiago Costamagna, los sacerdotes Valentín Cassini, Juan Allavena, Domingo Tomatis 
el coadjutor Belmonte. 

3 El sacerdote don Antonio Ferrero, el clérigo Fortunato Griffa y el coadjutor José Audisio. 
353 

Los misioneros pusieron pie en Puntarenas el día veintiuno de julio. Actualmente Puntarenas es una ciudad de treinta mil habitantes. Su 
origen se remonta a una colonia de deportados, establecida en aquellos parajes por el Gobierno chileno el año 1843 y debe su primer 
incremento en importancia y población a los progresos de la navegación a vapor, para la que ofrecía un buen punto de arribada. Perdió muc 
comercio de tránsito con la apertura del canal de Panamá; pero ganó por otra parte con el desarrollo de la industria del pastoreo. Hoy ofrece 
fácil salida a casi todos los productos de la Patagonia austral y de la Tierra del Fuego y es un centro de aprovisionamiento. Los colonos 
europeos han hecho de ella una pequeña ciudad cosmopolita, elegante y moderna. Las dos iglesias salesianas y sus dos colegios se destacan 
entre los mejores edificios de la ciudad. En el tiempo de que hablamos era un mezquino conglomerado de casuchas sin atractivo de ningún 
género; baste decir que hasta 1890 nunca pasó del millar de habitantes. 

Los Salesianos se alojaron en un principio en una fonducha, pagando sesenta francos al día, cantidad que para su presupuesto era la ruina 
Les llegaron auxilios de Turín. Afortunadamente monseñor Fagnano había logrado despertar en Santiago y en Valparaíso un vivo interés po 
su misión; tanto que algunos amigos, al conocer su necesidad, recogieron unos miles de escudos para él. Con ellos pudo comprar una casa 
nueve dependencias, unas grandes y otras más pequeñas, rodeada de jardín y terreno edificable. El día siete de agosto escribía a Lemoyne: 
«Nos encontramos a cincuenta y dos grados y medio de ((406)) latitud sur; somos los hijos del amado don Bosco que más lejos están de él, 
pero quizás los más próximos por el cariño con que nos mira». 

No sólo había que superar las dificultades económicas y climáticas. El Gobernador, hombre hostil a la religión e instigado por los malvad 
se las cantó claras a monseñor Fagnano, diciéndole sin ningún cumplimiento que, puesto que no era chileno, no podía permanecer en 
Puntarenas; que la ley no permitía ejercer en el territorio de la República ninguna jurisdicción eclesiástica a quien no fuera chileno, que Ro 
no tenía nada que ver en Puntarenas y quien mandaba allí, era el Obispo de Ancud. 

Lo que quería ser el golpe de gracia, se convirtió en arma de defensa, porque el Prefecto Apostólico estaba en perfecta regla con el Ordin 
del lugar. Presentó, además, al ardiente representante del Gobierno una autorización firmada por el Presidente de la República y cartas de 
recomendación de ilustres personajes chilenos. Pero todo 
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esto no hubiera tenido un resultado tan rápido, de no haber intervenido la esposa del Gobernador, la cual, en fin de cuentas, sacó a su marid 
del apuro en que se había metido, procurándole una salida decorosa. Este acabó mostrándose tan razonable que, en agosto, aceptó asistir 
personalmente a la solemne bendición de una capilla de madera que improvisó Monseñor. 

La actividad misionera salesiana no se hizo esperar. El oratorio festivo y las escuelas empezaron en seguida a atender a los hijos de los 
inmigrantes. A principios de octubre, Monseñor distribuyó la primera comunión a los alumnos. Logró que asistieran también sus padres, a 
ceremonia, lo que constituyó la primera sacudida a la indiferencia religiosa general, atrayendo a la iglesia a quienes no entraban en ella des 
hacía mucho tiempo. Además, los indios de Patagonia meridional se acercaban a Puntarenas con frecuencia, para hacer sus intercambios, lo 
que ofrecía a los misioneros buena ocasión para el apostolado. El cinco de noviembre Monseñor podía escribir a don Bosco: «En octubre v 
una tribu de indios y se quedó aquí por espacio de una semana y, cuando se fueron, ((407)) prometieron volver pronto con muchos otros 
compañeros. Fui a visitarlos, les enseñé un poco de catecismo y les inculqué que no se dieran a la borrachera, porque es una cosa muy fea y 
mala ante Dios y los hombres, y que no imitasen a los malos cristianos. Vi con agrado que me escucharon y, en los pocos días que pasaron 
con nosotros, no hubo que lamentar ningún desorden. Al contrario, me prometieron que volverían para instruirse y bautizarse». 

Pero al gran Misionero le preocupaba la misión en la Tierra del Fuego. «Yo, escribía el día ocho de octubre a don José Lazzero, no puedo 
estar tranquilo hasta que no haya conseguido los medios para redimirlos de la esclavitud, de la ignorancia, de la miseria, y especialmente de 
demonio». Uno de los medios indispensables para emprender activamente aquella misión hubiera sido un vaporcito, con el que poder recor 
islas y canales en busca de los salvajes. Como no le era entonces posible comprar uno, alquiló la goleta Victoria, con capacidad para cuaren 
toneladas; con ella visitó a fines de 1887 la isla Dawson, punto central de los indios Yaganes y Alacalufes, que se acercaban allí con sus 
canoas; y costeó la parte chilena de la isla Grande. En uno y otro lugar encontró muchos salvajes, se entretuvo con ellos, los invitó a que 

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fueran a Puntarenas, les regaló vestidos y víveres y tuvo la satisfacción de oír cómo le repetían: 

-Tú eres un capitán bueno. 

Y Capitán Bueno vino a ser el término corriente con que, aquellas 
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pobres criaturas perseguidas, designaban a su providencial apóstol. 

Poco tiempo antes de cerrar los ojos a la luz de este mundo, nuestro buen Padre tuvo la satisfacción de ver la primera flor de aquellas tier 
lejanas y sin civilizar, objeto de sus sueños y de sus solicitudes. Monseñor Fagnano en su primera exploración había recogido una niña 
huérfana ona, de unos ocho años, cuyos padres habían sido pasados por las armas poco antes. Se la llevó consigo a Patagones y quería 
recomendarla al señor Lista, para que la colocase en un centro de educación en Buenos Aires. Pero la chiquita, cuando llegó el momento de 
separarse, se agarró a la sotana de Monseñor, llorando desesperadamente y ((408)) suplicándole que no la abandonara en manos de aquello 
hombres malos, que habían matado a su padre y a su madre. El jefe de la expedición le rogó entonces que la tuviera consigo. El se la confió 
las Hijas de María Auxiliadora, las cuales la prepararon para el bautismo. Y cuando monseñor Cagliero fue a Italia, en diciembre de 1887, 
llevó a Turín acompañada de dos Hermanas para presentarla a don Bosco. 

La niña, convenientemente preparada, sabía ya lo bastante de quién era don Bosco y se daba cuenta de su propia suerte. Al presentarla el 
Obispo a don Bosco, le dijo: 

-Aquí tiene, queridísimo Padre, una primicia que le ofrecen sus hijos misioneros ex ultimis finibus terrae (desde el último extremo de la 
tierra). 

La indiecita, de rodillas ante él, le dirigió con su acento poco culto todavía estas palabras: 

-Le agradezco, queridísimo Padre, que haya mandado a sus misioneros para salvarme a mí y a mis hermanos. Ellos nos han abierto las 
puertas del cielo. 

Es indescriptible la emoción de don Bosco ante la niña y sus palabras. Volvió la jovencita a América, pero no olvidó la impresión que le 
causó el Santo; mas no tardó mucho tiempo en volar al paraíso. 

No es nuestra finalidad tejer aquí la historia de la Misión de monseñor Fagnano. Cuando él, quebrantado por los años, los trabajos y los 
sufrimientos morales, descendió a la tumba, su vasta Prefectura quedaba envuelta en una red de obras misioneras, ideadas por su fecunda 
mente, realizadas por su sobrehumana energía, mantenidas a costa de heroicos sacrificios. Los restos mortales del magnánimo apóstol 
descansan en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, edificada por él en Puntarenas; pero su espíritu aletea todavía desde Santa Cruz a 
Ushuaia y su recuerdo vive y vivirá en el corazón de los Salesianos de todo el mundo. Así eran los hombres que don Bosco formó 
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e hizo instrumentos de sus múltiples y grandiosas concepciones. O diremos mejor: así eran los hombres que la divina Providencia colocó e 
torno al humilde don Bosco, como válidos instrumentos para ejecutar sus designios al llamarle a una misión mundial. 

((409)) Al sur de la Isla Grande hay un magnífico lago que lleva el nombre del Misionero: Lago Fagnano. Así lo llamaron sus 
descubridores, dos oficiales argentinos que tenían mucho aprecio y devoción al incomparable hijo de don Bosco. Un ilustre geógrafo, el 
explorador escandinavo Otto Nordenskjold, dice que es oportuno «conservar este nombre, dado por los primeros descubridores, en honor d 
una persona que tanto hizo para mejorar la condición de los indígenas» 1. 

Y el salesiano explorador don Alberto De Agostini cree que se le debe tributar también otro título de honor, por haber promovido el 
desarrollo industrial y comercial de la Tierra del Fuego 2. 

Basta recorrer las ilustraciones que adornan las páginas del último capítulo de la obra monumental de De Agostini sobre la estirpe fuegui 
para darse cuenta de la transformación material alcanzada por aquellas pobres gentes, gracias al cuidado de los Misioneros Salesianos, bajo 
dirección y empuje de su gran Jefe. No fueron éstos precisamente, como puede pensarse, los ideales por los que tanto trabajó y padeció; pe 
es que está en la naturaleza de las cosas que allí donde brilla la antorcha del Evangelio, irradie a su alrededor la luz de la civilización y del 
progreso. 

1 Actas de la Sociedad Científica de Chile, VII tomo, pág. 158 en la nota. 

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2 Mis viajes por la Tierra del Fuego, pág. 9 en la nota. S. E. I. 
357 
((410)) 

CAPITULO XIX 

CINCO REPUBLICAS DE AMERICA PIDEN 
A
DON BOSCO LOS SALESIANOS


UN hecho, que llamó poderosamente la atención de León XIII, con relación a la Congregación Salesiana, fue el ver en las relaciones de los 
Representantes de la Santa Sede en América latina, lo mucho que apreciaban aquellas tan democráticas Repúblicas la Obra de don Bosco. L 
mismos Gobiernos hacían todo lo posible para conseguir de don Bosco que estableciera allí sus instituciones; y hasta los Presidentes de 
aquellos Estados acudían al Papa para pedirle que interpusiese su máxima autoridad y fueran atendidos sus deseos. Eran cosas que don Bos 
había visto claramente en sus sueños misioneros y las había anunciado con la misma claridad a sus hijos atónitos. Es cierto que sus 
predicciones no se referían a un porvenir tan cercano; pero quiso la Providencia que no saliese de este mundo sin contemplar, al menos, un 
inicio de su cumplimiento. En efecto, en los dos últimos años de su vida llegáronle peticiones formales desde Chile, Venezuela, Perú, 
Colombia y Ecuador, las mismas naciones que le fueron mostradas en aquellas proféticas manifestaciones. Aún tuvo ocasión de participar 
personalmente para colocar allí las primeras células, de las que se siguió el rápido y abundante desarrollo de las florecientes organizaciones 
salesianas locales. 

Aquí, además, hay que admirar un rasgo verdaderamente providencial. Se estaba abriendo entonces el canal de Panamá, en el istmo ((411 
que unía las dos Américas; empresa gigantesca, que, al poner en comunicación el océano Pacífico con el Atlántico, habría facilitado mucho 
emigración a las Repúblicas vecinas. Y ya se sabe lo grande que ha sido el contingente de italianos que fueron a establecerse en aquellos ri 
países. Y no fue sino por designio de Dios que se encontraran allá sacerdotes, que estuvieran en condiciones de prestarles auxilios morales 
espirituales al llegar. La atención a los emigrantes entró, como es sabido, desde el principio, en el programa misionero de nuestro santo 
Fundador. 

Hemos reunido diligentemente, sobre estos inicios de la actividad 
358 

salesiana, las noticias más seguras referentes a la parte que tuvo en ello don Bosco y las iremos exponiendo ordenadamente en el presente 
capítulo. 

CHILE 

Hubo un celosísimo cooperador salesiano, don Domingo Benigno Cruz, vicario general de Concepción, en Chile, el cual, dolido ante la 
vista del abandono con que vagabundeaban los muchachos de las clases menos pudientes, pensó que no había otro medio de salvación mas 
que la ida de los Salesianos. No era el único que pensaba así; varios obispos chilenos habían manifestado la misma convicción. Animado p 
esta coincidencia, empezó y mantuvo una activa correspondencia epistolar con monseñor Cagliero, contandole las necesidades allí existent 
pidiéndole ayuda. 

Y mientras él mantenía esta correspondencia, otro actuaba estimulado por él. Su secretario, don Espiridión Herrera, sacerdote de muy bue 
espíritu, y buen cooperador salesiano, tenía preparado para los deseados Salesianos un terreno cuadrado de ciento veinticinco metros de lad 
un edificio en vías de construcción, una parte del cual servía ya para albergar una docena de muchachos pobres que, bajo su propia direcció 
aprendían un oficio lo mejor posible. Habiendo leído en el Boletín Salesiano los principios del Oratorio, había reunido y estaba educando 
((412)) a aquellos muchachos según el sistema de don Bosco, aunque las ocupaciones de su cargo y del sagrado ministerio no le permitían 
dedicación continua. Por tanto, allí se hubiera podido establecer una escuela profesional, cuya urgencia apremiaba, puesto que los masones 
habían fundado una, con grave daño y cada vez mayor peligro para los muchachos del pueblo. 

Don Domingo Cruz acariciaba, ademas, otro proyecto. El vasto territorio de Araucania, poblado por pequeñas tribus indias, dependía de 
diócesis de Concepción. La mayor parte de aquellos salvajes estaba sin bautizar y había vivido siempre en guerra con la población civil; pe 
finalmente el Gobierno chileno los había dominado y sometido a la ley del Estado, y había atraído a sus tierras incultas millares de colonos 
italianos, suizos y alemanes, de forma que se creó un conjunto de católicos, protestantes e infieles. Urgía, pues, atender a las imperiosas 
necesidades espirituales de tanta gente. La extraordinaria escasez de clero diocesano no permitía enviar allí ni un sacerdote. Por eso, el bue 
Vicario invocaba también el auxilio de los Salesianos. 
359 

El Gobierno ofrecía casa, iglesia y manutención. Una o más residencias en el territorio de Araucania ofrecerían un valioso apoyo a las 

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misiones de la Patagonia, especialmente para abastecer a los misioneros, cuando se encontraban cerca de las faldas de los Andes, dado que 
tres o cuatro días, se habrían podido trasladar desde el lago Nahuel-Huapí a una residencia de sus Hermanos, sin necesidad de ir a Buenos 
Aires o a Patagones, puntos muy distantes. 

No habían transcurrido quince días cuando don Domingo Cruz volvía a insistir a monseñor Cagliero, para arrancarle una satisfactoria 
respuesta. No hay que creer que Monseñor mirase con indiferencia las proposiciones del Vicario, puesto que él proyectaba, en su próxima 
excursión, cruzar los Andes para ir a Concepción. Había, además, encargado a don Domingo Milanesio que, junto con don Bartolomé Pana 
iba a emprender una larga misión para subir hasta Malbarco ((413)) al pie de la Cordillera, que llegara a dicha ciudad y la visitara. Don 
Domingo Milanesio estaba allí a primeros del año 1886 y quedó sorprendido al oír los elogios que se hacían de don Bosco y de los Salesian 
El mismo Presidente de la República, aunque de tendencias laicas, no ocultaba sus simpatías por la nueva Congregación. Un día le ofrecier 
las Religiosas de la Providencia un libro, en el que se hablaba de la finalidad de los Salesianos, y le impresionó tanto que, como las religios 
le insistieran en que llamase a una Congregación para atender a los muchachos que ellas dejaban al llegar a cierta edad, les dijo: 

-Llamaré a los Salesianos. 

La llegada de don Domingo Milanesio fue una fiesta para el Vicario; le abrazó y le dijo: 

-Permítame que abrace a un hijo de don Bosco, que es el primero en llegar a nuestra tierra. 

El padre Milanesio vio que estaba muy bien informado de todo lo salesiano, puesto que era lector asiduo del Boletín. Dio una amplia 
información de esta visita a don José Lazzero, en carta del día dieciséis de marzo, a fin de que informase a don Bosco. 

El día primero de mayo escribió el Vicario directamente a don Bosco una larga carta, exponiéndole sus dos proyectos, pidiéndole al meno 
seis sacerdotes y algunos que no lo fueran, comprometiéndose a pagar los gastos del viaje de todos. Don Bosco indicó a don Carlos Vigliet 
los términos de la respuesta para que la redactase en castellano y él la firmó. El Siervo de Dios hubiera enviado con gusto cincuenta 
misioneros, que no seis, a la diócesis de Concepción, si hubiera sabido de dónde sacarlos; más aún, aunque era viejo y estaba enfermo, 
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él mismo sentía deseos de volar allí donde era tan grande la falta de sacerdotes. Sin embargo, le daba un atisbo de esperanza, prometiéndol 
que en septiembre, cuando se celebrara el Capítulo General, se estudiaría la manera de reunir el personal necesario. Que tuviese paciencia 
hasta el próximo mes de octubre y entonces le daría una respuesta más categórica 1. 

((414)) No sabemos qué es lo que le escribió en octubre; sabemos, en cambio, que en aquellos meses escribió al Presidente, José Manuel 
Balmaceda 2. Nuestros archivos no dicen nada de estos trámites hasta el mes de febrero del año 1887. Es una desagradable laguna, porque, 
aquel espacio de tiempo, se llegó a la conclusión de la cuestión. En efecto, el día veintiuno de febrero se desarrolló en Almagro (Buenos 
Aires) una ceremonia conmovedora. En la iglesia de las Hermanas, ante el primer altar de María Auxiliadora que se levantó en tierras 
americanas, se reproducía en miniatura la ceremonia de la despedida a los misioneros, que se acostumbraba celebrar en el santuario de 
Valdocco. Seis Salesinos, bajo la guía del joven sacerdote don Evasio Rabagliati 3, dejaban las playas del Atlántico, para llegar, a través de 
cadena andina, a las costas del Pacífico. Estaban presentes todos los directores de la Inspectoría. Predicó el inspector don Santiago 
Costamagna y evocó la figura de don Bosco de un modo tan vivo que les parecía a todos verlo allí mismo. Cinco días después, enviaba una 
relación al Santo, que comenzaba con estas palabras: «El objeto de la presente es darle una gran noticia: íla fundación de la primera casa 
salesiana en Concepción de Chile!». 

El viaje fue largo y plagado de peligros 4. Es de admirar el ánimo de los viajeros, ninguno de los cuales estaba, no digamos avezado, pero 
siquiera suficientemente informado de las dificultades que encontrarían, después de pasar Mendoza, al tener que cruzar montañas tan 
escarpadas. Llegaron a la suspirada meta el día seis de marzo. Una multitud de gente les esperaba en la estación. Llegaron en compañía del 
Vicario General, de don Espiridión Herrera y del joven abogado Miguel Prieto, representante de la juventud católica, los cuales se habían 
desplazado a tres horas de tren de Concepción para salir a su encuentro. Allí había personas de toda clase. Algunos personajes del clero y d 
laicado los acompañaban hasta las Religiosas de la 

1 Ap., Doc. núm. 77. 

2 Carta de don Evasio Rabagliati a don Bosco, Concepción, veintidós de mayo de 1887. 

3 Los otros cinco eran: los sacerdotes don Espíritu Scavini y don Raimundo Daniele; los clérigos Amerio y Burzio y un coadjutor. 

4 Puede leerse la descripción en el Boletín de julio de 1887. 
361 

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Providencia, donde ((415)) debían hospedarse provisionalmente. Una oleada de gente del pueblo invadió la iglesia adyacente para cantar co 
ellos el himno de agradecimiento al Señor. 

Pasados unos días en aquella tranquila mansión, se dirigieron a tomar posesión del colegio preparado, bajo el patrocinio de San José. 

Hubo entonces una verdadera porfía entre el vecindario para proporcionar cuanto hacía falta para la capilla, el mobiliario, la mantelería y 
cocina. Reinaba allí la pobreza, pero escribía el Director 1: 

«Para mí, que he visto nacer la casa de Buenos Aires entre mil dificultades y privaciones, siempre pobre, siempre cargada de deudas, y la 
visto, sin embargo, ir progresando cada día, hasta contar con un edificio que alberga más de trescientos internos, que la divina Providencia 
reúne bajo la bandera salesiana, pienso francamente que hago buenos pronósticos para la casa de Concepción». Y los hechos le dieron 
plenamente la razón. Donde se había entrado sin nada, se tuvo de todo al poco tiempo. Hubo, además, muy pronto gran número de muchac 
en el oratorio festivo, que se inauguró el primer domingo después de su llegada. Surgieron poco a poco clases y talleres, y no después de 
mucho tiempo. 

De acuerdo con lo resuelto por carta, monseñor Cagliero había debido llegar poco antes o seguirles después a Concepción para inaugurar 
con toda solemnidad la casa; pero el hombre propone y Dios dispone; el incidente de la caída, como ya hemos visto, desbarató todos los 
planes. Mas no hay mal que por bien no venga; su desgracia le dio a conocer en toda la República, despertando una veneración especial po 
persona, a quien tributaron triunfales recibimientos por donde quiera que anduvo, durante su estancia en Chile. 

Todos, en efecto, querían ver al gran hijo de don Bosco en Linares, en Valparaíso, en Los Angeles, en Talca, en Santiago, capital del 
Estado, centros en los cuales se trabajaba para ((416)) que fueran los Salesianos. El conocimiento personal redobló el ardor de la espera. D 
Evasio Rabagliati escribía el día catorce de mayo a Turín: «Los periódicos católicos publicaban cada día lo que el Obispo Salesiano hacía, 
que decía, a dónde iba. Durante el mes y medio que pasó en Chile, no tuvo un solo día para descansar; pero se consolaba y tranquilizaba 
pensando en don Bosco durante sus viajes por Francia». 

El, por su parte, se excedió un poco en las promesas; y la impaciencia, por la otra, dio a sus palabras más alcance del que tenían. No 
obstante, cuando fue a Turín, defendió con elocuencia y bastante 

1 Carta a don Bosco, veinticinco de marzo de 1887. 
362 

eficacia la causa de Chile ante el Capítulo Superior; pero el efecto sólo pudo apreciarse después de muerto don Bosco. A la casa de 
Concepción siguió entonces la de Talca. Apenas marchó Monseñor, un sacerdote había adquirido y pagado con dinero propio un amplio y 
elegante edificio, destinándolo a escuela profesional. La apertura se hizo el año 1888. En el 1891 le tocó la vez a la casa del Carmen, en 
Santiago, sobre la que ya el Gobierno había hecho algunos trámites en el 1886. Lo restante no pertenece a la historia de don Bosco. 

El nombre de don Bosco resonaba ya de uno a otro extremo de Chile, suscitando general admiración. Apenas llegaron allí los Salesianos, 
llovieron sobre Turín telegramas de las librerías de Santiago y de Valparaíso, pidiendo les enviasen cuantos ejemplares fuese posible de su 
biografía, en cualquier lengua. Un mes antes de la llegada de los Salesianos, las Hermanas de la Providencia habían hecho correr por Santia 
un ejemplar de Don Bosco y su Obra del Obispo de Milo, y andaban a la caza del librito, para leerlo, las personas más respetables del clero 
del laicado; hasta algunos ministros. Quizás fue éste el libro que quiso leer el Presidente de la República, como decíamos antes. Para 
responder a las incesantes demandas fue necesario hacer una edición chilena de aquella obrita 1. 

((417)) Parece que la nueva fundación hiciese notables progresos, puesto que el secretario de monseñor Cagliero podía escribir: «La casa 
Concepción va siempre adelante. Crece el número de muchachos y la frecuencia de sacramentos». En Patagones no se conocían estas 
satisfacciones: aquel ambiente persistía obstinadamente en su indiferencia religiosa, como ya hemos referido anteriormente. Por lo que 
proseguía don Antonio Riccardi: «Alguna vez que olvidamos momentáneamente las últimas palabras de don Bosco, nos sentimos cansados 
nos viene el desaliento, al ver lo poco o nada que se consigue en estas tierras; y íqué a tiempo nos viene el recuerdo de sus palabras: -Id y 
sembrad, otros recogerán!» 2. Donde quiera que los Salesianos trabajasen, allí estaba don Bosco infundiéndoles ánimo, esperanza y consue 

Todavía no hemos dicho todo lo que nos interesa, respecto a Chile, en vida de don Bosco. El Vicario General de Concepción, en carta de 
15 de octubre de 1887 a monseñor Cagliero, le anunciaba el viaje de tres señores hacia Turín, los cuales iban en el barco que él estaba 
esperando para marchar a Italia. «En dicho vapor, le escribía, viajan 

1 Carta de don Evasio Rabagliati, veintidós de mayo de 1887. 

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2 Carta a don José Lazzero, Patagones, diecinueve de agosto de 1887. 
363 

tres abogados católicos de esta ciudad, los señores Barros, Cox y Méndez. Los recomiendo con toda mi alma a V. S. Ilma., especialmente a 
primero, que es redactor de la Libertad Católica e ilustre paladín de la Iglesia; también los otros dos son muy buenos y capaces». 

Estos señores eran primos entre sí y deseaban estudiar la Obra de don Bosco en su origen. Llegaron a Turín el siete de diciembre. Fueron 
presentados por Monseñor y recibieron cordial hospitalidad en el Oratorio; él mismo los acompañó hasta el aposento de don Bosco. Uno de 
ellos describe así el encuentro 1: ((418)) «Don Bosco estaba sentado en un modesto sofá; tenía la cabeza inclinada, los ojos llenos de lágrim 
y el semblante iluminado por una sonrisa celestial. Ya no puede arreglarse ni caminar solo. Caímos de rodillas los tres ante él. Le besamos 
mano con respetuosa veneración. El estrechó fuertemente las nuestras durante unos instantes, mirándonos fijamente a uno después de otro, 
con una mirada que no era humana y que producía verdadero gozo». 

Hizo que se sentaran junto a él y empezó a hablar en voz baja y débil: -Los que no me conocen, me buscan; pero los que me conocen, me 
desprecian. No hace mucho que, en Francia, una persona, al verme por la calle, señalándome dijo a otra: -íMira, es don Bosco! Y ésta últim 
me miró extrañada y respondió: -»Pero cómo? »Es posible que ése sea don Bosco? íPuf! Y me volvió con desdén la espalda... »Ustedes tre 
son abogados? Pues bien, también yo soy abogado...contra el demonio. Hemos combatido noche y día durante mucho tiempo. Yo le he 
propinado buenos golpes, pero él también me ha zurrado de lo lindo. Vean el mísero estado en que he quedado. 

Y el autor del artículo comentaba: «Don Bosco decía todo esto con tal expresión de candor y sencillez, de gracia y santidad, que nos pare 
hablar con un ángel bajado del cielo. Generalmente tiene los ojos bajos y está en la actitud de quien piensa y medita; pero, cuando levanta l 
ojos, su mirada es sobrehumanamente dulce y, al mismo tiempo, sobrehumanamente penetrante (...). Yo no puedo hablar de aquel hombre, 
no es con veneración, ni pensar en él, sin pensar, al mismo tiempo, en la virtud de Dios». 

Los visitantes no se atrevieron a prolongar la conversación por miedo a cansarle; se levantaron y en presencia de don Miguel Rúa, le 
dijeron: 

1 Artículo del señor Méndez, en un número de enero de la Libertad Católica. Escribió también el diario de su viaje; una pariente suya 
publicó en el Diario Ilustrado, del 10 de junio de 1930, la parte que se refiere al 7 de diciembre. 
364 

-Vemos que está usted cansado y no puede hablar. Nosotros vamos a Roma. Diremos al Padre Santo que rece por usted, que es tan necesa 
para su Congregación y para la Iglesia. La plegaria del Papa será omnipotente. 

((419)) -Ay, no, señores míos, respondió don Bosco, no se rece para que yo pueda sanar. Pídase la gracia de que pueda tener una buena 
muerte, porque así iré al Paraíso y, desde allí, podré ayudar mucho mejor a mis hijos y trabajar para la mayor gloria de Dios y la salvación 
las almas. 

Uno de los tres, el periodista Barros, padecía de una artritis dolorosa que le atormentaba especialmente las manos, tanto que, apenas escri 
una cuartilla, debía suspender el trabajo, porque se le quedaban paralizados los dedos y el brazo. Iba con la esperanza de que don Bosco lo 
curase. El Santo le tomó las manos entre las suyas y, después de estrechárselas por un largo espacio de tiempo, le dijo: 

-Usted está curado, pero sentirá siempre algún dolorcillo para que se acuerde de la gracia que le ha hecho la Virgen. 

Cuando aquél se retiró a su habitación, quiso hacer la prueba de la curación de su mano, escribiendo en seguida a su esposa, y pudo redac 
una larga carta de veinticuatro páginas. Desde entonces, nunca más ha tenido la mano inservible. 

Nuestros huéspedes chilenos quedáronse estupefactos, al encontrar, como novicio salesiano, a un paisano suyo, muy conocido en todo Ch 
por sus publicaciones sobre temas religiosos, por el rango de su familia y por su celo sacerdotal: nos referimos a don Camilo Ortúzar, de 
Santiago. Había venido a Europa con intención de ingresar en el noviciado de los Jesuitas, pero, después de hablar con su madre, que vivía 
París, siguió su consejo de ir antes a consultar con don Bosco. Apenas el Santo oyó sus primeras palabras, le cortó preguntándole a quema 
ropa: 

-»Y por qué no se hace salesiano? 

-La verdad es que nunca he pensado en ello, respondió. 

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-»Desea usted trabajar, no es cierto? Pues bien, aquí encontrará pan, trabajo y paraíso. 

En aquel momento la campana de la iglesia de María Auxiliadora daba la hora del ángelus del medio día. Don Bosco lo rezó con él y, 
después, lo invitó a comer. En la mesa quiso que se sentara a su lado. Don Camilo, que no había dado importancia a las palabras oídas ((42 
poco antes, volvía, de vez en cuando, a su tema de los Jesuitas y del noviciado, pero don Bosco le susurraba siempre el mismo estribillo: 
365 

-Pan, trabajo y paraíso: he aquí tres cosas que puedo ofrecerle en nombre del Señor. 

Ortúzar empezó a reflexionar, hasta que, por fin, respondió que aceptaba. Entonces el Siervo de Dios le dijo: 

-Don Bosco morirá pronto, pero está aquí don Miguel Rúa en su lugar. El se encargará de darle el pan; trabajo ciertamente no le faltará; y 
don Bosco espera llegar antes que usted al cielo para reservarle de parte de Dios el paraíso. 

El primer pensamiento de don Camilo fue naturalmente regresar a París para explicar a su madre el cambio que había efectuado y recoger 
ajuar personal, ya que sólo había llevado consigo lo puesto. Pero don Bosco le había dicho: 

-Esté tranquilo, su señora madre aprobará con agrado su resolución. Vaya, sin más, donde le reclaman sus nuevos deberes y tenga por 
seguro que nunca se arrepentirá de haber obedecido como un buen soldado del Señor. 

Aquella misma tarde, acompañado por don Julio Barberis, se encaminó a Valsálice para empezar su noviciado. 

Por parte de su madre no hubo la más mínima dificultad. Habían pasado ya dos meses desde aquel día, cuando le vieron sus compatriotas 
aparecer ante ellos en el Oratorio. Escribe el señor Méndez en el citado artículo: «No hay un hombre más feliz que él. Rebosa alegría. Habl 
de don Bosco sin cesar. Tiene en él una fe ciega y absoluta; lo considera como un oráculo del cielo». Podemos confirmar que era realmente 
así. Don Evasio Rabagliati aseguraba a don Miguel Rúa 1: «Es una buena adquisición. Es muy apreciado en Chile». 

Don Camilo Ortúzar vivió entre nosotros con tanta humildad y sencillez que nadie, al verle y tratarle, hubiera podido sospechar jamás los 
altos cargos que había desempeñado en su patria, ni tampoco el verdadero motivo que le había inducido a ((421)) abandonar su ciudad nata 
que era su firme voluntad de librarse definitivamente del posible episcopado, para el que varias veces había estado propuesto 2. 

1 Carta, Concepción, 24 de diciembre de 1887. 

2 En 1903 se publicó en Sarriá (Barcelona) un bello opúsculo (DIEGO DE CASTRO, Biografía de don Camilo Ortúzar, Pbro. de la Pía 
Sociedad de San Francisco de Sales). 
366 

VENEZUELA, PERU Y COLOMBIA 

La primera casa que se fundó en Venezuela fue en Caracas, capital de la República, siete años después de la muerte de don Bosco; pero s 
estaba preparando el terreno desde 1886. Aquel año, en efecto, visitó a don Bosco, en el Oratorio, el obispo monseñor Críspulo Uzcátegui, 
le hizo ver las necesidades de su pobre diócesis. Era el alma de todas las gestiones el sacerdote Ricardo Arteaga, que comenzó a multiplica 
los Cooperadores Salesianos y, después, una vez muerto el Santo, perseveravit pulsans (continuó insistiendo), hasta que el sucesor atendió 
ardientes deseos. Poseemos copia de tres cartas, fechadas en 1887, dirigidas a él y firmadas por don Bosco; el tema principal de las mismas 
la organización de los Cooperadores locales, de los que don Bosco le nombró director 1. El celoso sacerdote, incansable en la búsqueda de 
Cooperadores, llegó a inscribir más de seiscientos. Esta preambientación explica el gran incremento que la Obra Salesiana adquirió en brev 
tiempo en Venezuela, donde la Congregación tiene hoy también a su cargo la misión del Alto Orinoco. 

La obra Salesiana comenzó en Perú cuando hacía tres años que había muerto el Fundador; se abrieron entonces las escuelas de Santa Ros 
en Lima. Pero ya, el 23 de junio de 1886, había recibido don Bosco la visita del Presidente de la República, acompañado de su hijo. Parecí 
estar bastante al corriente de nuestras cosas y mostraba una fervorosa simpatía por ellas. Don Carlos Viglietti le acompañó rápidamente por 
las dependencias del Oratorio, ya que llevaba mucha prisa. Al despedirse, manifestó su deseo de volver de nuevo. En la conversación que 
sostuvo con don Bosco, le pidió afectuosamente que abriera una casa en la capital de la República. 

((422)) Resulta interesante descubrir cómo prosperase tan rápidamente la Pía Unión de los Cooperadores en regiones tan distantes de los 
centros de actividad salesiana. El mérito de la difusión inicial debe atribuirse en gran parte al Boletín Salesiano en español 2. La propagand 
se mantenía y aumentaba después a través de la correspondencia con Turín, desde donde se enviaban los diplomas y, con ellos, opúsculos, 
estampas, medallas y otras comunicaciones aptas para dar a conocer la Obra. Tenemos dos cartas de 1887, respecto a Lima, dirigidas a un t 

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señor José Jiménez, que llevan, como hemos podido 

1 Ap., Doc. 78, A-B-C. 

2 Véase, anteriormente, pág. 338, n. 3. 
367 

comprobar, la firma auténtica de don Bosco y que dan a entender la existencia de un activo movimiento de cooperación 1. 

La fama del Siervo de Dios llenaba entonces la República por un hecho que se consideraba prodigioso y, antes del cual, nunca se habían 
tenido allí noticias de su persona y de sus obras. El Provincial de los Franciscanos de Lima, durante su viaje a través del Océano, entretenía 
tiempo leyendo un libro que narraba la vida de don Bosco; podemos creer que fuera el Don Bosco y su Obra. Don Bosco era para él un 
personaje desconocido. Pero he aquí que se levantó de pronto el viento huracanado y se desencadenó una fuerte borrasca; la nave, a merced 
las olas, era sacudida con tal violencia que parecía inminente el naufragio; el capitán del buque declaró después que había perdido toda 
esperanza. El buen religioso, en medio de la tempestad, se puso en pie ante los pasajeros, les invitó a arrodillarse como pudieran y pidió a l 
Santísima Virgen que, en atención a su siervo don Bosco, los salvase de la catástrofe; y prometía con voto que, si se salvaban, haría imprim 
millares de ejemplares de aquel librito y lo difundiría ampliamente entre su gente. Apenas formulado el voto, amainó la tempestad, sobrevi 
la bonanza y la nave pudo llegar felizmente al puerto de destino. El franciscano no olvidó su promesa, sino que encargó una edición 
económica del libro y envió ejemplares del mismo por todo Perú, a obispos y sacerdotes, a ricos y pobres, a quienes lo querían o no, ((423) 
de modo que la vida de don Bosco llegó a ser el tema de todas las conversaciones e hizo que naciera en muchos lugares el deseo de ver 
extenderse por el país los beneficios de sus instituciones. El mismo Provincial fue quien contó el hecho a don Evasio Rabagliati, quien se 
hospedó en su convento el año 1890. 

Algo semejante ocurrió en Colombia. Aquella señora de Bogotá que, el año 1883, había visto en París el milagro del muchacho moribund 
quien don Bosco invitó a ayudarle a misa 2, no cesaba de escribir a sus parientes y conocidos colombianos, ponderando la santidad del 
sacerdote taumaturgo italiano y sus grandes benemerencias en la educación de la juventud. Poco a poco llegaron a interesarse hasta los 
miembros del Gobierno. Lo que más llamaba la atención era lo de sus escuelas profesionales de artes y oficios, de las que tanta necesidad s 
sentía allí pero que no se sabía cómo implantarlas. Del dicho se llegó al hecho. Recibió don Bosco una carta el 1.° de noviembre de 1886, 
procedente de Roma y que le enviaba el señor Joaquín 

1 Ap., Doc. núm. 79 A-B. 

2 Véase vol. XVI, págs. 193-194. 
368 

Vélez, embajador de Colombia ante la Santa Sede, en la que le decía:«La muy merecida fama de los talleres, escuelas y hospicios para niño 
pobres, que su caridad sostiene, ha llegado hasta nosotros; y todos los que se preocupan por los desheredados de la fortuna tienen ardientes 
deseos de que también el pueblo colombiano participe de los beneficios que V. S. ofrece a la moderna sociedad». Y, después, en nombre de 
Gobierno, pedía que se estipulara cuanto antes un convenio para el envío de algunos Salesianos a la capital de la República. El Capítulo 
Superior respondió agradeciendo su confianza, pero excusándose de no poder atender su demanda, en razón de la escasez de personal, fren 
los muchos compromisos que tenía pendientes. Pedía, por tanto, una dilación y sugería, entre tanto, al diplomático que se pusiera al habla c 
el procurador general, don Francisco Dalmazzo, o mejor todavía, que se pusiera en relación con monseñor Cagliero, director general de las 
Misiones Salesianas. 

((424)) Casi tres meses después, el 23 de enero de 1887, era el Arzobispo de Bogotá, monseñor José-Telesforo Paúl, de la Compañía de 
Jesús, quien pedía a don Bosco, no una, sino dos obras, a saber: una escuela profesional para la juventud pobre de la ciudad y una misión p 
los salvajes de los alrededores. Don Bosco dio una respuesta análoga a la anterior. 

El embajador ante la Santa Sede no dudó en ponerse en contacto con don Francisco Dalmazzo, de quien creyó, después de repetidas 
conversaciones, haber recibido buenas esperanzas; y de lo que informó solícitamente a su Gobierno. El Presidente de la República, que no 
esperaba otra cosa, le telegrafió autorizándolo para entablar gestiones con don Bosco. El embajador escribió a Turín el once de julio y, el 
dieciocho de octubre, renovó el Arzobispo sus instancias para su doble finalidad. 

Se trabajaba, además, entre bastidores; en efecto, el once de noviembre, recibía don Bosco una carta del Cardenal Rampolla, Secretario d 
Estado, en la que le decía: «El Gobierno de Colombia ha dado a conocer a la Santa Sede que desearía ver fundada y dirigida por los PP. 
Salesianos una escuela de artes y oficios en la ciudad de Bogotá.El Padre Santo vería con agrado que pudiera realizarse este deseo lo antes 
posible, pues no duda que la obra de los dignos hijos de san Francisco de Sales producirá óptimos resultados en favor de la juventud de 

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aquella capital. Me dirijo, pues, confiadamente a Vuestra Rvma. Paternidad y le invito a que quiera acceder favorablemente a la referida 
instancia del Gobierno colombiano, notificándole que el Representante de Colombia ante la Santa Sede ha recibido las oportunas 
369 

instrucciones para ponerse de acuerdo con V. P. sobre el número de Salesianos necesarios para dicho fin y sobre todos los puntos a determi 
para asegurar dicha fundación en lo porvenir. La benemérita Congregación, de la que V. P. es dignísimo Superior, ve así abrirse un nuevo 
campo a sus afanes y yo hago votos para que pueda recoger abundantes frutos». 

((425)) La carencia de personal no era un subterfugio, sino una realidad; por otra parte, instancias tan autorizadas aconsejaban al menos u 
vía intermedia no entre el sí y el no, sino entre pronto y tarde. Esto es lo que debió sugerir el expediente de responder que se encargaría a 
monseñor Cagliero que tratara el asunto y que, posiblemente, condescendiera. Precisamente por aquellos días, monseñor Cagliero estaba de 
viaje hacia Turín, donde podría estudiar el modo de realizarlo; después sobrevino la muerte de don Bosco. Y todo esto llevó su tiempo. 
Transcurridos tres meses de su santa muerte, el cardenal Rampolla, a quien de nuevo había acudido el embajador colombiano ante la Santa 
Sede, repitió a don Miguel Rúa la invitación. En efecto, le escribía el veinticuatro de abril: «En el mes de noviembre pasado, me dirigía al 
llorado don Bosco, encareciéndole que atendiera favorablemente las instancias hechas por el Gobierno de Colombia para la fundación de u 
escuela de artes y oficios en la ciudad de Bogotá, y aquel dignísimo Superior, cuya pérdida lamenta tan justamente la Congregación Salesia 
me respondí a el treinta del citado noviembre que procuraría ''atender lo antes posible el deseo del Gobierno colombiano''. Pero ahora, tras 
nuevas insistencias del Embajador de aquella República, debo dirigirme a V. Revma. Paternidad para rogarle que no deje de diferir la 
ejecución de las buenas disposiciones, manifestadas por su llorado predecesor, haciéndole saber que los Salesianos, a los que se querría 
confiar la dirección de dicha escuela de artes y oficios, deberían encontrarse en Bogotá, al menos al principio de 1890». 

í En buena hora! Había de por medio un año y ocho meses, antes de aquella fecha, espacio bastante considerable para llegar a algo concre 
Se pudo, en efecto, fundar en Bogotá en abril del 1890 el Colegio León XIII, con escuelas profesionales, iglesia pública y asistencia a los 
emigrantes. En Colombia se hizo famoso muy pronto un nombre nimbado de gloria, el de don Miguel Unia, apóstol de los leprosos, al que 
todavía admiran sinceramente los ciudadanos de toda clase y color. 
370 

((426)) ECUADOR 

En la República del Ecuador, por cuanto se sabe, no hubo ningún eco público respecto a don Bosco y su Obra antes de 1885, cuando el 
señor Tobar, subsecretario de Instrucción Pública, expuso ante ambas Cámaras la conveniencia de invitar a los Salesianos. El los había 
conocido, estando en Chile, donde habían caído en sus manos periódicos argentinos, con artículos que hablaban de ellos. Al regresar a Qui 
logró que el Superior de los Jesuitas le regalara el Don Bosco y su Obra del Obispo de Milo, con cuya lectura se formó una impresión caba 
la Congregación y de su Fundador. He aquí un párrafo de su intervención ante las Cámaras. Después de hablar sobre la necesidad de 
establecer buenas escuelas profesionales y demostrar que en el país no había maestros capacitados para ello, se preguntaba: «»Será posible 
obtener en el extranjero docentes que posean las cualidades indicadas?». Y respondía: «Parece que sí, si tenemos en cuenta que hay una ord 
religiosa nueva, que se va extendiendo por el mundo de un modo milagroso. La Orden Salesiana es, por así decir, el resultado de la fusión d 
los fines del Catolicismo y las tendencias del vapor y de la electricidad. Son una prueba de la importancia de los fines que se propone la 
velocidad de su desarrollo y la rapidez con que se llenan de alumnos sus escuelas». Trazaba después la historia, valiéndose de los datos del 
librito antes citado. 

Su propuesta encontró tan favorable acogida que el Presidente de la República, el señor José Caamaño, de acuerdo con el Arzobispo de 
Quito, monseñor José Ordóñez, decidió pedir a don Bosco que enviase a sus hijos a la capital del Ecuador. No se ocupó directamente de ell 
pero ordenó al señor Ballen, cónsul general del Ecuador en París, que se entendiera con don Bosco; y éste lo realizó con una carta el siete d 
agosto de 1885. 

La respuesta fue tal como podemos imaginar fácilmente. Cortés agradecimiento, expresión de buena voluntad de acceder, ruego ((427)) d 
espera por algunos años, dada la escasez de personal. No hubo réplica. Como quiera que el arzobispo debía ir a Roma, a principios del año 
1887, no creyó el presidente que fuera mucho esperar un año y medio el aguardar a dar al prelado plena facultad para tratar la cuestión y lle 
a alguna conclusión. 

A comienzos de enero de 1887, desembarcaba Monseñor en Francia y llegaba a Turín el día cinco. Su conversación con don Bosco fue m 
amplia. El se propuso no querer partir hasta tanto que no se le prometieran al menos cuatro salesianos. Don Bosco, abrumado por 
371 

sus ruegos, acabó por declarar que estaba dispuesto a concedérselos, pero a condición de que la Santa Sede no pusiese dificultades para el 
envío de un número tan pequeño. 

Satisfecho con este primer resultado, el Arzobispo prosiguió su viaje a Roma. Allí presentó a León XIII la extrema necesidad en que se 

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encontraba su diócesis para obtener sacerdotes salesianos. El Papa no sólo aprobó el proyecto, sino que, además, le dijo que escribiera a do 
Bosco, expresándole su deseo de que enviara Salesianos a Quito. 

Al estar el Papa de por medio, don Bosco no hacía distinción entre deseo y orden; así que, sin más, pensó obedecer. Pero, aún antes de 
recibir tal comunicación, presagiando don Bosco cómo terminaría el asunto, ya había dicho el dieciocho de enero en tono de broma, según 
escribe Lemoyne: 

-Ahora se me antoja que hay que preparar, lo antes posible, una expedición de misioneros para la República del Ecuador. Aquello es cent 
de misión y, además, se pueden reclutar vocaciones. 

Muy pronto corrió por la ciudad la noticia de aquella su intención; en efecto, en las primeras fechas del año nuevo, cuando las personas 
caritativas suelen echar la mano a la bolsa, un sacerdote muy benemérito en instrucción y educación popular y autor de muchas publicacion 
muy logradas para la escuela primaria, el profesor Juan Scavia 1, escribía afectuosamente ((428)) al «venerado y apreciado don Bosco», co 
quien le unían lazos de cordial amistad: «Que el Señor bendiga y haga fructificar sus proyectos en favor de la República del Ecuador. Si yo 
fuera todavía joven, me ofrecería con gusto a la expedición misionera; pero, a mi edad, no me queda más que poderle ayudar con la oración 
con algún donativo. Siento no poder ser muy generoso, como nos gustaría a usted y a mí. Mi patrimonio ya está asignado por testamento al 
cumplimiento de unos legados para la diócesis de Alessandria y para treinta y dos sobrinos y resobrinos que me honran. Como puedo dispo 
todavía de las rentas anuales y del fondo destinado a la beneficencia, sacaré mil liras que pongo de buen grado a su disposición para la Mis 
del Ecuador. Será el óbolo de la viuda en la gran alcancía de la caridad cristiana». 

En cuanto Monseñor despachó sus asuntos en Roma, volvió a Valdocco el doce de febrero. Allí se fijaron las cláusulas de un convenio, 

1 Vivía en Turín, pero era de Castellazzo Bormida. Murió en 1897. Gozaron de mucha popularidad, entre otros, sus libros: Los meses de 
año, El hombre y el universo, Cien narraciones de historia sagrada. 
372 

firmado por él y por don Bosco, con fecha del catorce. Fue el último documento de este género firmado por nuestro Santo 1. 

En seguida el alto Prelado prosiguió su viaje hacia París, en donde sin demora presentó al señor Flores, ministro plenipotenciario del 
Ecuador en Francia, el texto del convenio firmado para que lo examinara, lo aprobase y, en nombre del Gobierno, lo enviara a Quito para s 
publicación oficial. El ministro no puso ningún reparo, lo refrendó con su firma y lo envió. El siete de marzo escribió don Bosco al Preside 
de la República, quien le respondió muy amablemente 2. 

Sólo faltaba que don Bosco se pusiese en relación con el mencionado ministro plenipotenciario en París, encargado de suministrar el 
importe de los pasajes 3. Un contratiempo obligó a retardar la partida más allá de lo convenido, que era el ((429)) diez de septiembre: cuan 
se fue a solicitar los pasajes, ya no había plazas disponibles en el barco francés que debía zarpar aquel día para el Ecuador. 

La primera noticia de la nueva empresa de don Bosco apareció en Unità Cattolica del doce de agosto. El Capítulo Superior determinó el 
personal destinado para allí en la sesión vespertina del día dieciocho. Deberían formar la expedición ocho Salesianos, bajo la dirección del 
intrépido don Luis Calcagno 4, que había vuelto del Uruguay, a donde había ido con la expedición de 1878, siendo todavía clérigo. 

Los preparativos para esta nueva leva imponían nuevos sacrificios. En el viaje no había que pensar, pero el resto suponía mucho dinero. L 
urgencia de encontrarlo hizo que se sintiera todavía más la multiplicidad de necesidades que apremiaban por todas partes, especialmente en 
Roma, para la conclusión de la iglesia del Sagrado Corazón, y en América, para la misión de la Tierra del Fuego. Preocupado ante los 
crecientes apuros financieros, don Miguel Rúa, el diez de octubre, propuso al Capítulo la oportunidad de aprovechar la ocasión de la 
fundación en Quito para pedir ayuda. Don Bosco dispuso que don Juan Bonetti y don Juan Bautista Lemoyne preparasen dos circulares, un 
más general que abrazase todas las Misiones, y otra más breve que limitase la llamada a Patagonia y Tierra del Fuego. En ambas circulares 
consideraba prudente no hacer alusión a la iglesia del Sagrado Corazón. La primera está fechada el cuatro de noviembre y la 

1 Ap., Doc. núm. 80. 

2 Ap., Doc. núm. 81. 

3 Cartas del Arzobispo a don Bosco, Roma, veinte y veintiséis de enero, y París, dieciséis diecisiete y veinticinco de febrero de 1887. 

4 Iban con el Director tres sacerdotes: don Antonio Fusarini, don Ciriaco Santinelli y el reverendo Mattana, dos clérigos y otros dos 
coadjutores. 

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segunda, el veinte de diciembre. La primera se envió como complemento del Boletín. Don Pedro Pozzan, director del mismo, le preguntó q 
espacio de tiempo se debería emplear para la expedición de la circular. 

-Tienes tres meses de tiempo, respondió don Bosco. 

La insólita respuesta extrañó a todos, ya que, otras veces y en casos similares, contestaba que se hiciera lo más pronto posible. Tres mese 
después ocurrió su muerte. Las dos fueron traducidas al francés, al español y al alemán. Fueron ((430)) los últimos documentos de esta sue 
que salieron con la firma de don Bosco 1. 

En la iglesia de María Auxiliadora se llevó a cabo la ceremonia del adiós, el seis de diciembre, con la solemnidad de siempre. Los que 
partían se habían reunido antes en la habitación de don Bosco para recibir sus últimos recuerdos. Les dijo, entre otras cosas: 

-Amad la pobreza y la caridad fraterna. Leed a menudo las Reglas y practicadlas siempre 2. 

A pesar de sentirse extenuado de fuerzas, quiso bajar después al santuario. Entró en el presbiterio, sostenido por los secretarios. Predicó d 
Juan Bonetti, pero, escribe Viglietti en su diario, «el sermón más eficaz y elocuente lo hizo el pobre don Bosco, andando con trabajo, casi 
arrastrándose». Había enviado al Papa, por medio del cardenal Della Volpe, el siguiente telegrama: «Con espíritu prosternado imploro 
bendición Padre Santo misioneros salesianos, destinados Ecuador». Entregó a los misioneros dos cartas de presentación, escritas por él 
mismo: una para el Presidente de la República y la otra para el Arzobispo de Quito. En la segunda decía 3. 

Excelencia Reverendísima: 

Tengo el gusto de presentarle los ocho pobres Salesianos, destinados al establecimiento de una casa salesiana en Quito, bajo los auspicio 

V. E. Revma. y de las demás autoridades de esa Honorabilísima República. Pongo a estos mis hijos, muy queridos en Jesucristo, en las ma 
de V. E. como en las de un padre amoroso, que querrá socorrerlos en todo momento con oportunos consejos y ayuda espiritual y temporal. 
Van con la mejor buena voluntad de corresponder a las esperanzas de V. E., trabajando con todas sus fuerzas en la cristiana instrucción y 
educación, especialmente, de la juventud pobre y abandonada; y, cuando aumenten en número, con mucho gusto, se consagrarán al bien 
espiritual y moral de las tribus que acaso necesiten de su labor para conocer y recorrer el camino del Cielo. 
1 Ap., Doc., núm. 82. 

2 Este detalle se lee en una biografía de don Luis Calcagno, manuscrita, revisada por su compañero de viaje don A. Fusarini, y que se 
conserva en nuestros archivos. 

3 El original se conserva en el archivo arzobispal de Quito. 
374 

Persuadido, por tanto, de que pongo a mis hijos en buenas manos, los cuales ((431)) siempre encontrarán en V. E. un padre y un protecto 
todas sus necesidades, agradezco de antemano y muy sinceramente su bondad; e, implorando su pastoral bendición para ellos y para mí, me 
profeso con veneración, 

Turín, 6 de octubre de 1887.
Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Nuestros Misioneros llevan también una carta para el Presidente de la República, en la que los recomiendo a su protección y carida 
añadiéndole que estamos dispuestos a pagar todos los gastos que excedieren los límites fijados por su caridad. Si V. E. lo desea, puede leer 
dicha carta para su norma. 
Cuando los hijos e hijas de don Bosco llegaron a ser un número suficiente en el Ecuador, se dedicaron también a las verdaderas Misiones 
en el Vicariato Apostólico de Méndez y Gualaquiza, creado para ellos en 1893. 

El Arzobispo, vivamente conmovido al leer la carta de humilde recomendación de don Bosco, le respondió: «Espero que (los Salesianos) 

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serán, con su trabajo, un reflejo de la caridad de V. R. y que, de ese modo, me darán mucho consuelo, en medio de las penas anejas a mi 
cargo» 1. 

Pero los ojos mortales del Santo ya no leyeron estas líneas. Los misioneros, después de cincuenta días de viaje, llegaban a Quito el 28 de 
enero de 1888, vigilia de san Francisco de Sales. Don Luis Calcagno telegrafió a don Bosco la feliz llegada. El telegrama se lo leyeron en l 
mañana del treinta. El comprendió y dio su bendición. Fue la última que enviaba a sus hijos del otro lado de los mares. 

1 Ap., Doc. núm. 83. 
375 
((432)) 

CAPITULO XX 

EN CUATRO NACIONES DE EUROPA 

ESTABA ya don Bosco a las puertas de la eternidad, cuando el número de casas salesianas, en Italia, aumentaba en dos y otra experimenta 
una notable transformación. Francia y España daban vigoroso impulso a las ya existentes; Inglaterra recibía a los primeros Salesianos; Bélg 
se hallaba a punto de abrirles las puertas; Portugal seguía solicitándolos; y, en otros países de Europa, los periódicos continuaban ocupándo 
de la Congregación y de su Fundador. Durante la última enfermedad y después de la muerte de don Bosco, llegaron al Oratorio centenares 
centenares de cartas de todas partes; fue un inmenso plebiscito, del que es justo deducir cuán grande había sido la irradiación de su santidad 
en el mundo de entonces. Las páginas de este capítulo reflejarán los últimos resplandores de su laboriosidad y darán una prueba de su 
reconocimiento. Haremos también un hueco para una digresión sobre lo que se escribía y decía del Santo italiano en cierto país encerrado 
dentro del tablero étnico del Imperio austro-húngaro. 

ITALIA 

La fundación de Parma, tan deseada por Monseñor Villa en 1879, había chocado con dificultades insuperables. El obispo, fallecido en 18 
había legado a don Bosco el ((433)) exconvento de san Benito, que era de su propiedad, con la obligación de abrir un hospicio en él, en el 
plazo de tres años, pasados los cuales sin llevar a cabo la fundación, la propiedad debería revertir al Seminario. Mas, por defecto de forma, 
pudo cumplimentarse el testamento y tampoco pudo entrar en posesión el Seminario, ya que no tenía aptitud legal para poseer, en fuerza de 
ley de conversión del patrimonio de la Santa Sede. Lo sustituyó la hacienda pública del Estado 1. 

1 Ver vol. XV, pág. 267. 
376 

Pero no se perdió en Parma toda esperanza. Monseñor Tescari que, siendo canónigo, había intervenido mucho en los trámites anteriores, 
ser creado obispo de Borgo San Donnino, no perdió de vista el asunto; y monseñor Miotti, nuevo obispo de Parma, hizo propio el 
planteamiento de su predecesor. En medio de una fastidiosa secuela de trámites burocráticos, se llegó hasta 1887, en que, por fin, el nueve 
julio, la Hacienda del Estado sacó a pública subasta el edificio y el huerto de san Benito. «Finalmente, había escrito el Obispo 1, el eterno 
drama del suspirado orfanato ha llegado a su último acto». 

Don Bosco designó a un fiduciario, que se presentara a la subasta e hiciese su oferta por la persona que se nombraría. El convento le fue 
adjudicado por un precio total de treinta y cuatro mil liras. Con todo, la Administración de Hacienda no dio la posesión del mismo hasta la 
semana anterior a la Navidad. Y aún había más. Se necesitaba desalojar a todo un tropel de inquilinos, cancelando alquileres, lo que 
significaba gastos y fastidios interminables. Todo esto requirió tanto tiempo que don Bosco no llegó a ver el final. Con todo, podemos deci 
que la casa de Parma fue la última abierta por don Bosco en Italia. 

A la inauguración no se procedió hasta noviembre de 1888 con la atención de la parroquia y un oratorio festivo. La obra se completó 
rápidamente y se aumentó ((434)) con la llegada a la ciudad de las Hijas de María Auxiliadora. La marquesa Zambeccari, el seis de mayo d 
1889, podía escribir desde Bolonia a don Miguel Rúa: «He pasado una semana en Parma, contentísima al ver lo mucho que aprecian allí a l 
Salesianos» 2. 

El año 1887 abrióse el orfanato de Trento. Ya dijimos en su lugar los trámites que se siguieron 3. Tan pronto como se concertó el conven 
entre don Bosco y el Príncipe Obispo, el Alcalde y la Congregación de la Caridad, de acuerdo con las bases por él propuestas 4, los Salesia 
partieron de Turín. Llegaron el quince de octubre a Trento, donde fueron recibidos en la estación por un grupo de distinguidos cooperadore 

Fin de Página: 377 


VOLUMEN XVIII Página: 377 

Pero aquellos amigos nuestros esperaban que el orfanato sería sólo una primera fase de los Salesianos, y que, a continuación, 

1 Carta a don Celestino Durando, Parma, seis de junio de 1887. 

2 Hemos encontrado, entre los manuscritos de don Bosco (arch. núm. 966), el borrador de un convenio hecho entre él y la Marquesa para 
fundación de un orfanato en Parma. Falta la fecha, pero debe remontarse al 1876. Aunque el acuerdo no se materializó, sin embargo, como 
documento fue escrito por don Bosco y cubierto de correcciones por él mismo, consideramos útil publicarlo en el Apéndice (Doc. 84). 

3 Véase vol. XVII, pág. 501. 

4 Ibid., pág. 713. 
377 

fundarían su propia casa, donde, en vez de volver al primitivo esplendor una obra en decadencia, desarrollaran un centro educativo propio, 
acuerdo con los métodos de don Bosco. 

Por voluntad de don Bosco y teniéndolo a la vista durante los últimos meses de su vida, el colegio de Valsálice sufrió una profunda 
transformación. La idea de establecer en él una nueva organización se puso sobre el tapete en la reunión capitular del catorce de marzo. Do 
Miguel Rúa propuso entonces realizar algunas reparaciones necesarias, en parte por los efectos del terremoto y en parte por los desgastes d 
tiempo; hasta propuso levantar una capilla nueva, según plano ya preparado. Don Bosco dijo que, antes de meterse en obras, se examinase 
bien el estado del colegio y cuántos alumnos tenía. Al respondérsele que sólo había cincuenta y que no se esperaba poder remontar esta cifr 
lanzó esta propuesta: 

-Habría ((435)) que pensar si no sería conveniente dar a aquel colegio otro destino. 

Recalcando la idea, recordó don Juan Bonetti que don Bosco había aceptado el colegio de Valsálice únicamente por acceder al deseo y ca 
imposición del arzobispo Gastaldi, a pesar de la unánime votación en contra de los hermanos; hizo observar, además, que el personal se 
encontraba allí a disgusto, dada la disparidad de condición social entre superiores y alumnos. Don Julio Barberis rogó se tuviera presente q 
al año siguiente, la casa de San Benigno no podía albergar a todos los clérigos que, al concluir el noviciado, deberían dejar Foglizzo. Don 
Francisco Cerruti sugirió si no sería el caso de ver si era posible llevar a Valsálice unos cincuenta clérigos. Pero esta proposición de dividir 
los clérigos estudiantes no le gustaba a don Julio Barberis, por miedo a perder la unidad de espíritu y de dirección. Don Bosco escuchó tod 
esto, mas no dijo nada. Se dejó la cuestión para quince días después de Pascua. 

La orden del día del diecinueve de abril presentaba la discusión del mismo tema. La decisión fue la de acabar con el liceo (bachillerato 
superior) en Valsálice; y, en cuanto a lo de dedicar la casa a otra finalidad, se dejó para otra sesión. El Capítulo, sin embargo, quiso que 
constara que, en todo caso, don Bosco era siempre árbitro absoluto sobre la decisión a tomar. 

En la sesión del veintisiete de junio, presentó don Miguel Rúa el presupuesto para la construcción de un lavadero para servicio del colegi 
de Valsálice: los gastos previstos alcanzarían a siete mil cien liras. Los pareceres estaban divididos en cuanto a lo esencial de la cuestión; e 
una sola cosa estaban de acuerdo, en que se suspendieran 
378 

de momento tales obras. Al final, don Bosco dejó oír su palabra. 

-En Valsálice, dijo, se podría colocar el centro de estudios de nuestros clérigos. 

Los capitulares escucharon, pero ninguno dijo nada. 

La discusión sobre el colegio de Valsálice se puso de nuevo sobre el tapete ((436)) el dieciocho de agosto, bajo la presidencia de don Mig 
Rúa. Mas no se llegó a ninguna solución. En la sesión del veintitrés de agosto, la mayoría era de opinión que la reforma se redujese a la 
adopción de dos tipos de pensión: una de treinta y cinco y otra de cuarenta y cinco liras mensuales; esto daría nueva vida al colegio y abrirí 
las puertas a mayor número de pensionistas con la admisión de muchachos de clase media. Don Bosco no dijo nada en contra. Pero, en los 
días sucesivos, debió explicar a don Miguel Rúa cuál era su pensamiento; en efecto, pasando éste por encima de toda divergencia, propuso 
más un cambio radical de destino del colegio de Valsálice, estableciendo allí la casa de estudios para los clérigos. Se expuso todavía el pare 
de si, junto con los clérigos, se tendrían además jóvenes; pero vencieron los que no veían bien aquella mezcla que juzgaban inconveniente. 
Puesta a votación la propuesta de trasladar a Valsálice la casa de estudios para los clérigos, el Capítulo la aprobó por unanimidad. 

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VOLUMEN XVIII Página: 379 

En la misma sesión, se eligió el personal necesario. Don Julio Barberis fue nombrado director. Durante el mes, los clérigos de San Benig 
que pasaban las vacaciones en Lanzo, y los que habían terminado el noviciado en Foglizzo, se reunieron en la nueva sede que, en muy poco 
tiempo, había sido adaptada y puesta en condiciones para alojar cómodamente a los nuevos moradores. Y, para que no surgieran dudas, 
malentendidos ni sospechas por ninguna parte, don Bosco tituló la casa SEMINARIO DE MISIONES EXTRANJERAS y mandó rotularlo 
con grandes caracteres en la puerta de entrada. Con esta denominación, presentó el reformado colegio a las autoridades eclesiásticas y civil 
Y así empezaba para Valsálice una nueva etapa, rica en gloriosas y abundantes alternativas. 

BELGICA 

La primera fundación salesiana en Bélgica lleva el sello de una intervención especial del Cielo. íCuánto había insistido, durante los tres a 
precedentes, monseñor Doutreloux, obispo de Lieja, ((437)) para que don Bosco se decidiera a abrir una escuela profesional en su 
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ciudad! Hasta había hablado de ello a León XIII. Ante la imposibilidad de verse atendido con la prontitud que él deseaba, no se desanimó, 
sino que acudió a la oración 1. 

Las noticias que, en 1887, corrían sobre la salud de don Bosco le abrumaron sobremanera y, al saber que iba de mal en peor, se decidió a 
a Turín. Antes de ausentarse de la diócesis, recomendó oraciones en todos los monasterios para lograr la finalidad de su viaje. 

Llegó en la noche del siete de diciembre, vigilia de la Inmaculada, tomó plaza en un hotel 2 y se dirigió al Oratorio. Parece que no pudo 
hablar en seguida con don Bosco, pero sí se entrevistó con don Celestino Durando, que seguía siendo el encargado de los trámites para las 
nuevas fundaciones. A la mañana siguiente, pudo entrevistarse con don Bosco, acompañado por monseñor Cagliero y don Celestino Duran 
La tarde anterior, informado nuestro Padre de todo, había quedado de acuerdo con los otros Superiores en que convenía todavía tomarse 
tiempo. Ahora, por el contrario, con asombro de don Celestino Durando, dijo de repente que sí al Obispo, como si no existiese ninguna de 
dificultades del día anterior. Al mediodía, invitó a almorzar al señor Obispo, el cual le ofreció el brazo y le acompañó, sosteniéndolo hasta 
comedor. El Santo le dio las gracias por su atención con cordiales expresiones. Al final de la comida, quiso el Obispo repetir la misma 
cortesía, pero don Bosco lo evitó humildemente. Escribe Viglietti en su diario: «Conmovió a todos la ternura de este eximio Prelado que 
parecía querer a don Bosco como uno de nosotros; también nos edificó la humildad con que don Bosco supo echarse atrás». 

((438)) Entre los recuerdos de este encuentro, no olvidó nunca Monseñor la impresión que le produjeron un gesto y una frase del Santo. 
En el momento de disponerse para ir a almorzar, el helenista, viejo y fiel amigo, Monseñor Pechenino, que estaba entre los invitados, anim 
a don Bosco a esperar una pronta curación; pero éste, andando y sonriendo, le señaló con los ojos y con la cabeza una calavera que tenía so 
la cómoda. Fue un gesto rapidísimo que monseñor Pechenino no advirtió, pero sí el Obispo, quien, al volver a Turín en abril de 1888 refirió 
hecho a los Superiores del Capítulo. 

1 Véase vol. XVII, pág. 302. 

2 Se ha escrito que se había hospedado en el Oratorio, pero esto no se compagina con lo que escribió, el veinticinco de marzo de 1888, a 
don Miguel Rúa: que, debiéndose dirigir a Roma, rogaba le indicase un buen hotel en Turín, porque no había quedado satisfecho con el 
elegido por él en el viaje anterior. 
380 

Después de la comida, recayó la conversación sobre la importancia y la eficacia de la comunión frecuente para la enmienda de la vida, so 
todo en los jóvenes, y para su orientación hacia la perfección. Don Bosco, dirigiéndose al Obispo, exclamó de pronto: 

-íAhí está el secreto! 

Pronunció estas palabras con voz débil, pero con tal acento de fe y de amor que le conmovió vivamente, como después se lo contó tambié 
don Miguel Rúa. 

El Obispo se marchó del Oratorio, llevando en el corazón la consoladora seguridad de que las muchas oraciones no habían sido inútiles; 
pero ignoraba, como también lo ignoraron los Superiores en un primer momento, por qué don Bosco había cambiado de parecer de la noch 
la mañana. Solamente Viglietti y, después, monseñor Cagliero estaban en el secreto. El día de la Inmaculada fue don Carlos Viglietti a la 
habitación de don Bosco para leerle algo del periódico Unità Cattolica y oyó que le decía: 

-Toma pluma, tintero y papel y escribe lo que te voy a dictar: «Palabras textuales de la Virgen Inmaculada que se me apareció esta noche 

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me dijo: ''Es del agrado de Dios y de la Bienaventurada Virgen María que los hijos de San Francisco de Sales vayan a abrir una casa en Lie 
en honor del Santísimo Sacramento: allí empezaron las glorias de Jesús públicamente y, de allí, deberán ellos difundir esas mismas glorias 
todas sus casas, en todas sus familias y, especialmente, entre los muchos jovencitos que, en las diversas partes del mundo, están o estarán 
confiados a sus cuidados''. El ((439)) día de la Inmaculada Concepción de María, 1887». Y aquí hizo punto final. Mientras dictaba, lloraba 
sollozaba; la emoción le embargó también después. 

Cuando le vio sereno, don Carlos Viglietti tomó de nuevo el periódico, pero, al comenzar a leerle un artículo sobre los Misioneros, recién 
salidos para el Ecuador, no pudo continuar, porque como allí se hablaba de la protección que María Auxiliadora prestaba a los Salesianos, 
llanto anonadó a don Bosco y le sofocaban las lágrimas. En su diario hace esta observación: «Son momentos solemnes, extraordinarios... íP 
tener una idea de cuándo es Dios quien habla, hay que haberlo experimentado!». 

En aquel momento, entró monseñor Cagliero. Don Bosco indicó a Viglietti que le leyera las palabras del cielo. Monseñor, maravillado, 
enmudeció por unos instantes y después dijo: 

-También yo me oponía ayer, pero ahora ha llegado el decreto. íNo hay más que hablar! 
381 

Se acordó no decir nada por el momento al Obispo de Lieja, sino dar solamente el consentimiento, a fin de que un día, cuando las cosas 
estuvieran ya encaminadas, se pudieran decir los motivos que habían decidido a don Bosco a llegar a esta conclusión. Fue entonces cuando 
don Bosco pronunció la conocida sentencia: 

-Hasta ahora hemos caminado siempre sobre seguro; no podemos equivocarnos: es María quien nos guía... 

Los hechos no tardaron en demostrar que, verdaderamente, María quería aquella casa en la ciudad del Corpus Christi. El Obispo, como s 
contó a monseñor Cagliero, siendo éste su huésped a fines de 1888, tuvo de ello una prueba luminosa. Cuando monseñor Doutreloux volvi 
su diócesis se movió activamente para levantar el edificio. Había terreno apropiado para construir, pero costaba un ojo de la cara. Llamó 
Monseñor al propietario para inducirle a que sus exigencias fueran más modestas. Y él, al saber que se trataba de la obra de don Bosco, est 
de acuerdo en cederlo por cincuenta mil francos, pero con escritura notarial. 

-Si está conforme, continuó diciendo, llamamos al notario y otorgamos la escritura del contrato inmediatamente. 

El Obispo estaba muy contento con la cantidad pedida, pero, como no disponía de cincuenta mil francos, rogóle esperara hasta la noche. 
cuando aquel señor se marchó, se encerró en oración ante el Santísimo Sacramento. Al anochecer se presentaba en palacio un ((440)) párro 
de su diócesis y le decía que iba a entregarle una cantidad de dinero de parte de cierta persona, que quería ocultar su nombre, pero que dese 
se empleara en la obra de beneficencia que él sabía. 

-íTenemos tantas en la diócesis!, respondió. Está la de los pobres, la de... 

-No, no, Monseñor, interrumpió el otro. Esa persona desea que su dinero se emplee en una obra especial que V. E. tiene ahora entre mano 
Mire que es una cantidad importante. 

-»De cuánto se trata? Veamos. 

-Cincuenta mil francos. 

-íAh, ya está, démelos! Es el Señor quien le ha enviado. 

Los tomó, fue él mismo al propietario del terreno y, una hora después, quedaba firmado el contrato y sufragado su importe. 

Se hablaba mucho en Lieja de la próxima fundación y muchísimo de don Bosco. Después del regreso del Obispo, un industrial de Lieja h 
un viaje a Italia y quiso visitar el Oratorio. Sus impresiones se leen en una correspondencia del veintitrés de diciembre, desde Florencia, a 
382 

la Gazzette de Liège 1. Tuvo la fortuna de poder ver a don Bosco, antes de que se pusiera en cama para no levantarse más. Lo presentó don 
Celestino Durando. «Vi, escribía, vi con emoción a un venerable anciano, sentado en un deteriorado sofá, encorvado bajo el peso de los añ 
y de las fatigas de un largo apostolado. La postración de sus fuerzas ya no le permitía mantenerse en pie, mas levantó la cabeza, que tenía 
inclinada, y pude ver sus ojos algo velados, pero llenos de inteligente bondad. Hablaba bien en francés. Tenía la voz floja y hacía cierto 
esfuerzo; sin embargo expresaba con notable limpidez su pensamiento. Me recibió con cristiana sencillez, decorosa y cordial al mismo 
tiempo. Me sentí profundamente conmovido, al ver cómo un anciano, casi moribundo y asediado siempre de visitantes, tuviera ((411)) con 

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todos un interés tan bondadoso y sincero». El Santo le habló con admiración de monseñor Doutreloux, encomiando su celo por la clase 
trabajadora. 

Monseñor temblaba por la vida de don Bosco. Y, como en el curso de la enfermedad se difundió la noticia de una repentina mejoría, 
escribió a don Miguel Rúa 2: «Bendito sea Dios y mil veces alabada la Santísima Virgen Auxiliadora. íLos periódicos de París nos han traí 
hoy su bendito telegrama con la noticia de que nuestro santo y queridísimo don Bosco está fuera de peligro! Lo celebro como si se tratase d 
mi Padre. Y no hay que extrañarse de ello, porque ya hace mucho tiempo y, sobre todo, desde mi viaje a Turín, me siento, de una manera ta 
fuerte, que no sabría explicar, estrechamente unido a la familia salesiana. Don Bosco mismo me dio el diploma de inscripción con palabras 
llenas de caridad que nunca olvidaré. Exprésele mi alegría y mis deseos de restablecimiento». 

El veintiuno de enero envió a Turín al arquitecto Hellepute, profesor de la Universidad católica de Lovaina, a quien proyectaba encargar 
construcción del futuro edificio, para que visitara casas y obras salesianas y pudiera formarse una idea cabal de su cometido. Se lo 
recomendaba a don Miguel Rúa y le decía 3: «Me atrevo a pedir para este modelo de cristiano el favor de que sea admitido a la presencia d 
don Bosco para que reciba su bendición». Pero, cuando llegó, la situación de don Bosco había empeorado sobremanera. 

Muerto don Bosco, monseñor Doutreloux concentró en don Miguel Rúa el devoto afecto que había profesado al Santo. Debiendo ir a 

1 Ap., Doc., núm. 85. 

2 Lieja, dos de enero de 1888. 

3 Lieja, veintiuno de enero de 1888. 
383 

Roma, le anunció una parada en Turín para poderlo visitar, añadiendo 1: «Tengo intención de hacer una visita a la tumba de nuestro querid 
llorado don Bosco». ((442)) No daba un paso en el asunto del instituto en construcción sin consultarlo. Siempre tuvo por seguro que la obr 
en Lieja tendría un porvenir magnífico 2. En mayo de 1890, don Miguel Rúa fue a Lieja. Entonces se vio claramente la elevada estima que 
Monseñor tenía al sucesor de don Bosco, porque escribió así a don Celestino Durando 3: «»Tendré que decirle lo mucho que nos ha edifica 
con sus finos modales, unidos a sus virtudes internas? Sus palabras llenas de unción y de piedad y los graves rasgos de su fisonomía le 
ganaban el corazón de todos. No sé cómo agradecer a la Providencia que nos haya procurado su presencia para la bendición de la primera 
piedra del orfanato de San Juan Berchmans». 

Siempre tuvo ternuras de padre con los hijos de don Bosco destinados a Lieja y, después, con los primeros aprendices. En recuerdo del d 
en que don Bosco había aceptado su instancia, celebraba con ellos la fiesta de la Inmaculada Concepción y les reservaba una plegaria espec 
en la acción de gracias después de la misa y en las oraciones de la noche. Al volver de sus viajes, la primera visita era para el orfanato y, 
cuando recibía personajes de respeto, los acompañaba a visitarlo. El noviciado de Hechtel, abierto en 1896, ha de conservar imborrable el 
recuerdo de la caridad que tan eximio prelado demostró, sobre todo, en los comienzos que fueron los más duros. Quiso acompañar 
personalmente hasta allí a los primeros novicios y los visitó cuatro veces en cinco años, puesto que murió en agosto de 1901. Era Hechtel u 
pueblecito modesto, que jamás había visto un obispo. Una vez escribió al director, don Francisco Tomasetti, para recomendarle expresame 
que no acercara las camas de los novicios a las paredes, todavía húmedas. Se complacía en repetir: 

-Don Bosco me prometió que los Salesianos, seis años después de su llegada a Lieja, se triplicarían en Bélgica. 

Los Salesianos llegaron allí el año 1891; en 1897 tenían tres casas, pues se añadieron a la casa de Lieja, la de Tournai y la mencionada de 
Hechtel. 

1 Lieja, veinticinco de marzo de 1888. 

2 Carta a don Miguel Rúa, ocho de abril de 1889. 

3 Lieja, quince de mayo de 1890. 
384 

((443)) CHECOSLOVAQUIA 

No tenemos fundaciones de las que hablar en Checoslovaquia, pero queremos aprovechar ciertas informaciones para mostrar cuáles fuero 
los primeros gérmenes de los que brotó el actual florecimiento de obras salesianas en la joven República. Estos gérmenes cayeron 

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primeramente, y se desarrollaron lentamente en Bohemia, en tiempos de don Bosco. 

Bohemia, que formaba parte del Imperio Austro-húngaro, se gloría de tener su propia lengua, su literatura y su historia. Desde 1880 empe 
a verse envenenada por la invasión del naturalismo en la educación de la juventud. La gente buena no se quedó inactiva, sino que reaccionó 
con todos los medios legales. Por esto es muy notable el hecho de haberse agrupado los escritores católicos en torno a la revista Vlast (La 
Patria), desde la cual combatían denodadamente los errores de los adversarios. Con frecuencia aparecían en ella artículos de educadores, 
preocupados por encontrar remedio a la propaganda anticristiana, máxime entre los hijos del pueblo. En un ambiente tan predispuesto, las 
primeras noticias sobre don Bosco llegaron en un buen momento. 

La prodigiosa actividad del santo educador italiano reclamaba cada vez más la atención de la gente culta. En 1882 apareció el primer 
opúsculo sobre la vida y las obras de don Bosco; su autor era una maestra de escuela en Smichov, suburbio de Praga 1. En 1885 ella misma 
retocó su trabajo, preparó una edición mejor presentada, con el retrato del Siervo de Dios arrodillado ante una estatua de María Auxiliadora 
con el facsímil autográfico de la invocación Maria, Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Dedicó el libro a María Riegrová, presidenta de 
una comisión de señoras que se interesaban por los asilos y jardines de infancia en Praga 2. 

((444)) La revista Vlast, que siguió escribiendo después, con frecuencia, sobre don Bosco, recensionó la primera edición, emitiendo un 
juicio favorable 3. Hubo también otros periódicos que elogiaron la obrita citada. 

De este modo, se difundió ampliamente el conocimiento de don Bosco, no sólo en Praga, sino, además, en otras ciudades de Bohemia, 

1 BARBARA PAZDERNIKOVA, Krestanské (La obra de la caridad cristiana), Praga, 1882. 

2 El título era idéntico al anterior. El opúsculo no tenía más que diez páginas. 

3 Año I, núm. 9 (1884). 
385 

de tal modo que, cuando falleció el Santo, algunos periódicos 1 hablaron de él como de un personaje de interés mundial. En 1889 el maestr 
José Flekácet publicó la biografía de don Bosco, escrita en francés por Du Boys y traducida por él al bohemio 2. Habían llegado las primer 
informaciones sobre don Bosco desde Francia y no de la próxima Austria, porque, ideológicamente, la nación bohemia se sentía mucho má 
cerca de la primera. En fuentes francesas bebían los antedichos escritores, en todos los cuales predominaba la tendencia a valorizar, sobre 
todo, las escuelas profesionales, como las había organizado don Bosco. 

Esta literatura, diremos tan salesiana, influyó para que se establecieran contactos directos de ciudadanos bohemios con don Bosco; fue m 
notable la visita del sacerdote José Kousal. En el verano de 1887, fue éste a Turín, enviado por el Gobierno de Rieger, para estudiar de cerc 
el sistema salesiano. Verdaderamente no nos parece que fuera él la persona más indicada para tal misión, puesto que siendo, como era, 
capellán de un reformatorio, iría más bien buscando un método educativo apto para reeducar a pobres muchachos descarriados. En efecto, 
presentóse a don Bosco en el colegio de Lanzo y, después de exponerle el objeto de su visita, observó que el Santo le miraba con aire de 
extrañeza y le decía: 

-Usted está mal informado. Nosotros tenemos muchachos pobres y abandonados, pero no jóvenes delincuentes. Para esto hay un 
establecimiento estatal, llamado la Generala. Vaya allí, si le parece. 

Estas palabras no lo disuadieron de visitar el Oratorio, pero ((445)) no comprendió absolutamente nada de su espíritu. Un funcionario, 
acostumbrado a la burocracia austríaca, habría necesitado algo más que una rápida ojeada para formarse idea del Oratorio, es decir, de la 
pedagogía de don Bosco, íhecha de filial confianza y de santa libertad! El Oratorio, a lo que parece, juzgó que era el colmo de la utopía: tan 
muchachos juntos no podían ser, según él, suficientemente atendidos y educados. Sin embargo, en su informe se leía esto de bueno: que, 
haciendo un parangón entre el Oratorio y la Generala, él declaraba que, en la casa de don Bosco, reinaba la caridad, mientras que, en la del 
Gobierno, no se veía más que una «humanidad masónica». Añadiremos que, en honor a la verdad, don José Kousal, más tarde y mejor 
informado, emitió un juicio muy distinto; más aún, el 

1 Prarské veceruí noviuy (El Diario de la Tarde), veintincinco de enero y ocho de febrero de 1888; Lidové lisky (La Hoja Popular), del un 
de abril de 1888. 

2 Salió por entregas en Vlast, año 1888-9. 
386 
año 1934 escribió sobre el nuevo Santo con mayor comprensión y grandes alabanzas. 

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Otro checoslovaco se acercó también a don Bosco; pero se trata del fundador de una congregación religiosa. Nos referimos al padre 
Clemente Petr, natural de Susici. Se ordenó de sacerdote el año 18 80 y le atormentaba la duda de si debería abrazar la vida religiosa o no. 
aunque rezaba mucho, no lograba luz en su espíritu. Pidió, pues, al Señor la gracia de encontrar un hombre de consejo que alumbrara su 
mente. El año 1886 se dirigía a la Ciudad Eterna una peregrinación de sacerdotes bohemios y se unió a ellos. Obtuvo en Roma una audienc 
privada de León XIII, quien, después de oírlo, le dijo: 

-Id, hijo mío, y educad alumnos para el santuario. 

El, que era vicerrector del seminario mayor, interpretó la palabra del Papa como la voz de Dios. De vuelta hacia su patria, visitó a don 
Bosco y observó minuciosamente sus instituciones turinesas, de donde le vino la idea de fundar algo semejante en su tierra, en favor de la 
juventud y para la formación del clero. Le pareció que era esto lo que Dios quería de él. Y, a pesar de la oposición de amigos y conocidos, 
renunció al cargo que tenía, tomó consigo a varios jóvenes y puso las bases de la Congregación denominada Hermanos del Santísimo 
Sacramento, tratando de que sus miembros se santificaran a sí mismos y a los demás, ante todo, con una fe grande y un ((446)) verdadero 
amor a la Eucaristía. También experimentó el Padre Petr lo mucho que cuesta fundar una Congregación, pero, en medio de las penas y las 
luchas, le llegó la palabra confortadora de don Bosco. A finales de 1887, envió a don Bosco un estudiante de teología, en demanda de cons 
para la fundación de dicha Congregación, y éste le llevó la siguiente respuesta: 

-Que él comience; María Auxiliadora hará lo demás. 

En efecto, superados felizmente los obstáculos, tuvo la satisfacción de ver establecida con sólidos fundamentos su familia religiosa 1. 

También se relacionó con don Bosco un sacerdote checoslovaco, Juan Boll, de la archidiócesis de Ostrihon (ciudad hoy anexionada a 
Hungría con el nombre de Esztergom). Recibió el presbiterado en enero de 1883 y temía quedar muy pronto fuera de combate y abandonar 
ministerio pastoral por motivos de salud. No había estado bien durante los años de seminario, pero entonces se encontraba mucho peor. 
Atormentado con tan tristes presentimientos, leyó un día 

1 Cesley lidumil a apostol mládeze P. Klement Petr (Un checo filántropo y apóstol de la juventud, el P. Clemente Petr). En la colección 
Tivotem (A través de la vida). 
387 

las maravillas que se contaban de don Bosco durante su viaje a París. 
Aquella lectura le impresionó tanto que pensó encomendarse a sus oraciones. Le escribió, pues, en el mes de junio, exponiéndole su penosa 
situación e implorando ayuda. Por toda respuesta, don Bosco le envió una estampa de María Auxiliadora con un autógrafo que decía: Mari 
sit tibi auxilium in vita, levamen in periculis, solamen in morte, gaudium in coelo. Mariam cogita, Mariam invoca. Jejunium et oratio valde 
tibi proderunt. Taurini, 23 junii 1883. Joh. Bosco, sacerdos (Sea para ti María auxilio en la vida, alivio en los peligros, consuelo en la muer 
gozo en el cielo. Piensa en María, invoca a María. El ayuno y la oración te serán utilísimos. Turín, veintitrés de junio de 1883. Juan Bosco, 
presbítero). Recibirla, leerla y no sentir más las molestias acostumbradas fue todo una misma cosa. Fungió como párroco de varios lugares 
Eslovaquia y, por último, en Závod, cerca de Bratislava, donde murió el veinticuatro de diciembre de 1934, a la edad de setenta y cinco año 
Siempre tuvo en gran estima la estampa que le había enviado don Bosco y la guardaba como señal en su breviario, considerando las palabra 
del Santo como un programa de vida. 

((447)) INGLATERRA 

La primera casa salesiana de Inglaterra se abrió en el año 1887, pero el primer atisbo de que la hubiera se remonta al 1876. La condesa Ir 
Dzierzkrai Moracoska del Gran Ducado de Posen, casada con Carlos de la Barre Bodenham, del Condado de Hereford, tenía a su marido 
gravemente enfermo. Con la esperanza de obtener su curación, escribió a don Bosco. Por el tenor de su carta, se deduce que la Condesa 
conocía al Santo algo más que superficialmente 1, porque le imploraba oraciones y le manifestaba la intención de promover en Londres la 
apertura de una casa salesiana, si accedía a su ruego. «Su obra, decía, la llevamos siempre, y ahora más que nunca, en el corazón; y esperam 
verla establecida en Londres antes de morir; es posible que estemos ya en camino de lograrlo, si obtenemos la gracia, para la que le suplico 
ayude». Pero murió su marido en 1880 2. Aún no había llegado el momento oportuno. 

1 Ap., Doc. núm. 86. 

2 La Condesa no tuvo descendencia. El título de Bodenham y sus posesiones pasaron al Conde Lubienski, gran admirador de don Bosco 
buen Cooperador. 

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388 

Hubo otra llamada, procedente de la Conferencia londinense de san Vicente de Paúl. Lo mismo que en Buenos Aires, París y otras ciudad 
también actuó en Londres dicha institución, siempre en contacto con las miserias sociales, esperando en este caso la colaboración de don 
Bosco en favor de la juventud pobre y abandonada. En nombre del Consejo General, escribió el secretario, Gualterio Hussey Walsh, el 
veintiuno de enero de 1884. Conocía éste a don Bosco desde 1877, año en que el conde y la condesa Denbigh, junto con el señor Lane Fox 
con la señorita Fitz Gerald, lo habían visitado en Turín 3. El trece de marzo de 1878 habló de él y de su institución en una reunión que se 
celebraba en presencia del cardenal Manning. Posteriormente, en enero de 1884, la señora Herbert of Lea publicó un artículo sobre el mism 
tema ((448)) en el Month, que terminaba con la afirmación de que don Bosco había manifestado deseos de abrir una casa en Londres. En el 
mismo mes, dicho secretario llamó la atención del Consejo sobre aquel artículo y escribió, además, al asistente eclesiástico, Padre Lord 
Douglas Hope, que entonces se encontraba enfermo, el cual le respondió que se alegraría mucho si don Bosco fuera a Londres. Y aún hay 
más. El señor Dudley Leathley, miembro honorario del Consejo, de vuelta hacía pocos días de Italia, donde había visitado con un amigo su 
a don Bosco, afirmaba que éste había pronunciado frases estimulantes para una fundación en Londres. Estas fueron, pues, las circunstancia 
que habían aconsejado dirigir una carta a don Bosco. 

Todos estos motivos daban pie para esperar una respuesta favorable. íEra tan grande la necesidad de que ayudase a socorrer a la juventud 
pobre de Londres! «Actualmente, escribía el señor Walsh, no tenemos más que un asilo para la juventud obrera de esta ciudad de cuatro 
millones de almas, porque únicamente Lord Douglas reúne a los obreros católicos. Contábamos con un Patronato, dirigido por los Hermano 
de la Caridad de Gand; pero estos religiosos se marcharon y la casa está cerrada». Estos se fueron por falta de medios para subsistir y por la 
intrigas de influencias ocultas. Don Bosco escribió en la cabecera de la carta: «Que se ocupe de ello don Celestino Durando». Quería decir 
el Capítulo, pero las actas no aluden a este tema lo más mínimo. 

Volvióse a hablar del asunto en 1886 en el Consejo de la Sociedad de San Vicente y, en el informe impreso de aquel año, hay tres página 
de muy apretada escritura que resumen la historia de la vida y 

3 Véase vol. XVII, pág. 159. 
389 

obras de don Bosco y que concluyen afirmando que se podría introducir con provecho aquel sistema en Gran Bretaña e Irlanda. La experien 
confirmó la verdad de este juicio en ambas partes del Reino Unido, pero fue menester dar tiempo al tiempo. 

Nos place que haya motivo para no olvidar la tercera parte del Reino Unido. Desde Escocia, llegó una invitación ((449)) el mismo año en 
que se fue a Londres. El arzobispo de Glasgow, monseñor Eyre, en atención a los muchos italianos que residían en su ciudad, habría desead 
un sacerdote salesiano que se ocupase de ellos, sobre todo porque sus hijos se encontraban religiosamente insidiados por los protestantes. 
Escribió sobre ello a don Bosco y le recordaba que había tenido el gusto de encontrarse con él en Roma y que el señor Monteiht de Carstai 
no perdía nunca la esperanza de introducir en la archidiócesis a la pía Sociedad Salesiana. Don Bosco se hizo traducir la carta y escribió al 
margen de la misma: «Hable don Miguel Rúa de ello formalmente». Quería, pues, que se estudiase seriamente la cuestión en el Capítulo. D 
Miguel Rúa presentó la solicitud en la sesión del treinta de noviembre, pero hubo que responder negativamente, ya que las Reglas no 
permitían dejar tan aislados a los Salesianos. Se prometió, en cambio, al Arzobispo que se le buscaría un sacerdote secular, bueno y celoso 
que, entre tanto, se esperaba preparar personal que dominara la lengua inglesa para abrir un orfanato en Glasgow o en otra ciudad de la 
archidiócesis 1. 

Cuando ya sólo faltaban algunas formalidades para la aceptación de la casa de Londres, una persona de gran ascendiente habría tenido 
virtud suficiente para desbaratar todo el plan, si don Bosco, prudente en las decisiones, no hubiera mostrado firmeza en la ejecución. 
Monseñor Juan Butt, obispo de Southwark, de quien tenía que depender la futura casa, hacía su visita ad limina en mayo de 1887. Habiend 
sabido que don Bosco se encontraba en Roma para la consagración de la iglesia del Sagrado Corazón y que estaba a punto de aceptar una c 
en el distrito de Battersea, le visitó para disuadirle de aquel propósito, alegando la pobreza del lugar y la imposibilidad de mantener allí ni u 
solo sacerdote. A su regreso a la diócesis, acudió a saludarle uno de sus sacerdotes y se congratuló con él de que hubiera podido tratar con 
santo. 

((450)) -»Con un santo? »Con cuál?, le preguntó. 

-Con don Juan Bosco, de Turín. 

1 La carta, redactada en inglés por don Bernardo Redahan y firmada por don Bosco, se conserva en el archivo del colegio de san Pedro, 
Bearsden, Giasgow. Ap., Doc. 87 A-B. 
390 

Fin de Página: 391 


VOLUMEN XVIII Página: 391 

-»Ese, un santo? Será un santo, pero a su manera. Es un hombre terco en sus propias ideas. »Sabe quién me ha dado la impresión de ser 
santo? Su Vicario, don Miguel Rúa. Es un verdadero asceta. Me escuchó, tomó nota de mis observaciones y me aseguró que daría cuenta d 
ellas en el Capítulo. Pero, al despedirme, don Bosco, que apenas podía tenerse de pie, me dijo: «Monseñor, los Salesianos irán a Battersea. 
Allí tendremos una grandiosa iglesia y amplios patios. Esa llegará a ser una de las grandes casas de la Congregación». »Pero dónde va a 
encontrar don Bosco espacio para todo eso? íA no ser que se instale en los jardines públicos de Battersea! 

Aquel mismo sacerdote, a quien Monseñor hacía tales confidencias, Guillermo Cunnhigham, se las contó al inspector salesiano, don Ene 
Tozzi, al visitar a nuestros hermanos de Battersea, para congratularse con ellos por la canonización de don Bosco. Y nosotros podemos 
completar su relato, transcribiendo algunas frases de una nota que envió don Miguel Rúa a don Celestino Durando, el cuatro de mayo de 
1887: «El asunto de la casa de Londres, escribía, está tan adelantado que sería difícil abandonarlo, sin hacer una triste figura. Procuraremos 
con todo, retardarla lo más posible, si no podemos hacer otra cosa. Está aquí el Obispo de quien tendremos que depender allí y ayer tuve qu 
visitarle. Quizá venga él mismo a visitar a don Bosco». 

En honor de monseñor Butt, diremos que, no obstante todo, cuando vio llegar a los Salesianos, los recibió con paternal cordialidad; y, 
después, al verlos actuar, depuso todas sus prevenciones. Otro Monseñor Butt, sobrino del anterior, hoy auxiliar de Westminster, ha hereda 
del tío un vivo afecto a los hijos de don Bosco. 

Ayudará a completar la idea el que demos algunos datos sobre el lugar y el ambiente. El Támesis divide a la extensísima metrópoli ingles 
en dos partes: en la izquierda está la sede arzobispal de Westminster, en la derecha el obispado de Soutwark. A este último pertenece ((451 
la popular barriada de Battersea. En ella se había levantado, en tiempos de Pío IX, una parroquia dedicada al Sagrado Corazón de Jesús; pe 
al poco tiempo, el párroco había abandonado su puesto, sin que hubiera habido posibilidad de sustituirlo; de manera que la población, 
compuesta en su mayoría por obreros irlandeses, quedó casi privada de asistencia religiosa. Para recibir los sacramentos, debían hacer una 
buena caminata hasta la parroquia más próxima; y no hablemos de la juventud ni de los enfermos. He aquí dónde llamaba la Providencia a 
Salesianos. 

Quien más trabajó para lograr que fueran allí, fue la condesa de 
391 

Stackpool, a quien ya hemos mencionado varias veces y que vivía en Roma, en Villa Lante. También actuaba calurosamente aquel gran am 
de don Bosco, que era el arzobispo Kirby, rector del seminario irlandés en Roma; con sus ochenta y cinco años a cuestas, fue a visitar a don 
Bosco tres veces en el año 1887, instándole a romper toda tardanza. El doce de mayo tenía una buena noticia que darle y, como no podía sa 
de casa, le escribió: «Ayer tuve el honor de una audiencia con el Padre Santo, en la que se dignó manifestarme su gran satisfacción y alegrí 
porque V. S. hay aceptado cuidarse de la iglesia de la señora condesa de Stackpool en Londres. Hubiera querido comunicárselo de viva voz 
pero tento un resfriado que me ha obligado a guardar cama y me priva de ese gusto y, también, de asistir a la inauguración del órgano». Ya 
1885, la duquesa de Norfolk había manifestado a don Bosco lo mucho que le hubiera gustado ver en Londres un hospicio semejante al que 
estaba contemplando; pero entonces los hermanos predestinados estaban de lleno metidos en ultimar su propia formación. 

Así pues, la Condesa, que había costeado la edificación de la suspendida parroquia de Battersea, queriendo ahora librar a aquellos católic 
del abandono en que se hallaban, no adivinó nada mejor que recurrir a don Bosco. Le había visto por vez primera el año 1881 y quedó tan 
impresionada que escribía así de él 1: ((452)) «Tengo todavía presente en mi recuerdo el sonido de su voz, sus palabras, su mirada y su 
bendición». Además, había comprendido bien la naturaleza de su obra; por eso consideraba que la presencia de los Salesianos en aquellos 
barrios de Londres, «nido de miseria y de vicios», sería una bendición para muchos pobres muchachos que vagabundeaban por aquellos 
prados. 

Mas, para volver las cosas a su principio, se requerían varias condiciones, como el traspaso de la propiedad, que se había cedido al 
Ordinario; la restitución de muchos ornamentos sagrados y otras formalidades canónicas y legales. Para dejar libre el camino, creyó ella 
oportuno presentar una súplica a León XIII. Hizo un borrador de la misma y lo llevó a Turín en septiembre para que lo viera don Bosco e 
hiciese que le dieran una buena redacción en italiano. Cuando se hizo la nueva redacción, don Miguel Rúa la retocó y dio forma definitiva 

1 Londres, veintinueve de noviembre de 1881. No sabemos a ciencia cierta si se dirigía a don Miguel Rúa o al Conde Cays, pues no hay 
ninguna indicación. 

2 Ap., Doc. 88. Es un documento importante, porque contiene la historia de los precedentes. Las añadiduras y modificaciones de don 
Miguel Rúa van impresas en cursiva. 
392 

Parece que León XIII se valió del cardenal Simeoni, prefecto de Propaganda. 

Fin de Página: 393 


VOLUMEN XVIII Página: 393 

Antes de que partiesen los Salesianos, destinados a Londres, envió don Bosco a don Francisco Dalmazzo allí para que, desde el punto de 
destino informara sobre el estado de las cosas. La espera de este su enviado ocasionó una confusión, como si fuera a llegar don Bosco en 
persona. La noticia suscitó tal inquietud que fue menester desmentirla públicamente 1. Don Francisco Dalmazzo llegó a Londres el nueve d 
octubre y fue huésped del abate Galerán, francés de origen, pero nacionalizado inglés y rector de una iglesia en las cercanías de Battersea, e 
es, en Wandswort. El quince de octubre, escribía éste una carta a don Bosco, describiendo el ambiente donde esperaban a sus hijos: «Esta 
noble tierra inglesa apreciará más tarde la enorme gracia que María Auxiliadora le ha otorgado. Es incalculable el número de muchachos 
pobres, vagabundos y abandonados por los rincones de esta inmensa Babilonia. El celo del clero inglés no tiene igual; ((453)) pero una gra 
parte de la mies se pierde por falta de obreros. Las almas se extravían, porque no pueden los pastores desarrollar tanto trabajo. Padre mío, l 
almas que tanto han costado a nuestro Salvador le llaman a gritos y le esperan. No conozco otro barrio de Londres que le necesite tanto com 
Battersea. Soy, además, capellán de una cárcel muy grande, en la que desfilan muchos ante mis ojos. íCuántas veces he invocado en mi 
corazón a don Bosco y a sus hijos! Mi venerado Padre, no tardará usted en alegrarse de haber tomado posesión, en nombre de Jesucristo, d 
esta capital, donde tantos pecados se cometen, donde viven tantas almas en la ignorancia y se pierden. 
í Benditos sean los pies de los hombres que vienen a nosotros en nombre de Aquel que tanto amaba a los niños!». 

Los Salesianos recibirían en seguida la administración parroquial del territorio que anteriormente había constituido la parroquia del Sagra 
Corazón. El Obispo, conocedor de la voluntad del Papa, no sólo no puso dificultades, sino que él mismo escribió y habló con el párroco 
limítrofe, de cuya jurisdicción debía desgajarse de nuevo la zona antes indicada, invitándole a ceder de buen grado todo a los Salesianos, 
apenas se presentaran. La iglesia que hizo construir la Condesa era, exteriormente, de hierro y, por dentro, de madera. Aunque había otras 
semejantes, ésta, sin embargo, era provisional en la intención de la señora. Junto a la iglesia, se levantaban las escuelas, construidas de 
mampostería: eran altas, grandiosas y bonitas y tenían doscientos 

1 En Catholic Press del veintinueve de septiembre. 
393 

cincuenta alumnos entre niños y niñas. Estaban acotadas por un terreno tapiado que medía dos mil quinientos metros cuadrados, área 
considerable para Londres; en la misma se podía levantar muy bien, con el tiempo, una iglesia de grandes dimensiones, con una casa aneja 
dos patios, uno para los internos y otro para los externos. Cosas todas que requirieron años, pero que hoy existen. La masa de población se 
componía de obreros pobres, mas no faltaban católicos acomodados, dispuestos a ayudar a nuestros recién llegados. Un detalle digno tamb 
de mención es que, por aquellos parajes, había tenido santo Tomás Moro sus jardines y ((454)) desde su domicilio, situado en la otra orilla 
Támesis, todas las mañanas del verano, después de ayudar a misa, atravesaba el río en una barquilla de su propiedad e iba allí, al campo, a 
desayunar y recrear un poco su espíritu 1. 

Los tres primeros salesianos, destinados a Battersea, salieron de Turín el catorce de noviembre. Eran los sacerdotes don Eduardo Mac 
Kiernan, irlandés, párroco y director, y don Carlos Macey, vicepárroco y catequista, y el coadjutor trienal Rossaro. 

El abate Galerán describía así su llegada, que traducimos, como antes, del francés: «Han llegado en plena y oscura niebla, para traer la lu 
Battersea. Se necesitaba mucho espíritu interior para poderles decir a su llegada aquello de íqué hermosos son sus pies! Estaban llenos de 
barro hasta los hombros. Por fin encontraron, con gran sorpresa suya, una casita bien preparada y adornada. El simpático Rossaro espera ve 
sol; yo le he prometido que, dentro de algunos días, lo verá. El tiene fe, pero ha perdido la esperanza» 2. 

Don Bosco les había entregado varias cartas de presentación y recomendación. Naturalmente no podía faltar una para el Obispo, aunque n 
hemos encontrado ni siquiera mención de ella. Otra era para el Duque de Norfolk, que pueden verla los lectores en el volumen anterior 3. L 
tercera, que era para el abate Galerán, la encontramos citada por el destinatario en una suya a don Miguel Rúa 4, en la que dice: «Me dirijo 
usted respondiendo a la carta que el veneradísimo don Bosco ha tenido la delicadeza de enviarme». Finalmente, la cuarta era para el Cónsu 
italiano en Londres, que decía así: 

1 Cartas de don Francisco Dalmazzo a don Bosco, Londres, quince y veintiuno de octubre de 1887. 

2 Carta a don Miguel Rúa, Londres, veintidós de noviembre de 1887. 

3 Vol. XVII, pág. 451. 

4 Londres, veintidós de noviembre de 1887. 
394 

Ilustrísimo Señor Cónsul: 

Fin de Página: 395 


VOLUMEN XVIII Página: 395 

Me permito presentar a V. S. Ilma. a dos de mis hijos, uno irlandés y el otro inglés: se llaman Eduardo Mac Kiernan y Carlos Macey: han 
estudiado en Italia, donde han sido ordenados sacerdotes, y ahora los envío ((455)) a Londres para regir la parroquia de Battersea, que se 
quiere entregar al cuidado de la Sociedad Salesiana y tendrán que ocuparse además, del bienestar de la juventud inglesa y, especialmente, d 
la juventud pobre italiana, domiciliada en dicha parroquia y en otros barrios de Londres. Por eso, los recomiendo vivamente a la protección 

V. S. Ilma., a fin de que puedan cumplir en paz y con mucho fruto su misión. 
Con esta confianza, le presento, desde ahora, mi cordial agradecimiento y mis respetuosos saludos, mientras me honro profesándome con 
toda consideración. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 14 de noviembre de 1887. 

Su atto. s. s.
,
(Firmado) JUAN BOSCO, Pbro.


Por cuanto acabamos de ver, puede deducirse lo mucho que ayudó el abate Galerán a nuestros hermanos en aquellos duros principios. El 
domingo, día veinte de noviembre, rogáronle que los presentara al pueblo en nombre de don Bosco. El, aunque ya había predicado cuatro 
veces aquel día, no supo decir que no y predicó por quinta vez, ya muy entrada la tarde, con fraternal afecto. Dos días después escribía a do 
Miguel Rúa y exclamaba: «íAquí están ya los Salesianos, navegando a velas desplegadas! íDejémosles hacer!». 

Don Francisco Dalmazzo se había despedido de su huésped el día anterior por la mañana. «Mi casa, escribía el abate 1, ya no es la misma 
Después de su marcha, se ha convertido en un desierto, porque yo le consideraba como un antiguo amigo, en cuya compañía me resultaba m 
agradable el trabajar para mayor gloria de Dios. En efecto, mi casa parroquial era una casa salesiana con perfecta unión de corazones, aunq 
muy imperfecta de lenguaje. Nunca mejor que en esta ocasión hemos comprendido lo que pudo ser la confusión de lenguas en Babel. Don 
Francisco Dalmazzo hacía cuanto podía para hablar en inglés, pero quedaba condenado al silencio, a pesar de su atrevimiento. Mis 
coadjutores tampoco sabían francés y menos aún el italiano. Yo, a mi vez, de tal forma me he convertido en un inglés que mis oídos no 
perciben ya el sonido de otra lengua que no sea el inglés. ((456)) Pero, con la ayuda de Dios, hemos pasado días muy felices con el Procura 
General, verdadero hijo de don Bosco». 

Nuestros hermanos navegaron, durante aquellos primeros meses, 

1 Carta citada. 
395 

pero no a velas desplegadas, como decía el abate Galerán. Vientos contrarios y escollos peligrosos pusieron en zozobra su frágil navecilla. 

Pero les resultó bien, ya que no se desanimaron. A despecho de las dificultades, se iba haciendo el bien. Oigamos una vez más a nuestro 
buen testigo 1. «Hoy han venido los tres a comer a casa con nosotros. Los hemos tratado simplemente a la inglesa. Los principios de Batter 
tienen sus dificultades y sus desalientos. Siempre el Huerto de los Olivos y después la Crucifixión y la Resurrección. Pero hay que dejar qu 
ciertas dificultades se resuelvan por sí mismas: el tiempo resuelve muchas cosas y el tiempo está en manos de Dios. En fin de cuentas, los d 
sacerdotes ya han hecho mucho bien. La víspera de Navidad estuvieron en el confesonario hasta las once y media de la noche. El día de 
Navidad se vio la iglesia llena a las seis misas. Las comuniones, especialmente las de hombres, han sido muy numerosas. El pueblo quiere 
bien a los Salesianos y le gusta su manera de predicar». 

Mientras se imprime este volumen, están celebrando nuestros Hermanos ingleses el quincuagésimo aniversario de la llegada de los 
Salesianos a Londres. Aquella primera casa, a la que siguieron muchas otras obras salesianas en el Reino Unido, ha visto cumplirse en ella 
plenamente la alegoría evangélica del granito de mostaza, que ha brotado y crecido hasta convertirse en un gran árbol. 

1 Carta a don Miguel Rúa, Londres, veintisiete de noviembre de 1887. 
396 
((457)) 

CAPITULO XXI 

LOS ULTIMOS RESPLANDORES DEL CREPUSCULO 

Fin de Página: 397 


VOLUMEN XVIII Página: 397 

NOS encontramos en los últimos cuatro meses de la atormentada existencia de don Bosco. Octubre, noviembre y dos tercios de diciembre l 
pasó fuera del lecho. Se requería, sin embargo, toda su fuerza de voluntad para mantenerse en pie y ocuparse en algo. Siguió celebrando 
diariamente, mientras pudo, la santa misa, en su capillita privada, asistido siempre por algún sacerdote. Durante el día concedía audiencias, 
levantarse nunca de su asiento; y, al atardecer, confesaba dos veces por semana a los alumnos de las clases superiores y, diariamente, a los 
hermanos de la Casa que acudían a él con este fin. Una vez, hablando con don Joaquín Berto de cosas que se referían al bien de los 
muchachos del Oratorio, le dijo: 

-Mientras me quede un hilillo de vida, lo dedicaré a su bien y provecho espiritual y temporal. 

El mismo don Joaquín Berto, que acostumbraba a confesarse con él, cuando le vio tan abatido y con una respiración muy afanosa, 
manifestóle la intención de no ir más para no causarle demasiado cansancio, y satisfecho de prolongar así su vida, aunque no fuera más que 
por un instante. Don Bosco le respondió: 

-No, no, ven; necesito hablarte. Quiero que sea para ti la última palabra que yo pueda decir. 

Cada vez le costaba más hablar y respirar. Sin embargo, recibía a toda suerte de personas con su habitual calma y serenidad. A veces, no 
encontrándose en situación de seguir la conversación, distraía a los visitantes con graciosas preguntas. 

((458)) -»Sabría usted decirme dónde hay una fábrica de fuelles? 

Ellos, extrañados, preguntaban si necesitaba reparar algún órgano o armonio. 

-Sí, respondía, tengo aquí el órgano del pecho, que no quiere funcionar: necesitaría cambiar los fuelles. Perdone si no puedo hablar tan 
fuerte y expeditamente como debería hacerlo. 
397 

De este modo, sin palabras de queja, dejaba entender su situación y la razón de su mesurado hablar. 

De vez en cuando, iban franceses a visitarlo. El día once de octubre le presentaron uno de éstos, que sufría enajenación mental, pero tenía 
intervalos de tranquila lucidez durante los cuales gozaba plena conciencia de su propio estado. Aconsejó el Santo que le hicieran volver par 
oír su misa, en la que rogaría por él. Volvió, oyó la misa y hasta pudo comulgar. Al salir, dijo aquél, que le parecía estar completamente 
curado. También don Bosco aseguró a la señora, pariente suya que le había acompañado, que la gracia le había sido concedida. 

El día trece se presentó monseñor Grolleau, obispo de Evreux, llegado expresamente al Oratorio para obtener de don Bosco que abriese u 
casa salesiana en su diócesis. Se trataba de ello desde finales del 1882. Monseñor habría querido cederle un colegio de enseñanza media, 
construido y administrado por dos sacerdotes hermanos, en Neubourg, cambiándole el destino y convirtiéndolo en escuela profesional y 
agrícola. El conde Carlos De Maistre, su diocesano y muy amigo de don Bosco, había servido de intermediario. La falta de personal no 
permitió atender la petición. El Obispo, impresionado por la delicadeza con que se había contestado al Conde, quiso dar las gracias 
directamente a don Bosco, rogándole que no perdiera de vista la fundación. «Hace mucho tiempo, le escribía 1, que conozco su venerado 
nombre y las grandes obras que Dios le ha permitido llevar a cabo, y gozo al poder manifestarle al presente ((459)) mi respetuosa simpatía. 

Un año después volvió a escribirle, por medio del Conde. Había hablado con el Santo en París, quedando de acuerdo en que había que 
esperar la hora de la Providencia. Le parecía que había sonado la hora. El colegio no podía seguir adelante: el Gobierno estaba dispuesto a 
adquirirlo para poner en él una escuela profesional y agrícola suya. Dado el espíritu que entonces reinaba, preveíase que el instituto se 
convertiría en un centro de irreligiosidad en el corazón de la diócesis. Don Bosco escribió sencillamente sobre la carta: «Guárdela, don 
Celestino Durando». Lo cual da a entender que él no veía todavía la posibilidad de aceptar. En efecto, por las palabras del Obispo, se colige 
que la situación económica del colegio estaba enredada 2. Tampoco Monseñor debía pensar de otro modo, puesto que la correspondencia 
epistolar se paró hasta octubre del año 1887, después de la visita 

1 Evreux, siete de junio de 1882. 

2 Evreux, cuatro de junio de 1883. 
398 

hecha a don Bosco en el Oratorio. De vuelta a su sede, el buen Prelado envió una limosna de quinientos francos, en su nueva condición de 
cooperador salesiano y en agradecimiento a la hospitalidad que se le había dispensado. Decía: «Celebro haberle conocido, haber visto sus 
obras y recibido su bendición. No sé qué será de nuestros planes: pero ciertamente, si se manifestare la voluntad divina, yo, con ayuda de s 

Fin de Página: 399 


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gracia y de las oraciones de usted, haré cuanto de mí dependa para realizarlos». 

Las cartas del obispo revelan un corazón de oro y un celo verdaderamente pastoral: pero debió comprender que, en las condiciones 
expuestas, la obra no ofrecía probabilidad de éxito. 

Turín vio llegar aquel mismo día, desde el norte de Francia, una peregrinación de Asociaciones Obreras Católicas, conducida por el céleb 
León Harmel y que se dirigía a Roma para el jubileo sacerdotal de León XIII. Se componía de novecientas cincuenta y tres personas, entre 
que había unos cincuenta sacerdotes. La devota comitiva viajaba en dos trenes. El primero entró en la estación de Puerta Nueva a las cinco 
media de la tarde y poco después ((460)) el segundo. Don Bosco envió algunos Salesianos franceses a saludar al jefe de la expedición y 
decirle que sentía mucho no poder dar a sus peregrinos hospedaje, que hubiera sido para él un honor y una satisfacción; pero que eran muc 
y el Oratorio no tenía locales suficientes. Sin embargo, deseando mostrar lo mucho que les apreciaba, iría hasta ellos para celebrar en su 
compañía la piedad filial que los llevaba a los pies del Romano Pontífice y para augurarles un feliz viaje. Harmel agradeció la propuesta e 
indicó la hora más conveniente. 

Los peregrinos se concentraron para la comida en el restaurante Sogno, situado en el magnífico parque del Valentino. Hacia las siete, lleg 
allí don Bosco, acompañado por don Miguel Rúa. Los franceses le rodearon en seguida con un cariñoso interés, que le conmovió. León 
Harmel y el asistente eclesiástico de la Sociedad de San Vicente pusiéronse a su lado y le ayudaron a caminar. Paróse él ante la puerta del 
restaurante y sentóse. Cuando todos los obreros, dentro y fuera, se encontraron reunidos en su derredor, los bendijo. Hubiera querido dirigi 
la palabra; pero no tenía voz para hacerse oír, ni siquiera por los más próximos. Invitó, pues, a don Miguel Rúa a que hablara en su nombre 
Este estuvo muy afortunado en su breve discurso 1. Terminada su alocución, fueron pasando todos los peregrinos por delante de don Bosco 
para besarle la mano. Y recibían de rodillas una medalla 

1 Véase el Boletín francés de noviembre de 1887. 
399 

de María Auxiliadora y, a veces, una palabrita. De vez en cuando, repetía a los seglares: 

-María Auxiliadora le proteja y le guíe al Paraíso. 

Y decía a los sacerdotes, a medida que se renovaban los grupos: 

-El Señor le conceda la gracia de llevarle muchas almas. 

Un sacerdote de Chartres le dijo que conocía a don Carlos Bellamy y él, entreteniéndolo un instante, le respondió: 

-Entonces, si don Carlos Bellamy es su amigo, usted es amigo mío, porque don Carlos Bellamy es mi gran amigo. 

La mayor parte de ellos ponía ((461)) en su mano monedas de plata, que él iba pasando a don Miguel Rúa. Aquella gran veneración por d 
Bosco de los católicos franceses edificó mucho a los de Turín que pudieron ser testigos de ello. 

Pero todo esto crispó los nervios de los llamados demócratas, que desahogaron su mal humor en un artículo titulado: íEl pícaro don Bosc 

1. íEra un escrito indecente! En el mismo se insultaba al Papa, se injuriaba a los peregrinos y se soltaban villanías contra «el célebre 
taumaturgo de Valdocco». Las autoridades no deberían haber permitido tanta desvergüenza que, en fin de cuentas, deshonraba a Italia, fren 
al extranjero; pero así eran los tiempos. Don Juan Bonetti, lleno de indignación, presentó una vibrante reclamación ante la Fiscalía General 
Rey, pero fue lo mismo que escribir en el agua. 
Un periódico francés, que escribió sobre esta peregrinación 2 habló precisamente del encuentro con don Bosco y, después de recordar qu 
un obispo de allí había llamado a don Bosco Aguila de la caridad, proseguía: «Era muy lógico que los obreros franceses desearan ver al 
insigne y venerado amigo de los hijos del obrero extender por un instante sobre ellos sus manos. Respondió a este deseo don Bosco, 
trasladándose hasta donde se encontraban los obreros de Francia, los cuales, profundamente conmovidos ante el santo sacerdote, recibieron 
bendición y un recuerdo». 

Hasta el veinte de diciembre, no permitió don Bosco, a pesar de que sus fuerzas disminuían de día en día y le causaba dolores el estar de 
que le sirvieran en su habitación sus parcas refecciones; así que, acompañado por su secretario, iba al comedor de la comunidad, pues sabía 
que su simple presencia alegraba a los Superiores. Cuando había algún invitado a la mesa, como sucedía a menudo, se mostraba más alegre 
que de ordinario. El dieciséis de octubre almorzaron con él 

Fin de Página: 400 


VOLUMEN XVIII Página: 400 

1 La Gazzetta Operaia, quince de octubre de 1887. 

2 L'Union Maluine et Dinannaise de St-Malo-Dinan, veintitrés de octubre de 1887. 
400 

el señor Martí, de Barcelona, con toda su familia, de la que ya hemos ((462)) hablado 1, y monseñor Sogaro, con un sacerdote negro de su 
diócesis. El apóstol de Africa, que debía partir para Roma, se levantó de la mesa antes que los demás, se postró con su compañero a los pie 
de don Bosco y le pidió su bendición 2. Los españoles estuvieron en el Oratorio toda la tarde. 

En la casa de Foglizzo se preparaba la solemne imposición de sotana a los nuevos novicios para el veinte de octubre. Lo que nadie se 
hubiera atrevido a pedir ni esperar lo cumplió don Bosco con su fuerza de voluntad, superior a todas sus incomodidades físicas: fue a presid 
la ceremonia, acompañado de don Miguel Rúa y don Carlos Viglietti. Las dos horas y media de tren y coche no fueron ciertamente para él 
ninguna diversión. Muchos párrocos y señores se consideraron afortunados, al poder sentarse a la mesa con don Bosco y asistir a la función 
Impuso la sotana a noventa y cuatro novicios. A la mañana siguiente, en vez de regresar directamente a Turín, quiso dar una vuelta por San 
Benigno. Se lo pedía la gratitud: su venerando párroco, el reverendo Benone, anciano ya de noventa y tres años, siempre le había tenido 
mucho afecto y le había ayudado espléndidamente en varias ocasiones; deseaba, pues, verlo una vez más antes de partir para la eternidad. E 
éste un sentimiento, que él consideraba tan próximo que, cuando salieron de Foglizzo, dijo a don Miguel Rúa: 

-Otro año ya no vendré yo; vendrás tú a hacer esta ceremonia. 

En la llanura que había de recorrer se halla, a mitad de camino entre Foglizzo y San Benigno, el río Orco, de cauce muy ancho y lleno de 
piedras. No existía entonces el puente, de modo que se cruzaba en barca, cuando llevaba mucha agua, y, si no, había que vadearlo a pie o e 
coche. Don Bosco tuvo que pasarlo en coche que, con su traqueteo, le hizo sufrir bastante. La intención era simplemente intercambiar unas 
palabras con el párroco y luego seguir el viaje, pero hubo de tener consideración con él que, a pesar de sus años, conservaba todavía mucha 
energía, para imponer su deseo. Le obligó, pues, a quedarse a almorzar con él. ((463)) Al despedirse, se citaron ambos para el cielo. El Sier 
de Dios llegó a Turín sumamente cansado. Fue su último viaje en tren. 

Una de las noches siguientes, como él narró el veinticuatro de octubre, vio en sueños a don José Cafasso, en cuya compañía visitó todas l 
casas de la Congregación, incluidas las de América; vio la 

1 Véase más arriba, pág. 320. 

2 Véase vol. XVII, pág. 437. 
401 

situación de cada una de ellas y el estado de todo su personal. Desgraciadamente le faltaron fuerzas para contar los detalles de cuanto había 
visto. 

Había regresado momentáneamente de Roma don Antonio Sala, enviado allí, como se dijo, para examinar bien el estado de cuentas. Don 
Bosco esperaba conocer el resultado y las consecuencias de aquella inspección. Ambas cosas las encontramos en las actas del Capítulo del 
veintiocho de octubre: trescientas cincuenta mil liras de deuda; suspensión de obras, salvo las de los dos altares; propuesta de solicitar un 
empréstito. Algunas noches después, al salir del refectorio, oyendo mencionar aquellas deudas, se paró a un extremo de la mesa y exclamó: 

-íOh, esto es mi muerte! 

Sus presentimientos de la proximidad de la muerte afloraban constantemente en sus breves conversaciones. Hacía tiempo que don Anton 
Sala tramitaba la adquisición de un terreno en el camposanto, donde dar sepultura a los Salesianos que fallecían en Turín, pero no acababa 
conseguirlo. Don Bosco lo estimulaba a que se diera prisa. 

-Arréglatelas, le dijo un día; si, cuando yo muera, no está preparado el sitio en el cementerio, haré que me lleven a tu habitación, y, 
entonces, con este trasto ante tus ojos, ya te espabilarás para encontrarlo. 

Y profirió estas últimas palabras en un tono tan gracioso que, a pesar de lo triste del caso, hizo sonreír a los presentes. Don Felipe Rinald 
contaba que, en otra ocasión, repitiendo la misma recomendación, se expresó así: 

-Si no me preparas un sitio, me tendrás seis días en tu habitación. 

Y no fue propiamente en su habitación, pero sus restos mortales permanecieron seis días exactos sin enterrar, confiados a los cuidados de 

Fin de Página: 402 


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don Antonio Sala, en espera de la autorización para ser inhumados donde lo fueron. 

Dijo también una frase misteriosa, al visitar al salesiano ((464)) don Luis Deppert, gravemente enfermo y ya sacramentado. Fue a 
confortarlo y le dijo: 

-Animo. No te toca a ti esta vez; hay otro que debe ocupar tu puesto. 

Y fuera cual fuere la intención que quiso dar a su última frase, el hecho es que no sólo don Luis Deppert sanó y que fue don Bosco el 
primero en morir en el Oratorio, sino que, cuando hubo de postrarse 
402 

definitivamente en cama, como ésta resultara muy incómoda para el servicio de los enfermeros, le acostaron en la que ya había servido para 
hermano curado. 

Los que permanecían a su lado, no podían dejar de alarmarse, al ver cómo decaía, y temían su próximo desenlace. El se daba cuenta de el 
y procuraba, como buen padre, alentarlos y asegurarles que la Congregación no tendría que temer por su muerte, sino que, por el contrario, 
recibiría mayor incremento. Por ello, cuando no podía tomar sus parcas comidas con los demás, se hacía acompañar igualmente al refectori 
donde procuraba, con sus bromas, tener alegres a sus hijos. Pero, entre tanto, los iba preparando insensiblemente para la gran desgracia. 
Algunas veces, sintiéndose peor que de costumbre, se hacía llevar en una silla de ruedas y, en medio de ellos, escuchaba, daba disposicione 
animaba a todos a confiar en la Providencia. 

El día de Todos los Santos no pudo bajar, como había hecho siempre, a la iglesia para rezar con los muchachos el rosario por los difuntos 
pero quiso recitar, siguiendo la piadosa costumbre, las tres partes del rosario con los secretarios y algunos coadjutores, reunidos en su capil 
Aún salió de paseo en coche algunas tardes después con don Carlos Viglietti. Este le contaba, riéndose, que uno de los hermanos hablaba d 
las demás congregaciones, poniéndolas por las nubes, pero omitiendo siempre referirse a la salesiana o hablando de ella sin ningún respeto 
Don Bosco le dijo que, cuando le oyera de nuevo expresarse así, le respondiera: Tamquam fera seipsum devorans. (Como la fiera que se 
devora a sí misma). También salió el quince de noviembre, para ir a visitar a un médico del Oratorio, el doctor Vignolo, que guardaba cama 
hacía algunos días. 

((465)) Hacia fines de noviembre, fue una tarde a visitarle don Juan Bautista Lemoyne; le hablaba de la disciplina de los muchachos y le 
preguntaba cuál era el mejor medio para hacer fructuosas las confesiones. El Siervo de Dios, que se expresaba con dificultad y con respirac 
afanosa, le dijo: 

-La noche pasada he tenido un sueño. 

-Querrá decir que ha tenido una visión. 

-Llámala como quieras, pero estas cosas hacen aumentar de una manera espantosa la responsabilidad de don Bosco ante Dios. Es cierto q 
Dios es muy bueno. 

Y, al decir esto, lloraba. 

-»Qué vio en ese sueño?, preguntó Lemoyne. 

-Vi la manera de avisar a los estudiantes y a los aprendices; los medios para conservar la virtud de la castidad y los daños reservados 
403 

a los que violan esta virtud. Se encuentran bien y de pronto mueren. íAh, la muerte como consecuencia del vicio! 

-Fue un sueño, continuó, en el que dominaba solamente una idea pero ícuán grande y espléndida! Mas yo no me encuentro en condicione 
de hablar mucho sobre esto, me faltan las fuerzas para exponer cuanto vi... 

-Bien, replicó Lemoyne, no se canse. Tomaré nota de cuanto me ha dicho y en ocasiones sucesivas me irá explicando lo que recuerde de 
sueño. 

-Hazlo así. El tema es muy importante y lo que he visto podrá servir de norma en muchas circunstancias. 

Desgraciadamente, don Juan Bautista Lemoyne, no creyendo tan próxima la muerte del Siervo de Dios y encontrándolo siempre cansado 
ocupado en algún trabajo, no se atrevió a preguntarle sobre este sueño y el buen Padre partió para la eternidad sin decir nada más. 

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La tarde del cuatro de diciembre, habló sobre la marcha general del Oratorio, con don Francisco Cerruti, a quien mandó llamar 
expresamente hacia las seis y media de la tarde. Apenas entró en su habitación, díjole don Bosco: 

-No tengo nada importante que decirte. Sólo quiero que hablemos un poco y que tú ((466)) me informes totalmente de las cosas de la cas 

Estas palabras impresionaron mucho a don Francisco Cerruti, sobre todo porque era la primera vez que don Bosco le preguntaba 
directamente sobre el asunto, después de su traslado a Turín. La conversación fue larga; se sucedían las preguntas a las preguntas y el 
interrogado le dio cuenta exacta de todo. Entre otras cosas, don Bosco le confió una duda. Siempre había considerado como lo mejor, que s 
concentrase en manos de uno solo la administración económica del Oratorio, unificando en un mismo cargo las distintas cajas de cobros y 
pagos. Pero ahora le parecía que don Miguel Rúa era de opinión contraria. Don Francisco Cerruti logró desengañarlo, demostrándole que s 
Vicario era de idéntico parecer y que se esforzaba, aunque sin lograrlo todavía, en arreglar las cosas de aquel modo. 

Le hizo después una recomendación. Ya hemos aludido a que don Domingo Belmonte, elegido Prefecto de la Congregación en el Capítu 
General de 1886, era, en realidad, director del Oratorio, y que don Celestino Durando seguía ejerciendo de hecho aquel cargo. Tal modo de 
actuar podía seguir así, mientras viviese don Bosco, pero preveía que, cuando él faltase, se podían generar inconvenientes. Insistió, por tant 
en que se regularizase la situación lo antes posible. 
404 

Finalmente le preguntó cómo se encontraba de salud, pero lo hizo con un cariño casi más paternal que de costumbre. 

-Cuídate, le dijo después; es don Bosco quien te lo dice o, mejor, te lo manda. Haz por ti lo que harías por don Bosco. 

Al oír estas palabras, don Francisco Cerruti no pudo contener su emoción. Entonces él le tomó las manos y le dijo: 

-Animo, querido Cerruti... Deseo que nos juntemos gozosos en el paraíso. 

La delicada salud del Consejero escolástico general justificaba estas aprensiones; los méritos extraordinarios que adquirió durante el perí 
constituyente de la Congregación nos explican bastante la solicitud paternal de don Bosco. 

El acontecimento más notable del mes de noviembre fue una singular ((467)) imposición de sotanas, de manos de don Bosco, al polaco 
Víctor Grabelski, diplomado en varios doctorados; al ex-oficial francés Natalio Noguier de Malijay; a un joven inglés que no perseveró, y a 
príncipe Czartoryski que se destacaba entre todos por su estatura y posición social. Este, cuando por fin arrancó el consentimiento de su pa 
llegó a Turín el treinta de junio y, el ocho de julio, ya era aspirante. Sus parientes estaban persuadidos de que una veleidad pasajera le habí 
impulsado hacia la Congregación y que, por tanto, las primeras incomodidades de una vida tan distinta a la suya le harían tomar el camino 
vuelta. Es fácil, pues, imaginar cómo les sentaría la invitación para acudir a una función que significaba el desprendimiento, si no definitivo 
sí muy profundo de su pasado. Le escribieron unos en pro y otros en contra. Su padre, a quien Augusto le había hablado de una prueba que 
duraría dieciocho meses, consideró que era demasiado prematuro vestir el hábito eclesiástico, cuando apenas habían transcurrido seis. Sin 
embargo, decidió finalmente ir a Turín. Y se presentó con su esposa, madrastra de Augusto, con los dos hermanos de padre, una tía y el 
médico de la familia. 

Abrigaban todos la confianza de apartarlo de su determinación; por lo que, para poder llevar a cabo su plan, se anticiparon algunos días a 
la ceremonia, que estaba fijada para el veinticuatro. Estaba sumamente irritada su tía, sospechando que se había presionado al Príncipe, cuy 
salud era delicada, con fines interesados. El, al darse cuenta de las intenciones de la visita, hubiera deseado privarse del gusto de entretener 
con ellos, pero se atuvo al consejo de los Superiores, que le recomendaron tratase a sus familiares con todo cariño. Ellos sacaron a relucir 
razones sentimentales y de intereses y hubo, en las conversaciones, momentos verdaderamente trágicos. Pero Augusto, 
405 

con dulzura inalterable e igual energía, supo defender su vocación desde el principio hasta el fin, de modo que toda la familia acabó por ha 
de la necesidad virtud y asistir al sagrado rito. 

Se llevó a cabo el mismo en la iglesia de María Auxiliadora ante ((468)) una gran concurrencia, atraída por la noticia de la interesante 
novedad. Hubiera presidido de buena gana el cardenal Alimonda, pero otras incumbencias se lo estorbaron. Avanzó lentamente don Bosco 
hasta el presbiterio con los cuatro aspirantes. Una vez cantado el Veni Creator, los invitó, con las palabras del ritual, a despojarse del homb 
viejo para revestirse del nuevo y puso a cada uno las sagradas libreas por él bendecidas. Subió después don Miguel Rúa al púlpito y, toman 
como texto el versículo de Isaías Filii tui de longe venient, habló como no habría podido hacerlo mejor el mismo don Bosco. Terminóse la 
función con el canto del Te Deum y la bendición eucarística. Los señores polacos subieron después a las habitaciones del Santo, aclamados 
por todos los alumnos del Oratorio. Cuando se despidieron de don Augusto, como empezó a ser llamado entre nosotros desde aquel día el 
nuevo clérigo, lo hicieron con señorial corrección. Sin embargo, no estaban totalmente disipadas las nubes. El padre volvió de nuevo al asa 

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recurriendo hasta a la Santa Sede, para que se prohibiese al hijo que se ligara a la Congregación con profesión perpetua; pero no hubo mod 
de remover su resolución 1. 

Aquella tarde, llena para él de emociones, fue don Augusto, antes de volver a Valsálice, lugar de su noviciado, a dar las gracias a don 
Bosco, quien lo bendijo y le dijo: 

-Hoy hemos conseguido una gran victoria. Llegará el día en que usted será sacerdote y, por voluntad de Dios, hará mucho bien a Polonia. 

El ingreso de don Augusto en la Congregación desencadenó en la juventud polaca un movimiento incesante y creciente hacia la casa de d 
Bosco. Gracias a la generosidad del Príncipe, se incrementó Valsálice con un pabellón completo para recibir a cuantos venían, hasta que se 
fundó en Lombriasco un colegio expresamente para ellos. Así se preparaban los elementos humanos que debían servir para la fundación en 
Polonia de colegios y escuelas profesionales, donde hoy descuellan las obras salesianas ((469)) por su número y florecen por su calidad de 
modo que tiene mucho de prodigioso 2. Aquellos hermanos 

1 En el Apéndice (Doc. 89), presentamos una importante nota de Lemoyne sobre algunas vicisitudes que tuvo después don Augusto con s 
familia. 

2 Cuánta era la simpatía con que miraban a la Congregación Salesiana en Polonia las entidades, 
406 

se glorían de su Cardenal salesiano, el eminentísimo Augusto Hlond, arzobispo de Gniezno y Poznan, primado de Polonia. 

Siempre constituía una fiesta para don Bosco volver a ver a sus antiguos alumnos, pero no era menor la alegría de ellos, cuando se acerca 
a él. El día siguiente al de la imposición de sotanas, que hemos descrito, se presentó uno que estaba prendado de su Padre: el sacerdote paú 
Vicente Tasso, que fue luego Obispo de Aosta en 1908.Don Bosco lo escuchó durante casi media hora; después, al despedirlo, estrechóle l 
mano, con todo el afecto de su corazón, y le repitió tres veces aquellas palabras de San Pablo: Iam delibor, iam delibor, iam delibor (la hora 
del sacrificio está cerca) 1. 

También le satisfizo mucho la visita de otro antiguo alumno; parecía rejuvenecer, recordándole sus compañeros, las aventuras de aquello 
tiempos y, especialmente, la evidente protección divina de las obras que entonces empezaban. Este había sido el alma de las antiguas 
excursiones, era Carlos Tomatis, natural de Fossano, de quien habla Lemoyne repetidamente en los volúmenes tercero y cuarto. Al llegar a 
don Bosco, se arrodilló, exclamando con emoción: 

-íAh, don Bosco, don Bosco! 

Y, de momento, no pudo decir más. Don Bosco lo invitó a que volviera con su hijo para pasar en el Oratorio la fiesta de Navidad. Lo 
encontraremos de nuevo en aquel momento. 

Al volver de su último paseo, el día veinte de diciembre, cuando giraba para bajar del paseo «Regina Margherita» hacia la iglesia de Mar 
Auxiliadora, un desconocido detuvo el coche. Era un buen señor de Pinerolo, alumno del Oratorio en los primeros tiempos. No es para dich 
con qué alegría salió a su encuentro el Siervo de Dios. Había venido a Turín para unos asuntos y no ((470)) quería volverse sin ver a don 
Bosco y, al saber que tenía que pasar por allí, lo esperaba en mitad de la calle. 

-Querido mío, le preguntó don Bosco, »cómo van tus asuntos? 

-Así, así, rece por mí, respondió. 

-»Y tu alma cómo está? 

-Procuro ser siempre digno alumno de don Bosco. 

-íBien, muy bien! Dios te recompensará. Reza también por mí. 

Y, dicho esto, lo bendijo; pero añadió todavía al despedirle: 

de mayor relieve, se desprende de una carta del jesuita Ladislao Czencz, redactor del Pedakcya Missyi Katolikich de Cracovia, el cual 

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prometía a don Bosco hacer propaganda de las Obras Salesianas (Ap., Doc. 90). 

1 Carta a don Miguel Rúa, Turín, cuatro febrero de 1888. 
407 

-Te recomiendo la salvación de tu alma. Que vivas siempre como un buen cristiano. 

Llegaban cada día muchas cartas de Italia y del extranjero, sobre todo de Francia, respondiendo a su circular del cuatro de noviembre. Ca 
siempre contenían un donativo. Los secretarios abrían los sobres, sacaban el contenido, lo colocaban sobre la mesa y, después, se lo 
presentaban todo junto; así podía él darse cuenta con facilidad e indicar la manera de responder, La señora Broquier, gran cooperadora de 
Marsella, le mandaba una cantidad considerable y quiso contestar de su puño y letra. 

A nuestra buena y caritativa madre, la Señora Broquier: 

He recibido su generoso donativo de quinientos francos para nuestros pobres Misioneros. Que Dios se lo pague con abundancia. Ellos va 
con gusto a dar su vida en medio de los salvajes de América, pero usted ofrece la bolsa; tanto unos como otros servimos al Señor y trabajam 
para ganar almas para el cielo; y el que trabaja por salvar almas, salva la suya. 

Más aún: quien da limosna para salvar almas será recompensado con salud y larga vida. Pero demos mucho, si queremos recibir mucho. 

De mil amores espero a usted y a su marido, a su yerno y a su hija, cuando haga una próxima visita a Turín en la próxima primavera. 
Haremos una bonita fiesta. 

Que Dios la bendiga y la guíe hasta aquí. 

Yo ya no puedo andar, ni escribir, más que con mucha dificultad. Lo único que todavía puedo hacer, y lo hago de muy buena gana por us 
y ((471)) por todos sus seres queridos, vivos y difuntos, es rezar cada día para que las riquezas, que son espinas, se conviertan en obras 
buenas, o sea en flores, con las que los ángeles tejan una corona que ciña sus frentes por toda la eternidad. Así sea. 

Recen también por este pobre, siempre suyo, 

Turín, 27 de noviembre de 1887. 

Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 1 

Las más de las veces acompañaban a los donativos peticiones de oraciones para obtener gracias espirituales o temporales; o eran de 
agradecimiento por favores recibidos de María Auxiliadora. Ponían gran confianza en su intercesión, como puede colegirse de las palabras 
que escribía una religiosa de la Orden de la Visitación, de Friburgo, el primero de diciembre: «»No es cierto que al Señor le es muy fácil ha 
milagros y a usted el obtenerlos?». 

1 La señora Broquier le dio las gracias el veinte de diciembre con la felicitación navideña: «Gracias, Padre mío, por las afectuosas líneas 
ha tenido la bondad de escribirme el mes pasado. Le estoy sumamente reconocida, pues me hago cargo de sus dolencias y de lo mucho que 
vale su tiempo». 
408 

Una cartita litografiada, con su firma autógrafa, servía ordinariamente para acusar recibo; pero, otras veces, apostillaba el texto para que 
contestase el secretario. La última carta, apostillada de este modo, lleva fecha del treinta de noviembre y era de la señora Victorina Roux, 
cooperadora de Saint-Gervais-les-Bains, en la Alta Saboya. Decía: «Pensaba enviarle, a fin de año, en mi nombre y en el de los otros 
miembros de la familia (marido y dos hijos), la limosna que debemos a su Obra y, así, hacernos dignos de participar en sus muchas y costo 
obras sociales y religiosas; pero, ante su llamada del cuatro de noviembre, que he recibido hoy, le envío mi donativo, sin aguardar al plazo 
me había prefijado. Le ruego me bendiga a mí y a toda mi familia». Don Bosco escribió al margen para su segundo secretario, el clérigo Fe 
«Vea Festa y diga». Es decir, que se lo dijese a quien correspondía responder en francés 1. 

((472)) Una religiosa del Corazón de María le enviaba desde Blon, departamento de Calvados (Francia), cien francos, y decía sobre la 
donante: «Ha hecho cinco leguas a pie para traerme este billete de cien francos, y tiene ochenta y dos años» 2. Si no hay exageración, cinco 
leguas son veinte kilómetros. 

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Un párroco de Fiumicello, en la diócesis de Gorizia (Italia), tenía ochenta y seis años, no podía escribir porque le temblaba la mano, pero 
podía sacar de la faltriquera algunas monedas. Se dirigió a su colega de Scodovacca para que escribiese a don Bosco y le mandase, para las 
misiones, el último napoleón de oro que le quedaba 3. 

Todo esto es sólo a título de prueba, ya que, si quisiéramos rebuscar en su abundante correspondencia, los ejemplos no tendrían fin. 

La circular misionera dio ocasión a una propuesta original. El señor Héctor Chiaramello, administrador delegado de la Banca de Industria 
Comercio de Turín, le propuso que le ayudara a colocar, «valiéndose de su santa cooperación», en «manos piadosas», algunos miles de 
acciones, con la condición de que estas piadosas personas se conformasen con depositar su capital al cinco por ciento de interés, cediendo l 
diferencia en más a favor de las Misiones Salesianas. Con esta operación aseguraba a don Bosco una renta superior a las cincuenta mil liras 
año. Nuestro Santo, siempre reacio a operaciones bancarias, agrícolas o especulativas, que pudieran tener aspecto mercantil, pese a toda 
promesa de grandes ganancias, ordenó responder 

1 La Condesa de Camburzano le escribió una carta que testimonia el afectuoso interés que la nobleza de Turín tenía por don Bosco (Ap., 
Doc. núm. 91). 

2 Carta del cinco de diciembre de 1887. 

3 Ap., Doc. núm. 92. 
409 

negativamente. En toda su vida, no se apartó ni una micra de su línea de conducta, que era la de vivir confiado en los cuidados de la divina 
Providencia, sin preocuparse demasiado por el porvenir. 

La circular antes citada llegó a manos de un pastor protestante, bastante conocido bajo el nombre de Deodati y con residencia ((473)) en 
Castrogiovanni, actualmente Enna (Sicilia), que cayó en la tentación de dar prueba a don Bosco de su cultura bíblica. Le escribió, pues, una 
larga carta, comenzando por protestar contra él porque, en vez de conducir a los salvajes, que yacían en el paganismo, al puro y santo 
evangelio que nos trajo Jesucristo, los sacara del mismo para arrojarlos en el paganismo romano, o sea, en el anticristianismo. Después, con 
gran lujo de citas biblicas, dignas de mejor causa, denunciaba y deploraba las funestas consecuencias que se derivan de tal sistema de acció 
misionera. Y, al llegar a cierto punto, confesaba su disgusto: «Me desagrada, escribía, que, quizá en su buena fe, llegue usted a emular a 
Ignacio de Loyola, el cual, creyendo que hacía una obra digna para expiar sus pecados, fundó esa envenenada Congregación de los Jesuitas 
tan perniciosa hasta para la misma Iglesia Romana. Es probable que usted deje en herencia la misma fama». Y, después de pronunciar una 
amenaza apocalíptica, concluía con este cómico augurio: «Quisiera que usted se convirtiera, como el apóstol Pablo que, celoso por la religi 
israelita, perseguía a la Iglesia, pero Dios lo llamó. Quiera El llamarle a usted y que estas obras, que está haciendo por la Iglesia Romana, l 
haga por Cristo únicamente». Hasta en punto de muerte, le lanzó su silbido la hidra protestante; pero, esta vez, se contentó con rezar por la 
conversión de aquel «infeliz». 

Con las demás penas, vínole a don Bosco otra nueva: el temor de tener que dejar de celebrar pronto la misa. Se le veía sufrir al celebrarla 
profería las palabras con esfuerzo y con un hilillo de voz, interrumpida a menudo por una desbordante emoción. Le faltaban las fuerzas de 
modo, que no se podía volver para el Dominus vobiscum; después, durante la comunión de los fieles que asistían, se sentaba, mientras otro 
sacerdote distribuía la eucaristía. Otro se encargaba de rezar las tres avemarías y demás preces finales, que él se limitaba a acompañar 
mentalmente. El día tres de diciembre, tras haber pasado una noche fatal, no pudo celebrar, pero asistió a la ((474)) que celebró su secretari 
comulgando en ella. Al Ecce Agnus Dei, rompió a llorar. Todavía celebró los días cuatro y seis; quiso intentar hacerlo el domingo siguiente 
día once, y, a duras penas, llegó al final 1. 

1 Circular de don Miguel Rúa a las casas, veintiséis de diciembre de 1887. 
410 

Algunas tardes, sin embargo, si el tiempo lo permitía, salía a dar un paseíto en coche por prescripción del médico. Ya fuera de la ciudad, 
andaba un poco, siempre sostenido, algún trozo de camino. El día dieciséis, en uno de los paseos, ocurrieron dos cosas notables.Durante el 
camino de ida, fue recitando a don Miguel Rúa y a don Carlos Viglietti párrafos de poetas latinos e italianos, subrayando su valor moral y 
religioso, a más de la hermosura de la expresión. Aseguraba don Miguel Rúa que no los había vuelto a leer desde que acabó sus cursos de 
latín en Chieri. De regreso, al entrar por la avenida de Víctor Manuel, vieron bajo los soportales al cardenal Alimonda, que iba de paseo co 
su secretario. Hizo bajar inmediatamente a don Carlos Viglietti para decirle que deseaba hablarle, pero que no podía acercarse hasta él. 
También don Miguel Rúa había saltado a tierra. El Eminentísimo Cardenal corrió al instante hacia él con los brazos abiertos y exclamando 

-íOh, don Juan, don Juan! 

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Subió al coche, lo abrazó y lo besó efusivamente. Los que pasaban, se paraban a contemplar la hermosísima escena. Siguieron lentamente 
los dos solos en el coche hasta la calle Cernaia, donde se despidieron, y volvieron a unirse con don Bosco don Miguel Rúa y don Carlos 
Viglietti, dirigiéndose al Oratorio. Cuando llegaron, subió las escaleras con inmensa fatiga, de modo que, al pisar el último peldaño, volvió 
a don Miguel Rúa y le dijo: 

-Ya no volveré a subir más estas escaleras. 

Realmente, cuando, la tarde del día veinte, quiso salir de nuevo, hubo que bajarlo sentado en un sillón. 

Inmediatamente después de la partida de los Misioneros para el Ecuador, la Providencia proporcionó a don Bosco una gran satisfacción c 
la llegada de monseñor Cagliero. Las ((475)) noticias, cada vez más alarmantes sobre la salud del Padre, le habían hecho comprender 
claramente que no estaba lejos el desenlace final; urgía, por tanto, que se diera prisa para recoger, con su último aliento, la postrera bendici 
del Padre. Los hermanos que le acompañaron hasta el barco, en Buenos Aires, decíanse con dolor unos a otros: 

-Va a ser testigo de los últimos momentos de nuestro querido don Bosco. 

Viajó, como ya vimos, en compañía de tres abogados chilenos en el Matteo Bruzzo, de la compañía Veloce. La Dirección de esta Socieda 
tuvo la delicada atención de telegrafiar a don Bosco, el día veintinueve de noviembre, desde Génova: que el barco había levado anclas en L 
Palmas (Canarias) el veintiocho y que llegaría a Génova el 
411 

cuatro de diciembre. Don Bosco, que estaba informado, hacía tiempo, de su venida, se alegró mucho y envió a Génova a don Juan Bautista 
Lemoyne para que, en su nombre y en el del Capítulo Superior, le diera a bordo el primer saludo de bienvenida. Hubo, sin embargo, un retr 
de dos días a causa de una fuerte borrasca. 

Monseñor entró en el Oratorio el día siete por la tarde, pasó a través de las más gozosas manifestaciones, pero con los ojos fijos en aquell 
ventanas cerradas, tras las cuales estaba esperando impaciente el Padre. Entró en su habitación, seguido de los chilenos, don Antonio Ricca 
y don Valentín Cassini. Estaba el Santo sentado en su modesto sofá. Monseñor cayó de rodillas ante él, que lo abrazó, lo estrechó contra s 
corazón y, después, apoyando la frente sobre su hombro, le besaba el anillo, derramando lágrimas. Los cinco compañeros del Obispo seguí 
de rodillas a su alrededor, mientras que los Superiores del Oratorio se mantenían a respetuosa distancia, conmovidos y en silencio. 

Don Bosco fue el primero en romperlo. Se le había avivado más que nunca el recuerdo de la violenta caída y le dijo: 

-»Cómo estás? 

Y, a su respuesta de que se encontraba bien, bendijo al Señor. Sucediéronse después las presentaciones, durante las cuales contemplaba 
Monseñor con aflicción al Siervo de Dios. íQué envejecido lo encontraba después de tres años! 

La presencia del Obispo de Lieja impidió las conversaciones íntimas hasta después de la fiesta de la Inmaculada; pero, desde entonces, 
((476)) Monseñor aprovechaba todos los momentos para sentarse a su lado y contarle muchas cosas, que sabía le satisfacían. Vio que, a pes 
de su agotamiento, atendía siempre en confesión a los que se presentaban con este fin. Y quiso aprovecharse él también, temiendo que, de 
improviso, le resultara imposible abrirle una vez más su corazón. Depuso después en los procesos: «Me dio en aquella ocasión unos consej 
que jamás olvidé, porque eran la expresión de su consumada experiencia y estaban proporcionados a mi edad y a la dignidad de que estaba 
investido, como Obispo y Vicario Apostólico». 

Otra cosa importantísima atestiguó Monseñor Cagliero ante los jueces de la causa. Se sabe de sobra, y especialmente lo sabía él, lo much 
que había de celestial en el amor paternal de don Bosco a los jóvenes. Pues bien, en las confidencias cariñosas del buen Padre, durante 
aquellos días, le dijo una vez: 

-Estoy satisfecho de que hayas vuelto. Ya lo ves, don Bosco es viejo y no puede trabajar más: estoy en las últimas de mi vida. Trabajad 
412 

vosotros, salvad a la pobre juventud. Pero te manifiesto ahora un temor. 

Humedeciéronse sus ojos y continuó: 

-Temo que alguno de los nuestros interprete mal el cariño que don Bosco tuvo a los jóvenes y que, de mi modo de confesarlos tan de cerc 
se deje alguno llevar por demasiada sensibilidad hacia ellos y pretenda justificarse, diciendo que don Bosco hacía eso mismo cuando los 

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confesaba o les hablaba en secreto. Sé que alguno se deja ganar el corazón y temo por ello peligros y daños espirituales. 

Monseñor le aseguró que nadie había interpretado jamás mal su modo de tratar a los jóvenes. 

-Quédese tranquilo, le dijo. Déjeme a mí este temor: estaremos atentos. Es una recomendación que nos hizo muchas veces y nosotros la 

haremos a los demás. 

Hemos encontrado un autógrafo de monseñor Cagliero, con diversas notas, tomadas por él para su recuerdo particular, de algunas cosas q 
le dijo don Bosco, durante el mes de diciembre. Helas aquí: 

((477)) Ayuda a la Congregación y a las Misiones. Hay que extenderlas a las costas de Africa y Oriente.
Dile al Santo Padre que, hasta ahora, se ha tenido como un secreto, pero que la finalidad principal de la Congregación y de los Salesianos


la de sostener la autoridad de la Santa Sede, dondequiera se encuentren y trabajen. 

Deseo que, en esta ocasión, te quedes en Italia hasta que esté todo organizado, después de mi muerte. 

Tómate muy en serio la Congregación y las Misiones; ayuda a los demás Superiores en todo lo que puedas. 

Todos cuantos deseen alcanzar gracias de María Auxiliadora, ayuden a nuestras Misiones y tendrán la seguridad de obtenerlas. 

No temáis nada; el Señor os ayudará. Fidem habete, tened fe. 

Sólo una cosa pido al Señor: que pueda salvar mi alma (llorando). 

Te encargo que digas a todos los Salesianos que trabajen con celo y ardor: trabajo, trabajo. 

Ingeniaos siempre e incansablemente para salvar almas. 

Bendigo a todas las casas de las Hijas de María Auxiliadora; bendigo a la Superiora General y a todas las Hermanas: que procuren salvar 

muchas almas. 

Poned en orden todos vuestros asuntos. Que os queráis todos como hermanos, que os améis, os ayudéis y os soportéis. 

Bendigo a las casas de América, a don Santiago Costamagna, don Luis Lasagna, don José Fagnano, don Evasio Rabagliati y a los del Bra 

a monseñor Aneyros de Buenos Aires y a monseñor Espinosa; a Quito, Londres y Trento. 

Alter alterius onera portate; exemplum bonorum operum. 

Propagad la devoción a María Auxiliadora en la Tierra del Fuego. íAh, cuántas almas salvará la Virgen por medio de los Salesianos! 

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Para las pruebas (los Superiores en las casas de probación), practiquen la obediencia y háganla practicar. Aguinaldo: devoción a María y 
comunión frecuente. 

Por dos veces recomendó para los Salesianos el trabajo, repitiendo; ítrabajo, trabajo! 

Habían regresado a Italia con él sor Angela Vallese, de Patagonia, y sor Teresa Mazzarello, de Uruguay: llevaban consigo a la niña fuegu 
que les había confiado monseñor Fagnano. El se las presentó a don Bosco el día nueve de diciembre de la forma que ya hemos descrito. 

«Fue un sacrificio muy grande para don Bosco no poder celebrar la misa» el día de la Inmaculada, escribe Viglietti en su diario. Ya no te 
ninguna esperanza de poder subir de nuevo al altar. 

((478)) Pero escondía esta contrariedad como tantas otras penas físicas y morales bajo un exterior habitualmente tranquilo y sereno, a vec 
alegre, y bromeando con sus propios achaques. Respecto a su espalda, por ejemplo, que le obligaba a andar tan encorvado, repetía un estrib 
piamontés muy conocido: 

Fin de Página: 414 


VOLUMEN XVIII Página: 414 

Oh, schina, povera schina, 

t'as fini d'pporté bas-cina. 

(Oh, espalda, pobre espalda, se acabó tu dura carga) 

Una noche recitó a dos sacerdotes que, tristes y presurosos, le ayudaban a subir a su habitación esta estrofa que él había improvisado, 
compadeciendo sus piernas. 

Oh, gambe, povre gambe, 

che sie drite, che sie strambe, 

seve sempre'l mè confort 

fin a tant ch'i sia nen mort. 

(Oh, piernas, pobres piernas -torcidas o rectas -, manteneos siempre fuertes -hasta el día de la muerte). 

No quería, sin embargo, que los Superiores se hicieran ilusiones sobre su estado de salud, hasta el punto de descuidar las precauciones 
sugeridas por la prudencia y de cara a su eventual defunción, como se vio el día de la Imaculada por la noche. Fue a cenar con ellos, pero, a 
los pocos minutos, se levantó para volver a la habitación. 

-Anímese, le dijo uno. Tenemos que celebrar sus bodas de oro. 

Al oír estas palabras, paróse en la puerta, volvió la cabeza hacia donde había partido la voz, miró fijamente al que la había proferido y 
exclamó: 

-Sí, sí, las bodas de oro... í Son cosas graves, son cosas graves! 

La última manifestación de alegría que hubo en el Oratorio, viviendo 
414 

don Bosco, fue la velada del once de diciembre en honor de monseñor Cagliero. Al final de la misma, el homenajeado recordó su juventud 
la de don Bosco y presentó al vivo el amor que el Santo había tenido siempre a los jóvenes. Embelesó al auditorio con su fogoso y simpátic 
lenguaje; pero, dentro de los corazones, ((479)) dominaba una nota de tristeza que todos sentían, sin necesidad de que ningún signo exterio 
diera a conocer de forma sensible. Con todo, nadie hubiera imaginado que la muerte de don Bosco estuviera ya tan cercana. 

Una simpática y muy íntima fiestecita fue la tradicional vendimia del emparrado de delante de sus ventanas. Por uno de aquellos delicado 
cálculos, tan normales en don Bosco, la había diferido tanto para que monseñor Cagliero pudiera participar en ella. Sentado él en la pequeñ 
galería, disfrutaba viendo cómo sus hijos, con el Obispo a la cabeza, cortaban los racimos, los limpiaban y se los comían alegremente. La 
simpática escena fue honrada con la presencia de otro obispo y de un provincial de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, acompañado p 
un religioso del mismo Instituto. 

No quiso tampoco, en aquella ocasión, abolir la costumbre de hacer partícipes de su vendimia a las familias amigas. Por eso el conde 
Cravosio, el veintiséis de diciembre, le agradecía el amable recuerdo y las sabrosas uvas, enviadas a su casa, añadiendo: «íSólo siento que 
haya querido usted privarse de ellas para mandárnoslas a nosotros! Esto me demuestra, por otra parte, que gozo de un puesto seguro en el 
recuerdo de usted, a quien hace tantos años me liga mucha simpatía y verdadera amistad. No puedo esperar que mis oraciones las escuche e 
Señor, porque suelo pecar setenta veces siete al día; pero, en esta ocasión, me ilusiona pensar que el buen Dios escuchará mis súplicas por 
salud de don Bosco, ya que van dirigidas con todo el corazón de su afectísimo servidor». 

El viernes, dieciséis de diciembre, lo visitó y estuvo almorzando con él el joven sacerdote boloñés, reverendo Bersani, que predicaba el 
adviento en la iglesia de san Juan Evangelista. En la mesa, don Bosco le habló secretamente al oído y, después, le estrechó la mano con tan 
fuerza que le obligó a gritar: 

-íQue me hace daño! 

El Santo le miro sonriente y, después, le preguntó: 

Fin de Página: 415 


VOLUMEN XVIII Página: 415 

-»Cuándo volverá a comer conmigo? 

-No sabría decirle, respondió. Tengo muchos buenos amigos en Turín, y, ((480)) para verlos a todos, voy a comer una vez en casa de uno 
otra en casa de otro. 

415 

-Está bien, pero venga pronto a visitarme. 

-Procuraré hacerlo hacia finales de la semana próxima. 

-Venga al principio, porque, de otro modo, no llegará a tiempo. 

El reverendo Bersani volvió a mitad de semana, pero don Bosco estaba en cama desde el martes y ya no volvió a verle. 

El abandono total de sus fuerzas empezó a notársele el diecisiete de diciembre. Era sábado, día en el que, hacia las cuatro de la tarde, solí 
confesar a los muchachos de los cursos superiores. Aquella tarde, pues, un grupo de unos treinta de ellos triscaba ante la puerta, a la espera 
que el secretario les dejara pasar. Se asomó el clérigo Festa para advertirles que no le parecía oportuno que le molestaran, porque se 
encontraba muy mal. Pero los muchachos no se movían. Al ver esto, reflexionó un momento el clérigo y entró a decírselo a don Bosco, qui 
de primera intención, contestó que no se sentía capaz para hacer tal esfuerzo; pero, después de un instante de silencio, añadió: 

-íCon todo, es la última vez que podré confesarlos! 

Festa, sin fijarse en las palabras ni en el acento de las mismas, se puso a desaconsejárselo: 

-Tiene usted fiebre, le decía, le cuesta mucho respirar. 

Pero él, enternecido, repitió: 

-Sin embargo, íes la última vez! Diles que pasen. 

Entraron y los confesó a todos. Fueron, en efecto, aquéllas las últimas confesiones de alumnos que escuchó. Decimos de muchachos, 

porque, el día diecinueve, confesó todavía a don Joaquín Berto, a quien dio por penitencia que recitara con frecuencia la jaculatoria: -íOh, 
maría, sé mi salvación! 

Las piernas ya no le servían ni para dar un paso; por tanto, se le llevaba de un lugar a otro en el sillón de ruedas. Y, no obstante, no querí 
faltar a la mesa con todos. 

Don Celestino Durando, el dieciséis de diciembre, había escrito al nuevo Procurador General, con César Cagliero 1: «Don Bosco empeor 
((481)) a ojos vistas cada día y le faltan las fuerzas, al extremo de que no es capaz de ir desde su habitación al comedor; hay que llevarlo en 
una silla. íPobre don Bosco! Si el Señor no hace un milagro continuo, su existencia no puede ya prolongarse más». 

Disfrutaba mucho cuando se encontraba en la mesa bienhechores y amigos. El día dieciocho había hecho invitar a varios, con el fin de qu 
visitaran una exposición de objetos de la Patagonia, traídos por monseñor Cagliero y destinados a la exposición del Vaticano. Ya 

1 Esta carta está en el archivo inspectorial de Roma. 
416 

hacía más de un año que los misioneros habían recibido orden de don Bosco de reunir armas, labores y curiosidades de los salvajes para qu 
figuraran en aquella exposición, que tanto contribuyó aquel año a honrar a León XIII, durante los festejos de su jubileo sacerdotal. Después 
la comida, se entretuvo con dichos invitados, dando a cada uno demostraciones de especial afecto. Ya de vuelta en su habitación, dijo a don 
Eugenio Reffo, de los Josefinos, que le había querido acompañar hasta allí: 

-Amigo mío, siempre te he querido mucho y siempre te querré. Estoy ya en el final de mi vida; ruega por mí y yo rezaré siempre por ti. 

Por la noche, durante la cena, ya no tuvo ni una chispa de animación; es más, se acercó a él don Juan Bautista Lemoyne y diose cuenta de 
que tenía vidriados los ojos y no daba señales de oír lo que se le decía. Sólo permaneció algún minuto en tal estado, pero era un síntoma m 
triste. 

Fin de Página: 417 


VOLUMEN XVIII Página: 417 

A la mañana siguiente, lo encontró don Carlos Viglietti tan mejorado que le rogó que le escribiera unas frases en algunas estampas, que 
quería enviar a ciertos Cooperadores Salesianos. 

-Con mucho gusto, le respondió don Bosco. 

Y empezó a escribir, Pero, cuando había escrito dos, le dijo: 

-»Sabes que ya no sé escribir? íEstoy muy cansado! 

Entonces le observó rápidamente Viglietti que bastaban aquellas dos. Al dorso de la primera había escrito: «Oh, María, obtenednos de Je 
la salud del cuerpo, si es para bien del alma, pero aseguradnos la salvación eterna». Sobre la otra estaba escrito: «Haced buenas obras, porq 
puede faltaros el tiempo y, así, quedar engañados». 

((482)) Pero no quiso dejar de escribir, porque: 

-íEsta es la última vez que escribo!, dijo. 

Y siguió escribiendo: «Bienaventurados los que se entregan al Señor temprano, en la juventud. -Muchos desearon entregarse a Dios y se 
vieron decepcionados, porque les faltó el tiempo. -Quien retrasa consagrarse a Dios, está en gran peligro de perder el alma. -Hijos míos, 
aprovechad el tiempo y el tiempo os salvará por toda la eternidad. -Quien siembra buenas obras, recogerá buenos frutos. -Si practicamos el 
bien, lo encontraremos en esta vida y en la otra. -Al final de la vida se recoge el fruto de las buenas obras». 

Al llegar a este punto, Viglietti le interrumpió, tomóle por la mano y le dijo: 

-Pero, don Bosco, íescriba algo más alegre!... Estas cosas dan pena... 
417 

Entonces fijó con ternura sus ojos en los del secretario y, al ver que lloraba, le dijo con una sonrisa indescriptible: 

-íPobre Carlitos! íQué niño eres! íNo llores!... Ya te he dicho que éstas son las últimas estampas sobre las que escribo. 

Después, para complacerlo, cambió de tema y continuó: 

«Dios nos bendiga y nos libre de todo mal. -Oh, María, protege a Francia y a todos los franceses. -Dad mucho a los pobres, si queréis 
haceros ricos. Date et dabitur vobis (Dad y se os dará). -Que Dios nos bendiga y la Santísima Virgen sea nuestra guía en todos los peligros 
la vida. -Los jovencitos son la delicia de Jesús y de María. -Dios bendiga y recompense con largueza a todos nuestros bienhechores. -Sagra 
Corazón de Jesús, haz que yo te ame cada vez más. -El más grande enemigo de Dios es el pecado. -Oh, María, sé la salvación del alma mía 

Y aquí volvió a los pensamientos que tanto entristecían a Viglietti: 

«Al final de la vida, se recoge el fruto de las buenas obras. -Quien salva el alma, lo salva todo; quien pierde el alma, lo pierde todo. -Quie 
socorre a los pobres, será ampliamente recompensado en su divino tribunal. -Quien protege a los huerfanitos, será bendecido por Dios en lo 
peligros de la vida y protegido por María, en punto de muerte. -íQué gran recompensa tendremos por todo el bien que hagamos en vida! 
-Quien obra el bien en vida, encuentra el bien en la muerte. Qualis vita, finis ita (La muerte es el eco de la vida). -Yo rezo cada día ((483)) 
vosotros; hacedlo también vosotros por la salvación de mi alma. -íOh, Virgen pía, da al alma mía tu auxilio poderoso en punto de muerte! 
el cielo se disfruta de todos los bienes para siempre». 

Y aquí dejó la pluma; tenía la mano muy cansada. 

Todas las ocupaciones que habían constituido su forma habitual de vivir llegaron, una tras otra, fatalmente a su término. Aquella mañana 
concedió las últimas audiencias. Hacía cuarenta años que dedicaba todas las mañanas a aconsejar, bendecir, consolar, socorrer y alegrar a 
cuantos se acercaban a él con este fin. Esta fue, sin duda, una de las más laboriosas tareas de su vida. Ahora ya se sentía tan agotado que 
parecía le iba a faltar la respiración. La infinita serie de visitas se cerró para siempre con la de la Condesa de Soranzo Mocenigo. Eran las d 
y media del día veinte de diciembre. 

Por la tarde dio su último paseo en coche. Por vez primera, permitió a sus hijos, que se lo suplicaban, que lo subieran en brazos en el silló 
Lo acompañaban don Juan Bonetti y don Carlos Viglietti, 
418 

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VOLUMEN XVIII Página: 419 

quienes le empezaron a decir que todos los hermanos estaban deseosos de prestarle su ayuda y alivio. El callaba, hasta que, de pronto, salió 
con estas palabras: 

-Viglietti, apenas lleguemos a casa, acuérdate de escribir en mi nombre estas palabras a todos los Salesianos: «Tengan siempre los 
Superiores Salesianos gran benevolencia con sus inferiores y, especialmente, traten bien y con caridad al personal de servicio». 

Pareció por el momento que el aire libre le había sentado bien. De vuelta en casa y ya en su habitación, dijo cariñosamente al jefe de los 
portadores: 

-Haz la lista de todos éstos, »sabes? y te lo pagaré todo junto.Un poco después, llegó el doctor Albertotti, que lo asistía; lo examinó y lo 
encontró muy grave, por lo que ordenó que lo metieran en cama. Había respondido al clérigo Festa, que le había preguntado cómo se 
encontraba: 

-Ahora ya no me queda más que llegar a un feliz desenlace y que todo concluya lo mejor posible. 

Como se acostumbra a decir en estas ocasiones, se le observó que, con un poco de reposo, se repondría; pero él hizo un gesto más bien 
negativo con la mano y repitió, acentuando sus palabras: 

-Ya no queda más que ((484)) acabar bien. 

Antes de salir de paseo, había escrito don Bosco en una estampa: Maria, tu nos ab hoste protege et, mortis hora, suscipe (María, defiénde 
del enemigo, y recíbenos en la hora de la muerte). Y en otra: 
«María, presta tu auxilio poderoso a mi alma en punto de muerte». Tomó unas cucharaditas de caldo y se echó en cama, de la que ya no se 
levantaría más. 

Sobre su escritorio estaba la parte estival del Breviario. Don Juan Bautista Lemoyne, que lo hojeó, encontró unas tarjas o señales de pape 
en las que había escrito diversas máximas muy bonitas, sacadas de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y hasta de poetas italianos. 
Estas señales las había tenido bajo sus ojos durante nueve lustros 1. 

Sobre dicha mesa, comenzaban a amontonarse las felicitaciones navideñas. Le llegaban de todas partes; muchas procedían de Francia. 
Aquella alma santa de la señorita Louvet 2, al felicitarlo, le remitía un 

1 Ap., Doc. núm. 93. 

2 Véase vol. XV, cap. XIX. El veintiocho de diciembre, el abate Engrand escribió al secretario de don Miguel Rúa: «La señorita Louvet 
d'Aire me encarga que comunique a don Miguel Rúa su profundo dolor en las presentes circunstancias. Don Bosco la distinguió con un trat 
preferente, y ella está tan afligida como un hijo que pierde a su padre». 
419 

billete de quinientos francos, manifestándole un noble pensamiento. Le decía: «Aprovecho la ocasión para enviarle también mis augurios d 
un año nuevo, bueno y feliz. Aunque para usted todos los años son buenos, Reverendo Padre, porque todos sus días están llenos de méritos 
para el Cielo; lo que lamentablemente no me ocurre a mí». Tenía razón la piadosa bienhechora: los días de don Bosco fueron días llenos y 
ricos en verdad de méritos; pero ella no imaginaba que estuviera tan próximo el momento en que sus muchos méritos iban a recibir su 
merecida corona en el Cielo. 
420 
((485)) 

CAPITULO XXII 

LOS PRIMEROS ONCE DIAS DE ENFERMEDAD 

NUESTRO querido enfermo estuvo en el lecho cuarenta y dos días seguidos, con tres fases muy distintas en el desarrollo de la gravedad. D 
veinte al treinta y uno de diciembre, anduvo de mal en peor; del primero al veinte de enero, hubo vislumbres de cierta esperanza; mas, a pa 
de este momento, el final se precipitó de forma incontenible. Antes de emprender la detallada narración de las circunstancias, vamos a dar u 
mirada general a la actitud del Siervo de Dios, durante tan largo y doloroso espacio de tiempo; y no podríamos hacerlo mejor que con los 
datos del testigo mejor informado. El coadjutor Enría, que pasó todas las noches a la cabecera de su cama, manifestó con toda sencillez en 
proceso ordinario 1 su modo habitual de comportarse, diciendo: «Su resignación era grandísima; ponía en práctica su lema: Obrar, padecer 

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VOLUMEN XVIII Página: 421 

callar, que me repitió frecuentemente cuando se encontraba bien. Entonces, no pudiendo ya hacer, sufría y callaba». Callaba, naturalmente, 
sus dolores, aunque se sirvió de la palabra hasta el último momento cuanto pudo para conseguir el bien. 

El médico impresionó fortísimamente a los Superiores, al decirles el día veintiuno de diciembre que, si el enfermo continuaba en aquel 
estado, no tendría más de cuatro o cinco días de vida. En efecto, no le apetecía nada; tenía ((486)) frecuentes conatos de vómito; no se sabí 
qué darle de comer. Respiraba, además, afanosamente y tenía fiebre. Sin embargo, mostraba tranquilidad de espíritu con ciertas bromas 
sencillas que gastaba a quien le prestaba algún servicio. Servíale el secretario un poco de caldo, trató de sostenerle el tazón para que le fues 
más cómodo acercárselo a la boca, y le dijo: 

-íYa! »Te lo quieres tomar tú, eh? 

Por la tarde mejoró un poco, escuchó la lectura del periódico, con las noticias del jubileo de León XIII, y abrió las cartas certificadas y de 
valores declarados. Hacia las ocho y media, dijo: 

1 Sumario, pág. 907. 
421 

-Hoy, a eso de las cuatro de la tarde, pensaba que no me faltaba nada para morir. No tenía ya conciencia de nada. íAhora me encuentro 
mucho mejor! 

Después tomó un poquito de caldo y dijo al secretario: 

-Viglietti, dame un poco de café helado... pero que esté caliente... 

Y se reía. 

Las perentorias palabras del médico indujeron a los Superiores a tomar todas las providencias para que quedaran bien aseguradas 
materialmente las cosas del Oratorio cuando él faltara. Por eso el Capítulo, que se reunió aquella tarde, bajo la presidencia de don Miguel 
Rúa, para tratar varios asuntos de la ordinaria administración, se ocupó, además, de esta cuestión. 

En consecuencia, acordó hacer reconocer a don Bosco una deuda con las principales personas de la Casa, por servicios prestados y no 
retribuidos, y una obligación de pago, por parte de su heredero, por entregas realizadas en su mano de capitales a título de depósito. Los 
interesados deberían registrar legalmente los documentos, haciendo hipoteca a nombre del heredero designado. También debería declarar d 
Bosco, con firma legal, los depósitos recibidos de personas privadas y hacer un préstamo con un banco seguro por cien mil liras, amortizab 
en cincuenta años, sin más pagos que la renta. Se decidió también telegrafiar a Villa Colón (Uruguay) y escribir a Niza para que se vendies 
inmediatamente los dos colegios a Sociedades Tontinas 1. 

Entre tanto, amigos y bienhechores, sin ni siquiera sospechar ((487)) que don Bosco se encontrase en tan precarias condiciones, le remití 
cordiales felicitaciones para las próximas fiestas de Navidad. Desde Niza, por ejemplo, le escribía el barón Héraud en este sentido una carta 
impregnada de frases chispeantes, de acuerdo con su característico buen humor, que ya hemos tenido ocasión de resaltar en otras ocasiones 
Salía también del Oratorio, como si nada ocurriese, una circular con la firma de don Bosco, invitando a la misa de media noche en la iglesi 
de María Auxiliadora y felicitando las fiestas navideñas y el año nuevo. 

A la mañana siguiente, fue a verlo el doctor Vignolo, quien proporcionó 

1 Sociedades Tontinas. (De Lorenzo Tonti, banquero italiano del siglo XVII, promotor de este tipo de operaciones). Es una operación 
comercial de lucro, que consiste en constituir un fondo entre varias personas para repartirlo en una época dada, con sus intereses, solamente 
entre los asociados que han sobrevivido y que siguen perteneciendo a la agrupación (Diccionario de la Lengua Española). (N. del T.) 

2 Ap., Doc. núm. 94. 
422 

un tanto de consuelo a los corazones, excluyendo la inminencia del desenlace pronosticado el día anterior por el médico de cabecera, 
Albertotti. Y, como lo más importante era que don Bosco se alimentase, él mismo le preparó un caldo de extracto de carne. Hízole después 
reconocimiento, durante una hora entera. Era increíble la gran habilidad que poseía aquel prestigioso doctor para animar a sus pacientes. 
Aunque él mismo se encontraba enfermo, se levantó de la cama para visitar a don Bosco y siguió haciéndolo los días siguientes, prodigánd 
todos los cuidados que una madre tiene con su hijito. Don Bosco le manifestó, una y otra vez, con lágrimas en los ojos, su profundo 

Fin de Página: 423 


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agradecimiento. 

Todos los de casa participaban del ansia que angustiaba a los Superiores. Los alumnos estudiantes y aprendices se turnaban por grupos, c 
media hora, en la iglesia para pedir al Señor día y noche la curación de don Bosco. Por su parte, él se encomendaba a los Salesianos más 

antiguos y a los Superiores, diciéndoles: 

-Rogad por mí. Decid a todos los Salesianos que recen por mí a fin de que muera en gracia de Dios. No deseo más que eso. 

Las alternativas de mejoría y empeoramiento se sucedían por intervalos, más o menos largos. El día veintitrés, hacia el mediodía, 

sintiéndose ((488)) bastante mal y no pudiendo retener nada su estómago, dijo al secretario: 

-Procura que esté aquí, además de ti, otro sacerdote. Necesito que haya uno preparado para administrarme los Santos Oleos. 

-Don Bosco, le respondió él, don Miguel Rúa permanece siempre en la habitación de al lado. Por lo demás, usted no está tan grave para 

hablar de esta manera. 

-»Se sabe, replicó don Bosco, se sabe aquí en casa que yo estoy tan mal? 

-Sí, don Bosco. No sólo se sabe aquí, sino en todas las demás casas y ahora ya en todo el mundo; y todos rezan por usted. 

-»Para que yo me cure?... íYo me voy a la eternidad! 

A cuantos se le acercaban, les daba recuerdos, como si ya estuviese en situación de despedirse para siempre. A don Juan Bonetti, Catequi 

General, le dijo, apretándole la mano: 

-Sé siempre fuerte sostén de don Miguel Rúa. 

Y, más tarde, al secretario: 

-Haz que esté todo preparado para el Santo Viático. Somos cristianos y debemos ofrecer a Dios, de buen grado, la propia existencia. 

Llegaron tres señores belgas, deseosos de verlo. Permitió que entraran, a condición de que rezaran por él. Los bendijo y exclamó: 

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-Prométanme rezar por mí, por los Salesianos y, especialmente, por los Misioneros. 

Un poco después, afectado intensamente por los vómitos, preguntó a don Carlos Viglietti si no le molestaba tener que soportar tantas 

miserias suyas, y éste respondió: 

-Sólo me causa pena, querido don Bosco, verle sufrir tanto y no saber cómo aliviarle. 

Volvió a decir don Bosco: 

-Ya dirás a tu madre que le envío mis saludos, que se preocupe de hacer crecer cristianamente a la familia y que rece también por ti, para 

que seas un buen sacerdote y salves muchas almas. 
Cuando volvió don Juan Bonetti, le saludó con una señal de la mano y le insistió en que estuviera todo preparado para los Santos Oleos. 

Dirigióse después a don Miguel Rúa, que acababa de entrar en aquel instante, y le dijo señalando a Viglietti: 

-Cierto que está aquí continuamente esta buena «pieza»..., pero sería mejor que hubiese alguno más. 

Unas horas antes, había dictado a Viglietti una carta para don Luis, el de Barcelona. Por la tarde, volvió a ((489)) rogarle que lo saludara 

su parte y le dijera que se acordara de nuestros Misioneros, que él se acordaría siempre de su amigo y de su buena familia y que los esperab 
todos un día en el Paraíso. 

Llegó Monseñor Cagliero y le dijo: 

-»Te acuerdas de la razón por la que el Padre Santo debe proteger nuestras Misiones? Le dirás lo que hasta ahora se ha mantenido como u 
secreto entre nosotros. La Congregación y los Salesianos tienen como finalidad especial defender la autoridad de la Santa Sede, dondequie 

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VOLUMEN XVIII Página: 424 

se encuentren, dondequiera que trabajen... Vosotros iréis, protegidos por el Papa, al Africa... La atravesaréis... Iréis al Asia, a la Tartaria y a 
otras regiones más. Pero tened fe. 

Los principales Salesianos de la casa, don Domingo Belmonte, don José Lazzero, don Joaquín Berto, José Rossi, José Buzzetti y otros, se 
iban turnando para acompañarlo a ratos en su habitación. Aunque hablaba con mucha dificultad, con todo les tributaba una cordial acogida 
Ora les saludaba bromeando a lo militar, llevándose la mano a la frente, ora levantando y bajando la mano, ora presentando al recién llegad 
al que estaba a su lado y diciendo: 

-»Lo ves? íEs él! 

A veces, al ofrecer su mano derecha y estrechar la del que besaba la suya, decía: 

-Querido, sé siempre amigo mío. 

424 

Habiéndose sentado junto a él el misionero don Valentín Cassini, díjole al oído, tras el primer saludo: 

-Ya sé que tu madre está pasando apuros. Háblame con franqueza y sólo a mí, para que nadie se entere de tus intimidades. Ya te daré, sin 

que nadie lo sepa, cuanto sea necesario. 

Pedía a todos con interés noticias de su salud, si estaban bien abrigados contra el frío, si necesitaban algo. Preguntaba, y esto también a 
monseñor Cagliero, cómo había pasado el día, qué ocupaciones tenía cada uno, qué trabajo especial llevaba entre manos. A los que le 
prestaban algún servicio y le velaban, les manifestaba su temor de que la privación del descanso y del recreo pudiera perjudicar su salud. P 

los enfermeros eran incansables. 

((490)) El coadjutor Pedro Enría depuso en el ya citado Proceso: 

«Durante su última enfermedad, le asistí todas las noches hasta que falleció. Me dijo ya la primera: -íPobre Pedro! íTen paciencia! íTe 

tocará pasar muchas noches así!... Yo, casi ofendido, le respondí que estaba dispuesto a dar mi vida por su curación, igual que lo estaban 
muchos de mis compañeros». 

Era tan grande el cariño que sus hijos le tenían que estaban prontos a cualquier sacrificio por servirlo; pero también su corazón ardía en 
amor paternal por ellos. Recuerda Lemoyne a este propósito que, unos años antes, le había oído decir: 

-La única separación que sentiré, en punto de muerte, será la de tener que separarme de vosotros. 

Esta caridad le empujaba a distraer la mente de aquél a quien veía sufrir junto a su lecho. El día veintitrés por la tarde, fue a visitarle don 
Francisco Cerruti, a la misma hora en que los muchachos merendaban, y como viera don Bosco que no podía disimular su emoción, le 
preguntó medio en broma, medio en serio: 

-»Has merendado ya? Pregunta a Viglietti si ha merendado también él. 

Pero, en ese afecto suyo, había una cosa más única que rara: quería a todos de tal modo que cada uno pensaba ser su predilecto. 

No han terminado aún las escenas de aquel día veintitrés. Hubo una larga consulta entre el médico de cabecera, Albertotti, y los doctores 
Fissore y Vignolo. Colocaron la cama en medio de la habitación. No encontraron en su organismo nada preocupante y declararon que, por 
momento, no había ningún peligro próximo. El doctor Vignolo quiso probar la fuerza del enfermo e insistió en que le apretara la mano lo m 
fuerte que pudiera. 

-Mire que le haré daño, doctor, le advirtió sonriendo don Bosco. 
425 

Pero el médico, tomando a broma la cosa, le repetía: 

-íApriete, apriete! 

Y a un cierto punto, retiró el doctor rápidamente su mano y exclamó casi asustado: 

-íAh, no piense en morir tan pronto! Con esa fuerza en el cuerpo, todavía podrá usted desafiarme... 

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((491)) Cuando se marcharon los médicos, penetró en la estancia la majestuosa figura del cardenal Alimonda que, acercándose, lo abrazó 
besó cariñosamente. Don Bosco se quitó su gorro de dormir y le dijo: 

-Eminencia, le ruego que pida por mí para que pueda salvar mi alma. 

Después añadió: 

-Le recomiendo mi Congregación. Sea el protector de los Salesianos. 

Su Eminencia, al verle llorar, le animó, le habló de la conformidad con la voluntad de Dios y le recordó que había trabajado mucho por e 
Señor. Y, al advertir que estaba todavía con el gorro en la mano, se lo puso él mismo en la cabeza. Don Bosco, conmovido en extremo, le 
dijo: 

-He hecho siempre todo lo que he podido. Hágase en mí la santa voluntad de Dios. 

-Pocos, hizo notar el Cardenal, pueden hablar como usted en punto de muerte. 

-íTiempos difíciles, Eminencia!, le interrumpió don Bosco. He pasado tiempos difíciles... íPero la autoridad del Papa... la autoridad del 

Papa!... Se lo acabo de decir a monseñor Cagliero: que comunique al Padre Santo que los Salesianos están para defender la autoridad del 
Papa, dondequiera que trabajen, dondequiera que se encuentren. Acuérdese, Eminencia, de decírselo al Padre Santo. 

-Sí, querido don Bosco, repuso monseñor Cagliero, que seguía en pie junto a su cama; esté seguro de que cumpliré su encargo para el Pad 
Santo. 

-Pero usted, don Juan, añadió el Cardenal, pasando a otra cosa, no debe temer la muerte. Usted ha recomendado muchas veces a otros qu 
estuvieran preparados. 

-íNos hablaba tantas veces de ello!, agregó monseñor Cagliero. Era éste su tema principal. 

-Se lo he predicado a los demás, concluyó humildemente don Bosco; pero ahora necesito que los demás me lo digan a mí. 

Pidió después la bendición al Cardenal, el cual, al despedirse, le volvió a abrazar y besar, profundamente conmovido. 
426 

Unos instantes después, entró su confesor y condiscípulo, don Francisco Giacomelli. Permanecieron solos durante unos minutos. 
Aprovechando el intervalo, varios Superiores, que se habían retirado a la habitación contigua, ((492)) recordaban las proféticas palabras de 
1885, cuando don Bosco le había dicho a don Francisco Giacomelli, gravemente enfermo: 

-Estáte tranquilo, no temas. »No sabes que te tocará a ti asistir a don Bosco en punto de muerte? 1. 

Su deseo de recibir el Viático lo había manifestado con términos tan resueltos que nadie quiso cargar con la responsabilidad de diferirlo; 
eso el veinticuatro por la mañana se hicieron los preparativos para administrárselo. Apenas se lo advirtieron, dijo a don Carlos Viglietti y a 
don Juan Bonetti: 

-íAyudadme, ayudadme vosotros a recibir bien a Jesús!... Yo estoy un tanto turbado... In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum 
(Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu). 

La procesión, formada por el clero infantil y por cuantos sacerdotes y clérigos de la casa pudieron tomar parte, salió por la puerta princip 
de la iglesia y entró por el portón del Oratorio. Don Bosco se emocionó al oír los cánticos; pero, al ver aparecer al Santísimo Sacramento, e 
manos de monseñor Cagliero, rompió a llorar. Don Bosco, revestido de estola, parecía un ángel. En aquel solemne momento, todos lloraba 
muchos sollozaban. Desde aquel instante, pareció que mejoraba notablemente: se acabaron los vómitos, concluyó la respiración afanosa, 

durmió incluso unas cuantas horas, cosa que no había podido hacer desde bastante tiempo atrás. 

Antes de mediodía, dijo a don Celestino Durando: 

-Te encargo que des las gracias, en mi nombre, a los médicos, por todos los cuidados que, con tanta caridad, me han prodigado. 

Hacia las seis de la tarde, se puso de nuevo inquieto; sin embargo, más que en sí mismo, pensaba en los demás. Díjole al secretario: 

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-Pobre Viglietti, tú no sabías aún lo que quería decir velar enfermos. 

Y, de vez en cuando, repetía en piamontés: 

-Yo no sé qué decir ni qué hacer... 

Llamó a don Miguel Rúa y le dijo: 

-Quisiera que esta noche estuviese a mi lado otro sacerdote con don Carlos Viglietti. Temo no llegar a mañana. 

Después de las ocho de la tarde, dijo a don Carlos Viglietti: 

1 Véase vol. XVII, pág. 559. 
427 

-Mira en mi mesa: hay un librito con mis memorias... Ya sabes a cuál me refiero. ((493)) Tómalo y dáselo después a don Juan Bonetti, pa 
que no vaya a parar a manos de cualquiera. 

Era una especie de libreta, formada con hojas de un libro de contabilidad, que él había hecho cortar a guillotina, reducirlas a aquellas 
proporciones y encuadernarlas fuertemente. Llevaba este título, escrito a mano: Memorias desde 1841 a 1884-5-6, por el Sac. Juan Bosco, 
para sus hijos Salesianos. Contenía las normas prácticas de conducta a transmitir a su Sucesor y que ya hemos especificado en el capítulo 
décimo del volumen anterior. Fue redactado en 1884, cuando don Bosco pensaba que había llegado el final de sus días, y, durante los dos a 
que siguieron, hizo algunas pequeñas añadiduras. 

Dijo también a don Carlos Viglietti: 

-Hazme también el favor de mirar en los bolsillos de mi ropa; allí están la cartera y el portamonedas. Pienso que no habrá nada dentro, pe 
si hay algún dinero, entrégaselo a don Miguel Rúa. Quiero morir de modo que se pueda decir: Don Bosco ha muerto, sin un céntimo en el 
bolsillo. 

Todas estas manifestaciones impresionaron de tal modo a los Superiores que monseñor Cagliero quiso administrarle la Extremaunción. P 
antes, pidió don Bosco que se solicitara la bendición del Padre Santo para él, lo que se hizo inmediatamente. Después de recibir este último 
sacramento, ya no habló don Bosco más que de la eternidad, intercalando algún que otro aviso. Díjole a Monseñor, que se disponía a bajar 
para celebrar pontificalmente la misa de media noche en la iglesia de María Auxiliadora: 

-Una sola cosa pido al Señor: que pueda salvar mi pobre alma. Te recomiendo que digas a todos los Salesianos que trabajen con celo y co 
ardor. íTrabajo, trabajo! Dedicaos siempre e incansablemente a salvar almas. 

Después concilió el sueño. 

Los periódicos comenzaron a dar noticias de su enfermedad. Unità Cattolica del día veinticuatro fue el primero en lanzar la noticia con es 
breve suelto: «Con el dolor y el temblor que nuestros lectores se pueden imaginar, anunciamos que, desde hace algunos días, nuestro 
incomparable don Juan Bosco se ha ((494)) agravado en su enfermedad y tememos seriamente su irreparable pérdida. Lo encomendamos a 
oraciones de los católicos, ya que todas las esperanzas de una mejoría están puestas sólo en Dios». 

Cuando la Condesa de Camburzano, ya mencionada, leyó estas líneas, escribió a don Miguel Rúa una carta llena de aflicción, en la 
428 

que decía, entre otras cosas: «Si el Señor omnipotente quisiera aceptar el sacrificio de mi vida inútil por la existencia tan amada, tan precio 
tan necesaria de don Bosco, yo la ofrezco de todo corazón en este momento, segura de que pediría por mí y me obtendría la misericordia de 
Señor». 

La noticia de que don Bosco estaba moribundo llenó de pena a muchos corazones en París. En la librería del señor Josse, reinaba un 
incesante ir y venir de señoras que preguntaban noticias, suponiendo que él estaría informado de todo. Escribió en seguida a don Miguel Rú 
«Le coeur tout bouleversé» (con el corazón destrozado), suplicándole «avec une véritable anxieté» (con verdadera ansiedad), que le 
respondiera en seguida. La respuesta llegó a vuelta de correo, pero él ya no pudo leerla. La vigilia de Navidad, regresaba a casa, después de 

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confesarse para comulgar en la misa de Nochebuena, cuando le asaltó una parálisis cardíaca y murió en un santiamén. Quería tanto a don 
Bosco que sus parientes ponían, como causa próxima de su fallecimiento, la pena que le había causado la triste noticia 1. 

El Gaulois del día veintitrés fue el primero en alarmar a los amigos de París con un artículo titulado La agonía de don Bosco. La señora d 
Combaud, que tan generosa hospitalidad le había dado en el año 1883, escribió inmediatamente a don Miguel Rúa: «No puedo expresarle e 
dolor que siento. Todos los inumerables amigos de este bienaventurado Padre están en oración». Y le pedía, además, el favor de reservarle 
algún objeto personal de don Bosco para conservarlo como reliquia. La misma ((495)) demanda se iba repitiendo también por otras persona 
Con el mismo rótulo antes indicado, propagó la noticia por el norte de Francia el Nouvelliste de Lille. Rápidamente se colocó la noticia de 
gravedad de don Bosco en el orden del día de la prensa, de modo que llovían sin parar sobre el Oratorio telegramas y cartas, pidiendo 
información. Muchos turineses iban a la sacristía para enterarse de detalles concretos. Se colocó en la planta baja un pliego y éste se llenó d 
firmas de las personas más ilustres. 

Amaneció la Navidad con menos alegría que de costumbre. El enfermo la celebró en su habitación, oyendo la misa del alba y recibiendo 
sagrada comunión: ambas cosas las hacía cada mañana. A 

1 Respondiendo a la carta de pésame que don Miguel Rúa había enviado a la hija del señor Josse, decíale ésta (25 enero 1888): «Me 
pregunta usted, Reverendo Padre, si seguimos ocupándonos de su hermosa Obra. Es para nosotros un deber y una verdadera satisfacción. N 
sentimos felices y orgullosas de continuar con la dulce tarea que se impuso mi padre y de demostrar a don Bosco nuestra filial devoción, 
recogiendo para sus queridos huérfanos cuanto nos sea posible». 
429 

mediodía llegó el canónigo Bossi, Superior de la «Pequeña Casa» y segundo sucesor de Cottolengo. Don Bosco, que se encontraba algo má 
aliviado, le recordó cómo se había encontrado con él, la primera vez, en Castelnuovo, cuando era todavía un jovencito. Después, mientras s 
oía el griterío de los alumnos que estaban en recreo, dijo a Viglietti: 

-Querido Viglietti, »y si tú te fueras también a hacer un poco de recreo?... No quisiera que cayeras enfermo por mi culpa. 

Y, poco después, añadió bromeando: 

-Viglietti, arréglatelas para enviar todos mis males a las piedras del Stura. 

Era un recuerdo de las horas pasadas a diario durante el verano, a orillas de aquel río, en Lanzo. 

Monseñor Cagliero había solicitado para el enfermo la ansiada bendición del Padre Santo, con un telegrama al cardenal Rampolla. El 
Secretario de Estado contestó: «Santo Padre, dolorido enfermedad don Bosco, ruega por él y envía implorada bendición». Don Bosco qued 
muy satisfecho. 

Ya habían ido a visitarlo tres obispos: monseñor Pulciano, de Casale; monseñor Manacorda, de Fossano; y monseñor Valfré de Bonzo, d 
Cúneo. La noche de Navidad fueron los dos residentes en Turín, monseñores Bertagna y Leto. 

Por aquellos días la indiecita de la Tierra del Fuego daba pruebas de una sensibilidad, que habría sido suficiente para deshacer los 
desatinados juicios de algún científico, respecto a la total inferioridad de los indígenas de la ((496)) Tierra del Fuego. La pobrecilla no sabí 
resignarse a que don Bosco estuviese tan enfermo y acudía muchas veces a la Directora para preguntarle cómo estaba. Repetia, con infantil 
ingenuidad, a todo el que encontraba: -íDon Bosco está enfermo! Y, a cada instante, corría a la iglesia a rezar delante de Jesús Sacramentad 
por su salud. 

Pero la efímera mejoría cesó de repente la noche del día veinticinco al veintiséis: ello alarmó durante algunas horas a los asistentes.Despu 
de oír la misa y comulgar, se puso a disposición de los médicos, reunidos para una nueva consulta. Y dijo a Viglietti: 

-Videamus quantum valeat scientia ac peritia trium medicorum (a ver qué puede la ciencia y la experiencia de tres médicos). El resultado 
más halagüeño de lo que se hubiera esperado. 

Recuerden los lectores al exalumno Tomatis, a quien había invitado don Bosco a pasar con su hijo las fiestas de Navidad en el Oratorio. E 
efecto, se presentó llevando consigo a su hijo y, después de la 
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consulta de los doctores, pudo entrar a saludar a don Bosco y despedirse. Se hincó de rodillas, junto al lecho, el viejo discípulo, casi extátic 
y no pudo articular más palabras que: -íDon Bosco! íDon Bosco! 

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Pero, en el acento, se transparentaba toda su alma. El Santo levantó su mano, bendijo a padre e hijo y, después, alzó los ojos al cielo, dan 
a entender que los esperaba allí. Cuando salieron, llamó a don Miguel Rúa y le susurró con un hilo de voz: 

-Ya sabes que tiene escasa fortuna. Págales el viaje en mi nombre. 

El cardenal Alimonda debía ir a Roma muy pronto para el jubileo papal; pero no tuvo ánimos para alejarse de Turín sin volver a visitar a 
don Bosco. Como quiera que los médicos le habían prescrito absoluto silencio, quedaron prohibidas todas las visitas, hasta las de las person 
de la Casa; por eso, al volver de nuevo el Cardenal, resignóse al doloroso sacrificio de no verle ni hablarle ya, limitándose a pedir informac 
desde abajo, sin subir las escaleras. Pero entonces se quebrantó la consigna. Y, apenas vio con sus propios ojos los efectos de la enfermeda 
no pudo contener el llanto. Lo abrazó y besó dos veces y, por fin, lo bendijo. ((497)) De allí a poco, le fue también franqueada la entrada a 
Superiora General de las Hijas de María Auxiliadora, llegada de Nizza Monferrato con una de las Asistentas para visitar a don Bosco. El le 
dio la bendición, indicando que la extendía a todas las Casas y a todas las Hermanas. 

-Salvad muchas almas, les dijo al despedirlas. 

Con fecha del veintiséis, envió don Miguel Rúa a los Salesianos la primera comunicación oficial sobre la gravedad de don Bosco. Su bre 
circular terminaba con estas palabras: «Nuestras esperanzas están puestas en Dios y en María Santísima Auxiliadora. En el Oratorio, como 
muchas otras Casas, se hace con tal fin adoración continua al Santísimo Sacramento. íRecemos!... íRecemos!... íRecemos!». 

La fiesta de San Juan Evangelista vino a añadir sufrimiento a sufrimiento. Se hizo preciso, en frase del cronista, «trabajar a su alrededor» 
para poder atenderle. Su organismo desgastado y maltrecho no se prestaba para los movimientos que requería el médico. Le ayudaban a ést 
solamente don Juan Bonetti y don Carlos Viglietti. El paciente tenía la cabeza apoyada sobre el pecho de este último. Le dieron tantas vuel 
que, al final, no podía ya aguantar más. 

Pero no había terminado aún su trabajo. Se trataba de cambiarlo de cama. Se llamó a don Miguel Rúa, a don Domingo Belmonte y a don 
José Leveratto. Y, mientras ellos discurrían con el doctor Albertotti 
431 

cómo arreglárselas para trasladarlo con las menos molestias posibles, dijo don Bosco a don Domingo Belmonte en tono festivo: 

-Mirad; hay que hacer así: atadme una soga al cuello y tiradme de una cama a la otra. 

Aquel traslado fue un verdadero lío. Don Miguel Rúa cayó sentado sobre la cama preparada, precisamente debajo de don Bosco. Don Ca 
Viglietti sostuvo a don Bosco para que don Miguel Rúa saliese de allí. El pobre enfermo, heroicamente tranquilo, reía. Cuando estuvo 
instalado definitivamente, preguntó quiénes le habían trasladado y le dio las gracias a uno por uno. Y, cuando supo que la nueva cama, don 
le habían puesto, era la de Viglietti, que solía dormir en la habitación contigua, se preocupó en seguida por él y le preguntó: 

-Y tú, Viglietti, »dónde dormirás esta noche? 

((498)) Exigencias higiénicas obligaron a repetir cada día la operación del traslado de cama. El, que sufría tanto cuando se le acomodaban 
simplemente las almohadas o subían un poco su hundido cuerpo, figurémonos cuál sería su dolor con aquellos traslados. Pero no dejaba de 
bromear. Preguntáronle una vez si le habían lastimado algo, y respondió: 

-Ciertamente, no me estáis haciendo bien. 

Se necesitaba una cama más cómoda que la suya, que no se prestaba para sacarlo de ella y volver a acostarlo. Don Miguel Rúa mandó ir a 
comprar una en el mercado de Porta Palazzo, donde siempre proliferaban puestos de venta; pero, en aquella ocasión, no se encontró ningun 
apropiada. Hubo, entonces, que suplirla por la que, en una habitación próxima, había servido para don Luis Deppert, y, sobre la cual, parec 
ser que el Siervo de Dios había predicho que tenía que morir 1. 

Al anochecer, acudió a visitarlo el nuevo Director de Unità Cattolica, don Domingo Tinetti, a quien, con voz apagada y pronunciando a 
duras penas las palabras, le dijo: 

-Como en tiempos pasados, le recomiendo la Congregación Salesiana y nuestras Misiones. íSeremos siempre amigos hasta el Cielo! 

El digno sucesor de Margotti describía así al enfermo en el número del día veintinueve: «Su rostro no ha perdido la calma ni la serenidad 
habitual; su mirada, como de costumbre, dulce, vigorosa y llena de suave expresión; su color enteramente igual al de siempre; su inteligenc 
plena, perfecta y, diríamos, brillante... contrastan singularmente 

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1 Véase más arriba, pág. 402. 
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con la debilidad en que se les ve postrado y con el hilillo de voz que, con trabajo, sale de sus labios». 

Entresacamos algunos párrafos de una de las cartas dirigidas a don Bosco o a otros del Oratorio, con fecha del veintisiete de diciembre. 
Escribe al Santo la señora Natalia Cornet, desde Montluþon: «Gracias a usted, Reverendo Padre, he podido superar todos mis infortunios y 
medio de dificultades de todo género, he podido sacar adelante a mis siete hijos, educándolos en el temor de Dios ((499)) y en el amor al 
prójimo. Con mucha frecuencia, he puesto mis ojos sobre su retrato, que tengo en mi oratorio; y, en los momentos desesperados, me parecí 
oírle a usted que me decía: 

»-Animo, hija mía, el Señor permite aflicciones a las personas que lo aman... 

»-Sí, Reverendo Padre, usted me ha enseñado a amar a María Auxiliadora, el gran Consuelo de su santa vida, y se lo agradezco; Reverend 
Padre, usted me ha enseñado a ser fuerte en la tribulación». 

Reiteradamente, ya uno, ya otro de los Superiores sugerían a don Bosco que rezase para conseguir del Señor su curación, pero él no asint 
nunca. Su respuesta era siempre la misma: 

-íCúmplase en mí la santa voluntad de Dios! 

Más aún, siempre repetía las jaculatorias que se le sugerían, pero, cuando alguno intentó hacerle repetir: «María Auxiliadora, haz que yo 
cure», él se callaba. 

El boletín sanitario de don Bosco aparecía normalmente en muchos periódicos italianos y extranjeros, acompañado a veces de artículos 
sobre su persona y sus obras. Los reporteros se mezclaban con la multitud que, en determinadas horas, asediaba la Casa, para inquirir notic 
Se anunciaban preces especiales, públicas y privadas, en las más remotas poblaciones; de modo singular, las comunidades religiosas hacían 
violencia al Cielo para arrancar la gracia. En muchas familias de Cooperadores se lloraba y se rezaba. 

El día veintiocho, por la mañana, ocurrió un simpático episodio. La Condesa de Salino entró en la portería y quiso saber las últimas 
novedades. Diéronle a leer el número de Unità Cattolica del día anterior, en el que se señalaba una ligera mejoría. Fuera de sí por la alegría 
noble dama sacó del bolso el portamonedas y se lo entregó al portero, rogándole dijera a don Bosco que se pusiera pronto bien y que acepta 
aquellas pocas monedas. Contenía veinte marengos de oro 1. 

1 Marengo: moneda de oro de a veinte francos. (N. del T.) 
433 

El conde Próspero Balbo y su hijo César consiguieron ver al enfermo con la condesa Callori. Acercándose ésta a la cama, se arrodilló, le 
pidió la bendición y se retiró en seguida, porque no podía resistir su emoción. El nombre de aquella ((500)) mujer fuerte, antigua bienhecho 
generosa y constante, se les recuerda insistentemente a los Salesianos en muchos de los volúmenes que componen las Memorias biográfica 
de San Juan Bosco. 

El Siervo de Dios insistía, de vez en cuando, a los médicos para que le dijeran claramente la verdad de su estado, y, para animarles a ello 
les decía: 

-Sepan ustedes que no temo nada. Estoy tranquilo y preparado. 

Por otra parte, él no se hacía la más mínima ilusión. Don Pablo Albera, llegado de Marsella, le había dicho: 

-Don Bosco, es la tercera vez que llega usted a las puertas de la eternidad y luego vuelve atrás, gracias a las oraciones de sus hijos. Estoy 
seguro de que también, esta vez, pasará lo mismo. 

Y le respondió: 

-Esta vez no habrá marcha atrás. 

Presentóse a don Celestino Durando el señor Saint-Genest, corresponsal del Figaro, manifestándole el deseo de ver personalmente a don 

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Bosco. Recibióle amablemente y lo acompañó hasta la antesala, donde se encontraban los doctores Albertotti y Fissore. Y éste respondió a 
una pregunta del periodista: 

-Don Bosco está desahuciado, no tenemos esperanza de salvarlo. Le aqueja una dolencia cardiopulmonar; tiene lesiones en el hígado, con 
complicaciones en la médula de la espina dorsal, lo que le produce parálisis en las articulaciones inferiores. No puede hablar. Le funcionan 
mal riñones y pulmones. 

E, interrogado sobre las causas de la enfermedad, explicó: 

-No hay ninguna causa directa. Es el resultado de una debilidad general y de una vida gastada por el trabajo incesante, no exento de 
continuas inquietudes. Don Bosco se ha consumido por el excesivo trabajo. No muere de ninguna enfermedad; es un candil que se apaga po 
falta de aceite. 

Y, dicho esto, entró con su compañero en la habitación del enfermo, seguido de don Celestino Durando, quien dejó entreabierta la puerta 
para que el forastero pudiese ver. 

Acabada la visita de los facultativos, volvió don Celestino Durando a decirle que don Bosco había oído que estaba allí un corresponsal de 
periódico parisién, y que deseaba agradecerle la benevolencia que siempre había demostrado con sus obras. Entonces el doctor Fissore 
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le hizo entrar, pero imponiéndole la condición de no hacer hablar al paciente. ((501)) En su reseña periodística, terminaba así el correspons 
«Don Bosco estaba tendido en un modesto catre de hierro, en una habitación que puede calificarse de celda monacal. Su cara dulce y angél 
se esforzaba por sonreír. Sus ojos me miraban con ternura; me tendió su mano con dificultad y lentamente estrechó la mía. Sus labios se 
movían como si quisiera dirigirme la palabra. Me incliné, acerqué mi oído a su boca y percibí como un soplo que decía: 

»-Gracias por su visita. Rece por mí... 

»íQué hombre tan santo! íEn su humildad me pedía que rezara por él! Se da cuenta perfectamente de que ya no hay esperanza de vida par 
él; y, sin embargo, está constantemente amable y resignado, esperando la muerte con la máxima serenidad». 

Los médicos observaron mayor intermitencia del pulso, mayor debilidad de la voz y descubrieron, además, una mayor cantidad de albúm 
indicio seguro del rápido deterioro de las fuerzas vitales. Añadieron, no obstante, que aquellos efectos podían atenuarse en todo o en parte, 
dando lugar a un pronóstico más optimista 1. Reiteraron la absoluta prohibición de admitir visitas de nadie al enfermo, salvo la presencia d 
aquellos que le acompañaban ordinariamente y, por tanto, no podían ocasionarle impresión de novedad 2. 

Durante el día, envió don Miguel Rúa una carta con un lenguaje lacónico y más bien blando, exhortando a rezar con fe viva. 

Dolor, consternación, confianza en Dios y en la Virgen Auxiliadora eran los tres sentimientos que se entremezclaban en las cartas que 
llegaban cada vez en mayor número, a medida que los periódicos difundían la noticia del grave estado de don Bosco. El Corriere Nazionale 
Turín, del día veintiocho, escribía: «Son muchas las almas inocentes y de gran virtud que hacen promesas tan ardientes como el ofrecer a 
Dios, quién parte, quién toda la vida, para prolongar un poco más la existencia del amigo sincero, del padre lleno de ternura por la juventud 
por cuyo bien se ha consumido del todo». Y el Cittadino de Génova, de la misma fecha: «Difícilmente se dan casos ((502)) de enfermedad 
susciten tanta inquietud; y nada más lógico, ya que don Bosco, con su virtud, supo ganarse la estima y el afecto de todos y goza de fama 
mundial». 

Pasó el día veintinueve en un sopor casi continuo, sólo interrumpido por algunos minutos en los que volvía en sí. En uno de estos 

1 Unità Cattolica, veintinueve de diciembre de 1887 2 Circular de don Miguel Rúa, treinta de diciembre de 1887. 
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intervalos, le pidió don Juan Bonetti un recuerdo especial para las Hijas de María Auxiliadora, y respondió: 

-Obediencia. Practicarla y hacerla practicar. 

Se aprovecharon otros instantes semejantes para proponerle dos cuestiones. Por comunicación con los Capuchinos, se tenía el privilegio, 
llamémoslo así, de que un socio no pudiera confesarse sino con otro socio. Deseándose conocer su parecer, dio a entender que prefería 
desechar esta norma. En segundo lugar, se quería saber si el Rector Mayor debía tener injerencia en la elección de la Superiora General de 
Hermanas; y pareció que se inclinaba por el sí. 

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Al anochecer, hizo llamar a don Miguel Rúa y a monseñor Cagliero y, reconcentrando las pocas fuerzas que tenía, les dijo para ellos y pa 
todos los Salesianos: 

-Arreglad todos vuestros asuntos. Amaos todos como hermanos; amaos, ayudaos y soportaos mutuamente como hermanos. El auxilio de 
Dios y de María Auxiliadora no os faltará. Recomendad a todos que recen por mi salvación eterna. Alter alterius onera portate... Exemplum 
bonorum operum... (Llevad las cargas los unos de los otros... El ejemplo de las obras buenas...). Bendigo a las Casas de América, a don 
Santiago Costamagna, a don Luis Lasagna, a don José Fagnano, a don Domingo Tomatis, a don Evasio Rabagliati; a monseñor Lacerda y a 
del Brasil, al señor Arzobispo de Buenos Aires y a monseñor Espinosa; a Quito, Londres y Trento. Bendigo a san Nicolás y a todos nuestro 
buenos Cooperadores italianos y sus familias, y recordaré siempre el bien que han hecho a nuestras Misiones... 

Por fin, repitió todavía: 

-Prometedme que os amaréis como hermanos... Recomendad la frecuente Comunión y la devoción a María Auxiliadora. 

Don Miguel Rúa escribió, en su tercera circular, del día treinta, refiriéndose a estas palabras: «Ayer, por la noche, en un momento en que 
podía hablar con menos dificultad, mientras estábamos alrededor de su cama ((503)) monseñor Cagliero, don Juan Bonetti y yo, nos dijo en 
otras cosas: Recomiendo a los Salesianos la devoción a María Auxiliadora y la frecuente Comunión. Yo añadí entonces: 

-Este podría ser el aguinaldo del presente año para mandarlo a todas nuestras Casas.... 

Y él replicó: 

-Que lo sea para toda la vida... 

Después consintió en que sirviese también de aguinaldo. 

Hacia las ocho de la noche del día veintinueve, monseñor Cagliero le impartió la bendición papal; pero antes quiso que el mismo Monseñ 
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recitara en voz alta el acto de contrición, que él acompañó con la mente. Después le dijo: 

-Propagad la devoción a María Santísima en la Tierra del Fuego.íSi supierais cuántas almas quiere ganar para el cielo María Auxiliadora, 
por medio de los Salesianos! 

Don Bosco continuaba en sopor. Ya entrada la noche, se despertó más sereno y tranquilo. Pidió beber, pero hubo que negárselo, dados lo 
frecuentes vómitos. Entonces dijo: 

-Aquam nostram pretio bibimus (Bebemos, pagándola, el agua que es nuestra). Hay que aprender a vivir y a morir. 

El día treinta, por la mañana, le dijo don Francisco Cerruti, al visitarlo, que la baronesa Cataldi, una de las mayores bienhechoras genove 
había estado en el hospicio de Sampierdarena para entregar la limosna de cuatrocientas liras y recomendar que se rezase por la curación de 
don Bosco. Añadió que él se lo había agradecido en su nombre y le había participado que la bendecía desde su lecho de dolor. 

-Sí, la bendigo, respondió conmovido. 

El Ecónomo General, don Antonio Sala, que había vuelto a Roma, fue llamado telegráficamente y llegó por la tarde a hora muy avanzada 
Apenas lo supo don Bosco, preguntó con ansiedad a don Juan Bautista Lemoyne qué noticias traía. Estas no eran demasiado gratas. Lemoy 
confuso, amañó la respuesta de modo que don Bosco se dispusiera a que el mismo don Antonio Sala se las comunicara. El buen don Bosco 
siempre había esperado y repetido mil veces que no dejaría a sus hijos deudas; en cambio, seguían gravitando los saldos negativos por las 
obras de la iglesia del Sagrado Corazón. ((504)) Siempre es una humillación para el amor propio de una persona dejar deudas en herencia, 
cuando uno se marcha de algún sitio o, más aún, de este mundo. Dios permitió que su Siervo cargase también con esta cruz. 

Don Antonio Sala traía al menos una buena noticia. Al conde Vespignani, arquitecto de la iglesia, de acuerdo con lo convenido del cinco 
por ciento, se le debían abonar ciento cincuenta mil liras. Era una enorme cantidad para la Congregación, sobre todo en aquellas 
circunstancias. Don Antonio Sala, pues, le rogó que no se atuviera severamente a su derecho. Dejóle el Conde que determinara el total de s 
honorarios. El Ecónomo diole a entender que su propuesta sería muy inferior a lo adeudado. 

-Diga y veremos, le respondió. 

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Don Antonio Sala propuso que, sin tener en cuenta las cantidades ya desembolsadas, aceptase el saldo de veinte mil liras. 
437 

-Por don Bosco, acepto, replicó generosamente el noble caballero. 

Don Bosco reconoció inmediatamente a don Antonio Sala, apenas lo vio, aunque estaba la habitación en la penumbra. Parece, por otra pa 
que no se habló de tales asuntos, puesto que Viglietti dice simplemente, en su diario, que don Bosco le tomó de la mano y le preguntó notic 
suyas. Don Antonio Sala respondió que sus hijos en Roma rezaban por él y que el cardenal Parocchi, sintiendo mucho su enfermedad, le 
mandaba su bendición. Don Bosco le dio las gracias y, a intervalos y con mucho esfuerzo, le dijo: 

-Procura prepararlo todo para mi entierro, »sabes?, porque si no, haré que me lleven a tu habitación. En cuanto se refiere al problema 
material de la casa de Roma, procura tener bien informado a don Miguel Rúa. 

-Así lo haré. Ahora estoy aquí a su entera disposición y me consideraré afortunado si puedo serle útil en algo. 

-Sí, me harás un gran favor; te necesito, sobre todo, cuando me cambien de cama, y, además, para relevar al que me asiste permanenteme 
Desde que me acosté, quiso estar siempre junto a mí durante todo el día y venir, de vez en cuando, a verme por la noche. 

((505)) Desde aquel momento hasta que falleció, se acercaba a cada instante, día y noche, don Antonio Sala, ya para transportarlo, ya par 
asistirlo. Era alto y forzudo y le hacía sufrir menos que antes al pasarlo de una cama a otra. 

El dio a los Hermanos noticias de Roma. Príncipes romanos, Obispos y Cardenales acudían continuamente a pedir noticias sobre don Bo 
El mismo Padre Santo mandaba a preguntar por él cada día. Con el mismo interés, escribían los Hermanos de otras casas. En Barcelona, hu 
que establecer tres centros de información para satisfacer a los que pedían noticias. En París, la averiguación sobre el estado de don Bosco 
contribuyó a dar más a conocer la casa de Ménilmontant. 

Don Miguel Rúa enviaba a algunas personas de mayor confianza las circulares redactadas para los Salesianos, como por ejemplo, al Padr 
Picard, superior de los Asuncionistas y propietario de La Croix. Este verdadero amigo de don Bosco le respondía, el treinta de diciembre: 
«Participamos de sus angustias y nos unimos a sus oraciones, en las actuales dolorosas circunstancias. Su venerado y santo Fundador debe 
mirar con amor el final de sus fatigas. Espero, con todo, que el Señor escuchará las preces de las innumerables almas, a las que ha hecho bi 
y que todas claman al Cielo para obtener su curación. 
438 

Gracias, carísimo Padre, por haberme querido considerar como amigo, enviándome las informaciones confidenciales que usted dirige a los 
miembros de su querida Congregación. Le quedaré muy agradecido si continúa haciéndolo, pues ya sabe muy bien que estamos 
compenetrados desde hace mucho tiempo, y todo lo que interesa a don Bosco, nos interesa a nosotros. Toda nuestra Congregación ora con 
de ustedes y confía en las plegarias de nuestro venerado y querido don Bosco». 

El temor de que don Bosco muriera muy en breve indujo a los Superiores a prepararle un sepulcro en los sótanos, debajo del altar de Mar 
Auxiliadora; porque, cuando llegase la licencia de enterrarlo allí, sería imposible construir el nicho en el breve espacio que media entre el 
fallecimiento y el término fijado por la ley para la sepultura. ((506)) Don Bosco ya había manifestado su deseo en este sentido. Don Antoni 
Sala, por tanto, ordenó ejecutar rápidamente el trabajo. Entre tanto, el Procurador General, siguiendo las órdenes recibidas del Oratorio, se 
presentó al senador Correnti, secretario de la Orden de San Mauricio, rogándole que interviniera ante Crispi, presidente del Consejo, para 
obtener dicha autorización. Cuando Correnti oyó que don Bosco se encontraba tan mal, se echó a llorar porque lo apreciaba mucho 1; 
prometió todo su apoyo, diciendo que el Oratorio podía dirigirse a él en cualquier circunstancia, pero aconsejó que no se hiciera nada que 
tuviera apariencias de veneración, como si fuera un santo en el momento de la sepultura, ya que esto podía dar ocasión a suspicacias, porqu 
en las esferas gubernativas y liberales, se interpretaría todo ello como una maniobra del partido clerical. Las cosas tomaron después otro 
rumbo, como veremos. 

El consejo de Correnti era un signo de los tiempos: la política excitaba y entorpecía a los hombres de un partido. Los diarios liberales ni 
siquiera se cuidaban del egregio enfermo. «El mundo negro turinés se encuentra en zozobra, temiendo una inminente catástrofe», aparecía e 
una correspondencia del día veintiocho, enviada desde Turín al Secolo XIX de Génova, a la que seguía una insinuación repugnante sobre la 
causa del mal. Riforma, del partido de Crispi, anunciaba también el próximo desenlace con una frase de las más vulgares. 

Durante los preparativos funerarios que hemos dicho, brilló de improviso un rayo de sol, que abrió los ánimos a la esperanza. El último d 
del año, pareció que las plegarias alzadas al Cielo, por 

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1 Véase vol. XV, págs. 272-278. 
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tantos millares de corazones, hubieran inclinado la voluntad de Dios. En efecto, los médicos encontraron una sensible mejoría y comprobar 
que no había a corto plazo ningún síntoma que justificase el temor a un próximo desenlace. «Dios sea bendito, escribía Unità Cattolica el 
primero de enero, que nos concedió este consuelo, al expirar el 1887 y al nacer el 1888». 
440 
((507)) 

CAPITULO XXIII 

VEINTE DIAS DE BENIGNA TREGUA 

EL 1888 empezaba con los festejos en honor de León XIII, con motivo de su jubileo sacerdotal, a los cuales se sumaba el mundo entero co 
transportes de fe y de amor, quizá únicos hasta entonces en la historia del Papado. En medio de aquella general y santa alegría, la bondad d 
Dios había deparado a los Salesianos, a las Hijas de María Auxiliadora y a los Cooperadores un principio de año consolador, alejando la 
guadaña de la muerte que amenazaba con segar la preciosa existencia de su amado Padre. 

A las manifestaciones de dolor de los días precedentes, siguieron expresiones de alegría, con augurios de que continuara la mejoría y con 
promesas de seguir pidiendo al Cielo la salud del amado don Bosco. Una señora escribía desde el Principado de Mónaco, manifestándose 
dispuesta a dar su propia vida para conseguirlo. Y decía, por su parte, el reverendo Rigoli: «Si Dios acepta mi vida por la de don Bosco, se 
ofrezco, con toda la humildad de mi alma». 

La confianza en la eficacia de las oraciones de nuestro Santo no tenía límites. Unos pedían a don Miguel Rúa cosas de don Bosco, como 
reliquias; otros le rogaban que hiciera tocar al enfermo cartas, que contenían intenciones particulares, o, al menos, las posara un ratito sobre 
cama; otros referían gracias atribuidas a su intercesión. Una noble cooperadora francesa le escribía el cuatro de enero: «Precisamente en un 
rincón de Francia, en mi ignorada ((508)) aldea, recibí en las Navidades, a través de los periódicos, noticias de su enfermedad. Tal novedad 
me oscureció la hermosura de las fiestas. Desde aquel día, estaba como vigilando a ver si María Auxiliadora intervenía en favor de su sierv 
ayer, gracias a Dios, supe que ha desaparecido todo peligro y mi alma experimentó inmensa alegría. No me hubiera atrevido a escribir, 
considerándome tan poca cosa y pensando que mi carta pasaría inadvertida en medio de todo ese caudaloso ambiente de oraciones y súplic 
por el Padre. Pero hoy no me puedo contener y le suplico una palabra, una palabrita solamente, que me aquiete el corazón y me confirme d 
que aquel que tuvo conmigo 
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tanta compasión con sus oraciones, siga viviendo para bien de todos. No me atrevo a decir que he rezado por él todos los días, pues con lo 
poco que valen mis oraciones, sería mucha soberbia referirme a ellas; pero lo he hecho y continúo haciéndolo. Que Dios nos conserve a tan 
buen padre y yo pueda decirme a mí misma, en medio de mi gran tribulación: ''Don Bosco lo sabe y ruega por ti''. Ciertamente es egoísta 
desear que, por medio de la oración, se le retarde a usted la hora de la recompensa, pero »por qué es usted tan sensible a nuestras miserias? 
»por qué quiere remediárnoslas todas? Mi sufrimiento material que no cesa, antes va en aumento, se me hace cada vez más llevadero, 
sabiendo que usted participa del mismo». 

Al escribir, todos empleaban los más exquisitos y delicados términos. Fue, en suma, un plebiscito mundial de afecto y veneración, podem 
decir que sin precedentes, para con un simple sacerdote. 

En tanto, el Boletín Salesiano de enero publicaba la acostumbrada carta a los Cooperadores, dando cuenta de la labor realizada durante el 
año 1887 y exponiendo los proyectos para 1888. De don Bosco no había más que la firma y cuatro pensamientos, dictados por él mismo y 
se destacaban del resto por ir en letra cursiva. Seguían a la carta breves y precisos informes sobre la salud del Santo. Los pensamientos ante 
citados eran éstos. 

((509)) 1.° Si queremos que prosperen nuestros intereses espirituales y materiales, procuremos, ante todo, que estén en regla los intereses 
Dios, y promovamos el bien espiritual y moral de nuestros prójimos, por medio de la limosna. 

2.° Si queréis obtener más fácilmente una gracia, haced vosotros la gracia, o sea la limosna, a los demás, antes de que Dios y la Virgen os 
hagan a vosotros. 

3.° Con las obras de caridad, nos cerramos las puertas del infierno y nos abrimos las del paraíso. 

4.° Recomiendo a vuestra caridad todas las obras que Dios se ha dignado confiarme, en el transcurso de casi cincuenta años; os recomien 

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la educación cristiana de la juventud, las vocaciones al estado eclesiástico y las misiones; pero os recomiendo de modo muy particular que 
cuidéis de los muchachos pobres y abandonados, que siempre fueron la porción más querida de mi corazón en la tierra y que, por los mérito 
de nuestro Señor Jesucristo, espero que sean mi corona y mi alegría en el cielo. 

Casi de repente se recibió el primero de año la noticia de la muerte del Conde Colle; sus ataques de corazón, que se le habían ido repitien 
con mayor frecuencia desde el verano, al fin prevalecieron y causaron su muerte. Se requirió mucha cautela para comunicárselo al enfermo 
que tanto le quería. Don Miguel Rúa, a quien don Bosco llamaba frecuentemente aquellos días y sostenía a solas con él conversaciones 
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confidenciales, se lo hizo saber en el momento oportuno. El incomparable bienhechor se había hecho presente todavía una vez más el 
dieciocho de diciembre. Había prometido tiempo atrás que costearía la adquisición de las campanas para la iglesia del Sagrado Corazón y, 
saber las inscripciones que las habían puesto, que lo supo bastante tarde, no recordaba la cantidad convenida y, por eso, rogaba que se la 
volviera a decir 1. 

Con ocasión de los funerales, ocurrió un gracioso lance, por cierto bastante extraño. Un periódico de Tolón publicó la muerte del Conde 
Colle, a la vez que la de don Bosco. El Inspector de Francia, don Pablo Albera, que se encontraba en aquella ciudad, dolorosamente 
impresionado por la inesperada noticia, se apresuró a pedir explicaciones. El redactor le respondió: 

-Todos saben que el Conde y don Bosco eran muy amigos. Días pasados supimos que don Bosco ((510)) estaba en las últimas, y me pare 
una idea bonita y un feliz motivo de inspiración para escribir un artículo, anunciando que ambos habían fallecido a la par. 

El tres de enero, en vista de que progresaba la mejoría iniciada el treinta y uno de diciembre, monseñor Cagliero preguntó a don Bosco si 
permitía ir a Nizza Monferrato para la toma de hábitos de las Hijas de María Auxiliadora. Don Bosco, sonriendo, le respondió: 

-Sí, vete y bendice a aquella comunidad de mi parte. Pero »volveras? 

Quería decir si regresaría después de la ceremonia, sin irse a otra parte. Sentía mucho la ausencia del Oratorio de los Superiores principal 
aunque fuera momentánea. La impresión de soledad suele ser muy penosa para los enfermos, especialmente cuando son entrados en años. 

Que don Bosco esperase escapar a la muerte, no se puede suponer ni siquiera remotamente. En efecto, aquella misma noche, después de 
cambiarlo de cama, preguntó al secretario: 

-»Eres Viglietti? 

-Sí, le respondió, soy Viglietti. 

-Pues bien, querido Viglietti, »sabes por qué, cuando hace varios años, partía monseñor Cagliero para América, no quise dejarte marchar 
con él? 

-Sí, ahora lo comprendo. 

-Bien, lo entiendes y lo ves. Ya te lo dije, »recuerdas? Serás tú quien cierre mis ojos. 

1 Ap., Doc. 95. 
443 

Tampoco don Miguel Rúa se abandonaba al optimismo de los demás: nos lo dan a entender las cautas palabras que empleó en el parte 
informativo, redactado el dos de enero, para Salesianos, Hijas de María Auxiliadora y Cooperadores: «La grave enfermedad de nuestro 
queridísimo Padre no empeora, pero la mejoría es aún muy lenta. Parece que se ha conjurado el peligro inminente de muerte. El augura y p 
al Señor que el año recién comenzado sea para todos de salud espiritual y corporal, y así poder progresar en la virtud a la que debemos tend 
todos. En fin, no temiéndose por ahora nada alarmante, referente a la enfermedad del querido don Bosco, dejo de enviaros el parte informa 
los días en que no haya novedades dignas de nota. No dejéis de rezar». 

En una circunstancia especial, parece que el Señor escuchó ((511)) la oración de su siervo. Recomendaron a don Bosco, desde el colegio 
Alassio, un muchacho casi moribundo y un clérigo afectado de pleuresía. El respondió al portador del encargo: 

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-íEh, quien necesita las oraciones de los demás soy yo! 

No era la primera ni la segunda vez que daba idéntica respuesta en semejantes casos. Pero lo mismo el muchacho que el clérigo se 
recuperaron. 

La condición de antiguo alumno era siempre un título de primer orden para su cariño particular. El doctor Bestenti, que había sido alumn 
del Oratorio y estaba, en aquel momento, al frente de la Delegación de Higiene en el Municipio de Turín, conservaba mucho afecto al amad 
Padre y tomaba parte con gusto en las consultas médicas que le hacían. Encontrándose solo, en cierta ocasión, en la habitación con don 
Bosco, éste le preguntó: 

-Dime, »tu cargo de médico en el Ayuntamiento te da para vivir? 

-Sí, bastante, respondió. 

-»Y qué piensas hacer ahora? 

-Ahora pienso casarme. 

-Y yo pediré por ti, replicó don Bosco, que siempre le dio a entender su gran estima. 

En ciertos momentos se le nublaban las facultades mentales. Así, el seis de enero, le dijo a Viglietti: 

-Convendrá que digas a don Miguel Rúa que esté atento conmigo. Me siento algo mejor, pero no me rige la cabeza. No me doy cuenta si 
de día o de noche, en qué año o a qué día estamos, si es día de fiesta o de trabajo. No sé orientarme... No sé dónde me encuentro... Apenas 
conozco a las personas... No recuerdo las circunstancias... 
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Me parece que estoy siempre rezando, pero no lo sé de cierto... Ayudadme vosotros... 

Era opinión general que su mejoría se debía a una gracia especial por las infinitas plegarias que por él se hacían. Los que lo asistían, no 
daban crédito a sus propios ojos, el siete de enero, al verlo comer pan tostado, un huevo y, después, café. Antes de tomar el alimento, se qu 
el gorro de dormir, se santiguó y rezó llorando. Se tenía el temor de que aquello pudiera causarle daño; pero lo retuvo bien. Después, con 
sorprendente vivacidad, empezó a ((512)) pedir informes sobre mil cosas. Quiso saber noticias de Roma, del Papa, de las fiestas del jubileo 
sacerdotal, de la política de Bismark y de Crispi. Después preguntó por las novedades del Oratorio y quiso hablar con algunos clérigos, ent 
los cuales estaban Festa y Dones. Hacía mucho que no se había encontrado tan bien. 

Hacia las seis de la tarde, llamó a Viglietti y le dijo: 

-Haz que te explique don Juan Bautista Lemoyne cómo puede suceder que una persona, después de veintiún días de cama 1, casi sin com 
con la mente debilitada hasta el extremo, de pronto haya vuelto en sí, lo perciba todo, se sienta con fuerzas y casi capaz de levantarse, escri 
y trabajar... Sí, en estos momentos me siento como si nunca hubiera estado enfermo. Lo restante te lo diré después. Es un misterio que ni y 
mismo puedo comprender. A quien preguntase el cómo, se le podría responder así: Quod Deus imperio, tu prece, Virgo, potes (Oh, Virgen 
con tu oración consigues lo que Dios con su voz omnipotente)... Y estos secretos permanecen tales hasta la tumba. 

Don Carlos Viglietti le urgía a que le revelase el secreto, repitiendo: 

-Pero a nosotros, por lo menos, nos lo dirá... 

-No, no, le respondió. Hay que pararse aquí; de lo contrario, se desvanece el pensamiento de lo sobrenatural. Lo que importa es la 
intervención de Dios en las cosas, y dejar de lado el modo. Carlos, éste no es todavía mi momento. Podría serlo dentro de poco, pero ahora 

Piénsese lo que fuese sobre esto, es indudable que aquella inesperada pausa de la gravedad le dio la posibilidad de ordenar ciertos asunto 
dar instrucciones para la organización material del Oratorio y tomar decisiones sobre el personal de alguna casa. A veces, sacudiendo 

1 En realidad, eran dieciocho. Pero, antes del veintiuno de diciembre, se levantaba tarde y se acostaba pronto. 
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su estado de sopor, indicaba gestiones que se debían iniciar, providencias que tomar, disposiciones legales que se habían olvidado y que 

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debían tenerse en cuenta. Los mismos médicos no disimulaban su maravilla, al ver cómo conservaba tanta lucidez de mente y tanta activida 

El cardenal Alimonda, que le había obtenido del Papa ((513)) una segunda bendición, después de la de monseñor Cagliero, no cabiendo e 
sí de gozo, al saber que había mejorado tanto, le escribió desde Roma: 

Carísimo don Bosco: 

Le envío mi más cordial enhorabuena por el estado de su salud que mejora. Fueron muy fervorosas y humildes las plegarias que se alzaro 
de todas partes, máxime de sus hijos, los Salesianos, elevadas al Señor para obtener esta gracia; y ahora nos sentimos felices, al ver que el 
Señor y la Santísima Virgen nos han escuchado. 

No puede imaginarse, veneradísimo don Juan, la gran preocupación de toda Roma por Vuestra Señoría muy Reverenda. Cardenales, 
Arzobispos, Señores y Señoras, puedo decir que todos, me piden con ansiedad noticias de V. S.; saben que he venido de Turín, me suponen 
enterado de todo y, por eso, quieren que les informe sobre don Bosco. El mismo Padre Santo, en el acto solemne de la recepción de los 
peregrinos, en el momento en que le presenté el óbolo de la Archidiócesis, la frase que, con mayor interés, me dirigió fue ésta: »Cómo está 
don Bosco? Y se sobrentiende que le renueva otra vez su apostólica bendición. 

Bendito sea Dios que no permite dejar en olvido a sus siervos, sino que los quiere amados, reverenciados y bendecidos en toda su Iglesia 

Hice ya una visita a la iglesia del Sagrado Corazón, y me agradó mucho; pero volveré de nuevo para contemplarla con mayor detenimien 

Me encomiendo a sus fervorosas oraciones, muy querido don Juan, y a las de sus beneméritos hijos de Turín. Y con la confianza de volve 
abrazarle, bueno del todo y con sus fuerzas recuperadas, me profeso 

Roma, 7 de enero de 1888. 

Su seguro servidor y amigo en Jesucristo, Card. CAYETANO ALIMONDA, Arzob. 

Ya hemos referido en otro lugar la visita que le hizo el Duque de Norfolk, al dirigirse a Roma, como enviado especial de la Reina Victori 
para cumplimentar al Papa, con ocasión de su jubileo. Aquel gran gentilhombre y grandísimo cristiano estuvo arrodillado junto a su cama, 
cerca de media hora. Aceptó varios encargos para el Padre Santo, habló de la nueva casa en Londres, insistió en que se organizase al estilo 
Oratorio de Turín, habló de cosas referentes a su patria y de las misiones en China. Don Bosco le dirigió unas palabras en favor de ((514)) 
Irlanda. Por fin, pidióle el Duque su bendición y partió. 
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Cinco días después, le hizo escribir o le escribió él mismo a Roma, recomendándole la iglesia del Sagrado Corazón 1. Idéntica recomendac 
dirigió a don Augusto Czartoryski, que bajó de Valsálice para visitarlo. Lo que respondiera el primero, no se ha sabido hasta ahora;en camb 
sabemos que el otro, en atención al Santo, pudo entregar aquel año doscientas mil liras para este fin 2. 

Aprovechando la estancia del cardenal Alimonda en Roma, encargó a don Miguel Rúa que presentara una súplica al Padre Santo para que 
concediera un subsidio y que se la presentara por medio de Su Eminencia. Pero el Cardenal aconsejó que la tramitara por manos del carden 
Parocchi, quien actuaría en su doble condición de Protector de la Congregación y de Vicario del Papa. «Con esto, continuaba Alimonda 3, 
es que rehúse prestar mi pobre colaboración a la solicitud, puesto que, apenas consiga una audiencia particular con el Padre Santo, no dejar 
de hablar, con cordial interés, de la iglesia del Sagrado Corazón, de sus necesidades, del trabajo y del sacrificio de los Salesianos». 

El Santo prohibió a don Miguel Rúa que publicara, después de su muerte, la grave deuda existente todavía por la edificación de la iglesia 
Sagrado Corazón. Dice don Miguel Rúa en los Procesos que don Bosco le hizo esta prohibición «por varios motivos», pero no especifica 
cuáles fueron. El principal no puede ser otro ((515)) más que la deficiente administración, como ya hemos referido otra vez, con palabras 
textuales de don Bosco. Sin embargo, al imponerle silencio, le aseguró que no le defraudaría la divina Providencia. Y, en efecto, lo afirma 
mismo don Miguel Rúa en los Procesos, los hechos dieron la razón a su ilimitada confianza en Dios, puesto que, después de su muerte, sin 
que se hiciera ninguna alusión a las dificultades económicas, 

1 Véase vol. XVII, pág. 451. 

2 También había ayudado don Augusto a pagar los gastos de la imposición de sotanas a los clérigos de Foglizzo. El paño lo costeó el Con 

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Colle con cinco mil liras (véase vol. XVI, pág. 598, carta 76). Don Augusto pensó en la confección, como se desprende de esta cartita que 
Bosco escribió antes de ponerse definitivamente en cama: 

Carísimo Barberis: 

Aquí tienes la nota, que nuestro proveedor José Rossi me ha presentado, de los gastos efectuados para la imposición de sotanas de nuestr 
clérigos. Tú se la pasarás al Sr. Príncipe, Augusto Czartoryski, quien saldará la cantidad que le inspire la caridad de su corazón. 

Turín-Oratorio, 15-12-87. 

Tu afmo, en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

3 Carta a don Miguel Rúa, Roma, veintitrés de enero de 1888. 
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llegaron muchos donativos con los que se pudo hacer frente a las necesidades generales de la casa y aportar, por término medio, mil liras 
diarias para pagar las deudas de la iglesia; y esto duró todo el año. En efecto, a lo largo del 1888, se enviaron a Roma más de trescientas 
cuarenta mil liras. Y lo más admirable es que los donativos llegaron de fuentes a menudo desconocidas, como, por ejemplo, un cheque de 
sesenta mil francos de una persona que no quiso manifestar su nombre. 

Parecía que su mente no supiera abandonar el pensamiento de los apuros económicos. El día ocho, por la tarde, dictó al secretario un 
segundo mensaje para don Juan Bautista Lemoyne, para que se inspirara al redactar el Boletín: 

-Siento mucho no poder ayudaros, como lo hacía antes, yendo personalmente en busca de la caridad. He gastado hasta el último céntimo 
antes de la enfermedad, pero estoy carente de medios, mientras nuestros jovencitos siguen pidiendo pan. »Que cómo arreglárnoslas? Es 
necesario hacer saber a quienes quieran hacer caridad a don Bosco y a sus huerfanitos, que la hagan sin más, porque don Bosco ya no podrá 
mendigar. 

Cierta frase del doctor Fissore, proferida fuera del Oratorio, pero que se supo dentro, produjo hondo pesar. Encontrándose en el hospital d 
Cottolengo, había afirmado que a don Bosco no le quedaban más que dos meses de vida. Mientras tanto, casi todos abrigaban la dulce 
esperanza de su curación; aquello cayó como una ducha de agua fría que, sin embargo, no disipó por completo la esperanza. 

Llegaban noticias interesantes de Polonia. Para satisfacer ((516)) la piedad de muchas personas, se habían remitido allí muchos crucifijos 
bendecidos por don Bosco. Y se supo que se estaban operando verdaderos prodigios por su medio; algunos de ellos se los contó a don Juan 
Marenco la Superiora de la Retraite de Turín, polaca de noble alcurnia y que, por algún tiempo, fue casi novia del príncipe Czartoryski pad 
Entre otros, habló de un moribundo, que no se había confesado desde hacía veinte años y que no estaba tampoco dispuesto a hacerlo. Pero, 
ver uno de aquellos crucifijos, se conmovió hasta las lágrimas, lo estrechó contra el pecho y, al tocarlo, se curó. 

Llegaban cartas sin cesar, dirigidas a don Bosco y a don Miguel Rúa; bastarían ellas solas para atestiguar el altísimo concepto en que era 
tenido don Bosco, no sólo en Italia, sino también en el extranjero. Se han conservado muchas de estas cartas y ahora vamos a entresacar 
algunas opiniones de ellas con cierta holgura, pero con tres restricciones. Nos limitaremos a estos primeros veinte días de enero; tendremos 
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en cuenta únicamente la correspondencia extranjera, y seleccionaremos sólo los informes que tengan algo relevante. Seguiremos un orden 
cronológico, no topográfico. 

Escriben ciertas religiosas desde Grenoble: «De todas las apreciadas cartas que hemos recibido en estos días, la más agradable ha sido, si 
lugar a dudas, la que nos daba buenas noticias de nuestro amado y santo Padre». Una señora de Lieja: «Acabo de leer en el periódico que e 
Cielo se ha dejado vencer por las fervorosas súplicas que se han elevado para obtener su curación. He experimentado tanta alegría, que no 
puedo dejar de darle el parabién. Tengo la atrevida presunción de creer que también yo he contribuido con mis oraciones a su 
restablecimiento». Una ilustre dama belga: «Heme aquí, decía para mí, otro protector que se va de mi lado, un consolador que desaparece. 
Pero, rezando ante el sagrario para pedir a Dios que nos dejara todavía en la tierra a este buen Padre, vino a consolarme un pensamiento de 
y de confianza; una voz interior me aseguró que la protección de don Bosco me sería más eficaz en el cielo. Desde aquel ((517)) momento, 
ignorando si vive aún o ha muerto, rezo a Dios que lo asista en su último instante o le imploro a él, desde ahora, si ya está en el cielo». Des 
Alsacia, otra señora: «No me sería posible jamás saldar mi deuda con usted, amadísimo Padre. No contento con haberme obtenido la 
liberación de mi dolencia, usted me ha librado también de las penas que oprimían mi alma, especialmente en el momento de la confesión. L 
confianza ha sustituido al miedo que tenía de Dios. Mi corazón se ha transformado y todo ha sido gracias a las oraciones del amado padre d 

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Bosco». 

El señor Blanchon, de Lyon, que deseaba fundar una casa salesiana en su ciudad, escribía a don Miguel Rúa: «»Podrán nuestras muchas 
oraciones compensar con su cantidad el escaso valor que tienen y ayudar a las suyas para obtener que Dios conserve a este santo y buen Pa 
don Bosco para sus eminentes hijos mayores y para los más jóvenes, para sus afortunados alumnos y para todos los que le necesitan?». Des 
Lille, escribía a don Miguel Rúa una noble señora: «Usted nos conoce bien y comprende lo mucho que se le quiere aquí a don Bosco. »Y 
cómo sería posible que no le quieran allí donde le conozcan?». Y la señora de Combaud le escribía desde París: «Deo gratias! Acabo de 
recibir su telegrama, que me llena de alegría. Los hijos de don Bosco han hecho violencia al cielo, y Dios, en su misericordia, les ha 
escuchado. Bendito sea por siempre. Mi pensamiento y mi corazón están continuamente en su Oratorio de la calle Cottolengo: me parece 
contemplar la alegría de los hijos de don Bosco. íQué 
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solemne Te Deum cantarán todos esos corazones conmovidos y agradecidos!». Una señora de Lyon: «Cuando usted pasó por Lyon, fue tan 
bueno, tan alentador, que todavía conservamos su recuerdo. Confío en sus oraciones y espero su ayuda». Una madre de familia, de Moulins 
«De rodillas ante su lecho de dolor, mi marido, mis hijos y yo le rogamos se digne darnos su bendición». Otra madre de familia, desde 
Amiens, escribe a don Miguel Rúa: «Mil gracias por las noticias del bueno y amadísimo ((518)) Padre don Bosco. Cada día pedimos al Señ 
que lo cure muy pronto y lo devuelva a sus hijos, conservándolo todavía largo tiempo entre ellos, para que pueda, durante muchos años, 
continuar siendo el consuelo de esa amada familia que le rodea y también de nosotros que, aunque desde lejos, lo queremos con igual ternu 
y nos sentimos felices, considerándonos hijos de don Bosco». También otra madre de familia, desde Brujas, en Bélgica: «Nos enteramos co 
pena de que su salud pasa por un trance malísimo. Mi marido y yo hacemos votos al Señor para que se digne conservárnoslo todavía en la 
tierra para consuelo de los afligidos. Me consideraré muy afortunada, junto con mi querido esposo y mis hijos, si recibimos su santa 
bendición». 

Una pobre mujer de París, sin empleo y reducida a expendedora de periódicos, esperando que don Bosco le obtuviese de María Auxiliado 
el pan de cada día, le escribía: «Padre, estoy contenta al saber que está usted bien y doy gracias por ello, de todo corazón, y bendigo al Señ 
»Qué sería de mí, si usted no estuviera ya en el mundo? Mil gracias al hijo suyo que ha tenido la bondad, la caridad de darme noticias de 
usted». Había enviado un donativo y se le había expedido el diploma de cooperadora salesiana. 

Una señora escribía, desde Burdeos, a don Miguel Rúa, pidiendo oraciones para su familia atribulada: «No necesito decirle que comprend 
y comparto sus inquietudes y su tristeza por la preciosa salud del buen don Bosco. Rezo todos los días por este buen siervo del señor y de s 
santa Madre». Desde Nantes, decía la condesa de Maillé a don Miguel Rúa: «En cuanto me enteré del mal estado de salud de su santo 
Director, vivía en una angustiosa inquietud, fácil de comprender, habiendo tenido la gran suerte de verlo y apreciar su bondad y sus eminen 
virtudes. Así he quedado muy contenta, al recibir esta mañana el parte informativo del treinta y uno de diciembre, comunicando su notable 
mejoría. Uno de corazón mis pobres oraciones a las suyas para ((519)) dar gracias al Señor». Una señora de Saint-Etienne manifestaba a do 
Bosco su vivísimo dolor por la noticia de su grave enfermedad y continuaba diciendo: «En unión con las señoras de mi 
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amistad, le pido que ruegue a la Santísima Virgen, que no le niega nada, que escuche nuestras plegarias y acceda a nuestros deseos, 
concediéndole largos años de vida, a fin de que pueda seguir haciendo mucho bien a tantos pobres infelices. Yo misma, que estaba 
desesperada, no tuve confianza hasta el momento en que creí tener parte en sus oraciones». 

Desde Düren (Renania, Alemania), manifestaba una señora a don Bosco su dolor, le prometía oraciones juntamente con su familia y 
continuaba diciendo: «Dígnese seguir siendo nuestro intercesor ante Dios y la Santísima Virgen». Otra escribía desde Bollendorf, 
archidiócesis de Tréveris: «Pido a Dios por usted con todo mi corazón. Me encargan todas mis amistades, que han tenido la suerte de recibi 
consuelo de sus oraciones, hacerle saber nuestra gran aflicción, al enterarnos de que está enfermo. Todos rezamos por usted, buen Padre, y 
encomendamos a la par a las oraciones de usted, tan amado por el Señor, de usted tan grande y fiel obrero en la viña del Señor». 

Desde Inglaterra: «Mi reverendo Padre, pido a Dios que me pase a mí su dolencia y le conserve a usted para bien de su Iglesia y de las 
almas. Yo no soy nada, ni hago nada que valga la pena en este mundo; sólo ofendo, a cada hora del día, a la Divina Majestad. La enfermed 
y el sufrimiento serían un bien para mí, porque así repararía mis culpas y disminuiría las penas en la otra vida». Una religiosa de Bruselas 
escribía a don Miguel Rúa: «Dígale, se lo suplico, una palabrita por mí. Dígale que si la Santísima Virgen se lo lleva con ella, yo continuar 
haciendo con gusto por sus hijos lo poco que está a mi alcance, pero, a condición de que no me olvide ante Nuestra Señora, cuando esté ya 
gozando de su presencia. Que se digne bendecirme el bueno y venerando Padre». 

Desde Jemmapes (Bélgica), el señor Cornelio de Thier, doctor en derecho y abogado, escribe a don Miguel Rúa una carta en latín, 
pidiéndole un favor. Le adjunta un rosario para que ((520)) se lo haga bendecir a sancto, illustri ac eminentissimo patre Dom Bosco o, al 
menos, se lo ponga un instante en su manos santísimas o, si ya estuviera muerto, lo toque en su ataúd. Dos señoras escriben desde Malinas 
(Bélgica): «Su grave enfermedad nos ha contristado muchísimo. Aunque no le conozcamos más que por afinidad espiritual, compartimos lo 
devotos sentimientos que abrigan por usted los que han tenido la suerte de tratarlo. A sus oraciones hemos unido en seguida las nuestras». 

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Desde Béziers, una niña francesa de doce años, que había recibido la primera comunión dos años atrás, le escribe: «Mi padre es un buen 
hombre, pero vive alejado de los sacramentos. Habiéndome 
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enterado de que usted obtiene muchas gracias del Señor, le ruego se digne ocuparse de ésta, que yo pido fervorosamente a Dios. Espero que 
atienda la súplica de una hija afligida, al ver a su querido papá alejado del Señor». 

Una tal María de Hornstein, très indigne coopératrice, desde Rinningen (en el Baden alemán) le dice: «íHaga el favor de cuidarse mucho! 
íNos sentimos afortunados, disfrutando de sus oraciones, consejos y bendición! Bendiga a nuestros siete hijos, de los que puedo decirle con 
todo mi corazón, como sus buenos colonos de san Nicolás en Argentina: -Son suyos todos, si los quiere tomar 1. Ni mi marido ni yo podem 
pensar en ofrecimiento más gustoso. Beso su mano con la ternura y la veneración más profunda». Desde Lalaire, en Francia, le describe un 
de la familia Clock, su vida pasada, el descuido en algunos de sus deberes, la incertidumbre del estado presente de su alma y el terror del 
futuro en la eternidad, y concluye suplicando que le diga una palabra, una sola palabra que le devuelva la paz. Dios ha consolado a otras alm 
((521)) a través de su ministerio; pídale que, por su medio, me conceda la misma gracia». Dede La Valletta, en la isla de Malta, le enviaban 
parabienes por la salud recuperada y augurios de que Dios le conservase para recibir el afecto de sus seres queridos y para el bien de la 
humanidad. Desde Mons (Bélgica), el señor Julio Honorez, que había visto a don Bosco en París, en casa de la señora de Combaud, pide a 
don Miguel Rúa un ejemplar de su biografía para enviársela a la esposa de Sadi Carnot, Presidente de la República francesa, y le ruega que 
encomiende en sus oraciones. 

La ilusión de la realidad de su mejoría hacía que el bonísimo monseñor Guigou, de Niza, escribiera: «Usted sabe que todos le esperamos 
Cannes para la cuaresma. No deje de venir». El señor Hosg le felicitaba en holandés, desde Haarlem por su salud recuperada. Hasta don 
Carlos Viglietti se abandonaba a tan risueñas esperanzas y escribía, el quince de enero, una carta a Leonardo da Vinci de Milán, publicada 
continuación, en su número del 18-19, por el Osservatore Cattolico, que hacía estas afirmaciones: «Desaparecido el peligro, no le resta a do 
Bosco más que recuperar las fuerzas necesarias para volver en medio de sus hijos, ansiosos de contemplar de nuevo sus 

1 En el Boletín italiano y francés de diciembre de 1887, se leía la relación de una visita hecha por monseñor Cagliero al colegio de San 
Nicolás y a la colonia italiana de los alrededores. La carta alude a un párrafo de dicho reportaje. Monseñor, al ver allí una turba de chicos, 
chicas y nenes, preguntó a sus padres si podía esperar que alguno de aquellos angelitos sería después regalado a don Bosco. -»Pero, qué dic 
Monseñor? No uno, sino todos; y, si el Señor nos diera el doble, todos se los queremos ofrecer a don Bosco y a María Auxiliadora. 
452 

venerables facciones de padre». El corazón hacía ver realizado lo que era sólo un deseo. Más importante para nosotros, como término de es 
recensión, son las líneas en las que decía: «El interés, que, en esta ocasión, se ha tomado casi todo el mundo por don Bosco, es algo 
conmovedor y difícil de describir». 

El semanario de Lyon, Eclair, del catorce de enero, se pregunta por qué goza don Bosco de tanta popularidad. Y se responde: «Porque su 
frente irradia la aureola de la santidad. Y es tan grande su fama de santidad que se acude a él para hacerle obtener milagros. Pero lo que 
prueba su verdadera santidad es que se olvida de ser verdaderamente un favorito de Dios. El aconseja la oración para obtener los favores 
divinos, y no son los prodigios materiales los que inspiran sus plegarias para sí o para los que acuden a su intercesión. Don Bosco dirige su 
mirada muy lejos y más allá del espacio». 

((522)) El Padre Santo seguía con interés el estado de don Bosco. El once de enero recibió en audiencia a una peregrinación del Piamonte 
de la que formaba parte el misionero salesiano, don Valentín Cassini.Cuando hizo el Papa el recorrido por la sala y pasó delante de él, el 
cardenal Alimonda se lo presentó.. 

-íOh, muy bien!, dijo el Papa. »Qué me dice de don Bosco? Hemos sabido que ha estado muy mal, pero que ahora se encuentra un poco 
mejor. 

-Sí, Santidad, respondió don Valentín Cassini, las últimas noticias recibidas son confortadoras. Don Bosco va mejorando. 

-Demos gracias a Dios, concluyó diciendo el Pontífice. Rezad por su restablecimiento. Decidle que el Padre Santo se acuerda de él y que 
envía su bendición apostólica. La vida de don Bosco es preciosa, y su muerte, en estos días, habría enlutado nuestras fiestas de Roma. 

Don Valentín Cassini participó también en la audiencia de los argentinos el día treinta de enero. Monseñor Ichaque, canónigo de la cated 
de Buenos Aires, lo presentó como miembro de la Comisión y representante de las Casas salesianas de América. El Papa, al oír hablar al 
canónigo del gran bien que hacían los Salesianos en aquellas remotas tierras, estrechó las manos del padre Cassini y le preguntó cuántas ca 
salesianas había en América del Sur, si era mucho el bien que se podía hacer allí, si los Salesianos encontraban oposición y si el pueblo les 
quería. 

Fin de Página: 453 


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-Son muy apreciados, respondió Monseñor a esta última pregunta, porque trabajan mucho. 

Entonces el Papa encomendó a Monseñor que las Casas y las 
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Misiones salesianas fueran amparadas y apoyadas. Por fin, bendijo de nuevo a don Bosco. 

Desde el doce de enero, pasaron por el Oratorio muchos peregrinos franceses, belgas, suizos, ingleses y alemanes, procedentes de Roma 
deseosos de ver a don Bosco y recibir su bendición. Don Bosco, por cuanto pudo, los acogió cordialmente recomendando sus hijos a su 
caridad y, asimismo, a sus oraciones. Alguna vez, al enterarse de que hubo peregrinos, a quienes no se permitió entrar por orden del médico 
se mostraba contrariado. 

((523)) Don Miguel Rúa informó al enfermo el trece de enero de la afluencia de personajes a la portería del Oratorio y del interés general 
por su estado; le comentó también que no sólo los periódicos católicos, sino también los adversarios escribían sobre él con respeto y simpa 
Don Bosco le respondió: 

-Hagamos siempre bien a todos y nunca mal a nadie. 

Ocurrió en aquellos días un episodio singular. A cierta hora del día, en que no había mucha gente en la iglesia de María Auxiliadora, entr 
en el santuario un chiquitín de aquel barrio, que aparentaba tener tres o cuatro años, tomó del lampadario una velita encendida, de las que 
ofrecen los fieles, y se puso a caminar arriba y abajo, lentamente y con aire devoto, llevando siempre en la mano la candela y balbuciendo 
palabras ininteligibles, a la manera de quien recita salmos. Preguntóle don Luis Pesce, encargado de la iglesia, qué estaba haciendo, y 
respondió, sin dejar de caminar, que hacía el funeral a don Bosco. La escena se repitió dos veces, y alguno quiso ver en ella un aviso de qu 
don Bosco moriría pronto. 

Pero, en el Oratorio, reinaba la más tranquila confianza de que curaría. En efecto, cesaron las oraciones ininterrumpidas de los alumnos a 
el altar de María Auxiliadora; no pensaron más en ello ni los Superiores de la casa, ni los Capitulares, ni el mismo don Miguel Rúa, absorb 
por múltiples asuntos. Y, viendo que, a la precedente ansiedad, había sucedido tanta tranquilidad, la Gazzetta, como de costumbre, tuvo la 
desvergonzada desfachatez de publicar que la enfermedad de don Bosco no había sido real, sino una estratagema para tener el modo de sac 
dinero. 

Pero el Siervo de Dios no perdió el buen humor. El día quince por la mañana, después de oír la santa Misa y recibir la Comunión, brome 
sobre su dificultad respiratoria y repitió a los presentes la ocurrencia de los fuelles. 

-Si pudierais encontrarme, dijo, un fabricante de fuelles, para que viniera a arreglar los míos, me haríais un gran favor. 

454 

Y, mientras decía esto, se iluminaba su rostro con una suave sonrisa consoladora, que reavivaba las esperanzas. 

((524)) Durante el día, aunque hacía bastante tiempo que no miraba el almanaque, dijo de improviso: 

-Mañana es San Marcelo. Llevad a Marcelo un cestillo de esa uva que nos han regalado. 

Marcelo era el hijo del doctor Vignolo, convaleciente de una grave enfermedad. 

A fin de facilitarle la respiración, los médicos ordenaron que se preparara un sillón cómodo para cuando pudiera levantarse de la cama. P 

él, hablando después con don Celestino Durando, le dijo claramente que era inútil procurárselo. 

Casi todos los días, cuando tomaba algún alimento, se le ponía sobre el pecho una servilleta nueva. Cuando se dio cuenta de ello, pregunt 

-»A qué viene todo esto? 

-Que del retiro del Buen Pastor, repuso don Antonio Sala, han enviado unas docenas de ellas, como obsequio a don Bosco. 

-Bien; procura no olvidarte de darles las gracias de mi parte. 

El día diecisiete de enero por la tarde, al tener que levantarle en peso, prestóse don Juan Bautista Francesia a aquella obra de caridad. 

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-íOh, dijo don Bosco, no era necesario molestar para esto a una celebridad. Te bastabas tú únicamente, Sala. 

Esta operación resultaba siempre dolorosa para el pobre enfermo, a causa, sobre todo, de las llagas que se le formaban por su continua 

postura en la cama. Por lo mismo, don Antonio Sala le dijo una de las veces: 

-íPobre don Bosco! íCuánto le hago sufrir! 

-No, respondió él, di mejor: ípobre Sala que ha de someterse a tal esfuerzo! Pero déjalo de mi cuenta: estas atenciones te las pagaré en su 

día... 

En otra ocasión, viole don Antonio Sala tan molesto con el dolor, que le preguntó qué podría hacer para proporcionarle algún alivio. 

-Me parece que tengo el cuerpo demasiado hundido en el colchón, respondió. 

Entonces don Antonio Sala le puso un brazo bajo las corvas, otro bajo las espaldas y, forzudo como era, lo levantó en peso, mientras 

Viglietti colocaba un edredón. Para que pudiera hacerlo, don Antonio Sala hubo de mantener en el aire el cuerpo de don Bosco unos minut 

((525)) Y, una vez acomodado, de forma que quedó como sentado, 
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diole don Carlos Viglieti unas cucharadas de pan rallado y él se quedó mirando a don Antonio Sala como si tuviera algo que decirle. Este l 

preguntó en seguida en qué podía servirle. Y él, sonriendo, le respondió: 

-Necesitaría comer un salchichón, y así las cosas irían mejor. »No es verdad? Pero ahora procuremos descansar. 

El día dieciocho recibió una importante visita: la de monseñor Goossens, arzobispo de Malinas (Bélgica), acompañado de su Vicario 

General y otros distinguidos eclesiásticos. Pudieron intercambiarse pocas palabras. Los visitantes se retiraron muy conmovidos. 

Poco después dijo a monseñor Cagliero que estaba a su lado: 

-Interésate por la Congregación Salesiana; ayuda a los demás Superiores en todo lo que puedas. 

Después de unos instantes de silencio, prosiguió: 

-Los que deseen gracias de María Auxiliadora, ayuden a las Misiones y estén seguros de obtenerlas. 

Una noche parecía estar muy molesto, especialmente por el dolor que le causaba el estar siempre en decúbito supino y, de vez en cuando, 

movía como buscando alivio. De pronto hizo señas, a don Antonio Sala, de querer hablarle. Acercó éste el oído a sus labios, y don Bosco l 
dijo con rostro sonriente: 

-Di al médico que alcanzaría una fama inmortal, si encontrase la manera de cambiarme la parte posterior cada vez que me siento mal. 

Cuando llegó el médico, repitióle don Antonio aquellas palabras, mientras don Bosco sonreía amablemente. Constituía su constante 
preocupación el tener alegres a los que rodeaban su lecho. 

Pero una cosa llamaba poderosamente la atención de cuantos le prestaban algún servicio: su angelical modestia. Era una agonía para él 
someterse a que lo levantaran y limpiaran para ciertas necesidades. Su porte era entonces recatadísimo, tanto que lo comparaban con los 
cuerpos de los santos colocados bajo los altares. Instintivamente se cubría el cuello y las espaldas con una mantita ((526)) que tenía al lado 
la almohada y esto lo hacía incluso cuando parecía estar ya sin sentido. 

El día veinte tuvo la visita de monseñor Francisco Philippe, obispo titular de Lari, de la Congregación de Hijos de San Francisco de Sale 
Annecy, coadjutor de monseñor Tissot, de la misma congregación y obispo de Vizagapatan, en la India. 

Don Carlos Viglietti escribía en su Diario con total seguridad: «Aunque despacio, don Bosco va mejorando de día en día. Se puede decir 
que ya no le falta más que recuperar fuerzas para abandonar el lecho». 

Jamás se hizo un pronóstico más equivocado. 
456 
((527)) 

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CAPITULO XXIV 

EMPEORAMIENTO 
EL organismo de don Bosco opuso la más tenaz resistencia a la descomposición final; diríase que la muerte le fue cortando, una a una, las 
hebras de la vida, prolongándole los espasmos de un lento martirio. Le consumía, sobre todo, la mielitis, causa primera de su quebranto 
general. Por otra parte, se puede afirmar que su enfermedad fue el crisol, donde se vio lo puro que era el oro de su virtud. Una tranquilidad 
inalterable, una caridad delicada y una resignación perfecta a la voluntad de Dios, son las tres cosas que más se admiraron en él, durante lo 

cuarenta días que pasó en el lecho del dolor. 

Monseñor Cagliero no había pensado aún en los primeros síntomas de retroceso, cuando, el veintiuno de enero, dijo al enfermo: 

-Querido don Bosco, parece que el temido peligro se ha alejado. Me ruegan que vaya a Lu, para la fiesta de san Valerio, patrono de ese 

pueblo que usted quiere tanto y que ha dado muchos misioneros y, especialmente, Hijas de María Auxiliadora. 

-Vete, quedo conforme, respondió don Bosco. Pero estarás fuera poco tiempo, »verdad? 

-Cuando pase la fiesta, pienso ir a visitar rápidamente a nuestros jóvenes de Borgo San Martino y volveré en seguida. 

-Está bien, pero date prisa. 

((528)) Monseñor partió, pero aquel «date prisa» resonó en sus oídos durante todo el tiempo que estuvo fuera, manteniéndole en zozobra. 

El agravamiento se acentuó un poco el día veintidós por la mañana, pero pudo todavía oír la santa misa y comulgar. Después, los médico 
opinaron que era necesario proceder a una operación quirúrgica. Hacía bastantes años que se le había formado en el hueso sacro una 
excrecencia de carne viva, gruesa como una nuez, que le hacía muy doloroso el estar sentado o acostado. Por una reserva muy suya, llena d 
virtud y dignidad, había preferido sufrir aquella grave incomodidad 
457 

sin decir nada, ni siquiera al médico de cabecera 1. Este lo había advertido hacía poco y comprendía lo penoso que debía resultarle el 
decúbito; le propuso, pues, sajarlo. Don Bosco, dócil como un niño, se sometió a ello. Estaban presentes los otros dos médicos. El doctor 
Vignolo le hizo la amputación de golpe y por sorpresa, ya que le había dado a entender que la operación se podía realizar al día siguiente. A 
improviso dolor, don Bosco lanzó un grito. La operación resultó muy bien y el Santo, muy agradecido, estrechó la mano del doctor, diciend 
a continuación, que se sentía muy aliviado. Entró don Antonio Sala, pocos minutos después, y le preguntó cómo se encontraba. 

-Me han dado un corte magistral, respondió. 

-Pobre don Bosco, habrá sentido mucho dolor. 

-Pienso que el trocito de carne que me han sacado no haya sentido nada. 

Al mismo tiempo, sufría otra gran penitencia. Dado que no podía moverse, sucedía que frecuentemente su pobre cama quedaba malparad 

Por eso dijo una vez a don Antonio Sala: 

-Tú sabes muy bien mi preocupación por el aseo; pero ahora no puedo conseguirlo. Siempre estoy hecho un asco. 

Hacia las diez, fueron a visitarlo los monseñores Krementz, ((529)) arzobispo de Colonia, y Korum, obispo de Tréveris, con su 

correspondiente séquito. Hablando con mucho esfuerzo, les recomendó a los muchachos pobres y les rogó que pidieran al Padre Santo una 
bendición para él. 

El día veinticuatro, por la mañana, tuvo la visita de monseñor Richard, arzobispo de París. Quiso don Bosco recibir su bendición; él le 
complació, pero después, poniéndose de rodillas, rogó a don Bosco que le diera la suya. 

-Sí, contestó, bendigo a S. E. y bendigo a París. 

A lo que respondió el Arzobispo: 

-Y yo hablaré de don Bosco a mi ciudad y anunciaré a París que llevo su bendición 1. 

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VOLUMEN XVIII Página: 458 

Por la tarde, se encontraba tan mal que los médicos declararon 

1 Proc. ap. Summ., págs. 490-493. 

1 Durante esta última semana, llegó a Turín desde Bélgica, para consultar a don Bosco sobre la comunión frecuente, el abate Temmerman 
que no le pudo hablar, pero supo por don Miguel Rúa cuáles eran sus ideas sobre ello. El Abate, durante el Congreso Eucarístico de Amber 
en agosto de 1890, ante una asamblea de sacerdotes, refirió el resultado de aquel coloquio, según se lee en su conferencia, publicada en las 

Actas. Son unas páginas muy interesantes (Ap., Doc. núm. 96). 
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que había empeorado, regresando a la situación del mes anterior. Cuando éstos se marcharon, mandó llamar a Palestrina, el joven sacristán 

quien apreciaba mucho, y le dijo, por medio de su secretario, que estuviera rezando a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, durante to 
su tiempo libre, para que en sus últimos momentos, mientras esperaba su hora, pudiese tener una fe viva. Pasó luego el joven a la presencia 
don Bosco, quien le repitió, conmovido, lo mismo, y después lo bendijo. Al atardecer, contrariamente a lo que suele suceder a los enfermos 
se sintió más aliviado y esto, según dijo a don Juan Bautista Lemoyne, gracias a las plegarias del bueno de Palestrina. 

El día veinticinco se agravó mucho. Pidió que se le sugirieran jaculatorias devotas. Su dificultad en el hablar iba creciendo, de modo que 
le oprimía el corazón a quien le escuchaba. Díjole a don Antonio Sala, mientras éste le mostraba una bebida: 

-Haced de forma que pueda reposar. 

Le colocaron en seguida del mejor modo posible y, a continuación, pareció que realmente iba a dormirse, ((530)) pero, de pronto, se 
sacudió, empezó a dar palmadas y a gritar: 

-íPronto, corred en seguida para salvar a aquellos jóvenes! íMaría Santísima, ayúdales!... íMadre, Madre! 

Don Antonio Sala se acercó a la cama y le preguntó si deseaba algo. 

-»Dónde estamos ahora mismo?, preguntó. 

-Estamos en el Oratorio de Turín. 

-»Y qué hacen los muchachos? 

-Están en la iglesia, en la bendición, y rezan por usted. 

No había agua ni hielo que pudiese amortiguar la sed que le abrasaba durante las últimas semanas; por eso se le daba agua de Seltz (o 
carbónica), que, en efecto, parecía proporcionarle algún alivio. Pero pensando que era una bebida costosa, rehusó absolutamente tomarla. P 
tranquilizarle, fue menester que los coadjutores Buzzetti y Rossi le demostraran que sólo costaba siete céntimos la botella. 

Monseñor Cagliero estuvo de vuelta el día veintiséis y se dirigió en seguida al lecho de don Bosco, que estaba precisamente pasando 
entonces un momento doloroso. Al verlo de nuevo, le dijo con trabajo estas palabras: 

-Salvad muchas almas en las Misiones. 

Al día siguiente, esperanzado todavía, quiso saber Monseñor si el buen Padre curaría o no. Y, con este fin, le preguntó si le permitía ir a 
Roma, porque sin su consentimiento, no se movería. 
459 

-Irás, le respondió con gran esfuerzo, irás después. 

-Pero, don Bosco, dígame si, yendo después de san Francisco de Sales, puedo estar tranquilo. Tengo que ir también a Sicilia. 

-Sí, replicó, ya irás, harás muy bien, pero espera a después. 

Fin de Página: 460 


VOLUMEN XVIII Página: 460 

Se comprendió cuál era aquel «después» al que aludía. Y, cuando hubo tomado un poco de fuerza, aún le dijo: 

-Tu estancia aquí es muy oportuna y ventajosa para la Congregación en estos momentos. 

En medio de sus dolores, no podía ni siquiera procurarse el alivio de cambiar de postura. El que lo asistía le exhortó a ((531)) recordar a 

Jesús, que tanto sufrió en la cruz, sin poder moverse de un lado para otro. El respondió. 

-Sí, es lo que hago siempre. 

Una vez, en el momento de cambiarlo de cama, le dijo don Juan Bonetti: 

-íCuánto dolor le causamos, pobre don Bosco! íSomos bastante torpes! Piense en la pasión de Jesucristo... 

Y él dio señales de asentimiento a estas palabras. 

Al anochecer, lo visitó don Francisco Dalmazzo. Don Bosco lo miró enternecido, le estrechó la mano y le dijo: 

-Te recomiendo la Congregación... íSosténla y defiéndela en toda circunstancia! 

Después dijo a Monseñor: 

-La Congregación no tiene nada que temer: cuenta con hombres formados. 

Sucedió que, más tarde, se encontraba solamente don Antonio Sala en la habitación. Y, aprovechando un momento en que la respiración 

parecía menos afanosa, le preguntó: 

-Don Bosco, »se siente muy mal, verdad? 

-Sí, le respondió. Pero todo pasa y también esto pasará. 

-»Qué podría hacer yo para aliviarle un poco? 

-íReza! 

Y, diciendo esto, juntó las manos y se puso a rezar. Dejóle descansar unos minutos y volvió a decirle don Antonio Sala: 

-Don Bosco, se encontrará ahora ya contento, pensando que, después de tantas privaciones y trabajos, ha logrado fundar casas en varias 

partes del mundo y establecer sólidamente la Congregación Salesiana... 

-Sí, respondió; lo que he hecho lo he hecho por el Señor... Se podría haber hecho mucho más... Pero lo harán mis hijos. Nuestra 
Congregación está dirigida por Dios y protegida por María Auxiliadora. 
460 

A las ocho de la tarde, apenas lograba hacerse entender y demostrar que comprendía. En torno a su lecho estaban monseñor Cagliero, don 
Miguel Rúa y otros. Se hablaba de la inscripción que había que poner en la tumba del Conde Colle. Don Miguel Rúa proponía: Orphano tu 
eris adjutor (Tú cuidarás del huérfano). Monseñor, por su parte: Beatus qui intelligit super egenum et pauperem (Feliz quien se preocupa de 
necesitado y del pobre). Don Bosco, que parecía no atender a la conversación, abrió de pronto los ojos y, haciendo un esfuerzo, acertó a 
proferir con voz bastante ((532)) clara: 

-Grabaréis esto: Pater meus et mater mea dereliquerunt me, Dominus autem assumpsit me (mi padre y mi madre me abandonaron; el Señ 
en cambio, me acogió). 

La fausta noticia de que don Bosco se restablecía había ya recorrido el mundo y motivaba cartas de felicitación de todas partes, incluso d 
países muy remotos, como Grodno (Lituania). Puede imaginarse, por tanto, con qué ánimos se leería en el Oratorio la esperanza de la cond 
de Oncieu de volver a ver pronto a don Bosco en Milán; o estas palabras de la madre de Lemoyne a su hijo: «Es un hombre que interesa a 
todos. En Génova sólo se habla de su enfermedad y de la esperanza de su curación». íY qué confianza había en sus oraciones! La señora 
Susana Poptovska, de Podolia (Ucrania), le escribía: «Sus oraciones, buen Padre, consiguen del cielo tantas gracias, casi milagrosas a todos 
los que acuden a ellas, aun en nuestras lejanas tierras, que yo abrigo la más firme confianza de que las gracias que he pedido también serán 
concedidas por su intercesión. Usted, Padre mío, »no me las rehusará, verdad?». 

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VOLUMEN XVIII Página: 461 

Tenía don Bosco un sobrino que deshonraba a la familia: era el hijo segundo de José, llamado Luis. Se educó en el Oratorio y, después d 
una interrupción, había seguido los estudios y llegó hasta ser secretario de juzgado. Hacía algunos años que convivía con una mujer, separa 
de su marido, en Gravellona Lomellina. Su santo tío, que lo quería mucho, no había ahorrado consejos y reprensiones; pero, como era habl 
por demás, no quiso volver a verlo. Sólo le concedió una breve conversación unos meses antes de morir, porque se trataba de dividir sus 
propiedades, como salesiano, de las de la familia, las cuales habían quedado indivisas después de la muerte del hermano José. Pues bien, 
aquel desgraciado protestaba que en su día pondría pleito para reclamar todo lo que poseía don Bosco. El asunto hubiera producido graves 
inconvenientes. Pero Dios le esperaba precisamente en aquel lapso de tiempo. Desde últimos de enero, estuvo entre la vida y la muerte hast 
el seis de febrero, en que pasó a la eternidad. 

((533)) El estado del enfermo se agravaba cada vez más. Durante la noche del día veintisiete y en la mañana del siguiente, deliraba con 
frecuencia. Sin embargo, todavía oyó la santa misa y recibió la comunión. Durante el divino sacrificio, le sorprendían intervalos de sopor y 
cesar éstos, se le hacía más afanosa la respiración. Cuando llegó el Agnus Dei, don José Lazzero, que le asistía, le preguntó: 

-Don Bosco, »va a comulgar esta mañana? 

Don Bosco dijo para sí: 

-íEstá muy cerca mi final! 

Después, dirigiéndose a don José Lazzero, dijo en alta voz: 

-Sí, deseo recibir la sagrada Comunión. 

Y, diciendo esto, se descubrió la cabeza y juntó las manos. Al cumplir este rito, tomaba siempre su rostro tal aspecto de profundo 

recogimiento que despertaba en los circunstantes sentimientos de viva fe. 

Con frecuencia se lo oyó decir en su delirio: 

-íEstán equivocados! 

Y añadía después: 

-íAdelante, siempre adelante! 

Otras veces llamaba a alguno por su nombre. Aquella mañana repitió unas veinte veces: 

-íMadre! íMadre! 

Al atardecer, con las manos juntas, repetía: 

-íOh, María! íOh, María! íOh, María! 

Don Joaquín Berto le preguntó si quería que le pusiera al cuello el escapulario de la Virgen del Carmen. El asintió y se prestó a ello con 

gran complacencia. 

A cuantos se acercaban a su cama, les daba los últimos recuerdos, diciendo a casi todos: 

-íHasta que nos veamos en el paraíso!... Haced que recen por mí... Que los muchachos reciban la comunión por mí... 

Díjole también a don Juan Bonetti: 

-Di a los muchachos que los espero a todos en el paraíso. 

Y, poco después: 

-Cuando hables o prediques, insiste sobre la comunión frecuente y sobre la devoción a María Santísima. 

Fin de Página: 462 


VOLUMEN XVIII Página: 462 

Don Joaquín Berto había puesto entre sus manos uno de esos crucifijos, con los que se gana indulgencia plenaria cada vez que se los besa 
él se lo acercaba a sus labios con frecuencia. Habiéndole presentado don Juan Bonetti una estampa de María Auxiliadora, la miró y exclam 
462 

-Siempre he puesto mi confianza en María Auxiliadora. 

Y de nuevo a don Juan Bonetti: 

-Escucha. Dirás a las Hermanas que, si observan sus Reglas, tienen asegurada la salvación. 

((534)) Los médicos lo encontraron ya gravísimo y no veían la más mínima esperanza de salvarlo. El doctor Fissore le dijo: 

-Don Bosco, anímese... Esperemos que mañana vaya la cosa mejor... Ha sucedido así otras veces... Hoy le influye mucho el mal tiempo.. 

Y don Bosco que, hasta entonces, había permanecido inmóvil, se sonrió y, amenazando en broma con el dedo al buen doctor, dijo con 

dificultad: 

-Doctor, »quiere usted resucitar a los muertos? »Mañana? »Mañana?... Haré un viaje más largo! 

Los médicos celebraron de nuevo consulta, después de la cual, él se sentía muy cansado y sufría más que de costumbre. 

-íAyudadme!, repetía a don José Lazzero y a don Carlos Viglietti, que estaban a su lado. íAyudadme todos! 

-Con mucho gusto... »En qué desea que le ayudemos? 

-Ayudadme a respirar, respondió casi riendo. 

A la hora de comer y de cenar, hasta el día veintiocho, mandó habitualmente a don Carlos Viglietti que fuera al comedor de los Capitular 

para desearles de su parte un buen provecho. 

Al comienzo de aquella noche, gritó: 

-íPablito, Pablito! »Dónde estás? »Por qué no vienes? 

Todos los presentes entendieron que llamaba a don Pablo Albera, Inspector de las casas de Francia. 

Después de un rato, repitió: 

-íEstán equivocados! 

Entonces monseñor Cagliero le dijo con voz fuerte: 

-Esté tranquilo, don Bosco, haremos todo lo que desea. 

En esto, pareció que hacía un esfuerzo especial, alzó un momento la cabeza y dijo con voz firme: 

-Sí, quieren hacer y, luego, no hacen. 

Acto seguido, se dejó caer sobre la almohada. Otra vez preguntó: 

-»Quién está ahí? »Quién es ese muchacho? 

-íNo hay ningún muchacho! Es la percha..., repuso Enría. 

-íYa! íPaciencia! 

Con todo, hacía gestos como si hubiera alguien cerca, hasta que, de pronto, empezó a dar palmadas, como solía hacer cuando en sueños 
contemplaba algo terrorífico. 
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Fin de Página: 464 


VOLUMEN XVIII Página: 464 

-»No hay nadie? »De verdad no hay nadie?, gritaba. 

-Estamos nosotros, respondió don Antonio Sala, acercándose a su lado. 

Daba diente con diente, como si ((535)) le asaltaran los escalofríos de la fiebre. Pasó una noche muy agitado. Amaneció la fiesta de San 
Francisco de Sales. Naturalmente repicaron las campanas, hubo cantos y pontifical, pero en los corazones reinaba la tristeza. Hasta el sagra 
rito parecía presagiar el inminente luto. En su carta a Timoteo, decía San Pablo: El momento de mi partida es inminente. He competido en 
noble lucha, he recorrido hasta la meta, me he mantenido fiel. Ahora ya me aguarda la merecida corona, con la que el Señor, justo juez, me 
premiará el último día; y no sólo a mí, sino también a todos los que anhelan su venida. Mientras el subdiácono lo cantaba, muchas frentes s 
inclinaron, por muchas mejillas rodaban las lágrimas; parecía que la voz del Señor dijera: -Ha concluido el viaje de don Bosco. 

Aquella mañana pensaban algunos que no se debía administrar la comunión al enfermo, por aparentar que estaba privado del uso de los 
sentidos, pero el secretario se opuso, esperando que el Señor le devolvería el conocimiento en el momento oportuno. Celebró, pues, la misa 
don Carlos Viglietti. La puerta, que comunicaba la capilla con la alcoba, estaba abierta. Pasada la elevación, don Bosco se volvió a don 
Antonio Sala que le asistía y le dijo: 

-»Y si, después de la comunión, me sobrevinieran los vómitos? 

Don Antonio Sala le aseguró que no había ningún peligro de ello. 
Cuando el sacerdote se le acercó con la sagrada Hostia, don Bosco estaba adormecido. Don Antonio Sala le había avisado poco antes de qu 
se iba a acercar el Señor a confortarlo y le impuso la estola, extendiéndole sobre el pecho un lienzo blanco. Pero él no se movió. Mas, apen 
don Carlos Viglietti dijo en voz alta Corpus Domini nostri Jesu Christi..., el enfermo movió la cabeza, abrió los ojos, los fijó en la Hostia, 
juntó las manos y, recibida la Comunión, estuvo recogido, repitiendo las palabras de acción de gracias que la sugería don Antonio Sala. 
Aquélla fue la última comunión de don Bosco. 

Se reprodujeron, después, los delirios de costumbre. Hubo un indicio que daba derecho casi a suponer que, un mes antes, había él previst 
presentido o, en todo caso, preanunciado este ((536)) debilitamiento mental para aquella fecha. En efecto, cuando, el segundo día de estar e 
cama, don Miguel Rúa le había pedido, como a director y confesor, que le renovase la dispensa del breviario, le había respondido: 
464 

-Te la doy hasta el día de San Francisco de Sales. Después, si la necesitas, irás a que te la renueve don Juan Bautista Lemoyne. 

Hemos usado la palabra «delirios», pero la falta de fuerzas no le quitó del todo la lucidez del entendimiento. En efecto, hacia las diez de l 
mañana, con pleno conocimiento, preguntó a don Celestino Durando qué hora era, qué se hacía en la iglesia, qué fiesta se celebraba y, al 
recordarle que era la de San Francisco de Sales, experimentó satisfacción. Cuando entraron los médicos, les dirigió pocas palabras, pero sin 
delirar. 

Los médicos, que habían tenido consulta casi todos los días, con participación del doctor Bestenti, manifestaron que el enfermo ya no po 
reaccionar. Cuando se retiraron, quedóse él amodorrado unos minutos; después se despertó y preguntó a don Celestino Durando: 

-»Quiénes eran esos señores que acaban de salir ahora? 

-»No los ha conocido? Eran los doctores. 

-íAh, sí! Diles que se queden hoy con nosotros... 

Quiso añadir «a comer», pero no lo logró. 

Aquella tarde, pudo todavía reconocer y bendecir al conde Incisa, mayordomo de la fiesta de San Francisco de Sales, y a monseñor Rosaz 
obispo de Susa, que había predicado el panegírico del Santo. Monseñor Rosaz, muerto en olor de santidad, fue íntimo amigo de don Bosco 
con quien se aconsejaba en los asuntos difíciles y, especialmente, en los referentes a una congregación de religiosas por él fundada. 

A lo largo del día, había dicho a su secretario: 

-Cuando yo no pueda hablar y venga alguien a pedirme la bendición, tú levantas mi mano, haces con ella la señal de la cruz y pronuncias 
fórmula. Yo pondré la intención. 

En su continuo sopor, ya no entendía nada, excepto ((537)) si se le hablaba del Paraíso y de las cosas del alma. En estos casos, daba seña 

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de afirmación con la cabeza y, si se le sugería alguna jaculatoria, la completaba moviendo los labios. Habiéndole sugerido don Juan Bonett 
Maria, Mater gratiae, tu nos ab hoste protege, él continuó: Et mortis hora suscipe (María, Madre de gracia, defiéndenos del enemigo y 
acógenos en la hora de la muerte). Durante todo aquel día, estuvo repitiendo: 

-íMadre! íMadre! -añadiendo algunas veces: íMañana! íMañana! 

Hacia las seis musitó: 

-Jesús... Jesús... María, María... Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía... In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum! 
465 

(Señor, en tus manos, encomiendo mi espíritu). íOh, Madre, Madre, ábreme las puertas del Paraíso! 

Más tarde se puso a repetir textos bíblicos, los que mayormente le habían guiado a lo largo de toda su vida y fueron la regla de sus accion 
Diligite, diligite inimicos vestros... Benefacite his, qui vos persequuntur... Quaerite regnum Dei... Et a peccato meo... peccato meo... munda 
munda me... (Amad a vuestros enemigos... Haced bien a los que os persiguen... Buscad el reino de Dios... Y de mi pecado, limpia... 
límpiame). 

Al toque del Avemaría, don Juan Bonetti le invitó a saludar a la Virgen diciendo: íViva María! Y, con voz perceptible y devota, repitió él 
íViva María! 

Una de las últimas palabras que don Bosco dijo a don Miguel Rúa fue ésta: Hazte amar. 
466 
((538)) 

CAPITULO XXV 

EL FIN 

LAS personas muy queridas parece que nunca debieran morir. Los corazones y las mentes, que se han acostumbrado desde tiempo inmemo 
a encontrar en ellas la luz y el consuelo de la vida, se resisten a persuadirse de que pueda llegar a faltarles tan gran bien. Este estado de ánim 
duró en el Oratorio hasta los últimos días de enero y, en más de uno, se prolongó hasta lo indecible. La razón estaba en que se esperaba una 
intervención milagrosa del Cielo. 

En la noche del día treinta, volvió un poquito la cabeza hacia Pedro Enría, su perpetuo asistente nocturno, y dijo: 

-«Di... ma... ma...» íte saludo! 

Después recitó despacito el acto de contrición y exclamó varias veces: Miserere nostri, Domine (Compadécete de nosotros, Señor). Ya en 
medio de la noche, levantaba de tanto en tanto las manos al cielo y, juntándolas luego, repetía: 

-íHágase tu santa voluntad! 

Después, se le fue paralizando el lado derecho y quedóle el brazo abandonado y sin movimiento sobre el lecho; pero no dejaba de levanta 
izquierdo repitiendo aún algunas veces: 

-íHágase tu santa voluntad! 

A continuación, dejó de hablar, pero, durante todo el día treinta y la noche siguiente, continuó alzando la mano izquierda de la misma 
manera, indicando con toda probabilidad que renovaba a Dios el ofrecimiento de su propia existencia. 

Todos sabían en casa que don Bosco se había agravado. Precisamente, en la fiesta de San Francisco de Sales, algunos muchachos 
escribieron en un pliego de papel: «íOh, Jesús Sacramentado, María Santísima Auxiliadora de los ((539)) Cristianos, San Francisco de Sale 
nuestro Patrono, los que humildemente suscriben: 1. Pedro Dondina. -2. Luis Orione. -3. Juan Martinasso. -4. José Rossi, del 1.er curso de 
bachillerato. -5. Gabriel Aimerito. -6. Augusto Bertazzoni. -7. Sacerdote Joaquín Berto, con el fin de obtener la salud 
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de su amadísimo Padre y Superior don Bosco, ofrecen, a cambio, su propia vida. íEa!, pues, os suplicamos que os dignéis aceptar nuestra 
súplica y atenderla favorablemente». Esta plegaria fue colocada bajo los corporales durante la misa celebrada por don Joaquín Berto en fav 

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de don Bosco, en el altar de Santa Ana y ayudada por el muchacho, Luis Orione. Otros seis alumnos firmaron después aquel pliego y 
comulgaron con la misma intención 1. El Señor no dejaría de bendecir la santa y generosa intención de aquellos doce buenos hijos. 

Por desgracia, se habían perdido todas las esperanzas; la ciencia debió sentirse impotente para reanimar aquel cuerpo deshecho por medio 
siglo de luchas y fatigas. El nuevo empeoramiento de la enfermedad se presentó el veinte de enero, primer día de la novena de San Francisc 
de Sales, y continuó hasta la fiesta del santo Protector, en la que el venerando enfermo fue afectado de parálisis y perdió el uso de la palabr 

Desde entonces ya no pudo hablar y parecía enteramente fuera de sí. A las diez le recitó monseñor Cagliero las letanías de los agonizante 
después le impartió la bendición del Carmen, estando a su alrededor algunos directores. Se le sugerían jaculatorias. Don Carlos Viglietti le 
humedecía continuamente los labios con vino. Don Joaquín Berto, su primer secretario por muchos años y su brazo fuerte en las 
circunstancias más críticas 2, quiso tomar para sí parte de aquel cuidado. Don Antonio Sala extendió sobre su cuerpo una camisa del santo 
Pontífice, Pío IX, que don Bosco conservaba cuidadosamente. 

((540)) Los médicos habían asegurado que aquella noche, o antes de que saliera el sol del día siguiente, don Bosco fallecería. La noticia 
corrió como un relámpago por el Oratorio, desgarrando los corazones. Los Hermanos pedían que se les permitiera verlo por última vez. Do 
Miguel Rúa consintió que todos pasaran a besarle la mano. Se reunían silenciosos en pequeños grupos en la capilla y desfilaban desde allí u 
a uno ante el agonizante. El estaba tendido en su camita; tenía la cabeza un poco levantada, algo inclinada sobre el hombro derecho y apoy 
sobre tres almohadas. Su rostro parecía tranquilo y normal; tenía los ojos entreabiertos y la mano derecha tendida sobre 

1 Eran: 1. Bernardo Cerri. -2. Pedro Olivazzo. -3. Joaquín Bressán. -4. Florencio Magrinelli. -5. Pedro Orsi. -6. Juan Pacchioni. (Como d 
curioso podemos añadir que los tres primeros fallecieron en España, donde ejercieron fecundo apostolado: B. Cerri en Alicante (1-VII-191 

P. Olivazzo en Arévalo (4-XI-1958); J. Bressán, en Sevilla (4-XI-1937). (N. 
del T.) 
2 Don Joaquín Berto, en los días precedentes, había tenido la satisfacción de oírle decir con sus labios: -Tú serás siempre mi querido don 
Berto. 
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la colcha. Un crucifijo cubría su pecho, apretaba otro con la izquierda y, a los pies del lecho, pendía la estola morada, insignia de su 
sacerdocio. 

Sus hijos se acercaban llorando, de puntillas, se arrodillaban a su lado y besaban por última vez aquella mano que tantas veces se había 
levantado sobre ellos en el sacramento del perdón. Se acercaron también los residentes en los colegios próximos de San Juan, Valsálice y S 
Benigno. Con ellos se alternaban los alumnos de los cursos superiores y aprendices mayores. Todo el día duró la triste y conmovedora 
procesión. La mayoría llevaba medallas, crucifijos, rosarios o estampas, que pasaban sobre su cuerpo para conservarlos como recuerdos 
bendecidos y estimados. 

Se recibió un telegrama de la república del Ecuador, comunicando la llegada de los primeros salesianos a Guayaquil. Don Miguel Rúa se 
dijo, hablándole como se hace con quien es duro de oídos. A alguno le pareció que abrió los ojos, levantando sus pupilas al cielo. 

A las doce y cuarenta y cinco, habiendo quedado solos un momento, junto a su lecho, el secretario y José Buzzetti, abrió los ojos de par e 
par, miró largo tiempo y por dos veces a don Carlos Viglietti y, levantando la mano izquierda que tenía expedita, se la posó sobre la cabeza 
Ante aquel gesto, José Buzzetti se puso a llorar y exclamó: 

-Son los últimos adioses... 

Volvió después a la inmovilidad de antes. El secretario continuaba repitiéndole jaculatorias. Se alternaron ((541)) acto seguido, en aquel 
piadoso cuidado monseñor Cagliero y monseñor Leto. Don Francisco Dalmazzo le dio la bendición de los agonizantes y recitó las preces 
correspondientes. 

Hacia las cuatro de la tarde, llegó para verle el conde Radicati, gran bienhechor del Oratorio. Su padre, Eugenio Francisco, compañero de 
don Bosco en Chieri, estuvo más de una hora llorando en un rincón de la habitación. A las seis, se presentó don Francisco Giacomelli, se p 
la estola y recitó algunas preces del ritual. Ya muy tarde, como no parecía tan inminente la muerte, algunos Superiores se retiraron, pero do 
Miguel Rúa y otros no se movieron. Don Bosco continuaba inmóvil y con respiración afanosa; así estuvo toda la noche. En la archidiócesis 
Turín se conmemoraba el oficio de la Oración de Jesús en el Huerto, cuando el Redentor, con tres discípulos cerca, agonizaba y sudaba 
sangre. Don Bosco, rodeado de sus primeros y principales discípulos, se encontraba en penosa agonía y el sudor de la muerte bañaba su fre 
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Entraba en agonía a la una y tres cuartos. Cuando vio don Miguel Rúa que las cosas se precipitaban, se puso la estola y reanudó las prece 
de los agonizantes, que había iniciado dos horas antes. Se llamó en seguida a los demás Superiores. Unos treinta sacerdotes, clérigos y 
coadjutores llenaron en seguida la habitación. Todos rezaban de rodillas. 

Llegó también monseñor Cagliero. Don Miguel Rúa le cedió la estola, se colocó a la derecha de don Bosco y, acercándose al oído del 
amado Padre, le dijo, con voz sofocada por la pena: 

-Don Bosco, aquí estamos nosotros, sus hijos. Le pedimos perdón por los disgustos que ha tenido que sufrir por nuestra causa. En señal d 
perdón y de paternal benevolencia, dénos, una vez más, su bendición. Yo conduciré su mano y pronunciaré la fórmula. 

Todos inclinaron profundamente la cabeza. Don Miguel Rúa, sacando fuerzas de flaqueza, tomó la mano derecha ya paralizada y pronunc 
las palabras de la bendición sobre los Salesianos presentes y ausentes, especialmente sobre los más lejanos. 

A las tres de la madrugada, llegó un telegrama del cardenal Rampolla con la bendición apostólica. Monseñor había recitado ya el 
Proficíscere (Emprende la marcha, alma cristiana). ((542)) A las cuatro y media, tocaba al Avemaría la campana de la iglesia de María 
Auxiliadora; todos recitaron el Angelus en voz baja. Don Juan Bonetti susurró al oído de don Bosco el Viva María de días anteriores. El 
estertor, que se dejaba oír hacía hora y media, cesó. La respiración se hizo tranquila y libre, pero fue cosa de pocos instantes. Acto seguido 
murió. 

-Don Bosco se muere, exclamó don Domingo Belmonte. 

Los que, por cansancio, se encontraban sentados, se alzaron inmediatamente y acudieron junto a la cama. El moribundo emitió tres suspir 
en breve intervalo. Don Bosco moría realmente. Monseñor Cagliero, fijando en él los ojos, le decía: 

-Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía... Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía... Jesús, José y María, expire e 
paz con Vos el alma mía. 

Don Miguel Rúa y los demás, formando una corona alrededor, agonizaban también de dolor con el Padre... 

íDon Bosco estaba muerto!... 

Monseñor Cagliero entonó suspirando el Subvenite, Sancti Dei; occurrite, Angeli Domini... suscipientes animam ejus... Suscipiat te 
Christus, qui vocavit te... Y, bendiciendo el sagrado cadáver, imploró de Dios su eterno descanso. Después se colocó la estola al cuello del 
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venerado extinto y se puso entre sus manos juntas el crucifijo que tantas veces había besado. Eran las cuatro y cuarenta y cinco minutos. Te 
setenta y dos años, más cinco meses y medio, de edad. 

Todos se arrodillaron para rezar el De profundis, interrumpido por suspiros, gemidos y sollozos. Si alguien debía hablar, ante el cadáver 
inanimado, era precisamente don Miguel Rúa. Y se expresó en estos términos: 

-Nos hemos quedado doblemente huérfanos. Pero consolémonos. Si hemos perdido un padre en la tierra, hemos adquirido un protector en 
cielo. Mostrémonos dignos de él, siguiendo sus santos ejemplos 1. 

((543)) La habitación estuvo, hasta las diez de la mañana, llena de Salesianos, que rezaban y se deshacían en lágrimas. En el vano de la 
ventana, que se abría a la izquierda de la cama a la galería cubierta, se colocó una cruz entre cuatro velas encendidas. 

Los alumnos rezaron el rosario de difuntos en la misa de comunidad y todas las misas que se celebraron fueron en sufragio del alma de d 
Bosco. A las diez se cantó solemnemente la Misa de funeral. En todos los rostros se veía impresa la aflicción. 

Mientras tanto, los enfermeros, asistidos, dirigidos y ayudados por los doctores Albertotti y Bonelli, que quisieron mostrar hasta el último 
momento su vivísimo afecto por el amigo difunto, lavaron su cuerpo, lo vistieron y, después de rasurarle la barba Enría, lo colocaron en un 
sillón de brazos. El fotógrafo Deasti y el pintor Rollini sacaron su retrato en tal estado. Ya lo habían fotografiado sobre el lecho en la mism 
postura en que había expirado. No les pareció bien a los Superiores consentir que se le sacara la mascarilla, pues les repugnaba tener que 
contemplar embadurnada de yeso la cara del Padre amadísimo. Por el mismo motivo, tampoco se permitió su embalsamamiento. El mismo 
doctor Fissore había dicho: 

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1 Don Carlos Viglietti, que estaba más muerto que vivo, fue invitado a retirarse. Fue a descansar con sus familiares y también para ser 
atendido especialmente por el doctor Vignolo, su tío. Don Miguel Rúa encargó a don Juan Bonetti que continuara el Diario, recogiendo las 
incidencias más interesantes. Don Juan Bautista Lemoyne narra un detalle singular. El reloj del campanario de la iglesita interior de San 
Francisco se había parado el 1865 y sus agujas estuvieron señalando durante muchos años las cuatro y veinte. Lemoyne había tomado nota 
la hora exacta, pensando que pudiera tener relación con el momento preciso en que cesase la actividad vital de don Bosco, paralizada por la 
muerte. Varios años después, empezaron a girar de nuevo las agujas, porque algunos muchachos externos subieron al campanario y, para 
divertirse, pusieron en movimiento dicho reloj. Pero Lemoyne, con aquella idea fija en su mente, fue a observar el reloj la mañana de la 
muerte de don Bosco y, con gran admiración por su parte, vio que, después de tantas vueltas, el reloj había vuelto a pararse en las cuatro y 
veinte. 
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-Conozco a don Bosco hace muchos años. Tengo tal respeto a su cuerpo que no me atrevería a profanarlo con el embalsamamiento. 

Cuando el mismo doctor se enteró de las pérfidas insinuaciones del Secolo XIX, protestó ante el Capítulo Superior, afirmando que la cien 
médica no podía ni siquiera sospechar que la enfermedad tuviera más causa que el enorme trabajo. 

A primeras horas de la tarde, la dolorosa noticia, difundida por la ciudad, produjo una general y profunda impresión. Muchas tiendas y 
comercios cerraron, mostrando el consabido letrero de: ((544)) Cerrado por defunción de don Bosco. La gente se agolpaba en la portería, 
queriendo contemplar el cadáver. Como era muy reducido el espacio, sólo se permitió el acceso a las personas más conocidas. A las demás 
les prometía que lo verían al día siguiente en la iglesia de San Francisco, que se estaba convirtiendo mientras tanto en capilla ardiente. 

El cadáver estaba sentado en el sillón, en la galería de detrás de la capilla privada. Estaba revestido con los ornamentos morados. Tenía e 
crucifijo en las manos y la cabeza descubierta; su bonete estaba a su derecha sobre un reclinatorio, encima del cual había otro crucifijo entr 
dos cirios. El difunto volvía levemente su rostro hacia oriente. Sus facciones aparecían sin ningún cambio: de no haber sido por el pálido co 
de la muerte, que tanto contrastaba con el morado de la casulla, se habría dicho que don Bosco dormía plácidamente. Sus hijos se sucedían 
deseando besarle la mano. Multitud de sacerdotes, señores en gran número y piadosas madres de familia consideraban como un gran favor 
que se les permitiese pasar a contemplarlo. Caminaban a paso lento y casi de puntillas, como si temieran despertarle del sueño. Ninguno se 
repugnancia de acercar sus labios a aquellas manos de alabastro. En la estancia reinaba un recogimiento reverente y devoto. Al atardecer 
llegaron muchas Hijas de María Auxiliadora, para besar la mano de su santo fundador y padre, en nombre también de las residentes en leja 
tierras. Hasta que no se extinguió la luz del día, continuó sin interrumpirse la peregrinación. 

En las calles de Turín, se vendían rápidamente los periódicos. El Corriere Nazionale tuvo que hacer tres ediciones, que se agotaron en 
brevísimo tiempo. El nombre de don Bosco corría de boca en boca, con señales de viva conmoción. 

Había que pensar en seguida en la sepultura. El Capítulo Superior se reunió a las ocho de la tarde y prometió a María Auxiliadora que, si 
gracias a Ella, la autoridad civil concediese permiso para sepultar a don Bosco en los sótanos de su iglesia o, al menos en la casa de 
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Valsálice, se empezaría rápidamente la decoración de su Santuario, iniciativa que estaba muy en el corazón ((545)) del Siervo de Dios. Y, 
mientras se imploraba el auxilio del Cielo, no se descuidaban las oportunas diligencias en la tierra, como veremos en el capítulo siguiente. 

«íOh, qué tarde aquella, qué noche!, escribía angustiado don Juan Bonetti, la primera que pasamos con don Bosco muerto. Fue una tarde, 
una noche que nos llegó demasiado pronto. íOh, Padre! íOh, don Bosco! íAsiste desde el cielo nuestro sueño, asiste y sonríe desde nuestro 
velatorio!». 
Don Miguel Rúa, el solícito Vicario de don Bosco, sometiendo los sentimientos de su corazón a la idea del deber, ya había dado 
telegráficamente el triste anuncio al Padre Santo, al Cardenal Alimonda, a las Casas Salesianas y a cierto número de Cooperadores 1. El 
mismo también hizo imprimir la siguiente circular, de la que se enviaron treinta y dos mil ejemplares. Trece mil estaban redactados en fran 
y ocho mil en español. 

A los Salesianos, a las Hijas de María Auxiliadora, a los Cooperadores y a las Cooperadoras Salesianas. 

Con la angustia en el corazón, los ojos arrasados en lágrimas y temblando mi mano de emoción, os comunico la más dolorosa noticia que 
jamás pude daros: nuestro queridísimo Padre en Jesucristo, nuestro Fundador, el amigo, consejero y guía de nuestra vida ha muerto. Palabr 
esta, íay!, que traspasa el alma, atraviesa de parte a parte el corazón y hace correr de los ojos un río de lágrimas 2. 

Las plegarias privadas y públicas, elevadas al Cielo, pidiendo su conservación, han retardado a nuestro corazón este golpe, esta herida, es 
pena amarguísima, pero no lograron conservárnoslo, como era nuestra ilusión. 

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En el momento de dolor que atravesamos, no puede nuestra alma consolarse más que pensando en Dios, infinitamente bueno, que no hac 
nada que no sea justo, sabio y santo. Resignémonos, pues; inclinemos la cabeza y adoremos sus profundos designios. 

No es ahora el caso de que os diga que don Bosco ha tenido la muerte del justo, calma y serena, auxiliado a su tiempo con todos los 
consuelos de la ((546)) religión, bendecido repetidas veces por el Vicario de Jesucristo, visitado con edificante piedad por prelados y 
distinguidos personajes eclesiásticos y seglares, nacionales y extranjeros; asistido con amor filial por sus alumnos y atendido por doctores d 
relevante 

1 Los Salesianos de América vivieron un mes más de dolorosa incertidumbre. El telegrama había sido expedido al Arzobispo de Buenos 
Aires. Decía: «Don Bosco muerto, Rúa sucesor. Cagliero.» Costó ciento veinte liras, pero no llegó a su destino. La Agencia Havas lo 
comunicó, con su propio nombre a los periódicos. Se sospechó que hubiera en ello fraude. Pudo suceder que el Arzobispo estuviera ausent 
que los secretarios, sin pensar en la importancia de transmitir el telegrama inmediatamente, se olvidaran después de él y quedara así perdid 

2 Este último párrafo no se tradujo al francés. 
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celebridad y singular pericia. Tampoco os hablaré ahora de sus virtudes y sus obras, porque el tiempo apremia y el corazón no lo permite. 

De momento sólo diré que, hace muy poco, aseguró don Bosco que su Obra no sufriría quebranto con su muerte, puesto que goza de la 
protección de María Auxiliadora y está sostenida por la caridad de los Cooperadores y Cooperadoras, que continuarán sosteniéndola y 
favoreciéndola. 

Abrigo, por mi parte, la firme esperanza de que así ha de ser, porque don Bosco, desde el Cielo, donde esperamos con todo fundamento q 
habrá sido recibido en la gloria, nos hará más que nunca de amorosísimo Padre y, ante el trono de Jesús y de su Madre divina, ejercerá su 
caridad más eficazmente y hará llover más abundantemente sobre nosotros las bendiciones celestiales... 

Encargado de sucederle, pondré cuanto esté de mi parte para corresponder a vuestras esperanzas. Ayudado con vuestro concurso y el 
consejo de mis hermanos, estoy seguro de que la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, sostenida por el brazo de Dios, asistida con la 
protección de María Auxiliadora, confortada con la caridad de los beneméritos Cooperadores y Cooperadoras, continuará la Obra de su 
eximio y llorado Fundador, especialmente en favor de la juventud pobre y abandonada y de los países de misión. 

Todavía un pensamiento. A imitación de nuestro glorioso Patrono, San Francisco de Sales, don Bosco, al oír o leer las benévolas 
expresiones que usaban refiriéndose a él, manifestó muchas veces su temor de que, después de su muerte, creyéndose que no necesitaba de 
sufragios, lo dejaran abandonado en el purgatorio. Por tanto, conforme a su deseo y por la deuda de amor filial, recomiendo a todos que hag 
pronto fervorosas plegarias en sufragio de su alma, sabedores de que el Señor sabrá a quiénes aplicar su eficacia. 

Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores y Cooperadoras, jovencitos y jovencitas, confiados a nuestros cuidados, ya no 
tenemos a nuestro buen Padre en la tierra; pero lo veremos en el Cielo, si atesoramos sus consejos y seguimos fielmente sus virtuosos 
ejemplos. 

Turín, 31 de enero de 1888. 

Vuestro afectísimo Hermano y amigo, MIGUEL RUA, Pbro. 

N.D. El venerando don Bosco murió el treinta y uno de enero, a las cuatro y tres cuartos de la mañana. Su sepelio tendrá lugar el jueves, 
de febrero, a las tres de la tarde, y la Misa de cuerpo presente, a las nueve y media de la mañana, en la iglesia de María Auxiliadora. 
((547)) El reverendo Perotti, de Moncrivello, escribía a don Juan Bonetti, el dos de febrero, y expresaba felizmente la impresión general q 
produjo esta circular en cuantos la leyeron. Decía: «Me han gustado mucho las serenas y tranquilizadoras palabras de don Miguel Rúa en s 
circular. Ella ha sostenido y casi alimentado la confianza general en la perpetuación de las obras de don Bosco». 

Después de los Superiores y de los que pertenecían a la familia salesiana, nadie podía sentir más la pérdida de don Bosco que sus 
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primeros hijos del Oratorio. Por eso, su junta directiva envió una circular a los antiguos alumnos 1. 

Al plebiscito de oraciones por su restablecimiento y al de los parabienes por su mejoría, siguió el tercero e inmenso plebiscito de sentidos 
pésames. Los más cercanos lo expresaron personalmente. El primero en acudir a consolar a don Miguel Rúa fue el célebre padre jesuita 
Segundo Franco, el cual, pasando después a visitar a don Celestino Durando, le dijo: 

-Vengo a congratularme con vosotros porque tenéis un santo en el Cielo. 

Muchos firmaron en el registro especial de condolencias 2. Telegramas y cartas llegaron a montones, aun de tierras remotas. En la 
imposibilidad de poder reproducirlas todas, haremos una sola excepción con aquel que hizo de ángel consolador en los cuatro últimos años 
su vida. El cardenal Alimonda, que había llegado a Génova el mismo treinta y uno de enero, telegrafió para preguntar si, partiendo 
inmediatamente, podría llegar a tiempo para encontrar a don Bosco con vida. Y, enterado de su fallecimiento, escribió a don Miguel Rúa: « 
inútil que le diga lo amarga que me resultó la noticia, que me comunicó por telegrama. íMi venerado y querido don Juan no ha querido 
esperarme ((548)) para que pudiera besar una vez más su santa mano y encomendarme a su intercesión ante el Señor! íConformémonos con 
voluntad divina!». 

El tema obligado, digámoslo así, de aquellas cartas de pésame era que don Bosco no necesitaba sufragios, sino que más bien debía ser 
invocado como intercesor. Cada cual, a su manera, pero todos lo proclamaban santo. No pocos solicitaban, como gran favor, algún objeto d 
su uso o un mechoncito de sus cabellos 3. 

1 Apéndice, Doc. núm. 97. 

2 Aquel Giustina, de quien tuvimos que rechazar injurias y calumnias, escribió en él: «E. A. Giustina, director de Cronaca dei Tribunali, 
el inolvidable recuerdo de haber sido discípulo de un hombre, a quien siempre ha respetado profunda y sinceramente...». Palabras que no 
corresponderían a la verdad, de no ser interpretadas como una obligada retractación. Escribió un curioso artículo en su periódico (cuatro de 
febrero). Añadamos en su descargo que hacía algunos años que había cesado en sus ataques y hasta había hecho sabedor a don Bosco de su 
pesar por anteriores manifestaciones. El pobrecito se había vendido a los judíos. 

3 El historiador César Cantú escribía a don Miguel Rúa: 

Reverendo Señor: 

Tras haber admirado, durante cuarenta años, la inagotable caridad de don Juan Bosco, su recto sentido evangélico y su inalterable pacienc 
sólo me queda rogarle que me alcance en el cielo poder morir con la misma fe y esperanza que él. 

Día de la Purificación de 1888. Milán. 

CESAR CANTU 

La prensa de todo color y nación tejió las alabanzas del difunto, con excepción de la Gazzetta del Popolo de Turín: como no podía hablar 
mal, seguramente prefirió callar o, peor todavía, publicó su fallecimiento en la reseña necrológica ordinaria de la ciudad, que le remitía 
diariamente el Municipio. Pero, hasta un periódico humorístico de Turín, redactado en dialecto piamontés, aunque era anticlerical, tuvo la 
franqueza de aplicar al director de dicho periódico el refrán de que, con aquel acto, había demostrado ser verdad aquello de que en llegando 
viejo, se pierde lo mejor 1. 

A primera hora del primero de febrero, fue religiosamente transportado el bendito cuerpo a la iglesia de San Francisco. Poco antes del 
traslado, parece que le fue concedida ((549)) una verdadera gracia al coadjutor Bona, que llevaba la calderilla del agua bendita. Hacía un m 
que padecía dolores en una pierna; aquella misma mañana sufría mucho al subir y bajar las escaleras. Se encomendó, pues, mentalmente al 
buen Padre y, en el momento en que don Juan Bonetti rociaba con el hisopo el cadáver, se sintió libre de su mal 2. 

La iglesia estaba toda cubierta de paños negros. El cuerpo del Santo no lo colocaron en el ataúd, como se acostumbra, sino sentado en un 
sillón, puesto sobre una tarima. A su alrededor ardían muchos cirios. En seguida desfilaron los muchachos, con los ojos humedecidos por l 
lágrimas, ante su Padre, que estaba allí como dormido, con la cabeza ligeramente inclinada al lado izquierdo, con el rostro sereno y casi 
sonriente, con los ojos entreabiertos y fijos en la imagen de Jesús crucificado, que estrechaba entre las manos juntas. 

Se abrió al público la iglesia hacia las ocho. El desfile de visitantes duró de la mañana a la noche y llegó a ser tan numeroso que fue 
menester la asistencia de la guardia municipal para mantener el orden, procurando que la salida fuera por otro sitio distinto de la entrada. 

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Quien vio entonces las calles de Valdocco, tuvo la impresión de 

Es útil incluir en el Apéndice, al menos, una muestra de las cartas de pésame (Doc. 98, A-Z). Quien lo vio o habló con él, tuvo también 
gusto en hacer mención de ello, considerándolo como una verdadera fortuna. Es una documentación valiosa para el pleno conocimiento del 
Santo (Ap., Doc. 99). 

1 El Falabràch (el Gandul), era un periódico humorístico en piamontés, que comenzó a salir hacia 1848-50, y que escribía el 5 de febrero 
1888: «Mi querido Botero (Juan Bautista Bottero era el fundador, con F. Govean, de La Gazzetta del Popolo de Turín): Es verdad que a 
medida que uno se hace viejo va perdiendo lo mejor (y cita un refrán piamontés); pero esta vez se ha equivocado usted por exceso de celo» 

Con toda razón dijo Unità Cattolica del 3 de febrero: «Los hombres honrados tienen por norma no hablar de aquellas personas, de las que 
se puede hablar bien; los verdaderos masones prefieren guardar silencio sobre aquellos de los que no se puede hablar mal». 

2 Carta de Bona a don Miguel Rúa, 2 de febrero de 1888. 
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que toda la ciudad se volcó en el Oratorio. En el interior de la casa, se mantenía una intensa plegaria. 

Continuamente se oía, como una consigna: íEra un santo! Muchísimos entregaban medallas, estampas, rosarios, pañuelos o devocionario 
un sacerdote, para que tocaran el cuerpo del santo o los colocase un instante sobre aquellas santas manos. Reinaba la emoción y se veían 
muchas lágrimas. Al atardecer creció tanto la afluencia que hubo que suspender el pasar objetos sobre el cadáver. La iglesia de María 
Auxiliadora estuvo también atestada durante todo el día. A las ocho se cerraron todas las puertas, pero más tarde fue preciso volver a abrirl 
para contentar a los numerosos visitantes, llegados de distintos pueblos del Piamonte. 

((550)) El momento más conmovedor del día fue cuando, ya muy tarde, los hijos de don Bosco dieron el último adiós al cadáver de su 
amado Padre. A las nueve fueron a la iglesita todos los alumnos del Oratorio y rezaron, de rodillas en el suelo, las oraciones; después, en 
medio de un silencio imponente, se levantó don Juan Bautista Francesia y dio las «buenas noches» de costumbre a aquellos centenares de 
alumnos. 

-»Veis aquí, dijo, a nuestro Padre querido con esa calma, esa tranquilidad y esa sonrisa que aflora a sus labios? Parece que quiera hablaro 
vosotros casi esperáis que se ponga en pie y os dirija la palabra. Mas, por desgracia, ya no puede repetiros los dulces y santos consejos que 
tantas veces os dio; ya no puede hablarnos. Por eso, los Superiores me han mandado a mí para que haga sus veces. Pero »qué puedo yo dec 
desde este lugar, donde don Bosco hizo tanto por vosotros? No haré más que repetir las últimas palabras que dijo para vosotros. Al 
preguntarle qué recuerdo quería dejar a sus muchachos, respondió: -Decidles que los espero a todos en el Paraíso. 

Era tan grande y tan íntimo el recogimiento de todos que parecía oírse la respiración afanosa de los oyentes. Y don Bosco, con la serena 
calma de la muerte, parecía bendecir a sus amados hijos, que no acertaban a separarse de él. Se dio la señal de ponerse en movimiento para 
dirigirse cada grupo a su dormitorio, y todos, como si no hubiesen oído, permanecían allí quietos y llorosos, contemplando por última vez e 
amable rostro. Pusiéronse por fin en marcha para salir, pero todos iban hasta la puerta con la cara vuelta hacia atrás. 

Durante toda la noche, velaron los Salesianos el cadáver y rezaron ante él. Don Miguel Rúa estuvo de rodillas largo rato, junto a él, absor 
en profunda meditación. 

Antes de las ocho del jueves, día dos de febrero, el cadáver fue 
477 

colocado en una triple caja, revestido como estaba de los ornamentos sacerdotales. En aquel momento, condujeron junto al difunto a una H 
de MarÝa Auxiliadora, que invocaba la gracia de la curaci¾n de la vista. Se llamaba Adela Marchese. Desde septiembre de 1887, los 
mÚdicos especialistas la habÝa diagnosticado afectada de gota serena, dolencia ((551)) rebelde a toda cura. TodavÝa lleg¾ a tiempo de 
acercarse al cadßver, tom¾ su mano y se la acerc¾ a los ojos. Y entonces dijo: 

-Yo le veo. 

Acerc¾ de nuevo su mano a los ojos y exclam¾ con mßs fuerza: 

-Lo veo todo, ya veo bien. 

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La Superiora le tap¾ la boca con un pa±uelo para que no gritara y don Juan Bonetti hizo que se retirara de allÝ. 

Realmente era verdad: habÝa recobrado la vista. Escribe Lemoyne: ½Yo no la conocÝa. Me llamaron una noche para que asistiera a una 
Hermana moribunda; vi una enferma, cuyos ojos brillaban de un modo singular al vislumbre de una lamparilla que iluminaba la estancia. 

+-+Es usted, le preguntÚ, aquella a quien don Bosco devolvi¾ la vista? 

+-SÝ, se±or, me respondi¾+. 

Fue testigo de la prodigiosa curaci¾n el chileno se±or Barros, que habÝa ido a TurÝn con monse±or Cagliero en compa±Ýa de dos prim 
suyos y que volvi¾ con ellos el dÝa de la muerte. Cuando regres¾ a su patria, habl¾ y escribi¾ con entusiasmo del suceso. 

Por la puerta lateral, se llev¾ el fÚretro a la iglesia de MarÝa Auxiliadora y se coloc¾ en el catafalco, levantado bajo la c·pula. Estabanpuestos en hilera, a su paso a travÚs del patio, entre otros, muchos peregrinos franceses, suizos e irlandeses que se dirigÝan a Roma. El 
templo estaba completamente lleno desde hacÝa horas por el p·blico.
Afuera se oÝa el murmullo de la ingente multitud que se agolpaba en la plaza y se movÝa por las calles que desembocan en la misma. 
Pontific¾ monse±or Cagliero y los cantores interpretaron la partitura que Úl compuso el a±o 1862. El templo presentaba el aspecto de una 
grandiosa capilla ardiente, iluminada por muchos blandones y lßmparas. 

El fÚretro debÝa haberse cerrado y sellado antes de llevarlo al santuario, pero se obtuvo del Municipio que se suspendiera este requisito 
legal para que tuvieran el consuelo de ver por ·ltima vez el rostro del Padre los muchos Hermanos que estaban por llegar de lejos. 

Se hizo el cierre oficial del fÚretro a las dos de la tarde, en presencia de los miembros del CapÝtulo Superior y un centenar mßs entre 
478 
. 

((552)) Salesianos y otras personas. Don Juan Bonetti había redactado el acta, el calígrafo don Ernesto Vespignani la había escrito y, con la 
firma de los Superiores y algunas personalidades, se colocó a los pies del cadáver, herméticamente cerrada en un tubo de vidrio 1. Se soldó 
plancha de plomo sobre el cadáver y se colocó encima y atornilló la tapa dura de nogal. «Adiós, santos despojos de don Bosco, escribió un 
periódico de Turín, expresando muy bien los sentimientos que embargaban el alma de los presentes en aquel momento 2. Desaparecéis para 
siempre. Con vosotros desaparece el astro de la beneficencia, el apóstol de los jóvenes, el padre del pueblo. Con vosotros queda sepultada 
aquella mirada dulcísima que convertía, aquella voz armoniosa que, al hablar, evangelizaba, aquella mano que, al alzarse, bendecía, aquello 
pies que, al caminar, eran portadores de bondad. Adiós, restos venerandos. Quedáis sepultados, pero a nosotros nos queda aquella gran alm 
suya, que aletea en sus Institutos y que vive y habla con sus ejemplos». 

1 Apéndice, Doc. núm. 100. 

2 Il Corriere Nazionale del 3 de febrero de 1888. 
479 
((553)) 

CAPITULO XXVI 

TRAMITES PARA EL ENTERRAMIENTO
Y HONRAS FUNEBRES


NO fue empresa fácil el obtener que don Bosco tuviese una sepultura digna. No sólo sus hijos, sino también sus admiradores rechazaban 
totalmente el pensamiento de abandonar sus restos en el cementerio común. Los Superiores, como ya hemos dicho, esperaban poder sepult 
en los sótanos de la iglesia de María Auxiliadora; y, si fallaba su deseo, querían poder trasladarlo a Valsálice. Los trámites legales iniciado 
el Gobierno Civil de Turín, se continuaron en Roma en el Ministerio del Interior. Se presentaron en seguida graves dificultades para el prim 
proyecto, por lo que se recurrió al Rey, a la Reina, a la Duquesa de Somalia, al honorable Bonghi y al señor Correnti. Por parte de todos hu 
buenas palabras y, en realidad, hubo verdadero interés; pero Crispi, el presidente del Consejo, disuadió a Su Majestad, alegando el peligro 
que algunos se aprovechasen para hacer manifestaciones clericales. En aquellos tiempos, los llamados clericales, despreciados públicament 
en el fondo metían miedo al Gobierno sólo con su sombra. 

Con todo, los Superiores no se desalentaron; más aún, don Antonio Sala tuvo una feliz idea. Se presentó al Gobernador y al Alcalde de la 
Ciudad y declaró a entrambos que, antes que llevar el cadáver de don Bosco al cementerio común, se tomarían las providencias oportunas p 
transportarlo a París o a Barcelona, donde ciertamente sería recibido como un ((554)) tesoro. La amenaza produjo su efecto, porque se 
comprendió en seguida el baldón que acarrearía a las autoridades de Turín y el disgusto universal que se produciría, si aquello se llevaba a 

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cabo. 

-Pero »por qué, preguntaba el Gobernador, tanta dificultad para enterrar a don Bosco en el cementerio común? 

-Porque don Bosco, respondió don Antonio Sala, manifestó el deseo de permanecer con sus hijos después de muerto, y yo no permitiré, 
cueste lo que cueste, que se le lleve al camposanto. 

-Tenga en cuenta que, para trasladar el féretro fuera de Italia, se precisan trámites muy largos. 
480 

-Supongo que las autoridades no me podrán negar lo que no se rehúsa a cualquier ciudadano que solicite semejante permiso. Nos basta 
enviar un telegrama a Barcelona para obtener en seguida una respuesta afirmativa. 

-El Municipio podría conceder un sitio de distinción... 

-El Ayuntamiento ha tenido un gesto desconsiderado con nosotros, cuando yo solicité una sepultura para don Bosco y para sus hijos en e 
camposanto. 

Y entonces contó don Antonio Sala al Gobernador que el Ayuntamiento siempre había respondido negativamente a la petición de pagar a 
plazos las diecinueve mil liras que costaba la adquisición de una parcela en el cementerio y que, finalmente, concluyó remitiendo una carta 
insolente. El Gobernador ignoraba la existencia de estos motivos de tirantez entre el Municipio y los Salesianos. Por el momento, pues, se 
suspendió toda decisión, puesto que les estaba vedado a los gobernadores del Reino hacer recomendaciones al Ministerio para autorizar 
sepulturas en la Ciudad. 

Al mismo tiempo, se tramitaba el asunto en Roma. El procurador, don César Cagliero, y, con él, don Antonio Notario, solicitaron ser 
recibidos por Crispi. Anunciáronle, ante todo, la muerte de don Bosco. El Ministro estuvo atentísimo y respondió: 

-Conocí a don Bosco antes que ustedes. Recuerdo cuánto bien me hizo, cuando estuve desterrado en Turín. 

Con el tacto que le distinguía, don César Cagliero aprovechó sus mismas palabras para introducirse y rogarle que permitiera el sepelio de 
don Bosco en los sótanos de la ((555)) iglesia de María Auxiliadora, pero el Ministro puso como óbice la prohibición de la ley. 

-Precisamente por esto, replicó el Procurador, nos presentamos a Su Excelencia para que tenga la bondad de conceder una excepción en 
favor de don Bosco. 

-Es una excepción que levantaría muchas protestas... Se sentaría un peligroso precedente... »No podrían ustedes enterrarlo en alguno de s 
colegios? Esto se podría conseguir más fácilmente y, así, don Bosco permanecería en medio de ustedes. Por lo demás, hablen con mi 
secretario, Pagliano; todo puede encontrar su arreglo. Miren a ver si está todavía en su despacho. Quizás haya salido a almorzar. Hagan la 
prueba. 

Cuando se entrevistaron con Pagliano, se dieron cuenta de que el Ministro ya había hablado con él. Les trató con toda cortesía. Les leyó l 
artículos de la ley sanitaria que prohibía enterrar dentro de la ciudad. Para hacer una excepción, se necesitaba una ley del Parlamento 
481 

y, con los tiempos que corrían, »quién podría imaginar el alboroto que se armaría en la Cámara?... Preguntóles entonces si no tenían un 
colegio en las cercanías de Turín. Al oír que en Valsálice, replicó: 

-Pues bien, entiérrenlo en aquel Colegio. Así habrá doble ventaja: quedará satisfecho su deseo de retener los restos de don Bosco y nosot 
quedaremos a salvo de toda crítica y nos ahorraríamos también el disgusto de tener que dar una negativa. 

Volvieron de nuevo a Crispi y éste aprobó la determinación, pero también él, lo mismo que Correnti, recomendó que los funerales no 
tomaran el carácter de demostración clerical. Y, dicho esto, se extendió en alabanzas a la memoria del difunto. Más aún: la Lega Lombarda 
Milán publicó una carta de «un ilustre cooperador salesiano», el cual afirmaba saber que Crispi había dicho anteriormente que, en 1852, do 
Bosco lo invitaba frecuentemente a su mesa y también que se había confesado con don Bosco, sacando la impresión de que su espíritu era 
verdaderamente el del Evangelio. Este dato se publicó aquellos días en varios periódicos y no fue por nadie desmentido. 

((556)) Se hospedaba entonces en el Sagrado Corazón monseñor Manacorda, obispo de Fossano y uno de los mayores amigos de don Bo 
Esperaba con ansia el regreso de los dos Salesianos para conocer el resultado de la visita. 

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-íMagnífica idea!, exclamó después de oírlos. El colegio de Valsálice es el lugar más apropiado para la sepultura de don Bosco: allí 
descansará en medio de sus clérigos y les infundirá su espíritu. Cuando vuelvan a Turín, persuadan a los Superiores para que acepten la ide 
Y diré más: aunque llegara el permiso para enterrarlo en el Oratorio, no lo aprovechen. El sitio ideal es Valsálice. 

Don Antonio Notario salió inmediatamente para Turín, como portador de tal iniciativa. 

Previéndose que los trámites serían muy largos y que, en consecuencia, habría que solicitar prórroga del tiempo que fijaba la ley para el 
sepelio de cadáveres, convenía eliminar cualquier pretexto para una negativa, como hubieran sido las eventuales emanaciones del cadáver. 
eso, los doctores Bestenti y Albertotti vertieron en la iglesia de María Auxiliadora, antes de que se soldara la caja, sublimado corrosivo en 
ángulos y en los acolchados laterales; de este modo se podía asegurar que el cadáver no exhalaría mal olor, ni aunque permaneciera un mes 
insepulto. 

Al realizar esta operación, el doctor Bestenti dio una prueba extraordinaria de su afecto a don Bosco. Como el tiempo urgía y faltaba 
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un cazo, él mismo, una vez hecha la mezcla del sublimado y del agua en un cubo, impregnó con el líquido el interior del ataúd con una 
esponja que él empapaba y exprimía con sus propias manos. Advirtióle don Celestino Durando que se quemaría la piel, y él respondió que, 
como ellos habían cumplido su cometido, le permitieran a él diligenciar el suyo, pues se sentía muy contento de prestar aquel último servic 
de un buen hijo a su padre. Y, en efecto, le sobrevino una molestia que le obligó a guardar cama diez días, por lo mucho que aquello le afec 
a sus manos. Y hasta se le produjo fiebre. 

Ya estaba todo a punto para el traslado del féretro. Hacia las ((557)) tres de la tarde del día dos de febrero, se veía la periferia de Turín ca 
desierta; por el contrario, en los alrededores de Valdocco, hormigueaba la gente por las calles que, según habían anunciado los periódicos, 
debía pasar el cortejo fúnebre. Desde tiempo inmemorial, no se recordaba tan numeroso concurso de gente para presenciar el entierro de un 
sencillo sacerdote. El cálculo general elevó a doscientas mil las personas que acudieron a honrar con su presencia a don Bosco; y quien lo 
contempló y recuerda el acontecimiento no encuentra exagerado el número. Don Bosco recomendaba en unas notas suyas que sus funerales 
fueran sencillos y deseaba que solamente sus hijos despidieran sus restos; pero »cómo impedir la comparecencia de tantos como acudían, 
irresistiblemente llevados por su gratitud, su afecto y veneración? 

El cortejo salió por la puerta de la iglesia de María Auxiliadora, se dirigió por la derecha, siguiendo la calle de Cottolengo, entró en el pa 
del Príncipe Oddone, dobló hacia la avenida de Regina Margherita, recorriéndola hasta la calle de Ariosto, por la cual volvió hacia el otro 
tramo de la calle de Cottolengo, para entrar de nuevo en la iglesia 1. 

El féretro iba a hombros de ocho sacerdotes salesianos. A su paso, se descubrían todos; muchos se arrodillaban y, frecuentemente, se oía 
exclamar: íEra un santo! Detrás del ataúd, entre don Celestino Durando y don Antonio Sala, iba don Miguel Rúa, con la cabeza inclinada y 
recogido en su inmenso dolor; seguían detrás los otros miembros del Capítulo Superior. Y, tras ellos, una gran multitud de eclesiásticos y 
seglares, unos para rendir personalmente homenaje al extinto y otros como representantes de entidades o personajes de la ciudad. No faltab 
representaciones del extranjero. Y flanqueaban este largo séquito dos filas de servidores con librea, portando las armas de las 

1 Para el orden, véase Ap., Doc. 101. 
483 

casas nobles de Turín, precedidos de los escuderos del Ayuntamiento. 

Cuando la cabeza del cortejo, formada por doble fila de Hijas de María Auxiliadora, subía la escalinata del santuario, la extremidad ((558 
opuesta recorría todavía el paseo del Príncipe Oddone. Eran las seis de la tarde. La plaza y los dos tramos de la calle de Cottolengo, hasta 
donde alcanzaba la vista, rebosaban de gente. Y, con todo, aquella compacta masa mostraba un comportamiento, como el que suele tenerse 
los momentos más solemnes de las funciones sagradas. El Delegado de Orden Público, al ver aquella inmensa multitud, dijo, cuando pasab 
junto a don Joaquín Berto: 

»Qué podrían hacer nuestros guardias ante esta multitud, si no estuviera dominada por el respeto y la veneración hacia el difunto? 

Solamente quedó libre la parte de la calle frente a la cancela. Los muchachos del Oratorio estaban apiñados en el recinto sagrado. En la 
iglesia únicamente entraron las Hijas de María Auxiliadora y el numerosísimo clero. Apenas se dispuso a entrar el féretro, la banda del 
Oratorio entonó una marcha fúnebre. Las campanas hendían el aire con su lento tañido. Por el portón recién abierto, apareció un haz lumin 
de mil cirios, que lo recibió y lo introdujo en el templo, cuajado de luces. Dos de los tres obispos que precedían, monseñor Leto y monseño 
Cagliero, se adelantaron con sus respectivos sacerdotes asistentes hasta el presbiterio, colocáronse uno in cornu epistolae y el otro in cornu 
evangelii del altar mayor, mientras el tercero, monseñor Bertagna, de pie en los escalones de la balaustrada, esperaba a que situaran delante 

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féretro 1. Las representaciones se colocaron en el fondo. En medio del silencio más solemne, el Obispo de Cafarnaún impartió la bendición 
ritual. 

La conducción del cadáver había resultado tan solemne e imponente que pudo decirse que aquello era más un triunfo o una apoteosis que 
una función fúnebre. «No hubo ningún artificio, depuso don Miguel Rúa 2, para promover tal concurrencia; sólo se envió, dado el poco 
((559)) tiempo que había, una esquela a los Cooperadores más próximos; y todos los periódicos, sin previo encargo, dieron la noticia de la 
muerte». 

En verdad, aunque se supiese que don Bosco era muy querido en Turín, nadie en el Oratorio hubiera podido esperar de la población 

1 El cardenal Alimonda había telegrafiado desde Génova, la tarde del treinta y uno de enero, comunicando su vivísimo deseo de trasladar 
a Turín en seguida; pero confesaba, al mismo tiempo, que la indisposición anímica que le angustiaba por la pérdida de su querido amigo, n 
permitía presidir el entierro. 

2 Proc. op. Summ., pág, 1032. 
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una concurrencia tan admirable por su número y su recogimiento, sin distinción de clases. Julio Aufray, redactor-jefe de la Défense de Parí 
dijo entonces que, en Italia, le habían impresionado, sobre todo, dos cosas: el jubileo del Papa en Roma y el funeral de don Bosco en Turín 
que, de algún modo, había encontrado más sorprendente el funeral de don Bosco. Unità Cattolica del tres de febrero pudo escribir, sin som 
de hipérbole: «La conducción del cadáver de don Bosco no ha sido menos solemne que la de un Soberano». 

Terminada la absolución del difunto, hubo un espectáculo nuevo, al permitir que se acercase la gente. Una gran muchedumbre se precipit 
sobre el féretro para tocarlo, para besarlo, para llevarse cualquier cosa de lo que había depositado encima. Las coronas de flores quedaron 
deshechas en mil pedazos y lo mismo hubiera sucedido con el paño funerario, con los ornamentos sacerdotales y hasta con el ataúd, si unos 
cuantos guardias municipales no hubieran detenido la peligrosa avalancha. 

Después que la multitud desalojó el templo y se cerraron las puertas, los Salesianos, con un pequeño acompañamiento, repusieron el fére 
en la iglesia de San Francisco de Sales, donde quedó oculto, a la espera de que concluyeran los trámites para su definitiva sepultura. 

A medida que entraban en el Oratorio sus moradores, levantaban instintivamente su mirada hacia las habitaciones de don Bosco y 
experimentaban de pronto la sensación del gran vacío que en ellos se había producido con la desaparición del ángel tutelar de la Casa. Pero 
produjo entonces un hecho prodigioso. Cuando se reunió toda la comunidad, pareció que una paz, una serenidad, una misteriosa alegría 
aleteaba por todos los rincones y en todos los corazones. Los que poco antes habían ((560)) llorado, se sentían tan tranquilos, como en los 
felices días en que don Bosco vivía con sus hijos. En realidad, don Bosco estaba vivo y no lejano. Era él quien difundía tanta paz alrededor 

Casi como para completar la tranquilidad en el Oratorio, más que para aliviar el dolor, llegó una carta del cardenal Rampolla, a través de 
cual, había querido enviar las expresiones más significativas el mismo Leon XIII. 

Ilustrísimo Señor: 

La pérdida del sacerdote, don Juan Bosco, que gozaba del aprecio, del afecto y de la admiración universal por las Obras de caridad cristia 
que él fundó, por el celo con que siempre había procurado promover el bien de las almas y por cuanto había hecho para que el santísimo 
nombre de Dios resonase y fuera venerado hasta en el 
485 

rincón más apartado de la tierra; la pérdida de este Apóstol ha dejado un vacío, del cual se duele la Iglesia, y con ella deben con razón dole 
sus hijos, que lo tuvieron como Padre afectuosísimo y ejemplo vivo de toda hermosa virtud. 

Y yo puedo decir que el tristísimo caso ha producido una impresión, en el ánimo de la Santidad de Nuestro Señor, tanto más dolorosa 
cuanto mayor era la benevolencia que mostraba al benemérito sacerdote, y el aprecio que siempre ha tenido por sus muchas Obras, tan 
fecundas en santos y provechosos frutos. Y, dirigiéndose a la misericordia y bondad divina, ruega otorgue a su bendita alma un gran premio 
la gloria celestial. 

Imparte de corazón, a toda la Sociedad Salesiana, la bendición apostólica, seguro de que le servirá de alivio en la aflicción que le oprime 

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de estímulo para seguir en la santa empresa que ha heredado del difunto y que constituyó el objeto de sus incansables cuidados, durante los 
largos años de su mortal carrera. 

Asociándome, pues, a los sentimientos de ánimo del Padre Santo, auguro a usted todo bien y me profeso con expresión de estima 

De V. S. Ilma., 

Roma, 2 de febrero de 1888. 

Afmo. seguro servidor, M. Card. RAMPOLLA 

Un detalle singular de la Providencia puso término a aquella inolvidable jornada. El doctor Bestenti, mientras tomaba parte en el 
acompañamiento con sus colegas, sentíase perseguido por un pensamiento molesto. »Se opondría el Municipio ((561)) a que fuera inhumad 
don Bosco en el colegio de Valsálice? A un cierto punto, abandonó el cortejo y se dirigió a la Casa Consistorial, en donde vio un oficio, a 
punto de ser remitido al Gobierno Civil. Y, como preguntase de qué asunto se trataba, le respondieron que del entierro de don Bosco en 
Valsálice. Los médicos del Negociado de Higiene habían dado su voto en contra. El doctor Bestenti, que era miembro del mismo negociad 
detuvo el oficio, reunió a sus tres colegas, protestó contra la determinación tomada en su ausencia y tanto dijo e hizo que se anuló aquella 
primera votación y se procedió a otra que resultó claramente favorable. 
486 
((562)) 

CAPITULO XXVII 

LOS RESTOS DE DON BOSCO
EN VALSALICE


NO se habían perdido las esperanzas de inhumar a don Bosco en el Oratorio. Por parte de la aristocracia, se había cursado una solicitud al 
Rey, implorando este favor. La santa princesa Clotilde ya se lo había recomendado a su hermano Humberto. Un telegrama llegado de Rom 
las ocho de la noche, dejaba todavía un hilo de esperanza. Personas influyentes seguían gestionando la causa en la capital y en Turín. 

El cardenal Alimonda y el príncipe Eugenio de Saboya-Carignano se interesaron por ello. Se intentó hacer valer el precedente del Padre 
Luis de Casoria. Mas, a pesar de todo, el Capítulo Superior resolvió acelerar los preparativos en Valsálice. 

El Municipio había concedido dos días de demora para el enterramiento y éstos se acababan en seguida, esto es, el cuatro por la tarde; y 
entonces, al no tener el permiso para inhumarlo en la iglesia de María Auxiliadora y no estar preparado el sitio en Valsálice, el Alcalde, 
obligado por las disposiciones sanitarias, ordenaría tomar el ataúd y hacerlo conducir al cementerio común. Por consiguiente, no había tiem 
que perder. 

Entretanto, crecía en todos la curiosidad de saber dónde sería sepultado don Bosco, pero en el Oratorio no soltaban prenda. La Pequeña 
Casa de la Providencia había ofrecido la tumba provisional del famoso Padre Verri 1 ((563)) en el camposanto y se dejó correr esta voz, qu 
servía para disimular las verdaderas intenciones, porque, si éstas se daban a conocer, ciertos periódicos, con ánimo de instigar a la llamada 
opinión pública, hubieran levantado gritos de protesta contra el privilegio. Pero, en Valsálice, se trabajaba noche y día para preparar la tum 
Y fue un prudente acuerdo, porque, si se hubieran desvanecido las últimas esperanzas sobre la iglesia de María Auxiliadora, la 

1 Este celoso apóstol de los Negritos y Negritas había expirado en la Pequeña Casa de Cottolengo. 
487 

urgencia de enterrar el cadáver hubiera requerido que estuviera todo a punto en Valsálice: de otro modo, no se hubiera podido evitar el 
obligado y apremiante enterramiento en el cementerio común. 

Y, efectivamente, aquellas esperanzas estaban condenadas a disiparse, porque Crispi no habría desistido nunca de su negativa, como 
después se supo por una carta suya al honorable Bonghi, remitida a los Superiores de Turín. El Ministro, debiendo dar explicaciones de su 
negativa al influyente diputado, le escribía: «Me he interesado personalmente por la petición que hace tiempo me hicieron los Sacerdotes d 
difunto don Bosco y que tú me recomendaste con tu carta, para inhumar sus restos en el Instituto de Turín. Hubiera sido mi deseo poder 
contentarles, teniendo en cuenta la destacada personalidad de aquél a quien pertenecía el cadáver. Pero la inhumación, dentro del recinto de 
una ciudad, va en contra de las disposiciones sanitarias en vigor y una excepción que, en este caso, puede parecerte razonable, ofrecería 
ocasión para que se violara continuamente el Reglamento. Tal infracción no ha sido permitida nunca por este Ministerio y yo tengo el debe 

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estricto de impedirlo. Por este motivo, con gran desagrado por mi parte, debo responderte también a ti negativamente». 

A partir del tres de febrero, comenzó el vocerío de los periódicos sectarios, los cuales, al enterarse de las gestiones en curso y queriendo 
obstaculizarlas, insinuaron maliciosamente que Crispi había negado el permiso, por haber sabido que se trataba de «maniobras clericales». 

Para sepultarlo en Valsálice, bastaba la autorización del Gobernador, con el cual siguieron las conversaciones, mientras se hacían otras 
gestiones para lograrlo, en Roma. ((564)) El Gobernador, conde Lovera di María, víctima del consabido temor a los periódicos, no hacía m 
que buscar evasivas. Finalmente, antes de decidirse, dijo al ingeniero Vigna, que hacía de intermediario en favor del Oratorio, que no firma 
el permiso si no iba él antes a medir la distancia entre las casas de campo cercanas y el lugar donde se efectuaría la sepultura. A decir verda 
el Reglamento no prescribía distancias, fuera del muro que rodea un terreno. Harto y reharto el ingeniero de tantas vacilaciones, salió, alqu 
un coche, se hizo conducir a Valsálice, calculó a ojo de buen cubero la distancia aludida y regresó con la respuesta. 

El día cuatro de febrero, por la tarde, concluía, como ya hemos dicho, el plazo permitido para tener el cadáver dentro del recinto urbano; 
esperaba, por tanto, con creciente ansiedad el bendito decreto. Don Antonio Sala, especialmente, estaba en vilo y no podía parar. De ningun 
de las formas, ni siquiera en depósito, hubiera permitido él que se llevara a don Bosco al cementerio común. Estaba 
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dispuesto a ocultarlo en su propia habitación que, por hallarse en la parte más alta y en un rincón apartado de la casa, se prestaba a librarlo 
las pesquisas de los guardias. Pero quiso Dios que, a las cuatro y media, llegara el documento, y todos pudieron respirar tranquilos. Una ho 
después, un coche fúnebre trasladaba el cadáver de don Bosco a Valsálice. Antes de que colocaran encima el féretro, don Miguel Rúa lo be 
llorando. En el cochecito que don Bosco utilizaba para sus paseos vespertinos, iban detrás de él monseñor Cagliero, don Juan Bonetti y don 
Antonio Sala, rezando el rosario. Seguían otros dos coches, con un inspector responsable y cuatro sepultureros. La inseguridad que duró ha 
el último instante y el temor a cualquier mala pasada periodística habían obligado a ocultar el traslado a los amigos y, así, pudo efectuarse s 
que nadie lo advirtiera. 

Eran las seis de la tarde, cuando el coche funerario entraba en el patio de Valsálice. Lo recibieron los clérigos con velas encendidas y 
acompañaron el féretro hasta la capilla, llevado a hombros por ocho de ellos. Las órdenes que llevaba el representante del Ayuntamiento er 
que la inhumación se hiciese aquella misma tarde y se extendiese ((565)) el acta; pero los albañiles no habían terminado aún de preparar el 
nicho. 

Se procuró, en consecuencia, alargar cuanto se pudo la ceremonia en la capilla, en donde, concluidas las exequias, empezaron los clérigo 
cantar el oficio de difuntos. El inspector, advertido el apuro, no mostró darse cuenta de ello. Los hombres que debían atestiguar el 
enterramiento fueron entretenidos, para ganar tiempo, convidándolos a unas copas de buen vino; así que, persuadidos de que el féretro de d 
Bosco había sido colocado ya en su sepulcro, firmaron el documento y se fueron. Su jefe, acercándose a don Julio Barberis, le murmuró al 
oído: 

-Soy un antiguo alumno. 

Y, dicho esto, le saludó y se marchó también. 

Remotis arbitris (cuando se fueron los testigos), el féretro fue depositado en un coro pequeño, delante del cual se pusieron cortinas y 
colgaduras, como de adornos festivos que disimularan el escondite, y se prohibió hablar de ello con nadie de fuera del colegio. El féretro 
permaneció allí otros dos días. Las precauciones tomadas impidieron que el hecho se filtrara al exterior, con peligro de que cualquier mal 
intencionado llamara la atención; las consecuencias hubieran sido graves. Y esto era más de temer por cuanto algunos periódicos malos, pa 
presionar a las autoridades, habían publicado con aire de triunfo que, a pesar de las instancias, súplicas e influencias de personas 
489 

de la alta sociedad, don Bosco sería enterrado en el cementerio común. 

Por suerte no hubo ninguna imprudencia, de modo que, el lunes, seis de febrero, se pudo proceder tranquilamente a la sepultura. Se hizo 
todo sin ruido y ya anochecido, para que los vecinos no se enterasen de nada. Estaban presentes los Superiores del Capítulo y varias 
Superioras de las Hijas de María Auxiliadora, con su Madre General. Monseñor bendijo el sepulcro; después levantaron el féretro y lo 
introdujeron en el nicho. Un silencio angustioso acompañó la rápida labor de los albañiles, que ocultaban para siempre a las miradas de sus 
hijos hasta el ataúd que contenía los restos mortales y la amada figura del Padre. 

Tapiado el nicho, los ciento veinte clérigos se reunieron en la ((566)) capilla para cantar un nocturno del oficio de difuntos. Después les 
dirigió monseñor Cagliero unas breves palabras. Los Superiores confiaban a la casa de Valsálice un precioso tesoro, un sepulcro que en su 
llegaría a ser glorioso; que lo custodiaran bien; que acogieran con amor fraternal a los Salesianos de otras casas que irían a visitarlo; que 
fueran ellos los primeros en acudir frecuentemente para inspirarse y enfervorizarse en la práctica de las virtudes de aquél, cuyos restos 

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quedaban encerrados en aquel nicho. Monseñor, después de hacer un rápido bosquejo de las virtudes principales de don Bosco, prosiguió: 

-Los primeros cristianos se animaban a combatir por la fe, a sufrir y a morir por Jesucristo, creciendo en fortaleza ante las tumbas de los 
mártires. San Felipe Neri logró llegar a ser el Apóstol de Roma, visitando a menudo las catacumbas. Así vosotros, así todos nosotros, 
acerquémonos con frecuencia a esta tumba para sacar de ella la fortaleza que, en los momentos más duros, sostuvo a nuestro don Bosco, 
mientras trabajaba por la gloria de Dios y la salvación de las almas; vengamos a caldearnos en aquel fuego de amor que siempre inflamó su 
pecho y lo convirtió en apóstol, no sólo de Turín, del Piamonte y de Italia, sino hasta de las regiones más apartadas de la tierra. 

También don Miguel Rúa quiso decir unas palabras, resaltando que era la divina Providencia quien les confiaba el cuerpo de don Bosco. 
Contó, precisamente, cómo, durante las vacaciones anteriores, todos los Superiores habían acordado unánimemente mantener aquel colegio 
para muchachos de buena posición, introduciendo algunos cambios en el programa primitivo para facilitar la admisión de mayor número de 
alumnos; cuando, al enterarnos de que la casa de San Benigno resultaría demasiado estrecha para el curso que se avecinaba, se cambió el p 
y, con unanimidad momentos antes imposible, 
490 

quedó superada toda dificultad, especialmente la de la categoría aristocrática, y se acordó suprimir aquel colegio y establecer en él la Casa 
Estudios y de las Misiones para nuestros clérigos. El mismo don Bosco, aunque pocos días antes había dado su consentimiento para manten 
allí el colegio, modificando su programa, aprobó también él ((567)) de buen grado la transformación recién acordada. »Qué pretendía con 
aquel recuerdo? Hacer comprender que, si la casa hubiera seguido siendo colegio, no se hubiera podido conseguir el permiso de sepultura d 
los restos de don Bosco entre sus hijos; no podía ser en el Oratorio, porque el Ministerio ya había puesto su veto total; y tampoco en 
Valsálice, porque las altas autoridades municipales y escolásticas se hubieran opuesto, en razón de la naturaleza de la casa, destinada a 
internado colegial. Pero el Señor, que había decretado llevarse a nuestro don Bosco y quería dejar su cuerpo cerca de nosotros, para nuestro 
consuelo, dispuso los acontecimientos del modo referido. Podíase, pues, decir, con toda verdad, que era la divina Providencia quien confiab 
los hermanos de Valsálice la custodia de su sepulcro. Por tanto, debían mostrarse dignos de tanta suerte y, con la práctica de las virtudes, 
hacer de modo que el Padre pudiese alegrarse de estar con su cuerpo entre ellos, como Padre junto a sus hijos. 

Y no concluyó aquí el Sucesor de don Bosco, sino que continuó diciendo: 

-Os dejo tres recuerdos especiales: 1.°: Para secundar los deseos expresos de don Bosco y las intenciones de la Iglesia, que manda rezar 
indistintamente por todos los fieles, hasta ser declarados venerables por el supremo magisterio, siempre que paséis cerca de esta tumba, rez 
al menos un requiem aeternam. 2.°: Acercaos, de vez en cuando, a ella y meditad un poco para animaros a la virtud; y, si alguna vez, sentís 
desaliento en la observancia de las Reglas, si notáis que se levantan las pasiones y os incitan a caer en el pecado, dirigid a esta tumba vuest 
pensamientos, junto con vuestra mirada, y jurad fidelidad a Dios a costa de cualquier esfuerzo, declarad guerra al pecado, a costa de cualqu 
sacrificio e invocad también a este padre amado en vuestras tentaciones y afanes; porque, desde el Cielo, donde fundadamente esperamos q 
esté, os obtendrá las gracias solicitadas. 3.°: Cada vez que dirijáis aquí vuestra mirada, imaginaos que os colocáis ante un espejo del que ha 
que copiar todas las virtudes, y miraos en él e imaginad ((568)) que sale de la tumba una voz que os dice: Imitatores mei estote, sicut et ego 
Christi (sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo). En cada una de vuestras acciones, preguntaos: »Cómo se comportaría don Bosco en 
esta ocasión? Entonces sí que se 
491 

podrá decir de él lo que se dice de las reliquias de los Profetas: Defunctus, adh uc loquitur (Está muerto, pero habla todavía). 

Los Superiores regresaron después al Oratorio, satisfechos de que todo hubiera resultado tan bien y agradecidos a cuantos habían puesto 
ello su valiosa mano. Antes de la cena, los clérigos de Valsálice, reunidos en torno a su director, don Julio Barberis, firmaron un pliego 
dirigido a don Miguel Rúa y redactado por uno de ellos, don Andrés Beltrami, prometiéndole que sus recuerdos y recomendaciones serían 
practicados fielmente, a modo de primer homenaje que le tributaban como Rector Mayor 1. Esta manifestación filial fue llevada 
inmediatamente a don Miguel Rúa y se la leyeron, después de la cena, en el refectorio del Capítulo Superior. 

Cuando se esparció la noticia, por los alrededores del Colegio, de que habían sepultado allí los restos de don Bosco, los propietarios de la 
casas y fincas del Valle de los Sauces (Valsálice) escribieron al Alcalde de Turín cartas de agradecimiento, por haber autorizado que don 
Bosco hubiera sido sepultado allí, cerca de sus residencias. 

El nicho estaba excavado en la pared del rellano, donde, sobre la escalinata que parte del patio bajo del colegio, se encuentran dos tramos 
escalera que bajan desde el patio alto. Allí permaneció el féretro durante un año, sin tocarlo para nada, hasta que se construyó sobre la tumb 
una capillita, costeada por los antiguos alumnos, y se colocó más decorosamente en un nicho más elevado. Leíase delante un epitafio en lat 
que señalaba la fecha de su nacimiento y de su muerte y calificaba simplemente a don Bosco como padre de los huérfanos. Algunos antiguo 
alumnos de Valsálice consiguieron después que se añadiera otra inscripción que recordase su permanencia en el Colegio y atestiguase su 
gratitud al venerado Padre. La lápida, colocada en la pared, a izquierda de quien sube, dice así: «Dispersados por los distintos caminos 
emprendidos -((569)) del santuario, de las ciencias, del foro y de las armas -pero unidos siempre con la mente y el corazón -los antiguos 

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alumnos del Colegio de Valsálice -a su Padre amado -don Juan Bosco -este recuerdo de afecto perenne». 

Desde 1889 en adelante, no se tocó el féretro hasta dieciséis años después de la muerte, para el reconocimiento oficial del cadáver, orden 
por la Sagrada Congregación de Ritos. En aquella ocasión, estuvo abierta la caja unas horas y expuesta en un gran salón, mientras 

1 Apéndice, Doc. 102. 
492 

se procedía al revestimiento del féretro, que de nuevo se colocó en su cho, a la espera de su triunfal traslado el año 1929. 

Don Miguel Rúa, a pesar de la distancia, procuraba visitar el glorioso sepulcro, al menos una vez al mes. Y, si en alguna ocasión no podí 
suplía abundantemente, durante los ejercicios espirituales, a los que acudía todos los años con numerosos hermanos. Eran muchas las perso 
que iban allí continuamente, atraídas por la veneración al Siervo de Dios y por la confianza que tenían en su intercesión. Acudían también 
grupos y peregrinos de todas partes de Italia y de varias naciones de Europa. Pocos eran los grupos que iban a Roma y que, a su paso por 
Turín, dejaran de ir a honrarle en su tumba. Y no era solamente la gente del pueblo la que subía hasta Valsálice con este objeto, sino tambi 
personajes constituidos en dignidad, tanto italianos como extranjeros. Y esta afluencia, iniciada inmediatamente después de su sepultura, 
continuó sin interrupción y hasta en progresivo aumento, hasta que se trasladaron de allí las santas reliquias para ser expuestas al culto en l 
iglesia de María Auxiliadora. 

La demanda de objetos que hubieran pertenecido a don Bosco se multiplicaba cada día más. Para contentar al menos el piadoso deseo de 
principales bienhechores, encargó don Miguel Rúa a don Antonio Sala y a don Juan Bonetti que vieran la manera de poder hacerlo. Había y 
un buen precedente con Pío IX, del que apenas murió se solicitaban reliquias de todas partes y se enviaban. Y se imitó el ejemplo. 

Don Bosco, en su testamento espiritual de 1884, que ((570)) publicamos en el volumen anterior, había escrito: «Después de mi entierro, m 
Vicario, de acuerdo con el Prefecto, envíe a todos los Hermanos estos mis últimos pensamientos de mi vida mortal». Tales pensamientos 
estaban redactados en forma de carta a los Salesianos. Don Miguel Rúa, en seguida, el siete de febrero, encargó la impresión de tantos 
centenares de ejemplares, cuantos fueran suficientes para que cada uno tuviera el suyo y, en un formato adecuado, para poderlo guardar en 
libro de las Reglas o en cualquier manual de piedad, de modo que resultase fácil una asidua lectura del afectuoso y conmovedor documento 

Carta escrita de propio puño de nuestro Padre, JUAN BOSCO, para todos los Salesianos, con encargo a su Sucesor de hacérsela llegar a 
cada uno, después de su muerte. Recíbase y consérvese como testamento espiritual, dictado por el gran afecto que nutría a sus queridos hijo 
en Jesucristo. 

Mis queridos y amados Hijos en Jesucristo: 

Antes de partir para mi eternidad, debo cumplir con vosotros algunos deberes y saciar así un vivo deseo de mi corazón. 
493 

Ante todo, os agradezco con el más ardiente afecto del alma, la obediencia que me habéis prestado y lo que habéis trabajado para sostene 
propagar nuestra Congregación. 

Os dejo aquí en la tierra, mas sólo por poco tiempo. Espero que la infinita misericordia de Dios haga que nos podamos encontrar todos un 
día en la dichosa eternidad. 

Os recomiendo que no lloréis por mi muerte. Es ésta una deuda que todos debemos pagar, pero después se nos recompensará con larguez 
todo trabajo realizado por amor de nuestro Maestro, el buen Jesús. 

En vez de llorar, haced firmes y eficaces propósitos para perseverar firmes en la vocación hasta la muerte. Vigilad y haced que ni el amor 
del mundo, ni el afecto de los parientes, ni el deseo de una vida más cómoda os muevan al gran disparate de profanar los santos votos y 
traicionar la profesión religiosa, con la que nos hemos consagrado al Señor. Nadie vuelva a tomar para sí lo que hemos dado a Dios. 

Si me habéis amado en el pasado, seguid amándome en el porvenir, con la exacta observancia de las Constituciones. 

Vuestro primer Rector ha muerto, pero nuestro verdadero Superior, Jesucristo, no morirá. El será siempre nuestro Maestro, nuestro Guía, 
nuestro Modelo; pero recordad también que, a su tiempo, él mismo será nuestro Juez y remunerador de nuestra fidelidad a su servicio. 

((571)) Vuestro Rector ha muerto, pero será elegido otro 1, que cuidará de vosotros y de vuestra salvación eterna. Escuchadle, amadle y 

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obedecedle. Rezad por él como lo habéis hecho conmigo. 

Adiós, queridos hijos, adiós. Os espero en el Cielo. Allí hablaremos de Dios, de María, Madre y sostén de nuestra Congregación. Allí 
bendeciremos eternamente esta nuestra Congregación, que contribuyó poderosa y eficazmente a salvarnos con la observancia de sus reglas. 

Sit nomen Domini benedictum ex hoc nunc et usque in saeculum. In te, Domine, speravi, non confundar in aeternum. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

En el mismo testamento, don Bosco había insertado una serie de cartitas para bienhechores y bienhechoras insignes, a fin de que se las 
enviaran después de su muerte. Don Miguel Rúa separó las destinadas a pesonas que aún vivían en 1888 y las remitió tal y como habían sa 
de la pluma de don Bosco 2. El precioso recuerdo suscitó en todos un profundo sentimiento de gratitud y veneración. 

Muy oportunamente escribió entonces Unità Cattolica que, sobre la tumba de los santos, no se llora, sino que se reza. Al hojear el cúmulo 
de cartas que recibió don Miguel Rúa, después de la muerte de don Bosco, se encuentran más elogios a la santidad de su vida y 

1 Cuando el Santo redactó esta carta, don Miguel Rúa no era todavía Vicario con derecho a sucesión. 

2 Apéndice, Doc. núm. 103 A-P. 
494 

expresiones de ilimitada confianza en su intercesión, que dolorosas participaciones de pésame. Pero aún hubo algo más. El ocho de febrero 
comunicaba don Miguel Rúa al Capítulo Superior que el cardenal Parocchi, protector de la Congregación, aconsejaba que se hicieran 
diligencias ante el cardenal Alimonda, para que, como Arzobispo de Turín, pidiera a la Santa Sede que, derogando las prescripciones 
eclesiásticas, permitiera que se iniciaran las actas preparatorias del proceso de Beatificación. Así que, apenas había bajado don Bosco a la 
tumba, ya se le abrían en el mundo los caminos de la grande y verdadera gloria. 
495 
((572)) 

CAPITULO XXVIII 

FAMA DE SANTIDAD EN VIDA
Y DESPUES DE MUERTO


EL autor inspirado del Eclesiástico 1 dice de los hombres santos: «Para siempre permanece su linaje y su gloria no se borrará; sus cuerpos 
fueron sepultados en paz y su nombre vive por generaciones; su sabiduría comentarán los pueblos, su elogio lo publicará la asamblea». Est 
lo que sucedió y sucede con don Bosco. Si ya era admirado y amado en vida, apenas bajó a la paz del sepulcro, aún creció más su fama en 
mundo, suscitando alabanzas en todas las lenguas, sin esperar a que el juicio infalible de la Iglesia lo elevase al honor de los altares y le 
rindiera culto universal. La voz del pueblo anticipó, por así decir, la voz de Dios, o mejor, fue la misma voz de Dios, como después lo 
confirmó el órgano del magisterio eclesiástico. La opinión de que fuera un santo le había acompañado durante su vida, pero se fue haciendo 
convicción profunda y mundial inmediatamente después de su muerte. Nos proponemos ahora hojear los Sumarios de los procesos para 
recoger testimonios jurados de esta fama, que, en su conjunto, agigantarán todavía más a nuestros ojos la figura de nuestro Padre. 
Limitaremos, sin embargo, el número de testimonios: bastarán siete no salesianos y doce salesianos. De cada uno se reproducirá únicament 
lo más significativo que expuso por su propio saber. ((573)) No será necesario insertar notas a pie de página: nombrando las personas, será 
fácil, para quien lo desee, el comprobarlo. 
Formaremos así una corona de siemprevivas que colocamos sobre la tumba gloriosa de nuestro venerado Fundador; o, si place mejor, un co 
armonioso de voces que cantan su dulce memoria. 

Entre los no salesianos, damos preferencia a un seglar, hombre del pueblo, a Juan Bisio, comerciante. Desde 1864, vivió en el Oratorio si 
años y después mantuvo siempre relación con don Bosco. Se empeñó en conocerlo cuando un sacerdote de su pueblo le habló de él y se lo 
describió como un santo. Entre sus testimonios se destaca uno. 

1 Ec., 44, 13-15. 

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Habiéndole acompañado varias veces por los pueblecitos del Piamonte veía que, a su paso, muchos se arrodillaban para recibir su bendició 
otros se asomaban a las ventanas y salían a las puertas para verle y las madres le presentaban su niños para que los bendijera. Y dice:«Parec 
el Nazareno, en medio de los niños». 

Dos sacerdotes que conocieron de cerca a don Bosco fueron el teólogo Reviglio, párroco de San Agustín de Turín, y el canónigo Ballesio 
vicario foráneo de Moncaglieri. Don Félix Reviglio era uno de los asiduos asistentes al Oratorio desde 1847 y fue, después, el segundo 
internado en él, gozó durante toda su vida de intimidad con el Siervo de Dios. Y bien, él consideró siempre a don Bosco como un santo dig 
de los altares, que era opinión común, dice él, no sólo entre sus alumnos, sino también entre los extraños, a quienes oyó proferir la misma 
opinión. Atestigua, además, que algunos sacerdotes que lo tuvieron como comensal en su casa tenían a gala guardar los cubiertos y otros 
objetos usados por él en la mesa y que, después de la muerte del Siervo de Dios, eran cosas que se consideraban como preciosísimas. 

También don Jacinto Ballesio, alumno del Oratorio durante ocho años, desde 1857, mantuvo toda su vida una familiaridad, cada vez may 
con don Bosco. «No sabría, dice, que otro santo haya tenido mayor fama de santidad en medio de toda clase de personas, eclesiásticas y 
seglares.» Afirma, a continuación, estar plenamente convencido de que la devoción de los Salesianos y de sus Cooperadores al Siervo de 
((574)) Dios, más que causa, era el fruto de la confianza universal en la eficacia de su intercesión. 

Se repite con cierta frecuencia en los primeros volúmenes de estas Memorias Biográficas el nombre del canónigo Juan Anfossi. Cursó el 
bachillerato, la filosofía y la teología en el Oratorio, desde 1853. Y cuando lo dejó, conservó siempre contacto filial con don Bosco, que 
seguía considerándole como de casa. Anfossi declaraba que don Bosco, ya desde sus tiempos de seminarista, era tenido muy en cuenta por 
santidad, según lo oyó repetir a algunos de sus antiguos condiscípulos y principalmente a don Francisco Oddenino, con quien convivía hac 
veinticuatro años, en el momento de su deposición en la causa. Cuando Anfossi era todavía clérigo en el Oratorio, fue enviado por don Bos 
para realizar misiones privadas ante algunos Obispos, y en estas ocasiones oía grandísimos encomios sobre la santidad de quien le enviaba. 
Monseñor d'Angennes, arzobispo de Vercelli, no se cansaba de alabarlo en presencia de varios canónigos. El mismo Anfossi experimentó 
cómo se había extendido la fama de su santidad fuera de 
497 

Italia, en sus viajes por Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. Cuando se presentaba en las sacristías para celebrar la misa, le preguntaban 
muchos si conocía a don Bosco, y, cuando decía que había sido su alumno, veíase colmado de atenciones y entretenido con largas 
conversaciones, por el deseo común de conocer sus obras. Y concluye así su deposición: «Siempre admiré la santidad de vida del Siervo de 
Dios y esta persuasión de santidad perdura todavía en mí, y se confirma cada día más: nunca me ha sucedido oír a nadie que contradiga la 
fama universal de santidad que goza don Bosco». 

»Quién no conoce al teólogo Leonardo Murialdo, fundador de los josefinos, cuya causa de beatificación está en curso? Es sabido lo much 
que ayudó a don Bosco en los comienzos de sus oratorios festivos en Turín; así comenzaron sus relaciones con él en 1851. 

«Es un hecho, dice, que el Siervo de Dios gozaba fama de santo antes de su muerte ante gran ((575)) número de personas, lo mismo del 
pueblo que de la alta sociedad. Yo mismo tuve una prueba. Una señora de Saint-Etienne (Francia), envió a don Bosco, unos años antes de s 
muerte, a un sacerdote de su confianza expresamente a Turín para rogarle que fuera a donde ella se encontraba, porque esperaba obtener su 
curación con su bendición. También tuve ocasión de oír varias veces en Francia los elogios que le tributaban como a un hombre digno de to 
admiración.» Y al preguntarle qué podía decir sobre su fama de santidad post obitum, respondió: «Me consta que el pueblo profesa estima, 
reverencia y devoción al Siervo de Dios, y no sólo las personas del vulgo, sino también las piadosas, sabias y prudentes; lo mismo en Turín 
que en el extranjero» 1. 

Dos obispos depusieron como testigos oculares. Fue el primero monseñor Vicente Tasso, de los paúles, obispo de Aosta, que había cursa 
el bachillerato en el Oratorio desde 1862. Declaró: «Salí del Oratorio porque el Señor me llamaba por otro camino, pero creció siempre en 
el concepto de santidad del Venerable. Aún comparándolo con personajes de gran caridad y virtud, con los que estuve en contacto, me pare 
que fue el más excelente que yo he encontrado en mi vida, por su virtud, sus obras y sus dones sobrenaturales. Mi opinión va creciendo al p 
que crece mi veneración; cuanto más lo estudio, más admiro y venero su santidad. Estoy, pues, persuadido de 

1 El dos de enero de 1891, cuando el Arzobispo de París recibió a su clero para la felicitación del año nuevo, al llegar el turno de don Jos 
Ronchail, le abrazó diciendo: -He aquí al superior de la casa del santo don Bosco. La Iglesia no lo ha proclamado aún, pero lo hará. (Carta 
don José Ronchail a don Domingo Belmonte, París 8-1-1891.) 
498 

que la fama de santidad de que gozó no es artificial e imaginaria, sino que está verdaderamente fundada en sus méritos y favorecida por Dio 
con gracias y milagros para glorificar a su siervo y elevarlo al honor de los altares; y hago votos sinceros por que ello sea un hecho lo antes 

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posible». 

El otro obispo es el renombrado moralista monseñor Bertagna, titular de Cafarnaún y auxiliar del cardenal Alimonda. ((576)) Conoció a d 
Bosco desde niño. Durante las vacaciones le dio algunos años clases de latín. Después, especialmente siendo ya sacerdote, sostuvo con él 
continua intimidad. He aquí su ponderada opinión: «Don Bosco era considerado como un hombre extraordinario, muchos lo tenían por san 
le atribuían milagros. A mi juicio, el verlo en sus últimos ocho o diez años, lleno de achaques, sobrecargado de ocupaciones, asediado siem 
por gente de toda clase, siempre tranquilo, sin dar jamás muestras de la más mínima impaciencia, sin mostrar prisas ni premeditación en lo 
que llevaba entre manos, da buenos motivos para decir que, si no era un santo, al menos daba la impresión de serlo. El éxito de su principa 
obra, su Congregación, es la prueba que tiene más fuerza para persuadirme de que don Bosco fue un santo». 

Escuchemos ahora los testimonios de los salesianos, que tuvieron más ocasión que los anteriores para estudiar de cerca al Siervo de Dios 
Algunos de ellos le observaron durante largos años en su vida ordinaria, lo vieron habitualmente en la intimidad de la vida doméstica, lo 
sorprendieron en aquellas circunstancias en las que de ordinario los hombres no se preocupan por contenerse; y con estos continuos contac 
es humanamente imposible que no se echen de ver los defectos, si los hay. Por eso los familiares no siempre comparten con los extraños la 
admiración por las virtudes de algunos que, sin embargo, sobresalen en su gremio. Y, en cambio, respecto a don Bosco ocurre precisamente 
contrario: cuanto más continua y estrecha era la intimidad, tanto más convencidos estaban de que efectivamente era un santo. 

Comencemos por su fiel don Joaquín Berto. Cuando era estudiante en el Oratorio, desde 1862, se confesó con don Bosco hasta el mes de 
enero de 1888; además, fue su secretario por veinte años, de 1866 a 1886, y siguió, como antes, tratándole íntimamente. Para mejor valorar 
sus apreciaciones es bueno tener presente que, por temperamento, era un hombre opuesto a todo lo que pudiera saber ((577)) a entusiasmo 
sentimentalismo; más aún, aunque era bueno, como tenía un natural frío y un carácter durillo, en ocasiones, hacía ejercitar la paciencia 
499 

a don Bosco. Y, sin embargo, jamás pasó por su mente la duda de que don Bosco no fuese un santo. El pensamiento de don Joaquín Berto 
respecto a esto, en su larga deposición, puede condensarse en el siguiente párrafo: «Puedo atestiguar que la fama de santidad del Siervo de 
Dios nació espontáneamente, como la luz del sol, como el calor del fuego, como el agua de su manantial y que después se difundió por el 
mundo por el esplendor de sus virtudes, por la abundancia de sus dones sobrenaturales, por sus áureos escritos, por las muchas curaciones 
extraordinarias obtenidas con sus oraciones y bendiciones, y especialmente por la rápida propagación de sus instituciones en los dos 
hemisferios». En el curso de su interrogatorio refirió importantes juicios de otros, oídos directamente por él. Por ejemplo, los siguientes. El 
año 1879, encontrándose en la antesala del Cardenal Bartolini, mientras don Bosco estaba en audiencia, oyó decir a monseñor Caprara: 
-Cuando don Bosco muera, lo beatificarán y yo tendré que hacer de abogado del diablo. -Monseñor Caprara hablaba así porque era el 
promotor de la Fe en la sagrada Congregación de Ritos. El 15 de abril de 1880 lo mandó don Bosco a entregar al cardenal Alimonda, que 
entonces vivía en Roma, una solicitud referente a las Misiones. En aquella circunstancia le dijo el Cardenal: 

-íQué suerte la suya que está con un hombre verdaderamente santo! 

Un alumno del Oratorio, al volver de vacaciones, contó a don Joaquín Berto que, habiendo sido presentado a la princesa María Victoria, 
esposa del Príncipe Amadeo de Saboya, le había dicho ella: 

-íEres afortunado, porque estás con un santo! 

Don Segundo Marchisio, natural de Castelnuovo, pasó trece años seguidos en el Oratorio en tiempos de don Bosco, después de cuya mue 
recorrió los alrededores de I Becchi y visitó a cuantos habían conocido a don Bosco o habían oído hablar de él en su familia, recogiendo 
noticias, recuerdos y anécdotas ((578)) que pudieran servir para su biografía. El Doctor Allora le contó que en el seminario de Chieri, dond 
también había estado, los condiscípulos del Siervo de Dios lo consideraban como un santo. Otros testimonios parecidos, recogidos por él, 
pueden leerse en los primeros volúmenes de Lemoyne. 

Por su parte, el testigo se expresó en estos términos: «Siempre he tenido y tengo a don Bosco en gran veneración y lo considero como un 
santo; no he oído a nadie una opinión contra la fama de su santidad». 

Y he ahora aquí uno de esos hombres para quienes se hizo el 
500 

conocido proverbio francés: Il n'y a pas de grand homme pour son valet de chambre (No hay hombre grande para su ayuda de cámara). Nos 
referimos al coadjutor Pedro Enría, que entró a los trece años en el Oratorio el 1854, estuvo destinado más tarde por largo tiempo al servici 
del Siervo de Dios. Ante los jueces de la causa, después de haber expuesto sencillamente, en los distintos interrogatorios, muchos de sus 
recuerdos personales, prorrumpió finalmente con esta resuelta afirmación: «Yo, que he vivido tantos años con él y he admirado sus virtude 
no puedo por menos que considerarlo un santo». 

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Otro salesiano, también de Castelnuovo, don Angel Savio, fue alumno del Oratorio desde 1850. Acompañó a don Bosco a Marsella el 18 
tuvo que sostener con él muchas relaciones por asuntos administrativos y después fue a las misiones. Era un hombre muy práctico y formul 
de este modo su propio parecer: «Don Bosco fue un sacerdote ejemplar, dotado de virtudes eminentes. Estoy persuadido de que se encuentr 
entre los bienaventurados en el cielo y deseo que la Iglesia, a su debido tiempo, declare su santidad y eleve a los altares un nuevo modelo d 
sacerdote para imitar. Son muchos los que me han dicho en multitud de ocasiones, lo mismo en Europa que en América: -Sois afortunados 
por ser hijos y seguidores de don Bosco, que era un santo». 

El primer Procurador general de la Congregación y primer párroco del Sagrado Corazón en Roma, don Francisco Dalmazzo, dejó el año 
1860 otro colegio en Pinerolo, y entró en el Oratorio a la edad de quince años como alumno de quinto curso de bachillerato. ((579)) Era de 
familia acomodada, le costaba mucho adaptarse a aquella vida y no hubiera continuado allí, si en las primeras semanas no hubiera visto con 
sus propios ojos la famosa multiplicación de los panecillos, operada por manos de don Bosco 1. 

Vienen como anillo al dedo dos puntos relevantes de su deposición. Dice de sí mismo, al hablar de sus virtudes en general: «Durante los 
casi treinta años que he vivido cerca del Siervo de Dios, debo confesar ingenuamente que no sólo no encontré nunca nada censurable en él, 
sino que al contrario, hube de admirar en todo tiempo que practicaba todas las virtudes cristianas, de tal forma que me persuadí de visu et d 
auditu (por haberlo visto y oído) que era cierto cuanto a menudo oía repetir, que era un santo». 

Y hablando después sobre su fama de santidad, hacía estas declaraciones: «He viajado por Francia, Suiza, Bélgica, Inglaterra y toda 

1 Memorias Biográficas vol. VI, pág. 585. 
501 

Italia y en todas partes he oído siempre hablar de don Bosco como de un San Vicente de Paúl o un San Felipe Neri; frecuentemente he teni 
que contar, después de muchas insistencias, cosas referentes a él a personas que se mostraban avidísimas de ello. Esta idea de la santidad d 
don Bosco ha estado siempre enraizada en nuestro pueblo, tanto entre las personas doctas como entre la gente sencilla, ya que todos se 
encomendaban a él, persuadidos de que Dios los oiría por su mediación. Y entre las personas más sabias y de virtud más eminente, se 
manifestaba más este concepto. He visto a muchos Obispos y Arzobispos, procedentes de lejanas tierras, que en su visita ad límina, pasaba 
expresamente por Turín para visitar a don Bosco. 

»Citaré entre otros a dos Vicarios Apostólicos de China, que vinieron al Concilio Vaticano y partieron después de Roma para ver a don 
Bosco en Valcocco, movidos por la fama de su santidad. No recuerdo sus nombres pero los vi y hablé personalmente con ellos. En el mes d 
agosto de 1874, Pío IX, después de haberme pedido noticias de don Bosco, exclamó: 

»-íAh! íEse no es un bosque 1 silvestre, sino fecundo y fructífero, que ha hecho y hará mucho bien! 

»Oí decir al cardenal Bonaparte, el cual tenía ((580)) especial devoción por don Bosco: 

»-Encomendadme mucho a las oraciones de don Bosco, porque ese es un santo. 

»El cardenal Nina le dijo un día a León XIII y yo se lo oí a él mismo: 

»-»Me pregunta Su Santidad qué opinión tengo de don Bosco? No le considero un hombre, sino un gigante de largos brazos que ha logra 
abrazar al mundo entero.» Refiriéndose después a los años post obitum, dijo: -Me lamentaba yo aquellos días de algo que publicó un 
periódico religioso sobre don Bosco y un señor muy distinguido me respondió: -Ya es tanta y tal la fama de santidad de don Bosco que, po 
más que se diga o se publique, nada se podrá añadir al mérito y al concepto que el pueblo se ha formado de él». 

Del tiempo posterior a su muerte los testigos valorizan el incesante peregrinar a la tumba del Siervo de Dios, que no era visitada por 
curiosidad, sino por verdadera devoción a aquel cuyos restos mortales guardaba. Hay uno entre todos que merece nuestra atención, y es don 
Luis Piscetta, que, en su condición de director de la casa de Valsálice, 

1 Bosque: juega Pío IX con su nombre Bosco (bosque, en italiano) (N. del T.) 
502 

era testigo bien informado. Después de haber descrito ampliamente el devoto sucederse de personas, personalidades y peregrinaciones, 
comenta: «Esta devoción se funda en la invocación de su intercesión para obtener gracias del Señor, en la petición de objetos que le hubier 
pertenecido para llevarlos encima o guardarlos como reliquia, en la demanda y conservación de su retrato, en la colocación sobre su tumba 
cartitas pidiendo favores. Estas cartas se recogen en seguida y se guardan en una habitación alejada, junto con pinturas votivas y corazones 

Fin de Página: 503 


VOLUMEN XVIII Página: 503 

plata. Este concurso comenzó inmediatamente después de su muerte y todavía sigue; puedo también asegurar que del mismo modo comenz 
en seguida la devoción descrita más arriba. Estoy persuadido de que esta devoción nació y se conserva en el pueblo, por el concepto que tie 
de la santidad de don Bosco y de su valiosa intercesión». 

Un testimonio más al día sobre don Bosco fue sin lugar a dudas el de don Juan Bautista Lemoyne, que se hizo salesiano cuando ya era 
((581)) sacerdote desde hacía dos años en el 1864. Los lectores lo conocen bastante. Sólo entresacaremos de sus deposiciones algunos deta 
muy notables, acaecidos en Roma. Motivó el primero un señor polaco riquísimo, ferviente católico y generoso para ayudar las vocaciones 
eclesiásticas. Encontrábase Lemoyne en Roma con don Bosco el año 1884, cuando este señor fue a pedir al Siervo de Dios que le acompañ 
para ir a bendecir a una hermana suya enferma. Don Bosco acudió y aquella buena familia lo recibió de rodillas, como a un santo. El mism 
señor aseguró a Lemoyne que en Polonia conocían el nombre de don Bosco hasta los niños. Confirmaron después esta afirmación los 
centenares de muchachos que, desafiando mil peligros e incomodidades, salieron de la Polonia rusa, austríaca y prusiana y llegaron a Turín 
para hacerse salesianos. Tiene mucho valor la afirmación que León XIII hizo a monseñor Manacorda, el cual se la refirió a Lemoyne. 

El obispo de Fossano había predicado la oración fúnebre el día trigésimo de la muerte de don Bosco, en la iglesia del Sagrado Corazón, 
manifestando la esperanza de que don Bosco fuera elevado al honor de los altares. La oración fúnebre se imprimió. Tomaba parte Monseño 
en una audiencia pontificia, y se puso a un lado para no ser notado por el Papa; pero apenas lo vio éste, lo llamó y le dijo: 

-He leído su oración fúnebre de don Bosco y me ha gustado; 
también yo soy de su parecer. 

Igualmente le contó a Lemoyne el procurador don César Cagliero haber oído al cardenal Parocchi que Su Santidad le había dicho: 
503 

-Don Bosco es un santo. Siento ser viejo y no poder cooperar a su beatificación. 

Quien podía hablar sobre el Siervo de Dios, por su conocimiento directo, era don Juan Bautista Francesia, que vivió durante treinta años 
íntima familiaridad con él; efectivamente sus deposiciones se distinguen por su abundancia y su amplitud. Nos conformaremos, para nuestr 
intento, con extraer de ellas un episodio ignorado. La condesa Matilde de Romelley, natural de Robbiano, que vivía en Bélgica, presentóse 
Pío IX, en vida de don Bosco, y el Papa le dirigió esta pregunta: 

-»Habéis visto el tesoro de Italia? 

((582)) -Lo estoy viendo ahora, Santo Padre, respondió. 

-Quiero decir si habéis visto a don Bosco. 

Al darse cuenta el Papa de que no sabía quién era don Bosco ni dónde se encontraba, se lo dijo. Fue ella a verlo y quedó tan encantada de 
que, en adelante, no volvió más a Italia sin pasar por Valdocco «para visitar, decía, a aquél a quien el Padre Santo había calificado de tesoro 
de Italia». 

Un Salesiano a quien sonrió la suerte como a pocos de poder disfrutar de la familiaridad con don Bosco durante muchos años fue don Jul 
Barberis. Decía éste: «Yo no sé que haya habido otro sacerdote que suscitara tanto entusiasmo en torno a sí como don Bosco mientras vivía 
que haya sido tenido por santo más universalmente, en vida. Esta su fama fue realmente universal e ininterrumpida; no procedía de sus 
cualidades humanas, como de un gran hombre, sino que la producía, la conservaba y aumentaba su vida inmaculada, sus dones 
extraordinarios, y sus grandísimas obras de caridad». El mismo don Julio Barberis, después de la muerte de don Bosco, habló con ocasión d 
sus muchos viajes con un número extraordinario de Cooperadores salesianos, de personas instruidas e importantes, con altos prelados y vio 
mucho aprecio y devoción al Siervo de Dios. «A donde quiera que vaya, añadió, me preguntan cómo va la causa de beatificación. Quieren 
saber para cuándo puede estar terminada. Se ve en todos el deseo de que la Santa Sede se pronuncie favorablemente». 

Un excelente conocedor de don Bosco fue don Francisco Cerruti, compañero y amigo de Domingo Savio en el Oratorio. Su atención se 
orienta con cierta preferencia a valorar las obras de don Bosco como confirmación de su santidad. «Esta fama de santidad, dice, difundida e 
toda clase de personas, no provenía de la simple simpatía, sino que se fundamentaba en sus obras, que crecían y aumentaban cada día 
504 

más; personalmente no tenía nada que produjera ese efecto. Pero fundar y mantener tantas obras y seguir aumentándolas sin subsidio algun 
fuera de la caridad, y sostenerlas sin más medios que ((583)) la ayuda de la beneficencia, no podía ser más que el efecto de la gracia de Dio 
que se valía de don Bosco para su gloria y para bien del prójimo. Ahí radica el entusiasmo que por él se tenía, que duró toda su vida, que aú 
perdura, y va creciendo después de su muerte». Esta opinión de santidad confesaba don Francisco Cerruti que la sentía en sí mismo y le 
aumentaba cada día más. 

Fin de Página: 505 


VOLUMEN XVIII Página: 505 

El cardenal Cagliero, al declarar su postura ante el tribunal, con respecto a don Bosco, habla así de la impresión que le produjeron sus do 
primeros encuentros en el Siervo de Dios: «La impresión que recibí cuando me presenté a él para ser aceptado y cuando me aceptó 
definitivamente, fue la de que era un sacerdote singular, ya fuera por el modo y la gracia con que me acogió, ya fuera por el respeto y 
veneración con que le trataban mi párroco y los otros sacerdotes; aquella impresión no se me borró ni disminuyó, sino que fue creciendo ca 
vez más a lo largo de los treinta y tres años que viví a su lado, esto es, hasta el año 1885, cuando partí para las misiones, sin contar los dos 
años que estuve en Argentina para fundar las primeras casas en aquella República». 

Repasando los años del bachillerato recordaba: «Los muchachos del Oratorio, al par que lo considerábamos como un ternísimo padre y lo 
tratábamos con familiaridad y confianza más que filiales, sin embargo, le teníamos tal respeto y veneración, que, en su presencia, estábamo 
con un porte religioso, y esto por el convencimiento que teníamos de la santidad de su vida». 

Y, pasando a hablar de los años siguientes, termina: «Esta opinión de santidad sobre el Siervo de Dios, que tuve desde que lo conocí, fue 
creciendo siempre en mí y sigue todavía aumentando». 

Para explicar el porqué de esta opinión, se expresa así: «Si debo manifestar mi parecer personal, sinceramente diré que deduzco la santida 
de don Bosco no tanto de los dones sobrenaturales, con que Dios le dotó y de los que fui frecuentemente testigo, sino de sus eminentes 
virtudes, practicadas en grado heroico y constante hasta la muerte, especialmente ((584)) su ardiente caridad, su serenidad inalterable, su 
fortaleza, su constancia y entereza y su dulzura de carácter en circunstancias difíciles y críticas, en arduas y fuertes oposiciones y 
contradicciones. Esto fue para mí el milagro que más me ha impresionado durante el tiempo que viví a su lado». 

Entre los hechos citados por monseñor Cagliero, elegiremos sólo 
505 

dos, por ser poco conocidos. El año 1871 cayó gravemente enfermo don Bosco en Varazze. Se pedía entonces por su salud en todo Piamon 
Pues bien, el santo Obispo de Alba, monseñor Galletti, confió al testigo Cagliero que había ofrecido a Dios su vida por la de don Bosco y 
explicaba así su razón: -Mi vida vale poco o nada, en cambio, la de don Bosco no sólo es preciosa, sino utilísima para el bien de la Iglesia. 
mía no tiene ningún valor en comparación de la suya, que es la de un santo y ya se sabe que los santos están en el mundo para algo. 

El otro hecho es del 1893. Estaba monseñor Cagliero de vuelta de la Patagonia, y en una audiencia con León XIII se alegraba el Pontífice 
del progreso de las Misiones y el florecimiento de las casas salesianas en Europa y en América y añadió: -Se ve que don Bosco os ayuda y 
protege desde el cielo. Rezadle y os seguirá prestando su asistencia y protección. Era un santo. Imitad todas sus grandes virtudes. 

Si cuando San Buenaventura escribía la vida de su seráfico Padre, resultaba que un santo escribía la vida de otro santo, también puede 
decirse que don Miguel Rúa, que vivió tantos años de su vida con don Bosco, fue un santo que vivió la vida de otro santo; porque éste fue 
copiando en sí mismo al otro, con el cuidado meticuloso de un discípulo cariñoso y sumiso, de modo que pudo decirse de ellos conglutinat 
est anima eius animae illius (uniéronse formando un todo las dos almas). Nunca habrá uno que tenga la autoridad de don Miguel Rúa para 
enjuiciar la santidad de don Bosco, porque, además, él también era santo. Dos testimonios suyos nos parecen importantísimos para nuestro 
fin. Se refiere el primero a su sentir personal. «En cuanto a mí, dice, puedo declarar, y realmente declaro, ((585)) que, cuanto más medité y 
medito sobre la vida de don Bosco, sobre sus virtudes, y los sucesos prodigiosos que se operaban por su medio, en derredor suyo y en su 
favor, tanto más crecía y crece en mí la persuasión, el íntimo convencimiento de su santidad». 

La otra deposición testifical nos descubre de qué manera vio él formarse y manifestarse la santidad del Siervo de Dios. «Recuerdo que yo 
siempre contemplé con admiración cómo don Bosco practicaba las virtudes de manera heroica, a lo largo de su vida; con todo me parece 
oportuno añadir que vi su constancia en la práctica de las mismas de tal modo que puede decirse fue creciendo en la perfección con el crece 
de los años, en vez de aflojar en algo su fervor. No sabría expresar su crecimiento en la virtud más que diciendo que fue creciendo siempre 
como un sol y desapareció de la escena del mundo en pleno mediodía». 
506 

Don Miguel Rúa acompañó a don Bosco en tres viajes importantes: a París, a Barcelona y a Roma. Dice del primero: «En París, donde le 
acompañé cerca de un mes, pude advertir que no fueron exageradas las relaciones de otros hermanos que le habían acompañado a otras 
ciudades». Y, después de resumir sumariamente cuanto ocurrió en la gran metrópoli francesa, concluye: «Yo estaba maravillado al ver cóm 
don Bosco, que no había estado nunca en aquella ciudad, que era un forastero en medio de un pueblo, entonces hostil a Italia, pudiese recib 
tantas demostraciones de veneración, y no podía explicármelo más que por el gran concepto que se tenía de su caridad y de su santidad». 

Con respecto a Barcelona, describe don Miguel Rúa el ansia que tenía el pueblo por ver al personaje, cuya fama de santidad había corrido 
tanto. Y no era sólo el pueblo el que tenía empeño por acercarse a don Bosco para implorar sus oraciones y su bendición, sino también los 
señores de la nobleza, escritores y obispos. Y, expuesto todo esto, repite: «Sólo la fama de su santidad podía poner en movimiento a tanta 
gente». 

Fin de Página: 507 


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Le acompañó a Roma varias veces, pero se detiene más en referir ((586)) la última visita y dice: «Le acompañé varias veces a Roma y fui 
testigo de la gran estima y veneración que allí se le tenía. Y lo más admirable era que aquel entusiasmo, en vez de disminuir iba en aument 
El año 1887 no solamente acudían a pedir su bendición algunos personajes o determinadas familias, sino comunidades enteras de religiosas 
seminarios y distintas asociaciones, atraídas por la fama de su santidad, para tener la fortuna de verlo, implorar sus oraciones y ser bendecid 
por él». 

Recuerda don Miguel Rúa dos hechos de León XIII, que hacen a nuestro propósito, uno en vida de don Bosco y otro después de su muert 
Cuando se trataba de resolver las conocidas divergencias entre don Bosco y el Arzobispo de Turín, aunque las condiciones impuestas a don 
Bosco fueran duras, Su Santidad dijo a los presentes: -Don Bosco es un santo y no se negará a aceptarlas. 

Después de su muerte, en una audiencia concedida a don Miguel Rúa, nombró el Papa a don Bosco tres veces con el título de santo y 
diciéndole a él que era afortunado por ser el sucesor de un santo. 

Don Miguel Rúa traza un bosquejo del desarrollo de la devoción a don Bosco después de su muerte, poniendo de relieve que esto sucedía 
aunque nunca se publicasen las gracias obtenidas por su intercesión.«Lo que demuestra, concluye él, lo muy arraigada que está en los pueb 
la devoción privada al Siervo de Dios, por la multitud de 
507 

gracias que se obtienen por doquier. Así, pues, la devoción al Siervo de Dios, a mi juicio, además de ser general y arraigada en los pueblos 
muy agradable al Señor, que se complace en mostrar por su medio, la magnificencia de su bondad con los hombres». 

Después de cuanto hemos referido, entran deseos de saber cuáles fueran los sentimientos de don Bosco, ante todas aquellas demostracion 
Tuvo también esta curiosidad el padre Giordano, de los Oblatos de Maria, su confidente, quien se lo preguntó al mismo don Bosco un día, 
según la deposición de don Francisco Dalmazzo ((587)) que le oyó contar cómo, viajando con el Siervo de Dios en dirección a Génova, le 
preguntó: 

-Dígame la verdad, don Bosco: cuando usted ve tantas cosas extraordinarias, como ha realizado, tantas casas como ha fundado y que es ta 
estimado y venerado por todos, que hasta lo llaman santo, »qué debe decir de sí mismo? No es posible que no tenga algún acto de 
complacencia. »Qué me dice? 

Don Bosco, recogiéndose un instante y levantando los ojos al cielo, respondió: 

-Yo creo que, si el Señor hubiese encontrado un instrumento más vil y más débil que yo, se habría servido de él para realizar sus obras. 

Tenemos otra rendija para escudriñar su ánimo en aquellas palabras que él mismo dijo a don Juan Marenco el año 1886: 

-Si yo hubiera tenido cien veces más fe, habría hecho cien veces más de lo que he hecho. 

En su persona, pues, él no veía más que un pobre instrumento en manos del Omnipotente, y en su obra no miraba la actuación providenci 
sino las humanas deficiencias de las que se consideraba culpable. 

Este es el propio sentir de los santos y este sentir es la piedra de toque de la verdadera santidad. 
508 
((588)) 

CAPITULO XXIX 

TESTIMONIOS DE SUS MILAGROS 

LA voz pública que llamaba taumaturgo a don Bosco durante su vida, no cesó un momento, ni siquiera después de su muerte, en proclamar 
gran hacedor de milagros. El pueblo cristiano sabe muy bien que los milagros los hace Dios; pero la mentalidad popular simplifica la 
expresión y, aunque no ignora la causa primera de un efecto prodigioso, se detiene con gusto en la causa segunda, que está más cerca y que 
representa para ella la condición sin la cual no es posible el hecho sobrenatural, es decir, la eficacia del intercesor. 

Son muchas las gracias extraordinarias que se han efectuado, como curaciones inesperadas, famosas conversiones, soluciones de asuntos 
peliagudos, obtenidas por intercesión de don Bosco en Italia y en cualquier rincón del mundo. Estas gracias ocurridas en los primeros mese 
después de su muerte, nos parecen tan unidas todavía a su biografía, que creemos se deben tener en cuenta aquí, al término de nuestra labor 
Elegimos entre ellas unas cuantas, mas sin pasar de dieciocho y sin alejarnos del primer aniversario de su muerte. 

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Naturalmente no pretendemos atribuir a los hechos que narramos una fe superior a la humana, aunque esté fundamentada en testimonios 
excluyen toda credulidad facilona. Omitiremos, además, la transcripción de documentos, asegurando a los ((589)) lectores que éstos se 
conservan en nuestros archivos y que los hemos examinado detenidamente caso por caso. 

Puede decirse que las maravillas comenzaron en el mismo momento en que el Siervo de Dios entregó su alma al Creador. Dos son los cas 
más notables y más seguros de este género. El primero sucedio en Piamonte y el segundo en Francia. 

La familia de los condes de Cravosio era una de las muchas familias aristocráticas de Turín, en las que don Bosco tenía siempre las puert 
abiertas 1. 

1 Véase LEMOYNE. M. B., vol. VI, págs. 195 y 205. 
509 

La hija Rosa, que tantas veces le había visto en su casa, se había hecho religiosa dominica en Mondový-Carassone, cambiando su nombre 
pila por el de Filomena. Era la Superiora de la casa de Garessio; durante la enfermedad de don Bosco sufría mucho con ciertas penas 
espirituales y algunas incomodidades físicas; por eso había escrito a su madre, rogándole que fuera a pedir a don Bosco una bendición para 
ella. Mas, por obvias razones, no había recibido ninguna respuesta. Pues bien, el 31 de enero de 1888, antes de que amaneciera, y después d 
haber pasado la noche sin descanso, se adormeció ligeramente y he aquí que se le apareció don Bosco derecho a los pies de su cama, con la 
manteleta de costumbre recogida sobre el brazo, con el sombrero en la mano derecha y con aspecto juvenil, alegre y animado, como cuando 
solía verlo en casa de sus padres, siendo niña. 

-Don Bosco, exclamó al verlo. »Le ha hablado mi madre de mí? Estoy tan molesta y me encuentro tan débil, que no puedo hacer nada 
bueno. 

-Ya sé, respondió, que su madre tenía deseos de verme, pero no ha podido. Mire, cuando yo estaba en este mundo era muy poco lo que 
podía hacer por usted y su familia; pero ahora, que estoy en el Cielo, puedo hacer mucho más y quiero hacer lo que entonces no pude, porq 
tenía que preocuparme de mis muchachos y de mis casas. 

-Pues si es así, contestó la religiosa, obténgame de Dios ((590)) salud y fuerza y verme libre de las angustias del corazón para que pueda 
correr por el camino del Señor y hacer el bien, como usted ha hecho, y llegar yo también al Cielo. 

-Pero »no ve que está muy bien y que su corazón está lleno de buena voluntad? Levántese, pues; Dios está con usted. 

A estas palabras se despertó. No le quedaba ni sombra de malestar y las tristes preocupaciones de su corazón habían cambiado por una gr 
confianza en Dios. Loca de alegría y llena de agradecimiento se levantó y sólo entonces se dio cuenta de que había soñado. 

Maravilláronse las hermanas al verla con ellas; y apenas terminaron sus prácticas religiosas la rodearon, haciéndole mil preguntas de cóm 
había podido levantarse y había tenido fuerzas para ir a la iglesia y cómo se encontraba en aquel momento... 

Con la mayor naturalidad les contó la aparición de don Bosco. Al oír que don Bosco ya no estaba en este mundo, las monjas empezaron a 
desconfiar porque las últimas noticias que habían recibido eran contrarias, pues hablaban de una mejoría. Pero, poco después, supieron 
510 

que don Bosco había muerto, precisamente aquella mañana a las cuatro y tres cuartos 1. 

Algo parecido ocurrió en Francia. El abate Tropheine, párroco de Sénas en la diócesis de Arrás, sostenía correspondencia epistolar con do 
Bosco. En su última carta le suplicaba humildemente que obtuviese con sus oraciones la conversión del Rector de la Academia de Aix, que 
estaba enfermo. Deploraban los buenos que un hombre de tanta autoridad, tan cerca de su muerte, se negara a recibir los sacramentos, con l 
que después vendría el escándalo de un entierro civil. Don Bosco hizo que le respondieran: «Apreciado señor Abate, tenga confianza. Dent 
de tres días obtendrá la gracia deseada». En la mañana del día señalado, muy temprano, vio el párroco que su habitación se inundaba de 
repente de luz y, ((591)) envuelto en un globo de fuego, descubrió a don Bosco que le bendecía y le decía: Vous Ûtes exaucé (Habéis sido 
escuchado). Dos días después los periódicos llevaban la noticia de su muerte con la fecha y la hora; al mismo tiempo recibía una carta en la 
que se le informaba que efectivamente las plegarias habían surtido pleno efecto. El día y el momento de la aparición se comprobó que 
correspondían con las cuatro y tres cuartos del día treinta y uno de enero. 

El día primero de febrero se realizaron dos casos dignos de especial atención junto al cadáver de don Bosco, mientras estaba expuesto al 
público en la iglesia interna de San Francisco. 

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Entre los buenos muchachos del Oratorio que, en enero de 1888, ofrecieron su vida para que Dios conservara la de don Bosco, hemos vis 
que el segundo nombre de la lista es el de Luis Orione. El alumno de entonces convertido hoy en el Venerando don Luis Orione se complac 
en contar el curioso episodio ocurrido aquel primero de febrero. Estaba él encargado, junto con otros compañeros, de tomar los objetos que 
presentaban las personas que acudían, tocar con ellos el cuerpo de don Bosco y devolverlos. De pronto, como llevado por una imprevista 
inspiración, corrió al refectorio de los Salesianos, que estaba a pocos pasos de la iglesia, tomó un cuchillo grande, muy afilado, y se puso a 
cortar una rebanada de pan, con la idea de hacer bolitas como píldoras, tocarlas en el cuerpo de don Bosco y guardarlas, en parte para 
cualquier ocasión, y en parte para distribuirlas. Pero la prisa inconsiderada con que realizó la operación fue fatal, porque, al dar el primer ta 
se cortó el dedo índice de la mano derecha (Luis 

1 Sor Filomena, elegida después Vicaria de la Casa Madre, murió allí el 5 de abril de 1905. 
511 

Orione era zurdo). Al instante le asaltó un angustioso pensamiento:sin aquel dedo ya no podría ser sacerdote, aspiración suprema de su 
corazón. »Qué hacer? Envolvió en un pañuelo el pobre dedo, lo mejor que pudo, y sosteniéndolo con la otra mano, volvió corriendo a don 
Bosco. Con fe viva alargó el dedo sangrante hasta tocar su mano. Y, al contacto, la herida se cicatrizó en una abrir y cerrar de ojos. Cuando 
cuenta esto aún le parece a don Luis Orione ver una gotita de su sangre enrojeciendo ((592)) la cándida mano del difunto; y enseña, en tant 
la cicatriz que le ha quedado y añade que se sirve del índice derecho, como lo hacía antes, sin sentir ninguna molestia 1. 

Se verificó otra curación instantánea en el mismo lugar y el mismo día. El día 24 de enero de 1888 el célebre profesor de Turín Lorenzo 
Bruno había escrito al doctor Agustín Santanera, médico que atendía a la señora Enriqueta Grimaldi de Asti: «Hace unos días he visitado a 
nuestra buena joven enferma y he corroborado lo que sospeché en mi primera visita: se trata evidentemente de un tumor que se ha 
desarrollado en el ovario y en sus alrededores a la izquierda; desgraciadamente ha alcanzado un volumen considerable, pues dista poco más 
un dedo del ombligo». Proseguía la detallada descripción del mal, y concluía diciendo que «sería mucho, muchísimo, que el tumor no sigui 
creciendo y no pusiera en peligro su salud y hasta su vida, y que sin duda llegaría el día en que sería forzoso discutir la alternativa de la 
laparatomía». Pero lo que no pudo la ciencia lo pudo la fe. La enferma, mezclada entre la infinita oleada de gente que pasaba ante el cadáve 
de don Bosco, logró tocarlo, e instantáneamente experimentó una sensación de alivio que invadió su persona: estaba curada. Una curación 
grande no fue tomada en consideración por los jueces del proceso para la beatificación del Siervo de Dios, porque entonces la familia no 
estuvo en condiciones de exhibir el documento que contenía el diagnóstico del profesor Bruno. 

En aquellos días de continuo afluir de gente al Oratorio para ver a don Bosco muerto, la señora Josefina Chiesa, de Turín, tuvo un sueño 
no tendría ningún valor para nosotros de no haberse realizado exactamente. De los cuatro a los diez años la pobre se había caído hasta cuatr 
veces, descoyuntándose una pierna la primera vez ((593)) y fracturándosela las otras, de modo que se vio obligada a andar con una muleta p 
espacio de dieciocho años y dos con un bastón. Aconsejada por las Hijas de María Auxiliadora, pidió a don Bosco 

1 El hecho se publicó también en Roma por el padre orionista Garbarino, en el Boletín parroquial de Todos los Santos, en el número de 
diciembre de 1926. 
512 

que le obtuviera el uso perfecto de su pierna. Una noche le pareció en sueños que estaba entre la multitud de los que iban a visitar el cadáve 
en la iglesia de San Francisco, y que él, alzando su brazo, le dijo: 

-Volverás a caerte otra vez, y después te curarás. 

Se despertó asustada, pero tan llena de confianza que, aunque los médicos le aconsejaron amputársela, para librarla de los muchos dolore 
que sufría, ella no quiso consentirlo. Y entre tanto se cayó efectivamente por quinta vez, rodando por una escalera y sufriendo una doble 
fractura, siempre en el mismo miembro. Guardó cama cuatro largos meses, al cabo de los cuales, y después de hacer una novena a don Bos 
recuperó el uso completo de la desgraciada pierna, y pudo andar bien sin necesidad de ningún apoyo. 

También sucedió este otro hecho pocos días después de la muerte de don Bosco. 

El señor Josué Collina, de Tossignano, en el distrito de Imola, padecía desde 1881 ataques epilépticos cada quince o veinte días, y en cier 
ocasiones se le repetían dos y tres veces en el mismo día. Se puso en manos de los especialistas y cumplió todas sus prescripciones, mas sin 
alcanzar ningún resultado. El mal le sorprendía en cualquier sitio, sin tener nunca el menor síntoma anticipado para poder evitar el peligro 
las caídas. Se hablaba entonces por todas partes de la muerte de don Bosco y empezaron a correr pedacitos de tela de sus vestidos, pegados 
retratos del Siervo de Dios; pudo él conseguir una de aquellas reliquias y se la puso encima. A partir de aquel momento, aún tuvo, con brev 
intervalo, dos nuevos accesos muy ligeros y con síntomas preventivos; era la despedida del mal. En efecto, pasaron meses y más meses sin 

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volver a experimentar ninguna molestia. Dejó pasar casi dos años enteros, y envió la relación de la gracia, confirmada por testigos. 

((594)) A mediados del mismo mes de febrero, experimentó también la eficacia de la intercesión de don Bosco el parisiense señor 
Raúl-Angel. Hacía dos años que le atormentaba tremendamente el marasmo senil. Desmejorado en extremo, después de agotar toda suerte 
curas y remedios, aceptó el consejo de ir a pasar el invierno en el sur de Francia, donde se le aseguraba que el clima le aliviaría mucho; per 
se estableció en Cannes y se sintió peor que antes. No digería, se veía obligado a guardar cama dos o tres días por semana, no podía camina 
no podía aguantar ni el esfuerzo de la conversación; no toleraba, sin impacientarse, la presencia de persona alguna, ni siquiera las más 
queridas, dentro de su habitación. 

Dice la condesa Balbo-Callori en carta a don Miguel Rúa el veintiocho 
513 

de mayo de 1895: «Cuando el Señor llamó a sí al venerado don Bosco, era naturalmente alentador pensar que El no tardaría en darle un pue 
de preferencia en el Paraíso y que desde allí este su gran Siervo obtendría abundantes gracias. Por eso, conociendo la tribulación que sufría 
estos amigos míos, pensé en seguida en ellos y supliqué al Señor con todo mi corazón que, si El quería glorificar a su Siervo, les inspirara l 
idea de dirigirse a él para obtener una curación que se consideraba desesperada; y mientras tanto, sin añadir una palabra, les envié por corre 
el número del Corriere Nazionale, que daba la noticia de la santa muerte de don Bosco». La oración de la Condesa fue escuchada, al extrem 
de que nació en el enfermo el deseo de ir a Turín, para encomendarse a la protección de don Bosco en su tumba. 

Fue a Turín y estaba tan desfigurado, que apenas si le reconocieron sus amigos. Todos los días, subía en coche a Valsálice con la intenció 
de hacer una novena. Lleno de fe, el día noveno pidió a don Miguel Rúa que hiciera celebrar una misa en el altar privado del Siervo de Dio 
En ella comulgaron él y su esposa con mucho fervor. Después de la comunión el anciano señor empezó a experimentar deseos de comer. 
Tomó café con leche y mantequilla, lo que de mucho tiempo atrás, no podía ((595)) hacer de ningún modo. A medida que comía, le parecía 
encontrarse mejor. Aceptó comer con los Superiores del Capítulo, y pudo servirse de todo. En fin, que estaba totalmente curado. 

Volvió unos días después a París, y se presentó al cardenal Richard, a quien confirmó con alegría que se había cumplido lo que su 
Eminencia le había dicho: que solamente don Bosco podía curarle. El médico que le atendía, que había pretendido disuadirle de que fuera a 
Turín, cuando volvió a verle, rebosando salud, casi no quería creer que fuera el mismo. Sin embargo, le dijo: 

-No lo niego, usted está bien; pero su enfermedad es de las que vuelven al cabo de cinco o seis meses. 

Fue al campo, a la provincia de Borgoña, donde se encontró con su amigo el célebre padre Monsabré, quien, al verle tan cambiado, se 
emocionó tanto que, al congratularse con él no pudo contener las lágrimas. Desde entonces volvió cada año el señor Raúl-Angel en 
peregrinación a la tumba de don Bosco, cuyas obras no dejó jamás de socorrer. En el 1894 fue acompañado de su hijo, al que dijo en 
presencia de los Superiores Salesianos: 

-Si aún tienes padre, se lo debes a don Bosco. 

Siempre en el mismo mes de febrero encontramos el recuerdo de 
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dos gracias, una de carácter espiritual y otra corporal, en una misma familia. La señora Nicolasa Morando, viuda de Carpi, feligresa de la 
parroquia de San Fructuoso, Génova, se cayó el quince de agosto de 1887 desde un murete de poco más de un metro, y sufrió con el golpe 
lesiones internas bastante graves, que no le permitían estar acostada, y mucho menos desempeñar las labores propias de una casa. Llevaba y 
seis meses en aquel estado, curándose ella misma, como Dios le daba a entender, porque al oír a un especialista que el mal estaba dentro, 
sentía repugnancia de ponerse en manos de los médicos. A mediados de febrero de 1888 pensó, en cambio, confiarse a don Bosco, a quien 
había conocido y que había pasado a mejor vida hacía quince días. Encomendóse, pues, a él con todo el fervor que pudo. La noche siguient 
pudo dormir en la cama, por vez primera desde hacía mucho tiempo y descansó ((596)) muy bien, soñando con don Bosco. A la mañana 
siguiente, cuando llegó el momento de levantarse, no sentía ningún dolor, por lo cual se puso sin más a cumplir como en otro tiempo los 
quehaceres de la casa, sin excluir los más pesados. Desde aquel día no volvió a sentir ninguna molestia. 

Esta señora tenía un hermano de cuarenta y dos años que trabajaba en el puerto de Génova. Un día estando en un barco le cayó encima un 
fardo de algodón, que por poco lo aplasta. Fue llevado al hospital, y los médicos declararon que estaba en tan graves condiciones, que no 
podría sobrevivir. Con toda delicadeza y cuidado se le habló de los sacramentos, pero no quiso prestar oídos, pues hacía muchos años que 
aborrecía las prácticas religiosas. Su hermana, el padre Capuchino del hospital y varios pacientes intentaron convencerle; pero él siempre s 
mantuvo duro. Su desconsolada hermana recurrió fervorosamente a don Bosco, para que moviese el corazón de aquel infeliz. Rezó el sábad 
nueve de junio, y todavía más el día siguiente. Finalmente se obtuvo la gracia. El día diez por la noche el moribundo se confesó 
espontáneamente, a la mañana del día siguiente le manifestó a ella su satisfacción, y expiró poco después con señales de verdadero 
arrepentimiento. 

Fin de Página: 515 


VOLUMEN XVIII Página: 515 

Una curación todavía más grande que las ya dichas, sucedió en Francia en marzo del 1888. Había en Versoul, diócesis de Besanþon, una 
Hermana de la Caridad que se llamaba María Constantina Vorbe, de treinta y seis años, que hacía ocho meses se encontraba en un estado q 
movía a compasión. Tenía una o más úlceras en el estómago que le causaban vómitos de sangre y le obligaban a no tomar más alimento qu 
leche. Le hedía el aliento de un modo insoportable; le acometían al lado izquierdo unos dolores fortísimos que le obligaban 
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a tener inmóvil el brazo, si no quería aumentar su tormento. 

En el mes de marzo de 1888 la señora Roussin le sugirió que hiciera una novena a don Bosco. Toda la comunidad se unió a ella en la 
oración. Pero, en vez de mejorar, empeoraba. El séptimo día parecía más muerta que viva. El doctor ((597)) le examinaba el lado enfermo, 
descubrió una cartulina con el retrato de don Bosco y su firma, que se le había aplicado a la enferma, la cual dijo: 

-Mañana estaré buena, me levantaré y comeré pan. 

A lo que respondió sonriendo el doctor: 

-Sí, levántese si quiere, pero no se le ocurra comer pan. 

Pasó muy mal la jornada y la noche fue atrozmente dolorosa. El día octavo por la mañana se adormiló por espacio de media hora. A las 
cuatro y media se despertó dulcemente y le pareció que no sentía ninguna incomodidad; en efecto, se volvió de una a otra parte de la cama, 
experimentar ningún dolor; solamente le quedaba una gran debilidad en las piernas. Llamó a la enfermera y le dijo que estaba curada. En u 
momento se alborotó toda la casa. Cuando la Superiora dio su permiso, sor Constantina dejó el lecho de su tormento, se vistió por sí misma 
en medio del estupor de las hermanas, bajó al comedor donde tranquilamente tomó su desayuno. Se dirigió después a la capilla para asistir 
Misa solemne y al día siguiente tomó parte con toda la comunidad en una peregrinación a un santuario situado sobre una colina de los 
alrededores. 

Cuando pidieron al médico, que conocía todos los antecedentes, que hiciera una declaración, se negó a ello diciendo que, si bien no podía 
explicar el fenómeno, quería esperar a que transcurrieran cinco años para ver qué le sucedía a la religiosa. Don Miguel Rúa, que había 
recibido la relación del hecho de manos del capellán del lugar, don Isidoro Mathieu, profesor de Filosofía en el Seminario de Vesoul, y de 
Superiora de la comunidad, fue informado también de las palabras del médico. Y como para dar testimonio en el proceso, quería hablar 
también de esta curación, escribió a la superiora, sor Fulgencia, pidiéndole noticias de sor Constantina. Y el 12 de junio de 1895 le respond 
«Sor Constantina, la privilegiada del buen padre don Bosco, se encuentra todavía aquí en Vesoul, donde está encargada de los huérfanos, y 
goza de óptima salud. Desde su curación no ha vuelto a sufrir ((598)) ningún ataque de su mal; más aún, su salud, entonces tan débil y 
destrozada, se fue fortaleciendo más y más y ahora es excelente.» 

También Cerdeña está representada en esta serie de gracias obtenidas en los primeros meses que siguieron a la muerte de don Bosco. El 
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sacerdote José Manai, rector de Zerfaliu, diócesis de Oristano, tenía hacía un año un fístula en el ángulo del ojo izquierdo que frecuenteme 
se le inflamaba y le hacía llorar, impidiéndole distinguir con nitidez los objetos. Médicos muy doctos no le daban esperanza de curación, si 
se sometía a una operación, que no le permitiría celebrar la Misa durante algunos meses. Como era cooperador salesiano, logró que le 
enviaran del Oratorio uno de aquellos trocitos de lienzo usado por don Bosco en su última enfermedad. Lo recibió a últimos de abril, y le re 
así a don Bosco: 

-Oh Padre don Bosco, yo creo firmemente que estás en el Cielo, y si esto es verdad, haz que mi mal desaparezca en el menor tiempo posi 

Y dicho esto, tomó la reliquia y tocó con ella el ojo enfermo. Fue cosa de un instante; la hinchazón y la fístula desaparecieron sin que 
después se notara el menor vestigio. 

Con el otoño de 1888 le llegó a la Casa Madre de las Hijas de María Auxiliadora en Nizza Monferrato una bendición de don Bosco. Un c 
de difteria es para sembrar el pánico en una comunidad, donde se reúnan varios centenares de muchachas. Allí fue atacada de este terrible m 
sor Josefina Camusso, al acercarse el invierno. Si hubiera llegado a conocimiento de las autoridades, se hubieran visto en la necesidad de 
ordenar la inmediata clausura del centro. En tan peligrosa situación las Superioras tomaron con toda su fe un pañuelo que había usado don 
Bosco y lo arrollaron al cuello de la enferma; además la Madre Vicaria formó una bolita con un trocito de tela del santo, la impregnó en ag 
y se la metió hasta la garganta. Al contacto de las reliquias se paró la altísima fiebre ((599)) y el termómetro empezó a bajar. El médico, qu 
ya había deshauciado aquel día a la religiosa, estupefacto a la mañana siguiente ante el repentino cambio, dijo que aquello era un milagro. 
Pocos días después, volvía a su vida ordinaria Sor Josefina, como si nada hubiera ocurrido. 

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VOLUMEN XVIII Página: 517 

Lo que sucedió en Portugal el ocho de diciembre de 1888 no es un milagro ordinario, sino un grandísimo milagro, como año y medio 
después lo calificó el cardenal Luis Masella, prefecto de la sagrada Congregación de Ritos. Sor María Josefa Alves de Castro, religiosa 
dorotea, residente en el colegio de Covilla, diócesis de Guarda, se puso gravemente enferma en el mes de marzo. Se le diagnosticó 
tuberculosis pulmonar. Desde el mes de septiembre estaba la enferma tan falta de fuerzas que no podía ni recostarse en la cama. Su confeso 
extraordinario, el padre jesuita Nicolás Rodríguez, que la vio entonces varias veces, escribe que tenía un aspecto cadavérico. Un día le 
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llevó este padre una reliquia de don Bosco. Apenas la besó la enferma, sintió abrirse su corazón a la esperanza, experimentando en su inter 
un misterioso consuelo. 

El veintidós de noviembre comenzó una novena a María Inmaculada pidiendo que, por intercesión de don Bosco, le devolviera la salud. L 
noche siguiente al quinto día concilió el sueño, como no podía hacerlo desde bastante tiempo; durmiendo, le pareció que le tocaban a la 
espalda y la llamaban por su nombre. Se despertó sobresaltada, pero, al no ver a nadie, se desvaneció. No supo explicar después si el 
desvanecimiento duró mucho o poco; sólo recordaba que había visto a don Bosco que le decía: 

-Quisiera concederte lo que me pides; pero no puedo, porque la Virgen está disgustada contigo. Con todo, no te desanimes, yo te ayudaré 

Y, dicho esto, desapareció. 

Para entender el alcance de este dulce reproche conviene tener presente una confidencia de la Hermana sobre el tiempo anterior a su 
enfermedad. «Me parecía, escribe, que vivía una gran tibieza, porque caía frecuentemente en faltas notables, para una religiosa. El día once 
abril fui a confesarme, pero con gran extrañeza mía, noté que mi confesor ((600)) usaba palabras muy ásperas, y esto me desanimó bastante 

Durante la noche siguiente a la aparición, y estando despierta, perdió las fuerzas y se desmayó. Apareciósele entonces la Inmaculada con 
don Bosco, el cual, de rodillas ante la Virgen, le pedía que perdonara a la religiosa, añadiendo que en adelante observaría sus propósitos. Y 
Virgen le dijo a la Hermana: 

-Si te corriges, no te abandonaré. 

Fue cosa de breve duración, que terminó dejando su alma inundada de satisfacción. 

El día veintinueve comenzó la novena de la fiesta de la Inmaculada con un fervor como nunca. El cuarto y el quinto día de la novena tuvo 
nuevas visitas de la Santísima Virgen y de don Bosco. La Virgen le dijo: 

-Si prometes servirme con más fervor y ser más fiel a mi divino Hijo, el día de mi fiesta recobrarás la salud perdida. 

Pero entre tanto su estado despertaba las más serias inquietudes. 
Durante tres días consecutivos las hemoptisis que tanto la atormentaban, eran más frecuentes y lamentables; la sangre que vomitaba era de 
hedor pestilencial. 

Y, a pesar del recrudecimiento de la enfermedad, la enferma esperaba 
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confiada el ocho de diciembre. La vigilia tuvo una fiebre violentísima. De las tres a las cuatro de la mañana parecía que iba a echar sus 
pulmones. Después se tranquilizó y se durmió un rato. Finalmente he aquí que la voz de don Bosco, que tan bien conocía, la despertaba y l 
dirigía estas consoladoras palabras: 

-Levántate; estás curada. No olvides lo que has prometido. 

Saltó la Hermana del lecho, se arrodilló en el suelo y, después de permanecer así unos minutos, advirtió que ya no sentía ningún mal. 
Sin embargo, volvió a acostarse para esperar el sonido de la campana a la hora de levantarse la comunidad. A las cinco se arregló, bajó a la 
capilla y asistió de rodillas a dos misas; pasó a continuación al refectorio con las Hermanas, que estaban maravilladas, y desayunó con buen 
apetito. 

Sor María Josefa tenía veintinueve años de edad y casi diez de profesión religiosa. Al enterarse el padre jesuita, ((601)) de lo ocurrido, qu 
estudiar personalmente el caso, y la encontró en perfectas condiciones dedicada a sus ocupaciones. Volvió a verla ocho años después y, com 
él escribe, presentaba aspecto lozano y trabajaba activamente 1. 

Todos los hechos que vamos a narrar a continuación sucedieron o empezaron, salvo uno, en el mes de enero del 1889, es decir, alrededor 

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VOLUMEN XVIII Página: 519 

primer aniversario de la muerte de don Bosco. 

La señora Juana Setckwell, inglesa, casada con Renaudin en Sao Paulo (Brasil), aquejada hacía tiempo de fiebres reumáticas, tuvo en el m 
de enero de 1889 un ataque de enteritis, que la llevó a las puertas de la muerte. El marido, que era un buen médico y un buen marido, 
previendo que no duraría más de cuarenta y ocho horas, llamó al padre Gastaldi, del Colegio Salesiano, para que que le administrase la 
extremaunción. Mientras éste llegaba, el señor Renaudin, recordando que su esposa había sido siempre muy devota de don Bosco, después 
elevar una humilde oración, aplicó a su cabeza unos cabellos y una reliquia de tela del Siervo de Dios. El efecto fue inmediato, al extremo 
que, al llegar el sacertote con los santos Oleos, la enferma estaba completamente curada. Más aún, desde aquel día le desaparecieron los 
dolores reumáticos, que, como dice el marido médico, «son consecuencia de la fiebre reumática y duran mucho tiempo»; desaparecióle 
además un dolor en la rodilla derecha, consecuencia de una enfermedad contraída treinta años antes. Don 

1 La Curia local hizo el proceso normal de este milagro; pero no se sabe a dónde fueron a parar las actas. 
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Bosco recompensó así al doctor Renaudin su caritativa labor prestada a los salesianos de la localidad. 

El día veinticuatro de enero de 1889, por la tarde, fue atacado de una grave pleuritis en el pulmón derecho el joven de quince años Luis 
Piffari, en el colegio salesiano de Faenza. 

El quinto día dos doctores encontraron síntomas muy alarmantes. 
Entonces el director, don Juan Bautista Rinaldi, cortó un trozo de tela usada por don Bosco en su última enfermedad y se la aplicó ((602)) a 
pecho. El día treinta por la mañana se despertó el muchacho con la impresión de que estaba curado. En efecto, el médico, a quien el enferm 
no había querido decir nada quedó tan asombrado al verlo, que creyó debía cerciorarse si verdaderamente era aquél el mismo alumno de los 
días anteriores. Se encontraba tan bien que el domingo siguiente, cinco de febrero, tocó varias veces y por largo tiempo en la banda de mús 
su instrumento, el difícil helicón bajo, sin la menor dificultad ni consecuencia. El doctor Liverani termina su certificado del tres de febrero 
diciendo: «Declaro, por tanto, que esta curación casi instantánea, se efectuó de modo enteramente contrario al curso normal de tal 
enfermedad». 

Sor Elvira López, hija de María Auxiliadora en Buenos Aires, tenía un cáncer en el estómago. Hacía catorce meses, como ocurre en la 
última fase de esta enfermedad, que no retenía ningún alimento y ya llevaba ocho meses sin poder digerir, ni siquiera, el caldo, que devolví 
apenas lo tomaba. A duras penas se le podía dar una partícula de la Hostia para comulgar. Y cuando vio que todas las esperanzas humanas 
desvanecían, pensó en acudir a la intercesión de don Bosco y comenzó una novena. El octavo día, vigilia del aniversario de la muerte de do 
Bosco, al medio día, llamó a la Directora y le dijo: 

-Madre, tengo hambre. »Me permite que coma este melocotón? 

Se lo comió sin ninguna dificultad y añadió después: 

-Pero esto no basta. íTengo mucha hambre! 

Fue entonces al refectorio donde le sirvieron pan, carne y fruta, y se lo comió todo con avidez, ante la admiración de las Hermanas de de 
comunidad. Desde aquel día en adelante se reincorporó a la vida común. «En la curación de este caso, declaró el médico que le atendía el 
veinte de abril siguiente, ha intervenido una fuerza sobrenatural». 

Suspendemos la narración de curaciones de males físicos para dar lugar a la narración de un milagro de la gracia divina, debido a la 
intervención de don Bosco. Se trata de una pobre mujer de Chile, la cual, caída en el abismo del vicio, se abandonó no sólo a los desórdene 
más deplorables en materia de costumbres, ((603)) sino también a 
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los más execrables extravíos en temas de fe y religión, llegando hasta el odio contra Dios. Iba hundiéndose cada día más en el abismo, cuan 
casualmente llegó a sus manos un periódico con un artículo sobre don Bosco. De repente despertóse en su corazón una arcana simpatía tal 
don Bosco, que anhelaba conocer su vida a fondo. Poco a poco aquella simpatía se convirtió en veneración. Después se trabó en su interior 
una fiera batalla entre el bien y el mal; pero el orgullo y el respeto humano la tenían atada a su triste pasado. Sin embargo, secretamente pe 
a don Bosco que le ayudara a librarse de los lazos de Satanás. 

Acosada por los remordimientos e incapaz de romper las propias cadenas, prorrumpía en llanto dentro de su habitación ante una estampa 
Siervo de Dios, hasta que un día tomó la heroica resolución de dedicar todo el próximo mes de enero de 1889 a piadosos ejercicios y prom 
al Santo que en aquel tiempo no cometería pecados graves; y que, si él le cambiaba el corazón, se ofrecía a dedicar el resto de su vida al bie 

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de sus obras. Le pidió además la gracia de conocer un sacerdote, en quien infundiera él su espíritu de caridad para que le tendiera una mano 
socorro. Puso como término de estos favores el último día del mes de curso. 

Y llegó el veintiocho de aquel mes, sin que la pecadora hubiera logrado todavía encontrar un ministro del Señor que se ocupara del bien d 
su alma. Desalentada, pero no vencida, hizo a don Bosco una desesperada instancia, resuelta a reparar los escándalos dados. El día veintinu 
por la noche tuvo un sueño que la animó. Le pareció estar sobre una barca a merced de la tempestad en un mar enfurecido. A punto de 
hundirse en el mar, se le presentó un sacerdote desconocido que le tendió la mano y le dijo con voz suave y tranquila: 

-Hija, ten confianza; estoy aquí para salvarte. Si todos te abandonan, yo no. 

Conviene saber que, durante el mes, ella había intentado acercarse a algún sacerdote de Concepción; pero todos se habían bonitamente 
desentendido sin querer escucharla, persuadidos ((604)) de la imposibilidad de absolverla, en razón de las ocasiones próximas en las que 
notoriamente se encontraba envuelta. 

Se despertó muy excitada. Y sobreponiéndose a una instintiva repugnancia que la alejaba de los Salesianos, prometió a don Bosco que, 
aunque el sacerdote del sueño fuese un Salesiano, lo consideraría como enviado del Cielo. Por la mañana del día treinta, salió de casa y se 
dirigió maquinalmente al colegio salesiano, a donde nunca había ido; pero encontró la casa cerrada por haberse salido fuera la comunidad, 
521 

hasta la noche. Como arrastrada por una fuerza superior, volvió allí al día siguiente. Entró en la iglesia y la vio preparada para una misa de 
difuntos, que empezó poco después. No sabía la señora que era el aniversario de la muerte de don Bosco. Al salir del funeral experimentó 
dentro de sí una especie de trastorno total de su ser. La amabilidad y la paciencia del Director, que era el sacerdote visto en el sueño, hizo e 
resto, de modo que, en un tiempo relativamente corto, la transformación fue completa y duradera. 

Una curación que, hasta por el modo, podría decirse que parecía una resurrección de la muerte a la vida fue el restablecimiento de la seño 
Marina Cappa, esposa del comerciante Carlos Dellavalle, domiciliado en Turín. Un cáncer en el útero la atormentaba desde hacía cinco año 
Después del primer año de enfermedad visitóla detenidamente el doctor Ramello, y comunicó decididamente al marido: 

-Su esposa está perdida. Que guarde cama, para no sufrir tanto los dolores, mientras sea posible prolongarle la vida. 

Se encontró el mismo día por la calle con don Francisco Dalmazzo, que era el confesor de la enferma e iba a visitarla desde San Juan 
Evangelista, y le dijo: 

-Vaya a consolar a esa buena mujer; le necesita a usted más que a mí. El arte y la ciencia ya no sirven de nada para ella. 

Sin embargo, como suele hacerse en casos semejantes, se consultaron algunos especialistas, los cuales le recetaban medicinas que, en fin 
cuentas, no eran más que paliativos para sostener las fuerzas y aliviar los sufrimientos, ya que, como expresamente manifestaba el médico 
dicho, en su ((605)) declaración escrita del 22 de mayo de 1889, «no se conocen remedios para esa enfermedad». 

El cuerpo de la paciente, reducido a piel y huesos, en el mes de enero de aquel año parecía que entraba ya en putrefacción. En tal situació 
una hermana suya, religiosa de la Orden de la Visitación en Génova, escribió a su cuñado que la recomendara a la Beata Margarita de 
Alacoque, cuya causa de canonización se estaba gestionando. Leyó el médico la carta, y dijo al señor Dellavalle: 

-Haga cuantos votos y oraciones quiera. Si llegara a curarse, estoy dispuesto a atestiguar el milagro; pero, ciertamente, Dios no cambiará 
orden de la naturaleza. 

Hablaba así porque no creía en la posibilidad de los milagros. 

El milagro, en efecto, se verificó, mas por mediación de don Bosco y en forma desconcertante. Un día visitaron a la enferma dos Hijas de 
María Auxiliadora, y al despedirse, le dejaron una reliquia de don Bosco, animándola a que hiciera una novena. 
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Ella, con aquiescencia del marido, la comenzó el día treinta y uno de enero, aplicando en seguida la reliquia a la parte enferma. El marido 
por su parte, prometió que, si curaba, ofrecería doscientas liras para las obras de don Bosco y, aunque a regañadientes, no se opondría a los 
deseos repetidamente manifestados por su hija Antonieta de hacerse Hija de María Auxiliadora. 

En los primeros días de la novena, no se vio novedad de ningún género; más aún, el ocho de febrero de 1889, último día de la novena, se 
encontraba la pobrecita tan mal, que se determinó administrarle el Viático. Mientras esperaba que llegara el Señor a confortarla, no pudiend 
soportar más los dolores, dijo a su hija: 

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-Tráeme la fotografía de don Bosco. 

La tomó, se la llevó a los labios, la besó y dijo con todas sus fuerzas: 

-Don Bosco, sálveme. Siempre le defendí cuando sus enemigos hablaban mal de usted. Sálveme, si puede, y le seré siempre fiel. 

Llegó el Viático. Con gran sorpresa de todos, se enderezó por sí misma para sentarse en la cama. íHacía mucho tiempo que no se movía d 
aquella manera! Después de la comunión llegó el doctor ((606)) y, tras observarla un momento, exclamó: 

-Señora, está curada. Usted se burla de nosotros los médicos. Ea, tire todas esas medicinas, que ya no le sirven para nada. 

En efecto, la enferma se levantó y llamó a la modista, pues quería hacerse en seguida los vestidos necesarios, ya que los otros, creyéndolo 
inútiles para ella, los habían regalado a personas necesitadas. Por precaución, quiso todavía el marido que pasara una visita médica, en la q 
no se encontró vestigio alguno de úlceras. Más aún, las piernas secas como dos palos, viéronse entonces engrosadas. Tres días después, fue 
pie a la vecina iglesia de San Juan Evangelista y, al día siguiente, siempre a pie, fue a Valsálice a rezar sobre su tumba y cinco días más tar 
partió para Liguria, donde tenía unos parientes. Después de haber guardado cama más de cuatro años y ocho meses sin comer, caminaba 
expeditamente y tomaba con los demás los manjares ordinarios. Vivió hasta el año 1896, y murió a los cincuenta y seis años por otra muy 
distinta enfermedad. 

Al llegar aquí, deberíamos poner punto final, para no sobrepasar los límites que nos habíamos prefijado; pero el caso descrito nos reclam 
otro semejante, que ocurrió también en Turín, menos de tres meses después del treinta y uno de enero de 1889, y que guarda alguna relació 
con él. 

La señora turinesa Luisa Fagiano, esposa de Piovano, padecía una 
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llaga en la matriz y se la veía caminar inexorablemente hacia la muerte. Pasó un tiempo en el hospital, y volvió después a su pobre casa don 
la visitaban algunas damas caritativas de la ciudad, y le prestaban asistencia. Una de ellas, la baronesa Ricci des Ferres, hija de la familia 
Fassati, le contó la reciente historia de la señora Dellavalle y le aconsejó que imitara su ejemplo, a cuyo fin le proporcionó un retrato de do 
Bosco, que llevaba adherido un trocito de tela que le había pertenecido. La señora Piovano, agradecida, empezó una novena el sábado anter 
al domingo de Ramos. Pero ella, que era muy buena cristiana, deseaba de corazón, más que la propia curación, la conversión del marido, qu 
hacía mucho tiempo no quería saber nada de religión. Hacía, pues, la novena a don Bosco con este doble fin; a pesar de todo se esforzaba p 
aguantar su mal ((607)) estando levantada el mayor tiempo posible, puesto que era muy pobre y tenía que hacerse ella sola las labores de la 
casa. 

Al comenzar la novena, se le apareció una noche, en sueños, el Siervo de Dios animándola a orar y a esperar. De nuevo se le apareció el 
último día, en la noche entre el domingo de Pascua y el lunes. Tenía bellísimo aspecto y llevaba una estola preciosa. Llamóla por su nombr 
le dijo: 

-Ten ánimo. Dios te ha escuchado. 

En efecto, en aquel instante le pareció renacer. No tenía ningún dolor, ni pérdida de sangre, ni decaimiento, sino muchos deseos de move 
y de comer. Y no era todo eso. De mañana temprano notó que su marido salía de casa a una hora desacostumbrada. Sin que la viera, lo sigu 
Entró en la iglesia de San Felipe, su parroquia, estuvo un ratito en oración, después se confesó, comulgó y oyó la santa misa. Se adelantó a 
marido, para volver a casa y le preguntó, a su vuelta, qué novedad era aquella de salir tan de mañana. 

-He ido a cumplir con Pascua, le respondió. Mira la papeleta. 

En aquella modesta familia, alegrada con tres hijos, entró aquel día un doble rayo de felicidad. 

La lluvia de bendiciones celestiales obtenida por intercesión de don Bosco continuó después abundantemente y sin cesar. Verdaderament 
para dar testimonio de su santidad, pueden ser suficientes los cuatro milagros sometidos por la Iglesia a riguroso examen y reconocidos com 
tales por su autoridad; pero el conocimiento de otras innumerables gracias, atribuidas comúnmente a nuestro Santo, viene a reavivar la fe, 
incrementa la piedad cristiana y glorifica todavía más la bondad de Dios omnipotente, que hoy, no menos que ayer, per sanctos suos mirabi 
operatur (hace maravillas, a través de sus santos). 
524 
((608)) 

Fin de Página: 525 


VOLUMEN XVIII Página: 525 

CAPITULO XXX 

LA SUCESION 

DESPUES de cuanto hemos dicho ampliamente en el volumen anterior sobre el nombramiento de don Miguel Rúa como Vicario General d 
don Bosco con derecho a sucesión parecería que, después de la muerte del Siervo de Dios, todo debería proceder automáticamente, en cuan 
al traspaso de poderes; pero las cosas no fueron tan sencillas. Son hechos que, a la par de otros narrados en los últimos capítulos, pertenece 
la biografía póstuma de don Bosco y no pueden por tanto descuidarse. 

Digamos de antemano los datos más esenciales sobre el estado de las dos Congregaciones, acerca del personal y de las casas en el mes de 
enero de 1888. 

El Capítulo Superior de la Pía Sociedad Salesiana resultaba compuesto entonces presumiblemente así: 

Rector Mayor: Sac. MIGUEL RUA. 

Prefecto: Sac. DOMINGO BELMONTE, Director del Oratorio Salesiano de Turín. 

Director espiritual: Sac. JUAN BONETTI. 

Ecónomo: Sac. ANTONIO SALA. 

((609)) Consejero: Sac. CELESTINO DURANDO, encargado de la oficina del Prefecto. 

Consejero escolástico: Sac. FRANCISCO CERRUTI. 

Consejero profesional: Sac. JOSE LAZZERO, encargado de la correspondencia con las Misiones. 

Secretario: Sac. JUAN BAUTISTA LEMOYNE. 

Y así continuó establecido definitivamente, cuando, allanadas las dificultades que diremos, se imprimió el Elenco general. En este elenco 
catálogo, en la misma página, después del cuadro de los Capitulares, aparecían a cierta distancia tres designaciones especiales. Director 
Espiritual Emérito y Honorario: Monseñor JUAN CAGLIERO, Obispo de Mágida, Vicario Apostólico de la Patagonia y Vicario General p 
todas las Casas Salesianas de América del Sur. Maestro de 
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Novicios: Sac. JULIO BARBERIS, Director de la Casa de Valsálice.
Procurador General: Sac. CESAR CAGLIERO, Director del Hospicio del Sagrado Corazón de Jesús.


Solamente hay tres diferencias entre este cuadro y el del año anterior: la sustitución del nombre de don Bosco por el de don Miguel Rúa, 
atribución de Vicario General para las Casas de América del Sur a monseñor Cagliero y la designación de don César Cagliero, como 
Procurador General, en lugar de don Francisco Dalmazo. 

Los profesos perpetuos de la Pía Sociedad eran 768, los profesos trienales 95, los novicios 272, los aspirantes 181. Entre todos éstos el 
número de sacerdotes ascendía a 301. 

Cuatro Casas dependían directamente del Capítulo Superior: el Oratorio y tres casas de formación, a saber; la de Valsálice, la de San 
Benigno y la de Foglizzo. Las otras se agrupaban y formaban las distintas inspectorías. 

Cuatro de estas inspectorías pertenecían a Europa. 

1.ª -Inspectoria Piamontesa. Inspector, don Juan Bautista Francesia. Casas 1: ((610)) Borgo S. Martino (que sucedió a la de Mirabello), 
Lanzo Torinese, Mathi, Nizza Monferrato, Este, Penango, San Juan Evangelista, Mogliano Véneto. 

2.ª -Inspectoría de Liguria. Inspector, don Francisco Cerruti. Casas: Varazze (trasladada de Cherasco), Alassio, Sampierdarena, Bordighe 
La Spezia, Lucca y Florencia. 

3.ª -Inspectoría francesa. Inspector, don Pablo Albera. Casas: Niza, Marsella, La Navarre, Saint-Cyr, Valdonne (Capilla de los italianos), 
Ciotat (Capilla de los italianos), La Provvidenza (en Santa Margarita, junto a Marsella), Lille y París. 

4.ª -Inspectoría romana. Inspector, don Celestino Durando. Casas: Magliano Sabino, Roma y Faenza. Casas anexas: En Italia, las de 
Randazzo y Catania; fuera de Italia, las de Utrera, Barcelona, Trento y Londres. 

América del Sur tenía dos Inspectorías: 

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1.ª -Inspectoría argentina. Inspector, don Santiago Costamagna. 
Casas: cuatro en Buenos Aires (La Misericordia, Almagro, La Boca y Santa Catalina), una en San Nicolás de los Arroyos y otra en La Plat 
Además, formaban parte de ella las Casas del Vicariato Apostólico de Patagonia, esto es, las parroquias con escuelas de Carmen, Patagone 
Viedma y también las Misiones de Santa Cruz, Puntarenas y las 

1 Los nombres de las Casas se suceden por orden cronológico, partiendo de las más antiguas. 
526 

Malvinas en la Prefectura Apostólica de Patagonia Meridional. En la Tierra del Fuego, ya visitada por los Misioneros, aún no había 
residencias fijas. Estaba aneja a la misma Inspectoría la casa de Concepción (Chile), a la que se añadió después la de Talca. 2.ª -Inspectoria 
uruguaya y brasileña. Inspector, don Luis Lasagna. Casas: Villa Colón, Las Piedras y Paysandú en Uruguay; Niterói y Sao Paulo en Brasil. 
ésta se agregó la casa de Quito (Ecuador). 

Las Hijas de María Auxiliadora, que habían empezado a imprimir su Elenco general en el año 1877, recibieron el de 1888 después de la 
muerte de don Bosco, precedido de un bonito prólogo de la Madre General, Sor Catalina Daghero 1. 

((611)) Figuran en él 169 profesas perpetuas, 221 profesas trienales, 100 novicias y 30 postulantes. La superiora General, con su Capítulo 
residía en la Casa Madre de Nizza-Monferrato. Sus Casas eran: 35 en Italia, 4 en Francia, 1 en España, 6 en Argentina, comprendidas las 2 
Patagonia y 3 en Uruguay; en total 51. De estas Casas cuatro se consideraban como casas Inspectoriales, a saber: Turín, Trecastagni (Sicili 
Almagro en Argentina y Villa Colón en Uruguay. Las Casas de Niza-Monferrato y Almagro tenían, además, noviciado. 

En esta estadística hay que ponderar, más que el número, la organización, porque el número es poco; mientras que la organización es el 
todo. Además, respecto a lo reducido del número, ya sea en comparación con el posterior desarrollo; ya sea también respecto a la resonanci 
que las obras de don Bosco producían en el mundo, eran de esperar millares de obreros en centenares de establecimientos. Pero, considerad 
en sí mismo, el número toca un vértice que, humanamente hablando, pareció locura esperar alcanzarlo. En efecto, contando solamente las 
profesiones perpetuas, don Bosco tenía a sus órdenes entre salesianos y salesianas más de novecientas personas distribuidas en ciento siete 
lugares; familia religiosa que él creó en tiempos dificilísimos y sumamente hostiles a esta clase de instituciones, que el Estado había 
suprimido, y que la prensa denigraba sin parar y sin medida para impedir cualquier intento de reaparición. Y con todo don Bosco, eludiend 
violencias y malas artes, supo ganarse una admirable legión de almas generosas que fueron reproduciendo con nuevos ropajes la vida de las 
instituciones dispersas. Un simple sacerdote y falto de medios materiales, sólo contaba con el auxilio de la Providencia, a la que él servía c 
todas las fuerzas de su ingenio y de su voluntad. 

1 Ap., Doc., 104. 
527 

Poseía un ingenio sagaz para descubrir y formar sujetos conforme a su propio plan, para encontrar los medios con que parar las amenazas y 
los golpes de los adversarios y para solicitar de la caridad pública los subsidios necesarios a sus gigantescas empresas; gozaba de una volun 
férrea frente a los obstáculos; y tenía una invencible paciencia para volver a empezar ((612)) de nuevo, cuando una iniciativa había fracasad 
Bajo este punto de vista los resultados numéricos por él conseguidos tienen algo de gigantesco, por no decir milagroso. 

Pero lo más importante es la organización. Poco vale acumular hombres y multiplicar obras, donde falta la fuerza de la cohesión que haga 
un solo cuerpo con tantos miembros, y si, dentro de ese cuerpo, no palpita un centro de energía vital que mantenga el vigor y suscite el 
incremento en él. Y es ahí donde, sobre todo, hay que admirar la sabiduría creadora de don Bosco. Desde los inicios no fabricó castillos en 
aire, sino que colocó ante sus ojos un plano bien definido, que lo fue realizando gradualmente, actuando con una coordinación sistemática 
menos aparente que real. Menos aparente, decimos, en los períodos de preparación, pero evidente, cuando asentaba una piedra miliar a lo 
largo de su fatigoso camino; volviendo entonces la mirada hacia atrás, se veía cómo todo se había hecho premeditadamente para alcanzar 
aquella meta. He aquí por qué, al término de su carrera mortal, pudo asegurar a sus herederos y continuadores que no había nada que temer 
para el porvenir de la Congregación. La había dotado de una cohesión orgánica, para mantener segura su existencia, y de una vigorosa 
vitalidad interior, que sería el secreto de su inagotable actividad dinámica. 

Y llegó la prueba del fuego con la sucesión. Se comprende fácilmente que dependía mucho del sucesor que las cosas se conservaran en su 
statu quo, y que su gobierno acertado mantuviera el ritmo del movimiento en la acción, que el fundador le había impreso. Pero el hombre 
llamado a sucederle poseía en grado eminente todos los requisitos indispensables para tal finalidad. Ante la elocuencia de los hechos, qued 
hoy reducida al silencio cualquier veleidad de contradicción; pero hubo un primer momento, breve por fortuna, en el que se manifestaron 
vacilaciones en las alturas. Ya anteriormente, hubo algún Cardenal, en cuyo ánimo, como saben los lectores, se había insinuado el temor, o 
mejor, enraizado ((613)) el convencimiento de que, cuando desapareciera don Bosco, su Congregación se desmoronaría de golpe y porrazo 

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Esta opinión, que naturalmente no quedó aislada, sobrevivió a su autor, de forma que, apenas expiró don Bosco, se hablaba como de un 
peligro que urgía remediar. Y el más 
528 

cotizado de los remedios era el de disolver la Congregación e incorporar sus miembros a otra que tuviera fines semejantes. 

El motivo que se aducía para justificar un procedimiento tan radical era la supuesta falta de hombres preparados, que fueran capaces de 
salvar la unidad. 

Lo peor del caso fue que tales aprensiones llegaron también a perturbar la confianza de León XIII. Hasta entonces él no había tenido con 
don Miguel Rúa más que raros contactos, breves e insignificantes; nada de extraño, pues, que en aquellos momentos, ante su porte humilde 
su modo de hablar casi de ingenua sencillez, el Papa se hubiera formado de él un concepto de que se requería un hombre de temple muy 
distinto para suceder a don Bosco. Se inclinaba, pues, de tal modo por parte de los agoreros de desventuras, que estaba proyectando la fusió 
de los Salesianos con los Escolapios. 

Pero hubo dos circunstancias que valieron para disuadir las mentes de tales propósitos. Una fue la providencial presencia de monseñor 
Manacorda en Roma. El buen Obispo de Fossano, al advertir la tormenta que bramaba por los aires, se entregó inmediatamente, desde el 
primero de febrero, a una labor de penetración para despejar prejuicios e iluminar los espíritus con la verdadera realidad de las cosas. Graci 
a su conocimiento de las Congregaciones Romanas, en las que había iniciado su carrera, sabía encontrar fácilmente los caminos para llegar 
donde fuere menester. Visitó particularmente a los Cardenales más influyentes, y en especial a los que estaban más en contacto con el Padr 
Santo, sobre todo al Vicario de Su Santidad y al nuevo Prefecto de Obispos y Regulares 1. 

((614)) Como conocía a fondo a los Salesianos, pudo demostrar que éstos estaban estrechamente unidos, que poseían hombres capaces y 
miraban el porvenir con razonable tranquilidad. Su celo preparó el terreno para la victoria de la causa 2. 

1 Al cardenal Ferrieri, muerto el 13 de enero de 1887, había sucedido como Prefecto de Obispos y Regulares el Cardenal Masotti, el cual 
desde la secretaría de la misma Congregación, se había mostrado bastante favorable a don Bosco. En algún lugar figura también, entre los 
cardenales más visitados por monseñor Manacorda, el nombre de Bartolini; pero éste había muerto el 2 de octubre de 1887. 

2 Refiere Lemoyne de este querido Obispo las siguientes palabras, pronunciadas por él en el colegio de san Juan Evangelista, y de las que 
dan fe monseñor Leto, don Antonio Notario, don Luis Brunelli y otros: «Don Bosco me quería mucho y yo siempre le quise como a un pad 
y me alegro de haber sido un instrumento para superar las gravísimas dificultades que se encontraban para la aprobación de las Reglas de su 
Congregación y haberlo logrado. íCómo me gustaría ser nombrado promotor de su causa y morir con la reliquia del beato Juan Bosco sobre 
pecho!», 
529 

Pero el golpe definitivo lo dio el procurador don César Cagliero. 
Cuando el Cardenal Protector le dejó entrever que se estaba estudiando el proyecto de anexionar la Congregación Salesiana a otra 
Congregación, le declaró inmediatamente que todos sus mejores miembros se valdrían de su derecho inalienable para rehacerse de su propi 
libertad y que él sería el primero en dar ejemplo. Esta declaración hizo abrir los ojos, no tanto al Cardenal Parocchi, que no lo necesitaba, s 
a otros, a quienes se les dio a conocer. De este modo los testimonios de monseñor Manacorda, reforzados con la actitud de don César 
Cagliero, terminaron por disipar completamente las nubes. 

Pero mientras don César Cagliero tenía a los Superiores al corriente de las cosas de Roma, los Superiores se encontraron en Turín frente 
un grave problema. En el 1885 don Bosco había comunicado verbalmente al Capítulo Superior el nombramiento de don Miguel Rúa como 
Vicario suyo, con derecho a sucesión, nombramiento hecho por la autoridad de León XIII y comunicado de palabra al Siervo de Dios por lo 
cardenales Nina y Alimonda; pero no había dado lectura ni hecho referencia a ningún decreto. Un documento, que en breve leeremos, hace 
referencia a aquel decreto romano; pero, con toda probabilidad, ni don Bosco ni ningún otro en Turín pudo ver el texto. En caso contrario, 
Joaquín Berto lo habría archivado, como todos los documentos que se referían a la Congregación, y, según su costumbre, antes de archivar 
habría sacado copia. ((615)) Por otra parte, en la circular que don Bosco dirigió a los Salesianos en la fiesta de Todos los Santos del 1885, 
la que comunicaba a los socios esta disposición, decía que el Padre Santo le había dado a entender su agrado por la elección de don Miguel 
Rúa para Vicario, por medio del cardenal Alimonda, sin mencionar un decreto pontificio, ni aludir a la futura sucesión. Don Antonio Notar 
que asistió al Procurador en todas las diligencias de aquellos días, fue del parecer y continúa siéndolo, que tal decreto desapareciera al pasa 
por la Congregación de Obispos y Regulares. La suposición tiene muchos visos de probabilidad, si se considera que entonces el Cardenal 
Prefecto tenía por seguro que la Congregación Salesiana se disolvería al morir el Fundador. 

La falta, pues, de este escrito, sin que se supiera la causa, ponía a los Superiores en un serio apuro ante la duda de si don Miguel Rúa hab 

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sido designado Vicario con derecho a sucesión o sólo durante la vida de don Bosco. Para no incurrir en cualquier irregularidad, se expresó 
duda al cardenal Alimonda. Su Eminencia respondió que, verdaderamente, el nombramiento se extendía también a la sucesión; 
530 

pero, con todo, aconsejó a don Miguel Rúa que presentara la gestión al Padre Santo solicitando ulteriores disposiciones; y a los otros 
miembros del Capítulo Superior que escribieran al cardenal Parocchi, para informarlo del caso. El sabio consejo se ejecutó inmediatamente 

Don Miguel Rúa presentó el ocho de febrero al Padre Santo una exposición detallada que comenzaba con este exordio: «Después de habe 
comunicado a Vuestra Santidad la dolorosa pérdida que hemos sufrido, a través del Eminentísimo Cardenal Secretario de Estado, ahora yo 
mismo, postrado para besar el sagrado pie, me presento para testimoniar mi humilde sumisión y mi más viva adhesión a la Santa Sede y a 
Vuestra Santidad y para exponer una duda respecto a mi condición, solicitando la solución de su alta sabiduría». Resumiendo, a continuaci 
el desarrollo de las diligencias de 1884, precisaba en estos términos las razones de su duda: «Dicho esto, me nació la duda de si el 
nombramiento de Vicario, que se me confío ((616)) en vida de don Bosco, implicaba la futura sucesión. Es verdad que la petición formulad 
por monseñor Jacobini a Su Santidad se refería a un Vicario con derecho a sucesión y que la carta del cardenal Nina habla del porvenir del 
Instituto Salesiano después de la muerte del Fundador; sin embargo, no sé si verdaderamente don Bosco hizo su propuesta para un Vicario 
derecho a sucesión o sólo durante su vida. En un libro de memorias (escrito por su mano) y confiado a mí mismo, encontré también que, al 
hablar del procedimiento a seguir de acuerdo con nuestras Constituciones para la elección del nuevo Rector Mayor, añadió una nota en la q 
dice: ''Téngase en cuenta que estas páginas fueron escritas en septiembre de 1884, antes que el Padre Santo nombrase un Vicario con derec 
a sucesión; por consiguiente modifíquese todo lo que sea necesario''. Así y todo, no se disipa mi duda; tanto más cuando considero que no s 
encuentra el original, ni copia del decreto de nombramiento del Vicario. Ante la urgencia de notificar la muerte del Fundador, he firmado, c 
pleno acuerdo del Capítulo Superior, las cartas correspondientes con mi nombre y apellido sin agregar cargo alguno y, con el mismo 
consentimiento, y ante la urgencia de dar disposiciones, he continuado ejerciendo la autoridad de antes; todo, sin embargo, con la reserva d 
acudir a Vuestra Santidad, en cuanto pudiera, para solventar dicha duda». 

Al final suplicaba humildemente: «Beatísimo Padre, reconociendo mi debilidad e incapacidad, me siento impulsado a pedir humildement 
se digne poner su sapiente mirada sobre otra persona más apta y dispense al que esto escribe de la ardua tarea de Rector Mayor, asegurándo 
no obstante, que, con el auxilio del Señor, no cesaré de 
531 

prestar con todo ardor mis débiles fuerzas, en favor de nuestra Pía Sociedad, en cualquier ocupación que me sea confiada». 

Si la humildad de don Miguel Rúa podía encontrar satisfacción en la práctica del ama nesciri el pro nihilo reputari (ama al ser ignorado y 
tenido en nada), no pensaban lo mismo los otros Superiores, convencidos de que interpretaban el sentir de los Socios; por eso ((617)) envia 
al Cardenal Protector una fervorosa carta encabezada por monseñor Cagliero, sometiendo a su examen las consideraciones que, según ellos 
aconsejaban la confirmación de don Miguel Rúa como sucesor de don Bosco. 

Eminencia Reverendísima: 

El sacerdote don Miguel Rúa, que ya era Vicario de nuestro venerado fundador don Juan Bosco, cuya irreparable pérdida aún lloramos, h 
expuesto al Padre Santo una duda en torno al Sucesor y pide y espera la solución de su alta sabiduría. 

Por nuestra parte, los abajo firmantes, quedaríamos satisfechísimos de que el Padre Santo confirmase como nuevo Rector Mayor, o sea, 
como Superior General de la humilde Sociedad de San Francisco de Sales, al mencionado sacerdote Miguel Rúa, que ya fue designado y 
propuesto como su Vicario por el mismo don Bosco, tras la invitación que le hizo su Beatitud, que, deseaba en su paternal bondad, ver 
asegurada de aquel modo la continuidad de la Congregación Salesiana; más aún, siendo como somos los primeros Superiores, conocemos l 
disposiciones de ánimo no sólo de los electores, sino de todos los Socios y estamos en condición de asegurar, con la más íntima convicción 
del corazón, que la noticia de que el Padre Santo nos daba por nuestro Superior General al sacerdote Miguel Rúa, sería recibida no sólo con 
profunda sumisión, sino además con sincera y cordialísima alegría. 

Y añadimos que, si hubiese que llegar a una elección, según Reglas, es sentimiento común que don Miguel Rúa sería elegido por 
unanimidad, y esto como homenaje a don Bosco que siempre lo tuvo como su primer confidente y brazo derecho, y, además, por el aprecio 
que todos le tenemos por sus eximias virtudes, su singular habilidad en el gobierno del Instituto y la extraordinaria destreza en el despacho 
los asuntos, de lo que ya dio pruebas manifiestas bajo la dirección de nuestro inolvidable y carísimo Padre y Fundador. 

Sometemos humildemente estas nuestras consideraciones al juicio de V. Emcia. Rvma. por, si, en su reconocida prudencia, juzgara 
oportuno hablar de ellas al Padre Santo, a quien nos gloriamos de reconocer siempre como Supremo Moderador de la Pía Sociedad Salesia 
y a quien prometemos trabajar, sufrir, vivir y morir en defensa y sostenimiento de la sede Apostólica, como nos enseñó a hacer nuestro llor 
don Bosco con la palabra, los escritos y el ejemplo. 

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No podemos, además, dejar pasar esta propicia ocasión para manifestar, en nombre de todos nuestros Hermanos, los íntimos sentimientos 
reconocimiento y gratitud a Vuestra Emcia. Rvma., por la paternal bondad con que nos ha hecho hasta ahora de Protector. Le rogamos 
continúe dispensándonos su preciosa benevolencia y le prometemos hacer cuanto de nosotros dependa con el nuevo Rector que se nos 
designará, ((618)) para que el cargo de Protector de los Salesianos no le resulte más difícil de lo que le haya sido hasta ahora. 
532 

Así lo esperamos sobre todo ahora, que podemos confiar en que nuestro buen Padre intercederá por nosotros con perfecta caridad ante el 
trono de Dios y de la augusta Reina del Cielo, María Santísima Auxiliadora. 

Tenga por fin Vuestra Emcia. Rvma. la insigne bondad de recordar siempre a sus humildes protegidos en sus fervorosas oraciones y 
mientras, en nuestra poquedad, suplicamos al buen Dios que le premie por cuanto V. E. ha hecho y hará por los Salesianos, nos llena de 
satisfacción el profesarnos con todo aprecio y profunda reverencia. 

De Vuestra Eminencia Reverendísima 

Turín, 9 de febrero del 1988. 

Muy atentos y seguros servidores, JUAN, obispo de Mágida, Vicario Ap. de la Patagonia Sept. -Sac. DOMINGO BELMONTE, Prefecto 
-Sac. JUAN BONETTI, Director espiritual. -Sac. ANTONIO SALA, Ecónomo. -Sac. CELESTINO DURANDO, Consejero. -Sac. JOSE 
LAZZERO, Consejero. -Sac. ANTONIO RICCARDI, por el Sac. FRANCISCO CERRUTI. Consejero, ausente, pero conforme. -Sac. JUA 
BAUTISTA LEMO YNE, Secretario. -Sac. JULIO BARBERIS, Maestro de Novicios. 

Su Eminencia, que ya había tomado en consideración las razones de monseñor Manacorda y de don César Cagliero, quedó muy complaci 
con esta carta; por eso, en la audiencia del once de febrero, al hablar con Su Santidad sobre la sucesión, obtuvo la confirmación de don Mig 
Rúa como Rector Mayor de los Salesianos. Informaba así a monseñor Cagliero: «Satisfecho por haber obtenido de la Santidad de Nuestro 
Señor, la conformidad con los ardientes deseos de V. S. Ilustrísima y de sus dignísimos hermanos me apresuro a participarle, carísimo 
monseñor, la grata noticia. Alabado sea el Señor qui mortificat et vivificat, deducit ad inferos et reducit». Al mismo tiempo remitía el 
documento oficial, en fuerza del cual don Miguel Rúa quedaba nombrado Rector Mayor por doce años, a partir del 11 de febrero de 1888; 
la expresa reserva de que esta manera de sucesión fuera válida sólo una vez y no pudiese sentar un precedente para el porvenir 1. 

El nuevo documento quedó registrado, según costumbre, ((619)) en la Congregación de Obispos y Regulares. Se decía en él que así qued 
confirmado el primitivo decreto emanado el siete de noviembre de 1884; por consiguiente, entonces no había sido el decreto únicamente 
verbal, para comunicarse por vía oficiosa. 

Don Miguel Rúa lo presentó oficialmente al Capítulo Superior en la sesión de la tarde del veinticuatro de febrero. 

Los firmantes de la carta al cardenal Parocchi comunicaron a los 

1 Ap., Doc. 105. 
533 

Socios todo lo ocurrido con su circular del siete de marzo, que termi naba diciendo: «Como veis, carísimos Hermanos, a más de las buenas 
cualidades que le proclaman, el nuevo Rector nos fue designado por el corazón de nuestro llorado Padre y Fundador don Bosco, y ahora no 
ha sido dado por el mismo Vicario de Nuestro Señor. No es necesario, por tanto, que os lo recomendemos con muchas palabras, pues estam 
plenamente seguros de que todos lo amaréis y obedeceréis, no sólo por deber y por el aprecio que le tenéis, sino también, como obsequio a 
Padre Santo y como grato recuerdo de don Bosco, de quien fue por más de treinta años el más íntimo confidente y de cuyo espíritu se fue 
informando desde su más corta edad». 

Llevado a feliz término este asunto, era deber ineludible de don Miguel Rúa ir a Roma para rendir personalmente una visita de respeto al 
Papa; partió, pues, para Roma en la primera mitad de febrero. Y mientras esperaba allí a que se le concediera audiencia, visitó a diversos 
Cardenales y Prelados, en los que encontró generalmente recibimientos muy alentadores 1. 

Fue recibido por el Padre Santo el día veintiuno de febrero. El primer pensamiento del Pontífice fue para don Bosco, a quien llamó santo 

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Después dio dos consejos: que se afianzaran bien las obras dejadas por don Bosco, sin tener prisa por extenderlas, y que se proporcionase u 
buena formación a los novicios. Repitió que don Bosco había demostrado también su santidad con su modo de comportarse con el ((620)) 
Vicario de Cristo. 

Pidió después noticias de las Casas y Misiones. Cuando fue introducido el Procurador, le recomendó que se empeñara en que la Casa de 
Roma fuese una Casa modelo, dada su mucha importancia. 

Don Miguel Rúa volvió a casa con el corazón desbordante de alegría, escribió lo más pronto que pudo el coloquio tenido con el Padre Sa 
y lo imprimió, formando parte de la primera carta circular, que envió el diecinueve de marzo siguiente a todas las Casas, en su calidad de 
Rector Mayor 2. 

En ella ordenaba que, sin dilación, se recogieran los recuerdos referentes a la vida de don Bosco; porque personajes de autoridad le había 
animado a que introdujera la causa cuanto antes. Después hacía esta paternal exhortación: «Debemos considerarnos afortunados por ser hij 
de un Padre tan grande. Por tanto, nuestra solicitud ha de ser la de sostener y, al mismo tiempo, desarrollar cada vez más 

1 Ap., Doc. 106. 

2 Ap., Doc. 107. 
534 
las obras por él iniciadas, seguir fielmente los métodos que él practicó y enseñó y, en nuestro modo de hablar y de obrar, procurar imitar el 
modelo que el Señor, en su bondad, nos ha dado. Este será, carísimos hijos, el programa que yo seguiré en mi cargo; que sea ésta también l 
norma y el empeño de cada uno de los Salesianos». 

Tendiendo después la mirada más allá de los límites de los ambientes salesianos, se disponía don Miguel Rúa a dirigir su primera palabra 
como sucesor de don Bosco, a los Cooperadores y Cooperadoras, cuando un afortunado hallazgo le facilitó el camino. 

Parecía imposible que don Bosco, cuando preparó su testamento espiritual, hubiese olvidado a las falanges de los que habían sido eficace 
auxiliares para fundar y sostener sus obras. Y, en efecto, no había habido tal olvido. Entre sus papeles se encontró una carta dirigida a ellos 
con esta nota: «Para entregarla después de mi muerte». El Boletín de abril dio el anuncio; después don Miguel Rúa, como había hecho con 
carta para los Salesianos, mandó que se imprimiera en ((621)) un formato cómodo y en número suficiente de ejemplares, que envió en el m 
de mayo. Decía don Bosco: 

Mis buenos Bienhechores y mis buenas Bienhechoras: 

Siento que se acerca el fin de mi vida y que está próximo el día en que deberé pagar el tributo común a la muerte y bajar a la tumba. 

Antes de dejaros para siempre en esta tierra, debo saldar una deuda con vosotros y satisfacer así una gran necesidad de mi corazón. 

La deuda que debo saldar es la de la gratitud, por todo lo que habéis hecho para ayudarme a educar cristianamente y colocar en el camino 
la virtud y del trabajo a tantos pobres jovencitos para que llegaran a ser el consuelo de la familia, útiles para sí mismos y para la sociedad; y 
sobre todo, para que salvaran su alma y llegaran a la eterna felicidad. 

Sin vuestra caridad no habría podido hacer nada o muy poco; en cambio, con vuestra caridad hemos cooperado, por la gracia de Dios, a 
enjugar muchas lagrimas y salvar muchas almas. 

Con vuestra caridad hemos fundado numerosos Colegios y Hospicios, donde se ha mantenido y se mantiene a millares de huérfanos, 
salvados del abandono, sacados del peligro de la irreligión y de la inmoralidad y, mediante una buena educación, con el estudio y el 
aprendizaje de un oficio, se han hecho buenos cristianos y ciudadanos preparados. 

Con vuestra caridad hemos establecido las misiones en los últimos confines de la tierra, en la Patagonia y en la Tierra del Fuego, y hemo 
enviado centenares de obreros evangélicos a extender y cultivar la viña del Señor. 

Con vuestra caridad hemos establecido tipografías en varios países y ciudades y hemos publicado y difundido entre el pueblo, millones d 
ejemplares de libros y hojas en defensa de la verdad, fomento de la piedad y sostenimiento de las buenas costumbres. 
535 

Con vuestra caridad además hemos levantado muchas capillas e iglesias, en las cuales por siglos y siglos, hasta el fin del mundo, se canta 

Fin de Página: 536 


VOLUMEN XVIII Página: 536 

cada día alabanzas al Señor y a la bienaventurada Virgen María y se salvarán muchísimas almas. 

Convencido de que, después de Dios, todo este bien, y mucho más, se ha logrado mediante la ayuda eficaz de vuestra caridad, siento la 
necesidad de manifestaros, y por eso, antes de concluir mis últimos días, os manifiesto, mi más profunda gratitud y os lo agradezco desde l 
más íntimo del corazón. 

Pero, si me habéis ayudado a mí con tanta bondad y perseverancia, os ruego ahora que continuéis ayudando a mi Sucesor después de mi 
muerte. Las obras que yo comencé, con vuestro apoyo, ya no me necesitan ((622)) a mí, pero siguen necesitándoos a vosotros y a todos los 
que, como vosotros, quieren promover el bien en esta tierra. A todos, pues, os las confío y recomiendo. 

Para vuestro estímulo y aliento, dejo encargado a mi Sucesor que en las oraciones públicas y privadas que se hacen y se harán en las Casa 
Salesianas, se tenga siempre presente a nuestros Bienhechores y a nuestras Bienhechoras; y que se ponga siempre la intención de pedir a D 
que les otorgue el céntuplo de su caridad, ya aquí en la vida presente, concediéndoles salud y concordia en la familia, prosperidad en sus 
campos y en sus negocios, librándolos y alejándolos de toda desgracia. 

Para vuestro estímulo y aliento hago notar todavía que la obra más eficaz para obtener el perdón de los pecados y asegurarnos la eterna 
salvación, es la caridad hecha a los niños pequeños, uni ex mínimis, a un pequeñuelo abandonado, como lo asegura nuestro divino Maestro 
Jesucristo. Os hago notar, además, cómo en nuestros tiempos, en los que se deja sentir la falta de medios materiales para educar y hacer 
educar en la fe y en las buenas costumbres a los jóvenes más pobres y abandonados, la Santísima Virgen se constituyó en su protectora; y p 
eso concede a sus Bienhechores y Bienhechoras muchas gracias extraordinarias de orden espiritual y también de orden temporal. 

Yo mismo, y conmigo todos los Salesianos, podemos atestiguar que muchos de nuestros Bienhechores, que inicialmente poseían escasos 
bienes, llegaron a poseer grandes fortunas, desde que empezaron a brindar con generosidad su caridad en favor de nuestros huérfanos. 

En vista de ello y por la experiencia, muchos de ellos me dijeron a menudo, quién de un modo, quién de otro, estas y semejantes palabras 
No quiero que me dé las gracias, cuando hago una limosna para sus pobres; yo soy quien debo agradecérselo a usted, que me la pide. Desd 
que empecé a ayudar a sus huérfanos, mi fortuna se ha triplicado. Otro señor, el Comendador Antonio Cotta, acudía a menudo él mismo a 
entregar sus limosnas, diciendo: Cuanto más dinero traigo para sus obras, mejor van mis negocios. Palpo con los hechos que el Señor me d 
aún en la vida presente, el céntuplo de cuanto yo doy por su amor. El fue nuestro bienhechor hasta la edad de ochenta y seis años, en que D 
lo llamó a la vida eterna para gozar allí el fruto de sus limosnas. 

Aunque cansado y acabado de fuerzas, no dejaría de hablaros y recomendaros a mis muchachos que ya estoy para abandonar; pero con to 
debo hacer punto final y dejar la pluma. 

Adiós, mis queridos bienhechores, Cooperadores y Cooperadoras Salesianas, adiós. No he podido conocer personalmente en esta vida a 
muchos de vosotros, pero no importa: en el otro mundo nos conoceremos todos y nos alegraremos para siempre del bien que, con la gracia 
Dios, hayamos hecho en esta tierra, especialmente en favor de la juventud pobre. 
536 

((623)) Si después de mi muerte, la divina Misericordia, por los méritos de Jesucristo y la protección de María Auxiliadora, me encuentra 
digno de ser recibido en el Paraíso, rogaré siempre por vosotros, rogaré por vuestras familias, rogaré por las personas que os son queridas, 
para que un día vayan todos a entonar eternas alabanzas a la Majestad del Creador, arrobarse en las delicias divinas y cantar sus divinas 
misericordias. Amén. 

Vuestro siempre afectísimo servidor JUAN BOSCO, Sac. 

No podía don Miguel Rúa desear una carta de presentación mejor. Pero los Cooperadores no habían aguardado a leer este documento par 
manifestar al sucesor de don Bosco sus sentimientos. Aunque, durante la vida del Santo, no había habido ninguna comunicación con este 
motivo, sin embargo ellos lo consideraban universalmente como el sucesor nato. Del montón de cartas llegadas al Oratorio, después del tre 
y uno de enero, elegiremos algunas de las manifestaciones más significativas y cariñosas entre las llegadas en los primeros diecisiete días. 

Una tierna amistad unía a don Bosco con la familia De Maistre. El conde Carlos, que se encontraba en Francia, escribía el día primero de 
febrero: «»Será verdadera la noticia que leo en mi diario? »Nuestro amadísimo y veneradísimo don Bosco se ha ido al Cielo? Escribo a ust 
el primero de sus hijos, a quien más íntimamente he conocido, para saber la verdad. Recelo desgraciadamente que sea así. Le diré que pong 
en usted todo el reverente afecto que profesábamos a su Padre. íTambién nosotros lo considerábamos con gusto como a nuestro padre! No 
había en nuestra vida una alegría, una preocupación o una tristeza que no se la comunicáramos a él. Y lo mismo haremos con usted. El cari 
que teníamos a don Bosco seguirá siendo el mismo para todos sus hijos, para toda la Congregación Salesiana, en la que estamos inscritos. 

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Quiera, carísimo y venerado don Rúa, seguir dispensándonos el mismo afecto que su Padre nos profesaba» 1. 

((624)) También sor María Teresa Medolago De Maistre, hija del Sagrado Corazón, terminaba así su extensa carta: «Rogaré por Vd., mu 
reverendo don Rúa, para que el Señor le consuele y ayude a sostener el peso que El ha puesto sobre sus hombros con el gobierno 

1 También su hermano Francisco escribía a don Miguel Rúa desde Francia, el dos de febrero, recordando con emoción el cariño que don 
Bosco profesaba a su familia. «La muerte del querido don Bosco es para todos los De Maistre una gran pérdida, porque la amistad de aquel 
santo varón era un tesoro inapreciable, del que disfrutábamos inmensamente todos los de casa. La palabra de don Bosco era siempre de sum 
consuelo para nuestros doloridos corazones en las pruebas que la Divina Providencia quería mandarnos». 
537 

de su gloriosa familia religiosa. Espero que el venerado don Bosco extenderá su manto sobre su carísimo hijo primogénito, como lo hizo 
otrora el profeta Elías con Eliseo». 

El canónigo arcipreste Ramello escribía desde Pinerolo: «Pido por usted, llamado por el hombre de Dios para sucederle. Venero en su 
persona al nuevo Superior de los Salesianos; haga también usted conmigo las veces del Padre afectuoso, cuya pérdida lloramos». 

Y don Carlos Stoppani, arcipreste de Ossola (Novara): «En usted entiendo de ahora en adelante venerar y amar a don Bosco, cuyo nombr 
es una epopeya que se desarrollará en sus hijos hasta el fin del mundo, para bien de la religión y de la sociedad». 

El párroco Neri, de Nápoles, que había hospedado a don Bosco el año 1880 y que alojaba fraternamente en su casa a los Salesianos, de p 
por su ciudad, decía: «Por mi parte no dejaré de tributar a usted y a todos los Salesianos, las mismas atenciones que hasta ahora he tenido c 
don Bosco y sus hijos». Don Orestes Pariani, párroco de Galbiate, en Brianza, y Cooperador desde el principio 1: «Me creo en el deber de 
a mi pésame mi felicitación y mis augurios para V. R., por el sublime, aunque arduo puesto que ahora ocupa V. R. de Superior general y es 
muy contento de haberle conocido hace tiempo y haber trabado una amistad, que espero querrá continuar conmigo en adelante». 

El exalumno Carlos Brovio, Presidente diocesano de las Sociedades Obreras y Presidente local de la misma en Nizza-Monferrato, a la qu 
don Bosco había dado muchas pruebas ((625)) de benevolencia, escribía: «He llegado contento y tranquilo a casa porque, antes de salir del 
Oratorio, he encontrado a mi segundo Padre en V. S. Rvma. y he podido derramar mis lágrimas de dolor por la muerte del primer Padre, so 
el pecho del amado y digno sucesor, que siempre me considerará, aunque sea indigno de ello, como un hijo, dulce nombre con el que me 
llamaba el amado Padre Juan Bosco». El antiguo alumno Luis Roasenda manifestaba desde Bérgamo: «Los que quedamos y los institutos q 
don Bosco ha dejado debemos alegrarnos porque el Sucesor, elegido por él mismo hace tiempo, en la persona de V. S. Rvma. es seguramen 
el más idóneo para conservar y hacer prosperar todas las obras por él establecidas». 

Y el historiador César Cantú escribía desde Milán el dieciséis de febrero: «El venerable don Bosco ya ha comenzado desde el Paraíso a 
conceder sus gracias colocando en su lugar a un personaje, no digo 

1 Véase. Vol XVI, pág. 354. 
538 

capaz de igualarlo, sino digno de sucederle y de hacer menos perjudicial su pérdida a la religión y a la sociedad. íCon qué gusto, de haberlo 
sabido, habría saludado a su representante en los funerales celebrados con tan noble piedad en la iglesia de las Gracias! 1 íMantenga vivo e 
esta juventud el espíritu de abnegación y caridad que don Bosco ha dejado sembrado en ella!». 

Monseñor Pedro Tarino, canónigo arcipreste del Cabildo de Biella, escribía: «Cuando en el centro y a la cabeza de todo este movimiento 
hay un don Miguel Rúa, informado desde hace tiempo del espíritu del ilustre extinto y rodeado de tantas inteligencias, unidas y guiadas tod 
por el mismo sentimiento y espíritu de sacrificio, se tiene toda la razón para creer y esperar que la obra de don Bosco no sólo seguirá adelan 
floreciente con una vigorosa vida interior, sino también que podrá extenderse y crecer mucho más allá de los límites actuales». Monseñor 
Francisco de los condes Serenelli, cooperador de primera hora y director durante muchos años de los cooperadores de Verona, se expresa a 
«Don Miguel, nosotros nos apretamos en su derredor ((626)) y lo reverenciamos como a nuestro superior. Consideramos que encontramos 
usted el cariño de don Bosco, su autoridad y nuestro guía». 

Monseñor Brandolini, obispo de Céneda, decía simplemente: «Don Bosco lo ha designado su sucesor; no podía hacerlo mejor en tan gran 
desgracia». Y monseñor Guarino, arzobispo de Mesina: «Usted, que reproduce tan al vivo sus virtudes, obtendrá seguramente de Dios, por 
intercesión del Santo e ilustre Fundador, el vigor y la fuerza de acción que haga menos amarga su desaparición». Y el cardenal Sanfelice, 
arzobispo de Nápoles: «Que Dios conceda a V. S., lleno ya del espíritu de su Fundador, la gracia de mantenerlo sobreabundantemente en 

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todas las obras por él fundadas y confiadas a V. S. en el presente». 

Son muchísimas las cartas procedentes de Francia. Sólo hablan de don Miguel Rúa las de algunos, que le conocieron de cerca. La señora 
Quisard, la conocida cooperadora de Lyon, en su carta de pésame, se honraba en asegurarle que su familia, lo mismo que se había interesad 
en lo posible por don Bosco, lo haría en adelante por don Miguel Rúa, hijo predilecto de don Bosco, su brazo derecho y sucesor, y rogaba q 
le hiciera partícipe de las bendiciones y gracias, de las que don Bosco le constituiría cauce e intermediario. La familia de los 

1 Este funeral se celebró el quince de febrero. Representó a don Miguel Rúa el ecónomo general don Antonio Sala. 
539 

Condes Villeneuve, de Hyères, devotísima de don Bosco, le hacía saber: «Siempre querremos al digno sucesor de don Bosco». La señora 
Lallemand y su hija se escribieron muchas cartas con don Bosco desde La Réole; la hija reverenciaba a don Miguel Rúa con el mismo afec 
filial que había tenido a su venerado Padre. La marquesa de Saint-Seine escribía desde Dijon, recordando la paternal bondad que don Bosc 
había manifestado: «Al traer a la memoria, cuanto él se complació en decirme, sé que su Obra no morirá. Don Bosco tenía confianza en ust 
porque sabía que estaba asistido por el Señor de una manera especialísima. Por eso se dirigen a usted todos los corazones que amaron al 
Santo, que tanto ((627)) lloramos, y yo me atrevo a recordarle el tiempo que usted pasó en Dijon». El año 1883, al volver don Bosco de Par 
con don Miguel Rúa, aceptó una invitación de aquella noble y cristiana familia 1. 

El ingeniero Levrot, de Niza, que no necesita presentación, decíale a su «bon Père» don Miguel Rúa: «Los amigos de don Bosco siguen 
siendo amigos de usted; y sus hijos se consideran afortunados y orgullosos de vivir y morir en la afectuosa amistad y dulce paternidad del 
sucesor de aquel gran santo». 

Omitimos otras citas de amigos franceses, pero no queremos pasar de silencio a la Junta de Damas protectoras de Marsella. En la sesión d 
doce de marzo firmaron una carta, en la cual, después de manifestar su dolor por la muerte de don Bosco, proseguían: «Nuestra Comisión 
celebra el encontrar en usted al hijo elegido y preferido por el Santo, y se considera muy afortunada prestando nuestro concurso de actuació 
filial. Da gracias a la par al Señor, por haber llamado a usted para continuar una obra tan grande y tan hermosa y le ruega que, por intercesi 
del venerado Fundador, le haga llevadero el cargo y ligero su peso». 

El Párroco Guiol, uniéndose a la Comisión, añadía una posdata, ofreciendo el homenaje de sus más respetuosas simpatías al venerado do 
Miguel Rúa, y celebraba que la Providencia hubiese elegido tan pronto el continuador de la obra del santo, a quien ya le habían abierto las 
puertas del cielo las penalidades sufridas. Don Miguel Rúa respondió a la Comisión y al Párroco, el día veinticuatro del mismo mes. 

Llegaron también manifestaciones semejantes de otras partes. La señora Magdalena Ochninger, que había hablado con don Bosco, escrib 
desde Wierzl (Austria) reiterando, en nombre propio y en el de 

1 Véase Vol. XVI, pág. 237. 
540 

su familia, al heredero de don Bosco, su devoción y, al mismo tiempo, su fiel interés por las obras salesianas. Desde Madrid escribió el 
Senador Lastres 1 reconociendo en don Miguel Rúa al único que podía ser llamado ((628)) a continuar la obra fundada con singular talento 
viva fe por don Bosco. 

No será tenida por superflua alguna cita de periódicos italianos y extranjeros, puesto que importa mucho a la historia confirmar cómo la 
elección de don Miguel Rúa obtuvo también la aprobación general de la prensa. Se lee en Eco d'Italia, de Génova, del dos de febrero: «No 
podía ponerse en mejores manos la santa Obra». En el Eco di Bergamo del mismo día: «Inscritos por don Bosco, sin mérito de nuestra part 
entre los Cooperadores Salesianos, presentamos a su digno sucesor nuestros respetos afectuosos y profundos». En Difesa, de Venecia, del 
veintinueve de febrero, decía el corresponsal de Turín, al anunciar la vuelta de don Miguel Rúa de Roma: «Mañana o pasado me presentaré 
don Miguel Rúa para besar su mano y manifestarle, en nombre de Difesa, la esperanza que todos los buenos ponen en él, para la continuaci 
de la obra verdaderamente prodigiosa y santa iniciada, bajo los auspicios de María Auxiliadora, por aquel hombre de Dios que fue don Bos 
y que ninguno, mejor que don Miguel Rúa, podría y sabría continuar». 

El periódico Défense, de París, del tres de febrero, presentaba un artículo de Auffray, redactor jefe, que había asistido a los funerales de d 
Bosco: «Quería escribir un artículo de condolencia por la muerte de este admirable sacerdote; pero, despúes de todo lo que he visto, me cre 
obligado a cambiar de tono. Y especialmente después de haber hablado con don Miguel Rúa, comprendo que la Institución Salesiana no pu 
decaer». Das Cassianeum, de Baviera, publicaba una carta de su redactor Schmidinger a don Miguel Rúa: «Nos congratulamos con usted, 
Rvmo. Señor, por la herencia que le espera, según voluntad del bienaventurado difunto, y nos alegramos sinceramente de que esa herencia 
encuentre en tan buenas manos». En Gazette de Liège, del veintiuno de junio, apareció un extenso artículo sobre don Miguel Rúa, en el que 

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narraba la parte tenida con don Bosco en la fundación y dirección de sus obras; describía sus eminentes cualidades y su carácter y decía: 
«Como Moisés en su viaje hacia la tierra de promisión, don Bosco no podía ((629)) estacionarse. El ha creado y ya ha pasado; pero don 
Miguel Rúa será un continuador providencial e inteligente organizador». 

1 Véase Vol. XVII págs. 511 y siguientes. 
541 

Los testimonios de obediencia por parte de los Salesianos fueron los que era lógico esperar; no es necesario que hagamos una mención 
detallada. La más solemne y significativa de tales manifestaciones debe considerarse la votación del Capítulo general del año 1898, cuando 
fue reelegido por sufragio casi unánime Rector Mayor. La Superiora General de las Hijas de María Auxiliadora, que no se había atrevido a 
manifestar de viva voz sus sentimientos en su visita de hacía poco, los expresó en su carta del nueve de febrero, de la que nos parecen dign 
de señalar los siguientes párrafos: «Tener por Superior a Vuestra Señoría Rvma. es para mí, para el Capítulo, para todas y cada una de las 
Hijas de María Auxiliadora un consuelo, una satisfacción tal, que no puedo expresarla con palabras. Agradeceremos al Señor todos los días 
nuestra vida el insigne favor que nos ha hecho y, para hacernos menos indignas, procuraremos corresponder con la mayor fidelidad a nuest 
santa vocación. Querido y Reverendo Padre, ya sé que el cargo de ser nuestro Superior le costará sacrificios y le proporcionará muchas 
preocupaciones, pero nosotras pediremos mucho a Jesús que también esto se lo recompense oportunamente. Por mi parte, además, le prome 
que haré cuanto pueda para que le sea menos pesado el cometido de nuestra dirección e inculcaré a todas las Directoras y Hermanas una 
obediencia pronta, una confianza ilimitada, y un afecto santo, reverente, filial a Vuestra Reverenda Paternidad, a quien desde ahora tendrem 
todas, después de Dios, por Padre, guía, sostén, consejero, ítodo!». 

Fue así como todo reemprendió su marcha normal; y la realidad no desmintió en nada las esperanzas; más aún, éstas fueron superadas co 
mucho. Y trancurrido ya medio siglo desde la muerte de don Bosco, si dirigimos atrás nuestra mirada, aparece manifiesto el cumplimiento 
las tres ideas de monseñor Manacorda: unión, capacidad, porvenir. 

Respecto a la unión tenía sus dudas el mismo León XIII, ((630)) de lo que no quiso hacer misterio. En la audiencia del 22 de marzo de 18 
a monseñor Cagliero, habiendo éste hablado de la unión constante de todos los Salesianos, después de la muerte de don Bosco, el Papa 
confesó abiertamente que éste había sido su temor, pero que entonces se encontraba contentísimo 1. 

»Cuántas son las Ordenes y Congregaciones religiosas más importantes, que no han sufrido en sus principios la contrariedad de cismas 

1 Carta de don Antonio Riccardi a don José Lazzero, Roma, 22 de marzo 1888 (Ap., Doc. 108). 
542 

internos? Pero la Congregación Salesiana, pese a haber sido tan probada en sus inicios, pese a su concepción tan nueva, a pesar de su 
complejidad de conjunto y procedencia de sus miembros y de la internacionalidad de sus fundaciones, no padeció jamás ninguna crisis de 
unión que amenazase de ningún modo romper su enlace. El espíritu de don Bosco ha sido y es un aglutinante tanto más milagroso, cuanto 
menos advertido, para tener estrechamente unidas las partes antiguas y acoplar fuertemente las nuevas. 

La Congregación no ha padecido la falta de hombres capaces, como inmediatamente se vio en el período, quizá el más delicado de su 
existencia, cuando, bajo el primer Sucesor de don Bosco, llegó el momento de tener que consolidar por todos los medios el edificio constru 
por el Fundador y llegar al coronamiento: para resolver la complicada organización didáctica en las escuelas científicas, literarias y 
profesionales, de los Socios y de sus alumnos; para la formación completa y la disciplina religiosa del personal; para la ampliación de las 
empresas misioneras; para el desarrollo de la buena prensa; porque ya contaba o aparecieron en el momento oportuno hombres dotados del 
talento necesario, de forma que ninguna de las instituciones de don Bosco tuvo que sufrir detrimento por insuficiencia de disposiciones 
directivas, sino que, para el despliegue de cada empresa, siempre se contó con la asistencia, digamos así, de mentes técnicas correspondien 
para el despliegue de cada ramo de actividad. 

Finalmente el tiempo ha respondido a la confiada afirmación del clarividente obispo piamontés y todo ((631)) el mundo puede palparlo p 
sí mismo sin necesidad de aducir pruebas. Recordaremos más bien el final del sueño que don Bosco tuvo el mes de noviembre de 1881, sob 
el estado de la Pía Sociedad Salesiana. El ángel acompañante terminaba sus recomendaciones con una palabra que era un rayo de luz sobre 
porvenir. Dijo el enviado del Cielo: Qui videbunt dicent: a Domino factum est istud et est mirabile in oculis nostris 1. Este himno, según el 
ángel, elevarán al Señor los que lo vean al final del siglo decimonono y el principio del vigésimo, precisamente durante el gobierno de don 
Miguel Rúa. 

Nosotros, que hemos presenciado aquel período y vivimos el que sigue su curso, tenemos una razón para aceptar y hacer nuestra la 
exclamación del mensajero celestial: íEsta ha sido la obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos! 

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1 Sal. 118, 23. 
Traducción: Y dirán los que lo vean: Esta ha sido la obra de Yahvéh, una maravilla para nuestros ojos. 
((635)) 1 (el original en francés) 
Carta de la condesa Grocholscka a un Salesiano 
De esta carta y de la siguiente sólo hemos encontrado las copias que Lemoyne dejó en pruebas de imprenta. Es muy probable que fueran 
dirigidas al Director del Boletín francés. 

Reverendo Padre: 

Todo el que ha sido curado mediante las oraciones de don Bosco debe escribirlo para que se vea cómo este santo sacerdote obtenía las 
gracias. 

El año 1886 estaba yo en Cracovia. El once de marzo caí enferma de pleuresía, resfriado al pecho y congestión pulmonar. Mi hermana 
gemela Estefanía envió una comunicación a don Bosco diciéndole: Rece, padre mío, por mi hermana que está en peligro de muerte. 

Llegó de París el doctor Peter y me encontró en el término de la vida; hizo cuanto pudo por salvarme, pero empezó la agonía. De pronto s 
acercó el doctor, me tomó el pulso y lanzó un grito: -Está a salvo. 

Don Miguel Rúa escribió una carta a la señora Bellini, que vivió con nosotros, pidiéndole noticias sobre mí: como no se tenía tiempo par 
escribir, creyóse don Miguel Rúa que estaba muerta. Don Bosco se encontraba por aquel entonces en España. Dijo don Miguel Rúa a don 

Bosco: -Por cierto, la condesa Vanda Grocholscka ha muerto. 

Y don Bosco respondió: -No, ya está bien; en este momento está desayunando. 

Entonces don Miguel Rúa preguntó: -»Cómo lo ha sabido usted? 

Don Bosco respondió sonriendo: -íHe recibido un telegrama del cielo! 

En fin, gracias a estas santas plegarias, me he salvado y puedo afirmarlo. 

Con el más profundo respeto, me profeso, reverendo padre, 

15 de febrero de 1891. 

Pau, Villa Sperata, Porte Neuve. 

Condesa VANDA RADZIWILL DE GROCHOLSCKA 

((636)) 2 (el original en francés) 
Carta de una religiosa a un Salesiano 

Muy Reverendo Padre: 

Puede ser que ya sea algo tarde para decirle lo que nosotras sabemos de extraordinario respecto a su venerado Fundador y Padre don Bos 
Creo que esta tardanza la ha querido Dios, puesto que, a pesar de que yo quería hacerlo, me olvidé de escribirle cuando pude. 

Este fue el hecho. Una desgraciada muchacha, muerta ya hace casi dos años, había hecho creer a una buena persona que ella era mulata y 
pagana, pero que 

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547 

deseaba con toda su alma conocer y abrazar la religión cristiana. Habló esta persona con un buen padre jesuita, el cual informó del caso al 
señor Obispo, quien hizo se pidiera con ardor a nuestra Madre que se la admitiera en nuestra Comunidad, para prepararla al santo bautismo 
Aquella desgraciada muchacha manifestaba vivos deseos de recibirlo y hacía el papel como una artista. Sin embargo, nuestra Madre tenía s 
temor. 

Dos días antes del fijado para la ceremonia, mientras el Capellán y nosotras mismas dábamos pasos para informarnos, llegó una carta de 
vuestro venerado Padre, quien decía a nuestra Madre: «»No tendría usted en su casa a Fulana? Diga a esta hija pródiga que vuelva a cuidars 
de su madre ciega y de sus hijos». Era precisamente ella. »Quién se lo había dicho? 

La carta de don Bosco era en respuesta a una petición que nuestra Madre le había hecho a propósito de una joven epiléptica. 

Hablando de ella, decía vuestro venerado Padre: «Que sea fiel a su promesa (era una protestante convertida). Si lo es, la Santísima Virgen 
protegerá». Desgraciadamente fue infiel, y le reapareció el mal que tenía. 

Y ahora, reverendo Padre, permita que nos unamos a usted para obtener, por mediación de su santo Padre, la curación de una de nuestras 
Hermanas enferma y que le recomiende a mi madre ciega, que no se resigna a la santa voluntad de Dios. 

Nuestra muy digna Madre le saluda respetuosamente y le ruega encomiende al Señor sus cargas y preocupaciones. 

Dígnese aceptar, reverendo Padre, mi respetuoso saludo. 

Desde nuestra Comunidad de Munich. 

22 de mayo de 1891. 

S. S. ZENOBIA, del Niño Jesús 
((637)) 3 (el original en francés) 

El Presidente de la Sociedad Geográfica de Lyon a don Bosco 

Reverendo Señor: 

Hace unos meses se dignó usted honrarnos con su presencia en el seno de nuestra Sociedad y hablarnos de los felices resultados obtenido 
por usted y sus misioneros en Patagonia, conduciendo aquel país a la civilización cristiana y, en consecuencia, a la producción económica d 
los trabajadores de ambos mundos. Ultimamente aún ha tenido usted la delicadeza de enviarnos nuevos y preciosos documentos sobre el 
particular. 

La Junta directiva de nuestra Sociedad no podía dejar olvidados los servicios que con ello presta usted a la ciencia geográfica, tal y como 
entiende en nuestros días: el estudio y el progreso de los hombres y de las cosas en los países extranjeros. Me complazco, pues, al anunciar 
que en la última sesión se le ha concedido una medalla de plata en conmemoración del gran suceso del restablecimiento de la civilización e 
los territorios patagónicos. Como no podremos entregársela más que en una sesión solemne todavía lejana, le rogaría me indicase, si le es 
posible, la fecha a poner a continuación de la inscripción: A don Bosco -Sacerdote Salesiano-Civilización de la Patagonia, que pretendemo 
hacer grabar en una de las caras de la medalla. 
548 

Reciba, reverendo Señor, la expresión de mi más distinguida consideración. 

Lyon, 2 de enero de 1886.
LUIS DESGRANDS, presidente


4 (el original en francés) 

Fin de Página: 549 


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Sociedad Geográfica de Lyon 
Muy Reverendo Padre: 
Nuestro Presidente, el señor Luis Desgrands, ya le ha hecho saber que nuestra sociedad le ha otorgado una medalla de plata por los trabaj 

de sus misioneros en Patagonia. 

El día diecinueve de los corrientes, a la una y media de la tarde, se celebrará la Asamblea solemne en la que se distribuirán los premios 
concedidos por nuestra Sociedad. 

Sería para nosotros un honor y una fortuna, si usted pudiera asistir a esta sesión (al menos por un delegado) para recibir esta medalla de 
manos de nuestro Presidente. 

((638)) No dude, además, de la alegría que experimentarían los habitantes de Lyon, que se sentirían también felices de poderle ver y 
aclamarlo. 

Acabamos de recibir una carta de su secretario, el reverendo Angel Festa, el cual nos promete para más tarde una comunicación sobre 
Patagonia. La recibiremos con satisfacción. 

Nos pregunta, en su nombre, si podríamos suministrarle informes sobre los orígenes del pueblo chino 1: si desciende de Noé o de Arfaxa 

hijo de Sem. 

Es una cuestión histórica difícil, que pocos sapientes se atreven a abordar. 

De todas formas el señor Desgrands envía esa carta al abate Lebouc, párroco de Vernaison, cerca de Lyon. El ha estado mucho tiempo en 

China, donde alcanzó el cargo de Mandarín de primera clase. Es muy erudito y espero que podrá indicarnos la solución de esta cuestión. 

Le comunicaré su respuesta, tan pronto como la recibamos. 

Su atto... 

Lyon, 7 de diciembre de 1886. 

El secretario, DEBIZE 

5 (el original en francés)
Brindis del ingeniero Levrot


Nuestro muy querido Padre don Bosco, al honrarme hoy con la invitación a su mesa junto a lo más selecto de los Cooperadores salesiano 
de la ciudad de Niza, ha 

1 Véase vol. XVII, pág. 554. 

querido concederme un nuevo honor: el de encargarme de hablar en su lugar para honrar a un miembro de su numerosa familia, uno de los 
le son más queridos. 

Es un padre que encarga a su hijo que salude a un nuevo hermano. 

El vocablo padre tiene suavidades incomparables que ningún otro puede sustituir; por eso he aceptado con pena esta tarea, tan dulce, sin 
embargo, para mi corazón; el corazón suplirá la falta de talento. 

Don Bosco quiere tiernamente a sus hijos. Vosotros recordáis que hace pocos años, nuestro Santo Padre el Papa se dignaba, a petición de 
don Bosco, distinguir a uno de nosotros, sin él saberlo, honrándolo con una gracia insigne al nombrarle Caballero de la noble y gloriosa Or 
de San Gregorio el Magno. 

Fin de Página: 550 


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El afortunado privilegiado era el mismo que en este momento tiene el honor de dirigiros la palabra. 

En aquel momento, voy a confesarlo, yo murmuré ((639)) contra don Bosco. Me pareció que se excedía al colocar a los pequeños por 
delante de los mayores. Era quizás una debilidad del corazón de don Bosco que quiere tanto a los pequeños... Sin embargo, yo os decía 
entonces y os lo repito hoy: la prueba de honor solicitada por don Bosco y generosamente concedida por el Padre Santo, no iba dirigida a la 
persona, sino a la colectividad de Cooperadores de la obra salesiana en Niza; yo no era, en cierto modo, más que el portaestandarte. Sólo co 
este título recibí las nobles insignias, solamente con este título. 

Pero don Bosco hace bien todo lo que hace y termina por llevar siempre la razón, ya que por eso, hoy, un nizardo de origen y de vieja cep 
puede recibir en la noble familia a un nuevo hermano, nizardo él por adopción y elegido esta vez entre los más ilustres. Y además, he aquí 
con la ocasión que se me ha dado de hablar en nombre de don Bosco y, de algún modo, en nombre de la ciudad de Niza, me encuentro por 
mismo en condición de saludar más dignamente y con mayor brillo al nuevo caballero. 

Pero os tengo en vilo. Perdonadme. Estáis impacientes por saber quién es el recipiendario: está aquí y os toca a vosotros señalarlo. 

Mirad y ved al que sobresale entre todos por su ciencia y por su gran corazón. Sí, es él: el más entregado a las obras católicas, el más 
caritativo con los pobres y los obreros. Sí, es él: el más apegado a don Bosco y a su obra, que le ha hecho conocer de un extremo a otro de 
Francia, y puede decirse, del mundo entero, con su maravilloso libro, que todos tenéis entre las manos. Sí, es él: y, si queréis que yo apure 
la cuestión, para que le conozcáis mejor, os diré: poned todos la mano sobre el corazón y preguntaos a quién votaríais si tuvierais que hacer 
vosotros la elección. 

-Todos votaríamos, por aclamación, al Doctor D'Espiney. 

Y él es el nuevo Caballero de San Gregorio el Magno, vosotros lo habéis dicho: es el doctor D'Espiney. 

»No tenía yo razón al deciros que vosotros mismos lo señalaríais? Vox populi vox Dei. 

Y ahora que he tenido el placer de hacéroslo conocer, que le habéis aplaudido, que le hemos aclamado, os pido el honor de darle, yo el 
primero, después de don Bosco, el espaldarazo de hermano al nuevo caballero. 

Ya no estamos en las salas de armas de los antiguos caballeros de la Edad Media. Han cambiado las armaduras y las armas. La sala es 
sencilla y modesta. El primer caballero es dulce y pacífico y sus armas son las nuestras: nuestra coraza es el corazón abierto en el pecho; 
nuestro casco, la fe católica; nuestras armas para la defensa y el 
550 

ataque, la palabra afectuosa y el desinterés. Con estas armas se ganan las almas y se salvan los pueblos en nuestro tiempo. 

((640)) Los caballeros de San Gregorio el Magno los revisten con honor, y yo puedo decir que el nuevo caballero lo ha empleado ya en la 
obra. Así, al abrazar al señor D'Espiney, no sólo saludaré en su persona al simple caballero, sino a un noble veterano en la Orden de San 
Gregorio. 

6 (el original en francés) 

Carta de una protestante a don Bosco 

Reverendo Padre: 

Ha llegado a mis manos un librito en el que leo una gran cantidad de curaciones obtenidas por los que imploran sus plegarias, y por 
intercesión de María Auxilium Christianorum. 

Una servidora, inglesa de nacimiento, aunque hace muchos años que resido en Francia, no he conocido más que el protestantismo, y hast 
que no he leído este librito no he creído en la posibilidad de los milagros en nuestros tiempos. Pero ya no puedo dudar de ellos; y, como es 
sufriendo hace diez años una grave enfermedad, deseo ardientemente la ayuda de sus oraciones para mi alma y para mi cuerpo. 

Antes de atreverme a dirigirme a usted, reverendo Padre, he hablado con el M. Rdo. Sr. Fabre, Vicario General de Niza, quien me ha 
autorizado a encomendarme en su nombre a sus santas oraciones y bendiciones. 

Fin de Página: 551 


VOLUMEN XVIII Página: 551 

Hace ya unos años que me ha hablado de sus obras la señora Visconti, de Niza. 

Permita, reverendo Padre, que le presente mi profundo respeto. 

Ville Mercier, Avenue des Oranges. 

Niza, 7 de diciembre de 1885. 

MARIE SOPHIE MERCIER 

7 (el original en francés) 

Carta de los muchachos de Marsella a don Bosco 

Muy querido Padre: 

»Quién podría explicar la alegría que experimentan sus queridos hijos en este afortunado día? No tenemos a menudo la suerte de que esté 
entre nosotros el padre querido y por eso el recibimiento que le tributamos con tanto amor y agradecimiento cuando el cielo nos lo envía. 

((641)) Sí, querido Padre, sus hijos de Marsella le quieren, porque experimentan el mucho bien que usted les hace a diario, a través de su 
instituciones. 

Gracias a su generosidad, nosotros, pobres huérfanos, condenados a una vida miserable, hemos encontrado en esta casa un refugio, donde 
gracias a la dirección de unos maestros tan sacrificados como capacitados, recibimos los beneficios de la instrucción y educación cristianas 
551 

El amor que nos tiene le ha inspirado mil medios para hacernos felices. Nuestros profesores nos enseñan en las clases la ciencia unida a l 
virtud y nos preparan de este modo para alcanzar dignamente una honrosa carrera, y a menudo, según nuestra vocación, nos abren el camin 
del Santuario, a donde Dios nos llama. 

En los diferentes talleres aprendemos un oficio, que nos permitirá un día ganarnos honradamente la vida. Sí, Padre, los atentos cuidados q 
se nos prodigan, los buenos ejemplos, los consejos, los alientos que se nos dan, producirán sus frutos y más tarde procuraremos, también 
nosotros, hacer experimentar a los demás algo de los bienes que usted nos regala abundantemente. Siguiendo el ejemplo de sus primeros hi 
de Turín, cuya historia se nos lee, procuraremos ser la alegría de quien fue para nosotros siempre tan buen padre. 

Mientras tanto, le rogamos acepte los sentimientos de amor y de agradecimiento que le profesamos. Nos esforzaremos para corresponder 
los cuidados que usted nos prodiga y rogamos al Señor nos lo conserve todavía muchos años para devolverle centuplicado lo que usted ha 
hecho y sigue haciendo por sus hijos de Marsella. 

Marsella, 31 de marzo de 1886. 

8 (el original en español) 

El Salesiano, según el Obispo de Milo 

El Salesiano no es el Jesuita, soldado, por así decirlo, del escuadrón sagrado, o sea, de la milicia escogida que la Iglesia destaca contra su 
enemigos más fieros, y principalmente contra este mundo moderno, tan lleno de soberbia, tan engreído de su ciencia y de su valer: no es el 
Capuchino, el fraile más popular entre todos los frailes, con sus austeridades y rigores, con su menosprecio de los bienes terrenales, y esa 
absoluta desnudez interior y exterior, que pone espanto; no es el hijo de Benito, que mora en las soledades y pasa la vida entre el estudio, e 
canto de las divinas alabanzas y el cultivo de la tierra; no es el discípulo de José de Calasanz, bienhechor en alto grado, benemérito de la 
Iglesia y de la sociedad, pero consagrado a una sola tarea; no es... nada de eso. 

Fin de Página: 552 


VOLUMEN XVIII Página: 552 

((642)) El Salesiano es el hombre de la abnegación y de la humildad, que vive muerto sin pensar que lo está, que hace el bien creyendo q 
no hace nada, que se sacrifica sin acordarse de ello y aun casi ignorándolo, y que venido a la hora postrera, se estima el último entre los 
servidores de la Iglesia. Va allí donde le mandan; toma las cosas y las acepta como se las dan, y fabrica su nido lo mismo entre las floridas 
ramas de árbol frondoso, que en la piedra más saliente de tosca y desnuda roca. Sus características virtudes son no quejarse nunca, aunque 
todo se le torne contrario, y no desmayar jamás, esperando siempre en la Providencia. 

Tiene el Salesiano algo de la energía, de la actividad, de la extensión y alteza de miras y de la incontrastable firmeza del Jesuita; tiene alg 
de la popularidad del Capuchino; tiene algo del recogimiento y de los hábitos de trabajo del monje; tiene algo en fin de todos los Institutos 
religiosos conocidos, siendo no obstante un tipo nuevo. 

(Don Bosco y su Obra, págs. 89-90). 

9 (el original en francés) 

Carta del Marqués de Jovert a don Bosco 

Reverendo Padre: 

Enfermo hace tiempo de una enfermedad muy penosa para mí y para mi familia, de la que ya le ha hablado mi esposa, que ha tenido la 
suerte de ser recibida por usted, no dudo en encomendarme a sus santas oraciones para ver si, por su intercesión, la Santísima Virgen me 
concede la gracia de recobrar la salud y entonces yo le prometo contribuir generosamente a la piadosa y buena obra que usted dirige. 

Mi corazón está lleno de fe; pero, si usted se digna escribirme unas líneas, estoy seguro de que ellas fortificarán mi fe, enviándome al mis 
tiempo su bendición. 

Creo que no hay en el mundo nadie más que usted que pueda obtener del Señor la gracia que yo pido. Mi esposa me ha dicho que usted s 
interesa por mí, por lo que yo estoy muy esperanzado. 

Le presento mi sincero reconocimiento. 

Su hijo en Jesucristo. 

Barcelona, 13 de abril de 1886. 

Su hijo en Jesucristo, JOAQUIN JOVERT 

((643)) 10 

Las alumnas del Colegio del Sagrado Corazón de Sarriá a don Bosco 

Auxilium Christianorum, ora pro nobis. 

Reverendísimo Padre: 

Con los más ardientes deseos esperábamos el feliz momento que os trajera hasta nosotras, como Padre amantísimo en medio de sus hijita 
queridas, deseosas de manifestarle sus sentimientos de filial respeto. Ellas han depositado estos sus sentimientos en el divino Corazón de 
Jesús para asegurar su cumplimiento. 

Reverendísimo Padre, hoy han sido atendidos nuestros deseos, y nuestros corazones, llenos de agradecimiento, dan gracias al Señor por e 
nueva prueba de amor que nos concede. Tenemos un padre que le representa muy dignamente y que se complace, a su imitación, en vivir e 
medio de los niños, poniendo toda su felicidad en consagrarse sin medida al bien de esta querida porción de su afortunado rebaño. 

Fin de Página: 553 


VOLUMEN XVIII Página: 553 

Sí, os rodeamos con gozo, con la esperanza de salir de vuestra presencia confirmadas en la fe y fortificadas en el amor al deber; para 
permanecer fieles a Jesús, no sólo durante el tiempo de nuestra permanencia en esta casa de paz y de felicidad, sino también más tarde, en 
medio de los peligros que nos esperan en el mundo. 

A cambio de la bondad que nos habéis prodigado, os prometemos, reverendísimo Padre, pedir al Divino Corazón de Jesús, por intercesió 
de su Madre Inmaculada, que esparza las gracias sobre vuestra Congregación, sobre todas vuestras obras, sobre vuestra querida grey y su 
amado Pastor. Que esta grey, al ver renovada la salud y la 
553 

robustez de vuestras fuerzas, pueda dar gracias al Señor y obtener la de conservaros todavía muchos años. 

Este es nuestro deseo, unido al de recibir vuestra paternal bendición. 

Sarriá, 14 de abril de 1886. 

Las alumnas del Sagrado Corazón. 

((644)) 11 (el original en español) 

Don Bosco y los talleres salesianos 

Encuéntrase en Barcelona, como no ignoran nuestros lectores, el venerable anciano, cuyo nombre encabeza estos párrafos. Aureola de 
santidad resplandece en su figura como expresión de sus cristianas virtudes y de su acendrada fe, con las cuales ha llevado a feliz término y 
sigue dirigiendo con próspera fortuna su religiosa y civilizadora empresa. En medio de los dolorosos espectáculos que hemos de presenciar 
continuo, entre las manifestaciones impías que hieren la vista y los oídos de las personas piadosas, cuando las pasiones desbordadas de las 
muchedumbres, halagadas en sus bajos instintos amenazan conmover y destruir la sociedad contemporánea, produce grandísimo consuelo v 
a un santo varón de setenta años, que vence el peso de la edad con el auxilio de la gracia divina, cómo trabaja en una obra de verdadera 
regeneración social y cómo se aprestan a ofrecerle su concurso gentes salidas de todas las clases sociales. 

Es en verdad providencial la obra de don Bosco: díganlo si no el saqueo de las tiendas en Londres, los incendios en Bélgica, la huelga en 
Decazeville. A la propaganda materialista que origina estos hechos, se opone la propaganda cristiana que enseña al hombre la virtud del 
trabajo, el amor al prójimo, la esperanza en Dios, con los cuales no son posibles los odios sociales que tantos males han producido en Euro 
y en América. Esta bienhechora enseñanza reciben los niños en los Talleres Salesianos, cuya fundación se debe al infatigable sacerdote don 
Juan Bosco, conocido por don Bosco en ambos mundos, porque a los dos hemisferios alcanzan los beneficios incalculables de su predicaci 
de su constancia y de su singular inteligencia en la organización de aquellos institutos. «La obra de don Bosco -se afirma haber dicho Su 
Santidad León XIII-es a no dudarlo extraordinaria; excede a las fuerzas humanas, pues no se concibe que un hombre solo, desprovisto de 
medios materiales, un sacerdote pobre y humilde, haya podido hacer en breve tiempo, que breve tiempo son treinta o cuarenta años, las 
maravillas que asombradas contemplan Europa y América. Ahora bien, lo sobrehumano ha de ser necesariamente o diabólico o divino, y su 
tendencias y resultados manifiestan clarísimamente si es lo uno o lo otro. Lo que tiende a propagar y afirmar el reinado de la soberbia, no 
puede calificarse sino de diabólico; así lo es la Revolución y sus falsos milagros. Lo que por la inversa se dirige a extender y consolidar en 
mundo el imperio de la humildad y la caridad, o sea la soberanía de Dios, debe llamarse divino. El dedo del Altísimo se descubre por lo 
mismo patentemente en la Obra Salesiana, toda vez que su fin es Cristo, su regla Cristo y Cristo el arma con que lucha, que va sembrando p 
donde quiera ((645)) abnegación, mortificación y amor; y que trabaja por la causa de Dios y no por los intereses terrenos del hombre». 
íHermosísimas palabras dignas del sabio y santo Pontífice que gobierna la Iglesia Católica Apostólica Romana! 
554 

Humilde comienzo tuvo la obra de don Bosco, como lo han tenido esas grandes instituciones católicas de Caridad que son hoy el único 
bálsamo eficaz para las heridas sociales y la única medicina para enfermedades y miserias de esta clase, que de otro modo son incurables. 
Cierto día del año 1841 disponíase don Bosco a celebrar el santo sacrificio de la misa en la iglesia de San Francisco de Asís de Turín y se 
estaba revistiendo, cuando llegaron a su oído lamentos y voces descompuestas impropias de aquel lugar sagrado. Averiguó de dónde 
procedían y qué las originaba, y supo que se trataba de un chicuelo a quien el sacristán reprendía duramente y llegó a dar golpes, por haber 
metido en la sacristía sin que diese explicación del objeto que allí le había conducido. Habló don Bosco al muchacho, hizo que oyera la mi 
y, terminada, se lo llevó a su casa, porque supo que estaba desamparado, y en ella le albergó y le cuidó cariñosamente, cediéndole una parte 
su hogar modestísimo. Así principió la obra de San Francisco de Sales. En 1842 don Bosco capitaneaba ya una legión compuesta de cien 
individuos. El celoso Sacerdote los reunía todos los días festivos, y en lenguaje sencillo y conmovedor les inculcaba las verdades de la 
Religión y les enseñaba las virtudes cristianas. Con el amor y el instinto del Apóstol convertía en grata para sus educandos la enseñanza qu 
les daba, de manera que todos aguardaban ansiosos la hora del domingo en que debían reunirse con don Bosco. Con ellos verificaba romerí 

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y excursiones a sitios pintorescos, que amenizaba un coro de cantores formado de los mismos alumnos de esta escuela cristiana. En 1844 
doscientos alumnos le rodeaban en el momento en que celebraba el sacrificio de la misa, en cuya ocasión dio a la obra y al lugar en que se 
realizaba el nombre de Oratorio de San Francisco de Sales. 

Rápido fue después su desarrollo y de ella nacieron los Talleres Salesianos. El número considerable de más de doscientos mil niños recib 
hoy día instrucción técnica para un arte u oficio y educación cristiana en los establecimientos que dependen del venerable fundador de la 
Obra. En Turín, que es la patria de la Congregación según hemos indicado, tienen los Salesianos magníficos talleres, en los cuales llama la 
atención una fábrica de papel y una tipografía montada ésta con prensas de vapor y con todos los adelantos modernos, y en donde se imprim 
obras en diversos idiomas con notable perfección. En distintos puntos tienen organizadas colonias agrícolas como la de Mogliano en el 
Véneto, la de Saint Cyr en el Var y la llamada Navarra junto a Hyères. En el Uruguay y en la República Argentina cuentan también con cas 
de educación y en la Patagonia con una misión que llegó a reunir ciento treinta misioneros. Gobiernos y hombres de ideas ((646)) muy 
opuestas a las de don Bosco y de sus coadjutores le han favorecido en su empresa y allanado en ocasiones obstáculos de difícil vencimiento 
Urbano Ratazzi, entre ellos, amigo íntimo de Cavour, y uno de los políticos que más trabajaron por la unidad de Italia y consiguiente 
expoliación del Papa, quiso conocer en 1854 a don Bosco, se presentó un día inopinadamente en el Oratorio de Turín, oyó al fervoroso 
sacerdote cómo explicaba a sus alumnos un punto de la Historia Sagrada, buscóle después en su propia casa, departió con él largamente sob 
los sistemas de educación que podían emplearse con los niños, y salió prendado del fundador de las Escuelas y Talleres Salesianos. Ratazz 
que en medio de sus errores religiosos y políticos tenía despejada inteligencia, comprendió al punto la utilidad social de la Obra de don Bo 
y, resuelto a protegerla, empleó para ello la influencia de que gozaba en las elevadas regiones del nuevo Estado italiano. 

Esta Obra civilizadora existe ya en el llano de Barcelona, como saben todos nuestros lectores. A la piedad incansable de una distinguida 
señora, a la que deben inmensa gratitud muchísimos desgraciados, se debe el pri 

Sarriá los Talleres Salesianos: al Rdo. Padre Branda, tan bondadoso y modesto como inteligente, celosísimo vicario de don Bosco, el impu 
más eficaz para la organización de la casa en todas sus dependencias. La visita del santo fundador de la Obra será, de fijo, prenda que asegu 
no sólo su continuación, sino también su desarrollo y mayor prosperidad en lo futuro. Mucho ha de hacerse todavía: se requieren cantidade 
importantes para montar los talleres del modo que lo desean los Rdos. Padres y las piadosas personas que protege la institución, porque hoy 
no se hallan más que en embrión las cuadras en que se enseña a sesenta niños el arte de imprimir, el de encuadernar, la carpintería, la sastre 
y zapatería, y otros oficios que han de proporcionarles el pan de cada día y la base para su bienestar después y el de sus familias. Niños que 
vagarían perdidos por calles y plazas, reclutas de las cárceles y presidios, son amparados en aquella casa y arrancados de las garras del crim 
Hasta el número de quinientos educandos se propone don Bosco que con el tiempo se alberguen en Sarriá, y este generoso propósito se 
realizará, sin duda, con la ayuda del Cielo. No se arredre nadie por lo mucho que aún falta hacer; los cimientos están echados y sobre ellos 
alzará el edificio. Envíe cada cual su limosna a la Casa, y poco a poco se irá levantando la que haya de contener más adelante los Talleres 
Salesianos, semillero de ciudadanos honrados. Por idénticos pasos se han construido en Barcelona -y al decir Barcelona comprendemos 
también todo el llano-establecimientos de caridad como las casas de las Hermanitas de los Pobres, el Asilo de niños escrofulosos de San 
Juan de Dios, el Hospital de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús y otros varios, que pregonan con elocuencia los cristianos 
sentimientos de sus moradores. 

((647)) íCoincidencia providencial! Los fundadores de los institutos que han acudido en el siglo XIX a remediar dos de las mayores mise 
sociales, la ancianidad desvalida y la niñez descuidada, los PP. Le Pailleux y Bosco, experimentan la inefable ventura de ver extendidos po 
universo mundo las casas de las Hermanitas de los Pobres y los Talleres Salesianos, de contemplar cómo el cariño del pueblo sigue por tod 
partes a los Padres y a las Hermanitas, y de atestiguar el respeto que por ellos sienten los hombres de ideas más opuestas a las salvadoras 
doctrinas que han inspirado y mueven estas fundaciones, pero dotados de inteligencia clara y de ánimo bastante sereno para comprender lo 
inmensos beneficios que de ellas recibe la sociedad contemporánea. 

(Revista popular de Barcelona, 14 de abril de 1886). 

12 (el original en español) 

Asociación de Católicos de Barcelona 

Invitado el ilustre don Bosco para que se dignara honrar con su presencia el local de la nueva Escuela que próximamente inaugurará esta 
Asociación en la calle de Lladó, n. 4, se ha dignado dicho señor acceder a ello, señalando el día 15 del corriente a las cuatro de la tarde. 

Como muestra, aunque débil, de agradecimiento, acordó la Junta aprovechar esa ocasión para entregar al fundador insigne de los Talleres 
Salesianos la medalla de socio de honor, y luego el producto de una colecta realizada entre los concurrentes. 

Al invitar a V. a esa solemnidad tan grata y aceptable para todo buen católico, no 

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duda la Junta contribuirá V. generosamente a honrar a persona por tantos conceptos venerable. 
Barcelona, 12 de abril de 1886. 

P. A. de la J. D. 
El Secretario, JOAQUIN DE FONT 
Sr. D.......... 
Entrada Personal. 

13 (el original en español) 

Soneto en honor de don Bosco en Barcelona 

íElegido de Dios!... de charca inmunda 
Do' pululan los hongos venenosos 
Arrancas mil pimpollos espinosos 
Que en ricos frutos la verdad fecunda. 

((648)) Esa obra colosal que en bien abunda 
A pesar de los antros rencorosos 
Revivira los pueblos venturosos 
Por el Divino Amor en que se funda. 

Salud a Ti... Que seas bien venido... 
Que hermanas por la Fe, nuestras naciones 
Vuelvan al Vaticano su sentido. 

Y si un grano de anís tus fundaciones 
Llevan con nuestro amor a ti ofrecido 
No nos niegues, Señor, tus bendiciones. 

Policarpo de Bofarull, Sarriá (Barcelona). 
17 de abril de 1886. 

14 (el original en español) 

Invitación a la Conferencia de Barcelona 

ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS 
DE LOS TALLERES SALESIANOS 
BARCELONA-SARRIA 

Sr. D... 

Muy señor mío y de mi mayor consideración y respeto; muy reconocido a la benevolencia de las personas que cooperan a la obra de los 
Talleres Salesianos de Sarriá y que al llegar por primera vez a este tan hospitalario país, me han dispensado una acogida que no olvidaré 
nunca, me he decidido a invitarles a la función solemne 

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que bajo la presidencia del Exmo. e Ilmo. Sr. Obispo tendrá lugar en Barcelona el día 30 de los corrientes, a las cuatro en la Iglesia parroqu 
de Belén. 

Conforme a la costumbre establecida en tales ocasiones se hará una colecta destinada a desarrollar los Talleres establecidos en Sarriá, a fi 
de que aumente en grandes proporciones el número de niños que se puedan admitir en los mismos, para darles a la par que una sólida 
educación cristiana, la enseñanza de un arte u oficio que les procure, a su tiempo, una honrosa subsistencia. 

Al suplicar a V. se sirva asistir con las personas que guste a la función expresada ruego al Señor le recompense con largueza el interés qu 
se tome a favor de la Obra Salesiana. 

Con este motivo se ofrece de V. con la mayor consideración atento S. S. y Capellán. 

Sarriá, 27 de abril de 1886. 

JUAN BOSCO Pbro. 

((649)) Orden de la función: 

1. Exposición de Su Divina Majestad. 
2. Lectura de un capítulo de la vida de S. Francisco de Sales. 
3. Una pieza de música sacra por la Capilla de Belén. 
4. Conferencia sobre la Obra Salesiana. 
5. Canto de unos motetes. 
6. Bendición con el SS. Sacramento. 
7. Preces por los cooperadores difuntos. 
Es de notar que la Santidad de León XIII, primer Cooperador Salesiano, bendice especialmente y concede indulgencia plenaria a cuantos 
Cooperadores Salesianos tomen parte en esta función. 

15 (el original en español) 

Don Bosco y sus Talleres en Sarriá 

No hace un mes aún, los Talleres Salesianos, recientemente establecidos en el vecino pueblo de Sarriá, apenas eran conocidos en Barcelo 
Algunas distinguidas familias que veranean en aquella antigua población, concurrían a las funciones religiosas que en la capilla de los Talle 
Salesianos diariamente se celebran; algunos más habían recorrido las clases donde a los niños albergados se les enseñan artes y oficios; otro 
se hacían lenguas de las exquisitas dotes de discreción y talento de su director Rdo. P. Branda; pero de mucho no había alcanzado la 
institución el renombre que actualmente goza, ni había atraído como ahora las miradas de tan gran número de personas de todas las clases 
sociales. 

Para obtener este extraordinario éxito, ha bastado la presencia de un venerable anciano que, achacoso y débil físicamente, mas dotado de 
una voluntad de hierro, está en la plenitud de sus fuerzas intelectuales para desarrollar, aún más de lo que se halla, su moralizadora instituc 
implantada en todas las regiones del globo. 

Al visitar por vez primera los Talleres Salesianos de Sarriá, aun con las imperfecciones 

inevitables en todos los comienzos, y teniendo que vencer el sinnúmero de dificultades que para la propia conservación encuentra toda nue 
obra en sus primeros años, no era difícil descubrir en la organización de las clases y en el inteligente y celoso personal que las dirige, la 
vitalidad de la obra de don Bosco; al conocer hoy al venerable fundador de los Talleres Salesianos, honra altísima que estos días han tenido 
muchos barceloneses, compréndense más fácilmente los prodigiosos resultados alcanzados en el breve período de veinte años, ya que los d 
que le precedieron fueron sólo de preparación para empresa de tamaña importancia. 

((650)) Desean visitar a don Bosco, durante su permanencia en Sarriá, personas de todas las clases y condiciones, en busca de toda suerte 
consuelos; unos para impetrar de Dios -que todo lo puede-por mediación de varón tan santo, el remedio o el alivio de enfermedades graves 
otros para pedir consuelo para su corazón desgarrado por la desgracia u oraciones en sufragio de seres queridos; las asociaciones piadosas s 

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presentan a mostrar sus respetos al que tan distinguido lugar ha conquistado entre los varones que han sobresalido en nuestros días en la 
Iglesia de Cristo; y varios Prelados han ido a Sarriá a saludar al ilustre fundador católico. Don Bosco escucha con interés a grandes y 
pequeños, a los que están en los más altos peldaños de la escala social, a la clase media que tiene en nuestra ciudad extraordinario arraigo, 
modestos obreros y sencillas mujeres del pueblo, y a unos y a otros que llegan a su presencia llenos de ferviente fe, les da la bendición y un 
pequeña medalla en la que está grabado el Sagrado Corazón de Jesús en el anverso, y en el reverso la imagen de la Santísima Virgen. 

«Sagrado Corazón de Jesús, tened misericordia de nosotros», «Auxilium Christianorum, ora pro nobis», son las leyendas de la medallita 
don Bosco, y sin duda alguna han sido el poderoso talismán con que ha logrado el sacerdote italiano realizar su grande obra de fundar 
numerosas escuelas -cuyo número va creciendo cada día-y que servirán para contrarrestar la incesante propaganda contra Dios y contra to 
autoridad, que principalmente en Europa se está haciendo a mansalva en nuestros días llenando el corazón de zozobra y el ánimo de espant 
aun a famosos racionalistas que ven con pavor cómo nuestra sociedad se va precipitando con frenesí al abismo de la impiedad y de la 
disolución social. 

Cuantos se han acercado a don Bosco y han podido oír su autorizada palabra, han descubierto en su fisonomía su cultivada inteligencia y 
voluntad poderosa. En los comienzos, al establecer sus talleres, personalmente aprendió don Bosco los diversos oficios que en los mismos 
habían de plantear y los enseñaba a sus amados niños. A la música se dedicó también desde la edad de ocho años, y en los Talleres Salesian 
no falta nunca la banda correspondiente, formada por los jóvenes albergados y dirigida por uno de los salesianos. Conoce también don Bos 
infinidad de idiomas que le facilitan el comunicarse con todos los países y propagar sus Talleres. 

La humildad, esta virtud cristiana tan preciada como costosa a la humana naturaleza, es una de las que más enaltecen al preclaro fundado 
los Talleres Salesianos. «Yo no sé por qué viene a verme tan gran gentío», decía a uno de los que fueron honrados el domingo último a 
acompañarle en su comida. Y, sin embargo, cuando don Bosco se ocupa en el desarrollo de su obra, aunque en tono sencillo, ((651)) vibra 
su palabra la convicción del fundador, su tesón inquebrantable y como un don profético. «Los Talleres de Sarriá han de educar a quinientos 
niños», dijo también en el curso de la conversación, y al que oía conmovido estas palabras parecíale ya ver en breve tiempo levantadas las 
necesarias construcciones para albergar tan crecido número de niños, funcionar los nuevos talleres y en las horas de rezo ver concurrida la 
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nueva iglesia que la piedad de los barceloneses levantará sin duda en aquel importante centro de educación de las clases pobres. 

En medio de las inevitables dificultades que naturalmente han de surgir para dar cima a tan santa obra, debe alentar a los decididos 
cooperadores de la misma la idea de que los Talleres Salesianos vienen a llenar en Barcelona una necesidad aún más imperiosa que en otra 
poblaciones. Centro fabril, cual pocos, e influido por la propaganda del cosmopolitismo revolucionario, merced a la proximidad con Franci 
presta servicio incalculable la institución que asegura a las familias necesitadas que sus hijos puedan recibir una educación cristiana, ademá 
del oficio que se les enseñe, y que contribuirá a que desde la infancia se les inculque el amor a Dios y el respeto al prójimo, la obediencia a 
sus superiores y la dulzura con sus inferiores, si llegan a tenerlos; allí se inspirarán en las enseñanzas cristianas, lo mismo para su propria 
conducta, como en el seno de la familia y en el ejercicio de sus deberes de ciudadano. La Institución de los Talleres Salesianos es, pues, un 
institución que podrá prestar grandes beneficios a las familias, a la sociedad y a la patria, y por esta razón creemos que Barcelona debe 
felicitarse del viaje que ha hecho a nuestra ciudad don Bosco y abrigamos la confianza de que la solemne función religiosa que ayer se cele 
en la iglesia de Nuestra Señora de Belén, que reseñamos en otro lugar de este número, será en extremo provechosa para realizar en un brev 
período de tiempo las aspiraciones del venerable anciano que ha tenido en nuestra ciudad una acogida en extremo cariñosa. 

(Diario de Barcelona, 1.° de mayo de 1886) 

16 (el original en español) 

Don Bosco en la villa de don Luis Martí y Codolar 

Escribo estas líneas bajo la más dulce de las impresiones. 

Me refiero a la fiesta de familia que los amables señores Martí y Codolar, cuya bondad y explendidez es bien conocida, han celebrado en 
honor de don Bosco, de ese varón apostólico y extraordinario; del Abad mitrado de la Santa Trapa, y de los pobres niños acogidos y educad 
en los Talleres Salesianos de Sarriá. 

Lo que ha pasado en medio de aquellos jardines hermoseados por ((652)) las galas de la primavera y por el gusto exquisito de sus dueños 
llenos de flores perfumadas, poblados de fieras reclusas, de aves raras, de estatuas, de plantas tropicales y de cuanto el capricho e inteligenc 
de un afamado comerciante y naviero ha recogido y mandado traer de remotos climas y de distantes tierras, es de explicación difícil. 

El obsequio empezó por un bien servido banquete del que disfrutaron los pobres niños acogidos, cuya alegría era grande. Después de él l 

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orquesta salesiana tocó dos piezas de concierto con mucha más afinación y más gusto del que puede exigirse a unos niños que hoy empieza 
saludar el arte. 

En un parterre rodeado de cedros del Líbano, sentáronse don Bosco y el Abad mitrado de la Trapa; colocados a su lado y a su alrededor l 
pobres niños salesianos, y la familia, amigos y servidores de los dueños. El Prelado trapense con voz elocuente y llena de unción evangélic 
improvisó un discurso, en el que reflejó los sentimientos de gratitud de que estaba poseído y encareció a los niños el deber en que estaban d 
obedecer, aprender y trabajar, para luego ser útiles a la sociedad y poder más tarde constituir una familia. Con una naturalidad que encantó, 
pidióle a don Bosco que se 
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sirviese bendecir a todo el grupo, y como éste, calificándose a sí mismo de pobre mendicante, manifestase, que donde estaba presente un 
Prelado de la Iglesia, él, simple eclesiástico, debía impetrar la bendición en vez de darla, el Abad trapense, de rodillas, se quitó las insignia 
prelaciales en señal de santa humildad y, postrándose toda la concurrencia, recibió fervorosamente la bendición del anciano valetudinario, 
héroe de la caridad, fundador de una obra grandiosa que ha de honrar a un santo, porque los frutos opimos que produce constituyen un 
verdadero milagro. 

A todo esto, fue fotografiado el grupo con una máquina instantánea al efecto preparada, y levantándose luego el gran padre de familia, qu 
educa, mantiene y enseña a doscientos mil hijos, tan pobres como él, reproduciendo, como si dijéramos, el milagro de los panes y los peces 
apoyado en el brazo del amable dueño de la casa señor Martí y Codolar, visitó algunas de las muchas curiosidades de notable mérito que el 
jardín contiene. 

El pavo real blanco abrió su cola como para ufanarse y para honrar a tal admirador; el elefante mostró sus blancos marfiles y agitó su trom 
con alegría; los pelícanos comparecieron a prestarle homenaje, y hasta los camellos salieron a hincar la rodilla. 

Las muchachas de servicio, los labriegos, los criados y aun los niños, pudieron libremente tener la satisfacción de hablar y de comunicar 
sentimientos al venerable anciano, que les oyó, acarició y trató con la bondad angélica que establece hacia él una corriente de atracción 
invencible. 

Los niños salesianos merendaron servidos por las mismas señoras que concurrieron a la fiesta, y empezaba ya a declinar el día, cuando 
((653)) don Bosco, aclamado y saludado por todos los asistentes con verdadero entusiasmo, abandonó aquella casa hospitalaria y aquella 
mansión encantadora, para volver con sus hijos a los talleres de Sarriá. 

Ellos se han levantado por el sentimiento cristiano de Caridad que vive entusiasta en nuestra tierra a Dios gracias, y el impulso primero, e 
primer sacrificio, si un acto benéfico pudiese llamarse tal, es debido a la Excma. señora doña Dorotea Chopitea de Serra con ese noble 
propósito, que ha hecho que su nombre luzca en todas las obras de caridad con que Barcelona se honra. 

Presente estaba esa señora de gran corazón, de todos querida y adorada de los pobres, pareciendo como que buscase el último lugar; 
presentes estaban sus hijas y nietas; los hermanos señores Pascual con sus buenas esposas y amables hijas y tuvieron la fortuna de asistir a 
fiesta los parientes y algunos amigos de los señores Martí y Codolar, que guardarán toda su vida impresión agradable y dulce de aquella 
función, en que se reflejó la bondad y la sencillez que acompaña siempre al verdadero sentimiento católico. -J. M. G. 

(El Correo Catalán, 5 de mayo de 1886) 

17 (el original en español) 

Carta de cesión del Tibidabo 

Reverendísimo Sr. don Juan Bosco. 

Superior General de la Congregación Salesiana, 

Los infrascritos propietarios de la cúspide de la montaña denominada Tibidabo siguiendo el ejemplo de Nuestro Santísimo Padre León X 
que confió a Vuestra 
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Reverencia el honroso encargo de edificar en la Ciudad Eterna un templo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús os ofrecen, postrados a los 

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pies de la Santísima Virgen de las Mercedes Patrona de esta Ciudad y Diócesis, la cumbre del Tibidabo para que os sirváis, asimismo, 
levantar en ella una ermita que, consagrada al Sacratísimo Corazón de Jesús, detenga el Brazo de la Justicia divina y atraiga las Divinas 
Misericordias sobre nuestra querida Ciudad y sobre toda la Católica España. 

Recibid, Reverendísimo Padre, nuestra oferta y dignaos confortarnos con vuestra Santa Bendición. 

Barcelona, en el presbiterio de la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, día cinco de Mayo de 1886. 

DELFIN ARTOS, ALVARO M.ª CAMIN, FELIPE CAMPS, GME. MORE Y BOSCH, MANUEL M. PASCUAL, MAURICIO 
SERRAHIMA, MANUEL TORREBADELLA, FELIPE VIVES, ALVARO VERDAGUER, CARMEN GARRIGOLAS VDA. DE 
TORRENT, por D.ª CARMEN FONT VDA. DE CALAFELL JOSE XIRIVELL. 

((654)) 18 (el original en español) 

Primitiva capilla en el Tibidabo 

Con la debida autorización y bendición de nuestro Prelado, han comenzado los trabajos para la erección de una capillita de estilo gótico, 
dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, en la cumbre del monte Tibidabo. 

Aquella montaña, que hasta ahora servía de estímulo a la curiosidad por el bello paisaje que domina, servirá también en adelante para ren 
homenaje de adoración al Sagrado Corazón del Criador de tantas maravillas como desde allí se descubren. 

Los piadosos barceloneses que durante la estancia del venerable don Bosco en esta ciudad quisieron honrarle regalándole el citado monte 
verán con alegría levantarse el pequeño monumento, debido en gran parte a la iniciativa y generoso desprendimiento de algunas personas 
devotas del Divino Corazón. Bien quisieran los PP. Salesianos bajo cuya dirección va a levantarse la capillita, poder dar cima por su propio 
esfuerzo a la empezada construcción; pero las apremiantes y diarias necesidades, harto difíciles de llenar, de su benéfico instituto, les oblig 
a confiar para llevarla a feliz término en la proverbial y nunca desmentida generosidad de los habitantes de la capital del Principado. 

Quiera Dios que la modesta obra que hoy se emprende, pueda ser terminada en breve plazo, y sea como el cimiento de otra más grandios 
digna del objeto a que se dedica y del pueblo en que se levanta. 

(Diario de Barcelona, 30 de mayo de 1886) 

19 (el original en francés) 

Visita de don Bosco al monasterio de la Visitación en Montpellier 

La Superiora de la Visitación en Montpellier nos envía esta relación, tomada de la Crónica del Monasterio, sobre la visita de S. Juan Bos 

Era en el año 1886. Tuvimos el gran honor y la gran satisfacción de recibir en el 
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interior de nuestro Monasterio, ver con nuestros ojos y oír con nuestros oídos al venerado don Bosco, de célebre y santo recuerdo. 

Para sustraerlo del gentío que le rodeaba y reclamaba en todas partes, se juzgó prudente que entrara furtivamente por nuestra puerta de 
carros. Iba acompañado por don Miguel Rúa y el señor Canonge, nuestro Superior. 

((655)) Llegó hasta nuestra sala de Comunidad, donde nos dirigió unas palabras edificantes. 

Teníamos por aquellos días en la enfermería una religiosa gravemente enferma. Era muy apreciada en la Comunidad por sus religiosas 
virtudes y se deseaba mucho su curación. Le rogamos que fuera a visitarla, con la secreta esperanza de que hiciera un milagro en su favor. 
Pero, después de haberla contemplado durante unos minutos, como para asegurarse de la voluntad del Señor y de las disposiciones de su al 
levantó el dedo y, señalando el cielo, dijo: «íAl cielo, al cielo!...» Lo que sucedió efectivamente, porque nuestra Hermana murió poco 
después. 

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En el fervor de su veneración por el gran taumaturgo, nuestras Hermanas se ponían de rodillas a su paso y besaban su sotana. El señor 
Canonge, nuestro Superior, que iba a su lado, al advertirlo, se dirigió a ellas y les dijo muy bajo y sonriendo: «No se equivoquen de sotana, 
porque yo no soy ningún santo». 

Esta preciosa visita no duró más que unos momentos. La gente que se dio cuenta de su desaparición y de que había entrado en nuestra ca 
seguía con ansias de volver a verle y reclamaba su presencia con santa impaciencia. 

20 (el original en francés) 

Carta del Superior del Seminario de Montpellier a don Bosco 

Muy querido y reverendo Padre: 

Nos ha proporcionado la más viva satisfacción al enviarnos, juntamente con sus obras, el precioso testimonio de que no nos ha olvidado. 
Muchas gracias por su amable recuerdo. 

El Seminario Mayor de Montpellier guarda la más grata impresión de su visita. Los buenos habitantes de esta Ciudad que le tributaron ta 
festiva acogida estarían dispuestos a renovarla y yo me ofrecería nuevamente a sostenerle y librarle del asalto de las gentes. Porque tuve qu 
sudar un poco para contener el ímpetu del pueblo que quería besar la mano de un sacerdote pobre entre los pobres y lleno de achaques. 

En la página treinta y tres de su interesante opúsculo sobre el espíritu de San Vicente, dice: «No se puede oír sin extrañeza que Vicente d 
Paúl, sobrecargado de asuntos y caminando con mucho trabajo, bajara de su habitación para repartir limosna a unas pobres mujeres...». 

Al leer estas líneas, me decía yo: he aquí el retrato de don Bosco que «caminando con mucho trabajo» ha bajado de Turín para distribuir 
limosna a unas pobres mujeres». 

((656)) Pero ya sabe usted, muy querido Padre, que me quedé con una gran pena. Le dejé totalmente con este pobre pueblo y no pude ni 
hablarle. Otra vez no seré tan desinteresado; me encerraré con usted y le preguntaré cuáles son sus pequeños secretos para llevar las almas 
amor de Dios. 
563 

Cuando yo le pregunté cuál era su secreto para dirigir y gobernar con tan escaso personal un número tan grande de muchachos, usted me 
respondió: -Les inspiramos el temor de Dios. 

Pero eso nos es más que el principio de la sabiduría. Yo, en cambio, querría saber cuál es su método para llevar las almas a la cumbre de 
sabiduría, que es el amor de Dios. 

En una de las conferencias espirituales con los sacerdotes reunidos para el retiro mensual, hemos hablado sobre el método empleado por 
Vicente y por San Francisco de Sales para dirigir las almas a la perfección; hemos llegado a comprobar que San Vicente metía el alma 
anonadada ante la majestad de Dios para confiarse y darse totalmente a El, para extender todo lo posible a la caridad divina, y que San 
Francisco de Sales se conformaba con proponer a todo el mundo la manera sencilla de buscar en todo el dar gusto a Dios. 

Y hemos concluido que el método de San Vicente podía emplearse con las almas generosas, pero que el de San Francisco, por ser más fá 
podía emplearse con todo el mundo y así llevar más almas a la perfección. 

»Sería tan amable que me dijera, usted, reverendo y querido Padre, que tan bien ha estudiado a estos dos grandes santos, si nosotros hem 
dado en el clavo con nuestros juicios? 

Todos nuestros sacerdotes recibirían muy bien una palabra suya sobre el particular. 

No hemos olvidado a sus dos amables compañeros de viaje. Ruégole presente nuestros respetuosos saludos a don Miguel Rúa y nuestra 
cordial simpatía a su querido y joven discípulo. 

Acepte, muy honorable y querido Padre, la expresión de nuestros más respetuosos y afectuosos sentimientos con el recuerdo de la amista 
de San Vicente de Paúl y San Francisco de Sales. 

Seminario Mayor de Montpellier, 

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Fiesta de la Visitación, 2 de julio de 1886. 

DUPUY, paúl, Superior del S. M. 

P.D.-He recibido varias peticiones de gente que me ofrece huérfanos para que usted los ampare. Son perlas preciosas destinadas a la 
Jerusalén celestial, con las que, si las recibe, puede usted alcanzar el cielo. Son pobres y no tienen ningún apoyo, ni siquiera el mío, que est 
cargado con muchos seminaristas. Creo, por otra parte, que es ése el único certificado que usted pide: sicut aves coeli qui non seminant... 
neque metunt (como las aves del cielo que no siembran... ni siegan). 

((657)) 21 (el original en francés) 

Estancia de San Juan Bosco
en el Seminario Mayor de Grenoble (mayo 1886)


Don Bosco, a su vuelta de España, donde había visitado Barcelona, y del sur de Francia, donde Montpellier, Tarascón y Valence le había 
tributado un entusiasta recibimiento, llegó a Grenoble, que era, según creo, la última etapa francesa de este gran viaje. Presentóse en el 
Obispado, y, como estuviese ausente S. E. Mons. Armando 
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José Fava, se le acompañó hasta el cercano Seminario Mayor, donde residiría tres días. De esta manera, y gracias a la ausencia de nuestro 
Obispo, pudimos gozar de la presencia de un Santo. 

Estábamos en 1886 y, si mal no recuerdo, en el mes de la Santísima Virgen. El sol de mayo besaba las columnas del claustro y llenaba de 
luz la escena de la entrada de don Bosco por la puerta de los coches. Los seminaristas se asomaban a las ventanas. El venerado Superior, 
reverendo Robillond, en compañía de los Directores, recibió al ilustre Fundador de los Salesianos, acompañado de su confesor don Miguel 
Rúa y seguido de cierto número de personas que penetraron hasta dentro del claustro. 

El viaje, estaba a la vista, le había hecho sufrir un poco. El señor Rabillond se lo advirtió enseguida en alta voz: 

-Reverendo Padre, parece cansado... Pero nadie sabe, mejor que usted, lo mucho que santifica el sufrimiento. 

-No, no, señor Rector, no es el sufrimiento lo que santifica, sino la paciencia, respondió don Bosco sonriendo, y con cierta santa malicia 

El buen Padre fue nuestro comensal. Entró en el refectorio, con nuestros Directores, y repetía en alta voz: Buon appetito! 

Por un querer de la Bonne, chère et grande Providence 2 resulta que al día siguiente era el día del carré (cuadro-formación) 3, día de serv 
en el comedor y, para colmo, era la mesa de los Superiores la que me tocó, con lo que tuve el insigne honor de servir al futuro San Juan Bo 
en dos comidas. 

Después del Miserere, según costumbre, comían los sirvientes. Tuve una inspiración del cielo, sin lugar a dudas. Se la comuniqué a mis 
compañeros; 

((658)) -»Qué os parece si nos apoderamos de los cubiertos que ha usado el santo? Los sustituiremos con nuestro dinero y quedaremos 
libres de responsabilidad ante el señor Ecónomo, a quien confesaremos nuestro hurto, post factum (después de hecho). 

Como puede verse, íaprovechábamos las lecciones del Profesor de Moral! 

-íMuy bien, muy bien! íAdelante! 

Y en dos saltos asaltamos la mesa, histórica en adelante. Cada uno con su lote en las manos, nos parecíamos un poco a los cuatro oficiale 
del señor Marlborough: 

(Uno llevaba su sable, 

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otro su bandera,
uno llevaba su coraza,
otro no llevaba... nada.
)


Con la diferencia de que el cuarto de nosotros llevaba el plato con las sobras de espinacas... 

Ignoro si mis buenos amigos han conservado su reliquia tan fielmente como yo he guardado la mía: la copa, que tuvieron a bien 
concederme. Cuando entré en la Cartuja se la entregué a mi familia y el domingo 1 de abril de 1934, día de la canonización de Juan Bosco, 
todos los que estuvieron presentes en la comida pascual bebieron en aquella venerable copa, lo mismo que lo habían hecho el día de la 

1 Presencié esta escena, que sucedió junto al locutorio, al pie de la escalera principal. 

2 Expresión habitual de Mme. de Sévigné 

3 Carré. El cuadro se componía de cuatro seminaristas que se repartían el servicio de las cuatro mesas. 
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beatificación. Quiera Dios que entre mis cuatro sobrinitos haya uno al menos que se entregue al Señor, llegue a ser un santo sacerdote y rec 
el cáliz del tío... 

En presencia de estos utensilios santificados por un santo como don Bosco, tendríamos que hacer un pequeño examen. »Hemos bebido co 
amor, el Cáliz del Maestro, como él invitaba aquella noche de la Cena a todos los sacerdotes del porvenir? »Hemos cortado sin piedad las 
ligaduras a la tierra con el cuchillo sacrificador? »Al tomar los alimentos corporales, espirituales, intelectuales, hemos sabido comer, es dec 
guardar aquella moderación, aquella prudencia, aquella cordura que el Santo nos enseña a través de toda su vida? En fin, »nos hemos servid 
del plato de nuestra vocación, dirigiéndonos según nuestro corto punto de vista en las empresas del ministerio sagrado? 

íGran Santo, acordaos de nuestro hurto, en el comedor, reparad nuestras deficiencias con vuestra intercesión y pagad por nosotros! 

Al día siguiente se confió el servicio de las mesas a los Hermanos Pontistas, sociedad fundada en el Seminario para arreglar las necesidad 
materiales. Estos buenos seminaristas merecen, sin duda, alguna distinción. Nuestro condiscípulo, el clérigo Fassion 1 tuvo, como tal, el ho 
de servir al Santo a la mesa, ((659)) pero como un buen Israelita, en quien no hay dolo; tuvo también la sencillez de pedir al Ecónomo si 
quería venderle el cubierto de don Bosco. El buen canónigo Paillet, aunque muy piadoso, levantó los brazos al aire gritando: 

-íNo, no y no! 

«No fui un gran ladrón, pero sí un ladronzuelo», me escribía él en 1932, respondiendo a mi carta en la que había querido refrescar sus 
recuerdos; «tomé su copa y después la perdí, no sé cómo». íDios mío! A lo largo de cuarenta y seis años pueden esfumarse los detalles en 
nuestra frágil memoria. 

Después de un día ciertamente agotador, porque recibió muchas visitas en el Seminario, fue don Bosco a presidir en la sala de ejercicios 
lectura espiritual, que se cambió por una alocución de don Miguel Rúa. El piadoso confesor de don Bosco tomó por tema el amor que Dios 
nos tiene. Sus ardientes palabras eran el eco de una alma de fuego. Fue más una contemplación que una meditación. El Santo estaba como 
éxtasis. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas y nuestro Superior Robillond dijo con su voz dulce y cautivadora: 

-íDon Bosco llora! 

Es imposible expresar la emoción que aquella simple palabra provocó en nuestras almas. Las lágrimas del Santo fueron todavía más 
elocuentes que los suspiros inflamados de don Miguel Rúa. Nosotros nos conmovimos hasta el fondo del alma. Habíamos reconocido la 
santidad como signo de amor y no necesitábamos el milagro para manifestar nuestra veneración al Santo, al pasar de la sala de ejercicios al 
refectorio. 

Había entonces en el Seminario casi ciento veinte alumnos. Todos querían besar la mano del Santo. Todo se organizó en un abrir y cerrar 
ojos. Dos seminaristas le sostenían los brazos a lo largo del pasillo, por ambas partes, hasta el refectorio y pasaba uno tras otro para besar 
aquellas manos que tantas veces se habían tendido en favor de los huérfanos, de los obreros y de los niños. 

Dos Bosco se dejaba llevar tranquilamente. En Italia, es costumbre besar la mano del sacerdote. Tiende a desaparecer en ciertas regiones. 

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Francia reviste carácter de 

1 Actualmente es el párroco de Corbas (Isère). 
566 
veneración personal. íCómo habrá podido romperse este edificante cuadro! íQué bien ilustraría la presente relación! 

Al día siguiente por la mañana me encontré con nuestro condiscípulo Eduardo Jourdan a la puerta de la habitación del Padre. Acababa de 
llamar y nadie le respondía. 

-Yo quisiera verle, me dijo: »dónde estará? 

En aquel momento nos dijo un clérigo que se encontraba en la sala de lectura. A toda prisa nos dirigimos hacia la sala. Apenas si habíam 
dado diez pasos cuando salió el Padre. Corrimos hacia él y nos arrodillamos. Jourdan le dijo: 

-Padre, estoy indeciso con mi vocación. Dígame qué debo hacer. 

-Usted, amigo mío, tiene que venir conmigo. Usted será Salesiano. 

((660)) Preguntéle yo entonces qué camino debía seguir, y, por toda respuesta, recibí un gesto negativo, con el que me quiso decir: 

-No, a usted no le quiero. 

Sin quedar muy satisfecho, me quedé muy contento por tener una decisión clara y limpia, como sólo pueden darla los Santos. 

Me permito hacer aquí una observación, que tiene su importancia. Don Bosco dijo sí a uno y no al otro; pero dijo sí y dijo no con la mism 
seguridad, con la misma visión clara y precisa sobre el porvenir del uno y del otro, bajo la influencia de la misma inspiración. Tan importan 
era para mi salvación decirme no como decir sí a Jourdan. 

A la mañana siguiente el Sr. Robillond presentó nuestro curso, el curso de los Frères-lais (Hermanos resalvos, que son los vástagos que s 
dejan para formar un árbol) a don Bosco, el cual nos recibió en su habitación. Nos pusimos a su alrededor para oír bien sus palabras. »Qué 
dijo? Cosas excelentes de cara a nuestra formación sacerdotal y para nuestra preparación al ministerio de las almas, de las que, después de 
cuarenta y ocho años, no hemos guardado ningún detalle. Pero tenemos que hacer una confesión. Había en nosotros más curiosidad que 
atención y nos distraía lo que ocurría detrás del Santo. 

Algunos de nosotros habían llevado las tijeras. El seminarista Fassion ya nombrado, el más atrevido de todos, me recuerda el incidente en 
estos términos: «Teníamos la buena intención de recortar la sotana del Santo y algunas mechas de sus cabellos rizados. Pasó por los cabello 
pero en cuanto a la sotana nos desarmó una mirada suya dulce y penetrante. Se calló». 

El seminarista Anselme 1 me escribe: «Algunos tenían unas tijeras, pero no se atrevían a emplearlas. Uno de ellos me las pasó a mí. 
Creyéndome más hábil que otros, hice el gesto pero una mirada severa de don Bosco me detuvo. íQué mirada aquélla!... Todavía la siento, 
después de cuarenta y ocho años. Siempre me ha disgustado y turbado la alegría de ver y tocar al Santo. Ahora le rezo e invoco cada día. Y 
invocaba antes de que fuera canonizado». 

Según el seminarista Rostang 2 no tuvo una mirada tan severa para el que había dado el corte como para el que intentó hacerlo. Nos parec 
que el seminarista Anselme fue demasiado timorato. «Uno de nuestros condiscípulos tuvo la audacia de cortarle los bajos de la sotana con 
unas tijeras para tener reliquias. Pero don Bosco se dio cuenta de ello y dijo riendo: 

1 Actualmente párroco en Freyzin (Isère). 

2 Actualmente arcipreste en Vinay (Isère) y canónigo honorario. 
567 

-íSeñor Rector, usted tiene aquí ladrones!» 

Por mi parte, yo no advertí la mirada severa lanzada por el Santo a nuestro querido Anselme, Pero oí muy bien las Palabras: -Usted tiene 
aquí ladrones -y vi la agradable sonrisa del Padre. Por otra parte, todo puede conciliarse: la mirada severa ante factum y la sonrisa post fact 

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((661)) Así sucede que en los Santos, como en Dios, la justicia y la misericordia se dan un beso inefable. 

Cuando salíamos de la inolvidable audiencia dijo todavía don Bosco al seminarista Jourdan: 

-Usted, amigo mío, tiene que quedarse conmigo. 

Nuestro querido condiscípulo preguntó al reverendo Rostaing qué debía responder a la invitación del Santo. 

«Yo le aconsejé, escribe éste, que fuera a Turín durante las vacaciones, según los deseos de don Bosco. Llegó a ser Salesiano y honró a la 
Congregación, pese a su mediana inteligencia. Pero tenía, en cambio, juicio sensato, mucho sentido común y piedad». 

Hemos sabido, en efecto, que hizo muy buen servicio a su Comunidad en el momento de la tormenta. Hacia 1929 (no tengo la fecha exac 
de su muerte) fue a Sainte Foy de Lyon, donde el cardenal Maurin, nuestro antiguo obispo de Grenoble, le había llamado para estudiar y tra 
los planos de una importante casa que se quería fundar. 

El tercer día por la tarde se hizo la lectura espiritual a base de un folleto sobre la vida de don Bosco, que acababa de publicarse, y en el qu 
se relataban gracias obtenidas por el Santo. Ignoro el autor de dicho opúsculo (en francés), pero recuerdo que en él se hablaba de la curació 
de una muchacha, ya en coma, y de sus cualidades gimnásticas, gracias a las cuales pudo alejar de la iglesia de su pueblo a un saltimbanqui 
que se gozaba en estorbar los Oficios. Según parece, hizo notables movimientos en el trapecio. »No se le podría poner como patrono de las 
Sociedades gimnásticas, tan en boga actualmente? 

Leíamos también en la sala de ejercicios una biografía del Santo que aún vivía, y más todavía que se encontraba en el edificio de enfrente 
No se dijo quién era, porque él hubiera ido a reñirnos... Hay que confesar que este incidente de su estancia en el Seminario Mayor de 
Grenoble no era algo vulgar. 

Es inútil recordar que, durante los recreos, nos presentábamos a él para que nos bendijera y tocara toda una serie de objetos... rosarios, 
navajitas, íhasta portamonedas!... El Santo se prestaba a ello con una gracia encantadora y una exquisita sonrisa de bondad. Un día, saliend 
del Seminario para ir a la Catedral, hubo que llevarlo, por la enorme multitud que se apiñaba en la calle del Vieux Temple. Todos querían v 
y oír al Santo. 

Don Bosco se despidió de nosotros en el comedor. Sus últimas palabras fueron éstas: 

-Que Dios os conceda salud y santidad: salud para trabajar y santidad para ir al cielo. 

Que su poderosa intercesión nos ayude a realizar su buen deseo, tan paternal y sobrenatural a un mismo tiempo. 

Así sea. 

Fr. PEDRO MOUTON,
Vicario de la Cartuja
de Motta Grossa (Pinerolo)


((662)) 22 (el original en piamontés , traducido literalmente por Juan Barroero, salesiano) 

Versos de don J. Bta. Francesia a don Bosco 

íPor fin! íVan dos meses
aproximadamente que él, despacito, despacito,
dejando todos los corazones en ansiosa expectación
se fue lejos, lejos!
Después de dar vueltas y vueltas,
por fin vuelve a casa.


Si España, si Francia
han demostrado que te quieren,
íno pretenderán acaso afirmar que superan a Turín!


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Pues él también volvió 
después de tantas vueltas. 
Con el corazón que nos temblaba 
esperábamos de vez en cuando 
noticias suyas, que nos enviaba 
el secretario desde lejos. 
Decíamos: »Quién sabe, quién sabe 
cuándo piensa volver a casa? 
Cuando don Rúa, su brazo derecho, 
salió para ir con él, 
decíamos y hemos vuelto a decir... 
Mas pasaban noche y día 
y él viajaba por Francia y España, 
nosotros estábamos en ascuas. 
También el nido de los gorriones 
deja de ser querido y bello 
cuando la madre se ha marchado 
y vuela por otros cielos. 
»Qué tiene el oratorio 
cuando don Bosco está fuera de casa? 
Pero también él, lejos de nosotros, 
íno es que tenga toda su felicidad! 
Pues Don Bosco no es de aquellos 
que nos olvidan en su corazón. 
Y su amor, estando lejos, 
crece siempre en abundancia. 
Oíamos complacidos 
que el Señor le bendecía, 
569 
y que más de uno sanó 
((663)) de enfermedad muy seria. 
Son ciertamente cosas bellas; 
pero don Bosco está fuera de casa. 
Como se sigue con los ojos 
un cohete que vuela al cielo, 
así nosotros sus hijos, 
consolados ahora por su presencia, 
dábamos vueltas y vueltas 
esperando que volviese a casa. 
Y María Auxiliadora 
ícuántas gracias nos hizo! 
Sano y salvo por esas naciones 
lo condujo, y luego nos concedió 
esta felicidad: que volviera 
cabalmente el primer día de su novena. 
íQué gracia, qué suerte! 
Hagamos un arco triunfal. 
Entona, Dogliani, nuestro himno «nacional» (el de Valdocco). 
Dale, Buzzetti, al «re, mi, fa»: 
íque ha vuelto don Bosco! 
Fin de Página: 570 


VOLUMEN XVIII Página: 570 

»Quién puede decir el gozo, 
el favor que le hicieron? 
Mas deje usted a Francia; 
por favor, no vaya lejos, 
quédese aquí en su casa 
que el amor fundó. 

Los obreros católicos de Borgo Dora a don Bosco 

SECCION SAN JOAQUIN 
DE LA UNION CATOLICA OBRERA 
DE TURIN 

Reverendísimo Señor: 

Los Obreros Católicos de Borgo Dora, que participan en todo lo que se refiere a su Presidente Honorario y sienten por usted inmenso 
aprecio y veneración, están actualmente llenos de indecible alegría ante las muchas maravillas que hicieron de su viaje una carrera triunfal. 

Satisfechos por su feliz retorno, quisiéramos presentarle un sinfín de parabienes, pero la discreción tiene sus límites. 
570 

((664)) Quisiéramos manifestarle nuestros deseos, esperanzas y proyectos, pero nos faltan palabras para ello. 

No nos falta en cambio corazón ni nos faltará jamás. El domingo, víspera de la fiesta de María Auxiliadora, reunidos a los pies de esta 
Madre celestial, bajo nuestra bandera, junto a los pequeños obreros católicos del Oratorio, ofreceremos a María nuestro voto. Le daremos l 
gracias por haber concedido a los obreros en general un don Bosco, a los obreros americanos un monseñor Cagliero y a nuestra Sección un 
Presidente Honorario tan grande. 

Rogaremos, en fin, a María para que un día, no lejano, le sea dado a la Unión Católica de Turín lo mismo que este año le ha sido concedi 
a la Asociación de Barcelona: tener a don Bosco una sola hora entre nosotros para besar su mano y obtener su santa bendición como hoy lo 
imploran, en nombre de la sección, con toda reverencia, los que suscriben la presente. 

De V. S. Rvdma. 

Turín, 16 de mayo de 1886. 

El Secretario, El Presidente 
PIOTON ALBERTO CARLOS RIVA 
CESAR AURELIA ANTONIO ENRIU 
Vicesecretario Vicepresidente 

ANTONIO COGGIOLA Vicepresidente 

24 
Carta del cardenal Laurenzi a don Bosco 
Muy reverendo y apreciado don Bosco, Superior general: 

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VOLUMEN XVIII Página: 571 

Aunque es muy grande y sincera la consideración que su dignísima persona y el benemérito Instituto Salesiano me merecen, no puedo 
desconocer mi insuficiencia para servirle del modo que usted propone en su respetable carta del día veintidós, asumiendo y sosteniendo con 
asiduidad y madurez que conviene, el delicado papel de Protector, y prestando a la joven Institución el apoyo e incremento que necesita pa 
su pleno desarrollo y consolidación. Es un asunto que corresponde a un Purpurado experimentado y acreditado, como lo era el llorado 
cardenal Nina, pero no a un principiante e inexperto, como yo, en el manejo de los altos asuntos de la Santa Iglesia. Así pues, no lleve a ma 
ruegue que me libre de este compromiso y dirija su mirada hacia otra persona más digna y más conveniente para ese fin y las esperanzas de 
venerable instituto. 

((665)) Ya he hecho sabedor de esta mi resolución al Padre Santo, el cual no me ha mandado nada en contrario; y ahora se lo comunico a 
usted declarándole mi más grande agradecimiento por la honrosa preferencia, que me concedía su proposición, y asegurándole que no por e 
queda de ningún modo mermada mi afectuosa estimación y admiración, ni el solícito interés, que me jacto en profesar, por la muy apreciad 
Congregación Salesiana. 
571 

Con la esperanza de que se presenten otras ocasiones para podérselo demostrar con los hechos, tengo, mientras tanto, el honor de declara 
con particular afecto y reverencia, de usted y de todos sus respetables hermanos. 

Roma, 25 de octubre de 1885. 

Afmo. seguro servidor, CARLOS Card. LAURENZI 

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Tomado de la conferencia dada por el cardenal Parocchi en Roma 

Ilustrísimos Señores y Señoras: 

Miro alrededor, y, aunque sea tan respetable esta vuestra venerable asamblea, nobilísimas señoras, que honráis, según vuestra costumbre, 
dais importancia a la reunión anual de las Obras Salesianas, permitid que os diga con toda franqueza, que hoy falta en vuestra sesión la per 
más refulgente que estaba otras veces entre nosotros prestando luz a la conferencia Salesiana. Busco en torno a mí la veneranda persona de 
Apóstol de la caridad moderna, quiero decir, al óptimo e infatigable don Juan Bosco. Habríamos deseado que alegrara y animase con su 
presencia la obra que plantaron sus propias manos y respondiese a nuestras preguntas con su amable sonrisa de hermano y apóstol, con su v 
de amigo y de padre, siempre a disposición de todos. Pero, mientras nosotros estamos aquí en esta casa hospitalaria de las venerables Oblat 
de santa Francisca Romana, a la sombra de la gran protectora del Patriciado de Roma, anda él por la católica España y, olvidándose de sus 
setenta y un años, recorre Castilla la Nueva y, quizás en este momento ha cumplido ya el importante asunto de la fundación de una nueva c 
en Madrid, haciendo así realidad los deseos del rey Alfonso. Tal vez ha llevado hoy un postrer aliento a los deseos a los que también los 
Reyes están sujetos, realizando uno de los últimos anhelos de aquel Rey profundamente católico, de aquel Rey verdaderamente religioso. P 
es inútil lamentar la ausencia de don Bosco entre nosotros, porque él podría responder a nuestras preguntas ((666)) con el divino Maestro: 
Quid est quod me quaerebatis? nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse? »A qué buscarme? »Por qué os turbáis, como s 
fuera necesaria mi presencia material? Quid est... »No sabéis que debo ocuparme, sin descanso y sin tregua, de las obras que atañen a mi 
Padre? Nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse: 

Y, mientras dejamos al Apóstol del siglo presente que se ocupe de las obras de Dios en la Península Ibérica, enviémosle nuestros augurio 
para que triunfe en la obra emprendida y le bendigan San Ignacio de Loyola y Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y San Francisco d 
Borja, San Francisco Javier y San Juan de Dios, San Pedro de Alcántara y San Luis Bertrán y le bendiga finalmente el innumerable ejército 
Santos que España, la tierra de Santiago, ha dado a la Iglesia Católica, no menos benemérita que ésta de la civilización, por haber vencido y 
domado el poder de los sarracenos. 

Ocupémonos de nuestras cosas; in his quae Patris mei sunt oportet me esse, con alguna palabra edificante sobre la obra fundamental del 
Instituto Salesiano; mucho más ahora, que somos más libres por no estar presente su autor, y dado que la 
572 

dignidad cristiana prescribe respetar a quien habla y a quien escucha, y no someter a prueba la humildad y la modestia de quien está presen 
y valgan para probarlo las hermosas palabras de San Pedro de Alcántara al lego que le servía, curándole unas llagas: -Ve despacio, hermano 
que aún estoy vivo y no os permitáis libertad alguna. 

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VOLUMEN XVIII Página: 573 

Lauda post mortem. Alaba después de la muerte, y en general, salvo poquísimas excepciones, es costumbre escribir la vida de los hombre 
después de la muerte, sobre todo porque la alabanza en presencia de los vivos, aunque sean hombres de tantas virtudes como para tenerlos 
santos, puede ser siempre peligroso por tentación de adulación o de vanidad. También por este lado soy más libre en mis palabras, sin pelig 
de adulación, y comentarios, para hablar de la obra maravillosa y prodigiosa que don Bosco ha fundado en nuestro siglo en medio de la 
Iglesia, que es una obra de fe y caridad, y por tanto, respetables señoras, desarrollaré uno y otro punto diciendo las consecuencias morales q 
de ello se derivan. 

El ocho de diciembre se cumplirán los cuarenta y cinco años desde que don Bosco colocó la primera piedra fundamental de su Instituto e 
Turín, el día afortunado de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, al impartir a un pobre muchacho de quince años las primeras 
verdades de la religión, inaugurando con Bartolomé Garelli esa obra que, iniciada con un solo muchacho y con tanta modestia en Turín, ha 
alcanzado a los cuarenta y cinco años tan gran desarrollo. En poco tiempo ha fundado sesenta y dos casas: cuarenta y cinco en Italia, doce e 
Francia, tres en España, y sin contar las casas de misión en América del Sur, especialmente en la República Argentina, en Uruguay, en la 
Patagonia... 

No poseo una estadística precisa de los socios Salesianos, de las religiosas Hijas de María Auxiliadora, que prestan a don Bosco su labor 
abnegación y celo admirable. ((667)) No poseo la estadística de los alumnos educados en las casas y oratorios, ni el número de salvajes 
civilizados, de los bautismos administrados, las alegrías espirituales dispensadas, y creería no estar muy lejos de la verdad, si asegurase... 
numera stellas si potes (enumera las estrellas si puedes), y contase las obras de este manso y humilde Apóstol. A nosotros nos basta recorda 
esa admirable Basílica, que se está levantando como por encanto ante vuestros oíos en el Castro Pretorio. Nos basta admirar ese templo, 
dedicado al dulcísimo Corazón de Jesús, con tanta magnificencia, armonía y amplitud por la generosa abnegación de don Bosco y de los 
católicos de todo el mundo, especialmente italianos. Nos basta dar una ojeada al amplio claustro de óptimos religiosos y al otro del hospici 
para muchachos que, no podemos dudarlo, recibirán la misma educación que se imparte en Turín en Valdocco, en Sampierdarena, en La 
Spezia y en mil otros lugares donde la caridad de don Bosco está presente. Sería verdaderamente absurdo decir que esta obra tan maravillos 
se haya desarrollado por el consejo de un político sin fe, como Urbano Ratazzi. Haga una sociedad, le decía él en 1847, haga una sociedad 
otras personas para dar estabilidad a su obra y deje a alguno que le represente, cuando usted haya muerto. Porque si no, »quién le sucederá 
su espíritu y en sus empresas? Aquello fue el germen, como suele decirse, de donde el Instituto tomó vida y movimiento, fue la chispa de l 
que el pasado de seis años, viene afianzándose hasta nuestros días. Yo sé muy bien que Dios juega con los hijos de los hombres, y hasta ha 
profetizar a las burras en favor de los elegidos. Pero si aquél fue la ocasión de formar, organizar y sistematizar el propio Instituto, el 
nacimiento hay que atribuirlo a la fe, la vida a la fe, el desarrollo a la fe que transporta los montes, a la fe, que hace germinar el granito de 
mostaza y lo hace crecer hasta convertirse en un árbol gigante. Y es la fe de este hombre de Dios la que ha dado los frutos precio 

»Quién ignora la vida de fe de este hombre? Su mismo principio, la cuna del Instituto en el día de la Inmaculada Concepción, »no os ha 
indicado ya que la obra ponía su cimiento fundamental en la religión inspirada por la fe? »Quién le llevó a dedicarse a estos muchachos sin 
la fe? »No fue, acaso, la consideración de lo mucho que ha costado una alma al Hombre Dios, y la sublimidad de los destinos a que está 
llamada? »No fue el íntimo convencimiento del supremo derecho que Dios tiene a ser adorado, amado, servido por las criaturas racionales, 
que le arrastró a dedicarse a estos muchachos? »Y todo esto, no es espíritu de fe? »Puede dudarse que en esta obra no haya entrado la fe? 

Dejo la vida privada de este Siervo de Dios; no levantemos la cortina que cubre sus virtudes y el velo de modestia que le envuelve, porqu 
ni aun queriéndolo, sería justo ni conveniente; pero, mirando las obras exteriores, y juzgando del fruto por la semilla, no dudamos en decir 
que la obra de don Juan Bosco fue una obra de fe viva: ((668)) y sus seguidores, sus beneméritos hijos han continuado con la misma fe la o 
que él fundó. Cuando uno visita la casa que está al lado del Santuario de María Auxiliadora en Turín, y recorre, como yo lo he hecho, aque 
ciudad viviente de muchachos, ocupados unos en los ruidosos talleres; otros, callados e inmóviles en el pupitre; éstos pendientes de los lab 
del maestro, ésos recogidos en torno a un confesonario, aquéllos de rodillas bajo el manto de María Auxiliadora cantando sus alabanzas, to 
juntos, en pie o sentados, en torno al redivivo Felipe Neri, poco después del ocaso, cuando un rayo de luna ilumina la ilustre ciudad y dora 
venerandas canas del hombre de Dios, que están pendientes, casi en éxtasis, de los labios del hombre Venerando, oyendo unas pocas y 
sencillas palabras que caen como la lluvia sobre un terreno bien preparado; y unos lloran, otros sonríen y todos se animan a una vida nueva 
resoluciones generosas, cuando, repito, considero todo esto, digo: aquí no entra para nada el mundo, aquí golpean en vano a la puerta la car 
y la sangre: aquí sólo cuenta la fe. 

Cuando se consideran los anales y la historia de sus misiones en América del Sur, en donde, además de las dificultades generales (y basta 
conocer un poco los anales de la propagación de la fe para entenderlo) se añaden otras totalmente especiales; clima destemplado, razas mix 
tradiciones corrompidas, salvajes que no conocen a Dios, pueblos civilizados peores que los salvajes, forasteros que llegan allí para el lucro 
la especulación, y hablan distintas lenguas, portugués, indio, español; supersticiones, frialdad, indolencia en muchos ministros del Santuari 
gobiernos rencorosos contra la Iglesia, sociedades masónicas, costumbres rotas y perdidas, etc. etc., hagamos una mezcla de todas estas cos 
una composición con todos estos elementos y, aun sin mucha erudición, bastará ello sólo para conocer que la empresa de los Salesianos en 
América es ardua. 

Una empresa que ha cansado muchos brazos y acabado con las fuerzas de muchas órdenes beneméritas antes que ellos, ha vuelto a florec 
en la Iglesia de Dios con la humilde y moderna Congregación Salesiana, por disposición de Dios dueño de sus dones. 

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VOLUMEN XVIII Página: 574 

El vencer tantas dificultades, las sospechas de los gobiernos, el conciliarse el aprecio de los Obispos y el Clero, desarmar las sectas 
enemigas de Dios y de la Iglesia y ser ángeles de paz bien vistos por aquellos hombres, con cara de hombres y corazón de tigre, no es más q 
obra de la fe. La fe ha hecho nacer esa obra, la ha transmitido a sus hijos, los cuales la conservarán, si a Dios place y escucha nuestros voto 

Si fuera sólo éste el beneficio aportado por don Juan Bosco, ya sería relevante. Escribía, hace pocos días, un novelista francés, poco amig 
de la Iglesia, cuyo nombre 

es innombrable en la casa del Señor, y escribiendo como lo haría Lucifer, si Dios le permitiese escribir lo que siente: «Desgraciadamente, 
»qué es lo que este siglo, que va ((669)) a acabar, ha realizado en el orden intelectual y moral? Nada. Lo ha destruido todo, lo ha aniquilado 
todo con su escepticismo. Ha sublevado los pueblos con sus quimeras, y no ha podido cumplir sus promesas: ha armado a los obreros y les 
dado piedras en vez de pan; ha suscitado las pasiones sin contentar a ninguno y ha levantado la duda en muchas inteligencias, Este siglo 
fenece, sin haber sabido suplir la fe con ningún sistema, con ninguna idea, más aún, ha destruido la tranquilidad y la moral de los pueblos» 
Estas son poco más o menos las palabras de uno que es quizás el más impío y escéptico de los escritores franceses. Y, sin embargo, ha dich 
que la destrucción de la fe es íel peor mal del mundo! Y yo digo ahora, que si la Obra Salesiana no hiciese más bien que el de reanimar la f 
allí donde está a punto de morir, darle vida donde está muerta, brillo donde está apagada e incierta, sólo esto bastaría para presentar el 
Instituto de don Bosco como una verdadera obra de fe. 

Pero es que el otro brazo, la otra ala es la caridad. La fecundidad de las obras de don Bosco procede de la fe y de la caridad; de la fe, porq 
ésta es la victoria que vence al mundo, como decía San Juan: Haec est victoria quae vincit mundum, fides nostra (ésta es la victoria que ven 
al mundo, nuestra fe). De la fe, porque Dios quiere siempre demostrar que es El quien reina, que es El el único dueño de nuestro corazón. 
Domin us regnavit decorem indutus est (El Señor reinó, está revestido de gracia). No cede su honor a nadie y ha dado de ello ejemplos 
incomparables. Si El, Verbo de Dios, se ha humillado hasta la muerte, por lo que el Padre le ha levantado dándole un nombre sobre todo 
nombre, es para que nosotros, pobres criaturas, aprendiésemos a humillarnos por su amor, y se rindiere a Dios la gloria que le es debida. N 
quiere que el hombre se atreva, con enorme petulancia, a disputarle el derecho que él tiene sobre todo lo creado. El Señor ha hecho las cosa 
de manera que basta un soplo sobre las obras creadas por la sabiduría humana, para deshacerlas, como hace el viento con una llama, y da la 
fecundidad, la dilatación y la estabilidad a aquellas que fueron plantadas, fecundadas y cultivadas maravillosamente con la fe. 

Por eso hay tanta diferencia entre los héroes del mundo y los héroes de la Iglesia, entre las obras de los Santos y las obras de los hombres 
del mundo, hasta las de los más respetables. Por eso vemos a hombres rudos, con escasos conocimientos de las letras, fundar órdenes 
religiosas que todavía viven. La orden de San Francisco de Asís, fundada por un hombre casi ignorante, cubre desde hace seis siglos la tier 
con su saludable sombra. En cambio, muchas otras instituciones, organizadas por hombres prudentísimos que lo previeron todo, no lograro 
prever que fueran inmortales y no perecieran. Cuando él concede vida y perpetuidad a una obra, si no queremos negar lo que ven nuestros 
ojos, debemos creer que éste es el sello y el carácter de la fe con que se inició esta obra, llevada infaliblemente por la caridad. 

Porque, en verdad, »qué es la caridad sino la fe puesta en acción? Ya que, según la doctrina teológica, la fe del cristianismo es una virtud 
fundamental que crece de categoría con la esperanza y se perfecciona con la caridad ((670)). Lo mismo que en el orden humano y racional 
basta el convencimiento del entendimiento, si no va unido a las obras, ya que si uno tiene una convicción y actúa de otro modo, demuestra 
tener una convicción insegura y dudosa, puesto que en el entendimiento, la prueba de la persuasión es el obrar de acuerdo con ella, así suce 
que la confirmación de una fe viva está en las buenas obras: -Demuéstrame con tus obras la fe que no veo con los ojos, dice el apóstol 
Santiago. La caridad no es más que la fe a 

Dios, el mejor de los bienes, y al prójimo, que representa la imagen del Dios viviente. Así, pues, no puede ser divina una obra que, aunque 
haya iniciado en nombre de la fe, no tiene por compañera la caridad de Jesucristo, y si el que pone la mano en ella mira más a la propia bol 
que, al honor de Dios, si mira más su propio bien y lleva el agua a su propio molino; si no busca más que su propio gusto, si mira las carga 
eclesiásticas y seculares, si mira a los honores y a las compensaciones, a asegurar la familia y multiplicar el patrimonio y los capitales, esta 
obra no puede ser más que humana y, más pronto o más tarde, está llamada a desaparecer. Dios es la pureza por esencia, espíritu simplicísi 
y ajeno a la sombra de la culpa, y observan ese mismo espíritu aquellos cuyas obras se fundan en el espíritu de caridad. Yo inculco este 
principio: que las obras buenas sean fecundadas y regadas por la fe, pero es preciso que crezcan y se perfeccionen con la caridad; que haya 
ellas la bondad de los principios, aquella rectitud y seguridad, aquel abandono, aquella abnegación y aquel sacrificio que sólo la caridad 
inspira. Major horum charitas (El mayor de estos dones, la caridad). 

Y ahora os pregunto a vosotras, venerables señoras, si en las casas de don Bosco hay caridad o no. Si no la hay en ellas »dónde está? »En 
dónde la encontraremos? En tal caso convendría decir que la caridad ha desaparecido de entre nosotros, que ha sido desterrada o que se ha 
perdido; pero eso es imposible, mientras haya entre nosotros almas justas que aspiran a la propia santificación, mientras haya pobres a los q 
ayudar y Pauperes semper habetis vobiscum (siempre tendréis pobres con vosotros), nos dice el Señor. Esta obra de fe se continuó por la 
caridad y el celo de las almas, a través de los oratorios. La caridad ha sido la que asoció tantos compañeros con don Bosco y los animó a 
sostener tantas penas, tantos dolores, persecuciones, sacrificios; la caridad es la que les ha sostenido hasta nosotros. El, el Apóstol de nuest 

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días, tuvo por fin la gloria de Dios, y quiso que Dios fuese conocido, adorado y amado por todo el mundo. Los medios de este Apóstol no 
fueron las amistades vanas, ni el favor de los poderosos, ni un rico patrimonio, ni la fama del filósofo o del literato. El no es ningún rico, n 
un diplomático, salvo en los asuntos que se confían a los Santos. Es sabido que don Bosco no es un hombre político, aunque se relacione c 
los grandes; y, aunque sea culto y autor de diversas obras, no por eso pretendió nunca dárselas de hombre de ciencia. Humilde y modesto, 
escribe lo mismo que piensa y habla, y sus libros pasarán a la posteridad como expresión, ((671)) como huella de la verdadera sencillez y d 
humildad profunda en medio de este siglo petulante. Don Bosco es un hombre de Dios. Sus medios son la oración, el buen ejemplo, la 
mortificación, el sacrificio, la mansedumbre y, sobre todo, la paciencia inalterable, que se manifiesta en los movimientos pausados y noble 
en la palabra prudente y corta, en el tono dulce e insinuante. Llama amigos y compañeros a sus enemigos y perseguidores. Manso y toleran 
se gana a todo el mundo y amansa a las fieras más ariscas del desierto. 

No exagero en cuanto os he dicho sobre este hombre justo, a quien conocéis personalmente y cuya biografía puede que hayáis leído; creo 
haberos dicho más que la quinta parte de cuanto podría decirse, y es una espléndida prueba de ello el espíritu que vemos transfundido en su 
hijos. Con razón ha tomado como patrono un santo, que es sinónimo de dulzura y caridad católica, y dio a su Instituto el título de San 
Francisco de Sales, cuya imagen es él mismo. Y no se conformó solamente con el nombre; quiso que la fisonomía de este santo, es decir, s 
amabilidad y su mansedumbre fueran el programa, el medio y el fin de su institución. Y por muy sapientes que sean las leyes orgánicas de 
Clérigos Regulares de San Cayetano de 
576 
Thiene, de San Ignacio de Loyola, y de todas las demás congregaciones hasta nuestros tiempos, sin embargo, quien examina el Instituto de 
don Bosco ha de persuadirse de que él no sólo procuró igualar estas leyes sapientísimas, sino que quiso del todo que su característica 
dominante fuese la caridad. En las leyes de Ignacio domina la sabiduría, la previsión. Es un capitán espiritual, pero siempre un capitán, un 
general que, cambiando la política de aquel siglo por la política divinizada del Evangelio, se ciñó una faja a la cintura y, en vez de la espad 
empuñó el crucifijo y cambió la bandera. Su característica es la previsión, la exactitud, la firmeza, el orden y la simetría: una arquitectura 
admirable, una obra maestra. El perfil de don Bosco es más simple, más a la buena, pero domina en él la caridad; omnis spiritus laudet 
Dominum (alabe todo espíritu al Señor). Existe aquella diferencia de las cartas de San Pablo y de San Juan. Uno corta de un tajo los errores 
otro predica la caridad en todos los tonos: Filioli, diligite alterutrum (Hijitos míos, amaos unos a otros). El Instituto Salesiano con sus 
oratorios, con sus escuelas, os predica constantemente la caridad. A primera vista no distinguiréis a los hijos de don Bosco de los sacerdote 
seculares, pues no llevan ningún hábito especial; pero, en su aspecto noble y serio, en sus modales, en sus palabras y en su espíritu, fácilme 
veréis unos sacerdotes buenos, llenos de celo por la gloria de Dios y derramando espíritu de caridad. 

Fe viva, caridad ardiente: he ahí el secreto de esta obra tan enraizada y tan extendida en tan breve espacio de tiempo. Fe y caridad: ése es 
sello característico de las Obras de don Bosco, sin el cual no hay obra insigne que nazca, o que pueda crecer y extenderse, cuando llega a 
nacer. 

Concluía dirigiendo su palabra de manera especial a las madres de familia, diciendo que este hombre de Dios trabaja sin descanso para el 
y para sus hijos: que no ((672)) era suficiente un sentimiento de veneración y estima a la obra y a su fundador, sino que debían corresponde 
con la caridad y cooperar a tanto bien. La fe sería estéril sin la caridad; y concluyó su admirable discurso refiriéndose a las insignes obras d 
caridad ya existentes en Roma, pero que no son suficientes para la siempre creciente población, y que es caridad exquisita colaborar en la 
edificación del hospicio del Sagrado Corazón y en la manutención de los jovencitos que allí crecen, con esperanzas de religión y de Cielo, 
que Dios recompensará generosamente un día a las almas bienhechoras y caritativas, cuando les diga: Tenía hambre y me disteis de comer, 
tenía sed y me disteis de beber, etc. 

26 

Cartas de prelados, recientemente inscritos entre los Cooperadores Salesianos 

a) Cardenal Melchers (el original en latín) 

Ilustre y Reverendo Señor: 

He recibido su muy grata carta, y con ella un volumen de la historia de la Pía Unión de Cooperadores Salesianos, que ya se ha propagado 
con la bendición y el fruto de la gracia de Dios, a través de numerosas regiones en ambos hemisferios del planeta, y que, con fecha del cuat 
de mayo, ha querido remitirme y por la que me incluye en la lista de cooperadores de dicha asociación. 
577 

Le doy las gracias por esta especialísima benevolencia, con la que se ha anticipado afectuosamente. 

Fin de Página: 578 


VOLUMEN XVIII Página: 578 

Al tiempo que le saludo, encomiendo encarecidamente una muy concreta y especial intención mía a sus piadosas oraciones y a las de los 
suyos. 
Me siento conmovido con los sentimientos del afecto más sincero, e imploro del Corazón divino toda clase de bendiciones y favores para 
usted y para sus cooperadores, al tiempo que ofrezco este pequeño donativo en favor de los necesitados de la sociedad. 
A las órdenes de su Reverencia, 
Roma, 19 de mayo de 1886. 
Afectísimo en nuestro Señor, P. Card. MELCHERS 

b) Cardenal Ludovico Jacobini 

Reverendísimo Señor: 

He recibido el diploma de Cooperador Salesiano que V. Señoría Ilma. me ofrece y también el volumen de los Boletines que refieren la 
historia del Oratorio de San Francisco de Sales. Ya estaba informado del mucho bien ((673)) que esta su oportuna institución ha reportado 
juventud abandonada. Por tanto, acepto con muchísimo gusto formar parte de una sociedad tan benemérita y que goza de tantos favores 

espirituales como le ha concedido el Supremo Jerarca de la Iglesia. 

Le agradezco, además, el envío del indicado volumen y me honro al presentarle los sentimientos de mi más distinguida estima. 

De V. S. Rvma. 

Roma, 25 de mayo de 1886. 

Afmo. en el Señor, L. Card. JACOBINI 

c) Cardenal Alfonso Capecelatro 

Veneradísimo Sr. don Bosco: 

Le doy las más rendidas gracias por haberse dignado inscribirme como Cooperador Salesiano, según acabo de ver en la notita que me ha 
enviado. Lo considero no sólo como un honor, sino como un verdadero beneficio espiritual. 

Procuraré que se inscriban otros; y, mientras tanto, a la par que le agradezco los Boletines que me ha enviado, me encomiendo, por cuant 

sé y puedo, a sus oraciones en las que tengo gran confianza. 

Con todo mi aprecio y afecto, me profeso, 

Capua, 27 de mayo de 1886. 

Su affmo. y s. servidor,
» ALFONSO, Cardenal Arzobispo


d) Monseñor Vicente Berchialla 
Reverendísimo Padre en Cristo: 
Aunque ya fui inscrito por V. Rvma. Paternidad como Cooperador Salesiano el año 1878, cuando tuve la satisfacción de pasar unas horas 

Fin de Página: 579 


VOLUMEN XVIII Página: 579 

su compañía en Lanzo, sin embargo, he aceptado con reconocimiento el nuevo título que me envía, con fecha del primero de mayo, y que m 
ha llegado a Cágliari el día veintidós, juntamente con el volumen de la Revista que contiene la Historia de su benemérito Instituto. 

Ciertamente es muy poco lo que yo puedo hacer en favor de su veneranda Congregación, dado el cúmulo de Obras aquí existentes y que h 
que sostener y encaminar: sin embargo, espero que un día u otro se cumplan los deseos de mi querido antecesor, monseñor Balma, y míos p 
que un grupo de Salesianos, templados con vigoroso espíritu de mortificación y celo vengan a cuidarse de nuestra juventud abandonada. 

Esto es una calamidad: íhay que ver cómo se enseña el catecismo en esta ciudad! No hay una escuela u oratorio para los muchachos; grup 
de jovencitos sin trabajo, ((674)) sucios, ignorados hasta por sus padres. Si V. S. viese por sus ojos todo esto, no podría dejar de conmover 
tener piedad de tanto abandono. 

El general de los Escolapios no pudo con toda su autoridad reunir media docena de sus religiosos dispersos, que hacen muy poco o nada, 
que disfrutan de pensiones y llevan cruces al pecho y se hicieron con ricos patrimonios con su voto solemne de pobreza. 

Tengo misioneros que trabajan muchísimo, pero llevan sobre sus hombros el peso de sesenta Hermanas de la Caridad con una media doc 
de establecimientos; y eso sin contar las clases de latín y de moral que dan a mis seminaristas mayores, juntamente con los seminaristas de 
otras diócesis. 

Así que, cuando vengan sus hijos, encontrarán dos grandes cosas para ellos; a saber, dos mil muchachos para educarlos y formar buenos 
obreros cristianos y doscientos jovencitos para darles las clases de bachillerato y encaminarles a convertirse en buenos ciudadanos. 

Y la divina Providencia también se encuentra en medio de las miserias de esta isla famélica. 

Beso su mano y me encomiendo con mi diócesis a sus oraciones. Me profeso, 

Cágliari, 25 de mayo de 1886. 

Su afmo. y seguro servidor
» GREGORIO VINCENZO, Arzobispo


27 (es una traducción libre del soneto) 

Dedicatoria de la Vida de Mamá Margarita 

Al llegar hoy el día de tu fiesta
quise darte una prenda de mi amor,
poniendo una corona en tu testa,
perfumada con pétalos de flor.


579 

Fui al jardín a llenar mi pobre cesta
con flores siempre vivas; y una voz
me dijo: No las busques, ésas cuesta
encontrarlas: sólo las tiene Dios.


Y subí más allá de las estrellas,
fui al jardín de los cielos, del Señor,
y, entre las más fragantes y más bellas,


arranqué para ti la más bonita,
que no pierde el aroma y el color:
es tu madre, íse llama Margarita!


(LEMOYNE) 

((675)) 28 (el original en español) 

Fin de Página: 580 


VOLUMEN XVIII Página: 580 

Carta de la Asociación Católica de Barcelona 
a don Bosco 

Ilmo. Señor don Bosco: 

Las profundas simpatías que vuestra venerable persona supo conquistarse en la Asociación de Católicos durante la estancia, para nosotro 
breve de V. S. en Barcelona, han recibido nuevo sello de inextinguible afecto en el reciente viaje de nuestro secretario h. de Font a la ciuda 
de Turín, para representarnos en la gran festividad de vuestro Patrono S. Juan Bautista. 

Enterada con íntima satisfacción esta Junta de las singulares muestras de distinción y aprecio que en la persona del h. de Font hemos 
recibido todos, tanto de parte vuestra como de vuestros nobles Hermanos del Capítulo, y también de todos los señores socios y de vuestros 
carísimos acogidos, ha acordado que se os den, muy venerable y amado señor nuestro, las más sinceras gracias y que se os reiteren los 
ofrecimientos de leal fraternidad que hacia la Institución Salesiana os hicimos personalmente. 

Haga el Señor de las misericordias que de día en día prosperen más y más vuestras obras de Cristiana regeneración, y multiplicándose los 
Talleres Salesianos por los cuatro ángulos del mundo, den mucha gloria a Dios, salvando innumerables desgracias. 

Dios guarde a V. S. muchos años. 

Barcelona, 14 de julio de 1886. 

580 
El secretario 
JOAQUIN DE FONT 
El presidente 
BARTOLOME FELIU 
29 

Carta del Obispo de Pinerolo a don Bosco 
Venerabilísimo señor don Bosco: 
Ha venido el reverendo Duina, párroco de la Abadía, para anunciarme de su parte que usted llegaría a Pinerolo el próximo sábado, día die 

del corriente mes. Como quiera que dicho señor párroco no ha indicado la hora de su llegada, ruégole me la comunique enseguida a través 
su secretario, para poder enviar el coche a la estación a su debido tiempo. 
((676)) Me alegro de que finalmente se haya decidido a venir hasta aquí para respirar aires menos calurosos. En espera de poder volver a 
verle personalmente, me profeso de nuevo. 
Pinerolo, 7 de julio de 1886. 
Su atento y seguro servidor, » FELIPE, Obispo 

30 (el original en francés) 
Carta del Obispo de Périgueux a don Bosco 

Muy reverendo Padre: 

Tengo el honor de agradecerle el obsequio que ha querido hacerme con la traducción francesa de su obra: El calólico en el mundo. 

Es una obra excelente bajo todos los aspectos. Usted demuestra en ella sólidamente la misión de la Iglesia, examinada primero en sí mism 
y comparada después con las religiones que la combaten. Todo lo que usted cuenta sobre los orígenes del cisma griego, sobre las herejías d 
Vaud 1, los protestantes, etc., se apoya en las mejores fuentes y está al abrigo de toda crítica. En cuanto a la exposición, tiene un estilo 
sencillo, a veces familiar, pero, de este modo, no hace más que dar más fuerza a las pruebas y a la exactitud de la doctrina. 

Fin de Página: 581 


VOLUMEN XVIII Página: 581 

Sinceramente le deseo que la obra tenga el éxito que merece y que produzca mucho bien. 

Reciba, reverendo Padre, la seguridad de mis más respetuosos sentimientos en N. S. J. S. 

Périgueux, 8 de julio de 1886. 

» N. JOSE
Obpo. de Périgueux y de Sarlat


1 Vaud: Cantón suizo, cuya capital es Lausana. La mayoría de sus habitantes son protestantes, de habla francesa. (N. del T.) 
581 

31 (el original en francés) 

Carta del cardenal Place a don Bosco 

Mi querido y venerado Padre: 

No puedo, sin confusión, ver la fecha que acabo de escribir en el encabezamiento de esta carta y pensar en la de su carta, que tuvo la bon 
de escribirme y a la que no debería haber tardado tanto en responder, de no haberme encontrado en la imposibilidad de hacerlo antes, por u 
sinfín de cuestiones de todo orden que no me dejan parar. 

((677)) Usted conoce bastante mis antiguos sentimientos, que son siempre los mismos, respecto a su persona, mi venerado Padre y amigo 
a la familia salesiana y, por tanto, no olvide que, entre todas las demostraciones de simpatía, que he tenido la satisfacción de recibir, la suya 
me ha resultado singularmente agradable. 

Usted me recuerda, en los términos más corteses para mí, los lazos que me unen a su querida Congregación; líbreme Dios de olvidarlos, 
pues ellos me dan la satisfacción de confiar, tal y como usted, por otra parte, me recuerda, y contar con sus fervorosas oraciones, por las qu 
Padre Santo ha querido elevarme a una dignidad, a pesar de mis escasos merecimientos, que me ofrece la asistencia más necesaria haciendo 
mis obligaciones más estrechas y mis responsabilidades más pesadas. 

Dígnese aceptar, mi querido y venerado Padre, la nueva confirmación de mi religiosa y fiel adhesión en Nuestro Señor. 

Rennes, 8 de julio de 1886. 

» Card. PLACE Arz. de Rennes 

32 (el original en francés)
Carta de don Bosco al arquitecto Levrot


Muy querido Sr. Levrot: 

He recibido su carta del treinta de julio último en la que me comunica que la Señora Montbrun le ha enviado mil francos para mis obras. 
Deo gratias et Mariae; tenga la bondad de presentar a esa buena señora mi vivo agradecimiento, asegurandole mis oraciones y las de mis 
numerosos huerfanitos para su felicidad espiritual y material, y para que el Señor, por mediación de María Santísima Auxiliadora, la consu 
y le conceda mucha salud y santidad, y una larga vida para bien de nuestras pobres obras, y aumento de sus muchos méritos para la Patria 
Celestial, donde el alma llorada de su querido esposo goza ya del gran premio de su caridad. 

Yo le autorizo, además, a enviar los mil francos a don Nicolas Cibrario, porque su casa, en su pequeñez, necesita de todo, puesto que, com 
cualquiera otra de las nuestras, abunda en deudas y acreedores. Pido al Señor que recompense dignamente su generosa beneficencia por la 
pobre casa de Vallecrosia. 

Que el Señor esparza sus mejores bendiciones sobre usted y sobre toda su querida familia y que María Auxiliadora les obtenga a todos 
salud, santidad y bienestar, que ello no se opone al bienestar eterno. 

Fin de Página: 582 


VOLUMEN XVIII Página: 582 

582 

Mi salud va un poco mejor, gracias a Dios, pero acompañada de muchos achaques. 

((678)) Acepte, señor arquitecto, mis respetos y agradecimiento y ruegue por mí, siempre suyo en J. C. 

Turín (= Pignerol), 1.° de agosto de 1886. 

Su seguro servidor, J. BOSCO, pbro. 

33 

Carta de don Juan Bonetti a monseñor Cagliero 

Muy querido y reverendísimo monseñor Cagliero: 

Te gustará que te dé alguna noticia salida de mi propia pluma, aunque esté algo destemplada. Ante todo, ya habrás visto por el catálogo q 
este año se celebrará la elección de la Superiora general, puesto que termina el sexenio comenzado después de la difunta Sor María. No se 
sabe, si para comodidad de don Bosco, se realizará la elección en Nizza o en Turín, pero probablemente será en Turín, durante la segunda 
quincena de agosto. »Vendrán también las directoras de ahí? No iría mal que estuviera representada América. Piénsalo y envía, al menos, a 
Inspectora con la Directora patagónica. Ya tenéis dinero, y, además, quién sabe si no habrá una alma buena que, al enterarse, os ayude para 
caso. Si han de venir, conviene que se pongan en viaje pronto, porque queda poco tiempo. 

El estado de salud de las Hermanas sigue como de costumbre; sin embargo, este año hemos seguido adelante como se pudo sin molestia d 
las casas. Hay algunas, no obstante, que hacen le bÙnne 1 (...); pero Dios nos envía, diría que hasta demasiadas postulantes, razón por la cu 
sor Enriqueta sufre a menudo al tener que rechazar algunas y llora porque las ve llorar a ellas. Pero cumplamos lo de: omnia probate, quod 
bonum est tenete (probadlo todo, quedaos con lo bueno). 

El estado moral es muy bueno, y, por tanto, estoy seguro de la gloria de Dios y el honor de María Auxiliadora; pero también tenemos var 
que nos llevan de cabeza (...). Cuando sepas que despido a alguna, no creas que es por rigorismo, sino por amor al Instituto. Tal vez hayas 
estado tú a punto de hacer lo mismo, y no lo has hecho porque tenías necesidad o porque esperabas una mejoría. Antes de llegar a estas 
decisiones, se piensa, se consulta a don Bosco, se pide el parecer al capítulo de Nizza, etc... 

En Nizza se han hecho obras, alargando el brazo junto a la iglesia y creando puesto para casi cien internas. He dado a éstas hace poco, tre 
días de Ejercicios, ((679)) y de ahora en adelante se hará lo mismo todos los años con buen resultado. La Madre general salió ayer para 
Marsella llevándose consigo a Sor Elena Mainard para hacer compañía, con Sor Passerini, a Sor Sampietro, que partirá para abrir una casa 

1 BÙnna, palabra piamontesa, «cabaña». Se dice de las gallinas que hacen la benna, cuando ahuecan las alas por enfermedad y cloquean; 
simplemente «cloquear». Figuradamente, «estar enfermizo». En italiano «cloquear», significa también «estar débil». 
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hermanas con taller y oratorio en una casa dejada por dos religiosas octogenarias en Guines, cerca del Paso de Calais y no lejos de Lille. D 
Bosco y don Miguel Rúa esperan que llegue a ser un semillero de monjas francesas. La casa se abrirá para la fiesta de María Auxiliadora. 

Esperamos el sábado a don Bosco, de vuelta de España por Modane. No digo nada de todo lo espectacular que allá se ha hecho, porque a 
sabrás por los periódicos y el resto por las cartas circulares. Sólo añado que el penúltimo día de su estancia allí, se presentó una Junta de 
Señores para hacerle donativo de una montaña altísima, sobre la cual dice la tradición que llevó Satanás al Salvador para mostrarle los rein 
del mundo y que conserva el nombre de Tibi dabo. Don Bosco lo había soñado en un sueño precedente y, cuando recibió en audiencia a los 
donantes, dejó escapar de sus labios: Dios me lo había dicho. Espero que Lemoyne escriba todo a su tiempo. Cada vez más, nos persuadim 
de que don Bosco es un hombre de Dios, y que nosotros podemos considerarnos dichosos por ser sus hijos, y tú, especialmente, que eres el 
más ilustre. Dios y la Virgen te bendigan y te ayuden a alcanzar una espléndida corona en el cielo, después de haber ceñido la corona de 
espinas en la tierra. Saluda a tu noble Curia, o mejor, tu corte, y entre ellos a tu secretario, y a don Santiago Costamagna, lo mismo que a la 
Hermanas, encomendándome a sus oraciones. 

Con todo afecto y aprecio. 

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12 de mayo de 1886. 

Tu afectísimo amigo y hermano, JUAN BONETTI, pbro. 

Miembros del cuarto Capítulo General 

Las firmas del acta de clausura corresponden a los siguientes nombres y por este orden: 

1. Rdo. JUAN BOSCO. 
2. Rdo. Miguel Rúa (Vicario General). 
3. Rdo. Celestino Durando (Antes Prefecto General, elegido Consejero General). 
4. Rdo. Juan Bonetti (Director espiritual General, elegido). 
5. Rdo. Antonio Sala (Económo General). 
6. Rdo. Francisco Cerruti (Consejero escolástico General). 
7. Rdo. José Lazzero (Consejero General y Director Aprendices Oratorio)
.
((680)) 8. Rdo. Domingo Belmonte (Prefecto General elegido, antes Director en Sampierdarena)
.
9. Rdo. Francisco Dalmazzo (Procurador y Director en Roma). 
10. Rdo. Pablo Albera (Inspector de Francia y Director de Marsella). 
11. Rdo. J. B. Francesia (Inspector del Piamonte y Director de estudios en el Oratorio). 
12. Rdo. Luis Lasagna (Inspector en Uruguay y Brasil). 
13. Rdo. Julio Barberis (San Benigno Canavese). 
14. Rdo. José Daghero (Magliano Sabino). 
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15. Rdo. José Monateri (Varazze). 
16. Rdo. Nicolás Cibrario (Vallecrosia). 
17. Rdo. Luis Bussi (Nizza Monferrato). 
18. Rdo. César Cagliero (Valsálice). 
19. Rdo. Pedro Guidazio (Lanzo). 
20. Rdo. Juan Branda (Sarriá). 
21. Rdo. José Bologna (Lille). 
22. Rdo. Carlos Farina (Penango). 
23. Rdo. Juan Chiesa (Catania). 
24. Rdo. Luis Rocca (Alassio). 
25. Rdo. Juan Bta. Rinaldi (Faenza). 
26. Rdo. Juan Bensi (Lucca). 
27. Rdo. Ernesto Oberti (Utrera). 
28. Rdo. Angel Bordone (Randazzo). 
29. Rdo. Juan Tamietti (Este). 
30. Rdo. Carlos Bellamy (París). 
31. Rdo. Antonio Varaia (Saint-Cyr). 
32. Rdo. Esteban Febbraro (Florencia). 
33. Rdo. Luis Cartier (Sta. Margarita, junto a Marsella). 
34. Rdo. José Bertello (Borgo San Martino). 
35. Rdo. Moisés Veronesi (Mogliano Véneto). 
36. Rdo. Juan Bta. Lemoyne (Secretario). 
37. Rdo. Juan Marenco (Director de San Juan Evangelista en Turín). 
Faltan las firmas de don José Ghivarello (Mathi), don José Leveratto (La Spezia), don Pedro Perrot (La Navarre), don José Ronchail (Niz 
y las de todos los directores de América. Don José Lazzero, en carta a monseñor Cagliero (Valsálice, 3 de septiembre de 1886), decía: «To 
los Directores asistieron al Capítulo, sin exceptuar a ninguno, salvo los de América». 

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Páginas autobiográficas de don Juan Nespoli 1 

(...) Por agosto de 1871, mi madre me manifestó el plan que la señora Casati había concebido sobre mí, a saber, hacerme estudiar y cump 
así la promesa que había ((681)) hecho a mi padre. Conservo todavía en mi mente el aspecto alegre y sereno de mi madre, cuando me 
comunicó la noticia. La había acompañado aquel día a un arroyo, a una milla del pueblo, para lavar la ropa; al llegar a medio camino, dond 
éste se divide, había una columna de tres caras (que se llamaba «el Pilastrello» o La Columnita) en las que había la imagen del Crucificado 
una, la de la Virgen en otra, y la de San Cayetano en la tercera. Mi madre me detuvo ante la Virgen y, sentada sobre el murete que flanquea 
el camino, me propuso ir a Turín, al Oratorio de un cura, que se llamaba don Bosco, conocido por la Señora, que había ido a la 

1 Don Juan Nespoli, fue destinado el año 1885 como profesor de literatura a la casa de estudios de San Benigno. Al salir de Alassio, se 
detuvo unos días en Sampierdarena, donde empezó a escribir sus Memorias autobiográficas, que luego dejó sin acabar. 
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fiesta de María Auxiliadora, el cual hacía estudiar a muchos chicos, especialmente para seguir la carrera eclesiástica. 

Yo quería estudiar: pero nunca había pensado en hacerme cura; no porque sintiese aversión a ello, sino porque pensaba que no se podían 
hacer curas más que los ricos, pues, en efecto, los que yo conocía eran más o menos ricos y de familias pudientes, por lo cual nunca soñé c 
ello; y, si alguna vez lo pensaba, apartaba enseguida el pensamiento diciendo: -Esto no lo podré conseguir nunca, así que tranquilo. -Y, 
sacudiendo la cabeza y riendo, lo mandaba a paseo. 

Recuerdo que aquella proposición suscitó en mí muchas y muy diferentes ideas.Era un mundo nuevo para mí, y, como suspendido ante 
aquella maravilla, no supe qué responder. Mi madre, que se dio cuenta de que yo no me oponía, se lo dijo a la señora Casati y le dio las 
gracias por mí, con aquel su corazón de madre y mujer sencilla, que no sabía hablar, pero que, aun sin palabras, manifestaba muy bien sus 
sentimientos. 

Yo, embelesado con la idea, y sin saber qué decir, no supe manifestar mi agradecimiento hasta después. Cuando mi madre me presentó a 
Señora y le dijo con un tono de complacencia y alegría: -Aquí tiene al estudiante, yo quedé acobardado y abrumado. Pero la Señora lo 
comprendió y se alegró mucho. 

Durante los dos meses que todavía estuve en casa, me envió a clase con un excelente sacerdote del pueblo, el reverendo Graselli, que 
estudiaba entonces la carrera de letras en la Universidad de Turín. No olvidaré jamás aquellas clases, aunque duraron tan poquito tiempo. M 
causaron honda impresión la gran caridad y bondad de aquel sacerdote, a quien me acercaba por vez primera. 

Porque, hay que decirlo, los sacerdotes de entonces tenían un aire algo aristocrático y mantenían cierta distancia con los pobres. A pesar d 
ello, la gente buena los respetaba y hasta los veneraba, y yo hacía lo mismo, pero no los amaba. Los respetaba, sí, mas mi corazón estaba le 
de ellos, como ellos lo estaban de mí. 

Por eso, al ver a aquel sacerdote, y un sacerdote joven, que sin descanso, me hablaba sencillamente como un hombre a otro hombre, y cas 
como un pobre a otro pobre, me llamó mucho la atención y me hizo entender que los sacerdotes no eran ((682)) todos iguales, como yo me 
había imaginado, sino que hay que saber distinguir entre curas y curas. 

El párroco nos trataba a los muchachos bruscamente y yo no lo veía como padre, sino algo así como un verdugo: cuando lo veía pasar, m 
causaba la misma impresión que los carabineros. Y en la iglesia me parecía lo mismo, hasta en el confesonario. Recuerdo que, con ocasión 
recibir la Confirmación, vivía yo entonces con mis tíos 1, me presenté a confesarme cuando los demás ya lo habían hecho, y me recibió con 
una cara tan dura, que me quedé helado ante aquel ceño. 

-»Y había que esperar hasta ahora para confesarse?, fueron las primeras palabras que me dirigió, cerrando, o mejor, dándome con la puer 
del confesonario en la cara. 

No lo olvido; no conservo odio, no; pero sí guardo el recuerdo del mal efecto que todo esto me hizo. 

Así que aquel joven sacerdote fue para mí una verdadera gracia del Señor; vi en él, por vez primera, uno de los multiformes aspectos de l 
caridad sacerdotal, de los que pronto vería una imagen viva y completa en don Bosco. 

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1 Después de la muerte de su padre, fue a vivir con los parientes de su madre, en Crerunago. 
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Don Bosco no era un nombre nuevo para mí: lo había leído años atrás en las Lecturas Católicas, que él dirigía, y nos daba a leer la señora 
Casati, que sabía lo mucho que nos gustaban. íMenuda fiesta hicimos mi hermano Ricardo y yo el día en que nos regalaron la Historia 
Eclesiástica de don Bosco! íCon qué alegría la leíamos! Por eso yo quería ya a aquel hombre aun sin conocerlo. Y cuando lo vi y lo conocí 
puso su mano sonriendo sobre mi cabeza, me pareció que era el Señor cuando bendecía a los niños. Me recordó a mi padre, y empecé a ten 
el mismo cariño que a él, pero con mayor reverencia y todavía más confianza. Era la primera vez que veía un cura entre los muchachos, 
contento entre ellos, afable con todos sin distinción alguna. Entonces se me ensanchó el corazón y aprendí qué es un sacerdote de verdad. 

Entré en el Oratorio de don Bosco el día 15 de octubre de 1871: me acompañaron mi madre y la señora Casati. Me recibió don Pablo Alb 
1, y me preguntó si iba a ser bueno. »Cómo no iba a responder que sí? 

Los primeros días me resultaron amargos, sobre todo porque se hablaba muchísimo en piamontés y, como yo no lo entendía, era burlado 
maltratado 2. Me encontraba como abandonado en medio de tanta gente, para quienes era forastero, y me acordaba sin cesar de mis herman 
y de mi madre. Pero esto duró poco tiempo. Vi a don Bosco, conocí a sus otros sacerdotes, llenos de bondad y de caridad. Y, por fin, me gu 
el Oratorio. Pero aquella rudeza piamontesa de algunos compañeros, que tanto me amargó durante los primeros días, se clavó en mi corazó 
todavía hoy, que quiera que no quiera, se me presenta de vez en cuando. 

((683)) Ingresé en el primer curso de bachiller y era uno de los últimos. No me acobardé y cobré ánimos. Durante los primeros meses no 
entendía nada y estaba como aturdido en medio de aquella novedad de cosas y de vida. Pero, en cuanto logré situarme y orientarme, empec 
marchar hacia adelante y a avanzar de forma que, al fin de curso, si no era uno de los primeros, estaba junto a ellos. 

El maestro del primer curso, don Domingo Bruna, es al que recuerdo con más gusto y satisfacción de todos los que tuve en el Oratorio. M 
quedaron impresionados para siempre su natural seriedad, y su escrupulosos aprovechamiento hasta de un minuto: recuerdo poco su condic 
de maestro, pero sí la de su carácter constante y serio. Al principio me daba miedo, y cuando lo veía acercárseme, me escapaba. Pero una v 
en un estrecho pasillo, me di con él cara a cara y me dijo riendo: 

-Esta vez no te escaparás. 

Y me preguntó si ya había sido admitido para hacer la comunión. Respondí que no, porque el párroco de mi pueblo tenía por norma no 
admitir a nadie hasta los doce años, aunque a los muchachos y a nuestros padres no nos agradaba aquella norma. Por eso, aunque al princip 
me llamaba la atención la frecuencia con que todos se acercaban a la comunión en el Oratorio, al mismo tiempo me agradaba; vi en ello 
también la anchura de corazón y la generosidad de don Bosco y eso me acercó cada vez más a él y al Oratorio. 

Estuve nueve años en el Oratorio 3, sólo interrumpidos por el mes de vacaciones que pasé con la familia durante los primeros cinco años 
Hice normalmente todos los cursos del bachillerato, porque don Celestino Durando 4 no me permitió saltar ninguno, 

1 Era el prefecto externo. 

2 El era natural de Arosio, en Brianza, comarca de Lombardía. 

3 Entonces los clérigos hacían el noviciado y los cursos del posnoviciado en el Oratorio. 

4 Director de estudios, como entonces se llamaba al consejero escolástico. 
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como vulgarmente se dice; entonces estaba un poco disgustado por ello, pero ahora no. 

Durante los cinco cursos de Bachillerato, nunca perdí las ganas de aprender, sino que creció en mí el ansia de estudiar. »Me hice mejor? 
Tengo que pararme y explicar más despacio mi pensamiento. 

Entré en el Oratorio con buenas disposiciones morales y, si durante los tres primeros cursos de bachillerato, no mejoraron, tampoco 
sufrieron pérdida. Pero, al llegar al cuarto curso, los quince de mi edad (1874-75), empecé a experimentar en mí nuevos sentimientos. Ante 
obedecía, casi espontáneamente, recibía los sacramentos sin ningún esfuerzo y hasta con gusto; no me costaba rezar, vivía tranquilo y en pa 
con todo el mundo. Aquel año empezó a pesarme la obediencia; el afecto que sentía por los superiores y maestros empezó a enfriarse, más 
aún, a desconfiar, exceptuando a don Bosco y a don Miguel Rúa, ante los cuales siempre callé alguna voz, algún sentimiento, menos recto. 
Eran muy grandes, y su evidente santidad se hacía respetar naturalmente, hasta en lo más secreto del corazón, por los muchachos más 
indisciplinados. 

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((684)) Abandoné un poco la frecuencia de los Sacramentos, aunque no pasaba nunca quince días sin recibirlos, y encontraba mucha 
dificultad para prepararme a ello; me resultaba difícil rezar; en fin, ya no tenía aquella paz profunda de antes en el corazón: me invadía y m 
atormentaba un indefinible sentimiento de descontento y malestar. 

Aquel año había empezado a pensar en mi porvenir. Este me parecía muy claro en el primer curso: hacerme cura me parecía lo más fácil 
más bonito. Pero no así cuatro años más tarde. No tenía ya aquella ingenuidad, aquella sencillez del primer curso, cuando ingresé en el 
colegio. 

La idea de hacerme sacerdote fue desapareciendo de mi mente y no era muy aceptada por mi corazón. No me espantaba el sacerdocio en 
mismo, sino sus obligaciones, de las que se apartaba molesto mi orgullo, que empezaba a desplegarse. Don Miguel Rúa, a quien 
acostumbraba hasta entonces abrir mi conciencia en la confesión, me aconsejó que confiase en adelante mis secretos a don Bosco, y obedec 
pero ello no impidió que fueran aumentando las nubes en torno a mi corazón. 

Nacían en mí deseos nuevos, nunca experimentados con anterioridad, de más libertad; sueños de una vida larga, cubierta de fama, de 
honores y de gloria. Veía entonces la vanidad de todo esto; pero no dejaban de excitarme aquellos fantasmas. Acudía a mi mente el recuerd 
de mi madre, los trabajos de mi hermano mayor, la enfermedad del segundo, mis dos hermanas, que se ganaban la vida, aun siendo tan 
jovencitas; pensaba en mi padre. Confieso que, ante aquellas imágenes y recuerdos tan santos, disminuía mi orgullo y volvía a la verdad de 
estado; mas por poco tiempo, porque volvía la vanidad, se encendía la fantasía y se recrudecían las luchas internas con más vigor. 

»Por qué me pasaba aquello? Era una pregunta que, si bien no me la hacía explicítamente, sin embargo, rondaba desde entonces en mi 
mente y como un reproche, ya que inmediatamente podía responder mi conciencia que no era religioso, ni piadoso, ni cristiano. Pero, »de q 
manera mermó y casi desapareció en mí el sentimiento cristiano? Es una cuestión más delicada y esencial y responderé llanamente, como l 
siento, tras haber pensado en ello mucho tiempo. 

La vida de un pobre estudiante se resume en dos palabras: estudio y piedad; estudio, por cuanto es hombre y está obligado a trabajar en s 
profesión: piedad, por cuanto es cristiano. Mas no hay que creer que estudio y piedad sean dos rivales que luchen por alcanzar exclusivame 
el dominio en el corazón de un estudiante; son 
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dos buenos amigos, y amigos tan necesarios que, si uno se aparta de un estudiante, también se va el otro, muere o se queda como muerto, 
inútil, perjudicial. 

El estudio sin piedad es un trabajo que no se dirige a su fin, un trabajo perdido: es, si así puede decirse, un no estudio; por cuanto el hom 
es inseparable del cristiano, y quien olvida al cristiano, perjudica también al hombre y su trabajo, en cuanto es trabajo de hombre. Piedad s 
estudio en un estudiante es lo mismo que fe sin obras, una fe muerta que no tiene más que apariencias de vida, una fe hipócrita. 

((685)) Un colegio cristiano, dirigido por sacerdotes, se presume naturalmente que es un lugar donde la piedad y el estudio pueden vivir 
amigablemente juntos y don Bosco, al fundar el Oratorio, tuvo esta intención; y la tuvo, cuando más tarde fundó la Congregación Salesiana 
destinada a perpetuar y extender el Oratorio, a multiplicarlo en el espacio y en el tiempo. Por eso, en el concepto de don Bosco, escuela e 
iglesia eran dos ideas que se completan recíprocamente; la escuela debe ayudar a la iglesia, el profesor debe ayudar al sacerdote, al confeso 
la escuela se convierte de este modo en atrio de la iglesia, que nació en las primeras escuelas bajo la dirección de los Obispos. 

De este modo puede decirse que la escuela es el lugar más sagrado después de la iglesia, y es así realmente. Cuando pienso en ello, me 
parece que entre escuela e iglesia existen las mismas relaciones que entre razón y fe, entre ciencia y dogma: que una es la base de la otra, y 
que ésta es la corona de la primera: no se oponen, sino que están hechas para completarse. La escuela es el lugar donde predomina el trabaj 
de la razón, pero iluminada por los resplandores de la fe; en la iglesia reina la fe, pero está servida por la razón. La escuela debe llevar a la 
iglesia, la razón a la fe, el paganismo al cristianismo, el clasicismo al Evangelio. Si no lo hace así, traiciona su misión; si se separa, o peor, 
se coloca frente a la iglesia como rival y enemiga, destruye, no edifica. Entonces el joven se siente dividido en sí mismo, el pensador del 
creyente, la creatura del Creador, Adán de Cristo. Entonces luchan en el corazón del joven, como dos fuerzas enemigas, escuela e iglesia, 
piedad y estudio. 

Y yo confieso, para mi vergüenza, que siempre sentí esta lucha en el Oratorio, pero en los últimos cursos del bachillerato fue desesperada 
fatal, porque la piedad fue perdiendo cada día más y cediendo el campo, de forma que la sentí casi apagada en mí. Ya no rezaba en la iglesi 
no entendía las ceremonias y los ritos, sabía muy poco de religión. Sabía, sí, aquel poco de catecismo que se enseñaba una vez por semana 
la escuela; pero eso no basta. No basta ese delgado epítome para un joven que entra en el período de las pasiones, que vive en un siglo 
escéptico e incrédulo, que siente nacer las dudas y no sabe de dónde vienen: casi las respira en el ambiente. 

Además, por la manera de enseñar, en aquel catecismo estaba destrozada la divina armonía de nuestra religión: el dogma, la moral y el cu 

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estaban impedidos el uno por el otro. Así que, el estudio resultaba abstracto, dividido, mutilado, sin utilidad ni hermosura, y el catecismo e 
el libro más descuidado, y la clase de catecismo, la peor vista y la más fría, hasta para los muchachos buenos. 

Y puedo también decir que se designaba para enseñar el catecismo a uno cualquiera, ó tuxwv 1, como habría dicho un griego. ((686)) A l 
que se ve, también este hecho indicaba una especie de separación entre ciencia y fe: el que enseñaba lo primero no tenía nada que ver con e 
maestro de lo segundo. 

1 ó tuxwv: derivado del verbo griego tuxavw (conseguir la felicidad): que, pensamos, quedaría bien traducido con nuestra locución famil 
de «un viva la Virgen». (N. del T.) 
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Verdad es que se predicaba que el catecismo es lo más importante: pero no eran más que palabras. Se decía, además, lo recuerdo, una o d 
veces al año, cuando se anunciaban los exámenes de catecismo, que suelen preceder a los demás exámenes en los colegios de don Bosco. 

Así que yo, cuando más lo necesitaba, no tuve una sólida doctrina, una sólida ciencia de la religión. No la conocí, y la desprecié y consid 
como algo de poca importancia. La teología, los libros de piedad, las vidas de santos eran para mí algo que, en cierto modo, desairaba y qu 
no me preocupaba. »Qué eran para mí los santos? Hombres de escasa importancia. Mis ideales, mis hombres grandes, mis héroes eran 
Cicerón, el Africano, Aníbal. Entre ellos andaba mi pensamiento y mi fantasía y mi corazón, hasta en la iglesia, durante la misa y la 
bendición, cuando estaba expuesto sobre el altar Nuestro Señor: en mi corazón había tinieblas y hielo. 

Hacia el fin de quinto curso, había olvidado parte de la oración dominical y pronunciaba mal el resto; lo mismo sucedía con el avemaría. 
Recuerdo que también entonces atribuí a este olvido de las cosas sagradas el poco éxito en los exámenes; recuerdo que estaba examinándom 
de lengua italiana y que, como no respondiese bien, el examinador se enfadó, y yo oía una voz interna que me decía: -Ya lo ves, íel 
padrenuestro olvidado! 

»Pero cómo no olvidarlo? Aquellas siete santas peticiones eran para mí un sonido, cuyo significado no comprendía. Lo mismo me sucedí 
con los salmos e himnos de la iglesia: no los entendía, no me preocupaba por entenderlos, no me gustaban. Solamente cuando llegué a cléri 
emprendí la gran labor de buscar en el diccionario el significado de aquel cernui (la inclinación de cabeza), que todos los días oía cantar en 
iglesia y que nunca me había preocupado, durante los cinco años de bachillerato, por saber qué quería decir. 

Y aún hay más: había palabras latinas que, sólo porque se encontraban en los salmos, en los himnos de El Joven Instruido, ya no me 
gustaban y se me antojaba que no eran clásicas. Oía a veces hablar de los escritos de los santos, de los doctores, de los Padres, especialmen 
de San Agustín y de San Jerónimo. Yo que no los había ni siquiera visto, ni me los habían nombrado en clase, decía para mí: -íBah! íQué v 
a haber escrito éstos mejor que Cicerón y que Salustio! 

Lo cual quiere decir que tampoco el estudio era una cosa extraordinaria: era digno de la piedad que entonces se tenía: deficiente ésta y 
deficiente aquél. »Pueden imaginarse unos estudios más pobres, más estériles que hacer consistir la literatura en las palabras, en las frases y 
la forma nada más? Y, sin embargo, en cinco años sólo me preocupé de buscar palabras y frases. En el primer curso rebusqué en un 
vocabulario italiano todos los modos elegantes de decir: puse tanto empeño en ese trabajo que, ((687)) hasta dejaba de ir al paseo de los 
jueves, para estar tres y cuatro horas seguidas en una aula, haciendo la selección. Por suerte, al ir de vacaciones a casa, todos mis cuadernos 
frases fueron a parar al fuego, ya que una de mis hermanas los tomó por papel sucio: y en efecto lo eran. 

Durante el segundo curso leí todas las obras del P. Bresciani, a quien Dios perdone el precioso tiempo que hizo perder a tantos pobres 
muchachos. Al fin del año me di cuenta de que aquella lectura me había traicionado. Pero ya era tarde: menos mal que hice el propósito de 
declarar la guerra a aquellos libros, si llegaba a verlos en manos de mis compañeros, y lo cumplí, y aplaudía a don Bosco que había prohibi 
en aquel tiempo que estuviesen en su librería o se vendiesen tales libros. 

Pero estaba falto de un guía y me dejé engatusar siempre por libros semejantes. El aburrimiento y el hastío que me produjo la lectura de 
Guidi, Chiabrera, Filicaia, 
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Menzini todavía lo siento hoy; sin embargo los leía, porque me decían que eran clásicos, y yo me tragaba aquella medicina amarga, inclina 
la cabeza, me resignaba y decía: 

-Son aburridos, pero son clásicos, están publicados por la Biblioieca de los clásicos. 

Y después, me dirían en el quinto curso, que íera un orgulloso, que quería pensar con mi cabeza y no recibía con el debido respeto las 
enseñanzas de los profesores! íYo, que haciendo un esfuerzo y yendo contra mis sentimientos, pasé el tiempo más hermoso de mis años 

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jóvenes haciendo lo que me decían! íYo, que en el quinto curso, me pasaba las noches copiando en mis cuadernos los fragmentos elegantes 
Corticelli y Cinonio! Era en verano, durante los meses de junio y julio; había en el dormitorio un ambiente bochornoso, mefítico, que casi 
impedía respirar; mis compañeros, más cuerdos que yo, roncaban alegremente, y yo en un rincón, donde había montado una especie de tien 
con el cubrecama, escribía frases, molestado (lo diré) continuamente por las pulgas que saltaban sobre mis cuadernos, y atormentado por el 
sueño, Me acostaba una hora después de media noche y me levantaba a las cuatro y media para seguir la ímproba tarea. 

íAsí se hace perder a los pobres jovencitos el tiempo y la salud y, lo que es peor, se acostumbran a creer que son algo con aquellos trivial 
ejercicios! íY se grita contra la indocilidad, cuando uno, más despierto que los otros, se rebela contra tales tonterías! Yo me rebelaba en mi 
corazón contra estos modos mecánicos, y a menudo no sabía disimular mi desaprobación, que se manifestaba por el porte frío y a veces 
desdeñoso que tenía, mientras el profesor hacía su enumeración de frases y sinónimos, explicando a un autor, o mejor, haciendo servir al au 
de pretexto para alardear de sus conocimientos lingüísticos. Me rebelaba y hablaba de ello en ocasiones con los compañeros, cuando no po 
contener mi indignación; y, sin embargo, hacía lo que me decían, porque no tenía otro camino, porque me gritaban que, me gustase o no, 
aquél era el modo de triunfar en los exámenes, para llegar a ser algo. 

((688)) De este modo venía a juntarse a las dudas que me agitaban, al descontento e inquietud por la falta de piedad, y a los pensamientos 
sobre la vocación, aquel sacrificio de trabajar de mala gana, de hacer lo que me parecía un esfuerzo inútil, para, después de todo ello, ser 
tachado de insolente; esto me hacía experimentar tanta pena y tanto disgusto en aquellos últimos meses del quinto curso, que el Oratorio m 
resultaba inaguantable y me consolaba el pensamiento de que pronto saldría de allí. 

Solamente me sabía mal abandonar a dos personas, a don Bosco y a don Miguel Rúa; y aquella bendita iglesia de María Auxiliadora, don 
había comulgado tantas veces y donde aquellos dos santos sacerdotes habían consolado tanto mi corazón irritado y afligido. Don Bosco y d 
Miguel Rúa fueron para mí durante mi quinto curso dos ángeles salvadores, que, de tanto en tanto, renovaban en mi conciencia los 
sentimientos de los primeros años del Oratorio y combatían la triste influencia de la escuela. 

Don Bosco y la escuela eran dos fuerzas que luchaban dentro de mí alternativamente, venciendo casi siempre la segunda, mas sin poder 
alejar del todo la fuerza contraria. 

Durante las vacaciones deseaban mis parientes que fuese al Seminario y se extrañaban de mi reacción en contra; porque yo no había mira 
nunca el Seminario con simpatía y no me gustaba, mas no porque no quisiera ser sacerdote, sino porque no quería serlo como aquellos que 
había conocido de muchacho, y sí como los de don 
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Bosco. Sacerdote de don Bosco, pensaba yo, o seglar; puesto que no estaba totalmente decidido, aunque don Bosco me hubiese dicho que 
convenía probar. 

Y ya lo he probado. Volví al Oratorio con ánimo indiferente, hice dos días de ejercicios en Lanzo, de mala gana, y muy mal. Se me pregu 
si quería entrar como novicio en la Congregación, y no dije que sí ni que no; fui novicio, y todos pensaban que lubenti animo (de buen grad 
vestiría la sotana en cualquier momento. Pero mi cabeza andaba por otro lado. Compré por aquellos días las Vidas de Plutarco y me gustab 
tanto, que las leía hasta durante la meditación. Con la lectura de aquellas Vidas llegué al colmo de mi indiferencia religiosa, al extremo de 
que, embebido en las empresas de aquellos paganos, las prácticas de piedad, las lecturas espirituales, la meditación y las oraciones me 
resultaban algo sin sentido e insípido. 

Y, sin embargo, fue aquél el momento en que vestí la sotana clerical. Aquel hábito me resultaba un reproche, y, confundido y humillado, 
aunque débilmente, me propuse respetarlo, de modo que si un día tenía que dejarlo, por incapacidad para continuar en el santuario, lo dejas 
al menos con honor. Con estas disposiciones empecé el noviciado. 

Pero el noviciado no fue para mí una preparación para la vida y las virtudes del religioso. »Cómo podía serlo, si yo no era entonces más q 
((689)) un cristiano por estar bautizado? Para mí fue un catecumenado, una vuelta al cristianismo, a los principios, a las primeras virtudes 
cristianas. Por vez primera me di cuenta en aquel tiempo del espíritu del cristianismo, espíritu de abnegación, de mortificación, de sacrifici 
de lucha contra el hombre viejo. Estas palabras, que resonaban frecuentemente en mis oídos en las conferencias, lecturas y meditaciones, m 
ofendían, especialmente al principio, y no me convencía más que a duras penas, a la fuerza, y haciendo en mi corazón muchas excepciones 
condiciones ante aquellos mandatos tan severos y precisos del Evangelio. 

Comencé entonces a leer el Evangelio y leí también a Calmet 1; pero mi predilección durante este año fue todavía por los libros profanos 
En este punto no admitía renuncias; volvía a leer y leía a Homero, Horacio y Virgilio. Don Julio Barberis, con su inmensa paciencia, y pro 
bono pacis, toleraba mi actuación, pero su silencio resignado me preocupaba. Veía lo muy vulgar que resultaba disgustar a una persona tan 
paciente; me venían dudas de si no sería mejor emplear el tiempo en otras lecturas. En fin, poquito a poco y sin darme cuenta, perdí aquel 
ardor febril por todo lo que era literatura pagana, y como deseaba resolver las infinitas dudas en torno a la fe, a la religión, a la moral, que m 
atormentaban desde el primer año, empecé a leer libros de discusión sobre los dogmas, la religión, el origen del hombre, el poder temporal 

Fin de Página: 592 


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Papa y muchas otras cuestiones semejantes, que se multiplicaban en mi mente. 

No tenía opiniones preconcebidas sobre estas lecturas; únicamente quería salir de aquella fuerte muralla de dudas que no me dejaban vivi 
en paz; mi disposición era la de conocer la verdad con ánimo sincero, puesto que la necesidad que entonces sentía, también lo había sentido 
durante los dos años anteriores y era la de una doctrina sólida y profunda sobre la religión. No la adquirí aquel año, ni tampoco después, pe 
empecé a enderezar mis aspiraciones. 

Las prácticas de piedad, que volví de nuevo a gustar, no eran suficientes por sí solas: quería que tuviesen un fundamento doctrinal, una b 
segura, y no la mudable 

1 Calmet: docto benedictino francés. Quizás se alude aquí a su Historia del Antiguo y del Nuevo Testamento. 
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y momentánea de un primer fervor, de una alma juvenil e inconstante. Porque veía a muchos compañeros, que parecían y eran unos San 
Luises, fervorosos, sí, pero faltos de conocimiento profundo de los dogmas y de la historia cristiana, caer vencidos ante los primeros asalto 
ante las primeras tentaciones, ante las primeras pruebas: eran preciosos edificios, pero fabricados sobre arena. 

A mí no me bastaba oír misa, comulgar; yo quería conocer qué era la misa, dónde estaba su esencia, quería saber el significado de las 
ceremonias, de los ritos. Quería saber todas las cuestiones sobre la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía: quería ((690 
ver la institución divina de la confesión y sus caracteres constitutivos. Quería saber el cómo y el porqué, y, mientras no hallaba respuesta, n 
descansaba. 

Y, con estos estudios, con estos deseos, estas aspiraciones, pasó el año de noviciado, al fin del cual, si todavía no me parecía ser novicio, 
encontré que, al menos, era un poco más cristiano. Aquél era el tiempo para hacer de novicio; pero, en los ejercicios de 1877 en Lanzo, me 
preguntó don Julio Barberis si quería hacer los votos y respondí que haría los trienales, porque no me ligaban más que por un tiempo y me 
dejaban en libertad de volver atrás. Puesto que no me sentía todavía con valor y fuerza para quedarme siempre con don Bosco, y a la vez, n 
estaba aún resuelto ni seguro de la vocación sacerdotal. Me decía a mí mismo: -Seguiré estudiando y después ya veré cómo me encuentro. 

Durante el trienio de 1877 a 1880 mi progreso, felizmente empezado en el noviciado, se detuvo de momento y después retrocedió mucho 
Me parece que la causa estaba en lo poco que estudiaba la religión y la ascética. La lectura de libros devotos era escasa o nula, y ligera y 
superficial; no tenía ningún conocimiento de la Biblia, de las vidas de los Santos, ni de la Historia eclesiástica; no tenía ningún principio 
cristiano que al menos dirigiese los estudios profanos que hacía de filosofía (si aquello era filosofía), de matemáticas, de literatura. Si por l 
menos aquellos estudios hubieran sido profundos; pero ni siquiera eso: todo era superficial, todo tratado al vuelo, sin profundizar nada. Co 
este plan de vida y de estudios »es extraño que uno se estacione o vuelva atrás? 

Pero en agosto de 1878 me presenté a exámenes para maestro superior, en Mondoví, y aprobé; al año siguiente, 1879, me examiné en 
Génova de reválida. Me había preparado juntamente con don Santiago Gresino y Galavotti, sin ningún estímulo por parte de los superiores 
sin ninguna ayuda, salvo el gran entusiasmo con que don Galo Besso nos enseñaba matemáticas. Por lo demás nos dejaron abandonados a 
nosotros mismos que, además, teníamos que dar clase, asistir al comedor y al dormitorio. Pero no nos desalentamos ante aquella apatía y no 
animábamos mutuamente a estudiar, hasta que el Señor hizo que conociéramos a don Francisco Cerruti, de Alassio. 

Este santo sacerdote, que tanto recuerda la actividad enérgica, constante, incansable de don Bosco, vino al Oratorio en el mes de mayo de 
aquel año 1879. Nos presentamos a él, le expusimos nuestra intención de presentarnos a los exámenes de reválida y, a la vez, las dificultade 
que encontrábamos por parte de algunos superiores del Oratorio. Nos animó a ser valientes y a estudiar: que él hablaría con don Bosco y, a 
tiempo, nos llamaría a Alassio, desde donde nos presentarían en Génova como alumnos de aquel colegio liceo. 

Y así fue: tras mucho luchar, tuvimos por fin el permiso de don Bosco, y sólo de don Bosco, en contra de los demás superiores, ((691)) 
quizá con excepción de don Miguel Rúa, para ir a Alassio, a primeros del mes de junio. En Alassio oímos hablar, 
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por vez primera, de la devoción al Sagrado Corazón y asistimos a la fiesta solemne que se hizo aquel año 1. 

36 

Manera de preparar la exención del servicio militar 

1. Un miembro del Capítulo Superior está encargado de cuanto se refiere al servicio militar de nuestros socios, lo mismo clérigos que 
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coadjutores: a él se recurrirá para estos asuntos. 

2. Los Directores enviarán al mismo, dentro del mes de noviembre, en un impreso a propósito, la lista exacta de los socios que entran en 
caja durante el año siguiente, y también la de aquellos que en el mismo año deban presentarse a nueva revisión médica militar. 
3. El Superior encargado procure estar al día de las leyes y reglamentos sobre el reclutamiento militar, tanto en Italia como en el extranje 
a fin de hacer valer los derechos que tienen los socios y que las leyes les conceden. 
4. De acuerdo con esto, se propone:
a) Informarse bien de las condiciones físicas personales del socio.
b) Informarse de las condiciones familiares del mismo, para saber si alguna puede hacerse valer legalmente, ya que, a menudo, hay en las
leyes algunos artículos poco conocidos y que pueden ser muy valiosos. 

5. En cuanto a los que han sido reconocidos sin derecho alguno a excepción, búsquese, por todos los medios posibles, lograr pasarlos de 
categoría a otra, o bien retardar el servicio hasta los ventiséis años de edad. 
Respecto a esto, es conveniente: 
a) Hacer que se preparen cuantos sea posible al examen de reválida, para inscribirlos después como alumnos en cualquier Universidad. 
b) Otros pueden inscribirse como voluntarios por un año; pero esto debe hacerse después de ponderadas observaciones. 

6. Cuando ello sea posible, procúrese la exención del servicio militar, por medio de la naturalización en alguno de los Estados, en los que 
hay casas nuestras. 
7. Generalmente se dan muchas facilidades para los llamados a la tercera categoría, en interés de los inscritos; por ejemplo, los ministros 
culto, que tienen cura de almas, son dispensados del servicio bajo las armas, mediante la presentación del correspondiente certificado, 
extendido por el Alcalde del lugar ((692)) de origen o de domicilio. Quedan también exentos los que están fuera del Estado, con certificado 
del R. Cónsul. Por tanto es conveniente que el Superior encargado esté informado de las llamadas a quintas o de reclutamiento. 
8. Una vez agotados todos los medios legales, y cuando el socio deba partir, procúrese lograr que sea destinado a una ciudad en donde ha 
casas salesianas, o se le busque una buena recomendación y conocimiento. 
9. Cuídese con solicitud que el socio mantenga correspondencia con los Superiores mayores y con el Director de la casa de donde salió, 
ayudándole también materialmente, si es el caso, y con toda la posible delicadeza. 
1 Aquí termina el manuscrito. 
594 
37 
De las órdenes sagradas 
Normas para el Director espiritual de la Congregación: 
Una de las operaciones más importantes de una Congregación Religiosa es atender dignamente a las sagradas órdenes de sus clérigos. Na 
debe parecer excesivo para triunfar en esta cuestión; y, por tanto, se establecen las siguientes normas: 

1. El Catequista de la Congregación está encargado de atender a las sagradas ordenaciones de los clérigos, después de haber recibido las 
necesarias relaciones de los Inspectores. 
2. La admisión al subdiaconado depende del Capítulo Superior. Se darán facultades especiales a los Inspectores para las misiones o para 
aquellos lugares donde lo requieran las circunstancias. 
3. El Catequista debe tener un registro con todos los clérigos de la Congregación, clasificados según la edad y el curso de teología en que 
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hallan. Tenga también un registro con las calificaciones de todos los exámenes de teología y no presente para las ordenaciones a quien haya 
demostrado negligencia notable en los estudios o no haya obtenido las calificaciones suficientes, de al menos seis décimas en cada tratado. 

4. El Catequista se ocupará de obtener la dispensa de edad y la liberación de otros impedimentos que pudieran presentarse. 
5. Al acabar cada trimestre, el Director espiritual, al enviar a los Inspectores la circular prescrita, pida nota de los ordenandos para las 
próximas ordenaciones. El Inspector, a su vez, haga la misma petición a los Directores en la circular del mes más próximo. Los Directores, 
los coloquios mensuales, cuando menos tres meses antes de las sagradas órdenes, interroguen a los candidatos, para saber si están dispuesto 
recibir las órdenes y ayúdenlos a tal fin. 
6. Una vez que el candidato se halle preparado, el Director proponga su admisión al Capítulo de la casa y envíe la votación al Inspector. 
Este, de acuerdo con los módulos a propósito para la rendición trimestral de cuentas, ((693)) enviará la lista de los propuestos al Catequista 
para obtener a su debido tiempo las necesarias cartas dimisorias. 
7. Cuando un clérigo ha sido admitido, el Director Espiritual hará firmar las dimisorias al Rector Mayor, y las enviará a los Inspectores, a 
menos un mes antes de las ordenaciones, para que se puedan hacer las debidas diligencias ante las Curias Episcopales, y disponer los 
ejercicios espirituales de los candidatos. 
8. El Director local se apresurará a enviar al Inspector, y éste al Catequista, el módulo correspondiente, donde se señala el día de la 
ordenación recibida, y también el nombre del Obispo ordenante. 
9. Igualmente se apresurará a recoger los certificados curiales de las ordenaciones recibidas. En Italia se envían estos certificados 
directamente al Catequista de la Sociedad, y, fuera de Italia, a los Inspectores propios, los cuales los archivarán. 
10. Antes de presentar y admitir a alguien para el subdiaconado, debe el Catequista mirar los registros de la rendición de cuentas recibido 
de los Inspectores trimestralmente, y, si es menester, se provea de una diligente relación de los Directores de las casas en las que estuvo el 
candidato durante sus años de clérigo, y no se promuevan a las sagradas órdenes más que aquellos que, según los cánones sagrados, Vitae 
sanctitas longo tempore probata sit (se haya probado la santidad de vida por 
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largo tiempo), y que obtengan el parecer favorable del propio Director de conciencia. 

11. Después del segundo curso de teología, se pueden recibir la tonsura y las órdenes menores; después del tercero, el subdiaconado y el 
diaconado; pero el presbiterado, solamente al final del cuarto. Si hay que hacer alguna excepción, corresponde hacerla al Rector Mayor o a 
aquellos Inspectores a quienes se les hubiese comunicado tal facultad. 
Por regla general, no se admiten al presbiterado aquellos que todavía están pendientes de examen de un número de tratados superior al 
establecido para el curso del año, y de los que no puedan examinarse en el mismo año. 

12. Antes de comenzar los ejercicios para las sagradas ordenaciones deben someterse a un examen sobre las órdenes que van a recibir y l 
ceremonias que deben observar. 
13. Para la admisión al subdiaconado, es preferible el tiempo de las vacaciones otoñales, a fin de que se tenga más espacio y comodidad p 
prepararse al rezo del breviario, para hacer normalmente los santos ejercicios, consultar, si es preciso, a los Superiores mayores de la 
Sociedad, y también para que éstos puedan celebrar los correspondientes capítulos y examinar y determinar la admisión del clérigo a la 
primera de las órdenes mayores, con la aprobación del consejo. 
14. Háganse los ejercicios espirituales completos, de acuerdo con los cánones; por eso se recomienda encarecidamente a los Directores q 
se deje a los ordenandos el tiempo requerido a tal fin. Posiblemente háganse estos ejercicios en la Casa inspectorial o en la de noviciado. 
15. Para conservar más fácilmente el fruto de la sagrada ordenación ((694)), no se permite, durante la primera semana del sacerdocio, ir a 
celebrar la misa lejos de nuestras casas. Sólo el Rector Mayor y, fuera de Italia, los Inspectores podrán hacer alguna excepción por graves 
motivos. 
Reglamento para las Parroquias 

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1. De acuerdo con la finalidad de la Congregación Salesiana en sus obras y según el capítulo primero de nuestras Constituciones, parece 
no se debe asumir con facilidad y por vía ordinaria, la dirección de las parroquias que fueren ofrecidas por los Obispos. 
2. Si, en cambio, el ofrecimiento procediese del Papa o la mayor gloria de Dios y el bien de las almas aconsejaren al Capítulo Superior la 
conveniencia de aceptar la fundación o la administración de una parroquia, especialmente en terreno de misiones, ésa será adjudicada a uno 
los Socios que posea, ya sea por su ciencia y piedad, ya sea por su edad y prudencia, los requisitos necesarios para tan difícil ministerio. 
3. Se procurará, además, que se establezca cuanto antes en aquella casa parroquial una comunidad religiosa, con seis socios por lo menos 
los cuales será Superior el Párroco. 
4. Si la parroquia tuviere un Colegio o Internado anejo, la Parroquia y el Colegio deberán tener administración separada, con locales y 
personal distinto. 
5. En tal caso pueden darse dos suposiciones: una, según la cual el Párroco sea el superior de la familia salesiana, otra según la cual lo se 
Director de la casa. 
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6. En la primera suposición, el Párroco tendrá un Director del Instituto anejo a la parroquia, a quien dejará toda libertad de acción para el 
desempeño de su cargo. 
7. En la segunda suposición, el director condividirá con el Párroco la responsabilidad de la Parroquia, y le ayudará en cuanto sea compati 
en las exigencias de la casa aneja. 
8. En ambos casos se recomienda al Párroco y al Director que vayan siempre de acuerdo para resolver las dificultades, sin ofender a la 
caridad fraterna y al buen ejemplo que deben dar a los hermanos y a los fieles. 
9. Además, el Colegio o Internado anejo a la Parroquia deberá tener una capilla totalmente dedicada a las prácticas de piedad de los alum 
del mismo. 
10. No se acepten para convivir con la Comunidad sacerdotes seculares, ni seglares ajenos a la Congregación, porque la observancia de la 
reglas podría sufrir quebranto. 
((695)) 11. Nómbrese el Párroco ad nulum Superioris (a voluntad del Superior), según la Constitución Firmandis de Benedicto XIV, del 5 
de noviembre de 1744, y hágase su nombramiento según el procedimiento que se tiene en Roma para los regulares, ad annum, con facultad 
nueva confirmación de acuerdo con el Ordinario del lugar. En aquellos países, donde el título de párroco se asume por el Superior de la 
Congregación, aun para varias parroquias acumulativamente, con la facultad de enviar socios idóneos para representarlo, no será necesario 
añadir esta última condición, ya que el Inspector local podrá cambiar a su representante, cuando lo crea oportuno para mayor gloria de Dios 
mayor bien de la Congregación. Pero adviértase que, en tal caso, será conveniente participar al Ordinario este cambio y, por cuanto sea 
posible, ponerse de acuerdo con él. 

12. Se dan estas breves normas, haciendo abstracción de la cuestión difícilmente soluble del Placel o aprobación del Gobierno que, al 
ratificar el nombramiento, no se acomodaría tan fácilmente a los frecuentes cambios de un Párroco. 
13. No se acepten parroquias en las que se haya de depender de una fábrica o administración de templos. 
14. En cuanto a la vida común, a las relaciones con los externos y las autoridades civiles y eclesiásticas, obsérvense aquellas normas que 
requieren las circunstancias y la prudencia. Aquí se señalan las normas principales a seguir, sugeridas por el espíritu de nuestras reglas. 
& 1. Vida común 

1. Ciertamente resulta difícil seguir en una casa parroquial la exacta observancia de nuestras reglas. Pero el Párroco y sus coadjutores deb 
atenerse, por regla general, a la vida común, ya sea en las prácticas de piedad, ya sea en lo que se refiere a la comida, al vestido y al descan 
Preocúpese el Párroco de fijar el tiempo más oportuno para la meditación diaria y la lectura espiritual, procurando asistir a ella normal~ me 
con sus coadjutores. Si fuere posible, háganla en la iglesia, para que los feligreses tengan un motivo más de edificación. 
2. Haya una hora establecida para la comida y la cena, y, por cuanto sea posible, procure el párroco asistir con sus hermanos, salvo que e 
ejercicio de su ministerio le requiera en otra parte. Sin embargo, procure el Párroco que no se introduzcan excepciones, ni singularidades. 
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3. Será muy laudable que en las principales solemnidades del año invite a la mesa 
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a alguno de los párrocos vecinos o sacerdotes seculares pertenecientes a su parroquia, que acostumbre ayudarle en las funciones religiosas. 

4. Haya una hora establecida para el reposo y para levantarse. Si alguno tuviera que velar durante toda la noche o parte de ella junto a un 
enfermo, ((696)) podrá compensar durante el día las horas perdidas, de acuerdo con la disposición del Superior. 
5. El aposento del Párroco, aun cuando haya un internado o colegio anejo, esté separado del resto de la casa, y tenga dos entradas diversa 
una para los internos y otra para los externos. 
6. Pero su despacho esté amueblado con la sencillez que corresponde al espíritu de pobreza que se ha profesado. 
7. Podrá, sin embargo, el Párroco tener, además del despacho parroquial y un salón para conferencias, otra estancia modestamente adorna 
para cuando tuviese que recibir personas distinguidas o algún prelado. 
& 2. Relaciones con los externos 

Dado que el Párroco es como un pastor en medio de su grey, como un padre en medio de sus hijos, debe hallarse siempre, por razón de 
conveniencia y de caridad, en contacto con el pueblo, que la Divina Providencia le ha confiado. Convendrá, por tanto que, además de las 
normas que sugieren los moralistas y maestros de espíritu a los Párrocos para llegar a ser forma gregis (modelo de la grey), que se anoten a 
algunas normas para nosotros los religiosos, a fin de no perder el espíritu que debe informar nuestra palabra y nuestra acción. 

Autoridad Eclesiástica 

1. Por cuanto respecta a la autoridad eclesiástica, procure mostrarse siempre obsequioso en todo y por todo al Obispo de la diócesis, 
esmerándose por practicar los decretos y avisos que fueren dados. 
2. En los casos difíciles, recurra a él en demanda de consejo y ayuda, y con esta confianza se ganará la benevolencia de los superiores y 
mantendrá plena armonía con ellos; con motivo de alguna solemnidad, apresúrese a invitar para las funciones al Ordinario del lugar, o, de 
acuerdo con él, a algún distinguido prelado o eclesiástico, comunicándoselo, cuando fuere menester, al Superior de la Congregación. 
3. No se permita nunca censurar las costumbres locales, las disposiciones de los Superiores eclesiásticos o la actuación de otros párrocos 
especialmente los limítrofes. Procure mantener con éstos buenas relaciones invitándoles alguna vez a cantar la misa, predicar o dar la 
bendición. La prudencia a este respecto nunca será bastante recomendada. 
Autoridad Civil 

En las grandes ciudades pocas veces necesita el Párroco tratar con la autoridad civil. Sin embargo, muéstrese siempre respetuoso con ella 
todo. Si es invitado a atender a las juntas parroquiales con motivo de elecciones administrativas, compórtese ((697)) con mucha prudencia, 
acuerdo con la autoridad eclesiástica y el consejo del Superior. Absténgase de manifestar en público juicios sobre nadie y de todo espíritu d 
partido. Cuando haya que regir parroquias en pueblos o ciudades pequeñas, bueno será que el Párroco estudie la manera de mantener buena 
relaciones con 
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el Alcalde y demás autoridades, recordando aquel aviso del Espíritu Santo: «Se amigo del poderoso, para que no te perjudique». 

Relaciones con el pueblo 

El espíritu de nuestro santo Protector era el de darse a todos para todo, omnibus omnia factus; este mismo espíritu debe ser el alma de tod 
los Salesianos, y debe serlo, de modo especial, de aquel que ha sido llamado a regir una parroquia. 

Cuide, sin embargo, de que la caridad y el celo por las almas confiadas a su cuidado no le haga olvidarse de sí mismo. El recogimiento y 
recato, necesarios a un sacerdote, son indispensables en un religioso. A fin de que se conserve así y aparezca de este modo ante los ojos de 
feligreses, tenga en cuenta lo que sigue: 

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1. Aun cuando uno de sus cuidados ha de ser el de atender las asociaciones católicas y especialmente la de los Cooperadores Salesianos, 
conferencias de San Vicente de Paúl, la Compañía del Santísimo Sacramento para la Adoración de las Cuarenta Horas, y el acompañamien 
del Santo Viático, y el de asistirlas personalmente, cuando pueda, para que se mantengan en auge, procure no mostrar nunca predilección p 
ninguna. Evite las largas conversaciones, especialmente con personas de otro sexo. La experiencia demuestra que, por inocente y santo que 
sea el motivo que a ello le mueve, suele ocasionar críticas y maledicencias. 
2. Ayudará mucho a esto, puesto que, por razón de su ministerio o por caridad tendrá que hablar con alguna mujer, que lo haga en el 
despacho parroquial o en otro lugar contiguo a la sacristía y siempre a puertas abiertas. 
3. Evite, en lo posible, hacer visitas inútiles a las familias. Lo menos que con ellas se pierde, es el tiempo. Cuando sea llamado a visitar a 
enfermos, especialmente cuando deba pasar largo tiempo junto a su lecho, procure manifestarse como un hombre de Dios y entregado a la 
oración; mantenga un porte modesto y comedido, y sus palabras sean siempre de aliento para el enfermo y de edificación para los parientes 
4. Formen el objeto de su predilección los enfermos, los pobres y los niños. Ellos eran las delicias del Divino Salvador; y en general, el 
párroco más querido es aquél a quien pueden acercarse siempre los pobres y los niños. 
5. Cuando reciba o dé limosnas, piense en los más necesitados y en los que más acuden a las funciones parroquiales y a los sacramentos. 
alguna ocasión, podrá atender ((698)) con preferencia a algún necesitado menos bueno, para ganar su corazón; y, a veces, la prueba da buen 
resultado. 
6. En las parroquias donde hubiere anejo un internado de huérfanos, el Párroco deberá ser muy prudente para evitar que nadie sospeche q 
las limosnas pasan a la casa y no a los pobres, a quienes van destinadas. 
7. La asistencia a los pobres resultará mucho más fácil, si funda en la Parroquia las Conferencias de San Vicente de Paúl. 
&3. Ingresos parroquiales 

1. No es posible dar una norma fija para las limosnas. Conviene ante todo que el Párroco tenga en la iglesia un cepillo para limosnas en 
favor de los pobres y, si el dinero recogido no fuere suficiente para las necesidades, podrá tomar de los ingresos parroquiales lo que la 
prudencia y la caridad le sugieran, con el consentimiento de su Director, llevando cuenta, sin embargo, en los registros de cuanto se retira p 
este fin. 
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2. Las fuentes de ingresos con que se sostienen las parroquias son múltiples. A más de la congrua parroquial, están los llamados derechos 
estola, los legados y las limosnas. Hay que llevar un registro diferente para cada uno de estos ingresos, a fin de poderlo presentar, a petición 
del Inspector o del Superior General. 
3. Puede suceder que, para el cobro de ciertos derechos, haya, en ocasiones, dificultades con las personas que asumieron tales obligacion 
Para evitar odiosidad con el Párroco, encárguese de ello el Vicepárroco o mejor el Prefecto de sacristía 1. Procure, sin embargo, que, aun 
siendo su deber insistir sobre cuanto se refiere al derecho, lo haga siempre con caridad, y la insistencia vaya acompañada de prudencia y 
dulzura. 
4. Lleve el Párroco con mucho cuidado los libros parroquiales, para poder presentarlos siempre que el Ordinario los pida. 
Compañías, Congregaciones o Asociaciones 

En la fundación de las distintas asociaciones, que son una poderosa ayuda para la buena marcha de la Parroquia y favorecen la reanimaci 
del espíritu de piedad, aténgase a las normas dadas por el Catecismo ad Parochos, o bien por el Parroco novello de Frassinetti. 

Conclusión 

El Párroco Salesiano, que conserve el espíritu de la Congregación y observe escrupulosamente sus votos y estas normas, no dejará de ser 
apóstol en medio del pueblo, que Dios ha confiado a sus cuidados, y, a la par que se santifica a sí mismo, ganará muchas almas para el ciel 

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((699)) 39 
Sobre el espíritu religioso y las vocaciones entre los Coadjutores y los aprendices 
& 1. Sobre los Coadjutores 

Nuestra Pía Sociedad se compone de sacerdotes y clérigos y también de res (Art. 1.°, Cap. I). Estos se llaman Coadjutores (Reg. Cap. X, 
XIII, 2, y XV, 3) porque su función especial es la de ayudar a los Sacerdotes en las obras de caridad cristiana propias de la Congregación. L 
historia eclesiástica nos presenta muchos ejemplos de laicos que ayudaron poderosamente a los Apóstoles y a los demás ministros sagrados 
la Iglesia se ha servido en todo tiempo de buenos fieles para el bien del pueblo y la gloria de Dios. 

En nuestro tiempo, más que en otros, pueden las obras católicas, y entre éstas nuestra Congregación, tener una ayuda eficacísima de los 
seglares; ya que en ocasiones pueden ellos hacer más bien y mejor que los propios sacerdotes. 

Tienen en particular los Coadjutores un campo amplísimo abierto para ejercer su caridad con el prójimo y desplegar su celo por la gloria 
Dios, dirigiendo y administrando 

1 No existe en España ese cargo. (Aunque hemos conocido en algunas partes el cargo de «domero» y otros parecidos). (N. del T.) 
600 

los diversos establecimientos de nuestra Pía Sociedad, actuando como maestros de arte en los talleres, como catequistas en los oratorios 
festivos y especialmente en las misiones. Por eso y para corresponder debidamente a su vocación: 

1. Mostrarán en todo lugar y circunstancia respeto a los Superiores y a los Sacerdotes, viendo en ellos unos Padres y unos Hermanos, a lo 
que deben vivir unidos con el vínculo de la caridad fraterna formando un solo corazón y una sola alma (Reg. Cap. II, 2). 
2. Desempeñarán con diligencia el cargo que se les asignare, sea el que fuere, teniendo en cuenta que no es la importancia de la encomien 
lo que la hace agradable a Dios, sino el espíritu de sacrificio y de amor con que se realiza. 
3. No se tomarán trabajos ni encargos externos, sin expreso consentimiento de los Superiores. 
4. En todo lugar y ocasión, en casa y fuera de ella, con las palabras y las acciones, demuestren siempre que son buenos religiosos, ya que 
es el hábito lo que hace al religioso, sino la práctica de las virtudes religiosas; y, lo mismo ante Dios que ante los hombres, es más apreciad 
un religioso vestido de seglar, pero ejemplar y fervoroso, que no otro vestido con hábito, pero tibio e inobservante. 
((700)) & 2. Sobre los aprendices 

Una de las principales obras de caridad que ejerce nuestra Pía Sociedad es la de recoger, por cuanto le es posible, jóvenes abandonados, a 
quienes sería inútil instruirlos en las verdades de la fe católica, si no se les enseñase o preparase en un arte u oficio. En aquellas casas en la 
que el número de aprendices es elevado, se puede encargar a un Socio el cuidado de los mismos, con el título de Consejero profesional. 

La finalidad de la Sociedad Salesiana, al acoger y educar a estos jóvenes aprendices, es la de prepararlos de tal modo que, al salir de 
nuestras casas, después de terminar su aprendizaje, puedan ganarse honradamente el pan, estén bien instruidos en la religión y tengan los 
conocimientos científicos suficientes para su estado. 

De ello se sigue que el plan de su educación debe ser triple: religioso-moral, intelectual y profesional. 

Educación religioso-moral
Se obtendrá una buena educación religioso-moral si se practican las siguientes normas:


1. Cuídese con esmero que el reglamento de las casas sea fielmente cumplido. 
2. Recuérdese frecuentemente a los alumnos el pensamiento de Dios y del deber, y se les convenza de que las buenas costumbres y la 
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práctica de la religión es natural y necesaria para toda clase de personas. 

3. Cuídese mucho que sepan y vean que son amados y apreciados por los Superiores, lo cual se obtiene tratándolos con espíritu de verdad 
caridad, como se recomienda en el santo Evangelio. 
4. Para animar al estudio del catecismo, establézcase un examen especial, con premios a distribuir con cierta solemnidad a los que 
obtuvieren mejores calificaciones. 
5. Instrúyaseles en el canto gregoriano, para que, al salir de la escuela, puedan tomar parte en las funciones religiosas de las parroquias y 
asociaciones religiosas. 
6. Además de las Compañías ya existentes, hágase lo posible por introducir la del Santísimo Sacramento, para animarlos a la comunión 
frecuente. 
7. Donde fuere posible, estén separados los pequeños de los mayores, particularmente en los dormitorios y durante los recreos. 
8. Evítese pasar a la sección de aprendices a los estudiantes que hubieren sido rechazados por su conducta. Si, por motivos particulares, s 
creyere oportuno hacer alguna excepción, no se les deje en la misma casa, sino pasen a otra para aprender algún oficio. 
((701)) 9. Cada dos meses, dé el Director una conferencia a los asistentes y jefes de taller, para oír las observaciones que tuviesen que hac 
y darles las normas e instrucciones oportunas para la buena marcha de los talleres, y, cuando fuere menester, invítese también a los jefes 
externos, si los hay. 

10. En vista de la necesidad existente de que haya muchos jefes de taller para abrir nuevas casas y extender a un número mayor de 
muchachos el beneficio de la educación, procure todo hermano, con el buen ejemplo y la caridad, inspirar en los alumnos el deseo de forma 
parte de nuestra Pía Sociedad y, si alguno es aceptado como novicio, envíesele, aun con sacrificio, a la casa del noviciado. 
11. Es muy importante colocar al aprendiz, que ha terminado su aprendizaje, con buenos y cristianos patronos y darle un carta de 
recomendación para presentarse al párroco. 
12. También es conveniente, si su conducta fue bastante buena, inscribirlos entre los Cooperadores Salesianos y encomedarles a alguna 
sociedad obrero-católica. 
Educación intelectual 

A fin de que los alumnos aprendices adquieran durante su aprendizaje aquel conjunto de conocimientos literarios, artísticos y científicos 
les son necesarios, se establece: 

1. Tengan cada día, después del trabajo, una hora de clase, y a los que tuvieren más necesidad, déseles también clase por la mañana, desp 
de la misa de comunidad hasta la hora del desayuno. Además, allí donde las leyes requiriesen más, convendrá adaptarse a lo que esté 
ordenado. 
2. Redáctese un programa escolar para seguirlo en todas nuestras casas de aprendices, y señálense los libros que se deben estudiar y expli 
en clase. 
3. Clasifíquese a los muchachos después de un examen de prueba, y encárguese de su instrucción a maestros prácticos. 
4. Un Superior les dará semanalmente una lección de urbanidad. 
5. Nadie podrá ser admitido a clases especiales, como dibujo, francés, etc., si no está suficientemente instruido en las materias 
correspondientes a la enseñanza elemental. 
6. Haya exámenes al final del curso para conocer el aprovechamiento de cada alumno y prémiense los más aplicados. 
7. Cuando un alumno quiera salir de la Escuela, por haber terminado el aprendizaje, entréguesele un certificado en el que conste claramen 
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su aprovechamiento en el arte u oficio, en la instrucción y en la buena conducta. 

((702)) Educación profesional 

No basta que el aprendiz conozca bien su profesión; para ejercerla con provecho, necesita haberse acostumbrado a los diversos trabajos y 
realizarlos prontamente. 
602 

Para lo primero, ayudará: 

1. Favorecer en lo posible la inclinación de los muchachos para la elección del arte u oficio. 
2. Dotar a los talleres de maestros de arte hábiles y honrados para que, aun con sacrificio económico, puedan realizarse en nuestros tallere 
diversos trabajos a la perfección. 
3. El Consejero profesional y el maestro de arte dividan o consideren como dividida la serie progresiva de los trabajos, que constituyen e 
complejo del arte, en tantos cursos o grados; haga pasar por ellos gradualmente a los alumnos, de manera que éstos, al final de su aprendiza 
conozcan y posean completamente el ejercicio de su oficio. 
4. No se puede determinar la duración del aprendizaje, ya que no todas las artes requieren el mismo tiempo de aprendizaje, pero puede 
fijarse en cinco años, por regla general. 
5. Hágase en toda casa profesional, con ocasión de la distribución anual de premios, una exposición de los trabajos realizados por los 
alumnos, y cada tres años hágase una exposición general, en la que tomen parte todas nuestras casas de aprendices. 
Para obtener la habilidad y rapidez en la ejecución, ayudará: 
a) Dar semanalmente a los muchachos dos calificaciones distintas, una por el trabajo y otra por la conducta. 
b) Distribuir el trabajo a destajo, estableciendo un tanto por ciento para el aprendiz, de acuerdo con el sistema preparado por la Comisión 
que se haya encargado de ello. 
c) La casa para los novicios artesanos esté bien dotada del material necesario para perfeccionarse en las diversas profesiones, y tenga los 
mejores jefes de arte Salesianos. 

40 
Reglamento para los Oratorios festivos 
El artículo 3 del capítulo I de nuestras Constituciones dice que el primer ejercicio de caridad de la Pía Sociedad de San Francisco de Sale 
es el de recoger a los jovencitos pobres y abandonados, para instruirlos en la santa religión católica, particularmente en los días festivos. 
Para atender con más extensión y eficacia este noble fin ayuda muchísimo en las ciudades y pueblos, donde hay una casa Salesiana, ((703 
establecer además un centro recreativo, o sea un oratorio festivo para los muchachos externos que necesitan más la instrucción religiosa y 
están expuestos a los peligros de pervesión. 
Para esto el Tercer Capítulo General establece lo siguiente: 

1. Esmérese cada Director por organizar un oratorio festivo en su Casa o Colegio, si todavía no existe, y desarrollarlo, si ya está fundado. 
Considere esta obra como una de las más importantes de las que se le encargaron, la encomiende a la caridad y benevolencia de las persona 
pudientes del lugar, para obtener las ayudas necesarias, hable de él a menudo en las conferencias, animando a los hermanos para que se 
dediquen a él, e intruyéndoles sobre el particular, y no olvide nunca que un oratorio festivo fue la cuna de nuestra humilde Congregación. 
603 
2. Para perpetua memoria de este hecho y ejemplo y ayuda de las otras casas, promuévanse y sosténganse los oratorios festivos de San 
Francisco de Sales y de San Luis Gonzaga de Turín, y el anejo a la casa de San Benigno Canavese; y, por cuanto fuere posible, trabajen en 
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ellos los clérigos y demás Socios Salesianos, a fin de que se capaciten más para ejercer un ministerio de caridad tan importante en favor de 
juventud en peligro. 

3. Al distribuir el personal para cada casa, procure el Inspector, de acuerdo con el Director de la misma, nombrar un sacerdote para 
encargarse especialmente del oratorio festivo, y déle el Director, con amable premura, la ayuda material y personal que sea necesaria para l 
buena marcha. 
4. Todos los socios Salesianos, lo mismo sacerdotes que coadjutores, considérense afortunados ayudándoles, persuadidos de que éste es u 
apostolado de suma importancia, ya que, al tiempo presente, el oratorio festivo es para muchos jovencitos, especialmente en las ciudades y 
los pueblos, la única tabla de salvación. 
5. Para lograr la fundación y el desarrollo del oratorio, procúrese ante todo mantener buena relación y armonía con la autoridad eclesiásti 
local. 
6. En donde hay colegios o internados, no se permita la comunicación entre internos y externos. Para evitar todo peligro y molestia señále 
por cuanto se pueda, un lugar cercano con patio adecuado, capilla independiente y cuanto es menester para los deportes, las clases y los día 
de intemperie. 
7. Se recomiendan especialmente los juegos y diversiones de todo género, de acuerdo con la edad y las modalidades de cada país, puesto 
que éste es uno de los medios más eficaces para atraer los muchachos al oratorio. 
8. También ayudan mucho a sostener la asiduidad y la buena conducta en los oratorios los premios de libros, objetos de devoción, vestido 
también las rifas, paseos, teatro sencillo y moral, enseñanza de la música, fiestecitas, etc. 
((704)) 9. La buena marcha del oratorio festivo depende sobre todo del verdadero espíritu de sacrificio, la paciencia, la caridad y 
benevolencia con todos, de forma que sus alumnos guarden siempre un agradable recuerdo y acudan a él cuando sean adultos; también ayu 
promover en ellos la compañía de San Luis, el clero infantil, etc. 

10. El Capítulo general aprueba el reglamento para los oratorios festivos, impreso aparte. 
41 

Discurso de don Luis Lasagna sobre el Papa, en Milán 

He recorrido gran parte de Europa y de América, y me he convencido de que, si nuestra patria se gloría de las más variadas industrias, le 
superan con mucho otras naciones. Si el comercio es próspero, no es nada en comparación de lo que se ve en otras partes. Si admiráis los 
magníficos edificios y fantásticos monumentos que el genio italiano ha logrado levantar en nuestro suelo, sabed que también he visto otros 
el extranjero que pueden rivalizar con los nuestros. Si Italia va a la cabeza de las bellas artes, recordad que los extranjeros, aun cuando 
estudian los modelos de los grandes maestros italianos, procuran igualarlos, cuando no llegan a superarlos. Si nosotros poseemos muchos 
tesoros en el campo de las letras y las ciencias, también los países lejanos blasonan de sus obras literarias y de sus grandes progresos. Pero 
604 

una gloria ante la cual se humilla el orgullo de toda otra nación; hay una gloria que nadie nos discute; hay una preciosísima perla que todos 
nos envidian, y es la de tener en nuestro suelo al Papa, al Vicario de Jesucristo, a la Cabeza de la Iglesia Universal. Por eso, cuando yo piso 
tierra extranjera, y me llamo con orgullo italiano, no oigo a nadie que me pregunte más que por el sapientísimo Pontífice que sostiene el tim 
de la única verdadera religión. Esta es la única prerrogativa que interesa en el extranjero, al hablar de Italia. Y íqué grande me siento, cuand 
puedo gloriarme de haberle visto, de haberle hablado, de haber podido postrarme a sus pies; cuando puedo decir: -Es el Papa quien me env 
vosotros; cuando puedo añadir: -íOs bendigo en su nombre! 

Esta es la verdadera gloria de Italia, ante la cual se eclipsan las demás. Entonces quisiera tener a mi lado a los que piensan de otro modo. 
íQué fácil me resultaría reducirles al silencio! Italia, Italia, acuérdate de que tu gloria es ser el centro de la catolicidad, es tener en Roma el 
trono, 

Que es la sede del Sucesor de Pedro. 

((705)) 42 

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Carta de las niñas ciegas de Milán a don Bosco 

Muy Reverendo Señor: 

No habiendo podido satisfacer las ansias que teníamos en el corazón de asistir a la solemne fiesta que ayer se celebró en nuestra ciudad, n 
permitimos dirigirle esta humilde carta, con la que reverentemente le rogamos nos imparta su anhelada bendición, no sólo para nuestro 
Instituto, sino también para todas nuestras queridas familias y todos los que se preocupan de nosotras. 

íQué felices seríamos si pudiéramos oír una palabrita suya y manifestarle los vivos sentimientos de reverencia y veneración que le 
profesamos a usted y a sus beneméritas y santas instituciones! Pero nos satisface la esperanza de que usted sabrá leerlo en estas nuestras 
pobres líneas. 

Y ahora, al felicitarle de corazón por el floreciente estado de sus piadosos institutos y presentarle los más sinceros augurios de prosperida 
le aseguramos que nunca dejaremos de pedir fervorosamente al Señor que le conserve todavía largos años al cariño de todos sus queridos h 
y le rogamos que acepte esta cartita de nosotras, que tenemos la satisfacción de profesarnos respetuosamente, 

13 de septiembre de 1886. 

Atentas servidoras,
las alumnas de los ciegos de Milán.


Esta carta iba acompañada de la siguiente: 

Ilustrísimo y Venerado Señor: 

Con mucho gusto accedo al deseo de mis alumnas, que han querido presentar a V. S. una carta de saludo, expresando el deseo de que ven 
a visitar el Instituto o les envíe su bendición. Comprendo las dificultades que puede haber para atender el primer deseo y bastará que les oig 
el segundo. 
605 

Me adhiero a este acto de mis alumnas, por cuanto, a la par de una de ellas, me precio de pertenecer al número de los Cooperadores 
Salesianos. 

Besa su venerada mano y se profesa, 

Milán, 13 de septiembre de 1886. 

Su atento seguro servidor, P. VITALI 
Rector del Instituto de los Ciegos. 

((706)) 43 

Carta del reverendo Angel Rigoli a don José Lazzero 

Muy reverendo y apreciado don J. Lazzero: 

Con fecha de hoy encargo se envíe al señor Dogliani la caja con la música y los libros. Se lo comunico para su conocimiento. 

No se qué decirle de mí... Me encuentro triste como quien ha perdido todo el mundo. Mi casa y mi pueblo están como un día después de 
funeral. Mis queridos Salesianos, mis Superiores, mis compañeros, los muchachos, los hijos de don Bosco se han llevado todo lo que 
satisfacía mi corazón, a mi alma; porque con ellos pasé horas de paraíso... y ahora tengo una pena de purgatorio... Ya vendrá tiempo para 
resignarme. 

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Todo mi espíritu está lleno todavía de las dulces y grandes impresiones tenidas en Milán en torno a don Bosco, a mi Arzobispo, en Busto 
en Casale Litta. El Señor ha bendecido estas fiestas. Fue una verdadera bendición para mis feligreses, una tanda de ejercicios espirituales. N 
acordaremos durante toda la vida y querremos a don Bosco, a sus hijos y a sus obras. 

Le suplico me escriba y me dé noticias sobre la salud de don Bosco, mi veneradísimo padre, y le de las gracias por su venida a Milán, 
rogándole me perdone por lo mucho que he hecho para obligarle a tan grave molestia. 

Un aplauso y felicitaciones para el querídisimo Dogliani con sus cantores, que han llamado la atención de estos campesinos por su músic 
su piedad y su santa alegría. A don Miguel Rúa, don Celestino Durando y todos los que se unieron a mi deseo, mi humilde y sincero 
agradecimiento. Beso la mano de don Bosco y de todos mis superiores y me profeso, 

Casale Litta, 20 de septiembre de 1886. 

Su afmo., A. RIGOLI 

44 

(Sólo copiamos la circular que se publicó en español y no las otras cuatro, que son iguales) 

Circular en cinco lenguas sobre las Misiones Salesianas 

((709)) Beneméritos Cooperadores y Cooperadoras: 

Con sumo gusto y satisfacción vengo hoy, queridos Cooperadores y Cooperadoras, a comunicaros las interesantes noticias que me llegan 
la Patagonia y de otras numerosas Misiones, abiertas ya en la América del Sur, y exponeros al mismo tiempo 
606 
los proyectos de nuevas empresas, a las cuales, por las urgentes necesidades de aquellas lejanas poblaciones, convendrá echar mano cuanto 
antes. 

Después de haber recorrido la Patagonia, desde el Océano Atlántico hasta las Cordilleras de los Andes, y atravesado por dos veces aquell 
célebres montañas a fin de llegar hasta Chile, después de haber catequizado y bautizado a varias tribus de salvajes, a fuerza de grandes fatig 
y peligros increíbles por parte de nuestros Misioneros, ha llegado el momento de pensar seriamente en consolidar y perpetuar el bien que h 
ahora se ha hecho. 

((710)) Pues aquellas tribus pacificadas y convertidas a la fe, habiendo comenzado a saborear las primeras dulzuras de la vida cristiana y 
civil, no pueden resignarse con ver solamente de cuando en cuando al Misionero, que los llamó a la vida social y a la luz del Evangelio. 

Con justa razón ellos quisieran tenerlo siempre en su compañía, para ser por él dirigidos, instruidos y consolados, y muy especialmente p 
ser asistidos en los casos de enfermedad y en peligro de muerte. 

No debemos, pues, maravillarnos, si el Ilmo. Sr. Cagliero, Vicario Apostólico de la Patagonia, no pueda en modo alguno negar a los pobr 
salvajes, pues son sus queridísimos hijos en Jesucristo, estos religiosos y justísimos consuelos. Pero él no tiene ni personal ni medios 
suficientes para satisfacer sus ardientes deseos. Debiendo establecer residencias fijas para los Misioneros en el desierto patagónico, a medid 
que los salvajes se reúnen en colonias o aldeas, él necesita, como bien comprenderéis, un mayor número de sacerdotes, catequistas y 
Hermanas, y de muchos medios materiales que son indispensables para la vida social y para el cultivo divino. 

Aquellos pobres neófitos, a pesar de su buena voluntad, no pueden ofrecer a nuestros Misioneros otra cosa más que el espectáculo de su 
grande y triste miseria. Ellos tienen necesidad de todo, hasta de ser vestidos y mantenidos, máxime al principio de su conversión. Así es qu 
las suertes de aquellas Misiones dependen enteramente de la Pía Sociedad Salesiana y de la caridad de nuestros Cooperadores y 
Cooperadoras. Y nosotros, »deberemos desanimarnos? íOh no! Antes al contrario, redoblaremos nuestros esfuerzos, para no dejar desfallec 
aquellas obras, que nos costaron ya tantos sudores y sacrificios. 

Además de esto es conveniente sepáis, que para asegurar el éxito de la conversión total de la Patagonia, hemos establecido abrir un camin 
desde la parte Occidental de Chile, y dentro de poco un buen número de Salesianos saldrán para allá con el fin de fundar una Casa a la otra 
parte de las Cordilleras, en la ciudad de Concepción, perteneciente a la República Chilena. 

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VOLUMEN XVIII Página: 607 

Y allá es desde donde deberán salir colonias de misioneros, para evangelizar la Araucania y la Patagonia Occidental, extendiéndose desp 
poco a poco hasta el Archipiélago de Chile y de Magallanes, en la así llamada Tierra del Fuego, poblada por innumerables tribus indígenas 
privadas enteramente de toda idea de religión y civilización. 

Don Fagnano debe ya haber bajado en este momento a las Islas Malvinas, y desde allá seguirá explorando todas aquellas Islas hasta el Ca 
de Hornos, y tratará de estudiar los puntos más estratégicos y adaptados para fijar las tiendas de los nuevos soldados de la Cruz, que irán m 
pronto a unírsele. 

((711)) No podéis imaginaros, oh caros Cooperadores y Cooperadoras, cuán vivas instancias y cuántas súplicas me llegan de aquellas 
tierras, por parte de nuestros infatigables Misioneros y de las mismas poblaciones, para que les mandemos nuevos y grandes refuerzos de 
hombres y dinero. 
607 

Y precisamente para mejor hacer conocer las necesidades y condiciones, gracias a Dios, satisfactorias de nuestras Misiones de América, h 
venido expresamente de aquellos lejanos países nuestro misionero don Luis Lasagna, el cual no dejó medio alguno para obligarme a prepar 
esta vez también una numerosa expedición de Misioneros Salesianos y de Hijas de Maria Auxiliadora, tanto más que él tiene necesidad 
también de un buen número de ellos para las Misiones, que le confié en el vastísimo Imperio del Brasil, más grande por sí solo que toda la 
Europa, y en donde hay regiones vastísimas pobladas únicamente de salvajes, que corren por aquellas inmensas florestas, suspirando desde 
hace muchos siglos una mano amiga, que vaya a sacarlos de la vergonzosa barbarie en que yacen sepultados y en que yacerían aún, quién s 
por cuántas generaciones, si el celo de los Misioneros, sostenidos por la caridad de los fieles, no les llevase pronto alguna ayuda. 

Inducidos por estos potentes motivos, hemos decidido preparar para el próximo noviembre la expedición de una nueva compañía de 
Misioneros, que llegarán a lo menos al número de 30, y que podrán ser todavía más, si los socorros de nuestros bienhechores nos llegaran a 
tiempo y en abundancia. 

Ahora bien; no dejaréis de comprender fácilmente, caros Cooperadores y Cooperadoras, que para preparar la nueva compañía de 
conquistadores de almas y propagadores del reino de Dios sobre la tierra, ocurren gravísimos gastos, ya de ornamentos sagrados, ya de traje 
ropa blanca, ya de objetos para la iglesia, escuela y habitaciones, ya también de gastos urgentísimos para los viajes, equipajes y transportes 
que deben hacerse por mar y por tierra. Por lo tanto, no me queda otro recurso que poner toda mi esperanza en Dios y en vuestra generosida 
oh carísimos Cooperadores y Cooperadoras, a fin de que los auxilios que me habéis prodigado en las expediciones anteriores, no dejéis de 
enviármelos en la que actualmente estamos preparando, a pesar de la gran estrechez de medios materiales que nos aflige. Apelo, pues, de 
nuevo a vuestra caridad; escuchad también vosotros, juntamente conmigo, la voz de nuestros Misioneros y el grito que nos mandan tantos 
pobres abandonados en aquellas lejanas tierras. 

Suplícoos, por tanto, que contribuyáis a hacernos posible la futura y nueva expedición, socorriéndonos con fervientes oraciones y con 
ofertas que podréis hacer de muchas maneras, como por ejemplo con tela, ropa blanca, paños, trajes, ornamentos de iglesia, etc., y aún más 
con dinero, con que poder pagar los gastos de viaje y transportes por tierra y por mar; en fin con cualquier limosna que la piedad os sugiera 
vuestras fuerzas lo permitan. 

((712)) En el Oratorio de Turín, de donde saldrán los nuevos Misioneros, se recibirá con gratitud, ya por correo, ya por ferrocarril, todo lo 
que vuestra industriosa caridad enviará a tan noble intento. 

Me permito también rogaros tengáis la bondad de buscar al mismo tiempo, entre vuestros conocidos y amigos a alguna persona que quier 
concurrir con su óbolo a esta obra de humanidad y fe. 

Nosotros anotaremos vuestros nombres y los de ellos en el Registro de nuestro pío Instituto para recordarlos todos los días en nuestras 
oraciones, e implorar del Cielo copiosas bendiciones sobre vosotros y sobre todos aquellos que nos beneficiarán, sobre sus familias y sobre 
sus obras, seguros de que Dios los anotará en el libro de la vida, esto es, en el libro de los predestinados, puesto que es sentencia del gran S 
Agustín que quien atiende eficazmente a la salvación de las almas, pone a salvo la suya propia: Animam salvasti, animam tuam praedestina 

María Santísima, que se ha constituido Protectora y Madre de nuestros Misioneros 
608 

y de aquellos pobres salvajes, os alcance de Dios mil bendiciones espirituales y temporales. 

Turín, 15 de octubre de 1886. 

Vuestro afmo. en J. C., JUAN BOSCO Pbro. 

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Nota. Los caritativos bienhechores de nuestras Misiones harán el favor de mandar sus ofertas directamente a don Bosco, calle Cottolengo 

N. 32, en Turín (Italia). 
((721)) 45 

Don Bosco y la catequización de los salvajes 

El conocido sacerdote don Bosco ha tenido la delicadeza de enviarnos una circular en la que hace una llamada en favor de las misiones 
católicas en América del Sur y en la Patagonia. 

Como ya se sabe, don Bosco es el brazo derecho de los jesuitas en Italia. Despliega una actividad maravillosa, con su singular finura y 
picardía. Si hubiese aplicado con buen fin estas sus dotes de iniciador y organizador, tendría Italia en él un benemérito ((722)) de la patria; 
hoy, en cambio, es un temible enemigo, que hace mucho mal, que pervierte el sentido de nuestras muchachas, abobadas con las costumbres 
las hijas de María; que roba a las familias, a los talleres, a las escuelas una gran cantidad de muchachos, para infundir en su alma el germen 
del fanatismo clerical. 

Con verdadera madera de fabricante, don Bosco ha compendido que el buen mercado es la llave del éxito en las más grandes empresas 
modernas, y por eso sus asociaciones cobran tasas mínimas, pero que, reunidas, alcanzan altas cantidades; en sus colegios se paga una cuot 
insignificante; cuando él pide no asusta con sus pretensiones, pues se conforma con unos litros de vino, un poco de carne, unos céntimos de 
cualquier retal de tela. 

Don Bosco acepta todo, tiene siempre los brazos abiertos para recibir lo que se le envíe. 

Da una lección al gobierno, que hace costosa la instrucción laica y hace pagar caro un puesto en un internado civil. 

Don Bosco tiene algo de esa industria que hoy se suele llamar por antonomasia de los hermanos «Bocconi», o «venta de saldos». Es un 
sistema verdaderamente moderno. 

Y he aquí a este «Bocconi» de la Iglesia, anunciando que partirán para América del Sur y para Patagonia nuevos misioneros. Don Boccon 
-perdón, don Bosco-no se conforma con fabricar estos misioneros; los hace salir de su establecimiento armados, vestidos, equipados y con 
bolsillo repleto de dinero. Todo por un sistema económico y a precios reducidos. 

Le basta invitar a las beatas y reaccionarios de toda Italia a concurrir a esta obra. Uno le enviará cinco céntimos, otro media lira, y 
finalmente, con el conjunto, alcanzará una cantidad suficiente, hasta le sobrará, y la expedición se habrá realizado. 

No tenemos nosotros ningún vano deseo de oponernos a ultranza a las misiones católicas. Los curas tratan de meternos algo del Africa y 
la Patagonia en Italia; 
609 

pero se van hasta los salvajes y así tenemos muchos menos estorbos entre entre los pies; pero no debemos favorecer ni compadecer, sin 
comprometernos mucho, a esos pobres salvajes que tienen razón para defenderse contra ciertas importaciones. 

Y no es una paradoja, sino una verdad. 

Si se hacen algunas excepciones personales, como las de Massaia y otros que hacen algún bien por una ambición iluminada, como monse 
Comboni, los misioneros católicos -aunque haya en su favor un sentimentalismo tradicional-son unos fanáticos, que van a hacerse matar s 
ninguna razón para ello, o son unos intrigantes, unos vulgares ignorantes que creen haber civilizado una tribu, un reino, porque han enseñad 
a un centenar de salvajes a santiguarse, a hacer la genuflexión y otras exterioridades sin sentido alguno, que los salvajes aprenden y ejecuta 
con ((723)) cierta facilidad, materialmente, por puro espíritu de imitación, y no porque sean los más próximos parientes de los monos. 

En los primeros grados de la barbarie, las misiones católicas son totalmente inútiles. Para reducir los salvajes al ejercicio de ciertas 
maniobras religiosas, lo lograrían más rápidamente los prestidigitadores y comediantes, porque tienen más facilidad comunicativa y lo 
consiguen más fácilmente. 

En cambio, cuando los primeros gérmenes de la civilización empiezan a desarrollarse, las misiones se convierten inmediatamente en una 
rémora del progreso. La historia lo demuestra por doquier, por ejemplo en el Paraguay. 

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VOLUMEN XVIII Página: 610 

En el Paraguay es donde los jesuitas prolongaron por más tiempo su dominio. Eran allí dueños y señores de todo y de todos, tenían derec 
usurpados, pero ya indiscutibles sobre el terreno o sobre las personas. 

Pues bien, estos precursores de los actuales misioneros, patrocinados por don Bosco, redujeron el Paraguay a una especie de limbo de gen 
tonta. 

Todo estaba allí regulado en plan frailuno. Sonaba de noche una campanilla, la cual señalaba que a aquella hora, y no antes, ni después, 
todos los maridos paraguayos debían acordarse de que lo eran. 

En consecuencia y precisamente por este vicio de origen, Paraguay fue la región americana más reacia a la civilización. Cayó bajo feroce 
tiranías y permaneció hasta hace poco cerrada para Europa y para el resto de América, más que Japón y China. 

Y estaría Paraguay todavía peor que Patagonia, si los jesuitas, que se habían hecho los amos, no hubieran sido expulsados. 

Para expulsarlos fue menester la intervención del mundo civilizado, que se sintió sacudido por el eco de los horrores, crueldades, 
inmoralidades inauditas y la quiebra dolosa de varias Casas comerciales implantadas por los mismos jesuitas y por su cuenta. 

Los misioneros italianos no nos hacen mucho bien a nosotros en Africa. Los que van a Túnez, a Trípoli, a Argelia, donde podrían ejercer 
con más fruto una influencia civil, son enemigos de Italia y hacen política antipatriótica, instigados por el Vaticano, el cual -como ya hemo 
dicho muchas veces-ha entregado todas las misiones al cardenal francés Lavigerie, temiendo y hasta detestando toda influencia italiana. 

Cuando hay uno que vale, el Vaticano se da prisa para cambiarlo. Informe monseñor Sutter. 

Nosotros no necesitamos enviar sacerdotes a América del Sur. Ya hay en aquellas regiones muchos italianos que, con su trabajo y su 
esfuerzo, honran a la madre patria y nos producen grandes ganancias. Enviemos allí obreros bien preparados, labradores, comerciantes acti 

e inteligentes. Sólo entonces honraremos nuestro nombre y 
610 
estaremos seguros de tener hermanos con quienes contar y no enemigos hartos de ((724)) nuestra propia tierra. 

Ayer hemos contado que un periódico de América nos insultaba, diciendo que no conocía más italianos que cantantes, organilleros y 
hojalateros. 
No necesitamos que se añadan los sacerdotes a una enumeración tan poco lisonjera. 
(Tomado de Riforma del 31 de octubre de 1886) 

46
Invitación a la ceremonia de la despedida de los misioneros
A


Benemérilos Cooperadores y Benemérilos Cooperadoras: 

Tengo mucho interés en comunicar a V. S. que el día dos del próximo diciembre se celebrará la despedida de nuestros misioneros para 
América. 

A fin de que su largo y peligroso viaje vaya acompañado con la bendición de Dios, es mi intención que aquel día se celebre una función 

religiosa con asistencia de nuestros Cooperadores y Cooperadoras de Turín y sus alrededores. 

La despedida se hará en la iglesia de María Auxiliadora y empezará a las tres de la tarde de ese día. 

El reverendo don Luis Lasagna, jefe de la expedición, dará una conferencia de ocasión a los asistentes. 

Su Eminencia, el Cardenal Alimonda, nuestro veneradísimo Arzobispo, ha prometido honrarla con su presencia, impartir la triple bendici 

con el Santísimo Sacramento y dirigir a los misioneros las oraciones de la Iglesia para los peregrinos. 

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El Padre Santo León XIII se dignó, el día once del corriente mes, recibir benignamente en audiencia privada a dicho sacerdote don Luis 
Lasagna y bendecir a los misioneros y a todos los que han colaborado a la realización de la noble empresa. 

Invito, pues, a todos los Cooperadores y a todas las Cooperadoras que reciban la presente carta, a asistir a dicha conferencia y traer consi 
a las personas que creyeren oportuno. Dados los elevados gastos que comporta este envío de obreros evangélicos a Patagonia y Brasil, se h 
una colecta en la iglesia a favor de las misiones. 

Aprovecho con gusto esta ocasión para agradecer a todos la ayuda que me han prestado para llevar a cabo esta obra, y asegurarles que, ju 
con los misioneros, con las Hijas de María Auxiliadora ((725)) y con todos los muchachos de esta casa, invocaré cada día sobre V. S. y sob 
su familia las bendiciones del cielo. 

Tengo el honor de profesarme con profundo agradecimiento. 

DeV. S. B. 

Turín, 26 de noviembre de 1886. 

Atto. seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

B (el original en francés) 
Hace cuarenta y tres años que este su humilde servidor está totalmente dedicado a la instrucción de la juventud pobre y abandonada de 
ambos sexos, en cuyo favor ha abierto alrededor de ciento ochenta casas en Italia, Francia, España y América. 
Casi doscientos mil muchachos de todas las naciones reciben en ellas buena educación y hacen sus estudios o aprenden un oficio, según s 

aptitudes personales. 

Con este fin, ha fundado una sociedad de sacerdotes y seglares, que ayudan a este servidor de ustedes en su empresa religiosa y social. 

Cada año salen de estas casas unos treinta mil muchachos, con un oficio aprendido o con los estudios terminados, y preparados para entra 

en sociedad como ciudadanos útiles y virtuosos. 

Además, hace ocho años, hemos emprendido la obra de la civilización de la Patagonia, de la Tierra del Fuego e islas adyacentes, todavía 
la barbarie; hace dos años han sido enviados otros misioneros al Brasil para instruir y civilizar las tribus salvajes que todavía ocupan una gr 
parte de este vasto imperio. 

Ya se han organizado ocho expediciones de sacerdotes, maestros de oficios y religiosas para América del Sur y se han abierto allí más de 
cuarenta casas donde recoger y educar a la juventud. 

En los primeros días del próximo mes de diciembre, saldrá una nueva expedición de Turín, con más de treinta misioneros destinados a 
América para civilizar a los indios de Patagonia y Brasil. 

Los gastos a hacer son considerables puesto que hay que atender a todo: y por eso me he determinado a recurrir a la caridad de todas las 
personas de bien. 

Me atrevo a dirigirme a usted... conociendo su celo por el bien social, religioso y cívico. El adjunto impreso indica la finalidad de la obra 
forma más detallada. 

Con la esperanza de que... se digne honrarnos acogiendo favorablemente nuestra humilde petición, rogaré al Señor, junto con mis 

muchachos, para que derrame sus abundantes bendiciones sobre... y sobre su familia. 

((726)) Aprovecho la ocasión para asegurar... con el más profundo respeto, con el que me honro en profesarme. 

15 de noviembre de 1886. 

Turín (Italia), calle Cottolengo, 32.
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


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Un rey y un reino imaginarios 

a) Carta del Cónsul General de Araucania y Patagonia 

Muy reverendo Padre: 

A través del Caballero Gigante, Vicecónsul Arauco-Patagón en Roma, vía dei Bagni, 14, recibo una circular de Vuestra Reverencia, con 
fecha atrasada (15 de octubre de 1886) en la que V. S., con generoso y santo propósito, acude a los benévolos Cooperadores y Cooperadora 
para que colaboren con todos sus medios en ayuda 
612 

de los misioneros destinados a Araucania-Patagonia y Brasil, con el fin de catequizar, bautizar y civilizar a las tribus, que viven todavía en 
idolatría y el salvajismo. 

Al dirigir Vuestra Reverencia su mirada hacia la Araucania-Patagonia, no ignorará que aquellas poblaciones, guerreras por naturaleza, pe 
de índole generosa, eligieron como Soberano el año 1860, al generoso francés, Antonio Orèlie de Tounens, el cual, después de haber lograd 
establecer la paz y reunir en un solo grupo las tribus dirigidas por los Caciques, de acuerdo con éstos, se constituyó un Reino en forma 
representativa y siguieron luego los tratados entre el nuevo Rey y las Repúblicas de Argentina y Chile. 

Por ansias de conquista, las dos Repúblicas limítrofes pretendieron siempre el territorio Arauco-Patagón; pero no lo lograron nunca. Y 
mientras Su Majestad Antonio Orèlie viajaba a Europa para tratar con las potencias europeas, desgraciadamente moría y subía al trono su 
sucesor, el valeroso Príncipe Aquiles de Laviarde, hoy Aquiles I, que reside provisionalmente en París (110, Boulevard Rochechouari), don 
continúa los trámites a fin de que, con el apoyo de los Estados Civiles, pueda ir a residir entre aquellos pueblos que ya le reconocieron com 
sucesor del primer fundador del Reino. 

No es cuestión de proyectos; sólo falta acabar la cuestión financiera, y las cosas están muy adelantadas. 

No hace mucho que una diputación de Notables Arauco-Patagones iba a Francia para saludar al propio Rey y confirmarle el alto mando; 
existe una acta notarial pública ((727)) en los archivos notariales de París, en la que Aquiles I aparece, a la luz del día, como el segundo rey 
elegido de la Araucania-Patagonia. 

Yo, que soy hace muchos años Jefe del Cuerpo Consular, nombrado por el difunto y por el actual soberano, siempre abogué para que, 
aunque es ardua la empresa, se comenzara por la Religión Católica y, en consecuencia, se cumplieran los trámites principales ante el Vatica 
para pensar en el envío de misioneros a su tiempo, y así hacer menos difícil en adelante el acceso al territorio Arauco-Patagón, cuyos confi 
solamente guardan y custodian celosamente los indígenas. 

Su Majestad, que me honra con su confianza, encontró justa mi sugerencia, y se empezaron los trámites con el Vaticano. Se nombró envi 
extraordinario y encargado de los asuntos Arauco-Patagones, ante la Santa Sede, al Caballero, Abogado de la Sagrada Rota, Carlos Lenti, 
residente en Roma, Via della Pedacchia, 100, y hermano de monseñor Lenti, Vicegerente de Su Santidad. 

Después de la exposición de tales hechos, le diré francamente que la circular de Vuestra Reverencia ha confortado mi espíritu, y le ruego 
tenga la bondad de enviarme varios ejemplares, porque actuaré con todos mis posibles para el triunfo de la santa causa, de la que puedo 
proclamarme política y religiosamente uno de los promotores. 

Convendría que Vuestra Reverencia se pusiese en relación directa con Su Majestad, a quien escribiré positivamente, y que también conoz 
al Cónsul Arauco-Patagón de Turín, Comendador Félix Zanini, a quien he escrito a la vez, y que reside en Via Sania Chiara, n. 52. 

Desde este momento me pongo a la entera disposición de Vuestra Reverencia, y me profeso con todos mis respetos, 

Nápoles, 11 de enero de 1887. 

12, via Due Porte a Toledo. 

El Cónsul General Encargado de Negocios Com. JOSE PEDRO GIUSTINI 

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613 
b) Las misiones de Araucania y Patagonia 
(De La Sicilia Cattolica, 21 de enero de 1887) 
Recibimos del Consulado de Araucania y Patagonia, en Palermo, y provisionalmente en Bisacquino, la siguiente carta que, con mucho 

gusto, publicamos: 

Honorable Señor Director del periódico La Sicilia Cattolica-Palermo: 

Debiendo pensar seriamente en consolidar y perpetuar el bien hecho hasta ahora por nuestros misioneros en el reino de 

Araucania-Patagonia, ((728)) necesitamos el generoso concurso de los fieles, puesto que son menester muchos medios. 

No ignora usted que monseñor Cagliero es el Vicario Apostólico de Araucania-Patagonia, pero está falto de personal y de medios suficie 
para establecer residencias fijas en aquellos lejanos lugares. 

Por cuenta de la Sociedad Salesiana han sido enviados muchos misioneros, y saldrán cuanto antes nuevas expediciones de misioneros 
salesianos e hijas de María Auxiliadora; pero es indispensable un abundante concurso de generosos cooperadores y cooperadoras a fin de q 
contribuyan con ropas, dinero y ornamentos sagrados. 

Le ruego nos preste su valiosísima ayuda, invitando con su gran periódico a la caridad pública, para colaborar en la santísima obra de la 
Sociedad Salesiana que, sin desanimarse, redobla sus esfuerzos para que no desfallezcan aquellas obras que costaron tantos sudores y 
sacrificios. 

Las ofrendas pueden enviarse directamente al Rvmo. don Juan Bosco, dignísimo Prefecto de la Misión de la Patagonia y del Brasil, en 
Turín, Via Cottolengo n. 32, o bien, a la Real Legación Arauco-Patagónica en Nápoles, Via Due Porte a Toledo, 12. 

Espero que usted, Honorable Señor, acepte mi humildísima petición e invite a la prensa pública a hacerse eco de cuanto usted publique, p 
lo que le doy atentamente las gracias. 

Acepte los saludos de quien se honra al profesarse, 

De usted, señor Director del periódico La Sicilia Cattolica, Palermo, 

Bisacquino, a 15 de enero de 1887. 

Atento y seguro servidor, Dr. JOAQUIN BONA 
Cónsul de Araucania-Patagonia 

Exhortamos a los buenos y celosos católicos, que pueden contribuir con sus limosnas a una obra tan santa, a que sean generosos, puesto q 
se trata de una obra para gloria de Dios y de la Iglesia, y para bien de muchas almas y de la verdadera civilización. 
Meses atrás ya enviamos cuatrocientas liras a don Bosco, ofrecidas por un piadoso y celoso católico de Palermo. Esperamos recoger algú 
otro donativo para fin tan santo. Si los demás periódicos quisieran publicar la presente carta, harían algo muy grato al mismo Cónsul. 
Cita el periódico la asociación de las Lecturas Católicas, XXXIV, pág. 54. 
614 
c) De la Secretaría de Estado 
Muy amable Sr. D. Miguel Rúa: 
No me ha sido posible responder hasta hoy a su muy apreciada carta del diecisiete del pasado enero, porque he querido buscar toda la 
posible información sobre el Reino Arauco-Patagónico. 
((729)) Cuando leí la copia de la carta que me incluía, mi primer pensamiento fue el de no hacer caso a nada de lo que en ella se dice. Mi 
indagaciones han confirmado mi primera impresión. 

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En la Secretaría de Estado, ninguno de nosotros oyó jamas hablar del reino independiente de Araucania-Patagonia, y el Almanaque de 
Gotha ni siquiera lo menciona. Quise visitar personalmente al Enviado Extraordinario acreditado ante la Santa Sede, el abogado Lenti, y és 
me contó más extensamente cuanto queda narrado en la carta del señor Cónsul General. De todo el conjunto sólo he podido sacar una 
consecuencia: que se trata de unos traficantes que se ingenian por todos los medios para lograr su intento. El abogado Lenti, aunque es 
hermano del Vicegerente de Roma, no merece, a mi parecer, mucha confianza. 

También me dirigí a Propaganda, pero tampoco allí tenían ninguna noticia de la cuestión; lo único que había llegado al Valicano, era que 
dicho señor Lenti había dicho algo verbalmente, a alguno de la Corte Pontificia, pero no se ha presentado nunca ningún documento. Ni pod 
hacerlo, puesto que el famoso reino sólo existe en la mente calenturienta de unos pocos individuos. Existe ciertamente una región, 
denominada Araucania, que limita con la Patagonia, pero no hay duda alguna de que se encuentra dentro de los límites reconocidos de la 
república chilena. He podido obtener cuidadosos detalles por medio de un amigo mío, monseñor Infante Concha, chileno y conocido por 
nuestro carísimo don Bosco, ya que es él quien tuvo gran parte para alcanzar que los salesianos fueran a las misiones de Chile. Monseñor 
Concha añadía que algunos salesianos, recientemente llegados a América, han sido destinados precisamente a las provincias 
Arauco-Patagónicas, las cuales quedaran muy pronto unidas a la capital con el ferrocarril que se esta construyendo. 

Estas son las informaciones que puedo darle. Es muy poco lo que de forma evasiva se puede responder desde Nápoles. 

Acepte mis cordiales saludos y transmíteselos al queridísimo don Bosco y compañeros y créame siempre suyo, 

Roma, 10 de febrero de 1887. 

Via Testa Spaccata, 16. 

Afmo. seguro servidor, Mons. M. ANTONINI 

d) Artículo del semanario «Staffetta» 

Misiones. Con dirección a Araucania-Patagonia salieron expediciones de misioneros, y se preparan otros a seguirlos para catequizar y 
bautizar aquellas tribus, que ya han elegido un Soberano, el cual se ve obligado a permanecer todavía en Europa, en razón de tratados 
internacionales y financieros. Pero, como la finalidad de las misiones es la de civilizar e instruir a los pueblos faltos todavía de útiles 
conocimientos, necesitan ((730)) toda suerte de ayuda. El sacerdote don Juan Bosco, de la Sociedad de 
615 

Misioneros de Turín, invita con una circular a los benévolos Cooperadores y Cooperadoras a ayudar la obra sacrosanta emprendida, envian 
telas, vestidos, ornamentos sagrados y cualquier otra cosa, porque, como en aquellas lejanas regiones falta de todo, hay que dirigirse a la 
generosidad de los buenos. Publicamos con mucho gusto la noticia en nuestra revista, y hacemos una fervorosa llamada a la caridad pública 
fin de que cada cual, según sus posibles, contribuya a ayudar. Los donativos pueden dirigirse directamente al sacerdote don Juan Bosco en 
Turín, Via Cottolengo, 32, o también a nuestra oficina en la calle Due porte al teatro nuovo in Napoli, 12. Como quiera que nosotros somo 
los delegados de Su Majestad Aquiles I, en Nápoles, y tenemos jurisdicción sobre todos los demás Representantes del Soberano en Italia, 
abrimos con gusto una suscripción y se aceptará la ayuda de los generosos. 

Comend. J. P. GIUSTINI 

e) Don Miguel Rúa al Director de «La Staffetta» 

Ilmo. Sr. Comend. José P. Giustini. 

Director de La Staffetta, de Nápoles: 

Hemos visto varias veces, en su apreciada revista La Stafetta, una alusión a la circular enviada por el reverendo Juan Bosco, pidiendo 
socorro para la expedición de misioneros a Patagonia en diciembre pasado, a cuya alusión va unida la invitación para enviar dichos socorro 
mismo don Bosco o a V. S. Ilma., como Delegado que es de S. M. el Rey Aquiles I. 

Reconocemos su bondad al dar a conocer dicha circular y le tributamos las más rendidas gracias; pero nos atrevemos con su permiso, a 
hacerle notar que no tenía el citado don Bosco la intención de abrir suscripciones en ningún periódico, ni molestar a nadie para recoger 
donativos; solamente invitaba a los señores Cooperadores y Cooperadoras y demás personas caritativas a enviar aquí, a Turín, lo que en su 
generosidad, creyeren oportuno. En tal sentido fue entendida generalmente la circular en cuestión por los demás periódicos, los cuales se 

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limitaron a publicarla o a dar un resumen de la misma. 

Pero, invitar a enviar lo donativos a un personaje como V. S. Ilma., Delegado de S. M. el rey Aquiles I, podría tal vez dar a la expedición 
los misioneros un aspecto político, que rechaza el reverendo Juan Bosco, el cual no tiene más fin que el de propagar nuestra santa religión y 
con ella la civilización de los pueblos infieles y salvajes de Patagonia, Araucania y Brasil. 

Con la autorización del mismo, ruego por tanto, a la cortesía de V. S. Ilma. ((731)) que publique la presente carta en su apreciada revista, 

fin de resolver cualquier mal entendimiento entre sus lectores. 

Con mis mejores sentimientos de aprecio y gratitud, tengo a bien profesarme. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 9 de abril de 1887. 

Su seguro servidor,
MIGUEL RUA, Pbro.
Vicario de don Juan Bosco


f) Respuesta a la anterior 

LEGACION DE S. M. EL REY 
DE ARAUCANIA-PATAGONIA 

N. 32 
Al muy Reverendo don Juan Bosco-Turín: 

He tomado buena nota de su atenta del nueve del corriente mes, y he de precisarle que, como muestra de admiración a la santísima empre 
de Vuestra Reverencia, y disponiendo de mi revista, creí oportuno ayudar a su obra con una modesta propaganda. No se ha podido atribuir 
ninguna política a la publicidad hecha en La Staffetta del veintiocho de marzo p.pdo., porque con mis palabras firmadas no hice más que 
resaltar su acto caritativo y la necesidad de iluminar a los pueblos todavía esclavos de la idolatría y de la infidelidad, gracias a la santa pala 
de los Ministros de nuestra católica Iglesia. 

Sin embargo, y para evitar equívocos, sirviéndome de las ideas expresadas en su dicha epístola, he hecho aparecer en la La Staffetta del d 
quince del corriente mes una rectificación, con la que espero quedará V. R. plenamente satisfecho. 

El pensamiento de querer ayudar a una obra tan humanitaria, a la que hace varios años presto mi pequeña colaboración, puede que me ha 
hecho aparecer demasiado atrevido; pero, crea Vuestra Reverencia, que la política en el hecho de que se trata y respecto a mi Augusto 
Soberano, se realiza diplomáticamente y sin la más mínima ostentación de cara a la prensa. 

Me gustaría incluirme en las filas de sus fieles Cooperadores, por lo que, si mi pobre persona pudiese serle realmente útil para algo, me ti 

a su disposición y le seré tan fiel como lo soy a la Gracia del Rey Aquiles I. 

Siga Vuestra Reverencia trabajando por el progreso de la civilización y de la religión de nuestros Padres y tendrá devotos admiradores. 

Besa su mano, 

Nápoles, 18 de abril de 1887. 

12, Via Due Porte a Toledo. 

Su atto. s. servidor, J. GIUSTINI 
((732)) 48 
Carta del obispo de Montevideo y respuesta de don Bosco 

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A (el original en español) 

Muy venerado y querido Padre don Bosco: 

Creo que algún título tengo yo para encomendarme a sus ruegos, y ocupar un lugar en su memoria; ícuánto la necesito! 

Aprovecho la ida de mi querido Dr. Lasagna para enviarle ésta, que será ampliada y comentada por tan buen amigo que está bien enterad 
interiorizado de cuanto supo, hace algún tiempo. No tengo palabras bastante expresivas para bendecir a sus 
617 

queridos hijos e hijas residentes en mi atribulada Diócesis. Colón, Las Piedras y Paysandú tienen la dicha de experimentar prácticamente lo 
frutos de su celo y abnegación; yo bendigo la hora en que los salesianos pisaron estas regiones. Caigan sobre ellos las bendiciones del Cielo 

Dios ha concedido a V. R. gran valimiento con nuestra querida Madre María SSma.; ruegue, Padre venerando, por nosotros; por mí, por m 
diócesis, y por mis queridos hermanos y familia; no extrañe que sea importuno, las necesidades son grandes. 

El Dr. Lasagna le dirá de palabra cuanto desee saber de este país; pero una cosa le suplico por último, que recomiende mucho se establez 
en Las Piedras un taller de oficios, aunque más no sea que tres oficios. Esto es de suma necesidad. 

Saludo con filial amor a V. R. y le pido no me olvide, no me olvide. 

Montevideo, 20 de julio de 1886. 

De V. R. U. y Affmo. Capellán, INOCENCIO MARIA JEREGUI 
Obispo de Montevideo. 

B 
Excelencia Reverendísima: 
Agradezco, Excelentísimo Señor, la benevolencia y el apoyo prestado hasta ahora a nuestros salesianos y a las hijas de María Auxiliadora 

los cuales reconocen en V. E. un padre afectuoso. 

El querido don Luis Lasagna me ha traído sus cartas, pero más que éstas me conmovieron las palabras con que me describió la caridad y 
protección que V. E. dispensa a esos mis hijos, que dejaron patria y familia con el único deseo de salvar almas para Dios. 

((733)) Puedo asegurar a V. E. que los salesianos y yo le recordaremos siempre; ya hemos empezado en estos días oraciones especiales p 
que Dios le consuele en las tribulaciones que le envía y bendiga su vasta diócesis tan perseguida. 

Por lo que don Luis Lasagna me expone, creo que Las Piedras no sería un lugar a propósito para establecer una escuela de aprendices, da 
que está lejos del gran comercio; ésta podría abrirse con menos dificultades en la ciudad de Montevideo, si V. E. siguiera prestando su vali 
apoyo y si los señores Jackson, a quienes ya he escrito, quisieran ayudar a ello. 

El mes de noviembre partirá don Luis Lasagna hacia Montevideo, al frente de una selecta expedición de misioneros, para atender a este s 
deseo, que también es el mío, y, sobre todo, de Jesús y de María. 

Preveo, Excelentísimo Señor, que si esta empresa goza de su interés y protección y de la gente buena de esa ciudad, producirá mucho bie 
las almas, triunfará la religión en toda la república del Uruguay y hasta América toda disfrutará de su benéfico influjo. 

Acepte las oraciones y los saludos de todos los salesianos, mientras, implorando su bendición, besa devotamente su anillo pastoral. 

Atto. seguro servidor, 

(firmado) JUAN BOSCO, Pbro. 
618 

49 

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Carta de don Bosco al señor Jackson, de Montevideo 

Ilmo. y benemérito señor Juan Jackson: 

Nuestro queridísimo don Luis Lasagna, gracias a Dios, llegó aquí felizmente el quince de agosto p.pdo., día de mi setenta y un aniversari 
Junto con los cordiales saludos y felicitaciones de mis queridos hijos de América, me trajo también mil felicitaciones de parte de V. S. 
benemérito y gran bienhechor de los salesianos del Uruguay, Conmovido y reconocido a la eximia bondad de V. S. agradezco sinceramente 
sus felicitaciones agradabilísimas, y las considero como prenda segura de la continuación de su favor y de su poderosa ayuda a mis querido 
hijos los salesianos. Con tal persuasión, a la par que agradezco con toda mi alma el mucho bien que ya nos ha hecho, pongo mi confianza e 
su gran caridad para la realización de otras obras que en estos difíciles tiempos restan por hacer en Montevideo, especialmente en favor de 
juventud pobre y abandonada. En verdad, pienso que V. S. es verdaderamente el bendito instrumento designado por la Divina Providencia 
para ayudarme a levantar en Montevideo ((734)) una Casa Salesiana para muchachos pobres con una iglesia al lado, dedicada al Sacratísim 
Corazón de Jesús; pues de esta Casa y de este Santuario, más que de ninguna otra parte, hemos de esperar el triunfo definitivo que la Relig 
Católica tendrá también en esa República para satisfacción de los buenos y gloria de Dios. 

Le aseguro, además, con toda mi alma, que si V. S. nos ayuda a levantar esa casa e iglesia hará una de las obras más agradables a Dios, y 
más útiles a la ciudad de Montevideo. Por eso, con mucho gusto dejaré que vuelva a esa ciudad y a esa república, para trabajar con celo y 
abnegación, nuestro querido don Luis Lasagna, que algunos juzgaban conveniente se quedara aquí por los intereses generales de la 
Congregación. Más aún, haré que vuelva pronto y acompañado de un buen número de mis hijos e hijas de María Auxiliadora, para que le 
ayuden a llevar a término las obras ya emprendidas y las que necesariamente se deben emprender todavía. 

Ayúdenos, pues, V. S. y su digna familia con los medios que Dios puso en sus manos y nosotros los salesianos nos pondremos totalment 
su disposición para promover en esa República el mayor bien posible cuanto antes, dedicando a ello con todo el corazón, el tiempo, la 
inteligencia, la salud y la vida. 

Por consiguiente, le bendigo y doy las gracias anticipadamente, mi buen señor, y le aseguro en nombre de Dios que, si lo hace así recibirá 
ciertamente del cielo especialísimas bendiciones para su persona, su familia, su tierra, y, lo que más importa, se asegurara una hermosa cor 
y un buen lugar en el Paraíso, como yo se lo deseo y auguro con todo mi corazón. 

Finalmente, invocando una vez más las mejores bendiciones del cielo sobre V. S. y todos sus parientes y amigos, por quienes rogaré y ha 
rogar a mis muchachos, con todo respeto y reconocimiento, me profeso en J. C. N. S. 

Turín, 1.° de septiembre de 1886. 

Atto. seguro servidor, (firmado) JUAN BOSCO, Pbro. 

50 (el original en francés) 

Carta de don Luis Cartier a don Miguel Rúa 

Muy querido padre don Miguel Rúa: 

He aprovechado el paso de S. M. don Pedro, para visitarle en nombre del buen Padre don Bosco y de todos sus hijos del Brasil. Llegué a 
Cannes el pasado viernes con bastante mal tiempo, y después de saludar a algunos amigos de don Bosco, entre ellos al señor ((735)) Guigo 
me presenté en el Hotel Beauséjour. Pedí ver a su Majestad y me respondieron que era imposible, porque el Emperador estaba desayunando 
debía partir inmediatamente para Niza. Como insistí, me hicieron firmar en un registro del Emperador y me pidieron la tarjeta de visita. 

Se la entregué, después de escribir debajo de mi nombre: De parte de don Bosco. Por fin me dejaron pasar y me recibió el señor Vizcond 
de Nivac, chambelán de Su Majestad. Es un hombre muy afable y distinguido, que ha servido en la marina francesa como oficial. Me habló 
la casa de San Pablo y de su amable director, a quien él ha tenido ocasión de conocer y con quien ha hablado en diversas ocasiones. Me 
prometió apoyarnos ante el Emperador en favor de nuestras casas de Brasil. 

A las once acabó de desayunar el Emperador y me dedicó los pocos minutos que le quedaban antes de que saliera el tren en el que debía i 
Niza. Fui recibido de la forma más amable que pueda imaginarse. 

El Emperador me dio la mano y me preguntó por don Bosco: -»Cómo va don Bosco? »Está en Niza? Es un gran hombre... un santo... le 

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quiero mucho... hace mucho bien. Aprecio mucho sus obras y sobre todo la casa de San Pablo, donde se hace mucho bien. 

Me retiré, después de haber manifestado a Su Majestad el pesar de don Bosco, que habría sido muy feliz recomendando a su augusta 
Persona, sus hijos de Brasil y de Niza. El Emperador me respondió que también él sentía mucho tener que partir tan rápidamente de Canne 
pues le hubiera gustado visitar nuestra casa de Niza. 

La Emperatriz tuvo la misma afabilidad y la misma solicitud para manifestarme su veneración a don Bosco y su admiración por sus obras 
Me recomendó muy encarecidamente dijera a don Bosco que rezara por el Emperador y por ella. 

Terminada mi visita, volví a Niza. El Emperador debía salir de Cannes el domingo y, por tanto, yo no tenía tiempo que perder si quería 
obtener otra audiencia. A mi vuelta a casa, escribí rápidamente una carta de agradecimiento y preparé unos objetos para presentarlos a Sus 
Majestades. El sábado por la mañana se trasladó el padre Fasani a Cannes; fue recibido por don Pedro y le presentó dos ejemplares de Don 
Bosco par le Dr. Despiney y tres grandes fotografías de don Bosco, más un ejemplar de las Ideas de don Bosco. Todo lo recibió con agrado 
El Emperador dijo juzgando a don Bosco: 

-Yo no me conformo con ver su retrato, quiero verle en persona... sí, iré a verle. 

Esperemos que esta visita al Soberano de Brasil redunde en favor de nuestra Obra y sirva para mayor gloria de Dios. 

Y ahora a otra cosa. Nuestra economía siempre con dificultades. Ya no sabemos hacia dónde volvernos. íProcuramos ahora pagar nuestra 
deudas! íQue la Providencia nos ayude! 

((736)) La casa, por dentro, va bien. 

Deo gratias. 
620 

Le suplico comunique a don Bosco mis afectuosos saludos. Suspiro por la hora de tenerle con nosotros en Niza. Le queremos todos much 
Nos encomendamos a sus santas oraciones, sobre todo, durante la novena de la Inmaculada. 

Niza, 28 de noviembre de 1887. 

L. CARTIER 
51 

Carta de don Antonio Riccardi a don Bosco 

Muy reverendo y querido don Bosco: 

Después de mi última de dos del corriente, hubo algunas novedades que quiero comunicar a su Paternidad, pensando que le gustarán. Com 
ya le escribí varias veces, durante nuestra estancia en Patagones, nuestro Monseñor, con su característica afabilidad y sus graciosas y franca 
maneras, que le señalan como primogénito de nuestro queridísimo papá don Bosco, se ganó primero la admiración y después, poco a poco, 
simpatía general, que tal vez pudiera llamarse también cariño, de las Autoridades y de las poblaciones de ambas orillas del Río Negro. 

Fruto satisfactorio de ello fue primeramente el acercamiento de las autoridades a los salesianos y después la conciliación con las mismas, 
realizada el día de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo, como ya comuniqué en su día a V. S., por medio de la carta dirigida al querido 
José Lazzero. Después, en estos días, hemos tenido que dar gracias al Señor y a María Santísima Auxiliadora por otro favor. 

El comandante de las fuerzas militares de Río Negro, que es, además, secretario del señor Gobernador, general Winter, vino exprofeso de 
Viedma a Buenos Aires para ingresar a dos hijos suyos en nuestro colegio de Almagro. 

Persuadido de que solamente una educación cristiana puede ayudar a hacer buenos y útiles ciudadanos, y que no basta al hombre la cienc 
si no va unida a la religión, él, que fue educado en sus primeros años en el colegio de los RR.PP. Jesuitas, confió a los Salesianos la educac 
de sus hijos. Y nosotros los hemos aceptado con alegría y nos proponemos hacerles todo el bien posible. 

Este suceso, querido don Bosco, es un gran paso adelante para nuestras misiones, según mi parecer. 

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En efecto, este señor Roa se opuso durante mucho tiempo, con odio mortal, a nuestro don José Fagnano y a los Salesianos en general, con 
los cuales no dejó de luchar por todos los medios y ((737)) ardides; en público, a través del periódico La Palagonia, del que es propietario y 
redactor y que se imprime en Viedma; y, en privado, aprovechándose de su posición de segunda autoridad después del Gobernador, para 
dificultar todo proyecto de evangelización de los pobres indios de Patagonia. El mal que ha hecho a los Salesianos y a las misiones a ellos 
confiadas, sólo puede medirlo Dios, que ve y escruta el corazón. 

Por ello, damos justamente gracias al Señor y atribuimos a una gracia de María Auxiliadora el acercamiento y la confianza de este hombr 
y creemos, como dije, que ello será la señal de un porvenir próspero para nuestras misiones. 

También en estos días, ha recibido Monseñor una carta de don Domingo Milanesio 

anunciando que había llegado a Malbarco 1, a principios de febrero; que había bautizado más de medio millar de personas, muchos hijos de 
indios, y que esperaba mucho bien de aquella numerosísima población. 

Desde allí pudo atravesar los Andes y pasar a Chile, hasta la ciudad de Chillán para algunos asuntos de la misión. 

En la travesía, desde el fortín Roca hasta las Colonias de Malbarco, nos escribe que tuvieron que pasar hambre, y que ciertamente hubiera 
perecido todos, si la Divina Providencia no les hubiera hecho encontrar en el desierto una vaca, perdida hacía tiempo y casi salvaje, que cay 
en el lazo, la mataron y así pudieron comer carne. 

Don Angel Savio sigue trabajando en la colonia de Santa Cruz, y esperamos recibir sus noticias pronto. 

Don José M.ª Beauvoir sale el día cinco de los corrientes para Cabo de las Vírgenes, donde se han descubierto minas de oro y se está 

formando una colonia. Este punto dista de Santa Cruz casi doscientas cincuenta millas y tal vez más. 

Don José Fagnano, en cuanto resuelva algunos asuntos que le detienen en Patagones, saldrá para Punta Arenas, Tierra del Fuego y Malvi 

Muy querido don Bosco, íesto son las Misiones! 

Pero, íay, Dios mío, qué poco personal! íY hay que contentarse, al menos por ahora. 

En la vuelta que hizo el muy querido Monseñor durante estos dos meses por nuestras casas de América palpó la gran necesidad de ayuda 

que todas y cada una de ellas tienen, y por eso, antes que disminuir el personal para atender a las necesidades de las misiones, se ve obligad 
aumentarlo con algunas imposiciones de sotana y ordenaciones sagradas. 

Seis estudiantes novicios vistieron la sotana en Colón y tres en Almagro. 

Hubo tres ordenaciones: una en Colón, otra en San Nicolás y la tercera en Almagro, hace pocos días. 

Se ordenaron de sacerdotes, en la primera, los hermanos don Giovannini y don Solari, y de subdiácono el clérigo Zatti. 

En la segunda hubo tres sacerdotes, don Patricio O'Grady, don Rinaldi ((738)) y don Juan Bta. Zaninetti, y recibieron las órdenes menore 
los clérigos Garbari y Terzuolo. 

En la tercera ordenación, que hará pasado mañana, ordenará sacerdotes a los clérigos Milano y Paolini, diácono al clérigo Piovano y 
minoristas al nuevo clérigo Capriolio y al clérigo Baldan. 

Con todo esto no sabe a dónde dirigirse para enviar un buen Cura a la parroquia de Viedma, ya que don Remotti no es capaz y está inváli 
por lo que conviene enviarlo a Buenos Aires cuanto antes, y don Piccono no puede cargar tanto peso sobre sus hombros. 

Pero nuestro queridísimo Monseñor quiere todas estas molestias para sí; él con la mente y el corazón puestos allá arriba, unde veniet 
auxilium (de donde vendrá el auxilio), no teme nada, y se siente más animado con todas estas dificultades para tirar adelante, persuadido de 
que, cuanto mayores sean las dificultades humanas, más abundante será la gracia de allá arriba. 

Muy querido don Bosco, a primeros del próximo mes de abril volveremos, si Dios quiere, a nuestra querida residencia de Patagones. 

1 En las faldas de la cordillera. 

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622 

Ruegue y haga rogar por el queridísimo Monseñor, a fin de que el Señor le conceda siempre tan buena salud como hasta el presente, y pu 
así llevar a término las santas empresas empezadas para gloria de Dios y de María Auxiliadora y para bien de tantas almas; y ruegue tambié 
por todos nosotros, sus queridísimos hijos de América, que tanto le queremos en el Señor, a quien le recomendamos todos los días y a toda 
hora, con todo el ardor de nuestro ardentísimo afecto filial. 

No me olvide a mí, que necesito mucho de sus santas oraciones para corresponder dignamente a los innumerables favores que debo a Dio 
María Santísima Auxiliadora y a usted. 

Almagro, Buenos Aires, 12 de marzo de 1886. 

Suyo afectísimo en el Señor, ANTONIO RICCARDI, Pbro. 

52 

Carta de don santiago Costamagna a don Miguel Rúa
sobre la casa de La Plata


Revmo. y Carísimo Señor Vicario: 

Usted me ha pedido noticias sobre nuestra acción en La Plata. Y voy a dárselas. 

Esta obra es más una misión que una casa, ya sea porque todavía sólo cuenta con dos hermanos, don Marcelino Scagliola ((739)) y Anton 
Ruggero, ya sea porque lo que allí hacen los Salesianos tiene todas las condiciones de una misión. íPobres italianos! Han llegado por milla 
a La Plata, con la esperanza de ganar dinero, sin perder su religión, y apenas vieron levantarse entre sus casas una iglesia bastante amplia (e 
de tres naves, aunque sea de madera), se alegraron muchos de ellos. Pero aquí, en América, el demonio es tremendo. Imagínese que hay qu 
ofrece cinco, seis y hasta diez escudos al que deje de ir a misa. Lo sé de buena tinta. 

Ahora bien, teniendo en cuenta que el dinero no sólo venda los ojos, sino que hasta se los saca a nuestros compatriotas, »quién no gritará 
como yo: «Pobres italianos», y quién podrá sugerir fácilmente a un amigo suyo de esa ciudad: -Vete allí tú también; vete a hacer las 
Américas? -Sí, hará las Américas (la suya), pero deshará su propia alma. 

Ayer fui a visitar a nuestros hermanos de La Plata, para bendecir el Via Crucis y predicar la clausura del mes del Sagrado Corazón, al que 
está dedicada aquella iglesia. 

Ya ve usted: también en esta República tienen los Salesianos una iglesia del Sagrado Corazón. Parece que el Sagrado Corazón nos quiere 
extraordinariamente a los pobres Salesianos; pero, ciertamente, también nos exigirá una correspondencia más que ordinaria. 

Antes de ayer mismo, asistiendo a una fiestecita que nuestras colegialas del colegio de María Auxiliadora de Almagro dedicaron al Sagra 
Corazón de Jesús, me persuadí más aún de cuanto acabo de decir. Al terminar un diálogo con aquellas colegialas, me brotaron estas palabra 
«Por consiguiente, toda colegiala debe ser una devota fervorosísima del Sagrado Corazón puesto que todas deben imitar a sus propias 
maestras, 
623 

las hijas de María Auxiliadora, las cuales deben imitar a sus hermanos los Salesianos, y éstos a su vez deben imitar a su padre don Bosco, q 
fue elegido por el Señor para ser un apóstol fervoroso del Sagrado Corazón, como lo demuestra: 

1.° Que don Bosco es el primer Salesiano e injertó su familia con la de San Francisco de Sales que tuvo de Dios visiones especiales del 
Sagrado Corazón y una hija, la de Alacoque, que promovió su culto. 

2.° Que el Papa, Vicario de Jesucristo, encargó a don Bosco la tarea de levantar el primer templo del mundo dedicado al Sagrado Corazó 

3.° Que don Bosco tenía gran deseo de levantar por toda la tierra templos al Sagrado Corazón, como ya lo demuestran la iglesia de Roma 
de La Plata, la de San Pablo en Brasil, y el Tibidabo en España». 

Por el momento no tengo nada más que decirle, sino que obtenga de don Bosco una bendición especial de María Auxiliadora y encomien 

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cordialmente al Sagrado Corazón a este su afmo. seguro servidor en J. C. 
Buenos Aires, 5 de julio de 1887. 
SANTIAGO COSTAMAGNA, Pbro. 

((740)) 53 (el original en español) 
Cartas de muchachos de Patagones a don Bosco 

A 
Querido P. J. Bosco: 
Los niños del colegio S. José no quieren dejar pasar este año sin festejar su Santo. Ya sabemos que Ud. nos ama más que a los de Turín y 

también nosotros amamos a Ud. mucho. 
íOh, cuánto desearíamos estar en el oratorio un momento en el día de su fiesta para tomar parte de las veladas! Pero a lo menos le podem 

dar una buena comunión de regalo. 
Bendiga a su hijo y reconocido. 
Patagones, 19 de mayo de 1886. 

NICOLAS CANERO 

B 

Querido Padre: 

Hemos sabido que Ud. nos quiere mucho más que a los de Europa y que, aunque con gran sentimiento, hizo el sacrificio de mandar a 
nuestro provecho a Su Señoría Monseñor Cagliero. Nosotros también queremos mucho a Ud. Yo no soy zapatero, sino estudiante, pupilo d 
Colegio. El día de su Santo todos haremos la comunión y tocaremos la banda hasta la tarde; en seguida iremos al recreo. Después que hemo 
tocado la banda, vamos a tomar un vaso de vino y unas galletitas. Yo siempre estudio y los Domingos oigo la misa con mucha atención y 
siempre rezo muy bien las 
624 

oraciones y recibo la comunión. Querido padre, le pido su santa bendición y le beso. 

Patagones, mayo 20 de 1886. 

Su afectísimo hijo, OCTAVIO CORDOBA 

54 (el original en latín)
Relación de Propaganda Fide sobre las Misiones de Patagonia


Misiones patagónicas
(Congregación de Salesianos)


Patagonia, situada en la extremidad más austral de América del Sur, se extiende desde el río Negro hasta el Estrecho de Magallanes. De 
norte a sur, la cordillera de los Andes la surca de manera desigual. Las zonas más exiguas y rocosas de dicha cordillera quedan a occidente, 
los tramos de hondonadas y las anchas llanuras se desparraman hacia oriente. 

Fin de Página: 625 


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((741)) Se dice que la superficie de Patagonia alcanza los 776.000 kilómetros cuadrados. Se desconoce mucha parte de la misma por 
inexplorada. Sin embargo, parece ser que, en breve, comenzada ya la colonización, esta tierra va a ser dominada políticamente. En el extrem 
austral del estrecho de Magallanes, hay, dispersas por el océano, numerosas y extensas islas, que se denominan comúnmente Tierras 
Magallánicas. Tierra del Fuego se llama cierta isla de 47.000 kilómetros cuadrados de superficie, muy montañosa y de rigurosa temperatura 

Origen de las Misiones 

La sagrada expedición para llevar el nombre cristiano a los Patagones en 1875, se empezó por los Sacerdotes de la Congregación Salesian 
los cuales, con gran celo y bajo la dependencia del Arzobispo de Buenos Aires, se encargaron de esta obra. Algunos salesianos, una vez 
establecidas en la República Argentina comunidades como seminarios de la futura Misión, con la ayuda y el consejo del Arzobispo Federic 
Aneyros, establecieron la primera Misión a orillas del río Negro en la ciudad de Carmen. A partir de la misma, con el auxilio de la divina 
gracia, surgieron otras muchas comunidades y se ensanchó amplísimamente la acción cristiana. Por lo mismo, a través del Decreto de la S. 
de 15 de noviembre de 1883 y del Breve Apostólico del Papa reinante León XIII, firmado al día siguiente, fue erigido el Vicariato Apostól 
de Patagonia Septentrional; y, poco más tarde, por medio del Decreto de la S. C., promulgado el día 26 del mismo mes y año, fue fundada 
Prefectura Apostólica en Patagonia del Sur e islas adyacentes. No faltaron, en tal coyuntura, las acostumbradas persecuciones contra la 
Religión, que hoy, sin embargo, parecen remitir. 

Patagonia septentrional, vicariato apostólico 

Límites. -Confina al norte con las Pampas o río Colorado; al este, con el océano 
625 

Atlántico; al oeste, se ve limitada por los montes, llamados vulgarmente cordillera de los Andes; y, al sur, la Misión no tiene demarcacione 
precisas. 

Lengua. -En asuntos civiles, se emplea el español; los indios, sin embargo, usan su propia lengua, con múltiples variantes; aunque, no 
obstante, poco a poco se van acomodando a la lengua española. 

Clima. -Variable y muy propenso a grandes vientos; lluvias poco frecuentes; temperatura y aire, bastante saludables en el interior. 

Jurisdicciones limítrofes. -Al norte, la Diócesis de Mendoza y la Archidiócesis de Buenos Aires; al oeste, la Diócesis de Concepción y la 
San Carlos de Ancud, ambas en territorio chileno. 

Dependencia política. -Territorio sometido a la República Argentina. 

El número de católicos es de veinticinco mil; el de protestantes, dos mil. Los indígenas de las zonas exploradas hasta ahora pueden cifrar 
en veinte mil. 

Vicario Apostólico. -El Ilmo. Don Juan Cagliero, de la Congregación Salesiana, Obispo titular de Mágida, con residencia en Carmen de 
Patagones. 

Parroquias. -Hay tres: Patagones, Viedma y Chubut. 

((742)) Las residencias con oratorio son ocho: Carmen, Mercedes, Pringles, Conesa, Roca y Malbarco, todas ellas a orillas del río Negro; 
Chubut y Santa Cruz, a orillas de los ríos del mismo nombre. 

Los poblados con residencia son cinco; las estaciones secundarias, cuarenta y cinco. 

Los misioneros sacerdotes son catorce; los clérigos, diez; y los catequistas, también diez. Ninguno es indígena. 

Centros de educación. -Están en sus comienzos dos seminarios. Las escuelas de enseñanza y de aprendizaje profesional son cuatro. Los 
alumnos internos, veinticinco; y los externos, doscientos. 

Las escuelas elementales, para muchachos, dirigidas por los misioneros, son ocho; y por el Gobierno, quince; el número de alumnos se el 
a setecientos. 

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Hay dos de religiosas, denominadas Hijas de María Auxiliadora, con seis aulas y dos oratorios festivos. Las alumnas internas son veinte 
las externas, quinientas. 

Escuelas de niñas sufragadas por el Gobierno, veinte; y el número de niñas, novecientas. Un internado en Carmen. 

Prefectura apostólica de Patagonia meridional 
Fue erigida canónicamente por decreto del 27 de noviembre de 1883, en las regiones más meridionales de Patagonia. 
Límites. -Al norte, el río llamado vulgarmente de Santa Cruz; al este, el océano Atlántico; al oeste, los montes llamados Cordilleras; y, al 

sur, el estrecho de Magallanes, las islas llamadas vulgarmente Tierra del Fuego y las Malvinas. 
Jurisdicción. -Limita al norte con el Vicariato Apostólico; al oeste, con la diócesis chilena de San Carlos de Ancud. 
Lengua. -En las relaciones públicas se emplea el español. Los indios, sin embargo, utilizan su propia lengua con numerosas variantes y 

paulatinamente se van acostumbrando al español. En las islas Malvinas, los habitantes usan el inglés. 
La cifra de católicos es de tres mil; la de los protestantes, ochocientos; y la de los indígenas, seis mil. 
Parroquia. -Hay una sola en Punta Arenas, junto al estrecho de Magallanes. 
Centros de enseñanza primaria. -Dos: en Malvinas y en río Santa Cruz. 

626 
De enseñanza secundaria. -Cuatro: en Gallegos, Cabo Vírgenes, Ushuaia e Isla de los Estados. 
Prefecto apostólico. -Rvdo. don José Fagnano, de la Congregación Salesiana. 
Misioneros. -Cinco sacerdotes; tres catequistas. Ninguno es indígena. 
Sólo hay dos escuelas católicas en sus comienzos, con cien alumnos. 
Esta región pertenece civilmente en parte a la República Argentina y en parte a Chile. 
Patagones, 19 de noviembre de 1886. 

A. RICCARDI, Secretario 
((743)) 55 
Relación sobre la misión de Patagonia, a don Bosco 

Reverendísimo y muy querido don Bosco: 

Pienso que le gustará saber, aunque sea brevemente y per summa cápita, lo poco o mucho bueno que aquí se hace, gracias a la protección 
Dios y de María Santísima Auxiliadora y a las oraciones de usted y de tantas almas celosas por la gloria de Dios y la salvación de las almas 
Sus hijos lejanos ya han trabajado catorce meses en esta misión de Patagonia, bajo la dirección y con el ejemplo de su muy querido jefe y 
pastor, monseñor Cagliero. 

Se han dado varias misiones con grande y satisfactorio éxito. 

1. La primera, capitaneada por el mismo queridísimo Monseñor, empezó el día tres y duró hasta el veintinueve de noviembre de 1885. Se 
visitaron, durante la misma, catorce estaciones o centros, más o menos poblados, a orillas del río Negro, a una distancia de más de cuarenta 
leguas de nuestra residencia. Se administraron ciento treinta y cinco bautismos y confirmaciones; se bendijeron dieciséis matrimonios y se 
repartieron más de doscientas cincuenta y dos comuniones. 
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2. La segunda, que puede decirse continuación de la primera, comenzó el tres de diciembre y terminó el trece de julio del presente año. 
En esta misión, en la que se llegó hasta la Cordillera (que don Domingo Milanesio cruzó dos veces y llegó hasta Concepción, de Chile) s 
visitaron casi cuarenta estaciones, y, gracias a la caritativa y generosa ayuda de los reverendos Padres Cartujos de Grenoble 1, pudieron los 
misioneros atraer, instruir y bautizar a más de setecientos indios de diversas tribus y a más de quinientos indígenas. 

Bendijeron unos setenta matrimonios y se administraron por aquellas lejanas tierras hasta dos mil comuniones. 

Con los socorros aludidos, pudo Monseñor dar una respuesta consoladora al Eminentísimo 

1 Don Miguel Rúa escribía a Monseñor el treinta y uno de julio: «También el Superior de la Gran Cartuja de Grenoble ha entregado un 
donativo a don Bosco en atención a nuestras misiones. Don Bosco desea que tú, cuando escribas alguna carta, indiques que, gracias a la ay 
generosa de los Cartujos, habéis podido emprender alguna obra y extender más vuestra esfera de acción. Por este donativo que han entrega 
es por lo que puedo decirte que, en caso de necesidad puedes imitar a don José Fagnano, enviando otra letra de cambio». Esta letra de don 
José Fagnano era de diez mil liras. 
627 

Vicario Capitular de Concepción, que ya hace años, está suplicando a usted que vayan allí los Salesianos, para confiarles una casa de 
muchachos pobres en la ciudad e importantísimas misiones al sur de Araucania. También allí, y me refiero a Concepción, se podrían atende 
con buenas esperanzas abundantes vocaciones: y desde allí se enviarían misioneros periódicamente ((744)) para verse y ayudar a los que, 
dentro de poco, se establecerán en Malbarco, Roca y otros puntos. 

3. La tercera misión partió de aquí el veintisiete de agosto y terminó el siete de octubre corriente. Nuestro celoso don Domingo Milanesio 
visitó, a más de varias estaciones sobre el río Colorado, la población de Bahía Blanca, y pudo catequizar en sus alrededores unos cincuenta 
indios, a los que bautizó a continuación, y preparó unos sesenta para la santa comunión. Había entre estos indios una vieja de ciento diez añ 
que se llama Francisca Raninqueo, otra de ochenta años y una tercera con más de setenta. 
4. Se dieron otras misiones más cortas, durante este tiempo, y casi periódicamente todos los meses, por uno o por otro de los hermanos d 
estas dos casas, en los diversos centros o estaciones de los alrededores, dentro de los límites de casi veinte leguas. 
5. Se pudo establecer otra obra este año en favor de los pobres indios; y es una visita e instrucción catequística semanal a las distintas 
familias indias asentadas en los alrededores de Viedma, por orden de la autoridad militar. A falta de otros medios, hemos tenido que 
comprometernos al gasto de más escudos a la semana para regalarles un poco de pan y lograr que así acudan más pronto al catecismo. Quie 
Dios que, por medio del pan material, podamos llegar a suministrarles el pan espiritual. 
6. También se pudo catequizar de algún modo a los soldados, que con este fin acuden a misa casi todos los domingos. 
7. Se organizaron e incrementaron las compañías de las Hijas de María en ambas poblaciones. 
8. Se instituyó, con óptimo resultado, el ejercicio de la Buena Muerte entre los muchachos de nuestras escuelas y las muchachas de las 
escuelas de las Hijas de María Auxiliadora. 
9. El ardoroso e incansable celo del queridísimo Monseñor logró, casi contra toda esperanza, implantar, primero en Patagonia y después e 
Viedma, la Asociación del Apostolado de la Oración para las madres de familia y las jóvenes mayores, y con tal éxito que ya hay unas cuan 
decenas de inscritas con sus correspondientes celadoras. Parece que las dos piadosas asociaciones se enraízan cada día más profundamente 
el devoto femineo sexu, y íquiera Dios que, gracias a ellas, se obtenga también alguna señal de fe en los adultos! 
10. Tampoco se ahorraron medios para convertir a éstos, con conferencias a propósito los domingos, predicación extraordinaria a manera 
Ejercicios para ganar el Jubileo, instrucciones apropiadas y homilías, lo mismo en público que en privado en las visitas que se hacen y se 
reciben, pero, es triste confesarlo, todo ha resultado inútil e infructuoso hasta ahora. Las Hijas de María Auxiliadora nos ayudan mucho en 
esta labor espiritual por lo que respecta a las jovencitas y a dichas asociaciones devotas. 
((745)) I. Sus escuelas, lo mismo que las nuestras, son muy reducidas e incapaces para reunir la gran cantidad de muchachos y muchacha 
que va creciendo cada día más, al extremo de que el queridísimo monseñor está preocupado sobre cómo y con qué medios ampliar las 
pequeñas casas. 

II. La total reedificación de la iglesia de Viedma y el revoque y pintura de la 
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nueva parroquia de Patagones, costaron muchos trabajos y la friolera de cincuenta mil francos. Las misiones dadas y las que se han de dar 
representan también un gasto serio: vienen a costarnos, por término medio, de dos a tres mil liras cada una. 

III. Las nuevas estaciones de Malbarco y Roca pesan todavía sobre nuestras espaldas, y ya usted, queridísimo Padre, está al corriente des 
antes, de las diferentes peticiones y letras que se le han enviado desde aquí. 
Y, aunque la Divina Providencia, siempre haya venido en nuestra ayuda tempore opportuno, y últimamente a través de los RR.PP. Cartuj 
a quienes estamos agradecidos de todo corazón y reconocidísimos en el Señor, sin embargo, conviene que le manifieste la necesidad que es 
misiones tienen de la ayuda y caridad de nuestros buenos Cooperadores y Cooperadoras Salesianas. 

IV. Mientras el queridísimo Monseñor, con algunos de sus misioneros, desafiando los ardores del solazo de verano sobre las áridas arena 
del desierto, subirá por las márgenes del río Negro y Neuquén hasta la cordillera, para pasar desde allí a Concepción de Chile, predicando, 
instruyendo y administrando los Sacramentos a las diversas tribus salvajes, entre las que se encuentran las del cacique Sayuhueque y 
Yancuche con más de dos mil individuos, don José Fagnano desafiará los cambios del mar y de las estaciones y tomará posesión de su 
Prefectura. Dentro de pocos días irá a Montevideo para concertar su partida hacia Punta Arenas. 
V. Quizá visite a don Angel Savio y a don José M.ª Beauvoir en el río de Santa Cruz, para ver el modo de organizar excursiones a lo larg 
de la costa, por aquellos puntos. 
Aquí tiene, carísimo don Bosco, brevemente expuesto lo más importante de lo realizado con ayuda de Dios y de nuestros Cooperadores y 
Cooperadoras Salesianas, y por realizar en el corto espacio de casi un año. 

Dejo de notar las obras de menor importancia, las funciones solemnes, los bautismos de indios en esta residencia, las reuniones de las 
piadosas asociaciones, y muchas otras funciones que continuamente tienen ocupado a nuestro querido Monseñor, el cual sabe aprovechar la 
más pequeña circunstancia, y no ahorra nada que de algún modo pueda concurrir al incremento del espíritu católico en estas desgraciadas 
tierras. El buen Dios nos favorece a todos con una estupenda salud corporal, y esperamos que también aceptará nuestro grande y ardiente 
deseo de hacer algún bien a las almas. 

Carísimo don Bosco, cuando ésta llegue a sus manos, estarán a punto ((746)) de empezar las fiestas de Navidad. Acepte, pues, las 
felicitaciones que de todo corazón le envían por mi medio sus hijos de Patagonia, a fin de que pueda gozar todavía ad multos annos unas 
felices fiestas en medio de sus hijos queridos. 

Que lluevan del cielo abundantes bendiciones sobre usted y se derramen sobre sus miembros para discurrir después y animar a todos sus 
hijos en las más santas empresas. 

Bendíganos, queridísimo Padre, a la entrada del Año Nuevo y que su bendición sea prenda de las bendiciones de Jesús y de María. 

Y finalmente, recuérdeme particularmente en sus santas oraciones a los pies de María Santísima Auxiliadora nuestra Madre, implorando 
para mí aquellas gracias que como usted sabe, tengo especial necesidad. 

Carmen de Patagones, 14 de octubre de 1886. 

Su afmo. y obediente hijo en Jesús, ANTONIO RICCARDI, Pbro. 
629 
56 

Entrevista de un hijo de Sayuhueque con monseñor Cagliero 

El 9 de julio de 1886 entraba en la sala de visitas de nuestra casa de Patagones un hijo del cacique Sayuhueque, acompañado de su cuñad 
del intérprete Juan Salvo, y pedía hablar con S. E. Mons. Cagliero. Mientras Monseñor llegaba, un salesiano llevó a los forasteros a visitar 
nueva iglesia, que se está pintando, y nuestro colegio. Al volver a la sala de visitas, donde ya se encontraba Monseñor, el hijo del cacique, 
sirviéndose del intérprete, habló así: 

-Señor, ante todo le presento los cordiales saludos de mi padre y de toda nuestra gente, que ahora se encuentra descansando y con buena 
salud. Conocemos un poco la religión de los cristianos y sabemos apreciar a los ministros de Dios y especialmente al señor Obispo. Por est 
hemos venido a visitarlo y saludarlo. 

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A continuación sacó del bolso una tarjeta de visita del comandante Vicente Saciar, en la que recomendaba a Monseñor a su protegido, hij 
de Sayuhueque, para que lo recibiese en nuestro colegio como alumno externo. 

Monseñor, con aquel afecto y cariño que le son característicos, agradeció la visitas, y, una vez leída la tarjeta, le dijo que el colegio estab 
abierto para su hermanito y que lo enviase cuando desease. Y añadió: 

-Cuando usted vuelva, presente mis felicitaciones a su padre y al señor Comandante, y dígale que estamos aquí para servirles, ya sea 
enviando un sacerdote para que enseñe a los niños las cosas de Dios, ya sea para ayudarles en todo lo que podamos. 

((747)) -Lo sé, respondió el hijo de Sayuhueque; ustedes hacen mucho por nuestra gente. Por eso nos hemos alegrado al ver cómo los 
sacerdotes han bautizado a nuestros hijitos y a los bebés de la tribu. 

-Bien, bien, dijo monseñor. »Y cuántos la forman? 

-Mil setecientos, entre grandes y pequeños. 

-íVaya! Son muchos. 

-Es cierto, señor. 

-»Y hay con vosotros otras tribus más numerosas? 

-Sí, señor; la de Yancuche, que tiene casi ochocientos hombres. 

-»Hay ya muchos cristianos entre vosotros? 

-Sí, señor; los mayores de edad todavía no; pero los niños ya son cristianos, puesto que fueron bautizados hace poco por dos misioneros 
jóvenes. De entre los mayores también mi padre se hizo cristiano en Buenos Aires, cuando era joven, y le pusieron por nombre Valentín 
Alsina. 

-Muy bien, diga a su padre que es preciso que vayamos el padre Domingo y yo a pasar algún tiempo por allí; y que también puede ser que 
les envíe dos monjas para enseñar a las niñas. Entonces prepararemos para recibir el bautismo a todos los que quieran; pero han de tener 
preparado un sitio donde reunir a la gente, para poder enseñarla. 

Y dicho esto, Monseñor le tendió la mano para despedirse; pero él hizo ademán de que tenía algo que decir: 

-Si me lo permite, señor, todavía deseo decirle otra cosa. 

-»Y por qué no? Usted manda, hable libremente. 

-Señor, vengo a hacerle una proposición de parte de mi padre, el cual le hace saber que desea envíe un sacerdote, que se establezca allí y 

enseñe a los niños. 
630 

Monseñor, que no se esperaba de aquel hombre semejante proposición, quedó sorprendido y conmovido de su buen corazón, y le respond 

-Muy bien, me gusta mucho este deseo de educarse e instruirse; lo haremos todo. Enviaremos un sacerdote y, aunque no pueda quedarse 
definitivamente, irá muy a menudo a visitaros. 

-Muy agradecido, señor, dijo el hijo de Sayuhueque; esto es necesario porque ya vivimos entre cristianos y, por tanto, debemos educarno 

Repitió Monseñor los augurios y de nuevo le encargó que saludara a su padre y al comandante señor Vicente Saciar, se despidió de él y 
ordenó a un Salesiano que averiguase si necesitaban algo. Por lo que pasaron al comedor, donde se les sirvió una modesta comida. Se 
marcharon la mar de satisfechos y prometieron que volverían a visitar a Monseñor y hablar con él. 

ANGEL. PICCONO, Pbro. 
((748)) 57 (el original en francés) 

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Los sacerdotes de don Bosco en Francia 

Las casas salesianas de Francia entran en una fase importantísima para su acción religiosa y social en nuestro país; empiezan a dar 
vocaciones para la vida salesiana y el estado eclesiástico. Se trata, por consiguiente, de formar un gran número de jóvenes en la ciencia y la 
virtudes sacerdotales; por tanto se necesitan recursos. Así sabemos a ciencia cierta que entraría en la intención de don Bosco dedicar a esta 
obra los donativos ordinarios de los cooperadores salesianos, sobre todo en las diócesis donde todavía no hay oratorios. Para eso ellos 
deberían dirigirlos a don Luis Cartier, sacerdote salesiano, en Santa Margarita, en los alredores de Marsella, o a don Pablo Albera, inspecto 
de las casas de Francia, calle des Romains, 9, Marsella. 

Aún desea más don Bosco, Querría que sus amigos de Francia pudieran aumentar con este fin sus limosnas, y hasta asegurar con becas de 
estudio la formación de sus sacerdotes, en Francia. 

Promete rezar mucho a María Auxiliadora por los que le ayuden en esta obra capital. 

Se recomiendan estas líneas a toda la prensa católica y sobre todo a las Semanas religiosas que se interesan por el desarrollo de las obras 
salesianas y la multiplicación de las vocaciones sacerdotales. 

Se sabe que las casas salesianas no sólo forman sacerdotes salesianos, sino que, en muchas diócesis de Italia son ellas las que han poblad 
literalmente los seminarios mayores. 

58 

Carta de las religiosas Ursulinas de Piacenza a don Miguel Rúa 

Muy Reverendo Señor: 

No me atrevo a dirigirme directamente a su veneradísimo padre don Bosco, aunque se trate de un obligado acto de agradecimiento; pero 
espero que usted, reverendo señor, se digne interpretar mis sentimientos. 
631 

Hace un año pedí una oración y una bendición a su venerable Padre con motivo de una gran angustia en nuestra comunidad. En su 
inagotable caridad, dignóse concedernos ((749)) bastante más de lo que yo había osado pedir, y respondió que él mismo con sus huérfanos 
empezaría una novena, que debía hacerse simultáneamente con nuestra comunidad, Esto constituyó inmediatamente prenda de seguridad de 
grandes esperanzas para nuestro importantísimo asunto, que casi se juzgaba desesperado. Mas don Bosco había dicho: «El Señor concederá 
gracia, pero de la manera que resulte más provechosa para las almas». Y así fue. Lo reconocemos muy agradecidas. El Señor nos ha conced 
mucho más de lo que esperábamos. 

íOjalá pudiéramos, por tanto, demostrar dignamente nuestro agradecimiento ayudando eficazmente sus santas empresas! 

Pero »cómo hacerlo con tanta falta de medios? Mi reverenda Madre Priora, como muestra de su buena voluntad, le envía treinta liras y ru 
las acepte con el mismo corazón con que se las ofrece. Al mismo tiempo imploramos una bendición especialísima y una oración por nuestr 
comunidad, que experimenta dolorosamente los temores de estos dificilísimos tiempos. Recomendamos en particular el noviciado y tambié 
nuestro colegio, muy escaso de alumnas. íTodo para gloria de Dios! 

Finalmente me atrevo a pedir a don Bosco que me alcance una gracia importantísima toda ella para gloria de Dios. 

Le suplico, pues, reverendo Padre, que presente a su venerable Padre estas nuestras súplicas y defienda ante él nuestra causa. 

Perdone, por favor, mi atrevimiento y acepte la expresión de aprecio con que me glorío ser de vuestra Reverencia, 

Piacenza, colegio de Santa Ursula, 1.° de noviembre de 1886. 

Atenta y humilde servidora, MARIA ISABEL DE POL 
Ursulina y Cooperadora Salesiana 

Fin de Página: 632 


VOLUMEN XVIII Página: 632 

El señor Jerónimo Suttil a don Miguel Rúa 

Reverendísimo señor: 

Para gloria de Dios y de María Santísima Auxiliadora y para que siempre se conozca lo mucho que valen las oraciones de nuestro querido 
santo superior don Bosco, con toda la verdad, como si estuviese ante el Eterno Juez, me creo obligado a declararle cuanto sigue. 

Hace hoy precisamente quince días, me encontraba yo preocupado ante un empeoramiento inquietante. Vínome un nuevo mal a la ((750) 
pierna izquierda de la que manaba una cantidad de podredumbre que preocupaba a los mismos médicos. Permanecí con la pierna 
apretadamente vendada, y con las mayores incertidumbres hasta el sábado siguiente día de la nueva visita. íQué sorpresa más grande la mía 
también la de los médicos (que no pudieron ocultarla), al ver la pierna en bonísimo estado! Estaba asegurada la curación. Esto sucedía de la 
siete y media de la mañana a las ocho, que era la hora de la misa de nuestro santo. Más tarde llegaba el querido Festa llevándome, en nomb 
de don Bosco, la salud. A partir de aquel día, fui 
632 

mejorando a toda prisa, tanto que, al día siguiente, domingo, pude lograr que me llevaran en el cochecito a la iglesia para la bendición. Mi 
curación se debió, por tanto, a nuestro santo don Bosco, a quien Jesús y María no saben negarle nada. Benditos sean el Señor y María 
Auxiliadora; a ellos las gracias y que don Bosco reciba redoblado mil veces el inmenso bien que me hizo ya que la úlcera que amenazaba m 
pobre pierna, amenazaba mi propia vida. 

Después de Dios y de María, debo dar gracias al querido padre don Bosco. El clérigo Festa puede confirmar cuanto dejo dicho. 

4 de noviembre de 1886. 

Su afmo. hijo, J. SUTTIL 

60 

Acto académico con motivo del XV Centenario de la Conversión
de San Agustín


Señor: 

Como V. S. sabe, se cumple este año y precisamente en estos días el XV Centenario de la conversión de aquella gran lumbrera de la Igles 
que fue San Agustín, conversión que, por las causas que la determinaron y las felices consecuencias que de ella se derivaron para la religió 
para la sociedad, señala uno de los hechos más memorables de la historia eclesiástica y civil. Deseosos los salesianos y sus alumnos de 
celebrar este hecho del mejor modo que les es posible, idearon una conmemoración a manera de acto académico, con una representación 
dramática, en versos senarios latinos, evocando la conversión de Agustín que precedió y sucedió en Milán y siguió poco después en Ostia, 
entrelazada con composiciones en prosa y en verso, dirigidas a explicar su alto significado y señalar su benéfica influencia en las ciencias y 
letras. La representación quedará completada con música vocal, para recordar la parte saludablemente influyente que tuvo también el canto 
serio y sagrado en la conversión de Agustín. Mucho agradeceré a V. S. su asistencia a esta conmemoración ((751)) científico-literaria, que 
comenzará a las dos y media de la tarde del día diez de los corrientes en la casa salesiana de San Juan Evangelista en la avenida de Víctor 
Manuel II. 

Aprovecho con gusto esta ocasión para augurarle de Dios las más selectas bendiciones y profesarme, con singular aprecio, 

Turín, 2 de junio de 1886. 

Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

CONMEMORACION 

Fin de Página: 633 


VOLUMEN XVIII Página: 633 

DEL XV CENTENARIO DE LA CONVERSION DE SAN AGUSTIN 

1. Sonata. 
2. La Teología especulativo-dogmática en la Iglesia Latina del siglo IV, y la forma nueva y particular que toma de Agustín. 
633 
3. Cantata: Fassó, Ave Maria. 
4. Benéficos efectos de la conversión de Agustín para la filosofía. 
5. De Sancto Aurelio Augustino. Actus primus. 
6. De civitate Dei y reconstrucción de los principios generales de la Historia. 
7. Cantata: Stradella, Preghiera. 
8. Las cartas en el concepto de Agustín convertido. 
9. De Sancto Aurelio Augustino. Actus secundus. 
10. La cristiandad agradecida a Agustín convertido. Poema. 
11. Cantata: Capocci, Laudate pueri. 
61 

Carta del cardenal Alimonda a monseñor Cagliero 

Excelentísimo y reverendísimo señor: 

Todavía debo agradecer a su Excelencia Reverendísima los afectuosos augurios que se dignó enviarme por la fiesta de San Cayetano y la 
consoladoras y preciosas noticias de su misión, que hacían aún más preciosa su apreciada carta. Ruego no me culpe de la tardanza, pues, si 
hay alguna culpa, es del tiempo que devora demasiado rápidamente los días y los meses a quien se encuentra con un saco a cuestas, 
desproporcionado para sus espaldas. Por lo demás, estará enterado de mi afecto y aprecio a Vuestra Excelencia por medio del Oratorio, don 
paso de vez en cuando, en diversas ocasiones del año, alguna hora dulcísima con el venerabilísimo don Bosco y su familia. 

((752)) Las noticias tenidas de Vuestra Excelencia merecían ser conocidas para edificación pública, por lo que también yo me he permitid 
hacerlas publicar en Unità Cattolica. Ahora quiero hacerle llegar mi agradecimiento para las fiestas de Navidad, y así cumplo el deber de 
ofrecerle para las mismas mis más cordiales y halagüeños augurios. 

Tinieblas universales cubrían el mundo antes de la venida del Salvador; el mundo era una Patagonia: pero con El vino la luz, la paz y la 
salvación a los pueblos. 

íAh, que esas tierras confiadas a los diligentes y celosos cuidados de Vuestra Excelencia no tarden en entrar en el reino de la luz, para 
conocer y aprovechar el beneficio de la redención! 

Y que Dios conserve siempre joven, lleno de fuerzas y de espíritu vigoroso, en medio de tantos trabajos, al primer Obispo que lleva la bu 
nueva a esos pueblos desventurados. Esta será la oración con la que, durante el sagrado adviento y las fiestas navideñas, acompañaré los 
sudores, las gloriosas fatigas de Vuestra Excelencia y de sus dignos hermanos. No me olvide en sus fervorosas plegarias, pues no ignoro la 
eficacia ante el Señor de la voz del que sufre trabajando para ensanchar los confines de su santo reino. 

No necesita que le envíe noticias de Turín, porque ya las recibe frecuentemente de sus Salesianos, ni tampoco podría dárselas muy 
consoladoras. No le será amarga, entre otras, la pérdida de nuestro queridísimo monseñor Chiesa, que íya ha ido a tomar posesión del Paraí 
antes de que la tomara de su nueva sede de Casale! Le encomiendo a sus sufragios. 

Hoy he pasado casi toda la jornada en el Colegio de Valsálice, donde se celebraba 
634 

la distribución de premios. Resultó una fiesta hermosa e interesante como todas las salesianas. Pero nada más interesante que el amadísimo 
don Bosco que nos acompañaba, siempre jovial, siempre tranquilo y contento, sin desmejoramiento de la salud, aunque sujeto a los achaqu 
de siempre. Quiera el Señor guardarlo todavía para muchas santas empresas, entre las cuales no hay que perder de vista la salida de un buen 
grupo de misioneros que se prepara para pasado mañana. No quiero privarme de la satisfacción de asistir a su despedida e implorar todas la 
bendiciones del Cielo sobre el selecto escuadrón. 

Fin de Página: 635 


VOLUMEN XVIII Página: 635 

Y ya es hora de acabar. Mis sacerdotes y familiares besan reverentemente el anillo de Vuestra Excelencia e imploran su bendición. Yo 
abrazo afectuosamente a mi querido amigo, hermano e hijo espiritual en la persona de Vuestra Excelencia y, besando devotamente sus man 
celebro repetirme, 

De V. E. Revma. 

Turín, 30 de noviembre de 1886. 

Afmo. amigo s.s. en J. c, CAYETANO Card. ALIMONDA, Arzobispo 

((753)) 62 

Cartitas de los aprendices del Oratorio a don Bosco en el día de San Juan Evangelista 

a) Los encuadernadores 

Amadísimo Padre: 

Permita que sus hijos los encuadernadores no sean menos que sus compañeros en demostrarle el agradecimiento, el aprecio y veneración 
que sienten en su alma. Permita, buen Padre, que todos juntos y acordes le manifiesten sus augurios y felicitaciones en el día de su santo, d 
del Evangelista de Patmos, día de San Juan Evangelista. 

Cuántas cosas querríamos decirle si pudiéramos hablar y oír algunas de sus palabras que nos estimulen a obrar bien, a caminar por el 
sendero del honor, de la virtud para ser su satisfacción. Pero, íoh don Bosco!, ya los superiores que destinó para nuestra guía también nos 
quieren y como ellos también se inspiran en usted, y en aquel ángel de virtud que fue San Juan, no dejarán de conducir los descarriados a s 
buen corazón, y conservar a su amor aquellos que quieren ser, como nosotros lo queremos, hijos de Dios, porque somos hijos de don Bosco 

Sí; por esto nosotros rezamos y rezaremos al buen Dios para que le conserve muchos años y bien de todos, pero especialmente de sus 
encuadernadores, que tanto esperan y se ponen confiadamente en los brazos y en el corazón de su padre don Bosco y de sus superiores. 

(Siguen las firmas) 

b) Los cerrajeros 

Amadísimo Padre: 

Los hijos del taller de cerrajeros, unidos con su asistente, promenten en el solemne día de San Juan Evangelista a su amadísimo Padre do 
Bosco amor y reconocimiento; ruegan por él al Señor y le ofrecen sus comuniones para que Dios le conserve muchos años, a la par que le 
desean todo bien del cielo, besan respetuosamente su mano y humildemente se profesan todos, 

(Siguen las firmas) 

c) Los impresores 

Amadísimo padre: 

Nosotros los del taller de tipógrafos impresores, hoy, día de San Juan Evangelista, le prometemos a usted, nuestro amadísimo padre don 
Bosco, amor y gratitud, y rogaremos a Dios para que le colme de ((754)) bendiciones celestiales, y le dé una vida larga y próspera para nue 
bien espiritual y material. Besamos reverentes su mano y nos suscribimos, 

De Vuestra Señoría Reverendísima. 

Fin de Página: 636 


VOLUMEN XVIII Página: 636 

Afectísimos hijos en Jesús y María (Siguen las firmas) 

d) Los carpinteros 

Amadísimo Padre: 

Al igual de todos los hombres de bien que suelen aprovechar cualquier ocasión bonita y oportuna para testimoniar su deber y gratitud a lo 
que les quieren y favorecen, así también nosotros los aprendices del taller de carpinteros, juntamente con nuestro asistente, aprovechamos e 
tan propicia ocasión que nos ofrece su día onomástico, para agradecerle los muchos beneficios que nos prodiga continuamente para nuestro 
bien espiritual y material, y para darle un testimonio de gratitud y de reconocimiento; le prometemos corresponder a todos los cuidados que 
siempre nos procura, dentro de sus posibles. Acepte, pues, nuestro afectuoso saludo y la hermosa y gran corona de comuniones y oraciones 
que hoy prometemos hacer y presentamos de corazón a quien tanto debemos, a fin de que Dios le conserve en vida para nuestro bien y el de 
muchos otros. 

Y permita, entre tanto, que nos encomendemos a sus oraciones, los que, aunque indignos, nos suscribimos, 

(Siguen las firmas) 

e) Los tipógrafos fundidores, estereotipadores, calcógrafos 

Amadísimo Padre: 

En este su faustísimo día onomástico, nuestro corazón experimenta una grandísima satisfacción, al poder manifestarle nuestro amor y 
nuestro agradecimiento. Siempre 
636 
le querremos y le guardaremos eterna gratitud por sus beneficios; rogaremos siempre a San Juan, el apóstol de la caridad, tan perfectamente 
imitado por V. R. S., para que le obtenga amplísima recompensa. 

Nos encomendamos a sus fervorosas oraciones. Le prometemos, además, corresponder a sus beneficios, con una conducta edificante, 
queriéndonos los unos a los otros y viviendo como buenos cristianos. 

Agradezca, amadísimo Padre, estas expresiones y promesas de corazones agradecidos, y nos crea siempre suyos, 

(Siguen las firmas) 

((755)) f) Sastres y zapateros 

Amadísimo Padre: 

Este día de la fiesta de San Juan Evangelista es para sus hijos los sastres y zapateros motivo de alegría y gozan al poder decir a su Padre d 
Bosco que le quieren con el más puro y sincero cariño, y a fin de manifestárselo, le prometemos todos a continuación alguna cosa. 

Los sastres 

Pedro Cenci -hará cuatro comuniones y cuatro visitas por V. S. 

Palmiro Caccia -dos comuniones. 

Víctor Valenza -ídem. 

Pablo Maffeo -una comunión y una visita. 

Carlos Mazzuchielli -dos comuniones. 

Juan Ferrero -tres comuniones y tres visitas. 

Pablo Gili -hará una visita. 

José Sandri -seis visitas. 

Nadal Rosso -dos comuniones y cuatro visitas. 

Fin de Página: 637 


VOLUMEN XVIII Página: 637 

Alejo Rosso -dos comuniones y cuatro visitas.
Juan Andisio -dos comuniones y cuatro visitas.
Santiago Martinoli -dos comuniones y cuatro visitas.
José Martinoli -una comunión y dos visitas.
Domingo Delfrate -una comunión y tres visitas.
Pedro Razzetti -una comunión y tres visitas.
Mariano Cesaretti -hará dos comuniones.
Miguel Brossa -cuatro comuniones.
Felipe Bossi -una comunión.
Juan Ghibandi -dos comuniones y dos visitas.
Alejo Carlino -una comunión y una visita.
Luis Fabbro -una comunión y tres visitas.
Domingo Ganna -una comunión y tres visitas.
José Abete -tres visitas.


Los zapateros 

Pedro Perlo -promete rezar por V. S. 
Nadal Cerutti -hará dos comuniones. 
637 

Francisco Ceresole -cinco comuniones.
Bernardino Meotto -dos comuniones y tres visitas.
Jorge Tomatis -dos comuniones.
Alfredo Barbero -dos comuniones.
Antonio Locatelli -dos comuniones y tres visitas.
Juan Bruno -una comunión.
((756)) Juan Bona -rezará muy especialmente por V. S.
Juan Olivero -hará tres comuniones y tres visitas.
Juan Bruno -tres comuniones.
Esteban Cortese -tres comuniones y dos visitas.
Juan Armando -cuatro visitas.
Juan Fassio -dos comuniones y dos visitas.
Juan Valle -una comunión y una visita.
Juan Garrone -hará una comunión.
José Garrone -una comunión.
Carlos Prete -rezará por V. S. muy especialmente.
Gaudencio Barattini -hará una comunión.
Bartolomé Girnero -hará una comunión.
Crescencio Fenocchio -una comunión y tres visitas.
José Picca -una comunión.
Miguel Rossi -una comunión y tres visitas.
Javier Ferrero -seis comuniones y seis visitas.
Juan Testore -dos comuniones y seis visitas.
José Audisio -dos comuniones y cuatro visitas.
Santiago Rossi -dos comuniones y cinco visitas.
Luis Borgna -una comunión y una visita.
José Orella -una comunión y una visita.
Juan Picca -una comunión y una visita.


El asistente, clérigo Travaini, que ya hace varios años recibe cada día la comunión por V. S., promete continuar. 

Mientras le rogamos acepte nuestra pequeña ofrenda, le suplicamos nos dé la bendición de María Auxiliadora. 

Oratorio de San Francisco de Sales, 27-86. 

Fin de Página: 638 


VOLUMEN XVIII Página: 638 

63 (el original en francés)
Dos cartas de Francia a don Bosco y sus respuestas


A 
Mi reverendo Padre: 
Le había prometido no volver a molestarle con mis cositas y no hablarle de mi matrimonio: pero estoy en vísperas de la boda y tengo mie 
Pido a Dios, por su medio, un último consejo. 
El buen Dios ha permitido que usted conozca el fondo del corazón, no sólo de los que ha visto, sino también el de las personas de las que 

le habla. Usted me conoce, pues, padre mío, le suplico me diga si puedo casarme con la señorita Magdalena 
638 
((757)) Delamolle con la seguridad de la felicidad cristiana en este mundo. »Somos el uno para el otro? 
Ruégole me responda lo antes posible, por favor, y que queme esta carta que le escribo. 
Acepte, reverendo Padre, la seguridad de mi profundo respeto, y ruegue a María Auxiliadora por mí y todos mis seres queridos. 
La Croix, par Nevers (Nierre), 3 de enero de 1887. 
ALBERTO DE LENFORME 
Contestación. 
Señor: 
Puede usted casarse tranquilamente con la señorita Delamolle, que le hará feliz en este mundo, si los dos frecuentan la santa comunión. 
Recomiendo mis huérfanos a su caridad. Ruegue por mí; que Dios le bendiga y la Santísima Virgen sea siempre su guía. 
Turín, 8 de enero de 1887. 
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

B 
Mi reverendo Padre: 
Sin tener el honor de que usted me conozca, me permito pedirle los consejos de su experiencia. Personas muy amigas mías le vieron a su 

paso por París y me han manifestado su gran espíritu de fe; ésta es la razón en que me fundo para poner ante sus ojos el caso que me permi 
exponerle. 
Hace algunos años pensaba casarme con cierta joven a la que profesaba profundo y respetuoso afecto. Este proyecto se rompió de repente 
por una cuestión de intereses. 

Le pediría, mi reverendo Padre, se dignara considerar este caso ante el Señor y decirme el resultado de su piadosa y caritativa meditación 
»Debo intentar la renovación de las relaciones rotas? »Encontraré en esta proyectada unión, los elementos de una felicidad terrena y celesti 
»El rompimiento de mis esperanzas, no será indicio de que el Señor me llama por otro camino? 

Reciba, reverendo Padre, la expresión de mis más respetuosos sentimientos, rogándole acepte esta limosna para su obra.
Ruégole dirija su respuesta al señor X, en casa del reverendo capellán del hospital militar de Gros Caillou, 106, Rue St. Dominique -Parí
París, 8 de enero.


Fin de Página: 639 


VOLUMEN XVIII Página: 639 

((758)) Contestación. 
Mi querido amigo en J. C.: 
Oiga el parecer de su director espiritual. Si es afirmativo, procure solamente que la 

639 

joven de la que me escribe, frecuente la santa comunión. Por lo demás, esté tranquilo. Yo rezo por usted y le recomiendo a mis huérfanos. 
Que Dios le recompense con largueza su limosna de cincuenta francos. 
Turín, 10-87. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
64 (el original en francés) 

Carta de don Bosco al príncipe Augusto Czartoryski
Muy querido Príncipe:
Le doy gracias por haber tenido el buen pensamiento de enviar su aguinaldo para mis pobres muchachos y haberme dado a la vez las


noticias que más me agradan; los testimonios de la caritativa simpatía de mis cooperadores y la prueba de que su generoso concurso lo teng 
siempre asegurado. 
Que el buen Dios se lo pague, a usted y a su familia, y que él les colme a todos de sus bendiciones. 
Quiero pensar que su salud es buena y que su señor padre se ha repuesto totalmente de la pena que le había causado el golpe sufrido. 
De todos modos tenga por seguro que nosotros no dejaremos de pedir al Señor por usted y por todos sus intereses. 
Reciba, querido Príncipe, con toda la expresión de mi agradecimiento, la seguridad de mi afectuosa adhesión, 
Turín, 3 de enero de 1887. 

J. BOSCO, Pbro. 
65 

Dos circulares de don Bosco después del terremoto 

Muy queridos hijos míos en J. C.: 

El terrible azote del terremoto que el día veintitrés del pasado febrero ocasionó en el litoral del oeste de Liguria la espantosa catástrofe, d 
que ya estaréis informados, me obliga a escribiros esta carta, para recomendaros algunas cosas, que creo son muy importantes. 

((759)) Ante todo os invito a dar gracias a Dios y a la Santísima Virgen Auxiliadora, que nos libraron del dolor de que hubiera víctimas 
entre nosotros, a pesar de que algunas de nuestras casas se hallen precisamente en el lugar donde fue mayor el desastre. Con este fin determ 
cada Director el día que le parezca más a propósito, exhorte a los hermanos y a los muchachos a hacer una buena confesión y comunión, y 
récese la tercera parte del rosario en sufragio de las almas de los que perecieron entre las ruinas 
640 

de las casas. Y después, por la tarde, se cante el Te Deum y se imparta la bendición con el Santísimo Sacramento. 

Mientras tanto, como también nosotros hemos sufrido grandes daños materiales, pues se ha arruinado la casa de Bordighera y habrá que 
volver a levantarla, conviene que todos nos pongamos de acuerdo para disminuir los gastos en cada casa, a fin de subvenir a la inesperada 

Fin de Página: 641 


VOLUMEN XVIII Página: 641 

necesidad. 

Por otra parte, son tantos y tan grandes los desastres, a los que debe atender la caridad pública, para reconstruir casas, albergar a los pobr 
mantener a los huérfanos, que nuestros bienhechores no se encontrarán en situación de aportar los socorros que necesitaríamos. 

Por lo cual os recomiendo que no se hagan durante este año obras nuevas, reparaciones, ni gastos o adquisiciones que no sean de extrema 
necesidad. Sepan todos y cada uno de los hermanos hacer por su cuenta los sacrificios y privaciones que son del caso y procuren evitar gas 
en viajes, libros, ropa y en todo lo que sea posible, tanto en casa como fuera de ella. De esta manera podremos reparar, al menos en parte, l 
daños sufridos, restaurar la casa derruida, y reemprender las obras de religión y de caridad más necesarias para mayor gloria de Dios y bien 
las almas. 

Sabed también aprovechar esta triste circunstancia para exponer a los bienhechores, con quienes tratéis, la necesidad en que nos 
encontramos, y animarles de este modo a la caridad. El simple recuerdo de lo sucedido puede inspirar muy buenos pensamientos. 

No dejéis de recomendar a los alumnos que sean buenos, devotos de la Virgen y que vivan en gracia de Dios para merecer su protección 
todo tiempo y lugar y, especialmente, en los peligros repentinos e inesperados, como el del señalado terremoto, que en un instante causó 
millares de víctimas. 

Pero así como, por una parte, podéis hacer comprender que semejantes azotes proceden de la indignación de Dios, y cesan por su 
misericordia, como dice la Iglesia: Ut mortalium corda cognoscant et, te indignante, talia flagella prodire, et, te miserante, cessare, no dejéi 
por otra parte, de animar a todos a tener gran confianza en Dios, el cual sostiene la tierra en sus manos omnipotentes, y ha asegurado que n 
caerá un cabello de nuestra cabeza sin su permiso: et capillus de capite vestro non peribit. 

((760)) Aprovecho también esta propicia ocasión para agradeceros las oraciones que hacéis por mí, y os suplico que sigáis haciéndolas, 
añadiendo un gran interés por salvar vuestra alma, organizándoos como buenos religiosos; porque el saber que mis queridos hijos viven 
santamente, que salvan las almas, que honran a la Iglesia, me consuela más que todo, me hace olvidar mis males y volver a una nueva vida. 

Finalmente imploro sobre cada uno de vosotros y sobre los muchachos de esta casa, la bendición de Dios y la protección de María 
Auxiliadora, mientras tengo la satisfacción de proclamarme 

Turín, 1 de marzo de 1887. 

Vuestro afmo. in J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 
641 
B 

Beneméritos Cooperadores y Cooperadoras: 

La viva solicitud, con que siempre tomáis parte en las Obras Salesianas, me hace pensar que será de vuestro gusto que os presente un bre 
informe sobre lo que nos ha ocurrido en estos últimos días. 

Ciertamente ya conocéis la terrible catástrofe del terremoto del día veintitrés del pasado febrero, que destruyó y arruinó en un instante 
palacios y tugurios y produjo gravísimos daños en Italia y causó muchísimas víctimas en Liguria. 

Con el alma llena de reconocimiento al Señor, os anuncio ante todo que, en medio de tantos heridos y muertos, no hemos tenido que 
deplorar ningún daño personal. Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, alumnos y alumnas de todas las casas quedaron a salvo, no sólo d 
muerte, sino también de heridas y contusiones. No hubo más mal que el espanto, la alarma, el ansia indescriptible que se apoderó de todos, 
el miedo invencible a quedar encerrados dentro de los edificios, como en algunos del litoral de Liguria, donde hubieron de pasar varios día 
noches acampados como pudieron y al aire abierto en patios y jardines. 

Pero, si nos hemos librado de las desgracias personales, no así de los daños materiales. Nuestras casas de Piamonte y Toscana solamente 
tuvieron muros agrietados, techos arruinados, escaleras y arcadas removidas; daños, en fin, remediables fácilmente. Pero algunas de nuestra 
casas del oeste de Liguria, zona más castigada, sufrieron mayores daños. Entre éstos figura la fachada de la iglesia del colegio de Alassio q 
amenaza ruina y la casa de Vallecrosia, junto a Bordighera, totalmente arruinada e inhabitable sin costosos trabajos. Ya se han quitado los 
escombros; ha habido que cerrar las escuelas y el colegio femenino anejo, enviar a sus familias a una ((761)) parte de las muchachas, y 
trasladar las otras a Nizza-Monferrato, por haber quedado huérfanas o sin casa. 

Fin de Página: 642 


VOLUMEN XVIII Página: 642 

Como puede verse, este triste suceso nos obliga a grandes sacrificios, a fin de que no desaparezcan obras que costaron muchos gastos e 
inmensos trabajos, y que no podemos abandonar sin gran daño para las almas. Ello nos obliga a gastos de viajes, reparaciones, manutenció 
de muchachos y muchachas, cuyos padres sufrieron el azote; nos obliga, en suma, a cuantiosos gastos, que hace poco no hubiéramos podid 
imaginar. 

Os diré, entre otras cosas, que la casa de Vallecrosia es una de las más necesarias para bien de la religión y de las almas, porque en aquel 
localidad se hallan instalados los protestantes, los cuales emplean toda suerte de medios para ganarse a la juventud de ambos sexos y 
arrebatarles la fe; y por eso hay que restaurarla a toda costa. 

»Cómo hacer? Yo no quiero desanimarme. Aunque impotente por mis males físicos para poder salir a pedir la ayuda necesaria, espero 
remediar el desastre por medio de mis Cooperadores y Cooperadoras. A unos y a otras pido humildemente caridad. 

Conozco vuestro buen corazón, y me parece que sobran palabras para animaros a ayudarme. Solamente os pido que reflexionéis que las 
calamidades públicas deben servir para espolear a los buenos cristianos a moverse para mitigar los lamentados efectos y hacer, diría yo, cas 
imposible por repararlos. 

La caridad realizada en semejantes casos, a la par que resulta más suave para quien la ejerce y para quien la recibe, resulta además una 
especie de himno al Señor 
642 

por habernos librado del azote; se convierte, además, en plegaria eficaz para alcanzar su misericordia y librarnos de la muerte: eleemosyna 
morte liberat et facit invenire misericordiam. 

Algo, que los pasados días nos produjo a los Salesianos y a mí gran satisfacción, en medio de la desolación, fue la noticia de que algunas 
personas bienhechoras nuestras, que habitaban en el lugar del mayor desastre, se liberaron de él casi milagrosamente. Nosotros atribuimos 
gracia a la caridad que siempre han tenido con nosotros; porque el Señor suele conceder en este mundo el céntuplo que en el Evangelio 
promete a quien da limosna por su amor. 

Esta gracia, con muchas otras de tiempos pasados, es una prueba convincente de que Dios y la Santísima Virgen Auxiliadora protegen de 
modo especial a los que, pudiendo, nos hacen caridad; y es una prueba de que Dios y María Auxiliadora escuchan las plegarias que hacemo 
en nuestras casas por los bienhechores y bienhechoras, sobre los cuales imploramos cada día las bendiciones del cielo. 

((762)) Por mi parte os aseguro que diariamente rogaré y haré rogar por vosotros y vuestras familias. Y después de socorridos, nos 
juntaremos más cariñosamente en torno a María Auxiliadora, Madre de Aquel que sostiene el mundo en sus poderosas manos, y le rogarem 
más fervorosamente que os mire desde el Cielo, os cubra con su manto materno y valioso y aleje de vosotros toda desgracia ahora y siempr 

Y no me queda por deciros más que esto: Pido y espero vuestra caridad, para reparar los daños sufridos por el terremoto. No importa que 
limosna no pueda ser más que de unos céntimos. Lo mismo que la unión hace la fuerza, así muchas pequeñas limosnas reunidas pueden 
suministrar el medio para remediar los daños sufridos y realizar obras importantísimas. 

Rogad también vosotros por mí y por la prosperidad de las obras, que la divina Bondad confió a nuestras pobres manos y aceptad que me 
profese con toda gratirud. 

De vosotros, beneméritos Cooperadores y Cooperadoras, 

Turín, 1.° de marzo de 1887. 

Vuestro seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

NB. Para norma de quien tenga la bondad de enviarme a Turín, calle Cottolengo, 32, alguna limosna particular o colectiva, por giro posta 
carta certificada, se enviará al remitente una cartita impresa, que servirá de recibo y agradecimiento. 

Circular para una conferencia en Sampierdarena 

Fin de Página: 643 


VOLUMEN XVIII Página: 643 

ORATORIO S.F.S. EN TURIN 

Beneméritos señores Cooperadores y Cooperadoras Salesianos: 

El vivo deseo que tengo de ver reunidas a las benévolas personas que de tantos modos me ayudan a hacer algún bien a la juventud 
abandonada, me apremia a aprovechar la ocasión de mi paso por Sampierdarena, camino de Roma, para celebrar 

la conferencia de los Cooperadores y Cooperadoras Salesianos de Génova y poblaciones de los alrededores. 

La piadosa reunión se hará en la basílica de San Siro de Génova, a las dos y media de la tarde, el jueves próximo, día veintiuno del corrie 
mes. 

Su Excelencia Rvma. Mons. Sanatone Magnapo, veneradísimo ((763)) y benemérito arzobispo de Génova nos da fundadas esperanzas de 
que podrá presidir la piadosa reunión y darla brillantez con su presencia, como todos deseamos. 

El ilustrísimo orador monseñor Homodei-Zorini, ha aceptado con exquisita bondad dar la conferencia correspondiente a los asistentes. 

Para mayor satisfacción de todos hay que recordar que el Sumo Pontífice concede indulgencia plenaria a los que asisten a la Conferencia. 

Con la confianza de que los beneméritos Cooperadores y Cooperadoras aceptarán con gusto esta invitación, ruego al Señor que derrame 
sobre ellos y sobre sus seres queridos las más abundantes bendiciones; y encomendándome, a la par, a sus oraciones celebro poderme profe 
con todo aprecio y profundo agradecimiento. 

De sus Excelencias Beneméritas, 

18 de abril de 1887. 

Atto. s.s., JUAN BOSCO, Pbro. 

(Seguían las acostumbradas advertencias y horario) 

67 (el original en latín) 

Favores espirituales, con ocasión de la consagración de la iglesia
del Sagrado Corazón


La Sagrada Congregación de Ritos, en uso de las facultades que le han sido concedidas por nuestro Santísimo Señor, León XIII, ante las 
humildísimas y fundadas preces del Rvmo. Procurador General de la Congregación Salesiana, con motivo de la iglesia aneja a la residencia 
la misma Congregación Salesiana, que ha de tener lugar inmediatamente en esta ciudad el próximo sábado, antes de la Domínica V despué 
Pascua, vale a decir, el día 14 del corriente mes de mayo, prescribió y ordenó cuanto sigue, a saber: 

I. Que las segundas Vísperas Pontificales del aludido sábado sean y se celebren según el oficio de la Dedicación de Iglesias y, durante el 
domingo siguiente, tanto la Misa Pontificial solemne, como las misas rezadas, además igualmente las segundas Vísperas Pontificales, sean 
propias del mismo común de la Dedicación de Iglesias. 
II. Que, en las siguientes Ferias II, III y IV, todas las Misas, tanto Pontificales como rezadas, puedan celebrarse como votivas del Sagrado 
Corazón de Jesús, y, además, las Vísperas Pontificales de dichas Ferias II y III, puedan cantarse las del mismo Sagrado Corazón, y, en la F 
IV, las primeras de la Ascensión del Señor. 
III. Que, el jueves, día de la Ascensión del Señor (es decir, el 19 de mayo), puede tener lugar, durante los sagrados ritos en los Pontificale 
una homilía ((764)) y, después de las Vísperas Pontificales, puede hacerse inmediatamente exposición del Santísimo 
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644 

Sacramento de la Eucaristía, cantándose solemnemente después el himno Te Deum, con el Tantum ergo, finalizándose con la bendición al 
pueblo (la cual sólo podrá ser impartida este día) con el Santísimo Sacramento. 

IV. Que todos los fieles de ambos sexos, sinceramente arrepentidos, que hayan confesado y comulgado en cualquiera de las fechas, del 1 
19 del corriente mes de mayo, ambas inclusive, y que hayan visitado esa misma iglesia y, en la misma, durante un espacio prudencial de 
tiempo, hayan elevado preces ante Dios, según la intención de Su Santidad, pueden obtener una sola vez Indulgencia Plenaria, según las 
condiciones acostumbradas en la Iglesia, aplicable también para las almas del Purgatorio. Los que, al menos con corazón contrito, visitaren 
dicha iglesia en los aludidos días, pueden lucrar una sola vez cada día Indulgencia parcial de siete años y otras tantas cuarentenas, aplicable 
también en favor de las almas del Purgatorio. No obstante cualesquiera otras normas en contra. 
Día 11 de mayo de 1887. 

D. Cardenal BARTOLINI, de la S. I. R. 
Prefecto 
JUAN PONZI En nombre de la S. I. R., LORENZO SALVATI Sustituto Secretario 

68 

Homilía del cardenal Parocchi como clausura de las solemnidades romanas en el Castro Pretorio 

Et ego si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum -IOAN., XII, 32 

Hace ahora tres lustros, reinaban aquí el silencio y la soledad. Tras largos intentos, he aquí levantado el más bello templo de cuantos Rom 
consagró al Altísimo en el último decenio; un templo donde a porfía acudieron las artes humanas, los esfuerzos de la Península y la caridad 
del orbe católico; un templo donde, al espíritu laborioso de un humilde sacerdote, sonrió gozosamente la grandeza de dos Pontífices. 

Este noble templo, digno de tal título, es la apoteosis del divino Corazón. Ideado por un fervoroso apóstol del Sagrado Corazón, confiada 
ardua empresa a unos sacerdotes que alcanzaron de su celestial Patrono y del Fundador las lecciones de la vida íntima de Jesucristo, no en 
vano esperamos que El, lo mismo que un día en sión, abrirá en estas ruinas históricas del Castro Pretorio la fuente profetizada por Isaías, q 
vivirá para siempre. 

((765)) En el ocaso de sus encenías 1, brilla con nueva gloria el majestuoso edificio de la solemnidad de hoy. La Ascensión es la apoteos 
del divino Corazón: porque, si un corazón se regocija cuando puede hacer el bien, el Corazón de Jesús se festejó con nueva alegría, cuando 
palpitando a la derecha del Padre, se ha mostrado como señor y árbitro de todos los corazones. 

1 Encenías. Así se llamaba la fiesta de la Dedicación del Templo de Jerusalén. (N. del T.) 
645 

Así se ha cumplido verdaderamente el oráculo: «Y si yo fuere exaltado sobre la tierra, atraeré todo a mí»: Et si exaltatus fuero a terra, om 
traham ad meipsum, en este día, invitándonos Jesús en el recinto de la nueva casa a ser trofeos de su corazón; »quién querrá negarse? 
Cualquiera que oiga la voz del corazón, conoce los arcanos consuelos. 

Enjugar las lágrimas del que llora, visitar a los pobres, saciar el hambre, vestir al desnudo, asistir a los moribundos, enterrar cristianamen 
los muertos, verter la lluvia de la divina Sangre sobre las ánimas que penan en el purgatorio; atender a la conversión de los pecadores, abrir 
entendimientos ciegos al esplendor de la fe, reanimar a los oprimidos y defender los derechos conculcados de la justicia, son los consuelos 
corazón humano, los que lo preparan para los supremos; »y no fueron precisamente éstos los consuelos preferidos por el divino Corazón? Y 
sin embargo, como si lo hubiera dicho en su peregrinación terrestre, no logró Jesús satisfacer lo bastante su generosa pasión por hacer el bi 
Durante sus treinta y tres años de peregrinación, acompañada de muchos trabajos, realizada con muchas penas, adquirió el mérito de redim 
no a uno sino a infinitos mundos. Pero la ejecución del gran proyecto estaba reservada principalmente a la vida póstuma, a la vida que lleva 
libre y poderosa en la sublimidad de la gloria. El Padre, que prescribe el inicio y la marcha de todos los sucesos en peso, número y medida, 
quiso entonces que el Hijo llevase consigo prisionera la esclavitud, cuando estuviere a punto de entrar victorioso en su palacio; que calmas 
las horribles tempestades de la tierra, cuando estuviera sentado tranquilamente a su diestra; que aplicase el iluminado poder recibido en el 
cielo y en la tierra, cuando hubiera tomado posesión de ambos reinos. Lo vuelve a decir, que con la Ascensión habría empezado el reino de 
amantísimo corazón. Realizado entonces el poder ilimitado, manifestó espléndidamente la caridad, alma de su corazón, con la exuberante 

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abundancia de beneficios, ya hecho manifiesto el triunfo de aquel corazón. Et ego si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum. 

Todas las gentes sin excepción, cultas o ignorantes, fuertes o débiles, desgraciadas o felices: todas las épocas igualmente necesitadas de 
Jesucristo, y mucho más, cuando la jactanciosa civilización de algunas aparente que se basta a sí misma; todas las clases, ricos y pobres, 
nobles y plebeyos; todas las condiciones, desde la más baja hasta la más alta: artes, letras, ciencias, política, economía, todas las pertenenci 
privadas y públicas, de esta vida o de la otra, todo quedó ((766)) sujeto a su dominio, todo se derivó de la fuente inagotable de su corazón. 
Omnia traham ad meipsum. 

Ya había dicho él: «Porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito», Si non abiero, Paraclitus non veniet ad vos (Jn, XVI). Era 
necesario (conforme a los planes de la divina sabiduría y bondad) que triunfase el corazón de Jesús, cuando el amor hipostático del Padre y 
del Hijo, el amor enviado por ambos con una única misión, lo mismo que es uno e idéntico el principio de donde El procede, descendía el 
divino Paráclito para inaugurar en la tierra el reino en el corazón. David luchó trabajosamente durante treinta años para preparar el Templo 
Salomón lo edificó en la felicidad de la paz. Así el Salvador, con los inefables espasmos de la pasión, sembrado el porvenir de todos los 
tiempos, habría recogido en el gozo; y mientras tanto vigilaría el espíritu embellecedor del universo para cumplir la alta empresa. Spiritus 
(Domini) ornavit coelos (Job, XXVI, 13). 

Está el reino de la fuerza, propio de los animales, y éste valoró el paganismo, por el cual las creaturas razonables pasaron a la condición d 
seres irracionales. Está el reino de la inteligencia, y éste abraza una parte muy noble de nuestra naturaleza, 
646 
pero no la comprende del todo: es un reino de estéril admiración y de cálculo, incapaz de felicitar a quien se siente nacido para otra cosa, m 
que para contemplar fríamente la verdad y maravillarse de la belleza. Está el reino del corazón, y éste sin abandonar la fuerza, cuando es 
necesaria para defender el derecho justo, sin alejar la inteligencia, fiel consorte; este reino emplea al hombre como es, al hombre destinado 
amar y hacer el bien, alcanzando así la felicidad terrenal y la celestial. Este es precisamente el reino indefectible de su corazón, siempre 
viviente. 

Aquí, si no me alucina el afecto, aquí se reproducirá la gracia de tan gran reino; y en el magnífico aspecto del templo brillará reflejado el 
triunfo del divino Corazón. Así como del orden visible se eleva el espíritu a lo invisible, así también nosotros, desde la celebración del tem 
exterior, magnífico, pero no acabado, subiremos a las alturas del interior, reformando cada día alguna parte deformada por las pasiones, 
trabajando cada día para alcanzar alguna otra, bosquejada apenas por nuestra innata insuficiencia. 

Reinad en este templo, reinad aquí soberanamente, íoh Corazón adorable de Jesús!, y nadie, mientras duren los siglos, nadie os eche de a 
llevad vos mismo a término la obra con vuestras manos, adornando con nuevos primores las paredes alegradas con vuestro crisma; pero, so 
todo reinad en nosotros trahe nos post te: hacednos siempre mejores fieles súbditos de vuestro universal dominio, elevad nuestra miseria al 
honor de propagar por todas partes la gloria de vuestro reino, de modo que no seamos nosotros de los infelices que experimentarán el terror 
la justicia al cumplirse vuestro último oráculo: Et ego, si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum. 

((767)) 69 (el original en latín) 

Inscripciones de don Juan Bautista Francesia para cada una de las campanas de la iglesia del Sagrado Corazón 

1.ª campana 

Luis F. Colle, varón ilustre, Conde de la Santa Iglesia Romana, en su casa de Tolón (Francia), fervorosísimo creyente de la Religión 
cristiana y especialmente protector de la Familia Salesiana, como señal de generosidad y afecto para con León XIII, P. M., la ofrendó el añ 
1886. 

2.ª campana 

Sofía Colle, de la noble familia Buchet, de Tolón (Francia), ilustrísima matrona de singular ejemplaridad y fiel seguidora de las huellas d 
su marido Luis F., como recuerdo de su devoción a la Virgen María Auxiliadora de los Cristianos, se la dedicó el año 1886. 

3.ª campana 

Para honor y gloria de Luis Colle, hijo de Luis F. y de Sofía Buchet, el cual, dando, desde su más tierna infancia, no sólo esperanza de 
piedad y aplicación al estudio, sino evidencia, fue arrebatado en tan floreciente edad, para que la malicia no 

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647 

contaminase su alma y descansó en el Señor, a los quince años y seis meses, el año 1886. 

Sus padres, al tiempo que dan gracias a Dios, quien se lo dio y se lo quitó, determinaron hacer herederos de sus bienes a los pobres de 
Cristo, para obtener en la vida eterna lo que se les frustró en este mundo. 

4.ª campana 

Para que quede constancia del recuerdo del dichoso día en que María de la Soledad Pascual y de Llansá, niña noble, de mente despierta y 
costumbres irreprochables, con apenas nueve años de edad, se acercó a recibir la primera comunión, en Barcelona, en la capilla de la 
comunidad Salesiana. Sus padres Manuel María Pascual de Bofarull y María Soledad de Llansá de Pascual, muy agradecidos el 1 de mayo 
1886. 

5.ª campana 

Dorotea Chopitea de Serra, residente en Barcelona, denominada popularmente madre de los pobres, como señal de gran devoción al 
Divinísimo Corazón de Jesús, dispuso que se forjara este sagrado bronce el mismo día en que Isabel Huelin y Serra, nieta y niña inocentísim 
se acercó por vez primera a comulgar, el 7 de mayo de 1886. Mas íay!, pocos meses más tarde, llorada y amada por todos los suyos, voló a 
bodas eternas. 

((768)) 70 (el original en francés) 

Carta del Príncipe Czartoryski a don Bosco 

Muy reverendo padre: 

Papá exige que me haga cargo del asunto del mayorazgo. Las tierras e inmuebles de papá han sido puestos a mi nombre, como ya le había 
dicho, y exige que me ocupe del establecimiento del mayorazgo a mi nombre, antes de que vaya a hacer mis estudios con usted. Los motivo 
de sus prisas son las buenas disposiciones del Emperador, de las cuales hay que aprovecharse, la guerra inminente antes de la cual sería 
prudente haber establecido el mayorazgo... Se trata de unir unos capitales al mayorazgo y que yo presente al Emperador el proyecto de 
constitución del mismo. 

Se puede hacer de la manera que papá lo propuso, añadiendo yo al mayorazgo unos capitales, sin que mi fortuna personal sufra disminuc 
en el caso de que renuncie al mayorazgo (si me hago sacerdote o religioso). 

Tengo que partir, con papá, el miércoles por la noche hacia Viena, donde mi dirección será en Weinhans. Estaremos allí muy poco tiemp 
volveremos a Cracovia (Galizia Austríaca) donde mi direción será el museo Czartoryski. 

El príncipe imperial de Austria tiene que ir a Cravovia a fines de este mes, y visitará nuestro museo. Yo estaré probablemente expuesto a 
muchas distracciones. 

Le comunico todas estas preocupaciones, como a mi director espiritual que es. Sigo siempre resuelto a hacer la voluntad de Dios y seguir 
vocación. Quiero volver a Turín apenas pueda. 
648 

Me encomiendo a sus oraciones, Padre, y le ruego acepte la seguridad de mis respetuosos sentimientos. 

París, 2 rue St. Louis en l'¯ le, 13 de junio de 1887. 

Su hijo en J. C., AUGUSTO CZARTORYSKI 

71 (el original en francés) 

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Discurso leído el día onomástico de don Bosco, en nombre de Francia 

Muy venerado Padre: 

Hoy recoge usted en el campo donde había sembrado: permítame, se lo ruego, que yo también aporte mi gavilla de reconocimiento y 
bendiciones. 

((769)) Un día le pareció estrecha para su celo la sonriente patria en la que Dios quiso que naciera y amase: a los que conocen el precio d 
las almas pronto les llegan éstas a faltar. 

Acordóse entonces de que la Roma cristiana ha dado al mundo tres hijas de alta estirpe, o mejor, tres reinas: »hay acaso estirpe más alta q 
la de los mártires? 

Italia, Francia y España están junto a las maravillosas riberas del Mediterráneo, a las que envía Roma cada día, con sus olas, un soplo de 
vetusta; no tienen fronteras; los Alpes y los Pirineos no las separan: son mojones que señalan la heredad y marcan el reparto de las glorias. 

Sus trabajos ya habían consolado a Italia, cuando usted miró a Francia como se mira a aquéllos a quienes se quiere salvar. 

Se trataba, en fin de cuentas, de ordenar el bien y emprender el camino de España. Francia comprendió su mirada. 

Ella ocupa, en medio de la gran familia latina, un lugar que usted conoce muy bien. 

La subyuga la caridad, la seduce el afecto; la arrastra el sacrificio; reina en ella, como un santo contagio, una irresistible necesidad de 
generosidad: no sabría escatimarse a quien se prodiga. Por eso también el don de Dios encuentra siempre en ella almas hechas para conoce 
y amarle. 

Usted sabe muy bien, venerado Padre, que digo la verdad: usted conoce Francia, la verdadera Francia, la que es ella misma cuando está e 
amistad con Dios. Usted ha sentido todavía latir su corazón, bajo las ruinas de muchas grandezas y hermosuras; usted sabe que la vieja san 
de los cruzados corre todavía por sus venas y da vida a obras poderosas de la Iglesia de Jesucristo. 

Al salir de un largo sueño sangrante, en el que todos los respetos habían naufragado, atravesaba Francia el Romano Pontífice en medio de 
un pueblo de rodillas. Las tristezas preparaban tristezas cuando vino usted a predicarnos una cruzada para la regeneración social: este pueb 
sepultado en su aflicción, alzó la cabeza y se estremeció al sonido de su voz que les hablaba de salvación: y Francia ha creído en usted, y le 
amado porque ella tiene fe y amor de aquello que no viene de la tierra. 

El nombre de Dios es el santo y seña que abre en nuestra tierra todas las puertas; con este nombre tiene usted derecho a llevar nuestros 
corazones en sus manos. 

Estaba usted solo, sin medios seguros, sin apoyo humano: eran las credenciales 
649 

que nos hacían falta. Todo el que es débil y pequeño ante los hombres, recibe entre nosotros el culto de un respeto ilimitado: y este respeto 
tiene su fuente en nuestra fe. Nosotros sabemos que Dios está siempre detrás de un hombre que se entrega: y usted estaba atacado por una 
locura de entrega. 

((770)) Por lo demás, Dios no permanece oculto mucho tiempo. El grano de mostaza ha germinado: el mundo, sorprendido, ha visto crec 
un árbol bajo cuyas ramas se abrigan multitudes que, como los pájaros del cielo, tienen todas las maternales atenciones de la Providencia. 

Una magnífica rama se extiende ya por Francia; poco a poco la cubrirá por entero con su sombra bienhechora: todos esos muchachos, de 
que es usted padre, cantan su reconocimiento. 

Yo le traigo el eco de ese canto, en este día en el que se le puede bendecir y bendecir a Dios que nos lo ha dado. 

Que Dios le guarde a nuestro amor filial, a nuestra veneración: la mano que abrió el primer surco es la más preciosa de todas; que El se 
digne concederle siempre unos hijos como los que usted desea. 

Gracias, una vez más, en nombre de una nación que no olvida lo mucho que usted la quiere. 

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Usted oirá este gracias por un tiempo que no tiene fin. No será la voz de un pueblo solo que se la diga: las naciones desaparecerán: no 
quedará más que la gran familia de los elegidos en la que usted encontrará la suya. 

Los que deberán su felicidad a usted serán incontables. Usted oirá entonces su acción de gracias; se la darán con una alegría que no podem 
nosotros conocer, y en una lengua que todavía no hablamos: será el cielo y para siempre. 

Dos cartas a la señora Pilati 

A 

Ilustrísima Señora: 

Tengo el gusto de responder a su amable carta del tres de junio corriente para aprobar y recomendar mucho su piadosa determinación de 
dedicar una parte del patrimonio que le ha dejado su querido esposo en obras de beneficencia, pues éstas son las más útiles para la liberació 
de las almas del purgatorio, y las que tienen más mérito para la vida eterna a que aspiramos. 

He aquí ahora mi pensamiento sobre las obras que son más aptas en estos tiempos para mayor gloria de Dios y bien de las almas. 

Una de las primeras necesidades de nuestra época es la de ayudar a los pobres muchachos abandonados y educarlos cristianamente para 
hacer buenos ciudadanos, obreros y cabezas de familia cristianos y buenos sacerdotes y religiosos, cultivando debidamente la vocación de 
cada uno; y a este fin tienden todos nuestros institutos para chicos y para chicas en Italia, Francia, España y América, y en nuestras mismas 
((771)) misiones de Brasil, Patagonia y Chile que empiezan a dar frutos muy consoladores para nosotros y para nuestros cooperadores y 
cooperadoras. 

Y pienso ahora que, al inspirar el Señor a V. S. Ilma. que recurriera a mí en busca 
650 

de consejo, quiso ciertamente hacer de V. S. su instrumento para sostener las obras de beneficencia a mí confiadas por su Divina Providenc 
y convertirla de ese modo en bienhechora de las obras salesianas, que son obras independientes del Gobierno, no reconocidas por él y, 
consiguientemente, libres de su influencia, pero más necesitadas de medios materiales para mantenerse y extenderse. 

Confiando, por tanto, que V. S. querrá ser una insigne Cooperadora Salesiana le aconsejo la venta de todas las propiedades destinadas a 
piadoso usufructo y consignarme a mí o a mis representantes el dinero obtenido, que será empleado totalmente en obras benéficas, las más 
propósito para promover la gloria de Dios y la salvación de las almas; éste es también para nosotros el mejor medio para hacer el bien y lo 
también para V. S., puesto que el bien hecho en vida es mucho más meritorio, seguro y provechoso que el que se hace por testamento, que 
frecuentemente es debatido o anulado, con lo que las intenciones pías de los testamentarios quedan defraudadas. 

En cuanto a asumir la instrucción o la educación de ese seminario 1, no es posible actualmente por carencia de personal; en cambio, 
podremos desde ahora recibir muchachos de esa diócesis con vocación al estado eclesiástico, y, después, quizás se pueda abrir ahí también 
instituto salesiano 2. 

Le aseguro, en fin, que se celebrará la misa en sufragio del alma de su llorado esposo el veinte de junio próximo y también se hará con 
mucho gusto un memento en la santa misa según la intención de V. S., a fin de que todo resulte para bien de su alma y de sus parientes. 

Que Dios la bendiga, le conceda el céntuplo en esta vida por todo el bien que haga a las obras salesianas, y el premio eterno en el cielo a 
tiempo. 

Acepte mis respetuosos saludos y ruegue por mí, que no dejaré de hacerlo, con nuestros más de doscientos mil huérfanos, por su bienesta 
temporal y eterno, y siempre seré en el S. C. de Jesús. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 6 de junio de 1887. 

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Seguro servidor,
(Firmado) JUAN BOSCO, Pbro.


B 

Ilustrísima señora: 

He recibido su agradable carta del dieciocho del corriente mes y me parecen muy justas las razones que le impiden seguir el consejo, que 
((772)) yo creía el mejor, de acuerdo con su pregunta, y sin conocer las circunstancias. Apruebo, por tanto, lo que me comunica y agradezc 
de corazón la generosa intención de traspasar a mis desventurados huérfanos y muchachos abandonados los créditos que V. S. reclama. 

El Señor le recompensará ampliamente, quizás también en esta tierra; pero ciertamente premiará su gran caridad en la otra vida. 

Encomiendo al Señor todas sus piadosas intenciones y especialmente hoy encomendé 

1 De Comacchio. El año 1894 se aceptó la dirección del mismo. 

2 Abrióse a primeros de octubre de 1899. 
651 

el alma de sus queridos padres difuntos y a todos los demás parientes vivos y difuntos. 

Acepte mis saludos y créame en J. C. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 20 de junio de 1887. 

Atto. s. servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

A la Sra. Teodolinda Pilati, Vda. de Domini, en Bolonia. 

73 (el original en latín) 

Carta a don Bosco sobre las Islas Malvinas 

Reverendísimo Padre: 

Implorando su venia, le escribo humildemente para preguntarle por cuánto tiempo deberemos esperar aún la llegada de los Padres Salesia 
a las Islas Malvinas. Me siento obligado a hacerle estas preguntas por los pocos católicos de estas islas y también por otros, de Inglaterra, q 
tienen conocidos allí. Entre los católicos que imploran sacerdotes están aquellos cuyos parientes murieron sin sacramentos y cuyos hijitos n 
han sido bautizados todavía, así como los que catequizan a los jóvenes en la doctrina cristiana. Estos hablan de la gran dificultad para reuni 
los alumnos para el catecismo, algunos de los cuales se pasaron al Protestantismo, obligados por los padres que no son católicos. Todos 
deploran el verse privados de los sacramentos. Se acordaron de mis palabras en las que les dije estar próximo el momento de la ida de los 
Padres. Me recordaron las cartas que recibí de los Padres Salesianos en el mes de diciembre de 1885, en las que prometían su llegada para e 
mes de enero de 1886. Ahora ya saben todos que los padres estuvieron dos veces en Punta Arenas, cerca de estas islas. La primera vez 
regresaron a Buenos Aires y la segunda se fueron hacia Chile para explorar nuevas tierras, donde tratarían de fundar una Misión Salesiana. 
los católicos me preguntan qué se proponen hacer con ellos. No he podido darles ninguna respuesta, hasta no saber su opinión. 

El problema es, si los Padres Salesianos irán a las Malvinas o no. 

((773)) En el primer caso, »para cuándo deberemos esperar su llegada? En el segundo, nos veríamos obligados a recurrir al Eminentísimo 
Cardenal Prefecto de la S. C. de Propaganda y, acto seguido, buscar otro sacerdote, dispuesto a asumir el cuidado pastoral de las Islas 
Falkland, por unos cuantos años. Me parece, y así opinan otros, que los Padres Salesianos de Argentina no tienen interés por ir a las Malvin 

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si ello es así, es preferible confiar a otros la encomienda de esta misión. 

Es evidente que no es la escasez de misioneros, puesto que los tenéis para otras regiones. »Y por qué no para las Malvinas? 

Benfieldside Blackill Countes Durham. 

Inglaterra. 14 de noviembre de 1887. 

Oremos el uno por el otro. 

JAMES FORAN 
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Rvmo. Juan Bosco. Turín: 

Se contestó que había sido ordenado sacerdote un salesiano inglés, que sería destinado a aquella misión. 

74 (el original en latín)
Otra carta a don Bosco sobre las Islas Malvinas


Reverendísimo Señor: 

Ha llegado hasta mí tu fama y la de tus obras, además de la de tu Congregación de Sacerdotes destinados a misionar entre infieles y de qu 
te han sido encomendadas la región de Patagonia y las islas más próximas. 

Y, hace poco, recibí, por medio de cierta monja (M. Mar, Estanislao, Convento de Ursulinas, Upton Essex, Inglaterra), una carta enviada 
por una señora católica, residente en las denominadas Islas Falkland. Se lamenta la misma vehementemente de que no haya allí ningún 
sacerdote para atender a los católicos, tanto adultos como niños, para administrar los sacramentos del bautismo, matrimonio, etc. y celebrar 
misa. 

Por ello, me atrevo, Reverendísimo Señor, a escribirte sobre este asunto, confiando en tu bondad y celo, y esperando te sea posible subve 
a esta necesidad o, si no, indicarme qué es lo que podría hacerse cuanto antes. 

Podría suceder acaso que los Padres de tu Congregación no posean la lengua inglesa, con lo que se incrementa la dificultad para desarroll 
esta misión. Si así fuera, tal vez sería mejor que un sacerdote inglés asumiera este encargo. Por lo que a mí respecta, al ser capellán castren 
no tengo libertad para ello, aunque personalmente preferiría dedicarme en primer lugar a las misiones extranjeras. Si se publicase en los 
periódicos católicos ingleses la noticia de esta carencia, acaso el espíritu del Señor soplaría sobre algún sacerdote que se entregara a este 
trabajo y destierro. 

((774)) Encomiendo humildemente este asunto a tu celo, Reverendísimo Señor, y, a tus oraciones, este humilde siervo. 

110, Victoria Road Alaershall. Inglaterra. 

Día 15 de octubre de 1887. 

De tu reverencia, JAMES BELLORD 
Capellán castrense 

P. S. Deseo, además, enviarte una pequeña limosna para las misiones de Patagonia. Con la presente mando una libra inglesa o veinticinco 
liras italianas con veinte céntimos, pequeño donativo ciertamente que espero aceptes. 
653 
75 

Carta de don Miguel Rúa al Cardenal Prefecto de Propaganda 

Fin de Página: 654 


VOLUMEN XVIII Página: 654 

Eminencia: 

Respondo a la venerada carta de Su Eminencia con fecha del trece del pasado diciembre, con el N.° 5731 sobre las misiones de las Islas 
Malvinas. 

Durante el pasado verano, hemos recibido cartas de Patagonia, según las cuales se han establecido cuatro de nuestros misioneros en Punt 
Arenas en el estrecho de Magallanes, con el fin de atender las misiones de Tierra del Fuego y de las Islas Malvinas. 

A falta de un misionero que supiese inglés, nuestros misioneros habían pedido al sacerdote Santiago Foran que se quedase algún tiempo m 
en las Islas Malvinas, a fin de que atendiera a sus compatriotas residentes en aquella isla y lo han conseguido. 

Pero después, como él debiera partir, nos encomendó aquella misión confiada precisamente al salesiano don José Fagnano, en calidad de 
Prefecto Apostólico, y se le respondió que, apenas hubiese recibido las sagradas órdenes un socio nuestro irlandés, se atendería con toda 
solicitud. Habiendo sido ordenado sacerdote dicho salesiano en el pasado octubre, monseñor Cagliero, Vicario Apostólico, escribía a don J 

Fagnano que pensase en aquella misión. 

Esperamos, pues, que será atendido el bien espiritual de aquellas pobres almas lo antes posible. 

Me atrevo a recomendar a las oraciones de Su Eminencia a nuestro querido don Bosco, enfermo. Aunque casi no puede hablar, no cesa d 

inculcarnos la más perfecta obediencia a la Santa Sede y las más constantes atenciones a las misiones de Patagonia. 
((775)) Y nosotros, considerándolo juntamente con las recomendaciones de Su Eminencia, como un sagrado deber, prometemos dedicaro 

todos nuestros cuidados. 

De Vuestra Eminencia, 

Turín, 3 de enero de 1888. 

Seguro servidor, MIGUEL RUA, Pbro. 

76 

Misión en la tribu de Sayuhueque 

Reverendísimo Sr. D. Juan Bosco y Carísimo Padre en J. C.: 

En estos días termino la larga misión dada en la tribu de Sayuhueque, que se compone de mil setecientas personas. 

Hemos pasado dos meses en un pobre rancho, construido con palos revocados de barro y cubierto de ramas secas con una capa de tierra 
encima. Pero lo hemos pasado bien, pensando en los toldos todavía peores de los pobres indios y en la cabaña aun más pobre de Belén, don 
vivió la familia más grande del cielo y de la tierra. Nos 
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manteníamos con la misma ración que el Gobierno pasa a los indios. Pero yo vivía de la mesa del comandante Lucian, a quien conocí a bor 
del Pomona, en mi primer viaje a Patagones. Como un buen soldado, se acomodaba como todos a la vida del desierto, comiendo carne y ar 
arroz y carne; y sentándose, como los demás, sobre troncos de árboles o albardas y monturas de caballo. 

Pero nosotros teníamos una recompensa sin medida con nuestros buenos catecúmenos, que venían a nosotros hambrientos de la palabra d 
Dios y sedientos de instrucción religiosa. Cada día se daban cuatro, cinco y hasta seis lecciones en diversos puntos o grupos de la tribu. 

Se bautizaron primero todos los niños y se confirmaron con el miedo correspondiente a que un día u otro se dispersarán. Por eso se 
bautizaron todos los muchachos y jovencitas de los diez a los veinte años. Por último, los padres y madres de familia, la mayor parte de los 
cuales celebraron también, o mejor ratificaron su matrimonio, ya contraído legítimamente et secundum legem naturae. 

Era digno de nota entre éstos el hijo del cacique Yancuche, quien, al ver a toda su gente ya cristiana, y cristianamente unida en santo 
matrimonio, se venció a sí mismo y, renunciando a su segunda mujer, recibió de mis manos el bautismo y ratificó el ya contraído con la 

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primera. 

Lo mismo sucedió con el hijo del primogénito del cacique Sayuhueque y otros mozos, los cuales, tras mucho decir, se rindieron a nuestra 
creencias. 

((776)) Sayuhueque hizo bautizar e instruir a toda su numerosa familia. Pero él no se sintió con valor para dejar a sus tres mujeres que ten 
de más. Acudía a menudo a la instrucción y se interesaba por conocer las verdades de nuestra santa religión: venía frecuentemente a vernos 
comía muchas veces con nosotros. El día en que le presioné para que se resolviese a recibir el Bautismo no puso resistencia; pero, cuando l 
puse por condición absoluta la monogamia, bajó la frente y, suspirando, pidió tiempo para resolver este duro problema para él. 

Seguramente hubiera triunfado, de no haber habido un incidente que fastidió nuestro plan. El incidente que, por fortuna sucedió al términ 
de la misión, fue una orden del Gobierno para sacar ochenta familias de la tribu y hacerlas caminar durante dos meses hacia Mendoza para 
fundar una colonia. 

Como quiera que la orden del Gobierno se realizó a golpe de fusil, alarmó y espantó a todos estos pobres y desgraciados indios, que aún 
habían podido olvidar las vejaciones de los soldados cuando se rindieron hace tres años. 

Intenté suspender o, al menos, diferir el cumplimiento del decreto, pero dijo el comandante que no podía acceder de ningún modo a mi 
petición. No logré más que suavizar los modos con los que se quería realizarlo. 

Trabajamos durante tres días para pacificarlos y persuadirlos de que el Gobierno no quería esclavizarlos con aquel decreto, sino que más 
bien pretendía librarlos del yugo militar y hacerlos partícipes del derecho común en la nueva colonia; y que, sabiendo que todos ellos eran 
cristianos, tenían obligación e intención de protegerlos como a cualquier otro ciudadano. Se calmaron y pudimos acabar la misión instruyen 
un poquito y bautizando todavía unos doscientos. 

Pero Sayuhueque, triste porque le quitaban tantos súbditos, no quiso decidirse a recibir el santo bautismo, diciendo que lo hará en otra 
ocasión, cuando esté más tranquilo. 

Vinieron otros capitanejos (sic) para que los laváramos la cabeza, pero, como no estaban dispuestos por ahora a abandonar la poligamia, 
tuvimos que dejarlos nosotros también en la salvaje infidelidad, mas no sin encomendarles a la infinita bondad 
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y misericordia del Señor. Esperamos que la simiente de la palabra divina, que pusimos en sus rudos corazones, brotará un día y los hará 
todavía hijos de Dios, de la Iglesia y herederos del Paraíso. 

Las familias que tuvieron que partir acamparon en la orilla izquierda del río Negro durante algunos días: y como muchos de ellos eran 
todavía infieles, atravesamos el río tres días para instruirlos, a la sombra balsámica de los sauces llorones, que, con sus ramas, bañadas por 
limpias aguas, nos defendían de los ardientes rayos del sol. Allí bautizamos en dos veces setenta adultos y algunos chiquillos. Recibieron la 
Confirmación ((777)) y veinte padres de familia se santificaron con el matrimonio cristiano. Durante la ceremonia recordé las orillas del 
Jordán y el Santo precursor del Salvador del mundo. Ille in aqua tantum, nos auten in aqua et Spiritu sancto, el cual ha suplido con abundan 
nuestra insuficiencia. 

Fueron, por tanto, bautizados y confirmados casi novecientos, los cuales, junto con los cuatrocientos niños del año pasado, suman mil 
trescientos. Tantos son los neófitos de la tribu de Sayuhueque, que vistieron su alma con el blanco vestido del santo bautismo. Junto con la 
verdades de la fe, les hemos enseñado a rezar las oraciones y el santo rosario, con el Deus in adjutorium y el Gloria Patri en latín, los miste 
en indio y el Padrenuestro y el Avemaría en castellano. Era una verdadera satisfacción para nosotros oír a un grupo de muchachos y 
muchachas empezar y terminar por sí mismos el rezo del santo rosario. íOjalá que la Santísima Virgen proteja y defienda a esta nueva porc 
de la grey de Jesucristo! 

Don Domingo Milanesio habla en indio como ellos. Yo les hablaba por medio de un intérprete para las cuestiones importantes, y para la 
catequesis con un libro traducido a su lengua y me entendían muy bien. 

Como recuerdo de la misión, plantamos dos cruces en medio de sus toldos y bendijimos un sitio especial para que sirviese de cementerio 
cristiano. Les dimos el último adiós rezando un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por el Padre Santo, y con un viva ad multos annos para do 
Bosco. 

El día nueve de enero, al atardecer, echamos a nado nuestros caballos y cruzamos a la otra orilla del río, en una barquita conducida por do 
soldados. Como ya era de noche plantamos la tienda, que nos regaló la señora Nicolini y, después de cenar al resplandor de la blanca luna, 
echamos a dormir: yo en la tienda, don Domingo Milanesio en una cavidad seca junto al río, don Bartolomé Panaro y Zanchetta detrás de u 

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matas y los arrieros velando y guardando los caballos que pacían. 

Por la mañana, después de despertar un poco tarde, partimos para evitar la fuerza del sol, don Domingo Milanesio y yo solos, y después d 
un galope de seis leguas llegamos a la estancia de un rico señor muy bien colocado en el Ministerio de Buenos Aires. Aquí nos encontramo 
con un verdadero oasis en medio del desierto. Bonita casa, buena cama, buena cocina y un corazón todavía mejor. Nos quedamos una sema 
para descansar y restaurar las fuerzas un poquito, y también para instruir y bautizar a veintidós indios, que trabajaban allí de criados. 

El día dieciséis y después de otras seis leguas de camino, que yo pude hacer en un carruaje tirado por seis caballos, llegamos al nuevo 
pueblo de Roca. Apenas llegué, vino a visitarme el comandante Quirós y a ofrecerse para todo lo que fuere menester en nuestra misión. 

El general Winter envió telegramas a las autoridades militares y civiles para que tuvieran con nosotros las debidas atenciones y, gracias a 
estas recomendaciones, fuimos tratados muy bien: nos alojamos en un edificio nuevo, que sirve para colegio, y nos sirvieron dos soldados; 
mí con la ración de general ((778)) y a don Domingo 
656 
Milanesio y don Bartolomé Panaro, como oficiales, a Zanchetta como cabo y a los dos peones como simples soldados. 

Roca es una colonia y un pueblo incipiente, situado en una bonita llanura, bañado por el río Negro, a ciento veinte leguas de Patagones, s 
de la guarnición de este inmenso territorio y tiene mil habitantes que, hasta el presente, viven a expensas del Gobierno. Y como es un lugar 
donde Eolo tiene las cavernas de sus furiosísimos vendavales y donde el polvo oscurece el cielo cuando el viento sopla, lo que sucede muy 
menudo, temo que no tenga un porvenir muy largo. 

Al son de la trompeta acuden al catecismo los chiquillos y chiquillas, mañana y tarde; los adultos vienen al oscurecer, para rezar el rosari 
oír el sermoncito. 

Después de esta misión, seguiremos el camino hacia la Cordillera haciendo otras ciento treinta leguas y visitando la colonia de Malbarco. 
está abierto el paso de los Andes, ya que las nieves suelen a veces anticipar su llegada, cruzaremos aquellas inmensas montañas y llegarem 
Chile, donde estamos entendidos para fundar nuestra primera casa salesiana y desde donde le escribiré, si Dios quiere. 

Imagino que los propios directores le darán noticias de Patagones, Santa Cruz, Tierra del Fuego, Buenos Aires, San Nicolás y Montevide 
ellos cumplen muy bien su cometido y trabajan por la gloria de Dios y el honor de la Congregación. 

Pero todos confiamos sin límites en la bendición y las oraciones de su paternidad, a quien recordamos ore et corde cada día, a cada hora y 
cada momento. 

Bendiga a los errantes por el desierto de Patagonia. 

Roca, Río Negro, 17 de enero de 1887. 

Afmo. hijo in C. J., » JUAN, obispo de Mágida 

77 (el original en español) 

Al Vicario General de Concepción en Chile 

Venerado Señor: 

No puedo exprimirle todos los sentimientos que se excitaron en mi mente y en mi corazón al leer su tan apreciada carta del 1.° mayo año 
corriente. Mi voluntad sería de mandarles cincuenta misioneros para las primeras necesidades de tan vasto Obispado; mas Dios no me lo 
permite, porque nosotros también sentimos la falta de vocaciones religiosas; yo soy viejo y enfermo, todavía mi voluntad me haría volar aq 
para ayudarle. 

Empero no quiero dejarle sin una buena esperanza, y le diré, ((779)) que en septiembre, si Dios lo permite, se hará un capítulo general en 
cual se examinarán los medios para el ocurrente personal. 

Pero en el próximo otoño le daremos una respuesta más cierta y positiva. 

Pide las oraciones de V. Rev. III. 

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Turín, 13 de julio de 1886. 
Su afectísimo y humilde servidor, (Firmado) JUAN BOSCO 
657 
78 (el original en español) 
Tres cartas de don Bosco al Sr. D. Ricardo Arteaga de Caracas 

A 

Muy Sr. mío y hermano in Corde Christi: 

He recibido su muy apreciable del 8 de marzo, que por cierto me proporcionó momentos de sumo consuelo y regocijo, pues veo que, aun 
tan lejos, no dejan de haber almas óptimas que también se interesan por nuestra humilde y naciente Congregación Salesiana, establecida po 
Dios Ntro. Señor para hacer un gran bien en la Sociedad, con la educación especialmente de la juventud pobre y abandonada. 

La idea que V. me propone de establecer en esa católica ciudad una sociedad de Cooperadores Salesianos, no puedo menos de considerar 
excelentísima por todos conceptos y le secundaremos en todo lo que necesario fuere. Al efecto le remitiremos dentro breves días el Diplom 
de Director de esos Cooperadores, y otro diploma de Decurión que V., en conformidad con el parecer de ese Rdmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo, 
tendrán a bien nombrar. Le mandaremos también los Reglamentos que nos pide, y que hoy se preparan para imprimirlos. Lo mismo la 
estampa de San Francisco de Sales, nuestro Patrono, y de María Auxiliadora. 

Más tarde podré satisfacer a la pregunta que V. me hace del coste de la estatua de San Francisco de Sales, que V. desea comprar. 

Desde luego puede ya hacer V. uso del cargo de Director de los mencionados Cooperadores, de los cuales desearíamos los nombres con s 
correspondientes direcciones, para inscribirlos en nuestros registros y mandarles todos los meses el Boletín Salesiano y el diploma. Supong 
habrá recibido V. ya, unos 24 números de este mes, como también el diploma para V. Tenga pues la bondad de distribuirlos a todos esos 
buenos y respetables Sres. Cooperadores. 

Agradezco infinitamente el afecto que hacia nosotros demuestra ese Revdmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo a quien deseo se digne V. hacer 
presente mi mucha gratitud y respeto. 

((780)) Tanto por dicho venerando Sr. Arzobispo como por V. y por todos esos fervorosos católicos Cooperadores Salesianos no dejaré d 

pedir al Señor en mis oraciones, recomendando además a todos estos niños hagan también lo mismo en las suyas. 

Mientras tanto tengo el gusto de ofrecerme de V. suyo afmo. amigo y s.s.q.s.m.b. 

Turín, 11 de abril de 1887. 

(Firmado) JUAN BOSCO, Pbro. 

B
Carísimo en Cristo:
En mi poder su muy atenta y grata. Por lo que veo, no recibió V. todavía la estampita de San Francisco de Sales y algunas de María


Auxiliadora, que dos meses hace le envié. Hoy le remito esas obras, como también las 500 medallas que V. en su última me pide. 
658 

En cuanto al diploma de Decurión, espero poder mandárselo para mediados del presente mes, juntamente con los diplomas de Cooperado 
de los Sres. que V. me mandó inscritos en su nómina. Todos los meses le mandaremos boletines ya que V., según nos dice, se dignará 
distribuirlos a sus respectivas direcciones. Desearíamos, sin embargo, saber las residencias de dichas personas Cooperadoras. 

También le enviaremos las instrucciones para la erección de la Sociedad de María Sma. Auxiliadora. 

Dios Ntro. Señor bendiga su mucho celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas, colmándole de gracias en esta vida y en la otra 

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coronándole con una gloria imperecedera. 

Mucho siento que V. no pueda, como me dice, efectuar su viaje a Europa, pues me priva del grandísimo gusto que tendría en conocerle 
personalmente. Pero hágase en todo la voluntad del Señor. En cuanto al importe de los boletines y etc. dejo a Vds. hacer lo que su corazón 
dicte. 

Dígnese hacer presente a ese Ilmo. y Rvdmo. Arzobispo mis respetuosos saludos y muestras de agradecimiento por el afecto que tan 
caritativamente nos tiene, mientras me digo de V. su afmo. amigo y obligado servidor, 

Turín, 9 de julio de 1887.
(Firmado) JUAN BOSCO, Pbro.


C 
Muy apreciable Sr. y amigo in Corde Christi: 
Tengo en mi poder su muy grata del 8, juntamente con la segunda lista de los Cooperadores nuevos. 
Espero que a esta fecha habrá recibido V. ya mi última carta en que le hablaba de los diplomas, medallas y etc., todo lo cual estará ((781) 

ya en su poder, pues se lo remitimos el mismo día que salió la carta. En cuanto a su diploma de Director, se lo enviaremos dentro de pocos 
días. El mes que viene le mandaremos también algunos boletines de junio, julio y septiembre. Los diplomas de todos esos Sres. Cooperado 
será mejor los retengamos en ésta hasta que venga por aquí alguna persona Cooperadora que pertenezca a la comisión que presentará la 
ofrenda al Santo Padre el fausto día de su Jubileo pues de lo contrario se originarían gastos enormes. Esperamos que V. para dicha fecha ha 
vencido todas las dificultades que en un tiempo creía le impedirían efectuar su viaje en este invierno a Roma. Para mí, puedo decirle, que s 
una satisfacción grandísima poderle conocer personalmente. 

Desearíamos tener las direcciones de los señores Cooperadores cuyos nombres se dignó V. mandarnos en dos listas. 

En fin, yo concluyo dándole las gracias por el gran interés y empeño con que trabaja en beneficio de nuestra misma Congregación y le 

prometo que tanto por V. cuanto por todos esos celosos Cooperadores, rogaré al Señor todos los días. 

Con respetuosos saludos para ese Rvdmo. Sr. Arzobispo, tengo el gusto de reiterarme de V. suyo afmo. amigo y s.s. in Corde Christi, 

Turín, 8 de agosto de 1887. 

(Firmado) JUAN BOSCO, Pbro. 

79 (el original en español) 

Dos cartas al señor José Jiménez, Cooperador de Lima 

A 

Muy Sr. mío y de mi mayor consideración: 

Recibí su muy grata con adjunta la limosna de 100 pesetas, que V. S. movido por su bueno y caritativo corazón tuvo la bondad de 
remitirme, para auxiliar a nuestra santa obra de las Misiones de América. Dios Ntro. Señor sumamente generoso en recompensar lo que a é 
mismo se hace en la persona de sus pobres, no dejará ciertamente de hacerlo también con Ud. y toda su familia, colmándoles de gracias, y 
electas bendiciones. Acerca del «Boletín Salesiano» hoy remitimos a Ud. el del mes de octubre del año 1886, que fue el primero que se 
imprimió en esta tipografía, y también el del mes actual. Como no hay inconveniente alguno, por parte nuestra, en mandárselo a Lima, 
nosotros lo seguiremos mandando allá gustosísimos, desde el momento que V. S. tenga a bien ordenárnoslo. 

((782)) En cuanto a los libros que V. S. me dice piensa comprar en Barcelona, creo sería más conveniente se hiciese Ud. con ellos por me 
de la librería de esta casa por mayor seguridad de encontrarlos todos pues en la de nuestra casa de Barcelona como se halla todavía en 
principios, creo que no se hallará todo lo que hasta aquí se ha publicado en el mencionado boletín. 

Del parentesco del S. D. Benito Gil con el traductor de Buenos Aires no sé nada, ni tampoco me parece que nuestras obras se hallen de 

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venta en su librería. 

Sin embargo nosotros escribiremos al Sr. D. Costamagna, pues es el Superior de la casa que tenemos en Almagro y también el encargado 
Director de todo lo que allá se publica, a fin de ponernos en comunicación con dicho señor. Desde luego y si Ud. lo cree conveniente lo 

haremos Cooperador y enviaremos el Boletín todos los meses. 

Dentro de poco mandaremos a V. S. el diploma como también al referido Sr. Gil. 

Entre tanto aprovecho la ocasión para ofrecerme de Vd. atento a S.S.L.B.S.M. 

Turín, 2 febrero de 1887. 

(Firmado) JUAN BOSCO, Pbro. 

B 

Muy Sr. mío y de toda mi consideración: 

En mi poder su muy grata y atenta del 16 de marzo a la cual no respondí más antes, esperando el momento de poder anunciarle el envío d 
diploma, que remito a Ud. con fecha de hoy. 

Mucho siento el estado de salud en que me dice se halla Ud. y por su mejoramiento como también por los otros fines que en sus cartas 
anteriores me manifestó, he pedido mucho al Señor en mis oraciones, lo cual seguiré todavía haciendo. 

Hoy se remitirán al señor Gil y al señor Calderón sus respectivos diplomas, así como al último el paquetito de libros que Ud. nos encarga 
teniendo ya preparado 
660 

el otro hasta nuevo aviso. Igualmente enviamos a Ud. las estampas y medallas que desea. 

Yo no puedo menos de manifestarle lo muy agradecido que le estoy al grande celo y particular afecto que hacia nuestra Congregación 
experimenta y estoy seguro que cooperando Ud. de esta manera tan práctica, a la salvación de tantas y tantas almas el Señor derramará sobr 
Ud. y toda su familia un cúmulo de electas bendiciones aquí en la tierra y un galardón imperecedero en la gloria. Si, salvar almas, ya por 
medio de buenas y religiosas lecturas, ya por limosnas, ora por consejos, ora en fin, con oraciones es una obra de grandísima importancia, c 
la cual, como dice San Agustín, salvaremos ((783)) indudablemente la nuestra. Dios Ntro. Señor pues bendiga a Ud. y a toda su familia, 
dándoles al propio tiempo larga vida para que durante ella puedan beneficiar a las almas de tanta juventud pobre y abandonada, que tanto lo 
necesita. Prosigamos, pues, y esforcémonos a hacer el mayor bien que podamos a la mayor honra y gloria de Dios. 

Deseándole completa mejoría en su estado de salud, como también realización de su venida a ésta, quedo de Ud. 

Turín, 1 de abril de 1887. 

Afmo. y atento y S.S.L.B.S.M., (Firmado) JUAN BOSCO 

Convenio para Quito 
Convenio entre el Gobierno de la República del Ecuador y el reverendo don Juan Bosco, para la fundación de un instituto para muchacho 
Con el fin de atender a la educación religiosa, científica y artística de la juventud de la República del Ecuador, acuerdan el Excelentísimo 

Gobierno de la República y el Muy Reverendo don Juan Bosco, fundador y rector de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, cuanto sig 

1.° El Gobierno de la República del Ecuador cede al reverendo don Juan Bosco y a sus sucesores el usufructo del local y edificios contigu 
que tiene preparados para instalar un colegio de artes y oficios con todo el mobiliario, máquinas y utensilios de trabajo que allí se encuentr 

2. ° Pagará los gastos de viaje de todo el personal que haya de trasladarse a dicho instituto, durante los diez primeros años y los viajes qu 
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hayan de hacer por asuntos del mismo. 

3.° Entregará al reverendo don Juan Bosco cuatro mil sucres, para la puesta en marcha del centro, repartidos en cuatro entregas, a partir d 
primer año. 

4.° El Gobierno dispensará a los Salesianos y a sus casas del pago de aduanas e impuestos, concediéndoles franquicia postal y los demás 
privilegios que fueren concedidos a las demás órdenes religiosas. 

5.° Se hará un inventario completo del mobiliario, utensilios, pertrechos y demás objetos existentes al presente en el instituto; los cuales 
deberá restituir el reverendo don Juan Bosco al Gobierno si, quod Deus avertat, debiese abandonar el instituto; pero en el estado y condició 
en que se encontraren entonces. 

6.° La dirección y administración interior del instituto, la disciplina, el horario de las distintas ocupaciones quedan confiadas totalmente a 
reverendo don Juan Bosco y al director del mismo, que él nombrare. 

((784)) 7.° Además de los alumnos que admitiere la dirección, podrá el Gobierno enviar al instituto alumnos, siempre que estén en las 
mismas condiciones requeridas para la admisión, y con una pensión mensual de seis sucres por cada uno. 

8.° Para que un muchacho pueda ser admitido en el instituto deberá estar sano, fuerte y bien dispuesto en su persona; su edad no será 
inferior a los doce años, ni superior a los veinte; deberá presentar certificados de nacimiento y bautismo, de vacunación y de buena conduct 
firmado por el párroco. 

9.° Si un alumno, recomendado por el Gobierno, padeciese una enfermedad contagiosa o crónica, tuviese mala conducta moral o, por 
cualquier otra causa, fuera perjudicial para los compañeros, podrá el director despedirlo y sólo advertirá de ello al Gobierno a fin de que, si 
preciso, pueda proveer a su colocación. 

10.° El director del centro estará plenamente facultado para dedicar a un arte u oficio o a los estudios, a cualquiera de los alumnos 
recomendados por el Gobierno. 

11.° Si el Gobierno quisiera revocar el usufructo del colegio, deberá avisarlo con tres años de anticipación, dejar al reverendo don Juan 
Bosco la propiedad de todos sus muebles y resarcirlo de los gastos que hubiere tenido que hacer para el viaje del personal. 

12.° El día diez de septiembre del corriente año saldrá la primera expedición de salesianos desde Saint Nazaire. 

Turín, 14 de febrero de 1887. 

» JOSE IGNACIO Arzobispo de Quito 
JUAN BOSCO, Pbro. 

81 (el original en español) 
El Presidente de la República ecuatoriana a don Bosco 
PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA 
ECUADOR 

Muy Señor de mis consideraciones:
Cábeme la honra de saludar a V. respetuosamente, al contestar su estimable comunicación de siete de marzo anterior.
Nuestro Ilmo. y Rvmo. Sr. Arzobispo Mr. José Ignacio Ordonen me había comunicado ya las condiciones con que los RR. PP. Salesiano


han comprometido a venir a este país para prestarnos sus importantísimos servicios. 

((785)) Mucho ansío por el pronto arribo de la expedición de misioneros comprometida a nuestra República y de cuya benéfica acción tan 
bien esperamos conseguir. 

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Me es grato ofrecer a V. R. mis respetos suscribiéndome en atento y obsecuente S. S. 

Quito, 11 de mayo de 1887. 

J. M. P. CAAMAÑO 
662 
82 

Las dos últimas circulares de don Bosco 

A 

Benemérito Señor: 

Se lo mucho que V. S. aprecia las obras de caridad y religión, y lo inclinado que naturalmente se siente a promoverlas y sostenerlas. Esto 
inspira gran confianza de que tomará en benigna consideración estas pocas líneas y lo que en ellas voy a exponerle. 

V. S. no ignora que una de las obras más dignas de alabanza y apoyo es la de las misiones entre los infieles. La recomendó el divino 
Maestro a los Apóstoles y a sus sucesores diciendo: Id por todo el mundo y enseñad a todas las gentes: Euntes in mundum universum... doc 
omnes gentes; la recomienda la Iglesia católica y la promueve por todos los medios posibles; la recomienda la razón de la fe iluminada; la 
recomienda la misma naturaleza del corazón humano. La divina conjunción de enseñar y civilizar a todos los pueblos del mundo fue cumpl 
fielmente en todo tiempo; y se cumple, bajo la sapiente dirección del Romano Pontífice en nuestros días, por centenares y millares de 
sacerdotes, con una generosidad e intrepidez, que recuerda los primeros años del cristianismo. 
Mas, a pesar de los numerosos batallones apostólicos esparcidos sobre la faz de la tierra, para llevar la antorcha de la fe y los beneficios d 
progreso verdadero, sin embargo, hay muchos pueblos faltos todavía de este señaladísimo bien. No conocen las verdades religiosas y están 
la vez privados de los beneficios materiales y civiles que éstas aportan al mundo; y por esta falta de instrucción, unos exponen todavía los 
niños y las niñas al pasto de los animales; otros ofrecen sacrificios humanos a las falsas divinidades; algunos venden a sus semejantes como 
nosotros vendemos las bestias; y otros, hasta los matan y se alimentan con sus carnes; todos, unos más otros menos, viven y mueren como 
brutos. íQué espectáculo más doloroso para quien tiene fe, para quien tiene corazón, para quien tiene sentidos de humanidad! 

De donde se deduce que las Misiones católicas, destinadas a evangelizar y civilizar a tantas infelices criaturas es una obra merecedora de 
((786)) las más altas alabanzas; y no hay en nuestros días persona bien nacida que no admire y, pudiendo, no ayude con su protección a eso 
religiosos y religiosas que abandonan la patria, parientes y amigos y sacrifican comodidades y descanso para convertirse en Apóstoles del 
Señor, bienhechores y salvadores de las tribus abandonadas todavía a la ignorancia y la barbarie. 

Esta gloriosa tarea, como V. S. muy bien sabe, también ha sido confiada, desde ya hace doce años, a la Pía Sociedad Salesiana. Los 
Salesianos, alentados con la bendición del Sumo Pontífice, se han establecido, desde 1875, en varios lugares de América del Sur, no sólo c 
el fin de conservar en la fe a las poblaciones cristianas, sino principalmente con la intención de ir a las regiones todavía inexploradas, para 
instruir a los habitantes, agregarlos a la Iglesia y ganarlos a la vez para la sociedad civil. Metidos en esta empresa están hoy en día en el 
imperio del Brasil, en Uruguay, en la República Argentina, en la República de Chile, y dentro de poco entrarán en la del Ecuador. 

Todos estos Estados tienen todavía dentro de sus confines numerosas tribus salvajes, esclavas del error, sujetas al imperio de Satanás. En 
Brasil se cuentan por millones 
663 

y hay muchos miles en todas las Repúblicas enumeradas. Argentina y Chile comprenden la Patagonia, la Tierra del Fuego e innumerables 
islas, que forman los últimos confines de la tierra hacia el polo antártico. Y allí precisamente, entre vastos desiertos, entre gargantas de 
altísimas montañas, a orillas de profundos y vertiginosos ríos, vagan, como rebaños, numerosas familias de pobres indígenas, faltos de todo 
bien espiritual, material y civil. 

Pues bien, en medio de aquellas lejanas e infelicísimas gentes se encuentran y trabajan con éxito los misioneros salesianos. Les costó el 
establecerse allí sudores y fatigas, naufragios, caídas, extravios, hambre, sed y muchos otros peligros de vida. A pesar de ello, están conten 
de haber logrado en parte su intento. Fundaron ya diversas estaciones, como son, por ejemplo, las de Norquín, Santa Cruz, Punta Arenas, y 
están planeando establecer otras en los puntos más importantes de Tierra del Fuego y las islas Malvinas. Tienen la gran satisfacción de que 
gente y sus jefes o caciques están bien dispuestos a abrazar la religión cristiana y hacen esperar que no esté lejano el día en que aquellas tie 
florezcan como ricos jardines de la Iglesia católica. 

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Pero hay que hacer una seria reflexión y es ésta: los misioneros necesitan en aquellas tierras muchas cosas indispensables para el ejercicio 
del sagrado ministerio, y otras necesarias para los mismos salvajes, ya sea para convertirlos y mantenerlos en la fe, ya sea para conducirlos 
la vida civilizada. Con este fin se requieren capillas, donde recogerlos e instruirlos, no sólo con la palabra, sino con los sagrados ritos y las 
ceremonias católicas; se requieren ornamentos para la celebración de los divinos ((787)) Misterios y para la administración de los santos 
Sacramentos. Se necesitan vestidos con que cubrirlos decentemente para una vida moral y civilizada, y edificaciones para albergar a niñas y 
niños abandonados en el desierto e instruirlos a su tiempo y hacerlos cristianos y prepararlos para ayudar a los misioneros a la civilización 
sus paisanos; se necesitan, en fin, instrumentos para la agricultura, para el aprendizaje y práctica de artes y oficios, etc. 

Ahora bien, dado que no se encuentra nada de esto en aquellas inhóspitas tierras, imagínese lo que cuesta enviar y hacer llegar hasta allí l 
objetos necesarios para estas necesidades y empezar y mantener una Misión. Don Bosco y los Salesianos lo saben por experiencia y hablan 
ello con la más profunda convicción. 

Así expuestas estas cosas, debo señalar ahora un punto muy importante. Véalo V. S. y, en su bondad, dígnese tomarlo con interés: Sin el 
concurso y la caridad de los fieles, don Bosco y los Salesianos no pueden sostener sus misiones, y tendrán que abandonarlas, como ya lo 
hicieron misioneros de otras Congregaciones. Le aseguro que, sólo al pensarlo, siento una profunda aflicción. Espero que el Señor, en su 
misericordia, no querrá afligir los últimos días de mi vida con un desastre semejante; más aún, confío que, durante mi vida y después de mi 
descenso al sepulcro, los misioneros salesianos podrán seguir en su puesto, alegrar a la Iglesia con nuevos hijos, y ayudar también a los 
gobiernos civiles con ciudadanos juiciosos. 

Pero esta confianza, después de Dios, la apoyo en la bondad de mis Cooperadores y Cooperadoras, entre los cuales celebro contar a V. S. 
benemérita. Si todos los que tienen conmigo alguna relación, se dignan aportar el óbolo de su caridad, podré enviar dentro de poco a los 
misioneros salesianos todo lo necesario para mantener sus obras, ayudar su celo, animarles a llevar sus tiendas y desplegar el estandarte de 
cruz hasta en los últimos confines del mundo. 

Con esta confianza me atrevo también a enviar en estos días un grupo de Salesianos a Quito, capital de la República del Ecuador, donde 
residen todavía, en la vertiente 
664 

oriental de la Cordillera, millares y millares de almas en las sombras de la muerte, esperando la obra del misionero católico. Con esta 
confianza emprenderé otras Misiones, ofrecidas a los Salesianos por el Papa, los Obispos y muchos Gobiernos. 

Permita, pues, V. S. que, ya bajo el peso de los años y de los achaques de la vejez, le pida hoy: una limosna para mis ciento y pico 
misioneros, que, aunque lejos de mis ojos, están todavía siempre junto a mi corazón; una limosna para tantos pobres salvajes, adultos y 
pequeños, ya convertidos por ellos, los cuales, sin conocerme, me llaman padre; una limosna ((788)) para muchos otros miles que están 
esperando a los Salesianos como a ángeles liberadores. Pido esta caridad en nombre de Jesucristo, que dio su sangre y su vida por las almas 
en nombre de Jesucristo, que ha prometido hacer partícipes del mérito y del premio de los predicadores del Evangelio a todos los que, por s 
amor, les hayan socorrido y ayudado: Qui recipit prophetam in nomine prophetae, mercedem prophetae accipiet. 

Este vuestro humilde comunicante y los trescientos mil muchachos, que hoy están bajo la dirección de los Salesianos en las diversas part 
del mundo, harán diariamente vivas instancias ante el trono de Dios y de la Santísima Virgen Auxiliadora, para que derramen sobre V. S. y 
todas sus obras, las más selectas bendiciones, aun temporales; le concedan la salud, la paz y la concordia familiar y también la prosperidad 
sus intereses materiales. La experiencia nos enseña que los bienhechores de nuestros misioneros gozan en vida y en muerte de una 
especialísima protección del Cielo. 

Esta es la explicación de mi pensamiento, como de amigo a amigo, con la esperanza de que no habré hablado inútilmente a la mente y al 
corazón de V. S. Benemérita. 

Por fin, mientras espero su caridad, me encomiendo a sus fervorosas plegarias y me profeso, con todo mi aprecio y profundo 
agradecimiento, 

De V. S. Benemérita. 

Turín, 4 de noviembre de 1887. 

Atto. s. servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 665 


VOLUMEN XVIII Página: 665 

MODOS DE AYUDA


Como quiera que las necesidades son muchas, mis bienhechores pueden ayudar de mil modos, es decir, enviando ropa blanca, telas, paño 
trajes, aunque estén usados con tal de que se hallen en buen estado, objetos litúrgicos, como altares portátiles, casullas, estolas, albas, 
manteles, misales, cálices, copones y cosas semejantes. 

Los sacerdotes pueden colaborar con la celebración de cierto número de misas, según mi intención, enviándome la certificación. 

Quien no pudiese de otro modo o prefiriese contribuir con un donativo en metálico, sepa que éste será recibido aunque sea de unos 
céntimos; pero en tal caso, si se empleare para el envío el correo, procúrese hacerlo por carta certificada o recúrrase a otro medio seguro. 

Algunos Cooperadores han tomado la laudable costumbre de ayudar a las Misiones con la adopción de un misionero, cuyos gastos de 
manutención y vestido, y sin 
665 

computar el viaje, oscilan de las ochocientas a las mil liras al año; y algunas Cooperadoras ((789)) hicieron otro tanto en favor de las Hijas 
María Auxiliadora de la Patagonia, cuyo presupuesto personal se calcula de quinientas a seiscientas liras al año. Indicamos también este 
medio para quien, pudiendo hacerlo, prefiriese convertirse en Europa en padre o madre de tantos de nuestros hermanos y hermanas, que, po 
amor de Dios, se convierten hoy día en América en padres y madres de los pobres salvajes. 

Para el envío de los donativos, diríjase al: Rvdo. Juan Bosco, Via Cottolengo, 32, Torino. 

NB. Al enviar las limosnas se ruega encarecidamente que se escriba con claridad y precisión la dirección de quien las envía, para poder 
acusar recibo. 

B 

Benemérito Señor: 

Informado de las buenas y santas intenciones que alberga su corazón para hacer el bien, me animo a acudir a V. S. para alcanzar un acto d 
caridad. 

Hace varios años que se han tomado, a cargo de nuestros sacerdotes, las Misiones para civilizar a los pobres indios de América del Sur y 
especialmente a los de Patagonia y Tierra del Fuego. 

Los gastos son muy cuantiosos, por lo que, al presente, me encuentro muy necesitado de medios. 

Para evitar la dolorosa necesidad de tener que abandonar esta santa empresa, me he impuesto la obligación de acudir a la caridad de todos 
los buenos, enviándoles una circular que exponga claramente las necesidades y que V. S. hallará aquí incluida. 

Para obtener la máxima difusión posible, me tomo la libertad de expedir a V. S. un paquete con más ejemplares, rogándole vivamente los 
envíe por correo o por cualquier otro medio seguro, a aquellas personas buenas y acaudaladas de su conocimiento, que puedan venir en 
nuestra ayuda con donativos pecuniarios o de cualquier otro modo. Y si V. S. no pudiera enviarlos, ruégole que, sin demora, encargue a otr 
persona de su confianza que cumpla este caritativo servicio, pues me urge que sean distribuidos. Me apresuraré a remitirle el importe de 
cuanto V. S. tenga que desembolsar para los gastos de correo, tan pronto como me lo comunique. Si no le bastara el número de ejemplares 
le mando, le enviaré en seguida cuantos quiera pedirme, con una sencilla tarjeta. 

Espero con mucha confianza que V. S. querrá ayudarme en esta obra piadosa, por lo que le anticipo mi más sincero agradecimiento, 
declarándome con profundo reconocimiento. 

De V. S. Benemérita, 

Turín, 20 de noviembre de 1887. 

Atto. seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
666 
((790)) 83 (el original en español) 

Fin de Página: 667 


VOLUMEN XVIII Página: 667 

Carta del arzobispo de Quito a don Bosco 

Amadísimo Padre y amigo: 

En estos días he tenido el indecible gusto de recibir una carta de V. R. y de abrazar a los excelentes misioneros que nos ha enviado. Los h 
visto como a sus hijos, y como a tales les veré siempre, ya para cumplir con la encomienda de V. R., a quien amo tanto; ya por los mismos 
misioneros que me han parecido dignos de toda estimación. Yo espero que ellos, con sus trabajos apostólicos, serán el reflejo de la caridad 

V. R., y que de este modo me darán positivos consuelos en medio de las penas anejas a mi cargo. 
Me encomiendo a las oraciones de V. R., y le suplico ruegue a Dios de una manera especial por todos los obispados que forman mi 
Archidiócesis. 

De V. R. muy decidido amigo S. S. 

Quito, el 1.° de febrero de 1888. 

» JOSE IGNACIO Arzobispo de Quito 

84
Convenio entre don Bosco y la marquesa Zambeccari


HOSPICIO DE SAN JUAN 
para los niños pobres de la ciudad 

y provincia de Parma 

La señora Mariana Zambeccari-Politi de Marchi, con el vivo deseo de hacer algo que sea grato a Dios, útil para su alma y en sufragio del 
alma de su difunto esposo, Juan Marchi, ha determinado fundar una obra pía para la educación religiosa y cívica de muchachos pobres, con 
título de Hospicio de San Juan. 

FINALIDAD Y ACEPTACION DE LOS MUCHACHOS 
Este Hospicio debe tener como base la misma finalidad del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín. Por tanto, para que un muchach 

sea admitido deberá: 

1.° Tener doce años cumplidos y no más de dieciocho. 

La experiencia nos ha dado a conocer que esta edad es la más peligrosa ((791)), en la que la índole de la juventud puede corregirse más 

fácilmente y encaminarse por la vida de un buen cristiano y honrado ciudadano. 

2.° Huérfano de ambos padres, y no tenga quien haga sus veces. 

El Rector del Hospicio podrá hacer las excepciones que fueren del caso. 

3.° Sea pobre y abandonado. Si se diera el caso de un muchacho que, sin ser pobre, se encontrase en peligro moral, deberá pagar al meno 

cuarta parte de la pensión, compatible con su estado. 

Todos los que puedan, deberán llevar a su ingreso el pequeño equipo que se detallará aparte.
4.° El número de internos es ilimitado; pero, al menos cincuenta, deberán ser de la ciudad o de la provincia de Parma.


EDUCACION 

Fin de Página: 668 


VOLUMEN XVIII Página: 668 

1.° Todo alumno será preparado en un arte u oficio con que ganarse honradamente el pan en su día. Para la elección del oficio se tendrá e 
cuenta la constitución física, instrucción, inclinación y hasta la condición del alumno. 

2.° Por la tarde o bien a la hora más oportuna de la jornada, los alumnos recibirán una instrucción adaptada a la que ya poseen y al oficio 
que se dedican. Formarán parte de estas clases la música vocal y el canto gregoriano. 

3.° La fundadora desea precisamente que los cuidados de los Superiores del Hospicio se dirijan especialmente a la instrucción religiosa, 
puesto que el fin fundamental de esta fundación es la de apartar a los muchachos de los peligros, para hacer de ellos primeramente buenos 
cristianos y después honrados ciudadanos. 

4.° Siempre que el Rector lo juzgue oportuno podrá destinar a un alumno a seguir estudios regularmente, mas sólo cuando demostrase 
moralidad y aptitud para ellos, con fundada esperanza de éxito en cualquier carrera, principalmente en el estado eclesiástico. 

5.° Aunque el tiempo fijado para la admisión de los alumnos no deba extenderse más allá de los dieciocho años de edad, podrán, sin 
embargo, continuar en el Hospicio hasta que se hallen en situación de poder encontrar, al salir, un honrado sustento con la ciencia o con un 
arte u oficio. 

FUNDACION Y DOTACION 

1.° La antes citada señora, marquesa Mariana Zambeccari, con el fin d asegurar la existencia de la Obra que desea fundar, cederá por 
testamento o por escritura notarial la cantidad de doscientos mil francos, para la compra o construcción del edificio necesario y para dotarlo 
los elementos necesarios en los talleres, la cocina y el resto del instituto. 

((792)) 2.° Para la manutención de los muchachos legará o entregará el capital o fruto del mismo correspondiente a cuatrocientos francos 
por cada uno de los muchachos internos. Por tanto, si se calcula que su número sea de cincuenta, la renta anual será de veinte mil francos. 

3.° Los internos permanecerán durante todo el año y serán provistos de lo necesario, lo mismo en estado de salud que de enfermedad. 

4.° En la dotación señalada se comprende todo lo necesario para hacer a su debido tiempo las oportunas reparaciones, pagar los impuesto 
facilitar el personal directivo, docente, asistente y de servicio, y los jefes de taller para los oficios. 

5.° Por cuanto ello sea posible, las clases y los talleres deberán estar dentro del instituto. 
668 

ADMINISTRACION 

1.° La administración del instituto está confiada al reverendo Juan Bosco, hijo de Francisco, que será también propietario de todo el 
patrimonio fundacional del Hospicio. Después de él, tanto la dirección como la administración, pasarán a sus sucesores en la Congregación 
San Francisco de Sales. 

2.° Dado que esta Congregación está definitivamente aprobada por la Iglesia y que todos sus miembros están ligados con votos perpetuos 
señora fundadora está segura de que su voluntad surtirá efecto ante los superiores de dicha Congregación para los tiempos presentes y futur 
El superior pensará en hacer en su día las escrituras civiles necesarias para el traspaso de propiedad a sus herederos sin perjuicio para el 
instituto. 

3.° La fundadora no pretende poner ningún vínculo de conciencia, pero desea que la casa del Hospicio se constituya en la misma ciudad d 
Parma o al menos en la provincia. Si, por azar, las circunstancias de lugar, tiempo o personas hicieran imposible la continuidad del Hospici 
en este lugar podrá trasladarse a otro, hasta que hubieren cesado los motivos del traslado. En estos casos deberá oírse el parecer del Obispo 
la Diócesis pro tempore. 

4.° Si fuere posible, la iglesia del Hospicio será pública, a fin de que los alumnos externos y también las personas mayores puedan tomar 
parte en las funciones sagradas, especialmente en las pláticas y catequesis. 

CARGAS 

1.° El reverendo Juan Bosco o sus herederos cumplirán todas las obligaciones que dicha señora marquesa hubiere impuesto en su testame 

o escritura de fundación. 
Fin de Página: 669 


VOLUMEN XVIII Página: 669 

2.° Todos los días rezarán los alumnos comunitariamente un padrenuestro, avemaría y gloria por la piadosa fundadora y, después de su 
muerte, que pedimos ((793)) a Dios sea muy tarde, se celebrará, además, cada año un funeral en el que tomarán parte todos los alumnos, 
comulgando y haciendo otras oraciones particulares por el descanso eterno de la difunta bienhechora. 

3.° La señora fundadora declara formalmente que este memorial no tiene ninguna fuerza legal y que, en el momento que alguien quisiese 
servirse de él de acuerdo con las leyes civiles, entiéndase que pierde todo su efecto, y que el Superior de la Congregación Salesiana será lib 
y absoluto dueño de cuanto se refiere al Hospicio. 

85 (el original en francés) 

Un industrial belga describe el Oratorio y narra su visita a don Bosco 

I 

...Confieso que, al pasar el umbral, tenía yo mis prevenciones. Me había imaginado, no sé por qué -puede que por haber oído repetir a 
menudo que don Bosco era un hombre muy santo-, que iba a ver un convento piadoso y tranquilo, una especie de oasis cristiano, cuyos 
afortunados habitantes, cuidadosamente preservados de los 
669 

vientos ardientes de fuera, estaban mal preparados para las posteriores luchas de la vida. 

Fui recibido con la más amable cortesía y me dieron por guía a un padre francés, el excelente padre Roussin, quien me acompañó por tod 
casa con mucho gusto y amabilidad. 

Desde los primeros pasos por los talleres tuve que reconocer que me había equivocado. Me hallaba, en efecto, en una escuela industrial, 
organizada de una manera enormemente práctica e inteligente. Sin lugar a duda, no había allí nada de esas industrias modélicas que resulta 
menudo modelo de explotación de los dineros públicos. Faltaba totalmente la indispensable fachada monumental. Nada de uniformes, nada 
insignias, nada de gorras con distintivos, ni el más mínimo recuerdo de un cuartel. Mirándolos de cerca, creo, incluso, que algunos pantalon 
no estaban muy a la medida y otros eran un poco cortos para poder considerarlos como prendas de su primer dueño. 

Pero el arreglo general en el vestir era muy decente. 

Las salas de trabajo no tenían nada que desear. Sin duda, no se había podido sacar a manos llenas el dinero de los contribuyentes o de los 
accionistas, para enterrarlo en ladrillos y mortero y hacer algo grande, pero el conjunto tenía ese carácter práctico de los talleres bien 
administrados, que se han desarrollado gradualmente y han resuelto sus propios asuntos. 

((794)) Había allí talleres de zapateros, de sastres, de carpinteros, de herreros, de panaderos y, en fin, de tipógrafos sin que faltase nada, c 
fundición de tipos, encuadernación, etc. Posee además el Instituto, en Mathi, una gran fábrica de papel para atender a su propio consumo. H 
tres máquinas a gas, de diez caballos cada una, que producen la fuerza motriz necesaria para las prensas y las innumerables máquinasherramienta. Todo está perfectamente dispuesto. Así, por ejemplo, hay braseros de gas colocados allí donde se necesita fuego; la panadería 
tiene una amasadora mecánica y el inmenso horno para cocer el pan proporciona, a la par, el calor que calienta la iglesia. Sentí mucho que 
poco tiempo de que yo disponía no me permitió examinar más detalladamente todas aquellas instalaciones. 

Pero, visitando los amplios y numerosos talleres, no pude por menos de manifestar a mi cortés acompañante, mi sorpresa al verme en una 
verdadera fábrica, más que en un piadoso asilo. Se echó a reír, con todas sus ganas, y me respondió: -«La ambición de nuestro instituto no 
precisamente la de formar «beatos», sino simplemente la de hacer cristianos buenos y vigorosos, obreros capaces y conformes con su suerte 
Buscamos, ante todo, la salvación del alma de los jóvenes, pero buscamos, al mismo tiempo, un fin social». 

Le rogué, lo mismo que a otro compatriota suyo que se nos unió, el padre Miguel Volain, que me diera algunos detalles sobre los medios 
empleados para alcanzar los maravillosos resultados que yo presenciaba. Aprendí de labios de aquellos señores que el principio fundament 
de la obra de don Bosco era la ausencia de toda suerte de violencia. Así, por ejemplo, aunque el reglamento aconseja a los muchachos recib 
mensualmente los Sacramentos, les deja en libertad para seguir o no este consejo. Pueden abandonar la escuela, si no están a gusto en ella y 
son muy raras las deserciones. 

La disciplina, que me pareció muy difícil poder obtenerla en un ambiente donde abundan los elementos de insubordinación, la obtienen 

Fin de Página: 670 


VOLUMEN XVIII Página: 670 

admirablemente sin ningún medio riguroso, solamente con la influencia religiosa y la autoridad moral. 

Hay alrededor de trescientos cincuenta aprendices. Los admiten a partir de los 
670 

once años y medio y terminan su aprendizaje alrededor de los diecisiete. Salen entonces de la casa para establecerse como obreros y conser 
generalmente las mejores relaciones con sus antiguos maestros. Algunos siguen en ella hasta el momento de entrar en filas o de casarse. Ot 
no quieren alejarse de allí y forman una especie de orden tercera. 

El precio de la pensión no pasa de los quince francos al mes, y disminuye a medida que el trabajo realizado es más productivo. 

Además, sólo una cuarta parte de los aprendices paga esta módica cuota; los demás son huérfanos, abandonados por sus padres o recogid 
a su petición. A mi pregunta de si los muchachos destinados a ((795)) ser encerrados en un correccional son admitidos o no, se me respond 
negativamente, porque aquello era contrario al principio de libertad que regía en la institución. 

Los muchachos reciben cuatro perras (monedas de cinco céntimos) como propina dominical, pero a su salida se les entrega, como peculio 
tercio de sus salarios, que equivale, por término medio, a ciento cincuenta francos por año. Así queda realizado, de una forma práctica, ese 
sueño acariciado por nuestros economistas modernos sobre la participación del obrero en los beneficios... 

La duración del trabajo alcanza como máximo nueve horas por día. Junto con la enseñanza profesional, los jóvenes reciben diariamente 
lecciones de catecismo, dibujo, comercio y francés, a más de una buena instrucción primaria. La enseñanza técnica la dan generalmente 
antiguos alumnos, que llaman Jefes de taller. Los sacerdotes vigilan un taller cada uno y no intervienen para nada en la enseñanza del mism 

Olvidaba decir que, junto a la escuela industrial, hay un internado que tiene alrededor de cuatrocientos alumnos, que siguen los estudios 
completos del bachillerato clásico. Es una especie de seminario menor, puesto que la cuarta parte de estos muchachos entra en la 
Congregación o en otras órdenes. La pensión no alcanza más que a veinte francos al mes, y las tres cuartas partes de ellos no pagan nada. H 
en la casa alrededor de un millar de personas. No resulta difícil comprender las considerables cargas que debe atender un centro de esta cla 
y uno se pregunta cómo puede sostenerse. Sin duda que la caridad contribuye a ello en parte, pero es que, además, la organización de esta o 
es tan inteligente y su administración tan cuidadosa, que vive, en buena parte, de sus propios recursos. Los talleres, hablando en general, 
tienen trabajo, y el de la tipografía en particular, con sus anejos, según se me dijo, tiene comprometida su producción con quince meses de 
antelación. 

He visitado centros industriales de toda suerte por todos los países, pero nunca, debo decirlo, he encontrado obreros que me hayan causad 
mejor impresión que estos muchachos. 

Trabajan con todo el ardor de su edad y de su raza y, al mismo tiempo, con una calma alegre y mucha destreza. Se veía a las claras que 
ponían su corazón en el trabajo. Me llamó poderosamente la atención, en el taller de cerrajeros, un joven que manejaba el martillo con tal 
alegría que sentí con toda mi alma no ser artista: no hubiera encontrado otro modelo mejor para un Vulcano niño. 

Me detuve especialmente en el taller de tipografía. Líbreme Dios de querellarme con los tipógrafos de ciertos periódicos belgas; pero no 
pude apartar de mi pensamiento que, en ciertas cosas, sus jóvenes compañeros de Turín podrían ganarles. 

Y íqué diversiones más simpáticas las de aquel pequeño mundo, después de acabado su concienzudo trabajo! íQué partidas de pelota, qué 
carreras tan animadas! Los sacerdotes se arremangaban la sotana y se mezclaban con ellos: se hubiera dicho que eran los hermanos mayore 
de ((796)) una familia. Todo se sucedía dentro de una gran 
671 

libertad de acción y, sin embargo, sin ningún desorden. Aquellos muchachos del pueblo no habrían sido llevados a ningún otro colegio. De 
vez en cuando se veía a uno u otro que, dejando los alborotados juegos, se escapaba para ir a hacer una corta oración en la iglesia vecina al 
patio, y resultaba verdaderamente emocionante contemplar con qué fervor cumplían aquel acto de devoción espontánea. 

Es imposible no impresionarse ante la maravillosa conducta que los excelentes padres Salesianos han sabido dar a sus muchachos recogid 
de todas partes. Hasta han logrado quitarles esa innata inclinación de los italianos a tender la mano. Es un detalle muy característico, pues, 
habiendo hecho algunas compras en la librería, servida por tres jóvenes de unos quince años con una seriedad y celo encantadores, me cost 
mucho que aceptaran para la hucha de los domingos unas monedas que, a toda costa, querían devolverme. 

No sabría cómo decir lo respetuosas, amistosas y cordiales que son las relaciones entre aquellos jóvenes y sus maestros; es algo 
verdaderamente paternal. Por otra parte, parecen muy orgullosos de sus excelentes Padres. Así, habiendo preguntado al chaval que me hizo 
pasar (ya que falta un portero «engalonado») si el Superior hablaba francés, me respondió con su aquél de vanidad, tan simpático: -Creo qu 

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sí: habla todas las lenguas. 

Al ver unos jóvenes tan felices, tan bien preparados para llegar a ser miembros útiles de la gran familia humana, me preguntaba cuántos d 
ellos, sin esta admirable institución, hubieran sido víctimas del vicio y del crimen y hubieran ido a engrosar las filas ya tan numerosas de es 
revoltosos que encuentran mal hecha su vida y dicen que hay que volver a hacerla. 

La multitud, estúpida y hastiada de todo, no tiene para estos humildes religiosos que se entregan en cuerpo y alma a esta obra sublime de 
regeneración, más que indiferencia, desprecio e injusticia, cuando esta misma multitud cubre de oro y aplausos a los literatos que corrompe 
inteligencias y corazones, revolviendo los bajos fondos del pueblo para instalar cínicamente todas las vilezas en sus inmundos escritos. Mi 
pensamiento volaba a esos monjes que hace trece siglos salvaron a la humanidad, cuando todo rastro de cultura parecía sumergido bajo las 
olas sangrientas de las invasiones bárbaras. 

Las abadías de Gales y Germania civilizaron a nuestros padres con la oración y el trabajo, como don Bosco lo hace con estos salvajes de 
nuestras grandes ciudades modernas, cuyos feroces instintos nos ha descubierto la «comuna» de París. Se puede preguntar si los rudos hijo 
la floresta no serían menos refractarios a las influencias moralizadoras que los blancos golfos de nuestras capitales. 

Ora et labora fue siempre y en todas partes la divisa de la fe y de la caridad cristiana. Sí, la Iglesia es, sobre todo para los desheredados d 
mundo, una madre y una madre siempre joven y siempre fecunda... 

((797)) II 

Fácilmente se comprende lo mucho que yo deseaba tener el honor de ver a don Bosco, el cual quiso recibirme, gracias a una alta y 
bondadosa recomendación. 

Para llegar a él, tuve que subir muchas escaleras y, una vez allí, bajo el desván, entré en una modestísima habitación. Me llamaron la 
atención, sin embargo, dos magníficos cuadros a pluma, los cuales atestiguan que, si la finalidad de la institución es la de formar artesanos, 
también se encuentran en ella artistas. Me encontraba en presencia de los principales colaboradores del fundador: uno era el reverendo don 
672 

Miguel Rúa, su vicario general, y el otro el reverendo don Celestino Durando, su asistente. El primero es todavía joven; a primera vista se 
reconoce en él al hombre de acción y su rostro ascético recuerda singularmente los rasgos demacrados de San Vicente de Paúl. Como quier 
que la antesala estaba llena de visitantes de toda clase social, don Celestino Durando tuvo conmigo la atención de hacerme pasar a su celda 
Entré y quedé sobrecogido al ver aquella pobreza. Son muchos los pobres que están mejor alojados y con mejores muebles que aquel 
eminente religioso; yo me dije para mis adentros que el estado mayor salesiano tenía por alojamiento el lugar de un cuerpo de guardia. Res 
poco reverente la expresión, sin lugar a dudas; pero es la impresión que tuve en aquel instante. Así viven los jefes de estas comunidades 
religiosas, cuyas fabulosas riquezas y su legendaria avidez proporcionan tema inagotable a los declamadores de los parlamentos o de los 
cafetuchos. Más trabajadores que unos braceros, más pobres que los mismos pobres, pueden repetir aquellas palabras del apóstol: «Oro y p 
no poseo, pero te doy lo que tengo: ílevántate y anda!» 

En fin, iba a tener la suerte de poder saludar a don Bosco. Me latía el corazón mucho más que si me acercara a un poderoso de este mund 
pensando que iba a encontrarme en presencia de uno de esos hombres que Dios se complace en suscitar en determinados momentos para 
mostrar lo que son y lo que pueden los santos. 

La santidad -íay, cuántas gentes ilustradas se sonríen ante esta palabra!-, sin embargo, aun desde el punto de vista humano, ha desempeña 
un papel importantísimo en la vida de los pueblos. »Quién se atrevería a decir, por ejemplo, que la influencia social de un San Vicente de P 
no ha sido más profunda, más durable, y sobre todo más feliz, que la de Richelieu o de Mazarino? »Quién se atrevería a decir que la iniciat 
providencial de don Bosco en esta espinosa cuestión obrera, si llega a generalizarse, no traerá soluciones inesperadas? 

Y, haciéndome estas reflexiones, me tocó el turno de entrar. Miré rápidamente la habitación tan pobremente, tan misérrimamente ((798)) 
amueblada y vi con emoción a un venerable anciano, sentado en un sofá deteriorado, encorvado bajo el peso de los años y de las fatigas de 
largo apostolado. 

La postración de sus fuerzas ya no le permitía mantenerse en pie; mas levantó la cabeza, que tenía inclinada, y pude ver sus ojos, algo 
velados, pero llenos de inteligente bondad. Hablaba bien en francés. Tenía la voz floja y hacía cierto esfuerzo; pero expresaba con notable 
limpidez su pensamiento. Me recibió con cristiana sencillez, decorosa y cordial a un mismo tiempo. Me sentí profundamente conmovido al 
ver cómo un anciano, casi moribundo y asediado siempre de visitantes, tuviera con todos un interés tan bondadoso y sincero. Me habló en 
términos de admiración del obispo de Lieja y de su ardiente celo por la clase trabajadora. El mucho trabajo ha consumido la salud en don 
Bosco, es cierto, pero íqué fuerza de alma queda todavía en su débil cuerpo! íCon qué acento de íntimo pesar deploraba que su debilidad no 

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VOLUMEN XVIII Página: 673 

permitiera dedicarse activamente a la dirección de sus innumerables obras! Y, sin embargo, »quién más que él tiene derecho a entonar con 
confianza el cántico del santo anciano Simeón: Nunc dimittis servum tuum in pace? La discreción me obligaba desgraciadamente a abrevia 
mucho más de lo que yo hubiera deseado aquella conmovedora entrevista con un hombre a quien Dios ha señalado visiblemente con su sell 
que, dentro de pocos días, puede ser que vaya a recibir las magníficas recompensas prometidas a los que han peleado bien en la batalla. 

Permitidme que recomiende insistentemente a los lectores que van a Italia, la visita del Instituto de la calle Cottolengo. Saldrán 
emocionados de ella, embelesados y soñadores, repitiéndose con íntima convicción: ahí está la verdad, ése es el camino, 

ésa la solución de las formidables cuestiones sociales que la esfinge del siglo XIX propone a los hombres de Estado y a los pensadores 
-porque está escrito: «Buscad primero el reino de Dios y lo demás os será dado por añadidura». 

(Gazette de Liège). 

J. B. 
86 (el original en francés)
Carta a don Bosco desde Inglaterra


Muy R. Padre: 

Su obra la llevamos siempre, y ahora más que nunca, en el corazón; y esperamos verla establecida en Londres antes de morir; es posible q 
estemos ya en camino de lograrlo, si obtenemos la gracia, para la que le suplico nos ayude. 

La salud de mi marido ha sufrido un grave quebranto, en el que la gloria ((799)) de Dios está seriamente comprometida. Por su salud, y p 
alejar la sa que ha producido la enfermedad, es por lo que organizamos una gran novena a San José que comenzará el primero de mayo y 
consiste en: 

cinco padrenuestros en honor del Sagrado Corazón,


cinco avemarías en honor de María,
cinco glorias en honor de San José.
Me atrevo con toda confianza a suplicar sus oraciones y las de sus jóvenes y seminaristas.
Pida al reverendo Margotti que ruegue por su hijo, tan adicto a la Iglesia y a Pío IX y, si Dios nos escucha, su obra será nuestra obra y Di


se lo pagará. 
Rotherwas Hereford, 25 de abril de 1876. 
IRENE BODENHAM 

87 (el original en inglés) 

Por la archidióesis de Glasgow 

a) Carta del arzobispo 

Querido don Bosco: 

Tenemos en esta ciudad un buen número de italianos que están impacientes por tener un sacerdote de su propio pueblo y lengua. Se está 
realizando un esfuerzo por educar a sus hijos en la fe y sus padres están muy preocupados por conseguir un sacerdote que pueda cuidarse d 
ellos. 

Se me ha ocurrido a mí que usted podría hallar un sacerdote para este fin; o incluso, enviarnos, por un tiempo al menos, a un miembro de 
comunidad. 

Fin de Página: 674 


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Hace algunos años tuve la satisfacción de saludarle personalmente en Roma. 
674 
Monseñor Monteith de Carstairs mantuvo siempre la esperanza de hacer realidad en su Archidiócesis la venida de la Pía Sociedad Salesian 
Considéreme de verdad 

Glasgow, 18 de noviembre de 1887.
Su fiel amigo,
» CHARLES, arz. de Glasgow


b) Respuesta de don Bosco 

Señor Arzobispo: 
Humildemente suplico a su Merced excuse mi tardanza involuntaria en responder a su atenta del dieciocho de noviembre último. Debería 
haber sido más diligente en agradecer su ((800)) gran benevolencia con que ha honrado a nuestra Pía Sociedad y a mi humilde persona en 
particular. Pero, mi avanzada edad y mis muchos achaques están afectando mi salud últimamente y, por eso, me veo obligado con frecuenc 
a suspender mis deberes, que desearía despachar con toda la prontitud posible. 
Me he tomado la libertad de pasar la carta de su Merced a mi Vicario General, don Miguel Rúa, quien, espero, hallará un sacerdote bueno 

celoso, dispuesto a encargarse de nuestros compatriotas en Glasgow. 
Siento verme obligado a exponerle que las reglas de nuestra Sociedad no permiten enviar a uno de nuestros miembros solo. 
He aceptado recientemente una iglesia en Londres y con gusto abriría una escuela en Glasgow o en otra ciudad cualquiera de su 

archidiócesis, pero en este momento apenas tenemos personas disponibles de habla inglesa. 
Le reitero mis excusas por la excesiva tardanza en contestar y le manifiesto de nuevo mi más sincero agradecimiento por su grata 

benevolencia, mientras imploro su pastoral bendición. 
Tengo el honor de profesarme, señor Arzobispo, 
Turín, 6 de diciembre de 1887. 

Su muy humilde y obediente servidor, (Firmado) JUAN BOSCO, Pbro. 

88 

Súplica de la condesa Stackpoole a León XIII,
para la fundación salesiana en Londres


Santísimo Padre: 

La que suscribe, humildemente postrada a los pies de Vuestra Beatitud, se permite exponer cuanto sigue. 

El año 1874, la humilde peticionaria, como reconocimiento a la gracia recibida del Sagrado Corazón de Jesús, hacía voto de correr a carg 
con todos los gastos necesarios para levantar una iglesia parroquial, dedicada a este amabilísimo Corazón. Presentó su proyecto al Padre Sa 
Pío IX, de feliz memoria, el cual lo aprobó y bendijo; de vuelta a Inglaterra obtuvo del Ordinario de la diócesis de Southwark, monseñor 
Donnell, total conformidad y formal promesa de convertir en parroquia la 
675 

iglesia del Sagrado Corazón. Se puso en ella la fuente bautimal; se obtuvo el permiso de la autoridad civil para la celebración de matrimoni 

Fin de Página: 676 


VOLUMEN XVIII Página: 676 

compró la fundadora los vasos sagrados, ornamentos y demás objetos necesarios para el culto y, finalmente, el diez de octubre monseñor 
Donnell, rodeado ((801)) de su clero y del pueblo en fiesta, daba posesión al nuevo párroco y colocaba en el sagrario el Santísimo 
Sacramento. Quedaban satisfechos nuestros deseos; el pueblo tenía su parroquia, tenía su párroco, y la donante cedió todo, con escritura 
notarial, al obispo de la Diócesis. 

Pero las cosas no anduvieron así por mucho tiempo. Nos abandonó el párroco y no fue reemplazado, de modo que sólo el domingo celebr 
la misa un sacerdote de otra parroquia. Ya no está Jesús, día y noche, en su iglesia, ya no hay cuarenta horas, no hay bautismos, no hay 
comodidad para confesarse ni para comulgar; el pueblo se ve obligado a recorrer una milla inglesa para ir a la parroquia más cercana y reci 
en ella los sacramentos, sin hablar de los pobres enfermos faltos, por tanto, de los consuelos religiosos. Los mismos ornamentos y vasos 
sagrados fueron llevados casi todos a otra parte. Monseñor Butt, el actual obispo, rogado a que mantuviese la iglesia como parroquia, mand 
decir a la que suscribe que no tenía los medios necesarios y sacerdotes disponibles para la iglesia del Sagrado Corazón, la cual cesaría en 
adelante de ser parroquia y sólo sería una capilla dependiente de la parroquia más próxima. 

Ya ve Su Santidad, por todo lo expuesto, que las esperanzas de la donante han frustradas, a pesar de las promesas recibidas; por ello, la q 
suscribe, postrada a sus pies, suplica humildemente tome en consideración la siguiente proposición. 

En vista de que el señor Obispo no puede, por falta de medios y sacerdotes, mantener como parroquia la iglesia del Sagrado Corazón, la 
donante pensó en una Congregación religiosa y se presentó en Turín, para saber del reverendo don Juan Bosco si estaría dispuesto a asumir 
administración parroquial de aquella iglesia, si S. S. se la confiase. Don Bosco respondió que él era siempre un hijo obediente a la Santa Se 
y que nunca rechazaría secundar los más pequeños deseos, así como las órdenes, del Padre Santo, siempre y cuando lo permitan las fuerzas 
su pía Sociedad, ya que, por lo demás, confiaba totalmente en la divina Providencia. Solamente necesitaba que el terreno, dado por la cond 
de Stackpoole a monseñor Donnell y cercado de tapia por éste, se le otorgase en plena propiedad y no como una casa confiada hoy a sus 
cuidados para quitársela en otro momento. Don Bosco necesita ser propietario de todos los edificios existentes dentro de dicha tapia, ser lib 
para levantar otros o derribar los existentes, de acuerdo con las necesidades de la Congregación. El se encargaría de atender todos los servic 
de la parroquia y también las escuelas de niños y niñas, ya existentes en aquel recinto. 

La condesa de Stackpoole desearía finalmente que la escritura de donación del 1874 al Obispo de Southwark, en la notaría de Harting en 
Londres, fuese anulada totalmente y no se pudiera presentar por los futuros Obispos de aquella diócesis contra don Bosco y la Congregació 
Salesiana, convertidos en propietarios ((802)) de todo el recinto dicho. Con ello el Obispo tendría un cuidado menos, se ahorraría gastos y 
tendría, además, en la propia diócesis una Congregación dispuesta a cuidarse de la juventud pobre y abandonada que vagabundea por los 
prados de aquellos barrios extremos de Londres, nido de miseria y de vicios, donde la presencia de los Salesianos sería una verdadera 
bendición. 

Postrada, pues, a vuestros pies, Beatísimo Padre, ruega encarecidamente la que suscribe a Vuestra Santidad, se digne secundar los deseos 
expuestos en esta súplica. Con los sentimientos de filial adhesión, besando su santo pie y, pidiendo su apostólica bendición, se gloría en 
profesarse, etc., etc. 
676 

89 

Nota de Lemoyne sobre el príncipe Czartoryski 

El príncipe Czartoryski, aunque a disgusto, había concedido a su hijo que se hiciera Salesiano. Si bien, al principio le dejaba en plena 
libertad, ahora parecía que no podía estar sin él. Creía deshonrada a la familia con la decisión del hijo. Cuando, más tarde, cayó enfermo 
pretendía que los superiores le mandaran volver a casa. Pero el hijo había logrado, antes, que don Bosco le prometiese que nunca se le darí 
tal mandato. El hijo, que era ejemplarísimo en la observancia de todas las reglas durante el tiempo de su noviciado y después, no quiso ced 
al padre y recordó a don Miguel Rúa la promesa que le había hecho don Bosco. Por lo cual don Miguel Rúa dejó a don Augusto en plena 
libertad. El padre envió médicos, envió sacerdotes, obispos y acudió él mismo. Estaba decidido a cumplir sus pretensiones. Decía que se 
especulaba con la herencia del hijo, mientras éste había renunciado a su principado y a las rentas del mismo en favor del primogénito del 
segundo matrimonio. No le quedaban más que sus bienes personales que, por otra parte, no eran gran cosa. 

El príncipe recurrió al Papa, el cual hizo pedir explicaciones y dio consejos. Pero el príncipe padre quería un mandato. A la razón de que 
hijo era Salesiano, respondía que don Bosco no debía aceptarlo. Y a la observación del propio hijo, que respetuosamente mantenía su 
propósito, él insistía en que sus superiores debían mandarle que se doblegase a los deseos del padre. 

Fue el mismo príncipe a Turín, pero no logró nada. Estaba don Miguel Rúa en Francia, fue llamado telegráficamente y volvió al lado de d 
Augusto. 

Intimó entonces que su hijo fuese asistido en su enfermedad, como lo pedía su noble origen y sin mirar a gastos. Puso al lado de Augusto 
sacerdote religioso francés, para que no le abandonase nunca. Pidió que se llamara a los mejores médicos para atenderlo y se le hiciese 

Fin de Página: 677 


VOLUMEN XVIII Página: 677 

cambiar de aires y de clima, según sus indicaciones. Era una verdadera violencia moral; sin embargo, don Miguel Rúa debió consentir, pue 
que la influencia de aquel hombre poderoso era muy grande en Francia, en Austria y en otras partes. Bien entendido que ((803)) todos los 
gastos corrían a cargo de la pobre Sociedad Salesiana. Primeramente se envió a don Augusto al Torrione, donde se preparó un apartamento 
conveniente para él, se le trataba señorialmente y recibía las visitas de los médicos enviados por el padre. Estuvo allí casi un año. Pasó lueg 
Saboya, después a Suiza y ahora, en 1891, está en San Remo. Coches de dos caballos para el paseo todos los días, departamento de primera 
clase para los viajes, etc., etc. 

Y el príncipe Augusto estaba tuberculoso en su última fase. Pero el santo joven, se sometía en todo a la obediencia a los superiores, y se 
dejaba llevar a donde se quisiera, dispuesto a volver a una casa salesiana a la primera indicación de los superiores. Su única satisfacción era 
oír hablar de don Bosco por quien sentía vivísimo amor. 

Transcribimos, aquí la primera carta que el príncipe escribía a don Bosco, en francés. 

Muy reverendo padre: 

Como era de temer, mi viaje a Turín ha sido perjudicial para mi salud y los médicos han encontrado que mi estado requería descanso en e 
sur e insisten en que vaya a Argel. 
677 

Así pues, confiando en la promesa que usted me hizo, cuando deseó obtener mi consentimiento, le ruego me envíe a mi hijo para poder v 
antes de alejarme. 

Le agradezco por adelantado este consuelo dado a un padre enfermo y forzado a ausentarse por algún tiempo, bastante lejos en las 
circunstancias actuales. 

Acepte, muy reverendo padre, la expresión de mis sentimientos de sincero y profundo respeto, 

París, 19 de diciembre de 1887. 

CZARTORYSKI 

Se respondió diciéndole que se podía entender con el hijo por carta, ya que los estudios, la estación y su salud no le favorecerían este viaj 

90 (el original en latín) 

Carta de Polonia a don Bosco 

Pedakcya Missiyi Katolikich 

Reverendísimo Señor: 

Con mucho gusto y enseguida complací el deseo de su paternidad, remitiendo las adjuntas circulares, tras haberlas traducido a nuestro 
idioma, a las personas católicas principales y fervorosas. Necesitamos aún más circulares de éstas 1. 

((804)) Por tanto, haremos todo cuanto esté de nuestra parte para propagar la causa de las misiones salesianas; así pues -como no podíam 
publicar este mes en nuestro Missiyi Katolikich la circular de su paternidad-lo haremos próximo, junto con el artículo sobre sus misiones 
la Patagonia. Nos ha servido de gran ayuda en este tema su revista Bulletin Salésien, que deseamos seguir recibiendo en adelante. 

Es para nosotros algo emocionante, por otra parte, el progreso de la Congregación Salesiana. Por ejemplo, el príncipe de Cracovia, 
Lubomirski, apenas tuvo noticia de su Paternidad, ha fundado una gran institución educativa para niños, y ahora se trata de a quién ha de se 
encomendada. En nuestra revista literaria (Revista universal Pizeglad Powszechay) hemos hecho pública nuestra opinión de que tal entidad 
de ser confiada a la Congregación Salesiana, de tal forma que el administrador de dicha fundación ha venido a nosotros y nos ha transmitid 
la deliberación de que tendrían que ser polacos necesariamente los Padres de su Congregación; y ésta es hasta ahora la principal dificultad. 
sabemos qué se ha decidido al respecto, pero encomendamos todo este asunto a las oraciones y al celo de su Paternidad. No sólo sería muc 
el fruto al educar a los muchachos, sino que sería bastante mayor, según pienso, el de las vocaciones religiosas, pues así de dócil y fervoros 

Fin de Página: 678 


VOLUMEN XVIII Página: 678 

es la índole de la juventud polaca. Habría también muchos sacerdotes que se enrolarían en la Congregación. Haga el Señor lo que sea para 
mayor gloria. 

Hacemos, por nuestra parte, formal petición de ello y pedimos encarecidamente oraciones a la B. V. María Auxiliadora por parte de su 
Paternidad en favor de cierto 

1 La circular misionera lleva fecha del cuatro de noviembre. 
678 

sacerdote nuestro (gran amigo y promotor de su Congregación), que trabaja no sólo con diversas dolencias, sino también con grandes 
dificultades psicológicas; también en favor de otro (persona de gran futuro) que se encuentra gravemente postrado y en pro de algunas otras 
intenciones (que sólo Dios conoce) y no enumero para no cansarle. Para que estemos seguros de que su Paternidad ha recibido nuestra carta 
le rogamos humildemente una respuesta de su puño y letra. 

En la zona rusa, hay un gran riesgo para nuestras misiones, y no sólo para nuestro daño, sino de toda la Iglesia. Esperamos que todo esto 
interese lo suficiente a su Paternidad y que interceda de continuo ante la Virgen Auxiliadora. 

De su Señoría Reverendísima, 

Afmo. y humilde servidor en Xto., P. LADISLAO CZENCZ S. I. 
de la redacción de Missyi Katolikich 

((805)) 91 

La condesa de Camburzano a don Bosco 

Muy Revdo. Sr. D. Bosco: 

Esperaba recibir unas líneas suyas, que siempre me resultan tan preciosas y queridas. Pero quedó frustrada mi esperanza. Doña Cristina n 

dejó el día veintinueve para volver a Génova. En sus manos puse una cartita y cien liras para usted. 

Me prometió hacérselas llegar por camino seguro, si a su paso por Turín no pudiese ir al Oratorio. 

Empiezo ahora a temer que no le haya llegado mi recado, por lo que le ruego encarecidamente haga que me escriban unas líneas (en sobr 

cerrado) para mi norma. 

Leo en Unità su satisfacción por el nuevo hijo polaco que el Cielo le ha dado, según una circular suya a los Cooperadores y Cooperdoras 
Salesianas. No me ha llegado nada de esto y sé bastante por el Boletín Salesiano. Confío para esto en su bondad. 

He tenido fiebres, de las que todavía no me encuentro totalmente bien. Una de mis empleadas todavía las sufre. Dígale una palabrita a M 

Auxiliadora. Ella no sabrá negarle este favor. 

Comparto con toda mi alma su satisfacción por volver a ver a monseñor Cagliero. 

Bendígame y considéreme siempre, en los corazones de Jesús y de María Auxiliadora, 

Fossano, 5, 12, 87. 

Su afectuosa hija, 

A. Condesa de CAMBURZANO 
679 
92
Caridad de un párroco veterano


Fin de Página: 680 


VOLUMEN XVIII Página: 680 

Reverendísimo don Juan: 

No ha querido escucharme, ípaciencia! Oiga al menos a don Pedro Firindelli, párroco decano de Fiumicello que, a la edad de casi ochenta 
seis años, me entregaba el último napoleón de oro con estas palabras: haga el favor de hacer llegar a don Bosco esta moneda. Quizá sea la 
última que le envío, pues ya soy viejo. Pero usted debe rogar a don Bosco que me envíe su retrato. 

Intenté desaconsejárselo, pues sé que usted siente, en su humildad, dispensar sus memorias. Yo, que le he molestado tantas veces con 
peticiones nunca satisfechas, no le molestaré más, conformándome sólo con saber que usted reza y hace rogar por mí. 

((806)) Al dicho veneradísimo Decano, hombre de singular virtud, ruego le atienda, porque estoy seguro de que le dará una gran alegría. 

Cuando le haya complacido, le enviaré el dinero que guardo de otro asociado y mis ahorrillos, como respuesta a su última llamada y com 
canon para renovar mis suscripciones al Boletín y a los tres ejemplares de las Lecturas Católicas. 

En la espera, le saludo con toda mi alma y también de parte de monseñor Firindelli, y me profeso de nuevo, 

Scodovacca 7-12-87
Diócesis de Gorizia.


Su afmo, en el Señor, 

P. FEDERICO MONEGAZZI, párroco 
93 

Sentencias escritas por don Bosco en sus tarjas o señales del Breviario 

DE POETAS ITALIANOS 

I 

INF. (XXIV, 136-139) Subimos, él primero y yo segundo; 
y entonces pude ver las cosas bellas 
que el cielo da, por un hueco rotundo: 
y otra vez contemplamos las estrellas. 

Purg. (XXXIII, 142-145) Luego volví de la segunda onda 
puro y pronto a subir a las estrellas. 

Paraíso (XXXIII, 144-145) Hizo el amor ardiente 
que mueve al sol y a las demás estrellas. 

(DANTE, Divina Commedia-Trad. A, Crespo) 
680 

II 

En toda virtud el pueblo crea,
toda gracia de Dios Italia espere;
creyendo y esperando ame y se lance
las virtudes eternas a ganar.


(PELLICO, Gli Ang.) 

Fin de Página: 681 


VOLUMEN XVIII Página: 681 

DE LA SAGRADA ESCRITURA (el original en latín) 

1. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena (Ecl 1,7). 
2. Bueno es Yavéh para el que El espera, un refugio en el día de la angustia (Nah 1,7)
.
((807)) 3. Aleja de la mujer tu camino, no te acerques a la puerta de su casa (Prov 5,8)
.
4. Recibid mi instrucción y no la plata, la ciencia más bien que el oro puro (Prov 8,10). 
5. Y comprendí que el único bien del hombre es alegrarse y pasarlo bien en la vida (Ecl 3,12). 
6. Honra a Dios con tus riquezas, con la primicia de todas sus ganancias; y tus graneros se colmarán de grano, tus lagares rebosarán de 
mosto (Prov 3,9). 
7. Si sabes lo que has de decir, responde a tu prójimo; si no, pon tu mano en la boca: así no incurrirás en contradicción, quedando 
confundido (Eclo 5,12). 
8. Cada uno dará cuenta de cuanto hizo en su vida. 
9. Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes (Eclo 4,1). 
10. No te gloríes en la deshonra de tu padre (Eclo 3,10). 
11. Sea cual fuere su agravio, no guardes rencor al prójimo, y no hagas nada en un arrebato de violencia (Eclo 10,6). 
DE LOS SANTOS PADRES (el original en latín) 

1. Si encuentras algo reprensible en ti, corrígelo; cumple lo que es recto; modifica lo deforme; cultiva lo bello; conserva lo sano; apuntala 
débil; medita incansablemente los preceptos del Señor, ((808)) y, a través de todo esto, estarás suficientemente enterado de lo que hay que 
evitar y elegir. (San Bernardo, Ad sac.) 
2. San Jerónimo ad Demet.: «Mantén la fe y no aceptes teorías peregrinas, aunque te parezcan muy puestas en razón y emotivas». 
3. Llevad, con vosotros hermanos míos, la llave de la celda y haced otro tanto con la llave de la lengua (S. P. Damián). 
4. Valen más los ejemplos que las palabras y significa más enseñar con obras que con palabras (S. Máximo, sermón 67). 
5. Nuestras riquezas y nuestro tesoro sean el ganar almas, y escóndanse en el arca de nuestro pecho los talentos de las virtudes (S. Pedro 
Damián, Cont. Cap.). 
681 
94 

Carta del barón Héraud a don Bosco 

Muy querido don Bosco: 

Al acercarse las fiestas navideñas, es grato a mi corazón dirigime a usted para deseárselas muy buenas y felices, presentando mis peticion 
al Divino Niño para que don Bosco, con las piernas reforzadas, pueda salir de su habitacioncita, y, sin necesidad de brazos ni bastones, hac 
de nuevo el camino de la iglesia y también el del comedor de la comunidad. 

Como copero emérito, aunque no participante, desearía ver en esto a don Bosco como un valeroso militante, mas con moderación, yo me 
entiendo, porque la codicia rompe el saco. Los sardos dicen que rompe el cojín, es decir: que arruina el estómago. Pero también en esto don 
Bosco puede arruinarse, no pudiendo aplicársele el proverbio 2 Tes. 3; Qui non vult operari neque manducel (Si alguno no quiere trabajar q 
tampoco coma). 

Fin de Página: 682 


VOLUMEN XVIII Página: 682 

Auguro, pues, a don Bosco que se vea servido todavía por muchos años, con huevos fritos, cordero asado y ternera cocida, descansando s 
espíritu y como se lee en el Levítico, estarse sub vite sua, sub ficu sua (bajo la parra, bajo su higuera); esto es, gozarse con tranquilidad de 
prodigioso trabajo. Est quod gaudeas (Alégrate de ello). 

Ahora, queridísimo don Bosco, otia tranquilla agendo, sería el momento de que se comprometiera en favor de mi situación siempre delica 

((809)) Ya fueron invocados omnes sancti et sanctae Dei, pero cuando Deus non vult, éstos se están quietos del todo. Ya no queda uno a 
quién dirigirme. Temo que responda: Rebus sic stantibus, ad quid venisti? Quare adhuc conturbas me? (Así las cosas, »qué quieres? »Por q 
me molestas?). No pretendo de ningún modo pedirle miraculum tentare (que intente un milagro), pero cuán grande sería su alegría, si supie 
que mis piernas se encuentran mejor que las suyas para poder ir enseguida junto a nuestro queridísimo Santo Padre 1... 

Espero, pues, que violentiam tu in sacratissimum Mariae cor adhibens (si tú violentas al Corazón Sacratísimo de María), pronto me 
encontraré en el Vaticano. 

Recuerdos de la baronesa, Muy agradecido... Y, besando su mano que bendice, me profeso, veneradísimo Padre, 

Niza, 21 de diciembre de 1887. 

Suyo afectísimo, Barón HERAUD 

PD. Al muy reverendo don Miguel Rúa, saludos y felicidades. 

1 Era camarero de capa y espada. 
682 
95 (el original en francés) 
El conde Colle a don Bosco 
Mi querido amigo: 
Todavía estoy muy cansado para escribirle yo mismo; pero, si no es mi mano la que escribe estas líneas, es mi corazón quien las dicta. 

Hemos recibido su apreciada carta con las inscripciones que usted ha querido honrarnos, al hacerlas grabar en las tres campanas de la igle 
del Sagrado Corazón. No he olvidado que le había prometido contribuir al pago de esas campanas, pero no recuerdo la cantidad de que 
habíamos hablado y le agradecería me la recordara de nuevo. 

Sigo enfermo y esperando mi curación por medio de sus súplicas al cielo, ya que he tomado tantos remedios que me pregunto si no me ha 
hecho más mal que bien. Sigo en el campo, donde al menos gozo de una tranquilidad que me es totalmente necesaria. 
Mi esposa está bien: le ofrece conmigo los saludos más afectuosos y respetuosos. 
Hemos sabido ayer con gran satisfacción la feliz vuelta de monseñor Cagliero y la entrada en su Congregación del príncipe Czartoryski. E 
padre Perrot, que ha venido a vernos con el padre De Barruel, es quien nos ha dado estas noticias. 
((810)) Le rogamos, nuestro muy querido amigo, transmita a don Miguel Rúa y a todos sus excelentes padres nuestros saludos más 
cordiales. 
La Farlède, 18 de diciembre de 1887. 
Su afectísimo amigo, Conde COLLE 

96 (el original en francés)
Don Bosco y la comunión frecuente


Fin de Página: 683 


VOLUMEN XVIII Página: 683 

El abate Temmerman decía así, después de haber polemizado con algunos que desaprobaban la comunión frecuente de los jóvenes. (Véas 
la pág. 458 en la nota). 

Señores, hay un hombre en nuestro siglo, cuya gran autoridad en el asunto de la educación de la juventud es incontestable y cuya vida es 
una cadena de prodigios: me refiero a don Bosco. Permitidme os diga lo que este santo me dijo a propósito de la cuestión que tratamos. Era 
enero de 1888. Estaba yo a punto de fundar una importante obra para la educación de los hijos del pueblo y quise aconsejarme con él. Fui a 
verle a Turín, precisamente la misma semana en que falleció. No pudo hacerlo él mismo, pero don Miguel Rúa, su fiel intérprete, y después 
sucesor, me explicó la organización de la obra salesiana, y me comunicó el secreto de su prodigiosa potencia: este secreto se encierra 
totalmente en la comunión frecuente de los muchachos, tan frecuente como las circunstancias lo permitan, y no sólo de unos muchachos de 
predilección, de unos muchachos escogidos, sino de todos, por regla ordinaria. Creía yo que, a lo mejor, había entendido mal los avisos 
recibidos; creía que había exagerado algo el alcance de los mismos y escribí a don Miguel Rúa para obtener una dirección precisa y segura 
he aquí lo que me respondió: 
683 

«En los libritos que le envío, verá usted las normas prácticas de don Bosco sobre la frecuencia de los Sacramentos 1. Nuestro venerado 
fundador no dejaba escapar ninguna ocasión sin recomendar la comunión frecuente. Era la base de todo su sistema educativo. Los que no lo 
entienden así, se ven obligados a emplear una rigurosa represión». (Aplausos.) 

Pues bien, señores, las reglas que don Bosco traza en sus opúsculos se resumen en la comunión, lo más frecuente que sea posible. 

((811)) Estas reglas trazadas por el santo fundador no son letra muerta en las casas salesianas, sino que se siguen totalmente. Me ha 
extrañado oír que se pueda creer que los defensores de la comunión frecuente no se preocupan para nada de las condiciones de una buena 
preparación, al extremo de que la comunión se reduciría a la simple recepción, más o menos piadosa de las Santas Especies. Muy al contra 
el celo por preparar a los muchachos para comulgar bien, debe crecer en razón directa o, para mejor explicar mi pensamiento, en proporció 
geométrica del celo que se emplea para atraerlos a la Santa Mesa. Sin duda, de acuerdo con todos los maestros de teología, no es preciso 
exigir mucho, en la recepción frecuente, unas disposiciones por encima de las fuerzas humanas, y no olvidar jamás que los sacramentos, 
hechos para los hombres, actúan ex opere operato, siempre y cuando no sean recibidos indignamente; pero nos parece que el director espiri 
está obligado a poner más celo por obtener una voluntad mejor. Habría que llevar siempre a la discusión de una tesis la sinceridad de no 
dividir lastimosamente las dos partes indivisibles de la proposición del adversario. Nosotros pedimos y es lo que pedía don Bosco: la 
comunión frecuente conjuntamente con el mayor celo posible para disponerse a recibirla cada vez mejor. Es así como en las casas salesiana 
la comunión se convierte en el medio de toda disciplina, una comunión continuamente puesta ante los ojos del muchacho para reavivar en s 
alma el sentimiento del respeto, del reconocimiento y del amor que debe a Dios, que ha entrado a habitar en su corazón. Se le hace entrever 
comunión próxima para hacerle soñar en los cuidados que está obligado a tener en cuenta para prepararse a ella. 

Se ha dicho esta mañana en la segunda sección que, en cierto colegio, por cierto bueno, no hubiera podido permitir el director normalmen 
una comunión tan frecuente. No quiero discutir y tampoco preguntaré si la norma de la comunión mensual, generalizada, sin embargo, en 
nuestros colegios, no ha inspirado nunca los mismos temores por los inconvenientes que se podrían seguir particularmente con la comunión 
más frecuente en ciertos colegios; pero he aquí dos reglas absolutamente prácticas que se me dieron, como el secreto para prevenir las 
comuniones menos dignas, a las que se da una importancia capital en las casas salesianas. La primera consiste en que no se permita nunca q 
los muchachos se acerquen a la Santa Mesa por orden de bancos. Hay que evitar que un muchacho, por miedo a ser reconocido o solamente 
mirado como culpable o menos bueno, pueda nunca verse moralmente forzado a hacer la menor capitulación con su conciencia: ése sería el 
caso, sin embargo, de un muchacho que tuviera que quedarse aislado en su sitio durante todo el tiempo en que los compañeros que se 
encuentran a su lado, estuvieran ante el comulgatorio. 

1 Don Miguel Rúa le había enviado: 1.° El Joven Instruido (El joven cristiano, en las últimas ediciones españolas), señalando la instrucci 
que hay en él sobre la Comunión frecuente. 2.° El Reglamento para las casas de la Sociedad de S. Francisco de Sales, señalando lo que en é 
se lee sobre la frecuencia de los Sacramentos, en el apéndice sobre el sistema preventivo. El abate explica en una nota los párrafos traducid 
al francés. 
684 

Es posible que este muchacho no sea culpable ni ((812)) de un pecado venial y que solamente le moleste y le asuste alguna falta contra el 
reglamento de la casa; cree estar en condiciones para comulgar, pero se cree poco digno: ojalá no aprenda a capitular con su conciencia, ni 
tampoco con esta delicadeza, por miedo a que llegue a hacer capitulaciones criminales. Yo sé muy bien que, siguiendo esta regla, habrá me 
orden en la distribución de la santa comunión; pero eso tiene muy poca importancia y, sobre todo, si se toman ciertas medidas, muy fáciles 

Fin de Página: 685 


VOLUMEN XVIII Página: 685 

para asegurar la circulación, haciendo, por ejemplo, que los que han comulgado vuelvan por un lado diferente de aquél por donde llegan lo 
otros. Que los maestros y, sobre todo, las maestras se libren de una curiosidad indiscreta. Sería muy inconsiderado el maestro que fuese a 
decir a un muchacho que ha visto su culpabilidad, puesto que no se ha atrevido a ir a comulgar. Desde luego, yo no hablo aquí de muchach 
escrupulosos. 

La segunda regla es que los muchachos deben tener mucha y constante facilidad para ir a confesarse libremente, sin hacerse notar, sin qu 
petición de ir a confesarse les denuncie a las sospechas del vigilante. En los Salesianos se hace de modo que todos los días de la semana, 
durante las oraciones en la capilla, durante la santa misa, durante los recreos, los muchachos pueden ir a confesarse, sin que nadie vea en el 
nada extraordinario. Es algo muy natural, por ejemplo, que el director de un internado de muchachas, que se cansaría, si tuviera que atende 
todo su mundo el sábado, pida que, para darle facilidad, se repartan un poco y vayan unas tal día y las otras tal otro; entonces no es nada 
extraño que un muchacho vaya en cualquier momento. Y, en cuanto al medio de prevenir que no se acuda demasiado frecuentemente, no le 
difícil al confesor encontrarlo; no hay más que quererlo y cortar por lo sano todo capricho de convertirlo en ocasión de charla; una firmeza 
invencible sostendrá en esto una bondad inagotable. Estas son las reglas que se me dieron. 

Os decía, señores, que yo había ido a pedir estos consejos a don Bosco en el momento de empezar una obra bastante importante para la 
educación de los hijos del pueblo, hace poco más de dos años, en enero de 1888. Nuestra obra atravesaba una situación difícil, empezaba a 
cundir el desaliento: -No tema, me dijo don Miguel Rúa; con la práctica de la santa comunión, triunfará del todo. Siga adelante sin miedo. 

Hace ahora algún tiempo, cuando don Miguel Rúa vino a Bélgica para la fundación de la casa salesiana de Lieja, quiso visitarme. -»Ha si 
usted fiel a mis consejos?, me dijo. -Con la gracia de Dios, le respondí, he hecho lo que he podido. -Entonces usted ha triunfado, replicó. Y 
en efecto, señores, habíamos triunfado, mucho más de lo que esperábamos. ((813)) La obra que llevábamos entre manos se ha desarrollado 
con desacostumbrada rapidez y, al cabo de dos años, nuestro instituto, destinado a muchachas de la clase media, a huerfanitas, cuenta con m 
de doscientas internas, cuya conducta no deja nada que desear. Ciento cincuenta y siete han hecho su primera comunión, todas tienen la no 
de la comunión semanal, pero con la más completa y absoluta libertad, no solamente en teoría, sino en la práctica. Hay unas sesenta alumn 
que se acercan a la santa mesa dos veces por semana, y unas veinte, tres veces. Creo poder decir, señores, que hacemos de nuestras alumna 
que queremos. Me apresuro a manifestar que, a ejemplo de lo que se hace en las casas salesianas, no se pierde de vista la buena preparación 
Siento no tener tiempo para explicar cómo esta práctica corrige rápidamente los defectos, hasta los más invencibles en apariencia, acaba co 
las discusiones, termina con las más pequeñas enemistades. 

Lo reconozco, todas mis observaciones son especialmente para los alumnos de los 
685 

internados y, muchas de las condiciones que he señalado como previas, muy difícilmente se encuentran en los muchachos en el mundo. 
Efectivamente, mi objeto, en rigor sólo sirve para sostener la tesis de la comunión frecuente para los muchachos confiados al cuidado asidu 
de maestros cristianos. Sin embargo, pienso que en las parroquias, por medio de los patronatos, y con los alumnos externos de nuestras cas 
religiosas, se puede hacer muchísimo, si se quiere: numerosos ejemplos lo prueban. Siento no tener tiempo para detenerme en ello. 

Permitidme, señores, decir lo que se hace en Turín, en la institución de don Bosco. Cuando yo la visité, en 1888, había allí ochocientos 
muchachos, los cuales comulgaban normalmente cada semana y unos cuatrocientos más a menudo. Y ya sabéis qué clase de muchachos ha 
allí; puede decirse que muchos habían sido recogidos en la calle. »Y qué es lo que don Bosco ha hecho con aquellos muchachos? Cientos d 
ellos figuran en las filas del clero de Italia, y son la flor y nata de este clero y la legión de honor. (Aplausos.) Don Bosco quería que sus cas 
se llamaran oratorios, porque quería significar que con la oración y la recepción de los sacramentos, como únicos medios de acción por sí 
mismos, quería llegar a la santificación de la infancia, a la formación de hombres de fe y piedad. Sigamos, señores, sus consejos y sus 
ejemplos. Y, si es verdad que «la religión no es sólo piedad y comunión», recordemos las palabras de San Pablo: Ego (Paulus) plantavi, 
Apollo rigavit, sed Deus incrementum dedit (1 Cor. 3,6) y que no nos toca a nosotros indicar a Dios los medios que queremos emplear, 
después de que Cristo dijo: Amen, amen dico vobis, nisi manducaveritis ((814)) carnem Filii hominis et biberitis eius sanguinem, non 
habebitis vitam in vobis (Jn. 6,54). (Aplausos.) 

Antes de imprimir estas páginas, he querido comunicarlas a don Miguel Rúa, el cual me escribe: 

Oratorio Salesiano de S. Benigno Canavese, 7 de septiembre de 1890 
Muy Rdo. Sr. abate Temmerman: 
......................................................................... 

He leído lo que usted ha dicho en el Congreso Eucarístico sobre la comunión frecuente de los muchachos: ha hablado muy bien y 
presentado fielmente las ideas de nuestro muy querido P. don Bosco, de santa memoria. Le devuelvo el impreso, en el que encontrará 
solamente dos pequeñas correcciones ortográficas: por lo demás yo no modificaría nada, cuando se trata de alumnos internos. 

Fin de Página: 686 


VOLUMEN XVIII Página: 686 

Le agradezco las hermosas palabras que ha tenido a bien decir sobre nuestro buen Padre y su sistema de educación y hago ardientes votos 
fin de que su propaganda sobre la comunión frecuente de los niños obtenga resonancia en todos los colegios católicos y también en todos lo 
seminarios. 

Que el señor le conserve con buena salud y su gracia y, sí puedo servirle en algo, no olvide que siempre soy su 

Seguro Servidor en J. C. 
MIGUEL RUA, Pbro. 
686 
97 

Comunicación de la muerte de don Bosco a los antiguos alumnos del Oratorio 

Querido amigo: 

Una inmensa desgracia ha conmovido hoy al Oratorio de San Francisco de Sales y a las numerosas casas de educación que de él depende 
Su fundador y jefe, el amigo de la juventud, el apóstol de la religión y de la caridad, nuestro amadísimo padre don Juan Bosco ya no está co 
nosotros. Esta mañana, a las cuatro y cuarenta, entregó su hermosa alma al Señor, después de haber recibido todos los consuelos de la 
Religión y la bendición del Padre Santo, León XIII. 

Aunque habíamos previsto ya hace tanto tiempo las irreparables consecuencias de su delicada salud, sin embargo sentíamos ahora más qu 
nunca la gravedad de su rápida pérdida. Lo confirman las lágrimas de sus hijos, el dolor de los amigos, el pesar de los ciudadanos... 

En las últimas horas de aquella preciosísima existencia, fuimos a besar por última vez la bendita mano del padre amado y a darle, casi en 
nombre de los antiguos alumnos, el último adiós en esta vida; pero su lengua ya había enmudecido, sus ojos ya no conocían a nadie. Era el 
principio de la agonía. íQué pena, qué angustia al salir de la habitación en donde nos había recibido tantas veces con la sonrisa de su bonda 
íAh, don Bosco!, ídon Bosco! 

((815)) Querido amigo, tú sabes lo mucho que habríamos deseado celebrar las bodas de oro sacerdotales del Rvmo. don Bosco, dentro de 
pocos años, y que lo deseábamos con toda el alma. Pero el Señor lo ha dispuesto de otro modo: hágase su santa voluntad. »No podríamos, a 
menos ahora, aunque esté muerto, darle una prueba de nuestro afecto y de nuestro agradecimiento? 

La Comisión de los antiguos alumnos del Oratorio para las demostraciones en honor de don Bosco, previo acuerdo con los Superiores de 
Casa, deliberó invitar a todos los compañeros sacerdotes y seglares residentes en Turín y sus alrededores para encontrarse en la sepultura, q 
tendrá lugar el jueves, día dos de febrero, a las tres y media de la tarde; y animar, lo mismo a los que viven por aquí que a los lejanos, a hac 
un pequeño donativo, no inferior a una lira, para subvenir a los gastos de los blandones del caso y para celebrar lo antes posible, en la igles 
de María Auxiliadora, un funeral solemne a la memoria del gran padre don Bosco. 

Se desearía que todos los que están condecorados con algún premio gubernamental asistieran al acto ante el sepulcro exhibiendo sus 
condecoraciones. Nuestra reunión se celebrará en el gran locutorio del colegio. El desfile del cortejo fúnebre se regulará según las normas d 
caso, pero nosotros, aun entonces, lo haremos por orden de antigüedad. 

No creemos sea necesario nada más para animarte a dar este último testimonio de afecto a nuestro difunto Padre. Los amigos de lejos 
podrán servirse de sellos de correo para enviar su donativo, y ya les comunicaremos el día del funeral, cuando haya sido señalado. 

Esperamos de tu amabilidad que reces una devota plegaria por el alma de nuestro nunca bastante llorado don Bosco y que aceptes nuestro 
cordiales saludos. 

Turín, 31 de enero de 1888. Por la Comisión CARLOS GASTINI 
MATEO ALASIA, Secretario 
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98 
Algunas cartas de pésame a don Miguel Rúa 
De los centenares de cartas, en diversas lenguas, tomamos solamente unas pocas, a título de muestra. 

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VOLUMEN XVIII Página: 688 

a) De monseñor De Gaudenzi, Obispo de Vigevano 
Muy Iltre. y Revmo. Señor: 
Con la pérdida de don Bosco, cesó una verdadera y amplísima bendición del Señor para la Iglesia y la Sociedad. 
Fue él un emulador del Obispo de Ginebra, a quien había elegido como patrono; con la dulzura y el ardor de su caridad en favor del próji 

((816)), renovó los milagros de S. Vicente de Paúl; imitador de Javier, realizó grandes conquistas para la Cruz de Jesucristo. 

Tuve la suerte de conocerle desde los principios, que fueron humildísimos, de sus innumerables obras dignas de admiración; lo seguí 
constantemente hasta en sus graves aflicciones y, con inmensa edificación por mi parte, siempre tuve que admirar en don Bosco al hombre 
Dios, que no vivía más que para la gloria del Señor, para dilatar su reino e implantarlo mejor en las almas. 

Estos pensamientos son un bálsamo consolador para mí en tan acerbo dolor, puesto que el difunto, a quien lloramos, me honró siempre c 
una peculiar bondad. 

Como motivo de veneración y gratitud por el bien que realizó el Santo don Bosco, también en esta mi diócesis, he ordenado celebrar el 
jueves próximo, en la Capilla del Seminario, un oficio solemne por el eterno descanso de su alma privilegiada. Yo asistiré y presidiré las 
exequias. 

Confío ciertamente en que ya resplandece en el coro de los santos sacerdotes. Pero, si los sufragios no fueren necesarios para su alma san 
servirán para otras y será muy agradable al Señor que se honre a un sacerdote en el que se complació revelar al mundo lo mucho que vale p 
las gentes un sacerdote hecho según su corazón y, que cumpla humilde y constantemente sus designios. 

Que el Señor siga protegiendo las obras de aquella alma excelente que todos admiraron. Esta es la plegaria que, a menudo, brota estos día 

de mi corazón profundamente conmovido. 

Mis recuerdos para todos sus dignos hermanos y no me olvide en los corazones de J. M. y J. 

Vigevano, 3 de febrero de 1888. 

Afmo. s. servidor, » JOSE MARIA, obispo. 

b) De monseñor Rota, arzobispo titular de Tebas 

Muy querido don Miguel Rúa: 

Creo que la pérdida del muy amado don Bosco habrá causado mucho dolor a cuantos le conocían personalmente o por su fama, lo mismo 
que me la ha causado a 
688 

mí. Las muchas atenciones y favores que me prodigó cuando fui a Turín 1, hacían que lo apreciara mucho, y que le considerase como a un 
hermano mío. Tengo en mi habitación un retrato que siempre me recordará los favores, ayudas y consuelos recibidos de él en momentos 
críticos. Espero que ya estará en el ((817)) paraíso, y presagio que pronto iré a hacerle compañía, pues ya soy viejo. Quiera Dios que sea 
presto, puesto que processi in diebus multis. 

Llamaré mientras tanto a las puertas del paraíso, hasta oír aquella dulcísima palabra: Intra in gaudium Domini tui. 

También Franzini 2 recuerda los favores recibidos de él y de sus compañeros; pero escribirá él mismo, apesadumbrado por su pérdida, y 
esperando también el tener un abogado en el Cielo. 

Mientras tanto, con todo aprecio y persuadido de que usted seguirá haciendo el bien que hacía el llorado don Bosco, me repito 

De su Reverencia, 

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VOLUMEN XVIII Página: 689 

Roma, 3 de febrero de 1888. 

Atto. y seguro servidor,
» PEDRO, arzbo. de Tebas y can. de S. Pedro en Roma


c) Del Secretario del Indice 

Reverendo don Miguel Rúa: 

La triste noticia de la pérdida del nunca bastante llorado don Juan Bosco, hombre venerando por sus méritos ante la Iglesia y la humanida 
entera, me ha resultado todavía más dolorosa por lo inesperada, dada la confianza que yo tenía de su próxima y perfecta curación. Le quería 
mucho y por eso mi gran pena. Goce de paz eterna el ilustre difunto en el reino de la divina bondad y misericordia. 

Transmito a usted, reverendo Padre, y a toda la Congregación Salesiana el más sincero y afectuoso pésame por la grave pérdida del gran 
fundador y le ruego sea el portador ante la misma de estos mis sentimientos y comunique de un modo especial mis afectuosos saludos al 
bueno de don Celestino Durando. Estoy plenamente confiado en que don Bosco, desde el Cielo, protegerá su instituto y le obtendrá de Dio 
gracias y prosperidad. 

Le saludo cordialmente y me gozo en considerarme con los sentimientos de una especial atención y afectuosa amistad. 

De usted, Revmo. don Miguel Rúa, 

Roma, 3 de febrero de 1888. 

Atento y seguro servidor, 

P. JERONIMO PIO SACCHERI, OP.
Secretario del Indice y Cooperador Salesiano
1 Véase LEMOYNE, M. B., vol. VIII, págs. 309, 312, 427, 467, 574, 591, 621. 

2 Don Maximiliano Franzini, secretario de S. E. 
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((818)) d) De monseñor Vicentini, obispo de Aquila 

Respondiendo a la comunicación que V. S. se ha dignado enviarme de la pérdida, nunca deplorada lo bastante, del venerando don Bosco, 
tengo que expresar los mismos sentimientos, con que la infausta noticia ha sobrecogido a todos. Era el hombre providencial que Dios había 
suscitado para confundir la apatía, el egoísmo y la incredulidad de un siglo corrompido y corruptor; era el milagro permanente de una carid 
ingeniosa, desinteresada y multiforme que abrazaba toda suerte de necesidades, vivía de sacrificios y los hacía fecundos en la fe, el consuel 
el amor. Hay, por tanto, razón justificada para un dolor veraz, profundo y universal. Es una gran satisfacción, sin embargo, que su obra le 
representará siempre vivo, y más vivo todavía por cuanto ha dejado la tierra para mirarla y protegerla desde el Cielo. 

Con estos sentimientos, me uno al pesar, especialmente del Episcopado italiano que tenía en el llorado apóstol un brazo tan eficaz, y rueg 

V. S. lo participe a sus hermanos, como expresión de mi alma y como adhesión a una orden tan benemérita, que ha perdido a su muy amad 
fundador. 
De V. S. Rvma. 

» AUGUSTO ANTONINO Arzobispo de Aquila 

e) De monseñor Vorteo, obispo de Massa Marittima 

Reverendísimo Señor: 

Soy el último de los Cooperadores, entre los que fui inscrito, sin ningún mérito de mi parte, el día once de agosto del año pasado. Pero, 

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VOLUMEN XVIII Página: 690 

habiendo sido siempre muy alta la admiración y tan profunda, como nadie puede imaginar, la reverente estima que he tenido para aquel 
verdadero Apóstol de caridad, al que ahora sucede V. S. Revma. en la dirección de obras tan grandes y estupendas, creadas por él para glor 
de Dios y salvación de las almas, no puedo dejar de unir mi pesar a los que le llegan de todas las partes del mundo cristiano por la pérdida 
tan gran Padre. Acéptelo, pues, V. S. Revma. benévolamente por el único valor que tiene de su gran sinceridad. Y como, a la par que me 
esfuerzo por sufragar a aquella alma grandiosa, me siento empujado a implorar para mí y para la Iglesia, su intercesión ante el trono de Dio 
sea ella desde el Cielo particularmente propicia a la inmensa familia, tan merecidamente puesta bajo los cuidados paternales ((819)) de V. S 
a quien ofrezco mis pobres servicios, declarándome con todo el aprecio. 

De vuestra Señoría Reverendísima, 

Massa Marittima, 4 de febrero de 1888. 

Seguro servidor en Jesucristo, » Fr. JOSE., obispo de Massa y Papulonia 

f) De monseñor Apollonio, obispo de Treviso 

M. R. D. Miguel Rúa: 
No puedo expresar con palabras el dolor que experimento, por la muerte de ese héroe de la caridad, de ese santo, que fue don Bosco. 
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Guardo de él muchos y gratos recuerdos, que ahora resultan más preciosos. 

El Señor le ha encontrado maduro para el Cielo. Me parece estar seguro de que ahora caerán sobre las obras de don Bosco más abundante 
las bendiciones del Señor, y que ellas, dirigidas por los celosísimos y óptimos sacerdotes Salesianos, seguirán produciendo inmenso bien e 
campo de la Iglesia Católica. 

Estuve ayer en Mogliano para dar el pésame a los Salesianos de aquella casa y me encontré con que el Superior, don Moisés Veronesi, ha 
partido para Turín. 

Acepte, M. R. D. Miguel, los sentimientos de mi veneración y dispénseme el afecto que me tenía el santo don Bosco. 

Treviso, 4 de febrero de 1888. 

Su afmo. s. servidor en J. C., » JOSE APOLLONIO, obispo de Treviso 

g) Del cardenal Massaia 

Al Vicario general de la Congregación Salesiana: 

Someto a la consideración de V. S. Rvma. lo mucho que me ha afligido la infausta noticia de la muerte de nuestro querido don Bosco; no 
sólo apreciaba en él a mi paisano 1 y hermano en el sacerdocio, sino que amaba y admiraba al Apóstol de la caridad, al padre de la juventud 
al propagador del trabajo manual unido a la piedad y a la ((820)) instrucción cristiana. íSi yo hubiese tenido un compañero semejante en la 
misión, cuánto hubiera aprendido de él para aumentar el rebaño de Jesucristo y guiar las almas cristianas por el camino de la salvación! Per 
si el Señor lo destinó a trabajar en otro campo íal menos me lo dio como ejemplo! porque hasta allí nos llegaban las noticias de su apostóli 
labor. 

Ya lo lloramos muerto, pero consolémonos, porque ahora ha empezado su vida en la gloria de Dios. 

Y también sobre la tierra sigue viviendo en las grandes obras que ha hecho; en el instituto religioso que deja; y en el innumerable tropel d 
hijos, que supo educar para la religión y para la sociedad. 

Soy viejo decrépito y no tardaré en encontrarlo en la vida que no acaba y espero, como se lo pido a él, que querrá acordarse de mí y 
obtenerme del Señor una muerte semejante a la suya. 

Acepte, reverendísimo Señor, mi pésame, junto con los sentimientos de aprecio y singular afecto. 

Roma, 4 de febrero de 1888. 

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Seguro servidor,
» Fr. J. Card. MASSAIA, capuchino


1 S. Em. era de Piovà, del distrito de Asti. 
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h) Del padre Denza 

Muy querido don M. Rúa: 

Me he enterado aquí, en Roma, donde me encuentro hace algún tiempo con motivo de la exposición vaticana, de la tristísima noticia de la 
pérdida del queridísimo don Bosco, a quien veneraba y amaba como a un padre y con quien contaba como uno de mis más afectuosos amig 
Puede usted imaginar el dolor que experimento por la pérdida grandísima de un hombre como él; por otra parte, no puedo dejar de consolar 
con el pensamiento de que el sacerdote caritativo y promotor de tantas y tan grandes obras buenas goza ya el premio de tantas fatigas y tant 
penas sufridas acá abajo, y ruega al altísimo Señor, a quien tanto amó, por todos nosotros, y de modo especial por su querida hija la 
Congregación Salesiana. Sin embargo, no dejaré de rogar al Señor por él, y más aún por su Congregación, a fin de que se mantenga con el 
espíritu y la laboriosidad que le comunicó su fundador. Ruégole, mi querido don M. Rúa, presente a todos sus hermanos, y amigos míos 
queridísimos, estos mis sentimientos, que apenas he sabido exponer, y que me encomiende a las oraciones de todos, ya que las necesito 
mucho. 

Siempre suyo, 

Afectísimo, P. DENZA 

((821)) i) Del marqués Vitelleschi 

Muy apreciado don M. Rúa: 

No puedo negarme a manifestarle la grandísima pena que, junto con mi familia, he experimentado por la irreparable pérdida del nunca 
bastante llorado don Bosco. Es una enorme pérdida para nosotros y una ganancia sin igual para el querido difunto, que, en nuestra cristiana 
esperanza, ya ha logrado alcanzar el premio inmortal del cúmulo de sus grandes virtudes. Nuestra familia fue la primera, aquí en Roma, qu 
tuvo la suerte de entablar con él unas preciosas relaciones, que empezaron el año 1864, cuando mi llorada esposa y yo fuimos por vez prim 
a Turín y conocimos a aquel hombre de Dios. Desde entonces en adelante, siempre fuimos honrados con su atención y su caridad. 

Conservo algunas de sus cartas como preciosos recuerdos y una entre ellas me ha convencido de que don Bosco era un hombre 
extraordinario y verdaderamente predilecto de Dios. 

Comprendo muy bien, queridísimo don M. Rúa, su inmensa aflicción y la de todos sus compañeros ante una pérdida tan grande, pero deb 
consolarle el pensamiento de que el que lloramos ha dejado, al partir de este mundo, un árbol gigantesco que ha extendido sus ramas no só 
Europa sino hasta América: la Congregación Salesiana, cuya dirección ninguno mejor que usted podía tomar, y en la que será ayudado por 
mismo don Bosco, el cual, si se vio colmado de caridad aquí en la tierra, encontrándose al presente, como esperamos, en la región donde la 
caridad es perfecta, la protegerá también desde el cielo... 

Roma, 4 de febrero de 1888. 

ANGEL VITELLESCHI 
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j) De monseñor Richard, arzobispo de París (el original en francés) 

Muy querido y reverendo padre: 

Quiero manifestarle mi adhesión a la aflicción de su familia salesiana. Juzgo que ha sido una gracia de Dios haber podido, al pasar por 

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Turín, ver una vez más a su venerable Padre, recibir su bendición y oírle decir que bendecía a todo París. 

Confío con usted que está en el cielo, pero celebraré una misa por él porque la Iglesia nos enseña a rogar por los difuntos, cuya virtud hem 
venerado todos mucho. 

Acepte, mi querido y reverendo Padre, el testimonio de mi afectuosa y respetuosa adhesión en J. C. 

París, 1 de febrero de 1888. 

» FRANCISCO, arzobispo de París 

((822)) I) Del cardenal Capecelatro 

Veneradísimo y carísimo D. M. Rúa: 

La muerte del venerando don Bosco ha conmovido y afligido vivamente mi corazón; y cumplo ahora mi deuda de afecto transmitiendo m 
pesar a usted y a todos los hijos de un padre tan grande. Su don Bosco fue un gran apóstol de nuestro siglo, es uno de esos apóstoles a los q 
el Señor concedió recoger abundantes frutos del propio apostolado. Bendito sea el Señor que lo mandó a Italia; ahora es mi mayor deseo, y 
creo que el de muchos más, que las obras establecidas por aquel gran siervo del Señor vivan y prosperen cada día más. 

Cuando supe que su padre don Bosco había salido de la vida presente, rogué en la misa por su alma elegida. Pero, en verdad, pensaba y 
esperaba sobre todo que, en aquel momento, ya rezaba él por sus hijos, por los muchos que le querían y también un poco por mí. 

Me encomiendo, reverendo Padre, a sus oraciones y a las de todos los Salesianos, con los cuales hace ya tiempo estoy unido de corazón. 

Con los sentimientos de afectuoso aprecio, me profeso 

Capua, 5 de febrero de 1888. 

Su servidor,
» ALFONSO, Cardenal CAPECELATRO Arzobispo de Capua


m) De monseñor Capelli, obispo de Tortona 

Reverendísimo Sr. Director: 

íHemos perdido a nuestro bonísimo don Bosco, a pesar de las fervorosas oraciones de la inmensa familia de sus queridos hijos y los 
muchísimos admiradores del hombre benéfico y santo, para tenerlo aquí todavía, al menos por algún tiempo! Pero así sea: la Virgen se lo h 
llevado al Paraíso, porque ya era rico de muchos méritos. 

Por tanto, aunque su dulce y veneranda figura haya desaparecido de nuestros ojos, sigue viviendo en nuestro corazón y vivirá 
imborrablemente el precioso recuerdo 

de las grandes virtudes que le adornaban y que sabiamente sabía infundir en los dignos herederos de su providencial misión. 

He visto en los periódicos el ternísimo y edificante espectáculo de sus triunfales funerales: naturalmente también yo me creí en el sagrado 
deber de celebrar la santa misa por el eterno descanso de su bendita alma. Y pensaba: todas estas demostraciones de afecto al hombre santo 
estos tributos de sufragios que deben haber aprovechado a la expiación de muchos espíritus afortunados para asociárselos ((823)) en el ingr 
en la patria celestial, no pueden dejar de ser al menos un gran consuelo para el dolor de sus hijos huérfanos. Ellos saben que el amado Padr 
les mira ahora desde aquel reino de gloria, con más encendida y sobrehumana caridad, los protege, los bendice y espera recibirlos en el Cie 

También yo confío sinceramente en la protección del venerado difunto, a quien tuve la fortuna de hospedar algún día en este palacio 
episcopal el año 1875; y con esta confianza, me congratulo de corazón con usted, reverendísimo director, meritoriamente elegido para 

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sustituirle en el gobierno de la Congregación. Le suplico acepte los sentimientos del distinguido aprecio con que me profeso 

De V. S. Rvma. 

Tortona, 6 de febrero de 1888. 

Seguro servidor,
» VICENTE, Obispo de Tortona


n) Del cardenal Sanfelice, arzobispo de Nápoles 

Reverendísimo Padre: 

El anuncio de la muerte inesperada de don Bosco me ha impresionado profundamente; por los inescrutables designios de Dios queda el 
mundo privado de otro apóstol; y hasta los enemigos de la Iglesia tendrán que llorar su pérdida, puesto que no hay ninguna clase de person 
la que no haya llegado el influjo de la apostólica caridad de aquel santo sacerdote. A partir de este momento, él dejará sentir, especialmente 
sus hijos, el valor de su protección; ojalá que este pensamiento y el de la gloria donde se ven coronadas sus virtudes, sirva de balsámico 
consuelo para cuantos lo lloran. Que Dios conceda a V. S., ya lleno del espíritu de su Fundador, la gracia de mantenerlo abundantemente en 
todas las obras por él fundadas y encomendadas al presente a V. S. 

Con mucho gusto aprovecho esta dolorosa ocasión para expresarle los sentimientos de mi particular aprecio, mientras me profeso 

De V. S. Revma. 

Nápoles, 6 de febrero de 1888. 

Seguro servidor, » Card. Arzobispo 

o) De monseñor Guarino, arzobispo de Mesina 

Ilmo. y Revmo. Señor: 

La noticia de la inmensa pérdida que la Iglesia ha sufrido con la muerte de don Bosco, nuevo san Vicente de Paúl, me ha desconcertado d 
tal modo que no pude 
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manifestar inmediatamente mi gran dolor a V. S. Rvma. y a toda la Congregación Salesiana. Aquel hombre era ((824)) un milagro, era la 
misma Providencia de Dios hecha sensible: »cómo no impresionarnos vivamente con su pérdida? Pero vive en el cielo, y allí es poderoso a 
el trono de Dios; velará sobre las estupendas obras que ha dejado en la tierra y continuará, dándoles nuevo impulso y nuevo incremento; y 
S., que tan bien le retrata en sus virtudes, obtendrá ciertamente de Dios, por intercesión del santo e ilustre Fundador, tanta fuerza de acción 
tanto vigor, que hará menos amarga la partida. 

Reciba, reverendísimo Señor, juntamente con todos sus hermanos, estos íntimos sentimientos de mi corazón y concédame el honor de ser 

De V. S. Revma. 

Mesina, 6 de febrero de 1888. 

Su humilde servidor, 

» JOSE, Arzobispo de Mesina 

p) De monseñor Fissore, arzobispo de Vercelli 

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Revmo. Sr. Vicario: 

No encuentro palabras para expresar el dolor con que me he enterado de la pérdida del bonísimo don Bosco. La noticia no me resultó 
inesperada, mas no por eso quedó menos impresionado mi corazón. Fui uno de los primeros en conocer las pruebas de sólida virtud sacerdo 
que dio el finado cuando estudiaba en la Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís. Tuve siempre ocasión de ir viendo el progresivo 
desarrollo de las mismas en su vida privada y pública, y me atrevo a colocarme entre los primeros en sentir el vacío que deja en la tierra, 
aunque lo crea premiado inmediatamente por el Señor. 

V. S., señor Vicario de la Congregación Salesiana, que estuvo siempre a su lado, adquirió su espíritu y dividió con él los trabajos y 
solicitudes apostólicas, consuélese con la protección de lo alto, que don Bosco le concederá para la dirección de la inmensa familia y la 
continuación de las obras de caridad. 
Reciba la expresión de mis sentimientos por don Bosco, por V. S., por todos los Salesianos y Cooperadores. Uniré mis plegarias a las de 
todos. 

Celebro poder declararme con profundo aprecio 

De V. S. Revma. 

Vercelli, 7 de febrero de 1888. 

Su seguro servidor,
» CELESTINO, Arzobispo 
1


1 Dos días después de recibir esta carta, se recibió otra, por manos de la señorita Antonia, hermana de S. E. Revma., con las siguientes 
palabras, también de puño y letra de monseñor Celestino Fissore, arzobispo de Vercelli: «Al Revmo. Sr. D. Miguel Rúa, Vicario de la 
Congregación Salesiana, para ayudar a las necesidades que pueda tener en la dolorosa circunstancia de la pérdida de su insigne fundador do 
Juan Bosco, le ofrece su óbolo de mil liras». Monseñor era hermano del doctor Fissore que, con ejemplarísimo desinterés había prestado su 
labor durante la última enfermedad a don Bosco. 
695 

((825)) q) De monseñor d'Hulst, diputado en el Parlamento 
y Rector del Instituto Católico de París (el original en francés) 

Muy reverendo Padre: 

No puedo explicarle la emoción que he experimentado por la atención que usted ha tenido al anunciarme telegráficamente la dolorosa 
noticia de la muerte de su Padre. No se equivoca al pensar que el golpe sufrido por ustedes resonaría también aquí en nuestros corazones. 

He leído con respetuoso interés en los periódicos la descripción de los funerales hechos por la población de Turín al siervo de Dios, a qui 
la mezquina y enredadora legalidad ha negado su enterramiento en la iglesia que él construyó. No lo dudo: su protección seguirá cubriendo 
obra y le obtendrá la fuerza y la luz necesaria para continuar sus inmensas empresas, Esta de París nos encontrará siempre dispuestos a 
secundarle. 

Acepte, mi reverendo Padre, la seguridad de mis más respetuosos y afectuosos sentimientos. 

París, 7 de febrero de 1888. 

W. D'HULST 
r) De monseñor Richelmy, obispo de Ivrea 

Revmo. y carísimo Señor en J. C.: 

Llego tarde para manifestar a V. S. y a toda esa benemérita Congregación mi sincero pésame por la gravísima pérdida sufrida. Mas, no po 

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eso, se me ponga en el último lugar de los admiradores del venerando don Bosco y de los que aman a la familia salesiana. 

He rezado por don Bosco y espero que desde el Cielo se acuerde de mí; he rezado Y rezaré, en mi poquedad, por los buenos salesianos, y 
confío que éstos no querrán olvidar a un amigo de hace tiempo, y que sobre todo no abandonarán mi querida diócesis, que necesita asistenc 

y ayuda. 

Me encomiendo a la caridad de sus oraciones y me declaro con afecto, en los corazones de Jesús y María. 

De V. S. Revma. 

Ivrea, 8 de febrero de 1888. 

Afmo. seguro servidor, » AGUSTIN, Obispo 

((826)) s) De la baronesa Scoppa di Badolato (Catanzaro) 

Venerabilísimo Padre: 

íQué dolor he experimentado al recibir la participación de la pérdida del querido Padre don Bosco! Me escribió diciendo que me quería e 
Turín y yo acudí obediente a su llamada. Quería despedirse. Me dijo que teníamos que vernos en el paraíso y ya 
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no más en la tierra. El Señor me quitó el consuelo de un santo que era tan bueno conmigo. Adoro su voluntad. 

Rogué a su Paternidad que me hiciera con alguna reliquia, y le suplico que me la proporcione. Imagino la pena de aquel joven que estaba 
siempre con don Bosco. 

Querría pagar, por este año, uno de los misioneros que están en el extranjero; decía en la circular que se precisaban setecientas liras; y se 
mandaré muy pronto por giro postal; así tendré el mérito de todo lo que él haga en favor de las almas. 

He hecho celebrar varias misas, alcancé la comunión de varias personas y también apliqué las mías por el querido difunto. Esta mañana h 
hecho celebrar en la capilla de palacio un espléndido funeral con el canto del oficio de difuntos y sigo sufragando su alma bendita. Espero 
esté en el cielo y tenga su gloria. 

Pídole su bendición y beso su mano. 

Saludo a los Padres, con quienes tuve la suerte de hablar. 

S. And. febrero de 1888.
Baronesa BADOLATO SCOPPA
t) Del predicador don Salvador di Pietro 

Revdmo. y queridísimo Padre Rúa: 

Con el alma profundamente apenada y el corazón traspasado por el más acerbo dolor, me uno, aunque sea el último de los Cooperadores, 
la familia Salesiana y mezclo mis lágrimas con las suyas, para llorar juntos a nuestro Padre y bienhechor de la humanidad. 

Con temblor y viva ansiedad del corazón, he seguido cada día las noticias sobre la enfermedad que atormentaba el venerando difunto. De 
a S. R. considerar el dolor que experimenté al anuncio de su muerte. Pero el pensamiento de tener así en adelante un abogado más, un buen 
intercesor ante Dios, ha disminuido de algún modo el dolor de mi alma. 

Llorando he celebrado esta mañana el santo sacrificio por aquella alma santa, a fin de que Dios haga pronto brillar para él la luz eterna y 
paz de los santos. Tras sus muchos trabajos, ha ido a encontrar el premio merecido en el cielo. 

Fin de Página: 697 


VOLUMEN XVIII Página: 697 

La esperanza de que desde allá arriba rogará por sus numerosísimos hijos espirituales, nos anime todavía más a proseguir los emprendido 
trabajos por la mayor gloria de Dios. 

((827)) La imagen tiernamente cariñosa de nuestro queridísimo don Bosco ha quedado fijamente impresa en mi corazón, desde que, al 
volver de predicar la Cuaresma en Turín, me hospedé en Roma, con los Padres Salesianos, en la iglesia del Sagrado Corazón y tuve la fortu 
de estar cinco días junto a él (abril de 1887). 

Había entonces un continuo ir y venir a aquel santo templo, no acabado todavía, de gente de todas partes y todas las lenguas, que iban all 
para ver de cerca, para oír hablar y admirar al santo. Ninguno se marchaba, si antes no había obtenido alguna cosita que don Bosco hubiera 
tocado con su mano, la hubiera bendecido o usado. íSi supiese, mi querido Padre, lo que yo vi entonces y cómo se llenó mi alma de fe y de 
amor por nuestro Señor Crucificado! Me quería él a su lado y pasamos largas horas en santos coloquios. Vi a señoras de la más alta 
aristocracia romana, francesas, alemanas, llegar al templo del Sagrado Corazón de Roma, dejar pañuelos de colores y 
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blancos y muchos otros objetos para que los usase, siquiera una vez, el Padre y se les restituyera después como precioso recuerdo, etc. etc. 

Palermo, 9 de febrero de 1888. 

SALVADOR DI PIETRO, Pbro. Coop. Sal.
de la casa de retiro de Sta. Eulalia (Via Coltellieri 17)


u) De monseñor Sebaux, obispo de Angulema (el original en fránces) 

Muy Reverendo Padre: 

Necesito decirle lo mucho que participo en su dolor. La pérdida del venerable don Bosco puede decirse que sería un duelo para la Iglesia 
ella no viera en el sacerdote e hijo que llora, al elegido recompensado por tantas obras santas. Usted y su Instituto han perdido un Padre; pe 
se convierte junto a Dios en su tierno y poderoso protector, al mismo tiempo que deja a sus hijos su admirable espíritu. 

Acepte, reverendo Padre, la expresión de mi viva y respetuosa simpatía. 

Angulema, 10 de febrero de 1888. 

» A. L., Ob. de Angulema 

v) Del abogado Michel, de Niza (el original en francés) 

Querido don M. Rúa: 

Acabo de llegar de Roma, donde he presentado al Padre Santo un grupo de miembros de la Sociedad de S. Vicente de Paúl, procedentes d 
Niza. Cuando le presenté a los dos alumnos del Patronato de San Pedro, el Santo Padre les ((828)) preguntó enseguida si habían rezado por 
don Bosco. Hay que rezar mucho, añadió, por este santo hombre que os ha hecho tanto bien y lo ha hecho a un gran número de muchachos 
Desde lo alto del cielo, oirá vuestra plegaria y seguirá protegiéndoos. 

Quería decirle todo esto porque será muy agradable para el corazón de todos los Salesianos. Y ya sabe usted que también nosotros rezam 
a nuestro mejor amigo, a nuestro querido padre, porque nosotros éramos sus hijos en la tierra. No podremos atestiguar nuestro reconocimie 
mejor que cuidándonos de sus obras, que es lo que esperamos hacer, con la ayuda de Dios, dentro de nuestros posibles. Acuérdese de noso 
en el porvenir y encomiéndenos a las oraciones de sus hermanos... 

Niza, 11 de febrero de 1888. 

E. MICHEL 
z) De la condesa Mocenigo Soranzo 

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Veneradísimo Señor don M. Rúa: 

En nombre de mi marido y mío, me permito ofrecerle nuestro óbolo para los funerales de nuestro santo y llorado don Bosco, a quien 
considerábamos como padre. Al inmenso e indecible dolor que experimentamos por su pérdida, se nos añade la 
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angustia en que nos encontramos por nuestro hijo Guillermo (que tiene catorce años), el cual se encuentra en un estado de salud que nos tie 
muy intranquilos, pues hace un mes que está con una fiebre muy alta que no cede y lo agota. Le suplicamos lo encomiende al santo don Bo 
para que lo haga curar. Ruegue también a este santo por todos nosotros y dígnese enviarnos su santa bendición. Ruegue por mi niño. íEstoy 
muy angustiada! 

La condesa MOCENIGO SORANZO de los príncipes Soresina Vidoni 

99 

Recuerdos personales sobre don Bosco 

1. Del teólogo Ramello, canónigo arcipreste de Pinerolo, a don Miguel Rúa, el dos de febrero: «Cuánto me quería este querido padre, 
cuántas veces me demostró su cariño en la época en que tuve la gran suerte de conocerlo, estar junto a él cuando el Oratorio Salesiano estab 
en sus comienzos; y después, durante el largo tiempo de casi treinta años. Y tuve una prueba más, a fines del último diciembre en que me 
envió una cartita, escrita de su puño y letra, que conservaré como reliquia. Cuántas veces me dijo don Bosco que su casa ((829)) estaba abi 
para mí, que me recibiría en cualquier momento, y esto me lo repitió los dos años que vino a respirar estos aires, durante el verano, para 
recobrar las fuerzas perdidas». 
2. Del Reverendo Selva, de Chiavazza (Biella), a don M. Rúa, el dos de febrero: «El humilde Cooperador Salesiano que escribe (...) 
recuerda con gozo que don Bosco estuvo un día en su casa paterna, en Pettinengo (Biella) en vida de mi abuelo y de mi queridísimo padre, 
admirador además del venerado difunto desde los primeros años de su apostolado. El que escribe sabe muy bien dónde se sentó y se entretu 
con la familia... y quizás ignoraba entonces (»quién lo habría dicho?) la misión que le confiaba la divina Providencia... íOh, qué misión!». 
3. De Román Perucatti, de Cúneo, a don Miguel Rúa, el dos de febrero: «Tú sabes cuánto he querido siempre al santo sacerdote que en 1 
y 1850 me enseñaba los primeros elementos de la doctrina cristiana; no puedo olvidar los afables consejos que desde 1861 a 1879 he venid 
recibiendo siempre de aquel buen Padre, los cuidados que dispensó a mi pobre hijo, y lo mucho que atendió a mis hermanos Jacinto y 
Plácido». 
4. De la cooperadora Victoria Protasi, de Arona, a don M. Rúa, el dos de febrero: «Yo le quería mucho y más aún desde que tuve la fortu 
de tratarlo personalmente y recibir sus sabios consejos». 
5. De Eugenia Telles de Gama, dama de honor de la reina María Pía de Portugal, desde Lisboa a don M. Rúa, dos de febrero (en francés) 
«Me considero feliz desde que tuve la suerte de conocer personalmente a este santo sacerdote, en mi último viaje con nuestra reina María P 
Turín. Tuve el honor de acompañar a su Majestad y fue para mí un deber y una fiesta visitar a aquél a quien yo conocía de fama e iba a ver 
conservaré siempre el recuerdo de su aire bondadoso y de la benevolencia con que recibió mis visitas». 
6. De Mons. Coullié, obispo de Orléans, más tarde cardenal, a don M. Rúa, el tres de febrero (en francés): «Tuve la suerte de ver varias 
veces a don Bosco camino de 
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Roma y era para mí una gracia de Dios la alegría de hablarle y oír sus palabras». 

7. De la cooperadora L. Remacle, de Auxerre (Yonne), a don M. Rúa, el tres de febrero (en francés): «Verdaderamente sólo hace cuatro 
años que, por haber pasado el invierno de 1883-1884 en el Mediodía de Francia, conocimos con alegría a este santo, cuyo nombre llenaba u 
parte notable del mundo por el bien que hacía. El buen Padre nos recibió durante un buen rato en La Navarre, junto a Hyères; su bondad, su 
oraciones y su bendición recibida dos veces durante aquella visita inolvidable, nos dieron valor y fuerza en nuestras aflicciones. Nos habló 
sus inmensas obras, de una rifa que empezaba a organizar y nos hizo cooperadoras a nosotras cuatro; y aceptó después de mucho tiempo 
((830)) recibir mis muchas peticiones de oraciones y siempre se dignó responder a mis indiscretas súplicas. íAquel venerado Padre se dignó 
enviarnos las palabras de consuelo que él sabía, cuando el Señor se llevó a nuestro querido hijo hace tres años! íSon recuerdos que me resu 
muy queridos! 
Fin de Página: 700 


VOLUMEN XVIII Página: 700 

Tengo reunidas y clasificadas, como una reliquia piadosamente conservada, todas las numerosas cartitas que el llorado y venerado don Bos 
tuvo a bien escribirme». 

8. De la cooperadora Reboud, desde St.-Marcellin (Isère), a don M. Rúa, el tres de febrero (en francés): «Damos gracias a Dios por haber 
hecho conocer a su querido don Bosco. La vista de un santo es una visión del cielo. Es una satisfacción inolvidable. Si yo he podido gozar 
esta satisfacción, de una manera tan completa, no puedo olvidar que se lo debo a usted, mi reverendo Padre». 
9. De la señora Antoñita Sassulier, desde Grodno (Polonia), a don M. Rúa, el tres de febrero (en francés): «Mi pobre hija María que, grac 
a las oraciones del buen Padre Bosco, recuperó la salud, se encuentra hace tres años en Varsovia como institutriz (...). Iba a pasar sus 
vacaciones a Versalles, que es donde tuvo la satisfacción de conocer al Padre Bosco y recibir su bendición». 
10. Del marqués Angel Vitelleschi, desde Roma, a don M. Rúa, el cuatro de febrero: «Nuestra familia fue la primera que tuvo la suerte, a 
en Roma, de entablar con él unas relaciones preciosas y ello sucedió en el año 1864, cuando mi llorada esposa y yo fuimos por vez primera 
Turín y conocimos al hombre de Dios. Desde entonces en adelante siempre fuimos honrados con su atención y su caridad. Conservo alguna 
de sus cartas como preciosos recuerdo y una de ellas me ha convencido de que don Bosco era un hombre extraordinario y verdaderamente 
predilecto de Dios». 
11. Del abate Ravoux, párroco de Saint Hilaire (Orléans), a don M. Rúa, el cuatro de febrero (en francés): «Me complace estar persuadid 
de que un día, quiera Dios que sea muy pronto, será puesto en el número de los santos. Tuve la satisfacción de verle, oírle y recibir su 
bendición dos veces». 
12. De la cooperadora L. Naudé, desde Peronne (Somme), a don M. Rúa, el cuatro de febrero (en francés): «Soy feliz por haber podido v 
hace unos años en una peregrinación a Roma y Turín. Son recuerdos imborrables que me resultan preciosos». 
13. De la cooperadora Lachèze, desde Angers, a don M. Rúa, el cuatro de febrero (en francés): «Habíamos tenido la suerte de verle en Pa 
en casa del señor Franqueville, en Passy, y contábamos aquel día como uno de los felices de nuestra vida». 
((831)) 14. Del señor Sutto, desde La Ciotat, a don M. Rúa, el cinco de febrero (en francés): «El lunes iré al Orfanato de St.-Cyr, donde 
pensamos preparar un poco las cosas. Cuando don Bosco estuvo en Marsella me dijo: -Si no sabéis cómo hacer, poned mantas para 
defenderos de los primeros fríos. -Pero espero que encontraremos algún vidrio». 
700 

15. La cooperadora Amalia Lacomte, desde Valence, a don M. Rúa, el cinco de febrero (en francés): «Soy la primera persona de Valence 
que le conoció; tenía en él la más grande confianza y la más profunda veneración». 
16. La condesa de Liniers, desde Champdeniers (Deux-Sèvres) a don M. Rúa, el cinco de febrero (en francés): «Hace casi seis años que m 
único hijo, de seis años de edad en aquel momento, estaba enfermo de difteria y había muy pocas esperanzas de salvarle: pedimos la oració 
del tan llorado don Bosco y nuestro hijo se salvó». 
17. La señora Carolina Leclerc, desde Laval (Mayenne) a don M. Rúa, el cinco de febrero (en francés): «Este venerable Padre hizo una 
novena por nosotros en el mes de noviembre pasado y nos obtuvo una gracia de orden material». 
18. La señora Casimira Tettoni, de Turín, a don M. Rúa, el seis de febrero (en francés): «Animada por su exquisita bondad, solía ir a 
visitarlo tres o cuatro veces al año y puedo decir que me dejaba con una tranquilidad indescriptible. El último día que tuve la suerte de verl 
fue el veintiuno de noviembre. Le pedí consejo sobre si ir o no ir a Roma para el jubileo del Padre Santo y él me animó a que fuera. Seguí s 
opinión y estoy la mar de contenta y, de no haber sido por él, no hubiera ido». 
19. El abate E. Vinson, desde St. Canodet (Haute-Loire), a don M. Rúa, el seis de febrero (en francés): «Tuve la suerte de contemplar una 
vez la envoltura corporal de un santo, puesto que asistí a un sermón, predicado por don Bosco en Aix (B. D. R.) hace ya algunos años. No 
obtuve la gracia de hablar personalmente con él, como yo deseaba, pero le vi muy de cerca, cuando pasó por entre nosotros para hacer la 
cuestación en favor de sus obras». 
20. La pintora E. Salanson, desde París (117, Rue Notre Dame des Champs) a don M. Rúa, el seis de febrero (en francés): «Le envío, al 
mismo tiempo, una fotografía del retrato que hice al venerable don Bosco, cuando vino a París el año 1883. He vendido cierto número de e 
para sus obras. El retrato está todavía en mi poder, pero lo hice para servicio de la Pía Sociedad Salesiana». 
21. La cooperadora E. Dauphin de Verny, desde Aubenas (Ardèche), a don M. Rúa, el seis de febrero (en francés): «Considero como una 
gracia sin igual las bendiciones que el Buen Padre quiso dirigirme hace dieciocho meses; conservo con veneración sus dos cartas, firmadas 
su propia mano y la estampa con una plegaria suya». 
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VOLUMEN XVIII Página: 701 

((832)) 22. La cooperadora A. Merigaut, desde Trouville-sur-mer (Calvados), a don M. Rúa, el seis de febrero (en francés): «Doy gracias 
Dios por haber permitido que también yo, aunque fuese en una pequeñísima parte, formase entre sus cooperadoras. Tuve la sastisfacción de 
ver a don Bosco dos veces: la primera en Turín, en peregrinación hacia Roma, donde admiré su magnífica obra, y la segunda en París. Me 
hubiera gustado hablarle, pero no me fue posible a causa de la multitud que le rodeaba». 

23. El exalumno Carlos Brovia, presidente de la Sociedad Obrera Católica de Nizza Monferrato, a don M. Rúa, el siete de febrero: «Aún 
recordamos la tarde feliz del día once de agosto de 1881 1 que pasó en nuestro salón, donde el venerando Padre nos dio aquellos santos 
consejos, que todavía llevamos y llevaremos siempre esculpidos en el corazón y que transmitiremos a nuestros hijos queridos. Don Juan 
Bosco no ha muerto, porque vivirá siempre en el corazón del obrero católico». 
24. La cooperadora Eulalia Ruty, desde Lonsle Saunier (Jura), a don M. Rúa, el siete de febrero (en francés): «Qué contenta estoy por ten 
una estampita suya con 
1 Fue el día ocho y no el once. (Véase vol. XV, pág. 316). 
701 

unas líneas que él se dignó escribirme. La conservo como una reliquia, porque yo veneraba y quería mucho a don Bosco, como todos los qu 
conocían sus obras maravillosas y su santidad». 

25. La cooperadora Delys de Lepage, desde Rennes, a don M. Rúa, el siete de febrero (en francés): «Considero como una gracia y una de 
suertes de mi vida haberle podido ver en París. El pensamiento de que se dignó rezar por mí y por los míos, y que seguirá protegiéndome, e 
una dulce satisfacción para mí. Yo seguiré siempre fiel a su recuerdo y adicta a las obras que ha dejado a nuestro cuidado». 
26. La cooperadora Julia Pensa, desde Desio (Milán), a don M. Rúa, el ocho de febrero: «Yo no soy nadie. Sólo una vez tuve la suerte de 
hablar a don Bosco, pero me dijo palabras inolvidables y del mayor consuelo». 
27. La señora Rosa Celotta-Antoniol, desde Longarone (Belluno), a don M. Rúa, el ocho de febrero: «Un huérfano, sobrino mío, de 
veinticuatro años, hacía seis meses que sufría en el manicomio de Ferrara, tras el diagnóstico médico de que era incurable. En tan desespera 
situación me dirigí al santo don Bosco y después de contarle el triste caso le pedí una bendición especial. Me respondió que comenzaría un 
novena con la comunión de todos sus alumnos; poco después escribió el director del manicomio a su pobre madre diciéndole que el hijo da 
muestras de sensible mejoría. Era en el momento fatal en que, no pudiendo ya pagar, su pobre madre se veía obligada a hacerlo pasar 
gratuitamente a una sección inferior donde moriría desesperado... Pero fue mi marido a sacarlo y, contra la opinión médica, ((833)) que se 
oponía, lo condujo a nuestros brazos. Los cuidados amorosos calmaron la excitación de sus terribles manías y, al cabo de dos meses, se tuv 
la inefable alegría de devolverlo tranquilo al seno de su familia». 
28. La superiora de las Ursulinas de Niza, a don M. Rúa, el ocho de febrero (en francés): «Decía él en octubre pasado a una de nuestras 
alumnas, cuya familia vive en Turín, que le gustaba mucho la casa de Santa Ursula de Niza, e insistió en ello, cuando nuestra alumna se fue 
lo cual es para nosotras una verdadera satisfacción». 
29. La cooperadora J. Thomas, desde Tolón, a don M. Rúa, el ocho de febrero (en francés): «Nuestro venerado y querido don Bosco nos 
había dado una gran prueba de su afecto, viniendo a dar su bendición a una sobrina gravemente enferma, que curó casi al momento». 
30. La institutriz Luisa Roy, desde Vienne, a don M. Rúa, el ocho de febrero (en francés): «Ya sabe usted que don Bosco ha sido el autor 
mi conversión y, por consiguiente, del sosiego actual de mi conciencia (...). Me parece haber perdido más que un padre, un amigo, porque s 
sus plegarias han tenido el don de vencer mis incertidumbres y de darme valor para llegar a ser lo que hoy soy (...). Deseo sepa que no he s 
indiferente a su salud, pues todo se lo debo a él, ni a su muerte, que me deja como huérfana». 
31. La señora Sofía de Voldre, presidenta de la Guardia de honor, desde Roma, a don M. Rúa, el ocho de febrero (en francés): «Nosotras 
tuvimos el honor de verle y recibir su bendición en su último viaje a Roma. Después de prometernos que encomendaría nuestros proyectos 
Dios, nos dijo: -Hasta vernos en el Paraíso. Rogad por mí, por mis muchachos, por mis hijos. -Y añadió: -Bendigamos al Señor en las pena 
en las alegrías. -Estas palabras han quedado en nuestras almas como un testamento». 
32. Don Esteban Selvático, arcipreste de Saliceto (Cúneo), a don M. Rúa, el nueve de febrero (en francés): «Hace treinta años que predic 
los santos ejercicios en esta 
702 
mi parroquia y es incalculable el bien que hizo aquel santo varón, por lo que todavía son muchos los que recuerdan sus sermones y hablan 

Fin de Página: 703 


VOLUMEN XVIII Página: 703 

él con admiración». 

33. La viuda Lucrecia Negrini escribía el nueve de febrero a don M. Rúa, desde Verona, sobre una visita hecha a don Bosco en el colegio 
Valsálice (1884) y terminaba así: «No sólo salí satisfecha, sino con una confianza en don Bosco que no supe explicarme». 
34. El conde de Moudion, desde el castillo de Artigny, en Loudun (Vienne), a don M. Rúa, el nueve de febrero (en francés): «Hace apena 
unas semanas que, tras mi expresa petición, rezaba don Bosco y hacía rezar a sus muchachos para obtener de N. Sra. Auxiliadora un feliz 
parto. Tengo la satisfacción de anunciarle que la señora condesa de Moudion ha dado a luz felizmente un hijo, el primero de febrero, al día 
siguiente de la muerte ((834)) de su llorado Padre. Sus oraciones fueron escuchadas una vez más y es una satisfacción para nosotros ver qu 
que ustedes lloran no deja tras de sí más que motivos de alegría y reconocimiento». 
35. La señorita A. Touzet, desde París, a don M. Rúa, el nueve de febrero (en francés): «Conocí personalmente a don Bosco. Le vi dos ve 
en Turín y, en París, pude acercarme al San Vicente Paúl de nuestro siglo y recibir sus consejos y sus recomendaciones». 
36. La cooperadora Magdalena Ochninger, desde Wierzl (Tirol), a don M. Rúa, el nueve de febrero (en francés): «Tuve la suerte de ver u 
vez al venerado don Bosco, le hablé y recibí su bendición. Jamás olvidaré aquel momento, ni a aquél que me atendió con tanta bondad. Se 
puede decir de él: Pasaba haciendo el bien por doquier». 
37. Enriqueta Tavallini, desde Vercelli, a don M. Rúa, el diez de febrero: «Nunca olvidaré aquella su expresión de paraíso, que exhalaba 
toda su persona y las dulces palabras que me dijo». 
38. Juan Bautista Santi, desde Bra, a don M. Rúa, el diez de febrero: «Mi querido don Bosco, ruega desde allá arriba por mí y mi familia, 
la que tantas veces recibiste en tu aposento y confortaste con santas palabras». 
39. El abate Merlin, párroco de Veyrac (Haute Vienne), a don M. Rúa, el diez de febrero (en francés): «Doy gracias a la Providencia que 
permitió conocerle a mi paso por Turín el trece de octubre, cuando la peregrinación de los obreros franceses, con ocasión del jubileo 
sacerdotal del Soberano Pontífice, y recibir una medalla y la bendición del querido don Bosco». 
40. La marquesa de Saint Seine, desde Dijon, a don M. Rúa, el diez de febrero (en francés): «Fue tan paternalmente bueno conmigo que 
querría saber explicarle el recuerdo filial que guardo de él. Repaso en mi corazón todo lo que quiso decirme (...). Es un recuerdo dulcísimo 
considero como un verdadero regalo del cielo el haber recibido en nuestra casa a aquel verdadero San Vicente Paúl». 
41. Señorita Ruelle, desde Tullins (Isère), a don M. Rúa, el diez de febrero: «Hace cinco años que fui a Turín para tener la satisfacción de 
hablar con el llorado don Bosco; me obtuvo una curación, por la que siempre le estaré agradecida». 
42. La viuda Anunciación Tancredi, desde S. Marco in Lamis (Foggia), a don M. Rúa, el once de febrero: «Tuve la gran suerte de conoce 
verle y hablar con él. Puede imaginar la devoción, el aprecio y el afecto que se tiene a un sacerdote conocido y que es según el corazón de 
Dios». 
((835)) 43. H. de Trolong du Romain (sin más indicaciones), a don M. Rúa, el once de febrero (en francés): «Debo a sus santas oraciones 
tan grandes gracias en favor de toda la familia y muy particularmente en favor de mi padre a quien le obtuvo una 
703 

muerte dulce y cristiana, por la que tengo el alma llena de agradecimiento a él». 

44. La condesa de Melle, desde Florencia, a don M. Rúa, el día trece de febrero: «En los dolorosos azares de mi vida recurrí a menudo a 
a sus oraciones. Con infinita bondad me respondía con unas líneas o me hacía responder, y debo decirlo, gracias a su intercesión ante Dios, 
alcanzado gracias casi milagrosas». 
45. El sacerdote Luis Ferrugio, desde Malta, a don Celestino Durando, el trece de febrero: «Tuve, hace casi cinco años, la ocasión de 
saludarle y su recuerdo quedó tan impreso en mi mente y en mi corazón, que me resulta imposible olvidarlo ni siquiera un instante». 
46. La señora María Lécroart, desde Lille, a don M. Rúa, el trece de febrero (en francés): «Tuvo conmigo una amabilidad extrema, dado e 
estado en que me encuentro, puesto que, hace trece años, estoy privada del uso de mis piernas. A su paso por Lille este venerado Padre fue 
bonísimo conmigo, colmándome de consejos y ánimos y asegurándome que nunca dejaría de rezar por mí». 
47. La señora V. Le Mire, desde Dijon, a don M. Rúa, el dieciséis de febrero (en francés): «Nuestro venerado padre don Bosco se había 
dignado obtener del Señor la gracia de una curación señalada en favor de mi nuera Juana Le Mire. Siempre conservaré como uno de los 
recuerdos más preciosos de mi vida la satisfacción y el honor de haber ido a dar las gracias a este santo querido en Turín». 
Fin de Página: 704 


VOLUMEN XVIII Página: 704 

48. El arcipreste Pedro Poltroneri escribía desde Vigevano el diecisiete de febrero a don M. Rúa y referia estas palabras textuales del 
discurso del obispo, monseñor De Gaudenzi, a los seminaristas y al clero después de un funeral solemne: «Da mihi animas caetera tolle, me 
decía el santo varón un día que estaba conmigo en Vercelli, y nos comunicábamos nuestros respectivos disgustillos; he ahí, Arcipreste, lo q 
debemos decir al buen Dios nosotros los sacerdotes». 
49. Dom Romain, prior del monasterio benedictino de Saint-Pierre de Canon, a don M. Rúa, el dieciocho de febrero (en francés): «Quiero 
manifestarle la veneración y ardiente simpatía que siempre experimenté por don Bosco, desde que tuve algunas relaciones con él. Mi alma 
respiró junto a su persona, para no olvidarlo jamás, aquel perfume de santidad que emanaba de él y llamaba la atención de todos». 
50. Don Juan Trudu, desde Velvi (Oristano) a don M. Rúa, el veinte de febrero: «Tengo la suerte de haberlo tenido como Padre y Maestr 
durante casi cinco años (...). No temo decirlo: por lo que pude ver en él durante ((836)) aquellos venturosos años, espero, si el Señor me da 
vida, poderlo celebrar en el altar». 
51. Don Emilio Sacco, párroco de San Esteban en Pallanza, a don M. Rúa, el veinte de febrero: «íQué amado era! íQué virtuoso y qué sa 
Todavía me parece verle sonreír, oír sus dulces palabras, admirar su amable rostro en el que llevaba impresa la hermosura de su alma (...). 
Ojalá pueda yo conservar en mi ministerio aquel espíritu de caridad y de celo que él me enseñó tan elocuentemente, con la palabra y el 
ejemplo». 
100 

Acta que se colocó dentro del ataúd 

Los que suscriben dan testimonio de que en este ataúd se encierran los restos humanos del sacerdote don Juan Bosco, fundador de la 
Congregación Salesiana de S. Francisco de Sales, de las Hijas de María Auxiliadora y de los Cooperadores y 
704 

Cooperadoras Salesianas. Nació en Castelnuovo de Asti el 15 de agosto de 1815, de Francisco y Margarita Occhiena, y falleció de mielitis 
lenta, como consta en el certificado médico presentado en el Municipio, firmado por el doctor Albertotti, en Turín, en el Oratorio de S. 
Francisco de Sales, el día 31 de enero de 1888, a las cuatro y tres cuartos de la mañana, pocos minutos después del toque del Ave María, qu 
pareció la voz de María Auxiliadora que lo llamaba al cielo, a fines del décimo año del glorioso pontificado del sapientísimo Papa León XI 
gobernando la archidiócesis de Turín el eminentísimo cardenal Cayetano Alimonda y reinando Humberto I de Saboya, nuestro soberano. 

La historia hablará en su día de las obras de caridad y celo admirable, de las diversas instituciones, de las grandes y heroicas virtudes, de 
vida de este ilustre Difunto y del llanto general que su muerte suscitó en los pueblos. 

El cadáver viste la sotana y está revestido con unos ornamentos sagrados de color morado, como en el momento de celebrar la santa Misa 
Junto con este pergamino hay en el féretro, dentro de un estuche de vidrio, tres medallas de María Auxiliadora y otra medalla de plata 
conmemorativa del jubileo sacerdotal de León XIII. 

Huesos dolorosamente llorados y bañados con tantas lágrimas, descansad en paz hasta el día en que el sonido de la trompeta angelical os 
llame también a vosotros para la gloria eterna, y el espíritu que os animó nos sea propicio desde el alto cielo, donde fundadamente esperam 
que ya se encuentre gozando con Dios y con María a quien tanto amó y en la que siempre tuvo puesta toda su confianza. 

Turín, 2 de febrero de 1888. 

(Siguen las firmas) 

((837)) 101 

Orden de colocación para el entierro 

1. Hijas de María de la Parroquia de S. Donato. 
2. Hijas de María de la Parroquia de S. Joaquín. 
3. Señoras Cooperadoras Salesianas. 
4. Alumnos aprendices del Oratorio, divididos por talleres. 
Fin de Página: 705 


VOLUMEN XVIII Página: 705 

5. Alumnos estudiantes, divididos por cursos. 
6. Alumnos del hospicio de S. Juan Evangelista. 
7. Coadjutores del Oratorio y de otras Casas Salesianas. 
8. Antiguos alumnos del Oratorio. 
9. Señores Cooperadores Salesianos. 
10. Banda de música. 
11. Subdiácono crucífero y acólitos. 
12. Clérigos por orden de clase. 
13. Reverendos sacerdotes, por antigüedad. 
14. Reverendos Párrocos y Canónigos. 
15. Excelentísimos y Reverendísimos Señores Obispos. 
16. Féretro llevado por ocho sacerdotes. 
17. Al lado del féretro los Directores Salesianos. 
18. Presidente y Junta de la Sociedad General de Congresos Católicos. 
705 
19. Sociedad de Obreros Católicos de la Parroquia de S. Joaquín, de la que era Presidente honorario don Bosco. 
20. Sociedad de la Juventud Católica y del Coraggio (valor) Católico. 
21. A las demás representaciones, que se añadieren, se les asignará el puesto conveniente. 
102 

Los clérigos de Valsálice a don Miguel Rúa 

Reverendísimo Señor don Miguel Rúa: 

La ceremonia de hoy será un hecho de imperecedera memoria para la casa de Valsálice. 

Vuestra Revma. Paternidad nos ha entregado en nombre del Capítulo Superior los venerados restos de nuestro común padre y fundador. N 
apresuramos a daros las gracias más sentidas por tan inapreciable favor; al mismo tiempo, os aseguramos que procuraremos ser vigilantes 
guardianes del sagrado tesoro. 

Prometemos seguir con solícita y amorosa atención los recuerdos que nos dejasteis ante la tumba de don Bosco y juramos de corazón sob 
la misma que queremos trabajar para ser siempre dignos hijos de tan gran ((838)) padre. Queremos trabajar para que, al salir de Valsálice s 
pueda decir que somos vástagos crecidos sobre esta bendita tumba. Sostenga Dios nuestros propósitos y la intercesión del mismo don Bosc 
haga que nunca lleguemos a faltar. 

También monseñor Cagliero nos dejó en su hermosísimo discurso un recuerdo especial: nos dijo que recibiéramos bien a los Salesianos q 
vinieran aquí a rezar junto a los amados y santos restos del bendito padre. Pues bien, sí. Vengan nuestros hermanos, vengan sin miedo a 
causarnos molestia, porque nosotros los recibiremos siempre con los brazos abiertos y uniremos nuestras plegarias a las suyas, nuestros 
suspiros a los suyos, nuestros propósitos a los de ellos para que todos podamos llegar a ser verdaderos imitadores de las virtudes del padre 
común. Vengan todos y pueda esta casa convertirse en un santuario de nuestra Congregación. 

Dijo un día el Divino Redentor que su sepulcro sería un día glorioso. También nosotros podemos esperar, en nuestra pequeñez, poder rep 
lo mismo respecto a este nuestro sepulcro. Haga Dios que nuestros ardientes deseos sean pronto realidad. Y, si pudiera faltar algo, nos 
ofrecemos nosotros mismos al Señor y procuraremos con el sacrificio y la oración apresurar el deseado instante. Sí, querida Madre María 
Auxiliadora, vos que tanto os esmerasteis en favor de vuestro gran devoto, seguid vuestra labor: dádnoslo pronto glorificado como nuestro 
corazón lo desea. 

Algo más queremos hacer en este mismo día. Un deber se impone a nuestro corazón. Nos parece que no quedaría bien cerrada la jornada, 
no calmásemos en parte el inmenso dolor que aflige nuestro corazón, estrechándonos en torno al nuevo Rector Mayor, nuestro querido don 
Miguel Rúa, que supo, aún en vida de don Bosco, inspirarnos tanta confianza, ganarse tanto afecto, imponernos tanta veneración. 

Sabemos que el Santo Padre ya había designado hace tiempo a V. S. como sucesor del venerado don Bosco. Nos consideramos felices, po 
tanto, al reconocerle como tal, y nos tenemos por muy afortunados al poderle saludar con el nombre de padre. Y 
706 
aquí, sobre la tumba de nuestro querido fundador fallecido, protestamos solemnemente nuestra filial sumisión, dispuestos siempre a su man 

Fin de Página: 707 


VOLUMEN XVIII Página: 707 

Queremos hoy suscribirnos todos a ello, encerrándolo como en un grito de alegría, al decir: Viva nuestro nuevo Rector Mayor. No; esta 
pequeña alegría no es irreverencia, no es faltar a la justa tristeza del día; es un sagrado deber, es lo mejor que puede hacer el corazón de un 
hijo sobre la tumba de su difunto padre. Viva, pues, ad multos annos don Miguel Rúa; viva nuestro Rector Mayor. 

Acepte, amadísimo Padre, nuestra buena voluntad; perdone si alguna vez nuestra fragilidad nos lleva a faltar involuntariamente a nuestra 
promesas y ayúdenos en tanto ((839)) con sus preciosos consejos, sosténganos con sus incesantes plegarias, y consuélenos con su paternal 
bendición. 

De Vuestra Reverendísima Paternidad. 

Valsálice, 6 de febrero de 1888. 

(Siguen 125 firmas) 

103 
Cartas póstumas de don Bosco a los Cooperadores 
a) A la condesa Gabriela Corsi 
Dios le bendiga, nuestra buena mamá en J. C.; y con usted bendiga a toda su familia y le ayude a guiarla constantemente por el camino de 
cielo y encontrar un día a toda ella con usted en el paraíso. Sea ésta la recompensa de la caridad que ha tenido conmigo y con todos nuestro 

Salesianos. 
Ruegue por mí, que la espero en la vida eterna. 
Turín. 

Agradecido hijo, JUAN BOSCO, Pbro. 

b) A la vizcondesa de Cessac (en francés el original) 
Rue Boetie, París. 
Sra. Vizcondesa de Cessac: 
Usted ha protegido a nuestros huérfanos y la Santísima Virgen la enriquecerá en la eternidad. Allí verá usted a sus padres, a sus amigos; a 

hablará usted de Dios con ellos por siempre. Siga con su caridad en favor de nuestras casas; ruegue por mi pobre persona. 
Turín. 
Agradecido servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S. 1886. Requiescat in pace. 
c) A la baronesa Scoppa 

Usted, señora baronesa Scoppa, que habita en S. Andrés del Ionio Napolitano, siga dispensando su caridad a nuestros Misioneros, a nues 
huerfanitos, y María guiará sus obras y experimentará usted mucha satisfacción en los ((840)) últimos momentos de su vida. Lo mismo 
mientras viva en esta tierra que cuando Dios la haya recibido entre los bienaventurados del cielo, rogaremos cada día por usted, por sus 
parientes y amigos. 

d) A la señora Prat (en francés) 

Fin de Página: 708 


VOLUMEN XVIII Página: 708 

A la Sra. Prat de Marsella:
Agradezco su caridad. Dios le recompense generosamente. Nuestras hermanas y nuestros alumnos de la obra apostólica son sus hijos, qu


rogarán por usted. Ayúdelos. 
Oh María, dignaos guiar a esta bienhechora por el camino del paraíso. 
Ruegue por mi alma. 
Turín. 

Humilde servidor, J. BOSCO, Pbro. 

e) A los condes Colle (en francés) 
Sr. conde y Sra. condesa Colle de Tolón: 
Les espero en donde el Señor nos ha preparado el gran premio, la felicidad eterna, con nuestro querido Luis. 
La Divina Misericordia nos lo concederá. Sean siempre el apoyo de la Congregación Salesiana y la ayuda de nuestras misiones. Dios les 

bendiga. 
Turín. 
Afectísimo hijo, J. BOSCO, Pbro. 

f) A la señorita Du Gas (el original en francés)
Señorita Rosa Du Gas, Marsella:
Que la Santísima Virgen le proteja siempre. Le confío nuestras hermanas y nuestros pobres huérfanos. Ruegue por el alma de
Turín.


Su agradecido servidor, J. BOSCO, Pbro. 

g) A la señora Jacques (en francés el original)
A la Señora Jacques, madre nuestra en J. C.
:
Dios me llama a la eternidad. Espero que la misericordia de Dios conserve una plaza para usted en el paraíso. Pero siga protegiendo


generosamente a nuestras hermanas y a nuestros huérfanos. 
Que María la proteja y ruegue siempre, se lo suplico, por la pobre alma 
Turín. 

del pobre sacerdote, JUAN BOSCO 

((841)) h) A la marquesa Fassati 
Señora Marquesa María Fassati: 
Le agradezco, señora marquesa, la ayuda que me prestó durante el curso de mi vida mortal. Si Dios me recibe en su misericordia, rogaré 

mucho por usted. 

Fin de Página: 709 


VOLUMEN XVIII Página: 709 

Su protección de nuestros huerfanitos será un medio eficacísimo para asegurarle el paraíso.
Ruegue siempre por este antiguo, pero afectísimo amigo de casa Fassati,
Turín.


Pobre sacerdote, JUAN BOSCO 

i) A la baronesa Ricci 
Señora baronesa Acelia Ricci: 
Señora Acelia, siga protegiendo nuestra obra apostólica y tendrá muchas almas salvadas por nuestros misioneros, que le llevarán al cielo. 
Oh María, guiad a esta vuestra hija y a su señor marido, el barón Carlos, para gozar juntos un día el verdadero premio de su perseveranci 

el bien en el paraíso. 
Ruegue por mi pobre alma. 
Turín. 

Agradecido servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

l) Al barón Ricci 

Señor barón Feliciano Ricci: 
Señor barón, usted debe ante todo salvar su alma; pero debe dar a los pobres todo lo que le sobra, cuanto le ha dado el Señor: ruego a Dio 
que le conceda esta gracia extraordinaria. 
709 

Espero que nos veremos en la eterna bienaventuranza.
Ruegue por la salvación de mi alma.
Turín.


Muy agradecido en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

m) A la señora Louvet (en francés el original) 
Señorita Clara Louvet: 
Debo partir antes que usted, pero no dejaré de rogar por su eternidad feliz. Siga sosteniendo a nuestros huérfanos, y ellos le harán corona 

cuando los ángeles la lleven un día a gozar la gloria del paraíso. 
((842)) Oh María, proteged siempre a vuestra hija. 
Le suplico ruegue por el eterno descanso de mi pobre alma. 
Turín. 

Su siempre agradecido servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 710 


VOLUMEN XVIII Página: 710 

n) Al conde De Maistre 
Querido conde Eugenio De Maistre: 
Le agradezco la caridad con que ha ayudado nuestras obras. Continúe protegiéndolas. Haga Dios que un día usted, con toda su familia y c 

este pobre amigo que le escribe sus últimas palabras, goce la gloria del paraíso. Así sea. 
Ruegue también, se lo suplico, por el descanso de mi alma. 
Turín. 

Afmo. amigo y servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

o) A la condesa Callori 
Señora condesa Carlota Callori: 
Oh María, proteged a vuestra hija, obtenedle de vuestro divino hijo Jesús una amplia recompensa por la caridad que ha hecho para el 

sostenimiento de la Congregación Salesiana. María la conduzca consigo al paraíso con toda su familia. 
Siga siendo el apoyo de nuestras obras, ruegue por mi pobre alma. Hasta volver a vernos en la eternidad. 

Turín. 
710 
Muy agradecido en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 
p) A la señora Broquier 
Marsella: 

Que Dios recompense generosamente su caridad y la bondad de su marido; siga ayudando nuestras obras; ruegue por mi pobre alma. Yo 
también rogaré por usted y la aguardo en la eterna bienaventuranza, que espero de la infinita misericordia del Señor. Así sea. 

Turín. 

Agradecido servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((843)) 104 

Prólogo al primer Elenco General de las Hijas de María Auxiliadora, después de la muerte de don Bosco 

Muy queridas hermanas en J. C.: 

He aquí el Elenco General de las Hijas de María Auxiliadora para el año 1888. 

Por él podréis ver, para vuestra satisfacción, que el Señor, en su infinita misericordia, sigue bendiciendo nuestra Congregación, enviándo 
vocaciones, aumentando el número de nuestras Casas y ofreciéndonos así el medio para extender el campo de nuestros trabajos por su glor 
por la salvación de muchas almas. Por todo ello, demos gracias a Dios. 

No es preciso que os señale la inmensa pérdida que hemos tenido con la muerte de nuestro veneradísimo Fundador y Padre don Bosco; 
muerte que nos produce a todas profundo dolor y nos mantiene en luto. Habéis sido informadas de tan gran desgracia. Quiero ahora recorda 
que, en el lecho del dolor, el veneradísimo don Bosco se acordó muchas veces de nosotras y nos dejó preciosísimos recuerdos. Tuve la 
incomparable suerte de poderle visitar en su última enfermedad y pedirle una bendición especial para todas, y él, con su acostumbrada 
bondad, levantó la mano y dijo: Bendigo todas las Casas de las Hijas de María Auxiliadora; bendigo a la Superiora General y a todas sus 
hermanas; cuiden de salvar muchas almas. Otro día, en presencia del Revmo. Sr. D. Miguel Rúa y de Monseñor Cagliero, añadió todavía: P 

Fin de Página: 711 


VOLUMEN XVIII Página: 711 

las hermanas: OBEDIENCIA: practicarla y hacerla practicar. Y finalmente al muy reverendo don Juan Bonetti, encargado de nuestra direcc 
general, le dio a conocer este otro sentimiento suyo: Si las Hermanas observan las Constituciones que se les han dado, tienen asegurada su 
salvación. 

Mis buenas y queridas hermanas, imprimamos en nuestra mente y grabemos en nuestro corazón estos tres recuerdos y conservémoslos co 
preciosa herencia de nuestro buen Padre. Pero no nos contentemos con atesorarlos, sino busquemos la forma de sacar el mayor provecho 
posible practicándolos. De este modo, seremos dignas Hijas de María Auxiliadora, nos haremos santas y mereceremos un día reunirnos en 
torno a nuestro veneradísimo don Bosco en el cielo, donde fundadamente esperamos que ya goza el premio de sus santas virtudes y ruega p 
nosotras. 

Me encomiendo a las oraciones de todas y saludándoos de corazón, me profeso 

711 
Vuestra afma. Hermana en J. C., Sor CATALINA DAGHERO 
((844)) 105 (el original en latín) 
Decreto con el nombramiento de don Miguel Rúa, como sucesor inmediato de don Bosco 
ORDEN DE VIVA VOZ DE S. S. 
Día 11 de febrero de 1888 

Su Santidad el Papa, nuestro Señor León XIII, oído el informe del que suscribe, Cardenal Protector de los Salesianos, confirmó el decreto 
que se dio el 27 de noviembre de 1884, por el relator Emmo. Nina, Protector a la sazón de la citada Congregación, por el cual Su Santidad 
proveyó al nombramiento y sucesión, en calidad de Rector Mayor de la misma Sociedad (en lugar del meritísimo fundador, cuya vida quisi 
Su Santidad durase largo tiempo), en la persona del Revmo. don Miguel Rúa, Sacerdote profeso de la Congregación Salesiana. 

Quiso además Su Santidad que, el antes alabado sacerdote fuese nombrado para el cargo de Rector Mayor por doce años, según las 
Constituciones de la Congregación Salesiana, cuyo cómputo dé comienzo en el día de hoy, y que el singular nombramiento así asumido, no 
sirva de precedente para lo sucesivo. 

Finalmente ordenó Su Santidad que, de la consiguiente confirmación y toma de posesión, se hiciera sabedora a la S. C. de Obispos y 
Regulares, además de al elegido, juntamente con los superiores de la Sociedad Salesiana. 

L. M. PAROCCHI 
Card. Protector de la Congr. Salesiana 
106 

Carta de don Miguel Rúa a don Juan Bonetti, contando cómo ha sido recibido por los Prelados Romanos 

V. J. M. J. 
Muy querido J. Bonetti: 

Ayer, por fin, hemos visto al Padre Santo, pero no en audiencia privada todavía. Le hemos visto en la función de la beatificación del De l 
Salle. Parecía una figura sobrehumana. Después de la función, fuimos a saludar a monseñor Della Volpe quien, como de costumbre, estuvo 
muy amable. Decía que había tenido la fortuna de recibir la última carta escrita por el mismo don Bosco de su puño y letra, y encomiaba la 
santa memoria de nuestro llorado y venerado Padre. Después nos fijó audiencia para el martes por la mañana ((845)) a las diez y media; así 
que, cuanto tú abras esta mía, probablemente ya habré podido postrarme a los pies de Su Santidad y pedirle una abundante bendición para 
toda nuestra Pía Sociedad, y sobre todo para los Superiores del Capítulo y, por tanto, también para el querido don Juan Bonetti. »Está bien 
así? 

Cuando acabamos con monseñor Della Volpe, fuimos al cardenal Rampolla, 

Fin de Página: 713 


VOLUMEN XVIII Página: 713 

quien me demostró una bondad y una afabilidad singular y se dignó bendecirnos, y en nosotros a todos los Salesianos y sus alumnos. Tamb 
manifestó una gran veneración por don Bosco. Después me encontré, en la antecámara del Secretario de Estado, con monseñor Jacobini, 
arzobispo de Tiro, el cual, entre otras cosas me pidió muy particularmente noticias del querido monseñor Cagliero, al que espera con ilusió 

Estaba satisfechisísimo de haber podido ver por dos veces al queridísimo don Bosco, durante su última estancia en Roma para la 
consagración del Sagrado Corazón, y haberle prestado su brazo para acompañarle hasta su habitación. 

Finalmente nos acercamos a ver a monseñor Caprara, Promotor de la Fe, para que nos diera datos precisos sobre la manera de proceder a 
causa de nuestro venerado Padre don Bosco. Su Eminencia Revma. el Cardenal Parocchi nos había dirigido a él. Nos recibió muy atentame 
y con mucho interés me dio normas especiales sobre todo, ofreciéndose para cualquier necesidad. Se ha tomado nota de todo lo que dijo y, 
tanto, a nuestra llegada a casa, podremos arreglarlo cómodamente. Lo principal, sobre lo que insistió, fue que procurásemos recoger el may 
número de datos sobre los milagros y gracias después de la muerte del siervo de Dios y con los mayores documentos posibles. Ya hablarem 
de todo ello. 

Por lo demás, una vez que hayamos tenido la audiencia con el Padre Santo, aquella misma tarde o a más tardar a la mañana siguiente, est 
el miércoles, nos pondremos en marcha para volver al nido. No sé si es mayor vuestro deseo o el mío: el mío es ciertamente grandísimo. 

Mientras tanto, si tengo tiempo, haré todavía una visita a la Exposición Vaticana, donde nuestros objetos presentan una bonita muestra, q 
es admirada por todo el mundo, sobre todo los objetos de Patagonia y el dibujo de Vespignani. Todos quedan maravillados de que éste sea 
trabajo hecho a pluma. También son muy alabados por los entendidos los trabajos tipográficos. Por cuanto he podido ver, si monseñor 
Cagliero pudiera presentar al Padre Santo un ejemplar bien hecho, bien encuadernado, le haría algo muy grato. Más aún, si pudiéramos 
presentar también un ejemplar a varios cardenales y monseñores me parecería muy bien. 

Adiós, carísimo; el Señor nos bendiga a todos y María Auxiliadora mantenga sobre nosotros su maternal protección. 

Tuyo afmo. in C. J., MIGUEL RUA, Pbro. 
((846)) 107 
a) Don Miguel Rúa anuncia a las casas su elección para el cargo de Rector Mayor y describe la audiencia de León XIII 

Muy queridos hijos en Jesucristo: 

Después de la carta que se envió a todas las casas salesianas por nuestro venerando Capítulo Superior, os escribo hoy por vez primera en 
nueva condición de Rector Mayor, a la que, pese a mi indignidad, he sido elevado por la Divina Providencia de la manera que en aquélla se 
manifestó a todos. Me presento bajo los auspicios de San José, cuya festividad celebramos en el día de hoy; y confío que este 
713 

gran Santo, Patrono de la Iglesia universal, querrá también ser, junto con su Esposa Santísima, Protector especial de nuestra humilde Socie 
y asistirme benignamente en el desempeño de mi cargo. 

Tendría muchas cosas que deciros, mas por esta vez creo será muy agradable y provechoso para vosotros que os cuente la audiencia tenid 
con S. S, León XIII el día veintiuno de febrero. Hallaréis más abajo una relación detallada. Por ella podréis advertir el alto concepto en que 
era tenido nuestro Fundador por el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo. 

La misma estima puedo decir que gozaba ante los Eminentísimos Cardenales y otros distinguidos personajes a quienes tuve el honor de 
visitar: todos hablaban del llorado don Bosco haciendo de él grandes encomios, y algunos me exhortaron a iniciar cuanto antes la causa de 
beatificación. De modo particular el Cardenal Vicario, nuestro benévolo Protector, el cual ya me había hecho escribir sobre el particular an 
de que yo fuese a Roma. Allí me habló de ello en las dos audiencias que me concedió, y, al despedirme de él, éstas fueron sus últimas 
palabras: Le recomiendo la causa de don Bosco: le recomiendo la causa de don Bosco. 

Las expresiones del Sumo Pontífice y esas recomendaciones de su Eminentísimo Vicario despertaron en mí dos pensamientos: uno el de 
poner manos a la obra inmediatamente para recoger las memorias de todo lo que se refiere a la vida de nuestro querido Padre. 

Exhorto, por tanto, encarecidamente a todos los hermanos a escribir todo lo que sepan sobre hechos de su vida, sobre sus virtudes 
teologales, cardinales y morales, sobre sus dones sobrenaturales, sus curaciones o profecías, visiones y cosas parecidas. Estas declaraciones 
habrá que enviarlas al Director Espiritual don Juan Bonetti, encargado de recogerlas y formar con ellas la base para el inicio de la causa. Pa 
norma de los relatores advierto además que, a su tiempo, podrán ser llamados para prestar juramento sobre todo lo que refieran, y por tanto 

Fin de Página: 714 


VOLUMEN XVIII Página: 714 

recomiendo la máxima fidelidad y exactitud. 

((847)) El otro pensamiento, que permanece fijo en mi mente, es que debemos considerarnos afortunados por ser hijos de un Padre tan 
grande. Por tanto, nuestra solicitud ha de ser la de sostener y al mismo tiempo desarrollar cada vez más las obras por él iniciadas, seguir 
fielmente los métodos que él practicó y enseñó, y, en nuestro modo de hablar y de obrar, procurar imitar el modelo que el Señor en su bond 
nos ha dado. Este será, carísimos hijos, el programa que yo seguiré en mi cargo; que sea ésta también la norma y el empeño de cada uno de 
Salesianos. 

Y ahora me queda por deciros una palabra de agradecimiento. Muchos de vosotros, unos individual y otros colectivamente, me escribiero 
después de la dolorosa pérdida sufrida, cartas llenas de sentimientos de respeto y afecto, con las más bellas promesas de obediencia y 
subordinación. Con la presente pretendo agradecer cordialmente a los autores y a todos los que tomaron parte en ellas o hubieran deseado 
tenerla. Estos sentimientos de adhesión y de religiosa sumisión aliviaron mucho mi dolor e infundieron en mi corazón la confianza de 
encontrar menos escabroso mi camino. 

A pesar de esto, no puedo esconderos a vosotros ni a mí mismo lo mucho que necesito vuestras plegarias. Me encomiendo, por tanto, a 
vuestra caridad, a fin de que todos me sostengáis con vuestras valiosas oraciones. Por mi parte, os aseguro que, llevándoos a todos en mi 
corazón como os llevo, os encomendaré cada día al Señor en la santa misa, para que os asista con su santa gracia, os defienda de todo pelig 
y sobre todo nos conceda encontrarnos un día todos juntos, sin excluir a ninguno, 
714 

cantando sus loas en el Paraíso, donde nos espera, tal y como lo escribió nuestro amadísimo Padre don Bosco. Animo, queridos hijos en 
Jesucristo, con la ayuda de Dios y con la fidelidad en la perseverancia a nuestra vocación, triunfaremos en este asunto tan importante. Pero 
dudando de nosotros mismos, recurramos en consecuencia a nuestra celeste Madre María Auxiliadora, a su purísimo esposo San José y a 
nuestro patrono San Francisco de Sales: ellos no dejarán de acudir en nuestra ayuda. 

Consideradme siempre como me profeso en los dulcísimos corazones de Jesús y de María. 

Turín, 19 de marzo de 1888. 

Vuestro afectísimo amigo, MIGUEL RUA, Pbro, 

b) Primera audiencia con el Padre Santo después de la muerte de don Bosco 

Era el día 21 de febrero del corriente año 1888. admitido el primero a la audiencia de aquel día, hacia las diez de la mañana, el Padre San 
León XIII me recibió con gran bondad y, llamándome por mi nombre, me dijo: -Don Rúa, sois el sucesor de don Bosco; me duelo con ((84 
vosotros por la pérdida que habéis sufrido, pero me alegro porque don Bosco era un santo y no dejará de asistiros desde el cielo. 

Yo respondí al Padre Santo: 

-Santidad, le agradezco estas tan consoladoras palabras que me dan mucho aliento. Y, pues es ésta la primera vez que tengo la fortuna de 
presentarme a V. S. en mi calidad de Rector Mayor, le ofrezco mis saludos y los de toda la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. Todos 
Salesianos quieren ser siempre hijos devotos, respetuosos, obedientes, encariñados de V. S. y de la Iglesia, dispuestos a trabajar con todas s 
fuerzas por la gloria de Dios y el bien de las almas, sosteniendo las obras iniciadas por nuestro llorado Fundador. 

-Bien, respondió el Papa, seguid esas santas empresas, mas por ahora procurad consolidarlas. No tengáis prisa, por algún tiempo, en 
extenderos, sino más bien en sostener y desarrollar las fundaciones ya hechas. 

-Esa es precisamente, respondí, la recomendación que me hizo por escrito nuestro querido don Bosco, el cual me anotó en un Promemori 
entre otras cosas, que suspendiera por algún tiempo la apertura de nuevas casas a fin de completar el personal de las ya existentes. 

-Sí, sí, dijo Su Santidad, conviene hacerlo así, lo mismo para los Salesianos que para las Hijas de María auxiliadora; a fin de que no os 
suceda lo que sucedió a alguna otra institución, que se extendió demasiado rápidamente y luego no pudo sostenerse de forma conveniente; 
enviaron sólo dos o tres personas para fundar nuevas casas y, al quedar abandonadas a sí mismas, no obtuvieron resultado. 

Hice entonces notar al Santo Padre que los Salesianos, de acuerdo con la regla inserta por la Santa Sede en sus Constituciones, deben ser 
seis por lo menos para toda fundación y que esto era una salvaguardia. 
Continuando su razonamiento añadió el Papa: 

-Procurad, sobre todo, que las personas que debéis enviar a las distintas Casas estén afirmadas en la virtud. Lo cual debe preverse 

Fin de Página: 715 


VOLUMEN XVIII Página: 715 

especialmente en el noviciado. »Trabajáis para que se haga bien el noviciado? »Y cuánto dura? 
715 

-Padre Santo, respondí, el noviciado, entre nosotros, suele durar un año para los aspirantes a la carrera sacerdotal y dos para los coadjutor 

Muy bien, añadió Su Santidad; pero recomendad a quien los dirige, que atienda diligentemente a la reforma de su vida. Cuando entran lo 
novicios, llevan consigo escoria; y, por consiguiente, necesitan ser depurados de la misma y vueltos a empastar en el espíritu de abnegación 
de obediencia, de humildad y sencillez y de las demás virtudes necesarias para la vida religiosa; y, por eso, el principal estudio durante el 
noviciado, y diría que el único debe ser atender a la propia perfección. Y cuando no llegan a corregirse, no tengáis miedo en alejarlos. Es 
mejor algún miembro menos que tener individuos sin el espíritu y las virtudes religiosas. 

-Santidad, le agradezco estos santos consejos y procuraremos atesorarlos, como procedentes de la Cabeza de la Iglesia, del Vicario de 
Jesucristo, a quien nuestro amado don Bosco nos inculcaba tanto que profesáramos ((849)) la más ilimitada obediencia, respeto y amor. Má 
aún, recordamos muy bien que en esta última enfermedad, cuando ya no tenía más que un hilillo de voz, hablando de vez en cuando con lo 
Superiores que estaban alrededor de su lecho, les decía: -A donde quiera que vayan los Salesianos procuren siempre sostener la autoridad d 
Sumo Pontífice, insinuar e inculcar respeto, obediencia y afecto a la Iglesia y a su Cabeza. 

Al oír estas palabras, pareció que el Padre Santo se conmovía y exclamó: 

-Ah, qué bien se ve que vuestro don Bosco era un santo, semejante en esto a S. Francisco de Asís, el cual, cuando llegó la hora de su mue 
recomendó encarecidamente a sus religiosos que fueran siempre hijos devotos y sostenedores de la Iglesia romana y de su Cabeza. Practica 
estas recomendaciones de vuestro Fundador y el Señor no dejará de bendeciros. 

Pidió después noticias de las Casas de Italia, Francia, España, Inglaterra, Austria y América y se detuvo con particular complacencia 
hablando de las Misiones de Patagonia y Tierra del Fuego. Me preguntó también si conocía todas esas Casas, especialmente las de Italia: al 
mi respuesta afirmativa, pidió noticias de monseñor Cagliero. Respondí que monseñor Cagliero, por devoción al Santo Padre y participar e 
su Jubileo sacerdotal había venido a Italia, y que el Señor le había recompensado dándole el consuelo de poder asistir a nuestro amado Pad 
en su última enfermedad y en su muerte, recogiendo de sus labios las últimas recomendaciones y consejos y, más todavía, pudiéndole 
administrar los sacramentos. 

-Pero »estabáis vos también? 

-Si, Padre Santo, también yo le he asistido; pero estando presente el obispo monseñor Cagliero, me pareció convenientemente cederle tal 
honor. 

-Bien, era lo conveniente. 

Al llegar a este punto, tomó la palabra para agradecer a S. S. la benevolencia tenida hasta el presente con nuestra Sociedad y también las 
palabras bondadosas dirigidas en su nombre por el Eminentísimo cardenal Rampolla, Secretario de Estado, con ocasión de la muerte de don 
Bosco, y rogarle que continuase dispensándonos su alta benevolencia. El Santo Padre respondió: 

-También yo he sentido vivamente la muerte de vuestro Padre, y, cuando el Cardenal Secretario de Estado me dio de vuestra parte la noti 
he querido indicarle precisamente las palabras que debería emplear en la respuesta. Ahora tendré para vos y para la Sociedad por él fundad 
todo el afecto y benevolencia que tenía a don Bosco. 

-Muchas gracias, Santidad: estas palabras son para mí del mayor aliento. Ruégole ahora respetuosamente se digne bendecirme a mí, a mis 
queridos hermanos, a 
716 
todas las Hijas de María Auxiliadora, a todos los Cooperadores y Cooperadoras Salesianas, lo mismo que a todos nuestros alumnos y 
dependientes. 

-Sí, con mucho gusto y de corazón os bendigo a vos, a vuestros hermanos, a las Hijas de María Auxiliadora, a vuestros buenos 
Cooperadores y Cooperadoras y a todos lo que están con vosotros. 

((850)) -Santidad, si lo permite, llamaré, para que reciban la bendición, a nuestro Procurador General y a mi Secretario, que están en la 
antecámara esperando. 

-Sí, llamadlos, que vengan ellos también. 

Fin de Página: 717 


VOLUMEN XVIII Página: 717 

Sonó una campanilla y los hicieron pasar adelante. El Santo Padre le dijo a don César Cagliero, Procurador y Director de la Casa de Rom
-»Ya nos hemos visto?
-Sí, Santidad, soy el Procurador General de los Salesianos y Director de la Casa del Sagrado Corazón, aquí en Roma.
Y entonces el Padre Santo añadió:
-Procurad que la Casa de Roma sea una Casa modelo, porque es muy importante.
Yo observé:
-Este fue precisamente el tema de la conferencia que estos días di a los hermanos de dicha casa.
Y don César Cagliero respondió:
-Santidad, procuraremos hacer lo posible para corresponder a su bondad y a sus sabios avisos.
-Sí, procurad siempre consuelos al Papa, añadió acentuando bien la última palabra.
Y dicho esto, con efusión del corazón, el Santo Padre nos impartió la implorada bendición; y, después de haber besado de nuevo su sacro


Pie y la mano, nos despidió. 
Roma, 21 de febrero de 1888. 

MIGUEL RUA, Pbro. 

108 

Audiencia de León XIII a monseñor Cagliero 
Carísimo don José Lazzero: 
Acabamos de llegar de la audiencia del Padre Santo. Nos recibió a las doce a nosotros dos solos con afecto verdaderamente paternal. Qui 

enseguida que nosotros mismos colocáramos bajo sus pies la piel de guanaco de nuestros Patagones. Agradeció inmensamente el volumen 
(encuadernado en S. Benigno) de las tres Encíclicas y lo examinó atentamente: agradeció también el libro de don Francisco Cerruti, Les idé 
de don Bosco, la vida de Mamá Margarita y un opúsculo de Buenos Aires. Le conmovió sobre manera este obsequio y encargó a Monseñor 
que dijera a todos los muchachos estas sus precisas palabras: Abrazo a todos con afecto y los bendigo. 

Hablamos de la constante unión de todos los Salesianos después de la muerte de don Bosco y dijo que éste había sido el temor que él hab 
tenido, pero que ahora estaba contentísimo. 
717 

Le dimos las gracias por habernos nombrado a don Miguel Rúa Rector. Mañana enviaré un articulito para Unità Cattolica. 
((851)) Don Santiago Costamagna escribe con fecha del veinte de febrero desde Buenos Aires, donde todavía no sabían nada de la muerte 
don Bosco. Tenga la bondad de enviar alguna persona de confianza para comprobar si el telegrama enviado por Monseñor el mismo día de 

muerte, se envió o no desde Turín y comuníquenos algo aquí mismo en Roma. 
Monseñor saluda a todos, y se encuentra bastante bien. 
Bese la mano en mi nombre a don Miguel Rúa, salude a los Superiores y ruegue por quien mucho le aprecia en el Señor. 
Roma, Sagrado Corazón de Jesús, 22 de marzo de 1888. 

Afectísimo,
ANTONIO RICCARDI, Pbro.


Fin de Página: 718 


VOLUMEN XVIII Página: 718 

718 

((852)) DOCUMENTOS Y SUCESOS ANTERIORES 

I 

Don Bosco en el santuario de Oropa en 1863 

Hay un documento inédito que nos da a conocer un episodio que le sucedió a don Bosco en su visita al célebre santuario de Oropa en Bie 
el año 1863. Es una carta del padre Joaquín Sella, primo del célebre Quintino y superior de los Filipenses de Biella, al padre barnabita Carl 
Vercellone, natural de Sordevolo (Biella), conocidísimo por los estudiosos de las ciencias bíblicas. Está en posesión del padre barnabita Jo 
Roberti, natural de Rioglio (Biella). El padre Sella, el 10 de agosto de 1863, pocos días, por tanto, después de la partida de don Bosco de 
Oropa (véase LEMOYNE M. B., vol. IV, pág. 403 y VII, pág. 425) refería a dicho padre la intención que don Bosco le había manifestado d 
escribir la historia del Santuario de Oropa; y después proseguía: 

Mientras se encontraba cerca de la Santa Capilla, vio, entre los que deambulaban alrededor contemplando los santos exvotos, algunos 
señores engreídos, que decían disparates y se burlaban de la credulidad y necedad de los pueblos, al aceptar como grandes verdades las mil 
cosas que los curas soltaban... sobre la verdad de los milagros ocurridos y allí representados. 

Y mientras así hablaban en voz bastante clara para que don Bosco allí presente les oyera, con los ojos fijos le invitaban a entablar cuestió 
con ellos. Entonces él, con su acostumbrada sencillez, les preguntó si podía visitarles tranquilamente en su habitación y, una vez puestos de 
acuerdo, fue prevenido por los mismos y visitado por ellos en su propia habitación, donde, después de algunos cumplidos y de protestar qu 
eran buenos católicos, renovaron sus invencibles dificultades sobre todas las admirables cosas dichas anteriormente. Don Bosco, sentado y 
tranquilo en medio de sus tres agresores, les dejó hablar cuanto quisieron y después, dirigiéndose al principal de ellos, con admirable dulzu 
empezó a hacerle reconocer que la cosa no era imposible, repasando uno a uno los diversos prodigios y sucesos que se encuentran en la mis 
Sagrada Escritura: apariciones de ángeles, resurrecciones de muertos, etc. 

Una vez obtenida esta posibilidad, pasó a preguntar el motivo ((853)) or el cual no se quería creer en los mismos y en otros hechos 
semejantes, creídos, vistos públicamente, privadamente en Oropa y admitidos por personas doctas... eclesiásticos... seglares, generales, etc. 

Ante tan inesperada argumentación, se echaron a reír, se despidieron cortésmente, sin saber qué decir en contrario y dándole la razón en 
todo. Pero no acabó aquí la cuestión. Al atardecer de aquel mismo día, el principal de los tres se presentó a don Bosco, le pidió confesarse 
él y se confesó con indecible satisfacción, Al preguntarle don Bosco qué le impulsaba a confesarse, respondió: -He visto, después de la 
reunión que hemos tenido, varias gracias atestiguadas por coroneles, generales de la armada, y dije para mí: Estos hombres no son unos 
bobos; por tanto, soy yo quien está fuera de camino, etc. 

El relato del padre Sella está simplemente escrito; pero, como dice el canónigo Buscaglia en Eco del Santuario d'Oropa (abril, 1936), 
«aparece en él llena de luz la figura característica de San Juan Bosco, siempre tranquilo, lleno de sencillez y de admirable dulzura, pero 
dispuesto a defender la fe cristiana y las piadosas creencias, 
719 

especialmente cuando se refieren a milagros y gracias de la Santísima Virgen, y siempre eficaz para inducir a los más opuestos a abrirle el 
corazón en el sacramento de la confesión y reconciliarse con Dios». 

II 

Carta de don Bosco a la condesa Crotti di Costigliole 

Esta carta iba acompañada de algunos ejemplares de una circular con la que don Bosco imploraba la caridad de los bienhechores para las 
obras de la iglesia de María Auxiliadora (LEM. M. B. vol. VII, pág. 633 en la nota). 

Ilma. Señora: 

Aquí tiene, señora condesa, algunos ejemplares de la circular para nuestra iglesia de María Auxilium Christianorum. Se los envío yo, per 
Santísima Virgen es quien se encomienda a usted, para que los difunda y los haga fructificar a fin de conducir a buen término su casa mater 
en este mundo, con la seguridad de que, a su tiempo, le pagará generosamente preparándole a usted y a su familia un buen aposento en el 
paraíso. 

Fin de Página: 720 


VOLUMEN XVIII Página: 720 

El Reverendo Scaglia y el señor conde Alejandro la podrán ayudar: »y el señor conde Miguel? Hágale pagar y déjelo en paz en cuanto a l 
cristales y las puntas de diamante. 
Que Dios les dé salud y gracia a usted, señora Condesa, y a toda su respetable familia; ((854)) añadan la caridad de rogar por mí y por mi 
pobres muchachos y créame en el Señor. 
De V. S. Ilma. 
Turín, 8 de septiembre de 1864. 
Seguro Servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

III 
Tres cartas para la noble familia Capelletti, de Roma 
Las dos primeras están dirigidas a la baronesa Luisa Capelletti, marquesa Cavalletti por nacimiento; la tercera al barón Felipe, su marido. 
nombra en la segunda a Javier, que es el hijo, a quien se alude en la primera. «El intrépido hermano senador», a quien se alaba en la segund 
es el marqués Francisco Cavalletti, último senador de la Roma papal hasta 1870 y que estaba casado con María, de los marqueses Durazzo 
Génova. Los autógrafos están en poder de la marquesa María Neirotto Cambiaso, hija de los barones Felipe y María Capelletti. 
720 

A 

Benemérita señora: 

Le agradezco de corazón el donativo que hace en favor de mis pobres muchachos y especialmente para continuar las obras de la iglesia en 

honor de María Auxiliadora. La parte exterior del sagrado edificio se está acabando y esperamos en la Divina Providencia para el resto. 
En cuanto al cólera no tenga miedo: vaya a Roma, quédese en Frascati, no tema usted nada. Ninguno de los que ayudan a construir la igle 

de María Auxiliadora en Valdocco será víctima del mortífero contagio, con tal de que ponga en ella su confianza. 

Si a Dios place, haré mi viaje a Roma entre diciembre y enero próximos. 

Ha sido una decisión maravillosa la de haber ingresado a su hijo en Mondragone. Porque allí todos, maestros, educadores y directores 

buscan el verdadero bien, el del alma. 

Que Dios les bendiga, a usted y su familia. Ruegue por mí, que, muy agradecido, me profeso 

DeV. S. 

Turín, 22 de octubre de 1866. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
((855)) B 

Benemérita señora marquesa: 

Por un lado me resultan muy gratas las noticias que me da, mas por otro me apenan las inquietudes ocasionadas por el buen Javier. Pero h 

acertado al recurrir a la oración y me asocio con gusto a ustedes para rezar junto con mis muchachos, que se unen a mí. 

Hace unos días que he enviado un libro a Javier, a Mondragone; si se les ocurriese sugerirle que me escriba una carta; pidiéndome algún 
consejo, procuraré rectificarle alguna idea; él me demostraba mucho aprecio y deferencia cuando estuve en Roma; quién sabe si no podrá 
proporcionarle buena impresión una voz nueva. Es una sugerencia mía. 

Se lo he comunicado al cab. Oreglia, el cual reza también con nosotros y procurará hacer una novena de comuniones con este fin. 

Fin de Página: 721 


VOLUMEN XVIII Página: 721 

Le suplico respetuosamente salude de mi parte a la señora marquesa Cavalletti; al intrépido hermano senador, a su señora y a toda la fam 
Que Dios les bendiga a todos y les conceda el don de la perseverancia. Rueguen por mí y créame en el Señor. 

Turín, 25 de mayo de 1868. 

Seguro servidor, J. BOSCO, Pbro. 
721 
C 

Ilmo. señor barón:
Esta tarde, a las seis, tengo que encontrarme con el cardenal Antonelli, y por tanto he de renunciar al placer de asistir a la comida en casa


V. S. Ilma., de acuerdo con la atenta invitación que se dignó hacerme. 
Quod differtur, non aufertur; por tanto, espero elegir una tarde de la próxima semana para disfrutar de su amabilidad. 
Que Dios le bendiga con toda su familia; ruegue por mí, que me profeso con toda gratitud. 
De V. S. Ilma. 
Roma, 23 de 1869. 
Seguro servidor, J. BOSCO, Pbro. 

IV 
Carta de agradecimiento 
Esta carta fue dirigida por don Bosco al notario José Borgogna, de Arigliano, distrito de Vercelli. Quien nos envió el original nos transmi 

también el recibo de don Bosco, por más de cincuenta liras que le había enviado al mismo el treinta de julio siguiente. 

((856)) Muy apreciado señor: 

Le quedo muy agradecido por las cien liras que su caridad me envía como obsequio a María Santísima Auxiliadora por nuestras creciente 
necesidades. Como prueba de gratitud, he celebrado la santa misa con las oraciones y comuniones de nuestros muchachos ante el altar de 
María, de acuerdo con su piadosa intención y para invocar abundantes bendiciones del cielo sobre toda su respetable familia. 

Será para mí una gran satisfacción si viene a Turín y nos honra con su visita personal. Vería en este instituto más de mil muchachos 
ayudados por usted, los cuales, con su aprendizaje profesional y sus estudios se preparan para poder, con el tiempo, ganarse honradamente 
pan. 

Dios le bendiga junto con toda su familia; les conserve a todos con buena salud y añada un acto de caridad rogando por mí, siempre seré 

N. S. J. C. 
Turín, 30 de mayo de 1880. 
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
722 
V (el original en francés) 
Estancia de don Bosco en Aviñón el año 1883 
El padre jesuita Víctor Vieille escribía el 12 de abril de 1883 desde Aviñón a monseñor Miguel Rosset, obispo de San Juan de Moriana, e 
Saboya, y le daba esta noticia sobre el paso de don Bosco por aquella ciudad: 

Fin de Página: 723 


VOLUMEN XVIII Página: 723 

Hemos recibido la visita de don Bosco, que se dirige a Lille. Este santo sacerdote ha producido en Aviñón una profunda impresión. Se 
hospedaba en casa del señor Miguel Bent, donde se vio asaltado durante todo el día por una inmensa multitud que iba a pedirle consejo, 
oraciones, la salud para ellos o para sus familiares. También en este siglo ejerce una atracción irresistible la santidad. 

Don Bosco en Francia 

El salesiano Rvdo. Franco ha traducido este párrafo del periódico St.-Andrew's Magazines, de febrero de 1912. 

Estaba don Bosco ya muy viejo y ciego cuando tuve el privilegio de asistir a una de sus actuaciones en el Sur de Francia. 

((857)) Hacía él por entonces una serie de visitas a diversos centros para recaudar fondos con los que mantener y desarrollar sus numeros 
obras. Después de un ardoroso discurso muy conmovedor por su elocuente sencillez y su ardiente celo tan personal bajó del púlpito, guiado 
por uno de sus huerfanitos y empezó él mismo a recoger la limosna por en medio de toda la iglesia abarrotada de fieles, los cuales movían s 
sillas a su lento avanzar para dejarle paso, como se suele hacer en las iglesias francesas en el momento de la colecta. 

Los donativos que había pedido en su caluroso discurso fueron hechos con generosidad y casi ninguno, en medio de aquella multitud, po 
mirar, sin sentirse profundamente conmovido, el rostro de aquel santo sacerdote y gran filántropo: en él se reflejaba su alma grande y no co 
rasgos escultóricos, sino con una especial belleza espiritual lograda con extraordinaria energía. 

En su rostro reinaba una expresión de calma, mansedumbre y humildad que resaltaba desde aquellos ojos recogidos. 

Miss WOLLASTON WHITE 

VII 

Carta a la condesa Teresa Mastai-Ferretti 

Conserva el original su hija, la condesa Belgard, en Livorno. 

Benemérita señora condesa: 

Es algo extraña la carta que ha tenido la bondad de escribirme. No quiere ser 

723 
Cooperadora Salesiana y es, sin embargo, promotora de las Lecturas Católicas y con la limosna de 50 L (?), »hace falta más? No ciertamen 
En esta asociación no hay ninguna obligación. Todo es voluntario y no hay sombra de culpa, si no se hace. Permita, pues, que la inscribam 
entre los Cooperadores en los cuales figura el mismo Padre Santo y otras señoras romanas. 
Dios la bendiga y le conceda salud, vida feliz y el precioso don de la perseverancia en el bien. Añada la caridad de rezar por mí y por mis 
veinte mil muchachos y créame en J. C. 
Roma, 23 de enero de 1878 (Torre de'Specchi, 36). 
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Si por cualquier motivo determina alguna vez que se borre su nombre de los cooperadores, dígamelo y se hará inmediatamente. 
((858)) VIII (el original en francés) 
Carta de don Bosco al señor Rostand, presidente de la Sociedad Beaujour 
Don Bosco escribió la minuta de esta carta y después se la entregó para actarla en limpio al conde Cays, que había ido con los Superiores 
del Capítulo a encontrarse con don Bosco en el colegio de Alassio. El Santo procedía de Francia y debía seguir viaje directamente a Roma. 

Fin de Página: 724 


VOLUMEN XVIII Página: 724 

Alassio, 7 de febrero de 1879 

Señor Julio Rostand: 

Terminado nuestro trabajo, no pude, puesto que usted se encontraba en París, presentarle mis respetuosos saludos y agradecerle la bondad 
mejor, la caridad que ha querido hacernos. Nuestro agradecimiento será eterno, y los muchachos internos dirigirán cada día una fervorosa 
plegaria al Señor para que le recompense según su divina promesa. 

En mi viaje he pasado por St.-Cyr, donde me he encontrado al abate Vincent que nos esperaba como el maná del cielo. Tiene consigo sus 
cincuenta huérfanos, que le hacen aumentar las deudas cada día. Ha firmado sin dificultad nuestro compromiso diciendo que, a partir de 
ahora, no haría ningún gasto más sin avisarnos. Entre los muchachos hay veinticuatro que todavía no han cumplido los diez años: tienen do 
tres, cinco y seis años; y, como a esta edad necesitan ante todo una asistencia realmente maternal, hemos acordado que debía enviarlos a su 
padres. La granja tiene noventa hectáreas. La tierra es buena, pero está cubierta de grama. Faltan pastos, prados y ganado. 

En La Navarre va todo mejor. Ya hace siete meses que envié dos sacerdotes y cuatro clérigos de aquí, que atienden a unos cincuenta 
muchachos, algunos de los cuales van a clase o aprenden un oficio, y otros trabajan en el campo a las órdenes de capataces. Se han compra 
ya cincuenta cabezas de ganado, pero son muy poco 
724 

para la extensión de la finca, que alcanza a 230 hectáreas. La tierra es buena: en ella se dan maravillosamente el trigo, el viñedo, los olivare 
los quercus suber (alcornoques). 

En las dos granjas de St.-Cyr y de La Navarre hay muchos gastos a hacer durante algunos años, pero después se bastarán a sí mismas par 
mantener a más de doscientos muchachos, sin necesidad de acudir a nadie. 

Muy respetable señor, he querido darle estos informes ((859)) para ponerle al corriente de la importancia de unas obras a las que usted ha 
prestado su apoyo hasta poder decir que son producto de su gran caridad. Salí de Marsella, pero mi corazón se ha quedado en el oratorio de 
San León. Los pobres huérfanos allí recogidos, los talleres abiertos, la escolanía que aumenta, nuestros proyectos que nos empujan, exigen 
que todo se agrande. Yo haré todo lo posible; me pongo totalmente en sus manos; y en sus manos está la felicidad de la casa Beaujour. 

Que el Señor le bendiga, caritativo señor Julio Rostand, y le conserve en buena salud por mucho tiempo para poder ver los frutos de sus 
buenas obras. Que el Señor derrame sus gracias sobre todos los miembros de la Sociedad Beaujour y sobre su digna familia, con la que ten 
una gran deuda de agradecimiento. Estoy camino de Roma, donde espero contar muchas cosas de la Sociedad Beaujour y obtener una 
bendición especial de Santo Padre para ella. 

Reciba la más sincera expresión de agradecimiento de 

Su muy agradecido servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Al señor Julio Rostand. 

IX 

Carta al director de la Casa de París 

Mi querido don C. Bellamy: 

Le envío una copia de la carta que pienso dirigir a nuestros Cooperadores de París. 

Le recomiendo que la lea y, si le parece que está bien así, tradúzcala y envíemela a fin de imprimirla en buen francés. 

Una vez impresa y firmada por mí, se le mandarán a usted todos los ejemplares para que los envíe por correo a la dirección de cada 
cooperador. 

A su tiempo recibí las cartas que me escribió, las cuales me gustaron mucho. Estoy muy contento de lo que hace, pero cuide su salud y la 
sus hermanos. Cuando tenga ocasión de hablar con alguno de nuestros bienhechores o simplemente cooperador, salúdelo de mi parte, 

Fin de Página: 725 


VOLUMEN XVIII Página: 725 

asegurando a todos que rezo mucho por ellos. 
Que Dios le bendiga y con usted a la familia de todos nuestros hermanos y rueguen por mí que siempre seré suyo en J. C. 
Turín, 18-85. 

Afmo. amigo, 
JUAN BOSCO, Pbro. 
725 
((860)) X 
Avisos confidenciales de don Bosco a dos directores 
Parece que el primero de estos dos directores era el de Varazze y el segundo el de Lanzo. 

A 
1.° Una plática sobre el espíritu de caridad y unión fraterna. Un Dios, un solo dueño, un solo superior, una sola Congregación. 
2.° Un coloquio espiritual (rendiconto) al mes; convocar el Capítulo; hacer y recomendar encarecidamente la meditación práctica. Por 

ejemplo, no guardar dinero para uso propio, ni hacer gastos sin el consentimiento del Capítulo. 
3.° No criticar lo que se hacía antes o fuera de la escuela en Varazze. No jactarse en público ni en privado de lo que se hace o se ha hecho 
4.° Evitar las conversaciones, las visitas y las relaciones no necesarias, huir de la familiaridad con personas de otro sexo. Alguno me escr 

sobre tu larga estancia en Niza. 
5.° Respetar y temer mucho al clero ligur 1; por eso alabarlo, no criticarlo nunca o vanagloriarse de algo por encima de los otros en el 

púlpito o en otras partes. 
6.° Hacer el bien que se pueda sin ostentación. La violeta está escondida, pero se sabe que está y se la encuentra por el olor. 
Lee, practica y hablaremos de ello. Acéptalo todo de tu 

Afmo. in J. C., J. BOSCO, Pbro. 

B 
Carísimo: 
Durante estos ejercicios he hablado con varios de los que los hacían, procedentes de nuestros colegios y anoté lo que me pareció digno de 

verdadera atención. Llama, por tanto, al prefecto y leed juntos: 
1.° No olvidéis lo que he recomendado encarecidamente cuando me acompañasteis a S. Ignacio. 
2.° Uno y otro os alejáis fácilmente del colegio y vais a casa de los muchachos y de las amistades. 
3.° Hay serias quejas sobre la limpieza personal de la ropa y de los lugares donde se vive. Serias quejas sobre la disciplina. Son dos cosas 

((861)) fundamentales. »A quién están confiadas? »Cumplen el Director y el Prefecto con su parte? Prefieran ésta a toda otra ocupación 
externa. 

1 Para bien comprender el valor del vocablo temer, lo mismo aquí que en los recuerdos del 1875 a los misioneros («amad, temed, respeta 
las otras órdenes religiosas») hay que poner este verbo en relación con la frase tener temor, propia del dialecto piamontés popular, cuando s 
habla del temor reverencial que un subalterno cualquiera debe tener ante el que es más que él. 
726 

Fin de Página: 727 


VOLUMEN XVIII Página: 727 

4.° Muchos padres se quejan con razón de la administración; muchos chicos están disgustados, otros demasiado mimados, etc. 

Dios nos ayude. Trabajad por las almas y especialmente por la vuestra. Amén. 

Vigilia de la Anunciación. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Temas para los predicadores de nuestros santos ejercicios 

Don Miguel Rúa encargó, no sabemos en qué año, a don Julio Barberis que distribuyera a los predicadores de nuestros ejercicios estos 
temas, sacados de una minuta de don Bosco. 

1. Paciencia para soportar los defectos de los Hermanos, avisarlos, corregirlos con caridad, pero pronto. 
2. Evitar las críticas, la desaprobación, defendernos mutuamente, ayudarnos material y espiritualmente. 
3. No lamentarnos de las cosas mandadas, en las negativas o en los preparativos de la mesa, de la ropa, en la selección de los trabajos, en 
malestares de la vida, en la calidad de los empleos. 
4. Mucho cuidado para huir y hacer huir de cualquier actuación, palabra escandalosa o que pudiera interpretarse como tal. 
5. No recuerde nunca el Salesiano una injuria recibida, para reprocharla o vengarse. 
6. Las cosas (pasadas y ya casi generalmente) 1 olvidadas no sean recordadas para censurarlas. 
7. Diligencia y esfuerzo general para lograr que los Salesianos se capaciten para cumplir ejemplarmente los deberes del propio estado. 
XII 
Treinta y ocho frases cortas escritas por don Bosco 
Estas frases fueron copiadas por su secretario don Joaquín Berto. Las más las había escrito el Siervo de Dios sobre estampas religiosas, 
acompañadas de su firma ordinaria. 

1. Bendiga Dios y recompense abundantemente la caridad de los bienhechores de nuestros huérfanos. 
J. BOSCO, Pbro. 
1 Las palabras encerradas entre paréntesis son una explicación de don Miguel Rúa. En efecto, las cosas olvidadas no se pueden volver a 
recordar; pero aquí se entienden las cosas que se ha establecido no querer recordarlas más. 

2. Rogaremos todos los días por nuestros bienhechores. 
J. BOSCO, Pbro.
3 (en francés). Dad a los huérfanos en la tierra y el Señor os hará ricos un día en el Paraíso.
J. BOSCO, Pbro.
4 (en francés). Las oraciones de los pobres siempre serán oídas y hallarán misericordia.
Fin de Página: 728 


VOLUMEN XVIII Página: 728 

J. BOSCO, Pbro.
5 (en francés). Que Dios le bendiga, a sus padres y a todos sus amigos.
J. BOSCO, Pbro. 
6. Que Dios os haga a todos ricos del santo temor de Dios.
7 (en francés). Oh María, proteged a Francia y a todos los franceses.
8. Dios aborrece el pecado y a quien lo comete; pero su misericordia no tiene límites. 
9. Haced pronto obras buenas, porque puede faltaros el tiempo y así quedaríais defraudados. 
10. Quien hace bien en la vida, encuentra bien en la muerte. Qualis vita finis ita. 
11. Oh María, obtenednos de Jesús la salud del cuerpo, si así conviene al alma, pero aseguradnos la salvación eterna. 
12. Oh Virgen pía,
da ayuda fuerte
al alma mía
ante la muerte.
13. Santa María,
tu auxilio fuerte
da al alma mía
ante la muerte.
14. Quien tarda en darse a Dios, está en peligro de perder el alma. 
15. Ruego cada día por usted, rece usted también por la salvación de mi alma. 
16. Los niños son la delicia de Jesús y de María. 
17. Si hacemos el bien, encontraremos el bien en esta vida y en la otra. 
18. En el Paraíso se gozan todos los bienes eternamente. 
19. Oh María, sed la salvación mía. 
20. El mayor enemigo de Dios es el pecado.
21 (en francés). Que Dios le bendiga y que la Santísima Virgen sea su guía en los peligros de la vida.
22. Quien protege a los pobres, será generosamente recompensado por Dios en su divino tribunal.
((864)) 23. íDichosos los que se entregan a Dios en el tiempo de la juventud!
24. Hijitos míos, no perdáis el tiempo y el tiempo no os perderá a vosotros para la eternidad. 
25. Date et dabitur vobis. 
26. Que Jesús sea vuestro guía en los peligros hasta el cielo. 
27. Quien protege a los huérfanos, será bendecido por Dios en los peligros de la vida y protegido por María en la muerte. 
28. Cuántos querían entregarse a Dios y se engañaron porque les faltó el tiempo. 
29. Al fin de la vida, se recoge el fruto de las buenas obras. 
30. Que Dios bendiga y recompense a todos nuestros bienhechores. 
Fin de Página: 729 


VOLUMEN XVIII Página: 729 

31. íQué gran recompensa tendremos por todo el bien que hagamos durante la vida! 
32. Dios nos bendiga y nos libre de todo mal. 
33. Al pensar en Dios presente, haz que el labio y que la mente sigan del cielo la vía, oh Virgen santa María. 
((865)) 34 1. Et cognovi quod non esset melius nisi laetari et facere bene in vita sua (Y comprendí que el único bien del hombre es alegra 
y pasarlo bien en su vida). (Ecl 3, 12). 

35. No confíe en mis oraciones, sino en las de nuestros huérfanos, que son protegidos de un modo particular por la Santísima Virgen 
Auxiliadora. Dios bendiga y recompense abundantemente a todos nuestros bienhechores. 
36. María te otorgue su santa bendición y te defienda del peligro en la vida y en la muerte. Así sea (A Viglietti, siendo estudiante). 
37. Adde quotidie scientiam scientiae, virtutem virtuti, et Dominus dabit tibi mercedem magnam nimis (Añade cada día ciencia a la cienc 
virtud a la virtud y el Señor te dará una gran recompensa). (A Carlos Viglietti, siendo clérigo, en su día onomástico, 1884.) 
38. Ayúdame como hijo y yo siempre te querré como padre y rezaré mucho para que un día puedas volar al cielo acompañado de las alma 
salvadas por ti (A don Carlos Viglietti sacerdote, en su día onomástico, 1887). 
XIII 

Memorándum del cardenal Cagliero 

Aureos consejos sacados de los recuerdos y del ejemplo de nuestro Venerable Padre don Bosco, y presentados al personal dirigente, doce 
y educador en las casas y misiones de Patagonia. 

I. Qui praesunt, ideo praesunt ut prosint (Los que mandan, háganlo de tal forma que les aproveche también a ellos) (S. Agustín). El que e 
arriba, está allí para ayudar al que está abajo. 1.° Considérese cada uno responsable del cargo que se le ha confiado, y piense en la cuenta q 
ha de dar de su gestión a Dios y a la Congregación. 2.° La previsión, la vigilancia y la diligencia sean nuestras compañeras inseparables en 
sabia dirección de la casa, colegio o clase y de su recta administración. 3.° La vida común, la oración ((866)) el trabajo y el sacrificio: ésas 
las prerrogativas y el privilegio de nuestra superioridad y de nuestra nada envidiable dignidad. 
II. Exemplum dedit nobis ut sequamur vestigia ejus (Nos dio ejemplo para que sigamos sus huellas). (San Pedro) 1.° Como el del Ven. d 
Bosco, sea nuestro trato, siempre y con todos, noble, culto y benigno, sin aspereza, vulgaridad ni malignidad. 2.° Nuestro hablar sea siempr 
dulce, gracioso y prudente, y no punzante, inculto y 
1 En una tarja o señal del Breviario del Siervo de Dios. (Nota del secretario). 
729 

violento. 3.° Y nuestra actuación sea también muy reservada: sin ira, con franqueza y sin propasarse. 

III. Apparuit benignitas Salvatoris nostri erudiens nos (Apareció la benignidad de nuestro Salvador, enseñándonos). (San Pablo). 1.° 
Conviene tener corazón de padre más que cabeza de superior. 2.° Procuremos hacernos amar más que temer. 3.° Sepamos hacernos obedec 
sin mandar. 
IV. Charitas non agit perperam (La caridad no obra perversamente). 1.° No nos precipitemos para corregir. 2.° Seamos dulces y no áspero 
al amonestar. 3.° No se humille ni se mortifique nunca a los subalternos. 
V. Si vis amari, esto amabilis (Si quieres ser amado, sé amable). (San Juan Crisóstomo). 1.° No conviene ser muy rigurosos al pretender 
obediencia y la observancia ordinaria: lo mejor es enemigo de lo bueno. 2.° Sepamos compadecer y disimular los defectos y el carácter de 
nuestros hijos. 3.° No se hagan prensiones hasta no estar en calma, con el ánimo tranquilo y el corazón en paz. 
VI. Discite a me quia mitis sum (Aprended de mí que soy manso de corazón). (San Mateo). 1.° El nerviosismo en los Superiores es mal 
compañero y peor consejero. 2.° La mansedumbre, la paciencia y el perdón sean el distintivo de nuestra autoridad. 3.° La palabra mueve, e 
ejemplo atrae. 
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VOLUMEN XVIII Página: 730 

VII. Labia tua lac et mel, et eloquium tuum dulce (Tus labios, leche y miel, y tu hablar, encantador). (Cánt.). 1.° La oración nos hace 
acogedores y prudentes. 2.° La dulzura nos hace agradables y amables. 3.° La bondad nos hace amigos y apreciados. 
VIII. Magis docendo quam iubendo, magis amando quam minando. Nec aspere, nec duriter; si quid minarum, cum dolore, ne nos ipsi in 
nostra potestate sed Deus in nostro sermone timeatur (Más enseñar que mandar, más amar que amenazar. Ni áspera, ni duramente; si hay q 
corregir, sea con dolor, para que no nosotros, sino Dios sea temido, a través de nuestras palabras). (San Agustín). 1.° El celo vaya siempre 
acompañado por la dulzura, de forma que las mismas amenazas resulten amables en nuestra boca. 2.° Téngase siempre presente que no es 
posible corregir el pecado ni al pecador con modales ásperos, con dureza o con impetuosidad. 3.° Cuando es menester emplear las amenaza 
el rigor, hágase de mal grado y con pena, demostrando pesar interior para manifestar de este modo que no se quiere infundir temor persona 
de la misma autoridad, sino del Señor a quien se ofende. 
((867)) Poscenda fides, ut vincatur mundus cum suis erroribus, cum suis amatoribus, cum suis tortoribus. (Hay que pedir fe, para vencer 
mundo, con sus errores, con sus partidarios, con sus verdugos). (San Agustín). 

Finis scientiarum est, ut aedificetur fides, ut honorificetur Deus, ut componantur mores, ut haurientur consoiationes, ut animae salventur 
finalidad de las ciencias es que se magnifique la fe, que Dios sea honrado, que las costumbres se remodelen, que broten los consuelos y que 
las almas se salven). (San Buenaventura). 

Charitas fraternitatis maneat in nobis (El amor de hermanos permanezca en vosotros). (Carta a los Hebreos). 

San José de Costa Rica, 23 de marzo de 1912. 

» JUAN, Arzobispo 

XIV 

Retractación pública del canónigo Chiuso 

El día de María Auxiliadora, 24 de mayo de 1891, después del solemne pontifical en el Santuario, S. E. David de los Condes Riccardi, 
Arzobispo de Turín, quiso que su carroza se encontrara junto a la sacristía para poder ir inmediatamente al Arzobispado. Yo, que estaba 
encargado de atender la antesala de don Miguel Rúa, me acerqué a la carroza para besar el anillo del amadísimo Arzobispo, pero en realida 
para saber cuáles eran sus intenciones. 

Apenas me vio, me indicó por señas que me acercara: 

-Diga a don Miguel Rúa, me advirtió, que voy al arzobispado para recoger a una persona que me espera y que tenga preparado un puesto 
más en la mesa. 

Avisé enseguida a don Miguel Rúa, el cual se quedó un poco extrañado, pues no podía imaginar quién sería el compañero de S. E. 

Y he aquí que, al cabo de una media hora, llegó la carroza del Arzobispo, que bajó de la misma y se dirigió directamente a la antesala de 
don Miguel Rúa, seguido de un venerando sacerdote. 

Abrí la puerta de par en par y el Arzobispo entró y abrazó efusivamente a don Miguel Rúa. 

-Traigo conmigo, dijo, a un sacerdote a quien hace tiempo no ve, pero cuya presencia aquí, en el día de hoy, le será muy grata. 

No oí más. Cerré la puerta; fueron todos a comer y yo también me dirigí a mi refectorio. 

Después de la comida, me encontré con el queridísimo ingeniero Rodolfo Sella. Estaba más alegre que de costumbre. 

-Hoy, me dijo, he tenido una de las más grandes satisfacciones que se pueden experimentar en esta vida. Antes de levantar los manteles, 
brindó S. E. con elevadísimas palabras por el prodigioso desarrollo de la Congregación Salesiana que, bajo la iluminada y firme dirección d 
don Miguel Rúa, sigue las huellas apostólicas de don Bosco, superando toda dificultad y concluyó diciendo: «Tengo inmenso gozo al 
presentar en este día, dedicado a María Auxiliadora, y en esta solemne reunión, al reverendo canónigo Chiuso, el cual pretende cerrar un 
período muy espinoso que ha durado demasiado tiempo, y demostrar con los hechos su gran adhesión y su gran aprecio a don Bosco, al 
dignísimo sucesor don Miguel Rúa, y a toda la Congregación Salesiana». 

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VOLUMEN XVIII Página: 731 

((868)) Tomó la palabra el reverendo Chiuso, dentro de un religioso y conmovedor silencio, e hizo una sentida y digna retractación de su 
actuación durante la dolorosa contienda, que por largos años sometió a dura prueba la santidad de don Bosco, y arrancó lágrimas de 
satisfacción a todos los presentes. Pero el que más contento estaba era don Miguel Rúa, que veía, una vez más todavía, exaltada la virtud de 
don Bosco. Abrazó con afecto al reverendo Chiuso y corrió al Santuario a dar gracias a María Auxiliadora. 

Turín-Valsálice, 10 de enero de 1937-XV. 
Doy fe. 
MELCHOR MAROCCO, Pbro. 
731 
XV 
Mi primera confesión general con don Bosco 
Era el año 1882. En agosto llegó el P. Bosco a San Benigno Canavese para los Santos Ejercicios de los novicios y hermanos. El P. Direct 
Don Julio Barberis nos avisó y nos animó a confesarnos con don Bosco, proponiéndonos hacer, los que tuvieran deseo o necesidad, la 
confesión general. Yo que había entrado en San Benigno en abril de ese mismo año, determiné aprovechar, aunque ignorara en aquel enton 
los dones que el Señor le concedía. Me preparé lo mejor posible y me presenté. Mis primeras palabras fueron: -Padre, hace unos cinco mes 

que entré, en el Colegio, y desearía hacer mi confesión general para estar más seguro. 

-Muy bien, me dijo el Padre. »Estás preparado? 

-Creo que sí, contesté, he hecho cuanto he podido para hacer el examen de conciencia. 

-Bien, bien, dime, »deseas decir tú los pecados o quieres que yo te diga los que has cometido? 

-Mejor me los diga Vd., estaré más conforme. 

-Muy bien »cómo te llamas? 

-G. Z. le dije. 

-»Cómo? 

-»No puedo comprenderlo bien?, »cómo? 

-G. Z. 

-Tú lo ves, no puedo comprender, repítelo. 

Y siguiendo así me hizo repetir el nombre unas siete u ocho veces. Entonces me vino la idea de hacerme conocer de otra manera. 

-Vea, Padre, le dije, soy el sobrino del Cura Párroco del Sagrado Corazón en Roma, don Cagnoli. 

-Ah, comprendo, ahora sé quién eres. Pues, mira, tú has hecho el tal pecado en tal lugar, con tal compañero. 

((869)) -Es verdad, Padre. 

De esta manera me dijo todos los pecados con pelos y señales, circunstancias de lugar, tiempo y compañía. Me dijo que la 1.ª Comunión 
había hecho bastante bien, pero que habría podido ser mejor y terminó la letanía, a la que siempre tuve que contestar: -Sí, Padre, es verdad. 
Añadió: 

-Ya no tienes nada más, quédate tranquilo; ahora procura portarte así y asá, haz esto y aquello, y estarás contento. No recuerdo si me hab 
de mi porvenir, creo que no, porque no me hizo ninguna impresión. Lo que tengo en confuso fue que creo me dijo: -Veremos lo que es cap 
de hacer este hijo de Dios. 

En los seis años que pasé entre S. Benigno y Turín, volví a confesarme con don Bosco unas dos o tres veces, pero nada de particular. Cre 

Fin de Página: 732 


VOLUMEN XVIII Página: 732 

haber sido el último de los jóvenes del Oratorio que le besó la mano, aún vivo, a las 8 de la noche del 31 de enero de 1888. 
Cuanto expongo es la pura verdad. 

P. ZACARIAS GENGHINI Salesiano en Chile 
732 
XVI 

Testimonio sobre el «Gris» 

No es preciso añadir ningún testimonio de hechos referentes a los orígenes de la Obra de don Bosco. Este, sobre el famoso perro Gris, lo 
refiere el salesiano don Juan M. Aliberti, actualmente inspector en Magallanes. 

En vísperas de partir para Turín el año 1920, el P. Víctor Durando, misionero en Magallanes, me encargó de llevar un saludo a un herman 
suyo, don Felipe Durando, distinguido sacerdote turinés. 

Llegado a Turín, fue mi primer cuidado ir a visitar a dicho sacerdote en compañía del P. Mayorino Borgatello. 

Don Felipe, que vivía en los altos de una casa en vía S. Martino, nos recibió con exquisita cortesía y nos ofreció una copa de vino genero 
Entre tanto nos decía cómo por su avanzada edad había conseguido del Cardenal Arzobispo de Turín el privilegio de celebrar en su propia 
casa, pues apenas podía caminar. 

El venerando sacerdote nos habló con mucho afecto de don Bosco, a quien había conocido y tratado familiarmente. Habiendo caído la 
conversación sobre el perro «Gris», nos dijo: 

-Yo alcancé a conocer ese animal misterioso; he aquí cómo. Un día, habiéndome encontrado don Bosco en la calle de la Consolata despu 
de mediodía, me convidó a almorzar con él en el Oratorio, a lo que accedí de buen grado. Como llegamos tarde, hubimos de comer solos. 
Mientras conversábamos, al levantar la vista vi de repente al lado de don Bosco al perro gris que lo miraba y meneaba la cola como ((870)) 
esperando alguna cosa. También don Bosco fijó sus ojos en el animal y diciéndole: -Muy bien, Gris, te has portado siempre bien con don 
Bosco-, le dio un pedacito de pan. El perro lo olfateó y no lo comió. Tomó entonces don Bosco el pedazo de pan, lo empapó en el jugo de l 
comida y nuevamente lo ofreció al perro, el cual por segunda vez se rehusó a comerlo. 

-Ya comprendo, dijo entonces don Bosco, ya comprendo, Gris, lo que quieres decirme: don Bosco no puede recompensarte como mereces 
sino que esperas galardón mayor, de aquel que te lo pueda dar. 

Los dos comensales seguimos departiendo amablemente, haciendo caso omiso del perro. Acabado el almuerzo, no vi más al animal: habí 
desaparecido misteriosamente. 

JUAN M. ALBERTI 
Inspector salesiano de Magallanes 

XVII 

Para la historia de la iglesia de S. Juan Evangelista 

El Corriere Nazionale de Turín, en su numero del 9 de febrero de 1888, con ocasión de los funerales de don Bosco en la iglesia de San Ju 
Evangelista, publicaba el siguiente artículo: 
733 

Hoy, nueve de febrero, se celebran, como saben nuestros lectores, en la iglesia de San Juan Evangelista, los funerales por nuestro veneran 
don Bosco y, a continuación se dará la conferencia a los Cooperadores y Cooperadoras Salesianos. 

Conviene que nuestros lectores sepan algo de los muchos sacrificios, disgustos y penas que sufrió el piadoso sacerdote con motivo de est 
iglesia. 

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En aquel mismo lugar existía primeramente su Oratorio de San Luis, donde recogía centenares y centenares de muchachos. Después, al 
crecer y embellecerse extraordinariamente Turín, tuvo la idea de hacer la iglesia de San Juan Evangelista, como monumento a Pío IX, que 
tenía este nombre de pila. Don Bosco tropezó con impedimentos por todas partes. Una faja de terreno pertenecía a un protestante, y no era 
posible adquirirla por más proposiciones que se le hicieran, vinieran de donde vinieran. Se acudió finalmente a la razón de utilidad pública 
para obligar de este modo a aquel sectario a desistir de sus excesivas exigencias. 

Presidía el Ayuntamiento Luis Ferraris y el Gobierno Civil el conde Zoppi, que tenía ciertos asuntos con gente que después fue llevada a 
tribunal de lo criminal, y ni uno ni otro quisieron ver la utilidad pública, sino que, incluso con mala intención, favorecieron los intereses de 
protestantes, asegurando con normal respuesta al Ministerio, que nadie quería aquella iglesia. En consecuencia, no se habló más de ((871)) 
ello. Pero don Bosco era verdaderamente el tenax propositi vir (el varón incansable defensor de lo que se proponía), de quien hablaba 
Horacio, y, dispuesto a sostener las ruinas del mundo, no se arredraba ante ninguna dificultad, cuando la gloria de Dios o la caridad en favo 
del prójimo exigía su labor. Y aquí veía comprometido lo uno y lo otro. 

El Ayuntamiento y el Gobierno Civil le respondieron que su parecer era el de desistir, y el Ministerio de Obras Públicas le transmitía una 
respuesta idéntica. »Qué hizo entonces don Bosco? Recurrió al Consejo de Estado... Pero éste no recibió nunca su instancia y no pudo trata 
cuestión, aunque se previera que la decisión no sería distinta. Don Bosco había ido a Roma, si no nos equivocamos, a principios de 1876, y 
entre otros asuntos, estudiaba la manera de penetrar en las cosas secretas, y llegar a conocer el porqué de tanta oposición, por qué tanta gue 
Sabía que las cartas enviadas para transmitirlas al Consejo de Estado se decía que se habían perdido y que alguno tenía interés por dejarlas 
el olvido. Se buscaba la manera de cansar a don Bosco, aburrirlo y quitarle de la cabeza la idea de edificar la iglesia de San Juan Evangelis 

Un buen día llegó a saber que sus cartas, a pesar de los buenos servicios del ministro (Spaventa) de Obras públicas de dejarlo todo en el 
olvido, habían llegado al Consejo de Estado y que aquella mañana debía tratarse el asunto. Armóse de valor, y, con prudencia, procuró 
enterarse de quiénes eran los que habían de opinar. En cuanto supo el nombre de algunos fue a buscarlos a su casa, para recomendarles la 
cuestión. Entre otros encontró don Bosco a un buen romano, al que deseaba conocer hacía tiempo. »Quién podrá explicar los agasajos que 
hizo cuando se lo vio delante v que con aquella elocuencia sencilla persuasiva, le pedía su apoyo para algo tan bello y sagrado? Le favoreci 
el éxito y, dos tardes después, era el mismo Consejero de Estado quien se lo comunicaba. 

El que esto escribe se encontraba en la habitación de don Bosco cuando recibía, casi en el mismo correo, una carta de Roma y otra del 
Gobierno Civil de Turín. La de Roma procedía del Secretario de Estado y le anunciaba que el Santo Pío IX enviaba un donativo de dos mil 
liras para la iglesia de San Juan, y la de Turín, escrita por Zoppi y pasada por el Ayuntamiento, o viceversa, le comunicaba que el Gobierno 
734 

apreciaba como de utilidad pública la construcción de aquella iglesia y que, por tanto, se podía proceder a la expropiación forzosa. Contem 
al piadoso sacerdote contento y lleno de agradecimiento a Dios, que finalmente le había sacado de aquel lío. Tuve ganas de preguntarle cóm 
habían pasado aquellas cartas invita universa (sic.) (contra la voluntad de todos), al Consejo de Estado; y él, alzando los ojos al cielo, dijo q 
era obra de Dios que suele bromear en medio de los hombres. 

El apóstol amado, de quien era tan devoto el gran hombre de Dios, escuche las plegarias que hoy se hacen en su iglesia, monumento de a 
y de piedad, y si no estuviere todavía entre los elegidos en el cielo, lo haga entrar cuanto antes entre los bienaventurados. 

((872)) XVIII 

Historia interesante 

Todo lo que aquí se cuenta lo dejó escrito Lemoyne en borrador, con intención de hacer con ello un capítulo del volumen con que habría 
cerrado las Memorias Biográficas, si el Señor le hubiese dado tiempo para terminarlas. 

Don Bosco tenía mucha relación con el marqués Ignacio Pallavicini, el cual le había prometido una cantidad para socorrer la casa de 
Sampierdarena. Habiendo sabido algunas personas influyentes las intenciones del Marqués, empezaron a desaconsejárselo, diciéndole que 
era conveniente ayudar a un extranjero, a un piamontés, con preferencia a un genovés; que era preferible ayudar a una de las muchas obras 
existentes en Génova. Y así fue. El Marqués continuó su benévolo trato con don Bosco, pero no le dejó nada, después de muerto. 

Cuando don Bosco fue a Génova, se presentó a la Marquesa, su hija, que se había casado con el marqués Durazzo, y le había hecho hered 
universal de los bienes del padre, y le dijo: 

-Vengo a usted, señora Marquesa, para recordarle la intención de su padre de beneficiar a la casa de Sampierdarena. No tengo ningún 

Fin de Página: 735 


VOLUMEN XVIII Página: 735 

derecho, ni pretendo tenerlo. Pero me parece que usted podría de algún modo, como mejor le parezca, ayudar a aquellos pobres muchachos 

-Yo, respondió la señora con un tono un poco seco, sé que mi padre lo había pensado así, pero también sé que, después, modificó su prim 
voluntad. Creo que se trataba de unas cuarenta mil liras. 

-No pretendo nada, observó don Bosco; pero sé cierto que su padre, el Marqués, quería hacer algo en nuestro favor; no pido cuarenta o 
cincuenta mil liras, sino un pequeño socorro, dos o cuatro mil liras, para honrar la memoria del Marqués y porque la casa de Sampierdarena 

pasa muchos apuros económicos. 

-Yo, al menos por ahora, no puedo hacer nada por usted. 

-Usted es la dueña; pero le diré que, obrando así, ciertamente no se atrae las bendiciones de Dios y se acordará de ello. 

Ante aquella misteriosa amenaza, la Marquesa, herida en lo más vivo, soltó alguna palabra mordaz, la cual, si no podía ofender el amor 

propio de un santo, hería, sin embargo, el corazón de quien pedía caridad para los pobres. 

Salió don Bosco de aquella casa y la Marquesa ordenó que, si se presentara de nuevo, no se le dejase pasar. 
735 

Cuando don Bosco llegó a Turín, tomó una carta que le había escrito el marqués de Pallavicini prometiéndole acordarse de él en el 
testamento y se la envió: la carta no fue devuelta ni obtuvo respuesta. 

((873)) Desde aquel momento pareció que verdaderamente la desgracia se hubiera apoderado de aquella casa. Tras una serie de cosas 
desagradables y dolorosas, el marido se quedó ciego, vino después la división (divorcio) entre el hijo y la marquesa su mujer. El marqués 
Durazzo, su hijo, implicado en varias operaciones comerciales, y especialmente en los asuntos de la Veloce, había sufrido grandes pérdidas 
La marquesa se vio obligada a firmar una letra tras otra. Se trataba de cantidades enormes, de millones y millones, al extremo de que el 

notario, hombre muy experto en su profesión, le dijo un día que le presentaba para la firma una letra, de un millón, según creo: 

-Perdone, señora Marquesa, »pero usted sabe lo que firma? 

-Sí, lo sé, respondió. 

-Si es así, basta, concluyó el notario. 

Mientras tanto, se había visto en Sampierdarena la necesidad de comprar una propiedad del Marqués, lindante con el Hospicio, ya que, si 
otro se apoderaba de ella habría podido levantar edificios que dominarían nuestros patios y nuestra casa, con lo que nos imposibilitarían 
nuestra permanencia allí. 

Por esto era necesario inducir a la marquesa a vender. Encargóse de ello al señor De Amicis. Presentóse este señor un día a la Marquesa y 
llegado el momento oportuno, díjole que don Domingo Belmonte, director de Sampierdarena, se le había presentado, rogándole que se 
ocupara él de ello. 

-Yo, respondió la marquesa, no quiero tener ningún trato con don Bosco. 

-»Y por qué? 

-Porque don Bosco es una de esas personas que... 

Y empleó una de esas expresiones que indicaban no sólo frialdad, sino cierto menosprecio. 

-Pero, si me permite preguntarle, dígame: »en qué se basa para pensar tan siniestramente sobre don Bosco? 

Y la Marquesa le contó la conversación tenida con don Bosco. De Amicis escuchaba pensando, sin darlo a entender, en aquella profecía d 

don Bosco que era para la Marquesa una razón de desprecio. 

-Señora Marquesa, soy de opinión contraria a la suya, dijo De Amicis. Conozco a don Bosco, veo sus obras y no puedo admitir que don 
Bosco sea como usted me dice. 

-Pues bien; quédese usted con su opinión, que yo tengo la mía. 

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-Sí; pero vea que son muchísimos, por no decir todos los que conozco, los que piensan de don Bosco lo mismo que yo; mientras que uste 
no cuenta con ninguno o muy pocos que sean de su opinión. 

-Basta, no me hable más; no haré nada por don Bosco, interrumpió la marquesa. 

Y el señor De Amicis refirió a don Domingo Belmonte el fracaso de su embajada. 

Mientras tanto, sucedía la división del matrimonio. La Marquesa lo mandó llamar a su habitación, donde tenía la alcoba, que era magnífi 
Todos los muebles estaban dorados, de modo que aquello parecía un templo, ((874)) con candelabros, sedas, damascos, alfombras y objeto 
preciosos en abundancia. Estaba ella acodada sobre la escribanía y lloraba a mares. 

Entró De Amicis. Y la Marquesa le dijo:
-»Ve usted a qué punto hemos llegado?
-Señora, comprendo su inmenso dolor; tenga paciencia, pongamos las cosas en las manos de Dios: ahora no hay más remedio; tranquilíce


resígnese, pero yo querría sugerirle... 
-No me hable de don Bosco, se apresuró a decirle la Marquesa con un gesto como si dijera: «Diez pasos atrás, recuerda la distancia que h 

deti amí». 

De Amicis se retiró dispuesto a no volver más a ella, de no ser llamado. Y he aquí que quince días después le mandó llamar. 

Al ver De Amicis a la Marquesa tan obstinada, dijo finalmente a don Bosco, con quien se encontró un día: 

-íNo hay nada que hacer!, »sabe? 

-Sí, sí, respondió don Bosco: el contrato se hará, pero cuando yo no esté: y usted será el intermediario. 

De Amicis no olvidó la frase, aunque en aquel momento hubiera perdido toda esperanza. 

Mientras tanto caía enfermo don Bosco. Fue inmediatamente De Amicis a verlo y lo encontró muy mal. Al despedirse, le dijo: 

-Tengo que ir a Roma con la peregrinación italiana. Estoy obligado a ir y siento dejarle en este estado. Pero »volveré a verlo? 

E indicaba con sus palabras que temía no volver a verlo. 

-Vaya en paz, repuso sonriendo don Bosco. Esté tranquilo; me verá y asistirá a mi funeral. 

Ya le había dicho don Bosco a este señor, que era rico: 

-Usted está destinado a hacer mucho bien. 

Y otra vez, que le preguntaba si se salvaría, le respondió: 

-Sí, pero bajará casi al borde del precipicio y después se levantará y se salvará. 

De Amicis, pues, volvió a Génova y se presentó a la Marquesa a quien debía acompañar a Roma, y le dijo: 

-Vengo de Turín de visitar a don Bosco. 

-»Y cómo está? 

-Muy mal. 

-Pobrecito, lo siento. 

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Esta señora era de muy buen fondo y caritativa, pero tenía muchas prevenciones contra don Bosco. 

Fue a Roma y entró con De Amicis en los salones Vaticanos para la audiencia. Tan pronto como el Papa vio a De Amicis, y habiendo sab 
que había estado en Turín, le preguntó con urgencia: 

-Y bien, dígame, »cómo está don Bosco? 

De Amicis le dio las noticias y el Papa demostraba vivísimo interés por don Bosco. La Marquesa quedó sorprendida y dijo al salir a De 
Amicis: 

-íCuánto quiere el Papa a don Bosco! 

((875)) -Es así, señora Marquesa, no me extraña. El Papa sabe quién es don Bosco. 

Cuando De Amicis volvió a Génova, se apresuró a ir a Turín para ver a don Bosco, de cuya muerte se había enterado por los telegramas y 
los periódicos. Se cumplió con precisión la predicción. Llegó pocos minutos antes de cerrar el ataúd, pudo ver las facciones de su amigo, 
besar una vez más su mano y asistió a su funeral. 
737 

Don Miguel Rúa pasó los primeros meses del 1888 ordenando los asuntos materiales de la Congregación y regulando los derechos de 
sucesión con el gobierno, y dirigió después sus primeros pensamientos a la compra de la propiedad Durazzo, para liberar al Hospicio de 
Sampierdarena de una molestia que quizás no hubiera tardado en llegar, dado el continuo crecimiento de la edificación en aquella ciudad. 

Don Bosco, antes de morir, había interpuesto otras personas influyentes ante la Marquesa para inducirla a vender. Ella respondió, primer 
que quería vender aquel terreno como espacio para edificar. Después, que la cantidad mínima que exigía eran doscientos mil francos, a pag 
con acta notarial. Y se trataba de vender solamente una parte de aquel terreno. Finalmente, respondió a quien la importunaba que, si hubies 
querido vender no quería contratar más que con pacto de venta de toda la posesión. Pero la conclusión de la propuesta era siempre una 
negativa absoluta y dijo a quien le pidió una vez la razón: -Porque don Bosco promete pagar y después no paga. 

Finalmente don Bosco había hecho proponer a la Marquesa que fijase una cantidad, aun calculada a precio de afecto, porque él la pagaría 
sin falta. Don Bosco estaba dispuesto a pagar hasta trescientas mil liras. Decía: 

-Es un gasto necesario y la Providencia proveerá. 

La Marquesa no quiso saber nada de ello. 

Después de la muerte de don Bosco los asuntos de la Marquesa iban de mal en peor. La Veloce había costado por diversas causas grande 
gastos al Marqués su hijo. En la ciudad se hablaba y también se sabía de alguna posible quiebra. 

Llamó don Miguel Rúa a don Juan Marenco en los primeros meses de 1889 y fue éste a Turín, para ver la manera de inducir a la Marque 
aquella cesión. 

Examinada la situación de las cosas, se concluyó que era inútil tratar la cuestión por carta y que era mejor que don Juan Marenco se 
presentase personalmente a la Marquesa. Y así se hizo. Don Juan Marenco se hizo anunciar y fue recibido inmediatamente. Esto causó 
sorpresa, pues se decía que, aunque se hubiese presentado el mismo don Bosco en persona, no habría sido admitido. 

La Marquesa quedó encantada de los modales del director de Sampierdarena, a pesar de que comprendiese enseguida cuál era su finalidad 
Expuso don Juan Marenco la situación de la propia casa y dijo sin más que había ido a ella como a la persona de la que dependía el porven 
del Hospicio. 

((876)) -Mire, replicó la Marquesa: aunque yo no quisiese vender a don Bosco, sin embargo ya veía que, vendiendo a otros, habría arruin 
su Hospicio, y ya le he dicho al marqués mi hijo: -Pobres Salesianos, si vendiésemos a otros aquella posesión arruinaríamos para siempre e 
hospicio de San Cayetano y les obligaríamos a buscar un lugar en otra parte. No quise venderlo a don Bosco, pero tampoco lo habría vendi 
a otros. 

Don Juan Marenco le dio las gracias vivamente e insistió en su ruego. 

-Pero vea, respondió la Marquesa: en el estado en que nos encontramos y con las voces que corren de que estamos en bancarrota, si 
vendiésemos esa propiedad, se diría que la necesidad de dinero nos obliga a privarnos de ese terreno...; que ya habíamos empezado a vende 

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VOLUMEN XVIII Página: 738 

Esto alarmaría a nuestros acreedores y el nombre de mi hijo quedaría comprometido en la plaza. 

-No es el caso, observó don Juan Marenco, de que otros tomen como necesidad de vender, lo que sería una obra de caridad con nosotros. 
Todos ven, todos saben la necesidad que tenemos de aquel terreno, y, por tanto, no sería una ganancia sino un sacrificio por su parte. 
Convénzase, el Señor se lo recompensará abundantemente. 
738 

-Si es así, replicó la Marquesa, yo no tendría objeciones que hacer. Pero todo está en que mi hijo sea de mi parecer. Si él lo consiente, co 
espero, téngalo por hecho. 

Don Juan Marenco salió con el corazón muy satisfecho. 

La señora Marquesa había realizado un cambio milagroso en un instante. Ella había expuesto años antes a su hijo la petición de don Bosc 
y, por tanto, le habló también de esta última. Mientras tanto, algunos especuladores, que se enteraron de estos pasos, presentaron varios 
proyectos al Marqués para la compra de aquel terreno. Estaban dispuestos a dar doscientas mil liras. Querían aprovecharse de la necesidad 
los Salesianos para obtener una ganancia de cincuenta o cien mil liras. Proyectaban empezar a echar los cimientos de un edificio de manera 
que, al ver los Salesianos que se edificaba de veras, y que pronto tendrían muy cerca inquilinos de toda clase, los cuales verían y oirían tod 
que se hacía en casa, habrían pagado cualquier cantidad para librarse de tal peligro. Y el jefe de todos ellos era uno con fama de buen catól 
que frecuentaba la iglesia y era muy del Papa y de la religión. 
Esta manera poco delicada no parece conformarse a los sentimientos religiosos que profesaba. El corredor manifestó a De Amicis este 
proyecto que tenía muy poco de generoso. 

Una mañana llamó el marqués Marcelo Durazzo a De Amicis y le dijo: 

-Venga, vamos a Sampierdarena al hospicio de San Cayetano. No me dejan en paz ni un momento con la cuestión de nuestra propiedad; 
calculo que son capaces de perseguirme mientras viva. Quiero librarme ya de este fastidio. Usted, que tanto terció como intermediario en e 
asunto, tenga la bondad de acompañarme. 

((877)) De Amicis subió el coche ya preparado y, contento interiormente, fue a Sampierdarena. Entraron en el Hospicio y se encontraron 
bajo los pórticos con don Juan Marenco que recibió al Marqués con toda cortesía y le hizo visitar los talleres, las clases, los dormitorios. To 
le gustó al Marqués y quedó muy contento. Subieron después a la terraza sobre los pórticos y se pararon casi frente a la habitación de don 
Bosco. 

Al llegar allí, volvióse el Marqués a don J. Marenco y le dijo: 

-»Y ése es el terreno que necesita? 

-Sí, señor; mire, diez metros hacia aquí a partir de aquellas columnitas que sostienen aquella pérgola. 

-Muy bien; hagamos, pues, el contrato. Cincuenta mil liras ante notario. 

-Señor Marqués, muy agradecido. 

-Pero dígame, señor director: »por qué sólo quiere comprar esa parte de la finca? »No podría comprarla toda? 

-íSeñor Marqués! Eso sería ciertamente fantástico, pero comprenda que no sabría dónde encontrar el dinero; hasta cierto punto puedo lleg 
pero más, no. 

-Acepte, acepte, añadió De Amicis. 

-Cómprelo todo... Sólo le pido otras cincuenta mil liras, a pagar a plazos en varios años, en el día que fijemos, replicó el Marqués. 

No sé si don Juan Marenco llegó a oír las últimas palabras. Sintió desvanecerse, por un instante sus ojos perdieron la visión y se apoyó en 
barandilla para no caer. El Marqués le contemplaba, mientras dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. 

Cuando don J. Marenco volvió en sí de aquel desvanecimiento, el marqués Marcelo continuó: 

-Pero, como buenos negociantes, es preciso que arreglemos los asuntos normalmente. »Qué me da en prenda? 
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-Señor Marqués, respondió con agilidad mental don J. Marenco: »qué prenda puedo darle? Una sola. Iré un día a comer con usted en Peg
-Muy bien, venga con todos sus muchachos.
Se dieron la mano y se despidieron. El Marqués y De Amicis volvieron a subir al landó.
-Señor Marqués, le dijo De Amicis; verdaderamente ha hecho una buena obra consolando a los Salesianos. Estoy seguro de que no le


faltarán las bendiciones del Señor. íQué contento estará don Bosco! 

Al oír estas palabras, un estremecimiento sacudió al Marqués y dos lágrimas, más gruesas que las primeras, se asomaron a sus ojos. 

-Nunca le he visto llorar y no creo que en su vida haya derramado una lágrima, decía De Amicis. 

El Marqués se mostró lleno de extraordinaria alegría aquel día y la manifestaba de múltiples maneras. 

Llegó mientras tanto el día fijado para la comida en Pegli. Todos los muchachos, con su banda de música, subieron al vapor. Fueron 
recibidos con gran regocijo. Había una opípara comida preparada para ellos. Las mesas dispuestas en un lugar amenísimo del magnífico 
jardín, famoso en todo el mundo. El Marqués y la Marquesa se sentaron con don J. Marenco y todos los muchachos. Fue un día hermosísim 
La misma Marquesa estaba tan cambiada que parecía haber profesado siempre todo su afecto a los Salesianos y a sus muchachos. 

Llegó finalmente el día del contrato. De Amicis parecía algo contrariado, por no haber sido invitado a asistir. Cuando he aquí que apareci 
el Marqués: 

-Señor De Amicis, tenga la bondad de venir a pasar el día con nosotros. Así estará presente al contrato, para el que tanto ha trabajado, y a 
mismo tiempo hará de testigo. Su nombre figurará en la escritura notarial, que perpetuará este acontecimiento. 

Y De Amicis, la mar de contento, le acompañó. 

Don Juan Marenco había llevado las cincuenta mil liras. Leyó el notario el acta y, cuando llegó el punto de las cincuenta mil liras a pagar 
plazos, repartidos en diez años, el Marqués se volvió a don J. Marenco y le dijo: 

-Ea, ya puedo hacer cuenta de que nunca me serán pagadas estas cincuenta mil liras, porque ustedes no las tienen, mas no importa. Pero 
entiendo a toda costa que el primer plazo, en el día que corresponde, venga el señor Director a pagarlo. 

Con esto indicaba que su intención era la de favorecer en cuanto a lo demás. 

Y se firmó el contrato. Así se cumplieron las palabras que don Bosco había dicho a De Amicis: -«El contrato se hará cuando yo no esté y 
usted será el intermediario». 

Pero el Señor bendecía aquel mismo día al Marqués de un modo grande. Se había arriesgado a una operación financiera que le salió bien. 
Con las ganancias pagó todas sus letras y las canceló por valor, según se dice, de casi ocho millones y le quedó en caja una ganancia limpia 
un millón trescientas mil liras en oro. 
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