Memorias Biográficas de San Juan Bosco vol 13
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((13)) 

CAPITULO I 

DON BOSCO EN ROMA DURANTE EL PRIMER MES DE 1877 

DOMINGO Savio había dicho a don Bosco en el sueño de diciembre del año anterior: 

-«íSi supieses por cuántas vicisitudes tendrás todavía que pasar!» 

El año 1877, cuya historia nos disponemos a narrar, fue para el Siervo de Dios una sucesión de angustias y de sinsabores que sembraron 
de punzantes espinas su camino, ya bastante arduo de por sí, comenzando por el asunto de los Conceptinos, que determinó su ida a Roma; 
diremos de él aquí lo puramente necesario, y dejaremos lo demás para otro capítulo. 

El Beato salió para Roma el día primero del año nuevo por la noche. Le acompañaban el secretario don Joaquín Berto, el sacerdote 
destinado a la dirección de los Conceptinos don José Scappini y un tal Florencio Bono, natural de Biella, aspirante a coadjutor, que iba 
destinado a Albano. 

Don José Scappini desempeñaba el cargo de prefecto en el colegio de Lanzo, cuando el Beato escribió a su Director en estos términos: 

Queridísimo Lemoyne: 

El Padre Santo me ordena que vuelva a Roma lo antes posible con un salesiano por lo menos para quedarse allí después de mi regreso. 
He consultado y he rezado si debía elegirte a ti o a don José Scappini; ((14)) pero veo que, al presente, tu ausencia indefinida trastornaría 
y podría comprometer la suerte del colegio. Así pues, será don José Scappini. Avísale y preparad todo para que le sustituya en el cargo el 
reverendo Porta, en el plazo de catorce días. A más tardar el día primero del próximo enero zarparemos por ferrocarril rumbo a Roma. 

«Andando per la strada si aggiusta la somada» (Yendo de camino se ajusta la carga del pollino). El Padre Santo nos dirá lo que hay que 
hacer y, con la ayuda de Dios, lo haremos. Se trata siempre del asunto de los Conceptinos. Bastará que don José Scappini se encuentre en 
el Oratorio un día antes. 

Mi más cordial saludo para todos los salesianos y alumnos del colegio de Lanzo: diles lo mucho que los quiero en el Señor, y que rezo 
por ellos. Les deseo unas felices pascuas y buen año nuevo. En llegando a Roma pediré al Padre Santo una bendición especial para ellos. 
Añade que Dios nos prepara mucho trabajo, muchas almas para 
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conquistarle en Australia, en la India, en China y que, por esto, necesito que todos crezcan en edad, ciencia y virtud y lleguen pronto a ser 
grandes e intrépidos misioneros para convertir al mundo entero. 

Dios os bendiga a todos. Créeme en Jesucristo 

Turín, 18 de diciembre de 1876. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Con la salida de don José Scappini de aquel colegio se pudo palpar con evidencia el efecto del método educativo enseñado teórica y 
prácticamente por don Bosco. Los muchachos lloraban y se produjeron escenas conmovedoras. Y eso, a pesar de que don José Scappini 
no era en modo alguno un superior de manga ancha, que por su carácter tendía a la severidad, y que, en razón de su cargo, debía 
desempeñar los papeles odiosos. A pesar de ello, se pudo ver en aquella circunstancia lo mucho que los alumnos le querían. Un superior 
que exige el cumplimiento del deber, templando el rigor de la disciplina con la caridad y la dulzura, se gana siempre el corazón de los 
muchachos. 

Los viajeros llegaron a Roma, después de un viaje felicísimo, a eso de la una y media de la tarde del día siguiente. El señor Alejandro 
Sigismondi, como de costumbre, los llevó a su casa. Después de la comida, don Bosco fue, en compañía del señor Alejandro, al palacio 
Caffarelli para visitar a monseñor Fiorani, comendador del Espíritu Santo, al tiempo que el secretario y don José Scappini ((15)) iban a 
hospedarse en el Hospital. Don Bosco se hospedó en casa del señor Alejandro. 

Don Joaquín Berto nos presenta en su diario muy escuetamente toda una serie de actuaciones que nos dan la impresión de que el Siervo 
de Dios aprovechó de veras el tiempo durante el mes de su estancia en Roma. Ciertamente nos gustaría saber algo de lo que hizo y dijo en 
sus muchas visitas a prelados, en las recepciones de personas amigas, y en las conversaciones con hombres distinguidos, eclesiásticos y 
seglares; pero, puesto que no se nos pone a la mesa más abundante banquete, contentémonos con las migajas. 

Tras la primera visita de cortesía, el Beato conferenció varias veces más con monseñor Fiorani, a quien normalmente acompañaba su 
auditor. La conversación giró ante todo en torno a la manera de cómo incorporar los Conceptinos a los Salesianos o al menos uniformar 
las constituciones de los unos con las de los otros. Después, hizo Monseñor que se escribieran las conclusiones que debían servir de base 
y las envió a don Bosco, para que «exanminándolas con calma» pudiese ver 
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si respondían enteramente a sus puntos de vista e hiciese sus advertencias, donde fuere menester. 

Por estos indicios se vislumbra que las bases acordadas en noviembre del año anterior ya no contaban nada. 

Don Bosco le entregó sus observaciones el domingo 7 de enero. El 13 hubo otra reunión en la que, como escribe el secretario, «se 
terminó salvando, sólo aparentemente, los pensamientos del Padre Santo», por lo que el Beato escribió al señor Comendador esta carta. 

Excelencia Reverendísima: 

Durante los días transcurridos he estudiado la marcha del estado actual de los Conceptinos y me he podido convencer de que mi buena 
voluntad no puede llegar al fin que V. S. se había prefijado, de acuerdo con los venerados deseos del Padre Santo. 

Si al llegar a Roma se hubiese ejecutado inmediatamente el primer proyecto, quizás hubiéramos encontrado los ánimos mejor 
preparados. 

Ahora existe tal disparidad y contrariedad de criterios que a mí no me resta por hacer más que el humilde ofrecimiento del servicio 
estrictamente religioso, siempre y cuando esta prestación sea del soberano agrado. 

((16)) Don José Scappini dirá personalmente lo que fuere del caso. Yo tengo que ir a Albano y a Ariccia para dos días y estaré de vuelta 
el próximo jueves. 

Siempre satisfecho de poderle servir, etc. 

Roma, 15 de enero de 1877. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Pío IX, a quien don Bosco mismo había informado de la marcha de las negociaciones, quiso ver esta carta en una audiencia concedida a 
monseñor Fiorani. El Prelado se la presentó. El la tomó, la leyó y exclamó: 

-íPobre don Bosco! Ya es mucho que quiera tomar la dirección espiritual de los Conceptinos. El hace todo lo que puede; pero decidle 
que quiero hacerle un buen regalo. 

Con estas palabras quería hacer comprender el Papa que don Bosco no ambicionaba el gobierno de los Conceptinos, sino que se ofrecía 
a llevar esa carga por verse obligado a ello. 

Se convocó otra entrevista con los Conceptinos en presencia de monseñor Fiorani y del «maestro de casa o síndico», como ellos lo 
llamaban. Don Bosco expuso las disposiciones del Padre Santo, tal y como se las comunicaba Monseñor, esto es, que Monseñor mismo 
se ocuparía de la parte material y don Bosco de la espiritual. Pero es singular el hecho de que, aquella misma tarde, mandara el Papa 
llamar a monseñor Fiorani y, entregándole para don Bosco el regalo prometido, 
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la cantidad de veinte mil liras, le recomendara procurase que don Bosco tuviese lo espiritual y lo temporal en la dirección de los 
Conceptinos. Monseñor respondió: 

-Se hará de manera que vayan siempre de acuerdo ambas partes. 

Y añadió el Papa: 

-Decid a don Bosco que este regalo no tiene nada que ver con los Conceptinos y que espero hacer mucho más por su congregación. 

El Beato podía, por tanto, disponer a voluntad de la graciosa suma. 
Por lo cual escribió a don Miguel Rúa una cartita que no lleva fecha ni firma: 

«Recibirás un giro postal de veinte mil liras a nombre de José Rossi. Procura gastarlo cuanto antes, pero quede la mayor parte para el 
mismo Rossi, ((17)) si la necesita. No hace falta tomar nota de la procedencia». 

Rossi era el proveedor del Oratorio. La recomendación de gastarlo cuanto antes y la duda de si Rossi lo necesitara, eran bromas de don 
Bosco. íDemasiado sabía él cuántas eran las deudas del Oratorio! 

Monseñor Fiorani había advertido por escrito a don Bosco la necesidad de hacer una visita al delegado o copatrono seglar del Espíritu 
Santo, añadiendo: «Si antes puede pasar por mi casa, tendré algo que sugerirle» 1. 

Resulta que don Bosco visitó en seguida al delegado, el cual le recibió cortésmente; pero no hay pruebas de que antes pasara a recibir 
las sugerencias. Veinte días después pasó a entrevistarse con el mismo señor, que de nuevo le recibió muy cortésmente y se ofreció a 
llevarle a casa de su sucesor en la delegación del Hospital. El nuevo delegado era el príncipe don Pablo Borghese, que, apenas vio al 
Siervo de Dios, le dijo: 

-Don Bosco me conoce desde que era un chaval; yo le ayudé a misa. 

Volvió de nuevo para ver al Príncipe con don José Scappini, antes de proceder a la elección del Capítulo de los Conceptinos; esperó al 
Príncipe, desde las once hasta las doce, pero el Príncipe no se presentó. 

Fue entonces a casa de monseñor Fiorani y se procedió a la formación del Capítulo con los nombramientos del superior general, del 
ecónomo, del superintendente de dormitorios en el Hospital y del encargado de los novicios. 

Pasemos ahora a hablar de las audiencias papales. 

1 Véase: Apéndice, Doc. N.° 1. 
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Don Bosco aguardó inútilmente durante toda la semana a que le llegase una invitación para ir al Vaticano. Se presentó allí el día 9 por 
la mañana. Apenas le vio monseñor Macchi, Maestro de cámara, en la antecámara del Papa, le dijo que no tenía audiencia. 

-Y, sin embargo, replicó don Bosco, necesito hablar con el Padre Santo. Los demás vienen por sus asuntos, pero yo vengo para asuntos 
del Padre Santo. 

En efecto, apenas introducido a su presencia, díjole el Papa: 

-Pero, don Bosco, »por qué esperar tanto para venir a hablarme? 

((18)) -Porque íes muy difícil llegar hasta su presencia! 

Entonces el Papa volvió los ojos al Maestro de cámara, como si quisiese preguntarle la razón. Don Bosco siguió diciendo: 

-Padre Santo, toda tardanza es fatal para nuestro proyecto. 

-Vamos a ver, concluyó el Papa. 

Y se quedó allí a solas con él. 

Don Bosco tuvo otra audiencia privada, a las cinco y media de la tarde del día 11, que duró casi media hora. Diez días más tarde, al 
anochecer, tercera audiencia privada y esta vez en circunstancias muy singulares. Hacía quince minutos que estaba el Beato esperando, 
cuando el Papa despidió a los cardenales que se encontraban con él, se acostó porque estaba muy resfriado, y mandó llamar secretamente 
al Siervo de Dios, al que recibió, acostado como estaba, y le dijo: 

-Don Bosco me pilla en la cama antes de hora. 

Se habló en seguida de los Conceptinos. Entre otras cosas dijo el Beato al Papa que él tomaría a su cargo únicamente la dirección 

espiritual. 

-No, tomadlo todo, contestó el Padre Santo. 

-Pero ya me he entendido así con monseñor Fiorani. 

-De ningún modo, replicó Pío IX; monseñor Fiorani no es el Papa. 

Al salir de allí, el Siervo de Dios parecía más aturdido que de ordinario ante cualquier accidente. Concentrado y silencioso iba bajando 
despacio las escaleras. El secretario, que iba a su lado, no se atrevía a despegar los labios. Fueron a sentarse en la antesala del cardenal 
Simeoni, nuevo Secretario de Estado después de la muerte del eminentísimo Antonelli. El buen Padre miró fijamente a su compañero y, 
con voz vibrante por la emoción, le dijo: 

-El Padre Santo está acostado; su cama es tan baja y pobre como la de nuestros muchachos. No tiene ni una alfombra en el suelo donde 
apoyar los pies al descalzarse. El pavimento es de baldosas, tan gastadas 
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y desconchadas, que hay que andar con cuidado para no tropezar. Por eso, mientras yo me acercaba, el Padre Santo, que sabe que soy 
((19)) corto de vista, me dijo: 

-Venid despacio; pasad por aquí, que ahí hay un tropiezo. 

Don Bosco escribió sobre esta singular audiencia en términos muy singulares a don Miguel Rúa el día siguiente, 22 de enero: 

«Fíjate bien; el Papa estaba en cama, indispuesto y no recibía ninguna audiencia. Sólo recibió al jefe de los golfillos de la calle, y le 
hice compañía unos tres cuartos de hora». 

En la primera audiencia el Papa le sorprendió con una broma que nos da pie para aclarar la actitud de don Bosco con respecto a una 
salebrosa quaestio (peliaguda cuestión). Frecuentemente la agudeza mental de Pío IX le sugería ciertas ocurrencias, condimentadas de 
sabrosa ironía, y que encerraban saludables amonestaciones. Así, pues, dijo a don Bosco: 

-»Os habéis enterado ya de que tenemos once mandamientos? 

Don Bosco hizo un ademán de sorpresa y siguió diciendo el Papa: 

-Quien diga que están prohibidas las obras de Rosmini, peca gravemente. Pero este mandamiento se hizo sin mi conocimiento. »Qué 
decís vos a esto? 

-Yo, contestó don Bosco, creo que por lo menos no obligará, ímientras Vuestra Santidad no lo haya aprobado! 

-Sin embargo, siguió diciendo el Papa, lo han hecho sin contar conmigo en Turín. 

Con esta salida quiso el Papa aludir a una amonestación publicada en el calendario diocesano de Turín. La Sagrada Congregación del 
Indice, el 20 de junio de 1876, en carta dirigida al Arzobispo de Milán, donde había vuelto a encenderse la controversia a favor y en 
contra del filósofo de Rovereto, había renovado el precepto «de guardar el más riguroso silencio en torno a la cuestión de las obras del 
escritor Antonio Rosmini, no siendo lícito aplicar censura en materia religiosa y relacionada con la fe y la sana moral de las obras de 
Rosmini y de su persona, quedando únicamente libertad para discutir solamente en escuelas y libros, y dentro de los debidos límites, las 
opiniones filosóficas y la manera de explicar algunas verdades teológicas». 

Así decía textualmente el mencionado rescripto. 

Apelando a esta disposición, ((20)) dicho calendario comentaba: «Por consiguiente, pecan gravemente contra el decreto pontificio, 
promulgado por la Sagrada Congregación del Indice, los que califican de peligrosas las obras de Antonio Rosmini, a las que se refiere el 
Dimittantur, pronunciado por Pío IX el 3 de julio de 1854». 
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En apoyo de esta aserción se alegaba la autoridad de monseñor Ferré, Obispo de Casale, el cual había escrito, en una carta del 26 de 
abril de 1876 ad Praepositum N. N.: 

«Hace ya más de veinte años que hago enseñar las teorías rosminianas en las clases del Seminario, y he obtenido los más felices 
resultados, tanto por el lado de la ciencia como por el de la piedad». 

Nosotros nos hacemos una primera pregunta: »qué pensaba realmente don Bosco sobre las teorías del gran filósofo de Rovereto? Don 
Bosco, a quien no se le escapaba nada de todo lo que podía interesar a la Iglesia, miró siempre la gran cuestión más por el lado práctico 
que por el especulativo. Hay toda una colección de anécdotas entre él y el Obispo de Casale, que nos revelan muy bien su íntimo sentir. 

Este Prelado, verdaderamente docto y piadoso, profesaba una especie de culto por Rosmini y su filosofía; no se considere como falta de 
respeto afirmar que estaba prendado de él. 

Don Bosco, que veneraba en Rosmini la santidad del sacerdote, no compartía ni en una mínima parte aquel entusiasmo por su sistema 
filosófico. El Obispo, que quería con delirio a don Bosco, intentó en más de una ocasión entablar discusión con él para arrastrarlo a 
simpatizar con sus ideas o siquiera para sacarle algún juicio favorable a la escuela de su corazón. Don Bosco, para evitar el peligro de 
tener que contradecirle, se escabullía siempre cambiando diestramente de conversación. Sólo una vez, hallándose entre la espada y la 
pared, se libró del asalto con estas palabras: 

-Mire, Monseñor, yo no soy filósofo y por tanto no estoy en condiciones de sostener con usted una disputa de este género; pero lo que 
ciertamente sé es que pretender demostrar, como sostienen los rosminianos, la existencia de Dios a priori, es imposible; por consiguiente, 
la idea innata del ente cae por sí misma. 

De ordinario ((21)) se escabullía, acudiendo a algún recurso para escapar de la dificultad. Así, por ejemplo, una vez, mientras el Obispo 
disparaba la andanada de sus razones filosóficas contra los que afirmaban que Rosmini no era seguidor de santo Tomás, don Bosco, que 
vio entrar en la habitación a don Juan Bautista Francesia, le dijo sonriendo: 

-Estupendo, llegas a tiempo; oye lo que me dice monseñor Ferré. Yo no entiendo nada de todo esto; son cosas que me hacen dormir. 
Puede que tú entiendas algo. 

Otra vez habíale invitado el Obispo a comer en su palacio de Casale. Se sentaban también a la mesa los canónigos y don Juan Bonetti y 
don José Bertello. Apenas se acomodaron, saltaron los elogios 
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de las doctrinas rosminianas. Don Bosco callaba; los canónigos asentían; alguien tiró de la lengua a don José Bertello, que guardaba 
prudentemente silencio. Era éste un estudioso de temas filosóficos y enseñaba filosofía. Terció el Obispo volviéndose a él, que, sin 
rodeos y con toda franqueza, según su carácter, se declaró antirosminiano. Se encendió una vivísima disputa; el buen Obispo mantenía la 
lucha y no comía. Para cortar la cuestión se rogó a don Bosco que diera su parecer. 

-Sí, sí, que hable don Bosco, insistió también el Obispo. 

Don Bosco rompió el silencio y dijo: 

-Mire, Monseñor; yo no entro en las razones intrínsecas de ninguna de las partes. Si me lo permite, haré una sola observación. »Se 
alegraría un obispo, si supiera que los clérigos de su seminario tienen una opinión contraria a la suya? Pues bien, yo considero que todo el 
clero del mundo es, con respecto al Papa, como un vasto seminario. »Y podrá el Papa estar conforme con que su clero o cierta parte del 
mismo sostenga principios que él no acepta, y vaya propugnándolos? Advierto, además, que hay que guardar mucha deferencia al Papa, 
aun como doctor privado, y que es conveniente adherirse a su manera de pensar. Así es como acostumbran portarse los buenos hijos con 
su padre. 

Los presentes se maravillaron, el Obispo no añadió palabra y la polémica terminó. 

Por la tarde el Rector del Seminario le felicitó por aquella respuesta, que ((22)) él mismo había tenido muchas veces intención de darle, 
pero que nunca había tenido ánimos para ello. 

Pero honra mucho a monseñor Ferré que esta divergencia de opinión nunca le hiciera perder ni un adarme de su afecto y aprecio a don 
Bosco, ni el deseo y la solicitud de favorecerle y agradarle en cualquier circunstancia. 

Si en alguna rara ocasión habló don Bosco sobre el rosminianismo, sólo lo hizo en vista de los tristes efectos que producía entre los 
eclesiásticos aquel acaloramiento de polémicas enconadas, pero nunca dijo una palabra que sonara a menosprecio de la persona de 
Rosmini. Y lo que él apreciaba en el abate Rosmini, no era su sistema filosófico, pues se declaraba incompetente para opinar sobre él, 
sino la santidad del hombre y del sacerdote. 

He aquí con qué palabras declaró el alto concepto que de él tenía: 
«El abate Rosmini se dio a conocer como docto filósofo al escribir sus obras, pero se mostró filósofo profundamente católico en la 
sumisión al juicio de la autoridad religiosa. Mostró ser coherente consigo mismo; 
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y que el respeto que se profesa a la Cátedra de Pedro consiste en hechos y no en palabras 1. Rosmini unía la profundidad de la ciencia con 
la firmeza y humildad del buen católico 2. No recuerdo haber visto a un sacerdote celebrar la misa con tanta devoción y piedad como 
Rosmini. Se veía que tenía una fe vivísima de la que procedían su caridad, su dulzura, su modestia y su gravedad exterior» 3. 

((23)) Hay una segunda pregunta, que no la hacemos nosotros, pero que otro la hizo personalmente a don Bosco: 

-»Por qué, le preguntó un día confidencialmente el secretario, por qué don Bosco se interesó tanto ante Pío IX para hacer nombrar al 
canónigo Gastaldi, obispo de Saluzzo primero y después arzobispo de Turín, aun sabiendo que era partidario de la escuela rosminiana y 
que había pertenecido a la Congregación de los Rosminianos? 

Don Bosco, según dejó escrito el secretario, contestó: 

-Mira, el canónigo Gastaldi me aseguró varias veces que había abandonado el Instituto de la Caridad, porque algunos de sus miembros 
no profesaban suficiente sumisión y afecto al Papa y me aseguraba también que había renunciado a ciertas ideas liberales, que había 
profesado y defendido antes de hacerse rosminiano. Además de esto, yo tenía todos los motivos para creer que nos favorecería siempre 
con largueza. Pero, ahí tienes, tan pronto como llegó a arzobispo de Turín, cambió radicalmente. Hízose defensor del rosminianismo, 
favoreciendo en público y en privado a sus partidarios y oponiéndose a nosotros, porque don Bosco no le quiso secundar en esta su 
opinión. Y don Bosco, enemigo de contiendas, lo sufrió todo antes que romper con él, manteniéndose siempre pasivo. 

Además se le hizo la misma pregunta otras muchas veces. En 1878, fue invitado a comer por los benedictinos de San Pablo con motivo 
de la fiesta de su Patriarca. Mientras se tomaba el café, oyó en silencio cuanto se dijo del Arzobispo de Turín, hasta que, preguntado a 
quemarropa 

1 Carta de don Bosco a don José Fradelizio, rosminiano, 5-XII-1849. Entonces el Beato no conocía aún personalmente al abate 
Rosmini; escribía esto cuatro meses después de haber sido puestos en el Indice dos conocidos opúsculos de Rosmini. 

2 BOSCO. Historia de Italia. Epoca IV, cap. XLVII. El padre Juan Bautista Pagani en su monografía Il Rosmini e gli uomini del suo 
tempo, pág. 257, n.° 1, escribe: «Sabemos de fuente segura que dos religiosos, que habían ido a visitar a don Bosco, intentaron 
convencerle de que debía quitar de su Historia de Italia aquellas palabras; contestóles el Venerable que no podía hacerlo, porque eran la 
pura verdad». 

3 Palabras que dijo don Bosco en los últimos años de su vida a don Vicente Tasso, religioso de la Misión, y después obispo de Aosta 
(carta de monseñor Tasso al padre Bernardino Balzari, Prepósito general de los rosminianos, 2 de febrero de 1909). 
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por el cardenal Bartolini, si había sido él quien le había propuesto para aquella sede, contestó: 

-Sí, Eminencia. Y ahora, por desgracia, estoy haciendo la penitencia por ello. 

Durante los primeros días de su estancia en Roma don Bosco visitó al Ministro de Instrucción Pública. Le llevó a ello un motivo 
importante. En los años anteriores se anunciaban exámenes extraordinarios para los que, no poseyendo la licenciatura, quisiesen obtener 
habilitación para la enseñanza en el bachillerato inferior y superior; pero esta oportunidad no era vista con buenos ojos por los profesores 
ordinarios ((24)) que habían tenido que cursar en la Universidad, ni por otros, a quienes no gustaba que disfrutara de aquella concesión 
una mayoría de docentes de las escuelas privadas, esto es católicas, de suerte que prevalecía la tendencia a abolirla para siempre. Don 
Bosco, repetidas veces y a intervalos, había logrado que personas privadas, educadores y directores de colegios de diversas partes de 
Italia, y especialmente sus clérigos, que no declaraban esta condición, enviasen al Ministerio centenares de instancias, invocando el 
beneficio de estos exámenes. Evidentemente cada uno pedía por su propia cuenta, aduciendo distintos motivos. Por dos veces había 
logrado el Beato alcanzar su intento; puesto que, como resultaba por las relaciones oficiales, el Ministerio, al ver que eran muchos los que 
imploraban el mismo favor, había creído oportuno remediar así las necesidades de muchos lugares y personas. 

Pues bien, el Siervo de Dios se había propuesto obtener por el mismo camino una nueva promoción de profesores. El honorable 
Coppino le dispensó toda suerte de atenciones. Don Bosco le expuso cómo la carencia de medios ponía a muchos jóvenes inteligentes en 
la imposibilidad de alcanzar un título académico frecuentando los cursos universitarios, y cómo no sólo los colegios privados, sino 
también los estatales, carecían de profesores aptos para desempeñar digna y legalmente el noble cometido de instruir a la juventud en la 
enseñanza media. Coppino alabó mucho las ideas de don Bosco y le rogó las escribiera haciendo una petición en toda forma. Don Bosco 
no se lo hizo repetir. En efecto, le dirigió enseguida esta instancia, pero fechándola en Turín. 

Excelencia: 

La gran solicitud con que V. E. promueve y sostiene los Institutos, cuyo fin es la educación e instrucción de la juventud, me alienta a 
suplicar un señaladísimo favor, apoyándome únicamente en la conocida clemencia y autoridad de V. E. Se refiere 
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este favor al Instituto llamado Oratorio de San Francisco de Sales. Sin más medios que los de la Providencia se pudieron abrir en 
Piamonte, Liguria y en la misma provincia romana, varias casas, todas ellas con el fin de proporcionar educación e instrucción a la clase 
pobre o menos acomodada de la sociedad civil. Esta caritativa institución fue ((25)) siempre bien vista por la autoridad escolástica que, n 
cesar, nos ha otorgado mucha benevolencia, teniendo en consideración nuestro afán por uniformarnos a las leyes públicas, lo mismo en 
cuanto a los programas de enseñanza, que en cuanto a los títulos académicos de los profesores. Pero ahora nos hallamos gravemente 
necesitados de maestros con título legal, especialmente desde que no hubo exámenes extraordinarios para los cursos secundarios. Por este 
motivo recurro a V. E. suplicándole tenga a bien conceder una convocatoria especial de estos exámenes para el Bachillerato Superior en 
la R. Universidad de Turín, como ya se concedió a los institutos docentes de la provincia romana con las circulares de 1.° de agosto de 
1874, 7 de enero de 1875, y 7 de agosto de 1875. 

En folio aparte figuran aquellos que, después de las prácticas realizadas, parecen preparados para tal examen, y son treinta. 

Con esta concesión V. E. proporcionaría un medio para cultivar la ciencia literaria a los examinandos que, como docentes públicos, 
podrán ganarse honesto sustento con su trabajo a la par que beneficiaría también grandemente a esta nuestra institución, que podría, 
además, suministrar algunos maestros a los seminarios menores de las provincias romanas que encarecidamente los piden. 

Por este favor y otros concedidos anteriormente, profesamos a V. E. sincera gratitud y pedimos a Dios le colme de sus bendiciones y le 
conserve largos años de vida feliz. Tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V.E. 

Turín. 6 de enero de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La instancia fue favorablemente acogida, las promesas fueron amplísimas y el Beato quedó convencido de haber dado en el blanco. 

Pero ícuál no fue su desilusión, cuando se publicó el decreto, con fecha 10 de mayo, y vio que se imponían tales condiciones que de sus 
treinta candidatos muy pocos estaban preparados para disfrutar de la concesión! 

En efecto, se requería tener treinta años de edad y seis de ejercicio en la enseñanza, o veinticinco de edad y un título de docencia 
elemental o técnica. Además, una nota ministerial del 31 de julio imponía a las autoridades escolásticas, a quienes correspondía, la 
rigurosa observancia de dichas disposiciones. A pesar de las apariencias, el ministro Coppino siempre se opuso a don Bosco y al 
Oratorio. 

El 16 de enero por la mañana fue el Beato Padre ((26)) a Albano, donde le esperaban sus hijos con los brazos abiertos. Se hospedó en el 
convento de los carmelitas, residencia de los hermanos de Albano, 
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a los que se unieron aquellos días los de la vecina Ariccia. Según su costumbre, al día siguiente visitó personalmente a las autoridades 
eclesiásticas y civiles, esto es, al Vicario General de Albano, al Arcipreste y al Alcalde de Ariccia. Pasó la tarde con los suyos, 
alegrándoles, dice don Francisco Varvello que estaba presente, con las conversaciones más amenas del mundo, como si hubiese olvidado 
por el camino todas sus preocupaciones. El tercer día hizo el ejercicio de la buena muerte con toda la comunidad. Fue a saludar al alcalde 
de Albano, visitó un local que querían entregarle para colegio y volvió hacia la Ciudad Eterna. 

Aquí siguió con sus visitas a los miembros de las Sagradas Congregaciones. Presentó por primera vez el informe trienal sobre el estado 
de la Pía Sociedad, de acuerdo con la Constitución apostólica Romani Pontifices: ciento sesenta y tres profesos perpetuos y setenta y 
ocho trienales; ciento veinte novicios; setenta y nueve aspirantes; ochenta y nueve sacerdotes. El Capítulo Superior estaba formado por: 

Rector: JUAN BOSCO, Pbro. 

Prefecto: Miguel Rúa, Pbro. 

Director Espiritual: Juan Cagliero, Pbro. 

Ecónomo: Carlos Ghivarello, Pbro. 

Consejero Escolástico: Celestino Durando, Pbro. 

Consejero: Antonio Sala, Pbro. 

Para ocupar el puesto de don Juan Cagliero ausente, como director espiritual o catequista general, el Beato había determinado llamar a 
don Juan Bonetti; pero no pudo relevarlo todavía de la dirección del colegio de Borgo San Martino. Don Carlos Ghivarello, anteriormente 
Consejero, sucedía como Ecónomo general a don Francisco Bodrato que había salido para América; don Celestino Durando, antes simple 
Consejero, asumía la dirección general de las escuelas salesianas, y añadía ((27)) a su título el calificativo de «escolástico»; entraba a 
formar parte del Capítulo Superior, como Consejero, don Antonio Sala y así sustituía a don José Lazzero, convertido en vicedirector del 
Oratorio. Don Julio Barberis, Maestro de novicios, figura únicamente como Consejero en el Capítulo local del Oratorio. De las casas se 
hablará en otro lugar. 

Desde el Oratorio llegáronle a don Bosco cartitas firmadas por los novicios y por los aprendices, con fervientes expresiones de 
homenaje para el Vicario de Jesucristo, y el Papa se dignó oír su lectura. Llegáronle también las calificaciones de los alumnos de cada 
curso, 
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que habían obtenido sobresaliente de conducta al fin del primer trimestre. 

Hacia últimos de enero llegó a Roma el Arzobispo de Turín con el Rector del Seminario. Fueron huéspedes de los rosminianos. Hemos 
de hablar aquí de este hecho en razón de los comentarios que este viaje suscitó en los diarios, que publicaban lo que se sabía y lo que no 
se sabía, pero que se imaginaba, y envolvían en sus habladurías también a la persona de don Bosco 1. 

Todos estaban de acuerdo en afirmar que monseñor Gastaldi había ido a Roma para presentar al Papa su dimisión de arzobispo de 
Turín. Estaban también acordes al aducir los motivos de aquel paso que, más o menos diluidos, se reducían sustancialmente a dos, a 
saber, que Monseñor estaba enemistado con el Vaticano por las advertencias que había hecho al clero en torno a no censurar la vida o la 
doctrina del abate Rosmini, y que estaba enemistado con don Bosco, que impunemente trastornaba la administración de la Archidiócesis. 
El famoso Fischietto publicó una caricatura de don Bosco, con los arreos de gladiador, en ademán de descargar un puñetazo contra el 
Arzobispo y derribarlo a sus pies. El abogado Menghini, que a la sazón defendía a monseñor Gastaldi en una causa espinosa de ((28)) 
derecho canónico, escribía, después de la salida de don Bosco de Roma, en estos términos, a propósito de las habladurías de la prensa 
diaria: «Lo que dicen los diarios en torno a la renuncia del Arzobispo no tiene fundamento alguno. Supongo que algún papel de los de mi 
defensa haya llegado a algún periodista y lo haya aprovechado para hacer unos dineros. Me refiero a la página treinta y siete en la que se 
lee: Por eso ya he presentado dos veces al Padre Santo mi vivo deseo de retirarme de este puesto, donde tengo las manos atadas no sólo 
por el poder civil, sino también por la autoridad eclesiástica. Por lo demás, estoy convencido de que el Arzobispo jamás renunciará 
espontáneamente» 2. 

Por entonces no leían periódicos en el Oratorio más que algunos superiores y lejos de las miradas de los otros; sin embargo llegó algún 
eco de aquel jaleo, sobre todo porque no faltaron diarios católicos o moderados que, por defender los principios religiosos o por 
represalia de partido, habían escrito alabando al Siervo de Dios. Por esto un día hubo quien, en la conversación, le pidió que les dijera 
algo de todo aquello, pero él cambió de conversación. 

1 Véanse, por ejemplo, la Gazzetta del Popolo de Turín, del 31 de enero y del 4 de febrero; La libertà de Roma, 2.ª edición del 30 de 
enero; y varios más. 

2 Carta de monseñor Menghini a don Joaquín Berto, 4 de febrero de 1877. 
32 

Fin de Página 32 


VOLUMEN XIII Página: 33 

Otro día le preguntaron de distinto modo. Algunos sacerdotes y clérigos, que le rodeaban, se pusieron a hablar de la fama mundial con 
que diarios de toda clase auroleaban su nombre, y le preguntaron por broma si él no se ensoberbecía por aquello. 

-»Enorgullecerme?, replicó don Bosco; eh, temo que el Señor me tenga que castigar por otros motivos, mas por éste no. íEstoy viendo 
que es tan poquito lo que yo pongo en nuestras empresas! Si no fuera porque es el Señor quien las quiere y pone a nuestro alcance los 
medios para ellas, nosotros las echaríamos a perder enseguida. Es tan pequeña. 
especialmente ahora, mi parte, que me maravilla mucho cómo el carro de la Congregación y tantas otras cosas comenzadas puedan seguir 
adelante. 

Según es nuestra costumbre, antes de seguir al Beato en su viaje de vuelta, ofreceremos aquí a los lectores por orden cronológico, y 
precedidas de alguna nota, unas cuantas ((29)) cartas, que escribió el Beato en Roma durante aquel mes de enero. Por cierto no están 
todas las que escribió, pero sí todas las que hemos podido recoger. 

1. A don Juan Bonetti 
Siempre que don Bosco se ausentaba del Oratorio, por un tiempo notable, discurría nuevos medios para estar presente entre sus 
muchachos y animarlos al bien. Este año, al enviar al Oratorio o a los colegios la bendición del Papa, escribió que el Padre Santo pedía 
una comunión a todos los alumnos; él, por su parte, pedía otra para sí mismo, a fin de que sus asuntos se desenvolvieran en Roma según 
sus deseos. El Vicariato Apostólico en el Malabar, del que aquí se habla, quedóse en un piadoso deseo del cardenal Franchi; la muerte de 
Pío IX, y los cambios que sobrevinieron, hicieron que no se pensase más en este proyecto. 

Mi querido Bonetti: 

Te envío una cartita para el clérigo Zemo y para Laureri. Creo, a juzgar por lo que afirman, en la esperanza de los frutos que prometen. 

Di a Vicente 1 que dé muchos saludos y felicite a su madre, pues el Padre Santo le envía una bendición especial. 

Envía también otra bendición especial para nuestros queridos muchachos, particularmente 

1 Vicente Provera era hermano de don Francisco y proveedor en el colegio de Borgo San Martino. El clérigo Tomás Laureri fue 
Inspector de las casas de Liguria y Viceprocurador. 
33 

Fin de Página 33 


VOLUMEN XIII Página: 34 

para los inscritos en el Clero infantil, en la Compañía de San Luis y en la del Santísimo Sacramento. 
Desea a todos Salud, Santidad, Sabiduría y heroica voluntad para ir a las Indias, donde hemos aceptado un Vicariato Apostólico con 
unos tres millones de almas.Encomiendo a todos que hagan una santa comunión por mí, que tengo muchos asuntos difíciles que tratar. Yo 

haré una oración particular por ellos sobre la tumba de san Pedro. 
Dios nos bendiga a todos. Amén. 
Saludos del señor Alejandro y de la señora Matilde. 
Roma, 9-1877. 
Vía Sistina, 104. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


((30)) 

2. Al señor Andrés Boassi 
Se cree que este señor era un agente secreto del Gobierno y, tal vez, incluso un masón convertido. Iba a menudo a visitar a don Bosco, a 
quien demostraba mucha veneración y confianza. El Siervo de Dios le trataba con mucha bondad para inducirlo, según solía, a pensar 
también en su alma. Las repetidas noticias acerca de las condiciones religiosas de Río de Janeiro, que le daban los misioneros, 
aguijoneaban cada vez más la caridad del Beato a hacer algo por el Brasil, donde reinaba el emperador don Pedro II, destronado por la 
revolución del 15 de noviembre de 1889 y fallecido en el destierro dos años después. 

Muy querido señor Boassi:
Empiezo por agradecerle el buen recuerdo que guarda de mí y de todo el pequeño mundo de Valdocco.
Hablamos muy a menudo de usted y esperamos que no se hará esperar mucho una visita suya.
Me alegra mucho el saber que tiene usted relaciones amistosas con don Pedro y su señora la emperatriz del Brasil. Si tuviese


oportunidad, sugiérales una de nuestras casas para aquel dilatado imperio. Creo que muchos pobres niños llegarían a ser buenos 
ciudadanos y que de otro modo acaban en la cárcel. Pero todo lo dejo a su prudencia. 
El terreno que ofrecería el señor Piano, ya no es vendible. Se va a construir allí una iglesia y ya han empezado las excavaciones. 
Dios le conserve y le conceda una vida feliz y créame siempre suyo. 
Roma, 10-1877. 
Vía Sistina, 104. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Fin de Página 34 


VOLUMEN XIII Página: 35 

3. A don Miguel Rúa 
En la fiesta de la Epifanía hubo en el Oratorio la primera función de teatro; a continuación seguirían las representaciones de cada 
domingo. Pero hacía unos años que el Beato no estaba muy contento de las representaciones dramáticas por los temas que se 
representaban y por la manera de representarlas. ((31)) Aquellas comedias grandiosas, aquel vestuario costoso, la ausencia de una 
moraleja, el cambio de horario, la cena de los actores después de la función, la falta de un director de escena suficientemente enérgico y 
vigilante habían dado lugar a inconvenientes. Un día, en 1876, don Bosco llamó a los coadjutores Dogliani, maestro de música, y Barale, 
jefe de la librería, jóvenes los dos de veintiocho años, buenos y competentes, se los llevó consigo por Turín y les expuso su pensamiento 
en estos términos: 

-El teatro no tiene el espíritu que yo deseo que tenga; por esto me ha parecido bien confiaros a vosotros dos la dirección. Deseo que se 
representen cosas sencillas y morales; pero, ante todo, que yo sepa previamente lo que se va a representar. 

Los dos coadjutores hicieron todo lo posible para secundar los deseos de don Bosco; pero les costaba Dios y ayuda reaccionar contra la 
corriente que la costumbre había introducido. Don Bosco llegó a suspender un drama titulado Los pobres de París, a pesar de haber sido 
repartidos ya los papeles. En esta carta insiste en que se vuelva a lo antiguo. 

Muy querido Rúa: 

Observa por favor el bendito teatro. Habla con don José Lazzero y haced por que sean desterrados los temas trágicos, los duelos, las 
palabras sagradas. Quizá pueda ayudaros Barale que, además, está de acuerdo con Dogliani. 

Mi talonario del ferrocarril puede enviarse a Sampierdarena, donde lo tomaré para ir a Turín. Si a las Hermanas les gusta el teatro, 
pueden ir. 

Con Sozzi proceded in Domino. Esta tarde vuelvo a una audiencia con el Padre Santo, 

Valete et gaudete in Domino, 

Roma, 11-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


4. Al mismo 
La carta no lleva fecha; pero está escrita después de la primera audiencia privada. La mención del Oratorio de Chieri merece ya una 
35 

Fin de Página 35 


VOLUMEN XIII Página: 36 

aclaración, puesto que habrá de hablarse de él bastante en ((32)) adelante. Los primeros que pensaron en don Bosco para la institución de 
un oratorio festivo en aquella ciudad fueron los Hermanos Apostólicos, asociación de sacerdotes seculares y regulares, que aunaban sus 
trabajos en favor de las almas. 

En una sesión del 18 de agosto de 1875, según las actas, hay, entre otras deliberaciones, la siguiente: «Se propone procurar la 
instalación de un oratorio festivo para los niños con la ayuda del muy reverendo don Juan Bosco, a quien se lo pedirán los muy 
reverendos canónigos Calosso y Menzio». 

A la espera de que don Bosco pudiese enviar a los salesianos, el reverendo Sona, ayudado por el padre jesuita Luis Testa, abrió el 1876 
una especie de oratorio en San Bernardino y el 1877 en San Miguel. 
Mientras tanto se preparaba el terreno para apresurar la llegada de los hijos de don Bosco. Para este fin necesariamente hubo que entablar 
negociaciones con la Curia de Turín; y de ahí la mencionada ocasión de la «prolija carta», a la que se refiere don Bosco. 

También pide algún comentario la bendición especial para don José Vespignani, enfermo. Era un novel sacerdote cuando entró en el 
Oratorio el 6 de noviembre de 1876, y en la Navidad siguiente don Bosco lo admitió a la profesión perpetua. Estando con su familia, del 
10 de agosto hasta septiembre, había expectorado sangre; en el Oratorio, después de la Epifanía del 1877, le volvió la tos con pérdida de 
fuerzas y dolores al pecho y a la espalda. Le enviaron a la casa de Alassio para recuperarse con su clima más suave, pero empeoró, se 
renovaron las hemoptisis y le obligaron a guardar cama. Como el aire de mar, según el parecer del médico, le perjudicaba, volvió a Turín. 
Al llegar a Bra, le acometieron unos violentos vómitos de sangre que le dejaron maltrecho. Los ataques se repitieron a intervalos hasta 
después de la Purificación, cuando el Siervo de Dios, que ya había regresado de Roma, fue a verle. 

-»Cómo estamos? le preguntó. »Se encuentra mejor? 

-íEh! contestó. Había pedido ir a América; pero ((33)) ya he ido y vuelto. Y ahora me preparo para el viaje a la eternidad. 

-íNo, de ningún modo! Usted irá. 

Dicho esto, le bendijo. A partir de aquel día don José Vespignani comenzó a mejorar. Curóse, y aquel mismo año fue a América, donde 
trabajó incansablemente hasta 1922. Mientras escribimos, está en Turín donde ejerce el cargo de Consejero profesional del Capítulo 
Superior. 
36 

Fin de Página 36 


VOLUMEN XIII Página: 37 

Queridísimo Rúa: 

1. Comunica al señor A. Crida que se cumplió su encargo, que rece y yo rezaré, y esperemos. 
2. Puede hacerse la fiesta para el jueves de carnaval 1; pero cosas breves, que muevan a risa y no se prolonguen más allá de las cinco. 
3. En cuanto a la señorita Pozzi conviene esperar el testamento. Si ha dejado algo para nosotros, puede hacerse una función religiosa. 
4. Nuestro Arzobispo escribió una prolija carta, en la que da noticias de su salud, mostró agrado por el Oratorio de Chieri, etc. 
5. Coppino prometió dar muchas facilidades para el próximo examen de bachillerato. 
6. Dirás a don José Vespignani que he pedido una bendición especial para él al Padre Santo. Otra para todos los enfermos, y 
nominalmente para don Pedro Guidazio y para Toselli. 
7. Comunicarás la misma bendición a la abuela Teresa, a la señorita Cinzano, la señora Massarola, la señorita Mandillo, etc. 
(Sin firma y sin fecha) 

5. Al mismo 
El jueves 18 de enero, día del ejercicio de la buena muerte, se aplicó la comunión para don Bosco; el domingo siguiente para el Papa. 
«Las comuniones, dice la crónica en estas dos circunstancias, se hicieron con fervor y fueron numerosísimas». 

Queridísimo Rúa
Entrega estas cartas y si puedes léelas y entrégalas personalmente, especialmente la del señor Faia.
((34)) El Padre Santo nos otorgó un espléndido recibimiento; envía su bendición a todos los salesianos, novicios, aspirantes y alumnos.


Como está algo indispuesto por la tos, se encomienda expressis verbis a las oraciones de todos, especialmente para una santa comunión, a 
la que concede indulgencia plenaria. 
Para otro día más detalles. Dios nos bendiga a todos y considérame en el Señor, 
(Sin fecha) 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Caía el 8 de febrero. 

Fin de Página 37 


VOLUMEN XIII Página: 38 

6. Al mismo 
Sin fecha. La escribió en la semana anterior a la ida del Siervo de Dios a Albano; por consiguiente antes del domingo 14, ya que fue allí 
el martes 16. 

Queridísimo Rúa: 

1. Te envío algunas cartas para tu norma y la de Lazzero. 
2. Ve a mi cuarto y allí encontrarás, en la segunda casilla de la ía de mi escritorio, el Cattolico proveduto 1 (el de las Lecturas 
Católicas) interfoliado y corregido en diversos puntos para la reimpresión; allí mismo debe haber un cuaderno de hojas de papel de carta, 
donde se habla de la existencia de Dios, etc.; procura enviármelo. Idem si hay impresos o algo para imprimir en la Unità Cattolica, que 
nos concierna 2. 
3. Antes de salir, he hecho 3 una instancia al Ministerio de la Guerra y de Gobernación para alcanzar algo para el Oratorio. Si recibes 
alguna respuesta, envíamela enseguida para mi norma. 
4. Don Joaquín Berto ya habrá escrito sobre la buena acogida que el ministro Coppino hizo a nuestras peticiones. 
5. Dirás a don Pedro Guidazio que no haga el bobo y cuide mucho su salud con el descanso para que pueda trabajar mucho. 
6. Don José Scappini y don Joaquín Berto duermen y comen en el Santo Espíritu; yo estoy con el señor Sigismondi y trabajo para 
organizar la difícil situación de los conceptinos con los salesianos. 
7. En la próxima, Dios mediante, me daré una vuelta por Albano y, a mi regreso a Turín, pasaré por Magliano y por Florencia. 
((35)) 8. Dirás a nuestros hermanos y a todos nuestros queridos jóvenes que tengo entre manos muchos y muy importantes asuntos, por 
lo que necesito de sus oraciones. Ruégales que hagan una comunión según mi intención, y yo haré también por ellos una oración especial 
sobre la tumba de san Pedro. 

9. Dame noticias de la salud del Arzobispo y de nuestro querido Toselli. 
10. Puedes decir a Julio 4 que barra bien nuestra escalera y que recoja los trozos de papel esparcidos acá y allá. 
11. Saluda también a la buena abuela Teresa y a todas nuestras hermanas en Jesucristo. 
Dios nos bendiga a todos y tú considérame en Jesucristo 
(Sin fecha) 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Debe ser el Cattolico instruito, reimpreso en las Lecturas Católicas con el título: El Católico en el siglo.
2 La Unità Cattolica publicó en el número del 28 de enero una comunicación de Roma sobre el asunto de los Conceptinos.
3 Entiéndase desde Turín.
4 Julio Degiuli, barrendero.


Fin de Página 38 


VOLUMEN XIII Página: 39 

7. A don Juan Cagliero 
Entre los manuscritos hay, unido a esta carta, un papelito sin fecha, que repite cosas ya dichas aquí abajo, pero enriquecido con la 
siguiente posdata: «Llego en este momento de una audiencia con el Padre Santo, que de todo corazón envía su apostólica bendición a 
todos los salesianos de América, añadiendo: Recomendad de mi parte que vigilen con celo la observancia de las Reglas, speciatim vero 
sobre la moralidad, que en aquellos lugares está expuesta a continuos peligros». 

Mi querido Cagliero: 

A estas horas ya habrás recibido a nuestros queridos hermanos, que espero hayan tenido un buen viaje, aun cuando todavía no he 
recibido noticias suyas al respecto. Esta vez dejo todo lo demás. Te escribo sobre asuntos muy particulares. 

El Padre Santo nos hace dos propuestas, que yo he aceptado. Veamos ahora lo que puede hacerse. 

Un Vicariato Apostólico en la Patagonia y en Carmen, o en Santa Cruz, o en Puntarenas o, mejor todavía, un solo Vicariato que se 
extienda a los tres. Se podría comenzar con una casa de educación y seminario en Carmen, que comprendiese también a Patagones y 
Concepción; y mientras se consolida esta casa pensar en los otros dos sitios. Pero »y los medios? 

La Propaganda ayudará; la Propagación de la Fe idem; el Padre Santo todavía más; además, pensaremos y haremos también nosotros. 

((36)) »Y el personal? Todo tiene que ser harina de nuestro costal; y entre otros se me ocurre invitar a monseñor Ceccarelli a ponerse a 
la cabeza de esta empresa; tú puedes hablar directamente con él de este asunto. Verdad es que él tendría que ser consagrado obispo, pero 
podría tener el título parroquial y poner uno o más salesianos para hacer sus veces en San Nicolás. Pero, »y de don Juan Cagliero, quid? 
Iremos a asumir el Vicariato apostólico de Mengador 1 en las Indias, que tiene unos tres millones de almas. Eso me dice el cardenal 
Franchi; don Juan Cagliero, Vicario Apostólico, y don José Bologna, su Vicario General, etc. 

Entre los individuos que ya están y los que se van preparando habrá personal. Con facilidad pueden prepararse seis salesianos para la 
Patagonia, diez sacerdotes con diez catequistas para las Indias. El resto lo hará Dios. 

Como ves, yo preparo los hilos en la urdidora, ahora piénsalo tú, habla con M. Ceccarelli y aun con otros, y después me comunicarás si 
os sentís con ánimos para tejer la tela. 

El Padre Santo por su parte envía una bendición especial para todos los salesianos que están en América, para todos los aspirantes o que 
quieren serlo, pero de una manera especial para el señor Benítez, por quien pido a Dios largos años de salud y vida feliz. 

Todavía no he podido llegar a una conclusión sobre el precio del terreno junto a la iglesia de la Misericordia 2; espero que esté 
arreglado para primeros de febrero, 

1 Léase Mangalore. 

2 Véase volumen XII, pág. 229. 
39 

Fin de Página 39 


VOLUMEN XIII Página: 40 

cuando vuelva a escribirte; el cónsul parece muy bien dispuesto, pero es genovés y muy astuto para los negocios. 

Participarás a todos los salesianos que la Congregación adquiere fama en Europa, crece el número, y aumentan las peticiones de 
fundaciones, y creo poder decir que también aumenta el, fervor individual. Todo lo verás por el catálogo, que recibirás con el próximo 
correo. »Y en América cómo van? 

Para tu norma, he escrito siempre el primero y el día 15 de cada mes, pero parece que muchas cartas se hayan extraviado. 

Escribo también una carta al señor Arzobispo, notificándole el deseo del Padre Santo de que se haga una prueba en la Patagonia y 
acerca de la utilidad de una carta suya al Presidente de la Propagación de la Fe en Lyon. 

Deus nos benedicat et in sua pace custodiat et ad vitam perducat aeternam. (Dios nos bendiga y nos guarde en su paz y nos lleve a la 
vida eterna). 

Roma, 14-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. S. Si no has visto todavía a monseñor Roncetti, estará con vosotros cuanto antes. Es el encargado de tratar los asuntos de la Iglesia en 
Brasil. Pasará por Buenos Aires para ver la situación de los salesianos; tratará ((37)) también con el Arzobispo sobre la posibilidad de 
avanzar hacia los Pamperos y Patagones. Es benévolo con nosotros; y yo he puesto mi granito en la balanza para que fuera elegido para 
esta misión. A su regreso le harán Cardenal, cosa que él ignora, y que tú puedes insinuarle cuando le veas 1. Conviene que el Arzobispo 
esté informado de todo. Espero todavía noticias positivas de Montevideo, para comunicaros «el todo» de la bendición del Padre Santo. 
8. A José Buzzetti 
No podemos adivinar por qué le llama «Romualdo»; probablemente es una de las bromas habituales de don Bosco, relacionada con 
alguna frase de la carta aquí mencionada o con alguna circunstancia personal. Es el mismo Buzzetti, de quien Lemoyne escribió dos 
hermosas páginas en el quinto volumen de las Memorias Biográficas (pág. 373-374). 

Mi querido Romualdo: 

Me ha gustado tu carta y, como no había en ella ningún secreto, se la he hecho leer a diversos prelados que quedaron satisfechísimos. 

Sigue adelante, ánimo, Dios está contigo. Saluda de mi parte a toda tu escolanía 

1 Monseñor César Roncetti volvió del Brasil el 1.° de julio de 1878 por motivos de salud. En el cumplimiento de su misión se había 
granjeado el aprecio y afecto universal. 

Fin de Página 40 


VOLUMEN XIII Página: 41 

musical y diles que deseo oír un bonito concierto a mi regreso y les obsequiaré con un vasito de aquel que tú sabes. 

Dios te bendiga, mi querido Buzzetti; haz, o mejor, haced una santa comunión por mí. La próxima semana, Dios mediante, nos 
volveremos a ver. 

Considérame siempre en Jesucristo, 

Roma, 20-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


9. A monseñor Lorenzo Gastaldi 
Contesta a la carta, en la que el Arzobispo le hablaba del oratorio de Chieri. Con fecha 7 de enero el abogado Menghini, ((38)) al 
informar a su ilustre cliente acerca de la propia defensa en torno a una causa, que Su Excelencia tenía pendiente ante la Sagrada 
Congregación del Concilio, se había expresado en los términos siguientes: «Paréceme conveniente de momento, y por política, manifestar 
alguna deferencia hacia don Bosco, que es omnipotente con el cardenal Berardi, uno de los jueces de la Sagrada Congregación del 
Concilio. Por lo cual le ruego por gran favor haga remitir la carta aquí incluida a don Bosco» 1. En la carta a Monseñor falta la fecha; 
pero el Cardenal de Canossa aseguró que el encuentro, aquí mencionado, tuvo lugar el 14 de enero. 

Excelencia Rvma.: 

Con la máxima alegría he recibido la venerada carta de V. E. Rvma. que me resultó muy satisfactoria por las noticias que me da sobre 
la salud de V. E. tan deseada y pedida a Dios. 

Tan pronto como obtenga la audiencia del cardenal Berardi no dejaré de presentarle los saludos de parte de V. E., que no dudo le 
agradarán. Pero está algo indispuesto. En cuanto a Chieri haré lo que pueda para poner en marcha un oratorio para niñas y otro para 
niños; y me sirve de máximo aliento la aprobación y el apoyo de la autoridad eclesiástica. 

Mientras escribo llega monseñor Canossa, obispo de Verona, y me pide, lo primero, noticias de la salud de V. E. Se alegra conmigo de 
podérselas dar muy satisfactorias. Me encargó le presentara sus saludos: 

Está en Roma y querría eximirse del arzobispado de Bolonia para el que lo eligió el Padre Santo al nombrarle cardenal. Pero será difícil 
que el Padre Santo modifique su decisión 2. 

1 El original de la carta de Menghini está en poder del teólogo Franchetti de Turín. El de la carta de don Bosco a monseñor Gastaldi se 
encuentra en poder de los herederos del conde Carlos Cipolla, que fue profesor de historia en la Real Universidad de Turín. 

2 Pío IX lo nombró cardenal en 1877, pero le concedió siguiera en Verona, donde murió en 1900. 

Fin de Página 41 


VOLUMEN XIII Página: 42 

Pido a Dios que le conserve en perfecta salud al tiempo que tengo el alto honor de profesarme con la máxima veneración, 

De V. E. Rvma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((39)) 

10. A don José Bologna 
Casi todas las cartas que don Bosco escribía al Oratorio, se leían en público después de las oraciones de la noche. El Beato solía saludar 
por su nombre a alumnos y a hermanos. Don José Bologna, prefecto de los externos, estaba descontento por no haberse oído nombrar 
nunca. Al enterarse don Bosco, le envió esta graciosa poesía, en la que hace alusión particular al estudio de algunas lenguas, que el 
diligente salesiano había comenzado, pues deseaba ir a misiones; por cuyo motivo, en la carta a don Juan Cagliero, el Beato se lo 
designaba como Vicario General en las Indias. 

Querido Bologna: 

Tú, Bologna, te lamentas
porque aún no te he escrito,
y me acusas de delito
porque tu nombre olvidé.
Si es tan grande tu deseo,
escríbeme y tendrás
mi respuesta, y gozaras
mis palabras al leer.
Pero, »qué haces? »Hay dinero?
El español o el francés
el alemán o el inglés
»no te dejan sosegar?
Ceilán está preparada,
Mengalor espera ansiosa,
nadie piensa en otra cosa:
-Marcha a la tierra oriental.
Lleva contigo un buen grupo
de celosos misioneros,
que serán tus compañeros
y secuaces de Javier.


Fin de Página 42 


VOLUMEN XIII Página: 43 

De Javier... Mas ícuántas penas,
privaciones, sufrimientos!..
.
No temáis, un gran contento
en el cielo alcanzaréis.


Roma, 22-1877. 

Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

((40)) 

11. A don Julio Barberis 
Después de la muerte de don César Chiala se encargó a don Julio Barberis de preparar para la imprenta las cartas de los hermanos de 
América. 

Queridísimo Barberis: 

Te envío la carta de los misioneros. Mira a ver si conviene suprimir algunas citas, nombres ingleses, irlandeses, etc. 

Escribiré a los novicios para su saludo 1. Hace dos días que el Papa guarda cama; hoy está mejor. Me ha recibido acostado y estuve casi 
una hora haciéndole compañía. Dirás a los novicios que tengo preparadas para ellos serias empresas; y que las podrán llevar a término 
todas con salud, santidad y sabiduría. 

Saluda a Peretto 2 de mi parte y dile que tengo muy en cuenta su carta. 

Envíame citissime (a toda prisa) el decreto de la obra de María Auxiliadora. 

Dios nos bendiga; rezad mucho y considérame en Jesucristo, 

Roma, 23-1877. 

Afmo. amigo 

JUAN BOSCO, Pbro. 

12. A don Juan Branda 
Don Juan Branda era catequista de los aprendices. El 22 de junio había escrito el Beato a don Miguel Rúa, en la carta, de la que ya 
hemos traído más arriba dos períodos: «Ve a decir a los aprendices, mis queridos amigos, que he leído al Padre Santo la carta, que don 
Juan Branda me escribió acerca de ellos, y que quedó muy contento. Dijo varias veces: 

1 El saludo para presentar al Papa. 

2 El clérigo Carlos Peretto formó parte del primer grupo de Salesianos enviados a Brasil en 1883; fue allí Inspector, y murió en Ouro 
Preto en 1923. 

Fin de Página 43 


VOLUMEN XIII Página: 

Fin de Página 43 


VOLUMEN XIII Página: 44 

-Dios bendiga a esos mis queridos jóvenes; me consuelan mucho; 
rezaré por ellos; que sigan siendo buenos y recen por mí, que me voy acercando al ocaso». 

Queridísimo Branda: 

Las noticias que me has dado me han proporcionado una gran satisfacción. El Padre Santo escuchó la lectura de toda la carta, se quedó 
contento y envía a todos los aprendices una bendición especial. Dirás a ((41)) Arietti que también él está todavía a tiempo; la misericordia 
de Dios es grande, pero que no lo deje para más tarde. 
Espero que me consolará con un buen san Francisco. 

Mientras tanto di a todos que nunca los olvido en la santa misa, les agradezco las oraciones que han hecho por mí, y que en parte ya 
fueron escuchadas; que sigan y también ellos disfrutarán aun temporalmente. 

Saluda a todos de mi parte y créeme siempre en Jesucristo, 

Roma, 25-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


El 29 de enero, después de celebrar la misa en honor de san Francisco de Sales en la capilla privada del señor Alejandro, y tras 
despedirse de sus generosos huéspedes, don Bosco salió de Roma camino de Magliano. En la estación de Borghetto le esperaba el Obispo 
auxiliar del cardenal Bilio. Después de un corto trecho, encontró a los clérigos del seminario, y después a los alumnos internos y externos 
del colegio con sus maestros. Todos besaron la mano a don Bosco. El Siervo de Dios saludó paternalmente a todos y subió al coche del 
Obispo, con quien siguió hasta la ciudad. A poco se presentó en el palacio episcopal el alcalde, en compañía de una representación del 
Ayuntamiento, para darle la bienvenida. 

El 30 por la mañana devolvió la visita al alcalde, miembro de la familia Orsoli, y a la verdad algo arisco con los curas, pero, ganado por 
las palabras y buenas maneras de don Bosco, asistió a una fiestecita que le dedicaron los seminaristas con la lectura de algunas poesías. 
Después tomó el Beato la palabra y, haciendo honor a la tierra de los clásicos, donde se encontraban, les dio un clásico recuerdo, el 
mismo que dejó Agesilao al visitar una escuela, a saber: no hacer nunca nada de lo que tengamos que arrepentirnos después; hacer 
siempre algo que nos pueda ser útil en el porvenir. 

En el tercer día hicieron el ejercicio de la buena muerte los seminaristas y los muchachos. Por la tarde llegó el subteniente Graziano, de 
44 

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quien ya se habló 1, que se encontraba de guarnición en Viterbo. Organizó una veladita en la que hizo cantar el Huerfanito y 
Limpiachimeneas acompañado con la guitarra. 

((42)) Por fin el 1 de febrero, se despidió de los hermanos y amigos de Magliano y partió para Florencia. En esta ciudad se detuvo hasta 
el día 3 del mismo mes, hospedándose en casa de la piadosa y caritativa marquesa Uguccioni, aún profundamente afligida por la muerte 
reciente del esposo. 

En la mañana del 4 se encontraba en Turín, donde fue recibido en el Oratorio, como de costumbre, en medio del mayor júbilo. 

Dos días después de su llegada, el Siervo de Dios volvía a Roma en sueños; sueño profético que contó privadamente a los directores 
reunidos para las conferencias anuales. 

Ofrecemos el relato del mismo tal como lo escribieron inmediatamente después de oírlo, don Julio Barberis y don Juan B.tª Lemoyne. 

Hay que hacer notar que el Eminentísimo Cardenal Mónaco La Valetta, Vicario de Su Santidad, después de la muerte del Cardenal 
Patrizi, había rogado a don Bosco que enviase algunos salesianos a dirigir el Hospital de la Consolazione, que surge a poca distancia del 
Foro Romano. Aunque la escasez de personal era grande, don Bosco, siendo la primera vez que el nuevo Cardenal Vicario pedía un favor 
a la Congregación, deseaba ardientemente complacerlo. La noche del 7 de febrero, habiéndose retirado a descansar el Siervo de Dios, 
obsesionado con este pensamiento, soñó que se encontraba en Roma. 

Me pareció que me encontraba de nuevo en Roma; me dirigí inmediatamente al Vaticano sin acordarme del almuerzo, ni de pedir 
audiencia, ni de otra cosa alguna. Mientras me encontraba en una sala he aquí que llega Pío IX y se sienta a la buena de Dios y en plan de 
amigo en un sillón o canapé que estaba junto a mí. Yo, maravillado, intento ponerme de pie y rendirle los homenajes consiguientes; pero 
él no me lo permitió, sino que con la mayor premura me obligó a que me sentase a su lado, comenzando inmediatamente el siguiente 
diálogo: 

-Hace poco que nos hemos visto. 

-En efecto; hace pocos días, le contesté. 

-De ahora en adelante nos veremos con más frecuencia porque hay muchas cosas que tratar. Entretanto, decidme: »qué habéis hecho ya 
desde que partisteis de Roma? 

-Ha habido poco tiempo; se han reanudado varios asuntos que quedaron interrumpidos a causa de mi ausencia y después se pensó en lo 
que se podría hacer en favor de los Conceptinos. Mas he aquí que me llega una petición del Cardenal Vicario, rogándome que nos 
encarguemos de la dirección del Hospital de la Consolazione. Es la primera petición que nos hace dicho Cardenal y querríamos 
complacerle, ((43)) pero, al mismo tiempo, nos sentimos abrumados por la falta de personal. 

1 Véase volumen XI, pág. 104. 
45 

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-»Cuántos sacerdotes habéis mandado ya a los Conceptinos? 

Y entretanto me hizo pasear con él teniéndome de la mano. 

-Hemos enviado uno solo, le dije, y estamos estudiando la manera de poder mandar algunos más, pero no sabemos de dónde sacarlos. 

-Antes de atender a otra cosa, prosiguió el Papa, procurad atender al Espíritu Santo. 

Poco después el Padre Santo, erguido sobre su persona, con la cara levantada y como radiante de luz, clavó su mirada en mí. 

-íOh, Padre Santo!, le dije; ísi mis jóvenes pudiesen contemplar el rostro de Vuestra Santidad! Yo creo que quedarían fuera de sí por el 

consuelo. íOs aman tanto! 

-Eso no es imposible, replicó Pío IX. A lo mejor pueden ver realizado este deseo. 

Pero de pronto, como si se sintiese mal, apoyándose en una y otra parte se dirigió a sentarse en un canapé y después de haberlo hecho se 
tendió en él a lo largo. Yo creí que estuviese cansado y que quisiera acomodarse para descansar un poco; por eso busqué la manera de 
colocarle un almohadón un poco elevado para mantenerle la cabeza en alto; pero él no quiso, sino que, extendiendo también las piernas, 
me dijo: 

-Hace falta una sábana blanca para cubrirme de la cabeza a los pies. 

Yo lo miraba atónito y estupefacto; no sabía qué decirle, ni qué hacer. No entendía nada de cuanto sucedía. 

Entonces el Padre Santo se levantó y dijo: 

-íVamos! 

Al llegar a una sala donde había muchos dignatarios eclesiásticos, el Padre Santo, sin que los demás se diesen cuenta, se dirigió a una 

puerta cerrada. Yo abrí la puerta inmediatamente, para que Pío IX, que estaba ya cerca, pudiese pasar. Al ver esto, uno de los prelados 
comenzó a mover la cabeza y a decir entre dientes: 

-Esto no le corresponde a don Bosco; hay personas indicadas para realizar estos menesteres. 

Me excusé lo mejor que pude, haciendo observar que yo no usurpaba ningún derecho, sino que había abierto la puerta porque ningún 
otro lo había hecho para que el Papa no se molestase y tropezase. 

Cuando el Padre Santo oyó mis palabras, se volvió hacia atrás sonriendo y dijo: 

-Dejadle en paz; soy yo quien lo quiero. 

Y el Papa, una vez que hubo traspuesto la puerta, no apareció más. 

Yo me encontré, pues, allí completamente solo sin saber dónde estaba. 

Al volverme a uno y otro lado para orientarme, vi por allí a Buzzetti. 

Esto me causó grande alegría. Quería decirle algo, cuando él, acercándose a mí, me dijo: 

-Mire que tiene los zapatos viejos y rotos. 

-Ya lo sé, le dije; »qué quieres? Han recorrido ya mucho terreno estos zapatos, son los mismos que tenía cuando fui a Lanzo; ((44)) han 
estado ya dos veces en Roma; estuvieron en Francia y ahora están otra vez aquí. Es natural que estén en tan mal estado. 

-Pero ahora, replicó Buzzetti, es tiempo de que los deje; »no ve que los talones están completamente rotos y que lleva los pies por el 
suelo? 

-No te digo que no tengas razón, contesté, pero, dime: »sabes tú en dónde nos encontramos? »Sabes qué es lo que hacemos aquí? 

Fin de Página 46 


VOLUMEN XIII Página: 

»Sabes por qué estamos aquí? 
-Sí que lo sé. 
-Dime, pues; »estoy soñando o es realidad lo que veo? Dime pronto algo. 
-Esté tranquilo, replicó Buzzetti, que no sueña. Todo cuanto ve es realidad. 

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Estamos en Roma, en el Vaticano. El Papa ha muerto. Y es tanta verdad que cuando quiera salir de aquí encontrará grandes dificultades 
para lograrlo y no dará con la escalera. 

Entonces yo me asomé a las puertas, a las ventanas y vi por todas partes casas en ruina y destruidas y las escaleras deshechas y 
escombros por doquier. 

-Ahora sí que me convenzo de que estoy soñando, dije; hace poco he estado en el Vaticano con el Papa y no había nada de todo esto. 

-Estas ruinas, dijo Buzzetti, fueron producidas por un terremoto repentino que tendrá lugar después de la muerte del Papa, pues toda la 
Iglesia se sentirá sacudida de una manera terrible al producirse su fallecimiento. 

Yo no sabía qué decir, ni qué hacer. Quería bajar a toda costa del lugar donde me encontraba; hice la prueba, pero temí rodar a un 
precipicio. 

Con todo intentaba descender, pero unos me sujetaban por los brazos, otros por la ropa y un tal por los cabellos, con tanta fuerza que no 
me permitía dar un paso. Yo entonces comencé a gritar: 

-íAy, que me hace daño! 

Y tan grande fue el dolor que sentí, que me desperté encontrándome en el lecho, en mi habitación. 

El Siervo de Dios, aunque no se reservó para sí este sueño singular, prohibió a los Directores que hablasen de él, expresando así su 
parecer de que por de pronto no se le debía dar importancia alguna. Pero se comprobó de allí a un año, que no se trataba de un sueño 
ordinario; 
en efecto, en las primeras horas de la noche del 6 al 7 de febrero, el gran Pontífice Pío IX, después de una rápida enfermedad, entregó su 
bella alma al Señor. 
47 

Fin de Página 47 


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((45)
)


CAPITULO II 

EL ASUNTO DE LOS CONCEPTINOS 

DESPUES de la primera fase, abundante en buenas promesas 1, la cuestión de los Conceptinos se fue embrollando cada vez más. Hubo 
quien consideró como un grave desaire al clero romano acudir a la intervención de un sacerdote forastero para la dirección y 
reestructuración de un Instituto en la ciudad de Roma, como si no hubiese en Roma sacerdotes ni órdenes religiosas capaces de ello. 
Parecidas quejas llegaron a conocimiento del Papa reiteradamente y en forma casi oficial. 

A las oposiciones externas se añadieron dificultades y resistencias internas. La gestión del Instituto iba tan mal que las autoridades 
civiles querían quitar a los Conceptinos el Hospital del Espíritu Santo. El mismo príncipe Borghese, que era el delegado seglar, llegó a 
decir: 

-Me cuentan que don Bosco hace milagros; y yo no lo creo, pero, si arregla el asunto de los Conceptinos, sera el mayor de los milagros. 

Efectivamente reinaba allí un gran desorden. Algunos Hermanos no habían sido admitidos ni a la primera comunión; muchos no 
recibían los sacramentos hacía años; se iba perdiendo poco a poco toda idea de vida religiosa a pesar del habito que llevaban. Ademas se 
habían difundido tantas y tan malas voces en torno a don Bosco, que casi todos le tenían mucho miedo. 

((46)) Durante el mes de enero los visitó varias veces, les celebró la misa, comió en su compañía y así vio, oyó y habló; con la gracia de 
Dios parecía que todo estaba camino de arreglarse. La mayoría pidió enseguida confesarse y empezó a frecuentar los sacramentos. Pero 
quedaba todavía mucho por hacer; había que dar tiempo al tiempo y proceder con lentitud y cautela. De todos modos cuando el Padre 
Santo conoció los primeros resultados, quedó tan satisfecho y contento que casi no cabía en sí de gozo. 

Pero el pensamiento del desaire sacaba continuamente de sus casillas a algunos. Se presentó al Papa una comisión, introducida por un 
alto prelado, para sugerirle que confiase la dirección a los jesuitas. El Padre Santo, muy disgustado, observó bondadosamente que, si 
aquella 

1 Véase: Volumen XII, págs. 420 y sigts. 
48 

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mañana hubiese él enviado los jesuitas al Espíritu Santo, toda una turba de gente de la cáscara amarga habría revuelto el Hospital antes de 
cerrarse el día, pidiendo frenéticamente la expulsión de los Padres, y también se dignó añadir que, puesto que los salesianos habían dado 
una buena prueba, no se veía la necesidad de llamar a otros. 

-Id, dijo después al Prelado, y decid vos mismo a don Bosco que estoy contento de él; decidle que lleve él la dirección y que mande 
venir pronto a sus hijos. Es más; quiero que cada salesiano reciba su sueldo de la administración del Instituto y se le provea de todo lo 
necesario. 

El Padre Santo ya había dicho también a persona de su confianza: 

-íBuscan todos los medios para hacerme quedar mal! íEl pobre don Bosco es generoso y hace todo lo que puede! 

Y no paró ahí el Papa. Para evitar que maledicencias, entremetimiento o molestias de cualquier clase enredaran la obra del Beato, 
estableció que el Director salesiano de los Conceptinos dependiera directamente del Papa y que, una vez al mes, acudiese normalmente a 
audiencia. 

Don Bosco se alegró muchísimo de esta disposición por el provecho que de ella podía sacar la Congregación para la gestión de sus 
asuntos. 

El deus ex machina 1 que movía todo esto era monseñor ((47)) Fiorani, comendador del Espíritu Santo. Ante cualquier motivo, 
manifestaba cada día más algunas de sus opiniones personales que no se conciliaban con las intenciones manifestadas por el Papa. Su 
punto capital radicaba en que debía haber dos dirigentes con el título de Visitadores Apostólicos, uno en la persona de don Bosco para lo 
espiritual y otro en la de Monseñor para lo material. »Pero cómo hubiese podido vivir una familia de tal suerte, con dos cabezas? Don 
Bosco estaba convencido de que la reforma del Instituto de aquella manera era como querer escribir en el agua. Quería hablar seriamente 
de ello con el Papa; pero ya no le fue posible obtener audiencia, de modo que hubo de resignarse a concluir las negociaciones por medio 
del mismo monseñor Fiorani. En definitiva, éste le notificó que era voluntad del Papa que se llegase a la conclusión de aquella división 
de poderes. Cuando don Bosco oyó esto se calló y aceptó el experimento. 

Decimos experimento, porque él consideró siempre como transitorio tal estado de cosas, ya que por lo menos lo creía ineficaz para el 

1 Locución latina, para señalar, en sentido figurado, a una persona capaz de resolver situaciones difíciles y complejas. (N. del T.) 
49 

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fin que el Papa pretendía. Así se lo dijo también a don Julio Barberis, el cual recogió sus palabras en la crónica, con fecha primero de 
mayo: 

-Cuando se me habló en Roma por vez primera de los Conceptinos, inmediatamente dije que, para lograr el intento, era necesario que 
los conceptinos se fundieran con los salesianos, manteniendo ellos solos su finalidad de Hospitalarios. Como el Papa aprobó este 
pensamiento, redacté un proyecto que fue de su agrado. Surgieron después diversos conflictos, diversos enredos y hubo que templar la 
fuerza de las cosas; pero estas modificaciones sólo se redactaron para un momentáneo arreglo; todavía está en pie mi primer plan 
aprobado por el Papa. 

Así, pues, se concertó el experimento con un decreto que la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, en nombre del Padre Santo, 
publicó el 6 de febrero de 1877. El decreto contenía siete artículos: 1.° Don Bosco quedaba nombrado Visitador Apostólico de por vida, 
sólo para lo espiritual; sus sucesores ad nutum de la Santa Sede, mas no de por vida. 2.° Monseñor Fiorani quedaba nombrado ((48)) 
Visitador Apostólico para lo material, por un tiempo determinado, lo mismo que sus sucesores. 3.° Quedaba suspendida la jurisdicción 
del Superior General de los Conceptinos. 4.° Los dos Visitadores estaban autorizados para subdelegar y hacer sus veces respectivamente 
a un salesiano y a un eclesiástico del clero secular o regular. 5.° El Visitador de lo espiritual quedaba obligado a destinar un salesiano 
para la dirección espiritual de los profesos y otro salesiano para la de los novicios, según las constituciones de los conceptinos, que 
debían permanecer sin cambio. 6.° El Visitador de lo material estaba autorizado, de acuerdo con el Visitador de lo espiritual, para 
proceder a la admisión de postulantes, para la toma de hábito de los novicios y el despido de los que no se consideraran aptos para el 
Instituto; estaba además autorizado, siempre de acuerdo con el otro visitador, a tomar las medidas para la asignación y renovación de los 
cargos. 7.° Enviar relación trienal a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares por parte de los dos Visitadores 1. 

La situación que se creó con este decreto fue la descrita por el Beato en el sobredicho coloquio: 

-Por ahora está establecido que don Bosco mande en todo lo que se refiere al bien de las almas y al progreso de la Congregación. 
Monseñor Fiorani sería el jefe material de la misma. Habría además un síndico, como ellos lo llaman, o proveedor general, que se 
enriquece 

1 Véase apéndice, doc. 2. 
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a sus espaldas, para hacer todas las compras al por mayor y revender al por menor. Habría todavía un director general elegido entre ellos 
mismos. Con tantos superiores no creo que ellos sepan a quién tienen que obedecer, y con este régimen no veo la manera de que pueda 
prosperar esa congregación. Se trata ahora de llevar paso a paso a los conceptinos a ser verdaderos salesianos, observando nuestras Reglas 
y, en cuanto al modo de cumplirlas, sirviéndose de las suyas como de manual práctico. Pero ellos, instigados por algunos capuchinos y 
por los síndicos que viven a sus expensas, movidos por mil voces que corren, quisieran conservar su autonomía. También ((49)) 
monseñor Fiorani, que había escrito una y otra vez que con pocas palabras quedaría arreglado el asunto, al ver mi ánimo decidido, daba 
largas a las negociaciones. Pero no se habría llegado a ninguna conclusión y a saber cuánto tiempo habrían durado las gestiones, si yo no 
hubiese ido a decirles que necesitaba marcharme y que efectivamente me marcharía, aun cuando no estuviesen arregladas las cosas. Hasta 
ahora, no hay nada nuevo; pero nosotros debemos tender a la meta, recomendando en general la obediencia a los superiores, sin 
especificar a ninguno. 

A principios del verano llegó a Turín una prueba de los aires que soplaban en el Instituto. Un conceptino, el hermano Pedro, causaba 
graves trastornos a la comunidad con su pésima conducta. Como era asunto de su competencia, don Bosco se lo hizo enviar a Turín para 
amonestarlo. Acudió el hermano, sin saber concretamente el motivo de la llamada. En cuanto llegó a Turín, se enteró de qué se trataba, 
montó en cólera y volvió inmediatamente a Roma. 

Pero volvamos ahora unos meses atrás. Por febrero se levantó en torno al fundador de los conceptinos una polémica, que atizaba el 
fuego de la discordia en los hermanos, entre los partidarios y los contrarios a la nueva dirección, que venía a substituir la de los 
capuchinos. Nació ésta con motivo de un artículo enviado por un corresponsal de Roma a la Unità Cattolica, en cuyo número, del 28 de 
enero, se leía, con el título «Don Bosco y los Conceptinos»: «Hace unas semanas que se habla mucho entre nosotros sobre don Bosco y 
los conceptinos, por lo que me parece oportuno exponer el tema y rectificar algunas noticias inexactas o tal vez perjudiciales, que pueden 
difundirse. Llámanse Conceptinos los Hermanos Hospitalarios de María Inmaculada, cuya finalidad es la asistencia a los enfermos, 
prestándoles los más humildes servicios. Fueron fundados por un tal Cipriano Pezzini, de Cremona, en 1854 en honor de la Inmaculada 
Concepción y desde su comienzo fueron atendidos, cuidados y consolidados por el padre capuchino 
51 

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Juan Bautista Taggiasco, de Génova. Su casa madre ha sido siempre el hospital del Espíritu Santo en Roma, y como no hay ((50)) 
sacerdotes entre ellos, es más, están apartados de los estudios clásicos y literarios, su dirección espiritual fue confiada por regla a los 
reverendísimos padres capuchinos. Pero, a causa de los tiempos que corren y ante las incesantes peticiones que se hacían en varios 
hospitales para tener conceptinos, no se había podido establecer un verdadero noviciado y, por consiguiente, tampoco una observancia 
regular de sus constituciones. Dado que la situación del momento en las órdenes religiosas no permite a los capuchinos prestar la 
necesaria asistencia, el Instituto de los Conceptinos se iba deshaciendo. El Padre Santo, que siempre vio con benevolencia este Instituto 
por el gran bien que puede prestar, especialmente cuando los enfermos se encuentran en peligro de muerte, quiso convertirse en su 
protector. Mandó llamar a don Bosco y le expuso su deseo con respecto a la organización de estos Hijos de María Inmaculada, 
indicándole también que él, el Padre Santo, había mandado construir expresamente una casa en la plaza Mastai destinada a noviciado de 
los conceptinos. Don Bosco aceptó de buen grado la propuesta de Su Santidad, con el nombre de Visitador Apostólico ad vitam, con 
plenos poderes, y por medio de algunos sacerdotes salesianos se cuidará de organizar el ansiado noviciado y la vida común, con lo que el 
nuevo Instituto podrá alcanzar la nunca bastante alabada finalidad, de aliviar moral y corporalmente a la doliente humanidad, 
particularmente en los últimos momentos de la vida». 

El padre Valentín de San Remo, capuchino, que había sido director de los conceptinos, al leer este artículo, se indignó y lo calificó de 
«falso de punta a cabo, excepto donde habla de las atenciones del Padre Santo en favor del Instituto». Envió, pues, enseguida desde 
Anagni, al director del periódico turinés, una enérgica protesta, acompañándola con una rectificación escrita «de puño y letra, decía, por 
el padre Juan Bautista Taggiasco» su hermano residente en Roma, en Sette Sale, y presentándole como «verdadero y real fundador de los 
conceptinos». Se quería de esta manera contestar «al falso artículo» y «resarcir ((51)) el denigrado honor de la Orden Capuchina y poner 
en claro un hecho notorio» a cuantos tenían en Roma «relación con el Gran Hospital del Espíritu Santo». Pero L'Unità Cattolica, en 
atención a don Bosco, que había redactado el anterior artículo, fundándose en datos recogidos entre los conceptinos más antiguos 1, se 
negó a 

1 Así lo afirma don Joaquín Berto en una nota manuscrita que se conserva en nuestros archivos. Dice también, que él estuvo presente 
mientras se compiló. 
52 

Fin de Página 52 


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imprimir el escrito del padre Valentín, el cual lo publicó en una revista franciscana 1. Según su versión, los conceptinos habían sido 
fundados en 1857 por dicho padre Taggiasco, ayudado por otros hermanos suyos, para substituir con enfermeros religiosos la asistencia 
dada a los enfermos por los seglares. Para confirmación de su tesis aportaba una declaración análoga del hermano conceptino Crispín de 
Roma, cuyo testimonio, sin embargo, es declarado como muy sospechoso por el secretario de don Bosco, por motivos que no vale la pena 
referir aquí. 

Pero en nuestros archivos existe también otra declaración autógrafa del primer cronista de los conceptinos, el cual vistió el hábito en 
1858 y comenzó a escribir la crónica del Instituto en 1860. Pues bien, con fecha 23 de noviembre de 1876, declaraba éste y afirmaba 
«como pura verdad, dispuesto a confirmarla aun con juramento», que él había contado la historia de los orígenes «bajo la inspiración e 
influencia» de los padres capuchinos, que eran entonces directores de los Hermanos Hospitalarios, ignorando los primeros antecedentes 
habidos entre el padre Juan Bautista y el joven Cipriano Pezzini, de Cremona, a quien había reconocido después por el único, primero y 
verdadero autor. Después de lo cual sigue diciendo: «Por lo cual, así como confirmo todo lo que es posterior a mi ingreso en el Instituto, 
de la misma manera declaro inverosímil, o a lo menos dudoso, lo que concierne a lo anterior». Don Bosco, pues, estaba bien informado. 

Esta controversia no tuvo consecuencia, quizá porque ((52)) don Bosco, fiel a su método de prestar oídos de mercader a lo que se dice 
de uno, no se entremetió en el debate ni por sí ni por medio de otros. 

A primeros de marzo monseñor Fiorani, valiéndose de la facultad que le confería el decreto del 6 de febrero para asignar los cargos del 
personal, después de consultar con el Siervo de Dios, llamó al hermano Luis María Monti, milanés, para que aceptara el cargo de 
Superior del Instituto. Era éste un conceptino de buen espíritu y miembro de la familia religiosa desde sus comienzos. Su primer acto fue 
presentar sus respetos a don Bosco, manifestándole su agradecimiento por el gran bien que prestaba al Instituto y por consiguiente a sus 
pobres hermanos conceptinos. 

Después comunicaba su ánimo con estos afectuosos sentimientos: «No tenemos ciertamente palabras suficientes para agradecer a 
Vuestra Rvma. Paternidad la obra que presta para mejorar nuestra condición; y no tenemos con qué compensarle; pero tendrá la eterna 
retribución de Dios y de nuestra Madre Inmaculada. Hasta ahora no he 

1 Véase: Eco di S. Francesco d'Assisi, 28 de febrero de 1877. 
53 

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tenido la dicha de poderle conocer, pero reconozco al Padre por las obras del Hijo» 1. Y entendía referirse al director don José Scappini. 

El nuevo Superior sufrió muchas tribulaciones durante los dos primeros meses. Ya no se podían ocultar tantos desórdenes al público, el 
cual quedaba escandalizado. Hubo que despedir del Instituto a ocho hermanos y a unos veinte empleados. Extirpado lo peor de la cizaña, 
comenzóse a gozar algo de paz. Merece alabanza el hecho de que, para cada medida de esta clase, no movía una paja sin aconsejarse 
antes con el director espiritual don José Scappini. Pero iban apareciendo en el camino desagradables obstáculos que impedían al Instituto 
renacer y volver a florecer. Algunos hermanos, a través de cautelosos manejos con influyentes personalidades externas, creaban continuos 
estorbos so apariencia de celo. Monseñor Fiorani se dejaba llevar al retortero por un criado suyo, a quien prestaba demasiada fe, y por 
algún otro, que, aunque tenía buena intención, ((53)) carecía de buen criterio y acababa por hacer ver lo blanco negro, proporcionando 
grandes disgustos al pobre don José Scappini. Este, por su parte, aunque sufriendo lo suyo, tenía que dar ánimos al hermano Monti, que, 
atribulado también, sólo encontraba apoyo en él. «Debo agradecer, le repetía a don Bosco 2, a vuestra paternidad el bien que de usted 
recibo y reciben mis hermanos de la persona de don José, nuestro óptimo director y copia ejemplar del Padre». 

No queremos dejar en el olvido una frase del Beato que resulta oportuno recordar aquí, aun cuando la profiriera en otra ocasión. Se la 
dijo al coadjutor Barale, cuya fiel cooperación tanto apreciaba el buen Padre. Preguntó un día Barale a don Bosco si, ante las graves 
dificultades del presente y las amenazadoras incógnitas del futuro, no pensaba deshacerse de la fábrica de papel adquirida en Mathi, y el 
Siervo de Dios le cerró la boca contestando resueltamente: 

-Cuando don Bosco ha puesto la mano en una empresa, no es hombre para pararse a mitad de camino. 

»No es una prueba de ello el asunto de los Conceptinos? Habíase comprometido al famoso experimento contra su voluntad, si es lícito 
pensar así, pues juzgaba que era expediente ineficaz; pero se había comprometido y empeñado de aquel modo y desarrollaba en aquel 
sentido lealmente su actuación sin echar pie atrás, ni moderar la marcha ante las contrariedades que le venían del desacertado sistema y, al 
mismo tiempo, sin perder de vista la forma de solución que él creía 

1 Véase Apéndice, doc. 3. 

2 Véase Apéndice, doc. 4. 
54 

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la más adecuada para lograr el intento y la más conforme con el deseo del Papa. Helo, pues, por tercera vez, en el breve lapso de menos 
de ocho meses, cansarse, estrujarse el cerebro y, digámoslo también, sufrir en Roma para hacer seriamente el bien que Pío IX quería. Pero 
también en esto actuó con suma prudencia. 

Se preparaban en Roma para primeros de junio grandes festejos en honor de Pío IX, que celebraba su jubileo ((54)) episcopal. Don 
Bosco quiso que la Congregación estuviese allí representada. Determinó, pues, enviar con tal misión, a la ciudad eterna, a don José 
Lazzero y a don Julio Barberis; pero, sin dejar traslucir que iban delante de él para el mismo fin, quiso que hiciesen un viaje y dos 
servicios. Por motivos de economía comenzó por pedir a monseñor Fiorani que diese hospedaje a sus dos enviados en la casa de los 
conceptinos; pero más que ahorrar en gastos, pretendía obtener que los dos tuviesen entera libertad para hablar con don José Scappini y 
conocer directamente cómo iban allí las cosas. 

Luego vino lo mejor. Después de decir a Monseñor que sus dos representantes eran el director de la casa madre y el director del 
noviciado salesiano, le proponía que los pusiera en relación con aquellos religiosos y se sirviera libremente de su cooperación, si creyese 
oportuno valerse de ella para algo; más aún, si por acaso los conceptinos no hubieran hecho todavía los ejercicios espirituales, »no 
podrían predicarlos sus dos sacerdotes? 

Monseñor conferenció sobre este particular con don José Scappini y le pareció una propuesta óptima. Don José Scappini, que comunicó 
la respuesta a don Bosco, aseguró por su parte que no se podía hacer mejor elección y que esperaban ansiosamente a los dos. Salieron de 
Turín el 28 de mayo. Terminadas las fiestas jubilares, predicaron sus ejercicios: 

«Los ejercicios, escribió uno de los predicadores 1, resultaron mejor de lo que ellos y nosotros esperábamos. Hoy, por ser el último día 
y la clausura de los mismos, hemos comido todos juntos en el hospital del Espíritu Santo, fue realmente una fiesta de familia. Los 
conceptinos nos quieren bien, no hay duda; harían por nosotros cualquier sacrificio; pero, íay, si se tocase su autonomía! Por lo tanto, sus 
cosas, con respecto a nosotros, seguirán todavía en el porvenir en el statu quo». 

Cuando esta carta salía de Roma, hacía nueve días que estaba allí don Bosco. Había ido en compañía del Arzobispo de Buenos Aires, 
llegado a Europa a la cabeza de la peregrinación ((55)) argentina. Pero 

1 Carta de don José Lazzero a don Miguel Rúa; Roma, 13 de junio de 1877. 
55 

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el Beato, así que llegó a Roma, parecía que no estaba allí más que para los conceptinos. 

Entre otras cosas escribió un largo memorial para el Padre Santo, a quien quiso dar cuenta de los inconvenientes causados con el 
arreglo que se había preferido dar al Instituto, insistiendo en la necesidad de volver al primer plan. Hizo que don José Scappini y los otros 
dos leyeran el escrito, lo discutió ampliamente con ellos, y lo perfeccionó y retocó hasta que les pareció bien. 

El Papa estaba muy ocupado con el jubileo; numerosos obispos esperaban audiencia. Sin embargo, supo don Bosco que se quejaba de 
él porque no iba a hablarle de los conceptinos. «Pero »cómo llegar hasta él?», se preguntaba a sí mismo, en carta a don Miguel Rúa 1. 

El 10 de junio tomó parte en una audiencia pública; cuando dio el Papa su vuelta ante el público y llegó a él, don Bosco le pidió unos 
minutos para hablarle privadamente y Pío IX le contestó: 

-Os oiré con mucho gusto; tened paciencia hasta que se calme la oleada de peregrinos y os pueda encontrar un instante de tiempo. 

Don Bosco presentó una instancia escrita solicitando una audiencia privada, pero en vano aguardó respuesta. Así las cosas, dado que no 
podía prolongar demasiado su estancia en Roma, y que no lograba presentar personalmente su relación al Papa, la entregó al Cardenal 
Vicario, para que se la remitiese en el tiempo y de la manera más oportuna. Y, sin esperar más, se volvió a casa. 

Eran dos las partes más importantes de esta relación: una, la enumeración de los males existentes en el Instituto de los Conceptinos; y la 
otra, la propuesta de medidas encaminadas a eliminarlos en lo sucesivo. De cinco cosas se lamentaba especialmente don Bosco: 1.° La 
falta de noviciado regular. 2.° La persuasión que había en los hermanos de que sabían gobernarse por sí mismos, aun cuando no tenían 
conocimientos ni experiencia de lo que es el gobierno de una sociedad religiosa. 3.° El excesivo número de superiores, que, al mandar 
cada uno por su cuenta, ((56)) sin previo acuerdo, se estorbaban unos a otros. 4.° La ausencia de votos y la falta de preparación general 
para emitirlos; de donde nacían los altercados y amenazas recíprocas, la insubordinación contra los superiores, las deserciones del 
Instituto. 5.° En el caso de una eventual profesión religiosa, incertidumbre sobre el superior a quien hacer los votos y sobre las Reglas 
según las cuales se hacían. 

Cinco eran también las principales medidas que urgía tomar, si se quería poner remedio duradero: 1.ª Establecer un noviciado, pero 
lejos 

1 Carta del 8 de junio de 1877, desde Roma. 
56 

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del Hospital del Espíritu Santo. 2.ª Hacer la profesión religiosa según las Constituciones salesianas. 3.ª No. aceptar hospitales en los que 
los hermanos tuviesen que trabajar junto con mujeres, a no ser que estuviesen total y rigurosamente separadas las habitaciones. 4.ª Evitar 
la necesidad de tener que emplear enfermeros seglares. 5.ª Absoluta unidad de mando. 

El Beato terminaba su exposición ofreciendo al Padre Santo los más humildes y voluntariosos servicios por parte de los salesianos en 
todas las cosas, en que entonces y en lo sucesivo pluguiese a Su Santidad emplearlos 1. 

El Padre Santo sopesó la gravedad y alcance del documento. Como quería que los conceptinos alcanzasen el fin de su institución y no 
podía examinar directamente el problema, designó para este cometido al cardenal Randi y dio cuenta de ello a don Bosco el 20 de junio a 
través del cardenal Simeoni, Secretario de Estado 2. El cardenal Randi vio el memorial de don Bosco y puso su atención principalmente 
en los puntos donde se echaba de ver que don Bosco se sentía incómodo en la ejecución de su encargo por falta de independencia. 

Leyó el decreto del 6 de febrero y hubo de reconocer que en realidad no estaban claramente determinadas en él las atribuciones del 
Visitador Espiritual y que, en la práctica, daba lugar a dificultades no previstas en un principio; por consiguiente, consideró oportuno que 
se hicieran declaraciones más explícitas para excluir toda duda y cerrar ((57)) la puerta a eventuales conflictos. Conferenció también 
sobre la economía con el otro Visitador: éste le dio las aclaraciones del caso y le aseguró que él, personalmente, no había puesto nunca 
dificultades, ni tenía intención de presentarlas en lo sucesivo, para la actuación del Visitador Espiritual. Dirigióse después el Cardenal a 
don Bosco y le rogó que le manifestara su «valioso sentir» en cuanto a este particular y que le indicara, además, las observaciones que 
creyere oportuno aducir. 

La carta no podía estar escrita en términos más elogiosos para don Bosco. Mas el Beato no pudo responder con la solicitud deseada 
porque durante aquellos días acompañaba al Arzobispo de Buenos Aires por Liguria y por Francia. Ello ocasionó una réplica de Su 
Eminencia, que, al ver lo mucho que al Padre Santo interesaba el rápido arreglo del asunto, acuciaba a don Bosco para que notificara 
rápidamente sus observaciones definitivas. 

1 Véase Apéndice, doc. 5. 

2 Véase Apéndice, doc. 6. 
57 

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A más de esto el director don José Scappini cayó enfermo con fiebres palúdicas, caso relativamente frecuente en los forasteros que iban 
a vivir en Roma, antes de que las aguas del Tíber estuviesen canalizadas, y hacía unas semanas que había marchado al Piamonte para 
respirar los aires de la tierra natal. En consecuencia pedía también el Cardenal a don Bosco que enviara pronto al que destinase para 
substituirlo 1. En cuanto le fue posible, el Siervo de Dios contestó remachando el concepto que había informado su plan desde el 
principio de las negociaciones y al que no encontraba ninguna razón para renunciar. 

Eminencia Reverendísima: 

Convencido de que V. E. se dignará conceder benévolo perdón a mi retraso, cumplo mi deber de contestar a sus veneradas cartas sobre 
los hermanos Hospitalarios de la Inmaculada, comúnmente llamados Conceptinos. Para mejor expresar mi pensamiento creo oportuno 
considerar las cosas desde su principio. 

Era en noviembre del año pasado, 1876, cuando el Padre Santo se dignaba llamarme por medio del eminentísimo cardenal Bilio. Fui a 
Roma y Su Santidad me habló ((58)) de la reorganización, que deseaba dar a los Conceptinos. De muy buen grado acepté la propuesta; 
pero, a fin de que su voluntad fuese fielmente cumplida, le supliqué tuviese a bien dármela por escrito, y esto se hizo con el Rescripto del 
15 de noviembre del mismo año. Me dediqué a hacer los estudios oportunos y, de acuerdo con el mencionado Rescripto, pude presentar a 
Su Santidad, después de mes y medio, las bases sobre las que me parecía se podía fundar la proyectada reorganización. Todo agradó a Su 
Santidad, y Su Excelencia monseñor Fiorani me notificaba que todo marchaba bien, y que ya no se necesitaba más que una breve 
conversación para empezar definitivamente la obra, y que, al ir a Roma, llevara conmigo por lo menos un sacerdote, que se encargase 
enseguida de la dirección de los conceptinos. 

Pero comenzóse entonces a hablar de modificaciones y dejar poco más o menos las cosas como se encontraban antes. Entoncés quise 
hablar con el Padre Santo, quien verbalmente confirmó cuanto se contenía en el mencionado Rescripto. No pude tener el honor de saludar 
después a Su Santidad, y hube de exponer siempre las cosas por medio de monseñor Fiorani, el cual siguió pensando que era mejor 
designar al que esto escribe como Visitador Apostólico de lo espiritual y a dicho Monseñor de lo material. Parecíame difícil que los dos 
jefes de una misma familia pudiesen tener un mando uniforme que agradara a todos. Pero, habiéndome dicho que ésta era la voluntad del 
Padre Santo, yo me callé y acepté la prueba, en la que, sin embargo, desde el principio preveía muchas dificultades, como ya he tenido el 
honor de exponer en el memorial presentado al Padre Santo, que supongo habrá llegado a manos de V. E. Rvma. Ruégole advierta que no 
presenté ese memorial a escondidas, sino únicamente porque no pude hablar personalmente con el Padre Santo. 

Ahora bien, considerado el estado de los conceptinos, como Visitador Apostólico, no sabría proponer más que lo que he señalado en el 
memorial mencionado. Por lo tanto, la medida segura, estable, definitiva, a mi entender, es la que estableció desde 

1 Véase Apéndice, doc. 7, cartas A y B. 
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el principio la iluminada sabiduría del Padre Santo. Mas, si se quiere intentar otro procedimiento, sería éste confiar la antigua dirección 
de los conceptinos a Su Excelencia el Comendador del Espíritu Santo, y los salesianos, como capellanes, se prestarían únicamente a 
llevar la parte espiritual de catecismo, predicación, confesiones y celebración de la santa misa en favor del Instituto. Pero en este caso los 
salesianos no tendrían ninguna responsabilidad material ni moral; vivirían separados de los conceptinos y acudirían a ellos sólo para lo 
que concierne a los deberes espirituales de los mismos. Este último pensamiento encontraría alguna facilidad para su actuación, porque 
como los salesianos tienen que abrir una pequeña casa para los que están de paso o que por algún asunto deben permanecer en Roma, 
pueden hospedar también aquí a los sacerdotes destinados a los conceptinos. 

Expuesta con toda sinceridad mi manera de ver, espero ahora la ((59)) caridad de sus reflexiones. Si de todos modos fuesen otros los 
deseos del Padre Santo, yo no haría la más mínima observación y todos los salesianos se atendrán unánimes a la venerada voluntad de 
nuestro bienhechor Pío IX. 

He podido hablar con don José Scappini, que pasó mal algunos días con las fiebres habidas. Parece que está mejor, y dentro de unos 
días, si veo que no puede ir él mismo, destinaré a otro sacerdote, al menos para el servicio religioso de los conceptinos. 

Turín, 7 de agosto de 1877. 

Su atento y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Desde luego no podía oponerse el Padre Santo a una revisión del decreto de 6 de febrero, en el sentido propuesto por don Bosco, puesto 
que de esta manera se cumplían mejor las reales intenciones pontificias. Este es el motivo por el que el cardenal Randi rogó al Beato que 
se trasladase de nuevo a Roma o diese las instrucciones y facultades necesarias al salesiano destinado a asumir la dirección de los 
conceptinos. La presencia de este salesiano en Roma era muy urgente, ya fuera porque sin él quedaban descuidadas las prácticas 
religiosas del Instituto, ya fuera también porque era necesario preparar con oportunas instrucciones a los miembros, reconocidos dignos 
para emitir los votos en la fiesta de la Inmaculada 1. La respuesta pronta y clara del Beato fijaba de manera inequívoca y definitiva su 
pensamiento sobre ello. 

Eminencia Reverendísima: 

Como V. E. Rvma. se digna comunicar, sería necesario que ciertos asuntos se tratasen personalmente. Y yo precisamente no me he 
expresado lo suficientemente bien en mi carta. Yo quería sencillamente decir que, si se quiere tomar una medida estable, es necesario que 
los conceptinos sean agregados a un Instituto reconocido y 

1 Véase Apéndice, doc. 7, carta C. 
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aprobado por la Santa Sede. Manténgase el hábito, el nombre, el fin y todas las Reglas necesarias para alcanzar la finalidad de los 
conceptinos. Esta fue siempre mi manera de ver para asegurar una existencia segura, que no se aparte de la observancia de sus propias 
Constituciones. Me parece ser éste el sentido del Rescripto del 17 de noviembre de 1876. 

En el caso en que, como nota V. E., se quisiera mantener firme la regular y ((60)) distinta existencia del Instituto y la continuación del 
servicio en los actuales establecimientos, creo conveniente se ponga como base que una persona, de la plena confianza de Su Santidad, 
asuma esta administración tanto en lo espiritual como en lo temporal. Y sea ella la responsable de todo. Los salesianos, por su parte, 
serían capellanes, e irían únicamente al Instituto para ejercer su ministerio religioso, sin injerirse en las cosas internas. En esta segunda 
hipótesis los salesianos pueden ser dirigidos y, cuando fuese necesario, corregidos por su superior, que podría ejercer libremente su 
autoridad y tener seguridad de que aquéllos cumplan sus deberes. 

Me alegro ahora poderle comunicar que don José Scappini se ha repuesto algún tanto y ha vuelto aquí a Turín. El cree que podrá 
encontrarse en Roma, y por consiguiente con V. E., antes de terminar este mes o, a más tardar, a primeros de septiembre. Yo le daré todas 
las facultades especialmente con V. E., hacia quien guardamos todos afecto y confianza ilimitada. Creo que podrán resolver 
personalmente todas las dificultades que puedan presentarse al caso. Iré pronto yo mismo, pero ando un poquito delicado de salud y, 
aunque puedo trabajar algo en cosas de escritorio, sin salir de la habitación, no puedo ponerme en viaje. 

V. E. por su parte hágame esta gran caridad: déme su santa bendición y ruegue también por mí y por esta nuestra congregación, para 
que en la multitud de cosas que la Divina Providencia nos presenta y quiere que hagamos, podamos elegir y llevar a cabo las que son para 
mayor gloria de Dios. Por nuestra parte, dentro de nuestra pequeñez, no dejaremos de elevar a Dios especiales oraciones por la preciosa 
conservación de V. E., de quien tengo el alto honor de poderme profesar en N. S. J. C. 
Turín, 18 de agosto de 1877. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Mas no eran del mismo parecer monseñor Fiorani ni el cardenal Randi, contrarios los dos a la injerencia de los salesianos en la 
dirección de los conceptinos. Don José Scappini, ya recuperado, estaba a punto de partir y había avisado al hermano Monti, cuando éste, 
en nombre de monseñor Fiorani, le escribió que no se moviera, pues tal vez sería inútil su vuelta. 

Cuando el Siervo de Dios recibió esta noticia quedó estupefacto. 
Suplicó sin tardanza al Cardenal que tuviera a bien explicar el enigma 1. 
Así supo ((61)) que la reforma de los conceptinos sería confiada temporalmente a eclesiásticos de Roma bajo la dependencia del Cardenal 
Vicario. El cardenal Randi reprobó la apresurada comunicación, hecha 

1 La carta del Beato fue escrita el 19 de septiembre; pero no poseemos el texto. 
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a don Bosco de forma tan impropia y antes de que las cosas estuviesen sólidamente concertadas 1; pero no se volvió atrás, y don Bosco 
recibió este tan poco envidiable certificado de buen servicio a cambio de todo el celo que había puesto en el asunto de los conceptinos. Se 
comprenderá mejor la causa de todo esto cuando se conozcan a fondo los manejos de sus adversarios. De momento, el mejor epílogo 
puede ser esta carta de nuestro Beato al cardenal Luis Bilio; al que había dicho a don Bosco la primera palabra sobre este asunto, dirigía 
don Bosco la que fue su última palabra. 

Eminencia Reverendísima: 

Vuestra E. Rvma., que desde el principio tuvo gran parte en mi intervención para la dirección de los Hermanos Hospitalarios, llamados 
Conceptinos, está sin duda en condiciones de poder conocer y apreciar el estado de las cosas, que brevemente compendio. 

La voluntad del Padre Santo se dignó, por medio de V. E. Rvma., llamarme a hablar con El con las más afectuosas expresiones. Deseo, 
me dijo, que os cuidéis de los Conceptinos, que tienen una misión sublime y pueden ayudar mucho a los enfermos a obtener una buena 
muerte. Pero no debéis reformar o corregir, sino crear, o mejor, identificar las Constituciones de los conceptinos con las de los salesianos. 
Aunque yo conocía la importancia y la delicadeza del encargo, sin embargo me consideré altamente honrado por poder emplearme según 
los venerados deseos del Padre Santo y pedí a Su Santidad que únicamente se dignase expresarme por escrito su pensamiento para 
meditarlo y llevarlo mejor a la práctica. Vea el rescripto del 7 de noviembre de 1876 en el párrafo señalado con el n.° 1.° 

Tomando como base este rescripto puse manos a la obra, y en el plazo de un mes envié la idea general, que consistía en conservar 
nombres, hábito y finalidad de los conceptinos, junto con todas las reglas que no estuviesen en contradicción con las de los salesianos. 
Todo ello agradó al Padre Santo, y monseñor Fiorani me escribió que todo iba bien y que podía llevar conmigo un sacerdote. Pero, al 
llegar a Roma, comenzaron las dificultades. La voluntad del Padre Santo me pareció siempre. la misma, mas monseñor Fiorani ((62)) 
decía que no era conveniente hacer es radicales y que únicamente era posible hacer una reforma moral; especialmente después de que Su 
Santidad había dado a los conceptinos la enorme cantidad de doscientas mil liras; por consiguiente, a don Bosco se le debía conceder la 
condición de Visitador Apostólico representado por el reverendo don José Scappini. No podía darme explicación de todo esto; hablé con 
el Padre Santo que me repitió las palabras que había dicho y escrito anteriormente. Pero Monseñor reiteró que había que modificar el 
rescripto de Su Santidad. Admití el cambio porque se me aseguró que tal era la voluntad soberana, con lo que don José Scappini se 
convirtió en director de lo espiritual, quedando reservada para monseñor Fiorani toda autoridad en lo temporal y también en lo personal. 

Continuando el estudio de las reglas conceptinas para llevarlas a la práctica, vi que no podía continuar aquel estado de cosas y, cuando 
fui a Roma para el Jubileo 

1 Véase Apéndice, doc. 6, carta D. 
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del Padre Santo, me esforcé por obtener unos minutos de audiencia con Su Santidad. Hice la petición por escrito; el Padre Santo 
manifestó en una audiencia pública el deseo de oírme, pero no me fue posible por la multitud de forasteros, que, al menos, deseaban ver 
al Padre Santo. En aquel aprieto de tiempo y de asuntos el eminentísimo Cardenal Vicario me pidió noticias precisas sobre los 
conceptinos y yo pensé entregarle el memorial que le acompañaba, rogándole lo hiciera llegar a manos del Padre Santo como creo que 
haya hecho. 

N.° 2. Algunos asuntos de urgencia me llamaron a toda prisa a Turín. Un mes después don José Scappini cayó en un estado de 
postración de fuerzas por el que tuvo que volver a su tierra y guardar cama. Pero, antes de partir, proveyó al servicio religioso de los 
conceptinos en la persona de un sacerdote, que debía hacer sus veces hasta su regreso. 

Entretanto recibí la primera carta del cardenal Randi en la que me pedía aclaraciones y observaciones. 

N.° 3. Si por acaso tuviera tiempo, podría ver aquí la carta del Eminentísimo Purpurado y mi respuesta. La conclusión era que, como 
simples capellanes, podríamos prestar servicio, pero si el Padre Santo deseaba otra cosa, iríamos a lo que dispusiese. Mientras tanto don 
José Scappini se recuperó de las obstinadas fiebres y se encontraba en condiciones de partir para Roma. Ya había avisado al superior de 
los conceptinos, cuando recibió una carta del hermano Luis, en la que, en nombre de monseñor Fiorani, escribía que don José Scappini 
suspendiera su ida a Roma, pues tal vez tendría que regresar enseguida, sin dar razón de ello. Esta carta está en manos del cardenal Randi. 
Quedé extrañado; supliqué a Su Excelencia tuviera a bien decirme algo y, después de unos días, me dio respuesta con carta del 1.° de 
octubre de 1877, en la que me comunica la disposición pontificia y desaprueba la manera como fue despedido don José Scappini. 
Entonces tuve que suspender todas las gestiones con respecto a los conceptinos. 

Espero ahora nuevas deliberaciones, y mientras tanto ocupo de otra manera a las personas destinadas a aquel fin. Pero en todos mis 
escritos siempre me cuidé de notar al Padre Santo que todas sus intenciones, todos sus deseos, eran para los salesianos un mandato, que 
con gozo cumpliríamos siempre y pronto. 

((63)) Se han escrito algunas cartas confidenciales al eminentísimo cardenal Randi. Dentro de poco espero darme un paseo hasta Roma 
y decir a V. E. lo que no conviene confiar al papel. Estoy sumamente agradecido por la bondad que nos dispensa e, invocando 
humildemente su santa bendición, tengo el alto honor de poderme profesar de, 

Vuestra Eminencia Reverendísima, 

Turín, 29 de noviembre de 1877. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Para conocer la historia completa del asunto, sería preciso saber también cuáles eran los detalles que la prudencia no permitía «confiar 
al papel»; sin embargo, todo lector avisado se habrá dado cuenta de que hubo de haber enredos poco honestos, de los que don Bosco tuvo 
por lo menos indicios, y que, a pesar de ello, procedió hasta el fin con la máxima rectitud, caridad y desinterés. 
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Fin de Página 62 


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Después de la muerte de Pío IX la Santa Sede no se desentendió del Instituto, sino que le concedió tuviera entre sus miembros un 
número limitado de sacerdotes para la dirección espiritual de los hermanos y cooperó con otras saludables reformas a su reflorecimiento, 
de suerte que hoy día honra grandemente a la Iglesia, al paso que va adquiriendo también insignes méritos ante la sociedad civil. 

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((64)) 

CAPITULO III 

LAS CONFERENCIAS ANUALES EN LA FIESTA DE SAN FRANCISCO 

LA solemnidad de san Francisco de Sales en el Oratorio había sido trasladada al domingo 4 de febrero, para dar tiempo a don Bosco de 
encontrarse presente. En efecto, llegó exactamente aquella misma mañana a eso de las ocho y media. Fue recibido al son de la banda de 
música, entre el estruendo de los aplausos, los gritos de los vítores y las más entusiastas expresiones de júbilo. Por entre el tropel de 
jóvenes que agasajaban al Padre, forcejeaban por abrirse paso y llegar hasta él los directores de las casas, llegados para las acostumbradas 
conferencias de san Francisco. El buen Padre no se sentía nunca tan feliz como cuando se veía rodeado por la abigarrada multitud de sus 
hijos del Oratorio, que porfiaban por manifestarle su afectuosa gratitud. Aquella tarde se celebró en el teatro una cordialísima velada en 
su honor. Representantes de todo orden leyeron sus saludos, en los que expresaban de diversas formas la común alegría por el regreso del 
Padre querido; después, los actores representaron un drama titulado La vocación de san Luis, cuya interpretación fue muy aplaudida. 

El día 5 por la tarde se iniciaron las conferencias. La primera fue presidida por don Miguel Rúa. Se trató en ella del personal, de la 
administración económica y de las nuevas fundaciones, temas, todos ellos, en los que no interesa detenernos aquí; haremos en cambio 
alguna consideración sobre tres asuntos que presentan vertientes de interés general o histórico para la Congregación. 

((65)) La expansión de la obra salesiana y el aumento de actividades hacían que cada vez le costara más a don Bosco atender al cuidado 
individual, que con tanta eficacia se tomaba por los socios; temióse, en consecuencia, que podía decaer el espíritu de piedad, sobre todo 
en los clérigos nuevos. Es un hecho incontestable que, con la influencia de don Bosco, se formaba año tras año un tipo de clérigos, cuya 
generación se hubiera querido perpetuar; eran reflexivos, estudiosos, fervorosos en las prácticas de piedad y, al mismo tiempo, estaban 
dispuestos a dedicarse a cualquier actividad, sólo con saber que era conforme al deseo de los Superiores; llevaban una vida recogida y 
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activa a la par, que nosotros podríamos definir ahora como un reflejo de la misma espiritualidad de don Bosco. Los demás miraban a 
semejantes modelos, que sobresalían entre los compañeros, con respetuosa y deferente admiración, porque ellos no se elevaban por 
encima de la ordinaria regularidad y se sentían impulsados al bien con su ejemplo. El alma de esta formación y de esta vida era lo que 
solíase llamar espíritu de piedad, es decir: gran frecuencia de los Sacramentos, amor a la oración, celo por el culto divino, ansia de la 
palabra de Dios y de las buenas lecturas. Así, pues, los capitulares y los directores se preocuparon por la necesidad de alimentar este 
espíritu en las diversas comunidades y especialmente en el corazón de los socios jóvenes, vigilando por descubrir a tiempo y desterrar con 
prontitud las causas que pudieran entibiarlo. 

El segundo tema se refería a los Hijos de María. No hemos hablado de esta obra en el volumen anterior, porque en el undécimo nos 
adelantamos hasta más allá del año 1875, diciendo también lo referente al año siguiente. Después de lo que allí se contó, la providencial 
institución, centralizada en el hospicio de Sampierdarena, se aproximaba al período de su plena lozanía. A medida que se difundía la 
noticia de su existencia y actuación, llovían peticiones de todas partes, hasta cuando el curso escolar estaba ya bastante adelantado. Su 
director, don Pablo Albera, ((66)) hubiera querido, para no entorpecer las clases, que después de las primeras semanas se suspendiesen las 
aceptaciones hasta el fin del curso, pero, persuadido de la importancia que don Bosco daba a los progresos de la obra, deseaba no ir 
contra sus intenciones. Y las intenciones de don Bosco eran en este punto muy distintas: él quería que se aceptasen todos los que pedían y 
reunían las condiciones necesarias, sin atender al tiempo de su ingreso. 

-Demasiado grandes, decía, son los resultados que se esperan de la obra, como para permitirse peligrosas demoras en la aceptación. 

Sabido esto, la asamblea determinó que se añadiera en el programa un artículo para los que llegaban con retraso, en el que se dijera que 
éstos entraban en la casa dispuestos a ocuparse en trabajos manuales, hasta que, mediante algunas lecciones preparatorias, hubiese un 
cierto número de alumnos en condiciones de organizar una nueva clase, a la que entonces se daría un maestro regular. 

Por último don Miguel Rúa comunicó a los presentes un deseo de don Bosco, que debía ser un mandato para todos ellos. Deseaba el 
Siervo de Dios que se hiciera cada año en todos los colegios, al comenzar el curso, un triduo de predicación para disponer a los alumnos a 
empezarlo bien. Así se les proporcionaría la manera de volver a organizar 
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las ideas, a veces trastornadas en las vacaciones, y de atender con calma a las necesidades de sus almas. Así quedó establecido y así se 
siguió practicando desde 1877 hasta el día de hoy, con inapreciable provecho para la disciplina, la moralidad y la aplicación a los 
estudios. 

El Beato asistió a la sesión de la mañana siguiente. Después de aprobar las decisiones de la tarde anterior, dio cuenta del 
desenvolvimiento de la Congregación y examinó una serie de propuestas y planes, exponiendo los criterios que debían servir de norma 
para juzgar en todo según su espíritu. En la intimidad de la reunión pudo hablar libremente, como en familia, del asunto de los 
conceptinos, exponiendo las reales condiciones del Instituto y la marcha de las negociaciones hasta su salida de Roma. 

((67)) Don Bosco se había opuesto siempre a aceptar edificios monásticos para transformarlos en colegios, porque le desagradaba 
mucho dar con ello ocasión a que se dijera que unos religiosos echaban a otros religiosos; y, si en alguna rara ocasión se había tratado de 
rescatar conventos de las manos de seglares, siempre quiso que el dueño mismo del local se entendiese con Roma para obtener las 
necesarias licencias. En aquella ocasión, por el contrario, pronunció estas precisas palabras: 

-Ahora en Roma el mismo Papa no sólo me autorizó, sino que me instó para comprar edificios que pertenecieron a algunos frailes para 
hacer de ellos casas nuestras, y para restituir a la Iglesia lo que le fue quitado, para conservar en estas casas el fin primitivo de dar gloria 
de Dios y no dejarlas caer en manos profanas. De hoy en adelante, si así nos conviene, sabemos que no encontraremos dificultades en 
Roma. 

Desde Albano y Magliano se le hacían vivas instancias para abrir allí un colegio internado. El cardenal Berardi le renovaba por tercera 
vez la oferta del colegio de Ceccano, que los escolapios querían abandonar, porque tenía menos de diez internos. También se le proponía 
aceptar el colegio de Ascona. Hechas estas comunicaciones, dijo: 

-íParece increíble! Vamos a lugares donde todo son enredos y, sin embargo, todavía no hemos tenido que dar un paso atrás. Vamos 
adelante, y todo nos resulta mejor de lo que podíamos esperar, mientras vemos a cada paso a otros obligados a retirarse de los lugares que 
ya ocupaban. Realmente es el Señor quien nos hace marchar adelante de esta manera a velas desplegadas. Si no viéramos en todo y por 
todas partes la mano de Dios, mereceríamos que nos llamaran ciegos. 

Después se puso sobre el tapete una cuestión muy seria. Caducaba el quinquenio de alquiler del colegio de Valsálice; durante aquellos 
cinco años se había esperado siempre un aumento de internos, pero 
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su número era constantemente inferior a lo que se esperaba. »Había que seguir teniéndolo o era preciso notificar el cese a los Hermanos 
de las Escuelas Cristianas, a ((68)) quienes se pagaba el alquiler? -»Quid agendum?, preguntó don Bosco a sus colaboradores. Después 
siguió diciendo: 

-Yo hubiera deseado mucho que este colegio continuase y prosperase, para promover en él vocaciones al estado eclesiástico y ver si 
también se podían sacar jovencitos de aquella clase de personas para consagrarlos al Señor. Algún buen fruto llegó a la madurez; pero no 
hay evidencia de que el Señor nos bendiga en esta casa como nos bendice en las demás. Cuando se trató de tomar su dirección, todos 
éramos contrarios: sólo la obediencia al Arzobispo nos indujo a aceptarla. En cuanto a nuestra Congregación, parece hasta ahora que 
también nos ha proporcionado un válido apoyo san Francisco de Asís. Ya sabéis la historieta que se cuenta. Los demonios lanzaban todo 
el fuego del infierno contra su nuevo Instituto y se juntaron para tramar un complot. Se proponían diversos medios para destruir a 
aquellos frailes mendicantes. Cuando he aquí que salió un diablillo, más astuto que sus compañeros, afirmando que el medio más eficaz 
para que decayera el fervor de una orden religiosa era introducir en ella nobles o ricos. Por tratar con caridad a estos señores se les 
guardan atenciones, se les tienen ciertos miramientos, se permiten excepciones a la regla y después éstas se generalizan y la orden se 
relaja. La diabólica asamblea aplaudió y aprobó la propuesta por unanimidad. Digo, pues, que hasta ahora san Francisco nos protegió. 
Hubo, es verdad, algunos nobles que hicieron la prueba entre nosotros o que pidieron hacerla, pero hasta el día de hoy ninguno decidió 
quedarse con nosotros; y damos gracias de todo siempre al Señor. 

Sin embargo, tocante a la existencia del colegio de Valsálice don Bosco no creyó todavía oportuno que se dijese la última palabra; sólo 
recomendó que se pensara en ello y se rezara. 

El Beato no hizo esta recomendación por pura fórmula; en efecto, diez días después quiso que el Capítulo Superior volviese a examinar 
la suerte del colegio de Valsálice, estando presente su director don Francisco Dalmazzo. En septiembre caducaba el alquiler, los pareceres 
andaban divididos en cuanto a la conveniencia de retirarse o no. Los partidarios del no tenían sus buenas razones que aducir, ((69)) a 
saber: que se había aceptado aquel colegio para obedecer al Arzobispo y tal motivo subsistía todavía; que se debía considerar como un 
gran bien el poder cultivar las vocaciones entre las familias acomodadas; que el retirarse sería un desdoro para los salesianos. Pero los 
partidarios del 
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sí repetían que la naturaleza de aquel colegio no respondía al fin de la Congregación; que escaseaban los alumnos; que eran casi nulos los 
resultados en cuanto a vocaciones; que el balance económico de cada año arrojaba un déficit de seis mil liras a cargo del Oratorio; »tenían 
pues, que cargarse los pobres con las deudas de los ricos? 

Ponderados con sosegada prudencia el pro y el contra, prevaleció el voto favorable a la continuación; sólo se adoptaron algunas 
medidas económicas a introducir en la administración para remediar la pérdida. Pero no agradó la idea de poner mediopensionistas, a 
ejemplo de otros institutos que recogían y devolvían con el ómnibus a los alumnos hasta sus casas, porque se temieron sus consecuencias. 

Volvamos a la conferencia de la mañana del 6 de febrero. 

Antes de cerrarla, don Bosco expresó calurosamente por dos veces el deseo ya manifestado en años anteriores de que cada director 
redactase la monografía de su colegio, dedicando a este trabajo todos los cuidados posibles. Por fin cerró la reunión con estas palabras: 

-El Padre Santo me dijo que si queremos que prosperen siempre nuestras instituciones, procuremos introducir entre nosotros y propagar 
entre nuestros muchachos estas tres cosas: 

1.ª Espíritu de piedad.
2.ª Espíritu de moralidad.
3.ª Espíritu de economía.


Así, pues, discurra cada uno y pondere la manera de promover estas tres cosas entre los Socios y entre los muchachos. Háblese de ellas 
en los sermones, en las conferencias y en las conversaciones privadas. Yo deseo que en alguna de las conferencias de estos días se 
busquen los medios prácticos con que secundar el consejo del Papa. 

((70)) A primeras horas de la tarde se convocó a todos los profesos, novicios y aspirantes del Oratorio para la conferencia general en la 
iglesia de San Francisco. El auditorio se componía de doscientas once personas. El informe detallado de cada una de las casas que, hasta 
entonces, se había hecho por los respectivos directores, se hizo, en parte, por don Miguel Rúa y, en parte, por don Bosco, de acuerdo con 
los datos proporcionados por los mismos directores. Abrió la sesión el Beato diciendo: 

-La conferencia de hoy es algo irregular, esto es, diferente de todas las demás que se hacen a lo largo del año. Es la misma conferencia 
de San Francisco de Sales, que se tenía en años pasados, pero algo modificada por la multiplicidad de materias a exponer. Hablar en 
particular de todas sería demasiado largo. Don Miguel Rúa hará un 
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relato resumido de los colegios del Piamonte, Liguria y Francia, en una palabra, de Europa. Yo diré alguna cosa con respecto a América, 
y también a las casas del Lacio que fui a visitar. Después, para cumplir los deseos de todos vosotros y conservar el espíritu que debe 
reinar en todas las casas, os haré ver cómo el Señor nos ayuda y defiende. El guiará ciertamente esta conferencia para bien de la 
Congregación, estímulo de todos y salvación de las almas. 

Aunque solemos referir textualmente en el curso de la narración únicamente las pláticas de don Bosco, con todo nos parece útil dar 
lugar aquí, por vía de excepción, a la relación de don Miguel Rúa, que, por suerte, llegó hasta nosotros tal y como la recogió quien la oyó. 
Está llevada a cabo con el esmero, que el primer sucesor del Beato ponía en todas sus cosas, y además debió ser preparada bajo la directa 
inspiración del Siervo de Dios. Don Miguel Rúa habló así: 

Al daros este informe procederé por orden cronológico, esto es, comenzando por las casas, que primero se establecieron. Diré lo que he 
podido saber, a través de los diferentes directores, y lo que yo mismo sabía. 

Empezando por el primer colegio, esto es, el ((71)) de Borgo San Martino, diré que las cosas en general van muy bien, tanto en cuanto a 
los alumnos, como en cuanto a los salesianos. 

Se temía antaño que el número de alumnos iba a disminuir en razón de los arrozales situados a poca distancia del colegio; pero el efecto 
ha sido completamente al revés; su número creció y hay ahora casi doscientos, contando sólo los alumnos, sin el personal. Verdad es que 
hay que tomar alguna pequeña precaución para evitar el peligro de las fiebres, pero, gracias al Señor, ninguno hasta ahora sufrió este mal, 
antes al contrario, me alegra poder deciros que, cuando yo fui a visitar aquel colegio, no encontré a ninguno en la enfermería, y el 
Director me aseguró que desde hacía un mes no había caído enfermo ninguno. 

En cuanto a lo económico, marcha bien, no poseen riquezas, pero van adelante con una prudente administración, y contribuyeron a ello 
las monjas que este año se establecieron allí para cuidar de la ropería y la cocina. No se dejan desde luego de hacer los gastos necesarios, 
y todos tienen cuanto se necesita para la alimentación y el vestido. 

En cuanto a la moral, no hay que repetir las palabras del Profeta: Multiplicasti gentem et non multiplicasti laetitiam (multiplicaste la 
gente, pero no multiplicaste la alegría) porque, con el aumento de los alumnos, aumentó también la piedad. Florecen las compañías del 
Santísimo Sacramento, de la Inmaculada Concepción, del Clero Infantil y de San Luis. Los sacerdotes y los clérigos obtuvieron buenos 
resultados. 
Después de los exámenes finales de este año muchos alumnos vistieron la sotana: parte de ellos fue al Seminario, pero los más se 
quedaron con nosotros y vinieron aquí, al Orarorio. 

Este año volvieron nuestros hermanos a abrir el oratorio festivo para atender a los muchachos externos. Algunos van a la iglesita del 
colegio, otros a la parroquia y todos tienen sus devociones, misas, catequesis, pláticas, bendiciones, instrucciones 
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religiosas y honestas diversiones. Lo que nuestros clérigos hacen con los muchachos, lo hacen también las hermanas con las muchachas. 

De Borgo San Martino pasemos al segundo colegio, que es el de Lanzo. También aquí hubo notable aumento de alumnos. A pesar de la 
amplitud del edificio, este año estuvo casi al completo. íQué admirable es la divina Providencia! Hizo crecer aquel colegio 
maravillosamente también en cuanto a la moral de los alumnos. En Lanzo había plaza para mayor número. 

En agosto del año pasado se terminó el ferrocarril y acudieron a la inauguración algunos ministros, diputados y senadores. Como el 
Ayuntamiento de Lanzo no tenía local adaptado, pidió al Director del colegio, que es municipal, obtuviese de nuestro Superior licencia 
gratuita para poner las galerías y jardines a disposición de los invitados que representaban al Rey. Fueron los ministros y el colegio les 
tributó una solemne recepción, visitaron sus dependencias y estuvieron allí hora y media. Con este suceso se armó mucho ruido, se temía 
que tuviésemos que sufrir algún perjuicio por causa de las opiniones que no examinan las cosas en su verdadero sentido, pero, al 
contrario, hemos ganado mucho. Al saberse que había sido visitado por los ministros, se acrecentó su fama, creyeron todos que es un 
colegio de importancia y aumentó en consecuencia el número de ((72)) alumnos. 

No hablaré de la salud de aquellos muchachos porque Lanzo es un lugar de salud por excelencia, y la única preocupación de los 
muchachos es la de saciar las ganas de comer, a pesar de lo abundante que es el alimento que se les da. La piedad, la conducta y la 
aplicación a los estudios marchan normalmente. Pero se siente la falta de algunos sacerdotes, que hubo que trasladar a otros colegios, o 
como don José Scappini que tuvo que ir a Roma. Estos dejaron un vacío que deberán colmar, o compensar, con una sobrecarga de trabajo 
los que allí se encuentran. Esperamos que con la ayuda de los nuevos clérigos los Superiores no dejarán nada que desear para la buena 
marcha de este colegio. También se introdujeron en él las monjas para cuidar de la ropería. 

Pasemos ahora a Varazze. Por las referencias de su Director he sabido que las cosas van muy bien con respecto al estudio y a la 
moralidad. Por consiguiente hay motivo para alegrarnos. El colegio está al completo y no puede ensancharse, porque es propiedad del 
Ayuntamiento y además el terreno que lo rodea no permite ampliaciones. Es más, nuestros clérigos van a la ciudad a dar clase a los 
externos, que, habiendo aumentado en número, obligaron al Ayuntamiento a alquilar nuevos locales. La buena conducta de los 
muchachos debe atribuirse al celo de los hermanos. 

De Varazze vamos a Alassio. El nuevo edificio, que se comenzó hace tres años, se terminó en 1876. Es un palacio que constituye la 
maravilla de Alassio. Los viajeros del ferrocarril admiran desde el tren el esbelto y hermoso edificio y los vecinos se glorían y se 
consideran afortunados por tener en su ciudad un colegio de don Bosco. Este palacio, que el año pasado estaba deshabitado, ha sido ya 
ocupado, y el número de alumnos subió a doscientos, a pesar de que los Superiores fueron muy rigurosos para la admisión. Hay motivo 
para estar satisfechos porque la moralidad ha mejorado. No porque en años anteriores no se observase este importantísimo punto, sino 
que ha mejorado tal vez por la mayor comodidad de los locales; se pudieron hacer las divisiones convenientes y especialmente se pudo 
separar el bachillerato preuniversitario del resto del colegio. Con ello se favorecieron mucho las prácticas religiosas. Los bachilleres 
superiores, que en tiempos pasados dejaban mucho que desear, son este año modelo de todos los demás. 

Por aquella zona los salesianos son muy apreciados y hay numerosas peticiones de diversas poblaciones de Liguria para que don Bosco 
establezca en ellas un colegio. 
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Y no son peticiones de simples personas privadas, de una o dos personas, sino de municipios enteros con el alcalde a la cabeza y 
respaldadas por muchos de los más acomodados del pueblo. Llegaron peticiones con la firma de todos los concejales de Novi Lígure, 
Montaldo Lígure, Nizza, etc., lo cual demuestra el gran deseo de prestar ayuda a nuestras obras y de servirse de nosotros para su bien 
particular. Nos quieren y con razón, porque nuestros sacerdotes se prestan para celebrar, predicar, confesar por todos los pueblos a la 
redonda y no es para dicho cuánto nos lo agradecen aquellos párrocos. Muchas veces voy yo allá y pregunto: 

-»Dónde está fulano? 

-íEstá fuera de casa, se me contesta, predica ((73)) en tal pueblo. 

-»Y mengano? 

-Ha ido a confesar en la ermita de aquella colina. 

A veces eran cuatro o cinco los que estaban fuera del colegio. También en Alassio se establecieron las monjas para la ropería y la 
cocina y para catequizar a las muchachas. Hay que notar que ya no se queja nadie en el colegio de la comida, lo cual, al parecer, no es 
poco; en efecto, en casi todos los otros colegios esto da motivo a murmuraciones, que incluso en la mesa del Rey hay quien se queja. 

No muy lejos de Alassio está Sampierdarena. Tengo que hablar con un poco de envidia de esta casa, porque va camino de superar al 
Oratorio. Hace cinco años era una casucha de Marassi, donde, en unos cuartitos estaban las clases, la cocina, los dormitorios y la sala de 
estudio. Allí no podía ampliarse la obra. 

Se trató de trasladarla a Sampierdarena, ciudad famosa por su irreligiosidad y masonería. Era una empresa arriesgada. Pero la divina 
Providencia lo quería y nuestro Superior no se detuvo ante las dificultades. Se compró una casa y desde Marassi, donde estábamos en una 
casa alquilada, se trasladó allí el personal. Pero se encontraban los nuestros con muchas estrecheces, había muchas peticiones de 
alumnado, los externos acudían en gran número. Hacía falta un edificio adecuado a la necesidad. Don Bosco fue allí de visita y se levantó 
como por ensalmo una hermosa y gran construcción, para internos y para externos, y hace ya dos años que se llevó a término. 

En poco tiempo aumentaron los alumnos y son ya de doscientos sesenta a trescientos; casi alcanzan a los del Oratorio. Este aumento 
hay que atribuirlo también a la obra de María Auxiliadora. Los jóvenes que estudian latín, muchos de ellos crecidos en edad, son unos 
ochenta, para proporcionar buenos ministros del Señor a la Iglesia y a la Congregación. Hay muchas peticiones de ingreso para el 
noviciado o para el aspirantado. Este año ya dio el internado algunos clérigos; unos fueron al seminario de la diócesis y otros están aquí 
entre nosotros. También este año se comenzó el oratorio festivo para muchachos externos. El patio es bastante espacioso; se transformó 
un corredor en capilla para dar catecismo. Para la bendición se lleva a los muchachos a la iglesia pública. Además se les da comodidad 
para recibir los sacramentos. También es digno de nota que este año se estableció una tipografía, la segunda de la Congregación, en la que 
ya se han impreso varios libros, y esperamos que será muy útil para la difusión de éstos por aquella zona y que hará mucho bien a la 
población. 

Diré también dos palabras en torno a Valsálice. Este año 1876-77, Valsálice aumentó un poco, pero va creciendo lentamente, como es 
de esperar por la clase de sus alumnos. Con respecto a la aplicación al estudio y a la moralidad también aquí tenemos motivos para 
alegrarnos. Algunos de aquellos muchachos vistieron la sotana y ya ingresaron en el seminario. En cuanto a los estudios es notable el 
éxito ((74)) del examen de bachillerato superior al fin del año. En Turín se procede con mucho rigor en este examen y los tres alumnos 
que Valsálice presentó no sólo aprobaron, sino 
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que los tres ganaron el primer premio, cuando son muy pocos, en general, los que no se ven obligados a sufrir un segundo examen. 

Ahora pasemos de Italia a Francia, donde tenemos el colegio de Niza. Sabéis que, después de la primera expedición de misioneros, don 
Bosco fue por aquellas tierras. Hacía ya unos años que se trataba de abrir allí un colegio. Se alquiló una casita, se envió a ella un 
sacerdote como director, un clérigo para dar clase y un seglar para la cocina. Se empezó con el oratorio festivo, se abrió un internado para 
muchachos pobres y cuando éstos llegaron a catorce ya no se pudieron admitir más por falta de espacio. Se tiró así adelante hasta agosto o 
septiembre de 1875, cuando, con la ayuda de gran número de bienhechores, se pudo conseguir una casa, próxima a la Plaza de Armas, 
con muchas salas, dos jardines y patios. La dificultad estaba en que aquella casa costaba cien mil liras. »Cómo comprarla nosotros que 
nunca tenemos dinero? »Nosotros que vamos siempre adelante a fuerza de deudas, haciendo puf, puf, como el tren? El Superior no se 
dejó amedrentar por este obstáculo, que parecía insuperable, sino que confió en la Providencia. Esta vino en su ayuda, y se compró la 
casa, que ya va prosperando, y tiene cincuenta muchachos. Cuarenta se dedican a aprender un oficio y diez a los estudios. También de allí 
salió algún fruto para la Congregación, y dos de los estudiantes pidieron ser aceptados como aspirantes. íSon los primeros franceses! 
Esperamos que el Señor bendiga nuestros esfuerzos y podremos hacer mucho bien. 

El internado se llama Patronato de San Pedro. Podría contaros algunos episodios, mas por brevedad los omito, pues no lo permite ahora 
el tiempo. Hay clases diurnas y nocturnas para externos, y dos oratorios. Es una fortuna para aquella ciudad, refugio de gente reducida a 
la miseria, que va allí en busca de trabajo y de dinero, gente que se preocupa muy poco de su alma y de la de sus hijos, que no frecuenta 
la iglesia y no envía a sus chicos a la escuela y a la catequesis parroquial. Hay, por tanto, muchos golfillos, y es una gran suerte que éstos, 
que crecerían con una mala educación o sin ninguna, sean educados cristianamente y encaminados a los sacramentos; gran suerte para 
ellos y también para la ciudad. 

Los periódicos franceses alaban este colegio, dan a conocer el beneficio que aportan los salesianos a Niza e invitan a todas las ciudades 
de Francia a montar una casa salesiana. La semana pasada hubo dos de estos diarios que pusieron por las nubes a los salesianos y 
despertaron tanto entusiasmo por nosotros que Marsella, Lyon, Burdeos y otras ciudades ya discurren y trabajan para obtener una casa 
salesiana. Hace unos días que una buena persona escribió al Director una carta ofreciéndonos gratuitamente una casa con amplios locales, 
habitaciones, patio y jardín con la única condición de abrir allí un colegio. 

((75)) El año pasado cuando nuestro Superior don Bosco volvía de Francia, pasó por Bordighera, en Vallecrosia, donde los protestantes 
pusieron su pie y tanto daño causan a las almas. Tienen allí iglesias, colegios y escuelas. El Obispo de Ventimiglia, afligido y 
preocupado, no sabía cómo poner un dique contra aquella impiedad. No había allí escuelas católicas. Estaba la parroquia, pero nadie 
entraba en ella. Rogaba por eso a don Bosco que tuviese a bien remediar tantos males. Don Bosco se rindió y aceptó establecer allí una 
casa. 

Se alquilaron unas habitaciones pobres, bajas, para vivienda de los salesianos y escuela de los muchachos y las muchachas; se 
improvisó una iglesia, limpiando lo mejor que se pudo dos cobertizos de techo muy bajo. Si tuviese que entrar allí el Obispo, que es de 
estatura ordinaria, no podría ponerse la mitra. Para ello habría de ser de la misma estatura que algunos de los que están aquí. (íDon 
Paglia, don Paglia! 
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Oyóse susurrar en la iglesia). Esta nos recuerda nuestra antigua iglesia, la que ocupaba nuestro actual comedor y cuyo bóveda era 
bajísima. 

Como no hay sitio para las escuelas, una se da en la sacristía y otra en la iglesia, separándolas del presbiterio con una cortina. En ellas 
se da clase a los niños durante el día y por la noche a los hombres. Invitados a recibir los sacramentos, corresponden. Los muchachos los 
reciben de buen grado, tienen comodidad para confesarse y muchos reciben la sagrada comunión. Este año fueron admitidos cuarenta a 
recibirla por vez primera. Las Hijas de María Auxiliadora obtienen también buenos resultados con las muchachas. 

»Y cómo hacen para mantenerse? A menudo falta el vino o la carne y se resignan a tomar un poco de sopa, a veces ni siquiera bien 
condimentada, pero se conforman sólo con esto. En ocasiones se oye llamar a la puerta. -»Quién va? Y entra una buena persona que lleva 
un barrilito de vino, diciendo que lo regala de todo corazón. De allí a poco llega otro con un poco de fruta. Se va adelante de este modo, 
con ayuda de la Providencia, y hemos de dar gracias al Señor por ello. Toda la población está muy agradecida y quiere mucho a los 
salesianos, envía con gusto a sus chicos a nuestras escuelas y, cuando faltó el párroco, todos acudían a la única misa de nuestra pobre 
iglesita, apiñados uno contra otro fuera de la puerta. He dicho la única misa, aunque alguna vez había dos, pues celebraba la segunda un 
sacerdote que, en vista de la necesidad, era enviado desde Alassio. Ahora parece que las cosas están bien organizadas. Los chicos y las 
chicas ya no van a las escuelas de los protestantes y no quieren saber nada de ellos, excepto algunos internos que siguen en su colegio y 
proceden de otros pueblos. Esto es de una gran satisfacción para nosotros y también para el Obispo, que no cabe en sí de alegría por tener 
a los salesianos. Los protestantes no tienen más que unos pocos en sus escuelas, a pesar de que proporcionan a sus alumnos cuadernos, 
Plumas, libros y todo lo que necesitan. 

((76)) Durante este año de 1876 se han enviado a Trinità un sacerdote, como director, dos clérigos para dar clase y un seglar. Tienen 
oratorio festivo para los muchachos y escuelas diurnas y nocturnas. Muchos de los que iban a las escuelas del pueblo quisieron ser 
inscritos en las del Oratorio, por lo que hubo que organizar las clases superiores elementales. Durante el día se imparten las clases a los 
niños y al atardecer y primeras horas de la noche a los adultos, que correspondieron a la invitación de acercarse a los sacramentos, y son 
la edificación del pueblo. Todos los alumnos son externos, el oratorio es floreciente y las escuelas marchan bien. Tendría que hablaros 
todavía de los otros colegios de Italia central, pero lo hará nuestro buen Superior. 

La casa de las Hijas de María Auxiliadora en Mornese se va desarrollando maravillosamente. Hace dos o tres años sólo eran treinta, 
entre profesas, novicias y postulantes. Hoy son de ciento sesenta a ciento ochenta. Entonces tenían sólo la casa de Mornese y este año 
están en siete u ocho lugares: en Turín, Lu, Biella, Lanzo, Borgo San Martino, Sestri Levante, Alassio, Bordighera, etc. Este Instituto 
pudo superar las muchas dificultades que ofrecían la ropería y la cocina de los colegios, al tiempo que las hermanas hacen en todas partes 
un gran bien a las chicas. En Mornese las reúnen y las instruyen en la catequesis. El colegio para las alumnas internas es bastante 
floreciente, pese a la incomodidad del camino y la distancia de la estación ferroviaria. 
También están en manos de los salesianos las escuelas del pueblo. Este año hubo alguna oposición para ello; alguien buscaba dejar en 
mal lugar al maestro salesiano; pero toda la población se levantó en nuestra defensa y el párroco tuvo que hacer abandonar sus 
pretensiones al contrincante y enviar una carta a don Bosco, pidiéndole 
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que mantuviera en las escuelas municipales al salesiano y a las hermanas. Don Bosco se avino a su deseo. Tendría todavía mucho que 
deciros sobre las virtudes de las hermanas, sobre las mortificaciones que hacen, pero no es necesario; nos traen el recuerdo de los 
antiguos monjes de la Tebaida y otros desiertos. 

Y ahora pasemos a nosotros. Nos queda por hablar de Turín, de nuestra Casa Madre. El Oratorio marcha viento en popa. No quiero 
decir esto para nuestra gloria: demos de ello gracias a Dios. Este año se atendieron mucho en la sección de estudiantes las compañías de 
San Luis, del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada Concepción. También es digna de mención la manera con que se celebran las 
sagradas funciones. El clero infantil fue numeroso y sirvió con decoro las sagradas ceremonias. 
Esto hizo mucho bien. Eran muchos los que venían expresamente a nuestra iglesia para verlos y quedaban edificados de su 
comportamiento; a los muchachos les animó también a abrazar el estado eclesiástico. 

Fue muy crecido este año el número de los que tomaron la sotana, aun cuando no era muy numeroso el quinto curso de bachillerato, 
pero se manifestaron tantas vocaciones, que ((77)) se seleccionaron también alumnos de otros cursos y especialmente de la Obra de María 
Auxiliadora. Llegaron casi a ochenta. 

Los aprendices sufrieron este año dos grandes pérdidas; la de su director, don César Chiala, y la de su asistente principal, el clérigo 
Piacentino. Cesaron de vivir, pero no cesó el fruto de sus obras. Los aprendices perseveraron en el fervor que les inspiraron aquellos 
Superiores, y esperamos que con los nuevos catequistas y los nuevos asistentes irán de bien en mejor. Florecen entre ellos las Compañías 
de la Inmaculada y de San José, ademas de las conferencias particulares que se tienen con los aspirantes. 

Los novicios de la casa crecen en número y este año proceden en todo con mas regularidad. Ya antes estaban separados de los demás en 
el dormitorio, en el salón de estudio y en el patio; ahora también lo están en el comedor. Son ciento cuarenta, sin contar los dos de Niza y 
algunos que fueron a América. Don Julio Barberis, su maestro, me ha dicho que reciben frecuentemente los sacramentos y esta muy 
satisfecho de ellos, aunque se puede desear mas. 

El Oratorio de los externos es muy frecuentado, ordenado y numeroso. Nuestras hermanas, las Hijas de María Auxiliadora, abrieron 
también un Oratorio para las chicas y son tantas las que acuden que ya no hay sitio suficiente en la capilla y habra que agrandarla. Antes 
de que viniesen las hermanas se veían continuamente por estos prados muchísimas niñas y ahora ya no se ve ninguna. Los chicos van a un 
lado y ellas a otro. 

Nuestra Congregación progresa, pues, maravillosamente de día en día, de suerte que nos demuestra con evidencia que esta protegida 
por Dios. En las persecuciones y tribulaciones adquiere siempre mayor desarrollo. Aumentan los socios, tanto profesos perpetuos como 
trienales, y especialmente los novicios. Hay mayor regularidad espiritual y temporal. El número de jóvenes que sale de la Congregación 
es muy inferior al de otros años, lo mismo con relación a los novicios y profesos trienales, ya que, con respecto a los perpetuos, gracias a 
Dios, no ha salido todavía ninguno desde que se fundó la Congregación y esperamos que no los habra jamas. 

Concluyendo os diré: demos gracias a Dios y hagamos lo posible para corresponder con el fervor, con nuestra conducta, con el 
cumplimiento exacto de las reglas a la particular protección de María Santísima Auxiliadora con nosotros. Se puede decir que el Señor 
lleva en sus brazos a la Congregación y le presta todas las ayudas necesarias para que prospere. 
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Cuando don Miguel Rúa terminó sus palabras, se levantó a hablar don Bosco, el cual reanudó el tema en estos términos: 

Os entretendré muy poco tiempo porque no quiero prolongar demasiado esta conferencia. Habría que hablar todavía de los oratorios de 
San ((78)) Luis y de San José y de los institutos del Refugio y de San Pedro, adonde vamos a prestar servicio. Pero despleguemos el 
vuelo hasta América. 

Ya se habló otras veces de aquellas casas, y como las cartas de los misioneros se imprimen, sería inútil hablar de ellas. Las últimas 
noticias son las del colegio establecido en Montevideo, donde no hay seminarios, ni clérigos, ni colegios católicos. Es un verdadero caos, 
tanto la república como la capital. Quien quisiese dar educación cristiana a su hijo, tenía que enviarlo aquí a Valsálice y a otros colegios 
de Europa. Don Luis Lasagna es el director de este colegio que se ha titulado colegio Pío y es el primero en América dedicado a la gloria 
de Pío IX. También se ha abierto al culto sagrado la iglesia aneja al colegio, para uso de los alumnos y de los habitantes de las quintas 
vecinas, porque el colegio está en las afueras de la ciudad. Los domingos especialmente hay gran afluencia. Se espera mucho bien de ello. 
Se empezaron también las clases en favor de los pobres, como externos, y para los internos. Como los diez salesianos no eran bastantes, 
hubo que enviar otros de San Nicolás y de Buenos Aires para ayudarles. A medida que tengamos noticias os las comunicaremos. 

Desde Montevideo se llega a Buenos Aires, capital de la República Argentina, en quince horas de barco por el gran río de la Plata; allí 
se comenzó a regir la iglesia de la Misericordia, donde se realiza una verdadera misión, con funciones sagradas, catequesis, predicación, y 
todos los demás ejercicios de piedad para niños y adultos. Surgió también la necesidad de abrir un internado para muchachos pobres y se 
abrieron dos oratorios festivos. 

El colegio que se inauguró en San Nicolás ha adquirido gran desarrollo y, a los siete u ocho meses, contaba con ciento cuarenta 
alumnos. Funciona, además, una iglesia pública, donde hay comodidad para asistir a las sagradas funciones y recibir los santos 
sacramentos. Nuestros sacerdotes atienden al servicio de su iglesia y del colegio y al mismo tiempo ayudan en la parroquia y en otros 
lugares a predicar, confesar y celebrar la santa misa. 

En Buenos Aires habrá que asumir la dirección de una parroquia en un barrio llamado Boca del diablo; este barrio es llamado así 
porque en él suceden todas las cosas de mal agüero y en él está el centro de la masonería. Pero habrá dificultades para quien tenga que 
establecerse allá. 

Se trata ahora de iniciar una misión en Patagonia, donde, como sabéis, están los salvajes. Algunos de ellos ya fueron internados en el 
colegio. Es más, cuando vuelva don Juan Cagliero, nos traerá aquí algún patagón y veremos su fisonomía, el color de su piel, su carácter. 
También habrá que asumir un Vicariato Apostólico. Los patagones no distan mucho de Concepción y dicen que son feroces y que les 
divierte mucho comerse a los cristianos. »Quiénes serán los valientes que quieran exponerse a estos peligros, a ser pasto de aquellos 
salvajes? Se verá. Son muchos los que piden ser los primeros en arriesgarse a ir ((79)) a aquellas tierras para llevar la santa religión a 
aquellos pueblos. Alabo mucho su buena voluntad y su valor; sin embargo es mi deseo, es mi deber proceder con cautela para no 
sacrificar la vida de alguno. Estoy casi seguro de que ninguno de los nuestros perecerá. Pero si, no obstante la paciencia y la prudencia, 
alguno fuese mártir, habremos de conformarnos con la voluntad del 
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Señor y darle gracias. »Quién de nosotros se atrevería a renunciar a la dicha de ser mártir? Espero que Dios nos proteja y que se pueda 
hacer también algún bien allá, en la Patagonia, sin pagar tributo a los salvajes siendo asesinados y comidos. 

Debo también deciros que nos llegan de todas partes del nuevo mundo muchas peticiones para fundar otras casas. En Santiago, capital 
de Chile, nos ofrecen la administración de un hospicio. Se nos pide también que tomemos la dirección de un seminario en Concepción, 
última ciudad hacia la Patagonia. El Ayuntamiento apoya la petición y está dispuesto a socorrernos. En Paraguay, en Brasil y en otras 
partes nos esperan para establecer colegios, seminarios, hospicios. En América han llegado las cosas a tal punto que no se puede desear 
más. Pero nosotros debemos esperar a tener más medios y más fuerzas. Don Pedro Ceccarelli escribió una carta en la que decía: la 
Congregación Salesiana es verdaderamente bendecida por el Señor, porque sólo en cuatro meses ha hecho en América lo que las demás 
congregaciones han hecho en cuatro siglos. Es una expresión que yo no quería manifestaros, pero os la digo porque puede servir de 
estímulo para hacer progresar con mayor empuje la obra comenzada. Cobremos ánimos, puesto que Dios bendice nuestros esfuerzos, pero 
quiere que correspondamos, como dice san Pablo. 

Y ahora vengamos a Italia. Estuve en Roma. Me decían que los jóvenes de aquellos lugares son diferentes de los de aquí, que no es 
posible acercarse a los muchachos, que no sería posible establecer los oratorios o por lo menos no serían semejantes, por cierto, al de 
Turín. Será cosa de milagro, pero en Ariccia se abrieron las escuelas elementales, que antes estaban en manos de protestantes, por deseo y 
a instancia de las autoridades del lugar y del Padre Santo. Nuestras escuelas diurnas se llenaron; los protestantes se dedicaron 
desesperadamente a dar clases particulares y, para tener alumnos, les entregaban gratuitamente todo lo necesario, papel, plumas, libros y 
cuadernos. A pesar de ello quedaron muy pocos o ninguno. Cuando yo llegué allí, aun esos pocos abandonaron, para mi gran satisfacción, 
a los maestros del error y los dejaron solos. De seguir así, los protestantes quebrarán en poco tiempo. Y no sólo se han llenado las clases 
diurnas, sino también las nocturnas de adultos. Abriremos también el oratorio festivo y hagan los protestantes en hora buena lo que 
quieran. 

En Albano tenemos también que dar clase a los alumnos del bachillerato municipal o seminario menor, y están tan entusiasmados con 
los salesianos y tan satisfechos de ellos que ya no se puede desear más. A mi ((80)) llegada lo primero que me pidieron aquellos clérigos 
fue confesarse, y cuando entré en casa, me encontré con una comisión de estudiantes externos para obtener el favor de confesarse todos 
conmigo. Y yo confesé desde la mañana muy temprano hasta las doce, y siempre de manera muy satisfactoria, sin que yo tuviese nada 
que añadir, como hago aquí. Algunos que habían venido para confesarse a las seis de la mañana y les tocó el turno a las doce, esperaron 
con admirable paciencia. Era imposible hacer más. 

Y aquí, además de este bachillerato público, quiere el Ayuntamiento que haya también un colegio para externos e internos, y ya hemos 
visitado un local que se preparará para este fin. El cardenal Di Pietro, obispo de Albano, ofrece su seminario a los salesianos, asegurando 
que habría una mies abundante. Sabe que nosotros no queremos dinero, sino trabajo. 

A dos horas de tren de Roma hacia Toscana, al lado opuesto de Albano y Ariccia, se encuentra la ciudad de Magliano, lugar famoso por 
su gran inmoralidad. También allí vi muchachos dóciles y respetuosos, y para que no me escapara sin confesarlos, pidieron al director que 
no me dejara marchar, y el Obispo, cuando estaba a punto de salir, vino a invitarme para que confesara a los externos y a los internos. Y 
tuve 
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que volver allí para contentar a todos. Esta fue la causa que retrasó mi llegada en un día. Aquellos seminaristas piden todos a una hacerse 
salesianos. El Rector del Seminario me presentó tres peticiones: para él, para el director espiritual y para el ecónomo, deseosos de hacerse 
salesianos, y fueron recibidos como novicios 1. Pero nosotros queremos ir despacio, con cautela y prudencia, para no perjudicar a la 
diócesis y evitar que la gente chille. Cuando se manifiesten con más claridad las vocaciones, se verá si habrá que aceptarlas. También en 
los pueblos próximos a Roma hay mucho entusiasmo por los salesianos y piden colegios nuestros. Si no nos faltase personal y se 
aceptasen todas las peticiones, antes de la fiesta de Todos los Santos tendría más de veinte colegios nuevos. 

Sin embargo, se aceptó el cuidado de los conceptinos, orden fundada por Pío IX hace veinte años y que ya no podría continuar sin la 
ayuda de otros. Así lo quiso el Padre Santo y hemos hecho este sacrificio. Las cosas ya están bien encaminadas; todo está arreglado; el 
Director está en buenas condiciones para gobernar; el mismo Papa nos ofrece veinte mil liras. 

El año pasado, si os recordáis, dijo don Bosco que, pasado el año, sucedería algo extraordinario. Se habrían puesto los principios de una 
obra, que produciría un gran bien. Así lo dije en la conferencia general. Alguien me pedía explicaciones. Digamos algunas palabras sobre 
este tema. Helas aquí. Son dos cosas. Una es la ((81)) instalación en Roma de una casa nuestra. En un principio había grandes 
dificultades. El Señor dispuso los acontecimientos de manera extraordinaria y, quitados los obstáculos, se hará un gran bien. Quiso Pío IX 
que tomásemos las escuelas de Ariccia, de Albano y de Magliano. »Y con qué gastos por nuestra parte? Sin ninguno. Todo se nos 
proporcionó, comida y vivienda; sólo quedó a nuestro cargo el equipo personal. Hemos ido sin un centavo, y el Padre Santo y el 
Ayuntamiento pagarán los gastos. Ya fue don José Scappini a tomar la dirección de los conceptinos, e irán otros salesianos para ayudarle. 
Hoy mismo nos llega una petición de Roma para abrir otra casa, y se puede decir que la Congregación está establecida regularmente en 
Roma. 

El Padre Santo concedió que uno de nuestros sacerdotes, que tendrá estancia fija en Roma, pueda tener audiencia directa con él una vez 
al mes, favor jamás concedido hasta ahora a ningún otro. 

Se han comenzado también las gestiones para la India y Australia; tengo que preparar el personal, pero hay tiempo todavía. 

La segunda de aquellas obras, que tenían que empezar a germinar, es la Obra de los Cooperadores Salesianos. 

Acaba de comenzar y ya son muchos los inscritos. Su fin no es sólo una recíproca ayuda espiritual y moral, sino también material. Se 
verá su gran desarrollo. No pasará mucho tiempo sin que se vean poblaciones y ciudades enteras unidas en el Señor por un vínculo 
espiritual con la Congregación Salesiana. Con respecto a lo material, se han dispuesto y se mantendrán las cosas de manera que no habrá 
que depender de ninguna otra autoridad fuera de la espiritual del Sumo Pontífice. Pero de modo que no se llegue a chocar con los obispos 

o con las autoridades civiles. El alcalde de Magliano, caballero riquísimo, el más rico de aquellos contornos, liberal sincero, quiso 
también hacerse cooperador salesiano, diciendo que ésta es una obra divina. Lo que 
1 El rector del Seminario era el canónigo Francisco Rebaudi y director espiritual el canónigo Antonio Pagani. Edificados por la 
conducta de los presbíteros salesianos Daghero y Giacomuzzi, habían pedido ingresar en la Congregación. 
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hizo el Alcalde, quisieron también hacerlo muchos otros; pero hay que proceder con mucha prudencia y despacio para recibir a los que 
desean el diploma. 

Se ha determinado, a este propósito, imprimir un Boletín, que será como el periódico de la Congregación, pues son muchas las cosas 
que habrá que comunicar a dichos Cooperadores. Se publicará periódicamente como lazo de unión entre los cooperadores y los socios 
salesianos. Espero que, si correspondemos a la voluntad de Dios, no pasarán muchos años sin que poblaciones y ciudades enteras no se 
distinguirán de los salesianos más que por sus viviendas. Si ahora son cien los cooperadores, su número alcanzará millares y millares y, si 
ahora somos mil, entonces seremos millones, cuidando no aceptar e inscribir más que a los más aptos. Espero que ésta sea la voluntad del 
Señor. 

Trabajemos por dar a conocer esta Obra: Dios la quiere. De la Obra de María Auxiliadora ya se habló. Querría que lo que se ha dicho, 
llegara a oídos de todos los demás hermanos y también de nuestros muchachos. Pero, como todos no están presentes, encomiendo ((82)) a 
los directores que les expongan todo lo que he dicho en una conferencia o de otra manera, más breve o más amplia, con respecto a la 
Congregación, a nuestras cosas, a las misiones y a los Cooperadores Salesianos. Dígase que nosotros los salesianos somos unos pobres 
hombres, pero que somos instrumentos en las manos de Dios y que las cosas dirigidas por nosotros son favorecidas por el Señor. Si no lo 
viésemos, nos parecería una fábula, pero es una realidad. Los hombres no pueden hacer tanto: es Dios el autor. Se sirve de nosotros para 
llevar a cabo su santo querer, para cumplir sus designios. Y nos bendecirá. 

»Y ahora, pues, qué nos toca hacer a nosotros? íSólo una cosa! 

Cuando el Santo Pontífice me recibió en su habitación, acostado en cama, porque estaba enfermo, me manifestó varios pensamientos, 
entre los cuales me dijo lo siguiente: 

-Id; escribid a vuestros hijos y empezad a decir ahora y repetir siempre, que no hay duda de que la mano de Dios es la que guía vuestra 
Congregación. Pero gravita sobre vosotros una gran responsabilidad y vosotros debéis corresponder a tanta gracia. Pero yo os digo, en 
nombre de Dios, que si correspondéis a la ayuda divina con vuestro buen ejemplo, si promovéis el espíritu de piedad, si promovéis el 
espíritu de moralidad y especialmente el de castidad, si este espíritu permanece en vosotros, tendréis coadjutores, cooperadores, ministros 
celosos, veréis multiplicarse las vocaciones religiosas, ya sea para vosotros, para vuestra Congregación, como para las otras órdenes 
religiosas y también para las Diócesis, que no carecerán de buenos ministros, que harán mucho bien. íYo creo revelaros un misterio! 
Estoy seguro de que esta Congregación ha sido suscitada en estos tiempos por la Divina Providencia para mostrar el poder de Dios; estoy 
seguro de que Dios ha querido mantener oculto hasta el presente un importante secreto desconocido a tantos siglos y a tantas otras 
Congregaciones pasadas. Vuestra Congregación es la primera en la Iglesia, de nuevo cuño, aparecida en estos tiempos, de modo que 
pueda ser Orden religiosa y secular, que tenga voto de pobreza y, al mismo tiempo, pueda poseer, que participe del mundo y del claustro, 
cuyos miembros sean religiosos y seculares, claustrales y libres ciudadanos. El Señor manifestó esto en nuestros días y esto quiero yo 
revelaros. La Congregación fue instituida para que en el mundo, que, según la expresión del Santo Evangelio, in maligno positus est, se 
diese gloria a Dios. Fue instituida para que se vea y haya manera de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, según lo 
que dijo Jesucristo en sus tiempos: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y os predigo, y escribidlo vos a vuestros 
hijos, que la Congregación florecerá, se propagará 
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milagrosamente, durará en los siglos venideros y encontrará siempre coadjutores y cooperadores siempre que se trabaje por promover el 
espíritu de piedad y de religión, pero especialmente de moralidad y castidad. Yo tendría, siguió diciendo el Padre Santo, todavía muchas 
otras cosas que deciros, pero me encuentro cansado. Contadme vos alguna historieta. 

Después pasamos a otras cosas. 

((83)) Ahora recomiendo a alguno de vosotros, que tenga buena memoria, que recoja por escrito lo que he dicho; yo repasaré con gusto 
el escrito, añadiré todavía alguna cosita y esto se tendrá como un memorial de gran importancia para la Congregación. 

Pero nunca se olvide guardar celosamente la moralidad. La gloria de nuestra Congregación consiste en la moralidad. Sería una 
desgracia si se obscureciera esta gloria, porque los salesianos degenerasen. El Señor desbarataría la Congregación, si decayéramos en la 
castidad. Es ésta un bálsamo que hay que esparcir por todos los pueblos y promover en todos los individuos, porque es el centro de toda 
virtud. 

Ahora no me queda más que alegrarme en el Señor porque con tantos gastos estamos casi sin deudas y, por el momento, no tenemos 
ningún gasto apremiante. Es algo que debe causarnos una grande y grata satisfacción. Tengo que alegrarme con vosotros que trabajáis y 
habéis trabajado y que mantenéis firme voluntad de perseverar en el trabajo. Tengo que dar gracias a María Santísima porque siempre nos 
ha asistido. Como Superior de la Congregación agradezco a los directores los trabajos personales y morales. Y les digo: llevad a vuestras 
casas estas mis palabras de aliento y mi acción de gracias; y decid a todos que estoy satisfecho de ellos, que su padre no es indiferente a 
lo que ellos han hecho y sufrido; decidles que él se recomienda al mismo tiempo, a fin de que todos tengan a bien prestar el óbolo del 
sacrificio de sus fuerzas, que les ruega nos unamos todos para salvar nuestras almas y las de los otros y aumentar en el corazón la piedad 
y la virtud, para acrecentar el número de los salesianos y de aquellos que nos encontraremos en el reino de la gloria. 

La conferencia general no señaló el fin de las conferencias particulares, como sucedía en años anteriores; sino que éstas continuaron y 
fueron todavía cuatro. 

La primera, del día 7, fue presidida por don Miguel Rúa; su objeto principal era señalar el tiempo y los predicadores de los ejercicios 
espirituales para los alumnos de los diversos colegios, pues era muchísima la importancia que se les daba para la buena marcha general. 
El presidente comunicó después muchas normas de prudencia para lograr que los ejercicios produjeran los efectos deseados. La segunda 
conferencia del mismo día se celebró bajo la presidencia del Beato, el cual, después de examinar la propuesta de enviar a unos salesianos 
para dirigir espiritualmente el hospital de la Consolación, ((84)) contó el sueño acerca de la muerte de Pío IX, que hemos referido en el 
primer capítulo del presente volumen. 

El día 8 don Bosco sólo apareció al término de la conferencia de la tarde. La mayor parte del tiempo de la mañana y de la tarde se 
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empleó en la lectura y discusión del reglamento para los colegios, que debía entregarse a la imprenta dentro de poco tiempo. Se hicieron 
nuevas modificaciones y añadiduras al texto presentado en las conferencias del año 1876, con las observaciones habidas desde entonces. 
Pareció necesario dedicar un cuidado especial para formular las prescripciones de modo que no se viera coartada la libertad ni menguada 
la autoridad del director. No porque el poder del director no tuviese límites, sino porque, como aquel reglamento correría por las manos 
de alumnos, clérigos y superiores subalternos, se quiso que en todo caso pudiese quedar a salvo ante los súbditos el prestigio del director. 
La asamblea consideró que los directores conocerían suficientemente los justos límites de su autoridad. Y los capitulares recomendaron 
que uno de estos límites estuviese en respetar las disposiciones del Capítulo Superior en torno a los cargos asignados al personal; que 
sólo en el caso de absoluta necesidad se cambiasen las ocupaciones, pero se diese de ello enseguida aviso al Consejero Escolástico de la 
Congregación. Para cumplir el deseo expresado por don Bosco en la conferencia de la mañana del día 6, se dedicó la última parte de la 
conferencia al estudio de los medios, con que elevar en todo momento el espíritu de moralidad de los alumnos internos y de los socios en 
las casas salesianas. Los asambleístas estuvieron de acuerdo en la conveniencia de solidarizarse todos acerca de estos ocho puntos: 

1.° Tratar a los alumnos con bondad para ganar su confianza. 

2.° Hacer sacrificios, cuando sea preciso, para asistir y vigilar. 

3.° Guardar nota del lugar, que cada alumno ocupa en el dormitorio, en la clase, en el comedor, en el estudio. 

4.° Hacer una inspección por la noche en el dormitorio. 

((85)) 5.° Establecer que los jóvenes, al salir de paseo, vayan de tres en tres, que no se hagan paradas y no se dé a ninguno permiso para 
alejarse de las filas. 

6.° Recomendar a los muchachos que, por urbanidad, tengan las manos sobre la mesa en la clase y en el estudio. 

7.° Animar mucho el recreo con los juegos que más agradan a los muchachos. 

8.° No prolongar demasiado el tiempo del estudio para los pequeños o para los que están poco ocupados. 

Se estaba ya a punto de clausurar la discusión y la reunión, cuando entró don Bosco, el cual, al oír de qué se trataba, quiso decir su 
palabra sobre el tema de la moralidad; una palabra muy práctica, según solía. A los ocho puntos que se habían fijado añadió uno más: 
templanza en el comer carne y beber vino. Precisamente al exceso de la carne y 
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del vino achacó la inmoralidad, que domina en algún país. El que come de vigilia está, a la larga, más libre de ciertas molestias 
espirituales; ayuda también mucho a esta libertad el abstenerse de alimentos de difícil digestión y de las carnes saladas, porque son 
excitantes; cuando la Iglesia recomienda la penitencia, prohíbe ante todo las carnes. 

-Tened en cuenta, siguió diciendo, que lo que hasta ahora mantuvo el alto nivel de nuestras casas, fue la persuasión que todos tienen de 
nuestra segura moralidad, superior a toda acusación. »Será esto siempre verdad? »La fama dice la verdad? íAtención! Hasta ahora ha sido 
Dios quien nos ha defendido. Las causas de los peligros son unas internas y otras externas. La frecuente confesión y comunión y la 
vigilancia normal de quien debe asistir serán grandes medios preventivos. Puede haber desórdenes, pero son reparables. Haya una 
asistencia solidaria; nadie se crea dispensado de ella, cuando se trata de impedir la ofensa de Dios. Y sean medios para no caer la fuga del 
ocio y evitar las amistades particulares. No importa que uno sea superior, o avanzado en años: no hay edad ni santidad pasada que valga 
contra las insidias de este enemigo. Antes al contrario, cuanto más se avanza en edad, más se refina la malicia. Incluso el lugar ((86)) que 
se ocupa al lado de ese tal puede ser peligroso. Se empieza por regalitos, crucifijos, estampas; siguen después los buenos consejos, y 
después... y después íadelante! 

No se lleven nunca los alumnos a la propia habitación. Los muchachos se fijan en todo: algunos están viciados, han leído libros malos, 
no escapa a sus ojos nada de cuanto hacen los Superiores y íay, si uno es acusado de una falta! En conclusión, aut nullum aut omnes 
pariter dilige (ama a todos o a ninguno). El trabajo es también una gran salvaguardia. Alguien me dijo: «íNo haga trabajar tanto a sus 
sacerdotes!», pero, ay, el sacerdote muere por el trabajo o muere por el vicio. 

Terminó con la recomendación, que le era tan familiar, de cuidar mucho las vocaciones, y sugirió tres medios: hablar a menudo de la 
vocación, sacar en las conversaciones el tema de las misiones y mandar leer las cartas de los misioneros. 

Aquí justamente debería acabar el capítulo, pero hay que añadir todavía más cosas. Tras un mes largo de ausencia del Oratorio, don 
Bosco sentía necesidad de dirigir una palabra especial a los muchachos y a los novicios. Absorbido por las conferencias y conversaciones 
con los directores, amén del despacho de ciertos asuntos urgentes y la contestación de mucha correspondencia atrasada, no había podido 
encontrar todavía tiempo para lo uno ni para lo otro. Nos parece que 
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las dos charlas tenidas separadamente con los alumnos y con los novicios caben aquí para completar todo un ciclo de normas 
concernientes a la Congregación y a la casa madre en el momento del año escolar elegido por don Bosco para un acuerdo general sobre 
cómo dar a la marcha de las casas un ritmo resuelto y constante, que durase hasta septiembre. Habló a los alumnos estudiantes y 
aprendices después de las oraciones de la noche del 11 de febrero. Conviene saber que el día antes, el Señor había llamado a sí al primero 
de los «seis más dos» del Oratorio, anunciados por Domingo Savio. Se llamaba Esteban Mazzoglio; había nacido en Lu y era alumno del 
cuarto curso del bachillerato. Fue calificado de joven piadoso, aplicado y ejemplar, desde su ingreso en el Oratorio hasta la muerte. 
Habló, pues, de esta manera: 

((87)) Por fin nos encontramos hoy aquí todos juntos. Tenía yo ansias de veros y hablaros y también vosotros deseábais hablar 
conmigo. Y aquí me tenéis para deciros dos palabras, únicamente para poder veros a todos; y así todos vosotros podéis verme a mí, 
íaunque las luces son algo flojas! Hace ya mucho que no nos hemos hablado, y sucedieron muchas cosas durante este intervalo. Algunos 
de vosotros no me conocían. Hay alumnos nuevos que dicen: 

-íTodavía no hemos podido ver a don Bosco! 

Y ahora que me véis; »estáis contentos? 

He estado en Roma y durante el tiempo que he permanecido lejos de vosotros, he tratado muchas cosas importantes, siempre en favor 
del Oratorio. íSe conoce que habéis rezado mucho por vuestro padre y que sois muy buenos! En efecto, digámoslo aquí entre nosotros, 
sin que nadie nos oiga: todas las cosas que he tratado, han resultado bien. De Roma fui a Ariccia, donde tenemos una casa, en la que se 
han hecho muchas cosas. De Ariccia pasé a Albano, donde se ha abierto otra casa, y allá se ha arreglado todo. Fui después a Magliano, 
donde se ha abierto una tercera casa y allí se trazaron diversos planes para un próspero porvenir. Después volví a Roma, donde se ha 
aceptado y abierto una cuarta casa, se ha terminado el asunto de los conceptinos y se aceptaron las propuestas. 

El Sumo Pontífice es todo para nosotros, nos ha dado bendiciones especiales y nos ha hecho un hermoso regalo, sin contar otros 
donativos que todavía nos prepara. 

Ahora, pasando a otra cosa, os diré que hemos perdido a un hermano nuestro, a Mazzoglio; ayer, a las cuatro de la mañana, exhalaba el 
último suspiro y esta mañana le hemos enterrado. Era un buen muchacho y sin duda estaba preparado. Dicen sus compañeros que el 
primer domingo comulgó; se acostó el lunes por la noche para no levantarse más. Como la enfermedad se agravó de repente, se llamó 
enseguida al padre Cappelletti, que acudió al momento. Pero el muchacho no estaba ya en condiciones para confesarse y al poco tiempo 
expiró. 

Decidme, amigos míos: si Mazzoglio hubiese esperado a hacer su confesión general para Pascua, por ejemplo, »cuál hubiera sido su 
suerte? Sin duda habría motivo para dudar. Dichoso él que estaba preparado, como esperamos. Este suceso debe servir de lección porque, 
cuando menos lo esperamos, puede sorprendernos la muerte. Si nos ocurriese a nosotros lo mismo »nos encontraríamos preparados? 
Alguno de vosotros anda susurrando: -Podría darse que pronto muera otro de nosotros: por aquí corre 
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el proverbio de que nuestros muchachos mueren de dos en dos; si uno no ha pasado la cuaresma, otro no pasará la Pascua-. Yo os diré: 
demos que esto sea un cuento, sea lo que fuere, pero estemos siempre bien preparados. No esperemos a hacer la confesión general y a 
arreglar las cosas de nuestra alma para los últimos momentos de nuestra vida; porque seremos asaltados de improviso, ((88)) y nos irá 
mal. Confesémonos bien con tiempo y cuando venga la muerte para mí, o para vosotros, todos estaremos preparados. La muerte es un 
consuelo, una alegría, un paso que conduce a la perfecta felicidad, para aquel que tiene la conciencia tranquila. Por el contrario, para 
quien tiene el pecado en el alma, es el mayor fantasma de terror que pueda haber, es un tormento, una desesperación. 

Entre tantos hombres como han vivido desde el principio del mundo hasta ahora, ni uno solo ha escapado a la muerte. Pero, aunque no 
hay nada más cierto que la muerte, sin embargo nada hay más incierto que la hora, el lugar y el modo de la muerte. Unos mueren de 
niños, otros en edad más avanzada, otros de viejos. »Quién sabe cuándo moriremos nosotros? »Quién sabe dónde moriremos? »En el 
Oratorio, yendo de paseo, en la cama por enfermedad, o ahogados de improviso por,un vómito de sangre? No lo sabemos. íCon esta 
certeza y con esta incertidumbre, tenemos que andar alerta! Y comenzaré por estar yo preparado y vosotros también debéis hacer lo 
mismo. Dice el proverbio: No esperes a hacer mañana lo que puedes hacer hoy. El Señor nos amonesta que la muerte viene como un 
ladrón, cuando menos se espera. Rogad al Señor por mí para que pueda estar siempre preparado, que la muerte no me pille de improviso. 
Yo también os encomendaré en la santa misa y rogaré para que ninguno de mis muchachos muera sin estar preparado. 

Pasado mañana, al igual de otros años, habrá el ejercicio de la buena muerte, y, después, el prioste de san Luis repartirá a cada uno una 
buena rodaja de salchichón para reparar las fuerzas. Comiéncese mañana por la tarde a preparar bien este ejercicio. Quien necesite 
confesarse, empiece en seguida mañana por la mañana. Ahora, que estamos en carnaval, la verdadera alegría será ésta, a saber, tener 
limpia la conciencia. Estemos tranquilos con los asuntos de nuestra alma, a fin de que, cuando venga el Señor a llevarnos consigo, nos 
encuentre a todos bien preparados. 

Los novicios oyeron la palabra de don Bosco donde menos lo hubieran esperado. El domingo 18 de febrero fue a comer con ellos por 
vez primera en el comedor inaugurado dos meses antes. Le leyeron unas poesías; después tocó la banda bajo los pórticos, a los postres. 
«íQuerido don Bosco!, exclama don Julio Barberis en su crónica. Se asomaba a su rostro la alegría». Los novicios eran sesenta y cinco. 
La vista de aquel precioso grupo, el pensamiento de tan bonitas esperanzas le hicieron repetir varias veces: 

-íEstoy contento! íEstoy muy contento! Tengo que venir aquí otras veces más. Enviaré a comer aquí de vez en cuando a sacerdotes 
forasteros. 

Terminada la comida, tomó la palabra: 

((89)) Me habéis leído unos saludos, habéis hablado en verso y ahora quiero yo deciros alguna cosa en prosa, para que también los que 
no son poetas puedan entenderme 
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y tener su parte. He venido aquí para ver este nuevo comedor y veros a todos colocados en este lugar representando vuestro papel. 

He de felicitaros porque todos hacéis muy bien vuestro papel; quiero decir en el comedor. No quiero deciros que no hagáis bien vuestro 
papel en otras partes; estoy contento de todo y por todo de los novicios, aunque algunos no alcancen el sobresaliente de conducta. Sin 
embargo es bastante buena la calificación de notable. 

Tengo que recomendaros, en primer lugar, que cuide cada uno su salud. He oído que muchos de vosotros quieren ayunar, sobre todo 
ahora, en tiempo de cuaresma, o no quieren hacer todo el recreo, para así estudiar más en la proximidad de los exámenes 1, para hacer 
penitencia o por otro motivo. Y por eso, para que ninguno me pida un permiso que difícilmente suelo conceder, os digo que, hasta donde 
se pueda, la penitencia consista en cumplir el horario. Esto es lo que yo quería inculcaros: guardad bien el horario y especialmente 
durante el tiempo de cuaresma. En lugar de hacer obras de penitencia, haced las de la obediencia. Sed puntuales por la mañana para 
levantaros, por la noche para acostaros, al ir a clase y a la iglesia, y para cumplir todos los demás deberes. Hágase cumplir la cuaresma a 
la lengua, no permitiéndole ningún género de conversaciones inoportunas. Algunos que prolongaron el carnaval hasta ahora, es decir, que 
no merecieron sobresaliente de conducta, hagan la cuaresma ganando una calificación totalmente suficiente. 

Si lo hacéis de otro modo caeríais en un desorden. Yo necesito que crezcáis y lleguéis a ser jóvenes robustos y que tengáis los cuidados 
necesarios para conservar la salud y poder más adelante trabajar mucho. Por este motivo estoy contento de haber visto que sois valientes 
para limpiar las mesas, y que no hacéis remilgos cuando os presentan los platos. Volveré alguna vez más a comer con vosotros, porque 
veo que me tratáis bien. Y yo también hago mi papel. 

Los jesuitas, antes de aceptar a uno en la Compañía, la primera prueba a que le someten es a la de invitarle y llevarle a comer. Si ven 
que come de todo sin distingos, si vacía pronto los platos y con buena gana, ése ya cuenta con muchos puntos de probabilidad de ser 
aceptado. Porque dicen: -Este goza de salud, robustez y podrá trabajar. Si, por el contrario, rehúsa el manjar o come sólo la mitad de su 
ración, hace muecas, o se queja de la comida, es ((90)) muy difícil que lo acepten, porque solamente quieren individuos que puedan ser 
de utilidad y no de peso a la Congregación. Si un maestro de novicios os hubiese visto esta mañana, creo que os hubiese dado 
sobresaliente: Esto indica salud. 

Así os necesito yo: que estéis sanos y crezcáis, para que podáis suceder a los que enviamos a otras casas y para que me ayudéis en los 
trabajos que se van multiplicando. Y me alegra veros tan numerosos, porque nos llaman de todas partes; en todas partes crece la mies. 
Aún en estos días se me hicieron nuevas proposiciones para fundar casas, y ofrecimientos muy grandes desde Francia, desde Inglaterra, 
desde Austria. Ya se verá, pero es necesario que vosotros os déis prisa en crecer. 

Por todas partes nos tienen en gran concepto y creen que todos somos unos santos y que hacéis milagros. Yo creo que todos sois buenos 
e incluso capaces de hacer milagros aquí en la mesa; pero de todos modos y sin ofenderos, creo que no habéis llegado aún a este punto; es 
preciso todavía que pensemos en esforzarnos sin decaer y en mantener esta fama. 

Por doquiera hay gran entusiasmo por los salesianos. íMirad! Adondequiera que 

1 Se refiere a los exámenes semestrales, que solían darse en las dos últimas semanas de cuaresma. 
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va uno de nosotros, todos están ojo avizor para ver el modelo que don Bosco envía. En todos los lugares a donde he ido, en Alassio, en 
Magliano, y en otros sitios, todos ardían en deseos de ver un salesiano, y cuando éste llegó ante ellos, decían en seguida: -íEs un santo! 

Incluso los que fueron despachados del Oratorio por mala conducta, por motivos graves, al presentarse en algún pueblo y enterarse la 
gente de dónde venían, aun expulsados como individuos de escaso talento, obtenían en seguida empleos, asistencias en los colegios, 
cátedras en las escuelas, y la plena confianza de todos. Basta que digan: «-Vengo del Oratorio»; ya no se les pide certificado de buena 
conducta. Ojalá tengan mucha suerte estos tales y se porten mejor que se portaron en el pasado. Yo os digo esto únicamente para haceros 
ver el gran aprecio en que nos tienen. Pero, decidme: »qué sucedería si no correspondiésemos a la gran reputación en que la gente nos 
tiene? Es preciso, por tanto, que nos esmeremos hasta donde podamos, para no decepcionar la general expectación y cumplir nuestro 
deber, sea el estudio, sea la piedad, con una conducta intachable. El Señor cuidará de lo demás. 

Don Juan Cagliero nos escribe desde América que los misioneros de la última expedición han llegado allí felizmente y que todos tienen 
ya sus ocupaciones. Recomiendo a los que partirán que honren el nombre salesiano. En América bastará no desdecir de la fama que nos 
precede y las cosas marchará bien y por sí solas. Procuremos, pues, ser cual nos estiman, ya que no todos nosotros somos santos. 

En cuanto a los exámenes os diré, que veremos si habéis estudiado. Pero no todos los que han estudiado mucho pueden alcanzar las 
mejores calificaciones porque puede haber falta de capacidad o de estudios anteriores; pero cuando ((91)) uno ha tenido tan buena 
conducta como para merecer sobresaliente, con la ayuda del Señor y con lo que pudo estudiar, sin duda saldrá bien de la prueba con 
calificaciones suficientes. Por lo demás espero que los exámenes resultarán bien. 

Y ahora, para deciros algo más, os recomiendo que os abstengáis e impidáis las murmuraciones; esto es, que os mostréis siempre 
conformes con todo, tal y como está dispuesto. Esto favorece mucho la alegría, porque si uno tiene motivos de disgusto y no los 
comunica a otros, queda tranquilo, el malhumor se disipa por sí mismo y no se da ocasión a mal alguno; por el contrario, si los 
manifiesta, los otros los comparten, y las cosas, de las que antes no hacían caso, resultan desagradables. No hablo de las malas 
conversaciones, de las que dice san Pablo: Nec nominentur in vobis (Ni se miente entre vosotros). De esto no debo ni siquiera sospechar 
y por consiguiente no se ha de hablar entre nosotros de este tema. Me refiero a las palabras de censura, con las que se juzgan las 
disposiciones y mandatos de los superiores y las cosas que se hacen en casa. Me escribía ayer un salesiano: 

-Me basta que los Superiores hayan dispuesto algo para que me agrade y no vaya a buscar el porqué. 

Así me gustaría que pudierais hablar todos. La murmuración crea el respeto humano. Muchas veces se haría algo bueno entre los 
compañeros, pero se piensa en lo que dirán los otros y en que no lo interpretarán bien; y por temor de una palabra, de un acto de 
desaprobación aquello no se hace. Ahí tenéis un mal grandísimo producido por la murmuración. 

Y por desgracia tales palabras se dicen. Es una falta que hace mucho daño a las congregaciones religiosas, como precisamente en estos 
días me escribía una persona. »A qué vienen tantas cuestiones cuando se trata de obedecer? »Dio una orden el Superior? Pues bien, 
cúmplase. »Pero, por qué la ha dado? »Por qué, por qué? »Y por qué vais a buscar el porqué? Cumplamos nosotros nuestro deber y el 
Superior cumpla 
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el suyo. Cuando uno se da a hablar mal de un superior, de un asistente, a censurar algo que ha hecho, a decir que lo hubiera podido hacer 
de ésta o de otra manera, siempre hay uno, y otro más, que se añade al primero, hacen coro y dicen disparates todavía más gordos, sobre 
todo si hay uno que tenga un poquito de oratoria. Se esparce el descontento a los demás y toda la casa marcha mal. Procurad, pues, hacer 
cuanto podáis para impedir que se hable mal de los superiores y cuidad vosotros de eliminar toda crítica en vuestras conversaciones, 
porque hacen mucho daño. 

Y si en estas charlas entrase la ofensa de Dios, entonces habría que levantar la voz contra el enemigo de las almas para hacerlo callar. 
Entonces sí, es lícito murmurar, esto es, descubrir los defectos ajenos. Si, hablando, podéis impedir la ofensa de Dios, hacedlo, y tendréis 
mucho mérito. 

((92)) Ya sólo me queda animaros a proseguir con ánimo varonil la empresa comenzada, porque Dios bendecirá vuestros esfuerzos. Así, 
pues, ánimo para manteneros en buena salud, ánimo para impedir que se hable mal de los superiores y entonces no nos faltará nunca 
nada: podremos desafiar a todos los demonios y a sus ayudantes, que querrían perjudicarnos, y nunca les tendremos miedo, y haremos 
con toda seguridad mucho bien a nosotros y a los demás. 

Si se piensa que junto a tantos novicios había también en el Oratorio muchos clérigos profesos, no nos causa extrañeza el saber que 
alguno manifestase preocupación por un número tan grande de sotanas negras en el mismo lugar. »No sacarían los visitantes una 
impresión poco favorable? »Y los mal intencionados no tendrían pretexto para críticas venenosas? Precisamente para no llamar la 
atención a diversas clases de gente, se hacía en el Oratorio la imposición de sotanas por pequeños grupos y sin aparato. En una palabra, 
hacíase sentir cada año más la necesidad de una casa independiente de las demás para los novicios. 

-Sería preciso, dijo a este propósito don Bosco, que yo pudiese estar siempre en medio de los novicios para formar su espíritu, para 
hablar a menudo con su maestro; ípero... además... aquí en Turín son realmente demasiados! 

Frente a una necesidad don Bosco no se contentaba con ponerla de relieve y hablar de ella académicamente; su pensamiento corría en 
seguida a la búsqueda de medios para remediarla. Así sucedió que para el año escolar 1879-80 la casa de los novicios era una hermosa 
realidad, amplia y decorosa en la próxima población de San Benigno Canavese. 

Sabemos por las pláticas anteriores y por otras fuentes, que el Siervo de Dios hablaba con gusto en público y en privado, con grupos 
numerosos y a solas, en casa y fuera, de los progresos que hacía su Congregación y de los destinos que le estaban reservados en el 
porvenir. En todo esto tenía como fin animar a sus hijos a grandes empresas, 
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infundiendo en su ánimo la íntima convicción de que los salesianos estaban llamados a grandes cosas y que cada uno de ellos tenía que 
hacerse apto para interpretar generosamente su papel. 

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((93)) 

CAPITULO IV 

VIAJE A FRANCIA 

CUANDO don Francisco Giacomelli, gran amigo de don Bosco, vio el crecimiento de la Congregación Salesiana, preguntóle si también 
iría a Francia, y obtuvo una respuesta titubeante. 

-Los franceses actúan por su cuenta, le respondió don Bosco. 

Al mismo Giacomelli repitió varias veces el Beato una sentencia que parece explicar la frase precedente: 

-Las cosas hacen a los hombres, y no los hombres a las cosas. 

Don Bosco iba, por consiguiente, allí donde el dedo de Dios le señalaba y donde la mano de Dios le guiaba. Ocasiones providenciales y 
luces interiores le indicaban el camino, que la gracia divina le ayudaba a recorrer. Así sucedió con las misiones, con la Obra de los Hijos 
de María, con los Cooperadores y también con el viaje a Francia. Lo poco que ya hemos visto, con ocasión de la fundación de la casa de 
Niza, aparecerá mucho más claro en las presentes Memorias con respecto a otras fundaciones en tierras de Francia. 

La inauguración del Patronato de San Pedro en Niza, en su nueva sede, y la necesidad de tratar sobre el lugar la fundación de una casa 
en Marsella, fueron los motivos principales que le determinaron a ir a Francia a fines de febrero de 1877. Decimos los principales, porque 
encontramos que en su itinerario señala la intención de ir a Toulouse, a Burdeos y a otras ciudades. También es verdad que el 19 de 
febrero habló de veinticuatro ((94)) peticiones procedentes de distintas partes de Francia; pero no tenemos documentos más que para una 
escapada a Cannes. 

Este viaje le impedía hallarse en el Oratorio en una fecha importante y delicada. Por aquellos días visitaban juntos todos los Institutos 
de la ciudad el Gobernador de Turín y el Delegado real de enseñanza y, por consiguiente, irían también al Oratorio. No había nadie como 
don Bosco para salir de apuros en semejantes circunstancias; por ello, antes de ausentarse, dio a los Superiores instrucciones muy 
precisas. 

-Yo, les dijo, y la crónica registra sus palabras 1, ya les he invitado 

1 Crónica de don Julio Barberis, 19 de febrero de 1877. 
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a venir al Oratorio; me contestaron que, primero visitarían los Institutos estatales, y el nuestro ocuparía seguramente el primer puesto de 
entre los privados. Hay que hacerles una gran recepción, espéreseles a la puerta principal con la banda de música, y acompáñeseles a un 
lugar a propósito donde se cante, se lea y se declame algo que valga la pena. Póngase de relieve que el número de aprendices supera al de 
los estudiantes. Lléveseles a visitar la panadería, los comedores, la cocina, después todos los talleres y por último los mejores 
dormitorios. 
Procúrese que en la tipografía estén en movimiento todas las máquinas. El salón de estudio sin muchachos no se presenta bien; pero, si 
están allí, temo que parezcan demasiados. El que los acompañe debe realzar que ésta es una casa de beneficencia y que, por eso en un 
sitio falta una cosa y en otro otra, porque costarían mucho y nosotros somos pobres. Al final, cuando salgan, esté presente la banda de 
música para despedirles y entrégueseles un ejemplar de la Historia de Italia, como muestra de imprenta y encuadernación, y en prenda de 
afecto. 

Don Bosco podía estar seguro de que sus recomendaciones no caían en saco roto; estaba allí don Miguel Rúa para quien no se perdía en 
el vacío ni una sola sílaba de don Bosco. 

Salió el 21 de febrero. La primera parte de su itinerario señalaba breves paradas en Sampierdarena, Varazze, Vallecrosia y ((95)) 
Ventimiglia. Parece que el 22 estuvo en Vallecrosia 1. Después perdemos las huellas hasta el 28, cuando, desde Niza, prosiguió el viaje a 
Marsella 2 en compañía del director don José Ronchail. Ordenamos el plan de nuestra narración siguiendo los documentos de nuestros 
archivos y los que se conservan en el archivo de la parroquia de San José de aquella ciudad, todos ellos muy parcos en noticias acerca de 
esta primera 

1 Así se deduce de una cartita al director, don Nicolás Cibrario, único aviso preventivo que hemos podido encontrar de su paso por las 
casas. 

Carísimo Cibrario: 

Dios mediante, el jueves a las doce del mediodía, estaré en Bordighera, en el Torrione, con Monseñor, etc. Invita al canónigo Viale para 
que vaya a comer con nosotros y así hablaremos. Prepara lo que hay que hacer y decir. Amén. 

Créeme en J. C. 

Turín, 20 de febrero de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro


En el calendario de 1877 el jueves siguiente al día 20 coincidía con el 22. 

2 En una cartita del 28 a don Julio Barberis dice: «Salgo en este momento para Marsella, desde donde escribiré a don Miguel Rúa». 
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fase de las negociaciones para la fundación salesiana en la capital de la Provenza 1. 

El abogado Ernesto Michel 2 fue el primero que dio a conocer a don Bosco en Marsella con la conferencia que pronunció en 1876 sobre 
las obras del Beato 3 en favor de la juventud pobre y abandonada. Uno de sus oyentes, el abate Clemente Guiol, párroco de San José, que 
le había escuchado con muchísimo interés, se sintió movido a ponerse en relación con el Siervo de Dios para pedirle su ayuda en favor de 
los muchos jóvenes italianos que atestaban las calles de Marsella y vivían en el más completo abandono, por cuanto tocaba a educación 
cristiana. Como no conocía personalmente al abogado, recurrió a un intermediario. Era amigo íntimo suyo el canónigo Timón-David, 
fundador y superior de una obra juvenil, denominada Oeuvre de la Jeunesse ouvrière du Sacré Coeur, y confidente del piadoso y 
caritativo ((96)) señor Michel. Los dos sacerdotes se entendieron inmediatamente. El canónigo, según el deseo del abate Guiol, escribió el 
21 de mayo al abogado, rogándole que encomendase a don Bosco la juventud de Marsella. El abogado, que tenía motivo para creer que 
don Bosco iría pronto a Niza, aguardaba a hablar de esto personalmente con él. Don Bosco visitó en efecto en el mes de junio las casas de 
Liguria y todo hacía creer que pasaría la frontera, pero le fue imposible en aquel viaje. Avisado don José Ronchail de ello, se fue llevando 
consigo la carta del canónigo marsellés. A su vuelta trajo al abogado de Niza la siguiente respuesta de don Bosco para dicho canónigo. 

Reverendo Señor: 

El señor abogado de Niza, Ernesto Michel, mi buen amigo, me hizo mención en varias ocasiones de los muchos jovencitos italianos que 
van a Marsella con su familia o en busca de trabajo. Poco instruidos en las ciencias escolásticas y religiosas, en ayunas completamente de 
la lengua francesa, quedan expuestos a graves peligros morales. Al decir esto manifestaba que alguna de nuestras casas podría tal vez 
hacer allí algún bien. Esta es la razón principal de su propuesta. En cuanto a usted, señor Abate, le diré con toda mi alma que, si yo puedo 
ayudar de algún modo, o mejor, poner un granito de arena en la balanza de tantas obras de caridad como hay en Marsella, lo haré de buen 
grado, con tal que: 

1.° Obtenga previamente el plácet del Arzobispo 4, de quien deseo depender siempre, 

1 Agradecemos a nuestro hermano don Federico Rivière el habernos enviado copia fotográfica de los documentos de Marsella, 
recientemente descubiertos por casualidad. 

2 Véase volumen XI, pág. 358. 

3 Bulletin Salésien 1896, pág. 6. 

4 En Marsella no hay Arzobispo, sino Obispo. 
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no sólo en las cosas de religión, sino en cualquier otra que simplemente le pluguiese aconsejar. 

2.° Que V. S. lo juzgue conveniente y que la Obra de la juventud obrera me preste su apoyo moral. 

3.° Las casas viven de la Providencia y con poco nos basta, pues nunca buscan rentas económicas. Me basta un sitio donde poder reunir 
a los más pobres en los días festivos y dar albergue a los que estuviesen completamente abandonados. Se ha observado que ninguna obra 
pía ya existente choca con lo que hacen los salesianos. 

Así las cosas, ruego a V. S. tenga la bondad de hablar en mi nombre a S. E. el Arzobispo de Marsella y recabar su parecer en general. 

Y si V. S. tiene que hacerme alguna sugerencia al respecto, me hará un gran favor si me lo comunica. 

((97)) Cuando en el próximo otoño vaya yo a la casa de Niza, me será fácil llegar hasta Marsella, donde personalmente podremos 
intercambiar impresiones más positivas. 

Si por acaso V. S. u otros viniesen por esta nuestra tierra, les ofrezco de buen grado esta casa para cualquier servicio que les resulte 
oportuno. 

La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros y dígnese rogar por mí, que soy en el Señor, 

(falta la fecha) 

Su atento y s. s.
(falta la firma)


El abogado Michel transmitió inmediatamente al canónigo Timon-David la carta del Beato, acompañándola con la traducción hecha por 
él al francés 1. Cuando aquél la comunicó al abate Guiol, empleaba estas edificantes expresiones: «Hago ardientes votos por el éxito de 
las gestiones con don Bosco, aun cuando tuviésemos que sufrir nosotros por ello, dummodo Christus annuntietur, in hoc gaudeo» (con tal 
de que se anuncie a Cristo, me gozo en ello). Ese «nosotros», se refiere a él mismo y a sus religiosos. Existía en Marsella una Oeuvre de 
la Providence o también des enfants de l'Etoile, que llevaban los Hermanos de las Escuelas Cristianas, a los que se trataba entonces de 
substituir por los Hermanos del Sagrado Corazón del Puy, fundados por el canónigo Timon-David. Este, pues, estaba dispuesto a dejar el 
sitio a los salesianos, si don Bosco aceptaba. 

Tampoco pudo el Beato don Bosco ir a Francia en otoño de 1876. Fue en febrero de 1877, como decíamos, avanzando hasta Marsella. 
Aquí necesitaba por lo menos un «apeadero» donde pudieran poner pie sus misioneros, cuando tenían que pasar por allí para embarcarse; 

1 Véase Apéndice, documento n.° 8. 
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por lo tanto, de muy buena gana aceptaría una obra de beneficencia en favor de la juventud pobre. Pero, como se trataba de una ciudad en 
la que ya había muchas familias religiosas para atender las necesidades espirituales y materiales de la población, el Obispo, monseñor 
Place, no veía con buenos ojos la entrada en una Congregación nueva 1. Pero ((98)) cuando el Siervo de Dios tuvo ocasión de hablarle 
con calma, no halló dificultad para ganarse la benevolencia y el favor del digno Prelado. En efecto, al oír la humilde petición de don 
Bosco, le contestó que un simple «apeadero» era demasiado poco y que en Marsella se necesitaba una casa, que fuese para Francia lo que 
la casa de Turín era para Italia. E hizo más; le indicó que el abate Guiol era el sacerdote diocesano más capacitado para ayudarlo en su 
empresa, no sólo por su virtud y el gran ascendiente que tenía sobre los fieles, sino también por el puesto que ocupaba, ya que estaba al 
frente de la parroquia más rica de Marsella. Y, no satisfecho con esta designación verbal, le entregó una cartita de su puño y letra para 
presentarse al cura párroco. Viose en todo esto la admirable intervención de la Providencia, puesto que era notorio que en cuestiones 
administrativas eran algo tensas las relaciones entre el párroco de San José y su Obispo. No podemos, pues, nosotros pasar por alto esta 
circunstancia al valorar cierta frase del Beato. Se cuenta que un día, al hablarse en su presencia del primer milagro obrado por él en 
Marsella, que parecía remontarse al mes de enero de 1879, él, para rendir homenaje al cura párroco de San José, rectificó diciendo: 

-No, el primer milagro de don Bosco en Marsella fue que monseñor Place designase al abate Guiol para ayudarle en su obra. 

Fue don Bosco a entrevistarse con el abate y se necesitó la asistencia de un intérprete, porque el uno tenía gran dificultad para 
expresarse en un francés que fuera inteligible, como lo pedía la importancia del asunto a tratar, y el otro no comprendía ni pizca de 
italiano; pero esto no impidió que las dos almas se comprendieran plenamente. 

Qué es lo que se concertó precisamente entre ellos en aquellos días, no lo podemos saber. Pero, sin duda, las amistades ganadas por don 
Bosco en Marsella durante su primera estancia y las conversaciones preliminares con el abate Guiol señalaron de modo definitivo el 
punto de partida para la obra, que nació al año siguiente en aquella ciudad. 

1 En efecto, el primer encuentro no fue alentador. En un diario, del que pronto hablaremos, se lee: «5 de marzo. Don Bosco ha ido a 
visitar a Monseñor para obtener su autorización de fundar en Marsella; el Obispo, a punto de partir para Lyon, apenas si lo escuchó. Hay 
que volver a empezar». 
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((99)) Después que el Beato don Bosco salió de Marsella, hubo entre el cura párroco y el canónigo intercambios de ideas que les 
llevaron a la propuesta formal de confiar a los salesianos la obra de l'Etoile. En efecto, en la primera mitad de mayo el Siervo de Dios 
recibió cartas en este sentido. El había visitado dicha obra, pero debió darse cuenta de que no correspondía a sus intenciones, pues en ella 
se recibían niños de siete años para tenerlos allí hasta los catorce, mientras que él en sus casas de artes y oficios los aceptaba después de 
los doce años y no los despedía hasta acabar el curso profesional. Debió también ver que él no tendría allí libertad de acción, pues la obra 
dependía de un consejo de administración ajeno. El 11 de mayo, en la relación que hizo del asunto al Capítulo Superior, se expresó en 
estos términos: 

-Cuando estuve en Marsella visité un orfanato. El local era magnífico y los medios de subsistencia abundantes. Los muchachos estaban 
poco asistidos en casa; no tenían talleres en ella, e iban a trabajar a la ciudad. El que entre bueno en aquel orfanato, al poco tiempo se 
pervierte. El director, que me parece bien intencionado, me pidió consejo y yo le contesté que era absolutamente necesario tener ante todo 
talleres internos; y le hablé de cómo marchan aquí las cosas en nuestro Oratorio. Ayer recibí una carta en la que este director dice que está 
dispuesto y desea que don Bosco con los suyos tome la dirección de la casa, que pertenece a los Hermanos del Sagrado Corazón 1. 

1 En las actas de la sesión del Consejo, tenida el 7 de marzo, se lee lo siguiente: «... El señor Presidente da cuenta de la conversación 
que ha tenido, de acuerdo con los señores Vicepresidentes y el Tesorero, con el abate Bosco, Fundador de Patronatos en Turín, Niza y 
diversas ciudades de Italia, en los que ha obtenido resultados admirables. El padre Bosco ha adquirido la certidumbre, tras una larga 
experiencia, de que no se pueden obtener buenos resultados colocando a los aprendices en talleres donde son casi siempre corrompidos al 
contacto con los obreros. Por el contrario, ha llegado a excelentes resultados fundando él mismo talleres y en este caso sólo un número 
muy pequeño no ha correspondido a sus buenos cuidados. Cree, después de haber visto nuestra casa, que se podría, sin mucho gasto, 
fundar un establecimiento parecido; él se ofrece a ayudarnos en todo lo que de él dependa, cuando se juzgue oportuno establecer talleres 
en nuestro local». Agradecemos a nuestro hermano don Federico Rivière el habernos hecho esta comunicación. Somos deudores al mismo 
también de esta nota del diario inédito de la Oeuvre de la Jeunesse: «4 de marzo de 1877. Domingo Oculi (tercero de cuaresma, cuyo 
introito empezaba por esta palabra). El muy reverendo padre don Bosco, este hombre extraordinario por la multiplicación de vocaciones 
eclesiásticas que parecen abrirse como las flores a su paso, acaba de visitar a nuestro Padre. Tendría grandísimo deseo de tratar con 
nosotros para establecer en la Obra sus talleres y una casa de estudios eclesiásticos, pero con la condición expresa de que le cedamos la 
dirección, con detrimento de nuestra autonomía. Imposible aceptar tal arreglo. No nos queda más que la satisfacción de ver a este hombre 
poderoso en obras, que, íen treinta y cuatro años ha dado a la Iglesia seis mil sacerdotes!... La Providencia, que ayuda a la fe de este 
hombre, se complace en dotarle de todos los recursos para hacer frente a los gastos de semejante empresa. No resulta fácil explicar cómo 
han podido llegar al sacerdocio tantos jóvenes 
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La respuesta fue que, por falta de personal, no se podía aceptar. 

((100)) Por aquel entonces don Bosco se hospedó en Marsella en casa de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. »Encontrarse en 
medio de tantos jóvenes y no preocuparse de ellos era posible para don Bosco? Un día, al atravesar el patio, se encontró con uno al que se 
acercó y le sugirió unas palabritas, como solía hacer con los muchachos. No sabemos qué le dijo, pero el muchacho quedó tan 
impresionado, que volvió a juntarse con los compañeros y les manifestó: 

-íHe visto a un santo! 

Fue como si estallara una chispa eléctrica; al punto todos quisieron verle y hablarle. Aun expresándose como podía, en aquel su francés 
más artificioso que correcto, ganóse poco a poco sus corazones, de suerte que iban a porfía para confesarse con él. Toda una sección 
obtuvo licencia para hacerlo. Pero he aquí que, después de confesarse algunos, se esparció la voz de que manifestaba hasta los pecados 
que se querían mantener ocultos. La noticia revolucionó el colegio. Por todas partes pedían hacer confesión general. Los superiores, 
preocupados, no creyeron oportuno permitir que otras secciones fuesen a confesarse; y don Bosco, aunque muy a su pesar, para evitar 
disgustos, dejó que procediesen a su gusto. 

»Podía don Bosco no hablar de vocación en un colegio católico? Aquellos Superiores le aseguraban que era imposible encontrar entre 
sus alumnos uno que aspirase al estado eclesiástico. 

-íNinguno quiere hacerse sacerdote! le repetían con ((101)) la mayor buena fe. 

Pero bastó la pequeña muestra de bondad y santidad que les dio el Siervo de Dios, para despertar en muchos de aquellos colegiales el 
deseo de ser sacerdotes y salesianos. El hecho es que algunos querían irse con él a Turín y que, cuando llegó allí, se encontró con un 
paquete de cartas, en las que muchos repetían su deseo de ir a Turín y hacerse salesianos, dispuestos a hacer cualquier sacrificio con tal de 
que él los aceptase. Incluso hubo algunos que por pertenecer a familias ricas aseguraban estar dispuestos a pagar cualquier cantidad, y 
hubo aún quien, con candorosa ingenuidad, prometía dar todo lo que poseía, cuando pudiera disponer libremente de ello. Uno llegó al 
extremo de escaparse del colegio y huir hasta el Oratorio, en donde no hubo manera de inducirle a volver a su patria. 

de una clase de chicos, ordinariamente vulgares y muy descuidados en su primera educación. Puede ser que los muchachos italianos se
presten más a estos resultados que los de nuestra Francia degenerada. De todos modos, si sólo se mira lo exterior de la Obra Salesiana,
hay motivo para quedar atónitos por su éxito»
.
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Tampoco dejó de explicarles el método que él seguía en el Oratorio para el gobierno de los alumnos. Los superiores le preguntaban 
cómo hacía para captarse, tan pronto y adonde quiera que fuese, la benevolencia y simpatía de los muchachos y por qué éstos no podían 
resistir una simple mirada suya, sin quedar al punto cautivados como por una fuerza misteriosa. El les explicaba un poco del sistema 
preventivo y de la amabilidad, con la que se guiaban y corregían los muchachos en los colegios salesianos; mostraba también los efectos 
que se derivaban del método opuesto, según el cual los superiores estaban siempre alejados de los muchachos, habitualmente serios e 
incluso ceñudos para mantener su propia autoridad 1. Por aquel entonces aún no había escrito las áureas páginas del sistema preventivo, 
pero debía estar ya rumiando el contenido, o las observaciones que hizo allí le sugirieron la idea de escribirlas, como dentro de poco 
veremos. 

La noticia de su presencia en Marsella se difundió también por fuera. Los alumnos internos de los Hermanos, con la locuacidad de los 
colegiales cuando hablan con sus padres, contribuyeron ciertamente a divulgarla, si es que no fueron ellos mismos los principales 
divulgadores. Así sucedió que un armador del puerto, hombre rico y religioso, corrió a hablar con el párroco de la catedral provisional y 
le dijo: 

-íTenemos un santo en Marsella y no lo conocemos! 

((102)) Fueron los dos juntos a hablar con él y quedaron cautivados; 
tanto el señor Bergasse como monseñor Payán se hicieron amigos y bienhechores suyos; y sobre todo el nombre del primero todavía se 
pronuncia con fervor por los salesianos del Oratorio de San León. Los periódicos, a su vez, no cejaron de hablar, con lo que se produjo un 
ir y venir incesante de visitantes. 

Pero él no dio audiencia a todos los que la pedían, porque un vómito de sangre le obligó a descansar, acostándose pronto y levantándose 
tarde. Quizá por esto abandonó la idea de ir a otras ciudades. Entre las muchas propuestas recibidas para abrir casas, habían llegado nueve 
de la misma Marsella; pero, impedido como se encontraba por su estado de salud para ocuparse de ello por sí mismo, rogó al Obispo que 
fuera él quien lo viera y escogiera. Monseñor asintió muy gustoso, prometió resolver las eventuales dificultades y llevar después 
personalmente a Turín los resultados de sus gestiones, pues tenía gran deseo de visitar el Oratorio. Los aires y los cambios imprevistos de 
temperatura proporcionaban siempre al Beato algún trastorno en los viajes por el litoral. 

1 Crónica de don Julio Barberis, 6 de abril de 1877. 
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Don Bosco estuvo en Marsella casi una semana. Lo deducimos de una carta a don Miguel Rúa, sin fecha de lugar y tiempo, pero escrita 
ciertamente entonces desde allí, como se deduce del contexto 1. En la carta que escribe a don Miguel Rúa, le da, según costumbre, toda 
una lista de comunicaciones, instrucciones, licencias y encargos, y cosas muy diversas, tres de las cuales se refieren a su estancia en 
Marsella. Uno de los números es interesante por lo que en él se dice del Obispo: «El Obispo de Marsella, que estuvo ausente, llegó ayer, 
y hoy iré con don José Ronchail a comer en su casa. Se manifiesta muy favorable a nuestras cosas. Voy ((103)) descubriendo terreno y 
daré el azadonazo donde el terreno sea más conveniente». Otro número se refiere al colegio donde se hospeda: «Ayer hubo un acto 
académico para entregar los diplomas de honor 2 a los alumnos de este colegio que tiene seiscientos colegiales. Parece que puede servir 
de norma también para nosotros. Declamaciones diversas, cantos, piezas de música, algún concierto, agradaron al inmenso auditorio que 
se encontraba presente en un amplísimo salón, debajo de la iglesia». Un tercer número alude al paseo a un lugar, que entonces era un 
sanatorio para enfermos de pecho: «Mañana por la mañana saldremos para Cannes, donde me detendré seis horas para visitar a algún 
enfermo y hablar sobre una memoria a entregar al Gobierno a través de un amigo de Mac-Mahón». El mariscal Mauricio Mac-Mahón fue 
presidente de la república francesa desde 1873 a 1879. La finalidad de esta memoria debió ser la de obtener del Gobierno francés 
autorización para la apertura de una escuela libre de enseñanza media junto a la profesional 3. Después añade: «Al atardecer, Dios 
mediante estaré en Niza». 

1 Traza el itinerario del regreso y escribe: «El próximo lunes saldré para Ventimiglia, Alassio, Noli, Varazze, Sampierdarena, Turín, 
etc., y, desde pasado mañana, toda la correspondencia a Alassio hasta nuevo aviso». Partirá para Ventimiglia desde Niza pero »cuál es «el 
próximo lunes»? Llegó a Marsella el 28 de febrero, miércoles; escribió ciertamente entre el lunes siguiente, 5 de marzo, y el otro lunes 
12, día de la inauguración del Patronage St. Pierre. El pensaba salir de Niza la misma tarde de la ceremonia; pero debió hacerlo el día 13. 
Véase la carta a don Miguel Rúa, del 8 de marzo de 1877 desde Niza. 

2 Los Hermanos reparten diplomas de honor al fin de cada mes. Es muy probable que el acto académico se celebrara el domingo 4 de 
febrero; de donde se deduce que la carta fue escrita el lunes día 5. Tal vez aquí se trataba de los diplomas semestrales. 

3 El venerando don Luis Cartier, el único a quien hoy día se puede acudir para tener noticias seguras de aquellos primeros tiempos, nos 
escribe (carta del 11 de febrero de 1931 ): «Se puede calcular que la memoria de que se trata en esta carta del Beato se refería a la 
apertura de la escuela libre de enseñanza media. En efecto, después de la instalación de la obra en la quinta Gauthier, hoy Patronato de 
San Pedro, don Bosco se preocupó de abrir, al mismo tiempo que los talleres para los internos, una escuela de enseñanza media para el 
cultivo de las vocaciones sacerdotales. Esta escuela debió abrirse probablemente el curso escolar 1877-78, pues yo pasé 
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((104)) Aunque abrumado con tantos asuntos, no olvida a sus hijos lejanos. No olvida a los enfermos: «Anima y saluda de mi parte a 
don José Vespignani, a don Juan Bautista Tonelli, y a Giovanetti, y asegúrales que los encomiendo de un modo especial en la santa misa 
y que ellos recen también por mí». El pobre clérigo Giovanetti murió el 6 de marzo, el primero de los dos señalados aparte por Domingo 
Savio. No olvida a los muchachos del Oratorio: «Dirás a nuestros muchachos que me parece hace medio siglo que no los veo. Deseo 
muchísimo hacerles una visita para contarles mil cosas y también para avisarlos que recen por un compañero que no quiere celebrar con 
ellos la solemnidad de la Pascua». Este compañero fue Juan Briatore, de Deversi di Garessio, distrito de Mondoví, alumno del primer 
curso de bachillerato, que falleció el 28 de marzo, el segundo de los seis señalados en el sueño. La Pascua de 1877 coincidió con el día 
primero de abril. Recuerda también a las Hijas de María Auxiliadora: «Cuando es preciso enviar hermanas a una casa nueva, no hay que 
sacarlas todas de la casa madre; sino, como hacemos con los salesianos, buscar alguna de las casas ya abiertas, pero que esté capacitada y 
después, haciendo que supla a ésta alguna nueva, enviar a la elegida para la dirección de la nueva casa. Hablaremos de esto cuando yo 
llegue a Turín». Recuerda, incluso, que en Albano hay un clérigo que necesita un piano: «He escrito al príncipe Chigi pidiéndole un piano 
para Trione y espero que le conceda este favor». 

En una segunda fase de las gestiones de Marsella veremos que el abate Guiol no se quedó mano sobre mano. Una señal de la seriedad 
de sus propósitos era también la impaciencia por ver de cerca y en acción la obra de don Bosco. El día primero de mayo le manifestó su 
irresistible idea de hacer un viaje a Turín y pasar algunos días en el Oratorio. A vuelta de correo don Bosco le contestó por mano de don 
Miguel Rúa que fuese, y que fuese pronto. 

por Niza en septiembre de 1878 y había ya allí algunos alumnos de latín, entre otros don Luis Ricardi, que falleció en París en 1930. Don 
Bosco presentó sin duda un memorial para la apertura del Patronato de San Pedro tal y como era, desde el principio, en los locales de la 
quinta Gautier, escuela profesional y media, como ya lo había sido desde que se fundó en 1875, en la calle Víctor. En efecto, el 30 de 
diciembre de 1875, el Gobernador acusó recibo de su instancia». Véase Apéndice, doc. n.° 9. 

»Quién podía ser el amigo de Mac-Mahon, al que alude don Bosco en su carta? Don Luis Cartier hace la siguiente hipótesis, que de 
todos modos contiene una noticia que no carece de importancia para la historia de aquella fundación: «He sabido, por conducto de la 
señora Pruvot, la cual ha escrito varios libros con el nombre de su padre, Víctor Favet, que su padre, a la sazón Inspector de la academia 
en Niza, había dirigido a don Bosco en la súplica de apertura de un centro de enseñanza media y profesional; y que él mismo había 
redactado los documentos, y don Bosco sólo había tenido que firmar». 
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Reverendo Señor: 

Con gran satisfacción ha recibido nuestro querido don Bosco su atenta carta del día primero de los corrientes. Impedido por sus muchas 
ocupaciones, me da el agradable y codiciado encargo de contestarle. Me encarga, pues, ((105)) le diga que venga en hora buena a 
visitarnos y se quede algún tiempo con nosotros, que le esperamos ansiosos y seremos muy afortunados de poderle hospedar. Pase 
también por el Patronato de San Pedro, en Niza (plaza de Armas, 1.°), y presente en el hospicio de San Vicente de Paúl de Sampierdarena 
esta mi carta, y también allí será bien recibido. Desde ahora le deseamos un feliz viaje y pedimos de corazón al Señor que le guarde y le 
haga llegar felizmente. 

Acepte los cordiales saludos de don Bosco, junto con los del que esto escribe, que se da por dichoso al profesarse con distinguida 
estimación, 

De V. Rvda. S. 

Turín, 5 de mayo de 1877. 

Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro. 

La visita fue rápida. Se acercaba Pentecostés, por lo cual no podía quedarse hasta la fiesta de María Auxiliadora. Ya de vuelta a sus 
labores parroquiales, escribió a don Bosco una carta de agradecimiento por todas las atenciones que le habían dispensado; pero don 
Bosco tardó algún tiempo en contestarle, por estar ocupadísimo, pues, además de todo, tenía que atender y agasajar al Arzobispo de 
Buenos Aires, a quien acompañó también a Roma. Y desde Roma, le contestó el 13 de junio. 

Muy apreciado en Jesucristo: 

Estoy pasando en Roma algunos días y contesto desde aquí a la amable carta que se dignó escribirme en los últimos días del pasado 
mayo. 

Más que dar gracias, debe V. S. perdonarme la falta de atenciones, que tal vez no se le tributaron durante el brevísimo tiempo que tuvo 
la bondad de pasar con nosotros. Apenas si vio los preparativos, pero no vio la fiesta. íOh, cuánto me hubiera gustado que V. S. se 
hubiese encontrado con nosotros aquel día! 

He escrito al cónsul italiano, el comendador Strambio 1, que espero nos ayudará en nuestro proyecto, porque es muy humanitario y 
religioso. 

El Padre Santo habló de nuestro proyecto y lo estimula con toda su alma y bendice a todos los que lo promueven. Pidió noticias del 
Obispo de Marsella, a quien aprecia mucho. En Marsella, dijo, hay un amplio campo para muchos forasteros, a los que difícilmente se 
((106)) logra encarrilar por el camino que conduce al cielo. Se necesita mucho trabajo, mucha paciencia, pero Dios no dejará de 
ayudarnos en esta empresa. 

1 El comendador Aníbal Strambio, cónsul italiano en Marsella, era condiscípulo de don Bosco. Véase: Memorias Biográficas, volumen 
I, págs. 287, 290, 365. 

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El Arzobispo de Buenos Aires y los peregrinos argentinos llegaron con algún retraso. En Génova se hospedaron en nuestra casa de 
Sampierdarena. Desde allí los acompañé hasta Roma y, a su regreso, pasarán por Turín. 

En Roma, una inmensa multitud; el Padre Santo goza de óptima salud y la exposición es un espectáculo sin igual. 

Cuando tenga ocasión, presente mis humildes saludos a monseñor Place, su Obispo, y comuníquele la bendición especial que el Padre 
Santo le envía. 

Mi querido señor Cura, que Dios le bendiga, ruegue por mí y por nuestras cosas y créame siempre en el Señor. 

Roma, 13 de junio de 1877. 

Calle Sistina, 104. 

Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

A través de esta carta se aprecia que, en medio de la multiplicidad de sus asuntos, la obra de Marsella tenía siempre para él un puesto 
muy distinguido. Todas las empresas que don Bosco acometía parecía que estuvieran siempre en la cima de sus pensamientos. 

Una comisión de distinguidos señores preparaba dignamente la fiesta de la inauguración de Niza. La componían el conde De Béthune, 
el conde Michaud de Beauretour, el conde De la Ferté-Meun, el abogado Ernesto Michel, el barón Héraud, los señores Carlos Gignaux y 
Augusto Faraut, que ya habían trabajado mucho para promover aquella obra de beneficencia. La antigua quinta Gauthier, adquirida y 
adaptada con los frutos de la caridad, ofrecía por fin un local cómodo para aumentar el número de alumnos internos, necesitados de pan, 
enseñanza profesional y educación cristiana. Aquellos señores redactaron una circular, con la que invitaban para el 12 de marzo a la 
ceremonia inaugural a la flor y nata de la sociedad. Era necesario asegurar públicamente que los deseos comunes se convertían seriamente 
en realidad. Mientras tanto, y precisamente en la mañana de aquel día, acaeció un episodio, que casi podríamos calificar de simbólico. Se 
presentó en el Patronage Saint-Pierre un ((107)) muchacho pidiendo socorro y albergue: 

-»Quién eres?, le preguntaron. 

-Soy un pobre huérfano. 

-»Tienes padre todavía? 

-No, murió antes de que pudiese conocerle. 

-»Y tu madre? 

-Mi madre está en la miseria. No me puede dar ni pan y me manda a pedir. 
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-»Cómo te ganas el pan? 

-Tocando el violín. 

-»Adónde vas a tocar? 

-A las tabernas y a los cafés. Pero, si logro aprender música, espero ir después a tocar en los teatros, y así ganar dinero. 

-»Cuántos años tienes? 

-Quince cumplidos. 

-»Sabes leer y escribir? 

-Un poquito. 

-»Has recibido ya la santa comunión? 

-Todavía no. 

Sometido después a un breve examen sobre su instrucción religiosa, viose que ignoraba las partes más elementales del catecismo y que, 
por añadidura, se encontraba en gravísimo peligro de acabar muy mal. Fue aceptado sin más requerimientos. 

Después del mediodía, la capilla interna y las dependencias lindantes se llenaban de gente. Por las alamedas que dividían y rodeaban el 
patio, ondeaban al viento banderitas multicolores. Habían sido invitadas también a la fiesta las autoridades civiles, que acudieron con 
gusto y con señales de cordial aprobación. El alcalde de la ciudad, el caballero Raynaud, impedido por causas imprevistas, se hizo 
representar por el caballero Toselli. Monseñor Pedro Sola, con el clero de la capilla episcopal, dio comienzo a la función religiosa a las 
dos y media; los alumnos del hospicio ejecutaron magistralmente los cantos. Terminadas las vísperas, don Bosco tomó la palabra. 

((108)) Narró primero la historia del Patronato, que nosotros ya conocemos en gran parte. Observó que la mitad de la cantidad que se 
había comprometido a pagar para la compra de aquella casa, se había conseguido gracias a la ofrenda del Padre Santo y de otras 
caritativas personas, y manifestaba la esperanza cierta de que la otra mitad de cincuenta mil francos se pagaría poco a poco. Explicó la 
finalidad del Instituto y expuso lo que en él se hacía en favor de la juventud; pintó al vivo el deplorable estado de muchos pobres 
jovencitos, a los que era un deber recoger, instruirlos en la religión, colocar a los externos a trabajar con honrados empresarios, ocupar a 
los internos en talleres de la casa, haciéndoles aprender un oficio con el que pudiesen en su día ganarse el pan para vivir. Dicho esto, 
prosiguió: 

Me preguntaréis: »Son muchos los jóvenes que se encuentran en estas condiciones? Los externos son muchos, mas los internos, por 
ahora, sólo son sesenta y cinco; pero pasan de doscientos los que piden ser admitidos con urgencia, y esto se hará a medida 
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que tengamos local preparado, se vaya organizando la disciplina y la divina Providencia nos envíe medios para mantenerlos. 

Al llegar a este punto de nuestra exposición, me haréis otra lógica pregunta. La angostura del lugar, las muchas peticiones de admisión, 
las reparaciones, la ampliación de locales y también de esta misma iglesia donde nos encontramos, reclaman un edificio más amplio, más 
alto, que pueda servir mejor para la celebración de la misa, oír confesiones, dar la catequesis a los niños, predicar a los adultos y a los que 
viven por aquí cerca. Esto es indispensable para que el Instituto pueda alcanzar su fin, que es el bien de la humanidad y la salvación de 
las almas. »Ahora bien, cómo remediar tantas necesidades? »Cómo encontrar el dinero indispensable para dar pan a los internos, 
vestirlos, proporcionarles maestros, asistentes, jefes de taller? »Cómo llevar adelante las obras comenzadas y las que habría que empezar? 

Todo esto es la pura verdad; es más, añado que para sostener las obras ya empezadas hubo que contraer algunas deudas, sólo se ha 
pagado la mitad de la casa y hay que pagar todavía más de cincuenta mil francos. A pesar de ello no debemos asustarnos. La divina 
Providencia, que vela como madre piadosa sobre todas las cosas, que alimenta a las aves del aire, a los peces del mar, a los animales de la 
tierra, a los lirios del campo, »no nos proporcionará lo necesario a nosotros que ((109)) ante el reador somos superiores con mucho a esos 
seres materiales? Más todavía: »ese Dios, que inspiró en vosotros, en vuestros benéficos corazones el generoso pensamiento de promover, 
de fundar, de sostener hasta ahora esta obra, no seguirá infundiendo gracia y valor en vosotros, suministrándoos los medios para 
continuarla? Y más aún; Dios, el cual hizo que, sin nada se fundaran colegios, en los que se reúnen hasta catorce mil niños sin que se 
disponga para ellos ni de un centavo de presupuesto, »querrá, tal vez ahora dejarnos faltar su ayuda para estas obras, que tienden, todas 
ellas, a aliviar la clase más abandonada y más necesitada de la sociedad civil, a socorrer a las almas que se encuentran en mayor peligro, a 
aquéllas para las que fueron creados el cielo y la tierra y todo lo que en el cielo y en la tierra se encuentra: esas almas por las que nuestro 
adorable Salvador entregó hasta la última gota de su sangre? 

íNo! Fuera, pues, toda duda, todo temor de que pueda faltarnos la ayuda del cielo. No hagamos este agravio a la divina bondad, no 
hagamos este agravio a nuestra religión y a vuestra grande y tantas veces experimentada generosidad. Estoy seguro de que la caridad, que 
os movió a hacer tantos sacrificios en el pasado, no permitirá nunca que quede imperfecta una obra tan felizmente comenzada. 

Esta esperanza tiene también otro fundamento, a más de la bondad de vuestros corazones, que se apoya en la gran merced que todos 
vosotros buscáis y que íDios asegura a las obras de caridad! Dios es infinitamente rico e infinitamente generoso. En su riqueza puede dar 
amplio galardón por cada cosa hecha por su amor; y, en su infinita generosidad, paga con medida buena y abundante la más pequeña cosa 
que hagamos por su amor. No daréis, dice el Evangelio, un vaso de agua fresca en mi nombre al más pequeño de los míos, o sea, a un 
menesteroso, sin que recibáis su recompensa. 

La limosna, nos dice Dios en el libro de Tobías, libra de la muerte, limpia el alma de los pecados, hace que se encuentre misericordia 
ante la presencia de Dios y nos lleva a la vida eterna. Eleemosina est quae a morte liberat, purgat peccata, facit invenire misericordiam et 
vitam aeternam. (La limosna libra de la muerte, purga los pecados, hace que se encuentre la misericordia y la vida eterna). 

Entre las grandes recompensas también está la de que el Salvador considera como hecho a sí mismo todo acto de caridad que se hace a 
los infelices. Si viésemos al 
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divino Salvador mendigando por nuestras plazas, llamando a la puerta de nuestras casas; »habría un cristiano que no le ofreciera 
generosamente hasta la última moneda de su bolsa? El Salvador está representado en la persona de los pobres, de los más abandonados. 
Todo lo que hiciereis, dice El, a los más despreciables, a mí me lo hacéis. Por consiguiente, ya no son unos pobres niños los que 
demandan caridad, sino que es Jesús en la persona de sus pobrecitos. 

»Y qué diremos, además, de la merced excepcional, que Dios tiene reservada en el más importante y difícil momento, en que se 
decidirá nuestra suerte con una vida feliz o desdichada para siempre? Cuando nosotros, señores míos, nos presentemos ante el tribunal del 
Juez Supremo para rendir ((110)) cuenta de las acciones de la vida, lo primero que amablemente nos recordará no son las casas 
construidas, los ahorros hechos, la gloria adquirida o las riquezas alcanzadas. De todo eso, ni una palabra, sino que únicamente dirá: 
-Venid, itos de mi Padre celestial, venid a la posesión del reino que se os ha preparado. Yo tenía hambre y vosotros me disteis pan en la 
persona de los pobres, tenía sed y me disteis de beber; estaba desnudo y me vestisteis; estaba en la calle y me disteis albergue (Mat. 25, 
54-56). 

Estas y otras palabras más dirá el Divino Juez tal y como están registradas en el Evangelio; después les dará su bendición y los 
conducirá a la posesión de la vida eterna. 

Pero Dios, padre de bondad, que es sabedor de que nuestro espíritu está pronto, pero la carne es flaca, quiere que nuestra caridad reciba 
el céntuplo, aun en la vida presente. íDe cuántas maneras, señores míos, nos da Dios en esta tierra el céntuplo de las buenas obras! 
Céntuplo son las gracias especiales de vivir bien y morir bien; la fertilidad de los campos, la paz y concordia de las familias, el éxito de 
los asuntos temporales, la salud de parientes y amigos, la conservación y buena educación de los hijos. Recompensa de la caridad 
cristiana es el gozo que cada uno experimenta en su corazón al hacer una obra buena. »No es grande el consuelo que se recibe, al 
reflexionar que, con una limosnita, se contribuye a hacer desaparecer seres dañosos a la sociedad civil para transformarlos en hombres 
útiles a sí mismos, a sus semejantes, a la religión? »Seres que están a punto de llegar a ser azote de las autoridades, conculcadores de las 
leyes públicas, malgastadores en las cárceles de los sudores ajenos, y que, por el contrario, se ponen en condiciones de honrar a la 
humanidad, de trabajar y de ganarse honradamente el sustento con su trabajo y esto con decoro de los países donde viven y honra de las 
familias a que pertenecen? 

Además de todas estas recompensas, que Dios concede en la vida presente y en la futura, hay todavía otra que deben los beneficiados 
ofrecer a sus bienhechores. Sí, señores, no queremos defraudaros privándoos de la merced que está en nuestro poder daros. Escuchad. 

Todos los sacerdotes y clérigos, todos los muchachos recogidos y educados en las casas de la Congregación Salesiana, y especialmente 
los del Patronato de San Pedro, elevarán manaña y tarde al cielo oraciones especiales por sus bienhechores. Mañana y tarde invocarán 
vuestros beneficiados, con oraciones expresas, la bendición de Dios sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros parientes, 
sobre vuestros amigos. Suplicarán a Dios que mantenga la paz y la concordia en vuestras familias, que os conceda salud permanente y 
vida feliz, que tenga alejadas de vosotros las desgracias espirituales y temporales, y que añada a todo esto la perseverancia en el bien y 
que vuestros días sean coronados con una santa muerte lo más tarde que a Dios plazca. Y si después, en el curso de la vida mortal, 
tuviéramos, señores, la suerte de encontraros por las calles de la ciudad o en cualquier otro lugar, íah, sí!, ((111)) entonces recordaremos 
con júbilo los beneficios recibidos y con gran respeto descubriremos 
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nuestra cabeza en señal de imborrable gratitud en la tierra, al tiempo que Dios piadoso os tendrá asegurada la merced de los justos en el 
cielo. Centuplum accipietis et vitam aeternam possidebitis. (Recibiréis el céntuplo y poseeréis la vida eterna). 

Cuando don Bosco terminó de hablar, hubo algunos oyentes que espontáneamente se pusieron de acuerdo para hacer una colecta, que 
resultó más cuantiosa de lo esperado. Lo reducido del local casi no había permitido la entrada más que a los bienhechores de costumbre, 
de suerte que no pareció oportuno recomendar la limosna. A pesar de todo se recogieron mil quinientos francos. 

El señor Obispo impartió solemnemente la bendición con el Santísimo Sacramento; después todos los invitados salieron al patio. Unos 
jovencitos recitaron un diálogo en honor de monseñor Sola, los músicos tocaron unas piezas y se cantó un himno. Después pasaron los 
presentes a visitar salones, aulas y talleres. En una sala estaban expuestos varios objetos para una rifa en favor de los alumnos del 
Patronato. En cuanto se corrió la voz de que el resultado de la rifa estaba destinado para pagar el pan de los alumnos internos, se 
despacharon las papeletas en un santiamén. 

Don Bosco había hablado en su conferencia del muchacho violinista, admitido aquella misma mañana; entonces todos los reunidos 
quisieron verle. Así, pues, cuando se reunieron en el jardín, apareció el jovencito con su instrumento y, en presencia de aquellos señores, 
dio prueba de su habilidad. Uno de los espectadores, admirado de su desenvoltura y conmovido a la vista de los pobres vestidos que 
llevaba, dio orden para que la Conferencia femenina, que se reunía en la iglesia de la Virgen de Niza, le proporcionase inmediatamente un 
traje completo. Al día siguiente se presentó el pobre jovencito, con su violín, para recibir el traje, y alegró con algunas piezas a las 
caritativas señoras que allí trabajaban para los pobres. Estuvo en el hospicio más de un año y se aplicó con buena voluntad al estudio y a 
las prácticas religlosas. 

((112)) Al día siguiente se presentó al Beato otro joven de dieciséis años, que nunca se había confesado ni había comulgado jamás; era 
huérfano también y por añadidura forastero; no tenía nada, mas por desgracia estaba ya avanzado en el camino del mal. No hubo 
necesidad de más razones para que lo admitiese inmediatamente en el hospicio. 

Muy singular fue también el caso del día 14. 

Ciertos padres, víctimas de la necesidad, habían forzado a su hijo 
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a ingresar en un instituto protestante. El muchacho, horrorizado por lo que allí oía contra los católicos, logró escaparse, pero le buscaron, 
le apresaron y fue devuelto a la fuerza. Logró escaparse por segunda vez y entonces precisamente tuvo la buena suerte de encontrarse con 
el director del Patronato, quien, al oír la triste historia, abrióle las puertas de su casa. 

El discurso de don Bosco pareció tan interesante que despertó la idea de publicarlo, para que se conociera mejor en Francia la obra del 
Patronato. No le desagradó el pensamiento, antes al contrario, como suele suceder, reflexionando sobre ello, amplió el plan. En efecto, 
durante el viaje de vuelta, compiló un bonito opúsculo que hizo imprimir en la tipografía del Oratorio con el título: Inauguración del 
Patronato de San Pedro, en Niza (Francia). Después de describir brevemente la fiesta, colocó el discurso algo modificado en la forma, y 
añadió a continuación una novedad que resultaba ser una espléndida primicia, a saber, una serie de artículos sobre el sistema preventivo, 
que, con alguna variante, reaparecieron al poco tiempo encabezando el Reglamento de las casas 1. Más adelante, hablando de este 
trabajito, dijo que le había costado varios días y que lo había rehecho tres veces. «Me lamentaba yo mismo, añadió, de no encontrar a mi 
gusto mis escritos. Antes escribía a vuela pluma páginas enteras y no volvía a repasarlas; ahora, por el contrario, escribo, corrijo, vuelvo a 
escribir, torno a hacer nueva copia, lo rehago por cuarta y quinta vez, y todavía no me gusta mi trabajo». ((113)) A pesar de todo le 
parecía que el opúsculo podía hacer gran bien en Francia 2. 

En Francia y en todas partes, entonces y siempre, el humilde opúsculo tenía que hacer mucho bien con el apéndice colocado allí casi 
como simple relleno, casi como si el autor mismo no midiera todo su alcance. La pedagogía contemporánea teorizaba mucho, pero 
actuaba muy poco; su escasa fecundidad procedía del hecho de sacar sus elementos de puros dictámenes de la filosofía natural; por tanto, 
eran principios racionalistas y espíritu positivista los que daban forma substancial a su orientación. Don Bosco, sin ningún entono 
doctrinal, sin la menor pretensión de haber descubierto el secreto del arte educativo, inspirándose en el Evangelio y en las enseñanzas de 
la Iglesia, supo hermanar armoniosamente los medios sobrenaturales de la gracia con las normas de la filosofía natural y dar vida de este 
modo a un método 

1 Apéndice, doc. 10. Encerramos aquí entre paréntesis las añadiduras y modificaciones introducidas posteriormente e imprimimos en 
cursiva las cosas omitidas después. 

2 Crónica de don Julio Barberis, 22 de abril de 1877. 
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que ha producido y produce óptimos frutos en el campo de la pedagogía. Condensó en las pocas páginas de su breve escrito lo que había 
realizado durante muchos años. Atiéndase sólo a un punto, a la gran cuestión de la autoridad y de los premios y castigos. Uno de los más 
eminentes maestros de la tendencia naturalista de entonces, el célebre Rafael Lambruschini, dedicó al desarrollo del tema por lo menos 
dos tercios de su libro Sobre la educación, diciendo un sinfín de cosas bonitas, mezcladas desgraciadamente con errores teóricos; mas, 
por el defecto que acabamos de deplorar, ha quedado a más de mil millas de la eficacia alcanzada por don Bosco, que, por los derroteros 
de la razón y de la Fe, ha resuelto práctica y plenamente el arduo problema con pocos conceptos magistrales. 

Merecido y digno reconocimiento del valor pedagógico que valoriza este «Método preventivo», es el hecho de que el Ministerio italiano 
de Educación y Ciencia lo haya incluido en el programa de las escuelas de magisterio. Con tal motivo el exministro Fedele, senador del 
reino y profesor de historia ((114)) en la Universidad de Roma, pronunció en una solemne ocasión estas palabras: «Sin lo sobrenatural no 
tiene explicación la obra de don Bosco, y esta obra es el florecimiento externo de sus virtudes internas. El luchó contra el materialismo 
corruptor de la juventud y detuvo a tiempo al pueblo italiano en la pendiente del funesto camino. Cuando yo propuse el estudio de la 
doctrina pedagógica de don Bosco, algún filósofo idealista sonrió. Hoy día el tiempo me ha dado la razón» 1. 

Este es el lugar oportuno para presentar un testimonio más antiguo, dado a conocer al público en 1878, sobre el sistema educativo de 
don Bosco. El perusino conde Carlos Conestabile della Staffa publicó aquel año un opúsculo 2 en el que narra que él mismo vio cómo el 
Siervo de Dios llevaba a la práctica su método pedagógico aun antes de que pensara formularlo por escrito. Un día fue el Conde a visitar 
a don Bosco y lo encontró sentado al escritorio, repasando una notita con una lista de nombres. 

-Aquí tiene usted, dijo él, algunos de mis pilluelos, cuya conducta deja algo que desear. 

Ocurriósele espontáneamente al visitante preguntarle qué castigo les tenía destinado. 

-Ningún castigo, contestó; pero mire lo que voy a hacer. Este, 

1 Bollettino Salesiano, julio 1931, pág. 203. 

2 Opere religiose e sociali in Italia. Memoria del conde CARLOS CONESTABILE. Traducción del texto francés. Padua -Tip. Semin. 
1878. 
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por ejemplo (y le indicó uno de los nombres), es el más bribonzuelo de todos ellos, aunque es de buen corazón. Me haré el encontradizo 
con él durante el recreo y le preguntaré por su salud; contestará él sin duda que está bien. 

-«»Pero estás contento de verdad?», le diré entonces. 

El quedará sorprendido de momento; después bajará los ojos ruborizado. Yo insistiré afectuosamente: 

-«íEh, tú tienes algo que no marcha bien; el cuerpo goza de buena salud, pero el alma a veces no está contenta!... »Hace mucho tiempo 
que no te confiesas?». A los pocos minutos este joven estará en el tribunal de la penitencia y estoy casi seguro de que no tendré que 
quejarme más de él. 

El escuchaba ((115)) en silencio, encantado con la dulzura de su hablar, y comenta: 

«Yo había descubierto el secreto de las grandes cosas que este humilde sacerdote ha sabido realizar. Muchísimas veces después, a la 
vista de los males que aquejan a esta nuestra edad, sentía que una amarga tristeza se apoderaba de mi alma y volvía a resonar en mi 
memoria aquella voz sacerdotal que me devolvía la confianza en un porvenir mejor para una sociedad a la que Dios envía tales 
reformadores». 

Por la crónica de las Hijas de María Auxiliadora sabemos que, al volver de Francia, se detuvo en Vallecrosia y visitó toda la casa de las 
Hermanas, desde el dormitorio a la cocina y a la despensa. Alabó su economía y el espíritu de pobreza; pero quiso que se cuidasen y no 
abusasen de sus propias fuerzas, para no echar a perder su salud. La gente del país les regalaba frutos del campo; así en aquel momento 
un vecino les había regalado un repollo enorme, blanquísimo, y tan hermoso que parecía una flor descomunal. Se lo enseñaron al Siervo 
de Dios, y él después de mirarlo un rato y estar pensando un instante, dijo sonriendo a la directora: 

-»Queréis hacerme un favor? 

-»Cómo no? íDe mil amores, Padre! 

-Aquí tenéis mi tarjeta de visita; enviad con ella esta hermosa col a Turín a la condesa Corsi. Así verá que don Bosco no la olvida. 

La directora obedeció. Estaba entonces don Bosco gestionando la compra de una casa en Nizza Monferrato, para trasladar allí a las 
hermanas de Mornese, y la condesa se interesaba por ello y ayudaba. 

Algunas cartas, escritas al regreso o inmediatamente después, completarán nuestra narración del viaje. El 17 de marzo encontramos a 
don Bosco en Alassio; nos lo dice una carta enviada desde allí al 
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sacerdote de Casale don Domingo Ossella, a quien se debe, en su mayor parte, la fundación del Colegio dirigido por las Hijas de María 
Auxiliadora en Casal Monferrato. 

((116)) Queridísimo Domingo: 

He leído atentamente tu carta, que demuestra tu deseo de atender a las almas que se encuentran al fin de sus días. Optimo pensamiento; 
pero el medio que quisieras usar me parece muy difícil y espinoso para ti y para cualquier otro sacerdote. Te diré los motivos 
personalmente, después de Pascua, cuando, Dios mediante, me dé un paseo hasta Borgo San Martino. 

Te aconsejaría más otra obra que fuera fácil para ti y de éxito seguro; a saber, promover vocaciones para el estado eclesiástico. »Cómo 
hacerlo, dirás tú? Indústriate para enviar niños buenos adonde puedan ser cultivados en el estudio y en la piedad y después en la vocación 
eclesiástica. Si te encuentras muchachos ya mayores y de buena conducta, anímales a estudiar y, si hace falta, dales clase o envíalos 
adonde puedan ser educados ad hoc. 

Te diré más cosas de viva voz. Mientras tanto ruega por mí. Dios te bendiga y créeme en J. C. 

Alassio, 17-3-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Desde Alassio le llevaron a Noli para visitar una bonita casa, donde hubieran querido que abriese unas escuelas e internado. El edificio 
pertenecía al padre del difunto clérigo salesiano Antonio Vallega 1. 
Aceptó, pero con tres condiciones: 1.ª que las escuelas se confiaran a los salesianos; 2.ª que se asignara a los maestros un estipendio total 
de tres mil quinientas liras; 3.ª que no hubiese que hacer gastos. Pero el señor Vallega se presentó en Turín, en la primera mitad de abril, 
con otras proposiciones tan diferentes y onerosas, que la cuestión quedó paralizada. 

La crónica mencionada poco ha, conserva también el recuerdo de una visita, que entonces hizo don Bosco a las Hermanas de Alassio. 
Les preguntó si tenían mucho trabajo y, al oír que sí, les dijo: 

-Pues bien, mirad: cuando yo voy a las casas y oigo decir que hay mucho trabajo, vivo tranquilo. Donde hay trabajo, no está el 
demonio. 

Fue a visitar a tres que estaban enfermas. Y, volviéndose a las demás que le habían acompañado, ((117)) preguntó: 

1 Véase, volumen XII, pág. 369. 
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-»De qué virtud queréis que os hable?
Ellas, que estaban siempre muy atareadas y no sabían cómo practicar la regla que recomendaba «estar continuamente en la presencia de


Dios», respondieron a una: 

-Háblenos de cómo estar siempre en la presencia de Dios. 

Y él dijo: 

-íVerdaderamente qué hermoso sería que las Hijas de María Auxiliadora estuviesen perpetuamente en la presencia de Dios!... Pero 

podemos hacer así: renovar la intención de hacer todo a la mayor gloria de Dios cada vez que se cambia de ocupación. 

Razonó un poco sobre este tema y al fin concluyó: 

-Como veis, no es tan difícil adquirir el hábito de la unión continua con Dios. 

El día 23 le volveremos a encontrar en Sampierdarena. Al partir, creemos que desde Alassio, escribió a don José Ronchail: 

Mi querido Ronchail: 

Estoy a punto de salir para Sampierdarena. He dejado los tres «cuadernos» al canónigo monseñor Viale, que llevará uno al padre 
Tedeschi, y los otros dos los despachará en Mónaco. Pero estos dos van a cuenta del canónigo monseñor Viale, Vicario General de 
Mónaco. 

Por tu parte, envía uno o dos a la señora marquesa Aurelia Spínola con una carta tuya, según lo acostumbrado. Mas, para tu norma, dile 
que todo lo que se reciba será para la casa del Torrione y que puede enviar a don Nicolás Cibrario todo lo que no pudiese despachar. Así 
estamos convenidos también con don Nicolás. Esta señora está muy encariñada con nuestra familia del Torrione. Dicha señora vive en 
Puerto Mauricio. 

Envíame también uno a mí. 

Vengamos a lo nuestro. Mi exposé (exposición, o memoria), está terminada; la mando a copiar y, antes de salir de Sampierdarena, te la 
enviaré. 

Mientras preparo un sacerdote para mandártelo, tú empieza a observar: 

1.° Cuando se canta un oficio en la iglesia, procura que los sacerdotes, clérigos o coadjutores disponibles estén divididos en dos coros a 
los dos lados de la iglesia y que canten alternativamente de modo que tú no tengas que ocuparte de esta parte de la función. 

2.° Pon a prueba al aspirante africano y al ex concierge (que fue portero) del Seminario y observa cómo pueden asistir en el recreo, en 
el salón de estudio y en las demás partes. 

3.° Procura que se encuentre alguna ayuda para la predicación. El reverendo Martini, los teólogos Giovan y Farank, y los Oblatos se 
ofrecieron a ayudarte todos ellos pro viribus (en la medida de sus fuerzas). »No se encargaría uno de ellos de predicar un curso de ((118)) 
instrucciones (veinte minutos no más) a nuestros muchachos y de esta manera tú podrías disfrutar de algún alivio cada día festivo? Creo 
que esto te podrá ser muy útil. 

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4.° Para el catecismo por clases creo que te pueden ayudar algunos buenos seglares, como el señor Audoli. 

5.° Indústriate, además, para que el reverendo Guelfi u otro se cuide directamente de la sacristía, de modo que tú no tengas que pensar 
en la limpieza, el orden, el planchado, el lavado, la colocación de las cosas, los ornamentos, el altar, etc. 

En una palabra, en todo esto puedes advertir que lo esencial del director consiste en repartir lo que hay que hacer e insistir después en 
que se cumpla. 

Dame, además, noticias del teólogo Giovan. Siento no haberlo visto, o mejor, que no se haya dejado ver, pues tenía algo que decirle. 

No creo que esté dolido por algo. Dile que, al partir, dije con mucho sentimiento: 

-Ainsi soit-il (Así sea). 

Al enviarte el exposé (la memoria) acompañaré también otras cosas sobre las que hemos tomado una determinación. 

Saluda nominatim (a cada uno por su nombre) a los de nuestra familia y a todos nuestros bienhechores a medida que tengas ocasión. 

Dame noticias de la condesa Celebrini y del señor Marqués Spagnuolo y su hija adoptiva. 

Di a todos que rezo y hago rezar por ellos en Turín, ante el altar de María Auxiliadora. 

Ruega por mí, que siempre seré para ti, en Jesucristo, 

23-3-77. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. S. Da un buen pellizco a don Juan Bta. Perret y dile que esté alegre. 
Llama «cuaderno» a lo que hoy se suele indicar con la palabra «bloque» 1 o «taco», conjunto de hojas de papel superpuestas y pegadas 
por uno de sus cantos, de modo que se pueden desprender fácilmente. Se trataba de los billetes para la lotería de Niza. La calificación de 
«Vicario General de Mónaco», dada por don Bosco al canónigo Viale 2, pide una explicación; tanto más cuanto que de esta manera se 
nos ofrece la oportunidad de recordar un rasgo ignorado por el Siervo de Dios. 

Por entonces, el principado de Mónaco dependía eclesiásticamente del Obispo de Ventimiglia. En 1876, Pío IX, con un gesto grato para 
el príncipe Carlos III, separó su pequeño estado de la jurisdicción de aquel Obispo y erigió en él la abadía Nullius de san Nicolás y san 
Benito. Pero el príncipe deseaba que su principado ((119)) se constituyese en diócesis y proponía para obispo a su capellán Theuret. El 
Papa no aceptó al personaje que se le presentaba, y se limitó a disponer, 

1 Del francés bloc, y éste del alemán block (N. del T.
)
2 Véase: volumen XI, pág. 353.


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por medio de la Congregación de los asuntos eclesiásticos extraordinarios, que monseñor Lorenzo Biale, obispo de Ventimiglia, 
administrase la abadía, con facultad para nombrar en ella un vicario general, que fue precisamente el canónigo de Ventimiglia Carlos 
Emilio Viale. Pero aquella medida era provisional; en efecto, aquel mismo año el obispo Biale pidió a don Bosco que le indicase un 
sacerdote merecedor de ocupar aquella nueva sede. El Siervo de Dios le dio el nombre del teólogo Sora, que había sido párroco de la 
Crocetta en Turín, y más tarde canónigo penitenciario en Tortona. Pero el príncipe quería un Obispo, que supiese vivir en la corte como 
persona distinguida y que fuera bien plantado. Razón por la cual descartó Carlos III al canónigo Sora, que tenía poco de áulico y de 
elegante. Así se lo explicó monseñor Biale a don Francisco Cerruti, director de Alassio. León XIII zanjó la cuestión en 1878, nombrando 
a monseñor Theuret administrador apostólico, preconizándole aquel mismo año Obispo titular de Hermópolis y constituyéndole Obispo 
de Mónaco en 1887. 

Volvamos a la larga carta dirigida a don José Ronchail. El exposé es la relación sobre la fiesta de Niza con los detalles que ya 
conocemos. El «aspirante africano» era uno de los muchachos argelinos, enviados por el entonces monseñor Lavigerie al Oratorio y más 
tarde mandados por don Bosco a Niza 1. 

Hay también una carta del 24 de marzo enviada a don Miguel Rúa desde Sampierdarena; pero baste referir algunos de sus doce puntos. 
El primero se refiere a la salud del Obispo de Alba: «Dolorosa la noticia de monseñor Galletti. Haced oraciones especiales; yo escribiré 
desde aquí; recemos y confiemos en la bondad del Señor». El tercero trata de algo concerniente a la iglesia de San Segundo, de lo que 
habrá que hablar por extenso a su tiempo. El séptimo expresa su contrariedad por las obras que se hacen en el Oratorio ((120)) para llevar 
hasta su habitación el pasadizo que hoy vemos 2. Aquellas obras se habían comenzado casi por sorpresa, durante una de sus ausencias, 
para proporcionarle un aposento menos incómodo. Y escribe: «Dirás a don Carlos Ghivarello que sólo quiero que la casa esté terminada, 
y que, cuando yo llegue a Turín, estén muy lejos los ruidos de los albañiles. íQué muchachos! Me prometieron que todo se acabaría en 
pocos días, con poquísimo gasto y después, etc.». No falta un pensamiento para los enfermos: «Saluda a nuestros queridos hermanos don 
José Vespignani y don Juan Bautista Tonelli y diles que estoy muy contento de su 

1 Véase: volumen XI, pág. 359. 

2 Véase: volumen XII, pág. 321. 
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mejoría y pido a Dios que conceda a los dos la fortaleza de Sansón, dada la gran necesidad que hay de trabajar». Resulta de particular 
importancia el quinto punto: «Para bordar las cosas haré y enviaré desde aquí un saludo al Arzobispo». El capítulo de la catedral y el 
clero urbano, como tácita protesta contra las indiscreciones periodísticas de que hemos hablado más arriba, hizo públicas demostraciones 
de respeto a monseñor Gastaldi, cuando volvió de Roma. Don Bosco, informado de ello por don Miguel Rúa, quiso solidarizarse con los 
demás, uniendo también su voz de alabanza; ésta es la razón del «saludo», que después envió, pero no desde Sampierdarena, sino desde 
Turín, y fue como sigue: 

Excelencia Rvma.: 

Llego ahora mismo 1 de la visita que hice a las casas de Liguria y me entero con gran satisfacción de que el clero turinés ha 
manifestado a V. E. sentimientos de respeto por su fausto regreso de Roma. Con mucho gusto me asocio, en mi nombre y en el de todos 
los miembros de nuestra humilde Congregación, a los sentimientos de aprecio y veneración que otros han manifestado con tal motivo. 
Nosotros hemos rezado cuando V. E. cayó enfermo hace unos meses; ahora redoblamos nuestras pobres oraciones, que se harán en todas 
nuestras casas, ((121)) suplicando al Señor que en su bondad se digne conservarle en buena salud y pueda así continuar sus trabajos por el 
bien de la Iglesia y de nuestra Congregación, que respetuosamente le recomiendo. 

Dígnese aceptar estos cordiales pensamientos, ya sea para deshacer las habladurías de algunos diarios que supusieron cosas carentes de 
todo fundamento, ya sea para asegurarle que en todo lo que puedan servirle los salesianos serán siempre tales como en nombre de todos 
tengo el alto honor de profesarme, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 28 de marzo de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Monseñor envió una cartita en la que «agradecía vivamente al reverendo don Bosco su carta del 28 del corriente marzo». No mucho 
después se ganó el Beato el agradecimiento del Arzobispo por algo más notable que un simple acto de cumplimiento. En Bertulla, 
pequeño barrio a las mismas puertas de Turín, estaban los vecinos excitados 

1 En la carta del 24, sábado, decía a don Miguel Rúa: «Te comunicaré si llego el martes o el miércoles; aquí hay mucho que hacer». 
Don Julio Barberis escribe en su crónica que volvió el miércoles santo, 28; en los apuntes de don José Lazzero se lee: «26 de marzo. 
Llegó don Bosco». La primera fase de esta carta parece que no se refiere al día en que escribe. 
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contra el párroco de la Abadía, iglesia matriz. Este, por estar vacante la parroquia de Bertulla, alegaba ciertos derechos sobre la iglesia 
parroquial, que aquella gente no quería reconocer; y así pretendía que fueran a la Abadía para bautizos, matrimonios y oír misa. 
Monseñor Gastaldi daba la razón al párroco; por lo cual la población irritada, trataba de llamar a un pastor valdense y pasarse al 
protestantismo. 
Enterado de ello don Bosco, se informó de la cuestión, y mirando más al bien de las almas que a las disensiones con el Arzobispo, se 
presentó a él, y le mostró cómo, en virtud de antiguos derechos, la razón estaba de parte de los de Bertulla. Monseñor Gastaldi se 
convenció, abandonó la causa del párroco y volvió a poner las cosas en su sitio. El pueblo, satisfecho, depuso la idea de abandonar la 
Iglesia Católica y recibió al nuevo párroco con grandes fiestas. Todavía en el año 1902, cuando el párroco de Bertulla contaba el hecho a 
don Juan Bautista Francesia, decía aquella buena gente: 

-Si aún somos católicos, se lo debemos a don Bosco. 

El día 28 se encontraba don Bosco entre la correspondencia una petición de ingreso en la Congregación y contestaba enseguida: 

((122)) Muy querido en el Señor: 

Llego en este momento a casa, después de una larga vuelta de visita a las casas del litoral. Contestaré enseguida a su apreciada carta. No 
puedo desear mejor ofrecimiento que el de venir a reforzar las filas salesianas, a las que hoy más que nunca se presenta abundosa mies. 
Venga, pues, con el sacerdote amigo. Hablaremos con palabras y afecto paterno y creo que nos pondremos de acuerdo en todo. En estos 
días, o mejor dicho, durante toda esta semana, no me alejaré de casa. Hasta vernos. Dios nos bendiga a todos y ruegue por este pobrecito 
que se profesa en Jesucristo. 

Turín, 28-3-77. 

Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Desde Turín volvió el Beato a escribir a don José Ronchail una carta, en la que desfilan de nuevo ante nosotros las personas y las cosas 
de Niza, aureoladas con aquella atmósfera de caridad activa que el Siervo de Dios ponía en todas sus relaciones domésticas y sociales. 

Queridísimo Ronchail: 

1.° Te envió el exposé de quo. He estado atareadísimo y retrasé mi vuelta a Turín; estuve un poco indispuesto; ésta es la razón por la 
que no he sido diligente. Ahora 
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busca o, mejor dicho, suplica al abogado Michel y al barón Héraud que cuiden de su traducción con todas las notas necesarias. 

Decidme si hemos de imprimirlo aquí o en Niza. No hace falta que se me devuelva el cuaderno, pues tenemos copia del mismo. 

2.° Muy dolorosa la inesperada muerte del benemérito abogado señor Ferrant. Añádase en la nota de la exposición lo que requiera el 

caso 1; pidamos a Dios que suscite otros campeones que emulen la misma gloria. 
3.° Cuando tengas ocasión, presenta mis saludos a la condesa Celebrini y a la señora Dolores, asegurándoles que el 23 de este mes 

comenzamos el mes de María y que he dispuesto se recen mañana y tarde oraciones especiales por ellas. 

4.° Recibirás la carta para la esposa de Michel, a quien saludarás de mi parte. 

5.° El abate Isnard prevenga al reverendo Lanza que mande comprobar su buena conducta, y yo escribiré al Obispo. 

((123)) 6.° En cuanto al círculo de obreros y a los que lo promueven puedes decir siempre que nosotros pasamos por alto toda idea de 

partido y nos mantenemos firmes en seguir la enseñanza de Jesucristo: Date quae sunt Caesaris Caesari, et quae sunt Dei Deo. Pero que 
nadie tiene nada que temer de nosotros, ni de palabra ni de acción. 

7.° Ya es el tercer sacerdote que se estaba preparando para salir rumbo a Niza, pero, uno tras otro, cayeron enfermos. A pesar de todo se 
proveerá de alguna manera y pronto. 

8.° Dame noticias de la Lotería y, si te quedan todavía muchos billetes, mándame unos cuantos y ya me industriaré para que se 
conviertan, si no en doblones de oro, al menos en papel moneda. 

9.° Espero una larga y bonita carta del señor Audoli, a quien recomendarás alegría, paciencia y que venga para la fiesta de María 
Auxiliadora. 

10.° Dame noticias, si las tienes, del teólogo Giovan y del director de los Hermanos. 

11.° »Has podido hablar con el reverendo Tiban sobre el terreno de la iglesia? 

12.° Dentro de la semana, creo tendréis un jefe de encuadernadores, que empezará a hacer algo. 

Saluda cordialmente en el Señor a los sacerdotes, a los clérigos y a todos nuestros muchachos. Dios bendiga a todos y tú ruega por mí, 
que siempre seré tuyo en Jesucristo. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

En el número seis se alude al círculo católico de obreros fundado en Niza por personas caritativas a impulso de un bravo oficial de la 
marina. Hacía poco que don Bosco había comprado la quinta Gauthier, cuando se enteró de que la junta directiva del círculo buscaba un 
local para aquella obra. 

-Si ustedes no encuentran otra cosa mejor, dijo entonces don 

1 Se añadió en nota una mención biográfica del difunto y una carta de don José Ronchail a don Bosco sobre su muerte. 

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Bosco a aquellos señores, vengan a ver mi casa y busquen en ella el lugar que más les convenga para comenzar su empresa. 

Encontraron que una habitación, junto a la margen del río y un jardincito contiguo, podían servir por el momento y le rogaron que fijase 
el precio del arriendo. 

-No se trata de arrendamientos, contestó el Beato; hagan ustedes el bien y a mí me basta, no hace falta más. 

Así, el 19 de marzo, fiesta de san José, monseñor Sola inauguró, en el local prestado por don Bosco, el círculo católico obrero, con la 
celebración de una misa y comida para los primeros socios. Pero era evidente que dos obras tan ((124)) diferentes no podían desarrollarse 
juntas; por lo que, seis meses después, la junta directiva del círculo trasladó su sede a la quinta Pauliani. Las personas que intervinieron 
en el asunto le profesaron siempre mucha gratitud por la generosidad con que había favorecido los principios de la obra. 

Cuando don Bosco volvió al Oratorio iba con la voz algo enronquecida y tenía alguna dificultad para aguantar la conversación, por 
efecto de los desarreglos bronquiales sufridos. Por eso, hasta el 10 de abril, después de las oraciones de la noche, no pudo dirigir la 
palabra a toda la comunidad reunida. 

Hace ya mucho tiempo que no nos hemos visto, pero, como dice el refrán, el corazón está allí donde tiene su tesoro; así que yo, 
mientras estaba en Niza y en Marsella, siempre pensaba en mis queridos muchachos; cuando yo me entretenía con aquéllos, iba 
haciéndome mis ilusiones. Miraba a uno y me figuraba, como en sueños, que era fulanito de aquí del Oratorio; observaba a otro y me 
parecía que era menganito, a quien había dejado en el Oratorio; pero después cuando yo les hablaba todos contestaban en francés oui, oui, 
oui, y entonces me daba cuenta de que no estaba en el Oratorio. 

En cuanto al aprecio que todos os tienen por allá, no se puede decir más. Si uno de nuestros aprendices, aun cuando fuese principiante 
en el oficio, fuera allí le ofrecerían un buen sueldo. Es tan grande este aprecio que alguien me propuso que enviara a Niza algunos 
estudiantes del Oratorio, ofreciéndose a pagar todos los gastos del viaje, dispuestos a costearles todos los estudios, únicamente para que 
fuesen, como ellos dicen, a santificar aquellos lugares y hacer santos a los del Patronato de Niza y de otras ciudades. Ellos creen que cada 
uno de vosotros es un san Luis; pero si viniesen aquí y os vieran, íay de mí!, vuestra santidad podría deshacerse como el humo. Me 
preguntaban: 

-»Es verdad que todos son semejantes a san Luis? 

Y yo les respondía: 

-Sin duda que hay unos que sí y otros que no; pero propiamente malos no los hay. 

Ellos insistían en su pregunta, pero yo, temiendo que después me hicieseis alguna trastada, nadaba y guardaba la ropa. Les dije que, si 
tanto quiero que estéis todos muy unidos, es para que unos sirváis de ejemplo a los otros; que yo y los muchachos 
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del Oratorio nos queríamos mucho, y que no podíamos separarnos los unos de los otros, si no eran obligados por alguna necesidad o por 
haber terminado los estudios del último curso del bachillerato: y que, aún entonces, no podíamos hacerlo sino con grandísima pena. De 
este modo ellos quedaron con su santa opinión y admiraron el afecto recíproco de don Bosco y sus muchachos. 

Ahora, pasando de la broma a algo más serio, os diré que allí, en Niza, hay gran entusiasmo por nuestra Congregación; y que ((125)) 
sólo en Marsella se nos ofrecen nueve casas; treinta, en toda Francia, sin contar muchísimas más que se nos ofrecen en gran número por 
ciudades de las diversas partes del mundo. Quieren casas como la del Oratorio; se creen que le basta a los muchachos venir a nuestras 
casas para convertirse enseguida en otros tantos san Luises. Por ahora es imposible atender a todo esto; pero, con la ayuda del Señor, algo 
haremos. 

Por consiguiente, para atender a tanta urgencia de peticiones, necesitaría que todos los que estáis aquí fuerais sacerdotes, y sacerdotes 
salesianos, y que todos supierais francés, como tantos de Biella 1, para luego enviaros allí a fundar casas. Pero esto no puede hacerse de 
golpe, y con el auxilio de Dios esperamos en el porvenir. Vosotros, por vuestra parte, haced lo que podáis para llegar a ser con el tiempo 
unos buenos sacerdotes, que se puedan enviar a un sitio o a otro a apacentar las almas, y me refiero a las de los jóvenes que la 
Providencia nos confiará. 

Al menos, si todos no os hacéis sacerdotes salesianos, haceos simplemente sacerdotes, para después llegar a ser párrocos santos, porque 
así podréis preparar, seleccionar y educar a los muchachos buenos para enviarlos a nuestros colegios; y éstos, formados por vosotros, 
podrán después trabajar por la salvación de las almas. 

A este propósito os diré que, en la próxima semana, habrá los ejercicios espirituales y se empezarán el domingo por la tarde. Por lo 
tanto en estos días que los preceden, preparaos todos: pensad en lo que entonces tendréis que proponeros para vuestro provecho espiritual 
y eterno. Cada cual podrá pensar seriamente qué estado elegir. Algunos han dejado pasar la fiesta de Todos los Santos, la de la 
Inmaculada, la de Navidad, la Cuaresma, la Pascua y no han arreglado todavía su conciencia. Ahora tendrán ocasión de arreglarlo todo. 
Piense cada uno seriamente en sí mismo, haga su examen y diga: »tengo completamente tranquila mi conciencia? Si puede contestar que, 
de estar a punto de morir, se hallaría tranquilo en el estado en que se encuentra, vaya adelante con buen ánimo. Pero, si alguno, al 
reflexionar, tuviese que decir: 

-íYo tengo una cosa en el corazón que me intranquilizaría en fin de vida, ay, es mejor que lo arregles ahora para encontrarte tranquilo 
entonces! 

Pero yo deseo hablaros en particular a todos, antes, durante y después de los ejercicios, y lo que pueda hacer para vuestro provecho, lo 
haré. 

Yo me entretengo con gusto con vosotros y también vosotros conmigo; y os hablo de buena gana, especialmente de lo que concierne a 
la salvación del alma. Procuremos mantenernos todos unidos así en el Señor. El nos ayudará y, si hacemos por nuestra parte lo que 
debemos, quedarán satisfechos nuestros deseos. 

((126)) Espero que todos haremos bien los santos ejercicios y las gracias del Señor lloverán abundantemente sobre nosotros y todos 
avanzaremos por el camino de la santidad. Buenas noches. 

1 Partiendo de una burla, más o menos graciosa, corre por el Piamonte el dicho de «saber el francés de Biella»; para poner en ridículo a 
quien pretende conocer la lengua francesa sin tener de ella el menor conocimiento. 
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Tres días después de esta charla el Siervo de Dios volvió a escribir a don José Ronchail otra cartita, en la que hablaba de muchachos 
recomendados al abogado Michel y que había que admitir en el hospicio de Niza. Eran cinco muchachos de Damasco, que se llamaban 
Kabil, Nais, Loftí, Homsi, Naggiar y Klat, y fueron aceptados. 

Queridísimo Ronchail: 

Creo serán admitidos en Niza los jovencitos sobre los que he escrito al abogado Michel. Procura que se dé publicidad de ello a su 
tiempo y que el señor Abogado escriba una buena relación para la Unità Cattolica; creo que esto nos aportará alguna ventaja. 

Tendrás cuanto antes el sacerdote y el asistente. 

Lleva esta estampa a la Marquesa Celebrini y dile que creo podré estar en Turín en mayo y en junio. 

Dios os bendiga a todos y créeme siempre en Jesucristo 

13 de abril de 1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

No faltó quien, en distintas y sucesivas ocasiones, reprochó a don Bosco que recurriese a la publicidad a través de los diarios y de 
opúsculos de ocasión. Nosotros diríamos más bien que también en esto se destacó su virtud. En efecto, el Beato conocía la índole de 
algunos y las críticas de otros y no podía escapársele que de este modo sufría menoscabo su estimación ante algún personaje bien situado; 
a veces la desaprobación se le echaba en cara. Y él daba la razón de su manera de proceder, así: 

-Vivimos unos tiempos en los que es preciso actuar. El mundo se ha materializado; por tanto hay que trabajar y dar a conocer el bien 
que se hace. Si uno hace hasta milagros rezando día y noche y estándose en su celda, el mundo no hace caso y no cree en ello. El mundo 
necesita ver y tocar. 

Y tratando de la conveniencia de dar a las buenas obras la máxima publicidad, decía: 

-Es el único medio para ((127)) darlas a conocer y sostenerlas. El mundo actual quiere ver las obras, quiere ver al clero trabajando en la 
instrucción y educación de la juventud pobre y abandonada, en obras de caridad, en hospicios, escuelas, artes y oficios... Y éste es el 
116 

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único medio para salvar a la juventud pobre, instruirla en la religión y así cristianizar a la sociedad 1. 

Pertenece al tiempo de este viaje a Francia un hecho extraordinario de penetración del pensamiento. Se contó públicamente en Niza en 
1908, con ocasión de las fiestas allí celebradas por el decreto de la Venerabilidad de don Bosco 2. Lo había narrado a don Pablo Albera, 
en presencia de muchos, la misma persona a la que le había sucedido el caso. La señora Beaulieu había conocido al santo cura de Ars, y 
creía que poseía una idea exacta de lo que era un santo. Cuando don Bosco llegó a Niza y oyó decir que había llegado un santo, cuyo 
nombre conocía por la fama, deseó conocerle personalmente. Al saber su deseo, una amiga suya la llevó a casa de unos conocidos a la 
hora de la comida. Don Bosco estaba sentado en la cabecera de la mesa y la señora se sentó al fondo con la amiga. El Siervo de Dios, 
siempre sereno, tenía en aquel momento la copa en alto y brindaba por el anfitrión. La recién llegada casi quedó escandalizada. 

-»Y éste es un santo?, pensó para sus adentros, desilusionada su expectación. 

Levantados los manteles, presentóse a don Bosco, deshaciéndose en cumplidos; pero don Bosco, sonriendo, le dijo: 

-Ya sea que comáis, ya sea que bebáis, hacedlo todo en nombre del Señor. 

La buena señora comprendió y no necesitó más para mudar de opinión. Hízose en seguida cooperadora salesiana y lo era desde hacía 
tres años cuando narró a don Pablo Albera lo sucedido, que ya había repetido ella misma a muchos otros. 

1 Véase Bolletino Salesiano, junio 1895. 

2 Hasta entonces se daba título de Venerable a un Siervo de Dios, cuando su causa de beatificación había sido introducida oficialmente 
en Roma; ahora se da después del decreto de la heroicidad de las virtudes. 
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((128)) 

CAPITULO V 

JUBILEO EPISCOPAL DE PIO IX Y VISITA DEL
ARZOBISPO DE BUENOS AIRES A DON BOSCO


CUANTO más se acercaba a su fin la vida mortal de Pío IX, tanto más crecía en los fieles el amor a su persona. Diéronse solemnes 
pruebas de ello en 1877, con motivo de su jubileo episcopal. Puede afirmarse que todo el mundo católico, por medio de representantes, 
peregrinó aquel año al Vaticano, desafiando las iras de los sectarios mundiales y de los políticos. 

Singularmente durante el mes de junio hubo verdaderas legiones de creyentes que acudieron a postrarse a los pies del venerable 
anciano. Con los donativos enviados al Papa, desde todos los rincones de la tierra, se formó una grandiosa exposición, cuyo valor se 
calculó en diez millones. El óbolo de San Pedro recogido en aquella ocasión alcanzó los dieciséis millones y medio. Nunca hasta 
entonces había recibido un Papa tantas demostraciones de afecto. 

Este plebiscito mundial de devoción al Vicario de Jesucristo henchía de júbilo el corazón de don Bosco, tan lleno de veneración por el 
Sumo Pontífice y tan vibrante de agradecimiento a la persona de Pío IX. Determinó, pues, enviar a Roma, como representantes de la 
Congregación y portadores de un Album, al Director del Oratorio y al Maestro de los novicios. 

-»Qué dirías tú, preguntó bonachonamente un día a don Miguel Rúa en presencia de otros varios sacerdotes y señalando ((129)) con la 
mano a don José Lazzero y a don Julio Barberis, si enviara a este par de ratat¨i? 1. 

Don Miguel Rúa asintió a ello y los demás aplaudieron. 

En seguida se comenzó a preparar el Album, que resultó a medida del deseo. Quedó cerrado con una elegante encuadernación, que 
llevaba en la portada esta inscripción en una lámina de oro: 

1 Ratat¨i es una palabra piamontesa que significa «hombrecillos». Crónica de don Julio Barberis, 4 de abril de 1877. En ciertas 
ocasiones solía don Bosco tratar a sus hombres como los había tratado cuando eran muchachos. 
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HOMENAJE
DE FILIAL OBSEQUIO
DE LOS SALESIANOS Y DE SUS ALUMNOS
A SU INSIGNE BIENHECHOR
EL GLORIOSO PONTIFICE
PIO IX
EN EL AÑO XXXII DE SU PONTIFICADO
Y LXXXVI DE SU EDAD
EN SU JUBILEO EPISCOPAL
3 DE JUNIO 1877


Interiormente, en hermosos folios de papel fuerte de protocolo, aparecía, en primer lugar, una breve estadística de la Congregación 
Salesiana, seguida de las diferentes casas. Figuraba primero la casa madre con este encabezamiento: «La casa madre está en Turín, con el 
nombre de Oratorio de San Francisco de Sales, y habitan en ella los salesianos por este orden». Y seguía el cuadro del Capítulo Superior 
y la lista de los socios residentes en el Oratorio. Toda la parte gráfica era obra de una mano experta. Se caracterizaba el contenido porque 
cada casa se clasificaba por secciones o ramificaciones diferentes, que se podían considerar separadamente, con el nombre de los socios 
destinados a cada una de ellas, y el número de alumnos, personas o fieles a los que en ellas se atendía. 

-Esto, dijo don Bosco, lo aprendí en Roma en las sagradas Congregaciones; pues, al hablar yo de Turín, y mencionar novicios, 
aprendices, estudiantes, ((130)) oratorio festivo y hacer después relación de todos ellos como de una sola casa, se me dijo que era mejor 
presentar todas las partes separadamente una de otra. 

Por eso las partes del Oratorio eran las siguientes: 

1.ª Sección de estudiantes. Capítulo y número de alumnos. 

2.ª Sección de aprendices. Idem. 

3.ª Noviciado. Personal y número de novicios. 

4.ª Sección de estudiantes adultos, etc. 

5.ª Iglesia de María Auxiliadora. 

6.ª Oratorio festivo de San Francisco de Sales y escuelas anejas. 

7.ª Oratorio festivo de San Luis y escuelas anejas. 

8.ª Oratorio festivo de San José. 

9.ª Taller de San José, donde se reúne un centenar de muchachas para aprender un oficio, asistidas por las Hermanas de San José. 
Capellán, el reverendo don Antonio Sala. 
119 

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10.ª Instituto de San Pedro, con un centenar de cien jóvenes salidas de las cárceles. Capellán, el reverendo doctor José Bertello. 

11.ª Instituto del Buen Pastor, donde están internadas casi quinientas jovencitas de diversas condiciones. Capellán, el reverendo don 
José Bologna. 

12.ª Instituto de San Carlos y escuelas anejas para muchachas. Director espiritual, el reverendo don Francisco Paglia. Capellán, el 
reverendo don Carlos Cipriano. 

13.ª Oratorio festivo en Chieri para niñas, asistidas por algunas cooperadoras salesianas. Director, el reverendo don Miguel Rúa. 

Después de Valsálice y Lanzo, se procedía por diócesis, siguiendo siempre el mismo método. Por fin, después de las «Casas de 
América» aparecía el «Instituto de María Auxiliadora» con esta presentación: «Como apéndice de la Congregación Salesiana, de la cual 
depende, está el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Su fin es hacer con las niñas pobres lo que hacen los salesianos con los 
muchachos. La casa madre está en Mornese, diócesis de Acqui. El Capítulo Superior está formado por...» 

((131)) Después de Mornese, seguía la lista de las casas: Borgo San Martino, Lu, Alassio, Turín, Bordighera, Biella, Lanzo, por orden 
cronológico de fundación. Cada casa llevaba el nombre de la directora, el número de hermanas, las secciones de su actividad y la cualidad 
y número de alumnas. Por ejemplo, decía de la casa de Santa Angela Merici, en Turín: «Directora, sor Elisa Roncallo, con veinte 
hermanas; unas dan clase a las niñas pobres, otras están ocupadas en la ropería de los niños pobres del Oratorio; algunas se dedican a 
estudiar para poder así presentarse a examen de maestras. Tienen oratorio festivo, y son muchas las muchachas que asisten al mismo». Es 
notable la nota para la casa de Bordighera: «Directora, sor Rosalía Pestarino, con otras tres hermanas. Tienen oratorio festivo; durante la 
semana dan clase a las más abandonadas tres veces al día. Hay que advertir que esta casa está rodeada de protestantes; las hermanas, 
además de la escuela ordinaria, dan lecciones de repaso a bastantes muchachas mayores para alejarlas del peligro de caer en manos de 
maestras heterodoxas». 

El estado de la Congregación en América fue redactado por don Juan Cagliero, a quien se lo había pedido don Bosco: «Si puedes enviar 
el estado de nuestra Congregación en América del Sur, yo lo haré presentar al Padre Santo para su Jubileo Episcopal, para el que toda 
Europa, y también América, se han movilizado» 1. Don Juan Cagliero 

1 Carta de don Bosco a don Juan Cagliero, Turín, 31 de marzo de 1877. 
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acompañó a la relación el borrador de un saludo especial para el Papa en nombre de aquellos socios. 

Pensaba don Bosco que un Album, así compilado, no se perdería ni sería arrinconado, sino que se conservaría y sería consultado como 
documento para conocer el estado de la Congregación en 1877. Los dos portadores que debían llevarlo a Roma, salieron de Turín el 28 de 
mayo. 

La recepción de las peregrinaciones había empezado en el Vaticano ((132)) el 30 de abril. Hubo dos festejos religiosos Urbi et orbi; uno 
en la basílica de San Pedro el 21 de mayo, fecha cincuentenaria del nombramiento de monseñor Mastai, arzobispo de Spoleto; y el otro el 
3 de junio en San Pedro in Vínculis, donde cincuenta años antes había recibido la consagración episcopal. 

En ambas ocasiones los alumnos internos del Oratorio hicieron comunión general y asistieron a solemnes funciones. El 21 de mayo los 
muchachos del oratorio festivo juntaron la cantidad de setenta liras con treinta y cinco céntimos, para el óbolo de San Pedro 1. En la 
iglesia de María Auxiliadora se invitó a los fieles para el día siguiente a la fiesta titular con este aviso: «Oremos por el Sumo Pontífice 
Pío IX. El día veinticinco del corriente mes de mayo se celebrará, en la iglesia de María Auxiliadora, a las siete, una misa con oraciones y 
comuniones. Se ruega a V. S. que asista con otras piadosas personas y ofrezca todos estos actos para obtener de Dios un buen estado de 
salud al Padre Santo». La prudencia aconsejó esta forma de invitación personal hasta con la indicación del fin de la ceremonia, ya que, 
por desgracia, también en Turín los sectarios perturbaban ruidosamente la manifestación pública en honor de Pío IX. 

En la fiesta de Roma del 21 de mayo participaron numerosos peregrinos franceses; trescientos de ellos, ya de regreso, visitaron el 
Oratorio la víspera de la solemnidad de María Auxiliadora. Entraron en él alrededor de las ocho y media de la tarde y fueron recibidos a 
los acordes de la banda de música y con el canto del himno A Roma, fieles, compuesto por don Juan Cagliero con ocasión del Concilio 
Vaticano. Lo cantaron todos los alumnos a coro, acompañados por la banda. Don Bosco dirigió a los peregrinos unas palabritas de 
saludo, en francés, que fueron previamente impresas, con hermosos caracteres tipográficos, en papel de buena calidad y se distribuyeron 
como recuerdo de la grata visita a los peregrinos 2. También hablaron ellos; lo hizo 

1 L'Unità Cattolica, 13 de mayo de 1871. 

2 Véase: Apéndice, doc. n.° 11. 
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muy elocuentemente el abate ((133)) Piccard, director de la peregrinación. Después, y por iniciativa de la Juventud Católica, se sirvió a 
los peregrinos un refresco en los mismos locales del Oratorio, desde donde se encaminaron a la estación para la salida. A los jóvenes se 
les había enseñado el grito de Vivent les pèlerins franþais, que resonó muchas veces produciendo un efecto muy simpático. 

El último día de mayo llegó un telegrama desde Gibraltar anunciando a don Bosco que el Arzobispo de Buenos Aires desembarcaba en 
Génova el día primero de junio 1. Monseñor León Federico Aneyros llegaba a la cabeza de la delegación argentina para ofrecer al Padre 
Santo el homenaje de los católicos de aquella floreciente república. El Beato, que ya estaba informado de su viaje, se había apresurado a 
buscarle en Roma un alojamiento conveniente, y ahora, ante la noticia de su próxima llegada, se alegró muchísimo. Hablaba de ello con 
todos y con expresiones de vivo júbilo. El día primero de junio salió para Sampierdarena. Ignoramos los detalles del desembarco; sólo 
sabemos dos cosas: que Su Excelencia fue huésped del Arzobispo de Génova y que vio a don Bosco el día 3 por la mañana 2. Se 
encontraron en la iglesia pública de San Cayetano. Había llegado el Arzobispo mientras don Bosco acababa de celebrar. Iba el director, 
don Pablo Albera, a la sacristía para avisarlo, pero monseñor Aneyros lo detuvo diciéndole: 

-No se moleste a un santo mientras está con Dios después de la santa misa. 

Así aguardó a que él saliese de la sacristía y, íentonces, qué conmovedora escena! El aprecio que el insigne Prelado profesaba al Siervo 
de Dios y la gratitud del Siervo de Dios al Arzobispo se expresaron en un cordialísimo abrazo; después se miraron, mudos y arrasados los 
ojos en lágrimas, durante unos instantes, y se echaron de nuevo el uno en brazos del otro. Los testigos del hecho afirmaron y confirmaron 
después que don Bosco nunca se había mostrado tan expansivo, acostumbrado como estaba a dominarse continuamente. 

((134)) Casi a punto de salir para Roma, el Beato tuvo un recuerdo para el conde Cays, ingresado hacía pocos días en el Oratorio, para 
comenzar allí mismo su noviciado. 

Queridísimo señor Conde: 

Tengo que salir hoy a las doce y media para Roma. Rossi le dará noticias de los peregrinos argentinos. Es un verdadero espectáculo. Me 
interesa mucho que hable 

1 Carta de don Bosco a monseñor Gastaldi, Turín, 31 de mayo de 1877. 

2 Carta de don José Rossi a don Miguel Rúa, Sampierdarena, 3 de junio de 1877. 
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con Barale respecto a lo que hay que hacer con las Lecturas Católicas. Me parece oportuno se haga tomar medida de la sotana, y así, a mi 
retorno, podemos hacer una función con la que usted se convierta totalmente en herencia del Señor. 

Diga al querido abogado Fortis 1 que se mantenga fortis in bello y que hay un gran premio reservado para los grandes sacrificios. 

Dios nos bendiga a todos y ruegue por mí, que soy en Jesucristo su 

S. Pier d'Arena, 3 de junio de 1877. 
Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El Beato salió para Roma poco después del mediodía. Al parecer, monseñor Aneyros no fue con él, sino que, más tarde, tuvo como 
compañero de viaje al arzobispo Magnasco; en cambio parece que partieron con don Bosco los argentinos, que se habían hospedado en el 
hospicio de Sampierdarena, entre los cuales se encontraba monseñor Ceccarelli 2. 

Don Bosco tenía muchos asuntos que tratar en Roma; el más importante era el de los conceptinos. Se hospedó, como de costumbre, en 
casa del señor Sigismondi. Hacía un calor sofocante y su habitación, situada precisamente bajo el tejado, era un horno; ello le obligaba a 
tener abiertas la puerta y la ventana. Sudado como estaba (llevaba además la sotana de invierno), aquellas corrientes de aire podían serle 
mortíferas; sólo le causaron fiebres con erupciones miliares. «Pero estas cosas nunca le rinden a don Bosco», escribió don Julio Barberis, 
testigo ocular 3. En efecto, él seguía sus trabajos, ((135)) como si nada de particular ocurriese. Podemos sacar útiles informes de su 
correspondencia con don Miguel Rúa. He aquí la primera carta: 

Mi querido Rúa: 

1) Puedes llevar a término el expediente del clérigo Ricci; pero, en cuanto haya marchado, avisa en seguida a su Obispo. 

2) En cuanto a Bodrato, recemos; háblale, salúdale de mi parte, dile que me escriba una larga carta y mientras tanto, si sigue, 

proveeremos. Pero, si hay algún peligro para él o para otros, hagamos lo más pronto posible lo que hay que hacer 4. 
3) Roma es capital del mundo, literalmente hablando. Pío IX es la primera maravilla 

1 Este señor había ido con la intención de hacerse salesiano; pero al poco tiempo se hizo jesuita. 

2 Así parece deducirse de la carta de don losé Rossi. 

3 Crónica, 28 de junio de 1877, recordando las cosas de Roma. 

4 Se trata del clérigo Juan Bodtato que daba indicios de alienación mental. 

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de este siglo; la exposición para su jubileo es la segunda; pero una y otra sin ejemplo en la historia del pasado y creo que también en la 
del porvenir. 

4) Estaba a punto de escribir al señor conde Cays y al señor abogado Fortis, para que vinieran volando, aunque sólo fuera para ver un 
momento el espectáculo de la exposición pública; pero, atendida la inmensa muchedumbre y también la indiscreción de algunos, mañana 
se suspenderá y veré si se vuelve a abrir. 

5) Hasta ahora no ha sido posible todavía tener audiencia del Padre Santo, ni pública ni privada. Espero que la tendremos en los 
primeros días de la próxima semana. El Padre Santo se lamentó ya varias veces de que don Bosco no va a hablarle de los conceptinos, 
pero »cómo acercarse a él? 

6) Monseñor Ceccarelli es una copia de don Juan Cagliero; vendrá con su Arzobispo (copia de monseñor Galletti) a pasar algún día con 
nosotros en Turín. Lo que cuentan de los salesianos es muy superior a lo que nos escribieron en sus cartas. 

7) La parroquia, que llaman de la Boca, está definitivamente cedida a los salesianos. Es la primera parroquia de la República Argentina 
confiada a congregaciones eclesiásticas y es una de las más difíciles, pero de las más importantes de la ciudad. El Arzobispo quiso firmar 
el Decreto la tarde antes de salir de viaje y cuenta esto con gran complacencia. 

8) Don José Lazzero y don Julio Barberis hacen y hacen hacer los ejercicios espirituales a los conceptinos. Ya veremos. 

9) Después de la audiencia hago cuenta de salir para Sampierdarena, adonde llegaré medio tostado para ir a hacerme tostar 
completamente en Turín, si no me sucede esto antes de salir de Roma. 

10) Un cordialísimo saludo a nuestros queridos muchachos, clérigos, sacerdotes, estudiantes y aprendices, y diles que les encomiendo 
de todo corazón ((136)) que hagan una santa comunión según mi intención. A mi regreso les diré el motivo. 

11) Saluda a don José Vespignani de mi parte y dile que, cuando esté ante el Padre Santo, espero pedirle una bendición especial para él. 

Dios nos bendiga a todos y créeme siempre en Jesucristo. 

Roma, 8-6-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Dirás a don Joaquín Berto que hasta ahora no he recibido nada de lo que le había pedido. A lo mejor no le ha llegado mi carta. 
Recuerda que este año será mayordomo de la fiesta de san Luis el señor José Casalegno, padre de Casalegno. 

Siempre que el Beato había ido a Roma, había gozado de libre acceso al Papa; pero entonces, ya fuera por la edad, ya fuera por las 
indisposiciones, Pío IX no daba audiencias privadas ni siquiera a los muchos obispos que habían acudido para el Jubileo, y hacía que se 
le presentaran por grupos de naciones. Contribuían también a impedir el paso a don Bosco las otras causas mencionadas en la historia de 
los conceptinos. Don Julio Barberis escribe en su crónica, sin la menor 

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duda, que tuvo audiencia privada «unos dos días antes de salir» de Roma. Don Bosco, por el contrario, dirá a este propósito, en carta del 
29 de noviembre al cardenal Bilio, compendiando la historia del asunto de los conceptinos: «Cuando vine a Roma para el Jubileo del 
Padre Santo me esforcé cuanto pude para obtener un solo momento de audiencia con Su Santidad. Hice la petición por escrito; el Padre 
Santo en audiencia pública manifestó el deseo de oírme; pero no me fue posible». En carta del 13 de junio al abate Guiol dice ciertamente 
el Siervo de Dios que el Padre Santo ha hablado de la obra de Marsella y ha alabado a aquel Obispo, lo cual haría suponer un coloquio 
privado; pero esto pudo haber sido dicho en la audiencia pública, en el caso de que entonces le pidiera don Bosco una bendición especial 
para el feliz resultado de aquella nueva empresa, o en audiencia privada al Arzobispo de Buenos Aires, por cuya mediación don Bosco 
hubiese pedido aquella bendición. De todos modos lo cierto es que él en el ((137)) largo párrafo de la carta, en el que refiere los 
sentimientos del Papa, no hay ni una palabra de la que se pueda argüir que el Papa le haya hablado así a él personalmente; de donde se 
deduce que el Siervo de Dios vio por última vez a Pío IX, vivo, en la mencionada audiencia pública. 

La audiencia pública fue concedida el 10 de junio a los periodistas católicos y a sus representantes. Don Bosco participó en ella como 
editor de las Lecturas Católicas. La amabilidad del Pontífice no pudo ser mayor. Al pasar ante él se paró, lo escuchó y tuvo la bondad de 
recordar una petición de la que había tenido noticia por el cardenal Oreglia 1. 

-»Y necesitáis también, le dijo, ornamentos y vasos sagrados para vuestras iglesias y para las misiones, no es verdad? 

-Santidad, respondió don Bosco, tendría verdadera necesidad, porque muchas de nuestras iglesias carecen completamente de todo. 

-Bien, poneos de acuerdo aquí con el cardenal Oreglia. Yo le encargo que os haga proporcionar lo que necesitéis de lo que haya entre 
los objetos de la exposición. 

1 El cardenal Oreglia, con fecha 10 de mayo, había escrito a don Bosco: «Su otra petición ha sido acogida en principio, pero no será 
tomada en consideración, sino cuando se cierre la exposición, que todavía no está abierta. Y para que la cosa pueda salir mejor, 
convendría, a mi entender, que usted me escribiese una carta que se pueda mostrar en la cual, al agradecerme esta noticia o más bien 
manifestarme su gratitud al Padre Santo por su buena disposición en su favor, mencionase las necesidades que tiene y la plena confianza 
en la generosidad de Su Santidad». 
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Don Bosco se entendió con el Cardenal, a quien presentó una nota de lo que necesitaba para cada una de sus iglesias, capillas, oratorios 
y altares. Le costó mucho tiempo hacer la nota. 

Otras dos cosas quería resolver don Bosco en Roma: quería conseguir una residencia propia y poder abrir un hospicio para los 
jovencitos. En casa del señor Sigismondi siempre se encontraba algo molesto, pues no disponía más que de una habitación y una cama; y 
él necesitaba un secretario a su lado, que le proporcionase lo necesario, como plumillas, papel, sobres, tinta y otras cosas por el estilo. Y 
en esto fue muy afortunado. Las nobles Oblatas de Tor de'Specchi tenían ((138)) con el Oratorio, de mucho tiempo atrás, una especie de 
deuda, que deseaban saldar, amueblando cinco habitaciones de su propiedad, situadas en una casa frente por frente de la suya y 
poniéndolas a disposición de los salesianos, para cuantas veces fuese alguno de ellos a Roma. Don Bosco visitó aquellas habitaciones y 
aceptó de muy buen grado; así lograría quitar todo fundamento a la extraña voz que corría de que la casa de los conceptinos se iba a 
convertir en fonda de los salesianos a su paso por Roma. 

Asunto más serio era la búsqueda de un lugar, donde abrir un hospicio. Visitó varias casas, entabló negociaciones para comprar una 
situada en los barrios del ensanche de Roma. Declaró su intención al Cardenal Secretario de Estado y obtuvo no sólo alientos, sino 
también promesa casi formal de que el Padre Santo le ayudaría económicamente con mucha generosidad. Poco después le indicó el 
Cardenal Vicario la necesidad que había de una iglesia en la parte nueva de Roma; pues en aquel barrio, ya tan poblado, no se hallaba ni 
una capilla católica, mientras los protestantes habían levantado un templo precisamente en su centro; él, pues, rogaba a don Bosco que 
construyese allí una iglesia. Hacía ya tres años que su predecesor había confiado a otros el encargo de estudiar el asunto, pero no se había 
encontrado el lugar y mucho menos los medios. Cuando don Bosco oyó esto, no puso impedimentos; salió del palacio del Cardenal, se 
encaminó inmediatamente al conde Berardi y le preguntó si tenía todavía en venta cierto terreno, del que se había hablado en otras 
ocasiones. Recibió respuesta afirmativa; pero había una tercera persona interesada en aquel asunto. Don Bosco se dirigió en el acto a 
aquella persona, se entendió con ella para la cesión del terreno necesario y pidióle que fijara un precio de acuerdo con la renta. 
Accedieron los propietarios y se fijó la cantidad en doscientas mil liras. Resulta que en un sólo día se empezaron las negociaciones y se 
llevaron a cabo. No quedaban más que las formalidades legales, que siempre requieren su tiempo; pero don Bosco tuvo que 
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salir de Roma y de nuevo tornaron a empezar las largas dilaciones, de suerte que volvieron a romperse los hilos y no se hizo nada. 
((139)) Resulta interesante, ahora, ver cómo escribía el Siervo de Dios a don Miguel Rúa en momentos de tanto ajetreo: 

Carísimo Rúa: 

1) La negociación para el Seminario de Magliano ha terminado de acuerdo con nuestro entender. Será éste el primer ejemplo de un 
Seminario administrado de esta manera. Te enviaré copia del convenio, tan pronto como don Joaquín Berto lo haya puesto en limpio. 

2) Si las cerezas no son muy caras, creo que convienen para hacer vino con ellas. Obsérvese que cuanto más maduras estén, mejor van 
para ello. Para que se depuren, se requiere bastante cantidad de agua. 

3) Dirás a don Joaquín Berto que he recibido los papeles y cartas enviados y que todo está en regla; la señora Matilde pregunta a 

menudo por él y le devuelve los saludos. 

4) Estudia la gestión de don Dallera; yo espero también preparar a alguno. 

5) De acuerdo con el contrato del palacete de Cambiano. Si no sabes dónde meter el dinero que... (sacarás de la venta), Rossi y don 

Pablo Albera te ayudarán a ponerlo donde le corresponda. 

6) Sería estupendo que cuando pasen los argentinos por Turín, se representara el drama sobre la Patagonia. 

7) »Va adelante la impresión de los esquemas para el capítulo? 

8) Dirás al reverendo Ortelli que me dará un gran gusto si se queda con nosotros hasta mi vuelta. 

9) Está aquí en Roma monseñor Lacerda, Obispo de Río de Janeiro; he hablado con él y quiere ir a Turín, y no saldrá del Oratorio hasta 

que no se lleve consigo, al menos, cinco salesianos, cuyos pasajes ya tiene preparados. Verás qué bella persona. 

10) Está determinado que don Juan Cagliero vaya a hacer una exploración hasta los últimos límites de Patagonia a Santa Cruz. Por 
consiguiente, queda diferido por unos meses su regreso a Europa. 

11) El Cardenal Arzobispo de Malinas pide hoy, en nombre del Padre Santo, que vayamos a abrir una casa en su diócesis. Idem el 
cardenal Simeoni para Palestina; idem para Canadá, etc. Dirás, pues, a los novicios que les encomiendo, por caridad, que se den prisa, 
porque cada día se multiplican las necesidades. No sé cómo saldremos del paso. 

Animo y saluda a don José Vespignani. Di al conde Cays y al abogado Fortis que la mies es mucha y sin límites; por tanto, etc. Don 

Cappelletti y los suyos prepárense para la salida. Saluda a Cottini, Pelazza, Barale. 

Dios nos bendiga a todos y un saludo para todos en Jesucristo. Amén. 

Roma, 12-6-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


(Hasta ahora ninguna audiencia.) 

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((140)) Por el mismo estilo escribía al día siguiente otra carta al director del colegio de Varazze. 

Queridísimo Francesia: 

Si hubiera sido posible presentar tu carta, la hubiera enviado al mismo arcipreste de Noli. Pero, como esto no era conveniente, me 
parece mejor que le escribas tú directamente y le digas las voces que corren, el parecer contrario del Obispo, etc. De esta manera nosotros 

podemos seguir en nuestro puesto. 

»Pero, terminado el quinquenio de Varazze, adónde iremos? 

Si algo tienes que enviar al Padre Santo, envíalo en seguida a gran velocidad a Tor de'Specchi. 

El Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Ceccarelli y el obispo Lacerda, de Río de Janeiro, irán a Turín y permanecerán unos días con 

nosotros. Tal vez vayan, o mejor, vayamos a hacerte una visita. De todos modos se te avisará e invitará para que vengas a contarnos la 
historia de Pipetta en Turín en aquella ocasión. 

Todavía no puedo fijar mi salida, pues aún no fue posible obtener audiencia particular del Padre Santo. 

Saluda a Alejandro Mancini, Tálice, Cinzano y a don Juan Turchi, mi antiguo ortopédico. Dios os bendiga a todos; créeme en 
Jesucristo, 

Roma, 13-6-1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Dirás a tus alumnos de tercero y cuarto de bachillerato que de todas partes nos llaman, y que les recomiendo que me preparen 
fervorosos salesianos. 
Hay en estas cartas algunas cosas, cuya explicación se dará más adelante, y otras que no la necesitan o no es posible darla. Las 
publicamos íntegramente, porque nos parecen preciosos documentos, útiles para quien quisiere más adelante estudiar la psicología de don 
Bosco. Y aquí va la tercera para don Miguel Rúa, escrita cuatro días después de la segunda. 

Queridísimo Rúa:
1) Di a don Joaquín Berto que me envíe una sotana de verano, porque de lo contrario me aso en Roma. Creo que enviarla por ferrocarril


a gran velocidad no costará tanto como comprar una nueva. 

2) Si no hay impedimento de tipo moral, puede recibir la tonsura el clérigo Peret. 

((141)) 3) Te envío aquí un montón de cosas, entre ellas la carta que se ha de publicar en el Bolletino Salesiano, a la que hay que dar 

prisa quod fieri potest, para que pueda salir el próximo mes. Que me envíen las pruebas. Si está impresa la Obra 

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de María Auxiliadora, se me envíen algunos ejemplares, pero obténgase antes el visto bueno de la autoridad eclesiástica de Génova. 

4) Todavía no he tenido audiencia particular y el Padre Santo no quiere que me vaya. La espero cuanto antes, para volar después ad 
lares. 

5) Se presentan muchísimas cosas para comenzar a hacer; pero me faltan todos los secretarios. Esto me hace suspirar por don Joaquín 

Berto. 

6) Además tengo aquí asuntos que te comunicaré pronto si salen bien; pero necesitan muchas oraciones. 

7) Dirás al conde Cays que la carrera de teología es de siete años, pero que, tal vez, por cuanto sea necesario, él la hará en siete meses. 

A mi llegada diré el secreto correspondiente. 
Saluda uno por uno a los interesados. 

(sin firma) 

Por fin volvió a escribirle por cuarta y última vez antes de salir de Roma. El conde Cays, repetidas veces mencionado, y el abogado 
Fortis habían entrado en el Oratorio para hacerse salesianos. 

Queridísimo Rúa: 

Ya está decidido que el Arzobispo de B. A. irá a Turín con sus peregrinos. Entre todos serán seis u ocho. Monseñor Ceccarelli nos 
precederá; yo los acompañaré por el camino y enviaré un telegrama el (día) anterior a la llegada. 

1) Este año celebraremos san Juan y san Federico juntos, y probablemente será el día de san Pedro. Por consiguiente, el que lea alguna 
composición, tenga en cuenta a Pedro Ceccarelli, a León Aneyros, que es la víspera; Gastini, con su peluca blanca, invocará a san Juan. 

2) Parará ahí ocho días, durante los cuales visitará Turín, Valsálice, Lanzo, donde conviene que preparen algo en latín, en italiano, en 
francés y también en español. 

3) Monseñor Ceccarelli predicará el día de san Pedro y hablará en la iglesia de María Auxiliadora; procuraremos que algún diario 
informe de ello. Monseñor Aneyros pontificará o asistirá solemnemente. 

4) El domingo siguiente, primero de julio, haremos la fiesta de san Luis y probablemente pontificará el Arzobispo de Río de Janeiro. 
Avisa al señor Casalegno en este sentido. 

5) Vete a hablar un momento con nuestro Arzobispo, y dile que ellos pasarán a saludarle, y que le rogamos se digne conceder la 
facultad para celebrar a los sacerdotes que los acompañan y a los Obispos ((142)) la de pontificar en las funciones, si se lo permiten el 
tiempo y la salud. Te comunicaré después adónde podrás enviarme la respuesta. 

6) En cuanto a la comida todos ellos son fáciles de contentar, con tal que sean cosas buenas; así que no causan ningún apuro. Es 
probable que se haga un paseo a Superga, mas para ello tendremos prevenido al abate Stellardi. 

8) Hoy audiencia pública para los salesianos. Veré si es posible un momento de audiencia privada. 

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9) Que sigas bien y seas bueno; saluda cordialísimamente a nuestros queridos salesianos, aspirantes o que pueden serlo en lo porvenir. 
Di a todos que les deseo tengan una gran alegría en el Señor y también en la cocina. 

Créeme siempre en Jesucristo, 

Roma, 20 de junio de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Para tu norma no hables de miserias en presencia del conde Cays y del abogado Fortis. Esto sería como pedirles una ayuda, quod 
non expedit (lo cual no conviene). 
En el Oratorio se hacían grandes preparativos para la llegada del Arzobispo de Buenos Aires. Don Miguel Rúa, siguiendo las 
instrucciones que le había enviado el Beato en su carta del 20 de junio, rogó a monseñor Gastaldi que se dignase conceder a aquel Prelado 
y a su clero la facultad para celebrar en la Archidiócesis y el permiso para pontificar en la fiesta de san Pedro y san Pablo. Monseñor 
concedió amplias licencias. Todo estaba ya preparado y los diarios habían publicado el correspondiente aviso, cuando el día 24 llegó una 
comunicación de la Curia, advirtiendo en nombre de Su Excelencia, que, dado que en la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo 
había asistencia pontifical y homilía en la catedral, no era conveniente que, mientras el Arzobispo pontificaba y predicaba en su catedral, 
ningún otro Obispo pontificase o predicase en otras iglesias; que, por tanto, era intención del Ordinario revocar la facultad concedida por 
olvido; y que, únicamente, concedía para aquella fiesta la bendición con el Santísimo Sacramento, con tal de que no fuese impartida antes 
de las seis de la tarde; que permitía, además, los pontificales en la iglesia de María Auxiliadora, ((143)) con tal de que se observase en 
ellos el ceremonial de los Obispos, el cual prescribe que un Obispo, cuando pontifica fuera de su diócesis, no tenga dos diáconos y dos 
subdiáconos, sino un solo diácono y un subdiácono. 

El día 24 se hubiera debido celebrar el día onomástico de don Bosco; pero él estaba todavía de viaje con el arzobispo Aneyros, 
monseñor Ceccarelli y cinco sacerdotes argentinos. Salieron el 22 de Roma hacia Ancona, donde fueron espléndidamente tratados por el 
cardenal Antonucci; el 23 se trasladaron a Loreto y volvieron a Ancona el mismo día. Desde Ancona escribió el Beato a don Miguel Rúa: 
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Carísimo Rúa: 

Estoy en Ancona con el cardenal Antonucci y celebraremos san Juan a orillas del Adriático, frente a Lissa. 

Mañana, Dios mediante, partiremos para Milán, donde pararemos el martes y el miércoles hasta las cuatro de la tarde, en que saldremos 
hacia Turín. Llegaremos cerca de las ocho. Te comunico, para tu norma, que a los argentinos les gusta mucho la carne y son muy 
delicados para la cocina; mas, por su piadosa consideración, siempre se muestran contentos. Hasta donde os sea posible, elegid 
habitaciones cómodas y con letrinas aseadas. 

Lo demás corre de tu cuenta, de la nuestra y de la suya. Dios nos bendiga a todos. Dirás a nuestros queridos muchachos que voy ahora a 
celebrar la santa misa y que rogaré mucho por ellos; y por este lado ellos no perderán; tampoco quiero queden mal por lo que se refiere a 
la cocina, puesto que quod differtur non aufertur (lo que se aplaza no se quita), y quedarán indemnes. Pero monseñor Aneyros querría 
llevarse consigo medio ejército de misioneros para dar el asalto a los pamperos y a los patagones. Rezad por vuestro 

San Juan, 1877. 

Afmo. amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

El 24 cayó en domingo. Don Bosco fue a celebrar a eso de las diez en la iglesia del Jesús, regida por los misioneros de la Preciosísima 
Sangre. Le ayudó a misa un jovencito, que no olvidó en toda la vida aquel momento. Vio entrar en la sacristía a un «curita» bajo, modesto 
en el semblante y totalmente desconocido en el porte. Pero «en su cara morena» descubrió un no sé qué de atrayente bondad, que despertó 
((144)) en seguida en él una mezcla de curiosidad y de respeto. Mientras celebraba notó que tenía algo especial, que invitaba al 
recogimiento y al fervor. Terminada la misa, y después de la acción de gracias, aquel sacerdote púsole la mano sobre la cabeza, le regaló 
diez céntimos, quiso saber quién era y qué hacía y le dijo unas buenas palabras. Cuarenta y ocho años más tarde aquel muchacho, que se 
llamaba Eugenio Marconi y era alumno del Instituto del Buen Pastor, escribía: «íQué dulzura la de su voz! íQué afabilidad y qué afecto 
encerrados en sus palabras! Yo quedé confuso y conmovido». 

Cuando regresó al Instituto, advirtió un movimiento insólito entre los superiores y los compañeros. 

Le dijeron que estaba don Bosco en Ancona y que a primeras horas de la tarde iría a visitar el Instituto y había que prepararse para 
recibirlo dignamente. Hacia las tres, formados todos en la sala mayor, vio entrar precisamente al «curita» de la mañana, acompañado por 
el director 
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monseñor Birarelli. íResultaba que el cura al que había ayudado a misa era don Bosco! El Beato pasó revista a los alumnos: se paraba a 
preguntar, decía alguna palabrita y regalaba a todos un librito de las Verdades Eternas. Pero cuando llegó a Marconi, dio un paso atrás, 
clavó en él los ojos como para verlo mejor, y dijo: 

-íNosotros nos conocemos! íBravo, bravo! 

Y después, volviéndose al Director siguió diciendo: 

-Monseñor, le recomiendo este muchacho; andando el tiempo, le podrá prestar su ayuda. 

Al enterarse de que el muchacho era sobrino del Director, añadió: 

-íMejor todavía! Su Instituto empieza ahora a vivir y a surcar un mar lleno de tormentas y peligros. Los pilotos jóvenes pueden ser más 
útiles que los viejos, con tal de que sean valientes y expertos. 

Creció el joven, llegó a sacerdote, y fue precisamente para el Instituto el buen piloto vaticinado por don Bosco, siempre al lado de los 
varios directores, luchando valerosamente contra fuertes huracanes, hasta conducir sana y salva la nave al puerto 1. 

((145)) Después de la escapada a Milán, donde se hospedaron en casa del gran amigo el abogado Comaschi, nuestros viajeros hicieron 
su entrada en el Oratorio el 26 de junio por la tarde. íFue una entrada triunfal! Todos los alumnos formaban filas desde la portería hasta 
los pórticos, dejando paso por medio. Desde la entrada hasta las habitaciones de los huéspedes flotaban al viento las banderas argentinas 
blancas y azules, alternando con las pontifícias y las italianas. También estaban empavesadas las barandillas de las galerías. Decoraciones 
variadas adornaban las paredes del edificio, y en el lugar que señalaba la división entre el patio de los estudiantes y el de los aprendices 
alzábase un arco triunfal trazado con gusto y todo él festoneado y luciendo farolillos de diversos colores. Los músicos con sus 
instrumentos esperaban a pie firme delante de la puerta principal. Al sonido fuerte y vibrante de la trompeta se produjo un silencio 
universal, y apareció en el umbral la imponente figura del Arzobispo con don Bosco a la derecha y su Vicario General a la izquierda; 
detrás venían sus sacerdotes. Al punto entonó la banda el himno argentino y los vítores de mil voces llenaron los aires de alegría. 

Cuando se movió el cortejo, los jóvenes doblaron la rodilla, para recibir la bendición y se santiguaron. Los huéspedes pasaron por entre 
la multitud de jóvenes alborozados, subieron al primer piso y, después de unos minutos, el grupo de personajes se asomó a la galería. 
Estallaron 

1 L'Ordine de Ancona, 12 de febrero de 1825. 
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los gritos y los aplausos, hasta que una señal de don Bosco impuso el silencio, que permitió se oyeran estas palabras: 

-íAquí tenéis al Arzobispo de Buenos Aires! 

Pero las profirió con voz tan suave y emocionada y las acompañó con un gesto tan expresivo, que todos le entendieron como si hubiese 

dicho: 

-íAquí tenéis a nuestro padre, a nuestro bienhechor, a nuestro amigo, que tanto hemos deseado ver! 

Esta presentación enterneció de tal modo al Prelado, que se volvió para abrazar a don Bosco, y, poniéndole las manos ora sobre los 
hombros, ora sobre la cabeza, pronunció unas frases, que los incesantes clamores no permitieron oír. La velada se cerró entre cantos y 
notas de alegría con una fantástica iluminación a la veneciana. 

((146)) Un episodio que al mismo tiempo alegró y edificó a los comensales, hizo que se conservase el recuerdo de la comida que se 
sirvió al día siguiente. Al llegar el momento de los brindis, entró en la sala el antiguo alumno Gastini, famoso por sus ingeniosas 
ocurrencias. Iba vestido de juglar. Después de saludar a aquellos señores, declamó y cantó sus versos en honor de monseñor Aneyros y de 
don Bosco, pero con tal gracia y donosura, que uno de los sacerdotes argentinos, el canónigo García Zúñiga, hombre jovial, llamó al 
poeta y le regaló una libra esterlina. 

Gastini le dio las gracias y besóle la mano; corrió derecho a don Bosco y, con garbo caballeresco, puso en su mano la moneda, como si 
estuviese destinada a él. El canónigo, ante un acto tan galano y espontáneo, llamó de nuevo al juglar y le dijo: 

-Si yo hubiese querido hacer un regalo a don Bosco, se la habría dado yo mismo. Pero te la di para ti. Toma ahora esta otra y guárdala. 

Gastini dio un salto y se la entregó también a don Bosco. Pero, al oír al canónigo, que entre las risas de los presentes, le gritaba por 
detrás: 

-íEs tuya!, cambió de tono y dijo con seriedad: 

-Nosotros somos todos de don Bosco. Aquí no hay nada nuestro, todo es suyo. 

-íBravo!, exclamaron los convidados. 

-Pero yo no te daré la tercera, dijo bromeando el canónigo, al ver que no podía lograr que se guardara una para sí mismo 1. 

La manifestación más solemne fue la que podríamos llamar de los tres días onomásticos. El día onomástico de don Bosco se había 
trasladado 

1 Sacerdote JOSE VESPIGNANI: Un año en la escuela del beato don Bosco, pág. 90. 
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al de san Pedro. Según acostumbre, la fiesta empezaba la víspera al atardecer, con la lectura de composiciones en prosa y en verso y con 
piezas de música y cantos, y tampoco se quiso faltar a la tradición en aquella ocasión. Pero aquel día 28 era la fiesta de san León, día 
onomástico y cumpleaños del arzobispo Aneyros; era además la víspera de san Pedro, día onomástico de monseñor Ceccarelli. No podía 
darse coincidencia más feliz. 

Nadie hubiera podido reconocer allí el patio de la casa: hábiles hermanos, ((147)) ayudados por los muchachos mayores, lo habían 
transformado en un grandioso teatro a cielo abierto. Por encima de su palco, levantado con tablas y cubierto con tapices, había un gran 
dosel, que protegía con su sombra tres sillones dorados: el más suntuoso, en el centro, era para el señor Arzobispo, y los dos laterales para 
don Bosco y monseñor Ceccarelli. Todo el palco con su dosel estaba cercado por una pintoresca variedad de gallardetes, oriflamas, flores 
y farolillos. Delante de aquel trono había por todo el patio faroles de gas, dispuestos en amplio círculo con cristales de diversos colores, 
que difundían al anochecer una luz viva y tranquila. Los vanos de las ventanas estaban cubiertos con papeles transparentes a dos colores, 
en los que las lucecitas colocadas detrás hacían resaltar emblemas e inscripciones que ensalzaban a don Bosco y a los huéspedes. Pero 
atraía las miradas del público, reunido para la velada, una grandiosa estrella transparente que brillaba en lo alto del trono. Tenía ésta dos 
metros de diámetro y veinte rayos, en cada uno de los cuales se leía el nombre de una casa salesiana con el año de su fundación en la 
punta. En el centro se destacaba el nombre de don Bosco, aureolado por una faja que tenía en el fondo las siglas O. S. F. S. del Oratorio 
de San Francisco de Sales. La estrella estaba iluminada por detrás con muchas luces y producía un efecto mágico. El público ocupaba el 
espacio libre del patio. Lo componían cooperadores y numerosos amigos y cerca de un millar de muchachos entre internos y externos. A 
los lados se levantaban los palcos para la banda de música de los aprendices y para la coral de los estudiantes. 

A eso de las nueve los festejados subían las gradas del palco; cuando llegaron arriba hizo don Bosco ademán a monseñor Aneyros para 
que ocupara el sillón central más elevado; surgió entre ambos una porfía, al querer el uno ceder el honor al otro. La simpática contienda, 
contemplada primero en silencio por los espectadores, suscitó enseguida fragorosos aplausos de todo el público. Pero venció la humildad 
de ambos, sugiriendo un óptimo recurso: dejaron vacío aquel sillón e invitaron ((148)) a todos los presentes a imaginar que veían sentado 
en 
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él al Padre Santo Pío IX, aquel día, en que la Iglesia festejaba al Príncipe de los Apóstoles. 

Se interpretaron dos himnos sobre letra de Lemoyne con el correspondiente intervalo: uno por los aprendices, con música del romántico 
De Vecchi; el otro por los estudiantes, con música de Dogliani. Se leyeron composiciones literarias en italiano, francés, español, inglés, 
polaco, latín, griego y piamontés, en prosa y en verso. El indispensable Gastini, el gracioso del Oratorio, ejecutó la parte alegre en medio 
de la hilaridad general. Como era lógico, se habló mucho de las misiones, de las Pampas y de la Patagonia. Los nombres de don Bosco, 
de monseñor Aneyros y de monseñor Ceccarelli resonaron en todas las lenguas y en todos los tonos. Cuando acabaron las declamaciones 
y enmudecieron los cantos, don Bosco pidió permiso al Arzobispo y cerró el entretenimiento con estas palabras. 

Se hace ya tarde y no es posible seguir; pero el señor Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Aneyros, y los demás benévolos señores, a 
quienes doy las gracias de todo corazón por haber querido honrarnos, tendrán todavía la satisfacción de asistir a las declamaciones que 
seguirán mañana por la tarde. Sin embargo, agradezco de todo corazón a los que compusieron música, poesías y prosas, o que de 
cualquier manera exteriorizaron y exteriorizarán sus afectos en esta ocasión. Yo pensaba escurrir el bulto y que sucediese lo del refrán: 
rogar al santo hasta pasar el tranco, y que ya nadie pensase en san Juan; pero estoy viendo que, por el contrario, habéis tomado la cuestión 
con más empeño y que si entonces no hicisteis la fiesta, queréis hacerla al menos ahora. 

Os aseguro que esto me agrada mucho. Doy las gracias también a todos los que tuvieron la bondad de acompañarnos durante esta 
hermosa velada, y a todos los que ofrecieron donativos y escribieron cartas desde lejos. 

Sé también que habéis rezado mucho por mí durante mi ausencia, y vuestras oraciones no quedaron sin efecto. Por ahora no puede 
saberse el fruto que han obtenido, puesto que el asunto, por el que me encomendaba a vuestras oraciones, no está todavía resuelto. Os 
agradezco mucho lo que habéis hecho y os ruego que sigáis. 

También monseñor Aneyros os pediría el favor de que todos los que comulguen mañana por la mañana lo hagan según su intención. 

A lo largo de todo el día de mañana habrá mucha alegría. A las diez ((149)) habrá misa cantada con orquesta; por la tarde vísperas, 
también cantadas, y monseñor Ceccarelli os predicará una bonita plática. 

Os aseguro que también en la cocina habrá vuestra parte. Baste decir que tenemos seguramente el mejor cocinero de Turín; y además, 
cuando se ve salir de la bodega esas hermosas botellas, ciertamente se excita el apetito. Se hará de modo que, por la tarde, los músicos en 
vez de cantar festina tendrán que cantar festona... 1 

1 Juega don Bosco con las palabras: festina (date prisa, en latín de vísperas y pequeño banquete, en italiano) y festona (gran fiesta). (N. 
del T.) 
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Monseñor Aneyros celebró la misa de comunidad del 29. Al llegar el momento de la comunión, empezó a repartir las sagradas especies; 
pero, al llegar a la mitad, no podía aguantar el cansancio y pidió que alguien le substituyese. Monseñor Ceccarelli cantó la misa solemne, 
a las diez, y, a primeras horas de la tarde, predicó después de vísperas, luciendo sus admirables dotes oratorias. El Arzobispo de Buenos 
Aires no pudo dar la bendición, pues no habían dado las seis. Hacia las seis y media se renovó, o mejor, se reanudó la velada de la víspera 
en honor de don Bosco. Asistió a ella mayor número de forasteros. Estaban también representados los colegios por los directores o por 
otros. Acabadas las lecturas y declamaciones, terminadas las piezas de música y los cantos, don Bosco se levantó. Estallaron fragorosos 
aplausos, y, cuando reinó el más religioso silencio, habló el Siervo de Dios al imponente auditorio: 

Este día es uno de los más hermosos de mi vida. Será una fecha memorable en las memorias del Oratorio. Al ver a mi alrededor a tantos 
jovencitos llenos de alegría, que me manifiestan su amor y su gratitud, se conmueve verdaderamente el corazón. íQué hermoso es el 
corazón unido a la caridad! »Por qué se suministran los medios para atender y educar a tantos jóvenes para el paraíso? »Por qué tantas y 
tantas piadosas personas sacrifican parte de sus haberes y los emplean santamente para socorrer a estos jovencitos? »Por qué tantas y 
tantas personas abandonan el mundo, se unen a Dios con lazos de virtud y de amor fraterno y dedican toda su vida a que estas tiernas 
plantecitas crezcan para el cielo? íPor la caridad! Sí, son los vínculos de esta virtud, los que nos mantienen en todas partes estrechamente 
unidos en el Señor, de suerte que, movidos por el amor, nos socorremos amablemente unos a otros. Es la caridad la que mueve a muchas 
distinguidas personas de regiones muy lejanas a venir a este Oratorio y adaptarse a la pobreza de este lugar para satisfacer el santo celo 
que tienen de llevar la luz del evangelio a otros países incultos, y para aumentar así con nuevos hijos la familia del Padre común de los 
((150)) fieles. Es la caridad la que indujo a muchos valientes soldados de Cristo a dejar la patria, los parientes y todo lo demás para ir a 
tierras muy remotas, arrastrando sufrimientos y fatigas para llevar la buena nueva a sus hermanos. 

Y es la caridad la que esta tarde nos reúne aquí a todos en este lugar. Os lo digo con todo el corazón: hubiera querido tener palacios 
esmaltados de diamantes, con pavimentos cubiertos de rosas y azucenas para recibir dignamente al Arzobispo de Buenos Aires, a 
monseñor Ceccarelli y a todos los demás de su séquito. Pero somos los pobres salesianos, que vivimos de la ayuda de personas piadosas y 
no podemos hacerles el recibimiento que hubiéramos deseado. Y ellos, movidos por la caridad, se han atrevido a soportar las 
incomodidades del Oratorio para tener medios con que hacer nuevas obras de caridad. Sean, pues, dadas gracias a ellos por las 
privaciones sufridas al adaptarse a la pobreza de esta casa y por el gran honor y el placer que nos han hecho. Nosotros guardaremos un 
recuerdo imperecedero. 

Vosotros volvéis a vuestras tierras, al campo de vuestra mies, pero decid a vuestros compañeros y al señor Benítez que nuestro 
agradecimiento por los beneficios recibidos 
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de vosotros y de ellos no se extinguirá jamás. Estad seguros de que nosotros, aunque separados por el inmenso Océano, os tendremos 
siempre presentes en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestras oraciones. Estad seguros de que siempre tendréis en los salesianos 
una ayuda fiel y un gran número de hermanos que os aman con todo el afecto del corazón y procuran ayudaros en vuestra labor. 

Lo hemos leído en los escritos y hemos oído de labios de testigos oculares que el Beato, hacia el fin de su discurso, tomó un tono de 
voz tan fascinador, como nunca se había oído en sus labios. Después de él habló el Arzobispo. La dignidad del gesto y toda su 
presentación, así como el afecto que visiblemente lo animaba, arrebataron a cuantos lo escuchaban, a pesar de que hablaba en castellano. 
Ya en el Parlamento de su patria había adquirido, como diputado, gran fama de orador improvisador. 

En cuanto terminó, don Bosco besó su anillo y Monseñor besó su mano; y diéronse después un afectuoso abrazo en medio de 
estruendosos aplausos. Entonces rogó el Beato a monseñor Ceccarelli que repitiera sus palabras en italiano, lo que éste hizo con gran 
maestría 1. 

((151)) La Providencia reservó para el final una bonita sorpresa. 
Asistía al acto una jovencita, llamada Josefina Longhi, paralítica y muda hasta un mes antes en que había recobrado prodigiosamente el 
movimiento y la palabra, rezando con don Bosco una avemaría a María Auxiliadora. 
Estaba ella allí con sus padres, que habían acudido para certificar por escrito la verdad del hecho. Por consejo de don Miguel Rúa, 
subieron las gradas del palco, llevando a la hija, para besar la mano del Arzobispo y de don Bosco. Quiso entonces el Prelado oír de sus 
labios la narración del prodigio, haciéndole de intérprete monseñor Ceccarelli: la niña, de doce años, con lengua muy suelta contó deprisa 
la escena tal como había ocurrido; el Arzobispo la bendijo y le dio una medalla. Pocos instantes después, mientras el padre y la madre 
firmaban la relación escrita por el conde Cays, don Bosco dijo a la niña que firmara ella también. El padre la disculpó, diciendo que la 
pobrecita no sabía escribir. 

-íCómo! exclamó don Bosco; »una muchachita como ésta no ha ido a la escuela y no ha aprendido siquiera a escribir su nombre? 

-Es verdad que antes de la parálisis sabía escribir; pero después ya no pudo. 

1 Las palabras de monseñor Aneyros se leen, traducidas al italiano, en el apéndice de un discurso pronunciado por monseñor Ceccarelli 
en la solemne repartición de premios a los estudiantes del Oratorio y publicado por la Tipografía Salesiana en 1877. Lo reproducimos en 
nuestro Apéndice, doc. n.° 12. 
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Oído esto, cortó el Beato la conversación, diciendo: 

-Si sabía antes, también sabe ahora: la Virgen no hace las cosas a medias. 

Diciendo esto, le puso la pluma en la mano, y la muchacha firmó con soltura. 

Es imposible describir el entusiasmo de los muchachos en aquellos días. Los elegantes ademanes del Arzobispo americano les habían 
conquistado; siempre que atravesaba el patio o se asomaba desde lo alto, se oían fuertes aplausos por todos los rincones. Pero sobrevino 
un desagradable percance que le hizo abreviar su permanencia en el Oratorio. Fue el 27 al Arzobispado para visitar a monseñor Gastaldi, 
y no lo encontró. Volvió a la mañana siguiente, y le notificaron que Monseñor no estaba en palacio, sino en la casa de campo arzobispal 
de Pianezza, desde donde, informado ya de la visita, le enviaba a decir que no se molestase más, pues él ((152)) iría a Turín el día 29 
solamente para el pontifical y después volvería a la casa de campo aquella misma tarde. Sin embargo, más tarde envió al secretario para 
invitar a comer sólo al Arzobispo, pero no sabemos bien qué día. El secretario entró en el Oratorio, se acercó al primer muchacho con 
quien se tropezó, le encargó de llevar el recado a don Bosco y se marchó. El muchacho se quedó como quien ve visiones; sin embargo, 
subió al despacho de don Bosco, iba tímidamente a poner pie en su antesala, cuando vio dentro a muchos señores, y se detuvo en el 
umbral. El barón Bianco de Barbania, que se dio cuenta del apuro, le preguntó la causa y, al saber el singular mensaje, se encargó él 
mismo de pasarlo. Monseñor Aneyros se disgustó tanto que no sólo no aceptó la invitación, sino que determinó marcharse lo antes 
posible de Turín; se disculpó, sin embargo, con el Arzobispo aduciendo como motivo su próxima partida. En efecto, el día 30 muy de 
mañana partió con su séquito hacia Sampierdarena. Allí fue recibido con gran júbilo. Pasó después a Varazze, fue a saludar al Obispo de 
Savona, y de allí se acercó a esperar a don Bosco en el colegio de Alassio. Cuando aún había esperanza de disuadirlo de su propósito de 
anticipar la partida, don Bosco había escrito a don Juan Cagliero una larga carta, para la que no podríamos encontrar lugar más oportuno 
que éste, como comprobarán los lectores. 

Mi querido Cagliero: 

Necesitaría escribirte todo un volumen. Te haré un pequeño resumen de la situación. Recibí a monseñor Aneyros en Sampierdarena con 
los peregrinos argentinos y los acompañé a Roma. Yo me hospedé, como siempre, en casa del señor Sigismondi, 
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y Monseñor en el Colegio Latino Americano de San Andrés en el Quirinal. Pudo ver al Padre Santo a la cabeza de los peregrinos; tuvo 
también una audiencia privada y quedó muy satisfecho. Monseñor Ceccarelli, revestido de Camarero secreto, brillaba junto al señor 
Obispo y aun a solas. 

Debido al excesivo calor de Roma, salieron el 22 para Ancona, donde el cardenal Antonucci nos recibió con esplendidez y nos hospedó 
generosamente durante tres días. El 23 fuimos a Loreto, de donde quedamos todos muy contentos. El 24 se celebró mi día onomástico 
con una gran comida cardenalicia para todos los peregrinos y muchos otros. Hubo brindis, pruebas de afecto y se descorcharon botellas 
de todo género. 

((153)) El 25 salimos directamente de Ancona a Milán, donde nos hospedamos en casa del caballero Comaschi. El 26 fuimos a Turín. 

Aquí reinó el entusiasmo y todo se convirtió en fiesta. Monseñor quedó satisfechísimo y se entusiasmó; pero no hay rosas sin espinas. 
Nuestro arzobispo Gastaldi respondió a una súplica concediendo amplia facultad para predicar y pontificar; pero la revocó para el viernes. 
Fue Monseñor a visitarle y el otro se había ido a Pianezza, desde donde envió a decir que no renovase la visita porque él volvía el 29 para 
pontificar, y en seguida se iría a Pianezza. Dándose cuenta después de la descortesía, envió recado invitando a comer solamente al 
Arzobispo, invitación que él rehusó, aduciendo que quería partir. Ahora, de acuerdo con Ceccarelli, insisto para que vayan todos a Lanzo, 
luego a B. S. Martino, y después a las playas de la «Riviera» para tomar algunos baños, que tanto necesita el señor Vicario 1. 

Han ocurrido mil episodios, que espero escribir en otro momento. Está muy contento de nosotros, de nuestras cosas, y habla con 
efusión de los salesianos de América. Su partida está fijada para el 14 de julio. 

Y ahora nosotros. Te escribí diciéndote que vayas a Santa Cruz. Es sólo un pensamiento mío, pero si pensatis pensandis te parece mejor 
diferir esta excursión, fiat sicut melius in Domino placuerit (hágase como mejor plazca al Señor). 

Personal lo hay; como el curso escolar está próximo a terminar, si nada se opone, se difiere según costumbre al 14 de noviembre 
próximo. Si hace falta, anticiparemos la salida, y ya nos arreglaremos de alguna manera para los pasajes. 

Lee la carta al marqués Spínola, ponla después en un sobre y se la llevas. 

Mientras tanto, para este otoño tendremos a nuestro cargo un colegio en Sicilia, un orfanato en Trento, un colegio cantonal en Suiza, el 
seminario de Magliano Sabino, en el que llevaremos la administración de la parte material y la dirección de los estudios elementales, 
medios, filosóficos y teológicos. Una casa en Marsella, etc. »De dónde sacaremos el personal? Prepararemos la respuesta. 

Lo que te escribo a ti, sirve también para don Francisco Bodrato y los demás. Para la partida de Monseñor, prepararemos cartas y 
encargos. La próxima semana pasará por aquí monseñor Lacerda, de Río de Janeiro, que no se irá sin llevar consigo al menos cinco 
salesianos. 

Dios nos bendiga a todos y da a todos mis parabienes y saludos; rogad por mí, que soy siempre en el Señor vuestro 

Turín, 30 de junio de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Monseñor Brid, Vicario General de monseñor Aneyros. 

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((154)) Don Bosco hubiera querido entretener todavía a monseñor Aneyros siquiera un par de días, porque el día primero de julio tenía 
que celebrarse en el Oratorio la fiesta de san Luis y se decía en las invitaciones, ya impresas, que el Arzobispo de Buenos Aires 
pontificaría solemnemente en la iglesia de María Auxiliadora. Menos mal que casualmente se encontró en Turín, y huésped del Oratorio, 
monseñor Formica, obispo de Cúneo, que aceptó de buen grado cantar la misa y las vísperas, presidir la procesión e impartir la bendición. 

El programa de los festejos se cerraba el 3 de julio con la representación de un drama, titulado Una esperanza o El pasado y el porvenir 
de Patagonia, original de Lemoyne. Don Bosco había inspirado la idea al autor y le había asesorado durante la redacción. En efecto, en su 
viaje a Francia llevaba consigo el manuscrito de la primera redacción, que leyó con lágrimas en los ojos; después escribió desde Niza, el 
28 de febrero, a don Juan Bautista Lemoyne que él consideraba aquella composición dramática como su obra maestra; pero, al mismo 
tiempo, le recomendaba que la puliera un poco más todavía, hasta lograr estas tres cosas: 1.°, que fuera más fácil la acción y el aparato 
escénico; 2.°, que estuvieran más estrechamente unidas las partes, dando más vida y soltura en el tercero y cuarto acto a la acción misma, 
en los que le parecía languidecer; 3.°, juntar el cuarto y quinto actos en uno sólo para que el final del drama no resultara flojo. Prometía 
volver a leerlo y concluía diciéndole: «Es una novedad, que gustará mucho». Agradó, en efecto, muchísimo. Se construyó un escenario 
muy grande y cubierto con un amplio telón en el patio de los aprendices. Asistieron los muchachos y más de mil quinientos invitados. 
Pero faltaba el espectador más deseado; lo representó monseñor Ceccarelli, que se quedó en Italia hasta la salida de los misioneros de la 
tercera expedición, que don Bosco estaba preparando. La novedad del tema y la variedad de la trama se ganaron los aplausos entusiastas 
del público; y el drama produjo por sí mismo buenos efectos espirituales, despertando en los corazones calurosa y benéfica ((155)) 
simpatía por las misiones y engendrando o desarrollando en los muchachos y en los clérigos la vocación misionera. 

Aquellas escenas fueron objeto de muchas conversaciones en casa y fuera de ella. 

El 4 de julio fue don Bosco con monseñor Ceccarelli a visitar el colegio de Borgo San Martino y desde allí alcanzar en Alassio a 
monseñor Aneyros y los suyos. Salió de Borgo el 6 por la mañana, tras escribir a don Miguel Rúa: «Aquí parece que este año hay buena 
cosecha de salesianos, que habrá que depurar en los ejercicios de Lanzo». El 
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mismo día envió a su secretario desde Sampierdarena, una sarta de encargos, casi todos referentes a las circunstancias del momento. 

Queridísimo Berto: 

Te envío una serie de recados, contando con la ligereza de tus piernas. 

1.° Una caja o dos de botellas para el Arzobispo de Buenos Aires; Bordeaux, Málaga, Barbera, Grignolino, Nebbiolo, Moscatel de 

Strevi; en total, de quince a veinte botellas; para ennoblecer la fecha del vino se puede simular una existencia bastante antigua, con un 
poco de tierra... Prepárese esta caja para enviarla a Génova cuando yo diga. 

2.° Tan pronto como esté impreso el librito de la Obra de María Auxiliadora, envíenme algunos ejemplares. 

3.° Observa si han sido enviadas a su destino las dispensas obtenidas en favor de nuestros clérigos de Argentina. 

4.° Ayuda a don Miguel Rúa a hacer una selección de los que, cogente necessitate, pueden presentarse para las órdenes en la próxima 
hornada, que espero haremos el próximo septiembre en la diócesis de Casale. 

5.° La colcha que las Hijas de María Auxiliadora regalaron a don Bosco 1, póngase en un paquete junto con los libros, y con los 
escritos e impresos, que por estar escritos en lenguas extranjeras, o porque se refieren a los argentinos, etc. (se pueden ofrecer al 
Arzobispo) y diríjanse al Cónsul General de la República Argentina en Génova, para entregar a S. E. Rvma. el Arzobispo de Buenos 
Aires. Póngase la misma dirección a la caja de botellas. 

6.° Además, sin prisas, háganse encuadernar todos los números de la Biblioteca Italiana, Lecturas Católicas y ejemplares de todas mis 
obritas, para poder enviarlas, a su tiempo, al mismo Arzobispo por medio del Consulado. 

7.° Tan pronto como haya ejemplares de la Obra de María Auxiliadora envíamelos enseguida a Nizza Marítima; y no dejes de enviar 
algunos ejemplares ((156)) a monseñor Ceccarelli, con una docena de ejemplares del Capítulo General 2 para Montevideo, Buenos Aires 
y San Nicolás. 

8.° Inflama en amor de Dios a todos los salesianos presentes, aspirantes y reza por tu 

Alassio, 7-7-1877. 

Afmo. amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

A eso de las ocho de la noche llegó a Alassio. El Arzobispo salió a esperarlo a la estación, lo abrazó a la vista del pueblo y le dio el 

1 Con ocasión de su día onomástico.
2 Eran los esquemas de los temas a tratar próximamente en el primer Capítulo General de la Sociedad.


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brazo hasta llegar a casa. Aquella noche quisieron los superiores y los alumnos del colegio festejar la llegada de monseñor Aneyros y de 
los argentinos: celebraron una velada literaria y musical en la que el eximio Prelado quiso pronunciar al final un breve y férvido discurso. 
También en ella repitió monseñor Ceccarelli en italiano las palabras dichas por el Arzobispo en castellano 1. Don Bosco se sentía tan 
postrado que, después de cenar, se retiró a su habitación para descansar. 

El Beato parecía todavía indeciso en si debía acompañar a monseñor Aneyros hasta Niza y Marsella, de cuyo puerto zarparía para 
América; sin embargo, bien mirado el caso, sentía despedirse de él y dejarlo solo antes del embarque 2. No se separó, pues, de su lado 
hasta que Monseñor y sus sacerdotes se embarcaron el día 17 en el Poitou; en la cubierta del barco le dio su última despedida. Rebosaban 
alegría los americanos: el pensamiento de la patria los llenaba de júbilo y calculaban el número de días que faltaban todavía para volver a 
verla. El Siervo de Dios escuchaba y callaba; al fin, sonriendo , les dijo que sus cálculos estaban equivocados. Después, con su calma 
habitual, les exhortó a no tener tanta prisa, sino más bien a armarse de santa paciencia; a Buenos Aires llegarían todos sanos y salvos, 
pero el día ((157)) tal... Y precisó la fecha exacta, que superaba en doce los días que normalmente empleaban los barcos en su travesía de 
Marsella a la capital de Argentina. 

-»Es posible? -exclamaron a una con un sentimiento de terror-.íNuestro viaje no puede durar tanto! 

Sin embargo, don Bosco había dicho la verdad. El barco luchó con la tempestad hasta Cabo Verde, de modo que por las averías sufridas 
tuvo que echar anclas cerca de la isla de San Vicente y allí esperar el paso de otro barco , al que trasbordar pasajeros y mercancías y 
hacerlos proseguir el viaje 3. Cuando arribaron a Buenos Aires, era el viernes siguiente a la octava de la Asunción, 24 de agosto , el día 
predicho por don Bosco. Monseñor Aneyros escribió al Siervo de Dios el 4 de septiembre: «No he tenido un solo momento y quisiera 
tener muchísimos para escribir largo y tendido a Vuestra Señoría... Los días pasados 

1 Véase: Apéndice, doc. n.° 13. 

2 En una cartita del día 7, escrita en Alassio, decía a don Miguel Rúa: «Iré probablemente a Niza y tal vez hasta Marsella; (esto) me 
cansa un poco, pero no quiero dejar al Arzobispo hasta su embarque». 

3 En L'Unità Cattolica del 7 de agosto, cuarta página, tercera columna, con el titulo de «Despachos de la noche», se lee: «San Vicente, 3 
de agosto (retrasado). Los pasajeros del Poitou, de la sociedad general francesa, llegado ayer con avería en la hélice, proseguirán viaje en 
el barco inglés Mondego. Todos están bien». 
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ahí son inolvidables. Los he dado a conocer aquí a la luz pública y me obligan a una gratitud profunda con V. S., sus queridos salesianos 
y amados alumnos» 1. También el secretario, monseñor Espinosa, futuro Arzobispo, manifestó a don Bosco el desbordante ardor de su 
afecto 2. 

En Marsella don Bosco estuvo muy mal de salud. El abate Guiol le prestaba los mejores cuidados; pero él tenía prisa por volver a Italia. 
Había escrito desde allí a don Miguel Rúa: «Estoy cansado a más no poder. Yo me quedo en Marsella y los demás van a Lourdes; los 
acompañaré el domingo cuando embarquen y después iré enseguida a Turín, donde espero que los mosquitos me dejarán en paz». Pero 
preveía que allí no le dejarían en paz los acreedores; en efecto seguía diciendo: 

((158)) «Verdaderamente hemos de industriarnos para tener dinero. De todas partes nos piden y no encuentro quién nos lo pueda dar». 
Seis números de la carta hablan de combinaciones financieras para alcanzar alguna cantidad, y uno de ellos sugiere la manera de hacer 
callar a un acreedor. 

La disentería que lo atormentaba le obligó a hacer hasta dieciocho paradas de Marsella a Turín. Cuando llegó a Sampierdarena, el 22 de 
julio, aunque no podía escribir por su extremada debilidad, no quiso dejar para otro día el dar gracias al caritativo enfermero de Marsella; 
dictó, pues, a don Pablo Albera una carta en la que decía: «He llegado a Sampierdarena algo mejorado. De nuevo le agradezco de todo 
corazón las grandes atenciones que me ha dispensado y le ruego tenga a bien saludar al señor Obispo de mi parte, cuando se le presente 
ocasión. Me encomiendo a la caridad de sus oraciones». Pero antes de detenerse en Sampierdarena, había pasado por Alassio y Varazze, 
como lo atestigua esta carta: 

Queridísimo Rúa: 

Estoy en Alassio quebrantado. Mañana espero ir a Varazze con el célebre Francesia. Escribiré para el señor Ceriana. Probablemente el 
25 por la mañana, saldré para Turín. Te volveré a escribir. He escrito negativamente para Magliano, afirmativamente para La Spezia. Lo 
que puedas enviarme, diríjelo a Sampierdarena hasta el 24. 

Di a don Joaquín Berto que me escriba, si mis uvas comienzan ya a pintar, y que las confío a sus cuidados 3. 

1 Véase: Apéndice, doc. n.° 14. «Dio a conocer a la luz pública» los días pasados en el Oratorio, porque habló de ellos en la carta 
pastoral sobre su viaje a Roma. 

2 Véase: Apéndice, doc. n.° 15. 

3 Acerca de estas uvas, véase el volumen XII, pág. 321. 
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Dios nos bendiga, un cordialísimo saludo a todos y ruega a nuestros queridos muchachos que comulguen pidiendo por mi salud y me 
darán un gran alegrón. Yo rezaré por ellos. 

Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Monseñor Alimonda es Obispo de Albenga; óptima elección para nosotros. 
En Alassio tuvo don Bosco uno de aquellos encuentros, en los que brillaba su prudencia. El reverendo Sciorati, profesor de filosofía en 
el liceo de Génova, y otros colegas suyos tenían ((159)) una pésima impresión sobre el colegio de Alassio; en consecuencia los alumnos 
que se presentaban allí a exámenes de preuniversitario eran tratados con extremada severidad y casi con acritud. El director, don 
Francisco Cerruti, fue a Génova para disipar las prevenciones e invitó a Sciorati a que fuera a Alassio para examinar a los alumnos. 
Sciorati aceptó. Era un sacerdote liberal, de conducta poco edificante. Fue, pero vestido de seglar. Al llegar allí y enterarse de que 
acababa de llegar también don Bosco, quedó algo desconcertado y sintió la necesidad de dar explicaciones a don Francisco Cerruti. 

-íCompréndalo!... He venido vestido de seglar... para mayor comodidad en el viaje... para evitar posibles insultos... 

Y, mientras decía esto, llegó a la presencia de don Bosco. El Beato, que había reconvenido muchas veces a cualquier sacerdote que no 
llevase sotana, entonces no dijo nada; fue muy cortés con él y le tributó su estimación y respeto; tanto que Sciorati se conmovió y 
entusiasmó, y jamás olvidó aquel primer encuentro. Al año siguiente y otras veces más volvió como amigo, pero siempre con hábito talar. 
Don Francisco Cerruti advirtió que parecía cada vez mejor y que celebraba regularmente y con devoción la santa misa. Acabó sus días de 
manera verdaderamente sacerdotal. Un solo aviso le habría irritado o desalentado; pero, el proceder prudente de don Bosco produjo en él 
un saludable cambio. 

En el Oratorio ya casi no resistía el Beato las confesiones de los muchachos; le costaba incluso levantar la mano para dar la absolución. 
Pero el cansancio físico no le impedía dar audiencias durante buena parte de la mañana, ni estar sentado largas horas al escritorio por la 
tarde y menos aún trabajar con la mente. Precisamente entonces estudiaba la manera de dar vida a una publicación periódica, que ya había 
proyectado tiempo atrás, a saber: el Boletín Salesiano. 
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((160)) 

CAPITULO VI 

LAS TRES COMUNIDADES SALESIANAS DE AMERICA 

LAS tres comunidades salesianas regularmente constituidas en la República Argentina y en el Uruguay formaban la «Inspectoría 
Americana». Era gobernada por don Juan Cagliero, que residía en Buenos Aires y representaba dignamente a don Bosco en aquellas 
remotas tierras. El Beato Padre solía escribirle con mucha frecuencia; raras veces dejaba pasar el correo del día primero y del catorce de 
cada mes sin hacerlo. Le comunicaba noticias, le ponía al corriente de los asuntos, le daba instrucciones, le pedía informes y pareceres; lo 
consideraba, en una palabra, como su hombre de confianza en todo el sentido de la palabra. Así el 13 de febrero, al regresar de Roma, se 
apresuró a darle conocimiento de los sentimientos y planes del Papa Pío IX, con respecto a los salesianos. 

Queridísimo Cagliero: 

En este momento (12 de febrero), recibo la letra de cambio 1 de don José Fagnano con fecha 13 de diciembre de 1876. Dos meses de 
camino parecen demasiado; sirva esto de motivo para apremiar a esos banqueros en otros casos. Pero no la rechazamos, ni nos damos por 
ofendidos, aunque fuera dos veces mayor. 

A este propósito recibo carta de don Luis Lasagna diciendo que su iglesia es atendida por la caridad de los fieles acomodados; mira, por 
tanto, que las muchas cosas llevadas ad hoc no se estropeen. Tú sabrás cómo ((161)) se deberá proceder en semejantes casos. Confiad la 
venta a un coadjutor o a otra persona de confianza, sin que tengan que figurar en absoluto los salesianos. 

El Santo Padre está entusiasmado con nuestra Congregación. Además de la casa de los conceptinos en Roma, quiere que se acepte otra, 
el Hospital de la Consolación, y, para animarnos, me regaló veinte mil francos. Hay muchas propuestas de otras partes. Nuestras 
hermanas han abierto un Oratorio femenino en Chieri. 

El comendador Gazzolo, después de una semana de cálculos y charlas, bajó su petición a sesenta mil francos por sus setecientos metros 
de terreno junto a la iglesia de la Misericordia 2. Bien entendido que se limita a este precio para hacernos un favor. Daría también a la vez 
otra propiedad suya, que está en San Nicolás, por tres mil 

1 De nueve mil liras. Tenía que haber llegado un mes antes. 

2 Se trata del famoso terreno: véase volumen XII, pág. 229. 
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francos. Cuando le presenté la valoración de dieciocho mil francos quedó extrañado, diciendo: 

-Eso apenas si llega a lo que yo pagué cuando la compré. 

Como ves, lo pagó a diecinueve, y ahora, para hacernos un favor, lo da por sesenta mil. íAy, Rôgna! íRôgna! 1. 

Habla con el doctor Carranza y pensad qué conviene hacer. 

Dime en la tuya si conviene hacer pronto una nueva expedición y, de no ser urgente, si no sería mejor esperar un poco. En tal caso 
podríamos arreglar mejor las cosas de Roma. 

Procura organizar todo lo tuyo y, cuando puedas decir que los asuntos marchan con seguridad, me notificarás tu regreso que, si fieri 
potest, no debería ser más allá del próximo agosto. 

Bueno será que prevengas al señor arzobispo Aneyros que el Padre Santo desea hacer algo por la Patagonia, y el Cardenal Prefecto de 
Propaganda Fide le escribirá seguramente por este mismo correo, sobre la conveniencia de establecer en Carmen una Prefectura 
Apostólica. Una vez establecida una casa, dice el Padre Santo, resulta más fácil alargar los radios y agrandar la circunferencia. El Padre 
Santo se siente movido a esto especialmente por las dolorosas noticias que recibe de los países lindantes con los salvajes, como 
Argentina, Chile, etc., que se dedican más a combatir y destruir a los salvajes que a convertirlos. Si te hacen petición formal de misiones 
desde Brasil o Paraguay, puedes aceptar con estas dos condiciones: 1.° Ayuda para los muchos gastos que ya hemos encontrado, y que de 
continuo tenemos que sostener; 2.° Para el año 1878. 

El Padre Santo propone un Vicariato Apostólico en la India y otro en Australia. Por ahora he aceptado una expedición a Ceilán para 
1878. En este momento me siento con molestias y no puedo acabar esta carta ni escribir a don José Fagnano como quisiera, ni tampoco a 
((162)) don Luis Lasagna o a don Francisco Bodrato. Otro día será; haz tú mis veces; comunica lo que hay que comunicar. Dios nos 
bendiga. Saluda a S. E. el señor Arzobispo y a los demás amigos y bienhechores nuestros. Amén. 

Turín, 13-2-1877. 

Afmo.
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Bueno será que me envíes el nombre de los cooperadores. 
Esta otra carta es de mediados de mayo. Era un pensamiento fijo en la mente del Beato que era necesario penetrar entre los salvajes de 
Patagonia; una circunstancia parecía entonces favorable a tal fin. El gobierno argentino, en su intento de adelantar sus fronteras hacia las 
cordilleras, había instalado una línea de fortines, a lo largo de la cual estaban escalonados cinco mil hombres para mantener a raya a los 

1 En el dialecto piamontés este vocablo es de uso popular para indicar personas y negocios que son causa de asuntos fastidiosos. Tiene, 
pues, la misma significación que aiassín (volumen XII, pág. 450). 

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indígenas. Aquellos puestos militares, colocados a la distancia de veinte kilómetros, se habían convertido, al correr el tiempo, en otros 
tantos centros, alrededor de los cuales se habían establecido familias de colonos, formando de esta manera aldeas y ciudades; pero 
entonces se encontraban aislados y lejos de todo consorcio civil. Esta situación indujo al mismo gobierno, desde el comienzo, a crear en 
la localidad llamada Carhué un pueblo, que denominó Alsina, que era el nombre del ministro de la guerra, autor de la avanzada, y pedía 
un párroco, un maestro y dos seglares capacitados para enseñar a hacer las cosas más necesarias. Parecía, pues, a los salesianos que no 
había un lugar más adecuado para acercarse a los indios y hacer algo en su favor 1. A este proyecto se refiere el Beato en el primer 
párrafo de su carta. 

Mi querido Cagliero: 

Lo que escribes sobre Patagonia está conforme con mis deseos: acercarse poco a poco, acercarse merced a la instalación de casas en las 
ciudades y pueblos más cercanos a los salvajes. El resto lo hará el Señor. 

Rabagliati tendrá la dispensa de edad, pero no podrá disfrutarla hasta el día primero de junio; por tanto, que reciba las demás órdenes, y 
se prepare para ordenarse de sacerdote el primer domingo de julio. 

Ya sé que se habló sobradamente de nosotros; »pero cómo remediarlo? Siempre quité ((163)) lo que parecía redundar a nuestra gloria, y 
modifiqué lo que se refería a otros. Pero, si puedes enviarme una relación de los misioneros en América del Sur, procura enviármela y lo 
arreglaré todo. 

He visto al abogado Ferrero, que paró un día con nosotros, y nos entregó muchas cartas, aunque con mucho retraso. 

Recibirás las dimisorias que, si es preciso, puedes expedir tú mismo o don Francisco Bodrato. 

He iniciado las gestiones para los pasajes en los barcos franceses. El Presidente de la Sociedad de Transportes Marítimos de Marsella, 
señor Bergasse, nos promete notables rebajas; el gobierno de París, tal vez nos conceda algunos puestos gratuitos del todo. Concluidas las 
gestiones, te lo comunicaré al punto. 

En vista de que se van multiplicando las casas, y, por consiguiente, disminuyendo el personal, se suspende para cuando tú regreses el 
proyecto Ceilán, Mangalor, Australia, etc. Pero no pierdo de vista el envío de una decena de buenas alhajas para Dolores, si me dices que 
son necesarios. 

Saluda a todos en N. S. J. C. En otra mía te señalaré algunos puntos, que a tu regreso tendrás que tratar. 

Dios bendiga a todos; creedme en Jesucristo 

Turín, 12-5-1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Carta de don José Fagnano a don Bosco. San Nicolás, 2-3-1877. 

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La más reciente de las tres comunidades, que era la del colegio Pío de Villa Colón, en Montevideo, la formaban tres sacerdotes, dos 
clérigos y cuatro coadjutores. El director, don Luis Lasagna, procuró mantenerse en estrecha relación con su colega de San Nicolás, que 
dirigía un colegio del mismo tipo; los dos tenían un elemento homogéneo, constituido por los hijos de acomodados estancieros, que 
aspiraban a profesiones y carreras liberales. Se ayudaban, pues, uno a otro, conferenciando juntos a menudo y poniéndose de acuerdo 
para la elección de textos escolares, y también para el empleo de los medios propios de las casas salesianas. Pero el Director del colegio 
Pío se encontró con una dificultad, que el otro no tenía. Como el colegio de San Nicolás se hallaba en el campo, los alumnos internos 
recibían pocas visitas y resultaba bastante fácil tenerlos en casa durante el curso escolar; en cambio, los de Villa Colón estaban muy 
próximos a la capital y recibían frecuentes visitas de los padres, que hubieran querido tener a los hijos en su casa varias veces ((164)) al 
mes y aun todos los domingos. El inconveniente era grave, pero don Luis Lasagna lo resolvió con un medio muy sencillo. 

Entre las compañías piadosas ideadas por don Bosco para encarrilar al bien a los muchachos, sobresale la del Santísimo Sacramento; de 
ella precisamente supo valerse don Luis Lasagna. La estableció con los más creciditos, que, por su edad, suelen dar tono a la vida del 
colegio; dispuso a sus socios para la frecuencia de los sacramentos, los aficionó a la casa y se sirvió de ellos mismos para apartar a los 
padres de aquellas perjudiciales exigencias. Obtuvo así aún más de lo que esperaba; pues, al ver que sus propios hijos prescindían de 
buen grado hasta de la salidas libres, colmó de admiración a padres y madres que, cuando hablaban del colegio, ponían por las nubes sus 
disposiciones reglamentarias. 

El excelente Director, no paró ahí; sino que también se lanzó a estimular a los socios de la compañía, para que le ayudaran a hacer obras 
de caridad espiritual, como la de catequizar a los muchachos del vecindario; en lo que le secundaron admirablemente. En efecto, sus 
jóvenes catequistas, lo mismo cuando iban a vacaciones que cuando salían del colegio, organizaban en sus casas verdaderos oratorios 
festivos, dedicándose cada domingo con gran fervor a la enseñanza de la doctrina cristiana. Tan admirable iniciativa juvenil atrajo las 
simpatías de muchas familias nobles y ricas, que favorecían la empresa con regalos y premios para los niños; es más, encontró también 
imitadoras en las hermanas de los alumnos internos, las cuales, a su vez, se ponían a hacer lo mismo con las niñas. Aquellos oratorios 
domésticos dieron 
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después origen a oratorios festivos normales en las parroquias de la ciudad, donde los antiguos alumnos seguían ejerciendo su celo 
siempre bajo la inspiración y según las orientaciones de don Luis Lasagna. De esta manera pudo formar una organización de los oratorios 
festivos presidida por el antiguo alumno doctor Lenguas y mantenida con vida gracias a un pequeño reglamento titulado «Oratorios 
festivos de Montevideo regentados por exalumnos del colegio Pío». 

((165)) Hay en nuestros archivos una carta de un socio de la compañía, alumno de bachillerato, y dirigida a don Bosco, que es todo un 
documento del espíritu que reinó en aquel colegio desde los comienzos. El muchacho, acostumbrado a todas las comodidades de la vida 
doméstica, por ser hijo de padres millonarios, se adaptó de tal manera a la modesta vida colegial que se encontraba en ella como en su 
propio elemento y bendecía a Dios que lo había llevado a aquel colegio 1. 

Es mas, cuando terminó el bachillerato no quiso separarse de sus educadores, sino que entró en el noviciado salesiano, recientemente 
abierto, y llegó a ser un óptimo hijo de don Bosco. Hablamos de don Mario Migone, sacerdote siempre enamorado de la Congregación y 
lleno de celo por el bien de las almas. 

El colegio Pío, aunque amplio, no pudo admitir el primer año a tantos alumnos como pedían entrar, por lo cual el Director comenzó en 
seguida a agrandarlo. Pero se comprobó también muy pronto, al inaugurar el curso escolar, que allí empieza en marzo, que el trabajo era 
mucho y los operarios pocos. Además, los amigos estaban mas preocupados que los salesianos. Ellos, que no sabían todavía lo grande 
que era la actividad de los hijos de don Bosco, no querían creer que se pudiese ir adelante en aquellas condiciones y temían por la salud 
de los hermanos, y por el buen nombre del Instituto tan bien encaminado; por lo cual instaban a don Juan Cagliero para que enviara 
oportunos refuerzos 2. Estos llegaron, pero al año siguiente; mientras tanto, los temerosos amigos tuvieron una prueba de la actividad 
incansable del beato don Bosco transfundida a sus hijos. 

La comunidad de San Nicolas con sus cuatro sacerdotes, tres clérigos y seis coadjutores, sostenía el internado, las escuelas municipales, 
el oratorio festivo y la capellanía del hospital. El edificio, una vez terminado, se levantaba imponente sobre un alto, con sus pórticos y 
patios, entre una ancha corona de esbeltos pinos, frente a un bellísimo jardín y con un precioso huerto muy bien ((166)) cultivado. Los 
que 

1 Véase: Apéndice, doc. n.° 16. 

2 Véase: Apéndice, doc. n.° 17 (A, B). 
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navegaban aguas arriba del Paraná contemplaban desde lejos su blanca mole, entre la oscura mancha de las plantas, y recibían una 
impresión de serenidad y paz. 

Pero las obras de construcción habían dejado tras sí la cola de los acostumbrados fastidios: bÔtir c'est pÔtir (construir es sufrir). 
«Nuestras cosas van bastante bien, escribía el Director, pero me encuentro con tantas deudas, que casi no sé adónde acudir. Benítez hace 
cuanto puede y el Señor le da salud; ayudará a pagarlas» 1. 

El señor Benítez seguía siendo el buen amigo de los salesianos, siempre lleno de afectuosa veneración a don Bosco, de cuyos éxitos se 
regocijaba como de cosa suya. Cuando supo que se iba a abrir el colegio en Villa Colón, el venerando octogenario se alegró con él, y le 
escribió una carta en el latín de sus años mozos, alegrándose al mismo tiempo de los progresos que veía hacer ante sus ojos el colegio de 
su patria; y, por medio de monseñor Ceccarelli, envió al Beato otra carta en castellano, escrita con el corazón en la mano, en la que no 
sabríamos que más admirar, si su afecto filial a don Bosco y su fraterna cordialidad con los salesianos o la humildad sencilla y 
conmovedora del Cooperador, que dice: «Para muy poco sirve este cooperador, pese a todas sus condecoraciones caballerescas y al 
benévolo escrito del Papa», y hace votos para que se ofrezcan en el futuro ocasiones, en las que él pueda ser más útil que en el pasado. 
Hasta el 14 de mayo no pudo don Bosco responder a la carta latina y lo hizo también en la lengua del Lacio y, al tiempo que, con viva 
gratitud, recordaba sus beneficios, le exponía con la mayor confianza las graves estrecheces que tenían en un brete a don Francisco 
Bodrato en Buenos Aires, recomendándole a su caridad 2. El Siervo de Dios dio aviso de su recomendación al padre Bodrato, para su 
norma y aliento. 

((167)) Mi queridísimo Bodrato: 

Bueno será que te prevenga de una carta que acabo de escribir al señor Benítez. Le recomiendo en ella tu situación y, mientras le 
agradezco lo que ha hecho y hace por nosotros, le ruego ponga su mirada caritativa en los sacerdotes de la iglesia de la Misericordia, que 
no viven más que de las limosnas de los fieles. Esto sólo para tu norma, por si te preguntaran sobre el particular. 

Dices que tenéis muchísimo que hacer; lo sé y quisiera acudir en vuestra ayuda. Tal vez pueda consolarte saber que aquí estamos tan 
agobiados con las ocupaciones que ya no sabemos por dónde empezar y dónde acabar. Hace varios meses que me siento al escritorio a las 
dos de la tarde y me levanto a las ocho y media para ir a 

1 Carta de don José Fagnano a don Bosco. San Nicolás, 2 de marzo de 1877. 

2 Véase: Apéndice, doc. n.° 18 (a, b, c). 
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cenar. Sin embargo, recuerda que la salud es necesaria, y, por tanto, haced lo que podáis. Os ayudarán los operarios que enviaremos desde 
aquí y los que vosotros os busquéis ahí. 

Dirás a todos nuestros buenos hijos Daniele, Rabagliati y los demás, especialmente a mi querido don Juan B.ª Baccino, que os 
recomiendo a todos en el Señor cada mañana en la santa misa. 

La gracia de Nuestro Senor Jesucristo esté siempre con vosotros y créeme, o mejor, creedme en Jesucristo 

(Sin fecha) 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Se compró una casa en Nizza Monferrato adonde será trasladada la casa de Mornese con gran ventaja, según espero. 
Es bonito ver cómo el encariñado cooperador seguía paso a paso a los salesianos en sus empresas. Así aquí se dedica a hablar con 
íntima complacencia de la próxima misión de don Juan Cagliero en una colonia italiana de Entre-Ríos; pero él no había recibido todavía 
en San Nicolás la noticia de que ya era cosa hecha. Don Juan Cagliero, acompañado por el clérigo Rabagliati, había visitado en aquella 
región a la numerosa colonia italiana de Villa Libertad, a unas trescientas millas de Buenos Aires. Fueron catorce días, del 12 al 26 de 
abril; más arduos todavía por las lluvias que duraron diez días 1. Fue notable para él el hecho de que fuera a visitarle uno de aquellos 
caciques, a los que ((168)) el Gobierno había dado el título de coroneles y fue para recomendarle cuatro bautizos. Le devolvió la visita; 
tuvo que hacer media jornada de camino a caballo, molestia a la que se sometió de buen grado para multiplicar los contactos con los 
indios. Los frutos recogidos, muy inferiores a la necesidad, le hicieron exclamar: «íAh, se requieren misioneros, misioneros, misioneros! 
De lo contrario se pierden las almas como los animales del campo». 

A la comunidad de Buenos Aires le tocaba trabajar tanto como las otras dos. La escuela de artes y oficios, abierta en el mes de abril, 
como ya se dijo, se inauguró solemnemente a finales de septiembre. Distaba casi dos kilómetros de la iglesia Mater Misericordiae. Como 
tenía carácter provisional, no se le dio nombre definitivo, aunque por la cooperación que prestaban los socios de las conferencias de San 
Vicente de Paúl, comúnmente se llamaba hospicio de San Vicente de Paúl. 

1 Puede leerse su descripción en el primer número del Bollettino Salesiano, agosto 1877, en dos cartas de don Juan Cagliero. 
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Precisamente para edificar una escuela en regla y en lugar más cómodo, donde los salesianos pudiesen vivir juntos, se trabajaba para 
comprar al señor Gazzolo el terreno necesario junto a la iglesia, como ya hemos dicho en otro lugar, y como leemos insistentemente 
repetido en las cartas del Siervo de Dios a don Juan Cagliero. A primeros del mismo mes de septiembre el Arzobispo confiaba 
canónicamente a la Congregación Salesiana, en la persona de don Francisco Bodrato, la parroquia de la Boca del Riachuelo 1; nuevo 
campo de trabajo, que pediría nuevas energías de esforzados operarios evangélicos. 

Y, en cambio, el grupo ya tan pequeño de operarios allí presentes quedaba aún más reducido por la muerte. El 13 de junio perdía 
repentinamente la comunidad de Buenos Aires uno de sus más activos miembros, a don Juan Bautista Baccino, que había ido a Argentina 
en la primera expedición. Bajo humildes apariencias escondía un gran corazón de apóstol. Daba catequesis diurna y escuela nocturna a 
los muchachos, confesaba durante varias horas ((169)) al día, predicaba en italiano o en castellano, asistía a los enfermos...; un cúmulo tal 
de trabajo como para rendir a varios hombres, cuánto más a uno solo; sin embargo, él nunca se cansaba y sólo se lamentaba de no poder 
llegar a todo. Invocaba refuerzos de Turín. Y éstos llegaron con la segunda expedición; pero, en vez de aliviarle, aumentaron el trabajo, 
porque dieron ocasión a más amplio desarrollo de la obra salesiana en Buenos Aires. Por lo que, poco después de la llegada de los nuevos 
hermanos, escribía a Turín: 

«El Señor bendice visiblemente nuestra labor. Antes tenía mucho trabajo, pero ahora tengo muchísimo, ya que, si cuando éramos tres, 
teníamos para seis, ahora que somos cuatro tenemos para diez». 

Los sentimientos de celo, que inflamaban su corazón en el ejercicio de los sagrados ministerios, se desbordaban especialmente en sus 
cartas a don Bosco. El 19 de marzo de 1876, escribía: 

«Me encuentro rodeado de una infinidad de jóvenes, muchos de los cuales pasan ya de los veinte años, y he de pensar en prepararlos 
para recibir la santa confirmación y hacer la primera comunión. La mayoría de ellos son italianos. Sus padres vienen desde el campo, de 
lugares que distan hasta diez y más leguas, para oír predicar, confesarse, comulgar, oír misa; y dejan, mientras tanto, a sus hijos para que 
vengan a nosotros para instruirse. Piense, querido Padre: íen ocho días y algo más, debo prepararlos para la confesión, admitirlos a la 
santa comunión y todo! »Voy a tener corazón para escatimar mi vida?... 

1 Véase, volumen XII, pág. 230. 
152 

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Habría incluso vocaciones al estado eclesiástico, si se las cultivase;
algunos nos han hecho petición para ingresar como coadjutores en la Congregación»
.


Y el 3 de abril: «íCon qué alegría he leído la cartita que se dignó enviarme! Me dice que cuide mucho la salud. Gracias a Dios, he 
disfrutado de una perfectísima salud, desde que salí de ahí... Pero, si no nos envía pronto refuerzos, aquí tendremos seguramente que 
sucumbir... Haga el favor de enviarnos también libros. í Si viese cuánto bien hacen El Joven Cristiano y la Vida de Domingo Savio!... No 
me pida ((170)) noticias de Buenos Aires, pues no sé siquiera cómo es. Me he convertido en un perfecto ermitaño; no salgo nunca de 
casa, si no es para visitar enfermos». 

El 18 de mayo escribía a don Julio Barberis: «He de esforzarme para encontrar un momento para comer. No sé cómo se pasa el tiempo; 
sólo sé que me levanto muy de mañana y me acuesto muy tarde; algunos días no encuentro ni un instante para pensar si es antes o 
después de comer, si es por la mañana o por la tarde. Sin embargo, tengo una salud de hierro». 

Citamos todavía un párrafo de su carta del 20 de abril de 1877, la última que escribió a don Bosco: «Puede decirse que todos los 
italianos, hasta los del campo, distantes, incluso, cincuenta y cien leguas, corren a desembocar aquí como los ríos desembocan en el mar. 
Dios nos proporciona grandes consuelos... Al llegar aquí, les dijimos que habíamos venido para trabajar y buscar su provecho, nos han 
comprendido y, a fe, que nos dan trabajo. íDeo gratias! Yo estoy muy contento de haber venido a América, vivo tranquilo, trabajo 
haciendo lo que puedo, pero soy un ignorante; aquí harían falta hombres más expertos que yo. Sólo una cosa me queda por desear en esta 
tierra, y es que quisiera ver todavía una vez más a mi amado padre don Bosco. »Podré esperarlo en este mundo? Al menos pida a Dios 
que, unidos después de la muerte, pueda estar junto a usted toda la eternidad». 

Los testimonios de otros confirman plenamente lo que, con filial entrega, confiaba él al padre de su alma. Hay un testimonio del señor 
Gazzolo, que vio al pie del cañón y describió después a los Superiores de Turín, cómo había pasado el celoso sacerdote el segundo 
domingo de febrero de 1877, que es allí el más caluroso y el de las jornadas más largas del año 1. 

«... Una hora antes de la salida del sol, baja don Juan Bautista Baccino al confesonario. Italianos y argentinos acuden en tropel a 

1 Véase: Boollettino Salesiano, octubre de 1877. 
153 

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confesarse con él, y él no se mueve, si no es para ir a celebrar; después de la misa, ((171)) al ver todavía su confesonario atestado de 
gente, vuelve a encerrarse en él y allí está hasta que no queda ninguno, a saber, hasta eso de la una de la tarde. 

»... Los salesianos no tenían entonces cocina en casa, por lo que se hacían llevar la comida de la fonda. Va don Juan Bautista Baccino a 
tomar un poco de alimento, y he aquí que le anuncian que una familia, llegada poco antes desde lejos para hacer sus devociones, pide 
confesarse y recibir la comunión. Al enterarse de que aquellos pobrecitos han hecho seis horas de viaje a caballo y cuatro en ferrocarril y 
que deben apresurarse para volver, deja la comida y va a atenderlos. Acaba después de engullir la comida fría, y ya es preciso ir a cantar 
las vísperas y predicar. Habla durante casi una hora a un auditorio muy numeroso y da la bendición; después, una fila interminable de 
gente desfila ante él: uno pide que le bendiga, éste le requiere para bendecir un matrimonio o administrar un bautismo, aquél le implora 
un consejo. Mientras tanto, vienen a decirle que dos enfermos graves lo esperan; él corre adonde el uno y vuela hasta el otro. Finalmente, 
a la diez de la noche, puede cenar un poco e ir a descansar. Pero el sermón de la tarde dio su fruto; a las cuatro de la mañana se apiñan ya 
los penitentes alrededor de su confesonario». 

Decía el relator que aquélla era su vida poco más o menos, todos los domingos y también casi toda la semana. Especialmente si se 
trataba de enfermos, el más llamado era siempre don Juan Bautista Baccino. íY qué espectáculo cuando salía de la habitación de un 
enfermo! Un tropel de muchachos le aguardaba en los zaguanes y en las calles y él les hacía preguntas, los catequizaba, los bendecía y los 
invitaba a ir al oratorio. 

-íQué buenos curas!, exclamaban muchos. íDios nos los conserve! 

Don José Vespignani, que le sucedió unos meses después de su muerte, se conmovió al ver el afecto que la juventud conservaba a don 
Juan Bautista Baccino. 

Las autoridades eclesiásticas escribieron a don Bosco ensalzando su celo; pero quien mejor que nadie podía juzgar su actuación era su 
superior don Juan Cagliero. 

He aquí algunas expresiones entresacadas de su correspondencia con don Bosco: «Trabaja magníficamente bien... Atiende la iglesia 
((172)) muy bien... Actúa en todo y por todo como pastor bonus con los italianos de Buenos Aires... Don Juan Bautista Baccino agrada 
muchísimo en los sermones por su sencillez, aun cuando a veces no 
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deja de tronar muy fuerte... Nunca dice basta... He encontrado a Baccino con buena salud (19 de agosto de 1876), pero muy cansado... No 
se comprende cómo pueda hacer tanto... Don Juan Bautista Baccino trabaja por cuatro y sale siempre bien parado en todo». 

»Dónde había encontrado don Bosco un siervo tan bueno y tan fiel al amo celeste? 

Tenía unos veintitrés años de edad cuando una vaga aspiración de vida más perfecta se apoderó de su corazón. Oyó decir entonces que 
en el Oratorio de Turín se admitían jóvenes mayores, que deseasen estudiar para hacerse sacerdotes. Una voz interior le decía que aquél 
era su lugar. Temió que su pobreza le iba a cerrar la puerta; pero no fue así. Dejó, pues, los trabajos del campo, se despidió de su pueblo, 
Giusvalla, e ingresó en el Oratorio. Frente a las primeras dificultades, le asaltó otro temor: el de no poder seguir los estudios, reanudados 
después de tantos años. Pero la constancia lo sostuvo de tal forma en aquel ambiente, donde don Bosco alentaba al bien, que en dos años 
aprendió el latín necesario para ser clérigo y estudiar filosofía. Durante los primeros tres años de teología dio clase del grado elemental 
superior en Lanzo; su enseñanza era eficaz por su claridad de ideas y su facilidad para comunicarlas. Cuando murió, eran muchos los 
clérigos que bendecían su recuerdo, por haber sido encaminados por él en Lanzo hacia el santuario. Próximo a recibir las órdenes 
sagradas, fue enviado a Varazze, para poder recibirlas más fácilmente. Las primeras noticias de América le entusiasmaron de tal suerte 
que fue uno de los más ardientes en pedir ir allí. El beato don Bosco, que conocía su temple, se lo concedió el año mismo de su 
ordenación sacerdotal, poniéndolo entre los diez de la primera expedición. Quien le contempla en la fotografía del grupo, lo encuentra de 
pie, entre don Bosco y el señor Gazzolo, y descubre ((173)) en su rostro aquella expresión de energía y de bondad, que hará del humilde 
hijo del campo un dignísimo ministro del Evangelio. 

Mas, por desgracia, su ministerio fue de corta duración, aunque dejaran un imperecedero recuerdo y ejemplo sus virtudes sacerdotales. 
El domingo 10 de junio de 1877 dirigió todavía la grandiosa procesión del Corpus Christi, y se cansó muchísimo. Hacia el mediodía del 
día 13, cuando regresaba de la visita a un enfermo, sintió la imperiosa necesidad de acostarse y descansar. Dormía en una pobre celda, 
escasa de aire y luz, bajo el campanario de la iglesia. Allí le acometió un cólico tan violento, que los cuidados médicos sólo valieron para 
proporcionarle la calma suficiente para recibir los últimos auxilios de la religión, y después, casi al momento, expirar. Don Juan Cagliero 
comunicó 
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a don Bosco la triste noticia y dejó escapar a los puntos de su pluma una frase, que es el mejor epitafio del difunto: «Su temple y su 
humildad le granjearon el amor de todo Buenos Aires». 

Desapareció el gran trabajador y el gran animador estaba también a punto de dejar a los hermanos para volver al Padre. Don Bosco le 
había escrito el 31 de marzo: «»Será posible que puedas tomar parte en el Capítulo General que debe comenzar a primeros del próximo 
septiembre? Habrá que tratar y resolver cosas muy importantes; por tanto, mira, observa y dime si fieri potest». 

Es increíble la confianza y benevolencia que, en menos de dos años, había sabido captarse don Juan Cagliero de los hermanos y de toda 
clase de personas. Cuando don Bosco, al escribir de tan lejos, indicó la posibilidad de aquel llamamiento, el querido don Juan Bautista 
Baccino le había contestado: «»Nos llama hijos y nos trata con tanto rigor? Si ya fuésemos mayores, ípaciencia! Pero somos niños. El 
Señor alimenta a sus pequeños con leche y confites; reserva las pruebas para los ancianos, para que hagan méritos. »No sabe que nosotros 
somos niños y yo el primero? Si nos quita al jefe, »qué haremos? Verumtamen, non mea voluntas sed tua fiat». Y en muchas otras cartas, 
que guardamos, se ve la aflicción general de los amigos ((174)) y conocidos, cuando sonó la hora de la separación; pero el sentimiento de 
todos aparece en estas palabras lapidarias de monseñor Vera: «(Don Juan Cagliero) ha sabido conquistar las voluntades de los 
americanos» 1. No hay quien, al escribir, no haga fervientes votos por su seguro y pronto regreso 2. 

Su llegada al Oratorio fue precedida por la visita de monseñor Pedro Lacerda, el celosísimo obispo de Río de Janeiro, de quien ya 
hemos hablado dos veces en el volumen anterior 3. «Difícil sería decir, escribe don Pablo Albera 4, si hubo otro Prelado que haya 
conocido más íntimamente a don Bosco, que lo haya apreciado más y se haya encariñado más tiernamente con él». 

Don Julio Barberis fue a recibirle a la estación y darle la bienvenida en nombre de don Bosco. La banda de música le saludó a su 
entrada en el Oratorio, donde lo esperaba el Beato. Tres sucesos memorables perduraron después de su salida. El primero fue la consulta 
a algunos muchachos, de la que se habló en el lugar que acabamos de citar. Impresionó también una poesía de Lemoyne en su honor. 
Monseñor 

1 Véase apéndice, doc. n.° 19. 

2 Carta a don Bosco, Montevideo, 5 agosto de 1877. 

3 Véase volumen XII, pag. 294 y 457. 

4 Sacerdote PABLO ALBERA, Monseñor Luis Lasagna, pag. 162,5 Benigno Canavese, 1900. 
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quería tener a toda costa en su diócesis a los hijos de don Bosco. El poeta, apoyándose en los nombres de pila del Obispo y de don Bosco, 
desarrolló en torno a la pesca milagrosa del Evangelio el pensamiento de que, al igual que Pedro, no pudiendo sostener el peso de las 
redes rebosantes de peces, llamó desde su barca a los pescadores de la barca de Juan para que fuesen en su ayuda y así poner a salvo la 
excesiva pesca; de este modo monseñor Pedro Lacerda, para asegurar el gran bien hecho por él durante su ministerio episcopal, invocaba 
los brazos de los hijos de don Juan Bosco, para que juntasen sus esfuerzos con los suyos en la pesca divina de las almas juveniles. 

Todo se juntaba para alimentar en él la dulce esperanza de tener cuanto antes en la capital del Brasil o ((175)) en sus aledaños un 
instituto salesiano para atender a la juventud pobre; esperanza que, aunque tarde, tuvo el consuelo de ver cumplida finalmente en 1882, 
por medio de don Luis Lasagna. 

El tercer suceso es de otra clase; se trata de la advertencia que la Curia Arzobispal de Turín hizo a don Miguel Rúa, inmediatamente 
después de la partida del Obispo. Habíase creído firmemente en el Oratorio que monseñor Gastaldi, rogado de viva voz, había concedido 
a monseñor Lacerda amplia facultad para pontificar en la iglesia de María Auxiliadora; tanto más cuanto que se había mostrado tan cortés 
invitándole a ir al Yermo 1, la casa de campo del seminario, donde los seminaristas le habían agasajado con una velada. Pero después de 
su salida, don Miguel Rúa recibió una carta, en la que, por orden del señor Arzobispo, se le exponían «graves quejas» por haber 
«inducido a monseñor Lacerda a pontificar en la iglesia de María Auxiliadora, asegurándole que se tenía permiso del mismo Arzobispo; 
siendo así que éste había consentido en que aquel Obispo y el Arzobispo de Buenos Aires, que le habían sido anunciados como llegados a 
Turín para pasar algunos días a fines de junio o a primeros de julio, pontificaran en la fiesta de san Luis; pero no había dado otra 
licencia». Por lo cual recomendaba Monseñor «sobre un punto tan grave y tan delicado la mayor exactitud y la plena consonancia con la 
realidad de las cosas». 

Monseñor Lacerda se llevó escondida en su corazón una predicción de don Bosco. Ya había tenido que sufrir muchas tribulaciones en 
el ejercicio de su ministerio episcopal; sabía que le esperaban otras para 

1 Era el antiguo yermo camaldulense en las colinas de Turín. El antiguo convento, construido en gran parte por el venerable padre 
Alejandro Ceva, fundador del monasterio, y que pasó después de la supresión del mismo a manos laicas, había sido adquirido por 
monseñor Gastaldi, para colocar en él cómodamente a los seminaristas en las vacaciones. Esta casa de campo fue inagurada en 1877. 
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más adelante; había confiado al Beato todas sus penas. El Siervo de Dios le aseguró que, mientras viviese, no tendría gloria en este 
mundo, pero sí después de su muerte. Y así fue. A sus espléndidos funerales asistieron ((176)) todas las autoridades del Estado, el 
Presidente de la República se hizo representar en ellos, se difundieron sus retratos por millares y millares, los diarios de todo color 
tejieron sus elogios. Monseñor Silva, Obispo de Goiás, llegado al Oratorio en marzo de 1891, atestiguó el vaticinio, que el difunto 
Prelado le había referido, y el póstumo triunfo, al que pocos meses antes había asistido. 

A primeros de septiembre, don Juan Cagliero estaba al lado de don Bosco. Fue agasajado en el Oratorio y fuera de él, alegró mucho al 
buen Padre con la relación de las grandes cosas que sus hijos hacían en América y de las todavía mayores, que los amigos de allá 
esperaban de ellos. Movido por estas noticias, escribió una serie de cartas, que iluminan su acción misionera o, mejor dicho, su 
industriosa actividad apostólica. Las seis primeras salieron para América, dos con el segundo correo de septiembre y cuatro con el 
primero de octubre. 

1. A la señora Elena Jackson 
Esta insigne bienhechora era hermana del señor Juan Jackson, con cuyo apellido se denomina hasta el día de hoy la colonia agrícola 
salesiana de Montevideo-Manga. La familia Jackson, una de las más influyentes y ricas de Montevideo, favoreció siempre generosamente 
a los salesianos. La señora Elena contribuyó también a los gastos para preparar la edición española del Giovane Provveduto (El Joven 
Instruido) y de otras obras del Beato; a ella en particular se debe la casa de las Hijas de María Auxiliadora, que se abrió en las cercanías d 
el colegio Pío. 

Benemérita señora Jackson: 

La Divina Providencia, que tiene en sus manos el corazón de sus siervos, suele moverlo a su tiempo para realizar lo que es según sus 
adorables designios, sin mirar al mérito para el que se da tanto beneficio. Este es nuestro caso. Mis hijos los salesianos con las manos 
vacías, confiados únicamente en la bondad del Señor, emprendieron el viaje a América del Sur para cooperar a salvar alguna alma ((177)) 
para el cielo. V. S. fue el alma elegida para comenzar y sostener la obra del Señor en Villa Colón. 

El doctor Cagliero y el doctor Lasagna me habían escrito varias veces sobre su religiosidad, su afecto al Papa y la gran caridad 
dispensada al colegio Pío. La ayuda prestada para empezar este colegio; la continua caridad que nos dispensa para costear 
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la traducción del Giovane Provveduto, que ya se está imprimiendo, la traducción de la Chiave del Paradiso; la casa de las Hijas de María 
Auxiliadora, son obras por las que siempre se amará y venerará su nombre, por quien se rezarán cada día oraciones especiales mientras 
dure la Congregación Salesiana. Usted ha sido inscrita en el catálogo de nuestras insignes bienhechoras y cada mañana en todas las casas 
de nuestra Congregación (hay en ellas más de quince mil alumnos), se harán oraciones especiales para que Dios piadoso colme de gracias 
a su hermano don Juan, conceda la gracia que se desea por la gran caridad dispensada. Con un rasgo de suma bondad se dedica ahora a 
traducir algunas de mis obritas, y yo no quiero que trabaje gratuitamente. Las almas que estos libros ganarán al Señor servirán para 
aumentar el caudal de obras buenas y la corona de gloria, que los ángeles ya le tienen preparada en el cielo. 

Pero la obra que le proporcionará gran mérito ante Dios y ante los hombres es la de las Hijas de María Auxiliadora. Don Juan Cagliero 
ya ha hecho la elección, y las seis designadas estudian afanosamente el castellano y se preparan para partir el próximo noviembre. 

Pero todas las hermanas del novel Instituto ruegan desde ahora por usted, que hace su primera fundación en América del Sur. Tal vez 
no comprenda suficientemente el valor de la obra que hace. Fundar un instituto educativo en un país significa hacer un favor muy 
señalado a los ciudadanos de hoy y a los que vendrán después de nosotros. 

La expedición para América del Sur es de cuarenta, entre hermanas y salesianos, casi veinte irán en la próxima expedición 
acompañados por monseñor Ceccarelli; los demás partirán poco después con don Juan Cagliero, salvo que algún imprevisto haga cambiar 
el proyecto. Espero poder escribirle más cosas dentro de poco. La recordaré cada día en la santa misa. Ruegue usted por mí, que siempre 
seré en Jesucristo, 

Turín, 13 de septiembre, de, 1877. 

Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

2. Al reverendo Rafael Yeregui 
Se trata del ya conocido secretario de monseñor Vera, factótum en la fundación del colegio de Villa Colón. Con verdadera efusión del 
((178)) corazón responde aquí el Beato especialmente a una carta del 6 de agosto, en la que don Rafael Yeregui ensalzaba la obra de los 
salesianos del colegio Pío y lamentaba mucho la salida de don Juan Cagliero. «El doctor Cagliero, decía, se ha conquistado las simpatías 
de todos, grandes y pequeños y V. R. sabe muy bien que esa conquista de las simpatías generales vale mucho para la realización de las 
obras buenas». Después, interpretando el sentir de muchos, expresaba el deseo de que don Bosco lo volviese a enviar pronto y bien 
acompañado. 
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Queridísimo señor don Rafael: 

Por las muchas cartas recibidas de Montevideo y de Villa Colón, ya había sido informado de la gran caridad que usted ha tenido y tiene 
a sus conciudadanos y a otros. Pero lo que nos ha contado don Juan Cagliero supera con mucho a cuanto la fama nos había hecho saber 
sobre usted. Bendito sea Dios; que El recompense generosamente a usted, a sus hermanos y hermanas lo mucho que han hecho por Villa 
Colón, por el colegio Pío. Deseo darle una pequeña muestra de la inmensa gratitud que le profeso, y espero hacerlo en la próxima 
expedición del mes de noviembre. 

Esta expedición proveerá de personal suficiente a Villa Colón, que es muy escaso para el gran trabajo que va aumentando a cada paso. 

Sean, pues, benditos los hombres de Jesús y de María que le inspiraron nos ayudara tan eficazmente con las cartas escritas, las ofertas 
hechas y las recomendaciones que nos prodigó. 

Si le es posible, tenga la bondad de decir al señor Obispo que con el próximo correo espero cumplir una parte de los muchos y graves 
deberes que tengo con su venerada persona. Don Juan Cagliero volverá a Montevideo y a la República Argentina, pero quizá tenga que ir 
antes a abrir una casa en Santo Domingo, cuyo Obispo carece en absoluto de seminario, sacerdotes y seminaristas. 

Dios le bendiga, querido don Rafael, pido a Dios nos conserve largos años a tan gran bienhechor y conceda copiosos favores a usted, a 
sus hermanos y hermanas. 

Recomendándome humildemente a la caridad de sus santas oraciones, tengo la satisfacción de poderme suscribir. 

De V. S. carísima 

Turín, 13 de septiembre, de 1877. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


((179)) 3. A monseñor Jacinto Vera 

El Siervo de Dios contesta a una carta que le había entregado don Juan Cagliero. El Vicario Apostólico de Montevideo le renovaba su 
agradecimiento por el regalo hecho de haber entregado sus hijos a todos los uruguayos, «a todos los que pertenecemos a esta República 
de Uruguay», pero al mismo tiempo hacía votos para que la ausencia de don Juan Cagliero fuese sólo temporal y de corta duración. 

Excelencia Rvma.: 

Varias veces me han escrito el doctor Lasagna y mis otros religiosos contándome su celo para iniciar y sostener la casa de Villa Colón, 
pero ahora, cuando don Juan Cagliero me ha expuesto personalmente todo, reconozco que, después de Dios, se debe a su eficaz 
protección la fundación de este instituto. 

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Le manifiesto, por tanto, la más profunda gratitud y todos pediremos a la Divina Bondad que quiera conservarnos muchos años a V. E. 
nuestro insigne bienhechor. 

Don Juan Cagliero no puede volver en seguida con la expedición del 14 del próximo noviembre; y, por eso, toda su autoridad queda 
transferida al reverendo don Francisco Bodrato, párroco en la Boca de Buenos Aires; pero, como deseo que todos los salesianos sean sus 
hijos, confiero a V. E. toda mi autoridad, lo mismo en lo espiritual que en lo temporal, durante el tiempo que residan en el Uruguay. 

En noviembre partirán seis hermanas y ocho salesianos para Montevideo; los otros irán a Buenos Aires y a San Nicolás. 

Por su parte, V. E. me hará un gran favor, si me avisa siempre que ocurriere algún desorden entre mis salesianos; y yo haré al punto 
todo lo posible para poner remedio. Nos encontramos en los comienzos necesitados de todo; ayúdenos V. E. con su protección y nosotros 
seremos otros tantos brazos en sus manos, para trabajar con todo el celo posible, para ayudar a V. E. a promover la mayor gloria de Dios. 
Me encomiendo humildemente a la caridad de sus santas oraciones, al tiempo que tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 30 de septiembre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((180)) 4. Al doctor Eduardo Carranza 

También el doctor Carranza, presidente general de las Conferencias de San Vicente en Buenos Aires, había escrito al Beato por medio 
de don Juan Cagliero. Su carta empieza así: «Dios ha favorecido a nuestro pueblo enviando a él a los padres de la Congregación de San 
Francisco de Sales». Siguen los elogios a don Juan Cagliero, «cuya experiencia y reconocida capacidad» todos apreciaban mucho, y que 
no podían dudar que don Bosco no quisiera devolverlo para llevar a término la obra tan felizmente iniciada. 

Ilustrísimo doctor Carranza: 

Entre los medios que Dios suscitó en estos tiempos para bien de la Iglesia y de la sociedad civil, débese contar, y con razón, con la 
piadosa sociedad, de cuyo Consejo Superior es usted dignísimo Presidente. No hablo del gran bien que esta maravillosa institución 
realiza todos los días con sus insignes obras de caridad en Buenos Aires y en otras partes: me limito solamente a mencionar lo que 
hicieron por los salesianos. 

Estos religiosos llegaron a esa ciudad faltos de todo y ricos únicamente de buena voluntad. Pero afortunadamente encontraron ahí 
constituida la Sociedad de San Vicente, a sus celosos socios y al doctor Carranza. Ellos tendieron la mano a los peregrinos salesianos, les 
ofrecieron protección, dirección, consejo, merced a sus cuidados, 

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los pobres religiosos fueron recibidos con gran benevolencia, instalados en la iglesia de la Misericordia, en la iglesia de la Boca, en la 
dirección del hospicio para muchachos pobres. 

Estas son, doctor, las obras de los socios de San Vicente. Ahora ya se ha empezado; harán falta muchos sacrificios para que todo 
marche y se puedan obtener los frutos que con razón todos esperan. No ahorraremos ningún sacrificio. Aquí en Italia prepararé obreros 
evangélicos, prepararé jefes de taller capacitados, y os los enviaré a vosotros. Y vosotros seguiréis dispensándoles la misma protección, la 
misma benevolencia que ya habéis dispensado a los que los precedieron. 

Pero si me lo permite, doctor, recomiendo el hospicio de los niños pobres, para artes y oficios. La experiencia nos convence de que no 
hay otro medio para sostener la sociedad civil más que el de atender a los niños pobres. Si se recoge a los muchachos abandonados, 
disminuye la holgazanería, disminuyen los rateros, se lleva más seguro el dinero ((181)) en el bolsillo, descansa uno más tranquilo en su 
casa, y los que tendrían que ir a poblar las cárceles, y ser para siempre el azote de la sociedad civil, se convierten en buenos cristianos, 
honrados ciudadanos, gloria de los países donde viven, decoro de la familia a la que pertenecen, y se ganan honradamente con el sudor y 
el trabajo el pan para la vida. 

Usted, doctor, recomiende a sus asociados la obra de los niños pobres, como una obra de gran mérito ante Dios y ante los hombres. 

Compadézcame, doctor, si hablo con demasiada confianza. Las cosas admirables, que vuestro Arzobispo contó del celo y abnegación de 
los socios de San Vicente, hacen que me atreva a ello. Este venerando Prelado se dignó hospedarse con los peregrinos argentinos en 
nuestra humilde casa de Turín; a todos nos edificó con su piedad y su ciencia. Se mostró contento con lo poco que supimos hacer para 
manifestar nuestro homenaje y gratitud a tan insigne bienhechor. Habló mucho de usted, doctor, y de la Sociedad de San Vicente, y 
repitió en varias ocasiones que era ésta una obra del Senor, que produciría mucho bien a la Iglesia y al Estado. Tuvimos también el gusto 
de que nos visitara el doctor Martel; pero paró poco, de suerte que nos faltó tiempo para manifestarle los sentimientos de aprecio y afecto 
que merecía y que nosotros deseábamos exteriorizar. 

Le agradezco la preciosa carta que se dignó escribirme y que recibí de mano de don Juan Cagliero. El se detendrá en Italia para 
organizar unas misiones en Santo Domingo y en la India; después volverá con sus queridos amigos de Buenos Aires, como ardientemente 
lo desea. Para suplirle, en la iglesia de los italianos irá don Santiago Costamagna, buen músico y excelente predicador, con don Domingo 
Milanesio, que se dedica expresamente a la educación de los niños abandonados. Otros sacerdotes, con dos catequistas, serán enviados a 
la Boca para ayudar a don Francisco Bodrato. Su partida está fijada para el 14 del próximo noviembre. 

Dígnese aceptar mi humilde, pero vivo agradecimiento; tenga la bondad de manifestarlo a todos sus socios; que todos tengan vida feliz 
y puedan los venideros ver el fruto de su caridad, al tiempo que Dios tenga preparado a todos el muy merecido galardón en el cielo. 

Me recomiendo por último a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con la mayor gratitud su 

Turín, 30 de septiembre de 1877. 

Afmo. amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

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P. D. El Conde Cays, fundador de nuestras Conferencias, Presidente del Consejo Superior de Turín, se ha hecho salesiano, vistió ya la 
sotana y, Dios mediante, dentro de pocos meses será sacerdote. 
((182)) 5. Al señor Enrique Fynn 

Al disolverse, como ya hemos narrado en el volumen anterior, la sociedad propietaria de Villa Colón, quedáronle al socio principal 
Enrique Fynn la iglesia de Santa Rosa y los locales destinados a colegio. 
El espléndido señor se puso de acuerdo con el Vicario Apostólico, y cedió los inmuebles a don Bosco, de suerte que con todo derecho 
podía el Beato atribuirle el mérito principal de aquella fundación salesiana. 

Benemérito señor don Enrique Fynn: 

Es muy justo que aquí, desde Europa, un beneficiado por V.S., alce las manos al cielo invocando las bendiciones de Dios sobre V.S., 
nuestro insigne bienhechor. Leemos con admiración los donativos que hicieron san Clemente, santa Pudencia, santa Práxedes y muchos 
otros para sostener las necesidades de la Iglesia o ra fundar institutos en favor de la Religión y de la sociedad. Ahora gozo yo 
inmensamente al ver renovados hechos semejantes en el colegio Pío con la caridad de Vuestra Senoría. Tengo gran confianza en este acto 
generoso, que contribuirá a formar muchachos en la fe y en la moral, muchachos que, al esparcirse por la sociedad civil, serán para otros 
y otros más, modelos de civismo y de piedad. V.S. por su parte, alégrese y disfrute de corazón, pues esta obra está ya escrita en el libro de 
la vida en el cielo, al paso que los salesianos consideran como gran título de gloria escribir su venerado nombre en la historia de su 
Congregación; y, mientras ésta subsista, se harán oraciones especiales por V.S. y su querido hijito, y llegará el tiempo en que V.S. 
descansará ya con Dios en el cielo, y los salesianos seguirán repitiendo su cotidiana oración de agradecimiento. Le ruego comunique 
estos mis sentimientos de gratitud al señor Lezica, y al señor Lanús 1, sus compañeros en el bien obrar a favor de nuestra naciente 
institución. 

Antes de volver don Juan Cagliero a Montevideo, tendrá que ir a abrir otra misión, pero en el próximo noviembre saldrán ocho 
salesianos y seis hermanas rumbo a Montevideo para completar el personal del colegio Pío. 

Le notifico aquí con el mayor gusto que hace unos meses, habiendo ido a Roma para pedir al Padre Santo tuviera a bien aceptar que el 
colegio de Villa Colón llevase su nombre, lo agradeció mucho, y bendijo este pensamiento. Pero como Su Santidad conocía la 
magnificencia de esa localidad, me preguntó ((183)) cómo había podido adquirirlo. Y cuando supo que era un donativo de V. S., pidió 
detalles sobre su familia y después me encargó le comunicara esta su particular bendición: 

-Bendiga Dios a esos generosos donantes, déles el céntuplo en la vida presente 

1 Los señores Ambrosio Plácido 1 Lezica y Anacarsio Lanús, socios del señor Fynn. 
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y la verdadera merced en la futura. Y haga que la caridad del padre pase a su hijito Enrique, y así se haga rico con la verdadera riqueza 
del santo temor de Dios. 

El mismo don Juan Cagliero me dijo que V.S. se dignó colocar a su hijo en el colegio y que sigue ayudando la obra que empezó. Tengo 
la viva confianza de que, en recompensa de tanta caridad, Dios concederá a su hijo que crezca en santidad y virtud, y le haga un día 
gloriosa compañía en el reino de los bienaventurados. 

La gracia de Nuestro Senor Jesucristo esté siempre con nosotros; y dígnese rogar también por mí, que soy siempre con máxima 
veneración, 

De V. S. Benemérita 

Turín, 30 de septiembre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

6. Al Prior, al Consejo y a los socios
de la Cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia
Una carta del 12 de agosto, firmada por el Prior de la Cofradía Mater Misericordiae, el señor Rómulo Finocchio, y por los miembros 
del Consejo, manifestaba a don Bosco el disgusto universal ante la súbita marcha de don Juan Cagliero. «Su partida, se lee en ella, nos ha 
dejado muy tristes y no sólo a esta Cofradía, sino también a los hijos del país, que le habían oído predicar en su lengua al mes de su 
llegada. Era incansable en su ministerio y cumplía el programa que anunció desde el púlpito, cuando dijo que había venido para hacer el 
bien. No fueron infructuosos sus trabajos, pues nunca se había visto la iglesia italiana de esta ciudad tan concurrida por los fieles, como 
desde el día en que él tomó su dirección, ayudado por sus otros compañeros, que como hijos de obediencia, cumplían todos con su deber. 
Por consiguiente, le agradecemos infinitamente habernos dado a conocer al reverendo padre Cagliero, cuya permanencia ((184)) aquí 
hubiera sido para esta iglesia de gran provecho espiritual y temporal. Nuestro deseo sería que volviese pronto entre nosotros para 
continuar el progreso ya empezado. Se lo agradeceríamos mucho. Depende de que usted lo quiera o no; por consiguiente, le rogamos haga 
de tal forma que no queden defraudadas nuestras esperanzas. Aquí podrá hacer mucho bien, porque ya conoce y es conocido, y lo 
aprecian y quieren mucho, y después de su salida se nota en los socios cierta tristeza y desaliento, como si les hubiese ocurrido una gran 
desgracia; y no puede ser menos, pues, poco ha, la muerte les arrebató para siempre el reverendo padre Baccino, llorado por todos, y 
ahora se ven privados del reverendo padre Cagliero, a quien tanto aman. 
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Sí, por desgracia tienen razón para ello; y, si usted fuese testigo ocular, sin duda no se haría rogar para devolvérnoslo». 

La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Amén. 

Vuestra carta, amadísimos socios e hijos carísimos, me proporcionó la mas grande satisfacción. 

Demostráis que tenéis un buen corazón, y que todo lo que me escribieron los salesianos y ahora me cuenta el padre Cagliero de 
vosotros, es muy poco comparado con la realidad. La acogida hecha al padre Cagliero y a sus compañeros, es un hecho que quedará 
imborrable en nuestros corazones, y formará parte de la historia de la Congregación Salesiana. Sí, queridos cofrades, la historia recordará 
a los que vengan después de nosotros que, a fines del año 1875, un humilde grupo de misioneros con las manos vacías, movidos 
únicamente por el deseo de hacer el bien a sus semejantes, dejaron Europa y fueron a la República Argentina. Allí encontraron amigos, 
cristianos generosos, los Cofrades de la Misericordia. Estos los recibieron con bondad ejemplar, les ofrecieron vivienda, iglesia y pan, les 
dieron comodidad para ejercer su sagrado ministerio, y así ser conocidos, abrir casas y más casas en favor de la clase más menesterosa de 
la sociedad civil, los muchachos abandonados que, de no ser ayudados, se convierten en azote de la sociedad y, las más de las veces, 
acaban en las cárceles. 

Este bien, esta gloria se os debe a vosotros, generosos Cofrades. Ufanaos santamente de ello ante Dios y ante los hombres. De momento 
no puede el padre Cagliero volver a vosotros, como él desea de todo corazón. Es un hombre providencial y debe ir a iniciar una misión en 
la isla de Ceilán y luego otra en Santo Domingo. Después, Dios mediante, volverá a vosotros, que. sois sus primeros amigos de América. 

Mientras tanto, el 14 de noviembre próximo saldrá otro grupo de veinticuatro salesianos, ((185)) que irán a reforzar a los que ya 
trabajan en las casas y colegios abiertos y también a substituir al alma querida de don Juan Bautista Baccino, llamado por Dios a recibir 
el premio de sus trabajos. Para hacer las veces de don Juan Cagliero tendréis celosos operarios: entre otros tendréis a don Santiago 
Costamagna, muy conocido por su maestría musical para el canto y la interpretación, y especialmente por su oratoria. Está también don 
Domingo Milanesio, que hace aquí mucho bien a la juventud pobre de los oratorios festivos. 

Ellos irán, e irán para trabajar a la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas hasta el último instante de su vida. Pero vosotros, 
queridos Cofrades, seguid teniendo con ellos caridad y benevolencia. Compadeced sus defectos, aconsejadles bien, prestadles vuestra 
ayuda, e imaginad que el pan que les dais, lo entregáis a este pobre que os escribe y a quien vosotros llamáis padre, al firmar con el dulce 
nombre de hijos. 

Las palabras de afecto, de aprecio, de gratitud y acción de gracias, que os predico, deseo que las comuniquéis también a vuestros 
compañeros y a todos los que de alguna manera favorecen a los salesianos. 

Animo, pues, hijos amadísimos, seguid amando a la religión en sus ministros, seguid practicando vuestra santa religión católica que 
puede hacernos felices en esta tierra, la única que puede hacernos eternamente bienaventurados en el cielo. 

Si queréis hacerme algo verdaderamente grato, escribidme más cartas, y rogad por mí que, con verdadero aprecio y profunda gratitud, 
soy siempre en el Señor, vuestro 

Turín, 30 de septiembre de 1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro 

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7. Al Presidente de la Propagación de la Fe 
Con la misma fecha de las cuatro últimas cartas se dirigía el Siervo de Dios por segunda vez a la Presidencia general de la Propagación 
de la Fe, para obtener algún subsidio en favor de sus Misiones. 

Ilustrísimo señor presidente: 

El gran deseo que tengo de promover las misiones de América del Sur me mueve a renovar esta humilde súplica a la pía obra de la 
Propagación de la Fe, de la que V. S. Ilma. es dignísimo Presidente. En el lapso de dos años se abrieron cinco iglesias para el culto 
divino, un colegio a poca distancia de la capital del Uruguay, otro en San Nicolás de los Arroyos, y un hospicio para los niños más pobres 
en Buenos Aires. 

Las iglesias son frecuentadas, los colegios están completamente llenos de ((186)) alumnos. Se cuida mucho la moralidad, y ya se han 
manifestado varias vocaciones. Para este fin se ha fundado un noviciado, o mejor, un seminario, expresamente dedicado a los estudios de 
filosofía, teología y lenguas, y así prepararnos para ir a trabajar entre los salvajes. Sin contar a los indígenas 1, ya se encuentran treinta y 
cuatro misioneros a poca distancia de pamperos y patagones. Es más, en las misiones que se dieron en Villa Libertad y en otras 
poblaciones colindantes con los salvajes, se obtuvo mucho. Ahora se trataría de abrir una misión junto al Río Santa Cruz, situado en el 
grado cincuenta de latitud sur, donde hay algunas tribus de Patagones, y otra en Carhué, frontera de Buenos Aires, donde hay otras tribus 
de indios pamperos. Para tal fin se necesitan al menos cuarenta misioneros, que ya tengo preparados. Mas para sostener las misiones 
iniciadas y abrir las casas indispensables para avanzar con menos peligro entre los salvajes, se requieren tales medios, que una 
Congregación pobre y en sus comienzos como la nuestra, no puede proporcionar. 

Por esto, de acuerdo con el Arzobispo de Buenos Aires, recurro nuevamente a V. S. Ilma. para que tome estas misiones bajo su 
benévola y eficaz protección y nos ayude, al menos para el equipo y el viaje de los nuevos misioneros, veinticuatro de los cuales deberán 
partir el 14 del próximo noviembre, y los otros poco después. 

Muchos me encomiendan la gran caridad de V. S. y a ella me encomiendo por cuanto sé y puedo, a fin de que se digne superar las 
dificultades que se puedan encontrar y de esta manera socorrerme. 

Por mi parte le aseguro que, al igual que hice siempre en el pasado, seguiré proponiendo con la palabra y con la prensa, la obra 
maravillosa que V. S. tan dignamente preside. 

Con la máxima veneración, tengo el alto honor de poderme profesar 

De V. S. Ilma. 

Turín, 30 de septiembre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Quiere decir los argentinos o residentes en Argentina, que trabajan con los salesianos o se preparaban para entrar en la Congregación. 

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P. D. El reverendo canónigo Ortalda, Director de la Propagación de la Fe en esta nuestra ciudad, estaría dispuesto a darme el subsidio 
que V. S. desease concederme. 
Junto con esta carta personal envió el Beato una relación esquemática, para ser presentada al Consejo. La respuesta llegó con la máxima 
solicitud, muy cortés en la forma, pero negativa y por la consabida razón, a saber: que no constaba que la misión estuviese canónicamente 
constituida por la Santa Sede 1. 

1 Véase: Apéndice, doc. n.° 20 (A, B). 

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((187)
)


CAPITULO VII 

NUEVA CASA MADRE PARA
LAS HIJAS DE MARIA AUXILIADORA


LA primera vez que el Beato don Bosco prestó su atención a los locales, adonde tenía que trasladar más tarde la Casa Madre de las Hijas 
de María Axiliadora, no fue para instalar en ellos a las monjas. Pero, antes de contar lo fue sucedió, se requiere hacer un poco de historia. 

Donde comienza el término municipal de Nizza Monferrato, a poca distancia del poblado, había una iglesia y un convento, cuyo origen 
se pierde en la noche de los tiempos. La iglesia, más antigua y dedicada a la Virgen de las Gracias, llegó a ser un santuario muy venerado; 
se sabe del convento fue, en un principio, lo habitaron los franciscanos Menores Observantes y después los Menores Reformados, nombre 
con el fue se llamaban, antes de las modificaciones introducidas por León XIII, las familias en la Orden franciscana, y fue en 1817, 
después de las supresiones francesas, fue dado a los Menores Capuchinos. Estos buenos padres permanecieron allí tranquilamente y 
bendecidos por las poblaciones de los alrededores hasta 1855, cuando la ley piamontesa del 29 de mayo, al suprimir las órdenes 
religiosas, los arrancó del claustro y puso convento e iglesia en manos del patrimonio del Estado. Desalojado el edificio y cerrado el 
santuario, el Ayuntamiento lo adquirió por la cantidad de veinticuatro mil liras, pequeño importe con respecto al valor del inmueble; pero 
fue fue dinero tirado, porque no se sacaban de él las rentas esperadas. Así ((188)) siguieron las cosas hasta el año 1869, cuando el 
Ayuntamiento determinó deshacerse de él. Trató para ello con una asociación de profesores, para fue fueran a abrir allí un colegio 
internado privado, con la obligación de establecer en él la enseñanza del bachillerato. Parecía fue las negociaciones habían llegado a buen 
término; pero la tardanza de la autoridad superior administrativa en dar la aprobación legal no permitió fue se actuase el plan a su tiempo 
y todo se deshizo. 

Fue entonces cuando el alcalde, señor Felipe Fabiani, el 3 de marzo de 1870 se encontró con don Bosco no sabemos en qué tren, y 
conversó con él sobre el asunto con la esperanza de fue comprase aquellos 
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edificios y abriese en ellos uno de sus colegios. Tal vez le dio don Bosco buenas palabras, porque el 29 de abril volvía el alcalde a tratar 
del asunto por carta, refiriéndose a la conversación tenida en el ferrocarril. «Reconociendo, escribía, su poder, Rvmo. Señor, y no 
dudando de la urgente necesidad de dotar a esta pobre y olvidada ciudad de una enseñanza útil como la del bachillerato, merced a la que 
se abre también camino para el sacerdocio, cuyos miembros van disminuyendo cada día más, me atrevo a implorar de V. S. Rvma. tenga 
a bien ocuparse con cierto interés del asunto y notificarme, en el más breve plazo posible, la mayor o menor posibilidad de la instalación 
a que me refiero». 

Pero el Ayuntamiento, al decir de su representante, no estaba en condiciones de «gastar dinero» para la adaptación del local; con todo lo 
cedería a precio módico, siempre y cuando don Bosco se obligara a instalar un colegio internado privado con la enseñanza del 
bachillerato. Ignoramos el contenido de la respuesta; pero podemos afirmar con certeza que el Siervo de Dios no se encontraba entonces 
en condiciones de asumir tal obligación a corto plazo. Baste considerar que en 1870 entre sacerdotes, clérigos y coadjutores apenas tenía 
veintisiete profesos perpetuos y treinta y tres profesos trienales, repartidos entre el Oratorio de Turín y las dos casas de Mirabello y 
Cherasco; y que debía abrir para octubre el gran colegio de Alassio. ((189)) De todos modos se puede pensar que no en vano reclamaron 
su atención aquellos edificios sagrados profanados. 

Pero muy pronto la profanación llegó mucho más allá de lo que alguien hubiera podido imaginar. El Ayuntamiento no halló en su 
primer tiempo mejor camino para salir del paso que ceder todo a la Congregación de Caridad para saldar la deuda que con ella tenía, pero 
a condición de que se instalase un hospital, allí mismo o en otro lugar, en el plazo de dos años. Pero, cuando la Congregación de Caridad 
aceptaba la proposición, sobrevino una oferta mayor por parte de una Sociedad Enológica, que tenía su sede en Savigliano. Se dio a ésta 
la preferencia y rápidamente empezaron las transformaciones. La Sociedad de Savigliano convirtió la iglesia en una gran bodega. Esta 
transformación de un lugar, consagrado durante siglos al culto divino y a la oración, supo muy mal a la población. Pero más la ofendió la 
manera como se hizo. Puesto que se colocaron unos toneles enormes en el lugar mismo de los altares de cada capilla y para colmo de 
impiedad se bautizaron con los grados jerárquicos en uso de las comunidades monásticas. A tal extremo pudo llegar el cinismo de un 
fraile apóstata y de sus dignos compañeros de la Sociedad Enológica. Pero, si ellos 
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creyeron que iban a prosperar sus negocios con tan sacrílegas violaciones, mal les salieron las cuentas, pues antes de un lustro tuvieron 
que vender vino, cubas y enseres enológicos y, a fines de 1876, pusieron en venta el edificio y lo que de él dependía, como las viñas 
plantadas alrededor... 

La mayoría de los habitantes de Nizza, que habían aprendido de la piedad de sus padres a recorrer piadosamente el camino del santuario 
mariano, esperaban con ansiedad el fin de aquella situación. Ninguno se presentaba a la compra. 

Dado el espíritu del tiempo, era locura esperar que aquellos vetustos edificios volvieran a su primitiva finalidad; pero había un deseo 
general de verlos destinados al menos a una obra de utilidad pública o de beneficencia. Y he aquí que un hermoso día de la primavera del 
1877, llegaba de Turín completamente inesperado el Beato ((190)) don Bosco para visitar aquellos viejos muros. Los condes Balbo, que 
tenían alquerías y su casa de campo en el territorio de Nizza, y otras familias acomodadas de la población habían trabajado mucho para 
inducirlo a hacer aquella visita y encontrar la manera de remediar la enorme profanación. El Beato, que buscaba precisamente una nueva 
vivienda para las hermanas de Mornese, no había aguardado entonces a pensar en la histórica y abandonada mansión de los padres 
capuchinos. Encontró, pues, que la solidez de la construcción, lo único que había quedado sano, no dejaba nada que desear y que, si bien 
a costa de muchos trabajos y gastos, el convento podía ciertamente convertirse en un centro de educación. Por otra parte, la amenidad del 
paraje, la salubridad del aire, la proximidad de la ciudad, la comodidad de comunicación con pueblos vecinos y con los centros lejanos, 
todo respondía magníficamente a las necesidades de una comunidad tan numerosa y variada. Pero cuando se acercó a la entrada de la 
iglesia, exclamó horrorizado: 

-íVálgame Dios! 

Dio un paso atrás. Tenía ante sus ojos un triste antro. Estaban destruidos los altares, roto y hecho añicos el pavimento, las paredes 
ennegrecidas por el humo, las bóvedas manchadas de moho por los húmedos vahos; la abominación de la desolación había realmente 
entrado en el lugar santo. Sólo una cosa seguía firme: la solidez de las obras de albañilería. Era preciso, sí, era preciso restituir sin 
tardanza al culto aquella casa de Dios; era preciso devolver aquel cenobio a asilo de la piedad. Resolver y hacer eran una sola cosa para 
don Bosco. 

A partir de aquel momento no tuvo nada más ante sus ojos que acelerar el cumplimiento de la empresa. 
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Las dos cosas más importantes eran estipular el contrato con la Sociedad Enológica y obtener la autorización de Roma; la primera era 
urgente, la segunda de ley. El contrato de compraventa se firmó el 30 de abril, por el precio de treinta mil liras 1; las otras formalidades 
secundarias se cumplieron en los días siguientes; por lo cual ((191)) pudo el Beato escribir el 5 de mayo a la señora Francisca Pastore de 
Valenza, cooperadora salesiana: «Esta compra... se concluyó definitivamente ayer». El Siervo de Dios estaba contentísimo de la 
operación; en efecto, en los párrafos que preceden a las palabras citadas, después de hablar de la gestión para la admisión de un 
muchacho en el Oratorio, seguía diciendo: «Mucho más importante es lo que debo comunicarle. Usted sabe que la casa de Mornese, 
conveniente por diversos motivos, es realmente incómoda y costosa para llegar a ella. Ahora acabamos de comprar una en Nizza 
Monferrato, adonde podrá usted ir cuando guste y con mucha comodidad. El antiguo convento e iglesia de la Virgen estaban reducidos a 
un horrendo almacén de vino; y donde se cantaban las alabanzas a María, ahora se ofrecían libaciones a Baco, acompañadas de 
blasfemias, etc. Después de largos y difíciles trámites, ya está comprada». 

Don Bosco no tuvo prisa para las escrituras; no quería que los acreedores le pusieran entre la espada y la pared, aunque era su intención 
no retrasar demasiado el pago. El 2 de mayo escribía a la condesa Corsi en estos términos: «El contrato para el Convento de la Virgen 
está cerrado. Después de mucho hablar, se llegó a las treinta mil liras que, según aseguraban, habían ofrecido otros. Me he tomado tres 
meses de tiempo para firmar la escritura, y en este tiempo hemos de pensar en juntar el dinero. Si es posible, es mejor pagarlo en seguida. 
Usted haga sólo lo que pueda; hable de ello con quien crea oportuno. Es una gloria para Nizza y para la religión que una iglesia 
convertida en bodega vuelva al culto. Espero volver a verla y hablaremos más concretamente». 

De cómo actuaba «concretamente» en asuntos de esta índole, nos dan prueba tres cartas suyas al canónigo Eduardo Martini, de Alassio. 
Este había ido a América cuando era joven, y había ejercido el ministerio parroquial durante quince años en Azul, cerca de Buenos Aires. 
Al regresar a su patria, como disponía de una discreta fortuna, pudo proporcionarse las comodidades que se suelen desear para ((192)) ir 
serenamente al encuentro de la vejez. En su primera entrevista con él preguntóle don Bosco qué hacía. 

1 Véase: Apéndice, doc. n.° 21 
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-Descanso, fue su respuesta. 

-»Cómo?, replicó don Bosco; los sacerdotes descansan en el cielo. 

Aquellas simples palabras le traspasaron el alma. Y a partir de entonces comenzó a amar al Siervo de Dios, que a su vez se industriaba 
para disponerlo a terminar santamente sus días. La libertad con que don Bosco le escribe esta carta para que le ayude a comprar la casa de 
Nizza, demuestra que el Canónigo, sin aguardar a la última hora, pensó con tiempo en hacer buenas obras. 

La «casa de campo» que don Bosco le menciona, en la primera carta, es el chalé, que pasó después a ser propiedad del colegio de 
Alassio y desde donde voló al cielo el príncipe Czartoryski. No se sabe con certeza cual fuera el «carnaval verdaderamente cristiano» que 
allí pasaron los dos juntos; pudo ser el del 1876, que coincidió con el 29 de febrero, cuando el Beato, de regreso de Niza (Francia), visitó 
algunas casas de Liguria. Don Bosco trató con él el asunto de Nizza por medio de don Francisco Cerruti. Por la segunda carta vemos que 
también formaban parte de la famosa Sociedad Enológica algunos protestantes; con la añadidura «y peor» alude ciertamente al 
desdichado fraile apóstata. 

Queridísimo señor Canónigo: 

El cochecito ya está listo, ahora hay que estudiar cómo se ponen las ruedas. La casa para nuestras monjitas, situada en la amena ciudad 
de Nizza Monferrato en una excelente posición, se ha comprado por treinta mil liras. Tenemos tres meses de tiempo para firmar la 
escritura, si no podemos hacerlo antes. 

A V. S. le corresponde ahora llevar a cabo la gran empresa. Es un hermoso convento con una iglesia, que costó no menos de ciento 
cincuenta mil liras, reducida a un horrendo almacén de vino, pero que usted puede devolver al culto divino para el triunfo de nuestra santa 
religión. 

Tenga, pues, la bondad de decirme si sus deseos y su posición económica se encuentran todavía en el estado en que se encontraban 
cuando tuve el gusto de pasar un carnaval verdaderamente cristiano en su casa de campo y esto para mi norma. 

Dios le bendiga y ruegue por mí, que siempre seré en Jesucristo su 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((193)) Queridísimo señor Canónigo: 

Don Francisco Cerruti me comunicó su intención y yo aprecio mucho sus observaciones, esto es, que sería en detrimento del capital 
adquirir en este momento valores del Estado. Por esto, yo me comprometería a hacer de modo que V. S. sufriera el menor daño posible. 
He dado a un cambista el importe de las dos asignaciones, sin 
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nombrar persona alguna y me entregó el boletín que le adjunto. Por tanto, le pasaré una obligación con las garantías que V. S. desee y que 
sería de mil liras anuales. 

Puede darse que, para disminuirme la pérdida, haya un banco comercial que acepte estos títulos y me dé la suma necesaria y, si llega el 
momento de que haya aumentos, los deje a nuestro favor. 

En cuanto a los propietarios del inmueble de Nizza no se puede esperar ninguna ventaja, ya que algunos son protestantes y otros peor; 
así que es preciso en absoluto que procuremos componer el asunto nosotros solos, y V. S. tendrá la satisfacción de haber contribuido a 
poner término a una profanación, devolviendo una iglesia al culto divino y estableciendo un colegio internado para niñas, donde siempre 
se invocarán las bendiciones del Senor sobre su persona. 

No olvide la segunda parte de mi carta anterior. 

Don Francisco Cerruti tiene poderes notariales. 

Dios le bendiga; ruegue por mí, que en todo lo que pueda seré siempre en Jesucristo 

Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. El 15 del mes corriente comienza la novena de María Auxiliadora. »No vendrá a pasar con nosotros algún día o al menos la fiesta 
que es el 24? 
Queridísimo señor Canónigo: 

Nuestras cartas se cruzaron y yo acepto lo que V. S. propone; únicamente advierto con respecto a la letra de cambio, que hasta ahora 
queda en promesas y en buenas esperanzas; y que yo me obligo a entregar el fruto correspondiente a medida que se efectúe alguna parte 
del pago. 

Por lo demás, si hay alguna dificultad al respecto, ya don Francisco Cerruti tiene poderes para solventarla. 

Hagamos, pues, así: venga V. S. a celebrar con nosotros la fiesta de María Auxiliadora y, al compás de los instrumentos musicales, 
efectuaremos la compra del nuevo edificio y éste recordará la solemnidad de la Santísima Virgen María Auxiliadora de los Cristianos del 
1877. 

Me encomiendo muy mucho a la caridad de sus oraciones y con la esperanza de volver a verle pronto tengo el honor de profesarme en 
Jesucristo. 

De V. S. Carísima 

Turín, 18 de mayo de 1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((194)) El Canónigo envió veinticinco mil liras en obligaciones del Préstamo de Génova a don Francisco Cerruti, y éste se apresuró a 
llevárselas a don Bosco. Se determinó a este acto de generosidad, cuando supo que también las Hijas de María Auxiliadora prestaban 

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su colaboración en las misiones de América. A punto de morir, en 1884, y deseando que sus bienes fuesen a parar a una Congregación, 
que tuviese misioneros allí, donde él había alcanzado honestamente una buena situación económica, constituyó a don Bosco heredero 
universal de sus bienes. 

Al mismo tiempo seguían su curso ante la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares las acostumbradas negociaciones para obtener 
las necesarias facultades. Don Bosco presentó al Padre Santo una súplica, con un breve informe de las vicisitudes sufridas por el convento 
de los capuchinos. La Sagrada Congregación, tras la relación favorable del Ordinario diocesano y el voto favorable del Procurador 
General de los Capuchinos, emitió un Rescripto el 14 de septiembre por el que encargaba al señor Obispo concediese a don Bosco la 
facultad pedida, previa declaración escrita del mismo, por la que, ante un eventual regreso de los antiguos propietarios, devolvería a la 
Orden de los Capuchinos convento e iglesia, a condición evidentemente de que se le indemnizase de los gastos realizados, declaración 
que debería guardarse en los archivos de la Curia episcopal de Acqui. A lo que don Bosco obedeció, de acuerdo con su deber. 

También en esto dio pruebas el Beato de extremada delicadeza. Aunque tenía diversas razones para creer que no le podía faltar la 
formalidad de la aprobación de Roma, no hizo caso a las incitaciones de algunos interesados, sino que declaró que no se firmaría la 
escritura antes de estar en posesión del Rescripto de la Sagrada Congregación. En este sentido contestó a la señora Lansetti, que trataba 
con él en nombre de su compañero el señor Esteban Lansetti, principal accionista y representante de la Sociedad Enológica. 

((195)) Muy apreciada señora: 

Con razón insiste V. S. en que se acabe de arreglar el contrato de la casa de Nizza Monferrato, y yo no sé qué responder. Aguardo día 
tras día la facultad que me es indispensable. Ya se pidió el parecer al Obispo de Acqui, el cual lo envió ensegunda en sentido favorable. 
Hoy mismo escribo, por segunda vez, a la Congregación de Obispos y Regulares y, si V. S. tuviese allí por acaso a alguien a quien poder 
rogar que vaya a dar prisa, me haría un gran favor. De todos modos, pasado este mes, encontraremos el medio para hablar y 
determinaremos cuanto pueda hacerse para evitar perjuicios y obrar en conciencia. 

Tenga a bien creerme con todo aprecio
DeV. S.


Turín, 25 de agosto de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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Pero hay más. Don Bosco sabía con toda certeza que el rescripto estaba preparado en Roma y que el retraso en enviarlo procedía de 
circunstancias ajenas al asunto; sin embargo, declaró a la otra parte que no daría ningún paso antes de recibirlo. En efecto, replicó así a 
las insistencias de la misma señora: 

Estimadísima señora: 

Su carta me recuerda el deber que tengo que cumplir para la adquisición del local de la Virgen de Nizza Monferrato. No queda más 
dificultad que la facultad para poder firmar la escritura notarial. He escrito a Roma a la Congregación de Obispos y Regulares, me 
contestaron repetidas veces que recibiría cuanto antes el rescripto pedido, pero mientras tanto se retrasa. He vuelto a insistir. Hagamos, 
pues, lo que se puede. Recoja la Sociedad vinícola la uva y demás frutos de la cosecha. Tan pronto como reciba el necesario rescripto, le 
daré noticia de ello y, entonces, nos pondremos de acuerdo sobre todo lo demás. Es mi intención que dicha Sociedad no sufra ningún 
perjuicio, como sé también que tampoco V. S. y sus socios lo quieren para mí. 

Si tuviere alguna observación que hacer, haga el favor de notificármela, pues yo la recibiré de buen grado y espero que nos pondremos 
de acuerdo en todo. 

Ruégole tenga a bien creerme con todo aprecio y respeto, 

De V.S. 

Colegio de Lanzo, a 8 de septiembre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((196)) Por fin llegó el suspirado documento 1. Todo se lo comunicó a la condesa Corsi en una carta, con la que enviaba a un salesiano 
necesitado de descanso, en lugar de otro que, por el mismo motivo, había pasado ya algún tiempo en su casa. 

Mi buena Mamá: 

Le envío al Prefecto de Sampierdarena, don Luis Bussi, para suplir a don José Bertello, que tiene que venir a mejorar su vida aquí en 
Lanzo. Don Luis está cansado por el mucho trabajo, necesita algún día de reposo y por eso lo recomiendo a su maternal benevolencia y a 
la excepcional cortesía del conde César, para que con su bondad supla a la timidez del otro, llevándole a dar algún paseíto y contándole 
alguna de sus amenas historietas. 

Con el correo de hoy he recibido el permiso para la compra de la iglesia y convento de los capuchinos. Como condición especial pongo 
la de que, si los capuchinos pudiesen volver, yo se la cedo de buen grado. 

1 Véase: Apéndice, doc. n.° 22 (a, b, c, d). 

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Ahora hay que buscar el dinero. Dígame a quién podría escribir; mientras tanto, excite la piedad del clero y de los fieles de Nizza. Es 
para ellos una gloria que vuelva al culto un edificio horrendamente profanado; suspenda don Bisio sus otras cosas y ocúpese por algún 
tiempo de este asunto buscando dinero. Yo tengo ya siete mil liras, (hacen falta treinta mil), y las otra veintitrés mil hay que encontrarlas 
de alguna manera; de lo contrario fracasaremos. 

La condesa Abuela tiene que hacer también algún sacrificio en honor de la Virgen. 

Don Juan Bautista Francesia, don Miguel Rúa y casi doscientos de sus hijos le saludan, le aseguran sus oraciones y se recomiendan 
todos a las suyas. 

Dios la bendiga y conserve con toda su familia en salud y gracia, y créame siempre, como con gratitud me profeso su 

Lanzo, 26 de septiembre de 1877. 

pobre hijo
JUAN BOSCO, Pbro


P. D. El conde Cays viste la sotana hace ocho días. Parece un serafín de amor de Dios. Si Dios nos lo conserva, será un buen salesiano. 
Dice que nunca estuvo tan bien de salud y tan satisfecho como desde que vino a hacer vida franciscana. 
Se firmó la escritura el 12 de octubre de 1877 en Savigliano ante el notario Javier Negro. Don Bosco estaba legalmente ((197)) 
representado por don Miguel Rúa. Se entregaron allí mismo quince mil liras, y para las otras quince mil se obligó don Bosco a pagarlas 
dentro del mes de abril de 1879, abonando mientras un interés anual del seis por ciento. 

El contrato puso a don Bosco en posesión de algo más que las simples paredes; casi, como si se tratara de una construcción entregada al 
destinatario tan pronto como los albañiles han llegado a la cumbre, cuando queda todavía el trabajo de cerrajeros, carpinteros y demás 
artesanos para hacerla habitable. Una vez desembolsado el precio de compra, ícuántos gastos quedaban por hacer para que la iglesia 
volviese a ser una casa digna del Señor y para que, lo que era morada monacal, se cambiase en internado de niñas y noviciado de 
religiosas! Por eso, cuando el buen tiempo permitió reanudar con presteza las obras ya encarriladas, el Siervo de Dios pidió ayuda por 
todas partes, difundiendo profusamente esta circular. 

Benemérito Señor: 

En las cercanías de esta ciudad de Nizza Monferrato existe, desde hace varios siglos, un convento con una iglesia aneja, conocida con el 
nombre de Santuario de 
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Nuestra Señora de las Gracias. Todos los habitantes de Nizza recuerdan todavía los tiempos en que aquel lugar bendito era el convento de 
unos santos monjes que, con la austeridad de vida y el fervor de la asidua oración, imploraban las bendiciones del cielo sobre el pueblo 
cristiano. La iglesia, abierta al culto público y lmente atendida por los monjes del convento, era un refugio pacífico de piedad, adonde 
iban muchos a consolarse en las angustias de la vida y no pocos volvían a encontrar el camino de la salvación que habían perdido. Mas, 
una vez dispersados los monjes por los acontecimientos políticos, la iglesia y el convento se vendieron y se dedicaron a usos profanos, a 
almacén de vino. 

La profanación del santo lugar causó amargo pesar al corazón de los fieles, que pedían unánimemente la reparación a la piedad y 
muchas personas devotas lo solicitaban con votos y plegarias. Fue entonces cuando, animado por piadosos y distinguidos eclesiásticos y 
seglares, me dediqué a la empresa y, de acuerdo con el Obispo de la Diócesis y con los religiosos y previa licencia de la Santa Sede, 
adquirí el convento y la iglesia y ahora se está haciendo la restauración para devolverla cuanto antes al culto divino. La iglesia tendrá 
sacerdotes, de suerte que los fieles podrán cumplir en ella sus devociones y el convento ((198)) se transformará en una casa de educación, 
que servirá de ornamento a la ciudad de Nizza y ofrecerá a los padres un medio fácil para educar a sus hijas en la ciencia y la piedad. 
Mas, para llevar acabo esta empresa, se necesitan grandes gastos, puesto que el inmueble costó treinta y dos mil liras y sólo se ha pagado 
la mitad. Además, para llevar a efecto las reparaciones, proveer de enseres y muebles, faltan totalmente los medios indispensables. Todos 
saben que el pobre que esto escribe no se lanzó a la obra más que confiando en la Providencia del Señor y en la piedad de los que se 
interesan por las obras útiles a la religión y a la sociedad civil. 

Además del dinero se acepta toda suerte de materiales para construcción, muebles, lencería, madera para construir y para la cocina y 
calefacción y cualquier otra cosa que pueda contribuir al fin mencionado. Mientras se agradecen los grandes donativos, se reciben 
también con gratitud los pequeños, pues el Señor tiene en buena cuenta lo mismo el óbolo de la viuda que las grandes limosnas del rico. 

Para recibir estos donativos, se ha formado en Nizza una comisión, constituida por las caritativas personas del reverendo Bisio, Vicario 
de San Juan, el topógrafo Luis Terzani y el señor Berta. 

En Turín, el abajo firmante. 

En los pueblos de la diócesis de Acqui se recomienda humildemente la obra al celo y caridad de los reverendos señores curas párrocos, 
a quienes se ruega tengan la bondad de encaminar y recibir cualquier donativo y hacerlo llegar al abajo firmante o bien al reverendo señor 
Bisio, por el medio que estimen más oportuno. 

Celebro poder asegurar a todos los beneméritos donantes la bendición apostólica del nuevo Pontífice reinante, León XIII, el cual, con 
fecha 23 del pasado febrero, se dignaba de muy buen grado otorgarla. 

Por mi parte, a más de mi sincera e inalterable gratitud, les aseguro el cordial ofrecimiento de las oraciones, misas y demás actos 
religiosos, que cada día se harán en la iglesia y en el convento indicados, y así, impetrar copiosas bendiciones del cielo sobre estos 
bienhechores. 

Con ánimo agradecido tengo el honor de poderme profesar de V. S. 

Turín, marzo de 1878. seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 
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Las obras iban adelante con presteza y constancia, pero la adaptación de aquel edificio a las nuevas exigencias requería gastos y tiempo. 
Agosto tocaba a su fin y todavía seguían las obras. Esta ((199)) carta al conde César Balbo pretendía calmar la santa impaciencia de la 
condesa Corsi, su suegra. 

Queridísimo señor Conde: 

S. V. S. fuese tan intrépido viajero como lo ha sido su carta, fácilmente daría la vuelta al mundo. Llegó la carta a Turín, fue después a 
Mornese, cuando yo había salido, por lo cual reemprendió enseguida viaje a Turín. Finalmente llegó a mi escritorio, emborronada toda 
ella con sellos y direcciones. Contesto: con mucho gusto hablaré al joven Simma y, si es posible, ya puede venir el domingo, de las tres a 
las ocho de la tarde. 
En la próxima semana, tal vez tenga que salir algunos días, pero a fines de la misma volveré a estar aquí. Aún no podemos fijar el día 
de la inauguración de la casa de Nizza, puesto que las obras de la vivienda para las monjas y para el capellán, o mejor el director, están 
todavía en curso. Pero, ya está hecho el programa para el internado y pronto lo tendré 1. Y, tan pronto como se pueda fijar el día, será 
usted el primero en ser informado. Espero hacerle una visita en la quinta; pero si el tiempo apura a todos los hombres honrados, figúrese 
si no apurará al pobre jefe de los golfillos. 

La gracia de N. S. J. C. esté siempre con V. S., con la buena Mamá, con la condesa María, con toda su familia. Dios los bendiga a todos 
y ruegue por mí, que siempre seré, en Jesucristo, 

Turín, 23 de agosto de 1878. 

Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Le recomiendo a don José Bertello, porque fuera de la jaula temo haga alguna de las suyas 2. No lo pierda de vista y haga el favor 
de saludarlo de mi parte. 
Si don Bosco se índustriaba de esta manera para lograr por todos los medios equipar a toda prisa la nueva sede de la Casa Madre de las 
Hermanas, preciso era también decir que urgía salir de Mornese. Y efectivamente urgía. Se había tratado en las conferencias de san 
Francisco el asunto de la dificultad de las comunicaciones, dado que el pueblo estaba demasiado lejos del ferrocarril y carecía del servicio 
de ómnibus para el traslado de los forasteros. Y en el invierno, cuando 

1 Quiere decir impreso. 

2 Quien conoce la auisteridad del hombre, comprende la cantidad de broma que se encierra en esta frase. 
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los caminos se hacían ((200)) intransitables, demasiado a menudo había que hacer de tripas corazón y someterse a sacrificios y 
privaciones serias. Verdad era que el párroco de Rosignano había invitado a don Bosco a trasladar las tiendas a su parroquia; pero, 
también aquel lugar estaba a trasmano y se requerían excesivos gastos para la adaptación del edificio ofrecido. En las mismas 
conferencias se volvió a hablar de este tema, cuando el Beato notificó que la condesa Corsi daba pasos para comprar una casa en Nizza 
que serviría para el fin deseado; se expresó de aquel modo porque todavía no creía oportuno manifestar públicamente lo que él ya había 
hecho por medio de la Condesa para la adquisición que sabemos. Después don Bosco continuó su obra en silencio. 

Es más, había que añadir otros dos motivos para el traslado. Las hermanas no gozaban de buena salud en Mornese; tal vez influía el aire 
demasiado fino para quien no podía tener una alimentación abundante y debía trabajar mucho. Además, el desarrollo tomado por el 
internado y el creciente número de postulantas hacían que aquella casa resultara demasiado estrecha e incómoda. No parecía se pudiera 
afirmar que a los mornesinos les desagradase demasiado la partida de las monjas; en efecto, la antigua inquina contra don Bosco, por 
haber abierto en su pueblo un colegio para chicas y no para los muchachos, estaba más sosegada que apagada, de suerte que de vez en 
cuando estallaba bruscamente, como sucedió precisamente en el carnaval de 1877, cuando se oyeron, durante toda una noche, al pie de las 
ventanas de la casa, los más groseros insultos contra sus pobres moradoras. 

Durante todo un año no se vislumbró nada en Mornese sobre los planes de don Bosco, ni dentro ni fuera del instituto. Sólo a primeros 
de febrero de 1878 quiso el Beato que la madre Mazzarello fuera con alguna hermana a Nizza para ver la nueva morada y hacer las 
oportunas sugerencias; dispuso al mismo tiempo que se encontrasen también en el lugar el ecónomo general don Antonio Sala y don Juan 
Bonetti. La Madre se llevó como compañera a sor Enriqueta Sorbone, asistenta de las educandas, como si presagiara ya el papel de primer 
orden que la joven Hija de María ((201)) Auxiliadora estaba destinada por la Providencia a desempeñar en la nueva casa principal. Fue 
designada por don Bosco Vicaria de la Congregación y ejerció ininterrumpidamente este cargo durante medio siglo, convertida en testigo 
viviente de la tradición; pasó con el Capítulo Superior a Valdocco, al ser trasladado desde Nizza. La vocación de la madre Enriqueta es 
un apreciable episodio de la historia de nuestro Beato. Perdió a la madre siendo joven, y le tocó hacer sus veces con todas sus hermanas y 
hermanos 
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menores que ella. Un día del mes de mayo de 1873 fue por casualidad a parar al pueblo aquel ideal de portero salesiano que se llamó 
Marcelo Rossi. Empezó éste a contarle cosas maravillosas de don Bosco y de su santidad. La piadosa doncella le escuchaba con creciente 
admiración y, envidiando la suerte del narrador, pensaba en sus adentros: 

-íQué hermoso debe ser ver a un santo!
Por fin Rossi le dijo:
-Don Bosco irá dentro de poco a Borgo San Martino; ven allí tú también, y haré que lo veas.
La propuesta estimuló en ella el deseo de ver con sus propios ojos cómo era un santo.
Así las cosas, arrancó el permiso al padre y en compañía de dos hermanas del coadjutor, se puso en camino.
Absorta con el pensamiento de que iba a ver a un santo, hizo entusiasmada las cuatro horas de camino que había de Rosignano a Borgo.


Llegaron a la meta a eso de las siete. Las buenas muchachas se dirigieron a la iglesia parroquial y comulgaron. Fueron después al colegio, 
donde encontraron a Rossi, que las introdujo en él. Allí estuvieron esperando con unas mujercitas, que remendaban la ropa blanca, hasta 
que las notas de la banda de música y los vítores del pueblo anunciaron que don Bosco se aproximaba. Entonces las tres jóvenes fueron 
llevadas a un corredor, por donde tenía que pasar don Bosco y desde donde vieron irrumpir en el patio a la muchedumbre que aplaudía 
casi con delirio. Después de mucho esperar, helo allí, atravesando el umbral y avanzando a paso lento, seguido de un grupo de amigos y 
muchachos. Enriqueta lo miraba atentamente de pies a cabeza; había creído que iba a ver quién sabe qué, y, en cambio, se daba cuenta de 
que tenía ante sí a un sacerdote ((202)) como tantos otros. Iba a disiparse su encanto, cuando el Siervo de Dios les dio a besar su mano, se 
paró, miró un instante a Enriqueta, y, señalándola con el índice, dijo: 

-Vos, id a Mornese.
-»Mornese? »Qué es Mornese?
-Es un pueblo bonito; ya lo veréis... Ahora vamos a comer y después hablaremos.
La joven se quedó allí haciendo castillos en el aire. Después de comer, don Bosco la mandó llamar y, nada más verla, le dijo:
-»Cómo os llamáis?
-Enriqueta Sorbone, de Rosignano Monferrato.
-»Cómo estáis de salud?
-Estoy bien.


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-»Cuántos años tenéis:
-Dieciocho cumplidos.
-»Os gusta estudiar?
-íSí! Mi madre deseaba que fuera maestra; pero murió y me toca pensar en mis hermanitas.
-»Cuántas tenéis?
-Cuatro y dos hermanos.
-»Habéis pensado alguna vez haceros monja?
-»Qué quiere usted que le diga? Mi madre hubiera estado muy conforme con que sus hijas se consagrasen al Señor.
-Bien, bien, ya veremos..
.
-Pero, mi párroco me ha dicho que si me porto bien y guardo a mis hermanas, él pensará después en mi porvenir. No quisiera atender


ahora a dos cosas opuestas. 

-Estad tranquila; ya me entenderé yo con el párroco. 
-»Pero y mis hermanas? »Y mi padre? 
-íOh! La divina Providencia pensará también en ellos. Mirad: en Mornese tenemos el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Allí 

podréis estudiar. . 
-»Quiénes son las Hijas de María Auxiliadora? »Son monjas? 
-Sí, son monjas. 
-Pero a mí me gustan las monjas que visten como ((203)) las que se ven en las estampas. 
Decía esto porque, como sabía que había monjas en el colegio de Borgo, había tomado por tales a aquellas mujercitas que remendaban 

la ropa. 
-Sí, sí, replicó don Bosco. Las monjas de Mornese visten precisamente como vos decís, ya lo veréis. Y allí estudiaréis y entraréis en las 
monjas y haréis muchísimo bien. 
Aún añadió otra cosa que ella no podía comprender en aquel momento, pero que más tarde vio cumplida. Sacó del bolsillo una hojita de 
papel azulado, escribió en ella unos renglones y se la entregó diciendo: 
-Tomad: ahora volved a Rosignano, llevad esto a vuestro párroco e id pronto a Mornese. Pero, antes de entrar en aquella santa casa, 
dejad vuestra voluntad fuera de la puerta. 
La joven guardó el papelito y se echó a andar para salir. Iba despacio y pensativa. Desde la puerta se volvió para despedir a don Bosco, 

el cual, mirándola paternalmente, le dijo en tono enérgico: 
-íDejemos este mundo traidor! 
Estas últimas palabras, proferidas de aquella manera, la impresionaron 

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mucho. Parecía que don Bosco viese junto a ella un monstruo dispuesto a descuartizarla. 

-íFea cosa debe de ser el mundo!, rumiaba en sus adentros la joven mientras volvía a la casa paterna. 

No fue fácil empresa convencer al párroco y persuadir al padre, pero resultó una lucha bastante corta, pues el 6 de junio, primer viernes 
de mes, Enriqueta Sorbone ingresaba en Mornese. Estudió, como le había dicho don Bosco, pasó a vivir con las monjas, se examinó de 
maestra y fue la Vicaria general. 

Al festejarse, poco ha, el cincuentenario de su cargo, madre Enriqueta nos contaba su historia con muchos otros detalles que hemos 
omitido; pero hay uno que no queremos pasar por alto, y es que, su padre, después de haberle permitido con indecible sacrificio, pero 
cristianamente, que siguiera su vocación, se vio premiado por Dios, que le atendió a él y a su numerosa prole de manera y medida muy 
superior a cuanto jamás nadie pudiera esperar, si la primogénita se hubiese quedado en casa. De ahí se colige cómo el Señor inspiró a su 
Siervo y al mismo tiempo ((204)) bendijo a quien cooperaba con él en la actuación de sus santos designios. 

La Madre General tenía que visitar no sólo la casa que se iba a abrir, sino también todas las casas ya abiertas. Ella creía verdaderamente 
que podía dejar de hacerlo, sobre todo las que tenían un Director salesiano como guía; pero don Bosco no era del mismo parecer. El le 
hizo entender que era mejor que fuera y, además, que se quedara algunos días en aquellas casas, que la experiencia le convencería que las 
cosas de un Instituto marchan bien, cuando el Superior lleva a menudo la maleta en la mano como un viajante de comercio. Ella era la 
Madre Superiora y convenía que viese por sus propios ojos cómo eran tratadas sus hijas; si necesitaban algo, si vivían contentas; si 
trabajaban como quería el Señor, sin perder tiempo, pero sin descuidar las prácticas de piedad y su propia salud; si en todas partes estaba 
de acuerdo, por cuanto fuera posible el horario del lugar, con el suyo; y muchas cosas más. Además, si los directores tenían alguna 
dificultad que salvar, algún buen consejo que sugerir, algún deseo que expresar, tendrían así más oportunidad para hacerlo. El ponerse de 
acuerdo da siempre buenos resultados para el alma y para el cuerpo. Por consiguiente, que fuera a dar su vuelta, que llevara los saludos de 
don Bosco y dijera a todas sus Hijas que él las bendecía de todo corazón. 

La madre Mazzarello se atuvo escrupulosamente a estas instrucciones. Y cuando fue a Turín en el verano para la segunda tanda de 
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ejercicios espirituales refirió de viva voz al Beato Padre todo lo que había podido observar en las visitas hechas. 

Esta fiel docilidad y profunda veneración al Padre Fundador resalta de mil formas en todas sus manifestaciones de alguna importancia. 
Personas, incluso autorizadas, decían que el hábito de las Hijas de María Auxiliadora parecía de luto y que faltaba algo blanco en medio 
de tanto negro. Se estudió el asunto en Mornese, se compuso también un modelo; pero, ante todo, quiso oír la Madre lo que don Bosco 
pensaba sobre ello. 

((205)) En consecuencia, y por orden suya, sor Catalina Daghero, resignada a hacer de maniquí, se presentó al Beato con. el nuevo 

modo de vestir. Sonrió éste ante aquella novedad, la contempló un poco y, después de un rato de silencio, dijo: 

-íVaya!... í No está del todo mal...! Podéis probar. Después de todo sois vosotras las que tenéis que llevarlo. Haced la prueba. 

Fue un gran día para Mornese aquél en que se habló de enviar las Hijas de María Auxiliadora más allá de la frontera y allende los 

mares, a Francia y a América. Sin embargo, parecía que la prudencia aconsejase diferirlo, porque las buenas hermanas carecían todavía 
mucho de conocimientos y de experiencia. Pero la Madre dijo: 

-Si don Bosco habla así, es que la Virgen le ha hablado a él; y la Virgen sabe de qué Hijas dispone para las obras de su divino Hijo. 

En Turín, algunas hermanas, que habían estado en Cúneo para examinarse de magisterio, no acababan de hacerse lenguas de las finezas 
con que las habían tratado las dominicas, en cuya casa se habían hospedado. La madre, después de haber dicho: -Aprendamos también 
nosotras a tratar siempre así, añadió: 

-Pero no olvidemos nunca que si nos tratan tan bien, es porque somos religiosas e hijas de don Bosco. 

Al dar cuenta a don Bosco de la casa de Biella, le manifestó la duda de que no se pudiera seguir allí, porque las hermanas no estaban 

muy a gusto. La respuesta fue: 

-En las casas de don Bosco nadie está a la fuerza. Si las hermanas no quieren estar allí, cámbiense; pero no se cierra la casa. 

La Madre no dijo una palabra más. En 1878, al visitar la casa de Alassio, encontró que el horario era demasiado pesado, porque las 

hermanas tenían que levantarse más pronto e ir a descansar más tarde. La Madre observó con humildad y respeto a quien correspondía: 

-»Está enterado don Bosco de este horario? Si don Bosco lo sabe, bien; de lo contrario, procure cambiarlo. 

Su gran reverencia por don Bosco hacía que mirase con gran bondad 

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a sus hijas. Cuando vio en el recién nacido Boletín Salesiano 1 publicados los programas de los dos ((206)) nuevos colegios para niñas de 
Nizza Monferrato y de Chieri, exclamó: 

-Helo ahí, don Bosco y los salesianos nos consideran realmente una familia. Todas nuestras cosas tienen vida y fortuna por don Bosco y 
por sus hijos. íAy de nosotras si la soberbia llega a meternos en la cabeza que podemos algo sin ellos! Nos convertiríamos en sarmientos 
separados de la vid, y nada más. 

Repitió el mismo pensamiento a sor Elisa Roncallo, que se desmayaba de gozo al contarle las muchas maravillas de su oratorio festivo 
en Valdocco. 

-Sí, sí, le dijo; todo esto es consolador, muy consolador. Pero no lo olvidemos; después de Dios, todo lo debemos a don Bosco y a los 
hijos tan valientes y tan santos, que don Bosco nos da para ser nuestros guías y nuestro apoyo. íPor amor de Dios! No nos olvidemos 
nunca de dar gracias a la Virgen que, no satisfecha con hacernos hijas suyas, nos ha confiado además a un santo, como don Bosco. 

Un día la Directora de Turín le refirió un diálogo que había tenido con don Miguel Rúa, que dirigía aquella comunidad. 

-Señor Director, habíale preguntado ella: »podemos seguir tomando fruta en el desayuno? Nos regalan tanta, que la tenemos en 

abundancia. 

-»Qué dice la Regla?, preguntó don Miguel Rúa. 

-Que se puede tomar café con leche o fruta. 

-íAh!, dice o, y no y... 

-Pero hay tanta que se nos estropea. . 

-Mejor es que se estropee la fruta que no la observancia de la Regla. Además, con la fruta sobrante, »no se puede socorrer alguna 

necesidad y ayudar a alguna muchacha a portarse mejor? 

Oído esto, la Madre concluyó: 

-»Véis cómo obran los santos? íAy de vosotras las que tenéis la dicha de vivir en Valdocco, si no sabéis aprovecharos de las lecciones 

que nosotras no tenemos. 

Los sentimientos de la Madre, manifestados de tantas maneras, inspiraban también otros a sus Hijas: a su devoto afecto a don Bosco 
debemos el celoso cuidado en guardar recuerdo de las palabras dichas por él en sus raras y rápidas visitas. Hizo una de estas visitas a las 
Hermanas de Valdocco a su regreso de Roma y de Francia en 1878. Nunca había estado fuera de casa ((207)) tanto tiempo, y 
exteriorizaban 

1 Número de septiembre de 1878 (Bollettino Salesiano). 
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ellas su alegría, como mejor podían. Con la esperanza de verlo pronto, engalanaron su sencillo locutorio; pero el Beato que lo supo, envió 
a decir: 

-íAh, no, no! íYo no voy donde hay cortinas, visillos y sofá! 

Entonces las hermanas volvieron a ponerlo todo como estaba antes; y cuando el buen Padre fue, sin dar muestras de que recordaba 
aquel detalle, preguntó en seguida si tenían muchas chicas. A la respuesta afirmativa añadió: 

-íEstupendo! Nosotros estamos precisamente para esta gran obra. íPero, atención! Para hacer el bien a las chicas es preciso estar 
siempre alegres; es menester quererlas y apreciarlas a todas, aunque alguna no lo merezca. »Y siguen viniendo todos los días, después de 
la comida y por la tarde, cuando salen de la fábrica? 

Cuando oyó decir que sí, siguió diciendo que eso significaba muchos pecados menos, mucha malicia no aprendida por las calles, 
muchos buenos pensamientos sembrados para la noche y para el día siguiente, no sólo entre las mismas muchachas sino también entre sus 
familiares, pues, de ordinario, las muchachas disfrutan contando en casa todas sus novedades. Le preguntaron cómo se lograba dar a 
conocer y hacer que se amara a María Auxiliadora. Y el Siervo de Dios respondió: 

-Hablando oportunamente de Ella con la juventud que la Providencia nos confía y con las personas externas que se acercan a nosotros; 
escribiendo alguna palabra sobre Ella en todas nuestras cartas a los padres y a los conocidos; enviando a Ella a los que necesitan gracias 
especiales y contando los favores obtenidos por su mediación; repartiendo medallas y estampas con su imagen; rezando y haciendo rezar 
a menudo la jaculatoria: María, Auxilium Christianorum, ora pro nobis; cantando con preferencia sus loas en los recreos y en la iglesia, 
sobre todo durante su mes; aconsejando poner el nombre de «Auxiliadora» a las niñas que se van a bautizar; celebrando con la mayor 
solemnidad posible su fiesta, no sólo en la iglesia, sino también con velada y procesión; regalando cuadros de María Auxiliadora para las 
familias, para las parroquias; dando su título a las nuevas fundaciones... 

((208)) Las hermanas que trabajaban en Valdocco habían recibido de María Auxiliadora, por mediación de don Bosco, una gracia 
señalada en la novena de la Inmaculada, con la cual quedaron enfervorizadas en la piedad hacia su Madre Celeste y penetradas de 
veneración hacia el Padre de sus almas. La novicia Josefina Quarello residía en Valdocco, en lugar de Mornese, para ayudar a sor 
Catalina Daghero a llevar 
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adelante su escuela. Fue a Mornese para pasar unos días, pero se puso tan mala que el doctor Albertotti la dio por desahuciada. La buena 
novicia se preparaba resignada a la muerte; pero suplicaba que la llevasen a don Bosco para recibir su bendición y asegurarse mejor una 
santa muerte. Aunque con graves dificultades, se le concedió lo que pedía. Llegó como pudo hasta la antesala de don Bosco. No tuvo 
tiempo para abrir la boca y expresar su deseo, porque el Siervo de Dios le dijo de pronto: 

-»Queréis ir al Paraíso? Yo también espero ir, si la misericordia de Dios me lo concede. Pero vos tenéis que trabajar todavía mucho. 

Al pronunciar muy lentamente estas últimas palabras, levantó la mano y bendijo a la enferma. 

-íEsta vez se equivoca!, pensaba en sus adentros la pobrecita, creyendo que decía esto por no estar bien informado de sus condiciones. 

Pero la que se equivocaba era ella; comenzó enseguida a sentirse mejor y en la novena misma reanudó sus clases. 

También tenemos el recuerdo de la visita que hizo don Bosco a las hermanas de Lanzo, en el mismo año 1878. Pasó de un lugar a otro 

de la casa, diciendo a cada una de las que encontraba una buena palabra. A la refitolera, por ejemplo: 

-íMuy bien! Pero acordaos de que debéis ser modelo de todas las hermanas que os rodean. 

Y a las cocineras: 

-íMarta y María! Vosotras sois Martas, pero también debéis ser Marías. »Sabéis convertir en platos del paraíso los platos que preparáis? 
No se necesita mucho para ello. Basta santificarlos con la recta intención, con actos de unión con el Señor y la Virgen, y haciéndolos lo 
mejor que podáis. 

A la Directora, que se ruborizaba ante los seglares, cuando ((209)) en ciertas ocasiones, especialmente en las fiestas, entraban, incluso 
en la cocina, en el costurero o en la ropería de los muchachos, le hizo comprender que no había motivo alguno para temer y, más todavía, 
tenía con ello una bonita ocasión para hacer el bien, aun cuando no fuera más que con el sermón del buen ejemplo. 

Hemos hablado ya de otras dos visitas en un capítulo anterior 1. Daba en el hito la Madre Mazzarello, cuando oía a sus hijas contar los 
detalles de estos encuentros, y sacaba esta conclusión: 

1 Véase más atrás, págs. (115 y 116). 
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-Nuestro buen Padre, hace siempre el bien por donde pasa y donde está. 

Si tanta importancia daban las Hijas de María Auxiliadora a las palabras que don Bosco decía ocasionalmente y como al vuelo, es fácil 
imaginar el fruto que sacarían de las platiquitas que daba a las que hacían los ejercicios espirituales. Esto sucedió dos veces en 1878. La 
primera en agosto, durante los ejercicios de Mornese. Las grandes novedades del próximo traslasdo tal vez le aconsejaron esta ida, de la 
que avisó al director don Juan Bautista Lemoyne en términos muy significativos. Don Juan Bautista Lemoyne había sucedido en el cargo 
a don Santiago Costamagna, que había salido para América. 

Mi siempre querido Lemoyne:
Deseo muy de veras ir a hacerte una visita. Dios mediante estaré en Mornese el día 16 y me quedaré ahí ocho días. De modo que


tendremos tiempo para charlar a nuestro gusto, contar los dineros que tú, las monjas y otros podrán poner a la orden del día. 
Muchísimos y cordiales saludos al reverendo Campi, a Musso y a todos nuestros parientes espirituales. 
Gratia D. N. J. Ch. sit semper nobiscum. Amen 
Turín, 6 de agosto de 1878 

Afmo. amigo
JUAN Bosco, Pbro.


En la clausura de los ejercicios, el Beato recibió la profesión de algunas hermanas, y predicó la platiquita de los «recuerdos», exaltando 
la virtud de la obediencia. Quedó grabada ((210)) la comparación que dio: 
-Si quitáis al saco sus costuras, todo lo que contiene se sale fuera; 
eso le pasa a la religiosa, si no tiene la costura de la obediencia, no puede conservar ninguna virtud y deja de ser religiosa. 
Cuando salió de la iglesia, se le acercó humildemente la Madre y le dijo: 
-Me gustaría poner en este pórtico dos carteles con estas palabras: 
LA MORTIFICACION ES EL ABECE DE LA PERFECCION y CADA MINUTO DE TIEMPO VALE UN TESORO. 
Antes de que don Bosco se marchara, aparecieron colgados los dos carteles en el lugar indicado. 
También dirigió unas breves palabras de «recuerdo» a las hermanas 
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en la tanda de ejercicios que se hizo en Turín. Remachó el tema de la obediencia religiosa, acudiendo a la comparación del pañuelo. 

-Así como éste se deja usar cuando se quiere y para todo lo que se quiere, y se deja lavar, planchar, doblar sin decir nada, así tenemos 
que ser nosotros con la virtud de la obediencia religiosa. »Queremos estar siempre alegres? Seamos obedientes. »Queremos estar seguros 
de la perseverancia en la vocación? Seamos siempre obedientes. »Queremos subir a mucha altura en la santidad y alcanzar el paraíso: 
Seamos fieles en obedecer aun en las cosas pequeñas. 

Aquel año hizo don Bosco a las hermanas un precioso regalo en la fiesta de la Inmaculada: les entregó la santa Regla impresa, 
conforme al texto aprobado dos años antes a iniciativa suya por el Ordinario de la diócesis de Acqui. Antes de colgar los dos carteles 
mencionados poco ha, ya había otro en el pórtico y en la escalera con la sentencia dictada por don Santiago Costamagna: «Toda religiosa 
debe ser una reproducción de la santa Regla». El tener ahora en su mano el libro de las reglas debía ayudarles mucho para obtener aquel 
efecto. Encabezan el librito unas paternales amonestaciones, que agradará a nuestros lectores ver reproducidas aquí. 

A las Hijas de María Auxiliadora 

Gracias a la bondad de nuestro Padre Celestial el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, al que por fortuna pertenecéis, alcanzó de 
algún tiempo acá un gran desarrollo. En el período de pocos años ((211)) hemos podido inaugurar un buen número de casas en el 
Piamonte, en Liguria, en Francia, y hasta en tierras de América. 

Cuando el Instituto estaba concentrado en la Casa Madre de Mornese, unos cuantos ejemplares podían ser suficientes para que cada 
hermana tuviese conocimiento de ellas; pero ahora que, gracias a la divina Providencia, se han multiplicado las casas y las hermanas 
repartidas en ellas, ya no son suficientes. 

Por eso he creído que sería para mayor gloria de Dios y provecho de vuestra alma, mandarlas imprimir; y hoy os las presento. Las 
reglas han tenido ya la aprobación de varios Obispos, los cuales las encontraron plenamente ajustadas para santificar a una Hija, que 
aspire a ser toda de Jesús y que, al mismo tiempo, quiera dedicar su propia vida al servicio del prójimo, especialmente a la educación de 
las niñas pobres. Es más; 
el mismo Instituto fue aceptado y aprobado con un Decreto especial por el Rvmo. Obispo de Acqui, en cuya diócesis nació en 1872 y 
sigue prosperando hasta el día de hoy. 

Guardad, pues, con cariño las reglas que lo gobiernan, leedlas, meditadlas, pero, sobre todo, no olvidéis nunca que de nada serviría 
saberlas, hasta de memoria, si después no las ponéis en práctica. Por lo tanto, aplíquese cada una con la mayor solicitud a observarlas 
puntualmente; tiendan a ello la vigilancia y el celo de la Superiora, la diligencia y el empeño de las súbditas. Si lo hacéis así, encontraréis 
en vuestra Congregación la paz del corazón, caminaréis por la senda del cielo y os haréis santas. 
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Mientras tanto, aprovecho gustoso esta ocasión favorable para recomendaros que en vuestras oraciones tengáis siempre presente el alma 
del muy reverendo don Domingo Pestarino, primer Director de las Hijas de María Auxiliadora, de quien se sirvió el Señor para echar los 
cimientos de este Instituto. El se merece verdaderamente, por su caridad y celo, nuestra más viva gratitud. Rogad también unas por otras, 
para que el Señor os mantenga constantes y fieles a vuestra vocación, y os haga dignas de hacer mucho bien a su mayor gloria. Rogad de 
manera particular por las hermanas que partieron, y por las que han de partir hacia las más apartadas regiones de la tierra para difundir en 
ellas el nombre de Jesucristo, y hacerlo conocer y amar. Rogad sobre todo por la Iglesia Católica, por su Cabeza visible, por los Obispos 
y pastores locales; rogad también por la Congregación Salesiana, a la que estáis agregadas; no os olvidéis de mí, que os deseo toda 
felicidad. 

La Santísima Virgen Auxiliadora nos ampare y defienda en la vida y en la muerte, y con su poderosa intercesión nos obtenga de su 
divino Hijo la gracia de encontrarnos un día todos juntos reunidos bajo su manto en la eterna Bienaventuranza. 

Turín, Fiesta de la Inmaculada Concepción, 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((212)) Estas reglas, divididas en dieciséis títulos, se dirían calcadas esencialmente en las reglas de los salesianos, de cuyo Rector 
Mayor dependía inmediatamente el Instituto. 

Para comprender su espíritu sacaremos de ellas y pondremos ante los ojos de los lectores algunos de los puntos más característicos, que 
propiamente no se encuentran en las Constituciones Salesianas. 

En el título noveno se proponen algunas virtudes principales para el estudio de las novicias y la práctica de las profesas: 

« 1. Caridad paciente y celosa no sólo con las niñas, sino también con las doncellas jóvenes. -2. Sencillez y modestia; espíritu de 
mortificación interna y externa; rigurosa observancia de la pobreza. -3. Obediencia de voluntad y de juicio, y aceptar de buen grado y sin 
observaciones los avisos y correcciones, y los cargos que se os confían. -4. Espíritu de oración, con el que las hermanas atiendan de buen 
grado a las obras de piedad, se mantengan en la presencia de Dios, y en filial abandono a su dulce Providencia». 
Es notable, con respecto a los sacramentos, la segunda regla del título undécimo: «Se acercarán regularmente al tribunal de la penitencia 
cada ocho días. En la acusación de sus faltas cuiden de omitir las circunstancias inútiles; sean breves y digan con sencillez y humildad sus 
culpas de la misma manera que si las acusasen a Jesucristo. Tengan gran respeto y confianza con su confesor, como corresponde a quien 
está destinado por Dios a ser Padre, Maestro y Guía de sus almas, 
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pero no hablen nunca unas con otras de cosas de confesión y mucho menos del confesor». 

En el exordio del título undécimo, sobre el voto de castidad, se leen estas hermosas palabras: «La virtud de la castidad debe situarse en 
grado eminente por las Hijas de María Auxiliadora. Primero, porque el cargo que ellas tienen de instruir y encaminar al prójimo por la 
senda de la salvación, es semejante al de los santos Angeles; por esto es necesario que también ellas vivan con el corazón puro y en un 
estado angélico, puesto que las Vírgenes son llamadas Angeles de la tierra; en segundo lugar ((213)) porque, para que se cumpla su 
vocación como es debido, se requiere total desasimiento interior y exterior de cuanto no es Dios». 

El último Título contiene treinta normas generales, algunas de las cuales trazan, digámoslo así, los rasgos distintivos de las Hijas de 
María Auxiliadora. 

« 9. Cada una debe tenerse como la más pequeña de todas, por eso ninguna faltará a los actos humildes, ni rehusará ejercer los cargos 
más bajos de la casa, en los que la Superiora la ejercitará en la medida de sus fuerzas y según lo crea prudente ante el Señor. 
» 10. Las Hijas de María Auxiliadora estarán siempre alegres con las hermanas, reirán, bromearán, etc., pero siempre como parece que 
deben hacerlo los ángeles entre sí; pero, en presencia de personas del otro sexo, guardarán siempre un porte grave y digno. Al ir por la 
calle, caminarán con la máxima compostura y modestia, sin mirar nunca fijamente a las personas, ni a las cosas que encuentren, 
saludando, sin embargo, con una inclinación de cabeza a quien las salude, y a las personas eclesiásticas si pasan cerca. 

» 11. En casa y fuera de ella hablarán siempre de una manera humilde, sin sostener nunca el propio sentir, evitando sobre todo cualquier 
palabra desabrida, punzante, de reproche, de vanidad referida a sí mismas, o con respecto al bien que el Señor se dignara sacar de sus 
obras, realizando todas sus acciones privadas y comunes sólo para agradar a Dios. Nunca hablarán de linaje, edad o riquezas, si las 
tuvieron en el mundo. Nunca levantarán la voz al hablar con quienquiera que sea, aun en tiempo de recreo. Cuando se encuentren en 
presencia de personas del otro sexo, su manera de hablar será seria y grave, porque, si son de condición superior a la suya, por ejemplo 
eclesiásticos, así lo requiere el respeto debido a su estado; y, si son seglares, así lo piden el decoro y el buen ejemplo. 

» 12. Toda su diligencia quedará patente en el trato y en el porte de las miradas y de toda la persona, como deben ser las imitadoras de 
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Jesucristo, y siervas de los pobres. En la iglesia ((214)) estarán con la máxima compostura, derechas y sin gazmoñería, y doblando la 
rodilla hasta el suelo al pasar ante el altar, donde se conserva el Santísimo Sacramento. 

» 21. Cada una cuidará de su salud y, por tanto, cuando una hermana no se encuentre bien de salud, sin ocultar ni exagerar el mal, 
avisará a la Superiora para que pueda poner remedio. Durante la enfermedad obedecerá a la enfermera y al médico o cirujano, para que 
regulen su cuerpo como mejor creyeren ante Dios. Procurará también mostrar paciencia y resignación a la voluntad de Dios, 
sobrellevando las privaciones inseparables de la pobreza, y conservando siempre una inalterable tranquilidad de espíritu en las manos del 
Señor, que es padre amoroso, cuando nos conserva la salud y cuando nos aflige con enfermedades y dolores. Para fortalecerlas mucho 
más en el espíritu, se dará la santa comunión a las enfermas obligadas a guardar cama, al menos una vez a la semana, cuando lo permitan 
la clase de enfermedad y el lugar. 

» 22. Las hermanas procurarán mantenerse siempre estrechamente unidas con el dulce vínculo de la caridad, pues sería deplorable que 
las que eligieron como fin la imitación de Jesucristo, descuidasen la observancia del mandamiento tan recomendado por El, hasta el 
extremo de llamarlo su precepto. Así, pues, además de la mutua comprensión e imparcial afecto, queda prescrito también que, si 
sucediese que alguna faltara a la caridad con alguna hermana, deba pedirle perdón tan pronto como, devuelta la calma a su espíritu, 
reconozca su falta, o por lo menos antes de acostarse. 

» 23. Para mayor perfección de la caridad cada una preferirá de buen grado las comodidades de las hermanas a las propias, y en toda 
ocasión todas se ayudarán y aliviarán con manifestaciones de benevolencia y santa amistad, y nunca se dejarán vencer por ningún 
sentimiento de celos de unas contra otras. 

» 24. Deseen y procuren eficazmente hacer al prójimo todo el bien que les sea posible, con la constante intención de ayudar y servir a 
nuestro Señor Jesucristo en la persona de sus ((215)) pobres, especialmente asistiendo, sirviendo, consolando a las hermanas enfermas y 
afligidas, y promoviendo el bien espiritual de las niñas del lugar donde tienen su morada... 

» 27. Pongan todas la máxima solicitud por los ejercicios de piedad, de cuya observancia depende el fervor interior, que nos mueve 
dulcemente a uniformarnos en todo con Jesucristo nuestro divino Modelo y Esposo de las almas fieles». 
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El nombre de Mornese será memorable en los anales de la Congregación, porque de allí salieron las primeras Hijas de María 
Auxiliadora, que cruzaron las fronteras y surcaron el Océano, señalando a sus hermanas el camino de Francia y de América del Sur. 
Fueron a Niza en septiembre del año 1877 y a Saint-Cyr (Provenza) en octubre de 1878. Para América escribió el Beato a la Madre 
General que las que desearan ir a las misiones extranjeras a cooperar con los salesianos y como los salesianos en la salvación de las almas 
y particularmente de las niñas, hiciesen la petición por escrito, y después se elegirían. Fueron muchas las que lo pidieron y las elegidas 
seis 1, que viajaron a Roma con los salesianos de la tercera expedición para recibir la bendición del Papa, se embarcaron con ellos y 
fueron a abrir la casa de Villa Colón. Un segundo grupo de diez zarpó de Génova el 30 de diciembre de 1878, con sor Magdalena Martini 
a la cabeza, que fue la primera a quien se dio el título de Inspectora. Dos de estas últimas se quedaron en Villa Colón; las otras siguieron 
viaje a Buenos Aires y se establecieron en Almagro. 

Antes de trasladarse de Mornese a Nizza Monferrato, salieron también de allí en septiembre de 1878 las hermanas destinadas a abrir la 
casa de Chieri. Los esposos Bertinetti, que no tenían herederos forzosos, habían dejado en testamento su propia casa a don Bosco, para 
que la empleara para hacer ((216)) el bien. Era un edificio grande e histórico; 
antiguamente formaba un todo con el palacio de los Tana, de los que descendía la madre de san Luis Gonzaga. Don Bosco había estado 
en él de joven varias veces y allí se había examinado para vestir la sotana. Allí envió el Siervo de Dios a las Hijas de María Auxiliadora 
para abrir un oratorio festivo en favor de las niñas de la ciudad, cumpliéndose así la predicción del Beato Cottolengo de que aquella casa 
llegaría a ser algún día morada de monjas. 

Por fin comenzó el éxodo de Mornese, pero no en masa, sino en pequeños grupos. Las cinco primeras se instalaron en Nizza el 16 de 
septiembre de 1878; fueron recibidas con alegría por el clero local y por las familias bienhechoras de don Bosco; allí, mientras se 
dedicaban a preparar la casa para las hermanas, se ingeniaban para atraer a las niñas y comenzar el oratorio festivo. Tan pronto como 
estuvo limpia la iglesia se bendijo el 27 de octubre; pero se efectuó la ceremonia sin 

1 Registramos aquí, a título de honor, sus nombres: 1.ª, Sor Angela Vallese, de Lu, Directora. -2.ª, Sor Juana Borgna, de Buenos Aires. 
-3.ª, Sor Angela Cassulo, de Castelleto d'Orba.-4.ª, Sor Angela De Negri, de Mornese. -5.ª, Sor Teresa Gedda, de Pecco (Turín).-6.ª, Sor 
Teresina Mazzarello Baroni, de Mornese. 
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ninguna fiesta por los motivos que don Bosco indica en su carta a la condesa María Balbo, hija de la condesa Corsi. 

Mi queridísima y buena Mamá: 

Pese a tantos proyectos, aún no he podido hacer una hora de vacaciones durante este año, ni tampoco estoy seguro de poder ir a Nizza 
para la fiesta de apertura de la iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Entre un poco de pereza, que le ata a uno a su casa de manera 
estable, y las veinte casas que hemos abierto en breve lapso de tiempo, más la inminente expedición de misioneros a América, todo junto 
hace que ya no sepa por dónde comenzar ni por dónde acabar. A pesar de todo esto, nunca he dejado de rezar por usted, por sus hijos y 
nietecitos, especialmente por la mañana en la santa misa, y no dejaré de seguir haciéndolo para que Dios los conserve a todos en buena 
salud, vida feliz y en su gracia. 

Por mí mismo o por medio de don Juan Cagliero, don José Lazzero y otros, sabrá el domingo por qué no queremos hacer mucho 
spatuzzo 1 en la fiesta del domingo. Las principales razones son la falta de local para ((217)) recibir a una persona que visite la iglesia o 
haga funciones. Y, además, estamos sin un ochavo y no nos atrevemos a aventurarnos a hacer más gastos. Sé que la buena Mamá nos 
ayudó y nos ayudará. Pero nosotros, hijos suyos afectísimos, debemos contar con su bondad, mas no abusar de ella. 

Me han dicho que el señor Conde organizó una Comisión a fin de promover una colecta para alivio de nuestros gastos. Esto es digno de 
un verdadero cooperador salesiano. Y yo no quiero que trabaje en balde. Quiero rogar y hacer que se ruegue a Dios, que es muy rico, para 
que le dé el céntuplo en todo. Que centuplique la salud de su familia, sus intereses, sus campos, que haga de él un verdadero hombre de 
bien y un gran santo. La Virgen hará después a su tiempo su parte. 

Le ruego diga a la Condesa abuela que yo desearía que su altar fuese el mayor, porque en él se conserva el Santísimo Sacramento, y así 
tendrá parte en todas las misas y en todas las comuniones que en él se harán. Don Juan Cagliero le hablará de esto. 

Dios la bendiga, mi querida y buena Mamá, la conserve, le dé buena estancia, feliz regreso a este su «mal» hijo, pero que tanto la quiere 
en Jesucristo. 

Me encomiendo a las oraciones de todos y créame en todo 

Turín, 22 de octubre de 1878. 

su seguro servidor e hijo JUAN BOSCO, Pbro. 

Cuatro días después de la bendición llegó allí una nidada de colegialas de Mornese, las que pagaban pensión o que debían recibir una 
enseñanza normal; en Mornese se quedaron las otras, allí llamadas 

1 Palabra del dialecto piamontés italianizada: spatúss significa «exterioridad», que llama la atención por su pompa, gasto y ruido. 
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hijitas de casa. Hermanas y postulantas se sucedieron después en pequeños grupos, hasta que quedaron en Mornese unas pocas, y don 
Bosco ordenó a la Madre General que saliera también ella y estableciera en Nizza la Casa padre. Las Hijas de María Auxiliadora, dijo 
don Francisco Cerruti en su discurso, al entrar en la casa de Nizza remozaron con nuevos retoños una gloriosa institución secular, 
devolviendo a su primitivo esplendor, en más amplia escala y con una modernidad de forma ajustada a los tiempos, las tradiciones 
momentáneamente interrumpidas de un pasado espléndido 1. 

1 Recuerdo de las fiestas jubilares, Nizza Monferrato, Tip. Croce, 1904, pág. 14. 

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((218)
)


CAPITULO VIII 

EL CONDE CAYS 

SEGUIREMOS llamándolo así, como lo llamaron sus contemporáneos, incluso don Bosco, y como lo llaman todavía los más antiguos. 
El viejo gentilhombre que, con cristiana sencillez, se adaptaba totalmente a la vida de la casa, parecía, en el mundo juvenil y democrático 
del Oratorio, la exaltación visible de don Bosco y de su obra. 

Carlos Alberto Cays, conde de Giletta y Casellette, descendía de una antiquísima familia de la nobleza nizarda. Después de cursar los 
primeros estudios en el colegio del Carmen de Turín, bajo la dirección de los jesuitas, alcanzó el doctorado en derecho. En 1837 se casó, 
pero, ocho años después, quedóse viudo con un hijo. Entonces se convirtió en padre de los pobres. Con amor singular atendía a la 
juventud abandonaba y enseñaba la doctrina cristiana en los oratorios de San Francisco de Sales, de San Luis Gonzaga y del Angel 
Custodio, pues fue uno de los muchos nobles turineses, conquistados por nuestro Beato, que cooperaron con él y a sus órdenes a socorrer 
moral y materialmente a los hijos del pueblo. Al igual de sus mayores, gozó de la benevolencia del Rey y de la familia real, que durante el 
cólera del año 1854 vivió tres meses en su castillo de Casellette, situado en un lugar salubérrimo al pie de los Alpes. Fue también 
diputado por el Parlamento subalpino durante la sexta ((219)) legislatura, desde 1857 a 1860, y resonó su voz elocuentemente en el aula 
del Congreso para defensa de los sanos principios y reivindicación de los derechos de la Iglesia. Pero, cuando vio que la política tomaba 
un sesgo demasiado opuesto a sus sentimientos católicos, se retiró a la vida privada, dedicándose únicamente a las obras de caridad y de 
religión. Visitar enfermos en las casas y en los hospitales, socorrer a personas desamparadas, catequizar a los niños, fundar y presidir las 
conferencias de San Vicente de Paúl en la ciudad y fuera de ella, promover la buena prensa, ser siempre uno de los primeros allí donde 
hubiese que hacer algún bien o que impedir algún mal. Esta fue la vida del conde Cays mientras permaneció en el seno de su propia 
familia. Todo ello no valió para librarle de las pesquisas de la policía; como don Bosco y otros insignes 
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personajes sufrió en 1862 un pesado allanamiento que sirvió para poner en claro que aquel santo varón no había salido nunca lo más 
mínimo del campo de la caridad cristiana. Sintió, sin embargo, el deber de defender el honor de su linaje; por lo cual escribió una 
memoria del hecho, de la que se desprende la gran nobleza y franqueza de su carácter 1. 

Un antiguo deseo de apartarse del mundo y abrazar el estado religioso revivió con más fuerza que nunca en su corazón alrededor del 
1877. Creemos que don Bosco se refiere a él mismo en una cartita del 4 de abril de aquel año con estas palabras: «he rezado mucho por el 
conocido individuo, pero lo que siempre danza en mi cabeza es que haría mucho bien en el estado eclesiástico. Usted que lo conoce mejor 
que yo, »qué dice de ello?». Sus vagas aspiraciones se fijaron finalmente en la Congregación Salesiana; y en el mes de mayo siguiente 
habló de ello con don Bosco, con quien siempre había tenido ilimitada confianza. El diálogo entre él y el Siervo de Dios publicado en la 
biografía con ocasión de su muerte 2, debe considerarse sustancialmente ((220)) auténtico, por haber sido sin duda comunicado y 
revisado por don Bosco, que no transmitía a los hermanos los anuales rasgos biográficos de los difuntos sin antes leerlos y añadir sus 
observaciones. 

Resulta, pues, que don Bosco lo escuchó y le dijo: 

-Bien está todo ello, señor Conde; »pero ha pensado usted qué quiere decir hacerse religioso? »Ha pensado que esto lleva consigo dejar 
riquezas, honores, placeres y todas las cosas del mundo? 

-Hace mucho tiempo que lo pienso, contestó el Conde, y sé todo lo que comporta este paso; pero también sé por experiencia propia que 
las riquezas, los honores y los placeres de esta tierra no satisfacen mi corazón y que de nada me servirán en el momento de la muerte. 

-Pero usted está acostumbrado a tener en su casa muchas comodidades de la vida; en cambio, en un Instituto religioso, aunque no se 
deja faltar lo necesario, sin embargo le digo claramente que le faltarán muchísimas cosas, que hoy tiene en abundancia para la comida, el 
vestido, la cama, y así sucesivamente. 

-Lo sé; pero también sé que muchos vinieron y viven sin tantas comodidades y delicadezas y espero que con la ayuda de Dios también 
yo podré prescindir de ellas. 

-Pero en su casa usted manda como dueño que es; en cambio en 

1 Una perquisizione, ossia le Franchigie costituzionali sotto il Ministerio Ricasoli. Memoria del conde Cays de Giletta y Casellette. 
Turín, Speirani, 1862. 

2 Biografías de los Salesianos difuntos en 1882. Sampierdarena, Tip. Salesiana, pág. 11-12. 
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una comunidad religiosa le tocará obedecer como un humilde siervo. »Ha puesto mientes en ello? 

-Sí, lo he considerado atentamente y me he convencido de que, en punto de muerte, me consolará más haber obedecido que haber 
mandado. 

-Perdóneme, señor Conde, si añado una observación más. Usted tiene ya una edad avanzada y yo no sé si ésta le permitirá observar las 
reglas del Instituto. 

-Es verdad, contestó el Conde después de un instante de reflexión y con acento conmovido; ya no soy joven y me pesa mucho tener que 
dar a Dios los últimos restos de mi vida. Sin embargo, me alienta el pensamiento de que todavía no soy un viejo decrépito y que, a mis 
sesenta y cuatro años, gozo de óptima salud, de suerte que espero poderme ((221)) adaptar a la vida común. Por lo menos, no me parece 
imprudente intentarlo. 

Al verle don Bosco tan decidido y conociendo su gran virtud, hubiera podido conformarlo sin más en su propósito y prometerle que lo 
aceptaba entre los suyos; pero no quiso ni las apariencias de la precipitación; por lo cual, como estaba ya a punto de comenzar la novena 
de María Auxiliadora, le sugirió que la hiciese para recibir luces del cielo, y que pasara también algún día en el retiro y en la oración. 

En principio, don Bosco no excluía de su Congregación a los hombres ya formados, ni a los nobles; mas en los comienzos le interesaba 
muchísimo la homogeneidad de los individuos que la componían; pero no miraba sin preocupación la eventualidad de que, al correr de 
los años, empezaran a entrar adultos y aristócratas. Tenemos sobre este tema una preciosa conversación del Siervo de Dios con don Julio 
Barbeis, que nos la ha transmitido en su crónica del 17 de mayo de 1876. 

-Todas las demás Congregaciones, dijo don Bosco, tuvieron en sus comienzos la ayuda de personas doctas e inteligentes, que, 
sumándose a ellas, auxiliaban al fundador o más bien se asociaban a él. Entre nosotros, no: todos son alumnos de don Bosco. Esto me 
costó un trabajo durísimo y continuo de unos treinta años, pero con la ventaja de que, al haber sido educados todos por don Bosco, tienen 
sus mismos métodos y sistemas. Los que entraban en las otras Congregaciones para ayudar a los fundadores, ciertamente cooperaban, 
pero, como ya estaban formados a su manera y como los hombres no pueden despojarse completamente del viejo Adán cuando han 
llegado a cierta edad, creaban cierta heterogeneidad de elementos, que acababa por ser fatal 
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para la Orden. Entre nosotros todavía no ha entrado ninguno de familia noble, muy rico o de gran ciencia; todo lo que se hizo y se 
aprendió, se aprendió y se hizo aquí. No comprenderá la importancia de este punto quien no haya meditado qué son las Congregaciones o 
las Ordenes religiosas; pero, quien reflexione sobre las causas de la prosperidad y decadencia de las diversas órdenes y sobre ((222)) el 
origen de algunas escisiones, a las que estuvieron sujetas tantas órdenes, encontrará que esto sucedía por la falta de homogeneidad desde 
el comienzo de la fundación de la Orden. 

En el momento decisivo del conde Cays hubo un hecho extraordinario, que pareció predispuesto por la Providencia, para manifestarle 
la voluntad de Dios. Había acabado el retiro y terminaba la novena; la víspera de María Auxiliadora debía exponer el Conde a don Bosco 
el estado de su alma. Alguna duda le quedaba. 

Aquella mañana estaba la antesala del Beato atestada de gente. También el conde Cays esperaba hacía un buen rato su turno, cuando 
entró una señora de Turín, medio arrastrando, medio llevando en brazos a una hija suya de once años, Josefina Longhi. Esta, víctima del 
susto que le habían causado unas amenazas, había sido acometida de convulsiones, había perdido la palabra y no podía servirse de la 
mano derecha, que tenía paralizada. Sus padres, después de consultar a diversos médicos, que le prescribieron curas y medicinas, después 
de muchas oraciones y promesas, no veían principio alguno de mejora. Hacía un mes que la muchacha no articulaba palabra y se 
manifestaba en ella una perturbación de las facultades mentales. Entonces la madre, que había oído contar las grandes maravillas que 
obraba María Auxiliadora por medio de don Bosco, llevó allí a la enferma para obtener su bendición. Pasada casi una hora de espera, se 
vio a la pobre mujer cómo enjugaba el sudor del rostro de la hija y después la tomaba por un brazo dispuesta a llevársela. Pero el 
secretario, don Joaquín Berto, le preguntó por qué quería irse ya; a lo que contestó que se le hacía tarde y parecía que la hija sufría 
esperando por más tiempo, ya que eran muchos los que iban delante de ella. Entonces los presentes se levantaron para contemplar a la 
enferma y unánimemente se brindaron a cederle el paso, al ver que realmente se trataba de un caso grave. No era posible dudar acerca del 
mísero estado de la infeliz. El más resuelto a conceder que se le diese la precedencia fue el conde Cays. Siguiéndola con la mirada cuando 
entraba, dijo para sus adentros: 

-Si esta niña sale curada, ((223)) será para mí una prueba de que la Virgen me quiere salesiano y apartaré de mí toda duda y temor. 
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»Qué sucedía en la habitación contigua mientras él rumiaba en la mente esta idea? 

La madre recostó a su hija en el sofá, contó a don Bosco la dolorosa historia y concluyó diciendo que ya no esperaba más que la 
misericordia de Dios y la intercesión de María Santísima; que se dignase, por tanto, darle la bendición. El Siervo de Dios la exhortó a 
tener confianza en la Virgen, le mandó arrodillarse y bendijo a la enfermita. Después invitó a la niña a santiguarse y ésta hizo ademán de 

obedecer, pero con la mano izquierda. 

-Con la izquierda no, sino con la derecha, dijo don Bosco. 

-No puede, contestó la madre. 

-Deje, deje que lo intente. íEa, con la derecha! 

Y ella lo hizo con soltura. 

-Muy bien, dijo don Bosco, lo has hecho bien; pero no has dicho las palabras. Ea, vuelve a santiguarte y di conmigo: -En el nombre del 

Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Así sea. 

La niña, muda desde hacía un mes, soltó la lengua, rezó y después, fuera de sí, empezó a gritar: 

-íMamá; la Virgen me ha curado! 

La madre lanzó un grito y rompió a llorar. 

Faltaba probar si podía tenerse en pie y caminar sin apoyo; y he aquí que anduvo de un lado a otro de la habitación con paso ligero y 
firme. Entonces la agraciada, que no podía contener ya su alegría, abrió la puerta, se presentó a los que llenaban la antesala y, con 
desenvoltura superior a su edad, narró lo sucedido. íQué emoción en todos! Madre e hija bajaron, acto seguido, a la iglesia para dar 
gracias a María Auxiliadora. 

Al ver esto el conde Cays ya no necesitó más. Cuando entró en la habitación de don Bosco, le contó la condición que había puesto y 
cómo se había cumplido, y añadió: 

-Si don Bosco me acepta, yo soy salesiano. 

-Venga en hora buena con nosotros, contestó don Bosco, será aceptado. 

-»Cuándo podría venir? 

-Cuando quiera. 

((224)) -Vendría mañana, fiesta de María Auxiliadora y cuadragésimo aniversario de mi casamiento; pero, como me queda algún asunto 
por arreglar, vendré, si nada se opone, el día 26. 

-Perfectamente, el 26 es la fiesta de san Felipe Neri. Espero que este Santo, tan devoto de la Virgen, le obtendrá la perseverancia. 

Y como lo dijo, lo hizo. En honor de la verdad, no debemos ocultar 

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que durante las primeras veinticuatro horas, y especialmente durante la noche, sostuvo una lucha formidable. El cambio de vida se le 
presentaba tan arduo, que temió no poder aguantar mucho tiempo. »No sería, pues, mejor retirarse honradamente al principio, para no 
verse obligado a hacerlo más tarde con asombro del público y después de causar molestias al Instituto? 

Dichoso él, que no tenía secretos con don Bosco. Presentóse a él el segundo día y abrióle su corazón. El Siervo de Dios se dio cuenta de 
la tentación y, aunque se había mostrado tan reacio para animarlo a entrar, después de la determinación tomada lo alentó. Hízole 
observaciones sobre las dificultades de los principios y sobre las señales de su vocación; serenóse el Conde y repuso: 

-Tiene usted razón. Yo no hacía estas reflexiones. Me he dejado turbar sin motivo. 

-Hagamos, pues, así, concluyó don Bosco: usted no piense tanto en las dificultades cuanto en el auxilio de Dios, que no le faltará. 
Pruebe unas semanas al menos. Mientras tanto recemos los dos. Si el Señor no quiere que siga usted adelante en este estado, espero que 
lo dará a conocer de alguna manera. 

Superó el desaliento, pero le vino una duda: la de saber si aquella curación había continuado o si había sido cosa momentánea. Pues 
bien, una mañana, atravesando la sacristía para ir a la iglesia, vio a la jovencita, en compañía de sus padres que volvía para presentar una 
ofrenda; caminaba por sí misma y tenía buen color; en conclusión, estaba muy bien. Este encuentro fue providencial. A partir de aquel día 
su determinación no sufrió más sacudidas ni vacilaciones. 

((225)) La innata nobleza de sus sentimientos, la coherente firmeza de su carácter fuerte y probado, la fe iluminada y vivida 
varonilmente durante tantos años, hicieron del conde Cays un salesiano de recio temple. Rompió en seguida la antigua costumbre de 
descansar hasta una hora cómoda, y se uniformó al horario común. Tenía por celda una humilde buhardilla, emplazada entre el segundo 
piso y el tejado, sin más ventana que un tragaluz; una de esas buhardillas que son en Turín los cuchitriles de la gente pobre y hoy día son 
en el Oratorio las habitaciones de los fámulos. En el invierno faltaba toda suerte de calefacción, por lo que el Conde envolvía su cuerpo 
para defenderse del frío en una ruda manta militar de lana verde, que quitaba de la cama. Se sentaba a la mesa común, olvidado de la 
pasada abundancia de su casa y satisfecho con una pobre comida, tan pobremente aderezada. A veces, no escapaba a los Superiores el 
esfuerzo que tenía que hacer para tragar ciertas cosas y le hacían servir algún plato especial; 
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pero él no quería excepciones. Es más; como los novicios tenían comedor aparte, algunos días después dejó la compañía de don Bosco, 
que tanto apreciaba, para unirse a ellos durante el tiempo señalado por el reglamento. Sus conocidos, que no ignoraban los cuidados que 
necesitaba para su delicada salud, no podían comprender cómo podía resistir; el barón Carlos Bianco de Barbania iba diciendo que 
aquello era para él un milagro. Toda su vida, como escribe don José Vespignani 1, era estudiar, rezar y entretenerse amablemente con los 
hermanos, sin recordar nunca su linaje ni las cosas del mundo. 

Recibió de manos de don Bosco la sotana clerical en el colegio de Lanzo, el 18 de septiembre de 1877; ya hacía más de tres meses que 
había comenzado el estudio de la teología 2. Por encargo de don Miguel Rúa, era su profesor don José Vespignani, que ((226)) había 
entrado poco antes en la Congregación y poseía una buena cultura eclesiástica. El Conde estaba bien pertrechado en ciencia religiosa, 
porque había dedicado mucho tiempo a la apologética para mantener con honor su puesto de diputado católico en el Parlamento 
subalpino, penetrado de espíritu hostil a la Iglesia. Escribía con soltura en prosa latina; es más, al ofrecer aquel año a don Bosco en su 
fiesta onomástica un precioso crucifijo, que había pertenecido al beato Cafasso, acompañó el regalo con un epigrama en dísticos latinos 
compuestos por él. Se entregó después con tanto ardor al estudio de la teología, que recitaba valientemente su lección en latín. Su 
minuciosidad al pedir explicaciones ponía en continua prueba la sagacidad del maestro, que advertía lo adelantado que estaba el Conde en 
el conocimiento de la Sagrada Escritura. Nadie, pues, se extrañó de que don Miguel Rúa, que lo examinó a fondo, lo presentara a don 
Bosco para recibir las órdenes sagradas poco después de su profesión perpetua, aun antes de terminar el año 1877. 

El Beato había determinado admitirlo a los votos en la fiesta de la Inmaculada, reduciendo a lo mínimo el tiempo del noviciado y así 
presentarlo para la tonsura y las cuatro órdenes menores en la ordenación de Navidad. Pío IX, que conocía la gran prudencia de don 
Bosco, le había concedido para el régimen interno de la Congregación facultades muy amplias, de las que él se servía sin hablar nunca de 
ellas públicamente y sin referirse a ellas tampoco en las controversias que a veces surgían; pero los Superiores lo sabían. Evidentemente, 
después de la muerte de Pío IX estas facultades caducaban. 

1 Lugar citado, pág. 87. 

2 El 19 de septiembre escribió don Bosco al teólogo Margotti: «Ayer recibió la sotana clerical aquí en Lanzo. Espero que será un 
salesiano modelo. Cada semana estudia un tratado entero». 
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Don Miguel Rúa hizo la petición de las órdenes sagradas para el Conde y otros dos clérigos cuarenta días antes, como lo exigía el 
Arzobispo al Oratorio. Así que escribió el 14 de noviembre a monseñor Gastaldi, rogándole se dignara a ordenar a dichos clérigos el 
sábado de témporas de Navidad, 22 de diciembre, participándole que el Conde profesaría el 8 del mismo mes. Su Excelencia respondió al 
Conde, no a don Miguel Rúa, ((227)) en estos términos 1: 

«Le admitiré para ese día a la tonsura y a las órdenes menores, con tal de que constituya en esta Curia arzobispal el patrimonio 
eclesiástico, puesto que yo no puedo considerar como válidos los votos mencionados, que se hagan antes del tiempo prescrito por las 
Reglas Salesianas, salvo que V. S. tenga facultad para ello con rescripto pontificio o al menos con carta de la Sagrada Congregación de 
Obispos y Regulares, que se me comunique, para que yo la examine. Puesto que conozco a V. S. desde 1829 y sé, por tanto, que está en 
perfecta regla, no exijo que pida las testimoniales prescritas por el decreto pontificio de 25 de enero de 1848; y las considero como 
pedidas y obtenidas. Mas no puedo en conciencia proceder para la sagrada ordenación diversamente a como he expresado anteriorente». 

Salvada esta dificultad de la manera pedida, el Ordinario notificó el 23 de noviembre que lo admitiría con los otros dos clérigos 
salesianos; pero el día 24 volvió a escribir, diciendo que no admitiría a los otros dos. A pesar de esto, ambos se presentaron el 6 de 
diciembre en la Curia, rogando se les notificara si podían presentarse a examen. Monseñor, que creía por entonces que don Bosco había 
sido el inspirador de una carta anónima, de la que hablaremos más adelante, mandó que se les contestara negativamente. Aquel mismo 
día, se presentó también el Conde, y le contestaron que él estaba admitido pero los otros dos no. Avergonzado y extrañado, declaró el 
Conde repetidamente que él era salesiano lo mismo que los otros dos y que quería ser tal hasta la muerte; y no contento con estas 
declaraciones verbales, se entendió con don Bosco y escribió la siguiente carta: 

Excelencia Reverendísima: 

De los tres salesianos que hemos presentado a V. E. Rvma. nuestra petición para ser admitidos a las sagradas órdenes, un servidor para 
las órdenes menores y los otros dos para el subdiaconado, sólo yo he tenido la suerte de ser favorecido. 

1 Carta del 14 de noviembre de 1877. 
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Debo dar a V. E. mis más vivas gracias; pero siento la obligación de cumplir otro deber, que, aunque me resulta penoso, ((228)) no por 
eso debo omitir. Desde luego no me corresponde a mí investigar las razones que puedan haber determinado a V. E. Rvma. a esta 
diversidad de trato; pero no he podido dejar de reflexionar en la diferencia más notable que hay entre mí y los otros dos postulantes; a 
saber, que éstos están ya definitivamente inscritos en la Congregación Salesiana, y como tales han hecho su petición, mientras que yo no 
lo estaba todavía. Cuando así fuera, me considero obligado en conciencia a dar a conocer a V. E. Rvma. que mañana, día de la 
Inmaculada Concepción, tendré la dicha de emitir los votos como salesiano; por consiguiente, en el momento de la ordenación yo 
también seré salesiano de corazón y de hecho. Puesto así en la misma condición de los otros, »puedo yo todavía presentarme solo a las 
órdenes, ante las razones que pueden haber persuadido a V. E. Rvma. para no admitir a los salesianos a las ordenaciones en esta 
circunstancia? 

Sería mi inmenso deseo no retardar el cumplimiento de uno de mis más queridos anhelos, mas no puedo olvidar que mi voluntad no 
estuvo nunca separada de la de pertenecer a la Congregación Salesiana a la que me he consagrado. 

Si este mi acto solemne pudiese dar pie a creer que no fue siempre tal mi íntima convicción, debo más bien, a pesar mío, privarme del 
honor de presentarme a las próximas ordenaciones, remitiendo al Señor y a María Santísima Auxiliadora el cumplimiento de mi deseo. 

Como miembro que soy de esta santa Congregación, no puedo separarme de la suerte de mis hermanos y, aunque este paso me es 
sumamente doloroso, debo empero preferirlo al que podría mostrarme ingrato a esta buena madre y ocasión de afrenta a mis hermanos. 

Confío que V. E. no encontrará descomedido este escrito que nace del deseo de abrirle sinceramente todo mi corazón como a mi 
Superior Eclesiástico, al que siempre he tenido y tendré el más sincero afectuoso respeto y profunda veneración. 

Mientras tanto, beso reverentemente su anillo y me honro profesándome 

7 de diciembre de 1877. 

Su atto. y s. s. 

C. CAYS 
En Turín ya se hablaba mucho de este incidente; y además la respuesta del Conde, tan ponderada en sí misma, era también digna de 
consideración por la cualidad de quien la escribía. Por lo cual, temiendo el Arzobispo que su determinación diese motivo a habladurías de 
parcialidades, mandó escribir inmediatamente que estaban admitidos al examen ((229)) los tres candidatos. Después de esta favorable 
decisión, recibieron las órdenes de manos de monseñor Gastaldi. 

El día de la Inmaculada, hacia las seis de la tarde, asistieron todos los profesos y novicios del Oratorio, junto con los aspirantes 
estudiantes y aprendices, en la iglesia de San Francisco a la profesión del conde Cays precedida de la trienal de los tres clérigos Galavotti, 
Bielli y 
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Calligaris y del coadjutor Lisa. En 1852 el Conde había ayudado a don Bosco a la construcción de aquella iglesia y había sido el prioste 
de la fiesta de san Luis; el buen Padre tomó ocasión de ello para mostrar los admirables caminos de la Providencia. Habló, pues, así: 

En este día, dedicado a María Santísima Inmaculada, tengo una gran satisfacción al reunirme con todos mis hijos salesianos, profesos, 
novicios y aspirantes, y poder dirigirles mi palabra. Es una gran satisfacción para mí que, entre las cosas que se hicieron en su honor, 
haya habido ahora mismo varias profesiones religiosas, que son las ofrendas más agradables que se puedan hacer a Dios y a su Santísima 
Madre. Fue más solemne esta fiesta por la renuncia que algunos hicieron a su propia voluntad y a las propias comodidades para agradar a 
María, dedicándose al servicio de su Divino Hijo Jesús. En cuanto a mí, no puedo por menos, humanamente hablando, de alegrarme 
también mucho con los que han emitido su profesión religiosa. 

Uno, entre éstos, me ha conmovido especialmente y éste es el conde Cays. 

El estaba ya aquí con nosotros cuando se construía esta iglesia, venía a ayudarnos, tomaba parte en las obras y nos auxiliaba en nuestras 
fiestas. Si, en aquel momento, hubiese alguien dicho: -Vendrá un tiempo en que el conde Cays hará los votos de pobreza, castidad y 
obediencia en esta misma iglesia, dejará todas las comodidades que posee y todas las satisfacciones que puede esperar en el mundo, para 
abrazar una vida austera y mortificada, se hará salesiano, habría sido tenido por loco. Ciertamente, ni él ni yo lo habríamos imaginado. Y 
sin embargo, lo que nadie podía imaginar, lo realizó la divina Providencia. Y así, en esta misma iglesia, que él nos ayudó a edificar, 
donde se ha consagrado al Señor con los votos, no por cierto para gozar en el porvenir de mayores satisfacciones, servirá de guía al cielo 
para muchos jovencitos. La divina Providencia ha dispuesto este hecho por caminos admirables, que yo he aceptado de buen grado. Ah, 
sí; es preciso afirmar que los caminos del Señor son secretos y, cuando llega el momento previamente fijado, El manifiesta su voluntad. 

Dichosos los elegidos por Dios, ((230)) jóvenes o viejos, ricos o pobres, para cumplir su santa voluntad, para su mayor gloria y el 
propio provecho espiritual. Dichosos los que, en cuanto conocen esta voluntad, al punto, la aceptan y se presentan a realizarla. Serán 
salvos eternamente. 

Expuesta esta idea, es preciso que pase a expresar otro pensamiento, a decir una palabra general para todos los salesianos, mis hijos, 
aquí reunidos. Es la primera vez en este curso que puedo hablaros a todos juntos y tal vez no pueda tener otra ocasión para juntaros. Es 
una palabra que acudió a mi mente, mientras se hacía la profesión religiosa; es ésta. Dice el Catecismo: 

«Yo he sido creado para conocer, amar y servir al Señor en esta vida y para ir a gozarlo para siempre en la patria celeste». íCuántos 
sublimes pensamientos se encierran en estas palabras! Hay en ellas materia de meditación para doctos e ignorantes, ricos y pobres, 
afortunados y desdichados, en suma, para todos los que se encuentran en esta tierra. Todos somos llamados para conocer, amar y servir a 
Dios. Pero son muchos los obstáculos que no nos permiten amar y servir a Dios como se debe; las riquezas, las pasiones, el demonio; por 
eso son muy pocos en el mundo los que viven en realidad cristiana y santamente. Sin embargo, Dios manifiesta su santa voluntad, de que 
nos quiere a todos santos: haec est voluntas Dei, sanctifcatio vestra. Y por eso 
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El nos da todos los medios para salvarnos, y después nos dice: Ahora pensad vosotros en aprovechar estos medios. 

Y »cuál es el medio más eficaz para disminuir estos obstáculos y, así, en vez de tener que combatir como ciento, baste hacerlo como 
noventa, como sesenta, como diez? El medio lo hay; el medio es hacer lo que nos dice Jesucristo: Vete, deja lo que tienes, y sigueme. 
Entrar en Religión. Esto derriba de un solo golpe a nuestros tres enemigos, con los votos de pobreza, castidad y obediencia. 

íEn efecto, qué diferencia hay entre la paz y tranquilidad de los que se consagran a Dios en la religión y los que viven en el mundo! Dos 
pensamientos se disputan la superioridad en su mente, dos afectos porfían por acaparar la posesión de su corazón. Creen ellos poderse 
salvar gozando las míseras cosas de esta tierra, cuando es cierto que no se puede servir a dos señores y estar con los dos a la vez. Si se 
ama a uno, hay que aborrecer necesariamente al otro; si se sirve a uno, no se puede por menos que despreciar al otro. El demonio nos 
solicita con todos los halagos inimaginables: Fruamur bonis, coronemus nos rosis, antequam marcescant; pero Jesucristo manda: Diliges 
Dominum Deum tuium ex toto corde tuo, ex tota mente tua, ex tota anima tua, ex totis viribus tuis (Gocemos de los bienes, coronémonos 
de rosas, antes que se marchiten; amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas); nos quiere para él a 
todos por entero, tal y como somos con todo lo que somos y tenemos. Pero ninguno puede a la vez servir a Dios y gozar de los bienes de 
la tierra, es decir, servir al demonio. íEs muy grande el apego que el hombre tiene a las riquezas! ((231)) y sin embargo, está escrito: Non 
potestis Deo servire et mammonae (No podéis servir a Dios y al dinero). Los que están en el mundo se encuentran entre dos poderes. Por 
una parte Dios, a quien debemos servir; por la otra, la vanidad y la concupiscencia, a las que nos inclina la naturaleza corrompida, 
mientras debemos rechazarlas en absoluto, so pena de un eterno sufrir. »Ceder al mundo y al demonio? Y vienen entonces las amarguras 
de conciencia, los remordimientos y en consecuencia la pérdida de la paz. »Resistir? íSin duda! íY luchar sin tregua! Y de ahí las grandes 
luchas a soportar en el curso de la vida por todas partes; las ardientes pasiones, los asaltos de la vanagloria, de la soberbia, de la envidia; 
los halagos de la gula, el atractivo de las riquezas, que son espinas, en palabras del Maestro Divino; para alcanzarlas, para guardarlas, 
para poseerlas, continuas distracciones y preocupaciones; afición a ellas demasiado pronunciada, aún con dano del alma y olvidando a 
Dios, o no dando al Señor el puesto que le corresponde en nuestro corazón, por los parientes y amigos. Todas estas luchas de día y de 
noche, cuando estamos despiertos y cuando vamos a descansar. Pues bien, en medio de estas luchas continuas y duras, que el demonio 
entabla con los cristianos, he aquí el medio que nos ofrece el Señor para defendernos contra las insidias y tormentos y salir ilesos: 
aumentar en nosotros las fuerzas y quitarlas al enemigo. 

Si no quieres habértelas con tan duros combates, dice Jesús, ve, renuncia a tus comodidades, vende lo que tienes, ven y sígueme y 
tendrás una recompensa cien veces mayor en la vida presente, y la vida eterna en el futuro. Así le dijo a un joven hebreo que le había 
preguntado de qué modo podría llegar a la perfección: Si vis perfectus esse, vade, vende quae habes et da pauperibus et veni, sequere me. 
Alejarse de todo lo que es causa de combate, cortar toda relación con nuestros enemigos, ponernos al lado del Divino Salvador; en 
conclusión, entrar en religión, éste es el medio para alcanzar la paz y la seguridad. Dijo Jesucristo también a los Apóstoles: Si queréis 
dejar de ser pescadores de peces y llegar a ser pescadores de hombres, dejad todo lo que poseéis y venid conmigo. Muy poco tenían 
aquellos pescadores; y, sin embargo, 
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Jesús quiso que dejaran también aquello poco íQuien desee ser verdaderamente mío, desprecie las cosas de esta tierra! He ahí la máxima 
que nos deja el Divino Salvador, para poder tener la seguridad de salvarnos. 

Pero »no puede uno salvarse viviendo en el mundo? Sí, pero debo también añadir que hay en él muchas dificultades que superar y éstas 
quedan eliminadas, si uno deja el mundo y se consagra totalmente a Dios. 

Hay quien va diciendo: 

-»Acaso no hay en el mundo santos, hombres profundamente cristianos, que guardan exactamente la ley de Dios, como los que viven en 
religión? 

Los hay, es verdad, en el mundo hay muchos buenos cristianos, pero también hay muchos peligros y muchas dificultades que vencer 
para hacer un poco de bien. Cuando quieren hacer un acto de piedad, casi siempre se ven ((232)) impedidos, por el contrario, en la 
Congregación son actos prescritos por la Regla, hay un tiempo establecido para practicarlos y resulta facilísimo dar este pasto espiritual al 
alma. »Cuántos son, por ejemplo, los cristianos que hacen meditación en el mundo? Poquísimos. »Quiénes son los cristianos que pueden 
hacerla mejor? Entre nosotros afortunadamente existe la santa costumbre de hacer meditación cada día. Si la queremos hacer todos 
juntos, no tenemos más que levantarnos pronto por la mañana. Nos levantamos a las cinco y vamos a la iglesia, sin que nadie nos lo 
impida. En el mundo, por el contrario, no es posible hacerla muchos juntos. Estando solos, no se sabe qué momento elegir para hacerla 
durante el día, porque los quehaceres de casa apremian por todas partes. A veces tienen una visita, a veces tienen que devolverla, hoy 
están invitados a una comida, mañana tienen que convidar a los amigos en su propia casa. Se trata de conveniencias sociales impuestas 
por la costumbre, y íay de aquel que no las guarda! Hay que atender a la familia, hay que pensar en hacer reparar la propia habitación, hay 
que pagar el alquiler a su tiempo e ir a cobrar las rentas, hay que atender al negocio, a la tienda. 

No hablemos de levantarse temprano, porque en el siglo, a decir verdad, se levantan muy tarde. Algunos aguardan a dejar la cama a las 
siete, a las ocho e incluso a las diez. No hace mucho fui a visitar a una honesta persona y me dijeron que no podía recibirme, porque 
estaba todavía acostada. Eran las diez pasadas. 

-»Cómo es eso? »No se ha levantado todavía? »Se acostó muy tarde?, dije yo. 

Y me contestaron: 

-Vea usted: come a las cuatro, tiene un rato de conversación, va al teatro, alguna vez también al baile, y no viene a acostarse antes de 
media noche, por eso necesita descansar hasta hora avanzada. 

Yo pensé entonces: si nosotros llevásemos también esta vida, »qué sería de la meditación? ííAy!! No se hablaría de meditación. Y si 
vamos a examinar cómo se desenvuelve su jornada, veremos que los mundanos encuentran cada día mayores dificultades para hacer el 
bien. Tienen tal vez la intención de oír misa, de ir a hacer una visita en la iglesia, pero nunca tienen tiempo y oportunidad. 

Lo mismo sucede para cualquier otra cosa que concierne a la devoción. En conclusión, el mundo no es un ambiente para las prácticas 
de piedad; antes, al contrario, diré que es un lugar donde es muy difícil la observancia de la ley de Dios, donde casi es imposible practicar 
los consejos evangélicos. Ya es mucho si uno se mantiene en gracia de Dios y no cae en los lazos que le tienden el demonio y la carne. 

Por tanto, un buen cristiano que ansía quedar libre de estos peligros, sólo tiene una cosa que hacer: huir de ellos, retirarse a la religión, 
donde se encontrará como en una fortaleza, a la que no podrán acercarse sus enemigos. Pero Dios no da a todos 
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esta gracia singular de la vocación religiosa, y; ídichosos los elegidos por El! Todos nosotros lo fuimos, pues el habernos reunido Dios 
aquí, es una señal manifiesta de que su ((233)) voluntad es que lo sirvamos aquí. Y yo os digo que, si perseveráis en la religión, en la 
observancia de las reglas, arrancaréis las armas de manos de los enemigos de vuestra alma, y recorreréis seguros los caminos del cielo, 
tendréis el céntuplo en esta tierra según la promesa del Salvador, y la vida eterna después de la muerte. 

Ah, si los que están en el mundo pudiesen conocer la paz y la felicidad que se disfruta en la religión, todos sin distinción dejarían sus 
pasatiempos, sus delicias, sus riquezas para entrar en los claustros y en las congregaciones religiosas, para encontrar la felicidad que en 
vano andan buscando en otras partes. Nosotros, que la hemos conocido y nos hemos reunido en este lugar, hemos de saber aprovechar tan 
gran suerte. Es una gracia enorme la que Dios nos hace al llamarnos a la religión. Tenemos un gran tesoro en nuestras manos. Os digo 
esto para que nadie se forje ilusiones. Todos fuisteis llamados por Dios. Es preciso, pues, que correspondáis a la gracia, y, después, estad 
seguros y yo os lo certifico, disfrutaréis de la dulzura de quien vive en una comunidad religiosa. 

Dirá alguno: 

-»Puede don Bosco asegurarnos realmente que todos nosotros somos llamados a este estado? 

No quiero penetrar hasta el fondo para conocer particularmente las señales de la llamada divina; pero creo poderos contestar que sí, 
pues el hecho mismo de habernos reunido a todos es señal de la divina voluntad. Os lo repito: observad las reglas y estad seguros. 

Pero también vosotros que estáis en la Congregación, no penséis ya en holgar y en poder salvaros estando apegados a lo menos con el 
corazón a las miserias de esta tierra. Desde luego aquél de entre vosotros que quisiese servir a dos señores, no debería estar en comunidad 
para encontrar la paz en ella. íNecio sería quien hiciese los votos pensando que aquí no hay más que goces! íNecio sería quien fuese del 
número de aquéllos, de los que dice san Bernardo: pauperes esse volunt, eo tamen pacto, ut nihil eis desit! (quieren ser pobres, a 
condición de que no les falte nada). Desengáñese ese tal, se equivocaría de parte a parte. En la religión no todo son rosas, antes al 
contrario, en ella hay espinas. »Pero querremos coronarnos nosotros de rosas, mientras Jesús está coronado de espinas? A veces la 
humildad, la obediencia, la mortificación y el trabajo tienen sus espinas. »Y quién no sabe que es estrecho el camino del cielo? 

Pero yo quisiera decir también a alguno: -No te engañes poniendo en tu corazón que la vida religiosa es toda una vida de sacrificios. 
Primero las espinas y después las rosas. Es verdad que la vida religiosa pide trabajo continuo, espíritu de sacrificio, humilde abnegación 
de sí mismo, pero estas mismas pruebas son fuentes de gracias mayores y de grandísimos consuelos pensando que servimos a un amo tan 
justo y tan bueno. Es verdad que nuestra paga está en el cielo, dice san Pablo, pero también aquí en la tierra se recibe de muchas maneras 
el ciento por uno de lo que uno sacrifica al Señor. Hay que ofrecérselo todo a El, todos nuestros trabajos deben ser para su gloria, y 
también para El, el premio de nuestro trabajo; pero, ((234)) cuando estamos cansados, el Señor endulza nuestro descanso y otros 
compañeros nos alivian: cuando nos tienta el enemigo, nosotros lo conocemos por sus halagos y tenemos poderosas armas con que 
defendernos, armas que el Señor mismo nos proporciona. Y sobre todo el céntuplo, que Jesucristo promete a los religiosos en esta vida, 
se debe repetir de la paz, de la confianza, de los consuelos que experimentaremos en el momento de la muerte. Fidelis Deus! pero lo que 
más vale es la promesa de la vida eterna. 
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Y todos nosotros, queridos salesianos, llegaremos a ella conservando el tesoro de nuestra vocación, observando nuestras reglas y 
manteniéndonos siempre bajo la protección de María Auxiliadora, que tanto quiere favorecernos. 

La anticipada profesión del conde Cays dio origen al año siguiente a una controversia enojosa, que bastará exponer aquí sumariamente. 
El Arzobispo, en lugar de oír a don Bosco, como hubiera sido natural, denunció a Roma el hecho de su admisión a los votos perpetuos, 
antes de haber acabado el año de noviciado. El nuevo prefecto de la sagrada Congregación de Obispos y Regulares, Cardenal Ferrieri, 
pidió explicaciones del caso a don Bosco. El Siervo de Dios contestó alegando las razones canónicas, que le parecían justificar 
cumplidamente su proceder y apoyándolas en la autoridad de un conocido y muy apreciado maestro en derecho eclesiástico: 

Eminencia Reverendísima: 

Preguntado sobre si, en mi calidad de Superior General de la Congregación Salesiana, he concedido realmente dispensa al conde Cays 
de Giletta de cumplir un año entero de Noviciado, incorporándolo antes de su término a dicha Congregación por medio de los votos 
simples, y por qué motivo lo he hecho: respondo afrmativamente a la primera cuestión; en cuanto a la segunda, confieso también con toda 
humildad que yo creí en conciencia poder hacerlo, tanto con respecto a la validez, como con respecto a la licitud del acto. 

Para la validez me parecieron suficientes las siguientes razones. Por una parte no se ha publicado, que yo sepa, una declaración 
autorizada, sobre si la ley del Tridentino (Ses. 25, Cap. 15), según la cual se prescribe, so pena de nulidad, que deba anteponerse un ano 
entero de noviciado a la entrada en los institutos religiosos, se refiera sólo a la profesión solemne, o si también se extienda a la entrada 
que se hace con votos simples. Por otra parte los autores, que han ((235)) escrito sobre esta cuestión, no están de acuerdo sobre este 
punto. Bouix, acreditado canonista contemporáneo, en su tratado De iure regularium (parte IV, Cap. V, N.° 11 ) se declara abiertamente 
por la validez de la entrada hecha antes de cumplir el año entero del noviciado. 

Queriendo, sin embargo, proceder con seguridad en esta materia, he pedido a un Eminentísimo Purpurado su parecer; y éste, después de 
consultar al Padre Santo, me contestó que no había razón para dudar de ello, y que, por consiguiente, podía seguir con tranquilidad al 
probado autor (Bouix) que yo citaba. 

De todos modos será permitido, siquiera, dudar de ello. En este caso, tratándose de una ley rigurosa, podremos en la duda, y 
ateniéndonos a los principios generales, interpretar la ley en el sentido más estricto y riguroso, y admitir sin temor a equivocarnos, que es 
válida la incorporación del novicio aun antes de acabar enteramente el noviciado. 

Partiendo de otro principio se puede igualmente observar que la ley citada por el Tridentino habla de la necesidad del año entero para la 
validez de la profesión. Siendo una ley rigurosa, como hemos dicho, debe ser interpretada según la estricta significación de los términos, 
según la cual la palabra profesión significa solemnidad de votos 
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religiosos. Por consiguiente, con todo derecho la ley del Tridentino podrá interpretarse con respecto a sólo estos votos solemnes. 

En confirmación de todo esto nótese que donde, según la reciente disciplina, se habla de votos simples que deben preceder a los 
solemnes, se establece, sí, que sea nula la profesión solemne, si no preceden los votos simples; pero nunca se afirma que sean igualmente 
nulos los votos simples si no son precedidos por un año entero de noviciado. Señal evidente de que la Santa Sede no ha creído necesarias 
las mismas condiciones para unos y otros. 

Y con razón, puesto que los votos solemnes son absolutamente indispensables y difícilmente se puede poner remedio a ellos, cuando se 
emitieron incautamente y sin haber cumplido por lo menos las pruebas; y esto no sucede con los votos simples. Por lo cual es evidente 
que las leyes establecidas para los votos solemnes no se pueden extender por sola analogía y sin paridad de causa, a los votos simples. 

Finalmente tampoco podría afirmarse por parte de las Constituciones Salesianas que sea inválida esta dispensa del año entero del 
noviciado, pues en ningún lugar de las mismas se establece que el Superior General no pueda conceder esta dispensa. 

Demostrada de este modo la validez de la dispensa, queda por establecer en nuestro caso la licitud. 

Sin duda sería ilícita semejante dispensa, como contraria a los intereses de la religión y del novicio, si no hubiese graves razones para 
hacer una excepción, como afirma Bouix en el lugar citado. 

Pero aquí se trata de un caso extraordinario; es decir, se trata de una persona muy distinguida por su piedad, talentos, doctrina, ((236)) 
vida larga y activa al servicio de Dios; de un docto laureado in utroque iure, instruido en la Sagrada Teología Dogmática y Moral, elegido 
miembro del Parlamento Sardo, en el que dio excelentes pruebas de ciencia y valentía cristiana en compañía de su amigo el conde Solaro 
de la Margherita, de un inteligente Director de la Sociedad de San Vicente Paúl, ilustre por nobleza y renta patrimonial, provisto de título 
para sagradas órdenes, que aún antes de comenzar el noviciado pasó varios meses de prueba de la vida religiosa, que meditaba abrazar en 
la casa madre de los salesianos renunciando a las comodidades de la vida, a la avanzada edad de más de sesenta y cinco años. Por lo cual 
no había lugar para dudar de las óptimas cualidades del novicio, ni de la madurez de la deliberación, ni de la firmeza del santo propósito, 
ni del bien que podría hacer al servicio de la religión y de la Iglesia; es más, se pretendía con la dispensa recompensar, por una parte los 
méritos de un hombre que había dado ejemplo de singulares virtudes y santas intenciones, y por otra, ponerlo en condiciones de remediar 
lo más pronto posible las muchas necesidades, a las que la naciente Congregación está llamada, por la divina bondad, a poner remedio. 

En prueba de todo esto valga la misma autoridad del Arzobispo de Turín, monseñor Gastaldi, que, con carta dirigida al novicio, creyó 
oportuno poder darle una señal de aprecio dispensándolo, por exclusiva suya, de las testimoniales que se requieren para admitir 
lícitamente al novicio a la tonsura y a las órdenes menores. 

Con toda la confianza de haberme justificado inmune de error y de culpa, me declaro, como es mi deber, siempre dispuesto a la 
observancia de las leyes eclesiásticas y a las normas, que la Sagrada Congregación tuviese a bien prescribirme para mi conducta y para el 
buen gobierno de la Congregación Salesiana. 

Turín, 18 de junio de 1878. Su atto. y s.s. JUAN BOSCO, Pbro. 
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Estas consideraciones no fueron favorablemente acogidas; en efecto, el Cardenal le contestó que era necesario atenerse a cuanto 
prescribían las Constituciones salesianas en materia de votos 1. La carta de Su Eminencia fue transmitida oficialmente a don Bosco el 7 
de julio por el abogado don Constantino Leonori, que desde hacía algún tiempo ejercía como tal ante las Congregaciones Romanas 2. 

((237)) Pero don Bosco no había dicho todo en la carta que acabamos de reproducir. Cuando en noviembre de 1877 se pusieron en 
Turín las primeras objeciones sobre la validez de la inminente profesión religiosa del Conde, él había consultado con un Cardenal de la 
Curia, que probablemente, por no decir ciertamente, fue el cardenal Berardi, su consejero íntimo en los asuntos más delicados, y habíale 
rogado, además, consultara al Papa sobre el incidente. El Padre Santo no encontró nada que oponer a lo que don Bosco había pensado 
hacer. No se podía esperar otra cosa del Padre Santo; más de una vez hemos tenido ocasión de recordar cómo Pío IX habíale dado 
verbalmente facultades amplísimas para el gobierno interno de la Sociedad, pues El se fiaba sin límites de la prudencia de don Bosco. 

Y prudentemente aprovechaba don Bosco la soberana liberalidad y aún más prudentemente hablaba de ella. Insistió, pues, en pedir una 
sentencia que legitimara su acto sin que se necesitasen especiales formalidades, aclarando mejor y con toda humildad las razones de su 
proceder. Por tanto volvió a escribir en estos términos: 

Eminencia Rvma.: 

El día 8 del mes corriente recibí la veneradísima carta, con que V. E. me invitaba a pedir una sentencia que legitimara lo hecho con el 
conde Cays, por haber sido admitido a la profesión religiosa antes de terminar el año de noviciado o, como dicen nuestras Constituciones, 
antes de acabar el tiempo de la segunda prueba. 

Sin hacer la más mínima observación, pido únicamente de un modo gratuito y como obsequio hacia la Santa Sede y para decoro de la 
Congregación a cuyo frente he sido puesto, que yo recuerde algunas razones en las que me he fundado al conceder esta dispensa, como ya 
fue más difusamente expuesto en mi carta anterior. 

1.º Acreditados canonistas, como Bouix y Ferraris, afirman que el decreto tridentino sobre el año entero de noviciado obliga solamente 
a las órdenes religiosas de votos solemnes, que profesan obediencia, ((238)) castidad y pobreza en sentido absoluto, pero 

1 Carta del 25 de junio de 1878. 

2 Ignoramos cuándo precisamente y de qué manera el Siervo de Dios había renunciado a los servicios del abogado Menghini para 
valerse del abogado Leonori. Una razón de delicadeza debió sin duda intervenir a determinarlo a ello. Como ya vimos, el canónigo 
Menghini defendía también las causas de monseñor Gastaldi, lo cual no podía dejar de poner en apuros al abogado y al uno o al otro de 
sus clientes. De él ya no aparece mención alguna en la correspondencia de don Bosco. 
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que las congregaciones eclesiásticas de votos simples no están comprendidas en él y por esto los superiores de éstas pueden, por graves 
motivos, dispensar de alguna fracción de ese tiempo de prueba. 

2.° Sin embargo, queriéndome asegurar de mi proceder he rogado a un benemérito purpurado tuviere a bien hablar de ello al Padre 
Santo. 

La respuesta fue que, apoyado en la autoridad de aquellos autores y en la autorizada declaración de Su Santidad, yo podía con toda 
tranquilidad conceder tal dispensa. 

No he pedido rescripto alguno, por tratarse de un caso particular referente a cosas internas del Instituto. 

Expuestas estas razones de mi proceder, me postro humildemente a los pies de V. E. implorando venia por el error involutariamente 
cometido y pido la necesaria sentencia que legitime mi acto. 

Noto únicamente que, habiendo transcurrido ya el tiempo prescrito para el noviciado del conde Cays desde hace varios meses, haré 
repetir al mismo la fórmula de la profesión religiosa y cumpliré todo lo demás que V. E. juzgue mandar. 

Tengo el alto honor de poderme profesar de V. E. Rvma. 

Turín, 17 de julio de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Indudablemente don Bosco hubiera hecho mejor si se hubiese provisto de un rescripto pontificio, para poderlo exhibir en cualquier 
contingencia; pero no sintió la necesidad de pedirlo, ya fuera porque el Conde, al depositar el patrimonio en la Curia de Turín, recibía 
regularmente las sagradas órdenes, ya fuera porque él estaba a mil leguas de suponer que el caso iba a ser llevado al tribunal de Roma. 
Por este motivo se encontró entonces privado de su más válido medio de defensa, cuando Pío IX murió. 

El Prefecto de la Sagrada Congregación replicó el 29 de julio que se pidiese simplemente la sentencia que legitimara el noviciado y la 
profesión del Conde, y que éste declarase por escrito que era su voluntad obtenerla. 

Hablar en seguida al Conde del asunto hubiera sido infundir de improviso el espanto en su ánimo y dejarle creer que los Superiores 
actuaban atolondradamente y con ignorancia de las leyes eclesiásticas; lo cual le ((239)) habría quitado la serenidad necesaria para 
prepararse a la ordenación sacerdotal que se acercaba a grandes pasos. Porque conviene saber que uno de los motivos de adelantarle los 
votos había sido la necesidad de librarle de las angustias de una agitación interna que, en efecto, cesó. 

Don Bosco estimó, pues, oportuno diferir y aguardar el momento pertinente, tanto más cuanto que el Cardenal no fijaba término alguno 
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para la ejecución. Llegó después el verano, cuando aflojaban los trabajos de las Congregaciones Romanas, de suerte que el Conde tuvo 
oportunidad para celebrar tranquilamente su primera misa y también para hacer con don Miguel Rúa un viaje a París, donde trataron 
importantes intereses de la Congregación, como narraremos más adelante. A su regreso, estaba ya en un estado de ánimo que le permitía 
recibir la inesperada comunicación sin peligro de repercusiones. En efecto, cuando se enteró de lo que se le pedía y comprendió bien la 
naturaleza y el alcance de la cuestión, escribió al Padre Santo la siguiente súplica con fecha 4 de diciembre. 

«Carlos Cays, sacerdote salesiano en Turín, respetuosamente expone a Vuestra Santidad haber tenido noticia de que su profesión 
religiosa es irregular por no estar conforme con lo que prescriben las Constituciones de dicha Congregación Salesiana; por tanto implora 
humildemente benévola sentencia que legitime el acto, declarando que es su absoluta intención seguir en la Congregación Salesiana y que 
está dispuesto a renovar su profesión religiosa con votos perpetuos...». 

El 12 de diciembre el abogado Leonori envió el rescripto 1, en el que se mandaba al Conde pasar un mes entero en la casa de noviciado 
bajo la dirección del Maestro de Novicios y después repetir la profesión perpetua de acuerdo con las Constituciones. Con toda sencillez 
volvió el buen religioso a ir a comer al refectorio de los ((240)) novicios, se unió también a ellos durante todo un mes en los ejercicios 
propios del noviciado, y al cabo del mes renovó privadamente en manos de don Bosco la profesión perpetua. Así quedó zanjada la 
cuestión y no se volvió jamás a hablar de ella. 

Nada de esto, como anteriormente dijimos, impidió al conde Cays recibir todas las órdenes sagradas a título de patrimonio. Le ordenó 
de subdiácono monseñor Salvai, Obispo de Alessandria, el 15 de abril de 1878; de diácono el Arzobispo, el 15 de junio, y de presbítero el 
mismo, el 20 de septiembre. Su Excelencia quiso conferirle la última ordenación en la iglesia catedral en presencia de muchos nobles 
señores y señoras, parientes, conocidos y amigos del ordenado y con gran concurso del pueblo. El novel sacerdote hubiera podido 
celebrar solemnemente en Turín su primera misa; mas su piedad hubiera sido demasiado distraída. Por lo cual, renunció a todo festejo, se 
alejó de 

1 En la carta que acompañaba el rescripto, el abogado escribía: «Mañana iré a ver al Eminentísimo Oreglia y le contaré todo». Estas 
palabras permiten razonablemente suponer que también el cardenal Oreglia pensaba como don Bosco. 
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la ciudad, se fue con su hijo a Sampierdarena, y allí cantó la misa en la iglesia del Hospicio de San Vicente. Penetrado de fervorosa 
piedad, cometió una de esas distracciones que difícilmente se olvidan. Al llegar a la bendición final, en lugar de proferir la fórmula en voz 
baja, la entonó a toda voz, more Episcoporum. 

El beato don Bosco, que se encontraba en Sampierdarena para dirigir los ejercicios espirituales, asistió al novel sacerdote en el altar, y 
mientras él daba las gracias después de la misa, escribió al abogado turinés Fortis, que también deseaba seguir el ejemplo del Conde y 
hacerse salesiano. El Siervo de Dios, que era muy amigo de su padre, lo conocía desde niño. Le llama profesor, porque don Bosco lo 
había encargado de las clases de filosofía a los clérigos del Oratorio. 

Muy querido profesor Alfonso: 

En este momento termina de celebrar su primera misa el conde Cays y, mientras él da las gracias, escribo estos renglones. 

El miércoles empiezan los ejercicios en Lanzo y te espero, so pena de ir yo mismo a llevarte. 

Será doble ganancia si va también contigo nuestro querido Ricardo 1; ((241 )) que desea ser bueno, pero quiere hacer milagros, como 
yo deseo. 

Espero que Papá se halle bien de salud; no me atrevo a invitarle, pero si fuere también él a Lanzo, haremos una gran fiesta y le tendría 
todas las atenciones posibles. Ruego por él todos los días y pido a Dios que le conceda muchos años de vida feliz. 

Dios nos bendiga a todos; mis afectuosos saludos para Mamá y Ricardo; ruega por mí, que siempre seré tuyo en Jesucristo. 

Sampierdarena, 22 de septiembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro. 
2


P. D. Mañana estaré en Turín. 
1 Hermano menor de Alfonso. 

2 El profesor volvió a casa después de los ejercicios; y después fue a Valsálice para dar clase o al menos hacer valer su título ante la 
autoridad escolástica. Estuvo un año como aspirante coadjutor, según aparece en el Catálogo de 1879. Pero, su endeble salud le obligó a 
volver a su familia; ingresó, después, en los jesuitas, donde llegó a sacerdote. Volveremos a encontrarlo otras veces. Don Bosco le 
escribió: 

«Mi querido Alfonso: 

Te escapaste de los ejercicios, pero espero no te escapes de Valsálice. Dado el rigor de la autoridad escolástica y nuestra escasez de 
profesorado titulado, figuras como profesor de Filosofía 

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Desde que fue sacerdote, don Carlos Cays pedía a diario a la Virgen tres gracias para el término de su vida; morir junto a don Bosco y 
asistido por él; poder bendecir a los de su familia, para que guardaran la fe de sus padres; no sufrir mucho al morir, porque decía que 
tenía poca paciencia. 

Con su piedad, su humildad, su obediencia, su mortificación y su gran caridad, edificó a sus hermanos durante sólo cinco años. El 
Señor lo llamó a sí el 4 de octubre de 1882. Murió en el Oratorio, asistido por don Miguel Rúa, a quien don Bosco en los últimos dos días 
lo confió, pues a él le esperaban en San Benigno para la ((242)) clausura de los ejercicios espirituales. El virtuoso Conde ofreció 
generosamente a Dios el sacrificio que le causaba aquella ausencia; pero el hijo predilecto, don Miguel Rúa, representaba tan dignamente 
al Padre en la asistencia a los moribundos que, en efecto, era opinión general en la casa que había recibido del Cielo dones especiales 
para tan delicado ministerio. 

Los actos y las palabras del moribundo fueron hasta el último instante un sublime ejercicio de las virtudes teologales y un testimonio 
continuo de su sincero amor a la vida religiosa. En sus frecuentes coloquios con don Miguel Rúa expresaba su dolor por no haber 
observado siempre, durante los últimos dos meses, todas las reglas, como la de levantarse por la mañana con la comunidad. Daba gracias 
al Señor porque, compadecido de su fragilidad, no permitía que sufriese graves dolores físicos. La última noche bendijo con efusión de 
corazón al hijo y a la nuera. Expiró en las primeras horas del día consagrado al centenario de san Francisco de Asís, como él había 
predicho. 

Don Miguel Rúa, que le vio morir tan dulcemente, al hablar de él en público, recordó la santa máxima que el placer de morir sin pena 
vale la pena de vivir sin placeres. 

y Letras en el Bachillerato Suuperior. En la práctica harás lo que juzgues más oportuno para tu salud. 

Las clases ya están organizadas y los alumnos ansiosos por oír tus lecciones, por tanto, ven tan pronto como puedas. 

»Están bien Papá y Mamá? »Se acuerda Ricardo todavía de don Bosco? Saludos a todos de mi parte y diles que en el memento de la 
santa misa, los recuerdo cada mañana. Dios os bendiga a todos y ruega por mí, que siempre seré tuyo en Jesucristo. 

Turín, 18 de octubre de 1878 

Afmo amigo
JUAN BOSCO, Pbro
»


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((243)) 

CAPITULO IX 

EL PRIMER CAPITULO GENERAL 

AL cumplirse el tercer año de la aprobación definitiva de las Reglas, procedía la obligación de celebrar el primer Capítulo General; pues 
hasta el año 1904 estaba prescrito que había que convocar ordinariamente los Capítulos Generales cada tres años. Hacía tiempo que don 
Bosco pensaba en él; pero habló del asunto, por vez primera, el 21 de abril de 1877. 

-Dado que es el primero, dijo entonces a algunos de los Superiores: quiero que se celebre muy solemnemente, pues hay que enviar las 
actas a Roma. Esto hará que la Congregación adquiera un nuevo aspecto... íSerá un gran paso hacia adelante! íQué hermoso resulta ver 
cómo cada año se avanza un paso más! 

El preparaba por entonces un esquema completo de lo que consideraba oportuno proponer a examen y a deliberación de la asamblea. 

-Deseo, añadió, que este Capítulo marque un hito en la historia de la Congregación; así, cuando yo muera, todo estará ya arreglado y 
organizado. 

El cronista observa: «Es admirable cómo don Bosco parece que deja pasar mil cositas como si no las viera; no habla de ellas, pero se 
fija en todo, lo medita todo, y, cuando llega el momento culminante, todo está preparado». 

Su pensamiento dominante era por aquel tiempo consolidar firmemente la Congregación, de modo que no hubiera complicaciones para 
quien viniese tras él; le parecía, además, que este Capítulo era el último asunto de gran importancia, en el que pondría él sus manos 
((244)) antes de morir; por lo cual, dando un tanto de lado a los asuntos no concernientes a la Congregación, atendió a él con todo ardor. 

-Ahora se trata, dijo también, de reducirlo todo a una vida regular... Hasta ahora se dijo: las cosas van bien, ípero qué lejos estamos 
todavía de la verdadera regularidad! íSe dice pronto: vida común! Mas nos falta todavía mucho para actuarla. Nuestras Reglas son breves; 
pero en muchos puntos una sola palabra requeriría varios capítulos de explicación sobre la manera práctica de cumplirla. Si, cuando 
redactaba las Reglas, hubiese tenido la experiencia que hoy tengo, las habría 
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hecho mucho más breves, hasta reducirlas quizá a una quinta parte; 
porque, para aprobarlas, en Roma no acaban nunca de discutir cada una de las palabras allí escritas, y lo demás no lo miran tanto. A las 
Congregaciones romanas se presenta el reglamento orgánico; lo que pertenece a la práctica, se deja a nuestro cuidado. Ahora bien, en este 
Capítulo se ha de tratar especialmente de la práctica. Hay ahora una cantidad de prescripciones que todavía no se practican; es más, ni se 
sabe siquiera que estén contenidas en las Reglas. Por consiguiente, se explicarán éstas con precisión y se indicará la manera de 
observarlas. 

Cuando estuvo terminado el esquema de las propuestas, mandó imprimir un número discreto de ejemplares, que envió en el mes de 
julio a los directores, para que los repartiesen a los hermanos; invitaba a todos a estudiar las cuestiones allí consignadas y a formular cada 
uno sus propias observaciones, que después se recogerían y clasificarían por materias, a fin de remitirlas durante el Capítulo a las 
comisiones, que se encargarían de discutir los diversos temas. A su esquema antepuso don Bosco estas advertencias: 

En el capítulo sexto, artículo 3.°, se establece que cada tres años hay que celebrar un capítulo general, al que compete la facultad de 
tratar y proponer todo lo que pueda ser útil a los socios en particular o a la Congregación en general. Habiendo transcurrido ya tres años 
desde nuestra definitiva aprobación, es un deber que se notifique y celebre este capítulo. Deberán tomar parte en él los directores y los 
prefectos de todas nuestras casas, salvo que la distancia o alguna otra razón no haga ((245)) imposible la venida a alguno. Y como éste es 
el primer capítulo general de nuestra Congregación, interesa ciertamente a todos los socios industriarse, para que se obtengan todas las 
ventajas que pueden contribuir al bien común. Este capítulo será convocado en Lanzo, antes o después de los ejercicios espirituales. El 
será como el reglamento práctico de nuestras Constituciones; por esto los directores, los ecónomos o prefectos con los capítulos de las 
respectivas casas deben tener conocimiento preventivo de lo que se va a tratar, a fin de preparar las añadiduras y las reflexiones que se 
consideren oportunas. Por tanto, cada Director comunicará estos esquemas a cada uno de los miembros del capítulo de su casa, 
recomendará y dará oportunidad a cada uno para estudiar las materias propuestas. 

Los prefectos fueron invitados como simples consultores y también para dar al Capítulo la máxima solemnidad posible; pero, llegado el 
momento práctico, se vio que, dada la ausencia de los directores, los prefectos no se podían alejar de las casas, por lo cual don Bosco 
determinó que éstos serían convocados y oídos en otra ocasión, para tratar ciertas cuestiones de su competencia, cuando acudiesen a los 
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ejercicios espirituales. De los componentes del Capítulo General hablaremos más adelante. 

Seguía al esquema un reglamento del Capítulo General, que, aprobado con poquísimas modificaciones, sirvió de norma para los 
Capítulos sucesivos. El esquema tiene para nosotros gran importancia, por haber sido compilado por el propio don Bosco durante varios 
días de estudio; por este motivo, bueno será entresacar de él los puntos que sirven para hacernos comprender la mente del Fundador 
acerca de los principales problemas de la vida religiosa; tanto más cuanto que hoy no es fácil encontrar ejemplares del mismo. Daremos 
los títulos y las partes más significativas de los veintiún párrafos que lo componen. 

1. Vida común. Propone varias cuestiones, partiendo de este principio fundamental: «La vida común es el vínculo que sostiene las 
instituciones religiosas, las mantiene en el fervor y en la observancia de sus Reglas. Sin vida común, todo queda trastornado». 
2. Salud y sus cuidados. También aquí arranca de ideas y normas generales, las únicas que ahora nos interesa conocer. «Debemos tener 
mucho cuidado de nuestra salud y de la ((246)) de nuestros hermanos. La salud es un don precioso de Dios, con el que podemos hacer 
mucho bien a nosotros y a los demás. Examínese si esta salud se halla en buen estado en la época de la aceptación en la Congregación, y 
los que dan el voto o noticias sobre el particular procuren que sean exactas, y en general no se dé voto de aceptación a los candidatos, que 
no pueden uniformarse a la vida común y cumplir todos los cargos y todos los trabajos propios de nuestra Sociedad. Cuando uno es 
aceptado definitivamente, ténganse todas las atenciones necesarias. Es un medio eficaz para conservar la salud que haya suficiente 
descanso, que no se tenga demasiado trabajo, y no se coma fuera de la hora establecida. No haya ninguna obligación por la noche después 
de cenar; más aún, después de las oraciones comunitarias se retire cada uno enseguida a descansar. La diligencia de cada socio en el 
cumplimiento de su deber, la razonable distribución de los cargos según la salud, la ciencia, la aptitud e inclinaciones aprovecharán 
mucho para la conservación de la salud». 
3. Estudios. Habla de los estudios literarios y teológicos de los clérigos y de la preparación para la predicación. Nada de particular. 
4. Estudios para los alumnos. Hace algunas recomendaciones preliminares: «Téngase muchísimo cuidado para que los alumnos no estén 
ociosos, pero no se pretenda que estudien más de lo que puede cada uno. El maestro no fuerce a progresar a los que son de cortos 
alcances; ayúdese a los alumnos en sus respectivas clases». Por último sugiere cuatro cosas «a tener en consideración» para el adelanto de 
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los alumnos en el estudio: «exactitud en el horario, observancia de la disciplina, paseos a su tiempo y sin paradas y no demasiado largos, 
pocas vacaciones y aun éstas con estudios a elección». 

5. Libros de texto. Por regla general quiere que los libros de texto sean escritos o corregidos por nuestros socios o personas 
notoriamente conocidas por su honestidad y religiosidad y quiere también que se vigilen los libros de premio. «Es mejor dar un libro 
menos agradable pero bueno, que uno deseado y curioso, pero que contenga máximas o principios perjudiciales para los premiados». 
((247)) 6. Moralidad entre los socios salesianos. Punto de partida: «La moralidad es el fundamento y la conservación de los institutos 
religiosos. No basta que sea manifiesta exteriormente, sino que tiene que ser preventiva; es decir, que sea anterior a la entrada en la 
Congregación». Por eso, he aquí los criterios que imponía para la aceptación de los novicios: «Antes de aceptar a un aspirante búsquense 
informes de fuente segura sobre su conducta moral anterior; transíjase en cuanto a ciencia y a intereses materiales, pero procédase con 
rigor en cuanto a dotes morales; y no se acepte nunca a un sujeto, que haya sido expulsado de un colegio, seminario o instituto educativo 
por razón de inmoralidad. Los novicios que durante el año de prueba ponen en duda esta importante cualidad, no sean admitidos a la 
profesión religiosa. Es más, mejor es seguir la costumbre de otras corporaciones religiosas, que despiden al novicio al primer indicio de 
que no esté bien segura la moralidad». Para los profesos, insiste sobre la observancia de las Reglas, sobre la obediencia, sobre las 
prácticas de piedad y sobre las salidas no necesarias. 

7. Moralidad entre los alumnos. Pone en primera línea el ejemplo de los salesianos: «La moralidad entre los alumnos progresa 
proporcionalmente al grado de esplendor con que brilla en los salesianos. Los jovencitos reciben lo que se les da; y los salesianos nunca 
podrán dar a los demás lo que ellos no poseen. Considérense atentamente estas palabras y los directores háganlas tema de sus 
conferencias». Y son «semilla de buena conducta entre los alumnos», «la exactitud del horario y la puntualidad de cada uno en su propio 
deber». Vienen después ciertos «arroyuelos por los que corren las gracias y las bendiciones y se encaminan hasta el corazón de los 
jovencitos», esto es, el clero infantil, las compañías, los sacramentos, triduos, novenas, ejercicios espirituales, funciones y solemnidades 
de iglesia. Por último, son buenos medios «los juegos»; pero son preferibles aquéllos «en los que tiene parte la destreza del cuerpo» y 
deben desterrarse los que comportan «apretones de manos, besos, caricias» y cosas por el estilo. 
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((248)) 8. Trajes y ropa blanca. Nada especial en la parte preceptiva; 
pero el espíritu del Beato se encuentra en esta sugerencia: «Llevar a la práctica estas disposiciones requiere mucha caridad; por tanto, 
vigilen los Superiores para que todos estén decentemente vestidos y no les falte lo necesario para defenderse del frío o suavizar de otra 
manera el rigor de las estaciones». 

9. Economía en las provisiones. Encabezan el párrafo estos renglones: «Nuestra vida se apoya en la divina Providencia, que nunca nos 
faltó, y esperamos que nunca nos faltará. Pero nosotros hemos de tener por nuestra parte el máximo cuidado en ahorrar lo que no es 
necesario, disminuir los gastos y proporcionar alguna utilidad en las compras y ventas». 
10. Economía en el alumbrado. Son las consabidas recomendaciones y propuestas. 
11. Economía en la cocina y en la leña. De entre una serie de normas prácticas destaca esta recomendación: «El Prefecto haga cada día 
visitas a la cocina para observar lo que falta y para impedir que otros vayan a la cocina, si no están dedicados a algún trabajo». 
12. Economía en los viajes. Observaciones comunes. Relaciona con éstas la justa medida en la correspondencia epistolar. 
13. Economía en las obras y construcciones. Dice aquí el Beato don Bosco: «Causa mala impresión en las personas probas ver 
elegancia, superflua ornamentación en los edificios, lujo en los muebles, excesiva delicadeza en los aderezos de la mesa de aquellos que 
les suelen pedir caridad». 
14. Respeto a los Superiores. Ante todo la gran amonestación: «Todos los que ejercen autoridad, si quieren ser obedecidos y respetados, 
hagan otro tanto con sus respectivos superiores». En lo demás nada nuevo, a no ser la insistencia con la que recomienda que un par de 
veces al año escriba todo salesiano al Rector Mayor «en torno a su salud, a las dificultades en el propio cargo y a todo lo demás que moral 
o materialmente se refiere a ((249)) su persona»; las cartas y respuestas a las mismas «no puede leerlas más que quien escribe a aquél a 
quien éste quisiese enseñárselas». 
15. Inspectorías o provincias. Tres renglones magistrales para un primer reglamento que hará falta compilar en el próximo Capítulo 
para los Inspectores, a saber: relaciones escritas mensualmente por los directores, sacar dinero de las casas y qué uso se hará de él, visitas 
ordinarias y extraordinarias. Don Bosco asigna al ejercicio de la «autoridad» inspectorial estos dos cometidos: «promover la observancia 
de nuestras Reglas» e «impedir aquello que pueda dar origen a abusos». 
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16. Hospitalidad, invitaciones y comidas. «Buenas maneras, cortesía con todos». La invitación a comer «sobre todo en los días de 
vigilia» ofrézcase «respetuosamente», pero «únicamente a los que no andan con pretensiones». En lo que sigue del párrafo no hay sino 
cosas conocidas. 
17. Prácticas religiosas. Se refiere aquí «a las prácticas de piedad no mandadas por las Reglas». Nos ofrece esta norma práctica: «Cada 
director mantenga las costumbres de la Casa Madre, las recuerde y mantenga en vigor dentro de la casa que le fue confiada». 
18. Costumbres. todas las cosas que pasaron al reglamento. 
19. Limosnas. Principal: «Según nuestras Constituciones ninguno puede guardar dinero consigo, ni en pequeña ni en gran cantidad, sin 
permiso especial del superior. Por consiguiente, viviendo nosotros de la Providencia de cada día, no estamos en condiciones de dar 
limosna alguna». Norma práctica: «Sin embargo, dada nuestra posición ante la sociedad civil y los tiempos que vivimos, todo director 
puede entregar algún dinero a los sacerdotes de su casa, para que puedan dar alguna limosna en los casos de gran necesidad o de grave 
conveniencia, esto es, ad evitanda scandala aut convicia» (para evitar escándalos o críticas). Precaución importante: «Ni antes ni después 
de oír confesiones, ni tampoco en la sacristía, se den limosnas, porque podría ocasionar molestias y también interpretaciones, que todo 
religioso debe evitar en absoluto». 
((250)) 20. De los novicios. El punto más digno de nota es aquel en el que se recomienda enviar en seguida a su propia familia a todo 
novicio que, después del año de prueba, no fuese admitido a la profesión religiosa por graves motivos. Da el Beato dos razones para tal 
severidad: «Lo que no hizo en el año de prueba, difícilmente lo hará después y, aunque lo hiciese, sería un esfuerzo momentáneo, en el 
que no se puede confiar... Si todavía se queda en la Congregación, las más de las veces siembra el malhumor y el descontento». 

21. Vacaciones. Don Bosco se muestra en toda ocasión muy contrario a las idas al pueblo natal, a casa de parientes y amigos o a casa de 
los alumnos. También aquí repite su habitual recomendación: «La experiencia nos enseñó que estas vueltas al mundo fueron siempre 
perjudiciales y, si alguna vez alguien pensó haber sacado alguna aparente ventaja material, es cierto, sin embargo, que no hay noticia de 
uno siquiera que haya conseguido alguna ventaja espiritual». 
Poco tiempo había transcurrido desde el envío del esquema, cuando se dio aviso del día de convocación: se fijó la apertura para el 5 de 
septiembre, por la tarde. Así, pues, los directores se reunieron en Turín 
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el día prescrito, y de allí salieron con dirección a Lanzo, sede de los trabajos. Aquí se juntaron, a la puesta del sol, en la capilla del 
colegio, y don Bosco entonó el Veni Creator. Acabado el himno y leídos los artículos 3.°, 4.° y 5.°, del capítulo sexto, de las Reglas, el 
Beato dirigió a los capitulares unas breves palabras: 

Ahora damos comienzo a nuestro primer Capítulo General, que declaro abierto y convocado desde este momento. Emprendemos una 
obra de la mayor importancia para nuestra Congregación. Se trata de una manera especial de estudiar nuestras Reglas y ver qué es lo que 
se puede establecer para reducirlas uniformemente a la práctica en todas las casas que hay al presente y en las que la divina Providencia 
disponga que se puedan abrir en el futuro. Todos tenéis en vuestras manos el esquema preventivo impreso para el caso; ya habéis anotado 
y habéis recibido y estáis encargados de recibir todas las observaciones que cada uno de los miembros de la Congregación puede haber 
((251)) hecho en él para proponerlas al Capítulo. No queda más que reunirnos en el nombre del Señor y tratar las cosas que se propongan. 

Dice el Salvador en el santo Evangelio que donde están dos o tres congregados en su nombre, allí se encuentra él mismo en medio de 
ellos. En estas reuniones no tenemos otro fin que la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas redimidas con la preciosa Sangre de 
Jesucristo. Podemos, pues, estar seguros de que el Señor se encontrará en medio de nosotros y guiará las cosas de manera que todas 
redunden a su mayor gloria. 

Queremos en este momento poner el Capítulo bajo la protección especial de María Santísima: Ella es Auxiliadora de los Cristianos y 
nada le interesa más que ayudar a los que no sólo tratan de amar y servir a su Divino Hijo, sino que se reúnen expresamente para 
determinar la manera práctica de alcanzar el mismo fin también en el mayor número posible de hombres. María es luz de los ciegos; 
pidámosle que se digne iluminar muy de veras nuestras débiles inteligencias durante todo el tiempo de estas reuniones. San Francisco de 
Sales, que es nuestro titular, presidirá nuestras reuniones y esperamos que nos obtenga de Dios la necesaria ayuda para tomar las 
determinaciones que sean según su espíritu. 

Lo que más he de recomendaros y es necesario que se guarde en absoluto, es el secreto severo de todo lo que se trate en estas 
conferencias hasta que estén concluidas y llegue el tiempo de darles publicidad. Entonces se imprimirán las decisiones tomadas y se 
enviarán para ser confirmadas a la Santa Sede, infalible maestra en estas cosas, y después serán publicadas. 

Es mi gran deseo que se proceda despacio y bien. Puesto que estamos aquí para esto, dejemos todo otro pensamiento y atendamos a ello 
seriamente. Si no bastan unos pocos días, emplearemos más, dedicaremos todo el tiempo necesario; pero que al fin resulte una cosa 
completa. 

Invoquemos ahora la protección de María Santísima con el canto del Ave maris stella y se dará la bendición con el Santísimo 
Sacramento; después iremos a la sala del Capítulo para dar comienzo a nuestras conferencias. 
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Una vez impartida la bendición con el Santísimo, se procedió inmediatamente a las operaciones preliminares en la sala del Capítulo, 
que fue el despacho de la Dirección. Traeremos aquí los nombres de capitulares y consultores, por el orden y con la condición de cada 
uno, según los encontramos en las actas. En ciertos ambientes turineses circulaba desgraciadamente todavía la malévola especie de que 
los salesianos eran un tropel de jóvenes ignorantes, que no servían más que para meter ruido; esto explica el cuidado ((252)) que tuvo don 
Bosco de poner en evidencia los títulos culturales de los miembros del Capítulo General, tanto más cuanto que también invitaba a las 
sesiones a personas extrañas. Esta era la lista oficial: 

1.° Rvdo. don JUAN BOSCO, sacerdote, fundador y Rector Mayor de la Congregación; autor de muchos libros publicados en favor 
especialmente de la juventud. 

2.° Rvdo. don MIGUEL RUA, sacerdote, Prefecto de la Congregación, profesor de retórica. 

3.° Rvdo. don JUAN CAGLIERO, sacerdote, Catequista de la Congregación, doctor en teología, celebrado maestro y compositor de 
obras musicales e Inspector de las casas de América del Sur. 

4.° Rvdo. don CARLOS GHIVARELLO, sacerdote, Ecónomo de la Congregación, maestro e inventor de diversos aparatos de física y 
de mecánica. 

5.° Rvdo. don CELESTINO DURANDO, sacerdote, Consejero escolástico de la Congregación, profesor y autor de varias obras 
literarias. 

6.° Rvdo. don JOSE LAZZERO, sacerdote, Consejero del Capítulo Superior, Director de la casa del Oratorio de San Francisco de 
Sales. 

7.° Rvdo. don ANTONIO SALA, sacerdote, Consejero del Capítulo Superior y ecónomo de la casa de Turín. 

8.° Rvdo. don JUAN BONETTI, sacerdote, Director del colegio de Borgo San Martino, profesor de bachillerato, autor de varias 
producciones literarias. 

9.° Rvdo. don JUAN FRANCESIA, sacerdote, Director del colegio de Varazze, doctor en letras, comentador del «Dante». 

10.° Rvdo. don FRANCISCO CERRUTI, sacerdote, Director del colegio de Alassio, doctor en letras, autor de varias obras escolásticas. 

11.° Rvdo. don JUAN BAUTISTA LEMOYNE, sacerdote, Director del colegio de Lanzo Torinese, licenciado en teología, autor de 
varias producciones para la juventud y para el pueblo. 

12.° Rvdo. don PABLO ALBERA, sacerdote, Director del Hospicio de San Vicente en Sampierdarena, profesor de bachillerato. 

13.° Rvdo. don FRANCISCO DALMAZZO, sacerdote, Director del colegio Valsálice, doctor en letras. 

14.° Rvdo. don JOSE RONCHAIL, sacerdote, Director del «Patronage St. Pierre» en Niza, profesor de francés y de bachillerato. 

15.° Rvdo. don SANTIAGO COSTAMAGNA, sacerdote, Director de las Hijas de María Auxiliadora en Mornese, maestro y 
compositor de varias obras musicales. 

16.° Rvdo. don NICOLAS CIBRARIO, sacerdote, Director de las escuelas de María Auxiliadora en Torrione Valcrosia (Ventimiglia). 

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17.° Rvdoo don LUIS GUANELLA, sacerdote, Director de las escuelas y oratorio en Trinità, cerca de Mondoví. 

18.° Rvdo. don JOSE SCAPPINI, sacerdote, Director espiritual de los Conceptinos en Roma. 

((253)) 19.° Don JOSE MONATERI, sacerdote, Director del bachillerato de Albano, profesor de enseñanza media. 

20.° Don JOSE DAGHERO, sacerdote, profesor en el seminario de Magliano Sabino, doctor en letras. 

21.° Don DOMINGO BELMONTE, sacerdote, profesor de física e historia natural en el liceo de Alassio. 

22.° Don JULIO BARBERIS, sacerdote, director del Noviciado, doctor en teología, autor de varias obras literarias. 

21.° Don JOAQUIN BERTO, sacerdote, secretario de don Bosco y archivero de la Congregación. 

Asistieron también a varias sesiones, especialmente a las que trataban de economía, el reverendo don JOSE LEVERATTO, prefecto del 
colegio de Borgo San Martino; el reverendo don ANTONIO PAGANI, director espiritual del seminario de Magliano Sabino; don JOSE 
ROSSI, abastecedor general de nuestras casas; y el conde, hoy sacerdote, CARLOS CAYS de Giletta y Casellette, doctor en ambos 
derechos, ex presidente del Consejo superior de las Conferencias de San Vicente de Paúl en la provincia de Turín, ex diputado en el 
Parlamento subalpino, y algunos otros. 

Algunos directores llevaron consigo a un socio de la propia casa, no precisamente como delegado, sino casi como consultor. Cuando se 
trató de economía, se llamó al coadjutor José Rossi de Turín, proveedor del Oratorio. Las sesiones eran de dos clases: unas parciales, 
correspondientes a las diversas comisiones, y otras generales en las que debían tomar parte todos los miembros del Capítulo. Don Bosco 
obtuvo que asistiesen, a algunas de éstas últimas, dos ilustres jesuitas, el padre Segundo Franco, consumado maestro de ascética, y el 
padre Juan Bautista Rostagno, ex profesor de derecho canónico en la Universidad de Lovaina. Ambos profesaron siempre el más alto 
aprecio y veneración al Siervo de Dios. Había tenido con ellos en días anteriores el Beato Fundador algunas conferencias a fin de 
concertar las cosas de la manera más confome a los sagrados cánones y a las costumbres de las congregaciones religiosas. 

Las conferencias generales, todas presididas por don Bosco, fueron veintiséis. Los miembros del Capítulo General se colocaban en 
círculo en sillas alrededor de la mesa de la presidencia, sin ningún orden establecido de antemano. 

((254)) Cada sesión se abría y se cerraba con las acostumbradas preces rituales. 

En la primera reunión se leyó el reglamento del Capítulo General 
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y se pasó a la elección de un Regulador, que fue don Miguel Rúa, y de dos secretarios, que fueron don Julio Barberis y don Joaquín 
Berto. Competía al Regulador hacer que se cumpliera el reglamento, avisar con tiempo a cada comisión, a fin de que tuviera todo 
preparado cuando le llegase su turno; proveer las cosas necesarias y ser como el centro al que todos pudiesen acudir en cualquier 
circunstancia. De los dos secretarios, uno debía redactar las actas de las sesiones y el otro registrar los documentos auténticos, es decir las 
deliberaciones que se tomasen de común acuerdo. 

Hecho esto, se determinaron las comisiones, a las que se pudiese encargar el estudio detallado de las materias a tratar en las 
conferencias generales, preparando ordenadamente, hasta donde fuera posible, las deliberaciones definitivas. A cada comisión se le 
asignó un presidente; cada una escogió después un relator, que refiriese las conclusiones de las sesiones particulares en la conferencia 
general sobre un tema determinado. Estas relaciones debían hacerse por escrito, para su mayor precisión y prontitud, y para facilitar a los 
secretarios su cometido bastante laborioso. Se constituyeron cinco comisiones en aquella primera conferencia; más tarde se añadieron 
otras tres para el examen de algunas cuestiones, que en el primer momento no se habían tomado en consideración. La finalidad de estas 
ocho comisiones y los componentes de las mismas eran: 

COMISION I. Admisiones y noviciado. Estudios sagrados y predicación. Don Juan Francesia, D. José Lazzero, D. Santiago 
Costamagna y D. Juan Barberis. Presidente, D. Juan Bautista Francesia. 

COMISION II. Estudios del alumnado. Prensa y temas semejantes. D. Celestino Durando, D. Francisco Cerruti, D. José Monateri, D. 
José Daghero. Presidente, D. Celestino Durando. 

COMISION III. Vida común. D. Miguel Rúa, D. Carlos Ghivarello, D. Pablo Albera, D. Nicolás Cibrario. Presidente, D. Miguel Rúa. 

COMISION IV. Moralidad y lo relacionado con la misma. D. Juan Cagliero, D. Juan Bautista Lemoyne, D. José Ronchail, D. 
Francisco Dalmazzo. Presidente, D. Juan Cagliero. 

((255)) COMISION V. Economía. D. Juan Bonetti, D. Domingo Belmonte, D. Antonio Sala, conde Cays, a los que se añadió don José 
Leveratto. Presidente, D. Juan Bonetti. 

COMISION VI. Inspectorías y funciones del Inspector. D. Juan Cagliero, D. Miguel Rúa, D. Pablo Albera. 

COMISION VII. Las Hijas de María Auxiliadora. D. Santiago Costamagna, D. Juan Bonetti, D. Francisco Cerruti, D. Pablo Albera. 

COMISION VIII. Deliberaciones tomadas en años anteriores: se proponen al Capítulo General para ser aprobadas y colocadas en su 
lugar. 
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Estos trabajos preparatorios absorbieron todo el tiempo asignado a la primera conferencia general. Cuando quedó agotado el orden del 
día, el Beato rogó al padre Franco que dirigiera la palabra; y éste llamó la atención de los presentes sobre la necesidad de formar la 
conciencia de los salesianos 1. Por último don Bosco pronunció el siguiente discursito como conclusión. 

Este es el primer Capítulo General de nuestra Congregación. Además del reglamento que se acaba de leer, no hay todavía normas 
especiales ni costumbres a seguir. En los detalles iremos adelante como Dios nos dé a entender. Haremos las cosas despacio y con calma, 
para que este mismo Capítulo pueda después marcar la pauta de los que se celebren en el futuro. 

Es verdad que resulta muy corto el tiempo que podemos dedicar a este Capítulo; pero hay muchas cosas que ya se practican desde hace 
muchos años; además, no pretendemos hacer un algo científico, procediendo según reglas y principios sentados de antemano, sino 
limitarnos a las cosas prácticas, que directamente nos conciernen. Si, por acaso, se dejaran algunos puntos por tratar, no importa; tiempo 
habrá para volver sobre ellos en otra ocasión. Para nosotros sea todo materia práctica; sin necesidad de servirnos de otros libros para 
nuestros estudios, háganse éstos sobre el esquema, quitando algún artículo, modificando y añadiendo otros, según convenga. Estúdiense 
las reglas, los reglamentos de los colegios, las circulares que se enviaron a todas las casas en los anos anteriores, y las deliberaciones ya 
tomadas en las conferencias generales de los directores, que se tuvieron aquí en Lanzo y en Turín. 

Lo importante de este Capítulo consiste en que las reglas que hasta ahora han sido sólo orgánicas, resulten prácticas; esto es, estúdiense 
todos los medios para conseguir que en la práctica se cumplan uniformemente en todas nuestras casas. 

((256)) Repito que lo más importante de estas reuniones, y diría lo necesario en absoluto, es el secreto estricto, lo mismo con los 
externos que con los hermanos que no son del Capítulo, hasta tanto que las actas no sean enviadas a Roma para la aprobación; cuidando 
también de ser precavidos al hablar entre nosotros, cuando otros nos puedan oír. Casi en todas las Congregaciones el secreto es 
obligatorio, está sancionado con juramento y se hace culpable quien quiera que lo viole. Nosotros no tenemos esto; pero vean todos en 
ello la mucha importancia que en todas partes se da al mantenimiento del secreto. 

Tenga cada uno en estos días mucha paciencia al estudiar las diversas materias y también cuando las cosas no procediesen con toda 
regularidad, por ser éste un Capítulo, para el que no hay todavía reglas preventivas. Pero esperamos que, bendecido por Dios y colocado 
como lo hemos puesto bajo la protección especial de María Santísima Auxiliadora, traiga a la Congregación copiosas ventajas. 

En las reuniones plenarias las discusiones partían de las relaciones de las sesiones particulares, presentadas por los relatores de las 
comisiones. 

1 No está anotado en las actas este particular; pero nosotros lo hemos sabido por don José Vespignani, quien, a su vez, lo oyó referir a 
don Pablo Albera. 
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Cuando se deliberaba por votación sobre estas discusiones, se formulaban artículos que, reunidos después, constituirían las actas 
auténticas para enviar a Roma. Estas actas estaban repartidas en doble serie: unas puramente disciplinares y que tenían por fin formar un 
manual para uso de la Congregación, y otras orgánicas y directivas para añadirlas a las Reglas ya aprobadas. Para la primera bastaría el 
Visto bueno de Roma; para la segunda, en cambio, se requería la aprobación formal, sin la cual no podían tener fuerza obligatoria. La 
mayor parte de estos artículos vio la luz en 1878, y no es difícil adquirir copia de los mismos; por lo cual no nos parece oportuno 
sobrecargar con ellos nuestro volumen. En cuanto a las discusiones que los prepararon, tal y como las vemos resumidas en las actas, no 
nos ofrecen hoy elementos de relieve tal como para dedicarles muchas páginas. Creemos más útil y agradable para nuestros lectores dar 
un vistazo a los papeles antiguos y sacar de ellos las palabras vivas de don Bosco, que, por suerte, fueron recogidas con frecuencia al pie 
de la letra en las actas. Sin embargo, siempre que en el curso de las discusiones aparecen elementos de algún interés, no dejaremos de 
tomar nota de ellos. 

((257)) Coadjutores y estudios de los aprendices.
Predicación


Conferencia 2. ª Por vía ordinaria, no se quiso que quien fuese aceptado en la Congregación como coadjutor, pudiera ser admitido en 
ella para la carrera eclesiástica; en este punto los otros Institutos religiosos son inexorables. Sin embargo, si fuese del caso admitir 
excepciones, éstas tenían que ser concedidas exclusivamente por el Rector Mayor. En cuanto a los aprendices, deseosos de pasar a los 
estudios para entrar en la Congregación como clérigos, el asunto se remitía a los respectivos directores. 

-Por lo demás, observó don Bosco para concluir, ahora que tanto escasea el clero, soy del parecer de que cuando hay moralidad y 
aptitud, se facilite el camino al sacerdocio. 

El, en efecto, había obtenido buenos resultados en ambos casos. 
De coadjutor a estudiante había pasado aquel santo varón que fue don Angel Lago. En cuanto a los aprendices llegados al sacerdocio, su 
número aumentaba cada año; en aquella ocasión, por ejemplo, salieron a relucir los nombres de don Juan Bautista Tamietti, don José 
Pavía, don Juan Rinaldi, don Valentín Cassinis, don José Beauvoir, don Davico. 
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Sobre el tema de predicación observó don Bosco: 

-Por cuanto sea posible, escríbanse los sermones; así resultarán más provechosos a los oyentes y también de mayor utilidad para el 
mismo predicador, puesto que este trabajo le ayuda a adquirir mayor caudal de conocimientos. En casos de apremio hágase la preparación 
con algún autor acreditado. 

Disciplina y buen orden
Componentes del Capítulo General


Conferencia 3. ª En esta conferencia surgió incidentalmente una cuestión que pertenece a la historia de las Reglas; y que, por tanto, es 
preciso hablar de ella. »Quién precisamente tenía derecho a tomar parte en el Capítulo General? Las Reglas, contemplando el caso de que 
se tuviese que celebrar el Capítulo General para la elección del Rector Mayor, establecían que se reuniesen todos los directores y un socio 
profeso perpetuo de cada casa, elegido por los socios profesos ((258)) de la misma; y donde se hablaba del Capítulo trienal, no se decía ni 
una palabra sobre los componentes. Para remediar este silencio, don Bosco, cuando se imprimieron las Reglas en italiano, añadió al 
artículo 3.° del capítulo 6.° esta apostilla: «El Capítulo General se compone de los miembros del Capítulo Superior y de los directores de 
las casas particulares». Esta nota expeditiva no invalidaba evidentemente lo dispuesto para la elección del Rector Mayor. Pues bien, el 
primer Capítulo General aprobó la apostilla con la añadidura de los Inspectores. 

Tema de aquella conferencia eran los estudios de los alumnos; se trató también de la disciplina; sobre lo cual pronunció el Beato este 
importante discurso. 

Dos cosas había en el pasado que, de un modo particular, dificultaban la marcha regular de la casa. 

1.° La falta de personal hacía que casi todo se acumulara sobre el director, el cual quedaba de este modo tan sobrecargado que no le era 
posible lograr que todo procediera con orden. Poco a poco fue disminuyendo este inconveniente y va menguando cada día más; pero aún 
no están las cosas bastante arregladas. La base tiene que ser ésta: el director haga de director, esto es, sepa hacer que actúen los demás, 
vigile, disponga, pero que él no tenga que poner nunca manos a la obra. Si no encuentra sujetos de gran habilidad para hacer las cosas, 
déjelas a otros de mediana habilidad; mas no se meta a hacerlo él. Debe vigilar para que todos cumplan su deber, pero no 
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debe tomar ninguna parte especial. Si obra así, le quedará tiempo para ejecutar lo que yo creo no he inculcado nunca suficientemente. El 
director, por cuanto pueda, visite la casa todos los días, vea la marcha de todo, sepa todo lo que se hace. En algunos lugares no parará, en 
otros no dirá nada, pero pase por todas partes, por la cocina, por los comedores e incluso por la cantina y por las habitaciones. Si se hace 
así, nunca podrá arraigar en la casa ningún desorden y se evitarán muchos inconvenientes. 

2.° No teníamos un reglamento fijo. Se hizo un primer reglamento; pero era para los aprendices que iban a trabajar fuera de casa. Tan 
pronto como se comenzó a practicarlo bien, al verse su gran necesidad, se establecieron los talleres internos. Se adaptó el reglamento a 
este fin; pero sobrevino la necesidad de tener estudiantes en casa y hubo que volver a cambiar y adaptar el reglamento a esta nueva 
circunstancia. 
Estaba ya en vigor este cambio y he aquí que se impuso la necesidad de abrir colegios separados para estudiantes. Ahora se presenta otra, 
y es la de los seminarios que se nos confían. Otra más nos espera ya ((259)) y es la de las colonias agrícolas que se nos proponen. Al no 
poder tener un reglamento preciso, estable y pormenorizado, sucedía que se descuidaban algunos puntos, aun de importancia; pero ahora 
puede decirse que las cosas se encuentran en su estado normal. Procuren todos observar bien su parte; y véase también cómo hacer para 
que los demás observen bien la suya y las cosas marcharán sin inconvenientes. 

Ya hace mucho tiempo que muchas personas, y algunas de éstas muy influyentes, me hacían observar que se obtendría un resultado más 
seguro, no extendiéndome tanto, sino consolidando más las cosas existentes. Nadie mejor que yo veía ciertos desórdenes e inconvenientes 
que procedían de la escasez extraordinaria de personal, causada por extendernos a muchas cosas; pero, por otra parte íse veían tantas y 
tantas almas camino de la perdición y sin nadie en absoluto que cuidara de ellas! 

Además, también tenía ante mis propios ojos los desórdenes que vendrían, si no hubiese habido entre nosotros un trabajo continuo e 
intenso. Por consiguiente, se creyó necesario ir adelante de la manera que habíamos comenzado. Con esto me proponía, además, rendir 
homenaje a las palabras de Pío IX, el cual, al proponerle esta dificultad, me animó a ir adelante y me dijo precisamente: 

-Cuando tengáis un buen sacerdote o un buen clérigo, con el que podáis hacer cálculos o del que os podáis realmente fiar, id en hora 
buena a abrir una casa. 

Y al hacerle observar que en tales casas los jóvenes no solían ser bastante disciplinados y se hacían algo indóciles, contestó: 

-Si no hacéis novicios, no importa; haréis buenos cristianos, instruidos en la santa Ley de Dios. 

Los cooperadores salesianos y el «Boletín Salesiano» 

Conferencia 4. ª Una buena parte de esta conferencia versó sobre la asociación de los cooperadores salesianos, de los que hemos tratado 
ampliamente en el capítulo cuarto del undécimo volumen, y en torno al Boletín Salesiano, destinado a ser el órgano de los Cooperadores. 
Volvemos a exponer brevemente la historia de esta publicación que pronto adquiriría gran popularidad. 
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Durante casi dos años la tipografía del Oratorio publicó una hoja mensual, cuyo fin era dar a conocer las ediciones salesianas y otras 
publicaciones útiles especialmente para la juventud y para el clero, por lo cual llevaba el título de Bibliófilo Católico. Hasta hoy no nos 
ha sido posible encontrar ni un ((260)) solo ejemplar. Pero parece que no tenía un contenido exclusivamente libreril; en efecto, sabemos 
que en su segundo número, aparecido en agosto de 1875, publicó el reglamento para la obra de los Hijos de María, que don Bosco 
acababa de redactar 1. El periodiquito continuó de esta manera hasta agosto de 1877, momento en el que experimentó una radical 
transformación. Ocho grandes páginas, a dos columnas, contenían comunicaciones y noticias preponderantemente salesianas; y había 
además un apéndice con una lista de libros; por eso el título era doble: Bibliófilo Católico o Boletín Salesiano mensual. El primer 
fascículo de ensayo, que seguía la numeración anterior, figuraba como quinto ejemplar del tercer año. No figuraba como pie de imprenta 
la tipografía del Oratorio, sino la de Sampierdarena; ya que don Bosco había tenido que acudir a este expediente, porque la Curia 
arzobispal de Génova no le ponía las dificultades de la de Turín para la concesión del imprimatur. El doble título sólo duró hasta el 
número de diciembre; el primero del año 1878 lleva sólo el título de Boletín Salesiano. La suscripción costaba tres liras, pero no se 
obligaba a nadie a pagarlas. En el principio se cuidó don Bosco personalmente de su publicación, ya fuera para darle la orientación que se 
había propuesto, ya fuera porque no tenía entonces a quién confiar su dirección; pero, ya pensaba hacer volver para este fin al Oratorio a 
don Juan Bonetti, director del colegio de Borgo San Martino. 

Es admirable oír cómo hablaba el Beato Padre de la nueva publicación. El 10 de agosto de 1877, cuando acababa de salir el primer 
número, dijo a don Julio Barberis: 

-El fin del Boletín es dar a conocer, cuanto más se pueda, nuestras cosas y hacer que se conozcan en su verdadero sentido. Esto nos 
servirá para conseguir ayuda y ganar el afecto de la gente para nuestras instituciones. Si se sabe manejar bien el tema, se podrán insinuar 
con la pluma diversos modos de colaborar ((261)) con nuestra labor. Esta revista será el apoyo principal de todas nuestras obras; si él 
viniese a menos, también éstas vendrían a menos. Procúrese que tenga el mayor número posible de lectores; búsquense todas las maneras 
para divulgarlo gratuitamente. Téngase como principio que el provecho que él acarrea 

1 Véase: Vol. XI, pág. 38. 
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no está en las tres liras anuales; por consiguiente no se exijan: un bienhechor que dé una limosna bastará a veces para pagar por todos. 

La presentación del Boletín a los Cooperadores hízola don Bosco con un escrito que llenaba las dos primeras páginas. Helo aquí 
resumido. En el Reglamento de los Cooperadores se prometía un órgano mensual que les informase de lo hecho o de lo que se iba a hacer 
para alcanzar el fin que se les proponía; con el Boletín se cumplía la promesa. Así resultaba posible actuar con unidad de espíritu y 
encaminar todas las solicitudes a un solo fin, que era la gloria de Dios y el bien de la sociedad civil. El programa comprendería tres 
partes: 1.ª Presentación de las propuestas por los socios o por sus directores para el bien general y particular de los asociados, con las 
normas prácticas para los Cooperadores. 2.ª Relación de hechos, que hubieran resultado provechosos a los socios y sirvieran de ejemplo, 
como episodios edificantes y noticias y cartas de misioneros, especialmente salesianos. 3.ª Comunicaciones, anuncios, libros, máximas a 
propagar. 

De aquí pasaba don Bosco a dar una idea sobre el Cooperador Salesiano. «Llámanse Cooperadores Salesianos los que desean trabajar 
en obras de caridad no en general, sino en especial, de acuerdo y según el espíritu de la Congregación de San Francisco de Sales». En 
consecuencia recoger muchachos en peligro y abandonados, encaminarlos a la catequesis, entretenerlos en los días festivos y colocarlos 
con patronos honestos, dirigirlos, aconsejarlos, ayudarlos a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos. El Boletín daría las normas 
oportunas. Don Bosco insistía en el carácter práctico de la institución. «Aquí no se establece, decía, una cofradía, ni una asociación 
religiosa, literaria o científica, ni tampoco un periódico; sino una simple unión de bienhechores de la humanidad, dispuesta ((262)) a 
dedicar no promesas, sino hechos, solicitudes, molestias y sacrificios para ayudar a nuestros semejantes». Concluía su llamamiento con 
estas categóricas declaraciones: «Ajenos en absoluto a la política, nos mantendremos constantemente alejados de todo lo que pueda ser 
censurado en cualquier persona constituída en autoridad civil o eclesiástica. Nuestro programa será invariablemente éste: 

«Dejadnos el cuidado de los muchachos pobres y abandonados y nosotros realizaremos todos los esfuerzos para hacerles el mayor bien 
que podamos, pues así creemos poder cooperar al honesto vivir y a la civilización». 

No faltó gente inconsiderada que calificó el Boletín Salesiano de bombo para sacar dinero. Don Bosco, como de costumbre, dejó hablar 
y tiró adelante; sólo observó que, al correr del tiempo, su ejemplo 
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tendría innumerables imitadores, e incluso no pocos de los mismos que reprochaban su proceder sacarían al público sus propios boletines. 
Y fue realmente profeta en esto. Comoquiera que sea, el Boletín Salesiano, entre todas las publicaciones de don Bosco, es tal vez la que 
ha producido mayores frutos, ya sea enardeciendo los corazones para cooperar en las misiones y en las obras de la religión, ya sea 
despertando generosas vocaciones eclesiásticas y misioneras. Lo cierto es que también en esto se anticipó don Bosco a los tiempos: 
tendencias nuevas tomaban en el mundo el puesto de viejas costumbres: lo que en otro tiempo se prefería tener oculto, pronto se sentiría 
la necesidad de propagarlo, fuese bien o fuese mal. Don Bosco consideró mejor partido hacer servir para incremento del bien aquella gana 
de publicidad, que él presagiaba llegaría a ser una verdadera idea fija, al tiempo que vehículo de males incalculables. 

El Capítulo General no aprobó la propuesta de introducir entre los Cooperadores la práctica de conferencias mensuales, aunque ya se 
las mencionaba en el reglamento. Una razón, que se consideró convincente y conforme al espíritu de don Bosco, fue que esa plática 
creaba un vínculo algo molesto. En efecto, muchos deseaban ser Cooperadores, y hacer verdaderamente ((263)) el bien; pero les 
molestaba comparecer en público o no encontraban cómodo acudir a estas reuniones. Y quien no quisiese pertenecer a la asociación, al 
abstenerse de intervenir, daría a conocer en seguida su propio alejamiento y de ahí vendría el justificar su proceder hablando con otros del 
asunto y necesariamente reprochando alguna disposición de los salesianos. Se tenía ya el Boletín como vínculo natural de unión, y con 
ello se evitaba el inconveniente que se lamentaba. Y, cuando alguno no mereciera ser contado entre los Cooperadores, se le suspendiese 
el envío de la revista y la cuestión acababa por sí misma. 

Objetóse que el Boletín se enviaba gratuitamente, cuando a nosotros nos costaba dinero y causaba molestias. 

Con respecto a los gastos se contestó que hasta entonces se habían cubierto y, por cierto, con creces. Muchos, al no ver cuota fija ni 
obligatoria, daban más de lo que se les había pedido; otros no daban nada de momento, pero enviaban después limosnas en determinadas 
circunstancias o ayudaban de diversas maneras al Oratorio. Con respecto a las molestias se observó que el Oratorio, siendo el centro 
único para un número ya grande de asociados, encontraba en ello sin duda un gran quehacer; sin embargo, desde el momento en que 
estuviese convenientemente organizada la administración, las cosas debían proceder más cómodamente; casi bastaba una sola persona 
hábil, que se 
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ocupase de ello expresamente. Estas observaciones eran de don Bosco, el cual siguió diciendo: 

-Yo habría encontrado enseguida un medio que no diese tanto trabajo; pero entonces esta asociación no habría correspondido al fin. El 
medio era fácil: dejar muchos centros que actuasen cada uno por sí, asociando o suprimiendo socios. Así están constituidos los terciarios 
franciscanos. Cada casa de franciscanos puede afiliar a quien quiere, y el número sigue siendo de este modo siempre muy elevado, pero 
no se puede tener un centro y unidad de acción. El mayor esfuerzo que ya hice para estos Cooperadores, lo que me costó muchos años de 
estudio, gracias a lo cual y sólo por eso me parece haber logrado mi intento, fue precisamente encontrar la manera de unirlos a todos con 
la cabeza y que la cabeza pueda hacer llegar su pensamiento a todos. Ahora ni siquiera nosotros podemos hacernos una idea de la 
extensión que alcanzará esta obra y de la influencia moral que ejercerá cuando esté tan extendida. Cuando sean varios millares, y yo estoy 
convencido de que pronto serán a lo menos cinco mil, entonces se obtendrán efectos sorprendentes. El Padre Santo mismo, cuando vio 
((264)) este vínculo de todos con la cabeza, y de la cabeza con todos, exclamó sorprendido: 

-íEsta es una verdadera masonería católica! 

Aparte otras cosas, nuestro fin es, además, difundir buenas máximas, y hacer el bien en las mismas familias en las que se recibe el 
Boletín. Ahora bien, he aquí cómo obtendremos el fin abundantemente. Pongamos, por ejemplo, que hoy se invite a todos en el Boletín a 
enseñar el catecismo a los muchachos, explicando la utilidad y la manera práctica; que mañana se recomiende a nuestros colegios; que en 
otro número se hable del ejercicio de la buena muerte mensual, poniendo de relieve su belleza e indicando la manera de hacerlo; que en 
otro número se invite a los ejercicios espirituales anuales; que otra vez se insista en la utilidad de difundir lecturas católicas, y cosas por 
el estilo. »Qué efecto no producirán estas propuestas hechas con gracia y entre amigos? Es mi parecer que siempre se alcanzará este gran 
bien porque nuestras propuestas se toman a buena parte. Por otro lado, supongamos que un año se encuentra la Congregación en una 
grave necesidad de ayuda; haciendo un llamamiento en el Boletín, creo que nos llegaría más de lo pedido, pues son numerosas las 
familias dispuestas a hacer sacrificios por este motivo. 

Es, pues, necesario que cada Director conozca bien a estos Cooperadores, y hable de ellos en su verdadero sentido. Si se os pregunta 
cuál es su fin, no hay más que contestar que es el de hacer a los jóvenes todo el bien espiritual y material que podamos y que se prefiere 
hacerlo a los jóvenes más pobres y más abandonados. Dígase, además, que el Padre Santo quiso encabezar la lista de los Cooperadores. 
De este modo, sin exagerar nada, muchísimos quedan atraídos y piden espontáneamente hacerse Cooperadores. 

Don Bosco invitó después a todos los presentes a discurrir juntos la manera práctica de aumentar el número de los Cooperadores. Entre 
otras gustó la propuesta de sacar, del catálogo de los abonados a las Lecturas Católicas, los nombres de todos los que fueran considerados 
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personas honestas y aptas, y enviarles el diploma. A la pregunta de si podían ser inscritos entre los Cooperadores los religiosos y los 
institutos educativos, don Bosco contestó: 

-Sí, los unos y los otros. Sin embargo, en cuanto a los institutos envíese el diploma sólo al Superior o a los Superiores, y regístrese a 
éstos con el nombre del instituto; de este modo queda afiliado todo el instituto; pero hay que advertirles que todo el cuerpo actúa en sus 
partes y, por ende, que todos los miembros han de hacer alguna obra material o moral en favor de la Congregación. 

Además, al estar nuestra asociación desligada de vínculos obligatorios ((265)) hace que también las órdenes religiosas puedan 
pertenecer a ella. Tanto más pueden pertenecer los terciarios franciscanos y dominicos. Nuestra manera de alcanzar el fin, que es la gloria 
de Dios y la salvación de las almas, es totalmente diversa de la suya. Ellos emplean una manera totalmente ascética, hacen muchas 
oraciones, recitan el oficio parvo y otras cosas parecidas; nosotros, en cambio, somos todo acción, movimiento, obras de caridad en favor 
del prójimo. Siendo así que los primeros son todo prácticas de piedad y nosotros todo prácticas de caridad, se hermanan perfectamente las 
dos instituciones; y aun perteneciendo a ambas, no hay sobrecarga alguna de plegarias ni de obras buenas. 

-En general la asociación de los Cooperadores es bien vista por todos, porque de ningún modo se mete en política; y yo soy del parecer 
que, si se nos deja actuar, es precisamente porque nuestra Congregación es totalmente ajena a la política. Es más, yo hubiera querido, 
incluso, que en nuestras Constituciones hubiese un artículo que prohibiese mezclarse, de cualquier modo que sea, en asuntos de política, 
y estaba este artículo en los ejemplares manuscritos; pero, cuando se presentaron nuestras Constituciones en Roma y se aprobó por 
primera vez la Congregación, este artículo fue suprimido por la Congregación encargada expresamente de examinar nuestras Reglas. Y 
cuando se trató en 1870 de aprobar definitivamente la Congregación y hubo que enviar de nuevo las Reglas para su examen, yo, como si 
nada hubiese ocurrido anteriormente, inserté de nuevo este artículo, en el que se decía que estaba vedado a los socios entrar en cuestiones 
de política; y me lo volvieron a quitar. Yo, que estaba convencido de la importancia de este artículo, en 1874, cuando se trataba de 
aprobar cada uno de los artículos de las Constituciones, es decir, se trataba de la última aprobación definitiva, al presentar las Reglas a la 
Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, una vez más volví a introducirlo y nuevamente fue quitado, y esta vez se declaró el 
motivo de la supresión y se me escribió: 

-Es la tercera vez que se suprime este artículo. Aunque en general parezca que se podría admitir, en estos tiempos sucede, a veces, que 
en conciencia se debe entrar en política, porque a menudo las cosas políticas son inseparables de la religión. Por consiguiente, no se ha de 
aprobar la exclusión entre los buenos católicos. 

-Así aquel artículo quedó definitivamente suprimido y nosotros, en caso de utilidad y de verdadera conveniencia, podremos tratar de 
cosas políticas; pero, fuera de estos casos, atengámonos siempre al principio general de no mezclarnos en asuntos políticos, y esto nos 
aprovechará inmensamente. 
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Al día siguiente de esta conferencia se celebraba la Natividad de María Santísima. Algunos capitulares expresaron el deseo de ir a Turín 
en aquella circunstancia para confesar y cumplir otras obras del ministerio pastoral; pero don Bosco hizo observar que de momento nada 
tenía que interesar más que la buena marcha ((266)) del Capítulo; se procurase, pues, anteponer éste a todo lo demás, a no ser que hubiese 
casos de urgente necesidad. 

-Deseo, siguió diciendo, que las cosas vayan adelante, desde luego con prontitud, pero con calma. No precipitemos nada, pues estas 
reuniones marcarán época en nuestra Congregación y de ellas dependerá en gran parte la buena orientación para el porvenir. No digo que 
de ellas vaya a depender su existencia o su disolución; pero sí que serán base muy segura de su desarrollo. Me parece que la salvación de 
muchísimas almas depende de lo que pongamos en regla en estos días. 

Determinóse, pues, que fuese a Turín solamente don Celestino Durando, ya que era verdaderamente necesaria su presencia. 

Aspirantes. Coadjutores demasiado jóvenes 

Conferencia 5.ª Esta conferencia se celebró en la tarde de la Natividad después de los actos religiosos. Tratóse en ella de los aspirantes, 
de los novicios y de los profesos trienales. Sobre los aspirantes dijo don Bosco: 

-Ante todo hay que comprender bien qué significa ser aspirante en nuestra Congregación. Aspirante es aquel que desea apartarse del 
mundo y viene como para ver qué se hace aquí, si nuestra vida está de acuerdo con su índole, en una palabra, si le gusta o no la 
Congregación. El que viene de fuera nunca se hace una idea exacta de nuestras cosas: cada uno se las imagina a su manera; vengan, pues, 
al Oratorio o a otra casa, estén algunas semanas o algunos meses, y verán si la Congregación es para ellos o no, y también los Superiores 
pueden conocer a aquel postulante de una forma general. El, mientras tanto, paga una pensión o trabaja en favor de la casa. Una vez que 
haya conocido algo nuestra vida, si quiere marcharse, está en libertad de hacerlo; si, por el contrario, quiere quedarse, hará la petición 
formal para pasar al noviciado. Esto es ser aspirante. 

No hace falta que el aspirante conozca todas y cada una de las Reglas; sólo es necesario que conozca, de una forma general, el espíritu 
de la Congregación. Cuando viene uno, el cual, aunque completamente externo, es persona conocida, resulta cosa hecha: puede muy bien 
ser aceptado inmediatamente como novicio. Es superfluo poner en el catálogo de los aspirantes a los jóvenes de la casa; ((267)) mientras 
están en ella, ya ven y conocen el espíritu de la Congregación y son también conocidos. Ya está todo hecho. Mas para los adultos no 
conocidos, el tiempo del aspirantado es 
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absolutamente indispensable. Esto es algo en lo que aventajamos a las demás congregaciones y órdenes religiosas, pues ellas no tienen, 
como tenemos nosotros, un medio para poder conocer a los que piden vestir el hábito y tienen que aceptarlos en seguida en casa a hacer 
vida común. Entre nosotros, a quien viene ya adulto, es bueno que se le haga trabajar mucho desde el principio, pues así adquiere más 
fácilmente el espíritu de la Congregación o, por lo menos, se gana el pan que come. 

Tocante a la edad para la admisión de los coadjutores a los votos el Beato no se mostró muy propenso a admitir coadjutores de edad 
temprana junto con los adultos, pues decía que en esta mezcla se ocultaban graves peligros; es más, parecíale que el espíritu de la Iglesia 
había sido siempre tener separados a los jóvenes de los adultos. Asignar ajovencitos ciertos empleos de casa, como en la cocina, en los 
comedores, lo consideraba algo muy peligroso. 

-Para mí, añadió; preferiría hacer yo la limpieza del comedor antes que poner de refitolero a un joven que no ha llegado a la edad 
madura. 

Vida común -Regalos y libros 

Conferencia 6. ª Las discusiones sobre la vida común llegaron a considerar la regla, que prescribe entregar al Superior cualquier regalo 
que pueda llegar a manos de los hermanos. Don Bosco hizo notar la conveniencia de esta medida y dijo que ésta era la costumbre 
ordinaria en todas las congregaciones religiosas. Añadió, luego, dos graciosos ejemplos. 

-Una vez, dijo, estaba yo presente, a tiempo de que regalaban un reloj a una monja. Tomólo ella de manos de la persona que se lo daba, 
lo miró un ratito y lo encomió diciendo: 

-íQué bonito, qué precioso es! íMuchas gracias, muchas gracias! 

Volvióse después a la madre superiora y, sin más, se lo entregó. Parecía que el donante se quedaba algo avergonzado y le dijo: 

-Lo he traído expresamente para usted. 

Pero ella contestó: 

-La madre sabe muy bien lo que tiene que hacer con él. Si lo necesito me lo dará, mas por ahora, no lo necesito. 

Otra vez lleváronle a un dominico, cargado de años, ((268)) una cantidad notable de dinero para que hiciera limosnas a su talante. 

-Se lo agradezco muchísimo, contestó: hablaré de ello con el padre Prior y esté usted seguro que se gastará de la mejor manera. 
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Acertó a pasar por allí el Prior y aquél le entregó al instante el dinero, diciendo que lo había traído aquel señor, para que lo gastara en 
limosnas. 

-Es para usted, replicó el donante. 

-Muy bien, contestó el Padre, »pero no sabe usted que todo lo que tienen los hijos es del padre? 

Hablóse a continuación de los libros personales y los libros comunes y del deber de no hacer grandes transportes de ellos, cuando se 
cambia de casa: el Beato expresó este pensamiento: 

-Yo creo que nuestra Congregación habrá adelantado mucho cuando, al ir de una casa a otra, no hubiese necesidad de baúles, sino que 
se pudiese marchar al momento con un pequeño envoltorio bajo el brazo. 

Novicios: moralidad, escrúpulos, meditación 

Conferencia 8. ª Dedicóse ésta a los novicios. Se remachó en ella el principio de que la Congregación Salesiana no tiene como fin 
refozar una vida mundana, llevándola con la oración, la meditación y la penitencia a la observancia de la ley de Dios y a la práctica de la 
perfección cristiana; sino que necesita sujetos de vida ya buena y probada, que quieran consagrar su talento y su trabajo a obras de 
caridad en favor de sus semejantes. 

«Nuestro noviciado, son palabras del relator don Juan Cagliero, no es de tal naturaleza que pueda cambiar las costumbres depravadas, 
sino que está hecho para que cada uno pueda instruirse acerca del género de vida que quiere abrazar y acerca de lo que tendrá que hacer 
en lo restante de su vida. 

»Ha de tenerse hondamente grabado en la mente este fin de nuestro noviciado y de nuestra Congregación; el no tenerlo en cuenta puede 
producir fatales consecuencias». 

Para lograr que hubiese unidad de acción al aconsejar a quien pidiese ingresar en nuestra Sociedad, propuso don Bosco el siguiente 
caso. Un joven pide ser admitido en la Congregación y expone su estado de esta manera: 

-Durante este año he caído, en tiempos diversos, dos, tres veces en ((269)) cosas inmorales. O también: 

-Caí una vez, posteriozente estuve mucho tiempo sin recaer; luego, recaí tres o cuatro veces seguidas; después ya no. 
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»Qué consejo se daría a éste? »Se le podría aconsejar que entre en la Congregación? 

-Una observación fundamental es, dijo don Bosco, ver si el joven cayó todas las veces que se encontró en la ocasión. Dado que sí, había 
que ver todavía si es de los que están seguros y no vacilantes con respecto a la vocación y si su voluntad está firme y resuelta. En el caso 
de que tenga firmeza de carácter, se le puede contestar que siga adelante; puesto que, si su respuesta fuese otra, había que temer que los 
seminarios y las órdenes religiosas se vaciaran poco a poco, pues casi ninguno podría entrar en ellos. Si, por el contrario, dadas las 
condiciones descritas, el joven no es firme ni constante en sus propósitos, se conteste sin temor negativamente. 

Al margen del acta y junto al penúltimo párrafo, una mano extraña, que puede asegurarse con certeza es la de don Juan Cagliero, 
escribió: 
«Aquí se habla ciertamente de faltas cum seipso solo; vae nobis, si aliter foret!» (consigo mismo; íay de nosotros si fuera de otro modo! ). 

Se pasó después a hablar de los escrupulosos, los cuales causan ordinariamente grandes molestias a las congregaciones. Hay que 
distinguir claramente entre escrupulosos y escrupulosos. Muy pocos son los que se entregan de veras a Dios sin tener al principio 
escrúpulos de varias formas: el Señor los permite para purificar más y más a las almas. Hay que animar, ayudar y aconsejar con toda 
caridad a estos tales; porque, muy en breve, superarán la crisis y honrarán a la Congregación. Otros, por el contrario, son cabezas 
trastornadas, que no toman nunca las cosas en su justo sentido y esto hay que considerarlo como un género o primer grado de verdadera 
locura. Distíngase, pues, bien los unos de los otros; porque de los segundos hay que deshacerse en absoluto, ya que, más tarde o más 
temprano, ocasionarán grandes disgustos. 

Se preguntó en este punto qué libro se consideraba más apto para la meditación de los principiantes. Para los demás se usaba el «Da 
Ponte» y se consideró que era conveniente seguir con él ((270)) por su abundante materia, y porque, una vez acabado, se puede volver a 
empezar varias veces. Por el contrario los capitulares encontraron muy útil para los principiantes: Preparación a la muerte de san Alfonso 
y La escuela de Jesús apasionado, de un religioso pasionista. 

Sigue diciendo el acta: «Pero del ''Da Ponte'' se hicieron elogios desmesurados. Merece recomendarse grandemente la introducción, que 
debería leerse cien veces y aprenderse de memoria, pues vale tanto oro como pesa. El que sigue con atención cuanto en ella se dice, 
encontrará muy facilitado el modo de hacer la meditación». 
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Confesiones mal hechas. Semiclausura. Mezcla de gente
en las fiestas. Asistencia en los dormitorios


Conferencia 10. ª Se reanudó el tema de la moralidad entre los alumnos. Ya encaminada la discusión, don Bosco habló en estos 
términos: 

-Hasta ahora se dijeron muchas cosas sobre la moralidad y se presentaron muchos medios para obtenerla en los jóvenes; pero todavía no 
se tocó el principal. El punto culminante para obtener la moralidad es sin duda la confesión frecuente y la comunión, pero de veras bien 
hechas. Se ha dicho en la conferencia anterior que se diera toda comodidad a los jóvenes y que se llamaran confesores, que ellos no 
conocen, pero preferiblemente de la Congregación; se comprueba realmente que, dando gran comodidad y proporcionando confesores 
muy entendidos en estas cosas, se obtiene ya mucho; pero ciertamente será siempre casi imposible obtenerlo todo. Da lástima ver el 
estado de conciencia en casi las nueve décimas partes de los jóvenes. íNi siquiera toda comodidad los asienta! Hay que convencerse de 
que, cuando un joven tiene la desgracia de dejar enredos en la conciencia, por lo general va adelante así por años y años, y no hay 
solemnidad, ni tanda de ejercicios, ni muerte de otros que le impresionen. Hay que afirmar francamente que el arreglo de las conciencias 
viene directamente de Dios, el cual, de vez en cuando y quizá sin necesidad de una ocasión extraordinaria, hace que uno se enmiende. 

Y, con la gracia de Dios, en nuestras casas se arreglan muchos enredos. Puede decirse que no pasa una gran fiesta, ni un ejercicio de la 
buena muerte, sin que se ponga de manifiesto la misericordia del Señor en alguno de nuestros alumnos. Con ocasión de los ejercicios 
espirituales, esto sucede realmente en gran escala, pero por desgracia esto no sucede con todos y aun después de varios años, si se 
pregunta a uno de esos: 

-»Es que tú no has hecho los ejercicios espirituales? 

-Sí, responde. 

-»Y cómo se explica que no hayas arreglado esto? 

-»Qué quiere que le diga?... No, no lo he arreglado. 

Y todo acaba allí. Sin embargo, soy del parecer que se estudien todas las maneras para dar ((271)) cada vez mayor comodidad, pues 
siempre habrá alguno que, gracias a esto, dejará que actúe sobre él la misericordia divina: y, aunque no haya más que la probabilidad del 
éxito, merece todos nuestros afanes. Pero hay que considerarla como muy importante. 

Habiendo recaído incidentalmente la conversación sobre la moralidad de los socios, don Bosco quiso exponer su pensamiento. 

-Hace mucho tiempo que pienso en ello, pero hasta ahora no hice más que bosquejarlo, y será preciso que lo estudiemos entre todos. Se 
trataría de establecer que los 
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salesianos, por cuanto es posible, duerman en una parte de la casa, donde no se reciban nunca forasteros, ni empleados de la casa, ni 
jóvenes. Haya, digámoslo así, una especie de clausura, que nadie pueda traspasar. Por ejemplo, a lo largo de la escalera por donde se va a 
las celdas de los sacerdotes, de los profesores y en general de los superiores, no haya lugar para que duerma ningún otro, ni esta misma 
escalera dé acceso a los dormitorios de los jóvenes; especialmente no duerman, en absoluto, en aquella parte de la casa mujeres de 
ninguna clase, aun cuando se tratase de la madre del Director o de aquellas buenas mujeres que remiendan en nuestros colegios la ropa 
blanca o hacen otras labores semejantes. La razón es clara: nosotros aceptamos en casa a personas que nos son completamente 
desconocidas; serán buena gente, pero nosotros no los conocemos bastante y sabemos por otra parte que el mundo está lleno de malicia y 
que todos somos hijos de Adán. Pasarían tal vez muchísimos anos, como es de esperar, sin que nada suceda; pero también podría suceder. 
Hoy no habrá peligro alguno, pero hay que tomar precauciones. Y aun cuando estas precauciones no fuesen necesarias para nosotros y 
casi excesivas, consideremos que serían, no obstante, muy oportunas con respecto a los externos, los cuales, aunque malignos, no 
tendrían ningún pretexto para dudar o hablar mal. Yo propondría casi poner una cancela en el lugar que da acceso a dichas habitaciones y 
escribir encima: RESERVADO, o también HABITACIONES DE DESCANSO PARA LOS SUPERIORES. 

Con motivo de la fiesta de María Auxiliadora en el Oratorio y la del titular en los colegios se hacían ciertas ferias o mercados en las que 
tomaban parte también los externos, y se producía en ellas una mezcla de gente, que podía resultar peligrosa. Estudiando el hecho, don 
Bosco puso las cosas en su punto, diciendo: 

-Estas son cosas que en los comienzos de nuestras casas son necesarias y no producen mal alguno, precisamente porque son cosas 
extraordinarias; pero, dejar que sigan adelante como si fueran cosas de regla sería un grave error, pues todos los años se introduce algún 
desorden y, una vez introducido, ((272)) ya no se quita. Al contrario, al ano siguiente se reproduce en mayores proporciones; y da miedo 
ver qué proporciones adquiere al correr del tiempo, a la vez que casi no hay desorden introducido una vez, que no se haya reproducido al 
año siguiente. 

El permitir estas cosas en los comienzos es bueno para hacer conocer la casa, para alegría de los jóvenes, para ganarse la benevolencia 
de los forasteros; pero después tienen que disminuir y más tarde ser suprimidas del todo. 

En el Oratorio no había al principio ni siquiera portería y se iba a trabajar afuera; con todo, la novedad y el fervor primitivo de las cosas 
hacían que no hubiese desórdenes. Al correr del tiempo se vio la necesidad de tapiar el patio y de poner un portero, pero se dejaba entrar 
en casa a todo el mundo. Después hubo que impedir también esto. Dígase lo mismo de la feria de María Auxiliadora. En los primeros 
años se armó un ruido del otro mundo; pero la novedad hacía que los desórdenes no fueran mayores. Más tarde se disminuyó la afluencia 
de los externos y casi se puede decir que hoy día la fiesta se mantiene en sus cauces. 
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Es útil recordar lo que se dijo acerca de la asistencia en los dormitorios. Hubo un tiempo en que se permitían a los asistentes unas 
celditas en los ángulos de los dormitorios: consistían en unas sencillas cortinas sostenidas por unos hierros. Generalmente el asistente 
tenía allí una mesita con algunos libros. Después insistió tanto don Bosco en que se eliminaran las mesas de las celditas, que se quitaron y 
no se dejó para el asistente más que la cama con unas cortinas y nunca en los ángulos, sino entre las demás camas del dormitorio. Ahora 
renovó sus recomendaciones sobre este punto, que él tomaba muy a pecho; ífuera celdas y fuera mesas! Nos impresiona esta su firmeza 
aún más, al considerar cómo rebatió las objeciones que le opusieron algunos directores. 

-Hay maestros, observó alguno, que deben asistir en el dormitorio y necesitan la mesa para poner libros y apuntes y necesitan la celdita 
para ir a estudiar allí algunas veces. 

-Tampoco se permita eso en este caso, replicó don Bosco. 

-»Cómo se las arreglarán entonces los maestros: 

-Tengan un lugar a propósito en otra parte; por ejemplo, un escritorio ((273)) cerrado con llave en el estudio general o en la clave; pero 
no en el dormitorio. 

-En otras partes no hay habitaciones disponibles; son tantos los muchachos que piden ser admitidos, que estamos en nuestros colegios 
como sardinas en banasta. 

-Pues bien, admítanse menos muchachos; pero en los dormitorios no debe haber mesas ni celdas. Basta la cama con las cortinas para la 
hora de levantarse y acostarse; después estén éstas siempre recogidas. 

El Beato prolongó la conversación, indicando algunos medios para hacer florecer la moralidad en los colegios. 

-Con estas precauciones se pueden lograr muchos y buenos resultados; sin embargo, ni con esto ni con otras cosas se podrá obtener 
nunca una moralidad absoluta en todos; se necesitaría no ser hijos de Adán. Hágase lo que se pueda, y aún algo más, y después 
acordémonos de rezar mucho y la oración obtendrá lo que no podremos alcanzar con nuestros esfuerzos. Y recordemos que los dos 
medios más aptos para arrancar de raíz todo acto de inmoralidad y para introducir esta virtud en grado casi perfecto entre nuestros 
alumnos son: 

1.° La frecuencia de los santos sacramentos. Este es el principal y, dígase lo que se quiera, si los sacramentos se reciben a menudo y 
con las debidas disposiciones, no arraigará ningún desorden. 

2.° Envíense a su casa los que cometiesen escándalos de esta clase. No hay otro medio; cuando el mal hábito es inveterado, sólo por 
milagro puede uno convertirse. Ese tal se confesará, estará verdaderamente arrepentido, pedirá perdón en privado y 
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en público; pero no pasará mucho tiempo y volverá a las andadas. Con éstos hay que proceder irremisiblemente. Tendrán todo el dolor 
necesario para merecer la absolución del pecado; pero nosotros no podemos fiarnos de ellos para el futuro. 

Padres morosos 

Conferencia 11.ª La economía ofreció materia de discusión para cuatro conferencias. En esta primera se propuso nombrar un delegado o 
agente, encargado de solicitar el pago de las pensiones. Parece que eran demasiados los que colocaban a sus hijos en el colegio y se 
contentaban con prometer y no pagar nunca. Si se procedía por vía judicial, ((274)) era más el tiempo perdido y las molestias acarreadas 
que el provecho que se sacaba. Como el debate se alargaba, don Bosco cortó diciendo: 

-Con los morosos hay que ser santamente crueles. Yo no encuentro más remedio que enviar a los muchachos a sus padres o parientes, a 
fin de que, si se encuentran en condiciones de pagar, se vean obligados por este medio a hacerlo pronto, y si no les es posible, se queden 
con sus hijos en casa. No hay más que una excepción, y entonces es cuando puede tolerarse algo y, si no pagan, se pueden enviar a la casa 
de Turín o de Sampierdarena o a otra casa de beneficencia. Aquí la Providencia proveerá también para ellos, como lo hace con otros; pero 
bueno es que los colegios tengan una cuota fija y que, hasta donde sea posible, no se transija. 

Socorros a los pobres 

Conferencia 13.ª »Convenía repartir pan y sopa a los pobres, a la puerta de los colegios? En público, no; en privado, sí; pero a familias 
indicadas por el párroco. Después de esta conclusión dio don Bosco unas sabias normas sobre la limosna, que son al mismo tiempo 
documentos de su generosa, pero iluminada caridad. 

-Os recomiendo muchísimo que socorráis, hasta donde se pueda, a los forasteros pobres, porque de ordinario no son conocidos y 
cuando lo son, no se les atiende en su pueblo. Cuando se encuentre a algunos de ésos realmente necesitados, socórraseles de todos los 
modos posibles, porque siempre se encuentran en mayor peligro que los campesinos de igual condición. 

Hay que tener además cuidado especialísimo de esos jóvenes y esos hombrachos, 
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a quienes se ve de vez en cuando pidiendo limosna. La razón de esto es que, si se rebajan a pedir limosna a pesar de ser fuertes y 
robustos, los empuja una verdadera necesidad y son buenos cristianos. Si no fuesen tales, se lanzarían al latrocinio y las más de las veces 
no hay maldad a la que no se lancen estos tales, cuando comienzan a andar por mal camino. Y si son jovencitos, se nos recomiendan 
mucho más, precisamente porque están más conformes con nuestra misión, y también porque, no pudiendo tener todavía principios 
bastante ((275)) firmes, basta una nonada para echarlos por el camino de la iniquidad, que seguirán tal vez de por vida. 

Y si sucediese que es una jovencita la que pide limosna, entonces hay que socorrerla sin falta, con toda caridad y con la mayor largueza 
que se pueda. No hay tal vez en el mundo persona más expuesta al peligro de la inmoralidad que una doncella pobre y desamparada. Por 
lo que a mí toca, yo le daría muy a gusto mi porción de comida, si no tuviese otra cosa para sacarla del peligro. Y no se diga que, tal vez, 
no lo necesiten o que ya están hundidas en el lodazal del vicio. Si no estuviesen necesitadas, de ordinario no vendrían a nosotros pidiendo 
socorro. Por otra parte, aunque no fuesen virtuosas, se las apartaría, al menos aquella vez del peligro. íY eso ya es una gran cosa! 

En general no se diga que, los que piden limosna, no son menesterosos; puede creerse que en nuestros tiempos la miseria tiene muchas 
más formas que las que aparecen al exterior, y hay personas dignas de toda compasión, que exteriormente parecen de familias muy 
acomodadas. íCuántas personas se presentaron pidiéndome algo, incluso pan, y eran empleados públicos y, muchas veces van bien 
trajeadas! íY sin embargo, recibida mi modesta limosna, la bañaban con lágrimas de consuelo, que caían involuntariamente de sus ojos! 

Obras de construcción -Crónicas 

Conferencia 14.ª Don Bosco reprochó siempre a todo el que hacía en las casas construcciones nuevas o reparaciones de alguna 
importancia, sin haber pedido y obtenido el permiso del Superior. 

-Este punto, subrayó entonces, es de muchísima importancia; puesto que no sólo en las nuevas construcciones sino también en las 
reparaciones, especialmente donde entran albañiles, el gasto sube sin parar, y da pena ver que se economiza hasta el céntimo en otras 
cosas, hasta casi carecer de lo necesario, y luego se gastan con la mayor ligereza incluso centenares de liras. Quede, pues, bien entendido 
que antes de hacer semejantes gastos, hay que obtener el permiso del Superior, por ahora del Rector Mayor, y más adelante por lo menos 
del Inspector. 

Parecíale a alguno que don Bosco era demasiado rígido con esta exigencia. 
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-Al contrario, anadió, hay que ser muy rígidos, pues se trata de algo que si no se mantiene con rigidez, casi por su natural va en 
aumento, ((276)) pues es normal ver una cosa que no agrada mucho, y quererla hacer cambiar; y así, aquí hace falta levantar un tabique, 
allá derribar otro; aquí abrir una puerta y allá cerrar otra; bien entendido, empero, que, al cambiar aquella casa de prefecto o de director, 
vendrá de nuevo la necesidad de derribar lo levantado y de levantar lo derribado, y así se va de gasto en gasto, con escasa o ninguna 
utilidad. 

Es, además, necesario ser muy riguroso en esto para sacar de apuro al director. Siempre habrá un prefecto, un asistente, un maestro, que 
encuentran indispensables un sinfín de cosas y querrían introducir variaciones. Acuden al director, que ve también la utilidad de aquello, 
y no puede negarlo sin crear descontento. En cambio, cuando se sepa que son cosas totalmente independientes del director, vuelven a su 
calma y ya no las piden. 

Por otra parte, he visto que, como en todo lo demás, también en esto especialmente hay que apuntar más arriba del blanco y que hace 
falta querer dos para estar seguros de alcanzar siquiera uno. 

En algunas órdenes religiosas, al fin del ano o cuando hay visita del Superior, hacen una lista de las reparaciones necesarias y se pide 
permiso al Superior hasta para las cosas más pequeñas. Muchas veces el Superior no opondrá ningún reparo; pero siempre será libre de 
ponerlo; y, además, el solo pensamiento de que tal gasto tiene que pasar por el Superior hace que ellos se retraigan de las cosas no 
necesarias. 

Más adelante volvió a ponerse sobre el tapete la cuestión de las monografías y de las crónicas, ya ventilada en las conferencias anuales 
de los directores. Aunque se presentó fortuitamente, ocupó la mayor parte de la sesión. Don Bosco pronunció un discurso, en el que se 
puso de relieve una vez más la gran importancia que daba a la cuestión. 

-Se trabaja mucho entre nosotros, se hacen muchas cosas; pero no guardamos recuerdo de lo que se hace. La extraordinaria 
multiplicidad de ocupaciones, que hasta el presente se agolpan una tras otra, sin dejar un instante de tiempo libre, ha hecho que resultara 
imposible tomar nota por escrito de lo que se hacía entre nosotros. No quiero decir con esto que hoy se haya dado tregua a las 
ocupaciones; pero a veces hay manera de que las hagan otros, y muchas ya están repartidas entre varios, mientras que antaño estaban 
unidas y cargaban sobre el mismo individuo. Además, en los tiempos pasados no se conocía tanto la necesidad de tomar nota de lo que se 
hacía; ahora vemos que a veces nacen confusiones donde no tendrían lugar, si se hubiesen tomado los oportunos apuntes. Y, además, hoy 
día nos damos cuenta de que, estando la Congregación definitivamente aprobada, tenemos que dar normas para los que vengan detrás de 
nosotros. El ver que hemos actuado de una manera antes que de otra y que la cuestión resultó bien, les indicará el camino que deberán 
seguir. De momento yo encuentro ((277)) esto más importante que otras cosas; por tanto creo necesario que cada director se aplique este 
año a ello de buena gana y piense y estudie la manera más oportuna y encuentre el tiempo para ello y, ésta que llamaremos crónica del 
propio colegio, hágase cada año y la continúe el director pro tempore. 
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Empiece la monografía desde el momento en que se habló en Turín de abrir aquella casa o aquel colegio; escríbanse los pasos dados, 
facilidades y dificultades, ayudas y obstáculos, el año y el mes de la fundación; los nombres del Pontífice reinante, del Rey, del Obispo 
diocesano; después siga narrando, por ejemplo, que tal año se hizo esto y aquello y se continúe cronológicamente indicando los sucesos 
sobresalientes, tejiendo la biografía de aquellos que la conveniencia lo pida; pero póngase más cuidado que en ninguna otra cosa en citar 
los documentos auténticos y en indicar dónde se encuentran. De cada monografía se harán dos copias, una para guardarla en el archivo 
del propio colegio y otra para enviarla al archivo general. Cuando todas estas crónicas hayan llegado a Turín, entonces habrá que pensar 
en otro trabajo, esto es, en sacar lo importante de cada una para describir más brevemente la marcha de la Congregación. 

Nosotros mismos, al cabo de los años, quedaremos admirados al ver cómo con tan pocos medios y en tan poco tiempo se ha hecho 
tanto, y aprenderemos los unos de los otros los medios para triunfar en las empresas. Y diré también que cada uno aprenderá de sí mismo; 
porque avanzando el tiempo parece mentira cómo se olvidan muchas cosas prácticas que hicimos, y que, aunque fáciles, son 
importantísimas; y al releerlas, tendremos de dónde aprender. Para que el aprendizaje sea mayor, y puesto que se trata de escritos 
privados para nosotros, pónganse también los defectos, en que se ha caído, diciendo, por ejemplo, que en tal ocasión se emplearon tales 
medios y se fracasó. Esto prestará más fiabilidad a la historia y servirá de aviso para otras veces. 

Todas las órdenes religiosas tienen esta especie de crónica detallada y documentada, y siguen trabajándola con celo, aun cuando la 
orden esté en decadencia; y continúan haciéndola de ciertas casas que hace medio siglo ya no están en su poder, de modo que saben todas 
sus principales vicisitudes... Nos la arrebataron el año tal; pasó a posesión de fulano; sirvió para tal uso; pasó después a mengano; 
después se nos devolvió... Y conocen de pe a pa los nombres de los vendedores y de los amos. 

Los jesuitas tienen uno expresamente en cada casa, que debe escribir la historia y en los catálogos de los socios se hace constar también 
que ese tal es scriptor historiae domus (escritor de la historia de la casa). Este, o aquel a quien él encargare, escribe la biografía de quien 
muere en la casa, aun cuando fuera el último de los hermanos. Y todas esas memorias se guardan en el archivo. Además, cada tres años 
todas las casas envían copia de sus anales al archivo general, a fin de que sirva para la historia de la Congregación. Pero la historia de la 
Congregación ((278)) no se escribe todos los años, sino después de un período considerable de tiempo, y aun se espera hasta tener un 
buen historiador; entonces se redacta y siempre en latín; et quidem (más aún) historia verdadera y auténtica y muy bien redactada, ya sea 
por su excelente latín, ya sea por la manera de exponer la narración. Para que ésta no resulte demasiado prolija, es necesario extraer de los 
anales los hechos principales; de lo contrario se haría aburrida. Tampoco los anales deben contener todos y cada uno de los detalles. 
También éstos deben estar bien redactados y elaborados; es preciso emplear mucho discernimiento, saber evitar repeticiones, cosas sin 
importancia y menudencias. Para las cosas pequeñas, especialmente para los hechos edificantes, los jesuitas tienen otro medio: están las 
cartas anuales, en las que se lleva nota exacta de la predicación hecha en cada iglesia, de los ejercicios de piedad y de los ejercicios 
espirituales, de las confesiones y comuniones administradas en casa, y especialmente de todos los hechos edificantes que suceden entre 
ellos. Y estas cartas se envían de una casa a otra, de provincia a provincia, para que se lean en el comedor. En cada casa hay uno 
encargado 
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de redactarlas y en el catálogo del personal de la casa está anotado: Redigit litteras annuas (Redacta las cartas anuales). 

No cabe duda que ahora esta crónica dará mucho que hacer, porque se trata de empezar y los principios son siempre más difíciles, y 
también porque hay que repasar cosas de años atrás; pero, cuando esté redactada hasta nuestros días, y no haya que añadir año tras año, 
sino lo más importante que sucedió en aquel tiempo, y, sabiéndose ya que no habrá que hacer sino esto, se tomará nota de los hechos 
mientras suceden, la cosa quedará así muy simplificada y cualquier director podrá hacerla con facilidad. 

Hay que poner un cuidado especial en la biografía de los hermanos que fueron llamados por Dios a la eternidad. Para algunos bastarán 
pocos recuerdos; otros, en cambio, requerirán dedicarse a ello a propósito. De los hermanos fallecidos en estos últimos anos será 
suficiente lo que ya se imprimió en el apéndice de nuestros catálogos; en cambio, de los antiguos habrá que buscar muchos recuerdos con 
cuidado y hay que procurar que no se pierdan; porque me parece que se puede decir que ellos, ya sean sacerdotes, clérigos o coadjutores, 
son como otras tantas perlas, que se deben hacer resplandecer en la historia de la Congregación. íCuántas cosas habría que decir de don 
Víctor Alasonatti! »Y de don Domingo Ruffino? íCuántos recuerdos preciosos dejó! Fue un verdadero modelo de vida cristiana. No sé si 
debo compararle con san Luis; pero no cabe duda de que todo lo que sabe hacer un buen joven, un buen clérigo, un buen sacerdote, todo 
lo hizo y lo hizo con tal ardor que puede compararse en la piedad con los mejores modelos de vida cristiana y religiosa. Un buen fruto, el 
principal, de estas biografías está en que, dentro de muchos años, se verá cómo se trabajaba en tiempos pasados. Surgirán dificultades al 
correr de los años y se tendrá la llave en la mano para evitarlas. Yo ahora me encuentro en ciertos apuros en los que me encontré hace ya 
muchos años; otro ((279)) quedaría enredadísimo en ellos; yo voy adelante tranquilo, pues no tengo más que recordar el buen o mal 
resultado de los medios empleados entonces. 

La siesta. Inspector e Inspectoría.
Rector Mayor y Capítulo Superior


Conferencia 16.ª Durante casi dos conferencias sucesivas se trató de las buenas y malas costumbres. Entre las costumbres de suyo 
indiferentes, pero en realidad siempre malas y perniciosas, ponía don Bosco la siesta en la cama después de comer. En los países muy 
cálidos hay esa costumbre; ciertas congregaciones establecen que tengan los hermanos este descanso; también hay educadores, buenos 
cristianos, que lo permiten a los alumnos. 

-Pero yo, dijo don Bosco, lo tengo por una de las cosas más peligrosas para la moralidad y soy del parecer que tener esta costumbre y 
guardar perfectamente la moralidad es cosa muy difícil, por no decir imposible. Creo que, si los directores de las casas supieran cuán 
funesto es esto, preferirían cerrar el colegio antes que introducir esta costumbre. 
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»Hay que prohibir, pues, a nuestros hermanos y a los jóvenes dormir la siesta? Si sucede que, especialmente en verano, queda uno 
vencido por el sueño a primeras horas de la tarde, »tendrá que esforzarse para no dejarse vencer por esa tendencia? No; si sucede que, 
mientras uno trabaja o estudia, le acomete el sueño, satisfágase en hora buena esta necesidad y duerma un ratito, arrellenándose en la silla 

o apoyando la cabeza sobre el escritorio; pero ninguno se eche en cama para conciliar el sueno; pues yo creo que éste es precisamente el 
daemonium meridianum, del que se nos amonesta que nos guardemos, como de un gran peligro para las almas. 
Con los muchachos sígase haciendo como hasta el presente; en los países cálidos, después de un rato de recreo, reúnanse en el estudio o 
en una aula, y, allí, cada uno en su sitio, estudie o duerma a su gusto, con tal que estén asistidos, para que reine el silencio y el que quiera 
descansar pueda hacerlo libremente sin ser molestado. Así quien necesita descansar, puede hacerlo; los otros, que no concilian el sueño, 
están ocupados y todos los peligros desaparecen. En una palabra, lo que se reprueba es el hábito de ir a la cama después de la comida. 

Sin embargo, se quiso hacer notar que en los países calurosos era una costumbre tan general, que poquísimos no la ((280)) seguían. 

-Pues bien, replicó don Bosco, procuremos nosotros ser del número de los poquísimos, y espero que no nos disgustará haber evitado 
contraer este hábito. Si lo hacemos así, podremos trabajar más, ganaremos en estimación, y quizá otros imitarán nuestro ejemplo. 

Agotado el tema de las costumbres, se dedicó el tiempo restante a legislar en torno a la novedad de la división de la Congregación en 
provincias. Se redactó el Reglamento del Inspector, que puede leerse aparte; hay dos cosas que allí no aparecen de las que hablaremos 
nosotros ahora un poco, por ser materia de historia. 

Ante todo la denominación. El Capítulo descartó el nombre de Provincia y especialmente el título de Provincial, como poco oportuno 
en nuestros días. Ante el mundo, hubieran hecho aparecer la Congregación como una Orden monástica, haciéndola antipática, pues era 
muy grande la aversión que los enemigos de la Iglesia habían inoculado, hasta en ánimos honestos, contra las antiguas y venerandas 
instituciones religiosas. Por otra parte, esto no era salirse del surco de la buena tradición. Ya san Ignacio había desterrado una parte de la 
anterior nomenclatura conventual. Así, por ejemplo, había sustituido el apelativo de Padre Guardián por el de Padre Rector. Pareció, 
pues, óptima la determinación de prescindir nosotros también de ciertas exterioridades accidentales, que podrían irritar los nervios de los 
contemporáneos y hacernos mal vistos entre la gente, a la que queremos hacer el bien. Así, pues, el superior encargado de vigilar sobre 
cierto número de casas se llamaría Inspector, e Inspectoría el territorio de su 
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jurisdicción; estos dos términos expresan con exactitud lo que se quería y suenan bien hoy día a los profanos, pues son usados también en 
la administración civil y escolar. 

En segundo lugar, la edad del Inspector. »Convenía fijar una edad mínima entre las condiciones necesarias para ser elegido? Al 
componer las Reglas don Bosco había preferido hacer caso omiso de la edad en todos los cargos; por eso en las redacciones primitivas y 
en el texto ((281)) enviado a Roma para la aprobación, no se hablaba nunca de edad, cualquiera que fuese el cargo a elegir. Roma, en 
cambio, quiso treinta y cinco años para los cargos mayores. Pero, como la Congregación estaba todavía en la época de su nacimiento, 
generalmente sus miembros no llegaban entonces a la madura virilidad; por lo que fue necesario en seguida pedir dispensas temporales 
para la observancia de aquella regla. En cuanto a los Inspectores, evidentemente no se podía hablar de su edad en las Constituciones, 
porque, cuando éstas se aprobaron, aquéllos no existían todavía; por esto, el Capítulo General dejó pendiente el problema, aguardando a 
ver qué haría la Congregación de Obispos y Regulares, cuando se le presentasen las deliberaciones de Capítulos Generales en torno a las 
Inspectorías. 

Según el concepto de don Bosco, expresado en la decimoséptima conferencia, el Inspector Salesiano es «un padre, cuyo deber es ayudar 
a sus hijos a hacer marchar bien sus asuntos y, por lo tanto, les aconseja, les ayuda, les enseña la manera de salir de apuros en 
circunstancias críticas». 

Con el tema de las Inspectorías salió a relucir la cuestión de los poderes que se debían reconocer en el Rector Mayor. 

En este terreno don Bosco tendía manifiestamente a ensanchar los límites, mirando a obtener que toda la marcha general de la Sociedad 
dependiese del Rector Mayor. Hubo quien creyó oportuno hacer una observación. Mientras se trataba de don Bosco personalmente, todos 
querían que tuviese una autoridad sin limitaciones de ninguna clase, pero había que pensar también en los que vendrían después. 

-Y precisamente por esto, interrumpió don Bosco, yo voy con tiento y pongo mucho cuidado en que no se interfiera la autoridad del 
Rector Mayor. Si se tratase de mí, no lo necesitaría, pues, en lo poco o en lo mucho, me dejáis hacer lo que me parece; y, además, 
teniendo yo en mis manos el hilo de todo, casi no se podría tampoco actuar diversamente. Pero yo he de mirar por los que vendrán 
después de mí. 
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((282)) Los que se salen 

Conferencia 20.ª Esta conferencia tuvo más bien el carácter de una sesión ordinaria del Capítulo Superior para el despacho de los 
asuntos corrientes; así sucedió que se viniera a hablar de los que, olvidados de su vocación, se marchaban. Don Bosco recomendó se 
tuvieran siempre con ellos todos los posibles miramientos. 

-No es cosa fácil, añadió, porque muchas veces, y puede decirse siempre, éstos tienen notables deméritos. Sin embargo, es bueno que 
disimulemos sus faltas y los tratemos con la mayor benevolencia. Así, también ellos guardarán amor y respeto a la Congregación y 
nosotros estaremos seguros de que, pasado algún tiempo, tendremos, en aquel hermano, un amigo, una ayuda, uno que, por lo menos, 
hablará bien de nosotros. Y creedlo, lo necesitamos, pues siempre acarrea mucho daño el que, aun injusta y culpablemente, habla mal de 
la Congregación. Deseo más bien que se abunde en atenciones no merecidas, antes que hacerles sentir algo más ásperamente los 
merecidos reproches y despedirlos con dureza. 

Exterioridades inoportunas 

Conferencia 22.ª En lugar de hacer la lectura de las actas al principio de cada sesión, se dejó para el término de las discusiones. Tuvo, 
pues, comienzo en esta conferencia, dando origen a una digresión, en la que es útil detenernos. Se preguntó si no sería bueno que en los 
colegios se diese cada tarde la bendición con el Santísimo Sacramento. 
Asi se hacía, después de muchos años, en el Oratorio y en Lanzo; »por qué, pues, no hacerlo con provecho en todas partes? íEra muy 
poco el tiempo que se requería para ello! 

Era algo bueno, óptimo; »cómo dudarlo? Pero no se quiso que se diera en los colegios, a no ser en las novenas y durante el mes 
mariano, como se acostumbraba en el Oratorio antes de existir la ((283)) iglesia de María Auxiliadora. Se adujeron para ello dos motivos. 
El primero, no sobrecargar a los muchachos con prácticas de devoción. Muchos de ellos procedían de familias, en las que se hablaba poco 
de religión y donde tal vez no se tenía ninguna práctica religiosa cada día. Ya había todos los días las oraciones de la mañana y de la 
tarde, el rosario, la misa, además de las breves oraciones que solían rezarse a lo largo de la jornada, y esto bastaba para la mayoría; al que 
deseare hacer más, se le exhortase a hacerlo espontáneamente, sobre todo la visita 
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diaria a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen; pero en común no se añadiese nada más. El segundo motivo era para no dar 
demasiado pie a las críticas de los malos. Todos tenían los ojos puestos en los salesianos, así los particulares como el público. En unos 
tiempos, en los que reinaba el afán de echar por tierra todo lo que supiese a religión, y se buscaban pretextos de toda clase para destruir 
las instituciones sagradas, se manipulaba adrede la enseñanza y se cambiaban una y otra vez los programas, para que los religiosos, 
apegados a sus métodos antiguos, no pudiesen responder a las exigencias de la enseñanza moderna, si los enemigos de la Iglesia viesen en 
los colegios salesianos tantas prácticas de piedad, los harían al momento blanco de su acosamiento. 

-Nosotros, siguió diciendo don Bosco, tenemos que vérnoslas con el espíritu del siglo, enemigo poderoso y de muy refinada malicia. 
Desde el momento en que quisiésemos luchar abiertamente con este enemigo, quedaríamos en seguida derrotados e inutilizados para todo 
trabajo. Atengámonos siempre a la legalidad, condescendamos muy de veras y siempre donde se pueda; amoldémonos a las exigencias 
modernas, a las costumbres y usanzas de los diversos lugares, con tal que no se tenga que obrar contra conciencia. Antes que declararnos 
en lucha contra las autoridades, resignémonos a pasar por culpables, aun cuando tengamos la razón; condescendamos con todos los 
reglamentos, decretos y programas. De esta manera seremos apreciados, nos dejarán actuar (y esto vale más), y al mismo tiempo no 
haremos nada contra conciencia. 

((284)) Esta idea sobre la conveniencia de evitar siniestras impresiones en los profanos, con signos exteriores de piedad no necesarios, 
ya se había presentado dos veces durante el Capítulo General. En la conferencia propuso alguien que en cada dormitorio se encendiese, 
bajo una estatuita de la Virgen, una lucecita semejante a las lámparas de las iglesias, de suerte que, cuando uno se despertase, corriera en 
seguida con la mirada a la Virgen María. Pareció bien a todos la hermosa idea, pero don Bosco opuso una observación «que él nunca 
pierde de vista», según comenta el acta. 

-Si alguna persona maliciosa viniere a visitar nuestras casas, »qué. 
diría al ver en cada dormitorio un altarcito? Nos acusaría de superstición; y nosotros, teniendo en cuenta los tiempos en que nos 
encontramos y las circunstancias que nos rodean, tenemos que andar con cautela en este punto. Debemos ingeniarnos por grabar, hasta 
donde sea posible, la religión en los corazones de todos y grabarla profundamente; pero con la menor exterioridad posible. Y aunque en 
las cosas 
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que necesariamente debemos hacer, no hemos de tener respetos humanos, sin embargo, en las no necesarias, conviene evitar cualquier 
manifestación que llame demasiado la atención sobre lo que somos. 

Además, ya en la conferencia decimoquinta, a propósito de las buenas costumbres dignas de conservarse y propagarse, se renovó la 
recomendación de no introducir ninguna de las que, a los ojos de los malos, pudiesen tener visos de prácticas supersticiosas; y atenerse en 
ello especialmente a las usanzas del lugar. »Qué decir, por tanto, de la costumbre de santiguarse en el patio, antes de hincar el diente en el 
panecillo del desayuno? He aquí la respuesta del Beato: 

-Esta es, sin duda, una óptima costumbre; pero »qué dirían los malos si, yendo a su casa o estando ellos presentes, nos viesen 
santiguarnos? Si nos ven hacerlo antes de la comida, no dicen nada; saben que lo prescribe el catecismo, que todo buen cristiano lo hace y 
no se extrañan. Nosotros en particular podemos hacerlo; pero en los lugares donde no existe la costumbre, no es del caso introducirla. 
Especialmente, no hay que insistir en esto con los muchachos de ((285)) nuestros colegios. Desgraciadamente los hay, que tienen padres 
muy ajenos a las prácticas religiosas. Si les ven rezar antes o después de la comida, tal vez lo toleren; si les vieran hacerlo en el desayuno, 
fácilmente daría pie a cuestiones y, a veces, ya no enviarían a sus hijos al colegio, diciendo: 

-íSe les enseñan demasiadas gazmoñerías! 

El Rector Mayor y el Capítulo General. Las críticas.
«Lecturas Católicas» y «Boletín
»


Conferencia 23.ª En la lectura de los artículos preceptivos o directivos, que venían en las actas a continuación de las diversas 
discusiones, se encontró uno, en el que se decía de cierta cosa que se remitiese «al Capítulo Superior». Don Bosco quiso que se 
modificase la expresión substituyéndola por «al Rector Mayor». Y explicó: 

-Al decir Rector Mayor, se entiende todo; porque la Regla dice que en las cosas de importancia, reúna él a su Capítulo. Si se dice de 
otro modo, parece que se quiere hacer la cosa sin el Rector Mayor, siendo así que a él corresponde disponerlo todo en la Congregación. 
En todo lo que es de algún relieve, acúdase siempre al Rector Mayor; él, después, si ve que corresponde a algún cargo particular, confiará 
un asunto al prefecto, otro al ecónomo, o a quien corresponda. Pero si las cosas son de mayor relieve, reunirá el Capítulo. 
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En el curso de la misma lectura, al repasar lo dicho en torno a la difusión de buenos libros, el Beato tomó la palabra para dar algunos 
consejos. 

-No se critiquen nunca los libros de otros; no se hable mal de ellos. Esto sólo sirve para ganarnos odiosidades. Adoptaremos los textos 
que más nos agraden; si un amigo nos pregunta, se le contestará según nos parezca; pero dejando de criticar a otro. 

Y esto hágase aún más escrupulosamente, cuando se trate de asociaciones existentes en los lugares, es decir, cofradías, en las que se 
hagan las cosas a la buena de Dios y vulgarmente. No se hable nunca mal de ellas, ni se las ponga en ridículo, antes al contrario se les 
enseñe, se les ayude, se les ((286)) aconseje, se les sostenga por todos los medios, y así, con la bendición de Dios, nos atraeremos 
también la bendición de los hombres. 

Actuemos también benignamente con los que nos critican, tomando en esto como lema la preciosa sentencia: «Haz el bien y deja que 
digan». Cuando se busca reñir, se pierde, hasta si se triunfa en la disputa. A veces hay quien quiere buscar camorra, porque, así, tendrá 
después a su alcance un motivo o siquiera un pretexto para perjudicarnos, sea como sea. 

Si tanto predicamos contra el criticar las cosas de los demás, tanto más debemos condenar a los que, si sucede algo que no les gusta, 
critican las nuestras. Me interesa muchísimo que cada director propague este principio y recomiende e insista hasta dejar desterrado el 
espíritu de crítica de nuestros hermanos. 

Además, cada director trabaje con celo para propagar en nuestros colegios las Lecturas Católicas y las suscripciones a los Clásicos. En 
otro tiempo, casi todos los muchachos estaban suscritos, íahora se ha reducido mucho este número! A lo largo del año procuren todos 
hablar de ellas, darlas a conocer, alabarlas y lograr que muchos se suscriban. Siempre serán libros buenos que se difunden en el colegio y 
se leen con gran provecho. Además, los muchachos envían estos libros a sus casas, donde los leen muchos otros y algunos piden 
suscribirse ellos también; y por este medio puede ensancharse mucho el bien que con estas lecturas pueda hacerse. Créase que la cosa 
tiene más importancia de lo que parece a primera vista; nosotros, que trabajamos tanto para aumentar el número de suscriptores, si 
descuidamos esto, descuidamos uno de los medios que puede ser de mayor ventaja y más fácil ejecución. 

Otro bien extraordinario que se consigue con la lectura y difusión entre nosotros de estas suscripciones, y especialmente del Boletín 
Salesiano, es la unidad de sentimientos que se adquiere por parte de todos y el estrechísimo vínculo de unión que se establece entre los 
hermanos. Estamos todavía en nuestros comienzos: nuestro número aún no es extraordinariamente grande y hasta ahora el Oratorio ha 
sido el centro para todos, de modo que todos nos conocemos y todos los superiores de las diversas casas han visto cómo se hace aquí y se 
esfuerzan por conservar las instituciones y el espíritu; pero, más adelante, si no se buscan todos los medios para reanudar este vínculo, en 
breve entrarán tendencias heterogéneas y ya no habrá absoluta unidad entre nosotros. Es preciso acudir a todos los medios para 
vincularnos en un solo espíritu, y una manera especial para lograrlo es que se lean a ser posible en nuestras casas los mismos autores y 
especialmente se conozcan en todas partes los libros compuestos por los nuestros y las obras especiales de cada una de las casas. Y nada 
podrá contribuir a esto mejor que el Boletín y las Lecturas Católicas; difúndanse, pues, ampliamente y léanse también entre nosotros lo 
más posible. 
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((287)) El apelativo de salesiano. Dar al César
lo que es del César


Conferencia 24.ª La denominación de salesiano, dada a los socios y a sus cosas 1, iba resonando repetidamente en los oídos durante la 
lectura de las actas: ello obligó a don Bosco a tocar una tecla siempre delicada, pero entonces delicadísima. 

-Tendríamos que emplear muy parcamente este vocablo. Hace algunos años, aún no se había introducido y casi no se sabía qué 
significaba. Con ocasión de la primera expedición de nuestros misioneros, hace dos años, se introdujo y estableció. Se comenzó a hablar 
y volver a hablar de los misioneros salesianos, por Europa y por América, a imprimir y reimprimir, en libros y en diarios, hechos y cosas 
de los misioneros salesianos, y así se introdujo este nombre. Era necesario en estos años pasados; hacía falta que la Congregación tomase 
un nombre fijo. El de san Francisco de Sales es un nombre querido por la Iglesia y por las instituciones civiles; es el santo de la 
mansedumbre, virtud que gusta sumamente también a los malos; es el santo que hemos tomado como patrono principal. Como también la 
palabra salesiano suena bien, se creyó oportuno adoptarla. 

Lo que ahora tenemos que hacer es no darle demasiada importancia. Es necesario que tomemos alguna precaución al respecto. Y ante 
todo cuando se manda imprimir un libro, no se ponga: Sacerdote Salesiano o de la Congregación Salesiana. Así se ha hecho hasta ahora y 
eso no es nada; así se podría seguir en ciertas circunstancias especiales; pero en general no se haga. Si el autor del libro es director de un 
colegio, puede poner muy a propósito: Director del colegio salesiano, porque esta atribución es personal y sirve para dar a conocer el 
colegio y aumentar su fama; hacer más nos atraería envidia, malos quereres y hasta persecuciones públicas y privadas. 

Ahora, sin embargo, se ha dado un paso muy atrevido por este lado al fijar este nombre en el Boletín, que se envía a nuestros 
Cooperadores. Es un paso atrevido, hemos de decirlo, pero estudiado. Era necesario darnos a conocer y en nuestro verdadero sentido. 
Hasta ahora, gracias a Dios, todo lo que se ha publicado a nuestro respecto, se publicó en el verdadero sentido. Lo poco que los 
inclinados a hacer el mal publicaron contra nosotros, consistió en acusaciones o hechos particulares, que no mellaron todavía en modo 
alguno la marcha general de nuestra Congregación.Gran cosa es ésta, que no se nos interprete mal, sino que ((288)) podemos ser 
conocidos exactamente tal como somos. Quiero esperar que el Boletín, que se imprime precisamente para dar a conocer nuestro fin, 
cooperará grandemente a lograr este efecto y presentará, bajo el verdadero punto de vista, las cosas principales que sucesivamente 
suceden en la Congregación. 

Nuestro fin es dar a conocer que se puede dar al César lo que es del César, sin comprometer nunca a ninguno; y esto no nos aparta en lo 
más mínimo de dar a Dios lo que es de Dios. Se dice, en nuestros tiempos, que esto es un problema, y yo, si se quiere, anadiré que tal vez 
es el mayor de los problemas, pero que ya fue resuelto por nuestro divino Salvador Jesucristo. En la práctica se presentan serias 
dificultades, es verdad; búsquese, pues, cómo vencerlas, no sólo dejando intacto el principio, sino 

1 Véase: Volumen XI, pág. 370. 
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con razones y pruebas y demostraciones dependientes del principio y tales que explique el principio mismo. Mi gran pensamiento es éste: 
estudiar la manera práctica de dar al César lo que es del César, al mismo tiempo que se da a Dios lo que es de Dios. 

-Pero, se dice, el Gobierno sostiene a los mayores perversos, y a veces se propugnan falsas doctrinas y principios erróneos. 

-Pues bien, entonces nosotros diremos que el Señor nos manda obedecer y respetar a los superiores etiam discolis (hasta a los malos), 
mientras no manden cosas directamente malas. Y también, en el caso de que mandaran cosas malas, los respetaremos. No se hará aquella 
cosa mala; pero se seguirá respetando a la autoridad del César, como precisamente dice san Pablo, que se obedezca a la autoridad porque 
lleva la espada. 

No hay nadie que no vea las malas condiciones en que se encuentran la Iglesia y la Religión en estos tiempos. Yo creo que desde san 
Pedro hasta nosotros no hubo nunca tiempos tan difíciles. El arte es refinado y los medios son inmensos. Ni las persecuciones de Juliano 
el Apóstata eran tan hipócritas y dañinas. »Y con esto qué? Con esto nosotros buscaremos en todo la legalidad. Si se nos imponen 
contribuciones, las pagaremos; si ya no se admiten las propiedades colectivas, las tendremos individuales; si piden exámenes, se rendirán; 
si títulos o diplomas, se hará lo posible para obtenerlos; y así se irá adelante. 

-íPero esto requiere trabajos y gastos: crea desórdenes! 

-Ninguno de vosotros puede verlo como yo lo veo. Es más, la mayor parte de los líos ni siquiera os los menciono, para que no os 
asustéis. Sudo y trabajo todo el día para discurrir cómo arreglarlos y salir al paso de los inconvenientes. Y, sin embargo, hay que tener 
paciencia, saber aguantar y, en vez de llenar el aire con quejas y lamentos, trabajar más de lo que se puede imaginar, para que las cosas 
sigan marchando bien. 

Ahí tenéis qué se entiende por darnos a conocer poco a poco y prácticamente con el Boletín Salesiano. Haremos prevalecer este 
principio; con la gracia de Dios, y sin decir muchas palabras directamente, será fuente de inmensos bienes para la sociedad civil y para la 
eclesiástica. 

((289)) En cuanto a hacer el bien y dejar que digan, don Bosco sabía perfectamente que toda regla tiene su excepción. Por consiguiente, 
aunque reacio a contestar por la prensa a los diarios que le atacaban, con todo, en algunos casos, juzgó que era su deber el acudir a esta 
arma de defensa. 

Había habido un ejemplo de ello el mes anterior. La tristemente célebre Gazzetta del Popolo había publicado una nota del corresponsal 
de Giaveno, en la que, con venenosas expresiones, se daba la noticia del arresto de un clérigo, educador en un colegio local, por hechos 
innominables, y se decía irónicamente que el detenido era «antiguo alumno del Instituto de don Bosco». Don Bosco, tan pronto como 
pudo tener los necesarios informes, escribió esta cartita que es modelo de moderación: 
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Ilmo. señor Director de la Gazzetta del Popolo: 

En su diario del 7 del corriente agosto, V. S. publicó una nota del corresponsal de Giaveno en la que se atribuía a un alumno mío 
algunos hechos de los que se ocupaba la autoridad judicial de Susa. 

Ruégole rectifique y declare que la persona, a la que se atribuyen esos hechos, nunca fue alumno en ninguna de mis casas, ni como 
estudiante, ni como aprendiz. 

Espero que hará esta rectificación a título de cortesía y por amor a la verdad, sin recurrir al apoyo de las leyes. 

Con el aprecio que me merece, tengo el honor de profesarme 

Turín, 13 de agosto de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La Gazzetta en su número del 19, bajo el título diario de «Pozo Negro», donde había aparecido la nota del corresponsal, publicó la carta 
de don Bosco, sin añadir ni una palabra de comentario. 

Decreto final. Ejercicios de los hermanos 

Conferencia 25.ª En la decimosexta conferencia había expuesto don Bosco al Capítulo General la oportunidad de llegar, antes de cerrar 
las reuniones, a un decreto, por el que ((290)) se concediera al Superior la facultad de redactar definitivamente y ordenar los artículos que 
debían enviarse a Roma, dejándole como árbitro para cambiar expresiones y cosas de la manera que juzgase mejor. En efecto, era natural 
que el complejo de deliberaciones tuviese que sugerir cambios, cuya razón no se adivinaba, vez por vez, en ciertos detalles que resultaba 
oportuno señalar entre los socios en privado, pero que no tenían que ser impresos ni presentarse a la vista de otros. Todo este trabajo no 
se había podido llevar a cabo allí todos juntos; de ahí la necesidad de autorizar al Superior para efectuarlo cómodamente después. Ahora 
se comprendía palpablemente cuán acertada había sido la previsión de don Bosco. 

La vigesimoquinta conferencia se tuvo el 5 de octubre por la mañana, día destinado a poner término a los trabajos del Capítulo General. 
Tras un mes completo de bregar, todos veían cuánto quedaba por hacer, para poder decir que la obra estaba acabada. Sin embargo, urgía a 
los directores volver a sus colegios para la próxima inauguración del curso escolar, y don Bosco hacía mucho tiempo que había prometido 
estar en otra parte el día 7, domingo del Rosario. Dijo, pues, el Beato: 
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-Las cosas, tal y como se han tratado hasta ahora, debe decirle que están hilvanadas más que acabadas. Todavía se necesita un largo 
estudio y trabajo para limar los artículos ya hechos, para ordenarlos y evitar que haya repeticiones, o que un artículo exprese alguna cosita 
contraria a lo enunciado por otro; hace falta todavía separar lo orgánico, que convendrá hacer aprobar como regla, de lo disciplinar, y 
también de cosas que son estupendas para nuestra nota y conocimiento, pero que de ningún modo tienen que ser publicadas. Es preciso, 
pues, redactar hoy mismo este decreto que exprese la clausura del Capítulo; y en la última sesión que tendremos esta tarde será leído y 
firmado. 

Ninguno puso dificultad para aprobar que se cortara sin más la lectura de las actas. Trazó don Bosco las líneas de base para el decreto y 
se encargó a don Celestino Durando y a don Juan Bautista Francesia de la redacción del mismo. 

El resto de la sesión se dedicó a establecer todo lo que ((291)) podía concernir a los ejercicios espituales de los socios en los años 
venideros. Nuestro Beato Padre atribuyó suma importancia en todo tiempo a estos retiros anuales. Hasta 1877 el colegio de Lanzo, 
situado en las estribaciones de los Alpes, ofreció en la estación veraniega la más grata hospitalidad para todos los ejercitantes; pero el 
crecimiento de la Congregación obligaba a multiplicar los lugares de tan provechosas reuniones. Se declaró, por tanto, que las casas de 
América, de Italia central y de Liguri a tuviesen su tanda de ejercicios en la respectiva región; y que, en Piamonte, se tuvieran dos y otras 
dos para las Hijas de María Auxiliadora. »Pero dónde y cuándo? 

Don Juan Cagliero, a quien se preguntó el primero, titubeó un poco, alegando como pretexto la falta de local a propósito. Don Bosco 
dijo: 

-La Providencia proveerá de local. En todo caso, ruéguese al Arzobispo de Buenos Aires que permita hacerlos en el seminario durante 
las vacaciones de los seminaristas. Buenos Aires es el único lugar céntrico. Costará sin duda ir desde Montevideo y desde San Nicolás; 
pero ípaciencia! Hemos visto que aquí la Congregación tomó, puede decirse, un desarrollo algo acelerado sólo desde que se comenzaron a 
hacer los ejercicios espirituales expresamente para los socios. 

Para Italia central se designó el seminario de Magliano, adonde iría don Miguel Rúa en representación de don Bosco. Para Liguria 
quedó la cosa en suspenso entre Sampierdarena, Alassio y la casa próxima a ser inaugurada en La Spezia. Dentro de dos años se proveería 
también para una tanda en Francia: y, mientras tanto, aquellos hermanos que acudieran a Liguria. A las dos tandas de Lanzo, además 
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de los hermanos del Piamonte, acudirían siempre todos los directores y todos los demás que no pudiesen ir a otra parte. 

La asamblea manifestó su unánime deseo de que estos ejercicios fueran predicados siempre por salesianos. La experiencia había 
enseñado que predicadores forasteros, aun muy doctos y santos, no alcanzaban los resultados de los nuestros. De ahí, la exhortación de 
don Bosco a los presentes para que se adiestrasen en la predicación. 

-Y además, ((292)) añadió, cuando se encuentre alguien con inclinación especial para la predicación y dígase lo mismo para cualquier 
otra cosa, tenedlo presente y haced por secundarlo. Esta es una manera de obtener buenos resultados sin tanto trabajo. 

Clausura 

Conferencia 26.ª El Capítulo General, abierto el día 5 de septiembre por la tarde, se clausuró en la tarde del 5 de octubre; de modo que, 
a un mes exacto de distancia, la hora del Te Deum coincidió con la del Veni Creator. 

Ante todo se examinó el esbozo del decreto. Sólo merece recordarse una observación. Los redactores habían escrito que se daban 
plenos poderes al Capítulo Superior, para ordenar, añadir y quitar... Don Bosco quiso se substituyera «Capítulo Superior» por «Rector 
Mayor», aduciendo tres motivos: 1.° Para seguir la costumbre de Roma, que, en las comunicaciones oficiales hechas a la Congregación, 
envía siempre las actas al Rector Mayor. 2.° Porque, al decir Rector Mayor, se comprende también el Capítulo Superior. 3.° Por una 
norma general, como ya se había declarado anteriormente. 

Se volvió después a hablar un rato sobre la predicación. En la segunda conferencia se había determinado que algún socio compusiese un 
breve tratado de elocuencia sagrada que sirviera de texto en los cursos de teología; se designó a don Juan Bonetti. 

-Pero es preciso, dijo don Bosco, que este tratadito de preceptos no se refiera únicamente a la predicación, sino también a la educación 
que hay que dar a los jóvenes. Hay que encarnar en él nuestro sistema preventivo de educación. Tiene que ser el amor quien atraiga a los 
jóvenes a hacer el bien, por medio de una continua vigilancia y dirección; y no el castigo sistemático de las faltas, después de haberlas 
cometido. Es un hecho comprobado que este segundo método, las más de las veces, atrae sobre el educador el odio del joven de por vida. 

Además, la predicación sea sencilla. Dése la definición del tema que se va a tratar; de la definición se saca la división y se explican las 
partes. No se amontonen muchos textos o muchos hechos, apenas ((293)) mencionados, para convencer de algo: sino 
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explíquense bien y póngase de relieve aquel texto o aquellos pocos textos. Y en lugar de mencionar muchos hechos, elíjase uno, el que 
sea más apropiado, y nárrese con todos los detalles que más sirvan para lograr el fin que se pretende. La limitada inteligencia del niño, 
incapaz de comprender y apreciar la multiplicidad de las pruebas, tendrá por el contrario grabada profundamente en la mente esta única, y 
si recibió de ella una fuerte impresión, su tierna memoria la recordará después durante muchos años. 

En el intervalo escribióse en limpio el decreto, llevóse de nuevo al aula, se leyó, y, después, una vez pronunciado el placet, se pasó a la 
firma 1. 

Con este acto quedó cerrado el primer Capítulo General, cuyos trabajos habían procedido con ejemplar presteza. El padre Franco 
felicitó por ello a los Capitulares, y dijo que en un solo mes habían hecho lo que en otras partes hubiera llevado varios meses. Pero, 
después, el dar forma canónica definitiva a las deliberaciones no fue cosa tan rápida, pues ello requirió más tiempo del que en un 
principio se había imaginado; el caso es que, al cabo de un año, aún no había llegado a término la empresa. Entonces don Bosco, 
queriendo, a pesar de todo, dar una legítima satisfacción a la común esperanza, mandó imprimir y repartir las cuatro partes 
correspondientes a la Vida común, la Moralidad, la Economía y las Inspectorías, dejando para más adelante el resto. Formaban un bonito 
volumen de unas cien páginas, encabezado con una afectuosa carta del Beato Padre a sus «hijos amadísimos en Jesucristo» 2. 

Cuando apareció esta publicación, estaba pendiente, ante la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, una gestión de don Bosco 
para obtener el beneplácito acerca de la prórroga del Capítulo General. Los tres años después de la aprobación de las Reglas se contaban a 
partir del 4 de abril de 1874, de modo que el Capítulo había sufrido ((294)) un retraso de cinco meses. El Rescripto fue anunciado por el 
abogado Leonori, en su carta de 24 de noviembre de 1878, juntamente con el rescripto para el conde Cays. Convalidada de este modo la 
prórroga del primero, resultaba posible convocar los otros Capítulos Generales en el período de las vacaciones escolares. 

El Beato había dicho muchas veces que las deliberaciones capitulares se enviarían a Roma; sin embargo, después de más de un año de 
retoques, determinó no enviar nada a Roma. El, según tenía por costumbre, consideró mejor acuerdo ensayar con toda comodidad la 
experiencia 

1 Véase Apéndice, doc. n.° 23. 

2 Véase Apéndice, doc. n° 24. 
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y ver si la practica confirmaba, en todo y por todo, la oportunidad de las disposiciones fijadas en el papel. Se llegó de esta manera al 
segundo Capítulo General, en el que, a las deliberaciones deparadas por el primero, se añadieron otras nuevas, y unas y otras, bien 
coordinadas, vieron la luz en 1882. 

El padre Segundo Franco había dicho, durante los preparativos del primer Capítulo General, que el fin principal de los capitulares debía 
ser formar la conciencia religiosa de los salesianos. Lo que hemos ido exponiendo en este capítulo es más que suficiente para demostrar 
el buen camino hecho en este sentido. 

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((295)
)


CAPITULO X 

TERCERA EXPEDICION A AMERICA DEL SUR 

EL primer toque anunciador de la tercera expedición apareció en L'Unità Cattolica del 13 de septiembre, con el artículo titulado «Nueva 
expedición de los Salesianos a América». Después de entonar un himno al Señor por el gran bien ya hecho y describir el amplio campo 
que se abría ante los hijos de don Bosco, mostraba la necesidad de operarios evangélicos en aquellas remotas regiones, y decía que don 
Bosco estaba preparando el tercer embarque de unas cuarenta personas, entre Salesianos e Hijas de María Auxiliadora, una parte de los 
cuales zarparía el próximo noviembre y el resto, poco más tarde. Se hacía después un llamamiento a todos los hombres de buen corazón, 
para que abrieran su bolsa y ayudaran al Siervo de Dios a hacer frente a los ingentes gastos necesarios. Después seguía diciendo: 

«No ignoramos que algunos no miran con muy buenos ojos semejantes misiones, alegando como motivo la gran penuria de sacerdotes 
existente entre nosotros». 

Pero, después de otras consideraciones a este propósito, terminaba el artículo con las siguientes observaciones: «Una persona muy 
versada en historia moderna nos afirmó, una y más veces, que cada misionero enviado al extranjero produce no menos de diez hermanos, 
que se encaminan al estado sacerdotal y ocupan ((296)) en el grupo el puesto que aquél dejó heroicamente para llevar el Evangelio a los 
infieles» 1. 

1 El autor del artículo era el profesor estatal turinés Vicente Lanfranchi. Nos parece útil y oportuno transcribir un testimonio de 
monseñor Besson, Obispo de N¯ mes. En una carta abierta, dirigida el 28 de agosto de 1878 al entonces abate Bougaud, Vicario General 
de Orléans, escribía: «En los primeros años de su Episcopado en Besanþon (el cardenal Mathieu), no permitía, sin repugnancia, a sus 
sacerdotes entrar en las Congregaciones religiosas o ir a las Misiones extrangeras. Le parecía que era una inconsideración privarse a sí 
mismo y que a él le convenía, ante todo, asegurar el porvenir del clero diocesano. Pero, después de algunos años de prueba, cambió de 
parecer y la diócesis cambió de aspecto. Cuantas más salidas autorizaba para ir a las misiones, tantos más sujetos concedíale Dios para su 
iglesia. Por cada misionero que había obtenido permiso para partir, se veían salir del mismo pueblo dos o tres seminaristas. La gran 
prosperidad eclesiástica de Besanþon parte del día en que sus hijos se encaminaron hacia las misiones lejanas para evangelizar a los 
pueblos todavía sepultados en las sombras de la muerte. Un documento de 1851 cuenta cuarenta y cinco misioneros; el calendario de 
1878 enumera setenta. No se dio 
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Las citadas palabras del artículo aludían, con prudente reticencia, a los efectos producidos en el clero de la archidiócesis por una larga 
circular que el Arzobispo había enviado a los párrocos el 4 de agosto. 
En ella, después de exponer al vivo la inquietante disminución de sacerdotes, estimulaba el celo de los sagrados pastores para cultivar en 
la piedad a los jovencitos inclinados al estado eclesiástico, enviándolos después a los seminarios de Bra y de Giaveno. Leíase, entre líneas 
de tantas cosas bonitas y bien dichas con suficiente claridad, un reproche para los que trabajaban preparando jóvenes para las misiones 
extranjeras y la insinuación de que el estado religioso no es más perfecto que el estado secular. En un serio documento se observa, 
además, que quienquiera que leyese aquella circular y conociese a la Congregación Salesiana, diría en seguida que estaba escrita contra 
ella 1. El punto que más claramente aludía a don Bosco estaba en donde, después de afirmar que «todos los eclesiásticos están 
indistintamente invitados ((297)) por Jesucristo a la perfección, añadía: «Sin duda la inmensa multitud de fieles, como todos ven, está 
colocada por nuestro divino Redentor en manos de los sacerdotes pertenecientes al Clero llamado secular, y es imposible suponer que El 
quiera confiar casi todas las almas redimidas por su sangre divina al cuidado y la dirección de la parte del Clero, que, como alguien 
querría suponer, sería la menos perfecta, la menos adornada, la menos rica en santidad». El canónigo Zappata mismo, Vicario General, en 
su «parecer en torno a una circular de monseñor Gastaldi»2, estaba tan convencido de la referencia a don Bosco que escribía: 

«Desearía vivamente que suprimiera o al menos suavizase la alusión a don Bosco, pues mucho me temo que de ello puedan sobrevenir, 
por otra parte, graves disgustos a V. E. Veneradísima, que sabe mejor que yo cuántos apoyos y protectores tiene don Bosco en Roma, y 
cómo, a juzgar por lo que se dice, es especialmente apreciado por el Papa... »No podría suceder que, por un mal entendido o una falsa 
interpretación, viniese de Roma alguna advertencia desagradable y molesta para Vuestra Excelencia?». 

todavía la cifra exacta de las vocaciones religiosas salidas de aquella hermosa diócesis; seguramente no bajan de doscientas entre 
dominicos, capuchinos, jesuitas, oblatos, maristas, hermanos de María, misioneros religiosos de todo género y nombre, que le pertenecen 
por nacimiento o por educación. Y, a pesar de esta legión que milita afuera, la diócesis de Besanþon es tan rica que puede suministrar a 
otras diócesis de Francia personas cargadas de méritos. Es muy cierto que cuanto más se da al señor, tanto más se complace en devolver». 

1 A los eminentísimos Cardenales de la S. C. del Concilio. Exposición del sacerdote Juan Bosco, Sampierdarena, Tip. de San Vicente 
de Paúl, 1881. 

2 El autógrafo se encuentra en posesión del teólogo Franchetti de Turín. 
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Después de estos precedentes, no era posible dejar correr este artículo sin una reclamación. En efecto, Monseñor, tan pronto como fue 
informado de la cuestión, envió al teólogo Margotti, director del diario, una copia de su carta con estas palabras, escritas de su puño y 
letra en el margen: «Se ruega al benemérito teólogo Margotti que no saque a colación ni indirectamente la cada vez más creciente escasez 
de clero en Piamonte, y también en la diócesis de Turín, como podría haber hecho en el número doscientos trece, del año 1877, de La 
Unidad Católica; y, por consiguiente, no poner nunca este diario en contra de las palabras del Arzobispo, cuya autoridad no puede ser 
rebajada ni un ápice, sin que quede también menoscabada entre nosotros la autoridad papal. Vayan a las misiones todos aquellos a 
quienes Dios llame; pero no se busque infundir esta vocación en quien no la tiene, ni por tanto ((298)) la manifiesta. La vocación de los 
misioneros es algo muy especial». El Director de la Unidad Católica, gran amigo de don Bosco, le envió sin más el artículo impreso con 
su correspondiente título, acompañándolo con esta cartita: 

«Veneradísimo y queridísimo don Bosco: Haga el favor de leer el presente impreso y pro bono pacis, para no ofender al Arzobispo, ni 
al Papa, no me envíe más artículos para imprimir, sin el visto bueno de S. E. Rvma. Su atento y afmo. servidor, teólogo MARGOTTI». 

Don Bosco, que presidía en Lanzo el Capítulo General, le contestó el 19 de septiembre, limitándose a estas simples expresiones sobre 
el incidente: «Nosotros, querido Teólogo, tenemos que ir al paraíso juntos; puesto que donde está uno, siempre aparece el otro...» 1. 

El fervor misionero se mantenía vivo sobre todo en los hermanos jóvenes, con las cartas que llegaban de América en los primeros 
meses del año y describían al vivo los sacrificios del personal, demasiado escaso para hacer frente a todas las necesidades. Aquellas 
cartas, que se leían durante la comida, despertaban en muchos el deseo de presentarse para acudir en su auxilio; es más, hubo algunos que 
en el mes de abril hubieran querido emprender el estudio del castellano, ya que don Bosco parecía dispuesto a enviar refuerzos apenas 
pasara la fiesta 

1 En la misma carta pasaba don Bosco enseguida y serenamente a dar noticia del conde Cays y de su toma de sotana (véase más atrás, 
pág. (225)), y con la misma serenidad decía en la posdata: 

«Monseñor Lacerda, Obispo de Río de Janeiro, me encargó al marchar que le presentara sus saludos y le rogara tuviese a bien insertar 
las adjuntas noticias que demuestran cómo todavía queda un poco de fe en aquel imperio. Don Juan Francesia las tradujo del portugués al 
italiano y las ordenó. Pero usted verá lo que conviene hacer». El artículo no se publicó. En las palabras: «Tenemos que ir al paraíso 
juntos», alguien quiso ver el presagio de la muerte de los dos, que sucedió a pocos meses de distancia la del uno de la del otro. Margotti 
murió el 6 de mayo de 1887, a los sesenta y tres años de edad y cuando parecía gozar de óptima salud. 
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de María Auxiliadora. Pero, después encargó a don Julio Barberis que respondiera a cuantos pedían marchar, que pensaran en hacer bien 
el mes de María y en prepararse seriamente para los exámenes. Declaró, además, que era su intención que los misioneros aprendieran 
mejor la lengua, y que esperaba a que don Juan Cagliero pudiese darles siquiera un mes de clase, de suerte que, al llegar allí, estuvieran 
capacitados para trabajar en seguida. 

((299)) Diferida, pues, hasta noviembre la nueva expedición, el Beato hizo la elección de los sujetos a enviar casi dos meses antes de 
empezar el Capítulo General; y eran cuatro sacerdotes, ocho clérigos y seis coadjutores. Había gran curiosidad por saber quiénes eran los 
afortunados; por esto, muchos prestaban la máxima atención a cada una de sus palabras para lograr descubrir el secreto. Todo se supo de 
una manera muy sencilla. 

Un día invitó don Miguel Rúa a don José Vespignani a tomar café con don Bosco. No se lo hizo repetir éste dos veces y voló al 
comedor, besó la mano del Beato y se sentó a su lado. Mientras se echaba en las tacitas la aromática bebida, comenzó don Bosco a 
bromear con él y con los que le rodeaban; y, cuando tuvo cada uno su tacita servida y sorbía alegremente el contenido, de pronto sacó don 
Miguel Rúa la consabida tirilla de papel, que siempre llevaba entre los dedos durante el recreo del mediodía y que le servía de 
recordatorio para dar avisos, disposiciones y cosas por el estilo, y, con una sonrisa un tanto misteriosa, miró a don Bosco y le dijo: 

-Don Bosco, »quiere que lea los nombres de los que tomarán parte en la nueva expedición de misioneros? 

Asintió don Bosco y, entonces leyó don Miguel Rúa muy despacio: 

-Don Santiago Costamagna, don José Vespignani... 

Y así, sucesivamente, los otros nombres. 

Con la velocidad del rayo corrieron de boca en boca por el Oratorio aquellos nombres, dando lugar a variados comentarios. 

A don José Vespignani, que no esperaba semejante sorpresa, le dio un vuelco el corazón. El, que llegó a la Congregación recién 
ordenado sacerdote y exactamente la víspera de la segunda expedición, había pedido en seguida ir a las Misiones; pero, no obstante las 
tranquilizadoras palabras de don Bosco 1, siempre temía que sus condiciones de salud no fuesen tales como para permitirle aquel viaje. 
Entonces don Miguel Rúa, que advirtió su turbación, le preguntó cariñosamente si tenía alguna dificultad. Ante su respuesta negativa, 
terció don Bosco: 

1 Véase más atrás, pág. 36. 
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-Usted no irá, si antes no le visita el médico y declara que ((300)) este viaje no puede perjudicar a su salud. 

Efectivamente pidió el parecer del médico y éste se lo dio muy favorable. 

Los sacerdotes y clérigos elegidos parecieron demasiado jóvenes a las personas extrañas; lo mismo se había dicho en voz baja las otras 
veces; pero ahora lo repetían más abiertamente. Pues bien, de aquellos cuatro sacerdotes, salieron un obispo, don Santiago Costamagna, 
jefe de la expedición; un inspector de Argentina y más tarde Consejero profesional del Capítulo Superior, don José Vespignani; y un 
heroico misionero de Patagonia, don Domingo Milanesio, que eran los sacerdotes más jóvenes. De los clérigos, dos fueron sabios 
organizadores de Inspectorías, uno en Uruguay y Paraguay, don José Gamba, y el otro en Brasil, don Pedro Rota; el tercero llegó a ser 
celosísimo apóstol del púlpito y del confesonario, el padre Paseri; el cuarto, don Bartolomé Panaro, emuló a don Domingo Milanesio en 
Chos-Malal y el territorio del Neuquén; el quinto, el padre Galbusera, fue reconocido oficialmente como un competente pedagogo, dirigió 
muy bien el gran colegio de San Nicolás y, por medio de la escuela, obtuvo resultados sorprendentes entre los encarcelados. 

Los coadjutores no parecían ser más que unos buenos seglares, de los que no había nada que decir. Queremos mencionar al menos a dos 
de ellos, a Bernardo Musso y a Bienvenido Graziano, nombres no desconocidos por nuestros lectores 1. El primero fue maestro zapatero 
durante unos diez lustros y contribuyó eficazmente con su gran caridad y paciencia a educar un buen número de aprendices: le cupo la 
satisfacción de adiestrar para el trabajo al primer indio de la Pampa central, hijo del cacique y llevado por monseñor Aneyros al colegio 
Pío IX. Este tipo auténtico de la raza patagónica aprovechó tanto la enseñanza del buen coadjutor, que llegó a ser a su vez maestro 
zapatero en la escuela profesional de Viedma en Patagonia. Graziano, a quien vimos en Roma en 1875 como brillante oficial del ejército, 
después de dejar las charreteras y hacer los votos en manos de don Bosco, llevó a aquellas lejanas tierras, con su multiforme ((301)) 
actividad, las más destacadas aptitudes para ejercer las funciones propias de un jefe de oficina, y prestó óptimos servicios en la 
implantación y organización de las primeras escuelas profesionales salesianas. 

Después de lo que acabamos de decir, resulta fácil comprender una observación de don José Vespignani que, al dar una sintética mirada 

1 Véase Volumen XI, págs. 104 y 245. 
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retrospectiva, escribe a más de medio siglo de distancia de aquella fecha: «En la tercera expedición marcharon del Oratorio los que 
trazarían a los salesianos el camino en todas direcciones a través de América del Sur, partiendo sucesivamente de Argentina, hacia Chile 
y Bolivia; y del Uruguay, hacia Paraguay y Brasil, centro de irradiación para las misiones de Mattogrosso, Amazonas y Río Negro. Las 
dos primeras fundaciones del río de la Plata dieron después también el elemento para las fundaciones del Ecuador, Colombia y repúblicas 
colindantes». Es, en una palabra, la historia del grano de mostaza, que se renueva continuamente en la Iglesia. 

Bajo la alta dirección de don Juan Cagliero y la guía inmediata de don Julio Barbeis, los elegidos se ejercitaban en la lengua española y 
perfeccionaban su preparación espiritual. A mediados de agosto se reunieron todos en Lanzo para una tanda de ejercicios, junto con otros 
hermanos. Pertenece a la biografía del Beato don Bosco lo que escribe don José Vespignani a propósito de aquel retiro espiritual: «Don 
Bosco, que presidía nuestros ejercicios, venía casi siempre con nosotros a los recreos, y nosotros lo rodeábamos con el más tierno afecto, 
colgados de sus labios, escuchando sus consejos y recomendaciones, haciéndole muchas preguntas, consultándole acerca de lo que nos 
podía suceder en el futuro; queríamos en verdad grabar hondamente en nuestra alma toda su figura moral, queríamos beber en su origen 
todo su espíritu. No se nos ocurría ni lejanamente el pensamiento de que ya no lo volveríamos a ver ni escuchar; ((302)) para nosotros 
don Bosco no debía morir nunca; únicamente, al separarnos de su lado, sentíamos la necesidad de recoger cuantos más recuerdos y 
consejos nos fuera posible». En el sermón llamado, como se solía, de los recuerdos el Beato contó un sueño 1. 

1 Volvió a contarlo de nuevo durante el Capítulo General, el 28 de septiembre, en el comedor después de cenar, presentes algunos 
Superiores, y entre ellos don Julio Barberis y don Juan Bautista Lemoyne, que lo escribieron inmediatamente después. Referimos la 
redacción de Lemoyne. En la de Barberis se lee que don Bosco preguntó a la mujer «bien vestida para su condición, con limpieza y 
primor», quién era y que ella contestó: «No hace falta saber quién soy. Vete, guarda en la memoria lo que has oído y no te preocupes 
después por saber de qué boca ha salido». Podría parecer más lógico que refiriésemos la relación que hace don José Vespignani; pero él la 
ha escrito de memoria después de un lapso de tiempo excesivo. Sin embargo, nos parece bien poner de relieve un detalle. Según él, gritó 
también don Mateo Picco: «íDefecciones en el Oratorio! íPersecuciones contra el Oratorio!». Después comenta el autor: 
«Nosotros que oímos la narración, fuimos testigos de las defecciones y persecuciones habidas por aquellos días en el Oratorio, y 
comprendimos que el primero en probar los dulces de la Virgen había sido nuestro padre don Bosco». La que, según Lemoyne y Barberis, 
es «una mujer», don José Vespignani la llama «una Señora»; y tiene él la impresión de que fuera la Virgen. Lo que dice de las 
persecuciones es exactísimo; tendremos de ello una prueba, entre otras muchas, en el capítulo siguiente. 
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He venido a deciros unas palabras sustituyendo al predicador habitual de los ejercicios. Comenzaré comunicándoos que se han recibido 
hace poco buenas noticias de América, que oiréis leer en el comedor o en otro lugar. Ahora yo, en vez de daros una plática, os voy a 
contar una historieta. La podéis llamar como queráis: fábula, sueño, historia; podéis darle mucha o poca importancia. Juzgadla como 
queráis; mas tengo la seguridad de que lo que os voy a contar os enseñará algo. 

Me parecía transitar por las alamedas de Porta Susa y, delante del cuartel de los soldados, vi a una mujer que me pareció una vendedora 
de castañas asadas, pues sobre el fuego hacía girar una especie de cilindro metálico dentro del cual me parecía que estuviese asando 
castañas. Admirado al ver aquel nuevo sistema de asar castañas, me acerqué y observé cómo giraba el cilindro. Pregunté a la mujer qué 
estaba preparando con aquel extraño artefacto. Y ella me dijo: 

-Estoy haciendo dulces para los salesianos.
-íCómo!, le dije. »Dulces para los salesianos?
-Sí, me respondió. Y diciendo esto abrió el cilindro y me lo enseñó. Entonces pude ver dentro del cilindro dulces de diversos colores,


divididos y separados los unos de los otros por una tela; unos eran blancos, otros rojos, otros negros. Sobre ellos vi una especie de azúcar 
pastoso o almíbar semejante a gotas de lluvia o de rocío recientemente caído; dicha lluvia se veía salpicada en algunos sitios de manchas 
rojas. 

((303)) Entonces pregunté a la mujer:
-»Se pueden comer estos dulces?
-Sí, me dijo; y me ofreció algunos.
Y yo pregunté:
-»Cómo es que unos son rojos, otros negros y otros blancos?
Y la mujer me contestó:
-Los blancos cuestan poco trabajo, pero se pueden manchar fácilmente; los rojos cuestan sangre; los negros cuestan la propia vida. El


que come de éstos no conoce las fatigas, no conoce la muerte. 
-»Y el almíbar qué significa? 
-Es símbolo de la dulzura del Santo que habéis tomado como modelo. Esa especie de rocío quiere decir que hay que sudar muchísimo 

para conservar esta dulzura, y que, tal vez, sea necesario derramar la propia sangre para no perderla. 
Grandemente maravillado quise continuar haciendo preguntas, pero ella no me respondió más, y, «sin decir esta boca es mía», continué 
mi camino preocupado por las cosas que había oído. Mas he aquí que, apenas di unos pasos, me encontré con don Mateo Picco y con 

otros sacerdotes nuestros, aturdidos, amedrentados y con el pelo erizado en la cabeza. 
-»Qué ha sucedido?, les pregunté. 
Y dijo don Mateo Picco: 
-íSi usted supiera!... íSi usted supiera!... 
Y yo insistía preguntando qué novedad había; y él repetía: 
-íSi supiera!... »Ha visto a la mujer de los dulces? 
-íSí! »Y qué? 
-Pues bien, continuó lleno de espanto, me ha recomendado que le diga que haga usted de manera que sus hijos trabajen, que trabajen. Y 

añadió: encontrarán muchas espinas, pero también muchas rosas; que les diga que la vida es breve y la mies es mucha; se entiende que la 
vida es breve comparada con Dios, pues, comparada con su eternidad, todo es como un instante, como nada. 

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-Pero... »acaso no se trabaja?, dije yo. 

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Y él añadió: 

-Se trabaja, pero me dijo que se trabaje. 

Y dicho esto ya no lo vi a él ni a los otros, y más admirado que antes, continué mi camino hacia el Oratorio, y al llegar a él me desperté. 

Esta es la historieta que os quería contar. Llamadla apólogo, parábola, fantasía, esto poco importa; lo que desearía es que quedase bien 
grabado en la memoria lo que dijo aquella mujer a don Mateo Picco y a los demás: o sea, que practicásemos la mansedumbre de nuestro 
San Francisco y que trabajásemos mucho y siempre. 

Después don Bosco continuó explicando cuanto la mujer había dicho, sacando de sus palabras argumentos de estímulo para practicar 
cuanto había sido recomendado. Habló extensamente también de lo mucho que había que hacer, de la necesidad de trabajar, concluyendo 
con estas palabras: 

-Procuremos ser amables con todos, recemos los unos por los otros a fin de que no se falte a la moralidad; hagamos el propósito de 
ayudarnos ((304)) mutuamente. Que el honor de uno sea el honor del otro, la defensa de uno, la defensa de todos; todos debemos 
esforzarnos por honrar y defender a la Congregación en la persona de cada uno de sus componentes, porque el honor y la deshonra no 
caen sobre uno, sino sobre todos y sobre la Congregación entera. Por eso procedamos con el mayor celo para que esta nuestra buena 
madre no sufra el menor menoscabo en su reputación. Procuremos todos defenderla y honrarla con denuedo. 

Y prosiguió exponiendo y comentando este concepto hasta finalizar con las siguientes palabras: 

-Seamos animosos, mis queridos hijos, encontraremos muchas espinas, pero recordad que tampoco faltarán las rosas. No nos 
desanimemos ante los peligros y las dificultades; recemos con confianza y Dios nos prestará el auxilio prometido a quien trabaja por su 
santa causa. Permanezcamos todos unidos formando lo que dice la Sagrada Escritura de los primeros cristianos: cor unum et anima una 
(un solo corazón y una sola alma). 

Evidentemente los misioneros tenían más necesidad que los otros de cerrar filas y formar un solo corazón y una sola alma. Don Bosco 
pensaba en ello. El 7 de octubre era la fiesta de la Virgen del Rosario. El Siervo de Dios, apenas terminó el Capítulo General, no quiso 
romper la tradición de celebrar en I Becchi la solemnidad. Había enviado allí a un grupo de aspirantes con don Domingo Milanesio para 
que predicara la novena. La víspera de la fiesta envió también a los demás misioneros. Estos fueron en tren hasta Chieri y visitaron el 
seminario, donde don Bosco había hecho sus estudios eclesiásticos; después siguieron 
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a pie; paraban de trecho en trecho para descansar y ejecutar caprichosas fantasías con instrumentos de viento y de cuerda, más o menos 
afinados, que algunos de ellos habían llevado consigo. Don Bosco los alcanzó al atardecer. La fiesta resultó muy devota y alegre. A la 
vuelta pasaron por Mondonio, para visitar la tumba y la casita de Domingo Savio. Aquel paseo en grupo le sirvió a don Bosco para 
hermanar los corazones de los que, aunque apenas si se conocían, tenían que ir a desplegar sus comunes actividades tan lejos del Padre 
común. 

((305)) Faltaba el jefe de la expedición. Don Santiago Costamagna se dedicaba en la casa de Mornese a preparar a las seis hijas de 
María Auxiliadora, elegidas para ser las primeras de la inmensa legión de hermanas que partieron para ambas Américas. Les enseñaba la 
lengua española, que él había aprendido ya bastante bien; las asistía en las inevitables dificultades con los padres, las ayudaba a preparar 
el material de viaje; pero, sobre todo, pertrechaba sus ánimos con los auxilios espirituales. No se movió de allí hasta la llegada del nuevo 
director don Juan Bautista Lemoyne. Finalmente, el 28 de octubre, dio a toda la comunidad una conferencia, que fue la última, sobre este 
tema: «El mundo bajo los pies, Jesús en el corazón y en la mente la eternidad». 
Las escenas de la despedida demostraron cuánto le apreciaban educandas y hermanas. 

Entre las educandas había dos hermanas de don José Vespignani. La imprevista visita de su padre sacó a don José de apuros. Este no 
había comunicado todavía a los suyos su ida a América; su padre lo supo por el Director de Mornese. Naturalmente corrió a Turín antes 
de lo que había calculado. Pero en Turín estaba don Bosco. Ya se había visto con él a primeros de febrero, precisamente en el momento 
en que el Beato volvía de Roma y cuando el hijo yacía tan enfermo, como hemos dicho. Aunque fuera de sí por la dolorosa sorpresa de 
encontrar al enfermo en tan tristes condiciones, sin embargo no había podido sustraerse al encanto que la bondad de don Bosco producía 
en cuantos se acercaban a él; por lo cual, gracias a esta otra sorpresa, le costó menos serenarse. Es más, las afectuosas maneras del Siervo 
de Dios lo subyugaron hasta el extremo de que, al despedirse, se quitó una gruesa cadena de oro y se la puso en las manos diciendo: 

-Tome este pequeño regalo para María Auxiliadora. 

Esto no bastó, hizo además el sacrificio de no volver a tener en casa al hijo antes de la salida, asumiendo él mismo la delicada 
incumbencia de lograr que también la madre se resignara. 

((306)) Es preciso también decir algo sobre la situación económica que pesaba sobre las espaldas de don Bosco. No parece que esta vez, 
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al igual de las dos anteriores, repartiera ninguna circular en demanda de socorros; por otra parte, ya estaba el Boletín Salesiano que podía 
suplir, tanto más cuanto que se le daba gran difusión, pagárase o no la suscripción. En su número de octubre publicó por entero el artículo 
de la Unità Cattolica; pero, sobre todo en el de noviembre, se leía un caluroso llamamiento a los Cooperadores, para que prestasen su 
ayuda. Después fue el Beato en persona a solicitar la caridad de los bienhechores. «Estoy dando vueltas en busca de dinero para los 
misioneros, escribió por aquellos días a un Director 1, pide a Dios que nos lo envíe». Al mismo tiempo, no soltaba la pluma y escribía, y 
escribía con humilde insistencia. Aun cuando no obtuviese nada materialmente, no consideraba inútil su trabajo, porque, de esta manera, 
si no se lograba otra cosa, se llamaba la atención de personajes y entidades sobre su obra. 

Esperó obtener del Ministro de Asuntos Exteriores, Melegari, al menos las consabidas mil liras; con tal esperanza, le envió una petición 
que recomendó a los buenos oficios del siempre benévolo comendador Malvano. 

Ilustrísimo señor Comendador: 

Le acompaño una instancia para S. E. el Ministro de Asuntos Exteriores en favor de nuestros misioneros y maestros que van a salir para 
América en auxilio de los que ya trabajan allí especialmente en favor de la juventud italiana, que se encuentra en la república del Uruguay 
y en la República Argentina. 

Recomiendo esta gestión a su bondad y caridad y sé que una palabra suya contribuirá eficazmente al buen resultado de mi petición. 

Don Celestino Durando se une a mí para manifestarle nuestra imborrable gratitud, y pidiendo a Dios que le haga feliz tengo el honor de 
poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 24 de octubre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((307)) Pero no obtuvo ni siquiera la cantidad acostumbrada. Ardía entonces la guerra turco-rusa, que creaba en Oriente necesidades 
extraordinarias y había obligado a emplear en ellas todos los fondos destinados al balance de aquel Ministerio. Pero recibió del Ministro y 
del Director de la política exterior cartas sumamente corteses 2. Respuestas 

1 Carta a don José Ronchail, Costigliole di Saluzzo, 26 octubre de 1877. 

2 Véase Apéndice, doc. n.° 25 (a, b). 
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de este género procedentes de las supremas autoridades eran, de todos modos y siempre, indirectas aprobaciones, que él tenía muy en 

cuenta. 

Otro tanto y no más pudo alcanzar en Francia. Dirigió al Ministro de Asuntos Exteriores de Francia la siguiente instancia: 

A su Excelencia el Ministro de Asuntos Exteriores, en París: 

La Pía Sociedad llamada de San Francisco de Sales ha logrado abrir casas en Italia, Francia y América con el fin de recoger niños 
pobres y abandonados para instruirlos en la ciencia y en las artes y prepararlos para poderse ganar el pan con el correr del tiempo. Para 
sostener las obras empezadas resulta indispensable una nueva expedición de otros cuarenta misioneros al Uruguay y a la República 
Argentina. 

El humilde exponente, Superior de este Instituto, apoyando esta empresa solamente en la caridad pública, se dirige también a V. E. 
suplicándole acuda en su auxilio con algunos pasajes marítimos, que la generosidad del Gobierno francés suele conceder a los que 
consagran la vida en favor de sus semejantes en las misiones extranjeras. Estos misioneros habitan en el Hospicio denominado Patronage 
de S. Pierre, en la ciudad de Niza. 

Me atrevo a advertir que el favor sería mayor si se concedieran para la sociedad de transportes marítimos de Marsella o para la que a V. 

E. fuese de mayor agrado. 
Aseguro a V. E. que pido a Dios le colme de grandes favores y haga feliz a Francia, al tiempo que tengo el alto honor de poderme 
profesar con profunda gratitud, 

De V.E. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 
Superior 

Pero el pliego legal de condiciones con las sociedades de navegación contenía la cláusula taxativa de que la concesión de pasajes 
((308)) gratuitos para misioneros quedaba exclusivamente reservada a religiosos de nacionalidad francesa 1. 

Con el mismo resultado había enviado un mes antes una instancia pidiendo ayuda al Consejo Central de la Propagación de la Fe, como 
dijimos en otra ocasión. Tampoco olvidó al Cardenal Prefecto de Propaganda; en efecto, remitió al cardenal Randi esta súplica: 

Eminencia Rvma.: 

La misión de los Salesianos en América del Sur, iniciada bajo los auspicios de V. E. hace dos años, ha sido bendecida por el Señor y 
cuenta ya con cinco iglesias abiertas al culto divino, más un colegio o seminario menor en Villa Colón (Uruguay), otro en San Nicolás de 
los Arroyos, y un hospicio para niños abandonados en Buenos 

1 Véase Apéndice, doc. n° 26. 

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Aires. En estas casas están recogidos varios centenares de alumnos, muchos de los cuales manifestaron ya vocación al estado eclesiástico 
y pidieron hacerse misioneros e ir a tierras de indios. Se dieron ya varias misiones en las colonias más próximas a los salvajes, y ahora se 
trataría de abrir tres centros. Uno a orillas del Río Colorado, junto a los pamperos, otro en el Carmen, junto al Río Negro, entre las 
Pampas y la Patagonia y el tercero en Santa Cruz, punto extremo de Patagonia, en el estrecho de Magallanes. Para sostener las obras 
comenzadas, substituir a algunos salesianos llamados por Dios a la vida eterna, y fundar las tres casas mencionadas, me encuentro en la 
necesidad de hacer una expedición de cuarenta misioneros que ya están preparados. 

Pero, agobiado por los gastos hechos anteriormente y por los que tendré que hacer en esta ocasión, recurro humildemente a V. E. 
suplicándole se digne venir en mi ayuda, aunque sea por una sola vez, para proporcionar el equipo a los misioneros, proveerlos de libros 
españoles, pagar los gastos del viaje y otros por el estilo. Es una expedición numerosa, pero indispensable; confío que, dentro de muy 
poco tiempo, veremos que los salvajes serán evangelizados por los mismos salvajes. 

Sé que hay dificultades para obtener este subsidio, pero sé también que una palabra de V. E. salva cualquier obstáculo que se pueda 
encontrar. 

Aseguro a V. E. que nuestra Congregación estará siempre a sus órdenes, que haremos cuanto podamos para mayor gloria de Dios y 
progreso de las misiones católicas; pero necesito del todo que su caridad me ayude material y moralmente. 

((309)) Lleno de confianza en su bondad, considero el mayor honor poderme profesar con el más profundo respeto y declararme, 

De V. E. Rvma. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Escribió de nuevo al mismo Cardenal y más extensamente para obtener la bendita aprobación pontificia, que era condición 
indispensable para que la obra de la Propagación de la Fe pudiese incluir también a Patagonia entre las misiones regularmente 
subvencionadas por ella. 

Eminencia Reverendísima: 

Han transcurrido dos años desde que, bajo los auspicios de V. E. y con la bendición del Padre Santo, se efectuó la primera expedición 
de salesianos a la república del Uruguay y a la República Argentina. Un año después se enviaba otra aún más numerosa. Su finalidad era 
la de establecer colegios o seminarios en las tierras más próximas a los salvajes, y así, por medio de los alumnos, abrirse camino entre 
Pamperos y Patagones. Dios bendijo nuestros débiles esfuerzos, y ya se abrieron al culto divino cinco iglesias, para bien de los fieles; un 
seminario menor en Villa Colón junto a Montevideo, capital del Uruguay, y el Padre Santo mostró su agrado porque el colegio llevara su 
venerando nombre; se abrió otro colegio en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, cuyo territorio linda con los indios; el tercero es un 
hospicio en Buenos Aires para niños pobres, especialmente salvajes. Las tres casas están llenas de alumnos; la disciplina y la moralidad 
satisfacen plenamente y ya se manifiestan algunas vocaciones al estado eclesiástico. En consecuencia, con la autorización de V. E. y la 
aprobación 
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del Obispo de Buenos Aires, se abrió en esta misma ciudad una casa de estudios o de Noviciado para preparar a los alumnos para las 
misiones. 

En estos dos años los salesianos dieron misiones en las tierras próximas a los salvajes, y se obtuvieron buenos resultados, ya sea en las 
colonias que hacía muchos años no veían un sacerdote católico, ya sea entre los mismos indígenas, que acudían de buen grado a escuchar 
la palabra del Evangelio. Hecha esta primera prueba, había que llegar a la segunda, es decir, discurrir un medio para poder entrar de 
hecho entre los salvajes. Después de conferenciar varias veces con monseñor Aneyros, Arzobispo de Buenos Aires, se convino en que era 
indispensable activar cuanto antes misiones en algunos puntos más próximos a los salvajes. Se podría comenzar por muchas partes; los 
mismos caciques se muestran ahora benévolos, y piden misioneros; pero los sitios que ofrecen esperanza más fundada ((310)) y son 
considerados como los menos peligrosos son los de Santa Cruz y Caruhué. Caruhué es un punto donde hay una naciente población con 
guarnición de soldados, construida en 1875 en la frontera recientemente erigida por la República de Buenos Aires a fin de tener a raya a 
los salvajes pamperos que, so pretexto de comerciar, hacen continuas incursiones de exterminio contra los argentinos. Este es el punto 
más avanzado por occidente hacia los indios, pues está situado entre los grados 37 y 20 de latitud meridional y el grado 5 de longitud 
occidental del meridiano de Buenos Aires. Santa Cruz es una pequeña colonia en la punta extrema de Patagonia en el estrecho de 
Magallanes, en el grado 50 de latitud. Es un lugar de comercio, donde los patagones suelen juntarse para cambiar algunos de sus 
productos con los forasteros y recibir en recompensa comestibles y bebidas muy apetecidas por aquellos salvajes. Un hospicio, una casa 
de Misión, establecidos en estos dos lugares parecen oportunísimos para conservar la fe en los que ya la hubiesen recibido, para ponerse 
en relación con los indígenas, albergar y educar a sus hijos y así avanzar hacia las tierras que ellos habitan. 

Es verdad que son muchos los gastos ya hechos y los que hay que hacer al presente. Se trata de una expedición de cuarenta nuevos 
misioneros, para unirse a sus compañeros y trabajar en la mies que se presenta cada vez más abundante en aquella vasta región del 
campo evangélico. Sin embargo, se espera que no faltará la piedad de los fieles. 

La misma obra de la Propagación de la Fe está dispuesta a ayudarnos, pero, según derecho, desea que estas misiones sean aprobadas por 
la Santa Sede como está declarado en la carta del Presidente del Consejo Central de Lyon, que acompaño en su original. 

Por lo tanto, con el único fin de promover la mayor gloria de Dios y emplear las endebles fuerzas de esta Congregación para dilatar el 
reino de Jesucristo, suplico humildemente a V. E. se digne conceder la sanción a estas dos misiones a confiar a los salesianos en la 
persona del teólogo Juan Cagliero. El ha fundado nuestras casas de América, abrió cinco iglesias al culto divino en aquellas tierras, ha 
estudiado y visitado las localidades de que se trata. De este modo quedarán fundadas dos misiones, que bendecidas por el Señor y 
protegidas por la Santa Sede, ofrecen la esperanza de un feliz porvenir para los salvajes pamperos y patagones. Pero, mientras yo pongo 
todo en manos de la iluminada prudencia y sabiduría de V. E., suplico, por cuanto sé y puedo, me ayude con la obra y el consejo a 
superar las dificultades que en esta gestión puedan encontrarse. 

Con profunda gratitud y con el máximo respeto tengo el alto honor de profesarme, 

De V. E. Rvma. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


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((311)) El Cardenal recibió regularmente las dos cartas, pero, transmitida la primera a la Secretaría de asuntos eclesiásticos 
extraordinarios, de la que dependía América meridional, creyó que desde allí habrían respondido y no pensó más en la carta de don 
Bosco; al recibir después la segunda, la remitió a la misma Secretaría y avisó al Beato que se dirigiese a ella «para todas las disposiciones 
que se pudiesen tomar al propósito» 1. Pero, cuando don Bosco recibió esta tardía comunicación, los misioneros estaban ya a punto de 
pisar tierras de América, por lo cual, aunque acosado de mil modos en Turín y obligado a sostener continuas acometidas, se aplicó a 
extender el «Proyecto» de una Prefectura y un Vicariato apostólico en Patagonia, enviándolo al mismo Prefecto de Propaganda. 
Volveremos sobre ello a su tiempo. 

Era una serie de percances. Pero el más amargo de todos le vino esta vez del Papa. Había rogado al cardenal Bilio que pidiese al Padre 
Santo un subsidio para la nueva expedición: pues bien, imagine quien sea capaz de ello cómo quedaría al leer estas líneas: 

Querido y Rvmo. don Bosco: 

A mi vuelta de la visita pastoral a la diócesis, me encontré su apreciadísima carta del 27 de octubre p. pdo. que me esperaba. En la 
primera audiencia que tuve ayer con el Padre Santo le hablé de una nueva expedición de cuarenta misioneros salesianos a América y de la 
urgente gran necesidad de un subsidio, sobre todo para los gastos del viaje. Siento tener que comunicarle que el Padre Santo no me 
pareció tan bien dispuesto como el ano pasado. Los motivos, si no he entendido mal, son principalmente dos: 1.°, el asunto de los 
Conceptinos; 2.°, que usted abarca demasiadas cosas a la vez. 

Me esforcé por quitar del ánimo del Papa toda impresión menos favorable hacia usted. No sé si lo logré; pero es cierto que una venida 
suya a Roma en estos momentos sería al efecto utilísima, y aun necesaria. 

De mi parte, no lo dude, yo le ayudaré según mis posibilidades quavis data occasione (en toda ocasión), no sólo por el aprecio que le 
profeso, sino también a título de gratitud por el bien que sus buenos salesianos ((312)) hacen en Magliano, detalle que no dejé de 
manifestar al Padre Santo. 

Esperando poder conversar más explícitamente con usted de viva voz, me encomiendo mientras tanto a sus santas oraciones y de 
corazón me repito, 

Roma, 4 de noviembre de 1877. 

Su afmo. en Jesucristo LUIS BILIO, Cardenal 
Obispo de Magliano 

1 Carta, 5 de diciembre de 1877. 
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El asunto de los Conceptinos, que tantas molestias proporcionó a don Bosco, fracasó, como sabemos, aunque no ciertamente por su 
culpa: los avisados lectores lo habrán comprendido, pero el Papa no se enteró de las ocultas maniobras. En cuanto al abarcar demasiadas 
cosas a la vez, ciertamente, podía impresionar la gran actividad emprendedora de don Bosco mirada desde lejos; pero también es verdad 
que él no emprendía nada sin los consejos de una cauta prudencia; y, por otra parte, si se prescinde del asunto de los Conceptinos, que 
fracasó, mas no por deficiencia suya, no falló ninguna de las empresas por él acometidas en aquel tiempo. «Menos favorable impresión» 
había penetrado por desgracia en el ánimo del Papa; pero la continuación de nuestra historia arrojará luz sobre las influencias que 
actuaron entonces en perjuicio del Siervo de Dios. Aquí nos limitaremos a narrar un hecho. 

En la segunda mitad del año 1877 Pío IX había escrito tres cartas a don Bosco, el cual le había contestado en seguida; pero las 
respuestas no llegaron nunca al Papa, porque eran interceptadas por personas residentes en el Vaticano. Se extrañó el Padre Santo de 
buenas a primeras del supuesto silencio de don Bosco; después pensó que su enorme trabajo era la causa de que descuidase también altos 
deberes; por último se lamentaba diciendo: 

-»Qué le he hecho yo a don Bosco, para que ni siquiera se digne contestarme? »No he hecho por él cuanto he podido? 

También desahogó una vez su disgusto con el cardenal Bilio, exclamando: 

-»Qué mal le he hecho yo a don Bosco para que no me conteste? 

El Cardenal no hallaba palabras para disculpar al Siervo de Dios de la manera que le sugería su afecto; y cuando don Juan Cagliero fue 
a Roma ((313)) con los misioneros, le explicó claramente también todo lo que en su carta a don Bosco había mencionado veladamente. 
Don Juan Cagliero, que sabía perfectamente que don Bosco había respondido a las tres cartas con la mayor solicitud y que le sorprendía 
mucho no recibir nunca respuesta a las suyas, le dio plena seguridad. Alegróse enormemente el Purpurado por tener en sus manos razones 
y pruebas para disipar las dudas del Papa, y Pío IX, al oírlo, levantó los ojos al cielo exclamando: 

-íPaciencia! 

Sin embargo, el cardenal Bilio sacó la impresión de que el Papa no había quedado muy convencido. Permitió el Señor que el angélico 
Pontífice hubiese de llevar en los últimos días de su vida una de esas 
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cruces que más suelen afligir los corazones de los santos, purificándolos y despegándolos cada vez más de la tierra 1. 

Pero no de todas partes llovían repulsas sobre don Bosco. Así, un buen día, a fines de octubre, le fue notificado que el representante de 
la navegación francesa en Génova había recibido orden de Buenos Aires para poner a disposición de don Bosco diez plazas de segunda 
clase 2. 

Como un grupito de misioneros tenía que embarcarse en Lisboa, el Siervo de Dios escribió dos veces a un sacerdote de aquella ciudad, 
pero no recibió respuesta alguna. Por último se dirigió directamente al Patriarca con una carta en latín, en la que rogábale 
encarecidamente proporcionara a sus hijos conveniente hospitalidad, a sus expensas, en el seminario o en otro lugar 3; pero también este 
paso debió quedar sin efecto, porque, llegado el momento de salir, don Bosco no dijo palabra de ello a ninguno y los viajeros no pensaron 
siquiera en presentarse al Prelado. 

Se eligió el 7 de noviembre para la solemne ceremonia de la despedida; durante todo aquel día tuvo don Bosco a su alrededor a aquellos 
queridos ((314)) hijos, que pudieron con toda comodidad hablarle en privado y en común. Ya no se iba a lo desconocido. Don Juan 
Cagliero que, antes de volver a Italia había preparado su puesto a los nuevos, se había ingeniado para iniciarlos en la vida que les 
aguardaba. Estaba allí, además, monseñor Ceccarelli, a quien don Bosco había rogado se detuviese en Turín para enseñarles el castellano 
y acompañar después una parte del grupo. Sin embargo, la separación y la gran distancia hacían mella muy grande en personas que habían 
vivido junto a don Bosco y estaban acostumbradas, salvo pocas excepciones, a la vida tranquila de su viejo Piamonte. 

Más temblaban las buenas Hijas de María Auxiliadora: pero el pensamiento de que don Santiago Costamagna sería para ellas angelus in 
via (ángel del camino), reanimaba los espíritus. La tarde del 6 de noviembre dispuso don Juan Bautista Lemoyne que se hiciese en la 
capillita de Mornese una función semejante a la de Turín. Acudieron parientes y amigos de las misioneras. Tras el canto de vísperas, 
pronunció 

1 Para mejor comprender las cosas añadiremos que monseñor Manacorda, obispo de Fossano, fue una noche entre las diez y las once a 
ver al Papa para hacerle una comunicación con el mayor secreto, y Pío IX le dijo: 

-íHablad bajo! Incluso aquí las paredes oyen. 

Este lo contó algunas veces a salesianos, con los que trataba con mucha familiaridad. 

2 Carta del señor Gazzolo a don Bosco, Savona, 21 de octubre de 1877. 

3 Véase Apéndice, doc. n.° 27. 
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palabras de despedida y aliento; dióse después la bendición con el Santísimo Sacramento y se cantaron las preces del itinerarium. 
Entonces, en medio de la conmoción general, se levantó la madre Mazzarello y, encabezando el grupo de las seis hermanas que la 
seguían, se encaminó hacia la salida, mientras los presentes las saludaban más con el corazón que con los labios. Dos de ellas que tenían 
que ir con la Madre a Roma, salieron en seguida hacia Sampierdarena para esperar a los salesianos; las otras cuatro se juntaron allí con 
ellas el día 13, cuando estuvieron de vuelta. 

Desde el púlpito de María Auxiliadora, en la tarde del día 7, habló el Beato don Bosco en estos términos a la multitud de fieles que 
había acudido: 

Al comenzar mi plática, debo ante todo dar gracias a Dios y a María por los grandes beneficios que nos han concedido. 

La mayor parte de vosotros recordará que, hace dos años, otros valientes salesianos se despedían de sus hermanos en esta misma iglesia 
para encaminarse a tierras desconocidas, sin medios y sin saber con qué se iban a encontrar. Y por eso estábamos en la mayor inquietud. 
Pero, apenas llegados a Buenos Aires y a San Nicolás, encontraron ayuda, encontraron apoyo, las cosas prosperaron y fue necesaria otra 
expedición. 
Después, confiando en el auxilio de María Santísima y no en nuestras ((315)) escasas fuerzas, se envió un segundo grupo a las lejanas 
Américas. Fue y ayudó a los hermanos. Y ahora está a punto de salir una tercera expedición muy numerosa; dejarán la patria y los 
parientes para llevar la luz del Evangelio a aquellas remotas regiones. No se hace esto para poder blasonar de lo realizado, sino por la 
absoluta necesidad de repartir el trabajo con los que les precedieron. Los que ya trabajan en aquellas regiones no son suficientes, porque 
el campo es muy amplio, y, si queremos que no sucumban bajo el peso del cansancio, hemos de enviar en su ayuda otros misioneros. Y 
esta tercera expedición no será la última. 

He de decir, ante todo, que no hay en esto nada nuestro, salvo el trabajo que hemos de poner en ello: que todo es una verdadera y gran 
gloria del Señor, que bendice nuestra buena voluntad y nuestros planes. Ya no hay ahora inquietud en los que parten y en los que quedan; 
los peligros han disminuido, la distancia se ha acortado y nada causa turbación; no se ha acortado materialmente, pero ha sido recorrida 
por otros y con los medios de comunicación y transporte que tenemos, puede considerarse como un paseo, tanto más cuanto que un 
hermano de los que salió con los primeros, volvió a nosotros, después de haber despejado el camino y procurado los auxilios para los que 
irían después. Y otro hermano que ahora vuelve a América, había venido de allá y estuvo con nosotros algún tiempo. 

Y ahora tenemos aquí un nuevo grupo de hermanos que van a las misiones. »Sabéis qué significa la palabra misión? »Ser misionero? 
Quiere decir ser enviado. Del mismo modo que Jesucristo, antes de abandonar esta tierra para subir al cielo, enviaba a sus apóstoles, Ite a 
anunciar la palabra de Dios por todas partes y, movidos por esta misma palabra, los discípulos se hicieron oír en todas las regiones de la 
tierra; así, con la misma palabra, el Jefe visible de la Iglesia, el Vicario de Jesucristo en la tierra, envía sacerdotes a una y otra parte para 
difundir la luz del Evangelio. Y cuando nuestros misioneros vayan a Roma, no irán solamente para ver al Padre Santo, para 
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ofrecerle su homenaje, para recibir una bendición, por ceremonia, por pura formalidad, sino para recibir el mandato que Jesucristo dio a 
sus apóstoles: Ite in mundum universum, praedicate evangelium omni creaturae (Id por todo el mundo, predicad el evangelio a todas las 
gentes). Id, haced el bien, id en hora buena adonde sois enviados. Y ellos, con esta bendición, van a las tribus salvajes y, 
transformándolas en manso rebano, las conducen al aprisco de Jesucristo. In omnem terram exivit sonus eorum et in fines orbis terrae 
verba eorum (Por toda la tierra se oyó su voz y hasta el fin del orbe llegaron sus palabras). 

Pero los misioneros tienen que estar preparados para cualquier eventualidad, incluso a dar la vida para predicar el evangelio de Dios. 
Hasta ahora, sin embargo, los salesianos no tuvieron que soportar graves sacrificios propiamente dichos o vejámenes, si se exceptúa don 
Juan Bautista Baccino que murió, y dicen los que lo observaron, que murió víctima del trabajo ((316)) en el campo evangélico, o, como 
se diría de otro modo, mártir de la caridad y del sacrificio por el bien de los demás. Pero, más bien que una pérdida tenida con la muerte 
del heroico misionero, nos hemos enriquecido, pues ahora es nuestro protector en el cielo. 

Los sudores de nuestros hermanos fueron bendecidos por Dios. Habíamos abierto ya casas, colegios, oratorios y parroquias en diversos 
lugares de América del Sur. En Buenos Aires especialmente se había fundado un gran asilo para recoger muchachos pobres y 
abandonados. Pero hay también muchachas necesitadas, pobres y abandonadas, que no pueden vivir por sí mismas y no tienen a nadie 
que las eduque, y piense en ellas. Había que poner remedio a esto. Y precisamente ahora, por vez primera, seis Hijas de María 
Auxiliadora dejan también su casa, sus parientes y todo para acudir adonde las llama la necesidad. Allí abrirán escuelas, enseñarán el 
catecismo, en una palabra, se prodigarán en favor de las pobres muchachas abandonadas. Y éste es otro paso que damos. 

Debo llamar la atención sobre una cosa, también los protestantes envían y van a lo que ellos llaman misiones, pero íqué diferencia entre 
las nuestras y las suyas, entre el misionero protestante y el católico! No tengo tiempo para explicaros detalladamente esta diferencia, pero 
os la indicaré. Los protestantes van a misiones, es verdad, pero, »quién los envía? La Reina de Inglaterra, los emperadores, los reyes, los 
príncipes. Y los misioneros católicos, »de quién reciben la misión? De Jesucristo, representado por su Vicario, el Sumo Pontífice. »Acaso 
la Reina de Inglaterra, el Emperador de Rusia o de Prusia los envían en nombre de Jesucristo? Ah, no; ellos no son sacerdotes, ni suceden 
por una serie no interrumpida a los apóstoles de Jesucristo. Son enviados por hombres, tienen una misión humana, en general sin más 
finalidad que la política y la guerra contra la verdadera Iglesia. No es Jesucristo quien los envía. Los ministros protestantes, antes de 
partir, consideran si hay un pingüe estipendio: 

-»Cuánto me dan? Si me dan tanto, bueno, voy, de lo contrario, no voy. »Y hay, además, buena vivienda? »Están previstos la comida y 
el vestido? 

Después averiguan si hay medios de subsistencia para los hijos y para la mujer y, a la hora de partir, llevan consigo un montón de cosas, 
porque quieren toda clase de comodidades y bienestar. »Procede así el misionero católico? íNada de eso! Da un adiós a padres y 
hermanos, y marcha sin más riqueza y apoyo que Dios, y nada más; y va adonde la obediencia lo manda y adonde más se necesita su 
actuación, sin preocuparse dónde, cómo y cuándo encontrará los medios de subsistencia. 

Los protestantes van únicamente adonde sean posibles todas las comodidades de la vida; y si no las hubiese, se las procuran ellos por 
todos los medios, calculan el provecho material que podrán sacar de aquellas misiones y se niegan a ir al encuentro 
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de los peligros, y si, a veces, la necesidad o el honor los obliga, van bien armados. Los nuestros, por el contrario, no hacen caso de 
incomodidades y sacrificios, van adonde son enviados, despreocupados de ((317)) dificultades y peligros; y aun cuando les tocase sufrir, 
incluso el hambre y la sed, saben soportar las privaciones con admirable paciencia. 

-Dios me envía, dicen ellos, a predicar su evangelio y yo lo predicaré a costa de mi vida. De lo demás no me preocupo ni me cuido. 

Estos van para ganar almas a Jesucristo, aquéllos para ganar dinero y enriquecerse a sí mismos, a la mujer, a los hijos, y para 
ennoblecer su casa según el mundo. Y así mientras las misiones protestantes son un empleo lucrativo, las misiones católicas son una 
empresa noble, útil para la sociedad humana, necesaria para la vida eterna, una empresa celeste, divina. 

»Quién copia en sí mismo la vida del Maestro divino, el amor a las almas, los trabajos para salvarlas? »El misionero protestante o el 
misionero católico? 

Y ahora dejad que dirija unas palabras a mis hijos que marchan. »Y qué he de decir a estos queridos hermanos, que están a punto de 
dejarme para ir, valientes, al campo del Señor? Quiero daros los mismos consejos, los mismos avisos que di a los primeros que 
marcharon. Ya se imprimieron y tendréis comodidad para leerlos y estudiarlos. Otra cosa que os recomiendo muy encarecidamente son 
las Reglas de nuestra Congregación. Tomad ese libro, aprendedlo de memoria; tened siempre con vosotros las reglas y sean ellas la norma 
de vuestra actuación. 

Ahora, id a Roma. Presentaos al Padre Santo, como si fuera el mismo Jesucristo en persona. Id, después, a América; al llegar allí, dad 
las gracias a todos los que nos ayudan. Decidles que aquí en esta iglesia se reza por ellos; decidles que sigan dispensándonos su 
beneficencia y aseguradles que el bien que vosotros hagáis, será también un tesoro para quien os socorrió. 

Advertid que, en aquellas lejanas tierras, hay cristianos fervorosos que os esperan, que os ansían; allí tenéis hermanos ya establecidos 
que os preparan los locales destinados para vuestra habitación; hay otros muchachos que os escucharán con gusto y ellos también están 
impacientes por veros y abrazaros. Estos pensamientos deben animaros. Recibí hoy una carta que me comunicaba que, en aquellas tierras, 
se despertaron ya muchas vocaciones religiosas y muchos pidieron hacerse salesianos. Os espera, pues, una copiosa mies y encontraréis 
muchos consuelos que os harán olvidar las fatigas. 

Esto es lo que quería deciros. 

Salid con ánimo. Puede que volváis a ver todavía esta misma casa, vuestro pueblo, a los parientes, a los amigos; pero no es éste el 
pensamiento que os debe guiar. No tenéis que anhelar más que ganar almas para Dios, alentados con aquellas consoladoras palabras: 
Animam salvasti, animam tuam praedestinasti (Salvaste una alma, predestinaste la tuya). Os recomiendo que recéis por nosotros y 
nosotros rezaremos por vosotros para que Dios bendiga nuestro trabajo. 

((318)) Haciendo vosotros cuanto podáis con la gracia de Dios, con nuestras oraciones y con el auxilio de María Auxiliadora, uniendo 
todos nuestros esfuerzos, formaremos un solo corazón, y una alma sola aquí en la tierra y podremos ganar almas para el cielo y llevarlas 
con nosotros al triunfo eterno. »Volveremos a vernos aquí en la tierra? »Habrá alguno que no volverá a ver estas paredes? Pues bien..., 
allí... sí... en el cielo será el verdadero regreso... allí podremos descansar de nuestros trabajos, allí podremos disfrutar el verdadero 
consuelo... Allí volveremos a vernos en el gozo inefable, junto con tantos hermanos y con las almas salvadas por vosotros... Allí seremos 
eternamente bienaventurados, alabando y bendiciendo al Señor. 
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Capitaneado por don Juan Cagliero, el grupo se encaminó a Roma. Poco después del mediodía del día 9, salesianos e hijas de María 
Auxiliadora tuvieron la satisfacción de ver y oír al Papa, al gran Pío IX. Estaban alineados en la galería de Rafael, cuando llegó el Padre 
Santo con los eminentísimos Bilio, Pacca y Ledokowski. Don Juan Cagliero, invitado a hacer la presentación, dijo: 

-He aquí, Padre Santo, la tercera expedición de misioneros salesianos, que van a sumarse a sus hermanos en el campo de nuestras 
misiones de América. Van también las Hijas de María Auxiliadora, que zarpan para la república del Uruguay, donde abrirán su primera 
casa para las niñas pobres abandonadas. Hemos venido a pedir vuestra bendición apostólica, que no sólo nos alentó, sino que actuó 
prodigiosamente durante los dos años que hemos pasado en Argentina y Uruguay. 

El Padre Santo contestó: 

-Sí, queridos hijos míos, os bendigo de corazón. 

Dio después una mirada a la larga fila y preguntó: 

-»De dónde saca don Bosco toda esta gente? 

-Santidad, se la envía la divina Providencia. 

-íAh, sí, la Providencia! íDecís bien! Ella lo puede todo; confiemos siempre en ella. 

Don Juan Cagliero presentó a Su Santidad una relación manuscrita sobre el estado de las Misiones Salesianas en América, un opúsculo 
impreso con ocasión de la inauguración del Patronato de San Pedro en Niza, y un ejemplar de otro sobre la Obra de los Hijos de María 
para las vocaciones tardías ((319)) al estado eclesiástico. El Papa, dando señal de un interés especial, exclamó: 

-íLas vocaciones al estado eclesiástico! íBien, bien! 

Después permitió que todos le besaran la mano; y a continuación, colocóse frente a ellos y, con voz firme y robusta, pese a sus ochenta 
y cinco años, pronunció este discurso: 

-Queridos hijos, ahora que me toca a mí daros un recuerdo que os aliente en el porvenir; os manifestaré un pensamiento que, esta 
mañana, se asomó a mi mente durante la santa misa. En el introito de la misa que hoy hemos celebrado, de la dedicación de la iglesia 
principal de esta nuestra Roma, leía unas palabras que aturden a primera vista y son: Terribilis est locus iste. »Cómo? me pregunté a mí 
mismo. »La iglesia es un lugar terrible, cuando es el lugar adonde venimos a dejar nuestras amarguras, a elevar la mente y el corazón a 
Dios, a pedirle ayuda en nuestras aflicciones y necesidades? Y me contesté a mí mismo: Sí, la iglesia es terrible, mas sólo para ciertas 
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personas. Habéis de saber, queridos hijos, que hay hombres que, a pesar de ser hijos de la Iglesia, son malos, muy malos. Esos no hacen 
más que contristar y hacer llorar a esta Iglesia y, si vienen al lugar sagrado, vienen sólo para traer a él la desolación y aumentar las 
angustias de esta pobre Madre. Ahora bien, con éstos precisamente es con quienes la Iglesia se hace terrible, es a éstos a quienes la 
Iglesia, santamente indignada, envía terribles castigos y penas, como lo vemos a diario y siempre. Por otra parte, la Iglesia no es terrible, 
sino benigna y dulce con todos los que la aman, observan sus preceptos y le son devotos. Depende, pues, de vosotros, queridos hijos, 
hacer que esta Iglesia deje de ser terrible. Vosotros, armándoos de gran celo, haréis que cese el pecado, desaparezca la iniquidad de la faz 
de la tierra; en una palabra, santificándoos en vuestra Congregación, santificaréis a las gentes que viven en aquellas remotas regiones y, 
entonces, veréis a esta Iglesia volverse alegre, benigna y piadosísima Madre, y prodigar a todos alegrías y bendiciones. 

Compendiando después su pensamiento, que exponemos aquí sumariamente, tal y como se ((320)) lee en la Unità Cattolica, del 16 de 
noviembre, concluyó: 

-Amad, queridos hijos míos, a la Iglesia, defended su honor, haced que los pueblos la amen: éste es el recuerdo que os da en este 
momento solemne el Vicario de Jesucristo. 

Por último les anunció y dio una amplia bendición. 

Permitió después a los misioneros que se acercaran y volvieran a besarle el sagrado anillo. Cuando le llegó el turno a don José 
Vespignani, dijo don Juan Cagliero: 

-Este joven sacerdote no tiene todavía facultad para confesar. Ruego a Vuestra Santidad se digne concederle que pueda ejercer el 
sagrado ministerio hasta llegar a Buenos Aires. 

El Papa le dijo: 

-Confesad, confesad. Os doy ahora todas las facultades. Cuando lleguéis a Buenos Aires, presentaos al Arzobispo y él os concederá las 
licencias canónicas en firme. 

El mismo don José Vespignani escribe: «Salimos de la audiencia con el alma llena de inefables sentimientos y bendiciendo a Dios. Nos 
parecía bajar del Tabor, haber visto al Señor y haberle hablado de tú a tú, como Moisés y Elías» 1. 

En los días siguientes uno de ellos, el clérigo Carlos Pane, cayó enfermo. Mientras visitaban las catacumbas de San Calixto le acometió 

1 L. c., pág. 133. 
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la fiebre. La primera en darse cuenta de los escalofríos fue la madre María Mazzarello, que se quitó el chal, se acercó a él y le rogó con 
respeto, pero con entereza, que se lo pusiera a las espaldas. El pobrecito se retrajo un poco, pero la insistencia de la Madre y los 
escalofríos le obligaron a aceptar. Estuvo hospitalizado en los Hermanos de San Juan de Dios, hasta que su mejoría le permitió emprender 
el viaje a Sampierdarena; pero sus compañeros ya habían marchado; tuvo que resignarse y esperar otra expedición. 

Don Bosco los aguardaba en Génova el día 13. Pesaroso por lo que había ocurrido con el clérigo, les dijo: 

-íTened cuidado, y no perdáis a ninguno más por el camino! 

Ellos lo rodearon afectuosamente, le contaron con entusiasmo la audiencia del Papa, ((321)) iban a porfía en repetirle una y otra vez sus 
palabras y no acababan de manifestarle sus impresiones de Roma. Y el buen Padre no se cansaba de escucharlos con bondad y de sacar de 
todo útiles reflexiones, mostrando que compartía su alegría. 

Ya en Sampierdarena, don José Vespignani ansiaba el momento de encontrarse cara a cara con don Bosco. La licencia de confesar, que 
le había venido tan de lo alto y tan de improviso, teníale preocupado. No porque le faltase preparación: había hecho normalmente los 
cursos de moral en su tierra natal y había asistido a las conferencias bisemanales del teólogo Ascanio Savio en el Oratorio; pero, ya en 
trance de ejercer el sagrado ministerio, vacilaba. Hubo que acudir a aquel golpe de audacia, porque en Turín hubiera sido inútil intentar 
obtener la patente normal o facultad para confesar. Sólo en confesión pudo declarar a don Bosco sus temores, que eran tres, a saber: uno 
sobre la dirección de las almas, otro sobre la manera de liberar a los muchachos de los malos hábitos, y el tercero acerca de las cuestiones 
sobre el sexto mandamiento, para las personas mayores. El Beato lo escuchó con toda la calma, dio muestras de tomar en seria 
consideración sus dificultades, y, después, se puso a resolvérselas una a una. Para la dirección espiritual, le recordó el texto: Quaerite 
primum regnum Dei et iustitiam eius et haec omnia adicientur vobis. 

-Busquemos, dijo, cimentar bien en las almas el reino de la justicia de Dios, guiándolas por el camino de la gracia, esto es, en el 
ejercicio de todas las virtudes cristianas y por medio de la oración; éstos son los dos puntos importantes. Lo demás, esto es, resolver los 
casos especiales y aconsejar según el estado de cada uno vendrá por añadidura, vendrá por su pie. 

Para las confesiones de los muchachos, en ese delicado asunto, le sugirió que insistiera en la frecuencia de los sacramentos y en el 
recuerdo 
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de las verdades eternas, sin cansarse de repetir el vigilate et orate y de alentar a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a María 
Auxiliadora. La última cuestión, para los que habían recibido el sacramento del Matrimonio, se hacía fácil recordando los tres puntos del 
catecismo romano, esto es, bonum fidei, ((322)) bonum prolis, bonum sacramenti, y recomendando con insistencia el vivir como buenos 
cristianos. 

Tampoco las monjas se separaban de su Madre General. Don Bosco pensaba también en ellas. En la tarde del 13 presentóse allí don 
Juan Cagliero con un hermoso cuadro de María Auxiliadora en tela. 

-Lo he robado en la sacristía de Valdocco, dijo bromeando, y lo he robado para vosotras. 

Aquel cuadro tenía su historia. Un pintor, que se encontraba en serio peligro de perder la vista, había acudido a don Bosco. Don Bosco 
le bendijo y le curó del todo; y él, agradecido, pintó aquella imagen y se la regaló al Beato. 

-Este es el cuadro del milagro, concluyó Juan Cagliero. Don Bosco lo ha bendecido y ahora os lo entrega, para que lo llevéis con 
vosotras. 

La partida debía efectuarse desde tres puertos y fechas distintas. El grupo mayor partiría el 14 desde Génova, un grupo menor desde 
Lisboa el 29, y otros dos hermanos, ellos solos, desde El Havre, entre el 14 y el 29. El grueso, pues, de la expedición se embarcó en el 
Savoie, con don Santiago Costamagna a la cabeza; y con ellos las hermanas. Don Bosco subió por tercera vez a bordo de aquel barco, 
donde por tercera vez se repitió la escena de la despedida con las últimas palabras y la última bendición. Escribió don Pablo Albera 1: 
«Le acompañé varias veces, cuando despedía a sus misioneros en el barco, y pude tener, en aquellos preciosos instantes, la prueba más 
patente de su fe y de su ardorosísimo celo. Decíale a uno: 

-Espero que salvarás muchas almas. 

Sugería a otro, al oído: 

-Tendrás que sufrir mucho; pero no olvides que el paraíso será tu premio. 

A quien iba a asumir la dirección de una parroquia, le recomendaba que tuviera cuidado especial de los niños, de los pobres y de los 
enfermos». Después, la escena de los salesianos e hijas de María Auxiliadora arrodillados en la cubierta sollozando y el Siervo de Dios de 
pie delante de ellos bendiciéndolos. 

1 D. PABLO ALBERA. Cartas circulares a los Salesianos, pág. 78. Turín, Soc. Edit. Internac. 
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La emoción agitaba también fuertemente su corazón ((323)) de padre. Como para distraerle, don Juan Cagliero y don Pablo Albera le 
señalaron la barquita que allá abajo los esperaba. Bajó. Se sentaron aparte lo mismo que la Madre Mazzarello y otra hermana. Estaba 
también con ellas don José Vespignani, el cual pertenecía al segundo grupo, pero don Bosco había querido que fuera con él al barco. Un 
accidente providencial templó en don Bosco la emoción que le había causado el ver a los expedicionarios que se asomaban desde el barco 
y se esforzaban por hacer llegar a sus oídos los últimos adioses; un golpe de aire le llevó el sombrero de la cabeza. La monjita, que 
observaba los gestos del buen Padre, pudo agarrarlo y sacarlo del agua chorreando y empapado, al tiempo que un buen Cooperador, para 
abrigarlo, le plantó en la cabeza su sombrero de copa... Don Bosco no se opuso; sonriendo y dando gracias, llevaba con cierto aire de 
humorística gravedad aquel sombrero que, dicha sea la verdad, le prestaba un aspecto bastante cómico. De repente, con indescriptible 
serenidad y dulzura, miró por debajo de las alas del sombrero a don José Vespignani sentado frente a él, y le dijo: 

-Usted piensa en su madre... Pues bien, ahora pienso yo en ella. 

-No, don Bosco, respondió Vespignani, movido vivamente por tanta delicadeza; este pensamiento no me preocupa mucho. Mi madre se 
resigna pronto, cuando se trata de la voluntad de Dios. 

Don Bosco no fue nunca el hombre que promete y no cumple. Pasaron veintidós años desde aquel día, y volvía don José de América: su 
madre le dio a leer una cartita que decía textualmente así: «Señora Vespignani, don José parte, pero don Juan queda en su lugar junto a 
usted. »Le gusta así? El va a América para salvar almas y asegurar la salvación de la suya y la de todos sus seres queridos. Está ya en 
Lisboa, el mar está tranquilo y María Auxiliadora lo cubre con su manto. Esté, pues, alegre en el Señor y créame su amigo en Jesucristo. 
Juan Bosco, Pbro.» 1. 

((324)) El Savoie tocó Marsella. Nuestros viajeros aprovecharon la ocasión para bajar a tierra e ir a saludar al párroco Guiol, que los 
recibió con los brazos abiertos y, al verlos, exclamó: 

-»Cuándo vendrá a instalarse también aquí un buen grupo de salesianos? Marsella es antes que América. Los quiero ya este año. 

Emocionados ante su gran amabilidad, los misioneros se lo escribieron 

1 Don José Vespignani (L. c., pág. 199) reprodujo esta carta de una copia que fue sacada entonces, pero sin fecha. La del libro está 
ciertamente equivocada, por lo menos en cuanto al lugar 
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a don Bosco en términos de afectuoso reconocimimiento 1. El Siervo de Dios no olvidaría las atenciones del benemérito abate. 

El grupo menor de misioneros dejó Sampierdarena dos días más tarde que los otros; lo escoltaba monseñor Ceccarelli, que, retrasó la 
salida con permiso de su Ordinario y volvía ahora a Argentina. Aún no hemos dicho por qué vivía él en América. Había nacido en 
Mantua; hizo los estudios en Roma, y, cuando acabó de doctorarse en teología y en derecho canónico, murió en Roma durante el Concilio 
Vaticano monseñor Escalada, predecesor de monseñor Aneyros. El joven sacerdote ofrecióse entonces para acompañar sus restos 
mortales a Buenos Aires y la Curia bonaerense compensó este precioso servicio, confiando a Ceccarelli la parroquia de San Nicolás de 
los Arroyos, una de las más importantes de la archidiócesis. Lo demás es cosa conocida. 

Cuando él llegó a Sampierdarena de regreso de su ciudad natal, el Beato ya estaba en Turín; pero le había dejado una carta escrita 
seguramente en latín, como acostumbraba hacer a veces por donaire y en señal de confianza, sobre todo cuando quería dar algún buen 
consejo. Esta es probablemente la razón por la que Monseñor le contestó en latín. Su carta es un documento del afecto y estimación que 
don Bosco sabía granjearse de cuantos trataban con él algún tiempo e íntimamente. Don Bosco era así: cuanto más se le conocía de cerca, 
tanto más se hacía querer. Y parece que, con la libertad de los santos, no escatimara al benemérito ((325)) Cooperador Salesiano alguna 
paternal amonestación para bien de su alma. Así se lee entre líneas por la respuesta; era ésta una forma de caridad espiritual con la que el 
Siervo de Dios solía recompensar los beneficios que recibía 2. 

El grupito de monseñor Ceccarelli tenía que embarcarse en el buque Miño, del Correo real inglés, que tocaba Lisboa; por consiguiente 
pareció oportuno ir por tierra hasta Marsella y allí tomar un barco que navegase hasta la capital de Portugal. Pero, la brevedad del tiempo 
y el miedo a tener que aguardar demasiado la comodidad de aquel pasaje, les aconsejaron hacer el viaje en tren hasta Lisboa, después de 
una breve parada en Marsella. Entre peripecias, que no son para contar aquí y, después de una larga semana de viaje, llegaron felizmente 
a la meta. 

Deseosos de satisfacer la santa curiosidad de los lectores que ansían conocer todo lo que salió directamente de manos de nuestro Beato 
Padre, abriremos aquí un breve paréntesis para insertar cinco cartas 

1 Bollettino Salesiano, enero de 1878. 

2 Véase Apéndice, doc.28. 
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suyas, enviadas entonces desde Sampierdarena. Las primeras tres fueron llevadas a su destino por mano de los misioneros. 

1. A don José Fagnano 
Don José Fagnano dirigía el colegio de San Nicolás y las obras anejas. Don Bosco tiene aquí presente, ante su pensamiento, 
especialmente una carta escrita por don José Fagnano el 2 de marzo acerca de ciertos proyectos concernientes a la manera de comenzar la 
penetración en Patagonia. En la misma carta, habíale dicho sobre el tema de las ayudas pecuniarias: «En este semestre no podré enviar 
nada al Oratorio; pero espero concurrir en el segundo con nuestro óbolo a la educación de tantos huérfanos». 

Mi querido Fagnano: 

He recibido tus cartas; pero »por qué no has venido tú también a los ejercicios de Lanzo? »Temías la falta de sitio? Espero que ((326)) 
el próximo año los harás un poco más largos. He examinado cuanto me has escrito en varias ocasiones. Cuando el local esté preparado, 
saldrán las hermanas. 

Esta nueva expedición nos cansó piernas y cartera. Espero que tú también serás atendido, y si te falta alguno, pídelo y lo enviaremos. 
Todo lo que se pidió se ha enviado y lo recibirás por medio de los nuevos hermanos. Pero, si puedes, envíame dinero. No olvides que el 
Padre Santo sueña siempre con la Patagonia y probablemente serás elegido para hacer la prueba, si don Juan Cagliero retrasa su vuelta a 
América. Trataré de escribir algo, según la idea que me diste para cada uno. Pero recuerda siempre a todos nuestros salesianos el 
monograma que hemos adoptado: Labor et temperantia (Trabajo y templanza). Son dos armas con las que venceremos a todos y en todo. 

Tendrás noticias personalmente por los hermanos que llegan. 

Sólo te diré que cuando vengas a Europa, encontrarás casas salesianas en Marsella, en Tolón, la Navarre, Cannes, Niza, Ventimiglia, La 
Spezia, Lucca, Magliano Sabino, Albano, Ariccia, etc. 

Saludos afectuosos a todos los míos; os encomiendo cada día en la santa misa: rezad también vosotros por mí. 

La gracia de N. S. J. C. esté con todos vosotros, con vuestros queridos jóvenes y nos mantenga firmes en el camino del cielo. Amén. 

Sampierdarena, 14 de noviembre de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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2. A don Domingo Tomatis 
Don Domingo Tomatis era víctima del desaliento en aquellos comienzos. El Beato Padre emplea aquí expresiones aptas para animarle e 
inspirarle confianza. Esta confianza filial era una palanca poderosa en las manos de don Bosco para mover al bien y a las obras de celo a 
los suyos. 

Queridísimo Tomatis: 

Ciertamente te gustarán unas líneas para ti, escritas por el verdadero amigo de tu alma. Los hermanos que llegan te darán en abundancia 
noticias nuestras, lo mismo que monseñor Ceccarelli, que ha visto todo y le hemos aprovechado para todo. Alma buena y de buen 
corazón. Por lo que a ti toca, tendrás que ser para los recién llegados, y te lo mando, modelo en el trabajo, en la mortificación, en la 
humildad y en la obediencia. »Verdad que lo harás? Pero quisiera que me escribieses una carta larga que fuera como un informe de los 
ejercicios ((327)) espirituales y me dijeras sencilla y claramente vida, virtudes, milagros presentes, pasados y futuros. 

Querido Tomatis, quiere a don Bosco, como él te quiere a ti. 

Te encomiendo de todo corazón al Señor en la santa misa, pero reza tú también por mí, que siempre seré para ti en J. C. 

Sampierdarena, 14 de noviembre de 1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

3. A don Tadeo Remotti 
Este celoso sacerdote salesiano ejerció muchos años con fruto el sagrado ministerio en la parroquia de San Juan Evangelista en la Boca, 
donde era ayudado también por sacerdotes seculares. 

Mi querido Remotti: 

Don Francisco Bodrato estaba encargado de darte un pellizco, creo que habrá cumplido con su deber... »Qué quiere decir esto? Cuando 
el demonio vaya a molestarte en tus asuntos, haz tú otro tanto con él con una mortificación, con una jaculatoria, trabajando por amor a 
Dios. Te envío dos compañeros de los que espero estarás contento. Trátalos con mucha caridad y paciencia. Yo estoy contento de ti. 
Sigue adelante. Obediencia en tu conducta; promueve la obediencia en los demás: ahí tienes el secreto de la felicidad de nuestra 
Congregación. 

Dios te bendiga y créeme siempre en N. S. J. C. 

Sampierdarena, 11 de noviembre de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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P. D. Te ruego saludes en particular a los sacerdotes que, en calidad de coadjutores, trabajan contigo en la Boca para el bien de las 
almas. 
4. A don Pedro Vallauri 
Don Bosco era como uno más en casa de don Pedro Vallauri, piadoso y caritativo sacerdote turinés. Iba a su casa de vez en cuando, por 
las tardes, para sustraerse a ciertas visitas o a molestias de otra clase y despachar la correspondencia o algún trabajo urgente. 

((328)) Con frecuencia también, cuando volvía de algún viaje, se lo anunciaba para ir a comer. Lo hacía por la hora incómoda en que 
llegaría al Oratorio o por la prisa que tenía para despachar algún asunto en la ciudad o por escrito. 

Queridísimo don Pedro: 

El bien tratado vuelve. El viernes, un poco después del mediodía, estaré con usted para que me dé un plato de sopa por amor de Dios. 
Espero que también podré ver a su señora hermana Teresa, a quien ruego salude de mi parte. Nuestros misioneros y nuestras hermanas 
salieron hoy rumbo a América. 

Eran diecinueve. Los otros deberán embarcarse en otro puerto, unos en El Havre, y otros en Lisboa, en los primeros días de la semana 
próxima. 

Dios nos bendiga a todos y créame en J. C. 

Sampierdarena, 14 de noviembre de 1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

5. A don Joaquín Berto 
La comunicación del cardenal Bilio de que el Papa estaba descontento por el «asunto de los Conceptinos» y las correspondientes 
noticias que le había llevado don Juan Cagliero debieron hacer sentir a don Bosco la necesidad de preparar una relación documentada de 
todas las gestiones. El «conocido Breve», si, como lo hace suponer el contexto de la carta, se refiere al mismo asunto, debe de ser 
propiamente el decreto del 6 de febrero 1. 

1 Véase Apéndice, doc. n.° 2. 
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Fin de Página 286 


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Queridísimo Berto: 

He encontrado entre mis papeles el conocido Breve y he mandado sacar copia. Ahora es necesario: 

1.° Sacar una copia del rescripto con el que el Padre Santo encargaba a don Bosco organizar los asuntos de los Conceptinos de acuerdo 
con los de los Salesianos. 

2.° Carta escrita por el cardenal Randi a don Bosco y mi respuesta. Te advierto que yo tengo una carta de este cardenal. 

3.° Carta del hermano Luis en la que previene a don José Scappini difiera el regreso a Roma. 

((329)) 4.° Memorandum entregado al Cardenal Vicario para remitirlo al Padre Santo; creo que esta escrito por don José Scappini. 

Quiéreme en N. S. J. C. y créeme siempre, 

S. Pierdarena, 15-11-1877. 
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro


P. D. El primer grupo de los misioneros ha salido. Mañana, si Dios quiere, estaré en Turín. 
En Lisboa monseñor Ceccarelli conocía personalmente al Nuncio Apostólico, monseñor Sanguigni, el cual recibió cordialmente a los 
misioneros que fueron a visitarle y hospedó en su casa a su jefe. Estos ignoraban que se encontraba en la ciudad un entrañable amigo de 
don Bosco y de los salesianos, monseñor Pedro Lacerda, obispo de Río de Janeiro, que se había hospedado dos meses antes en el 
Oratorio. Hacía quince días que estaba allí y se embarcó el 24, de modo que tal vez les hubiera dado tiempo para verle. Este encuentro les 
hubiera sido muy útil durante el tiempo de espera, pues el celoso Pastor había hablado mucho de don Bosco y de su obra en los mejores 
ambientes de la ciudad 1. Pero, desconocedores de la lengua y sin recomendaciones para ninguna persona influyente, pasaron por la 
capital portuguesa totalmente desconocidos. Con la salida de estos últimos, todos los misioneros navegaban hacia el campo de su 
apostolado. 

1 Véase Apéndice, doc. n.° 29. En los apuntes de don José Lazzero, fecha 13 de julio de 1878, leemos: «Estuvo en el Oratorio un señor 
portugués. Manifestó gran deseo de que don Bosco pusiese una casa salesiana en su tierra». 
287 

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((330)
)


CAPITULO XI 

LA TRIBULACION ENGENDRA LA PACIENCIA
(San Pablo a los Romanos, V, 3)


EN febrero de 1877, volvió monseñor Gastaldi de Roma con la impresión de que le convenía ahuyentar las sospechas de que estaba en 
contra de don Bosco y de los salesianos; así que, una vez en su sede, envió a todos los Cardenales y a muchos otros un impreso titulado: 
El Arzobispo de Turín y la Congregación de San Francisco de Sales. Empezaba éste así: «El enemigo de las almas, siempre atento a 
promover el mal, destruir el bien, impedirlo si puede, echarlo a perder y corromperlo al menos en parte, trabaja desde hace algún tiempo 
por insinuar y difundir la suposición de que el Arzobispo de Turín no está a favor de la nueva Congregación de San Francisco de Sales 
(llamada también Salesiana), fundada por el reverendísimo don Juan Bosco. Esta suposición es ciertamente obra del espíritu de la 
mentira, como pueden descubrir fácilmente por sí mismas todas las personas dotadas de prudencia cristiana; pero, como por desgracia 
logra insinuar en la mente de muchos, que no son bastante cautos, incertidumbres y dudas, es conveniente que estas dudas e 
incertidumbres sean disipadas». Seguía después la exposición de diez hechos, sucedidos entre 1848 y 1876, para deducir de ellos que era 
manifiesto que el Arzobispo de Turín había dado y seguía dando a la Congregación Salesiana y a su Fundador «pruebas tales de 
benevolencia, que disipaban ((331)) toda duda e incertidumbre en sentido contrario». 

Tenemos una nota autógrafa del Arzobispo en la que declara: «Está, pues, claro que el Arzobispo de Turín, si de vez en cuando se ve 
obligado a hacer serias y graves observaciones a don Bosco y a su Congregación, no lo hace por falta de benevolencia, que sigue 
profesándole a él y a su Congregación, sino por el motivo de cumplir con su deber». Se enviaron dos ejemplares a cada uno de los 
Cardenales de la Congregación del Concilio, uno con la firma del «Canónigo Chiuso, secretario del Arzobispo de Turín, 28 de febrero de 
1877». Aun cuando no todo lo que en la nota se decía fuera exacto, sin embargo, como no había en ella nada reprochable para la 
Congregación, 
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don Bosco no respondió y la cuestión no tuvo consecuencias manifiestas. 

Pero, en el mes de agosto siguiente, estalló una controversia, que hizo correr la mar de tinta. Aunque de escasa calidad en su origen, 
llegó a revestir graves caracteres por la importancia que Monseñor le atribuyó, dados los principios en que él la apoyaba y por la 
divulgación que se le dio. Exponemos objetivamente sus fases y vicisitudes, y dejamos la palabra únicamente a los documentos que nos 
limitamos a comunicar de la forma requerida por una exposición ordenada y clara. 

El sacerdote don Juan Perenchio, de la diócesis de Ivrea, se presentó el 17 de agosto en el Oratorio para hacerse salesiano. El Superior 
buscó informaciones sumarias y lo admitió a la primera prueba. Aquél, cumplidos sus deseos, pidió y obtuvo permiso para salir y volvió 
dos días después para dar comienzo a su vida religiosa en calidad de aspirante. Naturalmente, como se sabía que su vida había sido 
siempre buena, se le permitió, sin más, celebrar la santa misa. Cuando he aquí que, el 22 de agosto, el vicedirector del Oratorio, don José 
Lazzero, recibió por trámite del canónigo Chiaverotti, secretario, la orden de notificar a la Curia si don Juan Perenchio se encontraba en 
el Oratorio, si celebraba allí la misa y desde cuándo se encontraba en la Congregación Salesiana. Don José Lazzero contestó: «Sí, don 
Juan Perenchio ((332)) se encuentra con nosotros hace algunos días. Ha pedido ingresar en la Congregación Salesiana, pero no fue 
aceptado todavía. Mientras tanto don Bosco ha comenzado ya las debidas gestiones con su Obispo». 

Al día siguiente, rogaba el mismo secretario a don José Lazzero, por orden de Monseñor, que contestara también a las otras dos 
preguntas que se le hacían. Don José Lazzero contestó sin demora, escribiendo el día 24: «Don Juan Perenchio se encuentra en esta casa 
hace doce días. Hasta ahora celebró misa, de acuerdo con el certificado de su párroco. Le acompañó el mismo cura párroco, el cual 
manifestó verbalmente que no había nada en su contra. Está provisionalmente, mientras se ultiman las gestiones con su Obispo». 

Abrimos un paréntesis. Con relación a estas gestiones escribió Monseñor al cardenal Ferrieri 1: «No sé qué gestiones haya podido 
empezar don Bosco con el actual Obispo de Ivrea, siendo cosa notoria a todos que monseñor Moreno mantiene una declarada oposición 
pública contra don Bosco y que difícilmente daría consentimiento 

1 Carta al cardenal Ferrieri, Turín, 10 de septiembre de 1877. 
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positivo para que un sacerdote suyo entrase en la Congregación Salesiana». 

Las gestiones eran las que se acostumbra hacer para obtener los informes de oficio. Estos se pidieron primero por escrito y después, al 
no recibir respuesta, se volvieron a pedir por medio de persona delegada al efecto. Y para bien comprender la posición de don Juan 
Perenchio, téngase presente: 1.° Que le bastaba estar libre de censura. 2.° Que no necesitaba consentimiento del Obispo para salir de la 
diócesis, tratándose de hacerse religioso. 3.° Que encontrándose en la primera prueba, esto es, en la primera fase de su carrera religiosa, 
ya pertenecía a la Congregación Salesiana cuanto era necesario para gozar sus derechos y privilegios, que en aquella condición se le 
podían comunicar. 

4.° Que los Ordinarios no pueden negar las testimoniales a sus súbditos que quieran hacerse religiosos; si las niegan, se recurre a la 
Santa Sede. 

((333)) Reanudamos ahora la narración. El mismo día 24 le llegó «a don Miguel Rúa o a quien hiciese sus veces» un tercer mandato 
expreso para que no se permitiera celebrar la misa a don Juan Perenchio, por carecer de los papeles necesarios; ya que el ser aceptado 
como novicio en la Congregación no le daba derecho a celebrar, si entraba en ella de una manera irregular, a saber, sin las testimoniales 
de su Obispo. Es más, añadíase: «Ni él, ni tampoco ningún profeso puede celebrar en las iglesias, que no son estrictamente de la Orden 
religiosa, sin permiso del Ordinario». 

»Cómo se había enterado la Curia de Turín de la presencia del sacerdote extradiocesano en el Oratorio? Ateniéndonos a lo que entonces 
se afirmó, tan pronto como don Juan Perenchio salió de su diócesis, la Curia de Ivrea envió a la de Turín un decreto de suspensión a 
divinis contra él, por la razón de: quem constat esse reum maleficiorum (que consta es reo de delitos). Al decreto iba unida una carta, en 
la que se pedía permiso para intimárselo por medio del ujier de la Curia de Turín. Se contestó al señor Obispo de Ivrea que se permitía la 
intimación del decreto, pero no se concedía la función del ujier, puesto que estaba establecido que se hiciese la intimación por un ujier del 
tribunal civil. »Dónde, cuándo, por quién se hizo la intimación? Los salesianos nunca lo supieron; preguntado don Juan Perenchio, afirmó 
no haberla recibido nunca. A pesar de todo, don José Lazzero, de acuerdo con don Miguel Rúa, ordenó a don Juan Perenchio que dejara 
enseguida de celebrar la santa misa y, para que la cosa no llamase la atención, lo envió a Sampierdarena. 

Impresionó sin duda a los Superiores la fuerte amonestación final de la carta sobre la vieja cuestión de las testimoniales. Se decía en 
ella: 
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«(El señor Arzobispo) me autoriza, además, para añadir que se trata de algo muy delicado e importante, acerca de lo cual, si la 
Congregación Salesiana no observa las leyes eclesiásticas, el mismo señor Arzobispo se verá obligado a hacer uso de su autoridad y 
reclamar ante la Santa Sede». Pero la atención de los Superiores se detuvo, sobre todo en las últimas palabras del ((334)) párrafo anterior: 
«Ni él ni tampoco ningún profeso puede celebrar en las iglesias, que no son estrictamente de la Orden religiosa, sin el permiso del 
Ordinario». 

-Nosotros vamos a celebrar fuera de casa, dijeron; hasta ahora nunca hemos pedido este permiso. Está, es cierto, en el añalejo la 
advertencia en este sentido; pero la entendíamos como afirmación general de un derecho del Ordinario. Aquí cambian las cosas, aquí son 
igualados los profesos con el aspirante extradiocesano. Como el Arzobispo afirma evidentemente la necesidad de su explícita licencia 
para este último, así parece que la exige también para todos los nuestros. Aquí existe la imposición de un deber impuesto precisamente a 
nosotros los Salesianos. Será, pues, preciso que nos pongamos en regla. 

La consecuencia de semejante interpretación fue que don José Lazzero, en nombre de don Bosco, contestó al canónigo Chiaverotti en 
estos términos. 

Reverendísimo Senor: 

De acuerdo con la carta, que V. S. me escribe en nombre de S. E. Rvma., nuestro veneradísimo señor Arzobispo, recibo orden de que 
ningún sacerdote de la Congregación Salesiana vaya a celebrar misa fuera de las iglesias que no sean estrictamente de la Congregacion. 
Desagrada esta severa medida, pero nos atenemos a ella, y en este sentido me apresuro a avisar a algunas iglesias para que se arreglen de 
otro modo sin calcular con la misa, que algunos de nuestros sacerdotes iban allá, tras la petición hecha, a celebrar para comodidad de los 
fieles. Y por lo que respecta a don Juan Perenchio de otra diócesis, que como novicio no tiene derecho a celebrar por no tener las 
testimoniales de su Obispo, ruego a V. S. me diga si hay algún Canon sagrado o ley eclesiástica en fuerza de la cual: 

1.° Una Congregación eclesiástica, definitivamente aprobada por la Iglesia, tenga que dar cuenta al Ordinario diocesano de la 
administración interna y presentar nota de los documentos que ha recibido o no ha recibido para su aceptación, tanto más cuanto que 
muchas órdenes religiosas están dispensadas de las cartas testimoniales. 

2.° Si cuando un sacerdote es aceptado como novicio no puede celebrar en las iglesias que son estrictamente de la Congregación. 
Especialmente cuando presenta los certificados requeridos de su Párroco, y él mismo lo acompaña y lo recomienda. 

Mientras con respeto espero estas dos aclaraciones, me creo en el deber de asegurar a S. E., por respeto a su autoridad, que el 
mencionado don Juan Perenchio ha dejado ya de celebrar esta mañana; y él mismo ((335)) pensará en hacer valer los motivos, que según 
él deberían haber sido ponderados antes de tomar tales medidas. Asegura él que todo fue referido a su Obispo por persona a quien se le 
encargó y por cartas y que hasta ahora no se le ha respondido nada. 
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Expuesto esto, me cabe el honor de poderme profesar con el debido aprecio y respeto, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 25 de agosto de 1877. 

Su seguro servidor JOSE LAZZERO, Pbro. 

Otra consecuencia de la mencionada interpretación fue que se creyó un deber no enviar ya ningún sacerdote del Oratorio a celebrar en 
las iglesias y en los institutos de la ciudad, hasta que los interesados no hubieran obtenido permiso para ello. Se enviaron las mismas 
instrucciones a los colegios de Valsálice y de Lanzo, por encontrarse en la archidiócesis. Y no había tiempo que perder; como la 
intimación había llegado el sábado, había que apresurarse a pedir al Arzobispo la licencia para el día siguiente. La carta de don José 
Lazzero llegó a la Curia después del mediodía, a punto de cerrar las oficinas, y el Arzobispo estaba fuera de Turín. Verdad es que hubiera 
podido proveer también el Vicario General, pero éste declaró que él no se mezclaba en tal asunto 1. Don José Lazzero se mantuvo a la 
espera hasta la mañana del domingo, aguardando siempre ver llegar una contestación; pero, al fin, no recibiendo nada, escribió a los 
rectores de las iglesias una cartita en la que se decía: «Por severas disposiciones de S. E., el señor Arzobispo se nos ha prohibido celebrar 
misa fuera de las iglesias de la Congregación. Por consiguiente, si usted necesita alguno de nuestros sacerdotes, se le enviará con mucho 
gusto, mediante permiso escrito por la Autoridad eclesiástica». 

Así que en algunos lugares faltó la misa; en otros la hubo, porque una vez recibido el aviso, tuvieron tiempo para pedir la licencia. Es 
fácil imaginar el trastorno que se produjo y las habladurías que corrieron por las sacristías. 

((336)) El Arzobispo repitió a todos los que recurrieron desde Turín, Valsálice y Lanzo para obtener la licencia, que él no había 
prohibido a los sacerdotes salesianos celebrar en ninguna iglesia pública o privada de la Archidiócesis y que las disposiciones que le 
atribuían eran imaginarias. Al mismo tiempo, sin pasar con antelación las amonestaciones canónicas y sin indicar la causa, el 26 de 
agosto suspendió por 18 días a don Lazzero de oír confesiones de los fieles en toda la archidiócesis. 

1 Véase también la carta del Superor de los Hermanos de las Escuelas Cristianas al Director de Valsálice, 2 de septiembre de 1877. 
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Con la misma fecha escribió al cardenal Ferrieri una carta, en la que cargaba con las culpas a don Bosco por tres cosas: porque nunca 
pedía ni a él, ni al Obispo de Ivrea, ni a otros Obispos las testimoniales en favor de sus diocesanos para admitirlos en la Congregación; 
porque calentaba la imaginación de los muchachos, sugestionándolos. para atraérselos, y por el caso Perenchio. Terminaba diciendo: «Si 
se deja que las cosas procedan de este modo, las casas de don Bosco se convierten en el asilo de todos los curas castigados por sus 
Obispos. Yo tengo una diócesis incrustada dentro de mi diócesis: don Bosco fabrica con una mano y destruye con la otra; hace un gran 
bien, pero abre el campo a un gran mal; mengua mucho la autoridad del Arzobispo de Turín, e introduce el cisma en el clero. Yo he 
hecho por don Bosco lo que ningún otro ha hecho, excepto el Padre Santo; pero me veo obligado a invocar la protección de la Santa Sede 
contra los atentados de este sacerdote, que tiene la cabeza llena, y contagia la de los suyos, con un espíritu de autonomía y de 
independencia». 

El 31 de agosto escribió de nuevo al cardenal Ferrieri sobre el asunto de las misas, diciendo que los salesianos habían intentado con 
aquel acto «hacer que los diocesanos se formaran mala impresión de su Obispo, creándole fastidios y disgustos». El cardenal Oreglia 
informó a don Bosco sobre esta segunda carta el 6 de septiembre de la manera siguiente: «Le prevengo que el Arzobispo ha escrito una 
carta fulminante contra usted, por haber hecho que faltaran misas en algunas iglesias y comunidades de Turín el domingo pasado. 
Apresúrese a enviar un ((337)) recurso con los documentos necesarios 1. Don Bosco envió al cardenal Oreglia este memorial el 14 de 
septiembre, incluyendo en él los documentos pendientes y rogando a Su Eminencia se dignase transmitir todo al cardenal Ferrieri. 

Eminencia Reverendísima: 

La pía Sociedad o Congregación de San Francisco de Sales, por medio del humilde exponente, Rector Mayor, recurre a Vuestra 
Eminencia para tener luz y aclarar los hechos que aquí, con brevedad, respetuosamente se exponen: 

1.° Cada vez que un salesiano pide a monseñor Gastaldi, arzobispo de Turín, ser admitido a las sagradas órdenes o rendir examen de 
confesión, exige que se presenten las cartas testimoniales, según las cuales fue admitido al Noviciado. 

2.° Hace poco, habiendo tenido noticia de que el sacerdote Juan Perenchio, de Ivrea, había sido admitido en la Congregación Salesiana, 
intimó, por medio de su secretario, el canónigo Chiaverotti, al Director de la Casa Madre, o a quien hiciese 

1 De toda la correspondencia aquí citada y por citar, incluidas las cartas del Arzobispo al cardenal Ferrieri, poseemos los originales en 
nuestro Archivo. Ignoramos su procedencia. 
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sus veces, no le dejara celebrar en ninguna iglesia, y esta prohibición se extendió también a todos los salesianos, o al menos a todos los 
sacerdotes de dicha comunidad para celebrar fuera de las iglesias no estrictamente de su Congregación. 

3.° El sacerdote Lazzero, con plena sumisión a las órdenes del Arzobispo, preguntó, con respeto, si había prescripción eclesiástica que 
obligase a una Congregación exenta a depender del Ordinario Diocesano en la aceptación de sus miembros, sobre todo cuando pertenecen 
a otra diócesis; y si puede prohibírsele a un novicio celebrar, por el solo motivo de que no tenga las testimoniales de su Obispo. 

La única respuesta a dicha carta fue una severa pena comunicada al reverendo Lazzero, por la que se le quitaba la facultad de confesar 
durante veinte días. 

CONSECUENCIAS 

Para evitar escándalos el sacerdote Perenchio ya no ha celebrado, y tampoco celebraron los salesianos fuera de sus iglesias. 

El Rector de alguna iglesia externa, donde los salesianos solían celebrar, acudió él mismo, en ausencia del Obispo, a toda prisa a la 
Curia, a pedir la licencia requerida. El Vicario General contestó que no podía entremeterse en este asunto. Mientras tanto diversas iglesias 
((338)) e Institutos religiosos no pudieron hacerse con el permiso requerido, ni encontrar en seguida otros sacerdotes; de ahí la 
desagradabilísima consecuencia por la que muchos fieles tuvieron que perder la santa misa en día festivo, y el reverendo Lazzero, que 
trabaja con celo en el ministerio de la predicación y confesión, tuvo que ver su confesonario cercado de penitentes sin poder prestarse en 
absoluto al bien de sus almas. 

Expuestos estos hechos, el humilde exponente, sin querer acusar a nadie, suplica únicamente a Vuestra Eminencia se digne tomar las 
medidas oportunas para que no se repitan semejantes litigios, tan desagradables y dolorosos. En hoja aparte se añaden algunas 
observaciones limitándose aquí a exponer las dudas siguientes: 

1.° Si podía legítimamente Su Excelencia Monseñor Gastaldi convertirse en juez sobre la válida admisión del reverendo Perenchio en el 
Noviciado; y, en el caso de que pudiere, si no debía llamar antes al superior para que presentara sus razones. 

2.° Si fue lícita la pena que infligió al Director don José Lazzero, por haber presentado observaciones en torno a aquel juicio. 

3.° Si podía intimar a los salesianos para no presentarse a celebrar, sin su permiso, en ninguna iglesia que no fuese estrictamente de la 
Congregación. 

4.° Si no basta, para este fin, presentar las testimoniales del Superior con la firma reconocida en la Curia. 

5.° Si, cuando un salesiano se presenta para el examen de confesión o para las ordenaciones, puede monseñor Gastaldi exigir, además 
de las testimoniales de su Superior, las que los Superiores de la Congregación reciben del Obispo Diocesano antes de admitirlo al 
Noviciado. 

Toda palabra, toda norma, que guste a V. E. proponerme, será recibida con la máxima veneración por los salesianos, que siempre 
gozarán seguirla fiel y prontamente. 

Permítame mientras tanto tener el alto honor de poderme inclinar profundamente y besar su sagrada púrpura, mientras me profeso 
humildemente. 

Turín, 14 de septiembre de 1877. 

Su atto y s.s.
JUAN BOSCO, Pbro.


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La «hoja aparte» contenía algunas observaciones jurídicas sobre la intimación hecha al Superior del Oratorio de no dejar celebrar en la 
iglesia propia a un sacerdote recibido como aspirante, y al Superior mismo y por él también a los sacerdotes salesianos, de no celebrar 
fuera de las iglesias pertenecientes estrictamente a la Congregación, sin permiso del Ordinario. Es un parecer manifestado modis et formis 
por el jesuita ((339)) padre Rostagno, canonista de gran valía. Sobre el hecho de las testimoniales, don Bosco consideró que era útil 
añadir al pie de lo expuesto por su consultor esta declaración: «En la audiencia obtenida de S. S. el Sumo Pontífice Pío IX, a petición del 
que suscribe, el 3 de mayo de 1876, vivae vocis oraculo, concedió que todos los jóvenes, que hacen sus estudios o por otras razones son 
mantenidos o educados en nuestras casas, internados, colegios de la Congregación Salesiana, siempre que desearen en tiempo oportuno 
inscribirse y llegar a ser miembros de la misma Congregación, sean dispensados de las testimoniales, prescritas por el decreto de Obispos 
y Regulares del 25 de febrero de 1848. 

»Además, en la audiencia del 10 de noviembre de 1876, también vivae vocis oraculo, se extendió esta dispensa, indistintamente, a todos 
los que deseasen entrar en la Congregación Salesiana. De esta benévola concesión, es decir, de este insigne acto de clemencia de S. S., se 
dio comunicación a la autorizada Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, en fecha 16 de diciembre de 1876, con carta dirigida a 

S. E. Rvma. el señor Cardenal Prefecto de esta misma Congregación y con otra carta, en enero del año corriente 1877, entregada en 
manos de S. E. el señor Secretario que la colocó en el legajo de la Pía Sociedad Salesiana. JUAN BOSO, Pbro.». 
El 19 de septiembre volvió monseñor a presentar por tercera vez al Cardenal prefecto de la Sagrada Congregación de Obispos y 
Regulares sus «quejas con respecto a la Congregación de don Bosco por el hecho del 26 de agosto último», juzgando poder «exponer la 
cosa en su pleno aspecto». Se trata de doce folios, de renglones apretados y con letra tupida y clara. En su exposición explica el sentido 
que hay que dar a las palabras empleadas por el secretario de la Curia, acerca del permiso del Oratorio a los religiosos para celebrar en las 
iglesias que no son suyas: «Está claro que ni él ni ningún profeso, etc., se añadían sólo para decir que, aun cuando don Juan Perenchio 
fuera novicio en toda regla, o también profeso, el Arzobispo podía prohibirle celebrar la misa en las ((340)) iglesias de la diócesis, como 
podía prohibirla a cualquier clérigo regular. Con estas palabras no se prohibía a todos los sacerdotes de don Bosco celebrar en las iglesias 
de la diócesis sin 
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tener una nueva licencia 1 y no se habla de licencia por escrito; no se quitaba con estas palabras una licencia ya dada de manera bastante 
explícita y aprovechada por un número considerable de sacerdotes salesianos durante algunos años... sciente et non contradicente 
Archiepiscopo». En una apostilla a un documento que pronto veremos, una persona autorizada advierte que de hecho la carta del 
Arzobispo, si era «clara» para algunos, resultaba «dudosa» y también «obscura» para otros. Además, los salesianos no dijeron que 
Monseñor les prohibía celebrar fuera de casa, sin un permiso por escrito; pero ellos mismos exigían este permiso por escrito a los rectores 
de las iglesias o de las comunidades: sabia precaución, como es fácil entender. Monseñor Gastaldi describe, por último, el escándalo 
producido por la repentina falta de las mismas, por culpa de los salesianos, y demuestra la necesidad de una reparación. 

Su Excelencia ya había indicado cuál tenía que ser esta reparación: véase en qué circunstancia. El canónigo Chiaverotti, turbado por las 
protestas del Arzobispo, había ido al Oratorio el 5 de septiembre para pedir su carta, causa de tantos disgustos. Protestaba él diciendo que 
la había escrito al dictado de Monseñor. Don José Lazzero envió aquel mismo día el original a la Curia, porque así lo quería el 
Arzobispo; pero el canónigo Zappata, Vicario General, poco antes de recibir el documento, le había escrito: 

Muy Reverendo Señor: 

No puedo dispensarme de cumplir la indicación de S. E. Rvma. el señor Arzobispo de llamar ante mí a V. S. M. Rvda. e invitarle a 
exhibir ((341)) la carta, de la que ya se le ha hablado, y que conoce; para que le fuera menos incómoda la conversación le mandé decir 
por medio de dos clérigos que habían acudido a la Curia, que yo le aguardaría en la sacristía del Santo Rosario, y allí esperé hasta las 
siete. 

V. S. no habrá podido ir. Pero yo necesito encontrarme lo más pronto posible con S. E., de suerte que al recibir la presente invitación se 
persone al momento en la Curia arzobispal... y si tiene este original, por favor, por favor, llévelo consigo para mostrármelo. 
Le saludo cordialmente y soy, de V. S. 

Turín, 5 de septiembre de 1877. 

Atto. y s. s.
JOSE ZAPPATA, Vic. Gral.


1 «Nueva» con relación a la licencia tácita, por la que la celebraban en iglesias que no eran propias, aunque en el Añalejo de aquel año 
el Decreto XII decía: Regulares omnes monemus, se non posse sine licentia Nostra, ne una quindem vice celebrare Missam in ulla 
ecclesia vel oratorio etsi privato, Nostrae Dioecesis, exceptis ecclesiis et oratoriis sui Ordinis. (Recordamos a todos los regulares que no 
pueden, sin nuestra licencia, celebrar la misa ni siquiera por una sola vez en ninguna iglesia u oratorio, aunque sea privado, de nuestra 
diócesis, excepción hecha de las iglesias y oratorios de su orden). 
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Precisamente aquella tarde se abría en Lanzo el primer Capítulo General de la Congregación. Dos días después, don Miguel Rúa 
enviaba, desde allí, al Arzobispo esta declaración de don Bosco: «7 septiembre de 1877. El que suscribe, Rvdo. Juan Bosco, Rector 
Mayor de la Congregación de San Francisco de Sales, cumple el deber de notificar a S. E. que entre los aspirantes de este Instituto se 
encuentra el sacerdote Juan Perenchio, de la diócesis de Ivrea. Según las prescripciones de la Santa Sede, se juzgaron al punto oportunas 
y de hecho se pidieron las testimoniales a su Obispo, el cual no creyó conveniente concederlas. Se comunica esto a V. E., en 
cumplimiento del decreto 25 de enero de 1848 Regulari Disciplinae y tengo el alto honor de poderme profesar, etc.». 

Esto era para poner las cosas en su lugar, con respecto a la llamada de Monseñor a la observancia de las leyes eclesiásticas, acerca de 
«algo muy delicado e importante» de las testimoniales con las dos correspondientes amenazas. 

Su Excelencia encargó al teólogo Francisco Maffei, prosecretario arzobispal, que acusara recibo a don Miguel Rúa y le dijera que, antes 
de contestar, quería Monseñor saber si don José Lazzero y demás Superiores estaban pesarosos y dispuestos a pedir perdón por la 
«gravísima molestia» causada por ellos el 26 de agosto por «un error muy enorme» cometido por ellos; que lo asegurasen, por tanto, con 
una carta firmada por don José Lazzero, don Miguel Rúa o don Bosco, ((342)) de lo contrario, él haría lo que le pareciese conveniente por 
respeto y decoro de su autoridad. 

Los salesianos, convencidos de haber obedecido a una orden del Arzobispo, no veían haber cometido falta alguna, por la que fuera 
necesario pedir perdón y por escrito. Por consiguiente, antes que entregar nuevos documentos peligrosos, cuando se recibió noticia de los 
pasos ante la Santa Sede, pareció necesario mantenerse en posesión de los documentos de propia pertenencia y, por tanto, recobrar el 
original de la carta del canónigo Chiaverotti. Con tal fin, don José Lazzero rogó al Vicario General que se la devolviera, pero monseñor 
Zappata le contestó que, como estaba en manos del Arzobispo, se la pidiese a él. El Vicedirector del Oratorio se apresuró a escribirle por 
segunda vez: 

Rvmo. Monseñor: 

He recibido su veneradísima del 10 de los corrientes y le agradezco vivamente la solicitud con que se dignó contestarme. 

Con mi sorpresa y grandísimo pesar tengo que volver a recurrir a la bondad de 
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Fin de Página 297 


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V. S. Rvma. para que tenga a bien sacarme de una verdadera dificultad en que me encuentro. 
S. E. Rvma. nuestro señor Arzobispo presentó quejas a Roma con respecto a la carta en cuestión; ahora se me pide desde Roma la 
misma carta para examinar lo sucedido; »cómo puedo enviarla, si no la tengo? Si me dirijo yo mismo a S. E., me la rehusará, pues podrá 
decir que no recibió nada de mí. Así, pues, sólo V. S. Rvma. puede remediarlo, ya sea rogando a S. E. que le entregue la carta aunque 
sólo fuera para sacar una copia auténtica, con tal que venga de esa Curia, que a mí me es igual, ya sea autenticando la copia ahí enviada 
por el Oratorio y haciéndomela devolver. Si no pudiere hacer lo uno ni lo otro, tenga la bondad siquiera de enviarme una respuesta para 
que yo pueda dar a Roma la satisfacción que se requiere al efecto. 
La paternal benevolencia que siempre ha tenido V. S. Rvma. conmigo y con mis hermanos, me hace esperar que tampoco esta vez habré 
recurrido en vano. 

Pidiéndole perdón por la molestia y dándole anticipadamente las gracias por el favor, le deseo cien años más del buen Dios para nuestro 
mayor bien, y me profeso con la más profunda estimación y veneración, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 17 de septiembre de 1877. 

Su seguro servidor JOSE LAZZERO, Pbro. 

((343)) El canónigo Zappata le replicó el 19 de septiembre entre otras cosas: 

«Ayer, después de las tres de la tarde, recibí la carta de V. S. R., con fecha 17 de los corrientes, en la que me renueva la petición de 
recobrar, por mi mediación, la carta que ambos conocemos; antes de salir de la Curia, acudí a S. E. para hacer la petición y me respondió 
que la devolvería y me la enviaría al día siguiente a la Curia. La recibo hoy, poco después de las tres, y me apresuro a dirigirla a V. S. M. 
R.». Pero la carta no volvió sola; iba acompañada de un Decreto arzobispal, que suspendía a don José Lazzero de oír confesiones por 
tiempo indefinido. 

Son del mismo día las «graves quejas» por el pontifical de monseñor Lacerda 1. De tres días antes era la suspensión del sacerdote 
boloñés César Cappelletti; la razón de este hecho se expone en la larga carta dirigida por Monseñor, el 19 de septiembre, a la sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares. En cierto punto de ella se lee: 

«Y es también necesario, en un lugar como Turín, adonde vienen hoy día continuamente sacerdotes extradiocesanos de todas partes, y 
en una casa como la de don Bosco, a la que los sacerdotes extradiocesanos acuden con tanta facilidad, que el Arzobispo vigile, ya que 
don 

1 Véase atrás pág. 143. 
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Bosco está fuera de Turín con frecuencia y no todos sus subalternos están ojo alerta. Hace algunos meses, fue recibido allí un sacerdote 
de Bolonia. A petición de los sacerdotes de don Bosco le di facultad para confesar y se puso, en efecto, a ello en la iglesia de María 
Santísima Auxiliadora, que es la iglesia de don Bosco. Ahora bien, hace pocos días, se me presentó una denuncia de solicitación en toda 
regla contra este sacerdote, que he transmitido al Sagrado Oficio». Don Bosco inmediatamente después de la suspensión escribió a 
Bolonia para ulteriores noticias acerca del sacerdote suspendido, pero sin notificar el motivo. Le contestó el 19 de septiembre el Canciller 
arzobispal, Aquiles Manara, futuro cardenal, ((344)) repitiendo lo que desde el principio le había declarado ya en otra suya, a saber, que 
Cappelletti necesitaba mantenerse sumiso y dirigido, por ser de carácter ligero, de escasa capacidad y fácil a exhibirse; que, guiado, podía 
hacer el bien, pues era activo y celoso; en cuanto a su conducta moral, nada había en absoluto en su contra. Por lo cual volvía a 
recomendarlo encarecidamente a su caridad. Dice Lemoyne que se dudó si se trataba de una verdadera denuncia. De todos modos, la vía 
ordinaria hubiera sido dar a conocer el asunto al Superior para tomar las medidas oportunas, sin hacer de ello un cargo contra la 
Congregación ante la Santa Sede. El sacerdote volvió a su diócesis. 

Cronológicamente nos toca insertar aquí una carta del Siervo de Dios, el teólogo Roberto Murialdo, a monseñor Gastaldi, de quien 
había sido condiscípulo. 

Rvmo. Monseñor: 

Al enviarte la carta, que deseas, escrita por don José Lazzero a la Madre Superiora del Instituto de San Pedro 1, no puedo dejar de 
renovarte el ofrecimiento de mi mediación ante don Bosco y compañeros, con todos los cuales mantengo óptima relación, para hacer 
cesar el presente estado de cosas demasiado doloroso para todos. 

Estoy convencido de que todos aquellos sacerdotes tendrían muchísimo gusto en volver a la primitiva gracia de su Superior Eclesiástico 
y tornar a verle, de vez en cuando, en su Oratorio cual padre y amigo, como en tiempos pasados. Un día me encontré por la ciudad al 
bueno de don Miguel Rúa, a quien conozco desde su juventud, y, dado mi gran interés por sus relaciones y las de sus compañeros con el 
señor Arzobispo, me permití dirigirle unas palabras sobre ello; pero se mostró tan dolorido por las existentes desavenencias, que poco le 
faltó para echarse a llorar en plena calle, y me dio lástima, por lo que no insistí en la cuestión. Don Bosco y su Congregación están 
actualmente haciendo los ejercicios espirituales en Lanzo, y creo que el momento no puede ser más oportuno para llegar a un arreglo de 
todas las diferencias pasadas. 

1 Don José Lazzero invitaba a la Superiora a que pidiera a la Curia autorización para que un salesiano siguiera celebrando en la capilla 
del Instituto. 
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Si crees, por tanto, conveniente que yo dé algún paso, el que quieras, donde quieras y como quieras, haz el favor de indicármelo, pues 
será para mí verdaderamente una buena ventura contribuir en cuanto sé y puedo ((345)) a un buen acuerdo para el porvenir entre el señor 
Arzobispo y don Bosco y su Congregación, sepultando en el olvido el pasado, disculpando las intenciones. Si esto tuviere éxito, estoy 
convencido de que se alegrarían de ello todos los buenos, y el mismo Sumo Pontífice gozaría al saber que las disensiones entre el 
Arzobispo de Turín y don Bosco y compañeros han cesado, gracias a Dios, enteramente. »Y no se arrancaría del corazón del señor 
Arzobispo una muy grande y dolorosa espina?... Tal vez una conversación entre vosotros, en presencia de algún autorizado eclesiástico, 
para hablar de los diversos temas que dieron ocasión a los presentes males, serviría, y mucho, para disipar ciertas dudas y sospechas, y 
daros razón y explicación de vuestro proceder. Después de esta apertura recíproca, hecha para defender los derechos que cada uno cree 
tener, y después de daros una satisfacción mutua, estoy convencido de que será fácil poneros de acuerdo y volver a la amistad de antes. 

Así sea, y pronto; más aún, en seguida. 

No añado más palabras, sólo te pido me perdones, si olvidando por un momento tu alta y mi humilde posición, me he permitido 
escribirte como lo he hecho. Si crees que yo puedo hacer algo, mándame, pues estoy a lo que me indiques, de lo contrario, ten siquiera en 
cuenta mi buena voluntad. 

Beso en espíritu tu sagrado anillo, pido tu santa bendición para mí y para el pobre Instituto de San Pedro, y me declaro, 

De tu Reverendísima Excelencia Arzobispal 

Turín, 18 de septiembre de 1877. 

Seguro servidor y amigo ROBERTO MURIALDO, Teólogo. 

Pertenece a este tiempo y fue sugerido por estos acontecimientos un segundo plan de mediación, que partió de la casa de los jesuitas en 
Chieri. Aunque el plan quedara en el estado de un piadoso deseo, sin embargo, puesto que dio origen a un cambio de impresiones con un 
autorizado padre filipense, nos parece que la relación de la iniciativa sirve para dar a conocer más y mejor la realidad de las cosas. Será 
también un momento de lectura agradable. Así, pues, a fines de septiembre el padre Luis Testa, de la Compañía de Jesús, escribió a don 
Bosco en estos términos: 

Rvmo. Señor: 

El que escribe la presente es un sincero y franco amigo de su congregación, aun cuando no conozco personalmente a su fundador. Soy 
un padre de la pobre Compañía de Jesús, profesor en el seminario de Susa, desde hace algunos años. 

((346)) Dado que soy antiguo amigo del Arzobispo de Turín y que conozco al padre Carpignani, confidente del Arzobispo, después de 
mucho pedir al Señor, me presenté a dicho Padre y le pedí hablar con él sobre asuntos gravísimos. Aceptada la propuesta, comencé por el 
párroco de los Santos Mártires y de la Conferencia de la Consolación, 
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fundada en origen por la Compañía de Jesús, con el consentimiento de la Santa Sede. Tratamos de poner término a estos enredos y obtuve 
suficientes promesas. Como esto no le concierne personalmente, no me extiendo más; otros más hábiles y poderosos harán que estos 
asuntos terminen según la mente del Papa. 

Entonces yo le dije que era necesario arreglar y desenredar de una vez los múltiples asuntos que se referían al reverendo don Bosco y a 
su Congregación, aprobada por la Santa Sede, pues se hablaba de ello muy acaloradamente por toda Italia, especialmente en las 
congregaciones romanas, y que, hasta en Francia, había oído yo hablar de ello. 

El padre Carpignani me expuso la conversación que habían tenido sobre esto el Arzobispo de Turín, el arzobispo Fissore y el reverendo 
don Bosco, sin ningún resultado positivo, porque don Bosco no había querido firmar cierto papel. Yo, que ignoraba el contenido de dicho 
papel (ahora lo conozco enteramente), añadí que me parecía haberse tratado la cuestión demasiado diplomáticamente, y que no era así 
como se podían arreglar con firmeza y fácilmente estas graves divergencias; por lo cual propuse que el Arzobispo llamara ante sí a don 
Bosco con la misma amabilidad con la que (tras mi consejo) había llamado al jefe de la oposición en las graves cuestiones de Chieri, y así 
se entendiese caritativamente en todas las cuestiones que los separaban, y para ello se cediese un poquito de una y de otra parte, como 
suelen hacer los santos, cuando tienen entre ellos cuestiones de derecho que no son puramente personales. 

El padre Carpignani (que es buen diplomático) me preguntó, de buenas maneras, si yo tenía una misión oficial o al menos oficiosa para 
tratar un asunto tan delicado, y yo le contesté: 

-No tengo una ni otra, de parte de los hombres, pero sí de parte del Dios de la paz y de la gloria de la Iglesia, y he aquí la manera y para 
testigo de ello llamo (me volví al retrato) 1 a su mismo fundador. Hace ya más de un año que oigo continuamente en la oración esta voz 
interior: «Desde muchacho has sido amigo y compañero de clero del Arzobispo; por tu mediación se han arreglado varias divergencias 
entre él y diversas personas poderosas; todavía últimamente, con satisfacción mutua, has impedido un gran choque a punto de nacer con 
ocasión de las fiestas de Chieri; admite de ti ciertas verdades y observaciones que no aguantaría ni siquiera de otro arzobispo; tanto que, 
sin ofensa alguna, has podido decirle a la cara que le hablabas así, porque ninguno se atrevía a decir palabra en su presencia y que tú no 
tenías nada que esperar ni nada que temer de él; has llegado hasta amenazarle con hacer cierta novena para su castigo, y no sólo no 
((347)) se dio por ofendido, sino que, muy amablemente, te rogó hicieras una en su favor... »Por qué, pues, no aprovechas esta afortunada 
circunstancia para hacer un poco de bien a mi siervo?». 

A pesar de todo, sabiendo yo muy bien las enormes dificultades de este asunto, y conociendo las intenciones de mis superiores, de que 
ninguno de nosotros se meta en líos con el arzobispo Gastaldi, me contentaba con rezar y hacer rezar, y con escribir a alguna persona 
influyente de la Curia romana, para que buscaran la manera de poner término a esto que me parecía un escándalo. Pero, he aquí que esta 
mañana (a fines de agosto) pasando por casualidad por delante de San Felipe 2, me sentí impulsado con gran fuerza a hablar con V. R. a 
quien había hecho favor en el asunto de su elección, discutida por alguno del Gobierno. Tres veces quise seguir mi camino, y tres veces 
me sentí como obligado a volver atrás, pero me parece estar aquí por pura voluntad de Dios. Hágame, pues, promesa formal de ocuparse 
seriamente de 

1 Naturalmente se refiere a san Felipe Neri, fundador de los filipenses. (N. del T.) 

2 Quiere decir el convento de San Felipe. (N. del T.) 
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este asunto que ya hiede (se me escapó esta palabra) y es causa de estupor y quizás, incluso, de escándalo para los buenos. Usted, si 
quiere, lo puede, y yo creo que según la moral del Ligorio (único autor que ha sido aprobado nominatim por la Santa Sede), así el 
Arzobispo como usted, tienen sub gravi que ocuparse de acabar este asunto (como los otros dos) iuxta mentem S. Sedis. 

Al oír estas palabras tan tajantes, el padre Carpignani mudó ligeramente de color, y apareció en todo su semblante un aire de pena y 
confusión. Después, con voz sumisa, me dijo: 

-Reverendo Padre, veo que sus ideas y las mías andan de acuerdo en este asunto. La gran cuestión es la de los medios prácticos para 
llevarla a buen término. Porque usted sabe que hemos de vérnoslas con dos santos, firmes en sus ideas (yo interrumpí: testarudos, quiere 
usted decir, como todos los piamonteses). 

Sonrió y luego siguió: 

-Pero, hagamos así: pidamos mucho al Senor que se digne poner su santa mano. Es admirable para dicho: ambos creen actuar según los 
planes y voluntad de Dios, y quizá ambos tienen algo de razón y algo de culpa. »Qué puede hacerse en este caso? 

Di la última respuesta que es ésta, y la dije con voz grave y muy pausada: 

-Por ahora V. R. no diga mi nombre al Arzobispo, podrá decirlo más adelante, si lo cree oportuno. Sepa usted, pues, por los informes 
que tengo de Roma, que allá están cansados y hastiados de todas estas cosas de la archidiócesis, tanto que mucho me temo, se proceda 
aquí con el Arzobispo como Pío IX ya procedió con otros, y como procede ahora con el obispo de Niza, a pesar de que tiene 
poderosísimos apoyos y es muy diestro y astuto (como él no conocía el asunto, se lo conté). Arréglense, pues, como es debido, según lo 
quiere el Papa, todos estos graves asuntos, por lo demás el próximo ano ya habrá quien piense en ello. 

El padre Carpignani balbuceó unas palabras y después nos separamos muy serios uno y otro, y así terminó la conversación. 

Desde entonces, poco más o menos, el Arzobispo no volvió a contestar ((348)) a mis cartas; sus amigos (a quienes vi) me trataron casi 
con miedo. Pero sé que ha modificado algunas de sus determinaciones y casi tiene miedo que se escriba a Roma, por mí o por usted, 
querido don Bosco. Esto, acerca del padre Carpignani, puede serle suficiente. 

Permítame que le diga que yo, en su lugar, no habría consentido el no haber echado mano de los privilegios de la Congregación en vida 
del Arzobispo de Turín; es más, como jefe los sostendría en Roma con todas mis fuerzas. Así hemos hecho siempre desde san Ignacio 
hasta el caso del arzobispo Darbois de París, que se vio obligado a ceder. Por esta misma razón, no dejaría correr el impedimento que el 
Obispo de Ivrea pone a sus sacerdotes para decir misa en su diócesis; además, haría incoar proceso canónico (el padre Rostagno S. I. es el 
hombre indicado para ello) sobre ese su curita novicio que fue suspendido (después de salir de Ivrea) en una diócesis que no era la suya. 
Si tiene culpa, pase; pero, si es inocente, lo defendería en primera instancia en la Curia Turinesa, de donde emanó la suspensión, y 
después en la Curia Romana. Así lo hicieron los santos fundadores. Un golpe bien dado impide ulteriores ataques... 

Permita bese humildemente su mano. 

San Antonio Chieeri, día de san Miguel Arcángel, 1877. 

Su afmo. servidor en Cristo P. LUIS TESTA, S. J. 

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Durante el Capítulo General nadie se daba cuenta de la suspensión de don José Lazzero para oír confesiones. Pero, a punto de bajar de 
Lanzo para reanudar en el Oratorio sus funciones, sentía lo embarazosa que iba a resultar su situación, por lo que escribió una carta al 
Vicario General, rogándole intercediera ante el señor Arzobispo para readmitirle ad audiendas confessiones fidelium o, al menos, para 
que le dijera el porqué de una medida tan grave. Monseñor Zappata creyó que no podía interceder para alcanzar su deseo. «Es necesario, 
le escribió el 4 de octubre, que, quien implora perdón de su Superior, le manifieste su ardiente deseo y eleve la instancia de una manera 
reverente». Y en cuanto al motivo de la medida, le decía: «Ya supe algo de los efectos de la carta firmada por Chiaverotti y que iba 
dirigida, no sé exactamente si a don Miguel Rúa, don Bosco u otro, pero no sé nada sobre el motivo por el que usted ha sido suspendido... 
usted lo sabrá... de acuerdo con el merecimiento y el peso del mismo motivo, ((349)) escriba usted directamente al señor Arzobispo e 
implore el favor, a costa (si en conciencia no puede disimularse estar obligado a ello) de pedir humilde venia». 

Por entonces, ni don José Lazzero ni ningún otro hizo nada con la intención de declararse culpable. 

Mientras tanto, las tres cartas del Arzobispo al cardenal Ferrieri surtieron el efecto de esta comunicación oficial a don Bosco: 

Rvmo. Señor: 

Como consecuencia de las protestas hechas por el señor Arzobispo de Turín, esta sagrada Congregación de Obispos y Regulares cree 
oportuno dirigirse a usted con el fin de evitar el escándalo de esa devota población que se ve privada de la misa en los domingos y fiestas 
de precepto en muchas iglesias, colegios de monjas, conventos, en los que suelen celebrar los sacerdotes de la Sociedad Salesiana. 
Reconociendo que las prescripciones dadas por el señor Arzobispo no sobrepasan los límites de sus derechos y que, por tanto, no ha 
ofendido en nada a dicha Sociedad, tendrá usted a bien conformarse con las prescripciones del mencionado Arzobispo Ordinario y, por 
tanto, hacer que los lugares mencionados no sean privados de la ventaja de asistir al santo sacrificio en los días designados por la Iglesia. 
Además, tiene esta Sagrada Congregación que exigir a usted la exacta observancia de los decretos pontificios acerca de la admisión de los 
sujetos en el Instituto Salesiano. Ha de reconocer la mucha importancia que tienen, para el mismo Instituto, las testimoniales de los 
respectivos Ordinarios, que son una garantía de las cualidades o defectos de los individuos que piden pertenecer a la mencionada 
Sociedad. Así, pues, mientras se le prescribe el exacto cumplimiento de los decretos pontificios al propósito, queda bien entendido que no 
se le cierra el camino para exhibir el correspondiente documento, apoyándose en el cual usted se creyese dispensado de esta observancia, 
como parece insinuarse en su carta. 
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Al participarle esto, le pido toda suerte de gracias del Señor. 

Para su servicio 

Roma, 10 de octubre de 1877. 

Card. L. FERRIERI, Prefecto. 

A. Arzob. de Mira, Secr. 
El Beato, sin interponer la más mínima demora, compendió la historia de los últimos acontecimientos en esta carta de respuesta al 
Cardenal. 

((350)) Eminenecia Rvma.: 

Con gran sorpresa de mi parte he recibido la venerada carta de V. E. Rvma., según la cual se culparía a la Congregación Salesiana de la 
falta de servicio religioso en algunos institutos e iglesias públicas de esta diócesis. Con la protesta hecha por nuestro Arzobispo habíase 
ya esparcido esa vaga voz y, al efecto, a primeros de septiembre, transmití un memorial al cardenal Oreglia para que se dignase 
transmitirlo a V. E. 
Tal vez el Eminentísimo Cardenal esté ausente de Roma o enfermo. 

De todas maneras deseo dar a V. E. una respetuosa satisfacción, y le ruego humildemente se digne comunicarme las protestas que hizo 
nuestro Arzobispo, para que yo pueda dar las necesarias aclaraciones. Mientras tanto, para conocimiento de lo que V. E. se dignó 
escribirme, tengo el atrevimiento de exponer las cosas en breves palabras, reservándome transmitir cuanto antes a las respetables manos 
de V. E. los correspondientes documentos. 

A principios de este ano 1877, decretó el Arzobispo de Turín en el añalejo diocesano que, Regulares omnes monemus (se non posse 
sine licentia Nostra) ne una quidem vice celebrare Missam in ulla ecclesia vel oratorio etsi privato nostrae dioecesis: ex decreto XII. 
(Avisamos a todos los Regulares (que no se puede sin Nuestra licencia) celebrar misa ni una sola vez en ninguna iglesia u oratorio, aun 
privado, de nuestra diócesis: del decreto XII). 

Nos hemos sometido inmediatamente a esta grave prohibición y hemos pedido a la Curia Arzobispal el necesario permiso, que nos fue 
concedido enseguida, y seguimos celebrando en las iglesias, donde acostumbrábamos prestar servicio gratuito en los días festivos y aun 
en los feriales. Pero, desde mediados de agosto, renovó con una carta especial la misma prohibición expresamente para los salesianos. Se 
pidieron aclaraciones y, como única respuesta y razón, se intimó la suspensión al reverendo don José Lazzero, director de esta casa, que 
había escrito la carta en la que se pedían respetuosamente las razones de aquella prohibición. Entonces no hubo más remedio que prevenir 
a los Institutos e iglesias que servíamos e invitarlos a procurarse el requerido permiso. Algunos pudieron obtenerlo enseguida y nosotros 
continuamos celebrándoles la misa como antes; a otros les faltó tiempo, pues el Arzobispo se encontraba de veraneo en su casa de campo, 
y el Vicario General contestó que no quería entremeterse en este asunto. Esta es la causa por la que algunas iglesias se quedaron sin misa. 
A pesar de que diga el Arzobispo que esta prohibición es imaginaria, sin embargo, sigue estando en vigor. Varios sacerdotes nuestros se 
presentaron para celebrar en algunas parroquias, y no se les permitió. Aún el domingo pasado (fiesta del Santo Rosario) fue el sacerdote 
Juan Cinzano a su pueblo por asuntos de 
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familia y no pudo satisfacer el vivo deseo de sus parientes, teniendo que venir a Turín para celebrar en una iglesia de la Congregación. El 
párroco no adujo más razón que la de ser ésta una orden expresa del Arzobispo. »Qué hubiera podido hacer yo? 

Otro asunto es el que se refiere a las testimoniales de un novicio. ((351)) Estoy convencido de que las testimoniales deben pedirse al 
Ordinario de origen y no al de la diócesis adonde va a residir y me parece que el Ordinario no puede entremeterse en los asuntos internos 
de una Congregación, sin ultrajar a la Santa Sede, que la aprobó independientemente en su régimen interno. Como el sacerdote, de quien 
se trata, pertenece a la diócesis de Ivrea, se pidieron las testimoniales a su propio Ordinario. Pero, no habiendo éste juzgado concederlas, 
ni dado respuesta alguna, he seguido las prescripciones de esa sagrada y autorizada Congregación y he comunicado todo a la misma, 
conforme a los decretos pontificios del 25 de enero de 1848. 

Eminencia Reverendísima, me encuentro a la cabeza de una Congregación naciente, que, en medio de muchas dificultades, adquiere un 
gran desarrollo; hasta ahora, no he dado nunca un paso sin plena autorización del Padre Santo y de las Sagradas Congregaciones, y deseo 
actuar así constantemente en el futuro. Tenga V. E. caridad conmigo, ayúdeme, siga concediéndome su protección, aconséjeme y le 
aseguro que siempre me tendrá, junto con los salesianos, dispuesto a obedecerle. Pero necesito que se me dirija en los continuos 
vejámenes a que estamos sujetos. El sacerdote Lazzero, piadoso y celoso eclesiástico, ha de ver, con gran escándalo cada día, su 
confesonario rodeado de fieles mientras sigue suspendido, sin que nunca se haya sabido la razón. 

Suplico a V. E. se digne perdonar la libertad y confianza con que le escribo, y créame con profunda gratitud y con la máxima 
veneración, 

Turín, 12 de octubre de 1877. Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Por aquellos días, se hizo un nuevo esfuerzo para sosegar la discordia. El teólogo Tresso, Vicario de Lanzo, se enteró enseguida del 
caso de las misas; lo supo por el director de aquel colegio, ya que también él estaba interesado personalmente en el asunto. Y, durante la 
larga permanencia de los Superiores en Lanzo para el Capítulo, tuvo oportunidad para informarse exactamente de todo el asunto. Era un 
antiguo alumno muy encariñado, por lo que don Bosco, antes de despedirse, le había dejado el encargo de intentar algún camino de 
arreglo; que hiciese todo lo posible para asegurar al Arzobispo que los salesianos no querían más que el bien de la diócesis, obedecer, 
trabajar y no causarle disgusto alguno. El doctor Tresso lo intentó con la mejor buena voluntad. El 11 de octubre obtuvo audiencia. La 
conversación duró una hora y media. ((352)) Verdaderamente más que una conversación fue un monólogo, un desahogo tal de 
resentimiento, que hizo enmudecer en el acto al interlocutor y perdió todo valor para ir a Turín a ver a don Bosco y darle cuenta de su 
misión 1. 

1 Contóle enseguida la entrevista al profesor Anfossi, que le estaba esperando afuera. Este la 
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El 15 de octubre es la fecha de una gran novedad. Monseñor publicó en la tipografía de Marietti un opúsculo anónimo, que era simple 
refundición de la larga carta del 19 de septiembre. Encabezando la primera página se leía: «Impreso reservado a los Eminentísimos 
Cardenales y a algunos Arzobispos y Obispos». El título era: El Arzobispo de Turín y la Congregación de San Francisco de Sales 
(denominada Salesiana). Seguía esta acotación: 

«Fundada por el Reverendísimo señor don Juan Bosco, sacerdote de la archidiócesis turinesa, en Turín, en la casa que se llama: 
Oratorio de San Francisco de Sales, calle Cottolengo, n.° 32, y que posee y dirige la contigua iglesia de María Auxiliadora». Empezaba 
((353)) de esta manera: «En esta Casa nacieron en agosto de 1877 graves molestias para el Arzobispo de Turín, el cual piensa que es 
conveniente exponerlas a los Eminentísimos Cardenales y a algunos Arzobispos y Obispos». 
Inmediatamente después venía la historia de don Juan Perenchio, y luego la de las misas. Se cerraba la doble exposición, diciendo que 
toda la causa de las quejas del Arzobispo de Turín con respecto a los salesianos estaba en esto, en que no se observaban las leyes 
eclesiásticas. El opúsculo terminaba así: «El Arzobispo de Turín escribió el 9 de septiembre de 1877 a don Miguel Rúa, superior local del 
Oratorio de Turín, que, cuando con carta firmada por don Bosco, por el mismo don Miguel Rúa o por don José Lazzero declaren los 
salesianos que 

escribió y la envió a don Bosco (carta 12 de octubre de 1877). Dejamos de lado todo lo demás, mas, por los fueros de la historia y aunque 
con pena, tenemos que fijarnos en un punto. Dijo Monseñor: «Se jacta de haberme hecho nombrar obispo; hasta me escribió una carta 
echándomelo en cara; pero yo la envié a Roma para que vean al gran santo en quien ellos ponen tanta confianza». Es la carta que hemos 
publicado en el undécimo volumen, pág. 324. El Siervo de Dios recuerda en ella su «solicitud y buenos servicios», para que «se vencieran 
las graves dificultades que le impedían» tanto para Saluzzo como para Turín, pero lo hace únicamente para demostrarle cuáles eran sus 
disposiciones hacia él y que no era verosímil que, después de haberse esmerado tanto para conseguirlo, se volviese luego contra él. Esto 
por cuanto a la soberbia. Digamos una palabra también por el hecho en sí mismo. Ante todo resulta, según documentos seguros, que don 
Bosco actuó eficazmente ante el Gobierno para el exequatur y para las temporalidades. En cuanto a la promoción para la sede de Turín, se 
dijo que fue debida toda a Pío IX y se adujo el testimonio del canónigo Virginio Marchese, preboste de Cardè en la diócesis de Saluzzo, 
uno de los taquígrafos del Concilio Vaticano. Este testimonio fue recogido también por la Civiltà Cattolica (año 1915, volumen IV, pág. 
627). Al despedirse monseñor Marchese de Pío IX y oír éste que volvía bajo el gobierno de monseñor Gastaldi, le encargó que 
comunicara a su Obispo que el Padre Santo no olvidaría los servicios por él prestados a la Iglesia en el Concilio. Pero esto no quita: 

1.° Que, después, surgieran «graves dificultades»; 2.°, que éstas fueran «allanadas» gracias a la «solicitud y buenos servicios» de don 
Bosco. 

Por lo demás ni Monseñor pone en duda la cuestión, ni don Bosco se la había recordado en su carta de 1875, de no haberse tratado de 
una verdad indiscutible. No sólo los dos estaban enterados de ello; también lo sabían en Roma y en otras partes (Véase volumen XI, págs. 
102 y 103). 
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lamentan el error cometido el 26 de agosto y piden perdón por ello, el mismo Arzobispo se considerará completamente satisfecho con 
respecto a este fastidioso asunto; de lo contrario tendrá que hacer cuanto crea conveniente para mantener su decoro y su autoridad. Hasta 
ahora no hubo respuesta alguna. Este es el motivo por el que se expusieron estas cosas. Y, sin embargo, la humildad cristiana, sin la cual 
no existe espíritu religioso alguno y en la que esencialmente consiste la vida de cualquier Congregación regular y de cualquier miembro 
de tal Congregación, debería ser suficiente para reconocer que, en el hecho del 26 de agosto y en los que lo precedieron, hubo errores 
gravísimos, si no de voluntad, sí ciertamente de inteligencia y de imaginación; y, habiéndose puesto con ellos en gravísimo peligro la 
autoridad divina episcopal y la eclesiástica arzobispal, hay un riguroso deber de reparar la ofensa, al menos reconociendo el error y 
pidiendo perdón». 

Para ambas partes la jurisdicción de la causa estaba ya en Roma. Lo demuestran claramente estos párrafos del cardenal Oreglia, en la 
carta que escribió a don Bosco precisamente el 15 de octubre: «No sé cómo explicar la carta que le dirigió dicho Cardenal (Ferrieri) 
especialmente ahora cuando las Secretarías están cerradas. Pero esto no impide que usted recurra, como le sugerí ayer por telégrafo, al 
Padre Santo y en este recurso ((354)) me parece que debería insistir en que todo su litigio se tratase en plena Congregación. De no ser así, 
no veo cómo podrá usted salir de este lío». Don Bosco, pues, siguiendo las instrucciones del cardenal Oreglia, no hizo más que tomar su 
memorial del 14 de septiembre para el cardenal Ferrieri 1, cambiar el encabezamiento y la conclusión, introducir alguna modificación y 
añadidura, y presentarlo al Padre Santo. 

Es importante para nosotros la añadidura que encontramos en el apartado encabezado con el título Consecuencias, después del segundo 
punto y aparte: 

«Como alguno hicíera observaciones al Arzobispo, tuvo que contestar afirmando de palabra y por escrito que había sido mal entendida 
su carta. Pero, parece que quien la lee no puede hallar en ella más sentido que el de una verdadera prohibición. En efecto, el caballero 
Occelletti se presentó al Ordinario para obtener el permiso prescrito y se lo concedió individualmente de la manera más formal 2. »Por 
qué 

1 Véase más atrás, pág. (293). 

2 Al caballero Occelletti se le entregó este escrito: «Turín, a 25 de agosto de 1877. El muy reverendo señor don Joaquín Berto tiene 
facultades en el Oratorio del comendador Occelletti, y para celebrar la santa misa en cualquier iglesia y oratorio público y privado de esta 
Archidiócesis y esto con nuestra aprobación. 

» LORENZO, Arzobispo 

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conceder este permiso, si no hubiese habido una prohibición? Lo confirma el hecho del cura párroco de San Pedro y San Pablo. Pidió éste 
que un sacerdote nuestro pudiese seguir celebrando en su iglesia. El Vicario General contestó que él se lavaba las manos, si el sacerdote 
era salesiano; pero que si no pertenecía a la Congregación Salesiana, podía celebrar con toda libertad. Además, algunos de nuestros 
sacerdotes, que habían ido a su pueblo natal, donde ellos y sus parientes habían pedido permiso para celebrar, recibieron la negativa de su 
respectivo párroco, aduciendo que éstas eran las prescripciones superiores. El domingo del Santo Rosario fue uno de nuestros recién 
ordenados sacerdotes, el profesor Juan Cinzano, a pasar un día con su familia; entró en la iglesia para celebrar y contestó enseguida el 
párroco (de Pecetto Torinese) que no podía ((355)) permitírselo por orden del Arzobispo, recibida personalmente quince días antes 1. 

Volviendo al opúsculo anónimo, añadiremos que tenemos un ejemplar apostillado acá y allá al margen por persona autorizada de la 
Sagrada Congregación de Obispos y Regulares 2. En el margen superior de la primera página escribió a lápiz: «Mejor hubiera sido inter 
te et ipsum solum ac postea dic Ecclesiae (tú y él solos, y después dilo a la Iglesia). El plantarse en la plaza por iniciativa propia no puede 
ser digno de alabanza». Y al final, con tinta de color morado: «Puerilidades que saben a habladurías y juegos de palabras». 

Quedan por aclarar las razones del largo sílencio que se deplora en el opúsculo. Después de la correspondencia entre don José Lazzero 

1 Otras variantes de menor importancia son las siguientes. Al fin del quinto párrafo, en vez de «durante veinte días», don Bosco 
rectificó y completó: «durante dieciocho días y después indefinidamente». En el apartado CONSECUENCIAS se modificó el primer 
párrafo de esta manera: 
«Para evitar publicidad y escándalos se envió al punto una carta a todas las iglesias en las que se prestaba servicio, para que alcanzasen el 
permiso requerido, y el sacerdote Perenchio ya no celebró en la iglesia de la Congregación, ni tampoco celebraron ya los salesianos fuera 
de sus iglesias». En el segundo párrafo ese «podía» del segundo período cedió el puesto a «quería». El punto y aparte que viene después 
de la anterior añadidura, que es el tercero de la primera redacción, aparece transformado así: «Expuestos estos hechos, el humilde 
exponente, sin querer acusar a nadie, suplica únicamente a V. S. se digne aconsejarle acerca del camino a seguir para no hacer nada 
contra lo que establece la Santa Sede en la aprobación de las Congregaciones eclesiásticas e impedir que se repitan tan desagradables y 
dañosas disensiones». 

2 La escritura de las apostillas es idéntica a la de una larga comunicación del 12 de marzo de 1878 sobre los privilegios, procedente de 
dicha Congregación y firmada por el cardenal Ferrieri. El estilo es rigurosamente curial. Además, nuestro ejemplar presenta, a lo largo del 
impreso, cuarenta y dos llamadas a pluma, que corresponden a otras tantas observaciones hechas acerca de ellas por don Bosco y 
enviadas a la sagrada Congregación con esta premisa: «Aquí se trata de hechos que se cargan sobre una pobre y naciente Congregación; 
hechos que, si fueran verdaderos, la harían indigna de existencia. Por consiguiente el Superior, por su deber con los súbditos y por su 
obligación con la Santa Sede, tiene que rectificar los hechos y explicarlos a la Autoridad que debe regularlos». 
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y el canónigo Zappata, la primera comunicación que los Superiores Salesianos tuvieron con la Curia, sobre este asunto, fue una carta de 
don Miguel Rúa con fecha del 4 de noviembre. Tres motivos obligaron a don Miguel Rúa a escribir. El 2 de noviembre el prosecretario 
teólogo Maffei preguntó a don Miguel Rúa, por orden del Arzobispo, si ((356)) monseñor Ceccarelli tenía los papeles necesarios para el 
ejercicio del sagrado ministerio en la Archidiócesis, y se añadía que los presentara en la Curia. «Sentiría mucho Monseñor, advertía el 
que escribía la carta, que este eclesiástico, de regreso a América, tuviese que decir que en la diócesis de Turín no se observan las leyes 
eclesiásticas». Además, don José Pavía, director de un oratorio festivo, y ya aprobado para confesar en la diócesis suburbicaria de 
Albano, no pudiendo presentarse antes de Todos los Santos al examen reglamentario, había pedido licencia para confesar a sus 
muchachos, al menos aquellos días de gran concurrencia de gente. Pero el Arzobispo le contestó que no pensaba dar facultad alguna, 
mientras sus Superiores no pidiesen perdón. Por último, otro sacerdote salesiano, el reverendo don Alejandro Porrani, que ya había 
obtenido las licencias de confesión, fue obligado a un nuevo examen. Se sometió de buen grado y obtuvo la calificación de peridóneus 
(muy apto); pero, cuando fue a pedir el certificado, recibió una respuesta idéntica a la anterior. Fue entonces cuando don Miguel Rúa, 
prefecto general de la Congregación, escribió al teólogo Maffei: 

Queridísimo Maffei: 

Tengo el gusto de contestar a las agradables cartas que me has enviado últimamente. Te ruego, primero, tengas a bien notificar a S. E. 
Rvma. el señor Arzobispo que hemos quedado muy afectados con el disgusto que S. E. tuvo que experimentar el pasado agosto con el 
inconveniente de las misas. 

Podrás, también, notificarle que aumentó nuestro pesar el reproche que por este motivo nos hizo la muy Venerable Congregación de 
Obispos y Regulares. 

Hubiera querido escribir ya antes a S. E. sobre este particular, pero, al saber que el asunto había sido denunciado a dicha Congregación, 
parecióme inoportuno, por temor a decir algo que pudiese perjudicar a una y otra parte. Mas, habiendo sabido que S. E., en su iluminado 
entender, desea todavía que yo escriba sobre este tema; es más, pone esto como condición indispensable para conceder la facultad 
provisional de confesar a nuestro reverendo don José Pavía, y las patentes de confesión a nuestro reverendo don Alejandro Porrani (que 
obtuvo en el examen sufrido en esta Archidiócesis el pasado agosto, ((357)) la calificación de peridoneus) condesciendo de buen grado a 
su deseo. 

En cuanto a la última de ayer, concerniente a monsenor Ceccarelli, puedes asegurar a S. E. que fue provisto de las requeridas facultades 
para el ejercicio del sagrado ministerio en esta archidiócesis. Me parece que presentó los papeles en la Curia 
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aunque, como hace algunas semanas se marchó a su ciudad natal, no lo puedo afirmar con absoluta certeza. 

Ten, mientras tanto, la bondad de besar por nosotros el Sagrado Anillo a S. E. Rvma. y recibe la anticipada acción de gracias y los 
cordiales saludos, con que me siento feliz de profesarme. 

Turín, 4 de noviembre de 1877. 

Tuafmo.enJ. yM.
MIGUEL RUA, Pbro.


»Pero por qué retardar tanto en aceptar la invitación del Arzobispo? »Y por qué, después de una dilación tan prolongada, despacharse 
con tan pocas palabras: Esto no puede dejar de sorprender a los lectores. Pues bien, la sorpresa cesará después de conocer este trozo de la 
carta escrita por don Miguel Rúa a don Bosco, que se encontraba en Roma 1: 

«Pasando a otra cosa, le recordaré un detalle, por si lo ha olvidado. 
Monseñor nos acusa en su último opúsculo de que había mandado comunicarme que escribiera una carta pidiéndole perdón de todo lo 
que se había hecho con relación a las misas, y que no recibió respuesta. Sepa, pues, que cuando recibí esta sugerencia, estábamos en 
Lanzo y usted sabe lo muy atareados que nos encontrábamos y que no nos quedaba tiempo para escribir cartas que necesitaban mucha 
ponderación. Por otra parte, prefería presentarme personalmente, después del resultado tenido con la carta de don José Lazzero. En los 
primeros días, después del regreso de Lanzo, fui al palacio arzobispal y, como no pude ver a S. E., hablé con el Secretario C. Chiuso y le 
manifesté el pesar por el disgusto recíproco habido con aquel asunto, pero haciendo notar que nosotros habíamos procedido como parecía 
sugerir la prudencia y la caridad. Poco después, el Secretario me hizo comprender que Monseñor esperaba ((358)) la carta y entonces le 
escribí en el mismo sentido de la declaración hecha de viva voz». 

La carta del 4 de noviembre contenía cabalmente las explicaciones orales; pero el Arzobispo hizo contestar que no la aceptaba, ya fuera 
por su excesiva tardanza, ya fuera porque no respondía a la forma por él prescrita. El retraso de la respuesta tuvo su origen en la 
imposibilidad de despachar una declaración como la que se pedía, por falta de reconocimiento de una culpa que no existía. 

Ahora bien, he aquí que surgió un nuevo incidente. Don Angel Rocca, natural de Rivara Torinese, había sido invitado por su párroco 

1 Turín, 6 de enero de 1878. 
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para ir al pueblo a celebrar y predicar en la fiesta de San Juan Bautista. Se pidió el permiso para ello. El secretario contestó que Monseñor 
quería saber ante todo estas cuatro cosas: 1.°, dónde había hecho los estudios teológicos; 2.°, con qué permiso había entrado en la 
Congregación Salesiana; 3.°, cuándo había emitido los votos; 4.°, por qué no se había presentado a él para las ordenaciones. El arcipreste 
satisfizo el deseo del Arzobispo contra la voluntad de don Angel Rocca. Entonces, el canónigo Chiuso replicó que, a pesar de todo, el 
Arzobispo no permitía que don Angel celebrara en Rivara, y añadió que él creía que Monseñor actuaba de esta manera, contra él en 
particular, para castigarle de su salida del seminario ipso invito (contra su voluntad). Don Angel Rocca, recelando algo poco halagüeño, 
hizo sólo una breve escapada a la fiesta, de la que era mayordomo su padre. Pero, en septiembre tuvo que volver a Rivara, por graves 
asuntos familiares, y, como no quería privarse de la gracia de celebrar 1, acudió a otro ardid. Había en la casa paterna una capilla privada, 
cuya propiedad habíase cedido a la Congregación juntamente con la parte del edificio que a él le correspondía; consideró él aquella 
capillita como abierta en una casa de la Congregación y, por tanto, completamente fuera de la jurisdicción episcopal, y en ella celebró 
durante una semana, menos el ((359)) domingo. La cosa llegó a oídos de Monseñor, el cual mandó escribir a don Miguel Rúa: 

Muy Rvdo. Señor: 

S. E. Rvma. el señor Arzobispo me encarga decir a V. S. que está informado de que el reverendo don Angel Rocca, de Rivara, que salió 
del seminario de Turín sin conocimiento de nadie y entró en la Congregación Salesiana, sin pedir las testimoniales a su Arzobispo, hace 
unos meses estuvo algunos días en su pueblo natal y celebró la santa misa dentro de su casa, y dijo al administrador de la parroquia de 
Rivara, que aprovechaba para ello el derecho de oratorio privado concedido a los salesianos. 
El señor Arzobispo, para cumplir uno de los gravísimos deberes de su ministerio, que es el de velar atentamente sobre la sagrada 
eucaristía, pide por mi mediación a don Miguel Rúa comunicación del rescripto pontificio, con el que el Padre Santo concede a los 
salesianos en general el oratorio privado. 

Con toda la debida estima, 

De V. S. M. Rvma. 

Turín, 9 de noviembre de 1877. 

Atento y s. s.
FRANCISCO MAFFEI, Teólogo Secr. arzobispal


1 Carta de don Angel Rocca a don Joaquín Berto, Spezia, 29 de diciembre de 1877. 
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Don Miguel Rúa contestó que don Angel Rocca había salido del seminario con permiso de los Superiores por motivos de salud, y que 
posteriormente había entrado en la Congregación; que, después, el clérigo y él mismo habían pedido las testimoniales, pero, al no 
haberlas obtenido, se había recurrido a la sagrada Congregación de Obispos y Regulares, según los decretos de 25 de enero de 1848 
acerca del estado de los Regulares. La réplica del Arzobispo fue la siguiente: 

Muy Rvdo. Señor: 

S. E. Rvma. ha leído su carta del 12 del mes corriente; y me encarga le diga que no es posible que V. S. o don Angel Rocca le hayan 
pedido las testimoniales prescritas el 25 de enero de 1848. Puesto que: 1.°, él no lo recuerda en absoluto; 2.°, por el contrario, recuerda 
perfectamente que, hasta ahora, la Congregación Salesiana no ha pedido las testimoniales para ninguno de sus diocesanos; 3.°, que sólo 
en uno o dos casos se le pidió el consentimiento, pero no las testimoniales; 4.°, dado el caso de que se hubiesen pedido las testimoniales 
para don Angel Rocca, y éstas hubiesen sido negadas ((360)) por el señor Arzobispo, y, por tanto, se hubiese recurrido a la sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares, ésta no habría dejado de comunicar al señor Arzobispo el recurso, según es su práctica constante, 
y preguntar el porqué de la negativa, lo cual no se hizo para don Angel Rocca. Monseñor, pues, concluye que no puede ser verdad que se 
le hayan pedido las testimoniales para don Angel Rocca; y que le duele mucho que los salesianos, ora de un modo ora de otro, le den 
disgustos y graves motivos de queja. 
Con la estimación debida soy, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 13 de noviembre de 1877. 

Su seguro servidor FRANCISCO MAFFEI, Teólogo 
Secr. Arzobispal 

Se acosaba a don Bosco desde todas partes. Con fecha 14 de noviembre una carta del cardenal Ferrieri le invitaba a exhibir las 
facultades y privilegios, que le había concedido el Papa. 

Muy Rvdo. Señor: 

Atendidas algunas reclamaciones, que el señor Arzobispo de Turín ha presentado a la Santidad de Nuestro Señor contra V. S. y su 
instituto y de las que Su Santidad ha encomendado el examen a esta Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, se hace necesario 
que V. S. haga conocer distintamente y con toda exactitud las facultad des y privilegios que ha recibido y de los que goza por benignas 
concesiones de la Santa Sede, a fin de que este conocimiento sirva de norma en la cuidadosa investigación 
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«que harán los Eminentísimos Padres de esta cuestión». Esto es lo que tenía que comunicarle; y Dios le guarde. A su servicio 

Roma, 14 de noviembre de 1877. 

L. Card. FERRIERI, Prefecto A. Arz. de Mira, Secr. 
El 15 advirtió Monseñor a don Bosco que era «anormal» la publicación que había hecho en la Archidiócesis de las indulgencias 
concedidas a los Cooperadores y que de ahí surgía el deber de avisar de ello a todo el clero. El había expuesto ya sus dificultades al 
cardenal Asquini, secretario de la Sagrada Congregación de los Breves; pero, recibida después de mucho tiempo una respuesta que le 
había movido a nuevas observaciones, no le llegaba nunca una palabra de respuesta. Cansado de esperar, manifestó a don Bosco el vivo 
deseo de que suspendiese ((361)) la publicación de aquellas indulgencias en su diócesis hasta la completa solución de las dificultades. «Y 
esto, mandó escribir, no porque al señor Arzobispo no le agrade ver la santa obra, a la que se dedica la Congregación Salesiana, ayudada 
con gracias especiales, sino sólo por ser su deber estricto el vigilar, y el mismo interés no momentáneo, sino estable de la Congregación 
Salesiana requiere que todo proceda según las reglas canónicas». 

En cuanto a la intención de divulgar un aviso a los párrocos sobre la invalidez de dichas indulgencias, teniendo en cuenta las 
observaciones, que le hizo una persona prudente, renunció a la idea. Sin embargo, no desistió de los recursos para la anulación del Breve, 
hasta que se le comunicó que la asociación de los Cooperadores Salesianos había sido egida canónicamente por el Arzobispo de Génova 
en su archidiócesis y que él mismo había establecido su centro en el hospicio de San Vicente en Sampierdarena. Mas nunca fue permitido 
se imprimiera el Breve en la diócesis de Turín. Pero sobre todo este tema, remitimos a los lectores al capítulo cuarto del undécimo 
volumen. 

En aquellos mismos días se impusieron en Roma los que querían que los salesianos dejasen la dirección de los Conceptinos y 
comenzaron en Turín las dificultades para las órdenes del conde Cays. Y no se olvide que el 14 era el día de la partida de los misioneros, 
los cuales no pudieron recibir, como la habían obtenido sus antecesores, la bendición del Arzobispo. Cuando don Bosco regresó de 
Sampierdarena, después de la partida de la expedición, tuvo que ocuparse de la petición que le vino encima del cardenal Ferrieri y que le 
fue entregada con retraso, a causa de su ausencia. Habiendo, pues, ido al colegio de Borgo San Martino, escribió al secretario don Joaquín 
Berto: 
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Carísimo Berto: 

Buenos días. Acaban de entregarme una carta del cardenal Ferrieri, el cual, a consecuencia de nuevas reclamaciones del Arzobispo al 
Padre Santo, nos pide una copia de todos los privilegios concedidos a nuestra Congregación. ((362)) Búscate para esto un secretario, que 
tenga letra clara, y mándale escribir por orden cronológico los decretos, desde 1864 hasta el día de hoy, inclusive los rescriptos y los 
Breves. 

No hace falta elegancia: un cuadernito limpio basta. 

Para lo demás, nos veremos el viernes; notifícalo al P. R. 1. 

Dios nos bendiga a todos y créeme en J. C. 

B. S. Martino, 21-11-1877. 
Afmo. amigo 

JUAN BOSCO, Pbro. 

A la par de este asunto, que le daba no poco que pensar, tenía, además, que prepararse para hacer valer su buen derecho ante las 
Congregaciones Romanas. Con este fin encargó a don Joaquín Berto que le recogiera los documentos sobre la controversia principal, 
como se irá viendo en esta nuestra exposición cronológica de los hechos. El primer documento fue esta declaración, obtenida de don Juan 
Perenchio, de quien había venido prima mali labes (la primera mancha del mal). 

El abajo firmante declara que, en los pocos días que pasó en Turín, en la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales, no le fue 
comunicada ninguna declaración o decreto de suspensión, ni por parte del Obispo de Ivrea, ni por parte del Arzobispo de Turín. 

Sólo el día 24 de agosto me dijo el reverendo don Miguel Rúa que S. E. el Arzobispo, monseñor Lorenzo Gastaldi, no quería que me 
dejase celebrar en su diócesis y, por consiguiente, me aconsejaba que me alejase de su casa. 

Aunque aquella era iglesia de la Congregación Salesiana y no me fuese comunicado aquello por parte de mi Ordinario, sin embargo 
dejé enseguida de celebrar y me alejé inmediatamente del Oratorio de San Francisco de Sales y de la diócesis de Turín. 

Castigliole de Saluzzo, el día 22 de noviembre de 1877. 

JUAN PERENCHIO, Pbro.
Maestro municipal


El mismo día explicaba el arcipreste de Pecetto a don Bosco el caso de don Juan Cinzano, a quien no había permitido celebrar en su 
parroquia. Las malas lenguas habían tomado pretexto de ello para decir que también el arcipreste se había alineado contra don Bosco. 

1 Esto es, al Padre Rostagno S. I. 

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((363)) Veneradísimo don Bosco: 

No sólo no me opongo a don Bosco, sino que le admiro y venero, y no sólo no combato a su Congregación, sino que la considero como 
una obra especial de la Providencia adaptada a nuestros tiempos, no sólo llevo estos sentimientos en mi corazón, sino también en los 
labios y todos los que me tratan son testigos de ello. Y, aunque no he tenido la suerte de poder aspirar, como alumno de alguno de sus 
colegios, a su especial afecto, usted sabe muy bien cuántas veces deseé ser uno de sus hijos, y recordará cuántas veces le pedí que me 
considerase como tal, aunque no lo mereciese. Por estos motivos, la sospecha que usted manifestó en su carta de ayer, y que corre en boca 
de algunos a mi cargo, es falsa, y para quien me conoce es temeraria y tal vez malvada, ruégole que no haga caso. Pero se dice: »por qué, 
pues, no dio licencia al sacerdote Cinzano para celebrar la santa misa en la solemnidad del Rosario? A quien tiene corazón y mente recta 
no le costará mucho trabajo comprender el porqué, y usted no me condenará ciertamente, cuando sepa todo. 

Yo no creía de tanta gravedad la advertencia n.° 12, puesta por el señor Arzobispo en el añalejo de este ano, como para no poder 
interpretarla nte en favor de uno de mis feligreses, y permitirle celebrar siquiera una vez: por consiguiente, por lo que a mí se refiere y por 
aquel capítulo sólo, lo habría consentido, aun a costa de ganarme una reprimenda, y así desmerecer más del afecto de Monseñor (ante el 
cual, dicho sea de paso, algunos malvados ya me han hecho el servicio que ahora se afanan en hacerme con usted). Pero se oponía a ello 
una especial prohibición y es la siguiente. Habiendo ido yo en las pasadas vacaciones de otoño a confesar al Santo Yermo, Monseñor, que 
ya conocía a Cinzano, me pidió noticias de él y yo contesté que no podía asegurárselo, pero que, por lo que se decía en el pueblo, creía 
que aquel año iba a ser ordenado sacerdote. Entonces Monseñor me preguntó: -»Irá a Pecetto a celebrar la primera misa? Yo le respondí: 
-Nadie me ha dicho una palabra sobre esto, pero me parece que ahora o en otra ocasión ciertamente irá. -Pues bien, concluyó Monseñor, 
no olvide el mandato del añalejo y obsérvelo y hágalo observar. 

Después de esto, »podría yo permitir todavía a don Juan Cinzano que celebrase, y si no se lo permití, tendré yo la culpa? Creo que no y 
me atrevo a esperar que usted me sabrá compadecer, y querrá dignarse mandar callar a las malas lenguas que quieren desacreditarme ante 
usted, etc. Confiando que se valdrá con su conocida prudencia de esta mía y que de ella no me vendrá ningún disgusto, ruégole vuelva a 
recibirme en su gracia, a acordarse de mí en sus oraciones, y a creerme como tengo la dicha de profesarme 

Pecetto Torinese, a 22 de noviembre de 1877. 

Su seguro servidor 

D. PERLO, arcipreste de Pecetto Torinese 
((364)) Con la misma fecha envió el Siervo de Dios al Arzobispo la respuesta sobre el doble asunto de las indulgencias y de don Angel 
Rocca. Le preparó el borrador de la misma el padre Rostagno. 

Excelencia Reverendísima: 

En atención a su venerada del 9 de los corrientes me considero en el deber de asegurarle que, respecto a la misa celebrada por un 
sacerdote salesiano el 16 de 
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septiembre del año corriente en un oratorio privado de Rivara, no es mi intención poner delante privilegio alguno. El sacerdote que esto 
hizo, al no oder celebrar por verse impedido por su párroco, creyó de buena fe, apoyándose en razones que le parecían suficientes, que en 
aquella circunstancia le estaba permitido celebrar en aquel lugar que era propiedad de la Congregación Salesiana. Si el tiempo hubiese 
permitido que se me preguntara sobre ello, yo no se lo habría consentido y no lo consentiré a ninguno, estando las cosas en la condición 
en que se encuentran. Espero que, así como ante Dios no habrá habido ninguna falta, así también esta franca declaración hallará buena 
acogida ante V. E. Rvma. como yo se lo suplico con el mayor respeto. 

En cuanto a la cuestión de las indulgencias para los Cooperadores sentiría mucho que el juicio hecho de ella por V. E. Rvma. llegase a 
ser del dominio público, aun cuando se tratase solamente de los párrocos, antes de que sea examinada por la Congregación de las 
Indulgencias. 

Porque estoy convencido de que esta publicación sería piedra de escándalo y de menosprecio para los fieles y para los incrédulos, que 
no dejarían de tener noticia de ella. Sin duda, que ello acarrearía algún daño a la Congregación, porque una acusación tan grave no podría 
dejar de agraviarla; pero, acaso, el mayor daño no fuera para la Congregación, ni tampoco para mí. Sólo el conocer la existencia de esta 
controversia, sólo mostrar la disensión, sería ocasión de muchas críticas y de juicios opuestos, no todos desfavorables para mí. Sería 
entonces necesario, por mi parte, recurrir a las Congregaciones Romanas; y si como creo, la sentencia me fuese favorable, íqué 
inconveniente cuando se viniese a conocer tal decisión! No es mi intención, en absoluto, impedir en lo más mínimo que V. E. haga lo que 
su celo por la religión le dicta, pero conceda a este su indigno servidor rogarle que, antes de dar este paso, tenga a bien consultar a 
personas juiciosas y prudentes, aunque no fuera más que para ponerse a cubierto de toda crítica y malquerencia de los adversarios, como 
ya ha hecho V. E. para alguna carta publicada en el añalejo 1. Y además, »por qué no remitirse ante todo a los ((365)) maduros y 
autorizados juicios de las Congregaciones Romanas, que no dejarán de tratar las cosas con ponderación y juzgar según derecho? Para 
decirle sinceramente todo lo que pienso, sentí mucho que la cuestión de la prohibición de las misas no haya sido tratada de esta misma 
manera, y que un impreso, que lleva la advertencia de reservado, haya venido a prejuzgar la decisión. Puesto que V. E. denunció la 
controversia a Roma, »acaso no era más oportuno que se arreglara allá? La Sagrada Congregación verá si esta publicación ha llegado 
verdaderamente a propósito. Ahora, a pesar mío, tendré que contestar, y ciertamente una defensa contra acusaciones suficientemente 
graves, en la cual estoy convencido de que tengo la razón, no podrá nunca estar exenta de una censura proporcionada a las 
recriminaciones y reproches, que V. E. expuso contra mi manera de actuar. Le pido previamente perdón 

1 La frase «como ya ha hecho V. E.» hay que relacionarla con «antes de dar este paso». El sentido es poco claro; pero para hablar en 
plata, hubiera debido espetarle un «como no ha hecho». Brevemente, Monseñor había dado aquel paso sin «consultar a personas juiciosas 
y prudentes» y así le habían llovido las críticas de los adversarios. Aquí don Bosco llama impropiamente «carta» a una nota sobre 
Antonio Rosmini, publicada en el Calendarium liturgicum de 1877 en las págs. XVI-XVII; hemos hecho mención de ella en el primer 
capítulo de este volumen. Su Excelencia le replicó adrede: «La alusión, que V. S. hace a mi Calendario, muestra que usted se encuentra 
en un error, del que habría debido ya salir. Yo no temo las críticas sino sólo el error y, a Dios gracias, he demostrado, con escrito impreso 
a quien hacía falta, que cuanto yo escribí en el añale 

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y, si le pareciere que me excedo en algo, acháquelo a la necesidad de la defensa y al vehemente disgusto que por ello siento. Pero, »por 
qué no tratar estas dificultades con medidas paternas, y con la indulgencia que merece una congregación naciente, que quiere 
sinceramente el bien y puede fácilmente equivocarse por ignorancia, pero no ciertamente por malicia? Dios juzgará a S. E. y a su pobre 
siervo sobre la rectitud de nuestras intenciones, de la caridad y humildad cristianas con que hayamos obrado, del empeño que hayamos 
puesto para encontrar los medios proporcionados con que defender y promover los intereses de su santa religión; en El confío. 

No debo dejar sin respuesta la observación que se me ha hecho de haber recibido en la Congregación, sin las testimoniales, a un clérigo 
(actualmente don Juan Rocca) expulsado del venerable seminario de Turín. Permítame V. E. recordarle que las testimoniales fueron 
pedidas cinco veces por el clérigo Rocca, otra vez por don Miguel Rúa y una vez más por el que suscribe y nunca se pudieron obtener; 
como consecuencia de ello se procedió, de acuerdo con las instrucciones de la Sagrada Congregación para la disciplina regular dadas el 
25 de enero de 1848. (Collectanea, pág. 891). 

Besando respetuosamente sus manos, me profeso, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 22 de noviembre de 1877. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


((366)) El día 23 contestó Monseñor a don Bosco: 

«Lo mejor que usted podría hacer, sería presentarse a su Arzobispo, sin otro ánimo que el de la humildad y la caridad, porque así, para 
bien de V. S. y de su Congregación y de la Archidiócesis de Turín, se podrían fácilmente allanar los obstáculos para la paz. El actual 
Arzobispo, lo mismo que ha cooperado de muy buen grado a la erección de la Congregación Salesiana, igualmente desea concurrir a 
conservarla y dilatarla, con tal de que queden a salvo las prerrogativas de la Autoridad Arzobispal, que prometió con juramento mantener, 
y de ello se siga ventaja y no daño a la Archidiócesis de Turín». 

A continuación toca de refilón otras dos cuestiones pendientes, a saber, la ordenación de los dos clérigos compañeros del conde Cays y 
la erección de la iglesia de San Juan Evangelista. De esta última cuestión hablaremos más adelante. Con la misma fecha llegó a don 
Bosco una carta del párroco de Favria para explicar un incidente análogo a aquél, en el que tuvo parte el arcipreste de Pecetto. 

Muy Rvdo Señor: 

Contesto a su apreciadísima del 21 de los corrientes, recibida esta mañana. Las noticias a cargo de los sacerdotes proceden las más de 
las veces de la ignorancia, del mismo suceso o de las circunstancias. Desgraciadamente también el reverendo Paglia 
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ignoraba la segunda parte del número 12 de los Decreta et Monita, insertado en el añalejo de este año. 

Apenas leyó la prohibición contenida en aquel decreto, se la aplicó a sí mismo diciendo: -No tengo esta licencia, luego no puedo 
celebrar. Y, muy a mi pesar, no celebró. Pero vino otro sacerdote salesiano a Favria, el reverendo Vota; tenía la licencia que se pedía y 
celebró varias veces. Como se ve por lo dicho, yo no prohibí nada. El Rvdo. Paglia no celebró para obedecer al citado decreto, después 
las lenguas hablaron por ignorancia. Pero, si mis ruegos tuviesen algún valor, querría rogarle procediera de tal modo, que no sucedan 
estos casos, ni aquí ni en otra parte. Créame con la mayor estimación. 

D.V.S.M.R. 
Favria, 23 de noviembre de 1877. 

Su seguro servidor MIGUEL BONINO, Vic. foráneo. 

((367)) Ponemos también aquí una carta del teólogo Arpino, párroco de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, aunque es de fecha algo 
posterior, para agrupar mejor los documentos. 

Rvdo. señor don Bosco: 

El sábado 25 p. pdo., me avisaba por carta don José Lazzero que el domingo siguiente (26), como consecuencia de graves disposiciones 
de S. E. R. nuestro señor Arzobispo, el sacerdote salesiano no podía celebrar la santa misa a mis muchachos en el Oratorio de San José. 
Como yo no puedo suplirle con otro sacerdote, he recurrido al M. Rvdo. Vicario General suplicando una excepción a dichas 
disposiciones, que yo no conocía. El señor Vicario me contestó no querer inmiscuirse. S. E. R. no estaba en Turín, pero afortunadamente 
volvió aquella misma tarde y obtuve de S. E. R. el deseado permiso y los muchachos del Oratorio oyeron la acostumbrada misa celebrada 
por el sacerdote salesiano. Siempre agradecido a la asistencia espiritual que por medio de los salesianos de V. S. R. presta en los días 
festivos a los muchachos confiados a mi cuidado, me profeso, con el más profundo respeto 

De V. S. Rvma. 

Turín, 12 de diciembre de 1877. 

Su atto. y s. s. 

F. MAURICIO ARPINO Cura párroco de los Santos 
Apóstoles Pedro y Pablo. 
Por entonces añadió nueva leña al fuego la reimpresión del opúsculo de don Bosco titulado María Auxiliadora. Ya hemos hablado de él 
en otra parte de nuestra obra; añadiremos aquí solamente lo que allí 

1 Véase Volumen XI, págs. 381,385. 

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no se dijo. La verdad es que la cuestión había vuelto a suscitarse un par de años después, en mayo de este 1877, por la publicación de un 
fascículo de las Lecturas Católicas, original de Lemoyne, pero editado en Sampierdarena. El 18 de aquel mes, Monseñor había hecho 
publicar en el Emporio Popolare 1 el siguiente articulito con el encabezamiento de la Curia Arzobispal: «El fascículo V de las Lecturas 
Católicas, publicado el corriente mes de mayo con el título de La nubecita del Carmelo, en lugar de salir, según el uso constante desde 
((368)) veinticinco años acá, de la Tipografía de Turín, fue impreso en una tipografía de Sampierdarena. Después de la pág. 113 se lee: 
Con licencia de la Autoridad Eclesiástica. Se advierte a los lectores que la autoridad eclesiástica aquí mencionada no es la de la Curia 
Arzobispal de Turín». 

Cuál era el fundamento del reproche que de esta manera se hacía al libro, puede descubrirse en la parte del artículo que, por 
observaciones hechas por persona benévola, fue suprimida en el diario y que decía: «A cuyo examen no fue presentado dicho libro, y en 
cuya Curia se ha establecido que en adelante el permiso para imprimir un libro vaya acompañado con la firma del señor Arzobispo, de su 
Vicario General, de alguno de los Provicarios, o de otro eclesiástico autorizado para ello. Se añade que el Concilio de Trento, en la sesión 
veinticinco y en el decreto de la invocación de los Santos, establece que no se deben admitir nuevos milagros hasta tanto que el Obispo 
los haya reconocido y aprobado. De esta sapientísima disposición del Concilio de Trento resulta que la narración de cosas sobrenaturales 
sensibles, no reconocidas y aprobadas por el Obispo, no tienen motivo para ser creídas». Sin embargo, el contenido de esta parte 
suprimida fue reproducido después en el título XVIII de los Monita et Decreta en el añalejo diocesano de 1878, con la añadidura de la 
amenaza, genérica pro forma, de proceder a hacer tapar imágenes y cerrar iglesias, allí donde se dijera que se habían obtenido milagros, 
antes de ser examinados por la Autoridad Episcopal. 

Después de dicho artículo, insistía el Arzobispo el 19 de mayo: 
«Considero obligación mía gravísima examinar la narración de los hechos sobrenaturales, que se dice han sucedido en mi diócesis por la 
invocación de María Santísima honrada con el título de Auxiliadora de los Cristianos, en la iglesia de V. S. en Turín». Don Bosco le 
contestó: 

1 Este diario era dirigido por el Padre Vasco, jesuita. 
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Excelencia Rvma.: 

Recibo un telegrama desde Gibraltar en el que se me comunica que el Arzobispo de Buenos Aires, con quince argentinos, llegará 
mañana por la tarde a Génova y se hospedará en nuestro hospicio de Sampierdarena. Tan pronto como yo esté ((369)) de vuelta, 
contestaré a lo que indicaba en su carta anterior y señalaré algunos hechos que me parecen oportunos para un regular examen, o mejor, las 
personas a las que se refieren que están en mucha mejor condición para responder a las preguntas que se les hagan. 

Ruégole me considere, como con la máxima veneración me profeso, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 31-5-1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Este examen no se hizo nunca porque la controversia tomó nuevas dimensiones, ya que se llevó a Roma la cuestión, como se narró 
anteriormente 1. 

Recordaremos de paso lo ya dicho en otra parte, a saber: que la prohibición tridentina se limita a los milagros atribuidos a los no 
beatificados o no canonizados, muertos en olor de santidad. Pero tampoco es valedera la conclusión, sacada de lo dispuesto por el 
concilio de Trento de que, sin el decreto auténtico de la Autoridad Eclesiástica, no se puede prestar fe a la narración de milagros, pues 
aquí se confunde la testificación auténtica de un hecho prodigioso con la persuasión privada. La primera tiene que estar refrendada por 
caracteres y formalidades determinados por las leyes; la otra se conforma con los signos ordinarios, más o menos ciertos, según los cuales 
se regula el juicio humano. Por consiguiente, sin protestar sobre la verdad de las cosas impresas con el Nada obsta de la Curia arzobispal 
de Génova, y sin quitarles toda probabilidad, bastaba decir que aquellas relaciones no eran auténticas, proposición que nadie habría 
presumido poner en duda. Es sabido que quien imprime un libro de este género con aprobación del Ordinario nunca pretende que esta 
aprobación valga para la historicidad de lo narrado, sino únicamente para la publicación del libro. Este es el motivo de las protestas, que 
los autores deben poner sobre el grado de credibilidad que corresponde a su narración de hechos milagrosos. 

Así, pues, el 24 de noviembre, al aparecer la nueva edición ((370)) arriba dicha, el Arzobispo, en la respuesta a una carta de don Miguel 

1 Véase volumen XI, pág. 383. 
320 

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VOLUMEN XIII Página: 321 

Rúa sobre este tema, mandó repetir que la Tipografía Salesiana era «culpable de falta grave contra la Curia Arzobispal de Turín y contra 
las leyes eclesiásticas, por haber reimpreso el opúsculo Mariá Auxiliadora... no aprobado por la Curia, sino únicamente por el padre 
Saraceno, revisor eclesiástico y... publicado contra las intenciones del mismo Monseñor»; y que la edición del 1877 «manifiestamente» 
contenía añadiduras; y, aun cuando fuera verdad que no se había cambiado ni una tilde, no podía publicarse sin someterlo de nuevo a 
revisión. 

Hemos cotejado las dos ediciones y las hemos encontrado totalmente idénticas. 

El 25 de noviembre llegaron al Oratorio dos cartas procedentes del palacio episcopal. Una iba dirigida a don Miguel Rúa, sobre el 
perdón a pedir. 

Muy Rvdo. Señor: 

S. E. Rvma. me encarga advierta a V. S. que en la carta que yo escribí el 9 del pasado septiembre, él pedía que los salesianos, y por 
carta firmada por don Bosco, por don Miguel Rúa o al menos por don José Lazzero, declarasen su pesar por la gravísima molestia 
causada el pasado 26 de agosto y pidiesen perdón. No responde en absoluto a ello la declaración que V. S. hizo ícincuenta y seis días 
después!, esto es, el 4 del corriente noviembre, diciendo, que sienten mucho el disgusto que Monseñor tuvo que experimentar y nada más. 
Quien tiene corazón, siempre siente el disgusto, aunque merecido, que experimenta quien es justamente condenado a sufrir por sus faltas. 
Queda, pues, en evidencia, que la declaración de V. S. no dice nada. 
Con todo el aprecio, soy de V. S. R. 

Turín, 25 de noviembre de 1877. 

Su seguro servidor T. FRANCISCO MAFFEI 
Prosecretario arzobispal 

La segunda carta, escrita por Monseñor a don Bosco, era excepcionalmente grave, no sólo por la sombra odiosa que proyectaba sobre la 
figura moral del Beato, sino también porque, en substancia, cerraba su boca y ataba sus manos, de tal forma que ya no habría podido ni 
siquiera defenderse. 

((371)) Reverendísimo Señor: 

Repito a V. S. lo que le escribí el 23 del corriente mes: lo mejor que V. S. puede hacer es presentarse a su Arzobispo con humildad y 
caridad, pues así se podrían disipar los obstáculos para la buena armonía; puesto que el actual Arzobispo de Turín, lo mismo que ha 
concurrido de muy buen grado a fundar la Congregación Salesiana, así está dispuesto a cooperar para mantenerla y dilatarla; y no pide 
más que el que 
321 

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VOLUMEN XIII Página: 322 

quede a salvo la autoridad arzobispal y el bien de su diócesis. Confío por tanto que V. S. se someterá a estos consejos. 

Y, dado el caso de que V. S. mandase imprimir, reprodujese litográficamente o por otros medios un escrito desfavorable al actual 
Arzobispo de Turín; o bien, escribiese por su propia mano o por la de otros una carta desfavorable a este Arzobispo y la presentase a 
cualquiera que fuere, exceptuados el Sumo Pontífice y los Eminentísimos Cardenales miembros de las Sagradas Congregaciones 
Romanas, declaro desde ahora, que en ese instante cesa para V. S. la facultad de oír confesiones sacramentales y absolver, y esto ipso 
facto, en mi diócesis; puesto que evidentemente no podría ya poner en V. S. la confianza necesaria para confiarle la dirección de las 
conciencias de ninguno de mis diocesanos, o de las personas a mí sometidas en cuanto a la confesión; y, por consiguiente, desde ahora le 
retiraría a V. S. la facultad para el tiempo en que sucediese el caso dicho. 

Pero, si V. S. se rindiese a mis consejos, se daría al punto aviso de ello a los Eminentísimos Cardenales y a los Obispos que están 
informados de nuestra situación. 

Con el debido aprecio, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 25 de noviembre de 1877. 

Afectísimo en el Señor » LORENZO, Arzobispo 

Al Rvmo. don Juan Bosco, Turín. 

Después de esta intimación, pasaron unos días de silencio hasta el primero de diciembre. Aquel día, muy de mañana, recibió el Beato lo 
que faltaba para colmar la medida. 

Rvmo. Señor: 

Como coletilla y rectificación a cuanto escribí a V. S. el 25 del pasado noviembre, le digo que si presenta o hace presentar cualquier 
escrito desfavorable al actual Arzobispo de Turín, ya esté escrito a mano por V. S. o por otro, ya esté impreso, litografiado o fotografiado, 
a quienquiera que sea, exceptuados el Sumo Pontífice, el Cardenal Secretario de Estado y los Cardenales Prefectos de las ((372)) 
Sagradas Congregaciones de Obispos y Regulares y del Concilio, declaro, desde este instante, que en tal caso cesa para V. S. la facultad 
de absolver sacramentalmente y, por tanto, de oír confesiones en esta Archidiócesis; y cesa ipso facto, sin necesidad de otra declaración; 
como la declaro ya cesada, si por acaso V. S. ya lo hubiese hecho, en vista de lo cual es mi intención revocarle dicha facultad. 

Con todo el debido aprecio, 

De V. S. Rvma. 

Turín, día 1.º de diciembre de 1877. 

Afectísimo
» LORENZO, Arzobispo


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Era la espada de Dámocles, que siguió colgando buen rato sobre la cabeza de don Bosco. El se lamentaba de ello con el cardenal 
Oreglia el 25 de marzo de 1878 en estos términos: «Esta severa disposición perdura, aunque él haya publicado, impreso y siga 
imprimiendo opúsculos y pastorales contra nosotros, sin que se haya dado respuesta alguna, porque ése es nuestro principio y ése ha sido 
también el consejo de V. E. Rvma.» 

Todas estas adversidades no detenían la recogida de documentos útiles a la defensa, que el Siervo de Dios tenía pensado presentar ante 
la Sagrada Congregación por el honor de los suyos. A los ya registrados, juntaremos otros tres, acerca de la prohibición hecha a don 
Angel Rocca de celebrar en su pueblo natal. El primero procede de un testigo, que refiere lo que le consta por haberlo oído decir. El 
segundo es una carta a don Joaquín Berto, escrita por el Rector de la Real Basílica y Archicofradía de los Santos Mauricio y Lázaro en 
Turín que, en parte confirma y en parte completa, el testimonio del anterior. El tercero procede de la Curia de Turín, y desentierra el 
asunto de las testimoniales. Todos a una concurren a ilustrar este episodio desde todo punto de vista, y ofrecen útiles elementos de juicio. 

Queridísimo don Joaquín Berto: 

Aquí tiene usted mi rápida respuesta. El reverendo Tarizzo, administrador de Rivara, pidió al Arzobispo que autorizase a celebrar y 
predicar a don Angel Rocca, sacerdote salesiano, natural de Rivara, y le pidió este favor porque los padres de don Angel habían 
manifestado el vivo deseo de participar todos los de la familia en aquella solemnidad, y el Arzobispo, al oír que aquel sacerdote ((373)) 
era salesiano, no quiso autorizarlo y persistió en su negativa. El reverendo Tarizzo tardó en comunicar la negativa del Arzobispo de no 
permitir celebrar y predicar en dicha solemnidad, a don Angel Rocca, y éste fue a Rivara algunos días antes de la solemnidad. El 
reverendo Tarizzo, temiendo un escándalo si manifestaba la negativa del Arzobispo, pensó dirigirse al reverendo Zucchi, Rector de la 
Basílica Magistral y le rogó se presentase al Arzobispado y le hiciera considerar el gran escándalo que podría haberse causado cuando él 
se encontrase en la dura necesidad de presentar la prohibición de celebrar a don Angel Rocca, que tiene óptimos parientes en Rivara, y 
que es conocido por todos como un sacerdote ejemplar. El caballero Zucchi, por hacer un favor, acudió al canónigo Chiuso, Secretario 
Arzobispal. Le hizo reflexionar sobre los desórdenes, que evidentemente sucederían en Rivara, y los escándalos y disgustos para el 
mismo Administrador; en conclusión acabó diciéndole que la población de Rivara no sabría darse a razón ante tal prohibición, después de 
haber acudido con tiempo a la Autoridad Arzobispal en favor de don Angel Rocca. El canónigo Chiuso pareció convencido de la 
necesidad de conceder la facultad pedida para don Angel y fue a ver al Arzobispo a su habitación; a los veinte minutos volvió y dijo que 
la respuesta era: que don Angel Rocca no hiciese ninguna función en Rivara y el canónigo Chiuso añadió que el Arzobispo no cedía con 
respecto a los sacerdotes de don Bosco. 
323 

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VOLUMEN XIII Página: 324 

Esto es lo que me contó el mismo reverendo Zucchi, rector de la Basílica Magistral, y puede decir a don Bosco que se sirva de ello 
como mejor le plazca, porque yo puedo afirmarlo siempre. 

Me encomiendo a las fervorosas oraciones del querido don Bosco y salúdele de todo corazón; espero verle pronto. Mientras tanto, 
dígale que no se olvide de lo que avisé a don Miguel Rúa, con relación a la circular secreta, y el párroco de Revigliasco que la leyó. 

Reciba con agrado los más sinceros y cordiales saludos, y ruegue mucho por quien se declara con todo aprecio suyo, 

Buttigliera de Asti, 1 de diciembre de 1877. 

Afectísimo
FELIX MELICA, pbro.


Rvmo. Señor: 

Acabo de recibir ahora mismo su apreciadísima con fecha de ayer, a la que me apresuro a contestar. El reverendo Tarizzo, 
administrador de la Parroquia de Rivara, me escribió en el mes de junio que en la fiesta patronal de san Juan era mayordomo el señor 
Rocca, padre de don Angel, y que le hubiera gustado, y estaba la cosa verdaderamente en su punto, que su hijo cantase la misa y 
predicara el panegírico del Santo; pero que, por tratarse de un sacerdote regular, se necesitaba el permiso ((374)) del señor Arzobispo, y 
me encargaba a mí que lo obtuviera. Como se trataba de una licencia que preveía difícil de obtener, escribí a vuelta de correo al Rvdo. 
Tarizzo, que sentía no poderle satisfacer, pues si el asunto era difícil para él, lo era mucho más para mí, y que de todos modos se dirigiese 
él mismo al señor Arzobispo. 

La víspera de san Juan volví a recibir carta del mismo, juntamente con otra dirigida al canónigo Chiuso, rogándome que yo se la 
entregara, suplicando al mismo tiempo el implorado favor. Llevé en seguida la carta al canónigo Chiuso y le rogué encarecidamente se 
dignara interponer sus buenos oficios ante Monseñor para obtener que la serenidad de tan entrañable fiesta de familia no quedara 
enturbiada, añadiendo cuanto supe decir para lograr el intento. El señor Canónigo acudió a Monseñor, estuvo con él unos diez minutos y 
volvió para decirme que se mantenía firme en la negativa y que lo sentía. También yo lo siento mucho, repliqué, pero el mensajero no 
tiene culpa. Haga el favor de darme por escrito esta respuesta negativa, para poderla enviar al Rvdo. Tarizzo en mi descargo. El se prestó 
a ello y aquel mismo día la hice llegar a manos del Rvdo. Tarizzo. 

Reciba, reverendísimo señor, mis respetos a una con los sentimientos de mi profundo aprecio y veneración, y créame 

Turín, a 4 de diciembre de 1877. 

Su afmo. y seguro servidor CARLOS ZUCCHI, Pbro. 

Rvmo. Señor: 

S. E. el señor Arzobispo me encarga escribir a V. S. lo que sigue, referente don Angel Rocca. 
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VOLUMEN XIII Página: 325 

Tanto don Miguel Rúa como V. S. afirmaron repetidas veces, en sus cartas, que, antes de recibir a algún individuo en la Congregación 
Salesiana, se habían pedido a Monseñor las testimoniales. Ahora bien, don Angel Rocca es precisamente uno de ésos de los que, por 
haber sido expulsado del Seminario Metropolitano, y, sin embargo, recibido en dicha Congregación, hubo de dar el Arzobispo tan graves 
y repetidas quejas. V. S. escribía en su carta de 29 de mayo de 1873 con respecto a don Angel Rocca: «El clérigo Rocca no está aceptado 
no como miembro de nuestra Congregación, ni como seminarista de la diócesis, sino únicamente para pasar unas semanas de 
convalecencia en el colegio de Lanzo. Le fue permitido esto con la expresa condición de que llevase consigo un permiso escrito de su 
Superior eclesiástico». Por otra parte, desde el momento en que un seminarista merece la expulsión del Seminario ciertamente no es 
digno de una Congregación religiosa. Esta fue siempre la regla seguida hasta ahora, no solamente para los seminaristas de la 
Archidiócesis de Turín, sino de todas las demás diócesis. 

Después de estas declaraciones de V. S., suponía el Arzobispo con todo derecho ((375)) que el joven Rocca había salido 
definitivamente de las casas de los salesianos, cuando, con gran estupor suyo, se entera de que es sacerdote, ordenado no sabe por quién, 
y que, pensando tener privilegio no sólo del oratorio privado, sino del altar portátil a manera de Obispo, celebra la santa misa en su casa 
de Rivara. 

Monseñor no puede dejar de manifestar nuevas, gravísimas y continuas quejas contra esta forma de actuar tan evidentemente anormal. 

Con el máximo aprecio, soy de V. S. Rvma. 

Su seguro servidor FRANCISCO MAFFEI, Teólogo 
prosecr. arzobispal 

Hasta el 9 de noviembre se sabía en la Curia que don Angel Rocca había salido del seminario de Turín «sin conocimiento de nadie» 1; 
por el contrario, el 4 de diciembre y desde la misma Curia, se escribe que don Angel Rocca fue expulsado del Seminario. Aquí la 
contradicción es evidente. Pero nos parece lícito suponer que la segunda aserción se debe atribuir a erróneas informaciones tomadas 
después de la primera, como, por ejemplo, muy bien puede creerse que la súplica para las testimoniales no fue entregada a Monseñor por 
personas que lo rodeaban 2. 

1 Carta del prosecretario teólogo Maffei a don Miguel Rúa, Turín, 9 de noviembre de 1877. Esto coincide con la ya referida afirmación 
de don Angel Rocca que él se había marchado del Seminario ipso invito, esto es, contra la voluntad del Arzobispo. 

2 El M. R. don Angel Rocca, interpelado que fue por nosotros, acerca de las testimoniales, nos escribe: 

Queridísimo D. C. 1: 

Recuerdo todavía y muy bien cuando el B. don Bosco, habiéndome yo decidido a entrar en la Congregación, me mandó pedir a 
monseñor Gastaldi las necesarias testimoniales. No habiendo 

1 Entiendo que este D. C. se refiere al autor don Eugenio Ceria; basta ver la fecha de la carta. (N. del T.) 

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((376)) También el párroco de Rivara había escrito; pero su carta se extravió. Por eso el 26 de diciembre volvió a escribir a don Bosco: 

...El celosísimo sacerdote Rocca, rogado por mí que aceptara el panegírico en honor de san Juan, titular de la parroquia, sin parar 
mientes en aquel momento en lo que tenemos dispuesto en nuestro añalejo, aceptó; pero, avisado por un compañero mío, que había visto 
la aceptación, escribí en seguida a la Curia Arzobispal pidiendo la autorización impuesta, que no pude obtener. Dicho sacerdote fue de 
nuevo a Rivara para pasar algunos días en compañía de sus piadosos padres, y al enterarse él mismo de lo dispuesto en el añalejo, no me 
pidió siquiera celebrar la santa misa. Aquí tiene usted el hecho exacto. 

Librémonos ya de este enojoso asunto con la última observación. El altar del oratorio privado de don Angel Rocca era antiguo, decente 
y totalmente de acuerdo con las rúbricas. Aunque no le faltaba nada de lo necesario, sin embargo, ya ninguno hacía caso de él. Don Angel 
Rocca le devolvió su honor volviendo a celebrar en él la misa, después de quién sabe cuántos años que ninguno lo había hecho 1. 

La madeja ya bastante enredada, se enmarañó todavía más. En los primeros días de diciembre, editada por la tipografía Camilla y 
Bartolero, apareció una Carta sobre el Arzobispo de Turín y la Congregación de San Francisco de Sales. El subtítulo Algo de luz indicaba 
su fin, que era el de ilustrar a los lectores sobre el opúsculo anónimo del mes de febrero. También éste era anónimo y consistía en una 
carta dirigida a un Vicario anónimo; en el lugar de la firma, leíase: Un antiguo alumno del Oratorio, que se honra en poderse llamar 
COOPERADOR SALESIANO. 

recibido contestación a mi petición hablé yo mismo de ello de viva voz (estábamos a últimos de octubre de 1873 con el Rector del 
Seminario Rvdo. Soldati, el cual me dijo interpelaría al Arzobispo. Volví a hablar con él, al día siguiente, y me contestó estas palabras 
textuales: 

-El señor Arzobispo nunca le dará las testimoniales, porque usted no debía dejar el seminario 

íBonita y sabia razón! Y note que yo había salido del Seminario por motivos de salud y con permiso del Superior. Fue preciso que don 
Bosco las obtuviese directamente de Roma. Tuve, después, otros líos por haber celebrado la santa misa en una capilla de familia. Esto por 
una mala inteligencia, y no en absoluto por contradecir sus órdenes. Dos años después, sin dificultad alguna, me concedió el celebret 
escrito todo él de su puño y letra. Si hace falta algo más, escríbame 

Le saludo cordialmente. Memento mei. 

Cuorgné, 4 de marzo de 1931 

Afmo hermano 

A. M. ROCCA 
1 Carta de don Angel Rocca a don Joaquín Berto, 29 de diciembre de 1877. 
326 

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Comenzaba así: «En el invierno pasado había oído hablar de un opúsculo escrito por S. E. R. Monseñor Lorenzo Gastaldi, sobre la 
Congregación Salesiana; pero no pude tenerlo en mis manos hasta ahora, cuando V. S. M. Rvda. se dignó regalármelo. Se lo agradezco de 
corazón, tanto más cuanto que, como usted me asegura, es de procedencia auténtica, habiéndolo recibido de manos de Monseñor mismo. 
Lo he leído con ansiedad, y como soy uno de los ((377)) más antiguos alumnos del Oratorio Salesiano, creo que puedo juzgar a 
conciencia sobre la realidad de la cosas que en él se exponen y dar a usted las aclaraciones que me pide». 

No se puede afirmar que los hechos expuestos fueran falsos, pero la acrimonia e irreverencia de la forma malograban el contenido. Se 
enviaron ejemplares a muchos párrocos y a las personas que el autor pensaba que se interesaban por las cosas de don Bosco. Lo 
recibieron también muchos superiores salesianos, pero todos los salesianos desaprobaron especialmente los últimos párrafos. Monseñor 
se dio por ofendido y mandó escribir a don Bosco que aquel impreso contenía «una serie de mentiras e inexactitudes contra la Sagrada 
persona de S. E. Rvma. el señor Arzobispo de Turín» y que, por consiguiente, se invitaba a don Bosco y, en su ausencia, a don Miguel 
Rúa, a declarar, antes del 15, que ellos condenaban y censuraban o rechazaban aquel escrito. 

«Transcurrido el 15 de diciembre, concluía el prosecretario, sin que llegase al palacio arzobispal esta declaración... Monseñor hará 
cuanto estime conveniente al decoro de su autoridad». 

Esta carta tenía fecha del 5. El día 6 terminaba don Bosco, con la ayuda de su fiel secretario, de preparar la lista de favores que le había 
concedido la Santa Sede y, según órdenes del cardenal Ferrieri, la envió a Roma con la siguiente presentación: 

Eminencia Reverendísima: 

Tengo el honor de presentar a V. E. Rvma. una copia auténtica de todos los favores espirituales y privilegios concedidos por la Santa 
Sede a la humilde Congregación de San Francisco de Sales. Para facilitar la lectura de algunos los he mandado impresos en los relativos 
libritos de los que se ha unido un ejemplar. Me ha parecido inútil transcribir algunos que eran pasajeros, cuya fecha ya ha caducado. Pero, 
si hace falta otro escrito o aclaración, me considero afortunado de poderlo hacer prontamente. 

Siento que tendré que causar muy pronto molestias a V. E. Rvma. Nuestro Arzobispo había admitido ya a nuestros clérigos para las 
próximas ordenaciones sagradas. Hoy ha hecho comunicar que no nos admitirá ningún salesiano, pero sin dar de ello razón alguna. 
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Fin de Página 327 


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((378)) Pido a Dios conserve a V. E. para bien de la Iglesia y apoyo de nuestra Congregación, al tiempo que, con profunda gratitud, le 
saludo y me profeso de V. E. Rvma. 

Turín, 6 de diciembre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Celebrada después la fiesta de la Inmaculada, que solía darle siempre mucho quehacer, especialmente por las confesiones, don Bosco 
escribió al Arzobispo acerca de la carta anónima y en forma reservada. 

Excelencia Reverendísima: 

Anteayer llegó por correo también 1 una hoja impresa a uno de esta casa, que inmediatamente me entregó y se refería a un impreso de 
fecha muy anterior 2, pero concerniente a la Congregación de San Francisco de Sales. No es para dicho con cuánto disgusto lo he leído y 
con cuánto desagrado. Pues siempre he aborrecido y detestado la defensa por medio de la prensa pública. 

Yo, por tanto, puedo asegurar a V. E. Rvma. que: 

1.° He ignorado e ignoro todavía quién la haya compuesto o quién la ha puesto por escrito. 

2.° No he tomado parte en ello ni con la imprenta, ni con la autografía, litografía o escritura a mano, ni por mí, ni por otros 
dependientes de mí. 

3.° Me disgusta mucho y censuro la manera indecorosa con que se habla de V. E., y, como ya he tenido el honor de escribir a V. E., 
nunca usaré estos medios ruines para hacer valer razón alguna, especialmente ahora, cuando V. E. denunció el litigio al Padre Santo, juez 
supremo de las controversias eclesiásticas, al que de antemano me someto de buen grado y humildemente. 

Pero ruego a V. E. advierta, sea quien fuere el que se firma Cooperador Salesiano, no parece sea él quien dio publicidad a su carta, sino 
el párroco que le envió el primero y el segundo impreso 3. 

Me afianzo por último en no mandar imprimir nada sobre este ((379)) asunto, por la simple razón de que algunos enemigos míos y de 

V. E. esperan ansiosos este pretexto para pasar a otras más insolentes publicaciones. Pero convénzase V. E. de que en los salesianos 
nunca hallará enemigos, sino unos pobres individuos que hacen cuanto pueden por el bien de esta diócesis, a pesar de verse a menudo 
obstaculizados por las dificultades que se les ponen. 
1 Este «también» hay que referirlo a la frase «a uno de esta casa», que viene después. 

2 El opúsculo anónimo del Arzobispo. 

3 En efecto parece que esto puede deducirse de la posdata siguiente: 
«Estaba yo por cerrar la presente, cuando recibí un segundo opúsculo titulado: El Arzobispo de Turín y la Congregación de San Francisco 
de Sales, etc. Le doy las más cordiales gracias y cuanto antes le contestaré». 

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Por mi parte siempre me consideraré dichoso de poderme profesar con respeto y gran veneración, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 9 de diciembre de 1877. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


El Beato había prometido a los novicios ir a comer con ellos, cuando todos hubiesen recibido la sotana. Los últimos la recibieron la 
víspera de la Inmaculada; pero no pudo cumplir la palabra en aquella solemnidad, porque tenía muchos invitados a su mesa. Fue al día 
siguiente, después de enviar su Reservada al Arzobispo. El día 10 recibió la respuesta: Monseñor no había quedado satisfecho. 

Rvmo. Señor: 

S. E. Rvma. el señor Arzobispo me encarga escribir a V. S. para informarle de que recibió su carta con fecha 9 de los corrientes, y 
añadir que V. S. está estrechísimamente obligado a publicar en la Unità Cattolica o en el Emporio, lo antes posible, una enérgica protesta 
firmada por V. S. en la que, en nombre suyo y de toda la Congregación Salesiana, condene y rechace lo escrito en ese libelo infamatorio, 
ampliamente difundido por Turín, por la diócesis y fuera de ella. 
Con todo el aprecio que se le debe, soy de V. S. Rvma. 

Turín, 10 de diciembre de 1877. 

Su seguro servidor FRANCISCO MAFFEI, Teólogo 
Prosecret. arzobispal 

Durante todo el día 10 y el 11 estuvo don Bosco ocupadísimo con las sesiones del Capítulo Superior. Había que dar el último toque a 
los trabajos del Capítulo General, según el decreto que conocemos, antes de que el tiempo ofuscara su memoria; había que releer todas las 
actas, repasar todos los artículos, ordenarlo ((380)) todo. El día 12 respondió al Arzobispo en estos términos para la última comunicación 
de la Curia: 

Excelencia Rvma.: 

La carta que se me escribió anteayer por orden de V. E. me ha hecho reflexionar mucho. Deseo vivamente complacerle y, por otra parte, 
no quisiera comprometer a la pobre Congregación Salesiana ante las Congregaciones de Roma. Por tanto, ruego a V. E. tenga la bondad 
de decirme, aparte la manera indecorosa, qué es lo que yo estoy obligado estrictamente a rechazar y condenar. 

Repito aquí que yo no tuve parte alguna en la conocida hoja impresa, y que ni 

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yo, ni la Congregación Salesiana, quieren cargar con responsabilidad alguna. Me duele mucho dar nueva publicidad que parece provocará 
nuevos impresos. 

Sin embargo, obedezco e imprimiré lo que se diga que es erróneo y que, por consiguiente, se debe desdecir y condenar. 

Le aseguro también que nunca he tenido ni tengo animosidad alguna hacia V. S. y que considero una gloria para mí poderme profesar 
de V. E. Rvma. 

Turín, 12 de diciembre de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El Arzobispo ya no contestó. Pero, el día 12, por la tarde, el canónigo Chiaverotti pidió que fueran a la Curia los dos clérigos Amerio y 
Bonora, les presentó la carta del así llamado Cooperador Salesiano y quiso que firmaran la fórmula añadida a ella, de puño y letra de 
Monseñor: «Yo condeno todo lo que en ésta se contiene». Una de dos, o firmar o renunciar a recibir las órdenes. Los dos clérigos, que no 
sólo no habían leído la carta, sino que ni habían oído hablar de ella, quedaron atónitos y pidieron leerla. Pasmados con aquella lectura, 
respondieron que no sabían nada de nada y que, antes de hacer declaraciones, tenían el deber de hablar con el propio Superior, dispuestos 
a hacer lo que él dijese. Con su negativa arriesgaron su ordenación, pero, entre el decir y el hacer había de por medio motivos de 
prudencia por parte del Ordinario. 

((381)) Muchos lectores podrán creer una ignorancia afectada la de los dos clérigos, y les parecerá imposible que hubiese en el Oratorio 
salesianos desconocedores de los últimos acontecimientos. Y, sin embargo, hemos de decir que ésa era la pura verdad; dentro de casa se 
desconocían realmente estas intrigas. En efecto, don José Vespignani, que mantenía continuos contactos con los superiores de la casa, lo 
mismo que una gran mayoría de los hermanos, en los despachos, en la mesa y durante los recreos, tuvo tan poco conocimiento del caso 
que, interrogado por nosotros sobre el asunto de don Juan Perenchio y de las misas y sobre la suspensión de don José Lazzero, nos 
aseguró, con su extrañeza y la nuestra, que era la primera vez que oía hablar de ello. Esto procedía de la extremada reserva de don Bosco 
y del absoluto dominio que tenía de sí mismo 1. 

1 Uno de los que recibieron por correo la carta anónima que don Francisco Giacomelli. Se dio prisa por llevarla a don Bosco 
desaprobándola; también la desaprobó el Beato y a un fulano, que quería defenderla, le impuso silencio (Positio super virt. Summ., n.° v, 
& 496). 
330 

Fin de Página 330 


VOLUMEN XIII Página: 331 

Don Bosco había determinado salir para Roma el 15 de diciembre, le movía a ello el deseo de encontrar un arreglo con el Arzobispo, 
pero un asunto imprevisto le indujo a diferir el viaje. Aquel día, inmediatamente después de la comida, vio entrar en el comedor al 
teólogo Margotti con el conde de Castagnetto, antiguo ministro de Estado y senador del Reino. El viejo gentilhombre manifestaba tanto 
deseo por encontrarse con don Bosco que, habiéndole dicho equivocadamente alguno que había ido a comer con el párroco de la 
Crocetta, contestó: 

-íPaciencia! Iré a encontrarme allí con él. 

Iba nada menos que de parte del Arzobispo, el cual deseaba que fuera don Bosco a él para arreglar amistosamente toda controversia. 
El teólogo se regocijaba de ello, confiando firmemente en un próximo acuerdo, pero don Bosco, agudo observador, comprendió al punto 
por las palabras del Conde que Monseñor comenzaba aquellas gestiones de modo que se diera largas al asunto. Sin embargo, no puso 
obstáculos, tanto es así que aceptó en seguida la invitación, suspendió la salida y fue dos veces a conferenciar con el Arzobispo. Pero se 
dio cuenta todavía mejor de ((382)) que había que estar alerta, pues Monseñor se ingeniaba por sondear los deseos e intenciones de don 
Bosco y quería descubrir con qué intentos se disponía a tratar la causa en Roma. 

En su visita del día 15, se había ofrecido el conde de Castagnetto a hacer de intermediario para todo lo que fuera necesario. Hombre 
culto, conocedor del mundo y excelente católico, quiso primero oír bien todo lo que había pasado entre las dos partes, después, llegado el 
momento oportuno, aceptó el encargo de don Bosco de continuar las gestiones con plenos poderes y le pidió que le entregara una protesta 
escrita contra el impreso anónimo. El Siervo de Dios puso sólo dos condiciones: que el Arzobispo considerase a la Congregación 
Salesiana como a las demás de la ciudad y que, para demostrar públicamente el término de las desavenencias, fuera a celebrar una misa o 
a presidir alguna función religiosa en la iglesia de María Auxiliadora. Nosotros no añadimos nada, ofrecemos sencillamente a los lectores 
dos documentos que lo dicen todo. El primero es una carta de don Bosco al Conde, escrita la víspera de su viaje a Roma. 

Benemérito señor Conde: 

He diferido hasta mañana mi viaje a Roma para esperar el efecto de sus buenos oficios ante S. E. Rvma., nuestro siempre veneradísimo 
Arzobispo. Usted ha podido ver cuán grande era mi deseo de llegar a un arreglo. Ahora me entero, con sumo pesar, de que sus hábiles 
diligencias resultaron inútiles. Paciencia. También en esto es forzoso adorar las disposiciones del cielo. El encontrarme al frente de una 
Congregación, 
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a la que se niegan las sagradas órdenes a unos, la facultad de predicar a otros, la de confesar y aun de celebrar misa a algunos, me ponen 
en la necesidad de acudir al legítimo y absoluto Superior para que me dé instrucciones y consejos. 

Si, por acaso, puede usted ver todavía a S. E. el señor Arzobispo le ruego le asegure que yo no voy para acusar, sino únicamente para 
contestar a las reclamaciones que su misma Excelencia ha juzgado tener que hacer a la Augusta Persona de Su Santidad. 

Le agradezco especialmente la molestia que se ha dignado tomarse para esta pobre Congregación, que no dejará de pedir a Dios ((383)) 
que derrame copiosas bendiciones sobre usted y sobre toda su familia. 

Usted fue siempre un insigne bienhechor nuestro; siga dispensándonos su benevolencia, especialmente rezando para que la misericordia 
de Dios nos ayude a apartar los obstáculos que se oponen a la salvación de las almas. 

Con profunda gratitud tengo el alto honor de poderme profesar. 

Turín, 17 de diciembre de 1877. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


El ilustre patricio turinés ya no había podido conferenciar con don Bosco sobre el resultado de su mediación; pero el Beato, que 
necesitaba una relación por escrito, hizo que se lo pidieran y obtuvo la siguiente respuesta: 

Muy Rvdo. y venerado don Bosco: 

Después de las conversaciones que sostuve con V. S. Rvda., en torno a las desagradables desaveniencias con el señor Arzobispo y 
especialmente sobre la carta anónima del Cooperador Salesiano, fui a ver a S. E., después de pedirle la hora más cómoda para recibirme. 

Expuse el resumen de nuestra conversación, y el vivo deseo de don Bosco de estar en armonía con su Superior eclesiástico, con quien le 
unían tantos recuerdos, que él no podía dejar de ver las graves consecuencias que podían seguirse para su Congregación de esta disensión, 
y también el doloroso efecto en la opinión pública. 

Después de esto, presenté a Monseñor el proyectado artículo destinado a ser publicado en la Unità, añadiendo que yo tenía plena 
confianza en que el teólogo Margotti se apresuraría a publicarlo. 

El Arzobispo leyó una y otra vez el proyectado artículo, después me dijo: -Don Bosco hubiera debido adoptar la fórmula muy breve que 
hace días le había transmitido yo, sin necesidad de extenderse en esta larga declaración. Aquí se desdice la forma del escrito anónimo, 
tachándolo de indecoroso e inconveniente, pero no se condena la sustancia de los hechos imputados; aquí don Bosco no menciona la 
desaprobación de sus dependientes. 

Entonces le dije a Monseñor que, puesto que él me había autorizado para tomar parte en esta discusión, me permitiese hablar con 
libertad. 

Que yo veía, en el propuesto artículo, una desaprobación suficiente y que una declaración como ésta, hecha por el Superior, debía 
extenderse a todos sus dependientes de la Congregación. 

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((384)) Que reflexionara S. E. en la dificultad de los tiempos y el deseo de los malvados de ver una discordia en el clero. 

Que nunca fue tan grande la necesidad de la unidad y que un conflicto entre el Arzobispo y un eclesiástico, tan benemérito de la Iglesia 
como el reverendo don Bosco, daba pábulo a la prensa irreligiosa y producía deplorables consecuencias. Que yo habría deseado se 
borrase la memoria de estas cuestiones con un amistoso acuerdo, y que Monseñor fuese el protector de la Congregación, y se personase 
en ella en uno de los próximos domingos a celebrar y bendecirla en el Oratorio. 

A todo me respondió que aún no había llegado el momento para ello y que le correspondía a él determinar el tiempo y la manera, y que, 
mientras tanto, había todavía muchas cosas que arreglar. 

Añadió S. E. que redactaría él mismo un borrador del artículo y me lo comunicaría. 

Por la tarde misma de nuestro coloquio estaba yo aguardando este escrito, cuando recibí un sobre del señor Arzobispo en el que 
devolvía el proyectado artículo de don Bosco y junto con él la tarjeta de visita anexa con los cumplidos de rigor 1. Comprendí que ya no 
tenía que intervenir en este asunto, y ahora, a petición del sobrino y amigo, conde Cays, hago esta relación al venerado don Bosco, 
saludándolo distinguidamente, y encomendándome a sus oraciones, de un modo particular a mi querida esposa gravemente enferma. 

Respetuosamente y con afectuosa consideración, 

Turín, 23 de diciembre de 1877. 

Atto. y s. s.
CONDE DE CASTAGNETTO


El «artículo de don Bosco», mencionado por el Conde, era la siguiente declaración, que, previo consentimiento de S. E., se habría 
debido publicar en los diarios católicos; pero, rotas las negociaciones, apareció en el Boletín Salesiano. 

DECLARACION 

Hace algunos días que se difundió un impreso anónimo, sin fecha de tiempo y lugar, firmado únicamente por un Cooperador Salesiano, 
que con el pretexto de responder a anteriores escritos del Rvmo. señor Arzobispo de Turín se entremete a hablar de hechos concernientes 
al mismo ((385)) Rvmo. Arzobispo y a la Congregación de San Francisco de Sales. Reacio a bajar al campo de la publicidad, me habría 
abstenido en absoluto, de no haber temido que, con mi silencio, pareciera que casi aprobaba las indecorosas expresiones y la manera 
inconveniente empleadas en aquel escrito contra la persona misma del venerado Arzobispo de esta diócesis, a quien profeso 
personalmente y como eclesiástico la más profunda y sincera veneración. En segundo lugar recurro a la publicidad para declarar, de la 
manera más explícita, que 

1 He aquí la tarjeta de visita: 

LORENZO GASTALDI, ARZOBISPO DE TURIN, presenta a S. E. el conde de Castagnetto, ministro del Estado, sus respetos y 
augurios. 

Fin de Página 333 


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aquella hoja fue impresa sin mi conocimiento en absoluto, y que ignoro totalmente quién es el autor y, en consecuencia, rechazo 
formalmente toda responsabilidad, tanto por mi parte, como por la de mis subordinados, así en cuanto a la impresión, como en cuanto a 
su difusión. 

Debo, por fin, recurrir a la publicación de esta mi protesta, para poder declarar al anónimo y desconocido autor que yo deploro la 
defensa que no fue solicitada, y que como aborrezco la discusión pública de hechos que no atañen al público, tampoco admito ninguna 
otra publicación, cualquiera que ella sea, a este propósito. 

Ojalá pueda esta mi declaración detener el efecto de aquel indecoroso impreso y hacer constar el obsequioso respeto que siempre he 
guardado, y tengo firme propósito de guardar an a los salesianos el camino en todas direcciones a través de América del Sur, partiendo 
sucesivamente de Argentina, hacia Chile y Bolivia; y del Uruguay, hacia Paraguay y Brasil, centro de irradiación para las misiones de 
Mattogrosso, Amazonas y Río Negro. Las dos primeras fundaciones del río de la Plata dieron después también el elemento para las 
fundaciones del Ecuador, Colombia y repúblicas colindantes». Es, en una palabra, la historia del grano de mostaza, que se renueva 
continuamente en la Iglesia. 

Bajo la alta dirección de don Juan Cagliero y la guía inmediata de don ra parte, ya se ha manifestado siempre constante y 
admirablemente en todas sus obras. La calma, la prudencia, la discreción, la dignidad, la parsimonia de sus palabras impresionan las 
almas serias y sobre todo contrastan con la inquietud, agitación y diatribas de M. A.» 2. 

El 18 de diciembre salió don Bosco para Roma. Le seguiremos más adelante en la ciudad eterna, donde la Providencia lo llevaba a ser, 
no sólo espectador, sino actor en grandes ((386)) acontecimientos. Pero no podemos cerrar este capítulo, sin narrar los últimos sucesos de 
Turín, que fueron el epílogo local del gran debate. 

Por voluntad de Monseñor, los canónigos de la Metropolitana tuvieron dos reuniones. En la primera, del 17 de diciembre, sólo tomaron 
parte los canónigos efectivos. Se propuso en ella firmar una declaración de protesta contra la carta anónima y enviarla al Arzobispo. Se 
quería hacer creer, y también hacer constar en la protesta, que la carta anónima había sido publicada por don Bosco; pero se levantaron 
fuertes opositores, entre ellos los canónigos Ortalda y Peinetti, que defendieron a don Bosco contra semejante acusación. En 
consecuencia se rehizo y mitigó la declaración, ya preparada y formulada en todos sus pormenores, suprimiendo aquella incriminación. 
Sometida a votación 

1 Carta a don Bosco, Turín, 20 de enero de 1878. 

2 M. A.: forma abreviada italiana, y de reserva epistolar, para indicar Monseñor Arzobispo. (N. del T.) 
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la conveniencia de enviar al Arzobispo la protesta, resultó con la mínima mayoría de un solo voto. Firmaron únicamente el Vicario 
General Zappata, que presidía, y el canónigo Pelletta, como secretario capitular. Habían creído los canónigos que habían hecho un acto 
privado; ícuál no fue, por tanto, la sorpresa de la mayoría al ver publicada la protesta en el Emporio Popolare del día 20! 1. 

Esta publicación fue la chispa que causó el incendio. El impreso anónimo, conocido hasta entonces por muy pocos, fue rebuscado, leído 
y convertido en blanco de los comentarios de los diarios de todos los colores, en los que se insinuaba que el escrito en cuestión había 
salido de la pluma de un salesiano 2. Algunos jóvenes que habían estado en el Oratorio, querían que se contestase y se defendiese a don 
Bosco en la prensa, dispuestos a dar su firma; pero se les hizo desistir de su intento. Algunos párrocos, en el caso de que se celebrase un 
acto público que pudiera dejar en mal lugar a don Bosco, habían determinado firmar una súplica a Su Santidad, invocando su 
intervención. El canónigo Chiuso lanzó sus censuras contra la Unidad Católica, que no había publicado la protesta capitular; pero el 
teólogo Margotti envió al abate Scolari para contestar: ((387)) 1.°, que no publicaría ninguna protesta, porque con ello aumentaría el 
escándalo; 2.°, que el Padre Santo leía o se hacía leer diariamente L'Unità Cattolica, y, por tanto, no quería entristecerlo, a su edad, con 
semejantes narraciones. El canónigo Soldati había hecho firmar una alocución a los seminaristas y otra a unos pocos sacerdotes del 
Santuario de la Consolación con la intención de publicarlas; pero no se atrevió por miedo a quedarse solo 3. El teólogo Tresso, vicario de 
Lanzo, fue llamado ad audiendum verbum, porque se le acusaba de ser el Vicario, a quien había sido enviada la carta anónima. Paró 
estupendamente el golpe, pero, solicitado para hacer firmar a los sacerdotes de su jurisdicción una declaración, se zafó bonitamente. En 
fin, la cuestión levantaba ruido por todas partes. 

Reanudemos ahora la crónica de las reuniones para concertar criterios. El 17 de diciembre se reunieron de nuevo los canónigos. Se 
propuso firmar una instancia al Papa, pidiéndole que condenara a don Bosco y a la Congregación Salesiana. La mayoría no quiso darse 
por enterada de ello. Nació de ahí una ligera discusión, que duró mucho tiempo. Por fin, se acordó enviar una carta de felicitación al 
Padre Santo, rogándole se dignase adelantar una palabra de paz entre el 

1 Carta de don Miguel Rúa a don Bosco, Turín, 6 de enero de 1878. 

2 Véase Apéndice, doc. n.° 30. 

3 Carta de don Juan Anfossi a don Joaquín Berto, diciembre de 1877. 
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Arzobispo y don Bosco, y así se hizo. Acabóse de firmar aquella carta el 22 de diciembre, día en que había de ser enviada a Roma. La 
firmaron también los canónigos honorarios, pero no había en ella nada hostil contra don Bosco y los salesianos. Mas, como se remitió al 
canónigo Zappata y éste al canónigo Chiuso, surgió la duda de si había sido enviada o no 1. Lo cierto es que no se supo más de ella, a 
pesar de haberse hecho todas las indagaciones posibles para descubrir la verdad. 

También los párrocos de la ciudad se reunieron en cabildo el 21 de diciembre, invitados a seguir el ejemplo del Cabildo Metropolitano. 
De los veintidós que eran, acudieron sólo catorce. Después ((388)) de hablar a favor y en contra, pasaron a votación la conveniencia de 
hacer o no hacer una protesta. Siete dieron el sí, y siete el no. También aquí la protesta ya preparada quedóse bajo el pisapapeles del 
presidente, en cuya casa se había celebrado la reunión 2. «La votación de los párrocos, escribió el teólogo Bertagna 3, ha sido un 
cañonazo para echar por tierra todas las máquinas que se habían emplazado para destruir el efecto de la carta al Vicario». Distinguióse en 
la defensa de don Bosco el teólogo Reviglio, párroco de San Agustín. Así que lo supo don Bosco, le dio paternalmente las gracias. 

Queridísimo Reviglio: 

Desde diversas fuentes, se me comunica el congreso de los párrocos turineses del 20 (sic) del mes corriente. Has hablado en favor de tu 
papá y te lo agradezco. Fue también providencial para el Arzobispo que la cosa haya resultado así, pues lo contenido en esta hoja ha sido 
previamente denunciado por el mismo Arzobispo al Padre Santo y a la Congregación de Obispos y Regulares. Y, causa vertente (en el 
transcurso de la causa) el parecer público de los párrocos turineses hubiera obstaculizado no poco las cosas sometidas a juicio. Este es el 
parecer de un alto personaje, que ya ha recibido comunicación de la reunión del Cabildo y del de los párrocos. Yo desearía mucho que 
alguno advirtiese las falsedades impresas en aquella hoja. Si tú me das un informe detallado de la intimación de la reunión, y de la 
materia tratada con todos sus detalles, me harás un verdadero favor. 

El Padre Santo comenzó a levantarse de la cama ayer. Fue una gran fiesta para toda Roma. Sin embargo, está decrépito por la edad, el 
trabajo y los achaques. Guárdenos Dios todavía este precioso tesoro. 

Felices fiestas de Navidad, reza por mí, que seré siempre en Jesucristo. 

Roma, Santas Navidades, 1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Carta citada por don Miguel Rúa. 

2 Carta de don Juan Bonetti a don Bosco; Turín, 22 diciembre, 1877. 

3 Carta a don Joaquín Berto, 2 enero de 1878. 
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P. D. Nótese que el famoso impreso fue reconocido por cuatro opúsculos de M (onseñor) A (rzobispo) 1, y que, si alguno no se hubiese 
opuesto, hubiera añadido un quinto contra la Sagrada Congregación de los Breves. »Habrá que maravillarse si se publica algo en contra? 
((389)) El teólogo, conmovido ante la bondad de don Bosco, le informó detalladamente sobre la sesión. 

Rvmo. Padre y amadísimo don Bosco: 

En vano intentaría expresar la inmensa alegría que experimenté al recibir la preciosa carta de V. S. Ilma. y Rvma. íVer aquella escritura, 
que me recuerda a mi insigne bienhechor y ternísimo Padre, leer que yo había hecho algo grato al Rvdo. don Bosco, a quien siempre llevo 
en la mente, en los labios y en el corazón, me conmovió profundamente! La leí varias veces, besé repetidamente aquella carta escrita por 
la mano bendita, que, con tanta abundancia, derramó sobre mí, pobre, abandonado e infeliz por todo concepto, los tesoros de la más 
generosa beneficencia y de su entrañable amor. Pero me dio un sobresalto el corazón y se ruborizó mi rostro, al leer aquella expresión: 
-Te lo agradezco. íMi amadísimo don Bosco, darme las gracias a mí, que todo se lo debo a usted, después de Dios, que sin usted yo 
habría sido el más desventurado de los mortales! íDarme las gracias por un acto que yo debía, no sólo por agradecimiento, sino por la más 
rigurosa justicia! íEsto me confunde y me cubre la cara de rubor! Le ruego que no me dé jamás las gracias, sino sólo que me mande. 
Mientras tanto, freno mis afectos para informar a V. S. de cuanto ansía conocer. 

El cabildo de párrocos de Turín no fue espontáneo en absoluto. El mismo cura párroco de San Francisco de Paula, que, por su 
antigüedad, nos convocó en su casa, declaró varias veces que había sido forzado a ello; y cuando nos dirigió la palabra diciendo: 
«-Ustedes sabrán la finalidad de nuestra reunión», se contestó unánimemente que no se sabía nada en absoluto. Se cree, pues, que haya 
sido el mismo Arzobispo quien manifestara el deseo a algún canónigo de tener en esta ocasión una demostración de aprecio y condolencia 
para valerse de ella a su favor. 

Algunos párrocos, pesarosos todavía por haber sido pillados de improviso en la primera llamada, expresaron su resolución de no tomar 
parte en adelante en reunión alguna, sin que antes se dé cuenta del asunto y se proceda por votación secreta. Otros, previendo lo que 
realmente sucedió, no quisieron acudir a la reunión. Los presentes fueron catorce. 

Se les propuso a éstos seguir el ejemplo del Cabildo Metropolitano y presentar a Monseñor la participación que se tomaba en el dolor 
ocasionado por aquel escrito anónimo, que daba vueltas por la ciudad, y que se reprobaba la manera con que había sido tratado. Pero, se 
observó que los párrocos no podían limitarse a la forma, sin entrar en lo intrínseco del escrito, como se podía deducir del llamamiento 
Capitular, y que de esto no podían ser jueces los párrocos; que los hechos citados por el anónimo habían sido elevados al supremo juicio 
de Roma, y que, por consiguiente, no nos estaba permitido a nosotros adelantarnos a la sentencia, que no convenía, en los malos tiempos 
que corren, estimular a los malvados para hablar mal y hacer publicidades 

1 Por los «cuatro opúsculos», se entienden cuatro impresos enviados por S. E. a Roma, de los que don Bosco dirá dentro de poco que 
resultaban más bien en defensa de la Congregación. 
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escandalosas, lo que se hubo de ((390)) deplorar desgraciadamente tan pronto como apareció en los diarios el llamamiento de los 
canónigos, que la Congregación Salesiana había sido aprobada por el Padre Santo y, por tanto, había que respetarla, se desmintió la 
calumnia de que don Bosco hubiera aprobado la carta anónima, y, tras una animada discusión, se concluyó proceder a votación secreta, si 
convenía o no, imitar el ejemplo de los canónigos. Hubo siete votos por el Sí, y siete por el No; y, por tanto, no se procedió a ninguna 
clase de manifestación por parte de los párrocos. Pero nótese que si la mayoría hubiese estado por el Sí, no se habría dicho una palabra 
nada más que sobre la manera empleada por el anónimo, lo cual no podía ayudar mucho al señor Arzobispo. 

Mas, de las conversaciones tenidas por los organismos dependientes del Arzobispo fue fácil descubrir que cualquier norma nuestra 
habría sido recibida por él e interpretada por todos como un juicio de condenación de don Bosco. Es igualmente cierto que, aun cuando 
no hubiese estado ausente ningún párroco, la mayoría habría sido negativa. Yo, sin duda, dije cuanto podía y sabía, pero quienes más se 
distinguieron fueron el teólogo Arpino y el párroco del Carmen, con quien yo me había entendido de antemano. Por lo que supe, el 
comportamiento de los párrocos mereció la aprobación de todos. 

Ahora ya no hace falta impugnar lo que dijeron los canónigos, pues se supo que, también entre ellos, hubo quienes opinaban que no 
había que presentar ninguna apelación, y casi todos deploraron ver impreso en los diarios lo que privadamente escribieron a Monseñor, y 
por fin siempre se habló de la manera y nunca de la sustancia. Es más, un canónigo ha dicho a algún párroco: -El señor Arzobispo piensa 
favorecer su causa promoviendo enjuiciamientos pero obtiene todo lo contrario. Todos están persuadidos de que los párrocos no volverán 
a ser convocados, pero, si lo fueran, el triunfo de don Bosco sería mucho mayor. En esta ocasión fue palpable que en Turín se aprecia el 
bien indecible que V. S. hace a la Iglesia y a la sociedad. La oración de los buenos empieza a surtir efecto. Siento no poderme alargar 
más. Imploro la bendición del Padre Santo, si me la puede procurar, y la de V. S., de quien toda mi vida humildemente me profesaré, con 
la máxima estimación y sentido agradecimiento, 

Turín, 29 de diciembre de 1877. 

Su afmo. hijo
FELIX REVIGLIO, cura párroco.


Su Excelencia convocó otra reunión de párrocos en su palacio el día 2 de enero. De ella escribió el teólogo Bertagna en estos términos 

1: «Hoy hubo aquí, a las tres y media de la tarde, una reunión con S. E., que fue muy pacífica, y en la que únicamente se trató ((391)) la 
cuestión del catecismo. A última hora, y a manera de conclusión, nos recomendó estar unidos y marchar de acuerdo. íTanto mejor!». Pero 
parece que el último punto tratado era la finalidad de la reunión y que buscaba disponer los ánimos para una nueva votación 2. Pero se 
aproximaban 
1 Carta citada. 

2 Carta de don Félix Reviglio a don Bosco, Turín, 2 enero de 1878. 
338 

Fin de Página 338 


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acontecimientos públicos tan importantes como para vencer aquellas y otras agitaciones privadas. 

Don Miguel Rúa, que había quedado solo en la brecha en Turín, mantenía continua correspondencia con el Beato Padre. A una carta 
suya navideña sobre la situación, don Bosco le envió esta importante respuesta después de las fiestas: 

Queridísimo Rúa: 

Es una prueba que el Señor envía a nuestra pobre Congregación. El nos ayudará a salir airosos, como en tantos otros asuntos. Dejadme 
pensar en ello. Silencio, oración y observancia rigurosa de nuestras reglas. 

Si ya no hubiese tiempo para incluir la conocida hojita 1 en el Boletín, se podría incluir un suplemento, pero conviene que esto se haga. 
En las dudas aconsejaos con el padre Rostagno, que es nuestro amigo. Creo también que don Juan Cagliero hará una visita al Canónigo 
Nasi y al canónigo Pelletta para decirles que vayan despacio en comprometerse, pues podrían encontrarse en serios apuros, cuando 
tuviesen que probar lo que se ha escrito a Roma: «El folio anónimo hay que atribuirlo a don Bosco» 2. Nótese también que el Arzobispo 
provocó cuatro veces una respuesta por la prensa y todas las envió a Roma. »Pero por qué no cuida de notar lo que es erróneo 3 y 
proclamarlo? Estos continuos escritos e impresos sin ser interpelado nunca son para nosotros una verdadera defensa. 

Me parece muy oportuno que pase alguno a saludar y dar las gracias en mi nombre a los párrocos que se han puesto de nuestra parte. 
Recoged todos los detalles y después escribidme 4. 

((392)) Estamos a fines de año, lamentablemente me encuentro lejos de nuestros queridos hijos. Salúdalos a todos de mi parte y 

recomiéndales para el año nuevo: 

1.° Combatir el hábito de fumar y de murmurar. 

2.° Exactitud en los deberes del propio estado, comenzando por don Miguel Rúa hasta Julio 5. 

3.° Comulgar y rezar mucho por las casas recién abiertas y las que se van abriendo en las misiones, donde Dios nos ha preparado mies 

abundantísima. 

Prepara el catálogo de los socios; envíame la breve biografía de los difuntos; y también los nuevos calendarios. 

Dios nos bendiga a todos y créeme en Jesucristo 

27-12-1877. Roma. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


1 se refiere a la declaración, que salió en la página doce del Boletín de enero de 1878. Pero no aparece en todos los ejemplares, Quizá 
sólo se puso en los destinados a Turín y pueblos de la Archidiócesis para no propagar el escándalo. 

2 Encerramos entre comillas estas palabras, porque don Bosco las dice en persona de sus acusadores. El «folio anónimo» es la carta 
anónima. 

3 En la carta anónima. 

4 Don Miguel Rúa, obedientísimo en todo, así lo hizo con la carta del 6 de enero de 1878, de la que hemos citado un párrafo en la pág. 

321. 
5 Era un fámulo, barrendero. 
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Antes de que los ya dichos cuidados mayores absorbieran los menores, es más, casi la víspera, un acto de don Bosco cerró, por así 
decirlo, el ciclo de vicisitudes que se sucedieron en la fase que acabamos de trazar del todavía largo altercado. Mientras él, de viaje hacia 
Roma, se apeaba en La Spezia y visitaba la casa, abierta pocos días antes, por deseo de Pío IX, llegó al Oratorio a su nombre esta 
comunicación: 

Reverendo Señor: 

Han llegado, a esta Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, los papeles y documentos pedidos 1 y por orden recibida de N. S. 
serán sometidos a serio examen. Mientras tanto, he de advertirle que esta Sagrada Congregación interesa vivamente a su fe y prudencia 
para impedir que todos los miembros y cooperadores de la Congregación Salesiana dependientes de usted, aun indirectamente, den a la 
imprenta o publiquen otros escritos de cualquier clase, relativos a las desavenencias promovidas con el Rvmo. Arzobispo de Turín. Y en 
la seguridad de que se atendrá a cuanto más arriba le significo, le auguro todo bien 

A la orden de V. S. 

Roma, 21 de diciembre de 1877. 

S. Card. FERRIERI, Prefecto A. Arzobispo de Mira. 
((393)) Se le reexpidió la carta a Roma, y le ofreció la oportunidad de recoger los hilos de la controversia en una relación para el 
cardenal Ferrieri, que concisamente nos presenta el origen, el desarrollo y las consecuencias. 

Eminencia Rvma.: 

Hace pocos días, cuando tuve el alto honor de recibir la audiencia de V. E. Rvma., olvidé agradecerle vivamente la carta, que se dignó 
escribirme y la benévola manera con que me recomendaba evitar toda publicación en lo referente a la controversia entre la Congregación 
Salesiana y el señor Arzobispo de Turín. 

Puedo, por tanto, asegurar a V. E. que, ni al presente ni en el pasado, ni por mí, ni por ninguno de los que de mí dependen, jamás se 
publicó, en modo alguno, nada que pudiese interpretarse desfavorablemente a nuestro veneradísimo Arzobispo Ordinario. 

Tendré que observar esto cada vez más escrupulosamente, después de este sabio consejo, especialmente desde las reclamaciones que 
fueron elevadas al Supremo Tribunal de la Santa Sede, al que los católicos de toda condición deben someterse respetuosamente; es más, 
alegrarse de cualquier juicio que pronuncie este infalible tribunal. 

íOjalá hubiese querido el Señor que fuera ésta la conducta mantenida por estro dicho Arzobispo! Las cosas no se habrían enredado 
tanto, como por desgracia se encuentran hoy día. 

1 La lista documentada de los favores y privilegios obtenidos de la Santa Sede. 

Fin de Página 340 


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Hace muchos meses que una verdadera lluvia de cartas amenaza a los salesianos con penas eclesiásticas, rehúsa conferir ordenaciones o 
suspender de hecho a predicadores y confesores, como al Rector de la casa madre y al mismo superior de la Congregación. He escrito, he 
rogado a ilustres personajes que interpusieran sus buenos oficios para mitigar tan severo comportamiento, tanto más cuanto que él mismo 
había elevado sus reclamaciones a la Santa Sede. Inútiles solicitudes. Y queriendo asegurarse y ponernos en la imposibilidad de usar las 
mismas armas de defensa, me escribió dos cartas amenazadoras, una de las cuales es del tenor siguiente: Si presenta... 1. 

Puestos los salesianos en la imposibilidad de expresar de alguna manera sus razones, no me quedaba más camino que recurrir a la 
Madre, a la maestra de la verdad; por esto, con gran molestia y daño, me vi obligado a interrumpir los asuntos de la Congregación en 
Europa y en las misiones extranjeras para venir a Roma, en demanda de dirección y de justicia. 

Después de mi salida ha seguido monseñor Gastaldi dirigiendo cartas, manuscritas unas, impresas otras, a muchas acreditadas personas; 
además, hizo convocar para el 18 de diciembre de 1877 a los canónigos de la iglesia Metropolitana para que condenaran una hoja impresa 
que sin subsistente fundamento él atribuye a los salesianos. 

((394)) Los canónigos no condenaron, sino simplemente reprobaron la manera de hablar del Arzobispo de aquel impreso. 

El mandó imprimir un artículo en este sentido en el diario L'Unità Cattolica, pero el director lo rehusó resueltamente. Fue publicado en 
el Emporio Popolare del día 20. 

Invitó de nuevo a los párrocos de Turín a reunirse, proponiéndoles que condenaran a la Congregación Salesiana por el impreso 
anónimo. 

Pero los párrocos, haciendo observar que el asunto en cuestión había sido sometido al juicio de la Santa Sede, no quisieron tomar en 
consideración aquella propuesta. 

Entonces el Arzobispo (22 del mismo mes) procuró que fueran convocados otra vez los canónigos, a fin de que pronunciasen una 
sentencia de condenación explícita de la conocida hoja y de la Congregación Salesiana. Pero también ellos se negaron, y, como aseguran 
algunos que estaban presentes, se limitaron a rogar al Padre Santo que interpusiera su autoridad para poner fin a aquellas controversias. 

Pero no satisfecho Monseñor con tales resultados, convocó de nuevo, con una circular especial, a todos los párrocos de la ciudad de 
Turín en su palacio episcopal para el día 2 del corriente mes. Después de haberles recomendado el catecismo de los niños, pasó a inculcar 
la unión de los párrocos con su pastor, recordó los beneficios que les había otorgado e invocó su apoyo para un negocio de suma 
importancia que dentro de poco les manifestaría. Todos atendieron, según me escriben, que se aludía a otra próxima invitación para 
unirse a él contra los salesianos. 

Los periódicos lo recogen todo y todo lo publican, haciendo fantásticas interpretaciones. Porque los malos se valen de ello con regocijo 
para publicarlo a bombo y platillos contra la religión. 

Puede V. E. hacerse una idea de ello por algunos periódicos, que seguramente por desprecio me enviaron, y que me tomo la libertad de 
unir a esta carta. 

Estoy convencido de que esa propaganda y esas malignas interpretaciones se habrían evitado, si se hubiese cumplido lo que V. E. había 
escrito. 

De todos modos el Arzobispo querría que la difusión de la hoja anónima se cargase a los salesianos, y para este fin sigue haciendo 
acusaciones impresas, de palabra y por 

1 Véase más atrás, pág. 308, la carta del Arzobispo del día primero de diciembre de , 1877. 

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escrito, en Roma y en otras partes. Es una calumnia. He asegurado repetidas veces al Arzobispo que ningún salesiano tomó parte en ello 
y, con varias cartas, he condenado la manera indecorosa con que se habla de la autoridad eclesiástica, pero que por esto yo quería 
rechazar en absoluto toda responsabilidad. No nos quiso creer y persiste todavía en pretender que yo diga que son falsedades. 

Yo no puedo ni quiero mentir, porque allí se expone la verdad. He rogado l mismo Arzobispo que se dignara notarme algo erróneo, que 
yo habría condenado en seguida formalmente, pero no creyó oportuno contestarme. 

Ante tan gran persistencia de acusaciones y publicaciones de toda clase, no sé cómo se puedan arreglar las cuestiones. 

((395)) Lo cierto es que: 

1.° La Congregación Salesiana tiene, en la diócesis de Turín, sacerdotes suspensos de confesión, otros de predicación, otros de celebrar 
la santa misa, y se niegan las órdenes a sus clérigos. Esto se hace, mientras por todas partes se lamenta la necesidad de trabajar, y el 
mismo monseñor Gastaldi deplora la gran penuria de sacerdotes en su diócesis. 

2.° En las últimas témporas de Navidad agregó a uno de nuestros clérigos, profeso perpetuo, a su diócesis, le confirió la tonsura y las 
cuatro órdenes menores, a pesar de que él persistiese en asegurar que él es salesiano profeso y que quiere perseverar toda la vida, y antes 
de ser ordenado presentara la dimisoria de su superior 1. 

3.° Infamó a la Congregación Salesiana por toda Italia, la desacreditó en la ciudad de Turín, y el desaliento de los salesianos es tal, que 
algunos postulantes cambiaron de idea, y otros, ya admitidos, no quisieron formar parte de una Congregación tan vituperada y la 
abandonaron; puesto que los salesianos pueden ser objeto de todo vilipendio, pero les está prohibida la defensa bajo pena de suspensión. 

4.° También ha ocasionado grave daño moral y material. He tenido que interrumpir útiles ocupaciones, hacer gastos de viajes, por la 
suspensión de asuntos; y eso en el momento en que yo tendría que dedicar toda mi actividad a las casas ya abiertas y a otras por abrir en 
diversas partes de Europa y del mundo. 

5.° Causó, además, grave daño a nuestras casas, que se sostienen de la Providencia. Porque, si son públicamente calumniados, »cómo 
podrán todavía los salesianos presentarse a los fieles pidiendo su caridad, para auxiliar a más de veinte mil muchachos a los que los 
salesianos deben proveer de pan y de cristiana educación? 

Ruego a V. E. me compadezca, si mi mente aparece algo irritada. Estoy convencido de que aquí se trata de impedir la mayor gloria de 
Dios y el bien de las almas y de maltratar sin motivos a una Congregación aprobada por la Santa Sede y puesta bajo su eficaz y paternal 
tutela. 

Solamente V. E. puede poner un valladar a estos males y dar las oportunas medidas para que jamás se tengan que renovar. 

Espero que V. E., en su probada bondad, se dignará favorecerme con alguna otra breve audiencia para aclarar lo aquí mencionado sólo 
al vuelo, al tiempo que, con profunda gratitud y con el más respetuoso y cordial saludo, tengo la suerte de poderme profesar de V. E. 
Rvma. 

Roma, 7 de enero de 1878. 

Su atento y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Este es el conde Cays, que para ser ordenado tuvo entonces que constituir el patrimonio eclesiástico ante la Curia. 

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((396)) Pero había también otras dos cuestiones, de las que don Bosco no podía por cierto hablar. Dado que en Turín era bastante 
conocida la diferencia de caracteres entre don Bosco y monseñor Gastaldi, se murmuraba mucho, en alabanza del primero, pero con gran 
menoscabo de la autoridad eclesiástica. En Roma, además, la sucesión sin tregua de denuncias por cualquier cosa que Monseñor creía 
poco honrosas a cargo de don Bosco y de su Congregación, insinuaba el descrédito de ésta en cardenales, que no tenían pleno 
conocimiento de las cosas. Además, la continua presentación del Siervo de Dios como hombre testarudo y casi facineroso, influyó 
también en el ánimo de Pío IX, que se enfrió un poco con él; tanto más cuanto que algún prelado era del mismo parecer que Monseñor 1. 
Verdad es que cardenales, obispos y personajes muy distinguidos trataban de recobrar la confianza de Su Santidad; pero en la misma 
corte pontificia se incubaba alguna aversión, cuyas dolorosas consecuencias desgraciadamente narraremos pronto. Sin embargo, veremos 
también a don Bosco presentándose en todo como ministro de Dios, con mucha constancia en tribulaciones..., en pureza, ciencia, 
paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: 
las de la derecha y las de la izquierda 2. 

1 El abogado Menghini escribió el día 6 de noviembre al Arzobispo: 

«El cardenal Prefecto mismo (Ferrieri) me ha dicho estas palabras: 

-Me parece que el Padre Santo no esté bien informado y lo favorece demasiado-». El original de esta carta obra en poder del teólogo 
Franchetti de Turín. 

2 SAN PABLO, Carta segunda a los Corintios, VI, 4-7. 
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((397)
)


CAPITULO XII 

HECHOS Y DICHOS DE DON BOSCO DESDE MARZO
HASTA NOVIEMBRE DE 1877


TODAVIA han quedado olvidadas en el rastrojo muchas espigas, con las que podemos formar una buena gavilla, si juntamos en un haz 
unas cuantas manadas. 

Conversaciones familiares 

La conversación de don Bosco, al decir de cuantos vivieron a su lado o a sus órdenes, no tenía nunca el aire de un simple intercambio 
de palabras; especialmente sus hijos encontraban siempre en ella algo bueno que aprender o sacaban algún estímulo para obrar bien: de 
ahí nace el prolongado recuerdo de las palabras oídas y también el cuidado de conservarlas escritas. El más constante de todos en tomar 
nota de las conversaciones privadas fue durante algún tiempo don Julio Barberis, de cuyos cuadernos ya nos hemos servido muchas veces 
y todavía nos serviremos, aunque por poco tiempo; puesto que a partir de 1876 sus apuntes son menos frecuentes, y en los años 1878 y 
1879 ofrecen lagunas de meses y meses, hasta que cesan del todo. 

El 2 de abril estaba hablando con algunos hermanos veteranos sobre la vida de los colegios en general y en particular, cuando profirió 
unas sentencias que pueden iluminar a quien se encuentre en la necesidad de poner remedio ((398)) a desórdenes. 

-Cuando se ven desórdenes en las casas, dijo, no se crea nunca desesperada la mejora, mientras reinen la santidad y las ganas de trabajar 
entre los superiores de la Congregación... Cuando parece que ciertos clérigos merecen ser despedidos, pueden ser invitados como por 
última prueba a hacer tres días de ejercicios espirituales... Es preferible reducir a la mitad el número de alumnos de un colegio antes que 
permitir que vayan mal las cosas. Sí, es preferible despachar a la mitad de los alumnos, y lograr que nuestros colegios estén a salvo... 
Cuando hay en un colegio algún mal moral, no es preciso meter ruido. Si se 
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conoce un cabecilla, se comienza por expulsarle; después de un tiempo, otro; y luego, otro. En cuanto falta quien podría sembrar cizaña y 
se engendra el miedo en quien ve estas decisiones rápidas, imprevistas y sin muchas palabras, se restablece perfectamente la moralidad en 
casa... En quitando de la comunidad las murmuraciones y la parcialidades, se goza de paz perfecta. 

Al día siguiente, después de la comida, paseaba con él don Julio Barberis, cuando saltó a la conversación el nombre de alguno de la 
casa que se dejaba arrastrar un poco por la gula. 

«Siempre que se habla de este tema, escribe él en su crónica, don Bosco se queda pensativo». 

El Beato dijo: 

-íAtención y seguidle! Cuando uno se deja dominar por este vicio, no hay resolución, ni propósito que valga: es demasiado difícil la 
enmienda. Y junto con la gula vienen después, como consecuencia, otras desdichas. Dice san Jerónimo que vino y castidad no pueden 
estar juntos. 

Contó, después, algunos sucesos de sus tiempos en el seminario y en la Residencia Sacerdotal con don José Cafasso y con el teólogo 
Luis Guala, los cuales repetían a menudo de quien ya se había dejado vencer por el vino: 

-Incluso si hicieran milagros, no creáis todavía que se han vencido, al cabo de un tiempo recaerán. 

El Siervo de Dios temía todo principio de abuso en esta materia. Por la fiesta de María Auxiliadora, había en el Oratorio la feria de 
libros, y se preparaba, además, un tenderete de refrescos, del que se servían los muchachos, y donde pagaban los internos con ((399)) 
bonos ad hoc 1, y los de los otros colegios con dinero. Estaban también los clérigos novicios y estudiantes en el Oratorio: el 1877 el 
Capítulo Superior determinó que ellos no pasaran por el puesto de refrescos y que se avisase en público, de modo que lo oyeran también 
los muchachos. Entonces alguien preguntó a don Bosco si, para evitar descontentos, no sería del caso repartir a los clérigos, fuera de las 
comidas en el comedor, alguna bebida. El Beato contestó que no, igual que otra vez, cuando había contestado negativamente a quien le 
pedía que se entregasen a los profesos unas monedas, con las que pudiesen comprarse algo en la feria. 

-Lo que les es necesario, observó, se les da sin más en toda 

1 Véase, volumen XI, pág. 209. 
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circunstancia. Al correr del tiempo, ciertas concesiones se convierten en un derecho, que puede producir desagradables consecuencias. 

En la conversación del día 3 de abril, cayó la conversación sobre los murmuradores y dijo: 

-Ahí tenéis otra peste; las murmuraciones. En cuanto entran en las casas religiosas, todo va a la ruina; ya casi no queda esperanza de 
salvación. El único medio es cortar resuelta y bruscamente la rama contaminada. Es preciso que también nosotros nos pongamos poco a 
poco a imitar a las demás órdenes religiosas; al que está scrüsi (viciado) en algo, alejarlo sin esperar más tiempo a que se corrija. 

Se pasó después a hablar de los ejercicios espirituales que predicaba aquellos días don Julio Barberis a los internos de Valsálice, y el 
Beato expresó en seguida una idea que le era muy querida. 

-En el tiempo de los ejercicios, dijo, hace falta absolutamente tratar siempre de la vocación, y tratar de ella, por ejemplo, así: «Cuando 
el Señor crea a un hombre, quiere de él algo especial. Casi diría, que le pone al comienzo de un camino, que El llena de gracias. Al llegar 
a cierto punto del camino de la vida, hay que tomar una decisión: hace falta encaminarse resueltamente por el camino que se abre delante. 
Este camino puede ser de dos clases, uno el de la vida seglar y otro el de la del estado eclesiástico, y el camino de este último se bifurca 
en dos, uno que es para los sacerdotes seculares y el otro para los regulares o religiosos, ((400)) que dejan el mundo para ponerse más al 
seguro de los peligros». Y siguió así hablando en el tono de una sencillísima exhortación. Recomendar y mucho, que no se vaya a ciegas, 
sino que se piense bastante en ello, y se rece, y se rece, porque es un punto de capital importancia en la vida del hombre. Después añadir: 
-»Hay alguno que sienta especial inclinación a la vida sacerdotal o religiosa? 
Pues bien, éste tal debe someterse y aconsejarse especialmente en estos santos ejercicios. »Hay alguno ya adelantado en edad, que no 
sintió nunca la menor inclinación a estos dos estados? Pues bien, éste no está llamado; siga el género de vida en que se encuentra». De 
este modo creo que se puede hablar a todos de vocación, en cualquier colegio que se predique y cuyos alumnos pertenezcan a cualquier 
clase social, ya sean nobles, de la ciudad o del campo. En conclusión, este punto no debe omitirse nunca en nuestros ejercicios a los 
jóvenes. 

Para el cultivo de las vocaciones eclesiásticas y religiosas, estaban encaminadas, como es sabido, las Compañías. En efecto, éstas, a la 
par que tenían como fin inmediato la formación cristiana de los socios y la acción del buen ejemplo, alimentaban en los corazones las 
aspiraciones a la vida perfecta, lejos de los desórdenes del mundo. Durante 
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los ejercicios espirituales en Borgo San Martino, escribió el Beato al director don Juan Bonetti: 

Queridísimo Bonetti: 

No dejes de recomendar el clero infantil, las compañías del Santísimo Sacramento, de San Luis y, si es posible, también la de la 
Inmaculada Concepción. Recomienda que se hable, que se rece por las vocaciones y, quien se sienta inspirado a romper con el mundo, 
secunde la gracia del Señor, etc. 

Comunica esto también a don José Lazzero, a don Juan Bautista Lemoyne y al Rvdo. Scaravelli 1. 

Dios os bendiga a todos y rezad por vuestro pobre, 

Turín, 9-4-1877. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((401)) Don Bosco quería ver por sus propios ojos todos los escritos que salían del Oratorio y que de algún modo se referían a las cosas 
y personas de la casa. 

-Estos escritos, decía, no es conveniente que nos alaben demasiado; es conveniente, además, que si hablan bien de la Congregación, 
nunca censuren a los otros, aunque las cosas a decir fueran la pura verdad, y se viera cierta conveniencia en manifestarlas. 

Al tomar nota de esta observación don Julio Barberis, se llama afortunado, porque don Bosco le encargaba a menudo trabajos que 
siempre corregía de su puño y letra antes de imprimirlos. Es más, le daba abundantes consejos literarios. 

-Tú, le dijo en aquella ocasión, primero buscas los pensamientos, los ordenas después, y de ellos sacas el todo. Por el contrario, primero 
se debe concebir el tema entero, ordenarlo y coordinar con él cada uno de los pensamientos. 

Y después de manifestarle algunos de sus errores lingüísticos, siguió: 
-Siempre párrafos cortos; en vez de uno solo y largo, siempre que se pueda, hacer dos o tres. El verbo al final hay que dejarlo para otros 
escritores; nosotros, que tendemos a una forma sencilla, dejaremos siempre esa costumbre. Sucede también muy a menudo que, bajo 

1 Vicedirector, el primero, del Oratorio; los otros dos respectivamente director y catequista en Lanzo. Don Juan Bonetti era conocido 
como celoso propagador de buenas iniciativas; por esto, el Beato se sirve de él para hacer llegar también a otros su propio pensamiento. 
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diversas formas y con diversas palabras, no se hace más que repetir un mismo pensamiento: esto es propio de escritorzuelos. Expresado 
un pensamiento, se pasa rápidamente a otro. 

Le gustaba mirar al porvenir; pero, vislumbrando los progresivos desarrollos del Oratorio, no hubiera querido que se dejasen perder las 
huellas de lo que había sido el Oratorio en sus principios. Así, conversando el 27 de diciembre sobre las condiciones en que se presentaba 
el Oratorio en los comienzos más remotos, dijo: 

-Será oportuno que se conserve la planta del Oratorio primitivo, es más, convendría que, después que se sacó el plano, se reprodujese o 
también se fotografiase. Resultará agradable a los venideros ver aquella primera casita rústica, donde se pusieron los principios del 
Oratorio y de la Congregación. 

-Entre los primeros muchachos había algún pintor; ((402)) uno de ellos un tal Bellisio 1, nos conservó con exactitud el recuerdo y sacó 
varias copias... Quien escriba con todos sus detalles la historia del Oratorio y de la Congregación, podrá ilustrarla con grabados que 
representen sus diversas fases, lo cual, al paso que agradará a los lectores, siempre contribuirá más a la exactitud de la narración y a que 
se preste fe al narrador. 

Más aún, le hubiera gustado fotografiar o mandar hacer un dibujo de los muchachos en la iglesia, para mostrar cómo se comportaban en 
ella, es decir, cómo estaban colocados y cuántos y cuáles eran. 

-Especialmente, añadió, me parecería muy interesante poder ver con su uniforme a los guardias enviados desde la ciudad para espiar si 
don Bosco predicaba la guerra, la sublevación o la resistencia a las leyes. Sería un hermoso cuadro, me imagino, tener delante a varios 
centenares de muchachos sentados, atentos y pendientes de mis labios, y seis guardias municipales uniformados, de pie de dos en dos y 
plantados en tres puntos distintos de la iglesia, que, de brazos cruzados, escuchan también el sermón. íY me hacían un gran servicio para 
la asistencia de los jóvenes, aunque estaban allí para asistirme a mí! Sería gracioso, sobremanera, pintar esos guardias, enjugándose a 
hurtadillas las lágrimas con el dorso de la mano o tapándose la cara con el pañuelo para que nadie se diese cuenta de su emoción. O bien, 
dibujarlos de rodillas en medio de los muchachos, alrededor de mi confesonario y aguardando su vez. Porque yo hacía los sermones más 
para ellos que 

1 Véase: LEMOYNE, Memorías Biográficas, II, pág. 401; IV, 369; VII, 77. Con su conocido trabajo El Oratorio de don Bosco, don 
Fidel Giraudi realizó sin darse cuenta y maravillosamente este deseo de don Bosco. 
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para los muchachos, desarrollando los temas de los novísimos: el pecado, la muerte, el juicio, el infierno. Luego les llamaban sus jefes, y 
también el alcalde, y les preguntaban si don Bosco había predicado sobre la revolución: 

-«Sí, contestaban, ha armado la revolución en mí contra mí mismo, y yo también he ido a cumplir con pascua, después de tantos años 
que no iba... Habló de la muerte, como si hubiésemos muerto ya, o como si, dentro de media hora, tuviéramos que morir... ((403)) 
Además, habló del infierno como yo nunca había oído hablar. Y, sin embargo, don Bosco dijo a lo último que lo que había descrito no era 
nada, ícasi una sombra frente a la realidad!». 

»Pues y las escenas entre don Bosco y el marqués de Cavour, apodado «pata de palo», padre de Gustavo y de Camilo?... »Y el Consejo 
de Estado reunido con el Arzobispo, para decidir si se podrían permitir los Oratorios?... 

Hablando de esta manera revivía él y casi hacía vivir a los suyos las escenas más características de aquellos tiempos heroicos. Si 
entonces no se pintó el cuadro, siguen estando, sin embargo, siempre presentes en sus palabras los elementos para pintarlo, cuando surja 
el artista. 

Con fecha del primero de mayo, recoge don Julio Barberis algunas de las preciosas confidencias que el Beato le hizo paseando en la 
biblioteca, que comunicaba con su habitación, donde entraba cuando necesitaba descansar la cabeza o estirar las piernas. íCuántas cosas 
pueden leerse entre líneas! 

-Veo realmente, le decía, que es imposible que yo atienda a todo. Es necesario que el Capítulo Superior esté completamente libre de las 
cosas de la casa, y, más todavía, que cada miembro de éste tenga algún secretario. Si yo tuviese cinco o seis sacerdotes, sin más 
ocupación que ejecutar los pequeños trabajos que continuamente les daría, tendrían sobrada tarea. Hasta ahora he ido adelante confesando 
cada día, pero veo que no es posible seguir así. Ciertamente es cosa de la mayor importancia. He estado hasta ahora y estoy en mi puesto 
mientras he podido, pero ya no puedo más. Tendré que celebrar la misa en mi habitación, para tener algún tiempo libre y pensar en 
nuestras cosas. Con atender confesiones y audiencias, no me queda, en toda la mañana, ni un sólo minuto para dedicarlo a otros asuntos. 
Hasta ahora daba audiencia solamente por la mañana, pero ahora, habiéndose sabido que a primeras horas de la tarde se podía de algún 
modo hablar con don Bosco, vienen también después de la comida, y tengo que dejar de ocuparme de las cosas de la Congregación o no 
salir en absoluto de casa: y así no resiste la salud y falta el pan para los muchachos, 
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porque los bienhechores ((404)) ya no envían sus limosnas. Si don Bosco va a verlos, abren sus manos, de lo contrario no dan nada. 

En la primera quincena de agosto, volvía a hablar con el mismo interlocutor sobre sus agotadoras ocupaciones y decía: 

-En esta situación, podría tirar adelante todavía un poco, pero es imposible seguir. íAhora estoy en los últimos esfuerzos de la 
desesperación! 

Y comenta don Julio Barberis: 

«Desmejorado como está en su salud, después de recibir visitas durante toda la mañana, no deja de sentarse a su escritorio, poco 
después de las dos de la tarde, y ya no se mueve hasta las ocho y media para ir a cenar. Para poder despachar los asuntos de la 
Congregación, no sale de casa. Está empeñado en dar a la Pía Sociedad la dirección necesaria para su buena marcha en el futuro y decía 
en estos días: 

-Estoy en casa, sentado al escritorio y ívoy pasando papeles! A veces me maravillo yo mismo de la gran cantidad de cosas que despacho 
en un día; y, de ordinario, dejo aparte todo lo demás para limitarme a lo que se refiere a la Congregación. Ah, sí, temo morir de un día 
para otro, y no quisiera dejar a mis hijos con enredos». 

El 30 de junio se paseaba, como de costumbre, en el refectorio después de comer, y hablaba sobre la dirección espiritual y la confesión, 
cuando se le ocurrió decir a don Julio Barberis que contestase en su nombre a un párroco, que le pedía consejo sobre cómo guiar a una 
penitente escrupulosa y poco dócil. Esta deseaba también cambiar de confesor, pero el párroco, por miedo a que se trastornase más la 
cabeza, no se lo permitía. La contestación debía ser que, si la mujer seguía yendo a confesarse con él, exigiese ser obedecido y que, si 
siempre hace falta permitir al penitente ir a otros, a esta clase de personas hay que facilitarles y aun aconsejarles el cambio de confesor, y, 
si después vuelven, recíbaseles nuevamente y se exija obediencia, pero, si de nuevo desean otro confesor, déjeseles plena libertad. 

Por la noche después de cenar, mientras charlaban de mil cosas monseñor Ceccarelli y algunos sacerdotes del Oratorio, se profirió la 
palabra ((405)) beata, que es casi el vocablo propio para señalar a ciertas mujeres muy dadas a toda clase de devociones, pero de manera 
exagerada o indiscreta. Don Bosco la oyó. Convencido de que estas mujeres se comportaban bien, nunca quería oír que se las criticase, 
por lo que repitió allí lo que había oído a don José Cafasso: 

-Las beatas son, las más de las veces, el soporte religioso de un pueblo o de una parroquia. Si no se las cuida o se las trata mal, 
disminuye la frecuencia de los sacramentos. A veces resulta un buen 
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medio para elevar la piedad en una población, valerse de estas buenas mujeres. Lo que las hace algo pesadas suele ser la ignorancia y un 
excesivo temor, pero, en general, son almas inocentes que pasan años enteros sin cometer pecado, no digo mortal, sino ni siquiera venial 
deliberado. Si se ven contrariadas, ya no se atreven a acercarse, hablan con las amigas y vecinas, van de un lado para otro, siempre con 
ese descontento en el alma, y enfrían n poco a todos en la devoción. Recuerdo que el párroco de Castelnuovo, al principio, tanto en 
privado como desde el púlpito, hablaba mal de las beatucas, diciendo que hacían perder el tiempo, que podían explicarse mejor con 
menos palabras, etc. Pues bien, no había nadie que quisiese confesarse con él y los feligreses le dejaban, prefiriendo confesarse con uno 
de sus coadjutores. Se lamentó un día de ello conmigo. Yo no hice más que recordarle el consejo de don José Cafasso, invitándolo a no 
hablar más de aquella forma, sino que dijese que acudieran a confesarse mucho y que se las confiesa siempre de buena gana; pero después 
tratar especialmente bien en el confesonario a estas mujeres, tener con ellas mucha dulzura y paciencia, encargarlas también de llevar a 
otras a confesarse. Hízolo así el párroco y, al poco tiempo, todo el pueblo se confesaba con él y aumentaron las comuniones. 

En cuanto a las confesiones de los muchachos observó: 

-Vienen, dijo, a veces a confesarse ciertos muchachos que no dicen nada y, si se les pregunta, no responden. Conviene recibir a estos 
tales por delante y no por la rejilla, así se les puede ((406)) hacer hablar con más facilidad. Ayuda mucho en semejantes casos tener su 
cabeza entre nuestras manos, y así no pueden mirar a uno y otro lado. De esta manera se someten a decirlo todo. Pero, desde el principio, 
conviene tener con ellos mucha, muchísima paciencia, y seguir haciendo diversas preguntas, para que empiecen a despegar los labios. Me 
sucedió encontrarme algunos, a los que parecía imposible sacar una palabra, y lo logré con un extrañísimo expediente. Al no obtener 
respuesta a ninguna de mis interrogaciones, les preguntaba: 

-»Has desayunado esta mañana? Sí. »Tienes buen apetito? Sí. Y cuántos hermanos sois en casa?... Una vez que comenzaban a 
contestar, seguían haciéndolo también cuando pasaba a hacer preguntas más serias. 

Fiestas 

La fiesta mayor del Oratorio era y sigue siendo la del 24 de mayo. Para la novena y la solemnidad se repartieron abundantes ejemplares 
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de una Invitación Sagrada. Era un bonito trabajo tipográfico, impreso en finas hojitas de azul celeste, que contenía el horario de las 
funciones y actos religiosos y el programa musical: la Gran Misa a cuatro voces de Rossini, las Vísperas con el himno Saepe dum Christi 

o batalla de Lepanto y el Tantum ergo de don Juan Cagliero. Al final había una nota que decía: «La limosna que los inscritos (en la 
Archicofradía) u otros devotos piensan dar este año, está destinada a la reparación del pavimento, a mejorar el coro y a decorar la estatua 
de María Auxiliadora». La imagen de la Virgen sobre la cúpula había perdido el primer dorado y ofrecía un tinte negruzco con 
desagradable efecto; había que hacer de manera que la querida imagen resplandeciera de nuevo desde arriba con el fulgor del oro. 
El Beato dio dos veces las «buenas noches» a los muchachos durante el período de la preparación a la fiesta; antes de la novena y antes 
del triduo. El 13 de mayo habló en estos términos después de las oraciones de la noche: 

((407)) De vez en cuando me siento movido a haceros alguna visita, a deciros unas palabras. Estamos en un tiempo en el que hay un 
movimiento extraordinario de obras buenas. Tenemos estos días muchas ocasiones para ganar méritos: el mes de María, la novena del 
Espíritu Santo, los domingos de san Luis y después la novena de María Auxiliadora. íCuántas cosas bonitas! Son como otros tantos hilos 
para atraernos las gracias del Señor. 

Precisamente, en esta novena del Espíritu Santo, es cuando yo acostumbro recomendar el pensamiento de la vocación; es el tiempo más 
oportuno para conocer lo que el Señor quiere de nosotros. Todos deben pensar en ello, pero, especialmente, los que ya han vestido el 
hábito, y están iniciados en la carrera eclesiástica, esto es, los clérigos que necesitan perseverar. Piensen éstos seriamente en las cosas de 
su alma; 
miren durante esta novena si hay algo que quitar de su conducta, algo que añadir o algo que corregir, y pidan después al Señor la gracia 
de poder cumplir lo que han meditado y resuelto... El Señor no rehúsa estas gracias. 

Y no sólo los clérigos, sino también los demás jóvenes deben pensar en su vocación; los primeros, los del quinto curso del bachillerato, 
que este año deben tomar una resolución; también los del cuarto curso y alguno de los cursos inferiores deben empezar ya a pensar en lo 
que tendrán que hacer en el porvenir, para asegurarse un feliz estado aun en este mundo. Si lo piensan con tiempo y piden consejo, al fin 
del año estarán contentos y seguros. Pídase de corazón esta gracia, porque el Señor la concede a todos, con tal de que se le pida, y El 
confirmará con su bendición los buenos propósitos. 

Deseo, además, que todos durante este mes y esta novena de María Auxiliadora pidáis a esta buena Madre la gracia de veros libres de 
todos los peligros del mundo. Vosotros no sabéis cómo es el mundo, pero yo, que lo conozco bien, veo a cuántos peligros están expuestos 
muchos amigos y parientes vuestros. Vosotros estáis aquí como en el arca de Noé, aunque el Oratorio sea más grande que aquélla; 
estamos, quiero decir, como en un lugar de salvación, al seguro del diluvio de mil peligros. 
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que nos rodean fuera por todas partes. Aquí estamos apartados de los escándalos, de los malos compañeros y tenemos toda comodidad 
para hacer el bien. Fuera de esta arca, íay!, cuántas y cuán graves ocasiones de caer os saldrán al encuentro, siendo vosotros todavía casi 
desconocedores del mundo. Ah, no sabéis en qué peligros se encuentran muchos de vuestros compañeros que tuvieron la desdicha de 
entrar en él. 

Tenemos aquí, además, la gran suerte de tener a María Auxiliadora, dispuesta a protegernos, la cual concede todos los días muchísimas 
gracias aun corporales. Ora un ciego recupera la vista, ora un epiléptico queda perfectamente curado, como sucedió esta mañana, ora un 
tullido, que hacía ocho años no podía moverse, y ha empezado a caminar, ((408)) como ha sucedido ayer; y otras gracias llamativas, 
extraordinarias, que podría contaros, y que concede continuamente María Santísima al que la suplica. 

Y digo yo: si esta Madre se muestra tan benigna y liberal para conceder gracias al cuerpo, destinado a servir al espíritu, este cuerpo 
miserable, que dentro de poco ha de ser echado bajo tierra para pudrirse y quedar reducido a polvo, »qué no hará con nuestras almas 
destinadas a gozar con el Señor por toda la eternidad? íCuántas gracias tiene preparadas, esperando que alguno se las pida! No olvidéis, 
queridos hijos, que la Virgen tiene guardadas todas las gracias necesarias a cada uno de nosotros para nuestra alma, para nuestro cuerpo, 
para nuestros padres, parientes y amigos. Sólo aguarda a que se las pidamos para dárnoslas. Por consiguiente, si Ella las tiene preparadas, 
si está dispuesta a concederlas a quien las pide, ícon qué devoción tendremos que pedírselas especialmente durante esta novena! 

Además, las madres siempre tienen un tiempo especial, en el que están dispuestas a conceder regalitos a sus hijos, en el que suelen 
darles más fácilmente todo lo que piden. Suele ser el día de su cumpleaños, el de su santo, el del aniversario de la primera comunión, el 
de la confirmación, el día que les recuerda una fecha feliz. Hay muchos días para las buenas madres, en los que tienen preparados 
especiales favores para sus hijos. Pero desean que se los pidan para poderlos dar, y, a veces, están pesarosas, cuando dejan pasar una de 
estas bellas ocasiones sin que se les pida nada. 

»Y si sucede así con las madres de la tierra, no pasará lo mismo con la buena madre que está allá arriba en el cielo? Creedlo, Ella es 
mejor, infinitamente más cariñosa y mucho más poderosa que las madres de esta tierra, y puede y quiere concedérnoslo todo. 

Por consiguiente, si nos encomendamos a Ella de corazón, estará dispuesta a ayudarnos, porque nosotros somos, de una manera 
particular, sus hijos. 

Aprovechemos, pues, la buena ocasión de su mes, de su novena, de su fiesta para encomendarnos a la Bienaventurada Virgen 
Auxiliadora.íCuántas preciosas gracias tiene preparadas para cumplir nuestros deseos! Gracias espirituales, gracias corporales, gracias 
para la salud, para los estudios, para nuestros parientes, para sus negocios y para sus campos. Roguémosla. Ella os defienda de todos los 
peligros de la vida. Os guíe hasta la meta, adonde tienden todos nuestros esfuerzos. Cada uno de vosotros tome buenas resoluciones, 
esfuércese por ponerlas en práctica y el Señor y María Santísima os ayudarán a salir libres de toda ocasión de pecado. Buenas noches. 

Volvió a la pequeña tribuna la noche del día 20. Un muchacho, según la costumbre, se le acercó, le besó la mano y le entregó, envuelto 
((409)) en un pedacito de papel, un objeto perdido. El Beato aprovechó 
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la circunstancia para alegrar al auditorio y preparar el camino de lo que quería decir. 

Aquí hay una cartita... con una moneda de oro de cinco céntimos (risas). íY cuántas faltas de ortografía! (risas). Y, como está prohibido 
tener dinero, así ninguno vendrá a reclamarlo (poniéndose la moneda en el bolsillo) y servirá para pagar las deudas del Oratorio (risas) y 
para que todos estéis alegres el día de María Auxiliadora. 

Estamos en la fiesta de Pentecostés, en la novena de María Santísima Auxiliadora. Durante este mes, se obtienen cada día muchas 
gracias de la Virgen. Unas veces son personas que vienen aquí a esta nuestra iglesia a pedir favores o a agradecer los recibidos; otras, 
llegan cartas de lejos con relatos de sucesos admirables, atribuidos a la invocación de nuestra buena Madre, y que expresan la gratitud de 
los agraciados. 

Pero las gracias más grandes son las que no se conocen. íCuántas y cuántas personas hay que, por intercesión de María Santísima, 
pudieron ordenar los asuntos de su alma! Y, sin ir más lejos, aquí en nuestra casa son innumerables las gracias obtenidas y que se van 
obteniendo por muchos jóvenes, que invocaron a María con el título de Auxilium Christianorum, y obtuvieron gracias espirituales. Uno 
logró perder una mala costumbre, otro adquirió una virtud difícil de practicar... 

Os recomiendo, pues, por cuanto sé y puedo, que invoquéis todos a María Santísima en esta novena. Esta Madre piadosa concede 
fácilmente las gracias que necesitamos, y sobre todo las espirituales. Ella es poderosísima en el Cielo y cualquier gracia que pida a su 
Divino Hijo, le es concedida al instante. La Iglesia nos da a conocer el poder y la benignidad de María con aquel himno que empieza: Si 
coeli quaeris ianuas, Mariae nomen invoca. (Si buscas las puertas del cielo, invoca el nombre de María). Si, para entrar en el cielo, basta 
invocar el nombre de María, preciso es decir también que Ella es poderosa. Su nombre es representado como puerta del cielo, y todos los 
que quieren entra en él deben encomendarse a María. 

Recurramos nosotros a Ella, especialmente para que nos ayude en el momento de la muerte. La Iglesia, en efecto, dice en otro lugar que 
María, por sí sola, es terrible como un ejército ordenado para la batalla, que lucha contra los enemigos de nuestra alma. Aunque, en el 
sentido literal de la Sagrada Escritura, estas palabras se refieren a los enemigos de la Iglesia, sin embargo el espíritu de la Iglesia misma 
las refiere también a nuestros enemigos particulares en las cosas del alma. Sólo al oír el nombre de María, se dan a la fuga los demonios. 
Por eso, es llamada Auxilium Christianorum, Auxilio de los Cristianos, lo mismo contra los enemigos exteriores que contra los enemigos 
interiores. 

((410)) Nosotros principalmente debemos encomendarnos a Ella, nosotros que celebramos su fiesta de manera particular como nuestra 
propia fiesta, aun cuando sea fiesta de la Iglesia universal. Por este motivo os recomiendo cuanto sé y puedo, y deseo que mi consejo 
quede grabado en vuestra mente y en vuestro corazón; invocad siempre el nombre de María, especialmente con la jaculatoria: Mariá 
Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Es una oración breve y muy eficaz, según lo dice la experiencia. La he aconsejado a muchos y 
todos, o casi todos, me dijeron que habían obtenido estupendos resultados. Otros me aseguraron lo mismo, aunque nadie se lo había 
aconsejado, sino que habían adquirido el habito de rezarla por sí mismos. 

Todos nosotros tenemos nuestras debilidades, y, por eso, todos necesitamos auxilio. Por tanto, cuando querais obtener una gracia 
espiritual, tomad la costumbre de rezar, de vez en cuando, esta jaculatoria. Es una gracia espiritual verse libre de tentaciones, 
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de aflicciones de espíritu, de falta de fervor, de vergüenza en la confesión, que haga demasiado pesada la manifestación de los pecados. Si 
alguno de vosotros quiere que cese una obstinada tentación, vencer una pasión, verse libre de muchos peligros de esta vida, o alcanzar 
una gran virtud, no tiene más que hacer que invocar a María Auxiliadora. Estas y otras gracias espirituales son las que se obtienen en 
mayor cantidad, y que no se llegan a saber y hacen más provecho a las almas. 

No es del caso que os enumere los muchísimos que invocándola con esta jaculatoria, obtuvieron gracias especiales. He aconsejado la 
jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. A cientos, a millares, de casa y de fuera de ella, les recomendé que, si no 
habían sido escuchados rezando esta jaculatoria, vinieran a decírmelo. Y, hasta ahora, no ha venido ninguno a decirme que no había 
obtenido la gracia. Digo mal, he de corregir mi error, hubo alguno, como hoy mismo, que vino a quejarse de no haber sido escuchado. 
»Pero, sabéis por qué? Habiéndole preguntado, confesó que sí había tenido la intención de invocar a María, pero que después no la había 
invocado. En este caso no es la Virgen María la que falla, somos nosotros los que fallamos, no rezándole; no es que María no nos 
escucha, somos nosotros los que no queremos que nos escuche. La oración debe hacerse con insistencia, con perseverancia, con fe, con 
verdadero deseo de ser escuchados. Quiero que hagáis todos esta prueba y que animéis a que la hagan también todos vuestros parientes y 
amigos. 

En esta próxima fiesta de María Auxiliadora, si viniesen a veros y, si no vienen, escribiéndoles una carta, o dándoles recado en familia, 
decidles de mi parte: 

-Don Bosco os asegura que si queréis obtener alguna gracia espiritual, recéis a la Virgen con esta jaculatoria: María Auxilium 
Christianorum, ora ((411)) pro nobis, y seréis escuchados. Se entiende que se rece con las condiciones que ha de tener toda oración. Si no 
sois escuchados, haréis un favor a don Bosco escribiéndole. 

Si yo llego a saber que uno de vosotros ha rezado bien, pero en vano, escribiré inmediatamente una carta a San Bernardo diciéndole que 
se equivocó cuando dijo: «Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a 
vuestra protección, haya sido abandonado de Vos». Pero, podéis estar seguros de que no ocurrirá que tenga que escribir una carta a san 
Bernardo. Y, si tal me ocurriese, entonces el santo Doctor sabrá encontrar en seguida algún defecto en la oración del suplicante. Os reís 
por lo de enviar una carta a san Bernardo. »Es que no sabemos dónde se encuentra san Bernardo? »Acaso no está en el cielo? 

-Hay dificultad en correos, se oyó exclamar a don Miguel Rúa; no saben cómo hacer llegar a destino la tal carta. 

-Ciertamente, contestó don Bosco, que para llegar hasta la morada de san Bernardo, haría falta una ambulancia de correos, que corriese 
muy aprisa y quién sabe cuánto tiempo. No bastaría el telégrafo y, aunque la corriente eléctrica recorra en un relámpago grandísima 
distancia, sin embargo, en este caso, faltarían los hilos. Pero, para escribir a los santos, nosotros tenemos un medio más veloz que los 
coches, el tren o el telégrafo, y no temáis que los santos no reciban nuestras cartas en seguida, aun cuando el cartero llegara con retraso. 
En efecto, ahora mismo, mientras os hablo, con mi pensamiento, más veloz que el rayo, me levanto a los espacios del cielo, subo arriba, 
arriba, por encima de las estrellas, recorro distancias inconmensurables, y llego al sitial de san Bernardo, que es uno de los más grandes 
santos del paraíso. Haced, pues, la prueba que os he dicho y si no sois escuchados no encontraremos dificultad en enviar una carta a san 
Bernardo. 

Bromas aparte, os repetiré que al fin de esta novena que todavía está en curso, grabéis en vuestro corazón estas palabras: María, 
Auxilium Christianorum, ora pro 
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me, y las recéis en todo peligro, en toda tentación, en toda necesidad y siempre; y que pidáis también a María Auxiliadora la gracia de 
poder invocarla. Y yo os prometo que el demonio fracasará. »Sabéis qué quiere decir que el demonio fracasará? Quiere decir que no 
tendrá ningún poder sobre vosotros, no logrará nunca haceros cometer un pecado, y tendrá que batirse en retirada. Mientras tanto, en el 
santo sacrificio y en los otros ejercicios piadosos, yo os recomendaré a todos al Señor para que os ayude, os bendiga, os proteja y os 
conceda sus gracias por medio de María Santísima. Buenas noches. 

Durante el triduo un día desaparecieron los innumerables corazones de plata, que ornamentaban la pared en derredor del cuadro de la 
Virgen, que todavía no tenía ningún otro adorno, ((412)) pero la víspera se supo el porqué. Al entrar en la iglesia, los jóvenes vieron la 
gran imagen rodeada de una anchísima franja de terciopelo carmesí, sobre cuyo fondo brillaban hermosamente colocados aquellos 
corazones, que testimoniaban, todos juntos, a la Virgen la gratitud de tantos y tantos fieles por las gracias recibidas de Ella. La limpieza 
de los corazones de plata y su destino sugirieron a don Bosco el tema de una charla, de la que sólo tenemos el recuerdo, pero no el texto. 

-Ahí tenéis, dijo en sustancia, lo que hemos de hacer nosotros en la fiesta de María Auxiliadora: limpiar nuestros corazones con una 
buena confesión, y ofrecérselos; más aún, pegarlos a María Santísima, para que estén siempre cerca de Jesús, y obtener esto con 
frecuentes y fervorosas comuniones 1. 

Como preludio a las gracias que la Santísima Virgen iba a conceder el día de la fiesta, sucedió la prodigiosa curación de la víspera, que 
el conde Cays presenció y que decidió su vocación. La madre había llevado primero a la hija a la sacristía, donde estaba don José 
Vespignani sentado a la mesa para registrar las gracias y repartir medallas. La pobre mujer le pidió ver a don Bosco, para rogarle 
bendijese a su hija. 
El, compadecido, le dijo que recostara a la enferma en el sillón, donde el Siervo de Dios confesaba; después, cuando llegó la hora de las 
audiencias, hizo que la acompañaran hasta él. Lo que después sucedió ya es conocido. 

Aquel día, preparado con nueve elocuentes sermones del padre Domingo Pampirio, de la orden de predicadores y futuro arzobispo de 
Vercelli, se vieron manifestaciones de piedad como sólo se contemplan en los principales santuarios. Se celebraron en la iglesia sesenta y 
siete misas, y se repartieron unas cinco mil comuniones. Con el beneplácito del Arzobispo, pontificó monseñor Domingo Agostini, 

1 VESPIGNANI, I. c., pág. 76. 
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obispo de Chioggia, que al día siguiente recibió en Turín la noticia oficial de su promoción a la sede patriarcal de Venecia. 

((413)) El culto a María Auxiliadora se extendía cada día más, lo demostraban las peregrinaciones llegadas desde lejos y nos lo 
confirma la súplica de don Bosco al Papa para obtener que pudiesen agregarse a la Archicofradía de Turín otras cofradías del mismo 
nombre y fin, de más allá de los límites asignados en 1870. Se decía en la súplica: «El reverendo Juan Bosco, con fecha 5 de abril de 
1870, obtenía de V. S. que fuese erigida en Archicofradía la Pía Asociación llamada de los devotos de María Auxiliadora organizada en 
esta iglesia consagrada precisamente a María Auxiliadora, y con facultad de agregar otras asociaciones de la diócesis de Turín. Ahora, 
haciéndose de muchos lugares peticiones parecidas y pareciendo que es para mayor gloria de Dios y bien de las almas que esta 
Asociación se dilate todavía más, suplica humildemente a V. S. se digne extender la facultad de agregar también las de otras Diócesis». 
El 2 de marzo del 1877 un Breve de Pío IX había extendido benignamente aquella facultad a las diócesis de Piamonte a perpetuidad 1. 

Para la fiesta de María Auxiliadora, fue en peregrinación a Valdocco un gran cooperador salesiano, sacerdote verdaderamente 
distinguido por su tierna devoción a la Virgen de don Bosco: nos referimos a don Pablo Taroni, director espiritual del seminario de 
Faenza. La presencia de su discípulo don José Vespignani en el Oratorio le determinó aquel año a hacer el viaje suspirado de mucho 
tiempo atrás. También don Bosco deseaba conocerle. Al atardecer del 16 de mayo, iba a cruzar el umbral del Oratorio, cuando llegó un 
coche del que se apeó un sacerdote. Era don Pablo Taroni: se detuvo, le saludó con respeto y le preguntó: 

-»Viene usted al Oratorio? 

-Sí, y »usted también? »Conoce tal vez a alguno en el Oratorio? 

-Conozco a un tal Vespignani. »Le conoce usted también? 

-Sí, y ahora mismo le veremos. 

Entraron juntos en el momento en que la comunidad salía ((414)) de la iglesia después de la bendición. Don José Vespignani, que vio a 
su director, corrió a su encuentro, besó la mano del desconocido y le saludó diciendo: 

-íBuenas tardes, don Bosco! 

Y se volvió en seguida a don Pablo Taroni, el cual, como fuera de sí, preguntó: 

1 Véase Apéndice, doc. n.° 31. 
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-»Habéis dicho don Bosco? »Pero dónde está don Bosco? 

Al gesto de don José Vespignani, que se lo indicaba, el santo varón cayó de rodillas ante él y, alzando las manos y juntándolas en alto, 

exclamó: 

-íAh, don Bosco! íNo le había conocido! 

Don Bosco le hizo levantar, lo abrazó y, al oír su nombre, dijo: 

-íEntendido, entendido! Este es el gran enemigo de don Bosco!... Don José, dijo al padre Vespignani, llévelo a la habitación para que 

deje la maleta, porque necesita descansar, y, esta noche en la cena, póngale en mi puesto a hacer las veces de don Bosco. Mañana ya 
haremos las paces. 

Después se despidió amablemente. Don Pablo Taroni dijo mientras caminaba: 

-íAhora comprendo cómo ha hecho don Bosco tantas cosas! »No veis con qué calma, con qué tranquilidad habla y camina? íCómo se 
ve que es un santo! 

Se quedó en el Oratorio diez días, observándolo todo y anotando muchas cosas. El 18 se confesó con don Bosco por vez primera en su 
habitación, después, rebosando felicidad, dijo a don José Vespignani: 

-Me he puesto en sus manos, para que haga de mí lo que quiera. Pero él me ha dicho tajantemente que vuelva al seminario para atender 
las vocaciones eclesiásticas, que ésta es mi vocación, y después, que tengo que actuar como cooperador salesiano, difundiendo buenos 
libros y especialmente las Lecturas Católicas. 

Su entrega a la difusión de las Lecturas Católicas se convirtió en pasión; logró suscribir a más de cuatrocientos abonados, de acuerdo 
con el lema que se había impuesto: «Nunca disminuir, siempre aumentar el número». Más tarde solía repetir: 

-Don Bosco no me ha querido, pero yo me vengo, enviándole mis hijos. 

Y envió algunos. 

En su libreta de apuntes escribe con fecha del 23: 

«El día 23 estuve con él en su habitación hasta media noche. Le manifesté ((415)) las gracias que quería pedir mañana a María, entre 
otras la fortaleza y el valor. Me contestó: 

»-Añada: Fac ut ardeat cor meum in amando Christum Deum... 

»Antes de salir de su habitación le pedí la bendición y me la dio». 

Y con fecha 25: 

«El viernes, 25, me confesé de nuevo con don Bosco en la sacristía, 
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donde estaba todavía confesando a las diez. Le pedí la bendición para mis seminaristas y, con aire de santo, respondió: 

»-Sí, roguemos para que todos se hagan santos y alguno se haga salesiano, si es voluntad de Dios». 

En la libretita de sus confidencias escribió también don Pablo Taroni estas palabras, que le dijo el Siervo de Dios: «Esta mañana me ha 
dicho don Bosco que no tendría dificultad en quitarse el sombrero ante el demonio, con tal de que le diese paso para ir a salvar una 
alma». Un concepto análogo a éste, que a primera vista parece demasiado atrevido, fue expresado por el Papa Pío XI el 24 de mayo de 
1929 en un discurso a los alumnos del colegio de Mondragone 1: «Si se tratase de salvar una alma, de impedir mayores daños a las almas, 
nos sentiríamos con ánimos para tratar con el diablo en persona». De vuelta a Faenza, con el alma rebosando suaves emociones, don 
Pablo Taroni desahogó en verso, pues tuvo hasta el fin de sus días abundante vena poética, sencilla y amable, el ardor de los afectos que 
embargaban su corazón; después, poco a poco, recogió las impresiones y recuerdos de su peregrinación en un cuaderno, en cuya cabecera 
escribió la sentencia de Edipo: «La amistad de un gran hombre es un don de los dioses». 

A la fiesta de María Auxiliadora seguía la de don Bosco, de la que ya hemos hablado; después la de san Luis, que las más de las veces 
se trasladaba al primer domingo de julio. Pontificó en ella monseñor Formica, obispo de Cúneo. Por la tarde se hizo, según costumbre, la 
solemne repartición ((416)) de premios a los aprendices. Don Bosco cerró el acto diciendo: 

-Monseñor Formica, obispo de Cúneo, está muy satisfecho de la hermosa manifestación que le habéis dado y me encarga os dé las 
gracias a todos vosotros. Y ahora, hablando de nuestra fiesta, me parece que también don Bosco tendría derecho a un premio. Lo tuvieron 
el señor Prioste 2, y otros señores, y yo también hubiera podido tener uno. Alguien dirá: -íUsted ya tiene su premio con las 
demostraciones de gratitud de sus muchachos! 

-Sí, esto es ciertamente bonito; pero querría, además, otro premio y sería el de la buena conducta... Pero este premio no se puede 
esperar de las manos de los hombres, y éstos no juzgan rectamente, porque sólo miran las apariencias. íQué satisfacción más grande se 
experimenta 

1 La Civiltà Cattolica, 1 de junio de 1929, págs. 466-7. 

2 Fue prioste de la fiesta el caballero topógrafo José Casalegno (Véase: LEMOYNE, Mem. Biogr., VII, pág. 198). 

El profesor Lanfranchi pronunció el discurso de introducción. 
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si se trabaja mucho y bien, mas no con la ruin intención del interés, sino para cumplir el propio deber! íQué satisfacción la de colaborar a 
la obra benéfica de la caridad! Esta es una buena ganancia, que el hombre puede sacar del trabajo en esta mísera tierra, pero no debemos 
buscar nuestro fin aquí abajo. Es, con mucho, más noble; debemos esperarlo en la patria bienaventurada, entre los imperecederos goces 
del paraíso. 

De esta repartición de premios se habla en la ya citada Memoria del Conde Conestábile, que dice 1: «He asistido hace unos meses a la 
repartición de premios en el Oratorio. Para don Bosco y para sus hijos aquello fue una verdadera fiesta. Un caballero piamontés, 
bienhechor de la Obra, había contribuido generosamente a la fiesta, y Dios remuneró al espléndido caballero con el espectáculo de la 
franca alegría de aquella juventud, que vitoreaba con entusiasmo el nombre de su bienhechor. Pero cuando se levantó don Bosco para 
hablar se hizo profundo silencio; no era un orador, sino un padre, un amigo quien hablaba, y su discurso iba derecho al corazón de los que 
lo escuchaban. ((417)) Gritos de amor y de filial reconocimiento saludaron al sacerdote, cuando acabó de hablar; y don Bosco, 
volviéndose a mí, díjome sonriendo: 

«-íMe gusta mucho oír los gritos de estos muchachos! »No es verdad que tienen buenos pulmones? 

»Yo no pude dejar de reconocer el hecho y alegrarme con él.» 

De la otra fiesta, siempre tan solemne, de la Inmaculada, no tenemos en este año más que una charla de don Bosco a los muchachos: es 
la exhortación que les dirigió, como buenas noches el 29 de noviembre, para hacer bien la novena. 

Aquí tenéis a don Bosco que viene a saludaros a todos juntos y a deciros dos palabras. Tengo la satisfacción de daros una buena noticia 
y es que mañana por la tarde comenzará la novena de la Bienaventurada Virgen Inmaculada, a la que siempre hubo especial devoción 
entre nuestros muchachos. Domingo Savio, cuando vivía en este Oratorio, la hacía con fervor especialísimo. Todavía tenemos aquí la 
compañía llamada de la Inmaculada Concepción: fue Domingo Savio quien la comenzó y entraron en ella solamente los mejores 
muchachos. Junto con algunos compañeros compuso un reglamento, que se conserva todavía impreso en su biografía y que lo practican al 
presente los que están inscritos en esta asociación, que son muchos y únicamente los que sobresalen en todas las virtudes. 

»Qué consejo, pues, debo daros, para que hagáis bien esta novena? Dos cosas: exactitud y pulcritud. Son dos palabras, que riman entre 
sí y que van muy de acuerdo 2. 

1 L.c.,pág: 30. 

2 En italiano: esattezza e pulitezza 
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Exactitud en el cumplimiento de todas las reglas de la casa y sin afectación, prontitud a la hora de ir al salón de estudio, prontitud para ir 
al patio a jugar, a la mesa para comer y cenar, para ir a dormir, prontitud para levantarse de la cama, para ir a la iglesia y así 
sucesivamente; esmérese cada uno para cumplir con exactitud sus propios deberes durante todo el año, pero de una manera particular 
durante esta novena. 

Después pulcritud. Con esta pulcritud no me refiero a la limpieza o pulcritud de los zapatos o de la ropa, sino a la pulcritud o limpieza 
del alma. Bueno es que el cuerpo esté aseado, según conviene, pero, es mejor tener la conciencia limpia de pecado, de toda culpa. Y si 
alguno no hubiese hecho la confesión general, puede muy bien hacerla en esta ocasión. Puede que alguno se dé cuenta de que ha carecido 
de dolor o de propósito en las confesiones pasadas, de no haber hecho suficiente examen o de que la confesión fue deficiente por algún 
otro concepto, por ejemplo por falta de humildad, de sinceridad, de integridad, pues bien, aproveche la ocasión que le brinda esta novena 
para arreglarlo todo bien. Si alguien sintiese una desazón en el corazón y, echando una mirada a sus confesiones, viese que siempre 
comete ((418)) los mismos pecados, las mismas mentiras, las mismas pérdidas de tiempo, las mismas faltas a las reglas, de modo que se 
encontrase con una serie ininterrumpida de pecados y confesiones, de confesiones y pecados, pues bien éste manifieste estas cosas, y, si 
lo cree bien el confesor, haga también una revisión de toda su vida con una confesión general, o sólo de los puntos que crea necesarios. 

Puede también que otro sienta una preocupación en el alma y diga: 

-Pero yo temo haber hecho mal una confesi\_n y no encontrarme en buen estado, es verdad que olvidé aquel pecado, pero lo olvidé 
adrede. 

Este tal fue a confesarse quizás otras veces y no tuvo valor para rehacer la confesión mal hecha. Y también éste, si se encontrase aquí, 
vaya a su propio confesor, háblele de su preocupación y póngase enteramente en sus manos. Este examinará con todo el afecto de un 
amigo el estado de aquella conciencia, retrocederá de confesión en confesión hasta la última bien hecha, volverá a arreglar regularmente 
aquella pobre alma, de suerte que pueda quedar tranquila y segura. 

Otro dirá: 

-Me encuentro desasosegado de algún tiempo acá. Tengo dudas, tengo miedo. 

-Pues bien, confiese también éste a su padre espiritual y, si quiere, también su confesión general más o menos detallada, de acuerdo con 
lo que pregunte el confesor, pues éste es el tiempo oportuno para ello. 

Es un gran error el que cometen algunos acusándose: -Tal cosa la hice tres o cuatro veces, y saben con seguridad haberla hecho cuatro 
veces. Lo hacen así para atenuar un poquito su culpa. Otros dicen: -Lo hice únicamente dos o tres veces, y saben haberlo hecho cinco. 
Entonces la confesión es deficiente. Suponed que debéis cuatro liras y decís al acreedor que sólo le dais dos o tres, o también que le 
disteis tres o cuatro, que resultan tres y media, el otro no quedaría conforme y diría enseguida: 

-Habla claro, la deuda es de cuatro liras y dame, por tanto, cuatro. 

Pongamos, pues, en orden nuestras conciencias. Recuerdo que, al comienzo de la novena de la Inmaculada Concepción, Domingo Savio 
se propuso hacerla bien. Vino a mí y quiso hacer su confesión general que, por lo que yo sepa, aún no había hecho y después conservó tan 
limpia su conciencia durante toda la novena, como para recibir cada día la santa comunión. 

Imitad también vosotros a Domingo Savio. 

Suponed que vais a morir esta noche, »cómo querríais hacer la confesi\_n? Pues bien, confesaos como si hubieseis de morir al término 
de esta novena, confesaos como 

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si vuestra confesión fuese la última de la vida; acercaos lo más a menudo que podáis a la santa comunión y mantened siempre en buen 
estado la conciencia para poder comulgar bien. 

((419)) Es deseo ardiente de la Iglesia que los cristianos y con esto no me refiero sólo a los adultos en general, sino también a los 
jovencitos, que todos se mantengan en situación de poder comulgar a diario. íCómo lo hacía Domingo Savio! íCon qué prontitud 
procuraba cumplir sus deberes! Haciendo primero una buena confesión y portándose siempre muy bien, podía acercarse cada día al 
banquete eucarístico. Y, a lo largo del día, hacía visitas a la iglesia e invitaba a otros compañeros suyos a ir con él a los pies de Jesús. 
Este es el verdadero modelo para un muchacho imitador de san Luis Gonzaga: he aquí el modelo de un muchacho que hizo la primera 
comunión a los siete años y medio y escribía como recuerdo: -íAntes morir que pecar! 

Así que os recomiendo estas dos cosas: Exactitud y pulcritud. Pulcritud en el alma y pulcritud también en el cuerpo, como reflejo de la 
primera. Si practicáis mis consejos en esta novena, María Santísima os dará a cada uno un bonito regalo, que consistirá en concederos 
algún gran favor espiritual, el que más aproveche para vuestra alma. Buenas noches. 

Ejercicios espirituales 

Al aproximarse el tiempo de los ejercicios espirituales, el Beato los anunció, desarrollando la noche del 12 de abril estos conceptos, que 
han llegado a nosotros muy resumidos: 

A lo largo del año hay muchos que desean hablar de varias cosas que atañen a la conciencia y a su porvenir. pero no tienen oportunidad 
para ello; otros aguardan a la fiesta de Todos los Santos, después a Navidad y después a la Pascua; siempre querían arreglar ciertos líos de 
conciencia, quizás ya antiguos, pero no lo hicieron. Hay otros, por fin, que se encuentran, por su edad y sus estudios, a punto de tener que 
decidir su propia vocación y están ahora angustiados porque todavía no han tomado ninguna determinación. En los ejercicios espirituales, 
precisamente, se suelen poner en orden estas cosas. Ya los tenéis cerca y tendréis toda la comodidad necesaria para bien de vuestras 
almas. 

Durante los ejercicios, suele el Señor conceder gracias extraordinarias, por tanto, que nadie deje para otra ocasión estos importantísimos 
asuntos; cumpla los deseos que tiene en el corazón, aproveche esta gracia y después quedará satisfecho y tranquilo toda la vida. 

Los estudiantes los comenzaron el domingo 15 de abril. Don Juan Bautista Francesia predicó las instrucciones y don Francisco 
Dalmazzo ((420)) las meditaciones. En las «buenas noches» de aquel día habló así el Siervo de Dios: 

Tendría muchas cosas más que deciros, pero me conformo con las ya dichas. Esta tarde habéis comenzado los ejercicios espirituales. 
Me alegro de ello. En estos días, 
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tendréis comodidad para pensar seriamente en las cosas que os atañen personalmente y atender a ellas únicamente. 

Verdaderamente sé que muchos de vosotros no necesitarían los ejercicios, porque ya son bastante buenos, más aún, diría que la mayor 
parte, especialmente los estudiantes, satisfacen las esperanzas de los superiores, porque son verdaderos cristianos, digo verdaderos; 
algunos lo son porque ya recibieron el santo bautismo, pero no. han correspondido con las obras al excelso carácter de hijos de Dios, 
otros son cristianos, porque observan la ley de Jesucristo y son unos jóvenes como deben ser. Estos últimos verdaderamente no necesitan 
los ejercicios, pero tampoco les harán ningún daño. Todos deben esforzarse por adelantar en el camino que han emprendido y por resistir 
al enemigo de nuestras almas, que en este tiempo hace sus mayores esfuerzos por combatirnos. 

Pero, en medio de tantos buenos, hay algunos que, antes de los ejercicios, estaban a punto de ser enviados a vacaciones forzosas... y en 
estos días tuve en mis manos una lista con los nombres de ciertos sujetos, que aún la tengo arriba en mi habitación. Los leí, he observado 
los motivos y eran razonables. Pertenecen a cursos inferiores y superiores. Basta... he ido prorrogando día a día el tomar esta 
desagradable medida y hemos llegado a los ejercicios: después he pensado que, si éstos no hacían los ejercicios espirituales en el 
Oratorio, ya no tendrían ocasión de hacerlos y de pensar seriamente en su alma. Por eso, he tomado la lista, la he colocado a los pies del 
crucifijo y de la Virgen, y se los he recomendado a El. Que se cumpla su santa voluntad, si les toca el corazón, bien, será una gran 
fortuna. Estos están aquí oyéndome, yo no los nombraré, ni tampoco los mandaré llamar, pero cada uno puede saber si está en esta lista. 

Las causas de mi disgusto son: la mala conducta, las conversaciones malas, las lecturas malas y la propaganda de libros malos. Esta 
tarde he tenido que quemar una buena cantidad de libros, que si hubiesen llegado a manos de otros compañeros, podrían haber causado 
mucho daño. íNo quiero que, por culpa de algunas hierbas malas, tenga que estropearse todo el sembrado! 

Los que han hecho estas cosas y me oyen, piensen que hablamos de ellos. Los ejercicios son especialmente para ellos: a cambiar de 
conducta y, así al menos, no obligarían a los superiores a hacerles interrumpir el curso. Porque don Bosco, y al decir don Bosco quiero 
decir todos los demás superiores, cuando acepta a un muchacho, quiere hacerle todo el bien posible, y desea ((421)) que todos sigan con 
él hasta el término de sus estudios: y, por eso, sólo cuando se ve obligado, despacha a alguno del Oratorio. No son muchos los que 
merecerían ser expulsados: quince o dieciséis en total, que sobre setecientos u ochocientos que estamos aquí, no es mucho. Veremos 
ahora si recapacitan, si dan muestras de arrepentimiento, si mejoran su conducta, si será necesario enviarlos a otra parte o dejarlos con 
nosotros. 

Hay, además, unos pocos, poquísimos, que se quejan continuamente y difunden el malestar entre los compañeros, diciendo: 

-íNo podemos leer un libro de nuestro gusto, sin encontrarnos en seguida con quien nos interrumpa aquella lectura, ísiempre los ojos de 
los superiores sobre nosotros en todas partes! 

Y otras cosas por el estilo. íPiensan poco los pobres! Vuestros asistentes serían unos crueles si no obrasen así, ése es su deber, eso 
requiere vuestro bien. Los asistentes tendrían muchas otras cosas que atender si se limitasen sólo a su interés personal, podrían quedar 
tranquilos si la asistencia no fuese su preciso deber. Si hacen esto, es para impedir el mal, y esto redunda en vuestro bien. Los asistentes 
tendrán, además, 
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que dar cuenta a Dios, si dejaron de asistir a sus alumnos y si éstos, por su negligencia, hubiesen cometido alguna culpa. Valga esto para 
quien lo necesita. 

Y hay otros que, durante estos ejercicios, deben pensar en su vocación, especialmente los de quinto y cuarto curso del bachillerato y los 
de la escuela especial 1; deben pensar si han de abrazar el estado secular o el eclesiástico. Aconséjense éstos con el confesor; 
precisamente es éste el tiempo oportuno. No os digo más sobre este tema, pues creo que se os hablará de él expresamente durante los 
ejercicios. Yo procuraré hablar con quien lo necesite. 

Por tanto, los primeros, es decir, los buenos, háganlos bien; los que tienen algún desorden en las cosas del alma, procuren hacerlos 
mejor, los otros sigan su ejemplo. Pidamos al Señor que nos preste su ayuda, y así todos sacaremos de ellos gran provecho, daremos 
principio a una vida santa, y, al fin, cantaremos todos juntos en el paraíso un solemne Te Deum. Buenas noches. 

La crónica de don Julio Barberis nos proporciona estas noticias: «Los predicadores, muy bendecidos por el Señor y favorecidos, 
además, por un tiempo muy fresco y nuboso, hicieron un gran bien en la casa... Los muchachos los hicieron mejor de cuanto se podía 
esperar. Veinte, por lo menos, se han decidido a ingresar en la Congregación, y otros para ir al seminario». Don Bosco, unos días 
después, habló a todos los jóvenes de la casa, y volvió a tocar de nuevo ((422)) el tema de la vocación, para remachar ciertos puntos que 
él solía presentar como de capital importancia. 

Hemos llevado a cabo una gran cosa, estamos en buenas condiciones; hemos hecho los ejercicios espirituales. No todos, es verdad, 
porque hasta ahora sólo los han hecho los estudiantes, pero, dentro de poco, los harán también los aprendices. íVosotros me hacéis estar 
siempre de fiesta! Sí, es una verdadera fiesta para don Bosco poderse cuidar de las almas de sus muchachos. Este es el fin por el que se 
trabaja, y éste es el fin de esta casa: que los muchachos procuren el bien de su alma. Los estudiantes han hecho los ejercicios espirituales 
y yo estoy satisfecho. Quedan, sin embargo, algunos que no pudieron cumplir su deseo. Hubo quien no pudo hacer la confesión general, o 
repasar las cosas de toda su vida para arreglarlas conforme era su voluntad, y tampoco tuvieron comodidad para hablar de vocación los de 
los cursos superiores. 

Para esto y para lo que respecta a la confesión hay tiempo mañana, pasado mañana, y también los demás días, en los que hay 
comodidad para hacer las cosas bien, y yo procuraré estar aquí. Pero, el que quisiese hablarme con mayor libertad sobre su vocación, 
puede subir a mi habitación todos los días festivos, después de la bendición de la tarde. Este es el tiempo destinado para eso, y yo estaré 
libre para dedicarme únicamente a ellos. 

Alguien me pedía una regla general para conocer la propia vocación. La primera regla que yo doy es la que todos saben: si uno no se 
siente inclinado al estado eclesiástico, no se haga sacerdote; si no se inclina al estado seglar, no se haga seglar, y si, no obstante la 
inclinación, uno viese que aquel estado es peligroso para su alma, 

1 Los Hijos de María. 
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pida consejo. Haga lo mismo quien no siente especial inclinación a ningún estado. Y, si uno no se sintiese inclinado, pero sí opuesto al 
estado eclesiástico, como esta aversión puede ser tentación del demonio, no delibere sin examen, y aconséjese. Otras reglas son los 
Estatutos Eclesiásticos, la probitas morum (probidad de costumbres), el espíritu de santidad, y ésta sería buena garantía para atraer la 
bendición del Señor. 

Yo, por mi parte, doy otra regla para la elección de estado, y es ésta. Póngase en un lugar donde pueda ver un crucifijo y diga: 

-Dios mío, quiero abrazar el estado que más me haya de consolar en el momento de la muerte. Iluminadme y hacedme conocer vuestra 
santa voluntad. 

Rece después un padrenuestro, espere luego un poco, y considere lo que le dice el corazón. Muchos a los que sugerí este medio, se 
determinaron por un estado contrario al que antes tenían intención de abrazar. El Señor concede estas gracias a quienes se las piden 
sinceramente resueltos a seguir la llamada de Dios. 

Hay, además, otra cosa que muchos me han preguntado. Qué diferencia existe entre sacerdote salesiano y sacerdote diocesano. ((423)) 
Yo contesto: ninguna, con respecto a las personas sagradas y a la misa, pues son siempre las mismas personas y siempre la misma misa. 

Pero hay muchos que se hacen salesianos, a los que yo no aconsejaría hacerse sacerdotes seculares, pues correrían gran peligro. Y éstos 
son los que experimentaron, en las vacaciones, lo fatal que es para ellos el vivir en el mundo. Me piden consejo y yo les pregunto: 

-»Cómo te va en el colegio? »Estás aquí tranquilo? 

-El colegio me va siempre muy bien, me contestan, aquí no encuentro ningún peligro, estoy siempre seguro en cuanto a cosas de 
conciencia. íSólo las vacaciones me resultan fatales! 

Pues bien, ése, para quien las vacaciones son causa de caídas, »cómo podrá tenerse en pie estando continuamente en el mundo, y 
también durante las vacaciones del seminario? Fácilmente será presa del demonio y sus asechanzas. Por el contrario, en la Congregación, 
podrá llegar a ser un buen sacerdote y salvar su alma. 

Generalmente se cree que para hacerse religioso se necesita mayor santidad, y no es verdad. Si se es santo, ciertamente es mejor; pero 
para éste no es tan necesaria la santidad como para uno que vive en el mundo. El Señor le dará sus ayudas según su buena voluntad. Y, 
por eso, podrá hacerse salesiano, dominico, agustino, franciscano u otra cosa, mientras que no podría ser buen sacerdote en la diócesis. 
Quien vive retirado en la Congregación, si cae, tiene en seguida quien le levante. La confesión y la comunión frecuentes, la meditación, 
las visitas a Jesús Sacramentado, las lecturas espirituales, las advertencias de los superiores, las frecuentes conferencias que se dan a 
todos los hermanos reunidos, le sostendrán y le harán levantarse en seguida de cualquier caída. Esta ventaja no la tiene ciertamente el 
sacerdote que vive en el mundo. 

También los aprendices, y no sólo los señoritos estudiantes, tienen que pensar en su vocación, porque, si yo viese en alguno de ellos la 
voluntad de hacerse salesiano, me lo tomaré muy a pecho y andaré muy solícito para recoger esta perla preciosa y guardarla en el 
Oratorio. 

Mientras tanto, todos nosotros pediremos al Señor que cada uno de vosotros saque el mayor fruto posible de los ejercicios espirituales 
que ha hecho o hará, y se digne asistir a los que ya están encaminados hacia la carrera eclesiástica, e iluminar a los que están por abrazarla 

o por elegir el estado de vida que sea, a fin de que todos nosotros podamos pasar en la virtud los días de nuestra peregrinación en esta 
tierra 
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y, después de una santa muerte, encontrarnos un día todos juntos reunidos para alabarlo en el Paraíso. íBuenas noches! 

Los aprendices tuvieron sus ejercicios, que empezaron el 27 de mayo, pero las memorias del tiempo no nos han transmitido nada que 
concierna a don Bosco. En cambio, podemos recoger algo ((424)) acerca de la segunda tanda de ejercicios que hicieron en Lanzo los 
aspirantes, novicios y profesos, y son algunos pensamientos del Beato en dos «buenas noches» y una plática. 

22 de septiembre. Quien quiere entrar en la Congregación, es preciso que ame el trabajo. El tiempo pasa como una sombra: aún no 
hemos empezado los ejercicios y ya nos encontramos en la mitad. Mañana estaremos en la mitad. Y cada día tenemos materia nueva. Esta 
mañana han comenzado las confesiones; no se pudo satisfacer a todos, pero todavía habrá tiempo para los demás en los días que quedan. 
Mañana podrán presentar la petición los que quieren ingresar en nuestra congregación y los novicios que desean hacer los votos. Pero 
mañana tendremos tiempo para hablar de esto. Los que quieren ser novicios, vayan a don Julio Barberis, él es el encargado de este asunto 
y sabrá zarandar la criba, y una criba muy fina para algunos. Mientras tanto quiero que os convenzáis de una cosa: no se permite que le 
falte nada de lo necesario al que entra en la Congregación, pero es preciso trabajar. A veces un Superior quiere dar una asistencia a 
alguno y éste responde: 

-íPero es que tengo ya que dar tal clase! 

Quiere darle otra ocupación, y huye de la obediencia con otra disculpa, hasta que el Superior, desalentado, lo deja en un rincón, 
abandonado a sí mismo y sin dar golpe. Este no es el espíritu de la Congregación, nadie entre en ella con la esperanza de estarse mano 
sobre mano... 

23 de septiembre. Quien quiere hacer los votos, no tenga segundas intenciones. Estamos realmente en la mitad de nuestros ejercicios; 
hasta ahora se ha sembrado, ahora hay que recoger. Muchos ya se inscribieron hoy y, si alguno tuviese todavía este deseo, podrá hacerlo 
mañana. Ahora es tiempo de descargar un martillazo en los cuernos del demonio, y acabar con él, con el mundo y con la carne, emitiendo, 
los que han cumplido ya su tiempo de noviciado, los votos trienales o perpetuos. Yo no hago gran diferencia entre estos dos votos, en 
razón de que miro la intención que uno tiene de permanecer en la Congregación. Pues si uno, porque ve que no puede arreglárselas a su 
gusto en otra parte, intentara engañar a don Bosco, haría ciertamente una cosa digna de reproche. Puede haber quien diga: 

-íMe quedo un año con don Bosco y, mientras tanto, como un año el pan a su costa y estudio a expensas ajenas! 

Otro dirá: 

-Yo me quedo tres años en el Oratorio, sin preocuparme de la comida y el vestido, después buscaré lo que me guste. 

Estos harían mejor siendo leales y yendo al Superior a decirle claramente: 

-Yo no quiero quedarme en la Congregación, pero quisiera hacer mis estudios y no tengo medios. Haga usted el favor de 
proporcionármelos. Entonces el Superior verá si puede encontrar algún medio para facilitarle la manera de estudiar; ((425)) por lo demás, 
vaya a otra parte, si puede, a hacer fortuna, pero no emita los votos. Sin 
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embargo, el año pasado, mientras yo decía desde este lugar las mismas palabras, había algunos que tenían esta intención y se la guardaron 
y se marcharon fuera hace pocos meses. Esperemos que este año no se repita el caso. 

Y los que tienen buena voluntad, no se asusten, porque hacen los votos perpetuos, temiendo que, si viniese alguna grave necesidad, no 
podrán salir de la Congregación; porque, si hubiese graves motivos, el Superior puede también dispensarlos de estos votos... 

26 de septiembre. Palabras después de la emisión de los votos: consuelos del religioso en la vida y en la muerte. Si alguno de los que 
están en la calle hubiese estado presente en la función que acabamos de celebrar, habría razonado así: estos jovencitos, todavía en la flor 
de la edad, podrían gozar los placeres, aspirar a la gloria del mundo, en cambio, se retiran como locos a un claustro, dejan neciamente las 
delicias que podrían disfrutar. Y nos calificaría dignos de lástima. Por el contrario, nosotros, que pensamos más en nuestros intereses, 
razonamos así: si no dejamos ahora estas cosas materiales, las deberemos dejar un día, con la diferencia de que si las dejamos ahora, las 
tendremos compensadas con el ciento por uno en esta tierra y con la felicidad en el cielo. El Señor concede este céntuplo de muchas 
maneras. Primero, con la alegría del corazón... También estando en la Congregación, abandonando completamente el mundo, se adquiere 
gloria. íCuánta alcanzaron san Vicente de Paúl, san Sebastián Valfré, san Carlos Borromeo y muchos otros! Pero, aun con respecto a las 
cosas materiales, tampoco le faltan en esta tierra. A pesar de nuestra pobreza, tenemos todo lo necesario. Hemos dejado unos hermanos y 
hemos adquirido otros muchos mejores, que nos ayudan y nos consolarán en el momento de la muerte. Aquí, si uno cae enfermo, se 
organizan en seguida oraciones especiales por él en las plegarias de la mañana y de la noche; otros hacen visitas a la iglesia por él. Si 
llega el trance de muerte, se reúnen casi todos ante el Santísimo Sacramento y encomiendan su alma. En el mundo, por el contrario, ve el 
enfermo a su alrededor una multitud de parientes y amigos que no aguardan otra cosa más que la posesión de sus pobres enseres; y aquí 
están los testigos, allí el notario, mientras el pobre sacerdote tiene que estar en un rincón y guardar muchas consideraciones. Y cuando el 
sacerdote intenta acercarse a la cama, se adelanta un primo del moribundo diciéndole: 

-íPadre, haga el favor de recomendarme para que también a mí me deje algo en herencia, y no lo deje todo a Fulano! 

Y en medio de este alboroto de cosas temporales, »qué será del alma del pobre moribundo? 

En cambio, en la Congregación no se tiene ninguna preocupación por las cosas temporales. Si uno cae enfermo, otros trabajan por él y 
lo mantienen. Si está sano, trabaja, hace lo que los otros han hecho por él. Si llega a punto de muerte, no tiene ninguna preocupación por 
las ((426)) míseras cosas de esta tierra, porque ya las ha dejado todas y muere rodeado de sus queridos hermanos, que rezan por él; y, aun 
después de su muerte, se acuerdan de él, y por años y siglos, mientras dure la Congregación, no se perderá su recuerdo. 

En cambio, apenas muere uno en el mundo, los demás se apoderan de todo lo que tenía y uno se queja de haber recibido poco, otro 
critica su testamento; otro, dueño de la casa que él habitaba, toma posesión, entra dentro y dice: 

-Aquí estaba el bueno de Fulano, requiescat in pace, y salud para nosotros. »Y dónde está aquel bonito reloj que él tenía? »Dónde puso 
aquel precioso traje nuevo? No querría que se perdiese. 
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Así se agarran a sus cosas y ya no piensan en él lo más mínimo. Más todavía, antes de que muera, temen que se cure; se alegran de que 
vaya al Paraíso, sólo desean que deje pronto esta tierra para adueñarse de sus haberes. 

Nosotros somos pobres, pero mientras vivimos no tenemos que sufrir tanto por la pobreza. Hemos dejado una casa y hemos encontrado 
muchas más. Tenemos en Turín casa propia, venimos a Lanzo y estamos en nuestra casa, vamos a Borgo San Martino y el colegio nos 
pertenece, en Varazze no tenemos que pedir hospitalidad a nadie, porque aquel colegio es nuestro; en Alassio, en Niza tenemos casas 
nuestras y hasta en la lejana América nos aguardan techos hospitalarios, y nosotros nos hospedamos allí porque somos los dueños. Ni un 
rico señor, ni siquiera un príncipe tiene tantas casas. Pero, si también tenemos que soportar una incomodidad, tenemos que saberla 
aguantar con paciencia y no imitar a los qui pauperes esse volunt et socios paupertatis nolunt; y como muchos otros que querrían ser 
llamados pobres, pero a condición de que nunca les falte nada, y tengan todo lo que quieren. Hasta ahora, gracias a Dios, nunca nos ha 
faltado todavía nada de lo necesario; sin embargo, llegado el caso, debemos estar dispuestos a padecer también las incomodidades de la 
pobreza. 

Y ahora os diré: »os ha faltado algo en la Congregación? Por desgracia, al contrario, el Señor nos da a veces aun lo superfluo, y es 
preciso no apegar el corazón a estos medios materiales. Pero me contestaréis: 

-íYa hemos abandonado el mundo y no queremos saber nada de las cosas terrenas! 

Muy bien, tampoco yo quiero que apeguéis el corazón a esto; pero yo os lo decía solamente para haceros ver que el Señor, aun en este 
mundo, trata bien a los que le sirven. En cuanto a las ventajas espirituales que se disfrutan en la Congregación, »quién podría 
enumerarlas? En parte os las mencionaron en estos ejercicios y, si yo quisiese entrar ahora en este tema, no acabaría nunca. Basta una 
sola. A los del mundo se les dice: Vae soli, quia cum ceciderit non habet sublevantem se (Ay del solo, pues, cuando cayere, no tiene 
quien le levante). De nosotros, en cambio hay que repetir: O quam bonum et iucundum habitare fratres in unum! (íQué bueno, qué 
dichoso vivir los hermanos en unión!). En religión nunca está uno solo. 

((427)) Y ahora queréis un consejo. Tendría muchos para daros, pero me contento dándoos el de siempre: Fuga del ocio, templanza, 
observancia de las reglas. Cuando veais a uno que no está contento en la Congregación, ya podéis decir que la causa de ello es la poca 
observancia de las reglas. 

Las vacaciones y después de las vacaciones 

La tempestuosa situación exterior que hemos narrado en el capítulo anterior, obligaba a don Bosco al ingrato trabajo de prepararse una 
defensa en Roma, y le tenía amarrado a múltiple correspondencia y a la exposición razonada y documentada de los hechos; pero este 
trabajo no le impedía guiar tranquilamente a sus muchachos por el camino del bien. Se acercaban las vacaciones. El 21 de agosto por la 
noche subió a la pequeña tribuna y, después de esperar un poco para que los aprendices se colocaran junto a los estudiantes, tras un 
exordio apto para conciliar el silencio y la atención, desarrolló admirablemente 
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el pensamiento de la presencia de Dios, presentándolo como medio az para pasar las vacaciones sin caer en el pecado. 

Y, ahora, guardad un rato de silencio, porque quiero deciros una cosa. Lo que yo quería haceros saber es que en medio de estos grandes 
calores, más sofocantes que los del mes de enero, por la gracia de Dios nuestro Señor, s sotros estamos sanos y no nos faltan las ganas de 
comer. Otros años, a fines de junio, algunos sentían que iban perdiendo el apetito. Este año todavía no se ha quejado el panadero de que 
haya disminuido la cantidad de pan que se consume. Esto debe alegrarnos, y hemos de dar gracias al Señor por ello, de todo corazón. 

Pasemos a otra cosa. Se aproximan las vacaciones, para los estudiantes y para los aprendices, unos para descansar la cabeza y otros para 
descansar las espaldas y los brazos. Yo tendría que dar, a unos y a otros, algún buen consejo para pasarlas bien; pero hay consejos 
generales que pueden servir para todos. El consejo, pues, que suelo dar es éste: cuando estéis de vacaciones, aprovechad la libertad; obrad 
mal, pero intentad esconderos en un sitio donde el Señor no os vea: encerraos en una habitación escondida de la casa, bajad a la bodega, 
subid incluso al campanario, o escondeos en lo más espeso del bosque, con tal de que no esté presente el Señor. Pero no creo que haya 
ninguno tan necio. Vosotros comprendéis en seguida que es imposible esconderos a los ojos de Aquel que ve al mismo tiempo todo en el 
cielo y en la tierra. Este pensamiento nos debe ((428)) acompañar siempre en todo lugar, en toda »Y cómo os atreveríais a cometer un 
acto que pueda ofender al Señor, si El tiene el poder de dejaros seca la mano en el instante en que os preparáis para cometerlo, o 
entorpecer vuestra lengua, mientras pronunciáis aquella mala palabra? Así, pues, cuando os encontréis en casa, entre vuestros amigos y 
compañeros, si alguno os aconsejara no acudir a la iglesia, ir a algún lugar peligroso, o hacer una acción mala, responded como hizo una 
vez José, cuando en Egipto querían hacerle cometer un pecado: 

-»Y cómo puedo ofender en su presencia a mi Señor? 

Y nosotros, cristianos, debemos decir más todavía: »cómo podemos ofender en su presencia a nuestro Dios, a Dios todopoderoso que 
nos ha creado, a Dios misericordioso que nos ha redimido, a Dios infinitamente bueno que nos colma a cada instante de sus beneficios, a 
Dios justo que podría con un solo acto de su voluntad quitarnos esta nuestra mísera existencia? 

»Y no podría ser que nosotros, que vamos a ir ahora a dormir, no nos levantáramos todos del lecho, mañana por la mañana? »Que 
alguno de nosotros fuese encontrado muerto? Si mañana por la mañana se esparciese la voz: 

-Esta mañana ha muerto uno. 

-»Quién? 

-íDon Bosco! 

-íOh pobrecito! íAyer estaba alegre, nos hablaba y ahora ya ha pasado a la eternidad! 

Lo que podría sucederme a mí le puede suceder a cualquiera de vosotros. Muchos murieron comiendo, estudiando, paseando, 
divirtiéndose. Por ejemplo, ce dos o tres días en Lanzo, un sacerdote, el reverendo Oggero, había predicado su sermón y se paseaba alegre 
por el jardín con su párroco, que le felicitaba por haber dejado satisfechos a los oyentes, y haberse granjeado un gran honor, cuando he 
aquí que, de pronto, siente que no está a su lado. Se vuelve, mira, y lo ve tendido en el suelo. Lo llama, le toma de la mano: 
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-»Qué hay? »Qué te pasa? íOggero! íOggero! 

Pero se dio cuenta de que ya no vivía. Nada hay que temer de este sacerdote que estuvo en el Oratorio, pues era una santa persona; pero 
ya veis cómo se muere. Un sacerdote que había estado el año pasado algún tiempo en el Oratorio, y después en Lanzo, moría en San 
Nicolás, en brazos de don Juan Cagliero, en una iglesia que él administraba. Hablo de estos dos, pero podría hablar de tantos y tantísimos 
más que murieron de improviso y de mil maneras. Debemos, pues, procurar encontrarnos siempre sin pecado, en la presencia de Dios, 
que puede castigarnos en un momento y aniquilarnos. 

Al decir que nos pongamos en guardia para no ofender a Dios, entiendo también decir que si alguno tuviese un pecado en la conciencia, 
procure ponerse en gracia de Dios enseguida. Vosotros sabéis cómo se hace esto, porque el Señor, que ve cada uno de los actos que 
hacemos, no nos ve solamente para castigarnos. El es justo y, por esto castiga el mal y premia el bien. Es también misericordioso. No es 
inflexible, no, es todo bondad, ((429)) es amor; y esto hace que sea más propenso a premiarnos que a castigarnos, y, cuanto más debe 
temerlo quien tiene pecado en la conciencia, tanto más debe estar alegre y contento quien está en gracia de Dios. Pregúntese cada uno a sí 
mismo: 

-»Puedo decir ahora que no tengo en el alma nada que desagrade a Dios? 

Si puede decirlo, quédese tranquilo, viva feliz, corra, salte, coma, ría y duerma, que siempre estará bien, pues no tiene miedo del juicio 
de Dios; pero, si no lo puede decir, procure ponerse pronto en gracia de Dios para no temer la muerte, en cualquier momento que ella 
venga. Buenas noches. 

El día primero de agosto habían comenzado los exámenes de fin de bachillerato. Los candidatos del Oratorio habían quedado muy bien; 
es más, dos de ellos habían merecido la calificación de matrícula de honor. A juzgar por las «buenas noches» del 24 de agosto se ve que 
todavía se encontraban algunos presentes. Los exámenes de los demás tenían que comenzar el lunes 27 y seguir durante toda la semana. 
Don Bosco habría querido que los aspirantes renunciasen a la ida a su casa. Además de la noche del 24, habló también en la del 31. íQué 
de cosas bonitas dijo en estas dos charlas! 

24 de agosto. Pedir consejo acerca de la vocación; en las vacaciones ocupar útilmente el tiempo. Hoy tengo el gusto de daros las buenas 
noches y dirigiros unas palabras. Hay algunos del cuarto curso del bachillerato y diversos hijos de María, que desean todavía venir a 
hablarme sobre la vocación, y que me escribieron con respecto a esto y a otras cosas. Debo contestarles, por no haberlo hecho todavía. 
Había establecido el tiempo apto para hablar con vosotros, pero éste me ha faltado siempre. Así, pues, los que deseasen hablarme, vengan 
a mi cuarto el domingo, después de la bendición y todo se podrá arreglar. Tocante a los del cuarto curso de bachillerato, quiero creer que 
estén suficientemente instruidos, doctos y animosos como para dar un buen salto; saltar a pies juntillas el quinto curso del bachillerato, 
esto es, pasar de un golpe del cuarto curso a filosofía. Esto puede hacerse con preferencia entre nosotros, porque durante los dos años de 
filosofía tenemos todavía clase de literatura latina y de literatura italiana. 
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Los exámenes se acercan y esto me gusta, porque después vienen las vacaciones y sin exámenes no se puede ir adelante. Sin embargo, 
quiero tanto a mis hijos que me pesaría las pasasen lejos de mí. Os quiero mucho y aquí hay bastante quehacer para todos. No quiero 
decir con esto que no se pueda ir a la propia casa. Sí, se puede ir, cuando haya una razón suficiente, un grave motivo de familia, que exija 
la propia presencia. Cuando ((430)) este motivo existe, se da con satisfacción el permiso. Pero, cuando se va por el simple gusto de ir, 
quédense éstos aquí conmigo. Me gusta mucho teneros en el Oratorio. Estad tranquilos y seguros, pasaremos las vacaciones todos juntos 
en un sitio o en otro, y las pasaremos muy bien. 

Decía esto por algunos que ya han terminado los exámenes, y están dudando, y querrían ir a casa; que se queden tranquilos aquí, lo 
mismo los clérigos que los seglares. Esto no es para los que no han llegado al cuarto curso del bachillerato, que aún no se han examinado, 
y tienen que partir el día 3. Vayan en hora buena a pasar las vacaciones en sus casas, pero no pierdan el tiempo, y hagan lo mismo los que 
han terminado su curso y se hayan examinado. 

Desearía daros un consejo para pasar bien estas vacaciones. Todos tienen re alguna asignatura que no han podido estudiar lo suficiente 
durante el ano: traten de repasarla con más atención en este tiempo. Hay ciertas lecciones que no se aprendieron muy fielmente de 
memoria; otras que no se entendieron en cada una de sus partes; muchos tratados en los que sólo se obtuvieron resultados regulares y, que 
si no se vuelven a mirar, acabarán en cero. Todo esto puede arreglarse muy bien durante el tiempo de vacaciones. Hay que repasar un 
poco ese latín o ese italiano, repásense los autores latinos para hallarse en disposición de entenderlos. Notad también que para aprender es 
necesario leer, leer libros útiles, y muchas veces esto resulta imposible a lo largo del ano. Hacedlo ahora que tenéis tiempo; leed para 
aprender, y no sólo por curiosidad, ahora que no estáis apremiados por aquella lección, por aquellos deberes que tanto os daban que 
hacer. Así no perderéis el tiempo. No olvidéis el aviso del Espíritu Santo, de no perder ni un minuto de tiempo. 

No quiero decir con esto que se deba estar siempre estudiando, sin hacer recreo. Sí, divertíos también, pero que vuestras diversiones 
sean honestas, que sirvan para reparar las fuerzas del cuerpo y rejuvenecer el espíritu: mirad que el asunto que os toméis no sea ociosidad 
y tiempo inútilmente perdido. Os digo esto, os lo repito y, por cuanto puedo, os obligo a ello. Estudiad algo que os sea útil para el 
porvenir. íSi vo fuese joven como vosotros, cómo querría emplear mejor mi tiempo! Si yo pudiese tener todavía aquellos momentitos de 
tiempo que dediqué, no digo a cosas inútiles, pero que hubiera podido dedicar a algo mejor, cuántos libros útiles querría leer todavía, 
cuántas obras nuevas comenzar! íEntonces tenía tiempo, ahora no lo tengo, ni puedo tenerlo, y no me queda más remedio que deciros: 
ocupad bien el tiempo ahora que lo tenéis! 

»Pero habrá todavía en casa alguno que no tenga nada que hacer? Que venga a mí y yo le proporcionaré trabajo. Que vaya a don Miguel 
Rúa, a don Pedro Guidazio, a don José Lazzero, a monseñor Ceccarelli, que todos se lo darán en abundancia. 

((431)) Mientras tanto, no olvidéis para los exámenes que María es Sedes Sapientiae y, por la mañana y a lo largo del día, encomendaos 
a Ella con la jaculatoria: María sedes sapientiae, ora pro nobis. Termino deseándoos felices exámenes y buenas noches. 

31 de agosto. Etimología de la palabra vacación. Ayudar a la familia en las labores de casa; templanza; no ir a la cama después de la 
comida. Tengo una hermosa noticia 
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que daros. íEl lunes empiezan las vacaciones! »Os gusta esta noticia? Veo que gusta a muchos y yo me alegro de que hagáis vacaciones, y 
puedo deciros que muchos han pedido pasarlas aquí conmigo en el Oratorio. Esto me agrada, mas deseo que lo hagan de buena gana y 
que no hagan desesperar a los asistentes, y a los maestros. Tendrán horas de recreo y de paseo en abundancia, pero pasarán unas 
vacaciones más retirados y expuestos a menos peligros. 

Lo único que recomiendo a los que se van y a los que se quedan es la fuga del ocio. Ya sé que a algunos no les parecerá tan bonito ir de 
vacaciones para trabajar. 

Y, sin embargo, el verbo vaco, vacas, vacare no significa descansar, no hacer nada, como alguno se cree, antes al contrario, significa 
ocuparse, atender a alguna cosa. Así, vacare studio significa atender al estudio; vacare agriculturae dedicarse a la agricultura; vacare 
deprecationibus emplear el tiempo en ejercicios de piedad. 

Yo deseo que en todo tiempo se haga siempre algo y no se pierda ni un minuto, porque en vacaciones una de dos, o trabajáis vosotros y 
el demonio se queda desocupado, o bien vivís vosotros desocupados y trabaja el demonio. Me diréis: 

-»Entonces tendremos que trabajar siempre y no descansar ni un momento? 

Quiero que entendamos los términos. La fuga del ocio no quiere decir estarse desocupado, pero no significa trabajar continuamente en 
trabajos manuales, estudios y oraciones. 

A pesar de que verdaderamente un trabajo continuo no es reprochable, antes al contrario os lo recomiendo. Recuerdo que cuando yo iba 
a casa de vacaciones buscaba cuero, lo cortaba, hacía zapatos y después los regalaba; compraba paño, tela de algodón, la cortaba, hacía un 
par de pantalones, de calzoncillos y después los cosía y me servían para mí o para otros. También me ponía a hacer de carpintero, 
trabajaba con la madera y fabricaba bancos, sillas, mesas y otras cosas. Todavía hay en mi casa mesas y sillas que hice yo con mis manos. 
Muchas veces iba a segar hierba en el prado y, para descansar, leía a Virgilio. Otras veces daba vueltas al heno. Era bonito verme a veces 
con la hoz o la horca en una mano y Virgilio en la otra. En una palabra, no sabría decir si hay un oficio al que no me dedicara; pero puedo 
aseguraros que no pasé un momento ocioso. No quiero proponeros estos hechos como ejemplo, los he ((432)) recordado solamente para 
haceros ver de cuántas maneras se puede ocupar el tiempo de vacaciones. 

»Y en casa no puede uno prestar los servicios que dan a conocer el buen corazón y la atención de un joven? Por ejemplo, barrer las 
habitaciones, fregar los platos, preparar la mesa, servir la comida, ayudar al padre o a la madre; prestarse a trabajar en la huerta, en la 
viña; revolver el heno en el prado, cortar leña, limpiar una cuba y tantas otras cosas, pero no estar nunca ocioso. Si uno se queda allí 
parado, sin hacer nada, y se está mano sobre mano, el demonio que observa siempre atentamente, dice en seguida: 

-íEste es mío! 

Y le acecha con insistencia, y, ora por medio de los compañeros, ora con los pensamientos, hace que caiga en sus garras. 

-»Entonces tendremos que trabajar siempre y no divertirnos nunca? 

-Hay diversos géneros de trabajo; la diversión misma puede ser una ocupación. Quien tenga una viña, vaya en hora buena a comer uvas, 
sólo le recomiendo que tome las más maduras. Si hubiese melocotones, higos, peras, manzanas, comed alegremente con tal que estén 
maduras. Sí, os recomiendo que os divirtáis mucho; jugad a las bochas, jugad a la pelota. Cada uno tendrá también en casa diversiones 
especiales, y juéguese a la baraja, a las damas, al tresillo, al ajedrez y con todo lo que encontréis 
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para divertiros. Sobre todo os recomiendo, y mucho, que deis buenos y largos paseos. Aún así tendréis mucho tiempo para leer, estudiar y 
repasar alguna materia determinada o algún autor todavía no bien entendido. 

A la hora del desayuno cumplid vuestro deber y a la hora de la comida, comed también con buenas ganas. Pero, guardad la templanza 
en el comer y en el beber. Sabéis perfectamente que hay ciertos refranes piamonteses que mueven a risa, pero dicen la verdad. No querría 
decirlos, mas por vuestro bien, recordaré algunos. Por ejemplo: Panza llena, casa de tentación. Lo que está en la panza es todo del diablo 

1. Los Santos Padres dicen que convivimos con un enemigo, que es nuestro cuerpo. Si le damos cuanto nos pide, él se envalentona y 
puede perjudicarnos; pero, si le damos poco alimento, entonces, a semejanza de un caballo, al que le dan poco heno y poca cebada, se 
hace dócil, agacha las orejas y obedece al espíritu. No olvidéis que, al decir de los Doctores de la Iglesia, gula y castidad no pueden ir 
juntas. Y además san Pablo, escribiendo avisos para varias clases de personas, da a los jóvenes sólo éste: Ut sobrii sint (para que sean 
sobrios). »Es posible? diréis. »No encontraba san Pablo otros avisos más importantes que darles? No: porque cuando los jóvenes son 
sobrios, pueden adelantar mucho en la virtud. Si falta la sobriedad, tienta el demonio y se cae en muchos pecados. 
Una cosa más. Descansad en vacaciones algo más de lo acostumbrado por la mañana y por la tarde; pero guardaos mucho de ((433)) 
cierto género de descanso que se llama daemonium meridianum. Es el más terrible de cuantos demonios podáis encontrar. Como tal se 
entiende el descanso de después de comer, la siesta. Este demonio viene cuando uno va a echarse en la cama. íCuánto daño le hace! Da 
vueltas a su alrededor. Va a su lado y le silba al oído una palabra mala. íQué conversaciones le trae al recuerdo! Se pone delante de él, le 
mira maliciosamente con el rabillo del ojo y le presenta una figura torpe, un feo espectro que vio en un libro malo. Da vuelta por el otro 
lado y le susurra un recuerdo que debería estar olvidado para siempre y le enciende la fantasía. Y estas tentaciones se estacionan allí, y él 
no puede librarse de ellas, y la imaginación va tras estos fantasmas, va... y va... hasta caer en un deplorable exceso, y el demonio canta 
victoria. 

Guardaos, pues, de echaros en cama después de comer. A no ser que estéis ya avanzados en edad y no podáis teneros en pie, no toméis 
nunca este hábito. Si tuvieseis necesidad de descanso, a lo más sentaos en una silla y con la cabeza derecha o inclinada, estaos allí un rato 
dormitando. Esto os bastará y os aprovechará. 

-íQué charla tan larga nos ha espetado don Bosco! 

Repasemos desde el principio y repitamos todo brevemente. 

Pasad felices vacaciones, pero no estéis nunca ociosos. Si no trabajáis vosotros, trabaja el demonio. De día trabajad, divertíos, 
conversad, jugad. A la hora del desayuno, a desayunar; a la hora de la comida, a comer; y a la hora de cenar, a cenar, pero no estar nunca 
sin hacer nada. Incluso de noche, procuremos estar ocupados. »En qué? En dormir; sí, dormid. En el alimento, sobriedad; nunca más de 
lo necesario, para conservar la salud del cuerpo y la del alma. 

Me quedarían todavía otras cosas por deciros, pero os las diré el domingo o el lunes, antes de que salgáis. Mañana y pasado mañana, 
que son los últimos días que pasáis con nosotros, deseo que vengáis a verme, porque tendría algo que deciros a 

1 Confieso la verdad, si digo que no he sabido encontrar en nuestro refranero los proverbios españoles correspondientes a estos 
piamonteses; porque no les van: «de la panza sale la danza», ni, «de grandes cenas las sepulturas llenas». (N. del T.) 
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todos. Ahora desearía que cada uno me diese un gusto: y es que toméis nota de lo que don Bosco os sugiere, para pasar alegremente las 
vacaciones, y que las tengáis siempre presentes en la mente y las practiquéis. Si las cumplís, la experiencia os dirá cómo procuré haceros 
felices y alegres con mis advertencias. Cuando volváis al Oratorio, ya me contaréis y bendeciréis la hora y el momento en que os las he 
dado. Buenas noches. 

El 2 de septiembre se repartieron los premios a los estudiantes. 
Monseñor Ceccarelli leyó el discurso, que fue impreso en la tipografía del Oratorio. Como aquel día había llegado don Juan Cagliero 
((434)) de América, el orador, intérprete de la común alegría, acabó con un entusiasta saludo a su persona. Don Bosco no tomó la palabra 
en el acto académico, pero habló a la mañana siguiente en la iglesia. Sus palabras fueron las de un padre que tiembla por la suerte de los 
hijos próximos a separarse de su lado. 

Cuando un padre tiene que dejar a sus hijos, o cuando tiene que enviarlos a cumplir un encargo a un lejano país, aunque sepa que sus 
hijos son obedientes y conocen bien el asunto que deben tratar, sin embargo, siempre teme que les suceda algo a los hijos que tanto ama. 
Desde que parten, vive angustiado, pensando que pueden tropezar, resbalar y caerse por un espantoso precipicio en un lugar montañoso, 
ser desgarrados por un lobo en medio del bosque, perecer bajo el cuchillo asesino en un barranco, o sufrir molestias e incomodidades a lo 
largo del camino, la aspereza de los lugares, la intemperie de las estaciones. 

»Y hasta cuándo vive con esa angustia? »Cuándo vuelve a estar tranquilo? Hasta que regresan al techo paterno y puede volver a 
abrazarlos contra su corazón. 

Creedlo: ese padre que teme, padre indignamente, pero padre de corazón, ése soy yo. Los hijos que deben separarse para ir a lejanas 
tierras, sois todos vosotros que marcháis de vacaciones. Habéis terminado vuestros trabajos y ahora vais en busca del merecido descanso; 
mas, para mí, este curso escolar es un ano más que ha pasado, del que tendremos que dar cuenta a Dios; un año más de mérito o de pena. 
»Y quién sabe si, dentro de poco tiempo, no se llevará el Señor a alguno de vosotros y, en vez de dejarle disfrutar las vacaciones, no le 
pida cuenta de cómo ha pasado el curso? 

Pero vosotros tenéis la sangre hirviendo en las venas y gritáis con entusiasmo: 

-íVacaciones, vacaciones! 

Y no pensáis más que en ellas, no deseáis nada más, no queréis oír hablar de otra cosa. 

Sea así. Ahora os vais de vacaciones, y no con malas intenciones, sino con buenos propósitos, pero yo temo que algún enemigo venga a 
arrancaros estos buenos propósitos y os haga perder la vida del alma. íCuántos peligros encontraréis! Todos los que ahora os he 
nombrado, lobos, precipicios, ladrones, son otras tantas imágenes de los peligros espirituales con que os toparéis. Y este pensamiento 
preocupa mi corazón y me mueve a advertiros que os guardéis de ellos. Si no estáis firmes en el bien y resueltos, cuando estéis en casa, ya 
sin custodia y retirados, libres y en medio de las ocasiones del mal, comenzaréis a dejaros llevar hacia abajo poquito a poco y por fin 
caeréis. Un joven del Oratorio irá a la iglesia y cuando vea a otro que no toma el agua bendita, tampoco él se atreverá a tomarla por miedo 
a que se burlen de él. Verá 
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que otro no hace la genuflexión, o que la hace mal y ((435)) él, por vana vergüenza de los hombres, negará a Jesús en el Sagrario esta 
señal de adoración, o la hará tan mal que más bien parecerá un desprecio. Un día se os presentará la ocasión de ayudar una misa. 

-Podría ayudarla yo, pero »qué dirán mis compañeros? Dirán que no valgo más que para estar en la sacristía. »Yo, un hombre de 
sacristía? 

Y deja que vaya otro a ayudarla, mientras él se retira a un rincón de la iglesia para que nadie le vea, y se contenta con oírla. 

Y yo os digo que cuando uno, por respeto humano, se pone en un lugar obscuro, escondido, de la iglesia, al día siguiente ya no irá a oír 
la santa misa. Vendrán después los compañeros y le dirán: 

-íHola, amigo! íCuánto tiempo hace que no nos veíamos! íEa, vamos a beber juntos una botella de gaseosa! 

Y van y juegan y entablan malas conversaciones. El muchacho vuelve a su a, trastornado todavía con lo que ha oído en aquella 
conversación, y deja de guardar un poco el respeto que se debe a los padres; luego, comienza a malgastar dinero, después ya no obedece a 
su madre y alarga la mano para robar algún dinero en casa. Aquel jovencito, que era tan bueno aquí en el Oratorio, se hace un verdadero 
desobediente, un pequeño gastador. No quiero seguir adelante describiendo las tristes consecuencias de las vacaciones. íA cuantas culpas 
arrastran el respeto humano y las malas compañías! íA cuantos, que vuelven de su casa al Oratorio, hay que despedir porque no se 
portaron bien o no pudieron obtener del párroco el certificado de buena conducta durante las vacaciones! Y no puede ser de otra manera; 
para que el párroco pueda extender este certificado, es preciso guardar buena conducta. 

Pero yo espero que no os ocurra esto a ninguno de vosotros, por consiguiente, dejando de lado estas cosas desagradables, os daré 
algunos avisos para que os mantengáis buenos durante las vacaciones. 

Mirad, pues; tan pronto como lleguéis a casa y os encontréis con vuestros padres, saludadlos, abrazadlos y decidles que yo los saludo de 
todo corazón. Y, vosotros, respetadlos, obedecedlos y haced todo lo que puede agradarles. Después, id a presentaros al parroco de vuestro 
pueblo o al sacerdote que atiende vuestra aldea, saludadle de mi parte, decidle que os ponéis bajo su dirección y ofrecedle vuestros 
servicios, por si durante las vacaciones quisiera aprovecharse de vosotros para algo. Decidle que si necesita mandar escribir una carta, que 
le sirváis en las sagradas funciones, que le hagáis algún trabajito y también si tuviese viña en su huerta, vosotros estáis dispuestos a 
ayudarlo y prestar vuestro trabajo. Generalmente los párrocos disfrutan tratando bien y amigablemente a los buenos muchachos, 
estudiantes o aprendices, que llegan de un centro educativo; les gusta convidarles a un refresco, invitarles a comer o a merendar; a veces, 
se complacen en que les acompañen de paseo. Disfrutad también vosotros el placer de complacerlos. 

Pero, ante todo, no olvidéis nunca la fuga del ocio y la ((436)) presencia de Dios, temas que ya traté con vosotros. Ahora vuelvo a 
repetiros que no estéis ociosos durante el tiempo que paséis en vuestras casas, y, hagáis lo que hagáis, tened siempre presente que Dios os 
ve. Procurad, pues, portaros como buenos cristianos lo mismo que lo habéis sido aquí en el Oratorio. Por consiguiente, ayudad cada 
mañana a la santa misa y, si no podéis ayudarla, oídla con devoción. Haced, antes o después, un poco de meditación y, si no podéis 
hacerla ni antes ni después, hacedla durante la misa. Seguid la buena costumbre de recibir la santa comunión cada domingo u otro día de 
la semana. Me gustaría que comulgarais con frecuencia, pero os aconsejo que lo hagáis 
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al menos una vez a la semana. Jesucristo Sacramentado es quien deberá durante todo este tiempo de peligros. Y para que la podáis hacer 
con las mejores disposiciones y más provecho, acordaos de la meditación que os he recomendado para antes o después del Santo 
Sacrificio. 

Habría todavía muchas otras cositas para recomendaros, que ya las hacéis aquí o las haréis en casa, como son, rezar las oraciones de la 
mañana y de la noche, sin dejar pasar un día sin cumplir este deber; id a la iglesia cuando se dé la bendición y, como buenos cristianos, 
tomad parte en las otras prácticas de piedad que también el párroco os recordará. Huid de la lectura de libros malos y de los malos 
compañeros, pero de esto ya os he hablado otras veces y espero que lo practiquéis. Os lo recomiendo como padre que quiere mucho a sus 
hijos, para que podáis pasar bien el tiempo de vacaciones. 

Repitamos brevemente lo que os he dicho y esto os basta: huida del ocio, presencia de Dios, misa y meditación diarias, confesión y 
comunión semanales, oraciones de la mañana y de la noche. Así vuestras vacaciones serán verdaderas vacaciones y, lo que más importa, 
sin ofensa del Señor. 

Sin embargo, como ya os digo, temo que os suceda alguna desgracia. A la verdad, desde hace veinte años que mis muchachos van a 
vacaciones, no recuerdo ni uno solo que, al volver, me haya dicho que había sido mejor en su casa que en el Oratorio; no recuerdo que 
ninguno me haya dicho que ha sacado algún provecho espiritual de las vacaciones. Por el contrario, todos los años he tenido que lamentar 
muchas caídas. Y, por esto, temo y temeré siempre, mientras no os vea nuevamente reunidos aquí. La fecha de vuelta está señalada entre 
el 15 y el 20 de octubre. De ordinario, el día fijado para encontrarse aquí es el día 18. Recomiendo a todos que sean puntuales, para no 
perder la plaza, para no hacerse esperar más días, o para no ser despachado a su casa, como sucedió en años pasados. En todo caso, los 
primeros en llegar siempre serán los mejor atendidos. 

Sin embargo, »quién sabe si volveréis todos?... Temo que el Señor se ((437)) lleve consigo a alguno de vosotros durante las vacaciones. 
Esperemos que no, pero, en todo caso, estemos siempre preparados. Mirad: hace poco tiempo, uno de vuestros compañeros salía la mar 
de contento del Oratorio y esperaba ir a los ejercicios de Lanzo. Pero he aquí que, pocos días después, pasaba de esta vida a la eternidad. 
Tenía buena voluntad, mas no pudo cumplir sus deseos. 

Ahora me despido y os digo: -íHasta volver a vernos el curso que viene! Pero ciertamente no nos volveremos a ver todos. Algunos 
serán destinados a otra profesión, otros se quedarán en su casa, porque los padres necesitan ayuda, o preferirán ir a otra escuela. Con 
todo, ya sea que volváis al Oratorio, ya sea que no volváis, ya sea que paséis alegres o tristes vacaciones, lo único que os recomiendo es 
que no cometáis ningún pecado. Si os guardáis de esto como de una serpiente, pasaréis santamente las vacaciones; volveréis todos sanos y 
alegres para cursar otro año de estudio y de ejercicios de piedad, hasta que, después de una larga serie de fatigas, consigáis el premio 
deseado. 

Mientras tanto os deseo unas felices vacaciones y feliz regreso. 

El regreso al Oratorio debía ser entre el 15 y el 20 de octubre; pero, ya desde el 7, había un pequeño número de muchachos, porque, 
entre otros, estaban presentes los que tenían que recuperar alguna asignatura y volver a examinarse. Don Bosco fue aquella noche a 
saludarlos. Sus 
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palabras se dirigían también a los clérigos, los cuales se unían de ordinario a los muchachos para oír a don Bosco. 

Os saludo a todos con mucho gusto porque es la primera vez que os veo después de las vacaciones. Es verdad que aún no han llegado 
todos, pero observo que ya hay un buen número y, si hubiera aquí preparada una buena mesa, nos sentiríamos capaces, nosotros solos, de 
hacerla honores. 

La mayoría de vosotros se encuentra aquí preparándose para ingreso en el bachillerato. para pasar a un curso superior, o para curar 
alguna herida recibida en los exámenes, y, por eso, les toca a todos ellos estudiar. Pero hay otros que, al comenzar el curso, deben repetir 
el examen de lo que estudiaron durante el curso pasado y someterse también al examen de las materias que todavía no hicieron, y a éstos 
también les toca estudiar. En este número están comprendidos indistintamente todos los clérigos. 

»Y los demás, que no tienen ocupación fija, tendrán que seguir de vacaciones? Si ya no les quedan libros por leer, ni en la librería, ni en 
la biblioteca, porque ya los han leído todos, les diría: 

-íDescansad en hora buena! Pero mientras haya libros que leer, os diré: í Leed! 

Entre éstos están los que vinieron para entrar en el curso de filosofía; y yo les aconsejaría que leyeran el texto que van a estudiar ((438)) 
este año; podrían también leer o estudiar de memoria un libro de Virgilio, de Horacio, de Ovidio, o un canto del Dante, o repasar y volver 
a leer los autores que han estudiado en los cursos de latín. 

Un libro que aconsejaría leer a todos es la historia de Italia y al que ya la hubiese leído cinco veces, también le diría: íléela! 

Y he aquí el porqué. En estos tiempos todas las historias están falsificadas: los enemigos de la Iglesia aprovechan la historia para 
poderla infamar y desacreditar, exagerando unos hechos o inventando completamente otros. Por el contrario, en este libro se exponen los 
hechos en su integridad histórica; brevemente, es cierto, pero en ella se da a los jóvenes la clave para poder estudiar la historia de Italia 
más detalladamente y la historia eclesiástica que está unida a ella por afinidad. No quiero alabarme pregonando los méritos de mi historia, 
digo solamente esto porque veo su gran utilidad. 

Recibo ahora la noticia de que ha muerto el padre de don Francisco Cerruti. Mañana rezaremos por su alma. Y no es ésta la única 
noticia de fallecimientos que me ha llegado en estos días. No hace mucho supe también que murió de repente en el escenario un célebre 
actor, y que otro que actuaba con él, al verle caer, dominado por el terror, murió también instantáneamente. Los espectadores, que asistían 
a la representación, salieron impresionados por tan atroz tragedia. Y no es el único caso de este género que podría contaros, tendría 
bastantes más. Estemos siempre preparados, de suerte que cuando se presente la muerte, podamos responder como Abrahán cuando el 
Señor lo llamó: íAbraham, Abraham! -íEcce, Domine! íAdsum! (íAquí estoy Señor! íHeme aquí!) 

Y mientras tanto, buenas noches. 

El 16 de octubre volvió a pasar por el Oratorio monseñor Lacerda, con los dos sacerdotes que le acompañaban. Se marcharon el 19 
camino de Francia, hacia Lisboa, donde ya lo hemos encontrado. Ignoramos los detalles de esta segunda visita. 
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El día 28 por la noche comunicó don Bosco a los estudiantes una novedad. En las conferencias de Lanzo habíase deliberado que, a la 
vuelta de los muchachos de vacaciones, empezase el curso con un triduo de predicación vespertina. En el Oratorio se eligieron para ello 
los tres días anteriores a la fiesta de Todos los Santos. 

El motivo por el que os he reunido y he venido aquí es el de saludaros a todos y deciros unas palabras después de las vacaciones. Voy a 
empezar dándoos una buena noticia reciente, acabada de suceder. He recibido hoy, poco antes de la cena, un telegrama de don José 
Ronchail en el que anuncia la apertura de una nueva casa. Está cerca de Niza, en la ciudad de Cannes, pero tenemos que abrir el camino 
((439)) para fundar otras en Marsella, La Navarre, Burdeos y distintas ciudades de Francia. Y, más adelante, por todo el litoral hasta 
Barcelona, después en Utrera, en Sevilla y en otras ciudades de España. 

A continuación daremos un salto largo, largo, hasta Río de Janeiro, Montevideo, un salto que tarda quince días en hacerlo un barco, 
navegando sin parar día y noche. Y ícuántas misiones más se abren ante nosotros, cuántas peticiones de salesianos para fundar nuevas 
casas y colegios! 

Por consiguiente, necesitamos que lleguéis a ser buenos sacerdotes, buenos maestros, buenos adalides de la fe, que puedan enviarse acá 
y allá por el mundo a hacer el bien; porque yo estoy convencido de que todos habéis venido con la intención de haceros santos. 

Pero lo que me interesaba deciros era esto. Habéis vuelto todos de vacaciones, y no había barro por el camino. Pero, si no había barro, 
puede que hubiera polvo, y que haya quedado alguna mancha en vuestros vestidos. Cuando llega un forastero, que viene de lejos, se le 
mira en seguida por encima y, si su traje está salpicado de lodo o de polvo, se limpia muy bien con el cepillo. Eso quiero hacer yo, y 
hacedlo antes vosotros. Todos habéis pasado unas vacaciones más o menos largas, y por eso estáis como los que llegan de un viaje. Mirad 
y ved si están bien limpios vuestros vestidos. Pero yo no me refiero al vestido material, sino al moral, al espiritual. Mirad si ha quedado 
en vuestra alma alguna mancha de las vacaciones pasadas, miradlo bien y después: mala corrige, bene facta serva (corrige lo malo, guarda 
el bien que has hecho). Quitemos todo lo malo que hemos traído con nosotros, para que no siga dañándonos a lo largo del ano y 
conservemos lo bueno que hemos traído para que nos ayude a progresar en la virtud y perseverar en ella. 

»Qué es lo bueno que habéis traído? Uno me dijo que el párroco le había dado en casa este recuerdo: -Todo minuto de tiempo es un 
tesoro, y cada minuto bien empleado será un tesoro que ganarás. 

Otro joven, un aprendiz, me contó que su padre le había dicho: -Procura adelantar en tu oficio, que luego el ser rico o ser pobre no 
depende de ti, pero, con tu oficio, habrás adquirido una especie de vaquería que va siempre contigo, y con ella tendrás para vivir siempre. 

Así le decía una madre a un hijo que salía de casa: -Que seas devoto de la Virgen. 

Me gusta que se me digan las cosas buenas oídas en vacaciones; me alegro de ello, y deseo que las aprovechéis. Pero, si se viese que se 
ha traído de casa algo malo, por ejemplo una mala costumbre, una inclinación a la murmuración o la desobediencia, entonces corrige. 
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Procuremos ponernos en gracia de Dios, si por desgracia la hubiésemos perdido; así estaremos siempre seguros de nuestra suerte. 
íCuántos se levantaron por la mañana sanos y alegres y a la noche se fueron a cenar con «Don Pautasso», director del Cementerio! 1. 
Estemos ((440)) preparados, de modo que, aun cuando nos sucediese a nosotros algo semejante, no tengamos nada que temer. 

Nos viene al pelo la oportunidad de la fiesta de Todos los Santos para hacer una revisión de la propia conciencia, y para que os podáis 
preparar bien, se ha pensado hacer un triduo con una platiquita por la tarde. Procurad cumplir lo que en ellas se os diga. Lo que yo os 
sugiero en estos días, dedicados por la Iglesia a las almas de los difuntos, es que procuréis sufragarlas de todas las maneras. Los que 
puedan comulgar, que lo hagan. Y rezad todos, rezad mucho y aplicad a las almas del purgatorio especialmente las indulgencias que 
ganáis, que es la mejor manera de sufragarlas. Tened con ellas esta caridad, particularmente con las de vuestros parientes difuntos, que 
todos tenéis más o menos próximos. Estas oraciones, este bien que haréis a las almas de los difuntos, en realidad, es un bien que os hacéis 
a vosotros mismos, pues resulta como el alimento que se mete en la boca, la cual lo paladea y lo gusta, pero en realidad sirve para 
alimentar a la misma mano que lo presenta, a la misma persona que lo toma. 

Os recomiendo, pues, que paséis bien estos días, dando un repaso a vuestra conciencia y ofreciendo todo el bien que hagáis en favor de 
las almas del purgatorio. Así, cuando nos presentemos en la eternidad, nos encontraremos preparadas muchas obras buenas nuestras, que 
nos preservarán de las llamas del purgatorio y nos abrirán las puertas del paraíso. Buenas noches. 

Los muchachos pusieron en orden su conciencia durante el triduo, y reanudaron serenamente sus estudios. La casa estaba abarrotada de 
alumnos. El número de los matriculados superaba con mucho la medida. Como ya no se sabía dónde colocar a los que continuamente 
llegaban, se enviaron a Lanzo los misioneros, para que dejasen espacio libre. Además de los muchachos, habían ingresado como 
aspirantes muchos adultos seglares y eclesiásticos, «un ejército» dice la crónica, los cuales aumentaban la incomodidad y ellos mismos 
estaban a disgusto. Pero éstos, hombres de toda clase, abogados, profesores, maestros elementales, oficiales del ejército y de la marina, 
ferroviarios, simples sacerdotes, párrocos, canónigos, cuando vieron de cerca los sacrificios que les aguardaban en la vida con que habían 
soñado, casi todos se retiraron. 

Se procedió a la división del trabajo. La llegada de don Juan Bonetti al Oratorio y la presencia de don Juan Cagliero habían dado 
esperanzas a los demás superiores de algún alivio en sus ((441)) tareas; pero, con el crecimiento de la Congregación, aumentaban los 
quehaceres de día en día, y la sobrecarga no disminuyó. 

1 Debía llamarse «Pautasso» el capellán verdadero del cementerio, o ser un nombre imaginario con el que se señalaba al capellán 
director del camposanto. (N. del T.) 
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La última formalidad para la puesta en marcha del curso fue la lectura solemne del Reglamento. Se hizo por la tarde de los días 5 y 6 de 
noviembre, en el salón de estudio. Estuvieron presentes todos los Superiores. El reglamento, que acababa de imprimirse, y estaba 
destinado no sólo al Oratorio, sino también a los demás colegios, le había costado a don Bosco largas horas de reflexión durante el 
verano. En las conferencias que se celebraban por la fiesta de san Francisco de Sales había dado a leer a los Directores las partes que se 
referían al personal; quiso después que don Miguel Rúa lo repasara todo de cabo a cabo y que don Julio Barberis examinara atentamente 
los artículos referentes a la disciplina, inspirándose en principios sobre los que ya habían hablado varias veces. Después lo volvió a 
repasar él mismo, ponderando cada palabra y llenando sus páginas de correcciones. Por fin, don José Vespignani sacó la copia definitiva 
en el despacho de don Miguel Rúa. Se imprimió rápidamente, y se envió en el mes de noviembre a todas las casas. Hízose una segunda 
edición en 1899, sin ninguna variación. En las ediciones de 1906 y 1920 se añadieron al antiguo texto algunas partes nuevas, elaboradas 
en los Capítulos Generales, pero en esta ampliación se respetó el texto primitivo que, salvo pocas y ligeras modificaciones de forma, 
quedó intacto, de modo que todavía se pueden descubrir fácilmente en su estilo las maneras de don Bosco. Escribe don José Vespignani 

1: «A pesar de la concisión del texto, cada artículo me pareció salpicado de piedad y caridad». 
Invitaciones a comer 

Ya ha escrito Lemoyne abundantemente sobre las invitaciones para comer, que el Beato recibía y aceptaba; pero es muy poco lo que se 
sabe al propósito, del tiempo en que nos movemos; apenas si hay dos o tres cositas que, sin embargo, no omitiremos. 

Don Bosco tenía familiaridad con la acomodada y caritativa ((442)) familia Ruggieri de Turín, en la que era una fiesta para todos cada 
vez que podían tenerle con ellos a la mesa. Una vez que murieron los padres, cesaron las invitaciones y cesaron también sus visitas; pero 
el hijo abogado, José, hubiera deseado continuar con él las antiguas relaciones. Por eso, en mayo de 1877, rogó le concediera la 
satisfacción y el honor de tenerle un día en su casa a comer, como en tiempo de sus padres. Renovóle la invitación un día que iba por la 
calle con su 

1 L.c.,pág. 47. 
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señora y se lo encontraron; don Bosco aceptó, pero reservándose fijar él la fecha. Más tarde tuvo que escribirle el abogado para 
recomendarle un muchacho, un tal Clary, que llegó después a sacerdote y le preguntó si podía decirle cuándo tendría la suerte de recibirlo 
en su casa. El Beato le contestó: 

Queridísimo abogado: 

Quod differtur, non aufertur. No puedo decir cuándo, pero iré, y te lo comunicaré el día anterior, para que el cocinero tenga comodidad 
de preparar algún plato exquisito »no es verdad? 

Don José Bologna arreglará lo de Chiari. 

Bendiga Dios tu familia y créeme en Jesucristo, 

Casa, 22-5-77. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


La presencia de don Bosco en las casas adonde iba, siempre producía buenos resultados de caridad y ejemplaridad. Un día fue a comer 
a casa de la marquesa Durando. Estaban invitadas muchas señoras, que se presentaron de gran gala, ansiosas de entretenerse con don 
Bosco, pero iban vestidas algo libremente y tenían los brazos casi desnudos. El Siervo de Dios, nada más entrar, miró alrededor y dijo: 

-Yo creía que un sacerdote podía venir a esta casa con toda libertad. Pero las compadezco, se emplea tanta tela para faldas, que no 
queda para cubrir los brazos. 

Y así diciendo, se encaminaba hacia la puerta de salida. Las señoras se ruborizaron, suplicaron a don Bosco que se quedara y con chales 
y pañoletas se cubrieron como él quería. El Beato se quedó y les sacó de apuros con uno de aquellos sus donaires que tan familiares le 
eran. 

((443)) Los Directores de los colegios vecinos hacían lo posible por tenerle con ellos, con ocasión de fiestas; los invitados, a su vez, 
sabiendo que asistiría don Bosco, se consideraban felices por poder gozar de su amable conversación. 

Celebróse en Valsálice en 1878 una fiesta en la que se vio rodeado durante la comida de ilustres y doctos personajes. La conversación 
versó sobre matemáticas, se discutía un nuevo método de numeración, propuesto entonces por un excelente profesor. Don Bosco no 
hablaba. Al fin, casi en broma, los contendientes se volvieron a él. El Beato demostró que había seguido la discusión, porque, en un dos 
por tres, les hizo ver lo absurdo de la teoría discutida y expresó su parecer, en forma tan clara y persuasiva, que todos le aclamaron y 
alguno le 
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preguntó con extrañeza si también era matemático. El Beato respondió: 

-Tenía inclinación por esta ciencia. Siempre obtuve el primer premio en esta materia, cuando iba a la escuela 1. 

Predicciones 

Dios iluminaba a menudo la mente de su Siervo acerca de la personalidad de los que tendrían que ser los primeros en recoger su 
herencia espiritual. Así lo dispuso la Providencia, para que pudiese preparar sucesores a la altura de su misión. Lo mismo que para el 
primero, así también recibió el Siervo de Dios del cielo las luces para conocer quién sería su segundo en sucederle en el gobierno general 
de la Pía Sociedad. Este es, al menos, el convencimiento que nos formamos, al examinar un hecho acaecido en 1877. 

Siempre que podía, iba don Bosco a celebrar la fiesta de san Carlos en el colegio de Borgo San Martino, y precisamente para que 
tuviese la oportunidad de ir, se trasladaba la solemnidad aun muchos días después; así en 1877 se celebró el jueves 22 de noviembre. 
Sentábase a la mesa, honrada con la presencia de monseñor Ferré, ((444)) Obispo de Casale, y a poca distancia de don Bosco, el joven de 
veinte años Felipe Rinaldi, todavía seglar. Cayó la conversación sobre don Pablo Albera y las dificultades que el clero de su pueblo y el 
Arzobispo Riccardi le ponían, para disuadirlo de que se quedara con don Bosco después del bachillerato. El Obispo, que oía con interés la 
narración de don Bosco, preguntóle si don Pablo Albera había vencido aquellos obstáculos. 

-íCiertamente! respondió el Beato. El es mi segundo... 

Y, al decir esto, se pasó una mano sobre la frente, como cuando un pensamiento se sucede rápidamente a otro pensamiento y tenemos 
que detenernos al expresarlo. Ninguno de los comensales paró mientes a la palabra y al gesto; pero nuestro joven, que estaba muy bien 
informado de las cosas salesianas, iba rumiando para sus adentros: 

-Don Pablo Albera no fue el segundo en entrar en la Congregación; no es el segundo en dignidad, pues ni siquiera es del Capítulo 
Superior; tampoco fue el segundo en ser nombrado director... »No llegará a ser quizá el segundo sucesor de don Bosco? 

1 Nos ha contado el hecho el reverendo Caimo, testigo presencial. 
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Y mantuvo en su corazón la suposición, esperando de los sucesos la confirmación. 

Pasaron treinta años desde aquel día. Don Felipe Rinaldi era Prefecto General. Viendo el 27 de febrero de 1910 el grave estado de salud 
de don Miguel Rúa, escribió en un papel el secreto que, hasta entonces, no había manifestado a nadie, lo metió en un sobre, lo cerró, lo 
selló y escribió encima: «Para abrir después de las elecciones que se harán a la muerte del querido don Miguel Rúa. F. RINALDI». 

Entregó después el sobre a don Juan Bautista Lemoyne, secretario del Capítulo Superior, sin dejar traslucir nada del misterioso 
contenido. Murió don Miguel Rúa y, apenas realizada la elección del sucesor, don Felipe Rinaldi mandó llevar el sobre a su mesa, quitó 
el sello en presencia de todos y leyó su escrito. En aquella lectura pareció a los reunidos oír la voz del Padre, que venía a confirmar al 
elegido y afianzar a los electores. 

También debemos registrar profecías a menor plazo ((445)) para el 1877; son las consabidas predicciones de muertes entre los alumnos 
del Oratorio. Cuando preanunció el número de los que en el curso del año pasarían a la eternidad, don Bosco no indicó el tiempo de los 
fallecimientos, ni la cualidad de los que iban a morir; lo hizo más tarde dos veces. La primera fue durante el carnaval. Una noche dijo 
después de las oraciones: 

-Pasemos alegremente el carnaval, pero, íatención! íUno de los que me escuchan no lo acabará! 

En efecto, el 10 de febrero, vigilia del domingo de quincuagésima, dejó de vivir el joven Esteban Mazzoglio, alumno del cuarto curso 
del bachillerato, natural de Lu Monferrato; estuvo enfermo unos días, pero nadie hubiera creído tan próxima su partida de este mundo. 

Durante la cuaresma hizo el segundo vaticinio. En unas «buenas noches», después de recordar al compañero difunto y encomendarlo a 
las oraciones de todos, siguió diciendo: 

-Uno de nosotros no terminó el carnaval, pero otro no acabará la cuaresma, ni podrá celebrar con nosotros la santa Pascua. 

Todo se cumplió exactamente. Los alumnos del Oratorio cumplían entonces solemnemente con Pascua el miércoles santo. El martes 
santo estaba el sacerdote que celebraba la misa en la enfermería a punto de la consumición, cuando un jovencito enfermo se acercó al 
altar, para recibir la comunión; pero el celebrante, que no había sido advertido, no había consagrado más hostias que la suya, por lo cual 
le dijo que tuviera paciencia y que podría comulgar a la mañana siguiente. Pero, a la mañana siguiente el muchacho no vio la luz del alba; 
un mal 
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repentino dio fin a su vida dejando apenas tiempo para administrarle la Unción de los enfermos. Era el 28 de marzo. Se llamaba Juan 
Briatore, era natural de Deversi de Garessio (Cúneo) y alumno del primer curso del bachillerato 1. 

1 Don José Vespignani (L. c. pág. 60), que era el celebrante de la enfermería, guardó recuerdo de estas dos predicciones que él mismo 
oyó; los registros de 1877 nos han suministrado las fechas y los nombres, confirmando su testimonio. 

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((446)
)


CAPITULO XIII 

ALGUNOS ASUNTOS DE LANZO, ALBANO,
MENDRISIO, MILAN Y EL ORATORIO EN 1877


DEJANDO para otro lugar la historia de las fundaciones de este bienio, hablemos aquí únicamente de diversos asuntos de colegios ya 
existentes o de fundaciones que se propusieron, pero no se realizaron. 

La corporación municipal de Lanzo, en sesión del 11 de abril de 1875, había decidido despedir a don Bosco del ex-convento, que desde 
1864 ocupaba para las escuelas elementales del pueblo 1. De acuerdo con el contrato debía notificarse el despido con cinco años de 
antelación; por consiguiente, dentro de un quinquenio, a partir del curso escolar 1875-76, don Bosco estaba obligado a dejar libres 
aquellos locales. El motivo de la decisión, se dice que era debido a que el ayuntamiento necesitaba dinero para el ferrocarril y quería 
poner a la venta el edificio. Habiéndolo barruntado el teólogo Luis Botto, natural de Lanzo y condiscípulo del Beato, le exhortó a que no 
dejara escapar la ocasión propicia para hacerse definitivamente dueño del lugar; tanto más cuanto que el precio de compra oscilaría entre 
las treinta mil y cuarenta mil liras. El mismo teólogo se ofrecía a ser intermediario 2. Don Bosco le contestó: 

((447)) Queridísimo amigo: 

He hablado con la madre del muchacho Cottino; me lo traera, hablaré con él y haré lo que pueda 3. 

En cuanto al colegio de Lanzo, creo que, tanto el Ayuntamiento como yo, podemos caminar sobre bases seguras, señalando un perito 
por cada lado. Tú sabes que en una peritación se tiene en cuenta hasta un clavo roto, y que el presupuesto comercial siempre es inferior al 
que se hace de las fincas, especialmente edificadas. 

Por tanto, si el Ayuntamiento piensa admitir esta base, yo estoy dispuesto a ello, y las otras circunstancias del contrato no serán 
difíciles. 

1 En el registro se lee el acta de esta sesión y copia del escrito de notificación y correspondiente despedida, con fecha 3 de mayo. 

2 Carta a don Bosco, Lanzo, 15 de febrero de 1877. 

3 En su carta a don Bosco decíale el teólogo: «Eugenio Cottino, de unos once años, es un pobre muchacho que corre riesgo de acabar 
mal. De ti depende ponerlo en el buen camino, tanto más cuanto que es de talento despierto; te lo recomiendo de corazón». 
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No tengo dinero para el pago, pero si urgiese, estoy dispuesto a hacer un préstamo para favorecer al Ayuntamiento. 

Pero te ruego hagas presente dos cosas: 

1.° Que, de mi propio bolsillo, ya he gastado sumas cuantiosas para mejorar el colegio. 

2.° Que el que lo compre, no lo destinará a beneficio del pueblo, como desde hace tantos años lo hacemos y seguiremos haciéndolo en 
lo porvenir. 

Agradezco el ofrecimiento que me haces de intervenir en mi favor y con mucho gusto te encargo formalmente de ello. 

Tendré todo el cuidado posible de los dos hijos de Lanzo, Sperta y Castagno que me recomiendas. 

Para cualquier caso considérame siempre tuyo, 

Turín, 17 de febrero de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, pbro.


Entretanto, se publicó un dictamen del Consejo de Estado, con fecha del 20 de abril de 1877, adoptado por el Ministerio de Instrucción 
Pública, en virtud del cual debían considerarse como nulos todos los convenios entre ayuntamientos y particulares o entes morales para la 
dirección y administración de las escuelas municipales, correspondiendo estas funciones a la exclusiva y directa competencia de los 
ayuntamientos. Era una medida engañosa para ir eliminando cada día más de la enseñanza primaria a las Congregaciones religiosas. En 
consecuencia, el Consejo provincial de enseñanza, en sesión del 17 de diciembre de 1877, aun declarando que no se oponía a que las 
escuelas elementales masculinas de Lanzo fuesen durante el año escolar en curso ((448)) dirigidas todavía por los maestros ya 
nombrados, advertía, sin embargo, que, en virtud de aquel dictamen, el convenio entre el Ayuntamiento y el sacerdote Juan Bosco para el 
mantenimiento de dichas escuelas, debía cesar con el curso escolar ya empezado. Don Bosco, apoyado por el juicio de expertos abogados 
romanos, pues estaba en Roma por aquellos días, consideraba como cosa segura que un dictamen del Consejo de Estado no podía nunca 
anular contratos estipulados en las formas legales; por lo cual pensó, en un primer momento, hacer valer sus propias razones. En efecto, 
desde Roma, escribió a don Miguel Rúa sobre este asunto en los siguientes términos: 

Queridísimo Rúa: 

La carta adjunta es para el colegio de Lanzo: presentadla al caballero Alessio 1 y pedidle su consejo. 

1 Abogado de don Bosco en Turín. 
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Escribo, mientras tanto, a don José Scappini diciéndole que pregunte al Alcalde de Lanzo si, con aquella acta, se entiende que ha 
terminado nuestro convenio, o si siguen las cosas como están, hasta el tiempo convenido, y puesto que este ano cesa el convenio habrá 
que indemnizar a la parte por el fruto que no percibe y el daño que acarrea la disminución inesperada del tiempo convenido. Recibidas 
estas aclaraciones de transacción de avenencia y según el consejo del Abogado, daremos la respuesta normal. 

Lo nuestro marcha bien, enredos, largas molestias, pero también muy útiles. 

Silencio, oración, ningún temor, escríbeme lo que sabes. 

Saluda a todos en el Señor y Dios nos bendiga a todos. »Qué hace la señora Clara? 

Créeme. 

(Sin fecha) 

Tu afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro 

P. D. Aquí tienes la carta de don Luis Lasagna, léala don Juan Cagliero y se las arregle, de acuerdo con don Juan Bonetti, para que 
pueda salir para febrero. 
Que sigas bien, escribiré pronto. 

Pero a continuación abandonó la idea de pedir excepciones, sobre todo después de haber obtenido seguir allí todavía un año más del 
límite impuesto por la Provincia. Caducado aquel término, renunció a todo derecho, abandonó también la idea de la compra y, en 
septiembre de 1879, se retiró del antiguo convento, ((449)) trasladó las escuelas elementales al edificio contiguo, que ya había mandado 
él construir para el internado y para el bachillerato privado. 

Para el nuevo curso escolar 1877-78, don Bosco deseaba que se mejorara la condición de sus hijos en Albano del Lazio. Su vivienda, 
incómoda por diversos conceptos, distaba demasiado de las escuelas: el recorrer cuatro veces al día aquel trecho, sobre todo en invierno, 
no era nada agradable. Además, el sueldo no cubría las necesidades de la vida, más aún al haber tenido que aumentar el número 
convenido de hermanos. 

Los recomendó, pues, a un mismo tiempo, al Vicario General y al Alcalde, para que pusieran remedio: el primero, haciendo valer su 
influencia ante los interesados y el otro, haciendo uso de su autoridad. 
Don Bosco no podía considerar estable la situación en que allí se encontraban entonces los salesianos: la admitía sólo como transitoria, 
hasta llegar a abrir en Albano un colegio suyo; a ello le movía la insistencia de muchos empleados del Norte de Italia, que, por haber 
pasado a Roma con el traslado de la capital, confiarían muy a gusto sus hijos a los salesianos. Pero hay que añadir que no todos los de 
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Albano los miraban con buenos ojos, unos por motivos sectarios y otros por razones, digámoslo así, políticas 1. Entonces, parecía además 
que se trataba de prevenir a don Bosco abriendo allí un colegio de otro tipo. Sobre este punto especialmente llamó don Bosco la atención 
del Vicario General. 

Rvmo. señor Vicario General: 

Al comenzar este curso encomendé a la bondad de V. S. Rvma. a mis maestros, que iban a tomar la dirección de las escuelas de Ariccia 
y Albano. 

Ahora le ruego, con todo respeto, se digne decirme si han correspondido a la común esperanza y si hay algo que añadir o quitar para 
mejor promover la gloria de Dios. 

Y para que las cosas puedan continuar y consolidarse, sería indispensable un local más próximo a las escuelas, donde sacerdotes ((450)) 
y seglares puedan vivir más independientemente, sobre todo en el ejercicio de sus prácticas de piedad. V. S. tuvo la bondad de hacerme 
esperar esto para el próximo año y estoy seguro de que, si dice una palabra al Alcalde sobre el particular, tendrá buen resultado. 

Creo sepa ya que algunos tratan de abrir un Colegio en Albano. Si no es este año, será probablemente el otro. Pienso que V. S. haría 
ciertamente un gran en a la Diócesis de Albano si previniera el golpe, y se pusiera de acuerdo con el Alcalde sobre cómo unir un colegio 
al actual Seminario menor, pero teniendo siempre a la cabeza al Ordinario Diocesano. En cuanto se diga que ya existe un 
colegio-internado, no es probable que nadie quiera ir a establecer otro. Piénselo; no he dicho nada de esto al Alcalde. Pero le he escrito 
recomendándole encarecidamente que arregle lo del sueldo de los maestros y proporcione de alguna manera una vivienda más 
conveniente, cómoda e higiénica para nuestros maestros. 

Le agradezco la benevolencia que conmigo tuvo y con mis maestros, y encomendándome a la caridad de sus santas oraciones, me cabe 
el honor de poderme profesar 

De V. S. Rvma. 

12 de agosto de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Bosco expuso al Alcalde, con claridad y sencillez, sus honestas exigencias, expresándose con un tono tan decidido, que deja 
suponer injustificadas resistencias: 

Ilustrísimo señor Alcalde: 

El año pasado, como ya estaba bastante avanzada la estación, nos arreglamos como se pudo, persuadidos de que durante el curso habría 
tiempo para ordenar la vivienda de los maestros, su número y su sueldo. Deseo que todo esto se arregle de 

1 Véase, XII volumen, pág. 467. 

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la manera más conveniente y doy para ello todas las facultades al profesor José Monateri, que tiene la mejor voluntad, aunque sea algo 
inquieto. 

1.° El local dista demasiado de las escuelas, y no deja libertad para la vida de comunidad, ni se puede hacer nada en él para los pobres 
hijos del pueblo, que es la finalidad de nuestro Instituto. 

2.° La salud. La servidumbre de la vivienda, el recorrer cuatro veces al día el camino de la escuela a casa, con el frío del invierno y más 
todavía con los calores del verano, contribuyeron a comprometer la salud de los maestros. Por consiguiente, es indispensable una 
vivienda más próxima a las escuelas y, si se quiere el bien de los niños, una iglesita para los maestros. 

((451)) 3.° Cuando se convino el sueldo para los maestros, se establecieron cuatro profesores, pero se necesitaron varios más. Ahora 
debe tratarse esta cuestión de manera estable, para que el Ayuntamiento sepa lo que tiene que gastar y yo sepa el personal que he de 
enviar. 

Se me aseguró que monseñor Danníbale estaría dispuesto a ayudar a su patria chica, cediendo o dejando el uso de una iglesia y parte de 
la casa de su propiedad. Digo esto sólo en comunicación privada a V. S., para que se puedan tomar con tiempo las oportunas medidas. 

Pido a Dios conceda todo bien a usted y a los respetables señores concejales del Ayuntamiento, al tiempo que tengo el honor de 
poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

12 de agosto de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

A pesar de todo esto, las cosas quedaron como estaban hasta 1879, cuando los salesianos, obligados también por nuevas circunstancias 
desfavorables, tomaron la determinación de salir de allí y marcharse adonde pudiesen trabajar con mayor libertad y fruto. 

Largas, laboriosas y activas gestiones se desarrollaron durante casi seis meses de 1877 para la dirección del colegio regional de 
Mendrisio en el Cantón Ticino. La juventud del mismo sufría extremosa necesidad de sana educación, puesto que aquel pueblo, 
soliviantado antes por los masones del lugar, había sido tiranizado después durante varios años por los radicales. El republicano Mazzini 
tenía su casa en Mendrisio, mas, a pesar de tan adversas condiciones, el partido conservador se mantuvo siempre con tantas fuerzas, que 
en 1877 triunfó en las elecciones y subió al poder. Por eso, aquel año el gobierno cantonal favorecía las propuestas sobre la reforma del 
colegio de Mendrisio. 

Se presentaron las propuestas por medio del señor Croce, cuyo hijo había sido alumno del Oratorio; tras él actuaba el diputado local, 
pero quien se movía con ardiente celo ante el Gobierno y ante los superiores, para que los salesianos se estableciesen en su patria, era el 
señor 
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Croce. Don Miguel Rúa, después de una larga correspondencia epistolar, fue, el 30 de abril, al propio lugar para visitar ((452)) el local y 
documentarse con precisión. Informó de todo ello al Capítulo Superior, en la sesión del 3 de mayo. Mientras hacía su informe, llegó el 
Obispo de Susa, a quien don Bosco tuvo que dar audiencia. Durante la suspensión de la sesión, leyeron los miembros del Capítulo 
Superior el programa del colegio, cuyo director laico ya había presentado al Gobierno su dimisión. Se presentaban serias dificultades: el 
personal debía ser seglar, para no provocar las iras de los radicales; era indispensable un profesor alemán; el plan de estudios era 
demasiado diferente del nuestro; el rápido cambio de partidos en el Gobierno ofrecía escasa garantía de estabilidad. En conclusión, los 
capitulares no veían cómo se pudiese dar voto favorable a la aceptación de aquella primera propuesta helvética. 

En el momento más crítico regresó don Bosco y, sin haber oído una palabra de su conversación, comenzó a decir desde la puerta: 

-El voto del Obispo de Susa es favorable a la aceptación del colegio de Mendrisio, porque se puede ayudar a resurgir a Suiza. 
Ciertamente nos metemos en un intrincado laberinto, pero será un verdadero paso para nuestra Congregación. Además, allí encontraremos 
vocaciones. El personal seglar lo encontraremos fácilmente y, en todo caso, para una necesidad tan apremiante, podremos también enviar 
clérigos, que vistieran de seglar hasta el momento de recibir las órdenes. El vestir de seglar no impide que estudien teología y hagan sus 
prácticas piadosas según la regla. pero hay que escribir al señor Croce para que vea si hay alguno de los profesores que actualmente dan 
clase, con tal que sea buen católico, y que desease seguir con nosotros. Habría que invitar a éstos a pasar unas semanas aquí en el 
Oratorio, para que nos pongan al corriente de los planes de estudio seguidos en aquellos lugares. Cuando todo esté preparado, escríbase al 
actual Director, diciéndole que nosotros no queremos damnificarle en nada ni oponernos a él; pero que iremos por haber sido llamados y 
sabiendo que él ha presentado su dimisión definitiva. Y envíense ((453)) inmediatamente los programas de enseñanza. Respecto al sueldo 
del cuerpo docente, el Gobierno daba antes diez mil liras; ahora querría darnos a nosotros únicamente seis mil. Nosotros pediremos ocho 
mil para hacer frente a los primeros gastos, y después se verá si es posible disminuir algún tanto las pretensiones sobre el estipendio. El 
contrato durará cinco años, y el vencimiento del mismo, tanto de una como de otra parte, tendrá que avisarse cinco años antes. Pero hay 
que examinar la constitución política y ver cuántos años puede durar el 
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Gobierno cantonal existente: hay que enviar a éste una copia del convenio estipulado en Alassio. 

Se decidió que siguieran las gestiones. Estaba ya la conclusión a punto de llegar a puerto seguro, cuando apareció encontra un escollo: 
el representante oficial del colegio, siempre por razones de táctica, no debía ser don Bosco, sino otra persona de su confianza, ya fuera 
suiza o italiana. Pues bien, don Bosco tampoco vio en esto un obstáculo infranqueable; en efecto, trató sucesivamente con tres sacerdotes 
seculares, para que hiciesen de testaferro. Pero uno tropezó con la oposición del Obispo de Como, a cuya diócesis pertenecía entonces 
aquella parte del Cantón Ticino; otro se retiró por motivos personales. El tercero era el párroco de Mendrisio, cuyo nombre puso don 
Bosco en cabeza del borrador de contrato enviado desde Turín el 7 de agosto 1; pero también éste se echó atrás a última hora. En este 
punto estaban las cosas, cuando el mismo Gobierno nombró como representante al profesor Cattáneo, seglar. Sobre la carta, en la que se 
pedía su conformidad, escribió don Bosco estas palabras, que debían servir de orientación a don Miguel Rúa para la respuesta: «Non 
expedit (No conviene); de hecho un representante nos quitaría la autonomía». 

Decía aquí «de hecho», porque en su concepto y en el de sus amigos los anteriores representantes serían tales sólo de derecho, dejando 
en todo y para todo mano libre a don Bosco. Por consiguiente, don Miguel Rúa contestó al que llevaba adelante el asunto en Suiza: 
((454)) «En mi última rogaba a V. S. que suspendiese toda deliberación acerca del Colegio Cantonal de Mendrisio, en la confianza de 
poder concretar la cuestión, según las sugerencias que nos dieron de poner como representante a un eclesiástico del Cantón Ticino. Pero, 
como no encontramos ninguno que quiera asumir este encargo, entre los varios eclesiásticos invitados a este fin, se lo notifico 
confidencialmente a V. S., a fin de que no se crea obligado por mi precipitada carta, sino que disponga como mejor parezca a su 
iluminada prudencia. Si fuere suficiente enviar un recurso firmado por el profesor Pedro Guidazio unido al contrato, se enviará 
inmediatamente; por lo demás, disponga con libertad de otro modo, pues nosotros dirigiremos a otra parte nuestra misión puesto que nos 
llaman de diversas ciudades y pueblos de Italia y de otros Estados». Sin embargo, los amigos suizos consideraron que las gestiones no 
quedaban rotas, sino suspendidas 2; en efecto unos años 

1 Véase Apéndice, doc. n.° 32. 

2 Carta del profesor Cattáneo a don Bosco, Locarno, 7-9-1877, último documento de nuestros archivos sobre este laborioso asunto. 
Véase Apéndice, doc. n.° 33. 
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después se pudieron reanudar. También se arrastraban hacía ya tiempo gestiones con Milán para atender y administrar un colegio abierto 
por don Juan Usuelli, párroco de la Virgen Coronada, y dirigido por él mismo. Ahora bien, como ya no se sentía con fuerzas para seguir 
ocupándose de él personalmente, pedía auxilio a don Bosco, el cual contestó a sus prisas para que finalmente se decidiera: 

Muy amado en N. S. J.C.: 

Hace unas cuantas semanas tengo ante mis ojos su carta, a la que respondo con retraso. Lo hago al presente con esta mi humilde 
respuesta. 

Acepto a V. S. entre mis amigos, hijos, hermanos salesianos, y acepto su ofrecimiento del local para colegio, que siempre llevará el 
honroso título de Instituto o Colegio Usuelli. Esta es la aceptación en principio; ahora, yendo a lo concreto, me parece bien tratar la 
cuestión con la sencillez de la paloma y la prudencia de la serpiente. 

1.° Creo oportuno que V. S. se presente al Arzobispo y le diga ((455)) que ha escrito a don Bosco para que, por medio de sus 
sacerdotes, vaya a encargarse de la dirección y enseñanza de su Colegio, y con este medio tener también algún eclesiástico para la ayuda 
religiosa de su creciente población. Que don Bosco respondió afirmativamente y añadió que presentara el ideado proyecto a V. E. y le 
rogara que dijese, si permite que se empiece formalmente la gestión; notando que, cualquiera que sea la conclusión a tomar, siempre será 
sometida a su beneplácito y a cualquier observación suya. 

2.° Por ahora parece que no conviene hablar de la parroquia. Terminada esta primera gestión del colegio, se pasará a la de la iglesia 
parroquial. 

3.° Si V. S. tuviese motivos para no hacer esta propuesta, no tengo ninguna dificultad en hacerla yo mismo. 

4.° Por lo que se refiere a nosotros, podríamos comenzar en la próxima primavera. Enviaría a dos sacerdotes con dos maestros, los 
cuales, a la par que ayudarían a V. S. en la parroquia, iniciarían o seguirían teniendo abierto el colegio, que se anunciaría al público en 
agosto de 1878. 

5.° Así expuestas las cosas en general, habrá otras más concretas en las que entendernos, pero en esto nos pondremos ciertamente de 
acuerdo, con alguna conversación que procuraría tener. 

6.° El Dios bienaventurado, que inspiró a V. S. la feliz idea de dirigirse a la humilde Congregación Salesiana, nos ayude a salvar 
cualquier dificultad que pudiera presentarse y así nosotros, viribus unitis, poder trabajar a mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 

7.° La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros y con nuestras cosas, ruegue por todos los salesianos de Europa y América y 
nosotros también rogaremos por V. S., mientras tengo el gran gusto de profesarme, 

DeV. S. 

Turín, 26 de noviembre de 1887. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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Parece que a don Juan Usuelli no le pareció bien presentar él mismo su plan a la aprobación del Arzobispo; en efecto, don Bosco 
escribió en diciembre en estos términos a monseñor Luis Calabiana, que, siendo Obispo de Casale, había favorecido la apertura de la casa 
de Mirabello. 

Excelencia Rvma.: 

Hace dos años que estamos tratando un asunto con el piadoso sacerdote don Juan Usuelli, párroco de la Virgen Coronada, parroquia de 
Milán. Pide un número suficiente de profesores y asistentes de este Oratorio, ((456)) para que vayan a dirigir y administrar su Colegio, 
que él ya no puede atender por su avanzada edad y sus múltiples ocupaciones. 

En principio soy del mismo parecer, pero antes de llegar a una conclusión concreta, de común acuerdo con el mencionado sacerdote, se 
lo participo a V. E. Rvma., rogándole se digne decirme si no se opone a que don Juan Usuelli, como párroco, y yo, como superior de la 
Congregación Salesiana, lleguemos a una y definitiva solución, porque yo no estaría jamás dispuesto a enviar a nuestros sacerdotes o 
maestros a ninguna diócesis, sin pleno consentimiento del Ordinario, del que entiendo ahora y siempre que debe depender cada uno, 
como lo prescriben precisamente nuestras Constituciones. De este modo V. S., que fue el fundador de nuestra primera casa fuera de 
Turín, sería también quien fundaría la primera casa en la región Lombardo-Véneta. 

Me haría un gran favor, si, a su comodidad, me enviara unas líneas para mi norma. 

Si por ventura viniere V. E. a Turín proporcionaría a toda nuestra casa gran alegría y satisfacción, honrándonos con su visita. Estoy 
seguro de que observaría con gusto los progresos hechos de algún año a esta parte. 

Implorando su santa bendición, tengo el alto honor de profesarme con profunda gratidud, 

De V. E. Rvma. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


El Arzobispo se adhirió de muy buen grado. «Por lo que a mí se refiere, escribió a don Bosco el 22 de diciembre, si usted puede asumir 
la dirección exclusiva de ese colegio que, al decir de aquí, está medio muerto, para darle nueva vida, yo le concedo desde ahora mi pleno 
consentimiento, pues sería dichoso verlo prosperar». Don Bosco escribió desde Roma a don Miguel Rúa marcándole con estas líneas el 
tenor de la respuesta: «Agradecimiento: asunto concluido en principio. Pasaré yo, camino de Turín, o enviaré plenipotenciario». 

Para levantar la situación de aquel instituto ya habían tratado con los jesuitas, que enviaron un óptimo Rector, pero no llegaron a 
ninguna conclusión, porque don Juan Usuelli, poco conocedor de comunidades 
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y cargado con el gobierno de una parroquia con muy numerosa feligresía, quería ejercer en ella una injerencia que resultaba embarazosa. 
Por esto el Arzobispo había llamado la atención a don Bosco en su carta, diciéndole: 

«Hay un proverbio que dice: «Patti chiari, amicizia lunga (palabras claras, amistades largas); y así debe hacer V. S. Rvma. ((457)) con 
don Juan Usuelli... si quiere asegurarse una buena marcha del colegio que le ofrece». Pero los pactos claros no fueron posibles; por eso, el 
Beato trató una vez más el asunto con su Capítulo, a su regreso de Roma, y, muy a pesar suyo, tuvo que renunciar, en aquella ocasión, de 
ir a Milán, como se deseaba. 

También en 1877, tuvo don Bosco entre manos diversos asuntos en el Oratorio: uno de ellos se refería a las escuelas, otro a los talleres 
y dos al plan de urbanización del establecimiento. 

Una orden expresa del Delegado Provincial de Enseñanza fue causa de que temiera que las autoridades escolásticas pusieran 
dificultades al bachillerato del Oratorio, exigiendo que todo el profesorado tuviese título legal. Entre doctorados, licenciados y habilitados 
el número de diplomados en la Congregación ya era notable; pero resultaba escasamente suficiente para cubrir los puestos en los colegios. 
En la siguiente carta, dirigida al comendador Barberis, antiguo condiscípulo de don Bosco y a la sazón Delegado central de Instrucción 
Pública en Roma, vemos cómo se las arreglaba él en el Oratorio y qué hacía para conjurar el peligro. 

Queridísimo amigo: 

Acudo a nuestra antigua amistad para encomendarme en un asunto en el que tú puedes favorecerme. Hasta el presente, la autoridad 
escolástica nos ha dejado tranquilos en cuanto a los estudios que siguen nuestros pobres muchachos internados en la casa de Valdocco, 
por tratarse de maestros que enseñaban gratuitamente a pobres. Este año nos ha avisado el Delegado que, para el 15 de este mes (octubre), 
quiere en cada clase un profesor debidamente titulado. 

Yo no puedo poner inmediatamente tales profesores, porque, además, no podría pagarlos. En consecuencia, elevé una instancia al señor 
Ministro, Coppino, para que se dignara autorizar por un trienio a los actuales docentes y, en este lapso de tiempo, resolver la situación. 

Parece que el señor Ministro aceptó benévolamente la súplica, pero dijo que se remitiría al consejo escolástico superior, que tú presides. 

Hazme, pues, esta caridad, o mejor, haz esta caridad a los muchachos pobres de esta casa, di una palabra en nuestro favor y tendrás 
muchos agradecidos que rezarán por tu felicidad y la de tu familia. 

((458)) Me harás un nuevo favor, si tienes la bondad de hacerme escribir unas líneas para mi norma. 
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Compadece bondadosamente la confianza con que te escribo, y Dios te haga dichoso en este mundo y en el otro, mientras tengo la 
satisfacción de profesarme, 

Siempre tuyo. 

Turín, 1.º de octubre de 1877. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro


Sin duda que la carta surtió su efecto, pues las escuelas pudieron continuar en el mismo plan. Y encontrandose en Roma el Beato, en 
enero de 1878, quiso intentar un golpe que, de haberle salido bien, había resuelto la cuestión para siempre. Presentó una instancia al 
Ministro de Instrucción Pública con una razonada exposición, para que el profesorado del Oratorio estuviera exento de la obligación de 
poseer títulos académicos. 

Excelencia: 

Creo a V. E. perfectamente enterado de que hace ya 25 años existen en los llamados Oratorios masculinos. Consisten éstos en unos 
locales, expresamente destinados a reunir en los días festivos a los jovencitos más abandonados que, desde diversos pueblos del Estado, 
vienen a esta ciudad, donde se les entretiene con agradable y honesta diversión, después de cumplir sus deberes religiosos. Hay cuatro 
Oratorios de esta clase, en los que se reúnen varios millares de muchachos y, a la par que se les proporciona la instrucción elemental, se 
tiene el mayor cuidado de que cada uno pueda, a lo largo de la semana, ser colocado con un patrón. Pero, entre este gran número, se 
encuentran algunos tan pobres y faltos de todo, que tal vez resultaría inútil toda atención, si no se los albergara y alimentase en una casa y 
se los preparara con un oficio para, en su día, ganarse honradamente el pan. 

Ese fue el origen de la casa del Oratorio de San Francisco de Sales, donde viven al presente unos ochocientos jovencitos. Todos asisten 
a las clases elementales nocturnas, más otros estudios adaptados a ellos. A lo largo del día hay unos que aprenden diversos oficios, como 
zapateros, sastres, carpinteros, herreros, encuadernadores, impresores, cajistas y otros por el estilo. Hay otros, a quienes la Providencia 
dotó de aptitudes especiales para los estudios, y se les suele destinar a los estudios secundarios. Estos pasan a ser cajistas en la imprenta 
del establecimiento o en otras tipografías; algunos consiguen el diploma para la enseñanza del bachillerato. En fin los hay que emprenden 
diversas carreras con las cuales pueden en poco tiempo llegar a procurarse un honesto sustento. 

((459)) En el pasado, estas escuelas secundarias estuvieron siempre consideradas como obras de celo y caridad; por eso, el señor 
Ministro de Instrucción pública en distintas ocasiones las recomendó, las estimuló y, entre otras cosas, se complacía en manifestar al 
abajo firmante que el Ministerio deseaba concurrir con todos los medios a su alcance para que estas nuestras escuelas tuviesen el mayor 
desarrollo 1. Los maestros fueron el Director, ayudado por algunos alumnos del establecimiento, y también 

1 Carta del 29 de abril de 1857. Firmada J. LANZA. 
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algunas personas externas, pero todos trabajaban gratuitamente. Por lo cual los Delegados Provinciales de Enseñanza, durante más de 
veinte años, ayudaron a estas escuelas con su favor y dejaron plena libertad para enseñar las materias que se juzgaban más oportunas para 
bien de los muchachos, sin parar mientes en si el maestro era o no titulado. Sólo, desde hace algún año a esta parte, el Delegado 
Provincial, aunque de manera benévola, considerando este establecimiento solamente como un internado público de bachillerato, querría 
someter estas escuelas a las mismas leyes y disciplinas, con que se gobiernan y dirigen los colegios públicos; y, entre otras cosas, quiere 
que los profesores de las respectivas clases presenten sus diplomas o títulos equivalentes. Ahora bien, no pudiéndose, a no ser con un 
gran dispendio, proveer tales maestros, dado que el establecimiento es completamente gratuito, estaría en peligro de tener que cesar con 
gran perjuicio para tantos hijos del pueblo, que tienen, sin embargo, talento y voluntad para hacer los cursos secundarios, que les abrirían 
el camino para vivir honradamente. 

Después de esta exposición, con todo respeto, ruego a V. E. que: 

1.° Considerando el artículo doscientos cincuenta y uno de la ley de Instrucción Pública, que faculta a los padres de familia y a quienes 
hacen sus veces, para que se dé a sus hijos o parientes la instrucción secundaria, libre de todo vínculo de inspección por parte del Estado; 

2.° Que dispensa a las personas que enseñan a título gratuito a los niños pobres de las escuelas elementales y técnicas, según el artículo 
trescientos cincuenta y seis, de hacer constar su idoneidad; 

3.° Considerando también lo que V. E. declaraba no ha mucho en la Cámara de Diputados con los que proclamaba querer conceder toda 
suerte de facilidades a la libertad de instrucción, se otorgue al sacerdote Juan Bosco, Director del Oratorio de San Francisco de Sales, 
ayudado por caritativas personas, impartir la enseñanza secundaria a los muchachos pobres albergados en dicho establecimiento, de 
conformidad con los artículos mencionados, esto es, dispensarlos de hacer constar su idoneidad a la autoridad escolástica, como se ha 
realizado durante más de veintitrés años. Este favor no redunda en favor de ningún privado, pues las escuelas son gratuitas y los que 
enseñan se prestan también gratuitamente, sino que resulta en favor total de muchachos pobres, que no podrían de otro modo cultivar el 
talento que el Creador se dignó concederles. 

((460)) El deseo que en varias ocasiones ha manifestado V. E. de favorecer la libertad de enseñanza, me hace esperar que será tomado 
en benigna consideración cuanto aquí he expuesto, a saber, que los alumnos de este centro tendrán un motivo más para demostrarle su 
más encarecido reconocimiento. 

Mientras invoco las bendiciones del cielo sobre V. E., me cabe el alto honor de profesarme, 

De V.E. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Tuvo que invocar al mismo tiempo el apoyo de otros ministros; en efecto, encontramos que presentó la misma solicitud al Ministro de 
la Guerra, pero con la sustitución del siguiente encabezamiento por el anterior: «Suplico a V. E. se digne considerar al Director de este 
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centro como padre de los muchachos en él albergados, a los que provee de cuanto necesitan para la vida material y moral, siendo la 
enseñanza totalmente gratuita, y administrada a muchachos pobres que no tienen otro medio para adquirirla; que sería un gran beneficio 
material y moral, si se pudiese suministrar libremente la enseñanza secundaria a dichos jóvenes, de acuerdo con su capacidad y 
necesidad». Después pasaba a formular su petición. 

Mientras Coppino fue Ministro de Instrucción Pública, no se molestó en nada la tranquilidad del Oratorio; pero cuando aquél cesó, en 
marzo de 1878, y le sucedió De Sanctis, las cosas tomaron otro sesgo, como veremos. 

El celo que don Bosco manifestaba por los estudiantes, lo tenía también por los aprendices, cuyos talleres quería perfeccionar. Todas 
las máquinas, excepto las de la tipografía, donde funcionaba un costoso motor de vapor, actuaban a fuerza de brazo y, por consiguiente, 
con más fatiga y menos rendimiento que si se aplicara la energía hidráulica. Pensó, pues, pedir al Ayuntamiento llevar a sus talleres la 
fuerza motriz de la Ceronda. Con este nombre se llama todavía un canal subterráneo, con agua del río Dora, que desemboca en el Po a 
través de la actual Avenida Reina Margarita. Este ((461)) canal tenía, además, algunos ramales que distribuían la fuerza motriz a diversos 
establecimientos industriales. Su turbina funcionaba exactamente en el lugar, donde hoy está el ángulo del edificio de la Sociedad Editora 
Internacional, entre la plaza de María Auxiliadora y la avenida que acabamos de mencionar. Don Bosco presentó, en el mes de 
noviembre, su petición para una fuerza de treinta caballos y encargó al ingeniero Spezia que proyectara una colocación del motor 
adaptada al Oratorio y partiendo de la base de aquella cantidad de energía. Parece que tenía fundada esperanza de obtener lo que pedía, 
puesto que, en una segunda instancia, leemos: «Ruégole tenga en cuenta el trabajo de construcción ya en curso, la condición de este 
instituto que vive únicamente de la beneficencia, el número de obreros que se ocupan, el haber sido nosotros de los primeros en pedirlo; 
y, por tanto, tenga a bien concedernos, si no la fuerza prometida de treinta caballos, por lo menos la mayor cantidad que fuese todavía 
disponible». El alcalde no quería conceder más de la tercera parte y no valieron para disuadirlo las aclaraciones que se le enviaron 
demostrándole su insuficiencia. 

Más afortunadas fueron las gestiones del Beato con el Ayuntamiento para otros dos asuntos. El plan de urbanización del barrio de 
Valdocco implicaba la prolongación de la calle Fiando, la cual cortaría 
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por medio la huerta del Oratorio. Su trazado, valga esto para explicarnos, arrancando de la calle Cigna y penetrando en el recinto, paralela 
al primitivo edificio central, habría atravesado el patio actual de los aprendices hasta el callejoncito que conduce al monumento de 
Domingo Savio; esto es, donde encuentra los primeros arbolillos quien va avanzando desde el patio de los estudiantes 1. El Siervo de 
Dios, que miraba al porvenir y quería salvar el terreno suficiente para las futuras expansiones del Instituto, quedó preocupadísimo. 
Presentó, pues, sus observaciones al Alcalde en una carta con fecha 21 de noviembre, en la ((462)) cual, a la vez que le aseguraba que no 
intentaba molestar ni dificultar al Ayuntamiento en las obras que imponía el interés público, añadía: «El abajo firmante se limita 
únicamente a hacer observar que con la prolongación de la calle Fiando se corta casi por medio una huerta tapiada que es parte integral 
del Instituto, con el inconveniente de que, para acceder a ella, habría que atravesar la vía pública». 

Sus razones fueron atendidas, y en las sucesivas modificaciones del plan de urbanización ya no apareció aquella prolongación. 

Aquel mismo año ya había llevado a buen término otra gestión análoga a ésta con el Ayuntamiento. El mismo plan de urbanización 
abría, en una primera fase, una calle nueva que se llamaría Carlos Botta, la cual, cortando la calle Cottolengo y corriendo paralelamente a 
la iglesia de María Auxiliadora por la parte norte, atravesaba la propiedad de don Bosco siguiendo una línea que hoy, desde el otro patio 
de los aprendices y a través del patio del Oratorio festivo, iría a cortar parte del edificio de los grandes comedores, frente al lavadero.. Un 
escrito, redactado por el ingeniero Spezia y firmado por don Bosco el 17 de julio, ponía de relieve la suma importancia y el continuo 
crecimiento de la Obra Salesiana para demostrar la necesidad de no autorizar propuestas que, por las expropiaciones que exigían, 
impidiesen ulteriores obras públicas fácilmente previsibles e indispensables con el tiempo para constituir un centro adecuado a las 
necesidades futuras. La apertura de la nueva calle desapareció también más tarde del plan de urbanización. Así, gracias a la previsora 
perspicacia y a la resuelta actuación del Beato fundador, la casa madre de los salesianos ha podido ser lo que hoy es. 

1 Véase GIRAUDI: El Oratorio de don Bosco, láminas VIII y VII. 

2 Véase 1. c.,laminas VII y XII 
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((463)) 

CAPITULO XIV 

DEL OCASO DE UN PONTIFICADO A LOS
ALBORES DE OTRO


PERSONAJES bondadosos y de alta condición social pedían a don Bosco que fuera a Roma para aclarar limpiamente el estado de las 
cosas; él mismo no veía ya más solución que la de ir en persona para defenderse contra acusaciones, que hubieran pesado, a saber hasta 
cuándo, sobre la Congregación Salesiana, perjudicando desmesuradamente sus intereses en el delicado período de su definitiva 
organización. Pero en todo ello se ve hoy la mano de la Providencia, que guía invisiblemente los acontecimientos humanos. 

Aquella ida, tan poco agradable por su objeto, y que repugnaba extremadamente al carácter de don Bosco, estuvo precedida de funestos 
presagios o previsiones, como se quiera llamarlos; pues ya él, al partir, dejó entender claramente que el Oratorio se vería sometido a duras 
pruebas durante su ausencia. Asegura don Bernardo Vacchina, maestro por entonces del primer curso de bachillerato, que no olvidaron 
nunca que don Bosco, poco antes de salir para Roma, dijo en unas «buenas noches»: 

-Este año desaparecerán de la escena de esta vida dos grandes personajes, de los que hablará todo el mundo, y también el Oratorio será 
visitado por la muerte y mucho. 

((464)) Llegó a Roma el 22 de diciembre, por haberse detenido dos días en La Spezia. En esta ocasión se hospedó con su secretario en 
la calle Tor de'Specchi. Precisamente, a partir de entonces, él y los salesianos tendrían en usufructo una vivienda frente al célebre 
Monasterio. Hacemos a continuación algo de historia sobre ella. 

La benemérita madre Magdalena Galeffi, impulsada por celo de la instrucción religiosa no sólo de las señoras que componían la casa 
que ella presidía, sino también de muchas otras personas, y estimulada también por el deseo de cumplir una obra caritativa en favor del 
Oratorio, recibía muchas y variadas publicaciones de don Bosco, que ella se industriaba caritativamente por vender; eran libros ascéticos, 
manuales de piedad, cuentos morales y amenos, y también estampas, 
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medallas, rosarios, crucifijos y otras cosas de este género. Desde 1870 se le enviaban grandes cajas llenas de estos objetos, en cada una de 
las cuales metían los libreros del Oratorio un catálogo con la correspondiente lista de precios, quedando siempre entendido que era 
necesario enviar al remitente el total del gasto. En poco tiempo, la venta llegó a ser muy grande, de modo que los pedidos se 
multiplicaron. La buena Presidenta enviaba el producto de la venta, de vez en cuanto, a Turín, lo ponía en manos de don Bosco o lo 
entregaba a quienes él señalaba. Por fin, en 1874, pensó ella pedir al Beato una cuenta exacta del importe total y de las sumas pagadas, y 
tuvo entonces la desagradable sorpresa de encontrar que todavía quedaba a su cargo una cantidad considerable, de la que no estaba en 
condiciones de dar explicación alguna. Siempre había creído que las cantidades enviadas eran todo el producto de las ventas realizadas de 
acuerdo con la lista de precios, pero resultaba que las cuentas eran muy diferentes. La causa era que la Presidenta se servía de una persona 
seglar de su confianza, en cuyas manos había puesto la contabilidad y el despacho de las operaciones pecuniarias; pero parece que ((465)) 
no había demasiada exactitud en el manejo del dinero. La madre Galeffi, que no tenía la menor sospecha, siguió la buena obra hasta su 
muerte, ingeniándoselas para cubrir, poquito a poco, el déficit. 

Cuando murió, en enero del 1876, la nueva Presidenta, marquesa Canónici, trató el asunto con don Bosco y pudo comprobar que existía 
una diferencia a favor de él de veinte mil ciento treinta y tres liras con treinta y dos céntimos, que no aparecían pagadas, aun cuando la 
mercancía había sido enviada y recibida. La noble dama podía alegar que la casa de Tor de'Specchi no estaba obligada a cumplir con los 
contratos personales de la difunta, pero, ya fuera en atención al buen recuerdo de la llorada Superiora, ya fuera por delicados miramientos 
con don Bosco, mostró deseo de arreglar con equidad la cuestión. Entonces el Beato, a quien interesaba tener en Roma un procurador 
general de la Congregación y un lugar de parada para él y para los suyos, pidió como compensación que la casa de Tor de'Specchi le 
concediese el empleo gratuito de algunas habitaciones. La madre Canónici, con el consentimiento de las señoras Oblatas, accedió de buen 
grado, poniendo a su disposición toda la segunda planta de una casa que pertenecía al Monasterio, situada frente por frente, con el 
número treinta y seis 1. El usufructo no podía durar, de ningún modo, más de treinta años, y sin facultad para subarrendar en todo o en 
parte sus 

1 En la reciente urbanización de la ciudad que demolida esta casa. 
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dependencias. A cambio de ello, don Bosco consideraba saldado totalmente su crédito, lo mismo en el caso de que se sirviese del 
apartamento durante todo el plazo de treinta años, que si se sirviera de él un tiempo menor o que no lo emplease en absoluto. Se firmó la 
correspondiente escritura en el mes de marzo siguiente 1. No imaginen los lectores que se trataba de una gran vivienda: una portezuela 
daba acceso desde la calle a una escalerita angosta y deteriorada, que conducía a cinco cuartuchos estrechos y bajos, donde el calor del 
verano ahogaba y el frío del invierno hacía tiritar. 

((466)) Aposentado en la pobre morada, don Bosco pasó la primera semana, yendo de un lado a otro para conocer los sentimientos de 
los cardenales acerca de sus disensiones turinesas, y para informarse sobre los términos exactos de las acusaciones que se le hacían. De 
manera muy confidencial, le comunicaron algunas cartas importantes, tres de ellas dirigidas a Pío IX. En una se decía que don Bosco 
empujaba a los muchachos a quedarse en su Congregación, sin examinar si tenían vocación o no, sino que, al contrario, los ponía en la 
imposibilidad de emprender otra carrera. En otra se acusaba al Beato de que no hacía ningún caso de los sagrados cánones, antes al revés 
los violaba francamente, con tal de aumentar el número de los suyos. En la tercera se afirmaba que, entre los salesianos, no había orden ni 
disciplina y que se insinuaba a los súbditos el desprecio de sus Obispos. 

Conocidas éstas y otras faltas de las que se le acusaba, que ya conocemos en parte, el Siervo de Dios se dedicó a recoger y ordenar el 
material para una defensa eficaz. Su secretario tuvo que escribir muchas cartas a todos los que estaban en condición de enviarle alguna 
relación sobre los hechos de que le acusaban; algunos amigos de don Bosco que supieron el motivo de su viaje a Roma, espontáneamente 
le enviaban relaciones acerca de las reuniones de Turín y de todo lo que suponían era de alguna utilidad para su causa. En Turín 
trabajaban en favor de don Bosco el padre Rostagno 2 y don Juan Bautista Bertagna, redactándole notas defensivas con todo el aparato 
jurídico necesario. Escribía don Joaquín Berto a don Miguel Rúa el 30 de diciembre sobre el padre jesuita: «Le ruego también diga al 
padre Rostagno que si ya ha preparado algo nos lo envíe pronto, mientras el tiempo nos es favorable. Bueno será que vaya usted a verle y 
le pida que nos envíe lo que él sabe». El que había sido director de las conferencias 

1 Véase, Apéndice, doc. n.° 34. 

2 Don Bosco había llevado consigo un escrito de este doctísimo amigo, en el cual trataba la cuestión mayor desde el punto de vista 
verdadero, de modo que aquellos consejos podían serle útiles al presentar las cosas ante las Congregaciones Romanas (Apéndice, doc. n.° 
35). 
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en la ((467)) Residencia Sacerdotal 1 manifestaba todo su interés en una carta, del 2 de enero, a don Joaquín Berto: «Todos los 
elementos, escribe, están preparados, y serán enviados por correo certificado antes de Epifanía, con la añadidura de todas las 
observaciones que pueden favorecer el desarrollo de las partes dignas de examen y de corrección. Habrá también alguna observación 
sobre las cosas publicadas últimamente. En fin, se procurará que no falte nada... Los mejores augurios de mi parte y de los amigos al que 
trabaja incansablemente por el bien de todos y se hace querer universalmente». 

El quehacer apremiaba de tal manera que en un principio don Bosco no se apresuró a pedir audiencia al Papa. «Estamos agobiados por 
el trabajo, escribía don Joaquín Berto a don Miguel Rúa el 30 de diciembre: los acontecimientos nos acosan». Y de nuevo el 15 de enero: 
«Todavía no hemos pedido verle (al Papa) por el trabajo excesivo que hasta ahora nos ha agobiado». A mediados de enero ya tenía que 
haber sido pedida la audiencia, pero don Joaquín Berto ignoraba lo que don Bosco no le decía y que pronto sabremos nosotros. El Beato 
conocía demasiado bien el tempus tacendi (el tiempo de callar). Y callaba, quería que se callase, pero actuaba sin descanso. El 3 de enero 
informaba a don Miguel Rúa: «Nuestro silencio y la oración harán todo lo que sea para mayor gloria de Dios. Pero yo no estoy ocioso. 
Benevolencia con todos. Quehacer inmenso. Se añadió un nuevo secretario» 2. ((468)) Y pocos días después: «Nuestras cosas van bien, 
enredos, molestias que no acaban, pero muy útiles, sin embargo. Silencio, oración, ningún temor». A don Juan Bautista Francesia el 13: 
«Los asuntos que me han traído a Roma van undequaque (por todas partes) a favor; pero son un poco largos. Paciencia». 

Por una carta a don Miguel Rúa, sin fecha, pero ciertamente de mediados de enero, sabemos algunos de los motivos que inducían a 

1 Después de veintidós años de estar enseñando teología moral en la Residencia Sacerdotal, don Juan Baustista Bertagna fue relevado 
de improviso en septiembre de 1876. Llevó con heroica humildad tamaña deminutio cápitis. Pasó un par de años retirado en Castelnuovo, 
su pueblo natal, hasta que cayó gravemente enfermo. Monseñor Savio, Obispo de Asti, lo llamó en 1879 y le nombró vicario general. 
Aquel mismo año se cerró la Residencia. Don Juan Bautista Bertagna, que había dado clase muchos años allí y después en la 
«Consolata», había sido maestro de todos los sacerdotes de Turín y de muchos otros de las diócesis vecinas; todos lo consideraban como 
un oráculo en el arte de guiar las almas. Fue justamente considerado como uno de los teólogos moralistas más autorizados del siglo 
pasado. En 1884, el cardenal Alimonda lo consagró Obispo auxiliar; después hízole rector del seminario arzobispal de Turín y de todos 
los de la diócesis. Reanudó la enseñanza de la teología moral en el seminario y en la «Consolata». Era vicario general. Hizo la visita 
pastoral de la archidiócesis. Murió en 1905. 

2 Este nuevo secretario era el reverendo Turchi, natural de Castelnuovo, profesor en Roma, muy amigo de don Bosco. 
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don Bosco a tan buenas esperanzas. Escribía: «Puedes también comunicar en confianza (al Capítulo Superior) que nuestras cosas van 
muy bien. El Consultor de los Obispos y Regulares 1 ha examinado ya todas las acusaciones del Arzobispo, pero sacó la conclusión de 
que no hay ni una que se sostenga, y que nuestra Congregación no tiene nada reprochable contra él. Acabo de presentar un montón de 
reclamaciones, o sea, las cartas vejatorias. Todos los Cardenales están aturdidos y no saben qué deliberar, pero todos están de nuestra 
parte y quieren proporcionarnos una posición normal y tranquila». 

Sólo un Cardenal le demostraba cierta desconfianza, el eminentísimo Ferrieri, Prefecto de Obispos y Regulares, muy inclinado a favor 
de monseñor Gastaldi, con quien le unía la comunión de ideas filosóficas. Tiempo atrás, hablando con sus subordinados, había dicho que 
cuando se le présentase don Bosco, iría con mucha cautela, pues temía que se valiera de lo que había dicho para obligarle a algo 2. Don 
Bosco fue a verle a primeros del año nuevo, después le escribió la carta del 7 de enero, que ya hemos presentado más atrás, en el capítulo 
undécimo. Dice en ella el Beato que quiere remediar un olvido tenido en la audiencia, y expone sumariamente, pero con mucha claridad, 
sus propias razones. Hay un precioso documento, algo posterior, que proyecta alguna luz sobre aquella misma audiencia. Es una carta que 
el Siervo de Dios dirigió el 8 de septiembre de 1882 desde ((469)) San Benigno Canavese a don Francisco Dalmazzo, entonces 
Procurador general en Roma. Tratando en ella del cardenal Ferrieri, dice: 

«Hace cinco años que se dignó recibirme; de entonces acá, pese a muchas cartas, no he logrado obtener una audiencia, ni una respuesta 
por escrito. En aquella única audiencia me echó en cara la acusación que hacía el Arzobispo de Turín, de que no se pedían las cartas 
testimoniales para aceptar en la Congregación. Contesté que siempre se pedían estas testimoniales, pero que, cuando surgían dificultades, 
me servía de la facultad concedida por la Santa Sede de prescindir de ellas. 

»-»Quién concedió esta facultad?, repuso algo encolerizado. 

»-El Padre Santo, contesté, el benemérito Pío IX. Toda la gestión se encuentra en los archivos de los Obispos y Regulares y yo tengo 
una copia auténtica. 

»-íDesde este momento cesa esta facultad y guárdese de servirse de ella en adelante! 

1 El padre Tosa, de los Predicadores. 

2 Carta del canónigo Menghini a monseñor Gastaldi, Roma, 29 de diciembre del 1877. El original está en poder del teólogo Franchetti 
de Turín. 
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»Yo no sé si el Prefecto de una Congregación tiene facultad para suspender un favor tan formalmente concedido. Como quiera que ello 
sea, me limité a responder que me remitía a sus órdenes, y que no me he servido del privilegio mencionado». 

De repente el día 8 de enero salió del Quirinal la noticia de que el rey Víctor Manuel II se encontraba muy grave. El día 9 había 
fallecido. 
El inesperado luto abrió los ojos a los salesianos del Oratorio sobre una disposición, que había dado don Bosco a fines de 1877. Desde 
1862 no se oían casi nunca en ninguna iglesia de Piamonte las preces litúrgicas por el Soberano; en el oficio del viernes y del sábado 
santo y en otras sagradas funciones ya no se pronunciaba el nombre de Víctor Manuel públicamente. En un principio algunos celosos 
sacerdotes habían denunciado el hecho al Gobierno, pero el día 24 de marzo del 1863, el ministro Pisanelli declaró que aquella omisión 
no constituía culpa digna de pena por parte de las leyes. También en el Oratorio se hacía así, pero don Bosco algún tiempo antes de ir a 
Roma, sin que nadie supiese el motivo, había ordenado que se volviera a rezar el Oremus pro rege en la bendición. Don José Lazzero 
enseñó desde la pequeña tribuna de las «buenas noches» ((470)) a contestar al Domine, salvum fac regem nostrum Victorium 
Emmanuelem (Señor, salva a nuestro rey Víctor Manuel). En aquel acto tan inexplicable pareció, pues, verse el indicio de un presagio de 
las necesidades espirituales, cuyo encuentro debía acometer el alma del Rey próximamente. 

Sólo una manifestación de los sentimientos de don Bosco en aquella coyuntura ha llegado hasta nosotros; la tenemos en la carta que 
escribió al Conde Cays el 12 de enero: «Aquí estoy entre funerales y danzas, como dice la comedia 1. Todo se iba preparando para la 
muerte del Papa y para el Cónclave. Pero Dios cambió el tema que llenaba la mente de los hombres. El Papa va mejorando y puede 
decirse que ahora goza de óptimo estado de salud para su edad. Se alimenta, recibe, bromea, y aseguran los médicos que, en primavera, 
podrá reanudar muy bien sus paseos por las salas del Vaticano. Por el contrario, el luto del Quirinal tuvo que servir para quien lo había 
preparado. Pero hay un grave motivo para bendecir al Señor. Al recibir los santos sacramentos, aseguró, así lo esperamos, la salvación de 
su alma y es un terrible ejemplo para toda Europa, que ve a un Rey en edad discreta, sano y robusto, hecho cadáver en tres días. Ha 
librado también a la Iglesia de verdaderos apuros, en los que ciertamente se habría encontrado de haber tenido que negar los funerales y 
los otros sufragios de 

1 Hace alusión a una comedia para colegios, titulada precisamente «Funerales y danzas». 
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la Iglesia. Se dice que obra en poder del Cardenal Vicario una retractación formal, firmada por el Rey. Lo cierto es que, en los últimos 
momentos, pidió papel y pluma, que le fueron negados diciendo que en aquellos momentos le causarían grave daño» 1. 

((471)) Era verdad la voz recogida por don Bosco sobre el luto de la corte, en previsión de la próxima muerte de Pío IX. Antes de que 
una fuerte pulmonía cortara tan bruscamente la existencia del Monarca, se había temido por la vida del Papa. Desde el mes de septiembre 
en adelante, declinaba su salud cada día más, tanto que Víctor Manuel, preocupado por el caso, ordenó los preparativos del luto, firmando 
el 31 de diciembre las disposiciones concernientes a los funerales pontificios; pero, en el curso del mes siguiente, el Papa fue recobrando 
las fuerzas, lo cual disipó, en Roma y en el mundo, los temores que se tenían. Más aún, al ver que volvía a dar audiencias, pareció que 
había motivo de buenas esperanzas. 

Los funerales del Rey dieron ocasión a desagradables polémicas y aun a pleitos contra Obispos. Los católicos censuraron la conducta y 
el lenguaje de monseñor Gastaldi, como se aprecia por manifestaciones privadas de sacerdotes turineses; pero la buena prensa no tomó 
parte en ello más que una vez, cuando un diario liberal puso en danza el nombre de don Bosco. La Nazione de Florencia, en su número 
del primero de febrero, comunicó a los lectores la noticia de que don Bosco había ido a Roma expresamente «para protestar contra la 
conducta del señor Arzobispo de Turín, con ocasión de la muerte de Víctor Manuel». La tendenciosa noticia podía perjudicar mucho al 
Siervo de Dios, por lo cual fue providencial una nota oficiosa del Osservatore Romano, donde, después de referir las palabras del 
periódico florentino sobre la finalidad del «ilustre sacerdote turinés don Bosco» en su viaje a Roma, se decía: «El origen y la procedencia 
de tales declaraciones nos dispensan de declarar que son una necia invención». 

Motivos mucho más serios entretenían a don Bosco en Roma. Además de los ya conocidos, seguía dando vueltas en su mente el 
pensamiento de los privilegios y, con su invencible constancia, cuando 

1 En L'Osservatore Romano (11 de enero del 1878) se publicó la siguiente nota: «Tan pronto como el Padre Santo pudo conocer la 
gravedad de la enfermedad del rey Víctor Manuel, se apresuró a enviar un respetable eclesiástico al Quirinal, no sólo para informarse del 
estado de la enfermedad, sino también para ocuparse del alma del enfermo, para que, llamado a comparecer ante Dios, se hiciese digno de 
su misericordia. Al eclesiástico no se le permitió pasar, pero sabemos, por otra parte, que el Rey ha recibido los santos sacramentos, 
declarando que pedía perdón al Papa por los agravios de que se había hecho responsable». 
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veía cerrar una puerta, buscaba otra. ((472)) Prueba de ello es esta carta al padre Tosa, dominico, Consultor de los Obispos y Regulares 1. 

Queridísimo padre Tosa: 

Le transmito una copia del Rescripto con el que fueron concedidos a los Oblatos de María Virgen per communicationem los privilegios 
de los Redentoristas. 

Sigue la carta ap(ostólica) de León XII que alaba, aprueba y concede de manera estable e invariable las facultades necesarias. íOh, si 
pudiese obtener otro tanto para nosotros! Usted sería para siempre nuestro insigne bienchechor. 

Mientras tanto, las dificultades crecen cada día más. Nuevas publicaciones de periódicos, nuevas suspensiones de sacerdotes, agitación 
grandísima en Turín.Haga todo lo que pueda para detener los males; nosotros nos esforzaremos por recompensarle con el pequeño 
concurso de nuestras oraciones. 

Déme su santa bendición y créame profundamente agradecido. 

Roma, 11 de enero de 1878. 

Afmo. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Del Oratorio le llegaban noticias muy tristes. El prefecto externo escribía a don Joaquín Berto 2: «Di a don Bosco que envíe pronto una 
bendición para todo el Oratorio, porque parece que este año han trasladado aquí sus cuarteles las enfermedades y la muerte». Al momento 
escribió el Beato a don Miguel Rúa 3: «Me informo con dolor de las enfermedades que molestan a nuestra casa de Valdocco. Bendigamos 
siempre al Señor en las cosas prósperas y adversas. Sin embargo, cada día tendré un memento especial en la santa misa, hagan otro tanto 
los sacerdotes del Oratorio; los muchachos, así aprendices como estudiantes, reciban la santa comunión y, después de las oraciones, recen 
todos cada noche una salve y un padrenuestro a Jesús Sacramentado, durante dos semanas. Pediré también una bendición especial al 
Padre Santo, con quien no he podido todavía hablar, pero espero ((473)) obtener audiencia cuanto antes». 

En trece días hubo más de cien muchachos que tuvieron que ir a su casa por enfermos; el primero de febrero ya habían muerto siete y 
algunos más estaban moribundos 4. El 4 de febrero comunicaba don Miguel Rúa a don Joaquín Berto: «De los muchachos en general... 
francamente tenemos malas noticias que dar, y que tú harás el favor 

1 De una copia del original, que don Joaquín Berto sacó en Roma en octubre del 1894. 

2 Carta de don José Bologna, 21 de enero del 1878. 

3 Carta del 24 de enero del 1878. 

4 Carta de don José Bologna a don Joaquín Berto, 1 de febrero de 1878. 

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de comunicárselas con disimulo a don Bosco. Después de la muerte de Omodei murieron cinco muchachos en sus casas... Además, ayer 
murió en Lanzo el querido clérigo Arata de una enfermedad rápida, después de cuatro días de cama. Aquí volvemos a tener a otro en 
peligro de muerte.. Hay una quinta parte de los estudiantes, y quizás más, que están en sus casas por motivos de salud. Ya ves cuánta 
necesidad tenemos de oraciones. Reza, pues, tú y díselo también a don Bosco, aun cuando tal vez no sea conveniente. Todo esto lo 
decimos en confianza; por lo demás, ni siquiera a los muchachos les dejamos saber todo, para no alarmarlos a ellos y a los parientes». En 
una carta sin fecha, pero que parece escrita después de estas informaciones, a continuación del repetido estribillo «íQuehacer inmenso!», 
dice don Bosco a don Miguel Rúa: «cuando visites a nuestros queridos hijos enfermos, saluda a todos de mi parte y diles que ruego por 
ellos en la santa misa y les envío de todo corazón mi paternal bendición». Comenzó entonces a efectuarse alguna mejoría y a mediados de 
febrero cesó la enfermedad. Parece que se trataba de una epidemia tifoidea. 

Así, pues, el 24 de enero aún no había logrado don Bosco ver al Papa. Tan pronto como se enteró de que se habían reanudado las 
audiencias, pidió ser admitido; pero no llegaba respuesta alguna. El no ignoraba que los días de Pío IX estaban contados, por eso, le 
interesaba, sobre toda ponderación, ir una vez más a la augusta presencia de su más insigne bienhechor, tanto más cuanto que llevaba 
siempre clavada en el corazón la espina que le había causado el oír decir que Pío IX sufría por su causa. Renovó dos veces sus instancias 
((474)) al Maestro de cámara, pero siempre en vano. Fue varias veces a San Pedro, dio vueltas por los alrededores del Vaticano, con la 
esperanza de algún feliz encuentro, que le facilitase el cumplimiento de su deseo. También Pío IX lo esperaba en efecto; don Bosco supo 
que había dicho repetidas veces quejándose: 

-Sé que don Bosco se encuentra en Roma y no viene a verme, y tengo cosas importantes que decirle. Yo no he tratado así a don Bosco. 
íYo lo he tratado mejor! 

Don Bosco manifestó su dolor al cardenal Oreglia. El Cardenal tomó a pechos el asunto y, al descubrir que había de por medio alguna 
intriga, dio a conocer la verdad al Papa y reprochó por ello al Maestro de cámara; pero todo fue inútil. Y, sin embargo, si este prelado 
ocupaba un puesto tan distinguido en la corte pontificia, precisamente se lo debía a don Bosco, según lo cuenta por extenso Lemoyne 1. 

1 Memorias Biográficas VIII volumen, pág. 499. 
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Así que don Bosco no volvió a ver vivo al angélico Pío IX. 

De aquí se deduce hasta dónde llegaba en Roma la acción de sus opositores. Pero él tuvo otras pruebas de ello. El Arzobispo de Sevilla, 
monseñor Joaquín Lluch y Garriga, había ido a verle para pedirle que abriera una casa salesiana en su diócesis. Don Bosco le contestó 
que condescendería a su deseo, si le obtenía de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares la comunicación de los privilegios. 

-Eso es facilísimo, respondió el Prelado. 

-No lo crea tan fácil, replicó don Bosco. 

-íYa lo verá! Yo le obtendré en seguida ese favor. 

Se presentó al cardenal Ferrieri y le habló de ello como quien está seguro de su éxito. Pero el Prefecto de la Sagrada Congregación le 
cortó la palabra con un -íNo! -muy seco y, sin decir más, le volvió las espaldas. El mismo Cardenal había ya dicho a Su Santidad: 

-íSi quieren conceder los privilegios a don Bosco, aguarden a que yo muera! 

La imposibilidad de hablar directamente con el Cardenal ((475)) Prefecto agravaba cada día más la situación del Siervo de Dios, que, 
aun sin esperar el juicio eficaz sobre toda la controversia, necesitaba urgentemente evitar algunos daños. El reciente calendario diocesano 
de Turín contenía disposiciones nuevas y remachaba otras anteriores, que violaban la autonomía legítima de la Congregación; algún 
hecho reciente difamaba a los salesianos ante el clero de la archidiócesis; hacía seis meses que duraba la irregular e incómoda suspensión 
de don José Lazzero; quedaban siempre en pleno vigor las cartas episcopales que conminaban la suspensión al mismo don Bosco. Por 
todos estos motivos, el Beato, no teniendo mejor partido que tomar, envió a monseñor Bianchi, arzobispo de Mira y secretario de la 
Sagrada Congregación, que estaba de su parte, una memoria o súplica acompañada con los oportunos documentos. 

Excelencia Rvma.: 

Con verdadero pesar tengo que notificar a V. E. Rvma. que el señor Arzobispo de Turín no desiste de las disposiciones que, aunque 
onerosas para todas las corporaciones religiosas, lo son en medida excepcional para la Congregación Salesiana. 

La Santa Sede prohibió a este prelado divulgar nada referente a nuestras actuales controversias. Monseñor Gastaldi recurrió a 
publicaciones oficiales como el Calendario litúrgico y las pastorales. 

En el de este año aprueba las advertencias y decretos de años pasados y añade otros nuevos. Quiere entrar en la administración interior 
de las casas religiosas y, por consiguiente, turbar la preciosa autonomía, que liga a éstas con la Santa Sede, que las aprobó y de la que 
deben depender directamente. Adjunto copia auténtica de estas Observaciones y Decretos. 
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Además, con fecha 8 de enero próximo pasado, publicó una Circular en cuyo apartado 8 dice: «Los RR. S. S. Superiores de los 
Regulares enviarán, según costumbre, directamente a la Curia las patentes de sus confesores y predicadores, advirtiendo sean colocadas 
por orden alfabético y se uniformen a lo prescrito para los sacerdotes seculares en todo lo que les puede atañer, y declarando 
explícitamente si sus súbditos se han acercado frecuentemente a la Confesión Sacramental». 

Los regulares establecidos en Turín han declarado no estar sujetos a esta disposición; por consiguiente nosotros nos encontramos en la 
dura alternativa de actuar diversamente a los otros, o de arriesgar la suspensión de todos los confesores salesianos que ejercen el sagrado 
ministerio en aquella diócesis. 

((476)) Con fecha del día 12 del mismo mes se repartió una pastoral, que los Párrocos deben publicar; los que la han leído afirman 
unánimemente que es continuación de la del 4 de agosto del 1877 y ven claramente dos alusiones perjudiciales para la Congregación 
Salesiana, a saber, que nosotros hacemos una violencia moral para inducir a nuestros alumnos a hacerse religiosos. 

El mismo Arzobispo hizo ya esta acusación y la dirigió a la Santa Sede con aserción completamente gratuita, y nadie podrá jamás 
aducir ni sombra de prueba. 

Con la otra alusión mencionó los colegios a los que deben los párrocos dirigir los muchachos estudiantes y dice que éstos sólo 
suministran clérigos al seminario mayor; mientras que (no) nombra siquiera tres colegios nuestros que, desde 1847 a 1877, han 
proporcionado las tres cuartas partes del clero actual de la diócesis de Turín. Se me dice que se están preparando otras publicaciones del 
mismo género. 

Mientras, con la máxima veneración, expongo esto a V. E. creo cumplir un estricto deber ofreciendo mi humilde, pero encarecido 
ruego, a V. E. y por su mediación al Emmo. Cardenal Prefecto, para que se dignen emplear su eficaz autoridad para levantar la 
suspensión que desde hace seis meses, sin motivo y sin forma canónica, gravita sobre el Rvdo. don José Lazzero, Rector de la Casa 
Madre de Turín. 

Al mismo tiempo que cese la negativa de las sacras órdenes a los clérigos salesianos, para remediar la actual penuria de sacerdotes de la 
Congregación. Por último sean declaradas sin efecto las cartas amenazadoras de suspensión al mismo Superior General de la 
Congregación Salesiana. 

Estas medidas son indispensables para devolver la calma a los pobres salesianos, que están realmente desalentados y molestos en su 
trabajo por el bien de las almas, que precisamente desean, y del que hay grande y sentida necesidad. 

Con el más profundo respeto y la máxima consideración tengo el alto honor de rofesarme, 

De V. E. Rvma. 

Roma, 4 de febrero de 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Pero la muerte de Pío IX tenía que producir muy pronto el estancamiento de los asuntos. Las rosáceas esperanzas del restablecimiento 
de su salud fueron alimentadas por las descripciones de la audiencia concedida el 2 de febrero a los párrocos de Roma y a los 
representantes de los cabildos y de las órdenes religiosas para el ((477)) acostumbrado 

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regalo de las candelas de la Purificación de María. El Papa pronunció con voz clara un discurso, que concluyó recomendando 
encarecidamente la instrucción religiosa de los niños. En aquella fiesta de la Virgen que señalaba el septuagésimo quinto aniversario de 
su primera comunión, lo mismo en Roma que fuera de la ciudad acudió un gran número de fieles a la sagrada mesa, especialmente de 
jovencitos, animados con el pensamiento de orar por el Papa. Aquellas plegarias, de tantas almas buenas y tantos niños inocentes, tenían 
que acompañarle a la eternidad. En la noche del 7 de febrero el mal que hacía tiempo le atormentaba, se agudizó de improviso. Por la 
mañana recibió el Padre Santo los últimos sacramentos y, al toque del Ave María de la tarde, el grande y longevo Pontífice se adormeció 
en el Señor, precisamente a la hora prevista por don Bosco el 7 de febrero del año anterior. 

El buen Pío IX habló de don Bosco hasta en sus últimos días. No obstante las intrigas y los disgustos que no daban tregua a don Bosco, 
el Siervo de Dios había preparado en Tor de'Specchi una reunión el 29 de enero, fiesta de san Francisco de Sales, en la que dio la primera 
conferencia a los Cooperadores salesianos. Asistió a ella también el Cardenal Vicario, Mónaco Lavalletta. Pues bien, pocos días después 
quiso el Papa que Su Eminencia le diera una detallada relación de todo y se complació paternalmente de ello. Y, casi en la víspera de su 
muerte, volvió a hablar del Beato con el cardenal Simeoni, Secretario de Estado y le dijo: 

-íDon Bosco es un hombre que hace mucho bien, es un hombre prodigioso; yo le aprecio y le quiero mucho! Pero envía a las misiones 
individuos demasiado jóvenes y temo, por consiguiente, que sus misiones acaben como las de los... 

Los temores, que el amor inspiraba al Sumo Pontífice, no se realizaron; pero es justo advertir que no decía esto por su convicción 
personal, sino por las insinuaciones de una persona, que intentó desacreditar ante él las misiones salesianas, para que no las favoreciera 
tanto. La misma noche de su muerte escribió don Bosco estas memorables palabras a monseñor Rosaz, obispo electo de Aosta: «Hoy 
((478)) a las tres y media 1 se extinguía el sumo e incomparable astro de la Iglesia, Pío IX. Los diarios le darán los detalles. Roma está 
consternada 

1 Della Rocca, secretario general del Ministerio de Gobernación, envió a las tres de la tarde del día 7 un boletín oficial a las comisiones 
de gobierno de la Cámara y del Senado, anunciando que el Padre Santo había fallecido a las dos. La agencia Stéfani participó a Europa el 
falso anuncio gubernativo. Hacia las cuatro, un segundo edicto fijado en el atrio de Montecitorio, decía no haberse recibido todavía el 
aviso oficial de la muerte del Papa. Don Bosco escribió ciertamente la carta después de conocer la falsa noticia. 
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y creo que también el mundo entero... Dentro de brevísimo tiempo, estará ciertamente en los altares». En marzo de aquel mismo año 
comenzaron a enviar los católicos italianos peticiones para que fuese introducida su causa de beatificación; en 1907 Pío X permitió que 
fuera introducida la causa y constituyó el tribunal, bajo la presidencia del cardenal Cretoni, prefecto de la Congregación de Ritos 1. 

Encontramos una curiosa circunstancia, ignorada por los periodístas, recordada por don Joaquín Berto y confirmada por don Bosco. 
Alrededor de las cinco y tres cuartos de aquella tarde bajaban del Capitolio el Beato y su secretario, cuando los lobos, que, en recuerdo de 
una remotísima leyenda, cría y mantiene el Ayuntamiento de Roma en el declive de la colina, comenzaron a aullar tan fuerte y en un tono 
tan triste, durante más de cinco minutos seguidos, que los viandantes se paraban y un señor, próximo a los dos, exclamó: 

-íLlorad, sí, llorad, pues nuestro Padre Santo ha muerto! 

«En efecto, escribió don Bosco al margen del diario de don Joaquín Berto, había muerto en aquel instante, como después se comprobó». 

((479)) El Siervo de Dios, que no pudo volver a ver vivo al Papa, le contempló difunto. Los sagrados restos mortales estuvieron 
expuestos en San Pedro, en la capilla del Santísimo Sacramento, desde las siete de la mañana del domingo 10 de febrero, de acuerdo con 
las antiguas costumbres, con los pies fuera de la verja cerrada. La oleada del pueblo fue inmensa y continua durante los cuatro días. 
Escribe don Joaquín Berto con fecha 12 de febrero: «Hemos entrado en San Pedro para visitar los restos del Padre Santo. Se podía besar 
su pie y hacer tocar varios objetos». Don Bosco salió de allí con el corazón conmovido; pero su conmoción se cambió en ternura cuando 
entró en casa. El 27 de enero, casi desesperando de obtener la audiencia, había dirigido al Padre Santo esta súplica, en la que le pedía 
condecoraciones para insignes bienhechores suyos. 

1 Monseñor Mercurelli, secretario de los Breves a los Príncipes, en su atildadísimo discurso latino De eligendo Pontifice, leído como de 
costumbre después de la misa De Spiritu Sancto antes del cónclave, tocó este punto, volviendo el discurso al alma beatísima del 
Pontífice: Tibi dedit Deus ut nobilis victrix iniquorum temporum e terra discederes; dedit virtuti tuae commune orbis studium, desiderium 
et praeconium, daturus fortasse etiam olim, ut tua memoria caelitum honoribus consecretur. (Dios te ha concedido que te marcharas de 
esta tierra, noble vencedor de tiempos inicuos; ha concedido a tu vitud el amor, el deseo, la añoranza y el encomio de todo el mundo; tal 
vez un día hará que tu memoria sea consagrada con los honores aquí reservados a los héroes del cielo). L'Unità Cattolica en su n.° 52 (día 
primero de marzo) escribía: 
«Es sentimiento universal entre las almas buenas, en las que reina el espíritu de Dios, que no pasará mucho tiempo sin que sea promovida 
la causa de beatificación del gran Pío IX». 
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Beatísimo Padre: 

El sacerdote Juan Bosco, humildemente postrado a los pies de V. S., tiene el alto honor de proponer a la clemencia de V. S. algunos 
ilustres ciudadanos, para quienes sería de gran satisfacción y aliento para hacer el bien, si V. S. les concediese algún título de honor. 
Estos son: el conde Próspero Balbo, docto y ferviente católico, que gastó ciencia y fortuna por el bien de la Religión y da clase 
diariamente a nuestros huerfanitos. El caballero Juan Frisetti, rico señor e insigne bienhechor nuestro. El ingeniero Manuel Campanella, 
que, entre muchas obras de caridad, hizo gratuitamente los planos para el Hospicio de San Vicente en Sampierdarena, dirigió sus obras y 
contribuyó a las mismas con abundante generosidad. Allí hay actualmente más de trescientos niños pobres internos. Para el conde Balbo 
se pide, con el máximo respeto, la cruz de comendador de San Gregorio Magno. Para el señor Juan Frisetti y para el señor Campanella se 
ruega se les conceda la cruz de caballeros de San Gregorio Magno o de otra orden que a V. B. más agrade. Además, en nombre del 
Obispo de Vigévano, se recomienda al canónigo don Antonio Belasio, ilustre hombre apostólico, que dedica su vida y sus bienes al 
sagrado ministerio, no cesa de predicar y ha hecho insignes beneficios a nuestros muchachos. Es autor de muchas obras en favor de la 
religión. Le interesa mucho poder pertenecer a la familia pontificia con cualquier título que plazca a V. S. honrarle. 

Roma, 27, 1878, Torre dei Specchi, 36. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((480)) Pues bien, el Padre Santo, dos días después, habíase dignado aceptar benignamente su petición en favor del conde Balbo, 
reservándose tomar más adelante sus disposiciones acerca de los otros dos; mientras tanto, se preparaba el Breve, que quedó firmado 
entre los papeles a enviar. Aquel día, monseñor Pedro Lasagni, en su calidad de secretario del Sagrado Colegio, remitió a don Bosco el 
documento, por el que el conde Próspero Balbo quedaba incluido en el número de los Comendadores de San Gregorio Magno. Esta fue, 
por tanto, la última prueba de afecto que el glorioso Pío IX dio a nuestro Beato Padre, poco antes de partir para la eternidad. 

Con la muerte del Papa cesó la autoridad del Secretario de Estado y el cardenal Pecci, en su calidad de Camarlengo de la Santa Iglesia 
Romana, asumió el gobierno, junto con los cardenales Di Pietro, Asquini y Caterini. Durante el novenario, la máxima preocupación del 
Sacro Colegio fue la preparación del inminente Cónclave. »Se podrían reunir en Roma los Eminentísimos electores? »Se desarrollaría 
libre y tranquilamente, esto es, sin tumultos callejeros y sin maniobras, presiones o interferencias de cualquier género por parte de los que 
ocupaban el poder? Acá y allá se incitaba al Gobierno italiano para inmiscuirse en ello, contra la ley de garantías que se lo vedaba, se 
sucedían 
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clamorosas demostraciones sectarias en varias ciudades de Italia, al grito de: «íAbajo las garantías!». Por éstos y otros motivos el 
Gobierno no estaba exento de inquietudes. La Capitale del 13 de febrero, escribía bajo el título de «Los miedos ministeriales»: «Si hemos 
de juzgar por los síntomas aparentes, ha habido alguna hora de gran inquietud en el Ministerio. O sea, se temió que entre los Cardenales 
reunidos en Congregación prevaleciera el pensamiento de reunir el Cónclave en otro lugar que no fuera Roma. Se examinaba esta 
eventualidad casi temblando; se la consideraba como una irreparable desgracia». También la Libertá del día 13 tenía un artículo titulado 
«Cónclave y Parlamento», en el que decía: «No trae cuenta sofisticar sobre la situación presente. Es ((481)) grave por sí misma; pero 
puede llegar a serlo mucho más, si se comete cualquier imprudencia. Hoy por hoy, nuestro mayor interés es que el Cónclave cumpla sus 
altas funciones en Roma, no sólo dentro del más perfecto orden, sino en un ambiente de tranquilidad tal, que quite a los fanáticos todo 
pretexto para sostener que sería mejor partido alejarse de aquí». 

En días de tan palpitante incertidumbre fue muy valiosa la actuación de don Bosco. Recibió oficiosamente el encargo de explorar cuáles 
eran las reales intenciones del Gobierno; al cardenal Pecci le pareció buena y oportuna esta elección. Se presentó, pues, al ministro de 
Gracia, Justicia y Cultos, Pascual Estanislao Mancini; pero éste le recibió tan descortésmente que ni siquiera se dignó volver la cara a 
aquel sacerdote, que estaba ante él humildemente con el sombrero en mano. A las respetuosas preguntas de don Bosco daba él respuestas 
secas, casi irónicas y desdeñosas, de suerte que, al despedirse el Siervo de Dios, se creyó en el deber de decirle con decorosa calma: 

-Señor, respete al menos a los que me han enviado. 

Pero a él le habían encargado que tratara especialmente con el honorable Crispi, ministro de Gobernación. El primer encuentro en su 
despacho fue muy poco alentador. Cuando entró el Beato, estaba él hundido en un sillón, con una pierna sobre otra, y fumaba. Don Bosco 
permaneció de pie y el Ministro no cambió de postura. 

-»Quién es usted?, preguntó con aspereza. 

-Soy don Bosco. 

-»Qué quiere de mí? 

-Vengo a preguntar si el Gobierno tiene intención de tutelar la libertad del Cónclave. 

-»Y quién es usted para hacerme esta pregunta? »Qué poderes representa? 

-Tengo que llevar una respuesta al cardenal Camarlengo. 
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((482)) -Pues bien, el Gobierno cumplirá su deber; respondió secamente el ministro. 

-»Y qué entiende usted con la palabra deber? 

-»Pero, en resumidas cuentas, de quién ha recibido usted el encargo de hacerme esta pregunta? 

-No se preocupe por ello, replicó sosegadamente don Bosco. Necesito una respuesta inmediata. Si el Gobierno no piensa garantizar al 
Cónclave plena y absoluta libertad, es necesario que yo lo sepa en seguida. Los Cardenales quieren tomar sin demora una decisión. Ya 
están establecidas las medidas para cualquier eventualidad; y el Cónclave se celebrará en seguida e infaliblemente en Venecia, en Viena o 
en Aviñón, según las circunstancias 1. Pero me permito hacer observar a Vuestra Excelencia que les interesa que el Papa sea elegido en 
Roma. No olviden sus Señorías la ley de garantías, y que las Potencias europeas están observando el desarrollo de un hecho que interesa a 
todo el mundo. 

Crispi mantuvo un rato la actitud de quien piensa seriamente, después se levantó y tendió la mano a don Bosco, diciendo: 

-Puede usted asegurar de mi parte a los Cardenales, que el Gobierno respetará y hará que se respete al Cónclave y que el orden público 
no será alterado lo más mínimo. 

((483)) Dicho esto, volvió a sentarse y, después de invitar a don Bosco a hacer lo mismo, siguió diciendo: 

-»Así que usted es don Bosco? 

Después comenzó a hablar familiarmente de Turín y del antiguo Oratorio de Valdocco. El había conocido el Oratorio en 1852, cuando 
vivía en un pequeño apartamento de dos o tres habitaciones en la calle 

1 Entre los Cardenales presentes en la Curia predominaba la opinión de que el Cónclave se debía celebrar fuera de Roma; en efecto, en 
la primera Congregación cardenalicia, el día 8 por la tarde, teniéndose que decidir sobre el lugar del Cónclave, de treinta y ocho 
Purpurados, sólo ocho votaron por Roma. El mismo cardenal Pecci leyó un discurso bastante extenso en favor de la salida de Roma; pero 
no propuso adónde convenía ir. Pero en la segunda Congregación, reunida en la tarde del 9 para decidir la determinación del lugar, los 
ánimos habían cambiado y treinta y dos votaron por Roma. El cardenal Pecci opinó, primero, por Malta, pero después concluyó por 
Roma (R. DE CESARE, El Cónclave de León XIII, págs. 157-165. Città di Castello, Lapi, 1888). Por otra parte, en el primer momento, 
Crispi, agarrándose al artículo de la ley de Garantías, se atribuía el derecho de introducir en el Vaticano a sus oficiales civiles para vigilar 
el C\_nclave. El artículo decía: «Durante la vacante de la Sede Pontificia ninguna autoridad judicial o política podrá obstaculizar o limitar 
de algún modo la libertad personal de los Cardenales. El Gobierno toma las medidas para que las reuniones del Cónclave y en los 
Concilios ecuménicos no sean molestados con ninguna violencia exterior». No lo disuadió la enérgica intervención de Bismarck, a quien 
convenía para sus futuros planes que saliese elegido del Cónclave un Papa de canónica legitimidad incontrastable. (La Civiltà Cattolica, 
año 34, serie XVIII, tomo IX, 1903, cuad. 1264, pág. 392). 
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de las Huérfanas, junto al Santuario de la Consolación, adonde iba a veces a rezar. Traídos a la mente aquellos lejanos recuerdos, le 
preguntó: 

-»No recuerda, don Bosco, que alguna vez iba yo a confesarme con usted en el Oratorio? 

-No lo recuerdo, contestó don Bosco sonriendo; pero, si quiere, estoy dispuesto a oírle ahora mismo. 

-íLo necesitaría!, dijo el Ministro, riendo por la palabra que se le había escapado de la boca. 

Dio muestra de recordar aquellos años ya lejanos, cuando solía hablar con don Bosco y recibir alientos de él y no sólo de palabras 1. 
Afirmó que sus angustias de entonces eran menores que las que tenía al presente. 

-íPero entonces yo tenía fe, añadió; sí, tenía fe; ahora ya no la tengo! 

Crispi pidió a continuación a don Bosco noticias sobre la marcha de su obra; y esto le llevó a hablar de sistemas educativos y a lamentar 
los desórdenes que tenían lugar en los correccionales de menores. La conversación sobre este tema duró largo rato. El Ministro oyó la 
opinión de don Bosco, hizo votos para que aquellos lugares, donde la juventud encerrada empeoraba en vez de mejorar moralmente, 
fueran confiados a los educadores crecidos en el Oratorio de don Bosco y le pidió un programa de su sistema para poder examinarlo. El 
Beato comprendía muy bien la imposibilidad de que el Ministro tomara semejante decisión; sin embargo, le dejó hablar y prometió 
enviarle su modo de pensar acerca de la reorganización de los correccionales de menores. El coloquio no podía terminar con mayor 
cordialidad. ((484)) Don Bosco fue enseguida a dar cuenta de su misión oficiosa. La respuesta del Ministro pareció satisfactoria. 
Ciertamente Crispi era hombre de valía; en efecto, mantuvo la palabra y, gracias a su energía, los asomos de agitación del orden público 
cesaron como por ensalmo. 

A su regreso al Vaticano, después de esta visita, tuvo don Bosco un encuentro singular. Le interesaba mucho hablar con el cardenal 
Simeoni, antiguo Secretario de Estado y, no sabiendo dónde ni cómo encontrarle, iba dando vueltas por salas y galerías vaticanas y le 
parecía estar en medio de una obra en construcción. Albañiles y carpinteros montaban, en aquellos suntuosos ambientes, hileras de celdas 
como para seminaristas. Por todas partes se veían obreros que trabajaban 

1 Acerca de las relaciones de Crispi con don Bosco en 1852, véase LEMOYNE, Memorias Biográficas, IV volumen, pág. 323. 
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con energía, día y noche, preparando alojamiento para unas cuatrocientas personas, según las normas prescritas por los sagrados cánones. 
Ya los cardenales eran sesenta y uno; excepto el Cónclave de Gregorio XV, en el que entraron sesenta y siete cardenales, ningún otro 
había sido tan numeroso. Entonces había que improvisarlo todo en poco tiempo y espacio, pues, antes, los Cónclaves se celebraban en el 
palacio del Quirinal, que en la parte del grandioso edificio romanescamente llamada manga ancha, ofrecía las comodidades 
indispensables para el alojamiento de los cardenales y de sus conclavistas. Las obras procedían bajo la dirección del Camarlengo de la 
Santa Iglesia Romana, el cardenal Joaquín Pecci. Pues bien, don Bosco se encontró en un rellano de la escalera con un prelado y el que le 
servía de guía le dijo de repente: 

-Aquí tiene usted al cardenal Camarlengo, el Eminentísimo Pecci. 

Don Bosco miró a la cara al Purpurado, se acercó a él y con acento filial, le dijo: 

-Vuestra Eminencia permitirá que bese su mano. 

-»Quién es usted que se acerca con tanta autoridad? 

-Soy un pobre cura que ahora besa la mano a Vuestra Eminencia, suplicando con firme esperanza que, dentro de pocos días, pueda 

besarle el sagrado pie. 

-Mire bien lo que hace; le prohíbo rezar por lo que dice. 

((485)) -No puede prohibirme que pida a Dios lo que a El place. 

-Si reza usted en este sentido, le amenazo con las censuras. 

-Todavía no tiene autoridad para infligir censuras; cuando la tenga, sabré respetarla. 

-»Pero, quién es usted que me habla con tanta autoridad? 

-Soy don Bosco. 

-Por favor, no diga más. Es hora de trabajar y no de bromear. 

Y, así diciendo, el Cardenal se metió en otros apartamentos para dirigir y poner las cosas en su lugar 1. 

Lo que dijo don Bosco se cumplió. Los Cardenales comenzaron el escrutinio el 19 de febrero y el 20 por la mañana el Cardenal Pecci 
era elegido Sumo Pontífice. Tomó el nombre de León XIII, en memoria de León XII, al que siempre había profesado grandísima 
veneración. Fue sorprendente que, apenas se publicó la elección, todos, amigos y enemigos se concertaron para aclamarlo; incluso el 
Canciller 

1 Sac. JUAN BOSCO. Il piú bel fiore del Collegio Apostolico, págs. 57-8, Turín, Tip. Salesiana, 1878. 
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germánico, Bismarck, afimó que no se podía haber hecho mejor elección. Don Bosco no dejó pasar las veinticuatro horas, sin expresar 
por carta sus devotos sentimientos al nuevo Vicario de Jesucristo. 

Beatísimo padre: 

La elección extraordinaria de V. S. como cabeza suprema de la Iglesia llenó a todos los católicos de gran satisfacción. A los muchos 
hijos adoptivos se asocian humildemente, pero de la manera más afectuosa y respetuosa, los salesianos o religiosos de la Pía Sociedad de 
San Francisco de Sales. 

Esta Congregación ha sido aconsejada, dirigida y aprobada por la veneranda memoria de Pío IX, pero necesita todavía de la protección 
de V. S. para poder alcanzar la estabilidad necesaria para promover la mayor gloria de Dios. 

Todos postrados y unidos en un solo corazón y una sola alma, veneran, reconocen al sucesor de San Pedro, cábeza suprema de la 
Iglesia, y Vicario de Jesucristo en la augusta persona de V. S.; todos ((486)) los salesianos y los muchachos a ellos confiados, ofrecen con 
afecto filial, trabajos, cuidados, bienes y vida, ya sea en Europa, ya sea en las misiones de América, cuando V. S. juzgue servirse de su 
obra. 

Con la máxima veneración y con inalterable entrega piden la apostólica bendición, al tiempo que en nombre de todos y por vez primera 
tiene el incomparable honor de poder postrarse a los pies de V. S. 

Roma, 21 de febrero de 1878. 

Su afmo. y agradecido hijo JUAN BOSCO, Pbro. 
Rect. mayor de los Salesianos, de la Congr. Salesiana 

El día 23, sábado, León XIII concedió la primera audiencia pública a un nutrido grupo de peregrinos franceses, que acudían a la tumba 
de Pío IX y a los pies de su sucesor. Estaban reunidos en la parte lateral que da a poniente, de la segunda galería. Habían sido admitidas 
en las antecámaras pontificias muchísimas personas para asistir al paso del Padre Santo mientras iba allá: estaban entre ellas don Bosco y 
su secretario. Salió el Papa con su séquito, desde el apartamento del Secretario de Estado. Cuando llegó cerca de don Bosco, monseñor 
Cafaldi, maestro de cámara provisional y ceremoniero pontificio, le dijo: 

-No sé si Vuestra Santidad conoce ya a don Bosco. 

Y el Papa respondió: 

-»Quién no conoce a don Bosco? Es conocidísimo por su gran celo. 

Y después, volviéndose a don Bosco, añadió: 

-He oído que queréis abrir también alguna casa aquí... 
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A lo que insinuó don Bosco: 

-De Vuestra Santidad depende. 

Y el Padre Santo concluyó: 

-íDesde luego, desde luego! 

El Beato le presentó en pocas palabras el homenaje de toda la Congregación Salesiana y pidió para todos una bendición especial. 

El nuevo Papa había conocido tal vez por vez primera a los hijos de don Bosco en Ariccia, durante el verano de 1877. Eran las cuatro 
de la tarde, cuando entró en su paupérrima morada un Prelado muy flaco y pálido, en quien todos reconocieron al punto al cardenal Pecci, 
que acostumbraba veranear por aquellas cercanías. Era un gran honor una gran alegría para ellos, pero, al mismo tiempo, una enorme 
confusión. El Cardenal, con gran simpatía, ((487)) dijo: 

-íMis queridos salesianos, tengo mucha sed! Dadme un poco de agua. 

No tenían bebidas; pero había agua fresca y también algo de azúcar. El bebio, pidió aclaraciones sobre la marcha de la casa, dio las 
gracias y se fue. 

No obstante las buenas palabras que le había dicho en la audiencia, lo cierto es que, en los primeros días de su pontificado, el nuevo 
Papa estaba bastante prevenido sobre don Bosco; tanto, que no quería recibirle en audiencia privada. Monseñor Manacorda, obispo de 
Fossano, fue varias veces a verle y tantear el terreno; pero, apenas abría la boca para nombrar a don Bosco, el Papa cambiaba de 
conversación y hacía grandes elogios del Cottolengo, concluyendo que éste era verdaderamente santo. Observaba Monseñor que la 
santidad tiene distintos caracteres, de acuerdo con las personas y las misiones que les son confiadas; que en unos domina el espíritu de 
predicación, en otros el espíritu de ciencia, en otros la penitencia heroica o el desprecio de las riquezas y así sucesivamente. Que el 
Cottolengo se había señalado por su abandono total en manos de la Providencia, y don Bosco agotaba, primero, todos los medios 
humanos aptos para alcanzar sus fines y, después, confiaba ciegamente en la Providencia. En una palabra, fue necesario un buen rato para 
disipar del ánimo del Pontífice los sentimientos preconcebidos, insinuados sin duda por otros, pero al fin se logró. La virtud verdadera, 
más pronto o más tarde, se abre camino por sí misma. 

El ojo sagaz de León XIII pudo deducir algún reflejo en algunos pensamientos, que don Bosco quiso le llegaran por escrito después de 
la carta anterior. Lo atestigua el antiguo alumno don Juan Turchi, que vivía en Roma como preceptor en la familia del conde Mirafiori. 
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Una tarde fue a ver a don Bosco para acompañarle a dar un paseíto, y le encontró atareado, escribiendo una larga carta que le pareció un 

cuaderno. El Beato, con aquella confianza que tenía con sus antiguos hijos, le dijo: 

-Espera que termine. He escrito al Papa de modo tenendi en los tiempos presentes. 

((488)) Pero don Juan Turchi, no pudo saber si la carta iba dirigida directamente al Papa o a alguna Comisión de Cardenales. El 
documento debe existir todavía. Entre las copias que don Joaquín Berto sacó de autógrafos de don Bosco hay una que parece contiene 
resumido lo desarrollado en el cuaderno de que habla don Juan Turchi. A no ser que se tenga que afirmar que, por orden superior, don 
Bosco expuso ampliamente y presentó a alguna congregación cardenalicia lo que sumariamente se menciona en la carta, que decía así: 

Un pobre siervo del Señor, que a veces enviaba al Padre Santo, Pío IX, algunas cosas que juzgaba venían del Señor, es el mismo que 
ahora, humilde, pero literalmente, comunica a S. S. León XIII algunas cosas que parecen ser de cierta importancia para la Iglesia 1. 

Exordio de las cosas más necesarias para la Iglesia. 

Dice una voz. 

Se quieren destruir las piedras del santuario; derribar la pared y el antemural y así crear el caos en la ciudad y en la casa de Sión; no lo 
lograrán, pero causarán mucho daño. 

Al supremo gobernante de la Iglesia en la tierra corresponde poner remedio, reparar los daños que causan los enemigos. 

El mal comienza por la falta de obreros evangélicos. 

Es difícil encontrar levitas en las comodidades; por lo cual búsquense con la máxima solicitud entre el azadón y el martillo, sin mirar 
edad y condición. Reúnanse y edúquense hasta capacitarlos para dar el fruto que los pueblos esperan. 

Todo esfuerzo, todo sacrificio hecho con este fin siempre es poco, en comparación con el mal que se puede impedir y el bien que se 
puede obtener. 

Los hijos del claustro, que hoy viven dispersos, sean reunidos y, si ya no pueden formar diez casas, indústriense para reconstituir una al 
menos, pero con toda la observancia regular. 

Los hijos del siglo, atraídos por la luz de la observancia religiosa, irán a aumentar el número de los hijos de la oración y de la 
meditación. 

Las familias religiosas recientes están llamadas por la necesidad de los tiempos. Con la firmeza en la fe, con sus obras materiales deben 
combatir las ideas de los que sólo ven materia en el hombre. Estos ((489)) a menudo desprecian al que reza y al que medita, pero se verán 
obligados a creer en las obras de las que son testigos oculares. 

1 Aquí el copista añadió posteriormente la nota siguiente: «Este pobre siervo de Dios no es otro que don Bosco, de quien es también 
este escrito, que, copiado por mí, fue entregado al cardenal Bartolini para que lo pusiera en manos del Padre Santo, poco después de su 
elección, encontrándose en aquel tiempo don Bosco en Roma». 

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Estas nuevas instituciones necesitan ser ayudadas, sostenidas, favorecidas por aquellos que el Espíritu Santo puso para regir y gobernar 
la Iglesia de Dios. 

Téngase, pues, presente que: promoviendo, cultivando las vocaciones al santuario; 

recogiendo a los religiosos dispersos y restituyendo la observancia regular; 

asistiendo, favoreciendo, dirigiendo las congregaciones recientes, se tendrán operarios evangélicos para las diócesis, para los institutos 
religiosos y para las misiones extranjeras. 

Con un tercer escrito suplicó don Bosco al Padre Santo que aprobara una fórmula, por él compuesta, para la bendición de María 
Auxiliadora. La carta, aunque escrita en Roma, está fechada en Turín. 

Beatísimo Padre: 

En medio de la tristeza de los tiempos que vivimos parece que Dios quiere glorificar, de varias maravillosas maneras, a su augusta 
Madre, invocada con el título de María Auxilium Christianorum. Entre otros motivos está el de la eficacia de las bendiciones con la 
invocación de este título glorioso que suelen impartirse en diversos lugares, señaladamente en el santuario a Ella dedicado en Turín. 

Mas, para que estas fórmulas sean establecidas y reguladas según el espíritu de la Santa Madre Iglesia, el reverendo Juan Bosco, rector 
de dicho Santuario y de la Archicofradía allí erigida, suplica humildemente que la fórmula adjunta sea tomada en benévola consideración, 
examinada, modificada y, si hiciera falta, corregida, para poder emplearla, al impartir la así llamada Bendición de María Auxiliadora, 
especialmente en el Santuario a Ella dedicado en Turín. Allí afluyen los fieles en todo momento a pedirla con gran aumento de la piedad 
y muy a menudo con sensible provecho para sus necesidades espirituales y corporales. 

La fórmula de que se habla es una colección de jaculatorias, ya usadas y aprobadas por la liturgia de la Iglesia, y aquí reunidas para 
mayor gloria de Dios y de la Bienaventurada Virgen María. 

Turín, 10 de marzo de 1878. 

JUAN BOSCO, pbro. 

La fórmula fue aprobada por la Sagrada Congregación de Ritos el 18 de mayo 1, pero el rescripto no llegó a sus manos ((490)) hasta 
mediados de diciembre 2. Es la fórmula que ahora se encuentra en el apéndice de la edición típica del Rituale Romanum. 

El Beato se industriaba por acercarse al nuevo Papa con los escritos, pues tampoco entonces lograba encontrar el camino para 
presentarse 

1 Véase Apéndice, doc. n.° 36. 

2 No pueden referirse a otro objeto estas palabras del abogado Leonori (Carta a don Bosco, 19 de diciembre): «Al ir ayer a los Ritos... 
encontré un rescripto para su iglesia detenido con fecha 18 de mayo, 1878. Lo retiré y pagué por él once liras, como lo verá tasado». 

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personalmente. Unos temían que fuera a sacar de nuevo la cuestión de los Conceptinos; otros que quisiera ganarse el ánimo del Papa en 
las controversias turinesas, sobre todo después del 28 de febrero, en que llegó de improviso a Roma el arzobispo Gastaldi con su 
secretario el teólogo Maffei y se hospedaron con los Rosminianos, donde también habitaba el cardenal Hoenlohe, gran amigo suyo. A 
unos y otros favorecía el anterior maestro de cámara, que había sido confirmado en su cargo. Este no tenía personalmente motivo alguno 
en absoluto para oponerse a don Bosco, antes al contrario: en 1867, el Siervo de Dios, ganado por sus atenciones, le había puesto bajo la 
protección de Pío IX, que no lo miraba con buenos ojos. Sólo después de hacerle posible que entrara en el Vaticano, el Beato pudo 
conocer la índole de tal señor; pero entonces tuvo que armarse de paciencia y sufrir las consecuencias de su eficaz interés. 

Acaeció por aquellos días un episodio muy significativo. Este señor hacía todo lo posible por no encontrarse con don Bosco. Una 
mañana fue don Bosco a celebrar misa en la iglesia de Tor de'Specchi. Mientras estuvo en el altar, llegó aquél al convento. La Presidenta, 
sin decir nada, invitó a don Bosco a que subiera a tomar café. Don Bosco aceptó la invitación. Tampoco aquel señor había sido avisado 
de la presencia de don Bosco. Al encontrárselo frente a frente, don Bosco quedó sorprendido; pero el otro supo actuar con desenvoltura. 
Estaban con él dos jóvenes suizas, elegantes, pero descaradas. El señor, nada más ver a don Bosco, ((491)) le dijo señalando a las 
jóvenes: 

-íVea, don Bosco, qué dos reales mozas de la gracia de Dios! 

Don Bosco no respondió. El interlocutor, sin alterarse, prosiguió: 

-»Qué dice usted de estas dos señoritas? 

-No soy entendido en la materia y no sé qué decir, contestó don Bosco. No me parece que sean conversaciones convenientes para un 
sacerdote. 

-íOh, exclamó el primero irónicamente, si todos los sacerdotes fuesen como usted, las cosas irían mejor! 

-No diga si fueran como yo, observó don Bosco, sino si fueran como los quiere Nuestro Señor Jesucristo. 

La Presidenta interrumpió el desagradable diálogo, diciendo a aquel señor: 

-»Y cuándo procurará una audiencia del Santo Padre a don Bosco? 

-Mire, contestó aquél, el Padre Santo tiene tantas cosas que hacer que no tiene tiempo, al menos por ahora, para dar audiencia a don 
Bosco. Pero... ya veremos... ya veremos... 
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-íNosotras, dijeron entonces altaneramente las dos jóvenes, hemos tenido en este mes cuatro audiencias con el Padre Santo. 

Cuando oyó esto el Siervo de Dios, no pudo por menos que observar a aquellas señoras: 

-íUstedes han sido admitidas cuatro veces en un mes a la presencia del Papa y yo, que estoy en Roma desde hace varios meses, que 
tengo muchos asuntos que despachar y pido audiencia hace tanto tiempo, no puedo conseguir que me despache para volver a Turín! 

Aquel señor contestó que trataría de ver, que miraría, que aquí y que allá, y siguió haciendo cumplidos a las señoritas. Don Bosco, 
asqueado, se levantó y se marchó, acompañado por la Presidenta, a quien dijo: 

-Señora, no esperaba que me preparase semejante sorpresa. 

-Perdone, don Bosco, repuso la Presidenta, lo hice para que pudiese encontrarse con aquel señor y hacerle a él mismo la súplica de la 
audiencia. 

((492)) -Pues bien, replicó don Bosco, haga el favor de procurar que no me encuentre nunca en contacto con ese hombre. 

El mismo mes de febrero dio don Bosco un ejemplo de caridad y desinterés cristiano, que admiró a cuantos se enteraron del mismo. El 
día primero de marzo murió en Roma el abogado Francisco Sertorio, natural de Pieve de Teco, muy amigo del Beato que lo asistió casi 
continuamente durante los dos últimos días y recogió su último respiro. Habitaba en la calle Barbieri, número uno, piso tercero. Había 
prestado al Siervo de Dios cuarenta mil liras al cinco y medio por ciento y con un simple recibo en papel corriente sin timbrar. No existía 
ningún otro documento que probase el crédito del difunto. Se esperaba que el buen señor, dado que no tenía herederos forzosos, regalaría 
aquella cantidad al Oratorio. Más de una vez había mencionado la posibilidad de hacerlo antes de morir y sin mencionarlo en el 
testamento. Pero era uno de esos hombres irresolutos que nunca se deciden y, por consiguiente, no se determinan jamás y en 
consecuencia no hizo testamento. Cayó enfermo y mandó llamar a don Bosco para que fuera a verle. Don Bosco fue; sólo encontró en la 
casa a la única criada que vivía allí y supo que todos sus parientes habitaban en Liguria. Durante la enfermedad, ninguno de ellos acudió; 
don Bosco lo visitó cada día durante dos semanas enteras y era, puede decirse así, dueño absoluto de la casa. El amigo no dijo ni palabra 
de las cuarenta mil liras, ni quiso don Bosco recordarle su promesa, por miedo a causarle molestia hablando de ello, de suerte que el 
enfermo murió sin hacer condonación alguna. Después de la muerte escribió don Bosco en seguida a 
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don Miguel Rúa que se preparase para pagar las cuarenta mil liras. 

Pasado algún tiempo, don Miguel Rúa avisó a don Francisco Cerruti, director de Alassio, que los dos hermanos del abogado se 
presentaran a él para hablar de la restitución, pues ellos, domiciliados en Oneglia, nada más oír que el hermano había muerto ab intestato, 
habían acudido a Roma para hacer el inventario ((493)) de todo lo perteneciente al difunto y habían encontrado los papeles de aquel 
crédito. Fueron, pues, a Alassio para hablar con don Francisco Cerruti. Uno de ellos, arquitecto y hombre sin religión, había quedado 
hondamente emocionado ante la honradez de don Bosco, por lo que, al entrar en el despacho de don Francisco Cerruti exclamó: 

-Hoy no se encuentra honradez más que entre los curas. Cuando supe que en casa de mi difunto hermano había estado don Bosco, como 
dueño absoluto, solo, sin testigos y deudor de cuarenta mil liras pensé: 

«...»Y cómo se entiende? íPodía hacer desaparecer aquel papel; era cosa de un momento y de facilísima ejecución; y, sin embargo, no 
lo hace y respeta un documento de tanto peso para él! íAh! Don Bosco es verdaderamente un hombre de bien; es más único que raro, un 
hombre de tanta lealtad en el mundo». 

Don Bosco era en 1878 el mismo del año 1829, el que no quiso tomar el dinero que le había dejado don Juan Calosso, aun pudiendo 
hacerlo en conciencia y sin saberlo sus parientes. 

Había sucedido lo siguiente. Cuando llegaron a Roma los hermanos del difunto, el Beato les hizo saber que él debía realmente a los 
herederos y les preguntaba si querían darle aquella cantidad para sus muchachos o si deseaban cobrarla y cuándo. Los dos Sertorio le 
contestaron que necesitaban aquel dinero. El ingeniero, por su parte, se entendió con don Francisco Cerruti sobre la manera de cobrar con 
el menor gasto posible para don Bosco. Con el hermano receptor del crédito dividió la cantidad en tres partes, porque había además una 
hermana, y don Francisco Cerruti escribió en un papel corriente las tres deudas, fijando el mismo rédito anterior. Se estableció que el 
capital se devolvería a petición; pero los herederos dejaron que la restitución se hiciese poco a poco, según la posibilidad; es más, 
invitados varias veces a retirar el capital, lo rehusaron, diciendo que no estaría tan al seguro en otras manos como en las de don Bosco. 

De este modo el Beato ahorró todos los gastos notariales y el tanto por ciento correspondiente al fisco. A partir de aquel momento el 
arquitecto no cesó de ((494)) enaltecer el nombre de don Bosco y miraba con mejores ojos a los sacerdotes. 
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Dos días después de la muerte del abogado, don Bosco asistió a la grandiosa ceremonia de la coronación en san Pedro, donde, habiendo 
sido agregado por el cardenal Oreglia a su cortejo, pudo observar de cerca todo el desarrollo del sagrado rito. Pero su pensamiento rodaba 
alrededor de la vedada audiencia pontificia; pensamiento que se le agudizó al día siguiente, cuando se enteró por los diarios de Turín de 
un grave contratiempo, que, como diremos, había venido, fuera de toda previsión, a desconcertar sus planes sobre la iglesia de San Juan 
Evangelista que iba a levantar. 

Cansado, pues, de aguardar una respuesta que nunca llegaba, se decidió a quejarse de ello al cardenal Oreglia. El Cardenal, que conocía 
el deseo del Papa de hablar con el fundador de los salesianos, prometió ocuparse del asunto ante persona competente. Pero la cosa no fue 
tan fácil, ni siquiera para el autorizado Purpurado, aunque, después de una serie de desagradables incidentes, que es mejor pasar por alto, 
consiguió, por fin lo que quería. En efecto, el 14 de marzo, le enviaba el maestro de Cámara la tarjeta de audiencia privada para don 
Bosco. 

La audiencia estaba fijada para las seis y media de la tarde del día 16. A la hora señalada estuvo don Bosco en el Vaticano, pero tuvo 
que aguardar casi una hora antes de ser introducido. Entró a la presencia de León XIII a las siete y media y salió a las ocho y media. Se 
presentó con su acostumbrado memorándum, que abarcaba ocho puntos: «1.° San Juan, Ventimiglia, La Spezia, Misiones. -2.° 
Cooperador Salesiano. -3.° Comunicar protector por medio del cardenal Oreglia. -4.° Nuestra condición con respecto al Arzobispo. -5.° 
Cosas nuestras a llevar a término. -6.° Una palabra para los alumnos, cooperadores salesianos y bienhechores. -7.° Casa en Roma. 
Galliera. -8.° Ingeniero Campanella, abogado Frisetti». En la audiencia presentó también al Papa la súplica siguiente que se refería al n.° 
3 del memorándum: 

((495)) Beatísimo Padre: 

El sacerdote Juan Bosco, postrado a los pies de V. S., humildemente expone en favor de la Congregación de San Francisco de Sales, 
que: 

Con el vivo deseo de facilitar la comunicación de los salesianos con la Santa Sede y asegurar cada vez más los estrechos lazos, que todo 
instituto eclesiástico debe mantener inalterables con la misma, suplica a V. S., se digne nombrar al Eminentísimo cardenal Luis Oreglia 
protector de esta Congregación, de sus misiones en América, de los cooperadores salesianos, de la obra de María Santísima Auxiliadora 
para las vocaciones eclesiásticas y de la Archicofradía de los devotos de María Auxiliadora, canónicamente erigida en la iglesia a Ella 
dedicada en Turín. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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La audiencia, ya fuera por ser la primera que le concedía el nuevo Papa, ya fuera por la bondad que éste tuvo con él, parecióle a don 
Bosco de tanta importancia, que quiso dar por escrito esta amplia relación, que reproducimos aquí íntegramente. 

He procurado recordar y escribir la primera audiencia particular, que me concedió el Padre Santo, León XIII, que contiene cosas y 
conversaciones de mucha importancia, para que no se olviden, antes bien sirvan de norma a los salesianos. 

1.° Se habló, pues, de la iglesia de San Juan Evangelista, de la casa e iglesia de Ventimiglia y de La Spezia. Dije que estos institutos 
eran obras promovidas por Pío IX, que se había ocupado de ellas con celo, especialmente porque miraban al bien de la juventud, 
encaminadas a poner un dique a los protestantes que, en cierto modo, se habían hecho los amos verdaderos de aquellas poblaciones, con 
escuelas infantiles, femeninas y masculinas, asilos y templos. 

Es preciso, añadió el Padre Santo, que aprecie y apoye estas instituciones. En este momento todos deben hacer grandes esfuerzos para 
combatir el error y, donde no se pueda hacer directamente, al menos trabajar para disminuir sus consecuencias. Ello se obtiene con estos 
institutos de caridad. Se alzan dos estandartes. Uno manifiesta la iglesia militante, da a conocer al mundo su existencia, su doctrina 
inmutable contra el error. Si, a pesar de los esfuerzos de los buenos, no se puede aniquilar el error, disminúyanse siquiera las 
consecuencias, impidiendo que los niños vayan a beber el veneno con el especioso pretexto, que el mundo llama necesidad, de tener pan e 
instrucción. íOh, qué mérito tan grande tienen los piadosos fieles que emplean sus bienes en sostener estas obras de caridad! Siento que la 
actual pobreza de la Santa Sede no permita concurrir ((496)) en amplia proporción, pero haré todo lo que pueda moral y materialmente. 

2.° En aquel momento le rogué humildemente permitiera ser contado entre los cooperadores, como ya lo había sido Pío IX, y como lo 
son muchos Cardenales. Entonces me pidió alguna aclaración y, tan pronto como comprendió que era una asociación promovida por Pío 
IX y que tendía a favorecer la buena educación especialmente de los niños abandonados, siguió diciendo: 

-Basta eso: en este sentido no sólo soy cooperador, sino operador, como Pontífice y como simple fiel. Promoveré, sin lugar a dudas, 
todas las instituciones que pretenden el bien de la sociedad, sobre todo las que cuidan de los niños en peligro. Estoy convencido de que 
no hay ministerio más noble que el de trabajar por disminuir el número de los díscolos para hacer de ellos buenos cristianos y honrados 
ciudadanos. No hace mucho tiempo que pasando por el barrio de Roma, que llaman Ciudad Nueva, he visto una inmensa multitud de 
muchachos que correteaban riñendo y blasfemando. Hablé de ello al Padre Santo, Pío IX. Aquel gran corazón comprendió la necesidad de 
dar a aquellos infelices un remedio adecuado. Mas, por entonces, no se pudo. »No habrá ahora manera de hacerlo? Estúdielo, proponga y 
haremos de común acuerdo lo que sea posible. 

-Padre Santo, contesté; hace muchos años que acaricio la idea de poder enviar algunos salesianos para unirse a los sacerdotes de Roma 
y cooperar con ellos al bien de los muchachos en peligro, sobre todo los forasteros. Un pequeño refugio, un oratorio festivo, escuelas 
nocturnas, escuelas diurnas para los más pobres, he ahí lo que me parece indispensable. 
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Y el Padre Santo preguntó: 

-»Cómo se puede alcanzar este fin? 

Y yo respondí: 

-Me parece que se puede intentar un medio. Yo haría una memoria a V. S. en la que expondría la necesidad de ese instituto, 
mencionaría a una gran bienhechora, que es la duquesa de Galliera; V. S. haría una recomendación; yo invitaría al teólogo Margotti que 
me acompañara para visitar a esa piadosa señora que, como es buena católica y muy afecta a la Santa Sede, espero no dejará infructuoso 
el proyecto. 

-Bien, concluyó el Padre Santo; hacedlo, yo estoy dispuesto a todo. Entendeos, únicamente, con el Cardenal Vicario. El me hará una 
relación o venid vos mismo y no ahorraré nada para que nuestros deseos queden cumplidos a mayor gloria de Dios y salvación de las 
almas. 

3.° Pedí un Cardenal protector por cuya mediación comunicar con Su Santidad. Primero parecía que deseaba ser él mismo nuestro 
Protector, pero cuando le hice notar que el Cardenal Protector era precisamente un refrendario de los asuntos salesianos a Su Santidad, 
que nosotros no podíamos tratar estas cosas en las Sagradas Congregaciones por estar lejos, Su Santidad sería nuestro Protector 
precisamente de hecho; y el Cardenal manejaría nuestros asuntos en las diversas oficinas para hacerlos saber después a Su Santidad. 

-En este sentido, estamos de acuerdo, ((497)) añadió y lo comunicaré todo a la Congregación de OO. y R.R. 

-El cardenal es el Emmo. Oreglia que será protector de nuestras misiones, de los cooperadores salesianos, de la obra de María 
Auxiliadora, de la Archicofradía de los devotos de María Auxiliadora y de toda la Congregación Salesiana para los asuntos que hayan de 
tratarse en Roma ante la Santa Sede. 

4.° Se habló también de llevar a término algunas cosas que faltan a nuestra Congregación observando que esta gestión está ya en curso 
en la Congregación de Obispos y Regulares, por lo cual se esperarían las respuestas. 

El habló de nuestras disensiones con el Arzobispo de Turín, pero dijo que sobre este asunto esperaba una relación oficial de la misma 
Congregación y que tiene un proyecto que espera satisfaga a ambas partes. 

5.° He aludido a un favor que pedí (condecoraciones) para dos bienhechores nuestros, el caballero Frisetti y el ingeniero Campanella. 
La gracia ya fue concedida, pero la muerte del Pontífice impidió el cumplimiento. Leyó la memoria que había renovado, se la quedó y 
aseguró que cumpliría mis deseos 1. 

6.° He entregado un mensaje con cien francos de la señora Lorenzina Mazzé y otro del teólogo Arpino con setenta francos. Mostró su 
agradecimiento por ello y dijo que con gusto les contestaría por escrito, pero que no podía; me encargaba a mí de escribirles, darles las 
gracias de su parte y comunicarles una especial bendición. 

7.° En el momento de despedirme le pedí una palabra para comunicar a los salesianos en general, a sus alumnos, a los cooperadores 
salesianos, a los novicios y a nuestros misioneros de América. 

Contestó a cada petición: Participad a todos los que pertenecen a vuestra Congregación 

1 Los señores fueron nombrados caballeros de San Gregorio Magno. Los correspondientes Breves fueron remitidos por el cardenal 
Franchi, nuevo secretario de Estado, el 27 de mayo (Apéndice, doc n.°37). 

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que nunca olviden el gran beneficio que Dios les ha concedido llamándoles adonde pueden hacer un gran bien para sí mismos y para el 
prójimo. 

La fundación de este instituto, los alumnos que se educan cristianamente en sus casas, las escuelas en marcha, las iglesias abiertas al 
culto, las misiones que ya producen abundante fruto y todo esto, hecho sin posesiones materiales, manifiestan ciertamente la bendición 
del Señor. Creo que los que niegan los milagros, si quisiesen explicar cómo un pobre sacerdote pueda dar pan con todos los demás 
accesorios a veinte mil muchachos, creo que esté obligado a decir: Digitus Dei est hic. Por tanto estén los salesianos agradecidos a esta 
misericordia del Señor, pero demuestren su gratitud con la exacta observancia de las reglas. Las constituciones religiosas son aptas para 
promocionar y asegurar la perfección cristiana. Pero la perfección ((498)) de las Constituciones no es la de los religiosos. Los religiosos 
la obtendrán cuando las practiquen con los hechos. Decid, pues, que estudien sus reglas, que procuren entenderlas, pero que las 
practiquen ejemplarmente. Así, con su gran maravilla verán cada día crecer el número de los religiosos, salvarán muchas almas y Dios los 
sostendrá y los bendecirá en todas las cosas. 

A los jovencitos que la divina Providencia os confía. Anímense a combatir al formidable enemigo de las almas que es el respeto 
humano, instrúyanse en la fe, hágaseles constantemente conocer la autoridad de la Santa Sede y del Romano Pontífice, que íes el centro 
de la verdad! Aprendan con tiempo a conocer, amar a la Santa Madre Iglesia, maestra infalible, áncora de salvación, a la que es necesario 
que vivan todos unidos para poderse salvar. Sé que piden por mí, sé que son afectos a la Cátedra de San Pedro, dadles las gracias y 
decidles que los quiero en N. S. J. C. y pido a Dios que los haga crecer en edad y en el santo temor de Dios, de forma que sean siempre el 
decoro de las respectivas familias y la gloria de la Iglesia. 

A los Cooperadores. Los cooperadores tienen delante un amplio campo donde trabajar y hacer el bien. Viven en el mundo, pero 
alcanzan los méritos de los que viven en vida común. No hay obra más meritoria a los ojos de Dios que cooperar a la salvación de las 
almas. Por tanto la misión de los Cooperadores Salesianos es santificar las propias familias con el buen ejemplo, con los deberes 
religiosos, dedicar sus solicitudes para ayudar a los salesianos en las cosas que deben hacerse en medio del mundo y que no es 
conveniente los haga un religioso. Recordadles las palabras del evangelio, que los bienes de la tierra son espinas y que toca a los que los 
poseen cultivarlos haciendo de ellos un uso santo, para que, en el momento de la muerte sean flores perfumadas con las que los ángeles 
tengan que entretejerles la corona de gloria celestial. 

A los novicios. Recuerdo las plantas preciosas encerradas en un jardín. íAy, si se rompe el cerco: entran los ladrones, roban los escasos 
frutos que ven, echan a perder las plantas y lo arruinan todo! Así, pues, recomiéndese a los novicios, esperanza de la Congregación 
Salesiana, el retiro y la práctica de las virtudes que deben practicar toda la vida. Téngase cuidado de su salud. Este es un poderosísimo 
elemento para hacer el bien a sí mismos y al prójimo. Pero recuérdeseles a menudo el gran pensamiento de san Jerónimo: «No olvides 
nunca lo que eras en el mundo, no pretendas nunca más de lo que tenías, gozabas y poseías, antes de entrar en Religión». Calcúlense las 
virtudes adquiridas y no las que hay que adquirir. El maestro de los Novicios deben proceder con rigor en este último punto. 

Cuando se llegó a los misioneros, preguntó qué países habitaban, cuántos eran, cuántas casas e iglesias habían abierto. 

Respondí que, entre iglesias y casas, eran doce y que los salesianos salidos de 
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Europa eran unos sesenta. Uno de los mas celosos ha muerto en la brecha, ((499)) los novicios son mas de treinta 1, de suerte que, entre 
todos, llegan al centenar. Un Colegio en Colón, un internado en Buenos Aires y otro colegio en San Nicolás de los Arroyos eran como 
tres seminarios de los que esperábamos no pocos operarios evangélicos. 

-Deo gratias, contestó. 

Al hablar de misiones y misioneros el Pontífice debe emplear maneras especiales. El misionero que va a dar su vida por la fe tiene 
derecho a un honor especial. Yo considero a los misioneros como otros tantos encargados de la iglesia, enviados a llevar la civilización y 
la religión a los países lejanos. Ellos están encargados de conservar la fe en las regiones donde ya se ha predicado y propagarla entre los 
salvajes. Las incomodidades de sus viajes, los sufrimientos, las privaciones a que deben someterse en climas diversos, entre hombres 
desconocidos, ignorantes y a menudo peligrosos; incomodidades en la alimentación, en el descanso y de otras maneras, son cosas que 
hacen al misionero benemérito de la religión y de la sociedad civil. Decidles que les agradezco el servicio que prestan a la Iglesia, que los 
amo, los aprecio mucho; pido a Dios que los conserve en su gracia, que los libre de los peligros morales y haga fructificar sus trabajos. 

Los bendigo con toda mi alma. Pero no dejéis de recordarles una rigurosa vigilancia sobre sí mismos. Las advertencias que dan al 
pueblo ayudan mucho; pero la luz de las obras, una vida ejemplar debe ser como una luz que aclare la mente, el corazón de todos los que 
contemplan sus obras o escuchan sus palabras. 

Y cuando hagáis la selección de los que han de ir a las misiones, preferid siempre a los que ya han sido probados en la virtud. No 
disimulo que lejos de la patria, de los parientes y amigos, en medio de los sufrimientos, no faltarán días de desaliento. Recuerden 
entonces el motivo por el que fueron a aquellos lejanos países, que es el de promover la gloria de Dios; recuerden que tienen preparado a 
sus fatigas un gran premio en el cielo. Si delectat multitudo praemiorum, non deterreat magnitudo laborun. Momentaneum est quod 
cruciat, aeternum est quod delectat. (Si deleita la multitud de premios, no aparte la magnitud de los trabajos. Es momentáneo lo que 
atormenta, eterno lo que deleita). 

Os bendigo a vos, a vuestra Congregación, a los alumnos, a vuestros bienhechores, cooperadores, a los enfermos que me habéis 
recomendado. 

Benedictio Dei, etc. 

No tenemos noticia alguna de muchas cosas hechas por don Bosco en Roma; de algunas, como la conferencia a los cooperadores, 
hablaremos más adelante, cuando se presente ocasión más oportuna; de alguna otra haremos mención ((500)) en el capítulo siguiente, 
utilizando los escasos elementos que tenemos a nuestra disposición. 

El Siervo de Dios llevó mucho tiempo grabado en la mente el recuerdo de aquellos tres meses. Una tarde del mes de febrero de 1879, 
repasaba en Alassio con unos cuantos las peripecias habidas y demostró claramente cuánto había sufrido entonces: con audiencias 
impedidas, cartas interceptadas, secretas y manifiestas oposiciones 

1 Quiere decir los nacionales de Argentina y Uruguay, jóvenes y adultos que aspiraban a ingresar en la sociedad como clérigos o como 
coadjutores. 
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de muchos sectores, palabras duras y mortificantes... Recordó también el sueño en el que había visto el Vaticano devastado y a prelados 
arrastrados por las escaleras, casi como en castigo de no haber escuchado consejos. Manifestó, quejándose de ello, haber roto la 
correspondencia con sus adversarios a medida que morían, de suerte que una tercera parte de noticias relacionadas con su vida ya no 
existía 1. El Vicedirector don Luis Rocca, que lo oyó todo, nunca pudo olvidar el calor y la energía de su hablar, pero don Francisco 
Cerruti, hablando de ello, aseguraba que nada había visto de excesivo o airado. Mas, de pronto el Beato cortó la conversación, reflexionó 
un instante y dijo después delante de todos: 

-He hablado demasiado. 

Aquella misma tarde quiso confesarse con don Luis Rocca. 

1 Si realmente no se perdió tanto como él había creído que anduvo o, se debe agradecer a don Joaquín Berto que recogía de la papelera 
hasta los pedacitos de cartas rotas y con infinita paciencia los volvía a ordenar de modo que podía leerlos y copiar el contenido. 
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((501)
)


CAPITULO XV 

ULTIMOS DIAS DEL BEATO EN ROMA
Y SU LIBRO SOBRE EL NUEVO PAPA


LO mismo que, anteriomente había sido invitado, en diversas ocasiones, para ir a comer en el colegio irlandés, así sucedió también el 
domingo 17 de marzo. Sentóse a la mesa con tres purpurados: Cullen, arzobispo de Dublín; Franchi, nuevo Secretario de Estado, y 
Falloux, cardenal de Curia. Hacia el final del banquete, llegó el cardenal Manning, obispo de Westminster, el cual dijo al Beato que fuera 
a verle el jueves siguiente, porque tenía que hablarle de asuntos importantes. 

El Siervo de Dios acudió puntual a la cita y sostuvo con Su Eminencia un largo coloquio, en el cual quiso el Prelado inglés oír su 
parecer en torno a temas que se referían a las relaciones entre la Santa Sede y el reino de Italia. Nosotros solamente sabemos que, 
habiéndose tratado tales temas en varias reuniones de cardenales, el Padre Santo había encargado al cardenal Manning que preguntase su 
parecer a don Bosco y viese qué pensaba él sobre el tema. En aquellos primeros días del pontificado de León XIII, se discutía 
apasionadamente sobre la conciliación. En los primeros días de enero había aparecido el famoso libro del ex jesuita, padre Curci, sobre 
La moderna disensión entre la Iglesia e Italia, en el que sostenía el autor, a su manera, la necesidad y la posibilidad de arreglar la gran 
cuestión. Pocos meses antes había publicado el cardenal Manning en ((502)) Londres un opúsculo 1, cuyo tercer capítulo estaba dedicado 
a demostrar lo absurdo de cualquier probabilidad de entendimiento. Las dos publicaciones proporcionaban argumentos a ambas partes en 
lucha en las polémicas periodísticas, encendiendo cada día más los ánimos, a la espera de la posición que tomaría León XIII frente a la 
cuestión romana. 

Cuál fuese el sentimiento de don Bosco respecto al arduo problema no había constituido ningún misterio para Pío IX, ni para algunos 
de los más conspicuos personajes del Gobierno italiano. La conciliación entre la Iglesia y el Estado de Italia «estaba verdaderamente por 
encima 

1 The independence of the Holy See. Fleury S. Kins et comp. London 1877. 
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de sus pensamientos y afectos como podía estarlo en un Siervo verdaderamente sensato y fiel; no con el deseo de una conciliación 
cualquiera, tal y como muchos habían ido, durante mucho tiempo, fantaseando, embrollando y confundiendo las cosas, sino de modo que, 
ante todo, se asegurase el honor de Dios, la honra de la Iglesia y el bien de las almas». 

Esto mismo proclamó el Padre Santo Pío XI en su alocución del 19 de marzo de 1929 con motivo del Decreto sobre los milagros, 
asegurando haberlo oído de labios del Siervo de Dios cuarenta y seis años antes. 

El día de san José cayó en manos del Siervo de Dios el reciente opúsculo de monseñor De Segur Tous les huit jours y como le gustara 
mucho, pensó inmediatamente hacer con él uno de los próximos números para las Lecturas Católicas; en consecuencia escribió al conde 
de Viancino que lo tradujese o lo hiciera traducir al italiano. 

Queridísimo señor Marqués, o mejor, señor conde Francisco: 

Le envío un librito que creo se puede imprimir con éxito. Tenga la bondad de traducirlo o bien buscar alguno que lo haga. 

El sábado tuve el placer de ser recibido en audiencia privada por el Padre Santo; me la concedió con gusto, diciéndome se lo 
comunicara de su parte. 

Bendijo bondadosamente a los salesianos y quiso ser contado en el número de los cooperadores. 

Durante la semana espero levar anclas y partir hacia Turín. íOh, cuántas ((503)) cosas tendremos que comentar! Quiérame en Jesucristo, 
pero ayúdeme todo lo posible para llevar adelante la iglesia de san Juan. 

Si viere al caballero Clemente 1, ruégole le salude atentamente de mi parte. 

Que el Señor les bendiga, a usted, a su piadosa señora la Condesa, y rueguen por este pobrecito, que siempre será de ustedes. 

Roma, san José 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Trata el autor en su libro de la comunión semanal, mostrando sus ventajas, la mayor de las cuales es la seguridad de alcanzar el paraíso. 
El Conde se dio a su tarea, con tanto empeño, que en ocho días acabó la traducción, y salió en el mes de julio con el número 307 de la 
colección. Como se ve, don Bosco no perdía de vista sus queridas 

1 Conde de Villanova. 
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Lecturas Católicas; más aún, aquel año publicó a los cuatro vientos una nueva circular para aumentar su difusión 1. 
El 21 de marzo, fiesta de san Benito, el benedictino don Gregorio Palmieri acompañó a don Bosco a San Pablo extramuros, dando una 
sorpresa a toda la comunidad, que se alegró mucho. Era entonces superior el abad don Juan Francisco Leopoldo Zelli y la primera vez que 
don Bosco visitaba aquel monasterio. Participó en la comida de aquel día de fiesta 2. 
En 1915, recordaba todavía don Gregorio que, después de comer, en la conversación tenida en la sala del Abad, según costumbre de los 
benedictinos, habiendo caído la conversación sobre monseñor Gastaldi y las dificultades suscitadas contra don Bosco, oyó exclamar al 

Beato: 
-íY, sin embargo, le hicimos arzobispo! 
El buen benedictino, que era bibliotecario del monasterio, acompañó al Siervo de Dios a visitar la biblioteca. En el álbum de visitantes 

ilustres de la misma, que se abre con la firma de Pío IX, escribió don Bosco, precisamente el 21 de marzo de 1878: Joannes Bosco 
sacerdos amico suo patri Gregorio vita et gaudium (Juan Bosco, sacerdote, a su amigo el padre Gregorio salud y gozo). 

((504)) Era ya don Gregorio un noventón, que rebosaba salud y agilidad de espíritu, y recordaba, con particular ternura y veneración, 
sus relaciones con don Bosco, y le gustaba repetir que los augurios del Beato habían resultado eficacísimos. Fue siempre un bienhechor 
de la Obra Salesiana. 

Una vez que don Bosco obtuvo la audiencia descrita, ya no tenía nada que le detuviese en Roma; así que se apresuró a hacer las visitas 
de despedida. El 23 de marzo por la tarde fue con don Joaquín Berto al Cardenal Vicario, el cual le dijo que haría cuanto le fuere dado 
para que los salesianos obtuvieran una casa en Roma. 

Después le preguntó:
-»Confiesa usted también aquí en Roma?
-Sí, si Vuestra Eminencia me concede la autorización.
-Entonces, confiéseme.
Y se confesó.
Semejantes manifestaciones de confianza ya las había recibido otras veces de diversos Cardenales; algunos no solamente se


encomendaban a sus oraciones, sino que hasta querían ser bendecidos por él. 

1 Véase Apéndice doc. n.° 38. 

2 Véase más atrás, pág. 28. 
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Agradaba también en el Siervo de Dios la respetuosa franqueza con que solía decir a los Purpurados, que le ponían dificultades para 
conseguir favores necesarios para la estabilidad y actuación de la Congregación: 

-Yo necesito que me ayuden a superar dificultades y no a creármelas. Desearía que se considerase, más que la persona de don Bosco, el 
bien y la utilidad de la Religión y de las almas, porque yo trabajo para la Iglesia. 

La víspera de la partida escribió sus observaciones sobre la guerra que se le había hecho en Turín y las envió al cardenal Oreglia, a 
quien ya consideraba como Protector de la Congregación, tal y como lo había pedido al Padre Santo. 

Eminencia Reverendísima: 

Espero que su E. Rvma., que conoció y favoreció nuestra humilde Congregación desde sus albores, quiera aconsejarme en la difícil 
situación en que me encuentro. 

Hoy acudo con especial confianza a la bondad de V. E., en razón de que la clemencia del Padre Santo, dignándose acceder al deseo de 
los salesianos, le ha elegido como protector nuestro. 

((505)) Su Eminencia Reverendísima conoce desgraciadamente las serias dificultades que, desde hace varios años, sostenemos por parte 
de S. E. Rvma. el Arzobispo de Turín, sin que nunca se haya podido conocer la verdadera causa. 

Las cosas llegaron a tal situación que yo he sido amenazado con la suspensión ipso facto, si por escrito, impreso o cualquier otro medio, 
mío o ajeno, tratase o hablase con alguien de algo desfavorable para nuestro Arzobispo. Sólo exceptuó al Cardenal Prefecto de los 
Obispos y Regulares, al Secretario de Estado, y al Padre Santo. Esta severa disposición persiste, aunque él haya publicado impresos, 
pastorales y opúsculos contra nosotros, sin que se haya dado ninguna respuesta, puesto que ése ha sido nuestro principio y ése ha sido 
también el consejo de V. E. Rvma. Además, sin ninguna forma canónica, suspendió a varios sacerdotes nuestros, que aún lo están 
después de ocho meses; negó la ordenación a diversos clérigos salesianos que se le presentaron, y esto con grave daño para las casas de 
Europa y más aún para las misiones de América, que incesantemente piden obreros para poder avanzar hacia los salvajes de las Pampas y 
Patagonia. 

Puestos los salesianos en tales apreturas, el Arzobispo reclamó a la Santa Sede sobre hechos inexistentes, que provocaron, sin embargo, 
una carta de censura de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, con descrédito para nuestra pobre Congregación. 

En tal estado de cosas (no pudiendo obtener ninguna respuesta a las advertencias presentadas), vine a Roma, donde la Sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares me aseguró que se adoptarían rápidas medidas. Pero los graves sucesos que en los últimos días 
perturbaron el mundo católico y la delicada salud de V. E. lograron que, después de cuatro meses de infructuosas solicitudes, me 
encontrase ahora obligado a marcharme sin ningún éxito y quizá en peores condiciones que antes. La razón es que se están preparando 
algunas respuestas a las preguntas hechas por el Arzobispo, 
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las cuales le darán motivos para molestarnos ulteriormente. »Qué más? El viernes, en vez de las rápidas medidas a tomar, se tratará de la 
convalidación de nuestros privilegios, observándose que difícilmente serán confirmados todos por el Padre Santo. Sería un hecho muy 
humillante para nuestro Instituto, que, habiéndose organizado en medio de tantas y tan graves dificultades, favorecido hasta el presente 
por muy pocos privilegios, en comparación con los demás de Italia, cuyos miembros hicieron verdaderamente graves sacrificios 
personales y económicos para corresponder a su fin, se viesen ahora con las benemerencias que la bondad de Pío IX les concedió 
disminuidas o sin ellas. La Pía Asociación de los salesianos obtuvo diversos favores espirituales igual que las otras Sagradas 
Congregaciones de Roma, pero los privilegios fueron escasos. Todos los institutos y congregaciones eclesiásticas de Italia, 
definitivamente aprobados, obtuvieron la comunicación de los privilegios. 

Los salesianos no pudieron hasta ahora conseguir este señalado favor que nos habría liberado de todas las dificultades que hemos 
encontrado y que todavía encontramos. Ahora me reclama la necesidad de mis muchachos, ((506)) a los que, en número de más de veinte 
mil (como V. E. bien sabe); debo proveer de pan espiritual y material. Habría tratado sobre esta difícil posición, pidiendo consejo y 
dirección a V. E., en quien siempre he encontrado un padre benévolo; mas, para nuestra verdadera desgracia, durante este tiempo, estuvo 
casi siempre delicado, y aún lo está, por lo cual no pude acercarme a su casa. Tuve el pensamiento de hacer una normal exposición de 
nuestra situación al Padre Santo o al mismo cardenal Ferrieri, en quien siempre he encontrado mucha benevolencia. Pero, como debería 
tocar asuntos delicados, y diría comprometedores, no quiero hacer nada sin el parecer de su iluminada sabiduría. 

Si V. E. me dijese que me vaya, que me calle y deje que el tiempo arregle las cosas, me someto a ello con toda resignación; pero 
temería las tristes consecuencias que se seguirían con un pernicioso desaliento de los pobres salesianos. Si V. E. encontrare en esta carta 
alguna expresión poco oportuna, acháquela al ánimo que, en estos sucesos, reconoce un verdadero impedimento para la mayor gloria de 
Dios, por lo cual tiene que sentirse profundamente afligido. Obtuve la audiencia del Padre Santo, y quedé como extasiado de su angélica 
bondad; mi satisfacción fue muy grande. Pero mi posición actual me hace exclamar: miscens gaudia fletibus (mezclándose el gozo con las 
lágrimas). 

En momentos tan difíciles me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones, y le suplico que quiera hacer de padre de los pobres 
salesianos, que no tienen más finalidad que la de trabajar por la Iglesia y por el bien de las almas. Ellos no dejarán de manifestar su 
gratitud a V. E., rogando cada día a Dios que conserve su salud para que pueda continuar trabajando en favor de nuestra Santa y Católica 
Religión. Permita, mientras tanto, que con la mayor veneración tenga el honor de besar la Sagrada Púrpura de V. E. Rvma. 

Roma, 25 de marzo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


No ignoramos que entre los motivos que condujeron a monseñor Gastaldi a Roma, a últimos del mes de febrero, figurasen también los 
litigios con don Bosco. El tenía unas treinta causas con sus sacerdotes 
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ante las Congregaciones Romanas; había sido además muy discutido su comportamiento con ocasión de la muerte del Rey y el Papa: no 
le faltaban razones para ir, sin necesidad de añadir otras cuestiones. Sin embargo, apenas volvió a su sede, escribió al dominico padre 
Tosa, consultor de Obispos y Regulares, proponiéndole ((507)) algunas cuestiones que se referían a don Bosco y de las que parece se 
había ocupado en Roma, pero dejando las cosas sub iudice; de manera que la carta se diría inspirada por la preocupación sobre el éxito de 
la discusión. Su abogado Menghini ya había aconsejado a Monseñor, tres meses antes, que escribiera al padre Tosa 1: «Hace una semana 
que don Bosco está en Roma. Le aseguro que las últimas habladurías con su correspondiente montón de papeles ha sido entregado al 
Reverendísimo Consultor, padre Tosa, Rector del Seminario Pío. El cardenal Ferrieri me ha encargado esta mañana que escribiera a V. E. 
Rvma. asegurándole que no se hará nada sin interpelar preventivamente a V. E. Rvma., y ello, como respuesta a la última dirigida al 
mismo Cardenal Prefecto... Yo me las arreglaré para informar bien al padre Tosa, y quizá fuera útil que V. E. Rvma. le escribiese, porque 
no es un misterio solamente para don Bosco, sino que también V. E. puede conocer por mi medio que las últimas pendencias han sido 
sometidas al juicio consultivo del nombrado padre Tosa. Espero que estas noticias sean útiles para V. E. Rvma. y que así conocerá mi 
incansable empeño por defender la autoridad arzobispal y la justicia. Don Bosco se mueve, pero V. E. debe tranquilizarse, ya que la 
Sagrada Congregación le es favorable». 

Poseemos, por suerte, la respuesta del Consultor al Arzobispo 2; ésa toca tan al vivo la cuestión y pone tan a las claras los puntos 
esenciales, que interesa para la historia darla a conocer a los lectores. 

((508)) Excelencia Rvma.: 

Respondo a la veneradísima carta que V. E. me escribió después de su vuelta a Turín; y cumplo esta mi deuda con mucho gusto, puesto 
que espero, que una más explícita declaración de alguno de los puntos que V. E. me señaló pueda contribuir 

1 Carta del 29 de diciembre de 1877. El original está en poder del teólogo Franchetti. En 1878 no encontramos ninguna pista de 
relaciones personales o epistolares entre don Bosco y Menghini; su abogado es don Constantino Leonori. El buen Fratejacci había muerto 
el 3 de septiembre de 1877. «Por desgracia, el buen Dios nos ha privado del óptimo amigo Fratejacci», le escribía (30 octubre 1877), el 
cardenal Consolini, respondiendo a una carta del 18. Se ve que, en aquella carta de negocios, don Bosco se había referido a la pérdida del 
querido Monseñor; pero no conocemos el texto. En un elogio fúnebre de monseñor Cani, que poseemos manuscrito, dice: «Su muerte fue 
llorada por todos, especialmente por sus amigos, los oprimidos, los huérfanos y los pobres» 

2 El original está en poder del teólogo Franchetti. 
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a reconciliar de una forma estable la Congregación Salesiana, como vivamente deseo. 

Y, en primer lugar, no esconderé la sorpresa que me causa la afirmación de V. E. Rvma., de que la Congregación de don Bosco no tiene 
hasta ahora ni un solo documento para demostrar que está libre de la jurisdicción episcopal. Lo cual significa que no debieron presentar a 

V. E. unos documentos, que yo recuerdo muy bien haber visto entre los que me transmitió en diciembre la Sagrada Congregación de 
Obispos y Regulares, y que yo restituí a la misma en enero de este año. Es verdad que, en confirmación de la Congregación Salesiana, la 
Santa Sede no expidió un Breve como para alguna otra congregación eclesiástica confirmada en este siglo, y que no ha sido concedida a 
la misma, que yo sepa, hasta ahora, la participación de todos los privilegios, de que generalmente gozan las demás Ordenes y 
Congregaciones aprobadas hasta hoy. Sin embargo, ésta fue definitivamente aprobada con sus estatutos por un Decreto de la Sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares desde 1874, y a algunas cuestiones presentadas posteriormente a la misma Sagrada Congregación 
(si no me equivoco, precisamente por V. E.) para saber hasta dónde llegaba la exención de la Congregación Salesiana de la autoridad y 
jurisdicción de los Ordinarios, en razón de aquel Decreto, la Sagrada Congregación había respondido formalmente que dicha 
Congregación Salesiana, en cuanto a la vida interna y el régimen de sus casas, estaba ya exenta de la visita y jurisdicción de los 
Ordinarios, a salvo todo otro derecho de los mismos Ordinarios. 
Por consiguiente, desde 1874, quedó concedida a la Congregación Salesiana la primera y principal exención de las Ordenes y 
Congregaciones eclesiásticas aprobadas por la Santa Sede, o sea, libre de la visita y jurisdicción episcopal en cuanto al régimen interno, 
para el cual queda, por tanto, sujeta inmediatamente a la Santa Sede. Por eso no resulta extraño que el anuario o Jerarquía Católica, 
publicado aquí en Roma a primeros de ano enumere en último lugar, entre las congregaciones eclesiásticas aprobadas e inmediatamente 
sujetas a la Santa Sede de Doctrinarios, Misioneros, Oblatos, Instituto de la Caridad, etc., a la Congregación Salesiana en la página 460 
con estas palabras: 

«Congregación de los Sacerdotes Salesianos.
»Don Juan Bosco Superior General.
»Don Miguel Rúa Procurador General»
.


Así las cosas, resulta claro que, si para V. E. Rvma. la Congregación Salesiana no está todavía absolutamente exenta de la jurisdicción 
((509)) episcopal, esta persuasión en V. E. puede dar origen en esa ciudad a una infinidad de desagradables divergencias. 

En cuanto a los otros puntos a que se refiere en su carta, estoy completamente de acuerdo con V. E., que, sin un privilegio especial, 
ninguna Orden o Congregación Regular puede recibir a un novicio sin las testimoniales del Ordinario, prescritas por los Decretos de Pío 

IX. Pero no es lícito a los Ordinarios negar tales testimoniales a ninguno que no sea indigno y desee entrar en una orden o congregación 
religiosa aprobada, aunque sea de votos simples, como ha declarado la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. Para este asunto la 
Santa Sede se atiene, los mismo ahora que antes de estos Decretos, a la jurisdicción doctamente explicada por Benedicto XIV en la carta 
apostólica Ex quo dilectus, del 14 de enero de 1747, con la cual aquel gran Pontífice demostró claramente al muy docto e ilustre cardenal 
Quirini, obispo de Brescia, que la ley canónica no consentía que volviera a enviar a la diócesis al viejo ejemplarísimo y beneficentísimo 
Archidiácono de su catedral, el cual, sin ningún conocimiento y consentimiento suyo, se había ido imprevistamente a Bolonia para 
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hacerse jesuita. De donde, dicha Sagrada Congregación ha declarado también que la falta de las testimoniales hace ahora ilícita, pero no 
inválida, la admisión y profesión de los novicios; y cuando se dio el caso de que un obispo, sin dar razones, rechazó conceder a algún 
individuo de probidad y capacidad canónica, suficientemente conocida por el Superior Regular, se me aseguró que la Sagrada 
Congregación accedió a que fuese aceptado por la Orden o Congregación a la que aspiraba, lo mismo que si se hubieran enviado las 
pedidas testimoniales por el Ordinario. En fin, la Santa Sede está siempre firme en mantener el principio general de que cualquiera, 
clérigo o seglar, sacerdote o no sacerdote, se sienta llamado por Dios, debe ser libre para poder abrazar la vida no solamente más perfecta, 
sino, como bien observa Benedicto XIV en la citada carta, todavía más segura del Claustro. 

No será en vano observar todavía aquí que si se presentare a un Superior Regular de una Orden o Congregación aprobada por la Santa 
Sede, para tomar el hábito del Instituto, un sacerdote, con atendible testimonio, bastante conocido por su honestidad y no sujeto a 
censuras en la respectiva diócesis, ninguna ley canónica, antigua o moderna, prohíbe a dicho superior retenerlo, si no como novicio, al 
menos como postulante en la casa, hasta que se obtenga del respectivo Ordinario de dicho postulante una respuesta respecto a las 
testimoniales que se le han pedido. 

Por lo que se refiere al desagradabilísimo suceso del domingo 26 de agosto del ano pasado, permítame V. E. Rvma. que observe cómo 
el Monitum del Calendario Diocesano (repetido no sé porqué por su secretario en la carta dirigida al Superior de la casa de los Salesianos 
de Turín) fue enunciado tanto en el texto ((510)) como en la traducción italiana de aquella carta, con palabras tan absolutas que, a primera 
vista, producen la idea de que fuese la intención de V. E. que ningún sacerdote regular, y especial mente salesiano, pudiera celebrar la 
misa fuera de sus iglesias, sin licencia expresa de V. E. Rvma. Pero dejo con gusto toda observación sobre esto. Ya que también aquel 
deplorable suceso es ciertamente uno de los que, aun protestando V. E. Rvma. perdonar todo, no ha consentido, sin embargo, con la carta 
del 27 de diciembre, si bien recuerdo, sino que ha rogado a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares omitir todo examen, con tal 
de que se asegurase la paz futura. Yo no he sabido, ni sé, la decisión que dicha Congregación haya tomado o quiera tomar sobre el 
particular. Aseguro a V. E. que, por mi parte, he descubierto y descubro todavía en aquella proposición y súplica el más prudente, el más 
eficaz y caritativo modo de acabar rápidamente con una disensión, que, igual que no ha producido ningún bien en el pasado, tampoco 
prometería nada bueno para V. E. Rvma. y la diócesis, ni para la Congregación Salesiana en el porvenir. 

Perdone V. E. la libertad con que me he atrevido a exponerle modestamente la impresión, que me ha causado la lectura y desapasionada 
consideración de los documentos vistos en esta causa, y no me atribuya, se lo ruego, más que el gran deseo e interés que tengo de saberle 
plenamente tranquilo y satisfecho en el régimen que Dios le ha confiado de esa ilustre diócesis. Beso humildemente sus manos, y, con el 
máximo respeto, me reafirmo, 

De V. E. Rvma. 

Roma, 28 de marzo de 1878. 

Su atto. y s. s.
Fr. J. TOM. TOSA, Dom.


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Al margen del original de esta carta se lee la siguiente nota, de puño y letra del Arzobispo: «P. Tosa de Roma, fraile también y protector 
de todos s privilegios de los frailes». Al lado de la cual el secretario, canónigo Chiuso, había añadido a lápiz la palabra «fraile». 

Don Bosco salió de Roma a las dos y media de la tarde del 26 de marzo, después de tres meses y tres días de permanencia en la Ciudad 
Eterna. Le esperaban en Sampierdarena todos los miembros del Capítulo Superior, allí convocados por él para dar la última mano a las 
deliberaciones del Capítulo General y tratar los asuntos de la Congregación, ya que no podía seguir inmediatamente hacia Turín, pues 
debía ir a Francia. 

((511)) Antes de salir de Roma había renovado al Papa la petición de las condecoraciones pontificias para los señores Campanella y 
Frisetti, muy beneméritos del hospicio de San Vicente de Paúl, pero no se las pudo llevar consigo, como hubiera deseado. Repitió más 
tarde la petición, dirigiéndola al eminentísimo Franchi, Secretario de Estado 1, el cual atendió su deseo, según se desprende de su 
rescripto del 27 de mayo 2. 

Ahora será bueno que demos una mirada retrospectiva al Oratorio, recordando sus principales sucesos durante la ausencia de don 
Bosco. 
Verdaderamente don Bosco hacía siempre de todo, para que el vacío de su ausencia se advirtiera lo menos posible. Doquiera fuera, 
pensaba en todo y en todos, al decir de la crónica. En efecto, desde Roma escribía muy a menudo a don Miguel Rúa, dándole encargos 
para todos los de la casa; escribía cartitas para los muchachos, particularmente para los alumnos del quinto curso que, al recibirlas, 
saltaban de gozo; dirigía cartas colectivas para los estudiantes y para los aprendices; pedía, de vez en cuando, a los unos y a los otros 
oraciones y comuniones para sus necesidades particulares: en fin, no pasaba día sin que se presentase la ocasión de nombrar a don Bosco 
y hablar de él. Cuando se enteró de la grave enfermedad de Pío IX telegrafió al Oratorio y a los colegios, para que se hiciesen oraciones 
extraordinarias. «íQué golpe más fuerte fue para el Oratorio la noticia de la muerte de Pío IX!», exclama el cronista. 

Crecían los apuros económicos y no se sabía cómo resolverlos; llegaban letras para pagar y había que devanarse los sesos para no 
quedar mal. Recordando las vicisitudes de aquellos tiempos, resulta 

1 Estuvo en aquel cargo menos de seis meses, ya que murió el 31 de julio de 1878. Le sucedió el cardenal Mina. 

2 Véase Apéndice, doc. n.° 38. 
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imposible no reconocer la intervención de la Providencia en el encuentro de don Bosco con el admirable don Miguel Rúa, que, siguiendo 
fielmente las instrucciones del ((512)) Beato e informando su espíritu con su propia conducta, lograba salir de los apuros, sin que en casa 
se barruntasen ciertas privaciones. Vino después aquella especie de tifus, por el que casi doscientos muchachos fueron a sus casas y 
murieron quince, cinco en el Oratorio y diez con sus familias. Don Miguel Rúa se comportó de tal modo que consiguió no alarmar a la 
comunidad. Don Bosco fue avisado algo tarde, porque se esperaba que el malestar durara poco y no se quería aumentar sus ya demasiado 
grandes preocupaciones; él ordenó oraciones especiales, que surtieron su efecto, y, pasados los quince días fijados por él para algunas 
prácticas religiosas, la enfermedad no causó más víctimas. 

Durante la ausencia de don Bosco, recibió el Oratorio una preciosa visita: la de monseñor Alimonda, obispo de Albenga desde hacía 
poco tiempo. Había él visitado antes el colegio de Valsálice, en compañía del teólogo Margotti. Se le había preparado en el Oratorio una 
solemne recepción; pero, como la visita de Valsálice se alargó, llegó al Oratorio cuando la comunidad celebraba en la iglesia los funerales 
solemnes del conde Luis Giriodi de Monasterolo. Este gentilhombre piamontés era en 1850, cuando fue arrestado el arzobispo Fransoni, 
miembro del Tribunal de apelación; pero antes de juzgar al ilustre acusado, dimitió y, naturalmente, perdió su puesto en la magistratura. 
Entonces continuó sirviendo a la patria con obras de beneficencia y don Bosco fue uno de los que más gozaron de su caridad. 

Monseñor Alimonda, por tanto, después de visitar los talleres, entró en la iglesia cuando los muchachos cantaban el Dies irae. Aquel 
hombre siempre abierto a lo bello, quedó extasiado. Partió del Oratorio con expresiones de verdadera satisfacción, y volvió a él cinco 
años más tarde, como arzobispo de Turín y ángel consolador de don Bosco, ya muy cansado, más por los trabajos que por la edad. 

El primer jueves de cuaresma, 17 de marzo, se celebró en el Oratorio un solemnísimo funeral en sufragio de Pío IX. 

((513)) El majestuoso catafalco se levantaba casi hasta la cúpula; la ornamentación de la iglesia y los preparativos musicales estaban a 
tono con la dignidad del desaparecido y la gratitud de los salesianos. Las preciosas inscripciones a los lados del túmulo y en la puerta del 
santuario tejían alabanzas en honor del llorado Pontífice. Posteriormente los cantores del Oratorio fueron para los funerales de trigésima a 
Oneglia, donde se encontraron con monseñor Alimonda, el cual pontificó y leyó la oración fúnebre; fueron también a Alassio y a otras 
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partes; anteriormente habían ido a Fossano, a Alba y Cúneo, llamados por los obispos de las tres diócesis. 

Ahora, siguiendo lo hecho hasta aquí, deberíamos terminar el capítulo, publicando el resto de la correspondencia epistolar de don 
Bosco en Roma; pero el número de cartas sería enorme: así que remitimos a los lectores al final del volumen 1. Ellas solamente nos dan 
noticia de los sucesos y nos faltan elementos seguros para ilustrarlas; como la visita a los hermanos de Albano y Ariccia en enero, la ida a 
Magliano en febrero, la violación del secreto postal en sus relaciones por parte del Gobierno y algo más. En general, el que desee conocer 
más a fondo al Siervo de Dios, no puede dispensarse de leer su epistolario. 

Durante las últimas semanas de su estancia en Roma el Beato don Bosco ideó un trabajo muy útil y oportuno. Se propuso redactar un 
librito, que enseñara de una forma popular a los fieles cómo se hacía la elección de un Romano Pontífice, que diera a conocer al nuevo 
Pontífice y sirviese para perpetuar el recuerdo del fausto acontecimiento, cuya resonancia había llenado el mundo. Como para don Bosco 
era una sola cosa el concebir un plan bueno y buscar la manera de realizarlo, se puso enseguida a ello. Ninguno mejor que él, para indicar 
qué se proponía al redactar la pequeña monografía. Dice él mismo en el prólogo: 

((514)) La subida de un Papa al trono pontificio constituye un suceso de gran importancia para todos los católicos. Con él adquieren los 
obispos su cabeza y director supremo, la gran familia de los creyentes tiene de nuevo el padre perdido, y el mundo católico ve, con sus 
propios ojos, cómo se cumple un gran suceso, que asegura la constante y nunca interrumpida visibilidad del Romano Pontífice, desde san 
Pedro hasta el actual León XIII. De modo que, si se pregunta de quién ha recibido este Pontífice la autoridad que ejerce, las verdades que 
enseña y la fe que propone, él responde que las ha recibido de su antecesor Pío IX, y éste de otro Pontífice, y así, de la mano del uno a la 
del otro, se remonta hasta el Príncipe de los Apóstoles, constituido por el mismo Jesucristo como cabeza suprema de la Iglesia y Pastor de 
todos los demás Pastores. 

Todos los católicos serían felices si pudieran asistir, ver, observar y darse cuenta de los detalles de un suceso tan solemne e importante. 
Pero, como sólo pueden lograrlo unos pocos, creo que hago algo grato a todos exponiendo aquí este acontecimiento extraordinario con 
algunos detalles. Así, los que estuvieron presentes, podrán conservar mejor un recuerdo permanente, y los demás tendrán al menos 
comodidad de leer lo sucedido. Lo hago muy a gusto porque expongo lo que vieron mis ojos. 

Por tanto, manifestaré cuanto precedió y acompanó a la elección del nuevo Pontífice León XIII, y a continuación seguirán sus rasgos 
biográficos, y un apéndice con 

1 Las dirigidas a don Miguel Rúa están en el apéndice, doc. n.° 39; otras aparecerán en el último capítulo. 
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algunos hechos de su Pontificado y una breve biografía de todos los Cardenales, que intervinieron en el Cónclave 1. 

Para no repetir citas a cada momento, diré que, para las materias aquí tratadas, he seguido a los autores Pagi, Navaes, Giaconio, 
Baronio, Morcelli y otros. Quien deseare informarse más cómodamente sobre las mismas, puede consultar los artículos del acreditado 
Diccionario del caballero Cayetano Moroni, Enciclopedia del Eclesiástico, y los diarios de la época. Procuraré exponer el origen de todo 
y unir las sagradas funciones de aquellos detalles y aclaraciones que sean del caso. 

Dios nos bendiga y nos conserve a todos, fieles a la voz infalible del Supremo Pastor de la Iglesia, que Jesucristo asistirá hasta el fin de 
los siglos. 

El título que dio al libro es muy feliz: La más bella flor del Colegio Apostólico. Lo dividió en tres partes. En la primera reúne ((515)) 
las nociones históricas, canónicas y litúrgicas, que ayudan a entender qué es y cómo se desarrolla un cónclave; narra el final de Pío IX y 
describe sus funerales; hace un detallado relato de la elección de León XIII, y de las solemnes ceremonias que la siguieron. En la 
segunda, traza con la máxima simplicidad una semblanza de León XIII, desde su infancia hasta su exaltación. En la tercera, presenta la 
biografía de sesenta y tres cardenales, aunque sólo fueran sesenta y uno los electores del Papa. Le ayudó en su trabajo don Juan Bonetti, 
como puede deducirse de la siguiente carta. 

Muy querido Bonetti: 

Sirviéndote de los periódicos que te envío, de lo que ya se publicó y sigue publicando L'Unità Cattolica, procura prepararme una 
biografía del nuevo Pontífice, que ocupe de treinta a cincuenta páginas de las Lecturas Católicas. 

La muerte de Pío IX, el cónclave y todo lo que a él se refiere ya está preparado. El conjunto debe formar un fascículo como el de 
nuestras Lecturas. Procura, pues, hacerlo bien y pronto, y te concederé medalla de honor. Por lo demás, ya hablaremos. 

Saluda a nuestros queridos amigos y hermanos. Vale. 

Roma, 20-III-1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Las biografías de los cardenales están sacadas de L'Unità Cattolica que precisamente las fue publicando a intervalos, entre el 14 de 
febrero y el 29 de junio. Pero don Bosco no las reprodujo al pide la letra; 
tenemos doce números del periódico turinés, en los que su pluma 

1 Y también la de dos que no intervinieron, por estar enfermos: Godofredo Brossais St. Marc, arzobispo de Rennes, que falleció poco 
después, y el otro, bastante más tarde, Juan Mac-Closkey, arzobispo de Nueva York. 

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introdujo modificaciones, borró cosas superfluas y suprimió todo lo que podía tener algún resquemor político. Lo mismo en las biografías 
que en su prólogo, donde traza una rápida reseña de los cardenales, recoge y presenta la nota característica de cada uno; se observa su 
cuidado por poner de relieve sus cualidades sacerdotales, especialmente la piedad, la caridad y el celo. 

Envió un ejemplar de esta obrita, elegantemente encuadernada, a ((516)) todos los cardenales y a varios prelados de la corte pontificia; 
pero, sobre todo, envió uno al Padre Santo, presentándolo con esta carta: 

Beatísimo Padre: 

La divina Providencia dispuso, Beatísimo Padre, que me hallase en Roma cuando sucedían los grandes acontecimientos de la muerte 
del llorado Pío IX y de la gloriosa elevación de S. S. al trono pontifical. En aquella solemne ocasión, me apresuré a recoger las 
principales noticias que podían interesar al cristiano, con ánimo de publicarlas para bien espiritual de nuestros alumnos estudiantes y 
aprendices y también de los fieles que quisieren aprovecharlas. 

Me atrevo a presentar un ejemplar de este humilde trabajo a S. S., que es el tema de todo el libro. Siento mucho no ser capaz de hablar 
dignamente de Vuestra augusta Persona y de lo que a S. S. se refiere, por lo que le pido benigna indulgencia. Dígnese, sin embargo, 
aceptar la buena voluntad del autor, que con este escrito sólo pretende dar una prueba de profundo respeto, gratitud y grandísima 
veneración al que es cabeza suprema de la Iglesia. 

Uno, a este humilde homenaje, el de todos los salesianos y sus alumnos, que cada día elevan oraciones especiales al Señor, pidiéndole 
conserve muchos días la preciosa salud de S. S. 

Dígnese, como humildemente suplico, impartir su apostólica bendición sobre ellos y especialmente sobre este pobre escribiente que 
tiene por uno de los más bellos días de su vida siempre que puede profesarse, 

DeS. S. 

Turín, 11 noviembre 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Le respondió, como es costumbre, la Secretaría de Estado con una carta firmada por el cardenal Nina. Decíase en ella, entre otras cosas, 
que el Padre Santo había visto en aquel trabajo «una nueva prueba del celo que le animaba por el bien de las almas, y su filial devoción a 
la Santa Sede». Pero antes ya había sabido don Bosco, de buena fuente, que el Papa había mandado colocar el opúsculo sobre su mesa, 
diciendo al que lo llevaba: 
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-Lo quiero leer. 

((517)) Don Bosco había enviado el libro al Padre Santo con una intención especial: deseaba que Su Santidad viese con qué celo 
trabajaban los salesianos, cuán grande era su cariño a la Cátedra de Pedro y los esfuerzos que hacían para infundir en todos respeto y 
amor al Vicario de Jesucristo. Le pareció que había conseguido su fin y se alegró santamente de ello 1. 

La carta de acompañamiento del libro a los Cardenales estaba impresa y decía: 

Eminencia Reverendísima: 

Humildemente suplico a V. E. acepte este mi pequeño trabajo, en el que necesariamente debo mencionar su respetable persona. Si mi 
buen deseo no alcanzó el feliz y deseado efecto, compadézcame y dígnese aceptar el humilde obsequio, no por el mérito del mismo, 
cuanto por la sencilla prueba de la mucha gratitud y veneración que a V. E. profeso. 

Dado que pronto se hará otra reedición del librito, será para mí un señalado favor, si se digna hacerme alguna observación. 

Mientras tanto, me encomiendo junto con mis muchachos, a la caridad de sus santas oraciones y aprovecho el alto honor de poderme 
profesar, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 8 de noviembre de 1878. 

Su humilde y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro


Las cartas de agradecimiento que le llegaban de Italia y del extranjero demostraban que había sido muy bien recibido el obsequio. Hay 
en ellas algo que vale la pena señalar. El cardenal Serafini dice que la obrita de don Bosco «es un fruto excelente del celo infatigable con 
que realiza todo lo que puede referirse a aumentar los intereses religiosos y el bien de las almas». El cardenal de Canossa, arzobispo de 
Verona, encuentra el libro «muy útil para muchos que, hasta con buena fe, difaman y disparatan, sobre todo lo que se hace en los 
cónclaves, y sólo porque, como sucede con frecuencia, ((518)) blasphemant quod ignorant (ultrajan lo que ignoran)». El cardenal 
Antonucci recuerda «la gran bondad» que don Bosco le «ha demostrado desde que era Nuncio Apostólico en Turín» y añade: «Por mi 
parte, siempre le he apreciado muchísimo, por el mucho bien que siempre hace, con 

1 Crónica de don Julio Barberis, 2 de diciembre de 1878. 
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celo verdaderamente evangélico, en favor de las almas y para mayor gloria de Dios. Que el Señor le bendiga siempre. Ruegue por mí al 
Señor y me encomiende encarecidamente a la Santísima Virgen, que se venera en su iglesia, con el título de Auxilium Christianorum y 
que tantas gracias concede a los que recurren a su patrocinio». «Es una apreciable historia contemporánea», dice el cardenal Consolini. El 
cardenal Martinelli incluye en la carta «cincuenta liras para sus muchas necesidades». El cardenal Sbarretti, que había tenido oportunidad 
de conocer a don Bosco cuando era Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, casi se lamentó de que «a pesar del 
buen querer, ha podido hacer tan poquita cosa en favor de quien por sí mismo tiene derecho a toda consideración, sobre todo como 
fundador de un Instituto que, en tan breve tiempo, está emulando a los más beneméritos Institutos de la Iglesia católica y de toda la 
sociedad, por su celo, disciplina y doctrina». 

En las demás cartas, no hay más que expresiones impregnadas de caluroso agradecimiento; sólo la del cardenal Oreglia, tras las 
justificaciones por su tardanza en dar las gracias, se leen dos párrafos que debieron ser dos espinas para don Bosco: «Le compadezco, 
dice, por la difícil posición en que se encuentra, pero no puedo halagarle prometiéndole que pronto saldrá de ella. Se ha establecido la 
norma de que ya no se conceda a ninguna Congregación la comunicación de privilegios: »puede, pues, usted esperar que el cardenal 
Ferrieri haga una excepción precisamente para usted?» 1. Con esto respondía ((519)) a la petición de don Bosco, que quería apoyara la 
súplica para los privilegios presentada al Papa a fines de octubre, por medio de monseñor Boccali, secretario particular de León XIII 2. 

El libro, aparecido en septiembre en las Lecturas Católicas, con el número 309 y 310 de la serie, se cierra con una breve reseña de las 
actuaciones de León XIII hasta el mes de agosto; y, después, dirigiendo su palabra a los «católicos», dice don Bosco: «Estas actuaciones 
y muchas otras, que por brevedad dejo, hacen que veamos a León XIII, con toda razón, como a una bella aurora precursora del más 
espléndido triunfo para la Iglesia Católica. Nos toca a nosotros hacer que sea 

1 Roma, 27 de noviembre de 1878. Una carta de monseñor Francisco Folicardi, arzobispo de Efeso, a quien don Bosco mandó el libro, 
nos parece, en la parte que no se refiere al regalo, un documento histórico que no debe quedar olvidado en el fondo de un archivo. Lo 
publicamos en el Apéndice, doc. n.° 4 

2 No tenemos una carta del 19 de noviembre, que don Bosco escribió al Cardenal para este fin. El 26 de octubre escribía monseñor 
Boccali al Beato: «He entregado al Padre santo su súplica para la comunicación de privilegios a su Instituto». 
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así. »Cómo? Con la oración, con la docilidad a la voz de nuestros pastores, con una conducta verdaderamente cristiana. Pongámonos a 
ello: cada uno, en su propia esfera, promueva y lleve a las familias las buenas costumbres y las prácticas religiosas; aleje el pecado de sí 
mismo y de los suyos, y no tardará en alborear el día del Señor». 

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((520)
)


CAPITULO XVI 

NUEVO VIAJE DEL BEATO A FRANCIA.
CAE ENFERMO AL REGRESO


EL viaje a Francia formaba parte del itinerario de don Bosco, a continuación de su salida de Roma. Era su intención, después de visitar la 
casa de Niza, dirigirse a Marsella, donde el canónigo Guiol le esperaba hacía mucho tiempo, e ir a Fréjus para tratar de dos fundaciones 
con el Obispo o con sus representantes. 

Para la visita a Niza preparó las cosas con tiempo. Pensó, ante todo, en uno de aquellos sermons de charité, a los que asisten tan a gusto 
los franceses. Como recordaba los óptimos resultados morales y materiales obtenidos con la conferencia de monseñor Mermillod, se 
dirigió a otro muy ilustre Prelado, que en Francia, y fuera de ella, gozaba de altísimo renombre: al célebre monseñor Dupanloup, obispo 
de Orléans. Se conocían personalmente. Don Bosco le había visto en Roma durante el Concilio Vaticano, mas sin ocasión de hablarse; 
pero, después, el primero de mayo de 1877, estando de paso por Turín y siendo huésped de monseñor Gastaldi, fue invitado a comer con 
él en el palacio episcopal, ya que el prelado francés deseaba verle y conocerle. Es probable que entonces se convinieran para Niza y que 
don Bosco recibiese allí la promesa formal de la que él habla en una carta. Como quiera que ello sea, ((521)) le repitió desde Roma varias 
veces la invitación, cuando se imaginaba que se vería libre. Además de esto, iba calculando seriamente las proposiciones de nuevas 
fundaciones en Francia. La siguiente carta a don José Ronchail no tiene fecha; mas, por el contexto, podemos calcular que la escribió a 
mediados de enero de 1878. 

Muy querido Ronchail: 

1.° Espero respuesta de monseñor Dupanloup para fijar nuestro sermon de charité. 

2.° El Reglamento para la escuela de Cannes no es posible. Hay que establecer condiciones claras. Si no somos totalmente libres e 
independientes, es mejor suspenderlo todo, y nosotros nos iremos más allá, esto es, a Saint-Cyr o Marsella. 
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3.° Di a tus queridos muchachos y míos, que siento no tener tiempo para escribir una carta a cada uno, pero que les agradezco sus 
felicitaciones, a las que corresponderé personalmente el próximo febrero, por carnaval. 

Entre otras cosas haremos un cordial brindis al señor Audoli 1. 

4.° Necesito sacerdotes y clérigos franceses. Prepárame un buen número de ellos. 

Omnes fratres et amicos et benefactores in Domino saluta. 

Pon un sobre con la dirección a la carta del Barón Héraud. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Le preocupaba mucho tener bien preparados, a través de don José Ronchail a los amigos de Niza, a fin de que le ayudasen en aquel 
momento en que estaba a punto de consolidarse la obra salesiana en su ciudad. Por eso, volvió a escribirle el 2 de febrero: 

Mi querido Ronchail: 

Ya ha escrito dos veces a monseñor Dupanloup y aún no he recibido respuesta alguna. No sé explicármelo. Lo había prometido 
formalmente. Habla de ello con el señor Barón y, después, o le escribes a él mismo de nuevo, o bien pensad en otro, y, si se creyese que 
yo podría ayudar de algún modo, predicaré yo mismo. Pero, conciértalo con ((522)) este nuestro Mecenas. Estoy libre ad choc, a partir del 

20 de febrero hasta alrededor del 20 de marzo. Pero necesito saberlo cuanto antes para preparar el consiguiente programa. 

Se me aseguró que había sido enviada la respuesta en sentido favorable a nuestra hermandad 2. 

Desde ahí seguiré adelante hacia nuestras casas de Francia. 

Para el asunto del Laghetto 3 yo había revuelto medio mundo y parecía que todo estaba en su sitio, cuando una carta del canónigo Brés 

dice que se suspendan todas las gestiones, porque el asunto ha pasado a otros. Optime. Así yo quedo libre. 

3.° Por los periódicos, tendrás informes sobre nuestra primera conferencia de cooperadores en Roma, presidida por el Cardenal Vicario, 
el cual habló, etc. Asistía también el cardenal Sbarretti con muchos arzobispos, obispos y prelados. Es un gran suceso histórico para 

nosotros. 

4.° Saluda al señor Audoli, anímale. Saluda también a todos nuestros queridos muchachos, amigos y bienhechores. 

5.° Al abogado Michel, que no me abandone. No es el momento para tomar las cosas en broma. 

6.° Saldré de Roma inmediatamente después del 15 del corriente mes. 

Dios os bendiga a todos. Amén. 

Roma, 2-2-78, Torre Specchi, 26
Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.


1 El tantas veces nombrado señor Audoli convivía con los salesianos, con los cuales murió. 

2 Véase más adelante, pág. 463, en la nota. 

3 Véase XII Volumen, pág. 110. 

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Ya sabemos que el día de su partida de Roma se prorrogó hasta el 26 de marzo, martes. Apenas llegó a Sampierdarena envió a don José 
Ronchail sus últimas instrucciones 

Mi querido Ronchail: 

Te envío un pobre borrador de lo que hay que imprimir y entregar a los colectores y colectoras y a sus amigos. Resulta un poco difícil 
de leer, pero no tengo tiempo para hacerlo copiar. Haz un buen acto de contrición y lo entenderás fácilmente. Después, el señor Barón lo 
arreglará con esos cuatro colores, con los que él sabe a su tiempo embellecer los pensamientos. 

Una vez preparado un ejemplar en limpio, en francés, váyase al obispo y se le pidan tres cosas: que se imprima, si nada obsta; que asista 
él; y que permita que después de las palabras del Padre Santo se añade: Semejante consuelo experimentamos con otra consoladora 
noticia; que nuestro amadísimo Obispo se dignó ser cooperador y como tal asistirá ((523)) a la conferencia. Si tú no puedes ir, haz ir a 
don Juan Bautista 1 y procurad que todo siga adelante. 

El sábado, si Dios quiere, estaré contigo a las dos de la tarde. Prepárame para comer algo que esté muy cocido, como para un pobre 
viejo desdentado. 

Me quedaré hasta después de la colecta de limosnas; luego iremos a Fréjus, Saint-Cyr, La Navarre y Marsella. Ya he escrito en este 
sentido al párroco de San José. 

Olvidé decirte que el escrito del que hablo más arriba irá firmado por nosotros dos o por otros, según opine el señor Barón. 

Es probable que vaya conmigo don Miguel Rúa o algún otro malandrín del Capítulo Superior. Estamos reunidos aquí para acabar el 
trabajo de nuestro Capítulo 2 de Lanzo. 

Ya hablaremos de palabra sobre muchas otras cosas. Anímate; ruego mucho a Dios por ti y espero ser oído. Que El te bendiga. 

Saluda todos y rogad por vuestro 

Sampierdarena, 27-III-78. 

Afmo. amigo en Xto.
JUAN BOSCO, Pbro.


El curso escolástico 1877-78 se empezaron en Niza las escuelas profesionales las clases de enseñanza media. Los alumnos internos 
llegaron a sesenta; pero, había además mediopensionistas y externos. 
Naturalmente el oratorio festivo estaba en plena actividad. Con el escrito mencionado en la carta, quería don Bosco hacer una llamada a 
la caridad ciudadana e invitar a la conferencia salesiana. 

1 Don luan Bautista Ronchail, primo del director y prefecto de la casa. 

2 Lo dice en broma, por el «capítulo general». 

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Beneméritos y caritativos nizardos: 

Creemos que una de las obras que ciertamente merecen la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres es la del Patronato de 
San Pedro, que humildemente recomendamos a la caridad de los beneméritos nizardos. 

Hace poco más de dos años que existe y fue fundado y sostenido por la piedad de los fieles. Todos han aportado generosamente su 
ofrenda porque la daban para los muchachos pobres, expuestos a mil peligros de alma y cuerpo: muchachos que, de no ser ayudados, se 
encuentran a punto de convertirse en tormento de los ciudadanos, fastidio de las autoridades públicas con riesgo de arruinarse a sí mismos 
y a sus compañeros. 

En cambio, colocados en un ambiente a propósito, son instruidos en las ciencias ((524)) escolares y religiosas, preparados para un 
oficio, con el que podrán ganarse, en su día, el pan. 

Estos muchachos proceden de diversos pueblos y de cualquier nación y son admitidos, sin ninguna distinción, en las escuelas diurnas y 
nocturnas, en las reuniones de los días festivos y en las prácticas religiosas. Los frutos obtenidos durante este período son muy 
satisfactorios y tenemos el gusto de contar ya con bastantes muchachos, que estaban adelantados en los caminos del mal, y diríamos casi 
colocados a la puerta de la cárcel, han vuelto atrás, trabajan, han sido restituidos a sus propias familias y devueltos a la sociedad, ya 
hechos buenos cristianos y honrados ciudadanos. 

Esta obra, tan bien vista y sostenida por vosotros, habitantes de Niza, pasa al presente verdaderos apuros económicos. 

Necesidades especiales 

Además de los gastos cotidianos para dar de comer a no menos de ciento cincuenta muchachos, entre internos y externos, hay que pagar 
algunas deudas atrasadas, de ropa, pan y demás comestibles comprados para estos pobrecitos. Todas las facturas reunidas su man la 
cantidad de francos... 

Falta pagar todavía la mitad de la casa, en la que actualmente se vive, que llega a cuarenta v cinco mil francos con los intereses anuales. 
Hay reparaciones y muchos trabajos, de cuya ejecución depende que se pueda doblar el número de muchachos abandonados. 

Recursos 

No hay más recursos, beneméritos nizardos, que los de vuestra caridad y la de los benévolos señores que moran en esta misma ciudad. 

El «sermón de caridad» que tendrá lugar el día... tiene la finalidad de aliviar los apuros del Patronato de san Pedro y proveer de ropa y 
alimentos a los muchachos que en él viven. 

A vosotros, pues, cooperadores y cooperadoras de las obras salesianas, a todos vosotros, colectores y colectoras, rogamos humilde y 
encarecidamente que derraméis vuestro cielo en favor de estos seres que son los más dignos de la sociedad civil: recomendadlos a las 
personas caritativas que conocéis, recoged la monedita de la viuda y las ofrendas del rico, recordando a todos que Dios asegura a tales 
obras el céntuplo en la vida presente y el premio eterno en la futura. 

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Esta es la primera conferencia que celebran los cooperadores de Niza; y el Padre Santo envía para cada uno de ellos una bendición 
especial y concede indulgencia plenaria a todos los que acudan a tomar parte en ella, con tal de que cumplan lo prescrito por la Iglesia 
para esas ocasiones. 

Os comunicamos, además, con la máxima satisfacción, que su Santidad León XIII se ha dignado hacerse cooperador salesiano y 
permitir que su augusto nombre figure entre ellos... 

((525)) Don Bosco dejó en blanco el nombre del conferenciante, porque seguía esperando respuesta afirmativa de Orléans; la respuesta 
llegó, pero desde un balneario, desde Hyères; era una respuesta cortés, pero negativa 1. Antes de salir de Italia, envió la circular pidiendo 
la aportación de los cooperadores para comprar el convento de Nizza-Monferrato, y convertirlo en casa central de las Hijas de María 
Auxiliadora 2. 

En Sampierdarena se detuvo tres días, hasta el 30 de marzo, y mientras los capitulares volvían a Valdocco, él y don Miguel Rúa se 
pusieron en camino hacia la Costa Azul. Los muchos gastos que hubo que hacer en Niza, habían vaciado los bolsillos; a su llegada se 
encontró a sus hijos con una deuda de diez mil francos a los proveedores de comestibles; y que no recibían las asignaciones de la 
conferencia de San Vicente de Paúl, porque ésta tenía vacía la caja. Sin embargo, el Siervo de Dios no profirió una sola palabra de 
censura o de queja; sino que animaba a los hermanos en casa y alababa fuera las obras externas. Su gran confianza en la Providencia 
produjo los mejores efectos y suscitó a su favor nuevas llamas de caridad, de tal forma que llegaron ayudas, que permitieron pagar las 
deudas y desarrollar el Patronato. 

Una de las cosas que tenía que hacer al llegar a Niza era tomar al prefecto don Juan Bautista Ronchail, primo del director don José, y 
llevarlo a La Navarre o a Marsella, ((526)) para dejarlo allí como director. 

1 Decía así la carta: 

Señor Abate y venerable amigo: 

Hubiera yo tenido una gran satisfacción en cumplir lo que usted espera de mí; pero mi triste estado de salud no me lo permite. 

Me encuentro en este momento en Hyères y no estoy en situación de poder volver a Orléans, como había decidido. 

Ruégole me perdone y piense que todo lo que me sea posible hacer por su obra, a más de predicar un sermón, seré muy fiel en 
cumplirlo. 

Con mis más afectuosos y respetuosos sentimientos en Xto. 

Hyères, a 5 de abril de 1878 

» El Obispo de Orléans. 

2 Véase más atrás, pág. 176. 

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El, que no sabía nada de esta elección tomada por los Superiores, se hacía a todo el domingo 31 de marzo, para lograr que la llegada de 
don Bosco se celebrase con la mayor solemnidad posible. Aquel día tuvo que predicar dos veces, por estar enfermo el director; por la 
tarde se cansó demasiado con una representación teatral para cerrar alegremente la fiesta. Todo resultó a satisfacción del buen Padre; 
pero, a su pesar, fue aquél el último esfuerzo de don Juan. A la mañana siguiente se encontraba tan fatigado que prolongó el descanso. El 
martes tenía que ir don Bosco a Fréjus, cuyo obispo deseaba se estipulara el contrato de las casas de La Navarre y de Saint-Cyr. Don Juan 
Ronchail encargó que le dijeran que el cansancio no le permitía levantarse. El Beato partió tranquilo. Las personas que debían reunirse en 
Fréjus para el contrato, no habían sido avisadas con tiempo, por lo que hubo que trasladarlo al viernes siguiente. Entonces don Bosco 
siguió viaje hacia Marsella. 

Allí, después de las dos visitas anteriores del Beato, la idea de una fundación salesiana iba adelante, aunque todavía no en la dirección 
precisa que debía tener. Se había determinado exactamente la forma: 
el canónigo Guiol, a la vuelta de su viaje a Turín, en mayo de 1877, ya no se conformaba con un simple oratorio festivo para su 
parroquia, sino que quería una obra semejante a la que había admirado en Valdocco. Monseñor Place pensaba igual y así se entrevió el 
procedimiento a seguir para convertir la idea en realidad. Existía en Marsella una sociedad llamada Beaujour, constituida por excelentes 
católicos y cuya finalidad era la de ayudar a instituciones benéficas en favor de la juventud abandonada; ella se encargaba de la propiedad 
de los inmuebles y su uso frente a las exigencias legales del Gobierno. El Obispo, que siempre estaba al parecer del abate Guiol para que 
las cosas fueran rápidas, trató por su medio con ((527)) el consejo de administración de la Sociedad, en agosto de 1877 y con buenos 
resultados 1. 

La sociedad, situada en la calle de la que tomó el nombre, poseía una hilera de casas, en las que los Hermanos de las Escuelas 
Cristianas tenían unas escuelas elementales para los hijos de obreros pobres y un internado para aprendices. Era la casa que se llamaba 
Maison Beaujour. El primer pensamiento del párroco de san José fue ver la posibilidad de substituir a los Hermanos por los Salesianos. 
Habló de ello con su Visitador y no encontró ninguna resistencia. Comunicó todo a don 

1 Actas de la Sociedad Beaujour, 17 de agosto de 1877. Nos servimos a continuación de los datos que el P. Federico Rivière pudo sacar 
del registro donde se conservaban las actas de la Comisión administrativa de la Maison Beaujour, especialmente las de las fechas 4 y 11 
de agosto, 22 de septiembre y del 6 al 27 de noviembre de 1877. 
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Bosco. Pero las vacaciones del canónigo, que tuvo que ir a un sanatorio, obligaron a suspender las gestiones. 

El Beato, que presidía por entonces el Capítulo General en Lanzo, al no recibir más noticias de Marsella, mandó escribir al canónigo 
que deseaba saber cómo iba el asunto 1. Tres días después, le escribió de su puño y letra, para manifestarle su vivo deseo de saber por él 
mismo en qué punto se hallaban las cosas 2. Entonces el consejo de administración acordó dejar las escuelas elementales en manos de los 
hermanos y confiar a los hijos de don Bosco solamente las escuelas profesionales. 

El voto de la asamblea resultó favorable; pero un incidente no previsto volvió las cosas a su primara situación. El Visitador de los 
Hermanos sacó de la Maison Beaujour y envió a otra casa a un religioso muy apreciado por los alumnos y benemérito de la obra. El 
consejo de la Sociedad, disgustado por el traslado, intentó ((528)) revocarlo; pero el superior no cedió. Después de ello no se volvió a 
hablar de los Hermanos: toda la Maison Beaujour debía pasar a manos de don Bosco, cuya llegada se esperaba en los primeros días del 
mes de diciembre de 1877, para poder estipular un convenio. 

»Y saben ciertamente los lectores si don Bosco podía ir a Marsella en diciembre? El interés, o mejor dicho la impaciencia, pasó 
entonces al canónigo Guiol. El apremiaba, sin poder comprender tanta tardanza. Don José Ronchail le proporcionó noticias desde Niza 3; 
finalmente le escribió don Bosco con su habitual serenidad. 

Muy apreciado señor Cura: 

Con verdadera satisfacción he recibido su carta, en la que me anuncia que está dando los últimos toques a las gestiones para una casa 
destinada a los muchachos más abandonados. Damos gracias a Dios, y manifestamos nuestra gratitud a usted. 

Tenía intención de ir cuanto antes a Marsella, pero una llamada urgente me obliga a ir el lunes próximo a Roma, de acuerdo con los 
deseos del Padre Santo que, a sus 

1 Carta de don José Ronchail al párroco Guiol, Lanzo, 19 de septiembre de 1877: «Hace unos quince días que todos los directores de 
nuestras casas estamos reunidos para los ejercicios espirituales y el Capítulo General. Tenemos de momento dos días de descanso y don 
Bosco me encarga le escriba pidiéndole noticias que él espera con mucho interés. el sabe que usted tenía que hacer un viaje por mar y 
gozaría sabiendo que le ha ido bien y que al presente disfruta de buena salud» 

2 Así resulta de las actas de la comisión administrativa del 22 de septiembre; pero la carta no se ha encontrado hasta ahora. 

3 Carta del 10 de diciembre de 1877: «Siento mucho haberle hecho esperar tanto tiempo e inútilmente mi respuesta. Yo había pedido a 
don Bosco que me fijara poco más o menos la fecha de su viaje a Niza, pero sus muchas ocupaciones no se lo han permitido todavía. 
espero, sin embargo, que no tardará en venir y, apenas sepa algo, tendré mucho gusto en comunicárselo». 
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expensas, quiere que abramos una casa en La Spezia, que es una ciudad de los protestantes y de la masonería. y otra en Roma. Así que no 
podré ir a Marsella hasta últimos del próximo enero. Pero, ante la urgencia, encargaría a don José Ronchail que hiciera una visita previa 
para entenderse con usted y hacer lo que sea necesario para el objeto. Puede dirigirme cualquier recado a Roma en Torre de'Specchi. 

Ahora, aunque un poco tarde, debo darle las más cumplidas gracias por la gran benevolencia y caridad con que ha tratado a nuestros 
misioneros. Han quedado entusiasmados de su bondad, y escribieron diciendo unánimemente: el párroco de san José es un verdadero 
cooperador salesiano; que Dios nos lo conserve. 

Hoy todos nuestros misioneros están en alta mar. Los primeros llegarán mañana a Montevideo y pasado mañana a Buenos Aires. 

Nos encomendamos todos a la caridad de sus santas oraciones, y créame en Jesucristo 

Turín, 12 de diciembre de 1877, 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((529)) La alusión a los misioneros nos hace recordar oportunamente un episodio un tanto singular. Además de los del grupo de don 
Santiago Costamagna, también los compañeros de monseñor Ceccarelli habían experimentado el buen corazón del canónigo Guiol en 
circunstancias excepcionales. Cuando salieron de Niza, creyendo que llegarían a Marsella por la noche, donde no conocían a nadie, 
determinaron telegrafiar al párroco de san José: «Llegaremos esta noche, a las diez, cuatro salesianos». Y como ninguno de los de la 
comitiva era conocido firmaron a secas: DON BOSCO. El canónigo, convencido de que llegaba don Bosco en persona, preparó una 
recepción solemne. Apenas se paró el tren en la estación, vieron los nuestros que unos nobles señores les hacían señales, con deferencias 
de toda clase, invitándoles a subir en sus propios coches, mientras el párroco corría de una a otra parte repitiendo: Don Bosco, o¨ est-il? 
Don Bosco o¨ est-il? Sólo entonces comprendieron los desdichados el lío que habían armado y, más aún, cuando pusieron sus pies en 
casa y se encontraron en un salón espléndidamente iluminado y frente a una mesa exquisitamente preparada y tuvieron que responder a 
los cumplidos de unas nobles damas, que miraban a ver por dónde aparecía el esperado don Bosco. Se las apañaron como Dios les dio a 
entender; pero el abate Guiol, creyese o no la afirmación de monseñor Ceccarelli que repetía que don Bosco se había quedado en Niza 
con asuntos imprevistos, pasada la primera contrariedad, no mostró su contrariedad y, arreglándoselas con sus amigos, ofreció a los 
cuatro la más cordial hospitalidad. 
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Iban, mientras tanto, pasando las semanas, y don Bosco no sabía indicar aproximadamente cuándo terminaría su estancia en Roma. En 
enero de 1878 hizo comunicar a don José Ronchail, que esperaba estar en Marsella a finales de mes y que, si urgía cerrar el contrato, 
fuera él mismo a Marsella con poderes generales para toda ((530)) Francia 1; pero en Marsella se prefirió dejarlo todo hasta la llegada de 
don Bosco. Así se pasaron los meses de enero y febrero sin que las circunstancias, como ya hemos narrado, permitieran a don Bosco salir 
de Roma. Ya muy adelantado marzo, llegaba esta carta del Beato a su bienhechor de Marsella. 

Mi siempre querido señor Cura: 

A pesar de mis deseos, todavía no he podido fijar mi partida de Roma. Espero estar en Marsella en la primera quincena del próximo 
abril y arreglar los asuntos de acuerdo con su caritativo pensar y mi vivo querer. Compadezca mi descuido. La culpa es del Padre Santo, 
ríñale a él. 

Le envío una de las últimas fotografías de Pío IX y personalmente espero poder regalarle una a usted y otra al venerado monseñor 
Laplace (sic) del actual pontífice León XIII. 

Si tuviere ocasión de hablar un momento con Monseñor puede comunicarle que llevé al Santo Padre el proyecto de una casa para los 
pobres aprendices de Marsella. Manifestó su gran satisfacción y me encargó le comunicara una bendición especial y otras cosas que le 
diré verbalmente. 

Mi querido señor Cura, ícuánto por hacer y cuántas almas que salvar! De palabra trataremos de todo 2. 

Me encomiendo de todo corazón a la caridad de sus oraciones, y créame siempre en J.C. 

Roma, 14 de marzo de 1878, Torre de'Specchi, 36 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, pbro. 

Finalmente el dos de abril llegaba don Bosco a Marsella, en compañía de don Miguel Rúa. En casa del párroco de san José, donde se 
hospedaba, se encontró con dos personas que serían allí instrumentos de la divina Providencia: nos referimos a la señora Prat-Noilly y al 
abate Mendre. Estaba la señora Prat oyendo misa en la iglesia parroquial de san José y advirtió en el altar a un sacerdote, cuyo exterior 

1 Carta de don José Ronchail al abate Guiol, Niza, 4 de enero de 1878. 

2 El 14 de marzo recibió don Bosco la tarjeta de audiencia para el 16. Podemos creer que tenía por seguro que obtendría esta 
«bendición especial» y que cuando el canónigo hablase con Monseñor sería ya cosa hecha. 
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((531)) le impresionó; llamaba la atención su porte general, su exactitud en la observancia de las rúbricas, su recogimiento habitual, un 
aire tal de santidad que le hicieron exclamar: 

-Este sacerdote debe ser un religioso. 

Un deseo invencible por conocerlo de cerca la llevó hasta la sacristía a preguntar quién era aquel sacerdote que celebraba de modo tan 
edificante. 

El párroco satisfizo sus deseos. 

-»Podría presentarme?, preguntó con timidez. 

-En seguida, señora, respondió el abate Guiol. 

Allí mismo la presentó. No hizo falta más para que la buena señora quedase totalmente ganada a la causa de don Bosco y pusiese 
absoluta confianza en el Beato. Sólo Dios sabe lo que ella hizo, a partir de entonces, por el oratorio de San León: baste decir que fue su 
verdadera madre, hasta el último aliento. 

También el canónigo Mendre trabó por entonces relación con don Bosco de una manera sencillísima. Hasta abril de 1878 ni sabía quién 
era don Bosco. El párroco Guiol, de quien era vicario, llamóle un día y le dijo: 

-Don Bosco va a empezar sus obras aquí en Marsella; póngase a sus órdenes. 

El Siervo de Dios resultó también un imán para el abate Mendre: 
desde su primer encuentro se convirtió en algo totalmente suyo. Ha quedado en el recuerdo de los salesianos franceses aquella expresión 
del Beato: 

-El abate Mendre ha robado el corazón a don Bosco. 

Pero con más razón aún, se habrían podido invertir los términos. 
Durante cuarenta años no pasó casi un día, sin que el vicario, y más tarde párroco de san José, no diese una prueba de su afecto a los hijos 
de don Bosco. 

Mientras se hacía nuevos amigos y volvía a ver a los antiguos, iba el Beato concretando rápidamente sus planes con el canónigo Guiol, 
a quien dejó, al partir, el cuidado de esbozar con la Sociedad Beaujour un esquema de contrato que respondiese a sus deseos y se lo 
enviase inmediatamente a Alassio o a Sampierdarena. 

((532)) Don Bosco, recién llegado a Marsella, escribió una carta misteriosa a don Juan Bautista Lemoyne, cuyo texto no tenemos, pero 
sí una nota autógrafa del propio destinatario, que dice: 

«Estaba un día en su antesala muy afligido y triste no sé porqué. Al cabo de unos días, quizá el día siguiente, sin que yo hubiera 
hablado con nadie de mi angustia, veo que me llega una cartita de don Bosco 
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llena de suaves expresiones y saludables alientos, que fueron como un bálsamo para todas mis penas. Cuando volvió al Oratorio, me dijo: 

«-Te escribí aquella carta para consolarte en la aflicción en que te veía». 

«Y ciertamente yo estaba aquel día de angustia en el lugar que me indicó el Siervo de Dios». 

En el mismo papel recoge Lemoyne un testimonio de don Francisco Ghigliotto, el cual recordaba que en 1877, siendo clérigo en el 
Oratorio, había oído a don Bosco después de la fiesta de María Auxiliadora decir en unas buenas noches, bajo los pórticos: 

-Agradecemos a la Virgen Santísima que este año, más que los otros, me ha concedido la gracia de leer y ver en las conciencias de 
todos como en un espejo. 

Don Bosco llegó a Fréjus el día señalado: allí se acordó la próxima apertura de una casa en La Navarre. Así se llama una amplia finca 
de doscientas treinta y tres hectáreas en el municipio de La Crau, departamento de Var. Con todos aquellos campos se había formado una 
colonia agrícola, denominada Orfanato de San José. Lo había fundado en 1863 el sacerdote Santiago Vincent, gracias a la generosidad del 
señor Roujou, propietario de la finca, el cual la donó con el único objeto de que sirviera para poner en marcha una obra de beneficencia. 
Diez años después el orfanato, con los terrenos anejos, fue cedido en enfiteusis durante noventa y nueve años, por el abate Vincent, a tres 
sacerdotes del clero secular, que acariciaban la idea de hacer resurgir la orden tercera de los religiosos trinitarios, pero con la obligación 
de someterse a la condición impuesta por el espléndido donante en el acta de entrega. 

Pero, apenas pasaron cinco ((533)) años, los arrendatarios se encontraron abrumados de deudas, de tal manera que no sabían cómo salir 
a flote y, secundando los consejos del obispo, determinaron cederlo todo a don Bosco, con la condición de que les pagase veinte mil 
francos, por las mejoras introducidas por ellos en edificios y terrenos durante el tiempo de su administración, y se hiciese cargo de una 
deuda de siete mil francos, importe de un préstamo que ellos habían hecho con varios bienhechores de la casa: a salvo siempre la 
condición antes dicha, que, de no cumplirse, transfería automáticamente el dominio de La Navarre al hospital de Hyères. 

Decíamos que el iniciador y denodado promotor de esta cesión fue el Obispo de Fréjus y Tolón, monseñor Fernando Terris, convertido 
en instrumento inconsciente de la divina Providencia. Su primera carta sobre el asunto de la colonia agrícola llegó a manos de don Bosco 
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en agosto de 1877. En este hecho hemos de notar dos cosas: primeramente que la invitación le llegó de improviso, sin que antes hubiera 
habido remotas gestiones y ni siquiera las más lejanas probabilidades de semejante proposición; y, por otra parte, don Bosco siempre se 
había manifestado opuesto a la fundación de colonias agrícolas, porque, a su modo de ver, no ofrecían garantías suficientes para la 
conducta moral de los jóvenes. Ahora bien, la noche precedente a la llegada de la carta de monseñor Terris, el Beato tuvo un sueño que 
hizo se desvaneciera en él aquel prejuicio y le dispuso a aceptar complacido la propuesta. 

En el mes de septiembre, durante los ejercicios de Lanzo, contó lo que había visto; estuvieron presentes a la narración, entre otros, el 
conde Cays, clérigo a la sazón, don Julio Barberis y don Juan Bautista Lemoyne, de quien es el relato siguiente 1. 

((534)) Me vi en sueños ante una amplísima zona de terreno que no parecía ciertamente los alrededores de Turín. Una casa rústica que 
tenía delante una pequeña era parecía brindarme hospedaje. Esta vivienda, como en general las de los campesinos, estaba desprovista de 
todo ornato y la habitación en la cual yo me encontraba tenía varías puertas que ponían en comunicación con otras habitaciones, mas 
éstas no estaban al mismo nivel que la primera. Para llegar a unas había que subir y, en cambio, para entrar en otras era necesario bajar 
algunos escalones. Alrededor se veían unos percheros en los que estaban colocadas diversas herramientas de labranza. Yo dirigí mi vista a 
una y otra parte, pero no vi a nadie. Comencé a dar vueltas por las habitaciones, pero todas estaban vacías. La casa estaba desierta. 
Cuando he aquí que llegó a mis oídos la voz de un muchachito que cantaba; aquel canto venía de fuera de la casa. Salí y pude comprobar 
que el cantor era un niño como de unos diez a doce años, de buen aspecto, robusto, vestido de obrero. Su voz era bien timbrada. 
Estaba de pie, derecho, con la mirada clavada en mí. Cerca de él, una mujer limpiamente vestida, con aspecto de campesina, en actitud de 
acompañar al muchacho. El joven cantó en lengua francesa: 

Ami respectable, Amigo respetable 

Soyez notre père aimable. Sed nuestro padre amable. 

Yo, que me había detenido en el umbral de la puerta, le dije: 

-Ven, acércate, »quién eres? 

Y el niño, mirándome, volvía a repetir la misma canción. 

1 En la Vida, en dos volúmenes, Vol. II, pág. 190, se dice que don Bosco tuvo este sueño, durante los ejercicios, cuando se celebraba el 
Capítulo General en Lanzo, esto es, en septiembre. Pero su respuesta al Obispo de Fréjus es del 3 de agosto, cuando no había ejercicios 
en Lanzo y don Bosco estaba ciertamente en el Oratorio. En Lanzo narró el sueño en septiembre: esto no puede dudarse, porque así lo 
asegura Lemoyne que estuvo presente. puede también asegurarse que él soñó la noche anterior a la llegada de la carta de Monseñor. pero, 
en cuanto a la fecha del hecho, hubo sin lugar a duda un mal entendido. 
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Yo entonces añadí: 

-»Qué quieres de mí? 

Y el pequeño comenzó de nuevo a entonar su cancioncilla. 

Yo insistí: 

-Pero explícate claramente. »Quieres que te reciba en casa? »Tienes algo que decirme? »Deseas algún regalo; tal vez una medalla? »O 
es que esperas un socorro en dinero? 

Entonces el jovencito, sin hacer caso de mis preguntas, dirigió la mirada a su alrededor y cambiando la letra comenzó a cantar 
nuevamente: 

Voilà mes compagnons Esos son mis compañeros
Qui diront ce que nous voulons. Que dirán lo que queremos.


Y he aquí que veo una gran muchedumbre de jovencitos que se acercaban hacia el lugar donde yo me encontraba caminando sobre 
aquellos terrenos incultos. Todos ellos cantaban a pleno pulmón: 

Notre père du Chemin, Padre nuestro del Camino,
Guidez-nous dans le Chemin nuestro paso peregrino
Guidez-nous au jardin, guía a un jardín no de flores,
Non au jardin des fleurs, sino a otro jardín divino,
Mais au jardin des bonnes moeurs. el de los puros amores 1.


-»Pero quiénes sois vosotros?, pregunté yo maravillado, mientras ((535)) me adelantaba saliendo al encuentro de aquella muchedumbre 
infantil. Y el pequeño que había cantado solo primeramente, continuó el canto solo también, diciendo: 

Notre Patrie Sí, nuestra Patria querida
C'est le pays de Marie. es la tierra de María.


Y yo le respondí: 

-íNo comprendo! »Qué hacéis aquí? »Qué queréis de mí? 

Y todos respondieron a coro: 

Nous attendons l'ami Esperamos al amigo
Qui nous guide au Paradis. que nos guíe al Paraíso.


-Estamos de acuerdo, añadí. »Queréis venir a mis colegios? íSois demasiados! Pero ya nos arreglaremos. »Queréis aprender el 
catecismo? Yo os lo ensenaré. »Queréis confesaros? Estoy a vuestra disposición. »Queréis que os ensene a cantar, que os dé clase o que 
os haga una plática? 

Y todos respondieron graciosamente a coro: 

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VOLUMEN XIII Página: 458 

Notre Patrie Sí, nuestra Patria querida 

C'est la pays de Marie. es la tierra de María. 

1 Advertirá el lector que la traducción del francés es algo libre: íhay que achacarlo al imperio de la métrica! (N. de. T.) 

Fin de Página 458 


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Yo callé entonces y pensaba para mí: »Dónde estoy? »En Turín o tal vez en Francia? íQué cosa tan extraña! No soy capaz de salir de 
este embrollo. 

Y mientras pensaba así y reflexionaba, aquella buena mujer tomó de la mano a aquel niño y con la otra indicó a los jóvenes que se 
reuniesen y se encaminasen a una era, mayor que la primera, que no estaba a mucha distancia: 

-Venez avec moi (Venid conmigo), dijo, y se puso en camino. 

Todos los jóvenes que me habían rodeado se pusieron en marcha hacia la segunda era. Mientras yo también me encaminaba con ellos, 
nuevas falanges de jovencitos se agregaban a la primera. Muchos de ellos llevaban hoces, otros azadas y otros instrumentos de los oficios 
más diversos. Yo contemplaba a aquellos muchachos cada vez con mayor admiración y me daba cuenta de que no estaba en el Oratorio ni 
en Sampierdarena. Y me decía entre mí: 

-Pues no debo estar sonando, porque camino. 

Entretanto la muchedumbre de jóvenes que me rodeaba, si alguna vez yo retrasaba el paso, me empujaba obligándome a seguir hacia la 
era más grande. 

Al mismo tiempo, no perdía de vista a la mujer que nos precedía y que había despertado en mí una viva curiosidad. Con su modesto 
vestido de campesina o pastorcilla, con su pañuelo rojo al cuello y con su corpiño blanco, me parecía un ser misterioso, aunque nada 

ofreciese de sorprendente en su exterior. Sobre la segunda era se levantaba una rústica casa y cerca de ella un edificio de bello aspecto. 

Cuando todos los jóvenes estuvieron concentrados en la era, la mujer se volvió hacia mí y me dijo: 

-Contempla estos campos, mira esta casa y estos jóvenes. 

((536)) Así lo hice y pude comprobar que el número de los muchachos era incontable, eran mil veces más que cuando salieron de la 

primera era. La mujer continuó: 

-Estos jóvenes son todos tuyos. 

-»Míos?, repliqué yo. »Y qué autoridad tenéis vos para entregarme estos muchachitos? No son ni vuestros ni míos, son del Señor. 

-»Que con qué autoridad?, respondió la campesina. Son mis hijos y yo te los confío. 

-Pero »cómo podré hacer yo para vigilar a una juventud tan inquieta, tan numerosa? »No veis aquellos muchachos que corretean 

locamente por los campos, perseguidos por otros? »Aquellos que saltan fosos, lo que suben a los árboles? »Aquellos que se están 
peleando? »Cómo va a ser posible que yo consiga imponer entre ellos orden y disciplina? 

-»Me preguntas qué es lo que tienes que hacer? íMira!, exclamó la mujer. 

Miré hacia atrás y vi que avanzaba hacia mí un numeroso escuadrón de otros jóvenes y que la mujer alargaba y extendía un gran velo 
sobre ellos, cubriéndolos a todos. No pude ver de dónde sacó el velo. Después de unos instantes, lo recogió. Aquellos jovencitos estaban 
transformados. Todos se habían convertido en hombres, en sacerdotes y en clérigos. 

-»Y estos sacerdotes y estos clérigos, son también míos?, pregunté a la mujer. 

Ella me respondió: 

-Serán tuyos si tú consigues hacértelos tuyos. Ahora, si quieres saber alguna cosa más, ven aquí. 

E hizo que me aproximase un poco más a ella. 

-Pero, decidme, buena mujer, decidme, »qué lugar es éste?, »dónde me encuentro? 

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La mujer no respondió, sino que hizo una señal con la mano a todos los muchachos que se congregaron a su alrededor. Entonces ella 
comenzó a cantar: 

-Attention, garþons, silence. Ouvriers, ateliers, chantez tous ensemble. (Atención, muchachos, silencio. Obreros, talleres, cantad todos 
juntos). 

E hizo una señal con las manos dando una palmada. 

Entonces los jóvenes comenzaron a cantar a pleno pulmón. 

-Gloria, honor, gratiarum actio Domino Deo Sabaoth. (Gloria, honor, acción de gracias al Señor Dios de los ejércitos celestiales). 

Todos juntos formaban un coro de extraordinaria armonía. Era una serie de voces que iban desde las notas más bajas hasta las más altas 
y brillantes, combinadas de tal forma que las primeras parecían partir de la tierra, mientras que las otras semejaban perderse en lo más 
alto de los cielos. 

Terminado de cantar este himno, todos gritaron cantando: 

-Ainsi soit-il! (íAsí sea!) 

Y entonces me desperté. 

Es sumamente interesante la respuesta enviada por don Bosco al Obispo, toda ella inspirada en la casi seguridad de poderle atender, a 
pesar de que el Siervo de Dios no solía escribir en estos términos cuando se trataba de los comienzos de aceptación de una nueva 
fundación. Tal vez el abate Guiol conocía las intenciones de Monseñor y por eso, sin advertir nada a don Bosco, había procurado preparar 
la entrevista a que hace referencia el exordio de la siguiente carta: 

((537)) Excelencia Rvdma.: 

No podía recibir una carta que me fuese más grata que la que vuestra Excia. Rdma. se dignó enviarme. Si a mi vuelta de Marsella no me 
hubiese sentido un tanto perturbado en mi salud, ciertamente que me habría detenido con el abate Guiol a saludarle personalmente. 

Hablando ahora de los dos Orfanatos que V. E. me propone, los acepto en principio, y como tengo plena confianza en V. E. me pongo 
enteramente en sus santas manos para la realización de esta obra. A fin de que yo pueda seguir mejor sus venerados deseos y V. E. pueda 
conocer el fin de nuestra Institución, mandaré al Padre José Ronchail, Director del Patronato Saint Pierre-Nice, para que se entreviste con 
Vuestra Excelencia. Va provisto de plenos poderes y tratará y hará cuanto V. E. 
juzgue de la mayor gloria de Dios. 

Al considerar el tema de su venerada carta me vino un pensamiento, que someto a su buen querer. 

Nosotros nos dedicamos especialmente a reunir a los muchachos pobres y en peligro en Patronatos dominicales, y a internar a los más 
abandonados en escuelas de artes y oficios. Cuanto más populosas son las ciudades, tanto más son lugar a propósito para nosotros. Así las 
cosas: »no se prodría, con el orfanato de San Siro, y el de La Navarre establecer uno en Fréjus?, donde montar: 

1.° Un campo de recreo, oratorio y escuelas dominicales para los muchachos de la ciudad. 

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2.° Escuelas nocturnas para adultos. 

3.° Un orfanato parecido al de Turín o Niza. 

Quién sabe si Dios no inspirará a V. E. para encontrar tal vez en otra parte los medios necesarios ad hoc, en cuanto vea la necesidad. 

Dirá V. E. que tengo una cabeza soñadora. Y es verdad; pero, antes de hacer las cosas, hay que decirlas, y, para no errar, someto éste y 
todos mis otros pensamientos al iluminado saber de V. E., asegurándole que su parecer será siempre la norma de mi actuación. 

Entre tanto, elevaré mis pobres oraciones al trono del Señor pidiéndole por la preciosa conservación de sus días, e implorando su santa 
bendición para mí y mis muchachos, me cabe el alto honor de poderme profesar con profunda gratitud, 

Turín, 3 de agosto de 1877. 

Su atto. y s.s. JUAN BOSCO, Pbro. 

La clave del sueño hay que buscarla, pues, en las noticias que le llegaron pocas horas después de Francia, y que no hay que indagar otra 
explicación, fue más tarde confirmado por los hechos. Don Juan Bautista Lemoyne, al visitar la nueva casa poco después de su apertura, 
encontró una nueva prueba de cuanto decimos. Al entrar donde estaba la dirección, vio en el plano o piso superior una habitación con los 
percheros ((538)) alrededor de las paredes y con las puertas por las que se llegaba, bajando o subiendo algunos escalones, a las demás 
habitaciones; he aquí que además había delante de aquella casa una pequeña era y un anchísimo prado abandonado, rodeado de árboles y, 
más allá, no muy lejos, otra era mucho mayor, donde estuvo la casa de los primeros jovencitos internos. Era el sueño a la letra. Lemoyne, 
que no esperaba semejante sorpresa, escribió inmediatamente a don Bosco. Pero algo aún más maravilloso le estaba reservado al mismo 
don Bosco, cuando fue allá para hacer una segunda visita. Al recorrer el Siervo de Dios aquel terreno, los jóvenes le salieron al encuentro 
precedidos por un compañero que llevaba una ramo de flores. Don Bosco, al llegar a poca distancia de éste, cambió de color por la 
emoción; el jovencito tenía la misma talla y las mismas facciones que el que había visto en el sueño. Era Miguelito Blain, que se hizo 
salesiano y vive todavía, escribe Lemoyne, en nuestra casa de Niza 1. Por la noche, durante la velada celebrada en honor de don Bosco, 
mientras los cantores interpretaban un himno y Blain cantaba como solista, el Siervo de Dios, indicándoselo al Director, don Pedro 
Perrot, le dijo: 

1 Murió en París el 7 de agosto de 1947, a los ochenta y dos años de edad. 
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-Me parece el mismo sueño. 

En los sueños de don Bosco hay a veces indicaciones proféticas; con todo, hay que desconfiar de las interpretaciones apresuradas, ya 
que a veces las cosas predichas se realizan en un plazo largo. Si los mismos profetas no comprenden siempre todo el significado de las 
propias profecías, »qué diremos de sus comentaristas? En la última parte de nuestro sueño quedó en el misterio hasta hace pocos años 
aquel escuadrón de jovencitos que manejaban instrumentos de labranza y que se transformaron en clérigos y sacerdotes; esto no dejaba de 
ser un enigma. Hubo varias tentativas de explicación, al decir que don Bosco vio bajo este simbolismo las vocaciones que habrían de salir 
de entre aquellos muchachos; pero esta aclaración no era muy satisfactoria, por ser poco precisa ante la realidad de la representación. En 
cambio, cuando sin que nadie pensase ((539)) en el sueño, se determinó instituir en La Navarre los Hijos de María y después el 
Noviciado, entonces comenzó a perfilarse el significado auténtico de esta parte del sueño. El primero en llamar la atención sobre esta 
circunstancia fue don Antonio Candela, Consejero del Capítulo Superior, en otoño de 1929, cuando, al imponer el hábito talar a un grupo 
de veinte aspirantes allí preparados o concentrados de otros puntos, señaló el grupo de los muchachos y la consiguiente transformación 
prevista por don Bosco más de cincuenta años antes. 

Volvamos al viernes 5 de abril de 1878. El Obispo y don Bosco determinaron aquel día las líneas generales de la obra. Pero del dicho al 
hecho hubo que recorrer un trecho cubierto de espinas, cuyos resultados veremos pronto. Las dificultades se complicaban con otras tres 
fundaciones, ya puestas sobre el tapete, a saber: el orfanato de Saint-Cyr, fundado también por el abate Vincent, una casa de grandes 
proporciones en Cannes, y la fundación de Marsella, en la que también se imponían unos principios proporcionados a la importancia de la 
ciudad. 

Monseñor Terris se interesaba, así mismo, por Saint-Cyr; en efecto, hemos visto por la correspondencia anterior que ya trataba de ello 
con él, a través de don José Ronchail. Con la rápida adhesión del Siervo de Dios, después del sueño, había supuesto el Obispo que el 
próximo curso 1877-78, estarían dispuestos a ir los salesianos, por lo que, con el adelantarse del otoño, le entró cierta zozobra, que le 
hacía multiplicar sus insistencias a Turín y a Niza. Don José Ronchail escribió a don Bosco entre octubre y noviembre: «Acabo de recibir 
carta del Obispo de Fréjus solicitando la apertura de las casas. Dice él... que ha escrito a V. E. Rvma., pero que no ha recibido respuesta. 
Yo le he 
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escrito tres veces, desde mi vuelta de los ejercicios, y tampoco obtuve ninguna respuesta». Don Bosco remitió la carta a don Miguel Rúa, 
escribiendo estas líneas: «Se escribió a Ronchail que empiece a arreglar las cosas de Saint-Cyr, ((540)) un sacerdote y las monjas, que 
estipule el contrato, después Cannes, luego La Navarre». La carta que decía don Bosco haber escrito al director de Niza, era ésta. 

Muy querido Ronchail: 

La multitud de asuntos no permitió que cumpliera mi buen deseo. Pero, es preciso que ya se haga algo para nuestros proyectos. 
Comencemos así. Toma a don Pedro Perrot, o a don Juan Bautista Ronchail y un coadjutor e id al Obispo de Fréjus. Pon a estos dos en 
cualquier sitio y diles que crezcan in multam gentem (hasta ser muchos). Busca después el puesto para las monjas, dime cuántas hacen 
falta y podremos enviarlas enseguida, porque están preparadas para ello. 

Dime, además, cómo se podrán proveer Cannes y La Navarre y escríbeme enseguida. 

Ya he escrito al Obispo de Fréjus. Para tu norma tengo aquí un sacerdote, que te mandaré y que espero te satisfará por su trabajo y su 
capacidad. Tú, por tu parte, debes hacer un milagro ordenándolo todo, y bien. 

»Y don Friers? »No está vivo? 

Dirás al barón Héraud que el cardenal Bilio, Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, responde que ha tomado muy en cuenta su 
cuestión, que ya la ha estudiado y la ha entregado a un secretario para un informe. Será enviada antes al Ordinario pro informatione, pero 
ello no ofrecerá dificultad. Hasta aquí el cardenal Bilio 1. 

Un cariñoso saludo a nuestros queridos hijos, hermanos, amigos, y, sobre todo al querido señor Audoli. Dile que le encargo que se haga 
santo y santifique a los demás. Animo, pues. 

Créeme siempre en Jesucristo 

(Sin fecha) 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro


PD. Que Dios bendiga al querido don Mellano y haga santos a Bianco y Giordano, a quien la Providencia está preparando mucho 
trabajo. »Cuántos milagros han hecho ya? 

1 Al dorso de una tarjeta de visita con un «saludo» a don Bosco de parte de su «muy atento y seguro servidor», barón Amado Héraud, la 
misma mano ha transcrito un decreto que parece referirse a cuanto aquí se dice: (en latín, en el original) «Hay que atenerse al decreto 
general, 10 de septiembre de 1703: por consiguiente, la ASOCIACION puede cantar lícitamente misas por los vivos y por los difuntos, 
por su propio capellán, y realizar las demás funciones que en dicho decreto se determinan, sin pedir de antemano ningún permiso al 
párroco de la catedral; y las enunciadas Constituciones Sinodales no tienen ninguna fuerza, en el caso, para abolir o anular los decretos 
arriba citados, y así lo decretó el día 30 de marzo de 1878. El Cardenal MARTINELLI, P. Ralli secretario». El cardenal Martinelli había 
sucedido al cardenal Bilio, convertido en Penitenciario Mayor en el puesto del cardenal Panebianco, dimisionario. 

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((541)) El envío de personal a que alude no se cumplió por entonces: 
en efecto, a la llegada de don Bosco en abril de 1878, don Juan Bautista Ronchail era el Prefecto de la casa de Niza. El Siervo de Dios le 
dejó indispuesto, como ha poco decíamos al partir para Fréjus; noticias alarmantes, que llegaron después, le obligaron a adelantar la 
vuelta para asistir y confortar a su querido hijo. Las cosas se precipitaron rápidamente: una violenta pulmonía vino a amenazar su 
existencia. El día 7, domingo de Pasión, parecía que había superado la crisis y que ya no corría ningún peligro; pero, al día siguiente se 
presentó una complicación, que hizo perder toda esperanza. El enfermo se dió perfecta cuenta por sí mismo de su estado, reconoció que 
no había remedio humano, y su único pesar era no poder seguir ayudando a los hermanos, que tanto le querían; pero manifestaba su 
resignación a la voluntad del Señor en todo. El día 9 por la mañana pidió confesarse y recibir el santo viático. Le consolaba el 
pensamiento de tener a su lado a don Bosco en el postrer momento. Con santa resignación, don Bosco le infundió un sentimiento vivo de 
Jesús en la cruz, a cuyos dolores unía el enfermo los suyos. Entregó su alma a Dios el día 11, durante la misa de la comunidad. En los 
pocos meses que llevaba en Niza, se había ganado el afecto y el aprecio de todos, dentro y fuera de casa. Don Bosco quedó muy afligido 
con tan gran pérdida; no lo manifestaba, pero aquellos hermanos captaron su profunda angustia, cuando los bendijo a punto de separarse 
de ellos. 

Con paternal solicitud se preocupaba del Director de Niza, el cual sentiría aún más dolorosamente el vacío creado en la casa, después de 
su partida; por eso, al marcharse, quiso encomendarlo al óptimo barón Héraud. 

Queridísimo señor Barón: 

Agradezco la caridad y solicitud que prodiga a diario a mis pobres salesianos y a todo el Patronato de San Pedro. Procuraré demostrarle 
mi gratitud rogando cada mañana por ((542)) usted y su señora esposa en la santa misa, al igual que sé que los jóvenes beneficiados 
ruegan con la misma intención mañana y noche. 

El director, don José Ronchail, necesita al presente mucha ayuda moral. Por eso venga aquí lo más que sus otras ocupaciones se lo 
permitan. El tiene en usted plena confianza y sigue con gusto sus consejos. 

No pierda de vista la necesidad de una iglesia, que sirva para los muchachos y para el público vecino a nuestra casa hacia los señores 
Tibaut. Roguemos a Dios que no dejará de enviarnos algún insigne bienhechor. 

Dé las gracias de mi parte a la señora Baronesa, su esposa, a la señorita Ambury y a las colectoras con quienes tenga ocasión de hablar. 

Ayúdeme con la caridad de sus oraciones y animémonos para poder salvarnos todos eternamente. Amen 
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Suyo de todo corazón en Jesucristo 

Niza, 12 de abril de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


El párroco de San José, que no sabía nada del luctuoso acontecimiento, se afanaba para acelerar la conclusión del plan, esperando tener 
cuanto antes a los salesianos en Marsella. Apenas se fue don Bosco, se apresuró a redactar un proyecto de alquiler de los inmuebles con 
la Sociedad Beaujour, a nombre de don Bosco; el alquiler sería para cincuenta años y con cláusulas y condiciones equitativas. 

El escrito, que se conserva en nuestros archivos, señalaba el 21 de abril de 1878, como punto de partida para el cómputo de los años. 
Impaciente, pues, por ver comparecer al personal que debía sustituir a los hermanos, envió el borrador de convenio y después escribía y 
volvía a escribir, pero no recibía ni una línea de respuesta. Sin saber otro doloroso incidente sufrido por don Bosco mismo, el benemérito 
sacerdote empezaba a inquietarse seriamente. 

Por fin, el día 22 de abril calmó su preocupación don Miguel Rúa con una carta que reproducía tan bien el espíritu del Beato, que 
gustará al lector conocer: 

Reverendo y querido señor Párroco: 

Nuestro querido don Bosco guarda cama por hallarse algo indispuesto y me da el agradable encargo de responder a sus apreciadas 
((543)) cartas del 10 y del 15 del corriente mes. Me encarga ante todo (y siento la necesidad y el deber de hacerlo también por mi cuenta) 
darle las más rendidas gracias por la cordial, y diría fraternal, bondad con que nos recibió y trató los días que tuvimos la satisfacción de 
pasar con V. S. queridísima. Nunca sabremos cómo compensarle, pero lo sabrá muy bien el Señor, que lleva cuenta exacta de todo lo que 
se hace por su amor en favor del prójimo. Por nuestra parte le rogaremos de corazón que en su paternal liberalidad quiera colmar de 
bendiciones a V. S. 

íCuántas peripecias pasamos desde que partimos de su tranquila casa! Se habrá enterado de que el prefecto de nuestra casa de Niza 
estaba gravemente enfermo, cuando nosotros salimos de Marsella. Pues bien, el Señor se llevó a aquel querido hermano a la otra vida, el 
día 11 del corriente mes. Precisamente pensábamos en él para la casa a abrir en esa ciudad. Como si esto fuere poco, por aquellos días 
recibimos también la noticia de la muerte de otro de nuestros sacerdotes en Turín 1; y no basta; la inexorable guadaña de la muerte nos ha 
arrebatado en estos últimos tiempos a tres maestros clérigos en plena juventud. 

1 Don José Lumello, que estaba en el Oratorio, pero no era salesiano. Allí murió el 8 de abril. 
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No es de extrañar que el pobre don Bosco haya caído enfermo, tiene completa resignación al divino querer, mas, a pesar de eso, su 
corazón padece por sus queridos hijos. 

Y mientras tanto, »cómo nos las arreglaremos para cumplir nuestros compromisos y especialmente el de Marsella, por el que tanto 
interés tenemos? A pesar de todo esto, apenas se recibió el borrador del convenio propuesto por V. S., don Bosco habría querido 
dedicarse enseguida a estudiarlo para responder con las observaciones que le pareciesen oportunas. Pero la enfermedad se lo impidió, y 
esperamos que V. S. sabrá excusarle. Está ya mejorando y espera poder examinarlo pronto, presentarlo enseguida a su Capítulo y, 
después, responder en el sentido más favorable que se pueda. Tenga un poco de paciencia y esperemos que pronto estará en situación de 
darle esa respuesta. Para su norma, si tuviera que escribir, podrá dirigir las cartas a Turín, adonde contamos ir cuanto antes, si no nos 
sucede nada peor. 

Ruegue, mientras tanto, al Señor de nuestra pequeña viña para que nos envíe operarios con los cuales poder corresponder y satisfacer a 
las muchas necesidades espirituales que se nos presentan. Ruegue también por nuestro don Bosco y por quien esto escribe que, con los 
sentimientos de sincero aprecio y sentida gratitud, tiene el honor de profesarse, 

De V. S. Rvma. 

S. Pier d'Arena, 22 abril 1878. 
Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro. 

((544)) Como se ve, don Bocco había caído enfermo en Sampierdarena. Desde Niza había hecho breves paradas en Ventimiglia, 
Vallecrosia, Alassio y Varazze. Abrumado por las fatigas del viaje y, para colmo, con un tiempo pésimo por el camino, le fallaron las 
fuerzas para llegar a Turín. Además, había influido duramente en él la repentina muerte del querido don Juan Bautista Ronchail, el más 
valioso elemento de la casa de Niza y destinado a una importante tarea. Encima, esta aflicción le había causado mayor mal, porque, para 
librar a los hermanos de su abatimiento, había debido aparentar que estaba tranquilo y casi alegre. Aquel esfuerzo por parecer sereno y el 
íntimo disgusto de la pérdida sufrida dieron el golpe de gracia a su salud; su fibra, ya muy sacudida con tantos sufrimientos espirituales, 
no resistió más. El Siervo de Dios intentó hacerse violencia y aguantar a pie firme, pero al fin tuvo que ceder y ponerse en cama. Le dijo 
al coadjutor Pedro Enría, que hacía un año pertenecía a la comunidad de la casa de San Vicente Paúl, que llevaba fija en su mente la 
muerte de don Juan Ronchail. Este coadjutor, que le prestó filial asistencia, escribió tres cartas, que conservamos, a José Buzzetti: ellas 
mejor que ninguna otra descripción ponen ante nuestros ojos el estado del enfermo, durante la primera fase del mal. 
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Muy querido José: 

Ayer por la noche, a las once, procedente de Varazze, llegó nuestro buen padre don Bosco, en compañía de don Miguel Rúa. Fui a 
esperarle a la estación y vi que estaba muy cansado pero, a la vez, muy alegre. Le acompañé a casa y le pregunté si deseaba tomar algo. 
Me dijo que no, y nos deseó una buena noche. 

Pero ícuál fue nuestra ansiedad al llegar las ocho de la mañana y ver que don Bosco no bajaba a celebrar la misa! Se esperó un poco y 
después entramos en su habitación. Se había levantado y estaba sentado en un sillón, muy pálido, con la cabeza sobre la palangana y 
vomitando. Se corrió en busca de una bebida, pero los ataques del vómito continuaron hasta la una de la tarde. En consecuencia sintió 
tanto frío, que se le calentó la cama y, a nuestras instancias, se acostó hacia las tres. Pero le vino la fiebre, que siguió creciendo sin cesar 
hasta media noche. Hacia la una de la nañana se adormeció. 

((545)) Vino el médico por la tarde y le encontró muy postrado y fatigado; y, en efecto, no se trata de una indigestión, pues ya sabe 
usted lo poco que come. En Varazze no había tomado más que una sopita. 

Sampierdarena, 17 de abril de 1878 

PEDRO ENRIA 

Querido señor Buzzetti: 

Durante todo el día de hoy don Bosco ha tenido fiebre; la cara encendida con dos rositas en las mejillas, que tan pronto aparecían como 
desaparecían. Parece que de nuevo quiera brotar la fiebre miliar. Deben ser los efectos de los trajines del largo viaje, los cambios de 
comida y la edad que debilita las fuerzas. Es ya media noche y no hace más que dar vueltas en la cama sin poder dormir. Parece imposible 
que se haya debilitado tanto, sólo con el esfuerzo del vómito que tuvo. Esta mañana le volvieron de nuevo los desarreglos de estómago y, 
después, sudó mucho y quedó tan cansado que no podía levantar por sí mismo la almohada. Temo que su mal se haya complicado con un 
catarro. 

Ya es la una de la mañanita y aún no ha cerrado un ojo. En este momento siente frio y no puede calentarse ni doblando las mantas. 

Don Miguel Rúa salió para La Spezia y volverá esta noche. El músico Ferraris está muy grave y con fiebre tan alta que desvaría. Hay 
otros dos en cama, pero van mejorando. Ha sido un año de prueba para esta casa. Hemos tenido muchos enfermos, los ladrones nos han 
robado en la cocina y entraron una vez en la iglesia, a través de un boquete que abrieron en la pared de la sacristía, robaron los vasos 
sagrados, arrojando las sagradas partículas de la hostia grande sobre el altar y la grada del mismo. Este sacrilegio ocasionó una verdadera 
desolación en toda la casa. Algunas personas piadosas se ocuparon de reparar el daño material. 

Hablemos de don Bosco. Si usted puede, envíeme colines finos (barritas largas de pan, del grueso de un dedo). No me lo ha dicho don 
Bosco, mas, si esperamos a que él lo pida, nunca lo hará. Si fuera para otros sí, pero no se cuida de sí mismo. 

Son ya las cuatro de la mañana. Hacia las tres, le he dado un caldito caliente y se le ha pasado el frío que sentía. Sin duda que este calor 
debe ocasionárselo el cambio de la fiebre. Después se adormeció, pero se despertaba cada dos o tres minutos. 

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Desde las cuatro y media a las cinco durmió tranquilamente. Parece que todavía tenga ganas de dormir. Esperemos que el día sea mejor 
que la noche. 

Dé noticias de don Bosco al barón Bianco y a la condesa Corsi, si los encontrase. 

Sampierdarena, 18 y 19 de abril 1878; a las once y media de la noche del 18 

PEDRO ENRIA 

((546)) Muy querido José: 

Me esperaba que don Bosco pasase un buen día; pero ha tenido fiebre toda la jornada. Dice el médico que sufre una especie de gastritis 
nerviosa, producida por demasiado cansancio; y le ha recetado un purgante ligero. 

Lo que más pena me da es que no puede dormir. Hace un momento dio un grito tan fuerte que me levanté de la silla y acudí a él, que 

soñaba no sé qué. Yo atendía para oír lo que decía, pero no podía entenderle, porque todo eran gritos afanosos reprimidos. Decía: 

-íAlto ahí! íDetente! 

Y otras palabras confusas, cuyo significado no entendía. Como veía que respiraba con dificultad, le sacudí. Despertóse, clavó los ojos 

en mí y me dijo: 

-íAh! »Estás tú aquí? 

-»Qué decía cuando gritaba, le pregunté yo, pues no le he entendido? 

No me rcspondió, quedóse como quien piensa en algo y se adormeció. Cuando se haga de día, le preguntaré qué ha sonado. Estoy 

seguro de que soñaba como siempre con sus chicos queridos, particularmente los del Oratorio, que hace cuatro meses no ve. 

La lejanía del Oratorio realmente le aflige bastante, porque dice de cuando en cuando: 

-íTengo tantos asuntos que me aguardan en Turín! Pero íhay que resignarse y tener paciencia! íEl Señor lo quiere así! Hágase su santa 

voluntad. 

Parece que esta noche está un poco mejor, porque después de aquellos gritos durmió tranquilo casi dos horas, sin despertarse más que 
una vez. Son ya las cuatro y sigue durmiendo. A las seis, le cambié la camisa y la camiseta, porque las tenía impregnadas de sudor, y 

ahora duerme tranquilo. 

Don Miguel Rúa ha llegado de La Spezia y creo que, en este momento, escribe a don Jose Lazzero. 

Yo atenderé a don Bosco siempre, de día y de noche, hasta que esté totalmente curado. 

Y lo haré aunque me cueste la vida. Cualquier sacrificio que se haga, nunca será bastante para compensar los sacrificios y trabajos que 

él ha soportado por nosotros. 
Sampierdarena, 20 de abril del 1878, a las dos de la noche 

PEDRO ENRIA 

Es indecible el pesar experimentado por todos en el Oratorio ante la inesperada noticia de que, como suavemente se expresaba don 
Miguel Rúa en su carta, don Bosco no estaba muy bien; pero al llegar 

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las cartas de Enría aquello fue atroz. Los muchachos se agolpaban en la iglesia para rezar; los novicios querían ((547)) pasar las noches 
ante el sagrario; algunos clérigos pidieron al Señor que les pasase a ellos la enfermedad de don Bosco, con tal que él curase pronto; varios 
hicieron la ofrenda de su vida a Dios. En muchos se advirtió un cambio radical de conducta, para ser así más fácilmente escuchados por el 
Señor y para que don Bosco tuviera motivo de estar satisfecho al curar. Los colegios iban a porfía con el Oratorio y muchas piadosas 
personas unían sus oraciones para impetrar la gracia del cielo. Y el cielo no se hizo sordo a tantas voces; el 21 de abril, solemnidad de la 
Pascua, poco después del mediodía, el director del Oratorio, don José Lazzero, recibía un telegrama de Enría que decía: «Plegarias 
atendidas. Padre mejor. Come con nosotros. Estad alegres». Fue el segundo aleluya pascual, que, después del litúrgico, llenó de indecible 
alegría toda la casa. 

Inmediatamente comenzó en Sampierdarena el vaivén de las visitas. Acudieron las autoridades eclesiásticas y civiles. Uno de los 
primeros en llegar fue el señor Dufour. Se vieron también representaciones de poblaciones próximas, que iban a pedir la bendición de 
María Auxiliadora para ellos y para sus enfermos. Don Bosco recibía a todos con mucho gusto. Se presentó un gran señor con su esposa, 
que le entregó una importante cantidad de dinero para sus muchachos y los misioneros. Don Bosco los bendijo y he aquí que se vieron 
libres de un grave mal que los atormentaba. Don Juan Bautista Lemoyne, que había atendido a don Bosco en Varazze y le había 
acompañado a Sampierdarena, dice en una de sus notas autógrafas: «He visto que aquellos señores entraban muy tristes en la habitación 
de don Bosco y salían más contentos que unas pascuas». 

Hacía cuatro meses que don Bosco no salía en busca de socorros y las necesidades se hacían sentir por todas partes; pero la mano de la 
Providencia acudió a reparar la falta de medios. Un día dijo el Siervo de Dios a Enría: 

-íCuánto nos quiere la Virgen! ((548)) Atravesábamos por graves dificultades, nos era difícil contar con el dinero que necesitábamos y, 
poco a poco, la Providencia nos ha provisto de todo. íDémosle gracias de todo corazón! 

En una de aquellas noches de mayor tormento, don Bosco tuvo uno de sus acostumbrados sueños. Enría estuvo presente al relato, como 
se ve en su tercera carta; pero don Juan Bautista Lemoyne también lo oyó en otra ocasión de labios del Siervo de Dios, según la siguiente 
versión conservada en su libro de memorias: 
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En la noche del Viernes Santo estuve velando al lado de don Bosco casi hasta las dos de la mañana y me retiré a la habitación contigua 
para descansar; Pedro Enría acudió para sustituirme en la vela. Al darme cuenta de los gritos ahogados del Siervo de Dios, deduje que 
estaba soñando con cosas poco agradables; le pregunté por la mañana sobre ello y tuve la siguiente contestación: 

«-Me pareció encontrarme en medio de una familia, cuyos miembros habían decidido dar muerte a un gato. El juicio y la sentencia 
habían sido puestos en manos de monseñor Manacorda, pero éste se negaba a hacerlo, diciendo: 

-»Qué tengo yo que ver con vuestro asunto? Eso a mí no me interesa nada. 

Y reinaba en la casa una gran confusión. 

Estaba yo apoyado en un bastoncillo, mientras observaba cuanto sucedía, cuando he aquí que, de pronto, apareció un gato negruzco con 
los pelos erizados, que se precipitaba corriendo hacia donde yo me encontraba. Venían corriendo tras él dos perrazos que parecía iban a 
dar alcance inmediatamente al pobre animal, presa del mayor espanto. 

Al verle pasar cerca de mí, lo llamé; el gato pareció dudar un poco, pero, al repetir yo la llamada y levantar un poco el faldón de mi 
sotana, el gato acudió a agazaparse a mis pies. 

Los dos perrazos se detuvieron ante mí, ladrando horriblemente. 

-Fuera de aquí, les dije, dejad en paz a este pobre gato. 

Entonces, con gran sorpresa mía, aquellos animales abrieron la boca y, dando rienda suelta a sus lenguas, comenzaron a hablar como las 
personas. 

-No podemos; tenemos que obedecer a nuestro dueño, y hemos recibido orden de él de matar a ese gato. 

-»Y con qué derecho? 

-El se ofreció voluntariamente a servirle. El amo puede disponer de la vida de su esclavo de una manera absoluta. Por tanto, nosotros 
hemos recibido orden de matarlo y lo mataremos. 

-El amo, repliqué, tiene derecho sobre las acciones de su siervo y no sobre su vida, y yo no consentiré nunca que matéis a este gato. 

-»Que no lo permitirás? »Tú? 

Y dicho esto los dos animales se lanzaron furiosamente para atrapar al gato. Yo levanté el bastón y comencé a lanzar golpes 
desesperados contra los asaltantes. 

-íEa! íQuietos! íAtrás!, gritaba. 

((549)) Pero ellos unas veces avanzaban, otras retrocedían y la lucha se prolongó por mucho tiempo, de forma que yo estaba rendido de 
cansancio. Habiéndome dejado aquellos animales un momento de tregua, quise observar al pobre gato que continuaba a mis pies, pero 
con gran estupor comprobé que se había trocado en un corderillo. Mientras pensaba en aquel fenómeno, dirigí la vista a los dos perros. 
También habían cambiado ellos de forma: parecían dos osos feroces y seguidamente fueron cambiando de aspecto hasta transformarse en 
tigres, leones, monos espantosos y adoptar formas cada vez más horribles. Finalmente se trocaron en dos horrendos demonios. 

-Lucifer es nuestro dueño, gritaban los demonios, ése, al que tú defiendes, se ha entregado a él; por tanto, debemos arrastrarlo hasta él 
quitándole la vida. 

Entonces me volví al corderillo, pero no lo vi; en su lugar había un pobre jovencito que, fuera de sí por el espanto, repetía con acento 
suplicante: 

-íDon Bosco, sálveme! íDon Bosco, sálveme! 

-No tengas miedo, le dije. »Estás decidido a ser bueno? 

-Sí, sí, don Bosco; pero »qué tengo que hacer para salvarme? 

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-No temas; arrodíllate, toma en tus manos la medalla de la Virgen. Vamos, reza conmigo. 

Y el jovencito era uno de los que yo conozco». 

Un segundo telegrama del día 23, anunció que don Bosco se había puesto de viaje y que llegaría a Turín por la tarde. En un santiamén 
los muchachos enloquecieron de alegría: «saltan, dice un testigo ocular en la crónica, corren, gritan, sin saber por qué». Los músicos 
corrieron a ensayar unas piezas y los cantores a preparar un himno; otros montaron algo de iluminación. Todos estaban persuadidos de 
que habían logrado el milagro con sus oraciones. Realmente, aunque la curación no fue inmediatamente perfecta, había sucedido 
instantáneamente; el médico mismo no se esperaba tanto. 

Cuando don Bosco le dijo a Enría que le preparase la talega de viaje para el día 23, antes de las ocho de la mañana, quiso éste con 
afectuosa sencillez disuadirlo de partir, porque aún no estaba del todo curado y no podría resistir tan largo viaje en tren. 

-Tranquilo, le dijo el Beato, yo ((550)) estoy bastante fuerte. Soy de «bosco» 1 y íde la dura! íEl Señor y la Virgen María me ayudarán! 
Te agradezco tus afectuosas atenciones; ruega por mí: no te olvidaré nunca. 

Se levantó de madrugada y quiso celebrar la misa en un altar provisional, en una habitación contigua a la suya. Se dirigió a la estación 
en compañía de don Miguel Rúa y don Pablo Albera: había hecho la mitad del camino, cuando el tren llegó a la estación. Enría, que había 
ido con antelación para sacar los billetes, rogó al jefe que hiciera lo posible para que don Bosco pudiera partir. 

-Por don Bosco haré cuanto yo pueda, respondió el atento empleado. 

Corrió en seguida Enría hacia don Bosco para darle prisa. 

El tren esperó seis o siete minutos, sin que se oyeran las acostumbradas protestas; más aún, se corrió la voz de que llegaba don Bosco y 
muchos de los pasajeros se asomaron a las ventanillas para verle. 
Cuando él llegó, acompañado por el jefe de estación y sus hijos, le miraban con respeto y admiración. 

Narramos, también, este otro episodio, anticipándonos al tiempo. Un mes más tarde fue Enría a Turín. Viole don Bosco, le saludó 
paternalmente y le dijo: 

-Mira, hace varios días que deseo escribirte, pero nunca tengo 

1 «Bosk», en piamontés, quiere decir «madera». 
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tiempo. Pero lo que quería decirte por carta, te lo diré ahora de viva voz. Te agradezco el afecto que me tienes. Ten la seguridad de que 
cada día te encomiendo en la santa misa. Me sabe mal haberte disgustado por salir de Sampierdarena contra tu parecer. Pero ya estoy 
bien. »Estás contento? 

El coadjutor, enternecido, balbuceó unas palabras para decirle que se sentía obligado a hacer todo lo que hacía, como pago a sus 
favores. 

-Antes de que te marches, añadió don Bosco alejándose, quiero volver a verte. 

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((551)) 

CAPITULO XVII 

DON BOSCO REANUDA SU INTERRUMPIDA
LABOR AL VOLVER AL ORATORIO


EL Beato llegó a Turín al atardecer, ya que unos asuntos importantes le habían entretenido en Asti. Desde la plaza de María Auxiliadora 
ya advirtió el rumor que llegaba del Oratorio. Un delirio de aclamaciones ahogó las más altas notas de la banda, en cuanto apareció. El 
cronista copió la carta de un joven a un compañero ausente por enfermedad, pero no escribió su nombre. 

Comenzaba así: 

«»Qué noticia más alegre puedo darte que la de la feliz llegada de nuestro querido padre don Bosco?» 

Y a continuación, después de narrar su curación y el recibimiento tributado, seguía diciendo: 

«Todos se apretujaban en torno a él para verle y besarle la mano, de modo que no bastaban todos los educadores para separarlos y dejar 
paso al bienvenido. Como quiera que, apenas llegado, fue inmediatamente al comedor, todos querían verlo. Una gran multitud de jóvenes 
estaba junto a la puerta, la abrían y miraban y, si casualmente le veían un poquito al fondo del comedor, esto bastaba para que todos 
soltaran un amoroso suspiro, como si se hubieran visto libres de un peso». 

Nunca hubiera imaginado el anónimo autor que su humilde carta había de pasar a la crónica y de allí a la historia; el minúsculo 
documento es bastante significativo. 

((552)) Al día siguiente, después de comer, desfilaron los representantes de todos los cursos para leerle un saludo en prosa o en verso, 
en italiano y en latín. A continuación, los cantores empezaron un himno, acompañados por la banda, bajo los pórticos. Entonces salió don 
Bosco y sentóse rodeado de invitados y superiores en su derredor. Cuando acabó la música, se adelantaron tres jóvenes aprendices, que 
recitaron un dialoguito y le presentaron un cuadro, con la fachada de la iglesia y del Oratorio. El buen Padre estaba conmovido, saludaba, 
sonreía y daba las gracias. 

Durante tres días no pudo sentarse a trabajar en el escritorio, ni a confesar; su extenuación era tan grande que todavía le faltaban las 
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fuerzas. Sin embargo, atendió los informes de cada uno de los superiores mayores y dio órdenes e instrucciones para todo. Hasta trató de 
algunos asuntos externos. Lo atestiguan dos cartas con fecha del 25 de abril 1. De la primera, dirigida al conde De Maistre, hablaremos en 
el capítulo siguiente; de la otra queremos hablar aquí, para conectarla con el viaje de Roma, pues se refiere al intercambio de ideas tenido 
con el Ministro Crispi. 

SOBRE CORRECCIONALES 

El Siervo de Dios escribía dicha carta al comendador Juan Bautista Aluffi, secretario a la sazón en el Ministerio de Gobernación y más 
tarde gobernador de una provincia, siempre muy afectuoso con la persona y el recuerdo de don Bosco. 

Muy querido señor Aluffi: 

Me gustaría reanudar las gestiones iniciadas durante el Ministerio Crispi 2 que ya estaban muy adelantadas. Necesito, por tanto, que V. 

S. me aconseje en cuanto a la manera de hacerlo. Si se conservan todavía los documentos para otorgar la condecoración a Juan Albertotti, 
doctor y profesor en medicina, solamente renovaría la instancia; y si, por el contrario, se hubieran perdido, uniría una copia ((553)) de 
todo 3. Lo mismo digo sobre el proyecto preventivo de abrir casas para recoger muchachos abandonados; tal y como había sido 
formalmente encargado por aquel mismo Ministro. 
Para su norma le diré que Zanardelli sostuvo siempre buenas relaciones conmigo y siempre me trató con suma benevolencia.
Ya he visto al Director del Colegio de Lanzo y espero que su recomendado será atendido, según nuestro común deseo.
He llegado ayer a Turín y estoy reanudando la marcha interrumpida de mis trabajos.
Dios guarde su salud y le conserve en su santa gracia. Créame con sincera gratitud,
De V.S.
Turín, 25 de abril 1878.


Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

1 La fecha está señalada así en las dos cartas, en las que dice: «He llegado ayer». 

2 Crispi estuvo al frente del Ministerio desde el 26 de diciembre de 1877 al 23 de marzo de 1878. En el nuevo Ministerio, Cairoli ocupó 
la presidencia del Consejo y Zanardelli la cartera de Gobernación. 

3 Se hablará de ello más adelante. 

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No sabemos con precisión el resultado obtenido por esta carta respecto al «proyecto preventivo»; qué fuese el tal «proyecto» se deduce 
de una carta del 23 de julio al ministro Zanardelli, sucesor de Crispi. Parece que hay que poner este documento en relación con la carta a 
Aluffi; en efecto, con la misma fecha, 23 de julio, encontramos renovada la instancia en favor del doctor Albertotti 1, de quien se habla 
en la misma carta a Aluffi. Don Bosco no había querido pasar para sus fines por encima de todo la académica propuesta que le había 
hecho el honorable Crispi en la famosa audiencia de febrero. 

Excelencia: 

En el mes de febrero próximo pasado me llamó el señor Ministro de Gobernación para que manifestara mi pensamiento respecto al 
sistema preventivo y a la posibilidad de atender a los muchachos que todavía no son perversos, sino solamente abandonados y, por tanto, 
peligrosos, en las distintas ciudades de Italia, y especialmente en Roma. 

Deseoso de satisfacer al señor Ministro y hacer el bien a la juventud, he preparado un memorándum práctico y de poco coste para el 
Gobierno. 

Presentados estos escritos y tenida una conferencia, vino el cambio ((554)) de Ministerio, por lo que todo quedó suspendido. Si fuese 
esa la intención de V. E. me prestaría a ello de buen grado; y, si aquel documento no se pudiera encontrar, renovaría una copia y la haría 
llegar inmediatamente a manos de V. E. 

Sea cual fuere la deliberación que en su sapiente entender juzgare tomar, ruégole acepte mi constante voluntad de prestarme para 
disminuir el número de los díscolos y aumentar el de los honrados ciudadanos, mientras tengo el honor de poderme profesar, 

De V.E. 

23 de julio de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Habiendo encontrado el memorándum que don Bosco entregó al ministro Crispi y de nuevo a Zanardelli, lo presentamos aquí a los 
lectores, como en el lugar más oportuno: 

Excelencia: 

Me cabe el honor de presentar a V. E. las bases sobre las que puede regularse el sistema preventivo, aplicado a los jóvenes en peligro en 
la calle y en los centros y hospicios de educación. 

Al mismo tiempo, deseoso de secundar el buen querer manifestado por V. E., me 

1 Véase Apéndice doc. n.° 41. 

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he atrevido a nombrar algunos locales de Roma que pueden servir a tal fin y que dependen del mismo Gobierno. 

Estos locales serían: 

1.° El edificio y patio delante de la parroquia de San Bernardo, ocupado por la Comandancia Militar del 20.° de caballería, que, según 

dicen, debe trasladarse a otra parte. En el plano que le adjunto está señalado con color verde. 
Una vez obtenido este edificio del Gobierno, el marqués Berardi cede la porción de terreno que podría necesitarse para el desarrollo del 

proyecto. 

2.° Edificio y patio del renombrado instituto de San Miguel «a Ripa» (de la Rivera). 

3.° Edificio y lugar, que estuvo ocupado por los franciscanos, conocido como Convento para las Misiones Extranjeras. Está situado 

entre las Cuatro Fontanas y Santa María la Mayor. 

4.° San Cayo, con terreno y casas a poca distancia de las Cuatro Fontanas. 

5.° Convento de Santa Agueda, que estuvo ocupado por los Religiosos Doctrinarios en Trastévere. 

6.° San Nicolás de los Cesarinos, casa y patio antes ocupado por los Carmelitas. Situado en la plaza de este nombre. 

Cualquiera de estos locales, que pluguiese al Gobierno dejar a mi disposición, lo destinaría exclusivamente para los muchachos pobres 
y en peligro, y tengo plena confianza de que ello pueda realizarse con pequeña molestia para las finanzas del Gobierno. De este modo 
atendería ((555)) a un gran número de muchachos pobres que piden ser recogidos, y se acabaría con el grave y costoso inconveniente de 
enviar una multitud de muchachos de esta ciudad al hospicio de Turín y de San Pier d'Arena. 

Con plena confianza y profunda gratitud ruego a Dios que le guarde y me profeso 

De V.E. 

Roma, 21 de febrero de 1878. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


EL SISTEMA PREVENTIVO EN LA EDUCACION DE LA JUVENTUD 

Hay dos sistemas para la educación moral y civil de la juventud: el represivo y el preventivo. 

Uno y otro son aplicables en medio de la sociedad civil y en las casas de educación. Daremos una breve indicación general sobre el 
sistema Preventivo a emplear en la sociedad civil; y, después, cómo puede practicarse con éxito en centros de educación, hospicios y 
colegios para niñas. 

SISTEMA PREVENTIVO Y REPRESIVO EN MEDIO DE LA SOCIEDAD 

El sistema represivo consiste en dar a conocer las leyes, el castigo que éstas establecen; después toca a la autoridad velar para conocer y 
castigar a los culpables. Este es el sistema empleado en la milicia y en general para los adultos. 

Pero los jovencitos, carentes de instrucción, de reflexión, influidos por los compañeros o por la irreflexión, se dejan a menudo arrastrar 
ciegamente al desorden, sólo 

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por estar abandonados. Mientras las leyes cuidan de los culpables, se deben ciertamente emplear grandes cuidados para disminuir su 
número. 

QUE MUCHACHOS SON PELIGROSOS 

Yo creo que puede decirse que no son malos, pero que corren peligro de llegar a serlo: 

1.° Aquellos que van de las distintas poblaciones y de las diversas regiones del Estado a otras ciudades y regiones en busca de trabajo. 
Generalmente llevan consigo un poco de dinero, que en breve tiempo consumen. Si después no encuentran trabajo, caen en el peligro de 
entregarse al latrocinio y empezar el camino que les conduce a la ruina. 

2.° Los que son huérfanos o no tienen nadie que les asista, quedan abandonados a la vagancia y a la compañía de los díscolos, faltos de 
una mano amiga, una voz caritativa que les hubiera podido conducir por el camino del honor y de la honradez ciudadana. 

((556)) 3.° Los que tienen padres, que no pueden o no quieren cuidarse de sus hijos: los echan de casa y los abandonan totalmente. Por 
desgracia, es grande el número de este tipo de padres desnaturalizados. 

4.° Los vagabundos que caen en manos de los agentes del orden público, pero que todavía no son díscolos. Si éstos fueran recogidos en 
un hospicio, donde, se les instruyera y preparase para trabajar, ciertamente no acabarían en la cárcel y serían restituidos a la sociedad 
civil. 

REMEDIOS 

La experiencia ha dado a conocer que se puede atender eficazmente a estas cuatro clases de muchachos: 

1.° Con lugares de recreo para los días festivos. Con juegos amenos, con la música, la gimnasia, los saltos, la declamación y el teatro se 
reúnen muy fácilmente. Con la escuela nocturna y dominical y con el catecismo, se da el alimento moral proporcionado e indispensable a 
estos pobres hijos del pueblo. 

2.° En estas reuniones hay que indagar quiénes son los que no tienen patrono, y hacer de modo que estén ocupados y asistidos durante 
la semana. 

3.° Se encuentran algunos, tan pobres y abandonados, que no tienen con qué vestirse, cómo alimentarse, ni dónde dormir por la noche. 
A éstos no se les puede atender más que con internados y casas de preservación, con artes y oficios y también con colonias agrícolas. 

INTERVENCION GUBERNATIVA 

El Gobierno puede colaborar de diversos modos, sin ocuparse de una administración detallada y sin tocar el principio de la caridad 
pública: 

1.° Suministrando lugares de recreo para los días festivos; ayudando y suministrando el material necesario a esos lugares y escuelas. 

2.° Proveyendo de locales para hospicios, dotándolos de los utensilios necesarios para las artes y oficios a que se dedicarían los 
muchachos internados en ellos. 

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3.° El Gobierno dejaría libertad para la admisión de los alumnos, pero entregaría un subsidio diario o mensual para aquellos que fueran 
internados, por hallarse en las condiciones arriba descritas. Esto se haría constar por certificado de la autoridad civil o por medio de la 
jefatura de policía, que frecuentemente encuentra muchachos que se hallan en esta situación. 

Este subsidio diario estaría limitado a un tercio de lo que costaría un jovencito en los reformatorios del Estado. Tomando como base las 
cárceles correccionales de Turín y reduciendo el gasto total de cada individuo, se podría calcular en ochenta céntimos diarios. 

De este modo el Gobierno ayudaría, pero dejaría libertad para el curso de la caridad privada de los ciudadanos. 

((557)) RESULTADOS 

Apoyado en la experiencia de treinta y cinco años se puede asegurar que: 

1.° Bastantes muchachos, salidos de las cárceles, se preparan fácilmente para un oficio con el que ganarse el pan. 

2.° Muchos, que corrían grave peligro de convertirse en díscolos, que empezaban a molestar a los honrados ciudadanos y ya 
proporcionaban serios disgustos a la autoridad pública, se apartaron del peligro y emprendieron el camino de un honrado ciudadano. 

3.° Consta, por los registros, que no menos de cien mil jovencitos atendidos, recogidos y educados con este sistema, aprendieron 
música unos, ciencias literarias otros, quién un arte, quién un oficio, y llegaron a ser técnicos artesanos, encargados de negocios, dueños 
de un establecimiento, maestros de escuela, laboriosos empleados, y bastantes ocupan distinguidos cargos en el ejército. Muchos, dotados 
por naturaleza de talento extraordinario, pudieron cursar estudios universitarios y se licenciaron en letras, matemáticas, medicina y 
derecho; y otros son ingenieros, notarios, farmacéuticos, etc. 

También hay que recordar aquí la relación de una conversación del Beato con el Gobernador de la provincia de Turín. No hay certeza 
sobre la fecha de la conversación, y, por consiguiente, sobre las personas que ocupaban entonces ciertos cargos: pero parece verosímil 
que existe cierta relación cronológica entre el plan ministerial expuesto para la ciudad de Roma y la proposición gubernativa, que ahora 
veremos, para «La Generala» 1 de Turín. 

Los desórdenes en «La Generala» eran tales que preocupaban mucho a la autoridad; hasta se llegó a creer que había que disparar contra 
los jóvenes revoltosos y hubo víctimas. El Gobernador tuvo ocasión 

1 «La Generala» es el famoso reformatorio de Turín, del que ya se ha hablado en varios de los volúmenes anteriores y que, aún 
aparecerá en algunos de los que faltan. Recuérdese la famosa excursión de sus corrigendos, que el ministro Rattazzi autoriza a don Bosco 
en 1855 (V Vol., cap. XXI, pág. 164-174) (N. del T.) 
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de hablar con don Bosco, le preguntó si tomaría la dirección de aquellos corrigendos y le insistió para que aceptase. Don Bosco respondió 
que, por su parte, no existían dificultades, pero que ciertamente el Ministerio nunca pondría en sus manos una cárcel penitenciaria. 

-»Y por qué no? 

-Porque se dice que don Bosco quiere demasiada religión: y, en efecto, yo mantengo que sin religión, no se logra ningún bien entre los 
jóvenes. 

((558)) -No diga que nosotros no queremos la religión. Somos los primeros en reconocer su necesidad; por eso, le estaríamos muy 
reconocidos, si usted lograra domar a estos desgraciados con ese medio. Si me autoriza, escribiré a S. E. el Ministro de Gobernación, 
proponiendo que ponga en sus manos la dirección. 

-Repito que mi método de educación no le gustará mucho al Gobierno. 

Y expuso don Bosco, a continuación, su propio sistema educativo: 

frecuencia de sacramentos, instrucción religiosa, vigilancia preventiva, caridad conquistadora... y sus correspondientes ventajas. 

Le escuchó atentamente el Gobernador y no vio serios obstáculos para su proyecto. 

-Hagamos la prueba, dijo. íYo escribiré al Ministro y usted verá! 

-íQué quiere que le diga! Creo que es muy difícil que el Gobierno lo permita. 

-Pues yo creo que es facilísimo. 

El Gobernador escribió inmediatamente. Y no tardó en llegar la respuesta. Era una sarta de alabanzas para don Bosco, se aprobaba la 
idea y se rogaba tratarla. No había nada mejor que confiar la dirección de «La Generala» a don Bosco; no podía fallar el éxito; habría 
seguridad absoluta de que no se volverían a repetir los deplorables sucesos habidos. Se llamó enseguida al Siervo de Dios para 
comunicarle la buena noticia: 

-íVea, vea, le dijo el Gobernador, cómo yo llevaba razón! 

-íSolución demasiado larga!, respondió don Bosco, moviendo la cabeza. 

Sin embargo, comenzó los trámites, pues no quería que se rompiese por su culpa aquel hilo de esperanza. 

Pero él exigía independencia plena en la educación religiosa; necesitaba estar solo en la dirección; el Gobierno pagaría ochenta 

céntimos diarios por cada joven detenido; eliminaría la guardia carcelaria; a lo sumo podría conservar el piquete de soldados a la puerta. 

Al Gobernador le pareció todo razonable; pero el Ministro acabó 
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respondiendo que don Bosco quería hacer curas a todos aquellos muchachos y que ((559)) ya había demasiados sacerdotes. 

Así, tan prosaicamente, se cerró la noble iniciativa; y así, poco más o menos, debió acabar la cuestión de Roma. 

LAS CONTROVERSIAS CON EL ORDINARIO 

Al llegar el momento de enterarse y seleccionar la correspondencia acumulada durante las dos últimas semanas, los ojos de don Bosco 
se detuvieron inmediatamente en un sobre procedente de Roma. Lo abrió y se encontró con tres cartas: eran del abogado Leonori, que le 
enviaba dos documentos firmados por el cardenal Ferrieri, y una lista de los privilegios reconocidos como legítimos. 

Queremos hablar primeramente de esta lista. Han de recordar los lectores que el eminentísimo Ferrieri había ordenado a don Bosco, el 
14 de noviembre de 1877, que presentase los documentos apropiados para demostrar la autenticidad de las concesiones pontificias y que, 
el día 21 de diciembre siguiente, el mismo Cardenal acusaba recibo de los mismos y le notificaba que serían sometidos a examen por la 
Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. Ahora, discernidas ya las facultades consideradas auténticas de las que no parecían tales, 
se preparaba en Roma un sumario especial de las mismas. Así quedó definitivamente anulado el privilegio, al que tanto se aferraba don 
Bosco, sobre la exención de la obligación de pedir a los Obispos las testimoniales de los postulantes. 

Pero el asunto de los privilegios formaba parte de la comunicación del Cardenal, sólo indirectamente. Lo que principalmente le 
comunicaba éste era la transcripción de un rescripto enviado al Arzobispo de Turín sobre las dificultades surgidas entre ellos, confiando 
que las providencias adoptadas acabarían con toda disensión. La transcripción de las providencias contenía seis «peticiones» de monseñor 
Gastaldi y las correspondientes respuestas de la Sagrada Congregación con la anulación de los privilegios más importantes concedidos 
por Pío IX. 

Esta Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, con el fin de eliminar algunas de las cuestiones surgidas entre V. E. y el Rvdo. don 
Juan Bosco, Superior ((560)) General del Instituto Salesiano, sobre los privilegios que el mismo ejerce en esa diócesis de Turín, ha creído 
oportuno invitar a dicho Superior a que diera a conocer la legítima existencia de todos esos privilegios. Por tanto, se ha podido destacar, 
entre los documentos por él presentados, que hay algunos contenidos en un rescripto, de forma no 
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auténtica, y otros que han sido obtenidos, según él mismo dice, vivae vocis oraculo, los cuales se refieren, de modo especial, a la dispensa 
de las cartas testimoniales de los Ordinarios, prescritas por el decreto Romani Pontifices del 25 de enero de 1848 de la Sagrada 
Congregación Super Statu Regularium para la admisión a la toma del hábito religioso de los postulantes. 

Con todo, antes de proceder al examen de tales cuestiones, ya fue advertida V. E., quien, para quitar toda causa de discordia, presentó 
unas peticiones, contenidas en su comunicado del 27 de diciembre ppdo., en los siguientes términos: 

1.° Oblíguese formalmente a la Congregación Salesiana a observar el Rescripto Pontificio del 25 de enero de 1848. 

2.° A no tomar parte en la predicación y en la administración de los Sacramentos, si no es en plena conformidad con los cánones. 

3.° A no publicar milagros, como sucedidos en Turín o en mi diócesis durante el tiempo de mi arzobispado, sin mi consentimiento. 

4.° A no publicar indulgencias que se refieran a mis diocesanos, sin que yo me haya asegurado de su legitimidad. 

5.° A no dejar celebrar la misa en sus iglesias a ningún sacerdote que no sea de la Congregación, sin mi consentimiento. 

6.° Y en general se obligue a esta Congregación a mantenerse dentro de su debida sumisión al Arzobispo, salvo en aquellos puntos en 
los que los estatutos, aprobados por la Santa Sede para esa Congregación, les conceden exenciones. Y añadió después: «Yo no pido más; 
y ruego con instancia a la Sagrada Congregación desista de cualquier examen de hechos pasados, que perdono de corazón a don Bosco, y 
a todos los suyos, las gravísimas molestias que me ocasionaron y todo lo demás; a fin de que se pueda actuar tranquilamente en lo 
porvenir». Después de haber sometido esta Sagrada Congregación todo esto a maduro examen y haber presentado una cuidadosa relación 
al Padre Santo, en la audiencia del 22 de marzo de 1878, Su Santidad dispuso ordenar que se escribiese a V. E. sobre los puntos 
propuestos lo siguiente: 

1.° Hay que sentar antes que; si bien el sacerdote don Bosco haya obtenido, como asegura, vivae vocis oraculo, de S. M. Apostólica, 
poco ha difunto, el pontífice Pío IX, la dispensa del mencionado decreto del 25 de enero de 1848, sin embargo hay que considerar que el 
nombrado Pontífice no entendió derogar enteramente una disposición tan saludable, que vela por la disciplina universal de los Regulares, 
de las pías Congregaciones e Institutos, que tanto amaba, como por otra parte manifestó a esta Sagrada Congregación antes de que llegara 
su muerte; y, por eso, se declara ((561)) por la presente que dicho decreto debe ser fielmente observado por la Congregación Salesiana. 

2.° Tampoco podrá la misma injerirse en la predicación y en la administración de los sacramentos, sino de acuerdo con los sagrados 
cánones y las prescripciones canónicas. 

3.° No podrá publicar milagros sin haber obtenido previamente permiso del Obispo en cuya diócesis se dice han sucedido. 

4.° Siempre que se trate de indulgencias particulares concedidas al Instituto Salesiano, no podrán ser publicadas por el mismo Instituto, 
sin haber presentado con anterioridad el documento al Arzobispo para reconocer la autenticidad. 

5.° No deberá dejar celebrar la misa en sus iglesias de la diócesis de Turín, a ningún sacerdote sin el Célebret, o sea, licencia por escrito 
de la Curia Arzobispal. 

6.° La Congregación Salesiana está obligada a guardar la debida sumisión al Arzobispo en todo lo que le atribuyen los sagrados 
cánones y las constituciones apostólicas, 
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salvo en los puntos en los que los Estatutos aprobados por la Santa Sede le conceden exenciones, y salvo los privilegios que haya 
obtenido con Rescriptos, Decretos, Resoluciones y otros documentos de la Santa Sede obtenidos en forma auténtica. 

Aunque después, y gracias a dichas declaraciones, deba entenderse que vaya a cesar toda disensión, sin embargo, con el deseo de que en 
lo sucesivo haya también de cerrarse el camino a interpretaciones menos exactas sobre cuanto le fue concedido a la Congregación 
Salesiana, Su Santidad, después de haber tomado perfecto conocimiento de todas las gracias y favores concedidos por su Predecesor a 
dicha Congregación, ha ordenado que se haga un cuidadoso sumario y se redacten tres ejemplares, el primero de los cuales será 
presentado por el reverendo don Juan Bosco a V. E. en el que pueda añadirse el Visto para ser guardado por el mismo, el segundo será 
firmado por dicho Sacerdote y entregado a la Curia Arzobispal, y el tercero, firmado por ambas partes, para ser depositado en el Archivo 
de esta secretaría. 

Confía, además, la Sagrada Congregación, como ya ella misma señalaba en su documento del 27 de diciembre ppdo., que, después de 
haber sido tomadas las providencias pedidas, todo procederá tranquilamente en el porvenir. La misma Sagrada Congregación comunicará 
también al Superior de los Salesianos un ejemplar de la presente carta, que le sirva de norma para amoldarse a todo lo que en ella está 
prescrito. 

De V.S. 

Roma, 12 de abril, 1878. 

Afmo. hermano 

S. Card. FERRIERI, Prefecto A. Arzobispo de Mira, Secr. 
((562)) El abogado transmisor, aunque decía no estar satisfecho con la solución adoptada, aconsejaba a don Bosco que obedeciese 
ciegamente y se presentase sin más al Arzobispo para comunicarse recíprocamente las disposiciones romanas y hablarle de los sacerdotes 
suspendidos 1. 

En materia de obediencia don Bosco nunca necesitó de consejos ajenos. En cuanto a presentarse al Arzobispo, ignoramos la fecha 
precisa del primer encuentro; pero el 4 de mayo éste ya debía haber tenido lugar. Don Bosco fue al Palacio en compañía de don José 
Lazzero, el cual permaneció en la sala de espera durante toda la audiencia y oyó a Monseñor hablar muy fuerte. Cuando el Beato salió, 
iba como absorto en sus pensamientos, de tal modo que casi hasta llegar a Nuestra Señora de la Consolación (la Consolata), como un 
cuarto de hora de camino, lo hicieron en perfecto silencio. Finalmente dijo don Bosco sonriendo: 

-íSanto varón! No me ha dejado abrir la boca. Sólo ha hablado él. 

1 Apéndice, doc. 42. 
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Sin embargo, pareció roto el hielo; en efecto, el 4 de mayo rogaba Monseñor, por escrito y en tono confidencial, a don Bosco que 
pasara por el Arzobispado al día siguiente, porque «necesitaba urgentemente hablar» con él. Don Bosco fue. Al día siguiente, día 6, le 
escribía Su Excelencia una carta desde el Yermo, lugar de veraneo del seminario, que comenzaba así: 

«Sí V. S. tiene religiosos para ordenarse en las Cuatro Témporas próximas, hágalo sin demora; y envíe la lista a mi Curia, indicando el 
nombre, apellido, diócesis de nacimiento, edad de cada uno, con la certificación de que todos están ligados a la Congregación Salesiana 
con los votos perpetuos; y cuáles son las órdenes que ya han recibido, si las tuvieren». 

A continuación añadía que, si para el 24 de mayo estuviese seguro de la buena marcha de un asunto 1, referente al párroco y a la 
parroquia de Los Santos Mártires, cumpliría la promesa hecha de ir a dar gracias a María Auxiliadora. Y a propósito de otro asunto, cuya 
solución esperaba ((563)) del cardenal Bartolini, repetía que, si antes del 24 las cosas habían tomado buen cariz, iría «a la nueva casa de 
María Santísima Auxiliadora a dar gracias» y proseguía: «Si V. S., rogando y haciendo rogar, y también por otros medios, si acaso 
estuvieran a su alcance, obtuviese este favor, esperaría comenzar con V. S. una era de paz y buena armonía». Y al cerrar la carta decía 
finalmente: «Estoy aquí para descansar durante dos o tres días la mente, el corazón y todo cuanto yo soy, en medio del recuerdo de los 
santos ermitaños que, durante siglos, santificaron estos lugares solitarios: pero el viernes próximo, a más tardar, estaré de nuevo en mi 
telonio». Don Bosco le respondió el jueves siguiente: 

Excelencia Rvma.: 

Agradezco de corazón a V. E. Rvma. haber admitido a nuestros clérigos para las próximas Cuatro Témporas. 

Le incluyo la nota correspondiente y los demás documentos serán enviados a la Curia Arzobispal. 

Con mucho gusto ruego y haré rogar, para que la conocida cuestión resulte favorable a la autoridad eclesiástica, y ya he organizado a tal 
fin oraciones especiales, que se harán durante todo el mes en el altar de María Santísima Auxiliadora. 

Haremos también oraciones especiales para la conservación de su preciosa salud, que, a decir verdad, me parece muy quebrantada. 

1 La carta decía precisamente «del asunto»; lo cual dejaría suponer que hubiesen tratado de ello en la audiencia del día 5. 
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Fin de Página 483 


VOLUMEN XIII Página: 484 

Al llegar a casa el domingo me encontré una carta del cardenal Franchi, que me preguntaba de parte de V. E. el porqué de la llamada 
hecha en favor de la iglesia de San Juan Evangelista, que se juntaba con la de San Segundo sin autorización eclesiástica. He respondido 
como ya tuve el honor de comunicar a V. E., es decir, que la llamada se ha hecho solamente a los cooperadores salesianos en el boletín 
que se imprime en Génova, que esta iglesia ya está empezada y recomendada desde 1870 con aprobación de Pío IX y de la Autoridad 
Eclesiástica local, que invitaba a todos los fieles a ayudar. 

Pero, como he dado orden de que no se toque la palabra Monumento, espero que sea allanada toda dificultad. 

Con la esperanza de que nos honre con su presencia el día de María Auxiliadora, le aseguro que siempre seré, con perfecta veneración y 
respeto, de V. E. Rvma. 

Turín, 9 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


((564)) En el capítulo decimoctavo hablaremos de la cuestión a que se refiere el cardenal Franchi. El Arzobispo volvió a rogar a don 
Bosco que pasara a hablar con él el 11 ó el 12 para entenderse sobre los ordenandos. Acudió el Beato el día 12, hablóle también de la 
administración de una próxima Confirmación, y, aquel mismo día, le dirigió las siguientes líneas: 

Excelencia Rvma.: 

He averiguado hoy en varios lugares en donde se atiende a la catequesis y la fecha en la que los niños pueden estar suficientemente 
preparados para recibir el santo sacramento de la Confirmación. 

Parece que todo puede estar preparado para el domingo dentro de la octava de la Ascensión de Nuestro Señor, que coincide con el 2 de 
junio próximo. Si le resulta bien a V. E., nosotros eligiríamos ese día, pero lo cambiaríamos si a V. E. no le viniere bien. 

Me olvidé de una cosa que quería comunicarle. Se trata de la conferencia para los Cooperadores Salesianos, que se celebraría, en esta 
casa, el jueves próximo, a las tres de la tarde. Aunque esta conferencia sea privada y limitada sólo a los cooperadores para tratar cosas 
muy particulares a ellos, sin embargo quiero que V. E. esté informado para las reflexiones que V. E. tuviese a bien comunicar. 

Celebro mucho cada vez que, con todo mi aprecio y veneración, tengo el honor de poderme profesar. 

De V. E. Rvma. 

Turín, 12 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Fin de Página 484 


VOLUMEN XIII Página: 485 

CUESTIONES SANITARIAS 

Apenas volvió don Bosco al Oratorio, tuvo que detener un serio golpe. A fines de marzo se había descubierto que circulaba por la 
ciudad la conjuntivitis, enfermedad contagiosa de los ojos. El Gobernador de Turín nombró una comisión médica para visitar, ante todo, 
los centros de educación y las escuelas públicas. Estas fueron las primeras en cerrarse, porque se comprobó que el mal se propagaba cada 
vez más entre sus alumnos; cerróse después el colegio de las Misiones, dirigido por el teólogo Ortalda; finalmente tocaba el turno al 
Oratorio. La comisión hizo una visita minuciosa, que duró varios ((565)) días; pero pareció adivinarse en los enviados un celo excesivo, 
lo cual dio mala espina a los Superiores y sugirió un ardid al catequista, don Moisés Veronesi. El segundo día de inspección presentó con 
los demás a algunos jóvenes, cuyo estado habían juzgado gravísimo los médicos. Pues bien, aquellos señores, sin sospechar nada, los 
declararon sanos; pero después, descubierto el juego, es de imaginar cómo quedaron. Pero el mal existía. Terminada la visita de las 
personas, los sanitarios inspeccionaron la casa; después redactaron el informe para presentar al Gobierno Civil, en el que llamaban la 
atención de que parecían olvidadas todas las normas de higiene en el Oratorio y señalaban dos soluciones inmediatas para detener la 
difusión del contagio: aislamiento completo de los contaminados y construcción de nuevos locales o renovación de los viejos, para 
atender mejor las exigencias sanitarias. Esta segunda medida equivalía a hacer cerrar el Oratorio. El Gobernador se mostró muy sensato: 
antes de ordenar el inmediato cumplimiento de la propuesta, prefirió someterse a la prudencia de don Bosco, anunciando que, a su 
tiempo, una segunda visita comprobaría cómo se habían cumplido sus órdenes 1. Don Bosco, al informarse de las disposiciones 
gubernativas, comunicó los remedios que inmediatamente se habían tomado durante su ausencia. 

Eran los siguientes: «Remedios tomados para detener la difusión de la conjuntivitis granulosa: 1.° Separación o alejamiento de todos 
los que se vieron gravemente afectados. Varios de éstos ya volvieron, totalmente sanos, como lo confirman los correspondientes 
certificados médicos que se adjuntan para probarlo. 2.° Separación inmediata de todos los que fueron declarados enfermos, aunque fueran 
leves. 3.° Diligente y asiduo cuidado de los mismos, de acuerdo con el consejo dado por los médicos en su primera visita. 4.° Blanqueo 
de los pórticos 

1 Véase Apéndice doc. 43. 
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Fin de Página 485 


VOLUMEN XIII Página: 486 

y las paredes de escaleras, corredores, etc. 5.° Suspender ((566)) todo ingreso de alumnos hasta el otoño próximo. 6.° Aumento de tres 
empleados para la limpieza de dormitorios, aulas, comedores, escaleras, etc.» 

Las autoridades no pretendieron nada más. 

Se esperaba, por consiguiente, que volviese la comisión sanitaria para comprobar los remedios adoptados; pero, he aquí que el día 13 de 
mayo llegaba una orden gubernativa con el cierre del Oratorio, por cuanto resultaba que, después de una segunda visita, no se había hecho 
nada de nada. Don Bosco, se encontraba, pues, en esta ocasión en condiciones favorables para responder. 

Ilmo. señor Gobernador: 

Con gran sorpresa he recibido la comunicación de la visita sanitaria, que se dice haber hecho a este centro. 

De acuerdo con el informe de la misma, se habrían advertido varios desórdenes, sin que se hubiera resuelto ninguno, de acuerdo con los 
remedios que la respetable comisión había propuesto y, en consecuencia de lo cual, se me impone el cierre de este caritativo centro. 

Ruego respetuosamente a V. S. se digne admitir que, después de haber recibido su anterior circular, no se hizo ninguna otra visita 
sanitaria a esta casa; que si los señores de la comisión hubieran vuelto, como ellos dicen, habrían comprobado que los remedios 
propuestos por ellos han sido realizados, dentro de lo posible. 

Los remedios propuestos y realizados son: (véase arriba). Por lo demás, creo poder asegurar a V. S. que siempre tuvo muy en cuenta 
este Instituto cooperar al bien público sanitario, material y moral, y lo hará siempre en lo porvenir, en tanto en cuanto puede hacerlo una 
casa sin rentas de ningún género, y que recibe gratuitamente a muchachos pobres y abandonados. 

Espero encontrar en V. S. el benévolo apoyo que siempre he tenido en la autoridad hasta el presente, mientras me cabe el alto honor de 
poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 14 de mayo, 1878 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Mientras el Gobernador, preocupado, dilataba la respuesta, el Beato, para asegurarse de desagradables sorpresas, buscó un especialista 
de enfermedades de los ojos, para que asumiera la vigilancia sanitaria de los muchachos, hasta que ((567)) hubiera desaparecido toda 
huella de conjuntivitis; y lo encontró en la persona del joven doctor Losana, a quien escribió: 
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Muy distinguido doctor Losana: 

Para corresponder a las exigencias de la Comisión Sanitaria para la Conjuntivitis, necesito un médico especialista, que quiera cuidarse 
de nuestros pobres muchachos. A tal fin, ruego a V. S. se digne prestar tan caritativo servicio. 

Hago esta invitación muy a gusto, porque creo que V. S. es aquel jovencito Losana, con quien yo tenía plena confianza y a quien me 
unía una cordial y paternal amistad. 

Le anticipo las gracias y le deseo una vida feliz, juntamente con toda su familia, con la que tantas obligaciones tenemos; y créame con 
gratitud y aprecio, 

De V.S. 

Casa, 22 de mayo, 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

No se cerró el Oratorio; pero no acabaron ahí las molestias sobre la higiene. El día 12 de junio don Bosco recibía del Consejo 
Provincial Escolar la comunicación de que el día 10 se había tomado una seria decisión a su cargo: una comisión de sanitarios, a cuya 
cabeza figuraba el doctor Segundo Polto, vicepresidente del Consejo Sanitario de la provincia, procedería en breve a la inspección 
sanitaria del Oratorio, para determinar el número de alumnos que podrían ser admitidos en el mismo, sin peligro o daño para la higiene 
pública y privada, y que visitaría, al mismo tiempo, a los alumnos para examinar si hubiera todavía entre ellos afectados por la 
conjuntivitis. 

Aquel «en breve» tenía un sentido amplio, ya que, sólo en septiembre, el Consejo Provincial Escolar determinó cumplir la resolución 
tomada en junio, como el gobernador Vaini participó a don Bosco el día 11 de aquel mes, terminando con esta exhortación: «No dudo 
que V. S. sabrá recibir a la Comisión con toda la atención que se merece, dada la importancia del encargo que se le ha confiado, en 
interés de las familias ((568)) que colocan a sus hijos en dicho instituto, y en el de la higiene pública por hacer cumplir los consejos 
higiénicos que por ella le fueren dados». 

Don Bosco le respondió respetuosamente: 

Ilmo. señor Gobernador: 

De muy buen grado tengo abierta esta casa al distinguido Comendador Polto y a los otros doctores que le acompañan, para hacer una 
visita sanitaria a este centro, y haré el debido aprecio de cualquier sugerencia que se dignen proponer en favor de los muchachos aquí 
internados. 

Ruego solamente a V. S. Ilma. que advierta a los señores doctores encargados de 
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VOLUMEN XIII Página: 488 

que tengan presente que este centro es una casa de beneficencia para muchachos pobres y abandonados, enviados generalmente por las 
Autoridades Gubernativas y tenidos aquí gratuitamente. Muchos de ellos, de no ser admitidos aquí, permanecerían en la calle o el arroyo; 
por lo cual se unen a mí, en número de casi ochocientos, para implorar la benevolencia de las autoridades civiles y la caridad de los 
ciudadanos privados. 

Con todo mi aprecio, tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín 15 de septiembre, 1878. 

Su afmo. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


El doctor Polto tenía magníficas intenciones. En efecto, al visitar los dormitorios, decían los médicos que le acompañaban que no 
estaban lo suficientemente ventilados; pero él, casi molesto, dijo: 

-Id a las buhardillas y contemplad al padre, a la madre y a sus tres o cuatro hijos que están allí durante todo el día, y allí se cocina, allí 
se duerme, allí se lava, y no pueden levantar la cabeza sin tocar en el techo... 

El mismo confió a José Rossi que los colegas querían obligarle a firmar una relación contraria a la verdad y que él, antes de tomar 
semejante partido, habría preferido abandonar el cargo. La Comisión declaró que el instituto se encontraba en condiciones suficientes 
para albergar doscientos setenta y cinco alumnos. Así se evitó el cierre; pero don Bosco, obligado a limitar el número de los internos, 
cuando llegaban al Oratorio las madres para encomendar a sus propios hijos, les respondía: 

-No puedo aceptarlos. Id al señor Gobernador y pedidle permiso. 

Se dice que el Gobernador, ante la ((569)) interminable procesión de madres, perdió la paciencia y mandó decir a don Bosco: 

-Acepte los jóvenes que quiera, pero que no venga nadie más a fastidiarme. 

La falsa información dada al Gobernador de una segunda visita Sanitaria, que nunca se hizo, confirmó la duda de maniobras escondidas 
para lograr el cierre del Oratorio. El hecho es que, fracasada aquella tentativa, el Consejo Escolar se agarró inmediatamente al partido de 
hacer cerrar el bachillerato, pero como el incidente, comenzado en 1878, alcanzó su fase aguda en 1879, dejamos la narración completa 
del caso para el siguiente volumen. 
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Fin de Página 488 


VOLUMEN XIII Página: 489 

CUESTIONES ESCOLARES


A los vientos poco propicios que soplaban sobre el Oratorio desde el Gobierno Civil, se añadieron los del Ayuntamiento. En la segunda 
quincena de mayo, la Junta municipal suspendió, sin motivo alguno, el subsidio de trescientas liras, que hacía treinta años concedía a las 
escuelas nocturnas. Era don Bosco el primero que las había introducido en Turín; las autoridades municipales, que las visitaron, quedaron 
tan satisfechas, que les asignaron aquella cantidad, para colaborar a los gastos de iluminación. Don Bosco se lamentaba el 12 de mayo, 
ante algunos de sus sacerdotes, de aquella frialdad del Ayuntamiento hacia él, cuando el Oratorio había tratado siempre con toda suerte de 
atenciones a aquellos señores y, además, se había convertido en algo de gran utilidad y mucha gloria para Turín. Pero la causa no podía 
ser otra más que la alegada, cuando se rechazó el acostumbrado subsidio para las clases otoñales 1. 

»Fue acaso otra la razón verdadera que determinó el cierre de las escuelas elementales externas? Don Bosco las mantenía hacía muchos 
años, pero el 31 de octubre de 1878 el Consejo Provincial Escolar le invitó a cerrarlas, porque, al decir de la ya nombrada Comisión, los 
locales a ellas destinados ((570)) se hallaban en condiciones muy deplorables. Pero antes había enviado una instancia al Ayuntamiento 
para que proveyese a aquel barrio de escuelas elementales suficientes, donde recoger a todos los muchachos que vivían allí con sus 
familias, a la que el Ayuntamiento se había adherido «de buen grado» 2. El Siervo de Dios que conocía las necesidades de aquella 
población, hizo llegar a la autoridad sus respetuosas reclamaciones. 

Ilmo. señor Gobernador: 

He recibido su respetable carta, del 31 p.pdo. octubre, en la que me comunicaba las disposiciones del Consejo Escolar Provincial, a 
propósito de las escuelas internas para los albergados en esta casa y para los pobres muchachos externos. Celebro inmensamente que el 
Ayuntamiento haya acelerado las escuelas elementales tan deseadas en este pobladísimo barrio de Turín. Pero, estas escuelas difícilmente 
podrán atender a la categoría de muchachos que suelen acudir a las nuestras. Se trata de muchachos que, por su indisciplina, y porque van 
mal vestidos, no son admitidos o son despedidos de las escuelas públicas. Se trata de esos muchachos que, de un momento a otro, corren 
el riesgo de ser encerrados en un correccional... 

1 Véase Vol. XII, pág. 307. Leánse, para este asunto, las cartas que se cruzaron entre don Bosco y el Ayuntamiento, en el Apéndice, 
doc. 44. 

2 Carta De Amicis, N. 150, en nombre del Gobernador (31 de octubre). 
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Fin de Página 489 


VOLUMEN XIII Página: 490 

En cuanto a los locales, que han parecido encontrarse en mal estado, tengo a bien informar a V. S. que las dependencias visitadas eran 
sólo para un momento, a saber, hasta que las dependencias establecidas para tal finalidad se encontrasen totalmente reparadas, como 
realmente ha sucedido. Las aulas, para esta suerte de muchachos, están preparadas en el edificio más próximo a este instituto, con fachada 
a la calle Cottolengo. 

Por lo demás, dado que sólo trabajo para hacer el bien a la clase más abandonada de la sociedad civil, recibiré con gran gusto cualquier 
consejo que pueda ayudar a este benéfico fin y procuraré llevarlo a la práctica. 

Con el mayor respeto, tengo el honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 2 de noviembre, 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El Consejo Provincial Escolar, al ver la decidida voluntad del Beato de continuar aquella obra buena, requirió oficialmente la lista de 
profesores y la indicación precisa del lugar en donde estaban colocadas entonces las clases, así como el número de alumnos matriculados 
en cada una de ellas 1. Don Bosco ((571)) debió responder, sin duda, satisfactoriamente, pues no hubo más réplicas; pero, en aquellos 
mismos días, estallaba la señalada amenaza de cierre del bachillerato. 

MUERTE DE TRES GRANDES BIENHECHORES 

Hemos hablado, hace poco, de las grandes dificultades económicas, que atravesaba el Oratorio durante la prolongada ausencia de don 
Bosco. Verdaderamente no habían faltado las limosnas, sobre todo por la lectura del Boletín, que estimulaba la caridad de los 
Cooperadores; sin embargo, las deudas seguían siendo muy numerosas. Pero he aquí que la Providencia dispuso entonces que un acto de 
extraordinaria liberalidad aportase una notable ayuda a las finanzas de don Bosco, aunque acompañada de gran dolor. 

El 27 de abril acabó sus días en Turín el barón Camilo Bianco de Barbanía, a quien don Bosco tenía particular afecto y al que era 
correspondido. El Barón, una vez muerto el heredero, en favor del cual había hecho testamento varios años antes, lo anuló y nombró 
heredero universal a don Bosco, con la carga de muchos legados. De esta manera 

1 Carta como arriba N. 156 (11 de noviembre). 
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Fin de Página 490 


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se pudieron pagar grandes deudas. Cuando aún no se conocía la última voluntad del difunto, se ordenaron en el Oratorio sufragios 
especiales por el descanso de su alma, ya que siempre había sido bienhechor, amigo y padre de los Salesianos. Más aún, el mismo día 28, 
fueron los clérigos a su palacio para los oficios fúnebres, alternándose de cuatro en cuatro cada hora, y recitando cada grupo el oficio de 
difuntos y el rosario entero ante el cadáver. 

Don Bosco, que apenas si podía tenerse en pie, había ido a ver al enfermo en las últimas horas. El Barón, aunque ya no diese señales de 
conocer a los que le rodeaban, salió como de un sopor al sonido de su voz, demostró alegría por su visita y recibió con visible satisfacción 
su santa bendición. El Siervo de Dios guardó siempre el más grato recuerdo del barón Bianco. Poco antes de morir, sacó del cajón del 
escritorio una fotografía y se la entregó ((572)) a don Juan Bautista Lemoyne sin decir nada. Lemoyne la tomó, la contempló y dijo: 

-Es el retrato del barón Bianco. 

-Sí, es el retrato de un gran amigo mío, respondió el Beato con las lágrimas en los ojos. 

Lemoyne quería devolvérselo. 

-No, dijo don Bosco, tenlo tú, guárdalo. 

Don Juan Bautista Lemoyne interpretó aquellas palabras como si quisieran indicar que le tocaba a él perpetuar la memoria de un 
bienhechor tan insigne. Verdad es que la forma empleada por don Bosco en aquel instante impresionó al futuro biógrafo, que vio en aquel 
gesto algo misterioso. 

Fue el barón Bianco uno del abundante número de nobles piamonteses que tanto se distinguieron por su amor a la Iglesia y su devoción 
al Papa. También él, al llegar los nuevos tiempos, para no traicionar la conciencia, se retiró de todo asunto palaciego o público, 
dedicándose únicamente a favorecer con generosidad a la Santa Sede y a los pobres. 
Son muy dignas de nota para nosotros algunas de las expresiones que él dejó en su propio testamento, fechado al 22 de enero de 1877. 
Después de nombrar a don Bosco, a quien llama su «gran amigo», heredero universal y declararse «persuadido de hacer algo agradable a 
Su Santidad el Papa Pío IX, Sumo Pontífice y Soberano, cuya santa bendición implora», prosigue así: «Y como ese gran hombre que es 
don Bosco, tiene enemigos, creo oportuno declarar que él mismo desconoce totalmente esta mi deliberación, y doy de ello mi palabra de 
honor». 

Sin embargo, las malas lenguas encontraron, si no en esto, en otras cosas, tema donde meterse. Corrieron las más fantásticas 
habladurías 
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en torno al valor de la herencia que le había tocado a don Bosco; corrían cifras colosales de boca en boca: eran millones y millones 
llovidos del cielo: ya no tenía necesidad de implorar la caridad. Pero la realidad quedaba muy por debajo de las hiperbólicas 
suposiciones. Y como quiera que la difusión de habladurías tan estrafalarias podía influir siniestramente en las almas y desviar los 
arroyos de la beneficencia ordinaria, el Boletín de junio cortó por lo sano, publicando una declaración que ((573)) ponía las cosas en su 
punto. El Siervo de Dios, como testimonio público de su agradecimiento, hizo que se celebrase un funeral solemne de trigésima el 28 de 
mayo en la parroquia de Santa Teresa, con muchos invitados. 

Otro nuevo dolor sufrió don Bosco a muy poca distancia de tiempo: el 3 de mayo perdió otro gran bienhechor, el marqués Domingo 
Fassati, fervoroso cristiano y muy encariñado con el Papa. Se hicieron muchas plegarias por él en el Oratorio y en su casa. Para los 
funerales de trigésima invitó don Bosco a cuantos pudo, repartiendo una circular muy sencilla y expresiva. 

FUNERALES 

Los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales, con el sentimiento de la pérdida del marqués Domingo Fassati, dedican unos 
funerales en sufragio de su alma en la iglesia de María Auxiliadora el día 5 del mes corriente a las siete de la mañana. 

Respetuosamente se invita a V. S. a ellos, y, si no pudiera asistir, dígnese al menos elevar a Dios una oración en sufragio del alma de su 
llorado bienhechor. 

Turín, 2 de junio, 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Hacía poco tiempo también que había precedido a la tumba a estos dos patricios de Turín, otro gran protector de don Bosco, el cardenal 
José Berardi, que pasó al eterno descanso el 6 de abril. Padecía graves incomodidades de salud desde el verano de 1877; una apoplejía 
cortó su existencia. Era cardenal hacía diez años. Había llegado a aquella dignidad por los relevantes servicios rendidos a la Santa Sede 
desde los primeros días del pontificado de Pío IX. Había nacido en Ceccano el 28 de diciembre de 1810. 

La desaparición de estos tres veteranos y tan beneméritos amigos suyos amargó profundamente el alma del Siervo de Dios. Merecen 
reconocimiento eterno de los hijos de don Bosco. 
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((574)) 

CAPITULO XVIII 

LA IGLESIA DE SAN JUAN EVANGELISTA,
MONUMENTO A PIO IX


EL día de la colocación de la piedra fundamental de esta iglesia fue, sin duda, un día hermoso para don Bosco. Se habían requerido doce 
años de preparación. Es verdad que la idea de construir en la Avenida del Rey una iglesia dedicada a San Juan Evangelista sólo tenía 
origen en el 1869; mas, para lograr la adquisición del terreno necesario para el desarrollo del oratorio de San Luis, se afanaba desde 
varios años antes. Era, además, su intención honrar con aquel edificio sagrado a la persona de Pío IX, que había recibido en el bautismo 
el nombre del apóstol predilecto, y a quien don Bosco se sentía tan ligado; sin embargo, no hizo público su pensamiento hasta después de 
la muerte del gran Pontífice. Una prueba de que este su deseo fue anterior a la muerte del Papa es que en 1877, habiendo encontrado un 
bienhechor dispuesto a pagar la puerta principal, encargó al profesor universitario José Boidi, de Castellazzo Bormida, que la dibujara, 
ornamentándola con los emblemas representativos de las gestas de Pío IX. 

El arquitecto, el conde Eduardo Arborio Mella, denodado mantenedor de la arquitectura sacra medieval, diseñó una iglesia en estilo 
románico lombardo del 1200. Debía ocupar una superficie rectangular de casi sesenta metros de larga, por veintidós de ((575)) ancha, 
dividida en tres naves, con la central el doble de ancha y alta que las otras dos. La superficie libre de la iglesia era de mil cien metros 
cuadrados para poder contener cómodamente a dos mil quinientas personas. La fachada debería llevar el campanario en el centro, con una 
altura de cuarenta y cinco metros. Junto a la casa del Señor, don Bosco quería un internado, que pudiera ser sucursal del Oratorio, para 
dar cabida a trescientos alumnos internos, pero con locales a propósito para oratorio festivo y escuelas dominicales, diurnas y nocturnas 
durante los días laborables, en favor de los muchachos del barrio, siempre asediados por los Valdenses, que tenían su templo a corta 
distancia. 

»Con qué medios se proponía el Siervo de Dios llevar a término la costosa empresa? Su fe los esperaba de la divina Providencia y de la 
493 

Fin de Página 493 


VOLUMEN XIII Página: 494 

piedad de los fieles. Ya en una circular del 12 de octubre de 1870 había recurrido a la caridad pública, manifestando la esperanza de que 
los trabajos estarían acabados en el espacio de dos años; mas no había contado con los herejes del contorno, que levantaron mil 
obstáculos, ocasionando una enorme pérdida de tiempo y graves sacrificios económicos. 

Pero, cuando el Beato se había persuadido de que una obra era necesaria para la gloria de Dios y el bien de las almas, ya podía el diablo 
desencadenar en su contra todas las fuerzas del mal, que al fin se rompería los cuernos. Sucedió, pues, que en mayo de 1877, removida 
toda suerte de impedimentos con su tenacidad y habilidad, pudo presentar al Arzobispo los planos para la debida aprobación. Monseñor 
Gastaldi escribió y firmó el día 13 de aquel mes en los planos del doble edificio: «Aprobamos con satisfacción los planos examinados 
para la nueva iglesia en honor de San Juan Evangelista, que ha de levantarse en nuestra ciudad arzobispal». Era la última formalidad. 
Bajo la dirección del ingeniero Antonio Spezia se desarrollaron rápidamente los trabajos, de forma que, en agosto de 1878, hechas las 
excavaciones y puestos los cimientos, aparecían los muros al exterior y empezaba el turno del pavimento. 

El método que el beato don Bosco seguía para la ((576)) construcción de los edificios sagrados nos ha sido desvelado en parte por él 
mismo. El año 1877 se dirigió a él una señora que cooperaba a la erección de una iglesia en Castagneto de Pisa, para que le aconsejase la 
manera de alcanzar los fondos necesarios. Y él le respondió así: 

Muy apreciada señora Mariana Moschetti: 

Sería necesario que pudiéramos hablar para examinar los proyectos que pueden hacerse y las probabilidades para poderlos realizar. Sin 
embargo, le diré lo que me parece bien ante el Señor. 

1.° Rogar a Dios e invitar a otros a hacerlo, y recibir comuniones, como medio eficacísimo para alcanzar sus gracias. 

2.° Invitar al párroco a ponerse a la cabeza de dos comisiones numerosas; numerosas por cuanto ello sea posible: una de hombres y otra 
de mujeres. Cada uno de los miembros de estas comisiones se comprometa a una entrega dividida en tres plazos, uno por año. 

Al mismo tiempo, cada uno de ellos busque donantes de dinero, trabajo, o materiales. Por ejemplo, invitar al que ha de hacer un altar, el 
púlpito, los candelabros, una campana, los marcos de las ventanas, la puerta principal, las otras puertas, las cristaleras, etc. Pero una sola 
cosa cada uno. Si yo pudiera hablar con el párroco, podría, en confianza, sugerirle otro medio; pero no me atrevo a escribirlo 1. 

1 Es muy probable que aluda a legados testamentarios. 
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Yo rogaré para que todo vaya bien. Mi único apoyo ha sido siempre recurrir a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. 

Que Dios la bendiga y ruegue por mí, que siempre seré en Jesucristo. 

Turín, 11 de abril de 1877. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Esta distribución de las diversas partes del edificio entre los más fervorosos cooperadores, a fin de que cubriesen los gastos, era un 
expediente utilísimo y que daba buen resultado, según él mismo había experimentado. Recurrió también a la prensa. L'Unità Cattolica del 
28 de agosto del 1877 publicó un artículo, en el cual, después de dar cuenta de lo ya realizado, animaba a los amigos a «concurrir con 
limosnas en metálico, con materiales de construcción, con mano de obra, con objetos de arte y con ornamentos sagrados». Más aún, para 
dar más fuerza a su invitación, el periódico añadió una recomendación, algo vieja ciertamente, pero oportuna, ((577)) de la autoridad 
eclesiástica turinense en favor de la obra. «Con gran satisfacción por nuestra parte, decía el Vicario General Zappata con fecha 30 de 
octubre de 1870, hemos visto y aprobamos el proyecto presentado por el celoso y piadoso sacerdote don Juan Bosco, benemérito de la 
Iglesia y de la sociedad por sus diversas instituciones religiosas y benéficas». Auguraba después la rápida terminación de la empresa y 
reforzaba su recomendación, escribiendo antes de la firma estas palabras: «Todo por orden y en nombre de su excelencia el señor 
Arzobispo». El Arzobispo era monseñor Alejandro Riccardi. 

Esta publicación, no se sabe por qué, no gustó a monseñor Gastaldi, el cual, con notable retraso, mandó escribir el 14 de octubre a don 
Miguel Rúa, como superior reconocido del Oratorio, que, no teniéndose copia en la curia de aquel documento y siendo necesario tenerla, 
presentase cuanto antes el original para sacar copia auténtica; «pero como éste, leemos en la Exposición a los Cardenales del Concilio 1, 
se conservaba en la Curia, no se pudo llevar más que una copia, de lo que no quedó satisfecho y siguió proporcionándonos molestia tras 
molestia, exigiéndonos un documento, que él tenía». 

Más tarde, el profesor Anfossi escribió un artículo para L'Unità Cattolica en el que demostraba la necesidad de la iglesia y del internado 

1 Pág. 34. Sampierdarena, Tip. de San Vicente de Paúl, 1881. 
495 

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de San Juan; pero el director del periódico no quiso que se publicara, diciendo que el Arzobispo no lo permitía 1. Eran nubes precursoras 
de nuevas tempestades. 

El verdadero incidente apareció, mientras estaba don Bosco en Roma. La construcción de la iglesia de San Segundo en Turín, no seguía 
adelante, desde que don Bosco, que la había comenzado, se vio obligado a desinteresarse de ella. Ahora bien, el párroco del barrio de 
aquel nombre, don León Prato, viendo su gran necesidad, lanzó la idea de hacer con ella un homenaje ((578)) de los turineses «al gran Pío 
IX» con la generosa ayuda a su construcción; y en el mismo sentido publicó un breve artículo L'Unità Cattolica del 17 de febrero de 
1878. Advertido don Bosco de la cuestión 2, escribió a don Miguel Rúa 3: «Di a don Juan Bonetti que prepare un artículo para el Boletín 
sobre la iglesia de San Juan, diciendo: 1.° que es una obra aconsejada, bendecida y socorrida por Pío IX; 2.° que no se puede promover 
mejor monumento que el de llevar a término una obra comenzada por Pío IX, dedicada a su nombre y que está de acuerdo con su último 
recuerdo: «Cuidaos de la juventud pobre» 4; 3.° que es un deber para los cooperadores terminar una obra comenzada por el fundador de 
los promotores 5 salesianos». 

Don Juan Bonetti escribió inmediatamente el artículo; pero prorrogó su publicación hasta el número de abril, porque el de marzo estaba 
totalmente dedicado al difunto Pontífice. El artículo se titulaba: «Los Cooperadores Salesianos, para perpetua memoria de Pío IX el 
Grande». La propuesta halagó inmediatamente a los cooperadores y de tal modo, que daban pruebas a diario de su agradecimiento, 
enviando limosnas para la noble finalidad. La revista dio amplias noticias de tan gran favor en su número de mayo. 

Pero en el intervalo sucedió un lance imprevisto. El Ordinario había publicado el 27 de febrero una carta pastoral «sobre un monumento 
a levantar en Turín al gran Pío IX». Fácilmente se adivinaba cuál fuera el monumento. L'Unità del 3 de marzo publicó un suelto 
periodístico con el título: «Monumento de los turineses a la santa memoria de Pío IX», presagiando un edificio monumental sobre cuya 
cúpula se vería dominando las alturas la estatua de Pío IX bendiciendo 

1 Carta del presbítero Anfossi a don Joaquín Berto. Turín, 10 de febrero de 1878. 

2 Carta del reverendo Anfossi a don Joaquín Berto. Turín, 19 de febrero de 1878. 

3 Roma, sin fecha, pero entre el 20 y el 25 de febrero. 

4 Alude a la última alocución de Pío IX, el día de la Purificación de la Santísima Virgen. 

5 Véase vol. XI, pág. 79. 
496 

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a «Turín, a Italia y al mundo». En consecuencia, Monseñor prohibió al Boletín que volviera a hablar por su cuenta sobre el tema del 
((579)) monumento, y escribió cartas a la Congregación de Obispos y Regulares y a la Secretaría de Estado, en cuyas oficinas se inició 
una correspondencia con don Bosco, que constituye una página importante para la biografía de nuestro Beato. 

El primero en escribirle fue el eminentísimo Secretario de Estado. 
Había puesto León XIII al frente de dicha Secretaría al cardenal Franchi, el cual duró pocos meses en ella, pues murió el 31 de 
julio.Apoyándose en los informes recibidos desde Turín, decía a don Bosco: 

Ilmo. Señor: 

En el número del Boletín Salesiano correspondiente al mes de abril, que V. S. Ilma. publica en San Pier d'Arena, ha aparecido una 
recomendación a los fieles para convertir en monumento a la sagrada memoria de Pío IX la nueva iglesia, que se está construyendo en esa 
ciudad bajo la advocación de San Juan. Como quiera que, con anterioridad, han sido invitados por el señor Arzobispo de Turín los 
mismos fieles a contribuir a un monumento en honor del glorioso Pontífice antes dicho, con la creación de una iglesia parroquial nueva, 
en el recién hecho barrio de San Segundo, no parece oportuna esta doble llamada para una misma finalidad a la caridad cristiana, sobre 
todo porque, habiendo partido la primera de la superior Autoridad Eclesiástica local, y siendo la segunda hecha por un sacerdote, sin la 
autorización de dicha autoridad, puede parecer, a los ojos del público, una falta de atención con ella. Estas reflexiones adquieren mayor 
fuerza, sabiéndose que vuestra señoría no se encuentra en muy buenas relaciones con el señor Arzobispo, y no dudándose que se deba a 
esto que haya resultado poco agradable esa especie de rivalidad pública, en una obra de tal naturaleza. 

Quiera V. S., por tanto, tomar en cuenta estas y otras consideraciones, que fácilmente pueden venir a su recuerdo, y estudiar la manera 
de evitar cualquier mal entendido sobre el particular, procurando, en un asunto tan estrechamente ligado con la autoridad Arzobispal, 
proceder de acuerdo con la misma, o bien atenerse al partido que no puede ocasionar desaprobación y disgusto. 

Con esta confianza le confirmo los sentimientos de mi más distinguido afecto. 

De V. S. Ilma. 

Roma, 2 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
Cardenal ALEJANDRO FRANCHI


((580)) 

Al verse culpado de algo, de lo que se sentía inocente, y conociendo bien el origen de la acusación, dio a Su Eminencia las aclaraciones 
necesarias: 
497 

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Eminencia Rvma.: 

Agradezco de todo corazón la carta que V. E. Rvma. se ha dignado dirigirme, ya que con ella me ofrece oportunidad para dar 
aclaraciones, sin las cuales seguiría realmente cambiado el estado de las cosas en ella expuestas. 

Según ella, debo ser culpado de haber hecho una llamada a los fieles de la diócesis de Turín, para levantar un monumento al llorado Pío 
IX con ocasión de otra llamada precedente, y sin autorización superior. Tenga la bondad de autorizarme algunas aclaraciones: 

1.ª La iglesia de San Juan Evangelista es un monumento destinado a la gloria de Pío IX que se comenzó hace muchos años. Ya en 1870 
me enviaba el eminentísimo cardenal Antonelli una carta de aliento, en nombre del Padre Santo, en la que bendecía a los donantes y hacía 
su primer regalo de dos mil liras, anotando que Su Santidad cooperaba a aquel edificio por tratarse de levantar un dique a los protestantes, 
que en aquel barrio han levantado un hospicio, sus escuelas y un templo al error. Por consiguiente, el comienzo de aquella iglesia es muy 
anterior a la llamada del Arzobispo de Turín. 

2.ª Ese edificio se empezó con el consentimiento de la autoridad arzobispal; es más, el abajo firmante fue directamente invitado, 
animado, añadiendo una viva recomendación a los fieles para excitarlos a acudir en ayuda de la obra proyectada. 

3.ª El Boletín Salesiano no se imprime en Turín, sino en San Pier d'Arena, pero con aprobación de aquel Arzobispo, que con su gran 
caridad aprueba y recomienda a los pobres muchachos de nuestras casas. 

4.ª En aquel número no se hace ninguna llamada a los fieles, como querría hacerse creer, sino únicamente a los cooperadores salesianos, 
nombre con el que se comprenden todos los bienhechores ordinarios de nuestras casas de Italia, Francia y América. 

5.ª Ha de advertirse que, por culpa de la oposición de un alto personaje, la obra de los cooperadores está muy limitada en la 
archidiócesis de Turín. 

Por estas aclaraciones puede fácilmente V. E. advertir que todo se hizo con aprobación y recomendación del Padre Santo y de la 
autoridad eclesiástica local, que la llamada en cuestión es muy anterior a la del Arzobispo; que va dirigida solamente a los cooperadores, 
que no son muchos en la diócesis de Turín; que el Boletín Salesiano se imprime con aprobación de la autoridad arzobispal de Génova, y 
que se difunde solamente entre nuestros bienhechores, a quienes se da cuenta de lo que se hace, a fin de que, viendo el fruto de su 
caridad, acudan más ((581)) a gusto en su ayuda. Y, como ya muchas veces ha habido molestos incidentes, por causa de malos 
entendimientos, así ruego calurosamente a V. E. tenga a bien comunicarme en otras ocasiones todo lo de este género que, por casualidad, 
fuere referido a V. E. Rvma. 

Muy agradecido y con plena veneración, tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 8 de mayo de 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

No tardó mucho en llegar a don Bosco una amonestación del Cardenal Prefecto de los Obispos y Regulares. Una frase de su carta, 

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aquélla en la que dice la «llamada a la caridad de los Cooperadores y Cooperadoras salesianos» parece indicar que el cardenal Ferrieri se 
había enterado de la carta anterior y quería responder a la cuarta observación de don Bosco. 

Rvdo. Señor: 

No ha mucho tiempo que el Arzobispo de Turín ha comunicado a esta Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, que V. S. ha 
acudido a la caridad de los cooperadores y cooperadoras salesianos, con el fin de recoger limosnas para la construcción en Turín de una 
nueva iglesia en honor de san Juan y como memoria de Pío IX. Un propósito semejante es verdaderamente recomendable por sí mismo, y 
merece el aplauso general por todo concepto. Pero, en el momento actual, como tal hecho pudiera parecer una cierta emulación al mismo 
propósito de dicho Arzobispo, publicado hace un mes en su pastoral, de levantar un monumento al Sumo Pontífice Pío IX con la iglesia 
de San Segundo en Turín, se invita a V. S. a desistir por ahora de recoger limosnas para el objeto arriba indicado, y así no dar pretexto a 
los pusilánimes para imaginar que exista antagonismo con la autoridad arzobispal. Con este entendimiento, le auguro la prosperidad del 
Señor. 

De V.S. 

Roma, 18 de mayo de 1878. 

A su servicio 

F. Card. FERRIERI, Prefecto A. Arz. de Mira, secr. 
Habían transcurrido dos días, cuando el Beato recibió una tercera reclamación, ésta del cardenal Franchi, que con mucho tacto 
reafirmaba su punto de vista. 

((582)) 

Ilmo. Señor: 

Con la carta del 8 del corriente V. R. S. me ha suministrado las aclaraciones que ha considerado conveniente comunicarme después de 
recibir mi despacho n.° 29089. Por estas aclaraciones deduzco que son muy válidos los motivos por los cuales V. S. se dispone, con 
laudable celo, a la construcción de la iglesia dedicada a san Juan Evangelista. Deduzco también que, apoyándose en estos motivos, no 
necesita excitar la caridad de los fieles, añadiendo el propósito de levantar con ella un monumento a la sagrada memoria de Pío IX. 
Especialmente, cuando quiere erigir este monumento ese señor Arzobispo, para proveer de un templo sagrado a los fieles del nuevo barrio 
de San Segundo. 

Por consiguiente, con la firme persuasión de que V. S., por deferencia a dicho prelado, se abstendrá de presentar y recomendar de 
cualquier modo, bajo este aspecto, el cumplimiento de la obra, y que ello servirá para restringir cada vez más la buena inteligencia que 
debe existir entre V. S. como cabeza de múltiples piadosos institutos y 
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la autoridad diocesana local, vuelvo a confirmarme con los sentimientos de mi distinguido aprecio, de V. S. Ilma. 

Roma, 20 de mayo de 1878. 

Afmo y s. s. 

A. Card. FRANCHI 
A don Bosco le apremiaba confirmar, aclarar y completar todo lo que había dicho en su carta al cardenal Franchi; por eso, al recibir esta 
última, respondió a ella antes que a la otra del cardenal Ferrieri. El se dirigía a los Cooperadores de la archidiócesis de Génova, no a los 
de Turín, de modo que no se le podían hacer cargos por su Ordinario local. 

Eminencia Rvma.: 

Suplico a V. E. Rvma. me permita unas palabras más de esclarecimiento y respuesta a la muy atenta carta que se dignó escribirme. 
Ignoro totalmente las cartas que nuestro reverendísimo Arzobispo haya escrito a otras sagradas Congregaciones, a mi cargo, sobre la 
misma cuestión. 

Téngase presente que no soy yo quien ha hecho competencia a nadie, sino que otros me la hicieron a mí, que ya hace diez años había 
comenzado públicamente la iglesia y el colegio de San Juan; que el Boletín Salesiano se imprime en Génova en el barrio de San Pier 
d'Arena en el hospicio de San Vicente, por cuenta y responsabilidad del Director de los huérfanos en él ((583)) internados. Imagino que la 
autoridad arzobispal de Turín no quiere alargarse hasta allí, y recuerdo que el Boletín se envía solamente a los cooperadores o 
bienhechores salesianos de las distintas ciudades y lugares donde tenemos casas. Les damos a ellos informes de cuanto se hace, o mejor, 
de cómo se ha empleado su caridad. A pesar de ello, el número de éstos en Turín es bastante restringido, en razón de las oposiciones 
hechas por el superior eclesiástico; pero, queriendo prestar sumisión en todo a la autoridad y quitar todo pretexto, se aseguró al Arzobispo 
que, exceptuado el número en curso de impresión, en lo porvenir se hablaría de la iglesia de San Juan, mas sin decir palabra que pueda 
servir de monumento a Pío IX. Se prometió esto, a pesar de la oposición de los cooperadores salesianos, que ven injusta la prohibición de 
levantar un monumento de gratitud al fundador de su asociación. Si bien el Arzobispo manifestara su plena satisfacción ante tal 
condescendencia, sin embargo, no dejó de escribir a V. E. y a la Congregación de Obispos y Regulares, ocasionando quejas que hacen 
perder un tiempo que la conciencia obliga a dedicar a mayor gloria de Dios y bien de las almas. Ruego, por consiguiente, a V. E. tenga a 
bien poner bajo su poderosa protección a esta pobre congregación y escribir a nuestro Rvmo. Arzobispo que, cuando nazcan dificultades, 
me las diga; y que, cuando algo esté ya arreglado entre nosotros, »por qué recurrir todavía, repetidas veces, a la Santa Sede? Ya hace 
varios años que, casi a diario, me veo obligado a dar aclaraciones a las reclamaciones que la autoridad eclesiástica hace a Roma a nuestro 
cargo; y esto resulta perjudicial para la naciente Congregación Salesiana que precisa mucho consolidarse, de acuerdo con la necesidad y 
las calamidades de nuestros tiempos. Dígnese compadecerme, si en la presente carta empleo expresiones poco reverentes. Pretendo 
únicamente 
500 

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manifestar la verdad y el estado de las cosas al supremo tribunal de la Iglesia y deseo poder emplear el poco tiempo de vida que Dios 
quiera todavía concederme en favor de la congregación que la Santa Sede me quiso confiar. 

Compadézcame, pues, ante tantos obstáculos y acepte que los Salesianos, con profunda gratitud, rueguen cada día al Señor para que le 
conceda buena salud y vida feliz, mientras, en nombre de todos, me cabe el alto honor de poderme profesar. 

De V. E. Rvma. 

Turín, 28 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Después de unos días de espera, quizás para ver si le llegaba alguna cosa más de la Secretaría de Estado, envió al cardenal Ferrieri una 
respuesta, en la que es digno de consideración especialmente el punto cuarto. 

((584)) Eminencia Rvma.: 

He recibido la carta en la que me invita V. E. Rvma. a dejar de recoger osnas entre los cooperadores y cooperadoras salesianos para 
seguir las obras de la iglesia de San Juan, por cuanto parece una competencia con el Arzobispo de Turín, que preventivamente habría 
hecho idéntica llamada en favor de la iglesia de San Segundo. 

Ruego a V. E. me permita renueve las aclaraciones ya dadas al Eminentísimo Secretario de Estado, ante quien se hicieron las mismas 
reclamaciones. 

1.° Advierto, ante todo, que yo no he hecho ninguna llamada de tal suerte, porque la llamada a la que se alude, fue publicada durante mi 
ausencia y sin ninguna injerencia mía; se imprimió en el hospicio de San Pier d'Arena en Génova, a expensas y bajo la responsabilidad 
del director de aquel Centro, con aprobación de la autoridad eclesiástica de aquella archidiócesis. 

2.° No se ha publicado nada en la diócesis de Turín y, por tanto, no parece haya ningún motivo de reclamación por parte de este 
Ordinario. 

3.° Téngase en cuenta que la iglesia de San Juan Evangelista se comenzó hace más de diez años con la bendición y un donativo de dos 
mil liras del Pontífice Pío IX, siempre de grato recuerdo. El concurrió, porque se trataba de levantar un dique frente a los protestantes que 
allí cerca tienen escuelas, hospicio, hospital y templo. La autoridad arzobispal aprobó y recomendó todo, animando a los fieles a ayudar, 
como puede verse por la exposición de hoja aparte. No creo se quiera revocar cuanto ya fue aprobado. 

4.° La iglesia de San Segundo la comencé yo mismo, muchos años después que la de San Juan; y, tras haber gastado en ella una 
cantidad de dinero bastante elevada, creyó oportuno el Arzobispo entrar él mismo en aquella construcción. Yo cedí a ello de muy buen 
grado, por tratarse del superior eclesiástico. 

Por eso, no he hecho competencia a nadie, sino que otros me la hicieron a mí, contra una obra empezada hace más de diez años, y por la 
cual debí superar indescriptibles dificultades por parte de los protestantes. . 

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5.° No obstante esto, y, pro bono pacis, apenas el Arzobispo hizo observaciones sobre el particular, inmediatamente le aseguré 
personalmente que en el porvenir, salvo el número que se está imprimiendo, el Boletín Salesiano hablaría de la iglesia y del hospicio de 
San Juan sin volver a calificarlo de monumento a Pío IX. 

Convencido de haber satisfecho de este modo al deber de responder a su veneradísima y atentísima carta, manifiesto estar dispuesto a 
cualquier orden o consejo que se me dé, mientras tengo el alto honor de profesarme. 

De V. S. Rvma. 

Turín, 1 de junio de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((585)) Este intercambio de notas, ignorado por el público, no dispensaba al Boletín de la conveniencia de justificar ante los lectores de 
Turín sus pasadas afirmaciones, antes de enmudecer sobre el tema. Y decimos «los lectores de Turín», porque ahí estaba la cuestión. 
Precisamente por eso dispuso el director de la revista que los artículos que hablaban de la iglesia de San Juan se redactaran de dos 
maneras, una para los Cooperadores de la archidiócesis de Turín, sin «monumento»; y otra para todos los demás Cooperadores con su 
intrépido «monumeto». Así que, el Boletín de junio apareció con un artículo que se titulaba: «Una justificación sobre la iglesia de San 
Juan, como monumento a Pío IX». En él, después de resumir lo que anteriormente se había publicado sobre la iglesia a levantar, 
proseguía don Juan Bonetti: 

«Por ciertos miramientos... nos limitamos a recomendar la Obra solamente a nuestros Cooperadores y Cooperadoras, demostrándoles 
qué hermoso y honorable sería para ellos levantar este sagrado monumento al primero y más grande Bienhechor nuestro, al insigne 
Promotor de nuestra Pía Unión 1. Pero, pese a todo esto, Se nos ha contado que hemos desagradado a alguien. Sintiendo que nuestro 
desagrado haya sido ocasión de disgusto para alguna persona, observamos que, si no hubiese sucedido la dolorosa muerte del gran Pío IX, 
la iglesia de San Juan hubiese seguido adelante, lo mismo que la de San Segundo. Así las cosas, »qué perjuicio puede ocasionar la 
continuación de la una con 

1 Aquí se enviaba al lector a la nota siguiente: 

«Es conveniente notar que por Cooperadores entendemos a nuestros bienhechores, no solamente de Turín, sino también de otros pueblos 
y ciudades de Italia, de Francia y también de América, donde se han abierto nuestras casas en favor de la juventud abandonada. Al no 
tener nosotros rentas fijas, para sostener y cumplir las obras que Dios nos confía, acostumbramos dar a conocer a los mismos nuestras 
dificultades para invitarlos a acudir en nuestro socorro con su caridad». 
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el título de Monumento atribuido a la otra? Por nuestra parte recomendamos encarecidamente a nuestros Cooperadores y Cooperadoras la 
iglesia de San Juan, que debe recordar a la posteridad al gran ((586)) Pío IX y su gratitud hacia él; y, al mismo tiempo, recomendamos 
también, con todo el afecto del corazón, a los fieles que concurran en favor de la iglesia de San Segundo, que será otro monumento muy 
digno de aquel glorioso Pontífice. Nosotros tenemos plena confianza en Dios para poder decir que El sabrá suministrar los medios para 
que las dos ensalcen su mayor gloria, a favor de las almas y también para honor de su fidelísimo Siervo». En fin, para asegurar a todos 
que el pensamiento para levantar la iglesia de San Juan Evangelista en memoria de Pío IX era muy antiguo y que todo se había hecho 
siempre con pleno consentimiento de la autoridad eclesiástica, se referían dos documentos de 1870. La noticia de esta cuestión apenaba a 
muchos amigos de don Bosco, que no ocultaban su viva amargura 1. 

Monseñor Gastaldi aludía a dicho artículo, en su carta del 20 de julio a don Bosco: «Ruégole de nuevo encarecidamente, advierta al 
escritor del Boletín Salesiano que deje en paz al Arzobispo de Turín y a cualquier otro obispo; porque resulta un gravísimo escándalo con 
inmenso daño para nuestra santísima religión la pretensión que se arrogan algunos periodistas, que se llaman católicos, los cuales quieren 
hacer de maestros, examinadores, jueces, reprensores de los obispos, a quienes fue dicho docete omnes gentes (enseñad a todas las 
gentes). Yo me opongo, totis viribus (con todas mis fuerzas), a esta pretensión, que es esencialmente impía y cismática. Y debo advertirle 
aún, que no publique ninguna otra noticia o aviso, invitación o exhortación respecto a dicha iglesia, como memoria de Pío IX. V. S. en su 
prudencia y en su buena voluntad apreciará toda la importancia de cuanto escribo, y espero, por tanto, que no tendré ninguna razón para 
cambiar mi indicación de benevolencia para con la Congregación Salesiana». 

Entre tanto se las ingeniaba don Bosco para buscar subsidios por todas partes. El año 1877 había obtenido de la dirección de los 
ferrocarriles ((587)) del norte de Italia ciertas facilidades para el transporte de material, mas sólo por una cantidad no superior a treinta y 
ocho toneladas. Pero el 14 de diciembre, casi en vísperas de salir hacia Roma, pidió que se suprimiese la segunda condición. El Director 
general le respondió que, como estuviera a punto de cesar la gestión de la Administración de hasta entonces 2, no se podían 
incondicionalmente 

1 Apéndice, doc. 45. 

2 El día 1 de julio de 1878 debía pasar a otra sociedad la administración e los ferrocarriles del norte de Italia. 
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aquellas facilidades, pero que durarían hasta el 31 de mayo de 1878, mas sin sobrepasar la cantidad fijada. El 24 de abril de 1878 don 
Bosco renovó la instancia para que se le redujera la tarifa de transportes por encima de aquellos límites, pero de nuevo la respuesta fue 
negativa. 

Convocó también en su ayuda a los sacerdotes, proponiéndoles que celebrasen misas según su intención y cediéndole la limosna. Con 
este fin, y en ocasión de la fiesta de María Auxiliadora y después con las debidas modificaciones cronológicas y la solemnidad de la 
Asunción, dirigió la siguiente circular a muchos sacerdotes: 

Benemérito y M. Rvdo. Señor: 

Para facilitar la manera de cooperar a la construcción de la iglesia e Instituto de San Juan Evangelista, algunas piadosas personas 
ofrecen un número notable de misas a celebrar por algún benévolo sacerdote que quiere conceder su limosna para este fin. 

Si, por consiguiente, V. S. o cualquier otro sacerdote de su conocimiento pudiera y quisiera prestarse a tan caritativa llamada, no tiene 

V. S. más que indicarme el número de misas que se encarga de celebrar durante el espacio de un año, esto es, desde el 22 del corriente 
mes de mayo hasta el 24 del mismo mes de 1879. 
Agradezco a V. S. su caritativa colaboración y, rogando a Dios le pague generosamente su celo, tengo el honor de profesarme con 
profunda gratitud. 

De V.S.B. 

Turín, fiesta de M. Aux., 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


((588)) Naturalmente también el Boletín cumplía su papel mensualmente. Por eso, en el número correspondiente al mes de julio, 
presentó, ocupando dos páginas contiguas, el proyecto de la iglesia y del hospicio: fue la primera ilustración que adornó las páginas de la 
revista. 

Quedaba todavía una ceremonia por cumplir: la colocación solemne de la primera piedra. Don Bosco había pensado inmediatamente en 
ello después de su llegada a Valdocco; y, por eso, escribió entonces al conde Eugenio De Maistre: 

Muy querido señor Conde Eugenio: 

Precisamente ayer, por la tarde, llegué de Génova; hoy he podido pasar parte de la jornada levantado y puedo decir que me encuentro 
mucho mejor. 

Me ha satisfecho inmensamente saber que la señora Duquesa se encuentra mejor. Deo gratias. Toda esta casa sigue orando para 
alcanzar de Dios su perfecta curación. 

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Y ahora tengo que pedirle un favor. En la primera quincena del próximo mayo, tendremos que hacer la bendición de la primera piedra 
para la iglesia de San Juan Evangelista, que en honor del llorado Pío IX, se está levantando junto al templo de los protestantes a lo largo 
de la Avenida del Rey en Turín. »Haría usted el favor de asistir para colocar esa piedra en su lugar y echar la primera paletada de cal? 
Este es el favor que le pido, por amor a aquel Pontífice por quien tantas veces expuso su vida 1. Puede usted elegir el día que mejor le 
venga. 

Espero que su familia goce de buena salud y ruego a Dios les conserve a todos prósperamente y con todas sus celestiales bendiciones. 

Me encomiendo a la caridad de sus valiosas oraciones, mientras, con verdadera gratitud, tengo el honor de profesarme de V. S. 
carísima, 

Turín, 25 de abril de 1878. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


No pudo el Conde condescender a la invitación, porque solía salir de Borgo Cornalense durante el buen tiempo e irse con la familia a 
Francia. Entonces el Beato miró más arriba: envió una súplica al Duque de Génova. Pero también éste hizo que le respondieran, el 6 de 
junio, que, con motivo de su inminente partida ((589)) de Turín, le resultaba imposible aceptar «la atenta invitación». Ante tal negativa, 
intentó lograr la asistencia del príncipe Eugenio de Carignano, el cual no creyó oportuno hacerlo, en razón de que nunca había aceptado 
peticiones para funciones semejantes. 

Jamás, en otros tiempos, habían rechazado los príncipes de la casa de Saboya honrar al Oratorio, con su asistencia a ceremonias 
solemnes; 
pero, ahora, las condiciones de la vida pública no eran las de antaño y resultaba oportuno guardar ciertas reservas. Sin embargo, don 
Bosco era siempre tenido en la Corte en muy alta estima. En efecto, los hijos del príncipe Amadeo, Duque de Aosta, empleaban sus libros 
para estudiar, como la Historia Sagrada, la Historia Eclesiástica, la Historia de Italia, porque tenían como profesor al reverendo Violino, 
ex alumno del Oratorio. Algunas veces le preguntaban los principitos quién era don Bosco. 

-Es un santo, respondía el preceptor, el santo de nuestros tiempos. 

Con la curiosidad de conocerlo, le preguntaron si algún día les llevaría a verle. 

-Con mucho gusto, les respondió. 

Pero, aunque de vez en cuando, les llevaba a la iglesia de María Auxiliadora, nunca entró en el Oratorio, porque el príncipe Amadeo 

1 El Conde había servido en las filas de los zuavos pontificios. 
505 

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no quería dar pábulo a las habladurías de los periódicos con motivo de que sus hijos hubieran sido presentados a don Bosco 1. 

Pero había que proveer también a la bendición ritual que acostumbra asociarse a la colocación de la primera piedra. El Siervo de Dios, 
que, a pesar de los pesares, mantenía continua relación con Monseñor, personalmente y por escrito, acudió a él el 19 de julio; tenía 
también una invitación de Su Excelencia, manifestándole que deseaba tener con él «una breve conferencia». Don Bosco aprovechó la 
ocasión para hablarle de aquella ceremonia. Al día siguiente le escribía el Arzobispo: «Ayer me habló V. S. de la bendición ((590)) y 
colocación de la piedra angular de la nueva iglesia de San Juan en esta ciudad, como de algo próximo. Como es mi intención celebrar yo 
mismo esta sagrada ceremonia, de acuerdo con las prescripciones de las leyes eclesiásticas litúrgicas; y como quiera que, por otra parte, 
tengo otras funciones que cumplir, ruégole me indique, lo antes posible, poco más o menos, el día en que habrá de celebrarse esa función 
sagrada, a fin de poder disponer mis cosas». 

Aún no habían pasado veinticuatro horas, cuando, volviendo a pensar en ello, tornó a escribirle que: «reflexionando sobre la ceremonia 
de la bendición y colocación de la piedra angular de la iglesia de San Juan Evangelista, en esta ciudad, pienso que tal vez plazca a V. S. 
realizarla personalmente. En tal caso, concedo a V. S. plenas facultades por la presente carta; con ellas podrá, por tanto, proceder al 
cumplimiento del sagrado rito, de conformidad con el Ritual Romano, en el día y hora que le plazca. Observe, sin embargo, que, si en las 
circunstancias actuales no bendijere personalmente esa piedra el Arzobispo de Turín, tanto más si estuvieren presentes el Alcalde o el 
Gobernador o algún Príncipe, se daría ocasión al maestro y promotor de la mentira para arrojar al surco ampliamente su simiente infernal, 
llenando las mentes y periódicos, las tascas y lugares públicos, y hasta los ómnibus, de chismes contra la verdad y la caridad, con 
inmenso perjuicio para las almas. Y ni V. S. ni yo seremos responsables de este escándalo. Por ello, entiendo que es muy conveniente que 
todo se haga de perfecto acuerdo con cuanto le dije de viva voz y le escribí ayer por la mañana». 

A don Bosco no le había pasado por la mente realizar él personalmente la sagrada ceremonia; pero no debieron faltar los acostumbrados 
murmuradores, que ocasionaron esta cartita. 

1 El reverendo Violino, hombre de espíritu noble e imperturbable, cuando Amadeo tuvo que trasladarse a Roma con la familia, se 
eximió elegantemente de ir con ellos y se retiró a vivir en Mondový. El Príncipe no solamente no se molestó, sino que siguió pasándole 
sus honorarios y, habiendo vuelto algún tiempo después a Turín, le volvió a llamar. 
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Aún sin cumplirse su deseo, de que asistiese uno de los Príncipes de la casa de Saboya, envió el Beato al conde Cays a invitar al alcalde 
Ferrari, el cual se creyó en el deber de dar cuenta de ello a la Junta Municipal. «Nadie ignora, le respondió el 31 de julio ((591)) el celo 
con que V. S. trabaja por las clases más necesitadas de instrucción y educación; y, sin valorar el resultado que de ello pueda venir para el 
mejoramiento de la instrucción, todos alaban la actividad con que realiza sus ideas. La administración municipal, que debe mantenerse 
dentro de la esfera de su propia actividad, aplaude la iniciativa privada sin obstaculizarla, ni prestarle alicientes que pudieran hacerla bajar 
de su altura». 

No parece, pues, que al Alcalde le gustara tomar parte, y mucho menos presidir una función que, por ser conspicua, no necesitaba 
ciertamente ninguna ayuda. Visto, por tanto, que el alcalde se lavaba diplomáticamente las manos, para no obstaculizar ni animar, don 
Bosco comunicó al Arzobispo, como respuesta a su carta del 20 de julio, sobre el asunto del Boletín: 

Excelencia Reverendísima: 

El señor Alcalde de Turín, tras una regular espera, me escribe que no puede asistir a la colocación de la piedra angular de la iglesia de 
San Juan Evangelista. 

He invitado a asistir y aceptó al señor José Ceriana, banquero. La función se celebraría el próximo lunes, día 12 del mes corriente, a las 
diez de la mañana. A dicho señor le vendrían bien esa fecha y hora, pero cambiaría también el horario, si fuere menester. Ahora bien, si 

V. E. entendiese venir a realizar la función, daría a todos una gran alegría, y yo se lo suplico humildemente. Si, por azar, V. E. no pudiese 
o no creyese luego oportuno venir, yo mismo haría la bendición, de acuerdo con la facultad que tuvo la bondad de concederme en su carta 
del 21 de julio último. En el caso de que V. E. nos favoreciere con su presencia, ruégole me indique adónde podría enviar un carruaje 
para recogerle. 
He comunicado el deseo de su carta al Redactor del Boletín, tal y como me había escrito y, como he recibido respuesta confidencial, 
confidencialmente se la transmito, no porque yo la apruebe, sino únicamente para recíproco conocimiento. 

Le agradezco de corazón la benevolencia que promete a nuestra pobre Congregación, y puedo asegurar a V. E. que nosotros pondremos 
en juego todos los medios posibles para no desmerecerla. 

Yo no pido nada más que ser considerado lo mismo que lo son las demás congregaciones eclesiásticas de esta ciudad. Un favor que sí le 
pediría es que s sacerdotes, especialmente los directores de las Casas, cuando se han examinado de Confesión, en otras partes, y ejercido 
((592)) durante varios años el sagrado ministerio, sean exonerados de un nuevo examen aunque fueran trasladados a cualquier otra Casa 
de la diócesis de Turín. Digo esto para manifestar un deseo mío, pero quedaré igualmente contento, con lo que V. E. disponga. 

El próximo día 10 de este mes, dedicado a San Lorenzo, día onomástico de V. E., 
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todos nuestros muchachos se unirán a mí para rogar y hacer la santa Comunión, pidiendo al Señor conserve su salud, mientras tengo el 
alto honor de profesarme, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 6 de agosto de 1878. 1 

Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

La «respuesta confidencial», a la que aludimos más arriba, la escribió don Juan Bonetti, fechada en Sampierdarena y en nombre de los 
redactores. Don Bosco la transmitió con la reserva de: «no porque yo la apruebe». Verdaderamente la parte que se refiere al Ateneo está 
salpicada de una fina ironía, para quien sabía cómo aquel periódico de sabor rosminiano retrataba las ideas de Monseñor. Reproducimos 
esta respuesta, porque la presente cuestión puede considerarse como la última palabra. 

Nuestro muy querido y reverendo don Bosco: 

Acabamos de recibir su apreciadísima carta, con la muy fervorosa recomendación de S. E. Rvma. Monseñor Gastaldi, a saber, que el 
escritor del Boletín Salesiano deje en paz al Arzobispo de Turín y a cualquier otro Obispo, y que no publique ninguna noticia o aviso, 
invitación o exhortación, respecto a la iglesia de San Juan, como monumento a Pío IX. Confesamos, sobre todo, que la primera parte de 
la recomendación no sólo nos ha sorprendido, sino que nos ha espantado; como si los redactores del Boletín hubiesen hecho hasta ahora 
la guerra al Arzobispo de Turín o a algún otro Obispo, cuando no buscamos más que promover el bien de la Iglesia entre nuestros 
bienhechores o Cooperadores. 

((593)) Hemos tomado enseguida el Boletín para releer nuestros artículos, pero no pudimos encontrar ni una sola expresión, que, a 
nuestro parecer, fuera irreverente con un Obispo, o indicase de algún modo que pretendemos dárnoslas de maestros, como él escribe, 
erigiéndonos en examinadores, jueces y reprensores de Obispos. Por no hablar de los demás Prelados, dos veces nos hemos referido al 
Arzobispo de Turín, pero con buena intención, y persuadidos de ser fieles intérpretes de sus santos deseos. La primera vez, en el Boletín 
de junio, al describir la fiesta de María Auxiliadora, decíamos: «Dio, además, más brillo a la función la presencia del piadosísimo Obispo 
de 

1 El Beato, ordinariamente, tan expeditivo al consignar las fechas, hemos visto que, en sus últimas cartas a Monseñor, no sólo no las 
olvida, sino que las escribe detalladamente. No hacemos esta observación por capricho. En los Decreta et Monita del añalejo litúrgico 
para 1878, el título VI es De die scriptis apponenda; y en el mismo se lee y aquí se traduce: «reprobamos, y mucho, la costumbre de 
algunos, que, al escribir la fecha en cartas y documentos, indican el mes con números y no con letras, y el año solamente con las dos 
últimas cifras, y no con todas; porque esta costumbre de hace poco abre el camino a ambigüedades, equívocos, adulteraciones y errores». 
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Novara, monseñor Estanislao Eula, que pontificó en ella con permiso de Su Excelencia, monseñor Lorenzo Gastaldi, nuestro venerado 
Pastor». 

Parece que estas palabras no tienen nada de irreverente; sobre todo porque el mismo señor Arzobispo de Turín, al dar licencia para que 
se invitase a otro Obispo a actuar aquel día en la iglesia de María Auxiliadora, añadió la condición de que, al avisarlo públicamente, se 
dijese que el tal Obispo pontificaba con su permiso. 

La segunda vez fue en el Boletín de julio, respondiendo al Ateneo Ilustrado, el cual pretendiendo salir con el visto bueno de la Curia 
Arzobispal de Turín, apareció con interpretaciones arbitrarias sobre los decretos de Urbano VIII, con los que intentaba demostrar que no 
es lícito a los periódicos católicos publicar milagros que se decían obtenidos por intercesión de Pío IX, antes de ser reconocidos como 
tales por la Santa Sede. Pero, en nuestra respuesta, lejos de erigirnos en maestros, examinadores, jueces y reprensores de los Obispos, 
hemos alzado la voz contra ese periódico, que había infligido una nota de censura, no sólo a los periódicos que habían publicado tales 
gracias, antes del juicio definitivo de la Iglesia, sino también a todos aquellos Obispos que habían concedido el visto bueno a aquellas 
publicaciones. Como se ve por nuestro artículo, hemos combatido la irreverencia de dicho periódico, que pretendía saber más que las 
Censuras Episcopales y Arzobispales de Italia, sin excluir la de Roma, y al mismo tiempo hemos defendido al Arzobispo de Turín a 
quien, según el Ateneo, querían hacerle pasar por contrario a tantos ilustres y venerandos Prelados. Así las cosas, »no tenemos razón para 
sorprendernos al ver que, en esa ocasión, él nos pinte como irreverentes a la Autoridad Episcopal y perturbadores de la paz del Arzobispo 
de Turín? 

Por lo demás, si él entiende que la conducta observada por nosotros, en esta ocasión, es un escándalo gravísimo que causa un inmenso 
daño a nuestra sacrosanta religión, respondemos no tener en ello culpa alguna; el culpable sería nuestro Censor Arzobispal de Génova, 
que, sin llamar de ningún modo nuestra atención, concedió el visto bueno a nuestros artículos. Porque sabe él muy bien que esta nuestra 
pobre tipografía no imprime nada, sin haber sido antes aprobado por la autoridad eclesiástica. Pero, en este caso, dejaremos creer que el 
docto, pío y celosísimo Arzobispo ((594)) de Génova ha concedido su visto bueno a una publicación impía y cismática. Por nuestra parte 
rogamos humilde y encarecidamente a Su Excelencia, monseñor Gastaldi, tenga a bien manifestarnos en qué hemos faltado en nuestros 
articulejos, y tenga la seguridad de que aceptaremos, con todo nuestro buen corazón y el debido respeto, sus observaciones. 

Por lo que se refiere a la iglesia de San Juan, la cuestión era por la palabra monumento. Monseñor pidió que dicha iglesia no fuera 
llamada por nosotros Monumento a Pío IX, deseando que en Turín sirviese de monumento al gran Pontífice únicamente la iglesia de San 
Segundo. En cuanto supimos su deseo, hemos procurado siempre evitar esta palabra en todos los ejemplares del Boletín, destinado a los 
Cooperadores de la ciudad y de la archidiócesis de Turín. Testigos de ello son el tipógrafo, que, a su debido tiempo, paraba la máquina, y 
el cajista, que cambiaba los tipos. Y lo mismo seguiremos haciendo en lo porvenir. El no aludir para nada al fin de dicha iglesia, creemos 
que no puede hacerse. Los cooperadores, que nos enviaron y siguen enviando limosnas para este fin, tienen derecho a saber, de vez en 
cuando, algo sobre el sagrado edificio que se levanta con su dinero. Pero téngase en cuenta que nosotros no hablamos de ningún modo a 
los fieles, sino solamente a nuestros Cooperadores, a nuestros bienhechores, cuyo número es bastante limitado en esa 
Archidiócesis.Hemos escrito a V. S. confidencialmente, mas V. S. haga de nuestra carta el uso 
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creyere. Pero le rogamos entienda que, por nuestra parte, le profesamos aprecio y veneración y que rogamos a Dios le conceda muchos 
años para bien de la Iglesia y de la Religión, y que trabajaremos constantemente, para que no se publique más que aquello que nuestro 
Superior Eclesiástico juzgare que es para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 

Sampierdarena, 1 de agosto de 1878. 

Los redactores 

Sucedió en la construcción de la iglesia de San Segundo un episodio que arroja un poco de luz sobre las personas que rodeaban al 
Arzobispo; ellas le envolvían en tendenciosas relaciones, de tal modo que le convertían, en parte, más en víctima que en actor. 

Los constructores de la iglesia eran los hermanos Carlos y Josué Buzzetti, que habían estipulado el correspondiente contrato con 
monseñor Gastaldi, el cual se obligaba a pagarles las cantidades pactadas hasta el término del sagrado edificio. Monseñor entregaba, de 
vez en cuando, partidas a cuenta, con el correspondiente recibo de uno de los Buzzetti. Por los libros ((595)) de contabilidad de los 
señores Buzzetti, se advierte que, desde el 1 de julio de 1874 al 6 de noviembre de 1877, les fueron entregadas 80.200 liras en total, en 
catorce ocasiones distintas. 

Ahora bien, sucedió que el 1 de febrero de 1878 se presentó Josué Buzzetti en el palacio episcopal, pidiendo dinero a cuenta. Recibióle 
el Arzobispo muy cortésmente, empezó a decirle que creía conveniente reunir en un solo documento el total de las sumas pagadas durante 
los diversos años, para así simplificar documentos; diole a continuación otras 3.000 liras y, sacando los catorce recibos anteriores, sumó 
su importe y extendió un recibo global por la cantidad de 83.200 liras. En este recibo Monseñor no señalaba, y no quiso señalar, aunque 
se lo rogara Buzzetti, la anulación de los recibos parciales, sino que invitó sin más a Buzzetti a firmar. 

Resulta fácil comprender la contrariedad del constructor. Le hubiera gustado tener en mano, antes de firmar, aquellos recibos; por otra 
parte, le parecía un poco descortés, y hasta insultante, la desconfianza con la suprema autoridad eclesiástica de la archidiócesis, el 
pedírselos. 

Mientras tanto, llamó Monseñor al secretario Maffei, a quien comunicó el nuevo pago de las 3.000 liras, y Buzzetti, apremiado y 
vacilante, acabó por firmar el recibo. Pero, mientras el teólogo Maffei firmaba también como testigo, he aquí que, de improviso, entró el 
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canónigo Chiuso, anunciando y presentando a unos forasteros de apellido francés. Monseñor Gastaldi recogió el recibo y, 
apresuradamente, tomando a Buzzetti por un brazo, hízole salir por una portezuela secreta. Los recibos parciales habían quedado en su 
poder. 

Josué Buzzetti volvió a casa inquieto y dando vueltas en su cabeza al asunto, presintiendo una trampa por la forma en que había sido 
despedido. Contó lo sucedido a su hermano Carlos, el cual se asustó y le dijo que había hecho mal en fiarse tan ciegamente, y por miedo 
a perder el ((596)) fruto de sus sudores y el dinero anticipado a los obreros, indujo a Josué a que volviera al Arzobispado para pedir los 
recibos parciales. Fue Josué, pero no logró tener audiencia. 

El 9 de mayo de 1878, recibió Josué Buzzetti, por última vez, de las propias manos de Monseñor, diez mil liras. Se atrevió a recordarle 
los recibos parciales duplicados, pero Monseñor eludió la respuesta, y él se convenció de que no quería dárselos ni anularlos. A partir de 
aquel día, no le fue posible acercarse a Monseñor, pese a las muchas instancias que hizo, porque los secretarios siempre le enviaban al 
despacho del canónigo Chiuso. Y éste, ora de una forma, ora de otra, so pretexto de que Monseñor se encontraba indispuesto, no le dejó 
pasar, repitiéndole siempre que los recibos parciales se los llevaría él mismo a pie de obra a San Segundo. Pero nunca compareció. Y 
nótese que, antes de este suceso, Buzzetti entraba libremente a hablar con Monseñor; es más, si, por un casual, Monseñor se encontraba 
impedido para recibirle, Buzzetti no podía salir de palacio, porque le obligaban a esperar hasta que Monseñor estuviese libre. 

Durante casi dos años, acudió Josué a Chiuso, cada quince días, y siempre obtuvo la misma respuesta. La preocupación de los 
constructores era grande, pero buscaban tranquilizarse con el pensamiento de que tales personajes no iban a mancharse con actos de 
deslealtad. Hacia 1881, buscó Josué indirectamente cómo descubrir las intenciones de Monseñor. En consecuencia, le escribió, pidiéndole 
le hiciera una certificación de todo lo que le había pagado para presentarlo al ingeniero director de las obras, pues se quería liquidar 
cuentas y saber cuánto se podía deber todavía a los constructores. No obtuvo respuesta. Monseñor Gastaldi murió en el año 1883, y dejó 
al canónigo Chiuso por heredero universal de todos sus bienes, que pasaban del millón, ya que todo lo que le pertenecía a él como 
Arzobispo por herencia, legados o de otro modo, todo ((597)) figuraba a su nombre de cara a la ley, como simple ciudadano. Por 
consiguiente, Chiuso no tenía que dar cuentas a nadie de lo que, por ley, aparecía como de su propiedad. 
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Josué Buzzetti no tardó en presentarse a él para retirar los desdichados recibos parciales. Chiuso le recibió como si no supiese que tenía 
obligaciones con él; pero, temiendo que Buzzetti pudiera enfadarse, le hizo salir amablemente de su despacho y le acompañó a una 
antesala, donde los secretarios de la Curia podían, desde su oficina, ver cuanto pudiese suceder, a través de la cristalera. Allí Chiuso se 
hizo de nuevas, le preguntó qué quería de él, afirmó que no le debía nada, y, sacando los recibos parciales, añadió: 

-Si ustedes se dirigen a mí para cobrar, si ustedes me provocan, yo me serviré de estos recibos para pagarles... íDiríjanse al párroco de 
San Segundo! 

Era un verdadero chantaje. Se pretendía que los Buzzetti reconocieran al párroco de San Segundo por su deudor; pero ellos respondían 
que el contrato lo habían hecho con Monseñor y con nadie más; que no querían, por tanto, renunciar a su derecho, y que, en este sentido, 
ya se les habían hecho presiones, aun en vida de Monseñor. 

Quedó, por tanto, Buzzetti como fulminado por un rayo ante aquella intimación. De haber podido, hubiera llorado; le ardían las sienes, 
no podía hablar, estaba fuera de sí; se encontraba ante un fraude de 80 mil liras y ítramado por un cura! 

El pobre hombre corrió a desahogarse con don Bosco, que ya estaba informado del asunto. Díjole el Beato: 

-Ya sé que has leído la cartilla 1 a Chiuso, con tus amigos que te preguntaban sobre lo sucedido. Eso no marcha bien. 

Buzzetti le respondió que experimentaba tanta repugnancia hacia Chiuso que, si yendo a San Juan 2 para oír misa, hubiese visto a 
Chiuso en el altar, se habría marchado. 

Don Bosco replicó: 

-El sacerdote es siempre sacerdote en el altar. Quédate tranquilo... 
((598)) Todo pasará; no te desalientes, porque, si te veo abatido, te daré un tirón de orejas. 

Y no dijo una palabra desdeñosa para Chiuso, ni que se prestase a comparaciones o que recordase hechos pasados. Buzzetti se quedó 
admirado. 

Narramos brevemente el epílogo. El canónigo Chiuso sostenía que no sabía nada de ningún contrato de Monseñor Gastaldi con los 
hermanos Buzzetti para la construcción de la iglesia de San Segundo; que 

1 Frase piamontesa para «hablar mal de alguno». (Poco más o menos, como cuando decimos nosotros: «cantarle a uno las cuarenta»). 

2 San Juan es la catedral de Turín. 
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ni siquiera sabía que existieran los hermanos Buzzetti; que no les debía absolutamente nada. Los hermanos Buzzetti recurrieron a los 
tribunales. Llevaban su contabilidad con el valioso libro de cuentas corrientes; el teólogo Maffei se prestaba a ser testigo, y no faltaban 
pruebas. Sin embargo, quedaba alguna dificultad por resolver, apta para crear complicaciones. 

Chiuso fue citado ante el tribunal de comercio. En la audiencia, empezó a leer un escrito con la defensa que le había preparado el 
abogado. Pero el presidente, cortando la lectura, le invitó a responder sencillamente con sí o un no a sus preguntas. 

-»Hubo algún contrato entre Gastaldi y los Buzzetti?... 

-»Conocéis a los hermanos Buzzetti?... 

-»A cuánto asciende la deuda de Gastaldi con dichos hermanos?... 

Esta decisión obligó a Chiuso a responder, sobre todo porque del tribunal de comercio se podía pasar al tribunal de lo criminal. Llegóse 
entonces a un arreglo. Chiuso pagó la cantidad convenida y entregó los recibos parciales. 

Pero volvamos a un ambiente más sereno. La tan retardada función de la colocación de la piedra angular se celebró la víspera de la 
Asunción. En la invitación para asistir, el Siervo de Dios la anunció con «gran satisfacción en su circular del 12 de agosto de 1878». El 
señor Arzobispo prestó al sagrado rito toda la solemnidad del Pontifical Romano. Asistió como mayordomo el barón José Ceriana, 
banquero, que echó la primera paletada sobre la piedra bendecida. Dicha piedra se colocó ((599)) según lo prescrito, en el lugar del 
presbiterio de la futura iglesia y precisamente junto a la columna más próxima al altar mayor, por el lado del evangelio, en el zócalo 
apoyado sobre el pavimento del edificio. Bastantes sacerdotes, muchos ilustres señores y señoras, un grupo notable de cooperadores y 
cooperadoras quisieron dar brillo a la ceremonia con su presencia. Antes de que empezase el acto litúrgico, el Beato don Bosco leyó el 
acta ya preparada, y después dirigió a los presentes un breve discurso que había escrito, para unirlo al acta. Habló así: 

Excelencia Reverendísima, respetables señores: 

En este solemne momento, debo cumplir con un acto de vivo reconocimiento que invade mi corazón, hacia Vos y hacia todos los que, 
con sus oraciones, con sus medios materiales y morales, han colaborado en favor de este Monumento de reconocimiento y amor al gran 
Pío IX. No pudiendo, como desearía, pagar a cada uno, según su merecimiento, prometo que para Vos, aquí presente, y para todos los que 
concurrieron o concurrirán al éxito de este edificio, y, sobre todo, para los cooperadores salesianos, se harán diariamente oraciones a Dios 
en la iglesia de María Auxiliadora, y dentro de 
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poco, también en ésta, que ya estamos levantando en honor del Apóstol predilecto del Divino Salvador y en recuerdo de Pío IX, que 
llevaba su nombre. Que la piedad del Señor os conceda a todos salud y una vida larga y feliz, paz y concordia en las familias y éxito en 
los negocios y en todos los asuntos. Que el céntuplo, prometido por Jesucristo en la vida presente, sea abundante, y más aún el premio en 
la vida futura. 

Mientras tanto, vosotros, beneméritos bienhechores, que habéis ayudado a la piadosa empresa y que ya la veis bien encaminada, seguid 
prestándola vuestra ayuda, vuestra caridad, y ella llegará a su fin para bien de la sociedad civil y de la religión, a la par que para vuestra 
gloria y vuestra satisfacción. Mientras peregrinéis sobre esta tierra, os acompañarán las alabanzas y las bendiciones de los vivientes y los 
favores del cielo. Y aún después de vuestra partida de este destierro terrenal, nuestros sucesores seguirán en esta iglesia las oraciones de 
gratitud para vosotros y continuarán bendiciendo vuestro recuerdo. Más aún, al contemplar esta obra, se determinarán a apreciar y amar 
más los caminos de la religión, que os la ha inspirado. Durante muchos años, juntamente con los espíritus bienaventurados, haréis resonar 
melodiosos cánticos en las ((600)) sagradas bóvedas del cielo, y en este templo, levantado gracias a vuestra caridad, resonarán todavía las 
suaves y armoniosas voces de vuestros nietos y de otros que vendrán detrás de nosotros, los cuales buscarán la forma de imitaros, 
entonando canciones al Santo de los santos. Vosotros, como soldados de Jesucristo, gozaréis ya en la paz eterna los frutos del triunfo, y 
otros vendrán a enfervorizarse, en este mismo lugar, para las batallas del Señor, vendrán a alimentarse con el pan de los fuertes, vendrán a 
templar sus armas con la oración y la piedad, para conseguir, como vosotros, la palma y el triunfo. Vosotros, como afortunados 
peregrinos, os encontraréis ya en el descanso de la patria bienaventurada, y os veréis allí rodeados de otras almas elegidas que, después de 
Dios, deberán a esta Obra su eterna salvación. De este modo, al contemplar el inmenso bien que en esta iglesia y en el anejo hospicio se 
irá realizando, en favor de las almas, para gloria de Dios, honra de la Iglesia Católica, socorro de la sociedad civil, y provecho de esta 
querida ciudad de Turín, vuestro espíritu se gozará en el cielo de ello con purísima alegría, mientras vuestra corona de gloria se 
embellecerá con nuevo brillo. 

Al terminar estas palabras, firmaron el acta, escrita en pergamino, el Arzobispo, el barón Ceriana, el conde Reviglio 1, el ingeniero 
Spezia y don Bosco; se colocó después en un tubo de cristal con varios otros objetos, a saber, fotografías de personajes beneméritos, el 
plano de la iglesia y del hospicio, un ejemplar del Boletín Salesiano de abril, la lista de los socios y de las casas salesianas entonces 
existentes, varias monedas y algunas medallas acuñadas recientemente. El tubo de cristal se introdujo en otro de plomo y éste, cerrado 
herméticamente, dentro de una concavidad en la piedra angular. A continuación, el Arzobispo, con su mano derecha sobre la piedra, 
comenzó las preces litúrgicas. Terminados los cánticos, las bendiciones y las oraciones prescritas, 

1 El conde Carlos Reviglio de la Venaría, católico de buena cepa y valioso arquitecto, fue un cooperador salesiano celosísimo. Si don 
Bosco logró vencer las muchas dificultades que se encontró para levantar la iglesia de San luan Evangelista, algunas de las cuales 
parecían invencibles, lo debió al noble patricio turinés. 
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habló también Monseñor, recordando las glorias cristianas de Turín, elevando un himno al titular de la nueva iglesia y terminando con 
estas palabras de gozo y augurio: «Yo celebro que se levante un templo en este lugar, y en honor de un ((601)) apóstol, tan querido por 
Jesucristo, tan devoto de María, tan respetuoso con la Cátedra de Pedro 1. Ojalá que la visión de esta iglesia enfervorice cada día más 
nuestro corazón en la devoción a Jesús Sacramentado y a María Santísima, y nos haga cada vez mejores y más devotos hijos del Papa; 
porque, mientras se profesen en Turín estas tres devociones, que son su gloria, jamás vendrá a menos en ella la fe católica». 

Gracias a la heroica fortaleza y a la invencible constancia del Siervo de Dios, puede asegurarse que el triple voto del Prelado turinés ha 
sido ampliamente cumplido. 

1 En el discurso habia observado que san Juan, en el tiempo de san Lino, san Cleto y san Clemente, pudo haberse presentado para guiar 
la barca de san Pedro, y todos los cristianos le habrían reconocido muy a gusto como a su Cabeza; en cambio, reconoció y reverenció a 
los sucesores del Príncipe de los Apóstoles. 
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((602)
)


CAPITULO XIX 

ORGANIZACION DE LOS COOPERADORES
SALESIANOS


EN un trocito de papel de notas, muy antiguo y sin fecha, trazó el Siervo de Dios muy brevemente qué finalidad entendía dar a la 
Asociación de los Cooperadores, con qué medios y con qué miembros. Decía así: «La finalidad de esta unión es la de reunir algunas 
personas, seglares o eclesiásticas, para dedicarse a cosas que puedan resultar para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. 
Medios para ello serán el celo por la gloria de Dios y la caridad activa en el empleo de todos los medios espirituales y materiales, que 
puedan contribuir a tal fin, sin tener en cuenta los intereses temporales o la gloria mundana. No se dejará de lado ningún medio científico, 
con tal de que pueda contribuir a la finalidad de la unión. Todo fiel cristiano puede ser miembro de la misma, con tal de que esté decidido 
a dedicarse a ella, de acuerdo con su finalidad y los medios dichos». 

Lo de «algunas personas» y el no hablar de la juventud abandonada hacen pensar que el documento pertenezca al tiempo, en que don 
Bosco soñaba con la idea sin calcular todavía la amplitud que podía alcanzar el desarrollo de la misma; pero en él está la semilla de donde 
brotó el primer programa o reglamento del 1874, ampliado sucesivamente durante los años 1875 y 1876. Durante el bienio siguiente a 
esta última fecha, el Beato se dirigió a cuantas personas pudo para consolidar y difundir la asociación, que presagiaba su mente sin medir 
todavía su providencial desarrollo en el mundo. 

((603)) No hay nada más indispensable para dar solidez a una institución que la unidad de espíritu en todos los que forman parte de la 
misma. Por eso el Boletín Salesiano, enviado por don Bosco, pese al parecer contrario de los que le rodeaban y de muchos otros, logró 
aparecer finalmente en el mes de agosto de 1877, precisamente con el objetivo de mantener entre los miembros de la pía unión la mayor 
identidad posible de pensamiento y armonía de acción para conseguir el fin común. Desde el principio apareció como órgano oficial de 
todos los Cooperadores, sin obligación de pago alguno. Redactado muy sencillamente y en un tono casi confidencial, fue creando, 
poquito a poco, 
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entre los socios y entre socios y salesianos cierto aire de familia, que favoreció ampliamente la uniformidad de perspectivas. 

Otra condición. indispensable para la segura estabilidad de la asociación era la perfecta inteligencia con las autoridades eclesiásticas. 
Para introducir en las diócesis una organización religiosa, que sobrepasaba los límites de las mismas y tenía una jerarquía propia, y para 
establecerla de un modo seguro y duradero, era preciso presentarla de tal forma que quedaran bien patentes su utilidad y su legitimidad. 
La cuestión requirió tiempo y dedicación. Pío IX, en el Breve del 9 de mayo de 1876, al conceder a la Asociación algunos favores 
espirituales, que había pedido don Bosco, afirmaba la existencia canónica de la misma en alguna diócesis, la bendecía y le auguraba 
mayor incremento. Pero, en Turín, fue discutido el valor del reconocimiento pontificio, porque no tenía constancia de las erecciones 
diocesanas canónicas. Esto afectó gravemente a la pía unión. Y más gravemente aún, cuando en el mes de noviembre de 1877 el señor 
Arzobispo declaró «anormal» la publicación que se venía haciendo por el Boletín Salesiano de las indulgencias pontificias; amenazó 
entonces con comunicarlo a todo su clero y recurrió dos veces a Roma. Pero sucedió un hecho que puso fuera de toda duda, al menos, un 
previo reconocimiento diocesano. 
Monseñor Magnasco, arzobispo de Génova, hacía ya tres años que había aprobado ((604)) la Asociación de los Cooperadores en su 
diócesis, pero el hecho no había tenido publicidad. Y entonces, como el Boletín Salesiano se publicaba en Sampierdarena, creyóse 
llamado a intervenir en la cuestión y no pudo desinteresarse de la causa. Así que, el 15 de diciembre de 1877, firmó un decreto en el que 
se confirmaban tres cosas: la realidad de la aprobación anterior al 9 de mayo de 1876, la renovación amplissimis verbis y la asignación de 
una sede central de la Asociación para el territorio de la propia jurisdicción. He aquí el importantísimo documento: 

SALVADOR MAGNASCO 

Por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica 

Arzobispo de Génova 

Abad perpetuo de S. Siro 

y Delegado ultramarino, etc. 

Ya en el año 1874 el reverendo Juan Bosco nos presentó un proyecto titulado «Obra de los Cooperadores Salesianos», cuya finalidad 
principal era la de promover la instrucción y educación cristiana, especialmente de la juventud pobre y abandonada. La santidad de la 
finalidad, el debido respeto que su Reglamento orgánico encerraba 
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hacia la Autoridad Eclesiástica logró que de buen grado la aprobáramos y recomendáramos. Ahora, en razón del bienestar que esta Pía 
Asociación proporciona a la instrucción religiosa en esta nuestra Archidiócesis, particularmente en el Hospicio de San Vicente en San 
Pier d'Arena, y deseosos de que esta instrucción catequística sea cada vez más promovida y actuada, considerados los preciosos tesoros 
espirituales con que fue enriquecida por el Romano Pontífice esta Pía Asociación, hemos determinado aprobarla para esta Archidiócesis, 
como entendemos aprobarla con la presente declaración, estableciendo su centro en la Casa de dicho hospicio, en San Pier d'Arena, a 
condición de que se mantenga siempre bajo nuestra Ordinaria dependencia. 

Génova, Palacio Arzobispal, 15 de diciembre de 1877. 

» SALVADOR, arzobispo P. LUIS ROSSI, secretario. 

Con la aparición de este decreto arzobispal, cesaron por fin en Turín las controversias en cuanto al punto hasta entonces discutido. 
Pero después, la audiencia pontificia del 16 de marzo de 1878 ((605)) fue como el golpe de gracia; en efecto, ella permitió a don Bosco 
anunciar al mundo entero que los Cooperadores Salesianos habían obtenido la bendición, la alabanza y la recomendación del nuevo Papa, 
León XIII; 
suceso que, comentado por el Boletín de abril, puede considerarse, sin sombra de exageración alguna, como un acontecimiento 
trascendental en la historia de la gloriosa asociación. 

Una tercera condición para que la asociación tuviese la ansiada consistencia, era unirla fuertemente a la Congregación. No es el menor 
agravio, para los principales ayudantes de don Bosco, decir que, en el primer momento, no todos estuvieron dispuestos a secundar las 
intenciones de don Bosco de querer dar vida a una organización tan amplia. í Había ya demasiados asuntos en marcha! 

En estos casos don Bosco no manifestaba tener ninguna prisa, sino que, sin perder los ánimos, daba tiempo al tiempo e iba haciendo; 
poquito a poco, la propia fuerza de los hechos demolía toda resistencia, hasta que llegaba el momento deseado de otorgar el unánime 
consentimiento y la diligente ejecución. La asociación de los Cooperadores requirió un trabajo de esta naturaleza, durante tres años, para 
que viera sus frutos: en el Capítulo General de 1877 aparecieron cambiados los ánimos: en aquella asamblea legislativa se incorporó el 
estatuto fundamental de la Asociación al código de la Congregación: se precisó el nexo jurídico entre una y otra; la pía unión empezó a 
ser algo que pertenecía de derecho a la pía Sociedad. 

Veamos a continuación los artículos que en el capítulo General se sancionaron. Son ocho solamente, pero no falta en ellos nada de lo 
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esencial 1. El primero la define «asociación importantísima para nosotros» y «brazo fuerte de nuestra Congregación»; en el último se 
«aprueba y recomienda su Reglamento, ya impreso aparte». En el segundo quedan definidos los fines y los medios: «Los Cooperadores y 
Cooperadoras salesianos no son más que unos buenos cristianos, que viven en el seno de sus propias familias, mantienen en medio del 
mundo el espíritu de la Congregación ((606)) de San Francisco de Sales y la ayudan con medios materiales y morales, a fin de favorecer 
especialmente la educación cristiana de la juventud. Forman una especie de orden tercera y se proponen el ejercicio de obras de caridad 
en favor del prójimo, y especialmente de la juventud en peligro». El tercero fija las condicones prescritas para pertenecer a ella: «Para que 
uno pueda ser Cooperador Salesiano se requiere: a) que tenga dieciséis años de edad, y que no haya sido procesado por la justicia; b) que 
no esté gravado con deudas y se encuentre en condición de poder ayudar moral o materialmente a la Congregación o a las obras que a la 
misma se refieren; c) que observe el Reglamento de la Asociación». El cuarto artículo señala al Boletín Salesiano la función que debe 
cumplir en el seno de la Asociación: «El Boletín Salesiano es vínculo de unión entre los cooperadores. Cuando un miembro no merezca 
ser cooperador, déjese de enviarle el Boletín, sin ninguna otra formalidad». El quinto y el sexto resuelven dos casos particulares. 
«También pueden pertenecer a esta pía Asociación otros institutos educativos. Basta inscribir en el catálogo de la misma al Superior de 
tales institutos y el nombre del instituto; pero todos los miembros deben concurrir a alguna obra, de acuerdo con el reglamento, a fin de 
que puedan participar de sus favores espirituales. Al estar esta pía Asociación libre de todo vínculo de conciencia, los religiosos de las 
distintas órdenes pueden formar parte de ella. Tanto más pueden hacerlo los terciarios franciscanos y dominicos». El séptimo encarga de 
ella a los salesianos y determina el método de propaganda para el incremento de la Asociación: «Los Directores, y en general todos los 
Socios Salesianos, se esmeren por aumentar el número de los Cooperadores. Para ello, hablen siempre bien de esta Asociación, diciendo 
que el Padre Santo es el primer cooperador 2, que su fin es totalmente ajeno a la política y que, como únicamente se trata ((607)) de hacer 
el bien a la sociedad, especialmente impidiendo la pérdida de los jóvenes abandonados, de ello se deriva que todo el mundo puede 

1 Deliberaciones del Capítulo General de la P. S. S. Distinción V, Apéndice, art. 3-10. 

2 Esto se decía por el Padre Santo Pío IX; pero continuó siendo verdad también con León XIII. 
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formar parte de ella. Pero no se proponga el ingreso más que a personas ya conocidas por nosotros o por personas de nuestra confianza 
por su piedad y probidad». 

Para reforzar la unión de la Asociación con la Congregación deben contribuir también los vínculos morales. Los hubo muy distintos. 
Vínculo moral era la observancia de la prescripción reglamentaria que dice: «Al fin de cada año se comunicará a los socios las obras que 
parece se deban promover preferentemente al año siguiente». En esto tuvieron su origen las circulares que, a primero de año, empezó a 
dirigir a los Cooperadores el Rector Mayor. La primera data de enero de 1879, y contiene una mirada retrospectiva a lo realizado durante 
el año anterior. Ella ha marcado para siempre la línea y el tono de todas las que le han seguido. Dado su carácter y su contenido, he aquí 
el lugar que le corresponde, ya que pertenece a la historia de los Cooperadores. 

Mis venerados Bienhechores: 

Experimento una gran satisfacción al presentarme a vosotros, beneméritos cooperadores y beneméritas cooperadoras, y hablaros de las 
cosas que, a lo largo del año, fueron objeto de vuestra solicitud y de vuestra caridad. 

Debo, ante todo, cumplir el gran deber de agradeceros la bondad y el celo, que prestasteis a las invitaciones hechas a vuestra piedad, ya 
sea con vuestras limosnas, ya sea con ayudas de otro género. Creo que os satisfará conocer los frutos de vuestra beneficencia. 

Dos cosas haré con la presente: la primera, una breve exposición de todo lo que se ha hecho; la segunda, la propuesta de las obras para 
el año próximo. Debo hacerlo así para cumplir lo que prescribe nuestro Reglamento, en el artículo séptimo del capítulo quinto. 

COSAS HECHAS DURANTE EL AÑO 1878 

Gracias a vuestra eficaz ayuda, hemos podido realizar muchas cosas, que esperamos hayan servido para gloria de Dios y bien de nuestro 
((608)) prójimo. Durante este año se abrieron veintidós casas nuevas 1 para muchachos abandonados, en Italia y Francia y en América del 
Sur, en las repúblicas del Uruguay y de Argentina. Además, se extendieron las misiones hasta lejanas regiones por todo un amplio campo 
evangélico, que promete muy abundante mies. 

Esto nos obligó a una nueva expedición de Salesianos y de Hijas de María Auxiliadora, para abrir otras casas, otros centros de 
educación, y sostener los ya abiertos. De esta forma, aumentó el número de los que fueron apartados de los malos caminos, y devueltos al 
honor humano, al decoro de la patria, y al hogar de la familia. Tenemos 

1 En ellas están comprendidas también las de las Hijas de María Auxiliadora y las sucursales, así llamadas por estar formadas por un 
pequeño número de socios, y no las abiertas en el resto del año 1877. 
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también la gran satisfacción de haber apartado, no a centenares, sino a millares de jóvenes de los peligros y hasta de la misma cárcel, 
colocados en el buen camino, preparados para seguir los senderos de la virtud y al mismo tiempo habilitados para ganarse honradamente 
el pan. 

Otra obra que excitó la solicitud común fue la iglesia y el instituto de San Juan Evangelista. Los trabajos de albañilería han llegado a la 
techumbre, y esperamos continuar las obras en la próxima primavera. 

Para sostener todas estas obras se necesitaron serios sacrificios personales y económicos. Pero la ayuda de la divina Providencia, a 
través de vuestras manos, no nos faltó. Y debéis estar satisfechos por la santa finalidad a la que se dedicó vuestra beneficencia, y por los 
frutos morales y materiales que de ella se obtuvieron en favor de las almas y de la sociedad civil. Este fue también el gran pensamiento 
que movió la inagotable caridad del Sumo Pontífice, León XIII, a quien Dios guarde sano y salvo largos años para socorrernos. Al 
informarse de nuestros graves apuros, tuvo a bien enviarnos la generosa limosna de dos mil liras, acompañadas de la paternal y 
consoladora carta, que más abajo encontraréis. Nos faltaban todavía diez mil liras para efectuar la nueva expedición de misioneros, y la 
caridad de un Cooperador Salesiano nos proporcionó esta cantidad. Este generoso cristiano quiso esconder su nombre en el anonimato; 
pero, acompañando a su ofrenda incluyó un escrito con las siguientes palabras: «He leído que el Santo Padre, a pesar de sus grandes 
apuros económicos ha enviado dos mil liras para las diversas obras de caridad que usted sostiene. Movido por tan noble ejemplo, yo le 
ofrezco, especialmente por las necesidades de sus misioneros, la cantidad de diez mil liras. Son el fruto de mis ahorros hechos con el 
trabajo del tiempo de mi juventud y lo ofrezco con gusto para que vaya delante de mí, como luz que ilumine el camino de la eternidad, a 
la que ya me encuentro muy próximo. Un Cooperador Salesiano». 

((609)) Bendiga el cielo el heroísmo del piadoso donante y concédale amplio galardón en la vida presente y el premio de los justos en la 
vida futura. 

Con estas ayudas, se pudo efectuar la expedición de nuevos misioneros, dotarles del equipo que les era indispensable, y hacer algunas 
provisiones necesarias para los que ya ejercen el sagrado ministerio en aquellas remotas regiones. 

COSAS QUE SE PROPONEN PARA EL AÑO 1879 

Varias son las cosas que se proponen para el año nuevo. La primera, emplear todos los medios materiales y morales, que nos sea 
posible, para promover las catequesis parroquiales, y todas las demás obras en favor de la juventud abandonada y en peligro. Se trata de 
librarlos de los riesgos que les son inminentes, de hacer el mal, de las mismas cárceles; se trata de convertirlos en honrados ciudadanos y 
buenos cristianos. 

Otra cosa a recomendar es la Obra de María Auxiliadora, que tiene por finalidad cultivar las vocaciones de adultos al estado 
eclesiástico. La casa principal está en el hospicio de San Vicente, en Sampierdarena. Ya se han obtenido frutos consoladores. Ya hubo un 
número considerable de ellos que determinaron su propia vocación y volvieron a las respectivas diócesis, mientras otros eligieron el 
estado religioso y algunos, las misiones extranjeras. 

La iglesia de San Juan con su internado anejo, puesto que es un homenaje que los Cooperadores Salesianos rinden a la gloriosa 
memoria de Pío IX, debe animar a todos 
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a sostenerlo, con la plena confianza de que durante el año corriente será terminada al menos la iglesia. 

MEDIOS 

Vosotros, beneméritos Cooperadores y Cooperadoras, preguntaréis dónde se pueden encontrar tantos medios para sostener tales obras 
de beneficencia. Yo pongo de nuevo toda mi confianza en vuestra caridad. Dios nos ayudó en el pasado, en mentos muy difíciles; él 
seguirá ciertamente inspirándonos generosos propósitos, y poniendo en vuestras manos los medios para realizarlos. 

Y, como al presente, nos encontramos en la necesidad de preparar ropa y alimentos para los muchachos internados en nuestras casas, se 
ha pensado con la aprobación de la autoridad civil hacer una pequeña rifa de algunas pinturas y diversos objetos de arte antiguos, 
ofrecidos para este fin benéfico. Se enviará una pequeña cantidad de boletos a cada uno de los Cooperadores, y espero que los podáis 
adquirir para vosotros, o, al menos, distribuirlos entre algún caritativo pariente o amigo. De todo se os informará, a su debido tiempo, a 
través del Boletín. 

Entre tanto, venerados e insignes bienhechores, aceptad mi más vivo agradecimiento que, juntamente con todos los salesianos y jóvenes 
atendidos, os ((610)) tributamos con toda el alma. Os guardaremos gratitud eternamente, mientras Dios os tiene preparado un premio 
imperecedero. En la iglesia de María Santísima Auxiliadora, en todas las iglesias, en todas las casas salesianas se elevan mañana y tarde 
plegarias al cielo, a fin de que Dios os conceda mucha salud y vida feliz, dé paz y concordia a vuestras familias, prosperidad a vuestros 
negocios y fertilidad a vuestros campos. En fin, nuestras oraciones suben al cielo, invocando las divinas bendiciones sobre vosotros, para 
que, después de pasar días felices y tranquilos en esta tierra, vayáis todos a gozar del fruto de vuestra caridad en lo más alto de los cielos. 

De un modo particular se encomienda a las plegarias de todos al Sumo Pontífice, León XIII, nuestro primer Cooperador; a todos los 
que trabajan para el bien de la santa Iglesia; a los Cooperadores que, durante el año, fueron llamados por Dios a la otra vida. Y, en fin, 
encomiendo mi alma a la caridad de vuestras oraciones, asegurándoos que siempre seré, en Jesucristo. 

Vuestro atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Estas relaciones que, año tras año, ponían a los Cooperadores al corriente de las cosas, cautivaron más y más la simpatía hacia don 
Bosco y su Congregación. Otra hermosa costumbre contribuyó a aumentar tales simpatías, y fue la de saber los Cooperadores que, en la 
Congregación, se hacían abundantes plegarias en favor de los socios difuntos. El Boletín invitaba a sufragar sus almas, dando amplias 
noticias necrológicas de los más notables y una nota necrológica de todos los demás. La primera lista de cooperadores difuntos apareció 
en el número correspondiente al mes de junio de 1878, con la siguiente 
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presentación: «Aun cuando en las casas salesianas se hagan especiales oraciones por los cooperadores y cooperadoras difuntos, apenas se 
comunica la triste noticia de su muerte, y se ruegue por ellos todas las mañanas, queremos, sin embargo, publicar en el presente número 
el nombre, apellido y lugar de los que fueron llamados a la eternidad, durante los primeros meses del año en curso, encomendando sus 
almas a las oraciones de todos los hermanos y hermanas, esparcidos por el mundo». Son cincuenta y tres en total y pertenecían a diversas 
clases sociales: muchos eran eclesiásticos de distinto grado, el primero el cardenal ((611)) Berardi. En tercer lugar, entre personas 
piadosas como lo eran los Cooperadores, ejerció mucha influencia y atrajo a muchos la riqueza de favores espirituales que podían gozar 
por su participación con los salesianos. A un Cooperador, que le había manifestado su deseo de hacerse terciario franciscano, para ganar 
sus abundantes indulgencias, le respondió: «No es necesario que te hagas terciario franciscano, porque todas sus indulgencias han sido 
concedidas a los Cooperadores Salesianos, a los que tú perteneces. Por consiguiente, lee nuestro librito, procura aumentar su número y 
alcanzarás sus méritos» 1. Para mantener vivo su recuerdo, en la última página del Boletín, después de repetir siempre la serie de 
indulgencias que se podían lucrar en todo tiempo, ponía ante los ojos la nota cronológica de las especiales, que se podían ganar por los 
Cooperadores durante el mes en curso. Esta costumbre duró desde agosto de 1877 hasta abril de 1883, es decir, hasta que don Bosco tuvo 
la posibilidad de seguir detalladamente la revista y encargó de la redacción a quien estaba acostumbrado a recibir habitualmente las 
normas. 

Después del trabajo de consolidación, y, antes de llegar a explicar el de la difusión de los Cooperadores, realizada por don Bosco 
durante los años 1877 y 1878, conviene hacer una observación. 

El Beato habla en su circular de las «catequesis parroquiales» y de «otras obras en favor de la juventud abandonada y en peligro». 
Siempre estuvo muy lejos de su intención, lo mismo que de su programa, que el Cooperador hubiera de llamarse salesiano, como si 
únicamente estuviera dedicado a sostener a la Congregación Salesiana. Esta errónea opinión pudo insinuarse en la mente de los mal 
informados; pero nunca se encontrará una palabra del Beato, que autorice a restringir de este modo el campo de acción de los 
Cooperadores. Su genuino pensamiento 

1 Carta a Deppert: Turín, 28 de mayo de 1877. En tiempos posteriores se les retiraron las indulgencias de la tercera orden franciscana, 
entre ellas, por tanto, la de la Porciúncula; pero les fueron concedidas a cambio otras preciosas indulgencias. 
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aparece no sólo en su primera circular, sino también en el primerísimo número del Boletín. Allí, bajo el ((612)) título «Primeras pruebas 
de algunos Cooperadores» se presenta a los socios una «muestra» de cuál debía ser su actividad. El párroco de un pueblo próximo a Turín 
se lamentaba del escaso número de muchachos que asistía a la catequesis. Había intentado muchos medios para atraerlos; pero no había 
logrado su propósito. Tuvo entonces una idea. Había en el pueblo algunos que, lo mismo que él, eran Cooperadores salesianos. Los 
reunió en la casa parroquial, les presentó el problema, les explicó los tristes resultados de la indiferencia religiosa de la juventud y rogó le 
ayudaran. Los Cooperadores se dieron a ello: iban por las casas de sus conocidos y, con la excusa de hacerles una visita o de tratar algún 
asunto, entraban en el precioso tema y no encontraban serias dificultades para persuadir a aquellas buenas gentes. Otros más valientes 
iban por las casas y oficinas de personas desconocidas. Resultó que, en poco tiempo, llegaron casi a cuatrocientos los asistentes a la 
catequesis. Pero, entonces se presentó un nuevo contratiempo: »dónde encontrar catequistas para tantos muchachos? Le sacaron del apuro 
los mismos que habían recogido a los alumnos, porque empezaron a ayudar a su pastor: unos manteniendo el orden, otros enseñando el 
catecismo durante toda la cuaresma. Así resultó que un puñado de colaboradores, con un poco de buena voluntad y también alguna 
incomodidad, obtuvo un fruto abundante y duradero, según escribía después el buen párroco. He ahí, pues, un ejemplo de cooperación 
salesiana que presentaba el órgano oficial desde sus principios y bajo la mirada de don Bosco, a los socios de la pía unión. 

Pero no consistía todo en afianzar la asociación: había que preocuparse también de su expansión. La idea por sí misma hallaba 
aceptación en todos los ambientes. «íCuántos hay, escribía un ex alumno del Oratorio, que se glorían de haber sido nombrados 
Cooperadores de los Salesianos!» 1. 

Ese «nombrados» manifiesta la forma que generalmente empleaba don Bosco para ganar nuevos adeptos a la Asociación. 

((613)) En la mayoría de los casos no aguardaba a que le hicieran la petición; le bastaba suponer que no encontraría resistencia por parte 
de los buenos seglares o eclesiásticos, que él conocía solamente de nombre, para enviarles, sin más preocupaciones, un diploma de 
nombramiento juntamente con el reglamento. El diploma decía así: «El que suscribe ofrece respetuosamente el diploma de Cooperador 
Salesiano 

1 Carta del reverendo Juan Anfossi a don Bosco, del 12 de octubre de 1877. 
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a... y le suplica aceptarlo. Si hay otras personas conocidas suyas, que deseen participar de los mismos favores espirituales, no tiene más 
que notificarlo, y les será enviado inmediatamente. Ruega a Dios le conceda toda suerte de bienes y se profesa agradecido, su atento y 
seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.» 

Para esto sabía aprovechar cualquier ocasión. Así sucedió que, en el año 1876, enviaba a don Miguel Rúa una nota con veintitrés 
ilustres personajes de Turín a quienes debía repartir los racimos de su parra, y añadía que se les enviase juntamente el «librito de los 
Cooperadores» 1. 

Por otra parte invitaba con cartas personales a personas que ocupaban altos cargos. Lo mismo que, oralmente y con la sencillez de los 
Santos, había suplicado a León XIII permitiese que su augusto nombre figurase a la cabeza de la falange de Cooperadores Salesianos, así 
dirigió por escrito sus humildes peticiones a Obispos y Cardenales, para que quisieran formar parte de la noble corona al Vicario de 
Jesucristo. Incluso a personajes del gran mundo les propuso que le concedieran enriquecer con sus nombres a la Pía Unión. A este 
respecto resulta extraordinaria la carta que envió, el año 1878, a los señores condes de Chambord, pretendientes al trono de Francia. Pudo 
ponerse en comunicación con ellos a través de su secretario, huésped íntimo y frecuente de la noble familia de Maistre. 

Sagradas y Reales Majestades: 

Los principios católicos que Sus Sagradas y Reales Majestades tuvieron siempre el honor de profesar, juntamente con su eximia y 
religiosa piedad de vida, inspiraron a este humilde servidor rogarles que permitan ((614)) incluir su augusto nombre en la Pía Unión des 
Cooperadores Salesianos, que, instituida y enriquecida con gracias espirituales por el glorioso Pío IX, de santa memoria, fue promovida 
por el Pontífice reinante, el cual figura también inscrito en la misma. 

Con la confianza de que Sus Majestades quieran escuchar mis ruegos, les envío adjunto el correspondiente diploma y reglamento, 
mientras pido al Señor les colme con sus más selectas bendiciones. 

De Sus Sagradas Reales Majestades 

Atto. y afmo. s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Es fina también la cartita, con la que el célebre historiador César Cantú, después de haber recibido el diploma, envió al Siervo de Dios: 

1 Volumen XII, pág. 569. 
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«Epifanía 1878. R. P.: Usted ha elegido un cooperador que es muy poquita cosa. Admiro su celo e inagotable caridad, pero no me siento 
con capacidad y fuerzas para imitarle. Sólo puedo consolarme al convertirme en partícipe de sus oraciones, de las que tanto necesito. 
Acepte mi sutil ofrenda y téngame por su atto. y s. s. C. CANTU». 

Al multiplicarse los Cooperadores, don Bosco, que era un buen organizador, experimentó la necesidad de organizar sus filas; en 
consecuencia intentó agruparlos en torno a delegados locales, que atendiesen a los asociados y fueran como los representantes del Rector 
Mayor de los Salesianos, de quien todos dependían. Por eso quiso que, en los pueblos y ciudades donde no había casas salesianas y los 
asociados llegaban a diez, hubiera uno al frente con el título de decurión, que, por vía de excepción, podía ser también un seglar ejemplar. 
Por el momento no se hace ni siquiera mención de los directores diocesanos. Hemos encontrado la copia de una carta, autógrafa de don 
Bosco de 1878, nombrando decurión a un párroco desconocido; quizá es el original de una circular, de la que no han llegado ejemplares 
hasta nosotros. 

M. R. Señor: 
Mientras tengo la satisfacción de contar con V. S. y varios respetables señores de esa parroquia, entre los Cooperadores Salesianos, le 
ruego humildemente tenga la bondad de asumir el cargo de Delegado leal o Decurión de los mismos, de acuerdo con el reglamento (Cap. 
V). 

((615)) Pero, si sus ocupaciones u otras circunstancias, no se lo permitieran, le rogaría se dignase indicarme otro sacerdote o bien uno 
de esos mismos cooperadores, que V. S. creyese a propósito para el caso. 

Con la confianza de que me haga este favor, aprovecho la ocasión para desearle toda suerte de bienes, y profesarme con todo afecto y 
gratitud 

Turín, 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Otro medio de difusión muy eficaz fueron las dos conferencias anuales, prescritas por el Reglamento para las fiestas de san Francisco 
de Sales y de María Auxiliadora. Estas reuniones servían mucho para la propaganda, ya fuera porque eran de entrada libre, ya porque la 
prensa daba después noticias muy detalladas, y también porque ofrecían, a veces, ocasión para dar a conocer publicaciones que corrían 
por muchas manos. Hasta 1878 no se habían celebrado estas conferencias; 
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entonces dio don Bosco el ejemplo, con las que pronunció en Roma y en Turín. 

La conferencia de Roma se celebró el 29 de enero de 1878. Don Bosco quiso hacerla de manera que pudiera servir de modelo para las 
demás, que después se hicieran por todas partes 1; por esto hizo una adecuada preparación para ella. Eligió, ante todo, un lugar muy 
agradable para la aristocracia romana: la capilla de las nobles Oblatas de Tor de'Spechi. Se dio maña, después, para que asistiesen nobles 
señoras y señores y un buen número de prelados y otros eclesiásticos. Obtuvo que fuera a presidir el Cardenal Vicario, Mónaco La 
Valletta, a quien se unió el eminentísimo Sbarretti. Juntamente con la invitación envió el programa impreso, precedido de las siguientes 
palabras ilustrativas. 

CONFERENCIA DE LOS COOPERADORES SALESIANOS EN ROMA 

27 de enero de 1878 

Con autorización y asistencia de S. E. Rvma. el señor cardenal Mónaco La Valletta, Vicario de Su Santidad, tendrá lugar la primera 
Conferencia de los Cooperadores Salesianos, como está prescrito en el capítulo VI, artículo 4.° del Reglamento. 

((616)) La reunión se celebrará en la iglesia de la excelentísima Casa de las Oblatas de Santa Francisca Romana, conocida con el 
nombre de Torre de'Spechi. 

La entrada será por la puerta principal del Instituto y se irá directamente a la Capilla. 

Están invitados respetuosamente todos los Cooperadores. Su Santidad, en un rasgo de gran bondad, concede indulgencia plenaria a 
todos los Cooperadores que asistan a esta Conferencia. 

De acuerdo con la prescripción de las reglas, se hará una colecta a favor de los misioneros salesianos que están en América, de otros 
que se preparan para partir, y también de algunas casas que se están organizando en pueblos, en los que hay una gran necesidad. 

Roma, 25 de enero de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

No podía desearse mejor asistencia, ni por el número ni por la calidad de las personas. A las tres de la tarde, un sacerdote salesiano 
subió al estrado, expresamente preparado de acuerdo con las costumbres romanas, y leyó el capítulo del Amor del Santo a los Pobres 

1 Carta a don Miguel Rúa (23 de enero de 1878-Roma). 
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tomado de la vida de san Francisco de Sales, escrita por Galizia 1. La lectura fue escuchada con viva atención por todos los presentes. A 
continuación, una célebre cantante interpretó un precioso motete sobre las palabras Tu es Petrus, con acompañamiento de órgano. 
Finalmente don Bosco, con roquete y bonete, pronunció un discurso que duró tres cuartos de hora 2. Comenzó así: «Eminencias 
Reverendísimas, nobles y respetables señores. En este hermoso día, dedicado a san Francisco de Sales, la primera solemnidad que celebra 
la santa Iglesia desde que fue proclamado doctor, se celebra en Roma la primera conferencia de los Cooperadores Salesianos, y me toca a 
mí el alto honor de hablar ante vosotros. El Padre Santo nos envía su apostólica bendición y nos concede el precioso tesoro de la 
indulgencia plenaria, a la par que el Cardenal Vicario se dignó asistir ((617)) y presidir esta reunión. Se eligió para tal fin esta iglesia de 
las nobles Oblatas de Santa Francisca, porque este Instituto fue el primero que, en esta inmortal Ciudad, comenzó a ayudar a los 
muchachos pobres de las casas salesianas. Yo mismo, que debería encontrarme en otro lugar, he tenido que quedarme aquí por muy 
poderosas razones, y ello me da la agradable satisfacción de tomar parte en esta primera conferencia. Bendito sea el Señor y sean siempre 
adoradas sus divinas disposiciones. Mientras tanto, y para cumplir la finalidad de esta primera reunión, no haré ningún discurso 
académico, ningún sermón, sino una relación histórica del origen y desarrollo de los Cooperadores Salesianos». 

Después de contar la historia de los Cooperadores, desde sus principios hasta el momento en que hablaba, prorrumpió en una cálida 
exhortación, para que todos ayudasen a los salesianos en la obra de la salvación de la juventud. 

«Ilustres señores, dijo; los protestantes, los incrédulos, los sectarios de toda suerte no dejan de intentar todos los medios posibles para 
perjudicar a la incauta juventud y, como lobos famélicos, dan vueltas en su derredor para hacer trizas el rebaño del Señor. Impresos, 
fotografías, escuelas, asilos, colegios, subsidios, promesas, amenazas, calumnias, todo lo ponen en marcha a fin de pervertir las almas 
jóvenes, arrancarlas del seno materno de la Iglesia, seducirlas, ganárselas y arrojarlas en brazos de Satanás. Y lo más doloroso es que los 
maestros, los educadores y hasta los mismos padres ayudan a esta obra de desolación. 

1 Can. Pedro Jacinto Galizia: Vida de san Francisco de Sales, en 2 vol., Brescia 1856. Tip. Episc. del Pío Instituto de los Hijos de 
María, Libro VI, cap. II, & 16, pág. 342. 

2 Publicaron reseñas del acto: L'Osservatore Cattolico de Milán (n.° 27, L'Unità Cattolica (n.° 30), el Spettatore (5 y 6 de febrero) y el 
Bollettino Salesiano (n.° de marzo). Se conservan en el archivo los apuntes de don Joaquín Berto. 
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Y bien; ante un espectáculo tan desgarrador: »vamos a quedarnos indiferentes y fríos nosotros? Que no se diga eso, almas escogidas; no, 
que no se cumpla nunca que los hijos de las tinieblas sean más astutos y más valientes para hacer el mal, que los hijos de la luz para 
operar el bien. Por consiguiente, cada uno de nosotros conviértase en guía, maestro y salvador de los niños. Contra las artes engañadoras 
del mal, opongamos las industrias amorosas de nuestra caridad: impreso contra impreso, escuela contra escuela, colegio contra colegio; 
vigilemos atentos a los hijos de nuestras familias, parroquias e instituciones; y, puesto que una turba inmensa de pobres muchachos y 
muchachas se encuentra en todo lugar ((618)) expuesta a los más grandes peligros de perversión, por incuria de los padres o por su 
extrema pobreza, y nosotros, según nuestras fuerzas y nuestra posición, hagámosles de padres y mantenedores, colocándolos en lugar 
seguro y al amparo de los halagos del vicio y de los atractivos de los escandalosos. Para estimularnos y enfervorizarnos cada día más en 
una obra tan hermosa, recordemos, a menudo, los cuidados y cariños prodigados por el Hijo de Dios a los párvulos durante su carrera 
mortal; tengamos siempre presente el gran premio que El ha prometido a quienes con el ejemplo, con la palabra y con su trabajo hagan el 
bien a un muchacho. El aseguró el céntuplo en esta vida y una corona eterna en la otra». 

Don Bosco previó dos dificultades que le podían presentar sus oyentes. La primera se refería a las relaciones de los Salesianos con las 
autoridades civiles. Especialmente en Roma, donde más que en otras partes de Italia, sufrían los ciudadanos la diferencia de la situación 
religiosa bajo el nuevo régimen, parecía imposible que la obra salesiana no hubiese de encontrar obstáculos insuperables. 

«No hay peligro, observó don Bosco. La obra de los Salesianos y de sus Cooperadores tiende a ayudar a las buenas costumbres, 
disminuyendo el número de los díscolos, que abandonados a sí mismos, corren peligro de atestar las cárceles. Instruirles, prepararles para 
el trabajo, proveerles de medios y, donde sea necesario, también de albergue, no ahorrar nada para impedir su ruina, más aún, para 
hacerlos buenos cristianos y honrados ciudadanos, son obras que, no sólo no pueden dejar de respetarse, sino que deben ser deseadas por 
cualquier gobierno, por cualquier político. Ciertamente, ante la gran maldad de los tiempos, es necesario unir el más alto grado de la 
prudencia de la serpiente a la sencillez de la paloma. Nosotros, por nuestra parte, emplearemos esa prudencia, buscando cómo salvar las 
almas, sosteniendo inviolablemente los buenos principios, pero aprovechando y respetando a las personas». 
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La otra dificultad se refería a la amplitud del campo al que debía extenderse la caridad de los romanos. Había ya tanta ((619)) miseria 
que aliviar en su Ciudad: »cómo, por tanto, extender su beneficencia a obras buenas y hermosas, pero fuera de Roma? 

«Los romanos, dijo don Bosco, que siempre hicieron gran caridad y ayudaron mucho a las obras de los Salesianos, deben estar 
satisfechos de haber hecho algo útil a los romanos. En todo tiempo un número considerable de muchachos de esta Ciudad fue enviado a 
las casas salesianas; muchos se encuentran en ellas al presente; y ahora hay otros también que piden ser llevados e internados en ellas. 

Por lo demás, colaboren todos al bienestar de la juventud de esta gran Ciudad; porque los salesianos mismos tienen la esperanza de que 
Dios les conceda poderse unir muy pronto a vosotros y a este celosísimo clero para atender a la juventud pobre de Roma. Pero, entre 
tanto, hay que pensar que Roma es una ciudad católica, la ciudad católica por excelencia; por eso en todo tiempo la caridad de los 
romanos se ha extendido a todos los pueblos y a todos los católicos. Desde Roma, y con la ayuda de los romanos, partieron siempre 
escuadrones de misioneros para propagar y sostener la religión en el extranjero. Por consiguiente, si vosotros ayudáis a los salesianos, que 
están fuera de Italia, si ayudáis a las obras que ellos promueven en nuestros pueblos, trabajáis por el catolicismo, trabajáis por la Iglesia, 
la cual teniendo en Roma a su Jefe Supremo, está esparcida con sus hijos por toda la tierra: ''Te per orbem terrarum sancta confitetur 
Ecclesia''». 

Cuando don Bosco descendió del palco, subió a él el Cardenal Vicario, el cual dijo: «No puedo dejar de alabar la obra de los 
Cooperadores Salesianos, los cuales, a la par que tutelan las buenas costumbres y ayudan a la sociedad civil, no dejan de insinuar y 
propagar los sanos principios de nuestra santa religión católica. Animo, pues. Pero no olvidéis a Roma, donde, en estos momentos, hay 
una grave necesidad de vuestra obra. Aquí debéis dirigir vuestra mirada y vuestras solicitudes; hacer aquí de modo que, cuanto antes, se 
abra una casa de salesianos, los cuales se unan a nuestro clero para salvar a tantos muchachos abandonados, a quienes espera un triste 
porvenir, salvo que una mano bienhechora no ((620)) los recoja, los mantenga, los prepare para el trabajo, la religión y la virtud». 

Desarrolló, a continuación, el texto de san Pablo: Vos autem, fratres, nolite deficere benefacientes, exhortando a los Cooperadores a no 
descansar de hacer el bien. Dijo que había generalmente tres obstáculos para ello: el aburrimiento, la tristeza y el temor. Que no se 
dejaran vencer por el aburrimiento, sino que aumentasen cada día su fervor; 
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que no se dejasen abatir por la tristeza, aunque a veces no se viese el fruto de sus buenas obras, pero que se consolasen con el 
pensamiento de ser ellos la buena simiente que ciertamente produciría frutos saludables; que no se dejasen, finalmente, amedrentar por 
los peligros y las persecuciones, sino que, como los fuertes, se mantuviesen constantes hasta la muerte. 

Se cantó a continuación el motete Panis vivus; impartió el Eminentísimo Vicario la bendición con el Santísimo Sacramento y se 
disolvió la reunión. 

Aquella misma tarde escribía don Bosco a don Miguel Rúa: «Hoy hemos tenido una conferencia, presidida por el Cardenal Vicario, el 
cual la cerró con un estupendo discursito. Ya recibirás detalles del mismo. Hará época en la historia». Quiere decir, sin duda, en la 
historia de la Congregación; mas, »y por qué no también en la historia de la Iglesia? 

Después del «bautismo» del 9 de mayo de 1876, esta conferencia, presidida en Roma por el Vicario del Papa, fue casi la 
«confirmación» de la Pía Unión de los Cooperadores. Aquel día hizo la Obra su ingreso triunfal en el campo de la actividad católica. El 
nuevo ejército, desmesuradamente crecido, abrió, por todas partes, los caminos a la Congregación, sostuvo en todo tiempo sus actividades 
y la defendió sin descanso en todas las batallas. Por consiguiente, si, en los anales eclesiásticos, la Congregación Salesiana ha 
conquistado un puesto nada despreciable, la asociación de los Cooperadores, reafirmada entonces in facie Ecclesiae, tiene todos los 
títulos para condividir el honor y el mérito. 

No cause, pues, maravilla si el diablo intentó meter los cuernos. Don Juan Turchi, que asistió a la conferencia, ((621)) hizo de ella dos 
informaciones para los periódicos de Turín. Mandó una al Emporio Popolare, dirigido por el padre Vasco, jesuita; pero, al presentarla 
éste al Arzobispo para obtener la facultad de imprimirla, se la negó. Tenían orden de que todo cuanto se refería a don Bosco fuese 
presentado previamente a Monseñor. L'Unità Cattolica, por el contrario, publicó la otra; pero, se supo que el teólogo Margotti no salió de 
ello indemne. 
Tampoco monseñor Ighina, canónigo a la sazón y rector de los seminarios de Mondoví, publicó en su Apologista un resumen del artículo 
aparecido en L'Unità por miedo a disgustar al Arzobispo, el cual se había quejado de que el periódico hubiese aceptado y publicado el 
Reglamento de los Cooperadores. La razón de tales oposiciones, y lo declaró el mismísimo Monseñor, procedía de que él creía que 
aquella clase de escritos iba dirigida contra él. Por lo demás, nos hace saber 
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Anfossi que el artículo de L'Unità Cattolica «alegró a los buenos, que querían a don Bosco, y amilanó a los malos... Han comprendido, 
añadía, que esto era una solemne bofetada a su bellaquería. Y don Bosco es siempre admirado por su energía y por su amor al bien» 1. 

Por aquellos meses se publicó, en contra del Arzobispo, algo que no era el inocuo articulejo de un periódico, sino todo un opúsculo de 
ochenta y seis páginas, editado por la tipografía Bruno, de Turín, y titulado: Aguinaldo del clero o Revisión del calendario litúrgico de la 
Archidiócesis de Turín para el año 1878, escrito por un Capellán. El autor anónimo, después de someter a minuciosa crítica el último 
añalejo o calendario diocesano, se aprovechaba para mofarse del Arzobispo, y con endiablado espíritu le echaba en cara una infinidad de 
faltas ortográficas, gramaticales, históricas, dogmáticas, litúrgicas, y, además, varias de sus ofensas a don Bosco. Por ejemplo, en el 
Apéndice había una serie de veinticuatro acusaciones que empezaban por «se dice»; tres se referían al Beato y una de ellas, la novena, 
((622)) se expresaba así: «Se dice que Monseñor prohíbe al periódico L'Emporio Popolare publicar todo lo que pueda honrar a don 
Bosco, al extremo de que este periódico católico, que tanto debe a don Bosco, debe dejar de publicar sucesos y artículos que, de alguna 
manera, rindan gloria a don Bosco, a la Congregación Salesiana, a los Cardenales, al mismo Papa: de modo que dicho periódico no 
podría publicar ni siquiera los datos que honrasen a la Archidiócesis y que deberían servir para la historia, como, por ejemplo, la partida 
de misioneros, etc.». 

El libro armó una batahola en la ciudad, especialmente entre los sacerdotes, que se afanaban por saber quién era el autor. Se supuso que 
don Bosco estuviera informado de ello; pero él respondió, a cuantos se lo preguntaron, que no sabía nada. Más bien, se mostraba con 
todos muy disgustado de ello. Penetró también en el Oratorio, donde muchos lo leyeron. A todo el que le preguntaba si lo había leído, el 
Beato respondía: 

-No, no lo he leído, ni lo leeré. 

Un día dijo sin malicia don Julio Barberis, durante la comida, que convenía ver el contenido y que hasta era conveniente hablar de 
algún modo de ello y acabar con tantas molestias. Don José Vespignani, que estaba presente, asegura que el Siervo de Dios lo reprendió. 
Pero don Julio Barberis en su crónica, que ya caminaba a trompicones y estaba próxima a pararse, escribía con fecha de 11 de mayo: 
«Este libro honra 

1 Cartas de don Juan Anfossi a don Joaquín Berto, Turín 10 de febrero de 1878, y a don Juan Turchi, Turín, 13 de febrero de 1878. 
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a don Bosco ante el clero; mas, por su parte, don Bosco lo siente mucho». Solamente la segunda parte de esta cita tiene valor para 
nosotros. 

Si resultaba tan difícil hablar en Turín sobre la conferencia de Roma, nada podía impedir que se celebrase también allí una conferencia 
semejante a la de Roma; más aún, no había después de Roma ningún otro lugar más indicado. Sucedía esto en aquellos meses en los que 
parecía asomarse un iris de paz entre el Arzobispado y el Oratorio. La fiesta de María Auxiliadora era ocasión propicia para convocar a 
los Cooperadores. El Beato los citó para el 16 de mayo ((623)) en la iglesia dedicada a San Francisco de Sales. La invitación, impresa, 
decía así: 

CONFERENCIA
DE LOS COOPERADORES SALESIANOS
EN TURIN


16 de mayo de 1878 

Beneméritos Señores Cooperadores y Cooperadoras: 

De acuerdo con las prescripciones de nuestro Reglamento (Cap. VI, art. 4.°) se deben celebrar todos los años dos conferencias, allí 
donde el número de cooperadores lo permita. Con el vivo deseo de que la primera Conferencia, que se da en Turín, se celebre bajo los 
auspicios de María Auxiliadora, se ha elegido el día 16 de este mes, que es el segundo de la Novena de preparación a la fiesta de la 
Santísima Virgen Auxiliadora de los Cristianos, que se celebrará el día 24 con toda solemnidad. 

Ruego por tanto a todos los Cooperadores y Cooperadoras hagan lo posible por asistir. Mientras les doy las gracias de todo corazón, 
ruego a Dios les colme con sus celestiales bendiciones, y tengo el honor de profesarme. 

Turín, 10 de mayo de 1878. 

Vuestro atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


A continuación del «Programa de la Conferencia» había siete advertencias. Las dos últimas eran éstas: «6. El Sumo Pontífice concede 
indulgencia plenaria a todos los que asistan a esta conferencia. 7. La colecta será en favor de la iglesia de San Juan Evangelista, y para 
socorrer a los misioneros salesianos de América, que lo necesitan mucho». 

A las tres de la tarde del día señalado había en la iglesita, bellamente engalanada, casi doscientas cincuenta personas. La asamblea era 
distinta de la de Roma: no se componía de selectos personajes, sino que allí se hermanaban representantes de las diversas clases sociales. 
Una 
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vez leído el mismo párrafo de la vida de san Francisco, que se leyó en Roma, cantaron un devoto motete los alumnos. Don Bosco subió al 
púlpito y describió la historia de los Cooperadores en el mismo lugar de su origen y de su primera actuación. Muchos de los que, ((624)) 
desde el principio, habían prestado, sacrificándose a sí mismos, su ayuda al «pobre sacerdote» recién llegado sin medios, estaban 
presentes y confirmaban su narración y se complacían al oír los progresos que realizaba la obra allí empezada por ellos. Es muy útil para 
la historia que este documento no se pierda; los lectores con prisas vayan a la conclusión del capítulo. Don Bosco habla precisamente ex 
abundatia cordis (con toda su alma). 

Beneméritos cooperadores y cooperadoras, no sé si debo, ante todo, daros las gracias, o invitaros a que las deis, juntamente conmigo, al 
Señor, por habernos unido en un grupo organizado, dispuesto a hacer mucho bien, y habernos juntado esta tarde aquí, para la primera 
conferencia que celebran los Cooperadores Salesianos en Turín. 

Pero, antes de exponeros lo que deseo, quiero relataros un poco de historia, que nos dará a conocer lo que ya han hecho, aquí en Turín, 
los Cooperadores Salesianos, antes de que llevaran este nombre, y cuál es su función en estos tiempos. Oídme. 

Hace treinta y cinco años que el espacio ocupado hoy por esta iglesia era un lugar de reunión de muchos jóvenes traviesos, que venían 
aquí para alborotar, reñir y blasfemar. Había al lado dos casas en las que se ofendía mucho al Señor: una, la taberna a la que venían los 
borrachos y toda clase de mala gente. 

La otra, colocada aquí mismo donde está el púlpito y que se extendía a mi izquierda, era una casa de libertinaje e inmoralidad. El año 
1846 llegaba aquí un pobre sacerdote y alquilaba a muy alto precio dos habitaciones de esta segunda casa. Aquel sacerdote venía 
acompañado de su madre. Pretendía ver la manera de hacer algún bien a la pobre gente del vecindario. Todo su patrimonio se encerraba 
en la cesta que llevaba su madre al brazo. Pues bien, ese sacerdote vio a los muchachos que se reunían para hacer de las suyas, pudo 
acercarse a ellos, y quiso el Señor que oyeran y comprendieran su palabra. Se hizo necesaria una capilla para el culto divino. Y, partiendo 
del lado de la epístola de este altar mayor y alargándose hacia la derecha de quien lo mira, había un cobertizo que servía de almacén. Se 
pudo comprar y se arregló para iglesia, ya que no había otro local. Aquellos muchachos traviesos se dejaron captar poco a poco y vinieron 
a la iglesia; su número creció de tal modo que, al poco tiempo, no solamente llenaban la iglesia hasta los topes, sino hasta la misma 
plazuela, que ocupaba el espacio en que ahora me escucháis vosotros, y aquí se les enseñaba el catecismo. Mas aquel sacerdote estaba 
solo. Ciertamente le ayudaba el celosísimo teólogo Borel, que tanto bien hizo en Turín; pero estaba muy ocupado en la atención de los 
condenados a muerte en las cárceles, en las obras del Cottolengo, ((625)) de la marquesa Barolo y otras, y no podía atender a los 
muchachos más que un poco, ya que su vida estaba en otra parte. Pero el Señor proveyó de cuanto faltaba. 

Poquito a poco, varios beneméritos eclesiásticos se unieron al pobre sacerdote y prestaban su ayuda, uno confesando, otro predicando, 
otro enseñando el catecismo. El Oratorio estaba atendido por estos eclesiásticos. Pero no bastaban: aumentó la necesidad con las escuelas 
nocturnas y dominicales, y unos cuantos sacerdotes no eran 
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suficientes. Cuando he aquí que varios señores acudieron también en su ayuda. Era precisamente la divina Providencia quien los enviaba 
y, gracias a ellos, se fue multiplicando el bien. Estos primeros cooperadores salesianos, lo mismo eclesiásticos que seglares, no se 
preocupaban de incomodidades y trabajo, sino que, al ver cómo muchos jóvenes de la piel de Barrabás emprendían el camino de la virtud, 
se sacrificaban a sí mismos por la salvación de los demás. Yo vi a muchos dejar de lado la comodidad de sus casas y venir aquí, no 
solamente los domingos sino también todos los días de cuaresma y a una hora muy incómoda, pero que era la mejor para enseñar el 
catecismo a los muchachos. 

Mientras tanto, se hacía cada día mayor la necesidad de ayudar materialmente a aquellos chicos. Algunos llevaban unos pantalones y 
una chaqueta hechos jirones, cuyos trozos les colgaban por todas partes, aun con mengua de la modestia. Otros no podían cambiarse 
nunca el andrajo de camisa que llevaban encima. Hubo quién empezó a resaltar lo bueno y lo útil de la labor de las cooperadoras. Yo 
quisiera contaros ahora, para gloria de las señoras turinesas cómo muchas de ellas, de familias conspicuas y delicadas, no hacían ascos 
para tomar en sus manos aquellas chaquetas, aquellos calzones y arreglarlos; recibir aquellas camisas totalmente rasgadas y que quizá no 
habían pasado nunca por el agua, tomarlas ellas mismas, digo, y lavarlas, remendarlas y entregarlas después a los pobres muchachos, los 
cuales, atraídos por el perfume de la caridad cristiana, perseveraron en el Oratorio y en la práctica de las virtudes. Algunas de estas 
beneméritas señoras enviaban ropa, dinero, comestibles y todo lo que podían. Varias de ellas están aquí presentes oyéndome, y muchas ya 
fueron llamadas por el Señor, para recibir el premio de sus trabajos y obras de caridad. 

He aquí, pues, cómo gracias al concurso de muchas personas, cooperadores y cooperadoras, se pudieron hacer cosas, que cada uno por 
su cuenta jamás hubiera podido realizar. »Qué sucedió con una ayuda tan poderosa de sacerdotes, señores y señoras? Vinieron millares de 
muchachos para aprender e instruirse religiosamente en el mismo lugar en donde antes aprendían a blasfemar; vinieron a aprender el 
camino de la virtud en el mismo lugar que antes era centro de inmoralidad. Se pudieron abrir escuelas nocturnas y festivas y los más 
pobres y abandonados de aquellos muchachos fueron internados; la pequeña plaza se convirtió en esta iglesia en el 1852 y la casa llegó a 
ser el internado de aquellos pobres muchachos. Esta es vuestra obra, beneméritos cooperadores y beneméritas cooperadoras. 

((626)) Y siguieron los bienhechores dispensando su ayuda y fueron viniendo otros más a añadirse a los primeros, con lo cual se 
pudieron abrir otros dos oratorios en esta ciudad: uno en Vanchiglia, que se llamó del Angel Custodio, y, después, levantada la iglesia 
parroquial de san Judas, se trasladó junto a dicha parroquia; y el otro, dedicado a San Luis, se abrió en Puerta Nueva. Al lado de éste se 
está levantando actualmente la iglesia de San Juan Evangelista. 

Pero las necesidades experimentadas en Turín empezaron a sentirse poderosamente también en otros pueblos y ciudades, y, siempre 
gracias a la ayuda de los cooperadores se pudieron organizar normalmente las obras fundadas y abrir otras fuera de Turín. 

Era necesario que los Cooperadores se ocuparan de atender la gran falta de clero, que existía en todo el Piamonte y en otras provincias 
de Italia. »Qué hacer? la religión católica no mira lugares, ciudades ni personas; es universal, quiere que se haga el bien en todas partes y 
exige que los esfuerzos de la caridad sean mayores allí donde hay más necesidad. Y he aquí que empieza a abrirse una casa en Mirabello, 
otra en Lanzo y después más y más. Ya pasan de ciento las iglesias y casas abiertas y son más de veinticinco mil los muchachos internos 
y externos, que son instruidos religiosamente 
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en nuestras casas. »Quién ha hecho todo esto? »Un sacerdote? íNo! »Dos, diez, cincuenta? íTampoco! Ni siquiera un número mayor 
habría podido lograrlo. Fueron los muchos cooperadores y cooperadoras que, en todas partes, en todo pueblo y ciudad, se pusieron de 
acuerdo para ayudar a estos pocos sacerdotes. íSí, ellos son! íY no solamente ellos! Hay que reconocer, además, la mano de Dios que 
quiso sacar tanto de la nada. Sí, es la divina Providencia quien envió tantos medios para salvar a tantas almas. De no haberlo querido 
precisamente el Señor, yo juzgaría que es imposible para cualquiera el poder hacer tanto. Pero la necesidad era real y grande y el Señor 
siempre envía grandes socorros para las grandes necesidades. Estas necesidades son cada día más apremiantes. »Acaso nos va a 
abandonar el Señor? 

Lo que os digo del continuo aumento de necesidades espirituales y temporales, es una incontrastable y dolorosa verdad. íSi viérais 
cuántas peticiones nos llegan de todas partes del mundo para abrir casas en favor de los pobres muchachos abandonados! Antaño, sólo en 
las grandes ciudades había que atender el alma y el cuerpo de tantos pobres muchachos abandonados, escandalizados, víctimas 
desgraciadas del crimen, de la miseria, del vicio; pero, ahora, en cuántos otros lugares, hasta pequeños, hay que atender a la juventud 
abandonada, si se quiere salvar a la sociedad. Causa admiración cuando se llega a conocer una parte de la realidad de tantas miserias. 

Y ahora, además, crece enormemente la necesidad de celo y de socorro para las misiones. Y advertid que ya no se trata de ir a arriesgar 
la propia vida entre los salvajes con peligro del martirio o de grandes sufrimientos. Ya son ellos mismos quienes comienzan a conocer 
((627)) su desgraciado estado y desean instruirse. Son ellos mismos, diría, quienes nos tienden sus brazos, pidiendo que se vaya a 
civilizarlos y a enseñarles religión, sin la cual se dan cuenta de que su vida es desgraciada. De todas partes llegan peticiones de misiones. 
De la India, de China, de Santo Domingo, del Brasil, de la República Argentina se nos hacen enardecidas peticiones, de modo que si, en 
el momento en que yo os hablo, tuviese dos mil misioneros, sabría donde colocarlos al instante, con la seguridad de que producirían un 
gran fruto. Pero también en las misiones se ha hecho ya el bien con la ayuda de los oratorios y esperamos que, con el apoyo y el socorro 
de los cooperadores y cooperadoras, se pueda aumentar mil veces este bien para mayor gloria de Dios. 

Hay también otra obra que se formó y salió de estos oratorios, obra que no deseo sea publicada, pero que es bueno la conozcáis. Es la 
de buscar jóvenes de buena voluntad y poner en su mano los medios necesarios para alcanzar la dignidad sacerdotal. El número de los 
ministros del Señor, ya lo veis, disminuye de día en día en proporción espantosa. Se buscaron, pues, por todas partes, jóvenes que 
ofrecieran firme esperanza de vocación eclesiástica, se reunieron, se les hizo estudiar, y he aquí, que, gracias al Señor, salieron ya de 
nuestras casas, mediante esta obra, centenares y centenares de sacerdotes. »Queréis que os diga, con toda confianza y secreto, el número 
de clérigos a quienes se les impuso la sotana durante el curso pasado? Oíd. Entre todas nuestras casas esparcidas por Italia, Francia, 
Uruguay y Argentina llegaron a trescientos. La mayoría de ellos van a sus propias diócesis y por deciros, solamente de una, mirad: en la 
diócesis de Casale, de cuarenta y dos seminaristas que tiene en el seminario, treinta y cuatro proceden de nuestras casas. Otros se hacen 
religiosos, algunos van a las misiones al extranjero o se quedan con nosotros para ayudarnos con todas sus fuerzas. »Veis a dónde van a 
parar vuestras limosnas, vuestra ayuda, vuestra caridad? Otra obra, y no pequeña, consiste en poner un dique a la herejía, que amenaza 
invadir muchas ciudades y pueblos. Ella hace estragos en los pueblos católicos y va ensanchándose, a medi 

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libertad, se abren las puertas al mal, y se estorba y se impide la labor de los buenos, siempre tendremos funestas consecuencias. Se buscó, 
por tanto, colocar un dique a la herejía y a la impiedad; primero, con libros bien preparados para este fin, los cuales se hacían y difundían 
entre el pueblo católico con grandes trabajos y gastos. Pero los libros no lo hacen todo. Fue necesario colocarse como centinelas en 
guardia, en los lugares donde el enemigo se había asentado. Se puso un escuadrón de soldados donde el peligro era mayor y continuo y en 
un lugar conveniente para paralizar al menos la acción del mal. Y he aquí que en Turín, cerca de la iglesia de los protestantes, se abrió ya 
en 1849 el oratorio de San Luis y ahora, después de muchos estudios y trabajos, se ha logrado poner en el mismo lugar los cimientos de la 
iglesia de San Juan Evangelista, que se está construyendo. 

((628)) También en San Pier d'Arena amenazaba entrar la herejía y por eso se estableció allí un hospicio. En Niza, precisamente cerca 
del templo protestante, se levantó el Patronato de San Pedro. En La Spezia había ya progresado mucho la herejía: casi todos los 
muchachos iban al magnífico colegio de los protestantes, atraídos por mil facilidades, pero se hizo un esfuerzo y se abrieron nuestras 
escuelas. Mas, para no ir nombrando caso por caso, voy a contaros lo que sucedió junto a Ventimiglia. En pocos años se llenó de casas el 
valle de Valle-Crosia. El número de habitantes creció por millares. Como todas las eran nuevas, no se pensó, ni fue posible, levantar allí 
ninguna iglesia. Los protestantes, que vieron la ocasión propicia, elevaron un gran edificio e instalaron un hospicio, escuelas, y una de sus 
iglesias. Los habitantes del valle, al no tener otras escuelas, fueron a parar a éstas y, después, algunos empezaron a ir a su iglesia. El 
Obispo no sabía qué hacer; edificar una iglesia y convertirla en parroquia difícilmente puede hacerlo una sola persona en nuestros días. Se 
nos llamó a nosotros y acudimos con gusto en su socorro. No había medios, pero la Providencia nos ayudó y, como no podíamos hacer 
más, se alquiló una casa, se arregló y limpió un almacén de la planta baja, se instaló en él un altar, y hete aquí armada la iglesia. En las 
habitaciones de la derecha y de la primera planta se abrieron dos aulas para muchachos; en las de la izquierda de la pequeña iglesia se 
instalaron las Hijas de María Auxiliadora y se abrieron unas escuelas para muchachas. íQué cambiazo! El oratorio festivo atrajo la 
atención de los niños y de los mayores, y todos los habitantes del contorno tienen ya comodidad para oír la santa misa; las escuelas de los 
niños y las de las niñas se llenaron inmediatamente. Todo se realizó con tal fervor que las escuelas de los protestantes se quedaron 
desiertas, y ya no hay un muchacho o una niña que vaya a ellas. Se invitó y se atrajo de buenas maneras a recibir los sacramentos por 
Pascua, a todos los que habían sido inducidos a asistir a la iglesia protestante y también éstos abandonaron aquel lugar, que estaba a 
punto de convertirse en centro del protestantismo en Liguria. 

Es imposible que obras tales se realicen por un hombre sólo. Se necesitan cooperadores. Sus donativos ayudan para poder ir al lugar 
señalado y dar allí los primeros pasos: cuando ya se está en el lugar, se unen nuevos cooperadores de allí mismo y se va adelante. Sin la 
labor de los cooperadores, los Salesianos se hubieran estancado y no podrían ejercer su misión. Es verdad que siempre se encuentran 
dificultades para llevar a cabo estas obras; pero el Señor dispuso que siempre se pudieran superar. 

Este año se multiplicaron las dificultades, y así hemos podido ver que la mano del Señor nos sostiene siempre. Murió este año nuestro 
incomparable bienhechor Pío IX, el que aprobó la asociación de los Cooperadores y la enriqueció con tantas y tan valiosas indulgencias: 
Pío IX que quiso ser inscrito como el primero de los Cooperadores Salesianos; (( 

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pero dispuso el Señor que le sucediese León XIII. Me he presentado a él, le he hablado de los cooperadores salesianos y le he suplicado 
permitiese que su augusto nombre figurase al frente de los mismos, como ya sucedía con el de su antecesor, de feliz memoria. En cuanto 
se informó del espíritu de la obra, añadió: 

-No sólo quiero ser cooperador salesiano, sino operador. »Acaso no debe ser el Papa el primero en incrementar las obras de caridad? 

He aquí, pues, cómo, perdido un padre, el Señor nos ha proporcionado otro, tan benévolo como el primero. En este año murieron 
también varios otros beneméritos señores, muy amigos de ayudar al Oratorio; pero el Señor dispuso que otros les sucedieran y la caridad 
de los fieles no permite que nos falte lo que necesitamos. 

Esta es la finalidad más importante de hoy, la que debe ocupar a los Cooperadores Salesianos. Hay que continuar las obras ya 
empezadas, de las que os he hablado; más aún, hay que centuplicar estas obras. Para ello se necesitan personas y medios. Nosotros 
sacrificamos nuestras personas: el Señor nos las envía cada día dispuestas a todo sacrificio, hasta a dar la vida por la salvación de las 
almas. Pero no bastan las personas: se requieren también medios nmateriales. Y éstos os toca procurarlos a vosotros, beneméritos 
cooperadores. Os encargo de proveer estos medios materiales; haced que no falten. Advertid lo grande que es la gracia del Señor, que 
pone en vuestras manos los medios para cooperar a la salvación de las almas. Sí, en vuestras manos está la salvación eterna de muchas 
almas. Ya se ha visto, por los hechos que hasta ahora os he narrado, que son muchísimos los que encuentran el camino perdido del cielo, 
gracias a la cooperación de los buenos. 

Sería esta la ocasión para daros las más rendidas gracias. Pero, »cómo hacerlo? No me es posible. Sería una recompensa muy pequeña 
que yo os agradeciese vuestras buenas obras. Dejaré al Señor que lo haga. Sí, ya dijo muchas veces que considera como hecho a El todo 
lo que se hace en favor del prójimo: por otra parte, es cierto que la caridad no es puramente material, sino que tiene además una finalidad 
espiritual, tiene un mérito todavía mayor. Y querría decir, que no sólo tiene un premio mayor, sino que tiene algo de divino. 

»Queréis hacer algo bueno? Educad a la juventud. »Queréis hacer algo santo? Educad a la juventud. »Queréis hacer algo santísimo? 
Educad a la juventud. »Queréis hacer algo divino? Educad a la juventud. Entre las cosas divinas esta es divinísima. Los santos Padres 
están de acuerdo al repetir las palabras de san Dionisio: Divinorum divinissimun est cooperari Deo in salutem animarum (lo más divino 
de lo divino es cooperar con Dios a la salvación de las almas). Y explicando este pasaje con San Agustín, se dice que esta obra divina es 
prenda absoluta de la propia predestinación: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti (salvaste una alma, predestinaste la tuya). Por 
consiguiente, concurrid a hacer estos grandes bienes que os he ((630)) señalado, y podéis tener la seguridad de que ponéis a salvo vuestra 
alma. Por tanto, dejo yo de daros gracias especiales. Sabed, sin embargo, que en la iglesia de María Auxiliadora, mañana y tarde, y puedo 
decir que durante todo el día, se hacen oraciones especiales Por vosotros, a fin de que el Señor pueda daros las gracias El mismo, con 
aquellas Palabras que os dirá en el día decisivo del juicio: Euge, serve bone et fidelis, quia in pauca fuisti fidelis, super multa te 
constituam. Intra in gaudium Domini tui (Ea, siervo bueno y fiel, porque fuiste fiel en lo poco, te colocaré sobre lo mucho. Entra en el 
gozo de tu Señor). Sacrificaos, sí; pero, tener en cuenta que Jesucristo se sacrificó mucho más y que nosotros nunca nos acercaremos lo 
bastante al sacrificio que El hizo por nosotros. Alegrémonos. Los que se esfuerzan por imitarle, que hacen cuanto pueden para salvar las 
almas, estén tranquilos sobre su suerte eterna. Animam salvasti, animam 

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tuam praedestinasti. Y estas palabras no son exageradas: ciertamente serán coronados con el Intra in gaudium Domini tui, que para todos 
vosotros pido y deseo de corazón. 

Terminado que fue el discursito y recibida la bendición, salieron los oyentes al patio, donde rodearon a don Bosco y se entretuvieron 
con él, durante casi una hora. A partir del 1878, se celebraron semejantes reuniones dos veces al año, doquiera hubiese un grupo de 
cooperadores con su decurión. El Boletín no dejó nunca de avisar a los lectores sobre la misma en los números de enero y de mayo, 
publicando después, donde era oportuno, lo que se había dicho y hecho en los diversos centros. 

El Siervo de Dios don Miguel Rúa, que vio por sus propios ojos y ayudó por igual al desarrollo de la institución, expuso en los 
Procesos canónicos qué pretendía el Beato Padre al crearla y organizarla. Tres cosas, dijo, llevaba él en su mente: dar satisfacción ante 
todo a un deber de reconocimiento hacia los bienhechores de sus obras, procurándoles la participación de todos los favores espirituales de 
la Pía Sociedad Salesiana; animar, además, a todos a la perseverancia en favorecer sus obras y buscar siempre nuevos bienhechores; 
finalmente, unir a sus bienhechores y bienhechoras, constituyéndolos como otros tantos ayudantes del propio párroco y, por su medio, 
ayudantes del propio Obispo y, por tanto, en otros tantos hijos devotos de la Suprema Cabeza de la Iglesia 1. La triple finalidad se ha 
cumplido, como lo demuestra palpablemente la realidad. 

1 Positio super virtutibus. Summarium, n.° III & &652-3. 
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((631)) 

CAPITULO XX 

FUNDACIONES PROPUESTAS, PERO NO
REALIZADAS, EN ITALIA


DURANTE este bienio hubo numerosas proposiciones para fundaciones en Italia. Se habló hasta de ciento, pero nosotros no podemos, de 
ningún modo, comprobar hasta dónde se acerca esta cifra a la realidad. Algunas de estas propuestas se redujeron a puras invitaciones: así, 
por ejemplo, un canónigo de Bobbio ofrecía un edificio para convertirlo en colegio; el Obispo de Bríndisi ofrecía también una casa para 
hacer en ella poco a poco un oratorio semejante al de Turín, y deseaba que, mientras tanto, fueran dos sacerdotes salesianos para visitar el 
local y predicar los ejercicios a su clero; el Cardenal Vicario pedía para el Seminario de Subiaco un maestro elemental y un profesor para 
dar clase en el bachillerato superior y preuniversitario; el cura párroco de Casorzo, en el distrito de Casale Monferrato, propuso, en 
nombre de un rico propietario, comprar a bajo precio toda una manzana de casas. Un tal Rastrelli, miembro de las Conferencias de San 
Vicente en Florencia, escribió una carta confidencial al señor Falconet, socio de las mismas en Turín, para que se lo comunicara a don 
Bosco; Falconet entregó el escrito al conde Cays: era el primer paso para la apertura de una casa en la ciudad de las flores. Personas 
enamoradas de la gloria de Dios y del bien de las almas pretendían hallar los medios para fundar allí un centro donde recoger a los 
muchachos que no eran admitidos en ninguna otra parte, un centro que fuese escuela profesional. «A lo que yo sé, decía el intermediario, 
este proyecto ((632)) estaría de acuerdo con las bonitas aspiraciones de don Bosco, por cuanto éste posee excelente personal, dotado del 
diploma requerido por las leyes en vigor. El proyecto por sí mismo no es de escasa importancia; mas, para llegar a hacer algo, habría que 
empezar muy despacio y con humildes aspiraciones, como ha hecho don Bosco en otros centros fundados por él en tan breve tiempo, 
centros de los que ya hay muchos por toda Italia, y entre los cuales están los dos últimamente abiertos cerca de Roma». Pero, de 
momento, las cosas quedaron así. Hay otro piadoso deseo, el del abate Pavarino, que puede colocarse en este lugar. El ardoroso sacerdote, 
en otro tiempo capellán 
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de la casa real y entonces miembro de la dirección de varias instituciones en la ciudad, dirigió a don Bosco una larga epístola, en la cual, 
tras describir minuciosamente y con vivos colores la espantosa inmoralidad que entristece el ambiente que rodea la casa de juego de 
Mónaco 1, prorrumpía de repente en esta invocación: «Dios mío, iluminad a ese vuestro siervo e incansable trabajador don Bosco, 
apóstol de la juventud, para que encuentre la manera de destuir este tenebroso centro de incautos, tristes, desesperados, todos en contra de 
nuestra santa ley, y confortadlo con Vuestro poderosísimo auxilio, para que, sobre estas ruinas, pueda levantar una casa benéfica de 
trabajo, donde el huérfano y el abandonado encuentren asilo, manutención, instrucción y educación: donde vuestro Santo Nombre sea 
honrado y bendecido ahora y por siempre». 

Se acudía también a don Bosco por otros buenos motivos. Desde el próximo pueblecito de San Francisco del Campo, el reverendo 
Parigi y el maestro Novero le hicieron aceptar la presidencia honoraria de una junta allí formada para la restauración de la iglesia 
parroquial; y desde la lejana aldea de Guamaggiore, cerca de Cágliari, el párroco Pittau y el alcalde Pisano Ruda suplicaron al Beato que 
se dignase ayudar a aquella pobre población para reedificar su iglesia hundida en parte. 

((633)) Hubo otras proposiciones que ocasionaron diversas gestiones, que se deshicieron por el camino; pero, lo mismo que las 
primeras, confirman el prebiscito de aprecio y veneración que por todas las partes de Italia se levantaba en torno al nombre de don Bosco, 
y además nos presentan hechos y palabras, que enriquecen su biografía y pueden presentar alguna norma para sus seguidores. 

Castelnuovo de Asti 

Empezamos por su pueblo natal. Aquel Municipio habría querido que su ilustre compatriota abriese en su propia tierra un colegio de 
bachillerato y que enviase allí a las Hijas de María Auxiliadora para las escuelas elementales femeninas y la dirección de la escuela de 
párvulos. 
Su párroco, el reverendo Rossi, quiso tantear la situación, haciéndole saber, por vía confidencial, las intenciones del Consejo municipal y 
sus condiciones. Don Bosco, que esperaba siempre la ocasión para hacer algo en favor de su patria chica, encargó enseguida a don Miguel 
Rúa y a don Juan Cagliero, natural de Castelnuovo, el estudio del proyecto 

1 Carta a don Bosco: 30 de marzo de 1877. 
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esbozado por el párroco de acuerdo con los concejales del ayuntamiento. Los dos encargados examinaron el proyecto y, con aprobación 
del Siervo de Dios, formularon la siguiente proposición para un colegio internado. 

1.° El Municipio cede a don Bosco la propiedad de la casa de Pescarmona, en el estado en que actualmente se encuentra. 

2.° Ofrece la remuneración de diez mil liras. 

3.° Si, por cualquier circunstancia, don Bosco no mantuviera abierto en esta casa un colegio de enseñanza elemental y media durante un 
decenio, el Municipio será reembolsado de una cantidad proporcional a los años que falten por cumplir el decenio. 

4.° El Municipio cede a don Bosco la enseñanza de las escuelas elementales para muchachos y la de un curso elemental para las niñas 
con la retribución anual de cinco mil liras. La enseñanza de la escuela femenina se confiará a una de las monjas que llevan la dirección de 
la escuela de párvulos. Don Bosco se encargará de un curso de las escuelas femeninas, sólo en el caso de que se confiase a las Hijas de 
María Auxiliadora la dirección de la escuela de párvulos. Si el Municipio no quisiese ((634)) encargar de esta escuela a una Hija de María 
Auxiliadora, no se disminuirá la cantidad anual de cinco mil liras para la enseñanza de las escuelas elementales. 

Se entiende que esta enseñanza se hará con maestros y maestras, a tenor con la ley. 

5.° Los hijos del pueblo tendrán derecho a asistir a las escuelas elementales y de bachillerato que se abran en la casa Pescarmona. 

6.° Durante el resto del 1879, el Municipio avisará a los actuales maestros: en el caso de que éstos deseen continuar la enseñanza, 
mientras la ley les apoye, don Bosco se servirá de ellos. 

7.° Cuando don Bosco empiece a dedicar la casa Pescarmona para colegio internado, el Municipio hará lo posible para ayudarle, como 
prueba de reconocimiento por el distinguido favor que entiende recibir de don Bosco. 

En cuanto a las Hijas. de María Auxiliadora, como era ésta la primera vez que se les ofrecía una actividad de aquél género, el Beato 
hizo presentar, a fin de que sirviese de norma a quien correspondía, las condiciones requeridas por el instituto de Santa Ana para la 
aceptación de una escuela o centro análogo 1. Pero el Municipio titubeaba y no hacía más que poner dificultades. Finalmente, para llegar 
a un acuerdo, se tomaron las precedentes condiciones que se volvieron a examinar y modificar de la siguiente manera. 

Convenio entre el municipio de Castelnuovo de Asti y el reverendo don Juan Bosco. 

Art. 1.°. El Municipio hará todos los gastos necesarios para adaptar la casa Pescarmona, de modo que sirva para colegio e internado, 
con la enseñanza elemental y de bachillerato. 

1 Véase: Apéndice, doc. 46. 
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El Municipio, como propietario del colegio, se encargará de las reparaciones y pagata los impuestos. 

Art. 2.°. Ofrece al reverendo don Juan Bosco la remuneración de diez mil liras para gasto de instalación del Colegio Internado, sin 
reembolso, pasado el primer periodo del convenio. No queda comprendido en estos gastos de instalación el material necesario para las 
clases elementales y de bachillerato, como son bancos, cátedras, pizarras, mapas, carteles. etc. 

Art. 3.°. Ofrece una cuota anual de cinco mil liras para los cuatro cursos de enseñanza elemental, sostenidos por docentes de acuerdo 
con la ley. 

Art. 4.°. El reverendo don Bosco tendrá abierto el colegio para enseñanza elemental y de bachillerato. 

((635)) Art. 5.°. Los muchachos de la población tendrán derecho a asistir a las clases de bachillerato elemental y superior, si se abre. 

Art. 6.°. El convenio entre el Ayuntamiento y el reverendo don Bosco, será renovado de diez en diez años, con aviso de cinco años 
antes, siempre que una de las partes quisiera volverse atrás. 

El reverendo don Juan Bosco cree dar con esto una señal de afecto a su patria chica, ofreciéndose a mantener abierto el bachillerato sin 
recompensa de ningún género y cuyo sueldo anual, de acuerdo con el reglamento escolástico del Estado, debería subir a diez mil 
quinientas liras. 

íTodo se convirtió en agua de cerrajas! Parece que no fue comprendido el favor que don Bosco se prestaba a hacer. Los que anduvieron 
en la cuestión, se convencieron de que los de Castelnuovo querían de don Bosco aquel beneficio para el pueblo, como si él tuviese 
obligación de hacerlo por encima de todo. 

Castelnuovo de Garfagnana 

Pasemos ahora a otro Castelnuovo, mucho más lejano. El obispo de Massa Carrara, monseñor Tommasi, necesitaba dos profesores 
titulados para el bachillerato superior e inferior en su seminario de Castelnuovo de Garfagnana, cabecera de distrito, próxima a Lucca. El 
sacerdote diocesano, don Domingo Bonacossia, había estado en Turín en abril de 1877; había hablado de ello con don Bosco, el cual 
había manifestado que estaba dispuesto a atender la petición para el nuevo curso escolar, con tal de que el Ministro de Instrucción Pública 
convocara exámenes extraordinarios de habilitación, como parecía querer hacer. Se anunciaron los exámenes y don Bosco quiso obtener 
la admisión a los mismos para una docena de salesianos; mas, el decreto requería unas condiciones nunca pretendidas anteriormente en 
casos semejantes, de modo que casi todas las peticiones de los nuestros fueron rechazadas. Aunque de este modo le faltaba a don Bosco 
el 
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medio esperado, sin embargo, hizo que don Celestino Durando escribiese que, dentro de los límites de lo posible, procuraría complacer a 
Su Excelencia; el Beato se interesaba en ello, porque ((636)) la autoridad escolástica amenazaba con el cierre del seminario menor, si no 
impartían la enseñanza profesores legalmente aprobados. No se encontraron salesianos disponibles; parece, además, que don Celestino 
Durando enviaba dos buenos seglares, que hacían al caso. 

En Castelnuovo de Garfagnana, ya en diciembre de 1878, monseñor Landi, secretario del cardenal Oreglia, apoyaba la adquisición de 
un inmueble grandioso y en condiciones favorables para organizar en él los cursos de bachillerato privado. Don Bosco, que generalmente 
no rechazaba nada al primer momento, respondió dando buenas esperanzas, aunque no de próxima realización. «Sus religiosos harían 
mucho bien en Garfagnana, le escribía monseñor Zanotti, Abad mitrado del lugar 1. Ciertamente encontrarían un terreno preparado para 
la cultura moral y tan fértil como pudiera desearse: aquí serían recibidos y acogidos en triunfo». Se puso de por medio también el 
Municipio; tomaron tal importancia las cosas, que don Bosco envió allí para informarse a don Juan Marenco, director de la nueva casa de 
Lucca. Don Juan Marenco encontró que las autoridades religiosas y civiles estaban dispuestas a todo, con tal de obtener el suspirado 
bachillerato; pero los trámites se pararon aquí, y no hemos podido descubrir el porqué. 

Santuario de la Mellea 

Más complejas fueron las diligencias para el santuario de la Mellea en Farigliano, territorio de Mondoví. Don Bosco, que andaba en 
busca de un lugar, donde establecer el noviciado y el estudiantado para sus clérigos, creyó que era aquél el sitio a propósito. El 
Ayuntamiento de Farigliano se había convertido, por escritura pública de 1825, en propietario del convento franciscano y del santuario 
anejo al mismo con la invocación de Nuestra Señora de la Mellea. La escritura imponía al Ayuntamiento dos cargas en el caso de una 
nueva confiscación, semejante a la napoleónica. ((637)) La primera consistía en sostener en ella a un sacerdote; para atender a la iglesia. 
La paga de este sacerdote debía hacerse a la par, por el Ayuntamiento y por el párroco en funciones. Al llegar de hecho la 
desamortización italiana, fue capellán un religioso de los Menores Observantes, que moraban allí antes; pero, en los últimos 

1 Carta, Castelnuovo de Garfagnana, 24 de enero de 1879. 
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tiempos, al vigorizarse de nuevo los aires anticlericales, alguien había presentado y sostenido enérgicamente el plan de vender el 
convento y el santuario. Al correrse la noticia, no faltaron buenas ofertas; la más lisonjera procedía de una sociedad de fabricantes 
genoveses, que quería instalar allí un gran taller de hilados y tejidos de algodón. El miedo de la profanación alarmó al párroco y a los 
mejores elementos del pueblo; 
por lo cual abrióse camino la idea de ofrecer a don Bosco el empleo del convento con la obligación de conservar la iglesia abierta siempre 
al culto público. Preguntáronle a don Bosco, el cual no se opuso a estudiar la proposición; tanto, que en la segunda mitad de abril de 1877 
fue a visitar el lugar. Le gustó bastante; vio que, por la tranquilidad y la salubridad del ambiente, aquello respondía estupendamente a su 
intención de colocar a los novicios y a los estudiantes de filosofía. Podía, además, considerarse como un punto central para sus colegios 
del Piamonte y de la Liguria, con la comodidad de que pasaba el ferrocarril a la distancia de casi medio kilómetro. 

Pero, de repente, aparecieron las primeras dificultades. El Beato, buen conocedor de las condiciones de aquellos edificios, habló en su 
visita de las propias intenciones, ante todo con el religioso representante allí de su Orden. Este, preocupado, se lo contó inmediatamente 
al Padre provincial, que residía en Saluzzo y que, con la misma premura, puso en conocimiento de don Bosco la segunda cláusula, a la 
que nos hemos referido más arriba. En virtud de la misma, si sobrevenía una desamortización y la consiguiente restauración de las 
Ordenes Regulares, los Menores Observantes debían volver a entrar en su antigua posesión; por consiguiente, el Provincial, en su 
condición de representante de la Orden, elevaba una protesta formal, reclamando para tiempo oportuno ((638)) el cumplimiento de la 
obligación antes dicha. Don Bosco se apresuró a responderle de esta manera: 

Muy Reverendo P. Provincial: 

El P. Manuel no ha expuesto toda la cuestión. Invitado repetidamente para ir a visitar aquel lugar, lo hice y, antes que nada, busqué al 

P. Guardian y le rogué participara al P. Provincial: que yo no entendía adquirir, sino únicamente conservar aquella casa para los religiosos 
actuales, a quienes dejaría como dueños absolutos, en el momento que quisieran regresar. Así las cosas, no se realizó ninguna compra o 
venta, sino que el Municipio conservó la propiedad y cedió el uso al presbítero Bosco. Aún más, añadí que tratándose de favorecer de 
algún modo a los religiosos, yo ponía por condición con el P. Manuel que fuese nuestro superior, nuestro amigo en todo. 
Pero habiendo tergiversado las cosas, desisto de toda diligencia; siento solamente que al cesar yo, entre inmediatamente una sociedad 
que desea montar una fábrica en el convento y en la iglesia. 
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Siento mucho que la primera vez que deseaba hacer algo en favor de los religiosos Menores Observantes, no haya sido entendido. Hoy 
mismo escribo al Ayuntamiento para que suspenda cuantas proposiciones quisiera hacerme. 

Ruégole, sin embargo, me crea siempre en Jesucristo 

Turín, 28 de abril de 1877. 

Su atto. y .s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Las explicaciones de don Bosco no dejaron tranquilo al P. Juan Pedro Monti, provincial; pero el Beato, que, quizá pocas horas antes 
había enviado al Ayuntamiento de Farigliano un borrador de convenio, no creyó conveniente romper bruscamente las diligencias: siempre 
habría tiempo para entenderse mejor o para dejarlas perder: Su borrador estaba formulado de este modo: 

El Ayuntamiento de Farigliano, en su deseo de hacer algo que redunde en beneficio público del pueblo y de la comarca, cedería al 
reverendo Juan Bosco y con él a sus herederos sucesores el Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, llamado también de la Mellea, 
con las siguientes condiciones: 

1.° El Ayuntamiento cede para siempre el usufructo de la iglesia, del edificio ((639)) anejo, y el jardín y prado contiguos al reverendo 
Juan Bosco, reservándose solamente la nuda propiedad para siempre. 

2.° Pero no entiende asumir ningún gasto fuera del que directamente corresponde al propietario, limitado a los impuestos de los 
edificios y superficie colindante. 

3.° El reverendo Juan Bosco, por su parte, se obliga a mantener abierto el santuario, atenderlo y proveer a cuanto precise para el culto, 
para las reparaciones de la iglesia, del edificio y de los terrenos. 

4.° Como quiera que el reverendo Bosco entiende servirse del edificio para centro de estudios, de escuelas y de educación y, para ello, 
se requieren gastos notables, todos los que se refieren a reparaciones, adaptaciones, ampliaciones, mobiliario y cosas semejantes, correrán 
a cuenta del mismo don Bosco. 

5.° Si llegare el caso (que no se espera) de que el Municipio quisiera revocar para sí mismo, por cualquier razón, este usufructo y, por 
consiguiente, el reverendo don Bosco tuviese que abandonar el Santuario, entonces el Municipio le indemnizará con el doble de los 
gastos realizados por mejoras, ampliaciones o construcciones realizadas durante el tiempo que ocupó el Santuario. 

6.° Si, por otra parte, el reverendo don Bosco quisiere marcharse voluntariamente, no tiene derecho a pedir ninguna indemnización, 
sino que deberá dejar todo en el estado en que se encontraba. 

7.° Si se presentase una fuerza mayor, una guerra u otra calamidad pública, todo quedará sometido al juicio del Alcalde y del Arcipreste 
de Farigliano en funciones; los cuales establecerán cuál de las dos partes podrá tener derecho a la indemnización. 

8.° Al presente y a la vista de los muchos gastos que deben hacerse para las actuales reparaciones y dotación del edificio, el reverendo 
Bosco, aunque no lo pone como condición, suplica humilde, pero encarecidamente al Municipio se le asigne una 

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subvención, y por una sola vez, no anuualmente. El reverendo Bosco procurará que ésta se emplee totalmente en favor del pueblo de 
Farigliano. 

Todo se somete al juicio de los respetables concejales del Ayuntamiento. 

El Ayuntamiento no se dormía sobre los laureles. En la sesión del 20 de mayo el alcalde, doctor Piacenza, autorizado por un decreto de 
la «subprefectura» 1, informó al Consejo que el «eximio, íntegro y generoso sacerdote don Juan Bosco, enterado de la disponibilidad del 
amplio local anejo al convento de Mellea» había «manifestado el filantrópico y humanitario propósito de erigir en él un centro de 
estudios, escuelas y educación en favor de la población» y de los pueblos limítrofes. ((640)) El Consejo Municipal «por unanimidad de 
votos y por aclamación» determinó conceder «en favor del egregio, docto y filantrópico sacerdote» y de sus sucesores el usufructo 
perpetuo de lo que fue convento y sus aledaños, y se señalaron las condiciones. Estas, con los oportunos cambios de forma, fueron las 
mismas presentadas por don Bosco, más las dos siguientes: «7: En compensación de los impuestos sobre edificaciones, el reverendo 
Bosco otorgará una plaza gratuita para un muchacho del pueblo que será designado por el Municipio. 8: Serán admitidos como alumnos 
externos de las escuelas todos los habitantes del pueblo que quieran ir a ellas». 

Cuando el Beato recibió el nuevo texto, tachó con una raya, como aún puede verse, el artículo séptimo, y modificó el octavo así: «Serán 
admitidos, como alumnos externos, todos los habitantes del pueblo que quieran acudir al catecismo y también a las escuelas elementales, 
cuando éstas estén abiertas». Hizo que se añadiera al final del artículo sexto: «exceptuados los muebles que siempre serán de su 
propiedad». En cuanto a la petición manifestada por don Bosco en el artículo octavo, el Consejo municipal declaraba su sentimiento por 
cuanto las apreturas económicas del municipio no le permitían «colaborar con una subvención económica destinada a la más solícita 
realización del estupendo y filantrópico plan». 

El más fervoroso defensor de la obra salesiana era el arcipreste don Luis Mellonio. Como copatrono del convento y del santuario, de 
acuerdo con la escritura de cesión, se dedicaba con celo a solventar la oposición de los Menores Observantes. En el mismo margen de una 
carta suya, del 12 de julio, sobre este tema, escribió don Bosco estas palabras para don Miguel Rúa, encargado de responder: «Escríbase a 
Roma que nosotros estamos y estaremos siempre mandatis S. Sedis (al 

1 «Subprefectura»: oficina del «subprefecto», jefe o magistrado inmediatamente inferior al Gobernador civil. (N.del T.) 
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mandato de la Santa Sede)». Entonces el Arcipreste, con algún apoyo del obispo, monseñor Plácido Pozzi, envió a la Sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares una súplica, en la cual, después de exponer el estado de la cuestión y declarar que don Bosco 
aceptaba el uso y el cuidado del Santuario, ((641)) dejando la nuda propiedad al Municipio, y que se conformaría totalmente con las 
decisiones de la Santa Sede, aseguraba que éste era «el único medio, para evitar la profanación y destrucción del convento y del santuario, 
dedicado a María Santísima, y volverlo al mismo tiempo al primitivo esplendor y renovación de la primitiva asistencia a la iglesia». La 
respuesta, con fecha del 11 de diciembre de 1877, firmada por el cardenal Ferrieri, autorizaba al Obispo a conceder pro suo arbitrio et 
conscientia (según su arbitrio y conciencia), reclamando las declaraciones de costumbre y prohibiendo la apertura de un colegio en el 
convento, y sólo concediendo que habitasen en él alumni Congregationis Salesianae dumtaxat (los alumnos de la Congregación Salesiana 
solamente) para la custodia y culto de la iglesia. 

Era bien poca cosa todo ello. El Obispo temía que un centro salesiano pudiera perjudicar su Seminario menor. Aludiendo a tales 
disposiciones de su Excelencia, había escrito el Arcipreste a don Bosco 1: «Espero que usted no quiera abandonarnos solamente porque 
en este intrincado camino nos queden abrojos y espinas, tratándose de una obra tan buena y tan santa». Alguien pensó que dichas 
molestias desaparecerían de un golpe con la venta 2. Pero don Bosco, al ver cómo marchaban las cosas, se iba enfriando en la empresa. El 
Arcipreste, en cambio, no cedía. En julio de 1878 provocó un segundo decreto de la Sagrada Penitenciaría, cuyo contenido conocemos 
vagamente a través de esta carta del Obispo: 

Muy respetable señor don Bosco: 

Se me ha presentado esta mañana, por medio del señor Arcipreste de Farigliano, un rescripto de la Sagrada Penitenciaría, del 24 de julio 
próximo pasado, en el que se me concede facultad indulgendi con V. S. iuxta petita, que plenamente conoce. 

Tengo también presentes otras cartas de V. S. del año pasado en las que se complacía en asegurarme las intenciones que tenía respecto a 
la ((642)) petición que nos referimos. Ahora, dispuesto a secundar lo ordenado por la Sagrada Penitenciaría, necesitaría dos cosas: 1.°, 
que V. S. me comunicara el rescripto que emanó sobre la misma materia el pasado año, pues me dice que quedó en sus manos; 2.°, que se 
sirviera comunicarme en términos precisos qué es lo que piensa establecer en el 

1 Carta, Farigliano, 18 de septiembre de 1877. 

2 Carta del señor Occelli a don Celestino Durando. Farigliano, 18 de enero de 1878. 
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convento de la Mellea y qué ayuda me prestaría V. S. ante la deplorable escasez de sacerdotes que también yo voy lamentando. 

Salgo de viaje a Biella para la consagración de monseñor Riccardi, y, a mi vuelta, espero encontrar una agradable respuesta de V. S. 

Ayer he visto y bendecido a sus clérigos con su valioso Director. La Comisión es más bien favorable y me dicen que los exámenes 
marchan bien para los eclesiásticos. Deo gratias. 

Me encomiendo a sus oraciones y soy siempre de corazón, 

Mondoví, 12 de agosto de 1878. 

Su afmo. s.s. en J.C.
» PLACIDO, Obispo de Mondoví.


Le tocó a don Bosco responder por sí mismo al Obispo. Pero señaló sobre la carta original cuál era su pensamiento respecto a cada uno 
de los puntos. Escribió junto al primero: «No tenemos». Junto a la primera parte del segundo: «Estudiantado y noviciado por ahora» y 
junto a la otra parte: «Lo que se pueda». Después envió la carta, apostillada de esta forma, a don Miguel Rúa, señalándole el motivo con 
esta frase escrita en el borde superior: «A don M. Rúa, como nota de recuerdo». Resulta evidente que la partida quedaba, si no 
abandonada, al menos en suspenso. Don Bosco no acostumbraba forzar las cosas en semejantes coyunturas. Un hilo de esperanza les 
quedó todavía a los amigos de Farigliano en los años siguientes hasta 1885; pero no era más que humo de pajas: don Bosco no volvió a 
hacer caso. 

Cremona 

Dirijámonos ahora a Cremona. El canónigo Manini, que fue párroco de Soresina, había fundado en diversos puntos de aquella ciudad 
siete casas, llamadas de la Providencia, para niños y niñas, para las jóvenes en peligro, para monjas y para otros servicios. Los 
ciudadanos, que veían bien sus obras, le daban generosamente sus ((643)) limosnas. Cada una de las casas era independiente. El pasaba 
cada día de una a otra para dirigir y cuidar especialmente la parte económica. El santo sacerdote, que había gastado todo su patrimonio en 
arreglar y preparar tantas casas para los demás, no tenía ni siquiera una para sí mismo: dormía donde le sorprendía la noche y, a veces, 
llamaba a la puerta de su hermano para acallar el hambre. No disponía más que de un sacerdote joven, para la dirección espiritual y que 
iba a confesar cuando podía. Su institución había sido reconocida por el Gobierno como 
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Obra Benéfica. Don Antonio Sala, que la había visitado, describió a don Bosco su funcionamiento, y dijo éste: 

-Mira, cuando en las casas se abandona la recepción de los santos sacramentos, éstas no pueden prosperar. 

Los hechos le dieron razón posteriormente. 

Ahora bien, en el año 1877, cuando todavía era párroco de Soresina, el obispo diocesano, monseñor Jeremías Bonomelli, le recomendó 
el 31 de agosto al Beato, para que le ayudase a asegurar la existencia de una de sus casas, llamada de los Abandonados, asumiendo la 
dirección. «Creo, decía el ínclito Obispo, totalmente inútil añadir plegarias, para ayudar la santa empresa del Párroco, ya que el celo 
incansable y la caridad singular, con que el Señor ha favorecido a V. S. Rvma., no necesitan estímulos, sino que más bien nos los dan a 
nosotros». El Párroco fue a Turín en la última semana de noviembre para tratar personalmente con el Siervo de Dios. Pareció que hubiese 
la posibilidad de entenderse; y por ello escribió el Obispo a don Bosco 1: «Quiera el Señor que yo tenga el consuelo de ver en esta mi 
ciudad a sus hijos y el conjunto de bendiciones que llevan a donde van. Recuerde V. S. Rvma. que mi casa es su casa. Será un favor que 
me hará». Pero las condiciones eran allí tales, que, a la muerte del fundador, podían los Salesianos ser puestos en la calle. Se sugirió 
cómo convertirlos en dueños; pero fue lo mismo que hablar ((644)) a un sordo, y ya no se trató más. Al año siguiente se presentó la 
posibilidad de establecer en Cremona una casa propia; nos lo dice esta carta del Obispo a don Bosco. 

Muy reverendo e ilustre Señor: 

Mi vivísimo deseo, que ya le manifesté en otra ocasión, si a Dios place, y si V. S. me ayuda, está a punto de cumplirse. Gracias a la 
labor de varias óptimas personas, se ha comprado un grandioso local con espaciosos patios para recreo y con iglesia aneja, en uno de los 
mejores lugares de la ciudad. Se querría abrir en este local tres o cuatro clases elementales para niños y oratorio festivo, y sería cedido a 
la Congregación fundada por V. S. Rvma. con las condiciones que, de mutuo acuerdo, se pudieran establecer. La cesión no podría hacerse 
hasta el próximo abril, por cuanto los actuales inquilinos tienen derecho a permanecer allí hasta esta fecha. No me diga V. S. que no, se lo 
ruego con toda el alma. Sería ésta la primera casa en Lombardía: el Señor le bendecirá. Es muy lógico que V. S. conozca bien todo antes 
de firmar un contrato; por tanto, venga por acá o mande a alguien en su lugar, y, si fuera posible, del 15 al 22 del 

1 Carta, Cremona, 30 de noviembre de 1877. 
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mes corriente. El portador de la presente podrá darle algunas aclaraciones. Ruégole de nuevo me atienda y quiera procurar a esta mi pobre 
ciudad tan gran bien. 

Con mucho aprecio. 

De V. S. Rvma. 

Cremona, 6-1X-78. 

Atto. y s. s.
» JEREMIAS, Obispo de Cremona.


Se le respondió el 21 de septiembre que en la próxima primavera iría alguien a visitar el local y, después, se empezarían las gestiones. A 
su tiempo veremos el desarrollo. 

Lugo 

Descendamos ahora al corazón de la Romaña, a Lugo. Allí, el celoso cooperador don Francisco Grilli, interpretando el deseo de muchos 
de sus paisanos reunió a los cooperadores de Lugo y les invitó a tomar la iniciativa de preparar una fundación salesiana en su ciudad. Sin 
dificultad alguna, se constituyó una comisión de seglares, ((645)) encargada de estudiar el asunto y hacer la propuesta. Envióse una 
relación a don Bosco, y su fiel intérprete, don Miguel Rúa, respondió que se había examinado el deseo manifestado; que se agradecía la 
confianza puesta en los Salesianos; que se tenía toda la buena voluntad de escucharles, pero que, por el momento, faltaban personal y 
medios; sin embargo, que se esperaba que, para el año siguiente, los salesianos habrían encontrado personal y los cooperadores de Lugo 
habrían prestado los medios 1. Pero no transcurrió un año, sino que hubieron de pasar catorce, hasta que los hijos de don Bosco fueran a 
Lugo. 

Bolonia 

Un hecho curioso nos llama a la no lejana Bolonia. Un sacerdote forastero, al caer de noviembre de 1877, pasaba por casualidad delante 
de la iglesia de María Auxiliadora; detúvose a contemplar la fachada y la cúpula y entró para orar un poco. Con curiosidad contempló 
especialmente el altar mayor y preguntó después a quién pertenecían la iglesia y los edificios colindantes. Le respondieron que todo 
pertenecía 

1 Carta 20 de julio de 1878. 
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a don Bosco, el cual recogía y educaba a muchos jovencitos. Entonces él, que hacía mucho tiempo deseaba colocar a un muchacho en un 
instituto benéfico, entró en la casa, dirigióse al Prefecto, pidió informaciones, cumplió los trámites correspondientes, pagó 
inmediatamente la pensión, y el muchacho fue aceptado. Después pidió si le era posible ver a don Bosco y hablar con él un momento. 
Había oído nombrar a don Bosco en distintas ocasiones, pero no le conocía y no tenía una idea precisa de sus casas. Le acompañaron 
hasta el despacho de don Bosco. Apenas estuvo ante él, con la expansiva franqueza, tan típica en los de su región, se desahogó y empezó 
a decir: 

-Soy un tal don Antonio Fusconi. Ya habrá recibido una circular mía, en la que notificaba que, con aprobación de su Eminencia el 
cardenal Parocchi, mi Ordinario, y con la bendición del ((646)) Santo Padre León XIII, yo pensaba abrir en Bolonia una casa de 
corrección y de ejercicios, para los sacerdotes que los Obispos quisieran someter a este castigo o para los que quisieran retirarse 
voluntariamente a hacer una vida mejor. Estoy ahora de paso por Turín, y la casualidad, o mejor, la divina Providencia, sin pensar yo en 
ello, me ha traído a esta iglesia y me ha empujado a entrar en esta casa. He preguntado si podía hablar con V. S., que sé está siempre 
alumbrado por el Señor. »Qué dice de mi proyecto? 

-»Y quién, respondió súbitamente don Bosco; quién le ha comunicado ese proyecto, que hace años estoy estudiando yo también? De 
momento nosotros practicamos esta obra de caridad y con fruto: están repartidos por nuestras casas algunos de esos sacerdotes. Pero el 
proyecto, tal y como está expuesto en su circular, no creo se pueda llevar a cabo. Ante todo, ningún sacerdote querrá ir a su instituto, 
puesto que sería lo mismo que decir: Yo soy un sacerdote... indisciplinado. Y además, cuando hubiere algunos, »en qué ocuparlos? Haga 
usted así: quédese unos días con nosotros en el Oratorio; verá nuestras cosas, nos pondremos de acuerdo, y estudiaremos juntos lo mejor 
que podamos nuestro plan. Así, podremos hablar de muchas otras cosas. 

Don Antonio Fusconi, escuchó aquellas palabras como bajadas del cielo. Se quedó a comer. Hablando con don Bosco llegó a la 
conclusión de que era mejor entenderse con él y hasta hacerse salesiano. Había alquilado una habitación en la ciudad para cierto tiempo; 
dormía, pues, fuera, pero a las ocho de la mañana volvía a entrar en el Oratorio, donde se quedaba hasta las ocho de la tarde trabajando. 
Un día se congratuló con don Bosco, porque no había dejado que le faltara trabajo. Realmente, en el Oratorio, don Miguel Rúa 
encontraba siempre cómo ocupar a todos los que llegaban según su capacidad; porque 
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era su costumbre no dejar nunca a nadie en casa sin algún quehacer, fuese quien fuese. 

Unos días después fue a Novara, donde predicaba el adviento el reverendo Paracchini, su amigo, y allí combinaron ((647)) juntos 
ponerlo todo en manos de don Bosco. Pero habían sacado las cuentas sin la huéspeda, como suele decirse. En cuanto hubieron hablado 
sobre la obra, el reverendo Paracchini comunicó a su Arzobispo, el cardenal Parocchi, lo que habían determinado. Puestos ante los ojos 
del Eminentísimo los fundados temores de persecución por parte del Gobierno y de la ciudad, presentadas las dificultades para mantener 
y ocupar durante una larga permanencia a los sacerdotes descarriados, le contaba el casual encuentro de don Antonio Fusconi con don 
Bosco, y el intercambio de ideas que ellos habían tenido sobre poner la obra ideada al amparo de una casa salesiana. Declaraba también 
que él era del mismo parecer; pero que en todo y por todo se sometían al sabio entender de su Eminencia. 

El Cardenal, que ya había tratado con los dos sacerdotes aquella buena idea, respondió el 21 de diciembre que entendía gozar de plena 
libertad de acción en el caso de que ellos no se sintiesen con fuerzas para acometer la empresa. «Una congregación religiosa, decía, no 
puede ser llamada a la diócesis nada más que por el Ordinario y es un punto tan delicado que no permite la iniciativa a ninguno, y queda 
reservada únicamente para mí y como yo crea oportuno». Los animosos eclesiásticos quedaron literalmente espantados y, con la misma 
sencillez con que se habían embarcado en el asunto, se retiraron sin decir palabra. Don Antonio Fusconi volvió a Bolonia, pero no olvidó 
nunca la bondad de don Bosco. 

Don Bosco, informado del resultado final mientras estaba en Marsella en enero de 1879, comunicó a don Julio Barberis los puntos para 
responder a don Antonio Fusconi en su nombre: « 1.°, Diga a Su Eminencia que don Bosco no habló de abrir casas en su diócesis; sino 
que propuso solamente, más aún, ofreció todas las casas salesianas, siempre que hubiera querido enviar a ellas a algún eclesiástico, que 
hubiese olvidado sus deberes y desease colocarse en el buen camino. Ya hubo y hay todavía algunos en nuestras casas. 2.° Si alguna vez, 
entre las muchísimas peticiones para abrir casas salesianas, llegare una por la que fuese conveniente la diócesis de Bolonia, antes de 
cualquier proyecto se expondría ((648)) la idea al Ordinario diocesano, como está escrito en nuestras Constituciones. 3.° Don Antonio 
Fusconi es totalmente libre para elegir un estado más perfecto, como el de las misiones extranjeras, dejando la administración de la obra 
en favor de los sacerdotes 
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a aquél o a aquéllos, a quienes más agradase al Ordinario de Bolonia. -Le saludaré afectuosamente en el Señor y rogaré a Dios que le 
guarde siempre con buena salud». Don Julio Barberis escribió siguiendo estas normas, y así terminó definitivamente el episodio. 

Ceccano 

Mientras don Bosco se encontraba en Roma, volvió a ponerse sobre el tapete el asunto del colegio de Ceccano. A mediados de enero el 
cardenal Berardi hizo llamar a don Bosco y le dijo que el Rector escolapio no podía seguir; que, a toda costa, quería mientras tanto un 
sacerdote salesiano: pero que, para el curso escolástico 1878-79, todo debía pasar a manos de don Bosco. 

«Esta aceptación, escribió inmediatamente el Beato a don Miguel Rúa, »sería moralmente necesaria, sería posible, dada la situación 
actual? »Se podría enviar a regentar el colegio de Ceccano a don Pedro Guidazio con un clérigo y un coadjutor? En tal caso, sería 
menester que don Celestino Durando se pusiera de nuevo a la carreta 1 que ya ha arrastrado muchos años. En aquel colegio hay al 
presente veinte alumnos internos y unos diez externos. Curso técnico y de bachiller. Tiene todos los maestros, pero solamente van a dar 
clase. Hablad entre vosotros y decidme si ello es posible. Yo he dicho al Cardenal que escribiría a Turín y que haríamos todo lo posible 
para complacerle». 

Ese «hablad entre vosotros» tiene su explicación en el primer período de la carta, en la que don Bosco dice: «Convendrá que reúnas 
((649)) al Capítulo Superior con algún otro y que tratéis el asunto del colegio Berardi». Don Miguel Rúa obedeció. Don Bosco envió un 
telegrama el 16 de enero preguntando, si el asunto de Ceccano se podía realizar y, en caso afirmativo, le ordenaba que enviase 
«inmediatamente» el personal a Roma. Don Miguel Rúa respondió telegráficamente que no podía ser. El Cardenal debió resignarse muy a 
su pesar; pero, precisaba que todo estuviera preparado para otoño. 

Cuando llegó otoño el pobre Cardenal hacía varios meses que había salido de este mundo. Pero su hermano renovó las instancias 
durante el verano. También quiso intervenir el padre Tassinari, rector del instituto. Tenía éste orden de dejar su puesto; pero sentía 
abandonar una obra destinada a hacer mucho bien. Por eso, escribiendo el 9 de agosto a don Bosco y pintándole al vivo las miserias 
morales y religiosas 

1 Esto es, que volviese a tomar la dirección de los estudios en el Oratorio. 
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de ciertos lugares en las proximidades de Roma, le suplicaba que, al igual que enviaba a lejanas tierras «a los valiosos y buenos hermanos 
de su Sociedad» enviase también por aquellas partes a algunos para asumir la dirección e instrucción del Colegio. Don Bosco no podía 
ser insensible a tan calurosa llamada; así que encargó tratar el asunto a don José Monateri, director de Albano, donde no se arreglaban las 
cosas como don Bosco hubiera querido; por lo cual se reforzaba en él el propósito de sacar de allí a los suyos y emplearlos en otra parte. 
Escribió, pues, a don José Monateri: 

Muy querido Monateri: 

Para las grandes empresas... 

El marqués de Berardi querría confiarnos su famoso colegio de Ceccano. Se habló de ello ya hace tiempo, pero no se concluyó nada 
porque yo no quería; ahora estoy dispuesto a tratarlo. 

Le escribí que pasarías a hablar con él; tratarás estos dos puntos: 

1.° Tomarlo por nuestra cuenta y riesgo. 

2.° O tomar solamente la administración, con la paga debida para todo el personal. 

Esto supone que se abandonaría Albano como ahora se encuentra, y adiós. 

Debes, sin embargo, advertir que este señor es muy rico pero es un gran especulador. Cuando hayas tomado todos los datos y tratado 
todo con la debida reserva, irás enseguida a Turín para ver qué es lo que se puede hacer. 

((650)) Ya escribí yo en este sentido a dicho señor. Os deseo toda suerte de bienes, a ti y a nuestros hermanos, y créeme todo tuyo en J. 

C. 
Turín, 4 de septiembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Pero al tratar de la parte económica, se habló mucho, mas no se llegó a ninguna conclusión. El colegio fue reconocido oficialmente más 
tarde, lo cual le dio más vida; estuvo provisionalmente al frente de la dirección un padre escolapio de la provincia toscana. El marqués de 
Berardi, viendo que éste podría ser reclamado de un momento a otro por sus Superiores, acarició una vez más la ilusión de poder llevar a 
los Salesianos para dirigir y enseñar; pero, don Bosco que amaba la libertad de acción, no quiso ni siquiera tomar en consideración las 
nuevas insistencias, ante las dificultades administrativas, que se habían unido a las trabas escolásticas. 

Roma 

En el mare mágnum de tantas cosas el Beato no perdió nunca de vista a Roma, donde anhelaba establecerse. Actuaba ante el Gobierno, 

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como ya hemos visto, mas sin hacerse demasiadas ilusiones; ponía sus mejores esperanzas en la ayuda de la autoridad eclesiástica. Antes 
de salir de Roma en marzo de 1878, había presentado a León XIII una súplica, pidiendo licencia y medios para abrir allí un hospicio. 

Beatísimo Padre: 

El sacerdote Juan Bosco, humildemente postrado a los pies de V. S., suplica tenga la bondad de permitirle la exposición de una 
necesidad gravemente sentida en todos los países, pero singularmente en Roma. Esta venerada ciudad estaba en los tiempos normales 
abundantemente dotada de centros educativos para toda suerte de ciudadanos. El estado anormal de las cosas en la actualidad, el 
extraordinario aumento de la población, los muchos jovencitos que llegan a ella desde lejos en busca de trabajo o de refugio, hacen 
indispensable algunas soluciones para la pobre gente del pueblo. Esta necesidad se ha hecho dolorosamente notoria por el gran número de 
muchachos ((651)) vagabundos, que, después de correr algún tiempo por calles y plazas, generalmente terminan en las cárceles. 
Precisamente para atender, en parte, esta necesidad se envían cada año, no menos de cien muchachos de esta ciudad, a los hospicios 
salesianos de Génova y de Turín. Estos pobrecitos son más abandonados que malos, y parece que se les haría un gran favor, si se pudiese 
abrir un instituto, donde: 

1.° Se les recogiera en los días festivos en determinados centros o lugares y se les proporcionara allí ameno recreo con la música, la 
gimnasia y juegos agradables, y a la par, se les enseñara el catecismo y las. prácticas de piedad. 

2.° Se instalasen escuelas diurnas y nocturnas para los pobres, esto es, para los jovencitos que, por ser algo díscolos o perdularios, no 
son aceptados en las escuelas públicas. 

3.° Los absolutamente pobres y abandonados se internaran en un hospicio a propósito, donde, juntamente con la religión, aprendiesen 
un oficio con que ganarse en su día el pan y vivir como buenos cristianos. 

Con estos medios se daría cristiana educación a muchos pobres muchachos, que de este modo serían colocados en el camino del honor 
y de la honradez, con fundada esperanza de que no acabarían en las cárceles, cuyas puertas ya les estaban abiertas. 

Para realizar este importante y difícil ministerio, siempre que plazca a V. S., el humilde exponente ofrece de buen grado a los religiosos 
Salesianos, que precisamente tienen esa finalidad y que, con la ayuda divina, ya obtuvieron buenos resultados en otras partes. Ellos se 
considerarían verdaderamente afortunados siempre que puedan cumplir no sólo los mandatos, sino los simples deseos de V. S., y unir sus 
débiles esfuerzos a los de tantos otros sacerdotes que atienden con celo a esta misma mies. Una grave dificultad es la de los medios 
materiales, con que fundar y sostener tal instituto; pero, así como la Providencia del Señor nunca faltó en casos semejantes, así se espera 
con viva confianza que Dios mandará los medios necesarios o inspirará a V. S. algún acaudalado católico, el cual, movido por la grave 
necesidad, quiera acudir en socorro de la capital del cristianismo, liberando a tantos muchachos de la ruina material y moral, para 
devolverlos a la sociedad civil, convertidos en buenos cristianos y buenos ciudadanos. 

Dígnese V. S. bendecir este proyecto y a este humilde exponente, que se postra a los pies de V. S. y se profesa 

Humilde exponente y servidor.
JUAN BOSCO, Pbro.


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Es probable que esta instancia pasara al Cardenal Vicario, a quien directamente correspondía resolver las necesidades espirituales de la 
Ciudad eterna; en breve veremos el fundamento ((652)) de esta probabilidad. Cuatro meses más tarde, la Unità Cattolica, en su número 
del 3 de agosto, daba a conocer en Turín la instrucción dirigida por el Cardenal Vicario, por orden del Papa, a los párrocos de Roma, 
sobre los conatos de la herejía en la capital del catolicismo. «Son muy grandes, decía Su Eminencia, los esfuerzos que hacen en Roma, 
desde que ésta fue arrebatada al régimen temporal de la Santa Sede, los herejes y sectarios, con el oro que abundantemente reciben de los 
países de ultramar. Además de varios templos y salones de conferencias, que levantaron en las calles más populosas como un insulto, se 
abrieron más de diez escuelas para niños y niñas, y algunos colegios y asilos dirigidos por los protestantes, con la evidente finalidad de 
difundir el veneno de sus errores juntamente con el pan y la ayuda material, que abundantemente reparten a sus oyentes y alumnos, 
abusando de la miseria cada vez mayor en esta población». Estos lamentos conmovieron mucho más el corazón de don Bosco, el cual 
tomó la pluma y escribió al Cardenal Vicario una carta muy positiva. 

Eminencia Reverendísima: 

Unos meses atrás, cuando tuve el honor de hablar con V. E. Rvma., a la vista de los peligros cada vez mayores para los pobres 
muchachos, me animaba V. E. con paternal bondad a estudiar la manera de abrir un hospicio en Roma, a fin de que los Salesianos 
prestasen también su humilde colaboración en defensa de la capital de los católicos, asaltada, o mejor, invadida por tantos enemigos. 

Se apreciaba, además, la necesidad de hacer algo para mitigar las tristes consecuencias que se derivan de la dispersión de las Ordenes 
Religiosas, y del esfuerzo que hacen los protestantes para asaltar y combatir la religión en su propio centro, donde reside la cabeza 
suprema de la Iglesia. 

Estaba meditando continuamente la manera de realizar el soñado proyecto, cuando su última áurea circular avisaba a los católicos para 
que velaran sobre sí mismos, a la par que ponía de manifiesto el progreso que el error va haciendo con perjuicio de la verdad. 

Este estado de cosas me ha conmovido profundamente y me ha determinado a poner algunos Salesianos a la plena disposición de V. E. 
No harán grandes cosas, pero mostrarán, al menos, su buen deseo de trabajar, y donde se les necesite, sacrificarlo todo, hasta la misma 
vida, en defensa de nuestra santa religión católica. 

((653)) Someto, por tanto, al iluminado conocimiento de V. E. mi punto de vista. 

Los Salesianos que están en Albano tienen un campo muy limitado. Son doce maestros, dotados de su diploma, para treinta y cinco 
alumnos, entre seminaristas y externos. Yo pondría, por tanto, todo este personal o parte de él a disposición de V. E. Válgase de él para la 
enseñanza o para el sagrado ministerio, como crea que conviene para la mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 
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»Dónde habitarán, de qué vivirán? Con el apoyo de V. E. espero que iremos adelante. Sin nada, hemos abierto en otras poblaciones 
casas donde albergar, mantener y educar a más de veinticinco mil muchachos; »no lograremos ahora abrir un hospicio en Roma con 
apoyo de V. E. y ayuda de la divina Providencia, que nunca nos ha faltado? 

Me he entendido con monseñor Domingo Jacobini, que está en conocimiento de todo lo nuestro; él pasará a hablar con V. E. para 
recibir su aprobación y empezar. 

Todos estamos animados para no hacer nada sin su beneplácito y causarle al mismo tiempo las menores molestias posibles. 

Escribo a V. E. con la confianza de un hijo a su padre, con la esperanza de que siempre me asista con sus avisos. 

La Duquesa de Galliera sigue en París; me han asegurado que, a fines del mes corriente, llegará a Génova. Para aquella época procuraré 
enviarle las cartas y después comunicaré a V. E. el resultado. 

Mientras le pido en caridad su santa bendición para todos los Salesianos, ruégole acepte el humilde homenaje de profunda gratitud con 
la que tengo el honor de profesarme. 

De V. E. Rvma. 

Turín 6-8-1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Su Eminencia le respondió con la mayor solicitud: «Comprenderá usted fácilmente cuán agradable me ha resultado el ofrecimiento que 
me hace para abrir aquí en Roma un hospicio para muchachos, dirigido por los Salesianos y la prestación de doce operarios para esta 
querida viña del Señor. Me parece, sin embargo, más prudente esperar la respuesta de la señora de Galliera; dado que Roma no está 
educada para sostener Obras pías y religiosas con la caridad privada, y que algún otro instituto ya quiso hacer la prueba, ((654)) y no 
encuentra la manera de sostenerse. Cuando tenga respuesta de aquella señora, ya veremos lo que hay que hacer» 1. 

María de Ferrari, duquesa de Galliera, que nació en Génova en el 1812 y falleció en París el 1888, vivía habitualmente en la capital 
francesa. Disponía de una inmensa fortuna, y empleó millones y millones en obras de beneficencia, entre las cuales sobresale el hospital 
Principal de Génova. El Cardenal Vicario le había presentado, no sabemos si directamente o a través de una tercera persona, la súplica de 
don Bosco al Papa, acompañada de esta carta, fechada en Roma y firmada por quien se la presentó 2, pero redactada por don Bosco, que 
debía entregar el sobre: 

1 Carta 9 de agosto de 1878. 

2 En una carta escrita en Sampierdarena a don Joaquín Berto (19 de septiembre de 1878), don 
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Excelencia: 

La anormal situación en que se encuentra la educación cristiana en esta santa ciudad, reclama la atención de todos los buenos católicos 
que la divina Providencia ha puesto en situación de ayudarla. 

A este fin la S. de N. S. Papa León XIII me autorizó a pedir a V. E. que tomase en consideración la adjunta memoria que se dirigió a Su 
Santidad. 

El sacerdote Juan Bosco y el teólogo Santiago Margotti están encargados de presentar esta carta a V. E., darle todas las aclaraciones que 
sean necesarias, y oír la respuesta que Dios inspire a su caritativo corazón para ayudar a tantos pobres muchachos, que, procedentes de 
distintas ciudades y de varias partes del mundo, pero abandonados a sí mismos, se encuentran en grave peligro de su honor y de su misma 
eterna salvación. 

Con la confianza de que se digne tomar en consideración esta respetuosa pero urgente petición, tengo el honor de profesarme, con la 
debida consideración. 

De V.E. 

Roma, octubre de 1878. 

En Roma monseñor Jacobini, secretario de los Breves, y otras caritativas personas se ocupaban con buena voluntad ((655)) de la 
fundación de un colegio para aprendices, que estaría dedicado a San José. 
Monseñor había estado en Valdocco, quizás en julio, para hablar de la casa y el terreno donde establecerlo. La adquisición se podía hacer 
en condiciones equitativas. El edificio y el terreno colindante medían veinte mil metros cuadrados, fuera de la puerta Cavalleggeri; la 
superficie limitaba, por una parte, con la columnata de San Pedro y, por la otra, con la calle del Santo Oficio; llegaba hasta la Lungara y 
comprendía en su perímetro una colina sobre la cual se levantaba la casa. 
Algunos señores y monseñores parecían dispuestos a buscar el dinero para la compra. En los encuentros con el Secretario de los Breves, 
el Beato escribió de su puño y letra los artículos que deberían constituir la base de un convenio entre él y la comisión a crear, presidida 
por Monseñor y sostenida especialmente por el noble caballero Adolfo Silenzi. Este era el texto del documento: 

Monseñor Jacobini y el caballero Silenzi, conmovidos ante el triste porvenir que espera a los muchachos pobres y abandonados de la 
ciudad de Roma, sobre todo en el aspecto religioso, deseando cooperar a los esfuerzos de S. S. el reinante León XIII, para mantener a los 
hijos del pueblo lejos de las máximas protestantes, han determinado abrir una casa, es decir, un hospicio, cediendo la dirección y la 
administración interna a los socios Salesianos, dedicados exprofeso al bien de la juventud abandonada. 

El sacerdote Juan Bosco, por su parte y en nombre de la Pía Sociedad Salesiana de 

Bosco le pide que le envíe «las cartas... dirigidas al Padre Santo para una casa en Roma, con la carta del Cardenal vicario a la Duquesa de 
Galliera». Parece, por tanto, que el Cardenal mismo pusiera en ella la firma. 

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la que es superior, agradece de corazón a dicha administración, que se haya dignado dirigirse a su humilde Sociedad, promete su labor y 
la de sus subordinados, y, a fin de que el instituto se constituya de forma estable y alcance los deseados frutos, y los Salesianos puedan 
mantener la observancia de sus constituciones y practicar con éxito su sistema educativo, se proponen los siguientes artículos, que pueden 
servir de base a las condiciones y modificaciones, que requerirán las circunstancias de los tiempos, lugar y personas: 

Art. 1.° La administración ejerce absoluta y plena autoridad sobre todo el capital que constituye el patrimonio del hospicio. 

Las compras, ventas y reparaciones y todo lo referente a este capital, pertenecen exclusivamente a la Comisión, antes dicha. 

Art. 2.° La dirección y administración interna queda confiada plenamente al sacerdote Juan Bosco, el cual proveerá: 

((656)) Un director responsable de todo el personal, de las provisiones, de la moralidad, de la disciplina y de cuanto concierne a la 

autoridad civil, escolar y religiosa. 

Un administrador que se ocupará de los asuntos materiales, y especialmente de todos los artículos de consumo, como la compra de 
comestibles, ropas y cosas semejantes, y hará de modo que no falte trabajo en ningún taller del instituto. 

El portero, un número suficiente de prefectos o vigilantes, jefes de taller, maestros de escuela, el cocinero y demás empleados serán 
elegidos por el director, a fin de que pueda considerarse responsable de la disciplina, de la moralidad y del aprovechamiento personal de 
los alumnos. 

Art. 3.° La Comisión elegirá a su gusto treinta jovencitos, a los que corresponderá una cuota diaria de ochenta céntimos más otros 
veinte para vestido, ropa blanca y reparaciones. Con esta cantidad, que llega a treinta liras mensuales, esos muchachos serán provistos de 

alimento, vestido y todo lo demás necesario. 

El número de treinta muchachos puede aumentarse, de acuerdo con dicha Comisión, y con la cuota diaria fijada para cada individuo. 

El director, por su parte, siempre que el edificio lo permita, puede aceptar por su cuenta a muchachos pobres, con las condiciones que 

los peligros de moralidad y de religión harán razonables. 

La Comisión fijará una cantidad para los jefes de taller y para el personal interno, bien por cada individuo o bien por un todo. 

Sobre ello no habrá dificultades por parte del director. 

N. B. Los estipendios personales para estos cargos se regulan en Turín y entre nosotros de la siguiente manera: 
Los jefes de taller de nuestro Instituto cobran de veinticuatro a veintiocho liras por semana; pero se proveen de comida, vestido y 
alojamiento por su cuenta. 
El portero, el cocinero, los demás sirvientes, los prefectos o vigilantes, los maestros de escuela suelen tener comida y alojamiento en el 
instituto donde prestan servicio más una mensualidad de veinticinco liras para gastos de vestido, lavado, calzado, reparaciones, etc. 

El número de estas personas deberá aumentarse o disminuirse en proporción al número de alumnos. 

Si estos cargos se pueden confiar a socios salesianos, se podrán obtener notables reducciones sobre el estipendio para externos. 

Para no exponerse a dificultades por parte de la autoridad escolástica, se enviarán maestros dotados de título, patente o diploma, para 

las escuelas elementales, diurnas o nocturnas, y también para las escuelas profesionales. 

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Art. 5.° Los muchachos presentados por la Comisión podrán ser aceptados con las condiciones que se convengan, con tal de que gocen 
de buena salud y tengan de diez a dieciséis años. La Comisión podrá también sacarlos del instituto; pero, durante el tiempo que 
permanezcan en él, deberán seguir los reglamentos y la disciplina común a los demas alumnos. 

((657)) Art. 6.° El sistema educativo practicado por los Salesianos, llamado preventivo, no emplea castigos ni amenazas, por lo cual 
requiere una unión muy particular de todos los que ejercen cualquier cargo en el instituto; por eso, se ruega respetuosamente a los señores 
de la Comisión que dejen practicar libremente el reglamento interior adoptado en todas las casas salesianas de Italia, Francia y América. 

Art. 7.° Se espera que este instituto seguirá existiendo después de nosotros; sin embargo, se puede fijar una duración de diez años para 
este convenio. Si sucediera (lo que no se espera) que una de las partes quisiera disolver tal convenio, deberá avisar a la otra parte con 
cinco años de anticipación. 

Art. 8.° Se entiende que los Salesianos, al ir a Roma como Congregación religiosa, deberán preventivamente estar de acuerdo con las 
condiciones que el Padre Santo o el E. Cardenal Vicario juzguen oportunas para mayor gloria de Dios y bien de las almas. 

Art. 9.° Este convenio empezará a contar, a partir del día en que sea firmado por ambas partes y entren los Salesianos a ocupar sus 
respectivos cargos. 

N. B. Admitidas las bases descritas, se podrá sin ninguna dificultad establecer todo lo demás concerniente a la práctica de las mismas. 
Cuando la Duquesa de Galliera volvió a Génova, el Siervo de Dios, por medio de su agente el señor Angel Ferrari, hizo que llegaran a 
sus manos las cartas romanas. Mientras tanto, el propietario del inmueble, señor Pascucci, presionado por otros compradores, había 
pedido a don Bosco una garantía 1. El Beato dio cuenta de ello al Capítulo Superior el 27 de diciembre por la tarde. 

-»Cómo se debe responder?, preguntó a los Capitulares. Necesitamos una casa en Roma. El local es adaptado y se puede agrandar; el 
ambiente es saludable; parece que podremos arreglárnoslas con el dinero de readaptación y de mobiliario. Sería muy bueno estar 
próximos al Vaticano... 

El Capítulo dio su voto favorable; y, en sentido favorable, respondió don Bosco a Roma. 

Dos cosas se conjuraron contra el éxito de la empresa. Había en aquella casa una imprenta regia, cuyo alquiler terminaba a fines de 
1881. Pareció bien que el director gerente ((658)) estuviese dispuesto a salir para el año 1879, por ser aquel un ambiente demasiado 
estrecho; pero no nos consta que las dificultades inherentes al traslado fueran vencidas. Otro contratiempo fue la respuesta negativa de la 
Duquesa, con cuya generosidad tanto se contaba. La respuesta llegó al caer de 

1 Carta del abogado Ignacio Bertarelli, 22 de diciembre de 1878. 
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febrero del 1879. El portador de las cartas comunicaba a don Bosco que la Duquesa sentía muchísimo no poder colaborar a la fundación 
del instituto romano, por haber tomado a su cargo ingentes obligaciones para levantar y sostener, totalmente a su cargo, diversos 
establecimientos benéficos, entre los cuales estaban dos grandes hospitales en Génova 1. El hecho es que, cuando en marzo de 1879, fue 
don Bosco a Roma ya no se habló más del inmueble de las afueras de puerta Cavalleggeri, y se dirigieron los pasos a otra parte. Se quería 
adaptar un convento: monseñor Jacobini y el cardenal Oreglia, de acuerdo con el Padre Santo, empujaban; don Bosco acudió al 
Gobernador de Roma para los permisos necesarios. Acabadas todas las gestiones, los señores romanos se dieron cuenta de que no 
necesitaban a don Bosco y que podían hacer por sí mismos. Sin embargo, habrían deseado que él, bajo su dependencia, tomase, además 
de la dirección espiritual, la interna bajo su vigilancia. Don Bosco lo rechazó; de ahí el principio de la frialdad del cardenal Oreglia hacia 
él. 

De entre tantas obras emprendidas por nuestro Beato Padre, no hubo ni una sola siquiera que se debiera abandonar por falta de 
prudencia al tomarla. Aquella prudencia que, de acuerdo con las Constituciones que él dio a la Pía Sociedad, debe ser «máxima» al 
proceder a la apertura de nuevas casas, siempre la tuvo él en cuenta en grado eminente. Lo demuestra la deliberación tomada por el 
Siervo de Dios en diciembre de 1878 al ((659)) enviar a don Juan Cagliero y a don Celestino Durando a los lugares, de donde procedían 
las propuestas de mayor relieve, para observarlo todo e informar. Cayó sobre ellos la elección, porque aquel año les había dado el encargo 
de gestionar todo lo referente a la aceptación de nuevas obras. La proyectada vuelta, en la que quedó comprendida también Sicilia, no 
pudo realizarse hasta febrero de 1879. El Beato Padre no desplegaba toda aquella cautela solamente para las obras de los Salesianos. 
Entre verano y otoño, don Juan Cagliero había ido con don Bosco a Quargnento, en el distrito de Alessandria, porque quiso darse cuenta 
por sí mismo de las condiciones, en que se iban a encontrar las Hijas de María Auxiliadora, llamadas para atender el parvulario. Tres 
monjas fueron allí más tarde, el 21 de noviembre, guiadas e instaladas por su mismo director general, don Juan Cagliero. Fue el primer 
parvulario público, que abrieron las hijas de don Bosco. 

íCuántos rompecabezas habría podido ahorrarse don Bosco, si hubiera 

1 Carta de A. Ferraris a don Bosco, Génova 27 de febrero de 1879. Este señor fue procesado algunos años mas tarde por la desaparición 
de más de diez milliones. 
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preferido, en muchísimos casos, abreviar las cuestiones, respondiendo o haciendo responder que no, a quien le presentaba ciertas 
propuestas! Pero los procedimientos expeditos son para los perezosos, no para los santos. Su conducta normal, está formulada en estas 
líneas escritas a no sabemos qué Monseñor el 30 de agosto de 1877: «Usted sabe que hago todo lo que puedo y aprovecho todas las 
ocasiones. »Se trata de aceptar o de comprar? Haga las gestiones y dígame cómo debo seguir. Por mi parte no ahorraré nada para intentar 
ganar alguna alma al Señor». 

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((660)
)


CAPITULO XXI 

NUEVAS FUNDACIONES EN ITALIA 

CADA una de las nuevas fundaciones tiene su historia, que viene a añadir un nuevo hilo a la trama de la biografía de don Bosco. Esa 
perspectiva, ya tan rica y variada, adquiere así cada vez mayor riqueza y variedad para gloria de Dios, que es admirable en sus santos, y 
para edificación de quien lee. 

Mathi 

Dos tipografías en continuo desarrollo y cargadas de trabajo hicieron sentir al Beato la necesidad de ser independiente para el 
suministro del papel; además, danzaba por su mente la idea de ayudar a la buena prensa, proporcionando a las publicaciones periódicas de 
los católicos italianos papel de buena calidad y a buen precio. Esa necesidad y este plan movieron al Siervo de Dios a una empresa un 
tanto arriesgada. En Mathi, población situada junto al ferrocarril de Turín a Lanzo, se vendía una fábrica de papel, que pertenecía a la 
viuda Clotilde Varetto; don Bosco la echó el ojo, habló con la propietaria y se decidió a comprarla, dado que las condiciones eran muy 
buenas. Mediante escritura privada, se obligó a pasar a la señora una renta vitalicia de doce mil liras anuales, y, el 26 de abril de 1877, se 
firmó la escritura de venta, en la que se suponía haber entregado anteriormente cien mil liras. ((661)) A tan gran sencillez de contrato 
debían, sin embargo, seguir inmediatamente grandes complicaciones en la explotación de la fábrica. 

Una vez cumplidas todas las formalidades legales, para no dejar parada la fábrica buscó el Beato un director técnico que la pusiera en 
marcha. Fue éste un tal Domingo Varetti 1, comerciante de géneros de punto, en Génova. Hacía mucho tiempo que era amigo de don 
Bosco y ya, a fines del año anterior, le había manifestado su intención de abandonar aquel negocio, porque, según decía, no le iban bien 
los 

1 En los documentos se lee a menudo Varetto; pero él se firma constantemente Varetti. 
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asuntos; esperaba además, que, al cambiar su domicilio a Turín, podría atender mejor la fabrica de géneros de punto, que organizaba en 
Bosco Marengo y en Lanzo: por donde, mucho antes de que el Siervo de Dios le invitase, él buscaba un piso para la familia en la ciudad 
de Turín. 

Así que se avino con mucho gusto a la invitación de don Bosco, mostrando que deseaba establecer con él un contrato de sociedad. Don 
Bosco accedió y le rogó que formulase por escrito una proposición. Aquél la hizo, pero puso como primer artículo: «El señor don Juan 
Bosco adquirió por cuenta de la Sociedad una fabrica de papel en Mathi». A continuación seguía adelante considerándose socio, no sólo 
en el ejercicio, sino también en la propiedad. Iba demasiado a prisa el Genovés: la adquisición la había hecho sólo don Bosco, y por su 
cuenta, y no por cuenta de la Sociedad. Por consiguiente, el Beato presentóle este otro proyecto 1. 

SOCIEDAD BOSCO -VARETTO
PARA LA FABRICA DE PAPEL EN MATHI


Con esta escritura privada, que puede registrarse a petición de una de las partes, se constituye una sociedad que tiene por finalidad la 
fabricación de papel, con las siguientes condiciones: 

((662)) 1.° El reverendo Juan Bosco adquirió, por su cuenta y a sus expensas, una fábrica de papel, de la señora Clotilde Varetto, en la 
población de Mathi. La casa rural y de vivienda, el pequeño jardín y otro grande, las máquinas, el motor de agua y todos los utensilios de 
la misma serán aportados a la Sociedad. 

2.° La escritura de compra, la adquisición y todos los demás gastos hechos, o por hacer, en la fábrica, en los edificios o terrenos anejos, 
se harán en común y serán amparados por los beneficios a obtener. 

3.° Se hará un inventario del estado y valor de los muebles e inmuebles sobre los que se funda la Sociedad. Al fin de cada año será 
renovado. 

4.° Corresponderá a ambas partes el pago anual de las doce mil liras que se deberán entregar a la señora Clotilde Varetto de por vida. 

5.° La caja, lo mismo que la gestión del almacén y de la fábrica, se establecerán en Turín o en otro lugar, a convenir por ambas partes. 

6.° Cada uno de los socios tendrá firma en la sociedad, que funcionará con el nombre de empresa Varetto y Cía. Pero ninguno de los 
socios podrá librar o aceptar letras o pagarés, ni hacer operaciones bancarias o parecidas, sin consentimiento del otro socio. Cada socio 
puede a su gusto enterarse de la marcha de la caja, de los registros y de la situación del activo o del pasivo de la Sociedad. 

7.° A cada socio se le entregará el interés anual del 6 por 100 sobre el capital por él 

1 En el mismo borrador autógrafo escribió el secretario don Joaquín Berto: «Borrador sin ninguna importancia». Señal evidente de que, 
en el Oratorio, las cosas de importancia no eran conocidas más que por quien tuviese parte en ellas; señal, no menos evidente, del instinto 
conservador de don Joaquín Berto, que guardaba celosamente hasta los garabatos de don Bosco tenidos por inútiles. 
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aportado a la Sociedad. Retirados los gastos de conservación, de reparación, de alquileres y demás circunstancias de la Sociedad, se 
llegará a la división de ganancias por partes iguales. 

8.° La Sociedad durará tres años y se entenderá que continúa, si una de las partes no avisa a la otra con un año de antelación. 

9.° En caso de muerte de la señora Varetto o de uno de los socios, la Sociedad quedará disuelta al término de aquel año. 

10.° El señor Varetto se obliga a establecer su domicilio en Mathi y hacerse responsable de la moralidad, del trabajo y del personal que 
se empleará en la fábrica, en las oficinas, o en los trabajos materiales. El mismo cuidará de que sean cultivados los prados y el huerto 
anejos, y podrá servirse libremente de toda suerte de productos, frutos o de todo lo que de los mismos se sacare. 

11.° Ambos socios, queriendo hacer una obra especial de beneficencia, se ofrecen a suministrar el papel necesario para la tipografía del 
Oratorio de San Francisco de Sales en Turín y la de Sampierdarena, a precio de coste, renunciando a toda ganancia en favor de estos 
centros de beneficencia. 

Pero Varetti prestó oídos de mercader, y siguió pretendiendo obstinadamente ser copropietario; de donde nació una discusión, que 
nunca se pudo arreglar. 

((663)) Otro punto de discordia fue el que don Bosco, para ahorrar gastos y saber cómo marchaba la fábrica, había ordenado que se 
llevara la contabilidad en su casa de Valdocco y que también se pusiera allí el depósito o almacén de papel. Varetti, en cambio, con gran 
gasto por el alquiler, tuvo, primeramente en un lugar y después en otro, el despacho, la contabilidad y el almacén de depósito. Don Bosco 
había hecho preparar dos dependencias en el Oratorio; pero, después de varios meses, al enterarse de que no las empleaba, las destinó a 
otro uso. Es de advertir que Varetti volvía todas las noches a Turín, donde habitaba su familia. 

Mientras tanto en la fábrica no había retrasos en el trabajo. El señor Varetti, aunque dotado de un simple poder, actuaba como 
verdadero dueño, y no firmaba nunca por poder, sino en nombre propio y cobraba créditos, sin dar nunca cuenta de ello. En cambio, al 
suministrar papel al Oratorio, presentaba las facturas con un precio superior al corriente, y, al retirar los recortes de los encuadernadores, 
los computaba a un precio mucho más bajo del ordinario. Hizo, además, muchas innovaciones y adquisiciones muy costosas y, aunque 
habló de algunas con don Bosco, no dijo nada de otras. Y menos mal ísi todas o la mayor parte de las cosas hubieran sido útiles! En fin, 
actuaba como dueño, de tal modo que durante el verano se llevó a la fábrica a toda la familia, concediendo albergue y manutención 
también a otras familias, sin decir una sola palabra de ello a don Bosco. 
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Naturalmente, para hacer frente a los gastos corrientes, ya fuera por compra de materias primas, ya fuera por reparaciones e innovaciones, 
se requerían grandes cantidades. Se esperaba que Varetti, ya que se las daba de copropietario, habría concurrido a ellos a medias, o, al 
menos, en medida considerable; pero propuso firmar pagarés. Así se hizo; pero las letras firmadas por él no tenían valor, si no estaban 
avaladas por don Bosco o por don Miguel Rúa. Y lo peor era que, a la hora del vencimiento, nunca sucedía que Varetti pagase una sola; 
por donde, aun a costa de grandes sacrificios, don Bosco debió ((664)) pagar siempre por sí mismo, desembolsando en pocos meses la 
enorme cantidad de más de setenta mil liras. 

Por este camino, se iba a la quiebra. A finales de 1877, don Bosco, frente a tales salidas sin compensación, mostró su disgusto por la 
fábrica; el mismo Varetti le dijo a él y a otros que sería un gran día, un día afortunado aquél en que le fuese posible deshacerse de ella. 
Ante tal lenguaje, don Bosco, ya fuera en serio, ya porque quisiera estudiar a su hombre, rogó a la antigua propietaria que la volviera a 
tomar o le ayudase a venderla, indemnizándole de las mejoras introducidas. Cuando Varetti vio que se procedía a una vuelta atrás o a una 
venta, se opuso resueltamente, a pesar de que don Bosco le asegurara que él no tendría nada que perder por su obra; más aún, oyendo que 
la señora insistía para volverla a tomar o rescindir el contrato como fuera, dijo que estaba dispuesto a sostener cualquier litigio que ella 
intentase. 

Estaban las cosas en este punto, cuando don Bosco pidió una rendición de cuentas de la gestión, para ver si convenía continuar o no. 
Hubo de esperar más de un mes para tenerla; en febrero, ya bastante adelantado, se obtuvieron las cuentas hasta el 31 de enero. Las 
examinaron personas competentes, delegadas por don Bosco: aparecieron cosas que requerían explicación. Una y otra vez se rogó a 
Varetti que acudiese a una reunión para dar aclaraciones; pero fue lo mismo que hablar a un sordo. Entonces, don Bosco pidió los 
registros para ver cómo marchaban las cosas; insistió nuevamente para tener en casa la contabilidad. Era ya el mes de mayo de 1878: tras 
reiteradas instancias, por fin, Varetti llevó un registro único que contenía alguna contabilidad y sólo hasta el 31 de enero anterior, de 
modo que no se podía comprender el estado real de las cosas, ni saber quienes eran los deudores y los acreedores. 

Don Bosco, que, sin embargo, trataba siempre amigablemente a Varetti, rogóle en el mes de junio, por medio de unos amigos, que le 
entregase espontáneamente la fábrica, asegurándole que ((665)) después sería compensado por todo el crédito que le fuese reconocido y 
por el 
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trabajo que había prestado. No hubo manera: pretendía, ante todo, que se le indemnizara de cantidades exorbitantes. Mientras tanto, 
crecían los gastos: hubiera sido una locura continuar así eternamente. Por consejo de jurisperitos, fue prevenido de que se quería retirarle 
los poderes; que fuese, por tanto, él mismo al notario a renunciarlos, para evitar pasos molestos y una publicidad poco honorable para él. 
Encaprichóse con perjuicio propio; porque hubo que revocar los poderes y se publicó la revocación 1. A continuación, y en vista de que 
seguía trabajando y no pensaba en la entrega de la fábrica, don Bosco le citó ante el tribunal de la Cámara de Comercio, en el que fue 
condenado, por sentencia del 30 de agosto de 1878, que decía: «El Tribunal de la Cámara de Comercio de Turín... declara, previo 
inventario normal a hacerse por el perito arriba nombrado, obligado al tal Varetto a la entrega a don Bosco del establecimiento de la 
fábrica de papel de Mathi con sus dependencias, utensilios, mecanismos y mercancías, prohibiendo, además, al tal Varetto inmiscuirse, de 
cualquier modo, en la marcha de dicha fábrica de papel, mandando al mismo Varetto entregar al liquidador Carlos Cereseto de esta 
ciudad, nombrado de oficio, todos los libros y registros de contabilidad que tiene Varetto, con encargo de sacar otrosí la cuenta del 
correspondiente debe y haber, declarando la presente ejecutoria, no obstante apelación sin fianza. Con los gastos a averiguar a cargo de 
Varetto». 

Un amigo común se interpuso para acabar la cuestión con una amigable transacción. Se acordó, pues, pedir al señor Carlos Dovo, 
agrimensor, que calculase ((666)) el inventario y a los señores Manfredo Pansa, comerciante, y Miguel Fumelli, procurador, que hicieran 
de árbitros, eligiéndose un tercero, que fue el abogado Armisoglio. En un autógrafo de don Bosco se leen estas observaciones para los 
árbitros: «Téngase en cuenta en todo que ninguno de los daños reclamados por el señor Varetto fue de ningún modo ocasionado por don 
Bosco, el cual, aún después de la rendición de cuentas, tendrá que reparar graves daños, procedentes de la dirección arbitraria de la 
fábrica. Además, al fijar el sueldo del Director, hay que tener en cuenta que el señor 

1 Suplemento al Boletín períodico, del Gobierno Civil de Turín. Anuncios legales (5 de julio de 1878, n.° 62, pág. 719): «Por escritura 
del notario Pedro Víctor Pavesio de esta ciudad, el día 25 del corriente mes, el que suscribe, reverendo Juan Bosco, hijo de Francisco, 
nacido en Castelnuovo de Asti, residente en esta ciudad, ha revocado los poderes que, en precedente escritura del 5 de julio de 1877, 
otorgada por el mismo notario, fueron concedidos al señor Domingo Varetto, hijo del viviente Santiago, comerciante, nacido en 
Cambiano, residente en Turín». 

Turín, al 26 de julio de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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Varetto nunca fue director de la fábrica y que realizó todo su servicio en la administración de la fábrica de papel de Mathi». De que no 
figurase precisamente como director, tenemos una prueba en que las diligencias para la venta del papel se hicieron casi todas por don 
Bosco con cartas firmadas por su propia mano. Hemos encontrado esta copia de un formulario para captar clientes, y con firma autógrafa. 

Muy distinguida dirección del periódico «La Fonna e la Famiglia» -Génova: 

El que suscribe, con el deseo de ayudar a la buena prensa, adquirió una fábrica de papel, y está en situación de conceder cualquier 
comisión sobre el papel que V. S. Ilma. le pida, asegurándole toda suerte de facilidades sobre los precios. 

Siempre que, por consiguiente, creyese oportuno honrarme con sus gratos pedidos, sírvase indicarme la calidad del papel, la medida del 
formato y la cantidad que podría necesitar, y yo me cuidaré de enviarle inmediatamente unas muestras, con los correspondientes precios 
reducidos. 

En esta esperanza, con todo aprecio y amistad, me declaro 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Después de largas diligencias, la sentencia arbitral asignó a Varetti: 

Porhonorarios .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 4.500L. 

Porindemnización.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 8.500L. 

Porlapartesocialdeganancias . .. . .. . .. . .. . 14.410L. 

Total . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 27.410L. 

((667)) Los árbitros, teniendo en cuenta las observaciones presentadas por don Miguel Rúa, redujeron después esta cantidad a veintitrés 
mil liras. Varetti terminó por marcharse de una vez y, entonces, don Bosco nombró un director y un jefe técnico y comunicó a los clientes 
el cese del primero con esta circular, cuyo borrador autógrafo poseemos: 

Muy distinguido Señor: 

Tengo el honor de comunicar a V. S. que, habiéndose retirado de la fábrica de papel de Mathi el señor Domingo Varetti, ha pasado la 
dirección y responsabilidad directa al señor José Buzzetti, quien asume la dirección y la administración. Por consiguiente, a partir del 
día... toda cuestión relativa a la misma deberá dirigirse al nuevo director, calle Cottolengo 32, Turín. 

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Esperamos tener la satisfacción de continuar nuestras amigables relaciones y servirle puntualmente en los envíos y en la calidad del 
papel. 

Que Dios le guarde y créame. 

De V.S. 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Tomó para jefe técnico al señor Constantino Pancaldi, con quien acordó unos pactos claros 1; nombró dirigente al coadjutor salesiano, 
señor Andrés Pelazza. Poquito a poco, se estableció junto a la fábrica una pequeña comunidad, con el reverendo don Antonio Varaja al 
frente. La actividad de la fábrica adquirió de este modo una marcha normal. 

La Spezia 

El ardoroso celo que consumía al Siervo de Dios le llevó a emprender una obra providencial en 1877. La ciudad, que hoy es La Spezia, 
empezaba entonces a convertirse en un centro obrero de primer orden; pero, desgraciadamente, en medio de tanta población forastera se 
habían introducido los protestantes, ((668)) desplegando una actividad proporcionada a la abundancia de fondos puestos a su disposición 
desde el extranjero. Pero velaba la Providencia. El misionero apostólico don José Persi, predicando el mes de María en la iglesia abacial y 
colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, la única parroquia de entonces en el lugar, vio perfectamente las misérrimas condiciones de 
aquella gente, por cuanto se refería a la vida cristiana. Eran pocos los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio; menos aún, los que se 
entregaban a la predicación y a la catequesis de los muchachos. La mayoría de los estudiantes acudía a las escuelas gratuitas de los 
protestantes. La población de La Spezia había casi desaparecido, absorbida por la marea heterogénea de lombardos, piamonteses, 
ligurinos y meridionales: una amalgama de obreros, empresarios, negociantes y soldados lo llenaba todo. Don José Persi quedó espantado 
al considerar lo que iba a ser aquella multitud dentro de poco. Habló de ello con el párroco, don Domingo Battolla, sacerdote de eximia 
piedad y caridad, pero sólo un buen hombre chapado a los tiempos en que la gente de La Spezia iba espontáneamente a su iglesia. Le 
propuso abrir un oratorio 

1 Véase, Apéndice, doc. 47. 
570 

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salesiano; pero, »dónde encontrar los medios, precisamente en aquellos días de crisis bancaria cuando faltaba el dinero? Con aquella idea 
fija en la cabeza fue el misionero, poco tiempo después, a Roma y habló de ello con Pío IX, el cual, conmovido ante tan tristes 
condiciones, le respondió: 

-Sí, sí, yo escribiré... yo escribiré a don Juan... íSomos muy buenos amigos! 1. 

El Padre Santo escribió directamente, pero no a don Bosco, sino a monseñor José Rosati, obispo de Sarzana, de quien dependía La 
Spezia, y le manifestó su augusta intención de entregar mensualmente quinientas liras, apenas supiera que había una casa religiosa a 
propósito dispuesta a ocuparse especialmente de la juventud en La Spezia. El Obispo escribió inmediatamente a don Bosco 2: «Un 
instituto como ((669)) el suyo, que atendiese a los muchachos, y, dentro de los posibles, se dedicara también con la predicación o 
instrucciones y la administración de los sacramentos a la población, sería, sin duda, lo que querríamos para La Spezia, y, si no pudiere 
abarcarlo todo, siempre haría un gran bien». Era como poner alas a los pies; porque don Bosco pensaba en La Spezia hacía tiempo, y 
ahora más que nunca, al saber que los protestantes estaban levantando allí su iglesia. Trazó, pues, a don Miguel Rúa la respuesta con estas 
dos frases: «Aceptado en principio. Haga el Obispo gestiones e informe». 

El Obispo quedó muy satisfecho. Buscó rápidamente un local, pero no lo logró. Don Domingo Battolla, el párroco, pareció querer 
poner a disposición de los Salesianos la vivienda que él ocupaba y que debía abandonar para pasar a la nueva rectoral en construcción o 
hasta la misma casa parroquial, si fuera necesario. Había también otro edificio grande en construcción; pero, se dudaba que pudiese estar 
acabado para noviembre y, además, habría que pagar un elevado alquiler. El Obispo, apurado por la impaciencia de hacer y las dudas de 
la elección, volvió a escribirle 3: «No queriendo determinar nada, sin que usted lo sepa y sin previo entendimiento, no veo en este caso 
más solución que la de rogarle tenga la bondad de venir a La Spezia, para ver por sí mismo y elegir, si fuere posible, lo que le parezca 
más oportuno, y más adaptado a la finalidad, y con tal ocasión podremos hablar (ya que de La Spezia a Sarzana sólo hay un trayecto de 
casi media hora) y exponerle de palabra la situación de las cosas, y manifestarle todo mi plan. 

1 Nuevo templo de Nuestra Señora de las Nieves. Pensamientos y recuerdos del Obispo de Lunisarzana y Brugnato, pág. 16-7. Sarzana, 
Tip. Cívica de E. Tellarini, 1901. 

2 Sarzana, 11 de julio del 1877. 

3 Sarzana, 16 de agosto de 1877. 
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Queridísimo don Bosco, le hablo con entera libertad: si usted no hace el pequeño sacrificio de venir aquí (a La Spezia), me parece que 
esto irá para largo o se resolverá muy poco; ruégole, por tanto, encarecidamente este favor. Compadezca ((670)) el gran deseo que tengo 
de ver plantado cuanto antes en este lugar un dique frente al creciente peligro de esta pobre juventud, y contra el preponderante torrente 
de la indiferencia y de la incredulidad». 

Don Bosco envió a don Miguel Rúa, que vio la situación y refirió sus observaciones al Obispo desde Turín 1. Visitó tres lugares: la 
nueva casa parroquial, un piso de la calle Marsala y una nueva edificación, junto al templo protestante en construcción. El primero tenía 
diecisiete habitaciones y un pequeño patio; el segundo ocho habitaciones con un alquiler de unas setecientas liras al año; el tercero no 
tenía patio, pero sí espacio para iglesia, escuelas y vivienda, por dos mil doscientas liras de alquiler. Don Miguel Rúa prefería la casa 
rectoral próxima a la parroquia. Además, al exponer a don Bosco sus impresiones, observó que faltaban todavía muchas cosas, y que, es 
más, no había nada preparado. Se encontraba presente Don Juan Garino, que lo oyó y atestiguó por escrito. El Siervo de Dios preguntó a 
don Miguel Rúa, en piamontés: 

-»Pero hay un fui\_t (cazo) para cocer un par de huevos? 

Don Miguel Rúa respondió que sí. Y añadió don Bosco: 

-Así, ya se puede ir y montar la casa. 

El Obispo no contaba con la casa rectoral, porque no podía estar terminada antes de seis o siete meses; él se inclinaba por la casa de los 
hermanos Chiappetti, que era el tercer edificio visto por don Miguel Rúa y tenido por el más a propósito. El propietario no tenía ninguna 
dificultad en realizar, durante los trabajos, todas las modificaciones posibles, con tal de que don Miguel Rúa le enviase un croquis 
indicando la disposición de los aposentos 2. Don Miguel Rúa lo envió. Entonces el vicario foráneo de La Spezia, don Angel Bruschi, 
determinó dicha casa por encargo del Obispo 3, situada en la calle Aranci; pero, hasta que ésta fuese habitable, había que tomar en 
alquiler un alojamiento en otra parte. Ni que decir tiene que los trabajos se aceleraron lo más posible: se quería que todo estuviera 
dispuesto para primeros de noviembre 4. ((671)) Don Bosco tenía sus ojos puestos, uno en La Spezia 

1 Carta, 27 de agosto de 1877. 

2 Carta a don Miguel Rúa, 3 de septiembre de 1877. 

3 Carta del Obispoa don Miguel Rúa, 10 de septiembre de 1877. 

4 Carta del Obispo a don Bosco, 4 de octubre de 1877. 
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y otro en Vallecrosia, donde también se trabajaba con afán para poner en jaque a los protestantes. Ahora bien, a principios de octubre, 
mandando una instancia al Papa para obtener socorros en favor de esta última empresa, después de haber dicho que uno y otro lugar 
estaban igualmente expuestos a la amenaza de la herejía, decía sobre La Spezia: «La caridad de V. S. ha provisto a La Spezia; ya se 
trabaja a toda velocidad para adaptar un edificio y proveer de todo lo necesario a las escuelas diurnas, nocturnas, dominicales y abrir al 
público una iglesia próxima a la iglesia y escuelas protestantes. Creo poder asegurar a V. S. que, antes de terminarse este mes, al menos 
tres maestros nuestros irán allí para dedicarse, por cuanto es posible, a aquella pobre juventud en peligro. Si no pueden destruir 
completamente el error, al menos se unirán a los sacerdotes del lugar y harán todo lo que sea posible para detener los progresos.» Pero, en 
cuanto al tiempo, los cálculos de don Bosco no resultaron; ya que el 25 de noviembre los trabajos estaban todavía algo atrasados 1. 

Finalmente, el 10 de diciembre, don Juan Cagliero pudo acompañar un pequeño grupo de pioneros: don Angel Rocca, como director; 
los clérigos Carlos Pane, encargado de la prefectura, y José Descalzi; más Domingo Clara, coadjutor. Se hospedaron provisionalmente en 
un piso del caballero Pontremoli, que estaba en la calle Fazio. Al día siguiente, don Juan Cagliero les presentó al Obispo, que los abrazó 
entusiasmado y los colmó de atenciones; desde allí, fue él a Lucca, para tomar los últimos acuerdos sobre una fundación, de la que 
hablaremos. 

Don Bosco los visitó el 19 de diciembre, interrumpiendo por dos días su viaje a Roma. Los vio todavía desorientados, inseguros sobre 
lo que habían de hacer, con miedo a la gente que sabían se oponía a la obra, que iban a empezar; ((672)) tampoco les halagaba el lugar 
que se les había destinado, especialmente por la limitación de espacio de las aulas escolares, la falta de patio y otras incomodidades. El 
buen Padre les animó recordándoles los primeros tiempos del Oratorio, donde las condiciones eran aún peores. 

-Y ahora, don Bosco, preguntóle el director, »qué santo patrono nos señala para la nueva casa? 

-Ya he pensado en ello, le respondió. Os dejo bajo la especial protección del apóstol san Pablo. Procurad estudiar su vida y sus obras. 
Y sea él vuestro modelo en todo. El será vuestro capitán: no temáis: lleva la espada y sabrá combatir y vencer a los enemigos de Dios. 

1 Carta de don Angel Bruschi a don Miguel Rúa, 25 de noviembre de 1877. 
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Con esta conversación andaban, al volver de la visita hecha a la casa, cuando se encontraron por la calle con el canónigo de Isengard, el 
cual, después de pedir a don Bosco algunas informaciones sobre lo que iban a hacer los salesianos en La Spezia, insistió en la urgente 
necesidad de un hospicio para muchachos pobres y abandonados, tan numerosos por allí entonces. El Beato se detuvo un momento, como 
quien piensa en el futuro, y respondió: 

-Sí, tenga paciencia; poco a poco. Estamos en La Spezia y aquí nos quedaremos. A su tiempo, se verá qué es capaz de hacer María 
Auxiliadora con el apoyo y la cooperación de personas caritativas, que ciertamente no faltan en esta ciudad. Habrá una casa para 
estudiantes y aprendices y una hermosa iglesia, que dedicaremos a María Santísima. La casa de La Spezia rivalizará con otras de las más 
grandes y florecientes de nuestra Congregación. 

Estas palabras, que se cumplieron a la letra, consolaron mucho al Director y a los hermanos, en medio de las dificultades y 
contratiempos que les esperaban 1 después de su partida. 

Los señores Chiappetti no parecían tener prisa para entregar la casa. 
No llegaban socorros, y aquellos pobrecitos no habían ((673)) llevado consigo más que un poco de ropa blanca y lo puesto: por lo demás, 
don Miguel Rúa los había enviado a merced de la bondad del Obispo 2. Para colmo, un periódico impío, portavoz de la secta, escribía: 
«Han llegado los cuervos; pero esperamos que no encontrarán con qué cebarse.» En el teatro se representaban dramas escogidos para 
azuzar al público contra los Salesianos; se había anunciado especialmente uno con cartelones que decían así: «Fray Pablo Sarpi 3 
asesinado por los jesuitas, o lo que es lo mismo, los daños de la instrucción religiosa.» Los protestantes multiplicaban sus esfuerzos para 
asegurar el terreno conquistado y aumentar la conquista. 

Pero los nuestros no aguardaron a tener todas las comodidades para empezar a trabajar. Durante el día daban clase a algunos muchachos 
de buena voluntad y por la noche preparaban niños y jovencitos a la primera comunión. El 14 de febrero de 1878, estaba terminada la 
capilla en la calle Aranci, donde pudieron finalmente establecerse el 

1 Carta de don Angel Rocca, en el número único El Beato Don Bosco, La Spezia, 17 de junio de 1930, y artículo de don Miguel Rúa en 
otro número único Los Salesianos en La Spezia, diciembre de 1902. 

2 carta de don Miguel Rúa al Obispo, Turín, 3 de septiembre de 1877. 

2 Fray Pablo Sarpi fue historiador italiano, religioso servita. Actuó como consejero de Venecia, en la disputa de ésta con Pablo V, y se 
opuso tenazmente a la expansión del poder secular pontificio. (N. del T.) 
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primero de marzo. Entonces comenzó el Obispo a repicar las campanas contra los protestantes, publicando severas disposiciones contra 
los padres que mandaban los hijos a sus escuelas. Viose inmediatamente el efecto: los muchachos dejaban en masa aquellas escuelas y 
corrían hacia las de los Salesianos. Las funciones del mes de María hicieron el resto, atrayendo no sólo a los niños, sino también a las 
personas mayores. 

Cuando todo iba viento en popa, he aquí que se estuvo a punto de tener que cerrar las escuelas. Nadie había pedido autorización del 
Jefe provincial de estudios para abrirlas, ni se había pensado en tener preparados los títulos legales. Imaginaba el Director que en Turín lo 
hubieran previsto todo, cuando en realidad desde allí no se había hecho nada. He aquí, pues, que a mediados de mayo entró en casa el 
Inspector escolástico, el cual, al comprobar que allí había tres clases elementales, excesivamente cargadas de alumnos, dirigió al Director 
una dura reprimenda por la abusiva apertura, amenazando con cerrarlas, si en el espacio de ocho días, no ponía todo en regla. 

((674)) El Director escribió, telegrafió, corrió a Turín: viaje precipitado que lamenta él todavía por la «muy humillante reprimenda 
fraterna» que don Miguel Rúa le dirigió. Obtuvo dos patentes, que fueron suficiente para detener los rayos de la inspección. 

Faltaban los enseres escolares y escaseaban los muebles. Don Bosco, que supo en donde se amontonaba mucho material útil, dirigió, 
mientras estaba en Roma, esta súplica al Ministro de Marina. 

Excelencia: 

Entre las ciudades de Italia, donde abundan los muchachos abandonados, está ciertamente La Spezia. Casi todos sus habitantes trabajan 
en el Arsenal y no pueden atenderlos; y, mientras el número de sus habitantes creció de cinco a veintisiete mil, el poco tiempo no 
permitió proveer de centros educativos, que son de absoluta necesidad. Por este motivo algunos muchachos eran enviados al hospicio de 
Turín, llamado de San Francisco de Sales, y al de San Vicente en Sampierdarena, junto a Génova. 

Mas, con el fin de resolver esa creciente necesidad, de una forma normal y más proporcionada, se abrió un centro para estos jóvenes, 
con la finalidad de proporcionarles una educación que sirve para hacerles ciudadanos, aptos, con el tiempo, para ganarse honradamente el 
pan, de acuerdo con la finalidad de los institutos más arriba mencionados. 

Pero, no teniendo más medios que los de la caridad ciudadana, me atrevo a recurrir también a V. E. para que acuda en mi ayuda con 
algunos elementos, ya fuera de uso, existentes en el almacén de la Marina. Se trataría de objetos de iglesia, cómodas, mesitas de noche, 
cestos, mesas y bancos, aparadores, sofás, gallardetes, pizarras para la escuela, palanganas, instrumentos de cocina, diversas prendas de 
vestir y de calzado de toda clase y hasta deteriorado. 
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Con esta entrega, V. E. cooperaría eficazmente a realizar una obra que es únicamente para bien de los hijos más pobres del pueblo, los 
cuales, si no se les provee de ello, caminan por un sendero que tal vez inevitablemente les llevaría a llenas las cárceles del Estado. 

Ruego a Dios que le haga feliz, mientras tengo el alto honor de profesarme. 

De V.E. 

Roma, 16 de enero de 1878. 

Su atento y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


((675)) León XIII seguía enviando el subsidio mensual concedido por su predecesor; por eso, al acercarse las fiestas de Navidad del 
1878, don Angel Rocca, aconsejado por don Bosco 1, presentó al Padre Santo, por medio del cardenal Nina, Secretario de Estado, una 
relación sobre la marcha del nuevo año escolar. «Los Salesianos, escribía el Director, son siete: los alumnos que acuden a las escuelas 
casi trescientos; más de un centenar de los cuales fueron arrancados a las escuelas protestantes y se impidió que los otros cayeran en ellas. 
A la capilla, dedicada al apóstol san Pablo, acuden los días de fiesta los alumnos y muchos fieles de la ciudad. Se hace en ella, en favor 
de la juventud, lo que hacen nuestros hermanos en las demás casas salesianas: catequesis, instrucciones, predicaciones, conferencias y 
administración de los sacramentos. Pero sería de desear una iglesia más grande, para dar mayor comodidad a los adultos, y un patio más 
amplio, para entretener a un número superior de muchachos en honestas diversiones y alejarlos de las peligrosas, lo que no puede hacerse 
sin un gasto, que nos sería imposible aguantar. Una obra, pedida por muchos e indispensable en esta ciudad, sería un internado para 
colocar en él a los muchachos más pobres y abandonados, enseñarles un arte u oficio, y arrancarlos así del mal camino y capacitarlos para 
ganarse un día honradamente el pan. Para esto se necesitaría que alguna persona de la ciudad nos prestase una mano generosa; pero, 
aunque todos los buenos vean esta obra con complacencia y nos animen a la empresa, sin embargo, todavía no se pudo obtener ni esperar 
ayuda y, si no fuera por alguna subvención que constantemente nos envía nuestro Superior, nos encontraríamos hasta sin las cosas más 
necesarias.» 

El cardenal Nina decía en su respuesta: «Su Santidad me ha encargado manifestarle, en su augusto nombre, la viva y sincera ((676)) 
satisfacción por los buenos resultados obtenidos hasta ahora, y expresarle 

1 Al consejo unió don Bosco un amplio boceto para la redacción; lo atestigua don Angel Rocca, que se valió de él, como lo revelan 
ciertas expresiones familiares al Beato. 
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también la firme y segura esperanza que tiene de que los buenos Salesianos querrán, por esto mismo, tener motivo para proseguir siempre 
con mayor celo y empeño en la santa empresa, y ayudar mucho con el tiempo a la infeliz juventud de esa ciudad» 1. 

Don Bosco quería muy en serio el internado y la iglesia; por eso, en octubre de 1878, por venta de dos particulares y retrocesión por 
parte de la Hacienda pública, adquirió dos terrenos adyacentes, en la avenida Militar, con la condición, escrita y aceptada en la escritura, 
de que en aquella área se erigiese solícitamente un templo con sus accesorios a «Nuestra Señora de las Nieves», y que se uniese al templo 
«uno de esos centros de caridad y de educación moral, a los que el reverendo don Bosco había dedicado toda su vida y de los que, gracias 
a él, estaban dotadas muchas ciudades de Francia y de Italia». 

Fue intermediario eficaz y generoso en esta gestión el caballero José Bruschi, director de Correos y muy amigo de don Bosco. Este gran 
cooperador, que se hizo salesiano a los setenta años y fue ordenado sacerdote en 1895, vio cumplido el deseo de su corazón de que la 
Virgen de las Nieves 2, tan venerada en La Spezia, fuese trasladada a la nueva iglesia, a cuya consagración asistió él mismo el 27 de abril 
de 1901. Como se ve, se requirió tiempo; pero las dificultades nacidas no impidieron que el plan concebido y llevado a término por don 
Bosco, se realizase por su primer sucesor. Los Salesianos que trabajan en La Spezia son hoy unos treinta; pero ha sobrevivido un 
recuerdo ((677)) para rememorar la humildad de los orígenes: todavía son señalados con el nombre de «i previn» (los curitas), como el 
pueblo sencillo les bautizó en un principio por su impresionante juventud. 

Lucca 

En diciembre de 1877 pasó don Juan Cagliero, como decíamos, desde La Spezia a Lucca, adonde ya estaba decidida la ida de los 
Salesianos. La obra de Lucca atravesó por diversas fases; nosotros nos restringiremos aquí a los orígenes. Fueron varias las llamadas. El 
1875, 

1 Bolletino Salesiano, marzo de 1879, pág. 4-6. 

2 Se veneraba, desde muy antiguo, en La Spezia una imagen de Nuestra Señora de las Nieves, expuesta al culto en una iglesia cerca del 
mar. Demolióse ésta para las construcciones del nuevo Arsenal y se colocó la imagen en una capilla, llamada de santa María, dentro de la 
iglesia abacial. El pueblo, sin embargo, hubiera querido verla, no casi como en alquiler en casa ajena y en el centro de la ciudad, sino 
como antes, en su casa, y frente a más vastos horizontes. El deseo de la población quedó cumplido, cuando la religiosa pintura fue 
trasladada al santuario nuevamente levantado por los Salesianos. 
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monseñor Eugenio Nannini, decano en la Colegiata de San Miguel, se las había arreglado, con diversos argumentos y plegarias, para 
inducir a don Bosco a enviar Salesianos para dirigir el seminario «desde el curso elemental hasta la teología»; en el 1876 un sacerdote 
joven, don Alfonso Cristofanini, en nombre de personas acomodadas, habló de un internado con escuelas y talleres. El Beato, que, en el 
primer momento, no solía decir que no, pidió explicaciones por una y otra parte, pero luego todo aquello quedó en silencio. Por último, 
en 1877, apareció de nuevo una de aquellas proposiciones que más halagaban a don Bosco: la de abrir un oratorio festivo. Por la 
correspondencia anterior, el Arzobispo, monseñor Nicolás Ghilardi, había entendido que don Bosco deseaba también trabajar en favor de 
la juventud en Lucca, por lo cual hizo que don Antonio Menesini le escribiera, diciéndole que trataría gustosamente con él aquel tema. En 
el entretanto, pasaron por Lucca don Julio Barberis y don José Lazzero, camino de Roma, y encargados por don Bosco de ver, oír y 
contar y asegurando a Su Excelencia las buenas disposiciones del Beato. Esto animó a Monseñor, el cual se puso en relación directa con 
el Siervo de Dios, indicándole que, al menos para empezar, contaba con los medios. Entonces don Bosco le respondió: 

Excelentísimo Señor: 

He recibido con sentimiento de sincera gratitud la muy apreciada carta de V. E. Rvma. en la que me comunica que la Providencia 
((678)) ya ha preparado los medios con que empezar una casa para los pobres aprendices de esa ciudad, siendo precisamente ésta la 
finalidad de nuestra Congregación. 

Por tanto, con el gran deseo de dedicar nuestras escasas fuerzas al bien de los pobres muchachos de Lucca, procuraré preparar el 
personal necesario lo antes posible. 

Los muchos colegios, a los que debo dotar del personal necesario para el próximo octubre, no me permiten enviarle los sacerdotes que 

V. E. desea para el próximo noviembre; pero, en ese mes, espero ir yo mismo, o enviar a uno de mis sacerdotes, a visitar el lugar que 
parezca más oportuno y concertar con V. E. lo que fuere necesario para tan importantísima finalidad. 
Toda la Congregación Salesiana se une a mí para agradecerle de corazón el haber pensado en nosotros tan generosa y benévolamente. 

Rogamos, mientras tanto, al Señor para que le conserve, e imploramos su santa bendición, mientras, en nombre de todos, me profeso 
con la más distinguida estima y veneración. 

De V. E. Rvma. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


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Don Juan Cagliero realizó en el mes de diciembre el viaje prometido. Vio una casa decorosa, destinada a vivienda de los salesianos, y 
una hermosa iglesia, dedicada a la Santa Cruz, con un discreto patio para oratorio festivo; pero el personal no pudo tomar posesión hasta 
el 29 de junio del año siguiente. Lo integraban don Juan Marenco, el clérigo Carlos Baratta y el coadjutor Felipe Cappellano. Les 
acompañaba don Juan Cagliero. 

Los pacíficos enviados por don Bosco no fueron pacíficamente recibidos; parecía que el infierno se hubiese amotinado. El grito de 
alarma partió del Fúlmine, pésimo periódico de la ciudad, que, en el número del día 30, publicaba este telegrama de última hora: 
«Jesuitas, expulsados de Europa, toman domicilio Lucca, calle de la Cruz n. 1242. Iglesia abierta ayer 29. »Tolerará esta peste la 
autoridad? Firmado: EL DIABLO.» Esta comunicación del otro mundo produjo sus efectos. Tipos de mala facha rondaban en derredor de 
la casa y de la iglesia; pero el día de la batalla debía ser el domingo, 7 de julio. Por la mañana ((679)) comenzó una lluvia de piedras, 
desde la casa de enfrente, sobre el patio, donde se encontraban algunos muchachos. Las mujeres del vecindario, que se dieron cuenta de 
ello, salieron a la calle, y lanzaron tantos y tales gritos que, cuando llegaron los guardias, ya había cesado el apedreamiento. Hacia el 
mediodía, el Inspector de seguridad pública, como entonces se decía, avisó a don Juan Cagliero y a don Juan Marenco que se tramaba un 
golpe contra ellos: pero que no tuviesen miedo, que no se asomaran a las ventanas, que no sufrirían ningún daño. Hasta comenzar la 
noche atendieron los nuestros al sagrado ministerio. A las diez, cuando acababan de cenar, se oyó de repente el correr de una multitud de 
gente que, después de una breve parada ante la puerta del patio en la calle de Santa Cruz, daba la vuelta a las órdenes de una voz 
estentórea y se dirigía a la calle de Biscione, para detenerse precisamente bajo las ventanas de la casa. 

-íYa están aquí!, exclamó don Juan Cagliero. 

Y en efecto, se oyeron las primera voces, de más de cien gargantas que ululaban: 

-íAbajo los jesuitas! 

El ánimo tímido y apagadito de Baratta se espantó tanto, que no se tranquilizó hasta el día siguiente. Y éste fue el único inconveniente 
de la jornada. Los demás escuchaban, tras las persianas, aquella música infernal que no duró más de un cuarto de hora. La turba 
populachera gritaba: 

-íAbajo los jesuitas! íAbajo las escuelas jesuitas! íAbajo los «Paolotti»! íAbajo el Ayuntamiento! 
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Hacía poco tiempo que se habían celebrado las elecciones municipales, y habían salido triunfadores los católicos. Las maldiciones eran 
intercaladas con: 

íViva Garibaldi! íViva Trento y viva Trieste! íViva la rep...! 

Pero esta palabra no la terminaban, por miedo a las consecuencias. Se oyó entonces, cómo alguien se desgañitaba diciendo: 

-íAfuera el petróleo, afuera! 1. 

Avanzó entonces el Inspector, ordenó los toques de atención, y los héroes se escabulleron. Entre manifestantes y curiosos podía haber 
allí cuatro mil personas. Un escuadrón de caballería estaba sobre las armas en las cercanías; pero no fue necesaria su intervención. Al día 
siguiente apareció un grupo de haraganes al son de coplas, recalcando la palabra «jesuitas». Durante un mes, patrullas de guardias 
inspeccionaron y vigilaron al atardecer ((680)) aquellos parajes, hasta que el comportamiento de los Salesianos desarmó a los 
sospechosos y quitó todo pretexto a los mal intencionados. 

Llamó la atención y se encomió en la ciudad su serenidad. Guardaron siempre silencio y evitaron exponerse; don Juan Cagliero, que 
había invitado a una conferencia a los cooperadores, retiró la invitación, para que no pareciese que era una provocación. Muchísimas 
personas, seglares y clérigos, les visitaron para animarles. 

»Para qué más? El Fúlmine del 14 de julio se batió en retirada con un artículo titulado: «Nosotros no somos ''Paolotti''»; palabra con la 
que, repetida a manera de estribillo en los puntos más salientes, se jactaba el periódico de sus laureles anticlericales, para justificar el 
cambio de postura respecto a los Salesianos 2. «Nosotros no somos ''Paolotti'', decía, ni tampoco defendemos a los curas; pero después de 
la demostración del 7 de julio, de una persona amiga, de personas amantes del pueblo y que se prestan al bien del mismo, hemos recogido 
estas noticias.» Y las noticias comunicaban que aquellos curas no eran jesuitas sino Salesianos; que pertenecían a una Congregación 
piamontesa, benemérita del pueblo; que un joven de Lucca había vuelto a su casa, hacía pocos días, perfectamente instruido por aquellos 
curas en un arte, que muy pocos en Lucca conocían; que no había nada de política en su institución; que había, por tanto, que esperar los 
hechos para juzgar. 

1 íAfuera el petróleo, afuera!: No logro entender quién se desgañitaba, ni qué quiere decir exactamente ese grito; me limito a traducir al 
castellano los vocablos italianos. Tal vez lo interprete mejor el lector. (N. del T.) 

2 Por burla se llamaba entonces «Paolotti» a los socios de las Conferencias de San Vicente de Paúl; pero era un término sinónimo de 
beato y santurrón. 
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No sucedía lo mismo con otro periódico de Lucca, denominado El Progreso, el cual, aprovechando la ocasión de la demostración 
descrita y de informaciones aparecidas en la Reforma, del 11 de julio, y en el Telégrafo del 14, aseguraba a sus lectores que sí, que 
verdaderamente «algunos frailes de la Compañía de Jesús habían llegado en busca de asilo a su ciudad»; pero que, «siempre los mismos», 
escondían «su odiosa condición con nombres de otras asociaciones religiosas». «Pero nosotros, seguía, no solamente sabemos de buena 
fuente, sino que lo deducimos ((681)) también del hecho de que unos conocidísimos ''sanfedisti'' 1 son los que les han traído aquí y les 
protegen: que verdaderamente pertenecen a una orden no religiosa, pero políticamente reaccionaria, que se ganó la expulsión de todas 
partes y que, hasta un Papa suprimió, como enemiga conocida de todo bien social y de todo progreso civil. A la sombra de una libertad 
que insultan a diario, intentan hoy insinuarse aquí embaucando a los muchachos, prometiendo limosnas y ayuda, para poder después, 
aprovechándose del dominio de la juventud, y, por medio de ésta, de las familias, propalar sus ideas subversivas y buscar prosélitos para 
la reacción...» Y después de este paso, llegaba a la conclusión de: «Alerta, pues, y piense y ponga remedio quien debe.» En otra parte del 
mismo número se injuriaba a la Autoridad porque toleraba a un Jesuita que predicaba «impunemente doctrinas subversivas» y que se 
permitía «las más vulgares alusiones e invectivas» contra las instituciones. 

Semejantes artículos atizaban el fuego en la Sociedad Mazziniana y sacaban de quicio al ministro protestante; no debe, por tanto, 
extrañar que se promoviese una recogida de firmas de protesta para enviarla al Ministerio de Gobernación. Emisarios de una y otra parte 
recorrieron la ciudad en busca de ellas. El éxito fue escaso: unos quinientos nombres de hombres y mujeres, de personas reales e 
imaginarias, de gentecilla y de gentualla, como después se supo. El Gobierno Civil creyó prudente detener la lista. Pero, mientras tanto, 
los buenos no quisieron ser menos. Aconsejados por el Obispo, promovieron también la suya, y encargaron de ella al periódico católico Il 
Fedele, que, en muy poco tiempo, recogió cerca de ocho mil adhesiones. Nunca se supo qué 

1 Durante la república partenopea (de Nápoles) y después de su caída (1 729), se llamaron sanfedisti (santurrones) los soldados 
napolitanos, guiados por el cardenal Rufo para la reconquista de Nápoles; el nombre se derivó de Santa Fede, porque se combatía por la 
santa fe, contra los principios revolucionarios propugnados por los republicanos; después se llamaron así todos los enemigos de la 
revolución francesa, del «Carbonarismo» (sociedad secreta patriótica italiana) y de la sectas; y finalmente, todos los enemigos de las 
nuevas ideas de libertad e independencia italiana, por cuanto éstas se oponían a la Iglesia. 
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lograron; ((682)) pero, un buen día llególe al Director una comunicación ministerial que, en concreto, venía a decir: que los Salesianos se 
uniformaran a las leyes, si abrían escuelas en Lucca, y que, por cuanto de ellos dependiese, no ocasionaran desórdenes. Pero, llegaban 
instrucciones secretas al Gobernador para que se informase de, si en los sermones a los muchachos, se fomentaban malas ideas contra el 
Gobierno. 

Y he aquí que, un domingo por la mañana, entró en la iglesia un jefecillo de orden público disfrazado, a tiempo de que iban a empezar 
las funciones. Para no llamar la atención de los muchachos, le tocó estarse de rodillas durante las oraciones, la misa y el sermón, que trató 
del pecado. No podía salir porque estaban cerradas las puertas y no se atrevía a abrirlas o pedir que se las abriesen; cuando todo terminó, 
puso pies en polvorosa y no se dejó ver más por allí. 

Los Salesianos, aunque tan poquitos y tan jóvenes, ya se habían adueñado del campo. «Si su Salesianos, escribía don Juan Marenco a 
don Bosco, hiciesen el bien en proporción al aprecio que se les tiene, harían milagros.» Es la verdad que el Oratorio navegaba a velas 
desplegadas; los fieles acudían también al confesonario del Director: pero se requerían refuerzos. 

«Ayuda, querido Padre, suplicaba don Juan Marenco; ayuda para sus hijos, que la esperan, como los hambrientos el pan. Es necesario 
que los muchachos sean muy vigilados, y como son tantos es superior a nuestras fuerzas el hacerlo, y, a fin de que no hayan de criticarnos 
por la conducta moral del oratorio. Hay que tener en cuenta que los muchachos de aquí son mucho más vivos y despiertos que los de 
nuestra tierra... Se necesitan, al menos: un sacerdote, un clérigo y un coadjutor.» No les amedrentaban las persecuciones. Añadía el 
Director: «Con todo esto por el aire, nosotros atendemos a lo nuestro, a nuestras prácticas de piedad, a nuestras reglas. No nos espantan 
los gritos de los malvados, nos espantaría la desgracia de Dios; por el contrario, el rugir de los malos »no es, acaso, señal de una 
protección y benevolencia especiales de Jesús y de María Auxiliadora? 1. 

((683)) Atraídos por la curiosidad, algunos sacerdotes iban a observar y decían a los Salesianos que les querían ayudar; mas, al 
contemplar a aquellos muchachos «descamisados, descalzos, cochambrosos y mal educados», unus post alium abierunt, todos se 
retiraron. Pero, antes les decían a los Salesianos que se hicieran querer, y, al proferir estas palabras, trazaban con la mano en el aire el 
gesto de quien reparte 

1 Carta, 16 de julio de 1878. 
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latigazos. Más perseverante fue el ya nombrado don Alfonso Cristofanini, que demostraba buena voluntad, pero tenía miedo a los 
muchachos 1. Durante la semana se preparaban para la primera comunión los más mayores, que necesitaban ser instruidos aparte. El 
Arzobispo, informado del creciente trabajo, se puso a buscar un lugar más a propósito para el Oratorio y con capacidad para escuelas. 

La ayuda, invocada y atendida de un domingo a otro, llegó a mediados de agosto. Ya con cierto orden en todo, el Director, en presencia 
de los padres, realizó solemnemente la aceptación formal de los oratorianos, que, en aquella primera ocasión, fueron noventa. Al sexto 
domingo todo funcionaba cumplidamente. Escribió entonces don Juan Marenco a don Bosco 2: «Nos decían, al principio, que no se 
podría continuar y que no conocíamos a estos muchachos. Ahora aquellos mismos les ven con qué devoción asisten a las funciones, 
atienden al catecismo y a las pláticas, y dicen: 

»-íVerdaderamente los Salesianos tienen otro método! 

»Desearían que los muchachos estuviesen durante el recreo como estatuas de mármol sin correr, ni gritar, ni divertirse. Nosotros, de 
acuerdo con nuestras enseñanzas, deseamos lo contrario.» Desde el principio hubo que evitar bonitamente otra dificultad. Los párrocos 
temieron que los Salesianos fueran a trastornar la vida parroquial; pero don Juan Marenco les dio, en presencia del Arzobispo, una 
conferencia que los apaciguó. Hasta los religiosos antiguos tenían sus temores. Un día fue invitada la comunidad a comer con los 
franciscanos, ((684)) los cuales, juntamente con sus novicios, los agasajaron mucho. Pero un padre anciano estaba allí silencioso y triste. 
Preguntando si le desagradaba la fiesta, respondió moviendo la cabeza: 

-Ah, no. Pero pienso que estos jóvenes salesianos, tan llenos de vida, están destinados por la Providencia para suplantarnos y ocupar 
nuestros puestos. 

Indudablemente don Bosco señalaba con su propio ejemplo el camino de la salvación para quien no quisiera ser tenido al margen de la 
vida en el campo del apostolado. Por eso, su cautela para esquivar los escollos de la política. Deseaba el Arzobispo que don Juan 
Marenco aceptase el nombramiento de Consiliario del Círculo de la Juventud Católica de Lucca. 

-»Tengo que aceptar?, escribió éste a don Bosco 3. 

1 Carta de don Juan Marenco a don Bosco, 22 de julio de 1878. 

2 Carta del 27 de agosto de 1878. 

3 Carta, 4 de noviembre de 1878. 
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No hemos encontrado la respuesta; pero el padre Nardi, que formaba parte por entonces de aquella pequeña comunidad, dice que nunca 
advirtió que el Director ejerciese aquel cargo, y que, de haberlo ocupado, no habría dejado de darse cuenta. Es muy probable que don 
Bosco se lo desaconsejase. En efecto, el año anterior, para moderar ciertos entusiasmos de don José Vespignani 1 por la misma cuestión, 
le había observado: 

-No es ése nuestro espíritu. Nosotros sólo buscamos que nos dejen trabajar con los jóvenes; abstengámonos, por tanto, de la política. En 
cualquier cosa que no sea trabajar con los niños, nosotros estamos fuera de lugar. 

Para bien entender estas palabras, hay que tener presente que por aquel entonces la Acción Católica, no solamente andaba a la mira de 
la difusión de los principios cristianos en la sociedad, con la ejemplaridad de la vida y el cuidado de los intereses religiosos; sino que, 
como en Italia los poderes públicos legislaban abiertamente contra la libertad de la Iglesia y los derechos de la Santa Sede, resultaba, en 
consecuencia, que la juventud católica se lanzaba también a la arena política en defensa de la fe: era, por lo demás, un campo en el que 
ninguno podía impedirles entrar en medio de aquel gran batallar de partidos. ((685)) Don Bosco, en cambio, no quiso nunca saber nada de 
política. Allí donde podía, acogía con gusto a los socios de la Juventud Católica para funciones y manifestaciones religiosas, les animaba 
a hacer el bien, pero sin inmiscuirse en sus actividades. 

Este su objetivo de quitar impedimentos para hacer el bien, nos explica también algún consejo que él dio sobre esta materia. El conde 
Víctor Thaon de Revel, hermano de Pablo, Duque del Mare, había terminado el bachillerato en el colegio de Valsálice. Cuando se 
licenció, preguntó a don Bosco si debía inscribirse en la Juventud Católica, que entonces aparecía. Se detuvo un momento el Siervo de 
Dios, para reflexionar, y bondadosamente le respondió: 

-No, no te inscribas. Dada la condición de tu familia y tu intención de ingresar en la diplomacia, podrás hacer el bien, preparándote para 
esta carrera. Si te inscribes, encontrarás dificultades. 

Al narrar el suceso a don Felipe Rinaldi, exclamaba el Conde: 

-íEstá claro que don Bosco veía a lo lejos! De no haberle escuchado, ciertamente no habría logrado hacer mi carrera. 

Hay otro hecho que nos permite comprender, cada vez mejor, qué directivas prácticas seguía don Bosco, en las complicaciones entre la 

1 J. VESPIGNANI, Un anno alla scuola del B. D. Bosco, pág. 26. 
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autoridad política y la religiosa. En los días 11 y 12 de diciembre de 1878 se celebró en Turín el primer congreso regional piamontés, 
promovido por León XIII, para tratar los asuntos religiosos de mayor importancia y coordinar los esfuerzos de todos los católicos 
italianos contra los continuos atropellos sectarios. El Oratorio sólo tomó parte enviando veinte liras, en señal de plena adhesión. Las 
reuniones se celebraban en la iglesia del arzobispado, bajo la presidencia del conde de Castagnetto y de monseñor Gastaldi. El Papa había 
enviado para asistir al duque Salviati, y el cardenal Nina le había entregado una carta de recomendación, pero Monseñor, preguntado por 
el Duque, en un exceso de cortesía, si no tenía nada en contra, dijo a los de al lado que no lo quería, y a él no le dio ninguna respuesta. 
Por lo que el noble patricio, que ya había venido ((686)) a su finca del Migliarino junto a Pisa, para estar más cerca, tuvo que volverse a 
Roma desilusionado. Sucedió también que, habiendo monseñor Bodoira de Ivrea nombrado a don Bosco y manifestado su esperanza de 
que abriese una casa en San Benigno Canavese, municipio de aquella diócesis, la asamblea prorrumpió en un aplauso instantáneo, 
unánime, y resonó dos veces el grito de: íViva don Bosco! 

Hubo que hacer inmediatamente una especie de reparación, porque el Arzobispo en su discurso, habiéndose extendido al hablar de 
Rosmini, de sus escritos, y de sus familias religiosas, no había dicho ni siquiera una palabra de Cottolengo, ni de don Bosco 1. La Unità 
Cattolica, después, al dar cuenta de la primera sesión 2, enumeró las representaciones de los Obispos ausentes, y sin mencionar a nadie 
más, dijo que el «Venerando fundador de la Congregación Salesiana, don Juan Bosco», había enviado la preventiva adhesión. Eran cosas 
que honraban mucho al Beato; pero él quedó disgustado, porque sabía lo mucho que los sabuesos del Gobierno espiaban las instituciones 
y personas que tomaban posición de combate contra el anticlericalismo del Estado y que, si se hubiese sospechado que él entraba en liza, 
todo aquel mundo oficial que mandaba a su albedrío y se daba la buena vida, se habría desencadenado contra sus obras. Por lo demás, los 
eclesiásticos mejor informados comprendían muy bien y apreciaban muy mucho la prudencia de su actuación; prueba de ello es que 
durante aquellos días no cesó el ir y venir al Oratorio de Obispos, representantes episcopales, 

1 Aquel congreso católico de Turín no fue después registrado, por quien debía hacerlo, en el número de los congresos católicos. 

2 L'Un. Catt., n. 290. del 12 diciembre de 1878. 
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sacerdotes periodistas y teólogos influyentes, que iban a hablar con dos Bosco y a consultarle. 

Este 

Un colegio salesiano, que comenzó en 1878, y que fue siempre uno de los más florecientes de Italia, es el colegio Manfredini, en Este. 
((687)) No necesitó don Bosco una larga y laboriosa preparación: en pocos meses todo estuvo terminado. El mérito hay que atribuírselo a 
un celoso sacerdote, don Agustín Perín, párroco de Santa María de las Gracias, en Este. Angustiado por los males que el laicismo escolar 
acarreaba a la juventud, quiso para su región véneta un gran colegio, en el que se impartiese una educación netamente cristiana. Sabía 
que, para ello, no había otro como don Bosco. Así que, tras unas sencillas cartas, llegóse un día del mes de junio a Turín, habló con el 
Siervo de Dios y volvió a Este con una gran alegría en el corazón: aquel mismo año irían allí los hijos de don Bosco. 

Don Agustín había puesto sus ojos en un edificio monumental, conocido en la región con el nombre de Ca'Pesaro, que perteneció a una 
familia veneciana, que lo hizo construir en el siglo XVIII. Era un edificio de hermosa arquitectura, de grandes dimensiones, cómodo por 
la amplitud de sus dependencias; estaba situado en pleno campo, en un lugar amenísimo; desde él se contemplaba la cadena de los montes 
Eugáneos (región de los Alpes Réticos), en cuyas faldas se asentaba, y la de los montes Bericios; estaba cercado de prados y campos, que 
podían convertirse en patios, huertos y jardines. No podía desearse una cosa mejor. Estaba destinado al descanso y esparcimiento de los 
nobles señores, durante el tiempo de vacaciones; pero hacía años que los propietarios no iban por allí. 
Hubieran sido necesarios trabajos de adaptación: pero no urgía realizarlos todos de golpe: y, mientras tanto, allí estaba la casa. 

El Beato, según su costumbre, quiso, ante todo, saber qué pensaba de ello el Obispo de Padua: don Agustín Perín se ocupó de 
averiguarlo. A la vuelta de Turín, fue a visitarlo, aunque con cierto miedo a alguna oposición, por amor a su seminario; pero, en cambio, 
obtuvo su pleno consentimiento, con el encargo de escribir a don Bosco a quien deseaba abrazar, agradeciéndole muchísimo tan fina 
caridad y enviándole toda suerte de bendiciones. Esto sucedía el 24 de junio; el 25 estipuló don Agustín el contrato del local y el 26 rogó 
a don Bosco que fuera a verlo 
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y a dar las órdenes oportunas para ((688)) su adaptación 1. Más que correr, se volaba. Don Bosco envió al ecónomo general, don Antonio 
Sala, bajo cuya dirección se comenzaron inmediatamente las obras, que los propietarios autorizaron, antes de que se firmaran las 
escrituras. 

Mientras tanto, corría la noticia de boca en boca y la celebran todos, hasta los liberales 2. El Obispo decíale a don Bosco, en su carta 
del 24 de agosto: «Le aseguro que con esta fundación no sólo me proporciona a mí una enorme satisfacción, sino también el celosísimo 
arcipreste de Este, monseñor Agustín Zanderigo, el cual me respondió, cuando le pregunté, de acuerdo con su aviso, sobre el particular: 
«Si el proyecto, como espero, se realiza, bendigo de todo corazón a la divina Providencia, que suscita el bien al lado del mal. Confieso 
ingenuamente a vuestra reverendísima paternidad, que las escuelas municipales y de bachillerato de Este son para mí una gran 
preocupación. Mi influencia pastoral en ellas es impenetrable... En estas condiciones, entiendo que es providencial el proyecto de que se 
habla para las familias que pudieren educar católicamente a sus hijos.» 

La escritura se firmó el 16 de septiembre, en la notaría Nazari, de Este, por don Agustín Perín «por cuenta, nombre y en favor y con el 
dinero» de don Bosco, y por los condes Gradenigo de Venecia propietarios, al precio de treinta mil liras, más los gastos de escritura. 

La escritura notarial dice «con el dinero de don Bosco»; pero nosotros diremos más exactamente, con el dinero de la Providencia. 
Narraremos un solo episodio que lo demuestra. Vivía en Este el caballero Benedicto Pelà, que, de simple bracero, había llegado a crearse, 
con el trabajo, el ahorro y la habilidad, una fortuna de varios millones. Era muy generoso con los pobres, aunque no tanto como habría 
podido serlo con su capital, dado que no tenía herederos forzosos. Había asignado a dos sobrinas, al casarse, ((689)) una dote de 
doscientas mil liras a cada una. Cuando don Agustín Perín alcanzó de don Bosco la promesa de poner un colegio en Este, y comenzaba 
las gestiones para la compra de Ca'Pesaro, necesitaba encontrar inmediatamente el dinero indispensable. Recurrió a una de dichas 
sobrinas, la señora Benita Legnaro, para que le ayudase a conquistar a su tío. La buena señora no se hizo rogar. Una mañana le dijo: 

-Mira, tío, ya sabes lo mucho que te quiero. íFuiste muy generoso al darnos una dote tan grande! Pero, mira, antes de que por ello 
tuviese 

1 Carta de don Agustín Perín a don Bosco, 26 de junio de 1878. 

2 Carta de don Agustín Perín a don Bosco, 3 de julio de 1878. 
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que sufrir tu alma, yo estaría dispuesta a devolvértelo y ser pobre como antes. Tú has sido siempre un hombre de bien; mas, en medio de 
tantos asuntos, de tantos contratos, »no podría darse que alguna vez haya quedado dañada la justicia? íEs tan fácil que eso suceda! Yo no 
querría que mi tío tuviese que dar cuenta al Señor. Para que seas feliz eternamente, no me importa devolverte mi dote, si ello puede servir 
para tu salvación. 

El señor Benedicto escuchaba, miraba sin pestañear, se esforzaba por adivinar qué quería decir con aquellas palabras, pero no daba en 
ello. Por fin, le preguntó: 

-Y »se puede saber qué quieres que haga yo? 

-Querría que hicieras una buena obra más. 

-Me parece que ya hago bastante. »No ayudo al hospital, al asilo infantil y a otras obras? 

-Pero, mire, querido tío, habría que hacer otra cosa. 

-Dime cuál, y haré lo que quieras. 

-Escúchame. Tú sabes que los pobres muchachos de Este están mal atendidos en cuanto a su instrucción. El párroco Perín quiere que 
venga don Bosco y hasta ya se ha empeñado a comprarle una casa; pero no tiene dinero y don Bosco es pobre... Harían falta, al menos, 
dieciocho mil liras. 

-»Y qué quieres decir con eso? 

-Que tú, que eres tan rico, hicieses esta obra de caridad. 

-»Y solamente querías eso: Podías haberlo dicho en seguida. ((690)) Ahí está la caja, y aquí tienes las llaves: tómalas, abre, saca lo que 

hace falta y dáselo al párroco. 

La señora fue a tomar aquella cantidad, con la cual se pudo cerrar el contrato. Poco más tarde, habiendo ido don Antonio Sala a Este, el 
señor Pelà le entregó otras seis mil. Y en adelante se puso siempre al lado de los Salesianos, tanto que, en las diversas construcciones 
realizadas sucesivamente, empleó casi un millón. 

El primer director de Este fue don Juan Tamietti. Don Bosco se lo había preconizado casi ocho años antes. El 1870, el señor Antonio 
Venturini, uno de los muchos cooperadores salesianos en realidad, había propuesto al Beato abrir un colegio en Este, comprando por muy 
poco un convento franciscano con la iglesia aneja. La propuesta era entonces prematura; pero, un día de aquel año se paseaba don Bosco 

con don Juan Tamietti, bajo los soportales del Oratorio, y le preguntó a quemarropa: 

-»Vamos a Este? 

-Vamos, pues; respondió riendo don Juan Tamietti. 

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-íYa verás, ya verás! 

Lo vio el 10 de octubre de 1878, cuando, en compañía del maestro Juan Vota y con quinientos billetitos de a dos liras en el bolsillo 
puso los pies en la histórica ciudad. Don Agustín Perín, que les esperaba con los brazos abiertos, les llevó a su casa, les dio de cenar y les 
acompañó a casa de los señores Mistrello, donde pernoctaron. Les había precedido, hacía unos días, don Antonio Sala. Con él y con el 
párroco se dirigieron al día siguiente al lugar de su residencia. Soñaban con una suntuosa mansión. Se les había dicho: 

-En Ca'Pesaro no falta ni un detalle... 

Pero íay, qué desilusión! Lo encontraron todo patas arriba. 

Obreros por todas partes; no había una ventana ni una puerta que ajustara; las habitaciones estaban vacías y todas las paredes húmedas. 
Allí no se podía habitar. Pero la Providencia les socorrió. A cinco minutos vivía el señor Santiago Grandis con su señora: no tenían hijos 
y su casa era muy grande. Fueron los cuatro a visitarles; él les invitó a comer y, como cazara al vuelo el malestar de los recién llegados, 
((691)) dejó que don Antonio Sala y don Agustín Perín se marcharan y se quedó en casa con don Juan Tamietti y el maestro Vota, que 
fueron sus huéspedes hasta el 18 de noviembre, cuando el prefecto don Tomás Calliano, con otros tres salesianos 1, y, todos juntos, 
fueron a instalarse en lo que fue y es hoy el colegio Manfredini, así denominado en honor de monseñor Federico, conde de Manfredini y 
obispo diocesano. 

Don Bosco hizo imprimir el programa, igual en todo al de los demás colegios salesianos entonces existentes, salvo la cuota única de 
veinticinco liras y que se concedía solamente un mes de vacaciones, durante el cual seguía corriendo la cuota. 

Don Juan Tamietti dejó escrito en una breve crónica del primer año escolar: «Resulta casi imposible explicar cómo se pasó. Unas veces 
alegres y confiados, otras descorazonados; hoy se hablaba de un floreciente porvenir y mañana se tenía casi la seguridad de que era aquél 
el primero y el último año. íTantas eran las dificultades! Cada día se experimentaba la falta de algo: ciertamente no se habría podido vivir 
allí ni un mes, si el Señor Agustín Pelà, hermano del señor Benedicto, no nos hubiese provisto, desde su tienda, de todo lo que 
necesitábamos, al fiado, durante todo el año. Para colmo, cayó una gran nevada, que aumentó el frío y la humedad del invierno, y, como 
no teníamos estufas, había que calentarse paseando continuamente. Sin embargo, recobramos pronto la alegría; y, en general, llegamos a 
estar tan contentos 

1 El clérigo Juan Bima y los coadjutores Pedro Enría y Amílcar Rossi. 
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aquel año, como quizá no se estuvo nunca. Se palpaba que Dios estaba con nosotros, y teníamos la seguridad de su asistencia». A pesar 
de tantas apreturas, el Director tuvo la satisfacción de devolver al Oratorio, en billetes de banca de a dos liras, las mil que don Miguel 
Rúa le había entregado el día de su partida para Este. 

El Beato le hizo a don Juan Tamietti una profecía que se cumplió ((692)) exactamente. Le predijo que trabajaría hasta los cincuenta 
años y que no llegaría a cumplir los setenta y dos 1. Había nacido el 1848, el 1898 cayó gravemente enfermo con el tifus, que lesionó 
profundamente sus facultades mentales, y le obligó, aunque sanísimo de cuerpo, a pasar el resto de sus días en la más completa amnesia. 
Murió el 18 de octubre de 1920, casi dos meses antes de cumplir los setenta y dos años. 

También había anunciado hacía tiempo en el Oratorio a otro, que fue su sucesor en la dirección del Colegio Manfredini, que moriría 
fuera de casa, andando por los alrededores para diversos asuntos. Habiendo ido el 14 de mayo de 1914 a Bolonia para obtener de la 
Dirección de Ferrocarriles una rebaja especial para los alumnos de su colegio, que debían hacer una peregrinación a Nuestra Señora del 
Monte Berico, fue víctima de apoplejía en el tranvía en que iba, y el día 20 moría entre los hermanos de aquella ciudad. Al recibir la triste 
noticia, una familia de Este comentó que, habiéndole invitado a comer, él mismo les había contado, hacía poco tiempo, el antiguo 
vaticinio. 

Montefiascone 

Pasamos ahora a una obra más pequeña. No fue una gran cosa que fuera un solo salesiano a Montefiascone; pero la llamada vino de 
muy arriba. Primeramente, llamó a don Bosco el novel Obispo monseñor Luis Rotelli, de Perusa, muy apreciado por León XIII, que le 
enviaría más tarde como nuncio a París y le concedería el capelo. Por deseo del Papa, estudiaba la manera de devolver al seminario 
diocesano la fama de otrora; y necesitaba para ello profesores titulados. Don Bosco, desilusionado en su esperanza de poder abrir un 
colegio en Albano, esperó lograrlo en Montefiascone; y, por eso, respondió al Obispo de una manera más afirmativa que negativa. Pero, 
como tardaba en recibir la última palabra, se le renovó la petición, en nombre de ((693)) León XIII, por medio de su secretario monseñor 
Gabriel Boccali. Para comenzar, 

1 Véase la carta de defunción, escrita por don Ludovico Costa, inspector. 
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de momento bastaba un salesiano sólo. «El designado, escribía el Secretario del Papa, que sería necesario al menos para este año, debería 
estar patentado para cuarto y quinto curso de bachiller y poseer el título, sin estar obligado por ello a llevar personalmente los dos cursos 
y quizá ni siquiera uno sólo» 1. Con el Papa de por medio, no se podía dudar. El Beato hizo una promesa formal y al mismo tiempo un 
ensayo. Un prelado tan próximo al Padre Santo »no podría adelantar una primera palabra al nuevo Papa sobre la comunicación de los 
privilegios? El intentarlo no perjudicaba. Así que, al responder a monseñor Boccali, adjuntó una súplica, en tal sentido, para el Sumo 
Pontífice. Monseñor se la entregó a Su Santidad, advirtiendo, sin embargo, al peticionario que la instancia pasaría después a la Sagrada 
Congregación, a quien correspondía la decisión en tales asuntos... 2. 

-íPaciencia!, debió exclamar don Bosco. 

Mientras tanto no perdía de vista aquella interesante cuestión y aprovechaba con destreza todas las ocasiones para, por lo menos, 
explorar el terreno en el nuevo Pontificado. 

Para aquella misión, llamémosla así, eligió el Beato a don Pedro Guidazio. Mano de santo tuvo don Bosco en la elección, porque, el 
padre Guidazio se hizo querer bien por todos. Cuatro meses después de haber llegado allí, escribía el Obispo a don Bosco 3: 

«Es un sacerdote sin tacha, trabajador, edificante, muy instruido y, a más de la benevolencia y aprecio del Obispo, se ha ganado una 
extraordinaria reputación entre los seglares y el clero de esta ciudad: y le digo esto, para que tenga la satisfacción de saber que este su 
alumno corresponde a los paternales cuidados que usted le ha prodigado siempre». 

Pero, a excepción de estas simpatías personales, don Pedro Guidazio no podía ejercer ningún influjo en la marcha de los estudios y de 
la educación; por lo cual estaba allí muy ((694)) a disgusto. «Me marcharé al acabar este año de 1878, había escrito a don Bosco en 
diciembre 4, ya que no puedo tolerar una disciplina inexplicable, con la cual no se puede hacer la décima parte del bien que se haría; así 
que, me considero un individuo desaprovechado. Me atrevo a decir que los Superiores me quieren tiernamente y me respetan mucho; pero 
no se puede menoscabar una disciplina en vigor de hace dos siglos y que reduce este colegio a su más mínima expresión». 

1 Carta, Roma, 11 de octubre de 1878. 

2 Carta, Roma, 26 de octubre de 1878. 

3 Carta del 23 de marzo de 1879. 

4 Carta, por Navidad de 1878. 
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Don Bosco rindió, además, otro servicio a Monseñor, enviándole unos diplomas de profesores salesianos, a presentar al Delegado 
Provincial de Enseñanza, para que autorizase mantener abierto el bachillerato en aquel centro que, más que seminario, era un verdadero 
colegio. Cuando vio desaparecer la posibilidad de tenerlo todo en sus manos, el Siervo de Dios ordenó a don Pedro Guidazio que diera a 
entender al Obispo y al Rector que no pensaba dejarle allí para otro curso, ni enviar otros. Pero el Obispo, estimulado por el Papa, tenía 
miras muy distintas. El edificio era «cinco veces mayor que Valsálice», a nuestro ingreso; pero, estaba vacío y no hubiéramos llegado 
nunca a llenarlo con las disposiciones entonces vigentes. Entonces Su Excelencia pidió el personal necesario para abrir un centro de 
enseñanza superior. Don Pedro Guidazio intentó inútilmente demostrarle que don Bosco no podría darle ese gusto; pero ni siquiera la 
negativa de Turín, llegada más tarde, sirvió para moderar el ardor del Obispo, ya fuera porque contaba con la imposición del Papa, ya 
fuera porque no tenía la menor idea de las exigencias gubernativas sobre centros de tal suerte 1. En el mes de agosto podía considerarse 
acabada la misión de don Pedro Guidazio; fue a Turín para hacer los ejercicios espirituales y recibió otro destino. Su estancia en 
Montefiascone fue útil, porque, como muy pronto se vio, sirvió para hacer abrir los ojos sobre la realidad de las cosas. 

((695)) Magliano Sabino 

Las circunstancias favorecieron más los deseos que don Bosco tenía de abrir un colegio en Magliano Sabino, donde se experimentaba 
una gran necesidad del mismo, ya que por aquellos lugares no había más que un bachillerato en Rieti. Cuando él pasó por allí, a su vuelta 
de Roma, a fines de enero de 1877, escribió al cardenal Bilio, obispo de Sabina, manifestándole el deseo de crear en el seminario un 
colegio. El Cardenal, que estaba contento de aquellos dos salesianos, por su conducta ejemplar y por la excelente instrucción que daban, 
no había querido negar nada a don Bosco; pero dudó un poco en conceder su aprobación, porque don Bosco pedía también la 
colaboración del alcalde, por tratarse de una obra que redundaría en honor de Magliano. Aquel alcalde no inspiraba confianza; además, 
había una circular muy reciente del honorable Coppino, ministro de Instrucción Pública, que 

1 Carta; Apéndice, doc. 48, A, B. 
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casi dejaba a merced de los municipios los institutos que recibieran alguna subvención de ellos. Por estas razones Su Eminencia tardó 
casi cuatro meses en responder, porque quería, mientras tanto, madurar la cuestión y oír, además, el parecer de los delegados tridentinos 
para el seminario. La comisión, que se componía de tres ilustres eclesiásticos, opinó que don Bosco tomase la dirección de los estudios en 
el seminario, y también la administración de sus bienes. Y escribieron a don Bosco lo mismo que habían dicho a su Obispo, a saber: «Que 
ellos (los delegados de la Comisión), a la vista del notable progreso reconocido en los jóvenes que acuden a las escuelas de sus amados 
hijos, a la vista otrosí de la gran utilidad que puede redundar con ello en favor de esta ciudad y de la diócesis Sabina, haciendo suyos los 
sentimientos de Su Eminencia, se dirigen a V. S. para que se digne aceptar y dirigir los estudios... de la manera más conveniente para el 
bien de la juventud estudiantil y más provechosa para la gloria de Dios, que juzgue oportuno según su experimentada cordura ((696)) y 
prudencia. Es muy cierto que los que suscriben ni siquiera hubieran osado hacer semejante proposición, de no haberles sido ya muy 
conocido su desinterés y la noble finalidad que se ha propuesto al entregarse totalmente a la educación de la juventud». Conocido el 
parecer de los delegados, el Cardenal recomendó que siguieran adelante las diligencias 1. 

Don Bosco, a quien sobre todo le interesaba el colegio, necesitaba algunas aclaraciones, y se las pidió al canónigo Tondinelli, primero 
de los delegados. 

Rvmo. Mons. Vicario General: 

A su debido tiempo recibí la carta que V. S. Rvma. y la Comisión del Seminario Episcopal de Magliano me enviaron, el día 17 de este 
mes. Como quiera que ya están bastante mermadas las filas del personal disponible para el próximo curso escolar, me he visto obligado a 
estudiar si todavía lograba atender y corresponder a la honrosa proposición de asumir la dirección de los estudios y la administración del 
Seminario de esa diócesis. 

En el mismo sentido me escribió S. E. el cardenal Luis Bilio. Tengo la satisfacción de poder comunicarle que estoy dispuesto a aceptar 
la proposición, previo el debido entendimiento en todo lo que pueda ser útil para ese venerando Seminario. 

Será. pues, necesario que V,. S. tenga la bondad de comunicarme los detalles que juzgue necesarios Y decir: 

1.° Cuál es el importe del activo y del pasivo del Seminario en su actual economía y 

1 Cartas a don Bosco del Rvdo. José Daghero (5 de mayo de 1877), de los delegados (17 de mayo) y del Cardenal (24 de mayo). 
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qué cantidad de dinero queda en limpio para disponer y atender al personal docente, dirigente y de servicio. 

2.° Si también se pueden recibir alumnos internos, que deseen entrar para seguir su curso, pero con la obligación de atenerse 
rigurosamente a la disciplina común. 

3.° Si también pueden asistir los de la ciudad, como simples alumnos externos o como mediopensionistas. 

4.° Si hay compromisos en vigor con el actual personal y si se puede contar con su labor o hay que atender a todo con personal nuevo. 

Cuando yo haya recibido estas y otras aclaraciones del caso, procuraré redactar un convenio, que deje intacta la autoridad de la 
comisión y conserve también nuestra antigua autonomía como Congregación eclesiástica. 

((697)) Será indispensable hablar de todo esto y, a tal fin, procuraré hacer un viaje a Roma muy en breve. 

Aprovecho la ocasión para agradecer a V. S. Ilma. la benevolencia con que se digna escribirme, y, asegurándole poner todo mi esmero 
para colaborar a su caridad y celo, tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 29 de mayo, 1877. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Las aclaraciones llegaron enseguida. No había ningún inconveniente para tomar alumnos internos, o, como decía el canónigo, «jóvenes 
extradiocesanos», que quisieran uniformarse a la disciplina general y vestir la sotana clerical; en cuanto a los externos de Magliano, se 
receló que su admisión pudiera lesionar los derechos del seminario: sin embargo, serían aceptados, simplemente para ir a clase, si lo 
pidieren al Eminentísimo Señor Obispo. 

En cuanto al personal, el primer año se conformarían con los profesores para el bachillerato y los maestros para el tercero y cuarto 
grado elemental: los cursos superiores serían atendidos por profesores del seminario y otros del lugar 1. 

Entonces el Beato, dejando de lado por el momento lo de colegio internado, compiló un plan de convenio, que envió al Cardenal 2. Su 
Eminencia lo comunicó a la comisión, la cual presentó el suyo, transformando, desde luego, con más puntos el precedente. Pero el 
cardenal Bilio., tomando como base el de don Bosco, hizo sobre él sus modificaciones; finalmente, después de varios toques y retoques, 
lo firmaron definitivamente, don Bosco el 21 de agosto y el Cardenal el 25. Se componía de ocho artículos. 

1 Carta del canónigo Tondinelli, Magliano, 8 de junio de 1877. 

2 Véase: Apéndice, doc, 49. 

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1.° Se confía la dirección de los estudios y la administración del Seminario a don Juan Bosco, Superior General de la Congregación 
Salesiana, con las siguientes cláusulas y condiciones: 

2.° Hecho el Balance de las rentas del Seminario y descontadas todas las cargas e impuestos, quedan alrededor de cuatro mil 
novecientas treinta y nueve liras, ((698)) las cuales se ceden al mencionado don Juan Bosco, a cuenta de las provisiones que se necesitan 
para los maestros del tercero y cuarto grado elemental, para los profesores del bachillerato, para un profesor de Filosofía y otro de 
Teología y para todo el personal directivo, de vigilancia y servicio. Y como quiera que la renta antes dicha aumentará con la liquidación 
de algunas deudas anuales, se declara que este aumento repercutirá en favor de la administración. En la fecha de la entrega se redactará un 
inventario por ambas partes. 

3.° Ante el caso de rescisión o cese del presente convenio, se deberán restituir las cosas al mismo estado y valor en que se entregaron, 
de manera que las mejoras y deterioros resulten en favor o perjuicio de dicho don Bosco, Superior General de la Congregación Salesiana. 

4.° Cuando haya que realizar trabajos extraordinarios de albañilería o reparaciones, el Eminentísimo Cardenal Bilio, obispo de Sabina, 
junto con los reverendísimos Delegados y el reverendísimo don Bosco, Superior General, estudiarán, de común acuerdo, la manera de 
proporcionar los medios necesarios para ello. 

5.° El Eminentísimo Cardenal, Obispo de Sabina ejercerá su plena autoridad en materia de enseñanza y en todo lo referente a disciplina, 
religión y moral de los alumnos, de acuerdo con las Constituciones Apostólicas Romanas. 

6.° Al comenzar cada curso escolar, el reverendo don Juan Bosco presentará a S. E. el Cardenal, Obispo de Sabina, la lista del personal 
directivo, de vigilancia y de servicio. 

7.° El programa de estudios, las condiciones y las normas para la admisión de los estudiantes se someterán siempre a la aprobación del 
Ordinario. 

8.° Este convenio empezará a regir a partir del próximo curso escolar 1877-78 y estará en vigor por cinco años; si una de las partes 
quisiera retirarse o rescindir este contrato, deberá avisar a la otra con cinco años de anticipación. 

La mezcla que se proponía de seminaristas, aspirantes y no aspirantes al sacerdocio, aunque «de acuerdo con las Constituciones del 
Seminario y según las costumbres observadas hasta entonces», no podía agradar a don Bosco. Por eso, cuando el Seminario estuvo en su 
mano, pensó en un colegio distinto para los muchachos no seminaristas, tomando en arriendo una parte del amplio edificio. Se redactó 
prontamente un escrito, aunque sólo pro forma, a fin de que, como dice una nota confidencial de don Miguel Rúa, nadie pudiera «meter la 
mano»: no había que pagar arriendo, como añadía la nota, y la casa quedaría siempre para uso de los Salesianos. Este asunto lo diligenció 
un tal ((699)) Albino Donato, de Saluggia, enviado para ello por don Bosco, que le encargó también hacer el inventario y preparar la 
residencia de los internos para el principio del curso ya en puertas. 

Este señor Donato era un padre de familia ejemplar, que quería mucho a don Bosco y se consideraba feliz ayudándole. El Beato tuvo 
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siempre algunos de esos cooperadores seglares, diligentes y de confianza, dispuestos a servirle, cuando se lo pidiese, en asuntos civiles. 
Hay que recordar, por ejemplo, además del que acabamos de citar, al señor Vicente Provera, al hermano de don Miguel Rúa, al padre de 
don Pedro Rota, al caballero Ribaldone, al conde Cays, antes de hacerse salesiano, y a muchos otros. El Siervo de Dios trataba a estos 
hombres con mucha confianza, les admitía a la intimidad de la vida salesiana, por lo que se consideraban muy honrados, y les invitaba 
también a hacer los ejercicios espirituales con los salesianos. 

Pasaremos por encima de las dificultades de costumbre presentadas por el Gobernador de Perusa y por el Delegado provincial de 
enseñanza. Don José Daghero sufrió sus molestias, pero supo arreglárselas. El seminario-colegio la Inmaculada Concepción, como se 
llamó, siguió tres años bajo la dirección del antiguo rector, don Francisco Rebaudi, aunque, en realidad, el gran propulsor de todo y de 
todos era el superior de los Salesianos, don José Daghero, doctor en letras. Este, para quitarse de encima el peligro de toda 
responsabilidad, para la que decía no sentirse apto, instaba a don Bosco y a don Celestino Durando para que le enviaran a dar clase en el 
colegio de Alassio. Pero, este hijo del Oratorio era un hombre muy virtuoso, instruido y hábil, para tener que estar mucho tiempo oculto: 
el curso 1881-82 fue nombrado director y ejerció cuerdamente este cargo hasta 1889. Durante estas negociaciones y durante todo el 
tiempo que vivió, el cardenal Bilio dio pruebas extraordinarias de benevolencia con don Bosco y con sus hijos 1. 

((700)) Chieri 

Tenemos que hablar de la obra inaugurada el 1878 en Chieri. Algunos sacerdotes de la ciudad, animados por el padre jesuita Luis 
Testa, sostenían un oratorio festivo, mientras esperaban que don Bosco enviase a alguien para dirigirlo. Don Mateo Sona, que era el 
factótum del mismo, escribía el 9 de noviembre de 1877 a dicho Padre: «En cuanto al Oratorio, o mejor Recreatorio de los muchachos, ya 
se han recibido buenas limosnas y promesas de bienhechores. Y se espera, además, con la ayuda del Sagrado Corazón de Jesús y de don 
Bosco, que para el año que viene la obra pueda alcanzar mayor importancia y fruto». Pero, al año siguiente, la obra sufrió una 
transformación: don 

Véase: Apéndice doc. 50 (A-E). 
596 

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Bosco abrió el oratorio femenino de Santa Teresa, en vez del de los muchachos. He aquí de qué manera 1. 

El señor Carlos Bertinetti, de Chieri, dejó a don Bosco heredero universal de sus bienes el año 1870. El Siervo de Dios había querido 
convertir una casa de su bienhechor en centro de educación; pero, ante las oposiciones de algunos y especialmente del canónigo Antonio 
Oddenino, párroco de la catedral, se deshizo de los terrenos y empezó a vender también los edificios. Esto produjo mucho disgusto en la 
ciudad y hubo personas bondadosas que rogaron a don Bosco no siguiera vendiendo. Entonces se quedó con el edificio principal, a la 
espera de una ocasión propicia para empezar una obra de utilidad pública. Y la ocasión llegó: el 1876 hubo dos señoras legatarias de 
Bertinetti, las cuales, después de aconsejarse con don Bosco, se determinaron, juntamente con otros señores de la ciudad, a reunir, por las 
tardes de los días festivos, a algunas muchachas en el patio de la casa que pertenecía al Beato, entretenerlas con honestas diversiones y 
enviarlas al catecismo a la parroquia. Era una especie de oratorio festivo femenino. 

((701)) Pero, al ver aquellas buenas señoras, con el andar del tiempo, que el fruto sería mucho mayor, si se hubiere podido hacer allí 
mismo la catequesis, interpusieron personas piadosas e influyentes para que el Párroco se lo autorizase. Este lo permitió; más aún, al 
atardecer de los días festivos, iba él en persona o enviaba a otro sacerdote para dar una platiquita a las muchachas, y no dejaba de 
recomendar que fuesen al Oratorio, especialmente a las mayores, a las que, como él decía, se dejaban arrastrar por el sonido del organillo; 
y todavía más, para estimularlas, añadía que ir al Oratorio era lo mismo que ir a la parroquia. Sin embargo, la santa obra se movía con 
dificultad. 

Don Bosco, que seguía sus altos y bajos, resolvió en 1878 enviar a vivir en aquella su casa a las Hijas de María Auxiliadora, por lo que 
presentó una instancia al Arzobispo. 

Excelencia Rvma.: 

El reverendo Juan Bosco, con el deseo de atender la necesidad moral de las pobres muchachas de la ciudad de Chieri, tiene preparado 
un edificio y una capilla, dedicada a Santa Teresa, en la que fue casa de los Bertinetti. 

Por tal motivo, suplica a V. E. autorice a las religiosas, llamadas Hijas de María Auxiliadora, para que puedan ir a habitar en aquel 
edificio a fin de atender a las muchachas, como ya se lo concedió a las que dan clase junto a la iglesia de Valdocco. 

En segundo lugar, delegar a una persona para que inspeccione la capilla señalada, y, 

1 Una carta del padre Testa a don Bosco declara un poco las muchas aventuras que pasó el Oratorio de Chieri, en sus principios 
(Apéndice, doc. 51) 
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si la encuentra convenientemente adornada y preparada, pueda bendecirla de acuerdo con las fórmulas prescritas por la Santa Iglesia. 

Tiene el honor de profesarse, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 19 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


El Arzobispo escribió al dorso de la solicitud: «Se recomienda pasar esta petición a papel de protocolo para insertarla convenientemente 
en las actas de la curia: y se responderá con el correspondiente decreto». 
El correspondiente decreto lleva fecha del 29 de junio 1. El Arzobispo, después de alabar el celo y la piedad de ((702)) don Bosco, le 
concede todas las facultades necesarias, pero a condición de que todo se haga a plena satisfacción del Superior Eclesiástico local. El 20 de 
julio este superior eclesiástico local, que era el canónigo Oddenino, bendijo, por mandato del Ordinario, la capilla de Santa Teresa, 
arreglada por don Bosco en la propia casa, y el 10 de agosto concedió el Ordinario la facultad de impartir allí la bendición con el 
Santísimo Sacramento «por un año», con tal de que se tuviese el consentimiento del párroco de Santa María de la Escala. Autorizaciones, 
limitaciones, consentimientos totalmente fuera de lugar, porque, como debía saber, la Santa Sede había concedido, con un Breve especial 
del 12 de septiembre de 1876, estas facultades para siempre en todas las iglesias y oratorios públicos pertenecientes a los Salesianos 2. 
Pero don Bosco dejó correr las cosas. 

Las Hijas de María Auxiliadora entraron en la casa el 28 de junio. Por orden de don Bosco, don Antonio Sala acompañado de sor Elisa 
Roncallo, del Capítulo Superior, había hecho los necesarios arreglos. Para la dirección espiritual, eligió el Beato a don Juan Bonetti, 
disponiendo que fuera allí los sábados por la tarde. El buen Padre quiso hacerlo todo en regla. Por eso entregó al enviado una inteligente 
carta de nombramiento. Era, además, una manera de afirmar la parte de jurisdicción que canónicamente le correspondía. 

1 Véase: Apéndice, doc. 52. 

2 Véase volumen XII, pág. 570. 
598 

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Al querido hijo en J. C. Rev. Juan Bonetti: 

Oratorio de San Francisco de Sales-Turín. 

Con el vivo deseo de propagar más fácilmente la gloria de Dios y la salvación de las almas, especialmente ante la necesidad de 
promover el bien moral y religioso de las doncellas en la ciudad de Chieri, expuestas hoy en día a graves peligros, nos hemos 
determinado a abrir en dicha ciudad un Oratorio festivo para bien de las mismas. Su finalidad es la de darles comodidad para que puedan 
cumplir sus deberes religiosos y mantenerse apartadas de los peligros que acechan su inexperta edad. 

Ahora bien, el sagrado ministerio que has ejercido durante más de quince años en los colegios de Mirabello y de Borgo San Martino en 
la diócesis de Casale, ((703)) nos mueve a confiarte la dirección y administración espiritual de ese oratorio público. 

Por lo tanto, te encargo, por la presente, que vayas a cumplir, de acuerdo con las reglas del culto, todas las funciones religiosas y todos 
los actos que puedan servir para gloria de Dios y bien de las almas. 

Te recomendamos te muestres en todo como un verdadero seguidor de san Francisco de Sales. Que Dios te bendiga y te ayude a 
cumplir santamente el encargo que se te confía. 

Turín, 24 de septiembre de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Las Hijas de María Auxiliadora trabajaban con ahínco; don Juan Bonetti hacía todo lo que podía; las muchachas acudían asiduamente 
en gran número. »Y el diablo no iba a meter allí sus cuernos? Parecióle al párroco que aquellas funciones religiosas en el oratorio 
constituían una infracción de las leyes sinodales, sobre todo porque se celebraban a la misma hora que las de la catedral. Las denunció el 
3 de diciembre a don Bosco como «contravenciones» y «abusos». El Siervo de Dios, que estaba entonces sufriendo mucho de los ojos, 
tardó en contestar, por lo que el párroco presentó sus quejas al Arzobispo, informando del nuevo paso al Beato. Este encargó a don Juan 
Bonetti que se justificase. Bonetti observó al párroco dos cosas: en Chieri se hacía lo mismo que en Turín, donde, sin que nunca hubiese 
tenido nada que decir la autoridad eclesiástica, coincidían las funciones dominicales de todos los oratorios con las de las respectivas 
parroquias; por otra parte, no se podía encontrar en Chieri una hora más conveniente para las jovencitas. 

Pero, entre tanto, en Turín, el Vicario General llamaba a don Miguel Rúa, y le comunicaba oficialmente las observaciones del párroco 
de Chieri. Tras esta audiencia, el primer ayudante de don Bosco envió por escrito al Arzobispo un detallado informe sobre cómo se 
empleaba el día festivo en el oratorio femenino de Chieri e hizo ver, en términos persuasivos, la imposibilidad de anticipar o posponer las 
funciones religiosas. El canónigo Sona, que barruntaba ocultos manejos 
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para obtener el cierre del Oratorio que él quería tanto, ((704)) recomendó vivamente a la caridad y prudencia de don Juan Bonetti y, «más 
aún, a la caridad, prudencia, magnanimidad y fortaleza de don Bosco», que no se arredrasen ni privaran a Chieri de tan gran beneficio, 
sólo por dichas contrariedades, tramadas por el demonio; daba, además, útiles informaciones a don Juan Bonetti y le exhortaba a que 
guardara todas las cartas que se habían escrito o se escribirían, por ambas partes, en aquella controversia, para las posibilidades futuras de 
cuestiones jurídicas. íUn profeta no lo hubiera acertado tanto! 

El 21 de diciembre sostuvo don Juan Bonetti una audiencia con el Arzobispo, entendióse con don Bosco y propuso al canónigo Lione, 
vicario foráneo de Chieri, un acuerdo, después de darle a conocer las facultades pontificias, a las que no se podía renunciar 1. El acuerdo 
era que, si las funciones religiosas se hacían en el Oratorio a la misma hora de las instrucciones parroquiales, se excluyera a las 
muchachas mayores y a las más pequeñas se las dejara en libertad de asistir a donde ellas quisieran. El plan fue rechazado por el vicario; 
y después, el vicario y el párroco ordenaron que fueran echadas del Oratorio todas las muchachas con más de trece años. 

Pero »no eran precisamente las mayores las más necesitadas de recibir una instrucción conveniente y estar apartadas de los peligros 
durante los días festivos? Los dos canónigos respondieron a tan obvias observaciones de don Juan Bonetti: 

-Si estas jóvenes se portan mal, no tiene usted ninguna responsabilidad. 

Con semejante lógica, no era posible entenderse. Lo que sucedió se verá a su tiempo. Aquí los lectores deben saber dos cosas: que el 
canónigo Oddenino, experimentado sacerdote y de conducta ejemplar, estaba intoxicado de ideas jansenistas, que le habían imbuido 
durante su formación eclesiástica, y que le instigaba a persistir en la lucha el teólogo Tamagnone, párroco de san Jorge de Chieri, ((705)) 
el cual como afirma el reverendo Notario que le conoció, era un escrupuloso muy conocido en la curia. 

Al empezar el curso escolar 1878-79, la casa de Chieri, lo mismo que la de Nizza Monferrato, abrió las puertas a un grupo de colegialas 
internas. Se publicó el prospecto con el aviso de que las peticiones se podían dirigir a la directora del colegio y a don Bosco 2. Así 
respondía él al hostigamiento, dando a la obra mayor eficiencia. 

1 Véase: Apéndice, doc. 53, A, B, C, D, E. 

2 Bolletino Salesiano, septiembre de 1878. 
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((706)) 

CAPITULO XXII 

ALGUNAS INDUSTRIAS DEL SIERVO DE DIOS, EN BUSCA DE RECURSOS ECONOMICOS 

SI don Bosco hubiese tenido que regular su actividad, de acuerdo con las posibilidades de su caja, no habría hecho la décima parte de lo 
que hizo. Durante el año 1878, a más de los gastos extraordinarios impuestos por las obras recientemente emprendidas, necesitó buscar 
mucho dinero para arreglar obras ya existentes. Eso le sucedió con Valsálice. En diciembre de 1878 trató el Beato con su Capítulo cómo 
dar estabilidad a la precaria condición de aquel colegio. Anualmente había de desembolsar cinco mil quinientas liras de arriendo. Los 
Hermanos de las Escuelas Cristianas, que eran sus dueños, habían pedido doscientas treinta mil liras para la venta; se contentaban, 
después, con doscientas mil; y bajaron, por fin, a ciento ochenta mil. Don Bosco pidió a unos peritos que lo valoraran, y ofreció ciento 
treinta mil liras. Tras largos tratos, los Hermanos aceptaron esta cantidad. El Capítulo aprobó el contrato, que se cerró el año 1879. 

Surgieron, como ahora se verá, otras necesidades por diversas partes, y la beneficencia ordinaria era absorbida, casi del todo, por las 
exigencias de la vida cotidiana; pero don Bosco confiaba en la Providencia, y ésta no permitió nunca que el Siervo de Dios quedara mal 
parado. Mas esto no le dispensaba de aguzar el ingenio para poder ((707)) pagar a sus acreedores. Se ingeniaba para multiplicar el número 
de sus cooperadores, y de este modo aumentaban los que le comprendían y echaban mano a la cartera. Estaban, además, sus peticiones de 
ayuda. Antes de partir para Roma, en marzo de 1878, dirigió a León XIII cuatro súplicas en una. 

Beatísimo Padre: 

El que suscribe, Juan Bosco, sacerdote, postrado a los pies de V. S. humildemente expone que, con la ayuda material y moral de Pío IX, 
de feliz memoria, la Congregación Salesiana pudo, entre otras obras, comenzar las siguientes: 

1.° Las misiones de América del Sur, en Uruguay y Argentina, donde ya hay casi cien salesianos, que trabajan en favor de los adultos, y 
especialmente en la educación cristiana de la juventud. 
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2.° La iglesia e internado de San Juan Evangelista en Turín, muy cerca del templo, escuelas y asilo de los protestantes. Los trabajos 
están ya bastante adelantados y los muros se levantan a varios metros sobre el nivel del suelo. 

3.° En Vallecrosia, junto a Ventimiglia, se formó en pocos años una población, en la que los protestantes fundaron iglesia, escuelas, 
colegios, y se convirtieron casi en dueños absolutos de la educación de la juventud y de la instrucción de los adultos. 

A fin de poner un dique al error, que cada día se extendía más, se alquiló, con el aliento y la ayuda material del Padre Santo, un local, 
donde se iniciaron unas escuelas para niños; en otro, escuelas para niñas; y abrióse, después, provisionalmente una iglesia para los 
adultos. 

Cuatro salesianos y tres hijas de María Auxiliadora trabajan allí, y, gracias a Dios, sus esfuerzos produjeron su fruto, de modo que los 
protestantes se vieron obligados a cerrar las escuelas y conferencias, por falta absoluta de alumnos y oyentes. Ahora se ha comprado un 
terreno, donde levantar los edificios convenientes para atender, de forma estable y decente, el culto católico. 

4.° En La Spezia, ciudad invadida por la masonería y la herejía, aumentó en poco tiempo la población, al extremo de que pasó de cinco 
a veinticinco mil almas, y, además, como se dedicaron a usos profanos algunas iglesias y conventos, siguióse la dolorosa falta de clero, de 
iglesias católicas, por lo que aquel campo evangélico quedóse casi totalmente en manos del enemigo de la fe. Habiéndose enterado el 
Sumo Pontífice, invitó a los Salesianos a fundar allí un centro para atender a la juventud. En el mes de noviembre, se alquiló un edificio 
que sirve, en parte, de iglesia y, en parte, de escuelas para los muchachos ((708)) y de vivienda para cuatro Salesianos. El Santo Pontífice 
entregaba donativos en las más graves necesidades, cuando se acudía a él, para las misiones extranjeras, para Ventimiglia, para el colegio 
e iglesia de San Juan Evangelista en Turín. Para La Spezia había él mismo fijado quinientas liras mensuales. 

Estas obras destinadas a sostener a los fieles en la fe, no cuentan con gún medio económico, por lo cual, corren mucho riesgo de decaer 
y no alcanzar su finalidad. Humildemente las recomiendo a la caridad de V. S., que es padre universal y apoyo de los católicos que están 
en peligro. 

Señalada así la situación de las cosas, me postro a los pies de V. S. y pido la apostólica bendición para estos nuevos institutos y los que 
los dirigen. 

Humilde s. s. e hijo
JUAN BOSCO, Pbro.


De América diremos algo más adelante; de San Juan y de La Spezia hemos hablado. Ya había expuesto las necesidades y dificultades 
de Vallecrosia en una relación del mes de octubre de 1877 a Pío IX. 

...Pero la ciudad de Ventimiglia necesita todavía más, que la de La Spezia, la protección de V. S. A poca distancia de esta ciudad, en 
una amena llanura llamada Vallecrosia, se levantaron en pocos años casas y centros industriales y fabriles, de modo que, ahora, hay allí 
una gran población. Los protestantes fueron los primeros en establecerse en aquel centro: abrieron escuelas, levantaron un templo, 
instalaron un internado, todo en muy poco tiempo. A fin de levantar, al menos, un muro contra la impiedad, el humildé exponente, de 
acuerdo con monseñor Biale, de feliz memoria, 

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tomó un local en arriendo; instaláronse en él tres Hijas de María Auxiliadora para atender a las niñas pobres y tres maestros para los 
muchachos, a la par que un sacerdote se dedicó a celebrar las funciones sagradas en una parte del edificio, convertida en inglesia. Dios 
bendijo estos pequeños esfuerzos y, en pocas semanas, se pudieron reunir todos los católicos, y los herejes tuvieron que limitar su acción 
a unos desgraciados jovencitos llegados de pueblos lejanos. 

Las cosas marchaban muy bien, cuando el venerando monseñor Biale fue llamado por Dios a la vida eterna, y, con su muerte, 
quedáronse aquellas obras sin su más valioso apoyo. Porque él pagaba el alquiler de todos los locales y entregaba una cantidad mensual 
para maestros y maestras. En la actualidad, monseñor Reggio ha manifestado que él no puede aportar tales ayudas, y como esta obra está 
totalmente dedicada al bien de la Iglesia y a ser un muro, frente a la devastadora herejía, nos atrevemos a suplicar humildemente a V. S. 
que tome estos centros bajo su paternal protección, y les preste la ayuda material que desde su alta clemencia creyere oportuno. 

((709)) Pedía socorro, sí, pero, a la par, trabajaba. En Vallecrosia se disponía por entonces a construir iglesia y escuelas para realizar un 
apostolado más amplio y eficaz. En 1877 compró los terrenos necesarios e inmediatamente comenzaron las obras. 

Grandes deudas pesaban sobre el Hospicio de Sampierdarena, por las recientes construcciones y el montaje de la escuela tipográfica, 
realizado en septiembre de 1877. Para encontrar dinero recurrió a la beneficencia pública con una rifa. 

«El recurrir a la beneficencia pública con rifas, escribía en la circular con que la anunciaba, es un medio ya tan corriente, que no nos 
hubiéramos agarrado a él, si no nos viéramos, en cierto modo, obligados por la necesidad, que no sabemos cómo resolver de otro modo. 
Por consiguiente, cuando señalamos estas necesidades creemos poner de manifiesto el motivo de esta rifa. Nos parece, además, el medio 
más oportuno, como el que tiende la mano para la limosna grande y pequeña de cualquier medida, y nos abre el camino para acudir con 
confianza lo mismo a nuestros beneméritos conciudadanos, que a las personas acomodadas, que viven en otras ciudades o pueblos de la 
provincia.» 

Así hablaba en nombre de la Comisión por él formada, y presidida por el marqués Cattaneo y el marqués Marcelo Durazzo; él estaba 
representado en ella por el Director del hospicio, don Pablo Albera. 

Los premios entregados llegaron al bonito número de mil ciento setenta y dos. Hizo imprimir la lista de los mismos en un folleto 1: 
ocupaba el primer lugar una imagencita de la Inmaculada Concepción, 

1 Rifa de regalos diversos, Sampierdarena, Tip. Sal., 1878. 
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esculpida en piedra del Vesubio, y enviada por Pío IX. El Gobernador de Génova había dado la aprobación legal el mes de julio de 1877, 
concediendo también el visto bueno al reglamento, redactado por don Bosco en nueve artículos, que decía: 

1.° Se recibirá con el máximo agradecimiento cualquier objeto artístico o fabril, bordados, tejidos, pinturas, fotografías, libros, telas, 
como también trabajos en oro, plata, bronce, cristal, porcelana, etc. 

((710)) 2.° En el momento de entregar los objetos, se apuntará, en un catálogo, la calidad del donativo y el nombre del donante, salvo 
que éste quiera guardar el anonimato. 

3.° Los miembros de la Comisión y los promotores y promotoras de la rifa se encargan de recibir los donativos ofrecidos; se les ruega 
los hagan llegar al lugar donde han de exponerse públicamente en el Hospicio de San Vicente de Paúl, en Sampierdarena. 

4.° El número de boletos será proporcionado al valor de los objetos ofrecidos. 

5.° Se fija el precio de cada boleto en una lira. Quien adquiera diez, esto es, un boleto rojo, además de la posible suerte de sus diez 
números, tendrá asegurado otro premio, que una persona piadosa ofrece, además de los ya descritos en el catálogo para la exposición 
pública. 

6.° Los boletos se desprenderán de una matriz, debidamente firmados por un miembro de la Comisión y con el sello del Gobierno Civil. 

7.° El sorteo se realizará en el lugar v de la manera que la Autoridad señale. Se extraerán tantos números como premios a otorgar hay; 
el primer número, que se saque del bombo, obtendrá el premio señalado con el número uno; el segundo obtendrá el señalado con el 
número dos, y así sucesivamente. 

8.° Los números premiados serán publicados por los periódicos, doce días después del sorteo; entonces se empezará la distribución de 
los premios. Los premios que no se hayan retirado dos meses después del sorteo, se entiende que han sido donados caritativamente al 
mismo Hospicio. 

9.° La sala de la exposición está abierta todos los días, desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde. 

El Beato se preocupó también personalmente de la difusión de los boletos. Enviaba cierto número a los cooperadores conocidos para 
repartirlos, acompañándolos con estas palabras: «Los pobres muchachos internados en el Hospicio de San Vicente recomiendan el 
despacho de ... boletos a la caridad de V. S., asegurándole sus oraciones diarias.» La circular, con la que notificaba la fecha del sorteo, era 
un nuevo estímulo para la caridad. 

Benemérito Señor: 

Con nuestra gran satisfacción podemos finalmente participar a V. S. que la rifa, recomendada a su caridad, toca a su término. Se 
despachó la mayor parte de boletos y esperamos sean colocados también los que aún quedan. 

((711)) Queriendo ahora satisfacer a la común espera, se ha fijado la fecha para el 

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sorteo de los números, que será el día 2 del corriente mes de mayo, de acuerdo con las normas prescritas por el Gobierno Civil de 
Génova, como se avisa en el Reglamento. Después, le será enviada la nota con los números premiados. 

A pesar del éxito de la piadosa empresa, las necesidades de este Hospicio, siguen siendo bastante graves. Por consiguiente, nos 
encomendamos encarecidamente a V. S. para que siga protegiéndonos con su caridad. 

Si, por tanto, V. S. u otras caritativas personas de su conocimiento pueden ayudarnos a la venta de más boletos lo consideraremos como 
un nuevo favor; y le rogamos, al mismo tiempo, que nos devuelva los no colocados, salvo que desee quedárselos V. S. El importe de cada 
boleto es una lira, y de diez los que, además de los diez números, tienen un premio asegurado. El despacho de billetes seguirá hasta la 
publicación de los números premiados; a los que desearen el catálogo de los donativos de la rifa se les enviará. 

Nuestro agradecimiento y el de nuestros muchachos ciertamente será muy grande, y el nombre de V. S. quedará anotado en el número 
de los bienhechores, por quienes todos los días, mañana y tarde, se harán oraciones privadas y comunitarias. 

Que el Señor le conceda vida feliz y sus abundantes bendiciones. 

En nombre de la Comisión nos cabe el alto honor de profesarnos, 

DeV. S. 

Attos. ss. ss.
JUAN BOSCO, Pbro.
PABLO ALBERA, Pbro.


El éxito fue muy grande. El dinero que se obtuvó sirvió para dotar a la iglesia de coro y órgano, fabricado, este último, por los 
hermanos Lingiardi de Pavía. 

El año 1878 no debía terminar, sin que don Bosco hiciera otra rifa en favor del Oratorio, y a la que nosotros nos hemos referido en el 
capítulo XIX. Tampoco le habían faltado al Oratorio gastos extraordinarios. Durante el mes de mayo, por ejemplo, don Bosco había 
adquirido en Alemania tres máquinas tipográficas del último modelo. Con el fruto de la misma rifa, él esperaba obtener alguna ayuda para 
las obras de la iglesia de San Juan Evangelista. 

Pero no se trataba de una gran rifa. La parte más ((712)) llamativa de los premios consistía en pinturas, firmadas por su autor, y en 
objetos antiguos, procedentes de la herencia del barón Bianco. Pidió permiso al Gobernador Civil de Turín el 28 de noviembre, uniendo a 
la petición un proyecto de reglamento, como exigía la ley. La autorización llegó el 2 de diciembre 1. Luego las cosas se prorrogaron, 
porque, dada la poca importancia de la misma, se había prescindido de Comisión, exposición y todo otro preparativo. El sorteo no se hizo 
hasta el, 30 de 

1 Véase Apénd., Doc. 54, A, B, C. 

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agosto de 1879. Había quinientos un premios. Volveremos a hablar de ello en el próximo volumen. 

Tenemos una interesante conversación de don Bosco, que se refiere a esta rifa. El 2 de diciembre había comunicado al Capítulo dos 
documentos: la carta del cardenal Nina, agradeciendo, en nombre del Padre Santo, el regalo del libro La más bella flor del colegio 
apostólico, y la carta del Gobernador autorizando la rifa. Decía el Gobernador, al acabar, que recibiría cualquier día y a cualquier hora 
una visita de don Bosco y que él iría con gusto a visitar el Oratorio. Don Bosco empezó a decir: 

-Con estas respuestas, he alcanzado mi intento. Yo había enviado el libro al Padre Santo, para que viese el celo con que nosotros 
trabajamos y la adhesión que tenemos a la Cátedra de Pedro, y los esfuerzos que hacemos para infundir en los demás respeto y amor al 
Vicario de Jesucristo, y esto se obtuvo. En cuanto al Gobierno Civil de Turín, había que buscar dos cosas. La primera se refería a la rifa. 
Yo temía con fundamento que no se nos autorizara a hacerla, porque no es la nuestra una obra pía, sino una propiedad privada de don 
Bosco; por eso hice un juego. Al pedir permiso para la rifa, dije que, otras veces me había sido concedido, y que, más aún, se me había 
otorgado franquicia postal y dispensa de tasas. Ya sabía yo de antemano que estos dos últimos favores me serían negados; pero, esperaba 
que al poner ante ((713)) sus ojos la amplia generosidad que antaño me habían concedido las autoridades, esta vez nos sería dado, al 
menos, el permiso para la rifa. Y se ha obtenido. El segundo motivo, por el que yo he hecho esta petición, era para explorar el ánimo de 
nuestro Gobernador respecto a nosotros, y ver si quería mantener el ademán hostil de sus predecesores; porque, con motivo de las 
enfermedades habidas en casa, por ejemplo, cuando lo de la conjuntivitis y lo de las comisiones sanitarias y gubernativas, se habló mucho 
y se dijo de todo. Pero veo que ahora el Gobernador nos es propicio, al indicar que me recibiría en cualquier momento. Le había invitado 
a que se dignara hacernos una visita, y responde afirmativamente. Esto también vendrá muy bien. Si viene en plan amigable, es de esperar 
que todo lo nuestro irá bien este año, por lo que a él toca. También hemos obtenido con esto nuestro intento. Ya veis que siempre hay 
motivos para dar gracias a la divina Providencia. 
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((714)) 

CAPITULO XXIII 

LAS DOS CONGREGACIONES EN FRANCIA 

EN el año 1878 vio don Bosco que su obra se asentaba en tierras francesas como en terreno genuino y fiel; se ampliaba en Niza, se 
establecía en Marsella, era reclamada en París, se propagaba por los campos de la Crau d'Hyères 1, por todas partes se la contemplaba con 
creciente interés y simpatía. Es inegable que en Francia, el aprecio y la veneración a don Bosco, no cesaron de abrirse camino desde un 
principio, que se reforzaron después cada vez más en las gentes y perduraron también muchos años después de su muerte, como 
acabamos de ver en su reciente beatificación. Añadiremos por otro lado que el Siervo de Dios profesó siempre reconocida admiración por 
la Francia católica. En sus conversaciones familiares hablaba con gusto de las cosas francesas; incluso parecía que éste era uno de los 
temas que más le agradaban. 

Niza 

En Niza había caído la simiente en buena tierra: el Patronato de San Pedro había adquirido en tres años de vida un gran desarrollo. 
Primero fue el paso desde la estrecha hilandería ((715)) a la espaciosa y amena finca Gautier; siguió, después, la ampliación de los locales 
y el desarrollo de las escuelas, de los talleres y del oratorio, y, por fin, la llegada de las Hijas de María Auxiliadora. 

Tres solamente fueron las primeras que llegaron allí desde Mornese, en septiembre de 1877: una, la directora, ya era madura en años y 
en prudencia, aunque de reciente profesión, y las otras dos hermanitas acababan de tomar el hábito. Madre Mazzarello fue a visitarlas tres 
meses después: como sabía la pobreza de su casita, dejó a la compañera de viaje en Alassio y llegó totalmente sola. Se cuenta que allí 
intimó autoritativamente a sus hijas para que le dejaran durante la noche 

1 La Navarre, que se encuentra en esta localidad, no es mas que una denominación topográfica, que designa una propiedad privada. 
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dormir a su manera: durmió sentada en una silla y apoyando la cabeza en una mesita. 

-Vosotras tenéis que trabajar mañana durante todo el día; yo, en cambio, no tengo nada que hacer. 

Se marchó muy satisfecha, porque vio en sus hijas el más perfecto espíritu de Mornese y oyó decir al Director que, no sólo estaban 
contentos de ellas, sino que se les preparaba una estancia mejor, con el deseo de poder tener otras. Con el tiempo, el Patronato de Santa 
Anastasia, dirigido por ellas, se convirtió en centro de acción benéfica en favor de la juventud femenina de Niza. 

Hay cinco cartas del Beato a don José Ronchail que nos darán a conocer un poco su constante preocupación por la casa de Niza y varias 
otras cositas de sus hijos en aquella ciudad. 

La primera carta la escribió don Bosco el día de su supuesto aniversario, que, como aquí aparece, después de la sencillísima 
conmemoración de 1875, se siguió celebrando con alguna solemnidad en los años siguientes; era también el día siguiente a la fiesta de la 
colocación de la piedra angular en la iglesia de San Juan Evangelista. »l alude a dos monjas terciarias franciscanas de Tolón; de Tolón 
dependía Saint-Cyr, donde existía un orfanato que se quería entregar a don Bosco, llevado entonces por unas terciarias de San Francisco, 
bajo la dirección del abate Vincent. En la carta encontramos una máxima moral de gran importancia y en la posdata una palabrita al oído 
del Director. 

((716)) Mi querido Ronchail: 

Acepto con gusto a las dos religiosas terciarias de san Francisco de Tolón, pero necesitaría que pudieran venir por algún tiempo a 
Mornese. Podrían venir cuando quisieran. En cuanto a los medios materiales, tú mismo; acepta lo que pueden llevar consigo. 

Ayer se bendijo la piedra angular de la iglesia de San Juan Evangelista. Fue una fiesta ruidosa, como ya lo verás por la relación del 
próximo Boletín. 

Haré estudiar el caso de las Ursulinas, pues, dado que ya no existen como ente legal, no comprendo cómo puedan hacerse valer sus 
razones. Cuando esté estudiado, ya responderé. 

Creo hayas recibido una carta para don Juan Bta. Perret y sobre tu modo de obrar. Cuando empieza la gangrena, resulta muy difícil la 
curación. 

Toda la casa está en movimiento con motivo del cumpleaños y la distribución de premios a los aprendices esta tarde, a las seis. 

Un afectuoso saludo para ti y para todos nuestros queridos jóvenes. Rogad por mí, que siempre seré en J. C. vuestro. 

15 de agosto de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, pbro.


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P. D. No olvides nunca que eres el padre de todos y que debes obrar de modo que los lleves todos a Jesús. 
El abate Antonio Cauvin, a quien se nombra el principio de la segunda carta, y que había sido párroco en Nueva York, disponía de una 
discreta fortuna, con la que pudo ayudar generosamente a don Bosco. En 1875 le había prestado cincuenta mil francos para la primera 
expedición de misioneros, cantidad que luego le condonó por completo 1. Murió en Niza el año 1902. En cuanto ((717)) a la autorización 
legal, de la que aquí se habla, don Bosco ya la había pedido al Gobernador de Niza, en el mes de junio 2; se ve que la petición necesitaba 
valiosos protectores para ser atendida. íEran tiempos difíciles aquéllos para los religiosos en Francia! 

Mi querido Ronchail: 

1.º Te envío la carta para el abate Cauvin, que leerás para tu conocimiento: la metes, después, en el sobre y la envías, diciéndole que la 
casa de Niza y todas las demás rogarán por él. 

2.º Estudia la manera de hallar alguno que hable por ti al Gobernador, y le haga observar que nosotros somos ajenos a la política y que 
nos dedicamos a recoger a muchachos a punto de crear problemas a las autoridades públicas y que, en general, están ya casi a las puertas 
de la cárcel. Tenemos muchos chicos franceses recogidos en nuestras casa de Italia y, para disminuir su venida, abrimos casas en Francia. 
Quizás pueda ayudarnos el diputado. Advierte también que en todas las naciones hay una casa central, que nosotros llamamos 
Inspectoría, etc. 

3.º Tenme al corriente de todo, saluda al señor Barón y demás amigos, a todos 

1 Don Bosco le agradece un donativo con esta carta de octubre: 

Benemérito D. Antonio: 

A su tiempo recibí su atenta carta, que le agradezco de corazón. Sin ninguna dificultad he percibido la cantidad requerida de los 
hermanos Banqueros Nigra, cuyo recibo le adjunto. Si hubiera algo que modificar, no tiene más que indicármelo. Siga dispensándonos su 
protección y caridad, que yo pongo de buen grado la intención de que todas las almas salvadas por los Salesianos en Europa o en 
América, sean de un modo muy particular según su pía intención y en favor de su alma. 

Que Dios le bendiga y le guarde; ruegue también por mí, que con profunda gratitud seré siempre en J. C. 

Turín, 15 de octubre de 1878. 

Seguro servidor
JUAN BOSCO, pbro.


2 Lo sabemos por esta declaración del alcalde de Niza. «El alcalde de la ciudad de Niza declara que el expediente, que se refiere a la 
petición presentada por el Superior General de la Congregación de S. Francisco de Sales, para obtener el reconocimiento legal de la casa 
de esta institución, fundada en Niza, ha sido dirigida al Gobernador el día 10 de junio de 1878. Niza, 3 de noviembre de 1880. Por el 
Alcalde, firmado: El adjunto, BERMOND.» Los Salesianos de don Bosco en el Senado. pág. 7. Niza, impr. de la Soc. industrial (1902). 

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nuestros queridos muchachos y especialmente al abate David Siro. »Qué hace? Dile que me escriba una carta bonita. 

Don Miguel Rúa te escribirá sobre lo demás. 

Dios nos bendiga a todos y conserve cien años al señor Audoli. 

Rogad por mí, que soy en J. C. 

Turín, 15 de octubre de 1878. 

Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, pbro 

En la tercera carta se aprecia su gran agradecimiento a un cooperador enfermo. Le envía una reliquia de Pío IX. Eran muy buscadas las 
reliquias del santo Pontífice. Don Pablo Taroni le había escrito desde Faenza el primero de octubre de aquel mismo año: «Imagino que 
usted puede tener alguna reliquia de Pío IX para darme. íSerá un recuerdo de Pío IX que me da don Bosco dos sacerdotes a los que yo 
tanto quiero! íQué suerte! íQué ((718)) gracia!...» L'Unità Cattolica y el Boletín Salesiano relataron hechos prodigiosos atribuidos a su 
intercesión 1; en el número del 24 de julio publicó dicho periódico una carta del cardenal Luis de Canossa, obispo de Verona, en la que 
narraba la curación instantánea de un muchacho que padecía de epilepsia violentísima 2, enfermedad que afectó a Pío IX en su juventud y 
le libró de ella la Santísima Virgen Inmaculada, ya que tal enfermedad habría constituido un impedimento para recibir las órdenes 
sagradas. 

Mi querido Ronchail: 

Con verdadera pena he recibido la noticia de que nuestro amigo el señor Delpiano ha empeorado en su antigua enfermedad. Le envió 
cordialmente mi pobre bendición, al tiempo que he encargado se hagan por él oraciones especiales, mañana y tarde, en el altar de María 
Auxiliadora. Te adjunto, además, un reliquia de Pío IX para que se la lleves y le animes a confiar en la protección de este santo Pontífice. 
Anímale y asegura también a su esposa nuestras oraciones comunitarias. 

Por ahora no puedo ir personalmente a visitarle, porque estoy muy ocupado con la partida de nuestros misioneros. Pero, apenas haya 
terminado los preparativos más urgentes, iré corriendo a visitarle, porque lo deseo mucho. 

Di a mi amigo David Siro, que me gustó mucho su carta y que le responderé apenas tenga un momento libre. 

1 L'Unità Cattolica, 9 de abril, 25 de mayo, 21 de agosto y 2 de octubre de 1878; Bollettino Salesiano, mayo (del »cho de Fourvière), 
junio y septiembre de 1878, noviembre de 1880. 

2 El hecho sucedió en Rovolone, provincia de Verona. En agosto puso en duda la verdad del hecho el alcalde, escribiendo al periódico 
Arena una carta imprudente. Verone fedele respondió el 22 de agosto con una Declaración, debidamente firmada, y con la descripción 
detallada del prodigio. Véase también L'Unità Cattolica, 25 de agosto de 1878. 

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Saluda a todos nuestros queridos hermanos e hijos míos, especialmente a mi amigacho el señor Audoli. 

Dios nos bendiga a todos. Créeme en N. S. J. C. 

Turín, 1 de noviembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, pbro.


El «medio ejército de don José Ronchail» que aparece en la cuarta carta es el grupo de hermanos que envía para Niza, Marsella y la 
Navarre. Enrique y Juan era dos Ronchail más, ((719)) hermano el uno y primo el otro del Director. Este fungía de inspector en Francia, o 
mejor, era el representante de confianza del Beato. Las casas de Francia formaban parte de la inspectoría de Liguria, que dirigía don 
Francisco Cerruti. La «paz» a dar a Francia es otra broma para indicar la tranquilidad que concedía a las nuevas casas francesas 
enviándolas personal, que tanto escaseaba allí. 

Mi querido Ronchail: 

Entre los que están contigo y los que van, ya puedes formar el «medio ejército de don José Ronchail». Los veremos en el campo de 
batalla. Para dar un poco de paz a Francia conviene que envíes a Enrique con don Pedro Perrot y a Juan con don José Bologna, o 
viceversa. Con tal de que ello sea posible. 

Recibirás el cuadro de León XIII, si llega entero. 

»Hay ordenaciones para Navidad? Yo estaré en Niza en los primeros días de enero próximo. »Sería el caso de pensar en un sermón de 
Charité, o algo parecido para aquella época? 

Don Miguel Rúa salió con el conde Cays hacia París y no me ha dejado un céntimo. »Puedes enviarme algo tú? 

Da un cariñoso y cordial saludo a nuestros queridos hijos, sin olvidar a nuestros bienhechores. Que Dios os bendiga a todos y rogad por 
mí, que siempre seré en J. C. vuestro. 

Turín, 8 de noviembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, pbro.


P. D. Estoy un poco enfadado con el señor Audoli, porque no me dice nada. Por consiguiente, que me mande una larga carta o diez mil 
francos. 
La parte más importante de la última carta es aquélla en la que el Beato instruye al Director sobre cómo ha de hacer para recibir la 
profesión religiosa de dos clérigos, en su nombre, y hasta le traza el guión del discursito final, sin olvidar el ejemplo, oportunísimo por 
ser de casa y reciente. Con lo de dar publicidad a la ceremonia entendía el 

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Siervo de Dios hacer ver que la Congregación tenía miembros franceses auténticos (uno de los dos procedía de Luþon) y que él no 
pretendía italianizarlo todo o hacerlo todo en Italia. «Necesito sacerdotes y clérigos franceses, había escrito a don José ((720)) Ronchail 1. 
Hazme un número inmenso de ellos.» El difunto señor Delpiano, al morir, había nombrado heredero universal a don Bosco; pero, como 
dejó a la viuda el usufructo con la facultad de mermar el capital, si fuere necesario, casi no quedó nada, porque la señora lo empleó todo 
en favor de su propia familia. Es digna de mención la señora Visconti, a quien don Bosco llamaba la Mamá de la casa. 

Mi querido Ronchail: 

1.° Que Dios reciba en el cielo el alma del llorado Delpiano. Era un buen cristiano, lleno de fe viva. Hemos rezado por él y seguiremos 
haciéndolo. Haced vosotros otro tanto. Saluda a su señora esposa y dile que la encomiendo todos los días en la santa misa. Invítala a 
pasar algunos días con nuestras hermanas en el Patronato; tal vez le guste. 

2.º Siento mucho el quebrantamiento de tu salud. Haz lo que puedas y nada más; por tanto, cuídate y no ahorres nada de los que creas 
necesario. 

3.º Prepara la profesión de los votos de Macheau y Pirro. A su tiempo recibirás la delegación oportuna para ello. Haced la función de 
una forma familiar; pero podéis invitar a las personas de confianza: al barón Héraud, a la Baronesa, al abate Giovan 2, a la señorita 
Amburg, a la señora S. Michel, al conde y la condesa Pierlas, a la señora Visconti y otros como éstos 3. 

4.º Canten los muchachos el Ave Verum, el Sit nomen Domini Benedictum de don Juan Cagliero o algo semejante; después, entonarás 
el Veni Creator, etc., y lo que sigue. Finalmente harás una plática, tratando de la satisfacción que Dios proporciona a quienes se entregan 
a él, en la vida y en la muerte. Bonito ejemplo el de tu primo don J. Bta., cuyas últimas palabras fueron: «Bendigo a Dios que me llamó 
para ser Salesiano y le doy gracias porque me concede morir en manos de don Bosco.» Yo te digo esto, pero tú haz como quieras y 
entiendas que es mejor. 

5.º A fines de octubre, he escrito pidiendo dispensa de edad para Bianchi y Giordano. 

1 Carta sin fecha, pero escrita ciertamente desde Roma, entre febrero y marzo de 1878. 

2 Organista de la catedral, muy amigo de don Bosco y de don José Ronchail; fue a Turín para la fiesta de María Auxiliadora en 1878. 

3 Sabemos de estas bienhechoras: que la señorita Amburg tenía dos hermanos, uno de ellos sacerdote y que todos fueron muy 
generosos con don Bosco. La condesa de St. Michel era de Borgoña, pero residía en Niza, de octubre a mayo. La señora Visconti, hija de 
los Labat de Burdeos, se había casado en Niza con un oficial del ejército sardo. Vivió en el Piamonte hasta que su marido, ya coronel, se 
retiró, y se estableció después con él en Niza. Nos escribe de ella don Luis Cartier: «Fue una de las primeras damas que se ocuparon de la 
obra de don Bosco en Niza. 
Don Bosco la nombró Mamá de la casa. Ella se consideró, después, como la verdadera mamá de nuestros chicos, ya que no tuvo hijos. Se 
entregó a nuestra obra hasta el fin de sus días. Murió en enero o febrero de 1891, a los noventa o noventa y un años.» Agradecemos al 
mismo P. Cartier otras noticias de las personas mencionadas en la carta. 
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Los dos pueden ordenarse para Navidad. Es más, si Bianchi estuviese preparado, le obtendría el extra tempus en cualquier momento. Tú 
verás qué conviene hacer. 

6.º Felicitarás cordialmente al señor Audoli y saludarás a toda la familia de mi parte. 

Necesito saber la edad exacta de don David Pirro, porque deseo sea sacerdote cuanto antes. 

Hazlo saber a don Juan Giodarno 1 : a su tiempo le escribirás una carta. 

Dios nos bendiga a todos y nos conserve en su santa gracia. Amén. 

Turín, 14 de noviembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, pbro.


Cannes 

Don José Ronchail hizo en 1877 los trámites para una fundación en Cannes, la linda ciudad mediterránea, próxima a Niza. El párroco 
Barbe había pensado en una obra juvenil, ya empezada por él, pero que habría querido desarrollar a través de los Salesianos. Don Bosco 
había mirado con buenos ojos la proposición. El párroco, que era un hombre fogoso, tomó la palabra del Beato como una promesa de 
próximo cumplimiento; en consecuencia licenció para el curso 1877-78 a los maestros seglares que tenía. El Beato, aunque estaba 
comprometido con el obispo de Fréjus para la Navarre y Saint-Cyr, sin embargo, empujado por su caridad, no quiso dejarle en aquel 
apuro; y así, en octubre de 1877, envió a Cannes a don Pedro Perrot con los dos clérigos dichos en la cuarta carta, más un coadjutor, para 
que atendieran solamente las escuelas parroquiales. 

Pero don Bosco no pretendía dar un paso más, sin antes ver claro el asunto; por eso pidióle al párroco un reglamento de la obra. 
Presentóle éste un plan de amplias proporciones. En efecto, el programa preveía un colegio destinado a dar tres tipos de enseñanza: 
enseñanza primaria gratuita a las clases populares, sobre todo para los más necesitados de asistencia moral; enseñanza de música sacra y 
ceremonias a los alumnos escogidos para el servicio litúrgico en la iglesia parroquial; enseñanza profesional a los alumnos que tuviesen 
edad y capacidad para recibirla. De la administración se ocuparía una comisión, a la cual pertenecería el Director, y cuyo presidente sería 
el párroco. Los recursos se esperaba obtenerlos de la beneficencia pública. 

»Qué pensó don Bosco de aquel reglamento? Lo sabemos por la 

1 Estaba en la Navarre, como prefecto. 
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carta que él mismo escribió a don José Ronchail 1. «El reglamento para la escuela de Cannes no es posible. Hay que hacer pactos claros. 
Si no somos totalmente libres e independientes, es mejor que lo suspendamos todo y nos iremos un poco más allá, es decir hata Saint-Cyr 

o Marsella.» Pero los pactos claros no daban señales de llegar; es más, se advertía en el buen párroco una vacilación de propósitos que no 
permitía abandonarse a halagüeñas esperanzas 2. Mientras tanto, los Salesianos no estaban muy a gusto. Vivían en un residencia aneja a 
la capilla dedicada a Nuestra Señora del Buen Viaje, que hoy es la patrona de la ciudad, y daban clase en una casa de madera que daba 
por un lado a una gran plaza, siempre atestada de movimiento y de ruido, y por el otro al mar. Le daba el sol de continuo, de modo que 
hasta en invierno les tocaba sudar. Todo aconsejaba retirarse y así se hizo, a la espera de mejores condiciones, que no llegaron nunca. 
((723)) La Navarre 

Don José Ronchail logró acabar los preparativos para que los hijos de don Bosco fueran a la Navarre y a Saint-Cyr. Primeramente don 
Bosco le hizo dar los pasos para estipular con el abate Vincent, que era el propietario, dos contratos en forma de donativo 3; pero no 
resultaron: por eso, en 1879, aparecerá la Sociedad Beaujour. A Saint-Cyr se fue más tarde; en cambio, todo estaba dispuesto para ir a la 
Navarre en 1878. Fue su Director don Pedro Perrot, a quien acabamos de ver en Cannes. Debido a su juventud, se asustó un poco, 
pensando en la dificultad de la empresa y la propia inexperiencia; pero don Bosco le alentó, le animó y le dio preciosos consejos con esta 
cartita. 

Mi querido Perrot: 

Ya sé que eres todavía un muchacho y necesitarías estudio y práctica a las órdenes de un hábil maestro. Pero, mira: san Timoteo fue 
llamado a predicar a Jesucristo y, aunque era jovencito, inmediatamente se puso a predicar el reino de Dios a hebreos y gentiles. 

Ve tú, pues, en nombre del Señor; ve, mas no como Superior, sino como amigo, hermano y padre. Tu mandato, la caridad que se esmera 
por hacer el bien a todos y a ninguno, el mal. 

1 Carta citada. 

2 Así se explicó, poco más o menos, don Bosco en la reunión capitular del 15 de mayo de 1878. 

3 Carta desde Castigliole di Saluzzo, 26 de septiembre de 1877. 
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Lee, medita, practica nuestras reglas. 

Y eso, para ti y para los tuyos. 

Dios te bendiga y contigo a todos los que irán contigo a la Navarre, y ruega por mí, que siempre seré en J. C. 

Turín, 9 de julio de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, pbro.


Don Bosco tuvo la sagacidad de enviar el personal desde Niza, y no desde Turín: iban con el Director, el subdiácono don Lorenzo 
Giordano, como maestro, y un joven coadjutor, Mario Gay, como asistente de los pequeños aprendices en las labores del campo. Para 
tener el dinero del viaje don Pedro Perrot se comprometió ((724)) a celebrar treinta misas: pero la limosna apenas si llegó para ello. 
Pesaba sobre la casa una deuda de veintisiete mil francos. Llegaron a ella los Salesianos el 5 de julio de 1878, hacia las cinco y media de 
la tarde. Los poquitos que habían quedado en la casa les recibieron con mucha alegría y demostraciones de sincero afecto; los 
bienhechores les dieron la bienvenida y les saludaron como a restauradores y nuevos fundadores, ya que la casa estaba material y 
moralmente deshecha. Nadie sabía entonces lo que hoy nosotros sabemos: que la mano de la Providencia actuaba allí. 

Apagado el eco de la alegre recepción, llegó la hora del reposo nocturno; entonces se dieron cuenta de la situación y sonó para ellos la 
hora del abatimiento. El edificio echado a perder; la amplia hacienda convertida en erial; la sombra amenazadora de la gran deuda; la 
bolsa vacía; la perspectiva de un ímprobo trabajo y de ingentes gastos sin ver un provecho inmediato: no es de extrañar que les asaltara el 
desaliento, pero sí extraña que, tras el desaliento, no se escondiese el propósito de abandonar el puesto. Prevaleció la confianza en Dios, 
en María Auxiliadora y en el que era el instrumento de la divina misericordia. No se deshicieron sus esperanzas, sino que en seguida se 
experimentaron sus efectos. La sencillez y la buena voluntad, con que calladamente se entregaron a la hercúlea fatiga, produjeron óptima 
impresión en los señores, en las señoras, en los párrocos de los pueblos circunvecinos, los cuales, enternecidos ante sus incómodas 
condiciones, acudieron muy pronto en su ayuda. Don Bosco, por su parte, no fue sordo a sus peticiones de personal, para poder comenzar 
los trabajos del campo; en efecto, en poco tiempo envió otros seis coadjutores a las órdenes de don Pedro Perrot, para las más 
apremiantes necesidades de la administración. 

Pero los Salesianos no habían ido a la Navarre para ser administradores de fincas; tenían la misión de dar vida a una obra nueva para la 
Congregación, pero que entraba ((725)) como otra más en el programa 
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de don Bosco: establecer una escuela agrícola, donde aprendiesen a cultivar el campo y recibiesen educación cristiana los pobres hijos de 
la gleba, huérfanos y abandonados. Por eso, apenas pareció que había suficiente personal, se aceptaron cuantos muchachos podían caber 
en la casa, como unos cuarenta en total; y lo más singular fue que, empezar a matricular y empezar a llegar socorros providenciales para 
mantenerlos y vestirlos, todo fue uno. Los Salesianos tuvieron en seguida grandes satisfacciones por la buen conducta de los muchachos, 
la visita del Obispo, la ida de don Bosco a principios de 1879, y el general interés, con que se miraban sus sacrificios. No faltó, por otra 
parte, una espina muy dolorosa, con la muerte de la virtuosa Hija de María Auxiliadora, sor María Gariglio. 

Las Hijas de María Auxiliadora fueron a la Navarre, tras los Salesianos. Don Bosco, una vez tomada la decisión de enviarlas, había 
encargado en el mes de mayo de 1878 a don Pedro Ronchail que acompañara hasta allí a Madre Mazzarello con otra religiosa, para que 
viera la manera de acomodar convenientemente a sus hijas. De las terciarias franciscanas, llevadas por el abate Vincent, habían quedado 
muy pocas y no se encontraban otras que quisieran ir allí; además, el tifus había hecho estragos entre los huérfanos: no quedaba más que 
una monja para el cuidado de la casa, y aquella recibió lo mejor que pudo a la Madre. Desde la Navarre el padre Ronchail la acompañó a 
Saint-Cyr. Allí, a seis kilómetros de la misma ciudad, junto al mar, el abate Vincent había adquirido un amplio edificio, denominado el 
Castillo, donde había puesto un orfanato mixto. El fundador habitaba siempre allí; pero, como no podía continuar por falta de personal y 
de medios, había cedido todo a don Bosco, a través del obispo de Fréjus. Naturalmente no le gustó a la Madre aquella mezcolanza de 
niños y niñas y propuso que dejaran allí a éstas y que pasaran los muchachos a la Navarre; pero siempre dejando ((726)) todo a 
disposición de lo que don Bosco quisiera hacer. Ya se sabe qué pensaba don Bosco respecto a este género de promiscuidad. Escribe el 
padre Juan José Franco 1: «El venerando don Bosco, gran ingenio y grandísimo pedagogo práctico, afirmaba a quien escribe estas líneas, 
que allí se propagaba el vicio culebreando como la chispa eléctrica en un cuadro magnético.» Se hablaba precisamente de escuelas y 
asilos mixtos. Cuando las Hijas de María Auxiliadora se establecieron, en el 1880, en Saint-Cyr, todo marchaba de la manera querida por 
madre Mazzarello 2. 

1 La Civiltà Cattolica, 1895, vol. I, pág. 171. 

2 Véase, Apénd., Doc. 55. 
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En la Navarre ingresaron el 5 de octubre de 1878. Durante algún tiempo se acomodaron como les fue posible, en medio de una enorme 
penuria. Dormían bajo un techo, del que caían de vez en cuando cascotes y por el que atravesaba la lluvia. Chirriaba el viento por entre 
las hendiduras de las paredes; ratones y murciélagos aparecían de repente entre las grietas y parecían los dueños de los cuartuchos y de la 
destrozada escalera. Las pobrecitas, trabajando para librarse de tanta cochambre y viendo a aquellos pobrecitos huérfanos andrajosos y 
con un apetito devorador, lloraban y no se atrevían a hablar, porque ya sufrían bastante los Salesianos. Pero Dios bendijo los sacrificios 
de unos y de otras, proporcionando a la obra veinticinco años de envidiable prosperidad, hasta que llegó la nefasta ley de la expulsión. 

Marsella 

Pero entre las casas salesianas de Francia, fundadas y por fundar, siempre le hubiera correspondido el primer puesto a la de Marsella. 
Se aproximaba el momento de fundarla. Ya sabemos los motivos que lo retrasaron, cuando la apertura parecía inminente, y qué dura 
prueba fue para la paciencia del canónigo Guiol. Sin embargo, en el mes de mayo de 1878 ((727)) don Miguel Rúa se vio obligado a 
excusar una vez más a don Bosco por su tardanza en responder al convenio presentado. 

Apreciadísimo y, reverendísimo Señor: 

Gracias a Dios, nuestro querido don Bosco va mejorando, pero todavía no puede atender a sus ocupaciones con la presteza que 
requerirían los muchos asuntos que le asedian. Esperamos, por tanto, que V. S. sabrá perdonarle, si todavía no puede satisfacer su deseo 
de recibir una respuesta definitiva sobre el convenio que nos propuso, ya que todavía no ha podido ocuparse seriamente de ello. Pienso, 
sin embargo, que dentro de poco podrá escribirle y concertarlo todo. 

Pasando a otra cosa, le pediría un favor. Cuando estuvimos ahí, uno de sus buenos vicarios me proveyó de una pequeña biografía del 
actual Pontífice, León XIII, impresa, según creo, en Lyón. Si le fuera posible enviarnos todavía otros dos ejemplares, nos haría un gran 
servicio. Veo que siguen aumentando nuestras deudas, pero confíe en nosotros y dénos crédito; cuando estemos ahí, procuraremos pagar 
todo. Por ahora, rogamos a la Santísima Virgen Auxiliadora, protectora de Francia, que empiece a compensarle de tantísima bondad como 

V. S. nos dispensa. 
Acepte los cordialísimos saludos de don Bosco, de los compañeros y del que escribe, y téngales presentes en sus santas oraciones. 

Turín, 9 de mayo de 1878. 

Su atto. s. s.
MIGUEL RúA, pbro.


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El Capítulo Superior trató el asunto unos días después. Todos los miembros del mismo aplaudieron la nueva fundación, agradecidos a 
la vez a la confianza que el canónigo y la Sociedad Beaujour ponían en su amado Superior y Padre y en la Congregación Salesiana. 
Examinaron a continuación el proyecto de convenio y lo aprobaron, a condición de que se admitieran algunas importantes modificaciones 
para evitar litigios en el porvenir. Se tenía plena confianza en los que lo proponían, verdaderos amigos del bien y de los Salesianos; pero 
era preciso reducir las cosas al punto de que, según decían los capitulares, no apareciesen el nosotros ni el vosotros, sino nuestros 
sucesores y los vuestros, puesto que podría muy bien darse el caso, de que llegaran otros hombres de distinto espíritu ((728)) y poco 
dispuestos a reconocer las buenas disposiciones de sus predecesores. 

Don Miguel Rúa comunicó estas observaciones al abate Guiol el 20 de mayo, y terminaba así su carta: «Después de comunicarle cuanto 
antecede, tengo la satisfacción de comunicarle que ya han sido designados el Director y el personal para la nueva Casa de Marsella, y, de 
no surgir dificultades, como esperamos, antes del 28 dejunio podrá trasladarse ahí la pequeña caravana salesiana. »Y cómo se las 
arreglarán para mantenerse? Mi querido señor Cura, su bondad y generosidad nos inspiran confianza. Las palabras que le hemos oído nos 
tranquilizan, pues sabemos que, hasta tanto que no se organicen regularmente las cosas, usted no abandonará a nuestros Hermanos.» 

El texto del convenio, retocado en Marsella y vuelto a enviar a Turín, se dio por terminado el 13 de junio 1. Todavía hubo, por ambas 
partes, observaciones y explicaciones apremiantes a vuelta de correo, porque se querían precaver de cualquier sorpresa para el futuro. La 
presencia de don José Ronchail en Marsella facilitó mucho el entendimiento. 

Los Salesianos estaban ya a punto de partir para Marsella. Don Bosco les precedió con esta carta al párroco de San José. 

Mi querido señor Cura: 

Para empezar nuestro proyecto, envío en seguida a don José Bologna, prefecto o vicerrector de esta casa. Es un hombre conocedor del 
internado, del tema de los aprendices y del oratorio festivo, y espero que colmará toda expectación. 

Pero hay que tener en cuenta que no podrá hacer milagros en seguida, y que se requerirá algún tiempo para poder ver el fruto de los 
comunes deseos. Mas, con la buena voluntad, la ayuda del Señor y la asistencia de los buenos consejos de V. S. queridísimo, espero que 
la Casa de San León no se quedará más atrás de las que ya 

1 Véase el Apéndice, Doc. 56. 
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producen buenos frutos. No fue posible entendernos bien por escrito, pero eso lo logrará don José Bologna de palabra. Es necesario 
pensar en lograr la estabilidad de nuestro Instituto, y lo será, si la Congregación Salesiana es independiente. Esto ((729)) se halla 
estancado actualmente, por cuanto los Salesianos no pueden correr y saltar, sino estar a lo que hay y no más. 

Piense usted en ello; es mi deseo que la Casa Beaujour viva muchos años después de nosotros. 

Van de momento tres sacerdotes y un coadjutor. 

A medida que se vea la necesidad de más personal, ya haré por enviarlo. 

Mis saludos para mons. Martín, para su Víctor y para todos los de su familia; ruegue por mí, que soy siempre en J. C. 

Turín, 26 de junio de 1878. 

Su afmo. amigo JUAN BOSCO, pbro. 

Los «tres sacerdotes» señalados en la carta eran el Director, don Alejandro Porani, catequista, y don José Villanis, consejero. El 
coadjutor se llamaba Luis Nasi, a quien recuerdan todavía con edificación cuantos le conocieron. Sin embargo, solamente el primero y el 
último llegaron a tomar posesión. Pero don Bosco mantuvo la palabra de enviar refuerzos, si eran necesarios. En efecto, además de los 
cuatro mencionados, envió, en varios intervalos, cuatro clérigos, entre los cuales se contaba Luis Cartier, y otros tantos coadjutores, de 
los que sobrevive Víctor Borghi. Por eso, en el catálogo de 1879, hay doce personas formando la comunidad de Marsella. 

En su carta don Bosco da el título de San León a la casa, sin más explicaciones. »Cuándo y cómo fue denominada así? Corren dos 
versiones sobre el caso. Una, con raíces en la tradición, dice que fue tal, por cuanto los Salesianos debían llegar allí, aunque no llegaron, 
el día 28 de junio, fiesta de san León II. Pero la realidad es que, si en un momento dado se habló del 28 de junio por la fallida llegada, 
esto fue tarde y por mera casualidad; la verdad es que aquel nombre había sido impuesto hacía tiempo. En efecto, por el acta de la sesión 
que el consejo de la Sociedad Beaujour celebró el 11 de junio, queda uno informado de que don Bosco ya había propuesto aquella 
denominación para el Oratorio. La otra hipótesis dice que el Beato dedicó la casa a san León, como homenaje a León XIII. Nosotros 
((730)) creemos que las dos versiones pueden conciliarse fácilmente y que se completan recíprocamente. El pensamiento de don Bosco 
fue el de honrar al Papa, dando al Oratorio un patrono que recordase su nombre y que, precisamente por esto, debió fijar en el contrato, 
como punto de partida 
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para el cómputo de los años, la vigilia de san Pedro, día en que la Iglesia conmemora a san León II. Quizá aconsejó la prudencia no 
bautizar el oratorio con el nombre del pontífice reinante. Desde 1880 los Salesianos de Marsella empezaron a celebrar el día de san León 
II como el de su patrono. 

Los dos pioneros deberían haber llegado a la residencia el día 26 de junio; pero una tarjetita de don Miguel Rúa para el canónigo Guiol, 
enviada desde Turín el día 25, lunes, decía: «Le advierto que, por dificultades imprevistas, los conocidos amigos no podrán llegar hasta el 
jueves.» Pero tampoco pudieron llegar a Marsella aquel día. Todo estaba preparado para recibirles el 28 por la tarde, y he aquí, que un 
contratiempo les obligó a prorrogar su permanencia en Niza, donde celebraron la fiesta de san Pedro, y partieron de allí el primer día de 
julio, en compañía de don José Ronchail. 

Llegaron a Marsella en el peor momento de un mal día. La ciudad estaba revuelta en favor y en contra del obispo Belzunce, que de 
1720 a 1722 había sido el Carlos Borromeo de su grey, durante una espantosa epidemia. Querían los anticlericales que se quitara la 
estatua que presidía la avenida, que llevaba su nombre. El primero de julio estallaron graves desórdenes: les tocó a los nuestros abrirse 
paso a través de una reunión de fanáticos, que atronaron sus oídos con blasfemias infernales. No se asustaron por ello, sino que 
comprendieron muy bien que era urgente la necesidad de abrir el oratorio y lo mucho que esperaban de su celo los buenos. Y se abrió el 
oratorio, sin ninguna formalidad, al día siguiente, fiesta de la Visitación de María Santísima, fecha muy feliz para el nacimiento de la 
nueva obra de don Bosco. 

Don José Bologna, que luego se trocó en Bologne, no contaba ((731)) con cualidades exteriores sobresalientes, pues era bajito de 
estatura y carecía de facilidad de palabra; pero, poseía en grado eminente el espíritu del Beato Fundador: bondad, dulzura, alegría, 
prudencia, el arte de ganarse los corazones, una destreza superior a la corriente para resolver asuntos, un celo verdadero para el 
crecimiento de la obra que se le confiaba y, lo que conformaba todas sus dotes, una piedad sencilla y sentida. Además, poseía bien la 
lengua francesa. Había entrado como huérfano en Valdocco, allí había vivido veinte años, como estudiante, clérigo, sacerdote y prefecto 
de los externos: era, pues, un hijo genuino del Oratorio. Antes de alzar el vuelo, desde el querido nido, asistió todavía a la fiesta de don 
Bosco el 24 de junio; y apenas partió, le envió el Beato a Niza estas líneas de despedida: 
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Muy querido Bologna: 

Te adjunto tres cartas que, después de leerlas, sellarás y enviarás a su destino. 

Vete tú también in nomine Domini. Ahora lo que puedas; mas, si necesitas algo, llama y el papa hallara la manera de proveerte. 

Vete como padre de los hermanos, como representante de la Congregación, como amigo querido de don Bosco. 

Escríbeme a menudo lo blanco y lo negro 1. Quiéreme en J. C. Que Dios os bendiga a ti, a tus obras y a nuestros hermanos. Ruega por 
mí, que siempre seré tú. 

Turín, 25 de junio de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Si puedes, da las gracias a los que me han escrito por San Juan. 
El Obispo, monseñor Place, casi no tuvo tiempo para bendecir el oratorio, porque, el 15 de julio, León XIII le promovió a la sede 
arzobispal de Rennes. Le sucedió monseñor Luis Robert, trasladado en septiembre de Orán, el cual siempre manifestó su benevolencia a 
los Salesianos, de cuya actividad vio frutos consoladores, ya a su ingreso en la diócesis. Los inicios de la obra fueron bastante modestos. 
El Director, en sus ansias de ((732)) trabajar, no pudo admitir más que ocho internos, a los que puso a dormir en un granero. Para 
extender la caridad había que edificar; y, además, no bastaba el personal para el oratorio festivo. Por la siguiente carta de don Miguel Rúa 
nos informamos de cosas notables de aquellos principios. 

Mi querido Bologna: 

Casi tienes razón al quejarte de que no te escribimos; pero espero que sabrás compadecernos, dado el poco quehacer de quien te escribe 
y de todos los demás juntos. Mas, me parece haberte escrito y entregado un carta por medio de Pentore. A continuación esperaba que se 
pudiera reunir el Capítulo para acordar algo sobre tus diversas peticiones, y, habiéndose reunido ayer por la tarde, hoy me pongo a 
contestarte con una larga carta, que valga por cuatro. 

1.° Tú, lo mismo que el señor Cura Párroco, pides dos sacerdotes más, por lo menos: y nosotros, pese a toda nuestra buena voluntad, no 
podemos enviarlos, por el momento; sin embargo, tendremos presente la petición y procuraremos satisfacerla lo antes posible. 

2.° En cuanto a las nuevas construcciones, el Capítulo en pleno no cree veniente hacerlas ahora, pero todos opinan que conviene 
comenzar a ocupar todo el local disponible con alumnos y, a continuación, comenzar a edificar cuando la necesidad nos obligue a hacer 
nuevas obras. Y esto por dos motivos, primero, porque tú sabes muy bien los apuros en que nos encontramos; segundo, porque así la 
beneficencia 

1 Esto es, lo bueno y lo malo. 

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pública vendrá en nuestra ayuda con más gusto, al ver la obra en marcha y la necesidad de mayor desarrollo. Nos has mandado un dibujo 
de vuestra casa suficientemente claro para poderse entender. Lo que no podemos aprobar es el destino que das a varias de sus partes: yo te 
mandaré el mismo dibujo variando dicho destino y espero que así se podrán colocar al menos cuarenta camas, y, de este modo, empezar 
nuestra empresa. En Niza pasaban mayor penuria que vosotros, en sus principios, y fueron adelante durante varios meses. 

3.° »Cómo es que no nos has dicho nada respecto al convenio? 

4.° Por el momento empezamos por enviarte al joven Víctor Borghi, carpintero, que podrá ayudaros en muchas cosas, especialmente en 
las de su oficio. En cuanto tengáis unos treinta muchachos, procuraremos enviaros algún ayudante más. 

5.° Dentro de pocos días escribiré también al señor Cura, sobre lo mismo, a donde ahora se encuentra 1. 

6.º Tu primera carta nos divirtió mucho. Cuando tengas noticias amenas o importantes, dámelas a conocer, y proporcionarán alegría a 
todos. 

((733)) Y por hoy basta. Ruega por nosotros al Señor y saluda cordialmente a tus compañeros y a cuantos preguntan por nosotros. Don 
Bosco y todos los demás están bien. Quizás vaya por ahí José Rossi a visitaros. Créeme siempre. 

Turín, 16 de julio de 1878. 

Tuafmo. enJ. yM.
MIGUEL RUA, Pbro.


La carta que don Miguel Rúa promete aquí para el párroco de San José, coloca de improviso ante nosotros un nuevo elemento, que 
exige una explicación previa. Aún no funcionaba el Oratorio de San León y el canónigo Guiol ya soñaba con un noviciado francés en 
Marsella; y lo que es más singular, don Bosco no sólo no se extrañó, sino que hizo decirle que aquélla era también su intención. El 
párroco, persuadido de que la Providencia había destinado a los Salesianos para hacer un gran bien en Francia, pensaba que era 
indispensable se preparasen adecuadamente para la magnífica misión, en la que le parecía necesario, ante todo, la posesión de la lengua. 
Hacía, por ello, dos proposiciones: crear un noviciado para Francia en Marsella y enviar allí sacerdotes italianos que se dedicasen 
seriamente al estudio del francés 1. Don Miguel Rúa le respondió en nombre de don Bosco: 

1 Se encontraba en los baños de Contrexeville (Vosgos). 

1 Carta del 11 de julio de 1878: «Dado que los Salesianos están destinados por la Providencia para hacer un gran bien en Francia, es 
indispensable que se preparen para esta magnífica misión. Por tanto, es necesario, ante todo, que aprendan el francés. »No sería posible 
elegir Marsella como centro de un noviciado para Francia? »No se podrán enviar aquí jóvenes a hacer el noviciado y tener sacerdotes, que 
se dedicaran exclusivamente al estudio del francés?» 
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Rvmo Señor: 

Había querido don Bosco escribir él mismo a V. S.; pero, no siéndole posible por sus continuas ocupaciones, me pasa el agradable 
encargo de responder a su respetuosa carta del 11 de los corrientes. En primer lugar, debo manifestar a V. S. nuestros más vivos 
sentimientos de gratitud por la benevolencia para con nuestra pequeña colonia y la que nos manifiesta de nuevo en su carta de forma que 
no deseamos nada más que corresponder de algún modo a la confianza que V. S. pone en nuestra humilde Congregación. 

((734)) V. S. exhorta a don Bosco a que elija Marsella para centro de un noviciado salesiano, y ésta es también su intención: sin 
embargo, tendremos que esperar por falta de personal; pero, en cuanto el Señor nos dé el personal suficiente, con gusto, estableceremos 
también en Marsella un noviciado y ya contamos con enviar antes algún sacerdote para estudiar ahí el francés, cosa ciertamente muy 
necesaria, como V. S. mismo reconoce. 

A más de los primeros enviados, hemos mandado a Marsella otro coadjutor, pero, como dije, la escasez de personal no nos permite 
todavía enviar sacerdotes: lo haremos en cuanto se pueda. Mientras tanto, invocamos desde ahora la caridad de los franceses, para que se 
preparen a proporcionar los medios con que superar las muchas dificultades, y para hacer frente a los gastos necesarios al agrandar el 
edificio, y los medios para el necesario mantenimiento. En cuanto a nuestro convenio, no hemos vuelto a saber nada; nos encontramos a 

V. S. para que se ocupe de ello haciendo las dos partes, de modo que se pueda ir adelante y con la ayuda divina hacer el bien. 
Le presento ahora mis humildes respetos, junto con los de don Bosco, y encomendándome a sus oraciones, me gozo en profesarme con 
todo aprecio y reconocimiento. 

De V. S. Rvma. 

Turín, 20 de julio de 1878 

Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro. 

Con la primera intención de abrir un noviciado francés, ya don Bosco había elegido el lugar en su mente: había pensado en Niza. Pero, 
ahora, pensaba de otra manera, conforme se colige por su carta del 31 de junio al párroco de San José: 

Muy querido señor Cura: 

He recibido su carta del 27 del corriente mes, y celebro que los dos estemos de acuerdo en nuestros modos de ver. 

Es indispensable un noviciado en Francia, y, en lugar de Niza, de donde ya se había hablado, estoy ahora muy contento de elegir 
Marsella. Hagamos, pues, así. Empecemos por consolidar el hospicio de San León. Ya se ha establecido el taller de carpintería; el jefe 
sabe su oficio y estuvo en Francia dos años. Cuanto antes enviaré un sastre y después... 

Mientras se va consolidando el hospicio, lo cual se logra con el tiempo y la paciencia, nos ocuparemos de la obra del noviciado. Es ésta 
una empresa gigantesca, 

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pero muy útil, porque más de la mitad de nuestros estudiantes ((735)) pasan al seminario de sus respectivas diócesis; se tendrán 
misioneros y también buenos seglares. Este año tenemos en nuestras casas alrededor de trescientos muchachos que han acabado el 

bachillerato y vestirán la sotana. Quedan repartidos así: 
Salesianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 
. . . . . . . . . . . 15 Vuelven a su Diócesis con sus OTotal . . ........... . . . . . . . . . . . . . . . 300 
Misioneros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
bispos.................. 185 
20 Ordenes religiosas . . . . . . . . 

Habremos de trabajar para que las cosas en Francia lleguen a este punto; y, si usted me ayuda, lo lograremos. 

Tendría una serie de cosas que tratar; pero las guardaremos para otra carta y quizá para alguna entrevista. 

Que Dios le conceda buena salud y ruegue por mí que soy en J. C. 

31 de junio de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Se necesitaba ciertamente audacia para proponerse establecer un noviciado precisamente allí, donde, en aquel tiempo, atacaba la 
masonería con todas las armas a las Congregaciones religiosas, empujando al Gobierno a suprimirlas; constituye también una sorpresa 
para nosotros el ver cómo hablaba de esta manera del noviciado en tierra francesa, cuando con dificultad había podido enviar allí apenas 
una tercera parte del personal indispensable para las obras comenzadas. Pero el noviciado sería canónicamente erigido y a no tardar. 

En la carta, que acabamos de referir, emplea don Bosco por vez primera el término «hospicio» para la casa de Marsella. Es un término 
que no tiene traducción exacta con el vocablo correspondiente francés y que nos manifiesta su intención de hacer del Patronato de San 
León un centro semejante al de Sampierdarena, calcado sobre el Oratorio de Turín. En el mes de septiembre fue don José Bologna a 
Turín, para hacer los ejercicios espirituales: habló cómodamente con don Bosco sobre los asuntos de Marsella y le manifestó también las 
intenciones del canónigo Guiol. El Beato, que desde Lanzo había ido a predicar los ejercicios de Sampierdarena, escribió desde allí esta 
larga carta a su gran amigo de Marsella. 

((736)) Muy querido señor Cura: 

En medio de las ocupaciones de estos días, no he podido tratar y arreglar las cosas con don José Bologna, que quizá partirá sin que lo 
pueda volver a ver. Está preocupado, porque no puede tener el personal deseado. Poquito a poco. 
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Para su norma, diré a V. S. que, dentro de pocos días, tendrá con don José Bologna otros dos sacerdotes y un clérigo próximo a 
ordenarse. Después irán yendo otros, de acuerdo con la necesidad, y se les dará su puesto. Esté seguro V. S. de que he comprendido sus 
generosos pensamientos y que serán realizados por cuanto de mí dependa. Pero estando, como estamos, en los principios del curso 
escolar, con quince casas más que los otros años, nos encontramos con el problema del personal. Pero lo habrá pronto y V. S. será 
atendido, porque quiero que esté contento de los Salesianos, puesto que V. S. es uno de los más eminentes cooperadores salesianos. 

Por ahora no me es posible ir a Marsella, hasta muy adelantado el otoño; pero todo lo que trate y determine con don José Bologna se 
dará por bueno y yo lo aprobaré 1. 

Veo la necesidad de ampliar el nuevo edificio que cada día resulta más estrecho. »De dónde sacar el dinero? No dispongo de nada, pero 
podemos calcular que en el próximo año se podrán gastar veinte mil francos en el Oratorio de San León. 

Es posible que don José Bologna necesite alguna cantidad de vez en cuando. Si esto sucediere, ayúdele con algunos millares de francos, 
si puede, y páseme después la cuenta, que yo haré de manera que le sea restituida enseguida, salvo la cantidad que quisiera darnos por 
caridad. 

Estuvo con nosotros en Turín el abate Roussel, el cual querría asegurar la continuidad de su Instituto, uniéndolo a la Congregación 
Salesiana. Son cosas realizables, pero despacio y rezando mucho. Le digo esto, porque él vuelve a París y, a su paso por Marsella, desea 
ver nuestro Oratorio de San León y también hablar con V. S. 

Como ve, hablo con V. S. lo mismo que se hace con el amigo más querido y de confianza. Haga otro tanto conmigo. Apruebe, 
desapruebe lo que le digo, yo procuraré seguir sus sabios consejos y haré libremente las reflexiones que me parezca han de ser para mayor 
gloria de Dios. 

Dios nos conserve a todos en su santa gracia y ruegue por mí, que siempre seré en J. C. 

Sampierdarena, 16 de septiembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


((737)) Hemos expuesto, lo mejor que nos fue dado, los humildes principios del Oratorio de San León, donde reinó soberanamente la 
pobreza durante los dos primeros años; pero Dios suele disponer así sus obras «para dar ocasión, a unos de confiar en su Divina 
Providencia, a otros, de adquirir méritos con obras de caridad, y a todos, de admirar su Omnipotencia, que sabe sacar todo de la nada» 2. 

1 Don Miguel Rúa le había entregado amplios poderes para Francia (véase, Apéndice, doc. 57). 

2 Bollettino Salesiano, noviembre de 1878, pág. 7. 
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París 

El abate Roussel, recomendado por don Bosco en su carta, había fundado en París, un gran orfanato para aprendices en el barrio de 
Auteuil. Para proveer a la continuidad de la obra, ya dos años antes, le había señalado Pío IX a don Bosco, que entonces se encontraba 
también en Roma, y hablaron juntos de ello. Más tarde le mostró el Beato sus buenos deseos, diciéndole, con su habitual cordialidad: 

-Llámenos usted a París, y nosotros en ocho días estaremos con usted. 

Indudablemente la Institución parisiense respondía a los fines de la Congregación, lo que constituía una razón más para no negar la 
propia intervención. Para conocer de cerca el método salesiano, visitó el abate Roussel el Oratorio de Valdocco en 1878; quedó tan 
satisfecho de él, que, con el consentimiento del cardenal Guibert, su arzobispo, entabló gestiones el 10 de octubre. 

La propuesta, comunicada por don Bosco al Capítulo Superior, fue recibida con simpatía por todos sus miembros, los cuales, tras 
madura discusión, exigieron dos cosas: que no hubiese nada allí que impidiese la aplicación del sistema preventivo y que se dieran las 
garantías necesarias para asegurar la tranquila permanencia de los Salesianos en París, después de la muerte de los fundadores. El conde 
Cays fue encargado de la redacción de la correspondencia en francés, durante las gestiones. 

El Abate deseaba que don Bosco fuera a París, donde ((738)) le parecía que sería más fácil entenderse. Don Bosco prometió que iría 
pronto en persona o enviaría a su representante don Miguel Rúa en compañía del Conde, ambos ya conocidos por el benemérito sacerdote 
parisiense. En efecto, los dos partieron el 6 de noviembre. Escasean las noticias de su viaje. 

Algo sacamos de la siguiente carta del Siervo de Dios. 

Muy querido señor conde Cays: 

Con verdadera satisfacción he recibido una carta de don Miguel Rúa desde Lyón, y posteriormente la suya y la segunda de don Miguel 
Rúa, desde París. He rogado al Señor para que su viaje fuera bueno y ahora le agradezco que nos haya ayudado, y ruego que nos quiera 
asistir siempre en lo que es para su mayor gloria. 

No tenía la menor duda de que el abate Roussel les recibiría muy bien. La piedad, la benevolencia y caridad que ha usado y demostrado 
con nosotros, eran ya una amplia garantía. Por consiguiente, todo hace esperar que se llegará a un arreglo de cosas claras y duraderas, 
como siempre ha manifestado el mismo abate Roussel. 

Por consiguiente, renuevo aquí todo lo que ya he escrito a este nuestro querido 
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amigo y comunicado a usted y a don Miguel Rúa verbalmente; les doy plenos poderes Para tratar y determinar todo lo que este señor 
entienda que ha de ser para mayor gloria de Dios. 

Si, por consiguiente, fuere necesaria la estancia de algún día más en París, no tengan dificultad en hacerlo. Tenga usted presente que, 
aunque en asuntos semejantes, no se pueda determinar nada canónicamente sin el consentimiento del Capítulo Superior, sin embargo no 
habrá dificultad alguna pues individualmente todos son del mismo parecer. Pero todos están de acuerdo en conceder favor y autoridad al 
abate Roussel, con tal de que se fije nuestra estancia en París de una forma estable. 

En cuanto a comenzar enseguida el noviciado en la nueva institución, no hay ninguna dificultad, pero hemos de pedirlo a la Santa Sede, 
que ciertamente no pondrá ningún obstáculo. 

íTampoco hay ninguna dificultad para la permanencia de alguno ahí! Pero necesitaría pasar un par de semanas con aquel o aquellos, que 
sean elegidos para esta empresa (aunque sea el conde Cays) y tratar personalmente los puntos principales que se refieren a un noviciado 
de tal importancia. Me consoló mucho el beneplácito que S. E. el Arzobispo y su Auxiliar han dado tan de buena gana al proyecto. 

Pero, en este momento recibo dos cartas de Marsella, diciendo que el noviciado es índispensable allí, y no en París, y quizás a esta hora 
os hayan escrito cartas sobre el particular. 

((739)) Pero yo no he apalabrado nada y deseo, por tanto, que se determine algo y se siga con la cuestión: en Marsella ya pensaremos 
después. 

El nuevo Obispo de aquella ciudad escribe que quiere confiarnos absolutamente la escolanía de la Catedral; procuraremos que lo uno no 
eche a perder lo otro. 

Le suplico dé las gracias al Director de ese hospicio y le diga coram Domino (ante el Señor) que, ahora y siempre, le considero como un 
verdadero Salesiano, ya que sus obras así lo proclaman. 

La gracia de N. S. J. C. os asista en todo y la bendición del cielo os acompañe por todas partes, hasta que pueda volver a abrazaros 
sanos y salvos entre nuestros hermanos, que hacen especiales oraciones por vosotros. 

Créame siempre en J. C. 

Turín, 16-XI-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


La carta al Conde iba incluida en otra confidencial para don Miguel Rúa. Este le había enviado un borrador de convenio, para saber su 
parecer. 

Mi querido Rúa: 

La carta del conde Cays puede presentarse donde sea menester. Aquí, y en particular, te advierto algunas cosas: 

1.° Las bases establecidas están bien y hasta pueden variarse, siempre y cuando sea, poco más o menos, en el mismo sentido. Pero en 
vez de señalar la dependencia del Capítulo Superior, póngase de preferencia el Superior General. Se entiende mejor, resulta más claro y a 
nosotros nos da igual. 

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2.° Conviene saber si gravitan sobre esa casa hipotecas o deudas, que debieran pasar a nosotros. 

3.° Además, si hay muchas plazas gratuitas obligatorias, cuyo capital ya se haya consumido. 

4.° Aunque tenéis plenos poderes, procurad no establecer todavía nuestra ida fija a París, hasta que no se hayan aclarado las cosas y 
podamos tener certeza legal de que no haya que irse luego ante ciertas eventualidades. 

Diré, además, en general que en estos momentos entiendo que una casa en París es para nosotros de gran interés moral, religioso y 
político. Las Conferencias se celebrarán en Turín. Si hace falta, prorroga también tu venida. íCuántas casas, cuántas cosas encontrarás a 
tu vuelta! Cuidad mucho vuestra salud. Los hermanos os saludan y ruegan por vosotros. 

Considerame siempre en J. C. 

Turín, 16-XI-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


((740)) Para poner sobre seguro de cualquier eventualidad su importante obra, que no estaba reconocida por la ley, el Abate proponía 
dos formas de sociedad civil. La primera era: consignar la propiedad como capital social (él la valoraba en más de tres millones); a 
continuación, emitir cierto número de acciones, una tercera parte de las cuales se la quedaría él; otra sería entregada a don Bosco; y el 
resto, distribuido entre los que quisieren adquirirlas, hombres o mujeres sin distinción, cuidando sólo de que se tratare de personas 
honradas. La estabilidad de la obra quedaría a merced de esto; que, en las deliberaciones, la superioridad correspondería a quien tuviese 
mayor número de acciones, ya que los votos serían tantos cuantas eran éstas. Ni la asamblea general de accionistas, que se reuniría cada 
año, podría dar lugar a aprensiones; 
puesto que, estando la mayoría de las acciones en manos de los más interesados, era para estar seguros de que todo resultaría siempre a su 
favor. 

Con el otro sistema se procedía así: hecha al principio una única reunión de accionistas, se elegía una comisión de ocho socios, con 
facultad para deliberar en todos los asuntos; para la elección de estos delegados se disponía de la mayoría y en ella el abate Roussel y don 
Bosco eran dueños absolutos. Un consejo de este género no moría. 
Porque al desaparecer un miembro del mismo, los restantes elegían otro. 

Tanto en el primer sistema como en el segundo se huía de la gravosa tasa de sucesión. El abate Roussel habría preferido el primer 
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sistema, como ya lo hacían los Jesuitas y los Hermanos de las Escuelas Cristianas. 

En cuanto a la condición en la que hubieran llegado a encontrarse los Salesianos respecto a la dirección y a la administración del ente, 
don Miguel Rúa hizo sus proposiciones, a las que también el Abate contrapuso las suyas, como veremos; el Capítulo Superior discutiría y 
determinaría después sobre todo. 

Los dos viajeros estuvieron de vuelta el día 30 de noviembre por la noche. Don Bosco, que había terminado de cenar y estaba para subir 
a su habitación, se detuvo y asistió a su cena, hablando con ellos hasta las once. Al día siguiente se reunió inmediatamente el Capítulo. 

((741)) Don Bosco abrió sonriente la sesión y dijo: 

-Cuando Cristóbal Colón volvió de su viaje del descubrimiento, se reunieron los grandes de la corte y todos los doctos con el rey, llenos 
de admiración y deseosos de conocer las maravillas de aquellas tierras remotas, y Colón contó ante ellos sus aventuras. Oigamos también 
nosotros, aquí reunidos, lo que don Miguel Rúa tiene que contarnos. 

Divertidos con tan inesperado exordio, los Capitulares oyeron el informe. No hubo objeciones para el sistema de sociedad preferido por 
el abate Roussel; pero no consistía todo en asegurar la propiedad. Nacía una dificultad importantísima de la insuficiente libertad de 
acción para los directores de la casa: ciertas circunstancias habrían podido llevarles a conflictos con el consejo de la sociedad o con su 
superior directo, que para un religioso siempre lo es su Superior General. Ahora bien, para don Bosco era conditio sine qua non, que la 
casa salesiana de París fuese como todas las demás de la Congregación. En efecto, »cómo habría podido él, entonces y después, responder 
de una comunidad, de la que no pudiese disponer plenamente? Subsistía siempre la eventualidad de que la sociedad dejara sin efecto 
disposiciones que el Superior de la Congregación juzgara necesarias; y los hermanos, acostumbrados a semejante independencia de su 
Superior natural, habrían tomado la pésima costumbre de pasar por encima de las Reglas de la Congregación. En consecuencia, el 
Capítulo decidió no deliberar nada, hasta tanto que no quedase bien claro este punto. 

Por otra parte, la sociedad civil era el único medio para ahorrar gastos y peligros en la sucesión. El Abate, informado de cuanto precede, 
cerraba así sus reflexiones sobre ello: «Yo creo que lo único razonable y practicable para empezar es haceros mis auxiliares con derecho a 
sucesión». Insistía con esto en su manera de ver, presentada por él a don Miguel Rúa en las conversaciones de París. Después, proseguía: 
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«Querría engañarme: pero creo conocer el carácter francés y sé hasta donde un amor propio, sin ((742)) duda fuera de lugar, mas no por 
eso menos real, lo convierte en susceptible y conflictivo de cara a la nacionalidad. Esta fue precisamente la primera objeción que me 
hicieron nuestros dos Arzobispos, cuando les manifesté el deseo de unirme a vosotros» 1. Además, como don Miguel Rúa había oído, 
tanto el Abate como el Cardenal, habrían querido que los Salesianos no se compromnetieran totalmente y enseguida, sino que se 
conformasen con estar en Auteuil durante un año de prueba. 

Don Bosco deseaba ir a París, pero con todo el decoro de la Congregación, tanto más cuanto que, al correrse la voz de que estaba para 
fundar allí, se había despertado una discreta expectación. Aún no había vuelto de Turín el abate Roussel con noticias favorables, y ya 
había dicho el célebre editor Lethellieux que estaba dispuesto a ceder su taller y su librería a don Bosco; al oír lo cual, el santo abate Faà 
de Bruno, que se encontraba en la capital francesa para varios asuntos, animaba al Siervo de Dios a ir 2. Pero, el ir inmediatamente, como 
persistía en pedir el abate Roussel, requería presentarse con un personal poco adecuado por su número y por su preparación; en un París, 
nuestros maestros de arte, tal y como eran, hubieran quedado como peces fuera del agua, incapaces de compararse con los del abate, que 
eran profesores asalariados. Era, por consiguiente, necesario diferirlo por algún tiempo. Además, no le gustaba nada a don Bosco lo de 
estar a prueba, por la cuestión en sí misma y por el peligro de tenerse que retirar con poco honor. Además, como todos afirmaban y como 
el Cardenal Arzobispo había insinuado a don Miguel Rúa, el Abate, demasiado generoso, no se preocupaba más que de cargarse de 
deudas. Es verdad que no le faltaban medios, porque, como su obra era vista ((743)) con entusiasmo por los franceses, encontraba todo el 
dinero que quería; pero »y si a su muerte hubiese dejado por pagar deudas extraordinarias? Don Bosco resolvió, por tanto, formular un 
convenio, por el que, reduciendo en un principio la actividad de los salesianos a los límites de lo posible, se pudiera gradualmente llegar a 
mayor desarrollo hasta abrazar con el tiempo toda la obra. 

A mediados de diciembre, el proyecto estaba terminado en París. En él el Capítulo había tomado por bases las proposiciones hechas 
verbalmente en París: atajada la cuestión de una libre administración de toda la obra interna ante la sociedad civil y dejando de lado la 
idea 

1 Carta al conde Cays, 7 de diciembre de 1878. 

2 Véase, Apéndice, doc. 58. 
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de tomar sobre sí toda responsabilidad moral y material, el plan de Turín se limitaba a la fundación de una casa de experimentación 
dentro de la casa de Auteuil, con el fin de formar personal salesiano capaz de ayudar y, poco a poco, sustituir el personal allí existente. 
Pareció que esto respondía a una intención del abate Roussel de ver surgir allí un plantel, un vivero para las casas de Francia 1, aunque él 
tendiese con esto a un verdadero y propio noviciado. Naturalmente se necesitaba para tal fin una pequeña comunidad salesiana que, 
atendiendo a la formación regular de los sujetos, habría debido responder sólo de sus propios dependientes, sin preocuparse de la gestión 
y administración general, que quedaba enteramente en manos del fundador. En cuanto a los medios de subsistencia para estos «auxiliares» 
de la obra «con derecho a sucesión», don Bosco se habría atenido a los artículos del proyecto que presentaba 2. Se lo envió firmado, 
rogándole devolviera la copia con su firma; después de lo cual, hacia los últimos días de enero de 1879, habría enviado al Abate algunos 
clérigos y seglares: el conde Cays debía ser su superior. 

La respuesta se hacía esperar. Mientras tanto, en Auteuil los más celosos colaboradores del abate Roussel aceleraban con los más 
sinceros deseos la llegada de los Salesianos, para que llevaran allí el ((744)) espíritu de don Bosco, tanto más que aquellos pobres 
muchachos, en manos de mercenarios, lograban muy poco 3. El abate Roussel tardó un mes en dar señales de vida, porque, de acuerdo 
con el Arzobispo, había decidido ir a Turín para introducir alguna modificación en el convenio de don Bosco 4. 
No se encontraron en Turín, sino en Marsella, en la segunda quincena de enero de 1879. La discusión fue corta, porque Roussel quedó 
impresionado del entusiasmo de los marselleses por el Siervo de Dios; por lo cual suscribió el convenio 5. No tardó mucho don Bosco en 
anunciar al Abate que el conde Cays se preparaba para la partida con un sacerdote, dos clérigos y dos coadjutores 6. Que él desease 
sinceramente mantener los compromisos de Marsella, lo prueba la instancia por él enviada a Roma para obtener la facultad de abrir en 
París un noviciado; instancia sobre la cual se escribió el dilata sententia (prorrogada), 

1 Carta citada. 

2 Véase, Apéndice, doc. 59. 

3 Carta del abate Polin al conde Cays, París, 4 de enero de 1879. 

4 Carta del abate Polin al conde Cays, París, 12 de enero de 1879. 

5 Carta de don Bosco al conde Cays, Marsella, 9 de enero de 1879. 

6 Carta del abate Polin al conde Cays, París, 7 de febrero de 1879. 
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porque la Sagrada Congregación, esperaba antes una relación de don Bosco sobre el estado de la Sociedad 1. 

Como se ve, don Bosco había llegado al último extremo posible; tenía, pues, derecho a esperar que se abandonase la desventurada idea 
del año de prueba; pero el Arzobispo se mantuvo firme 2. »Cómo era posible adiestrarse en un año a lugares, costumbres, caracteres y 
ambiente? El Abate, por su cuenta, quería el noviciado; pero la santa sede no habría concedido nunca la facultad de ((745)) abrirlo sino a 
título permanente. Puestos de este modo en el aprieto, los Capitulares estudiaron la forma más elegante para salir honestamente del apuro, 
rescindiendo el compromiso. Había, por consiguiente, que escribir a París que, habiendo dado la Congregación pruebas suficientes de 
cuanto, con la ayuda del señor, era capaz de hacer, no sólo en Italia, sino también en Francia, en Niza y en Marsella, no parecía justo ni 
decoroso ir a París a título de prueba; manteniéndose firme, además, el Cardenal en querer la prueba y no pudiéndose esperar autorización 
para poner un noviciado en condiciones tan precarias, los salesianos se veían obligados a romper las negociaciones; pero que era su deseo 
conservar las buenas relaciones con el abate Roussel y mantenerse dispuestos a ir a París, con tal de que fuera en forma definitiva, cuando 
se hubiere juzgado en Francia que se habían dado pruebas suficientes de habilidad. 

Esta comunicación salió de Alassio el 9 de febrero de 1879, probablemente escrita por don José Ronchail y firmada por don Bosco, que 
se encontraban en aquel colegio. La respuesta, motivada con un dolor resignado y muy respetuoso, la recibió don Bosco en Roma 3. El 
siervo de Dios la reexpidió al conde Cays, con estas instrucciones: «Escriba el conde don Carlos Cays, nuestros buenos deseos: no 
revocamos nosotros la firma, pero, como corporación religiosa, es preciso que nuestra demora sea absoluta y con el consentimiento del 
Ordinario, etc. Carta benévola, etc.» El Conde cumplió su mandato, empleando un lenguaje 

1 Carta del abogado Leonori a don Bosco, Roma, 23 de mayo de 1879. Dilata sentencia, es la fórmula curial con la que se difiere la 
resolución de una duda o la atención de una súplica. 

2 El insigne historiador P. Pisani, canónigo de Notre-Dame en Paris, que conoció al cardenal Guibert lo pinta así (carta al salesiano don 
Agustín Auffray, Asnières, 4 de agoseo de 1931): «Era una figura de otro tiempo. Su carácter era el reflejo de su tierra provenzal y su 
edad hacía que tuviera alguna desconfianza de lo que él llamaba «novedades». Yo no creo, pues, que sufriera la influencia de un prelado 
extranjero, para comportarse con don Bosco como lo hizo con muchos otros parisienses o provincianos. Era tímido, prudente, casi 
desconfiado y yo he conservado el recuerdo preciso de la oposición que hizo, por ejemplo, a la fundación del hospital de San José». 

3 Apéndice, doc. 60. 
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y un estilo como solamente se encuentran en las obras maestras de la cortesía cristiana 1. 

Animado por un espíritu verdaderamente bueno, el abate Roussel quería con toda sinceridad hacer el bien, y un bien duradero. ((746)) 
No se escondía, por lo demás, que con su sistema los muchachos de los talleres no estaban lo bastante vigilados; no podía decirse que sus 
vigilantes y maestros fueran malos, pero no recibían ninguna orientación, porque la misma dirección entendía poco de ello y se ocupaba 
menos, pues estaba absorbida por el periódico La France illustrée. 

-Yo no puedo dirigir a los muchachos, habíale dicho a don Bosco; 
vengan los Salesianos y, cuando estén prácticos y en condiciones de poder actuar por sí mismos, mi pensamiento es dejar absolutamente 
todo en sus manos y retirarme a dirigir mi periódico. 

El párroco de San José y otros personajes presentes a estas palabras se extrañaban al oír a todo un abate Roussel, tenido por un 
intrépido educador de la juventud, decidirse a dar aquel paso, según ellos, humillante; y se extrañaban todavía más de que don Bosco no 
aceptase un ofrecimiento que también habría aumentado el prestigio de los Salesianos en Italia. 

Ciertamente, para alguno hubiera sido una tentación muy fuerte. Los teólogos Margotti y Marengo le habían animado a aceptar. 

-Aunque la Congregación hiciese poco, decía el director de L'Unità Cattolica, sólo el hecho de ir a París sería ya una gloria, no sólo 
para los Salesianos, sino también para nuestra nación. 

Era mucha verdad; pero don Bosco no se dejaba trastornar por humanas consideraciones; sólo le movían en sus empresas fines 
superiores, y todos sus actos estaban gobernados por los consejos de una prudencia que miraba al porvenir. 

Mientras tanto, el nombre de don Bosco empezaba a insinuarse en la literatura francesa. El escritor bretón Jorge Bastard, narrando, en 
un volumen de trescientas páginas, un viaje a Italia, dedicó tres a la Obra 

1 Apéndice, doc. 61. L'Unità Cattolica del 30 de marzo de 1879 publicaba esta noticia de crónica: «LOS SALESIANOS EN PARIS. 
-Leemos con placer en la Civilisation que el abate Roussel, director del orfanato de Auteuil, ha pedido algunos salesianos para dirigir 
aquella hermosa institución. El periódico de París rinde en esta ocasión un homenaje a las obras apostólicas de nuestro don Bosco, 
fundador de la Congregación Salesiana y de las Hijas de María Auxiliadora. Y mientras una institución italiana va a establecerse en la 
capital de Francia, las Hermanitas de los Pobres, tan conocidas en aquella nación, fundan en Nápoles la primera Casa de su Congregación 
en Italia». 
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de don Bosco: son páginas brillantes, en las que el autor manifiesta estar bien informado sobre los orígenes y progresos de la 
Congregación y pone un calor comunicativo, apto para producir en el lector sentimientos de viva simpatía 1. 

1 JORGE BASTARD.-Cinquante jours en Italie. París, E. Dentu, 1878. Cap. X, Turín, Oratoire Saint-Franþois de Sales. Hoy no resulta 
fácil encontrar el libro. Nosotros tuvimos que acudir a la Biblioteca Nacional de París. Reproducimos el pasaje en el Apéndice, doc. 62. 

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((747)) 

CAPITULO XXIV 

FIESTAS RELIGIOSAS Y ESCOLARES EN EL ORATORIO DURANTE EL 1878 

LAS fiestas principales religiosas y escolares del Oratorio, desde el 23 de abril hasta el 30 de diciembre de 1878, se alegraron con la 
presencia del amadísimo Padre. Volvió él de su larga peregrinación, precisamente el día, en que empezaba el mes de María Auxiliadora. 
Predicó la novena monseñor Schiaparelli, canónigo del Corpus Christi. Anota don José Lazzero en su crónica: «Se le oía poco y era 
demasiado elevado. En nuestra iglesia se requiere buena voz y un hablar popular». El primer día celebró don Bosco la primera reunión 
Capitular de 1878, y quiso abrir la sesión elevando el pensamiento de los presentes a la celestial Patrona de la Congregación, leyendo una 
carta procedente de Bolsena que acababa de recibir en aquel mismo momento. Una señora, consumida por el cáncer, después de tres años 
de enfermedad, había hecho una novena a María Auxiliadora para obtener la curación, y narraba ella misma que el noveno día le había 
desaparecido totalmente el tumor maligno. 

Por aquellos mismos días, deseoso el Beato de permanecer y mostrarse unido al Vicario de Jesucristo, escribió al cardenal Bartolini 
rogándole presentase al Padre Santo, como acto de homenaje, la ofrenda indicada con estas ((748)) palabras de la respuesta 1: «He 
manifestado a S. S. lo que usted me escribió sobre la ofrenda de las prácticas de piedad y de las cinco mil comuniones que se recibirán el 
próximo viernes, en la fiesta de María Auxiliadora, para la prosperidad de su pontificado. El Padre Santo ha quedado muy satisfecho con 
tan hermosa ofrenda, y, en prenda de su agradecimiento, envía la bendición especial que usted desea». 

La carta de S. E. respondía también a don Bosco sobre un asunto muy distinto. Estaba vacante la Sede episcopal de Ivrea, por defunción 
de monseñor Moreno; el Beato, que llegó a enterarse de ciertos manejos con los que se quería rendir un mezquino servicio a la iglesia 

1 Carta del 22 de mayo de 1878. 
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eporediense (de Ivrea), intentando situar en ella a quien estuviera ligado con ciertos principios 1, creyóse en la obligación caritativa de 
proponer a dos ejemplares sacerdotes, cuyos nombres se ignoran. También se habría ignorado la actitud de don Bosco, pues era muy 
grande su reserva en semejantes asuntos de extrema delicadeza, de no haber sido por estas palabras del cardenal Bartolini, que nos ponen 
al corriente: «He indicado, además, a S. S. los dos sacerdotes que usted opina son dignos de ser propuestos para la sede episcopal de 
Ivrea; él me ha ordenado pasar los nombres de estos dos eclesiásticos dignísimos al E. Cardenal Secretario de Estado, presidente de la 
Comisión establecida para la elección de Obispos 2, para colocarlos en lista». Fue elegido monseñor David, de los condes de Riccardi, 
que posteriormente debía ser trasladado a Novara y promovido desde allí a la sede metropolitana de Turín, después del cardenal 
Alimonda. El mostró siempre una cordial amistad con don Bosco y con su sucesor. 

El Beato esperaba con fundamento que fuera el Arzobispo a pontificar en la solemnidad del 24 de mayo; pero, no habiendo podido éste 
aceptar la invitación, rogóle le permitiera llamar a otro Obispo. 

((749)) Excelencia Reverendísima: 

Ya que V. E. no puede asistir a la fiesta de María Auxiliadora, ruégole me permita invitar a otro Obispo, como por ejemplo, al de 
Alessandria. Este vendría ciertamente con gusto, por tener entre nosotros a muchos diocesanos suyos. 

En cuanto al día de las Confirmaciones, nos convendría mucho que pudiera elegir un día festivo, porque así podrían aprovecharse los 
alumnos de la escuela nocturna del Oratorio para externos, y también las pobres muchachas de las escuelas de nuestras Hermanas. 

Le adjunto una petición para la apertura de la iglesia y escuela de Santa Teresa en Chieri, que se debería abrir a fines del corriente mes. 

Con suma veneración y gratitud me cabe el honor de poderme profesar humildemente. 

De V.E. 

Turín, 18 de mayo de 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Se requerían también los tradicionales mayordomos de la fiesta; ofreció, el honroso cargo al caballero Marcos Gonella y a su digna 
esposa. 

1 Una nota de archivo, escrita por don Joaquín Berto, explica el cómo y el porqué, pero es algo que no pertenece a nuestra historia. 

2 Esta Comisión cardenalicia fue creada por León XIII, poco después de su exaltación. 
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Muy querido señor Marcos: 

Debido a mi ausencia, nos encontramos ante la fiesta de María Auxiliadora sin mayordomos. Ruego, por tanto, a V. S. carísima, se 
digne aceptar este cargo juntamente con su señora esposa. 

Hace ya mucho tiempo que V. S. no ha aparecido en nuestras fiestas con tal título y sería para mí un gran placer que aceptara. 

No olvide que las oraciones, las comuniones de ese día, son todas según la piadosa intención del mayordomo. 

Ruego a Dios conserve a V. S. y a toda su familia con salud y en su gracia, y, encomendándome a la caridad de sus oraciones, tengo la 
satisfacción de profesarme en J. C. 

Turín, 19-5-78. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El reglamento de los Cooperadores prescribía una conferencia para la fiesta de María Auxiliadora; la dio don Bosco ((750)) al empezar 
la novena y fue la primera de Turín: hemos hablado de ella en el capítulo XIX. Le gustaba, además, mucho a don Bosco que los 
Cooperadores salesianos acudiesen en gran número, aun desde lejos, el día 24; porque él consideraba aquel día como el de su solemne 
reunión a los pies de la Virgen. Por eso, a algunos de los más influyentes les enviaba una invitación personal; así invitó a la marquesa 
Mariana Zambeccari, hija de la condesa Politi, de Bolonia. 

Muy apreciada señora Marquesa: 

El próximo viernes es la fiesta de María Auxiliadora. Sería para mí un gran placer, si nos hiciera una visita durante la novena o en la 
fiesta. 

Ciertamente, la Santísima Virgen la recompensaría del viaje. Como quiera que ello sea, no dejamos de orar por la conservación de su 
salud y para que Dios la colme de sus celestiales bendiciones. Supongo le gustará recibir un pedazo de faja, que perteneció al gran Pío IX. 
Son cosas muy buscadas en estos días. 

Dios la bendiga y ruegue por mí, que seré siempre en J. C. 

Turín, 19 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Durante la novena hubo un intento de robo en el Santuario, que fracasó. La noche del día 19, un maleante, agazapado en la iglesia, 
quedóse en ella encerrado, para, en un momento dado, abrir las puertas a los cómplices; mas, por muchos esfuerzos que hicieron, desde 
dentro y desde fuera, para descerrajarlas, no lo lograron, de manera 

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que el ratón, al ver que no había escapatoria, se resignó a dejarse atrapar en la ratonera. 

El concurso de fieles, muy numeroso durante la novena, creció enormemente el día de la fiesta. Empezáronse a celebrar las misas antes 
de las tres de la mañana, y llegaron a decirse setenta y dos. A las doce y media, aún se presentaban devotos pidiendo recibir la santa 
comunión. Seis confesores permanecieron constantemente, sustituyéndose de cuando en cuando. El Obispo de Alessandria, impedido casi 
a última hora, no pudo pontificar en la misa cantada, ni en las vísperas; ((751)) lo hizo el de Novara, monseñor Estanislao Eula. 

La parte musical fue un triunfo. Casi doscientos cantores, entre niños y hombres, ejecutaron la misa de don Juan Cagliero, a seis voces, 
dedicada a Santa Cecilia. La antífona Sancta María, succurre miseris se cantó este año después de vísperas a tres coros, pero no divididos, 
como en otras ocasiones, sino todos juntos en el coro alto, recientemente agrandado y organizado tal y como hoy lo vemos. Los 
preparativos y la multitud de fieles daban a las funciones un aspecto imponente, pero que inspiraba devoción. 

Todos los alumnos de Lanzo bajaron a la fiesta. Muchos sacerdotes y señores forasteros se hospedaron en el Oratorio. «Nosotros, 
escribe el cronista, siguiendo la costumbre, cedimos nuestras habitaciones, por no ser suficientes las destinadas ordinariamente para los 
forasteros». Por vez primera se vieron llegar, la víspera, peregrinaciones de Lombardía y del Novarés. Una enorme muchedumbre asistió 
también el día 25 al funeral por los socios de la Archicofradía. El animado movimiento de visitantes se prorrogó hasta varias horas 
después del mediodía. Don Julio Barberis en uno de los breves párrafos de su crónica, ya casi próxima a finalizar, parece que nos quiera 
repetir algo cien veces dicho y redicho: «Se habían dado anteriormente varias conferencias de preparación, y, año tras año, se tomaba nota 
de lo hecho y de lo que no resultó, para remediarlo al año siguiente». Sabemos que en el 1878 se decía que nunca se había visto tanta 
grandiosidad y afluencia; pero ícuántas veces más se debería repetir este mismo estribillo, que casi siempre vienen ganas de reiterar aún 
ahora a quien compara con el año anterior! El 2 de junio, de acuerdo con lo prometido, monseñor Gastaldi fue a administrar el 
sacramento de la Confirmación en la iglesia de María Auxiliadora. Los confirmandos eran más de doscientos, entre alumnos internos, 
externos, muchachas de las Hijas de María Auxiliadora y alumnos de Lanzo. Don Bosco tributó los honores ((752)) al Arzobispo en la 
sacristía con todas las muestras de sincera reverencia que podemos imaginar; pero, no pudo quedar totalmente satisfecho, 
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porque Su Excelencia, al decir del reverendo Nardi, que estaba al lado para el servicio, pasó moviendo circularmente su mano derecha, 
como cuando se quiere dar a entender que se prescinde con gusto de los cumplimientos. 

Aquella tarde comenzaron los estudiantes los ejercicios espirituales, juntamente con los novicios, predicados por monseñor Belasio, 
que repitió la predicación a los aprendices del día 7 en adelante. Don Bosco, que acudió a hablarles después de las oraciones de la noche, 
fue recibido con aplausos sin fin: desde el 29 de noviembre del año anterior no le habían oído a aquella hora. Les dijo así: 

íPor fin, puedo deciros unas palabras, después de casi seis meses! íYa veis cuanto tiempo sin venir a daros las buenas noches! Pero, 
aunque no lo hice personalmente, mi mente se encontraba siempre aquí con vosotros. Y cuando estaba en Roma, y cuando iba de viaje a 
Niza o a Sampierdarena, pensaba en vosotros por la mañana en la santa misa y rogaba al Señor que os diese su santa ayuda. Mas, por la 
noche, cuando estaba solo, en el silencio de mi habitación, irresistiblemente volaba mi pensamiento hasta vosotros; os veía, os hablaba, 
me complacía de vuestra presencia, y os auguraba desde lejos las buenas noches; y no podía acostarme sin haber rezado antes por 
vosotros. 

Pero, ahora, no es sólo la fantasía. Hace algún tiempo que me encuentro de nuevo aquí y espero no alejarme tan pronto. Estamos aquí 
para buscar vuestro bien espiritual y material. 

Mas lo que he venido a deciros es que mañana por la tarde empezaran los ejercicios espirituales los estudiantes e inmediatamente 
después los aprendices. Unos y otros procuren organizar la propia conciencia. Todo lo que acostumbro recomendaros durante los 
ejercicios, se reduce a una sola cosa: prestar atención para poner en práctica todo lo que se predica o se lee. »Cómo hacerlo? En todas las 
platicas, en todas las lecturas hay siempre algo que nos hace mucho bien: unas veces sera el examen mal hecho, el dolor o el propósito 
que faltan; otras veces serán los consejos del confesor olvidados o no cumplidos, etc. 

Hagamos bien nuestras cuentas en este tiempo. Pensemos en el pasado, en el presente, en el futuro: si no tenemos nada que 
reprocharnos de nuestras acciones pasadas, si nuestras confesiones fueron siempre bien hechas y hemos sacado fruto de ellas; si nuestras 
comuniones fueron del gusto de Jesús; si nos hemos organizado para el cumplimiento de nuestros deberes y la huida de las malas 
compañías, etc. En qué punto nos encontramos en este momento, en qué estado se encuentra nuestra ((753)) conciencia, si marchamos 
derechos por el camino que Jesucristo nos señala: y qué debemos hacer en el porvenir para asegurar nuestra eterna salvación y cual sera el 
mejor estado que debemos abrazar para mayor bien de nuestra alma. 

Y por ello, éste es el tiempo mas a propósito para pensar en vuestra vocación, porque esta escrito: Ducam eam in solitudinem, et loquar 
ad cor eius (la llevaré a la soledad y le hablaré a su corazón). El Señor habla en la soledad y los ejercicios espirituales son precisamente 
días de retiro y de soledad. 

También los aprendices han de pensar en su vocación, porque algunos deben considerar, si Dios tiene dispuesto que se queden a 
trabajar aquí en la Congregación y a formar parte de ella; o si les llama a hacer el bien en otra parte. 
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Además, todos necesitan abandonar algún día las ocupaciones de costumbre, para dedicarse exclusivamente a las cosas del alma. 
Pensad que las grandes gracias no se reciben tan a menudo y que el poder hacer los ejercicios espirituales es una gracia muy grande. 
íCuántos compañeros vuestros, jóvenes, clérigos, sacerdotes, estaban aquí oyendo las mismas palabras y pasaron ya a la otra vida! Creo 
que todos hicieron bien los ejercicios el año pasado; pero, si no hubiere sido así, »tendrían ahora tiempo para ello? Quisiera que el año 
próximo estuviéramos todavía todos aquí, y yo con vosotros, para hacer los santos ejercicios, como lo espero por la bondad del Señor; 
pero, »quién nos asegura que todos los que nos encontramos aquí, podremos hacerlos todavía otro año? Yo no puedo asegurároslo; sólo 
Dios, que podría decirlo, no nos precisa nada. 
Estote parati, qiuia qua hora non putatis, Filius hominis veniet. Estad preparados, estad atentos, porque cuando menos lo penséis, yo 
vendré a vosotros. Y la experiencia nos demuestra que también mueren los jóvenes. Si es así, estemos siempre preparados, para que, a 
cualquier hora que venga la muerte, podamos presentarnos tranquilos a las puertas de la eternidad; por consiguiente, ahora que tenemos 
comodidad para ello, hagamos bien estos ejercicios espirituales. Y así como el Señor nos dice: Ante orationem, praepara animam tiuam 
(prepara tu alma, antes de la oración), así os digo a vosotros: preparad vuestra alma, antes de los ejercicios espirituales, es decir, tened el 
deseo de aprovecharlos desde antes de comenzarlos, dejando de lado, durante esos días, todos los asuntos de estudio o de trabajo. 

Además, si continuamente me preocupo de vosotros, de día y de noche, en estos días de ejercicios me dedicaré de un modo especial y 
totalmente a vuestro bien espiritual. En la misa haré una oración especial para este fin, para que los ejercicios resulten bien. Y todo lo que 
digo de mí entiendo decirlo también de los que trabajan conmigo en la dirección del Oratorio, y de los que vienen a predicaros los 
ejercicios, todos dedicados a vuestro bien, atendiendo a ello con todas sus fuerzas. 

Estas noches espero poder hablaros otras veces, para ayudaros a hacer bien la novena del Espíritu Santo que nos ilumine; y para no 
hacerme más largo, podemos terminar estas pocas palabras con una bonita conclusión. El poder hacer los ejercicios espirituales ((754)) es 
una gracia muy grande que no siempre se tiene; por eso, debemos hacerlos bien: y, para hacerlos bien, pongamos en práctica lo que 
escuchemos en las pláticas y lecturas. Y como todos los favores nos vienen del cielo, yo, por mi parte y vosotros por la vuestra, roguemos 
a Dios que nos conceda obtener el mayor fruto posible para nuestras almas. Y íbuenas noches! 

Dos fiestas muy queridas se sucedieron una tras otra, diez días después de los ejercicios de los aprendices: la de san Luis y la del día 
onomástico de don Bosco. Al volver de una breve ausencia, tuvo el Beato la agradable sorpresa de encontrarse una cartita del Arzobispo 
que le decía: «En la próxima fiesta de san Luis iré con mucho gusto a celebrar la santa misa y distribuir la comunión en la iglesia de 
María Auxiliadora, con tal de que me sea posible celebrarla temprano, ya que estoy acostumbrado a subir al altar a las seis de la mañana; 
envíeme un coche para llegar a tiempo a la iglesia y así poder hacer la debida preparación, antes de empezar la sagrada función. Ruego, 
pues, a V. S. 
que conteste a mi proposición.» Don Bosco respondió en seguida, asi: 
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Excelentísimo Señor: 

Acabo de llegar a la una, de Nizza Monferrato, y me encuentro con la apreciada carta de V. E., que demuestra su inmensa bondad para 
venir a celebrar la santa misa y distribuir la comunión el día de la fiesta de san Luis, en la iglesia de María Auxiliadora. 

Se lo agradezco de corazón. 

La hora fijada en años anteriores es la misma que en los días festivos; el día sería el domingo 23 del corriente mes y enviaría un coche a 
su debido tiempo. 

Sin embargo, si la hora fuese demasiado tarde, acepto la de las seis y ya buscaremos otra solución para la misa de comunión de las 
siete. 

Estoy estudiando la cuestión de la iglesia y la casa de San Miguel. Pero los dineros... 

He encargado al canónigo Morozzo que averigüe los detalles y me hable de ellos 1 

((755)) Le doy las gracias de todo corazón y ruégole me permita profesarme, con gratitud, de V. E. Rvma. 

Turín, junio, 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Entre tanto, el día 17 empezaba la novena del Sagrado Corazón de Jesús. Hay una razón especial para recordarlo, por cuanto entonces 
tomaron parte los novicios por vez primera en una práctica de piedad común, en honor del Corazón de Jesús. 

El día 23 por la tarde, después de acabar las funciones dedicadas a san Luis, se empezó la fiesta de homenaje a don Bosco. El programa 
era aproximadamente el acostumbrado, que ya conocemos; pero el afecto filial que cada año saltaba espontáneamente y lleno de vida de 
los corazones, lograba que todo pareciera nuevo. La lluvia obligó a suspender la manifestación vespertina del 24 en el patio; por lo que se 
determinó trasladarla al día de san Pedro. Don Bosco, antes de suspender la función, pronunció un discursito, en el que manifestó mayor 
satisfacción que otras veces por la variedad de los párrafos leídos en diversas lenguas, principalmente en las de los países donde se 
levantaban casas salesianas. Asistieron a la academia, junto con distinguidos señores y bienhechores de Turín, el representante de la 
República Argentina en la corte de España y el predicador monseñor Belasio. Este, conmovido ante el espectáculo del que había sido 
testigo, encontró la manera de insertar en un libro suyo de próxima aparición, un recuerdo afectuoso de cuanto había admirado en aquella 
circunstancia 1. 

1 El 2 de junio había advertido monseñor Gastaldi a don Bosco que estaban punto de ser vendidos la iglesia de San Miguel y el 
convento anejo de Turín, que habían pertenecido a los Trinitarios y entonces a la Maternidad, a los judíos, los cuales convertirían la 
iglesia en sinagoga. 
«Si, por azar, escribía Monseñor; se sintiese V. S. inspirado y movido a rescatar esta iglesia de la próxima profanación y del escándalo, 
sería algo meritísimo apud Deum et homines.» El importe del contrato superaba las trescientas mil liras. 

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Después de haber manifestado cómo los que luchan contra Dios, andan perdidos en medio de una Babel, y haber añadido que los que le 
aman están, por el contrario, en Pentecostés, prosigue: «El milagro de Pentecostés sigue vivo entre nosotros. Quiero participaros la 
satisfacción que experimenté este año el día de san Juan en Turín.» 

((756)) En el Oratorio de los Salesianos, lo mismo que los Apóstoles en el Cenáculo, reunidos en torno a María Auxiliadora, aquellos 
buenos muchachos acudían de todas partes para celebrar el día onomástico de su piadoso Maestro, y leerle sus cariñosos saludos, en 
muchas y diversas lenguas, en italiano, francés, inglés, irlandés, escocés, alemán, polaco, español, y hasta americano con el acento de los 
salvajes, de los indios, pamperos y patagones; entonces yo, deshecho en lágrimas, exclamé: 

-íEsto es el milagro de Pentecostés! 

Pues bien, entonces oí a don Bosco, ese hombre providencial, que, con las manos elevadas al cielo, exclamó lo mismo que el Salvador: 

-íOh, qué abundante es la mies! Roguemos al Dueño que nos envíe operarios para poder dar pan de vida eterna a los hombres, nuestros 
hermanos, de todos los colores, a los que nuestro Padre invita al banquete de su Hijo Jesús... 

Y yo repetía sollozando: 

-íOh, Padre de la misericordia, apresuraos a hacer de todos los hombres un solo rebaño de ovejas bajo un solo y buen pastor! 

A las seis de la tarde del sábado 29 siguió la fiesta; entonces don Bosco pudo manifestar en el ardor del discurso sus sentimientos. 
Habló así: 

He de confesaros que en este momento tuve un sentimiento de soberbia, no ya por los títulos y alabanzas que me habéis prodigado 
(porque esto se hace en razón de aquella figura retórica que se llama hipérbole, y vosotros no habéis hecho más que describirme cómo 
deseáis que yo sea), sino por otra razón. Yo leí y escuché en estos días todas las cartas que se me enviaron y se me leyeron, y vi en todas 
(a parte la elocuencia de quien no podía hacerlo mejor) un buen corazón, un sentido de gratitud y de amor tan organizado, que no pude 
por menos de decir: 

-Pero íqué muchachos tan inteligentes tengo yo! íEstos muchachos se conservarán así, porque no es posible que quien tiene gratitud no 
tenga las demás virtudes, y que quien conoce las virtudes no las practique! 

Este pensamiento me suscitó aquel sentimiento de soberbia. Estuve contento. También estoy muy contento de otra cosa, y es, que este 
año los jóvenes en general son buenos. Debo, por tanto, agradecer a todos los que trabajan para que sean así. Debo 

1 Dio ci liberi, che sapienti! Fascículo de agosto de 1878, de las Letture Cattoliche, págs. 110-111. 
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también agradecer a todos los que cantaron, tocaron, declamaron o hicieron algo para esta ocasión. 

((757)) El lunes habría querido daros una noticia, de no haber venido el desconcierto de la lluvia que interrumpió la fiesta. Por eso, 
aguardé a dárosla esta tarde. 

Ya se había hablado de lo que quiero deciros, pero aún no se había publicado. Se trata de que dos de nuestros misioneros de América 
partieron de Buenos Aires para Patagonia. Nos enteramos de su partida, de la borrasca que les sorprendió cuando entraron en el inmenso 
Atlántico y no sabíamos nada más. Peor aún, recibimos noticias de que el barco se había hundido; podéis imaginar nuestra inquietud ante 
tal noticia. Pero el Señor nos confortó precisamente la víspera de san Juan, puesto que aquel día recibimos carta del Arzobispo de Buenos 
Aires, en la que nos hace saber que, después de trece días de espantosa tempestad, con la muerte ante los ojos, los misioneros volvieron a 
Buenos Aires, con el barco destrozado y ellos medio deshechos, pero a salvo. El arzobispo monseñor Aneyros, después de narrar esta 
vuelta, nos escribe que él tiene impreso en el alma el recuerdo del año pasado, cuando estuvo aquí en el Oratorio, por esta misma época y 
asistió a nuestra fiesta: dice que consideraría una gracia y una felicidad sumas, si pudiera asistir a ella una vez más; pero dice que asistirá 
a nuestra fiesta con el pensamiento; y muchas otras cosas, con las que deja ver la buena impresión que se llevó el año pasado de cuanto 
vio en el Oratorio en esta ocasión. 

»Qué más queda por deciros? 

íííAnimo, ánimo, ánimo!!! 

El que quiera ser misionero, no tiene más que dar su nombre y marchar y no tiene ante sí solamente las Pampas y la Patagonia, sino 
también el Uruguay, Santo Domingo, donde hoy se hacía la propuesta formal de fundar allí casas salesianas, porque tienen cerradas las 
escuelas, el seminario y hasta la misma catedral. Para el que no tuviese valor para ir a las misiones extranjeras, tenemos casas en Francia, 
en Roma, en la Liguria y en el Piamonte: aquí podrán éstos ser misioneros. Pero no todos son llamados a profesar en la sociedad de San 
Francisco de Sales, y entonces basta que se mantenga el espíritu, de que cada uno sea, ahora, misionero entre sus compañeros; después, 
en las propias casas, o donde habite, dando buenos ejemplos, buenos consejos y haciendo el bien a la propia alma. De esta forma, todos 
los que estáis aquí os convertiréis en otros tantos misioneros, seréis del número de los que dice Jesucristo: íSerán sal, serán luz! Todos los 
que estáis aquí, seréis otros tantos ciudadanos del Paraíso, y entonces veréis qué poco se requería para salvar una alma y para ser 
misionero. 

Ya lejos de la fiesta de don Bosco se celebró la reunión familiar de los antiguos alumnos, reunidos en torno al Padre el 4 de agosto. Ya 
le habían ofrecido como regalo en su día onomástico un faldistorio y dos pares de dalmáticas, rojas y blancas. ((758)) El profesor 
Cándido Germano leyó y repartió su discurso, que ya llevaba impreso. Al acabar la comida, los alegres comensales brindaron a don 
Bosco en todos los tonos, pero el graciosísimo Gastini puede decirse que se llevó la palma entre cuantos hablaron antes que él. Siguió la 
colecta para el funeral, en sufragio de los compañeros difuntos durante todo el año; tras lo cual, quiso el Siervo de Dios comunicarse con 
sus hijos queridos. Esta vez tenía que hacerles una bonita proposición. Damos aquí el resumen 
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de su charla, tal y como nos la transmitió don Julio Barberis en una hoja, que él mismo escribió y firmó. 

Constituye siempre para mí una gran alegría verme rodeado de mis queridos amigos e hijos. Hoy aumenta mi alegría al veros a tantos y 
tan alegres. Se acostumbra, al fin de los banquetes, hacer unos brindis; mas, por cuanto se lee en los periódicos, los brindis de los 
banquetes, semejantes de algún modo a éste, son tales que, ordinariamente, ofenden los oídos cristianos. Nosotros, reunidos aquí 
fraternalmente con el vínculo de la santa caridad, debemos exponer alguna idea que pueda satisfacer a todos. Dejo de lado todo 
pensamiento (y vienen muchos a mi mente) que pudiera ser tierno y conmovedor, porque sentiría me sucediese como otras veces, y 
tuviera que cortar por la mitad mis palabras. Os diré sólo una cosa: espero que todavía nos reuniremos muchas más veces, como lo 
estamos haciendo hoy: ya he dicho que para el año que viene, a fin de encontrarnos más frescos, será mejor preparar las mesas en los 
pórticos, bien ornamentados. 

Lo que yo querría comentar este año, y que en este instante ocupa todos mis pensamientos, es que debemos procurar ayudarnos 
mutuamente, siempre que nos sea posible. Actualmente todos buscan uniones y cajas o sociedades de socorros mutuos. Es preciso que 
tratemos de establecer alguna entre nosotros. Hasta ahora esto no ha pasado de ser un proyecto mío, todavía no estudiado en sus detalles, 
pero que me parece, hablando en general, bastante factible. 

Todos vosotros, quién más, quién menos, os encontráis en situación de poder hacer algún ahorro, a fin de, si sobreviene una enfermedad 

o falta de trabajo, poder hacer frente a vuestras necesidades. Pues bien, haced de modo que esta ayuda no se limite solamente a vosotros,
sino que se extienda también a aquellos jóvenes de buena conducta que salieren del Oratorio, o a aquellos compañeros que ya conocéis
vosotros, o a todos los que estáis reunidos aquí; y esto especialmente para casos excepcionales.
Todos los años se hace una colecta para don Bosco: yo la cedo con gusto y deseo que se destine para los jóvenes que se encontrasen
necesitados.
((759)) íQué bonita sería una sociedad semejante entre vosotros! Pero propongo una condición: todos los que tomen parte, ya sea en 
estas nuestras reuniones familiares, ya sea que quieran formar parte de la sociedad de socorros mutuos, sea de vida honrada y cristiana. Si 
alguno llevase una vida menos conforme con los dictámenes de nuestra santa religión, no solamente no forme parte de estas reuniones, 
sino que ninguno de vosotros se asocie con él. No hablo de una desgracia, de una falta, en la que uno pueda caer, que esto le podría 
suceder a don Bosco y a cualquier otro: hablo de quien llevase una vida poco honrada. A ese tal no se le invite más a estas nuestras 
reuniones. 

Y vosotros, sin excepción alguna, procurad honrar el nombre que lleváis, la casa donde os educasteis, la religión que os conserva en su 
seno y la sociedad de Cooperadores Salesianos a la que pertenecéis. Si lo hacéis así, siempre habrá en vosotros, mientras viváis, una 
verdadera alegría. 

Podremos todavía reunirnos en estas fiestas de familia (que espero será muchas veces, »no es verdad?) y podremos, después, formar una 
familia hermosa, compacta, numerosa, todos juntos en el Paraíso, dándonos palabra desde ahora, firmando un pacto que ninguno 
romperá, »verdad? 

Ya existían unos estatutos para la sociedad de socorros mutuos, redactados e impresos por don Bosco en 1850, cuando se inauguró una 
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institución idéntica entre los jóvenes obreros que acudían al oratorio festivo 1; así que Gastini, jefe de los exalumnos, tomando en 
consideración la actuación del benéfico plan, no pudo hacer nada mejor que reclamar se pusiera en vigor el viejo reglamento. 

En la solemnidad de la Asunción se celebró la distribución de premios a los aprendices, con un discurso del profesor Bacchialoni, de la 
Real Universidad. Se celebró la fiesta en el patio de los aprendices con asistencia de toda la casa. Impresionaron mucho las palabras con 
que cerró el acto don Bosco. El cronista, en vez de transmitírnoslas textualmente, se las arregló a su manera, comenzando por observar: 
«Me gustó mucho el discurso, porque siempre se ve en don Bosco a un Padre amoroso, que sabe tolerar. Quiere que todos hagan su 
propia fortuna, y ayuda a todos a hacerla. Si uno le contradice en algo, él le deja, no dice nada, hace otra cosa; o mejor, da vueltas de una 
a otra parte para hacer lo mismo, ((760)) pareciendo que hace otra cosa: pero generalmente en vez de romper los obstáculos, gira 
alrededor.» 

-Mi vida, dijo, siempre según el cronista, quiero que sea toda ella para bien de quien me escucha. íNo importa que yo tenga que sufrir, 
con tal de que pueda haceros felices! Creedlo, he consagrado toda mi vida a este fin. La multiplicidad de ocupaciones no siempre me 
permite dedicarme directamente a vosotros, pero mi trabajo siempre tiende a ello. Así que, sed valientes. El estudiante estudie, el 
aprendiz trabaje; pero nuestros trabajos tiendan siempre a hacernos el bien mutuamente, a vivir honradamente, a ayudar a la sociedad. 
íSois afortunados! íCuántos jóvenes de vuestra edad y condición trabajan más que vosotros y no tienen la satisfacción de una buena 
palabra, no tienen la alegría que vosotros tenéis, no tienen quien se preocupe de ellos! Sabed ser agradecidos a todo el que os ayude; 
sabed ser el consuelo de vuestros superiores con vuestro trabajo incansable, con vuestra buena conducta. 

Después de estas breves expresiones, don Julio Barberis señala cómo el Siervo de Dios no inspiraba nunca, en sus discursos, desprecio 

o aversión a nadie, ni siquiera a los malos, y cómo no insinuaba nunca la menor desconfianza en los tiempos y en los hombres, y que no 
hablaba jamás en público directamente contra las instituciones malas. Su afán era sugerir, hacer, promover cosas e instituciones buenas, 
sin perder tiempo censurando a las que no lo hacían. 
A partir de este momento y durante un largo rato, nuestras fuentes 

1 Véase Lemoyne, Memorias Biográficas, Vol. IV, págs. 65-68. 
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callan o dicen muy poco, respecto al tema del presente capítulo. Atesoremos ese poco. 

Del reparto de premios a los estudiantes, que se celebró el día primero de septiembre, sólo sabemos que, en lugar de don Bosco, 
presidió el Vicario General de Montevideo. Algo más podemos decir de la fiesta del Rosario en Castelnuovo, que se celebró el 6 de 
octubre. Fue también don Bosco a I Becchi, donde le esperaban los estudiantes que se habían quedado en el Oratorio. Don Juan Bonetti 
había predicado la novena con asistencia de muchos fieles; don Juan Cagliero ((761)) predicó el sermón de la fiesta: lo hizo desde la 
puerta de la iglesita, ante un numeroso público que se amontonaba en el patio y la pendiente de la colina. Después de ocho años de 
ausencia, participó de nuevo en la fiesta la banda del Oratorio. 

En el 1870, casi al día siguiente del 20 de septiembre 1, le pareció a don Bosco inoportuno hacer fiestas, mientras el Padre universal de 
los fieles estaba de luto; por eso había llevado consigo solamente unos cuantos cantores, sin la banda, confiando a don Pablo Albera la 
razón de su comportamiento. Después, aquella misma limitación de manifestaciones exteriores en medio de los buenos campesinos duró 
hasta 1878. 

Una vez terminadas las fiestas, los muchachos comieron en I Becchi, merendaron en Castelnuovo, en casa Bertagna, cenaron en Chieri, 
desde donde fueron en tren hasta el Oratorio. El Beato se quedó tres días más en Chieri, con don José Lazzero. Se ve que las condiciones 
especiales del incipiente oratorio femenino le obligaron a ello. 

Sobre la salida de los jóvenes para las vacaciones de este año y sobre el regreso, no quedó consignada noticia alguna, a excepción de un 
sueño relacionado con los efectos que este tiempo de asueto suele acarrear. 

Don Bosco lo contó en la noche del 24 de octubre. Apenas anunció que iba a proceder a su narración, las manifestaciones de 
satisfacción fueron grandes. 

Estoy muy contento de volver a ver al ejército de mis hijos armados contra diabolum. Esta expresión, aunque latina, la comprende hasta 
el mismo Cottino 2. 

Tendría que deciros muchas cosas, porque es la primera vez que os hablo después de las vacaciones; pero ahora os quiero contar un 
sueño. Vosotros sabéis que los sueños se tienen durmiendo y que no hay que hacerles mucho caso, pero si no hay mal 

1 El 20 de septiembre de 1870, es el día de la entrada de las tropas italianas en Roma, capital de los Estados Pontificios. (N. del T.) 

2 Cottino era un criado encargado del comedor, que se las daba de poeta. 
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ninguno en no creer en ellos, tal vez tampoco lo hay en creer en ellos, pudiéndonos servir a veces de lección, como, por ejemplo, éste. 

Me encontraba en Lanzo durante la primera tanda de ejercicios y estaba durmiendo, cuando, como os he dicho, tuve un sueño. 
Parecióme estar en un lugar que no sabría identificar, pero se hallaba próximo a un pueblo en el que se veía un jardín y junto a éste un 
amplísimo prado. Estaba en compañía de algunos amigos que me invitaron a entrar en el jardín. Penetré en él y vi una multitud de 
corderillos que saltaban, ((762)) corrían y hacían mil cabriolas según su costumbre. Cuando he aquí que se abrió una puerta que ponía en 
comunicación con el prado, y los corderillos corrieron a él para pastar. 

Muchos, sin embargo, no se preocuparon en salir, sino que se quedaron en el jardín, e iban de un lado para otro despuntando algunas 
hierbecillas alimentándose de esta manera, puesto que no había hierba en tanta abundancia como en el prado, al que había salido el mayor 

número de aquellos animales. 

-Voy a ver qué es lo que hacen estos animales ahí fuera, me dije. 

Fuimos al prado y los vi paciendo tranquilamente. Mas he aquí que de pronto se oscurece el cielo, brillan los relámpagos, retumba el 

trueno y se aproxima una tempestad. 

-»Qué será de estos animales si los pilla la tormenta?, me decía yo. Vamos a ponerlos a salvo. 

Y comencé a llamarlos. Después, yo por una parte y mis compañeros por otras, procurábamos llevarlos hacia la entrada del jardín. Pero 
ellos no querían entrar; uno corría por aquí, otro escapaba por allá, nosotros intentábamos perseguirlos, pero íque si quieres!, ellos eran 
más veloces que nuestras piernas. Entretanto comenzaron a caer densas gotas, después a llover intensamente y yo no conseguía reunir el 
ganado. Una o dos ovejas entraron afortunadamente en el jardín, pero las demás, y eran muchísimas, continuaron en el prado. 

-Bien, si no quieren entrar en el jardín, peor para ellas, dije yo. Vamos a retirarnos nosotros. 

Y así lo hicimos. 

En el jardín había una fuente sobre la cual se veía escrito con caracteres cubitales: Fons signatus, fuente sellada. Estaba cerrada, pero de 

pronto se abrió, el agua subió hacia la altura y se dividió formando un arco iris, semejante a una bóveda, como la de este pórtico. 

Entretanto menudeaban cada vez más los relámpagos, seguidos de fragorosos truenos, y comenzó a granizar. Nosotros, con todos los 
corderillos que estaban en el jardín, nos amparamos y cobijamos bajo aquella bóveda maravillosa donde no penetraba el agua ni el 

granizo. 

-Pero »qué es esto?, preguntaba yo a los amigos. »Qué será de los pobrecillos que han quedado fuera? 

-Ya verás, me dijeron. Mira la frente de estos corderos, »qué observas? 

Me fijé y vi que sobre la frente de cada uno estaba escrito el nombre de un muchacho del Oratorio. 

-»Qué es esto?, pregunté. 

-íVerás, verás! 

Entretanto, yo no podía detenerme más y quise salir para ver qué les había sucedido a los pobres corderillos que estaban en el prado. 

-Recogeré a los que hayan muerto y los enviaré al Oratorio, pensaba entre mí. 

Pero, al salir de debajo de aquel arco, la lluvia caía sobre mí y vi a aquellas pobres 

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bestezuelas tendidas en tierra, moviendo las patas intentando levantarse para dirigirse hacia el jardín; pero no podían andar. Abrí la 
puerta, levanté la voz, mas sus esfuerzos eran inútiles. La Iluvía y el granizo continuaban azotándolas de tal manera que infundían ((763)) 
lastima; una era herida en la cabeza, otra en la quijada, ésta en un ojo, aquélla en una pata, otras en diversas partes del cuerpo. 

Después de algún tiempo, la tempestad cesó por completo.
-Observa, me dijo el que estaba a mi lado, la frente de estos corderos.
Y vi escrito en el lugar indicado el nombre de cada uno de los muchachos del Oratorio.
-Conozco al muchacho que lleva este nombre, me dije; y no me parece precisamente un corderillo.
-Verás, verás, me fue respondido.
Seguidamente me presentaron un vaso de oro con tapadera de plata y al mismo tiempo escuché estas palabras:
-Toca con tu mano untada en este bálsamo las heridas de estos animales y curarán inmediatamente.
Yo, entonces, comencé a llamarlos:
-íBrrr, brrr!
No se movían. Repetí la llamada y nada; intenté acercarme a uno y se apartó arrastrándose. Yo les seguía, pero el juego volvía 
a


repetirse. 
-»No quiere? íPeor para él!, exclamé. Iré en busca de otro. 
Y así lo hice, pero también éste escapó. A cuantos me aproximaba para ungirlos y curarlos, emprendían la fuga. Yo los perseguía, pero 

inútilmente. Al fin alcancé a uno: ípobrecillo!, tenía los ojos fuera de las órbitas y en tan mal estado que daba compasión, Se los toqué 
con la mano, curó y, saltando, corrió al jardín. 
Entonces, otras muchas ovejas, al ver esto, no manifestaron repugnancia, se dejaron tocar y curar y entraron en el jardín. Pero eran 
muchas las que quedaban fuera, especialmente las más llagadas, a las cuales no me fue posible acercarme. 
-íSi no se quieren curar, peor para ellas! Pero no sé cómo podré hacer para que entren en el jardín. 
-Déjalo de mi cuenta, me dijo uno de los amigos que estaban conmigo. Ya vendrán, ya vendrán. 
-íYa veremos!, dije. 
Coloqué el vaso donde había estado primeramente y volví al jardín. 

Este había cambiado de aspecto por completo, y pude leer a su entrada: Oratorio. Apenas penetré en él, he aquí que los corderitos que 
no habían querido venir, se acercaron, entraron apresuradamente y corrieron a echarse por un lado y por otro; pero tampoco entonces 
pude acercarme a ellos. Hubo varios que, no queriendo recibir el ungüento, consiguieron que éste se convirtiese para ellos en veneno que 
en lugar de curarles las llagas se las irritaba aún más. 

-íMira!, me dijo un amigo. »Ves aquel estandarte?
Me volví y vi tremolar al viento un gran estandarte en el que se leía escrito en grandes caracteres: «Vacaciones»
.
-Sí, lo veo, repliqué.
-Ahí tienes el efecto de las vacaciones, añadió uno de los que me acompañaban, mientras yo me sentía abrumado de dolor al contemplar


aquel espectáculo. 
-Tus jóvenes, continuó el tal, salen del Oratorio para ir a pasar las vacaciones, decididos a alimentarse con la palabra de Dios y a 
conservarse buenos: pero después sobreviene el temporal, esto es las tentaciones; seguidamente la lluvia, o asaltos del 

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demonio; ((764)) después cae el granizo, que representa las caídas en el pecado. Algunos recobran la salud con la confesión, pero otros 
no usan bien este Sacramento, o no se acercan a él en absoluto. 

No lo olvides y no te canses jamás de repetirlo a tus jóvenes: las vacaciones son como una gran tempestad para sus almas. 

Observaba yo a aquellos corderos descubriendo en algunos de ellos heridas mortales; estaba buscando la manera de curarlos, cuando 
don José Scappini, que había hecho ruido en la habitación próxima, me despertó. 

Este es el sueño, y aunque es un sueño tiene un significado que no hará ningún mal al que le preste fe. Puedo deciros que anoté algunos 
nombres de los muchos que vi en la frente de los corderos y confrontándolos con los jóvenes, comprobé que se conducían como indicaba 
el sueño. 

Sea como fuere, debemos, en esta Novena de los Santos, corresponder a la bondad de Dios, que quiere usar de misericordia con 
nosotros, y, mediante una buena confesión, curar las heridas de nuestra conciencia. Debemos, además, ponernos todos de acuerdo para 
combatir al demonio y, con el auxilio del cielo, saldremos victoriosos de esta lucha y conseguiremos recibir el premio de la victoria en el 
Paraíso. 

Este sueño hubo de influir grandemente en la buena marcha del nuevo curso escolar; en efecto, en la Novena de la Inmaculada, las 
cosas procedían tan bien, que don Bosco manifestó su satisfacción diciendo: 

-Los jóvenes se encuentran actualmente en un punto, tanto por aplicación como por conducta, al que, en años anteriores, apenas habían 
llegado en el mes de febrero. 

En la fiesta de la Inmaculada vieron éstos repetirse la bonita función de despedida de la cuarta expedición de misioneros. 

Durante la novena de la Inmaculada tuvo lugar en el Oratorio la conversión de un joven de dieciséis años. Su madre, la señora 
Guglielminetti, bienhechora de don Bosco, no sabía ya a qué santo encomendarse. Años atrás, le había colocado en el colegio de Lanzo, 
de donde le despidieron. En 1878 lo internó en el Colegio de Pinerolo, de donde se escapó para ingresar en la marina. Llevado a casa por 
la policía, fue su madre con él al Oratorio, con la intención de presentárselo a don Bosco y pedirle consejo. La pobre mujer estaba 
desolada. Don Bosco llevóse aparte al muchacho, hablóle un momento y preguntóle después: 

-»Te quedarías con gusto tres días en el Oratorio: Harías un pequeño retiro espiritual, y decidirías ((765)) qué quieres hacer en el 
porvenir; si seguir los estudios, emplearte en algún sitio o tomar otro camino. 

El muchacho dijo que aceptaba y don Bosco lo puso en manos de don Julio Barberis. Hizo sus ejercicios, se confesó y comulgó varias 
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veces y se entretenía con gusto con los novicios. Fue la madre a buscarlo, pidióle perdón y le rogó que le permitiera quedarse en el 
Oratorio hasta después de la fiesta, lo que fácilmente le concedió. Seguía, mientras tanto, leyendo libros de meditación y ocupaba el 
tiempo haciendo de secretario a don Julio Barberis. El día de la Inmaculada, se encontraba él mismo tan cambiado que dijo: 

-Si me quedo un día más en el Oratorio, no resisto al deseo de vestir la sotana clerical. 

La madre estaba fuera de sí de satisfacción. 

La novena de Navidad, predicada por don Juan Cagliero, reavivó en los muchachos el fervor de la piedad, a lo que también contribuyó 
la fiesta de la primera misa de dos nuevos sacerdotes del Oratorio, don Segundo Amerio y don Luis Deppert, que se celebró el domingo 
22 de diciembre con cantos, músicas y alborozo general. Aquella noche, después de la cena, paseando y charlando don Bosco con don 
Julio Barberis y algunos sacerdotes más, entre los que se encontraba don Juan Bautista Lemoyne, empezó a hablar de la bondad de 
algunos muchachos y les aseguró que, no hacía mucho, había visto a dos mientras se confesaban, que se levantaban del suelo y se 
mantenían elevados en el aire durante algún minuto. 

-Uno de esos, añadió, empezó a tomar un poco de carrerilla hacia mí, y después, se levantó sobre el suelo, casi hasta la mitad de la 
altura del reclinatorio. Terminaba la confesión volvió a bajar muy despacio y se arrodilló para rezar el acto de contrición. Los compañeros 
que los rodeaban me parece que no se dieron cuenta. Cuando yo paso por el patio y me encuentro con esos dos, siento respeto. Son 
muchachos llenos de vida y que están siempre en movimiento; los compañeros le consideran bonísimos, pero ninguno se imagina lo 
buenos que realmente son. 

Por la fiesta de Navidad don Bosco cantó, según costumbre, la misa de media noche, pero dijo que era quizás la última vez; ((766)) se 
había cansado mucho con motivo de la vista, que le disminuía de modo alarmante, hasta temer perderla del todo. El rayo que le había 
caído cerca en 1850 en San Ignacio, le había ocasionado un malestar en los ojos, que se había repetido muchas veces y que le atormentó 
especialmente en el año 1864; el resultado fue que el ojo derecho le quedó casi siempre algo ofuscado. En 1878, al acabarse el otoño, 
cuando se acortaron los días, trabajaba muchas horas a la luz de una lámpara; el mal del ojo derecho creció tanto, que en diciembre no 
veía nada con él. Visitóle repetidamente el famoso oculista Reimon, el cual declaró que también el ojo izquierdo, ya resentido, corría 
riesgo de empeorar en 
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breve; en consecuencia, prescribióle que no escribiese ni leyese después de la puesta del sol. 

Esparcióse por la casa la mala noticia y no es para describir la pena que afligió a hermanos, novicios y alumnos. Estos últimos se 
impusieron visitas cotidianas al Santísimo Sacramento, y organizaron grupos para comulgar cada mañana hasta un centenar; hubo algunos 
que se ofrecieron al Señor como víctimas, a fin de que don Bosco no se viese obligado a cesar en el gran bien que hacía. Muchos novicios 
pidieron al Señor quedarse ellos ciegos, con tal de que don Bosco se viera libre de tan gran desgracia. Llegó rápidamente la noticia a los 
colegios y se entablaron en ellos nobles porfías de oraciones y sacrificios para conjurar la temida desgracia. 

Durante todo el mes de diciembre no mejoró, pero tampoco empeoró; sin embargo, no pudo esto impedir que, dos días antes de expirar 
el año 1878, preparase el Beato las maletas para ir a Génova, Marsella y Roma, donde le encontraremos en el próximo volumen. Antes de 
salir del Oratorio encargó a don Miguel Rúa que diese a todos, en su nombre, el aguinaldo para el nuevo año. Este debía ser la Unión. 
Unión de los muchachos entre sí, ((767)) y mucha unión de los superiores entre sí. Unión de los muchachos con los asistentes y con los 
superiores. Buscar los medios que podían promover tal unión, a saber: 1.°, la frecuencia de los Santos Sacramentos; 2.°, la 
condescendencia en los superiores; 3.°, la sumisión en los súbditos. Buscar, además, el evitar todo lo que pudiese romper dicha unión 
apartando toda riña o maledicencia y huyendo de las amistades particulares, etc. Don Miguel Rúa comunicó otra cosa más que le había 
confiado don Bosco: que, a su regreso, no volvería a encontrar a todos los presentes, porque, durante su ausencia, alguno habría partido 
para la eternidad. 
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((768)) 

CAPITULO XXV 

MISIONES Y MISIONEROS.
CUARTA EXPEDICION A AMERICA DEL SUR


FECHADO en Turín, a 31 de diciembre de 1877, don Bosco, que hacía ocho días se encontraba en Roma, hizo llegar al cardenal Franchi, 
prefecto de Propaganda, un memorial, con la finalidad de obtener la institución de una prefectura y de un vicariato apostólico en dos 
remotos territorios de la República Argentina. Las experiencias hechas por sus hijos durante dos años y ya estudiadas por él, con su 
espíritu práctico y organizador, le indicaban que esa disposición sería el gran medio para desenvolver una actividad ordenada, progresiva 
y provechosa. Para lograrlo compiló un informe de todo lo que los misioneros salesianos habían realizado hasta entonces, poniendo de 
relieve los métodos seguidos, los medios empleados y los frutos obtenidos, de forma que se viese la necesidad y la importancia de aquella 
misión. Es una exposición que, con la máxima sencillez, nos coloca ante empresas nada simples y produce en el lector el convencimiento 
de que ya se ha hecho mucho, pero que se hará mucho más, si se aumentan las posibilidades. 

En los tiempos calamitosos que vivimos, los buenos católicos y especialmente las congregaciones religiosas, deben unirse más que 
nunca en torno a la gran maestra de la verdad, la Santa Sede; tomar norma y consejo de ella para actuar con éxito lo mismo en los países 
((769)) civilizados, que en la misiones extranjeras. A tal fin, hace algunos años tuve yo el alto honor de exponer a V. E. el deseo de 
muchos salesianos de consagrar sus fuerzas en favor de las misiones extranjeras, donde cada día se siente más la penuria de operarios 
evangélicos. 

V. E., con paternal y sabio consejo, me decía: preparemos misioneros. Y, confortado con la bendición del Padre Santo, me ceñí a tal 
empresa, y, apoyado únicamente en la divina Providencia, abrí un colegio o seminario en Turín 1 para las misiones extranjeras, casi a 
continuación otro en Génova, y después otros. Dios bendijo estos débiles esfuerzos, y, en poco tiempo, he podido preparar un número 
notable de excelentes jefes de taller y de clérigos, deseosos de consagrarse a las misiones. Me presenté entonces de nuevo a V. E. para 
que me aconsejase dónde convenía hacer la primera prueba, esto es, si en la India, en Australia, o en América del Sur, hacia las Pampas y 
1 Alude a los Hijos de María que ya formaban una sección del Oratorio. 
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Patagonia. Pareció oportuna la última proposición, por ser más proporcionada a una nueva Congregación. Los resultados obtenidos me 
animan a pedir a V. E. que intervenga con su autoridad a consolidar la obra empezada hace dos años, bajo sus auspicios. Ruégole, por 
tanto, permita que antes le exponga brevemente tres cosas; necesidad de esta misión; situación de la misma respecto al personal; y 
respecto a los medios con que hasta ahora se ha sostenido; después de lo cual, V. E. juzgará qué decisiones se deban tomar para la mayor 
gloria de Dios. 

Necesidad de esta misión 

Es de advertir que entre las tierras de los salvajes, pamperos y patagones, hasta más allá de la Tierra del Fuego, o sea el cabo de Hornos, 
hay una extensión casi igual a la de Europa, donde el evangelio todavía no ha podido penetrar. En diversas épocas, hubo valerosos 
eclesiásticos que llegaron a algunas partes entre aquellos salvajes, pero siempre les costó la vida, sin poder obtener un éxito duradero de 
su sacrificio. Es verdad que en los confines de los países de los indios o de los salvajes hubo siempre algunos misioneros, sobre todo 
franciscanos o paúles, pero el escaso número y las extraordinarias distancias, junto con otras graves dificultades, hicieron también que 
fuera bastante escaso el fruto de su celo. Ante esta general necesidad, amaestrados por la historia y atesorando cuanto otros han dicho o 
hecho, considerando el estado actual de aquellos países, se juzgó oportuno hacer una nueva prueba. No enviar ya misioneros en medio de 
los salvajes, sino ir a los confines de los países civilizados y allí fundar iglesias, escuelas y hospicios, con dos fines: 

1.º Cooperar a conservar en la fe a los que ya la hubieran recibido. 

2.º Instruir, amparar a aquellos indios que la religión o la necesidad hubiere movido a buscar asilo entre los cristianos. La finalidad era 
la de ((770)) establecer relación con los padres por medio de los hijos, a fin de que los salvajes se convirtieran en evangelizadores de los 
mismos salvajes. 

Para realizar este proyecto ayudó eficazmente el cónsul argentino residente en Savona, el cual, requerido por el Arzobispo de la 
República Argentina y por el misionero de Módena, monseñor Ceccarelli, hizo petición formal al humilde exponente para acudir con 
ayuda religiosa de los países ya organizados y de los salvajes. Porque, se escribía, estos desgraciados avanzan en tropel contra las tropas 
regulares para apresarlas, mientras quedan todos ellos destrozados con la metralla y arcabuces del Gobierno. 

Hechos los preparativos, el 14 de noviembre de 1875 partieron los primeros diez salesianos; un año después, salió la segunda 
expedición con veinticuatro; durante el mes de noviembre pasado, se realizó la última expedición con veintisiete salesianos. Y otros 
quince irán a reunirse con sus compañeros en la próxima primavera. 

Resultados obtenidos 

1.º Bendecidos por el Vicario de Jesucristo, y, por consiguiente, bendecidos sensiblemente por el mismo Dios, los misioneros 
salesianos encontraron una mies abundantísima. Monseñor Aneyros, Arzobispo de Buenos Aires, tiene una diócesis muy extensa, que 
limita por varios lados con patagones y pamperos. Muchos pueblos y alguna ciudad pasan años sin ver un sacerdote católico. Aquel 
Arzobispo, por consiguiente, acogió con la máxima benevolencia a los nuevos enviados, e inmediatamente les confió la administración de 
una iglesia llamada de la Misericordia o de los italianos, colocada en el centro de la ciudad y entonces abandonada. 

2.º Abrieron posteriormente oratorios festivos, escuelas nocturnas y también un 

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hospicio para muchachos pobres y abandonados, especialmente para los que procedían de familias de los salvajes. Este hospicio tiene 
ochenta huérfanos, con una iglesia pública al lado. 

3.º Al ser éste insuficiente para la gran necesidad, y con apoyo del Gobierno, se abrió otro para artes y oficios en la misma ciudad, en el 
cual hay trescientos huérfanos y una iglesia pública. 

4.º Junto al orfanato hay un barrio llamado La Boca, que cuenta al presente con casi veinticinco mil habitantes. De acuerdo con el 
Arzobispo establecieron una parroquia, abrieron escuelas diurnas y nocturnas y oratorios festivos y ahora ya se está construyendo (y casi 
terminando) una iglesia para un párroco con sus coadjutores. 

5.º Un colegio con alumnos internos y externos, en San Nicolás de los Arroyos, última ciudad de la República Argentina hacia los 
indios pamperos. Hay en él cerca de doscientos alumnos. 

6.º En esta misma ciudad abrieron una iglesia pública que está funcionando. 

7.º El colegio Pío de Villa Colón, próximo a Montevideo, capital de Uruguay. 

8.º En esta misma República no hay obispo y sí un Vicario Apostólico, monseñor Vera, que no tiene ningún seminario, ni colegio 
((771)) católico. Este colegio Pío tiene actualmente casi ciento cincuenta alumnos, vivero único del que se pueden esperar vocaciones 
eclesiásticas para la actual República y para las misiones. 

9.º Junto al colegio, se abrió la iglesia pública de Santa Rosa, adonde acuden los habitantes del lugar y de los pueblos vecinos. 

10.º A poca distancia de Villa Colón se instaló un colegio para muchachas pobres y abandonadas, dirigido por las Hijas de María 
Auxiliadora, que también pertenecen a la Congregación Salesiana. 

11.º A fines del mes de noviembre ofreció monseñor Vera a los Salesianos, y fue aceptada, la parroquia de Las Piedras, ciudad de casi 
seis mil almas, sin sacerdotes y sin maestros de escuela. 

Dista ésta veinte kilómetros de Villa Colón y nos pone en comunicación con la parte occidental de aquella República, habitada todavía 
por salvajes 1. 

Estas son las casas e iglesias ya abiertas al público en la República Argentina y en la del Uruguay, en favor de la juventud y de los 
adultos. A la par que los Salesianos trabajaban para promover y conservar en ellas el espíritu de fe, nunca perdían de vista el estudio de 
cuanto podía abrir el camino hacia los salvajes, que es la meta constantemente anhelada por ellos. 

Personal 

Era indispensable mucho personal para sostener los oratorios festivos, las escuelas diurnas y nocturnas, los centros para aprendices, los 
colegios e iglesias. Para tal fin salieron ya de Europa sesenta salesianos, que están ocupados y administran las obras mencionadas. 

Verdad es que, durante este año, moría uno de los más celosos misioneros, víctima, según escriben, de su incesante trabajo. Pero esto, 
muy lejos de desalentar, excitó en todos los Salesianos gran entusiasmo por partir hacia las misiones extranjeras. De los colegios y 
escuelas abiertas ya salieron treinta muchachos que, inclinados al estado sacerdotal, se hicieron misioneros con ánimo de ir a llevar el 
evangelio a sus padres y 

1 Recuérdese que don Bosco hablaba y escribía, de acuerdo con las geografías elementales de su tiempo y de su tierra. (N. del T.) 

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amigos, inmersos todavía en la idolatría. Más de cien alumnos ya han manisfestado su decidida voluntad de abrazar el estado eclesiástico, 
con señales evidentes de vocación. 

Con la debida autorización de V. E. Rvma. se abrió en la capital Argentina un noviciado regular y un estudiantado. 

Además, tenemos en Europa muchas casas en las que se encuentran muchachos de distinta condición, educados en la ciencia y en la 
piedad, y que generalmente se deciden a hacerse misioneros. Hay más de doscientos reunidos con esta finalidad en la casa de 
Sampierdarena, con el título de Obra de María Auxiliadora. 

Todos estos elementos nos ofrecen fundadas esperanzas de que, con la ayuda de Dios, podremos organizar cada año una expedición de 
misioneros para el extranjero, entre jefes de taller, catequistas y sacerdotes. 

((772)) Medios materiales 

Si queremos hacer un balance preventivo, no se cuenta ni con un solo céntimo seguro de capital; pero siempre y únicamente apoyados 
en la divina Providencia pudimos fundar, atender, proveer de mobiliario a tantas casas e iglesias, preparar centenares de jefes de taller y 
sacerdotes para organizar una expedición con el correspondiente ajuar; y todo se hizo, a la par que se da pan y cristiana educación a 
veinte mil muchachos. Para gloria de Dios y de los pueblos americanos, hay que declarar que los Salesianos llegados a países extranjeros 
fueron recibidos con inaudita caridad, por lo que no les ha faltado nada de lo necesario para el ejercicio del sagrado ministerio, para llevar 
adelante internados, iglesias y escuelas. De manera que, rigurosamente hablando, los Salesianos no poseen nada en Europa ni en 
América, pero no les ha faltado nunca nada en las obras emprendidas. 

El único bienhechor fijo y estable es el Padre Santo, el cual, con su inagotable caridad, acudió muchas veces generosamente en nuestra 
ayuda. Al presente se añade la esperanza puesta en V. E. y en la piadosa obra de la propagación de la fe, que, según cartas escritas por su 
presidente, acudirá en nuestra ayuda, cuando estas misiones hayan sido encomendadas por V. E. 

Disposiciones a tomar 

Mientras los misioneros salesianos llevaban adelante la administración de los centros que la divina Providencia les confió, a menudo 
acudían, ora unos, ora otros, a misionar por campos y colonias avanzadas entre los indios. Así catequizaban a gente de todas las naciones, 
allí reunidas por intereses materiales, pero que generalmente no habían visto ni oído la voz de un sacerdote católico durante años y años. 
Gracias a estas excursiones evangélicas, escribe don Juan Cagliero, jefe de los misioneros Salesianos, pudiéronse adquirir muchos 
conocimientos en torno a la índole, carácter, lenguas y costumbres de los indios, e iniciar con ellos algunas relaciones que son muy útiles 
para conocer los lugares más oportunos para las misiones y menos peligrosos para los misioneros. 

Entre los muchos lugares donde parece que se pueden establecer las misiones hay que contar con Carhué y Santa Cruz. 

Carhué es un lugar donde hay una guarnición de soldados, a manera de fortaleza, construido en 1874, en la frontera recientemente 
erigida por la República de Buenos Aires: el gobierno de entonces que llevó sus confines a más de mil kilómetros hacia las Pampas, debe 
mantener alejados a mano armada a los salvajes, que con apariencia de comercio realizan continuas incursiones de exterminio sobre los 
argentinos. 

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Por el lado occidental de la República Argentina, Carhué está en la parte más avanzada en medio de los indios, pues se encuentra en el 
grado treinta y siete de latitud meridional, y en el cinco de longitud occidental del Meridiano de Buenos Aires. Es verdad, como cuentan 
los periódicos, que este año (1877) hubo graves hostilidades y matanzas entre pamperos y argentinos; ((773)) pero, como los misioneros 
se mantuvieron ajenos a aquellos sucesos, sucede que éstos son bien recibidos, y hasta deseados, por ambas partes: es decir, por parte de 
los salvajes y de los argentinos, que hicieron, o mejor, improvisaron una plaza fuerte en Carhué y crearon un pueblo comercial para los 
salvajes con los civilizados. Allí son esperados los Salesianos, y el Arzobispo de Buenos Aires no aguarda más que su llegada, a fin de 
que vayan allí para atender a los adultos, y a los muchachos de los indios, los cuales, de acuerdo con su inhumana costumbre, abandonan 
a menudo a sus hijos en medio de los campos cuando son muy numerosos, u ocasionan cualquier molestia. Allí se está construyendo una 
iglesia, con un internado al lado, para entregarlo a los Salesianos. 

Santa Cruz es una colonia pequeña, establecida en el último extremo de Patagonia, a oriente del estrecho de Magallanes, en el grado 
cincuenta de latitud. Es un centro comercial para los patagones, que suelen reunirse allí para intercambiar algunos de sus productos con 
los forasteros, que les llevan los comestibles y bebidas deseados con preferencia por los salvajes. Esta colonia tiene ahora mucha 
importancia, porque, como anuncian los periódicos argentinos, van a instalarse allí doscientas familias rusas para atender al comercio y a 
la agricultura. Al presente no hay nada preparado para el culto religioso. Si los precedieren los católicos, los otros les encontrarían 
establecidos allí, y en cierto modo como sus superiores. Pero, si los rusos toman la delantera, resultará bastante difícil para los misioneros 
católicos poderse organizar y establecer. Lo mismo en Santa Cruz que en Carhué parece oportuno instalar un internado y una casa de 
misiones, ya sea para conservar la fe de los que la hubieran recibido, como para ponerse en relación con los indígenas, internar y educar a 
sus hijos, siempre con la finalidad religiosa de progresar por las tierras que ellos habitan. 

Súplica 

Con este informe sobre las misiones salesianas, me atrevo a suplicar a V. E. quiera acudir en nuestra ayuda con su autoridad y sus 
sabios consejos. Me parece a mí que es algo oportuno y eficaz para consolidar de un modo estable la existencia y difusión del evangelio: 

1.° Fundar una Prefectura Apostólica en la misión de Carhué. 

2.° Fundar un Vicariato Apostólico como el que ya existe a distancia, y puede decirse casi en la imposibilidad de tener un Obispo para 
los sacramentos que lo requieren. 

No me queda más que cumplir un deber mío por parte de toda la Congregación Salesiana, que es el de agradecer a V. E. la caridad 
tenida con los Salesianos, y rogarle que continúe concediéndonos el tesoro de su benevolencia y de sus consejos. 

Tengo el alto honor de poderme profesar. 

De V. E. Rvma. 

Turín, 31 de diciembre de 1877. 

Muy agradecido hijo de la Santa Sede 
JUAN BOSCO, Pbro. 

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((774)) Este escrito abrió a don Bosco el camino para exponer de palabra y más ampliamente sus ideas al Cardenal Prefecto; lo cual, 
por cierto, no pudo ser tan rápidamente, pues se juntó con el lento proceder de las oficinas romanas y la paralización de los asuntos con 
motivo de la muerte de Pío IX. El Siervo de Dios no pudo hablar con el Cardenal casi hasta la vigilia de la audiencia que le había 
concedido León XIII para el 16 de marzo. Habló él entonces con el Papa también de este tema, después informó inmediatamente a su 
Eminencia y dijo, además, que él no había creído oportuno descubrir en aquel su escrito la audiencia, por estar destinado para todos, 
como los lectores conocen. Debe haber sido efecto de la conversación sostenida con el Cardenal el haber reducido su plan primitivo, 
limitándose a pedir en la audiencia pontificia solamente un Vicariato o una Prefectura Apostólica y en un punto distinto de los dos ya 
propuestos. 

Eminencia Rvma.: 

1. Después de las conversaciones que he tenido el alto honor de sostener con V. E. Rvma. sobre las misiones de América del Sur y de la 
India, he acudido inmediatamente al Padre Santa para exponerle cuanto parece que se puede emprender para la buena marcha de las 
misiones iniciadas. He advertido ahora el éxito obtenido en las casas, o mejor, en el seminario ya en marcha de San Nicolás de los 
Arroyos, última ciudad de la República Argentina limítrofe con los salvajes; parece llegado el tiempo de la misericordia para aquellos 
pueblos, y que por tanto pueda resultar fructuoso un experimento, en la misma Patagonia, donde los misioneros serían invitados por dos 
famosos Caciques a acercarse a sus pueblos, con la seguridad de asistencia y protección. 
2. Parece, pues, oportuno un Vicariato o Prefectura Apostólica en Carmen, también llamada Concepción o Patagones, que es una 
pequeña colonia en la orillas del norte del Río Negro, donde los salvajes comercian con los forasteros. Una vez establecido allí un colegio 
para estudiantes y un centro para aprendices, con facilidad se pueden establecer relaciones con los salvajes y, a través de sus hijos, abrir el 
camino para hablar de religión con sus padres. El colegio de San Nicolás nos ofrece un ejemplo a favor de este tema. 
3. He expuesto también en pocas palabras cómo yo podría preparar, dentro de un año, diez sacerdotes y diez catequistas para el 
Vicariato Apostólico de Mangalor en la India, o bien para otra misión que V. E. prefiriese. 
((775)) Su Santidad, después de escuchar esta breve exposición, dignóse, con su acostumbrada bondad, alabar y bendecir ambos 
proyectos y me envío a V. E. para que, con su iluminada sabiduría, refiriese a Su Santidad la conveniencia y los medios materiales y 
morales con los que se puede contar tales contingencias. La misma petición se presentó, hace ya unos meses atrás, a la Sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares; y ahora el humilde exponente renueva la petición a fin de que se le conceda la gracia sin la cual no 
puede proveer a las urgentes exigencias de las misiones extranjeras y de las casas salesianas de Europa, que reclaman disposiciones 
indispensables para mayor gloria de Dios y bien de las almas. 
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Con una copia de esta carta hemos encontrado un memorándum, en el que don Bosco anotó varias cosas por él expuestas o pedidas al 
Cardenal en una conferencia con el mismo. 

1.° Las facultades necesarias para los superiores de las casas salesianas de América para poderlas comunicar a sus dependientes, 
especialmente cuando van a los salvajes, pamperos y patagones, entre los cuales no está todavía constituida la jerarquía. 

2.° Una carta de recomendación para la Obra Pía de la Propagación de la Fe de Lyon que la reclama para poder ayudar a las diez 
iglesias de América, el colegio de San Nicolás de los Arroyos, el de Buenos Aires, y el de Villa Colón, poco distante de Montevideo. En 
otro colegio-seminario están internados casi ochocientos muchachos que, a la par que hacen sus estudios, piensan cuál es su vocación y se 
preparan para las misiones extranjeras. 

3.° Petición de ayuda económica, o, al menos, de algunos de los objetos anotados aparte. 

4.° Tomar en viva consideración la misión de los Lazaristas en medio de los pamperos que se va extinguiendo y que ellos ofrecen 
aquella parte de la viña del Señor, tal como se encuentra, a los Salesianos. 

5.° Carhué, junto a los pamperos, donde los protestantes intentan establecerse; Santa Cruz, colonia en la extremidad de Patagonia, 
donde desgraciadamente se van a establecer casi doscientas familias rusas, como dicen los periódicos de la República Argentina. 

Los «objetos anotados aparte» son libros, ornamentos sagrados, utensilios indispensables a los misioneros, ya sea para sus estudios, ya 
sea para el ejercicio del sagrado ministerio. 

1. Breviarios, diurnos, misales, misales pequeños de difuntos, sacras para los altares. 
2. Antifonarios, vesperales, graduales de tamaño grande y pequeño. 
((776)) 3. Diccionarios, gramáticas, libros ascéticos, históricos o predicables, en español, portugués, inglés, alemán y también italiano, 
lo mismo para uso de los misioneros, que de los fieles a quienes se podrían distribuir útilmente. 

4. Paramentos sacerdotales para el culto divino; cálices, copones, custodias, lámparas y objetos semejantes. 
Se presentó también al nuevo Pontífice León XIII otro informe de las misiones salesianas, en nombre de los hermanos de América, 
juntamente con un devoto homenaje firmado por los superiores de las casas. Ellos mismos enviaron al Papa una segunda carta de 
homenaje con motivo de su fiesta onomástica de San Joaquín, refiriéndole los primeros ensayos realizados para la evangelización de los 
salvajes, y expresando modestamente su opinión de que era «sumamente necesario establecer una casa central en Patagones, situada en la 
desembocadura del Río Negro». Estos actos de devoción y los informes que le acompañaban 
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eran, sin duda alguna, queridos así por don Bosco, a fin de que el nuevo Papa pudiera conocer, por distintos caminos y cada vez mejor, lo 
realizado por los Salesianos en aquellas tierras, y estuviese más dispuesto que nunca a concederles su soberano favor y con ellos a toda la 
Congregación. 

El Papa respondió al primer documento con un preciosísimo Breve del 18 de septiembre 1, en el cual decía afectuosamente: «Lo que 
nos escribís sobre las obras de vuestra misión, nos ha llenado de satisfacción; así hemos podido conocer por vuestra relación que os 
dedicáis con celo a promover la gloria de Dios y a procurar la salvación de las almas y hemos dado gracias al Señor de corazón, porque os 
da fuerzas y concede a vuestros trabajos los frutos que vosotros recordáis. Sin duda, queridos hijos, esta benignidad del Señor os 
infundirá valor, para que, estrechamente unidos a la Sede Apostólica, seáis activos y constantes en la misión emprendida, y aumenten en 
mérito y número en esas tierras los hijos de ((777)) la gloria y extensión del reino de Cristo, resulta para Nos algo gratísimo mostraros 
toda nuestra benevolencia y pedir ardorosamente al cielo en vuestro favor la plenitud de todas las gracias, a fin de que podáis ser siempre 
válidos instrumentos para la gloria divina y la salvación de las almas.» 

El celo de don Bosco en favor de las misiones no se concentraba en un lugar de modo que le hiciera perder de vista cualquier otro país, 
donde se hubiera reclamado su apostolado: su caridad habría querido abrazar a todo el mundo. El Delegado Apostólico de Santo 
Domingo, monseñor Roque Cocchia, deseaba ardientemente que un grupo de Salesianos fuese al menos para tomar la dirección del 
seminario, e impartir a los alumnos la enseñanza literaria y científica. íQué desolación la de aquella capital y toda la República de Santo 
Domingo! El seminario menor estaba cerrado por falta de director y de maestros; el seminario mayor, por falta de seminaristas; la catedral 
por falta de quien realizara en ella las funciones; la universidad por falta de profesores y estudiantes. Monseñor Cocchia había ido al 
Oratorio para suplicar a don Bosco que le diese sacerdotes, diciéndole que quería dejar absolutamente todo en sus manos. Don Bosco le 
prometió que secundaría tan laudables deseos, cuando las circunstancias se lo permitieran; mas, por el momento, no podía. El Obispo, en 
cuanto tuvo esta promesa, volvió corriendo a Roma, presentó al cardenal Franchi un cuadro desolador de las miserias espirituales de 
aquella diócesis e insistióle para que obligase a don Bosco a aceptar; y el cardenal interpuso 

1 Véase: Apéndice, doc. 63. 
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sus buenos oficios, sobre todo, según decía, para hacer algo grato al representante pontificio, más que porque lo creyese necesario, pues él 
sabía muy bien que para mover a don Bosco, bastaba la reflexión de la utilidad que de ello se derivaba para la Iglesia y para las almas. 
Respondió el Beato que irían seis salesianos aquel año a Santo Domingo y más en el porvenir; pero ponía una condición: que el Cardenal 
hablase en favor de los ((778)) Salesianos a fin de obtenerles la dispensa de las testimoniales de los Obispos, el extra tempus y los 
privilegios remanentes. El eminentísimo Prefecto de Propaganda se apresuró a darle gracias; pero, en cuanto al resto, le observaba: 
«Habiendo usted iniciado ante la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares las peticiones al Padre Santo, para las cuales desea mi 
intervención, he debido limitarme a hacerlo ante el eminentísimo Prefecto de dicha Sagrada Congregación» 1. 

Quince días más tarde de haber escrito esta carta, moría el cardenal Franchi. El 2 de agosto comunicaba el abogado Leonori a don 
Bosco: «Dice el eminentísimo Oreglia que no acepte ir a Santo Domingo, si no le (sic) conceden los privilegios pedidos; no se deje 
halagar por las promesas de que luego se los concederán, porque, cuando se ha aceptado, resulta terminada la cuestión.» El Beato interesó 
inmediatamente también al cardenal Bilio, el cual prometió de una forma general apañárselas, como siempre, para ayudarle; pero, como 
no pertenecía a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, dijo que no podía hacer nada respecto a los privilegios. Le sugirió, en 
cambio, que recurriera al cardenal Oreglia, el cual, seguramente, no se negaría a ello; que él podría ayudarle mucho, porque tenía tiempo 
para ocuparse de ello, y porque, además, era miembro de dicha Congregación; y el ser casi paisano de don Bosco, le debía inducir a poner 
más interés en ello 2. Pero el cardenal Oreglia, llamado directamente por don Bosco, no le ocultó que no era el momento favorable para 
ello 3. También el abogado Leonori, que enviaba a don Bosco los rescriptos para dos diáconos que pedían dispensa de edad, le advertía 
que habían sido concedidos graciosamente, sin hacerlos pasar por manos del Arzobispo de Turín, como, según la costumbre, se debiera 
haber hecho; aún, considerando esto como un buen augurio, decía: «íDemos gracias al Señor! Yo espero que con paciencia y con 
prudencia ((779)) se logrará también 

1 Cartas del 2 y del 6 de julio de 1878. 

2 Carta a don Bosco, 15 de agosto de 1878. 

3 Carta del Cardenal Bilio a don Bosco, Roma, 30 de agosto de 1878. 
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obtener la comunicación de los privilegios: por ahora conviene callar» 1. 

Pero don Bosco, ahora que se encontraba en medio del asunto de Santo Domingo, no creyó que debiera callar. Confiando en la bondad 
del cardenal Bilio, le envió una súplica para presentarla al Padre Santo, a fin de obtener, al menos, la facultad de aceptar aspirantes no 
seminaristas sin las testimoniales de los obispos, aunque fuera sólo por un año o también para la próxima aceptación. Se ve que don 
Bosco se conformaba con poco, con tal de crear un precedente útil. 

«Comprendo su deseo, le escribió Su Eminencia; pero siento tener que decirle que en este caso concreto no puedo ayudarle. De buena 
tinta y personalmente sé que el Padre Santo quiere que semejantes peticiones se hagan únicamente a través de la Sagrada Congregación 
de Obispos y Regulares; y sé, además, que el mismo Padre Santo ha ordenado a esa Sagrada Congregación que peticiones de esa suerte 
no se le hagan... Por lo que puede comprender V. S. que mi mediación no conseguiría el efecto deseado.» 

Casi como para templar la amargura, el Cardenal, consciente de que proporcionaba un gran placer a don Bosco, añadía que, como el 
diácono Blas Giacomuzzi había pedido en Magliano recibir el sacerdocio, él le ordenaría cuanto antes y haría que se le concediese el 
extra témpora por el Padre Santo 2. 

Es evidente que, si don Bosco no cesaba de pedir ciertos privilegios, debía tener mucha razón. Precisamente entonces necesitaba las 
testimoniales para un clérigo, procedente del seminario de Turín, por lo que escribió al Arzobispo: 

Excelencia Rvma.: 

Hace algunos días, mejor, hace algunas semanas, se presentó el clérigo Juan Baravalle, de Carmagnola, con un certificado del señor 
Rector del seminario de Turín, en el que se declaraba su capacidad para los ((780)) estudios, pero que nunca había dado señales probables 
de vocación al estado eclesiástico. Pedía entrar en nuestra Congregación para ir a las misiones. Yo le he rechazado. Hace unos días se 
presentó de nuevo con un certificado de su párroco y del canónigo Ariccio, que le recomendaban encarecidamente como clérigo de 
óptimas esperanzas por su moralidad y aplicación. Con tales recomendaciones y, más aún, con las peticiones y promesas de dicho clérigo, 
yo estaría dispuesto a probarlo, siempre que ello no disguste a V. E. y quiera al mismo tiempo conceder las prescritas testimoniales. 

Algunos me dijeron que V. E. está a punto de ordenar extra tempus. Si así fuera, le 

1 Carta a don Bosco, 19 de agosto de 1878. 

2 Carta, 30 de agosto de 1878. 
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rogaría aceptase entre los ordenandos a algunos de nuestros clérigos para los que lo necesitaría. 
Ruego a Dios conserve a V. E. en buena salud y haga que se recabe del Sínodo de mañana mucho fruto para su mayor gloria y para 

alivio de sus trabajos, mientras con gratitud y veneración sincera tengo el honor de profesarme. 

De V.S. 

Turín, 4 de noviembre de 1878. 

Atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Esta carta fue llevada personalmente por don Luis Deppert al Arzobispo, el cual la leyó, la devolvió a don Bosco sin responder nada y, 
sólo murmurando entre dientes, en el momento de devolverla al portador, dijo: 

-No necesito de sus consejos. 

Estas palabras se referían a los augurios del Beato para el éxito del Sínodo diocesano próximo a comenzar. No se podía asegurar que 
don Bosco hubiese tardado demasiado en dar prueba de su dócil sumisión sobre el punto de las testimoniales; puesto que se remontaba al 
25 de mayo esta otra petición. 

Excelencia Rvma.: 

Esta mañana se me presentó el clérigo Guanti, procedente de Chieri, y me dijo que era enviado por el Rector del Seminario, a mí 
precisamente, porque quería entrar en el Oratorio como aspirante a la Congregación. Le he respondido que, ante todo, debía escribir a 
nuestro Arzobispo, como ahora entiendo hacer, y de cuya respuesta dependía todo. 

Ruego, por tanto, quiera escribir unas palabras para mi norma, a saber: si este clérigo fue despedido del Seminario ((781)) por graves 
motivos, o si esto no fue por faltas referentes a la moral. 

Dado que su conducta sea buena o, al menos haya esperanza de recobrarla, dígame si V. E. no tiene nada en contra para que esté con 
nosotros algún tiempo probando su vocación. Soy, por mi parte, indiferente a deliberar en sentido afirmativo o negativo, y haré con gusto 

cuanto V. E. juzgue mejor en el Señor. 

Con profunda gratitud y con todo mi aprecio, me cabe el honor de poderme profesar. 

De V. E. Rvma. 

Turín, 25 de mayo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


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Fuere cual fuere la opinión de Turín, parece que don Bosco no quiso darse por vencido en Roma y que, pese a todo aviso en contrario, 
renovó su intención de elevar una súplica al Papa; y esto poco después de haber hecho a León XIII la ofrenda de su obrita La más bella 
flor del Colegio Apostólico. Calculamos que fue así, por algunas frases del abogado Leonori en la carta del 16 de diciembre: «Sé que ha 
enviado otra instancia para obtener los privilegios; pero, en este momento es inútil». 

Inútil o no, el Siervo de. Dios no dejaría de insistir opportune et importune, durante seis años más, hasta alcanzar, con visible 
intervención del Cielo, el premio de su decenal constancia. 

Tampoco debe sorprendernos ver a don Bosco subordinando la aceptación de la obra en Santo Domingo a la concesión de los 
privilegios. Esto indica la importancia que él daba a la cuestión; y ciertamente, puesto que querían cargarle con nuevas Misiones, era 
lógico que él despejara el camino quitando los estorbos, que se interponían a la multiplicación de su personal. 

En cuanto murió el cardenal Franchi, ninguno más resolló en favor de Santo Domingo; pero le llegó una nueva invitación de más arriba 
todavía. Había estado en el Oratorio monseñor Inocencio Yéregui, vicario general de la diócesis de Montevideo, con la intención de 
arrancar a don Bosco el consentimiento para enviar algunos salesianos ((782)) a aquella capital; pero, como no lograra sacarle más que 
buenas palabras, dirigió una súplica al Sumo Pontífice, en la cual, después de exponer cómo los salesianos tendrían la suerte de tener 
abierto en Montevideo un colegio para la educación cristiana y científica de la juventud acomodada, seguía diciendo: 

«Y ahora, Beatísimo Padre, sería nuestro ardentísimo deseo que estos virtuosos sacerdotes establecieran una casa de artes y oficios para 
muchachos pobres tan expuestos a perderse: y para alcanzar tan grande y necesario favor, nos dirigimos suplicantes a V. S. a fin de que se 
digne alcanzarnos la consecución del mismo, con una palabra dirigida al padre Bosco». 

El Santo Padre se dignó escribir al pie de la instancia estas líneas: 
«Enviamos al Rvdo. don J. Bosco, Superior de los Salesianos en Turín, la presente instancia, para que sean atendidos posiblemente los 
deseos del peticionario. Vaticano, 24 de agosto de 1878. LEON P. P. XIII». 

Mas, su deseo no pudo verse satisfecho hasta la muerte del Siervo de Dios. 

Finalmente, se acababa el año cuando le llegó el turno al Paraguay. 
Esta nación, ya fuera por las guerras con Brasil y con la República 
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Argentina, ya fuera por las revoluciones interiores, atravesaba una verdadera anarquía. Pío IX había delegado en octubre de 1876 a 
monseñor César Roncetti, nuncio apostólico ante el emperador del Brasil, para tratar con el presidente Juan Bautista Gill, primer 
presidente algo tratable después de tantos otros violentos, y ver de remediar tan funesta situación 1. No había entonces en Paraguay más 
que una diócesis, audazmente administrada por un desgraciado que había matado al Obispo. Las gestiones marchaban bien, cuando he 
aquí que el presidente Gill fue víctima de un asesinato, del que no andaba ajeno el renegado eclesiástico que acabamos de citar. Una vez 
fallecido aquél ante el cual estaba acreditado monseñor Roncetti, acabó también la misión. Entonces Pío IX ((783)) encargó a monseñor 
Di Pietro, delegado apostólico en Argentina, que fuera al Paraguay y pusiera un poco de orden en aquella pobre Iglesia. Este, muy amigo 
de la Congregación, quería a los Salesianos allí, por lo cual solicitó la intervención de la Santa Sede. León XIII, preocupado como su 
Predecesor por el bien de tantas almas, ordenó al Cardenal Secretario de Estado que hablase de ello con don Bosco, el cual, próximo a ir a 
Roma, recibió esta carta. 

Ilmo. Señor: 

La deplorable situación que atravesaba la República del Paraguay, con respecto a las necesidades espirituales del pueblo, conmovió el 
corazón paternal de Su Majestad Apostólica Pío IX, el cual, poco antes de descansar en el Señor, proporcionó oportunos remedios, 
enviando allí un Delegado Apostólico, acompañado de celosos sacerdotes, para que atendiesen a la salvación de aquellas almas casi 
abandonadas por falta de sacerdotes idóneos. Por las noticias llegadas a la Santa Sede se ha sabido con gran satisfacción que el Señor se 
ha dignado bendecir las atenciones del llorado Pontífice, y fecundar la obra de aquellos operarios evangélicos, teniendo sólo que lamentar 
con pena que los eclesiásticos enviados son insuficientes, cuando la necesidad de ayuda sigue creciendo para conservar de modo especial 
los frutos ya recogidos. 

Por consiguiente, como el actual Pontífice, animado por el más ardiente celo en favor de los fieles confiados al universal cuidado que 
debe ejercer en todas las iglesias, desea no ahorrar ningún medio apto para dicha finalidad, me ha indicado dirigirme a V. S. Ilma., para 
que se digne informarme lo antes posible, en qué medida puede acudir en socorro de la diócesis del Paraguay y del Delegado Pontificio, 
ya sea enviando desde aquí un número de misioneros dirigidos por V. S., ya sea haciendo que vayan desde Buenos Aires, donde ya han 
dado prueba de celo diligente y laboriosidad verdaderamente apostólica. 

A la espera, pues, de conocer si V. S. Ilma. podrá secundar las intenciones de Su 

1 Breve de Pío IX, 20 de junio de 1876, al presidente Gill, y respuesta del Presidente, Asunción, 30 de octubre de 1876. 
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Santidad, que se ha dignado asociarle con esta invitación a sus paternales cuidados, me es grato repetirme con los sentimientos del más 

distinguido aprecio. 

De V. S. Ilma. 

Roma, 28 de diciembre de 1878. 

Afmo. y s. s. 

L. Card. NINA 
((784)) El Siervo de Dios, para quien todo deseo del Papa era un mandato, respondió que ponía a disposición del Pontífice diez 
salesianos y diez hijas de María Auxiliadora; y escribió después a don Francisco Bodrato para que le hiciera saber cuántos podía destinar 
al Paraguay: los restantes irían desde Turín. Don Francisco Bodrato, de acuerdo con su capítulo y resignándose a un sacrificio gravísimo, 
puso a disposición de don Bosco tres sacerdotes. Monseñor Di Pietro quería inmediatamente de los Salesianos un vicario general, un 
rector del seminario y un párroco para Villa Rica, la parroquia más importante de la República. Mientras tanto, durante el tiempo pascual 
de 1879, llevóse consigo a don Juan Allavena, para que atendiese especialmente al ministerio de las confesiones; y quedó tan satisfecho 
de su labor, que quería nombrarle su vicario general. Pero, visto que las cosas iban para largo, incapaz para aguantar demoras, el 
Delegado pontificio se encomendó a los Lazaristas, que aceptaron enseguida; así que, por entonces, los Salesianos no atravesaron las 
fronteras de la república paraguaya. 

Demos ahora una mirada a la fecunda labor de los hijos de don Bosco en Argentina y Uruguay. Decíamos, poco ha, que la casa de artes 
y oficios, abierta en abril de 1877 en la calle Tucuari de Buenos Aires, era provisional. En efecto, la verdadera escuela profesional se 
inauguró el primero de septiembre de 1878 en un barrio de la capital argentina denominado Almagro. Aquel día se resolvió un gran 
problema. Una ciudad tan populosa, aunque tenía abundantes y florecientes colegios para los hijos de familias acomodadas, no contaba 
con ninguno para educar honradamente a los pobres hijos del pueblo, que hormigueaban por sus infinitas calles y plazas. El Gobierno 
había intentado fundar un grandioso establecimiento con su dirección, maestros y jefes de arte y de taller; pero no lograba encontrar 
personas desinteresadas que se dedicaran con amor a tan filantrópica institución: más aún, un inglés, oficialmente encargado de impulsar 
la obra, se había escapado después de ((785)) dilapidar cuatrocientos mil pesos. Con esta desilusión los gobernantes acabaron por echarlo 
todo a rodar. Los Salesianos, en 
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cambio, ayudados por los socios de las Conferencias de San Vicente de Paúl, aunque con medios infinitamente menores, pero con 
grandísima confianza en Dios se ciñeron a la empresa y triunfaron. 

Se habían ya discutido y elegido diversos proyectos para dar forma estable y un lugar adecuado a la escuela de artes y oficios, hasta que 
se presentó a don Francisco Bodrato una comisión de ciudadanos que había levantado ocho años antes una hermosa iglesia, dedicada a 
san Carlos, en el suburbio de Almagro, en la que había colocado capellán, sacristán y maestro elemental, pero sin lograr nunca que las 
cosas fueran adelante de manera satisfactoria. Faltos de medios y cargados de deudas, acudían los administradores a ofrecerle la iglesia, 
para que los Salesianos empezasen a actuar en ella. Como al padre Bodrato le parecieron algo gravosas las primeras condiciones, iba 
retardando la cosa; pero cuando se interpuso el Arzobispo y se ofreció el doctor Carranza a concurrir comprando dos terrenos adyacentes, 
se decidió a cerrar el contrato. 

Los Salesianos se pusieron inmediatamente a celebrar las funciones religiosas de la iglesia y a construir al lado. Al principio era muy 
poca la gente que acudía, pero las ceremonias de la semana santa despertaron la piedad de los fieles, que, a partir de entonces, siguieron 
acudiendo al templo cada día más. Estaban tan satisfechos con los recién llegados, que suplicaron a la autoridad eclesiástica convirtiera la 
iglesia en parroquia. En el mes de julio les fue concedido el favor, y don Esteban Bourlot fue nombrado párroco. Aquel mismo mes, 
añadió don Francisco Bodrato un curso de latín a las clases elementales que provisionalmente se daban en locales arrendados, y a donde 
también se habían mudado los aprendices; aquello fue el germen de varias vocaciones. 

Después, en agosto reunió allí mismo un grupo de novicios, organizando como se pudo el noviciado 1, bajo la dirección de don José 
Vespignani. 

((786)) La primera piedra para el edificio del colegio se colocó a principios de marzo; a continuación siguieron los trabajos, tan 
rápidamente que, seis meses después, ya era habitable una parte considerable del mismo; tan habitable que se inauguró el primero de 
septiembre. Tomaron posesión de él los aprendices de la antigua casa y se encontraron bastante organizados los talleres de sastrería, 
zapatería, encuadernación y carpintería: no tardaron mucho en llegar las máquinas para la tipografía. El instituto se denominó Escuela de 
Artes y Oficios, y estaba dedicado a Pío IX, cuyo recuerdo pervivía aún en los argentinos católicos. 

1 Véase, vol. XII, pág. 233. 
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La fiesta de la inauguración suscitó en la población y en la prensa un verdadero sentimiento de simpatía, por lo que las más conspicuas 
personalidades del clero y de la sociedad civil, con el Arzobispo y el Ministro de Instrucción pública y Culto a la cabeza, quisieron 
participar en ella y después los periódicos hicieron la mejor propaganda que se podía desear para la prosperidad de la obra naciente. Don 
Francisco Bodrato dio cuenta a la asamblea de los gastos hechos hasta aquel día, lo que le acreditó de buen administrador, y de justo 
apreciador de la caridad bonaerense: no había habido ninguna propaganda publicitaria, y, sin embargo, a la vuelta de unos pocos meses 
los donativos habían llegado a un millón de pesos, equivalentes, entonces, a doscientas mil liras. 

Diversos oradores hablaron después de él, y entre discurso y discurso, los alumnos, según nuestra costumbre, declamaron poesías e 
interpretaron varios números de música, a solo y a coro. Cerró el acto el elocuente monseñor Aneyros 1, el cual, al llegar a cierto punto, 
dirigióse a los Salesianos diciendo: 

«Sí, reverendos Salesianos, vosotros estáis formados en una escuela de sacrificio y de perfección, que llena el mundo con vuestra fama. 
No puedo, por tanto, y no debo aconsejaros ni exhortaros de ninguna forma, sino presentaros las más sinceras felicitaciones con el 
testimonio de un verdadero y muy merecido reconocimiento, rogando al Sumo ((787)) Dios para que quiera seguir bendiciéndoos y 
multiplicando vuestra familia como la de Abrahám. Que veáis, como él, serenos y tranquilos, correr las humanas visicitudes, protegidos 
siempre por la divina Bondad en vuestras personas, en vuestros discípulos, y en los bienhechores de vuestro Instituto». 

Aquel día tan feliz se palpó una prueba de la divina Bondad invocada por el Arzobispo. Una obstinada tos pulmonar atacaba al pobre 
don José Vespignani, impidiéndole hasta el habla y haciendo temer seriamente por su vida; sobre todo, porque se trataba de una recaída, 
que encontraba al organismo muy debilitado después del reciente ataque. El director don Francisco Bodrato, ante la difícil situación, tuvo 
una inspiración. Poseían allí un magnífico roquete de Pío IX: hizo que se lo pusiera durante la función religiosa y el paciente se sintió, 
como por encanto, libre de la atormentadora enfermedad. 

El mes de octubre había ya ciento quince internos, sesenta de los cuales eran estudiantes y cincuenta y cinco aprendices. Entre estos 
últimos se admitió al primer indio de la Patagonia, que fue catequizado 

1 Su discurso puede leerse en el Bollettino Salesiano de noviembre de 1878. 
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amorosamente por don José Vespignani y a quien se le puso por nombre en el bautismo Vicente Díaz. Lo había llevado allí el Arzobispo. 
Aprendió a leer y escribir y el oficio de zapatero, para convertirse con el tiempo en maestro de zapatería en Patagones 1. 

En La Boca también iban mejorando las cosas. Los Salesianos tenían ya allí escuelas propias muy concurridas; además, el Consejo 
Escolástico les concedió la facultad de enseñar la doctrina cristiana en las escuelas municipales de La Boca y Baraca. Lejos de Buenos 
Aires, en Ramallo, población de la zona de San Nicolás, instituyó el Arzobispo en 1878 una parroquia nueva que confió a los Salesianos; 
pero, como no era posible establecer allí la residencia, iba el padre Tomatis los sábados por la tarde desde el colegio, recorriendo a 
caballo dieciocho millas para celebrar todas las funciones parroquiales 2. 

((788)) La fama de los salesianos, al correrse la noticia del bien que hacían, se esparcía por Argentina y Uruguay y otras repúblicas de 
América del Sur, suscitando en los obispos verdadera porfía por tenerlos en sus diócesis. Pero don Bosco miraba, ante todo, al desarrollo 
de las obras ya en marcha, cuyo continuo incremento reclamaba constantemente más personal. Escribía don Francisco Bodrato: «Veo que 
nuestra labor en América va desarrollándose casi precipitadamente, y, cuando pienso en el personal que sería necesario, me dan 
escalofríos. No se trata de palabras: para abrir tantas casas se requieren sacerdotes, maestros, jefes de taller, catequistas, y no disponemos 
ni siquiera de uno. Hay más de sesenta esparcidos por colegios, casas y parroquias, pero el trabajo es para más de ciento. Si, por 
consiguiente, pudiese usted enviarnos inmediatamente, al menos unos cincuenta operarios evangélicos, llenos de salud, de virtud y celo, 
cuánto bien podría hacerse, cuántas almas podrían ganarse y cuántos salvajes podrían conducirse al rebaño de Jesucristo» 3. Pero, »de 
dónde iba a sacar don Bosco cincuenta más? Sin embargo, se preparaba para enviar la mitad con la cuarta expedición de Salesianos e 
Hijas de María Auxiliadora. 

Con el fin de agenciar los medios necesarios para la expedición ya no necesitaba distribuir circulares mucho tiempo antes de la partida: 
el Boletin había alcanzado tan gran difusión y se leía con tanto interés, que él solo era suficiente para el caso. El órgano de los 
cooperadores lanzó una llamada, en su número de noviembre, invitando a ayudar 

1 La fundación de san Carlos-Almagro originó una cuestión, cuyas últimas consecuencias todavía no han terminado (Apéndice, doc. 
64). 

2 Carta de monseñor Espinosa a don Juan Cagliero. Buenos Aires, 5 de marzo de 1878 (publicada en el Boll. Sal. de mayo). 

3 Carta a don Bosco, B. A., 4 de abril de 1878 (publicada en el Boletín Salesiano de junio). 
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con dinero o de cualquier otro modo, con lienzo, paño u ornamentos sagrados. No sonó como la voz en el desierto. Don Bosco recibía 
cartas como éstas. Una persona le enviaba diecisiete marengos 1 ocultando su nombre, y decía: «Había reunido estas pocas monedas para 
hacer un viaje al extranjero; pero, ahora deseo que sirvan para los salesianos que parten para América. Reverendo don Bosco, ruegue para 
que yo pueda hacer un buen viaje ((789)) a la eternidad». Un padre de familia de Borzonasca, provincia de Génova; distrito de Chiavari, 
leyó el artículo del Boletín y declaró: «Me conmoví y me sentí inspirado a robar un escudo a mi pobre bolsa y a mi numerosa familia, 
para dedicarlo a una empresa tan generosa y tan santa. Por consiguiente, querido don Bosco, acepte mi pequeña ofrenda. Es bien poca 
cosa, pero la doy con todo mi corazón. No se apure, aunque haya dicho que he ``robado'' este escudo a mi familia, porque en pocos días lo 
devolveré, dejando de hacer algún gasto superfluo». 

Un canónigo de Tortona le entregaba cuatrocientas liras con las siguientes palabras: «Es éste un pequeñísimo tributo de admiración y de 
afecto, de los que está invadido mi espíritu en favor de los hijos de Francisco de Sales, que han llegado a ser, gracias a usted, los noveles 
apóstoles de las gentes». Pocos días antes de la partida, le faltaba un sobretodo para un misionero y, he aquí que, procedente de Mazzo de 
la Valtelina, recibió don Bosco un paquete postal: un sacerdote carente de dinero, le enviaba su abrigo de invierno recientemente hecho, 
para que se lo entregase a un misionero. «Yo, mientras tanto, añadía, llevaré todavía el viejo, que, a decir verdad, no está totalmente 
estropeado». 

La siguiente carta de don Bosco, dirigida probablemente a don José Persi 2, sirve de documentación de un respetable donativo. 

Muy querido don José: 

Su carta resulta providencial. Estaba buscando un préstamo para completar el ajuar de nuestros misioneros y ayer mismo había dado 
algunos pasos para ello infructuosamente. 

1 Marengo: moneda de oro, de veinte francos, acuñada en Turín en 1800, en memoria de la batalla de Marengo. (N. del T.) 

2 Parece, en efecto, que se refieran a la misma cuestión estas palabras dictadas cuatro días después (29 de noviembre) para don José 
Persi: «Omne bonum desursum, etc.; por tanto, su buena obra queda totalmente cumplida. Así le gusta a usted y así le gusta sobre todo al 
Señor. Para facilitarlo todo, pase usted mismo a tomar el dinero para traerlo a Turín, o bien prevenga a quien corresponda y ya iré yo o 
mandaré a alguien que vaya. Me sirvo del secretario para escribir, porque me encuentro algo mal de los ojos». El reverendo Persi, 
misionero apostólico, hizo después los votos privados en manos de don Bosco y destinó para ayuda del Oratorio todo el dinero que le 
pertenecía. Residía en la casa de Sampierdarena. 
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Buscaba diez mil liras. Y precisamente, al terminar el fracaso del día, me llegó su ((790)) carta, en la que me participa su donativo de diez 
mil liras, precisamente, y en favor de las misiones. 

Acepto, por consiguiente, con gratitud su ofrenda, pero a condición de que, si V. S. necesitase algo, pueda reclamarme su interés anual 
y hasta el capital, si la necesidad lo pidiere. 

Por lo demás, en cuanto a hacerse definitivamente salesiano, no hay dificultad: pero todo lo trataremos de palabra, cuando nos veamos 
en Sampierdarena o en Turín. 

Que Dios le bendiga y le conceda el céntuplo en la vida presente y sobre todo la verdadera paga en el futuro. Usted me dirá cómo 
piensa efectuar la entrega de su donativo, mientras, con gratitud y aprecio, tengo el placer de profesarme 

De V.S. 

Turín, 25-11-1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


El Siervo de Dios no olvidó, tampoco esta vez, al Padre Santo. Por módica que fuere la ayuda que recibiese, demostraría claramente 
que el Papa aprobaba sus obras, y ello movería a muchos a hacer lo mismo. 
Fue, por tanto, muy grande su alegría, cuando pudo dar a conocer a sus hijos y a los cooperadores la carta que le había escrito León XIII, 
por medio del Secretario de Estado. 

Ilmo. Señor: 

Sabe muy bien el Padre Santo a cuántas obras de caridad cristiana ayuda V. S. y todo lo que está haciendo para bien espiritual de las 
almas. Y por ello, querría con toda su alma prestar su benéfica mano a estas instituciones y verlas aumentar en proporción de las 
crecientes necesidades. Pero, despojado él también del poder temporal que permitía a los romanos Pontífices ser, en todas partes y en 
todo tiempo, autores y promotores de obras de beneficencia pública y de educación católica y, costreñido a vivir de las limosnas, que el 
amor de los fieles va poniendo a sus pies, se ve obligado a frenar los impulsos de su generosidad y sus deseos. 

Sintiendo, pues, este informe del actual estado de cosas, pero queriendo adherirse a la petición que V. S. le hace, me ha ordenado Su 
Santidad que le envíe, a título de ayuda extraordinaria, la cantidad de dos mil liras y que le añada, a la vez, que la Bendición Apostólica 
impartida para V. E. y para las obras pías, ((791)) que preside, es una prenda segura de las gracias especiales y de la protección que con 
ella invoca de la misericordia divina. 

Cumplido el pontificio deseo, no me queda más que confirmarle los sentimientos de distinguido aprecio. 

De V. S. Ilma. 

Roma, 23 de noviembre de 1878. 

Afmo. y s. s. 

L. Card. NINA. 
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El resultado fue que no faltó nada de lo necesario a los catorce salesianos y a las diez hijas de María Auxiliadora que se preparaban para 
cruzar el Océano; añadiremos aún que la recogida de medios económicos, prendas de vestir, ornamentos de iglesia y demás objetos fue 
cuestión de quince días o poco más. 

La función de despedida de los salesianos, siempre conmovedora, se celebró el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada, por la tarde. 
Hubo tres novedades en esta expedición. Don Miguel Rúa sustituyó a don Bosco en el discurso de despedida; los misioneros, terminada 
la ceremonia, no salieron hacia la estación, sino que volvieron a entrar en el Oratorio para marchar en varios grupos; además, para ahorrar 
gastos, renunciaron al viaje a Roma. Algunos tuvieron que retardar la partida para poder recibir las sagradas órdenes: necesitaban un extra 
tempus que les permitiese presentarse en tres días festivos con brevísimos intervalos. Don Bosco había suplicado la gracia al Padre Santo; 
mas, por haber omitido en la súplica los nombres de los ordenandos, hubo una larga demora en la respuesta 1. 

Uno de los que partían era el clérigo Carlos Peretto. Don Bosco le dijo:
-Tú trabajarás mucho.
Después, tomando una naranja, se la dio y añadió estas palabras:
-Toma; te acordarás de ella cuando te encuentres en la tierra de los naranjos.
Salió y fue al Uruguay, donde no veía aquellos frutales, y decía para sí:
-Este no es mi puesto.
Finalmente, habiendo ido al Brasil y visto inmensos campos cubiertos de naranjos, exclamó:
-íEste es mi lugar!
((792)) En efecto, a la muerte de monseñor Lasagna, gobernó como Inspector aquellas casas, en las que trabajó durante muchos años.
Don Bosco estuvo en el Oratorio durante la señalada función; pero se reservó para hacer oír su palabra en otro lugar. Salieron todos del


Santuario y, después de tomar un poco de aire, fueron llamados a la iglesia de San Francisco los aspirantes, novicios y profesos. Allí 
recibió el Beato la profesión religiosa de catorce hermanos, entre los que había algunos de la expedición, y dioles después una 
conferencia. 

Comenzó recomendando que agradecieran mucho a la divina Providencia todo lo que se había hecho aquel día. A continuación, hizo 

1 Cartas del abogado Leonori a don Bosco, 24 de noviembre y 12 de diciembre de 1878. 
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que se leyera un telegrama del cardenal Nina, que no se había podido leer en el púlpito porque llegó precisamente mientras hablaba don 
Miguel Rúa. El telegrama decía literalmente: «R. D. Juan Bosco, Turín. El Padre Santo satisfecho por tantos misioneros salesianos como 
están a punto de salir para el Uruguay y la República Argentina, les envía, desde el fondo del corazón, la implorada bendición». Narró 
después cómo el Oratorio había empezado en la fiesta de la Inmaculada; cómo le asistió María, cuando iba a las cárceles; cómo, en el 
mismo día de la Inmaculada, se había bendecido en el Refugio la primera capilla del Oratorio, dedicada a san Francisco de Sales. Dejó, 
por fin, dos recuerdos: observar las Reglas, pero observarlas siempre, aun cuando resultare difícil, y practicar la obediencia religiosa, con 
verdadero espíritu. El número de oyentes llegaba a los doscientos. 

Las diez Hijas de María Auxiliadora, destinadas a Buenos Aires y a Montevideo, aunque la mayor parte de la comunidad estaba ya en 
la nueva casa madre de Nizza Monferrato, sin embargo, salieron de Mornese el 30 de diciembre. La víspera por la tarde, el director, don 
Juan Bautista Lemoyne, les dirigió en la iglesia unas preciosas palabras de salutación, comparándolas con las diez vírgenes del Evangelio, 
pero, en esta ocasión, todas prudentes. Después les entregó una estampita de san José con estos tres recuerdos: « 1.°, obediencia rápida a 
la voluntad ((793)) de Dios; 2.°, resignación alegre a la voluntad del divino beneplácito; 3.°, indiferencia generosa a todo lo que no se 
refiere a la voluntad de Dios». 

A la cabeza del grupo iba sor Magdalena Martini, que fue la primera inspectora de América y del Instituto. Bajo la dirección del 
director general, don Juan Cagliero, habían aprendido un poco de español en Turín, y habían seguido estudiándolo en Mornese. Al llegar 
a Sampierdarena pudieron recibir la última bendición de don Bosco, que había llegado allí el mismo día. Cuando se acercaba a 
bendecirlas, díjole una: 

-Padre, bendíganos para que ninguna de nosotras muera en el viaje. 

El Beato reflexionó un momento, y respondió: 

-No, no habrá desgracias. Pero, aunque alguna muriese en el Océano, camino de la misión, sería afortunada, porque no pasaría por el 
purgatorio. 

Fueron a embarcarse el 2 de enero de 1879, por la tarde, en compañía de los padres Cipriano y Beauvoir y un coadjutor. Al ver cómo se 
alejaba el grupo, don Bosco se conmovió y, medio en serio medio en broma, dijo: 
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-De ahora en adelante, es preciso que bendiga a los misioneros quince días antes de su partida... 

Durante los años de las primeras expediciones, la palabra Patagonia electrizaba las imaginaciones juveniles de nuestras casas. El 
afortunado drama de don Juan Bautista Lemoyne despertaba, y a la vez alimentaba, este estado general del ánimo. íCuántos había que 
soñaban entonces con aventuras en medio de los «hijos de una tierra libre»! Muchos, al pedir ser enviados a América, se imaginaban que 
tenían que ir a correr aventuras entre las tribus de los indios. Mas, para tomar contacto con los habitantes del desierto, hubo que esperar a 
que madurasen los tiempos y los hombres. Don Santiago Costamagna, don José Fagnano, don Luis Lasagna, desde Buenos Aires, desde 
San Nicolás, desde Montevideo hacían correrías misioneras a muchas leguas lejos de los centros, a colonias perdidas por aquellos 
páramos sin fin, mas sin tropezar con los salvajes. Y, sin embargo, don Bosco quería que se apresurase la hora de la redención de tantas 
almas que permanecían en las tinieblas y en la sombra de la muerte. 

((794)) Dice monseñor Costamagna 1 que «don Bosco ya había escrito sobre la Patagonia al Papa Pío IX y además al Presidente de la 
República Argentina, posteriormente al Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Aneyros, a don Francisco Bodrato y también a mí. Y, al 
verme algo lento en un asunto de tanta importancia, volvía a escribirme reprochándomelo con estas palabras: 

»-Ni tú, ni don Francisco Bodrato me entendéis. Nosotros tenemos que ir a la Patagonia; lo quiere el Padre Santo: lo quiere Dios. 
Muévete, pues; preséntate al Gobierno Argentino; habla, insta, para que se nos abra el camino de esa misión». 

Para secundar los deseos de don Bosco, monseñor Aneyros estableció que su Secretario, monseñor Espinosa, y dos salesianos partieran 
hacia Carhué y la Patagonia, para intentar establecer la misión entre los salvajes. Don Francisco Bodrato, que estaba al frente de los 
salesianos, desde la vuelta a Europa de don Juan Cagliero, aceptó con gusto y eligió a don Santiago Costamagna y a don Evasio 
Rabagliati. Fueron el día 7 de marzo de 1878 a Campana, en la orilla del Paraná; se embarcaron en el vapor Santa Rosa, que debía 
llevarlos a Bahía Blanca, desde donde seguirían hasta Carhué y Patagones. Se traza muy deprisa un viaje sobre el papel; pero, cuando se 
pusieron en marcha, tuvieron que vérselas con accidentes imprevistos. 

1 COSTAMAGNA: Cartas confidenciales a los Directores, pág. 202. Santiago de Chile, Escuela Tip. Sal., 1901. 
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El primer contratiempo tuvo lugar en San Pedro, cerca de San Nicolás, donde un viento furioso sacudió y casi desvencijó el barco. 
Pasaron del río Paraná al río de la Plata y, al llegar frente a la isla de Martín García, los sorprendió otro infortunio: el barco encalló en un 
banco de arena. Se necesitaron tres días de esfuerzos hercúleos, para que los marineros desencallaran el barco, el cual, después de surcar 
el Canal del Infierno entre dicha isla y el territorio oriental del Uruguay, entró en el Océano Atlántico e hizo rumbo hacia el Polo 
Antártico. ((795)) Aquello fue una navegación trágica: todo lo que los pobres navegantes habían leído de miedo y de espanto en 
descripciones de borrascas, lo experimentaron ante los formidables y prolongados asaltos del viento pampero. Todo un día y una noche se 
prolongó la gran furia del ciclón; pero, mermó un poco la violencia y se encontraron dando tumbos en alta mar y a merced de las olas 
siempre revueltas, sobre un barco sin velas, sin borda, sin timón y casi a cien millas de la costa del Cabo Corrientes. 

Preguntados los hombres prácticos del Océano, decían que toda esperanza de salvación estaba perdida. Los tres sacerdotes, encerrados 
en su camarote y chapoteando en el agua, se confesaron mutuamente, invocaron a María Auxiliadora, y esperaban, de un momento a otro, 
que el vapor se estrellase contra un escollo o se destrozase, y les abandonase a su destino; pero no dejaban de animarse recíprocamente a 
hacer el sacrificio de la vida por el bien de la futura misión. Varios días y varias noches duró la lenta agonía. La noche del día 15 fue 
infernal; tanto que se hicieron la recomendación del alma. 

A la mañana siguiente, cambióse la escena: apareció el sol, calmóse el mar y renació la esperanza en los corazones. Por cuarta vez, se 
preparó como se pudo, con viguetas, un timón de salvación, que, apoyado y encadenado a popa, impelía el maltrecho Santa Rosa hacia 
Buenos Aires. Después de tres días de navegar de este modo llegaron ante la playa. Puesto pie en tierra y rehechos de la turbación, todos, 
desde el capitán hasta el último marinero y todos los pasajeros, sin excluir algunos que en la calma habían hecho gala de incredulidad, se 
dirigieron a la iglesia con sus familiares para cantar el Te Deum. 

Cuando el señor Arzobispo oyó los detalles de la tremenda tempestad, voló con el pensamiento hasta don Bosco y, tomando la pluma, 
le escribió la preciosa carta, que copiamos a continuación. 

((796)) Muy Rvdo. y queridísimo amigo don Bosco: 

Esta carta llegara a sus manos, precisamente un año después de cuando estuvimos juntos en Génova, en Roma y, especialmente, en 
Turín, que viven siempre en mi 
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memoria. Mi corta estancia ahí, en el Oratorio salesiano, me proporcionó tanta alegría y tanta edificación, que querría ver de nuevo y 
abrazar cariñosamente a tantos venerandos sacerdotes y a tantos queridos alumnos. Dígnese, Vuestra Señoría, hacerlo por mí. 

Tras incertidumbres desconsoladoras, por fin he tenido ayer la gran satisfacción de ver volver a mi secretario y a los salesianos; pero 
fue también grande mi pena, al saber que habían sufrido una horrenda tempestad, por la que, sin haber podido poner el pie en la 
Patagonia, consideraron como una gracia especial no haber perdido la vida entre las olas. 

Pero alabado sea Dios Nuestro Señor, que aún de esto, sabrá sacar un gran bien. 

También nuestros misioneros pueden decir como san Pablo: Ter naufragium feci por el deseo de salvar almas para el Señor. 

Por lo demás, nosotros seguimos, sin embargo, trabajando con esperanza. 

Saludo cariñosamente en el Señor a V. S. y a todos los de su casa y le deseo un feliz día 24 de junio, cuando sus muchachos celebren 
con entusiasmo su fiesta. Créame suyo, 

Buenos Aires, 20 de mayo de 1878. 

» FEDERICO
Arzobispo de Buenos Aires.


Don Santiago Costamagna, que necesitaba mucho descanso y alivio, esperó veinticuatro horas más para sentarse a la mesa y contar al 
Padre querido todo lo sucedido. Escribió una larga carta, a la que don Bosco respondió breve y paternalmente así: 

Mi querido Costamagna: 

Tu carta sobre la borrasca se ha leído en todas partes del mundo. Bendigamos al Señor que nos ha salvado. Es una experiencia terrible, 
pero es una señal de que deberás triunfar. Tu nombre y el de don Evasio Rabagliati se han convertido en dos celebridades europeas y 
americanas, aunque con peligro de haber sido una celebridad atlántica. El tiempo dirá lo que hay que hacer, nosotros seguimos rezando. 
Darás muchos y cariñosos saludos a don Evasio, a quien escribiré con el próximo correo, a los padres Daniele y Ghisalbertis, de quienes 
((797)) espero carta, a los clérigos Juan Botta, Pedro Botta, al reverendo Cassinis, de quien espero noticias. 

Si tienes ocasión de hablar con el Prior de la Misericordia, y con otros hermanos, salúdalos a todos cariñosamente ante el Señor, diles 
que todos los días ruego por ellos y que me encomiendo a sus oraciones y convoco a todos para el paraíso. íAy de quien no acuda a la 
cita! Estuvo aquí tu hermano acompañando a su hijo, que ciertamente será salesiano. Todos están bien. 

Adiós, querido hijo mío, valor, trabajo en la tierra y gozo eterno en el cielo. Dios te bendiga y créeme siempre en Jesucristo, 

Turín, 12-8-1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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Todos tenían la íntima persuasión de que se habían salvado gracias a la Virgen; por eso, la relación de don Santiago Costamagna se 
publicó en el número de mayo de las Lecturas Católicas, donde se narran unas cincuenta gracias atribuidas a María Auxiliadora 1. La 
carta empieza de este modo: «íViva María Auxiliadora! ííViva por siempre!! Querido don Bosco: recuerde el suceso del profeta Jonás, 
que, arrojado al mar, permaneció tres días en el vientre de una ballena, y después fue arrojado por ésta milagrosamente vivo y sano a la 
orilla, y así tendrá la historia de sus salesianos. Sí, nuestras aventuras son semejantes a aquéllas: por eso, íviva siempre María 
Auxiliadora!». 

Ciertamente pudo parecerle al demonio que se había salido con la suya para siempre; mas, para los nuestros, el desafío fue simplemente 
aplazado. 

1 LEMOYNE: El Arca de la Alianza, pág. 112. Sampierdarena, Tip. San Vicente de Paúl, 1879. Apareció también en el Boletín 
Salesiano de julio de 1878. 
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((798)) 

CAPITULO XXVI 

HECHOS Y DICHOS INTIMOS DEL BEATO,
DURANTE 1878


QUEREMOS ordenar, en este último capítulo del presente volumen, algunos hechos y dichos del Beato, que no encontraron lugar 
apropiado en los capítulos precedentes. Los llamamos íntimos, porque sucedieron en conversaciones con la comunidad entera o con unos 
pocos; o porque se trata de cosas escritas en cartas de carácter personal; hechos sucedidos a solas con alguno, o arcanos del alma con 
Dios. 

Comenzaremos con una hermosa 

Conferencia sobre la castidad. 

Es la última de las que don Julio Barberis nos conservó por entero. 
La dio don Bosco en la iglesia de San Francisco a todos los profesos, novicios y aspirantes del Oratorio, el día de la Ascensión, después 
de haber emitido los votos cinco de los presentes. Aquella ceremonia solía ir precedida, por entonces, de una breve lectura espiritual de la 
Imitación de Cristo. «En estas circunstancias, observa el cronista, íhay que ver cuánto bien producen las palabras de don Bosco y qué 
aptas resultan para despertar el espíritu religioso! Se ven siempre aspirantes indecisos que se resuelven; novicios dudosos o flojos para 
pedir los votos, profesos algo relajados ((799)) en el fervor que se reaniman o se alegran, al ver cómo crece el número de compañeros». 
Don Bosco habló de esta manera: 

Mis queridos hijos, estaba deseando hablar a mis queridos muchachos y especialmente a todos los pertenecientes a nuestra 
congregación, reunidos. Y hace mucho que no he podido hacerlo. Es cierto que, desde mi llegada, ya he podido hablar privadamente y 
largo y tendido con muchos, pero todavía no había tenido la satisfacción de veros a todos juntos. Esta tarde he tenido la suerte de hacerlo, 
con motivo de los que acaban de consagrarse a Dios con los votos perpetuos. Con la profesión damos un adiós al mundo, a sus placeres, a 
sus lisonjas, para merecernos el céntuplo en el cielo prometido por el Señor. Dado que hoy es el día de la Ascensión de Nuestro Señor 
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Jesucristo, habría deseado entreteneros con el desasimiento de nosotros mismos de las cosas de esta tierra, puesto que la presente 
solemnidad nos presenta el tema. Jesucristo sube al cielo y nos dice: Vado parare vobis regnum (Voy a prepararos el reino). Si tenemos 
un reino preparado en el cielo, deberemos tener por muy despreciables las cosas de esta tierra. Qué satisfacción para cada uno de nosotros 
poder decir: 

-íYo ya cuento con mi puesto reservado en el paraíso! 

Si todos los cristianos pueden hablar así, ícuánto más nosotros, los religiosos, que, de un modo especialísimo, nos hemos consagrado o 
estamos para consagrarnos a su divino servicio! Sí, alegrémonos. Tú tendrás, hijo mío, el reino eterno que deseas; pero sé valiente: aparta 
tu corazón de las cosas de esta tierra y vuélvelo al cielo. Ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia. Nuestro corazón no esté en las 
cosas creadas, no se manche en las bajezas de esta tierra, sino que esté fijo en el cielo. 

Tema precioso, como os decía, para tratar en la festividad de hoy; pero, como es demasiado amplio, quiero descender a algo más 
sencillo, más fácil y, digámoslo, más práctico. Una vez emitidos los votos, conviene que exponga algo práctico que facilite la observancia 
de los mismos. Este tema sirve para todos, para los que ya hicieron los primeros votos y para los que los acaban de emitir esta tarde, y 
sirve como de preparación para los que desean emitirlos más adelante. Tomaremos por maestro al gran Santo, cuya fiesta celebraremos 
dentro de pocos días, a san Felipe Neri. Habiéndole preguntado cuál era para un religioso la virtud principal, con la que estuvieran 
enlazadas todas las demás, respondió: 

-Conservar la castidad. Conservada ésta, tendrá por compañeras todas las demás; perdida ésta, desaparecerán también las otras. Con 
esta virtud, el religioso alcanza su fin de estar totalmente consagrado a Dios. 

Pero »cómo conservar la castidad? San Felipe acostumbraba sugerir cinco medios: tres negativos y dos positivos. Son los mismos que, 
esta tarde, voy a desarrollaros brevemente. 

1.° En primer lugar, decía san Felipe: -íHuid de las malas ((800)) compañías! 

-»Pero cómo? »En el Oratorio tendré yo que aconsejaros la huida de las malas compañías? »Acaso hay entre nosotros malos 
compañeros? No quiero ni imaginarlo. Pero, mirad. Se llama mal compañero al que, de cualquier manera, puede ocasionar la ofensa de 
Dios. Sucede muchas veces que, hasta los que no son malos en el fondo de su corazón, se convierten, por otro lado, en peligro de la 
ofensa de Dios: y, por esto, hay que decir que un compañero es peligroso para otro. Se ven, a menudo, ciertas amistades particulares, 
ciertas inclinaciones hijas de la simpatía, que, si no son malas, es decir, si no sucede nada gravemente pecaminoso, y uno de los dos no es 
malo, resulta al menos relajado= no se quiere abandonar esta inclinación; pero se advierte que en ellos empieza a enfriarse la piedad, 
disminuye la devoción, la frecuencia de los sacramentos, el celo en el cumplimiento de los propios deberes; aumenta la negligencia en la 
observancia de ciertas reglas, la mayor libertad en la conversación; y poco a poco se ve que un compañero bueno, que ha amistado mucho 
con otro, encuentra en ello un obstáculo; y puede decirse que, aun siendo buenos los dos, el uno se convierte en obstáculo para el otro. Si 
los superiores no pusieran algún remedio, ambos se perderían. Estas amistades particulares o inclinaciones de simpatía producen daño, 
aunque no fuera más que porque van contra la obediencia: por esto, no se puede decir que sean buenas. La desobediencia, además, priva 
de la gracia especial de Dios y he aquí el motivo por el que resultan perjudiciales. 

Alguno dirá para excusarse: 

-íEn nuestra casa, no hay compañeros malos! 
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-Pero yo os digo que puede muy bien haberlos. El pasado debe servirnos de maestro para el presente. El demonio cuenta con servidores 
en todas partes. Muchas veces se va adelante por largo tiempo y, después, uno advierte que fulano era todo un lobo rapaz, y esto 
solamente después de que la ruina de la grey fue bastante grande. Había varios con nosotros en años pasados, cuya apariencia era muy 
buena y ahora sólo Dios sabe lo que son. Lo que quiere decir, que éstos no eran realmente buenos, o, si lo eran, hubo quien, poquito a 
poco, los hizo malos. Estos, a decir verdad, y por una gracia especial de Dios, son pocos, pero los hay. 

-íTodos son buenos!, repiten algunos. 

Mas la experiencia, y no el corazón, debe amaestrarnos en ello. Y la experiencia nos enseña que, entre los apóstoles, hubo un Judas y, 
en las Ordenes religiosas más santas, siempre hubo escoria. »Y si apareciese algo de ello entre nosotros, un Judas, como suele decirse? 
íAh, lejos, muy lejos de nosotros los compañeros peligrosos! Trátese, en cambio, con los buenos, los que van con gusto a visitar al 
Santísimo Sacramento, los que animan al bien: y nuestra amistad trate por igual a todo compañero con la misma caridad: pero húyase de 
los murmuradores, de los criticadores, de los que buscan eximirse de las prácticas de piedad, de los que quieren ser exclusivos en sus 
amistades. 

Si tomamos todas estas precauciones, será muy difícil, por no decir imposible, que el demonio pueda robarnos la virtud de la castidad. 
íAh, cómo, ((801)) y con qué gusto se reiría el demonio, si ahora cayésemos nosotros en sus manos. 

-»Diste un adiós al mundo? nos diría burlándose; »renunciaste a mí y a mis lisonjas? Mira, ahora de nuevo, a este nuestro religioso, que 
quería hacerme la guerra y, a pesar de sus propósitos, ha caído en la trampa, ísin ningún trabajo por mi parte! 

2.° Otra cosa que recomendaba san Felipe Neri para poder estar seguros en la virtud de la castidad, y no menos importante que la huida 
de las compañías peligrosas, es la fuga del ocio. 

-Ocio y castidad, decía, nunca pueden andar juntos. 

El ocio es un vicio que arrastra consigo muchos otros. Es un ocioso el que no trabaja, el que piensa en cosas no necesarias, el que 
duerme sin necesidad. Cuando se ve a un compañero ocioso, hay que temer en seguida por él: su virtud no está segura. Tal es el que 
pierde tiempo en el estudio, mira a las musarañas, bosteza en clase, busca en seguida cómo apoyarse en la iglesia y en la oración, duerme 
durante el sermón, y su momento más deseado es cuando se acaban las funciones y las horas de estudio; y, a lo mejor, ni siquiera le gusta 
el tiempo de recreo. 

íSi no trabajáis vosotros, trabaja el demonio! El enemigo de las almas va dando vueltas siempre alrededor, buscando cómo hacernos 
daño y, si ve a uno desocupado, aprovecha inmediatamente la ocasión propicia para cumplir sus planes. Vuestra mente está allí fija sin 
pensar en nada; pero el demonio suscita inmediatamente imaginaciones de cosas vistas, oídas, leídas, sucedidas. »Se sigue estando 
ociosos? Estas imágenes se apoderan de la mente, trabajan sin cesar, no se resiste a ellas y la tentación triunfa. Aún hay mayor peligro 
cuando uno descansa más de lo necesario y, especialmente, cuando se tiene el capricho de descansar durante el día. Yo encuentro muy 
peligroso el descanso de después de comer; es típico de aquel demonio meridiano del que habla la Sagrada Escritura, el cual se insinúa 
hasta en las almas más buenas. Lo sabe el pobre rey David. Es un momento en el que el alma está menos preparada, y, en cambio, el 
cuerpo harto está en aquel momento más preparado. Entonces el demonio ocupa la imaginación, después el entendimiento, y, por fin, 
abre camino a la voluntad y he aquí que se deploran tristes caídas. 

Estemos, pues, muy ocupados: es lícito leer, estudiar, cantar, reír y saltar; mas, por 
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amor de Dios, que el demonio nos encuentre siempre ocupados porque multam malitiam docuit otiositas (la ociosidad enseñó mucha 
maldad). Trabajemos con todas nuestras fuerzas en el campo del Señor, ayudémonos unos a otros en este trabajo, animémonos con santo 
entusiasmo al servicio de Dios, armémonos de gran ardor para promover su gloria, de vivo celo para buscar todos los medios con los que 
sostener cualquier sacrificio por la salvación de las almas, y el demonio, al encontrarnos siempre ocupados, no podrá hacernos ningún 
daño. Hasta en el tiempo de recreo, andemos en guardia para no estar desocupados y cumplir en este tiempo nuestro deber, si estamos 
asistiendo, y vigilar a los muchachos, presidir ((802)) sus juegos y tomar parte en ellos, observando que ninguno se aleje del patio; y, el 
que no es asistente, haga lo mismo, por cuanto le sea posible, y también para éste sea el recreo un verdadero descanso de la mente que 
disipe toda pena, preocupación, pensamiento molesto o peligroso. 

-Pero íes que el cuerpo está cansado! 

-Paciencia, íque lo esté! Procúrese solamente no oprimirlo con demasiado cansancio, de modo que pueda caer enfermo: y, por lo demás, 
trabaje, trabaje, pero consérvese la más hermosa de las virtudes. 

3.° No tratar con demasiada delicadeza el cuerpo. No quiere esto decir que no se le dé lo necesario, sino que no se busque satisfacer su 
gusto con los alimentos. San Pedro apóstol advierte: Fratres, sobrii estote et vigilate (Hermanos, sed sobrios y vigilantes). Pone el sobrii 
estote aun antes del vigilate o del fortes in fide (fuertes en la fe); porque el que no es sobrio no puede vigilar, no puede ser fuerte en la fe, 
no puede vencer al que circuit quaerens quem devoret (da vueltas buscando a quién devorar). En cambio, el que es sobrio puede vigilar y 
ser fuerte y vencer al demonio. Actúa contra este consejo el que se lamenta de la comida que presentan en la mesa: el pan no está bien 
cocido para él, la sopa no está bien hecha, el vino está aguado, la carne no es buena, el cocido resulta muy frugal o muy grasiento, 
quemado o sin hacer, el queso no sabe a nada, la leche está bautizada, etc. El que desea buenos bocados, el que busca en ciertas ocasiones 
la manera de obtener esto o aquello, y, peor, el que guarda bebidas, golosinas, para satisfacer la gula, ése quiere alimentar demasiado 
delicadamente el cuerpo. íAh! No busquemos delicadezas para nuestro cuerpo. Cómase lo que llega a la mesa, ya sea más o menos bueno, 
y sin lamentos. Sólo hay que hacer excepciones cuando un determinado alimento es realmente nocivo para la salud. »Que nos gusta un 
plato? Bueno, diremos, aún queda otra cosa, comeré de ella: hagamos una mortificación por amor de Dios. »Que la sopa está caldosa? 
Pondré pan. »Que está salada? Pondré agua. »Que le falta sal? En la mesa está el salero. Y si una comida no gusta, comámosla 
igualmente; será algo agradable al Señor. De este modo brillará el sobrii del apóstol y frenaremos nuestro cuerpo. 

»Y por qué buscáis alimentar también a este cuerpo? Dice el Espíritu Santo: Corpus quod corrumpitur aggravat animam (El cuerpo que 
se corrompe encona el alma). Decía un santo director de almas, que el cuerpo debe ayudar al alma a hacer el bien y debe servirle. El alma 
es la señora del cuerpo. Nuestro cuerpo ha de considerarse como un borrico de carga que debe llevar al alma, porque al dueño le 
corresponde ir montado. Pero íay si este dueño deja demasiada libertad a su borrico! Cuando se alimenta demasiado al cuerpo, entonces 
pretende mandar él y, si le contenta en lo que pide, el alma queda debajo y sería querer obligar al dueño a llevar al borrico. El cuerpo en 
este caso deja de ser una ayuda para convertirse en un impedimento. No cometamos tal monstruosidad. Cada cosa guarde el lugar 
establecido por Dios. 

((803)) Librémonos del mucho comer y especialmente del demasiado beber. Muchos 
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jóvenes que eran aquí espejo de santidad, perdieron la vocación, por no haber empleado las debidas atenciones en esto, y ahora son piedra 
de escándalo para el prójimo en el mundo. Sepamos, pues, tener a este miserable cuerpo mortificado y no satisfecho y así no recalcitrará y 
viviremos tranquilos y felices en la paz de Dios. 

Las tres cosas arriba señaladas son otros tantos medios negativos para conservar la castidad; esto es, son cosas que, si las evitamos, nos 
libran de los peligros de caer en ciertos pecados. San Felipe Neri añade todavía dos cosas que son los medios positivos, que, si se 
practican, colocan a la bella virtud sobre una base sólida; y son la oración y los santos sacramentos. 

4.° La oración. Con esta palabra se entiende toda suerte de plegaria, ya sea mental, ya sea vocal; las jaculatorias, las predicaciones, las 
lecturas espirituales. El que ora supera seguramente toda tentación por fuerte y vigorosa que sea; el que no ora, está en peligro próximo de 
caer. La oración debe ser para nosotros algo muy querido. Es como una arma, que debemos tener siempre preparada para defendernos en 
el momento de peligro. Yo recomiendo esta oración especialmente por la noche cuando se va a dormir. Es uno de los momentos más 
peligrosos para la bella virtud. Cuando uno no puede dormirse en seguida, el demonio suscita muchas imaginaciones malas; trae el 
recuerdo de lo oído, visto y hecho durante el día. Para oponerse a los peligros de este demonio nocturno hay que empezar por hacer el 
silencio de la noche, rezar las oraciones: déjese de pasear bajo los pórticos o por el patio. El que no se duerma en seguida, recite alguna 
oración, repita alguna jaculatoria: los sacerdotes digan algunas de aquellas bellísimas oraciones del oficio: Salva nos, Domine, vigilantes, 
custodi nos dormientes, ut vigilemus cum Christo et requiescamus in pace... Visita, quaesumus, Domine, habitationem istam et omnes 
insidias inimici ab ea longe repelle (Sálvanos, Señor, vigilantes, guárdanos mientras dormimos, para que vigilemos con Cristo y 
descansemos en paz... Visita, Señor, esta habitación y aleja de ella las insidias del enemigo); recítese el Miserere, el De profundis o 
cualquier otro salmo, las letanías de la Virgen, y, rezando así, nos dormiremos en el Señor. Y, si acostumbramos a dormirnos en seguida, 
armémonos preventivamente, haciendo la señal de la cruz, 

»Hay quien se despierta de noche? Rece, bese el crucifijo o la medalla, especialmente la de María Auxiliadora que os recomiendo llevar 
al cuello. En estas circunstancias, se ve constantemente que el que ora vence y el que no ora, cae en el pecado. Creo que cada uno deberá 
decirse a sí mismo: mientras recé, no caí; empecé a ir mal, cuando dejé de rezar. íOh! Hagamos también nosotros la oración que José, 
llamado precisamente el casto, hizo, cuando la mujer de Putifar quería arrastrarlo al mal. 

-»Cómo puedo yo hacer este mal en presencia de mi Dios? »No sabemos que Dios nos ve: »Cómo nos atreveremos a hacer un pecado 
tan grande en su presencia? 

José conocía muy bien las graves consecuencias que le sobrevendrían después de aquella negativa; sabía que se le llevaría a la ((804)) 
cárcel y se vería, quizás, condenado a muerte, porque aquella poderosa y malvada mujer le había calumniado criminalmente; pero el 
pensamiento de que Dios está presente y ve todas nuestras acciones, no le permitió desviarse del sendero de la virtud. Hagamos también 
nosotros esta oración, renovemos con frecuencia este pensamiento en nuestra mente y se apartará de nosotros el deseo de pecar. Hay que 
pensar, además, que somos criaturas, imágenes de Dios; que el Señor es nuestro Dueño, que ve toda acción, todo pensamiento; que somos 
cristianos católicos, es decir, seguidores declarados de Jesucristo y que los sacramentos han santificado nuestro cuerpo; que somos 
religiosos y, por tanto, estamos ligados al Señor con doble vínculo; que somos sus ministros y, por consiguiente, estamos unidos de un 
modo especialísimo a su santo e inmaculado servicio, que 
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requiere toda santidad. Pensemos que Dios en nuestro juez y, cuando seamos tentados, digamos: 

-»Cómo me atreveré a disgustar a un Dios tan bueno, que siempre me ha favorecido y me ha de juzgar? 

-íAh, sí! Estemos dispuestos a mortificarnos en todo, aunque sea lícito, antes que ofender a Dios. Una cosa que yo aconsejo mucho es 
besar la medalla de María Auxiliadora y repetir la jaculatoria: Maria, Auxilium Christianorum, ora pro nobis; jaculatoria muy oportuna y 
provechosa para toda ocasión. Por todas partes se aprecian los efectos extraordinarios producidos con esta confianza en María 
Auxiliadora. Pero estad seguros de que, si la Virgen ayuda a todos, se cuida de un modo particularísimo de nosotros, sus hijos 
predilectos, y si la invocamos, ciertamente no dejará de acudir en nuestro auxilio en los momentos oportunos. 

5.° Lo último, que os recomiendo mucho, es la frecuencia de los santos sacramentos. No necesito hablar largo tiempo de ello, porque 
nuestras reglas establecen esta frecuencia. Sólo aconsejo que se hagan muchas comuniones y todas muy fervorosas, es decir, con 
devoción y recogimiento. Sin embargo, respecto a la confesión, tengo un consejo que daros. Se conoce si una planta es buena o no por 
sus frutos; así podemos conocer la naturaleza de nuestras confesiones, por el fruto que de ellas se saca. Algunos van a confesarse siempre 
de las mismas faltas. »Qué indica esto? Que no es buena la confesión de la que no se saca fruto. Es así. Cuando se hacen confesiones tras 
las cuales no hay mejoría, es muy de temer que no sean buenas, y que sin ser malas resulten nulas. Esto indica que no se hizo el 
propósito, o no se preocupó de ponerlo en práctica. Se diría que, a veces, va uno a confesarse por ceremonia y que se quiere burlar del 
Señor. Así, pues, recomiendo mucho que todos procuren excitarse en sus confesiones a un verdadero y gran dolor de los pecados 
cometidos y, después, se piense, de tanto en tanto, en los frutos de las confesiones pasadas. Hagamos propósitos firmes y duraderos. 
Piénsese, de una vez seriamente, en ser moderados en la bebida, en la comida, en el ((805)) recreo, en disminuir las murmuraciones, en 
ser comedidos en el hablar, en razonar siempre de cosas útiles, en ser más devotos en la iglesia, más aplicados, más diligentes a la hora de 
levantarse; en mortificar un poco más los ojos en el Oratorio, y especialmente fuera de él, en mortificar la gula; en suma, en hacer 
cualquier esfuerzo para mejorar realmente nuestra conducta. De otro modo siempre se irá adelante con las mismas faltas; y, así como qui 
spernit modica, paulatim decidet (el que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá), así nosotros nos ponemos en peligro evidente 
de condenarnos, dado que por naturaleza ya somos proclives al mal. Si no se hacen verdaderos esfuerzos, se disminuye siempre en la 
virtud, en el ánimo, en la oración, y en el aborrecimiento al pecado. 

Por el contrario, mirad qué satisfacción. El que, poco a poco, aprovecha las gracias del Señor, va siempre creciendo en virtud y, casi 
insensiblemente, va de virtute in virtutem, donec videbitur Deus Deorum in Sion (de virtud en virtud hasta ver al Dios de los Dioses en 
Sión). Recordad también este pensamiento de san Gregorio Magno, que sirve para todos y especialmente para nosotros los religiosos, que 
non progredi, regredi est (el no adelantar, es dar un paso atrás). 

No hay que contentarse con asistir a las prácticas ordinarias de piedad y tomar parte en ellas del mejor modo posible, sino que además 
debemos encomendarnos durante el día al Señor y a María Santúsima. Invoquemos a María con la jaculatoria Auxilium Christianorum, 
ora pro nobis, que, en muchísimos casos, ha resultado eficacísima. Y así conservaremos la virtud de la castidad, madre de todas las 
virtudes, Y virtud angélica. 
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Y ya basta. Yo quería abriros mi corazón esta tarde. Estoy muy contento de la marcha de la Congregación, estoy contento de los 
clérigos, de los profesos, de los novicios; hay alguna excepción, pero son detallitos que espero se irán allanando también. Tenemos 
buenas noticias de todas nuestras casas de América, de Francia y de las diversas partes de Italia. Nos llaman de todas las regiones para 
abrir nuevas casas; en muchos lugares ya están preparadas y sólo se aguarda que vayan los salesianos a habitarlas. La mies que nos espera 
es muy abundante. Ello indica que Dios bendice nuestras cosas. Adelante, pues. Pongámonos a trabajar con la mejor buena voluntad. Y si 
Dios nos acompaña, »quién podrá contra nosotros? Mantengámonos firmes y diligentes en nuestra finalidad, buscando salvar muchas 
almas, porque haciéndolo así, estamos seguros de salvar la nuestra antes que las de los demás. Es palabra de los Santos Padres: Animam 
salvasti, animam tuam praedestinasti. Nos esperan muchas almas en tierras próximas y en tierras lejanas. En la misma Patagonia, en la 
que tan ardientemente hemos deseado entrar, ahora nos llaman los mismos salvajes desde varios puntos, para que vayamos a predicarles 
la fe de Jesucristo. Y ya están preparadas las casas. Falta solamente que enviemos las personas para habitarlas. 

íSí, Dios nos bendice! íQue siempre nos bendiga! La Santísima Virgen ((806)) no dejará de cumplir su parte. Llenémonos de valor para 
corresponder a tantas gracias. Querámonos bien y no nos faltará ciertamente la felicidad eterna que debe ser nuestra única y constante 
meta, el premio de nuestros trabajos. 

Ya hemos visto muchas veces cómo don Bosco, cuando dirigía la palabra a los del Oratorio, en las conferencias o en las «buenas 
noches» acostumbraba ensalzar los progresos de la Congregación y presentar con cierto énfasis las benévolas acogidas con que era 
recibida y las alabanzas que le tributaban por todas partes insignes personajes. Todavía se experimenta el íntimo gozo que debió 
comunicar a sus palabras en aquellos informes de casas abiertas o por abrir, en aquellas descripciones de obras emprendidas fuera de 
Italia, en aquellas noticias detalladas sobre las audiencias del Padre Santo. Don Bosco era un hombre que no se envanecía hablando, y 
que no abría los labios más que para un buen fin. Su lenguaje colorido pretendía, en tales ocasiones, enlazar cada vez más el aprecio y 
afecto. de los oyentes a la Congregación, de manera que amasen la vida salesiana los que ya la habían abrazado o se enamoraran de ella 
los que sentían en el corazón alguna inclinación por ella misma. Lo cierto es que semejantes charlas llenaban de entusiasmo los corazones 
y lograban que quisieran no sólo a don Bosco, sino también a su Oratorio, al nombre salesiano y a todo lo bueno y hermoso que los 
salesianos realizaban en el mundo; estos sentimientos se irradiaban después por mil caminos y creaban, en derredor a lo largo y a lo 
ancho de la Pía Sociedad, una atmósfera propicia que multiplicaba los amigos y los bienhechores. 

Si la castidad era uno de los temas predilectos de don Bosco en sus 
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exhortaciones a los hermanos, había otro tema que le ofrecía materia inagotable para sus charlas de la noche a los jóvenes, para sus 
encuentros con quien pareciese que podía encaminarse al estado eclesiástico o religioso, para sus entretenimientos espirituales con los 
novicios, necesitados a menudo de ser puestos en guardia contra las asechanzas del demonio o las seducciones del mundo. Este tema era 
la vocación. 

((807)) La vocación. 

El 18 de junio, a poco de haber terminado los muchachos sus ejercicios espirituales, fue don Bosco a darles las «buenas noches» y 
desarrolló un concepto que le era familiar cuando hablaba sobre la vocación, a saber, que ninguno debe hacerse sacerdote para ganar 
dinero y socorrer a los padres. Describió, de una manera escultural, la castidad necesaria al sacerdocio. 

»Qué queréis que os diga? Os digo que estoy contento de veros. »Solamente? »Nada más? Muy poco sería eso. Convendrá concretar 
algo más y exponerlo. 

En todas estas fiestas que hemos celebrado, y en las que todavía quedan, la de Nuestra Señora de la Consolación, la de san Luis (íla de 
san Juan!, se oía apuntar a los muchachos), la de san Juan, la de san Pedro y otras que vendrán antes del fin de año, hay algo que sería de 
gran importancia hacer y es el pensar en la propia vocación. Algunos ya habrán pensado en ello y solamente esperan todavía el decidirse 
definitivamente. Por eso, acostumbraba yo todos los años dedicar un tiempo a los que quisiesen hablarme sobre este tema: y también este 
año celebraré que los alumnos del quinto y del cuarto curso de bachiller, y aun otros que quisieran tratar sobre su vocación, vengan a mi 
habitación cualquier día de fiesta, después de vísperas. 

Sin embargo, hay algo que también puede decirse aquí. Cuando uno se siente llamado al estado eclesiástico, es todavía de la mayor 
importancia el ver si es mejor entregarse a él en el mundo o ingresar en una congregación. El que quiere abrazar el estado eclesiástico, 
debe tener un fin modesto y santo, a saber, el de salvar la propia alma. 

»Y no se podrá ayudar a los padres? Es algo muy justo y santo ayudar los padres; para eso podéis haceros comerciantes, zapateros o lo 
que mejor queráis, y así ayudar a los padres y a otros, y disponerlo todo como queráis u os plazca, según vuestras ganancias. 

»Pero un sacerdote no podrá darles limosna como a cualquier otro, si se encontrasen en necesidad? 

Sí, siempre podrá hacerlo, mas no para enriquecerlos o hacerles cambiar de situación. Y, a este propósito, siempre se presenta la 
acostumbrada objeción. 

-Pero muchos sacerdotes, el tal y el cual, tienen, hacen este negocio, han comprado unas fincas, se han hecho ((808)) ricos, han 
enriquecido a sus familias, etc. Entonces, »han hecho mal todos éstos? 

Yo no quiero juzgar a ninguno: solamente observo lo que dice el Divino Salvador con las palabras y el ejemplo, y la Santa Iglesia con 
sus cánones. Dice el Apóstol expresamente: el que quiere entregarse al ministerio de Dios, no se dedique a los 
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negocios temporales; más aún, no solamente dice, no se ocupe de ellos, sino que non implicet se, esto es, no se entremeta; non implicet se 
negotiis saecularibus (no se entremeta en asuntos seculares). Las palabras son claras. Y un Santo Padre añade que lo que posee el 
sacerdote es patrimonio de los pobres: no es, por tanto, suyo lo que dicen los otros que lo es, sino que es de los pobres. Sus trabajos son 
para Dios, los medios para cumplir su misión son de Dios y por consiguiente, también las ganancias deben ser de Dios y, por tanto, de los 
pobres. Así que, el sacerdote no debe tender más que a la salvación de las almas. Se requiere un fin en el que desea ser sacerdote. 

Lo que, además, puedo deciros es, que el que no se siente llamado al estado eclesiástico, no piense siquiera en hacerse sacerdote; no 
ganaría nada. El que no se sintiese con ánimo para conservar la virtud de la castidad, no está hecho para sacerdote: diríjase a otro estado; 
como sacerdote, se haría mal a sí mismo y a los demás. 

Os digo todo esto, ahora que tenéis tiempo para pensar en ello y para que toméis después una determinación que aproveche a vuestra 
alma. 

El pensamiento de don Bosco sobre este asunto se deduce de algunos hechos, que pertenecen al tiempo en que nos movemos. Después 
de los ejercicios de Lanzo, habían sido admitidos en el Oratorio algunos clérigos llegados de los seminarios, con intención de hacerse 
salesianos, y también varios alumnos de nuestros colegios, que, llegados algo tarde, pedían ingresar en la Congregación. Durante el 
Capítulo que se celebró el 4 de noviembre, para tratar de su admisión, don Juan Cagliero aprovechó la oportunidad para expresar esta 
idea: la Congregación no se ha hecho para quien desea expiar sus pecados, para esto ya están las órdenes contemplativas. Nosotros 
debemos recibir a quien se encuentra en situación de lanzarse en medio del mundo para trabajar por la salvación de las almas. 

Don Bosco dejó hablar y aprobó. 

Durante la misma sesión se vio también cuánto preocupaba a don Bosco el aumento de las vocaciones eclesiásticas ((809)) en las 
diócesis. Había en casa dos seminaristas de Mantua, que querían hacer los cursos de filosofía, pero vestidos de paisano. Como no existía 
en el Oratorio un grupo de estudiantes al que acoplarlos, los Superiores dudaban si tenerlos o no; pero don Bosco quería hacer aquel 
servicio a la diócesis de Mantua tan necesitada. El Obispo, monseñor Rota, había sido blanco de la persecución y echado del palacio 
episcopal; tenía además, cerrado el seminario, de manera que no sabía cómo arreglárselas con sus seminaristas. Echarle una mano habría 
sido algo útil para la Iglesia. Por esto, el Siervo de Dios determinó que se encontrase la manera de tener en el Oratorio a aquellos dos 
jóvenes, aunque ello ocasionase alguna molestia. Y como él lo quiso, así se hizo. 

Examinóse en ella una tercera cuestión espinosa, que nunca se 
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había afrontado de forma decisiva hasta entonces, ya que sobre este particular se iba actuando muy sencillamente. Nunca faltaban clérigos 
con vocación dudosa y, por consiguiente, de conducta menos que mediocre; pero, sin embargo, se les toleraba en casa con cierta 
facilidad. Cuando el número de irregulares es pequeño, las irregularidades se advierten más deprisa, lo que constituye por sí mismo un 
freno; además, era en tiempos en los que don Bosco gozaba de más libertad para atender a sus clérigos, y podía llamar a tiempo a quien lo 
necesitase y así enderezarlo. Pero, entonces, los Superiores propusieron y don Bosco asintió, que había que sacar a tales clérigos, 
entendiendo que era mejor liberarse inmediatamente de ellos que dejar penetrar por su causa la relajación en los demás. La solución no 
agradaba a todos; pero, ante la necesidad, hubo que tomarla. 

Así como don Bosco se mostraba exigente en la conducta moral, era, en cambio, de manga ancha de cara a las cuestiones económicas. 
El joven Atilio Vercellini, que entró en casa desde el oratorio festivo, permaneció en ella dos años y medio, hasta que su padre lo retiró, 
porque no podía seguir pagando la pensión. Siguió sus estudios en el instituto Cavour y, una vez terminados, no contaba con medios para 
continuar y no lograba encontrar un empleo. Don Julio Barberis que le había aceptado en el oratorio festivo y no le ((810)) perdía de 
vista, como viera en él buenas condiciones para sacerdote, le sugirió que escribiera a don Bosco, para que lo aceptase entre los clérigos. 
El Beato, seguidor del omnia probate, quod bonum est tenete (probadlo todo y quedaos lo que es bueno), le dijo: 

-Ven a confesarte mañana; después, te diré si tu vocación es para el estado eclesiástico. 

Fue el joven, se confesó y le aconsejó que vistiera la sotana clerical. Quedó muy contento, pero hizo notar que sus padres no podían 
pagar nada por él y, más aún, que nunca habrían saldado las deudas anteriores. Don Bosco le aceptó gratuitamente. Solamente le envió a 
buscar algo de su ajuar personal. Pero los padres le despidieron con las manos vacías, sin dejarle llevarse ni siquiera sus libros. Don 
Bosco no hizo caso. «Así es, escribe don Julio Barberis en la crónica, la historia de dos terceras partes de nuestros clérigos». 

Ello no impedía, sin embargo, que pidieran ingresar en la Sociedad jóvenes de familias pudientes, y aun nobles, como más adelante 
veremos. Aquí solamente diremos que la consideración de las vocaciones pesó mucho para inducir a don Bosco a conservar el colegio de 
Valsálice, a pesar de las dificultades. El 27 de diciembre dijo a los miembros del Capítulo Superior: 
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-No tengo ninguna inclinación especial hacia un colegio para los hijos de las familias señoriales. La razón que nos obligó a tenerlo 
hasta ahora es que, ualmente, no hay en Italia ni un solo colegio civil, donde los padres puedan colocar a sus hijos con la seguridad de 
que la moralidad estará a salvo: y es más, donde se cultiven las vocaciones. 

En efecto, él pudo dar los nombres de cinco procedentes de Valsálice, que ya eran clérigos en el seminario o bien en el Oratorio. 

-Estas razones, concluyó, fueron las únicas que nos han animado a conservarlo hasta el presente y son las únicas que debemos tener 
ante los ojos para decidirnos en un sentido o en otro. 

Con la misma fecha desfilan ante nuestros ojos en las actas del Capítulo Superior diversos nombres de seminaristas, que aguardaban en 
el Oratorio una decisión, para ser admitidos ((811)) o no como novicios. La opinión general de los capitulares se inclinaba por la parte del 
rigor, sobre todo porque no había manera de someterlos a un período de prueba aparte de los demás. Don Bosco intervino con dos 
observaciones: 

-Haría falta, dijo, ser más rigurosos a la hora de aceptar clérigos o sacerdotes en la Congregación; pero hay que observar dos cosas. La 
primera es que conviene seguir la táctica de san Pablo: probar a todos y quedarse solamente con los buenos; por eso hay que ser liberales 
a la hora de aceptar. En segundo lugar, no se acepten estos individuos sin pedir antes informe seguro a quien compete. 

El 13 de diciembre, después del almuerzo, don Bosco contó a don Julio Barberis y a otros cuatro jóvenes que le rodeaban el siguiente 
sueño sobre las vocaciones: 

-Me pareció encontrarme en I Becchi, delante de mi casa, cuando he aquí que me fue presentado un gracioso canasto. Miré en su 
interior y comprobé que contenía unas palomas, pero pequeñas y sin plumas. Volví a mirar y me di cuenta de que en poco tiempo les 
habían crecido las plumas, cambiando por completo de aspecto. A tres de ellas les habían salido unas plumas tan negras que parecían 
cuervos. Maravillado, me dije a mí mismo: 

-Aquí hay alguna brujería. 

Y miraba a mi alrededor para ver si había por allí algún hechicero. 

Entretanto, me percaté de que las palomas habían levantado el vuelo y las vi alejarse por los aires. Mas uno que estaba allí cerca, tomó 
una escopeta, apuntó y disparó. Dos de las palomas cayeron a tierra, pero la tercera se alejó. Yo sentí una gran pena y, acariciándolas, 
decía: 

-íPobres animalitos! 

Mientras las examinaba, he aquí que de repente, no sé cómo, se 
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convirtieron en clérigos. Aún más maravillado, volví a temer que se tratara de un efecto de brujería y miré por una y otra parte. Pero, 
entonces, no sé bien si fue el párroco de Buttigliera o el de Castelnuovo, quien me toco en el brazo y me dijo: 

-»Has comprendido? De tres, dos; dilo a don Julio Barberis. 

En el cestillo había más de tres palomas, pero de las otras no hice caso. 

Así terminó el sueño. 

((812)) Fue siempre mi intención el contártelo; mas me olvidaba de hacerlo cuando estabas presente y me acordaba cuando ya te habías 
marchado. Ahora te voy a dar a ti y a los demás la explicación del mismo. 
Entre otros, se encontraban presentes monseñor Scotton, don Antonio Fusconi de Bologna y el conde Cays. 

Los comentarios fueron diversos, pero don Bosco sacó esta conclusión: 

-El cestillo conteniendo numerosas palomas implumes representa el Oratorio. De los que llegan a ser clérigos en el cestillo, esto es, en 
el Oratorio, de tres, perseveran dos. No hay que hacerse ilusiones; se abrigan esperanzas de todos, pero uno por enfermedad, otro por 
fallecimiento, quién por oposición de los padres, quién por pérdida de la vocación, se producen siempre bajas y ya es una gran cosa que 
de tres que comienzan lleguen al sacerdocio dos, permaneciendo en la Congregación. 

Una pérdida sufrida entonces por la Congregación, pero que jamás podría decirse pérdida en el sentido vulgar de la palabra, fue la 
salida de 

Don Luis Guanella. 

Hemos encontrado ya este nombre varias veces en el curso de estas Memorias; le dejamos la última vez en Trinità de Mondový, como 
director de aquella casa. Aún antes de terminar el tiempo de sus votos trienales, dudaba si debía continuar en la Congregación. Le 
dominaba siempre la idea de fundar una obra diocesana, que prestase caritativa y eficaz asistencia a los seres más abandonados de la 
sociedad. Hasta que la idea no tomó forma algo definida en su espíritu, él andaba como quien, agitado por un impulso secreto que no sabe 
distinguir si es del cielo o de la tierra, va en busca de personas iluminadas que le ayuden a conocer la verdad, mientras se esfuerza por 
llevar una vida santa y próxima a Dios. Con el tiempo el movimiento interior del alma se había hecho cada vez más fuerte, y él no 
escondía a don Bosco su 
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aspiración. Fue precisamente después de una apertura de conciencia tal, cuando el Beato le escribió: 

((813)) Mi querido don Luis: 

Si se deja arrastrar por los pensamientos que constantemente vienen a la mente, difícilmente podrá conocer la voluntad del Señor. Non 
in conmotione Dominus (Dios no está en la conmoción). 

Si uno que está ligado en religión no quiere engañarse, precisa que renuncie a todo consejero, a todo proyecto, si no está de acuerdo con 
la materia de los votos, y siempre con el beneplácito del Superior. Si se hace de otra manera, se intentan tantas congregaciones cuantos 
individuos hay y el vínculo religioso queda sin efecto y a veces perjudicado. 

Por tanto, ahora no se preocupe, no hable, no escriba sobre esto hasta que haya terminado su trienio. Durante este tiempo hable con 
Jesús Crucificado y pídale que le haga conocer lo que más le satisfará a la hora de morir. 

Este es el único medio para no errar nuestro camino y para no hacer infructuosas las muchas gracias que Dios nos ha concedido y otras 
mayores que ya le tiene preparadas. 

Querido don Luis, ayúdeme a salvar almas. Europa y América piden obreros evangélicos. No me abandone en la batalla; es más, 
combata con fortaleza y tendrá asegurada la corona de la gloria. 

Don Defendente Monti está en Niza; se encuentra muy contento; está impaciente por ir a Patagonia y le será concedido. 

Que Dios le bendiga y bendiga a todos nuestros hermanos: ruegue por mí, que siempre seré en Jesucristo, 

Turín, 2-6-1878. 

Su afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Cuando posteriormente recibió don Bosco de Roma la invitación para preparar algunos salesianos para la república de Santo Domingo, 
creyó que tenía en don Luis Guanella el hombre que se requería para el gobierno de aquella difícil misión; así que se lo propuso 
suavemente. 

Muy querido don Luis: 

He recibido su carta de felicitación por san Juan y la otra, en la que me da cuenta de nuestros queridos Hermanos de Trinità. 

Se lo agradezco y, por su medio, también a mis otros queridos salesianos que están con usted. Estoy contento. Anímeles para que 
perseveren en sus propósitos y (en la voluntad) de ayudar a don Bosco en el inmenso trabajo que la Providencia le envía. 

A tal propósito, le digo que el Padre Santo ha ordenado que, en ((814)) este año, se haga una expedición de misioneros a Santo 
Domingo, donde se trata de tomar la dirección del Seminario mayor y menor, de la Catedral y de la Universidad. »Le 

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gustaría, querido don Luis, formar parte de esta nueva expedición y misión de nuevo estilo? La lengua es la española. 

Creo que sea ésta para usted una ocasión providencial. Yo rezo: rece usted también con el mismo fin. 

Dios bendiga a usted y sus trabajos, a sus compañeros y rueguen por mí, que siempre seré en J. C. 

Turín, 15-7-78. 

Su afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


El santo varón se debatía entonces en una dura alternativa: por una parte estaba la voz bastante clara del Superior, mas por dentro, 
sentía otra voz todavía del todo no clara, pero imperiosa y sin paciencia para más dilaciones. Escribió más adelante en una de sus 
memorias: «Esta carta fue para mí, y lo es todavía, una gran espina en el corazón. Pero sentía que podía y debía hacer, ante todo, con 
alguna institución un bien a mi diócesis, y ahora me convenzo más de cerca que precisamente debía hacerlo y estaba llamado a volver». 
No sabemos qué replicó al Siervo de Dios; pero sí sabemos que éste le escribió de nuevo así: 

Muy querido don Luis: 

He recibido su carta y sus cuadernos. Se podrán pasar muy bien a la imprenta, pero, antes de que haya lugar para empezar el trabajo, se 
requerirá algún tiempo, dadas las muchas obras ya en curso de impresión. En cuanto a su posición no olvide el dicho: quien está bien no 
se mueva, y quien hace el bien no busque lo mejor. 

Fueron muchos los que se ilusionaron, y, no haciendo caso de esta máxima, buscaron lo mejor y no pudieron hacer ni siquiera el bien, 
porque, como dice otro proverbio: lo mejor es enemigo de lo bueno. 

Hablo con el corazón en la mano, porque le quiero bien y deseo su felicidad en el tiempo y en la eterna bienaventuranza. 

Salude, anime, ayude a nuestro queridos hermanos de ésa, y rueguen por mí, que siempre seré en J. C. 

Villa Sta. Ana, 27-7-78. 

Su afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


((815)) Los cuadernos, a que se refiere don Bosco en su carta, contenían un trabajo del que hablaremos aquí brevemente. Monseñor 
Frapolla, Obispo de Foggia, que había permanecido hasta 1860 en el seminario de Como, diócesis de don Luis Guanella, había muerto en 

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Roma durante el Concilio Vaticano, dejando varias obras inéditas, entre las cuales había una traducción de los Salmos, provista de notas 
filológicas, históricas, hermenéuticas, literarias, con la intención de preparar un manual completo de estudio y de piedad. Los herederos 
del Prelado difunto rogaron a don Luis Guanella que revisara el manuscrito, y éste propuso a don Bosco publicarlo en la imprenta del 
Oratorio. Don Bosco lo examinó cuidadosamente; pero, en cuanto a imprimirlo, hizo observar que por la frivolidad de los tiempos, nada 
preparados para apreciar una obra tan seria, la edición no tendría venta; por lo que, muy a su pesar, no se sentía con ánimos para publicar 
por su cuenta el libro, que en vano esperó un editor. 

Don Luis Guanella volvió por consiguiente a Como, donde sufrió dolorosas vicisitudes, hasta que el Obispo, en 1881 le colocó al frente 
de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, después de la muerte de su fundador. La obra, que después logró fundar, tras duros 
obstáculos, le ha merecido, como es notorio, un puesto muy distinguido en la historia de la Iglesia. Cerraremos estos datos con las 
palabras que él escribió en 1891 al primer sucesor de don Bosco: 

«El reverendo LUIS GUANELLA manifiesta su inmenso cariño a don Bosco. Ciertamente, al separarse de él, padeció tanto como al 
separarse de los padres queridos, cuando tras un breve intervalo murieron uno tras otro en sus brazos». 

»Qué podemos, por tanto, decir nosotros: Nos parece poder observar dos cosas. La Providencia dispuso en sus arcanos que don Luis 
Guanella cumpliese, en la escuela del Beato don Bosco, un entrenamiento de vida religiosa y de caritativo apostolado, que debía serle de 
mucha utilidad; pero Dios no concedió a nuestro Beato luces extraordinarias para adivinar la misión a la que era llamado aquel su buen 
Servidor. 

((816)) Eran siempre como la pupila de sus ojos para don Bosco las tiernas plantas, que llevaban en su frágil tallo las esperanzas de la 
Congregación; nos referimos a 

Los clérigos. 

Los quería alegres, sanos, estudiosos y buenos. Su simple presencia y su palabra valían más que ninguna otra cosa para alegrarlos. A 
primeros de mayo fue a visitar el colegio de Valsálice; pero la tarde anterior había concertado con don Julio Barberis una visita 
improvisada a los novicios. Díjole a su Maestro: 
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-Llévalos mañana allí para visitar el colegio y verles. 

El Maestro, llegado el momento, lo hizo así y aquello fue una verdadera fiesta. La mayor parte de ellos no había visto nunca Valsálice; 
pero, sobre todo, estaba allí don Bosco para recibirles. Había estado a comer con los novicios, durante la novena de la Inmaculada. íQué 
alegría para aquellos jóvenes! Le leyeron unas poesías; después habló él, alegrándose y alegrándolos. 

En el año 1878 pudo regalar unas verdaderas vacaciones a los novicios para que se fortalecieran físicamente y tuvieran con el 
aislamiento toda suerte de comodidades para prepararse bien a la profesión religiosa. Nada mejor podía desearse en cuanto al lugar. Entre 
los inmuebles dejados por el barón Bianco, estaba su magnífica Villa de Santa Ana junto a Caselle: allí pensó don Bosco enviar a los 
novicios. 

Por eso, durante la primera quincena de mayo, quiso que fuera don Julio Barberis a visitar la casa, y disponer las cosas con tiempo. El 
alegre grupo tomó posesión el 5 de julio, en cuanto terminaron los exámenes finales. Les acompañaba don Julio Barberis, a quien don 
Bosco envió por escrito las siguientes instrucciones sobre el comportamiento a observar con el Arcipreste del lugar. 

Muy querido Barberis: 

Si no sois regularmente invitados desde Caselle para ayudar, no vaya ninguno. Si esto sucediese, saludad atentamente de un modo 
general. Si, por casualidad, ((817)) mostrase 1 gusto por visitar Santa Ana, recibidle con toda cortesía, manifestando, ademas, el 
sentimiento de no poderle invitar a comer por falta de cuanto se necesita Para la mesa, ya que todos estáis allí provisionalmente. 

Que os acompañen la alegría y la virtud 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Hemos encontrado también una cartita suya para el novicio Juan Bautista Fabrici, que debía, aún antes de llegar a los veinte años, hacer 
a Dios el sacrificio de la vida en 1880. Por las expresiones del Beato se ve que el clérigo estaba preparado para las posibles aflicciones 
del alma. 

Muy querido Juan Bautista: 

Sigue adelante tu vocación sin ninguna preocupación. Procura solamente estudiar y practicar nuestras Reglas. 

1 El sujeto de este verbo hay que encontrarlo en las palabras anteriores «para ayudar» que hay que entender en los servicios religiosos 
de la iglesia parroquial; se trata aquí, por consiguiente, del párroco. 
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Dios hará lo demás. 

Hablaremos cuanto antes en Lanzo: después podremos abrirnos sinceramente el corazón. 

Dios te bendiga y ruega por mí, que siempre seré tuyo en J. C. 

Turín, 19 de julio de 1878. 

Afmo. amigo.
JUAN Bosco, Pbro.


El buen Padre había prometido ir a verlos. Y le esperaban como al Mesías. Después de casi veinte días de espera, llególes la noticia de 
que estaría con ellos para la fiesta de santa Ana. Llegó la víspera, al atardecer. íCon qué entusiasmo le recibieron! Y no solamente los 
clérigos, sino que acudieron también a recibirle los sacerdotes del pueblo, los párrocos más próximos y algunas autoridades civiles. Por 
suerte, una suave lluvia refrescó el ambiente, lo cual «fue un bálsamo para don Bosco», dice la Crónica. El calor sofocante de Turín le 
había abatido enormemente, al extremo de que de noche no cerraba el ojo y de día los esfuerzos para trabajar le extenuaban; por lo que se 
temía que tuviese ((818)) que guardar cama. También contribuía a su postración el no salir nunca de casa; a quien le hablaba de alejarse 
por algún tiempo, le respondía que debía resolver asuntos que no aguardaban dilación. El descanso de Santa Ana y el fresco que allí 
encontró le hicieron revivir. 
Al día siguiente, confesó a los novicios y visitó la quinta, la casa de los colonos y la finca. El Arcipreste cantó la misa. Después de la 
comida, tomando el café bajo la pérgola con algunos párrocos, el juez de paz, el notario y otras personas, sostuvo una viva y amenísima 
conversación. Durante largo tiempo se habló mucho en Caselle de las maneras familiares y agradables con que sabía entretener a 
cualquiera con quien se encontrase. 

A partir del domingo del Rosario, fueron repitiéndose una tras otra las imposiciones de la sotana clerical. Así, el domingo de la 
Maternidad de María Santísima, tomaron el hábito don Juan Mellano y el marqués Silvestre Burlamacchi, de Lucca. Los padres de este 
último asistieron a la función, en la que don Bosco pronunció un discurso de ocasión. Al domingo siguiente, fiesta de la Pureza de María, 
les tocó a los dos hermanos Carlos y Pedro, hijos de los condes Radicati: bendijo las sotanas don Miguel Rúa. Por aquellos años, fueron 
más frecuentes de lo que pueda creerse los casos de jóvenes de la nobleza, que quisieron vivir la vida pobre del Oratorio, inscribiéndose 
en la Congregación. 
Varios de ellos murieron en la flor de la edad y hoy apenas recuerdan 
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sus nombres los hermanos más ancianos. Un gran fervor religioso les animaba, sin duda; pero la atracción mayor procedía de don Bosco, 
cuya amabilidad les ponía en la situación de no hacer caso de las privaciones materiales y carencia de varias cosas, que entonces hacían 
bastante incómoda la vida del Oratorio. 

Sobre los estudios, no repetiremos lo ya dicho anteriormente; sin embargo, hay algún detalle interesante de aquel año. En 1878 don 
Bosco autorizó solemnemente al clérigo don Luis Piscetta, juntamente con otros dos sacerdotes y un subdiácono, para doctorarse en 
sagrada teología en la facultad pontificia ((819)) del seminario arzobispal, ya que hacía cinco años que se había suprimido la facultad 
teológica en la Universidad Real 1. El resultado fue muy bueno para todos, pero triunfal para el primer candidato, cuya posesión de la 
materia y seguridad de sí mismo, contrastaban singularmente con su diminuta estatura. 

Los cuatro se habían preparado en el Oratorio; sin embargo, se seguía pensando en el seminario que los clérigos del Oratorio no 
merecían consideración. Don Bernardo Vacchina fue a examinarse de primer curso de teología con varios compañeros, conocidos por 
todos como clérigos de don Bosco. Pues bien, mientras estaba él examinándose, se acercó el Rector al examinador y le dijo al oído, pero 
no tan flojo que el examinando no lo oyese: 

-A los de don Bosco, espero que no les concedan más de trece o catorce puntos. 

-»Y por qué?, replicó de golpe el otro. 

-Esa es la orden que ha llegado de la Curia. 

El examinador, sorprendido y contrariado, inclinó la cabeza. La calificación general fue la más baja. Y nótese que otros clérigos, cuya 
procedencia no había sido advertida, y que habían formado grupo con los del Cottolengo y de los Artesanitos, obtuvieron óptimas 
calificaciones. Al leer las calificaciones llególes a los primeros el momento de la otra cara de la moneda. En el aula magna estaban los 
seminaristas de pie, a derecha e izquierda, y los clérigos de don Bosco estaban situados al fondo frente a la cátedra. Subió el canónigo 
Soldati, leyó las calificaciones de los seminaristas y dijo después: 

-Los de don Bosco han obtenido bajas calificaciones, y lo siento por uno, cuya puntuación es tan baja, que me da vergüenza leerla. 

íBuena la hizo! Se llamaba éste Mateo Grochow: era el primer polaco llegado a la Congregación. Mortificado de aquel modo, se las 
entendió con el clérigo Vacchina, hizo que le acompañase a la Curia, 

1 Los otros tres eran los reverendos Paglia, Meriggi y Febbraro. (Apéndice, doc. 65). 
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pidió que se nombraran para él dos examinadores sinodales, so pretexto de no haberse ((820)) presentado a tiempo a los exámenes y 
obtuvo la máxima puntuación. Esta treta les costó a los dos clérigos un buen tirón de orejas de los Superiores del Oratorio; pero así 
también ellos podían, si no decir, al menos pensar: a lo hecho, pecho. 

Para que una vez más se vea lo mucho que estudiaban los clérigos en el Oratorio, añadiremos este otro testimonio. El año anterior, el 
último de la facultad teológica universitaria, el teólogo Banardi formaba parte de la Comisión para los exámenes de licenciatura. Don 
Bosco presentó cuatro del Oratorio, entre los que estaba don José Bertello. Hicieron todos un examen tan espléndido, que exclamó dicho 
profesor: 

-»Con que los clérigos de don Bosco no estudian? íSon los mejores! íSe lo contaré a quien corresponde! 

En efecto, se lo dijo a monseñor Gastaldi, se lo dijo a don Bosco, lo iba diciendo por todas partes y se lo repitió todavía a don Domingo 
Belmonte en 1891. 

Y vamos a exponer aquí un pensamiento de don Bosco. Mientras sus clérigos atendían al estudio de la teología, generalmente tenían 
que dar clase de diversas materias. Es verdad que esta ocupación les quitaba un tiempo notable; pero el Beato tenía por cierto que, sin 
algo que hacer, se habrían dedicado menos intensamente al propio estudio, mientras que, comprometidos con otros trabajos, aprendían a 
no perder tiempo y aprovechaban más que muchos otros 1. Esto explicaría una frase suya, que nos refirió don Herminio Borío. Era éste 
todavía clérigo, en Borgo San Martino, cuando un día dijo al Siervo de Dios: 

-Don Bosco, nosotros tenemos tanto que hacer con nuestros deberes y nuestros cargos, que nos queda poco tiempo para atender a los 
estudios. 

Y don Bosco le contestó rápidamente con tono enérgico: 

-íPrecisamente es así como yo quiero! 

Los presentes enmudecieron y no se atrevieron a preguntarle el sentido de sus palabras. Don Bosco quería que los Salesianos estudiasen 
trabajando, y no que estudiaran por estudiar. 

((821)) Y lo mucho que él quería que sus clérigos fueran buenos, nos lo testifica, por un hecho personal, el citado don Bernardo 
Vacchina. 
Daba clase al primer curso de bachillerato en el Oratorio y, cada vez que recibía dinero de su familia, lo repartía entre sus alumnos más 
pobres, con motivo de alguna necesidad o de alguna fiesta. Un día, 

1 Crónica de don Julio Barberis, 19 de febrero de 1876. 
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sintiendo remordimiento, se confesó arrepentido de haber guardado dinero contra la prohibición de la Regla. 

-»Y has seguido comulgando?, le preguntó don Bosco. 

-íPobre de mí!, exclamó el clérigo. »He cometido un sacrilegio? 

-No digo eso. Lo hacías de buena fe: lo hacías para ayudar a los muchachos y tenías recta intención. Basta... basta... se ve que tú 
también eres hijo de don Bosco. 

A lo que parece, quiso decir: se ve que tú haces como hago yo. Con esa salida corrigió el defecto, sin dejar al alma en pena. 

Murieron cuatro clérigos profesos el año 1878. El primero, Esteban Omodei, era uno de los que en enero habían contraído la infección 
del tifus. Llegó al Oratorio en octubre de 1876, después de haber cursado en Sondrio el cuarto curso de bachiller y sufrió una gran 
nostalgia, que se le pasó en cuanto se acercó a don Bosco, al que eligió como confesor. «Un lugar tan apto para perfeccionarse como éste, 
escribió entonces a su hermana, no lo he visto nunca. Don Bosco, si lo vieras, es como el padre de todos». 

Dejaba de vivir pocos días después, en el colegio de Lanzo, el clérigo Juan Arata, de Liguria. Su biografía 1 está llena de sucesos que 
ponen a las claras su virtud extraordinaria. Una vez fue don Bosco ex profeso a verlo en Sampierdarena, donde él acababa el bachillerato. 
Al recibir la noticia de su muerte, el Beato escribió a don Miguel Rúa 2: «He sentido mucho la pérdida de nuestros queridos hijos, ((822)) 
particularmente la de Arata que era una alhaja». 

Los otros dos clérigos murieron en el mes de julio. Uno, César Peloso, de Chiavari, procedía del colegio de Lanzo. Habiendo hablado 
allí privadamente y por lo largo con don Bosco sobre su vocación, salió de la habitación tan decidido a hacerse salesiano, que todos los 
esfuerzos de sus padres para que cambiara de propósito no dieron ningún resultado. Cayó enfermo durante su tercer año de clérigo, y fue, 
por consejo de los médicos, a tomar los aires nativos; pero allí se agravó más. En cuanto lo supo don Bosco envió inmediatamente a don 
Julio Barberis, que le animó y administró el Santo Viático. 

El último en morir se llamaba Pablo Salvo, de cuyo apellido se servía don Bosco para animarlo en algunas penas espirituales, ya que le 
afligían, a veces día y noche, dudas sobre la fe, escrúpulos, y miedo a condenarse. Su mayor consuelo, entonces, era estar al lado del 
padre de su alma, el cual, conocedor de sus angustias, le miraba de un modo 

1 Figura a la cabeza de una colección titulada: Biografías de Salesianos difuntos durante los años 1883 y 1884. Turín 1875. 

2 Carta, Roma, 10 de febrero de 1878. 
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especial en medio de todos, le ponía la mano sobre la cabeza y, sonriendo, decía: 

-íHelo aquí: éste siempre está a «Salvo»! Hasta haciendo pecados, en las barbas del mismo demonio, está siempre a «Salvo». Recuerda, 
pues, que tú eres «Salvo», que eres «Salvo» a toda costa y que serás «Salvo» por toda la eternidad. 

Ninguno entendía el verdadero significado de la broma; pero él se sentía sereno y olvidaba sus temores por algún tiempo. Anhelaba 
partir para Patagonia; pero, al caer enfermo, también le aconsejaron que fuera a Garessio, su pueblo natal. Desde allí escribió a don Bosco 
el día 2 de agosto de 1877: «El Oratorio, usted, don Bosco, todos los Superiores y Hermanos, están fijos en mi mente de manera 
imborrable». Permaneció todavía un mes en el colegio de Varazze, desde donde volvió a su familia, y allí murió en 1878 la víspera de 
Nuestra Señora del Carmen. 

Tenemos todavía algunas noticias más de este año, que conviene salvar del olvido, y que se refieren a las relaciones habidas entre don 
Bosco y 

((823)) Los coadjutores. 

Por entonces, ya se veía don Bosco rodeado de un buen grupo de hombres, que, resueltos a estar siempre a su lado y ligados a él con los 
votos religiosos, le querían tanto y le eran tan fieles que él los empleaba tranquilamente para asuntos delicados, sin miedo a que su 
confianza fuera traicionada. Uno en quien más puestos tenía sus ojos era el proveedor general, José Rossi. Por la siguiente declaración de 
que le había provisto don Bosco, puede calcularse en qué concepto le tenía y cómo no dudaba en darle carta blanca, poco menos que si se 
tratara de don Miguel Rúa. 

Recomendamos respetuosamente a todos nuestros amigos y clientes que hayan de tratar con él, al señor José Rossi, proveedor general 
de nuestras casas, que debe ir a Francia y a otros países, para hacer provisiones, establecer relaciones o despachar productos industriales 
de nuestros alumnos. Es persona honrada, que goza de toda nuestra confianza, por lo que le autorizamos para firmar los contratos que él 
creyese oportunos. 

Si en uno de sus viajes necesitare dinero, respondemos por él ante cualquier entidad bancaria, pública o privada, hasta la cantidad de 
treinta mil francos. 

Cualquier cantidad parcial o total será reconocida por nosotros, como si nos hubiera sido suministrada personalmente, con todas las 
garantías prescritas por las leyes civiles y comerciales. 

Turín, 17 de julio de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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No sabemos por qué motivo Rossi se quejó del mal trato que había recibido de un proveedor; debieron llegar las cosas a tal extremo, 
que fue menester poner remedio. Don Bosco opinó que convenía escribir a aquel señor una carta amable, pero firme, y la escribió de su 
puño y letra y la hizo copiar. El autógrafo del borrador se conserva en nuestros archivos, y dice así: 

Apreciado Señor: 

Algunos asuntos de mi obligación me tuvieron ausente por algunos días, sin responder a la suya del 17 p. pdo. 

Debo decirle que, dado que mi educación no me permite emplear ((824)) vocablos vulgares como se acostumbra, pensaré en lo que 
debo hacer para salvar mi reputación y la de la dirección, que tengo el honor de representar, e impedir que se renueven las escenas, que 
solamente en su despacho han tenido lugar conmigo y con otros de esta casa. 

De acuerdo con su consejo, no me presentaré a usted para hacer ningún pago; por tanto, me enviará usted persona debidamente 
autorizada, y no dude de que emplearé todas las atenciones de urbanidad, que corresponden a una persona honrada 

JOSE ROSSI, Proveedor 

Hay un suceso que encierra su gran bondad con los coadjutores. Cayetano Rizzaghi había salido de la Congregación en un momento de 
mal humor; pero no se encontraba tranquilo. A menudo, la nostalgia le impelía a acercarse a la puerta de la casa, que nunca debió haber 
abandonado, donde deploraba el bien perdido. Su asiduidad llamó la atención de los Superiores, los cuales le permitieron hacer los 
ejercicios espirituales. La meditación sobre el hijo pródigo rompió su corazón. Apenas terminó, corrió derechamente a don Bosco, se 
arrojó a sus pies y, entre sollozos, comenzó a gritar, tan fuerte que se le oía por toda la casa: 

-Padre, ítampoco yo soy digno de ser llamado hijo suyo! 

Ante aquella escena, don Bosco lo tomó de la mano, lo levantó, lo consoló y lo acompañó él mismo hasta el Director, a quien dijo: 

-Trátalo bien, »sabes? Es un gran amigo mío. 

Ante aquellas palabras Rizzaghi empezó a llorar a lágrima viva, y exclamó: 

-íAhora estoy en el paraíso! íAh, si yo pudiese lavar aquella mancha! 

A partir de aquel día, al oír nombrar a don Bosco, no podía contener las lágrimas. Llegado a punto de muerte, bendecía el momento de 
su vuelta. 
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Llegó a enterarse el Beato de que otro coadjutor que estaba en Buenos Aires, Bartolomé Scavini, vacilaba un poco en la vocación. 
Preocupado por su suerte, le escribió esta cartita: 

«Mi querido Scavini: Me he enterado de que estás tentado de abandonar la Congregación Salesiana. No lo hagas. Estás consagrado a 
Dios con votos perpetuos, eres misionero salesiano, uno de lo primeros que han ido ((825)) a América, eres un gran confidente de don 
Bosco, »y vas a volver ahora al mundo, donde hay tantos peligros de perversión? Espero que no cometerás este error. Escríbeme las 
razones que te desasosiegan, y yo, como padre, daré a mi hijo querido los consejos que le harán feliz en el tiempo y en la eternidad». 

Scavini readquirió la calma y perseveró. 

En América también, en San Nicolás, pasó a la eternidad, en el mes de febrero de 1878, el coadjutor Carlos Barberis, que había partido 
con la segunda expedición. Era hijo de una familia de agricultores acomodados, y se había hecho salesiano a los veintiún años, empujado 
por el sincero deseo de la vida religiosa. 

Antes de seguir adelante, nos detendremos un poco para observar cómo iba don Bosco formando su personal. Es un caso que podemos 
escribir en sus más pequeños detalles, aprovechando un documento que se conserva en nuestros archivos; se trata de un caso único, sin 
embargo muy útil para conocer el espíritu y los métodos del Beato, mas no para generalizar, como si, en todos los casos, obrase 
precisamente así. Tenemos esta prueba preciosa en la 

Historia de un clérigo. 

El clérigo Bernardo Vacchina, alumno del Oratorio, vistió la sotana en otoño de 1876; don Bosco le permitió que se la impusieran en el 
pueblo, ya fuera para dar un gusto a su madre y al párroco, ya fuera, como él dijo, para dar un buen ejemplo. Quedóse unos días en casa 
el nuevo clérigo y fue luego a hacer los ejercicios a Lanzo, donde asistió a la imposición de sotana de cuarenta compañeros suyos. Al fin 
de los ejercicios, quedáronse éstos todavía una temporada en Lanzo, y, en cambio, Vacchina fue enviado al Oratorio para asistir a los 
recién llegados, que eran ciento setenta. No debió hacer mal su papel, pues, al comenzar el noviciado, le confiaron la asistencia ordinaria 
del primer curso superior de bachillerato, de modo que dividía las horas de su jornada entre esta ((826)) ocupación y la vida de los 
novicios. Así transcurrió algún tiempo del curso 1876-77, hasta que un día le dijo don Bosco después de la confesión: 
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-Espera un poco. He pensado encargarte de las clases del primer curso de bachillerato inferior. »Qué me dices tú a ello? 

-Pero, don Bosco..., exclamó el cleriguito temblando de pies a cabeza. Yo no soy más que un muchacho vestido de sotana. íNo soy 
capaz, créame! 

-»Pero es que no sabes todas las asignaturas del primer curso? 

-íHabría que verlo! 

-Si las sabes, también puedes enseñarlas. Además, yo te enseñaré o te diré a quién debes dirigirte para que te aconseje. En mi habitación 
te diré lo demás. 

El pobrecito salió del confesonario como si tuviera fiebre. Don Bosco le dijo en la habitación: 

-Mira, quito la clase al clérigo P., porque pega a los muchachos y es demasiado amigo del castigo. íCon decir que manda copiar treinta 
veces las oraciones! »Qué tienen que hacer los pobres muchachos? Cuando te encuentres apurado, vienes a mí. Tráeme cada mes una de 
las tareas de los muchachos corregida, y haz lo que veas hacer. 

En la confesión semanal no faltaba casi nunca un aviso sobre la manera de comportarse con el alumnado, de rezar por ellos, de darles 
buen ejemplo, especialmente en la iglesia; de cómo contarles hechos edificantes, de darles ideas claras, de no hablar demasiado, sino de 
hacerles hablar a ellos, de cuidarse de los menos inteligentes, de recomendar a todos que se acercasen a menudo a los superiores. Le 
exhortaba también a trabajar para expiar los propios pecados, para adquirir méritos, para ejercitar la caridad con el prójimo, para no caer 
en las tentaciones. Una vez le preguntó si tenía orden en clase. 

-No siempre, respondió. 

-Mira, observó don Bosco, si quieres ser obedecido y respetado, haz que te quieran. Pero no con caricias, sobre todo en la cara o 
tomándolos de la mano. 

Evidentemente no todos los días se desenvolvían siempre ((827)) tranquilos. Había días tristes, sobrevenía el desaliento, el cansancio: 
se trataba de veinte horas de clase a la semana, sesenta ejercicios diarios que corregir y diversas asistencias. Cuando no podía más, iba a 
don Bosco, el cual le repetía: 

-íFe! Omnia possum in eo, qui me confortat. (Todo lo puedo en Aquel, que me conforta). 

Estas sencillas palabras, proferidas como él sabía hacer, producían un efecto mágico en el ánimo desalentado; algunas mañanas, 
Vacchina, sorprendido al despertarse por el abrumador pensamiento de la 
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escuela, saltaba de la cama y daba un formidable puñetazo sobre la mesita de noche, gritando: 

-Omnia possum in eo, qui me confortat! 

Don Cipriano, su vecino de buhardilla, las primeras veces se asustaba y le preguntaba si estaba loco. 

-Poco me falta, respondía el otro; pero en seguida se serenaba. 

Entre las cosas que había aprendido de sus profesores estaba en primer lugar el fervor, con que procuraban infundir la piedad en los 
alumnos. El quería imitarlos. Un día explicó en clase que sería algo muy bueno y agradable a don Bosco y al Señor, si cada mañana 
hubiera algunos que se acercaran al comulgatorio; que eligiera, por tanto, cada uno un día de la semana para hacer la santa comunión. 
Ninguno se negó. Entonces el diligente maestro eligió un papel elegante con adornos, flores y cenefas doradas, escribió en él los nombres 
de los alumnos distribuidos en siete grupos y acudió muy contento a don Bosco, para que lo aprobase y pusiese su firma. El Beato lo miró 
cariñosamente, alabó su celo para promover la comunión frecuente pero le dijo: 

-Yo no pongo ahí mi firma. 

-»Y por qué, don Bosco, no quiere firmar una cosa tan buena? 

-Como buena es bonísima; pero debe ser espontánea. Mira, si yo pusiese ahora ahí mi firma, tus alumnos podrían suponer que don 
Bosco manda comulgar, y éste no es nuestro sistema. Además, tú, si uno de tus muchachos no comulga el día establecido, no debes 
reñirle; más aún, no debes manifestar que te das cuenta de ello. Animar, animar, y nada más. ((828)) Un día le llamó sin ningún aparente 
motivo; pero Vacchina supo más tarde la razón: el prefecto interno se había quejado de él. En consecuencia, el Beato le preguntó algunos 
detalles sobre sus ocupaciones y, finalmente, si todos los superiores estaban contentos de él. 

-No todos, respondió. El prefecto me ha reñido, porque había tratado mal a los músicos, que, a la verdad, se creen privilegiados, y me 
ha dicho que estaba dispuesto a quitarme las clases. 

-Hay que tener paciencia, replicó don Bosco. También la música sirve para educar. Pero, »quién te dio las clases, querido Vacchina? 

-Usted, don Bosco. 

-Pues bien el que te las dio, no te las quita; házselo saber a quien corresponda. A pesar de todo, yo estoy contento de ti. Sigue haciendo 
lo que puedas; Dios hará lo demás. 

El curso empezado el 15 de octubre, terminó el 9 de septiembre. El maestro del primer curso inferior tuvo la satisfacción del éxito de 
sus 
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alumnos en los exámenes, y, cansado, suspiraba por un pequeño descanso en su pueblo natal. 
-Don Bosco me lo concederá, pensaba para sí. Todos los demás novicios, desde el mes de julio retozan por las montañas de Lanzo; 

seguramente que no me lo negará. 
Con esta confianza se lo pidió, pero don Bosco no se lo permitió. 
-Estáte tranquilo, le dijo, porque yo pienso en ti. 
Pasó un poco de tiempo y Vacchina le pidió que le dejase ir a Sampierdarena. íAllí vería el mar! Pero don Bosco le dijo: 
-Tú pasarás las vacaciones conmigo. 
»Pasar las vacaciones con don Bosco? »Qué quería decir aquello? 

Mientras tanto, iban corriendo los días; cuando el clérigo veía aparecer a don Bosco, corría a besarle la mano y le miraba
significativamente;
pero, siempre lo mismo: ínada de nada! Finalmente, un día se atrevió a preguntarle:


-Don Bosco, »cuándo y dónde haremos las vacaciones?
-íEn el Paraíso!... »No te gusta?... íJuntos en el Paraíso!
-Sí, pero de aquí a entonces..
.
((829)) -»Y quién te asegura que falta tanto tiempo?
El pobrecito se quedó cortado, y no resolló.
Desde el cierre de las clases hasta los ejercicios de Lanzo, no pasó mucho tiempo. Vacchina presentó la petición de los votos perpetuos.


En la confesión de los ejercicios le dijo don Bosco: 
-íPobrecito mío! Has hecho lo que has podido, y yo estoy contento de ello; el próximo año te encargaremos el primer curso del bachiller 
superior. íAnimo! »No te has arrepentido de estar con don Bosco? 
-No, pero oiga. Cuando el prefecto me amenazó con quitarme las clases y hasta don Julio Barberis me echó una reprimenda, yo me dije: 
«Vaya, ítodo el día trabajando y que luego me vengan estos tratos! En fin de cuentas, un trozo de pan puede ganárselo uno también en 

otra parte». Pero, créame, don Bosco; no lo dije de corazón; mi puesto está aquí. 
-Te creo. Harás los votos; »pero cuáles? 
-A mí me gustaría hacer inmediatamente los perpetuos. 
-Y yo te lo concedo; pero sabes muy bien que no soy yo sólo; están también los otros superiores. 
-Entonces haré los trienales. De todos modos mi propósito no cambia. 
Hizo los votos perpetuos; y después, le encargaron del primer curso superior, cuyos registros de la época nos presentan una lista de 

muchachos, muchos de los cuales han honrado posteriormente a nuestra 

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Congregación. Sin embargo, las cosas no marchaban fácilmente como el curso anterior, porque los alumnos pasaban del centenar. Al 
principio le sucedió un caso de insubordinación. Un muchacho, destinado a la primera inferior, no quiso ir a ella y los superiores no 
actuaban. El maestro, después de haberle exhortado inútilmente a obedecer, se le acercó, le agarró con ásperos modales y lo sacó fuera 
del banco. Pero el bribonzuelo, que hacía poco que había entrado en el Oratorio, levantó las manos como para pegarle. Entonces 
Vacchina lo agarró de la solapa y lo echó fuera de clase, diciendo: 

-íNo volverás a entrar, si no pides perdón! 

El consejero escolástico lo envió de nuevo a clase, pero el maestro lo puso a la puerta; volvió el prefecto ((830)) a enviarlo, pero aquél 
volvió a echarlo; envióle también el Director, pero erre que erre, el maestro se mantuvo tieso. Entonces don Bosco le mandó llamar y le 
preguntó: 

-»Por qué has resistido a los Superiores? Esto no marcha bien, »comprendes? 

-Oiga, don Bosco. El muchacho ese se volvió contra mí, amenazándome delante de todos los alumnos, que quedaron escandalizados. 
Tengo ciento diez alumnos y no se puede bromear, si quiero estar en mi sitio. Los superiores saben los sucedido y conocen la condición, 
que no me parece injusta. »Por qué no le hacen obedecer? 

-Pero tú le has puesto las manos encima, y quien pone las manos encima, pierde el derecho a tener razón. 

-Si no hubiere obrado así, no habría salido. Yo no siento ningún rencor contra él, más aún, le aprecio. Pero él debe reparar el mal 
cometido y el escándalo dado. Con una clase tan numerosa, con discípulos aún mayores que yo, no puedo transigir. 

-Pero si presenta excusas, no le mortificarás... 

-No, don Bosco. Deseo que venga, y me duele en el alma todo lo que he hecho con los Superiores. 

-Pues bien, envíame al muchacho. 

El muchacho, después de oír las exhortaciones de don Bosco, obedeció de buenas maneras, entró en clase y, a partir de entonces, 
siempre se portó afectuosamente con el maestro. 

Durante el curso escolar 1878-79 se le asignó a Vacchina el segundo curso de bachiller, con ciento treinta alumnos, bastante mal 
preparados; entre los que habían subido de la primera inferior había bastantes no aprobados, y de los de la primera superior solamente 
estaban los que no eran aptos para saltar al segundo curso, como se decía en la jerga corriente. Una clase, en fin, que presentaba serias 
dificultades. Después de las primeras semanas no sabía el maestro a qué santo 
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encomendarse. Un día, después de comer, en el mismo refectorio, se acercó al Director para exponerle sus quejas; pero, como le pareciera 
que no le hacía caso, perdió la paciencia ((831)) y empezó a alzar la voz. Don Bosco miraba desde lejos y escuchaba, pero sin entender, y 
dijo, de forma que pudiera oírse. 

-»Qué le pasa a ese clérigo que toma tantos bríos? 

Dos días más tarde le hizo llamar y le dijo. 

-El otro día alzabas la voz al Director. »Qué ocurre? 

-Que no puedo más con la clase. Tengo ciento treinta alumnos, que habría que dividir en diversas secciones, porque es muy grande la 
diferencia de unos con otros. Yo me mato, y no saco nada en limpio. Es una clase imposible, y usted mismo lo ve. El señor Director me 
dice que tenga paciencia, yo quiero tenerla, sí; pero, ni con toda la paciencia de este mundo, lograré hacer milagros. íHace falta otra 
persona!... 

-Ya ya, dijo don Bosco, no tienes toda la culpa. Se arreglará. 

En efecto, dos días más tarde le sacaron veinticinco de los más atrasados, que fueron enviados unos a su casa y otros al primer curso. 

Don Bosco, que vio a Vacchina en el patio, le llamó y le dijo: 

-Y qué, »cómo van tus alumnos? 

-íMejor! 

-»Cuántos te quedan? 

-Más de ciento. 

-Bueno, aún tienes con quien divertirte. Pero el Director está disgustado contigo. 

-Yo no tengo la culpa. Deseaba que se fueran algunos como se han marchado; pero, »quién me los envió, aunque no estaban aprobados? 

Don Bosco le escuchó paternalmente, pero no dijo nada. Vacchina le besó afectuosamente la mano y su primer pensamiento, después 

de aquella conversación, fue ir a hacer las paces con el Director. 

Al llegar aquí, alguno podría preguntar: 

-»Pero y los estudios? »Y la salud de aquel clérigo? 

La cuestión de los estudios estaba así. Tenía un profesor aparte para la filosofía, el abogado Fortis, que nosotros ya conocemos y que le 

daba clase en horas libres; para las demás materias, se las apañaba él mismo, acudiendo a hermanos de conocida competencia. Sin 
embargo, de vez en cuando le ((832)) asaltaba el desaliento. Una vez se desahogó con don Bosco, el cual, con gran bondad, le dijo: 

-íHay que tener paciencia! Haz lo que puedas, y Dios hará lo demás; él no te abandonará en los apuros, si trabajas por él. Además, en la 
Congregación hay muchos oficios, y todos para servir al Señor. El 

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que no puede o no sabe hacer de director, de prefecto o algo semejante, hará de sacristán, y se ganará su premio. Por lo demás, el dar 
clase también abrirá tu mente y tu camino, ya lo verás. 

Y tuvo razón. Aquel año Vacchina tuvo que hacer el servicio militar en el cuerpo de cazadores 1; pero no perdió el tiempo y, a 
continuación, trascurrió felizmente su vida. 

El clérigo no se preocupaba mucho de la salud, ya que gozaba de constitución sana y robusta, y, además, por una razón especial. 
Durante su bachillerato había sufrido una enfermedad grave, en cuya convalecencia, los Superiores habían pensado, por consejo del 
médico, enviarlo a su casa; pero él se presentó a don Bosco y le dijo: 

-Los Superiores me quieren enviar a casa, pero yo no quiero ir. 

-íMuy bonito! íCon que no quieres ir! »Y por qué? 

-Porque usted ha dicho que uno de nosotros tiene que morir dentro de poco, y si me toca a mí, yo quiero morir aquí, asistido por usted. 

Don Bosco estaba de pie en su habitación, miró al joven como él solía hacerlo, levantó después los ojos al cielo y le dijo: 

-Vete a casa; tú no morirás todavía, sino que vivirás largos años. 

Y así fue, pese a diversas enfermedades graves, don Bernardo Vacchina celebra, mientras escribimos sobre él, su jubileo sacerdotal en 
Buenos Aires. 

Y ahora, con un poco de paciencia, que será bien pagada por su utilidad, vamos a hojear a continuación una buena colección de cartas 
de su 

Correspondencia epistolar. 

Hay un buen número de cartas escritas durante el 1878, diseminadas por todo este volumen; otras se reunirán e ilustrarán un poco en el 
Apéndice; aquí vamos a echar un vistazo a las que quedan, divididas en ((833)) varios grupos, es decir, primero, las dirigidas a personas 
seculares, mujeres u hombres, después a eclesiásticos y, a continuación, a salesianos, ya sean simplemente hermanos, directores, o 
misioneros. En cada grupo, las ordenaremos cronológicamente. 

1 Soldados de tropas ligeras, llamados en italiano bersaglieri (N. del T.). 
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1.° A SEÑORAS 

1. A la señora Teresa, viuda de Lyerre 
Era la madre del exalumno Carlos, mencionado en la carta. Este era taquígrafo en la cámara de diputados y además corresponsal de 
periódicos de mala catadura. 

Muy apreciada Señora: 

Nuestra vida está sembrada de cruces, pero Dios piadoso no deja de enviar consuelos a sus siervos. 

V. S. salió de Roma con pena y encontró un santo Obispo que la aconseja, y un óptimo confesor que la dirige. 
Sea siempre bendito el Señor y salude de mi parte a monseñor Galletti y al canónigo Fassini, a quienes profeso un gran afecto. 

Escriba a menudo a su hijo Carlos; recomiéndele siempre la fugacidad de la vida y la religión de sus padres, y el honor de la familia. Y 
esto con la práctica de la religión. Yo no dejaré de hacer todo lo que pueda, cada vez que le vea. 

Que Dios le bendiga, junto con su hija Serafina, y rueguen por mí, que siempre les seré en Jesucristo 

Roma, 2 de marzo de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


2. A la condesa Sclopis 
Es una cartita consoladora, escrita al dorso de una estampita del Ecce homo, con flores del Huerto de los Olivos. Se le había muerto su 
marido, el conde Federico, el 8 de marzo y había muerto confortado con todos los auxilios espirituales. Siendo Ministro, había firmado 
las leyes de expulsión de los Jesuitas y de las Damas del Sagrado Corazón; pero después se arrepintió de ello y en 1855, combatiendo en 
el Senado la proposición del ministro ((834)) Rattazzi contra las Corporaciones religiosas, abjuró de su disposición anterior y confesó 
valientemente que había cedido a las «presiones de la calle». Después del traslado de la capital a Roma, dejó de asistir a las sesiones del 
Senado. Durante los últimos años de su vida hizo pública profesión de los deberes religiosos. 
Era un insigne jurisconsulto, y escribió muchas obras. Fue gran amigo de don Bosco. 

A la nobilísima condesa Sclopis: 

Vosotras, flores, recogidas en el Huerto de los Olivos, que tocasteis la tumba de san 

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Pedro: llevad, en mi lugar, una abundante bendición a quien os tenga en sus manos. Flores y espinas formarán una gloriosa corona en la 

eterna bienaventuranza. 

Roma, 15-3-78. 

J. BOSCO, Pbro. 
3. A la señora Anita Fava Bertolotti 
Era de Turín; pero vivía entonces en el campo, en Villa Sterpone, Borgo Ajé, junto a Moncalieri. 

Muy apreciada Señora: 

Hoy, en su día onomástico, después de haber celebrado la santa misa por usted y toda su familia, me encuentro con su carta del 8 de 
julio, a la que contesto. 

Creo que ya está arreglado el envío de las Lecturas Católicas. 

Le incluyo aquí, como recuerdo de Pío IX, un trocito de ropa que él llevó. Se van cumpliendo muchas maravillas de este incomparable 
Pontífice y, entre otras cosas, espero que también enumeraremos las gracias que usted pide. 

Buen veraneo, para usted, para su señor marido y para la pequeña heredera. Dios les bendiga a todos. Ruegue por este pobrecito, que 
siempre será, en Jesucristo 

Día de santa Ana 1878. Villa de Santa Ana, junto a Caselle. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El Siervo de Dios enviaba de vez en cuando a esta benemérita señora algún regalito, acompañado de algunas palabras escritas de su 
puño y letra o dictadas por él ((835)) al secretario, en un tarjeta de visita. 
He aquí tres autógrafos de años diversos: 1.° «JUAN BOSCO, Pbro. Es una pera dura, pero que haremos cocer en el santo temor de Dios. 
Es cosa de risa; pero agradézcala con su señorita». 2.° «El sacerdote JUAN BOSCO a la señora Fava Bertolotti le ofrece, para ella y para 
su señorita, unos racimos de uvas». 3.° Deseaba la señora un lugar reservado para la fiesta de María Auxiliadora, desde donde asistir 
cómodamente a las sagradas funciones. Don Bosco escribió en una tarjeta de visita: «Para la señora Anita Fava, el sacerdote JUAN 
BOSCO recomienda un lugar reservado, del mejor modo posible». 

Estos otros tres fueron dictados al secretario: 1.° «El sac. JUAN BOSCO, se permite ofrecer a V. S. algunos racimos madurados en la 
ventana de su habitación, a la sombra del Santuario de María Auxiliadora. Ruego los acepte como prueba de la más viva gratitud y con 
los augurios de las mejores bendiciones del cielo». 2.° «El sac. JUAN 
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BOSCO, como una pequeña señal del propio agradecimiento a V. S., se permite ofrecerle algunos racimos con los augurios de todas las
bendiciones celestiales». 3.° «El sac. JUAN BOSCO, ruega a V. S.
acepte la humilde ofrenda de unas cerezas del huerto de María Auxiliadora, con los augurios de todas las bendiciones celestiales»
.


4. A la señora Josefa María Armelonghi 
Era de Lugagnano, y quizás tía del sacerdote salesiano que llevaba su apellido. Tenemos aquí las normas fundamentales para la 
dirección de almas atormentadas por los escrúpulos. 

Muy apreciada en Jesucristo: 

En cuanto a vuestra conciencia considerad: 

1.° No empeñarse en repetir las confesiones pasadas. 

2.° Los pensamientos, los deseos de cualquier cosa interior no sean nunca materia de confesion. 

((836)) 3.° Confesad solamente las acciones, las conversaciones que el confesor juzgue culpables y nada más. 

4.° Obediencia ciega al confesor. Estad tranquila de conciencia y rogad por mí, que siempre seré en Jesucristo. 

Turín, 26 de septiembre de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


5. A la condesa Callori 
Esta piadosísima señora era acometida de vez en cuando por grandes tristezas, que la angustiaban mucho. Le ayudaba a serenarse 
recibir noticias de las obras de don Bosco. El Beato, que lo sabía, le escribía con frecuencia y se explayaba con ella en su 
correspondencia, más que con ninguna otra señora. 

Mi buena Mamá: 

Si mis débiles plegarias elevadas a Dios por usted, mi buena mamá, fuesen otras tantas visitas personales me vería muchas veces al día 
haciéndole perder bastante tiempo con mis charlas. Estaba sufriendo por no haberle escrito y haber sido un mal hijastro con una madre 
tan buena, sobre todo por lo mucho que la necesito. 

Empecemos a responder. 

Don Juan Cagliero dedica sus energías a preparar la próxima expedición de monjas y misioneros para América, pero quizá no pueda 
esta vez acompañar al grueso del ejército. Con todo me asegura que, antes de marcharse, no dejará de cumplir con su 

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deber, ya sea que usted se encuentre en Turín, ya sea que permanezca todavía en Vignale. 

Me duele mucho la noticia que me da de nuestros alumnos de Vignale. Yo fui a Lanzo a primeros de junio y no encontré a ninguno de 
ellos en la enfermería; volví a primeros de este mes, estuve allí diez días; pero en la enfermería no había ninguno. Es preciso, por 
consiguiente, que todas las desgracias vayan a caer sobre mis amigos de Vignale, especialmente sobre los jovencitos Ravizza que yo 
había recomendado mucho al Director. Quiero rezar y hacer rezar mucho por ellos, a fin de que Dios les bendiga y les devuelva la salud. 
Esperemos ser escuchados. 

Desgraciadamente, aumenta cada día más la falta de sacerdotes. Yo trabajo con todas mis fuerzas para prepararlos. Algo se hace y algo 
más se haría, de contar con medios. Pero esto no es más que una gota de agua en medio de un terreno chamuscado. Rogemus Dominum 
messis, ut mittat operarios in ((837)) messem suam (Roguemos al Señor de la mies, que envíe operarios a su mies). Antes de que acabe la 
próxima semana espero todavía poderle enviar un profesor nuestro para que, al menos durante algún tiempo, tenga la comodidad de la 
misa. 

Sigo en Sampierdarena, 16, 9, 1878. 

Nuestras monjitas están ya tan repartidas que, por ahora no pueden ir, como deseaba, a recibir alguna lección de las estupendas 
maestras de su asilo. 

Sin embargo, le agradezco la invitación y la hospitalidad que promete a las mismas. 

Espero también darme un paseo a Vignale, pero no puedo, por el momento, fijar la fecha. Lo que es cierto es que necesito dinero. Esta 
mañana vino el maestro de obras de la iglesia de San Juan Evangelista, muy avergonzado, a decirme que, si no le entrego una cantidad 
notable del dinero que le debo, se verá obligado a suspender los trabajos. Yo no tengo absolutamente nada. íSi usted pudiese ayudarme en 
honor a Pío IX!íSería un gran remedio! íPero, a saber cómo andará su ministro de hacienda! 

Usted pide noticias de nuestras cosas y yo le digo que moral y científicamente marchan bastante bien, gracias a Dios. Este año tenemos 
trescientos muchachos que pasarán a clérigos; no será menor el número de los que se van preparando para otro año. Es verdad que se 
reparten entre varias diócesis, pero son siempre obreros de la viña evangélica. 

Aquí, en Sampierdarena, tenemos doscientos jóvenes mayores, llamados Hijos de María, que aspiran al estado eclesiástico. Puede 
decirse que son un verdadero tesoro. Pero también aquí la antífona de costumbre. El panadero niega el pan, porque tienen una deuda de 
más de once mil liras a pagar. 

Como ve, no les faltan preocupaciones; pero estamos compensados con el éxito de la disciplina y la moralidad de nuestras casas. De un 
año para acá, hemos abierto veinte, seis de ellas en Uruguay y en la República Argentina cerca de los salvajes. 

Dios la bendiga, mi buena mamá, y bendiga con usted a toda su familia, a sus hijas y a sus familias. Que Dios conceda a todas santidad 
y salud en abundancia. Ruegue por este pobrecito, que siempre será en Jesucristo 

Su atto. y s. s. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Los jóvenes que actualmente hay en nuestras casas son veintisiete mil. 
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6. A la marquesa Fassati 
También aquí habla de veinte casas abiertas durante el año; veremos más adelante de qué manera hacía las cuentas. 

((838)) Benemérita señora Marquesa: 

Muchas veces, señora Marquesa, sin ni siquiera habérselo pedido, vino en nuestra ayuda. Ahora soy yo mismo quien lo pide, en nombre 
del Señor, y estoy seguro de que, si puede, usted nos ayudará. Escuche. 

El desarrollo casi irresistible de nuestra Congregación, las urgentes necesidades de la religión nos hicieron abrir casas con dispendios 
superiores a nuestras fuerzas. En un año hemos abierto veinte. Las misiones abiertas en América, la abundante mies que nos presentan 
aquellas repúblicas y los mismos salvajes; la expedición de misioneros y los que se preparan para partir; la iglesia de San Juan 
Evangelista para levantar un dique a los protestantes, que han invadido uno de los barrios mas poblados de esta ciudad: todos estas 
empresas nos han cansado y endeudado. 

Por consiguiente, si en su caridad pudiese socorrernos, sería éste un momento oportuno. Yo sé todo lo que ya ha hecho por nosotros y 
lo que hace para otros. Por tanto, estoy agradecido a los beneficios recibidos, y solamente le expongo nuestra necesidad, confiando en su 
caridad, dentro de los límites que le sean posibles y que el Señor le inspire. 

Ruégole, sin embargo, que esté segura de que, haga lo que haga, nosotros, le estamos muy reconocidos por la beneficencia ya hecha, y 
que no dejaremos de rezar cada día por sus seres queridos que Dios ha llamado ya a Sí; rogaremos de un modo especial por usted, a fin de 
que Dios la conserve con buena salud, le conceda el precioso regalo de la perseverancia en el bien y el premio celestial en el reino de la 
gloria. 
Recomiendo mi pobre alma a la caridad de sus santas oraciones, mientras me cabe el honor de profesarme en Jesucristo, 

Turín, 23 de octubre de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Le envio la carta a Montemagno, donde espero pueda leerla más tranquilamente 
7. A la señora Teresa Vallauri 
La insigne cooperadora, hermana de don Pedro, ya es conocida por los lectores. Sufría una dolorosa enfermedad, que el 10 de marzo de 
1879 acabó con ella. En los crueles espasmos del dolor, Dios le concedió una paciencia heroica. Era una mujer prudente, llena de caridad 
que, cuando hizo testamento, puso aparte una cantidad, que quiso consignar personalmente en manos de don Bosco para las Obras y 
Misiones Salesianas. 

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((839)) Muy apreciada señora Teresa: 

La última vez que tuve el gusto de verla quedé muy desconsolado; porque he podido comprender que su mal es bastante más grave de 
lo que yo imaginaba. Nuestros muchachos ruegan por usted mañana y tarde, como le he prometido; pero querría añadir todavía algo más. 

Deseo que se haga verdaderamente violencia al Señor, siempre que la petición no vaya contra la mayor gloria de Dios y el bien de su 
alma. Hagamos, pues, así: desde el domingo hasta el día de la Inmaculada Concepción, nuestros muchachos ofrecerán la comunión por 
usted, y yo celebraré cada mañana la santa misa con este mismo fin. Un grupo de los más fervorosos de los nuestros irá cada día a la 
iglesia a rezar ante Jesús Sacramentado. 

Unase usted a nosotros en el espíritu del Señor y recite la oración que otras veces le he sugerido y ofrezca a Dios todos sus 
sufrimientos. Espero también pasar algún día, al atardecer, a verla. Que Dios la bendiga, señora Teresa, la cure, la conserve muchos años 
aún para ver el fruto de su caridad. Ruegue también por este pobre huérfano, que siempre será en Jesucristo, 

Turín, 8 de noviembre de 1878. 

Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

8. A la condesa Callori 
Vuelve a hablarla de su mal a los ojos. No curará de ellos hasta el mes de febrero de 1879 en Roma, de una forma que algunos juzgaron 
prodigiosa. 

Mi buena Mamá: 

Recibo sus noticias por medio del jardinero Rizzoglio, que vino a cumplir con sus devociones en la iglesia de María Auxiliadora, 
acompañado de su esposa. 

Aquí, todos nosotros, en general, estamos bien. Solamente mi vista va empeorando precipitadamente. Dios lo quiere así, porque no me 
servía de ella como debía. 

Ruegue por mí y por todo lo nuestro. Dios le bendiga a usted y a toda su familia y nos conserve a todos con buena salud y abundante 
santidad. Amén. 

Créame en Jesucristo 

Turín, 25-11-78. 

Atto. y s. s. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((840)) 2.° A SEÑORES 

9. Al Ministro del Interior 
Se trata de una de las muchas súplicas del Beato en demanda de títulos honoríficos para los que de algún modo le ayudaban en sus 

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Obras. Pide en ésta, al honorable Francisco Crispi, una condecoración caballeresca para el doctor Albertotti que, desde 1872, prestaba 
gratuitamente sus servicios médicos en el Oratorio, como continuó haciéndolo mientras vivió. La petición tuvo favorable acogida, porque 
se deliberó concederle la cruz de caballero; pero la deliberación quedó sin efecto, por el cambio de Ministerio. 

Excelentísimo Señor: 

El que suscribe tiene el alto honor de presentar a V. E. un benemérito ciudadano, que parece digno de alguna demostración honorífica. 
Se trata del doctor Juan Bautista Albertotti, profesor de medicina. 

Como lo certifican los adjuntos documentos, ha ejercido su ciencia con todos los honores, demostrando gran celo por los enfermos, 
especialmente pobres y abandonados, durante más de veinte años. 

Cuando, en el año 1854, se desarrolló el cólera en la poblaciones de Branda y Bassi, no dudó en afrontar toda suerte de peligros para 
asistir a los afectados por la mortal enfermedad y tuvo la satisfacción de ver los buenos resultados de sus cuidados, como lo atestiguan los 
anejos certificados. 

El año 1861 fue llamado a prestar su labor en los difíciles cuidados del manicomio de Turín: condescendió de buen grado y tuvo la 
satisfacción de merecer siempre el aprecio de aquel centro, como consta en la adjunta declaración. 

Además, mientras trabajaba en el manicomio, continuó siempre en su calidad de profesor comunicando el fruto de sus estudios y de su 
experiencia en la Universidad de Turín, y además se prestaba a atender muchas obras de beneficencia pública. 

Desde hace seis años, y de la forma más paternal que imaginarse pueda, empezó a cuidarse de los casi novecientos pobres muchachos 
internados en la casa de San Francisco de Sales en Turín. Y todo este servicio lo ha prestado siempre gratuitamente. 

Por todo lo cual, y para mostrar la gratitud de nuestra parte por los motivos señalados, ((841)) el humilde exponente ruega a V. E. se 
digne conceder a este ilustre Doctor la condecoración que a su juicio parezca más honrosa. 

Roma, 2 de febrero de 1879. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

10. Al mismo 
Se trata de otra súplica semejante a la anterior, en favor del empresario Félix Faja. Como quiera que falta la fecha en nuestro borrador, 
no sabemos quién sería el Ministro. Resulta, por el contexto, no anterior a 1877 y, por cuanto diremos, se verá que no puede colocarse 
más allá del 1878. 
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Excelentísimo Señor:
Entre los ciudadanos beneméritos de la sociedad, creo se puede señalar al caballero. Félix Faja, de Asti, residente actualmente en esta


ciudad de Turín, calle Cernaia, número 1. 
En su laboriosa carrera de empresario, ha observado constantemente la conducta de un ciudadano leal y honrado. 
Fue empresario de los canales de la hacienda pública en la zona de Vercelli; de los edificios para la conservación de tabacos y de la 

fábrica de papel en el Parque Real, junto a Turín. 
De acuerdo con el conde Cavour, colaboró en muchas empresas públicas y obras de beneficencia. En dos ocasiones entregó diez mil 
liras para la Escuela de Aprendices. En su calidad de director e inspector de las Escuelas Técnicas de San Carlos colaboró, con capital 

propio, en la compra del terreno, donde hoy se levanta el edificio destinado a esta finalidad. 
Entrego diez mil liras para los muchachos pobres del Oratorio de San Francisco de Sales para pagar la deuda al panadero. 
Fue condecorado con la cruz de san Silvestre el 19 de enero de 1877. 
Actualmente se pide para él, como bienhechor público que es, la condecoración de la Orden de San Mauricio, y esto le animará a 

realizar otras obras de utilidad pública, para lo que siempre está bien dispuesto. 

La recomendación de don Bosco obtuvo para el señor Faja la cruz de caballero. Para celebrar el suceso, dio éste un banquete, al que 
invitó, juntamente con don Bosco, a varios sacerdotes salesianos, al doctor Fissore y otros. Durante el banquete ((842)) uno de los 
comensales dijo a don Bosco: 

-Hay una cosa en su iglesia, que ciertamente no está bien.
-»Y cuál es?
-Que los ángeles son mas bonitos que la Virgen.
Con esto quería decir que los ángeles de los dos campanarios brillaban, gracias al efecto del dorado, mientras la Virgen de la cúpula se


había ennegrecido por haber perdido, con la intemperie, el ligerísimo baño de oro que la revestía. 
-Tiene razón, respondió don Bosco a su interlocutor; es un inconveniente que hay que remediar. 
Y, entonces, levantando la voz, dijo a todos los convidados: 
-Oigan, señores, una observación que me acaban de hacer. Los ángeles son mas bonitos que María Auxiliadora. Hay que procurar para 

la Virgen la decoración que le conviene; me dirijo, pues, a ustedes para que me ayuden a hacer dorar de nuevo la estatua. 
-íEs verdad! íEs verdad!, exclamaron todos. 
-Entonces le encargo a usted, doctor Fissore, como profesor de 

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anatomía que es, que distribuya entre estos señores la parte a dorar a sus expensas. Y así, un poco cada uno, no hace mal a nadie. 

El doctor Fissore aceptó e hizo el reparto: a uno la cabeza, a otro un brazo, a éste la mitad del manto, a aquél la otra mitad; y, por este 
estilo, fue señalando a cada uno su parte. Ya estaban repartidas las cantidades, cuando el Beato, que hasta entonces había aprobado, 
callando y sonriendo, rompió el silencio y dijo: 

-»Y usted, doctor, no se ha reservado nada? 

Estalló una risotada general. Y prosiguió don Bosco: 

-A usted, doctor, le corresponde el estómago. 

El doctor aceptó. 

En el programa para el 24 de mayo de 1877 figuraba, como ya vimos, el anuncio de que se quería dorar la estatua y ya había llegado 
alguna ofrenda; pero todavía faltaba bastante. Aquel día se reunió todo, de manera que en la fiesta del 1878 los ángeles de los 
campanarios no dejaban en mal lugar a la Virgen en la cima de la cúpula. 

((843)) 11. Al señor Ignacio N. N. 

Don Bosco manifiesta su opinión con respecto a un matrimonio, al cual debía llevar la esposa, como dote, solamente un buen ajuar de 
virtudes. El marido pertenecía a una familia noble e histórica, pero no muy rica. 

Muy querido Ignacio: 

Hoy, en tu día onomástico, respondo a tu carta del 28 del corriente. Nada es demasiado poco. Verdad es, que la virtud supera todos los 
tesoros; pero también hay que vivir y hay que gastar. Por tanto, a un hermano mío le diría: no te precipites. Aun teniendo en gran cuenta 
las raras dotes de la persona, la esperanza de tener algo, si no inmediatamente, al menos mas tarde, yo dejaría todo en manos de tu madre 
que es piadosa, prudente, y te quiere mucho. 

De todos modos yo rogaré por ti, a fin de que Dios bendiga a tu futura compañera, y os conceda a los dos lo que sea mejor espiritual y 
materialmente. 

Saluda a los de casa y ruega por mí, que siempre seré tuyo en J. C. 

Turín, 31-7-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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12. Al Barón Carlos Rizzi Des Ferres 
Muy querido señor Baron: 

He recibido su carta con la lismona de cien liras. Ya están celebradas las dos misas, según su intención. El conde Cays ha tenido un 
memento particular para. la curación de su hija religiosa. Ahora se está haciendo una novena especial en la casa de Sampierdarena. 

Estoy de acuerdo con usted: en esta clase de enfermedades, hay que contar bastante más con la ayuda del Señor, que con la ciencia 
humana. Roguemos. 

Aquí se reza todas las mañanas y todas las tardes ante el altar de María Auxiliadora. Yo tengo mucha esperanza. 

Le incluyo un trocito de tela de la sotana de Pío IX. »Quién sabe si, entre las maravillas de aquel Pontífice, podremos enumerar también 
la curación de su hija? 

Que Dios le bendiga, señor Barón, juntamente con toda su familia, y de un modo particular a la buena religiosa enferma. 

((844)) La Santísima Virgen, Salus infirmorum, obtenga de su divino hijo Jesús la gracia que pedimos. 

Ruegue por mí, que soy de todo corazón en J. C. 

Turín, 24 de septiembre de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


13. Al señor Antonio Massara 
Era secretario municipal de Bianzè (Novara), cuando en 1891 comunicó esta carta y las dos siguientes a don Miguel Rúa. En su 
juventud, había sido seminarista. En ésta le responde don Bosco sobre asuntos de conciencia. 

Muy querido en J. C.: 

Tu franqueza al escribir demuestra tus buenos deseos y me anima a hablar con toda confianza. Dios es grande, Dios es misericordioso. 
A veces no pensamos en él, pero él piensa en nosotros y, al vernos huir tan lejos, nos da una palmadita a las espaldas, nos detiene y nos 
hace volver a él. »No es verdad? Sea, pues, en todo momento bendito el Señor y adorados sus decretos. Si tu salud te permitiese reanudar 
los estudios, te aconsejaría seguir adelante hasta el sacerdocio. Si te gustase la vida retirada en comunidad y quisieras venir conmigo, yo 
te incluiría entre mis queridos y amados hijos. 

Mientras tanto, la oración, el trabajo, la mortificación y la confesión y comunión frecuentes, te ayudarán a salir vencedor del antiguo 
enemigo de tu alma. Todo lo demás no se puede confiar al papel. Adiós, querido, Dios te bendiga. Ruega por mí, que siempre seré tuyo 
enJ. C. 

Turín, 26 de septiembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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14. Al mismo 
«Todo lo demás no se puede confiar al papel», había escrito don Bosco. El clérigo leyó estas palabras y volvió a escribirle diciéndole 
que, si tuviese algo que comunicarle, iría a Turín. Don Bosco le respondió: 

((845)) Muy querido en J. C.: 

Acabo de llegar ahora mismo a Turín, tras una larga ausencia. Si te parece bien, puedes venir a pasar conmigo toda la novena de los 
Santos o una parte de ella. 

Hablaremos y determinaremos lo que a los dos nos parecerá mejor ante el Señor. 

Que Dios nos bendiga a todos y créeme siempre en J. C. 

Turín, 17 de octubre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


15. Al mismo 
Massara fue corriendo al Oratorio; pero le tocó aguardar tres días hasta obtener audiencia con don Bosco. En cuanto oyó su nombre, 
don Bosco se acordó de todo. «Me tributó mil delicadas atenciones, escribe aquél, me trató con tanta bondad que me conmoví hasta 
derramar lágrimas por el consuelo interior que me produjo. Siempre recordaré que estaba yo de pie delante de él, sentado a la mesa 
después de cenar, y dijo que me sentara, mientras yo, por la conmoción interna y también porque hablaba bajito, no entendí 
inmediatamente; entonces se levantó el santo varón y quería que me sentara en su silla en el centro de la mesa. No es para decir que, 
cuando le entendí, pedí excusa y me negué a ello a toda costa. Me invitó a quedarme allí, diciendo por broma a don Juan Cagliero, que se 
había acercado, que yo llegaría a ser el sucesor de don Juan Bonetti en la dirección del Boletín Salesiano. Acepté la invitación y él hizo 
que me asignaran la mejor habitación libre y me dio por compañero a un tal Alejandro Mora, de Milán, para que me alegrase la estancia. 
Describir la alegría que experimenté al encontrarme en un lugar tan santo como aquél, después de haber vivido en el mundo, me resulta 
imposible». 

La delicada salud no le permitió resistir la vida de comunidad; y un poco por esta razón, otro poco por instigación de un pariente, 
decidió volver al pueblo. Antes de marcharse, fue a despedirse de don Bosco, que lo trató con la misma afabilidad; pero, del conjunto se 
desprendía ((846)) que no estaba muy contento de que el joven se marchase; más 
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aún, le hizo bonitas proposiciones, pero él no aceptó los amables ofrecimientos. «Para mi desgracia, prosigue Massara, no tardé en
arrepentirme, porque, algún tiempo después volví a Turín con la intención de aceptar las proposiciones que me había hecho unos meses
antes;
pero don Bosco dijo que ya no podía recibirme con tales condiciones.
Con las lágrimas en los ojos le dejé, volví a casa y, para desahogar mi dolor, le escribí de nuevo, manifestándole el deseo de volver a toda
costa». Inmediatamente le respondió el Siervo de Dios:


Mi querido amigo: 

Bendigo al Señor que te conserva con la buena voluntad de ser bueno, virtuoso y salvar tu alma. Yo no dejo de encomendarte cada día 
al Señor. Lo mismo hacen tus compañeros. Aquí todos te queremos mucho; pero, en cuanto a venir a Turín, conviene que asegures tu 
estado de salud. Para el examen convendrá que te proveas de los programas de las materias prescritas y que empieces a repasarlas. 

Saluda a tus parientes de mi parte y ruega por mí, que siempre seré tuyo en J. C. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


16. Al barón Carlos Rizzi des Ferres 
El «niño Du Bourg enfermo» era sobrino del barón Du Bourg, secretario particular del conde de Chambord, que acompañó a don Bosco 
a Frohsdorf en 1883. Los Rizzi des Ferres y los Du Bourg eran parientes. 

Muy querido señor barón Carlos Rizzi: 

Apenas leí su respetable carta encargué oraciones en favor del niño Du Bourg, enfermo. Espero que la Santísima Virgen habrá 
escuchado nuestras plegarias, de acuerdo y en la medida que sirva para gloria de Dios y provecho de toda esa piadosa familia. 

Que las bendiciones del Cielo desciendan abundamentemente sobre usted, sobre ((847)) toda la familia Fassati y sobre la venerada 
familia De Maistre, mientras, con el máximo acatamiento, me profeso. 

Oratorio de San Benigno Canavese, 3-10-1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


P.D. Me cuesta escribir. 
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17. Al ingeniero Francisco Bocca 
Este señor, que vivía en Pollone de Biella, tenía a su servicio una hermana de José Sandrone, jefe de tipógrafos en la Tipografía 
Salesiana. Entre éste y la hermana había ciertos resentimientos por cuestión de intereses. Rogó el ingeniero a don Bosco que interviniese 
él para mitigar la tensión. La carta del Beato, que se refiere a su mediación, es una bonita prueba de su prudencia y caridad. 

Muy apreciado señor Bocca: 

He hablado varias veces con José Sandrone, que vino junto con su mujer. Le daré un resumen de cuanto se trató. José no pone 
mínimamente en duda cuanto su hermana María hizo por él. Más aún, lo reconoce y, aunque asegure que sería feliz gastando hasta el 
último céntimo por su hermana, si lo necesitase, sin embargo, desea que el interés de la hermana figure por escrito y él está dispuesto a 
todo. Por tanto, tenga la bondad de interpretar el pensamiento de María, mandármelo por escrito, y José ha empeñado hace poco su 
palabra de que lo firmará. Los dos me encargaron formalmente rogase a la hermana que viniese a su casa siempre que se acerque a Turín, 
lo mismo para hospedarse que para comer. Si en el pasado pudo haber algo, o mejor, alguna palabra que ocasionase disgusto, le ruegan 
que lo olvide, pues ellos quieren considerarla siempre como una verdadera hermana, dueña de su casa. 

He indagado, además, la situación económica de José y parece que hace honor a sus quehaceres, pero dentro de una gran economía. 
Está en los principios de su vida social. Los enseres de la casa, el alquiler, el estado interesante en que actualmente se encuentra la mujer, 
son cosas que él tiene siempre a la vista. Pero, como gana un buen sueldo y la mujer tiene también el suyo, aunque discreto, ya han 
cubierto las deudas y están preparando algo para los gastos eventuales futuros. 

Este es, respetable señor, el resumen de mi misión. ((848)) Todo queda en sus manos, a fin de que, con su caridad y prudencia, llegue a 
feliz término. 

Estoy muy contento de que este asunto me haya puesto en relación con usted, de quien tantas veces he oído hablar favorablemente. 

Me daría una gran satisfacción una visita suya personal, cuando venga a Turín. 

Compadezca mi mala letra y acepte los augurios de todo bien del Cielo, de quien se profesa 

Turín, 28 de octubre de 1878. 

Su atto. y s. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


18. Al caballero Francisco María De Simone 
El señor De Simone había enviado a don Bosco una limosna desde Acri (Cosenza), pidiendo oraciones para un hermano suyo enfermo. 

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Muy querido en J. C.
:
Dios os bendiga, querido amigo en J. C., y con vos bendiga a toda vuestra familia, especialmente al hermano enfermo. Os agradezco la


caridad de las veinticinco liras que me enviasteis. El Cielo os conceda el céntuplo en la vida presente y el verdadero premio en la futura. 
Os envío una reliquia de Pío IX para el caso de cualquier enfermedad. 
Os encomendaré cada día en la santa misa y vos rogad también por mí y por mi familia (treinta mil muchachos) y creedme siempre en 

el Señor 

Turín, 7 de noviembre de 1878. 

Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

3.° A ECLESIASTICOS 

19. A don Faustino Confort\_la 
Pertenecía don Faustino al clero de Brescia, pues había nacido en Ghedi. Vino después a convivir con don Bosco. Fue el primer director 
en la casa de Florencia y primer director y párroco en la de Parma. Murió en Florencia en 1913. 

((849)) Muy apreciado en el Señor:
El ofrecimiento que me hace de su trabajo para el sagrado ministerio es lo más agradable y consolador Para mí.
Messis multa, messis multa!
Su carta y la sinceridad con que escribe son garantía de su persona; disponga, por tanto, de sus cosas que yo le aceptaré con gusto entre


mis hijos. De acuerdo con su salud, de acuerdo con sus aficiones tendrá en qué ocuparse. 
Venga como un hermano y encontrará muchos hermanos más y un padre, que le querrán en el Señor. Está prescrito por los sagrados 

Cánones, y me basta para todo, que traiga un certificado de buena conducta de su Obispo o de la Curia. 
En cuanto a la parte material, le pido a usted y nada más. 
Pero, como nuestra Congregación vive de la Providencia, si, además de la ayuda espiritual, puede traer también alguna ayuda material, 

ciertamente nos resultará eficaz para sostener las muchas obras de caridad que hoy día caen en nuestras manos. 
Yo estoy en Roma hasta la segunda semana de febrero: allí puede dirigirme cualquier escrito. Después a Turín. Si quisiera hacer un 
viaje a Turín para vernos y hablarnos personalmente, o bien para quedarse definitivamente con nosotros, creo será mejor después de 
haber cumplido con el mes de María. 
Dios le bendiga y nos conceda la preciosa gracia de trabajar a su mayor gloria y de ganar alguna alma para el Cielo en medio del gran 
peligro de naufragio de esta tierra. Ruegue también por mí, que siempre seré en J. C. 

Roma, 28-1878.
Torre Spechi 36-2.


Su afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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20. A don Gregorio Palmieri 
Era un fraile benedictino de San Pablo Extramuros en Roma. Había nacido en Piacenza el 3 de abril de 1828, y era hermano del padre 
Domingo, jesuita. Estuvo adscrito al Archivo Vaticano desde 1877 a 1895. Conoció a don Bosco unos años antes de 1878. Asistió 
siempre a sus conferencias en Roma; fue también varias veces huésped del Oratorio y una vez de Lanzo. Murió el 19 de enero de 1918. 

((850)) Rvmo. y apreciadísimo en J. C.: 

He recibido muy agradecido el donativo que usted me hace como cooperador salesiano. Le agradezco, aún mas que el donativo, su 
precioso escrito, con el que aprueba y alienta las obras empezadas. 

Dios bendiga su caridad y le haga fructificar para su mayor gloria e incremento de la Orden Benedictina, por tantos siglos y tantos 
títulos benemérita de la Iglesia. 

Recuerde que las casas salesianas estarán muy satisfechas, cada vez que puedan rendir cualquier servicio a usted y a sus religiosos. 

Me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones, mientras tengo el honor de poderme profesar humildemente 

De V. Rvma. y apreciadísima paternidad 

Roma, 2 de febrero de 1878. 

Tor d'Spechi, 36. 

Suatto. ys.s. enJ. C.
JUAN BOSCO, Pbro.


21. A monseñor Eduardo Rosaz 
Obispo electo de Aosta, donde era canónigo. Sucedió a monseñor Federico Mascaretti, que dimitió de su cargo por motivos de salud. 
Fue preconizado en el último consistorio de Pío IX, el 31 de diciembre de 1877. Dejó fama de hábil y virtuoso prelado. Quería 
muchísimo a don Bosco. 

Carísimo y Rvmo. Monseñor: 

A su debido tiempo he sabido por Turín y después por su apreciada carta cómo el gran Pontífice Pío IX puso su paternal pensamiento 
sobre usted y le proclamó Obispo de Susa. Me he quedado muy maravillado, porque conozco su propia humildad y entiendo cómo deberá 
tomar una situación nueva verbo et opere. Pero he bendecido inmediatamente al Señor, porque estaba, y estoy convencido de que la 
Iglesia necesitaba un Obispo según el corazón de Dios, y que usted haría mucho bien a la diócesis de Susa. 

Fin de Página 720 


VOLUMEN XIII Página: 721 

Me alegro mucho de ello y con todo el afecto de corazón le ofrezco las casas de nuestra Congregación para cualquier servicio que 
puedan prestar a su respetable persona y a la diócesis que la divina Providencia le ha confiado. 

No pretendo ser su maestro, pero creo que pronto tendrá en sus manos el corazón de todos: 

1.° Si se ocupa especialmente de los enfermos, de los ancianos y de los niños pobres. 

((851)) 2.° Si va muy despacio antes de cambiar al personal, ya establecido por su antecesor. 

3.° Si hace lo que puede para conquistarse el aprecio de los que tenían o tienen puestos elevados en la diócesis; los cuales creen haber 
sido postergados y usted preferido. 

4.° Al tomar medidas severas contra cualquiera del clero, vaya con cautela y, por cuanto pueda, oiga al acusado. Por lo demás, espero 
que, el mes de marzo, podremos hablar personalmente. 

Hoy, alrededor de las tres y media de la tarde, moría el sumo e incomparable astro de la Iglesia, Pío IX. Por los periódicos sabrá los 
detalles. Toda Roma, e imagino que todo el mundo, están consternados. Dentro de muy poco tiempo, ciertamente, estará en los altares. 

Creo que usted me permitirá que siempre le escriba con la misma confianza del pasado. Rogando a Dios que le ilumine y conserve en 
buena salud, me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con la máxima veneración 

De V. S. Rvma. 

Roma, 7 de febrero de 1878. 

Torre d'Spechi, 36. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


22. A don Antonio Stoppani 
Arcipreste de Varzo Novarese. En la carta incluía una estampa de María Auxiliadora con estas palabras, escritas al dorso por don 
Bosco: 
«Señor don A. Stoppani. María sit tibi et parochianis tuis auxilium in vita, subsidium in periculis, levamen in morte, gaudium in coelo. 
Juan Bosco, Pbro.» (Sea María para ti y para tus feligreses auxilio en la vida, ayuda en los peligros, consuelo en la muerte, alegría en el 
cielo). 

Muy querido señor Arcipreste: 

Su deseo será atendido. Tengo en Turín un trocito de la sotana del gran Pío IX y se lo guardo para usted. 

Fin de Página 721 


VOLUMEN XIII Página: 722 

De los demas ya hablaremos a su tiempo, pero venga o envíeme buenos Salesianos Messis multa, multa, multa, operarii pauci en 
comparación de la necesidad. 
Que Dios nos bendiga a todos. Ruegue por mí que siempre seré en J. C. 

Roma, 8-3-78. 

Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D.: Dentro de pocos días saldré para Turín, si Dominus dederit. 
((852)) 23. A don Odón Ternavasio 

Había sido condiscípulo del Beato y en aquel momento fungía como teniente cura de la Montería Real. La facultad, que dice haber 
obtenido vivae vocis oraculo, la tuvo probablemente a través del cardenal Oreglia, que, por aquellos días, se preocupaba mucho de él, a 
fin de que alcanzase la audiencia de León XIII. 

Muy querido Ternavasio:
Puedes leer y tener libros prohibidos, por cuanto sea útil para tu ministerio, para comprobar si son malos o para impugnarlos: Vivae


vocis oraculo, die 7 martii 1878. 
»Cuándo vas a ser Salesiano del todo, y no a medias? 
Saluda de mi parte al señor Vicario, a quien quiero llevar un bonito retrato de León XIII. 
Que Dios te bendiga y ruega por mí, que siempre seré en J. C. 

Roma, 8 marzo 1878. 

Tu afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Escribió también al mismo una lacónica cartita para otra facultad: 
«Carísimo. Un telegrama. Haz la bendición de las medallas, etc., a tu gusto. Hasta vernos en Turín. Que seas feliz y ruega por mí, que 
siempre seré tuyo en J. C., Roma, 14 de marzo de 1878. Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro». 

24. A don Gregorio Palmieri 
Don Gregorio Palmieri encontró en el Archivo Vaticano varias cartas inéditas de san Francisco de Sales, dirigidas al Nuncio Apostólico 
en Turín, escritas todas ellas en italiano; las copió y envió a don 

Fin de Página 722 


VOLUMEN XIII Página: 723 

Bosco, para que las publicase. Monseñor Rosi puso dificultad para la publicación íntegra de las mismas, proponiendo algunas supresiones 
parciales. Don Gregorio Palmieri las entregó, además, a monseñor Mermillod. Fueron en seguida publicadas íntegramente por el señor 
Andrés Peraté de la Escuela de Francia en Roma, juntamente con ((853)) otras cuatro cartas del Santo en francés, encontradas también 
por don Gregorio Palmieri en casa del conde monseñor Morandi de Piacenza 1. Su transcripción, con las supresiones, está en la 
Biblioteca de San Pablo, entre los manuscritos de Palmieri. 

Muy querido don Gregorio Palmieri: 

A su debido tiempo he recibido sus cartas, con verdadero placer. Se lo agradezco muy de corazón. 

La tramitación de las cartas de san Francisco de Sales fue así. Monseñor Rosi las leyó, y encontró que no sólo no tenían importancia, 
sino que el mismo Santo no habría tenido gusto en ello, ya que son privadas y se refieren a asuntos privados. 

He escrito de nuevo que, vista la ansiedad con que se leen los escritos de este gran Santo, yo estaría dispuesto a imprimirlas, dispuesto, 
sin embargo, a someterme a su prudencia. Aún no he recibido respuesta a esa mía. La carta de monseñor Rosi era de lo más cortés. 

Espero que usted se encuentre bien de salud; ruego, por tanto, a Dios se la conserve por muchos años. Ruégole salude de mi parte al 
padre Abad, y a esos padres y hermanos, que tuvieron tanta caridad conmigo en el pasado invierno. 

Le ruego, además, un favor: y es, decir al padre Abad, a sus religiosos, a usted que pueden aprovechar nuestras casas, cuando vengan 
por nuestras tierras. Más aún, siempre que usted quiera venir a pasar alguna semana aquí con nosotros me proporcionaría una gran 
satisfacción, y creo que su salud ganaría algo. 

Mi secretario le saluda y yo ruego a Dios que le haga feliz, mientras me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones y me profeso 
enJ. C. 

Turín, 2 de julio de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


íCon qué entusiasmo invita don Bosco a él y a sus hermanos a que vayan al Oratorio! Eran frecuentes las visitas de sacerdotes seculares 
y religiosos. Los visitantes no encontraban allí puede decirse ninguna comodidad, y, sin embargo, ((854)) resulta encantador ver las 
impresiones que sacaban de allí. Durante el verano de 1877 estuvieron unos días en el Oratorio el párroco de la catedral de Ventimiglia y 
otros dos 

1 André Peraté: La mission de Franþois de Sales dans le Chablais. Documentos inéditos sacados de los Archivos del Vaticano. Extracto 
de «Mélanges» de arqueología e historia de la Escuela Francesa de Roma, tomo VI, Roma, Impr. Cuggioni, 1886. 

Fin de Página 723 


VOLUMEN XIII Página: 724 

sacerdotes amigos suyos, después de lo cual escribió el párroco a Beato 1: «No sé expresarle la satisfacción, la efusión de corazón que he 
experimentado durante nuestra estancia en ese su paraíso terrestre, donde se respiran aires de verdadera paz, de íntima caridad fraterna; 
donde resplandece una angelical serenidad sobre la frente, y se lee en los ojos la dulce inocencia de sus afortunados habitantes». El 
abogado don Constantino Leonori, que fue a visitar al Beato en otoño de 1878, le daba las gracias con estas palabras 2: «A decir verdad, 
salí de Turín con el deseo de volver, y, si Dios quiere, lo haré. Las atenciones y la cordialidad que tuvieron conmigo usted y los señores 
de la dirección, han quedado esculpidas en mí; y por su cordialidad, le digo con franqueza, que sin duda me harán volver». El padre Pío 
Saccheri, dominico, secretario de la Sagrada Congregación del Indice, empleaba, con el mismo motivo, estas expresiones 3: «Vuelvo a 
renovarle mi más sentido agradecimiento por la gran amabilidad que ha tenido conmigo en Turín y en Lanzo; conservo de ello un 
agradable y dulce recuerdo». 

25. A don Francisco Serenelli 
Era el Rector del Seminario Espiscopal de Verona. En la carta iba una estampa de María Auxiliadora con estas líneas, también de don 
Bosco: «D. Francisco Sacerdoti. María sit tibi et tuis auxilium in vita, levamen in periculis, solatium in morte, gaudium in coelo. Amen. 
Ioannes Bosco, Sacerdos». (A don Francisco, sacerdote. Sea María para ti y para los tuyos auxilio en la vida, alivio en los peligros, 
consuelo en la muerte, alegría en el cielo. Amén. Juan Bosco, sacerdote). 

Muy querido en el Señor: 

La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros. Su gracioso donativo, y mas aún su cristiana carta, me obligan a darle las más 
rendidas ((855)) gracias. Gracias que le doy con toda el alma, en razón de los excepcionales apuros en que nos encontramos con las mil 
cosas que llevamos entre manos. Usted es nuestro bienhechor, dueño de las casas salesianas, y, cuando venga a Turín, tendré que decirle 
muchas cosas y presentarle grandes proyectos. Le espero. Escribiría más, pero me da vergüenza la mala letra con 

1 Carta, Ventimiglia, 28 agosto 1877. 

2 Carta a don Bosco, Roma, octubre 1878. 

3 Carta a don Bosco, Roma, 11 diciembre 1878. 
724 

Fin de Página 724 


VOLUMEN XIII Página: 725 

que escribo y que le costará entender. Que Dios nos bendiga a todos, le bendiga a usted y todas sus obras, y créame. 

Turín, 6-7-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


26. A don Guillermo Garelli 
Sacerdote de Mondový, ex alumno del Oratorio, que después se hizo Filipense. Los «compañeros de Francia, España y América» eran 
ex alumnos del Oratorio, que habían ido, según la fama, a aquellos países en busca de fortuna. 

Mi querido Garelli: 

Si no quieres hacerte Salesiano o misionero, te aconsejo que elijas la parroquia que más te guste de las cuatro propuestas. 

Te encomiendo ruegues por tus compañeros de Francia, España y América. Espero tu visita con tu madre. Dios te bendiga. 

Turín, 3-8-78. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

27. A don Pablo Taroni 
Don Bosco responde a una carta del día primero de octubre, en la que don Pablo enviaba a don Bosco una limosna para misas y le 
hablaba de la reciente visita hecha por el reverendo Bretto a Lugo y Faenza y de un seminarista suyo deseoso de hacerse salesiano. «Dos 
cosas, escribía don P. Taroni, desearía saber el joven: cuál sería el importe de la cuota o pensión, si fuere ahí; y en qué curso le pondrían, 
ya que, teniendo diecisiete años y vocación decidida, a su parecer, y estando adelantado en Retórica (es un joven de talento y aplicado), 
desearía ardientemente ingresar en un curso ((856)) en el que pudiera vestir sotana. Ayúdenos, don Bosco, con la oración y con su 
consejo». El Beato le respondió: 

Muy querido en N. S. J. C.: 

Telegráficamente. Recibí la carta con diez liras. Yo celebraré las misas en el altar de M. A. Nuestros alumnos rogarán y ofrecerán 
comuniones. Rogaré, también por ese 

Fin de Página 725 


VOLUMEN XIII Página: 726 

santo sacerdote que está enfermo en el seminario, según me dijo el reverendo Bretto 1. El clérigo que quiere hacerse salesiano estaría con 
nuestros clérigos y con sotana. La condición principal es que venga. Lo demás se arregla todo. »Cuándo vendrá usted definitivamente con 
nosotros? 

Reciba una reliquia de Pío IX. Reciba también los saludos de sus hermanos Salesianos. Augurios de S. S. S. 2 para sus queridos 
seminaristas. Encomiéndeme a sus oraciones. Que rueguen por este pobrecito, que siempre será 

De usted y de ellos. 

Turín, 4 octubre 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


El clérigo se llamaba Enrique Foschini. Su vocación comenzó con una lectura. Un día del mes de mayo de 1876 se quedó en casa a la 
hora del paseo, por estar indispuesto, y se puso a leer el drama titulado: La vocación de San Luis Gonzaga. Eso fue la chispa. Cuando 
leyó después la vida del Santo en El joven instruido, quedó todo resuelto. El 1877 su director espiritual, don Pablo Taroni, habiendo ido a 
Turín para la fiesta de María Auxiliadora, recibió de don Bosco estas palabras de despedida: 

-Rezaré por sus seminaristas, para que todos sean santos y para que alguno se haga salesiano, si ésa es la voluntad de Dios. 

Poco más tarde pasaron por Faenza don Julio Barberis y don José Lazzero, a su vuelta de Roma, y en aquella ocasión se estableció una 
alianza de oraciones entre los hijos de don Bosco y aquellos seminaristas, que se inscribieron todos en la Archicofradía de María 
Auxiliadora. La familia de Foschini se oponía; pero la carta que don Bosco envió a los padres, ((857)) arrancó el consentimiento. Su hijo 
ingresó en el Oratorio el día 13 de noviembre, precursor de un magnífico grupo de seminaristas de Faenza que entraron en la 
Congregación. El Señor lo llamó a Sí, en la casa de Lucca, cuando apenas cumplía su primer año de sacerdote. La frase de don Bosco a 
don Pablo Taroni: «»Cuándo vendrá usted definitivamente a estar con nosotros?», hay que entenderla puramente como expresión de gran 
cariño y aprecio; todo lo demás, se lo había dicho oralmente 3. 

1 Don Juan Spara, parroco de Potito. Cayó gravemente enfermo en el Seminario durante los ejercicios espirituales. 

2 Salud, Sabiduría, Santidad. 

3 Véase más atrás, pág.. 343. 
726 

Fin de Página 726 


VOLUMEN XIII Página: 727 

28. Al mismo 
Muy querido don Pablo: 

No sé si se ha respondido ya al clérigo Rambelli, mas, para evitar trámites, diga a su madre que, si su hijo viene para ser salesiano, es 
aceptado, con tal de que esté al menos en el último curso de bachiller. Si después no quisiese hacerse salesiano, sino sólo hacer los 
estudios, podría ir a Alassio, donde hay bachillerato completo y liceo. Usted me dejó con la esperanza de una visita con un aspirante: 
»cuándo vendrá? 

Todos los de casa le saludan y yo, encomendándome a sus oraciones y a las de sus santos seminaristas, me profeso con fraternal afecto 
enJ. C. 

De usted, 

Turín, 27 de octubre de 1878. 

Afmo. amigo 

JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D.: La señora Isabel Rambelli escribió y envió una carta de recomendación del señor penitenciario, caballero Magnacci. 
29. Al Párroco de Barbania 
Muy querido en el Señor: 

Me lo dijeron, y ya lo sabía, que en esa su parroquia hay un enfermo, hombre honrado, no enemigo de la religión, pero que, con la 

esperanza de tener tiempo, no se prepara como debiera para comparecer ante el Señor. 

Le he encomendado a las oraciones que se hacen y seguiremos haciendo en la iglesia de María Auxiliadora. 

Usted, por su parte, en cumplimiento de su deber, vaya a casa del enfermo, ((858)) y dígale, si todavía estamos a tiempo, que es muy 

corto el tiempo que le queda de vida. Dios quiera que se salve, pero tiene que darse prisa. 
También podría darse que Dios, movido por el arrepentimiento y las oraciones del enfermo, le devuelva la salud; esto pertenece a los 

decretos de Dios. 

Yo no conozco al enfermo, ni le he visto nunca; pero usted puede fácilmente calcular de quién de entre sus feligreses se trata. 

Que Dios nos bendiga a todos y ruegue por mí que soy en J. C. 

Turín, 20 de octubre de 1878. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

30. A un párroco de Forlý 
Muy querido en el Señor: 

Fin de Página 727 


VOLUMEN XIII Página: 727 

He recibido su atenta carta y las dieciocho liras dentro de la misma. Muchas gracias, que Dios se lo pague. Es como el maná que cae en 
ayuda de nuestras necesidades. 

Fin de Página 727 


VOLUMEN XIII Página: 728 

Usted esté tranquilo. No hable de ausentarse de la parroquia. »Que hay que trabajar? Moriré en el campo del trabajo, sicut bonus miles 
Christi (como un buen soldado de Cristo). »Que sirvo para poco? Omnia possum in eo qui me confortat (todo lo puedo en Aquel que me 
conforta). »Que hay espinas? Con las espinas cambiadas en flores tejerán los ángeles para usted una corona en el cielo. »Que los tiempos 
son difíciles? Siempre fueron así, pero Dios no negó nunca su ayuda a nadie. Christus heri et hodie (Cristo ayer y hoy). 

»Me pide un consejo? Helo aquí: cuídese especialmente de los niños, de los ancianos y de los enfermos, y se adueñará de todos los 
corazones. 

Por lo demás, cuando venga a visitarme, hablaremos largamente. 

Turín, 25 de octubre de 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro 

4.° A LOS HERMANOS SALESIANOS 

31. Al conde Cays 
Ya hemos presentado una parte notable de esta carta, que no repetiremos 1. 

Mi querido señor Conde: 

Si todas las veces que pienso en V. S. y ruego por V. S. fueran otras tantas visitas, equivaldrían a un continuo fastidio; pero al menos 
alguna carta habrá que hacer. 

((859)) Le agradezco, además, las noticias de la preciosa muerte del conde Birago. Bendito sea el Señor y el momento en que V. S. le 
visitó y le habló de mí. He rezado y seguiré rezando por el descanso eterno de su alma. 
......................................................................... 

El nuevo Rey toma el nombre de Humberto 1, y no de Humberto IV 2. »Quién sabe por qué? El señor barón Bianco lo sabe y tiene un 
gran significado. Si algún día fuere a visitar a este querido amigo, salúdelo de mi parte y dígale que necesito mucho sus oraciones. 

Para su norma, nuestras cosas van tan bien como podíamos desear, y espero que el mismo Arzobispo deba estar contento de ello. Ya le 
contaré detalles. 

Ciertamente verá al conde Luis y a su familia; salúdelos de mi parte. 

Salude también a nuestros comensales, especialmente al abogado Rossi y a don Julio Barberis, que me dice anda enfermo. Mientras 
tanto, ayude en lo que pueda al pobre don Juan Bonetti en su imprenta, que tanta faena le da. 

1 Véase más atrás, pág. 390. 

2 Humberto Biancamano (1003-1056), tronco de la casa de Saboya; Humberto II (1092-1103), llamado el Reforzado; Humberto III 
(1157-1188), el Beato. 

Fin de Página 728 


VOLUMEN XIII Página: 729 

Que Dios nos bendiga a todos y ruegue por mí, que seré siempre suyo en J. C. 

Roma, 12-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D.: Todo estará previsto a su tiempo para sus órdenes. 
Para que se comprendan bien las palabras poco claras respecto al barón Bianco, transcribimos una líneas de las Memorias Biográficas 
de J. B. Lemoyne 1, añadiendo otras manuscritas por el mismo. «El barón Bianco de Barbania, devoto como todos los nobles 
piamonteses de la Casa Real, nos dijo a quienes escribimos en 1875: -Yo tuve en la mano la carta de don Bosco al Rey. Leí con mis 
propios ojos aquellas palabras: Regi nostro vita brevis (breve es la vida del Rey) y, desde aquel instante en adelante, siempre estuve a la 
espera de los acontecimientos. Cuando se cedió a Francia la región de Saboya, cuna y gloria de la dinastía de nuestros reyes; cuando 
Víctor Manuel fue proclamado Rey de Italia, y se rompieron las antiguas tradiciones, yo dije: He aquí cumplida la profecía. Víctor 
Manuel ya no es Rey en Saboya. El Rey de Saboya ((860)) ha muerto. 

»Por lo demás considérese todo el alcance de las palabras de don Bosco en su carta. El Rey Víctor Manuel moría en pleno vigor de su 
virilidad (a los cincuenta y siete años y diez meses, pues había nacido en Turín el 14 de marzo de 1820); el pobre Humberto 1, muerto a 
mano criminal, mostraba interrumpida con su nombre la serie cronológica de los príncipes de la antigua dinastía». También don Bosco 
insinúa aquí que el rompimiento de las antiguas tradiciones se hizo aún más manifiesto al llamarse el nuevo rey Humberto I y no IV 2. 

1 Volumen VI, pág. 251. 

2 Víctor Imbriani, para no confundirlo con el diputado Renato Matteo, dirigió en enero de 1879 una oda a la Reina Margarita, desde 
Pomigliano d'Arco, en la que decía: 

«Al llamarse primero, mas no cuarto, Humberto, las paternas y dinásticas 
tradiciones desecha, y a los pérfidos 

que todos sus derechos heredados 

le impugnan, ríndese». 

Fin de Página 729 


VOLUMEN XIII Página: 730 

32. A don Angel Lago 
El año 1872, después de oír en Lanzo un sermón de don Bosco sobre la pobreza religiosa, había vendido la farmacia que tenía en 
Peveragno y había ido al Oratorio con la intención de trabajar en una oficina o en la enfermería. Don Bosco, venciendo su humilde 
resistencia, quiso que fuera sacerdote. Fue ordenado tal, en septiembre de 1877, a la edad de cuarenta y tres años. Vivió escondido hasta 
1914, casi siempre junto a don Miguel Rúa. 

Muy querido Lago: 

Me has dado una gran alegría escribiéndome; haz lo mismo siempre que tengas algún motivo. Soy de tu mismo parecer. Liquidarlo todo 
en manos del Señor, es decir, por amor del Señor, que es lo mismo. Hay muchos desgraciados que lo dan al fin de su vida, pero a la 
fuerza, y, por tanto, el donativo no vale un bledo; otros prudentes, según el Evangelio, hacen ellos el donativo y, así, tienen el céntuplo 
asegurado. 

Demos gracias de todo al Señor, que te ayudó a conocer la vanidad del mundo, y a romper con él de hecho y no con palabras. 

((861)) Este fue siempre mi pensamiento: no poseer nada. 

En cuanto a la Tercera Orden 1, pienso en ello bastante, ten un poco de paciencia y lo arreglaremos todo. Díselo también a Toselli. 

Saluda a Maccagno, Streri, Albinolo y Pedro Gallo. 

Dios te bendiga; ruega por mí, que soy tuyo en J. C. 

Roma, 14-2-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


33. A don Juan Bonetti 
Dirigía entonces el Boletín Salesiano. Era de índole batalladora y polemizaba con gusto en sus escritos. Don Bosco alude aquí 
especialmente a un artículo titulado: La Congregación Salesiana y las vocaciones eclesiásticas, aparecido en el número de febrero. El 
artículo sobre Pío IX, enviado a don Bosco, en el original o en las pruebas de imprenta, apareció en el número de marzo, donde también 
se lee la relación sobre la conferencia dada en Roma a los Cooperadores. 

Muy querido Bonetti: 

Deja de batallar y escribe palabras pacíficas, como te he recomendado tantas veces. He leído al vuelo el artículo sobre Pío IX; cuida de 
que no haya incongruencias. Ajusta 

1 Lago era, tal vez, terciario franciscano. 

Fin de Página 730 


VOLUMEN XIII Página: 731 

la materia de la Conferencia de Roma. Has puesto que han salido seiscientos sacerdotes de nuestras casas, y deberías poner cuatro veces 
más. Recuerdo que, don Juan Bautista Francesia llevaba el quinto curso, hubo un año en el que, de los ochenta y cuatro alumnos, ochenta 
se hicieron clérigos. En general, es mejor no tocar estas cifras para no despertar ciertas susceptibilidades civiles y eclesiásticas. No 
olvidemos nunca que estamos sub hostili potestale (bajo un poder enemigo). 

Escribes un cuaderno 1, sin ni siquiera hablar de tu salud. Te recomiendo que emplees todos los cuidados que emplearías con don 
Bosco. 

Di a quien corresponda que, estos días, todo esta parado 2. El sábado voy Magliano: durante la próxima semana, iré a saludar al nuevo 
Papa y después partiré hacia nuestras casas. 

Necesito que Ghione y Ghiglione se hagan verdaderamente buenos. ((862)) Vigila la salud de don Julio Barberis. Y tú cuídate, si 
quieres todavía estar sano. 

Dios nos bendiga a todos y ruega por tu 

Roma, 14-2-1878. 

amigo en J. C.
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D. Recuerda que no hay que enviar el Boletín a la condesa Verónica Macchi 3, si por casualidad estuviera todavía en los registros. 
34. A don Juan Branda
Era catequista de los aprendices en el Oratorio. Tenemos que hablar de él, cuando le toque el turno a España.
Mi querido Branda: 

Aunque me falta tiempo para escribir, sin embargo, no quiero dejar para más adelante manifestarte la gran satisfacción que he 
experimentado con las cartas que me has enviado, con las oraciones y comuniones hechas por mí y por las actuales necesidades de la 
Iglesia. 

Mañana espero asistir a la coronación del Padre Santo y, el martes, tendré la audiencia privada y le llevaré la corona de comuniones 
hechas por nuestros queridos aprendices. 

Les dirás que estoy muy contento de su conducta y que, en cuanto llegue a Turín, quiero darles una prueba especial de mi amistad. 
Saluda a Ferrari el librero, a Marcelo Rossi el portero, a Cottini y a Audisio Cipriano, mis amigos especiales. 

Dios os bendiga a todos, os conceda un buen carnaval, y os libre de las desgracias inminentes. Fiat, fiat (Así sea). 

1 Una carta larguísima. 

2 Es decir, que en Roma todas las oficinas están cerradas. 

3 Madre del Maestro de Cámara... 

Fin de Página 731 


VOLUMEN XIII Página: 732 

Seguid rezando por mí, que seré siempre para vosotros en J. C. 

Roma, 2-3-78. 

Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

35. A don Juan Bonetti 
Muy querido Bonetti: 

1.° Di a Barale que me envíe diez ejemplares de: La figlia cristiana, bien encuadernados, si los tiene; y, si no, como los otros. Dile, 
además, que, si puede, envíe un ejemplar también a los periódicos de costumbre, al caballero Lanfranchi y al abogado Durando para la 
Unità Cattolica. 

((863)) 2.° La iglesia de San Juan Evangelista es una obra comenzada por el fundador de los Cooperadores; y corresponderá a éstos 
lograr que se acabe. También colaborarán los Cooperadores de lejos, por tanto prepara también tu artículo y después házmelo ver 1. 

3.° En cuanto a tu parte de encargado del clero, entiéndete con «el Senado Capitular» y yo quedaré contento con las medidas que se 
tomen. Advierte, sin embargo, que todo lo nuestro debe llevarse a cabo con paciencia y caridad. 

4.° Ten mucha paciencia con el clérigo Miguel Rossi; cuando puedas, date con él un paseo. 

5.° No hay ninguna dificultad para que vayas a Lu: procura arreglar las cosas lo mejor posible. Comunica a los señores Rota, Ribaldone 
y a todos los Cooperadores una bendición especial del Padre Santo. 

6.° Te envío unas cartas de los misioneros para tu servicio. Procura que las partes confidenciales no pasen a otras manos; habla con don 
Juan Cagliero sobre la conveniencia de publicar ciertos párrafos de las cartas. 

7.° Haz todo lo que puedas para no echar paja al fuego. Cállese rigurosamente todo lo que se refiere a las cosas del Gobierno. La 
inscripción Dedit mihi frontem duriorem, etcétera. (Me dio una apariencia más dura) fue interpretada hostilmente. Paciencia y mucha 
cautela. 

8.° Saluda a don Julio Barberis, a los sacerdotes, a los clérigos y a los que van a serlo. 

9.° Hoy, a las once, voy a la audiencia privada y, después, escribiré. Cuida tu salud y la de don Julio Barberis. Vete a dar unas buenas 
noches de mi parte a los aprendices. Rogad por mí, que soy en J. C. 

Roma, 6-3-1878. 

Vuestro afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

1 El artículo aparece en el Boletín de abril. 

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La Hija cristiana instruida en la práctica de sus deberes cristianos es la adaptación del Joven instruido (El joven cristiano) para la 
juventud femenina. El 23 de marzo se alabó en el periódico El Divino Salvador, bisemanal de Roma. L'Unità Cattolica en su número del 
24 de marzo hizo también sus elogios, comenzando así: «El sacerdote Juan Bosco, con su gran celo en favor del bien moral de la 
juventud, que le es tan característico, después de haber publicado para los jóvenes un libro con las prácticas de piedad, el más difundido 
por toda Italia de los libros de este género, quiso proveer también a las muchachas de una guía para las prácticas religiosas». 

((864)) El título de Prefecto del Clero (encargado del Clero) aparece por vez primera en el catálogo de 1878, con el nombre de don Juan 
Bonetti, y figura, juntamente con el de Maestro de los novicios, inmediatamente después de los miembros del Capítulo Superior, pero con 
un espacio de separación. Dada la importancia que el Santuario iba tomando de año en año, no bastaba el simple Prefecto de sacristía, 
que, sin embargo, siguió subsistiendo, sino que se requería, además, una persona con autoridad, que pudiera dar disposiciones a los 
mismos sacerdotes. Cuando, a fines de 1880, fue elegido, don Juan Bonetti, Consejero del Capítulo Superior, dejó de existir aquel cargo. 

La inscripción bíblica 1 con toda probabilidad fue una de las que se pusieron como ornamentación del túmulo en alguno de los 
funerales celebrados en Turín para Pío IX, «a quien gustó resistir a los fuertes» dice De Cesare 2, que no temió oponerse a los 
prepotentes, diríamos nosotros. Así, por ejemplo, se opuso hasta el fin de su vida contra el Zar de Rusia, por la opresión de Polonia, y 
contra el Canciller de Hierro por sus persecuciones religiosas 3. No debe, pues, maravillarnos que los 

1 Ez., III, 8: Mira, yo he hecho tu rostro duro como su rostro, y tu frente tan dura como su frente. Dios promete al Profeta valor para 
increpar a los desvergonzados sus niquidades. 

2 Obra citada, pág. 47. 

3 Monseñor Carlos Nocella en su oración fúnebre al sacro Colegio pro Pontifice defuncto se refirió dos veces a la intrépida firmeza del 
Papa frente a los enemigos de la Iglesia. Hacia la mitad dijo: Cum autem tot nefariis ausibus Ecclesiae et Apostolicae Sedis iura violata et 
conculcata fuere, frontem impavidam praeferens Apostolicam vocem extulit, hostibus sacerdotalis animi robore obstilit, vexatis quod 
potuit praesidium attulit, pro Christi hereditate tuenda sanguinem etiam profundere paratus fuit. Y más adelante: Nemo non suspexit 
firmam illam fiduciam qua nitebatur in Deo, ex qua ea constantia et fortitudo invicta manabat, qua frangi flectique nescius restitit semper 
Ecclesiae oppugnatoribus ac iniquas eorum spes labefactavit. (siendo violados y conculcados los derechos de la sede Apostólica con tan 
desvergonzadas osadías, con la frente muy alta, elevó su voz Apostólica, se opuso a los enemigos con la fuerza de su alma sacerdotal, 
proporcionó la ayuda que estuvo en su mano a los oprimidos y estuvo dispuesto incluso a derramar su sangre por defender el patrimonio 
de Cristo. Y más adelante: Nadie pudo quebrar aquella confianza que se apoyaba en Dios y de la cual manaban su constancia y su invicta 
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periódicos políticos vieran en aquella inscripción una alusión a las cosas de Italia. 

La audiencia pontificia se esfumó. Completaremos aquí la narración del capítulo XIII, valiéndonos de las cartas escritas entonces por 
don Joaquín Berto a don Miguel Rúa. El día 5 de marzo, martes, el cardenal Oreglia llevóse consigo a don Bosco al ir a la audiencia de 
Su Santidad. Hacia el mediodía, éste y el ((865)) secretario se unieron a un grupo de señores, que esperaban ante el despacho del 
Secretario de Estado, cuando León XIII entró, desde el despacho de Pío IX y, al llegar a don Bosco, le dijo: 

-»Pero usted está en Roma? 

-No, Santidad, resido en Turín, pero ahora estoy aquí. Desearía un momento de audiencia privada. 

-Sí, venga esta tarde, a la hora del Avemaría. 

Hacia las seis de la tarde estaba el Beato en la antecámara; pero monseñor Cataldi, que todavía actuaba como Maestro de Cámara, le 
dijo: 

-Su Santidad me ha dicho: -Si viene don Bosco, dígale que esta tarde estoy muy ocupado; que venga mañana a las once. 

Precisamente en aquel momento, el Papa concedía audiencia al Arzobispo de Turín, que estuvo con él desde las cinco y media hasta las 
siete. Poco antes de que Monseñor fuera recibido por el Papa, habían entrado también dos cardenales. 

Así que don Bosco volvió al Vaticano el día 6 por la mañana, a las once. Monseñor Macchi, que había tomado posesión aquella mañana 
de su cargo con el nuevo Papa, se acercó a don Bosco y, en tono más bien imperativo, le dijo: 

-Su Santidad me encarga que le diga que esta mañana tiene tanta gente, que no puede recibirle. Yo le avisaré a su casa, quizá para esta 
misma tarde o para mañana por la tarde. »En dónde se encuentra? 

-En Torre de'Specchi. 

El cardenal Oreglia, que sabía que el Papa deseaba ver a don Bosco, fue a hablar con monseñor Macchi, el cual se excusó y prometió 
avisar; 
pero, la tarjeta para la audiencia no llegaba nunca. Entonces el Cardenal, como debía ir al Vaticano, tomó a don Bosco consigo a manera 
de secretario, dado que los cardenales se presentan en el Vaticano acompañados siempre por un capellán. El Cardenal entró al despacho 
del Papa, diciendo a don Bosco que él mismo pediría la audiencia. Don 

fortaleza, y con la cual no supo romperse ni doblegarse y siempre hizo fracasar tanto a los enemigos de la Iglesia como sus inicuas 
esperanzas). 
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Bosco se quedó en la antecámara. Omitimos, por las debidas consideraciones, el diálogo que se desarrolló, cuando Macchi vio allí a don 
Bosco. A la salida del Cardenal, el Papa concedía audiencia pública, de modo que ((866)) no podía entretenerse con el Beato. Su 
Eminencia, oído el incidente, se molestó, reprobó la actuación del Maestro de Cámara y le amenazó con los efectos de su indignación, si 
continuaba oponiéndose de aquel modo a don Bosco. Finalmente, el 16 de marzo, como ya hemos narrado, el Siervo de Dios pudo 
encontrarse a solas, por vez primera, ante León XIII. 

36. Al conde Cays 
El Conde, después de la muerte de don César Chiala, dirigía las Lecturas Católicas y se cuidaba de las ediciones de las obras religiosas. 
Llevaba entonces entre manos Fabiola, que se publicó, por vez primera en la imprenta del Oratorio, el año 1878. He aquí el relato de por 
qué don Bosco le hace unas recomendaciones. 

Mi querido señor Conde: 

También a mí me parece ya demasiado larga mi ausencia de Turín. Espero que, dentro de pocos días, podré regresar. 

Ya sé que tiene mucho que hacer, pero soy del parecer de que Dios posee muchos medios para recompensarnos, sobre todo en nuestro 
caso, cuando el trabajo es todo para su mayor gloria. 

En cuanto al relato histórico del siglo III, pensamos que no haya nada que pueda herir moralmente la tierna y mudable mentalidad de la 
juventud, y tampoco la política del día. Lo dejo todo a su prudencia. 

Es cierto que deberá retardar algo la recepción de sus órdenes, pero creo que, para Pentecostés, podrá ser ordenado de Presbítero. 

Nuestras dificultades se van allanando, con gran suerte para nosotros y creo que también para gloria de Dios. 

Señor Conde, cuánto trabajo y cuántas almas para salvar en este mundo y en el otro, íes decir en Europa y en América! 

Pero, mientras voy viendo el gran trabajo que la divina Providencia nos va preparando, le recomiendo mucho que cuide su salud hasta 
en los más pequeños detalles. Todo lo que en este sentido haga para sí, lo entiendo como hecho para mí. 

Ruégole salude de mi parte a los maestros Morganti, Marchisio, Vacchina y Luca, y al amigo abogado Miguel Rossi. Si puede hablar 
algún momento con él, me hará un gran favor. 

Recomiendo finalmente mi pobre alma a la caridad de sus oraciones, y pido al cielo para usted salud y santidad. Amén. 

Roma, 14-3-78. Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


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((867)) 37. A don Juan Bonetti 

Falta la fecha; pero desde la primera línea se ve que la carta es del día 17 de marzo. 

Muy apreciado: 

Ayer, la cordial, larga e interesante audiencia privada con el Padre Santo. Quiere ser Cooperador. Conviene que Gastini 1 prepare un 
diploma Sic. Escribiré el resto. Envía una bendición especial para nuestros jóvenes, diciendo: -Escríbales que sean fuertes en la fe y 
procuren practicarla sin respeto humano. 

Lo demás en el Boletín. 

Lo nuestro marcha bien, pero poco a poco. Si no se presentase nada nuevo que me lo impidiera, espero estar en Sampierdarena el día 
señalado. 

Ve a decirle a la señora Lorencita Mazzé, Mad. Camp..., Clara, Mandillo, M... 2, que he pedido para ellas una bendición especial al 
Padre Santo, que se ha hecho Salesiano y les bendice de corazón. 

(Sin firma). 

El mismo día está escrita esta nota para don Juan Bautista Rinaldi, de la casa de Albano: «El que suscribe declara que el sacerdote Juan 

B. Rinaldi pertenece a la Congregación de San Francisco de Sales y le recomienda respetuosamente a quien pueda ayudarle para 
satisfacer a su devoción y celebrar la santa misa. Roma, 17 de marzo, Torre de'Specchi, 36. JUAN BOSCO Pbro». Al día siguiente envió 
a la condesa Corsi este telegrama: «Cordialísimas felicitaciones. Padre Santo envía bendiciones toda familia». 
38. Al joven Pedro Radicati 
Era hijo de los condes Radicati. Estudiaba en el colegio de Alassio y era aspirante para ingresar en la Congregación. En otoño vistió la 
sotana con su hermano Carlos. 

((868)) Mi querido Pedro Radicati: 

He leído con satisfacción tu carta. Te acepto con igual satisfacción entre mis hijos salesianos. Se requiere ciencia y virtud; pero, con la 
ayuda de Dios, conquistarás una y otra. A su tiempo puedes también llegar a ser misionero, pero esto lo arreglaremos juntos. 

1 Maestro de encuadernadores. 

2 Escritura ilegible aquí y un poco más arriba. 

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Que Dios te bendiga, querido hijo mío, y ruega por mí, que siempre soy tuyo en J. C. 

Turín, 24 de mayo de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


39. Al clérigo Tomás Pentore 
Fue uno de los primeros enviados por don Bosco a Marsella; pero permaneció poco tiempo allí, ya que, en el catálogo del curso escolar 
1879-80, figura en Alassio. Llegó a ser más tarde un buen orador sagrado. 

Mi querido Pentore: 

Recuerda que se dice vádano (subjuntivo de andare) y no vádino bene. 

Ya sé que tienes un buen corazón y quieres mucho a don Bosco, y, por ello, yo dudaba en proponerte que fueras a Marsella. Pero, al 
extenderse nuestra congregación por todo el mundo, queda Marsella en un ángulo de la misma. No puedo ir tan pronto a hacerte una 
visita, pero espero que hablaremos en los ejercicios. Da de mi parte un pellizco a Bianchi, un saludo a Nasi, y un beso cordial en la mano 
a don José Bologna y otro al párroco de San José, si ya ha vuelto. 

Y tú, sigue alegre; pero no dejes el ejercicio de la buena muerte una vez al mes, examinando quid sit addendum, quid corrigendum, 
quidne tollendum, ut sis bonus miles Christi (qué hay que añadir, qué hay que corregir, qué hay que quitar, para que seas un buen soldado 
de Cristo). 

Que Dios te bendiga, mi querido Pentore, y ruega por mí, que siempre seré en J. C. tu. 

Turín, 15 de agosto de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


40. Al clérigo Carlos Baratta 
Le hemos encontrado en Lucca, un poco solo. Su natural tímido de entonces no era como para poder pronosticar ((869)) el Salesiano 
que llegaría a ser con el tiempo. Unía en grado eminente cultura y piedad. 

Mi querido Baratta: 

Un poco de prueba, pero, con la ayuda de Dios, todo se arreglará. Escribe a tu madre que estás en Lucca porque es un lugar muy 
saludable y en donde puedes 

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ejercitarte, mejor que en ninguna otra parte, en el estudio y en la música. Dile que sería un trastorno para todo el ir ahora a casa; que tú 
rezas mucho por ella y que irás en otro momento. 

Yo seguiré el mismo camino. Animo, querido Baratta; de un modo o de otro, con la ayuda de Dios, quiero asegurarte el camino del 
paraíso. 

Dile a don Juan Marenco que el sacerdote prometido cayó enfermo, pero que irá esta semana acompañado. 

Saluda cariñosamente a mi amigo el reverendo Cappellano y a los demás amigos y bienhechores nuestros. 

Quiéreme en J. C. y créeme siempre. 

Turín, 4 de agosto de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


41. A don Joaquín Berto 
Muy querido Berto:
1.° Si tienes reliquias de Pío IX preparadas, mándame algunas.
2.° Busca los papeles que he dirigido al Padre Santo para una casa en Roma, juntamente con la carta del Cardenal Vicario a la Duquesa


de Galliera 1 y mándamelas porque las necesito. 

3.° Si hay en el Oratorio de Turín algún novicio, cuídate especialmente de él. 

4.° Si don José Bologna no ha salido aún, dile que pase por aquí y me traiga los papeles pedidos. 

5.° Presta atención para que ninguna mano enemiga estropee las alubias que están naciendo y las ya nacidas. 

Dios te bendiga y ruega siempre por mí, que soy tuyo en J. C. 

Sampierdarena, 19-9-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


((870)) Las «alubias que están naciendo y las ya nacidas» eran los alumnos nuevos o los que volvían de las vacaciones, los cuales 
pertenecían al «huertecito»: es decir, a un grupo de estudiantes que, invitados por don Joaquín Berto en nombre de don Bosco, acudían a 
sus habitaciones para regar las judías verdes y las flores, que se cultivaban en tiestos en su galería, a fin de que dieran sombra y 
desapareciesen los malos olores del verano. 

1 Esta carta ya la hemos publicado en la pág. 559. 

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42. Al clérigo Luis Cartier 
Recibió la sotana en edad madura e hizo en Marsella sus primeras pruebas, en medio de aquella vida santamente trabajadora, que debía 
continuar después durante mucho tiempo en Niza. 

Mi querido Cartier: 

Me ha gustado mucho tu carta. También yo sentí mucho no haberte visto antes de tu salida para Francia; pero, estoy muy contento de 
que tú lo estés en el nuevo destino. Yo seguiré queriéndote y rogando por ti. 

Estoy muy contento de tu conducta: sigue así, escríbeme a menudo. Pero no olvides que en la tierra trabajamos para el cielo. Allí serán 
recompensados dignamente nuestros trabajos: íAl cielo, al cielo! Practica con exactitud nuestras Reglas y sigue adelante. Saluda a 
nuestros hermanos; di al padre Porani que me toque una bonita serenata. Dios os bendiga a todos y rogad por mí, que siempre seré en J. 

C. vuestro. 
Turín, día 1.° de noviembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P.D.: No hay ninguna dificultad para tu admisión a los votos. 

5.° A LOS DIRECTORES SALESIANOS 

43. A don Juan Baustista Francesia 
Director del colegio de Varazze. Las elevadas palabras del exordio deben ser la respuesta de don Bosco a las manifestaciones de 
condolencia de don J. B. Francesia por las tribulaciones que entonces ponían a dura prueba la paciencia del Siervo de Dios. 

((871)) Mi querido Francesia: 

Las pruebas nos enseñan la manera de dividir y separar el oro de la escoria. Nosotros estamos en una prueba continua; pero la ayuda 
divina no nos faltó nunca. Esperamos no ser indignos de ella en el porvenir. 

Bueno será que procures reunir para San Francisco a esos pocos cooperadores de Varazze y darles una conferencia para consolidar cada 
vez más nuestras cosas. 

Los asuntos que me requieren en Roma se van resolviendo por todas partes, pero un poco lentamente. Paciencia, te escribiré cuanto 
antes sobre el tiempo en que podremos encontrarnos en Sampierdarena y, después, en Varazze. 

Te encargo transmitas u n cordialísimo saludo a nuestros queridos hermanos y a todos los alumnos del colegio. Diles que el Papa envía 
una bendición especial para 

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todos. Deseo que tú elijas un día que sea de alegría para todos, y que, aquella mañana, hagan todos una santa comunión por mí, que la 
necesito mucho. 

Hasta vernos, querido Francesia, y ruega por mí, que siempre seré tuyo en J. C. 

Roma, 13-1878. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D.: Me he encontrado con Pardini y Pretruccio, que te saludan. 
44. A don Francisco Dalmazo 
Director del colegio de Valsálice. La «alegría general» señalada en la posdata la llevaba don Bosco a sus hijos de Albano. Olvidado de 
sí mismo y de sus disgustos, le alegraba, como dice don Francisco Varvello que estaba presente, con deliciosa amenidad y contando 
especialmente a su modo las historietas de Cúneo. 

Al querido Dalmazzo:
Me han gustado mucho tus felicitaciones y las de tus alumnos y míos. Siento no poder responder a cada uno con una larga carta. Haz tú


mis veces por ahora. Espero poder hacerlo yo mismo dentro de poco. 

El cardenal Oreglia saluda a toda la familia de Valsálice, nominalmente a sus sobrinos Pío, José, etc. 

El Padre Santo va mejorando y envía a todos una bendición cordial y especial ((872)). Rogaré por todos vosotros. Haced una santa 

comunión por mí. Dios os bendiga a todos. Di lo demás en mi lugar. Amén. 
Saludos de parte de don Joaquín Berto, de los señores Sigismondi y de tu siempre en J.C. 

Albano, 23, 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D.: Estoy en Albano. Todos bien. Alegría general. Te saludan. 
45. A don José Lazzero 
Era el vicerrector del Oratorio. El Beato está en Roma, envuelto en un mar de asuntos; sin embargo, sigue, minuto a minuto, la vida del 
Oratorio. 

Fin de Página 740 


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Mi querido Lazzero: 

Da las gracias de mi parte a Ortiglia y a todos los socios de la Compañía de San José, por las oraciones hechas por mí y por el buen 
recuerdo que guardan de quien los quiere sinceramente en J. C. Cuando llegue a Turín les manifestaré con los hechos mi alegría. 

En medio de las fiestas de este mundo, siempre hemos de mezclar las lágrimas. 

Los escándalos de G... piden reparación y, por tanto, actúa de acuerdo con lo que me escribes. Puedes decir a Buzzetti que, como jefe 
de talleres, busque un encuadernador preparado para ello y deje en libertad a G... 

Conviene que esto se haga sin nombrarme a mí, porque esto corresponde totalmente a Buzzetti. Si fuere necesario, intervendrás tú como 
verdadero dueño. 

íCuántas cosas tendré que contar a nuestros queridos jóvenes! Salúdalos de mi parte, diles que agradezco sus oraciones: el Papa les 
envía su santa bendición; yo les encomiendo cada día al Señor en la santa misa. Pronto estaré con ellos. 

Di a don Miguel Rúa que, si no ocurre nada que cambie mis planes, el martes por la noche, si Dios quiere, estaré en Sampierdarena. 

Di a Pelazza que recibí con alegría su carta, que esté alegre y me salude a Barale, Buzzetti, Ferrari y Ghiglione. En cuanto a este último, 
avisa solamente a don Miguel Rúa y ponle después en nuestra mesa. A V... pregúntale si le gusta ir, pero, al menos, que quiera estar con 
los aspirantes. Me sabría mal recibirle un día en nuestra mesa y que al día siguiente nos dejase. Tal como lo arregles con don Míguel Rúa 
estará bien. 

Di a don Miguel Rúa que disponga que el señor conde Cays, Bonora y Amerio puedan ir a hacer los ejercicios espirituales a Borgo San 
((873)) Martino; pero prevéngase al Obispo de Casale si puede hacer el favor de conceder órdenes el Sábado Santo para algunos 
ordenandos de Borgo San Martino, porque ésos deben considerarse de esa casa, como de hecho yo los constituyo. Y esto, para evitar 
lamentos. 

Dios nos bendiga a todos y considérame siempre en J. C. 

Roma, 24-3-1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


46. Al mismo 
Escribe desde Crabbia, barrio del Ayuntamiento de Petenasco, en la provincia de Novara, junto al lago Orta. Es posible que fuera allí 
para visitar a la familia Fortis, que acostumbraba veranear en aquel lugar. 

Muy apreciado Lazzero: 

Te envío una carta para llevarla al señor Gobernador de Turín. Primero la pondrás dentro de un sobre, lacrado y con la dirección: 

Al honorable señor Minghelli Vaini, Gobernador de la Ciudad y provincia de Turín. 

Llévese por alguna persona respetable y espere un momento, si hiciere falta respuesta. 

Convendrá abrir los ojos sobre dos cosas muy importantes: 

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1.° Cuando uno llega al Oratorio, como aspirante a la Congregación, especialmente si es sacerdote o profesor, no se le deje sin trabajo, 
sino que se le dé algo que hacer. 

2.° Hágase de modo que, al menos los sacerdotes, tengan una habitación individual. 

Pasado mañana por la tarde, hacia las siete y veinticinco, espero estar en Turín. 

Dios os bendiga a todos, y créeme siempre en J. C. 

Crabbia, 28-8-1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


47. A don Juan Bautista Francesia 
Ordinariamente le tocaba a don Miguel Rúa habérselas con los acreedores; pero, como estaba en París, acudían ahora a acosar a don 
Bosco. 

((874)) Mi querido Francesia: 

Veamos ahora hasta donde alcanza tu fama. Don Miguel Rúa se fue a París y me dejó literalmente sin blanca, con un montón de 
facturas a pagar, todas urgentes. Así que pon tú aparte, para el pobre don Bosco, todos los dineros disponibles, y, más aún, si tienes 
ocasión para ello, haz un préstamo y el lunes o el martes me traes lo que puedas, pero no menos de veinte mil liras. 

Tenlo bien en cuenta: si me traes una buena bolsa, haremos una buena comida con algunos amigos. Ya lo verás. Hablaremos también de 
nuestros alumnos. 

Que Dios te bendiga, mi siempre querido Francesia, saluda a todos nuestros amigos y ruega por mí, que siempre seré en J. C. tu. 

Turín, 8 de noviembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


48. A don Nicolás Cibrario 
Era el director de la casa de Vallecrosia. Eran muchas las dificultades para la adquisición del terreno necesario para la construcción de 
la iglesia y del colegio: 

Mi querido Cibrario: 

Te envío al clérigo Allavena que se presenta a la revisión militar esperando que será declarado libre. Procura que las cosas salgan bien. 
Dame noticias del asunto Migone y dime si han vuelto los dueños y si es el caso de escribir alguna carta sobre el particular. 

Fin de Página 742 


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»Qué se hizo de la cuestión Cabagni? »Cómo andas de fondos? »Basta para la necesidad el terreno que vosotros calculasteis? 
Un cariñoso saludo para ti y para todos los nuestros. Rogad por mí que siempre seré en J. C. vuestro. 

Turín, 8-11-1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


49. A don Juan Bautista Francesia 
Después de la visita hecha al colegio de Varazze, envió al Director una serie de observaciones, especialmente sobre los coadjutores de 
la casa. 

((875)) Cosas a observar 

1.° Todos los jueves, o bien otro día, después de la visita al Santísimo Sacramento, o más tarde, dé el Prefecto una conferencia corta a 
todos los salesianos o al menos a los coadjutores. 

2.° Se dice que hay ahí demasiados coadjutores: si es verdad, envíense a otra parte. 

3.° Cantú 1 parece que ejerce demasiada autoridad, o al menos con excesiva severidad. Come y bebe fuera de horas, también en la 
cantina con algún otro. Dicen que se hace servir en la habitación mejor que el Director. Será necesario que vaya a la mesa con los 
Superiores. 

4.° Será oportuno que todos los coadjutores profesos, trienales o perpetuos, tengan el mismo trato, y, si es posible, estén en la mesa con 
los sacerdotes. así lo hacen los jesuitas, los oblatos, los franciscanos, etcétera. 

5.° Todos los meses se celebre el coloquio (rendiconto) especialmente con los coadjutores. 

6.° No haya más de una llave para la cantina. 

7.° El Director, por sí mismo o por otros a quienes corresponda, haga al menos una vez a la semana una visita al estudio, a la prefectura, 
a la cocina, a la despensa y a la cantina. 

8.° Estudiar la manera de que haya plena comodidad para que los alumnos se confiesen cuando lo deseen. 

1878. 

50. A don José Lazzero 
Entre los autógrafos de don Bosco hemos encontrado estos cuatro grupos de observaciones, escritas por él en tiempos diversos para el 

1 Juan Cantú, coadjutor, profeso trienal. 

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Superior que tenía la responsabilidad directa sobre la marcha del Oratorio. 

A
1.° Cuando asiste el clero a una función, no salga nadie después de misa, hasta que no se hayan terminado las oraciones de la


comunidad en la iglesia. 
2.° Si se estudia y practica un medio para el uso moderado del gas, quizás se ahorrará un tercio del gasto. 
3.° Estúdiese la manera de quitar la costumbre, introducida hace algún tiempo, de tocar la campanilla al Agnus Dei de la misa, o sea al 

Domine, non sum dignus. 

B
Para la próxima conferencia, recuerde don José Lazzero:
1.° Procúrese que haya absoluto silencio después de las oraciones de la noche hasta la hora del desayuno.
((876)) 2.° Después de las oraciones de la noche, vayan todos a descansar.
3 .° Todo empleado, prefecto, director, maestros, asistentes, catequistas, etc., procuren tener el correspondiente reglamento 
y


observarlo. 

C 

1.° Avisar que no se dejen las lecturas, sino que se cambien de hora.
2.° Hágase de modo que se guarde el silencio de la noche, desde las oraciones hasta después de misa.
3.° No se deje que haya muchachos en el patio durante el tiempo de clase, de estudio, de las funciones sagradas o a la hora de


levantarse. 
4.° Guárdese silencio para ir del estudio a la iglesia, y viceversa. 
5.° No se precipiten las oraciones y los cánticos. 

D 
Estudie don José Lazzero y procure que se ponga en práctica el antiguo artículo del Reglamento, según el cual ninguno debe guardar 

vino, ni licores de ningún género. 
Tómense las debidas medidas para los comestibles: 
1.° El que presente motivos de enfermedad, vaya a la enfermería, o bien a su casa. 
2.° Esto se entiende que es para los alumnos y no para los profesores. 

6.° A LOS MISIONEROS SALESIANOS 

Fin de Página 744 


VOLUMEN XIII Página: 744 

51. A don Tadeo Remotti 
Ejercía entonces y ejerció durante muchos años con celo el sagrado ministerio como vicepárroco en la parroquia de San Juan 
Evangelista de la Boca. Todavía vive (1931). 

Fin de Página 744 


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Mi querido Remorri: 

He recibido con satisfacción tu carta, las noticias y augurios que envías. Ruego a Dios que te los multiplique y te conceda salud, 

sabiduría y santidad para poder trabajar por diez, al menos hasta la mitad del próximo siglo. 

Ya sé que tienes mucho trabajo; pero haz sólo lo que puedas y no más. 

Todas las cosas son difíciles al principio y nosotros nos encontramos en este caso. 

Pero omnia possum in eo qui me confortat, como dice san Pablo. Saluda a Gioia, Scavini y a todos los demás hermanos. Si Scavini me 

escribe, me hará feliz. Dile a Gioia que no lo dude: le quiero, ruego por él, y le responderé cuanto antes. 
((877)) Saluda también a nuestros queridos alumnos, o mejor, a los jovencitos del internado y especialmente a los que se han hecho o 

demuestran voluntad de hacerse salesianos. 

Me encomiendo a las oraciones de todos; ruega por mí que siempre seré en J. C. tu 

Roma, 12-1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


52. A. N. N. 
Con el permiso del destinatario publicamos esta carta confidencial, aunque sin poner el nombre de la persona: 

Mi querido N...: 

Dios te permite una gran prueba, pero ganarás mucho con ella. La oración lo vencerá todo. Trabajo, templanza, especialmente por la 
noche; no descansar durante el día, no sobrepasar las siete horas de cama, son cosas utilísimas. 

Principiis obsta: por tanto, apenas te des cuenta de que eres tentado, ponte a trabajar si es de día, a rezar si es de noche, y no dejes la 
oración, hasta no ser vencido por el sueño. Practica estas sugerencias; yo te encomendaré en la santa misa, Dios hará lo demás. Valor, 
querido N..., cierra el corazón, espera en el Señor y sigue adelante sin inquietarte. 

Ruega por mí, que siempre seré en J. C. 

Roma, 1878. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

53. A don Tadeo Remotti 
Mi querido Remorri: 

A su debido tiempo he recibido con gran placer tus escritos. Valor. Dios quiere de ti sacrificios, pero tiene ya preparada la debida 
recompensa, que es muy grande. Ten 

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mucha paciencia. Aguanta los defectos ajenos, a fin de que los demás aguanten los tuyos. Nosotros siempre te queremos mucho; rogamos 
por ti y que Dios te bendiga. 

Turín, 7 de agosto de 1878. 

Afmo. en J. C. y amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((878)) 54. A don José Vespignani 

Era prefecto en la casa Mater misericordiae y después lo fue en la de Almagro de Buenos Aires y encargado de los novicios. Don Bosco 
acostumbraba tutear a los hijos, aun llegados a obispos. Pero hizo alguna excepción con socios que entraron en la congregación ya 
adultos, como por ejemplo el conde Cays, al cual siempre trató de usted. Don José Vespignani al ver que era tratado del mismo modo, 
rogóle que le tutease; pero el Beato le respondió: 

-Le tutearé después, cuando sea más bueno. 

Y esperó hasta 1880. 

Muy querido don José:
Ya sé que V. S. carísima está bastante bien, gracias a su constitución. Sé que trabaja, pero vaya despacio;.si quiere hacer mucho, trabaje


poco, es decir, no más de lo que permite su cuerpo. 
Deseo tener noticias detalladas del internado, de los novicios, del noviciado, del estudio, etc. 
Su hermano clérigo 1 está bien, tiene mucha voluntad de ser pronto y del todo salesiano, e ir a hacerle una visita. Hace concebir muy 

buenas esperanzas. 
Salúdeme con cariño a don Domingo Milanesio, a quien escribiré cuanto antes. Dios le bendiga a usted y a los suyos y nos ayude a 

combatir las batallas del Señor en la tierra, para ser después dignos de la corona en el cielo. 
El reverendo Nenci 2 está aquí con nosotros. Ha mejorado mucho su salud; está impaciente por ir a Patagonia. 
Dios nos bendiga a todos y ruegue por mí que soy en J. C. su 

Turín, 12-8-78. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Don Ernesto murió en América, donde alcanzó gran fama como arquitecto.
2 Sacerdote de Lugo, llegado para hacerse salesiano. Véase: Vespignani. Un anno alla scuola del Beato Don Bosco, pág. 44.


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55. A don Miguel Fassio
Era catequista en el colegio Pío, de Villa Colón. Don Agustín Mazzarello, mencionado por don Bosco, era el prefecto.
((879)) Mi querido Fassio: 
Tu carta me ha dado gran alegría. Celebro tu salud y tu buen querer. Dios te lo conserve. Ruego cada día por ti. Dile a mi querido 
Graziano que no le olvido en la santa misa, y que le escribiré una carta, cuando vayan nuestros hermanos. Júntate con don Agustín 
Mazzarello y, entre los dos, prended un fuego tal de caridad, que las llamas inflamen todo el colegio y aun más allá. 
Tú no puedes dudar de mi benevolencia, que es muy grande para ti y para todos mis queridos hijos de América. En cuanto a los asuntos 

de conciencia, continúa como has escrito. Después de la tempestad viene la calma. 
Dios te bendiga y ruega por mí, que siempre seré tuyo en J. C. 
Año 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


56. A don Santiago Costamagna
Director, entonces, de la casa Mater Misericordiae de Buenos Aires.
Queridísimo Santiago:
Tus cartas gustaron mucho. Estuvo aquí tu hermano, que me dio buenas noticias de tu familia. Tu sobrinito está con nosotros en el


Oratorio, se porta bien, quiere hacerse salesiano para ir con su tío a América. 
Procura hacerme muchos santos novicios, saluda a todos nuestros amigos y hermanos, ruega por mí que siempre seré en J. C. 
Turín, 31 de diciembre de 1878. 

Tu afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P. D.: »Cuándo es la salida para Patagonia? 
57. A don Francisco Bodrato 1 
Primer inspector de los salesianos en América y director de la casa de San Carlos en Almagro. 

1 Francisco Bodrato: Aparece este apellido a veces con una sola te, y otras con dos. Nos atenemos normalmente a Bodrato, de acuerdo 
con el Dizionario Biografico dei Salesiani (Uff.Stampa Salesiano-Torino) (N. del T.). 

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VOLUMEN XIII Página: 748 

Queridísimo Francisco:
A su debido tiempo he recibido tu carta y las de mis queridos hijos residentes en Buenos Aires. Procuraré responder alguna palabra


((880)) a cada uno. Tú distribuirás las cartas que recibas por medio de los hermanos y de nuestras hermanas. 

Bendigamos al Señor que nos favorece de un modo tan eminente. 

Para tu recuerdo particular no olvides: 

1.° Hacer todo sacrificio para conservar la caridad y la unión con los hermanos. 

2.° Cuando tengas que hacer correcciones o dar consejos particulares, no lo hagas nunca en público, sino siempre inter te et illum 

solum. 

3.° Cuando hayas hecho una corrección, olvídate de la falta y demuestra al transgresor la misma benevolencia de antes. 

Este es el testamento de tu amigo y padre don Bosco. 

Tendrás más noticias por medio de los nuestros, que van a trabajar con vosotros. 

Saluda cariñosamente a los alumnos del colegio, diciéndoles que yo les bendigo y les quiero mucho en el Señor. 

Dios os bendiga a ti y a tus obras y créeme siempre tuyo en J. C. 

Turín, 31 de diciembre de 1878. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D.: Mis humildes saludos y felicitaciones al doctor Carranza y al Prior de La Misericordia. 
58. A don Miguel Fassio 
Muy querido Fassio:
Ciertamente ya has recibido mi carta. Añado aquí solamente dos palabras para decirte que estoy contento de ti, que te quiero siempre en


J. C., y que te encomiendo todos los días al Señor. 
Santifica a los demás santificándote a ti mismo. 
Ruega por mí, que siempre seré, en el Señor, tu 
Turín, 31 de diciembre de 1878. 

Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


59. A don Tadeo Remotti 
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Muy querido Remotti: 

Me gustó mucho la sinceridad con que me has escrito varias veces. Continúa en el mismo plan. Pero toma como base algunos avisos 
que son para ti mi testamento. 

1. Soportar los defectos ajenos, aun cuando sea en perjuicio nuestro. 
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2. Cubrir las faltas de los demás y no burlarse nunca de alguien, cuando se ofende por ello. 
((881)) 3. Trabaja, pero hazlo por amor de Dios; súfrelo todo antes que romper la caridad. Alter alterius onera portate et sic adimplebitis 
legem Christi. 

Dios te bendiga, querido Remotti; hasta vernos en la tierra si así place al divino querer; y, si no, en el cielo, que nos está preparado y 
que la divina misericordia nos concederá. 

Ruega por mí, que ahora y siempre seré tuyo en J. C. 

Turín, 31 de diciembre de 1878. 

Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

En las muchas cartas, en las que don Bosco implora la caridad o agradece las ayudas recibidas, hay una nota que diríamos obligada, y es 
la seguridad que da a sus oraciones, de las de los salesianos y de los jóvenes; evidentemente el Siervo de Dios reconocía en este tributo de 
oraciones una noble utilidad para los bienhechores, un acto para corresponder y estimular a la generosidad. Ahora bien, al obrar así, no 
hacía más que inspirarse en las más genuinas fuentes del cristianismo; 
porque san Pablo, cuando invita a los Corintios a la beneficencia en favor de los hermanos más necesitados, entre los motivos que adopta, 
siempre pone las oraciones de los beneficiados por los que les socorren in ipsorum obsecratione pro vobis 1. 

Algunos pensamientos expresados por don Bosco durante este período se pueden reconstruir fácilmente a través de bastantes y 
preciosos 

FRAGMENTOS DE CONVERSACIONES 

Don Bosco se opuso siempre resueltamente a hacer y permitir polémicas a través de los impresos. Ya hemos visto aquí cómo exhortaba 
a don Juan Bonetti a que se dejara de batallar en el Boletín. El 18 de mayo, hablando con él y con don Julio Barberis, después de la 
comida, díjoles en este sentido: 

-Tú crees que has hecho algo grande cuando te has desfogado un poco. Dices que en ciertas ocasiones habría que hablar más ((882)) 
claro y defendernos con la pluma contra vejaciones externas. Pero »qué se gana con ello? Probablemente no se obtiene nada de los 
buenos, los cuales se dejan convencer más fácilmente por una simple afirmación que por un lenguaje vehemente; no se obtiene 
seguramente nada de los que no conocen las cosas a fondo; pero, además, abre el camino a los 

1 II Cor. IX, 14 
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malos sentimientos de muchos, que desean estas luchas, para apoyarse en una palabra imprudente, en una frase ambigua, en un 
pensamiento exagerado y encontrar allí motivo para tratarnos mal. Pero lo que más importa es que debemos persuadirnos de que se viven 
tiempos malos. Las autoridades buscan pretextos para ensañarse contra las instituciones religiosas, y han encontrado pretexto casi para 
todas y han hecho mangas y capirotes. A nosotros nos han dejado en paz hasta ahora, y creo que generalmente obran así, no porque nos 
quieran, sino porque nosotros buscamos todas las maneras de no molestar y procuramos, diría yo, atravesar bajo la lluvia sin mojarnos; 
hacen así también, porque nosotros nunca hemos alzado la voz contra quien empezaba a molestarnos y porque siempre se usó suma 
prudencia y cautela, lo mismo en el hablar que en el escribir. Mira, yo siempre tuve en las manos el hilo de las cosas y pude conocer las 
redes que se iban urdiendo; pero nunca permití que se escribiese una sola línea que nos pudiese comprometer de algún modo. Y, yendo 
adelante, se seguirá el mismo sistema. Nosotros tenemos un campo amplísimo en el Boletín: hay que dar a conocer nuestras obras, sin 
inmiscuirnos en cuestiones espinosas. De este modo nuestras ideas se difunden pacíficamente, se hace mucho bien y todo marcha a las 
mil maravillas. Ponte en cambio a batallar: mañana vendrá uno que polemiza contra ti, rebatiendo tu proposición con un artículo; pasado 
mañana, un periodista, irritado por una violenta expresión tuya, escribirá barbaridades contra nosotros; otro día, una autoridad cualquiera 
encontrará motivo para ofenderse por una observación que no fue bastante considerada y que arma ruido, y da cuenta de ello al 
Ministerio; y entonces por todas partes se abren los ojos sobre ((883)) nosotros, se provoca la alarma y se nos reduce a no poder hacer 
nada y hasta ser perseguidos directamente. 

-Observa las Lecturas Católicas. íCuánto bien se ha hecho con ellas! Ahora bien, seguramente no hay un periódico que salga desde hace 
tanto tiempo y no haya tenido grandes molestias o no haya sido perseguido. Algunos fueron suspendidos; pero nuestras Lecturas 
siguieron siempre tranquilas su camino. Para obtener esto, he tenido que soportar en distintas ocasiones molestias de autores, que querían 
a toda costa publicar algunos libritos en nuestras Lecturas; tuve que soportar graves dificultades con autoridades eclesiásticas, que 
querían introducir asuntos políticos en estos libritos. Siempre me opuse a todo eso, y así se anduvo siempre bien. Sólo una vez se armó un 
poco de ruido, y fue cuando el Obispo de Ivrea, de feliz memoria, me ordenó imprimir un número, cuyo título no recuerdo ahora, pero fue 
cosa de un momento. Créeme, si quieres que hagamos el bien, y lo hagamos siempre, 
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expongamos la verdad, contemos lo sucedido. Pero no entremos en polémica. 

El número aquel que armó algo de ruido fue el de enero de 1854, segundo año de las Lecturas Católicas; se titulaba: El Catecismo 
católico sobre las revoluciones. No era un trabajo inédito, sino que reproducía una obrita anónima, que ya había tenido cuatro ediciones. 
La orden de reimprimirla la recibió don Bosco de monseñor Moreno, Obispo de Ivrea, que a la sazón ejercía un papel preponderante en la 
administración de la revista. El Beato, conocedor del carácter de cierta gente, preveía que las polémicas que suscitaría irritarían a muchos, 
y deseaba que no se alborotase; pero debió ceder a la autoridad del Prelado. Muy pronto los hechos confirmaron sus previsiones, puesto 
que recibió llamadas y reprensiones de las autoridades civiles y otros disgustos de distinto género. Y, si no hubo peores consecuencias, se 
debió a su gran prudencia. 

Ahora saltamos de mayo a noviembre; este mes nos ofrece ((884)) los apuntes de tres conversaciones. La primera en torno al cuarto 
sínodo diocesano, que había sido cerrado el día antes. Asistían a la conversación algunos de los sacerdotes más autorizados de la casa. Se 
lamentaba que Monseñor tuviese palabras demasiado duras para sus sacerdotes y que, en vez de animarlos a trabajar, los cargase de 
reproches, como si fuesen ellos la causa de que las cosas de la diócesis marcharan mal. Concluyó diciendo: 

-Un aliento, una palabra de confianza, un reconocimiento de que el clero ya hacía mucho bien, para demostrarle después que necesitaba 
hacer mucho más, habría infundido voluntad, celo y entusiasmo en los sacerdotes. En cambio, no: su discurso fue en su conjunto una 
fuerte reprimenda. 

Después de estas observaciones don Bosco se levantó y dijo: 

-Adelante, señores teólogos y moralistas: un caso de moral a resolver. »Serán pecaminosas estas conversaciones que hemos tenido? »O 
podrá decirse, al menos, que han procedido de la ligereza de carácter o de la imperfección de la que necesitamos corregirnos? 

Todos guardaron silencio un momento: pero, después, se echaron a reír. Dijo cada uno el motivo por el que aquella conversación le 
parecía legítima. Hubo uno, sin embargo, que se mantenía pensativo, y dijo: 

-Algún defecto hay: son palabras ociosas. 

Don Bosco prosiguió: 

-Si no ha habido mala intencíón por parte de nadie, no ha habido ni siquiera pecado venial. Tampoco puede decirse que hayan sido 
palabras ociosas: nos encontramos en medio de graves dificultades: 
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estamos como el que navega en medio de los escollos sobre una frágil barca. Hay que mirar bien alrededor para no naufragar... Se trata de 
defendernos; es, por tanto, necesario ver bien los peligros, examinar la naturaleza del terreno, observar qué armas emplea quien se nos 
pone enfrente... 

La segunda conversación de noviembre tocó diversos puntos de régimen interno. Después de comer, dijo don Bosco a los que estaban 
con él, que urgía resolver cada vez mejor los vínculos de unión entre el Oratorio y cada una de las casas. 

-Temo, ((885)) dijo, que estos vínculos se vayan aflojando. Mientras sean directores de los colegios los que se educaron con el mismo 
don Bosco, las cosas irán bien; pero, al comenzar a ser directores individuos que estuvieron poco tiempo al lado de don Bosco, se corre el 
peligro de ver mermadas las relaciones tan cordiales entre unos y otros. Es preciso que el Capítulo Superior quede libre de los quehaceres 
particulares del Oratorio y se ocupe activamente de todos los colegios. Conviene que los miembros del Capítulo tengan los secretarios 
que necesiten para atender con solicitud la correspondencia. La sobrecarga de ocupaciones y la escasez de personal ocasionan que se 
queden sin respuesta preguntas hechas desde los colegios. Esto produce no sólo inconvenientes, sino también frialdades. Además, será 
necesario también nombrar visitadores, que observen detalladamente, cómo funciona cada casa, de manera que puedan tomarse las 
medidas oportunas. Mirad: si no existe correspondencia personal o escrita, con el tiempo habrá discordias. Hasta ahora se ha ido tan a la 
buena, que, continuando a este paso, un director que quisiera crear un cisma, casi podría realizarlo. Sin embargo, al día de hoy no puede 
suceder esto, en razón del afecto que todos profesan a don Bosco. 

Había entonces en el aire un argumento difícil. Veremos, en el próximo volumen, las persecuciones comenzadas este año por parte de la 
autoridad escolástica, por falta de los títulos legales de enseñanza. Allá va la lengua donde duele la muela: la conversación se detuvo allí 
y, a lo que parece, fue larga. Como migajas de lo dicho son los siguientes apuntes: 

-Hasta ahora, intervino don Bosco, nuestros colegios han ido adelante pasando, casi diría, sin mojarnos entre el agua. Hemos 
mantenido, hasta donde se pudo, la legalidad y de un modo o de otro, nos las hemos arreglado; pero ahora se ha declarado la guerra. 
Querrían que se cerrasen todos los colegios sostenidos por los Obispos y por los religiosos; miran todavía más maliciosamente ((886)) 
sobre nosotros: es preciso que estemos prevenidos a tiempo. Además, todos los años hay nuevos 
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colegios por abrir, y »cómo hacerlo sin títulos legales? Hasta ahora teníamos la escapatoria de los exámenes extraordinarios para los que 
aspiraban a ser profesores de bachillerato; pero, he aquí que se nos quita esta ocasión. Por suerte, tenemos ya varios que cursan en la 
Universidad: ahí están Bertello, Bordone, Cinzano, César Cagliero, Piccono, el clérigo Besso Gallo y otros más; algunos se preparan para 
inscribirse el año próximo: así esperamos evitar toda molestia. Ciertamente es preciso vigilar y prepararse, si no queremos fracasar. 

Apenas acabó de proferir las últimas palabras cuando llegó el P. Deppert, de La Spezia, anunciando que don Bosco era esperado para 
decidir una ampliación de aquella casa; y que se lamentaban allí de que don Bosco no se preocupaba de la casa, como si no fuese suya; y 
que hasta la gente buena de la ciudad estaba desalentada, y no sabía explicarse cómo don Bosco pensase tan poco en una necesidad tan 
sentida. 

-En La Spezia, replicó el Beato, entiendo que hay que proceder despacio y con precaución, y más bien empujar a los demás a hacer, que 
no trabajar yo mismo. Pero, si el director de allí me hubiese enviado hace ocho meses a Roma la relación que le pedí, ya se habría podido 
construir un edificio más grande, con ayuda del Padre Santo y de algunos Cardenales. 

A continuación esbozó él mismo una relación, que envió a don Angel Rocca para que, sobre aquel boceto, preparase un escrito para 
presentarlo al Padre Santo. 

La tercera conversación la tuvo don Bosco el 27 del mes con don Julio Barberis. Fue éste a su habitación hacia las cinco de la tarde y el 
Beato paseó con él durante una hora y media por la galería. Fue una conversación larga en la que trataron avisos ordinarios, la marcha del 
Oratorio, el progreso de la Congregación y confidencias personales. 

((887)) -Las dos conferencias semanales que das a los novicios, dijo, deben ser parte de tus deberes; pero, haz de modo que, una vez al 
mes, se encarguen de ellas don Juan Cagliero y también don Juan Bonetti. Así, tú podrás tener un poco de descanso, y habrá ocasión para 
los otros superiores de hablar a los novicios y hacer que éstos les conozcan. Esto servirá para estrechar con vínculos cada vez más fuertes 
a los hermanos menores y los hermanos mayores. El motivo principal es otro: hay temas que se remachan cien veces; si habla siempre el 
mismo conferenciante, termina por hacerse pesado; si, por el contrario, viene uno nuevo, trata el tema de modo diverso, presenta nuevos 
ejemplos, nuevas comparaciones, nuevos argumentos, emplea una forma nueva y un orden nuevo, y la verdad se imprime más 
agradablemente en las 
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almas. Hay, además, avisos, que no conviene que los des tu, y que harás que los den éstos, aunque será muy oportuno que tú señales el 
tema a tratar. 

Dicho esto, hizo una importante observación de carácter general. 

-Nuestro gran interés, añadió, está precisamente en saber hacer trabajar a los demás. Cuando se encuentra alguien que se sobrecarga 
voluntariamente de ciertos trabajos y los hace bien y a gusto, entonces ése nos alivia el trabajo. Y cuando uno no resulta, se busca otro. 
Antiguamente la preocupación mayor de don Bosco en el Oratorio fue la de encontrar personas que le ayudasen. 

Volvió después a otras observaciones particulares. 

-Desde luego, le dijo, haz de manera que nuestros novicios aprendan a escribir bien las cartas. No se comprende cómo en esto fallen 
también las personas instruidas y los sacerdotes. Y, sin embargo, precisamente para nosotros, es algo muy importante. Una familia, a 
veces, juzga no sólo a un individuo, sino a un colegio entero y a toda una congregación por una carta que recibe de algún hermano. Por 
culpa de alguna carta mal escrita por un prefecto, fueron sacados de un colegio muchos jóvenes. Hagamos, por tanto, así: dirás a todos los 
novicios que, en la próxima novena de la Inmaculada Concepción, me escriban una carta; pero sepan todos que ((888)) la quiero escrita 
con todas las reglas que se deben observar para que una carta esté bien hecha. Concederé un premio a las dos mejores. El tema de la carta 
es de libre elección. Pero, cuéntenme algún suceso de su vida, augúrenme una buena fiesta, o díganme todo lo que quieran decir, mas 
cada uno escriba lo mejor que pueda. Para lograrlo, lean el apéndice del reglamento; mejor aún, hágaseles una explicación. Así 
obtendremos nuestro intento. 

Pasóse luego a examinar si convenía sacar de un cargo a un clérigo del Oratorio que hacía mucho bien, para enviarlo a un colegio en 
donde el que fungía aquel mismo cargo no tenía éxito. Don Bosco observó: 

-No descompongamos nunca un puesto para arreglar otro. 

De allí pasó la conversación al inmenso bien que se realiza en casa y en general por la Congregación. Don Bosco habló así: 

-Dijo muy bien ayer don Juan Cagliero: ícuántos jóvenes tenemos que podrían muy bien alternar con san Luis! Sí, hay muchos que 
conservaron la inocencia bautismal y que siguen guardándola aquí en el Oratorio, aunque están en la edad más peligrosa. Son muchos los 
que, ya vencidos diversas veces por el demonio, apenas llegaron aquí, han cambiado de vida. Parece que entran en otra atmósfera: 
olvidan, 
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en efecto, las malas inclinaciones y pasan años y años de modo que se puede decir con toda verdad que no han cometido ni siquiera un 
pecado venial deliberado. Esto nos debe consolar; esto es lo que me ha empujado siempre a extendernos mucho: porque parece 
precisamente que allí donde la Congregación planta sus tiendas, allí abunde la gracia del Señor. 

Un reciente encuentro con monseñor Ferré, Obispo de Casale, hombre docto y fino observador, había dado ocasión a una conversación 
semejante. El Obispo, investigando el motivo por el que la Congregación se extendía tanto y los colegios salesianos progresaban de 
aquella manera, había pronunciado en presencia de personas notables dos juicios que don Bosco declaró que respondían a la verdad y que 
él refirió aquel día a don Julio Barberis. 

((889)) -Don Bosco, decía monseñor Ferré, tiene dos grandes secretos, que son la clave de todo el bien realizado por los suyos. En 
primer lugar, embebe de tal modo a los muchachos en las prácticas de piedad, que, casi diría, los emborracha. La misma atmósfera que 
los envuelve, el aire que respiran está impregnado de prácticas religiosas. Los muchachos, impresionados de este modo, casi no se 
atreven, aun queriendo, a hacer el mal; no tienen medios para hacerlo; deben moverse absolutamente contra corriente para ser malos; si 
dejan las prácticas de piedad, se encontrarían como peces fuera del agua. Esto es lo que hace a los jóvenes tan dóciles, que les hace actuar 
por convicción y en conciencia, de modo que ni siquiera es posible imaginar una rebelión. Las cosas marchan bien por una fuerza 
irresistible. Pero, »cómo hacer para sostener a tantos clérigos y sacerdotes jóvenes, en el ministerio más peligroso, en la edad más crítica, 
sin que ellos mismos caigan? Este es el segundo secreto. 

-Don Bosco acumula sobre cada uno tantas cosas a hacer, los carga de tantas obligaciones, de tantos pensamientos y solicitudes, que no 
tienen tiempo ni para volver la mente a otra cosa. íSi uno apenas puede respirar, pensad cómo puede ser arrastrado al mal! Hay en Borgo 
San Martino dos cleriguitos que no parecen todavía aptos para nada; y, sin embargo, estudian por su cuenta, se preparan para exámenes, 
dan clase, asisten. »Cómo no se va a caminar seguro en materia de moralidad, cuando se trabaja de este modo? 

Referidas estas observaciones del Obispo de Casale, comentó el Beato: 

-Me parece que son dos verdades bonitas y buenas. En cuanto a las prácticas de piedad, no se busca oprimir a los muchachos, sino no 
detenerlos nunca; se hace que estén como en el aire, que no oprime, no 
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cansa nunca, aunque nosotros llevamos sobre los hombros una columna pesadísima: la razón es que nos circunda totalmente, nos 
envuelve del todo, por dentro y por fuera. »Que luego se trabaja mucho...? Sí, es cierto, íespecialmente este año! Cuenta un poco, querido 
Barberis, cuántas casas se han abierto. 

Don Julio Barberis hizo el cálculo, no sólo incluyendo las ((890)) casas de las Hermanas, sino señalando una a una las obras con alguna 
libertad de criterios, y dijo: 

-Son veinte las casas abiertas durante el curso de este año, a saber, en Italia: La Spezia, Lucca, Montefiascone, Quargnento, Lu, Chieri, 
Nizza Monferrato, y Este; además, en Francia: Marsella hospicio, Marsella casa matriz, la Navarre hospicio, la Navarre escuelas, la 
Navarre Hermanas; después en América: Colón Hermanas, Montevideo hospicio, Montevideo Hermanas y Las Piedras. Y en Buenos 
Aires, tenemos la iglesia de San Carlos, el hospicio de San Carlos, las Hermanas de la Boca, y la parroquia de Ramallo. 

-íSe dice muy pronto!, continuó don Bosco. Pero es todo un éxito; y eso sin contar las casas, con las que andamos en tratos y que se 
abrirán después. »Y qué diremos de aquellas otras que obligaron a sostener largos, complicados y enojosos trámites, que casi hicieron 
perder la cabeza, y después todo se lo llevó el viento? Es la gracia del Señor la que triunfa. íQué grande es esta gracia para quien entrevé 
el misterio y los caminos! Efectos de ello son la bondad de los muchachos y la extensión de la Congregación. Pero éstos son los efectos 
externos. Mayores son todavía los internos. 

Al llegar aquí el Siervo de Dios, hablando en confianza a don Julio Barberis, cuya inocente simplicidad tanto le agradaba, habló de 
cosas más íntimas. 

-íAh, si don Bosco pudiese hablar! Nosotros, por ejemplo, a cada paso que damos, estamos seguros del éxito. Se dice a veces que don 
Bosco pone a un muchacho a la cabeza de una casa y la prudencia humana nos advierte que el instituto no podrá progresar ni ser bien 
organizado por aquel individuo como superior, cuya debilidad de carácter es bien conocida. Se critica también a don Bosco, pero él va 
adelante, con paso tranquilo y seguro por su sendero, y hasta ahora aún no hemos tenido que retroceder... »Quién ve el misterioso trabajo 
que se obra en las almas? Llega uno a confesarse: dice todo lo suyo. 

-»No tienes más? 

-Nada más. 

((891)) -»Y esto, y aquello que hiciste en tal ocasión, con tales medios? 
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-íAy, es verdad! No me he atrevido a decirlo nunca. 

-Llega otro y, al terminar la enumeración de sus culpas, dice: íy ya está! 

-Pero tú tienes todavía algo más. 

-No tengo nada más. 

-Pues yo no puedo darte la absolución. 

-Aquel tal a veces calla y se va; cambia de confesor y sigue callando; finalmente vuelve a arrodillarse a mis pies, estimulado por el 
remordimiento y dice: 

-Sí, don Bosco, soy un sacrílego en demasía; nunca me he confesado bien; ahora quiero cambiar de vida y se lo diré todo; doy gracias a 
la misericordia de Dios que me salva. Y a veces son muchachos avanzados en edad, o en estudios, y alguno hasta próximo a recibir las 
órdenes mayores. íEstas sí que son gracias del todo extraordinarias! Así se puede ir adelante con seguridad. 

-»Y la gran extensión de la Congregación? Puede decirse que todos están contra nosotros y que nosotros hemos de luchar contra todos. 
El mundo legal nos es adverso del todo; hay ciertas órdenes religiosas, que viéndose en decadencia y a nosotros en continuo progreso nos 
miran medianamente. El viento sopla contra nuestra navegación en las curias, en las familias, en la sociedad. Si no fuese porque el mismo 
Dios lo quiere, sería imposible hacer lo que se hace. Lo que al presente nos hace admirar todavía más la bondad de la divina Providencia, 
es no sólo que vamos adelante, sino que tenemos ante los ojos un horizonte clarísimo y sabemos a donde se va; nuestro camino está 
trazado... 

Durante aquel año se había temido por la salud y por la vida de don Bosco; debió, por tanto, resultar de suma satisfacción el oírle hablar 
de modo que se pudiera calcular que él no se creía tan próximo al fin de sus días. En efecto, añadió: 

-Si yo tuviese que morir en este momento, no dejaría ((892)) los asuntos de la Congregación bien definidos, sino algo intrincados. Es 
verdad que estáis vosotros, y se iría adelante como van otras congregaciones; pero las cosas no están todavía en el punto al que deben 
llegar. Aún hay que dar pasos, de los que por el momento no se tiene la menor idea: sólo los ve quien tiene los hilos en la mano desde 
hace tanto tiempo. Además, quedan por realizar todavía varios planes particulares. Yo, por ejemplo, tengo mis proyectos respecto a los 
estudios: es preciso que los insinúe poco a poco, pero hoy todavía no se ve nada. Estaría el proyecto para escribir una historia de la Iglesia 
con un plan totalmente nuevo; para no olvidarme de ello ya lo he expuesto sumariamente a don Juan Bonetti. Consiste ante todo en poner 
en claro la 
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doctrina de los apóstoles y probar cómo todos ellos murieron para atestiguar la verdad de cuanto habían escrito y enseñado, a saber, la 
vida y la doctrina de Jesucristo. Después, narrar la historia de los tres primeros siglos, de modo que la narración tienda a probar que la 
Iglesia siempre ha tenido la misma doctrina predicada por los apóstoles y sellada con su sangre, mostrando cómo los mártires dieron su 
vida para confirmar precisamente aquellas verdades. Vendría, después, el tercer período y aquí la cuestión se haría más clara, mediante la 
sucesión ininterrumpida de los Sumos Pontífices, demostrándose, al mismo tiempo, que la doctrina sostenida durante todos los siglos ha 
sido siempre la predicada y sellada con la sangre de los apóstoles, la misma por la que murieron los mártires... 

Al llegar aquí nuestro guía nos abandona y nos advierte solamente que «se habló de muchas otras cosas», pero que, «por falta de 
tiempo», debe cortar sus apuntes. 

El tema de los estudios se conectó, como es natural, con el cuidado de la biblioteca. Don Bosco apreciaba mucho la biblioteca del 
Oratorio: hemos tenido pruebas de ello en las conferencias con los directores. El 2 de diciembre, paseando y charlando allí con don Julio 
Barberis, exclamó: 

-Este salón está lleno de libros y es bastante amplio; sin embargo, habrá que agrandarlo ((893)) para dar puesto a otros muchos 
volúmenes. 
»Quién lo habría dicho? Han pasado casi treinta y tres años, desde que el pobre don Bosco llegó a este lugar. Traía toda su biblioteca en 
una cesta: allí estaban los breviarios, unos libros de predicación, y eso era todo. Ha sucedido en esto lo mismo que en todo. Es ahora un 
gran salón, al lado está la otra habitación, y no bastan, sino que hay que ampliar más. 

Díjole don Julio Barberis que se trataba de colocar una estufa en el salón grande y una protección ante las estanterías, para evitar tomar 
libros sin permiso del bibliotecario; y después irían allí a estudiar los sacerdotes y los profesores. 

-Cuando una cosa es necesaria, hágase, respondió don Bosco; pero no se hable de estufa. En el Seminario nosotros no vimos nunca 
estufas en ninguna parte, ninguno se lamentaba, y se iba adelante muy bien. Ahora hay en casa la manía del calor y yo pierdo la paciencia 
para que no se gaste en esto el dinero. Cuando en una habitación bien cerrada, hay varios, qué necesidad hay de calor. 

Las abundantes comodidades del vivir presente, redoblan en nosotros la admiración por las austeras costumbres de nuestros padres. 
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CARISMAS EXTRAORDINARIOS


Carismas extraordinarios son las señaladas intuiciones de las conciencias; y no menos que ellas debe decirse que son las predicciones 
sobre la vida y sobre la muerte de otros, registradas en otra parte del volumen. Es innegable que en nuestro Beato, existía el espíritu de 
profecía. Una de las últimas veces que fue a Mornese, al salir del refectorio con un clérigo y un profesor seglar llegados del colegio de 
Borgo San Martino, puso una mano sobre los hombros del segundo y señalando con la cabeza al primero dijo con voz inteligible a 
entrambos: 

-»Qué será de este clérigo?
El interrogado respondió:
-Un gran predicador.
-O un gran pecador, añadió don Bosco.
En efecto, abandonada ((894)) la Congregación y ordenado sacerdote, hizo llorar a la iglesia de Tortona 1.
En 1878 murió la madre de don Domingo Belmonte. Anteriormente, en 1864, había ido a visitar a su hijo, clérigo en el Oratorio, 
y


manifestó a don Bosco su temor de no llegar a verle sacerdote. Don Bosco le dijo: 
-No solamente le verá cantar misa, sino que también se confesará con él. 
Y así sucedió. Atacada de carbunclo, se puso rápidamente a punto de muerte. Don Domingo fue desde Borgo San Martino, de donde 

era director, la madre le rogó que llamara al párroco, su confesor; pero éste estaba ausente. Entonces le dijo al hijo: 
-Confiésame tú. 
Y el hijo la confesó. 
En julio de 1878 un salesiano que estaba en el Oratorio, subió apesadumbrado a hablar con él para decirle que su madre estaba 

moribunda en Caramagna. El Siervo de Dios le respondió: 
-Tranquilízate, tu madre no muere, vivirá todavía varios años... 

Mañana por la mañana, antes de ir a casa, pasarás por la sacristía a las siete y media y yo te daré la bendición para tu madre. 
Aquél fue puntual. Don Bosco hizo que se arrodillara, le dio la bendición y le dijo: 
-La envío para tu madre; y tú, cuando llegues a casa, la encontrarás perfectamente curada. 

1 Carta del profesor Atilio Grazziolo al que escribe, Génova, 3 de agosto de 1931. 
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Sereno, pero impaciente por ver cómo andaban las cosas, partió. Llegó a casa y he aquí que la buena madre salió a su encuentro para 
darle la bienvenida. Aquella mañana, a las siete y media en punto, había sentido improvisamente que revivía, pareciéndole que una mano 
invisible la sacaba de la cama. 

En este tema de dones sobrenaturales le corresponde un puesto de honor a la historia de don Evasio Garrone, con un complejo de 
sucesos extraordinarios, como sólo se leen en las vidas de los grandes santos 1. 

((895)) Evasio Garrone entró como estudiante en el Oratorio, el 4 de agosto de 1878. Tenía dieciocho años y se dedicaba en su casa al 
comercio. Eran las siete de la tarde. Al llegar a la puerta de la sacristía, vio una hilera de jóvenes que entraban. Por curiosidad siguió la 
corriente y vio allí a un sacerdote que confesaba, rodeado de muchos muchachos que se preparaban. Se arrodilló él también, pero 
pensando en su casa más que en sus pecados. 

Cuando le llegó el turno, impreparado como estaba, se quedó mudo y no lograba recordar ni un pecado. Entonces aquel sacerdote le 
dijo: 

-Hablaré yo. 

Y uno tras otro, por orden de tiempo y con las indicaciones de lugares, le espetó uno tras otro todos sus pecados, indicándole el número 
y las circunstancias. Hecho esto, le dio unos avisos con tanta unción y tanto afecto que, a cada una de sus palabras, se sentía más 
confortado, y la alegría del corazón fue creciendo al extremo de que le pareció hallarse en el paraíso. Por fin, díjole el confesor al 
penitente: 

-Garrone, da gracias a la Virgen; después de seis años que tú suspirabas, ella te ha oído. Sé siempre devoto suyo y ella te salvará 
todavía de muchos peligros. 

Precisamente, desde la edad de doce años, alimentaba aquel joven el secreto deseo de hacerse sacerdote; pero dándose cuenta de que era 
imposible para su familia pagarle el colegio, no había manifestado a nadie su inclinación. A los dieciocho años, habiendo oído hablar de 
don Bosco y vuelta de nuevo a su corazón la esperanza, se presentó al párroco y le manifestó su pensamiento, por vez primera; el párroco 
le escuchó con bondad y obtuvo que fuera admitido en el Oratorio. Imagine por tanto el lector su estupor, cuando oyó precisar el tiempo 
transcurrido desde que había aparecido en su mente la idea de hacerse 

1 Extractamos el suceso de un escrito autógrafo de don Evasio Garrone y de los apuntes de Lemoyne, que completó la relación con 
datos recogidos de sus labios. 
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sacerdote, y oírse llamar por su nombre inmediatamente después de su ingreso, con todo lo demás que hemos narrado. 

Terminada la confesión, se retiró a un rincón de la sacristía, se arrodilló y con las manos a la espalda, ((896)) se estaba allí sorprendido, 
contemplando a aquel misterioso confesor que le había descubierto todos sus secretos. Decía entre sí: 

-»Quién es este sacerdote, que me conoce tan bien? »Será de mi pueblo? íPero yo no le he visto nunca en Grana! Entonces »cómo 

puede conocerme así? 

Pensaba en la confesión, pensaba en las hermosas palabras oídas, y no sabía moverse de aquel lugar entre maravillado y conmovido. 

Al día siguiente estaba en el patio y vio que todos los muchachos corrían hacia un sacerdote que avanzaba. Acudió también él. 

Precisamente era el de la confesión. Cuando estuvo junto a él, oyó que decía a un muchacho: 

-Quiero hacerte cocer. 

Después volviéndose a él, añadió: 

-También quiero hacer cocer aquí a Garrone. 

-Pero »cómo puede ser esto?, cavilaba para sí Garrone. »Quién es este cura que me llama por mi nombre, que sabe todo lo mío y que 

quiere hacerme cocer? 

Y, sin más, le preguntó: 

-Dígame, »usted es de mi pueblo? 

-Yo no, respondió el sacerdote. »Tú me conoces? 

-No, yo no le he visto nunca. 

Y dicho esto, preguntó al de al lado quién era aquel cura. 

-Es don Bosco, el director del Oratorio... 

-Sí, soy don Bosco, replicó el sacerdote sonriendo. 

-Pero »no es usted quien me mandó la carta de admisión? 

-Así hablaba yo, explicó don Evasio Garrone a Lemoyne, porque era un joven de modales vulgares y no sabía lo que me decía. A partir 

de aquel momento, sin embargo, sentí una profunda veneración por don Bosco. 
No tardó en trabar conocimiento con algunos jóvenes de la «compañía del jardincillo». Don Joaquín Berto, de allí a poco, le incluyó 

también en el número de los de la compañía. Un día le vio don Bosco regando las flores y le dijo: 

-íMuy bien! Déjame actuar a mí y yo te haré mi jardinero. 

-Don Bosco, pero yo quiero hacerme sacerdote, le respondió. 

-íEs verdad! íY también misionero! 

Garrone, que no quería hacerse salesiano, se calló por miedo ((897)) a 

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disgustarle, y se apresuró a terminar el trabajo para escapar de la galería. 

Durante el invierno 1, fue testigo de un prodigio. Ayudaba la misa a don Bosco en la capillita situada junto a su habitación, con un 
compañero suyo que se llamaba Franchini. Al llegar la elevación vieron al celebrante extático y con un aire de paraíso en la cara: parecía 
que se iluminara toda la capilla: después, poco a poco, se levantaron sus pies de la tarima y quedó suspendido en el aire durante más de 
diez minutos. Los dos monaguillos no llegaban a alzarle la casulla. Garrone, fuera de sí por la extrañeza, corrió en busca de don Joaquín 
Berto, pero no le encontró. Volvió y llegó precisamente cuando don Bosco descendía, pero en el lugar aleteaba un algo de paraíso 2. 

Terminada la misa y terminado también el largo momento de acción de gracias, Garrone le sirvió el café de costumbre y le dijo: 

-Don Bosco, pero »qué le pasó esta mañana en el momento de la elevación? »Por qué subió tan alto, tan alto? 

Don Bosco le miró un instante y después le dijo: 

-Toma tú también un poco de café. Garrone, que se dio cuenta de que no quería hablar del asunto, sorbió en silencio su café. Por tres 
veces asistió a esta levitación de don Bosco durante la santa misa. 

Los jóvenes del «jardincillo» cultivaban también con las flores, como ya se ha dicho, unas plantas de alubias dentro de unos tiestos 
llenos de tierra y colocados ante las ventanas de la galería, para que, juntamente con las parras, impidieran la penetración de los rayos del 
sol en las habitaciones de don Bosco. Cuando las judías estaban maduras, las ((898)) hacía cocer para que las comieran los jardineros. 

-También os haré cocer a vosotros, solía decir entonces. 

En 1879, reunidos todos sus fríjoles, como él llamaba a los muchachos del «jardincillo», les dio una conferencia y les dijo al final: 

-Algunos de vosotros irán a casa de vacaciones; uno irá con el deseo de volver al Oratorio, pero, dominado por los parientes, irá al 
seminario. Otros volverán para tomar la sotana y quedarse con don Bosco. Uno morirá. Otro, de vuelta para hacer los ejercicios, no podrá 
ir a Lanzo, porque tendrá que asistir a un compañero moribundo. 

1 Escribe don Evasio Garrone: «Era el año 1879 en el mes de enero». Es un fallo de memoria puesto que ya había pasado mucho tiempo 
cuando él escribía. Desde el 30 de diciembre de 1878 a principios de la primavera, don Bosco estuvo ausente del Oratorio. El hecho debió 
suceder en diciembre de 1878: la idea del invierno le hizo pensar en enero. 

2 El altar del prodigio había ido a parar al instituto de santa Rosa de las Hijas de María Auxiliaaora en Moncrivello (Vercelli); la madre 
general Luisa Vaschetti, de acuerdo con el deseo de los salesianos, dispuso que se restituyera a las habitaciones del Beato, donde hoy se 
encuentra. Véase: GIRAUDI, L'Orarorio di don Bosco, pág. 132. 
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Todo se cumplió al pie de la letra. Garrone, que volvió la víspera de los ejercicios, quería ir a Lanzo, cuando le dijeron: 

-Vete a asistir a Emilio Tavella, que está gravemente enfermo. 

Subió a la enfermería, en donde el enfermo vivió un día y una noche. 

En 1881 hizo Garrone su última confesión, al fin del año escolástico, y oyó que don Bosco le dijo: 

-Durante un poco tiempo, Garrone, no nos volveremos a ver. Tú irás al cuartel como soldado, y te enviarán muy lejos de Turín; pero 

acuérdate siempre de tu guía María Santísima Auxiliadora: confía siempre en ella. María te consolará y te salvará también en tu 
desgracia. Recuerda siempre la promesa que hiciste a la Virgen en tu primera confesión de aquí, en el Oratorio. 

Garrone, más bien pequeño de estatura y flacucho, rumiaba para sí: 

-Esta vez se equivoca don Bosco. »Cómo es posible que yo sea útil para el servicio militar, si no levanto un palmo del suelo y soy más 
delgado que un dedo? 

La inverosimilitud de la cuestión saltaba a la vista de todos, tanto que el director, don José Lazzero, habiéndole oído decir con afectada 
seriedad que le admitirían, le dio un coscorrón diciendo: 

-íQuita allá! »Qué va a hacer de ti el rey Humberto? 

El hecho es que al cabo de tres meses, después del sorteo se presentó a la revisión, y, con sorpresa universal, fue declarado útil. 

((899)) El día de la Epifanía del año siguiente, a las cinco de la tarde, salió hacia su cuartel, dejando a la madre moribunda, que expiró 
al cabo de una hora. Por esta causa, llegó tarde a la caja de reclutamiento y le metieron en el calabozo, donde pasó la noche. A la mañana 
siguiente, cuando se supo el motivo de la tardanza, le pusieron en libertad. Fue destinado al 14.° Regimiento de Infantería, por lo que le 
tocó ir hasta Catanzaro. Desde allí le enviaron a Cotrone, en donde el 20 de mayo, sin saber nunca el porqué, recibió la orden de volver a 
Turín para prestar servicio en la compañía de sanidad a los enfermos del Hospital Militar. 

Fue inmediatamente a visitar a don Bosco, el cual le dijo en confesión: 

-Sé caritativo con los enfermos y aprovecha el tiempo. Estudia y aprende y, con lo que aprenderás de soldado, podrás hacer mucho bien. 
Es tu momento. Pero, atento, durante el poco tiempo que estarás en Susa. 

El no entendía las últimas palabras; pero unos meses después hecho cabo ayudante, fue destinado a la enfermería del 5.° Regimiento 
Alpino 
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en Susa, donde, sin una gracia especialísima de la Virgen, hubiera perdido alma y cuerpo. Habiendo vuelto a Turín recibió una reprensión 
de don Bosco, por haberse olvidado de quien tanto le protegía. Pero le añadió: 

-Lo que has encontrado te servirá de experiencia para hacer mucho bien en medio de los jóvenes. 

Pensando en su caso pidió volver a Turín, donde permaneció hasta el licenciamiento, e iba cada sábado a confesarse con don Bosco. 
Una de aquellas tardes le dijo don Bosco, después de oír la confesión: 

-Presta atención con aquel enfermo; procura que reciba todo. 

Garrone no le había dicho nada de sus enfermos; pero, al volver al cuartel, se acercó a un protestante que había decidido hacerse 
católico. 
Como le viera grave, buscó un sacerdote para que le bautizase, pero no encontró a ninguno. Entonces tomó agua y le bautizó él mismo 
bajo condición. El enfermo se alegró tanto que le echó los brazos al cuello. 
De allí a diez minutos expiraba. 

((900)) Al ser licenciado del ejército, no sabía qué hacer, si ir al seminario o quedarse con don Bosco. Estuvo tres días en casa: después, 
el día que debía ir a examinarse para ser admitido en el seminario, fue, casi sin saber lo que hacía, a Turín al Oratorio, y le enviaron a San 
Juan Evangelista con los Hijos de María. Al fin del año se confesó con don Bosco y se acusó de que había perdido muchas veces la 
paciencia por un enfermo que yacía en la cama. 

-Dentro de tres días, no te molestará más, le respondió el Beato. 

Y, en efecto, tres días después el enfermo murió. 

Garrone fue como clérigo a América con monseñor Cagliero, el año 1889. Aprovechando las nociones terapéuticas adquiridas 
ocasionalmente en las enfermerías, supo proveerse de un discreto conocimiento científico, de modo que llegó a poseer una pericia poco 
común en medicina y obtuvo la facultad de ejercerla en el inmenso territorio patagónico. A él se debe el primer hospital y la primera 
farmacia de Viedma. Durante un cuarto de siglo, unidos a la maestría, la caridad y el espíritu de sacrificio, llegó a ser uno de los autores 
más eficaces en la evangelización de la Patagonia. 

La fama de santidad que acompañó a don Bosco en todo puede decirse que, durante el curso de su vida mortal, se apoyaba sin duda 
sobre bases sólidas. Veremos dilatarse y crecer extraordinariamente esta fama de año en año durante el último decenio; pero, en el punto 
al que hemos llegado en nuestra historia, contaba ya con el sufragio de las personas más iluminadas y expertas en los caminos de Dios. A 
principios de 1879 don Miguel Rúa y don Julio Barberis predicaron los 
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ejercicios espirituales en las Hijas de San Vicente de la Pequeña Casa, donde era superior el canónigo Anglesio. Dignísimo sucesor del 
Cottolengo, hacía mucho tiempo que conocía y apreciaba a don Bosco 1. 

((901)) Después de la última plática de don Julio Barberis fue a la sacristía para saludarle y darle gracias. Don Julio Barberis se creyó 
en el deber de dárselas a él, porque hacía rezar a la comunidad por la curación de los ojos de don Bosco; después, añadió que todos los 
Salesianos esperaban tener pronto la satisfacción de ver en los altares al venerable Cottolengo. En cuanto oyó esto, el santo varón, que no 
acostumbraba a mirar a nadie a la cara, miróle a él fijamente, púsole la mano sobre el brazo y, apretándole dos veces, le dijo con un 
acento casi inspirado: 

-Sí, esperemos, esperemos, y tras él don Bosco. 

La palabra corrió en seguida por el Oratorio, donde fue tenida como profética, sobre todo por quien sabía lo mesurado que era el 
canónigo Anglesio al hablar. Los sucesos respondieron al augurio, pronóstico, vaticinio o como se quiera llamar. Hoy la figura del Beato 
don Bosco descuella sobre el fondo del pasado y frente al presente; por lo que es universal y fervoroso el deseo de que pronto la Iglesia 
cerque con la gran aureola la cabeza de este su hijo glorioso. 

1 Véase Apéndice doc. 65. 
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((905)) APENDICE


DE
DOCUMENTOS


Carta de monseñor Fiorani a don Bosco 

Rvmo. Padre: 

Le envío hoy lo escrito referente a las modificaciones de las Constituciones de los Conceptinos de acuerdo con las bases principales 
acordadas con usted en la reunión de ayer. Así, examinándolo reposadamente, podra ver, si todo responde a su visión, y, donde fuere 
menester, haga sus advertencias. Ruégole lo lleve el domingo a la reunión de las tres y media en mi casa y así concluiremos todo 
definitivamente. 

Encomendándome a sus oraciones, vuelvo a saludarle y declararme, con todo aprecio 

Palacio Gabrielli, 5 del 1877. 

Su atto. y s. s. 

L. FIORANI 
Abro de nuevo la presente para acusar recibo de su carta. Conocía lo sucedido al pobre F. Gregorio, y por obra de quién. Don José 
Scappini tome el mando, porque lo tengo ya preparado, y puede actuar. Es necesario que visite al Diputado, y, si pudiera venir primero a 
mí, le indicaría algo. Para su norma, estaré en casa toda la mañana. 

2 (El original en latín) 

Decreto por el que se nombra a don Bosco Visitador Espiritual de los Conceptinos 

Existe en esta venerada ciudad un piadoso Instituto Masculino, que se denomina Hermanos Hospitalarios, bajo la advocación de la 
Santísima Virgen María Inmaculada, vulgo Conceptinos, erigido el año 1857 en el Gran Hospital del Espíritu Santo en Sassia, con el fin 
de que sus miembros, movidos por el espíritu de la caridad cristiana, atendieran a los enfermos en los centros sanitarios. ((906)) Y, como 
la experiencia confirmase que era de máxima utilidad para los enfermos, SS. N. Señor Pío Papa IX aprobó dicho Pío Instituto el año 
1865, y, un poco más tarde, 1875, confirmó sus Constituciones «ad experimentum» por cinco años; e incluso hizo uso de su paternal 
caridad y generosidad, más de una vez, con cuantiosos donativos en su favor. Pero, ahora, para consolidar la disciplina y promover la 
observancia, según tales Constituciones, y para eliminar los posibles abusos que, contra las mismas, hayan podido proliferar, ha dispuesto 
que se establezca una Visitaduría Apostólica en el mismo. Por todo lo cual, Su Santidad, en audiencia habida con el infrascrito Cardenal 
Proprefecto 

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de esta sagrada Congregación para asuntos y consultas de Obispos y Regulares, en el día de la fecha... ha tenido a bien decretar y 
establecer cuanto sigue: 

I. El Rvmo. don Juan Bosco, Superior General de la denominada Sociedad de Sacerdotes de S. Francisco de Sales, será, de por vida, 
Visitador Apostólico sólo para lo espiritual; y los que le sucedieren en el cargo serán igualmente Visitadores Espirituales, de acuerdo con 
la Santa Sede, del Instituto Masculino de los llamados Hermanos Hospitalarios de la Santísima Virgen María Inmaculada. 
II. El R. P.D. Luis Fiorani, Rector del Gran Hospital del Espíritu Santo en Sassia y Protector del mismo Pío Instituto, será Visitador 
Apostólico para lo temporal; y los Directores que le sucedieren en el curso del tiempo serán asimismo Visitadores para lo temporal, 
siempre de acuerdo con la Santa Sede. 
III. Queda, emtre tanto, en suspenso la jurisdicción del Superior de dicha Pía Sociedad. 
IV. Podrán subdelegar (su autoridad) el Visitador Espiritual, en cualquier sacerdote honesto e idóneo de su Sociedad Salesiana; y el 
Visitador temporal, en otro sacerdote honesto e idóneo del Clero secular o regular, para que hagan respectivamente sus veces. 
V. Escoja, además, el Visitador Espiritual otros dos sacerdotes de la aludida Congregación Salesiana, uno para la dirección espiritual de 
los Profesos, y otro para la de los Novicios, según las Constituciones del Pío Instituto de Hermanos, vulgo Conceptinos, las cuales 
deberán cumplirse con toda exactitud. 
VI. Podrá, además, el Visitador temporal, de acuerdo com el Visitador Espiritual, renovar y moderar el funcionamiento del Pío 
Instituto, según lo juzgare mejor en el Señor y con vistas a la buena marcha comunitaria; preparar a los Postulantes a recibir el hábito y a 
los Novicios a su profesión, de acuerdo con las disposiciones de la Sagrada Congregación de Regulares; admitir a los Novicios y, por 
justas y razonables causas, despedir a éstos del Noviciado; y, finalmente, actuar conforme a las propias Constituciones y demás normas 
de derecho en lo que respecta a la dimisión de los Profesos. 
((907)) VII. Cada tres años, una y otra Visitaduría Apostólica habrán de rendir cuentas a esta Sagrada Congregación de sus respectivas 
gestiones. 

Y para la ejecución de toda la normativa precedente, Su Santidad firma el presente decreto, ordenando que se publique el mismo en las 
actas de esta Sagrada Congregación, sin que obste nada en contrario. Asimimo, nuestro Santísimo Señor confía en que los Visitadores 
antes citados, puesto que sobresalen por su celo y prudencia, ponga cada uno de ellos su mayor entusiasmo para que, obrando ambos en 
mutua y recíproca armonía, logren el objetivo deseado, y el aludido Pío Instituto se beneficie de su celo y diligencia. Los miembros del 
Pío Instituto presten la debida obediencia a los Visitadores Apostólicos, y se mantengan obsequiosos y reverentes con ellos, al tiempo que 
atienden a su santificación personal y cumplen cabalmente sus deberes con los enfermos. 

Dado en la Secretaría de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. 

6 de febrero de 1877. 
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Dos cartas del conceptino Monti a don Bosco 

A 

Rvmo. Padre Juan: 

Siento no haber podido escribirle en seguida, como era mi deber, sin otro motivo que la falta de tiempo. Mientras me encontraba en 
perfecta tranquilidad en mi residencia de Orte desde hace nueve años, recibí expresa invitación de nuestro protector, Su Excelencia 
monseñor Fiorani, para trasladarme a Roma, porque debía hablarle de cosas referentes al Instituto. El contenido de la llamada era que me 
cargase con el peso de Superior del Instituto, ya de acuerdo con vuestra reverendísima paternidad. Rehusé tal propuesta conociendo mi 
poquedad para tan gran responsabilidad: tanto más que yo conozco desde la implantación del Instituto, el difícil peso que debe soportar el 
Superior de esta familia. Pero nuestro insigne Protector me allanó toda dificultad y, en consecuencia, incliné la cabeza a la obediencia, 
seguro de cumplir la voluntad de Dios, sometiéndome a la voluntad de mis superiores. En consecuencia, el deber me manda acudir, no 
sólo por deber mío, sino en nombre de todos mis hermanos, a rendir a V. Rvma. paternidad los homenajes por el gran favor que presta a 
este nuestro Instituto, y, por ende, a nosotros los pobres hermanos conceptinos. Ciertamente, no poseemos palabras suficientes para 
agradecer a V. Rvma. paternidad el trabajo que presta para mejorar nuestra condición; y no tenemos cómo poderle recompensar: pero, 
tendrá la eterna retribución de Dios y nuestra Madre Inmaculada. Hasta ahora no he tenido la suerte de poderle conocer, pero veo al Padre 
por las obras del Hijo. Sin embargo, espero tener la suerte, muy pronto, de besar su mano sagrada y recibir su paternal bendición, 
juntamente con mis hermanos. ((908)) Reciba, mientras tanto, mi más sinceros saludos; y, al besar su sagrada mano, pido para mí y para 
todos mis hermanos su paternal bendición; profesándome con veneración y aprecio, 

De Vuestra Rvma. Paternidad, 

Roma, 11 de marzo de 1877. 

Su obediente hijo en J. C.
Fr. LUIS M.ª MONTI, de Milán Hospitalario Conceptino


B 

Rvmo. Padre: 

Perdonará si me tomo la confianza de manifestar a Vuestra Paternidad los azares de mi vida, dándole a conocer al mismo tiempo las 
necesidades de nosotros los hermanos Hospitalarios Conceptinos: a fin de que, cual padre amoroso, ayude cuanto pueda a resurgir y 
florecer a este atribulado Instituto de María Santísima Inmaculada. No puede imaginarse los trastornos y disgustos que me toca pasar con 
el cargo que me han dado de superior. El tener que extirpar la cizaña ha costado mucho trabajo; en casi dos meses ha habido que 
despachar del Instituto a ocho hermanos, y casi a veinte empleados. El desorden era intolerable y los escándalos se convertían en 
públicos. Pero ahora, con la ayuda de Dios, se goza un poco de paz, y empieza a verse el orden. 

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En medio de tantos desconciertos no tengo nada que me remuerda la conciencia, ya que no actúo según mi capricho y no muevo una 
paja sin el consejo y el conocimiento de nuestro óptimo director don José, y de S. E. monseñor Fiorani, el visitador. Sí, reverendísimo 
padre, ahora podemos dar gracias a Dios al vernos libres de los miembros infectados que impedían el resurgimiento del Instituto. A pesar 
de todo, todavía quedan obstáculos que proporcionan disgustos, y serían tres o cuatro hermanos, coaligados con personas ajenas a nuestra 
familia: y éstos, so capa de celo, impiden el tan deseado desarrollo del Instituto. 

Monseñor Fiorani es hombre de buena fe, y cree con facilidad a su criado, al señor Nicolás Statuti y a cualquiera que le presente cosas 
que, según sus cabezas, se creen que son buenas, pero esencialmente son dificultades, y producen fuertes disgustos para mí y para el 
bonísimo don José. 

Y, a decir verdad, si no contase con nuestro director, don José, que me sostiene, no me sería posible resistir el peso de superior y, a esta 
hora, me vería obligado a abandonar toda empresa. Con la ayuda de Dios, estoy dispuesto a dar la vida para sostener ((909)) el Instituto, 
pero, cada vez que no se viese el fruto para la gloria de Dios, prefiero gozar mi paz, y pensar en el bien de mi alma. 

Mientras tanto, debo gratitud a vuestra Paternidad por el bien que de usted recibo, y reciben mis hermanos en la persona de don José, 
nuestro bonísimo director, y verdadera copia del Padre. Al mismo tiempo, en nombre de todos los buenos hermanos, le suplico no nos 
deje, sino que haga todo lo posible para restablecer pleno orden en nuestro Instituto, porque, además del mérito que alcanzará ante Dios y 
María Santísima, nosotros se lo agradeceremos eternamente. 

Con la esperanza de poder saludarle un día personalmente, beso su mano sagrada, y pido para mí y para mis hermanos la paternal 
bendición y me profeso, de vuestra reverendísima Paternidad, su hijo en J. C. 

Roma, 22 de mayo de 1877. 

Humilde y obediente P. LUIS MARIA MONTI, de Milán 
Conceptino 

4 

Relación de don Bosco a Pío IX sobre los Conceptinos 

Beatísimo Padre: 

La condición de Visitador Apostólico, con que V. S. se dignó honrarme para buscar el mayor bien al Instituto de los RR. Conceptinos, 
me impone el deber de referir a V. S. cuanto se ha hecho y parece debe hacerse en favor de estos religiosos. Desde el principio, a fin de 
que se tratara todo lo que había que hacer y fuesen fielmente cumplidos los soberanos deseos de V. S., con el Venerado Rescripto del 14 
de noviembre de 1876, establecía S. S. que se organizase un noviciado regular para introducir la observancia religiosa y reducir las 
Constituciones de los Conceptinos al espíritu de las de la Congregación Salesiana, siempre a salvo la finalidad a la que se dirige. El abajo 
firmante, honrado con tal encargo, se dio a estudiar las Constituciones de dichos hermanos Conceptinos, el espíritu, la observancia 
religiosa reinante entre ellos, y 

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encontró que la finalidad del Instituto era muy laudable bajo todos los aspectos, pero que, precisamente por falta de noviciado, de 
profesión religiosa y de vida común, no podía existir aquel vínculo, y aquella unidad de espíritu, sin la cual las congregaciones religiosas 
difícilmente llegan a alcanzar el fin propuesto. Los Conceptinos, además, queriendo conservar absolutamente, según decían, su autonomía 
y su independencia, hacían difícil la proyectada reforma. Para no fallar en el principio se pensó proponer a V. S. una visita apostólica y 
así ((910)) estudiar prácticamente cuanto habríase debido hacer para la mayor gloria de Dios. 

En consecuencia, con decreto de febrero de 1877, se proveía temporalmente a los Conceptinos, constituyendo al Rvdo. Juan Bosco 
Visitador apostólico de lo espiritual y a S. E. monseñor Luis Fiorani, comendador del Santo Espíritu, Visitador apostólico de lo material, 
quien estaba bien informado de la administración material y de las vicisitudes a las que ella está sujeta. 

Resultados obtenidos 

El humilde exponente no pudiendo permanecer constantemente entre los Conceptinos, con agrado de V. S. y del mismo monseñor 
Fiorani, designaba al reverendo José Scappini, de la Congregación Salesiana, con ejercicio del sagrado ministerio y conocedor de las 
comunidades religiosas. Con cariño, con firmeza, con asistencia, con instrucciones y catequesis, pudo restablecer normalmente la 
meditación, la lectura espiritual, las visitas al Santísimo Sacramento, la frecuente confesión y comunión. Mientras se iba procurando la 
observancia religiosa, no pocos hermanos Conceptinos, descubriendo dudosa su vocación, juzgaron que era mejor alejarse del Instituto, 
dado que lo podían hacer libremente, por no estar obligados con ningún vínculo religioso. Así, su número, que llegaba casi a setenta, en 
pocos meses se redujo a unos treinta. Pero, ni siquiera con esto se pudo establecer la deseada unidad de disciplina y observancia religiosa. 

Causas 

Son muchas las causas que impidieron una estable organización de los Conceptinos. Me parece que pueden resumirse así: 

1.° La falta de un noviciado organizado, en el que todo religioso sea instruido en los propios deberes y pruebe si tiene virtud y fuerza 
moral y también física para cumplirlo, y esto precisamente antes de ir a los hospitales, como estaba ya ordenado en dicho rescripto del 17 
de noviembre de 1876. Esto no se pudo efectuar hasta ahora, por el número insuficiente de elementos para el gran trabajo que han de 
sostener, especialmente en el hospital del Santo Espíritu. 

2.° Ellos están persuadidos de que son capaces de gobernarse por sí mismos, pero carecen de instrucción y de la indispensable práctica 
de gobierno de una sociedad religiosa. 

3.° La multitud de superiores que dan órdenes diversas, y a veces contrarias, hacen, como a menudo sucede, que se deban transgredir 
las órdenes de uno para cumplir las de otro. Esto sucede especialmente en el hospital del Santo Espíritu. 

4.° Ninguno de los actuales hermanos está ligado por votos y no se les ve en situación de emitirlos, de donde nace la indiferencia con la 
que algunos, ante una contrariedad, ante un disgusto, llegan a ((911)) reñir entre sí, sin ser muy raro el caso en que se amenazan, 
responden al mismo Superior, se alejan voluntariamente del Instituto, o hacen que sean despachados por los mismos Superiores. 
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5.° Al presente, se dieron ejercicios espirituales, y se obtuvo con ellos un fruto bastante consolador. Habría diecisiete, que piden hacer 
los votos, pero »a qué superior hacerlos? »Sobre qué Reglas, si aún no han sido practicadas? El actual Director alaba mucho el gran 
trabajo que los hermanos Conceptinos llevan a cabo y también su buena conducta, pero, invitado a expresar su parecer sobre quiénes 
podrían ser admitidos a la profesión religiosa, responde que no se atreve a proponer a ninguno que pueda ser admitido a los votos con 
tranquilidad de conciencia. Estos diecisiete podrían llegar a ser buenos Conceptinos, si se pudiera organizar el debido noviciado. 

Situación presente 

El estado material de los Conceptinos ha mejorado bastante, gracias a los grandes donativos de V. S. y a la hacendosa y económica 
administración de monseñor Fiorani, Comendador del Santo Espíritu. Pero, tenido en cuenta el ímprobo trabajo que deben aguantar 
diariamente, parece conveniente una mejora de la comida, del vino, del reposo y del mismo trabajo: de otro modo, su salud no podrá 
conservarse. El estado moral y religioso ha mejorado bastante. Se hace meditación, lectura espiritual, se reciben los sacramentos de la 
confesión y de la comunión frecuentemente, se hace a diario la visita al Santísimo Sacramento. Varias veces a la semana el director, o su 
colaborador, dan clase de catecismo a los Conceptinos o una breve plática. De este modo y, sobre todo con amables avisos en privado, se 
obtiene orden y moralidad. Pero muchos no pueden doblegarse a esta observancia regular de sus Reglas, por eso, de los treinta 
Conceptinos a que están reducidos al presente, sólo diecisiete, como queda dicho, querrían hacer los votos. Cinco deben ser despachados, 
ocho no están seguros de la perseverancia en el Instituto. En esto están de acuerdo los Sacerdotes directores, el Hermano Superior de los 
Conceptinos y los Sacerdotes Salesianos que dieron los ejercicios espirituales, uno de los cuales es el teólogo Julio Barberis, director del 
noviciado Salesiano y el otro don José Lazzero, director de la casa madre de Turín. 

Remedios 

Tal y como se encuentran las cosas, resulta difícil hallar un remedio eficaz. Es forzoso acudir a un principio y yo no haría otra 
proposición sino la que V. S. deliberaba en el Venerado Rescripto del 17 de noviembre de 1876. Reducir las constituciones de los 
Conceptinos al espíritu de las de la Congregación Salesiana, dejando a salvo la finalidad del Instituto de los Hospitalarios de la 
Inmaculada; por lo cual, me parece interpretar los santos deseos de V. S.: 

((912)) 1.° Organizado un noviciado independiente del hospital del Santo Espíritu, de manera que se convierta en una casa particular, 
dependiente de la casa profesa de la plaza Mastai. A tal fin estudiar la manera de que los diecisiete Conceptinos, que actualmente 
manifiestan buenos deseos, vayan a pasar el tiempo de noviciado, que el Director juzgue necesario. Y no sean enviados a su labor hasta 
tanto que se hayan conocido prácticamente sus reglas y las hayan profesado. 

2.° La profesión religiosa de los Conceptinos hágase según las Constituciones Salesianas, aprobadas por la Santa Sede el 4 de abril de 
1874. Pero su manual práctico sea el libro de sus mismas constituciones, modificando solamente lo que se refiere a otro orden religioso. 

El noviciado debe estar constituido por postulantes nuevos o, al menos, que quieran del todo sujetarse al género de vida que está 
establecido en la casa del noviciado. Pero ningún novicio vaya a prestar servicios en los hospitales, hasta no estar suficientemente 
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bien formado, instruido en sus deberes, manifestando la virtud nada ordinaria que en él se requiere. El director de los novicios juzgará 
cuándo un novicio puede ir a los hospitales a pasar algún tiempo junto a los enfermos, para experimentar su vocación. 

3.° No se acepten nunca hospitales en los que los hospitalarios tengan que depender, o bien trabajar junto con personas de otro sexo. Se 
puede solamente hacer excepción cuando las personas de otro sexo estuvieran total y rigurosamente separadas de los Conceptinos en la 
habitación y en el trabajo. 

4.° Al tomar el cuidado de un hospital, procúrese que sean en número suficiente para cumplir cuanto está prescrito, sin recurrir a ayudas 
seculares. Si hubiera necesidad de tener tales ayudantes, el Director provea él mismo de los servidores pagados, pero de conocida 
moralidad y siempre dependientes de él. 

5.° Unidad absoluta de mando, por lo cual el Superior absoluto de los Conceptinos sea el Sumo Pontífice, como lo es de todos los 
institutos religiosos, y si, en su alta e inspirada sabiduría, juzga que el Superior de los Salesianos puede en este caso rendir algún servicio 
al bien de las almas, de todo corazón se ofrece a sí mismo y a todos los de su Congregación Salesiana. De acuerdo con estas bases todo 
Director de las casas de los Conceptinos deben depender del Director nombrado por el Superior General de los Salesianos. En los lugares 
donde fuesen pocos los Conceptinos, y se pudiese tener un sacerdote del lugar, el Director de la Casa Profesa puede servirse de él. 

Ofrecimiento 

Estos son los pensamientos que el humilde exponente, para descargo de su conciencia, expone a V. S., a fin de que conozca plenamente 
la situación de lo que se le ha confiado. Vuestra Santidad modifique y cancele cuanto ((913)) juzgue útil para mayor gloria de Dios. Pero 
cualquiera sea la deliberación que V. S. tome respecto a lo expuesto, los Salesianos, humildes hijos de V. S., ofrecen de buen grado su 
pequeño servicio en todo lo que ahora y en los sucesivo sea del agrado de V. S., insigne bienhechor de la Congregación Salesiana. 

Roma, 20 de junio de 1877. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

5 

Carta del cardenal Simeoni a don Bosco 

Desde la Secretaría de Estado, 20 de junio de 1877 

Entre las muchas obras de beneficencia, que la inagotable caridad del Padre Santo y su paterna solicitud dio vida y por la que mucho se 
interesa, debe contarse la que El fundó en el hospital del Santo Espíritu, en Sassia, para asistir a los enfermos pobres, y que confió a los 
religiosos Conceptinos, con dependencia de los sacerdotes Salesianos para lo espiritual y del Monseñor Comendador del Santo Espíritu 
para lo material. 

Deseando, pues, la santidad de N. S. que tal institución alcance cada vez más la finalidad para la que fue establecida, y no pudiendo, 
por sus muchísimos y gravísimos 

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cuidados, establecer para cada uno de los casos un examen sobre los acuerdos a tomar entre las dos autoridades antes dichas, se ha 
dignado benignamente designar para tal fin al cardenal L. Randi. 

Lo que se comunica al señor don Juan Bosco para su oportuno conocimiento y norma 

JUAN Card. SIMEONI 

Cuatro cartas del Cardenal Randi sobre el asunto de los Conceptinos 

A 

Ilmo. y Rvmo. Señor: 

Como ya sabe V. Rvda. S., el Padre Santo ha tenido la dignación de nombrarme para la conciliación de algunas dificultades aparecidas 
en la actuación de la Visita Apostólica conferida para lo espiritual a V. R. S. para la reforma y organización del Instituto de los 
Conceptinos, establecido en el hospital del Santo Espíritu. 

Habría deseado, pues, poder hablar con V. S. para conocer la naturaleza y la extensión de las dificultades que se encontraban; pero 
estando V. S. ausente de Roma, he tenido que ((914)) valerme de cuanto conocían el señor Comendador del Santo Espíritu y don José 
Scappini, nombrado por V. S. para la asistencia de dichos religiosos. 

Y habiéndome referido este último que V. S. había manifestado las dificultades del caso en una exposición dirigida al eminentísimo 
señor Vicario, he podido saber por ella, recibida de las propias manos de Su Santidad, que mientras V. S. se somete al querer de Su 
Santidad, ofreciendo totalmente su colaboración para una finalidad tan santa, por otra parte deseaba, como algo indispensable, que las 
atribuciones de la Visita Espiritual de su jurisdicción no encontrase obstáculo, sino que fuese independiente por sí misma, sin lo cual la 
misma Visita podía resultar en gran parte ineficaz. 

No podía pasarme inadvertida la importancia de esta observación, y, por ello, hablé con el Comendador del Santo Espíritu, Visitador 
Apostólico de lo económico, del cual tuve aclaraciones sobre el particular, inseparables de la seguridad, que de hecho había puesto en 
ello, y no habría puesto dificultades a cuanto V. S. hubiese manifestado y aun deseado de cara al ejercicio de la Visita Espiritual; por otra 
parte me presentó el decreto de la Sagrada Congregación, del 6 de febrero, según el cual estaba establecida la Visita de lo temporal, a él 
confiada, y determinadas las normas y las atribuciones respectivas, decreto que V. S. conoce y que aceptó sin presentar ninguna 
dificultad, por cuanto se me asegura por el mismo. 

No puedo negar que las expresiones de ese decreto no contienen una clara determinación de las atribuciones de V. S. y que esto haya 
podido dar lugar a dificultades que no se habían previsto en un principio. Parecería, pues, a mi entender oportuna una declaración más 
explícita que evitase dudas, y cerrase el camino a fricciones que con el andar del tiempo no podían faltar. 

Conservando firme la norma de los dos Visitadores, uno de los cuales se encarga de la moralidad de los individuos y de la reforma 
espiritual del Instituto, con poderes independientes, cuando éstos no influyan en la economía del establecimiento, me parece que las cosas 
pueden aclararse de modo que satisfagan completamente el deseo 

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de V. S. y hagan provechosa su inteligente actuación, a la que el Padre Santo ha recurrido en su bondad. 

Por eso, me dirijo a V. S. con esta observación, rogándole me manifieste su propósito y su apreciable sentimiento, y, a la vez, me 
indique las ulteriores observaciones que pudiera añadir. 

Como V. S. contará sin duda enviar aquí para representarle a otro, en sustitución de don José Scappini, para atender a la administración 
espiritual de dichos religiosos, ruégole que, por su medio, me envíe todas las noticias necesarias sobre el particular, para cumplir del 
mejor modo posible el encargo recibido ((915)) del Padre Santo, pues se trata de una institución tan santa y provechosa, especialmente en 
las circunstancias en que nos encontramos. 

Con la seguridad de un encuentro, tengo mientras tanto la satisfacción de declararme con todo aprecio y devoción, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Roma, 20 de julio de 1877. 

Afmo. y s. s. 

L. Card. RANDI 
B 

Ilmo. y Rvmo. Señor: 

Sin duda habrá recibido mi carta del 18 del mes corriente, y, así como el Padre Santo se dignó demostrar desde el principio cierta prisa 
en la pedida organización de la cuestión, yo no dudo en dirigirme de nuevo a V. S. para que conozca la ansiedad con que espero su 
respuesta y las observaciones que crea necesarias. 

Como habrá visto por mi carta, no me opongo al deseo de V. S. de que se conceda a la Visita Apostólica más amplitud de atribuciones 
para que no encuentre obstáculo en su ejercicio, pero, no creo inútil señalarle que, donde convenga, no hay dificultad en modificar el 
Decreto del 6 de febrero, y también variar las normas por cuanto lo exija la importancia de la finalidad. 

Así las cosas, V. S. verá lo urgente que me es tener sus observaciones definitivas, y cuánto necesito conocer de V. S. los datos y los 
límites sobre los cuales se deba conducir y sostener la nueva organización de la visita a V. S., conferida por el mismo Padre Santo. 

Por lo demás, comprenderá la necesidad de enviar a tiempo uno de sus sacerdotes que le represente y que prosiga, por el momento, la 
obra que V. S. ha emprendido, en el caso de que no haya ya dispuesto las cosas para que vuelva a su puesto don José Scappini, que, 
momentáneamente, se alejó huyendo de los calores de esta ciudad. 

Con esta confianza le renuevo los sentimientos de mi respetuoso aprecio, mientras me profeso 

Roma, 29 de julio de 1877. 

Su atto. y s. s. 

L. Card. RANDI 
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Ilmo y Rvmo. Señor: 

He visto por la carta de V. S., del 7 de los corrientes, las observaciones que le parece necesario hacer para el feliz resultado de la Visita 
Apostólica de los Conceptinos, con los añadidos y explicaciones de las que V. S. ya envió al eminentísimo señor Vicario. ((916)) Según 
su pensamiento la existencia simultánea de los dos Visitadores, uno para lo espiritual y otro para lo temporal y económico, se convierte 
en obstáculo para la buena marcha de las cosas, y el Padre Santo se ha dignado manifestar que no hay dificultad para reformar en este 
sentido el Decreto del 6 de febrero, dejando en firme la normal y distinta existencia del Instituto, y la continuación del servicio que 
prestan los hermanos en el hospital del Santo Espíritu y en otros establecimientos. 

Por consiguiente, si V. S. Ilma. pudiese venir de nuevo a Roma para tratar y resolver la cuestión, su idea sobre el particular resultaría 
muy útil para una solución estable: y si, por cualquier causa, esto no pudiese realizarse, es indispensable entonces que el religioso que V. 

S. destine para tomar de nuevo la dirección de los religiosos, tenga de V. S. todas las instrucciones y facultades necesarias. 
No sé, además, decirle lo urgente que es la presencia en el Hospital del mismo: estando como están abandonados los Hermanos, todo 
queda casi olvidado; porque el religioso actuante, frecuentemente está impedido hasta para celebrar la misa los mismos domingos. 

Por otra parte, sería muy de desear que el día 8 de diciembre de este año se celebrase la emisión de los votos simples por aquellos que 
son tenidos dignos de ello, y; por tanto, V. S. verá la urgencia de poner en seguida manos a la obra de su instrucción religiosa para 
preparar un acto tan importante y esencial para la vida del Instituto. Mientras espero una conversación con V. S. sobre el particular, no 
quiero ocultarle la verdadera ansiedad en que me encuentro, por ver finalmente arreglada por esta parte, y asegurada la dirección 
espiritual, y la instrucción de dichos religiosos. 

Con los sentimientos de respetuoso aprecio, tengo el gusto de proclamarme, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Roma, 14 de agosto de 1877. 

Afmo. 

L. Card. RANDI 
D 

Muy Rvdo. Señor: 

He tardado en responder a la suya del 19 de septiembre p. pdo. debido a algunas ocupaciones tenidas estos días y, además, porque lo 
que me escribe, aunque no me resultó nuevo, requería algunas averiguaciones necesarias. 

No sabría decirle sobre ello, sino que el Padre Santo, con la intención de conservar una existencia propia del Instituto, ha resuelto, 
después de madura reflexión, confiar temporalmente la reforma del mismo a eclesiásticos de esta capital bajo la dependencia del 
eminentísimo señor Vicario, a quien ha dado el encargo correspondiente. 

Queda, por tanto, en suspenso cualquier otra disposición, y esto hasta que se demuestre con la experiencia si el Instituto puede seguir 
existiendo ((917)) con independencia: hecha la prueba, se tomarán por la Santa Sede las resoluciones correspondientes también para el 
encargo dado con anterioridad. 

Fin de Página 775 


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No es que yo apruebe por esto la participación que V. S. ha sufrido de otros, y que yo difería comunicársela hasta haber visto resueltas 
las cosas sólidamente, como lo están al corriente. 

V. S. por otra parte ha obrado prudentemente, suspendiendo el viaje de don José Scappini en las actuales condiciones: y manifestándole 
mi pesar porque rio se haya podido lograr el arreglo de que yo le di idea en mi última, celebro, mientras tanto, repetirme con el debido 
aprecio y veneración 
De V.S.M.R. 

Roma, 1 de octubre de 1877. 

Su afmo. y s. s. 

L. Card. RANDI 
7 (El original en francés) 

Carta del abogado Michel al Can. Timon-David 

Señor Abate: 

El señor abate Bosco no ha podido por el momento venir a Niza, pero el Director de la casa de aquí ha ido a Turín: ha conferenciado 
con él, y le ha enviado la carta que usted me había dirigido el 21 de mayo último. 

Sopesado todo, ha recibido la respuesta adjunta: como está escrita en italiano y el abate Bosco es un mal calígrafo, la he traducido 
literalmente al francés; también yo soy un mal calígrafo y mal traductor, mas, a pesar de ello, podrá usted captar el pensamiento del 
Fundador de la Congregación de San Francisco de Sales, y espero que le gustará entenderse con él para crear en Marsella un hogar más 
en favor de la clase tan necesitada de los hijos del pueblo. Usted puede, si así lo quiere, escribirse directamente con él, porque yo me 
pongo a su disposición para la traducción. Celebro enviarle esta carta el mismo día en que la obra de Niza se instala definitivamente, 
porque hoy se firma el contrato de la compra del local definitivo. 

Leo en este momento la segunda edición de su Método de Obras para la Juventud, y le felicito por el gran servicio que hace a todos los 
directores de la Obra, poniendo a su disposición los frutos de su larga y segura experiencia. 

Acepte, señor Abate, los sentimientos de aprecio y consideración con los cuales tengo el honor de ser 

Niza, 9 de agosto de 1876. 

Su humilde y s. s.
ERNESTO MICHEL, Abogado.


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((918)) 8 (Original en francés) 

Autorización para la apertura del Patronato de San Pedro 

GOBIERNO CIVIL
de los
ALPES MARITIMOS
3.ª Div.
NIZA


Señor: 

Nos ha pedido autorización para crear en Niza una obra de Patronato en favor de los niños pobres, cuyo fin principal es darles 
instrucción religiosa, y colocar en talleres recomendables, donde aprendan un oficio, a aquellos que están más necesitados. 

Apruebo esta creación y deseo de veras que sus esfuerzos se vean coronados por el éxito. 

Sin embargo, tendrá que conformarse con las prescripciones de los artículos, tres y nueve de la Ley de 19 de mayo de 1874, sobre el 
trabajo de los muchachos en la industria, para que los que sean empleados en los talleres reciban la instrucción elemental. 

Reciba, señor, la seguridad de mi consideración más distinguida. 

Niza, 30 de diciembre de 1875. 

El Gobernador de los Alpes Marítimos ALBERTO DECRAIS 

Señor abate Bosco, calle Víctor, 21, Niza. 

9 

El sistema preventivo en la educación de la juventud 

Muchas veces se me ha pedido exponga, de palabra o por escrito, algunos pensamientos sobre el llamado sistema preventivo, practicado 
en nuestras casas. Por falta de tiempo no he podido hasta ahora satisfacer tales deseos; mas disponiéndome en la actualidad a imprimir el 
Reglamento usado ordinariamente hasta el presente casi por tradición, estimo oportuno dar aquí una idea que será como el índice de una 
obrita que estoy preparando y que publicaré, si Dios me da vida y salud para terminarla. Hago esto movido únicamente por el deseo de 
aportar mi granito de arena al difícil arte de educar a la juventud. Diré, pues, en qué consiste el sistema preventivo y por qué debe 
preferirse; sus aplicaciones prácticas y sus ventajas. 

((919)) I 

En qué consiste el sistema preventivo y por qué debe preferirse 

Dos sistemas se han usado en todos los tiempos para educar a la juventud: el preventivo y el represivo. El represivo consiste en dar a 

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conocer las leyes a los súbditos, y vigilar después para conocer a los transgresores y aplicarles, cuando sea necesario, el 

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correspondiente castigo. Basándose en este sistema, la palabra y la mirada del superior deben ser en todo momento, mas que severas, 
amenazadoras. El mismo superior debe evitar toda familiaridad con los subordinados. 

El director, para aumentar su autoridad, debe dejarse ver raras veces por los que de él dependen, y, en general, sólo cuando se trate de 
imponer castigos o de amenazar. 

Este sistema es fácil, poco trabajoso y sirve principalmente para el ejército y, en general, para los adultos juiciosos, en condición de 
saber y recordar las leyes y prescripciones. 

Diverso, y casi diré opuesto, es el sistema preventivo. Consiste en dar a conocer las prescripciones y reglamentos de un instituto y 
vigilar después de manera que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo vigilante del director o de los asistentes, los cuales, como 
padres amorosos, hablen, sirvan de guía en toda circunstancia, den consejos y corrijan con amabilidad; que es como decir: consiste en 
poner a los alumnos en la imposibilidad de faltar. 

Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor; excluye, por consiguiente, todo castigo violento y procura 
alejar aun los suaves. 

El sistema preventivo parece preferible por las razones siguientes: 

1) El alumno, avisado según este sistema, no queda avergonzado por las faltas cometidas, como acaece cuando se las refieren al 
superior. No se enfada por la corrección que le hacen ni por los castigos con que le amenazan, o que tal vez le imponen; porque éste va 
acompañado siempre de un aviso amistoso y preventivo, que lo hace razonable, y termina, ordinariamente, por ganarle de tal manera el 
corazón, que él mismo comprende la necesidad del castigo y casi lo desea. 

2) La razón más fundamental es la ligereza juvenil, por la cual fácilmente olvida las reglas disciplinarias y los castigos con que van 
sancionadas. A esta ligereza se debe sea, a menudo, culpable el jovencito de una falta y merecedor de un castigo al que no había nunca 
prestado atención y del que no se acordaba en el momento de cometer la falta; y ciertamente no la habría cometido si una voz amiga se lo 
hubiese advertido. 

3) El sistema represivo puede impedir un desorden, mas con dificultad hacer mejores a los que delinquen. Se ha observado que los 
alumnos no se olvidan de los castigos que se les han dado; y que, por lo general, conservan rencor, ((920)) acompañado del deseo de 
sacudir el yugo de la autoridad y aun de tomar venganza. Parece a veces que hacen caso omiso; mas quien sigue sus pasos sabe muy bien 
cuán terribles son las reminiscencias de la juventud; y cómo olvidan fácilmente los castigos que les han dado los padres, mas, con mucha 
dificultad, los que les imponen los maestros. Algunos ha habido que después se vengaron brutalmente de castigos que les dieron cuando 
se educaban. 

El sistema preventivo, por el contrario, gana al alumno, el cual ve en el asistente a un bienhechor que le avisa, desea hacerle bueno y 
librarle de sinsabores, de castigos y de la deshonra. 

4) El sistema preventivo dispone y persuade de tal modo al alumno, que el educador podrá, en cualquier ocasión, ya sea cuando se 
educa, ya después, hablarle con el lenguaje del amor. Conquistado el corazón del discípulo, el educador puede ejercer sobre él gran 
influencia y avisarle, aconsejarle y corregirle, aun después de colocado en empleos, en cargos o en ocupaciones comerciales. 

Por éstas y otras muchas razones, parece debe prevalecer el sistema preventivo sobre el represivo. 
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Aplicación del sistema preventivo 

La práctica de este sistema está apoyada en las palabras de San Pablo: La caridad es benigna y paciente... Todo lo sufre, todo lo espera 
y lo soporta todo (1 Cor 13,4.7). 

Por consiguiente, solamente el cristiano puede practicar con éxito el sistema preventivo. Razón y religión son los medios de que ha de 
valerse continuamente el educador, enseñándolos y practicándolos si desea ser obedecido y alcanzar su fin. 

1) El director debe, en consecuencia, vivir consagrado a sus educandos y no aceptar nunca ocupaciones que le alejen de su cargo; aún 
más: ha de encontrarse siempre con sus alumnos de no impedírselo graves ocupaciones, a no ser que estén por otros debidamente 
asistidos. 

2) Los maestros, los jefes de taller y los asistentes han de ser de acrisolada moralidad. Procuren evitar, como la peste, toda clase de 
aficiones o amistades particulares, con los alumnos, y recuerden que el desliz de uno solo puede comprometer a un instituto educativo. 
Los alumnos no han de estar nunca solos. Siempre que sea posible, los asistentes han de llegar antes que los alumnos a los sitios donde 
tengan que reunirse, y estar con ellos hasta que vayan otros a sustituirlos en la asistencia; no los dejen nunca desocupados. 

3) Debe darse a los alumnos amplia libertad de saltar, correr y gritar a su gusto. La gimnasia, la música, la declamación, ((921)) el 
teatro, los paseos, son medios eficacísimos para conseguir la disciplina y favorecer la moralidad y la salud. Procúrese únicamente que la 
materia de los entretenimientos, las personas que intervienen y las conversaciones que sostengan, no sean vituperables. Haced lo que 
queráis, decía el gran amigo de la juventud San Felipe Neri; a mí me basta que no cometáis pecados. 

4) La confesión y comunión frecuente y la misa diaria son las columnas que deben sostener el edificio educativo del cual se quieran 
tener alejados la amenaza y el palo. No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos; pero sí se les debe 
animar y darles comodidad para aprovecharse de ellos. Con ocasión de los ejercicios espirituales, triduos, novenas, pláticas y catequesis, 
póngase de manifiesto la belleza, sublimidad y santidad de una religión que ofrece medios tan fáciles, como son los santos sacramentos, y 
a la vez tan útiles para la sociedad civil, para la tranquilidad del corazón y para la salvación de las almas. Así quedarán los muchachos 
espontáneamente prendados de estas prácticas de piedad y las frecuentarán de buena gana y con placer y fruto 1. 

1 No hace mucho tiempo que un ministro de la reina de Inglaterra, visitando un colegio de Turín, fue conducido a una amplia sala 
donde estudiaban unos quinientos jóvenes. Fue grande su maravilla cuando observó tan gran multitud de chicos en perfecto silencio y sin 
asistentes. Se maravilló aún más al saber que a lo largo del año no se había registrado ninguna palabra que distrajera, ningún motivo para 
infligir ni amenazar ningún castigo. «-»Cómo es posible obtener tanto silencio y tanta disciplina?, preguntó. Díganmelo. Y vos -añadió al 
secretario-tomad nota de cuanto se diga. -Señor, respondió el director del centro, el medio que usamos nosotros, no pueden usarlo 
ustedes. -»Por qué? -Son arcanos revelados solamente a los católicos. -»Cuáles son? -La frecuente confesión y comunión y la misa diaria 
bien oída. -Tiene usted razón, nos faltan estos medios de educación. »No pueden ser suplidos por otros? -Si no se usan estos recursos 
religiosos, hay que recurrir a las amenazas y al palo. -Tiene usted razón. Tiene usted razón. O religión o palo; lo contaré en Londres». 

La tradición reconoció siempre en este ministro a Lord Palmerston. El 20 de diciembre de 
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5) Debe vigilarse con el mayor cuidado por que no entren en una casa de educación compañeros, libros o personas que tengan malas 
palabras. Un buen portero es un tesoro para una casa de educación. 

6) Terminadas las oraciones de la noche, el director, o quien haga sus veces, diga siempre algunas palabras afectuosas ((922)) en 
público a los alumnos antes de que vayan a dormir, para avisarles o aconsejarles sobre lo que han de hacer o evitar. Sáquense avisos o 
consejos de lo ocurrido durante el día, dentro o fuera del colegio; y no dure la platiquita mas de dos o tres minutos. En ella esta la clave 
de la moralidad y de la buena marcha y éxito de la educación. 

7) Téngase como pestilencial la opinión de retardar la primera comunión hasta una edad harto crecida, cuando, por lo general, el 
demonio se ha posesionado del corazón del jovencito con incalculable daño de su inocencia. Según la disciplina de la Iglesia primitiva, 
solían darse a los niños las hostias consagradas que sobraban de la comunión pascual. Esto nos hace conocer lo mucho que desea la 
Iglesia sean admitidos pronto los niños a la primera comunión. Cuando un niño sabe distinguir entre Pan y pan y revela suficiente 
instrucción, no se mire la edad: entre el Soberano celestial a reinar en su bendita alma. 

8) Los catecismos recomiendan la comunión frecuente; San Felipe Neri la aconsejaba semanal, y aun más a menudo. El concilio 
Tridentino dice bien claro que desea ardientemente que todo fiel cristiano, cuando oye la santa misa, reciba también la comunión. Pero 
esta comunión no sea tan sólo espiritual, sino sacramental a ser posible, a fin de sacar mayor fruto del augusto y divino sacrificio (sesión 
XXII, capítulo VI). 

III 

Utilidad del sistema preventivo 

Tal vez diga alguno que es difícil este sistema en la práctica; a lo que respondo que para los alumnos es bastante más fácil, agradable y 
ventajoso. Para los educadores encierra, eso sí, algunas dificultades, que disminuirán ciertamente si se entregan por entero a su misión. El 
educador es una persona consagrada al bien de sus discípulos, por lo que debe estar pronto a soportar cualquier contratiempo o fatiga con 
tal de conseguir el fin que se propone; a saber: la educación moral, intelectual y ciudadana de sus alumnos. 

A las ventajas del sistema preventivo arriba expuestas se añaden aquí estas otras: 

1) El alumno tendrá siempre gran respeto a su educador, recordará complacido la dirección de él recibida y considerará en todo tiempo 
a sus maestros y superiores como padres y hermanos suyos. Dondequiera que van alumnos así educados, son, por lo general, consuelo de 
las familias, útiles ciudadanos y buenos cristianos. 

2) Cualquiera que sea el carácter, la índole y el estado moral de un jovencito al entrar en el colegio, los padres pueden vivir seguros de 
que su hijo no empeorará de conducta, antes mejorará. Muchos jovencitos que fueron por largo tiempo tormento 

1880 narraba don Bosco este episodio al marqués Víctor Scati y comenzaba así: «Hace años vino a verme Lord Palmerston: llegó a las 
diez de la mañana y estuvo casi hasta seis de la tarde, visitando minuciosamente todo y pidiendo razones de todo, con aquella precisión e 
interés típicos de los ingleses». (Relación autógrafa, Turín, 24 de abril de 1891; véase Bol. Sal., octubre 1922, pág. 259). 

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((923)) de sus padres y hasta expulsados de correccionales, tratados según estos principios, cambiaron de manera de ser: se dieron a una 
vida cristiana, ocupan ahora en la sociedad honrados puestos y son apoyo de la familia y ornamento del lugar donde viven. 

3) Los alumnos maleados que, por casualidad, entraren en un colegio, no pueden dañar a sus compañeros, ni los muchachos buenos ser 
por ellos perjudicados; porque no habrá ni tiempo, ni ocasión, ni lugar a propósito; pues el asistente, a quien suponemos siempre con los 
alumnos pondría en seguida remedio. 

Una palabra sobre los castigos 

»Qué regla hay que seguir para castigar? A ser posible, no se castigue nunca; cuando la necesidad lo exigiere, recuérdese lo siguiente: 

1) Procure el educador hacerse amar de los alumnos si quiere hacerse temer. Así, el no darles una muestra de benevolencia es castigo 
que emula, anima y jamás deprime. 

2) Para los muchachos es castigo lo que se hace pasar por tal. Se ha observado que una mirada no cariñosa en algunos produce mayor 
efecto que un bofetón. La alabanza, cuando se obra bien, y la reprensión, en los descuidos, constituyen, ya de por sí, un gran premio o 
castigo. 

3) Exceptuados rarísimos casos, no se corrija ni se castigue jamás en público, sino en privado, lejos de sus compañeros y usando la 
mayor prudencia y la mayor paciencia para hacer comprender, valiéndose de la razón y de la religión, la falta al culpable. 

4) El pegar, de cualquier modo que sea, poner de rodillas en posición dolorosa, tirar de las orejas y otros castigos semejantes se deben 
absolutamente evitar, porque están prohibidos por las leyes civiles, irritan muchos a los alumnos y rebajan al educador. 

5) Dé a conocer bien el director las reglas y premios y castigos establecidos por las normas disciplinarias, a fin de que el alumno no 
pueda disculparse diciendo: «No sabía que estuviera esto mandado o prohibido». 

Si se practica en nuestras casas el sistema preventivo, estoy seguro de que se obtendrán maravillosos resultados sin necesidad de acudir 
al palo ni a otros castigos violentos. Hace cerca de cuarenta años que trato con la juventud, y no recuerdo haber impuesto castigos de 
ninguna clase, y con la ayuda de Dios, he conseguido no sólo el que los alumnos cumplieran con su deber, sino que hicieran 
sencillamente lo que yo deseaba; y esto de aquellos mismos que no daban apenas esperanzas de feliz éxito. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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((924)) 10 (El original en francés) 

Saludo de don Bosco a los peregrinos franceses 

A LOS
PEREGRINOS FRANCESES
QUE A SU VUELTA DE ROMA
VISITARON
EL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES


Os saludo, bravos e intrépidos franceses, y os manifiesto el más vivo reconocimiento por la visita que os dignáis hacer a este humilde 
centro. 

Con un pensamiento generoso dejasteis la patria, los padres, los amigos y os dijisteis a Roma, guiados por el amor a esta religión, cuyos 
hijos se han extendido por toda la faz de la tierra, pero que todos reconocen como jefe al soberano Pontífice que tiene su sede en la 
Ciudad Eterna. 

En Roma habéis satisfecho vuestra piedad, habéis visto al Vicario de Jesucristo, habéis contemplado asombrados la maravilla de este 
siglo, la gloria de la Iglesia, la fortuna del mundo, al incomparable Pío IX. 

En este momento, habéis interrumpido vuestro viaje para visitar la ciudad de Turín y habéis querido honrar con vuestra presencia el 
Oratorio de San Francisco de Sales. 

Os doy las gracias cordialmente, a vosotros en particular, flor y nata de la juventud católica, y en nombre de todos los que habitan en 
esta casa, os doy felizmente las gracias. 

No podemos recibiros como hubieran querido hacerlo nuestros corazones y como vosotros merecéis. Pero vuestra caritativa bondad 
sabrá dispensarnos. 

Volvéis al seno de vuestras familias; pediremos al ángel del Señor que os asista y acompañe, concediéndoos un viaje feliz. 
Conservaremos un imborrable recuerdo de vuestra amable visita y, cuando lleguéis a vuestros hogares, decid a vuestros seres queridos, 
que en Turín habéis encontrado unos amigos que os aprecian, porque son hijos del mismo Padre Celestial, profesan la misma religión en 
la tierra y aspiran, después, a la misma recompensa en el cielo. 

Os saludo, pues, venerables hermanos; permitidme que os llame con este nombre. El afecto de nuestro corazón y nuestras humildes 
plegarias os acompañarán siempre. 

Unid vuestros deseos a los nuestros y con un solo corazón y una ((925)) sola alma, pediremos al Dispensador de todos los dones una 
sola gracia, la de poder amarle y servirle fielmente en la tierra, a fin de que un día, todos juntos, podamos adorarle y bendecirle 
eternamente en el cielo. 

En la primera página del impreso se leía esta nota de encabezamiento: 

EL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES es un centro de la ciudad de Turín, donde se albergan casi ochocientos muchachos 
de todas las regiones. Se les forma en las artes y oficios y también se les prepara en los estudios primarios y secundarios, de acuerdo con 
sus disposiciones y aptitudes físicas y morales. Todos son internos. 

El Director
JUAN BOSCO, Pbro.


Fin de Página 782 


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Discurso de monseñor Aneyros en el Oratorio 

Señores, si a un extranjero le fuere permitido en esta apreciable reunión hablar el idioma de su tierra, ciertamente me resultaría 
agradable deciros las maravillas que Dios opera en todos los tiempos y entre todas las gentes y que nos manifiestan el amor que nos tiene. 
No ha lugar a duda que las tendencias de nuestro siglo están dirigidas hacia el mal, y, con tenaz persistencia de los malos, se trabaja para 
corromper los tiernos corazones de los jovencitos, de aquellos, digo, que fueron llamados por nuestro Redentor a su divino abrazo, como 
la porción elegida de su herencia. A pesar de ello, los tristes esconden sus malvadas intenciones, anunciándose a todo el mundo como 
favorecedores del progreso, de la instrucción, de la educación y de la libertad. 

A tal fin abren escuelas y colegios por doquiera. Pero »qué instrucción es la que allí se da? Temblamos por la generación que se forma 
en la escuela de los maestros de la falsa ciencia; porque la ciencia que no va acompañada de la virtud, llena de orgullo y pervierte hasta 
los mejores ingenios, que sin el áncora de la virtud son arrastrados por las ondas del mar falaz de esta vida. 

La virtud y la instrucción en los tiempos procelosos que corren, es aprovechada por lo malos, y no puede abrirse camino cuando 
debería; porque el medio para extenderse en las actuales circunstancias está colocado por Dios en la instrucción. Las artes y oficios las 
hacen servir los enemigos de Dios para sus malvadas teorías tendentes a materializar al proletariado, que es el más numeroso, y además el 
más fácil para la seducción. Pero, gracias a Dios, fueron desde sus orígenes ennoblecidas y sacrificadas por el Hombre-Dios y son 
protegidas después por todos los Papas y dirigidas a la virtud por los valerosos campeones del catolicismo. De ello nos ofrece ((926)) una 
espléndida prueba este santo lugar, donde las artes cristianas tienen asilo y son oportunamente dirigidas al desarrollo de las fuerzas físicas 
del muchacho y a despertar y asegurar en él las virtudes que necesita para ser un buen ciudadano y un óptimo cristiano. Si me fuera 
permitido dar un consejo, o mejor, expresar un deseo de mi corazón, diría que los reverendos padres de la Congregación Salesiana, 
elegidos por Dios para formar las nuevas generaciones, continúen con el sistema emprendido de educación, y que nunca se separen de él 
por cambiar de tiempo y lugar, ya que es el mejor de los mejores, el que corresponde a las exigencias de la edad presente, y el remedio 
para curar las llagas de la falsa ciencia, que, por castigo de Dios, se ha introducido a través de los enciclopedistas por todo el mundo de 
hoy. 

Señores, continuad las obras que habéis emprendido, y Dios os bendecirá en el tiempo y en la eternidad. 

Al volver a las remotas tierras del Río de la Plata, llevaré conmigo el gratísimo recuerdo de estas fiestas; y estad seguros de que jamás 
las olvidaré. 

Querría manifestar también al reverendo Superior de la Congregación Salesiana la ardiente gratitud que le profeso, y darle una prueba 
de mi ilimitado respeto; pero, ya que no me es dado, por mi condición de pobre peregrino, me limitaré a recomendar la obra de la 
Congregación Salesiana a la caridad ardiente de los egregios católicos de Turín, que deben amarla como una obra verdaderamente divina, 
tanto más que nació aquí por favor especial del cielo. 

Ruego a la omnipotente Madre de Dios, aquí venerada con el título de María Auxiliadora, que bendiga su floreciente obra y la propague 
por todas partes. 

Reverendos salesianos, ya que no podré recibir cada día noticias del progreso de 
783 

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VOLUMEN XIII Página: 784 

vuestra congregación en Europa, haced que las reciba al menos cada mes. Vosotros recibiréis a su tiempo las noticias más consoladoras 
de los progresos que vuestra Congregación va haciendo en San Nicolás, en Buenos Aires, en Montevideo y en la Patagonia, que se abre a 
vuestro ardoroso celo. Que íel Dios bendito os conceda su gracia y su bendición! 

Discurso del mismo en Alassio 

Laudate pueri, Dominum, laudate nomen Domini. Alabad, jóvenes, al Señor y magnificad su Providencia, tan grande y amorosa con 
todos, que extiende sus paternales cuidados hasta los pobres habitantes del nuevo Continente. Porque, si es grande el número de vicios y 
delitos, que contaminan la vieja Europa, y la falta de respeto a las autoridades eclesiásticas se deja sentir por todas partes en el antiguo 
((927)) continente, la joven América deseosa de libertad, propugnadora del progreso hasta la locura, no secunda a Europa en las nuevas 
teorías sociales que trastornan a la Iglesia y al Estado, al alma y la materia, a la nación y a la religión, al mundo y a Dios. 

Pero vosotros, queridísimos jóvenes, en este santuario de la ciencia y de la virtud estáis inmunes y cantáis al Señor sus loas. Laudate 
pueri, Dominum, laudate nomen Domini. 

Si por divina inspiración descubría Cristóbal Colón el nuevo mundo, lo hizo también, y sobre todo, para que fuese instruido en la 
religión católica, que él tanto amaba y profesaba con todo el corazón y sin ningún respeto humano. Más afortunados que Cristóbal Colón 
son los Salesianos, elegidos para reproducir los milagros de la caridad de san Vicente en este siglo egoísta, evangelizando a los pueblos 
que todavía duermen el sueño de la ignorancia en las inmensas regiones de la Pampa y de la Patagonia, salvarán a las generaciones 
presentes, prepararán las futuras para gozar de los bienes de la civilización que se deriva de la fe católica, y poblarán un día el cielo de 
bienaventurados. 

Queridos jóvenes, os lo repito, Laudate, pueri, Dominum, laudate nomen Domini, por la generosidad con la que Dios nos ha tratado a 
mí y a mis compañeros de viaje, peregrinos de la Ciudad Eterna, donde la maravilla de este siglo, el augusto Anciano del Vaticano, el 
inmortal Pío IX gobierna la Iglesia, en la que hemos nacido, vivimos y esperamos morir, y en la única que podemos obtener la gloria 
eterna. 

Load a Dios que es grande en sus maravillas, todas dirigidas a demostrar su ardentísimo amor a nosotros sus hijos; pero alabadlo de 
modo especial porque sois educados por los reverendos padres Salesianos, destinados por Dios a las más hermosas empresas y a las más 
apuestas obras en el antiguo y en el nuevo Continente para la mayor gloria suya y bien de las almas. 

13 (original en castellano, que copiamos al pie de la letra) 

Carta del Arzobispo de Buenos Aires a don Bosco 

Muy Rvdo. Padre y amigo veneradísimo, 

No he tenido un momento, y desearía tener mucho tiempo para escribir largamente a V. R. La ruptura de la máquina a vapor en el 
Poitou no nos hizo más que demorar 

Fin de Página 784 


VOLUMEN XIII Página: 785 

nuestra llegada hasta el viernes después de la Octava de la Asumpción de N.tra S.ra, que visiblemente nos favoreció. Hemos sido 
recibidos con entusiasmo como aquello de Turín en el Colegio de Via Cottolengo cuyos inolvidables días he referido aquí y me obligan a 
una profunda gratitud a V. R., a sus queridos padres y amados discípulos y favorecidos. He sentido no encontrar ((928)) aquí al P. 
Cagliero a quien me hará la gracia de saludar por mí; no menos sentí la muerte de uno de los R. P. íAh -siendo tan pocos y llevarnos la 
muerte uno! -íAlabado sea Dios nuestro Señor! Mucho gusto tuve de ver ya luciendo el primer plantel de la Escuela de Artes. El Señor lo 
bendiga y V. P. también. 

La extensión es tanta que sobrará campo para muchos misioneros. Así aun que los misioneros de San Vicente se dirigen y establecen en 
la Patagonia, podrán los Salesianos hacer otro tanto. Hoy mismo podrían ir. Mas no tenemos recursos para el viaje y demás. Hoy mismo 
nos aflige la dificultad para establecerlos de San Vicente. Procuraremos buscar pues los medios y cuando tuviese lo necesario avisaré a V. 

R. El Señor quiera facilitar las cosas. 
Dígnese V. R. saludar a todos esos R. de los diversos colegios y a los Señores que tanto nos han favorecido. Muchos y muy expresivos 
cariños a esos amados jóvenes que tanto nos favorecieron. Mil recuerdos de todos los compañeros. 

Quedo con todo mi afecto a los Salesianos y esperando que me escriba diciéndome con toda confianza cuánto...? Mis afectos a todos y 
a V. R. el corazón de S. R. S. y C. 

Buenos Aires, septiembre 4 de 1877. 

» FEDERICO Arzobispo de Buenos Aires. 

14 

Monseñor Espinosa a don Bosco 

Rvmo. y queridísimo don Bosco: 

Es siempre para mí una satisfacción recibir sus cartas y, con verdadero placer, he recibido su muy apreciada del 16 de julio. El señor 
Arzobispo llegó el 24 de agosto y le hemos recibido espléndidamente. Como V. S. Rvma. ya habrá leído en la pastoral publicada 
inmediatamente después de su llegada, casi no habla de otra cosa más que de V. S. y de los Salesianos. 

Aún sentimos la partida de don Juan Cagliero; salúdelo mucho de mi parte. 

Los Salesianos siguen bien; para estas témporas se ordenarán dos sacerdotes. 

Muchas gracias por el Sagrado Corazón y las flores. En medio de tantos asuntos es para mí una gran satisfacción saber que V. S. reza y 
hace rezar por mí. Se lo agradezco con toda mi alma y estoy siempre 

Buenos Aires, 5 de septiembre de 1877 

Suyo en J. C., ANTONIO ESPINOSA 

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VOLUMEN XIII Página: 786 

((929)) 15 (el original en castellano) 

Carta del joven Migone a don Bosco 

Muy Reverendo Padre y dignísimo Superior de los Salesianos D. Juan Bosco: 

Me apresuro a escribirle estas pocas palabras en contestación de su amable carta que todos hemos recibido con mucha alegría, 
agradeciéndole vivamente el cariño que V. R. nos tiene del cual yo nunca me olvidaré, pues doy gracias a Dios por haberme guiado en 
este asilo seguro de salvación que usted se ha dignado fundar para enseñar a los jóvenes a saber amar y bendecir al que nos creó y que nos 
está aprontando en los altos cielos nuestra dicha y nuestra felicidad si bien merecida la tenemos aquí en la tierra. No puede figurarse, 
querido padre, cuánto nos haya enternecido el don que se ha dignado pedir al sumo Pontífice Pío IX por nosotros y por nuestras familias; 
es un privilegio que apreciamos infinitamente, del cual no encuentro palabras para agradecerle dignamente. 

íAh si V. R. supiera el deseo que tengo de verle! no hay día que en algún momento no me acuerdo de usted, sin embargo no yo creo 
imposible que pronto venga a hacerle una visita si Dios quiera muy larga, deseando y rogando de Dios la dicha de guiarnos a su lado y al 
de todos mis condiscípulos todo el tiempo de mi vida y concurriendo con mis esfuerzos para que la Congregación Salesiana que yo tanto 
quiero siempre sea cada día más floreciente y más digna de los favores de nuestro Dios y del aprecio de los hombres. 

V. R. el día de Sta. Rosa se ha dignado celebrar una misa a Dios nos mande su bendición desde el Cielo, lástima que la carta que nos ha 
escrito haya llegado en el Colegio unos días después, por eso no hemos podido en aquel día hacer la Santa Comunión con la intención 
que V. R. en su carta deseaba, pero la haremos otra vez y yo por mi parte le auguro que cuantas veces comulgaré siempre me recordaré 
con ternura de V. R. que desde hoy quiero llamar con el dulce nombre de padre. 
Es, pues, su hijo que le ama de todo corazón deseándole una larga felicidad a usted y a todos los Salesianos de allí, que le pide una 
bendición y que besándole sus manos se protesta 

Villa Colón, 20 de agosto del 1877. 

Su afmo.
MARIO LUIS MIGONE


((930)) 16 (el original en castellano) 

Don Rafael Yéregui a don Juan Cagliero 

A 

R. P. Cagliero, 
Mi amigo: como sabra por el P. Lasagna, ya ha sido necesario cerrar la matrícula de los alumnos del Colegio pío de Villa Colón, pues 
no es posible alojar con comodidad un número mayor de alumnos que al matriculado hasta ahora. 

Creo y espero que el Colegio marchará, sin embargo, animado del deseo que así sea, voy a hacerle un pedido que creo lo hallará justo y 
razonable. 

Fin de Página 786 


VOLUMEN XIII Página: 787 

Me parece que hay necesidad de aumentar ya el personal pues que cinco sujetos son muy pocos para enseñar y cuidar los niños con el 
esmero con que los cuidan los que actualmente están en Colón. 

Esa fatiga puede soportarse y llevarse cumplidamente por algunos días, pero no por un tiempo largo, porque tienen que perder la salud 
los sujetos que se hallan tan recargados, a no ser aliviados o en la enseñanza, o en el cuidado a los niños. 

Esta es no sólo mi pobre opinión, sino la de varias personas muy sensatas y de algunos de los padres de familia que han colocado sus 
hijos en Colón. 

Agregue a esos cuidados las tareas anexas al que cuida del movimiento general de la Casa, compras, gastos menudos, etc., todo lo que 
absorbe tiempo y da fatiga. 

Si el P. Domingo hubiese permanecido en el Colegio, creo que en parte se llenaba esa necesidad, y mucho más si el P. Cagliero no nos 
hubiese dejado; pero a falta de estos dos: »no habría siquiera uno o dos sujetos de la Congregación que vinieran a compartir sus tareas 
con los excelentes que hoy están en Colón? 

No crea que hago estas observaciones porque haya notado la más mínima irregularidad en la marcha del Colegio, pero temo que la cosa 
no pueda marchar tan bien como se desea. Por otra parte, basta que se diga que el personal del Colegio se reduce a 5 individuos, para que, 
por regla general, se forme la opinión de que o no podrán atender a todo, o se sacrificarán en pocos meses. Esta es la opinión que he oído 
a varios, y de la que casi participo yo en la segunda parte. 

Mi Amigo, disimule mi impertinencia, pero créame que le hablo con la sinceridad del mejor amigo del Colegio Pío de Villa Colón. Es 
necesario, es urgente aumentar el personal de individuos de la Congregación. ((931)) »No vino un clérigo de los suyos destinado a Colón, 
y pasó para Buenos Aires? Vea si le agrega otro y me lo manda. 

A todas mis anteriores indicaciones debo agregar las dos siguientes: 1.° Entre los alumnos de Colón hay algunos picarillos que 
aumentan el trabajo de vigilancia de los Padres; 2.° Aun por la parte del bombo necesario en la época presente, se hace indispensable 
poder decir: el Colegio cuenta con 8 profesores (aunque en ese número se cuente el de inglés). 

Lea con paciencia esta mal hilvanada epístola y contésteme favorablemente a lo que pido. 

Reciba los saludos de los de Casa y Amigos. Mande a SS. y Am.° 

Montevideo, 5-3-1877. 

RAFAEL YEREGUI. 

B 

R. P. Juan Cagliero, 
Mi Amigo: aquí está el pobre del otro día. 

Recibí su carta en que me dice que aumentará el personal de Colón. Después hablé con el P. Lasagna y me dijo que había escrito a V. 

R. pidiéndole los sujetos que debía enviarle. Urge, urge muchísimo, mi amigo, que usted aumente ese personal, no sólo porque es de 
imprescindible necesidad para no sacrificar a los Padres de Colón, y para que los niños sean bien atendidos, sino también por el efecto 
moral que hará ese aumento. 
Mire, Amigo, que se está formando entre los mismos buenos padres de familia una mala atmósfera: todos dicen que el personal es 
deficiente, y por esta razón yo me he visto en la necesidad de decir a todos: Vienen dos Padres más, y viene el Doctor 

Fin de Página 787 


VOLUMEN XIII Página: 788 

Cagliero a permanecer aquí; pero temo que voy a quedar por mentiroso, y lo que será peor, seguirá aumentando la mala atmósfera. El P. 
Lasagna me ha dicho que vendrán dos, pero se irá uno. Esto no es aumentar el personal con dos, sino con uno. 

El P. Lasagna se desvive por organizarlo todo, pero no es posible que él atienda a todo, no es posible que él sea Rector, Procurador del 
Colegio, Ministro, Prefecto de estudios, Catedrático, etc. 

íQué Jeremías éste don Rafael!, dirá mi Amigo Cagliero; pero, Amigo, venga y verá cómo no son sólo lamentaciones sino que es 
necesario necessitate medii el aumento del personal; así los profesores tendrán tiempo para estudiar, como lo necesitan, mientras los 
prefectos sólo tengan el cuidado de los niños: así las lecciones serán suficientemente largas, habrá en ellas la explicación indispensable, 
no se limitará a lecciones puramente a memoria. 

íQué majadero! dirá usted. 

((932)) Mi Amigo: venga, y palpará la necesidad urgentísima de aumentar el personal. Viniendo hablarán con usted, con toda franqueza 
el buen señor Arocena y otros Señores que, tanto como yo, se interesan en el bien del Colegio: su presencia es tanto más necesaria cuanto 
que actualmente se trata de construir algo, y conviene ver bien antes lo que se va a hacer, cómo se va a hacer, y con qué elementos ciertos 
se cuenta. 

Quiera disimular tanta majadería, y mande a SS. y amo 

Montevideo, 16-3-1877. 

RAFAEL YEREGUI. 

Piense bien, mi Amigo, que en Colón están fijas las miradas de muchos. Todos exigen, y todos deseamos que aquel Colegio sea de 
primer orden; y usted sabe que las primeras impresiones, si no son buenas, difícilmente se cambian. íQué machaca! 

17 (presentamos el original latino y su traducción) 

Correspondencia entre don Bosco y el señor Benítez 

a) Benítez a Don Bosco 

Descendat gratia Domini N.I.C.tanquam Descienda, como suave rocío, la 
suavis ros super Venerabilem Sacerdotem gracia de N. S. J. C. sobre el 
Ioannem B. Bosco, Salesianorum Venerable Sacerdote, Juan B. 
Patrem, Ducem et decorem. Bosco, padre, guía y honor de los Salesianos. 

Aurora nova et iucunda refulget ab Una nueva y alegre aurora 
Oriente fluminis Argentini, apud villam brilla por el Oriente del río de dictam Colon: Collegium Pium ibi la Plata, en la llamada 
Villa 
instituitur, sub benedictione Episcopi Colón: se ha fundado allí el 
Megaricensis et Reipublicae Uruguaiae Colegio Pío, contando con la Praesulis patrocinio. Magno cum gaudio bendición del Obispo 
de 
excipiuntur inde hospites taurinenses. Montevideo y la protección del Non minori laetitia commoventur Presidente de la 
República de 
habitatores in San Nicolás de los Uruguay. Con gran gozo son 
Arroyos et in enviados desde allí los 

huéspedes turineses. Con no menor alegría se conmueven los 
habitantes de San 

Fin de Página 788 


VOLUMEN XIII Página: 789 

Convictorio Sancti Francisci Salesii Nicolás de los Arroyos y en el 

supra littora amoena fluvii magni internado de San Francisco de cursus, Paraná nominati ab indiis. Sales, en las amenas orillas de 
este gran río, llamado Paraná 
por los indígenas. 

Ibi fratres nostri Cagliero et Allí nuestros hermanos, Cagliero 
Tomatis audiuntur hortantes advenas y Tomatis son escuchados, 
sonoro et hispanico sermone, exhortando a los que vienen a 
auspicantes continua Divinae ellos en sonoro e hispánico 
Providentiae praesidia et munera lenguaje, mereciendo las continuas 
excelsa. ayudas y copiosos dones de la Divina Providencia. 

Sic etiam et nos gratulamur, quod También nosotros nos 
scimus anno progrediente, mense congratulamos, al saber que, 
proximo novos alumnos esse venturos dentro de este año, el mes 
et commodis habitationibus collocandos. próximo, ingresarán nuevos alumnos y se aposentarán en 

cómodas dependencias. 

Requiescamus omnes patres et filii Descansemos todos los padres e 
huius religiosae familiae sub auspicio hijos de esta religiosa familia, et protectione Auxiliatricis Beatae bajo el manto y la protección 
de 
Mariae Virginis Deiparae Immaculatae. Santa María Madre de Dios, Virgen 

Inmaculada y Auxiliadora. 

A Civitate San Nicolàs, Janua, 17, Ciudad de San Nicolás, enero, 
1877. 17,1877. 

Obsequentissimus servus tuus et Tu obediente siervo y fiel amigo 
amicus fidelis 

I. FRANCISCUS BENITEZ. I. FRANCISCO BENITEZ 
((933)) b) Del mismo al mismo (el original en castellano) 

íViva Jesús! 

M. R. P. D. Juan Bautista Bosco,
Superior de la Congregación Salesiana
Comienzo con esta invocación usual de nuestro Santo Patrono, implorando los favores celestiales para V. R., para sus hijos americanos 
y para los peregrinos que se dirigen desde Buenos Aires a Roma. Ya que no podemos acompañarlos personalmente, miremos nuestras 
plegarias a las de los demás fieles, deseando ante todo cumplida salud a Nuestro Soberano Pontífice. 

He tenido el gusto de conocer y «tractar», en las dos primeras semanas de Pascua, al dignísimo misionero don Francisco Bodratto, 
Director de la Escuela de Artes y Oficios en Buenos Aires. En esos mismos días partirá el doctor Cagliero a visitar una colonia italiana en 
la provincia de Entre-Ríos; la cual carecía de auxilios espirituales por el espacio de muchos meses. De igual beneficio participa esta 
«comaría» por el infatigable celo de nuestros hermanos del Colegio San Nicolás, quienes confiesan a los adultos y socorren a muchos 
moribundos. 

Fin de Página 789 


VOLUMEN XIII Página: 789 

De poco sirve este cooperador con todas sus ínfulas de caballero y con el cariñoso tratamiento del Papa; veremos, si más adelante, se 
presentan ocasiones en que sea más 

Fin de Página 789 


VOLUMEN XIII Página: 790 

útil. Al presente me encomiendo con toda cordialidad a las caritativas bendiciones de V. R. rogando al Señor la conserve por muchos 
años. 

San Nicolás, 1.° de mayo de 1877. 

JOSE FRANC.° BENITEZ 

c) Don Bosco al señor Benítez (El original en latín) 

Al querido amigo y hermano, José Francisco Benítez, saluda con el mayor afecto en el Señor 

Cada vez que recibo tus cartas, siempre experimento un indecible gozo espiritual. Y es que tus expresiones son, en todos los aspectos, 
unas palabras de amigo benevolentísimo, de un padre amantísimo y de un extraordinario bienhechor, que, de palabra y obra, desea 
vivamente hacer el mayor bien posible a los hijos de San Francisco y a su Congregación. 

Sigue así, verdadero amigo mío; ayuda a mis hijos y, a través de ellos, ayudarás a la Iglesia Católica. Pero recuerda que tu caridad no es 
sólo para el presente, sino para el porvenir; es decir, mientras nuestra humilde Congregación tenga hijos. 

Si se me permite rogarte algo especial, te lo diré de forma confidencial. Mis hijos, residentes en Buenos Aires, por carencia de recursos, 
están pasando dificultades económicas; por eso, el P. Bodrato me escribió hace tiempo que no cuenta, para él y sus compañeros, con más 
subsidios que los procedentes de las limosnas de los fieles, que acuden diariamente a la iglesia de Ntra. Sra. de la Misericordia. ((934)) Te 
ruego, si está en tu mano hacer algo buenamente, ayudes a estos hijos míos. Utilizo la expresión si puedes, porque me son sobradamente 
conocidos los muchos donativos que, tanto en San Nicolás de los Arroyos como en Buenos Aires, repartes cada día. Deseando, mientras, 
que sigas acumulando méritos, fruto de tu gran magnanimidad, te prometo que, desde el comienzo de este mes de mayo, celebraré por ti 
una misa en el altar de María Auxiliadora y nuestros alumnos ofrecerán asimismo la sagrada Comunión y otras preces a Dios. 

Que tengas buena salud y lo pases bien, alma escogida, amigo fiel. Dios te guarde y te conserve por muchos años. Yo, rezaré a Dios por 
ti mientras viva; y, cuando el Creador me llame a la patria eterna, esto mismo lo seguirán haciendo por siempre mis hijos en Europa, Asia 
y América, según espero. Amén. 

Espero, como regalo precioso, otras cartas tuyas, si te viene bien hacerlo. Entre tanto, ruega a Dios por mí, y, en mutua unión espiritual, 
luchemos varonilmente para coronarnos felizmente. 

Otra vez, adiós. 

Turín, 30 de abril de 1877. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página 790 


VOLUMEN XIII Página: 791 

18 

Carta de monseñor Espinosa a don Bosco 

Estimadísimo don Bosco: 

No es para decir cuánto siento la partida de don Juan Cagliero, y ruego a Dios que los asuntos de Oriente tomen tal cariz que no pueda 

V. R. enviarlo al Asia y se vea obligado a volver a nosotros. 
Hemos sentido mucho la muerte de don Juan Bautista Baccino, víctima precisamente de tanto trabajar, y tengo miedo de que le suceda 
lo mismo también a don Francisco Bodrato que está aquí solo en Buenos Aires con la escuela de los aprendices, la iglesia Mater 
Misericordiae, y la parroquia de la Boca. Así que haría falta que V. R. le enviase todo un batallón de Salesianos. 

V. R. puede contar con mi buena voluntad que nunca les faltará a los suyos, que les serviré en todo cuanto puedan mis débiles fuerzas, 
como si yo fuese un Salesiano más. 
Le agradezco las muchas atenciones tenidas con el señor Arzobispo y los peregrinos argentinos y le suplico me encomiende mucho al 
Señor en sus santos sacrificios y oraciones. 

Buenos Aires, 24 de julio de 1877. 

De V. R. afmo. amigo y s. s.
ANTONIO ESPINOSA


((935)) 19 

Don Bosco y la Propagación de la Fe 

a) Relación al Consejo central de la Propagación de la Fe 

Misiones salesianas en América del Sur 

La finalidad de las misiones salesianas es la de colaborar a la evangelización de la Patagonia, de los Pamperos y otros salvajes de 
América del Sur. 

Para evitar la pérdida infructuosa de operarios evangélicos, como sucedió con los que intentaron llevar el Evangelio al interior de aquel 
país, obtenido el consentimiento y la bendición del Padre Santo Pío IX, y con la aprobación de monseñor Aneyros, Arzobispo de Buenos 
Aires, se deliberó: 

1.° Establecer un centro en la Capital de la República Argentina, de donde partiese el mando y la dirección de las misiones y de todo lo 
que a las mismas se refiere. 

2.° Fundar colegios y casas de educación junto a los salvajes, en donde se atendiese a los que hubieran ya recibido la fe; albergar a los 
niños más abandonados, y mientras tanto, a través de los hijos, poner a los misioneros en relación con los padres salvajes, y con la ayuda 
de Dios hacer que los indios se convirtiesen en evangelizadores de sí mismos. 

Iglesias y casas abiertas en América por los Salesianos 

Fin de Página 791 


VOLUMEN XIII Página: 791 

1.° Los Salesianos llegados a Buenos Aires asumieron la dirección y administración de la iglesia llamada de la Misericordia con un 
hospicio anejo. 

2.° Se abrió en la misma ciudad un centro para atender a los más pobres y abandonados, especialmente a los indios. 

Fin de Página 791 


VOLUMEN XIII Página: 792 

3.° En la Boca, populoso suburbio de Buenos Aires, recientemente formado por forasteros, con casi quince mil almas, los Salesianos, a 
propuesta del Ordinario diocesano, tomaron la dirección de la Parroquia, abrieron escuelas diurnas y nocturnas, oratorios festivos, etc. 

4.° En San Nicolás de los Arroyos se fundó un seminario o colegio para las misiones. En él reciben educación cristiana e instrucción 
literaria casi doscientos muchachos. 

5.° En esta misma Ciudad funciona una iglesia pública, se asiste y dirige un pequeño hospital en el que hay gran necesidad de quien 
administre los consuelos de nuestra santa Religión Católica. 

6.° El Colegio Pío de Villa Colón, junto a Montevideo, cursan los estudios casi ciento cincuenta muchachos, con los que se espera 
preparar misioneros indígenas para ayudar a la evangelización de los pamperos y de los indios que todavía existen al norte del Uruguay y 
del Paraguay. 

((936)) 7.° Junto a la ciudad de Montevideo se abrió la iglesia de Santa Rosa para adultos. 

8.° Ahora se han terminado los trámites para abrir una casa en la ciudad de Colores, otra en Sta. Cruz, en el estrecho de Magallanes, y 
una tercera en Petrópolis, en Brasil. 

Sucesos 

Estas primeras pruebas produjeron sucesos muy satisfactorios. En varias misiones, dadas en las colonias confinantes con los salvajes, se 
atrajo a muchos a la fe, se pudo administrar el bautismo a algunos indios, y, durante el mes de abril último, en una misión dada por el 
teólogo Cagliero, con un compañero, en Entre Ríos, en la colonia Libertad varios indios recibieron el bautismo y hasta pudieron 
prepararse para recibir la primera comunión. Algunos más atrasados fueron internados en el orfanato de Buenos Aires. 

Ya hay unos cincuenta jóvenes que piden abrazar el estado eclesiástico y dan señales de vocación. Dieciséis se hicieron misioneros 
salesianos y desean ir a predicar entre los salvajes patagones. 

En general, las iglesias de los Salesianos son frecuentadas, los alumnos dan esperanzas de éxito; las misiones tenidas hasta ahora son de 
gran satisfacción y esperamos que seguirán dando frutos para la salvación de las almas. Los obispos, párrocos y autoridades locales 
mantienen óptima relación con los Salesianos, les recibieron benévolamente, los favorecen y los protegen. Existen las más cordiales 
relaciones con las órdenes religiosas y con las congregaciones eclesiásticas. 

Salesianos actualmente en América 

La primera expedición salesiana, a América, con diez misioneros, partió el 14 de noviembre de 1875; la segunda, con catorce, fue el 
mismo mes de 1876. La tercera salió de Burdeos el 2 de diciembre de 1876: eran diez. Entre las tres expediciones suman treinta y cuatro. 
Se añadieron dieciséis indígenas 1; de modo que el número de salesianos actualmente en América del Sur es de cincuenta. 

1 Quiere decir nacionales, aspirantes a la Congregación como coadjutores y algunos como clérigos. 

Fin de Página 792 


VOLUMEN XIII Página: 793 

Previsiones 
Para sostener estas misiones hay que prever: 
1.° Ayuda material para sostener los colegios abiertos para las misiones en Turín, en Sampierdarena, junto a Génova, en la ciudad de 

Niza y en otras partes. 

2.° Promover las fundaciones de casas de educación y las misiones en las Colonias que se acercan y se meten entre los mismos salvajes. 

((937)) 3.° Establecer misiones especiales en Patagonia y sobre todo en Santa Cruz, Bahía Blanca, en la Pampa y en la Patagonia. 

Medios materiales 

Todo el peso de estas misiones se ha sostenido por la Congregación Salesiana, que debió acudir a la caridad pública y a la misma 
inagotable beneficencia del Sumo Pontífice. Pero difícilmente puede una Congregación naciente continuar estas religiosas empresas, 
salvo que la obra de la Propagación de la fe acuda en su ayuda con los medios providenciales de que puede disponer. Con ilimitada 
confianza se suplica humildemente al Ilmo. Sr. Presidente de esta Obra benemérita, con residencia en Lyon, que se digne tomar en 
favorable consideración lo más arriba expuesto. 

b) Respuesta del Consejo (el original en francés) 

Reverendo Superior: 

El Consejo central de la Propagación de la fe ha recibido la carta que usted ha escrito con fecha 30 de septiembre último, y la ha 
examinado con todo el interés que se merece. 

El mismo título de nuestra Obra demuestra suficientemente lo simpático que le resulta el establecimiento de misiones nuevas, y, desde 

este punto de vista, el anuncio de la fundación de un centro religioso en la Patagonia entra del todo en la finalidad que nos proponemos. 

Sin embargo, antes de que podamos aceptar una petición de fondos para tal objeto, nos son indispensables dos cosas: 

1.ª Erección económica por la Santa Sede de la misión en cuestión. 

2.ª Que, al informarnos de una manera oficial de esta erección, S. E. el Cardenal Prefecto de la Propagación nos haga conocer quién es 
el que ha sido designado por la autoridad del Sumo Pontífice como jefe de la nueva misión y a manos de quién, de acuerdo con los 
principios constitutivos de nuestra Obra, deberán ser enviados los subsidios, de que nos será posible disponer. 

Nos ha parecido necesario, Reverendo Superior, indicarle la marcha que nuestros reglamentos exigen en la circunstancia que usted nos 
propone: con la esperanza de que ellos puedan cumplirse, le rogamos acepte el homenaje de nuestros sentimientos de respeto con los 
cuales tenemos el honor, de profesarnos suyos, Reverendo Superior, 

Lyon, 8 de octubre de 1877. 

Vuestros humildes y atentos servidores Por el Consejo Central de Lyon 
El secretario del Consejo El Presidente 

O. MEGNIS R. DES GUREY 
Fin de Página 793 


VOLUMEN XIII Página: 794 

((938)) 20 

Contrato de compra del convento de Nuestra Señora de las Gracias en Nizza Monferrato 

Los abajo firmantes están de acuerdo en la compraventa del inmueble existente junto a la ciudad de Nizza Monferrato, conocido con el 
nombre de Convento de Nuestra Señora de las Gracias, con las siguientes condiciones: 

I. La venta se hace por la Sociedad Enológica Saviglianense, representada por el Señor Esteban Lanzetti, a favor del reverendo Juan 
Bosco, por el precio de treinta mil liras. 
II. La venta se hace con la cesión de la fábrica y terrenos en cultivo, en la situación en que se encuentran al presente, a excepción de los 
muebles y de las vasijas de vino depositados todavía en la bodega del edificio. 
III. Con los actuales inquilinos se mantendrán los conciertos habidos con la Sociedad. Dígase lo mismo del viñador que lleva en 
arriendo las vides y el cuidado del terreno anejo. 
IV. La Escritura notarial se hará, a más tardar, antes de los tres meses, se pagará la mayor parte posible, y, si hubiere demoras, se fijarán 
los intereses y fechas correspondientes. 
Turín, 30 de abril de 1877. 

Por la Sociedad Enológica Saviglianense El Director 
ESTEBAN LANZETTI 

JUAN BOSCO, Pbro. 

21 

Diligencias ante la Santa Sede para dicha adquisición 

a) Súplica de don Bosco al Sumo Pontífice 

Beatísimo Padre: 

El sacerdote Juan Bosco, conmovido por la horrenda profanación del Convento e iglesia, pertenecientes a los RR.PP. Capuchinos en 
Nizza Monferrato, reducido hoy a un almacén público de vinos, con el consentimiento del Ordinario monseñor Sciandra, obispo de 
Acqui, desea comprar esos edificios, devolver la iglesia al culto religioso, y hacer del Convento un centro religioso. 

A tal fin, presenta un sucinto informe de las vicisitudes que ha sufrido este Convento después de la forzada expulsión de dichos PP. 
Capuchinos. Habiendo llegado aquel claustro a manos de la Hacienda Pública por la supresión de 18 55, la Congregación de caridad de 
Nizza ((939)) lo adquirió con intención de hacer de él una Obra Pía: pero lo permutó por otro local del Municipio de aquella ciudad, el 
cual, no sabiendo qué beneficio sacar, cedió esta posesión a una Sociedad Enológica, que, desde muchos años, tiene este convento con la 
iglesia anexa dedicado a usos profanos y almacén de vino. Se cree que alguno de estos compradores haya poseído este sacro lugar con 
subordinación a la Santa Sede, aunque no se hayan cumplido las condiciones 

Fin de Página 794 


VOLUMEN XIII Página: 795 

impuestas, sea por muerte de quien buscó la licencia, sea por divergencias en la Sociedad, constituida en parte por protestantes. Estos 
últimos compradores nsan cederlo a cualquiera que se les presente; y, por ello, este humilde suplicante, de acuerdo con el Ordinario 
Diocesano, estaría dispuesto, con la bendición de Vuestra Santidad, a adquirirlo para el fin mas arriba indicado. 

Pide en consecuencia a Vuestra Santidad la facultad de efectuar el contrato de compra de este inmueble, dispuesto, como hijo 
obediente, a aceptar toda condición que le pareciere conveniente imponer, para integridad de la justicia y gloria de Dios. 

Por tanto, en espera de las sapientes disposiciones de V. S., el humilde suplicante besa de rodillas su Santo Pie, mientras implora para sí 
y para sus hijos la Bendición Apostólica. 

Firmado: JUAN BOSCO. 

b) Rescripto de concesión (en latín en el original) 

Tras la audiencia habida con Su Santidad, el que suscribe, Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, el día 14 de 
septiembre de 1877. 

Su Santidad, tras haber escuchado la relación del Obispo de Acqui, y oído asimismo el parecer del P. Procurador General de la Orden 
de Capuchinos, encomendó benignamente al precitado Obispo que, con tal de que se verifiquen como ciertos los datos expuestos, 
conceda, según su discreción particular, la facultad solicitada por el demandante, para adquirir las aludidas Casas de sus actuales 
poseedores, según se especifica en la instancia; así como también que el precitado demandante haga una declaración escrita, que deberá 
archivarse en la Curia diocesana, en el sentido de que esas edificaciones, con su iglesia aneja, sean devueltas a la Orden religiosa a que 
antes pertenecían, en el caso de que dichos Religiosos puedan regresar al mismo lugar; y todo ello, una vez recibido por anticipado el 
precio de compraventa. 

Y sin que haya nada en contrario. 

Roma... 

S. Card. FERRIERI, Pref. 
A. Arz. de MYRA, Secr. 
(hay un sello) 

c) Declaración de don Bosco 

El que suscribe, a fin de volver al culto una iglesia y un Convento, pertenecientes a los RR.PP. Capuchinos en Nizza Monferrato, hoy 
reducido a almacén de vino, está dispuesto a hacer la adquisición y ((940)) someterse a los gastos que comporta la compra, readaptación y 
conservación. Después, en atención a las prescripciones de la Santa Iglesia, promete cederlo nuevamente a los mismos Religiosos en el 
caso, Dios lo haga, que puedan volver allí. No se pone mas condición que la de que el comprador sea indemnizado de los gastos 
realizados a tal fin. 

Turín, 24 de septiembre de 1877. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página 795 


VOLUMEN XIII Página: 796 

d) Decreto de Mons. Sciandra, como delegado de la S. S.
(en latín, en el original)


JOSE MARIA SCIANDRA,
por la gracia de Dios y de la S. Sede Apostólica,
Obispo de Acqui
y, en este asunto, Delegado Apostólico.


Examinado, y con la mayor reverencia, el Rescripto expedido por la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, de fecha 14 de 
septiembre, 1877, con el presente decreto anexo, 

Constándonos la veracidad de los datos, que anteceden al mencionado rescripto, 

Examinada también la declaración escrita por parte del demandante, reverendo Juan Bosco, Superior General de la Congregación 
Salesiana, en el sentido de que restituiría los edificios, que se especifican, con la iglesia aneja, a la Orden Religiosa de los Capuchinos, en 
el caso de que éstos puedan regresar de nuevo al lugar en cuestión, no sin antes haber recibido el importe de la compraventa de manos del 
demandante, 

En uso de la autoridad que nos ha sido benignamente concedida, concedemos las facultades necesarias al Reverendo Juan Bosco, para 
adquirir tales inmuebles, de acuerdo con las preces de petición, formuladas por él mismo a la Santa Sede, y cumplidos todos los trámites 
que, en el correspondiente Rescripto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, se prescriben. 

Dado el 27 de septiembre de 1877. 

» JOSE MARIA, Ob. y Del. Apost.
FRANCISCO BERTA, Pbro. Secr.


22 

Decreto de clausura del primer Capítulo General 

Ad maiorem Dei gloriam et ad honorem Sancti Francisci Salesii 

Los Directores de todas las casas de la Congregación Salesiana con los miembros del Capítulo Superior, presididos por el Rector Mayor 
Reverendo Juan Bosco, se reunieron el día 5 de septiembre de 1877 en el colegio San Felipe Neri de Lanzo Torinese para el Primer 
Capítulo General. Invocada la asistencia del Espíritu Santo, aquella tarde, a las ((941)) siete, se hizo la apertura formal. Durante los días 
siguientes, se celebraron 26 reuniones, en las que se resolvieron muchas cosas y se confirmaron muchas otras anteriormente resueltas o, 
mejor, se declararon de acuerdo con el espíritu de las Reglas de la Congregación y fueron redactadas totalmente con exactitud y escritas 
claramente por dos secretarios. 

Discutidos y aprobados los temas propuestos, y así cumplida la finalidad por la que se había convocado este capítulo, el día 5 de 
octubre, puesto que los directores eran reclamados a las casas que tenían confiadas, aún quedando muchas cosas por ordenar, aclarar y 
expresar más exactamente, antes de salir declararon unánimemente que se daba amplia facultad al Rector Mayor para cancelar, añadir o 
cambiar cuanto creyere 

Fin de Página 796 


VOLUMEN XIII Página: 797 

conveniente, de acuerdo con el espíritu de nuestra Congregación, que se cancele, añada o cambie en las dos copias de las actas del mismo 
Capítulo. 

A este fin todos los Superiores que tomaron parte en él, firmaron para autenticar su aprobación. 

Lanzo, 5 de octubre de 1877. 

JUAN BOSCO, Pbro. Rector Mayor.
(siguen las demás firmas)


23 

Carta de presentación de las cosas más notables
deliberadas en el primer Capítulo General


Amadísimos hijos en Jesucristo: 

Apenas fue aprobada definitivamente nuestra Congregación por la clemencia del Sumo Pontífice, vosotros, amadísimos hijos, disteis 
gracias a la misericordia del Señor por un beneficio tan señalado. Pero enseguida todos manifestasteis el vivo deseo de tener una 
explicación de nuestras Constituciones. Esta explicación debía ser como un Reglamento inmutable, una interpretación práctica de los 
artículos orgánicos traducidos a la realidad. A este fin se publicó una carta, que se hizo preceder a la primera publicación de nuestras 
Reglas en lengua italiana. Con la misma finalidad se escribieron otras cartas y se dieron múltiples conferencias, que eran más una 
exhortación para la observancia de nuestras Constituciones, que no una explicación de las mismas. Esto estaba reservado para el primer 
Capítulo General celebrado en septiembre de 1877. 

Los Directores, los Prefectos y otros de nuestras Casas, en grado de aportar consejo o aclaraciones sobre los temas propuestos, fueron 
invitados: juntos estudiaron y conferenciaron durante más de un mes. Aunque durante ese lapso de tiempo se haya trabajado mucho, 
todavía hubo que dedicar más de un año, y, al presente, todavía no se pueden dar por terminadas y definidas las cosas. Porque, tratándose 
de un ((942)) Reglamento, que es lo mismo que decir, deducir de los artículos orgánicos las aplicaciones a poner en práctica en los 
distintos oficios del Sagrado Ministerio y de la material administración de nuestras cosas públicas y privadas, ciertamente había que 
dedicar un estudio serio y diligente. 

Por ahora, empezad a recibir lo que se estableció respecto a la vida común, a la moralidad, a la economía, y a las inspectorías, que son 
las cuestiones de más prisa e importancia. Lo demás también os será comunicado pronto. 

Para más ayudar a la comprensión de las deliberaciones de este Capítulo, el Director de cada casa está encargado de leerlas y 
explicarlas separadamente. Por tanto, al menos una vez al mes, dará una conferencia sobre el particular a los hermanos. 

Mientras tanto, amados hijos, sed constantes en la observancia de nuestras Reglas: no sea en vano la aprobación otorgada por el Sumo 
Pontífice, sino practiquémoslas según las normas trazadas en ellas. Quede fijo en nuestra mente que la fiel correspondencia a los 
beneficios recibidos es un medio eficacísimo para merecer que continúen las celestes bendiciones sobre nuestra Congregación. Nuestras 
casas se multiplican, crece el número de alumnos, y digámoslo para mayor gloria de Dios, aumenta el celo de los Salesianos; porque por 
las distintas noticias que tenemos, se nos 

Fin de Página 797 


VOLUMEN XIII Página: 798 

asegura que en Europa y en América afrontan voluntariosos toda suerte de peligros, de trabajos y de dificultades para ganar almas a 
Jesucristo. 

Dios Nuestro Señor continúe dándonos su gracia e infundiendo en nuestros corazones valor y constancia para practicar ejemplarmente 
nuestras Constituciones, teniendo puesto nuestro corazón allí donde está preparado un gran premio para todos los que son fieles al 
servicio divino en la tierra. Ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia. (Estén fijos nuestros corazones, donde están los verdaderos 
goces). 

La gracia de N.S.J.C. esté siempre con nosotros y rogad por mí que con paternal afecto soy 

Turín, 1.° noviembre 1878. 

Vuestro afectísimo JUAN BOSCO, Pbro. 

24 

Dos cartas del Ministerio de Asuntos Exteriores a don Bosco 

a) Carta del Ministro 

Honorable Señor: 

Antes de responder a la apreciada carta que V. S. Rvma. me ha dirigido el 24 de octubre pasado, he querido examinar diligentemente, si 
las condiciones del balance asignado a este Ministerio me permitían, también este año, ayudar las obras de insigne beneficencia ((943)) 
que, por su iniciativa, han nacido y crecido junto a varias de nuestras colonias en el extranjero. Desafortunadamente he debido 
convencerme de que los fondos asignados apenas serán suficientes para hacer frente a las necesidades extraordinarias que los casos de 
Oriente han creado en los lugares que sufrieron la guerra, y, más aún, apenas servirán para que muchos de nuestros agentes queden sin 
compensación alguna después de sus muchas molestias y los graves sacrificios padecidos. 

Así las cosas, espero que V. S. me perdonará si debo dejar para mejores situaciones del balance satisfacer los deseos que V. S. me 
expresa. Me sirvo ahora de la presente oportunidad para ofrecerle, Rvmo. Señor, las manifestaciones de mi más distinguida consideración 

Roma, 24 noviembre de 1877. 

MELEGARI 

b) Carta del Secretario General 

Muy Rvdo. Señor: 

Por la respuesta del señor Melegari verá, que esta vez nos ha sido totalmente imposible ayudarle en su empresa. Los casos de Oriente 
han absorbido todos los recursos de nuestro mezquino balance; y, ni siquiera podremos reembolsar íntegramente las pérdidas 
excepcionales sufridas por muchos de nuestros agentes. Me veo 

Fin de Página 798 


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obligado a decirle esto, a fin de que se persuada. de la buena voluntad del señor Ministro, el cual habría deseado, vivamente poderle 
ayudar. 

Con la más alta consideración, me afirmo 

Roma, 27 de noviembre de 1877 

Su atto. y s. s. 

S. MALVANO 
25 (El original en francés) 

Carta del Ministro francés de Asuntos Exteriores a don Bosco 

Ministerio de Asuntos Exteriores 
Dirección de Fondos Públicos 
y de Contabilidad 

Reverendo Superior: 

He recibido la carta con la que usted me honró el 26 de octubre último, a fin de obtener pasaje gratuito, en favor de cuarenta misioneros 
que usted se proponía enviar al Uruguay y a la República Argentina. 

Hubiera sido muy feliz, reverendo Superior, si hubiera podido acceder a los deseos que me manifestaba; pero, el pliego de condiciones 
anejo a la ley de concesión de nuestras líneas transatlánticas, estipula, de una manera formal, que el beneficio de viaje gratuito está 

exclusivamente ((944)) reservado a los miembros de las órdenes religiosas que gozan de la condición de franceses. 

Me encuentro, pues, en la imposibilidad de aceptar la petición con que usted ha querido honrarme. 

Reciba, reverendo Superior, la seguridad de mi más atenta consideración. 

París, 7 de noviembre de 1877. 

(firma) 

26 (en latín, en el original) 

Carta de don Bosco al Patriarca de Lisboa 

Excelentísimo Señor Patriarca, 
He escrito ya dos veces al reverendo Daniel Rademaker. Pero, por motivos que ignoro, no he recibido respuesta. Por todo ello, te ruego, 
Excelentísimo Señor Patriarca, te hagas cargo de este asunto y, si te resulta factible, te dignes ayudarme. Se trata de lo siguiente: 
Cuatro misioneros salesianos, pertenecientes a esta humilde Congregación, se ven precisados a embarcar en el puerto de Lisboa, con 
rumbo a Argentina. Por lo que necesito dos favores de tu caridad, a saber, que me digas: 

Fin de Página 799 


VOLUMEN XIII Página: 799 

1.° En qué día del mes suele arribar a ese puerto un barco inglés, denominado Male Real. 

Fin de Página 799 


VOLUMEN XIII Página: 800 

2.° Si, por acaso, sería posible que estos religiosos, durante su espera para embarcar en esa Ciudad, pudieran hospedarse en un lugar 
seguro; por ejemplo, en el Seminario, abonando el importe del alojamiento que fuera del caso. 

No te extrañe, Excelentísimo señor Patriarca, si me tomo tanta libertad y confianza la primera vez que te escribo. Doy por descontado 
que tu caridad será benigna y paciente. Excusa, por tanto, mi atrevimiento, y el Señor te dará el céntuplo de cuanto hagas por mí en este 
caso. 

Te suplico humildemente en el Señor tu bendición para mí y mis hijos. Adiós. 

27 (en latín, en el original) 

Carta de Mons. Ceccarelli a don Bosco 

PEDRO B. CECCARELLI SALUDA EN EL SEÑOR A SU PADRE AMANTISIMO, JUAN BOSCO, RECTOR Y MODERADOR 
DE LA FAMILIA SALESIANA. 

Nada más grato y útil para mí que oír tu voz paternal y seguirla esforzadamente, como cumple sea en un hijo totalmente adicto. ((945)) 
Hace poco recibí tu carta, Reverendísimo Padre, y la leí varias veces, pues la encontré plenamente afectuosa para mí. Por todo ello, te doy 
las más expresivas gracias, y recíbelas con el mismo espíritu que acompañas cada día a tus hijos. Tus augurios demuestran tu gran 
corazón; tus consejos, tan necesarios para mí, evidencian tu amistad, bondad y virtud. Los unos, claro está, no puedo echarlos en saco 
roto; y los otros, trataré, con la ayuda de Dios, con todas mis fuerzas, de que aprovechen a mi alma. 

»Qué decir de ti, Padre mío, de tus Obras, de tus hijos e hijas? 1. Confieso mi ignorancia, y más vale que me calle. Has conseguido toda 
clase de virtudes: prudencia, humildad, caridad, etc.; has herido la cabeza del diablo insidiante, sin preocuparte de sus maquinaciones; y 
vistes de luz a tu nueva Hija y la llevas hasta lo más alto. Te has humillado hasta lo más bajo, como un guiñapo 2; pero no temas, actúa 
virilmente, que en Dios esté puesta sólo tu esperanza y, muy en breve, serás coronado de gloria. 

Tus hijos son hermanos míos y, los amo tanto que, por ellos, estoy dispuesto a todo, incluso a la muerte. 

Si en algo puedo serte útil o grato a ti y a tu Familia Saiesiana, ea, mándame, Padre: heme aquí, envíame. 

Que sea el Corazón de Jesucristo el deseadísimo lugar en el que ambos nos encontremos, nos movamos y nos amemos mutuamente. 
Adiós. Que ésa tu gran obra de redención puedas llevarla a cabo aquí y en todas partes. No niegues tu bendición para mí y mis familiares, 
y tenme siempre como siervo e hijo tuyo. Adiós. 

Sampierdarena, junto a Génova, 17 de noviembre 1877. 

1 Monseñor había predicado los ejercicios a las Hijas de María Auxiliadora en Mornese y en Turín. 

2 Alude a los conocidos ultrajes sufridos por don Bosco. 

Fin de Página 800 


VOLUMEN XIII Página: 801 

Carta de monseñor Lacerda a don Bosco 

Muy querido don Bosco: 

El día 8 de este mes llegué aquí, y, en vez de proseguir el viaje, me quedé: hoy tenía que salir para Río de Janeiro, pero el vapor no ha 
llegado y, por tanto, sólo mañana podrá ser la partida. 

No sé cómo resultará mi pobre italiano, pero hay que escribir, decir disparates y equivocaciones de la lengua, sin corrección, porque me 
falta el tiempo 1. Magna res agitur (De algo grande se trata), como V. R. va a ver. 

Heme aquí en Lisboa, convertido en apóstol de los Salesianos, o mejor y más humildemente dicho, en amigo de los Salesianos y de los 
Portugueses. 

((946)) He hablado aquí de usted, de sus hijos y de sus establecimientos, y todos han demostrado su alegría y bendicen a Dios, que 
reparte sus dones prout vult. También he hecho ver que sería algo grande y que reportaría mucho bien pedirle que enviase aquí a algunos 
de los suyos. 

Portugal es una gran nación católica, y de Lisboa salían los Javier para la India, los Anchietta y los Ignacios para Brasil y todos los 
misioneros de los países de Asia y Africa. íCuántos hombres y cuántos santos y doctos! Hoy gime Portugal, como ha dicho el Papa, bajo 
la más fiera masonería... El gobierno es masónico o no puede hacer ningún gran bien, por oposición de los francmasones. Los Obispos 
pueden hacer muy poco, porque algunos tienen miedo, otros están atados, y la buena voluntad episcopal encuentra serias dificultades. El 
pueblo está corrompido en las ciudades de Lisboa y de Oporto, al menos en gran parte, y, aunque muchos tienen buen corazón y fe, están 
abandonados. El clero... Hay en él buenos sacerdotes, pero algunos tienen miedo y ni siquiera llevan sotana, otros se ven envueltos en 
serios enredos, otros son malos, y algunos han apostatado y se han hecho protestantes. La antigua nobleza es buena, óptima, cristiana, 
recibe los sacramentos y lleva una vida devota. 

La antigua nobleza, algunos sacerdotes y muchos señores se esfuerzan admirablemente para hacer el bien, y lo hacen. Más aún, algunas 
obras religiosas, a título particular, tienen colegios, dan misiones, y, pese a tantos obstáculos, hacen maravillas. En Portugal hay jesuitas, 
franciscanos, benedictinos, lazaristas, hermanas de la caridad, monjas terciarias (como las de santo Domingo, san Francisco de Asís, san 
Francisco de Sales, etc. ). Hay asociaciones para algunas obras santas. Gracias a Dios, todavía hay fe activa y santamente productiva de 
frutos de vida eterna. 

Existen todavía escuelas a cargo de algunas asociaciones, principalmente de damas nobles. 

Hay todavía muchísimos conventos antiguos desiertos, que el Gobierno vende, y que algunos católicos han comprado con la debida 
licencia y permiso apostólico. 

El protestantismo hace grandes esfuerzos para destruir totalmente la antigua fe; y así los protestantes abren escuelas, y realizan grandes 
esfuerzos para obtener la apostasía de los sacerdotes, algunos de los cuales han apostatado y abierto escuelas. 

Hay señores y señoras que han hecho y hacen grandes esfuerzos para conservar la fe, abrir escuelas y oponerse al protestantismo pero 
ícuántas dificultades, cuántos gastos! 

1 En el original italiano se conservan los errores ortográficos. 

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Cuando la escuela es dirigida por una comunidad marcha menos mal, pero cuando lo es por seglares, ícuántos enredos!... 

He dicho a algunas señoras: -»Y por qué no llaman a los Salesianos de don Bosco? -Y entonces les explico quiénes son los Salesianos, 
quién es don Bosco, y lo que yo he visto en Turín. 

Hoy por la tarde vinieron a visitarme dos nobles señoras, y me contaron que una pariente tenía cuatro o cinco escuelas ((947)) en casas 
alquiladas, con casi quinientos muchachos del pueblo, muchos pobres y algunos descalzos, los cuales van a su casa de noche, y solamente 
están en la escuela durante el día. Me dijeron también aquellas señoras, muy amigas mías (y que hacen un gran bien y tienen bajo su 
protección a las Terciarias Dominicanas Irlandesas), me dijeron que en aquellas escuelas la gran dificultad estaba en los profesores, 
porque no son siempre los mismos, ni tales como se querría en todos los sentidos y aspectos, aunque son escogidos y buenos. Entonces 
yo les dije: 

-»Y por qué no pedir a don Bosco que envíe a sus Salesianos? 

Y prometí escribir a V. R., como lo estoy haciendo. 

Pero vea que lo que agrada mucho es el saber que los suyos no solamente enseñan letras, sino también a escribir y a leer, y sobre todo 
artes y oficios, y música. Don Bosco de mi alma: las artes y oficios... son algo de nuestros días; las artes y oficios y la instrucción 
primaria para los hijos del pueblo... Estos son, para mí, puntos de gran importancia. Para la intrucción superior ya hay buenos colegios 
dirigidos por comunidades religiosas; mas, para los muchachos, para los hijos del pueblo, hay mucho que hacer; »y quién mejor que los 
Salesianos? 

Mi querido don Bosco, no puedo decirlo todo, porque me falta tiempo. Hay en este reino, y en esta Lisboa, muchas cosas y personas 
buenas; ípero cuántos males! 

He aquí, pues, la conclusión: muchos vienen a pasear por Portugal y Lisboa: venga también usted, pero no a pasear, sino a ver, y hablar 
y explorar; o, al menos, envíe a don Juan Cagliero, que ya sabe español (lengua semejante al portugués). 

Y usted debe saber que casi toda la India pertenece a Portugal y que, aún hoy, Portugal tiene colonias en la India y que antiguamente se 
hablaba portugués por casi todo el litoral de la India. 

He oído decir que don Juan Cagliero tenía que ir a la India. Me parece servicio de Dios, que venga antes a Portugal, se pare aquí, abra 
las primeras casas, y parta después para la India. Será un gran servicio de Dios. Los gastos que los Salesianos harán para venir y ver serán 
otras tantas limosnas espirituales en favor de los portugueses, de las almas. Quién sabe... si los Salesianos harán una gran revolución en 
favor de la Iglesia. 

Víctor Manuel quiere a don Bosco y a los Salesianos, y la reina de aquí es hija de Víctor y también es piamontesa, y quizá conocerá a 
don Bosco y a María Auxiliadora... Aquí no son mal vistos los italianos (según me dijeron) y también por esta parte va bien la cosa. 

Sé muy bien que los masones han suprimido hace tiempo los monasterios de los frailes, y que en estos últimos años han echado a todas 
las Hermanas de la Caridad. Pero las monjas y los mismos frailes, sin hablar, ni hacer hablar de ellos, van entrando, se establecen y 
realizan un gran bien. 

Nada de llamar la atención, y adelante: esta es la regla que se debe seguir siempre: nada de pedir protección al Gobierno, ni ((948)) de 
comenzar a gritar contra los malos, sino de hacer el bien despacio y callandito. Basta que hablen los hechos, que hable el bien y no pierda 
su elocuencia vencedora. 

Aquí está como Nuncio del Padre Santo monseñor Domingo Sanguigni, Arzobispo 

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VOLUMEN XIII Página: 803 

de Tarso, que fue Internuncio en Río de Janeiro. Habita en una parte del palacio de la Condesa de Sarmiento, santa señora. La casa está 
en la rua das Quelhas, número treinta y seis. 

En Lisboa se debe hablar a la Condesa de Río Mayor (óptima señora como la Condesa de Sarmiento). Por medio de éstas se conocerán 
muchas otras señoras y señores de bonísima voluntad. 

Venga usted o don Juan Cagliero. El invierno es aquí muy suave y, por tanto, pueden venir dentro de poco: solamente el mar no será tan 
bueno en el invierno. La distancia de Turín a Lisboa, no es tan grande. Lisboa será un punto de descanso para los Salesianos que irán a 
Río de Janeiro y al Río de la Plata. 

Un pensamiento: me parece que los Salesianos de Río de Janeiro y de la Plata no deben ocuparse antes en Portugal. Hay que venir, ver, 
hablar y después decir sí o no. Hay dificultades que, solamente vistas, pueden resolverse. Y aquí todo podrá decidirse en cinco días o en 
una semana. 

Debo advertir que desgraciadamente sucede que los sacerdotes, si llevan sotana, son insultados... aunque la llevan siempre los 
Lazaristas y los Dominicos Irlandeses (sotana y no el hábito de la orden). Lo he dicho todo, el resto lo dejo a don Bosco y a Dios. Res 
Dei agitur (es cosa de Dios). 

No sé si V. R. podrá leer esta mi pobre carta, tan mal escrita; pero »qué hacer? Me falta tiempo para corregirla y (me parece) que las 
correcciones necesitarían nuevas correcciones in infinitum. 

Pido una gracia y es que V. R. me responda. En Río de Janeiro espero la respuesta. Y plazca a Dios que V. R. me diga: consummatum 
est. Esto es: los Salesianos ya están en Lisboa. 

En todo caso me parece haber hecho algo bueno: »qué me dice usted? Esta carta es reservada, esto es, no debe ser impresa de ningún 
modo. 

Me encomiendo a todos los del Oratorio de Turín, Lanzo y Valsálice. 

Una oración a Dios por mí 

Lisboa, 23 de noviembre de 1877. 

Afmo. y s. s.
» PEDRO MARIA DE LACERDA Obispo de Río de Janeiro


Mis sacerdotes saludan a V. R. y a todos los demás Salesianos. 

((949)) Había ya cerrado esta carta, cuando tuve un pensamiento. Me parece que todo lo que he dicho es una imprudencia, porque nadie 
me ha encargado de escribir a V. R. ni tampoco saben que lo haya hecho tan deprisa. »Y entonces por qué tanta prisa, siendo tan dudosa 

la cosa para el porvenir? 

Pero me falta corazón para romper la carta. Porque: 

1.° Esta carta es un pensamiento mío. 

2.° Sirve para decirle que se piensa en los Salesianos. 

3.° Que, quizá, un día se haga una petición a usted. 

4.° Sirve para que V. R. me escriba y me diga francamente su pensamiento y su sentimiento sobre esta gran obra. Si usted me dice: 

-Todavía no es su hora-yo no Perderé más tiempo, porque he dado una demostración de afecto. 

Ruegue por mí, 

24 de noviembre de 1877. » PEDRO 

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El vapor llegó y saldré hoy mismo. Obispo de Río de Janeiro 
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VOLUMEN XIII Página: 804 

Extractos de periódicos después de la carta anónima 

De la Gazzetta d'Italia de Florencia (27 de diciembre, edición de la mañana): «Una ardiente y extraña lucha hierve en Turín entre el 
Arzobispo Gastaldi y don Bosco. Se han celebrado dos reuniones. Una, organizada por el Arzobispo, con sus partidarios, los cuales, entre 
paréntesis, son pocos, y cuando dicen con los labios que lo son, no lo son de corazón, viéndose obligados a colocarse de su parte por la 
ineludible fuerza de las circunstancias; la otra, reunida y capitaneada por otro dignatario clerical, que indirectamente representa a don 
Bosco y a todo el partido de este finísimo y muy astuto sacerdote. A tal propósito corrió por Turín una secreta circular, cubierta de 
vituperios y de gravísimas acusaciones contra el Arzobispo, circular que nosotros habíamos leído, quedando maravillados de que dos 
campeones del partido clerical hayan perdido la brújula hasta descender a diatribas y luchas de este género. Por fin, uno y otro han sido 
llamados a Roma, ante un Consejo de Obispos y Arzobispos para las necesarias explicaciones: y puede resultar muy bien que el 
Arzobispo se vea obligado a abandonar esta sede para emigrar a otra». 

De la Gazzetta Piemontese (28 de diciembre): 

«La firma de una circular secreta. -Corre por Turín una circular secreta, impresa por un tal, que se firma: Un antiguo alumno del 
Oratorio, que tiene a mucha honra ((950)) llamarse Cooperador salesiano. Sin una tan larga perífrasis, que no dice nada, habría hecho 
mucho mejor este tal publicando su nombre, y no cometiendo la grave falta de delicadeza y de indiscreción, el de una tercera persona, con 
mengua de la misma, y muy gran dolor de quien principalmente le tiene afecto por naturaleza. Se trata en la circular de ciertas cuestiones 
y disentimientos entre el Arzobispo Gastaldi y don Bosco. No nos ocuparíamos de ello, de no haberse entremetido la tercera persona 
señalada, expuesta así a las habladurías del público y de los malintencionados. Queden, pues, advertidos el autor o los autores de dicha 
circular, a fin de que, en cualquier otra ocasión semejante, presente o futura, quieran emplear más educación y delicadeza, y, mientras no 
se atreven ellos mismos a firmar sus propios escritos, no enmascaren su responsabilidad con otros nombres» 1. 

La Gazzetta del Popolo ya había publicado el día 9 de diciembre un artículo contra el Arzobispo titulado: Un pecado mortal Superlativo 
según el Catecismo Gastaldiano. Trataba sobre la cuestión Rosminiana. El día 30 publicó otro titulado: Dúo antipático entre don Bosco y 
el Arzobispo de Turín. En pocas palabras, el contenido de la carta anónima se entretenía describiendo las primeras reuniones de los 
canónigos y de los párrocos. Decía que no se sabía quién había compilado las direcciones para los párrocos. Se supo, en cambio, que las 
había preparado el teólogo Lanza (carta del reverendo Anfossi a don Juan Bonetti, entre el 12 y el 5 de enero de 1878). No reproducimos 
nada del artículo, porque no lo permite el decoro. 

1 La «tercera persona» debe ser la designada en este paso de la carta anónima: «la señorita Mazzé, sobrina del señor Arzobispo, que es 
todavía una de las insignes bienhechoras salesianas». 
804 

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30 (en latín en el original) 

Breve en favor de la Archicofradía de M. A. 

Pío PP. IX
para perpetua memoria del asunto.


Nos ha sido solicitado, por el querido hijo Juan Bosco, presbítero, que la Piadosa Asociación de devotos de la Bienaventurada Virgen 
María Auxiliadora, que tiene su sede en su templo de Turín, bajo la advocación de la Inmaculada Virgen Madre de Dios, Auxilio de los 
Cristianos, y que fue erigida canónicamente en Archicofradía en 1870, sea agregada al conjunto de Asociaciones existentes en la diócesis 
de Turín. Nuevamente se nos suplica por el mismo querido hijo que tal privilegio queramos hacerlo extensivo también a otras diócesis 
para mayor gloria de Dios, aumento de la devoción hacia tan excelsa Patrona nuestra y bien espiritual de los fieles. Nos, por tanto, ((951)) 
secundando los deseos del mismo, y tratando, con especial afecto, de que todos y cada uno de los afectados por este rescripto prosigan 
(tal devoción), absolviéndolos y declarándoles absueltos de toda clase de sentencias, censuras y penas de excomunión y entredicho, sean 
cuales fueren sus motivaciones y si, por acaso, hubieran incurrido en ellas, concedemos e indulgenciamos, de modo definitivo, en virtud 
de nuestra Autoridad Apostólica y por medio de este Decreto, agregar a la aludida Archicofradía, con sede en el templo de Turín, 
dedicado a Nuestra Señora, Santa María Auxilio de los Cristianos, cualesquiera otras asociaciones del mismo nombre, establecidas en 
todas las Diócesis de la región de Piamonte, con tal de que hayan sido erigidas canónicamente y se hayan observado siempre 
regularmente las normas felizmente recibidas de nuestro Predecesor, Clemente Papa VIII, y las restantes disposiciones apostólicas, antes 
promulgadas. Disponemos que estos Decretos nuestros sean firmes y válidos y que surtan efectos plenos e íntegros, debiendo cumplirse 
totalmente por lo que están afectados por los mismos; y así deberá ser juzgado y definido por todos los Jueces ordinarios y delegados y 
también por los Auditores del Palacio Apostólico; y se considerará inválido y carente de sentido cuanto atente contra ellos, tanto si se 
actúa consciente como inconscientemente. No siendo óbice las Constituciones y Ordenaciones apostólicas y, en cuanto les afecte 
directamente, las de la aludida Archicofradía y otras normas similares; incluso cuanto pudiera apoyarse en juramento, aprobación 
apostólica o cualquier otra motivación (fundada) en normas, en costumbres e, incluso, en privilegios, así como en indultos y rescriptos 
apostólicos de cualquier forma concedidos, reiterados y renovados y que contraindiquen cuanto antecede, tanto colectiva como 
singularmente, derogamos expresa y especialmente -sean cuales fueren los motivos en contrario-, por una única vez, y para el exacto 
cumplimiento de cuanto antecede, cuantas normativas se hayan observado hasta el presente, tanto escritas, como transmitidas de boca en 
boca, y que, en otro tiempo, estuvieron justamente fundadas. 

Dado en Roma, ante San Pedro y bajo el Anillo del Pescador, el día 11 de marzo de 1877, 31.° de nuestro Pontificado. 

En nombre del Card. ASQUINIO, D. JACOBINI, Sustituto 

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Convenio para Mendrisio 

Convenio entre el Gobierno del Cantón Ticino y el reverendo don Cayetano Pollini, párroco de Mendrisio, con el señor Pedro 
Guidazio, doctor en letras, respecto al colegio Cantonal en el barrio de Mendrisio. 

1.° El reverendo Cayetano Pollini y Pedro Guidazio, doctor en letras, se obligan a proveer del personal necesario para la instrucción 
((952)) asistencia y dirección del Colegio-internado Cantonal de Mendrisio, para muchachos del lugar y para muchachos forasteros, que 
quisieren asistir a él. 

2.° El plan de instrucción seguirá la disciplina establecida por los programas de los colegios Cantonales y las escuelas superiores 
masculinas del Cantón Ticino. 

Los docentes deberán estar capacitados para sus respectivas clases y serán siete. 

3.° El Gobierno proveerá el mobiliario del colegio con todos los objetos necesarios para la clase y para el provechoso ejercicio de la 
misma, pero conservando la propiedad; nada podrá exigir por el deterioro sufrido con el uso que tendrá. 

4.° El mismo Gobierno se obliga a pagar a los arrendatarios ocho mil liras por el primer quinquenio, después del cual se hará una 
reducción. Pero, no asume ninguna responsabilidad o gastos por el internado, salvo las que las leyes cargan a los propietarios por 
impuestos y reparaciones. 

5.° El Gobierno concede el uso del edificio del colegio, de la iglesia, y los frutos de la tierra y jardines anejos al actual edificio del 
colegio. 

6.° El presente contrato tendrá validez por cinco años y se entenderá renovado cuando una de las partes no se haya desdicho cinco años 
antes. 

7.° En las atenciones que se refieren a la moralidad y a la instrucción religiosa, el Gobierno Cantonal se somete a la prudencia de los 
arrendatarios. 

8.° Las escuelas se abrirán a primeros del año escolar 1877-1878. 

9.° Los alumnos externos no estarán obligados a ninguna cuota, pero sí a observar todos los reglamentos, establecidos por el colegio, 
tanto en los días festivos como en los laborales. 

32 

Carta del profesor Juan Cattaneo a don Bosco 

Muy reverendo e Ilustre Señor: 

Al llegar aquí, hace pocas semanas, a su hermosa iglesia de María Auxiliadora, rogué con todo el afecto del alma entristecida; rogué a 
la Bienaventurada Virgen María para que ayudase a la juventud de mi pobre país. Después, al marchar, llevaba conmigo entusiasmado la 
esperanza de que la Providencia habría elegido los profesores que V. S. forma a la sombra del hermoso templo de María, para aportar un 
gran bien a mis jóvenes paisanos, esto es un buena educación. En cuanto a mí, creía haber prestado mi pobre labor como un simple 
((953)) auxiliar, como un sencillo soldado en medio de una legión de veteranos. Pero, al cabo de varios días, mientras tendía en mi pueblo 
montañés a templar mi cuerpo y mi alma, recibí un telegrama del señor Pedrazzini, Presidente de la Comisión de Educación Pública, 
comunicándome que el Gobierno pretendía confiarme la dirección del instituto de Mendrisio. Fui a Locarno y 

Fin de Página 806 


VOLUMEN XIII Página: 807 

oí las graves razones que hicieron abandonar el pensamiento de llamar a Mendrisio una Colonia Salesiana y que estas razones fueran 
fundadas, lo demostraron los recientes gravísimos desórdenes de Lugano y de Chiasso donde la plebe se cebó de tal modo que hubo que 
restablecer el orden con la milicia federal. Esto no me apartó todavía de poner manos a una obra eminentemente patriótica; y, aunque yo 
sepa muy bien que estoy sobre un volcán, trabajo, sin embargo, activamente y con serenidad en la nada fácil necesidad, confiando que el 
Señor me asistirá. Mientras tanto le digo, con toda candidez, que en los apuros recurriré también a usted, ya desde ahora, sintiendo la 
grave responsabilidad que pesa sobre mis hombros, le suplico me encomiende alguna vez a la infinita caridad del Sagrado Corazón de 
Jesús y de María Auxiliadora, a fin de que tenga yo esas luces y esa fuerza moral y física, que se requieren para hacer mucho bien a mi 
patria, tan arruinada con el radicalismo moral. Incluyo cincuenta liras italianas, que espero acepte usted, para sus huérfanos, cuya oración 
es preciosa ante el Señor. El otro día fui a hablar con el muy reverendo don Luis Guanella 1; me dijo que una gran equivocación, a su 
parecer, ocasionó que el hermoso proyecto se malograra, por ahora. Y ciertamente fue también una equivocación, que yo había venido 
expresamente a subsanar desde Turín como delegado gubernativo. Pero lo que nosotros llamamos equivocación »no sería acaso una 
disposición de la Providencia que se vale muy a menudo de los instrumentos menos aparentes para obrar prodigios? Y ojalá quisiese 
obrar uno de ellos muy grande por mi medio, por mi pobrísima persona; y quisiera que el instituto de Mendrisio contribuyera 
poderosamente a formar una generación nueva de hombres creyentes, laboriosos, morigerados, dignos de un pueblo republicano y 
católico. 

Y al cerrar la presente, le ruego de nuevo quiera encomendarme a mí y a mi desgraciado país a María Auxiliadora, y besando con toda 
la efusión del alma sus manos consagradas, me suscribo de V. B. S. R. 

Locarno, 7 de septiembre de 1877. 

Su atto. y s. s.
JUAN CATTANEO, profesor


P. D.: Mis atentos saludos al muy reverendo don Miguel Rúa y ruéguele me conceda la gracia de hacerme la lismona de una avemaría. 
((954)) 33 

Contrato con Tor de'Specchi 

CONTRATO 

Entre el reverendo Juan Bosco, Superior de la Congregación Salesiana, y la señora marquesa Luisa Canonici, Madre Presidenta de la 
Excelentísima Casa de las Oblatas de Santa Francisca de Tor de'Specchi. 

Hay que decir ante todo que la piadosa y caritativa persona Magdalena Galeffi, de santa memoria, que fue Presidenta del mismo 
Instituto, animada por el espíritu de 

1 Don Luis Guanella, director de la casa de Trinitá, como se aprecia por una carta suya que pertenece al legajo, se encontraba en la 
diócesis para una visita a los padres. 

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VOLUMEN XIII Página: 808 

caridad y de celo por la gloria de Dios, trabajó por la difusión de los buenos libros, estampas, medallas, rosarios, crucifijos y objetos 
semejantes. Recibía estos objetos en depósito, de la librería salesiana de Turín. Sucedió que: ya fuera por cobranzas que la caritativa 
señora no anotara en su momento, ya fuera por falta de registro de las mismas, ya fuera por excesiva reducción de precios el hecho es que, 
al organizar las cuentas, se encontró con una falta de casi veinte mil liras, que no aparecían pagadas, aunque las mercancías habían sido 
vendidas. 

No queriendo el reverendo Bosco que la obra caritativa de la señora Galeffi fuera a cargo de su comunidad; deseando conservar las 
admirables relaciones con un instituto del que había recibido grandes beneficios, perdonó toda obligación que pudiese provenir del 
despacho de dichas mercancías. El estaba íntimamente persuadido de que aquella alma bendita no había percibido ninguna ventaja de las 
ventas y que todo procedía de una falta de práctica en asuntos comerciales. 

Sin embargo, la actual señora Madre Presidenta, en atención al buen recuerdo de la añorada superiora Magdalena Galeffi, por pura 
delicadeza de conciencia, y para asegurar siempre que no falte nada a aquella alma para comparecer pura a los ojos de Dios y así entrar 
con seguridad en la posición de la eterna felicidad; deseosa también de acudir en ayuda de la naciente Congregación Salesiana y conceder 
a la misma un acto de benevolencia; 

Y queriendo sobre todo manifestar la gran gratitud que esta comunidad tiene en la Santísima Virgen Auxiliadora, de la que reconoce 
haber recibido muy señalados favores; 

Por estos motivos, en nombre y con el consentimiento de toda su comunidad, concede el uso de un piso de su propiedad, con cinco o 
seis habitaciones, por espacio de treinta años a partir del corriente 1878. 
Se pone únicamente la condición de que tal edificio debe servir exclusivamente para los Salesianos y para asuntos que se refieran a la 
Congregación Salesiana. 

El sacerdote Juan Bosco, por su lado, renovando la condonación ya hecha de toda obligación que pueda derivarse a su favor, acepta este 
((955)) donativo para mayor gloria de Dios, asegurando que los Salesianos harán siempre particulares oraciones por la conservación y 
crecimiento del Instituto de las Nobles de Santa Francisca Romana. 

No pone ninguna condición, pero recomienda solamente que sus limosnas quieran seguir favoreciendo a la humilde Congregación 
Salesiana, como en el pasado, y que esta concesión sea, por cuanto es posible, de un edificio adaptado a religiosos que deben tener vida 
retirada y separada de las personas del siglo. 

Esta escritura se hizo y suscribió recíprocamente en nombre propio y de los dependientes y sucesores respectivos en sus cargos: se 
firmó el día 25 de marzo, treinta y tres días después de la elección del Sumo Pontífice León XIII, día consagrado a la Anunciación de la 
Bienaventurada Virgen María, a quien sean honor y gloria por todos los siglos. Amén. 

Roma, 25 de marzo de 1878. 

M. LUISA CANONICI, Presidenta 
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VOLUMEN XIII Página: 809 

El padre Rostagno a don Bosco
sobre la licencia para celebrar fuera de la diócesis


Muy reverendo don Bosco: 

Me parece que sería necesario hacer observar a Roma, que la posición tomada por monseñor Gastaldi respecto a los Salesianos en su 
diócesis, con la obligación de presentar su licencia para celebrar fuera de las propias diócesis, es un hecho excepcional. Porque: 

1.° Si existe un decreto tal para todos los religiosos en el calendario de este año, la práctica no se observa y parece que se ha dado 
únicamente para molestar y humillar a la Congregación Salesiana. 

2.° En efecto, para ella sola parece que se ha cursado últimamente la circular de no admitir a sus miembros a celebrar sin presentar tal 
licencia, ya que, por falta de ella, fueron rechazados en muchos lugares: lo cual no ha sucedido a ningún miembro de otros institutos 
religiosos. 

3.° En este decreto, y en el modo con que se hace cumplir, no hace excepción alguna, ni del Superior General, ni de los conocidos por 
los Rectores de las iglesias y residentes en las diócesis, ni siquiera en la misma ciudad arzobispal, lo que parece un rigor excesivo. 

4.° Obsérvese que medida tan inusitada no está prescrita ni siquiera en la diócesis para los sacerdotes extranjeros y peregrinos, a los 
cuales se les concede celebrar siete veces sucesivas, sólo con la presentación de las testimoniales del propio Ordinario. (Decreto XI del 
año corriente). 

5.° Que una posición tan excepcional como altamente indecorosa ((956)) para la Congregación, no se puede aceptar; y que, aun 
aceptándola, no cesaría la admiración que espontáneamente nace de tan singular modo de proceder. 

6.° Que esto hace temer que el señor Arzobispo exija condiciones ilegales para dar esta licencia, por ejemplo, presentar las 
testimoniales con las que uno fue admitido al noviciado, lo cual no se puede pedir por diversas razones, pero también porque en estas 
testimoniales se pueden contener cosas perjudiciales para la reputación del individuo, y que no pueden manifestarse sin pecado. 

7.° Que da lugar a temer tal consecuencia, porque Monseñor ya exige que se presenten estas testimoniales para admitir a un Salesiano al 
examen para la confesión. 

8.° Que hace temer mucho el ejemplo dado por monseñor Moreno, obispo de Ivrea, el cual creyendo que puede acordar o no la licencia 
de celebrar, no admite de ninguna manera a ningún Salesiano para celebrar en su diócesis. 

9.° Es, por tanto, necesario que, si hay un decreto sobre esto, sea éste absolutamente para todos, y que se haga observar igualmente por 
todos; con estas condiciones se podrá pedir la licencia de celebrar, con tal de que esta petición se restrinja a presentar las testimoniales del 
propio Superior para ser tenido como idóneo para celebrar en las iglesias de la diócesis. 

Con el más profundo respeto 

Turín, 17 de octubre de 1877. 

Su atto. y humilde servidor J. B. ROSTAGNO 

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35 (en latín en el original) 

Fórmula para la bendición de María Auxiliadora 

El sacerdote, revestido de sobrepelliz y estola, dice: 

V) Nuestro auxilio es el nombre del Señor. 

R) Que hizo el cielo y la tierra. 

Dios te salve, María, etc. 

Bajo tu protección, nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, 

líbranos siempre de todo peligro, íoh, Virgen gloriosa y bendita! 

V) María, Auxilio de los Cristianos. 

R) Ruega por nosotros. 

V) Señor, escucha nuestra oración. 

R) Y llegue a ti nuestro clamor. 

V) El Señor esté con vosotros. 

R) Y con tu espíritu. 

((957)) Oremos 

Dios todopoderoso y eterno, que con la ayuda del Espíritu Santo, preparaste el cuerpo y el alma de María, la Virgen Madre, para ser 
digna morada de tu Hijo; al recordarla con alegría, líbranos por su intercesión de los males presentes y de la muerte eterna. Por el mismo 
Jesucristo, nuestro Señor. 

R) Amén. 

Y rocía con agua bendita a los presentes. 

36
Circular para las «Lecturas Católicas
»


Ilustrísimo Señor: 

A la vista del gran perjuicio que causan, en medio del pueblo cristiano, las malas lecturas, el que suscribe se preocupó de levantar un 
dique mediante la distribución de libritos, que se publican a un módico precio en Turín, con el título de Lecturas Católicas. 

Pero, a fin de que sus esfuerzos no sean inútiles, él se encomienda de todo corazón a cuantos aman nuestra santa Religión y el bien de 
las almas, que no es otro que el de la sociedad civil. 

Por lo cual, recomiendo a V. S. M. R. el Programa de dichas Lecturas, rogándole, al mismo tiempo, quiera hacer de ellas la mayor 
publicidad posible, para acrecentar cada día más el número de suscriptores y lectores. V. S. puede ver la gran utilidad que estos opúsculos 

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reportan al pueblo cristiano, por el elogio que se dignó hacer de ellos el gran Pontífice Pío IX, de santa memoria, y por el testimonio, 
podíamos decir, de todo el Episcopado italiano. 

La experiencia de más de veintisiete años es también una prueba solemne de ello. 

Por tanto, con la esperanza de que V. S. quiera tomar en consideración esta 

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petición, le doy las más rendidas gracias y pido al Señor le conceda toda suerte de bienes, mientras con todo el respeto y gratitud me 
profeso 

De V.S.M.R. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Honores pontificios para los Señores Campanella y Frisetti 

a) Súplica al Padre Santo 

Beatísimo Padre: 

El presbítero Juan Bosco, postrado a los pies de V. S., con el máximo respeto, expone que, con fecha 29 de enero p. pdo. sometía a la 
clemencia del llorado Pontífice Pío IX a dos insignes bienhechores de nuestros ((958)) muchachos, y son: el ingeniero genovés Manuel 
Campanella, el cual trazó gratuitamente los planos y dirigió los trabajos con muchos gastos de todo el Instituto de Sampierdarena, donde 
se encuentran más de trescientos pobres muchachos internos y al que acude también un mayor número de externos. 

El otro es el caballero Juan Frisetti, rico señor turinés, sostenedor de nuestras obras y promotor del Obolo de San Pedro. 

Mientras se cumplían los trámites y estaba Su Santidad a punto de honrarlos con la condecoración caballeresca de San Gregorio 
Magno, tuvo lugar la gran pérdida, con la cual todo quedó en suspenso. 

Ahora se eleva esta humilde súplica a V. S. pidiéndole se digne efectuar este acto de soberana clemencia, el cual, a la vez que será de 
gran satisfacción y emulación para estos dos buenos católicos, servirá también de gran ayuda para nuestros huérfanos, que pasan 
verdaderos apuros. 

Gracia que, etc. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

b) Promemoria al cardenal Franchi 

Antes de salir de Roma, tenía el alto honor de exponer a S. S. que dos de nuestros bienhechores habían sido presentados al llorado Pío 
IX para una condecoración. Estos son: el caballero Frisetti rico y buen católico turinés, promotor del Obolo de San Pedro y valioso apoyo 
en nuestras necesidades. 

Y el ingeniero genovés Manuel Campanella, el cual, además de sus peculiares limosnas, trazó gratuitamente los planos y dirigió las 
obras durante tres años de la construcción del Hospicio de San Vicente en Sampierdarena, donde al presente se albergan más de 
trescientos huérfanos y a cuyas escuelas y sagradas funciones acuden mil externos. Temiendo que con la multitud de asuntos se haya 
traspapelado aquel memorándum, me atrevo a renovarlo a V. E. suplicándole tome en benévola consideración el implorado favor. 

Fin de Página 811 


VOLUMEN XIII Página: 812 

c) Respuesta del cardenal Franchi 

Ilustrísimo Señor: 

El Padre Santo, tomando en benigna consideración los méritos de los señores Juan Frisetti y Manuel Campanella, que V. S. presentaba 
como insignes bienhechores de obras pías, y apreciando, además, las recomendaciones que V. S. hacía sobre ellos, se ha dignado 
nombrarles caballeros de la Orden de San Gregorio Magno. Le envío, por consiguiente, adjuntos los correspondientes Breves, 
encargándole los haga llegar a los destinatarios. Correspondo de esta forma a los deseos de V. S., y seguro de hacerle cosa grata al 
confiarle tal cuidado, paso a confirmarle los sentimientos de mi más sincero aprecio. 

De V. S. Ilma. 

Roma, 27 de mayo de 1878. 

Afmo. y s. s.
A Card. FRANCHI


((959)) 38 

Cartas de don Bosco a don Miguel Rúa desde Roma 

I 

Esta carta se la olvidó Falco 1, por eso llega un poco tarde. Díselo a nuestros muchachos. Te suplico me digas el día en que se reunieron 
los canónigos de la catedral y después los párrocos; de nuevo los canónigos y después todo el clero. 

Nuestro silencio y oraciones harán lo que sea para la mayor gloria de Dios. Yo no estoy ocioso. Benevolencia con todos. Inmenso 
quehacer. Se unió un nuevo secretario 2. 

Saluto omnes et singillatim (Saludo a todos uno por uno). Dios nos asista a todos. 

Roma, 3-78. 

Afmo. en J. C. 

J. BOSCO, Pbro. 
II 

Carísimo Rúa: 

1.° Procura hacer renovar mi talonario de viajes 3 y el de José Rossi. Si no recordáis los trámites a hacer, dímelo y te los mandaré desde 
aquí. 

1 Coadjutor cocinero, perteneciente a la casa de Albano. Don Bosco le había llamado a Tor de'Spechi para la cocina. La carta que el 

Fin de Página 812 


VOLUMEN XIII Página: 812 

coadjutor había olvidado enviar, era ciertamente la del aguinaldo, escrita el 27 de diciembre de 1877 y publicada por nosotros al fin del 
capítulo XI. En efecto, don Miguel Rúa escribe a don Bosco el 6 de enero: «He recibido su apreciadísima carta del 27 de diciembre; pero 
habiendo sido enviada el 3 del corriente, cuando me llegó, yo ya había dado el aguinaldo a los muchachos; sin embargo, aún comunicaré 
a todos estos sus recuerdos». 

2 Don Juan Turchi, ex alumno del Oratorio, que vivía entonces en Roma. 

3 Del abono del ferrocarril. 

Fin de Página 812 


VOLUMEN XIII Página: 813 

2.° Dame noticias de casa Clara y de casa Giusiana.
3.° Envíame el nombre de pila del doctor Albertotti 1 y, si lo encuentras, une también algunas cartas escritas al mismo por el servicio


prestado a los afectados por el cólera; y un certificado de la dirección del Manicomio 2. 
4.° Saluda a Buzzetti, Ghiglione, Pelazza, Barale y a sus amigos. Dios os bendiga a todos y créeme en J. C. 
Roma, 13-78. 

Afmo. amigo 

J. BOSCO, Pbro. 
((960)) III 

Queridísimo Rúa:
Me dicen que don Julio Barberis no anda bien de salud.
Deseo que se haga por él cuanto se pueda. Creo le irá bien alejarle de sus ordinarias ocupaciones hasta: Mornese, Alassio,


preferiblemente La Spezia, desde donde haría algún paseo a Roma, son los lugares oportunos. Habla con él y dime después lo que te 
parece, a mayor gloria de Dios, y yo lo aprobaré. Dios os bendiga a todos. 
Creo que los reverendos Meriggi y Guidazio podrán suplirle. 

J. BOSCO, Pbro. 
He escrito a la condesa Appiani para s. 3; pasado mañana si te lleva algo, lo recibes. Reclama especialmente la necesidad del pan. 
Considérense como hijos de María para enviar a las misiones extranjeras. Escribiré a la condesa Bricherasio para la iglesia de San Juan; 
lo haré también a otros. Que sepas regularte. 

(Sin fecha). 

IV 

Queridísimo Rúa:
1.° Muy bien hecho con don Julio Barberis; haz lo mismo con Lucca 4.
2.° Envío muchas cartas para tu norma.
3.° »No ha venido todavía ningún salesiano nuevo desde mi partida?
4.° He escrito al caballero Faia que te entregue dinero; tú, como quien no sabe nada, ve a hacerle una visita y dile que el Padre Santo


asegura oraciones y envía su bendición para él y para su hija. Que en casa habéis rezado y rezaréis por su hermana. 
5.° Envíame algunas cartitas impresas con las que se acompañan los diplomas de los cooperadores salesianos. 
6.° En Roma, una cantidad inmensa de gente; si Dios quiere, mañana iremos a Albano. 

Fin de Página 813 


VOLUMEN XIII Página: 813 

1 Juan, médico de la casa.
2 Quería obtenerle una condecoración.
3 Quizas quiere decir «sueldos». (Parece que la Condesa había recomendado jóvenes bastante mayores)
.
4 El clérigo Mario Lucca era ayudante de don Julio Barberis.


Fin de Página 813 


VOLUMEN XIII Página: 814 

7.° El lunes saldrá un tal Alejandro Palmieri, con el bachillerato terminado, Hiro vel iro pauperior 1, pero que quiere hacerse salesiano 
y misionero. ((961)) Se acepta para la primera prueba. Si don Luciano Rosa, de Lonigo, no es Cooperador salesiano, hágasele. 

(Sin firma y sin fecha). 

V 

Carísimo Rúa: 

1.° Te escribo desde Albano, de donde te mandan cordiales saludos para ti y para todos nuestros hermanos de Turín; lo mismo aquí que 
en Ariccia, las cosas marchan muy bien. 

2.° Celebrad también este año la fiesta de san Francisco el día en que cae. Yo no puedo ir; no hace falta invitar a los directores, ya te 

diré el día en que deberás invitarlos para que se encuentren en Sampierdarena. 

3.° Te envío la invitación sagrada: añade también Indulgencia Plenaria y, si hay dificultades, muéstrese el Decreto. 

4.° Pelazza 2 lleve a la revisión Domingo Savio, diciendo que es la misma edición impresa: si hubiere dificultades, se imprima con el 

nombre de Sampierdarena. Así nos hemos entendido en Roma. 

5.° La conferencia para los Cooperadores salesianos en Turín se prorrogue hasta mi llegada. El día de san Francisco haremos una, como 
modelo, en Torre de'Specchi con permiso y asistencia del Cardenal Vicario y muchos otros cardenales. Esta servirá de modelo para las 
demás. A su tiempo lo sabrás todo. 

6.° Estáte atento para no firmar ninguna letra para el señor Varetto 3; pensaremos en lo nuestro o al menos nos las arreglaremos para 

proveer. 

7.° Dirás al conde Cays que le escribiré de aquí a pocos días para las órdenes. 

Te volveré a escribir cuanto antes. Di a Bonetti que arregle las cartas de los misioneros, resumidas para la Unità Cattolica y completas 

para el Boletín. 
Merece preferencia la de la Isla Flores. Pero entiéndase con don Juan Cagliero y vea él lo que conviene publicar. 

(Sin firma y sin fecha). 

VI 

Queridísimo Rúa: 

1.° Tomo parte activa en las enfermedades que molestan a nuestra casa de Valdocco. Nosotros bendeciremos al Señor siempre en los 
momentos prósperos y en los adversos. Sin embargo, tendré cada día un Memento especial en la santa misa; 

1 Mote proverbial de Iro, mendigo de Itaca (véase Odisea). Lo mismo que se dice de uno muy rico que es «un Creso», también se dice 
que es «un Iro» un pobretón. El verdadero nombre de Palmieri era Augusto. Lo había recomendado el conde Agnelli, promotor de los 
llamados Abogados de San Pedro, suprimidos por Pío X. Llegó a ser sacerdote, salió de la congregación y volvió a Roma. 

2 Coadjutor, director de la imprenta. 

Fin de Página 814 


VOLUMEN XIII Página: 814 

3 El genovés, primer agente de la fábrica de papel de Mathi, que abusó de la confianza de don Bosco, como se ha narrado en el texto. 

Fin de Página 814 


VOLUMEN XIII Página: 815 

hagan otro tanto los sacerdotes del Oratorio; los alumnos lo mismo, los. ((962)) aprendices que los estudiantes, hagan la santa comunión, 
y después de las oraciones de la noche, recen todos una Salve Regina y un Padrenuestro a Jesús Sacramentado durante dos semanas. 
Pediré, además, una bendición especial del Pade Santo, con quien todavía no he podido hablar, pero espero tener una audiencia cuanto 
antes. 

2.° Envíame una nota de los cooperadores de Roma, a quienes se les envió el diploma después de mi salida de Turín. Ya veré si todavía 
estoy a tiempo para enviarlos para el 29. 

3.° Escribiré la carta al abogado Alessio para el alcalde de Cherasco. Ponla en el sobre. 

4.° Ya fijaré el día para que el Capítulo pueda reunirse en Sampierdarena para nuestros asuntos. 

Dios os bendiga a todos y creéme siempre en J. C. 

Roma, 24-78. 

Afmo. amigo J. BOSCO, Pbro. 

P. D.: Saluda a don Juan Bonetti y dale ánimos. 
VII 

Queridísimo Rúa:
1.° Si te parece que el Catálogo 1 se imprime sin errores 2, sigue adelante sin enviarme las pruebas.
2.° Después de los nombres de los miembros del Capítulo Superior creo que se puede poner:
Sac. JUAN BONETTI, Prefecto del clero;
Sac. JULIO BARBERIS, Maestro de novicios.
íQué contento estaría si tú, Cagliero o Bonetti pudieseis colgaros del hilo telegráfico y venir a Roma unos días para ayudarme un poco!


El martes, gran conferencia, la primera para los Cooperadores Salesianos, presidida por el Cardenal Vicario que hablará públicamente. Ya 
veremos. 
Estad alegres, rogad y esperad, que la ayuda de Dios no nos faltará. 
En Jesucristo, 

Roma, 27-78. 

Vuestro afmo. amigo J. BOSCO, Pbro. 

VIII 

Carísimo Rúa: 

Fin de Página 815 


VOLUMEN XIII Página: 815 

1.° Di a Barale que los sacerdotes procedentes del Oratorio pasan de dos mil quinientos: Oratorio y casas anejas. 

1 Es el Indice general de la Sociedad de San Francisco de Sales.
2 Errores de ortografía.


Fin de Página 815 


VOLUMEN XIII Página: 816 

2.° Hoy hemos tenido una conferencia presidida por el Cardenal ((963)) Vicario, que cerró el acto con un estupendo discurso. Ya 
recibirás los detalles. Hará época en la historia. 

3.° Cuida a don Juan Bonetti, y empieza por prohibirle, de mi parte, el rezo del breviario hasta que yo le dé permiso para recitarlo de 
nuevo. Oblígale al debido reposo, a que se mueva, pero que no haga pesados paseos. Si no puede tener calor en su habitación, envíalo a la 
habitación del Arzobispo de Buenos Aires: allí puede pasar todo el invierno y aún más tiempo. 

4.° Estoy satisfecho de que don Julio Barberis haya vuelto, pero vigila para que se guarde del frío; que descanse debidamente y, hasta 
nuevo aviso, suspenda el rezo del Breviario, salvo Vísperas y Completas. 

5.° Dime otra vez el nombre del doctor Albertotti. No encuentro la carta en la que me lo habías anotado. 

6.° Si está todavía el teólogo Belasio, dile que, si es bueno, le regalaré una bonita estampa 1. 

(Sin firma y sin fecha). 

IX 

Carísimo Rúa:
Todos llaman, todos pretenden 2. Poco a poco, por caridad. Toma mil trescientas liras. Después, veremos.
Todos bien. Dios concede salud y gracia a todos nuestros queridos muchachos.


(Sin fecha). 

Afmo. amigo 

J. BOSCO, Pbro. 
P. D.: Don Juan Cagliero lea y provea como pueda: hoc est, escriba. 
X 

(Sin encabezamiento)
.
Tantus labor non sit cassus (Tanto trabajo no sea en vano)
.
Don Miguel Rúa hable con el caballero Pelazza 3 y haga lo que crea oportuno, a fin de que nuestra tipografía sea la primera en el


mundo de Valdocco. 
Don Juan Bonetti examine después con don Pedro Barale la conveniencia de 

1 Pensaba obtenerle el nombramiento de Prelado Doméstico de Su Santidad. Sobre una tarjeta de visita volvió a escribir a don Miguel 
Rúa: «Diga don Miguel Rúa si el teólogo Belasio está todavía en el Oratorio y hasta cuándo se quedará. Etenim dies festus et fastus illi 
est paraddus (El día de la fiesta y la justicia le está preparado)». 

2 Entiende decir «dineros». Es un recuerdo de El Barbero de Sevilla. 

Fin de Página 816 


VOLUMEN XIII Página: 816 

3 Caballero Pelazza, los mismo que don Pedro Barale, son las bromas acostumbradas de don Bosco. El primero dirigía la imprenta, el 
segundo la librería. 

Fin de Página 816 


VOLUMEN XIII Página: 817 

aquello de los Recuerdos 1. ((964)) Hemos puesto tanta carne al asador que durante un mes, y aún más, no se podrá repartir el calendario 
de 1878 2. 
»Quién sabe si convendría añadir una o dos páginas 3 en el Boletín y así, etc.? Quizá sea nunc más oportuno dirigir toda solicitud al 
Boletín que toma serias proporciones, y a aquellos libros cuyas ediciones se agotaron. 
Estúdiese este tema y póngase en práctica por don Barale, don Juan Bonetti, por el P. José Romualdo 4 a quien saludo cordialmente. 
(Sin fecha ni firma). 

XI 

Carísimo Rúa:
El profesor Francisco Giovannardi Corelli es portador de la presente. Desea ser salesiano, tratadle como tal, suministrándole todo lo


que pueda necesitar. 
A su tiempo, hablará él, y yo también, de todas las demás cosas accesorias. 
Con verdadero afecto soy tuyo en J. C. 

Roma, 31 de enero de 1878. 

Afmo. amigo 

J. BOSCO, Pbro. 
XII 

Carísimo Rúa:
1.° No sé si ya me enviaste la partida de nacimiento de Franchini 5: el hecho es que no la encuentro.
Por consiguiente, envíamela o dime con precisión comó se llaman sus padres; sin ello, no puedo hacer la demanda de dispensa.
2.° Barale pide un local y creo que se lo puedes proporcionar 6. Don Francisco Cerruti tiene dos preciosas y amplias habitaciones en


Alassio, de las cuales puede servirse libremente. 
((965)) 3.° No sé en qué lugar se conserva todavía el terreno o paraje Berardi, de que se habló el año pasado y que ahora necesitaría 
para reanudar los pasos. El Padre Santo y el Vicario quieren que tengamos una casa u hospicio en Roma. 

1 Si convenía volver a imprimir el volumen titulado: (Recuerdo de una solemnidad en honor de M. A.) y publicado en 1868 como 
recuerdo de la consagración de la iglesia de María Auxiliadora, al cumplirse el primer decenio del fausto suceso. 
2 Este calendario era El Hombre de Bien. Don Bosco temía que no pudiera continuar con la forma antigua, útil, sin embargo, para la 
publicidad librera. Había por fin sugerido que no se titulase más así, sino El Nieto del Hombre de Bien, dada la transformación. 
3 Para los anuncios libreros. 
4 Esto es, José Buzzetti; es también una broma lo mismo que la escritura. Puede darse que le llamase así por la larga barba que llevaba. 

Fin de Página 817 


VOLUMEN XIII Página: 817 

5 Clérigo Alejandro Franchini. Para la dispensa de edad, ante la falta de los papeles de nacimiento, a fin de poder ser aceptado en la 
Congregación. 

6 Pedía local para almacén de libros. Lo que sigue es una broma, porque quizá le parecía demasiado grande el apartamento de la 
dirección. 

Fin de Página 817 


VOLUMEN XIII Página: 818 

4.° Para el conde Luis Giriodi 1 elegid un jueves u otro día que vaya bien y haced un funeral con música, pero invitad a los parientes y 
a aquellos que os indique el caballero Carlos Giriodi. 

5.° El cardenal Ferrieri ya reanudó sus ocupaciones, por lo que espero salir a mediados de este mes de Roma con los asuntos arreglados, 
al menos hic et nunc. 

6.° Cuando don Juan Cagliero estaba en América me escribía dos veces al mes; ahora que está en Valdocco: Nada. Dale un pellizco, 
pero fuerte. 

6.° (Sic) Don Joaquín Berto me ayuda a llevar la gran cruz, pero me añade otras pequeñas. También éstas se requieren. 

7.° He enviado mil liras a don Angel Rocca 2, dos mil a don Daghero; también te mandaré algo a ti, si eres bueno; he escrito a la 
condesa Bricherasio que te lleve algo, especialmente para la iglesia de San Juan. Escribiré lo mismo al marqués Fassati. 

8.° Hoy voy a celebrar santa Agueda con monseñor Kirby en el Colegio o Seminario irlandés. 

9.° Ayer empezó el Padre Santo a pasear un poco por la habitación: gran fiesta en Roma. 

10.° Dirás al abogado Rossi 4 que he leído con gusto su carta y su soneto, que se lo agradezco y, si me es posible, le escribiré. 

11.° Dame noticias del conde Cays. Dile que siento no se encuentre bien de salud, y que rezaré por él. Pero tú procura que no le falte 
nada. 

12.° Barale y José Rossi hagan una nota precisa de la deuda Galeffi 5 hasta 1874. Además otra especial para la Madre Galeffi que ya 
me ha hecho ver Barale y creo que sea hasta todo el 1875. 

13.° Saluda a don Cerruti 6 y a Palestrino, el sacristán, con todos los confesores. Dios os bendiga a todos. 

Tuyo en J. C. 

Roma, 5-2-78. 

Afmo. amigo 

J. BOSCO, Pbro. 
((966)) XIII 

Carísimo Ruota 7: 

1.° Los negocios y los asuntos los conocerás detalladamente por los periódicos. Nuestras cosas, en parte, suspendidas. El martes tendré 
comunicación de algo especial, de lo que depende mi partida o mi estancia en Roma. 

2.° Todos los Generales de las órdenes religiosas están de acuerdo en que no se 

1 Patricio turinés, insigne bienhechor de don Bosco. Había muerto por aquellos días. 

2 Director entonces en la casa de La Spezia. 

3 Día 5 de febrero. 

4 Aspirante Salesiano. 

Fin de Página 818 


VOLUMEN XIII Página: 818 

5 Véase más atrás, pág. 385.
6 César, comúnmente llamado «el gordo», para diferenciarlo de don Francisco, el director de Alassio, muy delgado.
7 Forma diminutiva usada habitualmente por don Bosco con ciertos apellidos. Se lee haciendo tres sílabas (Ru-ó-ta)
.


Fin de Página 818 


VOLUMEN XIII Página: 819 

entreguen certificados de confesión a los que presentan la licencia de confesión. Tú harás lo mismo. La licencia y nada más 1. 
3.° Parece que se va preparando un temporal político y que se condensan negros nubarrones. 
4.° He sentido mucho la pérdida de nuestros queridos hijos, especialmente la del insustituible Arata. Roguemos a Dios que nos envíe 

operarios a nuestra viña. 
5.° El martes escribiré de nuevo. 

Roma, 11-2-78. 

(Sin firma). 

XIV 

Mi querido Rúa: 

1.° Estoy en Magliano y voy arreglando las cosas.
2.° Quería ir hacia Génova, pero todos me aconsejaron especialmente los cardenales «papizzanti» 2 que espere hasta la elección del


nuevo Papa, que todos esperan para esta semana. 
3.° Bilio, Simeoni, Mónaco están preconizados y todos son amigos nuestros. 
((967)) 4.° No me he acercado al lecho del Padre Santo, porque se supo a un mismo tiempo la enfermedad y la muerte. Le he visto ya 

cadáver y he besado varias veces su pie. 
5.° Si la señora Varetto quiere que se venda la fábrica de papel, estoy conforme, pero de común acuerdo e indemnizados de todos los 

gastos realizados. Si puedes, habla con ella y dile que yo no quiero ningún pleito con ella, aun a costa de algún sacrificio 3. 
6.° Mañana voy a Roma y desde allí escribiré algo positivo. 
7.° En todas las casas piden dinero. íPobre Crispín! 
Dios nos bendiga a todos en J. C. 

Magliano, 18-2-78. 

Afmo. amigo J. BOSCO, Pbro. 

P. D.: Saludos para José Rossi, Domingo, Marcelo, Pedro, etc. 
1 Monseñor Gastaldi publicó el 8 de enero de 1878 algunas Advertencias para la comprobación de las patentes de confesión. El número 
ocho decía: «Los RR. SS. Superiores de los Regulares enviarán, según costumbre, directamente a la Curia las patentes de sus confesores 
y predicadores, advirtiendo que las pongan por orden alfabético y se uniformen a lo prescrito para los sacerdotes seculares en todo lo que 
les puede corresponder, y declarando explícitamente si sus súbditos se acercan frecuentemente a la confesión sacramental». Por una 
cartita del P. Rostagno S. I. y por una nota del P. Fassati, de los Barnabitas de San Dalmacio, se ve que Jesuitas y Barnabitas estaban de 

Fin de Página 819 


VOLUMEN XIII Página: 819 

acuerdo «considerando el artículo número ocho del reglamento que se refiere a las patentes como no existente, y no acompañar el envío 
de las patentes con ningún escrito, respuesta o explicación» y de seguir «adelante sic et simpliciter como en años precedentes». Los 
demás superiores regulares de Turín actuaron también del mismo modo. 

2 Los nombra aquí mismo. Se llaman más comúnmente Papables. 

3 La fábrica de papel fue adquirida por don Bosco legalmente por una cantidad supuesta; pero él se obligó privadamente a pagar doce 
mil liras anuales a la dueña, señora Varetti. Cuando ésta vio que las cosas iban de mal en peor, exigía que la fábrica fuera vendida, 
ciertamente en razón de quedarse desamparada, si sucediera una quiebra. 

Fin de Página 819 


VOLUMEN XIII Página: 820 

Carísimo Rúa: 

»Podría celebrarse Capítulo en Sampierdarena el lunes, el martes de carnestolendas y ver de despachar a toda prisa lo que se pueda de 
nuestro Concilio Ecuménico? 1. La partida sería el 3 de marzo por la tarde. Iríais tú, don Juan Cagliero, don Juan Bonetti y don Julio 
Barberis. Se avisaría tambien a don Juan Bautista Francesia y a don Francisco Cerruti. Yo procuraré encontrarme allí el día 2. La cuestión 
está en si no tenéis obligaciones en Turín; además, prevéngase a los otros y escríbaseme en seguida. 

Tenemos Papa que se dice pariente de Sixto V 2. Espero que será un verdadero Padre que pondrá las cosas en su punto. 

Ya le he escrito una carta y espero tener audiencia de un momento a otro, antes de partir. 

Dios nos bendiga a todos y créeme en J. C. 

(Sin firma ni fecha). 

Afmo. amigo 

((968)) XVI 

Carísimo Rúa: 

1) Mi salida se ha prorrogado por expresa voluntad del Padre Santo, que quiere tratar personalmente nuestras cosas. Nos quiere mucho 
y desea ser él mismo nuestro Protector. Avisa a quien corresponde para nuestro Capítulo, y, apenas pueda fijar mi partida, escribiré de 
nuevo. Probablemente sea en la primera semana de cuaresma. 

2) Trata con don Francisco Cerruti para que el P. Cibrario acabe lo que se puede. 

3) No te extrañe de las deserciones de algunos hermanos 3. Es muy natural ante el gran número, pero esto nos servirá también de norma 
a la hora de aceptar y admitir para los votos. 

4) Hoy, a las dos de la tarde, llega el Arzobispo. Si sabes el motivo, escríbeme en seguida. Habla con el reverendo Anfossi 4. 

1 Fijar el texto de las deliberaciones tomadas en el Capítulo General. 

2 L'Unità Cattolica del 2 de marzo (sábado) en un articulejo titulado «La energía de León XIII» decía: «Casi todos los periódicos de la 
revolución escriben artículos sobre la energía del nuevo Papa León XIII, al que pintan como un hombre «de músculos de acero» y que 
«no se deja conducir por nadie». Así también el Rinnovamento referido por la Gazzetta del Popolo, del día 1.° de marzo (n. 60)». 

3 Esto puede relacionarse con el sueño de los caramelos (pág. 251). 

4 El día 3 de marzo escribió el reverendo Anfossi una larga carta a don Joaquín Berto, que comenzaba así: «Llego ahora del Oratorio, 
donde don Miguel Rúa me ha preguntado, si sabía por qué motivo ha ido Monseñor a Roma. No, no lo sé». A continuación hace 
conjeturas. Mas, para nosotros, resulta importante la noticia que refiere un gran amigo de los Salesianos en Sicilia, el padre Lombardi, 
dominico, que, a fines del siglo pasado, reorganizó la provincia dominicana en la Isla. Escribía el reverendo Anfossi: «Ayer por la tarde 
llegó a San Carlos el predicador de la cuaresma, que es un dominico de Sicilia el P. Lombardi. Al venir se detuvo en Nápoles, en Foggia, 
en Ancona, en Faenza y dice que en todas partes oyó desaprobar al Arzobispo y compadecer al Santo don Bosco». 

Fin de Página 820 


VOLUMEN XIII Página: 821 

5) A don Juan Bonetti que prepare un artículo para el Boletín sobre la iglesia de San Juan, diciendo: 1.° Que es una obra aconsejada, 
bendecida, subvencionada por Pío IX. 2.° Que no se puede promover un monumento mejor que el de acabar una obra comenzada por Pío 
IX, dedicada a su nombre y que, según él, es su último recuerdo: cuida de la juventud pobre. 3.° Que es ,un deber de los Cooperadores 
terminar una obra empezada por el Fundador de los Promotores Salesianos. 

6) A don Juan Bonetti que cuando llegue a Turín hablaremos de sus cosas, pero que necesito encontrarle verdaderamente santificado. 

Saluda a todos in nomine Domini (en nombre del Señor) y comunica a todos los Salesianos, jóvenes, bienhechores, Cooperadores, la 
bendición de León XIII. 

Dame noticias de Domingo Rossi, de Julio, de Bonora, de Febbraro y de don Carlos Ghivarello, etc. 

Roma, 28-2-78.
Afmo. amigo


J. BOSCO, Pbro. 
((969)) XVII 

Carísimo Rúa: 

1.° Convendrá promover el préstamo con la Obra de San Pablo, para apagar poco el apetito de José Rossi 1. 

2.° Dirás a don Juan Tamietti que estoy muy contento de su mejoría y que se anime; salúdale de mi parte. 

3.° Atravesamos momentos muy difíciles para la Iglesia: hay que rezar mucho. No puedo decir mas, ya que, por un motivo o por otro, 

me abren las cartas 2. 

4.° Monseñor Cigolini 3 ha sido nombrado Camarero secreto participante. Convendría escribirle una carta de felicitación; yo lo hice 
verbalmente. 

5.° Ayer, a las tres, expiraba en el Señor el abogado Sertorio, asistido por su hermano abogado, su hermana, su sobrino el Arcipreste, 

etc. No ha hecho testamento, por consiguiente dificultades y quizá cuestiones entre sus parientes 4. 

6.° El martes hablaré con el Padre Santo, después escribiré cuando sera posible mi partida. 

7.° Darás un cariñosísimo saludo a nuestros queridos sacerdotes, clérigos, estudiantes y a todos los jóvenes y viejos amigos de don 

Bosco, que ruegan por él. Augura a todos un buen carnaval; y procura que todos estén alegres. »Esta de buen humor don José Lazzero? 
»Se hace verdaderamente bueno el P. Riccardi? Espero algún milagro. 

Dios nos bendiga a todos y nos conserve en su santa Gracia. Amén. 

Roma, 2-3-78. 

Afmo. amigo 

J. BOSCO, Pbro. 
1 Como proveedor que era de las casas salesianas, necesitaba dinero para hacer frente a los acreedores.
2 Se trataba de transferir a otra parte la morada del nuevo Papa; el Gobierno vigilaba..
.


Fin de Página 821 


VOLUMEN XIII Página: 821 

3 Custodio general de la Arcadia. Su nombre verdadero era Esteban Ciccolini. 
4 Véase más atrás, pág. (492). 

Fin de Página 821 


VOLUMEN XIII Página: 822 

P. D.:Dirás a la tía Teresa 1 que cuando vaya al Padre Santo, le pediré una bendición especial para ella y por su salud. 
XVIII 

Carísimo Rúa: 

1.° Aún no puedo salir, pero voy arreglando nuestras cosas. Creo que puedes disponer, si Dios quiere, que me encontraré en ((970)) 

Sampierdarena el día 25 y podremos pasar los días 26, 27 y 28 completos, tratando de nuestros asuntos. »Hay dificultades? 

2.° Envíame un catálogo de la Congregación. 

3.° Envíame un centenar de fotografías del Padre Santo. 

4.° Envía al correo las cartas que te adjunto. 

5.° Prepara a los que te parecen presentables para las sagradas órdenes. 

6.° No olvides que la salud de don Julio Barberis y de don Juan Bonetti es precaria, pero vigila y no les dejes ayunar y, cuando se 

sientan cansados, que no piensen en el Breviario. 

7.° Me parece bien que se envíe una fotografía del Padre Santo a nuestros principales bienhechores, con estas palabras: «Fruto de 
nuestros talleres», escritas en una tarjeta mía de visita y con alguna palabra tuya. 

8.° Estará bien que escribas o hagas escribir a don Juan Cagliero a los americanos, y dado que se encuentran en apuros económicos, se 
limiten a los gastos estrictamente necesarios; pero, esto con toda dulzura y caridad. Anótese también que se espera mejor suerte para los 
años próximos. 

9.° »Qué hace don Celestino Durando? Se dice que un Durando va a entrar en el Ministerio, »es acaso él? Si así fuera, dile que se 
entienda bien con Cairoli 2. 

10.° Don Pedro Guidazio y don Veronesi »qué hacen, cómo están? Di a don Julio Barberis que salude cordialísimamente a mis 
queridísimos novicios. Les pido que me ayuden a salvar su alma. Rogad al Señor por mí, y considérame siempre en J. C. 

Roma, 14-3-78. 

Tu afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D.: Si te parece bien, poned la sotana clerical a Guyot 3. 
XIX 

Carísimo Rúa: 

1.° Seguid adelante con lo de Chieri.
2.° Quizá no pueda llegar a Sampierdarena antes de las cuatro y media de la tarde


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VOLUMEN XIII Página: 822 

1 Debía ser pariente de algún salesiano. Vivía, con otras solteras viejas, con las hermanas y trabajaba para el Oratorio. 

2 Benedicto Cairoli fue presidente de Ministros, desde el 24 de marzo al 19 de diciembre de 1878. Santiago Durando, hermano del 
general Juan, ministro de Asuntos Exteriores desde 1862, no formó parte del ministerio Cairoli. 

3 Julio Guyot, novicio. 

Fin de Página 822 


VOLUMEN XIII Página: 823 

del día 26; por consiguiente, nuestro verdadero trabajo se hará en los días 27, 28 y 29. 

3.° El lunes por la mañana recibirás carta precisa. 

4.° Si viene don Celestino Durando va a quedar demasiado vacío el gabinete capitular. Habla con él y obrad en consecuencia. 

5.° La audiencia del sábado no pudo ser mejor; hablé por todos, y hablaremos de todo. 

(Sin firma y sin fecha). 

((971)) 39 

Carta de monseñor Folicaldi a don Bosco 

Reverendísimo Señor: 

Le estoy muy agradecido por el regalo que se ha dignado hacerme con el bonito libro que acaba de publicar: La más bella flor del 
Colegio Apostólico, es decir, la elección de León XIII, en el cual ha hecho también mención de mi pobre persona. Le estoy también muy 
agradecido por el diploma de Cooperador Salesiano que he recibido, y aceptado, con mucho gusto, desde el día dedicado a san José, y por 
los Boletines Salesianos que mensualmente recibo, en los que admiro las obras realmente grandes que el Señor se digna realizar por 
medio de esta su naciente Congregación. Procuraré, por cuanto puedo, corresponder a su gran cortesía, también para lucrar las abundantes 
indulgencias concedidas a dichos cooperadores. También desearía poder enviar abundantes limosnas para ayudar a tan hermosas obras, 
pero esto me será un poco difícil, puesto que llevo también entre manos una obra de gran gloria de Dios, que es la continuación del 
rescate de los pobres moritos y moritas, esclavos en Egipto, que comenzó el célebre padre Olivieri. Legalmente la esclavitud está abolida 
en Egipto, pero, de hecho, existe mucho más que en el pasado; pues la abolición de la esclavitud, en vez de mejorar la condición de estos 
pobres infelices, la ha agravado, puesto que, antes, la venta se hacía en mercados públicos, donde al menos gozaban del beneficio del 
aire; pero ahora que se hace a escondidas, se amontonan los pobres esclavitos en sucios almacenes, donde aguardan comprador. En El 
Cairo hay un convento de Terciarias Franciscanas que recogen limosnas por toda Europa, y cuando tienen dinero suficiente, compran a 
estas pobres criaturas, las instruyen y las bautizan; muchos de ellos mueren poco después, ya que por las grandes fatigas sostenidas en el 
viaje desde el centro de Africa, llegan a El Cairo medio muertos, otros sobreviven y son educados y a su tiempo colocados por estas 
buenas hermanas. 

Esta es, pues, la obra a la que me dedico cuando puedo, recogiendo limosnas para tan santo fin, y destinando todos los ahorros que 
puedo hacer. 

Encomiéndeme al Señor en sus oraciones y especialmente en el santo sacrificio de la misa. Mándeme en lo que pueda servirle para algo, 
pues consideraré un favor señalado poder prestar algún servicio, y créame siempre con todo respeto 

Roma, 10 de diciembre de 1878. 

Su atto. y s. s.
» FRANCISCO FOLICALDI, Arz. de Efeso


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((972)) 40 

Don Bosco al ministro Zanardelli en favor del doctor Albertotti 

Excelentísimo Señor: 

En el mes de febrero último p. pdo. tenía yo el honor de presentar al señor Ministro del Interior un benemérito ciudadano, en la persona 
del doctor y profesor en medicina señor Juan Albertotti. Entre sus méritos eran especialmente notables: la ciencia conocida por las 
lecciones que da en la Real Universidad, los libros publicados, los cuidados en el Real Manicomio. Hace seis años que presta 
gratuitamente su labor a nuestros pobres muchachos, que pasan de ochocientos internados en el Oratorio de San Francisco de Sales. 

En distintos pueblos y lugares trabajó gratuitamente para ayudar a los apestados de cólera con laudable abnegación. Todo quedaba 
probado con los debidos documentos. 

El señor Ministro, después de haberlo examinado todo, decidía entregar al mismo, en señal de agradecimiento, la condecoración de la 
cruz de caballero. Pero, con el cambio de ministerio, no pudo realizarse aquella determinación. Por eso, renuevo con esta finalidad la 
misma súplica a V. E. a fin de que, con este reconocimiento al mérito, se recompense al señor Doctor y se haga una caridad a nuestros 
muchachos, que verían compensado a su bienhechor con una condecoración pública. 

Ruego a Dios conserve a V. E. largos días de vida feliz, y asegurándole gratitud imperecedera, también de parte de los mismos 
jovencitos, me cabe el honor de profesarme de V. E. 

Turín, 26 de julio de 1878. 

J. BOSCO, Pbro. 
41 

Carta del abogado Leonori a don Bosco 

Reverendo Señor: 

Adjunta encontrará una carta de la Congregación con una copia de la carta escrita al Arzobispo de Turín que hoy mismo se le envía. 

Nada añado sobre esta carta de la Congregación que se refiere ((973)) a las controversias y al Arzobispo, salvo que no me satisfacen 
esas decisiones; pero el Papa las ha aprobado, y, por ahora, le aconsejo que obedezca ciegamente (perdone mi atrevimiento); más aún, 
opinaría que usted mismo escribiese al eminentísimo Prefecto de Obispos y Regulares acusando al mismo haber recibido lo que le envió, 
y declarando que, como súbdito de la Santa Madre Iglesia, obedecerá ciegamente, etc. Envíeme a mí la carta, para que yo pueda 
entregarla. 

Yo había hablado ya muchas veces con monseñor Bianchi, para que se pidiese la resolución, y había respondido al mismo acerca de los 
privilegios concedidos por el Sumo Pontífice Pío IX, pero él me había respondido lo mismo que usted verá escrito. Ya he informado de 
todo esto al eminentísimo Oreglia, a quien he participado todo. 

Le incluyo la lista de sus privilegios, para que haga de ellos las copias prescritas. Pero haga suprimir las partes que son anuladas o 
canceladas por el señor secretario: para ahorrar gastos de correo he quitado la cubierta a la lista de los privilegios. 

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VOLUMEN XIII Página: 825 

He recibido puntualmente su carta desde Niza. Yo opinaría que en este encuentro, es decir, al comunicarse mutuamente las 
disposiciones de la Sagrada Congregación, hablase usted mismo al Arzobispo sobre los sacerdotes suspendidos; me parece éste el 
momento apropiado para decir: quid ultra debui facere et non feci? (»qué más ebía hacer y no hice?). Si la suspensión perdurase todavía, 
demándela en la carta que escriba al eminentísimo Prefecto. Yo haría así. Usted puede tener en cuenta mi opinión, y también puede no 
hacer ningún caso de ella. Le incluyo el rescripto para el clérigo Franchini, cuyo importe es de seis liras con cincuenta céntimos. 

Ruegue por mí, mándeme siempre, y créame, con toda veneración y aprecio, 

Roma, 16 de abril de 1878. Borgonuovo, n. 166. 

Su afmo. s. s. y abogado CONSTANTINO LEONORI 

42 

El Gobernador de Turín sobre las normas higiénicas 

En la visita realizada a ese Centro por los sanitarios delegados a tal fin, por la Comisión de vigilancia nombrada por este Consejo 
Provincial Sanitario de la inspección de escuelas e institutos de esta ciudad para proponer los remedios indispensables para impedir la 
difusión de la conjuntivitis y acabar con ella, fue reconocida la falta de limpieza, lo mismo en el inmueble, que en las ropas, la falta de luz 
y de aire en todos los ((974)) locales, que tienen las paredes sucias y los pavimentos de ladrillo polvoriento y gastados, y son demasiado 
estrechos en proporción al número de alumnos. 

Además, la enfermería, que es totalmente inadecuada por su capacidad y su orientación, tiene una chimenea para la cocina de los 
enfermos. 

Todas las normas higiénicas referentes al mobiliario de las clases, a la iluminación, a la calefacción están totalmente olvidadas; faltan 
lavabos, salas de gimnasia y letrinas. Por eso, de cuatrocientos veintiún alumnos que se examinaron, se encontraron noventa y ocho con 
conjuntivitis, veintinueve de los cuales en estado grave, y sesenta y nueve menos graves, por tanto en una proporción del veintinueve por 
ciento. 

Se ve, por consiguiente, que la enfermedad ha progresado enormemente en dos meses, puesto que, en la primera visita, había una media 
del diez con ocho por ciento. 

Y esto solamente en las escuelas, ya que los muchachos de los distintos talleres no fueron reconocidos. 

Por consiguiente, la Comisión visitadora añade como indispensable, ante tal estado de cosas, detener la difusión de la enfermedad 
mediante las siguientes disposiciones: 

1.° Inmediato aislamiento de los alumnos enfermos y los sanos, de modo que los enfermos tengan entrada aparte, servicios, clases y 
dormitorios en lugares separados y distantes de los alumnos sanos, y que se organice para los enfermos un conveniente servicio sanitario 
de curas, y para los sanos un servicio de inspección. 

2.° La construcción necesaria o la adaptación de otros locales para dormitorio, estudio, clases y enfermería, añadiendo todo lo que falta, 
de acuerdo con las indispensables normas de higiene. 

El interés supremo de la salud pública exige que las proposiciones de la Comisión 

Fin de Página 825 


VOLUMEN XIII Página: 826 

sean realizadas sin la menor dilación y yo, de acuerdo con las corrientes disposiciones vigentes sobre la materia, podré ordenar su 
cumplimiento oficialmente. 

Pero prefiero dirigirme a V. S. persuadido de que convencido de la gravedad de la enfermedad y de la urgencia de poner una eficaz 
reparación, querrá sin más disponer el cumplimiento de dichas prescripciones y pondrá todo el cuidado posible para que sean 
exactamente cumplidas. 

Confío que el interés demostrado por V. S. por el bien público no será menor en estas circunstancias y estoy persuadido de que la 
Comisión en otra próxima visita no dejará de manifestar los buenos resultados de las disposiciones que le han sido comunicadas y que V. 

S. habrá ciertamente cumplido. 
6 de abril de 1878. 

El Gobernador BORGONE 

((975)) 43 

Supresión de la subvención para las escuelas nocturnas 

a) Don Bosco al Alcalde de Turín 

Benemérito e Ilustrísimo señor Comendador: 

La semana pasada me presenté en la Tesorería Municipal para reclamar el primer semestre de la anualidad de trescientas liras, que hace 
mucho tiempo percibía a favor de este Instituto, denominado Oratorio de San Francisco de Sales, pero, con gran sorpresa, se me 
respondió que aquella cantidad había sido suprimida del presupuesto. Fui al señor Cravosio, rogándole me diera alguna explicación. Muy 
cortésmente respondió que no sabía decirme nada; y que, solamente el señor Alcalde estaba en situación de explicármelo. Por este 
motivo, me dirijo a V. S. Ilma. y le ruego me permita recordar la historia de esta subvención. A fines del año 1845 iniciamos las escuelas 
municipales nocturnas. El Alcalde de entonces, creo que era el caballero Nigra, estuvo tan satisfecho, que vino él mismo a visitarlas, y 
envió después una comisión para observarlo todo y dar cuenta. El comendador Duprè, el caballero Cappello, llamado Moncalvo y el 
caballero Rappolo componían aquella comisión. Aquellos señores quedaron muy satisfechos al ver la enseñanza elemental que se daba a 
la clase más baja del pueblo; su informe agradó tanto al Ayuntamiento, que éste manifestó de manera sensible su aprobación concediendo 
un premio de mil liras al que esto escribe, más una anualidad de trescientas liras para los gastos de la luz, necesaria en las escuelas 
nocturnas. Esta subvención se ha percibido siempre hasta 1878. V. S., señor Alcalde, siempre estuvo en conocimiento de nuestras cosas, 
y esta casa continuó constantemente su programa, que consiste en impartir enseñanza a los pobres hijos del pueblo, educándolos en el 
trabajo y la moralidad, y dando albergue a los más pobres. 

El Ayuntamiento aplaudió y ayudó al que esto escribe en todo momento, y todos los alcaldes nos han honrado con su presencia y nos 
enviaron muchachos abandonados para ser internados en el Oratorio de San Francisco de Sales. Solamente cuando la peste del 
cólera-morbo, de 1855, cuarenta y dos muchachos que quedaron huérfanos por esta calamidad, vinieron recomendados por el Alcalde al 
que esto escribe, el cual con mucho gusto recibió a todos, y algunos están todavía presentes en nuestras casas. 

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VOLUMEN XIII Página: 827 

He recordado todo esto para dar a conocer que este Centro siempre se ha prestado y se presta al bien público, y que hoy se cuentan en 
Turín por millares los muchachos de las escuelas diurnas, nocturnas y dominicales, que reciben el pan de la moral y de la ciencia. 

Y ahora le ruego humildemente continúe dándonos la subvención, no por la importancia de la misma, sino para que no parezca que un 
((976)) Centro nacido, crecido, consolidado con la caridad y la benevolencia de los turineses, haya desmerecido ahora públicamente. 

Si decidiese no continuar entregando tal subvención, le haría la respetuosa, pero vehemente petición, de quererme señalar, al menos, la 
razón para mi norma y satisfacción de mis colaboradores. 

Apoyado en la rectitud de la finalidad, que es favorecer a la clase más necesitada de la sociedad civil, y confiado en su personal 
honestidad y benevolencia, ruego a Dios le conceda vida feliz, mientras tengo el alto honor de poderme profesar 

Turín, 21 de mayo de 1878. 

De V.S.B. 

J. BOSCO, Pbro. 
b) El Alcalde de Turín a don Bosco 

La Comisión del balance de 1878 no admitió las trescientas liras para el Oratorio de Valdocco; el Consejo municipal deliberó en el 
mismo sentido; por consiguiente, no es posible a este Alcalde ni a la Junta obrar de otro modo. 

No se adujo razón alguna contra ese Centro; las trescientas liras, en cambio, se pasaron al colegio de los Artesanitos. 

Sin desconocer la utilidad que ese centro se propone aportar a la instrucción de los hijos de los pobres del pueblo, no puedo tener en 
este argumento una opinión contraria a la manifestada por la representación del Ayuntamiento. 

No le debo disimular que, presidiendo la Comisión especial ida para remediar la difusión de la oftalmía contagiosa, sí he debido 
reconocer que las reglas de la higiene son demasiado desatendidas en ese centro; aun cumpliendo en parte las condiciones especiales del 
mismo Instituto, si las hay, como debe haberlas, para quitar o disminuir los inconvenientes advertidos, no dudo que usted estará dispuesto 
a cumplir las órdenes expresamente recibidas de la autoridad gubernativa, como yo no puedo por menos de aconsejarle, a fin de evitar las 
medidas de rigor con que se le ha amenazado. 

Turín, 22 de mayo de 1878. 

El alcalde FERRARIS 

44 

Carta del canónigo Comino a don Angel Savio 

Muy querido P. Savio: 

He leído, en el Boletín Salesiano que se ha dignado enviarme, las disensiones existentes entre el señor Arzobispo y su superior don 
Bosco. Lo siento en el alma, por el 

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VOLUMEN XIII Página: 828 

escándalo de los fieles, pero no me extraña. ((977)) Inmediatamente después del nombramiento del señor Arzobispo, como prelado de 
esta archidiócesis, un hermano suyo, profesor, decía que sentía grandemente la nominación de su hermano para Arzobispo, porque no 
acabaría bien, y lo decía a todos por todas partes. Y yo, en los diversos cargos que he ocupado en la diócesis, arcipreste, canónigo y 
vicario foráneo de una de las principales iglesias y vicarías de la diócesis, por espacio de más de cuarenta y ocho años, puedo muy bien 
decirle, que hube de sufrir más por las imprudencias de Monseñor que por los disgustos y fallos de todo el clero, que de mí dependía. 
Conservo cartas, escritos, disposiciones de sentido contrario, para disgustar al más sereno y tranquilo. Es su costumbre decir y desdecirse, 
alterarse por nada, empeñarse en lo que quiere, asombrarse por cualquier cosa. Pobre Monseñor, siempre le he querido mucho, y le 
quiero; hay que compadecerle, creo que no recuerda lo anteriormente dicho y no conoce su natural. Lo siento por la pobre diócesis que, 
con sus indiscreciones, ha perdido el aprecio y el crédito de canónigos, párrocos y vicarios foráneos: es una verdadera desgracia. 

Recemos por él, como yo lo hago cada día, a fin de que el Señor lo remedie. 

Créame de corazón 

Su afmo.
DOMINGO COMINO CONDU, Can.


45 

Condiciones requeridas por el Instituto de Santa Ana 

de la Providencia para la aceptación de una escuela 

1.° La Dirección y el ayuntamiento se obligan a pagar a las monjas, a más del alojamiento con su mobiliario: 1. Cuatrocientas liras 
anuales pagaderas por trimestres; 2. La leña, el carbón y el aceite para el alumbrado; 3. La cama completa y con las cortinas; 4. Un 
suficiente ajuar de ropa blanca para la cama, la mesa y la cocina. 

2.° Correrá a cargo de la Administración la conservación de la ropa blanca, del mobiliario y de los utensilios de cocina, lo mismo que 
los gastos del primer viaje y transporte del equipaje necesario. 

3.° En caso de enfermedad se proveerá a las monjas del médico o cirujano y de las medicinas, advirtiendo, sin embargo, que, si se 
previese una enfermedad algo grave, la superiora los reclamará a la casa central para atenderla. 

4.° Corresponderá también a la Dirección o Administración el pago de una mujer que, en calidad de sirvienta, preste su labor para las 
distintas labores que las monjas pudieran necesitar. 

5.° El nombramiento de las maestras corresponde a la Superiora del Instituto, ((978)) la cual se reserva la facultad de hacer, por justos 
motivos, los cambios que fueren necesarios de personal. 

6.° El contrato estipulado con una administración, se tendrá por duradero de un año para otro y, si las partes no quisieran continuar, se 
deberán avisar mutuamente con cuatro meses de anticipación. A falta de tal aviso, se entenderá renovado el convenio para el año 
siguiente. 

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VOLUMEN XIII Página: 829 

Convenio entre la fábrica de papel salesiana
y el señor Constantino Pancaldi Pasini


El señor Constantino Pancaldi Pasini ingresa en dicha fábrica de papel como Jefe técnico y, como tal, asegura y se obliga: 

1.° A producir con la máxima exactitud cualquier calidad de papel, después del análisis de los tipos o muestras que le serán 
presentados, formando las mezclas de tal modo que pueda sostener ventajosamente la competencia de precios, y asegurando, también, 
que, al repetir el mismo tipo, salga siempre de la misma forma, ya que ésta es nuestra principal necesidad, absolutamente exigible. 

2.° Introducir en la fabricación las mejoras que crea oportunas, aun preparando novedades especiales que, bajo el aspecto económico 
dan también productos que encuentran el favor del público. 

3.° Vigilar seriamente la buena marcha de la fábrica en general y, de modo especial, evitando la pérdida de materias primas, el desgaste 
de las máquinas y del papel. 

4.° Estudiar la manera de evitar los defectos que se pudieran encontrar en el papel, procedentes de la parte química, o de la mecánica. 

5.° Asegura conocer perfectamente toda la maquinaria que sirve para la fabricación del papel, cosa absolutamente necesaria para poder, 
si es necesario, aportar un rápido y seguro remedio cuando sea necesario. 

6.° Se hace responsable del servicio de operarios y operarias (excepción hecha de los correspondientes a la encuadernación), haciéndose 
ayudar por los encargados para la asistencia; mas no podrá disminuir ni aumentar los salarios, aceptarlos o licenciarlos sin consentimiento 
de la dirección. 

7.° Con los obreros del establecimiento tendrá máximo cuidado, ya sea en el trato familiar con ellos, ya sea cuando haya que llamarles 
la atención o ganárselos con el buen ejemplo de cristiana caridad, lo mismo dentro que fuera de la fábrica. 

8.° Se conviene en una prueba de seis meses, a partir de su entrada en la fábrica, durante la cual, si demuestra capacidad y conducta 
((979)) conveniente, será confirmado por un período, a fijar de común acuerdo. 

9.° La fábrica se obliga a pagarle un sueldo de cuatrocientas liras mensuales, reservándose aumentarlo con gratificaciones fijas o 
proporcionales a la mayor producción, cuando se haya experimentado su capacidad y buena conducta. 

10.° Las provisiones, ventas, correspondencia y firmas quedan exclusivamente reservadas a la Dirección de la fábrica, la cual, en los 
casos correspondientes, procurará oír su parecer para ayudar en todo a la buena marcha de la fabricación. 

11.° Si diere lugar, por su poca capacidad técnica, o por su conducta moral, podrá ser despachado con previo aviso de tres meses; lo 
mismo deberá hacer él, si pensara abandonar su cargo en nuestra fábrica, salvo casos excepcionales. 
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Dos cartas de don Pedro Guidazio a don Bosco desde Montefiascone 

A 

Carísimo y amadísimo don Bosco: 

Si me dejase llevar por mi deseo, sin considerar sus muchas ocupaciones, querría escribirle cada día, aun a costa de ser tachado de 
indiscreto. Pero ahora, teniendo en cuenta la circunstancia de las fiestas navideñas, no podría dispensarme de escribirle, aunque sólo fuese 
para felicitarle las fiestas y encomendarme a sus oraciones, para que me alcance del Niño Jesús, que sea todo suyo, que no viva más que 
para él, como es mi deseo, aunque por mi pusilanimidad no siempre correspondan a ello las acciones. 

Había prometido hacernos una visita: el tiempo se acerca y le esperamos todos con los brazos abiertos. Le aseguró que dará a todos una 
gran satisfacción. Iremos a esperarle a Orvieto o a Viterbo. Mientras tanto, creo oportuno prevenirle de algo, que he podido serenamente 
observar desde que estoy aquí y que me ha obligado a cambiar mi primera opinión. No me entretendré en la absurda e inexplicable 
disciplina, por la que los jóvenes se ven obligados a permanecer encerrados todo el día en las habitaciones, divididos en grupos de a 
cuatro. Lo que conviene que usted sepa es que me parece muy difícil que Monseñor, pese a su expreso deseo, logre traspasar este colegio 
a don Bosco. Y esto, por dos razones. La primera, porque habría que despedir a todos los superiores y empleados, los cuales perciben un 
sueldo, que absorbe toda la renta del colegio, ((980)) que es de veintiuna mil quinientas liras, sin contar la pensión de los internos y, 
substituirlos por otros tantos salesianos, que harían lo que ahora no se hace, ni se hará jamás. La otra razón está en los prejuicios 
inveterados en cuanto a educación y enseñanza. San Jerónimo y Sulpicio Severo y hasta Lohomond, autores que yo había sugerido en 
varias clases, provocan la risa, y quieren a Horacio y Cicerón, a Cicerón y Horacio, hasta los que no entienden una jota de Cornelio. 
Aritmética, Griego, Historia y Geografía eran cosas nuevas, el italiano estaba abandonado de tal forma, que, por compasión de mis 
alumnos, me he encargado yo mismo, y se lo enseño cada quince días juntamente con el Griego, la Historia y la Geografía en las dos 
clases 1. 

En cuanto a educación, baste saber que, habiendo dicho una vez en presencia del Obispo, que en todas nuestras casas todos los 
Superiores van a recreo con los muchachos, sin excluir al Director, y que juegan y bromean con ellos, se extrañaron mucho, y dijo 
Monseñor que él no permitiría nunca nada semejante, porque haría perder todo respeto al Superior; de manera que me arrepentí de haber 
hablado, temiendo haber dado un escándalo. Y, sin embargo, bromeo y río en clase y obtengo 

1 Carta a don Celestino Durando, en enero de 1879: «Aquí se estudia poco y se enseña menos; no se tiene ni la menor idea de la 
enseñanza gubernativa. No sólo se ignora de hecho el griego, la historia, la geografía, sino que ni se cultiva el italiano, y mis alumnos 
causan pena en esto. En latín están bastante más bajos de lo que yo me creía, y que don Bosco supone. Saben discutir alguna frase, hacer 
algunos versos dísticos; pero; habiéndoles dictado media página de Machiavelli para traducir al latín, los encontré bastante más atrasados 
que mis antiguos alumnos de quinto. De modo que, acobardado ante la situación, he determinado tomarme también estas dos últimas 
materias, en cuanto me encuentre en mejor estado de salud, para evitar un completo fracaso en los exámenes de licencia». 
830 

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mucho más que ningún otro. Los muchachos me quieren y respetan y eso lo sabe muy bien Monseñor, el cual me ha alabado distintas 
veces en mi presencia, hasta hacerme sonrojar. 

Como le dije, el colegio tiene una renta limpia de veintiuna mil quinientas liras que, antes de 1870, alcanzaba a diez mil escudos. Los 
internos pagaban entonces cuarenta y cinco escudos al año, ahora pagan setenta, pero dada la increíble cantidad y calidad de la 
alimentación no serían demasiado los ciento treinta escudos: 

La renta queda repartida así: diecisiete mil quinientas liras que entrega el Gobierno a título de no sé qué; mil quinientas liras pagadas 
por el Municipio a título de subvención, más quinientas liras dadas por el Obispo; además, los alumnos externos pagan todos ocho liras al 
mes. Todo esto lo he sabido por el profesor Amati, canónigo penitenciario, director espiritual del colegio y mío. 

A pesar de una renta tan aparente, el colegio pasa grave necesidad, porque, como le dije, está absorbido por el sueldo de los superiores 
y de la servidumbre, que, a pesar de la disminución de alumnos y de la renta, conservan el sueldo antiguo, y ninguno está dispuesto a la 
reducción, o a prestar su labor en lo que sea sin ser pagado. Y sucedió en estos días que, habiendo yo propuesto, a ejemplo de ((981)) 
nuestras Casas, hacer cantar musicalmente la misa en Navidad, el ecónomo, que es un canónigo bastante rico y buen músico, respondió 
francamente, que si le asignan cuatrocientas liras de sueldo enseñaría música y, de lo contrario, no. Así que, aquí no se sabe qué es 
música, ni teatro u otras diversiones y hasta se escandalizarían con sólo hablar de ellas. 

Mientras tanto el número de internos es muy pequeño. Hay un solo clérigo en teología y dieciocho en el bachillerato; en retórica no hay 
ninguna vocación. Yo he propuesto que los estudiantes de bachillerato no lleven sotana, perdonar los prejuicios de los padres y cultivar la 
vocación en el colegio. Pero íojalá no hubiese hecho tal proposición! 

Por todo esto y más cosas que no digo, para no hacerme demasiado pesado, me he convencido de que es imposible levantar este 
colegio, a no ser por obra de don Bosco. Cuando usted venga se convencerá de ello y yo le diré el resto. 

Perdone. por ahora, mi indiscreción; ruegue por mí y créame que soy totalmente suyo en alma y cuerpo 

Afmo. en J. C.
PEDRO GUIDAZIO


B 

Carísimo don Bosco 

Le escribo por orden del Obispo. Ayer me mandó llamar para decirme que anda en tratos con el Municipio para abrir el Liceo. Espera 
obtener una subvención de ocho o diez mil liras. Pero querría saber antes si don Bosco podría proveer cuatro profesores patentados para 
el Liceo. El asignaría a cada uno el sueldo y el conveniente alojamiento en el Seminario, cuya dirección también le confiaría después de 
tres o cuatro años, según el beneplácito de los sacerdotes de Montefiascone, etc. Añadió que había hablado de ello con el Padre Santo, me 
tributó alabanzas y me animó. 

Quedé sorprendido de tanta novedad e indiscreción y respondí respetuosamente que me parecía imposible que don Bosco pudiese 
complacer en esto a Su Excelencia. Porque difícilmente podría atender a nuestras casas que, en estos últimos tiempos, parece están muy 
bajo los ojos de la Autoridad escolar; que una prueba de esta escasez 

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era el haberme mandado a mí a Montefiascone, a pesar de mi delicada salud. Que era, además, bastante difícil obtener autorización para 
abrir el Liceo, habiendo ya uno en Viterbo, que no dista mas de dos horas. Que esto se podrá hacer cuando en el Seminario haya al menos 
ciento cincuenta internos, y no como ahora, que no llegan a cuarenta entre internos y externos. Concluí diciendo que, si Su Excelencia se 
resolvía a confiar la dirección y administración del Seminario a don Bosco, se podría esperar con el tiempo, mas no ahora, hacer algo 
sobre el particular, y que, mientras dure esta trivial y disparatada disciplina, habrá que ((982)) renunciar no sólo a las esperanzas del 
Liceo, sino cerrar el bachillerato por falta de estudiantes, puesto que, según creo, un joven algo sensible no podrá resignarse nunca a este 
encierro o sepulcro. 

El Obispo añadió que es su ardiente deseo confiarlo todo a los salesianos, pero que era algo imposible, dada la oposición de los 
sacerdotes del lugar; que recuerda el alboroto habido cuando, en tiempos de un predecesor suyo, fueron llamados los jesuitas y se armó 
una revolución tan violenta que, para reprimirla, hubo que llamar a los franceses que estaban allí de guarnición. Y se pudo arreglar con la 
salida de los jesuitas. 

A todas mis razones en contra respondió que no piensa cambiar de propósito, y que, si es necesario, hará que le escriba el Padre Santo. 
Mientras tanto respóndale usted a esta primera petición y respóndale mil veces negative. 

No calcule, don Bosco, conmigo para nada. He hecho en el pasado cuanto he podido por la Congregación, ahora no puedo servir mas 
que para asistente en Lanzo o en Valsálice. 

Ruegue por mí. No me encuentro del todo bien; y no digo mas para no parecer meticuloso.. 

Créame su servidor y afectísimo 

Montefiascone, 22 de abril de 1879. 

Hijo
GUIDAZIO, Pbro.


48 

Primer proyecto de don Bosco para Magliano Sabino 

1.° La Comisión cede la dirección de los estudios y la administración del Seminario al sacerdote Juan Bosco con las obligaciones 
descritas. 

2.° Hecho el balance de las rentas del Seminario, restadas todas las cargas e impuestos quedan 4.939 liras, que se ceden al reverendo 
Bosco en vista de las disposiciones a tomar con los maestros de la tercera y cuarta elementales, con los profesores del bachillerato, con un 
profesor de filosofía, otro de teología y atender a todo el personal dirigente, asistente y docente. Como quiera que la renta arriba expuesta 
para la extinción de algunas deudas anuales ira aumentando, la comisión cede todo aumento en favor de la administración. 

3.° Se hará un inventario sobre el capital activo y pasivo para el año escolar 1877-78. Si se diera el caso, que no se espera, de que la 
Administración del Seminario hubiese de volver a manos de su ordinaria primera comisión, se deberán poner las cosas en el mismo 
estado y valor, de forma que las mejoras y deterioros sean a favor o en contra del reverendo Bosco. 

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VOLUMEN XIII Página: 833 

((983)) 4.° Si hubiera que realizar trabajos extraordinarios de adaptación, construcción o reparación S. E. el cardenal Bilio, los señores 
de la Junta y el reverendo Juan Bosco de común acuerdo estudiarán la manera de proveer los medios necesarios para los trabajos. 

5.° El Superior Eclesiastico ejercerá su plena autoridad sobre las materias de enseñanza y en todo lo que se refiere a disciplina, religión 
y moralidad de los alumnos, de acuerdo con las constituciones sinodales y apostólicas. Los tratados de filosofía y de teología serán 
siempre examinados, propuestos por S. E. y lo mismo el profesor de filosofía que el de teología deberán ser siempre aprobados por el 
Ordinario. A él pertenece también el examen y el juicio sobre los clérigos que debieran ser promovidos a las órdenes sagradas. 

6.° El reverendo Juan Bosco, en su calidad de Superior General de la Congregación Salesina, se obliga por sí mismo y sus herederos, y 
el Eminentísimo Cardenal Arzobispo (sic) promete su protección a la Congregación entera, a fin de que pueda conservar su autonomía 
ante la Iglesia, y pueda este naciente Instituto alcanzar su crecimiento para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 

7.° El programa de estudios, de las condiciones y normas de aceptación serán siempre propuestas a la aprobación del Ordinario. 

8.° El contrato comenzara el próximo año escolar 1877-78; durara cinco años: y, si una de las partes quisiese romper este convenio, 
deberá avisar a la otra con cinco años de anticipación. 

49 

Cinco cartas del cardenal Bilio a don Bosco 

A 

Muy reverendo Señor: 

Respondo un poco tarde a la apreciadísima carta que me escribió desde Magliano respecto al proyecto de un colegio de educación en el 
Seminario: el motivo de la tardanza fue la mudanza de casa, la multiplicidad de nuevas preocupaciones, y, ademas, el no saberme decidir 
a aceptar un proyecto que, por los precedentes con el Alcalde del lugar, presuponía gravísimas dificultades. Creí oportuno madurar mas la 
gestión, oír a los consejeros del Seminario, y ahora que sé que la misma Junta ha escrito a V. S. sobre el particular rogándole 
directamente, con mi anuencia, a tomar no sólo la dirección de los estudios del Seminario, sino también la administración de las rentas, 
con mucho gusto le dirijo la presente para añadir mi recomendación, a fin de que las diligencias ya empezadas puedan llegar a feliz 
término, sin contravenir ((984)) las disposiciones del sagrado Concilio de Trento, respecto a los Seminarios diocesanos. 

Por las razones mas arriba dichas, no me fue fácil dar las gracias por carta al reverendo Oliviero Iozzi, que me envió unas poesías 
manuscritas. Ruego a V. S. le presente mis excusas y le dé las gracias cordialmente de mi parte. 

Recibo siempre buenas noticias de los dos maestros don Daghero y Giacomuzzi; estoy muy contento de ellos por su ejemplar conducta 
y por lo bien que enseñan. 

El clérigo Giacomuzzi esperaba al señor obispo sufragáneo para la ordenación: Si 
833 

Fin de Página 833 


VOLUMEN XIII Página: 834 

Monseñor no vuelve ahora, tendré yo el placer de ordenar a Giacomuzzi cuando vaya a la diócesis por otoño. Y con el sentimiento de 
todo mi aprecio, me suscribo de 

V.S.M.R. 
Mayo, 24-1877. 

Suafmo. ys. s. enJ. C. 

L. Card. BILIO, Ob. de Sabina. 
B 

Muy reverendo Señor: 

Siempre muy ocupado con los trabajos de las Congregaciones y otras cargas que me han venido, no dejé de enviar a los delegados del 
Seminario proyecto con las correcciones, para que observasen si había algo que añadir y que no se hubiese anotado. Ellos me enviaron el 
proyecto corregido, pero en algunas partes casi sustancialmente cambiado. He querido, pues, enviar a V. R. una copia del proyecto, tal y 
como fue aceptada por mí y por V. R., salvo que he cambiado un poco el artículo sexto, de modo que con los cambios y añadiduras pueda 
ser aceptado por V. R. Si no hubiere nada en contrario, mande hacer V. R. las dos copias que son necesarias, si ninguna otra cosa se 
opone definitivamente por ambas partes a la firma. 

Considerando, además, que el rector Rebaudi, hace ya casi treinta años que con tanto celo y alabanza ha atendido al Seminario, y que; 
si por esto tuviese derecho, como es costumbre, tras un servicio tan largo, a una pensión, ruego a V. R. tenga la bondad de presentarme un 
proyecto sobre el particular, que sea del agrado de dicho Rector, para lo cual tengo mucha urgencia. 

Y con el sentimiento de verdadero aprecio, celebro repetirme 

DeV. R. 

Roma, 9 de julio de 1877. 

Afmo. en J. C. 

L. Card. BILIO, Ob. de Sabina 
((985)) C 

Muy Rvdo. Señor: 

He recibido las dos copias originales de contrato entre el Seminario Sabino y la Congregación Salesiana, y ambas firmadas le envío, 
una a V. S. y otra a mi Curia. Bendiga el Señor desde el principio obra tan hermosa, de la que me prometo buenos frutos para esta tan mi 
querida diócesis. Reciba las bendiciones del Padre Santo para quienes han concurrido, quien preside, quien enseña y quien aprende 
ciencia y religión, y quien vaya a colaborar de alguna forma. Yo estoy muy contento, lo mismo que el clero y los diocesanos. 

Animo y acierto en la empresa in Nomine Domini. 

Con todo mi aprecio, me repito 

De V.S.M.R. 

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VOLUMEN XIII Página: 834 

Roma, 24 de agosto de 1877. Afmo en J. C. 

L. Card. BILIO, Obispo de Sabina 
Fin de Página 834 


VOLUMEN XIII Página: 835 

D 

Querido y Rvmo. don Bosco: 

Le agradezco de todo corazón la santa empresa de Magliano. Si, como esperamos, todo resulta felizmente, el nombre de don Bosco y de 
sus buenos Salesianos sera bendecido por toda la Sabina, en donde, Rieti aparte, no hay más escuelas. 

Esta mañana ha llegado a Roma, para hacer algunas compras el hermano 1 Donato Albino, mi huésped. Pasado mañana saldremos 
juntos para Magliano, pero yo no podré estar allí mucho tiempo, pues debo realizar la visita pastoral de la diócesis. 

El Padre Santo está contento de que yo haya llamado a los Salesianos para Magliano. Le he hablado también de las otras tres 
fundaciones señaladas por usted; les manda la bendición apostólica especialmente a la de La Spezia. Encomiéndeme al Señor y téngame 
siempre por 

Roma, 6 octubre 1877. 

Su afmo. en J. C. 

L. Card. BILIO, Ob. de Sabina 
E 

Rvmo. Señor: 

Hace casi un mes que me encuentro en Magliano y durante todo este tiempo he podido conocer más de cerca la marcha y el progreso 
((986)) del Seminario y el colegio, lo mismo en la piedad que en los estudios. Estoy muy contento de ello; y agradezco a V. S. Rvma. que 
ha procurado tanto bien a esta mi diócesis, en tiempos tan difíciles y calamitosos. Los maestros, tanto sacerdotes como clérigos que V. R. 
ha mandado son celosos y ejemplares, y espero en el Señor que, bajo su disciplina, los muchachos saldrán adoctrinados y muy bien. 
Mientras tanto, la buena fama se ha difundido por los pueblos de los alrededores y hasta en la misma Roma, tanto que el número de los 
alumnos ha subido ya hasta sesenta y crecerá todavía más. Ello se debe al buen concepto que merecidamente se tiene del reverendísimo 
don Bosco y de sus salesianos. Sea dada la gloria a Dios. Por mi parte no dejaré, a cambio, de ayudar donde pueda a su Instituto y 
alabarlo ante el mismo Padre Santo. El jueves próximo, 16 del corriente, haré el solemne reparto de premios en la iglesia de las Gracias; 
y, hacia el 21, volveré a Roma. 

Acepte esta manifestación de mi sincera gratitud, y créame siempre con todo mi aprecio 

De V.S.R. 

Magliano Sabino, 14 de octubre de 1879. 

Su afmo. y s. s. 

L. Card. BILIO, Ob. de Sabina 
1 S. Em. creía que el tal fuese un coadjutor salesiano. 

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VOLUMEN XIII Página: 836 

El Oratorio de Chieri 1 

...Se empezó el oratorio femenino y se recurrió a V. R. Como ya sabe, el Parroco de la catedral tomó posesión de él como de su casa... 
Eligió a tres como fundadoras, Braia, Ciceri y la hermana del Rvdo. Sona, canónigo. La Braia metió dos maestras de canto que 
perturbaron (a lo que me dicen) la buena marcha del Oratorio. Procuré que fueran expulsadas, pero hasta ahora no lo logré; en tanto, la 
Ciceri se retiró; mientras obtuve (siempre por vía indirecta) que al menos fueran frenadas; obtuve, ademas, por medio de Monseñor que el 
Oratorio no funcionara durante el tiempo de las funciones, porque, dije, está prohibido por el Papa. El Oratorio femenino (como me 
consta por el mismo Parroco) no marcha bien, sino que languidece: espero, sin embargo, sostenerlo hasta el tiempo que mas abajo diré. 

De vuelta de las vacaciones a Chieri, todo se ha sabido; me traje de Roma una bendición especial del Papa, después publiqué un 
pequeño programa del Oratorio para los muchachos y con él me presenté al Arzobispo, el cual, al ver las instrucciones que traía de Roma, 
confirmó todo palabra por palabra, hasta el nuevo personal (el antiguo, que había sido elegido y me lo había entregado el Arzobispo, no 
había hecho más que charlar). Ese se ((987)) compone del canónigo Sona, director, del reverendo Cumino, educado por usted, 
vicedirector y tesorero y del reverendo Serra, capellán y maestro de canto. 

Con estos solos y algunos consejeros, pro forma, se fundó la obra. Quise que dependiese de la parroquia de San Jorge, para no tener líos 
con la catedral y con el seminario. Pero alquilamos al padre Almando, dominico, un local caro, e invitamos al párroco de San Jorge y al 
abate Botto y otros más, y se abrió el Ortorio con sesenta muchachos, pues no cabían más en el local. Leí allí el programa en nombre del 
Papa y lo comenté: pero dije que estaba autorizado por el Ordinario y por el Párroco, de acuerdo con los cánones; y, además, que estaba 
avisada la autoridad civil, la cual había prometido una subvención, después de dos meses de duración. Se cantó por todos un himno en 
honor del Sagrado Corazón de Jesús, a quien está dedicado el Oratorio y se repartieron regalitos a los muchachos. Hasta ahora marcha 
bien, pero, como el local es estrecho, no permite recibir a más de doscientos muchachos que piden entrar, lo cual se hace con unos 
billetitos, que se entregan vez por vez a quienes cumplen las reglas establecidas. 

Unos días después me encontré con el Párroco de la catedral, con el que me relaciono a menudo, como con todos los demás de 
cualquier partido. Se lamentó conmigo de que lo hubiese abierto sin hablar con él. Yo, que soy franco y no lo temo, respondí en seguida: 

-Me extraña su observación. Usted sabe que hace dos años que hablamos de ello. Y sabe también que nunca he podido obtener de usted 
ayuda eficaz: por eso me vi obligado a dirigirme a otra parte. 

-Pero, siguió diciendo; V. R. sabe que el párroco tiene deber y derecho de dar la instrucción religiosa; pase para los de San Jorge, pero 
para los míos, me toca a mí. 

-Perdone, respondí; tal vez usted ignora que yo soy doctor en derecho canónico por Roma y que, por consiguiente, conozco los límites 
de los derechos parroquiales, 

1 De una carta del padre Testa, jesuita, a don Bosco, en septiembre de 1877. Es un documento para conocer la situación que determinó 
los hechos narrados. 
836 

Fin de Página 836 


VOLUMEN XIII Página: 837 

mejor que los doctorados en la Universidad de Turín, que no goza de fama en Roma, en cuanto a esto. Le digo, por consiguiente, que 
usted tiene derecho a enseñar en su iglesia, y que esto es verdad; pero los muchachos de su parroquia tienen también derecho, de acuerdo 
con el Derecho Canónico Romano a ir a cantar Vísperas y recibir la bendición (que ciertamente no son obligatorias) y a irse a divertir, de 
acuerdo con el género de Oratorio promovido por Pío IX, donde más les plazca. »Querría, pues, por su derecho no bien entendido, que se 
abandonara a los muchachos en medio de los peligros de las calles y plazas públicas? Piense antes en la grave obligación que tiene, 
también según las morales que tiene menos seguras, de encontrar el modo de oponerse a la última ley que busca impedir la instrucción 
religiosa: y a esto sí que debe atender. 

Después, convirtiendo en broma esta reprimenda, le dije: 

-Tiene otra obligación muy grande, y es la de darme a beber una copa de su buen vino, porque me ha hecho estar aquí durante más de 
una hora. 

Y así, después de beber y estrecharle la mano, le dejé, quitándole las ganas de volver a hacer una prueba semejante. 

Temí del teólogo Boccardo y, por tanto, del Arzobispo algo contra el Oratorio, debido a alguna expresión de Boccardo. Para evitarlo, 
((988)) le escribí una carta bastante pensada, mostrable al Arzobispo, diciéndole que inútilmente había intentado con él y con otros la 
Obra del Oratorio el año pasado; pero que me había dirigido a la bendición del Papa, después al Arzobispo, y por fin al párroco de San 
Jorge; que se había abierto con nuevo personal; que el que favorece tales obras es bendecido por Dios y el que se opone es castigado 
severamente; y le conté tres casos de sacerdotes pasados por mis manos. No se atrevió a responderme, pero habiéndome encontrado por 
casualidad, parecióle extrañarse de mi recurso al Papa. Yo repliqué: 

-Conozco el país y el aire, pero lo he hecho a propósito, y así lo haré siempre. 

Esto es todo lo hecho... y los demás deben sostenerlo hasta que V. R. pueda plantar en Chieri una casa suya masculina y femenina. 
Cuando esto se verifique, ya hemos decidido nosotros y el R. P. Pellico, nuestro consejero, que todo, el oratorio femenino y el masculino, 
le sea entregado inmediatamente con todos los enseres. Estos, si aún no están pagados con las ofrendas gratuitas, deberán ser comprados 
por ellos, esto es, deberán pagar la deuda que es ahora de trescientas liras. Solamente he rogado servirse de don Cumino, vicedirector, 
mientras el Arzobispo lo permita. No es de esperar plantar su casa en Chieri con los amigos, porque el Párroco de la catedral me dijo que 
sí que quiere a las monjas de don Bosco, pero no a los Salesianos. También tengo miedo, por parte de otros y, especialmente, del 
Arzobispo. Pero me parece que hay que hacer así: se pide al Papa un Breve para fundar la casa de Chieri. En él debe decirse que basta 
entregar una copia al Arzobispo, para que lo sepa. Sobre el número de seis padres, se pide la dispensa para tres, o al menos dos; y se 
indica que vienen especialmente para abrir oratorios y escuelas y dirigirlas según su Instituto. Y así, ni el Arzobispo, ni el Párroco, ni 
ningún otro, podrán impedirlo. El P. Rostagno podría redactar el Breve, o la súplica con las formas canónicas: usted después tendría que 
ir a Roma para tratar el asunto directamente... 

Ruegue pues, haga rogar para que viribus unitis (las fuerzas unidas) salvemos todos juntos de la ruina a nuestra pobre patria y la fe de 
nuestros padres... 

Permita que bese humildemente las manos 

De V. S. R., Fundador de los Salesianos 

Afmo. y s.s. en J. C. 

P. LUIS TESTA 
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VOLUMEN XIII Página: 838 

51 (en latín en el original) 

Decreto arzobispal en favor de la casa de M. A. en Chieri 

Lorenzo Gastaldi, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, Arzobispo de Turín, Doctor y gran Canciller del Colegio de Teólogos, 
Prelado doméstico de nuestro Smo. Papa, Pío IX y Asistente al Solio Pontificio, ((989)) a nuestro querido en Cristo, Reverendísimo don 
Juan Bosco, Superior General de la Congregación Salesiana, saludamos en el Señor. 

Habiendo Nos sabido, por medio del memorial adjunto, que has levantado una casa, mencionada en dichas preces, en el término 
parroquial de Sta. María de la Escala, de la Ciudad de Chieri, donde se trabajará por la salvación eterna de las jóvenes, practicando en el 
Señor tu (ideario) de estudio y piedad, te concedemos, por el presente decreto, usando para ello nuestra potestad ordinaria, la facultad de 
erigir en dicha casa una Capilla al Señor y en honor de Santa Teresa, pudiendo ser bendecida, en nuestro nombre y con tal de que se 
observe cuanto se dispone en las leyes tanto generales, como diocesanas, por el señor Cura párroco de Sta. María de la Escala de dicha 
ciudad. 

Item más, te investimos de la facultad de designar a algunos de tus sacerdotes, para que en dicho oratorio, ejecuten los sagrados ritos, es 
decir, celebren misas, administren el sacramento de la Penitencia, prediquen la Palabra de Dios y enseñen el catecismo. 

Se te faculta, finalmente, para, del mismo modo, destinar a algunas de las Religiosas, que se han consagrado a tales obras de piedad y 
caridad, bajo la denominación de Hijas de María Auxiliadora, para que colaboren a la buena marcha de la precitada casa y de las alumnas, 
que acuden a las escuelas y al Oratorio. 

En tanto que autorizamos todo esto, movidos por nuestra benevolencia de ánimo, te exhortamos encarecidamente en el Señor para que 
todo se lleve a cabo con la plena conformidad del Superior eclesiástico local. 

Ordenamos asimismo que este decreto nuestro, juntamente con los demás documentos de tramitación, se publiquen en el boletín de 
nuestra Curia arzobispal y que un ejemplar del mismo se archive para dar fe de todo ello. 

Dado en Turín el 19 de julio de 1878. 

» LORENZO, Arzobispo M. SORASIO, Secretario 

52 

La cuestión del Oratorio de Chieri 

a) El canónigo Oddenino a don Bosco 

Honorable Señor: 

En los primeros días de la semana pasada escribí a vuestra honorable Señoría rogándole una respuesta respecto a las funciones 
religiosas, que desde hace algunos meses se tienen en el Oratorio, llamado de don Bosco, y erigido en el distrito parroquial de esta 
ciudad. Mi carta era motivada por las prescripciones sinodales y por nuestras conversaciones. 

Como quiera que aún no he recibido la deseada y pedida respuesta, es más, viendo 

Fin de Página 838 


VOLUMEN XIII Página: 839 

y sabiendo que siguen los mismos abusos, para descargo de mi conciencia, me siento obligado a comunicar todo al señor Arzobispo; y, al 
mismo tiempo, avisar a usted también de mi determinación. 

((990)) Ciertamente después de condescender al venerado consejo del señor Arzobispo, a quien tuve que comunicar las explícitas 
intenciones de Vuestra Honorable Señoría manifestadas varias veces al que esto escribe; es más, al solicitar con entusiasmo la apertura 
del Oratorio en cuestión, para mejor catequizar a las muchachas de la parroquia, proporcionándoles honesto entretenimiento, no me 
habría imaginado nunca que un día habría de escribirle tan desagradable carta. Procediendo las cosas en buena armonía y con el único fin 
prefijado, no soñaba tampoco que, casi en su nacimiento, hubiera de lamentar contradicciones, abusos »producidos por quien? »Y por 
qué? Mas, por desgracia í me equivoqué en mis opiniones! Y ahora experimento las amargas consecuencias. 

Con la pesadumbre del dolor y de la pena de tener que proceder en los términos más arriba dichos, aprovecho la ocasión para 
reafirmarme con el máximo aprecio y el más profundo respeto, 

De Vuestra Honorable Señoría. 

Parroquia Colegiata de Santa María. Chieri, 9 de diciembre de 1878. 

Sus. s.
ANDRES ODDENINO, Can. Párroco


b) Respuesta al Can. Oddenino 

Muy apreciado señor Canónigo: 

El reverendo don Bosco, mi venerado Superior, no pudo responder a su carta por encontrarse enfermo de los ojos y tener que guardar 
absoluto reposo. Habiendo recibido yo mismo el honroso encargo, lo cumplo comunicando a V. S. que, a mi entender, las funciones que 
se celebran en el Oratorio de Santa Teresa no se oponen en nada a las constituciones generales. Dichas funciones se celebran en Turín en 
todos los oratorios festivos, al mismo tiempo que las respectivas parroquias. Y, puesto que hasta ahora la autoridad competente no las 
prohíbe, creemos estar en regla, y no cometer ningún abuso, como V. S. dice. Querría V. S. que dichas funciones no se celebrasen, al 
mismo tiempo que las de la catedral; pero, dígame, por favor: »cuándo querría que las hiciésemos? »Antes? Resultaría demasiado pronto, 
y las muchachas, al terminar las funciones, saldrían del oratorio, para ir a dar vueltas por la ciudad, es más, las mayores irían a los bailes, 
como hacen muchas de ellas, que no frecuentan todavía el oratorio. »Después? Resultaría demasiado tarde, y, en esta estación, casi de 
noche. En tal caso: »cómo hacer para atender ordenadamente a unas cuatrocientas muchachas? 

Además, enviarlas a casa ya de noche: »sería algo bueno? Dígnese V. S. reflexionar, que la finalidad de los oratorios es doble: una, 
instruir, y otra, entretener a la juventud en diversiones ((991)) honestas, para apartarla de las malas. Si hacemos como hasta ahora, se 
alcanza el doble fin; y si no, no; es más, se corre el peligro de destruir la labor. Con todo aprecio, 

10 de diciembre de 1878. 

Sus. s.
JUAN BONETTI, Pbro.


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VOLUMEN XIII Página: 840 

c) Don Miguel Rúa a monseñor Gastaldi 

Excelencia Reverendísima: 

Hace dos días fui llamado por el señor Vicario General para comunicarme algunas observaciones respecto al Oratorio festivo femenino 
de Chieri. Para conocimiento de V. E. Rvma. creo oportuno presentarle una breve relación escrita respecto al mismo. 

Las muchachas adictas a aquel Oratorio son unas cuatrocientas, de siete a dieciséis años, divididas en doce grupos. Los días de fiesta, 
por la mañana, se les da comodidad para confesarse; a las ocho empieza la misa, después de la cual se les da una breve explicación del 
Evangelio adaptada a ellas. A las diez, unas ciento cincuenta vuelven para la escuela dominical, que dura hasta el mediodía, ya que la 
mayor parte de ellas, por ser pobres, apenas si están capacitadas, pues van a trabajar a las fábricas de algodón y telas, y naturalmente no 
asisten a las escuelas municipales y son casi totalmente analfabetas. 

A la una y media de la tarde, empiezan a reunirse en los tres patios, según la edad, y juegan un rato, asistidas por las monjas y por las 
jóvenes mayores más instruidas, que les ayudan haciendo de catequistas. Alrededor de las dos y cuarto se organizan por grupos en los 
mismos patios y van al catecismo acompañadas por la respectiva maestra. Después del catecismo, se canta el Magnificat u otra plegaria, 
se hace a continuación una instrucción breve y fácil sobre los mandamientos y después se imparte la bendición. Una vez que salen de la 
iglesia se entretienen de nuevo en diversos juegos, hasta que se hace de noche y así se evita que vayan a rodar por las calles y también a 
los bailes, que se organizan en los días festivos en los principales puntos de la ciudad, donde, a la hora de las sagradas funciones, debido 
al descuido de muchos padres desgraciadamente se ven muchachos y muchachas que, a partir de los doce años, se encuentran reunidos en 
tan triste diversión. 

Por cuanto me dijo el señor Vicario, alguno de Chieri querría que estas funciones no se celebrasen, al mismo tiempo que las de la 
catedral. Yo le haría observar que para esto habría que decidirse a una de estas dos cosas: o bien echar del Oratorio a las muchachas 
alrededor de los dos a las tres, y así ponerles en peligro de ir de una a otra parte parte de la ciudad, porque V. E. conoce muy bien los 
tiempos en que vivimos y con qué libertad abandonan los padres a sus hijos; o bien, empezar nuestras funciones al anochecer, y, ya de 
noche, enviar a su casa a las jovencitas, puesto que las funciones de la catedral terminan ((992)) alrededor de las cinco de la tarde. 
Observo también que las funciones del Oratorio no estorban para nada las de la catedral, puesto que las primeras se hacen para una clase 
de personas, como son las chicas de siete a dieciséis años, las cuales no asistirán a las segundas o participarían en ellas sin ningún 
provecho, por no encontrar el pan preparado para sus dientes. Antes de que nosotros fuéramos a hacer las funciones a aquel Oratorio, ya 
iba alguno de la parroquia, y nosotros hemos continuado haciéndolas a la misma hora. 

Conviene tener presente que la finalidad de los oratorios festivos es doble, como es doble el fruto a recoger: instrucción y apartamiento 
de los peligros, los cuales, si son grandes para los muchachos, no lo son menos para las muchachas. Ahora bien, esta finalidad y este fruto 
se empieza ya a obtener en dicho oratorio, de forma que muchas personas de la ciudad, y aún del reverendísimo capítulo, contemplan hoy 
esta obra como una bendición de Dios. Si V. E. quisiera informarse por medio del canónigo Cumino, Francisco Calosso, o Sona, no 
tardaría en conocer cuál es a este respecto la opinión de los buenos en Chieri. Al someter a la sabiduría de V. E. estas noticias y 
observaciones, ruégole nos quiera favorecer con sus santos consejos, que recibiremos 
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siempre con veneración, y, si llegáramos a cerciorarnos de que nuestra obra no resultaba agradable a Dios, la abandonaríamos 
inmediatamente. Ciertamente no mantenemos en aquella casa a las Hijas de María Auxiliadora y enviamos cada sábado un sacerdote 
desde Turín ad destructionen, sino ad aedificationem. 

Aprovecho con gusto esta propicia ocasión para profesarme con todo aprecio y profunda veneración 

De V. E. Rvma. 

Su atto. y s. s.
MIGUEL RUA, Pbro.


d) Del can. Sona a don Juan Bonetti 

Muy apreciado y Rvdo. Señor: 

Habiendo oído las noticias referentes al presente contratiempo del Oratorio y la Casa Salesiana establecida en Chieri, y temiendo que en 
esta misma semana, puedan ser muy graves y funestas, esperando por otra parte, con la ayuda divina y protección de María Santísima 
Auxiliadora y de San José, que todo se deshaga, he creído necesario declararle por escrito mi pensamiento, rogándole acepte y refiera 
todo al reverendísimo Superior. 

En cuanto a lo que V. S. escribió y trató verbalmente en los últimos días, hasta ayer, y por lo que dispuso, esto es, enviar ((993)) a la 
iglesia parroquial a las muchachas más pequeñas, no me corresponde a mí juzgarlo, ni señalar las consecuencias que pudiera haber. 
Solamente recomiendo a V. S. M. R. que recuerde y guarde memoria exacta de todo lo escrito, hablado y dicho o presentado por el 
canónigo Párroco y el canónigo Arcipreste. Vicario foráneo, como también por el Vicario general y el reverendísimo Arzobispo. En fin, 
de todo lo que se trató y dispuso y se hizo en esta ocasión, lo mismo que con ocasión de la bendición del Oratorio, y de la licencia pedida 
a la reverendísima Curia para las sagradas funciones. Porque yo estoy moralmente seguro de que todo deberá tratarse, o ante el señor 
Arzobispo, o en la Curia arzobispal por parte del mismo párroco, o bien por parte del Arcipreste, vicario foráneo Lione, haciéndose 
relaciones probablemente inexactas y exageradas con ánimo decidido de cerrar el Oratorio, o impedir de otro modo las muy devotas y 
necesarias funciones y prácticas cristianas, y todo ello en los pocos días de esta semana. 

Encarecidamente, por tanto, me encomiendo a su caridad y prudencia, y mucho más todavía a la caridad y prudencia y magnanimidad y 
fortaleza del reverendísimo don Bosco, para que no se desaliente, ni quite este gran beneficio del Oratorio y casa salesiana de Chieri, en 
razón de estas contrariedades. 

Sí, ciertamente es el demonio quien suscita estas contrariedades, como ya suscitó tantas otras en los años pasados en Chieri, siempre 
que se trataba de hacer el bien a las almas. Por tanto, ruego ardorosamente a V. S. y por su medio al Rvmo. Superior, que lo pondere 
todo, y apoyándose en la ayuda de Dios y en las facultades y licencias recibidas de la Autoridad Suprema de la Santa Sede, no se deje 
prevalecer al demonio impidiendo el gran bien del Oratorio salesiano en Chieri. No me corresponde a mí sugerir la manera, pero creo que 
es necesario no discutir nada sobre el particular, ni tratar este asunto con el párroco Oddenino, ni con el Vicario Foráneo, Arcipreste 
Lione. 

En cuanto al señor Arzobispo, creo que, si estuviere bien informado por quien supiera hacerlo, no pondría dificultad ni decreto alguno 
contra el Oratorio, pues 

Fin de Página 841 


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sabemos muy bien lo mucho que recomienda a los párrocos, y a todos los sacerdotes, estos oratorios festivos para la juventud. Además, 
aquí en Chieri, es algo de mucha necesidad, aun para los jóvenes: aquí hay muchos peligros y escándalos gravísimos para las muchachas 
y las jóvenes. Se organizan a menudo bailes públicos durante el carnaval, en las fiestas de la Virgen de las Gracias, en las ferias anuales. 
Y además, en casi todas las fiestas, se organizan bailes públicos a la puerta de la ciudad de Chieri o en patios privados. Sí, 
desgraciadamente cada año las autoridades civiles toman nota en sus registros de muchos nacimientos ilegítimos, que son fruto de 
gravísimos escándalos para estas chicas y muchachas mayores, etc. Novelas obscenas, conversaciones ((994)) obscenas, amoríos, etc. íY 
después hay alguno que dice que sus feligreses no bailan! íY luego se quiere establecer la práctica del non intervento dei Sacerdoti 
estranei! (no intervención de los sacerdotes forasteros). 

Hágase cargo de que se armará una gran cuestión con que alguna muchacha (que debe ser muy pequeña) ha saltado a la cuerda en 
derredor de la plaza de la catedral al ir al Oratorio. íOh, qué escándalo! (íoh, qué escándalo!). Si es verdad que una muchachita del 
Oratorio haya hecho estos saltos en la plazuela de la catedral, sepa V. S. R. que ya aprendieron a saltar de ese modo en el curso del año, 
cuando los Vicarios dirigían ellos mismos el Oratorio, y seguramente ninguno les mandó nunca ir a saltar en la plazuela de la catedral. 

Y, si alguno le dijese que el canónigo Párroco opone tales dificultades, después de haber hablado con el reverendísimo Capítulo, sepa 
que esto no es verdad, porque nunca se habló de estas cosas en las reuniones del Capítulo: sin embargo, no conviene descender a estos 
detalles para no ser engañados ni llevados a acuerdos inútiles y perjudiciales. Y así espero que el Oratorio irá siempre de bien en mejor, 
con la ayuda del Señor; también el señor canónigo Cumino está confiado, pero recuerde usted sus autorizados avisos. 

El Niño Jesús nos ame a todos. Siempre suyo 

Chieri, 17 de diciembre de 1878. 

Afmo., aunque indignísimo, s. s.
Can. SONA


e) El Vicario Foráneo de Chieri a don Juan Bonetti 

Muy Ilustre y Reverendo Señor: 

Ante todo debo presentarle mis más humildes excusas por no poderle devolver su manuscrito 1 intacto, tal como yo lo recibí: un 
imprevisto accidente ocasionó que, al sacarlo de la cartera, me quedase un trozo entre los dedos y lo he arreglado lo mejor posible. 

Yendo a la cuestión de que se trata, habrá observado V. S. que en el rescripto hay la cláusula: Servatis servandis et sine ullo jurium 
parochialium detrimento (haciendo lo que se debe, mas sin ningún detrimento de los derechos parroquiales), lo cual constituye la 
verdadera cuestión. 

El proyecto, que V. S. presenta, parece ser casi la confirmación de cuanto ha suscitado la cuestión; no se podría consentir tan fácilmente 
la aceptación, puesto que las personas que (sic) no fueran excluidas del oratorio; serían (sic) indeterminadas y 

1 Era una copia del Breve Pontificio, del 12 de septiembre de 1866. 

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podrían comprender muchas, que fueron necesarias para el cuidado de las muchachas; y V. S. declara que las jóvenes que van a la casa 
del Oratorio, quedarían en libertad de asistir a las funciones donde más les gustara, esto es decir lo mismo que antes, como ((995)) ya 
estaban en la casa del Oratorio para el recreo, así pueden también continuar allí para las funciones del mismo. 

Por último, debo manifestarle que, habiendo tenido que escribir a Monseñor acerca de la suscitada cuestión y responder sobre el 
carácter tomado en la conferencia del pasado domingo, no habiendo todavía tenido una palabra sobre el punto en cuestión, no podré 
aceptar tan sencillamente el plan que ofrece V. S.; con estas indicaciones V. S. sabrá cuál es su deber en la presente situación. 

DeV. S. 

Chieri, 22 de diciembre de 1878. 

Sus. s.
LIONE, Can y Vic.


53
Pequeña rifa a favor del Oratorio
a) Petición de autorización


Ilmo. señor Gobernador: 

El que suscribe respetuosamente expone que algunos caritativos ciudadanos, movidos por las estrecheces económicas por las que 
atraviesa este instituto, ofrecen diversos cuadros pintados y objetos de arte antiguos para utilizarlos en favor de los muchachos internados 
en el mismo, para proveerles de pan y ropa para la inminente estación invernal. Pero, como la venta de estos donativos, no podría 
realizarse fácilmente por su propio valor, suplica a V. S. tenga a bien conceder que se haga con ellos una pequeña rifa, cuyo producto se 
dedique totalmente en favor de esos pobres muchachos. 

En tiempos pasados ese Gobierno civil aprobó siempre este medio benéfico, concediendo el apoyo y favores compatibles con las leyes 

vigentes. 

Se adjunta por consiguiente: 

1.° Un modelo de los boletos a repartir. 

2.° Un plano de Reglamento. 

3.° Una lista de los objetos descritos y apreciados en papel timbrado con el precio al margen, y otra copia en papel ordinario. 

4.° El valor total de los donativos se estima en liras...; los boletos a despacharse son de..., añadiendo a los cuales los gastos de imprenta 

y otros, el número de boletos llegaría al número de... Esta fue la norma seguida de las rifas anteriormente autorizadas. 

Se advierte: 

Que esta rifa no se publica nada más que en el Boletín Salesiano, que es una revista que se suele enviar mensualmente a los 

bienhechores de dichos muchachos pobres. A ellos mismos se les confía exclusivamente el despacho de los boletos. 
((996)) El abajo firmante suplica a la caridad de V. S. Ilma. que quiera aprobar lo 

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arriba expuesto, y en nombre de los pobres muchachos internados, le manifiesta su profunda gratitud y le augura copiosas bendiciones del 
cielo. 
Turín, 29 de noviembre de 1878. 
JUAN BOSCO, Pbro. 

b) Proyectos de reglamento 
1.° El fruto de esta pequeña lotería está totalmente destinado a favor de los muchachos del Oratorio de San Francisco de Sales. Como 
este centro está muy restringido ante las numerosas peticiones de aceptación, se ha empezado a levantar la iglesia y el hospicio de San 
Juan, en la avenida Víctor Manuel, destinado a los muchachos pobres. Para terminar estas obras se empleara también parte del fruto de 

esta rifa. 

2.° Se recibirán con gratitud pinturas y objetos de arte que nuestros caritativos cooperadores quisieran ofrecer. 

3.° Las ofrendas serán enviadas al Director del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín por correo o por el medio más oportuno, 

que se creyese más cómodo. 

4.° Todo boleto llevará el sello del Gobierno Civil y la contraseña de un delegado de la misma autoridad. 

5.° Los objetos recogidos serán inscritos inmediatamente en un catálogo y previa valoración de un perito, llevados al Gobierno Civil. El 

número de boletos estará en razón del valor de los donativos ofrecidos. 

6.° Una vez obtenido el permiso para el despacho de los boletos se hará el sorteo, en la forma que la Autoridad pública establezca. 

7.° Los números premiados serán publicados y se obligará a guardar copia a todos los que se encargaron del despacho de los boletos. 

8.° Los que no retirasen los boletos premiados, dos meses después del sorteo, se entiende que los dejan a beneficio de la Obra Pía. 

N. B. Dada la poca importancia de la rifa no se hará exposición pública de los premios; pero quien desease verlos podrá hacerlo a su 
gusto en una sala del citado Oratorio de San Francisco de Sales, Vía Cottolengo, núm. 32, planta 3.ª. 
c) Circular de don Bosco 

Benemérito Señor: 

Ruego humildemente a V. B. S. quiera seguir prodigándonos su caridad con la pequeña rifa, de que se ha hablado en nuestro Boletín. 
Por el Reglamento que le adjunto verá cuál es su finalidad. Se trata de vestir al desnudo, albergar al peregrino, dar de comer al que pasa 
hambre y cooperar a la salvación de las almas. 

Confiando, por consiguiente, en su caridad, le adjunto... X boletos, que espero quiera guardar para sí mismo o distribuir entre otras 
personas ((997)) generosas de su amistad. Pero si, a primeros de marzo, tuviere todavía algunos boletos que no pretende quedarse, puede 
con entera libertad devolvérmelos. Si pensase que todavía podría distribuir algunos, ruego me lo indique, porque, con ánimo agradecido, 
se le enviarán. 

Dios misericordioso, que promete su premio por un vaso de agua fresca dado en su nombre, premiará abundantemente su obra benéfica, 
mientras le aseguro las plegarias 

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de todos los jovencitos beneficiados y tengo el honor de profesarme con profunda gratitud, 

De V.E.B. 

Turín, 1.° de enero de 1879. 

Sus. s.
JUAN BOSCO, Pbro.


Programa para el orfanato de Saint-Cyr 

1.° En el Orfanato de Saint-Cyr se aceptan huérfanas y también las que aún tienen padres, pero que están abandonadas y necesitan 
absolutamente ser recogidas. 

2.° Se las emplea en todos los trabajos domésticos, útiles para una hija bien educada: se les enseña a hacer labores de punto, a coser, 
trabajos del hogar y también en la huerta y en el campo. 

3.° Se aceptan, a partir de la edad de ocho años, y, si la conducta es satisfactoria, se las tiene mientras quieran estar, y aún para siempre. 

4.° En el caso de que no pudieran permanecer en el Orfanato por cualquier motivo, es necesario que toda muchacha tenga una persona 
que se obligue a retirarla. 

5.° Si no pueden pagar una pensión, llevarán, al menos, a la entrada la cantidad de doscientas liras; si luego sucede que la muchacha 
debe salir, se deducirán veinte liras mensuales por su estancia y el resto será devuelto. 

6.° Cada una llevará su pequeño ajuar, indicado en la nota que se incluye al enviar la carta de aceptación; también aportará la partida de 
bautismo y de nacimiento. 

7.° Para ser admitida una muchacha en el Orfanato, debe gozar de buena salud; no tener defectos y costumbres que pudieran molestar a 
las demás. 

55 (Original en francés) 

Convenio entre la sociedad «Beaujour» y don Bosco 

Entre los abajo firmantes: señor (Maison Beaujour) de una parte y señor... de otra, se ha convenido y resuelto lo siguiente: 

Art. 1.° El señor... alquila, por dieciocho años consecutivos, que empezarán a contarse a partir del 28 de junio de 1878, ((998)) y 
acabarán el 28 de junio de 1896; al señor... que acepta: un inmueble situado en Marsella, calle Beaujour, afectado por los números 7, 9, 
11 y 13 de la misma, en el estado en que se encuentra dicho inmueble, con todas sus dependencias, sin ninguna excepción ni reserva, 
según estado que se detallará adjuntamente. 

Art. 2.° Será facultativo por parte del arrendatario prorrogar el presente arriendo por otro nuevo período de dieciocho años, previniendo 
a los arrendantes un año antes de que expiren los dieciocho primeros años. 

Art. 3.° El presente arriendo se hace con las cláusulas y condiciones siguientes que los arrendatarios se obligan a cumplir con sus 
perjuicios e intereses: 1.° Sufragarán durante toda la duración del arriendo todas las reparaciones pertenecientes al 

Fin de Página 845 


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arrendamiento y a la propiedad; 2.° Pagarán exactamente, durante la duración del arriendo, las contribuciones personales y mobiliarias de 
manera que no se pueda ejercer ningún recurso contra los arrendadores, y pagaran cada año las contribuciones de puertas y ventanas de la 
casa alquilada, lo mismo que las contribuciones de la finca; 3.° Pagarán los censos de las aguas del canal, las primas de los seguros de 
incendios, los vaciamientos de letrinas y otras cargas. 

Art. 4.° En fin, el presente arriendo está hecho por la cantidad anual de cuatro mil francos, que el señor... se obliga y se compromete a 
pagar en dos plazos iguales y distanciados, el 21... y el 21... de cada año 1. 

Art. 5.° Como condición del presente arriendo, el señor... confiere al señor... la facultad de adquirir, si le pareciere bien, durante todo el 
tiempo del arriendo, la casa arrendada. En consecuencia, el señor... promete vender dicha casa al señor..., si le conviniere adquirirla, y 
realizar esta venta ante notario, en cuanto le fuere hecha la petición. Esta venta, si ha sido pedida, se realizará al precio de cien mil 
francos y con las cláusulas y condiciones señaladas en el acta de venta. 

56 

Poderes otorgados por don Miguel Rúa a don José Bologna 

El que suscribe, por la presente escritura, confía al Rvdo. señor don José Bologna, de Roburent, el encargo de hacer mis veces en todos 
los asuntos que se refieren al inmueble situado en la calle Beaujour, núm. 9, de Marsella, que tengo arrendada por la sociedad civil 
Beaujour. Por lo tanto, le autorizo para cumplir en dicho establecimiento todos los ((999)) actos que, de acuerdo con las leyes vigentes en 
la República Francesa, pudiera yo cumplir como arrendatario de tal inmueble, de manera que cada uno pueda tratar y concluir con él 
cualquier cuestión relativa al mismo, con la seguridad de contar con mi ratificación y aprobación. Como quiera que él se traslada a 
Marsella para dirigir un Orfanato con la finalidad de recoger niños pobres y abandonados para hacer de ellos unos buenos ciudadanos, le 
recomienda humilde, pero encarecidamente, al Cónsul italiano, residente en aquella ciudad y a las demás autoridades civiles, a fin de que 
le presten benévola protección, cuando lo necesitare. 

Turín, 25 de junio de 1878. 

MIGUEL RUA, Pbro. 

57 

Carta de abate Faà de Bruno a don Bosco 

Muy Rvdo. Señor: 

Le escribo desde París, donde me encuentro por varios asuntos. Casualmente hablé de usted con el librero Lethellieux, uno de los 
primeros de París, tan grande y buen 

1 Nota marginal al artículo 4.°: «Se estipulará en una contraescritura que este precio de cuatro mil francos no podrá nunca exigirse a los 
arrendatarios a quienes se les arrendó. Es un donativo de los arrendadores». 

Fin de Página 846 


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librero como Marietti. Me dijo que, si don Bosco viene a establecerse en París, le cederá todo su taller y su imprenta. 

Animo, pues, venga. Y, puesto que yo soy muy poca cosa y no puedo llegar a nada, deseo que otros tan beneméritos como usted lo 
hagan. Verá entonces qué grandes cosas hará, y, de cara a la tipografía, sucederá al célebre abate Migne. 

Ruegue por todas mis necesidades, y que el Señor bendiga tantos buenos propósitos para los que vine. 

París, 8 de agosto de 1878. 

Rue de Tournon, Hôtel du Sénat. 

Su seguro servidor FAA DE BRUNO 

58 (El original en francés, por mano del Conde Cays) 

Proyecto de contrato entre don Bosco y el abate Roussel 

Con el deseo de dar continuidad a su obra de la «Comunión» y de los aprendices huérfanos, el abate Roussel acude al abate Bosco para 
que vaya a ayudarle con su Congregación, el cual, por su lado, se presta a ello con mucho gusto y muy satisfecho de colaborar a una obra 
tan útil, establecida en París gracias al celo del abate Roussel, y por otra parte tan atrayente por la finalidad que le anima, la educación de 
los muchachos del pueblo, pobres y abandonados. En consecuencia, ambos han adoptado el siguiente convenio. 

((1000)) 1.° El abate Roussel conservará la dirección de la Obra, su administración, y la responsabilidad de la gestión, mientras viva o 
hasta que la quiera conservar. 

2.° Mientras sigan ayudándole los actuales coadjutores que crea conveniente, se servirá de los enviados por don Bosco en la dirección y 
administración de la Obra, ya sea para la vigilancia, la enseñanza y servicios semejantes que él juzgare necesarios y que le sean posibles 
para reemplazar poco a poco a aquéllos de sus actuales coadjutores, que llegaren a faltar. 

3.° Se conviene que el abate Roussel llame a don Bosco como su coadjutor con derecho a sucesión, lo mismo en el caso posible de que 
él quiera abandonarlo o que se retire de la dirección; dejará a don Bosco, o a aquel que sea indicado por el Superior de la Congregación, 
todos sus derechos de propiedad, dirección, administración, etc. 

4.° Los gastos necesarios para la vida de los miembros de la Congregación Salesiana destinada a Auteuil, para manutención, vestido, 
viajes, correspondencia, etc., y de todo género, según las costumbres de las demás casas de la Congregación, correrán a cargo de la 
administración de la Obra, que deberá hacerlo a la simple petición hecha por el Superior Salesiano de esta casa y de quien dependen los 
miembros que la componen. 

Además, se asignará a la casa salesiana formada en Auteuil una cantidad anual a combinar entre don Bosco (el total de esta cantidad 
don Bosco lo deja al presente a la voluntad del abate Roussel) y el abate Roussel para ser entregada por ella al Superior General de la 
Congregación de San Francisco de Sales como recompensa a los sacrificios que dicha Congregación debe llevar a cabo para esta nueva 
casa. 

Turín, 16 de diciembre de 1878. 

Firmado
JUAN BOSCO, Pbro.


Fin de Página 847 


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59 (El original en francés)
Carta del abate Roussel a don Bosco


Muy Rvdo. Padre: 

Después de tantos pasos dados por una y otra parte, un contrato firmado y una palabra dada, yo esperaba que la fundación de Auteuil no 
experimentaría más obstáculos o tardanzas. 

La carta que usted ha tenido el honor de escribirme el 10 de febrero último, me hace pensar lo mismo que al Arzobispado, que yo me he 

equivocado, y que usted desea, por el contrario, recobrar su libertad y devolverme la mía. 

((1001)) En tal caso, ruégole, M. R. Padre, me diga que usted ha anulado su contrato y yo romperé el mío. 

Le suplico acepte, M. R. P., con mi profundo pesar, la nueva expresión de mi afecto y mis respetuosos sentimientos en N. S. J. 

París, 2 de marzo de 1879. 

El abate ROUSSEL 

P. D.: Mis respetuosos saludos para don Miguel Rúa y don Carlos Cays: su recuerdo no se borrará tan pronto en Auteuil. Me 
encomiendo a sus oraciones y también a las de usted, M. R. P. 
L. R. 
60 (El original en francés)
Carta del conde Cays al abate Roussel


Muy Rvdo. Abate: 

El reverendo don Bosco me envía desde Roma su honorable carta del 2 de los corrientes y me encarga le responda lo antes posible en el 
siguiente sentido. 

El sería muy feliz si viese desaparecer la dificultad que se presenta para el cumplimiento de un acuerdo entre ustedes. No es que le falte 
buena voluntad, ni tampoco que quiera revocar la validez ni la trascendencia de su firma. Solamente desea que yo le explique y me 
encargue de escribirle que para la instalación de nuestra Congregación en Auteuil hay esta doble necesidad: 

1.° Que, como Congregación Religiosa, tenga asegurada su residencia de una forma permanente, es decir, sin la condición, que usted le 
indicaba como procedente de S. E. el Cardenal Arzobispo de París, de que su instalación no se hiciera más que como un ensayo 
provisional, por lo que le sería muy difícil abrir allí una casa de formación. 

2.° Que esta instalación se haga con pleno consentimiento y beneplácito del Ordinario. 

Como usted ve, todo se reduce a obtener el asentimiento de S. E. el Arzobispo, para que los Salesianos se puedan establecer en Auteuil, 
no como un ensayo provisional, sino de una forma estable, y con el aliento total del Superior Eclesiástico. Desde el principio de esta 
correspondencia epistolar, que tanto me ha agradado siempre, usted escribía precisamente que S. E. encontraba cierta dificultad para 
nuestro establecimiento 

Fin de Página 848 


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en París por la diferencia de nacionalidad. Precisamente, a causa de esta dificultad, nosotros necesitamos sobre todo el aliento del señor 
Cardenal que, como Superior Eclesiástico de la diócesis, puede ((1002)) solamente él darnos esta fuerza moral, siempre tan necesaria en 
las obras de Dios. Estos son los deseos de nuestro Superior y éstos deben ser los de los Salesianos que irán a trabajar en el campo que se 
nos abra en París. 

Ruégole, mi buen abate, si usted tiene ocasión, de ponernos a todos nosotros a los pies de S. E. y asegurarle la perfecta sumisión que 
queremos testimoniarle. 

Le ruego acepte las más vivas manifestaciones de reconocimiento que don Miguel Rúa y yo conservamos, por todas las pruebas de 
benevolencia que nos ha dado, con la esperanza de poder demostrárselo siempre que se presente la ocasión: 

Renovando mis más atentos sentimientos, tengo el honor de profesarme 

Turín, 13 de marzo de 1879. 

Su atto. y s. s. 

C. CAYS 
61 (El original en francés) 

Tomado de «Cinquante jours en Italie», de Bastard 

Capítulo X. Turín, Oratorio de San Francisco de Sales 

Una de la más hermosas y nobles misiones cristianas que se han impuesto sobre esta tierra es, sin duda alguna, la del Rvdo. don Bosco, 
fundador de la Congregación de San Francisco de Sales. 

Este bravo sacerdote comenzó en 1841, en una salita contigua a la iglesia de San Francisco de Asís, con una sencilla clase de catecismo 
en los días festivos a unos cuantos muchachos abandonados. El primer recogido atrajo a otro, y así llegan, a continuación, a los 
ochocientos internos que en la actualidad llenan la casa madre. A medida que el establecimiento prosperaba, se dejaba sentir allí dentro 
una necesidad más imperiosa de ampliación y, en 1845, el Rvdo. Bosco escogía en Valdocco, lugar suburbano y solitario, el 
emplazamiento que convenía a su Oratorio. 

El fin principal de Establecimiento ha sido, por tanto, el de proporcionar un albergue a los muchachos pobres, cuya vida se reduce a 
arrastrar sus andrajos por las calles, a pedir limosna al transeúnte y a pasar el tiempo en medio de continuos y abyectos fines. 

Por negligencia o por miseria, por vicio o por pereza, a menudo por cálculo, los padres les dejan arrastrar esta infame existencia, 
empujándolos y hasta obligándolos a veces. 

Un muchacho ocupa mucho lugar en la casa. 

Por eso se le pone en la calle y que vaya adelante 1. 

((1003)) Por falta de consejos oportunos y totalmente privados de cuidado, no encontrando en derredor más que ejemplos malsanos, 
miseria afrentosa, vegetando en el arroyo y en el barro, se enfangan inconscientemente en las más inmundas depravaciones y se 
convierten en jóvenes miserables, bribones con la cárcel y el patíbulo enfrente, como apoteosis de su odisea. 

1 Parodia de L'Assommoir. 

Fin de Página 849 


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En lugar de esto, estos buenos padres los detienen a tiempo en la pendiente fatal en la que están colocados a pesar suyo e 
invenciblemente atraídos por el contagio; ellos les abren sus grandes puertas... Franqueado el umbral, ya se ha dado el paso más 
importante para estas jóvenes inteligencias. 

En adelante ya no tendrán ante sus ojos los malos ejemplos del ambiente funesto, de la pobreza que ha perdido todo sentido de 
honestidad, de la basura descorazonadora del tabuco donde el padre borracho entra dando traspiés, para participar en una comida cuyo 
precio él ha gastado en una borrachera. 

La mujer, esposa virtuosa y madre previsora, se ha visto obligada a ganar el primer bocado. 

Lo primero se les enseña a distinguir el bien del mal y huir de éste. 

La naturaleza de estos muchachos se presenta entonces más propicia, como un terreno preparado para la sembradura, para aprovechar la 
educación fundamental, moral y religiosa que se les dio. La instrucción primaria y manual completa esta labor árida y difícil. 

Se les arranca de esta manera de la ignorancia eterna a la que parecían condenados desde su más tierna edad, por su padre y su madre 
indiferentes. Se les inculcan ideas de exactitud, de orden y de trabajo, se entregan a un oficio, de acuerdo con sus inclinaciones especiales 
y sus capacidades individuales. Bajo esta tutela paternal, van creciendo al abrigo de la necesidad y en medio de los más generosos 
sentimientos de sumisión, de orden y buena conducta. Se les tomó débiles, raquíticos, ignorantes, perezosos, perversos; y se hacen fuertes 
a través de ejercicios corporales, activos y laboriosos por la costumbre. Se les entrega a la sociedad hechos hombres, inteligentes, probos, 
útiles para su Patria y capaces de servir a sus semejantes. 

Esta institución, primitivamente localizada en Turín, acaba de obtener un primer impulso en Italia: ha fundado otro centro semejante 
después en Sampierdarena (Génova), lo mismo que por todo el litoral hasta La Spezia, en los Estados Romanos y en Francia: en Niza, 
Cannes, Saint-Cyr (Tolón). 

En alas de la Providencia, ha cruzado los mares para instalarse en América y desarrollarse en las Repúblicas de Argentina y Uruguay, 
donde ya cuenta con cinco casas. 

Esta es la Obra admirable, ante la cual no he querido pasar indiferente, sin relatar sumariamente el bien inapreciable que ella va 
arrojando, sin armar ruido, por el mundo antiguo y nuevo. 

((1004)) 62 (en latín en el original) 

Breve de León XIII a los Salesianos de América 

LEON, PAPA XIII 

Queridos Hijos, Salud y Bendición Apostólica. 

Recibimos, juntamente con el relato de vuestra Misión, la carta que Nos dirigisteis, con motivo de nuestra elección pontificia, haciendo 
llegar vuestros plácemes a esta Cátedra Apostólica. Fue gratísimo para Nos, queridos Hijos, este gesto de piedad filial por vuestra parte. 
Vosotros, que fuisteis a tan lejanas tierras para anunciar el evangelio, os mostráis totalmente dispuestos a arrostrar toda clase de fatigas 
por la salvación de las almas. Nos es muy grato daros, a través de esta carta, un sincero testimonio de nuestro afecto. 

Fin de Página 850 


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Todo cuanto nos habéis escrito, sobre nuestra Misión, nos ha servido de mucho consuelo. Deducimos por cuanto nos contáis que estáis 
totalmente entregados a promover la gloria de Dios y procurar la salvación de las almas; por lo cual, bendecimos de corazón a Dios, para 
que dé vigor a vuestros esfuerzos y se colmen del fruto de vuestros afanes aquéllos de quienes hacéis referencia (en vuestra carta). No 
dudamos, queridos Hijos, de que la bondad de Dios seguirá dándoos ánimos, para que firmemente fieles a la Sede Apostólica, perseveréis 
constantes en el camino emprendido, y buscando los intereses de Jesucristo, procuréis fielmente que los hijos de la luz, se multipliquen, 
tanto en calidad como en número, en esas regiones. 

Como lo más importante para Nos es la gloria y la propagación del Reino de Cristo, nada valdrá más que veros unidos a nuestra 
benevolencia y que obtengáis fervorosamente de Dios la plenitud de todas las gracias, para que podáis ver constantemente válidos 
instrumentos de su gloria y de la salvación de las almas. 

Recibid, entre tanto, queridos Hijos, la bendición apostólica, que a todos y cada uno os impartimos en el Señor, de todo corazón, 
implorando la ayuda de lo Alto y en prenda de nuestra paterna caridad. 

León PP. XIII. 

A los queridos Hijos, el sacerdote Francisco Bodrato, Director, y a los demás Misioneros de la Congregación Salesiana. 

BUENOS AIRES. 

((1005)) 63 

Carta de don Francisco Bodrato a don Bosco 

Reverendísimo Padre: 

El doctor Carranza es un santo varón, pero es un abogado que sabe mucho más que nosotros, y, por tanto, no se extrañe si nos tiene con 
las manos atadas. La casa de Artes nunca será de los Salesianos, sino de la Sociedad de San Vicente, y los Salesianos serán los servidores 
de los «vicentinos». Ahora el doctor Carranza es el presidente, pero él no puede vivir eternamente; »quién vendrá después? Quizá será 
mejor que él; pero, »y si fuese peor? 

Estos días me ha tocado hacer el contrato de la iglesia de San Carlos, como ya le he escrito; se me ofrecieron condiciones que me 
parecieron buenas. Me aconsejé con distintas personas y me animaron a hacer dicho contrato, diciéndome que sería como un golpe de 
estado para la Congregación Salesiana. Hablé de ello con el doctor Carranza: al principio se mostró frío, y me dijo que no me convenía. 
Pero me dijo que hiciese lo que mejor creyera. Al cabo de unos días, cuando se dio cuenta de que iba de veras lo del contrato, se me 
opuso con todas las fuerzas. 

Yo no comprendía el misterio de este cambio, y me lo explicó él mismo, porque, después de habérseme lamentado mucho de mi 
proceder en este contrato, dejó escapar estas precisas palabras, en presencia de don Pedro Ceccarelli: 

-No sé, dijo dirigiéndose a don Pedro, cómo el padre Francisco haya podido olvidar a la Sociedad de San Vicente cuando ella es la que 
llamó a los Salesianos y les 

Fin de Página 851 


VOLUMEN XIII Página: 852 

pagó todos los gastos, la que les ha mantenido hasta el presente, la que lesha provisto de todo lo que tienen. 

Y, volviéndose a mí, añadió: 

-Suponga por un momento que yo hubiese callado; usted hacía mañana su contrato, transportaba a San Carlos todo lo nuestro y el 
público habría dicho: -La casa de Artes ya no es de la Sociedad de San Vicente, sino de los Salesianos, y, como resultado de un hecho 
público, nosotros no podríamos desmentirlo y haríamos una triste figura ante la gente. Y bien, continuó, ahora ya está hecho, y quiero que 
siga adelante, pero el contrato lo hará la Sociedad de San Vicente y lo pagará con dineros que tiene en el Banco. 

»Quién no ve claro en esto que somos servidores de los «vicentinos»? De todos modos yo he pensado hacer así: les diré que don Bosco 
desea que los documentos de adquisición de inmuebles figuren a nombre de un salesiano joven y de los más adictos a la Congregación, a 
fin de evitar los peligros de una incautación por parte del Gobierno y los gastos de traspaso. Por lo cual, si quieren hacer la escritura de 
adquisición a nombre de don Santiago Costamagna, bien; y si no, yo quiero esperar la respuesta de don Bosco. »Qué le parece de esto? 
Escríbame a propósito. 

((1006)) Mientras tanto puedo asegurarle, querido Padre, que no son los «vicentinos» quienes nos han mantenido hasta ahora, sino 
nuestros sudores y la divina Providencia. Ellos han pagado los utensilios y enseres de casa y de los talleres y nos han dado la madera para 
los muebles, que hicieron nuestros carpinteros, y la Congregación ha mantenido con comida, vestido y alojamiento a treinta muchachos 
enviados por el doctor Carranza, empleando para estos gastos el capital traído de Turín en objetos y todas las limosnas de las misas, 
funerales y estipendios que recibíamos. A los «vicentinos» les cuesta la casa de Artes ciento cuarenta mil pesos y a los Salesianos, 
contando lo traído de Turín, nos cuesta más de ciento ochenta mil. Y ahora resulta; que, íson ellos los que nos han mantenido! Si al 
menos fuese verdad. 

Estas cosas, querido Padre, me duelen un poco, no tanto por mí, sino por la Congregación, por cuanto queda casi como esclava de los 
«vicentinos». Me explico. Yo ya he mandado hacer una casa de madera en la Boca, como le he escrito, que vendrá a costar casi cuarenta 
mil pesos. Sabiendo esto los «vicentinos» sospecharon que yo había realizado aquellos gastos con los ahorros hechos en la casa de Artes, 
por lo que me vi obligado a darles a conocer todo cuanto sacamos de la parroquia, la cual paga por sí misma aquella casa sin molestar a la 
sociedad. Pero, mientras tanto, cada vez que iba en busca de dinero, se me hacía alguna pícara observación. Como ve, de seguir así, no 
podremos trabajar libremente. 

Día a día voy adquiriendo conocimientos y crédito, por lo que, si yo acepto alumnos para el colegio, pido y obtengo alguna subvención 
de los mismos que recomiendan a los muchachos, como suele hacerse en nuestras casas. Esta manera de hacer no gusta a los 
«vicentinos». Querrían ellos aceptar a los muchachos y las ofertas, y si los acepto yo, querrían que les diese cuenta de las ofertas que 
siempre hacen, a fin de figurar ellos en todo. 

Pero, hasta aquí, siempre he operado según la costumbre de nuestras casas. He aceptado los primeros muchachos que me mandó el 
doctor Carranza al principio y, después, a medida que había lugar para admitir a alguno, lo aceptaba sin decirles palabra, industriándome 
para hacer pagar algo sin que los «vicentinos» lo supieran. Pero el doctor Carranza va siempre tras de mí, diciéndome que le avise cuando 
haya lugar para admisiones, porque él tiene muchas obligaciones. Ultimamente he sabido que un médico inglés ha recomendado a dos 
muchachos para la casa de Artes, 
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ofreciéndose para entregar quinientos pesos al mes a la Sociedad de San Vicente. El doctor Carranza me dijo esto, frotándose las manos 
de alegría; pero yo, bonitamente le hice observar que estaría muy bien que la casa de Artes fuese conocida por lo que es, y que los 
Salesianos, que sudan tanto para que vaya bien, pudieran también figurar un poco para utilidad moral de la Congregación. 

Querido Padre, hago todo lo que puedo, actúo con la máxima prudencia ((1007)) por el honor de la Congregación, me toca beber 
amargos tragos por las grandes promesas que se hicieron al doctor Carranza, cuando se trataba la cosa al principio. No se olvidó de nada 
y, ahora, advierto que me las echa en cara abiertamente, aunque de una manera fina. 

Yo no hago nada importante, sin consultar antes al doctor Espinosa y al Arzobispo y a algún otro eclesiástico: personas influyentes y 
prudentísimas. El doctor Espinosa es totalmente nuestro en alma y cuerpo. El Arzobispo estaba más de parte de los «vicentinos» que de 
nosotros y esto lo hacía, porque le parecía conveniente. Pero, después de dos horas de conversación que hemos tenido juntos hace quince 
días, en la cual le di a conocer fielmente mi posición, ha cambiado totalmente a nuestro favor y me dijo estas precisas palabras: 

-Padre, no tema nada; ahora conozco lo que quiere decir. Se requiere paciencia y madurar las cosas despacio y con tiempo. Yo quería 
ofrecer a la Sociedad de San Vicente mi aportación con una cantidad que guardo para este fin; ahora la suspendo y la reservo para los 
Salesianos, para cuando estén a punto de hacer el contrato de la casa de San Carlos. 

Ayer fuimos a su quinta de Morón, que se encuentra a la distancia de una hora en ferrocarril. Allí ordenó de presbíteros a Rizzo y a 
Scagliola. Quiso que estuviéramos con él casi todo el día; nos hizo visitar todo el pueblo, yendo con él en su coche, y después nos enseñó 
un amplio terreno con casas y me dijo: 

-Ahora trabajo para adquirir este gran terreno, que es de un señor que lo abandonó, porque murió aquí una hija suya; y, con el tiempo, 
los Salesianos pondrán aquí una escuela agrícola. 

Es un terreno estupendo. 

Hay también otros señores que nos ofrecen terrenos y casas en diversos pueblecitos, que se están formando en los alrededores de 
Buenos Aires, en donde ahora se contentarían con que se pusiese una sencilla escuela. En esta situación necesito que usted, querido 
Padre, me instruya y me diga si puedo aceptar o no. Usted sabe, mejor que yo, que cada día nos movemos más, la Congregación va 
creciendo en número, en Italia y aquí, porque, apenas conocen nuestro Instituto, lo quieren y piden formar parte de él. 

Perdone esta mi larga carta. De salud, todos bien. M. ofrece pocas buenas esperanzas. Los demás, todos bien. 

Nos bendiga a todos y especialmente a mí, pobre hombrecillo que no sabe cómo hacer. 

Todo suyo 

Buenos Aires, 28 de enero de 1878 

Afmo. y obediente hijo FRANCISCO BODRATO, Pbro. 

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((1008)) 64 (en latín en el original) 

Licencia para doctorarse en teología 

A nuestros queridos hijos en Cristo, Reverendos Sacerdotes: Francisco Paglia y Siro Meriggi; Subdiácono, Esteban Febbraro; y a Luis 
Piscetta, Acólito. Totalmente de acuerdo con vuestra asiduidad y diligencia en el aprovechamiento de vuestros estudios, os permitimos 
con gusto y os facultamos para rendir examen en el venerando y Pontificio Ateneo de Turín, con el fin de opositar al grado de Doctor en 
Sagrada Teología. 

Por todo lo cual, os presentamos ante nuestro Reverendísimo y Excelentísimo arzobispo, Gran Canciller de dicho ateneo de Turín, a fin 
de que -para bien de nuestra humilde Congregación-se digne admitiros a cumplimentar los exámenes anteriormente citados. 

Turín, 31 octubre 1878. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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Carta del canónigo Anglesio a don Bosco 

Muy respetable Señor: 

La buena muchacha Felicidad Bosco, cuya causa le tocó defender a V. S. carísima, podrá venir a recogerse bajo las alas de la divina 
Providencia, en la inminente octava sagrada de la Natividad de la Santísima Virgen. Los grandes méritos del Venerando Tío, que ya 
valieron a la sobrinita para introducirla con preferencia en el corazón de la Pequeña Casa, puedan valer para obtener de la misma divina 
Providencia en favor de entrambos y del que esto escribe, alguna partecita de aquella tan rica bendición que se dignó el buen Dios 
conceder a su Fiel Siervo y a tantos de sus beneméritos oratorios. 

Turín, 12 de septiembre de 1877. 

Afmo. servidor 

P. LUIS ANGLESIO 
Sobre la audiencia de Pío IX al abogado Tancredo Canónico en 1869 

En el volumen noveno de las Memorias Biográficas (Cap. XL, págs. 467, 68) ha narrado Lemoyne esta famosa audiencia; ahora por 
cortesía del profesor Alejandro Favero, que posee el diario del senador, sacamos las noticias referentes a los precedentes de la misma 
audiencia y a la parte que en ella tuvo ((1009)) don Bosco, omitiendo las consideraciones no necesarias. Para entender bien lo que sigue, 
es necesario leer la página de Lemoyne. 

(Roma, 1869. Enero). 15... a las diez fui a casa de mi primo Pedro Marietti: no estaba en la tipografía, ni en casa: se había ido a la 
estación. Le encontré por el camino y me dijo que acababa de llegar don Bosco, que se hospedaba en su casa. Le dije si 

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podría obtenerme, como me lo había prometido la otra vez, una audiencia privada con el Padre Santo: me dijo que sí, y él mismo extendió 
la petición a monseñor Francisco Ricci, diciéndome que probablemente sería para el jueves 1, porque es el día en que suele dar audiencia 
privada a los forasteros, cuando no se trata de asuntos... 

17. Hasta ahora ninguna respuesta. Hoy fui a comer con mi primo y ícosa singular! allí estaba el P. Cándido, un capuchino con quien 
había. hecho mi confesión general para prepararme a esto de Roma cuando lo creía inminente en junio de 1868. Fui a Araceli para visitar 
al P. M. de Rignano: pero no estaba allí, porque había sido nombrado Obispo de una provincia de Nápoles... 
Visité al señor Deshortiez, canciller de la Embajada Francesa a quien encontré camino de Francia en octubre de 1867. Me recibió con 
mucha cortesía y cordialidad, celebró el recuerdo que conservaba de él y me enseñó cómo hacer para lograr más fácilmente la audiencia 
del Padre Santo: ir a monseñor Ricci y (si no le encontraba) a su secretario, decirle que se terminaba mi permiso, que (no pudiendo 
hacerme apoyar por ningún representante de mi gobierno), me veía obligado a representarme por mí mismo y que, deseando besar los pies 
del Padre Santo y recibir su bendición antes de partir, le rogaba perdonarme si abusaba de su bondad para que recomendara a S. E. mons. 
Ricci mi petición. 

19. Ninguna respuesta sobre la audiencia pontificial. Pero mi primo me dijo que, hasta pasado mañana, no hay audiencia, y que me hizo 
recomendar a mons. Ricci por don Bosco, que iba esta mañana a él. Pudiera darse que tuviera la respuesta mañana. 
(Más tarde). Voy a mi primo y, al salir, me encuentro con don Bosco, el cual me dice que ha hablado de mí a mons. Ricci y me 
aconseja ir a él mañana en su nombre; que seré recibido. íCosa singular! Don Bosco ha salido de Turín el mismo día que nosotros; llega 
el día que Pedro pide la audiencia para mí, se hospeda en su casa y se convierte en intermediario, para hacerme recibir por el Papa, ante 
mons. Ricci, el cual de ordinario, no recibe a nadie. 

Pensando después cómo hacer, si tras de insistir a Mons. Ricci sobre el fin de mi visita, no me diese la audiencia, me viene enseguida a 
la mente que, si no ((1010)) soy recibido, el intermediario para presentar el escrito es don Bosco, el cual es tenido en concepto de santo 
por Pío IX, ve al Papa cuando quiere y, residiendo en Turín, podría decirme con seguridad si el escrito fue entregado o no. íBendito sea el 
Señor! 

20. Fui al Vaticano para hablar con mons. Ricci. No estaba; y aquel día no iba; pero hablé con el secretario, el cual, al oír que mi 
permiso era limitado, casi me prometió que sería recibido el viernes o el sábado por la mañana. 
22... Al llegar a casa me encontré con la carta de aviso de que el Papa me recibía en audiencia, al día siguiente por la mañana, a las 11. 

En la eventualidad de tener que confiar a don Bosco el encargo de que hablo arriba el abogado Tancredo Canónico había escrito la 
siguiente presentación del mensaje de que era depositario: 

A Su Santidad el Papa Pío IX, Padre Santo, no habiendo el Señor concedido que yo me presente personalmente a Vuestra Santidad, me 
permito transmitirle por medio del reverendísimo don Bosco el escrito adjunto, que estoy encargado de hacer llegar a las propias manos 
de Vuestra Santidad. Al levantar, desde el fondo del alma, mi pobre pero fervorosa plegaria a nuestro Padre Celestial por la prosperidad 
temporal y eterna de Vuestra Santidad, beso humildemente sus pies e imploro su apostólica Bendición. 

1 El día 15 era viernes. 
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Con profunda veneración y afecto filial, soy
De Vuestra Santidad


Roma, 22 de enero de 1869. 

Su Seguro y humildísimo servidor e hijo TANCREDO CANONICO 

Reproducimos, de la continuación del Diario, la relación de la audiencia. Por ella, se ve que la audiencia de don Bosco no fue 
inmediatamente después de la salida de Tancredo, sino cuando el Papa ya había leído algo del escrito. 

23. Fui al Padre Santo a la una de la tarde... Dije al Padre Santo: -Agradezco a S. S. que permita cumplir el deseo, que tengo desde mi 
primera juventud, de besar personalmente los pies de V. S. y poderle transmitir yo mismo este escrito que, al pedirle la bendición 
apostólica, el señor Towiasnski me encarga haga llegar a las propias manos de V. S. 
-íAh!, dijo; se ha hablado mucho de este hombre; pero padecía utopías: tenía ideas que no eran justas y esperamos que el Señor le habrá 
ayudado y que se habrá desengañado. 

((1011)) -Santidad, yo he recibido de este hombre beneficios, que no se olvidan nunca. Tuve una juventud angustiosa: yo había perdido 
la fe. La Providencia me acercó a este hombre, y, por su medio, la he recuperado. Ahora tengo una base en la vida: si tengo alegría y fe en 
la Iglesia a él se lo debo. 

-Estoy contento que dé buenas normas: pero hubo un tiempo en que no era así.
Al llegar aquí abrió el escrito, leyó la firma y dijo:
-Ah, escribe desde Zurich.
Después leyó las primeras palabras y dijo:
-Veremos qué dice.
Y lo dejó. Después me despidió, bendiciéndome a mí y a mi familia. Me ofreció el anillo para besarlo, que besé con sentimiento 
y


diciéndole: 
-Santidad, puedo decirle, desde el fondo de mi corazón, que éste es el día mas bello de mi vida. Soy un pobre pecador, pero le aseguro 

que rogaré siempre al Señor, desde el fondo de mi corazón, por el verdadero bien de V. S. 
El Papa se mostró conmovido a estas palabras, me dio las gracias y añadió: 
-Y por la Iglesia de Jesucristo. 
-íOh, sí por la Iglesia de Jesucristo! 
Y salí. 
Le habría dicho otras cosas que antes había pensado y pienso todavía, pero en aquel momento no me vino mas que lo que he dicho. Su 

aspecto me dejó una impresión que no olvidaré jamás. Pálido, lánguido, melancólico, tenía una sonrisa muy triste; se veía que sentía el 
peso del propio puesto y la responsabilidad de ser Cabeza de la Iglesia. Sólo los ojos conservaban algún vigor: y es cierto que no tienen la 
fuerza dura de algunos retratos suyos. Es sensible al afecto; dos veces que toqué la cuerda del corazón, las dos se animó su mirada, sonrió 
tristemente y se enterneció. 

Me preguntó si tenía familia; le dije:
-Cuatro hijos: uno hizo la primera confesión por Navidad.


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Y dijo él:
-Os bendigo a vos y a vuestra familia.
Todo otro sentimiento desaparecía ante él: no quedaba mas que el de la piedad.


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íPobre Viejo! íQue el Señor le ayude en su difícil situación! Tengo sentimiento de que le quedan pocos meses de vida... 

A medida que me acercaba al Papa, y veía en las antecámaras Cardenales y Prelados, todo eso que circunda a la Santa Sede, el Papa 
mismo resulta pequeño: sólo se siente que allí está el pensamiento de Dios, que puede ser cumplido o no, pero se siente que está allí. 

El Papa debió creer que el escrito presentado manifestase pensamientos de arrepentimiento por parte del visionario: pero, al encontrarse 
algo muy distinto, experimentó aquella aversión de la que fue testigo don Bosco. El envío de aquel escrito fue precedido y acompañado 
de una especie de rito. Para tener una idea del contenido, basta leer estas palabras, que con tantas otras se encuentran al principio de esta 
parte del diario y pertenecen a una serie de instrucciones sobre los sentimientos necesarios para llevar a término la creída misión de 
iluminar al Papa: «No sólo el P. S. no da la dirección ((1012)) cristiana y el apoyo espiritual que debería: sino que mientras lleva una 
chispa superior en el alma y una gran misión, ha renegado de una y de otra, sometiéndose primero bajo la fuerza contraria y tomando más 
tarde voluntariamente las inspiraciones de los enemigos de la vida cristiana, apoyándose en ellos, persiguiendo y alejando a los mejores... 
Primero, recibió la gracia para guiar a la Iglesia, según el pensamiento de Dios para estos tiempos; primero, desplegó la bandera del 
Espíritu y después la repudió. Napoleón III renegó las ideas de libertad, por medio de las cuales se había levantado: Pío IX fue peor, 
porque el espíritu, manifestado y elevado por él, era infinitamente superior y conforme al germen de su alma... Le gusta la adoración. Y el 
espíritu actual del Clero apoya este pecado; porque identifica al hombre con la revelación y con la misión divina... El apacigua el alma 
que se acerca a él con confianza... Dios es omnipotente; pero no hay que ilusionarse. Tenemos que vérnoslas con un fuerte enemigo de 
Jesucristo...». 
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