Don Bosco en Barcelona. Alberdi. R. 1986


Don Bosco en Barcelona. Alberdi. R. 1986

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DON BOSCO
EN BARCELONA

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RAMÓN ALBERDI
DON BOSCO
EN BARCELONA
Itinerario
En el centenario de su visita
(1886-1986)
Presentación de
CARLOS M.a ZAMORA
edebé

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Edición al cuidado de Carlos Garulo.
Ilustraciones de Inés Luz González.
ES PROPIEDAD
© Inspectoría Salesiana de Nuestra Señora de la Merced
Barcelona, 1986
Impreso en España
Printed in Spain
ISBN 84-236-1925-7
Depósito Legal. B. 14903-86
Escuela Gráfica Salesiana
Barcelona-Sarriá

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índice
PRESENTACIÓN...................................... 7
PÓRTICO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Recuerdos. La visita de 1886. Itinerario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
EL PRIMER ENCUENTRO
Los pioneros. En el Palacio Episcopal. Los regalos. Pensando en
Barcelona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
ENTRE BARCELONA Y SARRIA
Dorotea de Serra. En el Ensanche barcelonés. En Sarria . . . . 27
UN PUEBLO FELIZ
La Casa Prats. ¿Por qué en Sarria? Labriegos, artesanos y vera-
neantes. Calles, masías y palacios. Conservadurismo y autono-
mía. Los conventos. Carretas y t r e n e s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
SE PREPARA EL ESCENARIO
El cuartel general. En contacto con el Obispo. Vienen los Sale-
sianos. El despertar de un deseo. La obra material. El escenario.
La labor de propaganda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
VIAJERO INFATIGABLE
Objetivos. Las jornadas. Algunas características. Balance . . . . 69
«TENEMOS AQUÍ, ENTRE NOSOTROS, A UN SANTO»
Los motivos próximos. Un obstáculo peligroso. La llegada.
El paso de un Santo. En Sarria. En la Barcelona antigua (Barrio
Gótico). En la Barcelona nueva (Ensanche). En Les Corts.
En Horta. En el Tibidabo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
«BARCELONA, SIEMPRE AMADA E INOLVIDABLE»
Barcelona-Gerona-Turín. Dimensiones de una visita. Recordan-
do a Barcelona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

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Presentación
Desde el 8 de abril hasta el 6 de mayo de 1886, el sa-
cerdote turinés Juan Bosco estuvo en Barcelona. El Pa-
dre Ramón Alberdi, Profesor de Historia en el Centro
Superior de Estudios Eclesiásticos Martí-Codolar, nos
narra en este libro los pasos del hoy Santo por la ciu-
dad, reconstruyendo uno a uno los diversos momentos
de aquella visita.
Siguiendo, de la mano del autor, los lugares que Don
Bosco recorrió, se tiene el gozo de comprobar que los
recuerdos se hacen vida. El texto del Padre Alberdi cum-
ple magníficamente la intención de ser una guía de
peregrinaje salesiano en Barcelona.
Al que conoce la precaria salud y el agotamiento que
tenía el Santo en sus últimos años, le surgen espontá-
neas algunas preguntas: ¿Por qué vino Don Bosco?
¿Qué razones le impulsaron a emprender aquel viaje?
¿Cuáles fueron los frutos de su paso?
La lectura del libro de Alberdi permite dar con algu-
nas claves fundamentales de comprensión.
1. Don Bosco vino a Barcelona respondiendo, como
siempre en su vida, a la llamada de los jóvenes. Los alum-
nos de los Talleres Salesianos de Sarria —«más amados

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quizás que los de Turín, porque eran los hijos de sus
hijos» (H. Wast)—, le habían enviado una invitación
expresiva: el dibujo de una locomotora, con la sencilla
inscripción «De Turín a Barcelona». Don Bosco estaba
achacoso y gastado. Ni sus hijos, ni sus amigos, ni su
médico creían oportuno aquel viaje. Pero le llamaban
los jóvenes. Y vino a Barcelona.
En medio de la intensa actividad de aquellas jorna-
das, encontró momentos para acercarse a los muchachos
en el patio, en los rudimentarios talleres. Pasó con ellos
ratos de distensión, aplaudió sus actuaciones musicales,
se preocupó de que tuvieran un extra en el refectorio,
quiso que tomaran parte en la fiesta campestre del día
3 de mayo en la finca de Martí-Codolar y que figuraran
en la foto recuerdo de su visita. Para ellos fueron las
últimas palabras y la última bendición antes de aban-
donar Sarria.
2. La llamada de los jóvenes adquiere, en Barcelo-
na, concreciones muy precisas. La urbe se está abriendo
a la modernidad. Encara sus problemas. Y uno de los
más característicos es la incorporación digna y respon-
sable del mundo obrero a la gestión de la sociedad. Asun-
to delicado que tiene un punto crucial en la formación
de la juventud trabajadora. Don Bosco oye el clamor de
esta juventud. Señalará con franqueza la cuestión a las
clases burguesas, alertándolas sobre su responsabilidad.
No sólo eso. Hombre práctico, ofrece, en los Talleres que
ha fundado, una solución que presenta como estímulo
de otras iniciativas, y para la que viene a pedir simpatía
y ayuda.
La reacción de los diarios anticlericales es, en su tosca
vulgaridad, el más elocuente reconocimiento de que Don

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Bosco ha acertado. En la contraposición entre cultura
e Iglesia, que algunos creen, y otros quisieran, irrecon-
ciliable, Don Bosco piensa que todo lo humano interesa
a la Iglesia, porque interesa a Dios. Que la Iglesia tiene
su campo en la promoción del hombre.
3. Más todavía. La tarea es tan amplia que requiere
la actuación coordinada de todas las fuerzas católicas.
Su visita es una continua llamada al lateado a compro-
meterse en los problemas de la promoción humana y de
la cultura. En los días de su estancia en la ciudad se
relaciona con la práctica totalidad de los grupos y
asociaciones que tienen algún peso en la vida católica.
E invita a todos a dar su aportación para solucionar los
conflictos que se producen en el nacimiento de una nueva
época.
4. Don Bosco hace patente su profundo sentido de
Iglesia. Los encuentros con los Obispos de Barcelona y
de Vic, con el de Gerona cuando regresa a Italia, la visi-
ta de los seminaristas, la conversación con diversos reli-
giosos y religiosas, pudieron significar, por parte de ellos,
una veneración respetuosa para el hombre que venía pre-
cedido de gran prestigio como pedagogo y aureolado con
fama de santidad. Para Don Bosco fue la expresión de
su conciencia de miembro de la Iglesia, de servidor del
hombre desde ella, en plena compenetración con los pas-
tores y con las diversas manifestaciones de la vida eclesial.
5. Vino también traído por la amistad, para cono-
cer y expresar su afecto y gratitud a almas de excepción
y a amigos extraordinarios. El saludo que dirige a doña
Dorotea de Chopitea, la insigne bienhechora de su Obra,

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traduce la profundidad de sus sentimientos hacia todos
aquellos que le ayudaban y sin cuya cooperación no hu-
biera podido dar un paso.
6. Es incuestionable que al viejo luchador le trae
también la necesidad de recaudar fondos para las obras
de apostolado y para las misiones. Los diarios satíricos
de la época se cebarán en ello, dolidos por el éxito cla-
moroso que tiene la presencia del santo sacerdote. Pero
quien lo mira con objetividad, lejos de pensar en un pro-
saico interés económico, descubre la abnegación del hom-
bre que, enfermo ya de años y achaques y herido por
dolencias que ni su proverbial buen humor logra disi-
mular del todo, arrostra la humillación de pedir para los
demás. El mismo año 1886 se desahogaba con un ínti-
mo: «¡Ay, tú no sabes lo que me ha costado pedir li-
mosna!»
7. Don Bosco pensó siempre en las misiones. Des-
de el año 1875 había enviado ocho expediciones misio-
neras a Argentina y Uruguay. Con visión de estratega
calculaba que Barcelona, en España, era una platafor-
ma excelente para la preparación de sus hombres y un
enclave privilegiado que enlazaba las rutas marítimas en-
tre el viejo continente y el nuevo. Y en Barcelona iba a
tener también un sueño significativo —conocido como
el sueño de las misiones— que impulsaba a su joven Con-
gregación a ampliar la presencia en América y a lanzar-
se por los caminos de Asia y de África.
Hoy los millares de salesianos que trabajan en estos
tres continentes y el vigoroso desarrollo del recién ini-
ciado «Proyecto África» acreditan, una vez más, como
proféticos los sueños de Don Bosco.
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8. En Barcelona recibe el encargo de levantar un
Templo al Sagrado Corazón. Su físico está gastado, su
salud rota por los seis años de preocupaciones que le ha
exigido la construcción del de Roma. Pero, ¿podrá ne-
garse a la propuesta de unos señores que sitúan la invi-
tación en el Tibidabo, cuando este nombre, tibi-dabo te
daré—, ha sido una inquietante premonición interior que
ahora se hace explícita? ¿Podrá negarse, si el amor del
Padre manifestado en Jesús es el centro de su vida, si
la caridad pastoral de Cristo es la fuente de su espíritu
y la inspiración de su pedagogía, si mostrar a los jóve-
nes que Dios es amor cercano constituye la razón de to-
dos sus pasos y afanes?
9. Durante los veintiocho días de su estancia en Bar-
celona Don Bosco prodiga la bendición de María Auxi-
liadora, distribuye sus medallas a millares, realiza cura-
ciones en su nombre, acelera la venida de las Religiosas
fundadas por él como un monumento vivo a la Madre:
María Auxiliadora es la inspiradora y guía de su Obra.
Sin Ella Juan Bosco hubiera sido sólo un campesino en-
tre vacas. Ella lo ha hecho todo.
10. Don Bosco vino a impulsar una obra incipiente
que preveía de un porvenir fecundo. Se llegó, anciano,
cansado, casi arrastrándose, pero con entusiasmo jovial,
para orientar y alentar a unos hijos jóvenes, inexpertos,
que sentaban los cimientos de una impresionante apor-
tación educativa para la nueva sociedad industrial: la
Formación Profesional.
Sin duda hubiera deseado acercarse a Utrera para
abrazar a los salesianos de la primera fundación en
España. Pero su organismo maltrecho no habría resistido.
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Desde Madrid, el Nuncio Rampolla y el Ministro Sil-
vela le urgían para que iniciara otra obra en la capital.
No era todavía el momento.
Pero cuando el anciano Padre traspasó la frontera y
puso el pie en Barcelona, su pensamiento iba tierra aden-
tro, avizorando un futuro próximo de expansión a toda
España. Por esto los salesianos españoles han mirado
siempre la casa de Sarria como el lugar sagrado, patri-
monio de todos.
11. Durante su permanencia en Barcelona, Don Bos-
co recibió, sonriente y alentador, a pobres y ricos, a
jóvenes y adultos, a burgueses y menestrales.
En la magnífica fotografía de Martí-Codolar se agru-
pan en torno a él personas de las más variadas clases,
condiciones y edad: eclesiásticos y seglares, monjes,
comerciantes y hombres de las finanzas, alumnos y pro-
fesores, aristócratas y golfillos, creyentes de a pie y san-
tos de altar. ¿No será esa afortunada instantánea la más
gráfica y elocuente plasmación de su mensaje de amor,
de unidad, de f e esperanzada en la vida, de compromi-
so común en la construcción de un mundo nuevo?
12. La crónica del secretario Viglietti, tan minucio-
sa en narrar los acontecimientos, nos deja, con todo, una
sutil insatisfacción. ¿Dónde están las palabras de Don
Bosco? ¿Qué dijo para armar entonces tanto revuelo en
la ciudad y para haber fructificado, con los años, en tan-
tas obras vivas ahora?
Confieso que lo anduve buscando afanoso en varios
escritos y comentarios. Infructuosamente. Hasta que sal-
tó una evidencia. Don Bosco vino como Don Bosco. Su
palabra fue su propia persona, su experiencia, su obra,
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2 Pages 11-20

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su historia, su vida. Él mismo era su mensaje. De hecho,
muchísimos se contentaron con sólo poder acercársele,
con verle, tras soportar largas horas de espera. Porque
les dejaba el recuerdo sabroso, único, de haberse cruza-
do con la amabilidad y ternura de Dios, hecha visible
en las arrugas de un anciano.
Hoy, a los cien años, cuando el tiempo ha hecho ver-
dad las palabras, los silencios y los gestos, aquella visita
—evocada con amoroso cuidado por Ramón Alberdi—
mantiene una densa persistencia y continúa llamando y
señalando rutas.
Para Don Bosco ya no habrá ningún tren de regreso,
ningún 6 de mayo. Don Bosco está aquí, como siempre,
alentando ilusiones y compromisos con la juventud. Tal
vez quiso hacernos creer que se marchaba para que nos-
otros pusiéramos manos a la obra.
CARLOS M.a ZAMORA
Barcelona, 8 de abril de 1986
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Pórtico
La presencia de los Salesianos en Barcelona es ante-
rior a la visita que el Fundador, San Juan Bosco, efectuó
a la Ciudad Condal, hace ahora cien años (1886-1986).
Pero fue a raíz de aquel acontecimiento cuando la
capital catalana llegó a conocer mejor la naturaleza y
los objetivos de la Obra Salesiana, y cuando, al aceptar-
los, comenzó a abrirse más plenamente a los ideales que
la misma representa.
Las vivencias que dejó la visita en muchos barcelo-
neses contribuyeron eficazmente al desarrollo de la Fa-
milia de San Juan Bosco en sus varias ramas: la Socie-
dad de San Francisco de Sales (Salesianos), el Instituto
de las Hijas de María Auxiliadora (Salesianas), la Aso-
ciación de Cooperadores Salesianos, el Instituto Secu-
lar «Voluntarias de Don Bosco» y las Asociaciones de
Antiguos Alumnos y Antiguas Alumnas.
Sus instituciones y actividades de diverso tipo cons-
tituyen, sin duda, una realidad viva en el tejido social
y religioso de la Ciudad, tanto que, sin miedo a caer en
exageraciones, se puede hablar de una Barcelona Sale-
siana. En ella se aspira a vivir y transmitir —para bien
de la Iglesia y de la Sociedad— el espíritu y las esperan-
zas que, durante unas semanas de 1886, suscitó perso-
nalmente en la Capital de Cataluña el propio San Juan
Bosco, el creador de la Familia Salesiana.
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RECUERDOS
Como todas las demás familias, la de Don Bosco con-
serva también sus recuerdos. Estos pueden revestir for-
mas muy variadas: objetos, documentos, inscripciones,
fotografías, monumentos, lugares, sepulcros... Ya se sabe
que tienen un valor relativo, puesto que su estimación
depende, en buena parte, de ese juego sutil de los gustos
y los sentimientos. Y, sin embargo, resultan insustitui-
bles en muchos momentos de la vida. Porque, en su ca-
lidad de testigos, símbolos, hitos y puntos de referencia,
siempre conectan con el alma humana, que no puede sub-
sistir sin conciencia histórica, sin renovar la memoria del
pasado vivido.
Y ahí están, tal como son. Con su fragilidad o con
su fuerza; pero, en cualquier caso, dotados de un poder
mágico para evocar, llamar, identificar, denunciar,
atraer... Y tan íntimamente consiguen sugestionarnos,
que nos cuesta desprendernos de sus lazos invisibles y
misteriosos. En ocasiones, se transmiten de generación
en generación. Y cuando se han perdido, más de una vez
nos duele su falta y procuramos redescubrirlos o restau-
rarlos, si aún estamos a tiempo. Con este comportamien-
to, el hombre no hace más que declarar su esencial con-
dición de ser historia.
LA VISITA DE 1886
Los recuerdos salesianos que guarda la ciudad de Bar-
celona se deben, en su expresión más elevada, a la visita
que el Santo de Turín efectuó a la misma, hace ahora
un siglo. Sin aquella presencia, hubieran quedado tam-
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San Juan Bosco
Fotografía obtenida, el 14 de abril de 1886,
en el Colegio del Sagrado Corazón, de Sarria.

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bien para la posteridad algunos, más o menos interesan-
tes, de los primeros tiempos —envueltos generalmente
en la historia salesiana con destellos carismáticos y ribetes
heroicos—, pero estarían desprovistos, ciertamente, de
ese fulgor interior y de esa fuerza fascinadora que hoy
día poseen. Y es que, al contacto con la santidad del Fun-
dador, las cosas, los lugares y las personas comenzaron
a tener un nuevo relieve, un nuevo sentido; empezaron a
ser más inteligibles y, sobre todo, más cercanos al
corazón.
Esto fue posible por dos motivos.
1 ? Aquella visita, tanto por el planteamiento hecho
por los Salesianos como por la respuesta —masiva,
enfervorizada— que dio la población de Barcelona y de
Sarria, no fue —no pudo ser— un hecho privado. Fue
un hecho público, con la relevancia propia de un acon-
tecimiento. En Barcelona, lo mismo que tres años antes
en París, Don Bosco se vio constantemente rodeado, y
hasta acosado, por las gentes. Y la prensa diaria, de uno
y otro signo, siguió todos sus pasos.
En una palabra, durante aquellos días barceloneses,
el Fundador de los Salesianos no se perteneció a sí mis-
mo, sino a la Ciudad.
2? La visita se fue convirtiendo, poco a poco, en un
encuentro de amistad entre Don Bosco y amplios secto-
res del catolicismo barcelonés. Acabó siendo una mu-
tua donación. Ambas partes quedaron marcadas con
idénticas señales. Don Bosco ya no olvidó nunca a Bar-
celona.
Y los católicos de aquí quedaron para siempre con
el convencimiento de haber tratado a uno de los hom-
bres más extraordinarios de su tiempo, digno de toda
admiración y estima.
18

2.6 Page 16

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ITINERARIO
Las indicaciones apuntadas permiten considerar la
ciudad de Barcelona como un relicario o un álbum fa-
miliar de inapreciable valor para todos aquellos que, en
un grado u otro, se sienten salesianos. Es más, se puede
afirmar que, desde este punto de vista, es única en
España.
La obra que el lector tiene en sus manos quiere ser
una guía ilustrada de la Barcelona salesiana de los
primeros tiempos, como un libro de ruta. Y pretende
serlo evocando los recuerdos históricos que aún quedan
de la visita del Santo.
Es verdad que, unas veces, el viento de los aconteci-
mientos públicos se los ha llevado consigo, incluso vio-
lentamente. Otras, la incuria de los hombres los ha echa-
do a perder, porque esos objetos-símbolo tienen que
pasar, por necesidad, de una generación a la siguiente
a través de una operación peligrosamente frágil. Y, siem-
pre, el río de la vida acaba por arrastrarlos de una a otra
parte con suerte incierta.
Así y todo, después de cien años, la Barcelona sale-
siana de los tiempos fundacionales está ahí de pie, con
suficiente relieve todavía como para decir una palabra
significativa. Eso sí, a condición de que el visitante sea
capaz de entender el lenguaje de la historia y se acerque
a la ciudad-relicario con esa fina, delicada sensibilidad
propia de los enamorados.
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2.7 Page 17

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2.8 Page 18

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El primer encuentro
Con fecha 7 de junio de 1879, el arzobispo de Sevi-
lla, el manresano doctor Lluch y Garriga, escribió a Turín
invitando a Don Bosco a abrir una fundación salesiana
en la vecina localidad de Utrera. No le conocía per-
sonalmente, pero se había enterado del bien que hacían
los nuevos religiosos en varios lugares de Italia. Por eso,
contando con la ayuda del Marqués de Casa Ulloa,
estaba dispuesto a traerlos a su archidiócesis. La de
Sevilla iba a ser la primera de España en tener una obra
salesiana.
LOS PIONEROS
Don Bosco aceptó, en principio, la oferta e incluso
comenzó a actuar como si la empresa fuera ya cosa
hecha. Pero, mientras tanto, tardaba en enviar a los de-
legados que habían de estudiar sobre el terreno las posi-
bilidades de establecer allí una de sus casas.
Finalmente, con el nuevo año (1880), se pusieron en
camino hacia Sevilla dos salesianos: un sacerdote y un
laico. El primero se llamaba Juan Cagliero y, como había
pasado un par de años trabajando en tierras de misión
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en Argentina y Uruguay, hablaba el castellano bastante
bien. El segundo, José Rossi, era un hombre experto en
cuestiones relativas a la organización y marcha econó-
mica de las obras asistenciales de la nueva Congregación.
Partieron de Marsella el 18 de enero de 1880 y, via-
jando siempre en ferrocarril, llegaron a Sevilla el 24. Pero
antes hicieron escala en Barcelona, donde se encontra-
ban a las ocho de la noche del día 19. No es posible sa-
ber en qué hotel o pensión se hospedaron. Sería en al-
gún sitio de los alrededores de la antigua Estación de
Francia, denominada hoy Estación-Término. Desde lue-
go, necesitaban descansar del largo y penoso viaje: de
Marsella a Barcelona, con el obligado y molesto tras-
bordo en la estación de Portbou, habían empleado más
de veinte horas.
Al día siguiente, 20, se dedicaron a visitar la ciudad:
el puerto, las Ramblas, el Ensanche. «La parte nueva,
con sus calles, avenidas y construcciones rectilíneas, nos
recuerda Turín» —escribían a los amigos piamonteses—.
Se detuvieron en la catedral, «de puro estilo gótico (...),
con tres naves esbeltísimas, dos torres muy altas y un
claustro también gótico» (carta de Juan Cagliero a
Miguel Rúa, Madrid 23-1-1880). No decían nada de la
fachada principal. Porque la seo barcelonesa carecía de
la misma. En su lugar, tenía un muro liso, manchado
por las humedades y sin adorno alguno. Unos ventana-
les dejaban pasar la luz. Después de cuatro siglos de im-
potencia y abandono, los barceloneses se habían ido
acostumbrando a un espectáculo tan triste. Hasta que,
gracias a la decisión del obispo Jaime Cátala y Albosa
y a la ayuda magnánima del industrial Manuel Girona
y Agrafel, las obras de la nueva fachada pudieron dar
comienzo en abril de 1886.
22

2.10 Page 20

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EN EL PALACIO EPISCOPAL
Pero el motivo fundamental de aquella parada en Bar-
celona no era el turístico, sino el de efectuar una visita
al señor obispo, José María de Urquinaona y Bidot (1878-
1883). El encuentro tuvo lugar el mismo día 20, en el
Palacio Episcopal. Tampoco éste ofrecía aún la elegan-
cia que presenta actualmente, ya que su restauración se
llevó a cabo entre los años 1883-1895; la del patio exte-
rior, en 1928.
¿De qué se habló en la entrevista?
Sabemos que hubo obsequios para el prelado Urqui-
naona: «Le regalamos El Joven Instruido en español,
le dimos el diploma de Cooperador Salesiano y un li-
brito acerca de Don Bosco» (carta mencionada). El Obis-
po se los agradeció y les dio esperanzas de que haría una
escapada a Turín, cuando fuera a Roma. «Nos hicimos
amigos para siempre», comentaba el Padre Cagliero al
término de la audiencia (ibid.).
Al día siguiente, por la mañana, prosiguieron su
camino hacia Sevilla. Éste fue el primer encuentro que
los Salesianos tuvieron con la Ciudad Condal.
LOS REGALOS
Hay que decir que los regalos estaban cuidadosamente
seleccionados.
El Joven Instruido era un devocionario pensado y re-
dactado por Don Bosco para adolescentes y jóvenes. En
él les proponía las líneas fundamentales de una piedad
cristiana adaptada a ellos. Lo había publicado en 1847
23

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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y, en seguida, tuvo que preparar nuevas ediciones. La tra-
ducción castellana apareció en 1879, en Turín, con des-
tino a las casas salesianas que ya se estaban abriendo
en algunas repúblicas sudamericanas. A los siete años,
se editó otra vez en Turín (1886). Pero, desde 1888, fue
la casa salesiana de Sarria la que difundió este manual
de piedad en todo el ámbito salesiano de lengua espa-
ñola. (A partir de 1939 y en todas las ediciones que ha
tenido hasta el presente, dicho devocionario se ha titu-
lado El Joven Cristiano).
El libro acerca de Don Bosco era un opúsculo de cin-
cuenta páginas que, también en 1879, había editado en
Marsella el sacerdote L. Mendre. El autor ponía de re-
lieve, sobre todo, la importancia que las Escuelas Profe-
sionales y los Cooperadores tienen en el conjunto de las
instituciones salesianas. Desde noviembre de 1880, co-
menzó a traducirlo del francés al castellano la Revista
Popular, la conocida publicación católica que dirigía, en
la Capital de Cataluña, el doctor Sarda y Salvany.
A través de estas obritas literarias penetró en Barce-
lona el nombre de Don Bosco y de su familia religiosa.
El primero que las tuvo en sus manos fue, con toda pro-
babilidad, el obispo José María de Urquinaona, el cual
pudo conocer, de esta manera, las actividades y el espí-
ritu del famoso Apóstol del Piamonte.
Él fue también el primero en Barcelona en recibir el
diploma o documento con que a una persona se le acre-
ditaba como Cooperador Salesiano. Don Bosco se ade-
lantó a aceptarle como tal.
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3.2 Page 22

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BDCeCaItIUo Mivnigyuueeli Rnuúcaí,
Vicario de Don Bosco y su primer sucesor.

3.3 Page 23

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PENSANDO EN BARCELONA
Todo esto demuestra dos cosas. La primera, que Don
Bosco entendía imprimir a sus nuevas fundaciones una
orientación netamente eclesial; y la segunda, que, antes
e independientemente de la invitación que le iba a
formular dos años y medio más tarde doña Dorotea
Chopitea de Serra, ya pensaba en Barcelona. Junto a
Utrera, también la Ciudad Condal comenzaba a entrar
en sus proyectos de futuro. Había que preparar el terre-
no. En octubre de ese mismo año, 1880, haría una pro-
fecía sobre el porvenir de la obra salesiana en Sarriá-
Barcelona...
26

3.4 Page 24

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Entre Barcelona y Sarria
El doctor Urquinaona es uno de los pastores más no-
tables de la Iglesia barcelonesa del siglo XIX. Durante
los cinco años de su gobierno, se distinguió siempre por
su fervor religioso, su entrega al sagrado ministerio y su
amor al pueblo trabajador. Sus preferencias fueron para
los más pobres. En 1879, había puesto en marcha la aso-
ciación de Amigos de los Obreros. Tan grato recuerdo
dejó en la capital barcelonesa, que, a los pocos años de
haber fallecido, el Ayuntamiento dio su nombre a una
de las plazas más céntricas de la misma, tal como se con-
serva hoy en día.
DOROTEA DE SERRA
Pero, a pesar de esto, la llamada a los Salesianos no
partió, en un comienzo, del palacio del Obispo, sino de
una casa particular, que llevaba el número 276 de la ca-
lle Cortes o, más exactamente, de Gran Vía de las Cor-
tes Catalanas, denominación felizmente recuperada no
hace muchos años.
La primera carta que se dirigía a Don Bosco, residente
en Turín, estaba fechada el 20 de septiembre de 1882 y
27

3.5 Page 25

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la firmaba «Dorotea Chopitea, Viuda de Serra». En
dicha carta se indicaba también la dirección postal de
la remitente: «Gran Vía, 276 principal». La señora pe-
día la información necesaria para ayudar a abrir una casa
salesiana «en los alrededores de Barcelona». Toda la his-
toria comienza a partir de este punto.
Cuando en 1819, huyendo de la revolución indepen-
dentista, los padres de Dorotea se trasladaron, con la niña
de tres años, desde Santiago de Chile a Barcelona, ocu-
paron una vivienda de la calle Barra de Ferro (perpen-
dicular a la de Monteada y perteneciente al barrio de
la Ribera), dentro del sector de Santa María del Mar,
siempre en la parte antigua de la Ciudad. En contacto
con esta parroquia (Plaza de Santa María, n? 1), se fue
desarrollando la vida cristiana de Dorotea durante los
años de su niñez y adolescencia. Y aquí también con-
trajo matrimonio, el 29 de octubre de 1832, con don José
María Serra Muñoz, cuyos padres habían sufrido la mis-
ma suerte que los de la joven esposa.
La pareja formó su hogar en el domicilio de los pa-
dres del marido, señalado con el número 3 de la enton-
ces aristocrática calle de Monteada. Por tanto, doña Do-
rotea siguió adscrita a la mencionada parroquia, donde,
siendo esposa y madre —se había casado a los 16 años—,
encontró el alimento espiritual que necesitaba.
Los lugares aquí mencionados constituyen el primer
entorno social y religioso de quien, a la vuelta de unos
años, iba a ser la fundadora de toda la obra salesiana
de Sarria y es hoy (desde el día 9 de junio de 1983) la
Venerable doña Dorotea Chopitea de Serra, en su con-
dición de madre de familia y Cooperadora Salesiana
(1816-1891).
28

3.6 Page 26

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EN EL ENSANCHE BARCELONÉS
A lo largo del siglo pasado, el brillo social y cultural
de la calle Monteada se fue debilitando gradualmente.
Entre otros motivos, porque fabricantes y banqueros,
propietarios y comerciantes, e incluso las mismas gen-
tes del pueblo, prefirieron asentarse fuera del casco an-
tiguo, en el llano que se extendía entre la vieja ciudad
y las poblaciones circunvecinas. Necesitaban horizontes
más amplios y confortables. Los hallaron en las calles
que iban a formar el entramado del moderno Ensanche.
En efecto, en 1860 se aceptó definitivamente el pro-
yecto que había preparado el ingeniero Ildefonso Cerda
y, unos tres años después, caían las últimas murallas que
estaban ahogando a la población de la ciudad antigua.
En este Plan Cerda, el Ensanche se estructuraba sobre
una retícula de calles horizontales (paralelas al mar) y
verticales (perpendiculares al mar), dividida por dos
grandes diagonales, igualmente perpendiculares entre sí
—la Diagonal y la Meridiana—. El punto de intersec-
ción —la actual Plaza de las Glorias Catalanas— deter-
minaba el paso de una calle que iba en dirección a la
Plaza de España y era la más noble de las horizontales:
se llamaría Gran Vía de las Cortes Catalanas.
Por otra parte, entre las arterias perpendiculares, la
más importante y hermosa era una que, ya entonces, se
denominaba Paseo de Gracia. Enlazaba directamente este
municipio con el de Barcelona. Pronto se convirtió en
el eje del ensanche central, que, de hecho, vino a reco-
ger el primer impulso de la expansión demográfica y ar-
quitectónica de la ciudad naciente. Con esto, contra las
previsiones del señor Cerda, la Plaza de Cataluña, si-
tuada en el cruce de las Rondas del núcleo antiguo con
29

3.7 Page 27

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dicho paseo, asumió espontáneamente las funciones de
coordinación y distribución de la energía vital de la gran
urbe. Y así, hasta nuestros días.
Pues bien, hacia el año 1873, como otras tantas fa-
milias pertenecientes a la alta burguesía catalana, la de
los Serra vino también a parar al Ensanche. Se instaló
casi en el cruce del Paseo de Gracia con la Gran Vía,
a muy poca distancia de las plazas de Cataluña y Ur-
quinaona. La casa-palacio —una de las mejores del en-
sanche del centro— tenía entonces el número 276; hoy,
el 642. Es la sede del actual Hotel Granvía. Se trata de
uno de los monumentos más insignes de la primera his-
toria del salesianismo barcelonés.
En cuanto a la demarcación eclesiástica, el nuevo do-
micilio pertenecía a la parroquia de Santa Ana, situada
en el barrio antiguo del mismo nombre (Entrada por la
calle Rivadeneyra o por la de Santa Ana). Doña Doro-
tea conectó en seguida con aquella feligresía, participan-
do activamente en sus iniciativas benéficas y de piedad.
A partir de estas fechas, sin embargo, su espirituali-
dad se nutría preferentemente de la que recibía en el trato
directo con las congregaciones religiosas que ella prote-
gía e impulsaba: Jesuítas, Salesianos, Hermanos de las
Escuelas Cristianas, Religiosas del Sagrado Corazón,
Hermanas de la Caridad... Lo que oía, veía y practica-
ba en sus iglesias y capillas le iba configurando el alma.
Desde 1881, tuvo cerca de casa el Colegio del Sagrado
Corazón de Jesús de los Padres Jesuítas de la calle Cas-
pe, chaflán con la de Pau Claris. Lo había deseado
ardientemente y había ayudado con gran generosidad a
su construcción. En la capilla, durante muchos años pro-
visional, de este colegio (calle Caspe, n? 25) encontró
un centro de piedad muy querido.
30

3.8 Page 28

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Juan Bautista Branda,
primer director de los Talleres Salesianos de Sarria.

3.9 Page 29

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EN SARRIA
Al igual que otras familias de clase elevada, la de Serra
tuvo también su finca de verano fuera de la Ciudad.
Hacia los años 1840, la había encontrado en el antiguo
municipio de Sarria. Pronto construyó allí una esplén-
dida torre de recreo. Aún se conserva, con sus rasgos
originales, en el Paseo Reina Elisenda de Monteada, n?
18 bis. El matrimonio Serra-Chopitea y sus descendien-
tes la tuvieron en propiedad durante muchos años. Prác-
ticamente hasta nuestros días. Desde 1954, pertenece a
las Religiosas de los Sagrados Corazones, las cuales,
en colaboración con los Padres de la misma Congre-
gación, mantienen allí una obra escolar llena de vida y
prestigio.
Este lugar resultó aun más imprescindible para los
Serra cuando, en la finca de al lado, a la otra parte de
la Riera de les Monges (hoy calle de la Duquesa de
Orleans), pudo establecerse el colegio de las Religiosas
del Sagrado Corazón de Jesús, el primero que dicha con-
gregación tenía en España. En su fundación intervino
decididamente toda la familia Serra, ya que una de las
religiosas encargadas de abrirla era Sor Teresa Serra, her-
mana de don José María y cuñada de Dorotea. El cole-
gio fue una realidad entre los años 1845 y 1846 (actual-
mente en la calle del Sagrado Corazón, n? 25).
Cuando estuvo en funcionamiento el internado para
las jóvenes, en este centro cursaron los estudios todas
sus hijas, que eran seis. La mayor —María Dolores, 12
años— fue precisamente la primera alumna matricula-
da en la nueva institución. Tras de ella, se fueron inscri-
biendo sus hermanas y otras jóvenes allegadas a la fa-
milia.
32

3.10 Page 30

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De esta forma, los esposos Serra tuvieron un punto
más de referencia obligada en Sarria. Aunque residían
la mayor parte del año en Barcelona, los pensamientos
y las esperanzas quedaban indefectiblemente unidos a
ese pueblecito, cada vez más entrañable para ellos.
Durante el período estival, en los meses que pasaba
en la quinta, doña Dorotea cumplía con sus deberes re-
ligiosos «en el Sagrado Corazón» y en la Parroquia de
San Vicente, de Sarria (en esta iglesia se celebraron los
funerales por el alma de su esposo, cuando falleció en
la mencionada casa de verano, el 29 de agosto de 1882).
Pero, a partir de 1884, la Viuda de Serra frecuentaría
otra iglesia que no estaba lejos de allí y que ella misma
había costeado: la de los llamados Talleres Salesianos
de Sarria.
33

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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Un pueblo feliz
Como Don Bosco y sus colaboradores próximos tar-
daban en contestarle o sólo lo hacían con promesas
genéricas, doña Dorotea volvió a escribir a Turín el 22
de octubre de 1882, insistiendo en la conveniencia de lle-
var a la práctica la fundación proyectada: «Pues Barce-
lona —decía— es, con respecto a España, lo que Lyon
y Marsella con relación a Francia, esto es, una ciudad
eminentemente industrial y mercantil, en la que la Con-
gregación Salesiana encontrará un vasto campo donde
ejercitar un tan benéfico apostolado».
Don Bosco compartía, sin duda, el modo de argu-
mentar de la señora. Por su parte, además, ya desde que
se le pidió la fundación de Utrera (1879), había expresa-
do otro motivo que para él revestía una importancia
suma: España tenía que ser la plataforma principal para
lanzar la acción misionera de los Salesianos hacia His-
panoamérica. En España aprenderían la lengua y las cos-
tumbres, y templarían su espíritu cuantos Salesianos e
Hijas de María Auxiliadora, nativos y extranjeros, qui-
sieran marchar a tierras de misión. Estas dos perspecti-
vas —la social y la misionera— fueron determinantes a
la hora de iniciar la Obra Salesiana en Barcelona.
35

4.2 Page 32

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Por lo demás, siguiendo ese doble criterio de actua-
ción, la estrategia expansiva de Don Bosco intentaba al-
canzar, cuanto antes, las grandes ciudades portuarias de
la cuenca superior del Mediterráneo. Los Salesianos ya
habían llegado a Génova-Sampierdarena (1872), a Niza
(1875) y a Marsella (1878). Ahora tocaba dar el salto hasta
Barcelona.
LA CASA PRATS
Efectivamente, a principios de abril de 1883, llega-
ron dos salesianos, enviados por Don Bosco para exa-
minar sobre el terreno la oferta que hacía la Viuda de
Serra. Uno de ellos ya conocía algo la Ciudad y había
visitado al obispo Urquinaona. Era don Juan Cagliero,
antes citado. El otro ejercía de superior provincial en
Francia y se llamaba don Pablo Álbera (que, más tarde,
fue el segundo sucesor de San Juan Bosco). Ambos se
hospedaron en casa de doña Dorotea, en la Gran Vía,
n? 276.
Era la primera vez que la señora se encontraba per-
sonalmente con los Salesianos. No hay detalles de las
conversaciones que tuvieron. Hablarían de Don Bosco,
de los Salesianos y las Salesianas, de los Cooperadores,
de la difusión de la Obra por algunas naciones de Euro-
pa y Sudamérica. Doña Dorotea, por su parte, escucha-
ría tales noticias con gran interés y, sobre todo, llena de
esperanza.
El primer día disponible, acompañó a los huéspedes,
en coche de caballos, hasta Sarria. Debieron de seguir
la carretera que, desde antiguo, unía la localidad con Bar-
celona. Hoy se llama Avenida de Sarria y, en algunos
36

4.3 Page 33

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tramos, es hasta señorial. Pero, por aquel entonces, no
dejaba de ser un camino de carros, aunque notablemente
mejorado en relación con épocas pasadas. Atravesaba
unos parajes solitarios, salpicados de algunas casas de
campo. Las edificaciones del Ensanche tan sólo comen-
zaban a despuntar.
Unos cuantos metros antes de la entrada del pueblo,
el carruaje se detuvo. Se encontraban a la altura de una
masía que, a mano derecha, llevaba el número 6 (según
unos documentos) o el 4 (según otros). No era ninguna
torre de lujo, sino más bien una casa de campo. Consta-
ba de bajos, piso primero (o principal) y piso segundo.
Éste se destinaba a desván. En el terreno adyacente ha-
bía, ante la fachada, un patio; a la parte derecha según
se la miraba, un jardín, un huerto, un bosquecillo y un
campo de cultivo; a la izquierda, un espacio para los
carros y los aperos de labranza. En conjunto, algo más
de una hectárea.
Doña Dorotea deseaba saber si, en aquella casa y fin-
ca, se podía establecer la obra salesiana que ella quería
destinar, sobre todo, a una escuela de formación profe-
sional.
Los dos salesianos —hombres, sin duda, expertos en
materia de fundaciones— analizaron el sitio, observaron
también la posición —junto a la carretera, discretamen-
te fuera del vecindario, no lejos de la estación del tren—
y se informaron sobre las condiciones de salubridad —
que constataron ser óptimas—, y concluyeron diciendo
que sí.
Y, satisfechos, abandonaron pronto la Ciudad de Bar-
celona. Bien le hubiera gustado al Padre Cagliero pasar
a saludar al Prelado, como había hecho tres años antes.
Pero no pudo ser: el doctor Urquinaona había fallecido
37

4.4 Page 34

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hacía pocos días. La sede episcopal barcelonesa estaba
vacante.
Tal fue la primera aproximación explorativa realiza-
da por los Salesianos al núcleo más importante de su
futura actuación en tierras de Cataluña. En los libros
de escritura se habla de «torre grande de Prat»; vulgar-
mente recibía el nombre de Casa o Can Prats. Así tam-
bién la llaman hoy día. Aunque algunos preferirían usar
el término Casa de Don Bosco, por los motivos que se
verán luego. Desde hace unos años, tiene el número 3
de la Plaza Artos, al final del Paseo de San Juan Bosco,
en Barcelona.
¿POR QUÉ EN SARRIA?
Durante los meses siguientes, mientras doña Doro-
tea preparaba los planos de aquella casa para la apro-
bación correspondiente, el Padre Cagliero defendía, ante
Don Bosco y su Consejo General, la candidatura de la
misma, como sede de la futura obra salesiana. A finales
de junio (1883), se comunicaba a la señora la decisión
tomada: en principio, los Salesianos irían a Sarria. Don
Juan Cagliero —el iniciador de las misiones salesianas
y pionero de la obra de Don Bosco en España— no tie-
ne ni siquiera una lápida que lo recuerde a las genera-
ciones futuras. Y, sin embargo, no le faltan méritos ante
la historia...
Pero, ¿por qué los Salesianos vinieron precisamente
a Sarria? ¿No había, en los alrededores de Barcelona,
unos municipios ya industrializados —como los de Sants,
San Martín de Provengáis, San Andrés de Palomar y la
misma Villa de Gracia— en los que, por ser masiva la
38

4.5 Page 35

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presencia del proletariado, podría encontrarse un esce-
nario más apto para el despliegue de la misión caracte-
rística de la Congregación Salesiana?
Es verdad. Pero, en este momento, la intervención de
doña Dorotea resultaba decisiva, y ella había apostado
por Sarria. La vitalidad del Colegio-internado del Sa-
grado Corazón le demostraba que esa población ofre-
cía grandes ventajas para instituciones similares (A la
vuelta de pocos años, los Jesuítas optarían también por
el mismo término municipal para levantar su famoso Co-
legio de San Ignacio de Loyola. En 1892, adquirieron
Can Gardenyes. Al propio tiempo, les imitaban los
Escolapios, comprando unas viñas de los Marqueses de
Fontcuberta. Así pudo construirse el Real Colegio de las
Escuelas Pías de Sarria, inaugurado en el curso escolar
1894-1895. La primera institución se encuentra hoy en
Carrasco y Formiguera, números 28-32; la segunda, en
Inmaculada, n? 25).
LABRIEGOS, ARTESANOS
Y VERANEANTES
La primitiva población de Sarria se fue asentando en
una franja, estrecha y alargada, situada al NO de Bar-
celona y delimitada por las dos depresiones más impor-
tantes del contorno: la Riera Blanca (al poniente) y la
Riera de Magória o d'En Rabassa (al oriente). Cada una
de ellas recogía varios torrentes que, desde los pies de
Collserola, descendían en dirección a la planicie de Bar-
celona. El espacio así configurado parecía un plano in-
clinado que, apoyado en el macizo mencionado —con
sus tres cimas más relevantes de San Pedro Mártir (399
39

4.6 Page 36

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metros), Vallvidrera (366 metros) y Tibidabo (512 me-
tros)—, se ladeaba hacia el llano barcelonés. En su
conjunto, resultaba un terreno bastante accidentado,
entre torrentes, minas y pozos de agua, barrancos y
desniveles de consideración. Lo cual se puede compro-
bar hoy perfectamente en la misma propiedad de los sa-
lesianos.
La tierra era fértil, gracias sobre todo a la abundan-
cia de agua. El clima, suave, y la atmósfera, limpia. Lo
que desde antiguo dio a Sarria fama de ser el lugar más
sano de todo el entorno barcelonés. Las clases pudien-
tes acudieron allí en busca de paz y salud. Y levantaron
sus villas y torres de veraneo. El fenómeno se acen-
tuó desde mediados del siglo pasado. Sarria adquirió
entonces una personalidad un tanto compleja, entre
zona residencial de lujo y pueblo de labriegos y ar-
tesanos.
En 1886 contaba con unos cuatro mil habitantes.
CALLES, MASÍAS Y PALACIOS
La superficie habitada tenía su eje central en la calle
Mayor —larga, bastante ancha, un tanto tortuosa— que
descendía también de la montaña siguiendo el curso de
la Riera de Vallvidrera. De ella, con el tiempo, fueron
saliendo otras varias laterales que, al estirarse, trataban
de alcanzar los núcleos de población más distantes. Esta
arteria principal atravesaba, por arriba, la plaza —con
la iglesia parroquial y algunas construcciones de tipo se-
ñorial, como las casas Margenat y Llangá—, y, por abajo,
a la altura de la actual Plaza Artos, conectaba con la
carretera de Sarria a Barcelona.
40

4.7 Page 37

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;^^
:"
Carlos M.a Viglietti,
secretario de Don Bosco y cronista del viaje.

4.8 Page 38

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No es que los Salesianos, con su internado, estuvie-
ran muy en contacto con la vida de la población, pero
es cierto que los chicos que frecuentaban el oratorio fes-
tivo procedían de Sarria y de Les Corts.
Alrededor del núcleo más o menos urbanizado, esta-
ba la población dispersa. En la masía se trabajaba en
la agricultura —cereales, viñedos y hortalizas, sobre
todo— y en la ganadería. Las parcelas no cultivadas se
cubrían de algarrobos, olivos y árboles frutales. En la
torre de veraneo se construían espacios de descanso y
solaz. Nunca podían faltar los tres elementos esencia-
les: jardín, bosque y estanques con ingeniosos juegos de
agua. Palmeras y magnolios, eucaliptos y moreras os-
tentaban la primacía como plantas ornamentales. En
ocasiones, la masía hacía también de quinta de recreo.
Cuando los negocios del dueño iban viento en popa, ter-
minaba por transformarse en un palacete con amplias
zonas para la distensión y el disfrute. En tales mansio-
nes solía haber alguna capilla privada —como en Can
Ponsich— e incluso pública, a modo de ermita —como
en Can Senil I osa—.
Hace cien años, Don Bosco conoció todo este entor-
no paisajístico y acudió a algunas familias para visitar-
las y celebrar la Misa.
Además de las mencionadas, cabe recordar aquellas
casas que la historia ha unido a los orígenes de la obra
salesiana en Sarria.
Can Gironella, a mano derecha yendo a Sarria y
señalada en algunos documentos con el número 6 de la
carretera.
En 1887, pasó a ser la sede del Colegio de Santa Do-
rotea, de las Hijas de María Auxiliadora (Hoy, Paseo
San Juan Bosco, n? 24).
42

4.9 Page 39

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Can Maginet, que durante muchos años habitó la fa-
milia Fontcuberta, la cual, con el albaceazgo del Mar-
qués de la Quadra, contribuyó a la fundación salesiana
de Gerona (1891). Hoy no existe. Se hallaba situada en
la actual Plaza Artos y Pasaje de Senillosa.
Can Pavana radicaba frente a Can Prats, a la otra
parte de la repetida carretera de Sarria y muy cerquita
de aquélla, en el área que ocupa hoy la mencionada Plaza
Artos. En marzo de 1884, la adquirió don Narciso Pas-
cual, yerno de doña Dorotea, al objeto de atender me-
jor a los salesianos en sus primeros pasos por la nueva
vida sarrianense. Desde entonces se la llamó también Can
Pascual. En torno al año 1920, pasó a la familia DAulig-
nac que la denominó Ville Provence. Fue derribada en-
tre 1940 y 1941.
Can Artos, cuyo jefe, Delfín Artos y Mornau, es el
primero que aparece en la lista de los donantes a Don
Bosco de la cumbre del Tibidabo. Tampoco existe ya.
Tenía la entrada por la actual calle de los Vergós, y ocu-
paba parte de las de Tradición y Cornet y Mas.
Las cuatro casas se encontraban bien cerca de la de
los Salesianos.
Con todo, los primeros Cooperadores Salesianos no
eran sólo de Sarria. Los había también en la ciudad de
Barcelona. Algunos —como los Pascual y los Serra—
vivían en la capital pero tenían allí su torre.
CONSERVADURISMO Y AUTONOMÍA
En Sarria no se cumplió un proceso de industrializa-
ción propiamente dicho. Ni la situación ni los medios
de comunicación existentes lo permitían. En cambio, es-
43

4.10 Page 40

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tos hombres se distinguieron como excelentes agriculto-
res y jardineros, y, sin que nadie sepa dar una razón con-
vincente, como expertos operarios en todas las modali-
dades de la rama de la construcción. Las mujeres tuvieron
éxito en las labores de encaje (En el segundo decenio de
este siglo y en la calle Mané y Flaquer número 25, fun-
cionaba una prestigiosa Escola-Taller de Puntaires, en
la que las Hijas de María Auxiliadora colaboraban de
lleno).
En su comportamiento general, los habitantes de
Sarria mostraban un talante pacífico y morigerado,
propio de las familias trabajadoras de corte patriarcal.
Sabían tratar bien a los forasteros y no ocultaban sus
sentimientos religiosos, de acendrado espíritu cristiano.
Las fiestas que celebraban —por San Miguel (29 de sep-
tiembre), San Vicente diácono y mártir (22 de enero),
Santa Eulalia virgen y mártir (12 de febrero) y el primer
domingo de octubre— solían estar animadísimas. Las
comidas típicas, fuertes y abundantes, y las diversiones
populares creaban un ambiente de alegría y jolgorio, que
atraía tanto a propios como a extraños. Sarria era un
pueblo feliz.
Desde el punto de vista político, en tiempos pasados,
predominaba la tendencia tradicionalista, hasta con cier-
to colorido ultramontano. Alguna vez se ha llamado a
Sarria la «pequeña Navarra» o el «Vic de Barcelona».
Un hecho significativo: Juan Mané y Flaquer (1823-
1901), el conocido director del Diario de Barcelona, por-
tavoz del conservadurismo barcelonés, vino durante mu-
chos años a veranear a Sarria. Es de lamentar que hoy
no se conozca el lugar exacto de su residencia.
El pueblo sarrianense mantuvo siempre despierto el
sentido de la propia identidad histórica y defendió celo-
44

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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sámente su autonomía municipal. Lo rodeaban varios
municipios del llano de Barcelona. De poniente a orien-
te: Sants, Les Corts de Sarria, Gracia, Vallvidrera, San
Gervasio de Cassoles, Horta, San Martín de Provengáis
y San Andrés de Palomar. A la altura del año 1880, eran
todos independientes. En 1892, el de Vallvidrera quedó
anexionado al de Sarria y, en 1897, fueron agregados
todos al de Barcelona, a excepción de Horta, que lo fue
en 1904, y de Sarria, que resistió hasta el 4 de noviem-
bre de 1921. A partir de entonces sólo hubo una única
administración municipal: la de la gran Barcelona.
LOS CONVENTOS
Por las circunstancias descritas hasta ahora, se com-
prende que aquel pueblecito de Sarria de la segunda mi-
tad del siglo pasado atrajera a diversas congregaciones
religiosas. Muchas de éstas estimaron que era un sitio
muy a propósito para organizar la vida y desempeñar
la propia misión. De esta manera, el convento pasó a
ser un elemento característico de la morfología urbanís-
tica y social de Sarria.
A las congregaciones citadas cabe añadir algunas
otras. Las monjas clarisas del Real Monasterio de Santa
María de Pedralbes proceden del siglo XIV (Bajada del
Monasterio, n? 16). Los Padres Capuchinos, estableci-
dos en Sarria en el siglo XVIII y dispersados en el pe-
ríodo desamortizador de los años 1835-1841, volvieron
a un nuevo emplazamiento en 1891 (Cardenal Vives y
Tuto, n? 2). Las benedictinas de San Pedro de las Fuellas,
de origen medieval, después de haber superado mil pe-
ripecias en Barcelona donde dieron el nombre a todo un
45

5.2 Page 42

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barrio, vinieron a parar finalmente a Sarria en 1879 (An-
glí, n? 55). Las clarisas del Real Monasterio de Santa
Isabel ocuparon el solar de Can Palacios en 1880 (Ro-
caberti, n? 12). Cuatro años más tarde llegaron, según
se verá, los Salesianos de San Juan Bosco (Plaza Artos,
n? 3; Paseo San Juan Bosco, números 74 y 42). Y en
1887, las Hijas de María Auxiliadora entraron en Espa-
ña precisamente a través de su Casa-colegio de Sarria
(Paseo San Juan Bosco, n? 24).
CARRETAS Y TRENES
Cuando, en el año de 1886, Don Bosco residió du-
rante unas semanas en Sarria, acudieron a visitarle gen-
tes de todos los municipios circunvecinos. Desplazarse
a Sarria desde los más inmediatos —Les Corts, Gracia,
Vallvidrera, San Gervasio— suponía una molestia rela-
tiva; pero trasladarse desde los más alejados —Sants,
Horta, San Martín, San Andrés— resultaba una empre-
sa de envergadura. Y, ¿desde Barcelona?
Las vías de comunicación más cómodas, seguras y
rápidas eran dos.
Una, la ya citada carretera de Sarria a Barcelona
—hoy, Avenida de Sarria—. Arreglada desde mediados
de siglo y hermoseada incluso con filas de árboles por
los lados, iba desde el cruce de las calles Aragón y Ari-
bau (en el Ensanche) hasta la entrada de la población
de Sarria —actual Plaza Artos—. La misma calle Ari-
bau enlazaba el punto de referencia con el portal de la
calle Tallers, en el cruce con la Ronda de San Antonio,
en el límite del casco antiguo. Tartanas y carruajes sa-
lían y entraban por aquí.
46

5.3 Page 43

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Venerable Dorotea Chopitea de Serra,
Cooperadora Salesiana y fundadora de los Talleres Salesianos, de Sarria.

5.4 Page 44

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Otro punto de partida y de llegada era la Puerta del
Ángel —hoy con rango de avenida— y situada entre la
antigua Plaza de Santa Ana —ya desaparecida— y la
Plaza de Cataluña. Carros, carretelas y diligencias sa-
lían de este lado en dirección al mencionado portal de
la calle Tallers y tomaban la línea obligada: calle Ari-
bau arriba hasta el cruce con la de Aragón, para enfilar
allí la carretera de Sarria. El trayecto —siempre en vehícu-
los de tracción animal— se cubría entre una hora y cuarto
y una hora y media. En los ómnibus costaba un real por
persona. Los pasajeros llegaban a término cansados y
molidos de tantos golpes y tumbos.
La otra conexión se estableció por medio de la línea
de tren Barcelona-Sarriá, inaugurada en la fiesta de San
Juan de 1863. El punto de arranque estaba en la calle
Pelayo, a la salida de la Rambla Canaletas. Todavía se
mantiene en pie el edificio que, entonces, servía de esta-
ción y proyecta una estampa ochocentista sobre un
extremo de la Plaza de Cataluña (n? 1).
El convoy, en vía doble protegida por vallas, subía
por la calle Balmes y, al llegar a la calle de Rosellón,
oblicuaba suavemente a la derecha para adentrarse en
los términos municipales de Gracia y San Gervasio,
y continuaba después hacia el pueblo de Sarria siguien-
do siempre el trazado que, más o menos, tiene actual-
mente la Vía Augusta.
Cuando Don Bosco llegó de Italia, sólo había dos es-
taciones —en los dos municipios que se han citado
primero— y un apeadero —el de la calle Provenza— en
el límite de la demarcación municipal de Barcelona. El
trayecto a Sarria —un poco más de cuatro kilómetros
y medio— costaba, en tercera clase, 0,24 pesetas y se ha-
cía en algo menos de una hora.
48

5.5 Page 45

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Éste fue el primer tren de cercanías que circuló en
España. Durante el año viajaban en él más de dos mi-
llones de pasajeros. En 1908, se electrificó la línea fé-
rrea y se convirtió en subterránea en 1929, con ocasión
de la Exposición Internacional de ese año (si bien esto
no se consiguió del todo hasta los años cuarenta).
Don Bosco se sirvió de este tren el último día de su
permanencia en Sarria, el 6 de mayo de 1886.
49

5.6 Page 46

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Se prepara el escenario
A comienzos de noviembre de 1883, se presentó en
Barcelona el superior salesiano de Utrera. Venía a pre-
parar todo lo necesario para la apertura de una casa en
Sarria. Éstas eran las órdenes que había recibido.
EL CUARTEL GENERAL
Don Juan Branda se hospedó, durante un mes, en el
palacio de doña Dorotea. Ya se había puesto en contac-
to con ella epistolarmente. Un año antes, al dar a la se-
ñora los primeros informes sobre las instituciones sale-
sianas, había escrito: «Tenemos muchas peticiones para
abrir casas en España. Pero mi Superior General, Don
Bosco, me dijo que pronto me llamarían de Barcelona
y que allí tendremos que levantar una de las mejores casas
de beneficencia. ¿Será usted —se preguntaba y le
preguntaba— la escogida por Dios para levantar esa
obra? Yo le daría la enhorabuena» (carta desde Mála-
ga, 4-X-1882).
El salesiano y la Viuda de Serra no se habían visto
personalmente. Se conocieron ahora. El primero creyó
siempre que doña Dorotea era una persona providencial,
51

5.7 Page 47

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en la cual se cumplía la profecía hecha por el Funda-
dor ; la señora veía en él al hombre de confianza de Don
Bosco. Entre ambos nació una estima mutua que no se
apagó nunca, ni siquiera en los momentos más doloro-
sos. Los dos se pusieron a trabajar en la empresa común.
La casa-palacio de la Gran Vía se convirtió en el cuartel
general de operaciones.
Doña Dorotea adquirió para los Salesianos la Casa
Prats, firmando la escritura correspondiente el día 30 de
noviembre. Costó 59.000 pesetas en total. Los albañiles
iniciaron los trabajos: había que transformar la masía
para su nuevo destino y ampliarla con un cuerpo de edi-
ficio a propósito. Se preparó así el nido para cuando lle-
garan los Salesianos.
EN CONTACTO CON EL OBISPO
Al propio tiempo, hubo que atender a los aspectos
de orden social: dando vida a un primer núcleo de Co-
operadores Salesianos —todos ellos eran de la familia
o del círculo de amistades de la señora, y residentes en
Barcelona— y, sobre todo, interesando al Obispo en la
empresa. Como en Sevilla, aquí también tenía que ser
el Prelado quien solicitara oficialmente para su diócesis
una presencia salesiana.
El doctor Cátala y Albosa (1883-1899) se asoció con
gusto a la iniciativa. A sugerencia de don Juan Branda
y de doña Dorotea, escribió a Don Bosco una carta muy
ponderada. Le pedía la fundación de unos Talleres Sa-
lesianos en Barcelona, ya que ésta «es hoy una de las
ciudades de mayor movimiento industrial de Europa».
Fechada el 26 de noviembre, la carta salió del palacio
52

5.8 Page 48

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episcopal con destino a Turín. De esta forma, el Obispo
asumía un cierto protagonismo desde los mismos orí-
genes.
A los pocos días —fecha del 3 de diciembre de
1883—, le contestaba Don Bosco. Animado «como si
estuviera seguro de la voluntad de Dios » y contando con
el apoyo del Prelado, prometía enviar personal suficien-
te para abrir la casa salesiana «en favor de la pobre niñez
desvalida de Barcelona».
VIENEN LOS SALESIANOS
Después de todo este período de preparación, seis sa-
lesianos, con el Padre Branda al frente, se presentaron
en Sarria el día 15 de febrero de 1884 o, más probable-
mente, el 16. No hay documentación sobre los detalles
del viaje y la entrada en Can Prats. Todo se hizo en si-
lencio, sin ruido. Tal vez, hubo alguna precipitación de
última hora. Lo cierto es que, durante la primera se-
mana, el Director hubo de ir todos los días a casa de
doña Dorotea a pedir ayuda y poder cubrir así esas
necesidades que a uno se le presentan cuando estrena
piso.
Para ahorrarle tanta molestia, la señora decidió tras-
ladarse por algún tiempo a su torre de Sarria para, des-
de allí, atender mejor a los salesianos —todos italianos—
en sus primeros pasos en la nueva fundación. Con la fies-
ta de San José (19 de marzo), se dio por inaugurada la
obra.
53

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EL DESPERTAR DE UN DESEO
Pero el día anterior, había llegado a Sarria una no-
ticia importante. Se la comunicó el propio don Juan
Branda a doña Dorotea. Don Bosco se encontraba en
Marsella y deseaba conocerla personalmente. ¿Podría
trasladarse a aquella ciudad, no muy distante de Barce-
lona? La señora se sintió halagada y turbada, al mismo
tiempo. Midió sus fuerzas, recordó las prescripciones de
los médicos... y contestó que estaría dispuesta a acer-
carse a Perpignan, a condición de que Don Bosco acu-
diese allí desde Marsella.
Cuando sus familiares se enteraron del proyecto, es-
tuvieron en total desacuerdo. El viaje les parecía un des-
propósito, tanto desde el punto de vista de su salud —68
años—, como desde el de los intereses de la institución
que se inauguraba. Para el bien general de la misma y
satisfacción de todos, Don Bosco tenía que hacer lo po-
sible y lo imposible para venir a Barcelona. Si podía lle-
garse hasta Marsella, ¿por qué no a la capital catalana?
En medio del estusiasmo que les producía la fiesta
de San José con el inicio oficial de la obra, Salesianos
y Cooperadores se propusieron este objetivo: traer a San
Juan Bosco a Sarria. En consecuencia, ese mismo día
se expedían sendas cartas a Don Bosco, a su secretario
y a don Juan Cagliero con una invitación explícita y apre-
miante. Los niños acogidos en los Talleres unos vein-
te, por aquellas fechas— se adherían a la iniciativa.
«También los chicos de aquí —escribía el Director al Su-
perior General— tienen derecho a conocerle, como pa-
dre suyo que es» (carta del 19-111-1884).
Mientras el Fundador se encontraba en tierras de
Francia, los salesianos de Sarria creyeron en la posi-
54

5.10 Page 50

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bilidad de un viaje suyo a Barcelona. Pero cuando vie-
ron que cruzaba la frontera para volverse a Italia, per-
dieron aquella tenue esperanza. Por el momento, había
que dar tiempo al tiempo... Y se pusieron a trabajar con
denuedo.
Les animó mucho el gesto, tan significativo, del yer-
no de doña Dorotea, don Narciso Pascual de Bofarull,
al adquirir para su familia Can Pavana, la cual, como
se ha explicado (ver pág. 43), estaba situada a la otra
parte de la carretera, a pocos metros de Can Prats. «¡Qué
alegría para nosotros! Ya no nos faltará la sal», comen-
taba, contento, el Director (carta a don Juan Cagliero,
25-111-1884).
Durante el bienio 1884-1886 —tiempo de espera y de
esperanza— la institución salesiana fue creciendo, tan-
to en el aspecto material y de organización interna, como
en el propagandístico, de cara al exterior.
LA OBRA MATERIAL
Las construcciones avanzaron en dos etapas dife-
rentes.
Primera etapa: años 1883-1884
En esta fase, según lo ya apuntado, se hizo cuanto
sigue.
1? Se reestructuró el edificio existente, es decir, la
primitiva Casa Prats. En los bajos: vestíbulo, varias salas,
comedores, cocina y fregadero, despensa y almacenes.
En el primer piso: habitaciones (con despacho y alco-
ba) y aulas, que harían también de talleres. En el segun-
55

6 Pages 51-60

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6.1 Page 51

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do piso: dormitorios. La «casita»,.como acostumbraba
llamarla el Director, medía en el exterior 18,50 m de lar-
go, 13,70 m de ancho y 11 m de alto. En cada piso, por
tanto, había un espacio disponible de unos 253 m?
La escalera era exterior y estaba, mirando a la fachada,
en el extremo derecho. En el izquierdo había un patio
pequeño para el carro y la tartana. Aquí comenzaron a
vivir y a trabajar los siete primeros salesianos con sus
veinte niños acogidos en los Talleres (1884).
2? A este cuerpo de edificio se añadió, por el lado
de la escalera, otro de nueva planta. Se trata de la «pri-
mera ampliación». El pabellón tenía de luz interna unos
20 m de largo, 12,20 m de ancho y 11 m de alto. En la
planta baja, por el lado sur, estaba la capilla (20 x 6,40
m) con el presbiterio (4 x 2,50 m), sumando en total 138
metros cuadrados; la altura media sería de unos 5 m.
Por el lado norte, nuevo comedor (20 x 5,40 m) con una
extensión de 108 m? En la planta superior, toda o casi
toda la superficie la ocupaba un nuevo dormitorio
(20 x 12,20 m), con 244 m? Este edificio (sentido oeste-
este) quedó concluido antes de acabar el año 1884. De
modo que el curso 1884-1885 —el primero que se im-
partía por completo en los Talleres— pudo desarrollar-
se con cierta holgura. Delante de estos edificios unidos
entre sí, había un patio, que era bastante amplio, ya que
la carretera de Sarria era más estrecha que el actual
Paseo de San Juan Bosco.
Una vez atendidas las necesidades de cobijo y de al-
bergue (comedores, dormitorios) y las espirituales (ca-
pilla), se tuvo que pensar en instalar mejor las aulas y
los talleres, porque la demanda de puestos para nuevos
alumnos era incesante.
56

6.2 Page 52

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Don Luis Martí-Codolar Gelabert,
amigo de Don Bosco y Cooperador Salesiano.

6.3 Page 53

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Segunda etapa: años 1885-1886
Se prolongó el pabellón anteriormente mencionado
hasta la mitad del patio del actual Colegio del Santo
Ángel, hasta la pilastra donde estuvo, durante mucho
tiempo, la hornacina de San José (hoy se ve un azulejo
que representa a Santo Domingo Savio).
En la planta baja, la zona porticada que da al patio
tenía un espacio útil de 21 x 4,40 m, con una superficie
total de 92,40 m2; y la zona cerrada, 21 x 5,50 m, con
115,50 m2 de extensión. Aquí se instalaron las cuatro
nuevas salas para los talleres: los de sastrería, encuader-
nación y carpintería ya funcionaban desde 1884; ahora
se añadieron el de escultura —como sector especializa-
do de la carpintería— y el de zapatería. Las salas esta-
ban dispuestas a comienzos de febrero de 1886. En la
planta superior, sobre el pórtico, se construyó la galería
y, sobre los talleres, se instalaron aulas escolares.
En esto consistió lo que podría llamarse «segunda
ampliación». Una nueva escalera, que arrancaba del pa-
tio —entonces no del todo adecentado—, comunicaba
los dos edificios de construcción más reciente.
Así encontró San Juan Bosco, en la primavera de
1886, la parte edificada de la fundación de Sarria y la
convirtió en el escenario principal de su presencia y
actuación. Con ello, esta parte de la casa adquirió un
significado nuevo para la historia.
58

6.4 Page 54

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EL ESCENARIO
Efectivamente, durante aquellas semanas de abril-
mayo, Don Bosco:
1 ? Tuvo su vivienda en Can Prats. En la planta baja
se habilitó el comedor para esta circunstancia. En el piso
principal, según los recuerdos que nos han dejado los
testigos de los primeros tiempos, los locales estaban dis-
puestos como sigue: subiendo por la escalera lateral y
entrando por la puerta noble, se hallaba el corredor;
avanzando hacia el fondo del mismo:
a mano izquierda, se encontraban sucesivamente
la habitación (despacho y alcoba) del director don Juan
Branda, la antesala-recibidor para las visitas y la habi-
tación que ocupaba Don Bosco, con despacho por la par-
te del balcón y dos celdas al lado opuesto, para él y su
secretario,
a mano derecha del pasillo, se hallaban el aula es-
colar que emplearon los internos, en 1885, para enviar
a Don Bosco un pequeño dibujo que representaba una
locomotora con la inscripción «De Turín a Barcelona»,
la habitación que ocupó el entonces Vicario General de
los Salesianos, hoy Beato Miguel Rúa, y el despacho que
fue del famoso Padre Antonio Aime: primero, adminis-
trador de la casa (a partir de 1885) y fundador, después,
de la obra salesiana en la ciudad de Barcelona (Colegio
de San José, de la calle Rocafort).
Desde el balcón del despacho y desde el de la antesala-
recibidor solía bendecir Don Bosco a la gente que, para
verle, se apiñaba en el patio o en la carretera cercana.
Hoy en día, Can Prats es la sede de la Curia Provin-
cial de los Salesianos de la Inspectoría de Nuestra Se-
59

6.5 Page 55

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ñora de la Merced. La parte aquí descrita se conserva
sustancialmente bien y en pleno funcionamiento, aun-
que la reestructuración llevada a cabo en 1975 suprimió
la escalera que antes unía el primero y segundo edifi-
cios. Algunas dependencias son perfectamente identifi-
cables (ver páginas 88-92).
Por todos estos detalles, la historia y el corazón de
los Salesianos le han dado a Can Prats el título de «Casa
de Don Bosco».
2? En sus días barceloneses, éste frecuentaba la
capilla que, según se ha explicado, había sido construi-
da en la «primera ampliación» de los años 1883-1884.
En el verano de este último año ya quedó pintada y arre-
glada. Era bonita y recogida. Estaba dedicada a María
Auxiliadora. Como capilla autorizada para el culto pri-
vado o semipúblico, fue la primera que en España le-
vantaron los Salesianos a la Virgen bajo esta advocación.
Se llamaba «Capilla de los Talleres Salesianos» y fue el
centro espiritual del primitivo salesianismo barcelonés.
Aquí celebraban, de ordinario, la Misa tanto el san-
to Fundador como su Vicario. Asimismo, el actual sier-
vo de Dios don Felipe Rinaldi, segundo director de la
institución, ejerció su ministerio sacerdotal en esta igle-
sia durante el trienio 1889-1892. Por último, en ella
comenzaron a conocer y a amar a María Auxiliadora la
Venerable doña Dorotea y todos los Cooperadores de
la primera hora.
De todas maneras, aquella capilla había nacido con
cierto carácter de provisionalidad. De la misma no se con-
serva ni siquiera una fotografía que pueda satisfacer la
legítima curiosidad de los Salesianos. En 1892, fue sus-
tituida, en otro lugar, por una iglesia más grande y her-
60

6.6 Page 56

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mosa, que durante mucho tiempo se llamó «iglesia
interna».
3? Encima de la primera capilla, en la planta inme-
diatamente superior, había, según se ha dicho, un dor-
mitorio grande, el cual se hizo famoso por un hecho ocu-
rrido allí un par de meses antes de la venida de San Juan
Bosco o, como prefieren significar algunos, a raíz de un
primer viaje —totalmente misterioso— del Santo.
Existen varias relaciones sobre el particular. No coin-
ciden en los detalles. Sustancialmente, las cosas ocurrie-
ron como sigue.
En la noche del 28 al 29 o, tal vez, del 29 al 30 de
enero de 1886, don Juan Branda, estando ya acostado,
oyó una voz que le llamaba por su nombre. Le pareció
la voz de Don Bosco. Pero pensó para sí: no puede ser
Don Bosco, porque está en Turín. Dio media vuelta y
siguió durmiendo. Luego ya no se acordó más. Pero, a
las pocas fechas, uno de los primeros días de febrero,
volvió a oír la misma voz: «¡Don Branda!» Esta vez,
el tono era más fuerte. «Ahora no te duermas. Levánta-
te». La alcoba se llenó de luz. Él se levantó y se encon-
tró delante de Don Bosco. Desconcertado, le saludó.
Entonces éste le hizo señas de que le siguiera. Branda
obedeció. Salieron ambos de la habitación donde esta-
ba la alcoba, cruzaron el pasillo, subieron por la escale-
ra y entraron en el dormitorio. Dieron una vuelta por
el recinto. Entonces Don Bosco señaló a dos muchachos
y a un maestro que, por su mala conducta, tenían que
ser expulsados del colegio.
Terminada la visita, hicieron el recorrido en sentido
inverso. Una vez en la habitación de partida, Don Bos-
co desapareció. El superior se encontró en plena oscuri-
61

6.7 Page 57

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dad. A tientas, dio con la mesa del escritorio, sacó del
cajón las cerillas y encendió la luz. Eran las dos y media
de la madrugada. Aturdido, sin acertar a explicarse lo
que le había ocurrido, bajó a la capilla y se puso a re-
zar. Así y todo, le faltaba coraje para hacer cuanto se
le había ordenado.
A los tres o cuatro días —tal vez, el 6 de febrero, fiesta
de Santa Dorotea— se fue a casa de la Viuda de Serra
para celebrar la Misa en el oratorio privado de la fami-
lia. Al comenzar a decirla, oyó una voz interior: «Si no
cumples todo lo que se te ha mandado, ésta será para
ti la última Misa que celebres». Lleno de angustia, ter-
minó como pudo el acto litúrgico. No tenía ganas de
comer. Excusó su ausencia en el comedor para el des-
ayuno y salió inmediatamente. Todavía tuvo tiempo
para decir a la señora: «Se me ha aparecido Don Bos-
co». —«A mí también», oyó que le respondía doña
Dorotea.
Una vez en Sarria, indagó cuidadosamente, con la
ayuda de don Antonio Aime, acerca de la conducta de
las personas implicadas. Resultaron ser culpables. En
consecuencia, los dos muchachos fueron expulsados a
los pocos días; el maestro, algunos meses después. Aún
viven entre nosotros quienes llegaron a conocer a algu-
no de ellos.
Mientras tanto, el Director recibió una carta del Vi-
cario General, el ya mencionado don Miguel Rúa, en la
cual, entre otras cosas, le escribía: «Ayer, paseando con
Don Bosco por los pórticos de nuestra casa de Turín que
dan al refectorio, nos habló de una visita que te ha he-
cho en Barcelona. Pero quizás tú estabas durmiendo en
aquel momento». Los salesianos que leyeron la misiva
quedaron convencidos de la realidad de la aparición de
62

6.8 Page 58

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Don Bosco. Efectivamente, estando en Turín, se le ha-
bía visto, a un mismo tiempo, en Sarria.
Éste es el milagro de la bilocación de Don Bosco en
la joven institución sarrianense. Un caso realmente extra-
ordinario en toda la biografía del Santo. A lo largo de
los años, don Juan Branda lo explicó en múltiples oca-
siones, tanto en privado como en público, tanto de pa-
labra como por escrito. Y lo atestiguó bajo juramento
en el proceso de beatificación y canonización de San
Juan Bosco.
El acontecimiento demuestra que no todo funciona-
ba bien en aquella incipiente obra de Sarria. Deja tam-
bién entrever una idea muy generalizada en la mentali-
dad de los salesianos de los primeros tiempos: que Don
Bosco, dotado de luces carismáticas, seguía, aun estan-
do ausente corporalmente, el desarrollo de cada una de
las casas, sobre todo en los aspectos más íntimos, como
los referentes a la vida moral y a la aplicación del siste-
ma educativo salesiano.
Este dormitorio —llamado de la bilocación— tuvo
después diversos destinos. Hoy no existe. Porque todas
las dependencias pertenecientes al pabelloncito cons-
truido en los años 1883-1884 fueron derribadas, en 1952,
para poder construir el actual salón de actos. Tan sólo
atestiguan su existencia algún que otro fragmento de
cornisa y de friso decorativo de ventana, que pueden
observarse en la estrecha franja de edificación que une
la Casa de Don Bosco con el mencionado pabellón del
teatro.
4? Don Bosco utilizó también el edificio levantado
en la segunda etapa (1885-1886) y que, según se ha di-
cho (ver pág. 58), quedó concluido poco antes de su lle-
63

6.9 Page 59

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gada. Se sirvió ciertamente de la galería y también del
pequeño salón de actos que, probablemente, debía de ubi-
carse en esta parte (tal vez se trataba de un aula habili-
tada a este efecto).
LA LABOR DE PROPAGANDA
Durante el bienio que aquí se considera, 1884-1886,
juntamente con el progreso material, se dio también
una primera difusión del nombre salesiano. Sólo así
se entiende el carácter triunfal que revistió la presen-
cia de Don Bosco en Barcelona. Basta señalar algunos
datos.
En primer lugar, durante los meses de verano-otoño
de 1884, apareció en esta ciudad el librito de Monseñor
Marcelo Spínola y Maestre, titulado Don Bosco y su
Obra y editado por la Librería y Tipografía Católica de
la calle del Pino. Hasta entonces, no se había publicado
nada semejante en España. El autor era un joven prela-
do andaluz, al que recientemente la Iglesia ha declara-
do Venerable (1983). El folleto, con ciento dos páginas
de texto, venía a ser una exposición muy original, con-
cebida en parte como biografía y en parte como ensayo.
Después de haber analizado la personalidad del Funda-
dor y evaluado el carácter de sus instituciones, don Mar-
celo concluye diciendo que los frutos que están dando
las mismas no pueden ser producto del maligno, sino del
Espíritu de Dios. La Obra Salesiana es un árbol bueno,
y ha sido implantado para «satisfacer —precisa el
autor— necesidades apremiantes de nuestra época des-
de el punto de vista religioso y desde el punto de vista
social». En definitiva, hay que reconocer que «el dedo
64

6.10 Page 60

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Doña Consuelo Pascual de Bofarull,
esposa de Luis Martí-Codolar y Cooperadora Salesiana.

7 Pages 61-70

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7.1 Page 61

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de Dios está aquí» (Don Bosco y su Obra, pág. 102).
A Don Bosco le gustaron tanto estas páginas, que llegó
a insinuar a los suyos que las tradujeran al italiano para
su mayor difusión.
No es cierto que los periódicos barceloneses habla-
ran del Fundador de los Salesianos preparando su viaje
a la capital catalana. Pero sí lo es que esa obrita escrita
por Monseñor Spínola contribuyó, en gran medida, a
dar a conocer el carisma salesiano. Cuando Don Bosco
se presente en Barcelona, articulistas y oradores se ins-
pirarán directamente en ella. No resulta fácil, en la ac-
tualidad, dar con la misma; pero, en cualquier caso,
representa para los salesianos españoles una verdadera
joya de su historia.
En segundo lugar, se fueron formando aquellas
fuerzas del laicado católico que, en su día, apoyarían
decisivamente la presencia de San Juan Bosco en Bar-
celona.
Así, por ejemplo, en junio de 1884, la Asociación de
Católicos —integrada por elementos procedentes de la
nobleza, la burguesía y la menestralía bien acomodada—
para testimoniar su admiración y afecto, lo nombró so-
cio de honor y él correspondió agradeciendo el diploma
y animando a sus miembros a trabajar especialmente en
bien de la juventud trabajadora.
Por su parte, doña Dorotea no se dormía en el em-
peño de poner a su familia y amistades en relación con
Don Bosco. En ese mismo mes de junio, su yerno, don
Narciso, se trasladó a Turín para visitarle personalmen-
te. «Cuánto hubiera deseado poder acompañarle en ese
viaje —escribía la señora—. Le he envidiado mucho»
(carta a Juan Cagliero, 22-VI-1884). Y, durante el año
1885, la Superiora del Colegio del Sagrado Corazón, de
66

7.2 Page 62

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Sarria, escribió a Turín cuatro veces pidiendo a Don Bos-
co que le obtuviera de la Virgen diversas gracias. «Las
consiguió todas» —comenta el cronista—.
De esta manera, el entorno familiar de doña Doro-
tea y su círculo de amistades —que eran muy cualifica-
das en la ciudad— se fueron abriendo espontáneamen-
te al hecho salesiano.
67

7.3 Page 63

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Viajero infatigable
Durante los quince últimos años de su vida, Don Bos-
co viajó mucho. No sólo a Roma, sino también a otros
lugares, dentro y fuera de Italia. El viaje a España de
1886 se inscribe en la serie de los que efectuaba a Fran-
cia desde el año 1875.
OBJETIVOS
¿Por qué viajaba tanto Don Bosco? La pregunta tie-
ne su importancia, porque estos desplazamientos per-
miten descubrir uno de los aspectos más significativos
de su personalidad y de su talla de fundador.
Los objetivos principales eran los que siguen.
1? Atender a la fundación y seguimiento
de las nuevas obras
Eran años de gran expansión, tanto para los Salesia-
nos como para las Hijas de María Auxiliadora. Las pe-
ticiones llovían por doquier. Pero no bastaba implantar
nuevos centros, sino que había que consolidarlos y am-
pliarlos convenientemente.
69

7.4 Page 64

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2? Asegurar la unidad de la Congregación
Esta tarea resultaba particularmente importante en
tiempos de un intenso crecimiento. Dicha unidad debía
fundamentarse en la vivencia de unos mismos ideales es-
pirituales y pedagógicos.
3? Fomentar y organizar la Cooperación Salesiana
Esta cooperación podía proceder de todas las clases
sociales, pero, como es natural, de las más capacitadas,
por disponer de mayores recursos de dinero y tiempo.
El talante popular y la eficacia benéfico-social de la Obra
Salesiana convencía a un amplio sector de la burguesía
católica, tanto en Italia, como en Francia, España y otras
partes.
4? Promover la propaganda vocacional y misionera
El entusiasmo que solía provocar, por doquier, la pre-
sencia de San Juan Bosco parecía un elemento muy fa-
vorable para mostrar lo que era la vida salesiana y su
acción misionera, y, en consecuencia, suscitar candida-
tos para las mismas. Algunos viajes de Don Bosco
estuvieron motivados por su deseo de acompañar a
los misioneros hasta el puerto donde debían hacerse a
la mar.
5? Procurar la base económica imprescindible
El movimiento salesiano aparecía a los ojos de todos
como una gran operación de beneficencia a escala mun-
dial —en Europa y en las misiones de Hispanoamérica—.
Por tanto, debía apoyarse en una base económica sufi-
cientemente sólida. Salesianos e Hijas de María Auxi-
70

7.5 Page 65

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Joaquín Pascual y Martí-Codolar,
familiarmente Kimm, autor de la fotografía de Don Bosco
en la finca Martí-Codolar.

7.6 Page 66

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liadora no vivían de rentas —que no existían—, sino de
la beneficencia pública o privada. En consecuencia, se
avenían a tener que mendigar para hacerse así limosne-
ros de los pobres.
Los fondos que se obtenían de las colectas se distri-
buían entre aquellas casas que, por ser incipientes, esta-
ban en permanente situación deficitaria; o bien, se apli-
caban a iniciativas concretas como, por ejemplo, a la
construcción en Roma de la Basílica del Sagrado Cora-
zón de Jesús o al mantenimiento de los centros misio-
neros de América.
6? Alentar el espíritu de familia
Era una cuestión de fondo. Porque, a pesar de las dis-
tancias, había que seguir infundiendo el sentido y la vi-
vencia de familia en aquel cuerpo, siempre creciente, de
la Congregación Salesiana. Y esta tarea le tocaba muy
personalmente al Fundador como tal. Don Bosco era
consciente de ello. El impulso de su corazón de padre
y hermano mayor acababa por imponerse. Por eso, se
convirtió en un viajero infatigable.
Tales son las instancias que animaban y condiciona-
ban, a un mismo tiempo, los desplazamientos de Don
Bosco fuera de Italia. Las conocía él y las conocían to-
dos. Concretamente, todos comprendían que aquel hom-
bre venía en nombre de Dios a buscar dinero para sus
pobres.
Si Don Bosco tenía razones más que suficientes para
emprender estos viajes, carecía en cambio de salud. Los
momentos de bienestar eran más bien escasos. Pero, por
poco que se lo permitieran los médicos, él aguantaba pa-
72

7.7 Page 67

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cientemente y hasta con humor las infinitas molestias
que los traslados y el acoso de las gentes producían en
su salud maltrecha y gastada. El que quiera conocer a
fondo al Fundador de los Salesianos encontrará aquí un
criterio muy válido y seguro.
LAS JORNADAS
¿Cómo solía ser la jornada de Don Bosco, en estas
ocasiones? Fundamentalmente se abría en cuatro direc-
ciones : audiencias, visitas, actos públicos y encuentros
de carácter doméstico.
1. Las audiencias
Todas las fuentes históricas coinciden en este punto:
la gente quería ver a Don Bosco, hablarle, escucharle,
besar su mano, recibir una palabra de aliento, una mi-
rada. Unas veces se presentaba ordenadamente, por fa-
milias o pequeños grupos; otras, en forma masiva y des-
controlada. En este caso, no bastaban unas cuantas
habitaciones; había que servirse de la sala de actos y de
los patios. La capilla o la iglesia era siempre un lugar
privilegiado. Participar en la eucaristía presidida por Don
Bosco, rezar con él, confesarse con él... eran cosas que
sus devotos apreciaban en alto grado. Otro tanto se ha
de decir con respecto al refectorio: el día en que uno po-
día compartir con él la humilde mesa de los salesianos
lo consideraba como algo memorable.
Todas las clases sociales acudían a saludar a Don Bos-
co y tenían libre acceso a él, sin discriminación alguna,
en audiencias privadas o públicas.
73

7.8 Page 68

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Pero, ¿por qué todo este entusiasmo?
La fuerza principal de atracción radicaba en la per-
sonalidad del Fundador, en su santidad y, muy concre-
tamente, en la fama de sus milagros. Esto hacía que las
gentes se acercaran a él a pedirle favores —curaciones
de alma y cuerpo— o a darle las gracias por los favores
obtenidos y que ellas atribuían a sus oraciones ante la
Virgen Auxiliadora. En este punto, los aristócratas y los
burgueses no se diferenciaban de los proletarios. La en-
fermedad y la desgracia llaman también a sus puertas.
Por eso, acudían a Don Bosco para pedir una bendición.
Éste, cargado ya de años y achaques, se esforzaba
pacientemente por atender a todos, animando, bendicien-
do, prometiendo y, en ocasiones, realizando gestos que
los presentes interpretaban como milagros.
El resultado solía ser totalmente positivo. Según los
testigos, la gente salía de aquellas audiencias más ali-
viada y confortada, feliz por haber podido conocer a un
santo. Y se complacía en recordar sus palabras, en con-
servar las medallas recibidas de su mano, en venerar los
lugares y los objetos santificados con su presencia...
Y, si podían, volvían a la casa de Don Bosco para salu-
darle de nuevo, ofrecer un donativo, reiterar una peti-
ción, encomendar otros enfermos.
Todo esto suscitaba la suspicacia y las críticas de quie-
nes militaban en el bando contrario.
2. Las visitas
Junto a las audiencias, las visitas. Otro elemento im-
portante en el desarrollo de las jornadas de Don Bosco,
cuando se hallaba fuera de Turín.
¿Con qué criterios se planificaban?
74

7.9 Page 69

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Dentro de las posibilidades que ofrecían las circuns-
tancias y su estado de salud lo permitía, se procuraba
atender a las exigencias del deber, la caridad, la corte-
sía, la devoción y, en fin, la distensión necesaria. Las
autoridades diocesanas, los cooperadores y bienhecho-
res, las comunidades religiosas y las corporaciones ca-
tólicas, los enfermos, gozaban de sus preferencias. Unas
visitas eran breves, de paso; otras se hacían más deteni-
damente, incluyendo, a veces, la celebración de la Misa
o la comida familiar.
Las invitaciones venían de particulares o de entida-
des. En este último caso, la presencia de Don Bosco to-
maba fácilmente aires de solemnidad, con vestidos de
etiqueta, discursos, música y colecta en favor del home-
najeado. En las iglesias y capillas, el tono era de una pro-
funda expectación religiosa.
Pero aun para los particulares, el día de la visita de
Don Bosco resultaba una gran fiesta. Se le rodeaba
de afecto y atenciones, se le hacían obsequios y donati-
vos y, al marcharse, no faltaba quien recogiera como re-
liquias los objetos y utensilios usados por él. Los luga-
res adonde acudía el Santo se convertían, casi siempre,
en sitios de audiencia y de encuentros de carácter priva-
do. En ocasiones, algunas personas y entidades se sin-
tieron en la obligación de devolverle la visita en su resi-
dencia de Turín.
3. Actos públicos
La permanencia de Don Bosco en una ciudad se apro-
vechaba para organizar la conferencia salesiana regla-
mentaria, que automáticamente ganaba en relevancia y
en asistencia del público. Representaba uno de los mo-
75

7.10 Page 70

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mentos fuertes en la vida de las asociaciones locales de
Cooperadores. Para ello, solía escogerse una iglesia cén-
trica de la ciudad y suficientemente amplia. Si podía,
hablaba el mismo Don Bosco; de lo contrario, la confe-
rencia la daba algún orador de prestigio. El contenido
de la misma se centraba en los temas de la religión, la
caridad social, las misiones, el pontificado, la propagan-
da católica y salesiana. Entre los diversos puntos del pro-
grama, no podía faltar la colecta en favor de las obras
benéficas de Don Bosco.
4. Encuentros domésticos
Parecerá una exageración, pero era así: apenas ha-
bía tiempo y sosiego para la intimidad. En los viajes que,
en los últimos años de su vida, efectúa Don Bosco por
tierras de Liguria, sur de Francia, o para llegarse a Pa-
rís o a Barcelona, se le ve literalmente arrebatado por
las gentes, como si ya no se perteneciera a sí mismo ni
a los suyos, convertido en patrimonio común de todo
el pueblo católico. Sin duda, en esto había sus más y sus
menos. Pero, hablando en general, cabe decir que en sus
viajes lo público prevalecía sobre lo privado.
Con todo, Don Bosco se trasladaba de una parte a
otra para conocer de cerca el funcionamiento exacto de
sus instituciones, resolver los problemas existentes y, en
particular, planificar el futuro. Para ello, hablaba con
los salesianos, se entretenía algunos ratos con los mu-
chachos del colegio, se ponía en contacto personal con
los Cooperadores de la localidad, etc. Y, al marcharse,
dejaba unas orientaciones concretas de actuación.
76

8 Pages 71-80

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8.1 Page 71

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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
Aunque ya han quedado insinuadas, cabe delinear
mejor el conjunto.
— Las multitudes en torno a Don Bosco constituían
la característica principal. Desde luego, en Barcelona fue
de hecho la más sobresaliente. Durante aquellos días de
abril-mayo de 1886, en la casa salesiana de Sarria todo
se encontraba lleno: la capilla, los aposentos que se
habían preparado al efecto, el salón de actos, los patios,
hasta la carretera adyacente. Se estuvo al borde del de-
sorden y de la confusión. Aun así, muchos tenían que
marcharse sin haber podido acercarse a Don Bosco. Esto
confería a la visita toda una aureola de popularidad y
calor humano.
— Pero no estaban ausentes las clases elevadas, cuya
cercanía y trato frecuente con Don Bosco ponían una
nota de distinción y elegancia social. Eran propietarios,
hombres de negocios, profesionales de alta cualificación.
Todos ellos formaban parte de esa burguesía católica que,
a pesar de todas sus limitaciones, consiguió alentar du-
rante el siglo pasado muchas iniciativas de signo religioso
y social. Familias como las de Serra, Pascual, Martí-
Codolar, Fontcuberta... demostraron, de mil maneras,
su profundo espíritu cristiano. Los títulos nobiliarios que
pudieran ostentar —barones, condes y vizcondes, mar-
queses, duques— eran con frecuencia de concesión pon-
tificia. Al menos, en Barcelona.
A pesar de ello, no es que todos los cooperadores y
bienhechores de los primeros tiempos fueran ricos, ni
mucho menos. Los había de todos los estamentos socia-
77

8.2 Page 72

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les. Dentro del contexto histórico que le tocó vivir, Don
Bosco fue capaz de aunar las fuerzas de unos y otros
al servicio de una empresa común: la regeneración de
la juventud. Es un mérito sencillamente suyo.
— Este cuadro quedaría incompleto si no se pone de
relieve la presencia femenina. Porque la mujer estaba ahí,
en los caminos y lugares que recorría Don Bosco. Y es-
taba para ayudarle con sus aportaciones económicas y
su colaboración personal, individualmente o en grupo.
El Fundador se preocupó de organizar y fomentar estas
juntas o comisiones de señoras, a las cuales instruía y
enfervorizaba en los ideales salesianos.
— La permanencia de Don Bosco en una casa sale-
siana era motivo de gran alegría para sus moradores.
Como se lee en el Evangelio, mientras la persona ama-
da se encuentra en casa, no se puede estar ayunando y
con tristeza (cfr Le 5,34). Esto ocurría precisamente en
las comunidades salesianas, lejos de Turín. Ante la pre-
sencia de Don Bosco, todos los de la casa entraban en
clima de fiesta. Festejaban al huésped, a sus amigos y
admiradores, y éstos correspondían obsequiándoles. En
todo ello, la banda de música jugaba un papel impor-
tante. El día de la partida de Don Bosco se convertía,
en cambio, en una jornada de desolación...
BALANCE
El resultado global de los viajes solía ser muy positi-
vo, porque, con la ayuda de cooperadores y bienhecho-
res, contribuían eficazmente a la consecución de los
78

8.3 Page 73

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objetivos propuestos. Por lo demás, la prensa católica
de cada localidad visitada hacía resonar el nombre sale-
siano en otras latitudes. Sin duda, la que salía siempre
malparada era la salud, cada vez más débil, del propio
Don Bosco.
El viaje de San Juan Bosco a España y su perma-
nencia en Barcelona, en la primavera de 1886, se des-
arrollaron dentro de las coordenadas generales aquí des-
critas.
79

8.4 Page 74

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«Tenemos aquí,
entre nosotros, a un santo»
Desde marzo de 1884, los salesianos de Sarria man-
tuvieron vivos el deseo y la esperanza de tener algún día
a Don Bosco en casa. Hasta que, por fin, pudieron ver
colmadas sus aspiraciones.
LOS MOTIVOS PRÓXIMOS
En agosto de 1885, el Fundador daba a entender que
ya tenía esbozado el proyecto de trasladarse a Barce-
lona. «Si lo permiten los asuntos públicos —escribía al
Superior de Sarria—, nos veremos y trataremos de nues-
tros problemas, que no son pocos» (carta del día 10).
Efectivamente, el paso del tiempo hacía necesaria, o al
menos muy conveniente, su presencia física en la Ciu-
dad Condal.
En primer lugar, la casa de Sarria, aunque en cons-
tante crecimiento, no se veía libre de dificultades inter-
nas, consistentes, sobre todo, en la falta de personal cua-
lificado. En segundo lugar, ya antes de que los Salesianos
se establecieran definitivamente en Sarria, habían comen-
zado a llover ofertas de nuevas fundaciones. Procedían
de Montalegre (Barcelona), de Rialb (Lérida), de Pam-
plona, de Madrid. La de la capital del reino se formuló
81

8.5 Page 75

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en términos perentorios, precisamente, durante el vera-
no de 1885, y requería una respuesta autorizada. En ter-
cer lugar, desde 1884, doña Dorotea no cesaba de pro-
poner una fundación de las Hijas de María Auxiliadora
cerca de los Talleres, que también quería ver atendida.
Por tanto, el Fundador tenía que llegarse a España,
analizar los problemas sobre el terreno y lanzar hacia
el futuro la obra iniciada. Era, prácticamente, indispen-
sable.
Tales fueron los motivos próximos. Los remotos que-
dan ya expuestos anteriormente (ver páginas 64-67). Por
encima de todos ellos, pesaban las razones del corazón.
Don Bosco y la naciente Familia Salesiana de España
se necesitaban mutuamente.
UN OBSTÁCULO PELIGROSO
Había surgido, sin embargo, un obstáculo peligroso:
la epidemia de cólera, que, procedente de Francia, se ha-
bía extendido a toda la península durante los meses del
verano de 1885. Entre julio y diciembre, fallecieron en
Barcelona 1.318 personas. Don Bosco creía poder con-
jurar el peligro con medios sobrenaturales, tales como
la devoción a María Auxiliadora (invocándola y llevan-
do al cuello su medalla) y la práctica frecuente de los
sacramentos de la Iglesia. «Tú, por tu parte —recomen-
daba al Director de Sarria— recibe a los niños que que-
dan huérfanos a causa del cólera, hasta que en tu casa
no haya más sitios libres» (carta del 10 de agosto).
Por fortuna, Sarria se vio libre de este azote y, antes
de terminar el año, en Barcelona se daba por vencida la
epidemia. Un riesgo menos para el viaje de Don Bosco.
82

8.6 Page 76

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Doctor Jaime Cátala y Albosa,
obispo de Barcelona cuando la visita de Don Bosco a la Ciudad.

8.7 Page 77

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A comienzos del año siguiente, 1886, los Coopera-
dores estaban informados de los propósitos del Funda-
dor y, en consecuencia, anunciaban que la conferencia
reglamentaria que debía tener lugar en la casa de Sarria,
por la fiesta de San Francisco de Sales (29 de enero), se
trasladaba hasta «la próxima venida de nuestro venera-
do Superior, Don Bosco» (de la hoja impresa en que se
anunciaba dicha festividad).
Por estas fechas, según se ha expuesto (ver páginas
62-63), Don Bosco llegaba a Sarria en las alas misterio-
sas del fenómeno de la bilocación; pero los Cooperado-
res se referían a un viaje normal, sobre las ruedas del
ferrocarril, que, entonces, era el gran prodigio del siglo...
LA LLEGADA
Con fecha 1 de marzo de 1886, el cronista anotaba
textualmente en la agenda: «El hambre, decía hoy Don
Bosco, saca al lobo de su madriguera. Por eso, aunque
tan caduco y enfermizo, me veo obligado a emprender
un nuevo viaje e ir, tal vez, hasta España». A los doce
días, abandonaba Turín y se ponía en camino.
Avanzó lentamente, visitando, al igual que otros años,
las comunidades y amigos que se hallaban en la ruta:
Genova, Niza, Cannes, Tolón, Marsella... y Portbou
y Barcelona, pasando, en este último tramo, por la esta-
ción de Mataró. Algunos habían salido a su encuentro
en la frontera; otros se añadieron a la comitiva en la
capital del Maresme. Acompañaban a Don Bosco su Vi-
cario General, Miguel Rúa, y el secretario Carlos María
Viglietti, que era también el encargado de llevar al día
la crónica del viaje.
84

8.8 Page 78

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El tren apareció en la Estación de Francia —hoy,
Estación-Término— a las once y media de la mañana del
jueves 8 de abril. La estación no era la que hoy se cono-
ce, construida a finales de los años veinte y que tanto
llamó la atención por su majestuoso trazado metálico,
sino la antigua, levantada aproximadamente en 1848,
cuando circuló el primer tren de España, es decir, el
de Barcelona a Mataró.
A Don Bosco le esperaba mucha gente y allí mismo
le dieron la primera bienvenida. Entre otras personas,
él pudo saludar con particular efusión a la fundadora
de los Talleres: «¡Oh, doña Dorotea! Todos los días pe-
día al Señor que me concediera la gracia de conocerla
antes de morir». El acto resultó muy emotivo. La con-
currencia era selecta y representaba a los diversos gru-
pos católicos de la ciudad.
Los huéspedes fueron conducidos, en el carruaje de
la señora, a su casa de la Gran Vía. Mientras don Mi-
guel Rúa celebrada la Misa en el oratorio privado, Don
Bosco hubo de tomar el descanso necesario. Después
vino el almuerzo, en compañía de la familia Serra y los
invitados. A continuación, el visitante dio varias audien-
cias, las primeras de las innumerables que iba a conce-
der durante su permanencia en Barcelona.
De allí todos se trasladaron a Sarria. Serían las cua-
tro de la tarde. En los Talleres Salesianos todo estaba
preparado, con ornamentación y música. Era una
jornada para la historia. Entraron en la capilla para dar
gracias a Dios por el feliz transcurso del viaje. Ya desde
el primer momento, muchas personas tuvieron que
quedarse en el patio. No había sitio. En aquella casa
comenzaba a estar todo lleno. Era la hora de la ple-
nitud.
85

8.9 Page 79

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EL PASO DE UN SANTO
¿Cómo transcurrieron las jornadas barcelonesas de
Don Bosco?
Antes se han indicado las coordenadas generales en
que solían moverse. Baste lo dicho (ver páginas 73-79).
Porque, en estas páginas, no se pretende narrar directa-
mente unos hechos con su génesis y desarrollo históri-
cos, sino más bien describir unos recuerdos que, natu-
ralmente, quedan inscritos en una historia.
Los recuerdos no son cosas muertas o irrelevantes.
No pueden serlo. Porque, tal como se ha apuntado en
el pórtico (ver página 16), siempre tienen algo que decir
a un corazón que se sienta de verdad amigo de la Obra
Salesiana.
Don Bosco, en efecto, no es sólo un santo, sino que
es un santo fundador, cuyo espíritu —por un don de
Dios— sigue viviendo en sus discípulos. Éstos, en cuan-
to tales, poseen precisamente esa maravillosa capacidad
de estremecerse ante las huellas que el maestro ha deja-
do a su paso por la historia. Las pueden admirar y amar,
y, a través de la pequenez o de la monumentalidad de
las mismas, remontarse a lo más íntimo de la vida del
Fundador. Se trata de una sensibilidad que hunde sus
raíces en esa tierra generosa del corazón de los verdade-
ros discípulos.
Para agilizar y hacer más clara la exposición, con-
viene adoptar el criterio topográfico.
86

8.10 Page 80

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EN SARRIA
La casa salesiana
Constituye el recuerdo más importante. Aquí se hos-
pedó San Juan Bosco durante casi un mes (8 de abril -
6 de mayo de 1886). Y, desde entonces, se ha convertido
en un punto de referencia obligado para el salesianismo
español de todos los tiempos.
En la actualidad, abarca un triple escenario.
Sede Provincial. Casa de Don Bosco
Plaza Artos, n.° 3
Como se ha explicado, es la parte primitiva de la ins-
titución de los Talleres Salesianos.
— En el exterior
En la fachada se ven, perfectamente conservados, los
tres balcones del piso primero o principal. Mirándola,
el del centro y el de la izquierda son los «balcones de
las bendiciones»; es decir, desde los que Don Bosco so-
lía bendecir a la gente apiñada en el patio y en la vecina
carretera. Junto al de la derecha, una lápida de mármol
blanco, recientemente colocada para sustituir a otra
anterior, dice en la traducción castellana: En esta casa
vivió San Juan Bosco, Fundador de los Salesianos, du-
rante su memorable visita a Barcelona el año 1886.
8-IV-1986.
La entrada central y las dos grandes ventanas de los
lados están situadas en su lugar primero.
Delante de la fachada hay un pequeño patio ajardi-
nado, con una estatua de Don Bosco en medio, erigida
en 1984, con la inscripción: Los Antiguos Alumnos a la
Congregación Salesiana, como homenaje de gratitud.
87

9 Pages 81-90

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9.1 Page 81

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Barcelona 1884-1984. Efectivamente, fue colocada con
motivo del Centenario de la llegada de los Salesianos
a Barcelona. En la tapia se pueden ver unos azulejos.
Provienen del taller de Nuestra Señora del Carmen, de
Sevilla-Triana, y representan, de izquierda a derecha:
1. Juanito Bosco enseñando catecismo a sus compañeros.
2. El hecho de la bilocación. Don Bosco sale al encuentro
de don Juan Branda, que sube por la escalera del dor-
mitorio.
3. El escudo de la Congregación Salesiana.
4. Don Bosco bendiciendo, desde el balcón central de la casa,
a un grupo de personas.
5. La premonición que, en su viaje a Barcelona, tuvo Don
Bosco sobre el futuro templo que los Salesianos levanta-
rían en la cumbre del Tibidabo.
Este patio es sólo parte del que existía en 1886. Ya
que, como queda dicho (ver pág. 56), se extendía hacia
la carretera de Sarria y comprendía, además, el que ha-
bía al lado, frente al pabellón adjunto, en el que ahora
se ubican el patio de butacas y el escenario del gran
salón de actos. En este espacio de terreno, por el excesi-
vo número de visitantes, se concentraba la gente espe-
rando que Don Bosco apareciera en uno de los referi-
dos balcones y la bendijera. Por eso, no estaría mal
llamarlo «patio de las bendiciones».
En el interior
Entrando por el vestíbulo actual, se sube al primer
piso. Una vez en el pasillo, se tienen:
1? Al frente, la sala de reuniones del Consejo Pro-
vincial o Inspectorial, que fue la antesala y recibidor de
las visitas que atendía el Santo. Éste, asomándose al bal-

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Casa Prats

9.3 Page 83

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con del aposento, solía bendecir, como se ha dicho, a
la muchedumbre concentrada en el patio.
2? A la derecha, la capilla, que ocupa, en la parte
del presbiterio, lo que fue habitación (despacho y alco-
ba) de Don Bosco; en ella estaba también la celda-dor-
mitorio del secretario Viglietti. Aquí es donde el santo
Fundador concedió tantísimas audiencias, hizo algunos
milagros y tuvo el famoso sueño de las Misiones Sale-
sianas (noche del 9 al 10 de abril).
Tan pronto como marchó a Italia, este recinto fue con-
siderado como un lugar santo y, ya antes de acabar el
siglo, quedó reservado y habilitado para el culto. Por estar
en las «habitaciones de Don Bosco», recibió el nombre
de «capilla de Don Bosco» y, durante varios años (1902-
1910, 1922-1929), fue la propia del noviciado y del filo-
sofado, que funcionaron en este edificio.
A raíz de la guerra civil española, los salesianos se
vieron obligados a abandonarla; fue profanada y saquea-
da por los nuevos inquilinos. Así estuvo durante tres
años (1936-1939). Al terminar el conflicto bélico y vol-
ver los salesianos, fue restaurada y embellecida. La de-
coración —tallas y artesonado— se debe a los maestros
y alumnos de la Escuela Profesional Salesiana de Sarria.
Las pinturas del presbiterio son de Ramón Borrell (1876-
1963) y, de izquierda a derecha, representan las siguien-
tes escenas de la vida de San Juan Bosco.
1. Curación de una paralítica por la bendición de Don Bosco.
La jovencita tenía agarrotadas la mano y la pierna dere-
cha. El hecho ocurrió en esta misma sala, el día 13 de
abril. Detrás de Don Bosco aparecen los rostros del Bea-
to Miguel Rúa y de la Venerable Dorotea Chopitea de
Serra.
90

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2. Muerte de San Juan Bosco, en el Oratorio de Turín, el
31 de enero de 1888.
3 . Sueño de Juanito Bosco, a la edad de nueve años. En él
creyó descubrir los designios de Dios sobre su vida y su
vocación.
4 . Encuentro de Don Bosco con el joven Bartolomé Gare-
lli, el 8 de diciembre de 1841, en la sacristía de la iglesia
de San Francisco de Asís. (El pintor supo poner una nota
local española revistiendo a Don Bosco con la típica ca-
sulla azul de la fiesta de la Inmaculada Concepción).
En ese día y con la primera lección de catecismo a este
muchacho, comenzó la Obra Salesiana.
5 . El sueño de las Misiones. Lo tuvo Don Bosco en esta ha-
bitación durante la noche del 9 al 10 de abril. En él vio
lo que, con el tiempo, sería el desarrollo de las Misiones
Salesianas.
El balcón que da luz a este sector es el que tenía la
habitación de Don Bosco y por donde el Santo, según
lo dicho, acostumbraba bendecir a la gente.
Las reliquias que se exponen en las paredes de la ca-
pilla son auténticas, pero no todas guardan relación di-
recta con la permanencia de Don Bosco en Sarria.
Proceden de diversas donaciones, especialmente de la fa-
milia Martí-Codolar. Sin embargo, la cama metálica, ple-
gada, que se exhibe en el interior del presbiterio, es la
que usó San Juan Bosco mientras vivió en esta casa. El
espacio donde se halla corresponde al ocupado por la
puerta que comunicaba el despacho con la antesala-
recibidor.
Las vidrieras representan a: 1) la «María Auxiliado-
ra española», reproducción del cuadro pintado, en 1906,
por Cristóbal Montserrat y Jorba O 1935). 2) Don José
Calasanz, que encabeza la lista de los mártires salesia-
nos de la antigua Inspectoría Tarraconense (1936-1939).
91

9.5 Page 85

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3) San Juan Bosco entre sus muchachos de Valdoc-
co (Turín), con la Basílica de María Auxiliadora al
fondo.
3? Saliendo de la capilla, a la izquierda de la esca-
lera por donde se ha subido, se hallan los despachos del
Padre Provincial y de su Secretario, los cuales, unidos,
ocupan el espacio correspondiente a la habitación (des-
pacho y alcoba) del director, Juan Branda. Tal como se
ha indicado (ver páginas 59, 61), este lugar fue también
escenario de la bilocación del Santo.
Al lado opuesto a la entrada de la capilla, se ve la
puerta que, por la escalera adosada al edificio primitivo
—hoy suprimida—, comunicaba los aposentos mencio-
nados con el exterior. Dicha puerta sigue en su antiguo
marco de piedra. Don Bosco y los visitantes usaban este
acceso, que era el único.
Colegio del Santo Ángel
Paseo San Juan Bosco, n? 74
Entrando por la portería y llegando al patio interior
porticado, se ve, en frente, el pabellón levantado entre
1885 y 1886 (ver pág. 58). La pilastra, decorada con un
azulejo que representa a Santo Domingo Savio, indica
exactamente hasta dónde llegaba el mencionado pabe-
llón. Cuando el patio antes citado se encontraba lleno,
la gente ocupaba también éste otro —entonces aún mal
acondicionado—, y Don Bosco la bendecía desde la ga-
lería superior, que todavía subsiste tal como se encon-
traba en abril-mayo de 1886.
A mano derecha, se extendía la zona de las huertas:
la primera llegaba hasta donde hoy se levanta la iglesia
92

9.6 Page 86

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de María Auxiliadora; la segunda venía a continuación,
en el sector donde ahora radica la Escuela de Forma-
ción Profesional.
Instituto Politécnico. Escuelas Profesionales Salesianas
Paseo San Juan Bosco, n? 42
Por la portería se accede al patio inferior. En abril-
mayo de 1886, este espacio no pertenecía a los terrenos
de la Torre Prats. Lo adquirió para los Salesianos don
Luis Martí-Codolar tan pronto como Don Bosco regre-
só a Italia. Éste se lo había pedido y, a pesar de las difi-
cultades que había de por medio, don Luis quiso com-
placerle. Con ese gesto quería demostrar su voluntad de
cooperar generosamente al desarrollo de la Obra Sale-
siana en Barcelona.
En cambio, el patio superior formaba parte de la pro-
piedad de Can Prats, que doña Dorotea había compra-
do para la fundación, en noviembre de 1883 (ver pág. 52).
Lo primero que llama la atención es la fachada del
antiguo Colegio del Santo Ángel de la Guarda, construi-
do durante los años 1890 y 1891 por el Siervo de Dios
don Felipe Rinaldi, de acuerdo con los planos origina-
les del arquitecto Enrique Sagnier y Villavecchia (1858-
1931). En la parte opuesta, cerca de la carretera de Sarria,
se extendía una franja de terreno que tampoco per-
tenecía a la institución de los Talleres. Hacia el año 1895,
los hermanos José Oriol e Ignacio Ribas y Servet levan-
taron aquí una pequeña fábrica de seda, que apenas llegó
a funcionar, ya que en 1901 pasó a manos de los Sale-
sianos. Dicha fábrica ocupaba parte del espacio que,
frente al citado Colegio, se destina hoy a aulas, en el
Instituto Politécnico.
93

9.7 Page 87

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Entre esta fábrica y la iglesia actual de María Auxi-
liadora, había un modesto inmueble de tres plantas, que
luego pasó a manos de los Salesianos y que éstos deno-
minaron jocosamente «Casa de Pilatos».
El edificio de la mencionada iglesia cierra el patio
por el lado norte. Su construcción fue lenta: en 1892,
se acabó la llamada iglesia interna; y en 1901, la
externa.
Para llegar hasta aquí, Don Bosco tenía que atrave-
sar los dos patios (ver páginas 88, 92), cruzar la primera
huerta (ver páginas 92-93) y, descendiendo a un plano
inferior, entrar en la segunda huerta, que desde 1891 a
1936 fue patio del mencionado Colegio del Santo Án-
gel (primera enseñanza y comercio), y desde 1939 en ade-
lante, ha sido y sigue siendo en la actualidad el patio
principal del Instituto Politécnico.
Como Don Bosco se sentía tan postrado de fuerzas
y le costaba tanto caminar, llegó pocas veces hasta este
extremo de la finca. Pero alguna vez lo hizo, ya en plan
de paseo, acompañado por salesianos y alumnos inter-
nos, ya con el propósito de estudiar la posibilidad de nue-
vas construcciones y ampliaciones de la obra.
El día 3 de mayo por la tarde, después de regresar de
Horta, donde había visitado a la familia Martí-Codolar,
se llegó hasta el límite de esta segunda huerta, a la altu-
ra más o menos de donde hoy se encuentra el paso cu-
bierto que, cruzando el patio, une el edificio principal
del Instituto Politécnico con el del antiguo Colegio del
Santo Ángel. «Se puso las manos atrás —explica uno
de los testigos, don Juan Branda—, mirando la casa don-
de ahora se encuentran las Hermanas [Salesianas] y que
entonces era la torre de un rico señor. No preguntó de
quién era, pero la miró bien, movió varias veces la cabe-
94

9.8 Page 88

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!#*;£-;• v^v'-.-V'Zií
Torre Gironella

9.9 Page 89

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za, como afirmando que correspondía a la que había vis-
to, y dijo a continuación: '¡Ésa es! ¡Ésa es! Aquí ven-
drán las Hijas de María Auxiliadora! Luego, volviéndo-
se a mí, añadió: Tú, Branda, comprarás esa torre, y yo
enviaré a las Hijas de María Auxiliadora! Yo, que esta-
ba abrumado de deudas (...), cambié de conversación».
Hasta aquí el mencionado testigo.
No es posible ahora seguir todo el desarrollo de los
acontecimientos. Baste decir que dicha torre era la de
Gironella, que se encuentra a poca distancia de la de los
Salesianos —al otro lado de la actual calle de María
Auxiliadora— y que, a la sazón, según algunos docu-
mentos, llevaba el número 6 de la carretera de Sarria a
Barcelona. Después de superar dificultades de todo tipo
y gracias al heroico espíritu de desprendimiento de doña
Dorotea, las Salesianas, que ya residían en un piso al-
quilado de Sarria desde octubre de 1886, pudieron esta-
blecerse en dicha torre, el 1 de mayo del año siguiente
(1887). Era la primera fundación que abrían en España.
La llamaron Casa-colegio de Santa Dorotea, para hon-
rar el nombre de la fundadora.
Don Juan Branda atribuía el hecho a una gracia es-
pecial de la Virgen, la cual se había aparecido a Don Bos-
co, probablemente en la noche del 1 al 2 de mayo, para
indicarle lo que tenía que hacer al respecto. «Quizá
—concluye— no hay otra fundación en el Instituto que
demuestre más la intervención directa de María Auxi-
liadora como la de Sarria». San Juan Bosco nunca es-
tuvo físicamente en la Torre Gironella, pero, desde este
ángulo del terreno de los Salesianos, la vio un día para
sus hijas.
Hay que lamentar que, en la violenta coyuntura de
julio de 1936 y años sucesivos, estos centros perdieran
96

9.10 Page 90

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tantos objetos pertenecientes a los tiempos fundaciona-
les. De todas maneras, el Instituto Politécnico conserva
aún una reliquia importante: la mesa, en forma de he-
rradura, en la que comió San Juan Bosco en sus días
barceloneses.
Una vez que se ha recorrido la casa salesiana en sus
recuerdos históricos, se puede prolongar la visita a otros
lugares de interés, dentro del antiguo término munici-
pal de Sarria.
He aquí algunas indicaciones para la ruta.
Colegio del Sagrado Corazón
Calle Sagrado Corazón, n? 25
Para llegar a él, desde la obra salesiana del Paseo San
Juan Bosco, se toma la calle Mayor de Sarria, se atra-
viesa la plaza del mismo nombre y, sin dejar dicha calle,
se prosigue por la de Ramón Miquel y Planas, hasta dar
con la del Sagrado Corazón.
En esta benemérica institución (ver pág. 32) pueden
distinguirse todavía muy bien la parte antigua —desti-
nada, durante muchos años, a escuelas gratuitas y po-
pulares— y la moderna, habilitada, en sucesivas am-
pliaciones, para colegio-internado. En este sector se
conserva aún el edificio que se construyó de planta ha-
cia el 1856. La amplia escalinata principal que se con-
templa, al entrar, atestigua el rango social y el prestigio
educativo del centro, hoy más que centenario.
Lo visitó Don Bosco el día 14 de abril por la tarde.
Supuso una inmensa alegría para todas sus moradoras.
Le saludaron, primero, las alumnas externas con cantos;
después, las internas, ataviadas con traje de fiesta,
97

10 Pages 91-100

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10.1 Page 91

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organizaron un sencillo acto de homenaje. Según el cro-
nista, la veladita tuvo lugar «en un magnífico y gran-
dioso salón», hoy convertido en salón-teatro (precisamente,
en este lugar, se obtuvo la conocida fotografía de Don
Bosco con bonete español). Éste les habló de la vida cris-
tiana y de la frecuencia de sacramentos. Recibió después,
en audiencia, a las religiosas. Hubo ofrendas por am-
bas partes: Don Bosco repartía, como de costumbre, me-
dallas de María Auxiliadora y educadoras y alumnas le
obsequiaron con diversos regalos.
Desde la finca, se ve muy cerquita la que fue de la
familia Serra-Chopitea.
Colegio de los Sagrados Corazones
Paseo Reina Elisenda de Monteada, n? 18 bis
Es la antigua finca de verano de los Serra. Como se
ha indicado (ver pág. 32), la torre conserva la fachada
y su estructura primitiva, con las plantas inferior y su-
perior, y la escalera interna que las une. Pero los apo-
sentos han sido ampliados para nuevos usos, y muchos
muebles de esas épocas han desaparecido.
Don Bosco estuvo en esta casa el mismo 14 de abril,
después de una mañana de gran movimiento en los Ta-
lleres, atendiendo sobre todo a los de la Asociación de
Católicos, que habían ido a verle y asistir a Misa.
Sólo se detuvo para comer e, inmediatamente después,
pasó, tal como se ha expuesto, al vecino Colegio del
Sagrado Corazón. En la planta principal se pueden re-
conocer todavía la gran sala de estar y la que servía de
comedor; en ambas, las respectivas chimeneas ponen una
nota de autenticidad y buen gusto.
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10.2 Page 92

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La doble visita que Don Bosco hizo el día 14 de abril,
a la torre y al colegio mencionados fue, por su parte,
un gesto de delicadeza hacia doña Dorotea y su familia.
Saliendo al Paseo Reina Elisenda, se ve, en frente, una
torre redonda que parece estar defendiendo una casa-
castillo, verdaderamente señorial.
Casa Ponsich
Calle Domínguez y Miralles, n? 1
Desde el paseo citado, se puede tomar esta calle que,
bajando por el cauce de un antiguo torrente, lleva a la
Riera Blanca. Ésta recoge las aguas de otras menos im-
portantes —hoy convertidas en vías públicas—. Preci-
samente, a la altura del número 1 de la mencionada ca-
lle, se encuentra el portón que da acceso a la finca
Ponsich.
Ya queda poco de su antiguo esplendor. Es una mues-
tra impresionante de degradación urbanística. No ha sido
sólo efecto del paso del tiempo, sino, sobre todo, de la
desidia y agresividad colectivas. Ahora el Ayuntamien-
to de Barcelona se propone rehabilitar toda la villa y darle
un destino de interés cívico. En este proceso interviene
eficazmente la Tenencia de Alcaldía de Sarria.
Desde el portón de entrada y siguiendo el paseo
arbolado, uno puede acercarse al recinto que guarda la
señorial mansión. «Es un magnífico castillo», escribió
el secretario Viglietti en el diario correspondiente al 28
de abril, cuando estuvo aquí acompañando a Don Bosco.
Éste vino a traer un poco de consuelo espiritual a Don
Ramón de Ponsich y de March, que acababa de perder
a su esposa. Estuvo allí toda la mañana. Le escuchó en
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10.3 Page 93

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confesión, celebró la Misa en la capilla del palacio, le
dio la comunión y se entretuvo con él hasta la hora de
la comida, en la que participaron también los parientes.
Desgraciadamente, no es posible todavía visitar estos
aposentos, por encontrarse en período de restauración
toda la casa.
El señor Ponsich quedó más aliviado. No tenía hijos
y prometió a Don Bosco que le ayudaría concretamente
en la obra de las misiones salesianas de la Patagonia.
Lo sabemos porque el Fundador le escribió desde Ita-
lia, con fecha 31 de agosto, insistiéndole sobre el parti-
cular. Esta carta la conservó la familia durante muchos
años y la usó como reliquia para aplicarla a los enfer-
mos. Tal era la fe que se tenía en la santidad de quien
había escrito y firmado aquellas líneas...
Uno de los descendientes (indirectos), don José María
de Ponsich y de Sarriera, instituyó en 1948 una entidad
benéfica denominada Unión de los amigos de los enfer-
mos (Fundación Ponsich), la cual, entre otras activida-
des, creó en 1965 una escuela destinada a jóvenes mi-
nusválidos. Y, en su forma actual, desde 1970, lleva el
nombre de Escuela de Readaptación Profesional San
Juan Bosco. Se halla establecida en la parte antigua de
la Ciudad, en la barcelonísima calle de Baños Nuevos,
n? 16, cerca de la Plaza de San Jaime.
De esta forma, afortunadamente, se mantienen uni-
dos los dos nombres: el de Don Bosco y el de Ponsich.
Las visitas más importantes efectuadas por Don Bos-
co apuntaron a la ciudad de Barcelona. Con ello, su pre-
sencia entre nosotros cobró una notable resonancia.
100

10.4 Page 94

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EN LA BARCELONA ANTIGUA (BARRIO GÓTICO)
Hablando en general y al objeto de tener, al menos,
alguna referencia conocida sobre el momento histórico,
conviene recordar que la Barcelona que Don Bosco co-
noció era la del alcalde Rius y Taulet (1833-1889), el cual,
en el período de la Restauración, presidió el Ayuntamien-
to durante los años 1874-1884, 1885-1889; era la Barce-
lona que, según se ha señalado (ver pág. 29), estaba em-
peñada en la construcción de su Ensanche; era la que,
a pesar de todas las depresiones económicas, preparaba
la Exposición Universal de 1888.
El Palacio Episcopal
Calle Obispo Irurita, n? 5
Como residencia habitual del Pastor de la Diócesis,
constituía para Don Bosco un punto de referencia in-
soslayable. Por su parte, el doctor Cátala admiró y apre-
ció al Fundador de los Salesianos. Entre ambos se esta-
bleció una corriente de franca amistad. «El Obispo
—escribió el cronista con fecha 29 de abril— asombra
a todos por el afecto que demuestra por la obra de Don
Bosco».
Él fue quien tomó la delantera para saludar a Don
Bosco en Sarria (20 de abril) y éste le correspondió, al
día siguiente, devolviéndole la visita en palacio. El en-
cuentro duró más de dos horas. ¿De qué asuntos trata-
ron? El doctor Cátala, tanto durante aquellos días como
después de la partida de Don Bosco a Italia, aludió a
un proyecto que éste le había expuesto como deseo del
Papa León XIII: que entre el Obispo y los Salesianos
erigieran en Barcelona un seminario para las misiones
101

10.5 Page 95

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y al servicio de Propaganda Fide. Y ambos habrían
estado de acuerdo sobre el particular.
Don Bosco volvió, de nuevo, a palacio el sábado día
primero de mayo, para agradecer al Prelado su asisten-
cia, el día anterior, a la conferencia salesiana en la igle-
sia de Nuestra Señora de Belén e invitarle a córner en
la casa de Sarria. El doctor Cátala aceptó amablemente
(2 de mayo).
Asociación de Católicos
Calle Liado, n? 4
No lejos de la catedral, a la otra parte de la Plaza
de San Jaime, se encuentra la de San Justo, junto a la
Basílica de los Santos Justo y Pastor. Allí, en dirección
al mar, se abre la calle Liado, estrecha y sombría, pero
que aún conserva el empaque aristocrático de algunos
edificios antiguos. En el del número 4 había instalado
la citada Asociación de Católicos una escuela para los
obreros de la barriada y la inauguraba el día 15 de abril.
Dada la amistad que, según se ha explicado (ver pá-
gina 66), existía entre el Fundador de los Salesianos y
la mencionada Asociación, ésta aprovechó su estancia
en Sarria para invitarle a la velada inaugural. Don Bos-
co aceptó.
El acto, más que para inaugurar la escuela, sirvió para
homenajear al visitante. La fiesta resultó solemnísima
y, para Don Bosco, emocionante. Cuando, entre los
aplausos de la concurrencia, le impusieron la insignia
de miembro de honor, tuvo que pronunciar unas pala-
bras de gratitud. Lo hizo de todo corazón. Pero, al pro-
pio tiempo, aprovechó aquella circunstancia para un do-
ble objetivo. Primero, para poner de relieve el interés
102

10.6 Page 96

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social de todas sus instituciones, particularmente el de
las escuelas de formación profesional. Segundo, para ur-
gir a la burguesía católica, allí presente, sus obligacio-
nes de justicia social:
«Barcelona, como población industrial, está interesada más
que otra alguna en proteger a los Talleres Salesianos. De estas
casas salen anualmente cincuenta mil jóvenes útiles a la socie-
dad, los cuales van a las oficinas y talleres a difundir la buena
doctrina, logrando con esto apartarlos de las cárceles y presi-
dios para convertirles en ejemplos vivientes de saludables ense-
ñanzas.
El joven que se malea en vuestras calles, al principio os pedirá
una limosna, después os la exigirá, y, por fin, la hará efectiva
revólver en mano».
Estas palabras, que se han hecho históricas en la vida
de San Juan Bosco, fueron pronunciadas en esta calle,
la tarde del 15 de abril de 1886. Indudablemente, ante
los graves problemas que hoy tiene planteados la juven-
tud española, la llamada hecha por Don Bosco hace cien
años conserva todavía plena actualidad.
Basílica de Nuestra Señora de la Merced
Plaza de la Merced, n? 1
Descendiendo siempre en dirección al mar por las
callejuelas del casco antiguo, a la altura del edificio de
Correos y Telégrafos, se encuentra el carrer Ampie (calle
Ancha), que conduce a la Plaza de la Merced, reciente-
mente ampliada y ornamentada. Allí, junto al edificio
de Capitanía General, se levanta la Basílica de Nuestra
Señora de la Merced y de San Miguel Arcángel. Hasta
103

10.7 Page 97

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la época de la desamortización (1835-1841), ambas
edificaciones pertenecieron a la Orden de los Merce-
darios.
El santuario presenta la fachada barroca y, por el lado
de la calle Ancha, tiene adosada otra fachada de estilo
gótico flamígero, procedente de una antigua iglesia de-
dicada a San Miguel. La cúpula es de 1888 y se ve coro-
nada por una gran estatua de la Virgen de la Merced.
El interior consta de una sola nave, amplia y de aire
borrominiano. Lo más destacado del presbiterio es el
camarín, donde se venera una imagen de la Virgen de
esta advocación. La representa sentada y con el Niño so-
bre las rodillas. Es una talla gótica del siglo XIV.
La Virgen de la Merced fue proclamada Patrona de
la ciudad de Barcelona en el siglo XVII y la referida ima-
gen recibía la coronación canónica en 1888. Dos años
antes, la tarde del 5 de mayo de 1886, Don Bosco visitó
esta iglesia.
Los que organizaron el acto no se proponían sólo que
el Fundador de los Salesianos, antes de volver a su pa-
tria, honrara a la Patrona de la Ciudad, sino que, ade-
más, querían aprovechar su presencia en aquel lugar
—tan significativo para el catolicismo barcelonés— para
regalarle un terreno situado en la cumbre del monte
Tibidabo.
Y así se hizo. Don Bosco subió al presbiterio. A un
lado habían preparado un sitio especial para él. Los
acompañantes se colocaron alrededor. Al otro lado, es-
taba el coro de cantores y la orquesta. Se cantó la Salve.
Después se adelantaron los propietarios de dicho terre-
no y le entregaron los documentos de donación: «a fin
de que (...) se levante un santuario al Sagrado Corazón
de Jesús para mantener firme e indestructible la religión,
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10.8 Page 98

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Basílica de Nuestra Señora de la Merced

10.9 Page 99

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que con tanto celo y ejemplo nos habéis predicado y que
es noble herencia de nuestros padres».
Don Bosco, emocionado, acertó a decir algunas pa-
labras de agradecimiento y formuló una promesa:
«Sí, señores, sois los instrumentos de la Divina Providen-
cia. Con vuestra ayuda, muy pronto se levantará en ese monte
un majestuoso santuario dedicado al Sagrado Corazón de Je-
sús, en el cual todos podrán acercarse a los santos sacramentos,
y será un perpetuo recuerdo de vuestra caridad y de vuestro afecto
a la religión católica, de la que tantas y tan hermosas pruebas
me habéis dado».
Tiempo atrás, el libro de honor de los visitantes ilus-
tres de la Basílica guardaba la firma que, en esta ocasión,
Don Bosco estampó de su puño y letra. Pero ya no es
posible dar con dicho libro...
En cambio, se conserva una lápida conmemorativa.
Es de mármol blanco y se halla colocada junto al altar
dedicado a Santa María de Cervelló. La puso, en 1932,
la asociación denominada Salutación Sabatina. Funda-
da en 1892, la componía un grupo de jóvenes —en su
mayoría universitarios— que vivían intensamente la de-
voción a la Virgen Santísima. El texto latino, traducido
al castellano, dice así: Estemos agradecidos a la Virgen
de la Merced, que tuvo a bien que aquí se le anunciara
a San Juan Bosco, el día 5 de mayo de 1886, la dona-
ción que se le hacía del terreno en la cumbre del monte
Tibidabo, para construir un templo al Corazón de Je-
sús. La Salutación Sabatina se lo recuerda a los duda-
danos para que, visitando con frecuencia a la Patrona
de Barcelona, vivan, como el Santo, fervientes en la fe.
La lápida fue restaurada a comienzos de los años cua-
renta.
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10.10 Page 100

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Hacían bien estos jóvenes en unir las dos dimensio-
nes esenciales de la piedad cristiana, a Cristo y a María.
Por supuesto, ambas inseparables en la espiritualidad de
San Juan Bosco.
Iglesia de Nuestra Señora de Belén
Rambla de los Estudios. Calle del Carmen
Siguiendo por la calle Ancha y después por la de José
Anselmo Clavé, se llega a la Rambla de Santa Mónica.
Hacia arriba, en la parte alta, se encuentra la llamada
Rambla de los Estudios, que, en este extremo, comienza
a la altura de las calles Carmen y Puertaferrisa. Se trata
de un enclave lleno de recuerdos salesianos. Siempre en
dirección a la Plaza de Cataluña, se halla, a la izquier-
da, la iglesia de Belén y, a la derecha, el palacio que fue
de los Marqueses de Comillas, llamado palacio Moja
(Moya).
La iglesia de Nuestra Señora de Belén —o, sim-
plemente, iglesia de Belén— pertenecía al Colegio de
Estudios Generales que regentaba la Compañía de
Jesús en el siglo XVI. Tales estudios alcanzaban un
cierto nivel universitario. De ahí el nombre con que
se conoce todavía este tramo de las Ramblas barce-
lonesas. Destruida por un incendio, la iglesia primitiva
fue sustituida por otra, de estilo típicamente barroco,
cuya construcción se terminó en 1732. Es la que cono-
ció Don Bosco.
Todavía conserva la fachada principal, que da al cruce
de la Rambla de los Estudios con la calle del Carmen.
Sobre las líneas sobrias y solemnes del portón, hay una
representación del nacimiento del Niño Dios. Pero, en
el interior, los saqueos e incendios de 1936 echaron a per-
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11 Pages 101-110

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11.1 Page 101

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der la brillante decoración barroca que la embellecía. Así
y todo, después de las obras de restauración, aún hoy
conserva la prestancia de otros tiempos.
En ella tuvo lugar la conferencia salesiana organiza-
da por los Cooperadores (ver pág. 84). Era el día 30 de
abril. Don Bosco llegó alrededor de las cuatro de la tarde.
A pesar de la lluvia intensísima, el recinto estaba lleno
de gente. «Todo era un mar de cabezas» —escribió el
cronista—.
Según costumbre de la época, las autoridades subie-
ron al presbiterio. Al lado derecho, o del Evangelio,
estaba dispuesto el sitio para el señor Obispo. Don Bos-
co tomó asiento junto a él, a la derecha. Les acompaña-
ban varios representantes del clero diocesano. Al frente,
en la parte de la Epístola, se colocaron las autoridades
civiles y los representantes de las asociaciones católicas
y de la prensa.
La conferencia corrió a cargo del doctor José Julia,
profesor del Seminario Conciliar, el cual expuso en qué
consistía la misión de las obras de Don Bosco: la rege-
neración cristiana de la juventud y del mundo del tra-
bajo en general. Después le tocó hablar al propio Don
Bosco. Bajó a la balaustrada, dio las gracias y dijo que
había recibido de Roma un telegrama «con una bendi-
ción especial del Santo Padre para todos los bienhecho-
res de la Obra Salesiana y para todos los presentes en
la conferencia» (de la crónica). El doctor Cátala, bajando
del sitial y con voz robusta, repitió en castellano cuanto
había dicho Don Bosco en italiano y, a continuación,
revestido de pontifical, impartió la bendición con el San-
tísimo.
El acto resultó muy solemne y dio mucho que hablar
a los diarios barceloneses de aquellos días.
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11.2 Page 102

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Iglesia de Nuestra Señora de Belén

11.3 Page 103

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Como lo había prometido, al día siguiente —1 de
mayo— Don Bosco volvió allí para celebrar la Misa. Una
vez más, la afluencia de público fue enorme. Al final,
Don Bosco dio la bendición a los asistentes. El párroco,
doctor Juan Masferrer, no pudo contenerse y se acercó
a la barandilla del presbiterio para hablar, pero, domi-
nado por la emoción, sólo consiguió pronunciar estas
palabras: «Tenemos aquí, entre nosotros, a un santo».
Era la convicción que todos tenían.
De esta forma, la iglesia de Belén fue el lugar privi-
legiado donde se proclamó, ante todos los barceloneses,
el mensaje salesiano, admirablemente encarnado en la
persona de San Juan Bosco.
Palacio Moja (Moya)
Calle Puertaferrisa, n? 1
En frente de la iglesia de Belén se encuentra este
palacio, uno de los edificios más importantes de las Ram-
blas. Se construyó entre los años 1774 y 1786, por ini-
ciativa de la Marquesa Cartellá, viuda del Marqués de
Moja. De puro estilo neoclásico, probablemente es obra
del arquitecto José Mas y Dordal (+ 1808). Lo decoró
el pintor Francisco Pía y Duran (1743-1805), más cono-
cido como «el Vigatá», por haber nacido en la ciudad
de Vic. Las pinturas que decoraban el exterior se han
perdido; se conservan, en cambio, las interiores que, ins-
piradas en temas mitológicos y motivos de la historia fa-
miliar de los Cartellá, constituyen el conjunto más am-
bicioso de dicho artista.
Hacia 1873, el suntuoso palacio Moja pasó a manos
de los Marqueses de Comillas, que eran todavía sus pro-
pietarios cuando llegó Don Bosco.
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11.4 Page 104

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Visitó este lugar en dos ocasiones.
La primera fue el día 21 de abril, aceptando la invi-
tación de doña Luisa Brú y de Lassus, viuda del primer
Marqués de Comillas, don Antonio López y López.
Celebró la Misa en la capilla del palacio, donde habi-
tualmente oficiaba Jacinto Verdaguer, el gran poeta de
Cataluña y capellán de la familia de los Marqueses. Asis-
tieron muchos invitados, a los que el visitante atendió
amablemente. La Marquesa —empeñada entonces en la
construcción del gran Seminario de Comillas (Santan-
der)— prometió ayudar también a la casa salesiana de
Sarria. Todo resultó muy agradable, brillantísimo, en
aquel escenario que, según el joven secretario de Don
Bosco, bien podía llamarse «un palacio de reyes» (de la
crónica).
Desde 1982, el Palau Moja es propiedad de la Gene-
ralitat de Cataluña, la cual lo ha restaurado y habilita-
do para sede de la Dirección General del Patrimonio Ar-
tístico y del Patrimonio Escrito y Documental de la
misma. En la capilla, sustituyendo la placa conmemo-
rativa que existía, se ha colocado un letrero que dice en
la traducción castellana: Mossén Jacinto Verdaguer vi-
vió durante quince años en este palacio y celebró Misa
en esta capilla. 18-XI-1878 - 14-5-1892. San Juan Bosco
visitó esta capilla y fue huésped de los Marqueses de
Comillas en el mes de abril de 1886.
Don Bosco volvió a este lugar el 5 de mayo, para des-
pedirse de la señora Marquesa.
Esta presencia de Don Bosco en Casa Moja se expli-
ca por la alta significación que los Marqueses de Comi-
llas gozaban en el mundo católico barcelonés.
111

11.5 Page 105

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EN LA BARCELONA NUEVA (ENSANCHE)
Hotel Granvía
Gran Vía de las Cortes Catalanas, n? 642
Subiendo Ramblas arriba y atravesando la Plaza de
Cataluña, se toma el Paseo de Gracia y, a mano dere-
cha, en la Gran Vía, se encuentra en seguida el mencio-
nado hotel. Tal como se ha explicado (ver pág. 30), se
trata de la casa-palacio de los Serra-Chopitea.
En cuanto a propietarios y destinos, ha sufrido múl-
tiples vicisitudes. Aquí, por ejemplo, estuvo instalado el
Círculo Artístico y Recreativo de Barcelona, en el que
la alta sociedad barcelonesa se dedicaba a la práctica del
juego. A la llegada de la dictadura de Primo de Rivera,
ya no fue viable esta actividad (1923). En 1927, tuvo un
destino totalmente diferente, ya que pasó a ser la sede
del Casal Donya Dorotea, entidad que puso los locales
al servicio de la Obra de los Ejercicios Parroquiales, im-
pulsada principalmente por el Padre Vallet (+ 1947).
Pero los problemas internos de esta organización origi-
naron una situación insostenible para el Casal. En 1935,
el edificio acogió el Hotel Granvía, que lo ocupó por
completo. Y así, hasta nuestros días.
A pesar de todas estas vicisitudes, la casa-palacio no
ha sufrido cambios importantes ni en las fachadas (de
una y otra parte) ni en su estructura interna.
Tanto por fuera como por dentro se distinguen bien
los cuatro niveles:
— El piso primero o principal estaba destinado pre-
ferentemente a la vida social de la familia. En torno a
las esbeltas columnas se hallan los espacios más nobles:
112

11.6 Page 106

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el salón de recepciones, la habitación de los dueños de
la casa, la capilla y el gran comedor, con cocina y des-
pensa. Se accede por un amplio vestíbulo y la escalera
principal. El mismo vestíbulo permitía la entrada de los
coches de caballerías al patio interior, que tal vez estaba
cubierto —como lo está hoy— por una elegante terra-
za. En la actualidad, esta planta se presenta muy bien
dispuesta en todos sus elementos, que evocan admira-
blemente el ambiente ochocentista del palacio. Su em-
paque aristocrático contrasta con la sobriedad de la fa-
chada exterior del edificio.
— El segundo piso se reservaba a la vida privada de
la familia, que era muy numerosa. La habitación que hoy
está señalada con el número 105 sería, probablemente,
el comedor o la sala de estar de los niños.
— El tercero servía de alojamiento para la servidum-
bre, también muy considerable.
— El cuarto se usaba como trastero, almacén o zona
destinada a los quehaceres domésticos.
El significado salesiano de esta casa es doble.
1 ? En relación con la Venerable doña Dorotea
Aquí vivió durante sus últimos dieciocho años, des-
de 1873 hasta 1891. Entre estas paredes se realizó como
madre de familia y Cooperadora Salesiana. Según se ha
indicado, en el piso principal todavía son perfectamen-
te reconocibles las habitaciones del matrimonio Serra-
Chopitea. Junto a la puerta, se hallaba la sala de estar
con el escritorio y, desde las columnas hasta el fondo,
seguía la alcoba, con paso a la terraza, al tocador y al
cuarto de baño. La sala, ahora como entonces, tiene for-
ma rectangular.
113

11.7 Page 107

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De acuerdo con lo que se ha dicho antes (ver pági-
na 28), cabe deducir que la carta que, con fecha 20 de
septiembre de 1882, escribió doña Dorotea a Don Bosco
pidiendo una fundación salesiana para Barcelona, salió
precisamente de aquí. Y, en esta habitación, falleció cris-
tianamente la señora, el 3 de abril de 1891. Como se ve,
para la Familia Salesiana se trata de un lugar santo. Lo
fue sin duda también para los ejercitantes de la Obra
citada que, en julio de 1930, lo habilitaron para capilla.
Hoy día, recibe el nombre de «salón verde» por el color
del tapete que cubre la mesa central y, dada su ampli-
tud, se usa para reuniones.
2? En relación con San Juan Bosco y los Salesianos
El Fundador acudió a esta casa en tres ocasiones. La
primera, el día 8 de abril, para descansar después del lar-
go viaje desde Marsella (ver pág. 85). La segunda, el 30
del mismo mes, para comer y prepararse para la confe-
rencia salesiana en la iglesia de Belén. La tercera, el 5
de mayo, víspera de su regreso a Italia, para decir Misa
y participar en la comida familiar de despedida.
En la actualidad, el visitante puede tener la satisfac-
ción de ver los ambientes concretos que Don Bosco com-
partió con la familia Serra: el vestíbulo, la escalera, la
galería, el salón de recepciones que da a la terraza, la
capilla —hoy, convertida en habitación 118 del hotel—
y el amplio comedor.
Mientras vivió la señora, los salesianos de Sarria
tuvieron siempre en este palacio algo de su propia casa.
La frecuentaron, sobre todo, los dos primeros directo-
res, don Juan Branda y el Siervo de Dios don Felipe Ri-
naldi, los cuales, con toda sencillez y gratitud, daban a
doña Dorotea el nombre de madre.
114

11.8 Page 108

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Casa de doña Dorotea Chopitea de Serra

11.9 Page 109

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EN LES CORTS
El antiguo municipio de les Corts de Sarria se halla-
ba situado en el llano de Barcelona, al noroeste de la
Ciudad. Limitaba al norte con el de Sarria; al sur, con
los de Sants y Barcelona; al este, con los de San Gerva-
sio y Gracia, y, al oeste, con el de Hospitalet. Varias rieras
o ramblas, descendientes de la sierra de Collserola, atra-
vesaban el territorio en sentido perpendicular. Las de Ma-
gória y Blanca eran las más importantes. El núcleo cen-
tral de Les Corts se encontraba entre ambas.
En 1858, el término municipal abarcaba cuatro dis-
tritos: Les Corts Velles, junto a la calle de Les Corts;
Les Corts Noves, en torno a la Plaza de la Concordia;
el Camp de la Creu (de Magória), alrededor de la Plaza
del Carmen, y Can Batlló, cerca de la fábrica de este
nombre (cerrada en 1895; en 1908, fue sede de la llama-
da Universidad Industrial de Barcelona). Urbanística-
mente, este último distrito entró de lleno en el Plan Cer-
da del Ensanche barcelonés.
En su conjunto, a pesar de algunas iniciativas en el
sector manufacturero, el municipio quedó al margen del
proceso de la primera industrialización y conservó su
condición rural. Esto y la fama de disfrutar de un buen
clima contribuyeron a que surgieran allí varios centros
asistenciales, tales como el Hospital de San Juan de Dios
(1867), el Instituto Frenopático (1870), el Sanatorio Ma-
yor de Sacerdotes Jubilados (1877), la Casa Provincial
de Maternidad y Expósitos (1885), el Asilo de San Ra-
fael para niñas (1888), el Colegio del Padre Mañanet
(1893). Estas instituciones todavía siguen funcionando,
aunque algunas han cambiado de ubicación durante los
últimos años.
116

11.10 Page 110

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En 1897, el municipio de Les Corts quedó agregado
al de Barcelona. Pero una verdadera integración social
y urbanística no se llevó a cabo hasta el segundo dece-
nio del siglo XX.
Hospital del Sagrado Corazón
Calle Viladomat, n? 288. Calle París, n? 83-87
Parroquia de San Eugenio I Papa
Calle Conde Borrell, n? 303
Este hospital lo fundó un grupo de señoras en 1879.
Pero hubiera tenido una vida muy efímera de no poner-
se en manos de doña Dorotea, cuyo consejo y ayuda eco-
nómica solicitaron las fundadoras. Cuando aquélla se
cercioró de que uno de los objetivos del hospital pro-
yectado consistía en atender a los enfermos pobres, hizo
suya la causa de la institución.
En 1883, estaba levantado el edificio: el ala derecha
(lado calle Londres) para las mujeres; la izquierda (lado
calle Conde Borrell) para los hombres. En su conjunto,
era bello y funcional. A los dos años, 1885, se erigió la
iglesia: no de grandes proporciones, pero bonita y
acogedora. Entrando por la puerta central, todavía se
lee en la pared de la derecha esta inscripción en mármol
blanco: La Excma. señora doña Dorotea de Chopitea
y Villota dedica esta iglesia a la Santísima Virgen nues-
tra Señora en memoria y sufragio de su difunto esposo,
elExcmo. señor don José María Serray Muñoz, a cuya
caridad se debe principalmente el hospital aquí estable-
cido. ¡Rogad por él!
Hospital e iglesia se hallan en lo que era el antiguo
distrito de Can Batlló, entre las calles París, Viladomat,
117

12 Pages 111-120

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12.1 Page 111

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Londres y Conde Borrell. La fachada de la capilla es pa-
ralela a la inmediata Avenida de Sarria.
En un comienzo, la institución se conoció con el nom-
bre de Hospital de Nuestra Señora del Sagrado Cora-
zón y allí la Venerable doña Dorotea ejerció su caridad
y su piedad en grado heroico.
Don Bosco visitó este lugar en la tarde del 4 de mayo
de 1886.
Afortunadamente, la obra no sufrió daños en la gue-
rra de 1936. Once años más tarde (1947), la iglesia se con-
virtió en parroquia y fue ampliada. Está dedicada a San
Eugenio I Papa. El hospital pasó a la gerencia de la Caja
de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, en 1944.
Se derribó el antiguo edificio para reconstruirlo total-
mente, en conformidad a las exigencias sanitarias de hoy.
La operación culminó en 1976. Desde 1980, es propie-
dad de la entidad mutualista Quinta de Salud La Alianza.
Colegio de Nuestra Señora de Loreto
Las Religiosas de Nuestra Señora de Loreto o de la
Inmaculada Concepción, llamadas familiarmente Damas
de Loreto, fueron fundadas en Burdeos, en 1820, por el
sacerdote Pedro Bienvenido Noailles —cuyo proceso de
beatificación hoy está introducido—. Llegaron a Bar-
celona en otoño del 1845 y se establecieron en la anti-
gua Plaza de Santa Ana; y, pocos años después, se tras-
ladaron a la Plaza Cucurulla (Palacio de los Duques de
Medinaceli, 1851). Su obra, destinada a la educación de
las jóvenes, fue adquiriendo un prestigio creciente.
Pronto tuvieron necesidad de un sitio más espacioso
y adecuado. Lo encontraron en el término municipal de
118

12.2 Page 112

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Les Corts, en el distrito ya mencionado del Camp de la
Creu (de Magória).
Se trataba de una granja que había pertenecido a los
Agustinos Calzados. Era grande y hermosa, rodeada de
naranjos; desde allí se podía ver la silueta de la monta-
ña de Montju'ic. En ella se levantaba la llamada «torre
de los Agustinos». Aquí fijaron su residencia, en 1862,
las Damas de Loreto y sus alumnas internas. Si pudie-
ron dar este paso fue debido a la ayuda que, entre otras,
prestaron dos distinguidas familias de Sarria y que, años
después, protegerían también a los Salesianos: las de
Fontcuberta y Girona.
El Colegio de Loreto de Les Corts cobró gran vitali-
dad, que sólo se vio frenada en el período revoluciona-
rio de los años 1868-1874. Una vez superado éste, se pudo
construir, junto a la antigua torre, un pabellón de nue-
va planta para que fuera sede definitiva de la residencia
de las religiosas y del internado. El día 14 de septiembre
de 1879, lo bendecía el obispo Urquinaona. Después de
esta inauguración, en la casa vieja de los Agustinos se
instalaron la Escuela Gratuita y la Escuela Dominical,
que, a su modo, ya funcionaban desde los primeros años.
Así era la institución que visitó San Juan Bosco la
tarde del día 21 de abril de 1886. Según anota el cronis-
ta, fue allí para «dar una bendición especial a la supe-
riora, que estaba enferma de muerte». La obra estaba
situada en el espacio que delimitan hoy en día la Aveni-
da de Sarria, la Travesera de Les Corts, la calle Morales,
la Plaza del Carmen y la calle Infanta Carlota Joaquina.
Este colegio, uno de los más sobresalientes en el con-
junto de los centros educativos de la Iglesia, fue incen-
diado durante la Semana Trágica (julio-agosto 1909) y,
una vez reconstruido, llegó a tener unos años de verda-
119

12.3 Page 113

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dero esplendor. Pero, en cambio, ya no pudo resistir el
embate de la guerra civil (1936-1939). Totalmente saquea-
do y destruido, tras aquellos acontecimientos no fue po-
sible su rehabilitación. En nuestros días, no queda nada
del antiguo establecimiento. Tan sólo la actual calle de
Loreto recuerda una historia vivida en aquel lugar.
Ambos puntos —el del hospital y el del colegio— se
encuentran muy cerquita y, por estar prácticamente en
el camino de Sarria a Barcelona, quedaban muy al al-
cance de Don Bosco, el cual, al desplazarse a la capital,
tenía que pasar por estos parajes.
EN HORTA
Situado al norte de la ciudad de Barcelona, el anti-
guo municipio de San Juan de Horta —que tenía su ori-
gen en el de Sant Genis deis Agudells— se asentaba so-
bre un terreno muy accidentado, entre colinas y
altiplanicies, valles y torrentes, a los pies de la sierra de
Collserola. La rambla más importante es la denomina-
da Riera de Horta que, después de recoger las aguas de
otras varias, desciende por el valle del mismo nombre
hasta las tierras de San Andrés de Palomar.
Esta abundancia de agua hizo que una de las activi-
dades típicas de los hortenses fuera la referente a la la-
vandería, con todas sus prestaciones anejas. Aquí se lim-
piaba y se repasaba la ropa de muchas familias residentes
en la capital.
Población muy dispersa
El término municipal de Horta era muy extenso. A
lo largo del siglo pasado, la población se fue concen-
120

12.4 Page 114

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trando en torno a la actual Plaza Ibiza, donde se formó
el conjunto urbano más importante. Pero, en los al-
rededores, existía una serie de pequeños núcleos de vi-
viendas, tales como Sant Genis, la Clota, la Font d'En
Fargues, el Carmelo, la Teixonera, el Coll, Vallcarca,
Penitentes, Montbau. Y junto a la población que se agru-
paba en ellos, se daba la que residía en las masías dis-
persas por la zona, entre campos y viñedos. La mayoría
de ellas eran casas de payeses que se dedicaban a explo-
taciones agropecuarias. Algunas, sin embargo, eran ver-
daderas torres de lujo, como la de los Marqueses de
Alfarrás, célebre por sus jardines del laberinto, situados
hoy junto al Velódromo del Valle de Hebrón y abiertos
al público desde 1971. La denominada Torre de la Granja
Vieja fue evolucionando desde unas formas prevalente-
mente rurales a otras propias de una elegante mansión
de recreo.
Y es que, a lo largo de los años, lo mismo que Sarria
y San Gervasio, también Horta fue considerado social-
mente como una zona pacífica y sana, que interesó a los
veraneantes de la clase media. Esto explica, entre otras
cosas, el que el antiguo término municipal de Horta se
haya ido llenando de notables instituciones asistencia-
les, sanitarias, de enseñanza y deportivas.
El municipio hortense quedó anexionado al de Bar-
celona en 1904.
Tanto ayer como hoy, ambas poblaciones se comuni-
can principalmente por dos ejes: por abajo, el Paseo
Maragall y, por arriba, el del Valle Hebrón.
Una mañana primaveral de mayo de 1886, apareció
por allí un coche de caballos en el que viajaba Don Bos-
co. Iba a hacer una visita a la mencionada Torre de la
Granja Vieja, que entonces era propiedad de don Luis
121

12.5 Page 115

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Martí-Codolar y de su esposa doña Consuelo Pascual
de Bofarull.
La familia y la finca Martí-Codolar
Esta familia entroncaba con la de Serra por el enlace
de don Narciso Pascual, hermano de la señora, con doña
Jesusa Serra, hija del matrimonio Serra-Chopitea. Y el
parentesco se incrementó al casarse don Sebastián Pas-
cual, otro hermano de doña Consuelo, con doña Isidra
Pons Serra, nieta de don José María Serra y de doña Do-
rotea Chopitea.
Por esto se explica la presencia de Don Bosco en casa
de los Martí-Codolar. Don Miguel Rúa y don Carlos Ma-
ría Viglietti ya la habían visitado unos días antes (27 de
abril). Ahora le tocaba el turno al mismo Don Bosco.
Era el 3 de mayo. Hacia el final de la mañana, a eso
de las once, don Luis estaba en Sarria aguardando a Don
Bosco. Éste y sus acompañantes subieron al coche.
El camino que recorrieron fue probablemente el si-
guiente: remontaron la calle Mayor de Sarria hasta la
plaza y, tomando sucesivamente los actuales paseos de
La Bonanova y de San Gervasio, salieron al Valle He-
brón. Al llegar frente a lo que hoy es la Ciudad Sanita-
ria de la Seguridad Social, enfilaron, a la derecha, un
camino particular, denominado «de los olivos», el cual,
aunque en pésimo estado de conservación, todavía es
practicable. «Desde lejos —escribe el joven cronista,
enfático y emocionado—, veíamos las banderas que se
habían izado sobre las torres del castillo».
Girando sobre el recodo donde tiene su origen uno
de los torrentes de la citada Riera de Horta, se hallaron
ante la puerta enrejada que daba acceso a la finca.
122

12.6 Page 116

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Los anfitriones habían preparado una hermosa fies-
ta de familia en obsequio del visitante. Y de ella iban
a disfrutar los muchachos de los Talleres Salesianos de
Sarria que, al objeto de pasar un día de campo en com-
pañía de Don Bosco, también habían sido invitados.
La finca propiamente dicha se componía, dentro de
una concepción unitaria, de dos elementos diferentes:
los jardines, con el bosque y los estanques, y la colec-
ción de animales exóticos.
Los primeros, construidos sobre antiguos huertos,
eran de trazado geométrico y de gusto neoclásico. Apar-
que zoológico, tanto por el número como por la varie-
dad y rareza de los ejemplares, era el único importante
en Barcelona y alrededores. Miembros de la Asociación
de Excursionistas Catalanes lo habían visitado en 1884
y habían dejado escrito en el acta: «Es verdaderamente
admirable» (acta correspondiente al día 6 de julio).
Todos los que se acercaban a la finca ponderaban la
limpieza, el orden, el buen gusto y el cariño con que se
veían cuidados los más nimios detalles. Era todo un es-
tilo, reflejo de la magnificencia y de la esplendidez del
señor Martí-Codolar, digno sucesor de sus antepasados.
Un hombre austero y exigente consigo mismo, incapaz
de gastar cinco céntimos en una cafetería y, sin embar-
go, sabiamente espléndido en las cosas de su hogar.
Cuando llegó Don Bosco, la quinta Martí-Codolar
se vestía con sus mejores galas primaverales. Una vez
más, el secretario quedó deslumbrado: «Es la más rica
y más hermosa de todas las que hemos visto» (Crónica,
27 de abril).
En cuanto a la torre-vivienda, aún no se había cons-
truido el palacete modernista, cuya fachada principal
puede admirarse hoy día. Estaba en pie la casa antigua,
123

12.7 Page 117

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de estilo más bien neoclásico, con mezcla de elementos
de arquitectura rural catalana.
La remodelación se llevó a cabo durante los años 1889
y 1890. La vieja masía se transformó en una mansión
del más puro Art Nouveau. Dentro de los cánones esté-
ticos del revivalismo finisecular, la piedra, el ladrillo, la
madera exótica, el vidrio policromado, el azulejo, los
relieves simbólicos y los motivos decorativos vegetales,
las verjas y los herrajes se combinan en la producción
de una obra original y de gran belleza, ciertamente, pero
de difícil clasificación. Tal vez, el calificativo ecléctico
sea el más adecuado para describirla en su conjunto. En
ella se expresa ese impulso artístico del modernismo bar-
celonés, que, ante todo, se proponía impactar al obser-
vador, demostrándole el poderío económico de una bur-
guesía en alza.
(Además de la fachada —lado Este—, de estilo
renacentista, con tendencias barrocas, queda todavía,
bastante bien conservada, la sala de la chimenea monu-
mental [1890], una de las primeras obras del arquitecto-
decorador Antonio María Gallissá y Soqué [1861-1903],
discípulo de Elias Rogent y colaborador de Luis Domé-
nech y Montaner).
A pesar de todo, el auge económico del señor Martí-
Codolar no duró mucho. A los pocos años, y por razo-
nes no siempre claras para nosotros, el mundo de sus
negocios —comercio y finanzas— se vino abajo. En 1892,
se vio obligado a ceder la colección de animales al Ayun-
tamiento de Barcelona, el cual pudo iniciar así el par-
que zoológico, que hoy día constituye uno de los atrac-
tivos más simpáticos de la Ciudad.
La vida económica de los Martí-Codolar entró en
reactivación plena gracias a la firmeza y generosidad de
124

12.8 Page 118

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Torre Granja Vieja (Martí-Codolar)

12.9 Page 119

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doña Consuelo y al trabajo —escrupulosamente hones-
to— de don Luis. Cuando, a comienzos de siglo, éste
pudo actuar en la empresa telefónica de Barcelona, la
prosperidad volvió a sonreír sobre la familia y la finca
de Martí-Codolar.
Una visita memorable
Tan pronto como llegó, Don Bosco se vio rodeado
de la admiración y afecto de los presentes e inmerso en
esa alegría contagiosa que trae consigo la fiesta campes-
tre. Hubo saludos, aplausos y música selecta. Después
vino la comida: la gente joven —los huérfanos de los
Talleres y los señoritos de la familia— se fueron a un
jardín cercano a la casa, donde estaban dispuestas las
mesas; los mayores subieron al comedor, situado en la
planta noble. Entre unos y otros serían cerca de cien
comensales. Durante la comida, anticiparon a Don Bosco
la noticia de que iban a regalarle un terreno en la cima
del Tibidabo, «a fin de perpetuar el recuerdo de su ve-
nida a España», según anota el cronista (3 de mayo).
Acabada la comida, el huésped se retiró a descansar.
Después, concedió varias audiencias. Los últimos en en-
trar en la habitación fueron los señores. No es posible
saber de qué hablaron. Lo cierto es que don Luis y doña
Consuelo quedaron convencidos de la santidad del Fun-
dador de los Salesianos y el primero prometió su ayuda
para ampliar la obra salesiana en Sarria (ver pág. 93).
La causa de los pobres y de los trabajadores nunca estuvo
ausente de la conciencia cristiana del señor Martí-
Codolar, empeñado, por otra parte, en crear riqueza y
hacer grande a Cataluña.
126

12.10 Page 120

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Una fotografía para la historia
A las cuatro de la tarde, bajó Don Bosco al patio de
la fachada, donde le esperaban todos. El fotógrafo de
la casa —Joaquín Pascual Martí-Codolar, llamado fa-
miliarmente Kimm— dispuso el grupo junto a un joven
cedro cercano. Y obtuvo una de las mejores fotografías
—quizá la mejor— que se conservan de Don Bosco.
Kimm no era más que un aficionado, pero empleaba bue-
nos materiales. Tuvo, además, en aquel momento, ese
algo que se necesita en cualquier producción artística:
inspiración y suerte. De golpe, quedó una fotografía para
la historia. Se puede decir que ha dado la vuelta al mun-
do. Afortunadamente, los Salesianos conservan todavía
la placa fotográfica, que hace cien años captó una esce-
na deliciosa.
Don Bosco, sereno y relajado, con la sonrisa en los
labios y la luz en los ojos cansados, está tal como se le
vio siempre en sus días barceloneses: rodeado de gente
—de niños y mayores, ricos y pobres, hombres y muje-
res, Salesianos y Cooperadores— y nimbado de una co-
rona de santidad. El que se sienta a su derecha es Fray
Cándido Albalat Puigcerver, valenciano (nacido en Já-
tiva), entonces Abad del Monasterio de Santa-María del
Desierto, de la Orden Cisterciense y Congregación de la
Gran-Trapa, en el arzobispado de Toulouse (Francia) e
insigne restaurador de dicha Orden en España (+ 1915).
Detrás de él se ve el rostro de la Venerable doña Doro-
tea Chopitea de Serra. El que, detrás de Don Bosco, se
inclina hacia él como para decirle algo es el Beato Mi-
guel Rúa, su primer sucesor. Entre éste y don Carlos Ma-
ría Viglietti se encuentra Dom Marie-André Malet, se-
cretario, en aquel momento, de Fray Cándido y sucesor
127

13 Pages 121-130

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13.1 Page 121

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13.2 Page 122

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San Juan Bosco,
fotografiado en la finca de Martí-Codolar.
Barcelona-Horta, 3 de mayo de 1886.

13.3 Page 123

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Identificación de ¡as personas de la fotografía
1. Sebastián Martí-Codolar y Pascual. Hijo de
Luis y Consuelo. Hermano de Soledad, Consue-
lo y Luis. Su padre lo preparó para que se hiciera
cargo de la finca y de la explotación de la Granja
Vieja. Cooperador Salesiano. Murió en 1947.
2. Sebastián Pascual y Serra. Hijo de Narciso
y Jesusa, hermano de José María. Casado con
Rosario Alomar. Cooperador Salesiano.
3. Gustavo de Gispert y Serra. Abogado. Hijo
de Gustavo e Isabel, nieto de José María Serra
y Dorotea Chopitea. Casado con María Luisa Jor-
dá. Cooperador Salesiano.
4 Luis Martí-Codolar y Gelabert. Comercian-
te y financiero. Presidente del Consejo de Admi-
nistración de la Sociedad General de Teléfonos
y de las Compañías Peninsular y Madrileña de
Teléfonos. Cónsul General de la República de El
Salvador. Gran Cruz del Mérito Agrícola (1911).
Jefe de la familia que lleva su nombre. Casado
con Consuelo Pascual de Bofarull ( + 1924) y cu-
ñado de Manuel, Narciso, Osear, Policarpo,
Sebastián y Guadalupe Pascual de Bofarull.
Recibió a Don Bosco en su finca de Horta-
Barcelona el 3 de mayo de 1886. Cooperador
Salesiano. Murió en 1915.
5. Policarpo Pascual de Bofarull. Ingeniero. Her-
mano de Consuelo y cuñado de Luis Martí-
Codolar. Casado, en primeras nupcias, con Ma-
ría Adelaida de Compte y Ódena ( + 1882) y, en
segundas nupcias, con Mercedes de Fontcuber-
ta y de Sentmenat. Presidente de la Junta de Coo-
peradores Salesianos de Barcelona. Durante mu-
chos años fue el soporte más firme y activo del
Patronato del Obrero. Perteneció a la Junta
Diocesana del Fomento de Escuelas Católicas.
Murió en 1935.
6. Luis Martí-Codolar y Pascual. Hijo de Luis y
Consuelo. Hermano de Soledad, Consuelo y
Sebastián. Casado con Victoria («Victoire») Bas-
ter y Robert. Continuador de los negocios de su
padre. Cooperador Salesiano. Murió en 1921.
7. Dorotea Chopitea de Serra. Casada con el
banquero y financiero José María Serra y Muñoz.
Fundó o protegió una treintena de obras de be-
neficencia. Entre las fundadas por ella, se encuen-
tran, en Sarria, los Talleres Salesianos (1884) y
el Colegio de Santa Dorotea, de las Hijas de María
Auxiliadora (1887), y, en Barcelona, el Colegio
Salesiano de San José de la calle Rocafort (1890).
Murió en 1891. Declarada Venerable en 1983.
8. José María Pascual y Serra. Hijo de Narci-
so y Jesusa. Hermano de Sebastián. Casado con
J. Trenor. Cooperador Salesiano.
9. No identificado.
10. Giacomo Gherna Giustatti. Antiguo Alum-
no de Don Bosco en el Oratorio Salesiano de
Turín-Valdocco.
11. Narciso María Pascual de Bofarull. Aboga-
do. Hermano de Consuelo y cuñado de Luis Martí-
Codolar. Casado con Jesusa Serra y Chopitea
( + 1914). Yerno de Dorotea, a la cual asesoró y
ayudó constantemente en sus obras de benefi-
cencia social. Organizador en Barcelona de la
Unión de Cooperadores Salesianos y primer Pre-

13.4 Page 124

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sidente de la misma. Intervino en el IV Congre-
so Católico Español, celebrado en Tarragona
(1894), con la ponencia La cuestión social y la
Congregación Salesiana. Presidente del Patronato
del Obrero (entidad diocesana). Murió en 1902.
12. Marie-André Malet. Secretario particular de
Fray Cándido Albalat y Puigcerver, cisterciense
y sucesor suyo en la Abadía de Santa María del
Desierto (Toulouse) desde 1911. Murió en 1936.
13. Carlos María Viglietti Barattini. Piamontés,
nacido en Susa (prov. de Turín) en 1864. Profe-
só en la Sociedad Salesiana en 1883. Secretario
particular de Don Bosco en el cuatrienio 1884-
1888. Cronista del viaje del Santo a Barcelona
en 1886. Se ordenó de sacerdote en diciembre
de este año. Escritor. Murió en 1915.
14. Carlos de Lianza y de Carballo. Hermano
de Soledad y cuñado de Manuel María Pascual
de Bofarull.
15. Juan Bautista Branda Carozzo. Piamontés,
nacido en Nizza Monferrato (provincia de Ales-
sandria) en 1842. Profesó en la Sociedad Sale-
siana en 1869. Ordenado sacerdote en el año
1873. Primer superior de la primera fundación
salesiana en España (Utrera, 1881-1884) y supe-
rior-fundador de los Talleres Salesianos de
Barcelona-Sarriá (1884-1889). Estuvo en Barce-
lona en julio de 1922 y públicamente dio testi-
monio del hecho de la bilocación de Don Bosco
(Sarria, febrero de 1886) y de la intervención de
la Virgen Santísima para establecer en Sarria a
las Hijas de María Auxiliadora (1886-1887). Mu-
rió en 1927.
16. Mercedes Pascual y Martí-Codolar. Hija de
Hilario y Joaquina* Sobrina de Luis Martí-Codolar
y prima hermana de Soledad, Consuelo, Luis y
Sebastián. Hermana de Joaquín (Kimm) que
obtuvo esta fotografía. Casada con José Estan-
yol (catedrático de la Universidad de Barcelona).
Cooperadora Salesiana. Murió en 1892.
17. No identificado.
18. Manuel María Pascual de Bofarull. Aboga-
do de la familia Martí-Codolar. Primer Marqués
de Pascual (Título Pontificio, 1905). Hermano de
Consuelo y cuñado de Luis Martí-Codolar. Casa-
do con Soledad de Lianza y de Carballo (+1892).
Promotor del proyecto de ofrendar a Don Bosco
la propiedad de la cumbre del Tibidabo, para le-
vantar un templo al Sagrado Corazón de Jesús.
Segundo Presidente de la Unión de Cooperado-
res de Barcelona. Presidió también la Asociación
de Católicos de Barcelona. Murió en 1911.
19. Soledad Martí-Codolar y Pascual. Hija de
Luis y Consuelo. Casada con Gabriel Colom Fe-
rrer (propietario y corredor de bolsa). Coopera-
dora Salesiana. Murió en 1924.
20. Sebastián Pascual de Bofarull. Propietario.
Hermano de Consuelo y cuñado de Luis Martí-
Codolar. Casado con Isidra Pons y Serra, nieta
de José María Serra y Dorotea Chopitea. Coope-
rador Salesiano. Murió en 1913.
21. Rómulo Miquel y Sagas. Abogado de la fa-
milia Martí-Codolar. Casado con Guadalupe Pas-
cual de Bofarull y cuñado de Consuelo Pascual
de Bofarull y Luis Martí-Codolar.
22. Osear Pascual de Bofarull. Banquero. Her-
mano de Consuelo y cuñado de Luis Martí-
Codolar. Casado con Antonia Puig y Benítez (cu-
bana). Ambos esposos fueron Cooperadores Sa-
lesianos. Ella murió en 1895 y él, en 1904.
23. Consuelo Martí-Codolar y Pascual. Hija de
Luis y Consuelo. Hermana de Soledad, Luis y
Sebastián (que aparecen en la fotografía) y de
Javier y Ángeles (que no están). Cooperadora
Salesiana. Murió en 1917.
24. Niño de la familia.
25. Soledad Pascual y de Lianza. Hija de Ma-
nuel María y Soledad, nacida en 1877. Recibió
la primera comunión de manos de Don Bosco, el
domingo de Pascua, 25 de abril de 1886, en la
capilla de los Talleres Salesianos de Sarria. En
1895, su padre y ella fueron padrinos de prime-
ra Misa del salesiano José Calasanz y Marqués
que, en 1886, era alumno carpintero de los men-
cionados Talleres y después llegó a ser Inspector-
Provincial en Perú y Bolivia, y, desde 1925 a 1936,
en España (Antigua Inspectoría Tarraconense).
María Soledad heredó de su padre el título nobi-
liario como Segunda Marquesa de Pascual. Casó
con Ramón de Bofill, conocido como «Segundo
Marqués de Pascual», que fue Presidente de los
Cooperadores Salesianos de Barcelona (+1931).
26. Don Bosco. Fundador de la Familia Salesia-
na (1815-1888). Canonizado en 1934.
27. Miguel Rúa Perrero. Piamontés, nacido en
Turín en 1837. Vicario de Don Bosco y primer
sucesor suyo al frente de la Familia Salesiana.
Murió en 1910. Beatificado en 1972.
28. Cándido Albalat y Puigcerver. Abad del
Monasterio de Santa María del Desierto, de la
Orden del Císter y Congregación de la Gran-Trapa,
en el Arzobispado de Toulouse (Francia), y Res-
taurador en España, desde 1883, de la Orden Cis-
terciense de la Estricta Observancia o Trapense.
Murió en 1915.
29-39. Muchachos de los Talleres Salesianos
de Sarria.
• En el grupo falta Joaquín Pascual y Martí-
Codolar. Hijo de Hilario y Joaquina, hermano de
Mercedes, sobrino y secretario particular de Luis
Martí-Codolar. Aficionado a la fotografía. El día
3 de mayo de 1886, en la Granja Vieja —que en-
tonces pertenecía conjuntamente a su madre y
a su t í o — obtuvo la presente fotografía. Murió
en 1905.

13.5 Page 125

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suyo después (+ 1936). Indudablemente, los orígenes de
la obra salesiana en Barcelona rezuman santidad por to-
das partes. Todo fue cosa de santos.
A continuación, Don Bosco quiso visitar la finca. An-
daba con dificultad. El breve paseo lo efectuó sostenido
por don Luis y por el secretario Viglietti, y acompaña-
do por los familiares y muchachos. Así pudo contem-
plar y apreciar la belleza de los jardines y el exotismo
del parque zoológico.
Con ello dio por terminada la visita. Había que vol-
ver a Sarria, donde le esperaban las gentes, impacientes
por su ausencia. Serían las seis de la tarde cuando aban-
donó la Granja Vieja.
Los recuerdos
Apenas es posible reconstruir hoy con la imaginación
lo que serían las diversas dependencias en la antigua casa
que vio Don Bosco. De todos modos, la reforma de los
años 1889 y 1890 no destruyó los ámbitos sino, más bien,
los dignificó embelleciéndolos. Así, por ejemplo, el apo-
sento que ahora se muestra como «cuarto de Don Bos-
co» —en el cual reposó éste después de la comida y don-
de concedió algunas audiencias —indica el espacio donde
el hecho ocurrió. Y lo mismo se ha de decir del hall
de entrada, la escalera principal, el comedor, el gran
salón.
En cambio, en la finca hay, al menos, tres puntos se-
guros de referencia. Primero, el tramo que va desde el
portón de hierro de la entrada hasta la fachada de la casa.
Segundo, el sitio donde se obtuvo la mencionada foto-
grafía (aunque enfermo y viejo, ahí está todavía de pie
el cedro —el gran árbol— que en la foto sirvió como
132

13.6 Page 126

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telón de fondo). Tercero, el túnel llamado hoy «de las
moreras» —que en 1886 era un camino sombreado lige-
ramente por acacias— y el paseo denominado «de las
palmeras». Por ellos transitó Don Bosco para adentrar-
se en la finca y contemplar la colección de animales, cu-
yas instalaciones se hallaban precisamente a lo largo del
paseo central que aún existe.
Fuera del recinto tapiado, se encuentra el citado ca-
mino «de los olivos», por donde entró y salió el coche
de caballos que llevaba a Don Bosco y a sus acompa-
ñantes.
La casa salesiana
Calle Torelló, n? 8
Tan pronto como se ausentó Don Bosco, el señor
Martí-Codolar tuvo la idea de que en su finca de Horta
quedara constancia de aquella jornada. Se dio prisa en
preparar y levantar un dolmen conmemorativo en el que
se lee: El Reverendísimo Don Juan Bosco, insigne fun-
dador de los Talleres Satéstanos, acompañado de los
huérfanos acogidos en el Oratorio de Sarria, honró con
su presencia y bendijo esta casa el día 3 de mayo de 1886.
Para perpetuar el recuerdo de tan grata visita se levantó
este monumento.
Las piedras se hallaban colocadas en su sitio —el que
ocupan actualmente— ya en 1886 ó, tal vez, en 1887. El
texto de la inscripción está redactado con una termino-
logía que corresponde a los primeros tiempos de la pre-
sencia salesiana en Barcelona.
Don Luis quiso hacer, además, otro gesto lleno de
significado: en el otoño de 1887, viajó con toda su fa-
milia a Turín, para devolver la visita a Don Bosco en su
133

13.7 Page 127

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propia casa. Durante los primeros quince días de octu-
bre, pudieron disfrutar de la compañía y de la intimi-
dad del santo Fundador. Éste, por su parte, pudo co-
rresponder, de alguna manera, a la hospitalidad y a la
ayuda que le habían prestado. «Parece cosa extraña —
dejó escrito el secretario cronista—, pero creo que no
exagero al decir que en ningún lugar hemos encontrado
tanto afecto y tanta veneración por Don Bosco como en
esta familia. Era el propio Don Bosco quien lo decía hoy»
(3 de mayo de 1886).
La desaparición definitiva de éste, el 31 de enero de
1888, no fue motivo de distanciamiento en las relacio-
nes del señor Martí-Codolar con los Salesianos. Los la-
zos de la amistad se mantuvieron firmes. Y los hijos he-
redaron de los padres el amor a Don Bosco y el sentido
de la cooperación salesiana.
Pasaron los años y se superó el vendaval de la guerra
civil (1936-1939).
Entonces, don Javier y doña Ángeles Martí-Codolar
entendieron que el mejor destino que podían dar a la
casa paterna era ofrecerla a la Congregación Salesiana,
para que ésta pudiera desarrollar en la misma los obje-
tivos propios de su misión. Los hijos de Don Bosco se
establecieron allí en 1949. Una lápida de mármol blan-
co, que se encuentra colocada en el vestíbulo de la casa,
recuerda el hecho: Los beneméritos señores doña Ánge-
les y don Javier Martí-Codolar y Pascual, en memoria
de sus cristianísimos padres, don Luis y doña Consuelo,
fundaron este seminario salesiano como monumento per-
petuo de la visita de San Juan Bosco a esta casa (1886).
Los Salesianos, agradecidos —1952—.
Desde entonces, Martí-Codolar es una casa salesia-
na con múltiples actividades.
134

13.8 Page 128

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Templo del Sagrado Corazón de Jesús, Tibidabo

13.9 Page 129

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En este año de 1986, celebra con gozo y esperanza
el centenario de una sencilla historia que está en la raíz
de su vida: la visita de San Juan Bosco a la familia y
finca Martí-Codolar.
El visitante que hoy acude allí (calle Torelió, n? 8)
puede contemplar diversos recuerdos de la efemérides,
tanto en la finca como en la antigua torre, en la cual
se ha instalado una exposición permanente.
EN EL TIBIDABO
El Tibidabo es el punto culminante de la sierra de
Collserola. Se alza entre dos depresiones de la cadena
montañosa: la de Vallvidrera (al oeste) y la de Serola (al
este). Antiguamente se llamaba Pie de ráliga (Pico del
águila). Tal vez fueron los monjes Jerónimos, estableci-
dos en sus estribaciones durante el siglo XIV, los que
le aplicaron el término bíblico-latino que luego se ha
divulgado (Tibi-dabo = Te daré). Desde entonces, la cum-
bre dio nombre al macizo que corona. Es un lugar pri-
vilegiado, magnífico mirador sobre la ciudad y el llano
de Barcelona, sobre el mar y las tierras del interior.
Administrativamente, pertenecía al municipio de San
Gervasio de Cassoles, hasta que, en 1897, éste quedó in-
tegrado en el de Barcelona.
Hoy, la montaña del Tibidabo es absolutamente bar-
celonesa. Tiene la categoría de todo un símbolo, por-
que, junto con la de Montjui'c, representa y evoca la vida
misma de la Ciudad Condal que, a sus pies, trabaja y
lucha, goza y espera.
136

13.10 Page 130

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La ermita
Don Bosco no subió nunca a este monte. Era impo-
sible. Le faltaba todo: tiempo, medios y fuerzas. Por
aquellos tiempos, únicamente los excursionistas llegaban
a la cumbre. Sólo en 1888, a raíz de la Exposición Uni-
versal de Barcelona, se construyó el tramo de carretera
que da acceso desde Vallvidrera. Y hasta 1900, la Com-
pañía Anónima Tibidabo —impulsada por aquel ade-
lantado de la industria farmacéutica que se llamó Sal-
vador Andreu— no comenzó a urbanizar aquella zona.
En 1901, se inauguró el funicular y, al año siguiente, el
Tranvía Azul (Tramvia Blau) circuló por vez primera a
lo largo de la actual Avenida Tibidabo. Trabajosa y sim-
páticamente, aún continúa haciendo este recorrido. Es
el único tranvía que queda en Barcelona, porque los de-
más desaparecieron antes de 1972.
Don Bosco, pues, se limitó a ver profóticamente aque-
lla cumbre. La vio coronada por un gran templo dedi-
cado al Corazón de Jesús. Y asignó a los Salesianos la
empresa de realizar aquel sueño.
Pero lo que no hizo él lo consiguió su sombra amiga,
doña Dorotea. Ella alcanzó la cumbre. No personal y
físicamente, pero sí en la realidad de las cosas. Su ini-
ciativa fue oportunísima; su gesto estuvo lleno de
sabiduría práctica. En efecto, decidió levantar a sus
expensas una ermita, precisamente en el punto más alto
de los terrenos que habían sido donados a Don Bosco
y que era también el más elevado de la cúspide de la
montaña.
Lo hizo, sin duda, con un doble objetivo. Primero,
para indicar a todos cuál iba a ser el futuro destino de
aquellas parcelas y, segundo, para demostrar que los Sa-
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14 Pages 131-140

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14.1 Page 131

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lesianos tomaban posesión real y efectiva de aquella pro-
piedad.
Unos veinte días tan sólo después de la partida de
Don Bosco a Italia, empezaban las obras. Los materia-
les se subieron a lomos de caballería, desde Sarria. Se
trabajó a lo largo del mes de junio, dedicado al Cora-
zón de Jesús. Y, el día 3 de julio, se bendecía la pequeña
ermita. Todavía está en pie, bien conservada y remoza-
da. El visitante puede tener la satisfacción de contem-
plarla si, desde la Plaza del Tibidabo, sube al Templo
actual por la escalera de la derecha. De pobres líneas gó-
ticas, con ocho metros de altura en la parte exterior, ape-
nas tiene sitio para el celebrante. Y, sin embargo, en su
pequenez y modestia, representa uno de los recuerdos
más impresionantes del paso de San Juan Bosco por la
Ciudad Condal y, más concretamente, de los hechos acae-
cidos en la Basílica de la Merced, el 5 de mayo de 1886
(ver págs. 104-105).
La semilla que crece
Esta ermita no era más que la semilla. A lo largo de
los años, ha ido creciendo poco a poco. E, incluso, mi-
lagrosamente. Porque sobre ella han soplado muchos
vientos contrarios, recios y persistentes. De hecho, ha-
cia finales del siglo pasado, parecía que se había seca-
do. Los Salesianos quedaron doloridos y desorientados.
Pero no acabaron de perder su fe en la palabra del
Fundador. Creyeron y trabajaron contra toda esperan-
za humana. Y, así, el 28 de diciembre de 1902, pudieron
colocar la primera piedra de la cripta. Sólo entonces
respiraron tranquilos.
138

14.2 Page 132

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A los nueve años (1911), se pudo inaugurarla. Y co-
menzaron a alzarse lentamente las columnas y las pare-
des del futuro Templo. La guerra civil de 1936 supuso
tres años de desolación, con incendios y profanaciones.
En 1940, hubo que iniciar los trabajos de restauración
y, poco después, se dieron los primeros pasos hacia la
culminación de la obra. A los veinte años de incesante
esfuerzo —durante los cuales colaboraron todas las fuer-
zas de la España Salesiana—, se consideró terminada
la construcción del Templo, dedicado al Sagrado Cora-
zón de Jesús (1961).
La casa salesiana
Carretera de Vallvidrera. Plaza del Tibidabo
Una vez inaugurada la iglesia inferior o cripta, los
Salesianos se establecieron junto a la misma, en 1912;
y, en octubre de 1927, abrieron la residencia para los ni-
ños de la Escolanía. Unos y otros han sido el motor prin-
cipal que ha propulsado y animado, a través del tiempo,
la obra de Don Bosco en la cumbre del Tibidabo.
Ésta ofrece hoy aspectos diversos: la Parroquia del
Sagrado Corazón de Jesús con sede en el Templo-Basí-
lica, el colegio para la Escolanía, la Adoración perpe-
tua al Santísimo Sacramento (desde 1966) y la Casa de
Espiritualidad Mater Salvatoris (desde 1962), en las cer-
canías. Con motivo del año centenario de la profecía de
Don Bosco y la erección de la primitiva capilla (1886-
1986), se ha preparado una exposición permanente.
La historia pasada y esta presencia viva hacen que
el Tibidabo tenga algo que decir hoy a la Familia Sale-
siana de Barcelona y de España. Le habla, en efecto, de
Don Bosco, de una antigua promesa suya hecha ya piedra
139

14.3 Page 133

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y espíritu, de su amor a Cristo, de su corazón de após-
tol entregado sin reservas al bien de la Iglesia y del pueblo
cristiano.
Y todo esto lo cumple con la originalidad propia y
exclusiva de las montañas sagradas.
El Tibidabo es lo primero que se ve al llegar a Barce-
lona y lo último que se pierde de vista al separarse. Y
siempre está presente a la vera de todos los caminos de
la Ciudad y de la vida que se desarrolla en la misma.
El Tibidabo es un monte ungido con la palabra proféti-
ca de San Juan Bosco. Por todo ello es, para los Sale-
sianos, un signo permanente de fidelidad.
140

14.4 Page 134

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«Barcelona, siempre
amada e inolvidable»
El día 6 de mayo amaneció muy triste en la casa sa-
lesiana de Sarria. Don Bosco se despedía. Por la maña-
na, saludó por última vez a los amigos y bienhechores;
después de comer, hizo lo propio con los alumnos.
En seguida le llevaron al tren de Sarria. Había un vagón
especialmente reservado y engalanado para él. Don
Bosco no recorrió por entero el trayecto hasta Barcelona.
Los que le acompañaban se enteraron a tiempo de la
aglomeración de gente que había en la última estación
(Plaza de Cataluña) y, para evitar complicaciones y
retrasos de última hora, hicieron que Don Bosco
descendiera del tren en el apeadero de la calle Pro-
venza. En coche de caballos le llevaron a la Estación de
Francia.
BARCELONA - GERONA - TURIN
Lo mismo que el día de la llegada (ver págs. 84-85),
ahora también los presentes, que eran numerosos, expre-
saron a Don Bosco su adhesión y afectuoso reconoci-
miento. Éste impartió su última bendición. A la una y
media de la tarde, el tren-correo arrancó en dirección a
la frontera.
141

14.5 Page 135

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Se detuvieron en Gerona. Durante las últimas horas
de la tarde y las primeras de la mañana siguiente, se
repitieron, como en síntesis, las escenas de Barcelona.
Los salesianos se hospedaron en la llamada Casa Car-
ies, en la Plaga del Vi, n? 2. Una lápida de mármol blan-
co recuerda el hecho: El 6 de mayo de 1886, se hospedó
en esta casa San Juan Bosco, Fundador de la Congrega-
ción Salesiana. Don Eduardo Caries i Ferrer les llenó de
atenciones y el obispo, doctor Tomás Sivilla y Gener
(1878-1906), aprovechó la ocasión para visitar a Don
Bosco.
Éste dejaba la histórica ciudad a las ocho y media
del día 7 de mayo. Ya no volvería a pisar tierra española.
El viaje de retorno a Italia se efectuó por el interior
—Montpellier, Valence, Grenoble— y duró varias jor-
nadas, llegando a Turín el día 15 por la tarde.
La Casa-Oratorio de la Via Cottolengo se llenó de
una alegría incontenible. La música y las luces festivas
de la noche cerraron aquella jornada que restituía feliz-
mente a Don Bosco entre los suyos. Por el momento, lo
que más necesitaba era un poco de descanso.
DIMENSIONES DE UNA VISITA
El lector, al terminar también este viaje, puede hacer
una pausa para preguntarse por el significado de la his-
toria aquí expuesta. La prensa y las gentes de Barcelo-
na, ¿cómo vieron a Don Bosco, cómo lo interpretaron,
qué imagen dieron de él?
A lo largo del recorrido, se han señalado algunas pis-
tas. No es éste el lugar de ofrecer un cuadro completo.
Basten sólo unas pocas pinceladas.
142

14.6 Page 136

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Conviene advertir, de entrada, que el mundo —o el
mundillo— religioso español de hace un siglo no era tan
tolerante como el de hoy. Ni mucho menos. Ambas par-
tes —la izquierda y la derecha— fácilmente se ponían
en pie de guerra. El ambiente general en que se movían
los espíritus era de beligerancia. No tiene, pues, nada de
extraño que una personalidad tan recia como la del Fun-
dador de los Salesianos provocara, en torno a sí, una
marejada de corrientes opuestas.
1? Desde la izquierda anticlerical
La valoración era negativa en toda la línea
Don Bosco
Era criticado por su afán de dinero, por el tren de
vida que llevaba entre fiestas y halagos, por su mayor
acercamiento a los ricos que a los pobres, por la falta
de originalidad en sus instituciones y porque, con su fama
de milagrero, engañaba miserablemente a la gente sen-
cilla.
Los amigos y cooperadores de Don Bosco
Aun quedaban en peor situación. En efecto, para los
periódicos izquierdistas —representados, sobre todo, por
El Diluvio— no pasaban de ser unos papanatas. Su pie-
dad era supersticiosa; su virtud, falsa; su mentalidad,
obscurantista. En consecuencia, con las limosnas que da-
ban al santo italiano, sólo trataban de ocultar las graves
injusticias que, una y otra vez, cometían contra el pue-
blo. Al hacerlo, además, apoyaban las instituciones de
fuera con preferencia a las de casa, porque el ultramon-
143

14.7 Page 137

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tanismo que les inspiraba era del todo extranjerizante,
ajeno a los intereses del país...
2? Desde la derecha católica
Ante este ataque, la parte conservadora y católica
reaccionaba defendiéndose y proclamando sus convic-
ciones.
La defensa
Según los sectores católicos —cuyos máximos expo-
nentes eran El Correo Catalán y el Diario de Barce-
lona—, Don Bosco era digno de ser ayudado, porque
estaba totalmente entregado a la causa del pueblo y, muy
en concreto, a la educación cristiana y profesional de los
niños y jóvenes de las clases trabajadoras. Su modo de
hacer podía calificarse de nuevo, porque se adaptaba bien
a las necesidades y estilos de la época. Don Bosco era
una prueba fehaciente de la vitalidad de la Iglesia Cató-
lica y de su capacidad de dialogar con el mundo moder-
no. Las realizaciones salesianas —escuelas profesiona-
les y agrícolas, centros juveniles y empresas editoriales—
estaban demostrando, en efecto, que la fe cristiana y el
progreso son perfectamente compatibles. Por tanto, ha-
bía que congratularse de que hubiera llegado a Sarria
la institución de los Talleres Salesianos.
— La proclama
Los que pensaban de esta forma —entre los cuales
había gente de todos los estratos sociales— aprovecha-
ban la visita del Fundador a la Ciudad para proclamar
la grandeza y la gloria de su religión, que veían victo-
riosa en Don Bosco. Y, así, saludaban a éste como: un
hombre de Dios, un sacerdote cabal, amigo del Papa,
144

14.8 Page 138

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apóstol de la devoción al Corazón de Jesús y a María
Auxiliadora de los Cristianos, promotor eficaz de la ac-
ción misionera en tierras de ultramar...
Tales fueron los rasgos principales de una polémi-
ca que contribuyó a dar nuevas dimensiones a aquella
visita.
En tanto en cuanto le es permitido situarse en el jus-
to medio de unas tendencias opuestas, el historiador se
atreve a precisar esto: la izquierda, con su enfado y su
burla, atestiguaba claramente la incidencia social y reli-
giosa de la presencia de Don Bosco en Barcelona; la de-
recha, que se sentía honrada por ello, hizo del Funda-
dor de los Salesianos una bandera y procuró colocarla,
probablemente, un tanto demasiado en alto.
¿Y Don Bosco, él personalmente? No entraba ni sa-
lía en esta polémica, tal como se lo aconsejaban su pro-
pio talante —campesino realista y paciente— y la expe-
riencia adquirida durante los largos y conflictivos años
del Risorgimento italiano. La urgencia por dar solución
a los problemas sociales y eclesiales, a los que consagró
toda su vida, le obligaba a no descender a la arena de
ciertos antagonismos estériles.
RECORDANDO A BARCELONA
Al día siguiente del regreso de Don Bosco a su resi-
dencia habitual de Turín, aprovechando que se celebra-
ba la fiesta del Patrocinio de San José (16 de mayo), pero
impulsados sobre todo por el deseo de ver y escuchar
al Fundador, los salesianos y los alumnos organizaron,
por la tarde, una velada íntima.
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14.9 Page 139

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Don Bosco lucía sobre el pecho la medalla de honor
que había recibido en la Asociación de Católicos de Bar-
celona (ver pág. 102). Se habló de su largo viaje y, más
en concreto, de los días de su estancia en la capital cata-
lana. Al recordar aquellas cosas, él se sentía profunda-
mente emocionado. Y todos los asistentes al acto que-
daban transportados a la «Barcelona, siempre amada e
inolvidable». Con este testimonio concluye el cronista
el primer volumen de su diario de ruta (16 de mayo
de 1886).
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